dc.description.abstract | La compilación, Rasgos de Pluma, sin duda importante y necesaria, no es una obra en sí misma, sino la acumulación de obras (los relatos costumbristas) que, a pesar de su breve extensión, constituyen piezas independientes con una singularidad y autenticidad que merecen un análisis individual. Relatos como los analizados demandan un examen literario e historiográfico para comprender su significado en toda su dimensión, desde la crítica social hasta el uso de la violencia como eje temático articulador.
En ambos relatos, las ideas de René Girard nos han permitido esclarecer la multiplicidad y complejidad de significados presentes en estos dos breves, y aparentemente simples, relatos de heroísmo. La violencia juega un papel decisivo en la perspectiva del narrador, pues constituye el tema base del discurso a través del cual denuncia los vicios de un sistema sacrificial imperante (basado en diferencias raciales o de clase) y sugiere la necesidad de otro nuevo (basado en la diferencia de nacionalidades).
El orden social descrito al inicio de cada relato se basa en una diferencia insuficiente e injusta que, en última instancia, generará una violencia intestina. Sin embargo, la aparición de la amenaza extranjera se da en el momento preciso, justo cuando es más necesario que nunca encontrar un elemento foráneo hacia el cual re-direccionar la potencial violencia fratricida. La solución es la toma de conciencia sobre la existencia de un nuevo “chivo expiatorio” que se define ya no en términos raciales, culturales o económicos, sino nacionales. En otras palabras, el remedio para la violencia entre peruanos es la violencia contra los invasores extranjeros (chilenos).
Paradójicamente, es el enemigo el que enseña cómo se debe ser y qué se debe hacer para convertir al Perú en una verdadera nación: cohesionarse lo suficiente como para poder llevar la violencia más allá de las fronteras, en contra del extranjero. No estamos, pues, ante la anulación definitiva del sistema sacrificial basado en la diferencia, sino ante su reformulación a partir de una nueva diferencia que supone sustituir un tipo de víctima sacrificial por otro. Gamarra rechaza el sistema de diferencias que aplica violencia sistemática contra los peruanos desfavorecidos. Sin embargo, su propuesta de solución no escapa del esquema fundamental de violencia sacrificial: no constituye el final de la violencia, sino la reformulación y refundación de la misma.
Los protagonistas, cada uno en su doble faceta, se definen a partir de la forma en la que se relacionan con la violencia. Como mártires, despiertan compasión; como guerreros, admiración. Ambos personajes requieren de la violencia (en tanto víctimas o ejecutores de la misma) para asumir plenamente su rol protagónico. Los dos son víctimas de un orden social en decadencia y victimarios en un nuevo orden potencial.
El narrador critica, principalmente, a una sociedad (la peruana) que, en tiempos de paz, mantiene una violencia estructural inadmisible. En última instancia, censura una consecuencia de dicha situación que se hará evidente con la irrupción del chileno: la denigrante necesidad que tienen los marginados de perpetuar su propio sacrificio en el campo de batalla para poder ganarse un reconocimiento que les corresponde por derecho de nacimiento. El hecho de ser “héroe” no permite a ninguno escapar de su condición de víctima, sino que la renueva y reafirma. No pueden librarse de la violencia si desean aspirar a un lugar más digno en la sociedad. Los relatos examinados enfatizan una paradoja que resulta clave: vidas que no valen en tanto no sean sacrificables, héroes que no pueden existir como tales en tanto no estén dispuestos a aceptar, en última instancia, su propia destrucción, pues sus vidas sólo adquirirán valor en tanto estén dispuestos a sacrificarlas (como víctimas en tiempo de paz o victimarios en tiempo de guerra). La mayor infamia no es la injusta situación en la que, en tiempos de paz, se encuentran los marginados, sino esa única “solución” que el sistema que los margina les ofrece: para poder convertirse en victimarios (y héroes), deben estar dispuestos a continuar sacrificándose, a mantener (y reafirmar) su condición de víctima. | es_ES |