PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES “Hacer otra cosa, ser otra cosa”: Las relaciones y significados de género en las trayectorias laborales de mujeres de diferentes generaciones en el Bajo Piura Tesis para obtener el título profesional de Licenciada en Antropología presentado por: Tello Asencio, Jennifer Andrea Asesora: Yon Leau, Carmen Juana Lima, 2024 Informe de Similitud Yo, Yon Leau, Carmen Juana, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, asesora de la tesis titulada "Hacer otra cosa, ser otra cosa": Las relaciones y significados de género en las trayectorias laborales de mujeres de diferentes generaciones en el Bajo Piura del la autora Tello Asencio, Jennifer Andrea dejo constancia de lo siguiente: - El mencionado documento tiene un índice de puntuación de similitud de 7%. Así lo consigna el reporte de similitud emitido por el software Turnitin el 17/12/2024. - He revisado con detalle dicho reporte y la Tesis o Trabajo de Suficiencia Profesional, y no se advierte indicios de plagio. - Las citas a otros autores y sus respectivas referencias cumplen con las pautas académicas. Lugar y fecha: Lima, 18 de diciembre del 2024 Apellidos y nombres del asesor / de la asesora: Yon Leau, Carmen Juana DNI: 07747477 Firma ORCID: 0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 https://orcid.org/0000-0003-4389-0683 Agradecimientos A mis padres y hermanas, por haberme dado las alas y las herramientas para seguir mi vocación como antropóloga. A mis abuelas y a Elodia, porque su amor es trascendente y transformador. A Carmen Yon, mi asesora, por su apoyo invaluable durante todo el proceso de elaboración de esta investigación. A mis hermanas escogidas, las chiquitas, porque con ellas ninguna pena es demasiado amarga. A la familia Ipanaqué, que me abrió las puertas de su hogar y me alentó durante todo mi preciado tiempo en el Bajo Piura. A todas las mujeres de Villa Yapato y Tablazo Norte que compartieron conmigo sus historias y su chicha. Las llevo siempre en mi corazón. Resumen La presente investigación tiene como objetivo analizar las relaciones y significados de género presentes en la configuración de las trayectorias laborales de las mujeres de diferentes generaciones en el Bajo Piura, en los centros poblados Villa Yapato y Tablazo Norte, distrito La Unión. Para tal fin, me aproximo al concepto de trabajo desde un enfoque de género interseccional y centrado en el cuidado. De este modo, me propongo reconstruir sus trayectorias de trabajo, considerando las actividades remuneradas y no remuneradas que han realizado a lo largo de sus vidas en el marco de sus relaciones familiares y las formas en las que estas son valoradas por ellas mismas y sus familias. Busco además identificar los cambios y continuidades intergeneracionales en el desarrollo de dichas trayectorias, con énfasis en la forma en la que las relaciones y significados de género y otras formas de diferenciación social inciden en las expectativas y oportunidades laborales de las mujeres. La metodología que se planteó para la investigación es de corte cualitativo y con un enfoque etnográfico. Se buscó reconstruir la información de forma conjunta con las actoras a través de entrevistas en profundidad y observación participante. Palabras clave: Género, cuidados, trabajo, nueva ruralidad, cambios intergeneracionales. Abstract The objective of this research is to analyze the gender relationships and meanings present in the configuration of the labour trajectories of women of different generations in Lower Piura, in the population centers Villa Yapato and Tablazo Norte. To this end, I approach the concept of work from a gender, intersectional, and care work-centered perspective. In this way, I propose to reconstruct their labour trajectories, considering the paid and unpaid activities that they have carried out throughout their lives within the framework of their family relationships and the ways in which these are valued by themselves and their families. I also seek to identify the intergenerational changes and continuities in the development of these trajectories, with emphasis on the way in which gender relations and meanings and other forms of social differentiation affect women's job expectations and opportunities. The methodology that I propose for the research is qualitative and with an ethnographic approach. I sought to construct the information jointly with the actors through in-depth interviews and participant observation. Keywords: Gender, care work, labour, new rurality, intergenerational changes. Índice Introducción ............................................................................................................................... 1 Capítulo 1. El problema de investigación ............................................................................. 4 1.1. Presentación del problema y justificación ................................................................ 4 1.2. Enfoque y dimensiones del problema de investigación ....................................... 11 Capítulo 2. Estado de la cuestión ........................................................................................ 14 2.1. Antropología económica, género y trabajo de las mujeres.................................. 15 2.2. Género y trabajo de las mujeres en el Bajo Piura y otras zonas rurales........... 20 2.2.1 En el Bajo Piura..................................................................................................... 20 2.2.2. En otras sociedades rurales............................................................................... 27 2.2.3. Balance .................................................................................................................. 31 2.3. Otras dimensiones de la vida social que se vinculan a las relaciones de género e inciden en las oportunidades económicas y laborales de las mujeres rurales ..... 32 2.4. Balance general .......................................................................................................... 37 Capítulo 3. Marco teórico ...................................................................................................... 39 3.1. Género e interseccionalidad ..................................................................................... 40 3.1.1 Género .................................................................................................................... 40 3.1.2. Interseccionalidad ................................................................................................ 43 3.2. Trabajo de las mujeres desde un enfoque de género y centrado en el cuidado ............................................................................................................................................... 45 3.3. Ruralidad, urbanidad y “nueva ruralidad” ............................................................... 49 3.3.1. Ruralidad y urbanidad ......................................................................................... 49 3.3.2. Nueva ruralidad y pluriactividad ........................................................................ 50 Capítulo 4. Diseño metodológico ......................................................................................... 54 4.1. Preguntas de investigación y dimensiones de análisis ........................................ 54 4.2. Formulación y fundamentación de la metodología a implementar ..................... 59 4.3. Las actoras .................................................................................................................. 60 4.4. Las técnicas de recojo de información .................................................................... 64 4.5. Análisis ......................................................................................................................... 66 4.6. Consideraciones éticas.............................................................................................. 67 Capítulo 5. Actividades económicas, sociales y comunitarias de las mujeres en el C.P 19 de Agosto ........................................................................................................................... 68 5.1. Actividades económicas asalariadas y no asalariadas ........................................ 70 5.1.1. Actividades que producen bienes para autoconsumo y venta ..................... 71 5.1.2. Actividades asalariadas dentro y fuera del C.P .............................................. 89 5.2. Vida familiar de las mujeres ...................................................................................... 92 5.2.1. Responsabilidades domésticas de cuidado .................................................... 92 5.2.2. Relación con la pareja....................................................................................... 101 5.2.3. Relación con la familia política: entablado de redes de apoyo entre mujeres parientes ......................................................................................................................... 105 5.2.4. Violencia intrafamiliar basada en género ....................................................... 106 5.3. Vida social y comunitaria ......................................................................................... 107 5.3.1. Participación en organizaciones sociales de base ....................................... 107 5.3.2. Participación en programas sociales .............................................................. 110 5.3.3. Actividades sociales y religiosas ..................................................................... 112 5.4. Balance....................................................................................................................... 116 Capítulo 6. “Yo me dedico a la casa y a hacer el quehacer”: Un día en las vidas de tres generaciones de mujeres.................................................................................................... 119 6.2. Análisis de la distribución del tiempo y las responsabilidades a través de las rutinas diarias de tres de generaciones de mujeres ................................................... 119 6.2.1. Análisis intergeneracional................................................................................ 119 6.2.2. Análisis de la distribución generizada del tiempo ......................................... 126 6.3. Valoraciones de las mujeres y sus familias respecto a la multiplicidad de roles de estas.............................................................................................................................. 129 6.3.1. Valoraciones de las propias mujeres.............................................................. 129 6.3.2. Valoraciones de sus familias............................................................................ 131 6.4. Balance....................................................................................................................... 132 Capítulo 7. “El día que nos llegue la muerte, ya dejaremos de cocinar”: Las trayectorias laborales de tres generaciones de mujeres (casos de estudio) ................................... 136 7.1. Presentación de los tres grupos familiares y sus trayectorias laborales ......... 136 7.1.1. Familia Álvarez ................................................................................................... 136 7.1.2. Familia Benites ................................................................................................... 137 7.1.3. Familia Cáceres ................................................................................................. 138 7.2. Análisis intergeneracional e intrageneracional de las trayectorias laborales de mujeres de tres generaciones ........................................................................................ 139 7.2.1. La generación de las abuelas .......................................................................... 143 7.2.2. La generación de las madres........................................................................... 155 7.2.3. La generación de las nietas ............................................................................. 170 7.2.4. Cambios intergeneracionales desde la perspectiva de las tres generaciones ......................................................................................................................................... 180 7.3. Cambios y continuidades intergeneracionales desde una perspectiva de género e interseccional ................................................................................................................. 181 Capítulo 8. “Yo quería estudiar. Hacer otra cosa, ser otra cosa”. Cambios y continuidades en las expectativas, deseos y roles de género...................................... 189 8.1. Deseos y expectativas para el futuro de tres generaciones de mujeres ......... 190 8.1.1. Deseos y expectativas previos al matrimonio y concepción de los hijos . 190 8.1.2. Deseos y expectativas en la actualidad ......................................................... 192 8.2. Cambios en los roles de género desde la perspectiva de tres generaciones 194 8.3. Oportunidades y desafíos educativos ................................................................... 197 8.3.1. Oportunidades y desafíos en la educación básica ....................................... 197 8.3.2 Oportunidades y desafíos en la educación superior ..................................... 199 8.4. Balance....................................................................................................................... 200 Conclusiones......................................................................................................................... 204 Referencias bibliográficas ................................................................................................... 217 Anexos ................................................................................................................................... 225 Anexo A. Guía de entrevista ........................................................................................... 225 Anexo B. Guía de observación....................................................................................... 227 Índice de tablas Tabla 1. Preguntas de investigación y dimensiones de análisis ............................... 54 Tabla 2. Resumen comparativo de los grupos familiares seleccionados (casos de estudio) ..................................................................................................................... 61 Tabla 3. Resumen de entrevistas independientes .................................................... 62 Tabla 4. Resumen de entrevistas a actoras clave ................................................... 62 Tabla 5. Un día en la vida de la generación de las abuelas ................................... 119 Tabla 6. Un día en la vida de la generación de las madres .................................... 121 Tabla 7. Un día en la vida de la generación de las nietas ...................................... 123 Tabla 8. Provisión de servicios básicos en Villa Yapato en 1993 ........................... 157 Índice de gráficos Gráfico 1. Circuito de cuidado de Inés (nieta de la familia Álvarez) .......................... 97 Gráfico 2. Circuito de cuidado de Bruno y Melany .................................................... 98 Gráfico 3. Resumen de las actividades económicas, sociales y comunitarias de las mujeres en el C.P. 19 de Agosto ............................................................................ 115 Gráfico 4. Mujeres y hombres con secundaria completa o nivel educativo mayor en el distrito de La Unión, Piura ...................................................................................... 138 Gráfico 5. Mujeres y hombres con secundaria completa o nivel educativo mayor a nivel local y nacional ....................................................................................................... 139 Gráfico 6. Mujeres y hombres con educación superior completa a nivel local y nacional ............................................................................................................................... 140 Gráfico 7. Trayectoria laboral de Elodia, abuela de la familia A ............................. 143 Gráfico 8. Trayectoria laboral de Diana, abuela de la familia B .............................. 144 Gráfico 9. Trayectoria laboral de Sandra, abuela de la familia C ............................ 145 Gráfico 10. Trayectoria laboral de Bárbara, madre de la familia A ......................... 154 Gráfico 11. Trayectoria laboral de Emilia, madre de la familia B ............................ 155 Gráfico 12. Trayectoria laboral de Pilar, madre de la familia C ............................... 156 Gráfico 13. Trayectoria laboral de Inés, nieta de la familia A.................................. 168 Gráfico 14. Trayectoria laboral de Camila, nieta de la familia B ............................. 169 Gráfico 15. Trayectoria laboral de Roberta, nieta de la familia C ........................... 170 Índice de figuras Figura 1. Volviendo de juntar hierba ......................................................................... 73 Figura 2. Parcelas recién regadas ............................................................................ 76 1 Introducción En los países latinoamericanos, las sociedades rurales han atravesado una serie de transformaciones socioeconómicas significativas en los últimos 60 años que han devenido en un contexto complejo. En principio, este se ha caracterizado por la exacerbación de las interrelaciones entre las áreas rurales y urbanas, por la comunicación y movilidad de las propias familias y sus miembros; la multiplicación de sus actividades y las oportunidades económicas, sociales y políticas; la dinamización de la movilidad humana y las nuevas configuraciones de las lógicas y unidades económico-productivas (Diez, 2014). De este modo, podemos hablar de una transformación de la configuración de las estrategias de vida de las familias rurales en un contexto de “nueva ruralidad” y pluriactividad familiar (Diez, 2014), conceptos que se desarrollan más adelante y dan cuenta de procesos que tienen ya varias décadas. Tomando esto en consideración, surgió la interrogante a partir de la cuál posteriormente formularía mi pregunta principal de investigación: ¿qué ocurre con las mujeres en las sociedades inmersas en estos horizontes de constante cambio, donde las estrategias de vida se han ido adaptando de manera tan dinámica de generación en generación? El lugar que escogí para desarrollar este estudio fue el Bajo Piura, específicamente el Centro Poblado “19 de Agosto”, perteneciente al distrito de La Unión. Este no es considerado rural según los criterios públicos. Sin embargo, los centros poblados que lo componen, entre ellos Villa Yapato y Tablazo Norte, sí lo fueron generaciones atrás. La ubicación estratégica del distrito -que le valió el título de “corazón del Bajo Piura”- entre los ejes viales de Sechura, Piura y Paita, fueron propicios para que se constituyera, a partir de su fundación en 1927, en el principal centro comercial, productivo y de servicios de esta zona del departamento (Municipalidad Distrital de La Unión, 2015). En ese sentido, esta investigación tuvo como finalidad analizar cómo es que las relaciones y significados de género configuran las trayectorias laborales de las mujeres rurales de diferentes generaciones en el Bajo Piura en el marco de sus relaciones familiares. Para responder esta pregunta, me propuse los siguientes objetivos. Primero, identificar las actividades económicas que desempeñan y han 2 desempeñado las mujeres de diferentes de cada generación abordada y cómo se vinculan dichas actividades con sus expectativas y oportunidades según género. Seguidamente, conocer las responsabilidades que tienen en sus familias y analizar cómo es que tanto ellas como los demás miembros de estas valoran los diversos roles que desempeñan. Finalmente, busqué comprender aquellas otras formas de diferenciación y desigualdad social que, en conjunto con el género, inciden en las trayectorias laborales de estas mujeres. De este modo, me propuse analizar desde un enfoque de género y centrado en el cuidado, las formas en las que las relaciones y significados de género han incidido e inciden en las trayectorias laborales de las mujeres. Por medio de este análisis, logro identificar los cambios y continuidades en dichas trayectorias, situándolas a su vez en los momentos históricos correspondientes. El desarrollo de la investigación y sus resultados han sido organizados en ocho capítulos. En el primero, profundizo respecto al problema de investigación, por medio de la presentación del contexto del mismo, las dimensiones de análisis que conlleva y su justificación. El segundo capítulo está dedicado a la revisión de literatura vinculada a cómo las relaciones de género y de trabajo -así como otras relevantes- se producen y configuran la vida y oportunidades económicas de las mujeres. El tercer capítulo recoge el marco teórico empleado a lo largo de la investigación, incluyendo la conceptualización de género e interseccionalidad, del trabajo -desde un enfoque de género y centrado en el cuidado- y de la (nueva) ruralidad y urbanidad. En el cuarto capítulo, abordo el diseño metodológico de la investigación, considerando las preguntas de investigación, las metodologías empleadas, así como las técnicas de recojo de información y análisis. A partir del quinto capítulo, presento los hallazgos del estudio. En este capítulo, describo y analizo las diferentes actividades que realizan las mujeres en la actualidad en los centros poblados, considerando aquellas remuneradas y no remuneradas, sean dentro o fuera de casa. En el sexto capítulo, analizo las responsabilidades que tienen las mujeres de las distintas generaciones en sus hogares, a partir de sus rutinas diarias, así como también abordo sus valoraciones sobre las mismas y las de sus familias. En el séptimo capítulo, me concentro en el análisis de las trayectorias laborales de las tres generaciones de mujeres a partir de los casos de estudio seleccionados, notando los cambios y continuidades inter e intrageneracionales. 3 En el octavo capítulo, abordo los cambios y continuidades en las expectativas, deseos y roles de género de las mujeres de las diferentes generaciones estudiadas, conectando estos con las oportunidades y desafíos que encontró y encuentra cada una para acceder a la educación. Para finalizar, presento las conclusiones del estudio, respondiendo a las preguntas planteadas, así como sostengo reflexiones finales a partir de estos hallazgos. 4 Capítulo 1. El problema de investigación 1.1. Presentación del problema y justificación Para poder profundizar respecto al problema de investigación planteado, es importante iniciar presentando el contexto del centro poblado en el que este se ubica y las mujeres que en el residen. Si bien en el año 2007, el distrito La Unión ya era considerado netamente “urbano” (98.4%) según criterios censales, es importante contextualizar el tema de investigación con la información disponible sobre los cambios y continuidades a nivel educativo, laboral y familiar de las mujeres rurales a nivel nacional, la data más afín de la cual se dispone en la actualidad para entender a las diferentes generaciones de mujeres a partir de sus características sociodemográficas. Como argumento a lo largo de esta investigación, las mujeres del Bajo Piura, específicamente en el distrito de la Unión, guardan igual o mayor semejanza con sus pares rurales que las urbanas promedio a nivel nacional. Esto tanto en lo que refiere a su acceso a oportunidades educativas y laborales, así como a ciertas formas que perduran de relacionarse con el territorio (Gillen, Bunnell y Rigg, 2022). Por ello, es indispensable iniciar con un breve contexto respecto a la situación de las mujeres rurales a nivel nacional en las últimas décadas. En lo que respecta al caso peruano, Chris Boyd (2019) recopila información de los censos poblacionales de 1961, 1972, 1981, 1993, 2007 y 2017 y encuentra que las mujeres jóvenes rurales difieren de sus predecesoras en términos de estado civil, nivel educativo, número de hijos y empleo. No obstante, las diferencias varían de acuerdo con el rango de edad en el que se encuentran, así como continúan distando en estos aspectos respecto a sus contrapartes urbanas. Por un lado, el porcentaje de mujeres jóvenes (17 a 24 años) solteras ha aumentado de 43.4% en 1972 a 50.1% en 2017; y de 13.1% a 16.6% en el caso de las mujeres a de entre 25 y 34 años. El porcentaje de aquellas en relación de convivencia (15-34 ascendió a 40.1% en 2017, mientras que, en el caso de sus pares urbanas, el porcentaje fue de 31.7%. En lo que respecta a la reproducción, el porcentaje de mujeres rurales sin hijos empieza a aumentar en el 1993, aunque de manera ligera, siendo que en el 2017 se alcanzó un porcentaje de 40.8% versus un 5 33.0% en los noventas. Esto en contraste con un 53.4% de mujeres urbanas que reportaron no tener hijos en el 2017. Del mismo modo, el número de hijos promedio fue de 1.24% en el 2017, producto de un decrecimiento no sostenido; promedio que las mujeres urbanas tuvieron tres décadas atrás, en 1981. En lo que respecta al acceso a educación, las mujeres jóvenes rurales (15-29 años) que asisten a centros educativos ha aumentado de 4% a 28.7% entre 1961 y 2017. Sin embargo, cabe destacar que este último porcentaje es similar al que tenían sus pares urbanas en 1972 (28.9%). El contraste es distinto con sus pares varones rurales, en la medida que la brecha entre ambos grupos se ha ido reduciendo a partir de 1972, aunque lentamente, hasta ser de únicamente 4.2% en 2017. Más aún, en términos de acceso a educación, el porcentaje de mujeres rurales jóvenes (20-29 años) que terminan la secundaria o alcanzan un mayor nivel educativo ha incrementado de 0.6% en 1961 a 46.2% en 2017. En este caso, la brecha frente a sus pares varones es más significativa, siendo que ellos alcanzaron un porcentaje de 60.4% para el 2017 (Boyd, 2019). En ese sentido, Barreto y Agüero (2012) encontraron en el marco del proyecto “Nuevas Trenzas” que las mujeres jóvenes rurales, en específico, tienen como grupo mayores oportunidades para acceder a educación, así como a tecnologías de información y comunicación. Esto inclusive al grado de que ha surgido un discurso importante a nivel de las familias sobre la importancia de acceder a estudios superiores luego de terminar la secundaria, y con ello, surgen estrategias para generar ingresos que permitan dicho acceso. Asimismo, las mujeres jóvenes rurales cuentan con más competencia práctica en comparación con las generaciones anteriores. Pese a ello, concretar las crecientes expectativas puede ser difícil de lograr en un contexto de escasez de recursos económicos. Hay un “punto de quiebre” entre los 19 y 22 años, durante el cual las jóvenes pueden decidir convivir, lo cual, en el marco de hogares atravesados por sesgos de género, puede implicar renunciar parcial o totalmente a sus planes de vida (Barreto y Agüero, 2012). En lo que respecta a la actividad en el mercado laboral, Boyd (2019) encuentra que la tasa de mujeres que participan en dicho mercado ha incrementado solo de 20.1% a 24.6% entre 1961 y 2017, y no de manera sostenida. Es importante señalar que, si bien sus pares varones reportan un mayor porcentaje al 2017 (57.7%), en su caso este porcentaje representa una disminución notoria, en tanto fue de 84.7% en 6 1961. Asimismo, es importante mencionar que, tanto para los varones como para las mujeres jóvenes rurales, la participación en actividades de agricultura, silvicultura, caza y pesca se han reducido, mientras que actividades vinculadas al comercio y los servicios tienen tasas más altas de jóvenes dedicados. En el caso de las mujeres, el porcentaje se ha reducido de 61.1% a 45.9% entre 1961 y 2017; y en el caso de los varones, de 81.3% a 65.4% (Boyd, 2019). Estas cifras evidencian cambios y continuidades importantes intergeneracionales para las mujeres, siendo que la participación en el mercado laboral sigue siendo limitada, a la vez que el comercio ha pasado a ser la dedicación más recurrente, sin que ello implique un abandono de la agricultura. Más aún, es necesario resaltar, en el marco de la presente investigación, que al 2017, aquellas mujeres rurales que no participaban del mercado laboral se dedicaban principalmente a estudiar (28.7%) y al trabajo de cuidado (29.4%). Cabe destacar que solo el 1.6% de sus pares varones se dedican al cuidado, al igual que solo 9.8% de sus contrapartes urbanas. Es importante indicar, además, que, entre los 26 y 35 años, mientras los hombres son responsables de y explotan directamente la tierra (sea propia o alquilada), las mujeres suelen quedar únicamente como peonas. Esto puede ser una consecuencia de las formas generizadas de acceso a activos como la tierra, claves en las economías rurales. Es decir, que las formas de acceso y control de la tierra también pueden estar configuradas por sesgos de género (Barreto y Agüero, 2012). En consonancia con ello, las mujeres jóvenes, especialmente las que están solteras, optan por dedicarse a otras ocupaciones por temporadas, de acuerdo con la disponibilidad de estas en sus territorios. Resaltan, entre estas, la micro comercialización y el trabajo en fábricas o empresas agroindustriales (Barreto y Agüero, 2012). Así, de los datos analizados por Boyd (2019) y los hallazgos de Barreto y Agüero (2012), se puede concluir que las mujeres jóvenes rurales se encuentran en un periodo histórico desafiante. Tienen mayores oportunidades educativas que las mujeres rurales de décadas anteriores y patrones de reproducción y relaciones que están acercándose, aunque muy lentamente, a los de sus contrapartes urbanas. Sin embargo, en el caso de la participación económica, la información de los censos pone en evidencia que el trabajo de cuidado aún está altamente feminizado y que este 7 fenómeno incide en las oportunidades laborales que tienen las mujeres rurales jóvenes. Cabe añadir que, en el marco del curso de Práctica de Campo 2, para el cual realizamos una breve estadía de campo en el centro poblado Anexo Santa Rosa (distrito de Cura Mori, en el Bajo Piura) recogí información que estaba en consonancia con la información cuantitativa y cualitativa presentada anteriormente. Las entrevistas y la observación participativa que realicé estaban orientadas a identificar las estrategias de vida de las familias santarrosinas. No obstante, sin que lo planeara previamente, la mayoría de mis interacciones fueron con mujeres. Por un lado, pude identificar un deseo firme por parte de las madres de que sus hijas e hijos puedan acceder a educación superior, y que solo después de ello formen sus familias. Este deseo es tan grande, que la diversidad de ocupaciones que asumen las mujeres en buena parte está destinada a poder financiar los gastos cotidianos asociados a la educación básica y superior de sus hijos, gastos que toda familia asume en menor o mayor medida, independientemente de su capacidad adquisitiva (Notas de Campo 2). En relación con esas múltiples ocupaciones, las mujeres que entrevisté se dedicaban de manera paralela y/o por temporadas a diversas actividades remuneradas, como la venta de chicha, de pescado, la crianza de animales, la aparcería y el manejo de bodegas. Asimismo, las familias continúan valorando la agricultura en la organización de la economía familiar aún si no genera ingresos altos, en tanto las familias tienen extensiones muy pequeñas de tierra (entre ¼ y ½ HA). Los trabajos de Burneo (2019, 2020, 2023) evidencian que los conflictos por la tierra continúan atravesando la vida de las familias comuneras de Catacaos, décadas después de la reforma agraria. Estos dan cuenta de los procesos de lucha por la tierra y parcelación que han enfrentado los comuneros de Catacaos, Piura; las técnicas territoriales para apropiarse del bosque seco de dichos comuneros frente al avance de la agroindustria y el impacto de los fenómenos climatológicos; y los procesos de transformación en el Bosque seco peruano en tanto espacio comunal en el marco de las reformas neoliberales, respectivamente. Si bien estos estudios no incluyen a todos los distritos del Bajo Piura, son un aporte valioso para comprender el territorio del Bosque Seco en esta zona. Además de las múltiples ocupaciones remuneradas, pude constatar que las mujeres son también las principales responsables del trabajo doméstico y de cuidado 8 (Notas de Campo 2), lo cual explica la elección de actividades que pueden desarrollar desde sus hogares. Así, ocupaciones que, aunque arduas, ofrecen ingresos más estables, se restringen a mujeres que no tienen hijos dependientes o que cuentan con familiares que pueden cuidarlos durante su jornada laboral. Por otro lado, el tejido de sombreros de paja aparece en los relatos de las mujeres de la generación de las madres, pero ya no están en vigencia. Tanto Barreto y Agüero (2012) como mi experiencia de campo se enmarcan en e incluyen distritos pertenecientes al Bajo Piura (Catacaos y Cura Mori, respectivamente). El Bajo Piura es la denominación actual para los once distritos de Piura que se extienden a lo largo del río Piura hasta el litoral pacífico (Revesz, 1992). Esta región es parte del ecosistema Bosque Seco, y es sobre esta zona que se asienta una de las comunidades campesinas originadas en el periodo colonial más antiguas del país: la comunidad campesina San Juan Bautista de Catacaos (Catacaos) (Burneo, 2023). El territorio de la comunidad de Catacaos se encuentra ocupado por cinco distritos: Catacaos, Cura Mori, La Unión, La Arena y El Tallán. En conjunto, la comunidad tiene un territorio de aproximadamente 200 mil hectáreas y 20 mil comuneros inscritos en el padrón comunal (Burneo, 2023). Considerando ello, autores como Cruzado (2001) la han denominado una mega comunidad campesina.1 Escogí como lugar para la investigación el distrito de la Unión, sobre el cuál la bibliografía es más escasa y poco actualizada (en relación a los distritos de Catacaos y Cura Mori), como desarrollaré en las próximas páginas. Pese a que hay diferencias y particularidades en cada distrito, la data mencionada previamente da referencias útiles sobre la situación de las mujeres en términos socioeconómicos en el área de estudio, si bien podría encontrar algunas diferencias en la Unión. Asimismo, hay una 1 Algunos aspectos que son pertinentes de señalar respecto a la historia reciente del Bajo Piura, específ icamente la comunidad de Catacaos, son la forma en la que se desarrolló la Reforma Agraria y la formas de tenencia de las tierra. El proceso de despojo de los comuneros de sus tierras ancestrales inició a f inales a mediados del siglo XIX, gatillado por la demanda de algodón en los mercados europeos. Hacia 1918, los proyectos de la compañía irrigadora Piura Ltda. amenazaron el acceso a agua de la comunidad de Catacaos y la tierra otorgada por el Cura Mori en 1645 (Revesz, 1992). Fue durante esta coyuntura que la comunidad surge como una instancia unif icada de defensa de los derechos de los comuneros. En 1940 obtienen reconocimiento legal como comunidad y, a partir de 1946, demostraron una alta capacidad de convocatoria y organización para invadir de manera reivindicatoria las tierras comunales. La reforma agraria cumple con expropiar casi todas las tierras a los hacendados y entregarlas a la comunidad. Los antagonistas más importantes en este proceso no fueron los “gamonales”, sino el gobierno militar, que repartió las tierras con criterios técnicos y de manera vertical en cooperativas, con lo cual se generó una f isura entre comuneros cooperativistas y comuneros independientes (Revesz, 1992; Cruzado, 2001) Sin embargo, esta se supera eventualmente entre 1973 y 1978, siendo que la comunidad de Catacaos se niega a aceptar la formación de las CAP e implementa Cooperativas Comunales de Producción (CCP). Estas, aunque bajo el modelo de empresa apropiativa, garantizaban que el título de propiedad y las decisiones respecto a la gestión de la tierra fueran competencia de la comunidad (Burneo, 2019). La comunidad también desarrolla al mismo tiempo las unidades comunales de producción (UCP) (Revesz, 1992). Esta era una forma de propiedad común que abarcaba a su vez trabajo rotativo en las tierras, las cuales la comunidad entregó a los comuneros sin tierras (Diez, 2017; Van der Ploeg, 2010, 2006; Revesz, 1992). 9 historia y un contexto climatológico común entre los distritos, lo que consigno en el capítulo de diseño metodológico. Retomando la mención de investigaciones previas sobre mujeres y relaciones de género, persiste un vacío respecto al estudio de mujeres rurales jóvenes y adultas hasta, aún más en el caso de aquellas de las regiones costeras. Hay un vacío aún mayor sobre mujeres que residen en territorios urbanos, según las definiciones censales; pero que no solo previamente fueron considerados décadas atrás “rurales”, sino que mantienen en la actualidad dinámicas “híbridas” en sus desplazamientos, imaginarios y relaciones (re)productivas. El proyecto “Nuevas Trenzas”, especialmente el documento de trabajo “El nuevo perfil de las mujeres rurales jóvenes en el Perú” y el libro resultante “La revolución silenciosa: Mujeres rurales jóvenes y sistemas de género en América Latina”, contrarresta de forma efectiva este vacío, a partir de las experiencias tanto de la sierra como la costa, así como lo hace el trabajo de Boyd (2019). Ello en la medida que ponen en evidencia, con información cualitativa y cuantitativa, los ejes y estructuras de desigualdad por género que existen en las sociedades rurales. Sin embargo, se trata de estudios que solo abordan mujeres hasta los 35 años. Otros estudios existentes analizan las actividades económicas y procesos de trabajo de las mujeres campesinas y el rol que asumen y han asumido las mujeres en sus familias para poder satisfacer sus necesidades (Rubín, 1982); cómo la cotitulación impacta de manera diferenciada la propiedad y control de la tierra según sexo (Alvarado, 2005); la importancia del empleo y los ingresos para el bienestar de las personas, especialmente jóvenes y/o mujeres, pese a su poca consideración en el diálogo territorial (Fernández et al., 2022) y la dificultad de compatibilizar el trabajo de cuidado no remunerado y otras actividades generadoras de ingresos para las mujeres a nivel sociomaterial y cultural (Van Kempen y Klarenbeek, 1993). Estos estudios y otros serán abordado a mayor profundidad en el estado de la cuestión, pero constituyen aportes valiosos. A su vez, denotan la necesidad de más estudios que se enfoquen específicamente en cómo se configuran las relaciones y concepciones de género desde las interacciones sociales cotidianas y cómo estas inciden en las oportunidades y trayectorias laborales de las mujeres en el marco de los cambios intergeneracionales y el contexto económico neoliberal actual. 10 De este modo, planteo esta propuesta de investigación a partir del reconocimiento de que, pese a que las mujeres en sociedades otrora rurales -ahora urbanas- tienen oportunidades y expectativas que las generaciones previas no tuvieron, la división sexual del trabajo persiste en diferentes niveles. En ese sentido, me propongo aproximarme a las trayectorias laborales de las mujeres de manera integral, es decir, considerando el trabajo en su amplitud (remunerado, no remunerado, asalariado y no asalariado), y cómo las relaciones y significados de género inciden en dichas trayectorias, en tanto lógicas subyacentes a sus responsabilidades de cuidado. Cabe resaltar, que parto de la perspectiva de que no solamente persiste la feminización del trabajo de cuidado y la subvaloración del trabajo femenino en el marco de las relaciones familiares. Por el contrario, aplico la premisa de que el Estado y el mercado laboral también contribuyen en la práctica a la reproducción de dichos fenómenos. En concreto, el Estado contribuye a través de la gestación de programas sociales como Cuna Más, donde el cuidado se ve como una actividad que no amerita un salario propiamente dicho. A su vez, el mercado laboral incluye a las mujeres en su fuerza laboral en actividades feminizadas y peor remuneradas, como queda evidenciado en los estudios que incluyo en mi estado de la cuestión (especialmente Rubín de Celis, 1982). Finalmente, en adición a lo anteriormente mencionado, considero que esta investigación también puede contribuir a profundizar el entendimiento de las dinámicas sociales, económicas y culturales de las sociedades de la Costa Norte, cuya denominación ha cambiado de rural a urbana en las últimas décadas, según los criterios establecidos por el Estado. Considero que estas sociedades, en las cuales las distinciones o fronteras socioeconómicas entre lo urbano y rural son tan difusas, presentan complejidades que deben ser abordadas desde la disciplina antropológica. En este caso, el centro poblado escogido y los que lo rodean son considerados pueblos urbanos para el Estado Peruano, pese a que la agricultura y la crianza de animales son aún actividades económicas casi indispensables, criterio que ni siquiera se considera en las categorías censales. El concepto de nueva ruralidad que problematiza esta dinamización entre lo rural y lo urbano al que se hacía referencia anteriormente no es nuevo, pero continúa siendo vigente. Por ello, por medio de esta investigación, me propongo dar luces de las implicancias concretas de las dinámicas 11 y transformaciones en curso sobre la vida de las mujeres y su desarrollo personal y económico. En ese mismo sentido, considero que esta investigación puede aportar significativamente a comprender desde la evidencia empírica cómo las relaciones de género inciden y delimitan las oportunidades económicas de las mujeres. De este modo, desde los datos empíricos de un caso particular se puede tener una mayor comprensión respecto a cómo el género y la economía se estructuran mutuamente. 1.2. Enfoque y dimensiones del problema de investigación Mediante este proyecto de investigación, me propongo analizar cómo las relaciones y concepciones de género inciden y han incidido en las trayectorias laborales de las mujeres de diferentes generaciones en el Bajo Piura. Parto de la premisa de que el género estructura las relaciones familiares, comunitarias y económicas, y viceversa. Lo que me propongo comprender es cómo son y han sido las relaciones y significados de género y de qué modo intervienen en sus oportunidades, espacios de decisión, autonomía y expectativas en términos laborales y en el marco de sus relaciones familiares y comunitarias. Asimismo, abordaré estas dimensiones desde una perspectiva interseccional, a fin de poder comprender cómo es que otros ejes de desigualdad social se coproducen y son consustanciales con el género (en términos de Mara Viveros), de modo que también intervienen en la configuración de las trayectorias laborales de las mujeres. Entre estos ejes, incluyo de antemano la edad y las trayectorias familiares ocupacionales y económicas. En el contexto del trabajo de campo, se verá que otros ejes son pertinentes para el análisis interseccional. En primer lugar, me propuse explorar las actividades económicas que realizan las mujeres jóvenes y adultas en el Bajo Piura. Esto abarca tanto aquellas ocupaciones que son asalariadas o remuneradas (p.e: trabajo en empresas agroindustriales, venta de chicha o pescado, agricultura, crianza de animales) y aquellas que no lo son. Considero importante relacionar estas dinámicas con el contexto de alta vulnerabilidad de la zona ante los fenómenos climatológicos y los mayores impactos esperados en la actualidad debido al Fenómeno del Niño Global pronosticado para los próximos meses. De igual manera, busco analizar cómo es que estas actividades se vinculan a sus expectativas y oportunidades, tomando como premisa que ambas cuestiones se 12 encuentran configuradas por las relaciones y concepciones de género y que están a su vez enmarcadas en relaciones familiares y comunitarias. En segundo lugar, me planteé indagar respecto a las diversas responsabilidades que tienen y han tenido las mujeres en el ámbito económico, del cuidado del hogar y los hijos, así como en programas sociales o actividades comunitarias en los que participen (Programa JUNTOS, Cuna Más, etc.). Busco comprenderlas experiencias subjetivas que tienen las mujeres de diferentes generaciones y sus familiares respecto a cómo se significa y experimenta el doble o triple rol de las mujeres y sus implicancias en sus trayectorias laborales y oportunidades de desarrollo y bienestar. Es decir, busco comprender de qué manera se valoran los roles que cumplen las mujeres, ya sean actividades que generen ingresos y/o que se orienten a sostener la vida de su familia. De este modo, me propuse describir y analizar las dinámicas familiares rurales en las que están insertas las mujeres jóvenes y adultas en el Bajo Piura. En tanto la familia es la unidad básica de producción en los contextos rurales, lo considero especialmente relevante de estudiar en el marco de los cambios socioeconómicos de las últimas décadas. En tercer lugar, me propuse identificar y analizar otras formas de diferenciación y desigualdad social que inciden en las trayectorias laborales de las mujeres, y de qué manera se manifiesta esta incidencia. Particularmente, busqué evidenciar si es que la edad es un factor que también influye en la configuración de las trayectorias laborales de las mujeres. De este modo, de manera transversal, busqué describir y analizar las relaciones de género que se re-producen desde la perspectiva de las mujeres de diferentes generaciones. Para ello, en concreto, me propuse indagar respecto a los roles y responsabilidades que las mujeres cumplen (o se espera que cumplan) en sus familias, así como las experiencias subjetivas que respecto a ello. Por otro lado, me interesó conocer sus propias expectativas para sus trayectorias de vida y cómo estas se estructuran en el marco de su entorno familiar y comunal, desde los discursos y la práctica. En adición a ello, exploraré los espacios de decisión y de autonomía que tienen las mujeres jóvenes y adultas, también en el marco de sus relaciones familiares y comunitarias. Mis preguntas de investigación fueron las siguientes: 13 Pregunta principal: ¿Cómo las relaciones y significados de género configuran las trayectorias laborales de las mujeres rurales de diferentes generaciones en el Bajo Piura en el marco de sus relaciones familiares? Preguntas secundarias: a) ¿En qué actividades económicas se desempeñan y se han desempeñado las mujeres de diferentes generaciones en el Bajo Piura y cómo se vinculan dichas actividades con sus expectativas y oportunidades según género? b) ¿Qué responsabilidades tienen las mujeres de diferentes generaciones en sus familias y cómo valoran tanto ellas como sus demás miembros los diversos roles que desempeñan? c) ¿Además del género, qué otras formas de diferenciación y desigualdad social inciden en las trayectorias laborales de las mujeres de diferentes generaciones en el Bajo Piura y cómo lo hacen? El campo estuvo constituido por las mujeres, a partir de los 18 años, del Centro Poblado “Villa Yapato” y el Centro Poblado “Tablazo Norte”, en el Distrito de la Unión, en el bajo Piura. Ambos CC. PP están a su vez adscritos al C.P “19 de agosto”, en tanto unidad política. Fue un campo presencial, donde el foco estuvo en estos grupos de mujeres, distinguiendo según generaciones en el marco de las familias (hijas, madres y abuelas), considerando que quienes están en la categoría de hijas tuviesen al menos 18 años. Sin embargo, cabe señalar que, ya que me propongo describir y analizar las trayectorias familiares, esto puede abarcar en ciertos momentos observación y otras formas de interacción con los demás miembros de las familias. 14 Capítulo 2. Estado de la cuestión Un antecedente muy relacionado al proyecto de investigación que propongo, como parte de la literatura en estudios de género y ruralidad es el conjunto de estudios de Nuevas Trenzas, realizados por el IEP en coordinación con otras instituciones latinoamericanas (Hernández y Trivelli, 2014). Estos estudios han buscado conocer el perfil de las mujeres rurales jóvenes, para así analizar los cambios respecto a sus madres y abuelas, así como identificar sus semejanzas con sus pares urbanas en cuanto a sus expectativas sociales. A la vez, estas investigaciones constatan la continuidad en las brechas de desigualdad de las jóvenes rurales respecto a sus pares varones, ya que se mantienen las normas de género y la división sexual del trabajo. Estas son parte de los obstáculos estructurales que evitan que las jóvenes rurales puedan lograr sus aspiraciones de superar la marginación, la pobreza y la opresión de género (Hernández y Trivelli, 2014). Varias de estas investigaciones del proyecto Nuevas Trenzas ya se han sido citado en la formulación del problema, por lo que acá no detallaré sus contribuciones respecto a mi estudio. En este balance daré prioridad a los aportes de la antropología y a las investigaciones que se han realizado más específicamente en la región de estudio y otras sociedades rurales peruanas con un enfoque cualitativo o mixto. Así, he dividido mi estado de la cuestión considerando tres ejes de análisis que han estado presentes en el estudio de los temas que aborda mi proyecto de investigación: la antropología económica, género y trabajo de las mujeres; género y trabajo de las mujeres en el Bajo Piura y otras zonas rurales; y otras dimensiones de 15 la vida social que se vinculan a las relaciones de género e inciden en las oportunidades económicas y laborales de las mujeres rurales. Al final de cada línea de investigación revisada, he realizado un pequeño balance y al término del estado de la cuestión, un balance general de los aportes de las investigaciones revisadas y el modo en que dialogo con ellas para plantear mi proyecto de tesis. 2.1. Antropología económica, género y trabajo de las mujeres En esta primera sección, incluyo investigaciones vinculadas con la antropología económica y el estudio del trabajo de las mujeres en sus dimensiones “productivas” y “reproductivas”. Se trata además de investigaciones pioneras que visibilizan a las mujeres y las relaciones de género en el campo de la antropología económica, las cuales utilizo como una primera aproximación a la temática del trabajo de las mujeres rurales, sus valoraciones e implicancias sociales y económicas. Un primer texto que es importante de mencionar, a manera de apertura del presente estado de la cuestión, es “El trabajo de las mujeres: generizando la antropología económica”, de Florence Babb (2019 [1990]). La autora realiza una revisión crítica sobre la falta de atención a las relaciones de género y la posición de las mujeres en las sociedades de los antropólogos que trabajan la rama económica de la disciplina, inclusive aquellos que se podría suponer que son más críticos, como es el caso de los antropólogos marxistas. Babb (2019 [1990]) también sostiene que el género no ha sido tomado en consideración en tanto eje organizador de las relaciones sociales, histórica y localmente situado y (re)producido. Esto en la medida que las actividades femeninas (o feminizadas), como el trabajo doméstico y de cuidado, no son consideradas “económicas”, por estar subvaluadas frente a las formas de trabajo asalariadas. La autora señala que la antropología económica se enriquecería al explorar análisis que no den por sentada la centralidad de los hombres en todas las facetas de la vida económica y social (Babb, 2019 [1990]). De este modo, Babb (2019 [1990]) resalta la necesidad de que los antropólogos que se dedican al subcampo de la antropología económica investiguen también en qué actividades participan las mujeres y cómo estas contribuyen al sostenimiento de la familia y la sociedad. La autora indica que también es necesario cuestionar la asignación de la toma de decisiones y el control de los recursos basada en género, clase, afiliación étnica y otros factores. Por otro lado, Babb considera también 16 necesario ahondar en las dinámicas de marginación de las mujeres, particularmente su exclusión de ciertos ámbitos laborales o su relegación a trabajos peor remunerados, para identificar las condiciones materiales e ideológicas que perpetúan la desigualdad. En lugar de generalizar los hallazgos de las sociedades actuales como universales culturales, se debería explorar sus antecedentes históricos y la variabilidad entre diferentes sociedades. Por último, la autora indica que es esencial considerar a las mujeres como agentes activos en el cambio social y económico. Además de este artículo, Florence Babb publicó en 1996 otro trabajo a partir de su investigación en Huaráz, Ancash, titulado “Productoras y reproductoras: las vendedoras andinas del mercado en la economía”. Babb (2019 [1996]) reflexiona en este artículo en torno al concepto de reproducción en el contexto de la antropología económica y su relación con la división sexual del trabajo, a través de un estudio de caso de vendedoras en los mercados de Huaráz. Por medio de este, la autora se aproximó a los grupos de mujeres que recurrían al comercio de pequeña escala debido a la dificultad existente para satisfacer las necesidades económicas de sus familias en un contexto social que les ofrecía pocas alternativas para obtener ingresos. En el núcleo de su argumento se encuentra la idea de que este concepto proporciona una lente valiosa para entender cómo es que las diversas actividades económicas de las mujeres pueden ser consideradas como extensiones de su papel en la reproducción biológica y sus implicancias. Así, aborda la construcción cultural del papel de las mujeres. Sin embargo, también encuentra que inclusive aquellos roles que parecen más innegablemente “femeninos”, como el parto y la lactancia, se entrelazan con las actividades económicas que desempeñan (Babb, 2019 [1996]). La autora también aborda la dicotomía producción/reproducción, destacando que este enfoque dualista puede ocultar la intrincada interconexión entre los procesos sociales subyacentes. En lugar de dividir las actividades según el género, Babb aboga por considerarlas como parte integral de la realidad social. Para respaldar su argumento, Babb señala que las mujeres vendedoras en Huaráz manifiestan en la práctica esta interconexión de manera visible al espectador: cargando a sus bebés mientras participan en actividades comerciales. Este ejemplo ilustra cómo las funciones del trabajo reproductivo y productivo pueden integrarse cuando las mujeres ingresan a la fuerza laboral. En última instancia, el artículo aboga por reconocer y valorar el aspecto reproductivo del trabajo de las mujeres en el comercio a pequeña 17 escala sin forzar una compartimentalización que invisibilice su contribución a la producción para el intercambio (Babb, 2019 [1996]). Finalmente, Babb plantea (2019 [1996]) una pregunta crucial: ¿es adecuado utilizar esta tendencia transcultural de involucrar a las mujeres en el trabajo reproductivo como una explicación completa de su subordinación? La autora señala que, en sociedades organizadas en torno a clases sociales, las actividades reproductivas pueden estar devaluadas, y dicha falta de valoración social está vinculada a la falta de remuneración. De este modo, sugiere que la respuesta a esta pregunta puede variar en contextos específicos. También es importante mencionar el artículo de Marisol De la Cadena (1992) “Las mujeres son más indias: Etnicidad y género en una comunidad del Cusco”. En este texto, la autora examina las dinámicas de género y etnicidad en la comunidad de Chitapampa, cercana a Cuzco, pero situando los cambios en dichas dinámicas en el marco de los cambios sociales y económicos locales. La autora señala que, tradicionalmente, los patriarcas concentraban la propiedad de la tierra y el control de la mano de obra, perpetuando las jerarquías de género. Sin embargo, en las últimas décadas, el poder basado en la propiedad de la tierra ha disminuido, y los salarios urbanos han ganado importancia, lo que ha llevado a un cambio en las dinámicas de poder. Las mujeres han comenzado a heredar tierras, liberando a los hombres de la dependencia de la tierra y acercándolos a las fuentes de poder urbanas. Así, el artículo destaca también cómo la migración de las mujeres a la ciudad ha transformado las estructuras patriarcales. La ciudad se convierte en un espacio donde las mujeres pueden desafiar las normas tradicionales y buscar independencia económica. Por otro lado, la autora encuentra que, a pesar de la participación de las mujeres en las actividades agrícolas, son víctimas de maltrato físico y verbal por parte de los hombres, quienes legitiman su comportamiento a través de la idea de la inferioridad de las mujeres. Este patrón de subordinación se integra en la estratificación étnica de la comunidad, donde las mujeres "indígenas" se consideran las más subordinadas. La ideología étnica se entrelaza con la desigualdad de género, y las mujeres se ven marginadas en la toma de decisiones y en el acceso a las fuentes de poder. En específico, de la Cadena (1992) encuentra que, en el caso de Chitapampa, las mujeres ocupan posiciones inferiores en estas nuevas estructuras, en gran medida 18 debido a la creencia de que no trabajan. Según los habitantes de Chitapampa, el trabajo sólo comprende aquellas actividades que requieren esfuerzo físico. A la par, se argumenta que las mujeres no pueden realizar este tipo de trabajo sin poner en riesgo su función principal, que es la reproducción. La actividad comercial realizada por las mujeres se considera fácil y complementaria a la labor de los hombres. En esta dinámica, el valor que legitima el poder se basa en la capacidad de trabajo, y las mujeres solo pueden acceder a este poder a través de la mediación masculina. Además, la migración de las mujeres a la ciudad ha debilitado la autoridad de los hombres sobre ellas y las ha expuesto a riesgos sexuales debido a su percepción de incapacidad para defenderse por sí mismas. Para finalizar este primer apartado, cabe señalar también el artículo de Jeanine Anderson (1992) “Intereses o Justicia: ¿A dónde va la discusión sobre la mujer y el desarrollo?” En este texto, la autora explora el paradigma de género y sus implicaciones en la comprensión de los intereses y necesidades de las mujeres. El paradigma se presenta como una herramienta poderosa para analizar la diversidad de intereses que afectan a diferentes grupos de mujeres, que varían según factores como ocupación, generación, clase social, etnia y más. Se reconoce que los intereses prácticos de género pueden diferir significativamente entre estos grupos, lo que a menudo da lugar a conflictos. Sin embargo, también se identifican intereses comunes, denominados "intereses estratégicos de género," relacionados con la superación de la subordinación femenina y la igualdad de género. De este modo, Anderson (1992) destaca la variabilidad de aceptación de las mujeres sobre lo que serían sus intereses estratégicos, debido a los costos inmediatos asociados con los avances hacia la igualdad. La autora explica que, a lo largo del tiempo, se ha reconocido y legitimado una serie de necesidades de las mujeres, como la protección contra la violencia conyugal, la independencia económica y la autonomía. Sin embargo, se advierte que aún existen necesidades no reconocidas que surgirán en el futuro. Además, se señala que la definición de medidas para satisfacer estas necesidades a menudo se convierte en un debate entre diferentes grupos de interés. El texto subraya la importancia de la competencia en la definición de medidas para satisfacer las necesidades identificadas, ya que diferentes grupos proponen soluciones basadas en sus propios intereses. Además, se plantea la complejidad de traducir los intereses de las mujeres en categorías de necesidad, ya que esto depende 19 del discurso y la cultura del planificador, quien maneja un "discurso experto". La autora advierte que los planificadores operan en sistemas lógicos y lingüísticos influenciados por su cultura y sociedad, lo que afecta su comprensión de las necesidades. Finalmente, Anderson (1992) señala la relación entre necesidades y derechos, argumentando que ambos conceptos pueden ser relevantes en la planificación de políticas de género, y que los derechos de las mujeres no deben pasarse por alto, incluso si no se derivan directamente de intereses o necesidades. De este modo, lo relaciono a mi caso de investigación en la medida que puede haber esta tensión entre las necesidades de las mujeres de acceder a labores remuneradas para generar ingresos, pese a que sea en condiciones degradadas, en contraposición al interés de género de recibir remuneraciones justas y reconocimiento por el trabajo realizado. Dado que las investigaciones de esta primera sección se sitúan en la década de 1990, nos presentan en concreto el panorama laboral para las mujeres rurales que se podrían catalogar en el grupo de “madres”, en términos del presente proyecto. Esta primera sección de estado de la cuestión visibiliza, en primera instancia, cómo es que las actividades que realizan las mujeres de esta categoría etaria/familiar, particularmente el trabajo de cuidado, eran consideradas actividades “no económicas”. Dichas actividades fueron consideradas como menos valiosas, lo cual se vincula a su vez con la falta de remuneración. Más aún, se pone en evidencia que, inclusive cuando las mujeres de esta generación realizaban actividades remuneradas, su trabajo se consideraba inferior y complementario a los varones. De igual manera, este apartado muestra lo problemático de la dicotomía asumida entre trabajo productivo y reproductivo para la generación de madres. Esto en la medida que, por un lado, en la realidad concreta el trabajo está constituido por actividades integradas; segundo, porque se considera que las mujeres que tienen trabajos remunerados “descuidan” el trabajo de cuidado (el cual se considera su responsabilidad intrínseca). Esta sección también da cuenta cómo las jerarquías según género pudieron trascender, para esta generación de mujeres, cambios socioeconómicos significativos. La continuidad de estas jerarquías, según lo visto en esta sección, respondió en buena cuenta a la continuidad de la vigencia de significados o estereotipos culturales y formas de valoración que invisibilizan el trabajo de las mujeres, incluso aquel que podría catalogarse como “trabajo productivo”, al punto de considerarlo “ayuda” y no “trabajo”, propiamente dicho. Estas reflexiones también son útiles para mi 20 investigación, dado que el Bajo Piura también se ha visto atravesado por transformaciones socioeconómicas importantes, como el ingreso de las empresas agroindustriales y la titulación individual de las tierras. Es por ello que es importante analizar cómo estas transformaciones -y los cambios que han generado en las estrategias económicas de las familias- han incidido o no en estas jerarquías de género para la generación de madres e hijas. En adición a ello, en esta primera sección se aborda la necesidad de indagar respecto a cómo el género, clase y pertenencia étnica, entre otros ejes que organizan la vida social, inciden en las oportunidades laborales, acceso a recursos y poder de decisión de las mujeres de las diferentes generaciones. Así, se enfatiza la importancia de investigar tanto las condiciones socioeconómicas como las que corresponden a los significados culturalmente construidos que re(producen) la desigualdad y la dominación. Ahora bien, la identificación de estas condiciones debe ser cuidadosamente contextualizada, en tanto los intereses de las mujeres en su diversidad pueden ser muy distintos. Así, aquello que algunas desean desmantelar, otras pueden querer conservar. En este caso, será especialmente importante contrastar los intereses relativos al género que presenta cada generación. 2.2. Género y trabajo de las mujeres en el Bajo Piura y otras zonas rurales En este apartado, presento investigaciones realizadas tanto en el Bajo Piura como en otras zonas rurales en la costa y sierra peruana que abordan, desde una perspectiva crítica, el trabajo de las mujeres. Estos trabajos analizan, por un lado, la desigualdad en el acceso al mercado laboral que enfrentan las mujeres, y por otro, cómo las actividades laborales remuneradas se suman a las responsabilidades de cuidado no remunerado que las mujeres también tienen y las sitúan en contextos socioeconómicos concretos. Cabe resaltar que en estas investigaciones también se hace una caracterización detallada de las transformaciones sociales que han configurado dichos escenarios, las cuales refieren principalmente a la diversificación o transformación de las posibles fuentes de ingreso locales. 2.2.1 En el Bajo Piura Para dar inicio a este segundo apartado, resulta relevante mencionar el libro de Rubín (1982) “Rol de la mujer campesina en el desarrollo económico”. En este, la autora estudia el caso de dos empresas en San Juan de Catacaos (“A” y “B). Ambas 21 fueron cooperativas comunales principalmente dedicadas al cultivo de arroz, algodón, pastos frutales y sorgo. Asimismo, al momento de la investigación, no había ninguna mujer calificada registrada como socia de las empresas. En la empresa A, solo a nivel de trabajadores administrativos se encontraban dos mujeres (auxiliar de contaduría y auxiliar de enfermería) las cuales ganaban el salario mínimo. En el caso de la empresa B, había también dos mujeres contratadas para tareas de servicio a los trabajadores y sus familiares, que también ganaban el salario mínimo. Además de estos tipos de trabajadores, también se identificaron trabajadores casi permanentes, no calificados con salarios eventuales y temporales. En las épocas más demandantes, la empresa A podía tener hasta 2500 trabajadores. Cabe resaltar que las investigadoras observaron un incremento del jornal diferenciado en la empresa A para hombres y mujeres contratados como trabajadores eventuales (255 soles y 120 soles, respectivamente). En el caso de la cooperativa “B”, la empresa afirmaba que tanto los trabajadores eventuales varones como las mujeres percibían un mismo jornal. Sin embargo, las investigadoras identificaron que en las planillas de pago las mujeres tenían un salario menor. La explicación para ello fue que las mujeres hacían menos tareas que los varones, cuestión que no se evidenció en la observación. En el caso de la empresa A, las mujeres eran mayormente solicitadas para tareas como el deshierbo, la cosecha y el paloteo del algodón, mientras que sus pares varones eran solicitados para todas las tareas donde ser requiriera mano de obra adicional. En el caso de la empresa B, esta cooperativa prefería emplear trabajadoras mujeres para las labores de trasplante y recalce de arroz. En este caso, las mujeres demostraron un rendimiento tan bueno como sus pares varones, con una menor retribución en la práctica. Esta investigación tiene como una de sus conclusiones que la inserción de las mujeres en estas cooperativas tiene como objetivo la abaratar los costos de retribución de la mano de obra. Es decir, que no responde a capacidades o destrezas diferenciadas, sino que está orientada a una mayor explotación. De igual manera, no hay una percepción de competencia entre varones y mujeres por el mismo trabajo. Esta inserción laboral, además, es temporal y para tareas puntuales, por lo cual implica para ellas una actividad económica más que les permite contribuir al sostenimiento de sus familias. 22 Rubín y Fernández (1982) también encontraron que las mujeres realizaban diferentes tareas no remuneradas aún desde los 6 años de edad. Esta es la edad en la que las niñas empezaban a con actividades como el lavado, la limpieza de la casa, el cuidado de los niños, la cocina y el remendado de la ropa. Además de ello, las mujeres mayores de 15 años, en su totalidad, realizaban también actividades como la crianza de animales (en diferentes proporciones). Muy pocas se dedicaban únicamente a ambas actividades. Entre las otras actividades económicas que realizaban se incluyen la preparación y comercialización de chicha, el trabajo de la chacra, el trabajo eventual en las CCP, artesanía y servicios (comercialización desde los hogares de pescado, verduras y otros artículos básicos a manera de bodegas), en diferentes combinaciones. Así, las mujeres eran más pluriactivas que los varones, siendo que solo el 4.85% de estas se dedicaba a una sola actividad económica frente a un 35% de sus pares varones. Respecto al trabajo en la chacra, es importante notar también que las mujeres sin pareja ni niños pequeños iban a parcelas más alejadas del caserío, mientras que aquellas que sí los tenían, “ayudaban” en las parcelas más cercanas. También cabe destacar que, en el trabajo en las propias parcelas, las mujeres participaban mayormente en la siembra, deshierbo y, más aún, en la cosecha. De igual manera, las mujeres participaban más activamente cuando se trataba de productos para consumo directo de la familia, como el frejol. En tiempos de cosecha o siembra, las mujeres podían optar por no preparar chicha esa semana o dar de comer solo una vez a los animales. En los casos en los que las empresas cedían parcelas a las familias, las mujeres tenían mayor responsabilidad sobre ellas, aun cuando sus cónyuges eran los que “las dirigían”, ya que estos se dedicaban principalmente a al trabajo asalariado en las cooperativas. Otro trabajo importante de mencionar, también situado en Piura, si bien más orientado a género y parentesco, es la ponencia de Lucy Harman (1989), “Ya se ha mujerao”. En esta, la autora describe la dinámica del "robo" en el contexto rural de Piura, donde una pareja joven formaliza su relación mediante la fuga de la mujer de su hogar, con el consentimiento de ambos. Este acto simboliza la intención de la pareja de comprometerse sin necesidad de un matrimonio civil o religioso formal. Este acto es seguido por una serie de rituales que buscan la aceptación de la familia y la comunidad, formalizando la unión. La familia de la mujer debe buscar a la 23 pareja para mostrar preocupación. Si los encuentran, pueden castigar al joven como señal de desaprobación. Idealmente, la pareja se refugia temporalmente con algún familiar o amigo del joven antes de presentarse ante las familias para explicar sus intenciones. El joven debe demostrar su responsabilidad hacia la mujer ante su familia. La familia de la mujer puede "perdonar" la unión tras verificar su bienestar. Si la familia no aprueba la unión, pueden decidir "quitar" a la muchacha o no perdonar la relación, afectando el prestigio social de la pareja. Tras el "robo", la mujer pasa de la responsabilidad de su familia a la del marido, sometiéndose a su autoridad y, en muchos casos, a la jerarquía de la familia ampliada del joven. Esta práctica contribuye a que las uniones de hecho sean más comunes que las legales en esta región. Así, el "robo" refleja una tradición donde la mujer parece tener un rol pasivo y dependiente, pero en realidad, es quien decide huir con su pareja. Más aún, las posibles consecuencias negativas, como eventual abandono del hogar o infidelidad, recaen sobre ella. Por otro lado, es importante mencionar también la tesis “Queremos trabajar”: El papel de la mujer en las actividades productivas en el valle del Chira” de Van Kempen y Klarenbeek (1993). Las autoras se sitúan en el Valle del Chira, específicamente en Nuevo Colán (Bajo Chira), Ignació Escudero (Medio Chira) y Querocotillo (Alto Chira), en un contexto en el que los ingresos generados por los varones por medio del trabajo asalariado no son suficientes para el sostenimiento de las familias. Las autoras se preguntan si, en este contexto, las mujeres buscarán y podrán participar en “actividades productivas”, es decir, ser “agentes económicos”, así como los límites que sus actividades cotidianas no remuneradas representan para ello. Más aún, se preguntan si es que ello implica cambios en los roles de las mujeres. Las autoras encuentran que las mujeres en el Valle del Chira realizan actividades “productivas”, como la producción agrícola o la crianza de animales para autoconsumo, la producción agrícola para venta, producción mercantil de otra índole (venta de comida, prestación de servicios) y venta de su propia fuerza de trabajo. Destaca que 55% de las mujeres hayan aprendido a realizar las actividades “productivas” de sus madres, siendo que 24% aprendió de sus parejas, vecinos, amigos, profesores, párrocos, etc. Además de ello, las mujeres también se dedican a una diversidad de actividades domésticas no remuneradas, como cocina, limpieza, cuidado de los niños, elaboración y reparación de prendas de vestir, etc. En 24 temporadas de cosecha, era especialmente desafiante poder dedicarse al trabajo “productivo” y al no remunerado al volver a casa luego de una jornada ya de por sí extensa. Los varones también habían incorporados actividades productivas; 34% de ellos tenían otra profesión a la par que su trabajo principal. En general, la situación económica de las familias era crítica por diferentes razones, entre ellas, insuficientes fuentes de trabajo permanentes (Van Kempen y Klarenbeek,1993). En lo que respecta a los factores limitantes de las mujeres para realizar trabajo “productivo”, las autoras encuentran que las oportunidades de trabajo remunerado que implicaran una “real participación en el mercado laboral” son incluso más escasas para las mujeres, tanto en el sector agrícola como en otros. Muchas tenían conocimiento de actividades que ya no estaban vigentes en los pueblos (p.e: lavado de plátanos). Por ello, las mujeres recurrían principalmente a actividades fuera de dicho mercado. Asimismo, existía dificultad para compatibilizar los papeles de madre, esposa y trabajadora, en el sentido de dedicarse tanto al trabajo no remunerado como al remunerado. La compatibilidad dependía en gran medida del tamaño y composición de las unidades domésticas y la etapa del ciclo familiar. Mientras mayores son los niños y/o, se cuenta con hijas mujeres grandes, las mujeres pueden participar más en las actividades “productivas”. Los recortes estatales en programas sociales como “Vaso de leche” también las condicionaba a encargarse de estas actividades sin remuneración. También se encontró que las mujeres percibían salarios más bajos que sus pares varones, aún si hacían el mismo trabajo. Otro factor significativo que restringía las posibilidades de las mujeres de insertarse en el mercado laborales era el control que sus familias ejercían sobre ellas para que se queden en sus hogares, en tanto esposas e hijas. Sin embargo, este control disminuía cuando la necesidad económica hacia imperativo más ingresos (Van Kempen y Klarenbeek,1993). Van Kempen y Klarenbeek (1993) argumentan, finalmente, que pese a la necesidad de que las mujeres accedan a estas labores remuneradas, las opiniones sociales sobre la división de roles la contradicen hasta cierto punto. Ni el Estado, ni su familia ni ellas mismas se reconocían este derecho, y se veía más bien como una forma de “ayuda”. Más aún, en lo que respecta a los roles de autoridad, las autoras identificaron que, en las familias, los esposos suelen ser las figuras de poder y autoridad. Sin embargo, para aquellas cuestiones relativas a las “obligaciones” de una mujer, estas también tenían parte en las decisiones. 25 En adición a ello, la tesis de Vásquez Zamora (2016) “Relaciones de género y condiciones laborales de trabajadoras y trabajadores del banano orgánico de los centros poblados de Huangalá y San Vicente de Piedra Rodada, Sullana-Piura, 2010- 2012”, se enfoca en analizar cómo las relaciones de género estuvieron experimentando cambios en el contexto de la industria del banano orgánico, particularmente en lo que respecta a la división sexual del trabajo en las dimensiones del trabajo productivo y reproductivo. El objetivo principal es investigar si la incorporación de las mujeres al empleo asalariado en esta industria ha contribuido al empoderamiento de estas y a su capacidad de tomar decisiones sobre sus vidas, tanto en el ámbito laboral como en el familiar. Además, la autora se pregunta si las condiciones laborales de estas mujeres están determinadas por prácticas culturales arraigadas en la comunidad y las leyes laborales específicas del sector agrícola. La autora señala que el estatus social de hombres y mujeres está influenciado tanto por su trabajo productivo como reproductivo, y su valoración en la sociedad depende de su participación en la esfera doméstica y pública. En el caso de las mujeres dedicadas exclusivamente al trabajo no remunerado en el hogar, su estatus social se vincula a menudo con la posición de sus parejas o esposos. Sin embargo, al ingresar al trabajo asalariado, como en el caso de las mujeres en la producción de banano orgánico, su posición cambia, pero el trabajo doméstico sigue siendo invisible (Vásquez Zamora 2016). Con base en este marco, la autora analiza la llegada de la producción de banano orgánico para la exportación, la cual se presenta como una oportunidad para la incorporación de las mujeres en la producción y su transición del ámbito privado al público. Esto sugiere la creación de una clase obrera en la agricultura, ya que las mujeres ya no poseen tierras como sus padres, sino que dependen únicamente de su fuerza laboral. Sin embargo, Vásquez Zamora (2016) observa que la estructura patriarcal sigue siendo prevalente en las relaciones laborales en este sector. Antes del 2007, cuando Seragro SAC era la única empleadora, las relaciones laborales eran directas entre los trabajadores y el empleador. Sin embargo, con la llegada de la multinacional Dole, las relaciones laborales se establecieron a través de la Asociación de Pequeños Productores, que tiende a tener una mayoría masculina en su organización (Vásquez Zamora 2016). 26 La autora concluye que la incorporación de las mujeres en la agroindustria no ha sido resultado de políticas laborales específicas, sino más bien una consecuencia de regulaciones estatales destinadas a promover el empleo en zonas rurales agrícolas que solían ser dominadas por pequeños productores familiares, y que a menudo se consideraban parte del mercado laboral informal debido a la falta de derechos laborales básicos. Esto, además, en un contexto de apertura comercial y la globalización de la producción, que inciden en las dinámicas de producción de materia prima en América Latina. Más aún, la autora encuentra la falta de políticas que aborden adecuadamente la conciliación entre el trabajo productivo y reproductivo, lo que representa un desafío importante en esta dinámica (Vásquez Zamora 2016). Finalmente, considero valioso para cerrar este apartado mencionar el artículo de Susana Higueras, “Un día en la agroindustria: las mujeres del Bajo Piura y el trabajo “en la uva””. En este artículo basada en una experiencia de campo, Higueras (2016) describe la experiencia de un día de trabajo para las mujeres de un caserío en el Bajo Piura, incluyendo tanto su trabajo remunerado en las agroindustrias de uva y las labores no remuneradas de cuidado que realizan en sus hogares. La autora encuentra que el empleo en la agroindustria representa una oportunidad significativa para muchas mujeres, en especial aquellas que anteriormente se dedicaban a labores domésticas y agrícolas en sus hogares. Esto se debe principalmente a la oportunidad que representa de tener salario fijo, que contrasta con la incertidumbre de depender de cosechas en los campos del caserío, que pueden ser afectadas por factores impredecibles como plagas o condiciones climáticas adversas. Muchas de estas mujeres se ven obligadas a trabajar en la agroindustria debido a necesidades económicas apremiantes, como la pérdida del trabajo de sus esposos o ingresos insuficientes para cubrir los gastos del hogar. En otros casos, las mujeres jóvenes que aún viven con sus padres buscan contribuir económicamente a sus familias, que a menudo son pequeños agricultores con tierras limitadas y sin acceso a créditos. Además, algunas tienen la aspiración de ahorrar parte de sus ingresos para su futura educación. Higueras (2016) plantea que el empleo en la agroindustria ha tenido un impacto significativo en la vida de estas mujeres, alterando sus rutinas y afectando la cantidad de tiempo que pasan con sus hijos, entre otros aspectos. A pesar de los cambios, cuando regresan a sus caseríos, continúan siendo principales responsables de 27 diferentes labores de cuidado. Así, estas mujeres enfrentan largas jornadas que incluyen responsabilidades familiares, como asegurarse de que sus hijos hayan completado sus tareas escolares, bañarlos y atender sus necesidades. De esta manera, queda en evidencia que el proceso de aparente “transición” entre la empresa y el caserío no representa una ruptura, sino más bien un continuo que refleja la construcción de un nuevo mundo rural en el que se entrelazan diversas actividades y espacios. 2.2.2. En otras sociedades rurales En este apartado, presento estudios que giran en torno al trabajo de las mujeres en otras sociedades rurales en otras regiones de costa y sierra en Perú. Estos me son de utilidad en la medida que muestran estudios de caso que dan cuenta de ciertas semejanzas respecto a las actividades económicas que realizan las mujeres rurales y cómo estas son concebidas y valoradas en el contexto rural y de género de diferentes lugares del país. Patricia Ruiz-Bravo (2004), en “Andinas y Criollas. Identidades femeninas en el medio rural peruano”, explora las interacciones entre los sistemas socioeconómicos, las matrices culturales, los sistemas de género y las identidades femeninas en contextos rurales de Perú a través de estudios de caso de Talambo (La Libertad) y las comunidades de Santa Rosa y Kunurana (Puno). La autora destaca cómo los cambios en el entorno socioeconómico influyen en las identidades de las mujeres, pero subraya que esta relación no es de causa y efecto directo, sino más bien dialéctica y mediada por la cultura local. Según la autora, los hallazgos revelan dos modelos de identidad femenina distintos en Santa Rosa-Kunurana y Talambo. En Santa Rosa-Kunurana, la femineidad se define centralmente por el trabajo. Altamente valorado, simboliza prestigio y trascendencia, y las mujeres se identifican fuertemente como trabajadoras. Además, existe una simbología que vincula lo femenino al trabajo, como la figura de la madre tierra y la relación entre la economía y lo femenino. Las mujeres de esta región se socializan desde temprana edad en la importancia del trabajo como medio de progreso y empoderamiento, especialmente a través del comercio. En contraste, en Talambo, la identidad femenina se centra en el cuidado de los demás, principalmente como madre y ama de casa. Aquí, prevalece una división de roles de género patriarcal en la que los hombres son proveedores y las mujeres son 28 responsables del hogar y el cuidado de los hijos. Este modelo reproduce una dependencia económica de las mujeres, ya que su trabajo en el hogar se invisibiliza y se considera como un acto de amor más que como una contribución económica. Esta dinámica refleja la mistificación del patriarcado, donde el trabajo de la mujer se define como amor, ocultando su contribución económica. En ambos casos, la autora traza los modelos actuales a sus orígenes a las dinámicas sociales de género y etnicidad en el periodo de las haciendas. Sin embargo, la autora también destaca que estas culturas locales no operan de manera aislada, ya que coexisten con una cultura dominante hegemónica, principalmente de origen criollo, que ejerce su influencia a nivel nacional. De este modo, el artículo de Ruiz-Bravo (2004) arroja luz sobre cómo las mujeres en estos contextos rurales construyen sus identidades a través de un proceso complejo y, a menudo, conflictivo. Estas identidades son el resultado de respuestas individuales y colectivas a los cambios socioeconómicos, así como de estrategias de agencia y resistencia. En última instancia, la obra ofrece una visión enriquecedora de las dinámicas culturales y de género en las comunidades rurales de Perú y cómo estas se entrelazan con los cambios estructurales a lo largo del tiempo. Por otro lado, “Ser madre en un contexto agroexportador: Prácticas, interacciones y tensiones cotidianas en dos centros poblados de Guadalupe – Ica (2015)”, de Claudia Grados, explora cómo las mujeres gestionan los recursos y servicios escasos que tienen a su disposición para cumplir con las responsabilidades que tienen en tanto trabajadoras y madres. Su estudio está contextualizado en dos centros poblados que caracteriza como espacios sociales transformados en el marco del boom agroexportador, entre 2001 y 2008. La autora encuentra que muchas mujeres obtienen sus ingresos del trabajo en las empresas agroexportadoras, sector que las acepta pese a no tener estudios superiores y que les ofrece un salario relativamente más alto que otros sectores. Sus jornadas laborales duran típicamente 9 horas, aunque las trabajadoras eventuales pueden tener otras más largas. El tiempo que les queda “libre”, lo dedican a las labores domésticas no remuneradas de limpieza y cuidado de los hijos. Las mujeres despliegan diferentes estrategias para lidiar con sus múltiples responsabilidades. Por ejemplo, encargan el cuidado de sus hijos durante su jornada de trabajo remunerada a otras madres con las que tienen relaciones constantes y que 29 desarrollan actividades remuneradas desde sus hogares (el mismo cuidado de otros niños, negocios propios de venta de comida, bodegas, etc.). Otros actores de las redes de apoyo relevantes son sus hijos mayores, sus padres, sus parejas y cuñados(as). Así, ambos grupos de madres, aquellas que trabajan en las agroexportadoras y aquellas que realizan actividades remuneradas desde sus hogares se diferencian en la medida que las primeras se dedican de manera exclusiva a “hacer” su trabajo remunerado durante la jornada asalariada (si bien sus pensamientos pueden diferir). La autora concluye que las labores domésticas continúan siendo asignadas principalmente a las mujeres. Esto, en conjunto con su ingreso al mercado laboral, deviene en una sobrecarga laboral. La dimensión doméstica y no remunerada del trabajo, específicamente la maternidad, continúa invisible y minusvalorada. Por otro lado, “La agroexportación no tradicional en el país de las maravillas. Condiciones de trabajo y derechos laborales de las mujeres”, de Calisaya y Flores, (2006), enfatiza cómo el género, en tanto eje que organiza la vida social, incide en los derechos y condiciones laborales de las mujeres rurales de la costa. Este artículo, basado en un estudio en Ica y La Libertad, aborda la feminización del empleo en la agroexportación no tradicional en Perú, destacando que, aunque esta tendencia puede generar una mayor demanda de trabajo, está basada en las condiciones laborales desfavorables para las mujeres. Las autoras encuentran que, pese a que la actividad de agroexportación no tradicional en el país está en constante crecimiento, las mujeres aún enfrentan segregación ocupacional de género en términos de acceso a puestos de mayor permanencia laboral y mejores posiciones dentro de las empresas. Las condiciones laborales de las mujeres en este sector son precarias, con contratos temporales de corta duración, jornadas extensas, salarios bajos y falta de registro y pago adecuado de horas extras. Además, se observa una falta de garantía en el cumplimiento de derechos fundamentales, como la libertad sindical, discriminación en el empleo y la ocupación, y salario digno, lo que se ve agravado por leyes estatales que permiten salarios por debajo del mínimo vital. Las autoras también encuentran que la participación de las mujeres en sindicatos es limitada en términos de afiliación y acceso a cargos de liderazgo, y las trabajadoras embarazadas a menudo enfrentan discriminación y despidos. Las empresas en este sector no han establecido estructuras sociales de apoyo a las 30 mujeres, como redes de centros de cuidado infantil, lo que complica aún más la situación de aquellas que tienen responsabilidades familiares. En última instancia, la ley de promoción del sector agrario en Perú (hoy derogada) se percibe como más discriminatoria que diferenciadora, ya que establece derechos menores para los trabajadores agrícolas en comparación con los trabajadores del régimen laboral de la actividad privada, lo que afecta también la sindicalización. Finalmente, Fuller (2010) aborda en “Lunahuaná, un destino turístico. Transformaciones en la composición social, economía familiar y relaciones de género” los impactos del turismo en un distrito rural de la costa sur del Perú, específicamente en términos de cambios en la composición social y las relaciones de género. La autora encuentra que el contexto de Lunahuaná, un distrito rural en la costa sur del Perú, el turismo ha tenido un impacto significativo en la división social del trabajo y en las relaciones de género. Esto en a medida que el turismo demanda servicios que tradicionalmente han estado asociados a las mujeres, como la restauración, los servicios hoteleros y las artesanías. Esto ha llevado a una mayor presencia de mujeres en diferentes roles y posiciones en las empresas turísticas, desde propietarias y administradoras hasta camareras y vendedoras ambulantes. Cabe destacar, además, que aún en dicho contexto, la producción agrícola seguía siendo fundamental para cubrir las necesidades básicas de los trabajadores en la zona. Más aún, Fuller (2010) sostiene que algunas mujeres lograban combinar las tareas domésticas con el trabajo en la industria turística, lo que ha llevado a una evolución en la dinámica de las familias locales. Se ha observado una transición gradual hacia un modelo de pareja en el que ambos miembros contribuyen con sus capacidades y esfuerzos, aunque esto no se percibe como una ruptura total del patrón tradicional, sino como un proyecto familiar en el que todos colaboran según sus posibilidades y circunstancias. Sin embargo, las oportunidades laborales generadas por el turismo para las mujeres tienden a ser eventuales y precarias, y los hombres tienden a dominar los empleos mejor remunerados, como el transporte y el canotaje. Además, las madres solteras que dependen de su fuerza de trabajo enfrentan desafíos significativos, ya que tienen limitadas oportunidades de capacitación debido a sus responsabilidades domésticas. De este modo, Fuller (2010) concluye que el turismo en Lunahuaná ha influido en la división del trabajo y las relaciones de género, brindando oportunidades a las 31 mujeres en actividades no agrícolas, pero al mismo tiempo resaltando las desigualdades de género en términos de empleo y remuneración. Aunque ha habido cambios en las dinámicas familiares, persisten desafíos en la distribución de ingresos y en la estabilidad laboral para las mujeres en la industria turística. 2.2.3. Balance Esta segunda sección, que relata la situación vivida por abuelas y madres, confirma también como, en el marco de cambios socioeconómicos locales, las mujeres pueden tener un mayor acceso al mercado laboral que el que tenían previamente. Sin embargo, ese acceso se da en condiciones diferenciadas y más degradadas en comparación a sus pares varones. Con ello se hace referencia a la inestabilidad laboral por contratos temporales y breves, jornadas muy largas y salarios insuficiente. Asimismo, como se mencionó anteriormente, ni siquiera es siempre considerado socialmente como “trabajo”. Ello no se debe a una menor destreza en el trabajo, sino que se ancla en el imperativo de las empresas (como las agroindustrias) de reducir costos, y se sirve de la necesidad de las mujeres de acceder a trabajos remunerados debido a la precariedad de sus contextos familiares y locales. Es importante resaltar que esta precariedad contaba con el respaldo de la opinión social predominante que invisibiliza el trabajo femenino y lo conceptualiza como un actor de amor y no una contribución económica. De este modo, las investigaciones realizadas en Piura -y otras regiones costeras en las que las agroindustrias se han asentado- brindan una contextualización importante de las oportunidades y decisiones laborales de las mujeres de las dos generaciones señaladas. Más aún, son antecedentes útiles para poder analizar específicamente la feminización del trabajo en las agroindustrias; específicamente en aquellos puestos menos remunerados y más inestables laboralmente. La literatura consignada resalta otra dimensión vital de esta precariedad: la inserción en el mercado laboral no implicó la posibilidad de dejar de lado aquellas actividades domésticas y de cuidado, ni otras actividades económicas no asalariadas que las mujeres realizan a la par. Así, la pluriactividad no solamente es característica de las sociedades rurales contemporáneas, sino que podemos afirmar que su rostro es principalmente femenino. Esta amplia e intensiva participación en el sostenimiento de la familia, mediante cuidados e ingresos (es decir, dobles o triples jornadas laborales) no implica necesariamente mayor autonomía, ni estatus ni poder de 32 decisión a las mujeres. Por el contrario, las mujeres rurales enfrentan la compleja tarea de conciliar todos estos roles, en tanto madres, esposas y trabajadoras, en un contexto en el cual no existen mecanismos públicos ni desde las empresas que se valen de su mano de obra para poder compatibilizar estas labores. Por ello, esta sección evidencia cómo el ingreso de las mujeres a las actividades económicas remuneradas, agrícolas y no agrícolas, representa una oportunidad de mayor bienestar para las mujeres y sus familias y a la vez refuerza las desigualdades en el trabajo por motivo de su género. 2.3. Otras dimensiones de la vida social que se vinculan a las relaciones de género e inciden en las oportunidades económicas y laborales de las mujeres rurales En este último apartado del estado de la cuestión, presento investigaciones que abordan otras dimensiones de la vida social -diferentes al trabajo- que, desde una perspectiva de género, se ha mostrado que inciden en diferentes formas en las oportunidades económicas laborales y económicas de las mujeres. En específico, las dimensiones que estos estudios identifican son, por un lado, el acceso y ejercicio a la salud y los derechos sexuales y reproductivos; y por otro, el acceso a educación y las estructuras familiares de apoyo que lo facilitan. Para iniciar este último apartado, es importante mencionar la tesis de Ramos (2023), “Autoatención campesina del embarazo, parto y posparto en la sierra de Piura: experiencias y estrategias de atención familiar en un contexto de transformación rural y pluralismo médico en los andes norteños del Perú”. Esta aborda el tema del embarazo, parto y posparto en las familias rurales de Huarmaca y Succhirca en la sierra de Piura, a través de una perspectiva etnográfica. La autora se centra en las estrategias y experiencias de estas familias para gestionar estos procesos, considerando el contexto de pobreza rural y la falta de infraestructura estatal adecuada que impacta en la salud, economía y relaciones familiares de las mujeres. Además, destaca el profundo conocimiento de estas mujeres y sus familias sobre sus cuerpos, relaciones y dinámicas de intimidad, lo que arroja luz sobre su identidad étnica y de clase, así como su papel en la reducción de la mortalidad materna y la transformación de sus condiciones de vida. Para fines de la presente investigación, es pertinente describir los hallazgos que Ramos (2023) hace respecto al rol que tienen las mujeres en el sostenimiento de la vida, tanto a través de las labores agrícolas, mediante las labores de cuidado y estando presentes en sus comunidades representando a sus unidades domésticas 33 ante instituciones estatales y la comunidad en general. De este modo, durante el embarazo, el parto y el posparto, sus actividades se ven interrumpidas brevemente, y en ese momento, las redes familiares cercanas brindan apoyo para protegerlas de posibles amenazas, ya que se considera que han perdido su "fuerza" y deben recuperarla para evitar una "recaída". Esta noción de "fuerza" en las mujeres se vincula con las nociones locales de salud/enfermedad y la importancia de la "fuerza" en el mantenimiento de la vida en las comunidades campesinas. Se trata de una "fuerza" femenina que sustenta la vida campesina, lo que también se refleja en su posición central en la economía y la política de sus unidades domésticas. La autora resalta que, aunque la migración masculina es una estrategia familiar común, las mujeres asumen responsabilidades significativas en la comunidad y ofrecen su "fuerza" en la crianza, el trabajo agrícola, las jornadas de trabajo comunal, la participación en eventos de la escuela, el mantenimiento de vínculos con instituciones y programas estatales y diversas otras actividades cruciales para el sostenimiento de la vida de sus grupos familiares Ramos (2023). La tesis de Pilar Robledo (2023), “Mujeres de Maya (Carhuaz, Áncash): cambios intergeneracionales e itinerarios para la atención del embarazo y del parto”, a través de una metodología etnográfica, aborda la relación entre los cambios intergeneracionales de las mujeres en Maya y los itinerarios para la atención del embarazo y del parto. Robledo (2023) encuentra que la primera generación de mujeres y sus parejas han desarrollado esfuerzos significativos para que sus hijas accedan a educación formal. En línea con ello, han replanteado sus propios proyectos de vida, en lo cual destaca la integración de prácticas como los métodos de planificación familiar. De este modo, han logrado brindarles oportunidades a sus hijas que ellas no tuvieron, con lo cual en algunos casos han tenido una sensación de reparación a las malas experiencias que experimentaron durante su propia crianza. En el caso de la segunda generación de mujeres, estas exhiben dos actitudes distintas. Por un lado, algunas están completamente enfocadas en sus metas académicas y profesionales, considerándolas de alta prioridad y sin intención de dejar que la formación de una familia interfiera. Por otro lado, algunas de estas mujeres, careciendo de la motivación propia o el apoyo familiar para continuar con estudios superiores y sin planes de pareja e hijos, luchan por definir un proyecto de vida claro en un contexto donde la diversidad de opciones es limitada. Para muchas de ellas, la capacidad de decidir si desean tener 34 hijos y cuántos representa un cambio significativo, impulsado en parte por las lecciones de vida de sus madres. En la nueva generación, algunas no ven como obligación encontrar una pareja para formar una familia ni el uso de métodos de planificación familiar si son sexualmente activas. Estas actitudes varían según la presencia y apoyo materno, así como la movilidad de las mujeres jóvenes en diferentes contextos. En adición a ello, Ames (2013), en su documento de trabajo “¿Construyendo nuevas identidades?: género y educación en los proyectos de vida de las jóvenes rurales del Perú” se centra en el examen del papel de la educación y la escolaridad en la vida de las mujeres rurales jóvenes en Perú, con el objetivo de comprender mejor por qué cada vez más niñas y jóvenes de áreas rurales están participando en la educación formal y sus implicancias. La aurora argumenta que las altas aspiraciones educativas de estas jóvenes y sus familias no se limitan únicamente al deseo de escapar de la pobreza y la marginalización social, sino que también están relacionadas a un rechazo por las normas de género. Ames (2013) encuentra que las jóvenes rurales y sus madres parecen ver la educación como la elección más favorable entre las distintas perspectivas de vida disponibles. Sin embargo, esta elección está impregnada de crítica hacia su entorno social, desafiando las normas existentes. Esto representa un cambio importante en la mentalidad de las jóvenes rurales en comparación con una década atrás, cuando la educación no se consideraba tan significativa. Además, estas jóvenes cuentan con un sólido apoyo familiar para perseguir sus aspiraciones educativas, lo que marca un cambio en las actitudes de los padres, quienes solían mostrar preferencia por la educación de los hijos varones en el pasado. Este cambio de actitud hacia la educación se debe a una combinación de factores, que incluyen los cambios sociales, económicos y ambientales, junto con la persistente pobreza en las zonas rurales. La educación se percibe como un medio para escapar de la pobreza y mejorar las perspectivas de movilidad social, especialmente en un contexto donde la diversificación de ingresos se vuelve esencial debido al cambio climático. De igual manera, Ames (2013) argumenta que la educación se considera un camino para superar las relaciones de género opresivas en la esfera doméstica, lo que influye en la construcción de identidades femeninas distintas a las tradicionales. Sin embargo, estas nuevas identidades femeninas están llenas de paradojas, ya que 35 implican renunciar a ciertos aspectos de las identidades tradicionales, como la maternidad y la etnicidad. Estas paradojas se reflejan en el rechazo de la maternidad y el matrimonio, que desafía los roles de género femeninos tradicionales y las expectativas de género en la comunidad. También se observa una tensión entre el rechazo de los estereotipos étnicos y de género y la incomodidad con la pérdida de la identidad étnica al buscar una educación que permita alejarse de la imagen de campesinas indígenas pobres. Cabe destacar que estas aspiraciones educativas no están exentas de obstáculos, como limitaciones económicas, problemas de salud familiar, malas influencias o embarazos no deseados. Para concluir este apartado, y el estado de la cuestión en su conjunto, es importante considerar el documento de trabajo “Salud y derechos sexuales y reproductivos de mujeres rurales jóvenes: políticas públicas y programas de desarrollo en América Latina” de Carmen Yon (2013). La autora argumenta que existe un creciente consenso en la necesidad de que la educación sexual aborde tanto las prácticas y concepciones sexuales en como las estructuras de opresión y desigualdad sociales y económicas en las cuales estas producen, en lugar de apostar únicamente por una transmisión de conocimientos. De esta manera, señala la importancia de que los programas y estrategias orientados a la promoción de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres rurales jóvenes también se centran en el desarrollo de competencias y habilidades prácticas relacionadas con la percepción del propio cuerpo, la toma de decisiones y las relaciones sexuales. Yon (2013) también postula que la educación sexual, aunque fundamental, no es suficiente por sí sola. Los resultados subrayan la necesidad de abordar de manera coordinada otros aspectos, como el acceso a servicios de salud adecuados, la prevención de la violencia de género y otras formas de violencia estructural que afectan a estas mujeres, y la ampliación de oportunidades para ellas. En ese sentido, la autora destaca áreas estratégicas que requieren atención en los programas dirigidos a mujeres rurales jóvenes, ya que influyen en su capacidad para tomar decisiones sobre su salud sexual y reproductiva. Estas áreas incluyen la prevención y respuesta efectiva a la violencia de género, particularmente la violencia sexual y familiar. También se subraya la importancia de brindar oportunidades que promuevan la autonomía económica y el emprendimiento de estas mujeres, así como 36 la necesidad de programas de becas y pasantías específicos para las jóvenes rurales e indígenas. Además, se enfatiza la relevancia de implementar programas de educación sexual que alcancen a la población que no asiste a las escuelas y de llevar a cabo campañas destinadas a evitar la deserción escolar y combatir la discriminación contra las adolescentes embarazadas en zonas rurales. Por último, se resalta la necesidad de evaluar el impacto de los programas orientados a reducir la pobreza en las mujeres rurales jóvenes que son madres, ya que estas constituyen un grupo prioritario en los esfuerzos de erradicación de la pobreza y formación de capital humano. Esta evaluación debería considerar tanto el apoyo que reciben las mujeres en la etapa posterior a la maternidad temprana como su capacidad para tomar decisiones relacionadas con su salud sexual y reproductiva y otros aspectos de sus vidas. Esta tercera sección ayuda a poner en discusión la importancia de la salud materna, el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos y el acceso a educación en la configuración de las trayectorias laborales de las mujeres, y especialmente aquéllas que son jóvenes. Por un lado, los procesos de embarazo, parto y post parto visibilizan cómo es que las mujeres sostienen la vida mediante sus diferentes labores económicas y políticas a lo largo de su existencia. Estos procesos resaltan la “fuerza” (de trabajo) de las mujeres y cómo estás la “ofrecen” a sus grupos sociales, lo cual contrasta fuertemente con las nociones previamente mencionadas sobre el trabajo de las mujeres como “no trabajo”. Esto es importante para la presente investigación porque permite visibilizar el aporte del trabajo de las mujeres, dado que podría ser reconocido de manera ambigua (como valioso y no valioso, como trabajo o “ayuda”) en el lugar escogido para el campo. Asimismo, en lo que respecta al acceso a la educación, queda evidenciado el interés contemporáneo de las mujeres rurales y sus familias de que estas tengan altas aspiraciones educativas. Esto a fin de poder movilizarse socialmente hacia un mayor bienestar económico, pero también como una forma de ganar agencia frente a los roles de género tradicionales (maternidad y matrimonio), que inciden en las trayectorias laborales que podrían tener. Cabe señalar también, en lo que respecta al rol de la salud y derechos sexuales o reproductivos, que, si bien la educación sexual es importante, por sí misma no basta para garantizar autonomía y facilitar el logro de sus expectativas en sus trayectorias laborales. Por el contrario, es necesario que se brinden oportunidades educativas, 37 formativas y económicas especialmente orientadas a las necesidades que tienen las mujeres rurales. Todos estos aportes son cruciales para esta investigación en la medida de que justamente se va a investigar respecto a tres generaciones de mujeres en un contexto en el que la tercera generación también ha tenido un mayor acceso a educación, y ha ido cambiando sus preferencias reproductivas respecto a sus madres y abuelas. Asimismo, la literatura revisada contribuye a afirmar que el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos constituyen una dimensión de la vida de las mujeres que incide en sus oportunidades laborales, por lo cual se tendrá a bien tomar este aspecto en consideración. 2.4. Balance general Los textos explorados me han permitido conocer a las generaciones de mujeres abuelas y madres, tanto en lo que respecta a sus actividades económicas, sus dinámicas familiares en el contexto del Bajo Piura y otras sociedades rurales. Sobre lo primero, en específico, explicitan sus diferentes ocupaciones remuneradas, incluyendo asalariadas y no asalariadas, y remuneradas, incluyendo tareas de cuidado y orientadas al autoconsumo. Respecto a las dinámicas familiares, permiten conocer como operan sus relaciones con sus parejas, la violencia y las limitaciones a su autonomía; pero también las redes de apoyo que tejen con sus parientes mujeres directas y políticas. Esto no solo me brinda un escenario respecto al cual puedo comparar mis casos de estudio, sino que textos como Ruiz-Bravo, Fuller, Grados y Robledo, Ames, y el propio estudio de Nuevas Trenzas brindan también información sobre las transformaciones en roles y significados de género que otras sociedades. Los cursos de estas transformaciones, en sí mismos, sirven como una guía preliminar sobre lo que puedo esperar encontrar en el campo. Así, de las abuelas sabemos que tuvieron limitaciones significativas para acceder a estudios y que enfrentaron responsabilidades de cuidado desde la infancia, alrededor de 6 años. Junto con ello, asumieron también diferentes actividades orientadas al autoconsumo, como agricultura y crianza de animales, y aún remuneradas (desde casa) como venta de chicha y sombreros de paja. También sabemos que, cuando menos previo a la formación de sus familias, se han dedicado a trabajos remunerados fuera de la casa, tanto en las haciendas como en las cooperativas, posterior a la Reforma Agraria. Algunas mujeres de esta generación 38 inclusive llegaron a trabajar en empresas conserveras. En estos trabajos fuera de casa, era muy notoria la desigualdad en las condiciones de empleo respecto a sus pares varones, en términos de actividades destinadas exclusivamente a la fuerza de trabajo femenina, con remuneraciones más bajas. De la generación de las madres, sabemos que han tenido un repertorio muy similar de actividades económicas, con un acceso a educación ligeramente mejor que las abuelas, aunque lejos de que la mayoría termine el colegio. La diferencia más resaltante en definitiva es la incorporación de las empresas de exportación no tradicional (uva y concha), que pasan a reemplazar eventualmente a las cooperativas. De la generación de las nietas, vemos que la educación ya no solo es algo que no se les prohíbe, sino que empieza a tomar forma como un proyecto familiar, al cual aspirar y por el cual invertir. No obstante, este proyecto no siempre es exitoso debido a las escasas oportunidades que existen, y por el propio peso que tiene el trabajo de cuidado dentro de sus repertorios de responsabilidades. Así, las mujeres terminan siendo un público fácil de captar por las empresas de exportación no tradicional, las cuales ofrecen condiciones de trabajo precarias, con largas jornadas y sueldos bajos. Por ello, esta es una generación que depende mucho del apoyo que puedan recibir de redes en las cuales están incluidas sus propias madres y abuelas. En el caso específico del Bajo Piura, la literatura no apunta, para ninguna generación, que su trabajo no sea considerado plenamente “trabajo”. No obstante, específicamente el trabajo de cuidado, además de estar asignado principalmente a las mujeres, no recibe remuneración o reconocimiento explícito, pese a la importancia que tiene para el sostenimiento de la vida familiar y social. En suma, esta revisión de literatura muestra en su conjunto cómo se configuran las trayectorias laborales de las mujeres, para cada generación, en el marco de las oportunidades educativas que han tenido, el peso del trabajo de cuidado, y la plena falta de intervención por parte del estado en estos dos ámbitos. Sin embargo, un vacío sustancial es la falta de información sobre las subjetividades de las mujeres respecto a sus subjetividades, en el caso específico de las abuelas y madres. Para poder conocer cómo las subjetividades han cambiado de una generación a otra y su relación con las condiciones económicas y laborales, es importante conocer bien el punto de partida. Es decir, incluir en la discusión lo que deseaban (o no), las madres y las abuelas. 39 Así, el análisis de los cambios y continuidades en las trayectorias se enriquecen a partir del reconocimiento de las mujeres como agentes de cambio social en su propia familia y comunidad. Ello se evidencia más notablemente también en el peso de las oportunidades, como barrera y gatillador para que las mujeres puedan o no aspirar a proyectos de vida diversos. Capítulo 3. Marco teórico Mi proyecto de investigación aborda la problemática planteada desde un enfoque de género, por lo cual inicio mi marco teórico definiendo el concepto de género, y he optado por hacerlo desde una perspectiva interseccional. Posterior a ello, desarrollo un apartado sobre las implicancias conceptuales de abordar el trabajo de 40 las mujeres desde dicho enfoque, en la medida que esta perspectiva problematiza la división analítica que se ha hecho entre trabajo productivo y reproductiva, al visibilizar como estas actividades se articulan en la práctica. Asimismo, al aplicar el enfoque de género en el estudio del trabajo de las mujeres, se pone en evidencia cómo las relaciones de género configuran la participación de las mujeres en el mercado laboral, al igual que se visibiliza como el acceso al mercado laboral no las exime de sus responsabilidades de cuidado no remuneradas (doble o triple jornada laboral). De este modo, presento estos conceptos y enfoques con el objetivo de poder visualizar de manera más integral cómo es que las relaciones de género, en tanto prácticas y significados, inciden en las trayectorias laborales de las mujeres. Finalmente, desarrollaré el concepto de “nueva ruralidad” y el de pluriactividad con el objetivo de poder presentar algunas características centrales de las dinámicas socioeconómicas en las sociedades de las últimas décadas, con el fin de poder situar mejor las trayectorias laborales de las mujeres del C.P 19 de Agosto. 3.1. Género e interseccionalidad 3.1.1 Género Para este proyecto de investigación, definiré género a partir de lo señalado por Scott (1996), quien plantea que esta es una “categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado” (p. 2). A partir de estas categorías, se establecen roles apropiados para hombres y para mujeres, en función de su sexo. Es una categoría histórica, no tiene un significado inherente al margen de las relaciones sociales o culturales, sino que se reproduce a través de estas. De este modo, el género también es el concepto que podemos emplear para designar las relaciones sociales entre sexos. A su vez, es el origen social de las identidades subjetivas de hombres, mujeres (Scott, 1996) y aquellos individuos que no se identifican de acuerdo a este binario. Si bien en la presente investigación no ahondaré en las identidades de las mujeres, es posible que surjan algunos elementos relacionados a como se han construido estas a lo largo del estudio sobre sus expectativas laborales según género. Considero también preciso mencionar las reflexiones de Scott sobre la relación entre sexo y género y complementarlas con aportes de otras autoras. Scott sostiene que dentro del sistema de relaciones que constituye al género, el sexo puede estar incluido, pero el género “no está directamente determinado por el sexo o es directamente determinante de la sexualidad” (1996, p. 7). En un texto publicado 41 posteriormente, indica que “el énfasis debería ponerse no en los roles asignados a las mujeres y a los hombres, sino en la construcción de la diferencia sexual en sí” (Scott 2011 [2010], p. 98). Fausto-Sterling (2006), argumenta que los cuerpos humanos son muy complejos y no se puede obtener de ellos respuestas definidas sobre las diferencias sexuales, en el sentido de que lo que entendemos por sexo (diferencias anatómicas, hormonales, genéticas, cromosómicas, etc.) no es una categoría totalmente física o somática, sino que “es un hecho somático creado por un efecto cultural” (p.37). Es decir, que los científicos interpretan sus hallazgos desde los parámetros culturales y sociales en los que están inmersos. De este modo, siendo que el conocimiento médico y científico de la anatomía y la fisiología humana se produce en un contexto social e histórico estructurado por relaciones de género, ambas categorías y sus contenidos, en todo caso, se retroalimentan mutuamente (Fausto Sterling, 2006; Scott, 1996). Estos planteamientos son útiles para mi investigación en la medida de que permitirá analizar los discursos sobre significados y expectativas de género que estén mediados por nociones ancladas en la biología de las mujeres (p.e.: si se explica la feminización de las actividades de cuidado a partir de la capacidad de gestación y parto) sin tomar en cuenta, además, que las categorías biológicas también han sido mediadas por el lenguaje y los marcos de interpretación del género. Scott (1996) también señala que el género es “un campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder”. Es, además, una forma recurrente de significación de poder en diferentes sociedades. Así, existen cuatro elementos fundamentales interrelacionados entre sí, mediante los cuales de reproducen las relaciones de poder según género: los símbolos culturalmente disponibles, los conceptos normativos mediante los cuales se establecen las interpretaciones de los símbolos (doctrinas religiosas, legales, educativas, políticas, etc.), las instituciones y organizaciones sociales mismas como las familias, los colegios, los mercados y centros de trabajo, y las identidades subjetivas de las personas. Estos elementos son categorías analíticas útiles para poder abordar aquellos elementos de las relaciones de género en tanto relaciones de poder presentes en las prácticas y significados de las mujeres en relación a su trabajo. Esto a su vez me posibilitará poder comparar las formas en las que operan las relaciones de poder según género en las distintas generaciones. 42 En lo que respecta a las formas de reproducción de las dimensiones mencionadas del género y el poder que se articula mediante esta categoría, Butler (1998) tienen aportes muy relevantes. Butler, en principio, plantea que tanto género como lo que se entiende por sexo biológico se genera y perpetúa discursivamente a través de las normas y convenciones sociales. Es decir que por medio de actos performativos (prácticas y discursos ritualizados), y su repetición, las concepciones de género se van sedimentando y estabilizando en el tiempo. Según los tipos de actores e instituciones sociales que intervengan en este proceso, eventualmente las nociones de género pasan a legitimarse y naturalizarse. Por ello, para la autora el género puede definirse como la significación cultural que adquieren los cuerpos sexuados, lo cual está alineado a la definición previa de Scott (1996). Más aún, Butler (1998) señala que hablar de la performatividad como vehículo de reproducción del género ni implica que esta sea una elección de cada individuo, sino que existen convenciones y relaciones culturales previas que preceden a los individuos y configuran el libreto de género. Es por medio de estas nociones de performatividad que me propongo explorar las categorías analíticas de Scott (1996) anteriormente señaladas, ya que explica cómo se articulan las subjetividades de las personas, los símbolos y significados, las instituciones sociales normalizadoras para producir y reproducir interpretaciones situadas de cómo deben ser los hombres y las mujeres, así como lo que deben hacer (sus libretos de género). Otra aproximación para abordar el género que considero importante tomar en cuenta es la De Lauretis (1996 [1989]), específicamente en lo que respecta al género como (auto)representación y como efecto de tecnologías políticas complejas. Con ello, hace referencia a cómo existe una representación (o construcción) social de lo que se concibe como género en una sociedad, y que dicha representación establece un marco para la producción de autorepresentaciones, es decir, construcciones subjetivas que formula cada individuo con base en esta categoría. Es necesario enfatizar que, al ser un marco, hay cierto margen de acción para que los individuos puedan generar autorepresentaciones determinadas por sí mismos. Más aún, la autora considera que estas autorepresentaciones del género tienen incidencia en su conjunto en la construcción del género. De la misma manera, otro aspecto importante de la aproximación de De Lauretis (1996 [1989]), la cual recoge de Foucault, es su propuesta de que el género se construye a través de tecnologías políticas complejas 43 y particulares a cada momento histórico y contexto social. Con ello hace referencia a los discursos y prácticas que las instituciones sociales como la familia, escuelas, aparatos estatales, academia, movimientos sociales, entre otros, generan. Encuentro también afinidad entre la propuesta de De Lauretis (1996 [1989]) y los elementos fundamentales interrelacionados de reproducción de relaciones de poder según género que plantea Scott (1996), en la medida que estas dimensiones en su conjunto bien pueden entenderse como el aparato de producción de las tecnologías de complejas de género. En ese sentido, hay aspectos fundamentales en los que coinciden tanto Butler (1998) como De Lauretis (1996 [1989]), que son especialmente útiles para la presente investigación. Por un lado, desde ambas aproximaciones, las concepciones, roles y prácticas que se sedimentan y naturalizan y pasan a constituir lo que entendemos por género (representación/construcción social) inciden en las prácticas y nociones que los individuos despliegan a nivel personal. Sin embargo, en ambos casos, la performatividad y las autorepresentaciones no están determinadas por completo, sino que, por el mismo margen de acción existente y los procesos subjetivos que intervienen en la autorepresentación de género (De Lauretis, 1996 [1989]), los individuos pueden cuestionar y desafiar los libretos/construcciones sociales. Es ahí donde reside la capacidad de transformación social de los individuos, la cual estará relacionada por las oportunidades y formas de agencia que se configuran en su contexto socioeconómico y cultural. De este modo, me propongo utilizar los aportes de estas autoras para analizar cómo es que las construcciones sociales del género y las tecnologías de género intervienen en la producción de las subjetividades de las mujeres, particularmente en lo que respecta a los roles que deben ocupar. Asimismo, me propongo analizar cómo estas representaciones de género se vinculan con sus márgenes de acción, y cómo han cambiado estas representaciones sociales de una generación a otra. 3.1.2. Interseccionalidad Para iniciar este apartado, considero importante retomar una idea clave de Scott (1996). La autora señala que el género no es el único campo de (re)producción del poder y la dominación, sino que hay múltiples otros, como la clase, la etnicidad, la raza (en tanto construcción social), entre otros. En particular, también consideraré la edad y las trayectorias económicas y ocupacionales familiares de las mujeres. 44 Autoras como Crenshaw (1989, 1991) han evidenciados cómo el género no es el único eje de diferenciación social que organiza las relaciones sociales y produce estructuras de desigualdad y dominación. Sin embargo, mi aproximación a la interseccionalidad no reconoce estos ejes como estructuras individuales que se “cruzan” o “suman”, desde una lógica aritmética. Por el contrario, me posiciono desde el análisis de autoras como Viveros (2016), Kergoat (2009) y Dorlin (2009), quienes plantean que el género y otras formas de desigualdad como la clase y la raza (en tanto construcción social), son cosubstanciales y coextensivas. Con ello, hacen referencia a cómo las experiencias que se generan a partir de las relaciones sociales no pueden disociarse, ni empíricamente ni para fines analíticos, ya que estas estas formas de diferenciación social y las relaciones sociales que generan “se imbrican concretamente en la producción de las y los distintos actores sociales” (Bereni et al., 2008). Por otro lado, son coextensivas en la medida que se coproducen mutuamente. Asimismo, estas dinámicas de desigualdad u dominación se refuerzan mutuamente (p.e: las relaciones raciales desempeñan un papel importante en la dinámica de las relaciones de género, ya que a veces se establecen jerarquías entre diferentes expresiones de feminidades y masculinidades basadas en criterios raciales). Ello significa que cada forma de diferenciación social incide sobre las otras y que no ninguna antecede o existe sin la otra, en tanto se construyen entre sí (Dorlin, 2009). En lo que respecta al caso peruano, según plantea Francke (1990), si bien la sociedad peruana ya no es una sociedad de aristocrática o incluso oligárquica, frente a los grandes capitales trasnacionales y a la propia elite económica nacional, la explotación económica continúa siendo ejercida contra campesinos, asalariados y trabajadores independientes, continúa teniendo un marcador étnico y cultural. La autora utiliza la metafora de una trenza, constituida por las relaciones de género, la etnicidad y la clase. Etnia, clase y género son formas de dominación vinculadas pero no idénticas, y sin embargo, en conjunto, integran una sola y única estructura que vertebra todas las relaciones sociales, institucionales y personales, públicas y privadas, de producción y de reproducción, en el devenir cotidiano de la vida y en el devenir histórico de los pueblos latinoamericanos (p. 85). Francke (1990) plantea, además, que las economías familiares centradas en la subsistencia diaria y la reproducción generacional, el trabajo doméstico y el trabajo productivo son interdependientes. Todos los miembros de la familia contribuyen según su edad y género y las mujeres participan en todas las etapas de producción, incluso 45 si están más involucradas en la fase final de transformación de productos y en el mantenimiento de bienes duraderos como la vivienda, así como en la crianza de los niños y el trabajo comunal. Estas formas de trabajo en sí mismas, argumenta, no generan discriminación o subordinación, o al menos no la generaban previo a la colonización del país. Es a partir de este momento histórico que se introducen nuevas formas de organización económica y política, entre las cuales cabe destacar el trabajo obligatorio para los varones (mita). Este es el trabajo que produce riquezas, con lo cual se forma una división entre un trabajo “productivo” y uno que “no lo es”. Sin embargo, esta división y subordinación no se da únicamente entre varones y mujeres, independientemente de la pertenencia étnica, sino que, nuevamente, en la época colonial, ya hay una separación evidente entre las mujeres españolas y las mujeres indígenas, dado que las segundas entran al servicio de las primeras y de sus esposos. En la actualidad, Francke (1990) resalta la división entre mujeres de clase alta y mujeres de clases populares, en el sentido de que las primeras añoran insertarse al mercado laboral, mientras que las segundas históricamente han tenido que trabajar arduamente tanto en sus hogares como fuera de ellos. Sin embargo, el acceso que tienen al mercado de trabajo es en condiciones de desigualdad en lo que respecta a derechos laborales, salarios, entre otros. Para el caso de investigación que propongo, me interesa analizar las dinámicas concretas mediante las cuales el género y las posiciones económicas y ocupacionales de las mujeres (que implican capitales sociales, económicos y culturales) y otros ejes de diferenciación y desigualdad social, se coproducen, y por extensión, las propias trayectorias laborales de las mujeres. La selección de mujeres de diferentes generaciones de las mismas familias facilitará este análisis, en tanto se maneja una semejante trayectoria económica y ocupacional familiar, aunque posiblemente con etapas diferenciadas (p.e.: acumulación de activos económicos de una generación a otra; acceso a educación y oportunidades laborales profesionales en las generaciones más jóvenes). 3.2. Trabajo de las mujeres desde un enfoque de género y centrado en el cuidado Con el fin de poder abordar desde un enfoque de género las trayectorias laborales de las mujeres jóvenes y adultas rurales del Bajo Piura en un contexto de pluriactividad, es necesario emplear un concepto crítico y ampliado del trabajo que considere aquellas formas de trabajo que realizan las mujeres y que se han 46 invisibilizado y minusvalorado históricamente. Al respecto, Saltzmann (2018) sostiene que la definición tradicional de trabajo, al no abarcar el trabajo doméstico no remunerado, subdimensiona las labores de las mujeres. La autora considera que los estudios del trabajo desde la perspectiva antropológica y con enfoque de género posibilitan la comprensión del trabajo que realizan las mujeres, sin aislarla de su contexto o cayendo en esencialismos, en tanto actoras de “un sistema basado en las diferencias de clase y atravesado por las desigualdades de género” (p.7). Esto en la medida de que la perspectiva antropológica se interesa por analizar las actividades cotidianas y la distribución de los tiempos de las mujeres, sin perder de vista el sistema en el que se insertan. Por ello, recojo los planteamientos de Saltzmann, en principio, para poder analizar las múltiples ocupaciones de las mujeres, así como sus implicancias para su medio familiar y su sociedad (y viceversa). Considerando lo anteriormente mencionado, parto de la conceptualización de De La Garza (2005, 2009) para desarrollar un concepto del trabajo que considere dichas ocupaciones en su diversidad. Para el autor, el trabajo puede definirse como la transformación de objetos por medio de la actividad humana y de medios de producción específicos. El trabajo tiene como resultado productos con valor de uso, y en ciertas condiciones, estos también tendrán valor de cambio. Igualmente, es un proceso que requiere de interacción social, mediante la cual se generan productos diversos y la persona misma que trabaja se transforma. Asimismo, es preciso al menos cierto grado de consciencia respecto a los objetivos de la acción y los medios para concretarlos (De La Garza, 2009). Más allá de esta definición, si bien es muy útil, considero importante desarrollar en este apartado algunas reflexiones sobre la división artificial que se ha hecho entre trabajo “reproductivo” y “productivo”, que en algunos casos se presenta como una división con fines analíticos. Sea que se piense o no con este fin, el resultado es una justificación para la minusvaloración del trabajo “reproductivo”, en la medida que sería una forma de trabajo que no “produce” valor. En otros casos, como se vio en el estado de la cuestión, incluso se llega a afirmar que no constituye “trabajo” en sí mismo. Estas reflexiones serán un punto de anclaje clave para el análisis posterior. Silvia Federici y otras autoras feministas abordan esta problemática a profundidad en “El patriarcado del salario: Críticas feministas al marxismo”. Al respecto, la autora plantea lo siguiente: 47 El trabajo doméstico es mucho más que la limpieza de la casa. Es servir a los que ganan el salario, física, emocional y sexualmente, tenerlos listos para el trabajo día tras día. Es la crianza y cuidado de nuestros hijos –los futuros trabajadores– cuidándolos desde el día de su nacimiento y durante sus años escolares, asegurándonos de que ellos también actúen de la manera que se espera bajo el capitalismo. Esto significa que tras cada fábrica, tras cada escuela, oficina o mina se encuentra oculto el trabajo de millones de mujeres que han consumido su vida, su trabajo, produciendo la fuerza de trabajo que se emplea en esas fábricas, escuelas, oficinas o minas. (Federici, 2018, p.26) De esta manera, Federici (2018) describe, por un lado, aquellas actividades que constituyen el trabajo doméstico (alimentación, limpieza, crianza, cuidado físico y emocional, etc.) y analiza cómo este trabajo es la condición fundamental para que las personas puedan realizar aquel trabajo tradicionalmente considerado “productivo”. Evidencia así cómo es que la fuerza de trabajo femenina es ocultada bajo el sistema capitalista. La autora también señala que esta idea había sido delineada por Marx, cuando el autor señaló que la fuerza de trabajo debe ser producida, pero Federici y otras autoras nombran y caracterizan los mecanismos por los cuales es producida y por quienes: el trabajo doméstico y las mujeres. Con ello, se embarcan en la tarea de repensar las categorías de Marx para analizar como el trabajo “reproductivo” es el pilar que sostiene la organización del trabajo. Asimismo, desmienten las concepciones que catalogan estas formas de trabajo como “precapitalistas”, “atrasadas”, o “naturales”, dado que se organizan en torno y función al capital. Por el contrario, los hogares se constituyen como centros de producción de fuerza de trabajo, cadenas de montaje donde se producen los trabajadores (Federici, 2018). Para el caso particular de estudio en cuestión, es importante también mencionar que existen otras actividades en las que producción y reproducción son inclusive más explícitamente indivisibles, como trabajos familiares de venta y otras formas de autoempleo (De la Garza, 2009). Otro aporte clave de Federici (2018) es su planteamiento respecto a cómo la acumulación originaria no se limita a la separación del campesinado de sus tierras, sino a esta separación entre los procesos de producción de mercancías orientada al mercado y la reproducción o producción de la fuerza de trabajo. Este aspecto es clave para entender por qué el salario actúa como un mecanismo de dominación, siendo que forma jerarquías entre grupos de personas que reciben retribución por su trabajo (ingresos, derechos laborales, protección social, etc.) y personas que no. Incluso en aquellos casos en los que las mujeres asumen tareas remuneradas, además del trabajo de producción de la fuerza de trabajo, continúan viéndose en situación de 48 desventaja, ya que “lograr un segundo empleo nunca nos ha liberado del primero (p.27). Por el contrario, la doble jornada laboral implica que las mujeres tienen incluso menos tiempo y energía para sí mismas y para luchar contra la opresión. Considero importante añadir dos aspectos adicionales que plantea Federici. Primero, que las mujeres también tienen el mandato social de reproducir su propia fuerza de trabajo, no solo en términos de alimentarse y asearse, sino que hay una imposición de vestirse y peinarse que se considera indispensable para el mercado laboral y el matrimonial. Por otro lado, acotar lo contradictorio de las consignas “feministas” que abogan por un mayor ingreso de las mujeres al mercado laboral, siendo que los varones que se encuentran insertos en este, aún en mejores condiciones que las mujeres, llevan siglos luchando en contra de las condiciones injustas que generan opresión sobre ellos. Como bien señala la autora, “el ingreso a la fábrica” o al mercado laboral no es suficiente, sino que hay que tener una mirada sistémica. Marfil Francke (1990) también resaltaba que, si bien la trenza de dominación de raza, género y clase, fue útil para poder establecer relaciones de producción que faciliten la explotación económica, también tiene un rol importante para la dominación política (Flores Galindo, 1983, en Francke, 1990). Es así que, a través del trabajo doméstico no remunerado y el remunerado, la subordinación de género opera a favor de la acumulación económica de las clases dominantes. De manera simultánea, la represión y violencia sexual sienta las condiciones para la reproducción de dominación ideológica en los hogares, dado que facilita la introducción de valores y concepciones que legitiman la desigualdad y la injusticia. Tomando esto en consideración, para fines de esta investigación, parto de la premisa de que la división entre trabajo remunerado y no remunerado, además de facilitar la explotación económica, también es un fenómeno social que contribuye a la legitimación de la dominación en el plano ideológico. A partir de todo lo anteriormente señalado, para la presente investigación partiré de una perspectiva crítica de la separación entre trabajo “productivo” y “reproductivo”. Me propongo prescindir de esta división artificial al analizar las ocupaciones de las mujeres. Por el contrario, orientaré mi análisis desde una perspectiva integradora que reconozca el rol productivo de las labores de cuidado no remuneradas de las mujeres, su interconexión con aquellas actividades orientadas a la generación de bienes de 49 consumo e intercambio y de ingresos. Más aún, dentro de mi análisis, buscaré identificar las lógicas y significados de género en los discursos que su dimensionan e invisibilizan el trabajo de las mujeres. Asimismo, por medio de este marco, daré relevancia en el análisis a cómo la forma en la que el salario o falta de salario interviene en el cálculo del valor de sus actividades y viceversa. 3.3. Ruralidad, urbanidad y “nueva ruralidad” 3.3.1. Ruralidad y urbanidad La ruralidad ha sido tradicionalmente definida desde una perspectiva “residual” y dicotómica, siendo esta la forma de vida opuesta a lo “urbano” (Gillen, Bunnell y Rigg (2022). Así, se le ha asociado categóricamente a las actividades agropecuarias, baja densidad poblacional y el limitado acceso a servicios. No obstante, esta idea de la ruralidad, y junto con ella, de la urbanidad, viene siendo refutada desde hace ya varias décadas; y, en la actualidad, este concepto no puede verse de manera estática o aislada. A partir de los trabajos de Quijano (1967), Durand et al. (2015), Trivelli y Berdegué (2018), Webb (2013), y más recientemente Gillen, Bunnell y Rigg (2022), se evidencia en un rango significativo de tiempo y casos de estudios que la ruralidad es una forma dinámica en el tiempo de vincularse con el territorio, yendo desde las relaciones productivas hasta las sociales y sus respectivos imaginarios. Parto de esta conceptualización en esta investigación. Gillen, Bunnell y Rigg (2022) introducen tres conceptos clave para entender la ruralización en el contexto de la interacción entre lo rural y lo urbano. Primero, la ruralización in situ, que refiere a la persistencia de prácticas y modos de vida rurales dentro de áreas rurales tradicionales, incluso cuando están rodeadas por la urbanización. Esto significa que lo rural continúa siendo relevante y no desaparece a pesar del avance urbano. En segundo lugar, la ruralización extendida, que describe la expansión de prácticas y modos de vida rurales hacia áreas urbanas, donde estas prácticas se adaptan a nuevos entornos. Esto puede observarse en los entornos urbanos donde persisten actividades como la agricultura a pequeña escala. Finalmente, los retornos de la ruralización, que se refieren a los flujos de personas y recursos que, desde áreas urbanas, regresan a los espacios rurales. Esto puede incluir migraciones de retorno o la revalorización de prácticas rurales en contextos urbanos, lo que genera nuevas conexiones entre ambos espacios. 50 Dos aspectos son claves de resaltar. Primero, en línea con el concepto de ruralización extendida, la agricultura “urbana” es otro ejemplo de la creciente interconexión entre lo rural y lo urbano. Trivelli y Berdegué (2018) y Gillen, Bunnell y Rigg (2022) señalan que la presencia de prácticas agrícolas dentro de las ciudades, como los huertos urbanos, no solo responde a la necesidad de seguridad alimentaria, sino que también crea espacios sociales que reconectan a los habitantes urbanos con la naturaleza y con prácticas rurales tradicionales. Aquí valdría incluir otras áreas urbanas como villas, pueblos y centros poblados, donde estas prácticas trascendieron el cambio de denominación de la zona. Por otro lado, respecto a los retornos de la ruralización, vale señalar que Durand et al. (2015) mencionan cómo programas como Juntos facilitan la transferencia de ingresos desde áreas urbanas a las rurales. Estas transferencias, por su carácter condicionado, con seguridad traen consigo también expectativas e imaginarios vinculados a la educación y la salud. 3.3.2. Nueva ruralidad y pluriactividad En lo que respecta al concepto de “nueva ruralidad”, mi punto de partida es que este es un tipo de ruralidad que los propios campesinos están construyendo, a manera de estrategias que adoptan para enfrentar la globalización neoliberal, con el objetivo de poder enfrentar el empobrecimiento individual y la degradación ecológica (Barkin, 2001a, 2001b, 2006). Kay (2009) propone, en ese sentido, un enfoque de la nueva ruralidad que reconoce la creciente diversificación de actividades rurales y la importancia de empleos e ingresos no agrícolas en las estrategias de sustento de campesinos y trabajadores agrícolas. Este enfoque desafía la suposición de que las comunidades rurales se encuentran “aisladas”. Por el contrario, da luz respecto a su integración al mercado, dado que los campesinos participan en múltiples actividades dentro y fuera de la agricultura. Ello amplía su conexión con zonas urbanas y da lugar a cambios económicos y sociales, incluyendo la aparición de nuevos actores y movimientos sociales. (Kay, 2009). Cabe destacar que estas estrategias no se han desarrollado en las últimas décadas, sino que, como señala Revesz (1992), sociedades campesinas como los distritos incluidos en la Comunidad San Juan Bautista de Catacaos vienen aplicándolas hace al menos casi un siglo. Sin embargo, el despliegue de estas estrategias puede variar en forma entre periodos históricos determinados. Para esta investigación, deben situarse en el contexto actual neoliberal. 51 Diez (2014) presenta una definición de la “nueva ruralidad”, en tanto enfoque, que está alineado con lo expuesto por Kay (2009). Para el autor, la “nueva ruralidad” y la pluriactividad en las áreas rurales son enfoques interrelacionados mediante los cuales se pueden abordar las transformaciones del campo en las últimas décadas (Diez, 2014). De acuerdo con el enfoque de la nueva ruralidad, los espacios rurales y los grupos sociales que los ocupan no pueden continuar siendo entendidos como actores separados de las dinámicas y espacios urbanos y centrales (Diez, 2014). De este modo, el enfoque de la nueva ruralidad parte de la premisa de que, en la actualidad, los espacios rurales y urbanos confluyen en múltiples interrelaciones, en tanto que los actores rurales circulan con mayor frecuencia y están más insertos en las dinámicas de las ciudades y los mercados. Esto se debe principalmente a la necesidad de buscar oportunidades de empleo y educación. De la misma manera, las actividades no agropecuarias y los agentes urbanos también se expanden en las zonas rurales (Diez, 2014). En ese sentido, Asimismo, la pluriactividad es un fenómeno entrelazado con la “nueva ruralidad”. Con pluriactividad, se hace referencia precisamente a la forma en la que las familias rurales recurren a una mayor variedad de alternativas de aprovechamiento de recursos en este contexto de exacerbación de la movilidad y circulación de los actores (Diez, 2014). Frente a la disminución de la importancia del rol de la agricultura como actividad económica generadora de ingresos, las familias rurales dependen cada vez más de actividades no agrícolas (Betancor et al., 2011, en Diez 2014) y optan por diversificar las actividades orientadas a la subsistencia, la producción y la acumulación (Diez, 2014). Estas nuevas actividades generadoras de ingreso traen consigo a nuevos actores no agropecuarios que se asientan en los espacios rurales y se vuelven fuentes significativas de empleo (De Grammont y Martínez, 2009). Considerando lo anteriormente mencionado, cabe resaltar las cuatro dimensiones que propone Kay (2009) de la transformación rural en América Latina: el giro a actividades rurales fuera de la granja; la creciente flexibilización y feminización del trabajo rural; el cada vez mayor número de interacciones del ámbito rural y el urbano, y la creciente importancia de la migración internacional y de las remesas de fondos. Respecto a la primera dimensión, en la actualizad las actividades rurales fuera de la granja son mucho más dinámicas, más productivas y generan mayores ingresos 52 que las actividades agrícolas, de ahí que su importancia continúe creciendo en empleos e ingresos en comparación con las actividades agrícola, lo cual fomenta la consolidación de lo que algunos autores han denominado “desagrarización” (Bryceson, 2000; Escalante et al., 2007). Sin embargo, es necesario precisar que no todas actividades no agropecuarias son iguales, sino que algunas son tienen mayores ingresos que otras, con lo cual se fomenta la diferenciación campesina (David 2001; Rubio, 2003). Por otro lado, respecto a la flexibilización y feminización del trabajo, Kay (2009) argumenta que la globalización neoliberal ha traido consigo una mayor flexibilización laboral, con lo cual se han sustituido los trabajadores estables por mano de obra temporal y flexible. Las mujeres han sido cada vez más empleadas en el sector agrícola, especialmente en las exportaciones no tradicionales, debido a su disposición para trabajos temporales y salarios más bajos. Esto ha tenido consecuencias contradictorias para ellas, dado que les ha proporcionado una mayor independencia, pero también una sobrecarga, ya que es una doble jornada laboral. Referente a la dinamización de las interacciones entre lo rural y urbano, Kay (2009) resalta que la división entre ambas áreas se ha disuelto. Ahora, no solo los campesinos se mudan a las ciudades, especialmente por motivos de trabajo, sino que también las personas de las ciudades se trasladan al campo, dando lugar a una "rurbanización" (Carneiro, 1998; Delgado, 1999). Además, las áreas rurales se industrializan con la instalación de plantas de procesamiento agrícola, lo que atrae a mano de obra barata, en su mayoría mujeres. Este flujo laboral entre áreas urbanas y rurales está reduciendo las diferencias salariales y culturales, aunque persisten desigualdades significativas en ingresos y oportunidades, especialmente en las áreas rurales más remotas (De Ferranti et al., 2005). Finalmente, la migración internacional y las remesas son fundamentales en la nueva ruralidad de América Latina. La crisis laboral y la globalización han impulsado una migración sin precedentes hacia países como Estados Unidos, Europa y Canadá. Esta migración, que involucra tanto a hombres como a mujeres, es parte de la estrategia de subsistencia familiar. Los migrantes envían remesas que a menudo constituyen la principal fuente de ingresos en sus hogares, utilizadas para consumo, salud, educación y vivienda. Sin embargo, pueden llevar a una dependencia no deseada (Kay, 2009). De este modo, en el marco de esta investigación, el concepto y enfoque procesual de la ruralidad, particularmente el de “ruralidad extendida” de Gillen, Bunnell 53 y Rigg (2022), me son útiles para aproximarme a un territorio que hace décadas que se considera urbano, pero que continúa manteniendo características asociadas a la vida rural. Por un lado, características vinculadas a lo que se tiene: producción agrícola, crianza de animales, formas particulares de vida comunitaria que van desde celebraciones especiales hasta organizaciones de base comunitaria. Por otro lado, características vinculadas a lo que no se tiene: servicios de agua y desagüe, hospital, centros de educación superior, comercios, etc. Por otro lado, el concepto específico de “nueva ruralidad” me es de utilidad para comprender el contexto de cambios en el que las trayectorias laborales de las mujeres también se ven atravesadas por la necesidad de desplegar estrategias de pluriactividad y movilidad humana en el contexto actual neoliberal. Asimismo, serán un marco de análisis útil para poder contrastar como el despliegue particular de estas estrategias ha podido variar intergeneracionalmente para las mujeres. De igual manera, son útiles para comprender la frontera cada vez más difusa que separa lo que se entiende como sociedades rurales y urbanas, considerando que la seria limitación de las categorías censales peruanas, en tanto no considera ninguna de las características ni dinámicas aquí presentadas. También quiero notar que el que al hablar de “nueva ruralidad” no entiendo que es algo reciente, sino que recojo esta categoría, acuñada hacia varias décadas, para aludir a un proceso que ya tiene una trayectoria, que es dinámico y heterogéneo. 54 Capítulo 4. Diseño metodológico 4.1. Preguntas de investigación y dimensiones de análisis Para las preguntas de investigación anteriormente señaladas, propuse una serie de dimensiones de análisis que dan cuenta de los temas específicos de los que deseo dar cuenta en esta investigación. En la tabla que se encuentra a continuación, he desarrollado una breve descripción sobre lo que entiendo por cada una de estas dimensiones y algunos ejemplos concretos tomados de los datos recogidos en las investigaciones previas sobre mujeres en el Bajo Piura y otras que he presentado en el segundo estado de la cuestión. 55 Tabla 1 Preguntas de investigación y dimensiones de análisis Pregunta principal Preguntas secundarias Dimensiones de análisis Descripción ¿Cómo las relaciones y significados de género configuran las trayectorias laborales de las mujeres rurales jóvenes y adultas en el Bajo Piura en el marco de sus relaciones familiares? ¿En qué actividades económicas se desempeñan las mujeres jóvenes y adultas en el Bajo Piura y cómo se vinculan dichas actividades con sus expectativas y oportunidades según género? Rutinas diarias, organización social del tiempo Conjunto de actividades diarias que realizan las mujeres y la asignación de tiempo que se les da dependiendo de las características de la labor y la relevancia que se otorga. Actividades económicas de las mujeres, incluyendo las remuneradas/asalariadas y las que no lo son Actividades remuneradas y no asalariadas (venta de chicha, venta de pescado, aparecería, agricultura para venta, venta de animales, etc.); actividades remuneradas y asalariadas (trabajo en agroindustria, trabajo en empresas o instituciones de otros rubros); actividades no remuneradas y no asalariadas (limpieza, preparación de alimentos, cuidado de niños(as), agricultura para autoconsumo, crianza de animales para autoconsumo, etc.). Satisfacción o insatisfacción con las actividades que realizan. Brechas entre lo deseado y lo que pueden hacer en términos de oportunidades laborales remuneradas y asalariadas. Actividades remuneradas que prefieren no hacer debido a que no son compatibles con sus responsabilidades de trabajo doméstico y cuidado de sus hijos u otras personas en el hogar. Oposición de la pareja o de otros miembros de la familia para que las mujeres realicen determinada labor fuera del hogar u otros criterios. Contexto climatológico y actividades económicas Condiciones climatológicas al momento de la investigación, previas y esperadas en los próximos meses y sus efectos en las actividades económicas y activos de las mujeres y sus familias (p.e.: fenómeno del Niño Global). Relaciones y significados de género sobre las actividades de las mujeres remuneradas y no remuneradas Actividades consideradas femeninas (p.e: solo las mujeres preparan chicha, las mujeres son responsables y dueñas de los animales que crían, solo las mujeres cocinan, etc.), masculinas y no generizadas. Actividades donde hay más trabajadoras mujeres y 56 Pregunta principal Preguntas secundarias Dimensiones de análisis Descripción aquéllas donde hay más trabajadores hombres, actividades mixtas. Actividades que hacen las mujeres que son más valoradas y las que son menos valoradas. Dinámicas y relaciones sociales de género en torno a las actividades que realizan las mujeres (qué actividades se remuneran y cuáles no, quienes dirigen u organizan las labores, quiénes y cómo deciden sobre la compensación por el trabajo realizado, etc.) ¿Qué responsabiliades tienen las mujeres en sus familias y cómo valoran tanto ellas como sus demás miembrxs los diversos roles que desempeñan? Responsabilidades de las mujeres y dinámicas familiares y extrafamiliares en torno al cuidado doméstico, de los hijos, las personas enfermas o adultas mayores Responsabilidades de las mujeres en estas labores y valoración de las mismas (cómo se expresa), dedicación de tiempo respecto a los hombres adultos y menores, relaciones de poder y decisiones en torno a ello y tipo de actividades que asume cada miembro de la familia, criterios de género y otros. Estrategias y formas de organizar las labores de cuidado doméstico, de los hijos, las personas enfermas o adultas mayores, considerando a los(as) integrantes de las familias y actores(as) externos(as) que intervienen, según la carga que asume cada cual y la forma en la que se articulan. 57 Responsabilidades de las mujeres en actividades económicas remuneradas y dinámicas familiares en torno a ello Responsabilidades vinculadas a la generación de ingresos, las que pueden ser realizadas en sus casas o fuera de ellas, asalariadas o no. Valoración y desventajas del trabajo femenino remunerado que se hace dentro y fuera del hogar. Valoración del trabajo asalariado femenino dentro y fuera del hogar. Diferencias entre mujeres solteras y unidas (casadas o no); otros criterios de valoración. Dinámicas familiares para generar y complementar ingreso dentro y fuera del hogar, forma de tomar decisiones y relaciones de poder en torno a ello; oportunidades e ingresos de los diferentes miembros de la familia; criterios de género y otros. Responsabilidades de las mujeres en programas sociales y Responsabilidades en torno a la participación en programas como Juntos, Qali Warma y otros que requieren del Pregunta principal Preguntas secundarias Dimensiones de análisis Descripción actividades comunitarias involucramiento de las mujeres. Responsabilidades para con la comunidad en las que participan las mujeres (faenas u otros que hubiera) Criterios personales y familiares para decidir la participación de las mujeres en estos programas sociales o actividades comunales. Dinámica de toma de decisiones en la familia respecto a estas responsabilidades comunitarias. Concepciones y valoraciones del doble/triple rol Reconocimiento de la asignación de una jornada múltiple de trabajo a las mujeres. Concepciones y valoraciones de ellas y demás miembros(as) de las familias en torno a cómo estas actividades sostienen el bienestar familiar. Concepciones y valoraciones sobre el imperativo que pueda existir para las mujeres de sobrellevar la multiplicidad de responsabilidades. 58 Implicaciones de las responsabilidades de (re)producción para las mujeres: Trayectorias laborales, oportunidades de desarrollo y bienestar Reconstrucción de las líneas del tiempo de las diferentes actividades laborales realizadas por las mujeres desde su infancia y juventud hasta la actualidad (p.e.: a qué edad aprendieron a cocinar, a realizar las labores de agricultura, su primer trabajo remunerado, etc.) Oportunidades de desarrollo a nivel personal (emparejamiento y formación de una familia, adquisición de bienes, viajes, emprendimientos), educativo (seguimiento de educación básica regular y/ superior) y profesional (obtención de puestos laborales deseados). Estado de salud físico, mental y espiritual de las mujeres y su relación con sus diferentes dedicaciones económicas y sociales. ¿Además del género, qué otras formas de diferenciación y desigualdad social inciden en las Otras formas de diferenciación y desigualdad social Otras formas de diferenciación y desigualdad social, además del género, que atraviesan las vidas de las mujeres, tales como la edad, pertenencia étnica/racial, número de hijos(as), lugar de residencia y de proveniencia, estado civil, capital social (redes de contacto, apoyo y cuidado), capital cultural (acceso a Pregunta principal Preguntas secundarias Dimensiones de análisis Descripción trayectorias laborales de las mujeres rurales jóvenes y adultas en el Bajo Piura y cómo lo hacen? educación formal y otras fuentes de conocimiento), capital económico (activos) Incidencia en sus trayectorias laborales Maneras en las que estas otras formas de diferenciación y desigualdad social inciden en las trayectorias laborales de las mujeres. Fuente: Elaboración propia. 4.2. Formulación y fundamentación de la metodología a implementar La metodología que he escogido para la presente investigación es de tipo cualitativa y con enfoque etnográfico. Todas las preguntas secundarias, así como la pregunta principal integradora, serán respondidas con base en información recogida con esta metodología. En tanto enfoque, lo etnográfico implica un énfasis o preocupación particular por aproximarse a las dimensiones de la vida social (actividades cotidianas, acuerdos y conflictos de género (y otros), gestos, reacciones, formar de interactuar y tratar a las personas según su género); las prácticas sociales (lo que se hace y no se hace) desde una perspectiva situada y adecuadamente contextualizada (Guber, 2001). Sin embargo, aquello que se puede percibir desde una posición de únicamente observación no da cuenta de los sentido y significados que dan lógica a las prácticas. Por ello, el enfoque etnográfico implica que, como investigadora, asuma un rol participante, en el sentido de que busque involucrarme y compartir las actividades con las mujeres (Guber, 2001). Así, el enfoque etnográfico posibilita una aproximación a las concepciones, significados y sentires con los que las personas interpretan y dan sentido a las prácticas de manera individual y colectiva. De igual manera, implica el desplazamiento y participación en una multiplicidad de espacios, no siempre escogidos de antemano, con espacio para la espontaneidad y con un esfuerzo de mi parte, como investigadora, de integrarme a lógicas que no necesariamente son mías. El enfoque etnográfico también tiene sus implicancias para el recojo de las narrativas en sí mismo. Como investigadora, tuve objetivos de investigación establecidos y temas que de antemano me propongo conocer. Sin perjuicio de ello, la atención y escucha que me planteé practicar es amplia, en el sentido de que tomo en consideración la amplitud de los discursos de las actoras, prestando atención al contenido y forma, respetando sus flujos de información y sus propias categorías, con el objetivo de poder aproximarme a los significados insertos en sus narrativas. En el caso de la investigación que planteo, es crucial que me aproxime etnográficamente, integrando la práctica visible y las normas o lógicas sociales subyacentes para poder, (1) conocer y estar en la capacidad de describir las diferentes actividades remuneradas y no remuneradas que realizan las mujeres a lo largo de su juventud y adultez, su trabajo. Asimismo, es necesario para entender (2) cómo es que 60 el género (y otros ejes de diferenciación social) intervienen en el desarrollo de esas trayectorias, partiendo de la premisa de que el género es un conjunto de significados 59 y lógicas que ordenan las relaciones y la vida social en su conjunto. Respecto a lo primero, es necesario considerar lo anteriormente mencionado en el marco teórico respecto a la invisibilización y subvaloración del trabajo femenino en su amplitud, siendo que el trabajo no remunerado e inclusive el remunerado que realizan puede ser considerado “no trabajo” o un trabajo menos significativo que se realiza a modo de “apoyo” a las contribuciones masculinas. Así, si se partiese únicamente de aquello que las mujeres reconocen y enuncian como trabajo, podría caber la posibilidad de que diferentes actividades, especialmente las de cuidado, no sea incluidas. Por ello, la observación es imperativa. Planteo, además, una observación participante con el objetivo de que tomar parte desde mi corporalidad y subjetividad en las labores que realizan las mujeres me permitan comprender de forma más adecuada las implicancias de asumir una multiplicidad de responsabilidades diarias. Asimismo, espero que compartir actividades cotidianas genere oportunidades de conversar con las mujeres en el marco de cada una de las actividades, para poder recoger sus ideas sobre cada una de ellas. Con respecto a lo segundo, el énfasis en recoger las voces de las mujeres respecto al lugar que ocupan en la vida social en tanto mujeres (lo que se espera de ellas y lo que ellas mismas esperan), parte de la necesidad de poder aproximarme a sus lógicas, significados y categorías relativas al género, que pueden distar enormemente de las lógicas y significados y valoraciones que yo misma tengo en tanto mujer. 4.3. Las actoras Las fuentes primarias de información fueron justamente las actoras en torno a las cuales gira la investigación, es decir, las mujeres de diferentes generaciones tanto del C.P Villa Yapato como el C.P Tablazo Norte, distrito La Unión, en el Bajo Piura. En ese sentido, establecí contacto con mujeres pertenecientes al mismo grupo familiar, pero distinguiendo entre hijas, madres y abuelas (con la consideración de que las mujeres que ocupen el rol de hijas en el grupo familiar tengan al menos 18 años). Las mujeres podían vivir juntas o separadas, siempre y cuando todas viviesen dentro de uno de los dos centros poblados en mención. Busqué contactar mujeres de tres grupos familiares distintos, con el apoyo invaluable de mis anfitrionas, dos mujeres que me hospedaron durante mi estadía de campo, quienes se criaron en la calle que divide ambos centros poblados. Fue un criterio de selección incluir grupos familiares con trayectorias económicas y ocupacionales distintas, al menos entre las generaciones de madres e hijas (p.e.: una familia dedicada principalmente a la agricultura, crianza de animales y/o micro comercialización; una familia en ocupaciones técnico/profesionales; una familia cuyo principal ingreso viene del comercio o un emprendimiento). Sin embargo, en la práctica, las generaciones de abuelas y madres, e inclusive nietas, han tenido trayectorias muy similares en términos de ocupaciones. Así aquellas que han tenido ocupaciones técnico-profesionales o han sido comerciantes por generaciones eran escasas y no cumplían los requisitos señalados para su inclusión. La mayoría han tenido trayectorias que incluyen trabajo en agricultura (remunerado o no), crianza de animales y preparación y venta de chicha, en línea con lo que señalaba Rubín (1982). En ese sentido, la muestra cumple con ejemplificar las características laborales y de género de la mayoría de las mujeres del C.P. 61 Tabla 2 Resumen comparativo de los grupos familiares seleccionados (casos de estudio) CASOS DE ESTUDIO FAMILIA CATEGORÍA ENTREVISTADA EDAD RESIDENCIA NIVEL EDUCATIVO ESTADO CIVIL NÚMERO DE HIJOS OCUPACIÓN REMUNERADA PRINCIPAL OTRAS OCUPACIONES PRINCIPAL OCUPACIÓN DEL ESPOSO/ CONVIVIENTE FAMILIA A ABUELA MADRE NIETA ELODIA BÁRBARA INÉS 86 53 20 Villa Yapato Tablazo Norte Villa Yapato Sin estudios formales Sin estudios formales Estudios superiores universitarios en curso Casada Conviviente Soltera 11 3 0 Preparación y venta de chicha Preparación y venta de chicha Estudiante Crianza de animales Crianza de animales Niñera Agricultor Agricultor ---- FAMILIA B ABUELA MADRE DIANA EMILIA 58 35 Villa Yapato Villa Yapato Primaria incompleta Primaria incompleta Conviviente Casada 7 4 Vendedora de comida, chicha y cerveza (retirada) Trabajadora en fábrica de conchas ---- Vendedora de bodoques, papas rellenas y trabajadora de limpieza Agricultor Constructor NIETA CAMILA 18 Villa Yapato Secundaria Completa Soltera 0 Estudiante (se está preparando para la universidad) ---- ---- FAMILIA C ABUELA MADRE NIETA SANDRA PILAR ROBERTA 88 60 36 Villa Yapato Villa Yapato Villa Yapato Sin estudios formales Sin estudios formales Primaria incompleta Casada Casada Soltera 1 1 4 Preparación y venta de chicha Preparación y venta de chicha Preparación y venta de chicha Crianza de animales Agricultura y crianza de animales Trabajadora en fábricas de concha, agricultura y crianza de animales Trabajador en fábrica de langostinos Agricultor ---- Fuente: Elaboración propia 64 Además de estas nueve mujeres, realicé entrevistas independientes a mujeres de las diferentes generaciones, cuyo grupo familiar no estaba completo, que me permitieron recabar información complementaria valiosa para entender mejor cada generación. Tabla 3 Resumen de entrevistas independientes FAMILIA CATEGORÍA ENTREVISTADA FAMILIA E ABUELA MADRE MILAGROS DALILA HIJA FÁTIMA FAMILIA F HIJA GABRIELA FAMILIA G HIJA MADRE SANDRA PILAR FAMILIA H ABUELA NIETA MERCEDES SILVANA Fuente: Elaboración propia. Otras actoras a las que entrevisté, de manera complementaria, fueron funcionarias públicas como alcaldesa, psicóloga del Centro de Emergencia Mujer, especialista de educación inicial de la UGEL, y docente de secundaria. Tabla 4 Resumen de entrevistas a actoras clave ENTREVISTAS A ACTORAS CLAVE ALCANCE CATEGORÍA ENTREVISTADA C.P. 19 DE AGOSTO Alcaldesa de la Municipalidad Delegada Tutora de Secundaria del Colegio Público BEATRIZ MINDY DISTRITO LA UNIÓN Psicóloga del CEMComisaría de La Unión Especialista del Nivel Inicial de la UGEL de la Unión LAURA RAQUEL Fuente: Elaboración propia. 4.4. Las técnicas de recojo de información Para todas las preguntas secundarias, como mencioné anteriormente, utilicé dos técnicas de recojo de información principales: la observación participante y la 65 entrevista en profundidad. Por medio de las entrevistas, me planteé reconstruir las trayectorias laborales de las mujeres; es decir, conocer de qué manera empezaron a ejercer sus diferentes ocupaciones a lo largo de su vida (p.e.: cuando empezaron a ser responsables de la preparación de alimentos, su participación en la crianza de animales o la micro comercialización, su primera actividad económica asalariada o remunerada, etc.). Esto fue especialmente importante para aquellas ocupaciones a las cuales se dedicaron en años anteriores, pero que ya han descontinuado, en tanto no fueron actividades observables. Además de ello, por medio de las entrevistas, me propuse recoger información sobre cómo es que ellas consideran que deben actuar en tanto mujeres (libretos de género, en palabras de Butler). De este modo, también pude identificar en sus narrativas las lógicas y significados de género que subyacen a los roles que se les asigna socialmente, es decir, cómo es que ellas explican esa asignación y sus propias interpretaciones. Recoger sus narrativas de esta forma también me permitió aproximarme a sus expectativas según género, es decir, lo que aspiran hacer y ser, por y/o pese a los roles que se les atribuyen. Además de ello, es por medio de las entrevistas que pude indagar respecto a las valoraciones que les otorgan a las diferentes ocupaciones que realizan. Cabe resaltar que, siguiendo a Guber (2001), partí de la premisa que el conocimiento que se produce por medio de las entrevistas es conocimiento y realidad que se construye de manera colectiva entre mi persona, como entrevistadora, y las mujeres a las que entreviste en el marco del encuentro. Más aún, como investigadora me propuse tomar como directiva los sentidos de la narrativa de las actoras (Guber, 2001), por medio de una escucha amplia, como mencioné previamente, y evitando el uso de términos que provengan de mi marco conceptual, con el fin de facilitar la emergencia de las categorías y significados de las propias actoras. Así, me propuse repreguntar en función a las respuestas que vayan presentando las actoras, las cuales también darán lugar a nuevas preguntas en el marco de los objetivos de investigación. Por otro lado, para este proyecto de investigación, consideré que debía haber un énfasis en el desarrollo de observación participante, con lo cual pude recoger información de las ocupaciones de las mujeres en su contexto que pudiese complementar la recogida por medio de las entrevistas. Como señalé previamente, la observación participante es fundamental para la aplicación del enfoque etnográfico, así como permite recoger sentidos a partir de un involucramiento físico y subjetivo en 66 las actividades. Además de ello, como señala Guber (2001), las entrevistas son diálogos en torno a hechos fuera de la misma, por lo cual los olvidos, ocultamientos y “faltas a la verdad” pueden darse. Con un afán de poder aproximarme al fenómeno que me propongo investigar en su complejidad, me propongo combinar estos métodos para poder contrastar “aquello que se dice” con “aquello que se hace” (los discursos y las prácticas). Los lugares de trabajo me involucré por medio de la observación participante son sus casas (en general y las cocinas en particular), calles, chacras, corrales de animales, bodegas y mercado. Las situaciones en las que espero participé fueron las actividades de cuidado no remuneradas (preparación de alimentos, cuidado de niños(as), limpieza, etc.), actividades económicas no remuneradas (labores agrícolas, alimentación de animales, etc.), y actividades remuneradas no asalariadas (venta de chicha, de comida, bodoques, gestión de bodega, etc.). Otras situaciones sociales en las que participé fueron carnavales, llamados yunces, misas de difuntos y celebraciones de cumpleaños. Por último, tuve diferentes conversaciones informales tanto con las actoras centrales, como puede ser con otros actores sociales (sus parejas, hijos(as), etc.). Para poder registrar las entrevistas, grabé audios previo consentimiento de las actoras. De igual manera, para llevar registro de la observación participante, empleé un cuaderno de campo y tomaré fotografías (también previo consentimiento). 4.5. Análisis El análisis de la información empezó con la transcripción de los audios de las entrevistas y el traspase de los apuntes del cuaderno de campo a formato digital. La transcripción de las entrevistas fue literal, a fin de poder aprovechar al máximo la información. Posterior a ello, almacené los documentos en una carpeta de Drive (así como debían estar almacenados los audios previamente), rotulados y fechados para facilitar la organización y uso. Seguidamente, di lectura minuciosa a los escritos, haciendo resaltados y anotaciones en los márgenes. Posterior a ello, procedí a sistematizas las entrevistas en matrices. A partir de estas matrices, elaboré una matriz en la cual segmenté los diferentes temas investigados y procedí a analizar la información en una segunda matriz. Estas matrices estuvieron organizadas a nivel inter e intrageneracional. A la par, diseñé dos ayudas gráficas principales: las líneas de tiempo y los horarios diarios de las mujeres. 67 Para redactar, releí mis matrices de análisis, en conjunto con mis gráficos, para poder responder mis preguntas de investigación. De este modo, procedí a redactar mis hallazgos, tomando siempre en consideración mi marco teórico y estado de la cuestión. Usarlo como orientación implicó que los hallazgos en la data podían contradecirlos o solo estar en consonancia parcial. Así, volví al análisis de los datos para robustecer los hallazgos y empecé a redactar la interpretación de los mismos. Tanto para el análisis como la interpretación, hice las conexiones o contrastes pertinentes con los enfoques teóricos y conceptos del marco, así como con los hallazgos de investigaciones previas. 4.6. Consideraciones éticas Una primera consideración ética indispensable a lo largo de la investigación fue la voluntariedad de la participación de las actoras. Ello implicaba que, ya fuera durante la aplicación de las técnicas de recojo de información o en cualquier otra forma de interacción que se diera en el marco de la investigación, las actoras siempre debían estar adecuadamente informadas de los objetivos de la investigación y sus diferentes etapas, para así decidir si deseaban o no participar. Asimismo, les comuniqué a las actoras desde el inicio y a lo largo del campo su libertad para interrumpir y/o desistir de su participación. La voluntariedad también abarcaba aspectos más concretos, como su libertad para decidir no abordar ciertas preguntas y de no permitirme acompañarlas en ciertas actividades. Esto fue especialmente importante en un contexto de investigación en el que planteé aplicar observación participante en actividades que podían ser consideradas privadas o íntimas, como son las actividades de cuidado. De igual manera, les garanticé el tratamiento cuidadoso de su información, particularmente en el sentido de mantener la confidencialidad a través del anonimato. En caso ellas lo prefirieran, también estuve siempre presta a comunicarles los cuidados y precauciones que tuve con la información de manera verbal y en el consentimiento. Por otro lado, durante y posterior a la etapa de campo, les facilité mi número a las actoras ya fuera para coordinar aspectos del recojo de información como para resolver cualquier duda o inquietud que les surgiera. También consideré importante ser transparente con las actoras con respecto a los alcances de la investigación. Otra consideración importante para el desarrollo de la investigación fue el respeto por los ritmos y prioridades de las actoras; es decir, acompañarlas en las 68 actividades que ellas tenían planificadas para cada día, en los tiempos que les fueran convenientes. Más aún, evité tanto como fuera posible que mi presencia las ralentizara u obstaculizara. Esto fue especialmente necesario, considerando que eran actividades mediante las cuales generaban ingresos y sostenían en general la vida de sus familias. Es por ello, y también como parte de la dimensión participativa de la técnica, que procuré ayudarles en sus diferentes actividades. Capítulo 5. Actividades económicas, sociales y comunitarias de las mujeres en el C.P 19 de Agosto El cuento de la María Dominga Cuenta la leyenda que María Dominga era una niña de Chato Chico, hija de agricultores que no la trataban muy bien. Siempre recriminaban sus falencias en la 69 realización de sus deberes. Estos incluían no solo el típico transporte de las viandas a su padre en la chacra, sino también el pastoreo de los ovejos. Cuando María Dominga tenía alrededor de 12 años, ya estaba a cargo de “pastear” a los ovejos por sí misma, a menudo recorriendo grandes trayectorias en busca de hierba. Un día, María Dominga, mientras “pasteaba” a sus ovejos, fue interceptada por una mujer, que en realidad era un “encanto”, es decir, un ser no humano con poderes sobrenaturales. El “encanto” le dijo a María Dominga que le diera uno de sus ovejos, y a cambio, ella le daría al día siguiente un cerdo, animal con un valor más alto. María Dominga aceptó el canje. Al llegar a su casa, los padres de María Dominga le reclamaron amargamente, porque no creían que fuese cierto lo que había visto, sino que pensaban que había perdido el ovejo. No obstante, María Dominga fue al día siguiente con la esperanza de que le dieran el cerdo. María Dominga jamás volvió a casa, al menos no como humana. Se dice que María Dominga se volvió también “encanto”, eternamente deambulando por caseríos circundantes y en otros más alejados. Los varones, únicos a los que ella se aparece, la describen como una mujer muy hermosa, incluso la más hermosa que hayan visto, con cabello negro largo. Dicen que María Dominga los intercepta por las madrugadas, cuando les toca regar las chacras, o también camino al pueblo de la Unión, a quienes manejan taxi colectivo o camiones pasada la medianoche. Muchos hombres “la reconocen” de lejos porque su vestido no corresponde a esta época, y también porque suele tener en sus manos una canasta con fruta o crías de animales de corral. De este modo, no se detienen a hablarle en el camino ni la recogen de la autopista, por temor a las consecuencias fatales que pueden tener los encuentros con los “encantos”. La historia de María Dominga me la contó el esposo de mi anfitriona en una de sus esporádicas visitas al caserío, dado que él trabaja a tiempo completo en una fábrica de langostinos en Tumbes. Las historias de los encantos son comunes en Villa Yapato y Tablazo Norte, pero pocas historias son tan bien conocidas a nivel de todo el C.P 19 de Agosto y muchos otros caseríos. Utilizo este relato para introducir este primer capítulo en la medida que es una buena ejemplificación de cómo las mujeres trabajan desde que son niñas y la presión que puede haber sobre ellas. También habla un poco de la “peligrosidad” de las mujeres bellas, que pueden tentar a los hombres y terminar haciéndoles daño. 70 En este primer capítulo, me propongo abordar en específico las actividades económicas, sociales y comunitarias de las mujeres en los CC. PP Villa Yapato y Tablazo Norte, pertenecientes al C.P. “19 de Agosto”. Para ello, recurro en principio a categorías que me permiten agrupar sus diferentes actividades según la afinidad que tienen entre sí. La división que empleo incluye sus actividades económicas, su vida familiar, y su vida social y comunitaria. Estas categorías me sirven para fines de análisis, pero en la práctica, estas dimensiones de la vida toman lugar de manera integrada. Por ejemplo, una mujer puede estar preparando chicha para venta y autoconsumo, a la vez que va preparando el almuerzo para su familia, y va vendiendo chicha ya lista a sus comadres, con las que discute sobre lo difícil que es para su hija que su esposo esté preso o haya abandonado el hogar. Esta situación hace recordar a los planteamientos de Babb (2019[1996]) respecto a cómo lo que se entiende por “reproducción” y “producción”, en realidad constituyen un entramado económico interrelacionado. De este modo, en el desarrollo de este capítulo identifico y enfatizo el carácter integrado de las dimensiones y elementos descritos. En la primera sección, describo en detalle todas las actividades económicas asalariadas y no asalariadas que realizan las mujeres, con la excepción de las labores de cuidado. Seguidamente, abordo los aspectos más relevantes de su vida familiar, incluyendo estas labores de cuidado, la relación con sus parejas y las redes de apoyo que tejen con su familia política, particularmente otras mujeres. Finalmente, abordo la vida social y comunitaria, a partir de los roles que cumplen las mujeres en las organizaciones de base social, los programas sociales públicos y las actividades sociales y religiosas. 5.1. Actividades económicas asalariadas y no asalariadas Para para iniciar este apartado, quiero enfatizar que las actividades económicas a las que se dedican las mujeres en Villa Yapato y Tablazo Norte son diversas. Sin embargo, hay similitudes notorias en el repertorio de actividades de las mujeres en la medida de que las mujeres en estos centros poblados. La mayoría realiza de manera simultánea ocupaciones remuneradas dentro y fuera del hogar, así como en actividades orientadas al autoconsumo y la venta. Todas, sin excepción, hasta donde pude observar, son responsables de las actividades de cuidado y sostenimiento de la vida. En este primer apartado, me enfoco principalmente en actividades que producen bienes para el autoconsumo o para venta y aquellas ocupaciones que generan 71 ingresos monetarios o en especie, asalariadas y no asalariadas, identificando si toman lugar dentro del hogar y fuera de este. 5.1.1. Actividades que producen bienes para autoconsumo y venta Las mujeres en Villa Yapato y Tablazo Norte, en su mayoría, tienen tres actividades generadoras de bienes para autoconsumo y venta: la crianza de animales y el cultivo de productos como arroz, maíz y algodón, a las cuales se le suma la recolección de fruta. A estas se les suma el recojo de leña, como actividad que sostiene la producción de chicha, y la preparación de alimentos para venta. Este subapartado contiene una sección para cada una, respectivamente. a) Crianza de animales Mientras que la agricultura es una actividad en la que la participación de tanto hombres como mujeres es reconocida, la crianza de animales es primariamente femenina. Las mujeres con las que conversé sobre esta actividad, sea por medio de entrevistas, observación participante y conversaciones informales, me indicaron que los animales eran suyos, por lo cual ellas se encargaban de la alimentación y cuidado de estos. Asimismo, eran ellas quienes recibían el dinero si se destinaban para venta. Profundizo en secciones posteriores respecto a la administración del dinero. Sin embargo, cabe precisar que las mujeres delegan a menudo a sus hijas e hijos jóvenes la distribución del alimento entre los animales. Respecto a las especies criadas, se incluyen pavos, pollos, gallinas, gallos, patos, carneros (llamados “ovejos”), chivos y chanchos. A continuación, abordo las características de la crianza de estos animales agrupados de la siguiente forma: primero, todas las aves de corral, segundo, los caprinos, y, en tercer lugar, los chanchos. Adicional a ello, abordaré las vacas y los caballos para explicar por qué su crianza es poco común. - Aves de corral El animal más común es el pollo, incluyendo las gallinas y los gallos; considerando no solo aves, sino todo el conjunto de animales de cría. El número puede variar, pero la mayoría suele tener tan pocos como 6, hasta alrededor de 40 o más vivos al mismo tiempo. Las crías de pollo se pueden obtener de las propias gallinas, o también pueden ser vendidas o regaladas por una familiar o una amiga. Lo mismo ocurre con las crías de los patos e inclusive los pavos. La alimentación de las aves puede resultar costosa por el incremento de precios del llamado “alimento concentrado”, que puede rondar los 120 soles semanales, para unas 20 aves de tamaños varios. Por ello, una 72 estrategia muy común de las mujeres es mantener la producción de chicha para venta y autoconsumo. Si bien esta actividad se abordará posteriormente a mayor detalle, es importante señalar que las mujeres aprovechan el “afrecho” o restos del maíz empleado para la preparación de esta bebida para combinarla con el alimento concentrado. De este modo, logran amortizar hasta la mitad el gasto semanal que representa su alimentación. A su vez, se aseguran de esta forma de que sus aves sean más sanas para el consumo, sin tantas hormonas como las que se venden en el mercado, que son criadas únicamente con el concentrado, según reportan ellas. Esto ocurre principalmente entre las mujeres que tienen más de 20 aves vivas a la vez, quienes coincidentemente son chicheras de profesión. Así, la combinación de estas actividades contribuye a una canasta familiar más robusta. Cabe resaltar que la crianza de los patos y pavos es más desafiante, por lo cual pocos hogares los tienen. Por un lado, la crianza de los patos requiere corrales más amplios donde se les pueda instalar un recipiente grande de agua. Además, se les considera aves con heces con peor olor y más difícil de limpiar que los pollos, por lo cual hay mujeres que aun si tuviesen el espacio, prefieren no criarlos. En el caso de los pavos, lo desafiante radica en el gran tamaño que toman estas aves cuando alcanzan la madurez, así como la fuerza que tienen en las patas. Esto dificulta su manipulación en actividades como la limpieza de los corrales, así como los hace especies más costosas de alimentar. Cabe resaltar que las pollos y gallinas se crían principalmente para autoconsumo, siendo rara la venta, a menos que se trate de una familia que críe una cantidad mayor a la que va a consumir específicamente para venta. Los pavos igualmente se consumen en el mismo hogar, pero son planeados principalmente para venta, pese a que por el alto costo de la alimentación puede resultar muchas veces en pérdida y en la consecuente decisión de la familia de consumirlos ellos mismos. - Caprinos En el caso de los “ovejos” y los chivos, estos animales son igualmente para autoconsumo y para venta, considerando que el autoconsumo no suele ser cotidiano, sino para actividades como misas de difuntos y bautizos. Ambos son relativamente comunes entre las familias, pero su alimentación requiere una logística particular que consume una cantidad significativa de tiempo cada semana. No consumen alimento concentrado, sino hierba, y en grandes cantidades, por lo cual las mujeres planifican cuidadosamente su semana para apartar días determinados para la recolección de 73 esta. No es solo una cuestión de tiempo, sino también de contar con las herramientas. El gran volumen de hierba que consume cada animal hace muy difícil el recojo si es que no se cuenta con una carreta y un burro. En los casos en los que las mujeres no cuentan con estos, suelen coordinar con una familiar o amiga cercana dispuesta a compartirle espacio en su carreta. Ello implica que ambas deben coordinar días y horarios comunes para el recojo. Esta actividad requiere de un esfuerzo físico significativo, incluso si se realiza previo a las horas de mayor calor y radiación. Para hacer el recojo más eficiente, las mujeres emplean una pala con la que cortan las raíces de secciones 60 cm x 60 cm aproximadamente, con gran rapidez, que luego van acumulando en montículos para cargarlos en la carreta y asegurarlos con cuerdas al finalizar el recojo. Más aún, es importante escoger secciones de las parcelas que no tengan nidos de avispas cerca, ya que se corre el riesgo de atraerlas con el movimiento. Hay dos aspectos especialmente relevantes de la alimentación de estos animales. Primero, que el recojo suele realizarse por las mañanas, antes de las 10:00 am, hora en la que la temperatura y la radiación solar hacen la actividad más desgastante. Ello implica salir alrededor de las 6:00 am en punto, para llegar a las 7:00 am en caso se vaya a pie. Un segundo aspecto, es que la frecuencia de recojo varía en sintonía con las diferentes etapas de la agricultura. Virtualmente, solo es posible extraer hierba después de la cosecha y antes del “gradiado” o preparación de la tierra para la siembra. En esta ventana de tiempo, las mujeres (y ocasionalmente varones) extraen hierba que crece abundantemente en las parcelas. Existe un entendimiento común de que las mujeres son libres de tomar hierba de cualquier parcela durante el entretiempo entre campañas agrícolas. De hecho, el recojo es beneficioso para las familias propietarias, ya que les ahorra el trabajo de retirar y deshacerse de la hierba para preparar la tierra antes del gradiado. La dependencia del recojo de hierba a los estadios de las campañas agrícolas implica que las mujeres que crían caprinos deben trabajar con mayor intensidad en el recojo durante el entretiempo, ya que cuando empiece la campaña, todas las parcelas hasta a dos horas de distancia caminando estarán inhabilitadas para el recojo. Esto ocurrió justamente durante mi primer mes en Villa Yapato y fue una de mis primeras oportunidades de observación participante. En estas semanas, las mujeres salían cuando menos a diario a recoger hierba y recogían grandes volúmenes, con el fin de poder almacenar la máxima cantidad para los próximos meses. 74 Cabe destacar que es extremadamente difícil juntar suficiente hierba como para afrontar la totalidad de los meses que siguen hasta la cosecha, especialmente para las mujeres que tienen varias cabezas de caprino. Por ello, eventualmente se ven forzadas a recoger nuevamente, esta vez a distancias que puede hasta duplicar las que recorrían previamente en búsqueda de hierba. Estas circunstancias explican el deseo de las mujeres de ser lo más rápidas y eficientes que sea posible al momento de recoger. De este modo, hay otro aspecto indispensable de mencionar. La presión por recoger grandes volúmenes de hierba se enfrenta a la premura por terminar rápido para así no afectar otras actividades pendientes del día o para "ganarle al sol", y cuando ambas circunstancias confluyen, la actividad se vuelve riesgosa para las mujeres. Ello debido a que las secciones cercanas a los nidos de avispas suelen tener grandes volúmenes de hierba porque la gente evita recoger en estas áreas, lo cual las hace atractivas para las recolectoras. Así, en ocasiones las mujeres en ocasiones toman la riesgosa decisión de recoger en estas secciones, algo que experimenté la primera vez que acompañé a un grupo de vecinas a recoger hierba. En esa ocasión, las vecinas que optaron por recoger cerca de los nidos probablemente recogieron el doble que las que no lo hicieron. Sin embargo, después de una hora, nos alertaron que debíamos retirarnos, ya que las avispas se habían despertado y comenzaban a rondar fuera del nido. Figura 1 Volviendo de juntar hierba 75 Fuente: Elaboración propia. En adición a ello, vale señalar que la hierba no solo sirve para alimentar a los caprinos, sino a los propios burros, los cuales sirven como herramientas de trabajo, nunca se consumen y en muy raras ocasiones son puestos en venta. Si una familia contase con un caballo, o vacas, este también sería alimentado con hierba. - Chanchos En lo que respecta a los chanchos, llamados “coches” (a partir de la palabra “cochino”), estos animales son igual de comunes que los pollos en los hogares, con la salvedad de que normalmente solo se cuenta con uno o dos ejemplares en cada familia. Estos animales pueden ser consumidos por la familia en fechas festivas o rituales, o más recurrentemente, como pude apreciar en mi estadía, en actividades de venta de comida para recaudar fondos. Estas actividades se suelen realizarse como respuesta a la enfermedad de un familiar o alguna otra situación de emergencia (como podría ser el apresamiento de uno de los varones de la familia). Sobre estas actividades profundizo más a detalle en la tercera sección de este capítulo. En los casos en los que los chanchos son sacrificados para venta, es común que la familia guarde igualmente cierta cantidad de carne y otros elementos del chancho como su vísceras y sangre, con la cual se preparan las rellenas. Las vísceras y la sangre tienen un rol importante en la vida comunal, ya que es costumbre que cada vez que una familia sacrifique un chancho, comparta un plato con hígado y pancita o similares con su familiares 76 no cohabitantes y vecinos, con mote hervido para acompañar. Obviar este acto de compartir puede causar tensiones y disgustos con ellos. Algo importante de indicar sobre la crianza de chanchos para venta, es que es relativamente más conveniente que la de los otros animales mencionados. Esto debido a que son alimentados con lo sobrante de lo que consume la familia, como restos de arroz y verduras; o, en su defecto, alimentos como el camote, que es considerado el más barato en el mercado. Estas fuentes de alimento tienen costos notoriamente menores que el del alimento concentrado, así como implican una fracción mínima del esfuerzo físico y la inversión de tiempo que demanda el recojo de hierba. A ello se le suma el hecho de que, por tener un peso mucho mayor, las ganancias obtenidas por su venta al peso también son múltiples veces mayores. Un chancho con buen peso puede tener un precio de venta que va por encima de los 1500 soles si se considera el peso de la totalidad de su carne. Es decir, que es el animal que ofrece un mayor margen de ganancia. Por ello, las familias consideran su crianza una estrategia de ahorro, ya que su venta bien puede utilizarse para cubrir gastos de emergencia, así como gastos elevados y anticipados. En cuanto a las vacas, ninguna de las familias que conocí era propietaria de ninguna, aunque logré ver una algo escuálida atada a un poste fuera de una casa en Tablazo Norte. Mis anfitrionas y sus primas me comentaron que el precio de una cría de vaca se ha vuelto excesivamente elevado, pudiendo rondar los 800 soles, por lo cual es muy difícil adquirir una. Pese a ello, su precio de venta, que puede llegar a 3000 soles si se vende en su totalidad, y la posibilidad de aprovechar su leche, hacen su crianza atractiva. El caso de los caballos es similar, aunque ninguna de las familias con las que interactué era propietaria de uno. No obstante, sí vi al menos dos o tres en camino a las chacras, o volviendo cargando una carreta. b) Agricultura familiar y recojo de frutas - Agricultura familiar En lo que respecta a la agricultura, cabe hacer una distinción entre la producción en las parcelas propias o familiares, para autoconsumo y venta, y aquellas actividades agrícolas realizadas para terceros a cambio de un jornal. Lo primero se encuentra desarrollado a continuación, mientras que lo segundo figura en el apartado de ocupaciones remuneradas. Como se mencionó previamente, tanto hombres como mujeres toman parte en las labores agrícolas, aunque las actividades que ejecutan pueden variar. Para 77 precisar el contexto de la descripción que hago a continuación, es necesario considerar que mi estadía en Villa Yapato tuvo lugar a inicios de una campaña de arroz. Campaña es el término empleado para referirse al ciclo de cultivo que se le dedica a un producto particular a nivel de los dos CC.PP. Por ende, el tiempo que toma cada campaña depende del cultivo escogido. La elección en conjunto de un tipo de cultivo responde al carácter incompatible que tienen ciertos productos. Por ejemplo, el arroz es un cultivo inundable, al punto de que las parcelas parecieran pequeños lagos. En contraposición, el algodón no requiere de tanta a agua. De este modo, como las parcelas están ubicadas inmediatamente una al costado de la otra, separadas por líneas de tierra amontonada que sería fácilmente penetrada por el agua, cultivar ambos productos en paralelo con certeza acabaría dañando el algodón. Figura 2 Parcelas recién regadas 78 Fuente: Elaboración propia. De este modo, durante primera semana en campo, las familias de ambos CC. PP se encontraban en época de “gradiado”. Algunas ya habían terminado, mientras que la familia Vargas estaba justo en medio de la tarea. Durante mi última semana, las familias se encontraban ya culminando el aplicado de urea y abonos. Pasarían un promedio de 4 meses más hasta el fin oficial de la campaña, según me informaron mis anfitrionas y otras conocidas. En consecuencia, las actividades que aquí relato se enmarcan en estas fases de la campaña. Las familias en ambos CC. PP cuentan con extensiones relativamente pequeñas de tierra, considerando el número de hijos e hijas que tienen. Son 79 propietarias de extensiones tan pequeñas como 0.25 HA, yendo hasta 1 HA, con la mayoría teniendo 0.5, sumando herencia póstuma o adelantada de esposo y esposa de 0.25 por persona. Tanto hombres como mujeres heredan tierra, pero cuanto hereda cada hermana y hermano depende del criterio de los padres. Es posible que dentro de estos criterios se ubique el género, si se contrastan con los patrones de herencia de viviendas. Sin embargo, mi familia anfitriona que explicó que, en su caso, aun siendo todas hijas mujeres, cada una recibió una extensión distinta de tierra, con hermanas que recibieron hasta el triple que otras. Siempre habría que ponderar, sin embargo, que la herencia de tierra se complementa con herencia de viviendas construidas y sus respectivos terrenos, como se mencionó, y de terrenos no construidos con y sin título de propiedad, así como de dinero en efectivo en algunos casos. Ya que las extensiones de tierra que poseen son tan reducidas, es común que una familia arriende tierra adicional para poder incrementar su capacidad de producción. La venta de terreno es rara, aunque no inexistente, con lo cual existen familias que aun viviendo de manera permanente fuera de Piura deciden alquilar intermitentemente a familiares. Con este contexto, para fines analíticos, se pueden dividir las actividades agrícolas en aquellas orientadas a “asistir” la chacra directamente y aquellas orientadas a “asistir” a quien “asiste”. Las primera son aquellas que involucran la manipulación directa de la tierra, sea manual o a través de herramientas, según corresponda en cada fase. El segundo tipo refiere a las actividades necesarias para que la persona que “asiste” la chacra pueda realizar ese trabajo. De este modo, la “asistencia” a la chacra incluye el deshierbo, el “gradiado”, el sembrado, el plante y trasplante, el riego, el uso de pesticidas, herbicidas y abonos, etc. Incluyo también en esta categoría la supervisión de las actividades que son delegadas a terceros a cambio de un jornal, como es el caso de los tractoristas que gradian la tierra y los jornaleros que trasplantan los “lechuguines” (arroz bebé). De la misma manera, esta categoría también abarca las visitas periódicas que se realizan para poder evaluar el crecimiento de los lechuguines, la efectividad del herbicida, así como para saber si el agua está próxima a llegar a las canaletas circundantes a la parcela familiar. 80 En complemento, las actividades de “asistencia al asistente” incluyen fundamentalmente la preparación y entrega de chicha y almuerzos, así como el lavado de la ropa. Las actividades vinculadas a la comida y bebida son en beneficio de los agricultores que son parte del grupo familiar y aquellos que son contratados por jornal, mientras que el lavado de la indumentaria está reservado para integrantes del grupo familiar. Durante mi primer mes de campo, mis visitas a la chacra representaron el grueso de mis actividades de observación participante. Por ello, mi visión de limitó en un inicio a mis anfitrionas y sus primas, que a su vez eran sus vecinas. Así, en un inicio tuve la impresión de que las mujeres eran las principales encargadas de atender directamente la chacra. Luego, conforme pasaron las semanas y empezamos a visitar chacras de sus compadres y amigos, y conforme empezaron a introducirse los jornaleros para los tiempos del trasplante, me di cuenta de que ellas eran casos más bien particulares, ya que el marido de una de mis anfitrionas vivía en otra región y solo visitaba ocasionalmente, mientras que sus primas eran solteras. Las actividades de “asistencia directa” a la chacra la realizan tanto hombres como mujeres, aunque los varones suelen hacerlo más frecuente ya que es el trabajo que realizan por default cuando no tienen trabajos asalariados en construcción, pesca u otros. Por otro lado, las labores de “asistencia al asistente”, referidas previamente, las hacen netamente las mujeres. Como se abordará próximamente, la preparación de la chicha es una actividad exclusivamente femenina, con algún caso esporádico en el que la pareja ayudó en ocasiones puntuales a enfriar la bebida. Incluso si las propias mujeres no preparan chicha, son responsables de adquirirla y llevarla a sus parientes varones y/o jornaleros contratados. De la misma manera, la preparación de los alimentos y la entrega de ambas cosas, que suele ser alrededor de las 11:00 am, es asumido por las mujeres, en ocasión reemplazadas o acompañadas por sus hijos e hijas. La entrega de chicha y alimentos es crucial para sostener las actividades en la chacra. En el caso de familiares o pareja, les evita tener que hacer el viaje ida y vuelta al hogar para almorzar; y en el caso de los jornaleros, es una señal de trato respetuoso y una forma de mitigar el pago diario, en el sentido de que el jornal suele ser de 70 soles más chicha y almuerzo u 80 soles sin ellos. En ambos casos, el almuerzo y la chicha permiten que quienes trabajan la tierra recuperen energía, que ciertamente se agota con lo vigoroso de las labores, a la vez que les da motivación para continuar 81 sus actividades en las próximas horas en las se alcanza el pico de temperatura y radiación solar. Esta división del trabajo agrícola tiene implicancias importantes para las mujeres. Primero, que incluso si ellas mismas van a tomar parte en las labores de asistencia a la chacra, continúan siendo responsables del almuerzo y la chicha, lo que implica tener ambos listos antes de partir o esperándolos a su regreso. Si no lo preparan ellas mismas, tienen igualmente la responsabilidad de coordinar con sus madres, hermanas o cuñadas para que estas puedan recibirlas para el almuerzo. Es preciso indicar que la feminización de la preparación de alimentos y bebidas no es exclusiva de las actividades agrícolas, sino transversal a toda la vida económica en los CC.PP. Como se desarrolla a mayor detalle más adelante, ocurre también en favor de los esposos cuando les toca trabajo en construcción. Sin embargo, resalta en este caso la doble responsabilidad, siendo ambas cuantiosas, en el marco de una misma actividad. - Recojo de frutas “Tumbar” (derribar) y “apañar” (recoger) frutas es una actividad cotidiana en la que puede participar toda la familia, hombres, mujeres y niños, aunque con diferente grado de intensidad. Esto de manera paralela a la asistencia a la chacra, e inclusive como parte de paseos recreativos con los más pequeños. La mayoría de las familias cuentan con árboles frutales en sus parcelas, entre los cuales destacan el tamarindo, la algarroba, el mango, el ciruelo y la huaba, así como, en menor medida, se encuentran guayabas y almendros. Sin embargo, es muy común “tumbar” y “apañar” no solo del árbol propio, que muchas veces ya ha sido forrajeado o no ha producido, sino de cualquier árbol en cualquier parcela cuyos propietarios no estén mirando. Esta actividad la realizan tanto hombres como mujeres, aunque por las experiencias de caídas de árboles que me transmitieron y por la agilidad con la que vi a algunos varones trepar y tumbar, es posible que los varones opten más por ese método, mientras que las mujeres suelen tumbar con unos palos largos que recogen en el camino. Hay que precisar que no se puede depender mucho del recojo de frutas, especialmente en estos últimos años que han sido notoriamente menos productivos. Durante toda mi estadía intentamos con muchas ansias tumbar mangos, pero este año “no cargó” (no se llenó de frutos) prácticamente ningún árbol de mango. Otras frutas como ciruelos y huaba “cargaron poco” y demoraron bastante en madurar y/o 82 se malograron en el camino. Sin embargo, tuvimos éxito frecuentemente con el tamarindo y la algarroba, que hacen una contribución pequeña a la canasta familiar, pero ciertamente bien recibida. Dentro de los relatos expresados por las mujeres que entrevisté, la algarroba, preparada como mazamorra, ha salvado a varias familias de la hambruna posterior a los fenómenos del Niño más desastrosos, como fue el del año 1983. Con esto, quiero introducir también que las mujeres con las que me relacioné tenían siempre en mente aprovechar cualquier oportunidad de apañar frutos, al punto de que muchas veces salían a hacer compras o visitar familia con una bolsa guardada para poder aprovechar en juntar vainas de algarroba y tamarindo caídos que rondaban las inmediaciones de los árboles en ruta. c) Preparación de chicha La chicha es la tercera principal actividad económica orientada al autoconsumo y la venta. Las mujeres con las que conversé y aquellas que entrevisté me indicaron que algunas generaciones atrás, quienes vendrían a ser abuelas de las abuelas, no vendían la chicha, sino que únicamente la preparaban para consumo. Sería a partir de la generación de las madres de las abuelas que la práctica se habría ampliado a este fin. La preparación y venta de chicha está cuidadosamente organizada, de tal manera que cada mujer que se dedica a esta actividad cuenta con uno o dos días específicos en la semana en los que vende. Uno puede identificar de lejos qué casa vende chicha ese día, ya que se acostumbra a colgar una banderita blanca en señal de que el baldón o baldones del día aún no se han agotado. Sin embargo, la preparación de la chicha empieza con dos días de antelación e implica un proceso complejo que involucra múltiples hervidas, enfriadas y coladas, teniendo esta lugar en diferentes momentos del día, incluyendo la madrugada. Nadie que venda prepara menos que un baldón grande de unos 35 litros, y la mayoría de chicheras con mayor clientela pueden preparar hasta dos de 50 litros. Por ello, es un trabajo que requiere de varias manos, y lo más común es que dirijan la operación al menos una madre y una hija, y, en ocasiones, más hijas. Sin embargo, en casos de enfermedad o imprevistos, hay estrategias para preparar la chicha de manera individual. Por ejemplo, se puede atar un extremo de la tela para colar a un poste en la casa y sacudir manualmente el otro extremo. Sin embargo, pasos como “bajar” (retirar) las grandes ollas del fuego pueden ser más riesgoso, y más de una 83 mujer me indicó haberse quemado con chicha hirviendo al intentar “bajarla” del fuego sola. Tanto la preparación como la venta de la chicha tienen lugar en el hogar. Por ello, una condición necesaria para poder realizar esta actividad es contar con un área amplio de fogón y una sala o extensión de cocina amplia para colar y enfriar. La mañana de la venta suele ser el momento más agitado, ya que la clientela llega pronto para llevar la chicha a la chacra y/o para asegurarse algunos bidones antes de que indefectiblemente se agote. Las mujeres que preparan tienen a bien siempre reservar previamente suficiente para ellas mismas y para las familiares o amigas que les vende (y les guardan también) en los días en que ellas no están vendiendo, sino solo preparando. La preparación y venta de chicha son actividades extenuantes que no dejan un margen muy amplio de ganancia. El maíz suele ser comprado, al igual que el agua; ya que el agua que viene en las mañanas es salada y para la chicha se requiere agua dulce. Más aún, en la mayoría de los casos que conocí, las preparadoras de chicha solo recogen la mitad de la leña y compran la otra. La necesidad de comprar estos insumos reduce dicho margen. No obstante, es una actividad especialmente conveniente para las mujeres que crían aves y requieren del afrecho para reducir los gastos en alimento concentrado; y, más aún, tiene gran acogida entre las personas. En conversaciones separadas, mi anfitriona y su prima Laura, ambas chicheras retiradas, me detallaron el desgaste físico que sintieron en los años en los que preparaban y vendían la bebida, debido al gran volumen de líquidos que tenían que manipular, así como por las largas horas en el fogón de leña. Este fogón emite humo que genera un ardor muy desagradable en los ojos, como comprobé en las ocasiones que acompañé a Elodia y sus hijas en la preparación de chicha. Eventualmente las mujeres dedicadas a esta labor se acostumbran, pero ciertamente tiene impacto en la visión en el largo plazo. Este desgaste físico es, de hecho, la principal causa de descontinuación de la actividad. Pese a ello, las mujeres recuerdan con añoranza sus tiempos de chicheras ya que esta actividad representaba una fuente de ingresos confiable. Así, se trata de la única actividad no asalariada que les permite percibir una ganancia en efectivo interdiaria o semanal, dependiendo de cuántos días de venta tengan, a lo largo de todo el año. Hoy estos ingresos son indispensables para contribuir a la compra de prácticamente todo lo que no se obtiene del corral y la chacra. Es importante 84 puntualizar que, si bien el dinero suele destinarse a gastos comunes del hogar, como alimentos o pasajes y útiles escolares para los hijos, se trata de una ganancia incuestionablemente suya. Por otro lado, y no menos relevante, las chicheras activas con las que conversé me señalaron que continúan preparándola también motivadas por un sentido de responsabilidad. Es decir, no desisten porque son conscientes de que las personas en los CC. PP valoran y necesitan la chicha para sus actividades productivas, así como se trata de un elemento indispensable para los momentos de sociabilidad y ritual. Ambas cuestiones se desarrollan en el apartado de vida social y comunitaria, por lo que basta apuntar aquí que la chicha es un elemento clave para las tardes y noches “fresqueando”, y aún más vital para el funcionamiento de todo tipo de celebración y actividad ritual (bodas, velorios, misas, yunces, etc.) Si bien dentro de la generación de las nietas cuyos casos fueron seleccionados, una prepara y vende chicha de manera regular, se trata de una nieta que tiene 36 años, el doble de edad que las otras dos nietas. Las jóvenes de esta generación en algunos casos conocen el proceso, pero ninguna se dedica o tiene planeado dedicarse a esta actividad, como se explica y profundiza más adelante. En consecuencia, durante mi estadía de campo y posterior a ello, me pregunto qué ocurrirá en el futuro con la preparación de la chicha, considerando el rol vital que tiene en la vida social y comunitaria. d) Venta de comida y postres La venta de comida es una actividad diversa en sí misma en lo que respecta a lugar de venta, producto y frecuencia. Se puede hacer una división práctica entre la comida que se vende desde casa, aquella que se vende en el mercado y aquella que se vende desde un local comercial acondicionado. - Venta de comida en el mercado y locales comerciales acondicionados En el caso de la comida que se vende en el mercado, existe gran variedad de productos que van desde alimentos para el desayuno (soya, avena, quinua, panes con diversos rellenos, etc.), y productos para almuerzo (menestras, pescado, guisos, etc.). Existen, para ello, puestos específicos en el mercado con adecuaciones como barra y sillas y grandes baldes de agua para el lavado de platos. Constituyen un aproximado de 12 de los puestos existentes en el mercado, que son alrededor de 120; es decir, 1 de cada 10. Durante mi visita al mercado, observé que casi la totalidad de estos puestos era administrada por mujeres. El mercado cierra por la tarde, así que no hay opciones de cena disponibles. 85 Por otro lado, la comida que se vende desde locales comerciales acondicionados suele enfocarse en alimentos que no se comen necesariamente en la cotidianidad. Todos los locales de este tipo estaban ubicados en Tablazo Norte y conté aproximadamente cuatro restaurantes (dos pollerías, una picantería, un restaurante de platos varios (desde pollo a la brasa hasta comida tipo chifa) y una heladería. En estos, las trabajadoras que pude observar atendiendo a la escasa clientela eran mujeres, aunque no llegué a asomarme a las cocinas para determinar quiénes se encargaban de la preparación y limpieza. Ninguna de las mujeres que conocí se dedicaba en la actualidad ni a la venta en el mercado ni a la venta en locales comerciales acondicionados, pero infiero que al menos una parte también es autoconsumida por las propias familias. - Preparación y venta de comida desde la casa La preparación y venta de comida desde casa es una actividad realizada solo por mujeres y con una frecuencia más espaciada. Dentro de los patrones de venta, identifique dos tipos: la venta de platos previamente separados, con frecuencia semanal o quincenal; y la venta de “picados” como acompañamiento de la chicha, en el día o día asignados para la venta de esta bebida. Para ilustrar el primer patrón, el caso de Gina y Emilia son útiles. La primera, Gina, una de las hijas de mi anfitriona, era estudiante de gastronomía y ya había probado anteriormente la venta de jugos y sándwiches en un local comercial acondicionado. Sin embargo, los costos del alquiler y los bajos costos de venta volvieron la actividad insostenible. En la actualidad, Gina vende platos de almuerzo que prepara en casa de su madre, mi anfitriona, y aunque no tiene una frecuencia específica de venta, suele ser los domingos, días en los que no asiste al instituto, a la vez que descansa de su trabajo como auxiliar escolar. Pueden ser dos domingos seguidos o intercalando, una semana sí, una semana no. Gina suele escoger a criterio propio el plato a preparar, que suele ser algo que no se come cotidianamente, pero es muy predilecto, como el seco de cabrito con frejoles. Con días de antelación, informa a sus familiares y amistades para saber cuántos querrán comprar, para así hace un cálculo preciso de las porciones. Es una labor que consume toda la mañana, ya que hay que poner a hervir temprano la menestra, e inclusive a veces se deja marinando la carne desde la noche anterior. También puede consumir parte de la tarde, considerando el lavado de ollas y limpieza de la cocina. 86 En el caso de Emilia, cuyo caso se relatará a mayor detalle en el sexto capítulo, ella prepara papas rellenas cada sábado. Para ello, cuenta con la asistencia de su madre para el preparado de la masa, de su hija mayor para la fritura, y de su hija más pequeña y una sobrina para el reparto. Similar al caso de Gina, la clientela de Emilia está compuesta primariamente por familia directa y extensa, así como amistades. Esta actividad toma desde alrededor de las 4:00 pm hasta aproximadamente las 9:00 pm. Por otro lado, para ejemplificar el segundo tipo de venta, presento a continuación el caso de dos de las primas de mi anfitriona -Catalina, que vive en Tablazo Sur y Melisa, que vive en Tablazo Norte-, así como Paula y su hija Roberta, de la familia Castro. Ellas preparan el tradicional “picado”, que consiste en arroz blanco con ceviche de caballa. A estos elementos básicos, se les puede añadir yuca hervida, canchita tostada y ocasionalmente zarandaja, un tipo de frejol. Lo particular del picado es que es una vianda que se prepara para los días de venta de chicha y se ofrece en ocasiones sin costo adicional por la compra de las jarras de chicha para consumo en el hogar de la vendedora. En otras ocasiones se cobra un precio simbólico que no pasa de los 10 soles, incluso para fuentes para varios comensales. Cabe resaltar que, en el caso de la preparación y venta de comida desde cada, los alimentos preparados también son para el consumo de ellas mismas, sus esposos y sus hijos, por lo cual esta actividad puede considerarse también como orientada al autoconsumo. - Preparación y venta de bodoques y raspadillas Una actividad económica que también es netamente femenina y que no debe pasar por desapercibida es la preparación y venta de bodoques y raspadillas. Es una de las actividades más comunes, especialmente entre mujeres con hijos pequeños, aunque también he conocido mujeres solteras, como las primas de mi anfitriona, Laura y Patricia, que lo incluyen en su repertorio de actividades. En el caso de los bodoques, tanto preparación y venta se hacen comúnmente en el hogar, aunque también supe de al menos una mujer que vendía bodoques a diario en el mercado. En el caso de las raspadillas, los jarabes son preparados en casa, pero la venta suele realizarse en la vereda de la misma o inclusive en otros puntos más estratégicos como parques y al costado de bodegas. Hay una pequeña distinción respecto al público objetivo para ambos productos, la cual explica las diferentes locaciones de venta. Mientras que los bodoques se suelen vender casi en su totalidad a familiares y amigos, que ya saben que determinada mujer está preparándolos, las raspadillas están dirigidas a este 87 público y también a personas conocidas y no conocidas que puedan antojarse de una mientras transitan por la calle. Una de las hijas de mi anfitriona, Mabel, así como Emilia de la familia Benites, eran las mujeres que preparaban y vendían bodoques a mi llegada a quienes tuve mayor acceso. La preparación de los bodoques implica, posterior a la compra de los insumos, elaboraciones distintas de acuerdo al sabor. Por ejemplo, los bodoques de fresa requieren licuar la fruta fresca con agua o leche, mientras que los de lúcuma, requieren hervir la lúcuma con o sin leche posterior al licuado. Los de coco, si se compra la fruta entera, requieren la extracción cuidadosa de la pulpa. Los sabores son varios; además de los ya mencionados se pueden hacer de pulpa de tamarindo, de maní, de mango, de chicha morada, entre otros. Hago mención de ello debido a que estas mujeres preparaban en un solo día, varios sabores, lo cual implica una logística múltiple. En el caso de Mabel, contaba casi siempre con la asistencia de al menos una de sus hermanas o sus hijas, especialmente para el envasado de los preparados en las típicas bolsitas de plástico. Este es un proceso que, aún en equipo, puede tomar más de un par de horas, dependiendo del número de sabores que se opte por preparar. Si bien el proceso de venta no requiere de mucha publicidad ni logísticas de entrega, ya que la clientela está en la misma casa o viene por sí misma, si es externa, es necesario que haya personas asignadas por la vendedora principal que saquen los bodoques de la refrigeradora, reciban el dinero y den el vuelto, en caso no lo pueda hacer ella misma por estar ocupada con otras actividades. En el caso de Mabel, quien más ejercía este rol era su hija adolescente, Vicky, y el hermano menor de Mabel, Alberto. Dentro de las mujeres que conocí en mi estadía en el C.P., solo una, mi arrendadora Miranda, se dedicaba ocasionalmente a la preparación de raspadillas. Este proceso inicia necesariamente en la Unión, donde se ubica la tienda en la que compran hielo en bloques y donde encargan la molienda. Esto normalmente lo hacía Miranda, mientras que su hermana, mi anfitriona Magdalena, iba preparando los jarabes de tamarindo y fresa por ella. De igual manera, quienes normalmente se encargaban de atender a la clientela eran la hija de Magdalena, Gabriela, y su prima Vicky, hija de Mabel. Dos cuestiones son indispensables de mencionar respecto a la venta de estos productos. Primero, que se trata de una actividad que, como la venta de chicha, no 88 deja márgenes de ganancia muy amplios, considerando el precio elevado que pueden tener algunas frutas. Por ejemplo, a mi llegada el kilo de fresa estaba por encima de los 20 soles, y a esto se le debe sumar el precio del azúcar y la leche, si correspondiera. Ello considerando que el precio de venta de un bodoque es de 0.50 centavos y el de la raspadilla va de 1 sol a 1.50, según el tamaño. Sin embargo, al igual de la chicha, es una actividad que permite el ingreso constante de dinero en efectivo del cual las mujeres pueden disponer. Cabe señalar que este dinero no puede gastarse en su totalidad, sino que debe guardarse una parte para poder reinvertir en la compra de los insumos para el próximo lote. Esta cuestión ayuda a entender el segundo factor clave: que la venta de estos productos no puede considerarse de autoconsumo, ya que todos, inclusive los hijos de la propia vendedora pagan para consumirlo. Claro está, siempre está la figura del “fiado”, pero la expectativa del pago es real. En una ocasión, entre broma y broma con las hermanas Vargas, el esposo de Mabel le pidió que le fié un par de bodoques, y Gina le dijo de broma a Mabel: - ‘Qué, no me digas que hasta a tu esposo le vas a cobrar’. - Más risas. A lo que Mabel le respondió: - ‘Claro que le tengo que cobrar. Ni que él me regalara la fruta para no cobrarle.’ - Más risas. Así, para poder maximizar la rentabilidad de la venta, quienes venden bodoques deben asegurar recuperar su capital para poder seguir invirtiendo en más insumos. (Reconstrucción de conversación basada en notas de campo) e) Recojo de leña El recojo de leña es una actividad primariamente femenina que realizan principalmente las mujeres adultas de la generación de madres y abuelas. Las únicas nietas que he conocido que también lo hacen, también se dedican a la preparación de chicha. Esta actividad se desarrolla comúnmente aprovechando las visitas a las chacras y tiene como principal objetivo paliar el gasto en gas. De este modo, las mujeres salen a la chacra con grandes bolsones de mercado en los cuales van “apañando” ramas con un grosor mínimo de tres dedos y que estén secas. Muchas veces, como nos pasó a mi anfitriona y a mí, a falta de burro, las mujeres deben retornar a su hogar como alrededor de 10 a 15 kg de leña al hombro. En los hogares en los que se prepara chicha, como se señaló anteriormente, el recojo de leña permite reducir hasta a la mitad el gasto en comprar este insumo. Un solo palo mediano, al momento de mi visita, rondaba los 8 soles. En adición a ello, en todos los hogares en los que estuve, noté y/o me indicaron que, pese a que las familias 89 contaban con cocinas a gas, estas se empleaban para preparaciones relativamente rápidas, mientras que preparaciones largas como menestras, sopas y hervido de agua, se continuaban haciendo a leña. Aquí quisiera señalar que, dentro de todas las actividades orientadas al autoconsumo, el apañe de leña, al igual que el apañe del algarrobo, se consideran actividades vergonzosas en la medida que denotan una menor capacidad o deseo adquisitivo de acceder a gas. Cuando acompañaba a mi anfitriona a realizar estas labores, ella andaba preocupada de que sus compadres la viesen (“¿Qué van a pensar si me ven apañando así?”). Sin embargo, al momento de mi trabajo en campo, el grueso de las mujeres que conocí de las generaciones señaladas apañaba cuando menos leña, y varias algarrobas. 5.1.2. Actividades asalariadas dentro y fuera del C.P. a) Empresas agroindustriales de uva Junto con las fábricas de concha y las conserveras de pescado, las empresas agroindustriales son las mayores fuentes de empleo en el C.P. En específico, las mayoría de mujeres en la agroindustria trabaja en cosecha y envasado de uvas, coloquialmente conocido como “ir a la uva”. No obstante, es necesario tomar en cuenta que se trata de un trabajo estacionario, con contratos que van de uno a tres meses en promedio, seguidos de suspensión de la demanda por periodos que pueden llegar a englobar más de seis meses. Por ello, no es necesariamente estratégico parar o descontinuar sus demás actividades generadoras de bienes de autoconsumo o ingresos incluso en los tiempos de “contrato”. Existen dos puestos diferenciados en la “uva” en los cuales se concentran las mujeres provenientes del C.P: “turno chacra” y “turno fábrica”. Ambos puestos implican funciones diferentes. El primer tipo es la manipulación directa de la uva (p.e.: cosechar y escoger la fruta), y tiene lugar al aire libre. El segundo aborda el envasado de la fruta para su posterior despacho, y se realiza al interior de la propia fábrica. Como comentó Roberta de la familia Cáceres, y se retoma en el capítulo 7, el trabajo de “fabrica” es considerado menos desgastante físicamente no solo por la protección de la fábrica contra los elementos, sino también porque se pone música, lo cual ameniza la jornada laboral. Del mismo modo, es un puesto cuyo horario puede ser considerado más compatible con el cuidado de los niños, ya que se aborda el bus que lleva al personal a la fábrica a las 9:00 am, posterior al ingreso a clases. 90 Sin embargo, considerando la hora de retorno, sigue siendo indispensable contar con un familiar o hija(o) mayor que pueda encargarse de los hijos dependientes, especialmente si su pareja está trabajando también ese día. b) Fábricas de concha y conserveras de pescado Al igual que en el caso de "la uva", las fábricas de conchas y conserveras de pescado tienen gran capacidad de captación de trabajadoras mujeres. Estos empleos también son estacionales, pero aún más inestables, ya que se realizan de manera ocasional según la demanda. Los coordinadores de reclutamiento pueden avisar con muy poca anticipación, a veces la misma mañana de la jornada laboral, utilizando grupos de WhatsApp y/o radios emisoras para informar que el bus pasará a las 2:00 p.m. a recoger a quienes deseen trabajar. Esta variabilidad es consecuencia del modelo de negocio de las empresas, que no producen su propia concha o pescado, sino que compran a destajo a pescadores independientes. En estos entornos laborales, es común ver adolescentes, tanto varones como mujeres, subiendo a los buses con DNIs proporcionados por sus padres o hermanos mayores. En ocasiones, las limitaciones económicas y la falta de oportunidades no solo los impulsan a empezar a trabajar de manera asalariada, sino inclusive a abandonar los estudios, como se desarrollará más adelante. Cabe resaltar que las trabajadoras no reciben un salario fijo, sino que se les paga por jornada diaria según el “avance”; es decir, a destajo basado en los kilos de producto que logran envasar. El horario de trabajo también varía dependiendo del volumen de pescado o conchas adquiridos por la empresa ese día. Si el volumen es bajo, las trabajadoras regresan alrededor de la medianoche. Si es alto, retornan al día siguiente en las primeras horas de la mañana. La rutina puede repetirse hasta cinco días a la semana, en épocas de excepcional demanda. Pese al intervalo mínimo entre jornada y jornada, muchas mujeres están prontas asistir hasta el fin de la demanda, ya que es incierto cuanto esta retornará. Por ser un trabajo a destajo, “la concha” y “el pescadito” no solo implican largas horas de pie, sino también un ritmo acelerado para maximizar la producción y las ganancias. Por ejemplo, las trabajadoras experimentadas pueden desvalvar entre 70 y 80 kg de conchas cuando hay abundante producto, mientras que las menos experimentadas o en días de menor producción pueden procesar entre 20 y 25 kg. La primera vez que una trabajadora se enfrenta a esta labor, suele experimentar un gran dolor físico, especialmente en las manos y la espalda debido a 91 la postura agachada y al uso constante de herramientas. Fernanda, que lleva varias décadas trabajando “en la concha”, me comentó lo siguiente respecto a los estragos físicos de estas jornadas para las principiantes: "Te comienza a doler todo esto [me señala la columna] No ves que estás agachada. Yo decía: ‘Yo mañana ya no vengo, ya no me gusta’.” (Fernanda, 43 años, Villa Yapato) Además del trabajo físico, las mujeres deben lidiar con la falta de formalidad en sus empleos. Aunque una temporada en la que las pusieron en planilla, estas medidas no perduraron. La mayoría trabaja sin contratos formales, lo que implica una ausencia de seguridad laboral y beneficios. "A nosotros nos aseguraron y ahora ya no. Ya nos pagaban por tarjeta y ahora ya no.” (Fernanda, 43 años, Villa Yapato) Sumado a todo ello, una gran cantidad de mujeres con estas ocupaciones tiene hijos y debe continuar con sus tareas domésticas al regresar a casa. Esto está desarrollado a mayor detalle en el capítulo 6, tomando como referencia el caso de Emilia, de la familia Benites. c) Limpieza doméstica y niñeras Una fuente adicional de trabajo de tipo asalariado es el de limpieza doméstica y cuidado de niños pequeños. En cuanto a la limpieza doméstica, existen casos en los que las mujeres asumen jornadas de tiempo completo, mientras que en otros solo se tiene pactado uno o dos días de trabajo a la semana, por lo cual se trata más bien de un ingreso complementario. En el caso del C.P, las mujeres que conocí que tenían esta ocupación trabajaban para familias específicamente en Tablazo Norte, que, como se mencionó previamente, es una zona con mayor comercio y posiblemente más afluencia financiera que Villa Yapato. La ocupación de niñera es similar. En este caso, también hay mujeres jóvenes que asumen la ocupación a tiempo completo, mientras que otras, tan jóvenes como de 9 años, trabajan por días y cobran un monto mínimo de propina (50 soles semanales o menos) o reciben algún presente como útiles escolares. No es inusual que incluso las niñas más jóvenes cuiden bebés de uno o dos años, con poca supervisión de otros adultos. Esta ocupación se explica a mayor detalle a través de la trayectoria laboral de Inés, de la familia Álvarez, en los capítulos 6 y 7. d) Auxiliar y docente escolar 92 Otras labores importantes que asumen las mujeres en el C.P, aunque un número mucho más reducido, son las de auxiliar y docente escolar. Respecto a lo primero, existen dos figuras. Primero, las auxiliares que son contratadas por el propio Estado por periodos de un año, sujetos a renovación según haya presupuesto público. Segundo, están los casos de las auxiliares que son contratadas directamente por los padres de familia, quienes se reparten de manera grupal sus honorarios a nivel de salón. En ambos casos, las labores que cumplen las auxiliares son clave para el correcto desarrollo de las clases, especialmente en inicial y primaria. Abarcan desde la limpieza de salones y áreas comunes, hasta asistir a las profesoras en el manejo del estudiantado. En el caso de las profesoras, son contratadas por el propio Estado según sus criterios. En el caso del C.P, me comentaron que la mayoría de estas viven fuera del distrito de La Unión, y algunas ni siquiera en Piura; por lo cual justamente unas semanas antes del fin de mi campo apenas estaban retornando de cara al inicio del año escolar. 5.2. Vida familiar de las mujeres En este segundo apartado, abordo una serie de componentes de la vida familiar de las mujeres. Inicio con sus responsabilidades domésticas de cuidado y las relaciones con sus parejas. Seguidamente, narro aspectos importantes de la relación de las mujeres con su familia ascendente y política y las redes de apoyo que entablan. 5.2.1. Responsabilidades domésticas de cuidado Las tareas domésticas de cuidado, en su mayoría, son responsabilidad de las mujeres, cuenten o no con otras actividades económicas remuneradas y/o orientadas al autoconsumo. No obstante, es preciso señalar que, conforme las hijas e hijos van creciendo, estas van delegándoles tareas asociadas a su propio cuidado, como el lavado de su propia ropa o limpieza de sus habitaciones. Asimismo, les delegan otras asociadas al cuidado de la familia en su conjunto, como limpieza de áreas comunes, cocina y lavado de platos. La complejidad de estas tareas va aumentando de manera proporcional a la edad, siendo la madre o en su defecto una hermana mayor la que no solo delega sino instruye a su prole respecto a cómo ejecutar las tareas de forma eficiente. La transmisión intergeneracional de habilidades domésticas es abordada a mayor profundidad en el séptimo capítulo, pero vale decir que la transmisión debe considerarse como una tarea en sí misma. a) Cocina y lavado de platos 93 La preparación de alimentos es una actividad que tiene lugar a diario, cuando menos tres veces al día, las cuales corresponden al desayuno, el almuerzo y la merienda. Se trata de una actividad diaria ya que no se tiene la costumbre ni un buen concepto de consumir comida “recalentada” del día anterior. Asimismo, es una actividad que en muchos casos no tiene lugar en la vivienda de la mujer, sino en la de su madre o suegra, a la cual acuden desde la hora del desayuno, como se aborda a mayor detalle en el subapartado de relaciones con la familia política. El desayuno suele tomarse a primera hora del día, aunque la “primera hora del día” puede variar entre integrantes de una misma familia, según las actividades que tengan planificadas para ese día. En la casa de mis anfitrionas, por ejemplo, Mabel solía llegar alrededor de las 7:00 am y avanzaba en preparar el desayuno para ella y sus hijos, mientras que mi anfitriona iba preparando el desayuno para sus otras hijas y sus nietos, quienes llegaban y/o despertaban alrededor de las 8:00 o 9:00 am. El desayuno varía en complejidad según el presupuesto del que se disponga ese día, pero casi siempre suele incluir un “café”, término paraguas para una variedad de bebidas como avena, cebada tostada, o mazamorra de semillas. A eso se le pueden sumar pan con huevo frito, o también sudado de pesca del día con camotes. El almuerzo suele tomarse tan temprano como las 11:00 am, aunque más comúnmente a partir de las 12:00 am o 13:00 pm. La preparación tomar cerca de dos horas, aunque puede ser más o menos tiempo según el plato que se prepare. Por ejemplo, hay que considera tiempo extra si se van a preparar menestras u sopas que requieran más horas de cocción. Esas horas de cocción son aprovechadas para avanzar la preparación de otros insumos y/o para realizar otras tareas de forma paralela. Aquí cabe mencionar que las mujeres también son quienes toman la totalidad de las decisiones sobre qué van a cocinar, aunque por supuesto también es posible que acepten cumplir algún antojo de sus hijos o esposo, en caso sea viable para el tiempo e insumos de los que disponen. La merienda también varía en complejidad según el presupuesto de cada familia. A veces solo se vuelve a preparar un plato con proteína como pescado o pollo para los esposos o hijos varones que vuelven de un día de trabajo en construcción la chacra, mientras que para el resto de la familia se puede preparar algo más sencillo como huevos fritos y arroz o pan. En otras ocasiones, se reserva pescado para freír y distribuirse para toda la familia por la noche. 94 Hay que enfatizar que luego de cada preparación y servicio de alimentos, se precisa lavar los platos, cubiertos, ollas y demás utensilios empleados. La asignación del lavado de servicios varía bastante de familia a familia. Por ejemplo, en casa de mis anfitrionas, la mayoría del tiempo cada uno lavaba su plato, y mi anfitriona o alguna de sus hijas se encargaba de las ollas y jarras, de manera rotativa. No obstante, en otras casas, como la de la familia Benites, era la hija mayor de Emilia, Camila, la que se encargaba a diario de lavado de servicios, como se ve a mayor detalle en el sexto capítulo. Aquí cabe precisar que, dado que no se cuenta con servicio de agua luego de las 7:00 am u 8:00 am, el lavado de platos y demás menaje se hace con dos recipientes grandes, uno para lavar y otro para enjuagar, siendo que este último debe cambiarse constantemente para asegurar los mejores resultados posibles. b) Lavado de ropa En el caso de la ropa, nuevamente por la falta de agua corriente a lo largo del día, se realiza con bateas que se llenan directamente con agua de los grandes cilindros donde se “recibe” (almacena) el agua durante las primeras horas de la mañana. El lavado de ropa también es una actividad en su mayoría femenina. La única excepción de la que escuché fue de hombres solteros y sin madre o hermanas que viviesen con ellos. Si las hijas son aún muy pequeñas, es decir, menores de 9 años, aproximadamente, las madres asumen la totalidad de la tarea, lo cual abarca su ropa, la de sus parejas e hijos, e inclusive en ocasiones la de sus madres y padres, como se ve en el capítulo séptimo. Por el contrario, si sus hijas tienen arriba de los 9 años, sus madres empiezan a designarles algunos de los pasos del lavado de ropa que son un poco menos arduos, como el enjuagado, exprimido y/o tendido de ropa. En todos los casos que me relataron mis interlocutoras, el paso más tedioso, el lavado de ropa con detergente hasta deshacerse del “sucio” (la suciedad), siempre lo asumen las madres. En mi propia experiencia lavando mi ropa a mano, solo posible gracias a la amable demostración de Magdalena, mi anfitriona, durante mi primera semana de trabajo de campo, esta actividad toma más tiempo mientras menos experiencia se tiene. La mayoría de las mujeres lleva décadas lavando múltiples tandas de ropa, por lo que pueden procesar grandes volúmenes en cuestión de una o dos horas. Ciertamente, las altas temperaturas, que van de los 35°C a los 40°C en los meses de 95 enero a abril, hacen que el secado tome esos mismos rangos de tiempo, con lo cual uno puede disponer de ropa limpia por la tarde si se lava en la mañana. Respecto a la frecuencia de lavado, cada mujer se organiza dependiendo de su carga semanal de actividades, siendo que algunas prefieren lavar un poco cada día, mientras que otras limitan la actividad a uno o dos días específicos durante la semana. De este modo, una vez por semana es el mínimo de veces hasta donde pude indagar. c) Limpieza La limpieza del hogar comprende un conjunto de actividades, algunas de las cuales se pueden realizar de manera diaria; mientras que otras se realizan con frecuencias más espaciadas, como puede ser una vez por semana o al mes. Considerando el suelo arenoso que predomina en la zona, no es de sorprender que una de las tareas diarias sea el barrido, priorizando áreas de la casa como la entrada, la sala y la vereda frente a la vivienda, pero sin dejar de lado ninguna área. Si uno asoma la cabeza por la calle entre las 7:00 am y las 8:00 am, con toda seguridad puede apreciar numerosas mujeres con la escoba en la mano, expulsando grandes cantidades de polvo que inevitablemente volverán a las viviendas hacia el final del día. Otras dimensiones de la limpieza, como puede ser el trapeado, dependen en buena medida del material del que está hecho cada área de la casa, dado que solo tiene sentido trapear las áreas que cuentan con cemento o piso. Otras actividades importantes, si bien no diarias, son la limpieza de áreas como la cocina y los corrales. Ambas pueden ser algo desafiantes, ya que no se cuenta con agua corriente para enjuagar los trapos u otros implementos. En el caso de la cocina, la mejor estrategia es tener agua reunida en baldes, de ser posible caliente, con la cual ir enjuagando la esponja y el trapo conforme se va avanzando. En el caso de la limpieza de los corrales, el uso de baldes de agua también es primordial para poder remover el estiércol de los animales, así como se puede emplear cal u otro agente antibacterial al finalizar. Mientras que el barrido suele tomar alrededor de treinta minutos, al igual que la limpieza de corrales, para mujeres con experiencia, el trapeado puede tomar unos diez minutos adicionales y la limpieza de la cocina puede tomar una hora o más. De este modo, el trapeado no tiene lugar a diario, sino que puede darse de tres veces a una vez por semana, dependiendo de la rutina de cada familia. La limpieza de la 96 cocina suele darse entre una y dos veces por semana, y la de los corrales una vez por semana. De la limpieza de los baños, el método y tiempo de limpieza varía dependiendo del material de construcción. Sin embargo, un estimado para la limpieza de un baño que cuente con inodoro de loza y ducha enlozada sería de 40 minutos a más, incluyendo la limpieza del lavamanos, el inodoro y el piso de la ducha. Esta limpieza suele tener lugar una vez por semana. No tuve oportunidad de observar la limpieza de otro tipo de baños, que ciertamente abundan. Aquí es importante mencionar que las familias con capacidad adquisitiva más reducida, que no cuentan con inodoros, suelen utilizar como baño las orillas del río que divide la zona habitada de las chacras. d) Cuidado de niños y niñas pequeños El cuidado de los niños es una actividad permanente para las mujeres, mientras que los varones le dedican pocas o, inclusive ninguna hora del día, dentro de lo que pude apreciar y escuchar en mi estadía en campo. Cabe precisar que, debido a la multiplicidad de labores que se ha evidenciado a lo largo de este subapartado, las madres de los niños y niñas a menudo delegan varias horas y hasta días de cuidado a las hijas mayores y hermanas (sin remuneración de por medio) o a otras niñas y mujeres parte de la familia extensa (con remuneración monetaria o en especie). Existen inclusive casos en los que el cuidado se delega de manera permanente de forma parcial y total, los cuales explicito hacia el final de los párrafos que explican esta responsabilidad. El tipo e intensidad de cuidados que requieren los hijos e hijas varía dependiendo de su edad. Los más pequeños son más dependientes de su madre y/o la persona que asume su cuidado, dado que requieren asistencia para aspectos básicos de la vida diaria como la alimentación y el aseo personal. Me centro en estos, por haber sido las actividades más observadas. Además de ello, los niños y niñas más pequeños (aproximadamente hasta las 8-9 años), requieren supervisión durante sus momentos de juego al aire libre. Ello ya que existen elementos de riesgo, como la multitud de mototaxis que circulan en los CC. PP a altas velocidades y el creciente número de personas que buscan robar o secuestrar, según reportaron las mujeres con las que conversé. Esta es una cuestión relevante, ya que las mujeres de la generación de las abuelas me explicaron que hasta hace un par de décadas atrás, era perfectamente seguro para los niños y niñas jugar solos fuera de casa. Eso ya no es posible en la actualidad por el temor al atropello o al secuestro, y a las madres y 97 cuidadoras que pude ver en acción les da pánico cuando, en medio de una conversación o un “quehacer”, se percatan que su pequeño o su pequeña ha desaparecido de su rango de visión. Es decir, que la inseguridad ha ocasionado una intensificación de la carga de esta dimensión de los cuidados. Retomando el aspecto de la alimentación, esta es una actividad que se da de forma paralela al propio consumo de alimentos de las madres o cuidadoras. Una estrategia para hacer la ejecución de ambas actividades de forma paralela es que madre e hijo/a pequeño/a coman del mismo plato. Quisiera acotar respecto a ello, tras una observación casi diaria de esta actividad, que no noté un incremento en la porción versus las ocasiones en las que por algún motivo estas madres comen solas. Esto podría deberse a que se trata de niños muy pequeños (4 años o menos), y se considera que comen poco. Respecto al aseo de los pequeños y pequeñas, el momento que más observé fue el momento del baño, el cual suele tener lugar inmediatamente después del almuerzo. Para ello, se dispone de bateas grandes de plástico que se llenan con una parte de agua fría de los cilindros y una parte de agua calentada en la cocina. Luego los niños son colocados en las bateas y se deja que se “remojen” un rato, mientras juegan con pistolas de agua o simplemente entre sí, cuando hay hermanos/as o primos/as bañándose en un mismo patio. Mientras tanto, las madres y/o cuidadoras van terminado de comer y/o hacer “sobremesa”. Veinte o treinta minutos después, se disponen a restregarlos, enjabonarlos y enjuagarlos, para posteriormente ponerles ropa limpia. El proceso en su conjunto suele tomar una hora o menos. Los niños y niñas son bañados hasta alrededor de los 8 o 9 años, aunque dependerá del grado de autosuficiencia que hayan adquirido. En el caso de las niñas, es importante mencionar que incluso aquellas que ya se bañan solas, suelen acudir a sus madres o cuidadoras, si están en casa, para que ayuden con desenredar y peinar su cabello. A la categoría de cuidado de niños y niñas, ciertamente hay que añadir las labores generales hacia la familia, como preparación de alimentos, lavado de ropa y limpieza, ya que los niños son beneficiarios de ello. Ahora bien, respecto a los circuitos de cuidado, traigo a la discusión dos caso que me generaron impresión. El primero es parte de la historia de Inés, por lo cual lo mencionaré nuevamente en el próximo capítulo. La segunda, es el caso del nieto primogénito de mi anfitriona, el cual abordo únicamente en este capítulo. 98 El caso de Inés hace alusión a su mudanza a la casa de su abuela, con lo cual pasó a estar al cuidado de sus tías, en lugar de su madre, a la edad de 8 años. Si bien no le pregunté esto directamente, podría inferir que justamente se trató de la edad en la que empezó a dejar de requerir cuidado intensivo de su madre. La explicación que ella me brindó respecto a su traslado fue que “se acostumbró” más a la casa de sus tías. En privado, mis anfitrionas, que son también tías de Inés, me comentaron que atribuían la mudanza a los tratos violentos de su padre a su madre. La abuela de Inés, Elodia, me dio esta misma explicación; resaltando que ella en persona, junto con sus hermanos, encaró y amenazó a su yerno cuando supo de ello, con lo cual él habría reformado su comportamiento violento. Sin embargo, Inés permanece hasta la fecha en su hogar. Las tías solteras de Inés, particularmente Carmela, son quienes han asumido, desde ese momento de su infancia, aspectos de su cuidado como la preparación de sus alimentos y el lavado de su ropa. Cabe precisar que las tres son solteras. Sin embargo, hay una función que la madre de Inés ha conservado para sí misma, que es traer sin falta todos los días los insumos para que sus tías cocinen los alimentos de Inés. De este modo, sería equivocado decir que su hija no ha formado parte de sus preocupaciones diarias. Además, es importante señalar que Inés ha pasado de manera regular a lo largo de estos años los domingos con su madre. Estos son los únicos momentos de la semana en los que ella asume roles de cuidado como la limpieza ligera. Gráfico 1 Circuito de cuidado de Inés (nieta de la familia Álvarez) 99 Fuente: Elaboración propia. El segundo caso importante de mencionar es el de Bruno, nieto de mi anfitriona por su hija mayor, Melany. Melany reside y trabaja desde antes del nacimiento de Bruno en Piura ciudad, aproximadamente a una hora y media o dos de Villa Yapato. Melany es madre soltera y tiene un trabajo de tiempo completo. Durante época escolar, con la excepción de los años en los que las clases fueron remotas por la pandemia por el COVID-19, Melany y Bruno viven juntos en la ciudad y sólo visitan Villa Yapato los fines de semana, desde el sábado por la tarde hasta el lunes a primera hora de la mañana. En ocasiones, la hermana menor de Melany, Cristina, va los viernes y trae a Bruno a Villa Yapato por adelantado. Durante los tiempos de vacaciones escolares, Bruno reside de forma estacional a lo largo de toda la semana en Villa Yapato, al cuidado primariamente de Cristina, desde que ella renunció a su trabajo asalariado como administradora industrial meses después del fin de la pandemia. Cristina se encarga de servirle la comida, de bañarlo y de supervisarlo mientras juega, o cuando menos de delegar la supervisión a sus otras hermanas, su prima o sobrina. Más aún, inclusive en tiempos de clases escolares, Cristina se desplaza con regularidad a la ciudad de Piura para apoyar a su hermana Melany con el cuidado de Bruno y el lavado de ropa. Esta relación de apoyo no surgió necesariamente pero sí se intensificó dos años atrás, cuando Melany fue diagnosticada con una forma atípica de mastitis que aún no supera del todo. Ello coincidió con la renuncia de Cristina. 100 En más de una ocasión, tanto la madre de Cristina como sus otras hermanas se han referido a Bruno como “el hijo de Cristina”, cuando le advierten que anda deambulando solo fuera de la casa. Y ciertamente, en la práctica, durante esos meses en los que Bruno reside en Villa Yapato, asume todos los roles asociados a su maternidad. Con ello no pretendo sugerir, ni siquiera de manera remota, que Melany no está permanentemente pensando y preocupándose por su hijo. Ella está en constante comunicación con Cristina y al tanto de cualquier incidencia. Se trata más bien de una configuración del circuito de cuidado, en la cual, por medio del cuidado de Bruno, Cristina, su madre y en menor medida sus otras hermanas, cuidan a Melany. Gráfico 2 Circuito de cuidado de Bruno y Melany Fuente: Elaboración propia. e) Compras Para finalizar este subapartado, hago referencia a las compras de víveres como una actividad también primariamente a cargo de las mujeres. En este caso, por ser una actividad que se realiza hasta varias veces al día, suele repartirse entre las mujeres que cocinan juntas, sus hijas e hijos varones jóvenes. A menudo, una compra 101 algunas cosas para el desayuno (pan, huevos, etc.), mientras que a otra se le asigna la compra de insumos para el almuerzo y a otra para la cena. Las compras de desayuno y cena suelen hacerse en las bodegas cercanas, a unos pocos minutos de las viviendas, mientras que la compra de proteína y/o verduras para el almuerzo a menudo requiere un viaje al mercadillo, que están a unos 25 minutos a pie de la entrada de Villa Yapato. Muchas personas van en mototaxi, considerando lo peligroso de la temperatura pasadas las 10:00 am, siempre que puedan permitirse el costo del pasaje en mototaxi colectivo, que se mantiene en un sol (hasta un sol cincuenta). Cabe añadir que los gastos de víveres son asumidos de manera colectiva entre las familias que cocinan y comen juntas. 5.2.2. Relación con la pareja a) Enamoramiento y unión de las parejas La relación que las mujeres convivientes y/o casadas tienen con sus parejas en Villa Yapato es muy diversa. Dentro de lo que pude conversar -en diferentes niveles de profundidad- con mis interlocutoras, muchas tienen diferencias de edad de hasta diez años con sus parejas, mientras que otras tienen edades similares o inclusive son varios años mayores. Solo profundicé respecto a la etapa de enamoramiento y/o cortejo con las entrevistadas de los grupos familiares, por lo que no puedo dar mayor detalle de ello en este apartado. Solo puedo acotar lo siguiente. Si bien en algunos casos el relato de estas etapas incluye capítulos de insistencia y cierto grado de presión de los varones enamorados de las mujeres, en contraposición de la reticencia de las mujeres de juntarse; en otros casos las mujeres reportan haber correspondido bien el interés de sus parejas y haberse sentido motivadas a formar una familia eventualmente con ellos. Ello pese a que el matrimonio o unión no es algo que era prioritario o si quiera figuraba en sus deseos para el futuro. Esto ocurre en las tres generaciones; abuelas, madres y nietas, y se profundiza en el capítulo 8. Muchas de las mujeres con las que conversé me mencionaron haber tenido tan poco como un enamorado, como hasta tres, contando a su actual esposo. No obstante, no son tampoco extraños los casos de mujeres que salieron con varios chicos antes de decidir juntarse con uno. Estos casos los escuché únicamente de mujeres de la generación de las madres. Ahora bien, en cualquiera de los dos casos, el enamoramiento desemboca en muchos casos en la unión a largo plazo de la pareja, lo cual se da en la gran mayoría de casos por medio de la convivencia, más que el matrimonio civil o religioso. Un mecanismo muy conocido ya en la literatura etnográfica es el denominado “robo”, 102 proceso mediante el cual, novio y novia acuerdan previamente el “escape” de la novia de la casa de sus padres. Posterior a ello, se dirigen a la casa del novio o de un familiar de confianza que esté más recóndito, dependiendo de que tanto tiempo quieren que les tome a los padres de la novia localizarlos. Allí pasan una o más noches juntos hasta que sus padres mandan una comitiva, que suele incluir a una hermana de la novia, para ubicar a su hija y confirmar con sus propios ojos lo que probablemente todo el centro poblado ya sabe: que su hija se ha unido al novio en cuestión. A menos que los padres de la novia juzguen que el novio es un sujeto que con certeza hará sufrir a su hija, o que ella está demasiado joven para asumir la formación de una familia propia, lo común es que terminen más pronto que tarde sentándose con los padres del novio para hacer “arreglos”. Es decir, para acordar entre ambos qué activos podrán brindarle a la pareja para iniciar su vida familiar (pueden ser terrenos sin construir, un adelanto de herencia en tierras cultivables o alguna herramienta de trabajo), y sobre todo para confirmar si la pareja vivirá en casa de los padres del novio. Esta forma de residencia es la más común, pero como se verá en el caso de la familia Cáceres, también existen ocasione más esporádicas en las que las novias prefieren que sea su pareja quien se mude a su casa. Respecto al mecanismo de unión, llamado “robo”, hay dos precisiones que son importantes de hacer. La primera, es que, en tanto práctica de mudanza y unión, ha continuado teniendo lugar incluso en la generación de las nietas mayores (aquellas con 25 o más años de edad a la fecha), mientras que es un poco menos común entre las nietas menores. El segundo es que, entre las nietas especialmente, el término “robo” no es considerado preciso, ya que resta agencia a las novias, que no toman a la ligera la decisión de dejar su hogar para iniciar su propia familia. En una conversación con Cristina, ella me manifestó lo siguiente: - “No es ‘robo’, porque al final son las chicas las que deciden solitas que se quieren ir”. - “¿Y por qué crees que le siguen diciendo así si todo el mundo sabe que son las chicas las que deciden?” - “Es algo que ya viene del tiempo de los ‘antiguos’”. (Reconstrucción de conversación basada en notas de campo) Cristina me hizo referencia al tiempo de los “antiguos”, es decir, la generación que vendría a ser padres y abuelos de los que hemos categorizado como abuelos y abuelas en este estudio. No obstante, no podría decir con certeza si es que el uso de este término era una forma consciente de restar agencia ni por qué motivos esto se habría dado. Esto debido a que, incluso desde el tiempo de las abuelas, hay respeto 103 de la familia hacia la decisión que tuvieron ellas de “juntarse”, siendo que en última instancia sentarse con los suegros a hacer “arreglos” son evidencia de un eventual asentimiento a esa decisión mutua. “A un hombre ocioso no vale la pena atenderlo”: División sexual del trabajo Como ya se ha ido señalando a lo largo de este capítulo, un patrón prevaleciente en las familias que conocí es la división sexual del trabajo en términos de ocupaciones remuneradas y no remuneradas. Así, las labores descritas en los apartados previos son aquellas que realizan las mujeres (incluido el cuidado). A estas, se les suman las labores asalariadas que se explicitarán en el último apartado de este capítulo. En el caso de los varones, si bien hay labores importantes en las que coinciden con las mujeres, como la aparcería y la agricultura familiar, estos se dedican principalmente a ocupaciones asalariadas realizadas fuera de casa. Entre estas destacan significativamente el trabajo en construcción, distinguiendo entre aprendices, operarios, oficiales y maestros de obra; así como el trabajo como mototaxistas y en menor medidas comercio en el mercado. En el caso de las labores asociadas al cuidado, en específico, como ya se mencionó previamente, la participación de los varones es mínima. Un ejemplo de su participación, para ilustrar, sería que un padre de la generación de las nietas (18-30 años) le dé de comer a su hijo pequeño mientras la madre almuerza y/o se ducha. Esto lo observé al menos en casa de mis anfitriones, por parte de uno de los yernos de Magdalena. Aparte de ello, no vi mayor participación de ningún otro padre en el cuidado ni en ninguna otra de las actividades señaladas que realizan las mujeres (con excepción de aparcería, agricultura familiar y recolección de frutas). Más aún, como se ha detallado previamente, los hombres no solo no toman parte del cuidado de los hijos, sino que también son cuidados por sus esposas de manera similar a cómo sus madres y hermanas los cuidaban cuando seguían viviendo con ellas, en el sentido de que sus esposas cocinan para ellos, lavan su ropa, limpian la casa que habitan y más. En ese sentido, existe la idea, cuando menos hasta la generación de las madres y las nietas mayores, de que hace sentido “atender”, a los hombres cuando estos se encuentran trabajando y proveyendo a la familia de dinero. Ello aun considerando que ellas también trabajan y proveen dinero y bienes para el autoconsumo, además de su carga de trabajo de cuidado. Sin embargo, a un hombre “ocioso” que, incluso estando 104 desempleado, no aprovecha el tiempo para trabajar la parcela familiar, no “vale la pena atenderlo”. b) Infidelidades Las infidelidades son un evento, o una condición inclusive, recurrente en las uniones matrimoniales o de convivencia, cuando menos en la generación de las madres y las abuelas. De los diferentes casos de los que tomé conocimiento por medio de mis interlocutoras, destaco el caso de Sandra, de la familia Cáceres, en el cual la infidelidad tuvo lugar en un periodo extenso de tiempo y derivó en el abandono de hogar. Explico al respecto a mayor detalle en el sexto capítulo. Dos casos adicionales a destacar son el de una de las hijas de Elodia, de la familia Álvarez, y una vecina de mis anfitrionas.En el caso de la hija de Elodia, ella llevaba casada algunos años con el padre de sus hijas, cuando por motivos de trabajo él, se mudaron fuera de Piura a Chiclayo. En el transcurso de su estadía allí, el yerno de Elodia inició una relación con otra mujer, sin que la hija de Elodia supiera. Con esta mujer tuvo hijos, sin que ella supiese que él estaba casado. Cuando la hija de Elodia tomó conocimiento, decidió que lo mejor era la separación. Para ello, cabe resaltar que, posterior a ello, el yerno de Elodia no pagaba pensión alimenticia por ninguno de sus hijos e hijas. Eventualmente, el yerno de Elodia inició una nueva relación con una tercera mujer, con la cual también tuvo hijos. Esta mujer eventualmente se enteró de sus relaciones e infidelidades previas y se separó de él. De las tres mujeres, ella fue la única que decidió finalmente denunciarlo por incumplimiento de pago de la pensión alimenticia para sus hijos, con lo cual el yerno de Elodia eventualmente fue privado de su libertad por la justicia. Mi sorpresa no fue pequeña cuando Elodia me explicó que, estando su marido en prisión, su hija optó por retomar la relación con él, al punto que se mudó y consiguió trabajo en las inmediaciones del penal en el que él se encuentra confinado. Más aún, optó por enviar a sus dos hijas, una adolescente y otra joven adulta, a vivir con su abuela Elodia y sus tías. Al momento de mi estadía en campo, ellas se encontraban de visita en casa de su madre, por lo cual no pude pedirles sus apreciaciones personales. El caso del yerno de Elodia representa bien el fenómeno de la infidelidad en su manifestación múltiple. Escuché casos similares de terceras personas, en algunos de los cuales la mujer no solo estaba de enterada, sino que aparentemente daba su asentimiento al marido infiel, siempre y cuando este no se desentendiera de sus responsabilidades económicas y afectivas para con la familia. Si bien el caso de 105 Sandra no es de infidelidad múltiple, esta suerte de condición para aceptar la infidelidad también se da, siendo que el padecimiento parece caer sobre ella cuando él abandona el hogar de manera definitiva y deja de contribuir económicamente. Respecto a este “asentimiento”, cabe precisar que en muchas ocasiones me lo relataron en términos cómicos y en son de chisme. Por ejemplo, respecto al segundo caso, una de mis interlocutoras me comentó sobre una vecina cuyo esposo tendría dos parejas más. Esta vecina le permitiría tener estas relaciones con ellas, siempre y cuando pasará al menos un par de noches a la semana con ella. Según lo que me comentaron, las tres saben de la presencia de las otras. 5.2.3. Relación con la familia política: entablado de redes de apoyo entre mujeres parientes Dentro de los múltiples componentes de las relaciones de las mujeres con su familia política, es decir, aquella a la que pasan a pertenecer mediante su unión u matrimonio a un varón, considero relevante centrarme en la producción de redes de apoyo entre las mujeres que pasan a ser parientes (suegras, cuñadas, sobrinas, etc.). Siendo que comúnmente las mujeres se mudan a casa de los padres de pareja, es común que empiecen a formar parte de la estructura familiar de gestión de cuidados, los cuales son administrados, como ya se detalló, por las mujeres del hogar. Aquí no hay que considerar únicamente a la suegra y hermanas solteras del novio, sino también a las nueras e hijas casadas, junto a sus hijas si las tuviera. Esto debido a que todos los días, ellas llegan a primera hora de la mañana, para así tomar parte de las tareas de limpieza y cocina a lo largo del día, y se van por la noche. Como me mencionaron en varias ocasiones diferentes interlocutoras: “Van a sus casas solo a dormir”. De esta manera, las mujeres se organizan para cocinar juntas, lavar la ropa juntas (aunque cada una lava la ropa de su familia nuclear), y realizar otras tareas en conjunto como la preparación y venta de bodoques. Según las circunstancias y criterios de cada grupo familiar, pueden hacerlo turnándose las actividades (p.e.: un día cocinan una o más mujeres determinadas mientras las otras lavan los servicios); o pueden hacerlo de manera conjunta. Ello les permite, según cómo escojan organizarse, no tener que ser la principal o única encargada de la preparación de alimentos en todas las comidas del día, todos los días. También sienta las condiciones para que puedan delegar el cuidado de sus pequeños a sus parientas mientras ellas realizan alguna tarea puntual, o extendida, fuera de casa. Estas redes tienen como resultado una simplificación y reducción de la carga del trabajo de cuidado que se le atribuye a cada mujer, descrita previamente. Con ello, 106 se posibilita la participación en otras actividades, sean remuneradas o de índole social y comunitario, como se ve más adelante en la trayectoria laboral de Diana, de la familia Benites. 5.2.4. Violencia intrafamiliar basada en género La violencia basada en género a nivel de la familia es un fenómeno que persiste en el C.P., así como a nivel del distrito la Unión, según conversé con una especialista del Centro Emergencia Mujer (CEM). Sin embargo, sus manifestaciones han variado de una generación a otra. Si bien aún en la generación de las madres, la violencia física del esposo o pareja en contra de su pareja mujer sucedía, esto no quiere decir que haya sido socialmente aceptado. Sin embargo, las situaciones eran siempre “manejadas” a nivel familiar, con madres y hermanos coordinando entre sí para visitar al marido agresor y amenazarlo con llevarse a su hija de vuelta a casa. Estas medidas, según me reportaron mujeres de la generación de las abuelas, incluyendo Sandra y Elodia de los estudios de caso, tenían éxito en convencer a los esposos de abstenerse de estas conductas. No obstante, en la última década, se ha trascendido de la gestión “familiar” de las ofensas, con cada vez más mujeres acudiendo al CEM a denunciar. Los testimonios que escuché de varias mujeres, incluyendo a la docente de secundaria y la alcaldesa que entrevisté, respecto a cómo el machismo ha sido superado luego de mucho esfuerzo en el C.P, deben ser contrastados con las explicaciones de la especialista del CEM. Ella me señaló que, si ahora los varones se abstenían de agredir físicamente, esto era solo por temor a ser denunciados. Más aún, manifestaban violencia desde otros ámbitos, siendo uno el psicológicos. Esto, por ejemplo, mediante el maltrato verbal. Más aún, ante el temor de ser procesados penalmente, los varones amenazan a las mujeres con dejar de proveer económicamente a sus hijos a menos que abandonen la denuncia. Si bien las denuncias ya no pueden ser retiradas por ley, sí pueden ser “abandonadas” en la práctica si las mujeres son convencidas de no brindar sus testimonios ni asistir a las audiencias. Así, la especialista me señaló que, como CEM, estaban desplegando una investigación para identificar los alcances de esta violencia económica. Por el momento, me indicó que las denuncias que recibían estaban repartidas equitativamente entre casi todos los rangos etáreos, aunque no podía darme una cifra exacta. 107 5.3. Vida social y comunitaria Respecto a la participación de las mujeres en la vida social y comunitaria, en este subapartado realizo, en principio, una descripción de los bancos comunitarios y de los roles que las mujeres cumplen en su gestión. Luego de ello, describo la dinámica de los comedores populares, así como las responsabilidades que respectivas que asumen las mujeres. Seguidamente, abordo su participación en los programas sociales estatales “Vaso de Leche” y “Juntos”. Luego de ello, me centro en su participación de actividades de celebración, religiosas y profondos. Concluyo el subapartado con una descripción de las características más importantes de los cultos evangélicos en la zona y los roles y valoraciones de las mujeres que producen en el marco de estos. 5.3.1. Participación en organizaciones sociales de base a) Bancos comunitarios Una parte fundamental de la participación de las mujeres en la vida social y comunitaria en los CC. PP es la gestión de los bancos comunitarios. Estas organizaciones financieras autogestionadas primordialmente por mujeres tienen como principales objetivos facilitar el ahorro de las familias y el acceso préstamos a tasas de interés accesibles. Aunque la mayoría de los miembros directos son mujeres, los esposos e hijos también participan de manera indirecta. Las mujeres suelen sacar números a nombre de sus esposos e hijos y se encargan de realizar los pagos correspondientes. Cada participante contribuye semanalmente con cuotas que pueden variar. Por ejemplo, algunas miembros aportan S/20 por semana por cada número que tienen, mientras que otras pueden contribuir con hasta S/100 o más, dependiendo de su capacidad económica. Los miembros pueden tener múltiples números, lo que conlleva a un mayor ahorro y límite crediticio, ya que mayores aportes significan potencialmente mayores préstamos. El banco comunitario permite a sus miembros solicitar préstamos de hasta S/1000 por cada número que poseen, con un interés del 10%, significativamente menor que el 20% cobrado por prestamistas particulares. Al final del año, los miembros reciben el ahorro acumulado más los intereses generados. Así, esta estructura no solo fomenta el ahorro, sino que también ofrece una fuente accesible de crédito en momentos de necesidad. Los fondos obtenidos a través del banco se utilizan para diversos fines. Idealmente, tanto ahorros como préstamos deberían destinarse a inversiones como construcción y ampliación de viviendas, pero en los últimos años no es raro que se 108 empleen para gastos diarios y otras necesidades financieras de consumo. Más aún, en este contexto de desempleo y subempleo, algunas miembras enfrentan dificultades para mantener sus contribuciones semanales debido a situaciones económicas críticas, lo que representa uno de los desafíos del banco. La gestión del banco comunitario está organizada con roles claramente definidos, incluyendo una presidenta, una tesorera y una secretaria. La presidenta, que tiene un mandato de un año, junto con la tesorera y la secretaria, aseguran la correcta administración y contabilidad del banco. Se realizan reuniones periódicas para discutir el progreso del banco, evaluar el cumplimiento de los pagos y abordar cualquier problema que surja. Estas reuniones son cruciales para mantener la transparencia y la confianza entre los miembros. Si bien el ejercicio de estos cargos es arduo y existe una presión fuerte de por medio de hacerlo de manera óptima por la relevancia social de los bancos, se trata de responsabilidades que las mujeres asumen sin remuneración monetaria o en especie de por medio. Son largas las horas que se invierten sacando cuentas y “cuadrando números”. b) Comedor popular En el C.P, los comedores populares representan una forma crucial de organización social impulsada principalmente por mujeres. Estos comedores funcionan gracias a la colaboración entre las socias, que son mujeres de la comunidad, así como al respaldo de la municipalidad delegada. Esta abastece los comedores de manera periódica con alimentos básicos como arroz, menestras, atún y fideos. Desde el lado de las socias, su principal contribución es el tiempo y esfuerzo que dedican a cocinar y mantener el comedor operativo. Respecto a la figura de las socias, los comedores populares operan mediante un sistema según el cual las mujeres que son socias tienen el derecho de comprar platos de comida a un precio simbólico de un sol. Sin embargo, para mantener su derecho a estos beneficios, deben participar en la rotación de la cocina. Las socias se organizan en grupos que asisten a cocinar de manera periódica, según un cronograma que ellas mismas van determinando. Las socias del comedor tienen roles específicos, con algunas asumiendo posiciones de liderazgo como la presidencia del comedor. La presidenta, en particular, tiene la responsabilidad de incentivar la participación y coordinar los esfuerzos para mejorar la infraestructura del comedor. Aparte de cocinar, se espera que las socias 109 contribuyan con ciertos insumos que no son proporcionados por la municipalidad, como cebolla, aderezos, orégano y pimienta, para mejorar el sabor de las comidas. La presidenta también ha intentado recolectar pequeñas contribuciones mensuales de S/1 o S/2 para mejorar la infraestructura del comedor, aunque ha encontrado resistencia por parte de las socias. De este modo, las mujeres desempeñan un rol fundamental en la gestión de los comedores populares. Sin perjuicio de ello, es necesario señalar que, bajo la forma de operación actual de los comedores, actualmente hay una serie de desafíos importantes. Primero, en línea con lo anteriormente señalado, el estado del local donde las socias cocinan es muy precario, lo cual dificulta y hasta desmotiva la participación en las labores del comedor. En ese mismo sentido, no solo existe poca predisposición por parte de las socias de traer insumos adicionales, sino que también existe resistencia para brindar el insumo principal: su mano de obra. Muchas socias preferirían recibir los insumos en crudo en lugar de cocinar, ya que la preparación de alimentos consume una parte importante de su día. Contrario al caso del Vaso de Leche, el reparto de alimentos en crudo aún no se está dando en los comedores populares por temor a las repercusiones que podría traer sobre la organización, como el cese de entrega de insumos por parte de la municipalidad. La propia presidenta actual, quien coincidentemente es mi anfitriona, Magdalena, señala que la baja participación en las labores de cocina se debe a una falta de compromiso e inclusive “flojera” por parte de las socias. Ello en la medida que estas esperan insistentemente recibir sus platos de almuerzo al precio referido, para así evitar tener que cocinar en sus hogares para sí mismas y sus familias, pero sin contribuir con su trabajo. Considero necesario matizar esta perspectiva de la situación. En principio, la falta de deseo de las socias de participar puede deberse a la sobrecarga de trabajo que ya tienen, sin contar con la preparación del almuerzo, debido a sus múltiples responsabilidades, previamente relatadas. Más aún, si bien no pude obtener esta información, sería importante conocer cuantas, de las socias, especialmente aquellas que no desean participar en la rotación, han asumido en los últimos años turnos en las fábricas de concha, las conserveras y las agroindustriales de uva. Es posible que haya una relación entre la suma del trabajo remunerado y no remunerado orientado al sostenimiento de la familia, con el desapego hacia el trabajo no remunerado en beneficio de la comunidad. Ello en el sentido de que se prioriza el tiempo dedicado al 110 sostenimiento directo de la familia, o inclusive ya no es materialmente posible destinar tiempo a estas actividades comunitarias. 5.3.2. Participación en programas sociales a) Vaso de Leche El programa Vaso de Leche ha sido una parte fundamental de la comunidad durante varias décadas, involucrando en su funcionamiento inclusive a las abuelas nacidas en los 60s. Desde sus inicios, el programa ha dependido tanto del trabajo organizado de las madres como del soporte del estado. Las madres se turnaban de manera rotativa para cocinar desayuno y almuerzo para los niños del colegio, mientras que el Estado, por su parte, proporcionaba los insumos necesarios para preparar estos alimentos, incluyendo leche y avena. Además del trabajo de cocinar, las madres contribuían de otras maneras. Por ejemplo, llevaban leña los días que les tocaba cocinar, asegurando así que siempre hubiera combustible para preparar las comidas. Similar al caso de los comedores populares, el programa Vaso de Leche enfrenta actualmente desafíos significativos. El principal problema es que, tras la pandemia, muchas madres prefieren que los insumos se repartan en crudo en lugar de tener que ir a cocinar al colegio. Durante la pandemia, la distribución de alimentos crudos se convirtió en una práctica común por la imposibilidad de reunirse, pero las madres continúan demandando esta modalidad. Mi anfitriona y otras interlocutoras me señalaron que las madres prefieren recibir los insumos justamente para evitar la obligación de asistir al colegio y cocinar de manera rotativa. Esta situación ha generado temor entre algunas madres, quienes temen que, si las autoridades del gobierno descubren que los alimentos no se están entregando cocinados, el programa sea suspendido. Según las normas del programa, los alimentos deberían ser entregados ya cocinados a los niños. Al igual que en el caso de los comedores populares, considero que esta falta de predisposición para asumir las tareas de preparación de alimentos para el desayuno podría partir de la carga que las madres ya tienen a raíz de sus otras responsabilidades y ocupaciones. Más aún, habría que considerar que, por ser un programa orientado a niños, la participación de las madres en la rotación no las exime de la expectativa de que preparen desayuno y almuerzo para sus hijos que ya acabaron la primaria, pareja y otros parientes. b) Programa Juntos El programa Juntos en el C.P ha estado funcionando durante varios años y ha sido adoptado por muchas madres que han inscrito a sus hijos para beneficiarse de 111 sus transferencias condicionadas. Este programa exige el cumplimiento de una serie de requerimientos, principalmente relacionados con la salud y la educación de los niños. Las madres que participan en el programa deben asegurarse de llevar a sus hijos a las consultas y chequeos médicos según las fechas establecidas por el programa. Además, deben enviar a sus hijos a la escuela de manera diligente, ya que las promotoras del programa eventualmente revisan la asistencia de los niños para asegurarse de que tengan una asistencia consistente. Aunque el programa Juntos no especifica que solo las madres deben asumir estas responsabilidades, en la práctica son ellas quienes se encargan de todos los cuidados y la organización del tiempo necesario para cumplir con los requisitos del programa. Esto implica una carga significativa para las madres, quienes deben gestionar sus obligaciones domésticas y laborales junto con los requisitos del programa para asegurar que sus familias continúen recibiendo los beneficios de las transferencias condicionadas. c) Ampliación de la cuna en el colegio público A partir de mi entrevista con Laura, especialista de la UGEL del distrito La Unión, supe que el año pasado se realizó desde la UGEL un levantamiento de información respecto a las madres en el C.P. que necesitaban del servicio de cuna en el colegio. Hasta la fecha, solo se contaba con nivel inicial a partir de los 3 años. Luego de confirmar que cuando menos 25 madres lo requerían, por temas de trabajos y/o estudios, hicieron la respectiva ampliación para 0 y 1 años, en los cuales se concentraba la mayor necesidad, con lo cual la primera promoción de pequeños se incorporaría justamente este año, 2024. Por ser un nivel más del colegio y no una guardería, cada año está a cargo de docentes de inicial tituladas. Asimismo, para cada nivel se contrató una auxiliar, que debía ser estudiante de al menos 6to ciclo de la carrera de educación inicial. La especialista de inicial me indicó que, a diferencia de Cuna Más, por tener personal profesional en educación, aún desde esta edad se contaría con un plan de estimulación y aprendizaje para los niños y niñas. Estos podrían permanecer hasta las 4pm, lo cual se adaptaba principalmente al horario de trabajo para el turno “chacra” en las empresas de uva. De este modo, como me señaló Laura, la cuna no solo cumple con brindar formación temprana a los niños, sino que su ampliación tiene como uno de sus 112 principales objetivos poder insertar la (re)inserción en el mercado laboral de las mujeres que son madre, o inclusive la continuación de estudios en el caso de algunas. 5.3.3. Actividades sociales y religiosas En el C.P, las actividades sociales y religiosas desempeñan un papel crucial en la cohesión de la comunidad, y las mujeres tienen un rol central en la organización y ejecución de estas actividades. Dentro de las actividades en las que participé con mayor frecuencia durante mi estadía se encuentran las de recaudación de fondos, los yunces y las misas de difuntos. a) Actividades de recaudación de fondos Las actividades de recaudación de fondos son una respuesta comunitaria a emergencias médicas y gastos inesperados, en un contexto en el que las familias no solo no cuentan con ahorros, sino que tampoco tiene capacidad de (mayor) endeudamiento. A continuación, describo en específico las actividades que se hacen a nivel de todo el C.P, es decir que se invitan tanto a familiares y conocidos como desconocidos a participar. Las actividades consisten primariamente en la preparación y venta de comida, que dependiendo del tiempo que se pueda destinar en su organización, puede entregarse personalmente a cada persona que colabora o puede darse en un contexto “bailable”. Los platos suelen ser chicharrón de chancho con mote, polladas o similares, y de ser “bailables”, se acompañan con venta de chicha y cerveza. Respecto a la organización, estas actividades son gestionadas por un comité mixto comunal que incluye tanto a hombres como a mujeres. Cuando alguien del poblado enfrenta una necesidad urgente, el comité verifica la disponibilidad en su agenda de actividades y, si es posible, programa una recaudación lo antes posible. De este modo, el comité coordina con las mujeres de la familia del beneficiario para preparar los platos que se van a vender. Este proceso incluye la preparación de los alimentos desde el día anterior, asegurando que la carne esté lista y que todos los ingredientes estén preparados para el día de la venta. De este proceso son principalmente responsables las mujeres. Además de cocinar, las mujeres también participan junto con los varones en la venta de los tickets, que permite calcular el número de porciones a preparar, así como en la distribución de los platos, a veces entregándolos a domicilio. La venta se realiza temprano en la mañana, y aunque idealmente se entregan todos los platos a primeras horas, el trabajo continúa con la limpieza y orden del lugar. 113 Los hombres también participan, como se mencionó especialmente en la distribución de los platos y en la tarea de ir de puerta en puerta para vender la comida. Cada domingo a las 6:00 a.m., se organizan para tocar las puertas y preguntar quién quisiera colaborar con la actividad del turno. De este modo, esta labor comunitaria evidencia capacidad importante de autoorganización y un compromiso con el bienestar de los miembros de la comunidad. b) Yunces Los yunces son festividades tradicionales que se celebran entre enero y febrero, con un cronograma aprobado por la municipalidad delegada. Estas celebraciones, de corte carnavalesco, son organizadas por “bandos”, grupos de familias que viven en zonas aledañas y se representan por colores (verde, rojo, azul, etc.). Cada año, se escogen tres parejas de yunceros encargadas de organizar el yunce del año siguiente. La celebración del yunce tiene dos hitos importantes: la parada y vestida del yunce, y el tumbe del yunce. El yunce es un árbol cortado y "vestido" con regalos como ropa y artículos para el hogar, que se entierra frente a la casa de los yunceros (“parada”). La celebración abarca cuando menos música y comida, y cuando más, presentaciones de bandas musicales favoritas valorizadas en varias decenas de miles de soles, dependiendo de la capacidad adquisitiva de los yunceros y yunceras. Los jóvenes rondan las calles con globos llenos de pintura de colores o con baldes de agua, dispuestos a mojar a todas las personas que se le crucen. Las bandas musicales hacen apariciones especiales y hasta recorridos por el C.P. Así, la celebración concluye con la selección de las próximas parejas de yunceros, quienes a su vez hacen los honores de tumbar el árbol. Las mujeres juegan un rol crucial en la organización de estas festividades. No solo participan en la compra de los regalos para el árbol, y demás coordinaciones logísticas como la presencia de la banda musical, sino que son responsables primarias preparación de la comida para los asistentes. Ya que se trata de eventos abiertos, el número de asistentes virtualmente no tiene límite. Sin embargo, se suele priorizar el convide de comida a familiares y amigos cercanos, que en conjunto pueden sumar alrededor de 100 personas. Este trabajo incluye no solo la preparación y cocción de los alimentos, que incluyen o bien sopa y segundo plato, o cuando menos segundo plato si es de tarde o noche. También abarca la limpieza y organización posterior al 114 evento. Los hombres, por su parte, ayudan a servir los platos y a circular la chicha, aunque la preparación de esta bebida también suele estar a cargo de las mujeres. Organizar un yunce es una responsabilidad considerable que requiere una planificación y esfuerzo extensivo, a la vez que implica una inversión económica muy significativa. Las parejas de yunceros recurren a su familia directa y amistades para poder darse abasto. Este esfuerzo colectivo, aunque agotador, fortalece los lazos familiares y comunitarios. c) Misas de difuntos Las misas de difuntos son actividades religiosas de gran importancia en el C.P, siguiendo la tradición católica. Se celebran misas en memoria de los fallecidos a intervalos regulares: al mes, a los seis meses y al año de su fallecimiento, además de misas posteriores opcionales según la voluntad de la familia. Estas misas no solo implican un acto religioso, sino también un evento social significativo, ya que se comparte comida con los asistentes, que pueden superar las 100 personas, mientras se recuerda al “finado” o “finada” (persona fallecida). La organización de estas misas recae sobre la familia directa. En el caso de las mujeres, son las principales encargadas de preparar la comida y la chicha. Las cantidades de comida y bebida preparadas son grandes, por lo que la colaboración de muchas mujeres de la familia cercana es esencial. Si la misa se realiza por la mañana, se sirve una sopa y un segundo plato; si es por la tarde, se sirve solo un segundo plato. De este modo, similar a los yunces, estos eventos representan una logística compleja, desde la preparación de los alimentos hasta la limpieza posterior. El desafío principal en las misas de difuntos es la demanda de tiempo y recursos para preparar la comida y organizar el evento. Las mujeres deben coordinarse con un amplio círculo de parientes y amigas para cumplir con estas responsabilidades, lo que puede ser agotador. Sin embargo, también similar a los yunces, estas misas también ofrecen un interesante respiro a las mujeres que no organizan el evento, ya que pueden pasar un día sin la obligación de cocinar en sus propias casas, disfrutando de la compañía de sus seres queridos y participando en la celebración comunitaria. d) Cultos evangélicos En los últimos 15 años, aproximadamente, las iglesias evangélicas han ido posicionándose y creciendo en fieles en el C.P. Justamente la casa de mis anfitrionas 115 fue uno de los primeros locales de estas, bajo la dirección de una pastora que vino desde Costa Rica. No existe una única denominación, sino varias, aunque los fieles se reconocen entre sí como hermanos y hermanas en Cristo. La mayoría comparte preceptos similares en cuanto a códigos de vestimenta, restricciones en la comida y bebida, así como aspiraciones colectivas en tanto comunidades de fieles. Las mujeres que pertenecen a estas iglesias se visten típicamente con falda, según consideran que se enseña en la Biblia. Hombres y mujeres optan por no tomar bebidas alcohólicas, como la chicha, así como evitan algunas comidas tradicionales como las comidas de misa de difuntos. Conversando con una de mis anfitrionas, que justamente es una de las primeras miembras de una iglesia evangélica, supe que algunas denominaciones desincentivan la participación de los niños en las escuelas, ya que consideran que estas instituciones pueden apartarlos del camino que deben seguir como cristianos. Sin embargo, la mayoría de estas iglesias no ven problemático que los niños y niñas estudien. De hecho, la nieta de la familia C, que introduzco en detalle en el próximo capitulo, y su familia son evangélicos; y su familia está muy entusiasmada con la idea de que ella acceda a educación superior ahora que ha terminado el colegio. Conversando con mi anfitriona, cuando menos en la iglesia a la que asiste, hay apertura a que las mujeres tengan sus empleos asalariados, siempre y cuando no “descuiden” sus responsabilidades de cuidado. Cuando menos en la generación de jóvenes, que tienen sus propias actividades, se incentiva que tanto varones como mujeres realicen todo tipo de tareas, desde limpieza del local donde congregan hasta visitas a jóvenes menos activos. Cabe resaltar que los cultos, tiempos de congregación entre fieles, tienen lugar casi todos los días de la semana en las noches, aproximadamente entre las 7 y 10 pm. Menciono esto porque, como se ve en el capítulo 7, la sobrecarga de trabajo en ocasiones impide que las mujeres puedan asistir a satisfacer sus necesidades espirituales, como es el caso de Emilia, madre de la familia B. Pese a ser congregaciones cohesionadas, mi anfitriona me comentó que no han estado funcionando en los últimos años como red de soporte en caso de emergencias o necesidades de los fieles. Entiendo que esto se debe en buena medida por los problemas financieros que muchas familias enfrentan, que disminuye sus posibilidades de poder contribuir en dinero o especie, con pocas excepciones. Sin 116 embargo, es algo a lo que ella considera que deben aspirar para ser coherentes con sus ideales de servicio al prójimo. 5.4. Balance En este primer capítulo, me propuse hacer una reconstrucción en profundidad de las diferentes actividades económicas, sociales y comunitarias en las que participan las mujeres en el C.P. Mi objetivo con ello era utilizar las ventajas del método etnográfico, descritas en el capítulo 4, para contrarrestar la invisibilización y minimización predominante de las labores de las mujeres. Ello en términos de su carácter económico, del tiempo que consumen y la relevancia que tienen para el bienestar de las familias y las sociedades en su conjunto, en línea con lo señalado por Saltzmann (2018). Así, este capítulo hace un diagnóstico primario de estas actividades para posteriormente contextualizarlo en el marco de las trayectorias de vida de las mujeres, a fin de evitar caer en el esencialismo que sería asumir que estas actividades se dan naturalmente por motivos de biología y no como producto de “un sistema basado en diferencias de clase y atravesado por las desigualdades de género” (Saltzmann, 2018, p.7). Para poder profundizar en torno a estos hallazgos, presento a continuación un resumen de todos los tipos de actividades descritas. Gráfico 3 Resumen de las actividades económicas, sociales y comunitarias de las mujeres en el C.P. 19 de Agosto Fuente: Elaboración propia. En ese sentido, el análisis presentado evidencia en principio cómo la amplia gama de actividades económicas que las mujeres del C.P. realizan, tanto asalariadas como no asalariadas, constituye en la actualidad una estrategia clave para asegurar la subsistencia y gestionar los riesgos económicos de los grupos familiares, tal y como 117 Rubín identificó en 1982 para el caso de las mujeres campesinas de Nuevo Colán (también Piura). Al igual que en el estudio de Rubín (1983), las mujeres articulan en su vida diaria estas labores en diferentes combinaciones según las particularidades de cada grupo familiar. Sin embargo, la agricultura y la crianza de animales son actividades que se encuentran casi sin falta en cada hogar. Si bien puede parecer que la contribución a la canasta familiar no es muy grande, como mi anfitriona me decía, “al menos no les va a faltar un camote para llevarse a la boca”. En particular, la crianza de animales es predominantemente femenina, con las mujeres tomando decisiones sobre la alimentación y el cuidado, así como administrando los ingresos generados. Respecto al trabajo agrícola, es importante resaltar como las mujeres no solo asumen el trabajo directo con la tierra, sino a su vez el trabajo de cuidado asociado este, como la preparación y transporte de comida y chicha para la jornada. La preparación y venta de chicha es también otra actividad económica clave que se encuentra gestionada netamente por mujeres. Considerando el rol que esta bebida cumple en el trabajo diario, y las mismas actividades sociales y comunitarias, es imprescindible reconocer su valor no solo como medio para conseguir ingresos. En línea con lo que señalaba Babb (2019 [1996]) para el pequeño comercio, debe ser reconocido como medio en torno al cual se articulan los lazos comunitarios de fraternidad en el C.P. Siguiendo a Babb (2019 [1996]) respecto a la relevancia del pequeño comercio, es preciso resaltar también que las diferentes formas de venta de comida y postres no deben ser minusvalorados ya que, en conjunto, permiten tener una fuente diaria y constante de ingresos. Más allá de la cantidad, son trabajos que pueden realizarse desde casa, lo cual permite que las mujeres puedan continuar a la par sus funciones permanentes de cuidado. Asimismo, mitiga la dependencia de las fluctuaciones de demanda en la fábricas y empresas agroexportadoras para la cobertura de sus gastos diarios. En esa misma línea, hay que resaltar que las mujeres asumen la mayor parte de las responsabilidades domésticas y de cuidado, incluso cuando participan activamente en actividades económicas. Esto no significa que una mujer sola asuma todo. Si bien la madre de cada grupo familiar es mayormente la responsable primaria de la preparación de alimentos, limpieza y más, casi siempre cuenta con una red de soporte compuesta por sus hijas, concuñadas, suegras, entre otras mujeres parientes; con las cuales conviven además la mayor parte del día. 118 Ahora bien, respecto al rol del trabajo asalariado, colisionan dos frentes problemáticos. Uno, que ya se mencionó, es que su participación en estos trabajos no las exime de sus demás responsabilidades, incluido el cuidado. Por otro lado, los trabajos descritos, particularmente aquellos relativos a la industria de exportaciones no tradicionales, ofrecen condiciones precarias por su carácter eventual, las largas jornadas y los salarios bajos (aunque comparativamente son sustanciales para las familias), como se ve en los estudios de Higueras (2016), Grados (2015), y Calisaya y Flores (2006). Esta dificultad de conciliar las jornadas múltiples se continuará abordando en los próximos capítulos. En cuanto a otras dimensiones de la vida familiar, la violencia intrafamiliar persistente en sus manifestaciones psicológicas y económicas nos da también luces respecto a cómo la participación de las mujeres en el mercado laboral no ha traído consigo necesariamente una mayor autonomía para ellas, ni una mayor equidad entre hombres y mujeres. Esta situación se condice con el escenario que analizó Fuller (2010), tras la transformación de Lunahuaná en un destino turístico, así como con los hallazgos de Babb (2019[1996]) a partir de su estudio de las mujeres huaracinas. Sin perjuicio de ello, a través de este capítulo hemos podido ver esfuerzos que se van desplegando no solo para contrarrestar estas formas de violencia, sino para potenciar la posibilidad de las mujeres con hijos pequeños de estudiar o trabajar, con las limitaciones horarias descritas. Esto desde instituciones públicas como la Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL) y el Centro de Emergencia Mujer (CEM), ambos operativos desde el pueblo de la Unión. Finalmente, en cuanto a su vida social y comunitaria, las mujeres juegan un rol activo en organizaciones de base social y programas sociales públicos, lo cual es esencial para la cohesión social y el acceso a recursos y apoyo comunitario. Sin embargo, la sobrecarga de trabajo que se describe en mayor detalle los siguientes capítulos está desincentivando su participación en estos espacios. Ello nos lleva a preguntarnos qué podría pasar en el futuro con estas organizaciones. Justamente en ese sentido, finalizo este balance señalando que, todas las actividades económicas y formas de relacionamiento familiar, social y comunitario en aquí descritos en detalle evidencian como el trabajo de las mujeres sostienen todas las dimensiones de la vida, en línea con los hallazgos de Ramos (2023) en la Sierra de Piura. Las mujeres representan a sus unidades domésticas ante las instituciones públicas (escuelas, centros de salud, programas como Juntos, etc.), ante la 119 comunidad en general (comedores populares, comités de apoyo social y organización de celebraciones), además de todas sus otras labores descritas, con lo cual tiene una posición económica y política central. No señalo esto con la intención de subdimensionar, en cambio, el rol de sus pares varones. Mi intención es, como señalé previamente, hacer un recuento minucioso de las dimensiones que componen la vida de las mujeres a partir de sus diversas formas de trabajo, como base para el posterior análisis de cómo el género configura sus trayectorias. Capítulo 6. “Yo me dedico a la casa y a hacer el quehacer”: Un día en las vidas de tres generaciones de mujeres En este capítulo, analizo las rutinas diarias de las nueve mujeres que componen las tres familias seleccionadas como estudios de caso. Para cada familia, entrevisté y acompañé en sus labores diarias a una mujer de cada generación. Esto es, una abuela, una madre y una nieta. De este modo, analizo las rutinas de las mujeres desde dos ejes: el intergeneracional, es decir, a nivel de grupos familiares; e intrageneracional, comparando a las tres mujeres que componen cada generación. Luego de ello, desarrollo hallazgos transversales a ambos ejes analíticos. Finalmente, desarrollo un apartado sobre las valoraciones de las mujeres y sus familias respecto a la multiplicidad de roles que estas asumen. 6.2. Análisis de la distribución del tiempo y las responsabilidades a través de las rutinas diarias de tres de generaciones de mujeres 6.2.1. Análisis intergeneracional En las tres familias (Álvarez, Benites y Cáceres), las abuelas, madres y nietas muestran diferencias significativas en la distribución de su tiempo y responsabilidades diarias. Las abuelas (Elodia, Diana y Sandra) se dedican principalmente a actividades de autoconsumo desde casa y cuidado doméstico, considerando que dejaron de trabajar de manera remunerada fuera de casa cuando se casaron. Las actividades de autoconsumo fuera de casa también se han ido descontinuando en su totalidad. 120 “Yo me quedo aquí en mi casa y haciendo el quehacercito como más pueda, pues ahí ayudándoles ahí”. (Eudocia, abuela de la familia A) “No, ya no voy a la chacra, mi esposo va”. (Diana, abuela de la familia B) Respecto a sus actividades remuneradas desde casa, Elodia es la única que aún no se retira de su oficio como chichera. En general, comienzan su día alrededor de las 6:00-7:00 AM y terminan sus responsabilidades después del almuerzo o el lonche. Sus responsabilidades diarias aún son varias y constituyen una doble jornada, donde el eje común son las actividades de cuidado y autoconsumo que las tres conservan. No obstante, son jornadas más breves conforme han envejecido y han sido relevadas por sus hijas y nietas, con la excepción de Sandra (abuela de la familia C). “Primeramente la limpieza, de ahí preparo mi desayuno, de ahí echo de comer a mis animales y ahí hasta la hora que viene mi hija a hacer almuerzo”. (Diana, abuela de la familia B) Justamente a razón de ello, las mujeres de esta generación se distinguen de sus hijas y nietas por la disposición que tienen en esta etapa de la vida de tiempo libre por las tardes para tomar chicha y “fresquear”. “Después de eso ya pues uno ya termina, lavamos los servicios y allí ya nos sentamos”. (Sandra, abuela de la familia C) Como ya se señaló, “fresquear” es el acto de sentarse en la entrada o fuera de la casa, normalmente acompañada de familia y amigos, para tomar aire y compartir chicha, mientras se conversa. Es muy común ver a las personas hacerlo aún desde la 1 o 2 de la tarde, si se trata de adultos mayores, aunque salen más personas y de edades más diversas después de las 6:00 pm. Tabla 5 Un día en la vida de la generación de las abuelas UN DÍA EN LA VIDA DE LA GENERACIÓN DE LAS ABUELAS HORA ELODIA (ABUELA DE DIANA (ABUELA DE LA LA FAMILIA A) FAMILIA B) SANDRA (ABUELA DE LA FAMILIA C) 03:00 04:00 Dormir Dormir Dormir 05:00 06:00 Levantarse 07:00 Hervir chicha Limpieza ligera de la casa (barrido) Levantarse 121 08:00 Enfríar chicha Preparar el desayuno Atender a los animales en el corral 09:00 Preparar desayuno y Tomar desayuno desayunar Preparar y servir el desayuno 10:00 Alimentar a los animales (chanchos, pavos, Barrer y hacer limpieza Limpieza ligera patos). de la casa Limpiar los corrales (día por medio) 11:00 Lavar su ropa y la de su Preparar almuerzo Preparar el almuerzo esposo Quehaceres adicionales 12:00 Preparar almuerzo Almorzar o tiempo libre 13:00 Lavar los servicios y Almorzar Almorzar descansar un poco 14:00 Bañarse Fresquear Bañarse y lavar la ropa Supervisar la colación UN DÍA EN LA VIDA DE LA GENERACIÓN DE LAS ABUELAS HORA ELODIA (ABUELA DE DIANA (ABUELA DE LA LA FAMILIA A) FAMILIA B) SANDRA (ABUELA DE LA FAMILIA C) de la chicha 15:00 Fresquear Fresquear Ir a casa de su hermana Fresquear 16:00 Fresquear Fresquear Fresquear 17:00 Preparar merienda Preparar merienda Preparar merienda 18:00 Lonche Tomar lonche Lonche 19:00 Fresquear Fresquear Fresquear 20:00 Fresquear Fresquear Fresquear 21:00 Prepararse para dormir Prepararse para dormir Prepararse para dormir 22:00 23:00 00:00 01:00 02:00 03:00 04:00 05:00 Dormir Dormir Dormir Fuente: Elaboración propia. Las madres tienen jornadas múltiples y más extensas que cualquier otra de las generaciones, con actividades de autoconsumo, cuidado doméstico y remuneradas y no remuneradas desde casa y fuera de casa. Inician su día un poco más temprano, alrededor de las 5:00-6:00 AM. 122 “A tomar desayuno, a lavar los servicios, a barrer, a pastear los pollos que tenemos, los pollitos. Y cuando me quiero ir ya me voy a buscar hierba por el chancho. Me voy a [recoger] la leña”. (Bárbara, madre de la familia A) Las mañanas son aún más agitadas cuando tienen hijos en edad escolar, ya que deben preparar loncheras y llevarlos al colegio. “Les he hecho comer a mis pollitos días, preparar mi desayuno, lavarme ropita, día me vengo para acá y cuando no vengo, sí, allá mi orden de almuerzo. Pero cuando ellos estudian, mayormente cuando ellos estudian, más a la carrera tengo que andar. Porque mira, ese tiempo que ahorita tengo para mi casa, no lo tengo cuando ellos estudian”. (Emilia, madre de la familia B) Sus tareas se extienden hasta el anochecer. No obstante, aquellas madres que trabajan en fábricas de concha y pescado pueden tener jornadas que duran hasta las primeras horas del día siguiente en días de trabajo en la fábrica, como es el caso de Emilia. “Algunas veces sí, pero mayormente más era amanecida, pero cuando ya está poco, vienes más temprano, 11, 12 en la noche. Pero el turno de este pescadito es. Sí, prácticamente al otro el día no hay posibilidades que tú regreses más temprano. (…)” (Emilia, madre de la familia B). Las tres madres tienen triple jornada, y si bien se valen de la participación de sus hijas, hijos, y en menor medida de sus esposos para ciertas tareas puntuales de cuidado o autoconsumo (p.e.: dejar a los niños en el colegio, juntar hierba para los chivos), el grueso de la responsabilidad recae sobre ellas. Al respecto, vale señalar también que las labores consumen rangos de tiempo similares en sus jornadas, aunque depende también del tipo específico de actividad. Por ejemplo, alimentar aves toma menos tiempo que alimentar ovejos; mientras que la preparación y venta de chicha toma aproximadamente lo mismo que una jornada en la fábrica, pero se divide en pasos a lo largo de varios días. Así, la distribución precisa de horas en esta generación varía de hogar en hogar. Como se puede ver en las tablas 8, 9 y 10, su tiempo de “fresqueo” y descanso es mínimo o inexistente. Si bien no figura en el horario, ya que no tiene asignada una hora específica, otra carga importante de tipo mental que tienen las madres a lo largo del día es la responsabilidad de administrar los ingresos de la familia junto con su esposo. Es decir, de evaluar en qué se gasta y cuánto, con el fin de hacer que el dinero alcance. Una tarea casi imposible considerando el elevado precio de los alimentos y la inestabilidad del trabajo remunerado. Si bien lo plantean como una tarea mutua, es importante recordar que ellas son quienes suelen hacer las compras de la comida, útiles 123 escolares, ropa, entre otros, por lo cual probablemente llevan esta carga de manera más constante. Tabla 6 Un día en la vida de la generación de las madres UN DÍA EN LA VIDA DE LA GENERACIÓN DE LAS MADRES HORA BÁRBARA (MADRE DE LA FAMILIA A) EMILIA (MADRE DE LA FAMILIA B) PILAR (MADRE DE LA FAMILIA C) DÍA A (Sin jornada DÍA B (Con jornada en fábrica) en fábrica) 03:00 04:00 05:00 Dormir Trabajo en la fábrica Dormir Recoger agua (en de concha caso Camila no lo haga) Dormir 06:00 Preparar y servir el Regresar de la Levantarse y salir desayuno fábrica Levantarse y salir 07:00 Peinar y preparar a Peinar y preparar a Recoger hierba / los niños para la los niños para la Leña escuela. Darles escuela indicaciones para el Levantarse y alimentar animales Alimentar a los pollitos y otros Recoger hierba / 08:00 animales, lavar Leña servicios (si Camila no llegó a hacerlo) día. Alimentar a los Preparar desayuno y pollitos y otros desayunar animales, lavar Alistarle comida a Roberta para servicios (si Camila el trabajo no llegó a hacerlo) 09:00 Preparar desayuno Limpiar la casa Dormir Lavar servicios 10:00 Desayunar y lavar Ir al mercado para Dormir servicios comprar provisiones Limpiar la casa 11:00 Preparar el Ir al mercado para Alimentar animales almuerzo comprar provisiones Comprar víveres y preparar el almuerzo 12:00 Preparar el Preparar almuerzo Preparar el almuerzo almuerzo Almorzar 13:00 Almuerzo con la Almuerzo con la Almorzar familia familia Lavar servicios 14:00 Recoger a los niños Prepararse y tomar el Lavar servicios de la escuela bus al trabajo Bañarse y lavar ropa 15:00 Ayudar a los niños Recoger la ropa y con sus tareas limpieza escolares Llegada a la fábrica Recoger a los nietos del colegio. Colar chicha 16:00 17:00 18:00 Recoger chicha de casa de su madre Dejar provisiones para Inés Preparar merienda Lonche Tareas domésticas adicionales o preparado de bodoques Preparar merienda Tomar lonche Trabajo en la fábrica de concha Realizar otras tareas domésticas o descanso Preparar el lonche Tomar lonche con sus nietos 124 19:00 Fresquear Lavar servicios, retornar a casa Fresquear 20:00 Preparar a los niños Fresquear para dormir y descansar Fresquear 21:00 Prepararse para Prepararse para dormir dormir Cena Prepararse para dormir 22:00 23:00 00:00 01:00 02:00 03:00 04:00 05:00 Dormir Dormir Trabajo en la fábrica de concha Dormir Fuente: Elaboración propia. Por otro lado, las nietas se dedican todas a labores de cuidado y remuneradas y autoconsumo. Aquellas solteras finalizan sus jornadas igualmente casi a la misma hora, mientras que las que son madres, como Roberta (nieta de la familia C), suelen tener jornadas (mucho) más extensas. Por ello, disponen de muy poco o nada de tiempo para actividades que no sean directamente (re)productivas. “De la concha veníamos ahí venía a descansar, vuelta temprano me levantaba, lavaba mi ropa, le cocinaba a mis hijitos (…) si no avanzaba yo, darles comida, ya mi mamá me les daba veces cuando también yo venía la amanecida.” (Roberta, nieta de la familia C) En contraste, cabe señalar también que las nietas, en su mayoría solteras, son las únicas que dedican tiempo a su educación formal, con clases universitarias/preuniversitarias, que consumen cerca de la mitad del día. “En este mes de enero me levantaba y me iba a la academia. Estoy yendo a la academia y pues venía y repasaba un poco. Pero en este mes de febrero el día me está yendo, me levanto, desayuno, hago mi quehacer pues me vengo acá con mi abuela, como, descanso, veo tele.” (Camila, nieta de la familia B) De este mismo modo, las nietas solteras disponen de más tiempo libre que sus madres, pero menos que sus abuelas. Esto se debe a que, en mayor o menor medida, todas reciben cuidado y apoyo de sus madres y/o cuidadoras primarias, como son sus tías en el caso de Inés. Esto permite que dispongan de mayor tiempo para el trabajo remunerado fuera de casa y/o estudios. Así, en esta generación, encontramos jornadas dobles y triples. Tabla 7 125 Un día en la vida de la generación de las nietas UN DÍA EN LA VIDA DE LAS NIETAS INÉS (NIETA DE LA FAMILIA A) HORA CAMILA (NIETA DE LA FAMILIA B) ROBERTA (NIETA DE LA FAMILIA C) DÍA A (Con clases DÍA B (Sin clases en en la academia la academia preuniversitaria) preuniversitaria) 03:00 Dormir 04:00 Dormir Recoger agua (en 05:00 caso Emilia no lo haga) Dormir Recoger agua (en caso Emilia no lo haga) Dormir Dormir Dormir Levantarse, 06:00 asearse y Dormir desayunar Desayunar Levantarse temprano, lavar la ropa, dar de comer a los animales Llegar a la casa de 07:00 Desayunar su madrina Ir a la academia Preparar y dar desayuno a sus hijos Cuidar a los hijos Hacer quehaceres: de su madrina, barrer, barrer la 08:00 realizar tareas de cocina, lavar los limpieza servicios Cuidar a los hijos de su madrina, Dar de comer a los 09:00 realizar tareas de animales limpieza Clases en la academia Enviar niños al colegio Prepararse para el trabajo Trabajo en la fábrica de uva Cuidar a los hijos Ir al mercado para de su madrina, comprar provisiones 10:00 realizar tareas de e ir a casa de la limpieza abuela 11:00 Cuidar a los hijos de su madrina, realizar tareas de Preparar el almuerzo limpieza Servir el almuerzo, almorzar con la familia de su 12:00 madrina, supervisar a los niños Preparar el almuerzo Recoger servicios 13:00 y prepararse para salir Almuerzo con la Regresar a casa familia Desplazarse a la 14:00 universidad Almorzar en casa de Lavar los servicios la abuela Asistir a clases 15:00 presenciales en la universidad Hacer quehaceres: barrer, barrer la Ver TV cocina, lavar los servicios 126 Asistir a clases Preparar pescado para su papá (si aplica) 16:00 presenciales en la Repasar estudios Ayudar a su mamá a universidad llenar bodoques (si aplica) Preparar pescado para su papá (si Asistir a clases Ver televisión o aplica) 17:00 presenciales en la tiempo libre Ayudar a su mamá a universidad llenar bodoques (si aplica) Desplazarse de 18:00 Tomar lonche Tomar lonche regreso a casa 19:00 Cenar, relajarse (ver televisión, redes sociales) Tiempo libre o ver televisión Retornar a casa Tiempo libre o ver televisión Retornar a casa 20:00 Realizar tareas y trabajos de la universidad Tiempo libre o quehaceres adicionales Repasar estudios 21:00 Realizar tareas y trabajos de la universidad Prepararse para dormir Prepararse para dormir 22:00 Prepararse para dormir 23:00 00:00 01:00 02:00 03:00 04:00 05:00 Dormir Dormir Dormir Regresar a casa y descansar Dormir Fuente: Elaboración propia. 6.2.2. Análisis de la distribución generizada del tiempo a) Labores de cuidado en el hogar En la comparación de rutinas a nivel intra e intergeneracional, se observa que todas las mujeres realizan actividades orientadas al cuidado y sostenimiento de la vida del grupo familiar, con algunas excepciones emergiendo como Inés (nieta de la familia A). Para algunas jóvenes como ella, las únicas actividades de cuidado que realizadas son fuera de casa, en calidad de niñeras, y con una remuneración de por medio, pero son pocas según mis indagaciones. Vemos además que cuando las nietas son dependientes y no tienen familia propia, sus contribuciones al cuidado familiar suelen darse a través de tareas delegadas. Las madres asumen el rol principal de responsables del cuidado y delegan funciones a sus hijas, especialmente a las mayores, y en menor medida a los varones. 127 Entre las funciones delegadas el lavado de platos, de ropa y aún la cocina, aunque depende ciertamente de la edad de estas. En el caso de los hijos varones, son actividades como barrer o incluso preparación de alimentos sencillos como arroz. Tampoco se debe olvidar el rol de las madres como Pilar (madre de la familia C), que, en calidad de abuela de los hijos de Roberta, también la suple en estas labores; o de los esposos que asume tareas puntuales como transporte de niños a la escuela o recojo de hierba. b) Trabajo remunerado y para autoconsumo Respecto al trabajo remunerado asalariado, este es realizado tanto por nietas como por algunas madres. Como vimos en el capítulo 6, las labores asalariadas de las nietas y madres más jóvenes son distintas a las que realizaban las abuelas y madres mayores, quienes trabajaban en las haciendas y/o cooperativas apañando y deshierbando. Las madres y nietas que han diversificado estas labores, incluyendo ahora: cuidado de niños, limpieza y trabajo en fábricas de concha y uva. Es significativo particularmente cómo el trabajo de cuidado es ahora algo por lo cual se le puede cobrar a personas externas a la familia. En consecuencia, ninguna de las mujeres de ninguna generación trabaja en las chacras de manera remunerada. De manera remunerada lo hacen solo algunas madres y ninguna nieta de los casos estudiados; aunque conocí algunas que sí lo hacían en las entrevistas independientes. Además, en todas las generaciones, las mujeres se ocupan de la crianza de animales domésticos como actividad económica orientada al autoconsumo. Sin embargo, Elodia ha sido relevada de esta responsabilidad por sus hijas, aunque fue parte de su rutina durante toda su vida previa. Inés es la única nieta que divide su día entre trabajo remunerado y estudios universitarios, sin tener ni haber tenido nunca a su cargo actividades de cuidado no remunerado ni de autoconsumo. Más aún, ni la agricultura para consumo familiar ni el recojo de hierba y leña para autoconsumo ha trascendido en estos grupos familiares después de la generación de las madres. c) Labores sociales y comunitarias Si bien no han tenido espacio en las rutinas diarias ya que son actividades más bien eventuales, las labores sociales y comunitarias, como la participación en el Vaso de Leche y/o en las faenas de limpieza en el colegio, han sido asumidas por las abuelas en su momento y ahora por las que son madres. Esto en la medida que se reservan para aquellas que tienen hijos en edad escolar. Justamente mientras entrevistaba a Roberta, nieta de la familia C, ella recibió una llamada para hacerle recordar que tenía 128 faena de limpieza ese domingo. Ella me explicó que iría dos veces ese mes, una por cada uno de sus hijos en secundaria. En el caso de otras actividades comunitarias como la mayordomía en fiestas, si bien está presente en el relato de las abuelas (en décadas pasadas), las madres y nietas no reportaron tener participación. Para ello, no hay que perder de vista el gasto que dicha participación implica. Finalmente, únicamente Emilia y su hija son evangélicas, con lo cual son las únicas que destinan tiempo semanal a las actividades, aunque la multiplicidad de jornadas de Emilia obstaculiza a menudo su participación. Ella es, a su vez, la única que participa en la organización de un banco comunal, en calidad de presidenta, para cual destina tiempo los domingos. De este modo, a partir de estos casos, se podría concluir que la mayoría de las labores comunitarias y sociales se concentran en la generación de las madres, que justamente es la generación que está más sobrecargada de actividades. d) Distribución del tiempo: tiempo para cuidar y tiempo para una En conjunto, las rutinas diarias de las mujeres de estas generaciones revelan jornadas dobles (nietas), triples (nietas, madres y abuelas y hasta cuádruples (madres), considerando la variedad de actividades y el tiempo dedicado. En ese sentido, resalta cómo la extensión e intensidad de las jornadas alcanza su cúspide con la maternidad, para disminuir varios años después de convertirse en abuelas, paulatinamente. En cuanto a la distribución del tiempo, las rutinas muestran que las mujeres de la generación de las abuelas, excepto Elodia, dedican la primera mitad del día al cuidado y a sus actividades de autoconsumo, disponiendo de una buena cantidad de horas en la tarde y noche para socializar y descansar, descontando la hora que destinan en la tarde a preparar el lonche. Para la generación de las madres, la combinación de trabajo de cuidado, actividades remuneradas y de autoconsumo les deja cerca de la mitad del tiempo de socialización y descanso (2 horas) que tienen las abuelas. Emilia, incluso en los días en los que no añade una jornada extra de trabajo remunerado, no dispone prácticamente de ninguna hora de descanso. Lo mismo ocurre con Roberta C., quien, aunque es nieta, tiene una rutina más parecida a la de Emilia. Emilia, debido a los horarios diferenciados de su jornada en la fábrica, es quien menos tiempo tiene para dormir cuando le tocan dos días de jornada seguidos (dos horas). 129 En contraste, las otras nietas, pese a tener una distribución diferente de responsabilidades, con Camila sumando trabajo de cuidado, estudios preuniversitarios y actividades generadoras de ingresos, disponen de al menos una hora de tiempo libre, dedicando las horas finales del día a estudiar y/o realizar tareas. 6.3. Valoraciones de las mujeres y sus familias respecto a la multiplicidad de roles de estas 6.3.1. Valoraciones de las propias mujeres Las mujeres entrevistadas muestran una clara conciencia de los múltiples roles que desempeñan en sus vidas diarias. Asimismo, en casos como los de Emilia, que tiene las jornadas múltiples más extensas, las mujeres no tuvieron reparo comentarme respecto al estrés que sienten a raíz de sus responsabilidad de cuidado y de generar ingresos. “A veces si prefieres quedarte en la casa, porque el trabajo no es fácil, debes sostener tus ojos toda la noche. (...) Irlos a ver [a sus hijos], irlos a recoger... Es un estrés”. (Emilia, Madre de la Familia B) Sandra también me confió su sentir de haber trabajado demasiado desde muy pequeña como hermana mayor, con una multiplicidad de actividades que iban desde el cuidado hasta el trabajo asalariado, como se ve a mayor detalle en el capítulo 5. “Yo he trabajado para ver a mis hermanitos. Yo, hija de mi alma, yo me sacaba el ancho trabajando”. (Sandra, Abuela de la Familia C) Sin embargo, aún si esta pesada carga de múltiples responsabilidades es juzgada como desbordante y desmoralizante, los testimonios de las madres y las abuelas apuntan a que consideran que estos son sus roles como mujeres: cuidado y trabajo generador de ingresos y bienes. “Yo el pensamiento de nosotros de criar nuestros hijos, seguir trabajando el mismo trabajo que hemos ido, es el pensamiento de nosotros”. (Pilar, Madre de la familia C) Aquí me detengo para señalar, desde la perspectiva interseccional de Viveros (2016), que este es un ejemplo notable de cómo el género se coproduce con otras formas de desigualdad, en específico la clase. Las mujeres del C.P., al igual que sus antecesoras, consideran el trabajo remunerado, inclusive aquel que se desarrolla fuera de casa, como parte de sus roles. Su libreto de género, en términos de Butler (1998), incluye este rol desde su nacimiento, por lo que están sujetas a experiencias de vida particulares que no puede explicarse sumando “aritméticamente” lo que viven como cuidadoras y como generadoras de ingreso. Esto en un contexto económicopolítico 130 donde predominan las empresas de exportación no tradicional, con sus políticas laborales precarizantes descritas en el capítulo 6. En ese sentido, es importante señalar que las mujeres en el C.P. reconocen sus actividades generadoras de ingreso como “trabajo”, contrario, por ejemplo, al caso del estudio de Marisol De La Cadena (1992). Sin embargo, los datos recogidos en campo sugieren que, aún si se reconoce como trabajo, parece no estar valorado de la misma manera que el trabajo generador de ingreso de los varones. Sostengo esto en la medida que, las mujeres específicamente de la generación de madres, consideran que en la participación de los varones en trabajo remunerado los puede “eximir” de las labores orientadas al cuidado, el autoconsumo y generación de ingreso desde casa; aun cuando ellas mismas no se reconocen esa consideración: “Él me ayuda cuando no hay trabajo, pero cuando hay, llega cansado. Sale en la mañanita y llega en la nochecita”. (Elena, Madre de la familia C). Es importante matizar ello con mis propias observaciones en campo. Ciertamente los varones, padres de familia o hermanos mayores, suelen tener trabajo solo algunos días a la semana, o incluso algunas semanas completas y luego nada por varias semanas. Pese a ello, es raro encontrar varones en casa, ya que en periodos de desempleo atienden las parcelas familiares desde muy temprano en la mañana. No obstante, nuevamente, no combinan estas actividades con ninguna otra, como sí hacen las mujeres. En ese sentido, es complejo afirmar que las mujeres trabajan más que los varones. En todo caso, depende de la propia situación familiar y de los acuerdos a los que puedan llegar con sus parejas. No obstante, algo que ha quedado evidenciado en este capítulo, es que dentro del set de responsabilidades que asume la mujer, siempre está el trabajo de cuidado, mientras que este no es el caso para los varones. Esta división sexual del trabajo genera interdependencia entre varones y mujeres. Elodia, abuela de la familia A, la actora con quien sostuve más y más largas conversaciones, me expresó cierta contrariedad respecto quién lleva una mayor carga de trabajo. Más aún, me señaló una interdependencia entre las labores que asumen los varones, como el trabajo en la chacra, y el trabajo de cuidado que realizan las mujeres. Ello en el sentido de que los varones cuentan con sus esposas para tener la comida lista y la ropa limpia para que ellos puedan realizar sus labores agrícolas "Los hombres trabajan más que nosotros, pues también. No, nosotras trabajamos más que los hombres. Antes también, todo por la cocina, para lavar. Ellos 131 nomás se van a la chacra, se van a trabajar, ya vienen a ver el almuerzo, la merienda". (Elodia, abuela de la familia C) Las palabras de Elodia se relacionan significativamente con lo expuesto por Federici (2018), a quien cito nuevamente: El trabajo doméstico es mucho más que la limpieza de la casa. Es servir a los que ganan el salario, física, emocional y sexualmente, tenerlos listos para el trabajo día tras día. Es la crianza y cuidado de nuestros hijos –los futuros trabajadores– cuidándolos desde el día de su nacimiento y durante sus años escolares, asegurándonos de que ellos también actúen de la manera que se espera bajo el capitalismo. (Federici, 2018, p.26). Cómo lo valoran las nietas está desarrollado en el capítulo 8, en el marco de sus deseos para el futuro. 6.3.2. Valoraciones de sus familias Las mujeres en su mayoría consideran que sus familias valoran el trabajo que realizan, cuando menos parcialmente. Diana me señaló que sentía que sus hijos valoraban su trabajo en la medida que buscaban participar en el negocio que ella tenía, aun asumiendo el mando cuando ella se ausentaba para ver a su madre en Lambayeque. “Es que mis hijos también me ayudaban, ellos me ayudaban también les gustaba el negocio, porque cuando yo no estaba ya se quedaban ellos”. (Diana, abuela de la familia B) Elodia concluyó que su familia debe valorar su trabajo, ya que gracias a ella siempre han encontrado todo “listo” al llegar de la chacra, en términos de alimentos, ropa limpia y otros. “Sí, pues, porque claro que. Cuando ya se para todo, para lavar, para cocinar, para todo. Y ellos pues se van a su chacra, ya cuando vienen ya encuentran todo preparado a servirles nomás solamente”. (Elodia, Abuela de la familia A). Al igual que las mujeres, las familias consideran que estas son las labores propias de sus madres, como me indicó Bárbara: [Sobre si familia valora] “Sí, me dicen que yo me dedico a la casa y pues a hacer el quehacer”. (Bárbara, Madre de la Familia B) No obstante, existen situaciones contrariantes en las que las familias, particularmente esposos, no valoran el trabajo de sus esposas. Así lo percibe Sandra. Ella considera que el hecho de que su esposo abandonara el hogar es evidencia de que no supo apreciar el trabajo que ella dedicó a su familia, ya que ni tan siquiera le envía una pensión suficiente para sustentarse. 132 “He sido una mujer trabajadora, ahora caí enferma. (...) Mi marido me dejó. (...) Otra mujer por allá. A mí me deja, me dijo. Hoy solo me manda una miseria para comer”. (Sandra) 6.4. Balance Como señalé previamente, el periodo de vida comprendido entre el inicio de la maternidad y la independencia de los hijos es aquel donde la carga laboral de las mujeres es más intensa y diversificada. Por ello, quisiera centrar este balance en la generación de las madres, considerando que las abuelas también experimentaron esta multiplicidad de roles en su máxima intensidad en su momento (como se profundiza en el capítulo 7), y aún no están completamente exentas de ellos; mientras que las nietas más jóvenes y sin hijos parecen encontrar en el estudio una alternativa. En principio, urge reconocer el peso que tienen en la rutina diaria las labores remuneradas no asalariadas y para el autoconsumo desde casa -y en ocasiones fuera de ella. Tomo como ejemplo la preparación de chicha para venta y consumo familiar, que resalta principalmente en la generación de madres y abuelas. En línea con lo que señala Babb (2019 [1996]) y Francke (1990), es un ejemplo por excelencia de cómo aquello que se considera trabajo “productivo” y “reproductivo”, en realidad son un entramado económico integral e interdependiente que garantiza subsistencia diaria y reproducción intergeneracional. Respecto al trabajo asalariado y el trabajo de cuidado en conjunto, es importante enfatizar nuevamente que, para las mujeres, incluso la participación en la fuerza de trabajo asalariada, que consume hasta más de 12 horas fuera del hogar, no exime a las mujeres de responsabilidad sobre el cuidado de su familia. Esta forma de trabajo está altamente feminizada en el contexto del C.P, en correlato con toda la literatura citada en el estado de la cuestión de esta investigación, en sociedades piuranas y de otras regiones del país. En particular, el imperativo de “conciliar” todas estas formas de trabajo es estrechamente similar a lo que concluyó Grados (2015) para las madres de Guadalupe, quienes debían conciliar su jornada asalariada en las agroexportadoras con su asignación de los trabajos de cuidado domésticos. También se condice con la tesis de Vásquez Zamora (2016), quien identifica que el ingreso a las empresas de banano orgánico les permite tener el estatus social de “trabajadoras”, pero no genera reconocimiento al trabajo de cuidado doméstico del que continúan siendo responsables. Sin embargo, como se ve en el próximo capítulo en mayor profundidad, rara vez es una opción para las mujeres prescindir del trabajo 133 asalariado. Más aún, nunca es una opción prescindir de las actividades orientadas al autoconsumo a nivel familiar, que en sí mismas toman también una porción importante de su día. Sin perjuicio de ello, como se explicó previamente, ello no significa que todas las mujeres lo hacen, dado que las nietas que trabajan fuera o son universitarias quedan total o parcialmente eximidas. Ello, con el fin de habilitarlas para dedicar su tiempo a estudiar y/o trabajar de manera remunerada fuera de casa. Tampoco es una opción para las mujeres abandonar sus actividades remuneradas desde casa, como venta de chicha, comida y postres. La contribución notable que hacen a la economía familiar, evidenciado en su trascendencia a través de las tres generaciones, muestra, como señalaba Babb (2019[1996]) la necesidad de valorar el comercio de pequeña escala. Esto sin forzar una compartimentalización entre lo “productivo” y “reproductivo”, en la medida que estas actividades generadoras de ingresos son interdependientes con el cuidado, como se ve plasmado en sus jornadas diarias, y sostienen las autoras previamente referidas (Babb, 2019[1996]; Francke,1990; De la Garza, 2009). Considerando esto, además lo abordado en el capítulo 5 y 6, nos encontramos un escenario en la que la multiplicidad de roles y jornadas son imperativas para sostener el bienestar de las familias. Se trata de un escenario que ya tenía estas características en los 80’s, cuando Rubín (1982) investigó el caso de las mujeres cataquenses en Piura; al igual que en los 90’s, cuando Kempen y Klarenbeck (1993) analizan el caso de las mujeres en el Valle del Chira. Las familias requieren de cuidados, de bienes para el autoconsumo y de dinero en efectivo proveniente de actividades asalariadas y no asalariadas, en un contexto en los que no es posible depender de la producción agrícola por las plagas y condiciones climáticas adversas. Kay (2009) es explícito respecto a esto cuando profundiza en torno a la “nueva ruralidad”, que como vemos en Rubín (1982) y Kempen y Klarenbeck (1993), no es precisamente “nueva”. En específico, para garantizar la subsistencia de las familias, en muchos casos es imperativo que las mujeres ocupen posiciones asalariadas en la medida que las que realizan los varones generan ingresos inestables e insuficientes, como señala Higueras (2016). Esta urgencia por trabajar se cruza en el escenario políticoeconómico con el auge de las empresas de agroexportación no tradicional descritas en el capítulo 5. Como resultado, las mujeres toman empleos, cuando hay demanda, profundamente inestables y con salarios bajos, cuyas jornadas afectan sus rutinas significativamente, 134 reduciendo especialmente el tiempo que logran pasar con sus hijos (Higueras, 2016). Como indica Kay (2009), estas empresas buscan mano de obra temporal y flexible a la cual se le extrae el máximo de la fuerza, especialmente en el caso de las conserveras de pescado y las empresas de desvalve, donde se trabaja a destajo de sol a sol. En línea con la tesis de Grados (2015) y el recuento de Higueras (2016), ante estas circunstancias, las mujeres con hijos(as) que aún dependen de ellas, pero requieren pasar extensas jornadas de trabajo fuera de casa, recurren a sus hijas mayores, en menor medida hijos varones, y otras parientes mujeres, a quienes delegan tareas de cuidado de diferente magnitud. Las abuelas y las hermanas solteras que trabajan desde casa son ciertamente una red de apoyo importante, siempre y cuando aún cuenten con la disposición, el estado físico necesario y que compartan ubicación geográfica. No obstante, aun cuando se deleguen todas las actividades posibles y se utilice al máximo la red de apoyo de mujeres, la multiplicidad de labores sigue siendo desbordante. En estos casos, las mujeres sacrifican sus tiempos libres y reducen sus horas de sueño al mínimo para poder ocuparse de las tareas de cuidado, además de sus labores generadoras de ingreso asalariado y no asalariado. Reconocer lo desbordante del trabajo que asumen las mujeres no implica que los varones no asumen también jornadas intensas de trabajo. Ciertamente, dado que el foco de esta investigación han sido las mujeres, la información sobre las actividades de los varones de las que dispongo son limitadas. No obstante, a partir de los testimonios de ellas y lo que he observado, veo que en términos generales se dedican la mayor parte de su tiempo a sus labores remuneradas fuera de casa, o en su defecto, al trabajo de la parcela familiar. A ello se le suman tareas puntuales de autoconsumo (para los esposos) y de cuidado (para los hijos varones jóvenes). Por ello, es común verlos en casa únicamente en momentos para comer o socializar. Sin perjuicio de ello, a partir de las propias valoraciones de las mujeres, vemos que enfrentan cargas significativas e ineludibles de trabajo porque el contexto económico y laboral que enfrentan sus familias exige que estos maximicen su fuerza de trabajo cuando tienen la oportunidad de hacerlo, en sus diferentes oficios. Es decir, cuando hay oportunidades en construcción o pesca, trabajan incesantemente hasta que terminan. 135 Ahora bien, es indispensable precisar nuevamente, en aras de esclarecer si la repartición es equitativa o no, lo siguiente. En este contexto económico crítico, las mujeres que tienen labores remuneradas –eventuales- fuera de casa, se abocan de esa misma manera a estas, sin que eso la exima de sus demás responsabilidades, como si exime a sus parejas e hijos varones jóvenes. Vuelvo nuevamente a Federici (2018) para recalcar esta diferencia clave. Mientras los varones son capaces de realizar su trabajo remunerado “en las fábricas, escuelas, oficinas o minas” (p.26) gracias al trabajo de cuidado de las mujeres de su familia, ¿quién cuida de las mujeres que ahora trabajan también en estos espacios? Recurriendo nuevamente a la autora, vemos que “lograr un segundo empleo nunca nos ha liberado del primero (p.27). Y en respuesta a la pregunta, vemos que estas mujeres que se han reincorporado al mercado laboral después de convertirse en madres, sus hijos son cuidados por otras mujeres, como sus madres, hermanas e hijas. Así, retomando nuevamente el foco en las mujeres y su trabajo, vemos que aún si estas se encuentran al límite de su capacidad física y mental, no están en condiciones a negarse a realizar la multiplicidad de roles que se les han asignado; al menos no sin arriesgar el bienestar de sus familias. Esto nos lleva a su vez a preguntarnos, como hizo Vásquez Zamora (2016) en su estudio de las y los trabajadores del banano orgánico en Sullana, si es que la reincorporación de las mujeres al empleo asalariado en las condiciones que ofrecen estas industrias de exportación no tradicional, genuinamente aporta a su capacidad de tomar decisiones con autonomía. Los casos analizados parecen apuntar más bien a una situación de sobrecarga de trabajo que las madres no pueden eludir sin poner en riesgo el bienestar de sus familias y los proyectos educativos de sus hijos e hijas. Así, parece ser que la única responsabilidad que permite abstenerse parcial o totalmente del resto de asignaciones son los estudios universitarios/preuniversitarios. Y esto solo porque, como se ha mencionado previamente, sus madres y/o cuidadores asumen estas responsabilidades. Incluso Roberta C. y Emilia A., con su jornada de tiempo completo en la fábrica, no están exentas de sus otras responsabilidades. Asimismo, vemos que esta dedicación a los estudios no ocurre en paralelo con la maternidad ni con la unión a una pareja. De este modo, si entendemos las rutinas diarias de las mujeres como una apertura para acercarnos a los roles y significados de género, encontramos que a las mujeres de todas las edades asumen el rol de cuidadoras y generadoras de ingreso a 136 través del trabajo y de manera paralela. Aún con la sobrecarga que esto implica, ellas y sus familias consideran que esto es lo que ellas “hacen” en tanto son mujeres. Como se mencionó anteriormente, esto se da principalmente en la generación de madres y abuelas, con lo cual queda pendiente ver en los próximos capítulos qué es lo que las nietas esperan de sí mismas y qué esperan sus familias, y sus oportunidades y barreras para lograrlo, ya que al menos dos de ellas aun no tienen hijos ni han formado un hogar. Capítulo 7. “El día que nos llegue la muerte, ya dejaremos de cocinar”: Las trayectorias laborales de tres generaciones de mujeres (casos de estudio) En este capítulo, exploro las trayectorias laborales de tres generaciones de mujeres, a partir de los grupos familiares seleccionados como casos de estudio, señalados en el capítulo 4, tabla 2. Para ello, inicio con una presentación de las integrantes de cada grupo, así como de sus trayectorias laborales. Posteriormente analizo las trayectorias de las generaciones, distinguiendo cada etapa vivida en su contexto sociopolítico particular, a partir de sus hitos más relevantes. Logro así un mejor entendimiento de cómo se configuraron sus oportunidades y decisiones laborales según género, clase social, nivel educativo y estado civil. De este modo, identifico las principales continuidades y cambios intergeneracionales de las mujeres a partir de un análisis comparativo propio, así como incorporo las propias ideas de las mujeres entrevistadas respecto a estos. 7.1. Presentación de los tres grupos familiares y sus trayectorias laborales 7.1.1. Familia Álvarez a) Elodia (Abuela) Elodia, de 86 años, reside en Villa Yapato y no tiene estudios formales. Vive con su esposo, quien es agricultor retirado. A lo largo de su vida, Elodia ha tenido once 137 hijos. Su principal ocupación remunerada en la actualidad es la preparación y venta de chicha. También supervisa la crianza de animales para autoconsumo y venta, si bien sus hijas la han relevado con la alimentación de estos y la limpieza de los corrales. De igual forma, Elodia ya no es responsable de la limpieza ni el lavado de ropa, pero sí participa activamente en la preparación de alimentos. b) Bárbara (Madre) Bárbara, de 53 años, aprendió de su madre a preparar y vender chicha, y esta es también su principal ocupación remunerada en la actualidad. Reside en Tablazo Norte y, al igual que Elodia, no tiene estudios formales. Vive en convivencia con su pareja, quien es agricultor, y juntos tienen tres hijos. De estos, su hijo mayor y su hija menor viven con ella, mientras que su hija Inés vive con Elodia y las hermanas solteras de Bárbara. Bárbara también cría animales para el autoconsumo, trabaja junto con su esposo su parcela de tierra, y es la principal responsable de las tareas domésticas de cuidado en su hogar. Cocina en su propio hogar, pero visita a diario la casa de su madre. Esto puede ser para tomar y chicha y conversar, cuando dispone de tiempo; o cuando menos para dejar víveres para la comida de Inés. c) Inés (Nieta) Inés, de 20 años, es la primera en su familia en cursar estudios superiores universitarios. Reside en Villa Yapato con su abuela Elodia y sus tías solteras. Ella misma es soltera y no tiene hijos. Su tiempo se divide su trabajo como niñera en la casa de su madrina, sus clases en la universidad y realizar las tareas de sus cursos. Inés es dueña de un chancho, pero este está bajo el cuidado de su madre. Una de sus tías ha asumido su cuidado primario (lavado de ropa, preparación de alimentos, limpieza), con lo cual Inés solo realiza tareas domésticas ocasionalmente los fines de semana, cuando visita a su madre en Tablazo Norte. 7.1.2. Familia Benites a) Diana (Abuela) Diana, de 58 años, vive en Villa Yapato y tiene una educación primaria incompleta. Vive en convivencia con su esposo, quien es agricultor. A lo largo de su vida, ha tenido siete hijos y ha trabajado como vendedora de comida, chicha y cerveza. Ahora retirada, su rutina se centra en la crianza de animales para el autoconsumo, actividades domésticas de cuidado (con excepción de preparar el almuerzo). Sumado a ello, Diana apoya ocasionalmente a su hija Emilia en sus actividades de preparación de comida para venta. b) Emilia (Madre) Emilia, de 35 años, también reside en Villa Yapato y tiene una educación primaria incompleta. Está casada y tiene cuatro hijos. Trabaja en una fábrica de 138 conchas, aunque de manera inconsistente por la variabilidad de la demanda de mano de obra. Por ello, complementa sus ingresos con la venta de bodoques y papas rellenas, además de realizar trabajos de limpieza. Su esposo trabaja en la construcción, también según haya demanda. Además de sus labores remuneradas, Emilia es responsable primaria, con asistencia significativa de su hija mayor Camila, de las labores de cuidado domésticas dirigidas al bienestar de sus hijos y esposo. Camila cocina el almuerzo y pasa junto con su familia la mayor parte del día en casa de su madre, Diana. c) Camila (Nieta) Camila, de 18 años, vive en Villa Yapato y tiene la secundaria completa. Es soltera, no tiene hijos, y se está preparando para ingresar a la universidad. A diferencia de su madre y abuela, Camila se dedica principalmente a sus estudios y no participa activamente en trabajos remunerados fuera del hogar. No obstante, sí cumple un rol indispensable en el cuidado de su familia, asistiendo a su madre en la mayoría de las tareas (limpieza, preparación de alimentos, etc.) y asumiendo en su totalidad algunas como el lavado de servicios. También es un apoyo constante en las actividades remuneradas que su madre gestiona desde casa, como la preparación y venta de bodoques y papas rellenas. Al igual que su madre y hermanos, pasa la mayor parte del día en casa de su abuela, Diana. 7.1.3. Familia Cáceres a) Sandra (Abuela) Sandra, de 88 años, reside en Villa Yapato y no tiene estudios formales. Vive sola desde hace algunos años, tras el abandono de hogar definitivo de su esposo. Ha tenido únicamente una hija, Pilar, y apenas hace poco más de un año se retiró de su principal ocupación remunerada, la preparación y venta de chicha. Sandra continúa criando sus animales y realiza la mayoría de sus quehaceres domésticos, incluida la preparación de su almuerzo, en su propia casa. Luego de ello, pasa las tardes con su hija Pilar. b) Pilar (Madre) Pilar, de 60 años, también vive en Villa Yapato y no tiene estudios formales. Vive en convivencia con su esposo, quien es agricultor, y juntos tienen una hija, Roberta. Pilar combina la preparación y venta de chicha con labores de agricultura y la crianza de animales. Tiene un día asignado a la semana para esta primera actividad. Cocina en su propia casa, donde se le une su hija. Pasa las tardes con su madre, 139 Sandra. Cuando su hija Roberta está trabajando fuera de casa, Pilar se encarga del cuidado de sus hijos. c) Roberta (Nieta) Roberta, de 36 años, reside en Villa Yapato y tiene una educación primaria incompleta. Es soltera y tiene cuatro hijos. Su vida laboral es intensa y pluriactiva, dividiendo su tiempo entre la preparación y venta de chicha, trabajo en fábricas de concha, cuando hay demanda, y actividades agrícolas. Dispone de un día a la semana para la venta de chicha. Además, es la encargada primaria de las labores de cuidado para el sostenimiento de su familia. Roberta cocina con su madre. Sus casas están contiguas dentro de un mismo terreno familiar. 7.2. Análisis intergeneracional e intrageneracional de las trayectorias laborales de mujeres de tres generaciones A través de las bases de datos existentes de los censos 1981, 1993, 2007 y 2017, podemos identificar que, en las últimas décadas, el porcentaje de mujeres en el distrito de la Unión que ha accedido a educación secundario o nivel educativo mayor ha ido en aumento. No obstante, la brecha con sus pares varones ha aumentado hacia el 2017 en lugar de reducirse. Considero importante iniciar este apartado con una profundización de estos datos como una primera referencia, si bien general2, de las oportunidades de vida que han tenido, o no, las mujeres de los CC. PP analizados. Gráfico 4 Mujeres y hombres con secundaria completa o nivel educativo mayor en el distrito de La Unión, Piura 2 Se buscó analizar también los datos del censo respecto a ocupaciones remuneradas de las mujeres, pero el sistema de consultas de los censos del Estado Peruano no consignaba etiquetas claras ni comparables para las variables, así como no permitía descargar la base de datos para analizarla manualmente. 140 Fuente: INEI (1981, 1993, 2007, 2017). Elaboración propia. Para tener un panorama un poco más detallado del acceso a educación, en el siguiente gráfico se encuentra la evolución de dicho acceso, dividiendo a las personas de la Unión según género y área de residencia a nivel local y nacional. El porcentaje de personas rurales en la Unión es menor a 1%, por lo que el porcentaje urbano se asemeja significativamente al general según género mostrado en el gráfico anterior. Gráfico 5 Mujeres y hombres con secundaria completa o nivel educativo mayor a nivel local y nacional 141 Fuente: INEI (19933, 2007, 2017). Elaboración propia. A partir de este gráfico, podemos apreciar que las mujeres urbanas de la Unión han tenido un porcentaje de acceso a secundaria o nivel educativo mayor que, si bien es mayor al porcentaje de las mujeres rurales a nivel nacional, está más cerca a este que al porcentaje de mujeres urbanas a nivel nacional. Es decir que, al menos en lo que respecto al nivel educativo, las mujeres urbanas de la Unión se asemejan más a sus pares rurales a nivel nacional que a sus pares urbanas a nivel nacional. Esto se condice con lo señalado en la presentación inicial de los casos de estudio, y se profundiza a lo largo de este capítulo. Lo mismo ocurre en el caso de mujeres con educación superior completa, específicamente, como vemos en el gráfico siguiente: Gráfico 6 Mujeres y hombres con educación superior completa a nivel local y nacional 3 Para el censo 1981, el sistema de consultas del INEI no contaba con la posibilidad de hacer los cruces entre género, área de residencia y niveles educativos. Boyd (2019) tuvo a bien señalar que justamente esta no existe como base de datos digital. 142 Fuente: INEI (20074, 2017). Elaboración propia. Hay que considerar, además, que estamos tomando el porcentaje urbano femenino de todo el distrito de la Unión, pese a que el único instituto de educación superior se encuentra en la Unión Pueblo, por lo que es posible que el porcentaje a nivel de C.P. 19 de Agosto sea incluso menor, y por ende, más similar aún al de sus pares rurales a nivel nacional. Ello considerando que además del costo por ciclo (entre 160 y 200 soles), las mujeres tendrían que correr con el costo de pasajes, que puede ser casi el triple de dicho costo por semestre5. Se debe tener en cuenta, además, que el Instituto de Educación Superior Tecnológico Publico "La Unión" (IESTP) lleva cerca de 30 años. De esta manera, vemos que la situación de las mujeres en los CC. PP Villa Yapato y Tablazo Norte, pese a ser urbanas según las definiciones de la INEI, difiere mucho de sus pares en otros lugares del país. Si bien la educación es una arista de varias que componen la vida y las trayectorias de trabajo, es imprescindible incluirla en esta discusión introductoria, ya que, como se ve más adelante en este capítulo, el acceso a educación influye sustancialmente en las oportunidades de laborales que tienen las mujeres. 4 Para el censo de 1993, no se especifica en la variable si el nivel educativo es completo o si su logro es indistinto. Por ello, se optó por no considerarlo. 5 Considerando que cada pasaje cuesta entre 3 y 3.5 soles, y se requiere uno de ida y uno de vuelta de lunes a viernes. 143 En los apartados dispuestos a continuación se encuentra el análisis de cada etapa de las trayectorias de trabajo dentro y fuera de los hogares de las mujeres, empezando por las abuelas. Estratégicamente ubicados, para cada etapa, se encuentran tanto versiones gráficas de sus líneas de tiempo, así como recuentos condensados de los procesos e hitos económicos y políticos más importantes que configuraron sus márgenes de operación y decisión. Finalmente, concluyo con un balance de los principales cambios y continuidades en las trayectorias de trabajo de las mujeres, a partir del análisis realizado y las propias percepciones de las integrantes de los grupos familiares seleccionados como casos de estudio. 7.2.1. La generación de las abuelas a) La niñez y adolescencia: el trabajo en la casa y las haciendas La generación de las abuelas está marcada por un inicio temprano en las tareas de cuidado dentro y fuera de la casa. Entre los 6 y los 8 años, las abuelas -en ese entonces niñas- aprendieron bajo la instrucción de sus madres a limpiar, cocinar y lavar la ropa. Asimismo, heredaron de sus madres el oficio de la preparación y venta de chicha y “picados”. Sandra (familia C) empezó a trabajar de manera asalariada fuera de la casa a los 8 años, acompañando a sus padres y hermanos a las haciendas a apañar algodón, principalmente, en la Hacienda Huamará, cerca a lo que ahora es San Martín de Letira. Elodia también trabajó en las haciendas con su padre, pero a partir de los 15 años. La familia de Diana (familia B), quien pasó su infancia en Lambayeque, optó, en cambio, porque trabajara en las chacras familiares. “Sí, los cuidaba yo [a mis hermanos], ellos, por eso yo dijo todo, como yo era la mayoría, ya los cuidaba ellos, ya los aconsejaba también les decía hermanos vámonos trabajar. Nos íbamos a trabajar. (…) Sería de 15 años pues. Andábamos con él [mi papá], mi mamita en la casa.”. (Elodia, familia A) Para Sandra y Elodia, nos referimos aquí al periodo comprendido entre 1944 y 1963. Son tiempos previos al inicio de la Reforma Agraria, en los cuales predominaba el sistema de haciendas en el Perú. En el caso de Piura, algunas de las más notorias Chato Grande, Miraflores y Casagrande. Estas eran grandes extensiones productoras de algodón, caña de azúcar, entre otros, que se constituyeron a partir de la compra y/o apropiación ilegal de parcelas de las comunidades campesinas asentadas en los territorios. 144 145 Gráfico 7 Trayectoria laboral de Elodia, abuela de la familia A Fuente: Elaboración propia. 146 Gráfico 8 Trayectoria laboral de Diana, abuela de la familia B Fuente: Elaboración propia. 147 Gráfico 9 Trayectoria laboral de Sandra, abuela de la familia C Fuente: Elaboración propia. 148 “Con la posibilidad de extender el sistema de riego por medio de bombas, no faltan visionarios que apuestan al progreso y, esperando el momento en que llegue el agua, acopian tierras de indios, emprendiendo la conquista de las tierras de las comunidades de Catacaos y Sechura. Son familias de comerciantes que compran o se apropian ilegalmente de parcelas. Acaparada gran parte de las tierras de Catacaos y Sechura por los nuevos hacendados -muchos de ellos de origen europeo: españoles, ingleses, alemanes.” (Adams, 1905, en Hocquenghem, 2001) Es importante resaltar que las familias de ambas contaban con sus propias extensiones de tierra, pero la agricultura familiar no era suficiente para cubrir las necesidades, considerando además la necesidad de dinero en efectivo para la compra de aquello que la unidad familiar no podía producir. De este modo, su trabajo en estas haciendas era de tipo jornalero eventual. Esto en un contexto en el que la demanda que mano de obra estaba sujeta a los requerimientos del mercado internacional y/o recursos como el agua para riego. Así, la mecanización de la producción en el caso costero, al igual que los años “secos”, fueron factores clave que obligaron a las personas a desplazarse al medio y alto Piura, e inclusive otros departamentos como La Libertad y Lambayeque (Claude CollinDelavaud, 1976) en búsqueda de trabajo. Si bien este no fue el caso directamente de las abuelas, varones de su generación como hermanos y esposos, si migraban temporalmente fuera a otras regiones de la costa norte en búsqueda de trabajo. Retomaremos este punto en el análisis de las trayectorias de las madres. En estas circunstancias, era entendible la necesidad de que todos los miembros de la familia que pudiesen trabajasen como jornaleros, incluso desde tan temprana edad. No obstante, es preciso indicar que no fue el imperativo económico lo que motivó a los padres a privar a sus hijas de acudir al colegio, al menos no únicamente. Por otro lado, es importante contextualizar también el panorama educativo de la época. Durante el gobierno de Manuel A. Odría (1948-1956), bajo la dirección del general Juan Mendoza, se implementó el Plan Nacional de Educación de 1950. Este plan se enfocó en la expansión educativa, especialmente en las zonas rurales, con el establecimiento de los Núcleos Escolares Campesinos y la creación de la Escuela Normal Central de Varones en La Cantuta, con el apoyo del Servicio Cooperativo Peruano-Norteamericano de Educación (SECPANE). El objetivo era mejorar la calidad de la formación de maestros y extender los servicios educativos (Cardó et al., 1989). 149 El plan no solo pretendía aumentar la matrícula, sino también establecer una base educativa que incluyera valores de patriotismo y moralidad, utilizando la educación como un mecanismo para la integración y el desarrollo nacional (Cardó et al., 1989). Sin embargo, a pesar de estas iniciativas, la cobertura educativa seguía siendo insuficiente, especialmente en áreas rurales, donde las infraestructuras eran limitadas y la calidad de la educación se veía comprometida por la falta de recursos y personal capacitado (Cardó et al., 1989). Sin perjuicio de ello, a través de los casos de estudio, vemos que no se trata únicamente de una falta de cobertura educativa. Los padres de las abuelas se opusieron a que fueran al colegio porque consideraban que solo irían asistirían “para aprender a escribirle cartas al enamorado”. Esta frase, ampliamente conocida a través de todas las generaciones (aunque ahora como algo anecdótico), evidencia de que los padres creían que sus hijas mujeres no sabrían aprovechar los conocimientos y habilidades adquiridos en ámbitos como el profesional. En lugar de ello, consideraba que únicamente buscaban ir al colegio para conocer chicos, enamorarse y unirse. Por ello, se les motivó a continuar trabajando como jornaleras, en sus otras ocupaciones remuneradas, y el cuidado. "[Mi papá] se molestaba decía: 'No, yo de darles estudios no les doy, porque que le escriban al enamorado (...) que escriban al enamorado no, vámonos a trabajar. Y ahí, esto, se acabó la vida'". (Elodia, abuela de la familia A) Como se aprecia en el relato de Sandra, estas constricciones de género eran amargas para las niñas y jóvenes, quienes anhelaban poder estudiar. "Yo vendía mi ceviche, vendía mi chicha, mi almuerzo, vendía comida, pues, más de hecho vendía, que mi mamacita preparaba, yo me iba. [...] Yo me lloraba, hijita, para que me mande mi papacito al colegio. No, que mi padre no nos quiso mandar hijita a estudiar, porque dice ya teniendo sus años ya le van a escribir carta al enamorado." (Sandra, Abuela de la familia C) Solo a Diana (familia B) se le motivó a ir al colegio. Sin embargo, ello no la eximía de sus labores remuneradas y no remuneradas, como era el pasteo de los animales. Sus hermanas y ella no tuvieron un rendimiento óptimo, lo que les generó desmotivación y finalmente las llevó a desertar en 3er grado de primaria. “Sí, mi papá nos daba [educación], lo que nosotros no queríamos, quién va a ir a verlos a los animales decíamos nosotros, ‘¿quién los va a ir a ver?’” 150 (Diana, abuela de la familia C) Ello se relaciona a lo que vivieron propiamente Elodia y Sandra, a quienes sus labores remuneradas fuera de casa tampoco las eximían de sus demás responsabilidades de cuidado y autoconsumo. Eran cuidadoras “móviles” en el sentido de que, en la hacienda, se encargaban de cocinar, lavar la ropa y demás para sus padres y hermanos. a) La juventud: el matrimonio y la maternidad La generación de las abuelas, con algunas excepciones como Sandra (familia C), se unió a sus esposos a una edad considerablemente temprana, entre los 17 y 20 años. Para nuestros casos de estudio, el matrimonio y concepción de los hijos va en un rango de tiempo entre 1958 y 1991. Estas tres décadas están marcadas por hitos como la Reforma Agraria (1969 a 1980), precedida por al menos tres otras décadas de lucha campesina por la recuperación de tierras (Burneo, 2023), la Guerra con Ecuador (1981) y uno de los Fenómenos del Niños más recordados en la historia por su impacto desolador (1983). Para contextualizar esta etapa de las trayectorias tomo el primero y el segundo. Respecto a lo primero, considero relevante traer a la discusión los planteamientos de Maria Luisa Burneo (2019; 2023), quien destaca la necesidad de revisar los vacíos en la narrativa histórica oficial de la Reforma, que tiende a simplificar este proceso como una mera redistribución de tierras sin reconocer el papel activo que las comunidades campesinas ya desempeñaban en la lucha por la tierra antes de la intervención estatal. Este fue el caso de la comunidad campesina de Catacaos, cuyo territorio abarcaba lo que hoy es el distrito de La Unión. El Estado, al expropiar las haciendas, entregó tierras a los trabajadores permanentes, a modo de cooperativas agrarias de producción (CAP), empresas de agro asociativo. En muchos casos, una parte de trabajadores no eran miembros de las comunidades que históricamente habían ocupado y controlado estos territorios. Por el contrario, algunos de estos miembros no fueron incluidos, lo que generó conflictos entre comuneros y nuevos beneficiarios de la Reforma (Eguren, 2009; Arce, 1988, Burneo, 2023). De este modo, los comuneros organizados impulsaron el establecimiento de Cooperativas Comunales de Producción (CCP) y UCPs, que les permitían mantener el control sobre la gestión de sus tierras, en consonancia con su historia y organización comunal (Burneo, 2019, 2023). 151 Con el tiempo, y especialmente después de la crisis económica de los años 80, la viabilidad de las cooperativas comunales empezó a tambalearse. La caída del precio del algodón -cultivo clave- y la desaparición del Banco Agrario en la década de 1990, dejaron a las comunidades en una situación precaria. A esto se sumaron las políticas neoliberales que revivieron la promoción de la titulación individual de las tierras (Eguren, 2007), que se relatan en mayor detalle durante el análisis de las trayectorias de las madres. Dichas reformas sentaron las condiciones para la parcelación de las cooperativas y a la fragmentación de las comunidades, debilitando la cohesión comunal y forzando a los comuneros a depender de trabajos en la agroindustria o a vender sus tierras (Del Castillo, 1997, en Burneo, 2019) En el caso concreto de La Unión, hoy en día existen aún residentes de los CC. PP que cuentan con tierras otorgadas durante el funcionamiento de las cooperativas, conocidos como “socios”. No obstante, las tierras que se les asignaron se encuentran fuera de la Unión, por lo cual no suelen visitarlas a diario, como sí es el caso de sus cantos al pie de la división entre Villa Yapato y el Tablazo Norte. Este fue el caso de la familia A, aunque en línea con lo expuesto en el capítulo anterior, no todas las hijas e hijos del padre de Elodia recibieron tierra allí. b) El matrimonio Tanto Elodia (familia A) como Sandra (familia C), se casaron y tuvieron sus primeros hijos previo al inicio de la Reforma, por lo cual no llegaron a trabajar en las cooperativas, a diferencia de sus hijas (las madres), como se ven más adelante. No obstante, sí “criaron” -verbo predilecto para referirse a la crianza de los niños- en este contexto, con sus esposos trabajando por temporadas para estas instituciones, según me relataron. Retomando el análisis de esta etapa en sus trayectorias, respecto a su decisión de unirse y formar familias, hay que apuntar lo siguiente. Era común conocer a quienes serían sus esposos en entornos vinculados al trabajo, ya fuese en las haciendas o en sus casas cuando iban los varones iban a consumir chicha y picados, ya que ahí es donde las mujeres pasaban la mayor parte de su tiempo. Como se mencionó en el capítulo anterior, hay variedad en lo que respecta a la actitud de las mujeres frente a la perspectiva de unirse y formar una familia. En algunos casos las abuelas aceptaron este compromiso por voluntad propia; en otros, como Sandra (familia C), requirió de presión y poder de convencimiento por parte de los varones. 152 “Yo sí me quería quedar soltera, pero como se atravesó este individuo que fue, ya me obligó, ya tuve qué”. (Sandra, abuela de la familia C) Ciertamente, el matrimonio puede tener acepciones distintas. Para Diana (familia B), no hubo temor de perder su autonomía en la toma de decisiones laborales y familiares, incluso considerando que el matrimonio la llevó a dejar a su familia en Lambayeque para trasladarse a Piura, donde solo contaría con su familia política como red de apoyo. No obstante, en otros casos, se le atribuía al matrimonio un componente de peligrosidad para las mujeres, en la medida que podría conllevarles una situación de subordinación aún mayor a la que ya podían estar experimentando en sus hogares. Ello se ve en la advertencia que le hizo a Elodia (familia A) su suegra: "No, pues cuando me junté con él, de una vez me trajo [a la casa de sus suegros]. Cuando mi suegra la finada que murió (...) Agarró, me dijo: ‘No hija, te vas todo al poder de él y [se] te acabó la vida’, me dijo. Y ya qué iba a hacer pues, me vine al poder de él". (Elodia, abuela de la familia A) Este temor a la pérdida de la autonomía no es gratuito. Si bien no se puede afirmar que esta es la única causa, los casos de estudio hacen evidente que el matrimonio y la posterior maternidad traía consigo para esta generación un abandono casi automático del trabajo remunerado fuera de casa. De este modo, las mujeres reorientaban su tiempo y energía primariamente al cuidado de sus esposos e hijos. "Ya pues ahí era, mejor dicho, para atender el marido ya pues este, cocinarle su comida, su merienda, que ya venía a trabajar y él trabajando, yo ya me quedaba en la casa, a su servir acá en la casa, su lavado, todo". (Elodia, abuela de la familia A) No obstante, no se abandonaba la responsabilidad de generar de ingresos, aunque esta se limitaba a actividades que se podían hacer desde casa, siendo la preparación y venta de chicha y/ comida la predilecta. "Nosotros lo preparábamos [la chicha]. (...) Todo el tiempo hemos trabajado con este mismo negocio." (Diana, abuela de la familia C) Para quienes tenían previo al matrimonio otras fuentes de ingreso, dichas actividades ciertamente eran extrañadas, pero ya no había posibilidad en términos de tiempo de realizarlas. Cabe resaltar que en algunos casos hubo acuerdo entre esposos sobre el abandono de estas funciones, en otras fue una decisión unilateral por parte del esposo, asentida por las abuelas. Este asentimiento parte, sin embargo, del reconocimiento de que ya no hay tiempo ni posibilidad de desplazarse fuera del hogar una vez que se es esposa y madre. En ambos casos, decisión propia o no, las 153 abuelas mantuvieron el deseo de volver a trabajar fuera de casa, aún si ya no era viable. "[Si] No me hubiera juntado. Estuviera trabajando las fábricas a las chacras. Ya tenemos el marido y ya no vamos a trabajar (...) Soltera uno se va a donde quiera... trabajar. Pero ya con marido ya no. Si, también con el marido, pero ya no da tiempo porque uno cría los animalitos, criamos pollos, pavos, tenemos que verlos y ver a los hijos". (Elodia, abuela de la familia A) c) La maternidad Aquí es preciso detallar la maternidad y su rol en la configuración de las trayectorias laborales de las mujeres de esta generación. Las abuelas que compartieron su historia conmigo tuvieron números disímiles de hijos nacidos vivos: 11 (familia A), 7 (familia B) y 1 (familia C, con al menos 2 o 3 embarazos perdidos involuntariamente). Se trata, sin embargo, de concepciones sobre las cuáles las mujeres no tuvieron un control completo, en el sentido de que no necesariamente deseaban tener ese número de hijos. "Hijos ya pues, yo me llené de hijos pues ya, ¿no? (...) No, pues yo no pensaba tener 11 hijos. Ya Dios me los dio pues, ya que iba a ser pues (…)”. (Elodia, abuela de la familia A) En lo que respecta a la autonomía y el poder de decisión de las mujeres, no en todos los casos esta se vio limitada como fue para las abuelas de la familia A y C. Diana, de la familia C, me expresó su convicción de que las decisiones familiares siempre las tomó en acuerdo con su esposo. "Los dos decidíamos qué íbamos a hacer y ya." (Diana, abuela de la Familia C) Coincidentemente, en su caso, al no tener nunca ocupaciones remuneradas fuera de casa, la venta de chicha y comida siempre fue su actividad principal. Su negocio creció significativamente en su tiempo de casada, al punto que llegaron a contratar a otras mujeres para la preparación y venta. Por otro lado, de esta generación, ella es la única que recuerda activamente haber participado en el Programa Vaso de Leche. En los días en los que requería participar en la preparación de los desayunos, desde las primeras horas de la madrugada, su suegra la apoyaba con sus quehaceres domésticos matutinos hasta su regreso. 154 Antes de finalizar este apartado, es importante hacer mención de los estragos producidos por el Fenómeno del Niño, también llamado “Mega Niño”, entre 1982 y 1983. Este fenómeno climático trajo consigo la inundación de valles interandinos y de la costa, incluyendo nuestro C.P en cuestión. Extensiones muy amplias de cultivo y ganado se perdieron, dejando a las familias en una situación de mucha fragilidad económica. “Sí, estaban los aguacerones hijita. Y no había, no había ni que comer tampoco. La lisa comíamos, pero todo lo que estaba en la chacra se murió, todo se jodió. Todo, todo lo que habíamos sembrado, todo, no cosechamos nada. En ese tiempo que hemos criado nosotros. Hacíamos un pepiancito, una mazamorrita de algarrobita (…) Hemos criado con eso”. (Sandra, abuela de la familia C). Si bien las familias se recuperaron eventualmente de las pérdidas materiales ocasionadas por este “Mega Niño”, no faltaba mucho para el inicio de la crisis económica e hiperinflación del Segundo gobierno de Alán García, que reservo para el análisis de las madres, así como la implementación de las reformas neoliberales (1990-2000). De este modo, la fragilidad económica trasciende grandemente este evento. c) Adultez: Cambios y continuidades con la madurez de los hijos La madurez y eventual independencia de sus hijos no implicó el retorno de las abuelas al trabajo remunerado fuera de casa, aunque ciertamente sí les permitió compartir su carga de trabajo doméstico con sus hijas mayores. En los casos en los que las abuelas tuvieron hijas que se mantuvieron solteras, estas fueron asumiendo paulatinamente más y más actividades generadoras de bienes e ingresos desde casa, así como de cuidado, a la vez que las abuelas pasaban por el proceso de envejecimiento. En el caso de las abuelas con hijas y hijos casadas, es común, como en el caso de Diana (familia B), que estos retornen con sus familias y parejas a diario a la casa, para cocinar y cuidar a los niños de manera conjunta. Así, hijas y nueras eventualmente reemplazaron a las abuelas en el grueso de las actividades domésticas, aunque no en su totalidad, siempre y cuando haya un nivel suficiente de convivencia y/o cohabitación. En el caso de las abuelas que no viven con sus hijas y/o nueras, como Sandra (familia C), la adultez y posteriormente la vejez gira en torno a continuar con las actividades domésticas económicas y de cuidado a sí mismas y sus esposos (cocinar, limpiar, lavar ropa, etc.). Esto se ven en mayor detalle en el siguiente capítulo. Debido a la división sexual del trabajo identificada, en estos casos y los previamente mencionados, se cuenta con que sus esposos continúen trabajando, sea 155 fuera o dentro de casa, ya que lo que generan a partir de la venta de chicha y la crianza de animales no es suficiente para mantener el hogar. Por ello, en casos como los de Sandra, cuyo esposo abandonó el hogar luego de una temporada trabajando fuera de Piura, la subsistencia de hace compleja en términos de ingresos y acceso a cuidados. Su única hija ya es también bastante adulta, por lo que ambas dependen en buena medida de la nieta, Roberta, en situaciones críticas como las enfermedades. Aún en el caso en el que los esposos tienen aún algún tipo de ingreso, las abuelas siguen requiriendo mantener sus actividades económicas “de toda la vida”. La chicha y/o la crianza de animales se mantienen hasta casi el final de sus líneas temporales, años después de que hayan desistido del trabajo en la chacra a raíz de los cambios en sus capacidades físicas para trasladarse y asistir. Algunas cuentan con el soporte de sus hijas para continuar con estas labores. Elodia (familia A), que cuenta con una mayor red de soporte por tener hijas solteras, continúa preparando chicha y criando animales para venta y consumo, asistida mayoritariamente por ellas. Diana (familia B) y Sandra (familia C) ya se retiraron del oficio de la chicha, pero continúan con la crianza de animales. En el caso de Diana, su retiro se debió principalmente a la conversion de su familia a la religion evangélica, en la cual no está permitido el consume de bebidas alcóholicas; mientras que Sandra ya no contaba con las fuerzas luego de un cuadro severo de dengue. “Yo preparo mis poquitos de chicha para mañana tengo. Cocino domingo. (…) Y así, hasta que el día que nos llegan a la muerte, ya dejamos de cocinar. (Elodia, abuela de la familia A) Aquí es importante resaltar que aquellas mujeres que no cuentan con hijas, hijos, yernos o nueras que puedan relevarlas de sus funciones y les provean cuidado y eventualmente alimentos y demás bienes necesarios para la subsistencia, tendrán que continuar criando sus animales mínimamente hasta la muerte o hasta que sus fuerzas fallen. Ello ya que no cuentan con un fondo de pensiones más allá del monto solidario de Pensión 65 que algunas reciben, por no haber tenido nunca un trabajo asalariado que les proporcionara estas formas de seguridad social. De ahí, la frase del título de este capítulo. 7.2.2. La generación de las madres Las madres nacieron entre el año 1964 y 1989. Se “criaron” entre este tiempo y el año 2004, rango temporal que abarca tanto la Reforma Agraria, previamente 156 abordada, al igual que la posterior gestación e implementación del neoliberalismo como racionalidad (Brown, 2015) y orden social (Duménil y Lévy, 2014). 157 Gráfico 10 Trayectoria laboral de Bárbara, madre de la familia A Fuente: Elaboración propia. Gráfico 11 Trayectoria laboral de Emilia, madre de la familia B 158 Fuente: Elaboración propia. Gráfico 12 Trayectoria laboral de Pilar, madre de la familia C 159 Fuente: Elaboración propia. 160 Como señalan estos autores, el neoliberalismo no es un modelo económico ni una ideología (Duménil y Lévy, 2014), sino “un modo distintivo de razón, de producción de sujetos, una “conducta de la conducta” y un esquema de valoración” (Brown, 2015, p. 12). No es universal ni atemporal, sino que debe ser identificada en sus manifestaciones o resultados: regímenes normativos (y sus regímenes de verdad subyacentes) y sujetos y relaciones sociales particulares (Brown, 2015). En ese sentido, inicio este apartado señalando que la generación de las madres ha vivido en un contexto social y económico producido por esta racionalidad. Se trata de un contexto en el cual el Estado se abstiene de ejercer un rol de provisión social, para enfocarse en la restauración de las condiciones para la acumulación de capital a través de mecanismos de privatización (Harvey, 2007). De este modo, se buscó devolver a las élites económicas del mundo el capital y poder mermado por el Keynesianismo y la crisis económica de los 70’s, a través de un despliegue técnico y político (Brown, 2015; Duménil y Levy, 2014) En términos de provisión social, no sería adecuado señalar que el Estado desmanteló específicamente los servicios públicos en los CC. PP que nos atañen en este estudio, ya que, para estos años, servicios básicos como agua y luz estaban mayoritariamente ausentes, como se ve en la siguiente tabla. Tabla 8 Provisión de servicios básicos en Villa Yapato en 1993 Servicios Básicos Porcentaje (%) Suministro de Agua - Camión cisterna 0.93 - Otras fuentes de agua 99.07 Desagüe - Conectado a red pública 1.24 - Pozo séptico 7.43 - Otros sistemas de desagüe 15.17 - Sin servicio de desagüe 76.16 161 Acceso a Electricidad - Viviendas con electricidad 2.48 - Viviendas sin electricidad 97.52 Fuente: INEI (1993). Una interpretación más adecuada es que hubo la legitimidad necesaria para continuar ignorando este rol en favor de los intereses ya señalados. Sería, más precisamente, un contexto en el cual esta provisión pública no sería vista como una prioridad, o si quiera obligación del estado. Esto lo evidencia el hecho de que aún en la actualidad, la única forma de conseguir agua dulce consumible sigue siendo esperar el camión cisterna, y no se cuenta con desagüe. Esto tres décadas más tarde. Más aún, volviendo a los medios productivos, una de las manifestaciones más relevantes de la racionalidad política neoliberal fueron los dispositivos normativos implementados para propiciar la reconcentración de las tierras en la costa norte, ya no a manos de los hacendados, sino de las empresas agroindustriales. De este modo, se configuró el panorama de trabajo que enfrentaron las madres hasta la actualidad. En el caso del Perú, para la década de 1970, las cooperativas agrarias de producción habían reemplazado las haciendas sobre sus áreas indivisas, bajo la administración de sus empleados asalariados permanentes. No obstante, a finales de esta misma década y los años ochenta, casi todas estas cooperativas fueron subdivididas entre los socios a manera de parcelas familiares de entre 3 y 6 hectáreas (Eguren, 2004). En la década de 1990, con la llegada de Alberto Fujimori al poder y la implementación del llamado “ajuste estructural”, se implementaron tres medidas propias de una racionalidad neoliberal en torno a la tenencia de tierras, con repercusiones graves en la costa norte. Por un lado, destaca la liberalización del mercado de tierras, a partir de la Ley de Tierras de 1995 y el Programa Especial de Titulación de Tierras (PETT). Por otro, la liquidación del Banco Agrario y de las empresas públicas -como la Empresa Comercializadora del Arroz (ECASA)- y la eliminación de las restricciones en las importaciones (Eguren, 2004). A ello se le sumo otras medidas como la ampliación de la frontera agrícola con megaproyectos de 162 irrigación, con sustancioso financiamiento público, y las subastas públicas de lotes de 200 HA en adelante (Burneo, 2023) Si bien no es posible abordar en detalle cada una de estas medidas, en su conjunto, sentaron las condiciones para un proceso profundo de re-concentración de tierras en las manos de las grandes empresas agroindustriales, con una exclusion progresiva de pequeños y medianos agricultores (Eguren, 2004; Burneo, 2023). Burneo hace un recuento detallado de este proceso, incluyendo valiosa información etnográfica del Desarrollo del Programa Especial de Titulación de Tierras (PETT) en el Bosque Seco del Bajo Piura, con lo cual se propició el despojo especialmente de las comunidades campesinas (Burneo, 2023). Eguren (2004), por su parte, desarrolla en detalle qué otras medidas vinculadas a subsidios, apertura a mercados externos, recursos hídricos dispuestos terminaron por hacer a la producción agrícola no tradicional para exportación mucho más rentable que aquella orientada al mercado interno. Ahondaremos en las empresas agroindustriales más adelante en esta sección. a) La niñez y adolescencia: el trabajo fuera y dentro de casa En la generación de las madres se puede apreciar una mayor diversidad en cuanto a las ocupaciones de la infancia, aunque con similitudes claras en lo que respecta a las responsabilidades domésticas de cuidado. La generación de las madres inició su vida laboral de cuidado en casa entre los 8 y 10 años, similar a las mujeres de la generación de las abuelas. Bárbara (familia A) y Pilar (familia C) también empezaron a esta edad a contribuir con la preparación de chicha y comida para autoconsumo y venta desde el hogar. En el caso de Emilia (familia B), también se involucró con el comercio de estos alimentos, pero fuera de casa, como ayudante remunerada de una de sus tías en Piura ciudad. Si bien muchas madres experimentaron, como las abuelas, la imposibilidad de ir al colegio, también hay en esta generación excepciones como Emilia (familia B), quien llego a estudiar los primeros grados de la primaria como su propia madre, Diana. Sin embargo, al igual que estos casos más bien excepcionales en la generación anterior, Emilia también desertó en la primaria para dedicarse en su totalidad a su trabajo asalariado. Para comprender mejor la situación educativa de las mujeres de esta generación, es clave tener en cuenta un proceso estrechamente vinculado a la 163 Reforma Agraria, que fue la Reforma Educativa del Gobierno Revolucionario de Juan Velasco Alvarado. Esta fue una iniciativa que buscaba que la educación se plantea no solo como una herramienta pedagógica, sino como un mecanismo para apoyar otras reformas en curso, como la agraria e industrial. La descentralización fue un pilar de esta, y se manifestó en la implementación de los Núcleos Educativos Comunales (NEC), que buscaban integrar la participación de las comunidades locales en la gestión educativa y adaptar los programas a las realidades específicas de cada región. Esto pretendía acercar la escuela a las comunidades y convertirla en un centro de actividad cultural y social (Bizot, 1976). En términos de género, la Ley General de Educación de 1972 estableció una comisión interministerial con el fin de incentivar el rol activo de las mujeres y combatir las discriminaciones históricas. Pese a estas intenciones, las barreras culturales y estructurales persistieron, limitando los avances concretos en equidad de género dentro del sistema educativo (Bizot, 1976) A pesar de su ambición y enfoque progresista, la implementación de la reforma enfrentó varios desafíos significativos. La falta de recursos financieros y la resistencia de las estructuras burocráticas limitaron su efectividad, especialmente en las zonas rurales, donde el acceso a la educación y la integración de las comunidades no alcanzaron el nivel esperado. Tras la caída de Velasco, el general Morales Bermúdez y, posteriormente, el gobierno de Fernando Belaunde, desmantelaron los elementos más innovadores de la reforma, alejándose de su enfoque nacionalista y popular (Eguren et al., 2022). Si bien no se le puede atribuir directamente a la reforma esta incipiente apertura hacia la educación de las mujeres, es un punto de inflexión interesante sobre el cual ciertamente vale la pena indagar, sin dejar de lado las demás condiciones limitantes que exceden únicamente la discriminación por género en el seno de los hogares. Como ya se señaló en el relato de las trayectorias de las madres, no sería acertado decir que la prohibición o falta de apoyo para acceder y terminar los estudios básicos se debía únicamente el imperativo de trabajar de manera remunerada para apoyar económicamente a la familia. No obstante, si tiene un peso importante. Las madres cumplieron desde niñas, como las abuelas, un rol clave y difícil de prescindir en el sostenimiento de sus hogares, generando ingresos y garantizando los cuidados. Bárbara y Pilar dedicaron su juventud al cuidado doméstico y la preparación y venta de chicha y comida. 164 "Ayudarle a vender a mi mamá, preparar, cocinar, lavar la ropa, planchar todos los días. Nuestra madre nos enseñaba cómo se preparaba la chicha." (Pilar, madre de la familia C) “[Mi mamá] nos enseñó. Y fuimos aprendiendo ya, y nosotros ya solitas ya cocinábamos. Barríamos, lavábamos y ayudábamos a la mamá.” (Bárbara, madre de la familia A) Eventualmente, algunas madres como Bárbara (familia A), eventualmente fueron impulsadas a trabajar también fuera de casa por un salario, esta vez en las cooperativas de algodón y arroz que habían reemplazado a las haciendas. “Él [su papá] nos mandaba porque ese era el trabajo pues de nosotros”. (Bárbara, madre de la familia A) En otros casos, prejuicios de género como los que motivaron a los padres de las abuelas a impedirles estudiar en el colegio, fueron motivación para que las madres no trabajasen fuera de casa. Este fue el caso de Pilar, quien, a diferencia de su madre, se quedó trabajando en casa como chichera, además de criando animales y cuidando de la familia, para evitar que interactúe con “extraños”. b) El matrimonio y la maternidad: reorientación al trabajo desde casa Las madres conocieron y se unieron a sus esposos en edades variadas, que en los casos de estudio consignados van de los 15 a los 29 años. Al igual que para las abuelas, su unión, y en específico el nacimiento de su primer hijo, trajo consigo el abandono del trabajo asalariado fuera de casa, para quienes lo ejercían. De este modo, pasaron a dirigir su tiempo y energía principalmente al cuidado de sus esposos e hijos. Además, mantuvieron las labores remuneradas posibles de realizar desde casa ya discutidas. Para quienes tuvieron que abandonar sus ocupaciones fuera de casa, esto no fue una decisión deseada, sino más bien un designio de sus esposos que tuvieron que obedecer, dado que era su entendimiento que debían hacer caso a lo que sus esposos les decían. Además, no se puede obviar que, en su rol aprendido desde la infancia de cuidadoras -en tanto mujeres-, ciertamente hacía sentido ocuparse de ello. Esto queda evidenciado en el testimonio de Bárbara. "No, ya no, él me dijo “Ya no vayas”, pues para yo cocinarle, lavarle. Él sí se iba, él sí se iba, sí va él, pero yo ya no. Él sí se iba al apañe, él sí trabajaba en fábricas. (...) Como ya él me dijo que ya no vaya, ya no. Le obedecí. Porque uno cuando se 165 compromete, bueno, te mandan, vas, pues, y si no, ya no me mandó (…)”. (Bárbara, madre de la familia A) Esta pérdida o debilitamiento de la autonomía al comprometerse era socialmente reconocida. Al igual que en la generación previa, la frase “irse al poder” del esposo o de su familia, que se usa para describir la mudanza posterior al matrimonio, así lo evidencia. De hecho, en algunos casos, más bien escasos, como el de Pilar (familia C), los padres de la novia optaban por convencerlas de continuar viviendo con ellos, para así reservar para si cierto nivel de vigilancia sobre el comportamiento de los esposos y nueva familia política. "Mis padres no quisieron que me vaya a poder de la suegra... Yo me quedé aquí en la casa." (Pilar, madre de la familia C) Mujeres como Bárbara (familia A) experimentaron así desencanto con su vida de casadas, dadas las responsabilidades y el trabajo extenuante en el hogar. No obstante, incluso en casos que incluyeron violencia intrafamiliar, muchas veces no consideraba que separarse fuese una alternativa, dado que ya tenían hijos. "Ya pues, ya no me gustaba que me veía juntar con mi esposo, no me gustaba. Ya vuelta me había juntado con él (...) Ya me quería vuelta de divorciar mejor, pero ya no podía, formamos los hijos ya. Ya pues." (Bárbara, madre de la familia A). Sin perjuicio de ello, en esta generación empiezan a darse cambios importantes en lo que respecta a las trayectorias laborales de las mujeres, siendo lo más destacable el retorno al trabajo asalariado fuera de casa aún después del matrimonio y el nacimiento de los primeros hijos. Con la consideración de que se trata de la madre más joven, Emilia (familia B), ejemplifica a aquellas madres que se distanciaron de esta manera de los caminos de vida recorridos por las abuelas y las madres nacidas antes. c) De la casa a la fábrica: el retorno al trabajo asalariado en el marco de la maternidad Retomando lo ya señalado en la introducción de este apartado, este periodo de la vida de las madres tuvo lugar en un escenario socioeconómico marcado por la precariedad resultante de las políticas económicas y sociales neoliberales. No obstante, no es una precariedad que se le pueda atribuir exclusivamente a esta racionalidad en práctica. La fragilidad económica venía profundizándose de la década previa. Los gobiernos de los generales Juan Velasco Alvarado y Morales Bermúdez -y aún el primer periodo de Alan García- abarcan múltiples decisiones y políticas nacionales y factores económicos externos. Los primeros resaltan, respectivamente, por la 166 implementación de políticas para promover la sustitución de importaciones a partir de industrialización y producción nacional; y la de políticas para contrarrestarlas. Transversalmente, un aumento del gasto público que hacia 1983 confluyó con factores como los ya mencionados fenómenos naturales y la interrupción del flujo de financiamiento externo del cuál habíamos sido fuertemente dependientes (Velarde y Rodríguez,1992). Existen recuentos detallados de la historia económica de estos periodos, como el notable compendio editado por Contreras (2022) y el propio texto de Velarde y Rodríguez (1992), que deben ser revisados si se desea tener un entendimiento más profundo de estas décadas. Basta decir en este momento, que, para 1985, los desequilibrios macroeconómicos, abordados según el programa económico del régimen Aprista, desencadenaron una de las hiperinflaciones más grandes de la historia mundial. Entre sus consecuencias para la clase trabajadora, destaca una caída estrepitosa de los salarios reales y de la actividad productiva, mayor incluso a la sufrida por los países industrializados durante la depresión de los años 30 (Velarde y Rodríguez, 1992). En estas circunstancias es que las madres empiezan a percibir la apremiante necesidad de volver a trabajar de manera asalariada fuera del hogar. En línea con la situación económica, esta decisión buscaba aumentar los ingresos de sus familias. No obstante, tanto o más importante, al menos al inicio, fue el deseo de algunas madres de tener una mayor independencia económica, más específicamente, control sobre cómo se gastaba el dinero. [¿Les faltaba el ingreso o era por extra?] “No, porque no debíamos en ese tiempo... Él era borracho... Yo de cargosa, quería también tener... ‘Lo que tú te has gastado cuando no deberías haber gastado’... Yo tenía plata guardada”. (Emilia, madre de la familia B) La necesidad de un segundo ingreso asalariado no disminuyó con los años. En su lugar, más madres jóvenes, de edades similares a Emilia, son uno de los principales targets de las empresas agroindustriales, notables sucesoras de las haciendas y cooperativas agrarias, al igual que las empresas de pescado y conchas, en tanto principales empleadores de mujeres en el Bajo Piura. Profundizaré respecto a la historia económica de su auge en el análisis de las trayectorias de las nietas. 167 “Yo le digo ahora voy [a trabajar] porque aquí faltan muchas cosas... Porque no trabaja (...) Sí había [trabajo en construcción]. Antes casi siempre estaba trabajando. Ahora está poquísimo”. (Emilia, madre de la familia B) De este modo, yendo contra del sentido común predominante de que una vez casadas y con hijos era imposible retomar estas labores, así como contra los deseos de sus esposos, madres como Emilia (familia B), delegaron el cuidado de sus pequeños a sus propias madres u otras parientas. Sus esposos se declararon abiertamente en contra, ya sea por celos de que interactuasen con otros hombres o porque no querían que descuiden a sus hijos, de quienes eran ellas responsables primarias. No obstante, su voluntad por generar ingresos fuera de casa prevaleció, por lo que retomaron sus actividades e incluso incursionaron en nuevas como el procesamiento de uva y conchas. “Ah no, o sea, yo en parte nunca me dejé que él me manipule, a pesar de que yo era chiquilla. Él tenía 19, yo tenía 16 (…) No quería que trabaje. No le hacía caso”. (Emilia, madre de la familia B). “Me fui a la concha. Un día mi esposo no quiso que vaya, después vuelta me escapaba vuelta me iba.” (Roberta, nieta de la familia C) Si bien las redes de apoyo entre mujeres son claves para mitigar el peso de las responsabilidades de cuidado y permitir el reingreso de las mujeres al trabajo asalariado, hay límites claros como el cuidado de pequeños en sus primeros años de vida. Mujeres como Emilia siguen un claro patrón de descontinuación de esta forma de trabajo hasta que sus pequeños cumplen cuando menos uno o dos años de edad. Y aún así, dependen grandemente de la buena voluntad de familiares que ya “hayan terminado de criar”. "No es igual... Cuando uno tiene hijo, tiene que llevar a su hijo, nadie se quiere hacer cargo." (Emilia, madre de la Familia C) No disponer de estas redes suele imposibilitar a las mujeres de retornar de manera efectiva al mercado laboral. Un ejemplo de ello es Catalina6, una madre que entrevisté casi al final de mi tiempo en campo. Como muchas mujeres severamente endeudadas, Catalina requería generar un salario adicional. En tiempos de vacaciones escolares, encomendó a sus hijos, ambos menores de 8 años, a su suegra, para así 6 Catalina es una de las mujeres que entrevisté de manera independiente, es decir, sin su grupo familiar. 168 desplazarse a Pisco en busca de fábricas de concha con demanda. Permaneció allí algunos meses en los que el trabajo fue arduo pero constante. No obstante, el estado de salud de su suegra se deterioró. Ahora, Catalina se ve impedida de aceptar una oferta de trabajo en Lima como mesera. No es posible llevar a sus hijos porque en Lima no tiene familiares que los puedan cuidar mientras trabaja, y lo mismo ocurre en el C.P. No le parece viable que su esposo los cuide porque él es uno de los pocos maestros de obra que aún tiene cierta demanda. Así, ha recibido duras críticas de las mujeres de su familia, así como lamentos de sus propios hijos, quienes no quieren ser dejados atrás. Retomando el trabajo en las fábricas en sí mismos, con sus diferencias según producto y tarea (véase capítulo 5), las mujeres con las que conversé me señalaron que, además de las condiciones precarias laborales, el carácter de destajo hace la labor particularmente ardua. Ello debido a que se espera y exige su máxima productividad en jornadas que pueden superar las 12 horas de pie. “Terminas, te duele la mano así, duele. (…) Al cuarto día jueves, ya hay mucha gente que dice: “Ay, ya no quisiéramos que haya [trabajo] mañana”. Porque ya está la gente cansada. Pues que no, es que toda la noche parada y sin dormir, vean. Y sin dormir nada. Si tú te sales a descansar, a veces te molestan, te dicen mañana ya no ingresas” (Fernanda, mujer soltera de 43 años). No obstante, pese estas graves condiciones, estas labores son percibidas como mejor pagadas. Más aún, se consideran menos extenuantes que las labores que tuvieron las abuelas y madres mayores en haciendas y cooperativas. “Los trabajos eran un poco más explotaditos, pero te pagaban menos. Ahora son menos y te pagan más”. (Emilia, madre de la familia B). Es importante recordar que, si bien el trabajo en las fábricas es una de las principales fuentes de empleo, otras ocupaciones como las señaladas en el capítulo 5, incluyendo trabajo de limpieza en hogares y venta de comida, son parte del repertorio de las mujeres, en tanto el trabajo en las fábricas es estacional y eventual. Ello implica que las mujeres no tienen necesariamente un tiempo para reponerse entre actividad y actividad, como se ve más a fondo en el capítulo 7. d) Y, ¿qué ocurre con las mujeres que no se casan ni tienen hijos? Apuntes sobre las “solteronas” Tuve la oportunidad de entrevistar, además de a Fernanda, a otra mujer soltera y sin hijos de la generación de las madres, Paola. A través de la narración de sus 169 trayectorias laborales, identifiqué una serie de similitudes y diferencias entre sus devenires laborales y familiares. En principio, ambas mujeres siguen el patrón ya identificado en el que algunas mujeres no accedieron en absoluto a la escuela, ya que sus padres preferían que se dedicaran a trabajar en lugar de “buscar pareja”, mientras que otras accedieron a algunos grados de primaria antes de desertar. A ello le prosigue el ingreso definitivo a la fuerza de trabajo remunerado de la familia, sea, principalmente en el apañe de algodón durante su juventud. Sus trayectorias se bifurcan con su decisión de no casarse. Mientras que en algunos casos puede ser algo que no necesariamente buscaron de manera activa, en otros, como Paola, sí lo fue. Ello puede deberse a el mal trato de los varones hacia las mujeres que han visto de primera mano, como la infidelidad: “De repente me engañan al igual a mi hermana, mejor parece que tranquila ando, me voy donde quiero” (Paola, mujer soltera) La libertad de movilidad es un aspecto clave de la vida de las mujeres solteras. No tener esposo les da la “tranquilidad” de desplazarse sin rendir cuentas a una pareja. "Sí, pues vamos, yo voy, salgo y digo pues no hay nadie quien me espere, ya me quedo por allá." (Fernanda, 43 años) Esto se relaciona directamente con la posibilidad ampliada que tienen de continuar trabajando fuera de casa. Fernanda lleva casi 20 años trabajando en las fábricas de concha, luego del declive de la producción de algodón, mientras que Paola se dedica íntegramente a la agricultura y la cría de ganado caprino. Ahora bien, he identificado dos cursos que pueden seguir sus trayectorias. Algunas mujeres solteras, como Paola, continúan trabajando fuera de su casa por el resto de su vida adulta. Esto es especialmente factible si, como ella, sus ocupaciones son autogestionadas, ya que tienen un mayor control sobre sus horarios de trabajo y puedan contribuir con las responsabilidades de cuidado en sus hogares de manera más balanceada. No obstante, hay otros casos, como el de Fernanda y la ya mencionada Cristina, en la cual se asume que, al no tener pareja e hijos, estas mujeres pueden y deben asumir el rol de cuidadoras de familiares como niños pequeños o padres ancianos. En situaciones como la de Cristina, estas tareas pueden ser aceptadas de buena voluntad, ya que se dan en un contexto en el cual su propia familia le da soporte 170 económico y de cuidado. En otros, como el de Fernanda, cuyos hermanos y hermanas esperan que cuide a su madre mientras ella va envejeciendo, es una carga impuesta de manera más forzosa. Si bien justamente los hermanos corren con los gastos de los padres, las mujeres solteras a quienes se les busca responsabilizar de su cuidado, no reciben un sueldo por ello, y deben desatender sus propios trabajos remunerados. "A veces yo no iba a trabajar porque se ponía mal, ya ellos me decían ya no vayas, quédate con ella porque si ellos le mandan, (…) ‘No te preocupes por eso porque no le va a faltar para que compre’ (…) Yo les reclamaba pues que tenían que venir porque yo nomás no era la hija." (Fernanda, 43 años) Más aún, esta responsabilidad les puede condicionar a rechazar oportunidades de trabajo, especialmente aquellas que implican su reubicación. "Un tiempo, me fui a Lima, tuve un mes… Pero me llamaron que mi mamá se había puesto mal. (…) Mi hermana me decía que como lo iba a dejar a mi mamá." (Fernanda, 43 años) De este modo, vemos que, similar a sus pares casadas y con hijos, las mujeres solteras que no son madres también cargan con responsabilidades desigualmente distribuidas de cuidado, que obstaculizan e incluso truncan su capacidad de conducir sus trayectorias de trabajo con autonomía. Ello en la medida que devienen en descontinuaciones laborales o rechazo a oportunidades que potencialmente pueden mejorar su calidad de vida. Hay dos aspectos adicionales que son indispensables de resaltar para ellas es posiblemente aún más inviable abandonar sus actividades generadoras de ingreso, ya que no tienen una pareja que contribuya a los ingresos familiares. Sin embargo, a diferencia que muchas mujeres casadas y/o unidas, sobrellevan esta doble jornada sin las redes de apoyo que las mujeres casadas tienen, que son sus parientas mujeres, propias y políticas. Por lo tanto, bajo un análisis interseccional crítico, la desigualdad en la distribución del trabajo de cuidado le afecta de manera diferenciada, siendo que en este caso género y estado civil son coextensivos, en términos de Viveros (2016). 7.2.3. La generación de las nietas Las nietas nacieron en un periodo que va desde 1988 hasta el 2006. Es decir, que su nacimiento se da tanto en un periodo complejo, que abarca desde la crisis económica e hiperinflación previamente desarrollada (1985-1990) hasta el giro neoliberal (1990-2000). Por otro lado, su juventud e infancia tuvieron lugar durante el auge de las empresas agroindustriales en la costa norte (a partir de 2008), un factor clave para entender parte de las diferencias y similitudes entre sus trayectorias 171 laborales y las de sus madres y abuelas. Esto se detallará más adelante en el apartado de adultez y trabajo. 172 Gráfico 13 Trayectoria laboral de Inés, nieta de la familia A Fuente: Elaboración propia. Gráfico 14 Trayectoria laboral de Camila, nieta de la familia B 173 Fuente: Elaboración propia. Gráfico 15 Trayectoria laboral de Roberta, nieta de la familia C 174 Fuente: Elaboración propia. 175 a) Infancia: Entre el colegio y el trabajo dentro y fuera de casa Las nietas, similar a sus madres y abuelas, empezaron ha realizar labores domésticas de cuidado y autoconsumo desde su infancia, a la vez que fueron matriculadas por sus padres en el colegio. No obstante, se pueden apreciar ciertos matices intrageneracionales que no estaban presentes en las generaciones previas. Por un lado, no todas las nietas han asumido las labores de cuidado de manera no remunerada. Así, algunas como Roberta (familia C) y Camila (familia B), iniciaron con las labores clásicas de limpieza, lavado de servicios y cocina desde muy pequeñas, asumiendo la figura típica de “brazo derecho” de sus madres. “Yo dejaba esto, mis servicios, y después cuando venía los venía a lavar. Pero a veces había días que mi mamá los lavaba y ya no lavaba los servicios, ni barría mi cocina y ya ni echaba de comida a los pollos porque mi mamá les daba a comer. Pero a veces cuando mi mamá no le daba tiempo porque trabaja, a veces los viernes ya yo tenía que ir echando comida y lavar”. (Camila, nieta de la familia B). “Ya, yo ya sabía cocinar, ya le ayudaba a mi mamá a cocinar, como te digo, porque ya lavaba los servicios, lavaba la ropita de mi papá, la ropa mía.” (Roberta, familia C) Mientras, otras jóvenes como Inés (familia), realizaron específicamente labores de cuidado de niños, pero en servicio de familiares y con una pequeña remuneración de por medio. “Siempre me han gustado así los niñitos (…) Tenía tenía primitos así, pues, más de los hijos de mis primos y ya pues a veces me llamaban o para irlos a jugar, así pues. Y ya entonces como que, por ahí, como yo estudiaba de lunes a viernes, entonces sábado, domingo ya me iba a verlo, a jugar con ellos y ya como que por ahí también me daban propina y ya por ahí le pasaba. Y este, de ahí pues lo de todo niño, jugar”. (Inés, nieta de la familia A) Este fue también el caso de la hija menor de una de mis anfitrionas, quien igualmente cuidaba a una sobrina muy pequeña de alrededor de un año de edad, a cambio de alrededor de 50 soles a la semana, que ella estaba ahorrando para sus útiles y uniformes escolares. En estos casos, sus propias madres o tías “asumen” la porción de tareas que normalmente las madres les encargarían a las hijas en el contexto descrito de feminización de los trabajos de cuidado. “No, como aquí te podrás dar cuenta, o sea, la mayoría de mis tías son mujeres, pues, y son solteras también pues. Entonces, este, como que aquí no hay mucha responsabilidad pues de ayudar, por ejemplo, a barrer, a trapear o eso, ¿no? Porque ellas en realidad se encargan de todo eso”. (Inés, familia A) Por otro lado, hay diferencias en lo que respecta a la participación en actividades para el autoconsumo. Algunas nietas, como Inés (familia A), no asumieron 176 ninguna actividad de este tipo, ya que continuaron designando su tiempo a labores pagadas fuera de casa, como ayuda en bodegas o negocios de comida. Otras, como Camila (familia B), sí asumieron actividades de este tipo desde casa (crianza de animales, preparación de chicha, etc.), con periodos excepcionales de descontinuación para realizar labores remuneradas fuera de casa. Cabe resaltar que estas siempre se realizaban en servicio de familia cercana. En contraste, nietas más adultas, con pareja e hijos, como Roberta (familia C), asumieron actividades orientadas al autoconsumo desde casa, pero también otras fuera de casa, como recojo de algarroba, leña, tareas agrícolas y/o pastado de animales. Ello asemeja más su infancia y adolescencia con sus madres y abuelas. “Yo aquí le ayudaba a mi mamá, me iba para allá a ver algarroba a la chacra, tiempo de día cuando había cosecha de algarroba, iba con mi amiga a apañar garroba. Nos íbamos así la edad de mi hija”. (Roberta, familia C) Respecto a su experiencia escolar, en su conjunto, los casos estuomdiados están en sintonía con las tendencias educativas para la época en el distrito, señaladas en la introducción de este capítulo. Las nietas más jóvenes, como Inés (familia A) y Camila (familia B), lograron culminar de manera exitosa sus estudios secundarios. Cabe resaltar que buscaron conciliar sus responsabilidades escolares con sus labores remuneradas y no remuneradas (si las hubieran tenido), a fin de que estas últimas no afectasen su desempeño académico. Inés (familia A), por ejemplo, desde la secundaria había estado trabajando como niñera en sus tiempos libres. “(…) [Iba] nada más fines de semana o cuando no tenía clases yo iba porque, o sea, así como que me daban también pues a veces algo.” (Inés, familia A) No obstante, en casos como Camila (familia B), que sí tenía responsabilidad primaria sobre el cuidado de su familia cuando su madre se ausentaba por trabajo fuera de casa, fue necesario hacer esfuerzos significativos a costa de su tiempo personal y de descanso. “Me levantaba y quedaba como a las 5:00 a.m a terminar [las tareas]”. (Camila, familia B). En el caso de Roberta (familia C), nieta que ya es madre, similar a las mujeres de la generación de madres y abuelas, las responsabilidades de cuidado que se le asignaron terminaron por forzarla a desertar del colegio cuando aún estaba en 177 primaria. Ello debido a que su madre estuvo muy enferma durante un año. Durante este tiempo, Roberta se hizo cargo no solo del trabajo de cuidado, sino también de la preparación de chicha y comida para venta, contando con el apoyo de vecinas y su tía, pero operando principalmente de manera autónoma. ““Ya le ayudaba a mi mamá, ya cayó enferma y yo la cuidaba. Ella vendía chicha, yo le vendía su chichita, le ayudaba a hacer los piqueos, le cocinaba su chicha de jora." (Roberta, nieta de la familia C) Su deserción fue muy dolorosa, ya que ella añoraba continuar estudiando. Profundizo respecto a esto en el capítulo 8. b) La juventud: la experiencia universitaria y el trabajo Para la generación de las nietas, la adultez trajo consigo cambios y continuidades en sus trayectorias. En esta etapa de su vida, se aprecian nuevamente particularidades intrageneracionales. En general, aquellas nietas que lograron culminar exitosamente la secundaria, aspiran posteriormente a estudiar una carrera técnica o universitaria. No obstante, como abordo en mayor profundidad en el capítulo 8, existen diferentes obstáculos familiares y económicos para conseguirlo. Al momento de mi estadía en campo, muy pocas nietas, como Inés (familia A) y una de las hijas de mi anfitriona, se encontraban estudiando una carrera. Para poder estudiar, suelen ser indispensables dos condiciones. La primera, es llevar algún tipo de preparación preuniversitaria, como fue el caso tanto de Inés (familia A), como Camila (familia B). Esto puede ser con el fin de pasar los exámenes de admisión o, en una minoría de casos, para pasar los exámenes adicionales que demandan programas de becas como Beca 18. Al momento de mi trabajo de campo, Camila se encontraba justamente en esta etapa de preparación, siendo esta y sus labores de cuidado y autoconsumo sus principales responsabilidades. Otra condición identificada es la necesidad de contar con actividades remuneradas para costear pensiones y/o gastos asociados como transporte, libros y demás. Inés mantuvo su trabajo de niñera desde la secundaria y optó por cambiar su horario a tiempo completo. A cambio, su empleadora, que también en su madrina, asume los gastos de su pensión y otros. En el caso de las nietas que no lograron culminar la secundaria, así como las nietas que, habiéndola culminado, no disponen de suficientes recursos para continuar 178 con su educación, estas pasan a redirigir la totalidad del tiempo al trabajo remunerado fuera de casa. En el caso de Roberta (Familia C), desde los quince años trabajaba por temporadas cortas en las fábricas de concha. Para comprender mejor este tipo de trabajo, es importante contextualizar respecto al auge de las dos principales fuentes de empleo asalariado de las mujeres de la generación de las nietas: la agroindustria, particularmente la uva; y la acuicultura, con las fábricas procesamiento primario de concha y pescado. La agroindustria viene avanzando en la costa peruana a partir de la segunda mitad de la década de 1990, como resultado de las reformas (neo) liberalizadoras citadas en el apartado de las madres (Burneo, 2023; Barrantes et al., 2015). No obstante, la reconcentración de las tierras que hizo posible su auge se aceleró significativamente recién a partir de la crisis del 2008, en el marco de una ola de envergadura internacional de inversiones en tierra de gran escala. Coincidieron cambios en la demanda internacional de recursos como alimentos y energía con una serie de acciones estatales que propiciaron su crecimiento exponencial. Estas incluyen la ya mencionada Ley de Tierras, pero también el Tratado de Libre Comercio (Burneo, 2010), la creación del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria (SENASA), diversos proyectos de irrigación financiados públicamente y el régimen laboral para trabajadores de la agroindustria (Barrantes et al., 2015), que reconoce menores contraprestaciones no salariales y además contiene subsidios asumidos por el Estado peruano. De este modo, hoy en día, el sector rompe récords históricos en cuanto al número de personas que emplea, con 859.525 puestos de trabajo directos e indirectos 7(Redagrícola, 2024). Dentro de los cultivos con mayor demanda internacional, la uva destaca por ser un cultivo manejado por capitales más grandes que se han especializado, pero que continúan teniendo más de un producto en su repertorio (Hernández, 2003). Respecto a las conchas de abanico, este es un producto de la maricultura, actividad productiva que empezó a desarrollarse en la década de 1970, siendo que las primeras granjas productoras de langostinos se asentaron en Tumbes (Sánchez, 2021). Justamente el esposo de mi anfitriona se insertó en dicho empleo décadas 7 Conocemos por investigaciones etnográficas (Higueras, 2016; Grados, 2015) las condiciones precarias de este trabajo, especialmente para mujeres que cargan con el peso del cuidado. 179 atrás, y continúa en la actualidad. Luego del año 2000, se sumaron cultivos como la concha de abanico, además de las macroalgas y cultivos de peces planos, con lo cual la actividad ha venido creciendo de manera significativa (Ministerio de Producción & Banco Mundial, 2016; Ministerio de Producción, 2020). Así, el cultivo de conchas es una fuente de empleo para muchas personas, aunque la mayoría de este es informal (Mendo, 2016). Más aún, se trata de una actividad sensible a los fenómenos climáticos, como los Fenómenos del Niño y Niña (Sánchez, 2021). La bahía de Sechura es una de las principales zonas productivas, al igual que Pisco (Sánchez, 2021). Las mujeres que conocí que se dedicaban a esta actividad, fueron recogidas en las últimas semanas de mi estadía, cuando se reanudó la producción, en grandes buses que recorrían los caseríos de La Unión y La Arena para recoger a grupos previamente coordinados por un encargado o encargada. En mi caso, esta era Fernanda, la mujer que cité en el apartado anterior. En los meses previos, ante la falta de producción, algunas habían optado por desplazarse hasta Pisco en busca de trabajo. Ellas se insertan específicamente en la transformación primaria de la concha, también conocida como el desvalvado. Así, estas dos industrias absorben al grueso de las nietas desde su juventud. c) La adultez: el matrimonio, la maternidad y la continuidad del trabajo Las nietas que ya están casadas y tienen hijos, como Roberta (familia C), se asemejan mucho en esta etapa a las madres más jóvenes, como Emilia (familia B). Esto en el sentido de que, posterior a tener a sus hijos, descontinuaron sus labores remuneradas fuera de casa únicamente de manera temporal. Roberta, quien se casó a los 18 años y tuvo a su primer hijo poco después, retornó a la fábrica de conchas cuando este cumplió 3 años. Fue intercalando entre este trabajo y la fábrica de uva a lo largo de su maternidad, que incluyó dos hijas más, con “pausas” de 4 años para estas últimas. Lo mismo sucedió con las hijas de mi anfitriona, que son madres. Al igual que Roberta, contaron con el apoyo de su madre para el cuidado de sus pequeños. De este modo, en esta generación se evidencia que, pese a que puede haber un deseo y/o una necesidad de permanecer en casa cuando los hijos nacen, la descontinuación del trabajo remunerado asalariado no puede ser permanente en muchas ocasiones. Esto principalmente por el apremio económico de las familias, 180 quienes parecen requerir cada vez más dinero en efectivo para cubrir sus necesidades y las deudas contraídas a partir de estas. "Por eso yo me iba a trabajar, yo no quería que ellos sufran. [...] Mi mamá me ayudaba, ella para que ella me ayudaba. Mi hijita, prepara para que te ganes algo para tus hijitos. Ella me ayudaba da cuenta que ella me lo cocinaba solo, ella lo vendía." (Roberta, nieta de la familia C) Asimismo, evidencia la importancia de contar con redes de apoyo para poder sobrellevar jornadas de trabajo físicamente imposibles de conciliar, considerando que el día solo tiene 24 horas y no pueden estar en dos lugares al mismo tiempo. 7.2.4. Cambios intergeneracionales desde la perspectiva de las tres generaciones Los cambios entre las madres y las nietas solteras son más notables a partir de la posibilidad que tuvieron de terminar el colegio y prepararse para acceder a educación superior. Me detengo a profundizar en la educación en este apartado, así como en el capítulo 8, ya que, para las nietas, el acceso a esta es un pilar de diferenciación entre sus vidas, las de sus madres y abuelas "Muy diferente [su vida con la de su abuela], porque ella dice que no estudió, entonces y pues en mi caso ya he terminado toda mi secundaria." (Camila, nieta de la familia B) “En similares creo que no tenemos nada. Y en diferentes, uno, pues, por ejemplo, ellos no han estudiado, ella no tiene ningún año de escolaridad. No tiene, no tiene. Y yo sí, pues tengo iniciada primaria y secundaria. Claro. Y ya pues ellos no les dieron la oportunidad de estudiar por lo mismo que eran mujeres”. (Inés, nieta de la familia A). Las nietas que están solteras no solo logran completar la secundaria, sino que tienen mayores aspiraciones profesionales, que se detallan en el capítulo 8. Esto en un contexto donde las mujeres de su familia asumen responsabilidades domésticas que en las generaciones previas les habría tocado asumir a ellas. Así, les permiten dedicar más tiempo a sus estudios y/o trabajos remunerados. “Ellas más se dedican a las clases, van a tener su carrera [...] Sí ayudan [en las labores domésticas], pero no como con nosotros. Hacen sus tareas cuando vienen del colegio, lavan, ayudan así poco, pero no como nosotros." (Bárbara, madre de la familia A). Sin embargo, como ya se ha señalado, si bien las nietas solteras gozan de mayores posibilidades para terminar la secundaria, el acceso a la educación superior continúa estando restringido para la mayoría. Inés es el único caso exitoso de entre todas mis entrevistadas, de dentro y fuera del grupo familiar, aunque sí he escuchado de al menos una nieta soltera más, Cristina, de quien comenté en el capítulo 5. 181 Más aún, existe la percepción en madres como Bárbara, de que hoy en día las jóvenes ya no saben cómo hacer la mayoría de los quehaceres domésticos, y que aun así deciden juntarse con sus parejas, lo cual les traería posteriormente arrepentimientos. “No saben no hacen nada y así ya se van con marido. Hay chicas que aún sin saber mucho de las cosas de la casa, igual se juntan, se juntan. Si no saben nada después se arrepienten porque igual están con el marido”. (Bárbara, madre de la familia A) 7.3. Cambios y continuidades intergeneracionales desde una perspectiva de género e interseccional El análisis intergeneracional de las trayectorias laborales de las mujeres en el bajo Piura revela cómo las relaciones de género han configurado de manera significativa las oportunidades y limitaciones que enfrentan y han enfrentado las mujeres de estas tres generaciones. No obstante, se evidencia a su vez que estas relaciones y significados están histórica y geográficamente situados y no producen al margen, sino a través de las estructuras de poder y las relaciones sociales (Scott,1986). Desde temprana edad, las niñas de las tres generaciones estudiadas (abuelas, madres y nietas) son socializadas para asumir tareas de cuidado y labores domésticas, siguiendo el ejemplo de sus madres y abuelas. No obstante, también desde la infancia y adolescencia, fueron incentivadas por sus padres a trabajar por ingresos dentro y fuera de casa. En el caso de las nietas, no hubo un impulso activo por parte de los padres, pero sí un asentimiento al respecto. Vemos así que la “doble jornada” se asignó y se asigna desde edades tempranas. El trabajo de cuidado es principalmente femenino, pero ello jamás eximió a las mujeres de la responsabilidad de producir bienes e ingresos. Esto es algo que se replica generación a generación en un contexto sociopolítico y económico que es diferente pero a la vez no. Ni el régimen de las haciendas, ni el de cooperativas agrarias, ni las empresas agroindustriales han proporcionado nunca medios de vida suficientes para las familias en el Bajo Piura, por lo que la pluriactividad siempre ha sido una condición para la subsistencia. Sin perjuicio de ello, todas estas formas de producción agrícola, siempre han requerido mano de obra. Por ello, las madres y las abuelas han asumido estas jornadas dobles y triples, orientadas a sostener a las familias para que sus miembros continúen 182 trabajando. Para ellas, la educación queda relegada a un segundo plano, e inclusive es impensable. Es importante enfatizar que el miedo de los padres de abuelas y madres de que sus hijas se junten en el colegio es revelador en sí mismo de la necesidad latente de las familias de aprovechar la fuerza de trabajo de las mujeres al máximo y por el mayor tiempo posible. Esto lo reafirma el rechazo inicial que sintieron algunos padres de abuelas y madres al saber que sus hijas se juntaban. Para la generación de las madres y abuelas, el matrimonio y la maternidad fueron momentos decisivos en la vida de las mujeres en las que su fuerza de trabajo de cuidado y productor de ingresos y bienes deja de ser en favor de su unidad familiar de origen. Estos hitos en su vida familiar traen también consigo una restricción de su capacidad de desplazamiento, y con ello, el abandono casi por default de cualquier actividad asalariada. Los esposos dictaminaron, con un asentimiento resignado de parte de ellas, que estén siempre en casa o cerca para brindarles cuidados a ellos y, poco después, a sus hijos. No obstante, la necesidad de producir bienes e ingresos no se detuvo ni se detiene, y optan por continuar oficios como la venta de chicha, que aprendieron de sus madres, o inclusive actividades diferentes como las descritas en el capítulo 5. Recordando a Babb (2019[1996]), esto nos lleva nuevamente a reconocer cómo el comercio a pequeña escala sigue siendo clave para completar ingresos que la producción para el autoconsumo y el trabajo asalariado no terminan de cubrir. Esto, considerando que estas actividades “productivas” están profundamente entrelazadas con los cuidados (Babb, 2019[1996]; Francke, 1990; De la Garza, 2009), como se ve en el capítulo 6 a mayor detalle. Respecto a las abuelas, es indispensable reconocer continúan ejerciendo labores de cuidado, para autoconsumo y hasta remuneradas desde casa, aun si no en toda su diversidad, hasta muy avanzada edad. Más que el cansancio físico, lo que determina la posibilidad de “retirarse” de estas funciones, es contar con soporte de hijas, hijos y nueras que no solo puedan proveer en términos de dinero, sino también de su propia fuerza de trabajo para las labores domésticas. Así, llegar a la vejez sin estas redes de soporte trae grandes dificultades para subsistir a mujeres que, por la naturaleza de sus ocupaciones, no se cuenta con fondos previsionales de jubilación. Cabe resaltar que varias mujeres de esta generación han sido empadronadas para 183 Pensión 65, pero nuevamente, el dinero que reciben es limitado y no suple sus necesidades de cuidados. Sin perjuicio de ello, por el lado de la generación de las madres, vemos que empiezan a gestarse cambios respecto a esta interrupción del trabajo asalariado. No son todas las madres, pero es especialmente común en la actualidad si consideramos a las que aún tienen hijos dependientes. Los procesos en los que se enmarcan sus matrimonio y maternidad han sido ciertamente críticos: reforma agraria y educativa truncas y desmanteladas, fenómenos climatológicos arrasadores, crisis económica e hiperinflación, implementación de políticas correspondientes a una racionalidad neoliberal. Más allá de afirmar que existe una relación causal entre alguno o más de estos procesos y decisiones particulares laborales de las mujeres, los traigo a colación para que se entienda que se trata de décadas de cambios y mucha vulnerabilidad económica y social para las familias. Ello ayuda a entender en su contexto la decisión que las mujeres empezaron a tomar de volver al trabajo asalariado fuera de casa, pocos años después del nacimiento de sus hijos. Igual de importante, ayuda a entender cómo es que sus redes de apoyo -madres, suegras, hermanas, etc.- se prestaron a asumir el cuidado de sus hijos en su ausencia, siendo que esto denota un nivel importante de aceptación de su decisión. Es decir que hay un entendimiento colectivo, al cual podemos sumar incluso a los insatisfechos esposos, de que es necesario para la subsistencia de las familias que las mujeres trabajen fuera de casa como cuando solteras. Ahora bien, estas mujeres, que ni tan siquiera tuvieron oportunidad de culminar la primaria, retornan a un mercado laboral que tiene opciones extremadamente limitadas. Ahora la agroindustria y la acuicultura para exportación son los empleadores más relevantes, en línea con lo que señalaba Kay (2009) para contextos de “nueva ruralidad”. Ello gracias al notable auspicio público en términos de normativa e inversión pública facilitadora. Aquí les esperan jornadas extenuantes, pero altamente valoradas porque, aun con la inconsistencia de la demanda de mano de obra, es la única vía que tienen para generar ingresos superiores, siempre y cuando cumplan con tener una productividad destacada. De este modo, la situación de las madres está estrechamente similar a las mujeres en Nuevo Colán con las que trabajaron Kempen y Klarenbeek (1993). No solo las mujeres en el estudio vieron disminuir el control de sus familias por que se queden 184 en casa ante el imperativo de generar más ingresos. Asimismo, la compatibilidad entre los papeles de madre, esposa y trabajadora desde el hogar, solo pueden compatibilizarse, y muy dificultosamente, con ciertas composiciones de las unidades domésticas y etapas del ciclo familiar. Finalmente, el acceso a educación emerge como un factor diferenciador clave para las trayectorias laborales de las mujeres de las nuevas generaciones, considerando especialmente a aquellas nietas más jóvenes que aún no han formado sus propias familias. Aunque las generaciones más antiguas fueron privadas de educación formal, las nietas han podido acceder a la escuela y en algunos casos a estudios superiores. Para ello, ha sido clave que cuenten con apoyo de sus madres y u otras figuras femeninas, quienes asumen su cuidado y las responsabilidades de cuidado que les tocaría a las nietas realizar, tanto como les es posible. Esto les permitió dedicar más tiempo que ninguna otra generación previa a la educación básica, que se volvió de cierta forma su primera “jornada”, mientras que el trabajo remunerado fuera de casa continuó siendo la “segunda”, solo que, con opciones un poco más diversificadas, orientadas al comercio y al cuidado de niños remunerado. En este tránsito, las jóvenes de esta generación ya no asumen actividades de autoconsumo claves en generaciones previas, particularmente aquellas que se realizan fuera de casa (agricultura familiar, recojo de leña, etc.). En cambio, se dedican solo a las que se hacen en casa y consumen menos tiempo, o inclusive se abstienen casi en su totalidad, si llegan a cursar estudios universitarios. A manera de resumen, la siguiente tabla condensa y contrasta las oportunidades laborales, educativas, aspiraciones y formas de autonomía de cada generación. 181 Tabla 9 Comparación resumida de las trayectorias de las diferentes generaciones OPORTUNIDADES LABORALES RESPONSAB ILIDADES DE CUIDADO OPORTUNID ADES EDUCATIVA S ASPIRACIONES PASADAS AUTONOMÍA AUTOCONSUM O DESDE EL HOGAR AUTOCON -SUMO FUERA DEL HOGAR TRABAJO ASALARIA -DO TRABAJO REMUNERA -DO DESDE CASA TRABAJO DOMÉSTICO NO REMUNERADO ACCESO A EDUCACIÓN CONTINUIDA D LABORAL ASALARIADA CONTINUIDA D DE ESTUDIOS SUPERIORES MATRIMONI O Y FAMILIA PROPIA AL DECIDIR CASARSE AL PARTICIPAR EN DECISIONES FAMILIARES ABUELA S X X X X X Ninguna / Primaria incompleta X X MADRE S X X X X X X X X NIETAS X X X X Secundaria completa / Técnica / Universitaria X X X X Nota.Las aspas significan el cumplimiento de cada elemento. Fuente: Elaboración propia. 181 187 187 Tomando en consideración todo lo anteriormente señalado, a partir de los casos de estudio analizados, vemos que ha habido cambios importantes en las trayectorias de trabajo de las mujeres, como el acceso a educación básica regular y la posibilidad -o necesidad- de reincorporarse a la fuerza de trabajo asalariada posterior al matrimonio y la maternidad. Sin embargo, se evidencia también que, mientras que el acceso a la educación es deseado y potencialmente podría amplificar aún más las oportunidades de las mujeres si llegase a conducir efectivamente a educación superior; el retorno al mercado laboral se da en un contexto en el que no hay más opciones si se quiere asegurar la continuidad de la familia. Por ello, no lo enunciaría como una señal de una mayor autonomía, sino, por el contrario, el resultado de la creciente dificultad de las familias para asegurar su subsistencia en un territorio económicamente configurado por lógicas que parecen no haberlas tenido nunca como prioridad. Como se ve en el capítulo 8, la imposibilidad práctica de que las nietas accedan a la universidad, hace que, aún con estudios formales básicos y poderosas nuevas aspiraciones, la mayoría de jóvenes se queda sin alternativas más que seguir los pasos de sus madres y vender su fuerza de trabajo a estas grandes fábricas. Por ello, el análisis interseccional (Francke, 1990) continúa siendo indispensable para no errar afirmando que la posibilidad de un trabajo asalariado es sinónimo de mayores oportunidades y/o autonomía para las mujeres. Considero importante también apuntar que, cuando analizamos las condiciones habilitadoras de estas industrias de exportación no tradicional, no debemos pensar únicamente en los recursos que invierte el estado a manera de proyectos financiados púbicamente y/o subvenciones de sus gastos operativos (pensar en el régimen especial que tienen estas empresas). Es imprescindible reconocer que ni las haciendas ni las empresas agroindustriales o de acuicultura podrían haber tenido el éxito rotundo financiero, si no fuera porque dispusieron y disponen de la fuerza de trabajo de las mujeres, así como del producto de sus cuidados, que es la clase trabajadora en su conjunto (Federici, 2018). Concluyo afirmando que, ser mujer en Villa Yapato y Tablazo Norte en los años 50s o 60s fue distinto a lo es ahora en la década del 2020. Lo que perdura y lo que ha cambiado puede entenderse más en profundidad, con un dimensionamiento más preciso, si partimos, por un lado, de los roles que las mujeres cumplen efectivamente en el día a día, y por otro, desde las creencias. Estas creencias o significados de 188 188 género bien pueden ser el respaldo de los roles atribuidos, como pueden no estar en sintonía y ser motor de deseos y aspiraciones distintas a la realidad vivida. Es decir que, aunque las nietas sientan que sus libretos de género (Butler, 1998)) pueden y deben ser distintos -y cuenten con el respaldo de sus predecesoras-, esto no significa que el panorama socioeconómico les permitirá cumplir con estas nuevas expectativas de género. En consideración de ello, en los próximos capítulos analizo estas dos dimensiones que propongo, respectivamente. 189 189 Capítulo 8. “Yo quería estudiar. Hacer otra cosa, ser otra cosa”. Cambios y continuidades en las expectativas, deseos y roles de género E: ¿Y tú en algún momento has pensado como que quisieras empezar una familia o algo así? “No, yo, mis planes están todavía a partir de los tre-…, no, al menos que tenga título ya y todo eso. Es que ha sido, es que, en realidad, por ejemplo, a mí por ejemplo mi madrina me dice, en realidad yo soy de aquí casi de todos soy la primera que le están dando [estudios], o sea, estudiando una carrera universitaria. Mi otra prima estudió, pero fue en instituto (…) yo llegaría (…) a traer todo abajo lo que ya voy llevando, sería algo, sería una decepción pues para mi papá, mi mamá y todo eso. Y aparte que tengo mi hermana que supuestamente también la queremos ayudar, pues, a estudiar. Pero yo creo que, por ejemplo, si es que yo, o sea, les fallo a ellos [sus padres], ya no le van a querer dar estudio a ella. Algo así como que todavía siguen con ese pensamiento, pero no, hasta ahorita no, todavía a partir del 28, 29,30, cuando tenga tiempo”. E: ¿Y qué es lo más importante que como mujer te gustaría lograr? “No, o sea, como siempre terminar la carrera, tener un trabajo seguro, poder de repente ir a conocer otros lugares, viajar y todo eso. Y también siempre pues ayudar a mi familia, ayudar a mi hermana, mi hermana también. Bueno, está en mi mente y ojalá, Dios quiera, también ayudarla, que estudie algo, quién sabe, ¿no? De repente construir algo, no sé, un centro [de atención psicológica] acá mismo, pero todavía lo principal es que encuentre trabajo”. (Inés, nieta de la familia A) Estas fueron unas de las últimas preguntas que le hice a Inés, nieta de la familia A, durante nuestra entrevista. No tuve muchas oportunidades de conversar con Inés, pese a que pasé mucho tiempo en su casa con su abuela, ya que su agenda de trabajo y estudios fuera de casa estaba bastante saturada. Introduzco este capítulo final de hallazgos con este fragmento de nuestra conversación porque ilustra nítidamente lo mucho que las mujeres, y no solo la generación de las nietas, aprecian el acceso a estudios superiores. Visibiliza también como este acceso está restringido para una pequeña minoría, incluso en esta última generación, y cómo las pocas que logran tenerlo difícilmente lo dan por sentado. Esto en el sentido de que son conscientes de que su éxito o fracaso culminando sus estudios determinará en gran medida si sus padres invierten o no recursos escasos o inclusive inexistentes en apoyar estos proyectos de vida. En este capítulo final de hallazgos, desarrollo los deseos y planes de vida que tenían las mujeres durante la adolescencia, y qué tanto consideran haberlos realizado y por qué. Asimismo, abordo los deseos y planes que tienen en la actualidad para el futuro. Posteriormente, desarrollo los cambios y continuidades en los roles y 190 190 significados de género desde las perspectivas de las mujeres de estas tres familias, a partir de los cambios en las trayectorias laborales. Finalizo con un análisis en detalle de las oportunidades y desafíos para acceder a la educación, por ser un punto transversal a los cambios en los roles y aspiraciones según género. 8.1. Deseos y expectativas para el futuro de tres generaciones de mujeres Este primer apartado se divide en dos tiempos desde los cuáles se evocaban los deseos y las expectativas: el tiempo previo al matrimonio y la concepción de los hijos (para abuelas y madres) y la actualidad (para las tres generaciones). 8.1.1. Deseos y expectativas previos al matrimonio y concepción de los hijos a) Abuelas Previo a casarse, las abuelas aspiraban a continuar trabajando para proveer para sus familias, más que juntarse o unirse en matrimonio. Diana (abuela de la familia B), por ejemplo, no veía la vida de mujer casada como algo deseable, y prefería seguir trabajando. "No, pues, era muchacha, que la vida casada no se ve bonita (…) Trabajar por siempre, por nosotros, trabajar, ayudarle a nuestros padres". (Diana, abuela de la familia B) Sandra (abuela de la familia C) estaba inclusive más empecinada en quedarse soltera y no percibe su matrimonio como algo voluntario o consentido, sino forzado por su esposo. “No tanto, no, no se me daba yo por qué casarme, no, no. A chicos sí pues se enamoraban, digo no pues, pero yo no, yo no (…) Yo sí me quería quedar soltera, pero como se atravesó este individuo que fue, ya me obligó, ya tuve que”. (Sandra, abuela de la familia C) En el caso de Elodia (familia A), la aversión a juntarse se debía en parte a que se consideraba a sí misma aún muy joven. "Ya pues, yo pensé bastante en juntarme con él. Lo hice sufrir bastante él, porque yo no quería juntarme pues, todavía era muchacha, pero como me perseguía, me perseguía, pues ya lo me junté con él." (Elodia, abuela de la familia A) Como se abordó en el capítulo 6, el matrimonio para esta generación, y la consecuente concepción de los hijos, era un evento que devenía inevitablemente en el abandono del trabajo remunerado fuera de casa. Así, solo se podían mantener las labores remuneradas gestionadas desde el hogar, como la preparación y venta de chicha. De esta manera, cuando menos para 191 191 Elodia y Sandra, existe la percepción de que no pudieron cumplir con su meta de trabajar para continuar apoyando a sus familias. “Si no me hubiera juntado, estuviera trabajando las fábricas, a las chacras, ya tenemos el marido y ya no vamos a trabajar. Soltera uno se va a donde quiera a trabajar. Pero ya con marido ya no (…) No da tiempo porque uno cría los animalitos, criamos pollos, pavos, tenemos que verlos y ver a los hijos”. (Elodia, abuela de la familia A) Solo Diana, quien hizo de la venta de chicha y comida su principal ocupación desde muy joven y la continuó casada con el apoyo de sus hijos y esposo, me manifestó haber cumplido con este objetivo: “Sí, si les mandábamos [dinero], yo me iba a ver (…) ya dejaba acá mi hijo el mayor que estaba con la chica preparando”. (Diana, abuela de la familia B). Las madres Bárbara, Emilia y Pilar, madres de las familias A, B y C, respectivamente, tampoco tenían en sus planes a futuro el matrimonio y tener hijos cuando eran adolescentes y jóvenes adultas. “Antes yo no tenía idea de juntarme con mi esposo y hasta que nos afrontamos, nos enamoramos”. (Bárbara, madre de la familia A) En esta generación también había deseos significativos de continuar generando ingresos por medio del trabajo para apoyar a las familias, como señaló específicamente Emilia. “Quien iba a pensar que iba a salir en estado. [Quería] seguir trabajando para ayudar a mis papás. Mayormente la mayor parte [de lo que ganaba] se los daba”. (Emilia, madre de la familia B) En el caso de Pilar, su mayor deseo era poder estudiar, algo que no logró hacer por la oposición de su padre. “Yo tenía pensamiento yo de quería estudiar, yo quería estudiar hija, por lo que ya no lo pude, ya, ya no puedo estudiar. Yo no sé por qué nuestro padre no nos quiso dar estudio”. (Pilar, madre de la familia C) Las nietas Dado que Roberta (nieta de la familia C), es la única que tiene pareja e hijos, hago referencia únicamente a ella en este apartado. Similar a su madre, Roberta tenía muchas ansias de poder continuar estudiando. Recordemos, sin embargo, que cumplir este deseo no fue posible por la necesidad que tuvo de abandonar el colegio para 192 192 cuidar de su madre y asumir el frente de la venta de la chicha. Casarse o no eran aparentemente opciones viables complementarias, aunque reconoce que el escenario que da lugar a arrepentimientos futuros es el matrimonio. “Yo quería estudiar.... Yo quería seguir estudiando. Cuando ya dejé yo de ir, yo quería estudiar, hacer otra cosa, ser otra cosa”. (Roberta, nieta de la familia C) Sus propios padres no querían que se case, porque, siendo su única hija, esperaba que ella pudiera continuar trabajando para apoyarlos en su vejez. Al igual que en el caso de las madres y abuelas, el matrimonio implicó una descontinuación en el trabajo remunerado fuera de caso, por voluntad del marido de que se dedique a su cuidado. No obstante, como vimos en el capítulo 6, lo apremiante de la necesidad económico hace que este abandono no sea permanente. “Ellos querían que yo trabaje para ayudarles, para yo estar con él, porque yo era la única [hija]... Ellos no pensaban que yo me iba a juntar (…) Él [su esposo] quería pues que le sirva a él, él no quería ni que salga cuando venía quiere que le sirva todo”. (Roberta, nieta de la Familia C) 8.1.2. Deseos y expectativas en la actualidad Las abuelas Las abuelas no mencionaron deseos a futuro para sí mismas, más que continuar criando sus animales para autoconsumo mientras les queden fuerzas. “Hasta cuando me dé mi vida, pues tenga yo presente, seguiré criando mis criítas.” (Sandra, abuela de la familia C) “Criar los animales ya de ahí no, ya para trabajar ya no”. (Diana, abuela de la familia B) En el caso de Elodia (abuela de la familia A) y Diana, (abuela de la familia B), cuyas nietas aún son solteras y sin hijos, esperan que puedan terminar sus estudios universitarios. “Que [Inés] termine su estudio. Pues que ayuden a su mamá, a su papá, para el mismo pues, alimento y no les falte ellos”. (Elodia, abuela de la Familia A) Así, Elodia tiene de fondo la misma expectativa para su nieta que la generación de las abuelas y madres tenían para sí mismas antes de juntarse y tener hijos: que como mujeres puedan dar soporte económico a sus familias. 193 193 Por otro lado, Diana (abuela de la familia B), señaló lo siguiente sobre su nieta Camila: “[Que pueda] Estudiar, tener una carrera. Nosotros porque nuestros padres no han tenido para darnos estudios, una carrera. Piénsenlo bien, si lo van a lograr y si no, no hagan gastar a sus padres. En este tiempo no sale para hacerlos gastar. Y después que hay muchos también que a veces se van estudiando, estudian, quieren seguir sus carreras, pero de ahí se les alborota la cabeza, entonces ya dejen el estudio”. (Diana, abuela de la familia B) Pese a ser de distintas familias, lo que Diana menciona corrobora el temor de Inés de que su fracaso en culminar su carrera podría implicar que le restrinjan el apoyo a su hermana. Es decir, que no porque la educación sea algo a lo que se aspire significa que en todos los casos se considera una inversión conveniente, con lo cual las mujeres deben demostrar que son capaces de “mantener la cabeza fría” y evitar comprometerse o embarazarse previo a terminar y gozar de su título. Las madres Pilar, cuya única hija ya tiene su propia familia, aspira a pasar sus próximos años con su esposo, con quien tiene una relación saludable que le genera felicidad, sin violencia física. Que su hija viva cerca le proporciona la oportunidad de continuar cerca de ella y sus nietos, viéndolos crecer y apoyando con su crianza. “Pues así, pasándolo bien, dándolo bien con mi esposo, lo que gracias a Dios mi esposo es bueno. (…) Él nunca es malo, él no es malo que me haya puesto las manos, nunca, hijita. No, yo vivo feliz, hijita, aquí en la casa. (…) Nosotros lo pasamos tranquilo aquí en la casa (…) Su esposo de mi hija ahí está en su casita también aparte.” (Pilar, madre de la familia C) Por otro lado, Emilia (madre de la familia B) y Bárbara, (madre de la familia A), quienes aún son responsables por sus hijas e hijos, con excepción de sus primeros varones, añoran que sus hijas terminen estudios superiores. Esto con el fin de ahorrarle la trayectoria difícil de vida que le esperaría si opta por juntarse y tener hijos sin antes haberlo hecho, trabajando en una fábrica y siendo madre a la vez. “Quisiera que termine su carrera, pero depende de Dios. Solo él sabe si podrá hacerlo (…) O sea, complicado es cuando uno tiene niño pequeño. Y por eso yo le digo hijita, hijita, le digo que te me vayas a estudiar, le digo hija mía, le digo con tus hermanos, le digo este, bueno, pues ya me adaptaré pues, le digo yo sola. (Emilia, madre de la familia B) En ese mismo sentido, Bárbara considera que uno de los factores que podría truncar estas metas son el compromiso y embarazo, por lo que espera que sus hijas puedan terminar primero sus carreras, sean universitarias o técnicas. “Quiero que termine y ya que se compromete, está siguiendo su carrera todavía (…) Ya le he dicho termina, que más vale que te termine su carrera, no lo vas a dejar. Están 194 194 siguiendo carrera y salen [embarazadas], ya no siguen sus carreras. (Bárbara, madre de la familia A) Las nietas En el caso de Inés y Camila, nietas solteras y sin hijos, su mayor expectativa es continuar estudiando. Buscan continuar estudiando para poder acceder a trabajos seguros, o poner negocio propio, y de esa forma asegurar su propio bienestar económico y el de sus familias. Esta motivación en sí misma es muy similar a la que impulsaba a sus madres y abuelas a trabajar: poder apoyar económicamente a sus familias. “¿En cinco años? Ya pues terminé graduada, terminé mi carrera y buscando trabajo, ya con un trabajo fijo. Y pues en años más ya tener mi propia casa, ayudándole a mi familia poco a poco en mi casa, tener un carro”. (Camila, nieta de la familia B) Roberta, en cambio, no tiene expectativas de retomar sus estudios, pero al igual que la generación de madres y abuelas, desea que sus hijos e hijas puedan acceder a educación superior. Para ello, está dispuesta a continuar trabajando arduamente para apoyarlos económicamente. Esto en un contexto donde su propio esposo no apoya la idea, lo cual evidencia que, aunque la educación parece ser una experiencia y recurso añorado por muchas personas, no lo es para todas. “Mi hijito ya acabó su secundaria. Ahora mi meta, esa idea que mi hijo, él va a estudiar, su papá ya no quiere, pero yo voy a tratar de ver, me voy a trabajar (…) [Le dice a su hijo] ‘No te preocupes porque tú vas a estudiar. Yo voy a ser el esfuerzo, no sé, pero tú me estudias. Y tú me estudias una carrera. Algún día que yo me muera, hijito, no te dejo casa, pero te dejo un estudio para que tú algún día tengas tu familia, para que tú no sufras como tu papá que anda con su palana cargando. No, hijito, yo no quiero que seas [como] tu mamá. (…) Tu mamá la cagó chibola. (…) Si hay concha, me voy a la concha. Si hay otro trabajito me voy a trabajar’. Pero yo ya pues ya pensé lo que quiero hacer más adelante. Conmigo ya con mis tres hijos suficiente, hermanita. Porque parece que yo tuviera cinco hijos. (…) Ya con ellos ya suficiente que me quiero trabajar para yo sacarlos adelante. Mi futuro. Bellos niños. Esa es mi idea, esa es mi meta mía. Y vas a ver que yo lo voy a hacer. Que Dios me preste la vida, que no me pase nada” (Roberta, nieta de la familia C). 8.2. Cambios en los roles de género desde la perspectiva de tres generaciones Distribución de los roles entre hombres y mujeres: trabajo remunerado y de cuidados "De mi generación ahorita por lo que ya hay más este, o sea ahorita hay más oportunidades, más oportunidades tanto los hombres como las mujeres en cambio, a diferencia de antes y pues era todo machismo, machismo y ahora no pues o sea te dan las mismas oportunidades". (Inés, nieta de la familia A) Respecto a la división de trabajo según género, Inés señala que hoy en día las mujeres no están limitadas al hogar y pueden buscar trabajos remunerados, similar a 195 195 los hombres. Mientras, ellos pueden participar también en las labores domésticas de cuidado y autoconsumo (quehaceres). "Ahora ya sabes que la mujer no solamente es de la casa, ella también puede ir a buscar trabajo, puede encargarse de otras cosas y este, al igual que el hombre también aparte de trabajar, puede venir y ayudarte en los quehaceres" (Inés, nieta de la familia A) No obstante, es importante resaltar que las mujeres, inclusive la propia abuela y madre de Inés, han tenido trabajos remunerados en el pasado, previo a su matrimonio y crianza de hijos. Inés probablemente esté haciendo referencia a cómo el trabajo fuera de casa no se abandona por completo, sino que las mujeres vuelven por temporadas aún después de casadas, como se desarrolló en el capítulo 6. Respecto a la participación de los varones en tareas de cuidado, Emilia también me manifestó esta idea, tomando como referencia a su hijo mayor Javier, quien tiene responsabilidades en tareas domésticas, como lavar la ropa y cocinar, roles que antes eran exclusivos de las mujeres, aunque sólo en las ocasiones en las que no trabaja de manera remunerada en construcción. "Antes no, solo era para mujeres. Ahora no hay machismo, hombres y mujeres... Javier sabe lavar su ropa, porque cuando no trabaja él lava. Cuando trabaja ya le lavo" (Emilia, madre de la familia B) Camila corroboró esto, aunque igualmente enfatizando que Javier queda eximido y recibe apoyo de ella cuando tiene que trabajar de manera remunerada fuera de casa. “Solamente se va a trabajar o cuando está ocupado en cosas allá de la iglesia, yo le hago esos quehaceres, pero en la mayoría no (…) El año pasado cuando fue mi cumpleaños me lavó los servicios. Cuando está, me dice que le haga, le digo: ‘Tú estás aquí, si estuvieras ocupado te hiciera tus cosas’”. (Camila, nieta de la familia B) Más aún, es importante resaltar que el hecho de que las mujeres hayan participado y participen en el mercado laboral no implica que esto sea aceptado por los varones. Camila y Emilia (madre de la familia B), me señalaron ambas que su padre consideraba que ellas no debían trabajar sino dedicarse a los estudios y el trabajo de cuidado, respectivamente, mientras él se encargaba de esta responsabilidad en tanto varón. “Ahorita me dice que me enfoque en estudiar porque él como hombre va a trabajar, me va a apoyar a mí cuando mi mamá se va a trabajar. A veces mi papá se molesta porque ella va a trabajar, porque tiene que cuidar a mi hermano”. (Camila, nieta de la familia B) 196 196 Por otro lado, respecto al acceso al mercado laboral, Camila (nieta de la familia B) observa que las mujeres ahora tienen más oportunidades laborales, incluso en campos tradicionalmente dominados por hombres, como la ingeniería. Sin perjuicio de ello, comentó también que cuando visita el pueblo de la Unión para hacer mandados de su madre, no ha podido evitar notar que la mayoría de las personas en puestos de atención al cliente o en comercio ambulante son mujeres, mientras que los supervisores en establecimientos como bancos o tiendas son mayormente varones. Otros cambios en las libertades y valoraciones de género Por otro lado, ha habido cambios importantes respecto a la libertad de vestimenta y tránsito que tienen las mujeres. Elena (madre de la familia B), me comentó que su hija Camila se había sorprendido respecto a cómo se vestían sus compañeras para ir a clases. Estas usarían ropa muy pequeña que no es adecuada en su opinión para ir a estudiar. Similar a ello, Diana (abuela de la familia B), me había comentado respecto a cómo ahora las jóvenes tienen mucha más libertad para salir a divertirse con amigos, cosa que en su época se daba solo en compañía de familiares. Tanto en el caso de la ropa como la libertad de salir, las mujeres perciben un aspecto de peligrosidad, en tanto pueden “tentar” a los varones, que infiero sería relaciones sexuales y embarazos no deseados, en línea con lo que conversé con Mindy, docente de secundaria. Finalmente, para la generación de las nietas, al menos en algunas familias, como la familia B, la valoración más equitativa entre hijos varones y mujeres se manifiesta también en otros ámbitos, como la compra de ropa o presentes. “Cuando éramos pequeños, como te comenté, vivíamos aquí, mi papá siempre ha sido el trato para los dos iguales. Si compraba algo a hermano tenía que comprarme”. (Camila, nieta de la familia B) No obstante, esto debe matizarse considerando que, la propia Camila me ha indicado haber escuchado que a las mujeres no vale la pena dejarles tierras ya que “tendrán sus esposos”. En su caso, su padre tenía intención de dejarles terreno construible tanto a ella como a su hermano mayor, pero el suyo no pudo concretarse ya que no contaban con los papeles. Esto apunta a que las valoraciones y significados de género varían en cada familia, y con ello, las decisiones que se toman en términos de bienestar material de los hijos e hijas. 197 197 8.3. Oportunidades y desafíos educativos 8.3.1. Oportunidades y desafíos en la educación básica Las oportunidades educativas han mejorado significativamente con la disponibilidad de colegios públicos en todos los niveles: inicial, primaria y secundaria dentro del mismo C.P, lo cual implica que las familias no tienen que gastar en pasajes hasta la Unión. Estos colegios cuentan con infraestructuras modernas y resistentes, recientemente remodeladas para soportar eventualidades climáticas como sismos e inundaciones. Asimismo, como se ha mencionado, existe voluntad por parte de las familias de que tanto varones como mujeres asistan y culminen secundaria. La inclusión de una tutora en el nivel secundario, quien se encarga de la orientación vocacional, ha sido crucial en la concientización de los jóvenes sobre la importancia de definir y seguir sus planes de vida. Si bien puede dar la impresión de que esto tiene como único objetivo definir trayectorias de educación superior, en realidad gran parte de la labor de esta tutora, que hasta este año fue la profesora Mindy, tiene que ver con velar porque los jóvenes no deserten el colegio antes de término. En ese sentido, el mayor desafío que enfrentan los jóvenes, varones y mujeres, en la actualidad para terminar el colegio de manera exitosa es la precariedad económica. Ante la falta de empleo estable de los padres, e inclusive la necesidad intrínseca de un segundo o tercer sueldo por motivos de deudas con los bancos, muchos estudiantes empiezan a trabajar desde temprana edad. Esto no implica necesariamente la deserción, pero sí desplaza a la educación como prioridad. “Mi hijo todavía no terminaba su secundaria, tuvo virtual, prácticamente termina con la pandemia. Este, mi hermano me decía, pues mi hermano me decía ya pues Jairito y lo lleva Jairo siempre cuando él va a un trabajo (…) como que le gusta también mami, pero a veces no en este tiempo su trabajo. La necesidad de ahora que se pasa mami, porque es este vivir trabajando todo para los bancos prácticamente. (Emilia, madre de la familia B) Si bien trabajos como construcción, pesca en Sechura y mototaxeo absorben principalmente mano de obra masculina; las fábricas de pescado y concha, donde la mayoría de las trabajadoras son mujeres, también absorben jóvenes que, como se explicó en el capítulo 5, van a trabajar con DNI de sus padres o hermanos mayores. En ocasiones los jóvenes limitan estos trabajos únicamente a su periodo vacacional. Sin embargo, como las nietas de la familia A, B y C me han mencionado en sintonía, tener un trabajo remunerado, especialmente si tiene un salario mejor que el promedio, hace que una se “acostumbre al dinero” y al bienestar que pueden lograr 198 198 con este. Ello puede conllevar el abandono de los estudios. La profesora Mindy lo corroboró en nuestra conversación: “Bueno, acá desde temprana edad ya empiezan, se van, como les digo, a las fábricas también un poco que son culpables de esta situación, porque como es una mano de obra no calificada y no le pagan bien. Entonces reciben a los jóvenes, a los adolescentes, entonces eso genera de que ya la niña o el niño cargue dinero y ya la educación pasa a un segundo plano." (Profesora Mindy, tutora de secundaria) Por otro lado, es necesario resaltar que el número de embarazos adolescentes se ha reducido a nivel del distrito. Incluso en los cerca de 25 casos registrados en los últimos años, desde la UGEL y la misma escuela secundaria se han realizado esfuerzos notables de seguimiento a las madres. De esta manera, han logrado que la amplia mayoría continue sus estudios ya sea de manera regular o en un centro no escolarizado. En términos de prevención, tanto la especialista de la UGEL como la profesora Mindy me señalaron que se estaba impartiendo información sobre métodos anticonceptivos. Más aún, cuentan con una alianza estratégica con el Ministerio de Salud para que las jóvenes que desean puedan acceder a tratamientos anticonceptivos. Mindy enfatizó que es un problema que persiste por la falta de confianza de las jóvenes en sus padres para hablar del tema. Esto puede ser debido al estigma, pero también a un problema generalizado que ha detectado de ausencia de madres y padres a lo largo del día debido a sus jornadas laborales, particularmente largas en el caso de las madres que trabajan en las fábricas. Ello deviene en un sentido de soledad y falta de apoyo en los jóvenes. "Hay métodos, hay formas... Pero acá otra cosa es que lo hacen a veces las niñas lo hacen calladito los padres (…) Ahora la situación económica es muy crítica, tienen que salir a trabajar, vivan con la mamá, con el papá, hasta las abuelitas se van a trabajar. ¿Con quién quedan esos niños? ¿Por qué? Porque las empresas que les dan el trabajo se van a las 3:00 p.m. Regresan hasta el siguiente día, o se van a la 1 o a las 6:00 a.m. y regresan a las 11, 12:00 p.m. Entonces es ahí donde esos jóvenes necesitan del apoyo, necesitan y se ven solos”. (Profesora Mindy, tutora de secundaria) Habría que resaltar, pese a que el manejo de casos de estudiantes que tienen hijos estando aún en la escuela ha sido notable; como señaló previamente Yon (2013) para el caso de mujeres jóvenes rurales, y aplica aquí también, las oportunidades que promuevan autonomía económica son claves para fortalecer su capacidad de toma de decisiones y aún también prevenir o contrarrestar situaciones de pobreza. Esto se conecta con mi análisis de la situación del acceso a educación superior, que desarrollo a continuación. 199 199 8.3.2 Oportunidades y desafíos en la educación superior En el C.P., una de las oportunidades más significativas para acceder a educación superior universitaria es Beca 18 de PRONABEC, que ofrece a jóvenes de escasos recursos con buen rendimiento académico la posibilidad de financiar sus estudios superiores en universidades públicas y privadas. No obstante, por más de una razón, una proporción mínima de estudiantes del C.P acceden a esta beca. Es importante mencionar que son varios pasos los que deben realizarse para obtener la beca. Hay un examen de selección, pero además de pasarlo, es preciso contar con la carta de admisión de una universidad. Luego de eso, existe un sistema de puntos que considera diferentes criterios, y las vacantes se asignan de mayor a menor puntaje. Hay dos momentos de selección al año, uno al principio y otro a la mitad. A fin de poder rendir los diferentes exámenes de selección de PRONABEC y los de admisión de las universidades, es preciso en muchos casos prepararse en academias, ya que los conocimientos adquiridos en la universidad no son suficientes, incluso para quienes han sido los más aplicados, según me comentó Camila. Sus padres no pudieron costearle la preparación para el primer examen, pero sí para los siguientes exámenes de admisión. No solo se paga la mensualidad de la academia, sino que, al estar en el pueblo de La Unión, también hay que costear pasajes diarios que son cuando menos 7 soles por día. Cabe mencionar que PRONABEC cubre con los gastos de derecho de examen de admisión de las universidades privadas, pero no de las públicas. En ese sentido, la alcaldesa de la municipalidad delegada del C.P, me comentó que habían notado que el costo asociado a la preparación en las academias es una barrera significativa para el acceso a educación superior. Por ello, había solicitado el apoyo de la Municipalidad de La Unión, quienes manejan finalmente los fondos, sin éxito aún. "Hemos gestionado por parte de la Municipalidad Distrital de la Unión, nos apoye con el tema de una academia para que nuestras niñas o niños se preparen acá nomás, no tengan que salir." (Alcaldesa, municipalidad delegada) No obstante, incluso si la academia brinda la preparación y nivelación necesaria, asistir en sí a la universidad o a un instituto es un desafío grande en sí mismo. Si no se cuenta con una beca, será necesario ingresar a una universidad 200 200 pública. La Universidad Nacional de Piura, por ejemplo, solo tenía 30 vacantes ordinarias en la segunda admisión para Ciencias Administrativas. Incluso si se logra ingresar, los gastos de pasajes van de los 15 hasta los 27 soles por día, algo inalcanzable para muchas familias en el C.P. El caso de Camila es un buen ejemplo de lo difícil que es acceder a educación universitaria incluso si se ha tenido un rendimiento ejemplar en el colegio. Pese a los esfuerzos previos y durante el proceso de selección, no logró obtener la beca por puntaje insuficiente. Como me comentó la profesa Mindy, el proceso de selección es altamente competitivo, al punto de que “de 100 postulantes [calificados], de repente una vacante o uno ingresa". (Mindy, tutora de secundaria) En ese sentido, la alcaldesa de la municipalidad delegada me mencionó que, en vista de esta problemática, también quería gestionar la apertura de un instituto de educación superior en el propio C.P. Este, como me comentó, cuenta ya con 20 mil habitantes, cifra cercana a la del propio pueblo La Unión. Ella considera que la educación ofrece un camino alternativo más ventajoso que las ocupaciones mayoritarias de agricultura y pesca, inestables y mal remuneradas. “Tenemos en mente gestionar si es que esto podemos abrir, poner que ponga un instituto acá o algo para que nuestros niños también emprendan, porque hay muchos que ya se dedican a la agricultura, a la pesca, por el tema de que no hay cómo solventarse su educación, no lo hay. Y de verdad que aprenda mucho, porque hay muchos que sí quisieran salir adelante, pero lamentablemente no cuentan con la economía”. (Alcaldesa, municipalidad delegada) Considero, que, efectivamente, muchos jóvenes se verían beneficiados de tener un instituto de educación superior público en el propio C.P. Cierro este apartado señalando que, en definitiva, actualmente, la precariedad económica de las familias y la falta de infraestructura educativa superior accesible son la primera barrera, sino la principal, que enfrentan las y los jóvenes para poder cursar educación superior. En el caso de las jóvenes, estos son factores inciden previo a los prejuicios basados en género, que ciertamente pueden ser aún un criterio para algunas familias al momento de decidir si invierten o no en la educación de sus hijas. Sin embargo, para que esa decisión tenga lugar, debe haber una manera, cuando menos potencial, de financiarlo. 8.4. Balance En el fondo, elementos claves en las expectativas y deseos de las mujeres son consistentes en las tres generaciones. Las mujeres, desde las abuelas hasta las 201 201 nietas, han tenido deseos de estudiar y/o continuar trabajando de manera remunerada antes de que se juntasen con su pareja. Dificultades basadas primariamente en roles y significados de género, se interpusieron en el camino de las generaciones previas. Sin embargo, el escenario económico para la última generación parece haber dejado una ventana de oportunidad para que las mujeres no solo aspiren a continuar educándose y acceder a trabajos mejor remunerados fuera de casa, algo a lo que incluso las abuelas ya aspiraban. Como ya sostenía Scott (1996), cómo actúan las mujeres, qué se espera de las mujeres e inclusive que pueden lograr las mujeres, en suma, el género, no está determinado por su sexo. Vemos aquí de manera explíci ta cómo los libretos de género para las mujeres (Butler, 1998), por décadas sedimentados con orientación al trabajo en su diversidad desde casa -y anclado a la casa por sus responsabilidades de cuidado-, hoy se sacuden por intervención de los propios agentes normalizadores: escuelas, instituciones públicas, familias. No hay que perder de vista que en estas instancias también hay mujeres, por lo que no debemos quitarles la agencia que tienen para movilizar transformaciones sociales desde sus espacios de decisión. Así, las nietas solteras han logrado el progreso educativo de nivel básico debido al alineamiento a la interna de las familias y las instituciones, lo cual ha devenido en apoyo y cuidados desde estos dos frentes clave para poder completarlo exitosamente. Esto ya lo describían Barreto y Agüero (2012) y Ames (2013) para casos de hogares rurales, y también Robledo (2023). Incluso si este contexto ahora es urbano, se trata de algo anhelado por todas las generaciones, en cuanto da la oportunidad a las jóvenes de “hacer otra cosa” y “ser otra cosa”, precisamente lo mismo que postula Ames (2013): Las identidades y elecciones de las jóvenes rurales están cambiando de manera muy significativa, creando nuevas formas de ser y nuevas aspiraciones. (…) Los nuevos discursos y prácticas que priorizan la educación sobre el matrimonio temprano y la maternidad están emergiendo, no (solo) como resultado de la imposición externa, sino como una respuesta a los cambios sociales y económicos actuales, que hacen que la agricultura ya no sea suficiente para asegurar la supervivencia de la familia. (p.34) Así, actualmente la educación es el mayor deseo y expectativa para el futuro, en el caso de las mujeres que son madres, e inclusive para las abuelas que tienen nietas jóvenes. Están dispuestas a invertir recursos y dedicarles cuidado, ya que una formación universitaria o cuando menos técnica efectivamente diversifica sus 202 202 oportunidades en el mercado laboral, dándoles la posibilidad de buscar ocupaciones remuneradas fuera de casa mejor pagadas y que sean más afines a sus intereses. Más aún, de sobrellevar el declive de la rentabilidad de las ocupaciones de sus madres y abuelas. Por ello, si bien son hogares urbanos, el diagnóstico de Ames (2013) a la dificultad de supervivir con las estrategias económicas actuales también es válido en este caso. Añadir además que, al igual que en el estudio de Robledo (2023), vemos a través de los estudios de caso que el deseo de proveer para los estudios de sus hijas lleva inclusive a las mujeres a decidir no tener más hijos. Considerando todo lo mencionado, este apoyo no es algo que deba darse por sentado. El rezago de duda de sus familias respecto a si es una buena inversión educar a las hijas, especialmente si el costo de por medio es tan alto, aún acecha a las nietas. Ellas saben que su éxito o fracaso determinará el futuro de sus hermanas menores. En ese sentido, las nietas solteras priorizan completar sus estudios y conseguir empleos seguros antes de considerar formar una familia, similar a sus madres y abuelas que no buscaban activamente juntarse, sino que quería continuar trabajando. Considerando que estos son hogares urbanos, cabe contrastar estas circunstancias con el “punto de quiebre” que describían Barreto y Agüero (2012). Para los hogares rurales, las autoras consideraban que entre los 19 y 22 las jóvenes podían decidir juntarse, trayendo como consecuencia el abandono de sus planes de vida. Los casos revisados evidencian que, por el contrario, la educación superior ha reemplazado la unión como prioridad, y recién al culminar se pondera esta otra decisión. Es más bien en los casos en los que no se logra acceder a la educación superior que se da por perdido el plan de vida originalmente deseado y vienen las incertidumbres por definir nuevos proyectos, tal y como encuentra Robledo (2023) en Carhuaz. Respecto a los roles de género, que según hemos apuntado, intervienen menos como barreras para el acceso a estudios en la actualidad, las actoras reportan un cambio en cuanto a la distribución de tareas en casa. Esto en el sentido de que, así como ahora las mujeres compaginan sus ocupaciones en casa con el trabajo remunerado, esto habría traído consigo que los varones participen más en las tareas domésticas. Esto es algo que pude contrastar con observación participante, pero sólo para el caso de los varones más jóvenes. Como he señalado, los varones adultos y casados o unidos solo hacían aparición en las casas para comer o compartir 203 203 momentos de socialización. En ese sentido, los hogares urbanos en el C.P. parecen guardar relación con las tendencias identificadas a nivel cuantitativo por Boyd (2019) y Etesse (2021) respecto a la baja participación de los varones en el trabajo de cuidado; esto en la medida que sólo es ocupación principal del 1% de varones entre los 15 y 29 años, mientras que en el caso de las mujeres esta cifra va de 2% a 24% según el rango etario. Esto está en línea con el hallazgo respecto a cómo varones, incluso estos jóvenes, continúan siendo eximidos de las tareas domésticas cuando tienen que trabajar de manera remunerada o estudiar, cosa que no ocurre con sus madres, pero sí con sus hermanas, como se vio en el capítulo 5. En conjunto, esto constituye un indicio de que las mujeres, al enseñar a sus hijos varones a realizar estas tareas, están abriendo posibilidades, aunque muy incipientes aún, presentes y futuras para una mayor equidad en la distribución de tareas de cuidado. Además de la distribución de roles, es clave resaltar los hallazgos complementarios sobre cambios en los significados de género, que se manifiestan en una mayor libertad en vestimenta y movilidad para las mujeres jóvenes. Es preciso recordar, sin embargo, que persisten preocupaciones sobre su seguridad y el riesgo de embarazos no deseados. Asimismo, cuando menos en algunas familias, la valoración equitativa entre hijos varones y mujeres se manifiesta también en cuestiones materiales como la compra equitativa de ropa y regalos. Considerando lo anteriormente señalado, en este capítulo se evidencia como los prejuicios contra la educación femenina y la feminización del trabajo de cuidado, factores que Hernández y Trivelli (2014) identificaron en el proyecto “Nuevas Trenzas” como obstáculos estructurales para superar la marginación y la pobreza, han visto su trascendencia disminuida en el C.P. En el caso de la feminización del trabajo de cuidado, ciertamente esto no es por una mayor participación de sus pares, sino porque sus madres u otras mujeres de sus familias asumen el cuidado de las jóvenes y las tareas de cuidado que ellas estarían haciendo sino estuviesen estudiando o trabajando de manera remunerada. De este modo, vemos que la barrera primaria para que la generación de nietas solteras logre sus aspiraciones, es la falta de recursos para enviar a las nietas a estudiar educación superior fuera del C.P. Esto en un contexto de limitantes estructurales educativas como la falta de instituciones superiores públicas en el propio C.P y la imposibilidad de programas como Beca 18 de cubrir estas necesidades por el 204 204 número tan reducido de vacantes. Así, tal y como señaló De Lauretis (1996/1989) y otras autoras, si bien reside en los propios individuos la capacidad de transformación social, sus oportunidades y formas de agencia están configuradas, y en este caso, limitadas, por el contexto socioeconómico tanto como el cultural. Conclusiones Esta investigación de corte etnográfico tuvo como principal objetivo comprender cómo las relaciones y significados de género configuran las trayectorias laborales de las mujeres rurales de diferentes generaciones en el Bajo Piura en el marco de sus relaciones familiares. Para aproximarme a dicho problema de investigación, me propuse conocer tres dimensiones específicas Primero, las actividades que desempeñan y han desempeñado las mujeres de estas generaciones y su relación con las expectativas y oportunidades que tenían y tienen según género. Segundo, las responsabilidades que tienen las mujeres de las tres generaciones en sus familias y cómo es que valoran tanto ellas como sus demás miembros estos roles. Por último, las formas de diferenciación y desigualdad que se coproducen con las desigualdades según género e inciden de manera conjunta en las trayectorias laborales de las mujeres en las tres generaciones delimitadas. Tomo las dos primeras preguntas de investigación como ejes analíticos para las conclusiones, mientras que empleo la tercera como un eje transversal analítico transversal a los otros dos. En términos generales, los hallazgos de esta investigación indican que las trayectorias laborales de las mujeres de los CC.PP. Tablazo Norte y Villa Yapato, a lo largo de las tres generaciones estudiadas, se configuran en función de las siguientes dimensiones: (i) Las ocupaciones y responsabilidades familiares heredadas de sus predecesoras, que han perdurado a pesar de los cambios históricos y económicos. (ii) Sus propios deseos, orientados a encontrar empleos y otras fuentes de ingresos estables y rentables para sustentar a sus familias. 205 205 (iii) Las oportunidades específicas de sus contextos socioeconómicos, que condicionan las opciones laborales disponibles, tanto asalariadas como no asalariadas. (iv) El nivel educativo, que actúa como facilitador o limitación para acceder a las oportunidades más rentables y estables. Estas dimensiones están interrelacionadas entre sí. Por ejemplo, las ocupaciones que perduran, como la producción y venta de chicha, sumada a las nuevas ocupaciones generados por las transformaciones socioeconómicas (p.e: trabajo en la agroindustria), constituyen en conjunto las oportunidades laborales disponibles para cada generación. De igual manera, el nivel educativo que logra cada generación, como hemos visto en el capítulo 5, 7 y 8, también depende en buena parte también del contexto histórico de cada época, con sus reformas nacionales y medidas regionales y locales específicos. En ese sentido, sostengo que el género, como categoría social a partir de la cual se imponen roles sobre cuerpos sexuados y origen social de identidades subjetivas (Scott, 1996, 2011), atraviesa todas las dimensiones mediante las cuales se configuran las trayectorias laborales de cada generación de mujeres. Asimismo, recalco desde una perspectiva interseccional, siguiendo a Viveros (2016), Kergoat (2009) y Dorlin (2009), que por ser el género coproducido y coextensivo a la clase social, las mujeres de estos CC. PP experimentan desigualdades únicas. Se posicionan en la historia y la sociedad como mujeres urbanas, bajo las categorías censales nacionales, cuyas familias aún despliegan prácticas y modos de vida “rurales” de relacionarse con el territorio (Webb, 2013; Durand et al., 2015; Trivelli y Berdegué, 2018; Gillen, Bunnell y Rigg 2022) para sobrevivir las condiciones socioeconómicas de sus épocas. Para madres y nietas, como vemos en líneas posteriores, estas son condiciones de empobrecimiento individual y la degradación ecológica propias de los tiempos de neoliberalismo (Barkin, 2001a, 2001b, 2006). De este modo, en este apartado final de conclusiones, discuto estas dimensiones a fin de evidenciar qué cambia y qué se mantiene de una generación a otra, para así entender las similitudes y diferencias en las trayectorias laborales de abuelas, madres y nietas. Las trayectorias laborales de tres generaciones: ocupaciones, expectativas oportunidades según género pasadas a) Las abuelas y las madres 206 206 La generación de las abuelas y las madres se ubican en momentos históricos notoriamente distintos, separados por el hito de la Reforma Agraria consolidada durante el gobierno de Velasco. Como vimos en el capítulo 7, previo a este momento, bajo el régimen de haciendas, las oportunidades laborales asalariadas se concentraban en estas. Tanto las abuelas que trabajaban en las haciendas como las que no, heredaron además de sus generaciones previas, ocupaciones para el autoconsumo (chacra, crianza de animales) y micro comercio de chicha, comida y sombreros. Las madres, que nacieron y se criaron en el periodo posterior a la Reforma, heredaron de sus madres estas mismas ocupaciones, con la salvedad de que el trabajo agrícola asalariado ya no tenía lugar en las haciendas sino en cooperativas agrarias de producción (CAP), empresas de agro asociativo (Arce, 1988; Eguren, 2009; Burneo, 2022). Ni madres ni abuelas tuvieron disponibles la opción de trabajar en las empresas de concha o pescado, ya que la maricultura apenas se estaba implementando en los 70s y no tuvo su auge hasta fines del 2000. En ese contexto, sus deseos y expectativas pasadas fueron continuar trabajando en sus respectivos puestos asalariados, pese a lo arduo del trabajo agrícola y de la combinación de este con sus otras ocupaciones económicas. Ello con el objetivo de continuar contribuyendo al sostenimiento de sus familias, que requería sustancialmente de la fuerza de trabajo de cada miembro de la familia, tan jóvenes como de 8 años. Asimismo, madres y abuelas compartían la aspiración e inclusive profunda añoranza de ir al colegio cuando fueron pequeñas, de la misma manera que sus hermanos varones hacían. Pero, para ambas generaciones, el acceso fue nulo o cuando menos limitado. Para contextualizar, la niñez de estas generaciones se enmarca, respectivamente, en dos grandes procesos truncos de cambios en el sistema educativo público: el Plan Nacional de Educación de 1950 (Cardó et al., 1989) y la Reforma Educativa del gobierno revolucionario (Biznot, 1976; Eguren, 2022). Pero no fue solamente la falta de éxito de implementación de estos proyectos que pudo jugar un rol, sino que predomina en los testimonios de estas dos generaciones un impedimento por género. Encontramos, por un lado, una negativa de la familia ante sus deseos de ir al colegio; y por otro, situaciones en los que la familia estuvo de acuerdo, pero no las “descargó” de sus demás responsabilidades para autoconsumo y/o remuneradas, 207 207 llevando estas condiciones a una eventual deserción prematura. En el primer caso, esta negativa se anclaba en el prejuicio de que, en tanto mujeres, no aprovecharían la educación en favor de buscar “enamorado”. Este prejuicio encubre una preocupación mayor: la unión con una pareja significaba que las mujeres dejarían de aportar con su trabajo al sostenimiento del hogar. Así, la prohibición de asistir al colegio responde también a la necesidad familiar de retrasar, al menos unos años, la unión de sus hijas, ya que su trabajo no solo genera ingresos, sino que también sostiene el trabajo de los varones de la familia. Por otro lado, para las mujeres de la generación de abuelas y madres que continuaron trabajando de manera asalariada y no asalariada a la par de su educación, eventualmente su rendimiento escolar decayó y perdieron la motivación de continuar, lo que devino en deserción prematura. Además, para ambas generaciones, tanto ellas aquellas que no estudiaron ningún nivel como aquellas que estudiaron algunos grados de primaria expresaron el deseo de haber continuado trabajando para apoyar económicamente a sus familias antes de casarse. En línea con lo señalado previamente, sus padres también compartían este deseo de que retrasaran su matrimonio, e inclusive en algunos casos se resintieron con sus hijas cuando se unieron. Ahora bien, el matrimonio y la llegada de hijos se interpusieron en este anhelo, dado que desencadenaron el abandono del trabajo remunerado fuera del hogar, en los casos de empleos tanto en haciendas o cooperativas. La descontinuación del trabajo remunerado fuera de casa se da por dos motivos interrelacionados anclados en los roles y significados de género. Primero, el imperativo social de género según el cual es deber de las mujeres “atender” a sus familias (Federici, 2018). Sus esposos abiertamente convenían, o exigían en algunos casos, que en tanto mujeres, abuelas y madres se quedasen en casa para atenderlos a ellos y a los hijos. Cabe resaltar, que, para la generación de las abuelas, hay cierto consenso compartido respecto a que, como mujeres, deben escuchar y hacer caso a lo que los esposos dicen, específicamente en lo que refiere a no trabajar fuera de casa. No obstante, también se mencionan diferentes grados de participación en la toma de decisiones familiares, que van desde un asentimiento hasta una participación que sostienen es paritaria. ¿Por qué las mujeres asienten o incluso convienen con ellos que es preciso que se queden en casa? En segunda instancia, nuevamente debido al imperativo de 208 208 encargarse del trabajo de cuidado, había el entendimiento de que no era posible hacer ambas cosas a la vez en términos de tiempo y espacio, en el sentido de estar presentes en dos lugares a la vez. Así, en estos casos de descontinuación del trabajo asalariado, las mujeres optaron por enfocarse en actividades de autoconsumo y micro comercio como la preparación y venta de chicha y/o comida. Estas actividades, especialmente el micro comercio, según planteaba Babb (Babb, 2019 [1996]), demuestran ser en este caso altamente valiosas, ya que puede llegar a ser el único ingreso de muchas familias cuando el trabajo estacional de los varones escasea. En el caso de las abuelas, el abandono del trabajo asalariado es permanente. No retornan a este ni aún con la madurez e independencia de los hijos. Hay que considerar, por lo tanto, que aun si dejan de estar a cargo del cuidado de los hijos, no dejan de estarlo de sus esposos. Pese a ello, a partir de la generación de madres, y posteriormente en las nietas que también tienen hijos, el abandono de esta forma de trabajo deja de ser permanente. En cambio, las mujeres esperan a que pasen los primeros años de vida de sus hijos y vuelven al trabajo remunerado fuera de casa. Se trata además justamente de mujeres que previo a casarse no trabajaron de manera asalariada en agricultura, nacidas a finales de la década de los 80. Sus experiencias de trabajo antes y después de casarse, cuando adolescentes, se centraron ya no en las haciendas ni cooperativas, sino en las fábricas de pescado y concha, así como las empresas exportadoras de uva, trabajos en los que las abuelas jamás se desempeñaron. Este retorno no cuenta con el asentimiento de sus parejas, quienes pierden capacidad de oponerse en tanto, con sus ocupaciones primariamente eventuales (construcción, pesca y agricultura), no pueden proveer suficiente dinero para el mantenimiento del hogar. b) Las nietas Las nietas que ya son madres se crían a partir de los finales de la década de los 80, mientras que las que son solteras y no tienen hijos, en la década de 2000. Por un lado, las nietas mayores, que son madres, aprenden de sus predecesoras las actividades de autoconsumo y el micro comercio de chicha (ya no de sombreros). Aquellas nietas menores, solteras y sin hijos, heredan como mucho la crianza de animales, desde el lado del autoconsumo. Del micro comercio, la chicha puede ser reemplazada por otros tipos de comidas y dulces. 209 209 En lo que respecta a ocupaciones asalariadas, ya no hay posibilidad de ir a las haciendas o fábricas. Se trata de un periodo distinto al de sus predecesoras. El fin del gobierno revolucionario de Juan Velasco Alvarado, el fracaso y desmantelamiento de sus planes de cambio educativo y económico sobre el territorio nacional (Eguren, 2004; Eguren et al., 2022) sientan las bases para el inicio del despliegue técnico y político neoliberal (Brown, 2015; Duménil y Levy, 2014). En el caso peruano, las reformas políticas de la época logran, por un lado, excluir a los pequeños y medianos agricultores (Eguren, 2004; Burneo, 2022), así como despojar a las comunidades campesinas (Burneo, 2022). El Estado pasa así a invertir recursos y aprobar normativa que posibilita el auge hacia fines de la década del 2000 de las empresas de maricultura (Sánchez, 2021) y de las agroindustriales (Burneo, 2010, 2022; Barrantes & Hopkins, 2015). Estos rubros absorben al grueso de las nietas que optan por trabajar de manera asalariada, ya que, aún con las denigradas condiciones laborales que ofrecen (Mendo, 2016), siguen siendo las únicas alternativas de empleo para una multitud de mujeres de esta generación. Otras pocas se dedican a comercio de escala un poco mayor, en tiendas o negocios de comida. A partir de esta época, se ve también la venta de los cuidados como servicio, con algunas nietas trabajando de niñeras por remuneraciones variables. Del lado de las aspiraciones, las nietas, al igual que madres y abuelas, han tenido grandes deseos por estudiar y terminar el colegio. A las nietas más jóvenes se les ha descargado tanto como cada familia ha podido de sus responsabilidades económicas -incluyendo las de cuidado-, lo que les ha permitido acabar con éxito la educación básica regular. Profundizo sobre ello en el próximo apartado. No obstante, las nietas que ya son madres han corrido una suerte más similar a la de sus predecesoras. Es decir, en algunos casos, han tenido que abandonar prematuramente el colegio en favor de atender las referidas responsabilidades. Por otro lado, con o sin estudios, las nietas han tenido la aspiración de poder trabajar más adelante, a fin de poder labrarse un futuro con mayores oportunidades profesionales para mejorar su calidad de vida y las de sus familias. Sobre sus aspiraciones actuales, junto con las de sus abuelas y madres, discuto en el siguiente apartado. Deseos a futuro, oportunidades y barreras actuales para tres generaciones de mujeres 210 210 Hago un balance final de los deseos y expectativas a futuro conjunto de las tres generaciones, en la medida que están íntimamente relacionados. Retornando a la generación de las abuelas, vemos que sus expectativas a futuro son continuar con sus actividades de autoconsumo y/o remuneradas mientras las fuerzas les den, así como ver a sus nietos crecer, pero ya no trabajar fuera de casa. No se permiten esperar algo más allá de ello, dado que sienten que, entre el presente y la muerte, puede haber un margen de tiempo más bien corto. En el caso de las madres y las nietas que ya son madre, quienes trabajan de manera asalariada fuera de casa aspiran a continuar haciéndolo en los próximos años, a fin de poder proveer los ingresos necesarios para sostener a sus familias, así como para costear gastos educativos de sus hijas e hijos. Este también es el deseo de aquellas nietas que son madres: apoyarles, ya sea a través del cuidado o económicamente, a fin de que puedan concretar estos planes de vida. Esto tiene dos implicancias clave. Primero, que su retorno al mundo laboral parece ser en buena medida la primera y/o más importante decisión que han tomado en contra de los deseos de sus maridos. Si bien estos han sido muy reticentes, las madres y nietas que son mamá no han desistido, y eventualmente, el rechazo masculino se diluye ante la inexorable realidad de que un ingreso no es ni por asomo suficiente. Esto no implica que siempre estén de acuerdo con invertir dinero en educación superior, aunque ello aplica a los hijos de ambos géneros, ya que es un juicio de tipo monetario. La segunda implicancia clave, es que, con este objetivo en mente, las madres y/o principales cuidadoras han asumido o planean asumir las responsabilidades de cuidado y autoconsumo que sus nietas dejan de hacer al estudiar. Ello sin dejar de trabajar en distintas ocupaciones asalariadas y no asalariadas para poder proveer también los fondos. Vemos aquí un punto de inflexión importante, en el que las madres frenan y hasta suprimen el “relevo” intergeneracional de las responsabilidades de cuidado y autoconsumo, asumiendo ellas toda la carga, en pro de mejores posibilidades para sus hijas de tener educación. Intervienen aquí no solo madres, sino tías y abuelas. Y aquí es donde los hallazgos del capítulo 6, concerniente a la distribución del tiempo en las tres generaciones, son imprescindibles. Vimos que, mientras que las abuelas, que ya “terminaron” de criar, no dejan de realizar labores que mínimamente las sustentan a sí mismas, así como contribuyen en mayor o menor medida al cuidado 211 211 de sus familias, según sus fuerzas se los permitan. Ello hace que dispongan con una mayor cantidad de tiempo libre, para socializar y descansar como parte del “fresqueo”. Mientras, las nietas solteras y sin hijos destinan gran parte de su día a sus estudios, con el tiempo restante siendo dedicado al trabajo remunerado, algunas o ninguna actividad de cuidado no remunerado y autoconsumo, restándoles algo de tiempo libre. Ahora bien, las madres asumen aquellas tareas que las abuelas ya no realizan, así como asumen el trabajo asalariado para proveer ingresos, el cuidado de esposo e hijos, y aún las responsabilidades que en tiempos previos les habría correspondido asumir a las nietas. Se trata de una generación que carga sobre sí jornadas no dobles ni triples, sino cuádruples -o más-, a fin de maximizar las posibilidades de sus hijas, las nietas, de “hacer otra cosa” y por lo tanto, “ser otra cosa”. Así, las madres intentan abrir para las nietas a través de la educación superior, otras oportunidades que les brinden mejores ingresos, estabilidad, prestigio, calidad de vida en su conjunto, de lo que el trabajo “no calificado” en las fábricas de exportación no tradicional puede brindarles. Ello a costa de su propia calidad de vida y salud. Más allá de la relevancia de este sacrificio intergeneracional, esta situación también pone en evidencia un hecho muy importante en cuanto a los roles de género. A las nietas no se les exige menos estos roles porque estas actividades hayan dejado de ser femeninas, sino que esta carga se ha quedado principalmente concentrada en generaciones previas. La participación de los varones en el cuidado y la crianza de animales aún es muy incipiente y se concentra principalmente en los hijos varones más jóvenes, aún dependientes. Ahora bien, si las madres e inclusive a veces los padres, es decir, la familia como institución, y la escuela misma, están alineados con los deseos de las nietas de recibir educación superior, con lo cual los prejuicios y roles de género ya no obstruyen directamente el camino de las nietas, ¿qué lo hace? Encontramos que, en la generación de las nietas, más específicamente aquellas que aún están solteras y no forman familias propias, los roles y significados de género han dejado de ser la barrera primaria para que ellas accedan a sus deseos. Al igual que en las generaciones previas, estos giran en torno a educarse -incluyendo educación superior- y acceder a buenos trabajos u oportunidades de negocio que les permitan ayudar económicamente a sus familias. 212 212 Por ello, si bien identifiqué aún la preocupación por parte de las nietas de que sus padres desistan de apoyar la educación de sus hermanas menores si estas fracasaban en culminar sus estudios, en términos generales, ya no se considera que la educación se desperdicie o mal utilice en las mujeres. Sin dejar de reconocer la agencia que las madres y abuelas han tenido en dejar atrás estos prejuicios basados en significados y roles de género (Babb, 2019 [1990]), hay que enfatizar también el trabajo continuo y largo que vienen desplegando otras instituciones claves en la socialización y normalización de las jóvenes, como son los colegios. Destaca inclusive una tutora especialmente encargada de ayudar a las y los jóvenes a formular sus proyectos de vida, quien las motiva a seguir estudios superiores, antes que formar una familia. Esto aún si hay un entendimiento de por medio de que las posibilidades de que logren esta meta son mínimas, incluso si se es estudiante altamente destacado académicamente y con apoyo familiar. Por ello, es imprescindible reconocer que el cambio en los roles y significados de género que hace deseable que las hijas estudien carreras técnicas o universitarias, no basta en sí mismo para que estas puedan lograrlo. La mayoría de nietas sigue ahora el camino que las madres quisieron y no pudieron evitar, que es el de las fábricas. No pierden la esperanza de eventualmente retomar los estudios, pero no hay por el momento alternativas viables para conseguir los fondos. Aquí hay que resaltar que las nietas que no han logrado acceder o culminar educación superior, al igual que en la generación de abuelas y madres, las nietas tampoco anhelan casarse, al menos no aún. No es de sorprender, en la medida de que las nietas que ya están unidas y tienen familias son un recuerdo diario en el CC. PP de lo arduo y hasta imposible que puede resultar conciliar el cuidado de esposos e hijos con repertorio que ya tienen de trabajo. Esto evidencia una vez más, que la feminización del trabajo de cuidado no se ha diluido en lo absoluto en la generación de las nietas. Como he señalado en el capítulo 5, la participación de los hombres en estas tareas aún es muy incipiente. ¿Por qué “hacer otra cosa y ser otra cosa”? Cambios en los roles y significados de género desde una perspectiva interseccional Vimos que, pese a que es un sueño de muchas, una cantidad mínima de jóvenes de la generación de nietas solteras accede a educación superior, y menos aún son quienes la completan. La relación de las nietas con el sistema educativo es 213 213 particular por la coproducción del género y la clase social (Viveros, 2016; Kergoat, 2009; Dorlin, 2009), al igual que en algún momento lo fue el de sus abuelas y madres Por un lado, las nietas enfrentan desafíos específicos para educarse como mujeres urbanas que se relacionan con su territorio siguiendo ciertos patrones “rurales” como estrategia de supervivencia en el contexto de neoliberalismo. Con medios de producción mínimos y con pocas alternativas disponibles para vender su fuerza de trabajo, madres y padres tienen pocas posibilidades de costear los pasajes al pueblo de La Unión o a Piura ciudad, y menos aún pueden pagar los elevados precios de las universidades privadas. Las públicas son una opción importante, pero al igual que en el caso de las becas, las vacantes resultan sumamente insuficientes. Incluso nietas con un rendimiento académico sobresaliente enfrentan la frustrante realidad. Los casos en los que las nietas consiguen financiamiento para asistir a una universidad privada, que es el camino que mayores probabilidades de admisión ofrece, son más bien una excepción a la regla, ya que se depende de un familiar/empleador en una posición económica ventajosa dispuesto a asumir los costos. Esta es una dimensión que identifico de la coproducción de género y clase social: no tienen las mismas oportunidades que sus pares en las ciudades de recibir educación superior. Pero otra dimensión que no se puede dejar de lado, en tanto en ella se encarnan directamente los deseos y aspiraciones según género, es la siguiente. La condición específica de estas mujeres urbanas, pero “rurales”, a través de las diferentes generaciones, es justamente aquello que las impulsa a buscar la forma de obtener ellas mismas -o que sus hijas y nietas obtengan- educación superior. Los deseos de educación superior se vinculan claramente, como es en el caso de Ames (2013), con perspectivas de movilidad social y ansias de diversificar y maximizar ingresos. Sin embargo, no veo señal de que surjan necesariamente también a modo de rechazo por las normas de género. Este es un punto que es clave profundizar. Es decir, es un deseo que se gesta no necesariamente en contraposición a la negativa previa de las familias de las madres y abuelas de que se eduquen, en tanto mujeres. Por el contrario, sostengo que prima en su deseo la superación de la vulnerabilidad económica mediante el acceso a las oportunidades laborales mejor remuneradas y diversas que esperan que un título o universitario les brinde. 214 214 Hay que considerar que nos encontramos con un escenario que difiere de las mujeres de clase media urbanas con mayor capital económico y social. Muchas de estas mujeres quizá podrían dedicarse solo al cuidado de sus familias sin poner en riesgo su supervivencia y la de sus hijos. Pero estas generaciones de mujeres, como hemos evidenciado, vienen trabajando dentro y fuera de la casa desde hacía varias generaciones. De esta manera, esta investigación evidencia cómo la experiencia de vida de las mujeres de clase trabajadora en este grupo social específico no puede ser comparado ni tan siquiera desde la arista de “género” con otras mujeres de otros estratos socioeconómicas y áreas de residencia. Mientras estas anhelan incorporarse a la fuerza de trabajo, las primeras llevan varias generaciones en este sin que ello haya implicado un mayor margen de autonomía y control sobre sus vidas (Federici, 2018). Vemos así cómo género y clase son ejes de diferenciación social coproducidos y coextensivos, en términos de Viveros (2016), Kergoat (2009) y Dorlin (2009). Este hallazgo se enmarca en los principios de la perspectiva construccionista del género. Por un lado, como ya mencioné, evidencia que los roles y significados de género se reproducen a través de relaciones sociales e históricas específicas, lo cual hace que la experiencia de ser mujer varíe notablemente según el tiempo y lugar (Scott, 1996). Por otro lado, muestra cómo los cambios en los "libretos de género" (Butler, 1998) y en las autorrepresentaciones (De Lauretis, 1996 [1989]) también difieren en cuanto a las lógicas y aspiraciones que los impulsan. Es decir, lo que significa ser mujer, así como los deberes y expectativas asociados, no son los mismos para todas, ni se transforman a partir de los mismos deseos y necesidades, aunque el objetivo final –ser una profesional exitosa o dueña de un negocio– pueda parecer el mismo. El reconocimiento de la fuerza re-productiva de trabajo femenino para tres generaciones de mujeres Finalmente, para concluir los hallazgos claves respecto a cómo valoran las mujeres y sus familias las responsabilidades que estas tienen en el hogar, es imprescindible señalar lo siguiente. A diferencia de otros estudios como de la Cadena (1992) en Chitapampa, esta investigación muestra que aun si no siempre se utiliza el término “trabajo” para nombrar cada una de las ocupaciones remuneradas y no remuneradas que realizan las mujeres, ni ellas ni sus familias subdimensionan el peso de sus responsabilidades en el sostenimiento del hogar. Hay un sentido claro, incluso 215 215 desde la generación de las abuelas, que es su trabajo de cuidado -el que sería en otros casos más invisibilizado- el que permite que sus esposos e hijos puedan realizar sus actividades remuneradas fuera de casa. Por ello, si bien su certeza en cuanto a cómo valoran sus familias su trabajo varía en cada una, ellas mismas no fallan en reconocer dicho valor. Ahora bien, esto levanta dudas significativas. ¿Si el trabajo doméstico no está subvalorado, podemos continuar considerándolo motivo de subordinación de las mujeres? Los hallazgos de esta investigación apuntan a que la violencia de género no ha disminuido necesariamente de la generación de las abuelas a la de las madres y nietas. Ello pese a su reinserción al mercado laboral, y, por ende, su acceso a un jornal (Federici, 2018). Por el contrario, ante una mayor consciencia del carácter violento de estos actos -a lo cual han contribuido diferentes instituciones como familias y sistema educativo- los varones optan por formas diferentes de violencia como la psicológica y económica, a fin de disminuir las probabilidades de ser denunciados. Aquí se evidencia otro hallazgo clave. En el escenario de una denuncia, los varones manipulan a sus parejas para que las “abandonen”, ya que ahora no se permite retirarlas, con la amenaza de ya no proveer económicamente. Considero que esto da luces de como el empleo en sí mismo no puede contribuir de manera efectiva a que las mujeres puedan denunciar sin temor a represalias mientras el salario que ganan no sea suficiente para cubrir sus necesidades y las de sus familias. No obstante, el hecho de que las mujeres estén denunciado, como reportaba la especialista del CEM, ya evidencia un cambio importante en los significados de género vinculados al ejercicio de violencia. Otra dimensión importante vinculada al reconocimiento del valor del trabajo de las mujeres va en el sentido económico-monetario. ¿Podemos hablar de una adecuada valoración si esta se da únicamente en el plano del reconocimiento verbal y no conlleva un reconocimiento más concreto como sería una remuneración? (Babb, 2019 [1996]; Grados, 2015) ¿Quién tendría que dar esta remuneración? ¿Quién se está sirviendo del trabajo de estas mujeres, remunerado y no remunerado? Hasta aquí he apuntado mis hallazgos clave en torno a la pregunta que guió mi investigación. Sin embargo, el problema que he explorado conlleva necesariamente a estas nuevas interrogantes. No son interrogantes nuevas, tampoco, sino que vienen siendo exploradas por teóricas feministas desde hace varias décadas, como señalaba en el capítulo 2. 216 216 Tal y como planteaba Francke (1990), en la actualidad y en el contexto particular del C.P., tenemos una élite económica, dueña de las fábricas y agroexportadoras, que se benefician de la mano de obra que las mujeres de clase trabajadora venden. Más aún, se beneficia de la reproducción intergeneracional de trabajadoras y trabajadores que solo es posible gracias a las múltiples jornadas de trabajo, incluyendo los cuidados, que las mujeres asumen, así como la(s) que realiza(n) sus parejas varones en beneficio de sus hijos e hijas (Federici, 2018). Así, ni las empresas ni el Estado terminan de asumir responsabilidad por la reproducción social. En todo caso, las iniciativas de alcance local que se están gestando, como la ampliación del nivel inicial para niños de uno y dos años cuyas madres requieren trabajar y no cuentan con familiares con quien dejar a sus pequeños, están partiendo del presupuesto público y no de las empresas. De este modo, al centrarnos en el trabajo de las mujeres, se evidencia la precisión de los postulados de Federici (2018) respecto a cómo el sistema capitalista “oculta” esta dimensión imprescindible de la fuerza de trabajo femenina. En ese sentido, de momento, los mayores habilitadores del éxito capitalista de las agroindustriales no es únicamente los proyectos con inversión pública a su servicio, ni las planillas subvencionadas públicamente. Las mujeres, empleadas o no empleadas por estas empresas, sostienen y renuevan cada generación de trabajadores a costo cero para las mismas. Trabajos como Higueras (2016) y Grados (2015) dan cuenta de esto. Con ello no niego que esta realidad sea la misma en toda empresa, indistinto al rubro, como desarrolla Fraser (2014). De hecho, justamente esta constante nos permite ver la apropiación de esta dimensión del trabajo femenino como una constante intergeneracional, que no cesará necesariamente incluso si las nietas cumplen con su cometido de ser trabajadoras técnicas o profesionales. Aún si contratasen a alguien, como algunas pocas mujeres en Tablazo Norte ya hacen, para que se ocupen del cuidado de sus familias, este sigue siendo un gasto que corre a cuenta de ellas mismas. Limitaciones del estudio y agenda pendiente La principal limitación del estudio es que no se aborda la mirada y experiencias de los varones. Siendo el género una categoría relacional, para poder tener un análisis más completo de los cambios inter e intrageneracionales en las trayectorias laborales 217 217 de las mujeres a partir de esta categoría, hace falta complementar estos hallazgos con estudios desde un enfoque de las masculinidades. Una agenda pendiente que deja esta investigación es el seguimiento a la generación de las nietas. Esta generación tiene grandes aspiraciones educativas y profesionales, pero enfrenta barreras estructurales igualmente significativas. Además, vive en un contexto de globalización neoliberal y colapso ecosistémico que amenaza con desestabilizar las formas de economía de autoconsumo que han sostenido a estos CC.PP. durante generaciones. Observar la evolución de las nietas, e incluso de las bisnietas, en los próximos años permitirá comprender más profundamente las fuerzas históricas y económicas que confluyen en las transformaciones de los roles y significados de género y su interrelación con otras dimensiones de la vida social. Referencias bibliográficas Agüero, A., & Barreto, M. (2012). El nuevo perfil de las mujeres rurales jóvenes en el Perú. Instituto de Estudios Peruanos. https://repositorio.iep.org.pe/handle/IEP/807 Alvarado, G. (2005). Propiedad y control de la tierra de las mujeres: Sistemas de género en el Bajo Piura rural. En Género y gestión de recursos naturales: resúmenes de investigaciones, experiencias y lecciones aprendidas, pp. 27-49. https://sepia.org.pe/wp-content/uploads/2018/07/Genero-y-recursos- naturales2002-2004-1.pdf Ames, P. (2013). ¿Construyendo nuevas identidades?: género y educación en los proyectos de vida de las jóvenes. IEP. 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(1993). “Queremos trabajar”: el papel de la mujer en las actividades productivas en el valle del Chira [Tesis de Licenciatura, Universidad de Utrecht]. Van der Ploeg, J. D. (2006). El futuro robado. Instituto de Estudios Peruanos. Van der Ploeg, J. D. (2010). Nuevos campesinos. Instituto de Estudios Peruanos. Vásquez Zamora, G. (2016). Relaciones de género y condiciones laborales de trabajadoras y trabajadores del banano orgánico de los centros poblados de Huangalá y San Vicente de Piedra Rodada, Sullana—Piura, 2010—2012 [Tesis de Maestría, Universidad Nacional Mayor de San Marcos]. https://cybertesis.unmsm.edu.pe/handle/20.500.12672/6844 Velarde, J., & Rodríguez, M. (1992). El programa económico de agosto de 1990: evaluación del primer año (1a ed.). Universidad del Pacífico, Centro de Investigación; CIES. http://hdl.handle.net/11354/978 Webb, R. (2013). Conexión y despegue rural. 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Ocupaciones actuales ¿Qué cosas hacer normalmente en un día, desde que te despiertas hasta que te vas a dormir? (Repreguntar de ser necesario para que se mencionen también las tareas de cuidado) Usar 5 alguna dinámica para reconstruir el uso del tiempo en un día, fotos, dibujos que permita identificar la jornada diaria desde que se despierta hasta que se va a dormir ¿Qué actividades no realizas todos los días, pero sí algunas veces por semana? (“) Si no se menciona, explorar: por ejemplo, qué sucede cuando alguno de sus hijos u otra persona de la 6 familia se enferma, ¿me puede contar de la última vez que eso sucedió? (foco en tiempos de espera, traslado, cuidados en casa, etc. 7 ¿Qué actividades no realizas todas las semanas, pero sí alguna vez al mes? (“) ¿Cómo te organizas para que el tiempo te alcance para todo? ¿Tienes el apoyo de familiares o 8 de otro tipo? (explorar cuidado de la casa e hijos, como en actividades remuneradas por cuenta propia) ¿De qué maneras crees que fenómenos como el Niño o el ciclón Yaku de inicio de año afectan 9 tus actividades? ¿Cómo haces para enfrentar esas situaciones? ¿Qué tareas del hogar recuerdas haber hecho cuando eras niña y estabas en primaria? ¿Cuáles fueron las primeras responsabilidades que te dieron en casa y cuándo te las dieron? ¿Quién o 10 quiénes te enseñaron cómo tenías que hacer las cosas? Usar una línea del tiempo, fotos con mujeres de diferentes edades o alguno otro elemento que sea evocativo. ¿Cómo fueron cambiando estas responsabilidades de la casa cuando creciste? ¿Qué responsabilidades te asignaron cuando ya estabas en secundaria? ¿Cómo te organizabas para 11 poder realizarlas y también hacer las cosas del colegio (estudiar, hacer tareas)? ¿Cómo te sentías respecto a esas responsabilidades? ¿Cuál fue tu primer trabajo pagado? ¿Cómo conseguiste el trabajo? ¿Te animaron o ayudaron 12 tus papás o alguien más de tu familia o lo decidiste tú sola? ¿Se opuso alguien de tu familia en algún momento? ¿Qué otros trabajos pagados has tenido después de eso? ¿Cómo los conseguiste? ¿Te animaron o ayudaron tus papás o alguien más de tu familia o lo decidiste tú sola? ¿Se opuso 13 alguien de tu familia en algún momento? Explorar:¿Y cuando tenía esos trabajos, también tenía responsabilidades en su casa? (Para las que han estado o están casadas o conviven) ¿A qué edad te casaste/te juntaste con tu pareja/esposo? ¿Cómo tomaron la decisión? ¿Cómo cambió esto tu vida? Si no es específica, pedir ejemplos de los primeros cambios, los que le gustaron y los que no le gustó tanto; formas 14 de negociación y oportunidades de ambos en el Mercado laboral. Qué pasó después ¿Qué diferencias hay AHORA, entre las cosas a las que te dedicas ahora y las cosas a las que te dedicabas cuando eras soltera? (explorar actividades, uso del tiempo, toma de decisiones, etc.) [Para todas las que tienen hijos(as)] ¿A qué edad tuviste a tu primer hijo? ¿Cómo tomaron la 15 decisión? [Si tuvieron más de un hijo(a)] ¿A qué edad tuviste a los otros? ¿Cómo tomaron la decisión con ellos? ¿Qué cambios se dieron en tus actividades cuando tuviste a tus hijos? Explorar: Se dio por sentado o discutieron sobre el tema ¿Cómo tomaron esas decisiones, tú y tu pareja/esposo Recorrer la trayectoria según las edades de los hijos y las redes sociales para cuidarlos, las oportunidades laborales y formas de generar ingresos, etc. Ocupaciones pasadas Cambios con el matrimonio y nacimiento de los hijos 227 227 [Para las que ya tienen hijos(as) independientes] ¿Hubo cambios en tu vida cuando tus hijos se 17 volvieron mayores? ¿Retomaste algunas cosas a las que te dedicabas antes de tenerlos, o a cosas nuevas que te interesaron? Relación entre expectativas y oportunidades según género (Para madres y abuelas) Cuando eras más joven, antes de que te cases, ¿qué planes (evaluar 18 ya en campo si se puede reemplazar por una palabra más adecuada) tenías para tu vida? ¿A qué te querías dedicar, o qué te veías haciendo en el futuro? (Para las hijas) ¿Qué planes tenías para tu vida cuando estabas en la secundaria? ¿A qué te 19 querías dedicar, o qué te veías haciendo, saliendo del colegio? ¿Qué tanto sientes que pudiste cumplir con esos planes? ¿Qué cuestiones crees que te limitaron 20 o te facilitaron poder dedicarte a las cosas que querías? (En caso los roles de género no salgan a colación en 11) Viendo el caso de tus hermanos o tus 21 parejas varones, ¿crees que ellos tuvieron esos mismos impedimentos o apoyos, o crees que las cosas fueron diferentes para ellos (en parte) porque eran varones? Retomando el tema de las actividades, además de lo que me mencionabas que haces en la casa y también para poder generar ingresos, ¿tienes otras responsabilidades, ya sea actividades 22 comunitarias acá en Tablazo X, o quizá con programas del Estado? ¿Cómo haces para organizarte con eso también? ¿Qué opinas de esas responsabilidades? ¿Cómo ves el hecho de tener que dedicarte a las tareas del hogar y también a actividades que 23 generan ingresos o productos para la familia (y a programas sociales si es el caso) ¿Cómo te sientes al respecto? ¿Cómo crees que ven tu pareja/esposo y demás miembros(as) de tu familia que te dediques a 24 todas esas actividades? (Solo si es que aún no sale el tema a colación) ¿Cómo crees que tener la responsabilidad de las 25 tareas del hogar ha podido afectar o afecta también hoy en día los planes que tenías o las cosas que quieres hacer? (Trabajo, estudios, desarrollo personal) ¿Qué otras cosas crees que también han podido afectar o afectan también hoy en día los planes 26 que tenías o las cosas quieres hacer? (Trabajo, estudios, desarrollo personal) ¿Cómo se diferencia la vida de las mujeres de los hombres en esta comunidad/barrio? ¿Cómo 27 te gustaría que sea? ¿Qué es para ti lo más importante como mujer que te gustaría lograr? ¿Cómo te ves de acá a 28 cinco años? ¿Qué diferencias encuentras entre las cosas que has vivido y lo que vivió tu mamá, en términos 29 de trabajo, de relaciones de pareja, educación, y cualquier otra cosa que te parezca importante? ¿Qué diferencias encuentras entre lo que has vivido y vives y lo que vivió tu abuela? Anexo B. Guía de observación Guía de observación de situaciones de trabajo 228 228 1 ¿Qué tipo de espacio es? ¿Qué actividad se está desarrollando? 2 ¿Qué actoras(es) están participando en la actividad? ¿Qué hacen las(os) diferentes actora(es)? ¿De qué tareas se encarga cada quién? ¿Hay 3 variaciones durante el tiempo de observación? ¿Hay una o más personas asumiendo roles de liderazgo o dirección? ¿Quiénes son y qué están 4 haciendo? ¿Qué están diciendo las actoras(es) respecto a lo que están haciendo? (prestar especial atención 5 a bromas o conflictos) 6 ¿Qué dicen respecto a otras cosas aparte de las que están haciendo? 7 ¿Hay diferencias entre la intensidad o volumen de trabajo de las actoras(es)? ¿Están desplegando las actoras(es) estrategias particulares para realizar sus actividades (para 8 optimizar, agilizar, etc.)? ¿Ofrecen alguna explicación al respecto? 9 ¿Cómo se inserta esta actividad dentro de la rutina de las actoras? Introducción Capítulo 1. El problema de investigación 1.1. Presentación del problema y justificación 1.2. Enfoque y dimensiones del problema de investigación Capítulo 2. Estado de la cuestión 2.1. Antropología económica, género y trabajo de las mujeres 2.2. Género y trabajo de las mujeres en el Bajo Piura y otras zonas rurales 2.2.1 En el Bajo Piura 2.2.2. En otras sociedades rurales 2.2.3. Balance 2.3. Otras dimensiones de la vida social que se vinculan a las relaciones de género e inciden en las oportunidades económicas y laborales de las mujeres rurales 2.4. Balance general Capítulo 3. Marco teórico 3.1. Género e interseccionalidad 3.1.1 Género 3.1.2. Interseccionalidad 3.2. Trabajo de las mujeres desde un enfoque de género y centrado en el cuidado 3.3. Ruralidad, urbanidad y “nueva ruralidad” 3.3.1. Ruralidad y urbanidad 3.3.2. Nueva ruralidad y pluriactividad Capítulo 4. Diseño metodológico 4.1. Preguntas de investigación y dimensiones de análisis 4.2. Formulación y fundamentación de la metodología a implementar 4.3. Las actoras 4.4. Las técnicas de recojo de información 4.5. Análisis 4.6. Consideraciones éticas Capítulo 5. Actividades económicas, sociales y comunitarias de las mujeres en el C.P 19 de Agosto 5.1. Actividades económicas asalariadas y no asalariadas 5.1.1. Actividades que producen bienes para autoconsumo y venta 5.1.2. Actividades asalariadas dentro y fuera del C.P. 5.2. Vida familiar de las mujeres 5.2.1. Responsabilidades domésticas de cuidado 5.2.2. Relación con la pareja 5.2.3. Relación con la familia política: entablado de redes de apoyo entre mujeres parientes 5.2.4. Violencia intrafamiliar basada en género 5.3. Vida social y comunitaria 5.3.1. Participación en organizaciones sociales de base 5.3.2. Participación en programas sociales 5.3.3. Actividades sociales y religiosas 5.4. Balance Capítulo 6. “Yo me dedico a la casa y a hacer el quehacer”: Un día en las vidas de tres generaciones de mujeres 6.2. Análisis de la distribución del tiempo y las responsabilidades a través de las rutinas diarias de tres de generaciones de mujeres 6.2.1. Análisis intergeneracional 6.2.2. Análisis de la distribución generizada del tiempo 6.3. Valoraciones de las mujeres y sus familias respecto a la multiplicidad de roles de estas 6.3.1. Valoraciones de las propias mujeres 6.3.2. Valoraciones de sus familias 6.4. Balance Capítulo 7. “El día que nos llegue la muerte, ya dejaremos de cocinar”: Las trayectorias laborales de tres generaciones de mujeres (casos de estudio) 7.1. Presentación de los tres grupos familiares y sus trayectorias laborales 7.1.1. Familia Álvarez 7.1.2. Familia Benites 7.1.3. Familia Cáceres 7.2. Análisis intergeneracional e intrageneracional de las trayectorias laborales de mujeres de tres generaciones 7.2.1. La generación de las abuelas 7.2.2. La generación de las madres 7.2.3. La generación de las nietas 7.2.4. Cambios intergeneracionales desde la perspectiva de las tres generaciones 7.3. Cambios y continuidades intergeneracionales desde una perspectiva de género e interseccional Capítulo 8. “Yo quería estudiar. Hacer otra cosa, ser otra cosa”. Cambios y continuidades en las expectativas, deseos y roles de género 8.1. Deseos y expectativas para el futuro de tres generaciones de mujeres 8.1.1. Deseos y expectativas previos al matrimonio y concepción de los hijos 8.1.2. Deseos y expectativas en la actualidad 8.2. Cambios en los roles de género desde la perspectiva de tres generaciones 8.3. Oportunidades y desafíos educativos 8.3.1. Oportunidades y desafíos en la educación básica 8.3.2 Oportunidades y desafíos en la educación superior 8.4. Balance Conclusiones Referencias bibliográficas Anexos Anexo A. Guía de entrevista Anexo B. Guía de observación