PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ ESCUELA DE POSGRADO CAMBIOS EN LOS USOS Y SENTIDOS DEL ESPACIO SOCIAL EN LA URBANIZACIÓN SANTA CRUZ CONSIDERACIONES EN TORNO A LA GENTRIFICACIÓN, EL BOOM GASTRONÓMICO Y LA SUBALTERNIDAD Tesis para optar el grado de Magíster en Estudios Culturales que presenta NATALIA CONSIGLIERI Dirigido por PABLO VEGA CENTENO SARA LAFOSSE Jurado GISELA CÁNEPA KOCH Y VÍCTOR VICH San Miguel, 2016 RESUMEN Estudio la urbanización Santa Cruz, en el distrito de Miraflores, ciudad de Lima, en tanto espacio social en transformación. Desde hace unos 15 años -en el contexto del neoliberalismo, el crecimiento económico y el aumento de negocios gastronómicos- la zona ha dado un giro comercial caracterizado por la creación de negocios, principalmente restaurantes y tiendas de diseño, orientados a un público externo con mayor capacidad de consumo del que reside en Santa Cruz. Ello viene acelerando la salida de los habitantes originales: familias de menores ingresos que vivían en solares así como trabajadores de la zona. Propongo explicar los cambios en Santa Cruz como un posible proceso de gentrificación. Considero que el discurso celebratorio del “¡sí se puede!” (Cánepa 2014: 213- 215), así como el mandato a enorgullecerse por la gastronomía peruana, funcionan como dispositivos gentrificadores que facilitan los cambios que se dan en la zona y, por ende, limitan posibles cuestionamientos críticos a los efectos que genera. Mi hipótesis es que la gastronomía y el discurso del emprendimiento cumplen un rol ambivalente en torno a las transformaciones de la urbanización Santa Cruz: son elementos claves en la peruanidad contemporánea que aportan en la construcción de nación y de la identidad de Santa Cruz y, a la vez, dispositivos que facilitan y/o validan la expulsión de los antiguos habitantes, reproduciendo así discursos y prácticas discriminatorias entre peruanos. De ello se desprende que la celebración y el incuestionable orgullo por la gastronomía peruana, a pesar de apelar a la integración, el desarrollo y la nación, invisibilizan el hecho de que las transformaciones en Santa Cruz generan la salida no voluntaria de peruanos y peruanas de renta baja. PALABRAS CLAVES: Estudios Culturales, producción del espacio, gastronomía, nación, discurso, segregación urbana, estigmatización de la pobreza 1 A Bertha Consiglieri, con quien viví en Santa Cruz durante 25 años 2 AGRADECIMIENTOS Quiero agradecer a todas las personas que aportaron en la construcción de este documento: En primer lugar, al equipo detrás del Programa de Apoyo a la Investigación para Estudiantes de Posgrado- PAIP, iniciativa que promueve la Dirección de Gestión de la Investigación de la PUCP, la cual confió y apoyó mi proyecto de investigación. A Pablo Vega Centeno porque en su curso surgió mi interés por trabajar este tema, por su importante asesoría y la bibliografía recomendada. A Gisela Cánepa, por su curso de Teoría Antropológica y Debates de la Visualidad, sus recomendaciones y por ser una autora importante para la producción de este trabajo. A lxs docentes de la maestría de Estudios Culturales, por la bibliografía compartida y por las pertinentes discusiones en clase: Víctor Vich, Juan Carlos Ubilluz, Virginia Zavala, Gonzalo Portocarrero, Juan Carlos Callirgos, Félix Lossio, Máx Hernández y Alexandra Hibbett; y de la maestría de Antropología Visual a Deborah Poole y Valeria Biffi. A Alex Huerta y Martha Pacheco, por la motivación y asesoría; a Gina Consiglieri por apoyarme con las transcripciones de las entrevistas. A mis amigxs Manuela Euscate, Bernando Nieuwland, Kati Montes, Zarela Zavala, Adriana Fernández y Lars Stojnic, por las conversaciones sobre mi tema de tesis que, sin duda, están presentes en este documento. A Iván Hinojosa, por darme luces sobre el tema, cuestionar mis hipótesis, leerme y motivarme a seguir, incluso cuando la disposición a tirar la toalla era inminente. A mis recuerdos en Santa Cruz y a todxs lxs autores señaladxs en la bibliografía. Y en especial, a lxs vecinxs santacrucinos, quienes amablemente me concedieron parte de su tiempo y compartieron conmigo sus testimonios. 3 ÍNDICE Introducción 5 Capítulo 1 La mercantilización del espacio: El boom gastronómico y el ¡sí se puede! como dispositivos gentrificadores en Santa Cruz 1.1. Celebremos la gastronomía: el espacio concebido 20 1.2. El mendigo sentado en la banca de oro o "la cultura del conformismo" 36 1.3. El Estado como agente gentrificador 40 1.4. El desalojo no es feliz o lo real en lo celebratorio 41 1.5. Un cierre que se resiste a ser de todo aguafiesta 43 Capítulo 2 Trabajar el miedo: La estigmatización de la pobreza y mecanismos para el disciplinamiento del espacio 2.1. Santa Cruz, la oveja negra de Miraflores 45 2.2. Estigmatización de la pobreza 47 2.3. Disciplinamiento del espacio: Vigilancia, cámaras y serenazgo 55 2.4. Cierre del segundo capítulo 61 Capítulo 3 "Yo también tengo derecho a vivir aquí": El espacio vivido 3.1. Urbanización Santa Cruz, ¿oportunidad de encuentro cultural? 62 3.2. (Des)encuentros en un espacio que -va dejando de ser-heterogéneo 68 3.3. Percepciones en torno al espacio vivido: identidad y capital social 70 3.4. El auto como usuario de la calle y el consumo 73 3.5. La educación y decencia como criterios de distinción 75 3.6. Cierre 76 Conclusiones 77 Referencias bibliográficas 82 Anexos A. Formato de consentimiento informado 92 B. Fotografías 94 4 INTRODUCCIÓN Bienvenidos a Santa Cruz Hace un año y medio, después de culminar sus estudios de doctorado en Ciencias Sociales en una universidad estadounidense, Rodrigo regresó al Perú, país en el que nació y vivió la mayor parte de su vida. Actualmente se desempeña como docente en una universidad privada de Lima. A su regreso, en su búsqueda de vivienda, priorizó departamentos de un solo dormitorio que tenga como requisitos mínimos, estar ubicados en el distrito de Miraflores, tener balcón y un parque cerca. Optó por uno ubicado en un edificio construido hace menos de ocho años, que tiene un frente que da a la urbanización Santa Cruz y otro a un parque público que, por disposición de los vecinos, es cercado y de acceso único para ellos, de 7:00 p.m. a 7:00 am. No fue algo determinante en su decisión, pero recuerda que la propietaria le mencionó, como cualidad del lugar, los muchos y buenos restaurantes que podía encontrar a pocas cuadras, en la avenida La Mar. Poco después de instalarse en el departamento, Rodrigo salió en busca de insumos para limpiar su nueva vivienda. Tuvo que caminar poco para llegar a una ferretería donde compró una escoba y algunos otros productos. Un señor mayor lo atendió en aquel negocio pequeño y oscuro. Intercambiaron palabras por un momento: Rodrigo le contó que recién se había mudado a Miraflores. Luego de pagar y despedirse, el ferretero lo corrige y le dice “Hasta luego y bienvenido a Santa Cruz”. Fue ahí que Rodrigo se enteró que, desde hace poco, era ya, un vecino santacrucino. Ciudades globales: Sobre la pertinencia de la noción “gentrificación” para pensar los cambios en la urbanización Santa Cruz Esta investigación tiene como objeto de estudio la urbanización Santa Cruz, en el distrito de Miraflores, ciudad de Lima, en tanto espacio social en transformación. Desde aproximadamente 15 años -en el contexto del neoliberalismo, el crecimiento económico y el aumento de negocios gastronómicos- la zona está teniendo un giro 5 comercial que está caracterizado por la creación de negocios, principalmente restaurantes y tiendas de diseño, orientados a un público con mayor capacidad de consumo que los que residen ahí. Ello viene acelerando la salida de los habitantes originales: familias de menores ingresos que vivían en solares así como trabajadores de talleres de mecánica, ferreterías entre otros negocios que eran comunes en la zona. Propongo estudiar los cambios en Santa Cruz como un posible proceso de gentrificación, término con el que se describen las transformaciones que se dan en lugares habitados por familias y negocios de renta baja y que, por iniciativas económicas, tienen un giro hacia el consumo y la apropiación del espacio por parte de habitantes con mayores ingresos. Dicho proceso trae consigo, en la mayoría de casos, la expulsión de los antiguos habitantes ya que ellos no pueden hacer frente al aumento del precio de los terrenos, servicios y/o productos ofrecidos en la zona (Sabatini 2013; Sequera 2013; Smith 2012). El vocablo gentrification es un neologismo de origen anglosajón que fue acuñado en los años sesenta por la socióloga británica Ruth Glass para describir procesos urbanos que se dieron en ese entonces, en áreas urbanas de Londres. El vocablo proviene de la palabra gentry que se puede traducir como “alta burguesía” y que, a su vez, hace referencia a la clase alta de la Inglaterra victoriana. De ello se desprende que, con la expresión gentrificación, se hace referencia al proceso de elitización de una determinada área (Sabatini 2013: 2; Smith 2012). Pero, ¿por qué utilizar un significante importado cuando en nuestra lengua castellana puede resultar más familiar y pertinente algún otro término que explique mejor la particularidad de los fenómenos sociales latinoamericanos? En este trabajo opto por mantener y utilizar la expresión gentrificación ya que me interesa destacar que procesos como el de Santa Cruz son característicos de ciudades que crecen y se transforman en la sociedad global. Como señala Sequera, “Si bien [el término] conlleva una serie de características asociadas en un primer momento al modelo de ciudad anglosajón, parece una herramienta conceptual adecuada para explicar la nueva gestión de políticas públicas para «crear ciudad» en la era neoliberal” (2013: 31). De esta manera nos encontramos con que, si bien cada proceso de gentrificación tiene sus propias particularidades, hay características que resultan comunes y que responden a un sistema económico que supera los límites de un estado-nación. Se 6 trata de un término que nos permite desentrañar el sistema global que lo produce y fortalece. Pensar el disciplinamiento de lo urbano y la mercantilización de la ciudad desde los Estudios Culturales Pensar el espacio urbano y la ciudad desde los Estudios Culturales es especialmente pertinente gracias a aportes como el de Henri Lefebvre en su libro “La Producción del Espacio” (2013). El autor propone estudiar al espacio social como producto social y por ende propone comprender su mercantilización, las relaciones de poder en torno a este, los modos y medios de producción, la forma en que opera la ideología e incluso la forma en que se percibe y concibe el espacio, proponiendo una distinción conceptual entre ambos términos. El espacio es percibido y habitado por sus usuarios mientras que es concebido por agentes del mercado que buscan fragmentarlo, cuantificarlo y hacer de este una mercancía (2013: 91-114). Todos estos aspectos son analizables y descriptibles desde la caja de herramientas teórica que ofrecen los Estudios Culturales. En la misma línea, Manuel Delgado señala que la tendencia global es que se planifique lo urbano con el fin de mercantilizar la ciudad. Esto es, se busca regular/planificar/disciplinar el comportamiento de los ciudadanos para intentar hacer del espacio un producto moldeable y controlado y por ende, más atractivo en tanto mercancía. Ello tiene su correlato en dejar el planeamiento de la ciudad a la mano invisible del mercado. La ciudad “es vendida para que el más feroz de los liberalismos la deprede y haga de ella un negocio” (2007:16-18). La insaciable mercantilización de experiencias y bienes simbólicos no es ajena a las ciudades contemporáneas entendidas como productos en sí mismos. El discurso celebratorio de la gastronomía peruana como dispositivo gentrificador Teóricos del espacio y de los procesos de gentrificación señalan ciertas características presentes en ciudades contemporáneas con zonas en proceso de elitización: el arte y la cultura al servicio del mercado (Deutsche y Gendel 1984); la representación del espacio como espacio que invisibiliza los sistemas de producción y los sujetos que lo habitan (Lefebvre 2013, Delgado 2007); la vigilancia y su vínculo con un discurso que busca disciplinar a los ciudadanos (Vega Centeno 2015, Sequera 7 2013) y la agencia del Estado como motor de los procesos de elitización (Smith 2012). Estos factores funcionan a manera de dispositivos tal como son entendidos por Foucault y recuperados por Agamben (Sequera 2013). Los dispositivos son discursos y prácticas que tienen como objetivo garantizar y acelerar que los sujetos respondan productivamente a ciertas prácticas demandadas por el sistema, por ejemplo el consumo. Es así que los dispositivos involucran un proceso de subjetivación, es decir, deben producir su sujeto (Agamben 2011: 254, 256; Hall 2010: 475). En las ciudades contemporáneas, los dispositivos buscan controlar a los sujetos y validar ciertas prácticas en el espacio público, llevando al margen o expulsando aquellas que se consideren opuestas a las esperadas (Sequera 2013). Los dispositivos son identificables pero a la vez, imperceptibles en la cotidianidad ya que parte intrínseca de estos es su paulatina naturalización por parte de los sujetos que busca controlar y que, a su vez, son producidos por este. En este trabajo intentaré sustentar por qué creo que los dispositivos que operan en el proceso de gentrificación de Santa Cruz apuntan a producir sujetos acríticos que celebren las transformaciones siempre y cuando les permitan ver mejoras en sus vidas; sujetos que equiparen desarrollo con crecimiento económico; que pongan el consumo y la demanda por espacios prolijos sobre el derecho a la ciudad de otros; sujetos que en el Perú contemporáneo deben festejar acríticamente la gastronomía y el llamado “emprendedurismo”, de lo contrario serán juzgados de mediocres y hasta antipatrióticos; sujetos que validen y difundan la idea de que, en el Perú, el que es pobre lo es por conformista. La producción de este tipo de sujeto implica, finalmente, el consentimiento a la dominación en tanto se entiende esta como “la parte del poder que los dominados agregan al poder que los dominadores ejercen directamente sobre ellos” (Godelier en Delgado 2011: 25). Considero que la épica del éxito y la era celebratoria del “sí se puede” (Cánepa 2014: 213-215) y el mandato a celebrar y enorgullecerse por la gastronomía peruana, funcionan como dispositivos gentrificadores que facilitan los cambios que se dan en la zona y por ende limitan posibles cuestionamientos críticos en torno a la transformación de la urbanización Santa Cruz. Mi hipótesis es que la gastronomía y la épica del éxito cumplen un rol ambivalente en torno a las transformaciones de la urbanización Santa Cruz: son elementos claves en la peruanidad contemporánea y por ende factores que aportan en la construcción de nación y de la identidad de Santa Cruz y, a la vez, dispositivos que facilitan y/o validan la expulsión de los habitantes originales, 8 reproduciendo así discursos y prácticas discriminatorias entre peruanos. De ello se desprende que la celebración y el incuestionable enorgullecimiento por la gastronomía peruana, a pesar de apelar a la integración y a la nación, funcionan como un elemento clave para invisibilizar que las transformaciones en Santa Cruz generan la salida no voluntaria de peruanos y peruanas de renta baja y con ellos todo el bagaje cultural construido sobre un espacio a través de generaciones. Apuntes sobre la urbanización Santa Cruz La urbanización Santa Cruz ocupa 56 manzanas de las 779 presentes en el distrito de Miraflores. La zona ha sido categorizada por urbanistas como un caso de tugurio céntrico (Arce 2014: 116; Burga 2006: 75). Ello en contraposición a otras zonas denominadas también como tugurios pero que se extienden en la periferia, “a manera de cinturón abrazando/aprisionando a los sectores más pudientes de la urbe” (Degregori 2014: 18). Por tugurios se entiende a zonas o viviendas pequeñas, hacinadas y precarias. A diferencia de las viviendas y espacios populares ubicados -y estudiados- en los márgenes de la ciudad, los tugurios céntricos no tienen como principal origen los procesos migratorios de la segunda mitad del siglo XX. Se trata de fenómenos que le anteceden y que surgen con la acelerados procesos de urbanización de Lima de la primera mitad del siglo XX. Dichos tugurios, lejos de mejorar con los procesos urbanos contemporáneos, se mantienen con una infraestructura precaria y como lugares ajenos –e invisibilizados- dentro de distritos mesocráticos de la ciudad (Rosales 2008: 14-15) . En el proceso de urbanización de Miraflores, Santa Cruz asume un rol importante. Arce señala que Miraflores crece significativamente a nivel demográfico y se desarrolla a nivel urbano en la primera mitad del siglo XX. Son tres las zonas con mayor preponderancia en ese crecimiento: San Antonio, en tanto zona únicamente residencial; la zona central de Miraflores, por sus actividades comerciales; y Santa Cruz, constituida principalmente como “zona de residencia de la clase trabajadora” (Arce 2013: 77). Sin embargo, en su tesis del año 1941, Rosa Allison (1941: 63) deja entrever que, para esos años, se planeaba que Santa Cruz sea un barrio de obreros pero que en realidad distaba de serlo. Cuando hace referencia al –en ese entonces- futuro- de Miraflores indica que “los barrios obreros en Santa Cruz y Surquillo vendrían a renplazar [sic] los actuales corralones que presentan características antihigiénicas y 9 con ocasión de infecciones. Para los obreros está muy bien la construcción de barrios pues tales pertenecen a la misma capa social y sus aficiones y diversiones son compartidas por todos ellos” [el subrayado es mío]. Así, convertir a Santa Cruz en barrio obrero era visto por la autora como una aspiración, lo cual dialoga con lo propuesto por Paulo Drinot, quien indica que, a finales del siglo XIX e inicios del XX, había en el país un proyecto de gubernamentalidad que “ubicaba a la clase obrera en el centro de la búsqueda de la civilización”, lo que incluía también la racialización y el disciplinamiento de dicho grupo social (2016: 22). Santa Cruz empieza a urbanizarse en 1917, año en el que se vende la Hacienda Santa Cruz que, bajo la agencia de la Compañía Urbanizadora Santa Cruz, fue dividida en terrenos de menor tamaño pensados principalmente para uso campestre. Es por ello que, como se puede ver en la Imagen 1, las manzanas se dividieron en cuatro lotes de 2500 metros cuadrados cada uno (Arce 2013: 78,79). Al no recibir una buena demanda, los terrenos se subdividieron en lotes de aproximadamente 1000 metros cuadrados (Burga 2006: 75). Imagen 1 COMPAÑÍA URBANIZADORA SANTA CRUZ s/f Plano de los terrenos de la Compañía Urbanizadora Santa Cruz. s/I:s/e. Recuperado por Alvarez, Syria en ARCE 2014: 118 La subdivisión de los terrenos y la presencia de lotes con múltiples usos permitió que Santa Cruz se urbanice como espacio heterogéneo donde en la actualidad convergen múltiples actividades: hay viviendas unifamiliares de concreto; 10 otras de adobe; comercio (ferreterías, bodegas, vidrierías, etc.); talleres automotores; solares; quintas y; con predominio reciente, tiendas de diseño y restaurantes exclusivos. Ello tiene su correlato en la presencia de personas de grupos sociales diversos. La imagen 2 muestra cómo los terrenos fueron subdivididos en lotes mucho más pequeños. Una parte importante de los terrenos angostos fueron utilizados como solares o talleres automotores. Al estar ubicado en el distrito comercial de Miraflores; estar cerca a la zona exclusiva del malecón; ser colindante al próximo megaproyecto que estará ubicado en el anterior Cuartel San Martín y limitar con San Isidro, distrito de alta renta que alberga el centro financiero de la ciudad; Santa Cruz recibe una fuerte presión inmobiliaria. Imagen 2 MUNICIPALIDAD DE MIRAFLORES 2002 Plano catastral de Santa Cruz. s/I. s/e. Recuperado en ARCE 2014: 119 El arquitecto Jorge Burga señala que los solares en Santa Cruz son resultado del subalquiler de terrenos. En la primera mitad del siglo XX, los propietarios alquilaban una parte del lote a una determinada familia donde esta creaba una pequeña vivienda. Al congelarse el precio del alquiler, muchos propietarios vieron poco atractivo seguir alquilando el terreno y por ello optaban por venderlo a los inquilinos a un precio bajo. En otros casos, los terrenos entraban en litigio para que los propietarios tengan la oportunidad de venderlos a mejor precio. Esta es una tendencia que se puede documentar desde, por lo menos, inicios de los ochentas. En 1950 el 11 50% de los terrenos en Santa Cruz estaban ocupados por solares, en 1980 este número se reduce a la mitad (Burga 2006: 78).1 En 1980 el Banco de Materiales - BanMat, creó el “Programa de Destugurización” que funcionaba principalmente otorgando créditos para la construcción de viviendas en zonas tugurizadas. Es así que, en el año 1986, el BanMat llevó a cabo el “Proyecto Mendiburu 426”, el cual implicaba la reubicación de los vecinos de un solar en un edificio ubicado en el mismo terreno. El edificio se terminó de construir en el año 1999 (Burga 2006: 80)2. En el año 2002, el municipio de Miraflores crea su propio “Proyecto de Destugurización” que tuvo como objetivo generar un diagnóstico en torno a los solares de Santa Cruz así como promover la organización e interés de los vecinos para el desarrollo de propuestas de renovación urbana. Es en ese año que se identifica que el número de “tugurios” en Santa Cruz era de 45 y que “ocupaban un área de 27, 300 metros cuadrados y albergaban a 459 familias (2, 330 habitantes aproximadamente)” (Arce 2014: 116). Entre el 2006 y el 2009, bajo otra gestión, el municipio de Miraflores crea el “Programa de Renovación Urbana” el cual “deja en libertad al mercado a fin de que sea la inversión privada la que resuelva el tema de la ‘renovación urbana’ del sector” (Arce 2014: 124). Evidentemente, las acciones de dicho programa producen la aceleración en la expulsión de los antiguos habitantes de la zona lo cual responde a un modelo de gestión de ‘modernización en superficie’ en el cual el objetivo es rentabilizar los lotes con una mínima inversión y sin proyección a futuro (Gorelik en Arce 2014: 124). Como ya adelanté, lo que se analizará en este trabajo son los discursos que validan dichas transformaciones de “modernización en superficie” y/o el proceso de gentrificación, así como las representaciones en torno a los (des)encuentros culturales que suscita un espacio como Santa Cruz en el que diversos grupos sociales convergen en un mismo lugar. 1 Según un estudio del municipio de Miraflores del año 2002, de los 45 “tugurios” identificados en la zona, 36% estaban ocupados por propietarios, 33% por propietarios e inquilinos y 31% por inquilinos. Este dato es importante si se toma en cuenta que son los inquilinos quienes tienen más riesgo de salir involuntariamente de la zona (Arce 2013: 80). 2 El proyecto fue posible gracias a la gestión de los vecinos del solar. El Municipio de Miraflores orientó en los procedimientos legales y redujo los costos por revisión y aprobación del proyecto (Arce 2014: 122). 12 Metodología de trabajo Para realizar esta tesis he utilizado tres tipos de fuentes/herramientas: (a) literatura sobre “ciudad” y “gentrificación”; (b) recopilación y análisis del discurso de notas periodísticas, información en Internet y de declaraciones en torno a la gastronomía y los cambios en la urbanización Santa Cruz; y (c) observación, registro fotográfico y entrevistas semiestructuradas. En determinadas partes del texto utilizo el sustantivo “habitantes” y no “vecinos” para hacer referencia a las y los entrevistados porque entre ellos no solo están los que residen en las quintas y solares sino también trabajadores (ferreteros, comerciantes, mecánicos, vidrieros, etc.) que pueden no necesariamente residir en la zona pero sí habitarla ya que ahí se encuentran sus lugares de trabajo. Así, al hacer referencia a “habitantes”, incluyo en dicho significante tanto a vecinos como comerciantes. El trabajo de campo realizado me permitió acercarme a las formas en que los actores que habitan Santa Cruz representan el espacio y se explican los cambios en la zona. Es por ello que este trabajo es un acercamiento exploratorio a las transformaciones en la urbanización Santa Cruz desde las representaciones de quienes la (des)habitan y desde el análisis que realizo de los discursos e imágenes recogidas. Por ello, no busca ser un producto académico neutral de “lo que ocurre” sino de “cómo se percibe lo que ocurre” tanto por quienes (des)habitan Santa Cruz, como por mí en tanto propongo un análisis desde los Estudios Culturales. En total entrevisté, entre abril del 2015 y octubre del 2016, a quince vecinos y/o comerciantes de Santa Cruz con más de 15 años en la zona y tuve conversaciones coloquiales con otras 13 personas que habitan y/o han habitado Santa Cruz. La visitas de observación se hicieron también en ese periodo de tiempo. A lo largo del trabajo, el lector encontrará dos formas de clasificar a los entrevistados: (1) aquellos que celebran (o no) las transformaciones de la zona y (2) aquellos que corren riesgo (o no) de salir de Santa Cruz en contra de su voluntad. En determinados contextos, dicha distinción es clave en el análisis de las entrevistas. De toda la urbanización Santa Cruz, elegí como zona de observación y de recojo de entrevistas las marcadas en la imagen 3. Se priorizó los alrededores del Mercado Municipal de Santa Cruz por su movimiento urbano y la avenida La Mar en tanto es a lo largo de ella que están presentes la mayor cantidad de restaurantes y 13 tiendas de diseño destinadas a consumidores de renta alta y, por lo tanto, es una de las zona con más transformaciones producto del proceso de gentrificación y con un tejido social más heterogéneo. Por otro lado, el registro fotográfico se realizó en diversos lugares de Santa Cruz. El análisis del material visual me ha permitido explorar los cambios en las edificaciones y la forma en la que se advierte, desde las fachadas, las demandas y discursos ambivalentes relacionados con las transformaciones. Imagen 3 Captura de pantalla GOOGLE MAPS s/f Urbanización Santa Cruz, Miraflores, Lima [mapa]. Consulta: 17 de marzo Sobre mi lugar de enunciación: Un cuarto de siglo en Santa Cruz Mi interés por estudiar las transformaciones de Santa Cruz surge por el hecho de que los primeros 25 años de mi vida fui vecina de dicha urbanización y por lo mismo tengo una memoria personal del lugar. Me inquieta visitar Santa Cruz y constatar que muchas de las casas, solares y tiendas por las que transitaba han 14 desaparecido y cedido ante edificaciones modernas o restaurantes exclusivos. Por otro lado, me alegra confirmar que hay quienes se mantienen y defienden su presencia en la zona. Ahí siguen los caseros del mercado de Santa Cruz, el farmacéutico de la farmacia “El Polo” quien aún tiene clientes que prefieren comprarle a él antes que a las cadenas de farmacias vecinas. Sigue ahí con su quiosco de periódicos, “el Chino” que es acompañado, a partir de las 6 de la noche por Manuela, quien vende anticuchos y que amablemente me fiaba un porción de choncholí cuando regresaba de la universidad con un antojo increíble. ¿Cómo perciben ellos las transformaciones?, ¿la celebran tanto como quienes la promueven?, ¿han ido a algunos de los restaurantes que han abierto por la zona?, ¿ven mejoras en sus negocios o perciben con recelo la aparición de nuevos negocios?, ¿están dispuestos a irse a trabajar y/o vivir a otro lugar? Estas fueron las primeras inquietudes que me motivaron a asumir esta investigación. Evidentemente mi percepción como ex vecina de la zona está mediada por el hecho de asumir en este contexto el rol de investigadora –y viceversa-, sin embargo me atrajo la posibilidad de apelar a mis recuerdos y generar una narrativa que dialogue y negocie con la información producida. Es con el fin de ser fiel a las inquietudes iniciales y con el reto de abordar la investigación desde la doble ubicación investigadora/ex vecina de la zona, que apelo a la reflexividad antropológica en el desarrollo de este documento, ya que esta permite visibilizar el lugar de enunciación del investigador como elemento que media la creación de nuevos conocimientos. La reflexividad demanda que el investigador se cuestione sobre la forma en que los entrevistados lo observan y la forma en que dicha observación influye en el carácter con la que ellos se representan ante el investigador. Implica también tomar en cuenta cómo se negocia los lugares de enunciación y la información que se da -y se oculta- en el proceso de trabajo de campo (Guber 2005: 87). De esta forma, una antropología más crítica en torno a la construcción de “alteridad” nos invita a pensar “la data” y el conocimiento como “producidos interactivamente en relaciones estructuradas por las posiciones sociales de las personas involucradas” (Caldeira 2007: 21). Esto es, por interacciones atravesadas por el ejercicio del poder. “La alteridad es menos una exigencia inmutable del método [etnográfico] que un efecto de poder” (Caldeira 2007: 21). Es por ello que la reflexividad permite cuestionar la supuesta objetividad y el “conocimiento puro” que comúnmente se pretende alcanzar en procesos de investigación. Personalmente, la reflexividad me permite también pensar-me en mi doble rol de investigadora/ ex vecina de Santa Cruz. 15 Por otro lado, trabajos como el propuesto van a contracorriente de la forma tradicional de pensar el trabajo etnográfico ya que el “trabajo de campo” en esta investigación, no se da en un lugar ajeno. Por el contrario, se trata de una espacio familiar. Autores como Gupta y Ferbuson proponen replantear el significado de “trabajo de campo” y pasar de pensarlo como “territorio” a pensarlo como una “estrategia”. El “salir” y “entrar” al campo se piensa entonces en términos de desplazamiento estratégico más que desplazamiento físico (1997). Reflexiones a partir de los Estudios Subalternos Trabajar en el análisis de representaciones implica tomar en cuenta el posicionamiento que asume el que representa en torno a condicionamientos sociales como clase, género, etnicidad, etc. Es el posicionamiento en torno a estas categorías el que, como señala Vich, puede develar los conflictos y tensiones presentes en la producción de representaciones. Esto implica tomar en cuenta qué se dice pero también quién lo dice y cómo lo dice (Vich 2002: 11). En las entrevistas, yo me presenté como ex vecina de la zona pero también como estudiante de posgrado de una universidad privada. En ese sentido, la forma en que los santacrucinos ven mi lugar de enunciación media lo que deciden decir y callar. Ahora bien, hay una doble representación. Por un lado están las representaciones que los santacrucinos producen en torno a los habitantes de la zona, por otro lado está la representación que yo realizo de los entrevistados en tanto investigadora que propone un análisis de lo dicho por mis “informantes” y que fragmenta, ordena y encuadra lo dicho en un marco teórico y analítico. Estas acciones, si bien son necesarias para la producción académica, son también elementos que intervienen en el conocimiento que se busca generar. Es en este contexto que las interrogantes plantadas por los estudios subalternos me resultan útiles para pensar la producción de conocimiento que a través de este trabajo realizo. En el contexto de las transformaciones en Santa Cruz, los entrevistados podrían ser categorizados como “subalternos” en relación a una clase dominante que busca hacerse del espacio que ellos habitan. Ello en tanto “la subalternidad es una identidad relacional más que ontológica, es decir, se trata de una identidad (o identidades) contingente y sobredeterminada” (Beverley 2004: 59). Lo anterior me lleva a preguntarme cómo se ubican los entrevistados ante mí en tanto 16 pueden verme como representante del mundo académico y letrado; y también cómo los represento yo en tanto veo que están siendo afectados por los cambios en la zona. ¿Es suficiente con colocar sus testimonios en este trabajo para decir que estos son expresión de lo que tienen que decir en torno al proceso que se vive en Santa Cruz? Por otro lado, en tanto la subalternidad es una identidad relacional, ¿subalternizan los entrevistados a otros actores de la zona? Estas son algunos de los cuestionamientos que acompañan esta investigación. Los estudios subalternos hacen hincapié en la dificultad en la representación del subalterno en el mundo académico. Beverley señala que esto ocurre “porque ese saber es una práctica que produce activamente la subalternidad (la produce en el acto mismo de representar). ¿Cómo se puede reivindicar entonces la representación del subalterno desde el saber académico cuando ese saber está en sí mismo envuelto en la otrificación” del subalterno? (2004: 23)”. A pesar de ello, mucho de los aspectos planteados aquí intentan resistirse a dicha imposibilidad (Vich 2001). Sin embargo no considero consecuente con los fines de este trabajo comenzar sin antes advertir al lector sobre la dificultad del cometido acá propuesto. A lo largo del texto haré uso de los testimonios ofrecidos por las personas entrevistadas, principalmente las declaraciones de los antiguos habitantes de las zona. Las narraciones ofrecidas por los entrevistados en torno a su pasado, presente y a sus relaciones sociales, puede ser “[…] la puerta principal a la subjetividad individual y social. Para servir de base al estudio de las esperanzas, las ansiedades y los proyectos de un grupo social” (Portocarrero 1984: 3). Dar espacio a sus narrativas es un intento de dialogar con ellas en vez de ofrecer un largo monólogo sobre ellos y no con ellos. También permite que el lector de este trabajo juzgue por sí mismo si es que el análisis y la contextualización de las narrativas que propongo le resulta pertinente o por el contrario, parcial e insuficiente. Organización y contenidos de los capítulos Este trabajo se divide en tres capítulos. En el primer capítulo abordo el rol que asume la cultura como uno de los motores que alienta los procesos de transformación de la zona ya que los cambios se producen en gran parte por el denominado boom gastronómico peruano. Me propongo analizar el discurso celebratorio de la gastronomía y del emprendimiento enmarcado en la particularidad del neoliberalismo en el Perú. A partir del análisis de discursos vinculados al boom gastronómico 17 (entrevistas, declaraciones, etc.) y del análisis de entrevistas a personas que validan las transformaciones de la zona, se buscará demostrar cómo se apela al “éxito de la gastronomía” y al “emprendimiento peruano” para validar las transformaciones en la urbanización Santa Cruz e invisibilizar sus efectos negativos, como la salida no voluntaria de los antiguos habitantes. En el segundo capítulo abordo algunas de las representaciones del pasado en torno a la urbanización Santa Cruz. Dichas representaciones me permiten aproximarme a posibles fenómenos de estigmatización territorial y estigmatización de la pobreza, los cuales, busco argumentar, también son funcionales a los discursos y prácticas que buscan legitimar social y culturalmente las transformaciones de la zona. Finalmente, en el tercer capítulo se ahondará en las subjetividades de los entrevistados y en la forma en que se representan y representan a los nuevos actores de la zona: dueños de negocios y consumidores de locales destinados a gente de renta alta. Todo ello se acometerá, principalmente, a partir del análisis de las entrevistas de quienes están (des)habitando Santa Cruz. Con el desarrollo de este tercer capítulo busco argumentar que las transformaciones en Santa Cruz, tal como se está dando hasta el momento, más que significar una oportunidad de encuentro entre ciudadanos de rentas diferentes, son percibidas, por varios de los entrevistados, como otro ejemplo de los desencuentros culturales que se viven en la ciudad. Pensar mi ciudad Si bien los trabajos sobre procesos de gentrificación rescatan los aspectos similares en los diversos casos estudiados, también enfatizan la particularidades y las diversidad de efectos que genera este tipo de procesos. Por ello considero pertinente el trabajo acá propuesto ya que hasta el momento no hay suficiente producción académica en el Perú que se centre en el estudio de transformaciones sociales como la que propongo en este documento y menos aún desde trabajos interdisciplinarios como los que buscan generar los Estudios Culturales. Espero que esta tesis aporte en las discusiones interdisciplinarias sobre gentrificación y que permita explicitar los procesos de desigualdad que el discurso celebratorio en torno a la gastronomía y el crecimiento económico pueden estar generando y a la vez, invisibilizando. 18 Por otro lado, produzco este trabajo asumiéndolo no solo como una tarea académica sino también como una herramienta que me permita pensar mi ciudad. En ese sentido, y siguiendo a Caldeira (2007: 19), me pienso aquí como tesista pero también como ciudadana que quiere creer en el estudio académico como una herramienta afín al activismo ciudadano. 19 CAPÍTULO 1 La mercantilización del espacio: el boom gastronómico y el discurso celebratorio del ¡sí se puede! como dispositivos gentrificadores en Santa Cruz “Nuestra fe nace del análisis, no de la ilusión, y nuestra fuerza, eso sí, nace del deber, de la convicción de que los cocineros somos actores reales de los procesos del cambio que el Perú necesita. Creemos firmemente que el éxito de los restaurantes peruanos por el mundo traerá consigo muchísimos beneficios directos e indirectos para el país.” Gaston Acurio Discurso de apertura del Año Académico 2006 Universidad del Pacífico 1. Celebremos la gastronomía: El espacio concebido La cita de arriba es una de las narrativas genealógicas del discurso actual que señala a la gastronomía como insignia del Perú y como una importante aliada del crecimiento económico en el país. Eso no solo por su supuesto potencial económico sino también por los discursos e imaginarios de integración que genera y que validan las políticas y prácticas del sistema.3 En Santa Cruz, la gastronomía cumple un rol importante en la mercantilización del espacio y, por lo mismo, opera en la fetichización del espacio en tanto producto (Lefebvre 2013) ya que Santa Cruz y sus restaurantes se piensan como lugar que beneficia a la sociedad en tanto genera identidad, orgullo y crecimiento económico a la par que invisibiliza las desigualdades que, en tanto mercancía, reproduce. [El espacio es] producto que se utiliza, que se consume. Es también medio de producción: redes de cambio, flujo de materias primas y de energías que configuran el 3 Funcionarios del Estado (Promperú, Municipalidad de Lima) y empresarios del sector buscan convertir a Lima en la capital gastronómica de América Latina (Fairlie 2012: 122 ; Apega 2016a). Por su parte el Presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, inauguró la Feria Gastronómica Mistura 2016 y afirmó en ella que “la gastronomía es una armonía de gustos como la música, la cual tiene todo tipo de variedades y por ello debe ser considerada un fenómeno cultural que une a todos los peruanos” (Apega 2016b). En un artículo de opinión publicado en la página de la Asociación Peruana de Gastronomía, Mariano Valderrama, gerente general de la Asociación, señala que “quizá el aporte más grande de la gastronomía peruana no se refiere al aspecto económico, sino al cultural. Se ha convertido en un factor de reafirmación de nuestra identidad, de revaloración de comidas regionales y de nuestros productos agropecuarios e hidrobiológicos […] Más allá de distingos sociales y regionales crece el orgullo por la comida peruana y se convierte en tema de creciente interés” (Valderrama 2010). 20 espacio y que son determinados por él. En consecuencia ese medio de producción, producido como tal, no puede ser separado de las fuerzas productivas, incluyendo la técnica y el conocimiento, ni separado de la división social del trabajo, que lo modela, ni de la naturaleza, ni del Estado y las superestructuras de la sociedad (Lefebvre 2013: 141). Para ver cómo opera la fetichización del espacio en Santa Cruz, analizaremos, la siguiente nota, publicada en el Diario Gestión (Castro 2015). Imagen 4 Diario Gestión (2015) Foto de Urrua, Carolina Nota de Castro, Raúl La imagen que acompaña la nota muestra la fachada de un restaurante ubicado en la avenida La Mar, Santa Cruz. En la puerta una banca con espaldar. Arriba de la banca vemos dos pizarras, probablemente con la información de los alimentos ofrecidos. Afuera del restaurante, a la altura de la puerta, una mujer que pasa de largo. La imagen lleva la leyenda “Calle con sabor. La oferta gastronómica en la avenida La Mar, transcurre, cuadra por cuadra, por diferentes géneros”. Al lado está la nota que se titula “El mapa del chef para una Lima más rica” [el subrayado es mío]. La fotografía no lo deja ver pero en la puerta del restaurante hay una placa dorada que dice lo siguiente: 21 “Bienvenido a la primera tapería del Perú, algo más que tapas…y es que es gracias a ustedes que en este singular sitio, la gastronomía concentre los paladares más exigentes” [el subrayado es mío]. La avenida La Mar en Santa Cruz, señala la nota, es la ruta del Chef (Gastón Acurio), símbolo del boom gastronómico. El adjetivo “rica” en el titular se presta a dos sentidos. Una Lima rica por sus sabores pero también una Lima más rica a nivel económico. La nota hace referencia a la mercantilización de la gastronomía –no es casualidad que haya sido publicada en el Diario Gestión, “El diario de economía y negocios del Perú”. Pero la nota también hace referencia al espacio como mercancía. No solo es importante la comida, importa también el lugar, las rutas en donde se ofrece: hay un espacio que hay que significar para explotar. De ahí que el diseño o planeamiento del mapa es lo que permitirá contar con una “Lima más rica”. Abajo, en la misma nota, la pregunta “¿qué otra zona cree el chef que se debe consolidar en el futuro?”. En otras palabras, ¿qué otras zonas se pueden mercantilizar para convertirlas en “rutas gastronómicas?” Se hace referencia a rutas que ya son espacios donde se ofrece productos gastronómicos y donde existe un alto consumo –el mercado de Surquillo, por ejemplo- pero dichos productos son para un consumidor distinto al que lee el diario Gestión, un consumidor con menor renta. A pesar de sus usos actuales, estos espacios se representan como espacios neutros, libres y fértiles para su mercantilización. Hacer planos o mapas del espacio, señala Lefebvre, tiene que ver con lo que llama el espacio concebido. [Este es] el espacio abstracto-instrumental, una representación del espacio que se muestra pura, original, natural, punto cero de la realidad humana, espacio en sí que nos aleja del análisis de las relaciones sociales implicadas en la producción (y reproducción), velando tras el signo de la coherencia (espacial) la existencia de un determinado orden (social) con beneficiados y excluidos, ocultando por tanto las profundas contradicciones y desigualdades que genera (2013: 17). 22 La siguiente imagen muestra lo señalado por Lefebvre: el espacio se proyecta, en torno a él se hacen planes y estos se comunican incluso como futuros casi garantizados (imagen 5)4. Imagen 5 El Comercio (2009) s/I Al fragmentar y cuantificar el espacio se busca convertirlo en mercancía. Y así como con otras mercancías que terminan siendo fetichizadas, el espacio “se aleja de la complejidad de la realidad social y se presenta, bajo discursos pretendidamente clarificadores y coherentes, como producto acabado y aislado, lo que hace que se muestre desgajado de los procesos de producción y con ellos de las relaciones de producción, dominación y explotación” (Martínez Lorea 2013: 15). La mercantilización del espacio se puede ver ejemplificada en la avenida La Mar, urbanización Santa Cruz. En dicha avenida -como consecuencia de la proliferación de negocios gastronómicos y de diseño- el espacio como mercancía ha aumentado de valor y, en tanto también es medio de producción, genera la expulsión de quienes no son propietarios de dicho medio. De un lado, la expulsión de los antiguos habitantes es visible a través de los diversos letreros que indican qué propiedades o terrenos están en litigio, del otro nos encontramos con un discurso que señala los cambios en la zona festejando la gastronomía, visibilizando los nuevos usos del espacio e invisibilizando a aquellos actores que salen de este. 4 Como se aprecia en la leyenda, la nota señala que se busca que el “nuevo atractivo de Miraflores” albergue “museo de la memoria, hoteles y restaurantes de lujo”: La memoria también es mercantilizable. 23 Imagen 6 Archivo personal (2016) Imagen 7 Archivo personal (2016) 24 Imagen 8 Archivo personal (2016) En una nota periodística publicada en la edición impresa del diario La República del 3 de enero del 2010, se hace referencia a lo que ocurre en la avenida La Mar, resaltando a través de metáforas gastronómicas, los efectos positivos de las transformaciones ocurridas en la zona. La nota se titula “Calle con Sabor” e inicia así: A propósito del inicio del verano y de la debilidad peruana por la comida marina y las propuestas novedosas, hicimos un recorrido por la avenida La Mar, en Miraflores. De ser una zona peligrosa en un distrito mesocrático, ha pasado a ser hoy el circuito gastronómico más potente de la Lima gourmet […] La avenida La Mar, en Miraflores, tiene un pasado ‘picante’ y un presente sazonado con buena mano. Nos explicamos: ha pasado de ser una arteria insegura y con un montón de talleres de mecánica a albergar –con mucho gusto– una docena de restaurantes ‘gourmet’ que en lo suyo son los mejores de Lima […] Aunque la avenida todavía tiene aspecto de barrio pendenciero en algunas esquinas, el cambio ya lleva varios años [el subrayado es mío] (s/I: 2010). En la nota se busca asociar picante con peligroso, uno de los adjetivos con los que, en el imaginario de la ciudad, se asociaba Santa Cruz en el pasado. El ahora de Santa Cruz, señala el texto, está sazonado con buena mano; esto es, se trata de un 25 espacio intervenido de forma eficiente y positiva desde un discurso moralista donde las transformaciones y resistencias se representan asociadas a cargas valorativas (bueno-malo). Las narraciones positivas en torno al presente de Santa Cruz son recurrentes en las diversas publicidades o notas periodísticas revisadas. Como se puede ver en las capturas de pantalla siguientes (imágenes 9 y 10), se explican las transformaciones con frases como la “resurrección de Santa Cruz” (como si antes hubiese estado sin vida), (Velaverde s/I: 2013); la “zona de mayor potencial de crecimiento y revaloración del distrito” (Zuma s/I), o como vimos en la imagen 5, “el próximo atractivo de Miraflores” (El Comercio s/I: 2009). Paralelo a ello, ausente en los medios de comunicación pero visible a través de carteles que avisan de propiedades en litigio, se da la salida no voluntaria de los vecinos de menor renta: la narración oculta dulcemente, apelando a la gastronomía, la expulsión de los santacrucinos de menor renta. En ese sentido, podemos decir que, al esconder en el discurso los procesos de expulsión, la avenida La Mar, en tanto espacio que a su vez es mercancía, se fetichiza. Imagen 9 Velaverde (2013) s/I En sus declaraciones, en la nota del diario Gestión, el chef Gastón Acurio hace visible al productor que ofrece productos gastronómicos para personas de renta baja; hace referencia a “cocineras regionales en pequeños huariques haciendo platos insuperables”. Sin embargo, en la nota se expresa un interés por la mercantilización del espacio pensado para el consumo de personas de renta media y alta. En esos 26 espacios “de los mapas para una Lima más rica” hay aquello, que tú “lector- empresario” no conoces y en el que no ves (aún) el potencial (económico) que tiene. Imagen 10 Captura de pantalla de página Web Zuma s/I El espacio concebido tiene en definitiva un rol importante en la urbanización Santa Cruz, más aún en pleno proceso de crecimiento inmobiliario. Son los anuncios de los nuevos proyectos inmobiliarios los que se exponen, a través de carteles o gigantografías, como fachada en las construcciones. Por ejemplo, ahora se habla de crear ahí el “boulevard gastronómico” que desembocaría en el mall que se quiere hacer en el ex cuartel San Martín.5 Se trata de planes en torno al espacio, planes que se desentienden de las relaciones y los usos actuales que se les da a dicho lugar. En el actual capitalismo, el sector inmobiliario deja de tener un carácter accesorio y se convierte en uno de “los motores de la dinamización de la economía a nivel mundial (…) El capital se precipita en la producción del espacio” (Martinez Lorea 2013: 18). Paralelo a ello se dan los procesos, velados por el optimismo comercial, de expulsión de individuos o grupos sociales hacia la periferia. 5 Ver por ejemplo la entrevista que le hacen al alcalde de Miraflores en el diario Gestión: http://gestion.pe/empresas/queremos-convertir-santa-cruz-avenida-comercio-lujo-2118908 27 Imagen 11 Archivo personal (2016) Imagen 12 Archivo personal (2014) 28 Imagen 13 Archivo personal (2016) En el caso de Santa Cruz, quienes no asumen el rol de consumidores o propietarios de los medios de producción (propietarios de metros cuadrados) no están plasmados en los planes/planos/mapas para la zona y por ende, a pesar de su ser y estar real, no existen en el espacio concebido ya que los usos posibles del espacio están ya definidos y en él los cuerpos “solo deberán adaptarse a las formas preestablecidas” (Lefebvre 2013: 22). Al parecer, el espacio concebido y los intereses económicos están tendiendo a eliminar el espacio de representación (Lefebvre 20013) vivido por los tradicionales habitantes de Santa Cruz. ¿O quizá agentes del espacio concebido busquen reelaborar la historia de Santa Cruz para así incluirla dentro del discurso que busca legitimar los procesos de gentrificación? En concreto, creo que hay dos posibilidades: o se vela y esconde, o se reelabora para que sea parte del discurso gastronómico y de éxito comercial de la zona. Hasta hace poco pensaba que la tendencia iba por la primera opción. Sin embargo, una exposición en el hall de Soho -“edificio de oficinas de formato medio y pequeño, [que] cuenta con los beneficios de una edificación Prime. Ubicado en la zona 29 de mayor potencial de crecimiento y revaloración del distrito de Miraflores”6 (Zuma)-, me hizo sospechar de la posibilidad de que el proceso de gentrificación incluya el reapropiarse del espacio vivido por los tradicionales vecinos de Santa Cruz para que esta sea parte de la fachada a valorizar como mercancía. En los dos halls del dicho edificio hay una pequeña exposición de fotografías de Santa Cruz en las que se puede ver las señaléticas que indican estar en la avenida La Mar y en los que se pueden ver personajes como un afilador de cuchillos, los negocios de vidrieria, vendedores ambulantes, etc. Las imágenes están trabajadas en programas de edición: hay partes de la imagen que están a color y otras en blanco y negro, efecto que connota dos tiempos: un pasado y un presente. Vemos entonces que el pasado santacrucino no es velado del todo, sino que también se puede apelar a él y estetizarlo. Patiño señala que el consumo de lo popular por las personas de rentas altas ocurre principalmente si dicho consumo “está mediatizado y traducido por alguien de la cultura dominante quien se ofrece a “rescatar” dicha estética y a reinterpretarla para que pueda ser digerida […] [y que] se pueda sentir la diferencia entre uno y otro sector y no perder así la distinción a la que esta clase está acostumbrada” (2012: 58). La reapropiación de “lo popular” de Santa Cruz por negocios destinados a consumidores de renta alta se puede ver también en las propuestas gastronómicas. Así por ejemplo, en una nota del diario La República se señala que Gastón Acurio eligió ubicar su restaurante “La Mar” en Santa Cruz “Porque la avenida tenía ese aire de barrio que buscaba para su cebichería” (Mendoza 2010). Así, “lo popular” y la “cultura de barrio” asumen, paradójicamente, un rol activo en los procesos de gentrificación (Deutsche y Gendel 1984). 6 En la página web de Soho también se puede leer lo siguiente: “Se ubica en la cuadra 6 de La Mar, Soho se emplaza sobre uno de los ejes gastronómicos más importantes de la ciudad. Muy bien conectado vehicularmente; se encuentra próximo al futuro complejo comercial, empresarial y de viviendas de lujo proyectados sobre el terreno del cuartel San Martín, a tres cuadras del Malecón de la Marina y a 6 minutos del centro comercial, recreativo y financiero de Miraflores.” 30 Imagen 14. Foto extraída de la página Web Zuma Inmobiliaria. Autor desconocido Imagen 15 Captura de imagen expuesta en hall de edificio “Soho. Oficinas Boutique” (2016). Autor desconocido La siguiente imagen corresponde a la fachada de un restaurante ubicado apenas a dos cuadras de distancia del Mercado Municipal de Santa Cruz. En ella podemos apreciar cómo se utilizan frases que corresponden más a las prácticas en mercados de abasto que con lo que habitualmente asociamos a restaurantes para consumidores de renta media o alta. Sin embargo las frases están en soportes que han sido estetizados. El hecho de que estos elementos sean parte de la fachada del local hace que este se perciba como un lugar que te ofrece una experiencia en la que podrás consumir alimentos en un ambiente que apela a lo popular sin ser popular pues está destinado a personas de renta alta. 31 En una nota a un medio local, una de las dueñas del negocio señala que “lo que hemos buscado […] es crear un local con buena onda, donde uno pueda degustar plenamente los sabores de un buen pollo a la brasa o un plato de anticuchos de carretilla sin que tengas que comer parado o incómodo. Al contrario, buscamos que nuestros clientes estén muy a gusto en nuestro local, llevando lo popular a otro nivel” [el subrayado es mío] (Correo 2015). Lo popular tiene que ser llevado a “otro nivel” para que sea consumido por clientes de renta alta. Se trata de una puesta en escena, de un “hacer como si” pero donde haya un “guion” que encuadre la experiencia: hacemos “como si” consumiéramos lo popular pero en un espacio “protegido”, “sin que tengas que comer parado o incómodo”. Lo popular es vaciado de contenido. Imagen 16 Archivo personal (2016) Siguiendo a Cánepa, vivimos en la actualidad un momento de “tránsito de un modelo representacional a uno performativo” (2013: 182), en donde en vez de aspirar a generar representaciones objetivas del mundo (mundo moderno) se busca generar guiones para el accionar eficiente en el mundo: el mandato posmoderno es el de la participación (Cánepa 2014: 209-210). En ese sentido, el consumo no solo se da en torno a bienes materiales sino también en la compra de experiencias e insumos que permitan que dichas experiencias se gocen. Ya no solo importan la utilidad y posesión, sino la venta de prácticas que permitan al posible consumidor, experimentar a su vez, la pasión del consumo (Sennet 2006: 126); de ahí lo rentable que parecen ser ahora los negocios que prometen participación: universidades, restaurantes, agencias de turismo, deportes de aventura, etc. Para que la experiencia sea plena, los espacios deben ofrecer, además, la escenografía y los guiones adecuados. 32 En otra nota periodística sobre el mismo restaurante se señala que “en una esquina no muy transitada, pero muy cerca de una concurrida zona gastronómica (la avenida La Mar), está “Rasson”, un local que nos recibe con pizarra en la puerta y unas coloridas gigantografías que retratan escenas cotidianas de mercado” (El Comercio 2015). Más cerca que la avenida La Mar, está el mercado de Santa Cruz, zona con mucho tránsito y movimiento que sin embargo no es señalado en la nota. Y es que parte del proceso de mercantilización del espacio y apropiación por las clases altas de zonas antes ocupadas por personas de renta baja implican, en muchos casos, la producción simbólica de un espacio que se descubre o conquista (Smith 2012) y que, en consencuencia, se percibe como un espacio que estaba antes deshabitado, invisibilizando así a sus habitantes. Imagen 17 Archivo personal (2016) Además de los negocios gastronómicos, en la urbanización Santa Cruz hay cada vez más negocios de diseño industrial. Ambas prácticas, la gastronomía y el diseño, pueden se enmarcadas dentro de la prácticas económicas que apelan a la cultura para generar ingresos. Apelar al arte y la cultura para “revalorizar” zonas urbanas es una práctica cada vez más común en las ciudades contemporáneas. [La escena artística] se ha convertido en un poderoso aparato de legitimación del 33 proceso urbano, que lo acompaña y defiende con un conjunto de representaciones siempre favorables al mismo. Pero en la trastienda de este escaparate, el barrio sufre el desembarco de una «vanguardia aventurera» que los antiguos habitantes distan de considerar una mejora (Observatorio Metropolitano de Madrid 2015: 20). La oferta cultura en dinámicas capitalistas de la ciudad cumple el objetivo de imponerse como “un hito poderoso que irradia prestigio y elegancia y que convierte de pronto en atractivo un determinado sector de la ciudad hasta hace poco deteriorado o en decadencia (Delgado 2008: s/I)”. El vínculo entre cultura y economía debe contextualizarse en el marco de un sistema neoliberal ya que la cultura (y su carácter intangible) se vende como experiencia y se piensa como propiedad. Además, es a través de la cultura que se difunden imaginarios que validan y reproducen el sistema capitalista tardío. “[…] la culturización de las ciudades está directamente ligada a la reinvención de su modelo económico y cómo las industrias culturales son llamadas a jugar un papel importante en la creación de contenidos y en la difusión internacional de los imaginarios, símbolos y relatos que las configuran” (YProductions 2009: 20). En ese sentido, la apropiación del espacio por negocios vinculados a la gastronomía y el diseño industrial no solo fortalecen los discursos a favor de la celebración acrítica de la gastronomía y el arte peruano sino que permiten que los cambios en Santa Cruz sean percibidos mayoritariamiente como transformaciones positivas que debiesen ser celebrados por todos los compatriotas. El carácter cultural de las transformaciones santacrucinas “funciona ideológicamente” ya que permite que el lugar -y las prácticas que este ofrece- se oferten y consuman de forma celebratoria, invisibilizando así los procesos sociales, políticos y económicos que la sostienen (Deutsche y Gendel 2015: 44). En torno al rol de las artes en los procesos de gentrificación descritos por Deutsche y Gendel, estas señalan que los artistas involucrados en dichos procesos operan estetizando la realidad y teniendo una actitud acrítica en torno a los procesos sociales. “El establishment ha hecho resucitar la doctrina según la cual la estetización y la auto-expresión son las verdaderas preocupaciones del arte, y que estas constituyen mundos de experiencia separados de lo social” (2015: 44). Esta demanda al arte, además de ignorar su rol crítico y transformador, funcionaría como soporte en la invisibilización de las desigualdades sociales y las prácticas de opresión. En el caso de Santa Cruz, es la gastronomía la expresión cultural que opera como dispositivo gentrificador y elemento que invisibiliza la expulsión de los antiguos habitantes. 34 La publicidad y el consumo proponen y validan determinados libretos que indican a qué formas de participar se debe aspirar y cómo hacerlo, ofrecen también escenarios estimulantes para la participación. Es por ello que los negocios gastronómicos parecen tener un valor agregado si están ubicados en lugares que puedan resultar atractivos o que permitan experimentar la comida apelando a otros sentidos más allá del gusto. En el Perú, si la experiencia a ofrecer es consumir alimentos asociados a lo popular, esta experiencia será más valorada si se ofrece en un espacio que replica la atmósfera que, en el imaginario de las clases medias y altas, es común en la oferta popular de la alimentación. Esto es por ejemplo, como hemos visto en los ejemplos anteriores, apelar al imaginario de “barrio” 7 o a la estética y lenguaje de un mercado de abasto, pero siempre como experiencias “protegidas” y que marquen una distinción. Imagen 18 Archivo personal (2016) La mayoría de peruanos nos sentimos orgullosos de nuestra comida y del reconocimiento social que viene alcanzando. Por ejemplo, según una encuesta de Ipsos Apoyo del julio del 2015, los peruanos nos sentimos orgullosos principalmente por Machu Picchu, “los recursos naturales” y la cocina/gastronomía. (El Comercio 2015: 2). El orgullo por la gastronomía peruana parece ser aquello que todos los peruanos- salvo algunos “antipatriotas imperdonables”8- tenemos en común. 7 En una nota del diario La República se señala que Gastón Acurio eligió ubicar su restaurante “La Mar” en Santa Cruz“ porque la avenida tenía ese aire de barrio que buscaba para su cebichería” (2010). En el restaurante además se expone, imitando a los mercados de abasto, la pesca del día junto con letreros que indican quiénes son sus productores (imagen 5). 8 Ver por ejemplo la polémica generada por las declaraciones hechas por Iván Thays: http://larepublica.pe/03-02-2012/chefs-defienden-comida-peruana-ante-polemicas-criticas-de-escritor-ivan-thays 35 Entonces, ¿cómo señalar efectos negativos del boom gastronómico si por todos lados – prensa escrita, televisiva, publicidad de Marca Perú, etc.- se busca festejarlo? En nuestro país, quien se atreve a juzgar o cuestionar el boom gastronómico es visto como antipatriota y hasta “resentido social”. 2. El medigo sentado en la banca de oro (o “la cutura del conformismo”) “[Me siento orgulloso de ser peruano por] la variedad de microclimas, la variedad de productos, la riqueza en que vivimos, ¿no? …Y tenemos de todo acá, como decía el sabio Raimondi, ¿no?, el Perú es un mendigo sentado en una banca de oro que no lo aprovechamos hasta que viene personas de afuera a explotarlo.” Casero del mercado de Santa Cruz y ex vecino de la zona La analogía entre el Perú y el mendigo sentado en la banca de oro es parte de las expresiones escuchadas en la escuela por nuestros maestros y reproducida por los peruanos en diversas circunstancias. Ese es el caso de la cita con la que inicio esta sección. Al preguntarle por lo que significa Santa Cruz, el casero de Santa Cruz me responde con la cita atribuída a Raimondi. La analogía hace referencia a una riqueza que “resulta más de la fortuna que del trabajo laborioso” (Portocarrero 2014: 220). La frase, adquiere en la cultura de la participación otros matices. Se trata de una analogía que resulta funcional al contexto actual, donde políticas de corte neoliberal refuerzan el discurso que señala que el que es pobre los es por flojo antes que por las desigualdad de oportunidades generadas por el sistema. Junto con el mandato a la participación y la invitación a que el consumidor experimente el mundo; se configura también un sujeto que debe asumir la responsabilidad de su propio autogobierno. Siguiendo a Cánepa, “uno de los elementos constituitivos de esta cultura participativa es la épica del éxito […] [que] se puede concebir como el ethos del neoliberalismo, y que se asocia a las nociones de emprendimiento, competitividad, innovación y responsabilidad” (2014: 211-213). Parte de las representaciones contemporáneas que buscan explicar las desigualdades en el Perú y/o sus posibles soluciones, señalan las oportunidades que pueden generar para el desarrollo en el Perú la presencia de estos valores en los ciudadanos. Así por ejemplo, Gastón Acurio (2006), en el discurso de apertura del año académico en la Universidad del Pacífico señaló que “los peruanos debemos buscar la riqueza dentro de nosotros mismos: estamos llenos de oportunidades por todas partes esperando a alguien que les de el valor y la fuerza necesarios para convertirlas en algo atractivo y poderoso para vender al mundo” [el subrayado es mío]. 36 Vemos entonces que las oportunidades está ahí, dadas por el mercado; como con el mendigo que, si decide salir de su apatía, descubrirá sobre qué estuvo sentado. Las oportunidades están ahí, depende de cada uno aprovecharlas. Así, en el caso de Santa Cruz, parte de los argumentos utilizados por los entrevistados para legitimar las transformaciones de la zona tienen que ver con la percepción que se tiene de la pobreza. Esta no sería producto de las desigualdades intrínsecas del sistema social y económico del país sino la consecuencia de la falta de voluntad de cambio que tendrían las personas que sufren de ella. “Uno tiene que crear, entonces la creatividad del peruano es bien grande. Yo que conozco muchos países en Latinoamérica, y, creo que la creatividad del peruano es única en el mundo, por eso, sí. […] Los peruanos somos emprendedores, o sea, el que quiere realmente emprender, ¿no? Hay gente que sí...o sea, los que son pobres, son pobres porque quieren y eso viene de una cultura, es cultural eso... Pero los que realmente quieren emprender… salen de dónde sean las ideas.” [el subrayado es mío] Juan, vecino y propietario de Santa Cruz La creatividad sería entonces una cualidad intrínseca del peruano y “única en el mundo”. Gracias a esa característica –poner a trabajar a la creatividad- el peruano puede elegir ser pobre o dejar de serlo. Ser un peruano emprendedor es entonces una cuestión de decisión. El único obstáculo realmente difícil de sortear parece ser la cultura a la que el sujeto peruano pertenece, la cual es la responsable del no “querer” dejar de ser pobre, como señala Juan, “son pobres porque quieren y eso viene de una cultura”. Si el peruano quiere realmente dejar de ser pobre, debe esforzarse y asumir los sacrificios, afrontar heroicamente –y acriticamente- los obstáculos. Dichos elementos son parte intrínseca de ese esfuerzo que, en la era del “sí se puede” debe confluir, necesariamente en el éxito, de lo contrario es señal de que el peruano no se esforzó lo suficiente. Este discurso, presente en canciones, comerciales y novelas etc., aparece como producto y agente productor de la subjetividad del peruano contemporáneo. Tal como señala Vich en torno a las representaciones que pueden encontrarse en 37 canciones como la de “sufre peruano sufre” de “Tongo”, “[…] se valora el esfuerzo personal y se pone énfasis en la capacidad de resistir ante las dificultades. Esta asociación no es novedosa pues se trata de una constante en la historia del capitalismo occidental: “laboriosidad”, “individualismo” y “progreso” se vuelven a juntar para construir otra vez un sujeto comprometido con el futuro y la modernidad” (Vich 2003: 16). En contraposición al sujeto comprometido con el futuro y la modernidad, la asociación entre la pobreza y el conformismo (o la flojera) constituye una forma de estigmatizar a las personas pobres. El pobre lo es porque se conforma en serlo. Los peruanos pobres serían así producto de su propio conformismo “¿….qué no me gusta de Perú?, mmmm, es prácticamente nada…El peruano que es mucha veces, es muy conformista…” Casero del mercado de Santa Cruz y ex vecino de la zona En Santa Cruz, la flojera y el conformismo son, para varios de los entrevistados, expresión de desidia ante la posibilidad del cambio. “Bueno, pues, ojala que encuentren algo bueno, y que… [pausa] Porque es para su bien…[pausa] Si te pones a pensar, nada de lo que te pasa en la vida y que tu lo consideras que es malo, en realidad no es malo, en realidad siempre, cuando algo malo te pasa, siempre viene algo mejor…Entonces, si la gente, les pones presión a… Esa gente que son dueños de tantos terrenos o los quiere sacar para construir algo mejor, ellos por fuerza van a tener que irse a algún lugar [pausa] mejor, van a tener que buscar la manera de, desarrollar, ¿no?” Vecino y propietario en Santa Cruz “[Santa Cruz ha cambiado] porque el… el mundo está cambiando y todos, todo está cambiando y de alguna forma tiene que cambiar…no puede, es un…el movimiento…y debe de seguir cambiando, para mejor…[…] Yo creo que sí, sí…todo cambio es para mejor, siempre.” Vecina de Santa Cruz, inquilina en solar “[Sobre cómo afectan las transformaciones de Santa Cruz a los que viven en los solares] Mejor…para que también puedan darse cuenta y puedan esforzarse y salir a adelante…” Casero del mercado de Santa Cruz y ex vecino de la zona En la cita con la que se inicia este acápite se señala que el mendigo reconoce sus riquezas cuando “viene personas de afuera a explotarlos”. En el caso de Santa 38 Cruz, son los vecinos desalojados los que deben reconocer las oportunidades de emprendimiento que los empresarios con negocios en Santa Cruz han sabido aprovechar. Las personas de menor renta, aquellos que viven de forma precaria en solares, son para quienes celebran los cambios, expresión actual de aquel mendigo incapáz de ver las oportunidades que da el Perú y las transformaciones positivas que en este se generan. La concepción del que en el Perú todos pueden salir adelante está vinculado a lo que Cánepa llama el discurso celebratoria del “sí se puede” que podemos considerar la particularidad con la que el neoliberalismo y la cultura de la participación se asienta en el país, “esta frase que captura valores como el emprendimiento, la creatividad y la responsabilidad, y que podemos calificar como valores propios de una subjetividad neoliberal, han venido transformando la imaginación de la nación, y con ello, la valoración de la peruanidad y de la diversidad cultural” (Cánepa 2014: 215). Este discurso, entre otros aspectos, permitiría justificar que otros se apropien de los recursos de aquellos actores vistos como pasivos y pobres que no supieron ver las oportunidades. Para la mayoría de los entrevistados que están a favor de las transformaciones, quien es desalojado en contra de su voluntad está viviendo las consecuencias de su supuesta mediocridad y/o de su falta de disposición hacia el cambio. Y es que la sociedad actual -descrita bajo las acepciones de capitalismo tardío, posmodernismo, capitalismo flexible o neoliberalismo- se constituye como un orden imaginario en el cual la competencia, el consumo y la ansiedad por el éxito forman una trialéctica que produce subjetividades individualistas acordes a los nuevos mandatos. A pesar de ello, dichas subjetividades responden a una norma social: la de la competencia a ultranza. Como señala Ubilluz, “[…] en cierto sentido, él [sujeto neoliberal] es un súbdito, un súbdito del éxito, del brillo social. […] El individualismo posmoderno produce una personalidad pendiente de la aprobación de los demás” (Ubilluz 2010: 2006). En otras palabras, el éxito debe ser constantemente validado por un otro. Es así que, quienes fracasan en la búsqueda del éxito y dejan de creer que “sí se puede”, son juzgados por ese otro, como mediocres. Por otro lado, vincular la ciudad con “progreso” y “cambio” no es extraño si nos ponemos a pensar en las imágenes de ciudad que consumimos en los medios de comunicación. En muchas series y novelas se presentan escenas de avenidas importantes de ciudades contemporánes. Las imágenes, muestran en segundos, cómo 39 transcurre todo un día en un punto transitado de la ciudad. La imagen fija en un mismo lugar pero reproducida en cámara rápida por incluso un día entero permiten crear el efecto de una ciudad en constante movimiento donde incluso el tránsito parece ser ágil y amigable. En una Lima global y neoliberal, el movimiento y el cambio constante es, a los ojos de muchos actores -empresarios, ciudadanos que siguen “el mito del progreso”, sectores populares migrantes- una muestra de que los cambios y el movimiento constante son positivos o, por lo menos, un fenómeno al que hay que seguirle el rítmo. Así, la falta de cambio es percibida como estancamiento y atraso. 3. El Estado como agente gentrificador El consumo compulsivo es también un síntoma de la compulsión por el cambio (y viceversa). En este contexto el Estado deja de ser un testigo pasivo de los cambios promovidos por el sector empresarial y pasa a ser un agente clave en la transformación de las sociedades contemporáneas y en la mercantilización del espacio. En muchos procesos de gentrificación se ha podido constatar que los gobiernos locales y municipales asumen la tarea de agilizar las expulsión de los antiguos habitantes (Smith 2012). Así, diversos autores señalan que el Estado ha “pasado de garante de la cobertura social para la población de bajos ingresos a facilitador de servicios e infraestructuras destinados a hacer negocio con los urbanistas de clase media y alta” (Observatorio Metropolitano de Madrid 2015: 22). La disminución de la injerencia del Estado en la regulación del mercado sustentada a su vez en la capacidad de “la mano invisible” para controlar la economía a favor de la ciudadanía, tiene su correlato en la reinvidicación de las migraciones como ejemplo de emprendedurismo y de que, en un mercado libre, todo se puede, incluso a expensas de la labor del Estado. Desde la percepción de gran parte de los entrevistados, ello no es ajeno a Santa Cruz. Se percibe al municipio como indiferente a las demandas de los santacrucinos de menor renta. A ello se suma el describirlo como un actor impulsor de los cambios a través de ciertas prácticas promovidas durante los últimos años. Entre las políticas que para los entrevistados dejan en evidencia al municipio está el aumento de los impuestos para todos lo que viven en la zona, el hecho de que ya no dan licencias para negocios como talleres de mecánica y ferretería y que se lo dan únicamente a restaurantes destinados a personas de renta alta y media. 40 En el artículo del diario La República también se señala que la avenida La Mar, en Santa Cruz pasó “de ser una zona peligrosa en un distrito mesocrático, […] a ser hoy el circuito gastronómico más potente de la Lima gourmet” (2010). Lo “gourmet”, es una característica que el municipio miraflorino busca promover, aunque ello signifique la salida de los antiguos habitantes y generar políticas que dificultan la creación de negocios que vayan más acorde a los bolsillos de dicha población. Algunos cambios se avecinan para la avenida. La municipalidad ya no está dando licencias para talleres de mecánica y locales similares (mueblerías, carpintería metálica, ferreterías) y más bien alienta la llegada de locales de comida. Con el tiempo también algunos de los talleres podrían retirarse para dar paso a playas de estacionamiento, uno de los problemas que se presentan en el lugar (La República 2010) En una entrevista en el diario Gestión, el burgomaestre de Miraflores hace referencia a un distrito desarrollado y atractivo para el sector privado apelando al alto costo del metro cuadrado en la zona; el interés por promover calles “de lujo” por el tipo de negocios que se busca ofrecer; etc. Además, se muestra a favor de la inversión privada en el distrito pero “con orden” (2014c). Vemos entonces como las políticas del Estado, también en sus versiones locales, insisten en equipar el significante “desarrollo” con “crecimiento económico” y/o “mayor inversión privada”, aunque ello no se refleje en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Se visibiliza la mercatilización del espacio como política a promover y se esconde sus posibles efectos en los ciudadanos con menor capacidad adquisitiva. 4. El desalojo no es feliz o lo real en la celebración En un discurso que busca ser coherente y enfático en torno a lo positivo de los cambios en Santa Cruz, visibilizar la expulsión de los antiguos habitantes es algo difícil de decir y significar ya que rompe la visión positiva y entusiasta de los cambios. Muestra la falla, lo real de aquello que no puede ser representado en un discurso donde las historias sin final feliz no son bienvenidas. 41 La dificultad de nombrar lo que no encaja dentro del dicuso celebratorio del “sí se puede”, suele brillar por su ausencia en los testimonios de los entrevistados que celebran los cambios en Santa Cruz. La dudas, la evasión y las pausas son el síntoma de que algo no está funcionando. “Lo que ha cambiado, es [pausa] por decir, eeeeh, el trato [pausa] y hay menos [pausa] ehhh, y más [pausa] ¿cómo se puede decir? [pausa] eeeh, más movimiento, ¿no? [pausa] de otras personas [pausa] ya se ve como que va cambiando todo el barrio, y para bien para todos porque ya se mantiene el nivel [pausa] socioeconómico es mejor y así [pausa] los negocios pueden mejorar…” Barbero en la zona , propietario con más de 30 años en Santa Cruz El, “¿cómo decir?” devela una dificultad para hacer referencia a la salida no voluntaria de los santacrucinos. Algo similar ocurrió cuando le pregunté a una propietaria en torno a la desaparición de los solares. Un punto importante es que, entre quienes festejaban los cambios, solo se señalaba la salida de los antiguos habitantes cuando se les hacía dicha pregunta precisa y explícita. “A dónde se habrán ido los pobres… le dan su platita y…” Propietaria de una librería “Bueno, pues, ojalá que encuentren algo bueno, y que …[pausa] Porque es para su bien… Vecino propietario La referencia a la salida no voluntaria de los que (des)habitan Santa Cruz “no encaja” en el discurso que celebra las transformaciones santacrucinas porque, de ser considerado, mostraría lo perverso de una celebración que “deja afuera” a un grupo de ciudadanos. En las notas periodísticas así como en los testimonios se señala que ya no hay tanta inseguridad o que la zona es más agradable. Podríamos incluso decir que estas descripciones en torno al ahora de Santa Cruz pueden ser completadas señalando que “hay menos inseguridad porque hay menos personas que son o parecen ser los agentes de dicha inseguridad” y “la zona es más agradable porque ya no están aquellos que la hacían desagradable o que no tenían los recursos económicos y/o intensión de mejorar “la fachada” del lugar” , pero como decir aquello no encaja con la acrítica celebración, se visibiliza el éxito de los negocios gastronómicos, el crecimiento económico, el cambio de fachada. A ello se suma el hecho de describir un espacio inhabitado. 42 5. Un cierre que se resiste a ser de todo aguafiestas Un par de veces, en mis visitas a Santa Cruz, fui a reencontrarme con la cuadra en la que quedaba mi antigua casa. Un día fui por la mañana y el otro aproximadamente a las 7:00 de la noche. En esa circunstancia era inevitable ver -y oler- el puesto de anticuchos de Manuela. Así que saludé y me dispuse a comer una porción de choncholí. Al llegar, Manuela me reconoció. “¡Hola! ¡Qué vientos te habrán traído! Le conté del trabajo de investigación. Le pregunté por los vecinos, por su negocio. “Todo igual que cuando lo dejaste”, me dijo. Mientras ella preparaba los anticuchos, su esposo hacía fuelle a la parrilla. Habían algunas personas esperando sus potajes así que me senté a esperar que me prepare mi porción de choncholí. Al poco rato, pude ver lo que decía el mandil que llevaba puesto: “Anticucho con corazón – Gastón Acurio”. -¿Y ese mandil?, le dije. Manuela se rió y me dijo, “es verdad, no te he contado, he salido en la televisión. Entra a internet y pon “anticucho con corazón” y me vas a ver ahí”. Resulta que Manuela había concursado en un programa de televisión que tenía como objetivo encontrar a la persona que “mejor prepare anticuchos”. El concurso estaba organizado por Gastón Acurio bajo el auspicio de El Comercio y Movistar. Manuela quedó en el segundo lugar. Me contó orgullosa que fue una experiencia “muy bonita” y que desde ese entonces, vienen personas de “otros lugares” para probar sus anticuchos. Según me cuenta, el equipo productor del programa visitó diversas carretillas o puestos y dio con ella, seleccionándola para ser parte del programa. ¿Es acaso falsa la emoción de Manuela al contar su experiencia con Gastón Acurio?, ¿No se trata acaso de un reconocimiento importante que, además, genera efectos positivos en su pequeño negocio? La experiencia de Manuela me hizo pensar en que hay algo del boom gastronómico y del discurso que apela a la reivindicación de lo popular que llega a generar un real reconocimiento, encuentros culturales y ciertas satisfacciones entre quienes por mucho tiempo han sido invisibilizados. Manuela se siente orgullosa de su paso por la televisión y del reconocimiento que recibió por hacer bien lo que hace. 43 Manuela sigue preparando sus anticuchos en el mismo puesto de hace más de 25 años. No ha cambiado de carretilla ni de indumentos. A nivel visual, la única diferencia la constituye el mandil. Su esposo me cuenta que el servicio de Serenazgo de Miraflores quiere que se vayan, pero ellos se resisten. Después de comer la contundente porción de choncholí, me despido pensando en los elementos positivos del proceso de reivindicación de lo popular en el Perú. No todo es falso o puramente discursivo. Sin embargo, como he intentado argumentar en este capítulo, el discurso gastronómico y la acrítica celebración del boom y del emprendimiento peruano funcionan como dispositivos que legitiman las transformaciones de Santa Cruz aunque estas impliquen la salida no voluntaria de algunos habitantes. Como lo demuestra la historia de Manuela, hay efectos positivos en la reivindicación de los popular por el mercado y por los ciudadanos con mayor renta, pero esto es más un producto del reducido “chorreo” que produce la mano invisible del mercado que una consecuencia de una política de equidad impulsada desde el Estado. Podemos decir que el boom gastronómico y el emprendimiento peruano nos enorgullecen, con justa razón, pero al punto de cegarnos e impedirnos ver su funcionalidad para el sistema así como los retos y prácticas de diferenciación heredados y por tanto, reproducidos también a través de dichos elementos. Lo que ocurre finalmente es que las formas y prácticas culturales de los “dominados” terminan siendo apropiadas por la cultura dominante sin hacer tambalear la balanza que define las relaciones de poder. 44 CAPÍTULO 2 Trabajar el miedo: La estigmatización de la pobreza y mecanismos para el disciplinamiento del espacio Mete la mano en el bolsillo saca y abre tu cuchillo y ten cuidao. Pónganme oido, en este barrio muchos guapos lo han matao. Calle Luna, Calle Sol Calle Luna, Calle Sol Oiga señor si usted quiere su vida evitar es mejor o la tienes perdida. [..] Mire señora agarre bien su cartera, no conoce este barrio, aquí asaltan a cualquiera. Willie Colón y Hector Lavoe 1. Santa Cruz, la oveja negra de Miraflores La urbanización Santa Cruz está ubicada en Miraflores, uno de los distritos de Lima que tradicionalmente ha estado ocupado por viviendas y negocios destinados a ciudadanos de clase media acomodada. Por ejemplo, Miraflores se encuentra entre una de las jurisdicciones que tiene costos de alquiler y de metro cuadrado más alto de toda la ciudad además de ser considerado por limeños y turistas como una de los mejores zonas para visitar, vivir y/o alojarse (Gestión 2014.a y 2014.b; Gragera 2014). La ocupación del distrito por ciudadanos de renta media y alta no es un hecho reciente. En la primera mitad del siglo XX, las clases medias y altas dejaron de ver el centro de Lima como un lugar apacible para vivir. Luego de la creación de la avenida Arequipa en 1921 –que iba desde el centro de la ciudad hacia la costa-, Miraflores pasó por un importante proceso de urbanización, siendo elegido como balneario y como uno de los nuevos lugares de residencia para personas de clase media y migrantes europeos. Con ello, se le otorgó al distrito un cierto aura de distinción y originalidad: el empaque simbólico que permitiera a los vecinos miraflorinos distinguirse espacialmente de los ciudadanos migrantes de renta baja que ocuparon el centro de la ciudad (Burga 2006: 30; León 2008: 7-20, 51). 45 Representaciones del Miraflores como espacio habitado por clases medias y altas pueden ser encontradas en parte de la literatura limeña. Así por ejemplo, el escritor Mario Vargas Llosa retrata en su obra literaria a varios de sus personajes en calles, avenidas e inmuebles de la zona 9. Se trata de limeños, muchos de ellos jóvenes, que dejan de encontrar en el centro de la ciudad un espacio cómodo para vivir y/o visitar y por ello deciden habitar, relacionarse y ostentar en el distrito en mención (León 2008: 17-18, 51). Otro literato limeño que ambienta parte de sus relatos en Miraflores es Julio Ramón Ribeyro. En sus historias no solo nos encontramos con personajes de clase media sino también con vecinos miraflorinos que viven en callejones, personajes que no tienen qué ostentar y que por el contrario, cautivan al lector por necesidades elementales como la ganas –e imposibilidad económica- de comer merengados o por sus aventuras transgresoras como la de dedicarse a la huaquearía en ruinas presentes en el distrito (Ribeyro 2012, 1994: 197)10. Estos personajes tan opuestos a los descritos por Vargas Llosa, son los miraflorinos de Santa Cruz, la urbanización que por mucho tiempo resultó relegada como vivienda por los miraflorinos de renta media y/o alta por el hecho de estar habitada por solares, talleres de mecánicas y ferreterías; pero que en la actualidad recibe una fuerte presión inmobiliaria ya que resulta atractiva para inversiones tales como exclusivos negocios gastronómicos, de diseño y edificios residenciales para clase media.11 La oveja negra de Miraflores es ahora el hijo pródigo, aquel que el crecimiento económico y la inversión privada quieren convertir en un nuevo ejemplo de desarrollo urbano de fachada, a pesar de que ello implique la transformación de un distrito que por mucho tiempo tuvo usos y presencias diversas y que actualmente tiende a la homogenización en desmedro de los santacrucinos de renta baja. 9 En obras como Conversación en la Catedral (1969), Travesuras de la niña mala (2006), entre otras. 10 En los cuentos Gallinazos sin plumas (1955) y Los huaqueros (inédito) 11 Así por ejemplo, en 1950 la mitad de los lotes de Santa Cruz estaban ocupados por solares. Para 1980 la cantidad de solares disminuyó a 25% y a 12.5% aproximadamente para el año 2000 (Burga 2000:30). Salvo algunas excepciones, la transformación de la zona no implicó la reubicación de la población en viviendas más seguras y menos tugurizadas en el mismo Santa Cruz. Por el contrario, implicó la expulsión de los santacrucinos y la utilización de los lotes para viviendas y negocios dirigidos a personas de renta media o alta. 46 2. Estigmatización de la pobreza La diferencia entre ambas formas de ocupar Miraflores -la descrita por Vargas Llosa y la que Ribeyro nos muestra en algunas de sus historias- tiene su correlato en la forma en que se observa y resignifica Santa Cruz. La urbanización ha sido percibida y representada como una zona peligrosa, en donde la precariedad y el tráfico de drogas eran parte de la cotidianidad de los solares o quintas. Ello se puede identificar por ejemplo en la siguiente cita: “La delincuencia, producto natural de la necesidad, era uno de los rasgos negativos, junto con el progresivo deterioro de la zona, que contrastaba notablemente con la renovación del resto de Miraflores” [El subrayado es mío] (Pinzas 2010). Lo anterior devela una de las representaciones que más está presente en las ciudades contemporáneas: La estigmatización de la pobreza, que implica la asociación natural entre delincuencia y pobreza, como si la transgresión fuese una práctica habitual entre los ciudadanos pobres y por ende menos frecuente entre poblaciones de renta alta o grupos de poder (Caldeira 2007:12; Reguillo 2007: 66-68; Wacquant 2006: 201-208). La estigmatización de la pobreza tiene su correlato en la forma en que pensamos y vivimos la ciudad: prácticas de segregación espacial son muchas veces validadas a través de discursos que tienen como base la asociación de delincuencia con pobreza o necesidad. Lo que propongo en este capítulo es que dicha estigmatización está presente en las formas de representación del pasado –y también en algunas de las representaciones de la actualidad- en torno a la urbanización Santa Cruz y que es a través de ellas que también se busca validar las transformaciones sociales de la zona. La asociación que gran parte de los entrevistados hacen entre pobreza y delincuencia -y el miedo a esta última- constituiría un dispositivo gentrificador. Como señala Teresa Caldeira, “el habla del crimen no es solo expresiva, sino también productiva”. Las conversaciones, comentarios, debates, bromas sobre el crimen abren el campo para las transformaciones a nivel de prácticas sociales (2007: 33). El habla del crimen construye su reordenación simbólica del mundo elaborando prejuicios y naturalizando la percepción de cierto grupos como peligrosos. De modo simplista divide el mundo entre bien y el mal y criminaliza ciertas categorías sociales. Esta criminalización simbólica es un proceso social dominante y tan difundido que 47 hasta las propias víctimas de los estereotipos (los pobres, por ejemplo) acaban por reproducirlo, aunque ambiguamente (Caldeira 2007: 12). La criminalización simbólica de la población pobre se percibe, con sus particularidades, en Santa Cruz. Los santacrucinos que celebran las transformaciones de la zona justifican su postura asociando el pasado de Santa Cruz con la drogadicción y lo desagradable, distinguiéndolo de un presente mejor y más seguro. “Antes esto era horrible, esta lo llamaban la zona roja, Siberia, era de lo peor. Vendían droga. […] Todo los cambios para mejor, mayor seguridad, mejor gente […] Esto va a ser puro restaurantes, edificios, oficinas. Eso va a ser. Mas que seguro”. Vecina de Santa Cruz desde hace 5 años – Inquilina en un solar Nótese en la cita anterior que “los cambios para mejor” se asocian al hecho de que en la actualidad hay “mejor gente”. Es la temporalidad (antes- ahora) la que marca las diferencia en la imagen del territorio. Lo “horrible” y la “drogadicción” se asocian con el pasado y con aquellos actores diferentes a los actuales. Una metáfora utilizada por una de las entrevistadas es “para limpiar Santa Cruz”, haciendo referencia a la expulsión de personas que consumen y/o venden drogas. Se relaciona así un tipo de actor (el que vivía antes) con un territorio (la urbanización Santa Cruz) y ciertas características (lo horrible, la suciedad, la drogadicción). “[…] entonces, por ejemplo, para limpiar esta zona, ahí [fue] donde nosotros colaboramos y mi papá colaboró con la policía…” En todos los testimonios de entrevistados que celebran las transformaciones, hay una asociación rápida y directa entre el pasado de Santa Cruz, la drogadicción y el crimen. Estas, señalan, eran prácticas frecuentes entre los antiguos habitantes de los solares santacrucinos. “Antes habían más [pausa] bastante comercialización de droga, me acuerdo […] casi en todo lados vendían droga, vendían como vender caramelos, como pan […] Y ya, poco a poco se ha ido desvaneciendo.” Casero del mercado de Santa Cruz y ex vecino de la zona Ahora bien, salvo una excepción, son los habitantes que no corren peligro de ser expulsados de Santa Cruz –por el hecho de ser propietarios- los que celebran las transformaciones. Ellos señalan que ahora la zona es menos pobre y más segura. 48 Independientemente de la situación económica personal y/o familiar, el vivir en una zona considerada pobre es visto como perjudicial. Al analizar los testimonios se encuentra que la visión negativa no es por la falta de servicios o infraestructura -que uno puede asumir se dan con más frecuencia en lugares donde viven personas de renta baja- sino por el hecho puntual de vivir en un lugar considerado pobre. Al respecto, José (J) y Diana (D), padre e hija que manejan una farmacia en la zona, comparten conmigo el relato que reproduciré en la siguiente página. José tiene más de 75 años. Habitó Santa Cruz desde niño y es desde hace más de 28 años que es propietario de un lote en donde funciona una farmacia que él y su hija administran. La farmacia se envalentona ante las cadenas farmacéuticas que ocupan la ciudad y que también están presentes en Santa Cruz. Como Diana me señaló en un momento de la conversación que tuvimos, ellos han optado por hacer la competencia a las cadenas manteniendo la estética que el lugar tiene desde ya hace más de 20 años: muebles pintados de celeste y publicidad de medicinas que intuyo deben tener más de 15 años exponiéndose en el lugar. Incluso me comentan con mucho orgullo y entusiasmo que dos películas peruanas eligieron la farmacia como set de grabación por tratarse de un lugar que “así nomás ya no se encuentra” (Diana, hija de José). Me comentaron que varios vecinos de la zona aún prefieren comprar en esa farmacia que en las cadenas. Tanto el señor José como su hija viven en el segundo piso de la farmacia y los dos celebran las transformaciones de la zona. Al preguntarles por el pasado de Santa Cruz, José señala que ahora “todo está mejor, antes éramos “PJ”” y a continuación, Diana se ríe. “¿PJ?”, pregunto yo. Es luego de eso que me explican a qué se refieren. D: PJ es…este, tiene la historia de que… fuimos a la SUNAT12…Eso fue ya hace años, 20 años, ¿no? Fue, este…bueno J: Chistoso es… D: …bueno, la contadora que teníamos fue a registrar, este… no sé que cosa.. en la farmacia, una cosa así… J: Acá vinieron a preguntar la razón social, todo D: ¿Si? [pausa] … J: …y ella lo puso ahí: “PJ” D: Y nos pusieron: Pueblo Joven [pausa] Y, uy…hemos J: …Pueblo Joven, era lo gracioso 12 Superintendencia Nacional de Aduana y Administración Tributaria del Perú 49 D: Hemos luchado, hemos lu… J: …No querían cambiarlo ahí en la SUNAT. D: No. Y [yo] decía, “pero es Miraflores”, [y me respondían] “no , pero es …este… o sea, ¿Eso es urbanización? No, no existe esa urbanización”, “Sí, señor” [decía yo] y hemos estado… […] D: Hasta que algún día alguien dijo “ay, acá dice “pasaje”, ¿no?” Y nosotros… y nosotros, “sí, sí, se han equivocado, han puesto pasaje pero no es pasaje”… y como es una cuadrita pequeña le dijimos “si, nos han puesto pasaje pero no es pasaje”. Pero uy, ha pasado recién hace como 5 años, 6 años. J: …Después de tanto lucharla… D: …Tanto lucharla. Este… J: …Decían que no se podía cambiar, que eso es imposible…hacían la cosa difícil. Tanto Diana como José señalan haber “luchado” para que se cambie el registro del lugar como “Pueblo Joven”. No señalan consecuencias de esa nominación, es la nominación en sí misma la que les afectó. Vemos entonces que distinguirse de un supuesto estigma es priorizado antes que los posibles beneficios a los que podrían acceder –como pagar menos impuestos- en caso se les considere Pueblo Joven. Cuando Diana devela que “PJ” es “Pueblo Joven” hace una pausa que yo interpreto como la espera de una expresión empática de parte mía. Para ellos no era necesario explicar más, esperaban que como interlocutora compartiera su asombro. La “lucha” ante la nominación de “Pueblo Joven” es una respuesta -desde adentro- hacia los posibles efectos de la discriminación por domicilio y una evidencia del estatus que da -o quita- en un sujeto el lugar en que vive. Los Pueblos Jóvenes – “barriadas” antes del gobierno de Velasco- son asociados con las migraciones a Lima por parte de población principalmente andina la cual, en el binomio costeño/andino, sigue siendo percibida como inferior. La celebración por la transformación santacrucina hacia a un lugar más seguro es compartida también por los medios de comunicación escritos. Eso es percibile, por ejemplo, en una nota del 2010 del diario “La República” citada también en el primer capítulo: “La avenida La Mar, en Miraflores, tiene un pasado ‘picante’ y un presente sazonado con buena mano. Nos explicamos: ha pasado de ser una arteria insegura y con un montón de talleres de mecánica a albergar –con mucho gusto– una docena de restaurantes ‘gourmet’ que en lo suyo son los mejores de Lima. […] Un dato da una idea de la evolución: el metro cuadrado cuesta hoy el doble o el triple que en el 2005” 50 (2010). En la nota se describe “con mucho gusto” los cambios en la zona, haciendo explícito que estos se dan porque se pasa de “una arteria insegura” con “un montón de talleres de mecánica” a “restaurantes gourmet”. El aumento del costo de los terrenos es visto también como una “evolución”. Se describen los cambios a nivel de infraestructura e inmuebles y el único momento en que se hace referencia a relaciones sociales se da cuando se explica que antes, la avenida La Mar en Santa Cruz, era “una arteria insegura”. Se invisibiliza la salida de personas de renta baja y/o su dificultad para hacer frente a la alza de precios en los terrenos. La narración oculta dulcemente, a través de metáforas gastronómicas acríticas (pasado – picante/ presente – sazón con buena mano), la expulsión de los santacrucinos. Contrario a ese optimismo, otros entrevistados, los que sufren directamente de la estigmatización, expresan con indignación su malestar: “Otro que a mí particularmente me fastidia, porque, si bien es cierto, todos vivimos acá, no todos somos iguales, por ejemplo, no todos acá somos como dicen delincuentes, fumones. A nosotros, dicen que hay hasta prostitutas, ¿no?, así como también de repente hay fumones, porque lo hay… uno no puede negar, como en las buenas familias hay…” Leonor, vecina propietaria con proceso de litigio en solar Todos comprendemos a qué se refiere Leonor con “en las buenas familias”. Se trata de familias adineradas –y probablemente también con apellidos extranjeros o fácilmente asociables a las familias de renta alta en el Perú. ¿Por qué un adjetivo tan totalitario como “bueno” se utiliza para describir a familias de renta alta?, ¿son acaso las personas pobres de malas familias? Como señala Zavala, “el lenguaje y la sociedad son instancias recíprocamente constitutivas, pues aunque las relaciones de poder (en tanto el lenguaje es un espacio de visualización de ellas mismas) sean discursivas, también el lenguaje contribuye a construir la sociedad y la cultura (2007: 336). Nuestro uso cotidiano de expresiones como “de buena familia” pueden ser consideradas expresión de “una ideología claramente hegemónica que establece una división entre mejores y peores sobre la base de criterios [como raza, clase, cultura y educación]” (Zavala 2007: 334). Incluso podemos decir que el lenguaje supera nuestras intenciones, nos delata como miembros de una sociedad jerárquica que, a pesar de que la cuestionamos, es parte intrínseca de nosotros. De ahí que Leonor cuestiona los estereotipos en torno a los santacrucinos pero lo hace utilizando frases que hacen referencia a la polarización “bueno/malo”. 51 Wacquant señala que en contextos de marginalidad, la estigmatización territorial, que puede derivar en discriminación por domicilio, puede afectar en la búsqueda de empleo y en la relación que se pueda generar con la justicia y la policía (2007: 205). Las siguientes citas son ejemplo de la percepción que tienen los vecinos santacrucinos en torno a su relación con el Estado. Ellos señalan sentirse ignorados o menos atendidos por el municipio que los vecinos de otras zonas del distrito. Mercedes: “Para el municipio [de Miraflores] Santa Cruz no existe, Santa Cruz, nada …solo para fastidiar.” Lisbeth: “Solo para las votaciones y luego para cobrar, para lo arbitrios, hacen lo que les da la gana.” Comerciantes y vecinas de Santa Cruz “Santa Cruz siempre ha sido la zona olvidada de Miraflores.” Rosa, tiene una librería en Santa Cruz desde hace más de 40 años “[…] y la municipalidad precisamente por eso que no quiere saber [de la venta ilegal de cerveza en solar], no quiere hacer nada acá tampoco, y yo le doy la razón también por una parte, ¿no?, porque ve que esto no tiene solución, por eso es que se hacen de la vista gorda y ni siquiera los multan a los que venden cerveza […] porque saben de que este en cualquier momento ya…va llegar, va llegar […] su fin [salida de vecinos que viven en solares].” Jaime, tiene 54 años y nació en Santa Cruz “La verdad hemos llegado a una tranquilidad comparada de hace años…y lo malo es que aún seguimos siendo un pocos marginados por la misma municipalidad. Al menos todo esta zona de por acá…” Diana. Maneja junto a su padre una farmacia en la zona Diana me cuenta también que en una ocasión se comunicó con una regidora de la Municipalidad y le entregó un folder con varios Currículos Vitae de profesionales santacrucinos para que sean considerados en la selección del nuevo personal del municipio. La respuesta de la representante del municipio fue “no, en Santa Cruz no creo que haya buenos profesionales”. Por su parte, Leonor me cuenta que una vez, en un ómnibus tuvo un altercado con una señora que le dijo a su acompañante que no baje por Santa Cruz “porque ese barrio es puffff [peligroso]”. 52 L: Claro, entonces yo le dije “señora, yo vivo ahí y ese sitio es el más tranquilo”, bueno, es mi punto de vista. La tipa, “no” […] Claro, cuando tú bajas aquí en la esquina, vas a ver un montón de gente, pero esta gente o sea, no. Esta gente es más sana que no sé qué, solo que están parados ahí ¿por qué? Por el Wifi. El hecho de haber vivido esa zona del distrito es, para los vecinos del lugar, la razón por la cual el municipio no responde a las demandas de quienes viven ahí e incluso la razón por la cual los discriminarían laboralmente. La estigmatización del territorio deriva en prácticas discriminatorias hacia sus ocupantes (Wacquant 2007). En Santa Cruz, como en muchas otras espacios de la ciudad, se ponen en práctica acciones de segregación urbana impulsadas por vecinos pudientes en zonas con tejido social heterogéneo: parques públicos son cercados para limitar así la circulación de quienes no sean propietarios o inquilinos en los inmuebles que los bordean. Así lo explica Rossana, profesional de clase media con una maestría en Humanidades, propietaria de un departamento de alto precio en un edificio construido hace menos de 8 años en Santa Cruz. El parque se cierra, ¿no? de siete de la noche a siete de la mañana y tuve, hubo un “tema”, acá con los vecinos del edificio porque, bueno, digamos, o sea yo me he sentido incomoda con eso porque a mí personalmente me fastidia, porque a veces yo quiero, quería salir por el parque, por allá [señalá con el dedo], me salía más corto y no podía hacerlo después de las siete de la noche […] y bueno, los argumentos son “seguridad” […] Entonces después acá una vecina, ¿no? me cuenta que hace años los vecinos se organizaron para poner las rejas, que era iniciativa de los vecinos y que ahora querían hacer el mantenimiento a las rejas y hacer una Asociación y que todos los que viven alrededor del parque colaboren. Rossana comenta que expresó su malestar en un reunión de vecinos pero que su punto de vista “cayó mal a todos”. Lo que le dijeron es que “antes de la rejas todo esto estaba de drogadictos y vendedores de la zona, de niños de la calle”. Con la intención de hacer mantenimiento a la rejas se buscaba también, según me explica Rossana, ampliar el horario en que las rejas se mantengan cerradas. En esta situación, señala, la Municipalidad no interviene ya que la llaves las administran los vecinos, “y una llave se la ha dado a una tienda para que deje el pan”. 53 Reguillo señala que en las representaciones vinculadas al pobre en la ciudad, la figura de este “se califica a partir de cuatro ejes principales: inutilidad, ignorancia, flojera y peligrosidad” (2008: 68). En el caso de las representaciones en torno a Santa Cruz prevalecen la “flojera”13 y la “peligrosidad” como factores a ser atribuidos a los pobres en general y a los vecinos de los solares de Santa Cruz en particular. Reguillo señala también que “la pobreza suele ser pensada por no pocos actores sociales como el residuo de un tiempo antiguo, al que se mira con temor y rechazo” (2008: 67). A continuación otro relato transmitido por “José”. Al igual que en las declaraciones reproducidas al inicio de este acápite, al preguntársele por los recuerdos que tiene del pasado de Santa Cruz, hizo una rápida asociación entre el antes y la drogadicción oponiéndolos al ahora y la mayor seguridad. José recuerda y comparte conmigo una experiencia en la que cuenta que, por poco, es asaltado por delincuentes de la zona. “Habían unos jóvenes que estaban sentados en la vereda del frente, yo venía para este lado [señala la derecha], y de repente, dos, que estaban sentado ahí, cruzan así, en forma diagonal que ya me querían este visitarme a mí y el que estaba sentado ahí dice “!No, no choques!, ¡Es el doctor de la farmacia!”. Y se regresaron…si no, si él no me conocía…sí pues, eran dos, más el otro bando, eran 3. Me salvé por ahí, pero ya han desaparecido todos estos…ya no, los drogadictos ya han pagado su…su cárcel, han estado varios años presos, otros también han estado presos, menor …menores de edad también, ha estado presos 10 años. Le descubrieron que tenían en su casa un sótano, con droga”. Del testimonio anterior se desprende cómo, a pesar de las representaciones de violencia y desconcierto, se pueden encontrar narrativas que resaltan las reglas dentro del caos, como el hecho de que los delincuentes deciden “no chocar” por tratarse de un vecino del barrio. Algo similar le ocurrió a Leonor, también vecina de Santa Cruz: Entonces, que a mí misma me pasó una vez, yo estoy ahí, [a su esposo] que te conté, ¿no? Que vinieron a querer, este…claro a asaltarme, creo yo, entonces como vio a uno de ahí, lo conocería, qué se yo. Lo embarcó y le dijo que no venga a fregar acá, que se vaya allá a su barrio. Lo mandó al Callao, lo subió en un carro y le dijo: “¡lárgate!, porque acá no vas a venir a fregar al barrio”- le dijo, y se fue… J [esposo]: …es gente que nos conoce. 13 Ver capítulo uno 54 La violencia y el crimen son una realidad en Lima y, sin duda, son también parte del pasado de Santa Cruz. Recuerdo que cuando vivía en la zona y tenía que regresar a casa luego de las 6:00 p.m., siempre caminaba con el cuerpo tenso y la mirada segura y fija en el frente. Ello por miedo a que el grupo de hombres que se juntaban a consumir drogas me robaran o que los soldados del Cuartel San Martín me acosaran, como muchas veces lo hicieron. El miedo a la delincuencia y las experiencias de crimen y violencia son reales. Sería absurdo negarlo. La violencia y el crimen constituyen un problemática que afecta, cada vez más, a las ciudades contemporáneas. El cuestionamiento está en que dichas problemáticas sociales validen prácticas de segregación o violencia hacia ciudadanos con características que se asumen coincidente con el “perfil del criminal”. A ello se suma que el miedo a la delincuencia valida políticas violentas y acciones que atentan contra nuestros derechos de anonimato –como, por ejemplo, las presencia de cámaras de vigilancia por toda la ciudad- y convierten prácticas realizadas supuestamente por protección en prácticas de consumo a las que se apela por un tema de estatus14 – como el uso de lunas polarizadas en los carros, la colocación de rejas o portones en las viviendas y la contratación de servicio de vigilancia o seguridad privada. Sobre ello y sus particularidades en Santa Cruz es el siguiente acápite. 3. Disciplinamiento del espacio: Vigilancia, cámaras y serenazgo Imagen 19, Joaquín Lavado (Quino) 1993: 151 El comentario de Susanita hace referencia a prácticas que resultan un paliativo que consiste en ocultar o empujar hacia los márgenes aquello que incomoda por su precariedad o hace visible la falla en el sistema. Lo que acá genera inquietud e incomoda no es un objeto sino personas. Traigo esto a colación porque una 14 Caldeira (2007) señala que el uso de seguridad privada e incluso tecnologías para la vigilancia, pueden estar siendo utilizadas también por un tema de status: mientras más se gaste en vigilancia, más se busca presumir. En Santa Cruz , las cámara de vigilancia y los nuevos edificios con vigilancia 24 horas, 7 días a la semana, contrastan con los pequeños chalets que, ante el calor del verano 2016, optan por mantener las puertas de sus casas abiertas durante el día en vez de encerrarse ante el afuera. 55 consecuencia de políticas destinadas a la vigilancia de los sujetos en espacios públicos es reubicar las conductas no deseables y hacer que estas se movilicen hacia donde no puedan ser vistas (Sequera 2013: 243). La vigilancia produce así la expulsión de conductas no deseadas –o personas no deseadas- de un determinado lugar en donde solo es aceptado cierto tipo de comportamiento. Si no se expulsan, deben al menos ser disciplinadas. Vega Centeno, señala que la vigilancia y la regulación de las actividades en el espacio público en distritos de Lima es parte de una ideología sobre el comportamiento del buen ciudadano, denominada por Delgado ‘ciudadanismo’, y que se esconde bajo el argumento de ‘políticas de seguridad’ (Grimaldo 2015). Se trata de políticas y discursos de “domesticación urbanística”, las cuales cuentan con cada vez mayor predominio en las sociedades contemporáneas (Delgado 2007: 17). Sequera señala que […] estas políticas atacan a sujetos vulnerables de las sociedades, priorizando prácticas sociales hegemónicas y limitando los espacios para higienizarlos socialmente de lo “no deseable”. Mediante estrategias de prevención, se legislan como delito ciertas prácticas en un intento por normativizar y naturalizar esta reconstrucción de “lo público” como lo “cívico”. O, lo que es lo mismo, higienizar el lugar (2013: 105). Así como en gran parte de Lima, en las principales calles y avenidas de Santa Cruz se realizan prácticas de control y vigilancia, en especial el uso de cámaras y el servicio de serenazgo ofrecido por el municipio así como también el servicio de vigilancia/portería privada en muchos de los establecimientos comerciales. Desde la perspectiva de los antiguos habitantes de la zona, la proliferación de cámaras de vigilancia y la mayor presencia de los serenazgos corresponde con el aumento de restaurantes y negocios para personas de renta alta. “A mí, particularmente, a mí no me hace mucho problema [los cambios en la zona] porque hay mas seguridad, desde que hay los nuevos restaurantes, hay mucho más seguridad y a mí me conviene, hay muchos más serenazgos porque tienen que cuidar el restaurant.” Juan, propietario de un chalet. Más de 15 años en la zona 56 “Mira, ahí La Cucharita [restaurant], que esta ahí, hasta sacan su sillón ahí, están tomando…yo saco mi sillón y viene serenazgo y me saca con todo y sillón. A ellos no, a ellos no.” Lisbeth, propietaria. Más de 50 años en la zona Del testimonio de Lisbeth se desprende cómo ella percibe que el servicio de serenazgo que ofrece el municipio actúa con reglas distintas según se trate de vecinos de la zona o consumidores de los restaurantes. En el caso de ellos, el servicio de serenazgo estaría para controlar y censurar prácticas que para el consumidor de los restaurantes sí serían válidas. Para muchos de los vecinos santacrucinos que son inquilinos en solares, los restaurantes y los consumidores de estos tienen más libertad para hacer uso de los espacios. Mientras que para quienes validan los cambios, el servicio de seguridad connota mayor tranquilidad; para lo vecinos de solares significa mas bien, vigilancia y control. Otro mecanismo para disciplinar o controlar las conductas en las ciudades contemporáneas se da a través de las cámaras de vigilancia. Cuando se comenzaron a utilizar, era habitual encontrar letreros – hasta ahora se pueden encontrar- que indicaban “sonría, usted está siendo grabado”. Lo que se está diciendo en otras palabras es, “controle su comportamiento ya que está siendo vigilado”. Foucault señala que la vigilancia funciona como dispositivo disciplinario, esto es, como un conjunto de métodos que “permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les impone una relación de docilidad-utilidad” (2009: 159). Para que la disciplina sea efectiva se requiere controlar a los individuos en un determinado espacio. “Las disciplinas fabrican espacios complejos: arquitectónicos, funcionales y jerárquicos al mismo tiempo” (2009: 171). Se disciplina el espacio para a partir de ello disciplinar a los individuos. Como en otras ciudades contemporáneas, en Lima los municipios han incrementado la adquisión de equipos de video vigilancia, inversión que es saludada por medios de comunicación y apoyada por parte de la población. Podemos constatarlo por ejemplo en una nota de la prensa nacional donde se difunde la inversión en cámaras como paso previo –y aparenteme con relación causal- para la mayor seguridad. La nota se titula “Miraflores: Cámaras para mayor seguridad” y continúa así: “La lucha contra la delincuencia será fortalecida en Miraflores, aseguró a Perú.21 el alcalde Jorge Muñoz Wells. El burgomaestre destacó que en todo el distrito funcionan 68 cámaras de videovigilancia y un sistema de patrullaje mixto con la Policía 57 Nacional y el serenazgo local”. Más adelante, en la misma nota periodística, se coloca la siguiente cita del alcalde que hace referencia a la zona de Santa Cruz donde está ubicado el mercado. “En esta zona hay un problema de venta de drogas y un movimiento de jóvenes que no llega a ser pandillaje aún. Pondremos un puesto de asistencia rápida con las características de una comisaría” (Perú21 2011). El alcalde de Miraflores coloca en un mismo nivel la venta de drogas con el “movimiento de jóvenes que no llega a ser pandillaje aún”, como si la movilización de jóvenes tendría que derivar necesariamente en el pandillaje y por otro lado, reforzando la idea de que la “movilización” de jóvenes deben ser prácticas vigiladas y/o controladas en tanto pueden ser peligrosas. Como señala Sequera, “el poder público vigila, castiga, normaliza el lugar; y no solo eso, sino que, paradójicamente, utiliza estos dispositivos de control tanto para generar una sensación de seguridad falseada como para recrear un sentimiento de desconfianza, pánico o miedo” (2013: 105). Las cámaras de video permiten reproducir en la ciudades contemporáneas el efecto de panóptico de Bentham: “Inducir […] un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción” (Foucault 2009: 233). En la urbanización Santa Cruz se busca generar el efecto de vigilancia a través de un “Módulo Integrado de Seguridad Ciudadana”, el cual está ubicado en el mercado de la urbanización. Mamparas transparentes dejan ver las dos pantallas que reproducen en video – cada una reproduce seis imágenes-, diferentes calles y avenidas santacrucinas dejando así en claro a la ciudadanos que transitan por ahí que el municipio tiene ojos en todos lados. Es curioso incluso que en la parte de arriba del módulo esté presente un gran ojo -que mira-, el cual hace uso de la ley de proximidad de la Gestalt ya que está compuesto por un conjunto de pequeñas fotografías con diversos retratos (Imagen 12). 58 Imagen 20 Archivo personal (2016) Imagen 21 Archivo personal (2016) Como con el panóptico, el poder se ejerce si este es visible e inverificable (Foucault 2009: 233). No es necesario que la vigilancia sea omnipresente, lo importante es que sea percibida así por quienes se busca vigilar. El poder es visible, de ahí que las pantallas con lo capturado por las cámaras estén siempre expuestas 59 ante quienes transitan por el módulo. Es inverificable porque como con el panóptico, no se sabe en qué momento puede ser uno observado, “pero debe estar seguro de que siempre puede ser mirado” (Foucault 2009: 233). La imágenes expuestas en las pantallas del módulo de seguridad ubicado al lado del mercado de Santa Cruz cambian cada cierto número de segundos, evidenciando así que las cámaras están en todos lados y que en cualquier momento puede ser uno el observado, aunque no se pueda verificar el momento exacto en que será así. En la actualidad, la inversión de cámaras para la vigilancia en los espacios públicos es defendida bajo el argumentando de que se trata de una medida requerida para contrarrestar la delincuencia. El miedo a la delincuencia operaría así como un elemento clave para la proliferación de la vigilancia en las ciudades contemporáneas. Así como el miedo a la peste fue en la Europa del siglo XVIII la que provocó esquemas disciplinarios (Foucault 2009: 230), el miedo a la delincuencia es en las ciudades contemporáneas el motor para la generación de más mecanismos de vigilancia a través de cámaras de videos y contratación del servicio de vigilancia. Es también el miedo a la delincuencia el que permite que propuestas como la militarización de las calles de Lima sean discutidas en la opinión pública como una posible respuesta a la inseguridad ciudadana (Peru21 2015). Las políticas de intensificación de la vigilancia son comunes en las ciudades contemporáneas. Sin embargo, la vigilancia no garantizan la disminución de la inseguridad sino por el contrario, su movilización hacia lugares donde no se puede observar, lugares que no urgen ser disciplinados porque resultan menos rentables para el mercado (Sequera 2013: 243). La video-vigilancia funciona entonces como una forma de control y de expulsión de la inseguridad o de prácticas no deseadas hacia otras zonas con menor vigilancia. Por otro lado, en Santa Cruz las analogías entre la higiene de la ciudad y la expulsión de personas no deseadas están presente en los testimonios de los entrevistados que celebran las transformaciones. Entre los cambios considerados positivos está la “limpieza de la zona”, ya que “los drogadictos se han ido a otros lados”. “Se trata de una historia que se repite en casi todos los centros urbanos: partenariados público-privados, a veces informales, pretenden llevar a cabo una operación de «cirugía urbana» dirigida a «limpiar un agujero negro» de la ciudad poblado por gentes y actividades indeseadas” (Observatorio Metropolitano de Madrid 2015: 25). El “pobre” se asocia no solo con lo delincuencia sino también con una 60 suerte de paisaje poco agradable para los ojos, como ocurre con “Susanita” en la tira de humor de Quino. 4. Cierre del segundo capítulo En este capítulo he querido presentar cómo la estigmatización de la pobreza opera como dispositivo que legitima un proceso gentrificador en Santa Cruz. Ello ya que el pasado de la urbanización es asociado con la delincuencia. Desde este punto de vista, las transformaciones habrían expulsado, junto con los antiguos vecinos, a la delincuencia y drogadicción con la que estaba asociado el lugar. Por otro lado he argumentado cómo la video-vigilancia busca generar el efecto del panóptico en las ciudades contemporáneas, buscando llevar a los márgenes las conductas no deseadas y así disciplinar el espacio y los actores que hacen uso de este. La video-vigilancia está presente en Santa Cruz y se hace visible a través del Módulo de Seguridad que opera al lado del el Mercado del Municipal y de las pancartas colocada en los postes. La presencia del servicio de serenazgo se suma a las cámaras para promover la regulación del comportamiento de los ciudadanos. Ahora bien, los discursos que legitiman las transformaciones de la zona son principalmente de los habitantes que son propietarios. Esto es, por vecinos que tienen menos posibilidades de ser expulsados del lugar. Ello en contraposición a la visión que tienen los vecinos inquilinos que viven en propiedades en litigio. Vemos entonces que las formas de narrar la ciudad varían según los lugares de enunciación y los intereses de los actores. Mientras que los propietarios ven los cambios como una posibilidad para vivir en zonas más seguras y que les da más estatus –en tanto la zona va perdiendo la estigmatización territorial- , los inquilinos de solares narran una urbanización que los estigmatiza y en donde el municipio tiene un trato diferenciado entre ellos y los nuevos habitantes de la zona- consumidores de tiendas y restaurantes destinados a personas de renta alta. A ellos le permitirían comportarse y accionar de una manera que a los santacrucinos no. Finalmente, he querido describir cómo el miedo a la delincuencia constituye en la actualidad un importante mecanismo para el control y la vigilancia, y para validar prácticas de segregación. Esto es, un dispositivo al servicio del disciplinamiento de lo urbano y, por tanto, de los ciudadanos. 61 CAPÍTULO 3 “Yo también tengo derecho a vivir acá”: El espacio vivido 1. Urbanización Santa Cruz: ¿Oportunidad de encuentro cultural? Si bien la mayoría de investigaciones sobre gentrificación tienden a explicitar sus consecuencias negativas, hay autores que ven en los procesos latinoamericanos una posibilidad de encuentro cultural entre personas de diversas rentas. Bajo este enfoque, los procesos de elitización no tienen que derivar necesariamente en expulsión. Por el contrario, se trataría de una oportunidad para contar con espacios con tejido social heterogéneo y por ende, espacios que generen posibilidades de contacto social (Sabatini 2013). Sin embargo, considero que las transformaciones de Santa Cruz, lejos de constituir una oportunidad para el encuentro cultural, producen situaciones y percepciones que son evidencia de los desencuentros existentes entre peruanos de diferentes clases sociales. En torno a este punto se desarrollará la argumentación propuesta en este capítulo. En Santa Cruz, los vecinos describen lo que está ocurriendo en la zona: La urbanización es ahora un lugar atractivo para proyectos inmobiliarios y para la colocación de negocios destinados a consumidores de renta alta. Parte de los santacrucinos entrevistados consideran inviable un espacio en el cual puedan cohabitar ellos y los nuevos habitantes de la zona, principalmente porque sienten la presión inmobiliaria que los cambios están imponiendo a los inquilinos de solares y a otros antiguos habitantes del lugar. Así lo explica Jaime (J), quien vive en Santa Cruz y quien asume, junto con su esposa Leonor (L), el liderazgo de los vecinos del solar en el que viven en litigio que tienen con una inmobiliaria que alega ser la propietaria del terreno. J: […] toda la vida nosotros hemos tenido la posesión, ellos nunca han tenido la posesión. ¿Qué han hecho durante 30 años desaparecidos?, ¿porqué ahora se les ocurre, revivir la inmobiliaria y para poder vender? […] Ah, por el boom inmobiliario pues, por lo que también aquí [lo que era el cuartel militar] van a [hacer] el centro 62 comercial, que van hacer el megaproyecto, entonces ellos se están proyectando a eso pues […] Entonces, es por eso, y es por eso que ahora todas las, como tú ves, todos los solares, todas las quintas han desaparecido. Entrevistadora: Quedan pocas… J: Quedan pocas ahora, esto lo quieren hacer un sitio de […] Santa Cruz ya no es el Santa Cruz de antes, quieren hacer un Santa Cruz, eh, ¿para quiénes? Para las gentes “A”, “B” que vienen acá a sus restaurantes, sus centros de diversión, qué se yo, ¿no?. Eso es lo que lo están convirtiendo ahorita Santa Cruz. Jaime y Leonor se expresan con impotencia. Ellos entienden que Santa Cruz siempre fue una zona olvidada por el municipio y que ahora es de interés para inversiones inmobiliarias pero en tanto espacio que puede independizarse del grupo social que por mucho tiempo lo estuvo habitando y dándole sentido de lugar, incluso si ello implica sacarlos contra su voluntad. De su testimonio se desprende uno de los aspectos que más les indigna: se les expulsa de un lugar que ellos siempre valoraron en tanto han “tenido la posesión” y a nadie más que a los propios santacrucinos les interesaba. Hasta hace unos años, señalan, ni el sector empresarial ni el Estado estuvieron interesados en invertir en el lugar. Por lo menos ellos lo percibían así. El “Santa Cruz de antes”, al que ellos pertenecían, está desapareciendo. Ahora es un espacio atractivo para las clases más acomodadas y para el sector empresarial que ve en el terreno donde están los solares, una importante posibilidad de negocio. Siguiendo a Augé, podemos decir que Santa Cruz es un lugar, en tanto es “principio de sentido para aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquel que lo observa” (2008: 58). Santa Cruz es parte de la identidad, las relaciones e historia de los que han vivido ahí. “Espectadores de sí mismos, turistas de lo íntimo, no podrían imputar a la nostalgia o a las fantasías de la memoria los cambios de los que da testimonio objetivamente el espacio en el cual continúan viviendo y que no es más el espacio en el que vivían” (2008: 61). Augé señala que “si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad, ni como relacional ni como histórico, definirá un “no lugar”. Ahora bien, los límites de uno y otro no son fijos e impermeables, sin embargo las sociedades contemporáneas, 63 “la sobremodernidad” como la denomina Augé, es una activa “productora de no lugares” (2008: 83). Para los consumidores de los negocios -y quizá también para los nuevos vecinos- Santa Cruz, se acerca más, a un no lugar ya que ellos carecen de un historia en el espacio, de relaciones y una identidad afín a esta. Así por ejemplo, Rodrigo, reciente inquilino en un moderno edificio en Santa Cruz comenta que llegó a su actual domicilio “sin historia” [en Santa Cruz]. Mientras tanto, los santacrucinos con más tiempo ahí, deben hacerse de procesos judiciales o se ven en la necesidad de conciliar –por montos irrisorios- ya que no quieren o pueden hacer frente a los procesos de litigio. J: Sí…y después, ¿qué otra cosa más es Santa Cruz? Lo que te estoy explicando pues, precisamente que ya Santa Cruz lo quieren convertir en, en un centro empresarial se puede decir, porque como tú ves… L: Financiero… J: Como tú ves ahorita todas las construcciones son puras… este, oficinas. La Mar por ejemplo, ¿cuántas oficinas hay…? L: O sea, ya no, ya no quieren que haya una clase media baja J: Baja ya no pues, quieren eliminar… L: …o sea quieren una clase “A” J: Media para arriba… bueno está bien, yo pienso que está bien pero yo pienso que eso debe ser evolutivo, con participación de la Municipalidad, que la Municipalidad en su momento hubiera hecho un programa de renovación urbana [para los mismos santacrucinos] De lo señalado por Jaime se desprende la idea de que una Santa Cruz para una clase media sería positivo si es que los vecinos de la zona tienen la posibilidad de acceder a los beneficios que ello implica. Por ejemplo, a través de programas de renovación urbana promovidos por el Estado que les permita acceder a mejores viviendas en el lugar en que viven. Varios de los entrevistados matizan su disconformidad en torno a los cambios de Santa Cruz –en tanto implica la expulsión de los anteriores vecinos- señalando que igual estos cambios son positivos, como si debieran disculparse por sus críticas o malestar. Ello puede tener que ver con que se asocia como natural la elitización de un lugar con la renovación arquitectónica, contar con espacios más amigables, mejores servicios etc. Sin embargo como señala Marcuse, “lo contrario a la gentrificación no debería ser el deterioro y el abandono —la degentrificación— sino la democratización 64 de la vivienda” (Smith 2012: 354). Como las mayoría de inversiones del Estado están en las zonas con mayor renta, naturalizamos la idea de que solo los que tienen plata tienen derecho a una vivienda y ciudad digna. De ahí que quienes se están viendo afectados por las transformaciones casi piden disculpas en sus testimonios al criticar lo que ocurre. La paulatina expulsión y/o salida de los santacrucinos no solo ocurre a través de procesos judiciales, tentativas de conciliación y/o políticas del municipio como las menores licencias para negocios de mecánicas y similares. La expulsión también es posible por la presencia de un discurso que valora la ciudad prolija por encima del derecho a la ciudad y a la vivienda. Ello se evidencia incluso en las representaciones de los entrevistados. Por momentos expresan su indignación ante la situación que viven, sin embargo al poco tiempo, en la misma entrevista, se muestran resignados con la idea de que tendrán que irse de ahí porque ellos y sus viviendas desencajarán con lo que, indican, será Santa Cruz. Jaime utiliza la siguiente metáfora para expresar cómo se sienten ante las transformaciones del lugar. Apela a ella luego de señalar que “al final vamos a tener que salir”. J: Lo que pasa de que, ya, este… la misma coyuntura, del momento, lo que estamos viviendo nosotros…hace de que uno…, que… ¿cómo te podría decir? Ahí está, el ejemplo de la persona vieja, la persona que envejece, ¿no? Llega un momento que solito se da cuenta que… ya desean hasta morirse porque… ya, ellos ya…sienten que es una carga, sienten que están enfermos, sienten que todo… Entonces solitos ellos ya, sienten que prefieren ya morirse. En el caso nuestro, entonces uno ve que te estás rodeando de todas estas, eh, megaproyecto, entonces… prácticamente nos dejan sin piso a nosotros, ¿no? Claro, se puede construir un edificio, estaba ese proyecto, pero en esta situación, ya, yo pienso que ya… eso ya no se va a dar, porque ahorita tenemos que defendernos, no sabemos, bueno vamos a ver cómo avanza todo… […] El modernismo también te, te, […] te priva, pues, te priva. Ya, ya, te… ¿cómo decirte?... que ya no te alcanzas, ya pues, te quedas acá… L: …es inaccesible ya para las personas J: Ya no pues, ya… entonces, ¿qué te queda? Entonces “yo ya no soy de acá, ya pues, me voy a tener que ir a otro sitio”, ¿no? 65 Este tipo de relatos son muestra de cómo los discursos hegemónicos producen un sujeto que lo interioriza y reproduce, incluso si dichos discursos lo afecta directamente. Estos discursos operan como dispositivos de disciplinamiento social que hacen más tolerables las relaciones de sometimiento y que, finalmente, legitiman desigualdades (Delgado 2007: 55). Las representaciones fragmentadas en los relatos también se hacen evidentes en torno a los límites entre “los otros” y “nosotros”. Si bien se reconocen como un grupo de vecinos que están en la misma lucha al defender su vivienda, en algunos momentos tienen la necesidad de distinguirse apelando al “esfuerzo”, el “interés” vs. la “el “conformismo” y la “ignorancia” de quienes viven a unos cuantos metros. J: […] y somos un grupo, poquitos. Son…¿cuántos?, dos personas no más… porque el resto no quiere participar en nada, te estaba explicando, ¿no? Que son pffff… solamente cuando hay algo grave no más, se asustan, todo… L: …Cuando llega una carta notarial por decirte, ahí todos ¡uy!, vienen acá, sino, no. Viven su vida, como si nada. Y es más, ni saben lo que uno tiene o tú le enseñas y “Ay yo quiero ver el papel” J: No entienden nada L: Le das el papel. Yo te doy el papel, puede ser un documento, así… J: Pasado, de hace 10 años L: Y ellos ahí han guardado su papelito porque creen que es ¿no?, pero no… J: no es importante L: No es. Ni saben… J: No. No se preocupan pues L: Uno, uno les dice, les habla, les explica, pero como que viven su mundo, por eso es que estamos como estamos… Como señala Márquez Un relato fragmentado es también un relato que pierde unidad. En contextos de fuerte segregación, guetización y desigualdad, la diversidad de los elementos que brindan una identidad, más que constituir un recurso, un capital social, simbólico, económico, parecen más bien un impedimento para que este relato pueda constituirse como tal. Los fragmentos prevalecen sobre la unidad. El desconcierto de las identidades es el desconcierto de la cultura y de la acción poblacional […] (2008: 349), Si bien todo relato puede ser fragmentado y contradictorio, la autora se refiere aquí a relatos que dificultan en los actores ubicar los elementos que explican su 66 situación y las de su entorno. Esto no por una dificultad intrínseca del actor sino más bien por el carácter disruptivo y polisémico de los factores que influyen en la situación que busca explicar. A esto le sumaría la tendencia individualizadora que prima en la sociedades neoliberales –de la que hice referencia en el capítulo uno- y que hace que la apelación al “nosotros” sea una herramienta que utiliza el individuo para conseguir beneficios individuales en determinados contextos. En otros contexto se generarán así representaciones en la que se conciben distinciones con aquellos que antes eran parte del “nosotros”. Yo al menos, por ese lado, yo… también viendo la forma de cómo uno defenderte, ¿no? Tú me das eso, yo te doy, pero eso sí, de acá para allá has lo que quieras [haciendo referencia al resto del solar], yo estoy en mi área y me pelearé con la Municipalidad, veré cómo lo armo… Leonor, vecina de solar en litigio J: Definitivamente ya esto [el solar] ya no se va a ver bien L: Porque es…en realidad [pausa] ¡se ve horrible! J: ¡Se ve horrible pues! L: Tú te paras en cualquier lado y… […] J: Los altillos, allá pues, en el Ejército pues, ahí es el problema, ¿no? L: Es que lo han hecho muy desordenado. J: Sí, cuelgan ropa, no sé qué cuelgan ahí, cosas… L: No han tenido el cuidado como uno… J: …mejorar L: Tratar de que se vea, al menos la fachada, más o menos… J: …Y ya nos estamos también reuniendo para nosotros cerrar todo un cerco así por la…para que no se vea de esta manera, ¿no?, pero ya la gente se comenzó a…, ya quedamos pocos, y ya no hubo todo ese apoyo no?, quedaba solamente en una propuesta. Íbamos a cerrar todo, 2.40 m. para arriba, ¿no? y para que no vea de afuera, así como se ve. No. Pero así quedó pues... Los vecinos del solar en litigio estuvieron planeando invertir en un cerco de 2.40m de alto que oculte lo que está adentro: la entrada al solar, la ropa colgada, las construcciones en triplay, etc. El solar tiene que verse bien –o no verse- para que la salida no voluntaria se pueda postergar. Porque en caso siga siendo un lugar “horrible” no tendrá cabida en el nuevo Santa Cruz. 67 Los vecinos presentan relatos fragmentados. Ven y viven lo que ocurre en Santa Cruz, defienden su permanencia en la zona y reconocen como injusto lo que ocurre. Sin embargo, en otros momentos de sus relatos, no se ven como un “nosotros” y tienden a diferenciarse de sus vecinos, transfiriendo el estigma hacia ellos. Por otro lado, a pesar de verse afectados por un discurso que apela a la ciudad prolija, por momentos reproducen dicho discurso ya sea resignándose ante la situación o casi disculpándose por vivir en un lugar “horrible”. Estos aspectos puede que dificulten la posible organización de los santacrucinos y la construcción conjunta de herramientas y argumentos que les permita defender su derecho a la ciudad. 2. (Des)encuentros en un espacio -que va dejando de ser- heterogéneo En un artículo en la revista Eure, Alejandra Rasse de Chile señala que “mientras los efectos de la segregación de los hogares de menores ingresos están ampliamente descritos en la literatura sobre el efecto barrio, estigma y geografía de oportunidades, los efectos de la proximidad han sido menos explorado” (2015: 126). ¿Genera la proximidad nuevas formas de exclusión?, ¿o quizá la proximidad genera interacciones y posibilidades para los vecinos de menos renta, como posibilidades de trabajo? En este acápite quiero trabajar con las representaciones que los entrevistados tienen en torno a esta cercanía con aquellos nuevos rostros que habitan Santa Cruz. Salvo con el tema de seguridad del que hice referencia en el capítulo uno, los santacrucinos entrevistados no perciben ningún beneficio con las transformaciones que se vienen dando. Aquellos que tienen negocios no perciben que las personas con mayor renta sean o puedan ser nuevos clientes. Del trabajo de observación se infiere lo mismo: Salvo una bodega al frente del la “Oficina Boutique Soho”, los negocios como librerías, bodegas, entre otros, no parecen beneficiarse con los cambios. Y por ejemplo eso de interactuar por ejemplo, ellos, por ejemplo yo que tengo mi tienda, por ejemplo, no vienen a comprarme ni un chicle, por decir, ¿no? Pero… Te miran como bicho raro, ¿no? por ejemplo acá en la quinta, paran cerrando a cada rato cerrando la puerta, ¿por qué?, ¿no sé que tanto mira la gente?”, se quedan mirando. Lisbeth 68 Los consumidores de los negocios gastronómicos, incluso los trabajadores (meseros, por ejemplos) son imaginados por algunos de los entrevistados como personas sumamente distintas no solo por su nivel de renta o capacidad adquisitiva, sino que también los ven como diferentes desde la categoría raza. Leonor me cuenta por ejemplo que tuvo un altercado con una mujer que manejaba un carro y con la que se cruzó a unas cuadras de su casa. L-Entonces, un día, venía este, no sé de dónde venía, y me dicen, -si no te gusta vete a vivir -¿dónde me mando?- a vivir a no sé qué cerro, me mandó. N-¿Quién te dijo? L-Una señora, esta de San Isidro. Porque bajaba en su carro, o sea, porque era pituca o porque tenía el pelo rubio o porque no sé, ¿no? Y yo lo mandé también lejos a ella. Yo si soy bien… […] L-No, no, por si acaso no me vio, pero no fue pues un golpe así [fuerte], -ten cuidado- y me contesta así, lo mandé a su país, ¿no? La mayoría de San Isidro son judíos y me amargué pues, me amargué, yo le dije, -yo estoy en mi país y así como tú tienes derecho a vivir acá, yo también tengo derecho a vivir acá- entonces, cólera yo.. Leonor asume que la mujer que se pasó la luz roja y que “le metió el carro”, era del distrito vecino de San Isidro y que era, quizá, extranjera. Que dicha mujer sea malcriada con Leonor se puede deber, desde su punto de vista, indistintamente, a que “tiene el pelo rubio” o “es pituca”. La percepción de que los consumidores de los restaurantes se creen superiores y son de distinto color de piel, es algo que se repite en varios de los testimonios. Mercedes: “Hasta turista pasan, gente high life y miran así (alza las cejas).” Tania: “(…) y lo peor de todo es que no tienen cultura porque, por ejemplo, se estacionan en cualquier lado…” Carmen: “…Se estacionan y se meten en la vereda…” Tania: “…no hay espacio.” Mercedes: “…Ellos se creen dueños de todo.” Tania: “No puedes pasar.” Mercedes: “…¿Cómo ahí no viene serenazgo?, ¿cómo el alcalde no dice nada?” Lisbeth: [Dice lo siguiente buscando ser evidentemente exagerada]: “Nosotros nos sentimos discriminadas…” Entrevistadora: “No, pero, ¿en serio?, ¿o no?” Mercedes: “Sí, claro.” Carmen: “Sí, claro que sí, claro que sí… porque incomodan.” 69 Mercedes: “Porque tienen el pelo rubio, los ojos verdes…” Lisbeth: “Por que miden un metro noventa y te miran, uno se queda admirado. “ Carmen: “No es que seamos acomplejadas, por si acaso.” Carmen hace la acotación final para diferir de un prejuicio muchas veces escuchado: Quienes se sienten discriminados u ofendidos con “bromas” racistas, no tienen correa y/o son acomplejados (Ardito 2014). Por otro lado, los entrevistados incluso perciben que, quienes trabajan en dichos restaurantes, son también de diferente color. Así me lo hace ver Tania cuando le pregunto si los santacrucinos tienen la oportunidad de conseguir trabajo en dichos negocios. Tania: “No porque la mayoría de personas que trabajan en esos lugares…” Carmen: “…No son de acá.” Tania: “No son de la misma estatus social como la de nosotros, son personas que tienen diferentes características como el cabello rubio, castaño, los ojos claros. Es de acuerdo a la misma población que ingresan a los mismos restaurantes. Vemos entonces que, pese a las contantes referencias a los “nuevos ricos” en los medios de comunicación y la difusión de la idea de que ya no necesitas ser blanco o tener un apellido extranjero para progresar y ser tratado como un igual; la categoría raza se sigue viviendo como un criterio de distinción y discriminación fuertemente asociada a la categoría de clase o, por lo menos, al tipo de consumo que se da en los negocios santacrucinos. 3. Percepciones en torno al espacio vivido: identidad y capital social ¿Qué significa Santa Cruz para los santacrucinos que corren el riesgo de salir del lugar? De las entrevistas se desprenden tres – de probablemente muchas otras- formas de valorar el espacio vivido, “su lugar”: 3.1. El espacio como capital social El espacio vivido constituye, para muchos de los entrevistados, las relaciones laborales y de amistad que en ella tienen. Así por ejemplo, quienes trabajan ofreciendo diversos tipos de servicios tienen como seguros compradores a los vecinos de la zona. 70 Es por ello que el hecho de vivir y trabajar en el mismo lugar, y tener a los vecinos como clientes, les permite generar ingresos para poder vivir. J-Santa Cruz es mi centro de trabajo,(pausa) es mi centro de trabajo porque aquí yo he hecho mi…como te digo, yo genero mis propios ingresos, yo he hecho, hecho mi clientela, todo mi trabajo es acá no más, San Isidro, L-él ha nacido acá, en esta casa J-sí, yo he nacido acá prácticamente, entonces todos mis trabajos son acá cerca, bueno un poquito me voy hasta Magdalena eh… L-todo su trabajo está acá, el mío también J-es por acá, entonces… L-claro, yo acá tengo la vivienda prácticamente 24 años, la edad de mi hija, yo vivo acá, he generado también mis propios ingresos acá…eh… Los santacrucinos con menos ingresos generan negocios en los cuales, la confianza y las prácticas de colaboración de quienes comparten el lugar permiten que los vecinos puedan mejorar sus ingresos. J y-y lo bueno, y lo bueno es que aquí tú puedes o sea, hay formas de que tú puedas generar tus propios ingresos… formes tus pequeños negocios N-por lo amigos, la gente J-y la gente también que más o menos te conocen y colaboran acá y pagan no?… L-ya te conoces pues, yo por ejemplo acá en verano, a mí ya me conocen que yo vendo mis aguas y mis marcianos, entonces a mí me conocen y vienen gente de San Isidro [la residencial] pasan y me llevan, ya uno ya se ha hecho conocido ya, como que tienes tu marquita, no? […] J-sí, pero definitivamente si yo me voy a otro lugar yo voy a tener que venir siempre por acá porque por acá es mi centro de trabajo 3.2. El espacio y su rol en la calidad de vida de los adultos mayores Cuando conversé con José, quien tiene más de 75 años y habita Santa Cruz desde pequeño, le pedí que comparta conmigo algún recuerdo especial de los tanto años ahí. José me respondió, “ningún recuerdo, ni siquiera un diploma”. El pensó que me refería a algún reconocimiento que le debieran de dar por tanto tiempo en Santa Cruz, y es que los adultos mayores con algún tipo de negocio en la zona, perciben el lugar que habitan como el lugar que les permite ser parte especial de un “nosotros”. 71 Para los adultos mayores entrevistados, el espacio vivido constituye el elemento más importantes de su vida. Alrededor del mercado se puede ver, todos los días por la tarde, a grupo de hombres mayores que conversan de política, familia, etc. con personas de su generación. Para otros, quienes atienden en negocios como librerías y tiendas de abarrotes, el atender e interactuar con clientes/vecinos, el sentirse productivos en su barrio, es un elemento fundamental para que se sientan reconocidos y le encuentren sentido a su vida. Así pasa por ejemplo con José, quien maneja una farmacia con más de 28 años y que dice, “si yo vendo este local, ¿a qué me voy a dedicar?, por otro lado otra entrevistada que trabaja en una librería propia, señala algo similar: “este es mi entretenimiento, mis hijos me dicen que yo me vaya pero yo no quiero”. Para ellos es un hecho digno de compartirse el ser la memoria oral de las transformaciones en Santa Cruz. Te dicen cómo era Santa Cruz cuando llegaron, qué anécdotas han tenido y cómo han sido testigos de todas las transformaciones. De ahí que José considere merecedor de algún tipo de reconocimiento por el tiempo que tiene ahí. 3.3. El espacio vivido como exponente del esfuerzo familiar Otro elemento que los entrevistados consideran genera apego con Santa Cruz es el tiempo y esfuerzo que han designado para las mejoras en el barrio. Esto es, el esfuerzo de las familias por generar en la zona aquellos servicios que el Estado no asumía. Hay en los testimonios una narrativa del pasado santacrucino que resalta aquellos momentos en que los vecinos apostaron por autogestionar el desarrollo de sus casas y barrio. L-Acá hemos gestionado, agua, luz, yo tengo mis servicios independientes, acá no había matriz, en esta calles…. J-Hemos hecho poner la matriz L-en esta calles, en este calle, hasta cuando yo vine, no había matriz, esta calle nadie tuvo agua. Nadie. Tenían un medidor por la Av. Ejército y se ramificaba, y nosotros sacábamos agua de un pilón, adentro. Yo gestiono el agua eh, más o menos en el 98, 99, ¿no? Más o menos por ahí, y gestiono esta parte de acá y ya logro que me pongan una matriz hasta mi puerta, porque ellos no querían pagar, entonces yo logro hacerlo hasta acá, porque yo sí quería mejorar y que tener una medidor por mi niñas. Al ver que me dan a mí, se suma la señora de acá, al ver que se suma la señora, se 72 fueron sumando y ponen en casi toda la cuadra. Es así como estos de acá tienen agua, gracias a mí, a mi…logré poner toda la calle, logré poner medidor de luz que acá no nos querían dar, demostramos que sí éramos propietarios y ahora vienen estos señores a decirnos que no somos dueños? 4. El auto como usuario de la calle y el consumo Al caminar por la Avenida La Mar en Santa Cruz uno encuentra muchos letreros colocados en la puertas de garajes solicitando “no estacionar”. En realidad no resulta extraño ya que uno de los aspectos señalados por los entrevistados como cambios concretos en la zona es la cantidad de carros estacionados que ocupan los pocos lugares libres que hay en la avenida. Esto se explica en parte porque los clientes de los restaurantes y de las tiendas de diseño llegan a los locales en vehículos personales, motivo por el cual las interacciones con vecinos de la zonas son mínimas: los comensales van del vehículo al local y del local directamente al vehículo. Considero que esta es una de las razones por las que resulta difícil que los procesos de transformación de Santa Cruz devengan en espacios de encuentro entre personas de diferentes grupos sociales ya que las posibilidades de encuentro se reducen al mínimo. Algo diferente ocurre en el Mercado de Santa Cruz. Ahí hay más interacciones entre personas con diferentes rentas, sin embargo, según señalan los “caseros” con los que conversé, el perfil de los clientes que asisten al mercado “es el mismo que el de hace años”. Son los mismos fieles clientes que, ellos consideran, asisten ahí independientemente de los cambios dados por el proceso actual de elitización. 73 Imagen 22 Archivo personal (2016) Imagen 23 Archivo personal (2015) 74 5. La educación como criterio de distinción Si bien los habitantes de Santa Cruz que corren el riesgo de salir contra su voluntad y se sienten “otro” para aquellos que ven como representantes de la clase A y B, y a pesar de denunciar cualquier práctica discriminatoria y/o que estereotipe a los santacrucinos como delincuentes, estos generan en sus narrativas otros criterios de distinción como lo es “la educación de los hijos” o “la decencia”. “Yo soy pobre, no tengo, tengo 2 hijas, pero mis hijas estudian. Yo vivo a lado de una persona que fuma, una persona que no sé qué más haga, pero mis hijas no, yo vivo a lado, entonces mis hijas no son así, mis hijas no se juntan con ellos, estudian, trabajan, es otro nivel, otro…otra cosa, no, no a mí no… yo paro muy, muy en desacuerdo cuando generalizan las cosas.” Leonor, vecina que vive en propiedad en litigio En otro momento, señalan lo siguiente L- pero eso sí, de acá para allá haz lo que quieras, yo estoy en mi área y me pelearé con la Municipalidad, veré cómo lo armo… J-Nosotros pagamos arbitrios L-y altos J-La Municipalidad nos reconoce como propietarios, para que veas, mira todo…o sea tenemos muchas cosas a nuestro favor Leonor, busca distinguirse de sus vecinos apelando a la educación y es esa distinción la que en parte, impide que puedan organizarse para defender lo propio: Ellos no son como yo, entonces la municipalidad puede hacer “de acá para allá […] lo que quiera”, porque, de ser necesario ella solo defenderá su terreno. Lo que ocurre en Santa Cruz es algo que la literatura peruana sobre discriminación ya ha señalado. En su libro Raza y Cultura en el Perú, Marisol de la Cadena describe cómo un sujeto puede apelar a la educación para transgredir mecanismos de jerarquización social por categorías étnico-raciales. Sin embargo, esa misma persona puede también apelar a la educación para justificar otro tipo de jerarquías que reproduzcan el racismo culturalista (2004: 23). Categorías como la decencia permiten generar distinciones con aquellos que son vistos como “mediocres”, “ignorantes”, etc. 75 6. Cierre En este capítulo he buscado justificar porqué las transformaciones en Santa Cruz, lejos de promover el encuentro entre “diferentes” enfatiza los desencuentros culturales. Las transformaciones están generando la salida no voluntaria de vecinos y comerciantes de Santa Cruz lo cual, evidentemente genera disgusto y malestar. Las personas que desde hace unos años habitan-y consumen en Santa Cruz, suelen movilizarse en auto y por lo mismo, interactúan poco con los vecinos de la zona ya que no hacen uso del espacio público. Por otro lado, la presencia de interseccionalidad de las categorías de raza, clase, cultura en la narrativa de los entrevistados nos hace ver los obstáculos históricos que impiden pensarnos como un “nosotros”. Finalmente, he querido mostrar lo que significa para la identidad de los sujetos el lugar en donde se vive, más aún si este es un depósito de recuerdos y experiencias que se viven como valiosas. En ese contexto, expulsar a alguien del lugar en donde vive es un acto violento que afecta la identidad de las personas involucradas. Finalmente, para nosotros, los sujetos, el lugar en que vivimos, el espacio, no solo tiene un valor cuantificable en metros cuadrados según las especulaciones económicas, sino también es parte de nuestra identidad, nuestra memoria y capital social. El espacio se vive no solo como mercancía y en tanto eso, es invalorable: “Te digo que de ver que de la noche a la mañana te digan, que van a sacarte de tu casa, donde has vivido toda tu vida, cómo se siente? Y el primero que pase ahí y puedas llamar la atención y te vas y alzas tu voz pues no?” Leonor, vecina de Santa Cruz 76 CONCLUSIONES 1. Al revisar la producción académica en torno a procesos actuales de gentrificación me sorprendió ver que muchos de los procesos estudiados incluían la referencia a grupos de activistas, académicos, artistas y vecinos que se oponían y/o cuestionaban abiertamente dichos procesos. Sin embargo, salvo algunos artículos periodísticos y sobre el proyecto “El Monumental” del Callao, no encontré iniciativas similares en el Perú15. En la urbanización Santa Cruz no hay nada parecido a una organización de activistas y/o vecinos que tengan acciones semejantes de rechazo y crítica en torno a la salida no voluntaria de los vecinos con menor renta. Por el contrario, las acciones de protesta, son pocas y no organizadas: consisten principalmente en procesos de litigio, ya sean individuales o por solares. ¿Por qué no existen iniciativas organizadas en respuesta a procesos como el que ocurre Santa Cruz? Como he querido argumentar, existen discursos que operan en la aceptación –e incluso celebración- acrítica de las transformaciones en la zona: La celebración de la gastronomía, la estigmatización de la pobreza y el discurso del “sí se puede” funcionan en Santa Cruz a manera de dispositivos que validan los cambios y, por lo mismo, invisibilizan la expulsión de los vecinos con menor renta. El poder de dichos discursos, eficientes para la reproducción del neoliberalismo en el Perú, son dispositivos que aceleran los cambios y la consecuente salida de santacrucinos. Siguiendo a Foucault, para que los discursos sean eficientes deben producir un sujeto que los valide y reproduzca. Las representaciones en torno a Santa Cruz requieren así de sujetos que asuman como naturales las transformaciones, ya que son finalmente dichos sujetos los que construyen y reproducen el sentido de lo que ocurre en Santa Cruz. Se trata entonces de un sujeto que debe ser creativo, competitivo, individualista y, sobre todo, positivo. En ese sentido, se trata de un sujeto dispuesto al cambio, muy exigente con respecto a sí mismo y por consiguiente acrítico con factores externos a su voluntad que pueden influir en su falta de éxito. 15 Ver por ejemplo iniciativas como “Gentrificación no es un nombre de señora”, que tuvo presencia en Bogotá, Bilbao, Gijón, São Paulo, Brasilia, Madrid, Valencia y Murcia; la red Contested Cities con presencia en Madrid, Leeds, México D.F., Querétaro, Santiago de Chile, Buenos Aires y Rio de Janeiro; y el grupo de investigación de Derecho a la Ciudad en Ecuador. 77 En Santa Cruz, acorde al sujeto que requiere el neoliberalismo en el Perú, está presente un discurso que asocia de forma natural, la pobreza con la delincuencia y el conformismo. Ello opera como dispositivo para validar la expulsión de los antiguos habitantes, ciudadanos con menor capacidad adquisitiva. Para quienes celebran las transformaciones en Santa Cruz, la creación de negocios exitosos en la zona deberían de ser vistos como ejemplo para que los santacrucinos con menor renta salgan de la pobreza y busquen, a través del emprendimiento, su mejora económica. Bajo esa lógica, la diversidad cultural del Perú, la creatividad del peruano y los recursos con los que contamos todos los peruanos, lo pueden todo y para todos. Por otro lado, la cultura asume un rol importante en las transformaciones santacrucinas. La gastronomía, a la que se apela para hablar de nación y del orgullo peruano, opera como dispositivo gentrificador en tanto son los negocios gastronómicos los que, finalmente, están transformando los usos y sentidos de la urbanización Santa Cruz. A ello se suma que, en tanto la gastronomía es vista como generadora de identidad y crecimiento económico, cualquier cuestionamiento a los efectos negativos que puede re-producir, puede ser vista como una crítica injustificada y hasta “antipatriota”. Es en torno a la gastronomía que Santa Cruz, en tanto espacio que se produce y concibe para beneficio de inmobiliarias y negocios, se mercantiliza y por lo mismo, se fetichiza, escondiendo las relaciones de poder y los procesos de producción en la que se sostienen. Es por ello que, como hemos visto, el discurso celebratorio en torno a la gastronomía y el potencial de Santa Cruz como “ruta gastronómica” está presente en notas periodísticas y declaraciones de representantes del Estado que resaltan el potencial económico del espacio santacrucino, concibiéndolo así como espacio objetivo, mercantilizable y por ende, ajeno a los ciudadanos y a relaciones de poder. Finalmente, lo que vemos en dicho tipo de declaraciones es la permanencia de un discurso que equipara desarrollo con crecimiento económico: todo espacio es visto como más desarrollado en tanto genera más consumo e ingresos económicos. Ello es afín a la lógica de las marca ciudad en donde el Estado prioriza espacios para el consumo y el consumo turístico antes que para el ejercicio ciudadano. Si regresamos a la pregunta anterior: ¿Por qué no existen iniciativas organizadas en respuesta a procesos como el que ocurre Santa Cruz?, hay que señalar como otra posible causa, al individualismo. Los vecinos que se ven afectados por las transformaciones en Santa Cruz tienden a buscar formas individuales de responder a la expulsión. Muchas familias negocian y/o concilian de forma individual 78 con las inmobiliarias y a pesar de reconocer que se trata de un problema que afecta a todo Santa Cruz, no han generado iniciativas para organizarse y visibilizar sus demandas. Finalmente, otro elemento a señalar es que los cambios en la zona, lejos de facilitar el encuentro cultural, producen situaciones y percepciones que son evidencia de los desencuentros existentes entre peruanos de diferentes clases sociales. Además, aquellos entrevistados que expresan sentirse afectados por relaciones jerarquizadas que conducen a un trato diferenciado, construyen en otros momentos de sus testimonios discursos que apelan a otros tipos de distinciones como “el esfuerzo” y “la educación” que, finalmente, también pueden validar prácticas de segregación o un accionar individual. Los procesos de gentrificación son estudiados y percibidos como una tendencia en ciudades contemporáneas y en tiempos de las “marca ciudad” y “marca país”. De ahí la relevancia de proponer estudios interdisciplinarios para comprender qué dispositivos operan en dichos procesos y qué consecuencias generan. 2. Los primeros veinte y cinco años de mi vida los viví en Santa Cruz. Recuerdo jugar vóley en la calle Jorge Polar, en ese entonces cerrada por considerarse peligrosa y al mismo tiempo para evitar atentados contra el Cuartel Santa Martín. Recuerdo también que los muros del cuartel tenían pintada la frase “prohibido detenerse, orden de disparar”. No recuerdo pero por mucho tiempo mi familia me recordó que una vez me perdí en el mercado de Santa Cruz y que hice una pataleta. Santa Cruz es parte de mi historia y me parece importante señalar que capitalicé esa historia para poder realizar el presente trabajo. Un amigo y casero del mercado fue el que me contactó con los vecinos de uno de los solares en litigio, quienes me abrieron la puerta de su casa; en el formato de “consentimiento informado” que utilicé al inicio presentándome como estudiante de la PUCP pero también como ex santacrucina; para generar confianza con otros varios entrevistados apelé a mis recuerdos: “Acá vendían un rico chifón de naranja”, “mi abuela venía a su farmacia para que le coloquen “las inyectables”, etc. En otros casos no fue necesario presentarme porque me recordaban. 79 Generalmente se señala que al hacer uso de herramientas etnográficas, es mejor hacerlo en culturas ajenas a la del propio investigador, ello para garantizar objetividad. Sin embargo, yo considero que, al trabajar en el lugar en que viví -y que no habito desde hace 8 años- me ha permitido acceder a otro tipo de relaciones e información que, de haber sido ajena a Santa Cruz, no hubiese podido conocer. Hacer este trabajo ha movilizado recuerdos, emociones que, desde mi punto de vista, antes que dificultar la rigurosidad de la investigación le ha entregado pasión al trabajo. Mi vínculo con lo investigado no solo apela en mí en el rol de investigadora sino también en mi ubicación de ex vecina santacrucina y de ciudadana que quiere apostar por encuentros entre la academia y el activismo. Apuesto por pensar nuestra ciudad, reapropiarnos de ella y defenderla. De las contradicciones y tras bambalinas: Ya hacia el final de la redacción de este documento, conversé con María Elena, quien fue, durante 18 años, trabajadora del hogar en la casa de una familia de clase media de Santa Cruz. Desde hace 9 años trabaja en Orrantia del Mar, con alguien de la misma familia, pero en una zona donde hay rejas en las calles y edificios con ascensores que van directo al departamento. Un nuevo edificio de esa zona es publicitado con un cartel que dice “Vive en Magdalena, a unas cuadras de San Isidro”. Al preguntarle a Maria Elena por sus recuerdos en Santa Cruz y las diferencias con su nuevo lugar de trabajo me cuenta que, en Santa Cruz, cuando se acababa el gas, podía pedir prestada plata a la señora de la bodega; me habló de una vecina que estaba al tanto de las historias de todos los vecinos y que cruzarte con ella era conversar , inevitablemente, durante 20 minutos, me habló de los niños del barrio que tocaban la puerta para que el perro de la familia salga a jugar con ellos. Ahora, “con las justas te saludan”, “allá había libertad”, me dice de forma enfática. “Ahora no puede uno poner una toalla en el balcón porque llaman a decirte que se ve feo. Allá que te iban a decir”. ¿Estamos aspirando a tener menos libertad a cambio de estatus?, ¿más soledad y menos relaciones a cambio de “tranquilidad”? Le pregunto a María Elena qué lugar prefiere y me dice “Santa Cruz”, “pero igual acá es mejor, pues”. No me supo explicar porqué era mejor. Luego me hace recordar que en Magdalena, en la puerta del edificio, me robaron amenazándome con una pistola: la calle estaba vacía. “Allá que te iban a robar, todos te conocían”. Maria Elena trabajó con mi familia 80 durante 18 años, desde hace 8 trabaja conmigo en Orrantia del Mar. Ese día, recordando Santa Cruz, charlamos largo y tendido. 81 BIBLIOGRAFÍA ACURIO, Gastón 2006 Discurso de orden en Apertura del año Académico de la Universidad del Pacífico. Consulta: 2 de mayo de 2016 http://culturaculinaria.blogspot.pe/2008/02/gastn-acurio-en-la- universidad-del.html AGAMBEN, Giorgio 2011 “¿Qué es un dispositivo?”. Sociológica. Año 26, número 73, pp. 249-264. Consulta: 9 de julio de 2015. http://www.revistasociologica.com.mx/pdf/7310.pdf ALLISON, Rosa 1945 Apuntes históricos sobre Miraflores. Tesis de Bachillerato en Historia. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Letras y Ciencias Humanas APEGA 2016a Lima Capital Gastronómica. 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Consulta 30 de marzo del 2016 http://www.zuma.pe/soho.html 91 ANEXO A: Formato de Consentimiento Informado Autorización Investigación sobre la Urb. Santa Cruz Pag. 1: Información general Estimado vecino(a) santacrucino (a), mi nombre es Natalia Consiglieri. Hasta el 2008 fui vecina de Santa Cruz y ahora estoy haciendo una investigación universitaria sobre los cambios en la zona y la opinión que tienen los vecinos en torno a ellos. La investigación me permitirá sustentar mi tesis de maestría en la Pontificia Universidad Católica del Perú y publicar artículos de investigación con los hallazgos a los que llegue. Si usted accede a participar en este estudio, se le pedirá responder una entrevista que le tomará aproximadamente 40 minutos de su tiempo. La conversación será grabada, así podré transcribir las ideas que usted haya expresado. La información que se recoja no será utilizada para ningún otro propósito que no esté contemplado en mi investigación. En la información a difundir no aparecerá su nombre y este será reemplazo por uno ficticio. Si tuviera alguna duda con relación al desarrollo del proyecto, usted es libre de formular las preguntas que considere pertinentes. Además puede finalizar su participación en cualquier momento. Si se sintiera incómoda o incómodo, frente a alguna de las preguntas, por favor, hágamelo saber. Usted puede abstenerse de responder. Una vez culmine mi trabajo, me comprometo a hacerle llegar los hallazgos que obtenga con la investigación. Muchas gracias por su participación. Natalia Consiglieri Estudiante de la Maestría en Estudios Culturales Pontificia Universidad Católica del Perú 92 Autorización Investigación sobre la Urb. Santa Cruz Pag. 2: Firma de autorización Yo, _______________________________________________________________ ___ doy mi consentimiento para participar en el estudio de la señorita Natalia Consiglieri y soy consciente de que mi participación es enteramente voluntaria. He recibido información en forma verbal sobre el estudio mencionado anteriormente y he leído la información escrita que me entregaron de forma adjunta a este documento (Pag.1). Al firmar este documento estoy de acuerdo con que los datos que proporciono sean utilizados en la investigación. Entiendo que puedo finalizar mi participación en el estudio en cualquier momento, sin que esto represente algún perjuicio para mí. Entiendo que recibiré una copia de este formulario de consentimiento. También sé que puedo pedir información sobre los resultados de este estudio cuando éste haya concluido. Para esto, puedo comunicarme con Natalia Consiglieri al correo nconsiglieri@pucp.pe o al teléfono 997086007 Nombre completo del (de la) participante Firma Fecha Nombre de la investigadora Firma Fecha 93 Anexo B: Fotografías de Santa Cruz La urbanización Santa Cruz cuenta con un tejido social heterogéneo. A pesar de la disposición municipal de no dar licencias a nuevos negocios en el rubro, aún se pueden ver un número considerable de ferreterías y talleres de mecánica (Imágenes 24 y 25). Imagen 24. Archivo personal (2015) Imagen 25. Archivo persona l (2015) 94 Imágenes 26, 27, 28 Santa Cruz cuenta con un Comedor y un Mercado Municipal. Dentro y a los alrededores del mercado hay ofertas de menús de un costo aproximado de 7 soles y que son consumidos por los trabajadores de la zona. A pocas cuadras, se encuentra el restaurante “El Mercado”. Un plato de ceviche en dicho restaurante cuesta alrededor de S/. 45 Imagen 26. Archivo personal (2016) Imagen 27. Archivo personal (2016) 95 Imagen 28 Archivo personal (2016) Imágenes 29 y 30 En Santa Cruz se puede observar talleres de mecánica y terrenos en venta con diversos grafitis Imagen 29. Archivo personal (2015) 96 Imagen 30 Archivo personal (2015) Imágenes 31, 32, 33, 34 Además de restaurantes, los negocios que también están optando por ubicarse en la zona son tiendas de diseño-decoración y alquiler-venta de oficinas empresariales. Imagen 31 Archivo personal (2015) 97 Imagen 32. Archivo personal (2016) Imagen 33. Archivo personal (2016) 98 Imagen 34. Archivo personal (2016) Imágenes 35 y 36 Consumismo solidario. Publicidad de dos negocios para consumidores de renta alta ubicados en Santa Cruz que invitan al posible cliente a colaborar en la lucha contra el cáncer o donando muebles usados. En la nota publicada en una revista semanal se dice “¿Cómo se colabora? Simple: comiendo”. En la otra imagen, la fachada de un local de muebles de diseño dice “Renueva con causa”, “Dona tus muebles usados y recibo hasta el 10% del valor de tu compra”. Imagen 35 Archivo personal 2016 99 Imagen 36 Página 64 del semanario “Somos” del diario El Comercio Publicado el 8 de octubre del 2016 Escribe: Nora Subogono Fotografía de Omar Lucas 100