ESCUELA DE POSGRADO MAESTRIA EN PSICOLOGÍA COMUNITARIA Sentido de Comunidad en un contexto de violencia comunitaria Tesis para optar por el título de Magister en Psicología Comunitaria con mención en Salud Mental María Gabriela Távara Vásquez Asesora: Rosa María Cueto Saldívar 2012 Agradecimientos Al mirar hacía atrás lo que ha sido mi proceso como estudiante de la maestría de Psicología Comunitaria, vienen a mi mente personas muy importantes que estuvieron a mi lado alentándome durante estos estudios. Esta etapa, como otras en mi vida, culmina con el nacimiento de algo nuevo: un proyecto, que no solo es resultado de mi esfuerzo sino también de aquellos que me acompañaron en este camino. Agradezco a mis padres, por enseñarme a cuestionar la realidad, a indignarme frente a lo injusto, a querer cambiar las cosas. Gracias por creer en la posibilidad de algo mejor y por creer en mí. A Rochi Cueto, mi asesora, por todo el apoyo y la paciencia durante todo este proceso, y por hacer de la construcción de esta tesis un proceso enriquecedor y emocionante. Gracias por motivarme siempre a ir un poco más allá, y a esforzarme más. Quiero agradecer de manera muy especial al Padre David, sin su aliento y empuje tal vez no estaría ahora donde estoy. Nuestras largas conversaciones me permitieron ampliar mi visión de las “nuevas culturas de la pobreza”. Gracias por ayudarme a ver las cosas de una manera diferente. Al equipo del INFAM, por compartir conmigo sus experiencias, aprendizajes y metas; especialmente a Leti, quien con su alegría, energía y sensibilidad, me acompañó durante este periodo de trabajo con la comunidad. Finalmente quiero agradecer a las mujeres y a las familias del AA. HH con quienes trabaje; por su fortaleza, por su empuje y su cariño. Gracias por dejarme entrar en su comunidad y gracias por meterse en mi corazón. Resumen El siguiente estudio analiza cómo es el sentido de comunidad, de un grupo de personas que viven en un asentamiento humano en un distrito del cono este de Lima, en el cual se dan procesos de violencia comunitaria. Para este fin se ha optado por una metodología mixta con un diseño en paralelo, aplicando la Escala de Sentido de Comunidad, SCI-2 (Chavis, D.M., Lee, K.S., y Acosta J.D.; 2008), un ítem para medir el nivel de peligro percibido a través de una escala likert, y cinco entrevistas individuales a los pobladores. Los resultados muestran que mientras mayor peligro se perciba en la zona, menor es el sentido de comunidad. Así mismo, se observa que en este grupo de personas el sentido de comunidad se apoya sobre todo en la conexión emocional compartida y el fuerte sentimiento de membresía. Por el contrario, la dificultad para satisfacer sus necesidades colectivas por medio de la organización, y la débil relación que existe entre los pobladores y los dirigentes merma y deteriora el sentido de comunidad en este grupo. Abstract The present study analyzes the sense of community of a group of people that live in a shanty town located in a district in the east periphery of Lima, in which there is community violence. For this purpose a mixed method with a parallel design has been used applying the Sense of Community Index, SCI-2 (Chavis, D.M., Lee, K.S., y Acosta J.D.; 2008), a question for measuring the level of perceived danger, and individual interviews to the settlers. The results show that whereas the level of perceived violence in the neighborhood increases the sense of community decreases. Furthermore it is found that in this group of people the sense of community is based more on the shared emotional connection and on the strong sense of membership. Par contraire, the difficulty to fulfill collective needs through organization, and the weak relationship between the people and the leaders, diminishes and deteriorates the sense of community in this group. Tabla de Contenidos Introducción……………………………………………………………………………………………...1 Comunidad y Sentido de Comunidad………………………………………………………1 Sentido de comunidad y violencia comunitaria…………………………………………..8 Método…………………………………………………………………………………………………...15 Participantes…………………………………………………………………………………...15 Medición y técnicas de recolección de información…………………………………...17 Procedimiento…………………………………………………………………………….......18 Aspectos éticos……………………………………………………………………………….19 Resultados………………………………………………………………………………………………20 Cuantitativos…………………………………………………………………………………..20 Cualitativos…………………………………………………………………………………….22 Violencia comunitaria……………………………………………………………….22 Membresía………………………………………………………………………….....23 Integración y satisfacción de necesidades……………………………………...26 Influencia/relaciones entre los miembros……………………………………….27 Conexión emocional compartida………………………………………………….28 Discusión………………………………………………………………………………………………..32 Comunidad y sentido de comunidad……………………………………………………...32 Sentido de comunidad y violencia comunitaria ………………………………………..39 Referencias……………………………………………………………………………………………..43 Anexos…………………………………………………………………………………………………..49 1 Introducción Comunidad y Sentido de Comunidad El término comunidad comienza a ser usado en las ciencias sociales desde principios del siglo XIX para referirse a formas grupales asociativas más pequeñas que la sociedad, y que podían distinguirse del resto de ella (Wiesenfeld citado en Montero, 2004). La psicología comunitaria, que surge a mediados del siglo XX, toma a la comunidad como eje fundamental de su práctica. En América Latina, no obstante la centralidad del término, no se han realizado muchos estudios sobre su rol, sus funciones y hasta sus potencialidades. La comunidad es una realidad social específica y compleja; también un fenómeno psicosocial, lo cual pone énfasis en su naturaleza activa y dinámica (Sánchez, 2007). Para Montero (2004) su nombre surge de lo “común”, de lo que es compartido por varios. Así mismo, señala que la comunidad es “un grupo en constante transformación y evolución (su tamaño puede variar) que en su interrelación genera un sentido de pertenencia e identidad social, tomando sus integrantes conciencia de sí como grupo, y fortaleciéndose como unidad y potencial social” (Montero, 2004, p.207). Esta autora además menciona que las comunidades son grupos sociales e históricos que poseen una cultura, organización, intereses y necesidades compartidas. Así mismo, las comunidades están unidas por un actuar, un saber y un sentir; y es justamente en este último elemento subjetivo donde se halla el sentido de comunidad. El término de sentido de comunidad fue planteado por primera vez por Seamour Sarason, quien se refirió a él como “el sentido psicológico de comunidad” para hacer énfasis en lo subjetivo del concepto (1974). Para él, este término se refiere al sentimiento de que uno forma parte y pertenece a una colectividad mayor, donde es significativo y valorado. Implica también sentir que uno está dentro de una red de relaciones de apoyo mutuo que tiene miembros en los que uno puede confiar y que pueden confiar en uno. Otros autores que después de Sarason trabajaron el concepto y desarrollaron una teoría entorno a él fueron McMillan y Chavis (1986). Ellos definieron el sentido de comunidad como el sentimiento de pertenencia y de mutua importancia que comparten los miembros de una comunidad; así como la fe compartida de que sus necesidades encontrarán satisfacción por medio del compromiso de mantenerse juntos (McMillan y Chavis, 1986). Se podría pensar que el sentido de comunidad ha entrado en crisis desde el siglo pasado. Sarason (1974) atribuye esta crisis a la falta de pertenencia que las personas sienten hacía las comunidades geopolíticas donde viven (barrios, urbanizaciones, distritos, etc.), ya 2 que no se sienten notadas, necesitadas o deseadas dentro de ellas. Así mismo, señala que las personas no se sienten involucradas o responsables en los procesos y tareas de las comunidades en las que viven, sin embargo cuando empiezan a surgir problemas dentro de éstas (como la desorganización, la delincuencia o la violencia) las critican como algo que está fuera y es ajeno a ellas. Este hecho pone en evidencia que las personas cada vez tienen menos interés en lo que sus comunidades son y hacen. Sarason (1974) asocia también el debilitamiento del sentido de comunidad al crecimiento geográfico de las urbes, el cual trajo consigo un ritmo de vida más acelerado, con medios de transporte más rápidos que de alguna manera obstaculizan los contactos cotidianos cara a cara. La disminución o desaparición del sentido de comunidad parece haber traído como consecuencia que a partir del siglo XX las personas comiencen a experimentar sentimientos de soledad, vacío y angustia. Si bien las personas pueden tener muchos conocidos y amigos, si éstos no forman parte de la estructura social del día a día, de tal manera que uno sepa que puede depender de ellos, entonces no contribuirán al sentido psicológico de comunidad que uno vive (Sarason, 1974). Pareciera que la tendencia actual lleva a tener mayor cantidad de contactos sociales, pero menor calidad y cercanía de los mismos. A partir del acelerado crecimiento urbano se empezó a hablar de dos usos del término comunidad: comunidad geográfica, con miembros unidos por el espacio territorial compartido; y comunidades relacionales, en las cuales se mantenían relaciones entre sus miembros sin tener que compartir este espacio territorial (Gusfield citado en Sánchez, 2007). Las características del sentido de comunidad de una comunidad geográfica estarán inexorablemente sujetas al espacio físico siendo éste el escenario de la vida en comunidad. En el segundo caso, la importancia del espacio físico no está presente y los miembros son unidos por otras características o intereses que tengan en común (Bess, Fisher, Sonn y Bishop, 2002). Por las diferencias que se pueden dar en el sentido de comunidad es que varios autores apuntan a que es mejor observarlo y estudiarlo desde un contexto específico (Hill, 1996; Puddifoot, 1996; Rapley y Pretty, 1999; Wiesenfield, 1996). En la misma línea, Montero (2004) plantea que es difícil hablar de sentido de comunidad en abstracto, se debe hacer a partir de la experiencia de una comunidad misma. El sentido de comunidad puede construirse en torno a grupos de diferentes tamaños; es decir uno puede generar sentido de comunidad con un grupo más reducido, no mayor a 20 personas por ejemplo, y también con un grupo más grande, tal vez de cientos o miles de personas. Puede ser la familia inmediata, la familia extensa, los compañeros de trabajo, las personas de un área geográfica particular, etc. Estos grupos serían los referentes ya que dan 3 estructura y sentido al diario vivir, y tienen una cualidad dada en alguna medida por la entidad en la que están insertos (el barrio, el colegio, la universidad, la empresa, etc.) (Sarason, 1974). En la misma línea, se observa que el sentido de comunidad aporta a sus miembros determinados valores con los cuales se identifican y se autodefinen; son valores a través de los cuáles juzgan los hechos externos de la realidad (Sarason, 1974). Pero el sentido de comunidad no sólo se refleja en creencias o afectos, como se mencionó anteriormente; también implica actos. El sentido de comunidad implica una responsabilidad mutua y compartida de sus miembros hacía la comunidad, contraria a un individualismo irresponsable y egoísta. El sentido de comunidad involucra a las personas en acciones para la resolución de problemas de la comunidad, y en este actuar colectivo se pueden generar nuevas soluciones y nuevas miradas para problemas viejos (Sarason, 1974). El desarrollo de sentido de comunidad sin embargo, no asegura que se logren siempre consecuencias deseadas para una comunidad. Cabe resaltar que si bien los miembros de una comunidad pueden estar de acuerdo con la importancia dada a ciertos valores, esto no implica que puedan llegar tan fácilmente a un acuerdo respecto de las acciones que se desprenden de ellos (Sarason, 1974). Por otro lado se ha señalado el peligro de asumir que donde exista un fuerte sentido de comunidad, la comunidad siempre será saludable, ya que no necesariamente es así (Dunham, 1986; Wiesenfeld, 1996). Existen grupos con un alto sentido de comunidad, que por sus características demuestran poca salud mental, como los grupos terroristas, racistas, fanáticos religiosos, etc. (Bess, Fisher, Sonn y Bishop, 2002). Es importante pensar en el papel que juega la individualidad en los grupos. En un grupo siempre existen tensiones entre los intereses individuales y los intereses colectivos; esta tensión es inevitable y no debe tomarse como negativa. Construir sentido de comunidad a veces implica poder ceder y hacer concesiones individuales; a la vez el grupo también debe reconocer, tolerar y apoyar ocasionalmente las necesidades individuales (Sarason, 1974). No se debe pasar por alto la importancia de que los individuos piensen y actúen de manera independiente, ya que individuos que no poseen un fuerte sentido de sí mismos – con autoestima y autoeficacia – podrían dejarse llevar por el grupo (Bess, Fisher, Sonn y Bishop, 2002). Usualmente las conceptualizaciones de sentido de comunidad no toman en cuenta la importancia de la diversidad y la variedad de opiniones para tener una comunidad saludable (Wiesenfeld, 1996). Respecto a la tensión recurrente entre lo individual y comunitario Skinner plantea (citado en Sarason, 1974) que siempre se debe apuntar a mantener el sentido de comunidad y debe evitarse que la anteposición de los derechos individuales por encima de todo lo demás, atente 4 contra la existencia de la sociedad. Según señala este autor, las personas han empezado a reclamar una sociedad que no se construya solamente a partir de intereses y acciones individuales. Además, sin un sentido de comunidad previo, un grupo humano no tendría suficiente fuerza para soportar los conflictos y las tensiones que surgen entre ellos, lo que generaría finalmente su división. Para Skinner (citado en Sarason, 1974) se debe apuntar a construir un sentido de comunidad en donde el sentido de pertenencia a un grupo, el crecimiento y desarrollo no sean incompatibles. En los años posteriores a la aparición del concepto de sentido de comunidad comenzaron a desarrollarse diversas teorías al respecto así como instrumentos para su estudio. La mayoría de psicólogos comunitarios que han investigado sobre el sentido de comunidad han usado métodos cuantitativos para medir el constructo en diversos contextos (vecindario, escuela, centro laboral, etc.) (Bess, Fisher, Sonn y Bishop, 2002). Dentro de los pocos psicólogos que han desarrollado un instrumento a partir de un modelo teórico estructurado con un fundamento empírico, es importante mencionar a McMillan y Chavis (1986). Estos psicólogos crearon el Índice de Sentido de Comunidad (SCI), él cual por su baja consistencia inicial fue reformulada dando lugar al SCI-2 (Chavis, Lee, y Acosta, 2008). Por otro lado es importante mencionar que se ha medido también el sentido de comunidad a partir de escalas que estudian las actitudes y conductas dentro del vecindario (Kingston, Mitchell, Florin, y Stevenson, 1999). Varios autores dividieron el constructo en diferentes componentes para su estudio y medición. Para Sarason (1974) el sentido de comunidad se expresa en cuatro sub- componentes: la percepción de similitud con otros, una consciente interdependencia con otros, la voluntad de mantener esa interdependencia dando y haciendo por otros aquello que uno espera de ellos; y finalmente el sentimiento de pertenencia a una colectividad mayor y estable. McMillan y Chavis (1986) en su elaboración del concepto plantearon y desarrollaron profundamente 4 elementos: la membresía, la influencia, la integración y satisfacción de las necesidades, y la conexión emocional compartida. La membresía, se refiere al sentimiento de que uno ha invertido parte de uno mismo en ser parte del grupo, por lo que se ha ganado ese derecho. La membresía está constituida por límites, los cuales permiten diferenciar quiénes pertenecen y quiénes no al grupo. Estos límites proveen a los miembros de la comunidad de la seguridad emocional para desarrollar cercanía entre ellos. La membresía también implica un sentimiento de pertenencia e identificación con el grupo que genera gratificación en las personas, al sentirse aceptadas por el mismo. La inversión de la persona la lleva a ganarse un lugar dentro del grupo, por lo que valoran más su 5 membresía. El manejo por parte de los miembros del grupo de un sistema de símbolos compartidos, ayuda a mantener y delimitar los límites del mismo. McMillan y Chavis (1986) plantean la membresía de tal manera que parecen claros los límites de la comunidad. Sin embargo, es importante recordar que las comunidades están en constante cambio y transformación, por lo que no necesariamente se podrían delimitar con tanta facilidad los límites de su membresía (Montero, 2004). En segundo elemento del sentido de comunidad de acuerdo a McMillan y Chavis (1986) es la influencia. Ésta es la percepción que tienen los individuos de que pueden afectar los actos y decisiones de la comunidad, lo cual genera se sientan más atraídos hacía ella. A su vez la influencia también se da desde la comunidad como grupo hacía sus miembros. Estos procesos de mutua influencia no son contradictorios entre sí y suelen darse en paralelo. La influencia puede tener un efecto negativo si es que no está equilibrada, de tal manera que un individuo (o grupo de individuos) ejerce dominación sobre el resto de la comunidad, o por el contrario la comunidad tiene una excesiva influencia sobre sus individuos generando conformismo en ellos. Para mantener el sentido de comunidad también es importante la integración y la satisfacción de las necesidades; este elemento se refiere a la satisfacción de las necesidades que las personas logran por ser parte de la comunidad en términos del status que confiere la membresía, el éxito que tiene la comunidad, y las capacidades y competencias de sus miembros. Así mismo, las necesidades que vayan a tener las personas (más allá de las necesidades básicas) van a depender de los valores que hayan interiorizado a lo largo de su vida (McMillan y Chavis, 1986). Una comunidad fuerte es aquella que articula a las personas de tal manera que encuentran satisfacción de sus propias necesidades por medio de los miembros, compartiendo sentimientos y responsabilidades (Montero, 2004). Finalmente un último elemento que plantean McMillan y Chavis (1986) es la conexión emocional compartida. En gran parte este elemento se basa en la historia compartida que manejen los miembros, no tanto por haberla vivido, sino por identificarse con ella y lo que significa para la comunidad. Los eventos importantes que vive la comunidad desarrollan un lazo entre sus miembros. El número de eventos, su relevancia, cuánto confieren un merito a la comunidad y a sus miembros, todo esto aporta al desarrollo de una conexión emocional compartida (Bess, Fisher, Sonn y Bishop, 2002). Se pueden observar varias coincidencias entre los elementos planteados por Sarason (1974) y los elementos planteados por McMillan y Chavis (1986), por ejemplo entre pertenencia y membresía. Sin embargo la diferencia fundamental entre estos investigadores es la profundidad en el desarrollo de la teoría que realizaron estos últimos, lo cual permite una 6 comprensión más amplia de los términos así como un estudio más riguroso de los mismos. La teoría y la prueba desarrollada por estos autores sobre el Sentido de Comunidad ha sido la más utilizada para estudiar este constructo hasta la actualidad (Chavis, Hogge, McMillan y Wandersman, 1986; Chavis, Lee, y Acosta, 2008). Es difícil pensar en el sentido de comunidad de manera aislada ya que conceptualmente se vincula con otros términos, como por ejemplo con la Identidad Social. Esta fue definida por Tajfel como la parte del auto concepto de las personas que surge del conocimiento de su membresía de un grupo social (o grupos sociales), así como el significado emocional o valorativo asociado a esta membresía (1982). Este concepto se asemeja al sentido de comunidad en que tienen como parte esencial la noción de membresía o pertenencia grupal. Sin embargo, la diferencia está en que para el sentido de comunidad la membresía es principalmente el sentimiento que surge por ser parte del grupo, mientras que para la identidad social lo que genera la membresía es un conocimiento respecto a uno mismo por su relación al grupo de pertenencia. Como se puede observar, el énfasis en el primer concepto está puesto en el aspecto emocional, mientras que en el segundo está puesto sobre el aspecto cognitivo. Por otro lado, el sentido de comunidad también se diferencia de la identidad social en que abarca otros aspectos además de la membresía. Diversos estudio han demostrado empíricamente la aplicabilidad de la teoría de McMillan y Chavis en una variedad de poblaciones. Una investigación realizada con población Israelí que vivía en una comunidad urbano marginal y compuesta en parte por migrantes, demostró la cohesión y validez de esta teoría de Sentido de Comunidad al analizar como variaba el desarrollo del constructo en función a variables demográficas (Sagy, Stern y Krakover, 1996). De la misma manera, un estudio realizado en un centro laboral, que utilizó la teoría y la escala diseñada en función de las áreas de McMillan y Chavis (1986), encontró que los ítems de las 4 áreas de la escala eran coherentes con la definición del constructo, al ser aplicados a la muestra (Mahan, Garrard, Lewis y Newbrough, 2002). Por otro lado, dentro del paradigma cualitativo cabe resaltar una investigación realizada en Melbourn, Australia que demostró que la mayoría de las áreas del Sentido de Comunidad podían ser observadas y analizadas en el discurso de los participantes demostrando la validez y aplicabilidad del modelo (Sonn y Fisher, 1996). En la misma línea, una investigación realizada a partir de entrevistas a mujeres afro-americanas en Nueva York también apoyó la validez del modelo de Sentido de Comunidad de McMillan y Chavis (Brodsky, 1996). El sentido de comunidad también ha sido estudiado empíricamente en relación a otros constructos, los cuales pueden fortalecerlo o por el contrario debilitarlo. Se ha observado que el 7 sentido de comunidad que puede ser un punto de partida para el desarrollo de procesos como la participación a través de las organizaciones de la comunidad (Florin y Wandersman; Chavis y Wandersman, citados en Maya, 2004). La participación al permitir que las personas tengan parte de las decisiones, las puede llevar a sentir que tienen mayor influencia en su comunidad lo cual a su vez podría aumentar su Sentido de Comunidad (McMillan y Chavis, 1986). Otro constructo que usualmente se ha vinculado al Sentido de Comunidad es la Potenciación Comunitaria- del inglés “Empowerment”. Para Maya (2004) estos dos conceptos son interdependientes e incluso se potencian mutuamente. En un estudio realizado con un grupo de artistas en Andalucía se encontró una correlación positiva entre Sentido de Comunidad y Potenciación Comunitaria (Holgados, Maya y Ramos, 2012). El sentido de comunidad también se ha estudiado en relación a la calidad de vida en espacios urbanos. En una investigación en la ciudad de Malaga - España, se observó que existe una relación positiva entre sentido de comunidad y satisfacción con la calidad de vida. Se señala que cuando en el entorno inmediato la interacción social (que es una parte esencial del sentido de comunidad) aumenta, las personas se sienten más interesadas por el bienestar del resto de sus vecinos lo cual aumenta la calidad de vida (Hombrados-Mendieta, 2010). En la misma línea, un estudio realizado en Hong Kong halló también una asociación positiva entre sentido de comunidad y calidad de vida y de soporte social (Mak, Cheung y Lawrences 2009). Si bien hay factores que pueden fortalecer o aportar al sentido de comunidad, también existen aquellos que debilitan o contrarrestan la formación del mismo. Dentro de los factores que debilitan el sentido de comunidad se encuentran algunas características demográficas, como la alta movilización geográfica. En algunas ciudades el gran desplazamiento cotidiano que realizan las personas para trabajar, comer o recrearse, los lleva a pasar menos horas dentro de la comunidad en donde residen. En estas circunstancia el sentido de comunidad para construirse se debe basar menos en la localización geográfica y el escenario físico (Mak et al., 2009). Así mismo en comunidades donde la movilización geográfica ha traído población migrante, se observan menores niveles de participación en actividades sociales, menor sentido de pertenencia y de soporte social percibido. Sin embargo este mismo estudio encontró que en aquellas comunidades donde hay migrantes, el sentido de comunidad aumenta mientras mayor contacto se tenga con estas personas (Hombrados-Mendieta, Gomez-Jacinto y Dominguez- Fuentes, 2009). 8 Sentido de Comunidad y Violencia Comunitaria Uno de los elementos que más puede dañar el sentido de comunidad son las relaciones violentas. Esto se da debido a que el sentido de comunidad se construye básicamente a partir de vínculos, por lo que si estos vínculos se toman un matiz violento la construcción del sentido de comunidad se verá alterada. Se señala que percibir un entorno como peligroso se correlaciona inversamente con la integración en redes sociales y las relaciones vecinales positivas (Van der Wurff, Van Staalduinen y Stringer, 1989; Prezza y Giuseppina, 2007). En la misma línea, se ha encontrado que el sentido de comunidad reduce el temor al crimen, al ser una expresión de un clima social positivo y al generarles a los habitantes la percepción de control sobre su comunidad (Prezza y Giuseppina, 2007). En nuestro medio se ha analizado el efecto que tuvo la violencia que se vivió durante el conflicto armado interno sobre el tejido social de las comunidades (Comisión de la Verdad y Reconciliación, 2003). Si bien este estudio hace referencia a un tipo de violencia distinta, muestra como un contexto de violencia genera un clima de miedo que deviene en desconfianza, la cual a su vez deteriora las relaciones comunitarias. Dado que el Sentido de Comunidad surge a partir de las interacciones cotidianas que se dan en una comunidad (Montero, 2004), se puede suponer que cuando estas se deterioran, esto a su vez afectaría el Sentido de Comunidad. La violencia siempre ha formado parte de la experiencia humana en sus diferentes manifestaciones. Es reconocida como un problema de salud pública por ser una de las principales causas de muerte en el mundo, sobre todo para población entre los 15 y 44 años de edad. A nivel urbano por ejemplo, se podría decir que la violencia ha entrado en todos los dominios y esferas de la vida cotidiana, por ello ha pasado a ser una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos hoy en día (Carrión, 1994). Para Martín Baró (2003) la violencia engloba aquellos fenómenos o actos en los que se aplica un exceso de fuerza sacando a las cosas de su estado natural. La OMS en su definición recoge algunos de los aspectos arriba señalados, y amplía el concepto señalando que la violencia es el uso intencional de la fuerza o poder físico sobre uno mismo, otros, un grupo o una comunidad; que cause o tenga grandes probabilidades de causar lesiones, muerte, o daño psicológicos (OMS, 1996 citado en Krug, 2003). Por otro lado, una explicación desde las ciencias sociales describe la violencia como el producto de una relación social conflictiva que nace de intereses y poderes que no hayan una opción distinta a la fuerza, una alternativa por la vía de la institucionalidad (Carrión, 1994). 9 Todo acto violento debe ser mirado más allá de la conducta concreta y analizarse dentro del contexto social que lo produce ya que la violencia surge en la articulación entre la persona y la sociedad. En algunos contextos existen creencias o prescripciones que hacen que ciertas formas de violencias sean aceptables e incluso deseables socialmente (Martín Baró, 2003). Los actos violentos no están aislados del contexto social, son un producto de él; de esta manera se puede entender que la pobreza, las relaciones de dominio y exclusión perpetúan la carencia, subordinación e ignorancia constituyendo factores estructurales que dan lugar a diferentes formas de violencia (Thorne, Corveleyn, Del Pino, Velázquez y Valdez, 2011). Una lectura adecuada del poder es indispensable también para poder analizar con mayor profundidad la violencia. Quienes tienen el poder en una sociedad (político, económico, social, religioso, etc.) son quienes pueden definir qué es lo natural o normal y que no, es decir, que va en contra del orden establecido. Ya que la violencia es vista como sacar a algo de su “estado natural”, al definir este estado natural también se puede definir por oposición que es violento. Bajo esta tendencia se suela hacer énfasis en formas de violencia antisociales – como la delincuencia o pandillaje – dejando de lado otras formas de violencia que pueden ser más sutiles o estar más aceptadas en los espacios formales de la sociedad (Martín Baró, 2003). Con relación a las causas de la violencia se han encontrado que si bien los factores biológicos y elementos individuales pueden dar lugar a una predisposición, las situaciones de violencia suelen crearse por la interacción de factores familiares, comunitarios y culturales (Krug, 2003). Por ello, para entender cómo se va gestando la violencia resulta bastante útil el enfoque ecológico, el cual establece las relaciones reciprocas entre los diferentes factores o niveles, y revisa cómo estos influyen en el comportamiento para que éste resulte violento. Este enfoque reconoce cuatro niveles, los dos primeros son el individual y el relacional. El tercer nivel es el comunitario, el cual comprende todos aquellos espacios en donde se dan las relaciones sociales, como por ejemplo la escuela, el trabajo, el vecindario, los clubes, etc. Así mismo este nivel incluye las características de la comunidad ya que éstas pueden aumentar las probabilidades de que se desarrollen fenómenos de violencia. Las zonas donde el nivel de movilidad y heterogeneidad de la población es alta, suelen ser más violentas; de la misma manera un entorno con pobreza y deterioro físico abandonado por las instituciones del estado, también es más proclive a la aparición de actos de violencia (Krug, 2003). Finalmente cabe mencionar al nivel social, el cual abarca a los factores sociales más amplios que crean un clima de aceptación hacía la violencia, y que generan y mantienen las brechas entre los diferentes sectores de la sociedad fomentando las tensiones entre los mismos. (Krug, 2003). 10 Es posible pensar que las diferentes formas de violencia están conectadas porque tienen un mismo origen que se explica por la manera cómo se ha construido una sociedad. En este sentido algunos autores señalan la existencia de una violencia estructural es decir, aquella que tiene la raíz en el sistema social mismo y que se expresa en la manera en cómo éste está ordenado. La falla en el ordenamiento de la sociedad trae como consecuencia que no se cubran las necesidades de sus integrantes, generando así pobreza, desempleo, bajo nivel de servicios de salud y educación, baja calidad de vida, incremento de alcoholismo, abandono infantil, violencia de pareja y familia, entre otros (Thorne et al., 2011). Para Gutierrez (1999) esta violencia estructural no es producto del destino y la casualidad, sino que es una cuestión del sistema, que ha sido pensado y ordenado por algunos, dejando fuera de la sociedad, excluida de ella a otros. Existen diversas clasificaciones de los actos violentos, en este caso se tomará aquella utilizada por la OMS, que se basa en los actores que comenten el acto de violencia, dividiéndose entonces en violencia autoinfligida, violencia colectiva y violencia interpersonal. Dentro de la violencia interpersonal se encuentra la violencia familiar (o de pareja) y la violencia comunitaria. La violencia comunitaria se establece entre personas que no tienen parentesco, pueden conocerse o no, y por lo general suele darse fuera del hogar. Dentro de este último tipo de violencia se incluye a la violencia juvenil, los actos fortuitos de violencia, la violación sexual por parte de extraños, y la violencia en establecimientos como la escuela, el trabajo, hogares de ancianos, etc. (Krug, 2003). La violencia juvenil (y la delincuencia que por lo general se asocia a ella) por ser una de las formas de violencia más visible, ha captado bastante atención de parte de la sociedad, también porque ella implica una pérdida del control social y una desintegración de los esquemas viables de convivencia (Martín Baró, 2003). Cabe mencionar que este tipo de violencia comunitaria, también ha sido denominada por varios autores como violencia urbana ya que este suele ser el escenario donde se despliega (Sofsky, Tilly y Workieva, citados en Innerarity, 2009). La violencia urbana es un fenómeno que viene desplegándose y creciendo en las ciudades desde el nacimiento de las mismas. Va tomando forma en función a las particularidades y ritmos de la ciudad en la cual se inserta, por lo que es importante conocer las características sociales, políticas y económicas de la urbe para entender mejor las dinámicas particulares de violencia (Innerarity, 2009). La violencia urbana protagonizada por jóvenes suele darse con mayor frecuencia e intensidad en zonas que son marginales o periféricas, ya que las características que éstas poseen favorecen su aparición. Son zonas con una alta densidad poblacional asociadas a procesos de segregación, rápida urbanización y rápido 11 crecimiento de la población juvenil (Carrión, 1994). El rápido crecimiento suele ir acompañado de concentración masiva de pobreza, falta de empleo, de apoyo social y de servicios básicos. Por todo ello es bastante probable que puedan generarse actos de violencia como producto de la frustración, tensión e ira que experimentan los jóvenes. La violencia urbana puede ser entendida entonces como producto de una crisis social en la que las instituciones no han sido capaces de responder a las necesidades de una población creciente y en algunos casos migrante. Frente a estas grandes migraciones, la sociedad de acogida se enfrentan al reto de incorporar e integrar a la población migrante a los procesos de la ciudad, cuando esto no sucede se genera un sentimiento de abandono y exclusión de parte de las instituciones que no cumplen la función de brindar una estructura de referencia (Innerarity, 2009). En estos escenarios de carencia y exclusión social grupos de jóvenes empiezan a formar redes donde encuentran protección, pertenencia, seguridad emocional y bases para su identidad. Las pandillas urbanas entonces se podrían considerar como una reacción ante la desorganización social; son para los jóvenes micro-sociedades donde se lleva a cabo una acción colectiva, en medio de una sociedad más amplia donde no encuentran un lugar (Innerarity, 2009). Así mismo, se postula que la violencia que manifiestan estos jóvenes de las pandillas tiene un fin más expresivo que instrumental. Por un lado, los actos delictivos aparecen como una vía de afirmación personal, para tomar posición y control dentro de un barrio o un colegio. Por otro, la violencia (que suele ser además contra espacios públicos visibles) busca despertar la atención de la comunidad frente a una problemática social en una suerte de intento por establecer lazos con ella. Finalmente se puede considerar que esta forma de violencia urbana de alguna manera representa un ritual ya que la comunidad, en la medida que entra en esta dinámica, sigue repertorios de acción estables para responder e (incluso perpetuar) la violencia. Siendo así se puede pensar que es la propia acción violenta la que crea y da forma a la interacción en la comunidad (Tilly citado en Innerárity, 2009). Luego de esta revisión se podría concluir que la violencia comunitaria se refiere a actos que implican una fuerza o un poder que puede causar lesiones, muerte, o daño psicológico. Estos actos se aplican sobre otros miembros de una comunidad, entre personas que no tienen parentesco, y por lo general suele darse fuera del hogar. Se desarrolla en los espacios en donde se dan las relaciones comunitarias, como el vecindario. Esta violencia se genera y se mantiene en parte por las características de la misma comunidad, y de la sociedad más amplia donde ésta inserta. Altos niveles de movilidad y heterogeneidad de la población, así como la pobreza, la exclusión y el abandono por las instituciones del estado son características que 12 aumentan las probabilidades de que se desarrollen fenómenos de violencia comunitaria. Dentro de la violencia comunitaria se encuentra la violencia juvenil que se desarrolla es espacios urbanos, sobre todo en zonas marginales o periféricas, ya que las características que éstas poseen favorecen su aparición. Se señala que la inseguridad que deriva de la violencia afecta la esencia misma de la ciudad: su posibilidad de socialización. Cuando hay violencia en la calles las personas restringen su movilidad física en una localidad disminuyendo así sus interacciones cotidianas (Carrión, 1994). El atentar contra los espacios es también una manera de afectar los vínculos, ya que éstos son espacios de reunión para la comunidad. Así mismo, las relaciones entre los vecinos se ven debilitadas por la desconfianza que generan estas agresiones y la destrucción de la infraestructura (Moser y Holand citados en Krug, 2003). Para ser menos vulnerables las personas toman actitudes de autodefensa, como puede ser la compra armas o instalación de alarmas. Todos estos hechos pueden tener un efecto importante sobre el sentido de comunidad, ya que este se forma básicamente a partir de estas interacciones cotidianas dadas en un espacio determinado. Pero la relación entre violencia y sentido de comunidad no es unidireccional, la desintegración de las redes sociales es a su vez un factor de riesgo para el surgimiento y mantenimiento de la violencia urbana (Martín Baró, 2003; Hombrados-Mendieta et al., 2009). Por el contrario, el apoyo social, la creación de redes sociales y la participación comunitaria se convierten en ingredientes para aumentar el control social de la zona de residencia, es decir la habilidad de los residentes para controlar las condiciones adversas de su barrio. Este constituye un elemento esencial para prevenir la aparición de conflictos (Hombrados-Mendieta et al., 2009). Como se ha señalado, la violencia comunitaria es más propensa a desarrollarse en espacios de pobreza y precariedad, características muy presentes en zonas urbano-marginales de Lima como el distrito de San Juan de Lurigancho (SJL). Este distrito, por cómo se ha ido constituyendo, ha ido brindado condiciones para la aparición de diversas manifestaciones de violencia. De acuerdo a un informe del Ministerio Público (Marzo, 2012), en San Juan de Lurigancho se producen el 9.4 % de los delitos de Lima Metropolitana, lo que coloca a este distrito segundo lugar, después de Lima Cercado. Así mismo el Compendio de Información Estadística de la Policía Nacional señala que San Juan de Lurigancho es el distrito que más denuncias recibe al año (9 mil aproximadamente), y que está cifra va en aumento (Secretaria Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, 2010). 13 Es importante tomar en cuenta que SJL tiene la tasa más alta de crecimiento poblacional en Lima Metropolitana en las últimas décadas, y que su población proviene principalmente de olas migratorias que llegaron del interior del país (CVR, 2003). Los migrantes desplazados por el conflicto armado interno se fueron instalando en diferentes asentamientos humanos a lo largo de todo el distrito configurando una población de orígenes y características culturales diversas. Así mismo, San Juan de Lurigancho es el distrito con el mayor número de habitantes en Lima. Para el año 2007 ya tenía 898,443, y actualmente se estima que la población total del distrito bordea el millón de personas (INEI, 2007). Cabe recordar que cuando las personas que habitan un mismo lugar son muy distintas entre sí, es difícil que exista una cohesión social entre ellas que las mantenga unidas como grupo. Si a esto se le suma una alta densidad poblacional se tiene ya un conjunto de características del contexto que facilitan la aparición de la violencia comunitaria (Krug, 2003). Es importante señalar que en algunas zonas altas de San Juan de Lurigancho el rápido crecimiento poblacional generado por las migraciones llevo a las personas a organizarse en varios asentamientos humanos (AA. HH). Estos son agrupaciones relativamente pequeñas conformadas por un aproximado de 30 a 50 manzanas cuadradas. Cada uno de estos asentamientos es un espacio geopolítico que cuenta con comités de dirigentes que se encargan de representar a los vecinos y encabezar las acciones para la búsqueda de mejores condiciones de vida. En estas zonas la rápida expansión de los asentamientos humanos sobrepasó la capacidad de respuesta de la municipalidad y de los organismos del Estado encargados de velar por las adecuadas condiciones de vivienda. Hasta ahora en muchos AA. HH no se cuenta con servicios básicos como agua, desagüe y electricidad, y otros los han conseguido en la última década. Menor atención recibe el cuidado de los espacios públicos, que en su mayoría se encuentran descuidados y abandonados, lo cual compromete la seguridad y limpieza de los mismos. De esta manera se puede observar cómo no solamente la constitución inicial de estas zonas, sino también las características de precariedad actual sientan las bases para el desarrollo de un fenómeno de violencia comunitaria. Lo anterior concuerda con diversos estudios que han encontrado que la pobreza, el deterioro físico y la falta de apoyo institucional favorecen los actos violentos (Curry y Thomas, 1992; Krug, 2003). El sentido de comunidad es el sentimiento que nace en un grupo a partir de los vínculos cercanos y cotidianos que comparten. La violencia por otro lado, es un fenómeno que se desarrolla en, o es un matiz, que pueden tomar los vínculos mismos, por lo que se puede pensar que la violencia tendrá un efecto directo en cómo se forma el sentido de comunidad en 14 un grupo determinado. Por ello el propósito de esta investigación es analizar cómo es el sentido de comunidad en un grupo de personas que viven en un contexto de violencia comunitaria. Así mismo, se han planteado cuatro objetivos específicos para este estudio. En primer lugar se quisiera analizar la membresía que se establece en este grupo de personas; así mismo, observar la mutua influencia que hay entre ellas y su comunidad. Por otro lado, se busca analizar la integración y satisfacción de las necesidades que se da entre los miembros de este grupo y la comunidad, y finalmente conocer cómo es su conexión emocional compartida. Se plantea como hipótesis que mientras más violenta se perciba la zona donde uno vive, menor será el sentido de comunidad. 15 Método La siguiente investigación es un estudio de caso que analiza profundamente una comunidad buscando responder al problema y a la hipótesis planteada a través de una metodología mixta. Se ha optado por un diseño mixto en paralelo, en el cual se realizan simultáneamente dos estudios – uno cuantitativo y otro cualitativo – y de los resultados de ambos se llevan a cabo las interpretaciones sobre el problema investigado (Hernández, Fernández y Baptista, 2010). Participantes Fase cuantitativa. Los participantes son 40 adultos, 31 mujeres y nueve hombres, que viven en un AA. HH de una zona alta del distrito de San Juan de Lurigancho. La persona de menor edad tiene 20 años, y la de mayor edad tiene 78; el promedio de edad es de 36.63 años y la desviación estándar de 12.9. Del grupo de participantes 29 tienen una pareja con la que conviven o están casados o casadas, ocho son solteros(as), dos son viudos(as) y una persona está divorciada. Así mismo con respecto a su composición familiar, se puede observar que 27 de los y las participantes viven en familias nucleares, 12 en familias extensas, mientras sólo una persona vive sola. La mayoría de los participantes - 25 de ellos - ha terminado sus estudios secundarios; nueve tienen estudios de primaria, mientras solo seis de ellos han tenido estudios superiores, ya sean técnicos o profesionales. En relación a la ocupación que tienen las personas de este grupo, se señala que 12 de ellas son amas de casa, 18 son trabajadores y trabajadoras independientes, y 10 son trabajadores(as) de una empresa. Trabajan en el mismo AA. HH 24 de los participantes; siete trabajan al interior de San Juan de Lurigancho y nueve en otros distritos de Lima. Finalmente con respecto si han ocupado alguna vez un cargo en la comunidad, 11 reportaron haberlo ocupado y 29 no. Selección de la muestra. Al momento de captar la muestra se opto por aquellas personas a las que se tuviera mayor acceso. En primer lugar se tomo como parte de la muestra a cuatro personas con las que se tenía un contacto previo por un trabajo realizado en la zona. Posteriormente se pidió a estas personas que se contactaran con vecinos suyos para preguntarlas si podían participar. 16 Además se preguntó a estas personas si conocían a su vez a otros vecinos de la comunidad que pudieran colaborar. Por otro lado, dado que dos de las personas con las que se tenía el contacto inicial eran profesores de un colegio, se pidió su autorización para contactar a algunos padres de familia en el momento que se acercaban a las instalaciones del mismo. Fase cualitativa Se tuvieron cinco participantes (dos hombres y tres mujeres) los cuales fueron elegidos de entre los 40 de la fase cuantitativa. Se les eligió por el nivel de confianza que tenían con la investigadora, lo cual permitiría obtener un mayor nivel de profundidad en las entrevistas. Es importante mencionar que este criterio de selección puede generar importantes sesgos en la información causados por la deseabilidad social. Sin embargo, el realizar las entrevistas dentro de la casa de las personas disminuye el sesgo, porque las personas sienten más cómodas al sentir que tienen dominio sobre la situación (Finch, 1984). Por otro lado, se eligió a estos participantes buscando que hubiera variación en función al sexo, edad, ocupación, lugar y tiempo de residencia dentro de la comunidad. En la tabla que se presenta a continuación se señalan las principales características sociodemográficas de los participantes. Tabla 1 Participantes fase cualitativa Sexo Edad (en años) Gr. Instrucción Ocupación Tiempo de residencia (en años) 1) F 37 Secundaria Trabajadora independiente 37 2) M 46 Superior universitaria Trabajador dependiente 22 3) F 47 Superior universitaria Trabajadora dependiente 26 4) F 29 Superior técnica Ama de casa 29 5) M 29 Secundaria Trabajador dependiente 7 17 Medición y Técnicas de recolección de información Fase cuantitativa Para la medición se utilizará la escala de Sentido de Comunidad SCI-2 (Chavis, D.M., Lee, K.S., y Acosta J.D.; 2008), la cual cuenta con 24 ítems en total y 4 áreas cada una compuesta de 6 ítems. Estos ítems son respondidos en una escala likert de 4 opciones, con puntajes que van de 0 a 3. Además el SCI-2 cuenta con una pregunta de entrada sobre la importancia del sentido de comunidad, la cual no es contabilizada en el puntaje total. Esta pregunta también se responde con una escala likert, de 1 a 6 puntos, los cuales marcan en un extremo “Preferiría no ser parte de esta comunidad” (1) y en el otro “Me parece muy importante tener un sentido de comunidad” (6). El SCI-2 ha sido usado en diversos estudios de las ciencias sociales y en realidades culturalmente distintas. Esta segunda versión corrige las limitaciones de la primera (Chavis, Hogge, McMillan y Wandersman, 1986), y fue probada en un estudio con 1800 persona en 7 escenarios culturales diferentes, arrojando una alta confiabilidad para la escala total (Alpha de Cronbach= .94) así como para las áreas – entre .79 y .86 (Chavis, Lee, y Acosta, 2008). En la presente investigación se utilizó para el estudio del Sentido de Comunidad las 4 áreas teóricas de la escala por lo que no fue necesario el uso de un análisis factorial exploratorio ni confirmatorio. Se aplicó el SCI-2 a 40 personas, resultando para esta muestra un nivel de confiabilidad del puntaje total de .867. La confiabilidad para las sub-áreas fueron las siguientes: Integración y satisfacción = .732, Membresía = .573, Influencia = .657, y Conexión emocional compartida = .492. Además del SCI-2 se usó una pregunta para medir el nivel de peligro percibido en la comunidad. Esta tenía como opción de respuesta una escala Likert que iba del 1(menos peligrosa) al 7 (más peligrosa). Fase cualitativa Para la fase cualitativa se elaboró una guía de entrevista en profundidad cuyos ejes de exploración correspondieron a las 4 sub-áreas de la escala y además se agregaron un par de preguntas generales que indagaban por una descripción abierta y general de la comunidad y sus pobladores. 18 Procedimiento Fase cuantitativa Se realizó una aplicación piloto de la escala SCI-2 en dos centros poblados en el distrito de Chincha, departamento de Ica. Se eligió estos centros poblados por tener características similares a la zona de estudio. Se realizaron 25 aplicaciones, las cuales permitieron ver las dificultades de comprensión que generaba el SCI-2, tras lo cual se hicieron las adaptaciones lingüísticas correspondientes, las cuales respetaron el contenido de los ítems. A continuación se pasó a realizar dos aplicaciones piloto del SCI-2 adaptado con participantes del presente estudio, lo cual reflejó y adecuada comprensión de los ítems. La captación de la muestra se realizó a través de dos pobladoras del AA. HH con quienes se tenía un contacto previo y a través de los profesores de un colegio de la zona, con quienes la investigadora también tenía una relación de trabajo previo. A todos los participantes se les informó de manera oral acerca de los fines de la investigación. Se consideró pertinente no usar un consentimiento informado escrito ya que se notó que esto incomodaba y generaba desconfianza en las personas, quienes preferían no tener que firmar ningún documento. Las aplicaciones se realizaron de manera individual y asistida por la investigadora, y la mayoría fueron realizadas en las puertas de las casas de los participantes o en la puerta del colegio. Luego de haber realizado las aplicaciones se pasó la información a una base de datos para hacer los análisis estadísticos correspondientes. En primer lugar se realizó los análisis de confiabilidad tanto de la escala total como de las sub-áreas. Luego se procedió a obtener los estadísticos descriptivos del puntaje total y de 4 las áreas comparándolas entre sí para ver si había diferencias significativas entre ellas. Fue importante también realizar análisis comparativos al interior de la muestra de participantes, para observar si había diferencias en su sentido de comunidad en función a la composición familiar (familia nuclear, familia extensa), tiempo de residencia en la comunidad (> 10 años, < 10 años), ubicación del centro laboral (en la comunidad, en el distrito, fuera del distrito) y si ha ejercido o ejerce un cargo directivo al interior del AA. HH. Finalmente se realizaron análisis descriptivos del nivel de peligro percibido en la comunidad, y se cruzó esta variable con el puntaje total y con las sub-áreas del SCI-2, para ver si había alguna relación entre ellas. Fase cualitativa Se procedió a elaborar una guía de entrevista para aplicar a cinco de los participantes de la fase cuantitativa. A estas personas se les pidió su participación voluntaria y se les entregó un consentimiento informado por escrito donde se señalaba que las entrevistas serían grabadas en audio. Se les señaló que la información que ellos brinden sería manejada 19 solamente por la investigadora y que su nombre no sería registrado en ningún documento salvo el consentimiento. Fue posible grabar estas entrevista por el contacto previo y relación de confianza que se tenía con la evaluadora. Luego de haber realizado y transcrito las entrevistas se procedió a organizar toda la información y analizar los resultados obtenidos por los ejes de análisis planteados en la guía de entrevista. Fase de integración Finalmente luego de haber realizado la aplicación cuantitativa y cualitativa, y de haber analizado por separado los resultados obtenidos por estas fuentes, se procedió a mirar de manera conjunta los datos buscando integrarlos. Se observó los puntajes obtenidos en las áreas SCI-2 tomando en cuenta cuales se colocaban por encima o por debajo de los demás de manera significativa. Posteriormente se complementaba este dato puntual y numérico con un análisis de la información más descriptiva de las áreas obtenida por en la entrevistas. Esta comparación de la información buscaba revelar por un lado las convergencias, que darían mayor confianza en los resultados; como las inconsistencias, para analizar a su vez las posibles causas de las mismas (Hernández, Fernández y Baptista, 2010). Aspectos éticos Como aspectos éticos a tomar en consideración se anticipó que en el caso de que alguna persona, como en el curso de su participación en la investigación, hubiese requerido atención psicológica, se le hubiese derivado a instituciones de la zona donde pudieran recibir un servicio adecuado a muy bajo costo. Sin embargo, esto no fue necesario en ninguno de los casos. Por otro lado, por un aspecto ético se optó por no poner el nombre del AA. HH en la presente investigación, ya que esto requeriría la aprobación de la mayoría de las personas la comunidad y también de los dirigentes de la misma. Así mismo estos resultados, por no ser generalizables a toda la población, solo pertenecerían a los participantes involucrados en el estudio. Se ha optado por compartir dichos resultados con este grupo de participantes de manera grupal, finalizada la investigación. 20 Resultados Cuantitativos A continuación se presentarán los resultados obtenidos luego de aplicar el SCI – 2 a los 40 participantes, describiendo la prueba de normalidad, lo obtenido para el puntaje total, las sub-áreas, así como también las diferencias encontradas según algunas características socio- demográficas. Se realizó la prueba de normalidad de Shapiro Wilk para muestras de N ≤ 50. Se encontró que el puntaje total, así como las áreas Integración y Satisfacción de Necesidades, Membresía e Influencia se distribuían paramétricamente; mientras que el área Conexión Emocional Compartida y el nivel de peligro percibido, tenían una distribución no paramétrica. La pregunta de entrada, que podía ir entre 1 y 7, tuvo una media 5.15. La media de para el puntaje total de la escala fue 1.65, desviación típica de 0.41 Las medias y desviaciones de las áreas de la escala pueden ser observadas en la siguiente tabla. Tabla 2 Puntajes promedio sub-áreas SCI-2 Sub-área Media Desviación Típica Integración 1.39 0.52 Membresía 1.66 0.46 Influencia 1.55 0.51 Conexión 1.99 0.45 Como se puede observar Conexión Emocional Compartida es el área con una mayor media seguido por Membresía e Influencia respectivamente; Integración y Satisfacción de Necesidades es el área con el puntaje más bajo. Se realizó la prueba una t-student para muestras relacionadas para analizar si existían diferencias significativas entre Conexión Emocional y las demás áreas. La prueba mostró que Conexión Emocional Compartida se diferencia de Influencia (t=-7.498, p<0.001) con un tamaño del efecto alto (r = .42) de acuerdo al criterio de Hemphill (2003). Esta variable también se diferencia de Membresía (t=-5.102, 21 p<0.001) con un tamaño del efecto medio (r = .34), y de Integración y Satisfacción de Necesidades (t=-7.317, p<0.001) con un tamaño del efecto alto (r = .53). Así mismo, esta prueba mostró que Integración y Satisfacción de Necesidades se diferencia de Influencia (t=- 2.161, p<0.05) con una tamaño del efecto medio (r = .15) y también del área de Membresía (t=-4.403, p<0.001) con un tamaño del efecto medio (r = .27). A través de una prueba t-student para muestras independientes se encontraron diferencias significativas para la variable Integración y Satisfacción de Necesidades en función a la composición familiar (t=-2.281, p<0.05) con un tamaño del efecto alto (r = .39). Quienes viven en familias extensas tienen puntajes mayores (M=1.67 SD=0.37) que quienes viven en familias nucleares (M= 1.27 SD= 0.56). Así mismo, a través de esta prueba se han encontrado diferencias entre las personas que han ejercido y las que no han ejercido un cargo en la comunidad, teniendo las primeras puntajes más altos. Para el área Membresía existen diferencias significativas (t=-2.030, p<0.05) con un tamaño del efecto medio de r = .32. Las personas que han ejercido un cargo tienen una media de 1.89 y una desviación típica de 0.55, mientras los que no han ejercido un cargo tienen una media de 1.57 y una desviación típica de 0.40. En relación al área Influencia, la diferencia también es significativa (t=-2.380, p<0.05) con un tamaño del efecto alto (r = .36); aquellos que han ejercido un cargo tienen una media de 1.85 y una desviación típica de 0.62, mientras quienes no lo han ejercido tienen una media de 1.44 y una desviación típica de 0.42. Con respecto a la Conexión Emocional Compartida, la diferencia (t=-2.486, p<0.05) muestra que las personas que han tenido cargos presentan en esta área una media de 2.26 con una desviación típica de 0.49, mientras que las que no han ejercido cargos tienen una media de 1.89 y una desviación típica de 0.40. El tamaño del efecto de esta diferencia es alto (r = .38). Finalmente también existen diferencia significativas (t=- 2.524, p<0.05) en la media del puntaje total con un tamaño del efecto alto (r = .38). Aquellos que han ejercido un cargo presentan una media de 1.90, y una desviación típica de 0.48, mientras que aquellos que no han ejercido un cargo muestran la media de 1.55 con una desviación típica de 0.35 para el puntaje total. En relación al nivel de peligro percibido en la comunidad, se ha encontrado que este correlaciona inversamente con el puntaje total de la escala con un tamaño del efecto medio, r (40)=-.315, p<0.05. Igualmente se da una correlación inversa entre el nivel de peligro percibido y la sub-área de influencia con un tamaño del efecto alto, r (40)=-.369, p<0.05. 22 Cualitativos A continuación se presentará la información obtenida de las entrevistas realizadas a cinco vecinos, sobre el sentido de comunidad en un AA. HH de San Juan de Lurigancho. Se quisiera señalar que en algunas ocasiones se hará referencia al AA. HH como pueblo o barrio, ya que esas palabras son las que los entrevistados utilizan para referirse al mismo. Se ha ordenado la información de acuerdo a las 4 áreas del SCI, en función a la cual se elaboró la guía de entrevista. Así mismo, se ha agregado y colocado al inicio, el área de violencia comunitaria, ya que si bien no se preguntó directamente por el tema, contenidos en relación a la violencia aparecen en todas las entrevistas. Al interior de cada una de las áreas se han estructurado los datos en función a otras sub-áreas que reflejan de manera más comprensiva el contenido de las entrevistas. Violencia comunitaria Según expresan los participantes desde hace algunos años las pandillas han sido una de las principales fuentes de inseguridad y preocupación en este barrio. Ellos cuentan que estos grupos de jóvenes constantemente se peleaban en la calle, utilizando piedras, machetes y cuchillos; y que en ocasiones han llegado a haber heridos graves y muertos. Cuentan que los pandilleros estaban organizados sobretodo en dos pandillas muy territoriales, las cuales tenían un espacio físico delimitado. Cuando alguien de una pandilla rival entraba a “territorio ajeno” los miembros de la pandilla lo consideraban una ofensa y se daba una dinámica de ataque y defensa donde los actos de una pandilla generaban venganza de la otra y viceversa. “Se metían con aquellos jóvenes que sabían que en su casa había un pandillero, ahí sí, iban y te reventaban toda la luna” (Entrevista a mujer, 47 años). Las demás personas del barrio dicen que sabían quiénes eran los pandilleros, a qué familias pertenecían y dónde vivían. Por ello cuando la situación se volvió insostenible diferentes grupos de vecinos se pusieron de acuerdo para salir a la calle con palos y escobas a botar a los pandilleros. Todos cuentan esta historia con cierto orgullo, ya que desde entonces el pandillaje comenzó a disminuir. Señalan también que la instalación de varias rejas y de una comisaria cerca del barrio ayudó, ya que policías patrullaban la zona y se llevaban a algunos jóvenes de las pandillas. Otro factor que se sumó a esto eran las operaciones de “rastrillaje” que realizaba el ejército buscando a miembros de organizaciones terroristas a inicios de los años 90; su presencia sirvió para que los pandilleros no actuaran con tanta libertad. Finalmente los entrevistados han señalado que las pandillas perdieron fuerza porque los jóvenes crecieron y se volvieron padres de familia, con lo cual varios se vieron en la necesidad de trabajar. “Ahora 23 ha bajado bastante, ya no están todos ellos, son padres de familia (…) están en el cuartel, están en otro sitio, ya están trabajando con sus motos”. (Entrevista a mujer, 37 años). La mayoría de los vecinos señalaron que los pandilleros “no se metían con uno” y que su actividad básica se centraba en pelear entre ellos. Si bien algunas personas señalan que había asaltos y robos en las noches, y en ciertas zonas, éstos se daban sobre todo por pandilleros que venían de afuera. Los vecinos reconocen, que en la actualidad las zonas de mayor inseguridad, donde circulan y que frecuentan los pandilleros, son más reducidas. Así mismo, señalan que a comparación de tiempos pasados el pandillaje ha disminuido muchísimo, ahora hay mayor tranquilidad para andar por las calles. Sin embargo, se reconoce que aún hay cierto peligro, y que si bien las pandillas del barrio ya no están activas, existe una nueva generación de “vaguitos” que se reúnen sobre todo para tomar en las esquinas. Algo que fastidia e indigna a los vecinos es que frente a esta problemática la policía es muy indiferente y no hace lo suficiente, de alguna manera toman la violencia como inevitable “Yo una vez escuche que dijo el policía: hijito si no quieres que te caiga una piedra metete dentro de tu casa y no salgas” (Entrevista a hombre, 46 años). Membresía La pertenencia Las personas con las que se conversó manifiestan sentirse parte de la comunidad, según dicen por el tiempo que tienen viviendo ahí, y por todo lo que han hecho para el progreso del grupo. Así mismo los miembros cuentan que los vecinos defienden y “sacan la cara” por el barrio; a personas de fuera les dicen - así sea en broma - “no te metas con mi barrio” cuando dicen algo ofensivo de éste (Entrevista a mujer, 29 años). En el caso de los nuevos miembros, los entrevistados dicen que la pertenencia se manifiesta en cómo se van instalando en sus casas cuando llegan, y en cómo después de un tiempo traen a más familiares también. “Ellos vienen y se quedan; a veces traen a sus familias, hacen sus fiestas y sus cosas (…) Viene uno y dice, hay un terreno para el otro y ya, viene el otro, el otro, el otro.” (Entrevista a hombre, 46 años). Otro grupo de personas manifiestan no querer ser parte del barrio y querer irse a vivir a otro lugar. Estas personas muestran descontento y creen que el barrio no es un buen lugar para que crezcan sus hijos; no les gusta la tierra de los cerros, les preocupa el pandillaje, el alcoholismo y los embarazos adolescentes. “No me vacila el barrio, si pudiera me iría a otra parte, por mi hija sobre todo, para que no crezca aquí. Quisiera ir a un lugar más tranquilo, sin delincuencia para los niños.” (Entrevista a hombre, 29 años). Las personas que señalaron esto 24 son las que viven en la zona que es considera por los vecinos como más peligrosa. Por otro lado, se ha observado también que quienes tienen un mayor grado de instrucción no encuentran satisfechas sus aspiraciones profesionales en dicha zona, por lo que desean buscar trabajo en otra parte, pero mantenerse viviendo en el AA. HH. Los límites del pueblo están bastante claros para todos los entrevistados, ésto les permiten definir quién es y quién no es parte de ellos. Dicen que entre los miembros se reconocen muy fácilmente y saben quién es quién. Cuando viene una persona de afuera, preguntan para averiguar quién es y a qué viene. “Es pueblo chico, nosotros no somos población grande, nuestra población es hasta acá nomás, lo tenemos bien claro. Para allá, ya es otro, arriba también es otro” (Entrevista a mujer, 47 años). Esta sensación de pertenencia también se podría mostrar en el cuidado que hay entre los miembros, quienes manifiestan apoyarse entre ellos vigilando sus casas cuando salen. “La vecina a veces sale me dice: vas viendo mi casa, yo también cuando salgo le digo vecina vas viendo mi casa y así” (Entrevista a mujer, 29 años). Para algunas personas la sensación que une a los miembros es más fuerte, siendo prácticamente como familia; por ello existe una suerte de necesidad de aceptar la convivencia con el otro y buscar que ésta sea lo más armoniosa posible “Cómo nos vamos a estar peleando si de todas maneras vamos a vivir acá”, “Somos vecinos, como hermanos, como familia”. (Entrevista a mujer, 47 años). Características de los miembros Con relación a las características de los miembros, las personas entrevistadas dicen que entre los pobladores son similares, ya que tienen la misma rutina y pasan por los mismos problemas. Sin embargo, comentan que en algunas zonas del AA. HH hay mayores diferencias entre los vecinos en un sentido material y económico; son zonas donde hay algunas casas más precarias y sin servicios básicos. “Por ejemplo para la pista sí hay personas que no pueden [pagar]. No tienen los recursos, con las justas viven. Sacan del comedor y hacen así y no pueden, pues” (Entrevista a mujer, 29 años). Sobre las características que definen a los miembros del pueblo por un lado señalan que son egoístas, envidiosos y pleitistas; pero por otro, que son alegres, a veces unidos, y muy trabajadores. Un rasgo muy presente que fue mencionado entre las personas de este pueblo, es su deseo de sobresalir y buscar un mejor futuro para sus hijos, característica muy asociada al trabajo duro y constante. “En qué nos parecemos… bueno tal vez en que cada uno quiere sobresalir, tal vez en otras profesiones, pero todos quieren sobresalir sí. Más adelante, que sus hijos sean mejores, que cambien de ambiente y en esa parte.” (Entrevista a mujer, 29 años). 25 Los miembros del pueblo provienen mayoritariamente de la sierra, cada uno con sus costumbres y celebraciones diferentes; no obstante, los entrevistados señalan que ya estando juntos en el nuevo barrio los miembros encuentran la manera de juntarlas y hacerlas compatibles. Así mismo ser de la sierra o ser “gente de pueblo” lo asocian a ser sano, tener valores y ser honrado. Sucede más bien que los hijos de estas generaciones migrantes no son tan sanos como sus padres porque se mezclan, según dicen los entrevistados, con los jóvenes de la zona que tienen malas costumbres (pandilleros, borrachos). “La mayoría es de la sierra. Son gente que son conscientes de trabajar, conscientes de no agarrar lo que no es de ellos (…) los hijos son un poquito ya… porque van al colegio y se combinan con la gente de abajo” (Entrevista a hombre, 46 años). Divisiones En función a lo recogido de las entrevistas, se puede notar que dentro del barrio podrían existir ciertas divisiones, la primera es en relación con la ubicación. Las personas de la parte alta son más tranquilas y sanas. En las zonas de abajo, por el contrario, viven los jóvenes que pertenecen a las pandillas; su presencia atrae a otras pandillas, lo que convierte a esta zona en más peligrosa. “Ahora claro hay una nueva generación de vaguitos que están abajo, pero lo malo es que hay una señora que les vende licor y paran tomando allí arriba. Pero acá ya han cambiado la mayoría, sino que la cosa es abajo donde está mi sobrina viviendo (…) Ahí esa cuadra, se ha vuelto bien maleada” (Entrevista a mujer, 36 años). Cabe señalar además, que en esta zona viven personas consideradas como más pobres. La segunda división muy marcada entre los miembros se ha dado por la religión, ya que desde hace algunos años la religión evangélica y otras ramas del cristianismo han ganado más fieles. Las personas del barrio, según cuentan sus miembros, eran inicialmente en su mayoría católicos pero “Con el tiempo [los evangélicos] han ido de a poquitos entrando, entrando, entrando; entonces ya los han ido jalando a ellos.” (Entrevista a hombre, 46 años). Los problemas entre estos dos grupos surgen sobretodo, en torno a las celebraciones y costumbres. Los vecinos dicen que desde hace algunos años la “Fiesta de la Cruz” (que además es el aniversario del barrio) ya no se celebra porque cada vez menos personas participaban de ella. En general las relaciones entre estos dos grupos no parecen ser abiertamente hostiles, pero sí habría mayor distancia y tensión entre ellos. Los católicos manifiestan que esta división también ha roto los vínculos de solidaridad y apoyo que se establecían entre los vecinos, ya que por lo general los evangélicos ya no colaboran cuando alguien está en una situación difícil, sino que solo se ayudan entre ellos. 26 Movilidad de los miembros En este AA. HH ha habido - y sigue habiendo - cierta movilidad entre sus miembros, personas que llegan y personas que se van. Sin embargo, los integrantes que tienen varios años viviendo en el pueblo señalan que hay un grupo significativo de personas que sigue viviendo ahí y no se ha ido. Este hecho parece aumentar su sensación de membresía e identificación con el grupo, ya que hay gente que ha permanecido a pesar de los momentos difíciles. “[¿Por qué se sienten parte?] Porque han vivido acá, sus hijos han crecido acá, también han apoyado todo para que mejore” (Entrevista a mujer, 37 años) Integración y satisfacción de necesidades Problemas y necesidades Los vecinos reportan una serie de problemas asociados a su dificultad para organizarse y realizar acciones colectivas que respondan a los problemas que son comunes a todos (instalación de servicios básicos, construcción de pistas y otros espacios públicos, seguridad, etc.). En general los entrevistados manifestaron que si bien se logran realizar algunas acciones para el bien común lo que prima es la desunión. Al parecer cada persona pone su propio interés por delante del bien colectivo, lo cual hace que surjan una serie de discusiones al momento de decidir las soluciones más adecuadas. Se señala también que otro de los principales problemas para organizarse entre los vecinos es la recaudación de dinero para acciones o actividades de la comunidad, ya que las personas no quieren dar su cuota hasta que los demás hayan pagado por temor a ser los únicos en pagar. En algunas manzanas la diferencia entre los ingresos dificulta aún más la recaudación de dinero y genera desconfianza. “Hay vecinos que no entienden, se les dice que uno no tienen y te dicen cómo tienes para tal cosa y tal cosa, y no debería ser así” (Entrevista a mujer, 29 años). Las personas del barrio manifiestan que en el pasado era más fácil llegar a acuerdos y que había mayor participación; ésto se dio para la instalación de servicios básicos de luz y agua. Los entrevistados dicen que ahora que estas necesidades más urgentes ya han sido satisfechas, hay menor interés de seguir participando para mejorar las condiciones del barrio. Se ha encontrado también que en unas pocas manzanas el nivel de unión y organización es más alto, lo que facilita los acuerdos entre vecinos. En estas manzanas las personas parecen tener una posición económica algo más cómoda y más homogénea, además viven ahí hace muchos años, lo cual genera lazos de mayor cercanía y confianza. 27 Redes de apoyo Las personas de este AA. HH cuentan que en momentos de dificultad (enfermedad o muerte) se unen para apoyarse entre ellas, ya sea dando una colaboración económica o brindando un consejo y acompañamiento. “Pero lo que es para colaborar, cuando esté mal una persona del barrio, sí. Y hay un comité, ese comité va con su cuaderno y todos colaboran” (Entrevista a hombre, 46 años). Cuentan también que se da apoyo desde las organizaciones de base (comités del vaso de leche o comedores populares), las cuales brindan alimentos de forma gratuita a la familia del fallecido o enfermo durante un periodo. Otra expresión de solidaridad y de redes de apoyo que comentan los pobladores, es la que se da por medio del trabajo, sobre todo entre mujeres quienes se avisan entre sí para realizar trabajos de manualidades para la venta. “A veces, como estamos en casa, hay trabajos manuales, y nos pasamos la voz, como sabemos quién necesita” (Entrevista a mujer, 29 años). Influencia/ relaciones entre los miembros Dirigentes Con respecto a los dirigentes, la mayoría de los entrevistados señaló que los dirigentes tienen poca iniciativa y son poco eficientes, ya que a pesar de reunirse y tomar acuerdos no cumplen con ellos. Así mismo señalaron que son parcializados ya que sólo escuchan y toman en cuenta a un grupo reducido de personas. “Te pasea un poco. El dirigente así agarró presentó sus papeles de la pista, tatatata esto es así, esto es asá y ya. Pero no se sentó a decir vamos a leer” (Entrevista a hombre, 46 años). Esta actitud de los dirigentes parece desalentar la participación de la mayoría de los vecinos. A pesar de sentir malestar respecto a la gestión vecinal, las personas dicen no asistir a las reuniones convocadas por los dirigentes, porque sienten que no se va llegar a nada y sólo se va a discutir y a pelear. Los vecinos hablan también de casos de manejos engañosos de las cuentas de parte de los líderes, motivo por el cual ya no quieren confiarles su dinero. En unas pocas manzanas parece haber dirigentes que son percibidos como buenos, ya que existe una comunicación más transparente entre los vecinos, y porque son personas que se muestran más comprometidas con el progreso de la zona. “Hay dirigentes, que hacen llamar a todos para que colaboren y ver si están de acuerdo o no están de acuerdo en la obra que van a hacer (…) Sí son buenas personas” (Entrevista a mujer, 37 años). 28 Relaciones entre los vecinos Los pobladores de este AA. HH cuentan que suele haber discusiones cotidianas entre vecinos; éstas son generadas en gran medida por la manera en que se usan y cuidan los espacios públicos (veredas, pistas, canchas de futbol, etc). “O que si la vecina le tiró agua, ya se ponen a discutir, que si su hijo jugo al frente de su casa, ya comienzan a discutir” (Entrevista a mujer, 47 años). Otro sentimiento que se ha observado muy presente también en las relaciones vecinales es la envidia. Los entrevistados señalan que las personas están muy pendientes de lo que tienen y van consiguiendo los demás, y que hablan mal los unos de los otros especulando por qué medios habrán obtenido sus bienes Conexión emocional compartida Historia colectiva La conexión emocional compartida está muy presente en las personas de este pueblo y se basaría sobre todo en recuerdos gratos, y no tan gratos, de hechos que han vivido juntos. Recuerdan mucho las fiestas navideñas en las que los vecinos salían de sus casas a las 12 para saludarse entre todos y hacer un brindis “Había una época que hicieron navidad y salimos todos afuera, toditos los vecinos, salimos todos a brindar afuera. Toditos se unieron” (Entrevista mujer, 37 años). Recuerdos que están muy presentes también son aquellos en los que hubo expresiones de solidaridad y ayuda mutua. En estos (como ya se mencionó) los vecinos cuentan que se organizaban para darle una ayuda económica a las personas enfermas o a los familiares de un fallecido. Se observa que los vecinos del pueblo recuerdan con espacial énfasis que hubieron momentos difíciles en el pasado que requirieron del esfuerzo del grupo para ser superados; son eventos que brindan un merito a la comunidad: cuando llegó la luz, instalaron el agua, vencieron al pandillaje, etc. Así mismo, estos recuerdos positivos los asocian a un periodo en el que un líder específico trajo mucho progreso al barrio. “No teníamos luz, al menos quince días o veinte días no teníamos luz, no teníamos ni baño. De repente entró un nuevo dirigente se unieron y ya pues dijeron para pedir ayuda para que nos pongan luz. Uy, ese día todo el mundo se alegró, todos tuvieron luz. Hasta cuando no hemos tenido agua, nada de eso. Sí ha habido cosas bonitas” (Entrevista a mujer, 37 años). Recuerdan que por esas épocas se arregló y acondicionaron algunos espacios públicos y áreas verdes. Las personas dicen que al terminar el periodo de esta junta directiva, estos espacios se fueron deteriorando y se perdieron las cosas instaladas (bancas, mesas, plantas). 29 En este periodo también los entrevistados recuerdan de manera muy afectiva las celebraciones que se realizaban en el pueblo, así como la unión y participación de los vecinos para ellas. Se recuerda que se celebraba la “Fiesta de la Cruz” y que también en esta época se hacía una y hasta dos yunzas por año. En estas fiestas todos colaboraban y aportaban con algo, ya sea dinero, comida o con la organización. Son épocas también recordadas por ellos como más sanas, donde el consumo de alcohol era más moderado y no derivaba en actos de violencia. Hay un tono bastante nostálgico en la narración de los entrevistados, lo que transmite la sensación de que todo tiempo pasado fue mejor. “Pero era bonito pues, todos participaban. A los vecinos les tocaba o se inscribían, yo voy a dar un pollito, yo voy a dar tal cosa para vestir la yunza. Y todo era bonito.” (Entrevista a mujer, 47 años). Un periodo que también forma parte de la historia del barrio fue aquel donde hubo remanentes terroristas en la zona. Las personas de Sendero Luminoso vivían en algunas casas del pueblo y salían a hacer hacían propaganda política pegando panfletos en las calles. Sin embargo, según cuentan los entrevistados, los terroristas no solían atacar a los vecinos ni interferían en mayor medida en la vida de las personas. Sentimientos por el barrio y los vecinos Los vecinos mencionan que sienten cariño por el pueblo porque se sintieron acogidos en él, porque éste les dio un lugar cuando ellos querían dejar atrás su vida pasada. Además resaltan el haber estado desde los inicios, haber visto crecer y mejorar al barrio, y ser parte de este proceso. “Es un lugar que yo no pensaba que me iba a dar acogida, que podía quedarme acá o algo así. Pero de repente yo no sabía a qué venía, he venido así con mi esposa, escapándonos nos hemos venido acá. Vivó acá ya hace 22 años. Hemos venido acá cuando esto estaba en tierra y polvito, con pocas casas. Ahora esto ya es inmenso” (Entrevista a hombre, 46 años). La mayoría de los vecinos señalaron que su gran cariño se debe al largo tiempo que llevan viviendo ahí, por lo que están acostumbrados a él. Otro de los motivos por los cuales dicen tenerle cariño al barrio es porque conocen a las personas que están ahí, varios son sus amigos y comparten recuerdos agradables con ellos. Una entrevistada señala “Más antes, allá donde vivía no salía. En cambio acá ya, tú salías, podías conversar, ver otra gente” (Entrevista a mujer, 47 años). “Sí pues, hasta ahora que… nos encontramos en la tienda y nos podemos a conversar” (Entrevista a mujer, 29 años). Algunos miembros señalan que sienten agradecimiento y reconocimiento de parte de los demás por aquellas cosas que han podido hacer por el pueblo; esto incrementa su cariño 30 por él. La única persona de los entrevistados que dijo no tenerle cariño al barrio tiene viviendo ahí menos de 5 años, motivo por el cual señaló que aún no desarrolla estos sentimientos. Dice ser amigo de algunos vecinos pero al no tenerles mucha confianza no conversa con ellos sobre aspectos de su vida más privada Dentro de los afectos que señalan tener las personas por sus vecinos cabe resaltar la amistad, la cual se mencionó en todos los casos y en primer lugar. Por otro lado, los entrevistados mencionan que existe en menor medida cierto compañerismo y solidaridad (sentimientos asociados a compartir lo que se tiene), expresiones se ven solamente en los momentos de dificultad. En relación al deseo de permanecer viviendo en el barrio, este varió de una persona a otra. Algunas señalaron de manera incondicional que se quedarían viviendo ahí, porque su cuadra es tranquila, porque uno encuentra cosas a un precio más bajo que en otros lugares, y finalmente porque se han acostumbrado y no creen poder encontrar un lugar mejor. Otros señalaron que sí se quedarían viviendo en el barrio pero que quisieran ir a trabajar a otro lugar, ya que el barrio no llena sus expectativas laborales. Por otro lado, aquellas personas más jóvenes y que están en una peor situación económicamente (viven en la zona baja, que es más pobre), manifestaron su deseo de poder salir del barrio y encontrar un mejor lugar para sus hijos donde no haya violencia, pandillaje y alcoholismo. No obstante, señalaron la tristeza que les daría tener que dejar el barrio por el cariño que sienten por él. “Por mi sí me iría; extrañaría, pero me iría. Tengo que irme algún día, porque ya tengo mi familia, por mi hija (Entrevista a mujer, 29 años). El pasado y el futuro del pueblo Cuando los entrevistados hacen un recuento del barrio en el tiempo, haciendo un balance pueden notar que han progresado gracias al esfuerzo de todos (luz, agua potable, casa de material noble). Algo que cuentan con mucha alegría es que ahora hay más oportunidades laborales y de estudio para los jóvenes. “Lo que a mí me da gusto mamita es que más antes un joven terminaba y lo primero era ir a La Parada (…) Ahora ya no, ahora la meta es que los papás sino los mandan a un instituto los mandan a una universidad; o sea ya se están esforzando. " (Entrevista a mujer, 47 años). La disminución de la violencia también es vista como un gran logro del barrio que fue conseguido gracias al esfuerzo y la unión. Sin embargo, la percepción del progreso no es compartida por todos. Un grupo de entrevistados siente que si bien hay ciertos avances en el barrio, éstos son insuficientes y aun muy lentos. 31 Con respecto a cómo quisieran que fuese el pueblo en un futuro, las personas desean que haya más unión y participación, ya que esto es necesario si se quiere realmente solucionar los problemas y lograr un cambio. Se quiere también que la unión lleve a las personas a ser más sencillas, humildes y menos envidiosas; y que esto vaya de la mano con mayor amistad entre los vecinos. Por otro lado, los entrevistados señalan que es importante tener un sentido de comunidad “Porque si no nos mantenemos unidos nunca vamos a poder prosperar también, por eso” (Entrevista a mujer, 47 años). “Para estar con ellos unidos. Claro, para tener una voz a la vez” (Entrevista a hombre, 46 años). Dicen también que el sentido de comunidad les va permitir estar los unos con los otros, acompañarse y protegerse entre ellos. 32 Discusión Comunidad y sentido de comunidad En términos generales por lo que se evidencia en las entrevistas, este grupo de personas muestra que sí se sienten como una comunidad, y que por tanto sí existe un sentido de comunidad entre ellos y hacía el AA. HH donde viven. Así mismo, las personas reconocen la importancia de tener un sentido de comunidad que los una como miembros de un mismo grupo. No obstante se debe tener en cuenta que podría existir cierta deseabilidad social en las respuestas dadas en las entrevistas, ya que la relación cercana con la evaluadora pudo haber llevado a los participantes a acentuar sus sentimientos positivos hacía la comunidad. El sentido de comunidad se observa en los resultados cualitativos, en como estas personas han establecido una red de apoyo mutuo en la que saben que pueden contar. Así mismo hay un reconocimiento general entre los vecinos, los cuales se conocen desde hace varios años; también sienten y expresan agradecimiento hacía algunas personas de la comunidad que han logrado cosas positivas para el barrio. Todo este reconocimiento por parte de los demás podría estar mejorando el auto-concepto individual de estas personas, lo cual hace que para ellos sea importante ser de la comunidad, ya que ahí son significativos y valorados. Estos datos coinciden con lo señalado respecto a las funciones de la identidad social, según lo cual uno se adhiere a ciertos grupos porque, brindan autoestima y una visión eficaz del uno mismo (Vignoles et al, 2006). Por otro lado, en lo cualitativo se observa también que el sentido de comunidad de las personas de este AA. HH, también se manifiesta en su creencia compartida de que alcanzarán satisfacer sus necesidades por el compromiso de mantenerse juntos (McMillan y Chavis, 1986). Al parecer las experiencias exitosas de organización en su historia previa les demuestran que si se proponen trabajar juntos pueden lograr aquellas metas que se tracen. Esta creencia se manifiesta a pesar de las experiencias recientes de fracaso, las cuales a su vez podrían estar generando que en los resultados cualitativos aparezca en un bajo nivel la integración y satisfacción de necesidades. Al analizar cómo se llega a formar una comunidad y un sentido de comunidad de esta naturaleza, es importante tomar en cuenta también el contexto social más amplio. Los AA. HH son barrios donde suele haber mucha precariedad material y económica, por ello la experiencia de organización colectiva con fines de apoyo mutuo, siempre ha estado presente; es una 33 condición de cualquier grupo humano que busca satisfacer sus necesidades básicas agrupándose para sobrevivir (Cueva, 2000). Por ello es bastante lógico que las relaciones vecinales tiendan a ser más estrechas en estos sectores, a diferencia de los barrios residenciales en donde las relaciones vecinales no cumplen un papel tan importante en la vida de las personas. La organización que se da en los AA. HH para lograr instalarse, lleva a los pobladores a relacionarse, conocerse, trabajar juntos, tener logros colectivos, sentirse orgullosos, reconocidos, entre otras cosas. Ya hace algunas décadas Sarason (1974) observó que las comunidades (entendidas como formas grupales asociativas más pequeñas que la sociedad, y que podían distinguirse del resto de ella) estaban en crisis. Señaló que las personas viven en grandes urbes con transporte más rápido y ritmos de vidas más acelerados, en donde no se miran y ni se notan entre sí con sus vecinos. Se podría pensar que este tipo de cambio traído por la modernidad, si bien si se puede observar en algunos distritos residenciales de Lima, aún no se daría con tanta fuerza en sectores urbano-marginales, en donde las relaciones vecinales parecen más estrechas. Estas relaciones podrían ser así porque, de acuerdo a lo observado, las personas salen poco de sus zonas de residencia ya que éstas están ubicadas en una posición lejana y marginal del centro de la ciudad, lo que lleva a que los viajes hacía allá sean muy largos y costosos. Se ha encontrado en otros AA. HH que la ubicación geográfica respecto al resto de la ciudad también genera una posición de marginalidad (Pereyra, 2003). En esta misma línea, y considerando la clasificación de Gusfield (citado en Sanchez 2007), se podría decir que para este caso específico se estaría hablando de una comunidad geográfica, ya que como se evidenció en las entrevistas el sentido de comunidad que tienen estas personas está inexorablemente vinculado al escenario físico donde se asientan. Es en este espacio donde se han dado los procesos de cambio, crisis, conflictos, logros, etc. También ha sido un espacio que han ido domesticando para volverlo propio y habitable. Esto contribuye al sentido de comunidad porque hay una gran inversión de sus miembros en su lugar, por ello la mayoría no lo quiere dejar. Como se evidenció tanto cuantitativa y cualitativamente, al interior del sentido de comunidad de las personas de este barrio existe una diferencia entre las sub-áreas que la conforman. Por un lado la conexión emocional compartida y la membresía se muestran bastante desarrolladas alimentando y fortaleciendo el sentido de comunidad. Por otro lado en cambio, las sub-áreas de integración y satisfacción de necesidades, e influencia se muestran más débiles y por lo tanto no aportan al sentido de comunidad. Se podría decir, tratando de diferenciar estos dos grupos de sub-áreas, que el primero tiene un matiz más subjetivo y simbólico asociado a los sentimientos de pertenencia e identidad de un grupo. Al respecto, una 34 investigación realizada sobre el sentido de comunidad a partir de las percepciones de personas seleccionadas al azar de una ciudad en Italia, se encontró que la conexión emocional y la membresía están estrechamente entrelazadas (Mannarini y Fedi, 2009). El segundo grupo, que se muestra menos desarrollado - satisfacción de necesidades e influencia - estaría más bien ligado a una realidad más práctica, a la organización y a la acción colectiva que se dan en los grupos. La teoría señala que la conexión emocional de las comunidades se basa sobre todo en la historia común que comparten los miembros y con la cual se identifican (McMillan y Chavis, 1986), este AA. HH no es una excepción. Por lo obtenido en las entrevistas, se observa que la conexión emocional ha ido surgiendo de los eventos importantes que han vivido juntos, de los cuales conservan recuerdos llenos de orgullo y alegría que se convierten en la historia colectiva que cuentan del barrio. Dentro de estos se encuentran las celebraciones de Navidad y el aniversario del pueblo o “Fiesta de la Cruz”. Esta última celebración, cargada de bastante significado religioso, recoge tradiciones de los pueblos de la sierra de donde vienen los pobladores de este AA. HH. Esto puede llevar a creer que las celebraciones no solo aportan al sentido de comunidad por el momento grato que se comparte, sino porque genera a las personas la sensación de que los une una misma cultura, la cual se remonta a una historia aún más antigua a la formación del asentamiento humano. Así mismo, se puede pensar que la influencia de la cultura andina en este grupo humano no sólo se ve en sus celebraciones; la importancia y presencia que tiene el barrio en la vida de las personas puede estar asociada al carácter colectivista de la cultura andina (Ortiz y Yamamoto citado en Espinosa, 2010). Otros eventos que generan bastante conexión emocional parecen ser aquellos donde la comunidad siente mérito y orgullo por sus acciones (Bess, Fisher, Sonn y Bishop, 2002). Dentro de ellos se encuentran las expresiones de ayuda mutua (que les devuelve una imagen de sí mismos como solidarios), y el éxito en la instalación de servicios básicos y el enfrentamiento a los pandilleros. De acuerdo a los resultados cualitativos, estos últimos eventos parecen mostrar a los miembros la efectividad y la fuerza que produce la unión. Tomando en cuenta que la autoestima es una función de la identidad (Simon, citado en Espinosa, 2010), es posible pensar que al aumentar la autoestima colectiva por el mérito de esta acción, los vecinos se identificarían más con el barrio y con esta historia. Así mismo, se debe tomar en cuenta que en los últimos eventos (enfrentamiento al pandillaje e instalación de servicios básicos) los pobladores tuvieron que invertir mucho tiempo, esfuerzo y hasta dinero. Mc Millan y Chavis (1986) señalan que mientras más uno invierta en la comunidad, más importante será para uno la historia y status actual de la misma. Vecinos o pobladores que han 35 invertido más tiempo y dinero en una parte del barrio valorarán de manera más intensa eventos que tengan que ver con la vida de esa comunidad. Por ello se puede creer que el haber estado presente desde que el AA. HH recién se estaba formando (cuándo se instalaron los servicios básicos, superando a lo largo de los años varias crisis) ha contribuido grandemente a aumentar la conexión emocional que sienten los vecinos entre sí, y por lo tanto a aumentar el sentido de comunidad en su conjunto. Finalmente se puede decir que, de acuerdo a las entrevistas, la conexión emocional compartida también se sostiene en los sentimientos de cariño que tienen por la comunidad. Estos afectos, son independientes de la evaluación que hagan del barrio, y se deben sobre todo al tiempo que tienen viviendo ahí. Entonces la alta frecuencia del contacto que han tenido estas personas y la cualidad positiva del mismo, explicaría la alta conexión emocional que comparten (McMillan y Chavis, 1986). Se ha visto que en barrios con gran cantidad de migrantes, la coexistencia exitosa de sus miembros aumenta el sentido de comunidad (Hombrados-Mendieta, et al. 2009). Por lo observado en los resultados cuantitativos y cualitativos se podría decir que la membresía es un segundo elemento del sentido de comunidad que se muestra bastante desarrollado en este grupo de personas. De acuerdo a los entrevistas, el haber vivido en una zona durante un largo periodo parece producir una sensación de familiaridad debido que se ve a la comunidad como el escenario en el cual se desarrollan las rutinas diarias (Mannarina y Fedi, 2009). Por otro lado, la familiaridad se siente también hacía las personas del barrio, las cuales son percibidas como similares a uno. El parecido percibido entre los miembros de un grupo es una consecuencia normal del proceso de categorización social, por medio del cual se reconoce que hay un endogrupo (nosotros) y exogrupo (ellos) (Taylor y Fiske citados, en Espinosa, 2010). Las personas de este AA. HH reconocen que pasan por los mismos problemas, que tienen metas y valores en común. Esto sería otra manifestación del desarrollo de su sentido de comunidad, ya que como señala Sarason (1974) este sentimiento genera en el grupo también determinados valores que los ayudan a autodefinirse y a evaluar hechos de la realidad similarmente. A pesar de que los miembros de este AA. HH provienen de diversos pueblos y regiones de la sierra, los resultados cualitativos señalan que ellos han logrado poner de lado estas diferencias y resaltar que comparten un pasado relativamente común (por su origen serrano). Esto parece haber facilitado en cierta medida la realización de celebraciones y la práctica costumbres, además de haber aportado a la armonía en la comunidad. Cuando esta armonía no se logra, las diferencias entre personas que habitan un mismo lugar - más aún cuando hay 36 una alta densidad poblacional - pueden generar tensiones incluso llevando actos de violencia (Krug, 2003). Sin embargo, en este caso por lo contrario, la participación en actividades festivas parece haber aumentado la membresía al hacer que las personas sientan que son parte de un todo. Se ha encontrado en otras investigaciones que este tipo de participación, que se puede considerar como “expresiva” por buscar expresar pertenencia y valores comunes, está más vinculada a los elementos de membresía y conexión emocional compartida (Mannarini y Fedi, 2009). Cuánto de sí uno invierte en la comunidad, además de tener efectos sobre la conexión emocional (como se mencionó anteriormente) también tiene efectos sobre la membresía. Al haber invertido algo de uno mismo en ser parte del grupo, las personas sienten que se han ganado ese derecho (McMillan y Chavis, 1986). En este sentido, se puede comprender también que, como revelan los resultados cuantitativos, aquellas personas que han ejercido algún cargo dentro de la comunidad tengan un nivel más alto de membresía, ya que han dado más de su tiempo y esfuerzo dentro de estos puestos para el progreso del pueblo. En sentido contrario, el testimonio de un miembro que tiene poco tiempo en el AA. HH mostró que justamente por el corto tiempo que tiene viviendo ahí es que aún no llega a sentirse parte del barrio o tenerle cariño. Esto se debería a que aún no han puesto tanto de sí para verlo mejorar, por lo que no se siente atado a él, e incluso dice que se marcharía sin mayores problemas. El sentimiento de membresía en este barrio parece estarse debilitando por la tensión y distanciamiento que existe entre los católicos y los evangélicos, quienes tienen diferencias a nivel de valores, normas, celebraciones y costumbres. Las redes de soporte que existían entre estos dos grupos se están debilitando. Podría ser que la inevitable coexistencia de los dos grupos acentúe más las diferencias entre ellos. Se ha visto que la identidad social (en este caso de cada grupo de creyentes) se vuelve más relevante cuando en un escenario hay distintas categorías sociales (Espinosa, 2010). Si bien puede notarse una incongruencia entre lo encontrado en los resultados cualitativos y cuantitativos, en relación a la importancia que tiene el tiempo de residencia en la conexión emocional y en la membresía, es posible pensar que esto se debe a las limitaciones que genera el tamaño de la muestra. Debido a que en los resultados cualitativos aparece con bastante fuerza la idea de que la conexión emocional y la membresía se van desarrollando y aumentando en función al tiempo que las personas tienen en una comunidad, sería importante seguir explorando en esta línea de manera cuantitativa con una muestra de mayor tamaño para poder corroborar esta información. 37 En esta comunidad, de acuerdo a los resultados cuantitativos, las personas sienten que no logran satisfacer sus necesidades comunes por medio de la integración o acción colectiva. Este hecho está sumamente ligado a la baja influencia que los pobladores sienten que existe entre ellos; es decir sienten que tienen poca capacidad para afectar los actos y decisiones de la comunidad. Esta baja percepción influencia de los pobladores, podría estar generando que se sientan menos atraídos hacía su comunidad (McMillan y Chavis, 1986). Las personas en este barrio, según muestran las entrevistas, no logran ponerse de acuerdo en cómo proceder para alcanzar las metas comunes que tienen, ya que cada quien se guía más por sus propias ideas y les cuesta ceder para poner por delante el interés colectivo. Cabe señalar que en ocasiones el contexto socio-económico por su manera de funcionar, tiende a alentar creencias individualistas (La Barrera, Espinosa, Cueto y Ferrandiz, 2012). Esto es más frecuente en espacios urbanos con economías capitalistas como este AA.HH, en donde las personas valoran bastante el trabajo y los logros individuales obtenidos por medio de éste. Parecen creer que a base de un esfuerzo individual pueden obtener resultados favorables a corto plazo, y que por el contrario, trabajar en metas colectivas no va traer consecuencias positivas. Esta creencia es esperable si se toma en cuenta que las acciones colectivas, por implicar una participación de tipo instrumental orientada a la consecución de una meta, son muy sensibles a la eficacia de la acción realizada y a la influencia que ésta tiene en el contexto social (Mannarini y Fedi, 2009). De no traer resultados observables, la acción puede decaer rápidamente. Por otro lado, también se tiende a actuar de manera más individualista cuando el grupo ya ha logrado cierta adaptación a las demandas de la realidad (Brewer y Schneider en La Barrera et al, 2012; Espinosa, 2010). En el pasado por ejemplo, cuando el AA. HH. recién se estaba formando, la necesidad de organizarse era más urgente, probablemente por ello había más motivación para trabajar de manera conjunta y llegar a acuerdos. El grupo coincidía en una serie de necesidades básicas que debía cubrir. En contraste ahora, las personas están más enfocadas en el progreso individual o familiar. McMillan y Chavis (1986) señalan que las necesidades que vayan a tener las personas (más allá de las necesidades básicas) van a depender de los valores que hayan interiorizado a lo largo de su vida. Por lo observado en los resultados cualitativos se podría pensar que, al tener valores más asociados al éxito y la superación individual, estas personas adoptarían este modo de actuar para resolver los problemas. Los problemas de integración se evidencian también en la dificultad de dar un aporte económico para la creación de bienes públicos; esto se debe a que los vecinos no tienen la 38 seguridad de que los demás también aportarán. Se observa un clima emocional de inseguridad el cual surge debido a que las normas sociales, como el compromiso de dar una cuota, no son cumplidas (La Barrera et al, 2012); frente a esto surge la incertidumbre respecto al comportamiento de los demás. Por otro lado, la falta de colaboración económica también podría entenderse desde el dilema del bien público, según el cual existen recursos compartidos que llegan a todos (como una pista que es construida, por ejemplo) pero cuyos costos son asumidos sólo por algunos. De manera similar, desde la economía se señala que cuando surgen acciones colectivas dirigidas a una meta en común, siempre existen “free riders”, es decir personas que buscan beneficiarse al máximo del bien público sin pagar nada. En un grupo reducido, para que esto no suceda es necesario identificar claramente al grupo de beneficiarios, que hayan reglas claras compartidas por ellos, y un adecuado sistema de incentivos y castigos (Ostrom, 1990). Sin embargo, es posible pensar que en este AA. HH debido a la débil influencia que tienen los dirigentes sobre la población, no se logran poner las reglas claras, ni incentivos y castigos que las acompañen. Esto genera que sea difícil regular el aporte de cuotas para la construcción de algunos bienes. La baja influencia de los líderes sobre el resto de la población, reflejada tanto en los resultados cuantitativos como cualitativos, se debería sobre todo a la desconfianza que existe hacía éstos por experiencias pasadas de engaños y corrupción. Cuando los líderes son vistos por el resto de la comunidad como personas comprometidas con la defensa de los intereses colectivos, se desarrollan sentimientos de solidaridad hacia ellos. Por el contrario, cuando los líderes usan su posición de poder para beneficiarse o beneficiar a su grupo cercano, las personas sienten profunda desconfianza, incluso dejando de considerarlos como líderes, aún si lo siguen siendo de manera formal (Montero, 2006). Esto en gran medida puede explicar la baja influencia de los líderes sobre la población. Ser líder es una tarea que, por el tiempo y esfuerzo que requiere, muchas veces las personas no desean realizar (Montero, 2006). Esto podría pasar en el AA. HH estudiado, en donde la mayoría de los líderes, por lo que se señala en las entrevistas, ejerce sus funciones de manera pasiva, poco eficaz, y sin involucrar a la población. Las personas sienten que como individuos, tiene poca capacidad de influencia en los líderes de la comunidad, por ello dejan de asistir a las reuniones y actividades comunitarias. Se puede ver entonces cómo hay una falta de reconocimiento y de validación de ambos lados, tanto de las personas hacía los dirigentes, como de ellos hacia los vecinos del barrio. Es posible pensar que esta falta de confianza y distanciamiento entre los líderes y la comunidad tiene su origen en las relaciones clientelistas que se dieron durante la década de los noventa 39 en el gobierno de Alberto Fujimori. Varios estudios han señalado cómo las relaciones con las organizaciones de base de los AA. HH, estaban marcadas por la búsqueda de apoyo político. El gobierno no respetaba las formas de organización autogestionaria por lo que intervenían, disponían, las subvencionaban y elegían a sus autoridades (Cueva, 2000; Lora, 2002). Esta mayor cercanía a los grupos políticos que a la misma comunidad, pudo haber dejado sembrada bastante desconfianza y decepción entre ellos. Sin embargo, es importante señalar que a pesar de la sensación actual de que no se logra nada por medio de la integración, las personas entrevistadas reconocen que la unión sí es necesaria y posible si se quiere progresar como comunidad. Esta creencia se apoyaría en el recuerdo de experiencias exitosas de la historia del barrio en donde “buenos líderes” pudieron organizar a la población para trabajar por metas conjuntas. Violencia comunitaria y sentido de comunidad. El sentido de comunidad que tienen los participantes de este estudio, según la evidencia cuantitativa, es menor mientras más peligrosa perciban que es la zona donde viven. Estos hallazgos coinciden con lo encontrado en otros estudios, donde se muestra que la percepción que se tenga de la comunidad va a afectar el sentido de comunidad que desarrollan las personas (Mannarini y Fedi, 2009). De acuerdo a lo obtenido en las entrevistas, el nivel de peligro percibido varía considerablemente según la parte del barrio de la que se hable. Los participantes de la fase cualitativa pudieron diferenciar con bastante claridad zonas donde hay más violencia que otras, señalando que en la parte baja del AA.HH hay mayor peligro que en la parte alta. Las personas que viven en la parte baja sienten que su barrio tiene mal aspecto, es peligroso e inseguro por la presencia de las pandillas; por ello, una de las necesidades sentidas y reclamadas por estas personas es seguridad y tranquilidad. De esta manera se puede ver cómo la violencia afecta la satisfacción de necesidades, lo cual debilitaría el sentido de comunidad. Por el contrario, las personas que viven en la parte alta reconocen que el pandillaje en su zona ha disminuido notablemente, lo cual les genera bastante satisfacción y bienestar. El sentido de comunidad en este segundo grupo de personas sería mayor entonces porque tienen satisfecha la necesidad de seguridad, pero además porque sienten orgullo de haber resuelto eficazmente un problema sentido por el colectivo a través de la unión e integración de los vecinos. Se puede ver en este caso cómo el apoyo social, la organización en redes vecinales y la participación comunitaria permitieron, como lo encuentra también Hombrados- 40 Mendieta et al. (2009), aumentar el control social de la zona y la capacidad de los residentes de controlar las condiciones adversas de su barrio. Para entender mejor el surgimiento de una forma de violencia comunitaria como el pandillaje en este sector es importante recordar que este AA. HH en San Juan de Lurigancho, está en condiciones de pobreza y marginalidad. Esto podría haber llevado a los jóvenes de esta comunidad a sentirse en cierta medida excluidos del resto de la sociedad. Es importante recordar que cuando las instituciones de una sociedad no pueden dar cabida a las necesidades de una nueva y creciente población, tienden a surgir formas de violencia urbana (Innerarity, 2009). Siendo así, se puede pensar que la pobreza y las relaciones de exclusión han sido vividas por estos jóvenes como formas de violencia y de no-reconocimiento, generando que muchos respondan a través de mecanismos violentos también. Sin embargo, como se señala en las entrevistas, las mejoras de las condiciones sociales y económicas del barrio, podrían estar siendo un factor importante para la disminución del pandillaje que se observa actualmente en ciertas zonas del AA.HH., ya que los jóvenes al parecer encuentran canales para desarrollarse y acceder a los espacios laborales y educativos de la sociedad. Con respecto a la relación que existe entre la violencia percibida y las áreas del sentido de comunidad, se podría pensar que la violencia y la membresía se afectan mutuamente. Por un lado la violencia parece deteriorar la membresía, ya que, por lo señalado en las entrevistas, el alto nivel de peligro percibido en algunas zonas estaría generando que las personas no se sientan atraídas por el barrio. Esto es esperable ya que según Van Vugt y Hart (citados en Espinosa, 2010) las expectativas de cooperación y seguridad promueven una atracción positiva hacía el endogrupo. Por lo tanto se puede esperar que en sentido opuesto, donde prima la inseguridad y la cooperación es insuficiente, la atracción hacía el endogrupo disminuya. En la misma línea se ha encontrado que personas con un bajo sentido de comunidad están más conscientes de los problemas de su barrio lo que les genera insatisfacción y distanciamiento hacía el mismo (Mannarini y Fedi, 2009). El carácter violento de la zona podría estar promoviendo una identidad social negativa en algunos miembros de este AA. HH. Para mitigar el impacto de esta percepción negativa del grupo en la identidad individual, estas personas estarían buscando su movilidad social – es decir dejar de ser miembros del barrio; esto les permitiría acceder a una mejor situación social (Tajfel y Turner, 1979). Por otro lado, los resultados cualitativos evidencian que en esta comunidad la membresía ayuda a paliar los efectos de la violencia sobre las relaciones interpersonales. Es común ver que las diversas formas de violencia urbana generen desconfianza entre las personas por las agresiones y la destrucción de la infraestructura (Moser y Holand, citados en 41 Krug, 2003). Sin embargo en este AA. HH no parece haberse generado este sentimiento de manera muy marcada; si bien existe desconfianza, ésta está vinculada a temas económicos, más no al temor de ser agredido por un miembro de la comunidad. Es posible que esto se deba en gran parte a que los pobladores consideran que los pandilleros no son del barrio y los pocos que lo son, no agreden a los vecinos. Así mismo, en las entrevistas señalan reconocer muy bien quién es pandillero y quién pertenece o no al barrio, lo cual los ayudaría a poder circunscribir la violencia y así tener mayor sensación de control. Se puede ver cómo en este caso, la membresía - que permite conocer y reconocer a los suyos - genera en los habitantes la percepción de control sobre su comunidad, lo que podría ayudar a reducir el temor y la desconfianza al interior de la misma (Prezza y Giuseppina, 2007). Incluso se puede suponer que frente a las experiencias de violencia vividas, los miembros de esta comunidad se vieron en la necesidad de fortalecer su membresía poniendo mayor claridad en los límites de la misma, los cuales son necesarios para que las personas puedan sentirse más protegidas de las amenazas (Park y Perucci, citados en McMillan y Chavis, 1986). Un efecto negativo que sí parece haber generado la violencia en este el barrio, es la restricción de la movilidad por las calles. Los vecinos señalan que ahora las personas ya no salen mucho de sus casas, y que esto es un hábito que quedó de los tiempos de pandillaje. Al disminuir el uso de los espacios públicos, la comunidad pierde parte de su esencia, es decir: ser un espacio de socialización y encuentro (Carrión, 2004). Es importante mencionar que la estrecha relación entre membresía y violencia que se señala, solo se observa en los resultados cualitativos más no en los cuantitativos. Esta aparente contradicción podría deberse al limitado tamaño de la muestra para la fase cuantitativa. Por este motivo se debe tomar con precaución el análisis hecho a partir de estos datos. Sin embargo, debido a que esta información se evidencia en lo cualitativo, una investigación con una muestra más numerosa podría apuntar en esta misma línea, por lo que sería interesante para estudios futuros, sobretodo tomando en cuenta que estos postulados encuentran un amplio sustento desde lo teórico. Finalmente se considera importante señalar cuáles serían las aplicaciones prácticas que pueden partir de esta investigación. En principio, sin sentido de comunidad no se pueden desatar procesos sociales de transformación, ya que este sentido permite que las personas se agrupen en función a causas, ideales y necesidades, uniendo esfuerzos para lograr ciertos objetivos que difícilmente podrían alcanzar de manera individual. En este AA. HH los elementos subjetivos y simbólicos del sentido de comunidad, como la conexión emocional y la membresía, son muy fuertes; mientras que los elementos prácticos vinculados a la acción son débiles. Se 42 debe justamente utilizar estas fortalezas para, partiendo de ellas, promover acciones colectivas concretas que apunten a resolver un problema sentido por todos como urgente: la violencia comunitaria. En este contexto cabe recordar que el sentido de comunidad puede ser un punto de partida para el desarrollo de procesos como la participación comunitaria (Florin y Wandersman; Chavis y Wandersman, citados en Maya, 2004). Como se ha observado en el pasado, en esta comunidad el problema de la violencia tuvo la capacidad de congregar a los vecinos en una acción conjunta, porque la necesidad sentida era tal que demandaban acciones urgentes. Por ello sería interesante proponer a la comunidad trabajar participativamente en una intervención que busque disminuir la violencia, pero no a través de una acción espontánea y puntual como sucedió en el pasado, sino a través de una que sea planificada y organizada. Se podría diseñar un plan y realizar una posterior intervención en la que se congregue y articule a diversos sectores de la comunidad interesados en aportar a la solución del problema. Si bien en este barrio, como sucede en la mayoría de los casos, hay diferentes opiniones y posiciones enfrentadas, éstas se podrían superar teniendo claro que existe un objetivo común que debe ponerse por delante, y también apelando a ciertos valores y características que los identifican como miembros de un colectivo: que son perseverantes, trabajadores, que quieren progresar y que quieren un mejor futuro para sus hijos. Una iniciativa de esta naturaleza no solamente estaría resolviendo un problema concreto de la zona, que es el aumento de la seguridad (y por lo tanto también su calidad de vida), sino que estaría a su vez fortaleciendo el sentido de comunidad en este grupo de personas, al integrarlos para llevar a cabo acciones conjuntas que apunten a satisfacer ellos mismos sus necesidades. 43 Referencias Bess, K., Fisher, A., Sonn, C. y Bishop, B. (2002). Psychological Sense of Community: Theory, Research and Applications. En A. Fisher, C. Sonn y B. Bishop (Eds.). 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Los miembros de la comunidad y yo valoremos las mismas cosas.     3. Esta comunidad ha sido exitosa en satisfacer las necesidades de sus miembros.     4. Ser miembro de esta comunidad me hace sentir bien.     5. Cuando tengo un problema, puedo hablarlo con los miembros de esta comunidad.     6. Las personas en esta comunidad tienen necesidades, prioridades y metas similares.     7. Puedo confiar en las personas de esta comunidad.     8. Puedo reconocer a la mayoría de los miembros de esta comunidad.     9. La mayoría de los miembros de la comunidad me conocen.     10. Las personas que formamos parte de esta comunidad tenemos nuestras propias maneras de vestirnos, como hablar, arreglar nuestras casas, comportarnos.     11. Le dedico mucho tiempo y esfuerzo al desarrollo de esta comunidad.     Prefiero no ser parte de esta comunidad Para Nada Importante No Tan Importante Algo Importante Importante Muy Importante 50 Para Un Nada Poco Mucho Totalmente 12. Ser miembro de esta comunidad es una parte de quien soy.     13. Lo que pasa en esta comunidad tiene un impacto en otras comunidades.     14. Me importa lo que otros miembros de la comunidad piensen de mi.     15. Para mi es importante sentir que pertenezco a esta comunidad.     16. Siento que influyo sobre como es la comunidad.     17. Si hay un problema en esta comunidad, los miembros lo pueden resolver.     18. Esta comunidad tiene buenos líderes.     19. Es muy importante para mí ser parte de esta comunidad.     20. Disfruto el tiempo que paso con los miembros de la comunidad.     21. Espero ser parte de esta comunidad por mucho tiempo.     22. Los miembros de esta comunidad han compartido eventos importantes juntos, tales como días de fiesta, celebraciones o desastres.     23. Siento esperanza sobre el futuro de esta comunidad.     24. Los miembros de esta comunidad se preocupan los unos por los otros.     ¿Del 1 al 7 cuan peligrosa la parece su comunidad? 1………………2………………3………………4………………5………………6………..7 51 ANEXO B Instrumento cualitativo: entrevistas en profundidad 1) Para averiguar porque integración y satisfacción de necesidades está tan baja ¿Cuáles son las necesidades y problemas de las familias en la comunidad? ¿Siente que está comunidad lo ayuda a satisfacer sus necesidades o a resolver sus problemas? ¿Por qué? 2) Influencia ¿Esta comunidad es unida o no? Pueden darme ejemplos de cuando esta comunidad se une ¿Siente que tiene influencia sobre las decisiones que se toman en la comunidad? 3) Para indagar porque conexión emocional compartida es tan alta ¿Qué momentos importantes se han vivido en la comunidad? ¿Estos eventos los unieron? ¿Le tiene cariño a su barrio? ¿Por qué? ¿Qué siente por sus vecinos? Compañerismo, solidaridad, amistad, etc. 3) Membresía ¿La gente se siente parte de esta comunidad? ¿Por qué? ¿A la gente le gusta ser parte de esta comunidad? ¿Por qué? ¿Qué tienen en común las personas de la comunidad? ¿Cómo reconozco a los que son de acá? ¿Cuándo te dicen “El Rosal” que se te viene a la mente? 4) Otros ¿Cómo es su comunidad (su gente, sus principales problemas y fortalezas también)? ¿Cómo quisieras que sea esta comunidad? ¿Si pudieras te irías a otro lugar? ¿Qué buscarías en este otro lugar que no encuentras acá? Usted en la encuesta respondió que le parecía importante o muy importante tener un sentido de comunidad ¿Por qué le parece importante? 52 ANEXO C CONSENTIMIENTO INFORMADO Estimado vecino del Rosal: Mi nombre es María Gabriela Távara Vásquez y estoy realizando una investigación llamada “Construcción del Sentido de Comunidad” como parte de mi formación en la Maestría de Psicología Comunitaria en la Pontificia Universidad Católica del Perú. El objetivo del estudio es comprender qué piensan los pobladores del Rosal sobre su comunidad, como se sienten de vivir aquí y cómo son las relaciones en el vecindario. Este estudio además facilitará y enriquecerá el trabajo que se viene realizando en los talleres de madres en el colegio “I. E. P. Patrón Santiago”. En caso de que ud. acepte se le realizará una entrevista individual que toma aproximadamente 30 minutos, y que será grabada en audio. La información que me brinde será usada únicamente para la investigación y se guardará la confidencialidad de toda la información del estudio. Su nombre o datos personales no serán identificados en ningún informe ni otro documento. Ud. tiene derecho a decidir si participar o no en la entrevista, así como solicitar que se termine a en el momento en que usted lo considere conveniente. Yo, _______________________________________________ después de haber leído las condiciones del estudio “Construcción del Sentido de Comunidad”, acepto en forma voluntaria participar en estudio. Por su parte, la alumna se comprometen a mantener la confidencialidad de la información recogida. Fecha:__________________ ___________________________ _________________________ Firma del participante María Gabriela Távara Alumna DNI__________________