1 PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ ESCUELA DE POSGRADO INQUIETUDES EN LA PLAZA TRAYECTORIAS DE VIDA Y CULTURA POLÍTICA RADICAL EN LA IZQUIERDA ESTUDIANTIL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS, 1977-1989 TESIS PARA OPTAR EL GRADO ACADÉMICO DE MAGÍSTER EN SOCIOLOGÍA AUTOR JOSÉ CARLOS MEDINA MONTES ASESOR ALDO ITALO PANFICHI HUAMÁN Abril, 2020 2 RESUMEN La presente investigación explora y analiza los vínculos existentes entre las trayectorias preuniversitarias de la vida de los militantes juveniles de izquierda y la construcción de una cultura política radical en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos entre los años de 1977 y 1989. Utilizando una metodología de corte cualitativo, el trabajo presente sostiene que, mediante la socialización en un entorno familiar, escolar y generacional que había configurado una estructura de sentimiento de tipo “clasista”, los militantes de la radicalizada izquierda sanmarquina de aquella época formaron parte, reprodujeron y ayudaron a construir una infraestructura de disenso que vinculó el estilo de trabajo político leninista con la organización social y gremial en auge, la cual se fue desestructurando hacia fines de la década del ochenta en medio de la crisis socioeconómica y la violencia política en el Perú. Ante ello, esta juventud izquierdista quedó atada a un espíritu de época que se desvanecía, por lo que su entendimiento y prácticas políticas radicales cayeron en el descrédito y el movimiento social que articulaban se desvanece. Palabras clave: Universidad San Marcos, cultura política radical, militancia de izquierda, estructura de sentimiento, clasismo, infraestructura de disenso 3 ABSTRACT This investigation explores and analyses the existing bonds between the pre university career path of the life of the young left activists and the construction of a radical political culture at the National University of San Marcos between 1977 and 1989. Using a qualitative style methodology, the present work maintains that through socialization at a family, school and generational environment that had drafted the "clasista" structure of feeling, the radical left activists of San Marcos from the era were part of, reproduced and helped built an infrastructure of dissent which tied the style of the Leninist political work with the booming social and trade union organization, which was dismembered towards the end of the eighties's decade in the midst of the socioeconomic crisis and political violence in Peru. This being so, this leftist youth remained tied to a spirit of the time that was fading, therefore, their understanding and radical political practices fell out of favor and the social movement they articulated vanished. Key words: San Marcos University, radical political culture, leftist militancy, structure of feeling, clasismo, infrastructure of dissent 4 PRESENTACIÓN Hacia 1957 el connotado poeta peruano Juan Gonzálo Rosé afirmaba que la Universidad San Marcos era un “nudo de inquietudes” y una “plaza de victorias”, haciendo referencia a que en dicho centro de estudios se cocinó siempre el fermento de rebeliones sociales y un histórico espíritu contestatario. Para quienes hemos tenido el privilegio de pasar por sus aulas, de crecer, aprender e incluso, en algún momento de nuestra juventud, representar políticamente a su alumnado, dicha sentencia operaba sobre nuestras vidas como un imperativo para que ellas fueran lo suficientemente intensas, de modo tal que la historia de San Marcos permitiese abrirnos sus enormes y pesadas puertas para inscribirnos en el mismo registro de las generaciones precedentes, las cuales eran añoradas por cada nueva camada de jóvenes dirigentes como dignas de los más altos laureles por haber sido conquistadoras o defensoras del derecho a una identidad insigne. El presente trabajo, fruto de aquella juvenil inquietud, es también resultado de una socialización política residual, la cual, en medio de la promesa neoliberal del “milagro peruano”, desarrollaba estilos catacúmbicos de trabajo político con ribetes de clandestinaje aun a mediados de la primera década del siglo XXI. Si hay un primer acercamiento a los elementos que aquí se analizan, este puede rastrearse hasta aquellos tiempos vividos. Después de todo, quizá la academia, como se dice de la literatura, no sea sino también otra forma de liberar los demonios del autor. Sin embargo, si de lo que se trata es de señalar con precisión las principales responsabilidades de lo que aquí se escribe, habría que nombrar sin mayor duda a Fernando Medina Torres, buen maestro de Historia y mejor padre, quien se reunió con el cosmos cuando me hallaba cursando los estudios de posgrado que originaron este documento. Su presencia en cada rincón de las siguientes páginas es tan inmanente como cierta. A la par de ella, y sin escatimar su valía, agradezco el sostén emocional de mi madre Rosa así como el de mi compañera Milagros, a quienes resté tiempo de afecto por dedicárselo a esta empresa. 5 Entre los maestros que colaboraron con la gestación de estas breves ideas debo mencionar en primer término al profesor Aldo Panfichi, quien desde el principio de la asesoría del proyecto tuvo la certera previsión de ordenar ideas muy dispersas. Su talento sirvió de guía para un recién iniciado en la investigación social. Así también, es preciso agradecer al profesor Ponciano del Pino que procuró apoyarme en una primera etapa de la construcción y contribuyó grandemente con la elección metodológica del recojo de los datos y el estilo impreso en las entrevistas realizadas. Del mismo modo, agradezco al profesor Pablo Sandoval la posibilidad de haberme acercado a bibliografía valiosa que nutrió el presente trabajo a través de la cátedra del curso de Realidad Nacional donde tuve la oportunidad de ser Jefe de Práctica en el año 2018. Finalmente, el apoyo del profesor Robin Cavagnoud fue de vital importancia, aconsejando un orden metodológico para el proceso de evaluación de la data recogida. Agradezco de igual modo al profesor Omar Coronel, quien planteó observaciones detalladas sobre una primera versión de este trabajo y condujo a hacer ajustes y ampliaciones bibliográficas que le han provisto de mayor consistencia analítica. Por su parte, no es posible dejar de mencionar a Claudia Risco y Anyel Limache, quienes colaboraron con la última etapa de las transcripciones de entrevistas, así como a Rocío Medina, quien aseguró que las traducciones citadas tuviesen el mejor sentido posible. Desde luego, todos los errores plausibles de ser hallados son de entera responsabilidad del autor de la investigación. Por último, y no por ello menos importante, debo subrayar el apoyo imprescindible de los entrevistados, sin cuyo testimonio este trabajo no tuviese más mérito que recopilar bibliografía y dejar caer ideas sueltas con mucha más incertidumbre que la actual. Desde el principio, y pese al espíritu crítico que lo atraviesa, este ha pretendido ser un canal para que voces no escuchadas, que se deslizaban como susurros al margen de la Historia, puedan tener un registro más amplio y sus pareceres, idiosincrasias y pasiones lleguen a nuevos ojos y oídos receptores. A ellos, y a los fantasmas sanmarquinos que pueblan sus memorias, muchos, espectros mártires de un tiempo más convulso que el nuestro, se dedican también estas líneas. 6 TABLA DE CONTENIDOS I. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 11 1.1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA ................................................................................................... 12 1.2 JUSTIFICACIÓN, RELEVANCIA Y APORTE ESPERADO ............................................................................... 15 1.3 PROBLEMA GENERAL Y PROBLEMAS ESPECÍFICOS DE LA INVESTIGACIÓN .................................................... 17 1.4 OBJETO DE ESTUDIO .................................................................................................................... 18 1.5 OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN ................................................................................................... 18 1.6 HIPÓTESIS................................................................................................................................. 19 1.7 METODOLOGÍA .......................................................................................................................... 20 1.7.1 Historia de vida ................................................................................................................. 21 1.7.2 Relato de vida.................................................................................................................... 22 1.7.3 Técnicas de análisis ........................................................................................................... 26 1.8 ESTADO DE LA CUESTIÓN .............................................................................................................. 27 1.8.1 Una cultura de radicalismo juvenil ..................................................................................... 28 1.8.2 Radicalismo de izquierdas a fines del siglo XX .................................................................... 33 1.8.3 Izquierda y movimiento estudiantil universitario ............................................................... 39 II. MARCO TEÓRICO ........................................................................................................................... 42 2.1 TRAYECTORIAS DE VIDA ......................................................................................................... 42 2.1.1 Definición .......................................................................................................................... 42 2.1.2 Identidad y memoria ......................................................................................................... 45 El lugar de la memoria ........................................................................................................................................ 47 2.2.1 Socialización y la “estructura de sentimiento” ....................................................................... 52 Socialización ........................................................................................................................................................ 52 Socialización política ........................................................................................................................................... 55 Estructura de sentimiento .................................................................................................................................. 57 2.2 CULTURA POLÍTICA RADICAL DE IZQUIERDAS ......................................................................... 60 2.2.1 Cultura política .................................................................................................................. 60 2.2.2 Radicalismo militante de izquierda .................................................................................... 64 El radicalismo ...................................................................................................................................................... 64 Radicalismo de izquierda .................................................................................................................................... 67 Radicalismo marxista “realmente existente”: el leninismo .............................................................................. 69 La infraestructura de disenso ............................................................................................................................. 73 “Clasismo”: Leninismo a la peruana .................................................................................................................. 77 III. TIEMPOS CONVULSOS: DE LA RESISTENCIA ANTIDICTATORIAL A LA PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL DE LA IZQUIERDA ......................................................................................................... 82 3.1 GATILLANDO EL DESCONTENTO: EL OCASO DE LA SEGUNDA FASE DEL GOBIERNO MILITAR ........................... 84 3.2 UNA TRANSICIÓN ORDENADA: 1978-1979 ...................................................................................... 88 3.3 EL ASCENSO DE LA IZQUIERDA: LOS PAROS NACIONALES Y LA ARTICULACIÓN DE LAS LUCHAS ......................... 90 3.4 A BABOR TODO SUMA: EL PROCESO UNITARIO EN LAS IZQUIERDAS ......................................................... 96 3.5 DE CARA AL TEMPORAL: LA IZQUIERDA FRENTE A LA CRISIS DE LOS 80 ................................................... 100 IV. SIN FAROS, NI MAPAS, NI GANAS: LA CRISIS EN SAN MARCOS ............................................... 111 4.1 EL “ESTILO SANMARQUINO”: LA UNIVERSIDAD COMO BOTÍN DE GUERRA Y CABALLO DE BATALLA ................. 111 4.2 PARCHES DE MODERNIDAD: LA LEY UNIVERSITARIA DE 1983 Y EL ESTATUTO DE SAN MARCOS DE 1984 ...... 121 4.3 UNA PROMESA FRUSTRADA: LA IZQUIERDA EN EL CONTROL ADMINISTRATIVO DE SAN MARCOS ................... 127 V. AGITANDO LAS AGUAS: LA IZQUIERDA SANMARQUINA (1977-1989) ......................................... 135 5.1 UN NUEVO TIMONEL: EL FIN DE LA HEGEMONÍA DEL FER – ANTIFASCISTA ............................................. 136 5.2 DE CARA A UN MAR MOVIDO: LOS SANMARQUINOS FRENTE A UNA CRISIS PERMANENTE ................................... 152 7 5.3 SE AVECINAN TEMPESTADES: LUCHAS, MÁRTIRES Y SUBVERSIVOS ......................................................... 156 5.4 TORMENTA DE VERANO: LA LUCHA CONTRA EL ALZA DE PASAJES Y LA LEY UNIVERSITARIA .......................... 162 5.5 DESEMBARCANDO ROCKEROS AL SON DEL SIKURI: LA CULTURA OCHENTERA EN SAN MARCOS ..................... 168 5.5.1 Tesis: Los “andinistas” ..................................................................................................... 168 5.5.2 Antítesis: Los “subterráneos” ........................................................................................... 172 5.5.3 Síntesis: “Andesground” .................................................................................................. 177 5.6 RELÁMPAGOS EN EL OJO DEL TIFÓN: LOS SANMARQUINOS Y LA PROFUNDIZACIÓN DE LA VIOLENCIA POLÍTICA EN LIMA ………………………………………………………………………………………………………………………………………….. 182 VI. INQUIETUDES EN LA PLAZA: TRAYECTORIAS MILITANTES Y CULTURA POLÍTICA EN LA IZQUIERDA SANMARQUINA DE LOS OCHENTA .................................................................................... 205 6.1 INQUIETUDES QUE NACEN. TRAYECTORIAS PREUNIVERSITARIAS ........................................................... 207 6.1.1 “Mensajes tensionales”: El mundo que conocimos ........................................................... 208 6.1.2 “Me iban dejando una cátedra de las primeras ideas marxistas que escuché”: Tradiciones en salsa roja ................................................................................................................................. 212 6.1.3 “Mas por la literatura que por la teoría”: El papel del papel escrito ................................. 217 6.1.4 “Por tu culpa me volví ferista”: Inquietudes que se anidan más allá de la escuela ............ 222 6.1.5 “Ser como el Che te resuelve problemas existenciales”: Identidades en pugna ................. 231 6.2 CONQUISTANDO LA PLAZA: CULTURA POLÍTICA RADICAL EN SAN MARCOS.............................................. 237 6.2.1 “No por teoría aprendida, sino por experiencia vivida”: La captación .............................. 238 6.2.2 “La épica de un partido la ha escrito su elemento armado”: La política como actividad contenciosa .................................................................................................................................. 246 6.2.3 “El partido era de carácter clandestino”: Los métodos leninistas ..................................... 257 6.2.4 “Si el partido hubiese dicho vamos a la guerra, todos hubiésemos ido”: El sostenimiento contextual de la radicalización ..................................................................................................... 266 6.2.5 “Ya estábamos camino a la derrota”: La crítica al radicalismo ......................................... 277 VII. CONCLUSIONES ....................................................................................................................... 285 BIBLIOGRAFÍA ...................................................................................................................................... 293 8 ÍNDICE DE CUADROS Y FIGURAS Cuadro 1: Exmilitantes entrevistados…………………………………………………………………………………………………….26 Cuadro 2: Gasto por alumno en la Universidad San Marcos (1975-1986)……………………..........................117 Cuadro 3: Alumnos matriculados en la UNMSM (1977-1989)………………………………………………………………122 Cuadro 4: Alumnos graduados de la UNMSM (1970-1988)………………………………………………………………….140 Cuadro 5: Postulantes e ingresantes a la UNMSM (1976-1989)……………………………………………………………157 Cuadro 6: Porcentaje de postulantes que ingresa a la UNMSM (1975-1988)……………………………………….157 Cuadro 7: Presidentes de la FUSM (1976-1990)…………………………………………………………………………………..162 Cuadro 8: Relación parcial de estudiantes sanmarquinos asesinados en la década del ochenta………….198 Figura 1: Influencia interactiva entre la Estructura de Sentimiento y la Infraestructura de Disenso………81 Figura 2: Célula universitaria de Patria Roja en los ochentas……………………………………………………………….143 Figura 3: Genealogía del FER en la UNMSM…………………………………………………………………………………………151 Figura 4: Frentes políticos estudiantiles de izquierda en la UNMSM……………………………………………………204 9 ABREVIATURAS ANP Asamblea Nacional Popular APRA Alianza Popular Revolucionaria Americana ARE Alianza Revolucionaria Estudiantil ARI Alianza Revolucionaria de Izquierda ASI Acuerdo Socialista de Izquierda CAI Conflicto Armado Interno CCP Confederación Campesina del Perú CCUSC Comité de Coordinación de Unidad Sindical Clasista CGTP Central General de Trabajadores del Perú CONUP Consejo Nacional de la Universidad Peruana CZSM Conjunto de Zampoñas de San Marcos FDB Frente Democrático de Bases FDR Frente Democrático Revolucionario FEDEP Frente Democrático Popular FEDIP Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo FEP Federación de Estudiantes del Perú FER Frente Estudiantil Revolucionario FER – A Frente Estudiantil Revolucionario – Antifascista FOCEP Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular FRAS Frente Antiimperialista por el Socialismo FUSM Federación Universitaria de San Marcos GRFA Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas IP Izquierda Proletaria IS Insurgencia Socialista IU Izquierda Unida JCR Juventud Comunista Revolucionaria MAP Movimiento de Acción Proletaria MIR Movimiento de Izquierda Revolucionaria 10 MIR - C Movimiento de Izquierda Revolucionaria – Confluencia MIR – EM Movimiento de Izquierda Revolucionara – El Militante MIR – IV Movimiento de Izquierda Revolucionaria – IV Etapa MIR – VR Movimiento de Izquierda Revolucionaria – Voz Rebelde MRTA Movimiento Revolucionario Tupac Amaru PC del P – PR Partido Comunista del Perú – Patria Roja PCP – BR Partido Comunista Peruano – Bandera Roja PCP – SL Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso PCP – U Partido Comunista Peruano – Unidad PCR Partido Comunista Revolucionario PCR - CO Partido Comunista Revolucionario – Clase Obrera PCR – TR Partido Comunista Revolucionario – Trinchera Roja POMR Partido Obrero Marxista Revolucionario PPC Partido Popular Cristiano PRT Partido Revolucionario de los Trabajadores PSR Partido Socialista Revolucionario PSR – ML Partido Socialista Revolucionario – Marxista Leninista PST Partido Socialista de los Trabajadores PUM Partido Unificado Mariateguista SUTEP Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación Peruana SUTUSM Sindicato Único de Trabajadores de San Marcos UDP Unidad Democrático Popular UI Unidad de Izquierda UNIR Unidad de Izquierda Revolucionaria UNMSM Universidad Nacional Mayor de San Marcos VR Vanguardia Revolucionaria VR – PC Vanguardia Revolucionaria – Proletario Comunista 11 I. INTRODUCCIÓN La presente investigación aborda el modo en el que las trayectorias de vida preuniversitarias (familiar, escolar y social) influenciaron en la trayectoria política juvenil y la construcción de una cultura política radical en la militancia de la izquierda estudiantil en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) entre los años 1977 y 1989. En tal sentido, pretende indagar a partir de los testimonios recogidos a exmilitantes de izquierda quienes fueron representantes o dirigentes de sus respectivas organizaciones en el movimiento universitario, la naturaleza de la construcción identitaria que sus formas primeras de socialización fueron configurando en ellos y la manera en la que esta repercutió en las prácticas culturales y políticas en un período en el que las organizaciones de izquierda se debatían entre la incursión legal a través de los canales institucionales de la política y los proyectos de lucha armada desarrollados por las organizaciones subversivas a inicios de la década del ochenta del siglo pasado. Sobre esta última parte, pretendemos evaluar la dinámica de este proceso, el modo en el que una actuación política es realizada en un espacio y periodo de tiempo determinado, presuponiendo el contacto en forma de convergencia o contradicción entre actores que comparten una misma “área de trabajo” por razón de su pertenencia institucional. El período que analizaremos enmarca un lapso iniciado por el momento pico dentro del auge más importante de movilización sociopolítica urbana en el país en el siglo pasado, liderado por casi el total de las organizaciones de la izquierda existentes (1977) y la debacle de la etapa de mayor acumulación orgánica de las mismas en todo nivel, y en la universidad San Marcos en particular (1989). Para tales efectos, la presente investigación se estructura de modo tal que, en el primer capítulo introductorio se expone el planteamiento del problema, las hipótesis, las herramientas metodológicas y el estado de la cuestión. Por su parte, el segundo capítulo comprende el marco teórico donde se exponen los instrumentos conceptuales para el análisis, a saber, las trayectorias de vida conformadas y conformantes de una socialización peculiar. 12 El tercer, cuarto y quinto capítulos contienen una temática de contexto histórico que se asume como necesaria de ser largamente referenciada debido a que en este se sostienen las estructuras en las que se inscriben los cursos vitales de los investigados. De este modo, mientras que el tercero aborda el desarrollo de la izquierda nacional en el período referido en donde sus múltiples expresiones, mediante cooperación y conflicto fueron resultado o causa generatriz de muchas de las vivencias políticas de los actores de la investigación. Asimismo, el cuarto capítulo referencia la situación de crisis institucional al interior de la Universidad San Marcos, el espacio donde transcurre buena parte de la porción de las trayectorias de vida que son objeto de la investigación. Por su parte, el quinto capítulo describe el particular contexto histórico del movimiento estudiantil sanmarquino en aquellos años, el conglomerado de relaciones que construyen los núcleos identitarios de los agentes estudiados. Finalmente, agrupados en el sexto capítulo se hallan los resultados del análisis de los datos recogidos, por un lado, respecto de las trayectorias de vida en un período preuniversitario en las que fueron socializados bajo lógicas específicas, y por otro, referenciando la trayectoria política universitaria de los investigados y la conformación de una peculiar cultura política. Para terminar, el capítulo séptimo aborda las conclusiones del trabajo. 1.1 Planteamiento del problema La izquierda peruana, durante fines de la década del 70 del siglo XX y en el curso de toda la década siguiente, acumuló un capital social y político como nunca antes en su historia, logrando alcanzar escaños en la Asamblea Constituyente de 1979 y aun mejores resultados tras la constitución del frente “Izquierda Unida” (IU) en las elecciones de la alcaldía de Lima en 1983 y las presidenciales de 1985. Éxitos relativos que concluirían entre 1989 y 1990 con la disolución del espacio unitario de las izquierdas a nivel político y con la pérdida de la influencia crucial de gremios de trabajadores, campesinos, barriales y estudiantiles, a nivel social. Sin embargo, en el mismo período, el Partido Comunista Peruano – Sendero Luminoso (PCP-SL) primero, y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) después, desarrollan un camino armado para el alcance de sus 13 propios objetivos político-sociales propiciando el desarrollo de un Conflicto Armado Interno (CAI)1 que se extendería hasta la derrota de estas organizaciones insurgentes en la década de los noventa. El 19 de julio de 1977 se había producido el paro nacional más grande de la historia republicana desde la conquista de las ocho horas en 1919. Su éxito había sido producto, entre otras circunstancias sociales, de la decisión política de las izquierdas nacionales por articular una actuación conjunta, a través de sus canales de participación en el movimiento social, contra la dictadura militar que gobernaba aquel entonces el general Morales Bermúdez. En tal sentido, la iniciativa contribuyó la apertura del régimen hacia una transición que desembocaría en la conformación de una Asamblea Constituyente en 1979 y finalmente en la convocatoria a elecciones generales en 1980. El sostenimiento de esa iniciativa y su traducción al ámbito político fortalece su propuesta de cara a una población con expectativas abiertas debido a la transición, expectativas cívicas que han de sucumbir a lo largo de una década ante la violencia política, el terrorismo de Estado, la crisis generalizada y que habrán de decantar finalmente en el autoritarismo de la dictadura cívico-militar de los noventa. En ese lapso, la izquierda nacional, que se debatía en sus propias contradicciones estratégicas, no supo, pese a sus enormes proyecciones, transmutar la crisis en oportunidad, desdibujándose junto con el movimiento social en su conjunto hacia fines de los ochenta. La Universidad San Marcos, que era desde principios de la década del setenta el reflejo de las múltiples posibilidades y limitaciones de ese espectro izquierdista, se hallaba imbuida en esta efervescencia con una hegemonía del pensamiento y la acción radical que configura una distintiva cultura política en la cual la confluencia entre los distintos grupos suele ser provisoria y las prácticas de confrontación tienden a erigirse como regla. Indefectiblemente, debido al 1 El conflicto fue desatado por el PCP-SL en mayo de 1980 y dejó una estela de aproximadamente 69 mil víctimas según las estimaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación - CVR (2003). Durante su desarrollo, el principal actor subversivo utilizó una estrategia que conllevó tácticas de terrorismo contra población civil en el campo y en las ciudades, y en contraparte, el Estado utilizó una estrategia contrainsurgente enmarcada en las lógicas de terrorismo estatal de la guerra fría en Latinoamérica durante el siglo XX. Existe una extensa bibliografía sobre el fenómeno, pero para una visión analítica global y multicausal se destacan Degregori (2011); Manrique (2002) y Stern (1999). 14 contexto nacional, este radicalismo va a traducirse incluso en la aparición de militancia de las izquierdas subversivas que comparten espacios y vivencias con los grupos de la izquierda que en esos años están iniciando un camino institucional. Al respecto, es importante merituar el peso que las distintas etapas que estas interconexiones tuvieron en la Universidad San Marcos. Así, debe sernos posible distinguir las distancias existentes entre momentos como (i) el auge huelguístico de fines de los 70 que catapultó al interior del movimiento universitario sanmarquino a las organizaciones que posteriormente confluirían en Izquierda Unida desplazando a las viejas vanguardias de los setenta, en los años previos al inicio de la lucha armada desplegada por el PCP-SL y en el que esta organización tenía casi nulo registro de existencia en San Marcos (1977-1980); (ii) el período de confrontación del movimiento contra una nueva ley universitaria, la cual había posibilitado la institucionalidad del cogobierno y permitió alcanzar cuotas de control administrativo a distintos partidos de izquierda, tiempo en el que el PCP-SL, y luego el MRTA, empiezan a hacerse públicos en la vida universitaria como opciones más radicales frente al camino tomado por las izquierdas legales (1980-1986); y, (iii) la época que constituye el fracaso de los proyectos izquierdistas al mando del gobierno universitario, sus disputas y fraccionamientos, tiempo que coincide con el inicio de un flujo de captación mayor de militancia universitaria sanmarquina hacia las organizaciones alzadas en armas (1986-1989). Debido a la vorágine de la crisis y la guerra, la radicalidad de unos y otros actores ha permanecido en el imaginario de las generaciones posteriores como una construcción monolítica. En el presente trabajo queremos escrutar las expresiones de aquella cultura política, así como el análisis de las trayectorias de los actores que le dieron forma demostrando la multiplicidad de los orígenes de aquel universo, por demás, complejo. Es preciso destacar el papel que contextos globales (la estela del mayo francés y la revolución cultural china, como las resistencias antidictatoriales del Cono Sur o la revolución sandinista) asociados a transiciones sociales nacionales (toma de tierras y migraciones rurales) permitieron en el avance ideológico de posiciones políticas como el maoísmo, tan en boga desde fines de la década del 15 sesenta y que destacaron en las lógicas e idiosincrasias de las múltiples formaciones izquierdistas de la época. Si bien en este trabajo no nos centraremos en el análisis del discurso, intentaremos subrayar la comprensión que los actores tuvieron sobre la educación superior, la sociedad, el cambio social o el rol de la violencia en la transformación social pues estas categorías estaban fuertemente asociadas al papel desplegado por la influencia de la mencionada ideología en su quehacer cotidiano. En tal sentido, el interés mayúsculo de esta investigación es la forma en la que ciertos procesos socializadores específicos en aquellos años de dictaduras militares, reformas sociales, transiciones democráticas y luchas sindicales y políticas -que se ligan a una cultura epocal-, moldearon las trayectorias de vida de los jóvenes sanmarquinos que (re)construyen a su vez una cultura política contenciosa a nivel universitario. 1.2 Justificación, relevancia y aporte esperado El presente trabajo de investigación pretende insertarse en el núcleo de los debates sobre la violencia política y las prácticas en torno a discursos radicales en la historia del siglo XX en el Perú, las cuales atravesaron a las más diversas organizaciones de izquierda. Dichas prácticas han estado asociadas regularmente a factores ideológicos o a los posicionamientos socioeconómicos de sus actores; empero, la presente investigación pretende subrayar su inscripción en una cultura política vinculada pero no determinada únicamente por los factores mencionados, los mismos que se encarnaron en la experiencia práctica de las trayectorias de vida de los actores. Las relaciones producidas entre los militantes de las izquierdas en la Universidad San Marcos es un terreno poco explorado y sobre el que vale la pena enfocar los reflectores para escudriñar las experiencias de los actores que compusieron una trama de aceptación y divergencia de los modos radicales de comprender la sociedad, la universidad y la violencia. Como se verá en el estado del arte, la limitada bibliografía dedicada a enfocar el radicalismo universitario de fines del siglo XX la aborda poniendo sumo énfasis 16 en la perspectiva de la ideología de los actores o en el movimiento de las ubicaciones socioeconómicas de los sujetos que se evalúan como determinantes de ese tipo de actuación; además, muy pocas investigaciones se han enfocado en el período de tiempo a analizar en el presente trabajo, al menos para el espacio específico (la UNMSM) en el que los actores desenvolvieron sus relaciones. Por ello, pretendemos conocer las particularidades del trabajo y la actuación política de las izquierdas nacionales del pasado siglo en este espacio institucional que consideramos representativo en términos de afluencia poblacional en el período a analizar. Asimismo, queremos saber las motivaciones y las idiosincrasias de los actores para la toma de decisiones en el curso de sus trayectorias de vida, las mismas que definieron las formas de aproximación al radicalismo político el cual tuvo un impacto duradero en la historia reciente del país. Lo antes señalado, en función de desmitificar las aparentes distancias existentes entre todos los distintos proyectos de izquierda, evidenciando las interconexiones y las formas que estas asumieron en un tiempo de transiciones políticas a nivel individual y social para todos los actores involucrados. En consecuencia, también tenemos la expectativa que la investigación pueda contribuir a visibilizar los distintos matices que adquirió el CAI en escenarios con una participación política tan heterogénea y al mismo tiempo tan particular como en el caso de la UNMSM2 y las variadas estrategias que desplegaron los diferentes actores que tuvieron participación en esta parte de nuestra historia contemporánea. Para resumir, el aporte que se espera de la investigación es la pretensión de comprender bajo una hipótesis de índole sociocultural del modo en el que se produjo la radicalización a modo de ensamblaje interactivo entre redes de trabajo político-social en un contexto histórico específico y las representaciones 2 Heterogénea, porque existía una pluralidad de colectividades políticas que tenían actividad en la Universidad San Marcos, la mayor parte de las cuáles van modificando su comprensión y acción política en el tiempo; y particular, por el hecho de que se trataba de un escenario no reproducible a niveles más amplios, dada la hegemonía de una forma de participación política con códigos culturales específicos y reconocibles entre los actores que componían las relaciones que en ella se establecieron. 17 ideológico-afectivas de aquellas, producidas en la socialización de los agentes involucrados, y cómo esta llegó a su límite en un espacio específico (la Universidad) que la había acunado y contribuido a configurar por al menos tres décadas. Dadas las circunstancias de un resurgimiento de la movilización social juvenil en América Latina podría ser útil para futuras reflexiones no ya de las viejas formas en las que operó y se reprodujo la praxis radical, sino sobre si es posible hallar vestigios de aquella en las nuevas formas de compromiso político, si, por el contrario, es un proceso por completo ajeno a las generaciones actuales, o si nuevos esquemas generatrices de disenso han sido constituidos en el presente. Así también, puede plantear significativos interrogantes a resolver a futuro respecto de la subsistencia residual de dicha cultura política entre el movimiento estudiantil sanmarquino contemporáneo o cómo esta ha tenido implicancias en las formas de la configuración actual de su dirigencia y militancia. Del mismo modo, puede ayudar a cuestionar de forma legítima si estos esquemas continúan operando de forma velada entre las variopintas izquierdas partidarias nativas y si es un elemento facilitador o contraproducente en el curso de su desarrollo como propuesta política. 1.3 Problema general y problemas específicos de la investigación Problema general En síntesis, en el presente trabajo de investigación queremos conocer cómo se produjo la influencia de las trayectorias de vida preuniversitaria de los cuadros estudiantiles de la izquierda legal en la trayectoria política universitaria y la construcción de una cultura política radical en la Universidad San Marcos entre 1977 y 1989. Problemas específicos i) ¿Cuál es la influencia de la trayectoria familiar (los orígenes socioculturales y económicos y la primera socialización) de la militancia de la izquierda sanmarquina en la creación de prácticas 18 discursivas compartidas, divergentes o antagónicas con la radicalidad política? ii) ¿Cómo impacta la trayectoria escolar (la socialización de la educación básica, la figura de los maestros, amigos y lecturas) de los actores en la asunción de una actuación de tipo contencioso en el ámbito de la actividad política universitaria? iii) ¿Qué vínculo existe entre la trayectoria social (el barrio, los deportes, la academia preuniversitaria, la iglesia, las imágenes culturales de la época) y su actuación en prácticas políticas específicas de la época como el clandestinaje, el entrenamiento físico o el uso de armas? 1.4 Objeto de estudio Consecuentemente, como se ha venido exponiendo líneas arriba, el presente trabajo tiene como objeto de investigación la asociación existente entre las trayectorias de vida preuniversitaria de los cuadros estudiantiles de las organizaciones de izquierda sanmarquina y la trayectoria política militante de estos en la UNMSM entre los años 1977 y 1989, período en el que dieron vida a través de ellas a una cultura política específica en el movimiento universitario. 1.5 Objetivos de la investigación Por tanto, es el objetivo principal de este trabajo el determinar y evaluar cómo influyeron las trayectorias de la vida preuniversitaria de los cuadros estudiantiles de los partidos de izquierda legal sanmarquina en la trayectoria política que estos desplegaron en el período comprendido entre 1977 y 1989, aportando, a su vez, en la constitución de una cultura política radical. En tal sentido, son objetivos específicos de la investigación: 19 i) Determinar la asociación existente entre marcadores de origen como son los lugares y tiempos históricos en los que nacen y crecen los actores, la influencia de sus padres, así como los primeros recuerdos afectivos de socialización, con la generación de representaciones discursivas que conllevaron a una práctica reflexiva radical respecto de la sociedad peruana, la universidad, o el papel de la violencia en la transformación social. ii) Evaluar de qué modo operan las vivencias educativas primarias y secundarias, su participación en el mundo escolar, el tipo de amistades que se forjan, el recuerdo de maestros y lecturas, en la participación política de tipo confrontacional en el movimiento estudiantil producida a través de asambleas de debate, elecciones para la representación estudiantil o los episodios de acción colectiva. iii) Explicitar cómo se vinculan las vivencias en el barrio, las amistades en diversos espacios de la vida preuniversitaria, así como las imágenes culturales de la época construidas en la trayectoria de vida de los actores a través de las noticias, la literatura y otras formas de expresión estético-espiritual con el ejercicio habitual de prácticas políticas de tipo cerrada como son la costumbre de la clandestinidad, la preparación física o inclusive el conocimiento y manejo de armas de fuego. 1.6 Hipótesis Consideramos que las trayectorias de vida (familiar, escolar y social) de los estudiantes sanmarquinos del período referido influyeron en la construcción de una cultura política radical de tipo confrontativa o contenciosa que permitió la normalización de prácticas violentas entre los propios estudiantes adscritos a diversas organizaciones de izquierda. 20 Las trayectorias habrían estado contextualizadas históricamente en un período sociocultural específico, y, por tanto, su práctica habría sido configurada en y configuradora de un “sentimiento de época” o “estructuras de sentir” que permitió inteligir a sus actores la realidad de un modo peculiar en el que sus proyectos de vida tenían como eje las transformaciones estructurales a las que, según sus parámetros ideológicos, debía abocarse la sociedad. Gracias a esta comprensión (ideológica pero también afectiva) disponían su vida hacia un horizonte épico en el que la actividad “revolucionaria” del presente lo consensaba todo y no podía tenerse otro tipo de expectativas a futuro sino aquellas que revistieran la identidad con aquel proyecto político. Dicha identidad era asumida de forma tribal entre las múltiples organizaciones que componían el espectro de prácticas que realizaban y, la confluencia entre la sobreideología de la época y la comunidad afectiva que construían determinó la justificación de altos niveles de confrontación entre los actores. Las prácticas contenciosas; sin embargo, habrían constituído a su vez una “infraestructura de disenso”, esto es, una red organizada de militantes y apoyos que reproducían la identidad de oposición al establishment en distintos espacios, que sirvieron como marco de soporte para el desarrollo de las actividades legales, semilegales e ilegales que desarrollaron los actores en el desenvolvimiento de su trayectoria política juvenil. 1.7 Metodología Para la aproximación al estudio de las trayectorias de vida consideramos pertinente destacar el hecho que este ha derivado de un tipo particular de análisis dentro de una propuesta metodológica de corte cualitativo: el enfoque biográfico en las Ciencias Sociales. En tal sentido, no es posible desligar a este del desarrollo que han tenido las técnicas que lo componen como son las historias de vida y los relatos de vida. Los antecedentes de los estudios con un enfoque biográfico datan desde fines del siglo XIX y principios del XX y están fundamentalmente ligados al desarrollo de la antropología cultural norteamericana (en estudios sobre los relatos de tribus 21 indígenas) por un lado, y a la sociología de la Escuela de Chicago (en sus trabajos sobre “estudios de caso”) por el otro (Cornejo 2006). Tras un silencio de treinta años, es a partir de la década del setenta del siglo pasado que ha surgido la inquietud de realizar de forma sistemática estudios relacionados a la perspectiva de los sujetos que participan en los procesos históricos frente a corrientes que basaban sus enfoques bien en la recopilación de información y documentación sobre las grandes personalidades de la Historia o, más exitosamente, en el análisis del desarrollo de las macroestructuras a través de la objetivación cuantificada de estas. En el presente apartado habremos de precisar las definiciones en torno a las historias de vida y los relatos de vida, y dejaremos la conceptualización de las trayectorias de vida para el capítulo posterior, en tanto interpretación teórica como consecuencia de la señalada metodología, donde se le abordará con mayor énfasis. 1.7.1 Historia de vida Para efectos de precisar la terminología, debe hacerse una distinción entre las historias y los relatos de vida. La primera está definida como una técnica de investigación cualitativa centrada en el análisis realizado por el investigador del “relato que efectúa una persona sobre los acontecimientos y vivencias más destacados de su propia vida (…) intentando conferir finalmente una unidad global al relato o bien dirigirlo hacia un aspecto concreto, que es el especialmente analizado por el investigador” (Martín García 1995: 42), el cual además debe trabajarse a la par de la recopilación de documentos y otros registros vinculados a la vida del investigado (Mallimaci & Giménez 2006). Mallimaci y Giménez destacan la centralidad del tiempo en la historia de vida ya que esta metodología “construye su práctica en la relación entre pasado, presente y futuro que expresa el relato del entrevistado”3, siendo una segunda 3 Al respecto, Thompson advierte que es la naturaleza intrínseca del método de la historia de vida la que “reintroduce la dimensión del tiempo en la investigación sociológica” de modo tal que “el ciclo de vida, la movilidad social o la ‘tradición y el cambio’ ya no pueden ser detenidos artificialmente y desarmados como relojes, sino que tienen que ser analizados como son, en crecimiento y decadencia perpetuos (…)” (1993: 118). 22 cuestión no menos importante la que ejerce la familia en el conjunto de la vida del investigado, toda vez que ello, desde un primer instante “acaba con la ficción de los individuos atomizados” (2006: 177). De este modo, la historia de vida pareciera estar “encaminada a generar versiones alternativas de la historia social, a partir de la reconstrucción de las experiencias personales” en tanto que “facilita el conocimiento acerca de la relación de la subjetividad con las instituciones sociales, sus imaginarios y representaciones simbólicas”, constituyendo “una expresión de la permanente interacción entre la historia personal y la historia social” (Puyana & Barreto, 1994: 185-186). Además, Mallimaci y Giménez destacan el aporte que Ferrarotti hace cuando señala que los análisis desde la historia de vida promueven una perspectiva única, ya que descubren lo cotidiano: “prácticas de vida dejadas de lado o ignoradas por las miradas dominantes, la historia de y desde los de abajo [cursiva en el original]” (2006: 177), razón por la cual las Ciencias Sociales muestran especial interés, toda vez que no solo se aproximan a la vida de un sujeto individual sino a las “sociabilidades en las que esta persona está inserta y que contribuye a generar con sus acciones” (2006: 177), las cuales constituyen las etapas del recorrido de su experiencia tanto individual como social. En ese sentido, la historia de vida confiere “una unidad explicativa e interpretativa a estas etapas, y [busca] dotar de significado y relevancia a aquellos hitos vitales relatados por el protagonista que más interesen a la investigación” (Martín García 1995: 42). Esto último es de especial importancia por cuanto la historia de vida brinda al investigador un papel central en la ejecución, sistematizando la información y validándola con otras piezas de registro, mientras que el relato de vida se caracteriza por estar centrado en el papel del sujeto que narra los hechos. 1.7.2 Relato de vida Martín García recuerda que fue el sociólogo norteamericano Norman Denzin en 1970 el primero en distinguir los conceptos de historia de vida (life history) de relato de vida (life story), y siguiendo a Pujadas, incide en que la historia de vida registra además del relato narrado, “la versión elaborada de dicha narrativa, más el conjunto de registros y entrevistas a personas del entorno vital del sujeto 23 biografiado, que permiten completar y validar el texto biográfico inicial” (1995: 47). En ese sentido de ideas, el relato de vida sería definido como la técnica con la cual el investigador recoge el testimonio de vida de un sujeto, pudiendo o no convertirse en una historia de vida (Martín García 1995) en cuya narración serían remarcados los aspectos que el investigado considera más importantes en el curso de su experiencia (Atkinson 1998, citado en Mallimaci y Giménez 2006). Esta misma concepción “minimalista” es esbozada por Bertaux, quien define al relato de vida como el “momento en el que un sujeto cuenta a otra persona, investigador o no, un episodio cualquiera de su experiencia vivida” (2005: 36), donde el verbo “narrar” es central dado que la experiencia es trocada en su forma “narrativa”. Por ella, el citado autor entiende la capacidad de concatenar en el relato las descripciones de lo vivido vinculándolas a contextos, explicaciones y justificaciones de la acción. Sin embargo, Bertaux (2005) es claro en afirmar que debe asirse una perspectiva realista de la relación entre historia y relato de vida, toda vez que fuera de ella es imposible construir la objetividad en las Ciencias Sociales. Por tanto, subraya que solo en la reiteración de los hechos entre múltiples relatos es que sería viable afirmar la posibilidad de superar la singularidad y ubicar los componentes sociales de la circunstancia histórica relatada. Por su parte, Rheaume siguiendo a Michel Legrand, introduce en la definición de relato de vida, la lógica de que la narración realizada en un contexto interactivo para fines de investigación, busca “comprender el proyecto único de historicidad de un sujeto-actor social” (2000: 5). Al respecto, Rheaume define a la historicidad como “la historia y el tiempo que en la memoria viva de los sujetos/actores sociales resulta de la relación reflexiva sobre el mundo y el otro [cursiva en el original]”, en consecuencia, “(…) es la vida que toma conciencia de ella misma en la sucesión de sus momentos de libertad (…) Es la dialéctica de lo ‘realizado por realizar’ (…)” (2000: 3). De este modo, para Rheaume, el relato de vida reposa tanto sobre el concepto de historicidad como sobre el de dialéctica. Respecto a este último, desarrolla la idea de que el sujeto para-sí (consciente) se ve opuesto a un mundo en-sí 24 (objetivado) que lo inspira a un sentido y acción trágica de la vida, que lo convierte así en un “hombre trágico”, el cual “persigue un saber y valores universales válidos para todos, en un proyecto humano de totalización; siempre viviendo la experiencia radical de su finitud, de sus límites, de la muerte”, y en él se pueden encontrar “todas las variaciones un poco radicales de la búsqueda narcisista (…) desde la afirmación del sí-mismo solitario hasta el voluntarismo salvador del mundo” (2000: 3). La dialéctica opera también en las dos figuras éticas que comprometen ese sentido trágico: por un lado, de forma romántica, donde el sujeto está en oposición al mundo, transformándolo, y por otro, de forma pragmática, donde el mundo destaca en su oposición al sujeto, constriñéndolo. Esta concatenación dialéctica no se halla solo en el relato del narrador (actor), sino también en la aproximación que realiza el investigador al contenido del relato. Al respecto, Ferrarotti (2006) señala que el investigador debe “habitar” o “poblar” el texto de la historia de vida -esto es, el relato en sí mismo- de modo que pueda ser capaz de hallar las “áreas problemáticas” en la relación de constricción y liberación presente en todo desarrollo vital y lograr así vincular texto y contexto, es decir, entrelazando el contenido de las historias de vida con los datos históricos, comprendiendo esta relación con la característica de un “condicionamiento recíproco” en donde la realidad vivida condiciona al narrador pero solo existe a través de la percepción de este, en una forma plenamente interdependiente (“puedo mirar el paisaje en cuanto el paisaje mira que miro”). Así, la narración elaborada sobre sí mismo respecto del devenir de su existencia (relato), resaltando las transiciones de su experiencia vital más destacadas, se conectan mediante el análisis que realizamos con los contextos sociohistóricos de los que forma parte el narrador (historia) para ubicar de mejor forma la pertinencia de sus percepciones y ahondar de mejor modo en ellas. 1.7.3 Técnicas de recolección de información En consecuencia, para nuestro caso particular, la técnica a emplear dentro de una metodología de corte cualitativo (el enfoque biográfico) es la historia de vida, en donde la narración de la experiencia vivida por los investigados (relato) ha sido registrada mediante catorce entrevistas semiestructuradas a exmilitantes de 25 izquierda que han sido dirigentes o representantes políticos a nivel estudiantil en la Universidad San Marcos en el período referido (Cuadro 1), las mismas que se unen a los registros históricos (memorias institucionales y artículos de diarios y revistas de la época) para formar un todo contextual, con el fin de facilitar la evaluación de sus trayectorias vitales a la luz del tiempo histórico en el que aquellas crean, conjugándose, una determinada cultura política. Los entrevistados fueron electos buscando obtener una muestra lo más representativa posible de la pluralidad del universo de organizaciones izquierdistas que tuvieron trascendencia en la vida política universitaria de San Marcos. Así también, el hecho de que solo dos de las catorce personas entrevistadas sean mujeres revela un menor nivel de involucramiento de este sector en la dirección del movimiento estudiantil de la época, aun cuando el porcentaje obtenido en nuestra muestra (alrededor del 14%) no sea necesariamente representativo. El muestreo se realizó empleando la técnica de la “bola de nieve”, por la cual cada uno de los primeros entrevistados nos proporcionó información sobre agentes específicos que desde su parecer tenían posiciones claves en el movimiento estudiantil y eran conocidos o amigos suyos, muchos de ellos pertenecientes a otras organizaciones que compitieron con las propias. Aun cuando por motivos diversos (desde fallecimientos hasta negativas tácitas) no cubrimos todos los individuos que nos hubiese gustado evaluar, teníamos la expectativa de haber alcanzado el punto de saturación de la data cuando obtuvimos la decena de entrevistados. Por tanto, creemos que el número alcanzado cumple con la intencionalidad original de abarcar la cantidad de data donde no se aportan nuevos elementos para el análisis del fenómeno. Vale la pena destacar que todas las entrevistas se grabaron respetando la decisión de los sujetos de análisis para tales efectos. Asimismo, se hizo de su conocimiento el hecho de que sus nombres serían codificados de forma tal que solamente serán presentados como seudónimos en el presente trabajo, a fin de proteger su identidad y la de sus allegados. 26 Cuadro 1 Exmilitantes entrevistados Nombre Edad Profesión / Ocupación actual Organización política Fecha de entrevista Abel Jiménez 52 Abogado / Consultor privado UDP (Voz Rebelde) / PUM 26/10/2018 Belisario Juárez 63 Historiador / Dirigente político FER del Perú (Patria Roja) 24/05/2019 Camilo Díaz 60 Literato / Educador FER del Perú (Patria Roja) 26/03/2019 Carlos Murillo 65 Economista / Comerciante privado FER del Perú (Patria Roja) 23/05/2019 César Jáuregui 65 Psicólogo / Comerciante privado PCR – Clase Obrera 04/04/2018 Gastón Jurado 53 Abogado / Educador FER del Perú / PUM 29/05/2019 Manuel Arias 63 Economista / Consultor privado FER del Perú 28/05/2019, 25/07/2019, 24/09/2019 Mario Ortega 61 Geógrafo / Periodista FER – Antifascista 09/10/2018, 16/10/2018 Máximo Julca 64 Abogado / Cesante FER del Perú (Patria Roja) 13/04/2019 Melquíades Damián 60 Abogado / Abogado FER-A / UDP (VR) 19/01/2019 Miguel Morales 55 Periodista / Profesor universitario PCR-CO / PUM 22/07/2019 Rebeca Donato 62 Literata / Literata PCR-CO 27/04/2019 Tania Rioja 66 Contadora / Periodista FER-A / FER-FEDEP (Bandera Roja) 12/05/2018 Tomás Calvo 60 Odontólogo / Odontólogo PCR–Trinchera Roja / PUM 16/02/2018 1.7.4 Técnicas de análisis En la presente investigación hemos tenido a bien emplear dos formas de evaluación de la data cualitativa recogida. La primera, haciendo uso de un mecanismo comparativo de las trayectorias biográficas a modo de cuadros evolutivos entre períodos quinquenales desde 1950 hasta 1990 (años entre el nacimiento y la actividad política estudiantil de los entrevistados), destacando en 27 ellos tres niveles contextuales: el histórico-social, el universitario y el individual. Los dos primeros no poseen mayor variabilidad y se basan fundamentalmente en datos históricos recogidos bibliográficamente. El último, sin embargo, es el más importante de los tres niveles de análisis pues concentra en él las variantes trayectorias familiar, social, educativa y política juvenil de cada uno de los entrevistados. La segunda forma de evaluación, la cual sirvió de complemento a la primera se hizo a través del software Atlas.ti, usando una construcción mixta de etiquetado en los textos a evaluar que permitió manejar tanto las categorías preconcebidas en la hipótesis, como aquellas que surgían de la visión, lenguaje y memoria de los sujetos de análisis. 1.8 Estado de la cuestión Es preciso señalar que el tema abordado constituye un problema en sí mismo dada la falta de voluntad de los propios actores de la izquierda por plantear un balance crítico (cuando menos, ya que lo óptimo sería una multiplicidad de ellos) de los procesos de radicalización en los que se vieron involucrados en las postrimerías del siglo pasado. La desventaja que supone no haber propuesto al país un análisis de lo ocurrido, con excepción de algunas voces convertidas en referentes de la academia, comprende un reto para los investigadores de este período, más aún si lo que buscamos referenciar es un “área gris” que representó los niveles de convergencia o desacuerdo en la práctica política cotidiana entre cuadros “de base”4 del conjunto de las izquierdas existentes en el período. Lo antes dicho se vuelve comprensible si se matiza con el hecho de que muchos de estos procesos, además, comprometían posiciones a favor de proyectos subversivos, todos convenientemente olvidados debido al contexto actual de ostracismo social al que lamentablemente se ven condenados los actores que asumieron prácticamente dicha conducta. 4 Esto es, que no ocuparon puestos de dirección importantes o visibles públicamente en sus organizaciones partidarias, aunque pudiesen haber sido dirigentes del movimiento social en el que desarrollaban su trabajo político. 28 Por lo antes referido, queremos dividir la presentación del estado de la cuestión en tres apartados temáticos: el primero, sobre la vinculación de las investigaciones realizadas entre el radicalismo y la juventud, destacando aquellos que se enfocan en la segunda mitad del pasado siglo; el segundo, sobre la forma en la que diversos trabajos han leído la convivencia de múltiples proyectos de izquierda radical peruanos; y, el último, referido a los estudios sobre la vinculación entre el activismo político de izquierdas y el movimiento estudiantil en el Perú del siglo XX. 1.8.1 Una cultura de radicalismo juvenil Hallamos un mapeo intergeneracional del pensamiento y la acción política radical de masas vivido por nuestra sociedad en el siglo pasado en el texto ensayístico de Rénique (2015), en donde rastrea la búsqueda de la construcción nacional por parte de proyectos de transformación radical5 que, actuando desde los márgenes -incluso geográficos, ya que los líderes de toda tradición rebelde de importancia provienen de los extramuros de la capital del país-, han delineado las formas en las que transitó la historia peruana en el pasado siglo. Un movimiento cíclico dividido didácticamente en tres etapas, en las cuales, la juventud de sus líderes y promotores juega un papel relevante. En consecuencia, la pauta de origen de los radicalismos destacada por Rénique (2015) coincide con la interpretación que De la Cadena (1999) tiene sobre la importancia de la vinculación del “sujeto histórico” de las transformaciones con la ruralidad y la vida comunal para la visión radical de los procesos históricos nacionales, toda vez que para ella también existe una relación destacable entre la profundización de la radicalidad política y el surgimiento de una intelligentsia bien identificable en las diversas provincias del país. Una evaluación de aquella progresiva radicalización de actores sociales en la zona campesina, específicamente en la región Huancavelica, se grafica ejemplarmente en el surgimiento del partido izquierdista Vanguardia 5 Rénique comprende por “idea radical” la suposición que el desarrollo de un sector intelectual convertido a la política ha de redimir a los sectores subalternos únicamente trastocando de raíz la configuración sistémica existente desde la fundación republicana. 29 Revolucionaria (Caro 1996); así como el tránsito de cuadros políticos pertenecientes a la mencionada organización y dedicados al trabajo político en comunidades campesinas, hacia las primeras columnas guerrilleras formadas por el PCP-SL en aquella región (Caro 2015). La frustración por las demandas políticas insatisfechas y los logros inconclusos en la lucha por la tierra en la región genera una apuesta por una cultura política que dio forma a discursos de contraposición a las políticas estatales, leídas siempre con suspicacia desde estas propuestas radicalizadas (Mallon 1999). La vinculación entre esta vivencia campesina desde un espacio social de élite que pierde status y su conversión en una intelligentsia radicalizada hará eclosión en las distintas capitales regionales, resultando Ayacucho el más trascendente de aquellos nodos (Glave & Urrutia 2000; Degregori 2010, 2011). Sin embargo, al transformarse las estructuras productivas y culturales en gruesos sectores de la población no urbana, sobre las que se basaba buena parte de los horizontes transformativos en las lógicas revolucionarias del siglo pasado, se desencajan las categorías interpretativas y se suceden desencuentros entre los postulados teóricos y la base material sobre la que estos se sustentan, en un desenlace trágico conocido en la década de los ochenta, que Rénique (2015) postula como el cierre del ciclo de una “larga marcha radical” que habría iniciado con la iconoclasia indigenista de Gonzáles Prada. Por su parte, Cotler (1986) evalúa la radicalidad juvenil de principios de la década de 1980 afirmando que la movilidad ascendente propiciada por los cambios socioeconómicos producidos en las décadas del sesenta y setenta produjeron una explosión de expectativas en una “juventud popular”6 que tendía, en la urbe, a ubicar su propia definición como actor político tras la ruptura experimentada de las relaciones sociales tradicionales. El fenómeno del “bloqueo social” se produce cuando pese a la expansión de la oferta educativa siguiendo la tendencia de la década de los setenta, el conjunto de la juventud se halla 6 Cotler denomina “juventud popular” al segmento poblacional con dicha caracterización etárea que se ubica a la cabeza de las demandas de las nuevas clases populares urbanas asentadas en los “barrios marginales”. Dichas demandas se corresponden con el periodo de transición en el que viven, y que representa un punto de partida de ingreso a la ciudadanía: educación, salud, infraestructura, vivienda, empleo y salario. 30 enfrentada a una movilidad descendente (Cotler 1987; Portocarrero 1970; Tueros 1986)7. Este escenario, sumado a una propuesta gubernamental de corte oligárquico que restringiría la apertura democrática para el alcance de las nuevas demandas y que cosechaba los reclamos de una generación con un grueso componente de intelectuales que se insertan en las estructuras económicas urbanas, condicionaría, según Cotler, el desarrollo de la violencia subversiva8. Por su parte, el discurso confrontacional halla en la teoría marxista de la lucha de clases su amparo conceptual, con una fuerte tendencia a despreciar la negociación y los acuerdos, convirtiendo todos los antagonismos en una batalla “hasta las últimas consecuencias”. Esta actitud se enmarca en la categoría propuesta por Degregori (2011), quien se refiere a la “la revolución de los manuales” para explicar un período de expansión del marxismo en sus versiones más simplificadas, las cuales penetrarían el campo de acción de las Ciencias Sociales en el Perú, y habrían cumplido un papel ordenador de la vida política y académica universitaria. Además, la relación entre las masas y la dirigencia que se encumbraba en las organizaciones radicalizadas reproducía la actitud política tradicional de autoritarismo paternalista a cambio de favores que satisfagan demandas inmediatas (Cotler 1987). Esta visión será compartida por Lynch (2019), quien afirma que la radicalidad expresada en los altos niveles de confrontación del movimiento estudiantil en la UNMSM en la década de los setenta eran el reflejo de una comprensión de la autonomía universitaria como aislamiento de las estructuras estatales o sistémicas, y donde la negociación era un componente utilitario para la satisfacción reivindicativa que podía implicar un alto grado de prebendalismo. 7 Los jóvenes advierten en su proceso de movilidad social que el Estado está obligado a cumplir determinadas demandas ciudadanas; sin embargo, perciben que la vinculación con este solo conlleva a discriminación, marginación y represión, por lo que desarrollan una cultura política de aproximación basada en el clientelismo individual o la abierta confrontación colectiva. Para Cotler, ambas formas de cultura política se insertan en un solo complejo de prácticas al interior de la izquierda. 8 Como puede observarse, buena parte de estas investigaciones adaptan la tesis de la “privación relativa” de Gurr (1970) según la cual la rebelión y la violencia política revolucionaria se producen por la disonancia entre las expectativas generadas y las capacidades reales para satisfacerlas en un momento dado. 31 En la misma tónica que Cotler y Degregori, Lynch señala que el decantamiento de las organizaciones radicales hacia el maoísmo cierra el círculo ideológico de un movimiento cuyo componente era mayoritariamente una primera generación de migrantes andinos con acceso educativo, que hallan en esta versión dogmática del marxismo un énfasis familiar: estudiantes y campesinos liderando transformaciones sociales de gran alcance. En poco tiempo, los horizontes políticos y las conquistas a nivel macro se difuminan para dar paso a los réditos individuales de quienes se involucran en estas redes. De aquí la persistencia de dicha cultura política. Sin embargo, el citado texto de Degregori posee otra riqueza explicativa. No solo señala esta expansión de las interpretaciones sociales del “marxismo de manual” como factor de la radicalización universitaria en una época determinada (los años setenta), sino que refiere que para otros espacios de jóvenes rurales (estudiantes secundarios y campesinos), las motivaciones no habrían transitado por la afirmación ideológica, sino más bien por componentes asociados en un caso a la simbología ritual del poder, y en otros al ejercicio efectivo del mismo. En estos últimos casos, las manifestaciones del poder (militar) de aquella juventud militante son los que prestigiaban la pertenencia a dicha organización y por tanto, conducían a la adscripción. Esta apreciación es relevante pues remite a mecánicas culturales presentes en buena parte de las organizaciones de izquierda universitaria de la época, y que bien pueden hallarse en espacios como el que se investiga en el presente trabajo. Una aproximación con similares resultados es trabajada por Ascencios (2015) hallando en las motivaciones de la adscripción militante al senderismo dos momentos generacionales bien definidos: el primero, generado en la década de los ochenta y basado en una comprensión más ideológica de la sociedad y sus problemas. Acaso esta primera etapa está vinculada con una cultura epocal que habría tomado forma en la década de los sesenta, por la cual Sandoval López (2002a) adopta al concepto de “estructura de sentimiento” de Raymond Williams, para comprender el proceso de radicalización que vivían los estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle ya en pleno desarrollo del CAI y que permite pensar en las afectividades y pasiones que se desataban en un espacio y tiempo determinados. 32 Un segundo momento en el análisis de Ascencios va desde fines de los ochenta hasta el fin del periodo subversivo, marcado por un ingreso a la militancia cuyo carácter motivacional se encontraba en razones menos vinculadas a la ideología, y en donde ésta cumplía solo un papel de cliché para ocultar otras razones como la desestructuración del mundo familiar, la búsqueda de independencia o, coincidiendo con Degregori, la expresión de una cultura autoritaria que privilegia la acción militar sobre la política. En cualquier caso, consideramos que el mayor acierto es señalar con claridad múltiples lógicas en la decisión del ingreso a una organización subversiva9. El contrapunto desde un abordaje psicoanalítico a tal decisión es expuesto en el trabajo de Portocarrero Maisch (2012), quien señala en la sobrevaloración de la violencia y el culto a la pulsión tanática movilizada por una identidad (ideología y organización) totalitaria, la explicación primordial que transformó la indignación juvenil por un contexto de injusticia en la lógica de “hacer el bien” mediante la acción violenta. Desde otra mirada, pero haciendo un corte de tiempo similar a los citados autores, Gonzáles, Tanaka, Nauca, & Venturo (1991) describen como en un primer período que oscila entre la década de los sesenta hasta principios de los ochenta, aquello que destaca es el llamado “protagonismo popular” (siguiendo el concepto formulado por Rolando Ames) en donde las causas de este ascenso de organización y discurso radicalizado se hallan en dos procesos: por un lado, aquel ya revisado por los autores citados anteriormente, relacionado a la modernización y el fin de las estructuras tradicionales que modifican las formas de socialización; y, por el otro, el rol desempeñado por los “empresarios políticos” (militantes políticos, ONG y la “iglesia de base”), esto es, aquellos que dominaban el arte de la representación para el acceso a las demandas de este grupo etáreo. 9 Acaso aquí coincide con Della Porta (2013), quien también describe dos momentos en la adscripción militante radical, los cuales estarían vinculados tanto al tipo de redes como a los tiempos de captación. Así, mientras un primer tipo se vincula a “tradiciones familiares fuertemente enraizadas” que proyectan la memoria militante hacia las nuevas generaciones, el segundo es el que está menos relacionado con la ideología y más con la socialización en un “ambiente de activismo radicalizado”, en este se juega mucho con la carga emotiva, haciendo que la violencia encuentre figuras justificativas en “símbolos y mitos internacionales” además de la injusticia de las formas represivas de la acción colectiva. 33 Finalmente, en un segundo momento, pero concomitante al anterior, se produce, siguiendo a Carlos Franco, la “desestructuración”: la consecuente desarticulación de estos apoyos del grupo mayor de “beneficiarios” en el campo popular, que significó el alejamiento de la lógica de acción colectiva por parte de los jóvenes y su ingreso a culturas políticas cercanas a lo que Venturo (2001) llamó “ética del individualismo” frente a la crisis, abandonando los viejos paradigmas contestatarios y modificándolos progresivamente hacia un tercer movimiento: el paradigma de las identidades. 1.8.2 Radicalismo de izquierdas a fines del siglo XX La convivencia de múltiples proyectos izquierdistas peruanos en un mismo período de tiempo y las formas que adquirió la radicalidad entre ellos ha sido registrada por análisis diversos. Así, por ejemplo, Agüero (2015), en una mirada intimista, esboza los recuerdos que tiene sobre sus padres, militantes del PCP- SL venidos desde otras canteras de la izquierda setentera, revisando algunas de las motivaciones de forma crítica y en cierto modo validando la lógica de su radicalización en las realidades del común de los sectores de clases medias empobrecidas de la época. Sin embargo, quedan pendientes explicaciones que profundicen en el tránsito de estos actores que, habiendo asumido una trayectoria militante con organizaciones que decantaban hacia vías institucionales, asumen contactos y luego compromisos en un alto grado con la experiencia insurreccional. Esta demanda por mayores explicaciones parece también afirmarse desde la lectura de Gálvez (2015), quien en parte de su obra describe la forma como se establece la relación y paso de un grupo de izquierda radical setentera hacia la estructuración de un proyecto armado, situando la toma de decisión por las armas en la interpelación que representó para organizaciones con un pasado guerrillero y una tradición militarista, la irrupción del PCP-SL en el escenario político. De este modo, advierte que el MRTA nace en las canteras de la unificación de algunas tendencias radicales -muchas de ellas luego impulsoras 34 de un camino institucional-, donde discurrían hasta bien entrada la década de los ochenta, los discursos y ritos del activismo radical militarizante10. Nos queda, frente a ambos testimonios, pormenorizar el análisis sobre los vínculos que se estrechan cohesivamente entre quienes comparten una cultura de militarización y radicalidad que ponen en práctica más allá de las declaraciones y los rituales; y, por otro lado, se ensanchan frente a quienes, sin dejar de asumir culturalmente tales opciones, enrumban hacia prácticas de la política institucional. El déficit en tal análisis es advertido por Adrianzén García-Bedoya (2009) quien pone énfasis en el hecho que el paso de una cultura política de clandestinidad y militancia cerrada hacia otro tipo de quehacer político que demandaba amplitud y un manejo público de la vida militante, nunca fue explicado del todo entre las estructuras partidarias que se vieron envueltas en este tránsito hacia otras formas de comprensión orgánica de la política, el ejercicio del poder, y la búsqueda por asimilar el pluralismo, conducentes a confrontar con las lógicas que el marxismo-leninismo imponía sobre la legitimidad de la violencia. En tanto la participación abierta se consolidaba en algunos sectores como necesidad, para otros representó un alejamiento progresivo del horizonte de la revolución. Esta tensión terminó por inmovilizar proyectos de confluencia como lo fue IU, hasta la virtual desaparición de ambas tendencias. Algunos autores, siguiendo la teoría de la “industria de los movimientos sociales” de Zald y McCarthy, han advertido que la competencia al interior del espectro de izquierda radical bien pudo haber contribuido de forma decisiva en el incremento del ratio de ataques homicidas por parte del PCP-SL en ciertas zonas durante el conflicto, en vista que esta organización habría administrado la violencia como un incentivo perverso11 en la pugna con las otras tendencias izquierdistas que 10 Gálvez relata: “Fue en el MIR Unificado donde empezamos a dar los primeros pasos hacia la lucha armada. Hicimos escuelas políticas militares y adquirimos el primer fusil de entrenamiento (un AR-15, la versión deportiva del M-16). En 1980 viajé al exterior con un grupo de seis compañeros a recibir entrenamiento”, y luego remata “Tomamos en serio lo que para otros fue un rito sin consecuencias en el porvenir” (2015: 67). Debe subrayarse que, pese a que los vasos comunicantes eran mayores entre la izquierda institucional y el MRTA, la cantidad de trabajos que profundicen en esos vínculos es casi nula. Por tal razón destaca el históricamente documentado aporte de Meza (2012). 11 En una lógica que une en forma directamente proporcional la variable violencia con la presencia y control de espacios por parte de organizaciones competidoras. 35 iban siendo ubicadas como aliadas del sistema institucional al que retóricamente se habían opuesto y se oponían en su práctica política (Ron 2001). En términos de balance político, Diez Canseco (2011), pormenoriza las contradicciones y posicionamientos de las diversas tendencias de aquel frente, explicando la citada tensión, presente hasta su final ruptura, entre las posiciones que fueron calificadas como “reformistas” y las “revolucionarias”. Esta dualidad, que marcó toda la vida de IU, generó que se acompasara el camino institucional desde una posición “vergonzante”, en tanto que inicialmente no se tenía una respuesta clara al levantamiento senderista, punto en el que concurre con el análisis de Gálvez. Habiendo surgido de una crisis de régimen, en el que los sectores que componían el frente vieron comprometidos todos sus esfuerzos, Diez Canseco manifiesta que enfrentaban un “nuevo escenario con viejas herramientas”. Prueba de ello estaría incluso en los documentos fundacionales del frente político, en los cuales se revela abiertamente el carácter instrumental que tenía para éste la vía democrática-liberal de gobierno. En ese sentido, esta visión comulga con la evaluación de Navarro Gonzáles (2019), quien precisa que dicha instrumentalización se producía desde los partidos hacia los elementos de la sociedad civil y subraya denodadamente el afán hegemonista de los mismos al interior de la Comisión Directiva Nacional de aquel frente político. Pese a que el espacio se configurase fundamentalmente como electoral, muchas fuerzas en su interior consideraban que, a decir de Woy-Hazleton & Hazleton (1992), “la pureza doctrinaria es más importante que el suceso electoral”12, oponiéndose a la propuesta moderada de distinguirse del PCP-SL abandonando la propuesta insurreccional. Según Ochoa (2013) el origen de dicho comportamiento se hallaría en una problemática de estrictos términos ideológicos que precedieron la formación frentista y que proveía de “paraguas” 12 Ello, si bien respondía a un fuerte condicionamiento ideológico construido y heredado por una tradición de clandestinidad y oposición a regímenes altamente represivos, se sucedía en la época debido a la experiencia chilena de fracaso de la “vía democrática al socialismo”, por un lado; y posteriormente, en razón de lo que Diez Canseco afirma era la convivencia entre dos regímenes políticos: uno liberal- constitucional en Lima y algunas otras capitales, y otro autoritario y militarizado, en el resto del país. 36 interpretativos -en términos deleuzianos- a cada núcleo izquierdista. Así, entre los devaneos que nunca se tradujeron en una acción política clara y bien definida, feneció toda oportunidad del frente IU para darle una salida a la crisis nacional. En consecuencia, la crisis de IU era el resultado histórico de aquellas tensiones nunca dilucidadas del todo, que se habían hecho explícitas en la década de los ochenta y que nacían en función de una problemática de orígenes comunes y características compartidas entre los proyectos de la izquierda radical de los setentas con las organizaciones insurgentes, las cuales se desarrollan en paralelo al establecimiento de IU. Así, es posible comparar, como hace Mendoza (2007), el disímil destino del PCP-SL con el Partido Comunista del Perú – Patria Roja (PC del P - PR), ambos con discursos beligerantes de similares orígenes y una estructura orgánica caudillista en los dos casos13, pero cuyo devenir, en base a decisiones desde las élites de sus respectivas experiencias, determinarían dos puntos de llegada divergentes, siendo la decisión más trascendente atravesar la vivencia de construcción de una opción electoral, camino que fue envolviendo al PC del P – PR, al igual que a otros muchos partidos radicales, en una espiral de institucionalidad del que ya no retornaría. Nos encontraríamos frente a circunstancias donde las prácticas insurreccionales son sustituidas por las institucionales, aunque durante buen tiempo se conservan los discursos maximalistas14. Como recuerda Hinojosa (1999), no solo ramificaciones del viejo Partido Comunista, como fue el caso del PC del P - PR analizado por Mendoza, sino muchas organizaciones de la llamada “nueva izquierda” compartían en sus orígenes y durante el proceso de reformas 13 Tras la escisión del Partido Comunista Peruano – Bandera Roja (PCP-BR) a fines de la década del sesenta (ver capítulo III), el componente de jóvenes universitarios que han roto con la dirección partidaria busca un nuevo caudillo que oriente su radicalidad. En esas circunstancias, se acercan al dirigente del Comité Regional de Ayacucho para que cumpla tal cometido. Abimael Guzmán rechaza el pedido. Para mejor comprensión de los vericuetos históricos de esta rama del maoísmo peruano véase Ranque (1998) y Navarro (2010). 14 El caso más emblemático de progresivo aggiornamiento de posiciones anteriormente maximalistas es el ocurrido con el sector “reformista” del Partido Unificado Mariateguista (PUM). Una evaluación de este en la contienda abierta con los “radicales” en su misma estructura puede verse en Garay (2008) y en Gonzáles (2010: 159-177). Por su parte, una evaluación testimonial pormenorizada de las razones ideológicas de tal evolución se halla en Gonzáles (1999). 37 militares, el mismo discurso, lectura política y conductas partidarias que luego se identificarían con el PCP-SL. Estas, empujadas a la lid electoral por las condiciones impuestas debido a la apertura democrática de la época, se debatían entre un discurso maximalista y una actuación institucional. Esta fisura deja abierta la posibilidad para que alguna militancia de aquellos partidos abandone estructuras volcadas hacia el trabajo de representación electoral y abone progresivamente las filas de los movimientos subversivos, especialmente en coyunturas de derrota electoral, acciones subversivas impactantes, represión estatal impune o profundización de la crisis económica y social: “(…) subsistieron, por varios años, los procesos de conflicto y negociación entre las militancias y periferias de Sendero y los demás grupos, a pesar de las declaraciones oficiales o condenas de los dirigentes, por la sencilla razón de que competían por el mismo espacio social o provenían del mismo espectro político” (Hinojosa 1999:90). Por otro lado, las trayectorias entre las izquierdas radicales podían ser tan divergentes que encontraran enfrentándose por la legitimidad o el poder. Se producen así los “hondos desencuentros” que existieron entre las experiencias de las izquierdas nacionales con un actor que llevó a insospechados límites el radicalismo común del que provenían buena parte de ellas, como fue el PCP-SL. Burt (1999) ejemplifica la capacidad que tuvo dicha organización subversiva para aproximarse al movimiento urbano hasta entonces dirigido por las izquierdas legales, disputando la conducción del mismo, a través de la utilización de distintos repertorios en una mezcla de condicionamiento manu militare y trabajo político iniciado por estudiantes radicalizados de las universidades públicas limeñas en los espacios más recientemente constituidos del distrito limeño de Villa El Salvador (fines de los 80 e inicios de los 90). En este caso, el discurso a favor de una salida violenta a la crisis, así como su empleo aleccionador en delincuentes y autoridades corruptas, ganó simpatías entre la población al tiempo que hizo trastabillar a una izquierda que no rechazaba en el discurso el camino de las armas. Sin embargo, la ganancia social que obtuvo el PCP-SL en las organizaciones del distrito se vincula más a 38 un hábil manejo de las contradicciones entre las izquierdas radicales y moderadas que lideraban las organizaciones barriales. Fue aprovechando estas contradicciones como logró en determinado momento tener presencia y peso específico en las decisiones que comprometían la gestión popular en el distrito. Lo cual pone en evidencia vasos comunicantes entre las izquierdas no senderistas con el PCP-SL, y su utilización práctica para la consecución de objetivos propios, aunque fueron más bien, en última instancia, aquellas finalmente instrumentalizadas por la organización subversiva. En contraste, Rénique (2004), describe las consecuencias del trabajo político realizado por la izquierda con una marcada identidad en la segunda mitad del siglo pasado, el cual condicionaría en la región altiplánica la contraposición existente entre la práctica de la izquierda legal representada mayoritariamente por el Partido Unificado Mariateguista (PUM) y el senderismo15. Tal situación se verifica en mayo de 1987, cuando, en un escenario marcado por las contradicciones entre el gobierno aprista y sus partidarios puneños, la presión de los gerentes de las Empresas Asociativas (EEAA) al gobierno, la presencia todavía no estable del PCP-SL y comunidades expectantes de una promesa de “restructuración” en el reparto de tierras, se produce una toma masiva de las mismas, como no se había visto en décadas; de modo que las izquierdas radicales no senderistas, capitaneados por la tendencia más beligerante del PUM vence en su batalla contra el Estado y el APRA. La apuesta convence a este sector del PUM en optar por una “tercera vía” que defienda con las armas las conquistas de las comunidades tanto de la represión estatal como de las incursiones del senderismo. Apenas en el discurso naufragará dicha opción, y en poco tiempo, un PCP-SL reorganizado golpeará con dureza a los dirigentes campesinos del PUM en la región. La batalla contra la vorágine de la subversión senderista no tiene saldo de victoria para esta izquierda inmovilizada debido a su todavía permanente debate entre la opción armada y legal. 15 Las diferencias en la táctica y la estrategia de la revolución entre los grupos de izquierda radical podrían parecer menores a los ojos de un espectador lejano, pero en efecto tenían antecedentes interpretativos y repercusiones políticas de gran alcance. El caso particular de la lucha ideológica entre el PCP-SL y el sector “radical” del PUM quedó registrado en Wiener (1989). 39 1.8.3 Izquierda y movimiento estudiantil universitario Como ya hemos referido párrafos arriba, la historia de la política moderna, y más aún, su variante de izquierdas y radical, está intrínsecamente vinculada al quehacer universitario. Desde el impacto generado por el proceso de la Reforma Universitaria cordobesa en los claustros nacionales16, la juventud universitaria peruana, y la sanmarquina en particular, desarrolló importantes niveles de organización que tuvieron duraderos impactos a nivel institucional (reorganización de la vida académica y forja de una intelectualidad crítica), social (construcción de la Federación de Estudiantes del Perú y la ligazón de los universitarios a las luchas obreras) y político (con el advenimiento del APRA y el PC al interior de este) (Casalino, Rivas & Toche 2018). Sobre esto último Klaiber (2012) ha destacado la trascendencia que espacios como las “Universidades Populares” tuvieron en las primeras décadas del siglo pasado, toda vez que el componente de una burguesía ilustrada emergente en las capitales empataba con un proceso de proliferación de sectores fabriles que, de uno y otro lado bebían de sus capacidades (intelectuales y organizativas) para el alcance de sus intereses, construyendo la base del primer partido político moderno de la época: el APRA. Así también, Crucinta (2017) ha historizado la forma en la que la Reforma Universitaria propició una institucionalidad que condicionó la creación de un espacio gremial de gran impacto social como la Federación Universitaria del Cusco. Con posterioridad, el activismo estudiantil será parte crucial de los avatares de la vida política nacional. Las persecuciones dictatoriales y oligárquicas a los movimientos políticos de masas de izquierda (apristas y comunistas) se ocupan especialmente de los cuadros universitarios y por arrastre, llevan a un tratamiento entre oposición y abandono del Estado para con la universidad pública (Bernales 1974). A su vez, el movimiento universitario, ante el “bloqueo social”, conviene en acerar su crítica haciéndola cada vez más abstracta 16 Algunos trabajos han realizado descripciones particulares del impacto de la Reforma Universitaria en cada espacio académico. Uno digno de destacarse es el de Huamaní (2011), que versa sobre la estela reformista y la política universitaria del siglo XX en la Universidad Nacional de Ingeniería. 40 respecto del sistema social y radicalizando su propuesta17, vinculándose a (o constituyendo) los partidos de “extrema izquierda” que paulatinamente le imprimen grandes dosis de verticalidad y fragmentación al movimiento (Portocarrero 1970). Un análisis pormenorizado de las formas en las que este tipo de actuación desenvuelve lo hallamos en el trabajo de Granados (2019), que actualizando la descripción de la tesis de licenciatura del autor, disecciona el estilo de trabajo político del PCP-SL, muestra las consecuencias de sus prácticas intrauniversitarias y la construcción “argollística” y familiar alrededor de la Universidad de Huamanga, así como el movimiento estudiantil que se articula para hacerle frente en los años que precedieron el CAI en Ayacucho. Por su parte, el trabajo ya citado de Lynch (2019) detalla la radicalización del movimiento sanmarquino y la constitución de los “partidos estudiantiles” en esa misma década, aquella que funcionará como preludio contextual de la crisis vivida al interior de la Universidad durante toda la década posterior. En ambos casos, el haber sido actores partícipes en el movimiento durante la época narrada, convierte a los textos en productos de una articulación privilegiada - pese a sus riesgos intrínsecos- entre memoria y evaluación sociohistórica. La época del “desencanto” y llamativo reflujo del movimiento estudiantil la hallamos reflejada en trabajos como el de Ponce (2002), quien convive con lo que denomina “el ocaso del radicalismo universitario” y el florecimiento del apoliticismo en las aulas. Este panorama se matiza si se piensa en las voces de las organizaciones izquierdistas que emergían o subsistían hacia fines de los noventas y que bien desde el “independentismo” o desde una aletargada tradición radical impulsaban la actuación del movimiento bajo condiciones distintas que las de sus predecesores y completamente adversas en términos de politización juvenil (Chávez Granadino 1999; Yalle 2008). A principios de un nuevo siglo, las organizaciones de izquierda aparecen retratadas por Chávez Ángeles (2014) como movilizadas por incentivos 17 Múltiples visiones de esta primera etapa de radicalización política han sido recogidas en los testimonios de los dirigentes del movimiento estudiantil de la década del sesenta de las distintas universidades públicas del país en el trabajo elaborado por Yarasca (2019). 41 extrauniversitarios en el caso de la región Loreto. Dicho esquema conlleva a que su política tenga un corte mucho más pragmático que ideológico y promueve, en ese sentido, la participación política universitaria. Por su parte, en la Universidad San Marcos, es la desmovilización y el desinterés por la política en la segunda década del siglo XXI lo que interesa en el trabajo de Nureña (2015), quien propone entender ese alejamiento como un “desencanto político focalizado” cuya responsabilidad recae antes en una institucionalidad clientelar que bloquea iniciativas, antes que en la crítica a la actividad política susbsistente por parte de ciertas élites organizativas vinculadas al pensamiento crítico, liberal-progresista o de izquierda. 42 II. MARCO TEÓRICO El presente capítulo contiene las herramientas conceptuales a ser utilizadas para abordar la temática de investigación. El mismo está dividido en dos partes que expresan las variables involucradas: la primera, dedicada al análisis del concepto de trayectoria de vida, así como su relación con los procesos de identidad, memoria y socialización que la constituyen. La segunda parte versará sobre la cultura política del radicalismo estudiantil de izquierdas, la misma que está dividida en dos apartados, el primero, dedicada a la definición de la cultura política y el segundo, más extenso, vinculado a rastrear el surgimiento del radicalismo de izquierdas en el siglo XX en una cultura juvenil universitaria. 2.1 TRAYECTORIAS DE VIDA 2.1.1 Definición Nos aproximaremos a la conceptualización de las trayectorias de vida a la luz de una mirada interrelacional de los diversos aspectos en la construcción y aproximación de una historia narrada de la biografía de un sujeto investigado, por lo que conviene recordar, conforme se detalló en el apartado metodológico, que esta área de estudio proviene del llamado enfoque de curso de vida. El sociólogo Glen Elder, nos recuerda Roberti (2017), acuñó el concepto de “curso de vida” para referirse al “paradigma emergente” que basaba su análisis de los relatos de vida en cinco postulados: principio de desarrollo a lo largo del tiempo (análisis entre cambio social y desarrollo individual), principio de tiempo y lugar (ubicar al individuo en contexto), principio de “timing” (relación entre el tiempo de los acontecimientos sociales e individuales), principio de vidas interconectadas (interdependencia entre las trayectorias individuales) y principio de libre albedrío (margen de elección de los individuos en la estructura). Estos cinco principios permiten el análisis de la estructura de lo vivido por un individuo en una forma diacrónica (Bertaux 2005), es decir, siguiendo una secuenciación lógica de acontecimientos en el tiempo, aun cuando estos no sean 43 narrados en forma lineal. Además, esta formulación diacrónica pone en evidencia la interdependencia que se sostiene entre la temporalidad histórica y la biográfica, toda vez que, para conocer los procesos de cambio social a nivel macroestructural, es imprescindible reconocer en ellos las “innumerables interacciones existentes”, las mismas que deben referenciarse en las transformaciones de “modelos culturales, de mentalidades y de conductas” que operan constituyendo la base de aquellos procesos. Asimismo, Roberti (2017) refiere que el “paradigma de curso de vida” trabaja con tres herramientas conceptuales vinculadas entre sí: la trayectoria, la transición y el turning-point. Estos dos últimos conceptos, relativos a las variaciones en las trayectorias de vida individual, no pueden desligarse de la forma que adopta el cambio en los marcos históricos que contextualizan el desarrollo de la vida del sujeto. De este modo, es posible definir la trayectoria de vida como “una línea de vida o carrera, (…) un camino a lo largo de toda la vida, que puede variar en dirección grado o proporción” (Elder 1991 citado en Roberti 2017: 308). En ese sentido, Roberti (2017) precisa que el “curso de vida” de un sujeto está compuesto de múltiples trayectorias (representación de las dimensiones que adopta: familia, escuela, amistad, etc.) que se entrecruzan, en donde, dependiendo de los contextos, unas u otras van tomando centralidad. En consonancia, podemos afirmar que la “línea de vida”, que Bertaux considera la “columna vertebral” del relato del sujeto de la acción, no debe ser comprendida como una “recta armoniosa”, a pesar de que el concepto de “trayectoria” pueda hacerla parecer así. Las existencias, y, por tanto, los múltiples cursos que adquieren las trayectorias, “se bambolean a merced de fuerzas colectivas que reorientan su recorrido de forma imprevista y generalmente incontrolable” (2005: 38). La definición de trayectoria de Bourdieu como “una serie de posiciones sucesivamente ocupadas por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en devenir y sometido a incesantes transformaciones” (2011: 127) no está alejada de lo mencionado por Bertaux al respecto. Sobre el punto, Roberti (2017) también sigue a Bourdieu para reiterar que el desarrollo de una trayectoria 44 opera no como una formación lineal sino como un recorrido sinuoso que permite ubicar la posición de un agente a partir de las múltiples determinaciones contextuales en las que se inscribe, las mismas que deben ser analizadas en un sentido histórico. Por su parte, el concepto de “transición”, está ligado al de trayectoria toda vez que representa el momento de paso de un estadio de vida a otro, siendo la multiplicidad interconectada (y nunca lineal ni predeterminada) de ellos lo que da forma a una trayectoria de vida. Aquí existe una coincidencia con Longa, para quien la construcción de trayectorias involucra la “identificación de las transiciones específicas que han ocurrido en la vida de un sujeto en relación directa con el problema de investigación”, esto es, que “su importancia está puesta en el pasaje de un espacio de socialización al otro, en virtud de la temática estudiada” (2010: 10-11), y en el mismo sentido, con el concepto de “carrera normativa” manejado por Martín García, la misma que está definida por sus transiciones, las cuales “se dan a lo largo de la vida y (…) producen ciertos cambios en las pautas vitales de una persona, y que junto con otras variables socioambientales como el estatus socioeconómico, los contextos étnicos y parentales, religiosos y socioculturales, configuran ese discurrir vital” (1995: 42). Finalmente, tenemos el concepto de “punto de inflexión” o turning-point el cual representa el momento de transición más relevante a lo largo de una trayectoria de vida, el cual vivifica un cambio de dirección sobre la misma. Sobre el particular, Veras (2010) propone identificar en la trayectoria lo que denomina las “rupturas de carácter social y cultural (estructurales), [y] también las rupturas interiores (personales)” (2010: 146), con el propósito de ubicar comprensivamente los “momentos de conciencia dividida (…) no solo dramáticos, sino ricos de evidencias sobre los procesos sociales, [y] las posibilidades históricas abiertas por el agotamiento de la recreación del orden” (Martins 1998 citado en Veras 2010: 146). De este modo, sintetizando, podemos concluir que las posiciones espacio- temporales del individuo investigado, consecuencia de múltiples determinaciones sociales (trayectorias) se interconectan y superponen para dar forma al curso de vida de los mismos, los cuales se ven atravesados por un 45 conjunto de traspasos de unas a otras formas de socialización (transiciones) en cuyo devenir pueden hallarse momentos de quiebre o cruciales para el curso general de la vida del sujeto (turning point) que además tienen la cualidad de afectar varias de sus trayectorias al mismo tiempo. 2.1.2 Identidad y memoria En el curso de su vida, como hemos visto, el sujeto actor del relato se percibe en su propia historia de un modo particular y, por lo tanto, se va otorgando constitutivamente un carácter peculiar, una forma distintiva en las diversas trayectorias que desarrolla. He aquí la necesidad de vincular el concepto de trayectoria con el de identidad, y a su vez -porque lo creemos concomitante-, con el concepto de memoria, proceso por el cual se liga el conjunto del sentido de una forma de la vida en un tiempo específico (trayectoria) con el de las identidades que formula y reformula a lo largo de su experiencia18. Esta fórmula agónica de comprensión del devenir vital, activa, en tanto permanece en pugna por la resignificación de su experiencia, que vincula al sujeto con su (re)creación de la temporalidad en la que se inscribe, se hace presente en la obra de Vincent de Gaulejac, la cual es recogida por Cornejo (2006), para describir en forma didáctica los tres ejes de análisis en la construcción de la identidad a partir del enfoque biográfico: a) el individuo en tanto producto, que supone que su historia personal se ensambla a historias mucho más amplias a nivel social, b) en tanto actor, porque interviene su historia para convertirse de individuo en sujeto de su historia y c) como productor, ya que no solo es producido sino que produce su historia y reconstruye el pasado otorgándole un sentido determinado. El sujeto producto-actor-productor construye, mediante el relato, su propia historicidad, concepto que, en la visión de De Gaulejac, se vincula con el de identidad de Paul Ricoeur en tanto “identidad narrativa” (Cornejo 2006), esto es, 18 Por experiencia entendemos el doble sentido esbozado en la obra del historiador Edward P. Thompson, por un lado como experiencia vivida, remitiéndose a lo retenido mediante la aprehensión en la práctica de los acontecimientos, por otro, en tanto experiencia percibida, esto es, el conjunto de elementos ideológicos y culturales con el que los sujetos (individuales o colectivos) perciben esas vivencias (Betancourt 2004). Ambas formas conviven en la interacción cotidiana modelando la vida de los sujetos. 46 la operación realizada por el individuo, de elaborar el pasado como punto de referencia para la justificación lógica de su propio presente. Esta triada que forja la historicidad asemeja las tres dimensiones propuestas por Mische y Emirbayer que relacionan la temporalidad en la acción: iterativa (pasada), práctica-evaluativa (presente) y la proyectiva (futura), influenciando poderosamente la forma en la que los individuos despliegan sus decisiones interactivas en tanto configuran su visión del mundo y su deseo transformativo sobre el mismo (Gonzáles Vaillant 2017: 242). A nuestro entender, la vinculación sincrónica de las tres dimensiones constituye la presentación de los sujetos en su desenvolvimiento para con los otros, por tanto, se convierte en la manifestación misma de la comprensión de su peculiaridad. En consonancia, podríamos afirmar que la identidad tiene como base la alteridad puesto que “la percepción del otro interpretado desde nuestra subjetividad es determinante en la elaboración de nuestra autoimagen personal y social” (Tubino 2003: 86), destacando que su construcción es enteramente situacional, no esencial, ya que depende de la perspectiva de la interacción que se realiza desde una ubicación específica. Esta ubicación orienta a la narración desde una tradición en la que está inserta y es en la conciencia de estos límites de origen de lo enunciado de donde proviene la capacidad para admitir el relato y, por ende, la identidad del otro. Lleva además a comprender que la identidad se “estructura sobre la base de la retención del pasado y la proyección al futuro” por lo que “una identidad sin memoria es una identidad sin proyecto. Es una identidad sin sentido, una carencia de identidad” (Tubino 2003: 96)19. En ese sentido, la forja de la identidad, esto es, transitar la dinámica de “volverse sujeto” y construir historicidad, implica desasirse de la memoria como formalidad, tal y como era comprendida por el positivismo, transformada en Historia (de 19 Siguiendo a Charles Taylor, Tubino (2003) refiere que la identidad es una realidad ética, esto es, se construye a partir de establecer el modelo de vida en el que se enmarcan las elecciones en el curso de la acción individual o colectiva. En contraparte, una identidad que carece de memoria y de proyecto (horizonte de valor) es una identidad en crisis. 47 lugares, objetos, fechas y grandes personajes)20, y, por el contrario, sostener una memoria viva, aquella que se piensa e interpreta desde la acción. De Gaulejac (2002), quien propone este concepto, afirma que está basado en tres “facetas de la historicidad”, las cuales, a través de la memoria genealógica, la memoria simbólica y la memoria subjetiva, son la expresión de tres formas de temporalidad que se entrecruzan: el pasado, en donde el sujeto ubica su origen y pertenencia; el presente, compuesto de normas y pautas inolvidables que delimitan la acción; y el futuro, donde el sujeto proyecta su imagen a partir de la conciencia de sí21. La construcción identitaria, subjetiva, por tanto, se produce cuando la memoria revela la necesidad de ser tomada en consideración por los otros, destacando en definitiva su especificidad previamente ignorada. En palabras de Wieviorka: “El momento en que la memoria se convierte en palabra pública es seguramente un momento decisivo para la constitución del sujeto, que mediante esa sencilla expresión rompe un silencio y pone fin a un olvido que incluía grandes dosis de indiferencia, de dominación e inclusive de alienación” (citado en De Gaulejac 2002: 40). El lugar de la memoria Adherimos a la idea de que el pasado no puede ser referenciado sino a través del lenguaje, por tanto, re-presentado, esto es, mediado para su expresión a través de signos cuya narrativa se entrelaza en la dinámica del testimonio y el documento (Ricoeur 2007). Sin embargo, la representación no es de un objeto 20 Al respecto, en contraposición a la idea de rememoración pública de Pierre Nora -quien pone énfasis en los símbolos que institucionalizan el recuerdo-, Schwarzstein (2002) destaca la propuesta del historiador Raphael Samuel para rescatar las percepciones de la vida cotidiana buscando la comprensión de los procesos antes que la obtención de los hechos. Consecuentemente, para esta visión con la que comulgamos, la relación entre historia y memoria lejos de constituir una oposición, toma la forma de una continuidad en la que la profesionalización debiera ser solo una parte constitutiva de una actividad de recordación mucho más plural y democrática. 21 De Gaulejac advierte que la memoria es el instrumental utilizado para seleccionar los elementos del pasado con los que el sujeto construye su identidad, extrayendo significados para “elaborar el relato de sí mismo, de su existencia, mezclando libremente los hechos objetivos, las construcciones subjetivas y las fantasías imaginarias” (2002: 35). 48 en el sentido sustancialista, sino que, dado que el pasado es recreado en base a la subjetividad del narrador del relato, existe un cierto nivel ficcional, esto es, el lenguaje representa simbólicamente la experiencia, de modo tal que en la narración solo obtenemos las “huellas del pasado” a través de la memoria (Klein 2002). Dado que, como hemos venido referenciando, es el presente de la acción el que construye la experiencia pasada, así como las futuras expectativas, Jelin (2012), siguiendo a Koselleck, recuerda que el tiempo histórico está vinculado a las acciones concretas de los sujetos, razón por la que lo que es dable de (re)construcción permanente por las fuerzas de la acción presente es la “experiencia”, esto es, la comprensión del sujeto de su realización, en interacción continua con otros sujetos que realizan los mismos procesos de (re)significación22. Por ello, en diálogo con Maurice Halbwachs, la citada autora cuestiona la inconmovilidad de la noción de “memoria colectiva”, la cual solo puede comprenderse en su real dimensión a la luz de los procesos sociales de su construcción, mas no en un sentido sustancialista. Para tal efecto, utiliza el concepto de “evocación” (recall) refiriéndose al proceso por el cual los datos registrados son “activados por el sujeto” para otorgarle sentido al pasado mediante la interpretación en la acción presente. Así también, Pujadas (2000) recoge el concepto de Lifton de interpretación compartida para referirse a la precepción común de un proceso liminar y traumático -como fue el vivido por los “hibakusha”, sobrevivientes de Hiroshima- y lo vincula a la formulación hecha por Portelli (1989) en su estudio sobre la forma colectiva de la estructuración del recuerdo entre obreros italianos en el Terni de 1949, que lo lleva a concluir que la memoria colectiva no debe ser utilizada para la reconstrucción fidedigna de los hechos, sino para “descubrir el significado social” que tiene para los agentes. Consecuentemente, la distinción entre 22Jelin (2012), citando a Gillis, refiere que la identidad y la memoria no son cosas “sobre las que pensamos sino cosas con las que pensamos” [cursiva en el original], lo que implica que son fenómenos que promueven el sentido de nuestra acción y reflexión, por lo que solo es posible ponerlos en evidencia en períodos de crisis -advierte, con Pollak- cuando existe la amenaza de que la reinterpretación de la memoria derive en el cuestionamiento de la propia identidad. 49 aquellas narrativas que no convergen en su contenido (relatos paralelos) y aquellas que sí (relatos cruzados) se encuentra en el “sentimiento de comunidad” existente entre los narradores (Pujadas 2000). En consecuencia, bajo esa lógica no solo es posible afirmar que la memoria colectiva forma el sentido de pertenencia, sino que las marcadas confluencias en las distintas trayectorias biográficas de los sujetos son las que posibilitan la generación de una memoria englobante, en la que cada sujeto ubica su identidad de forma más o menos equidistante a las del resto, dependiendo de las condicionantes de la acción presente en la que existen sentidos compartidos. En palabras de Raymond Williams “dado que nuestra manera de ver las cosas es literalmente nuestra manera de vivir, el proceso de la comunicación es de hecho el proceso de la comunidad: el compartir significados comunes, y en consecuencia, actividades y propósitos comunes” (citado en Hall 1994: 4). Aquí debemos detenernos para atender una realidad hasta el momento no adecuadamente señalada. El individuo desarrolla el curso de sus acciones que diseñan una determinada trayectoria, en función de posiciones en la estructura, posiciones que a su vez remiten a relaciones de poder que privilegian o silencian determinados tipos de recordación colectiva en los que dicha identidad es (re)construida. Toda vez que las memorias personales deben inscribirse en una memoria social para obtener un sentido, para Manrique es pertinente resaltar el hecho que, en una comunidad, las múltiples memorias existentes pugnan por imponerse como la “verdadera”, siendo esta última, la que se institucionaliza, aquella que finalmente proclama “la legitimidad del orden social existente, de sus beneficiarios y sus representantes, así como la intrínseca ilegitimidad de los intentos de subvertir ese orden” (2003: 424). Así, la posibilidad de ligar las llamadas “memorias sueltas” -personales, intrínsecamente subjetivas- a las “memorias emblemáticas” -colectivas, compartidas como referencia objetiva por una comunidad- (Stern 2000) estaría mediada no solo por la capacidad de advertir transiciones basadas en hechos cruciales (turning points) en que convergen percepciones biográficas muy 50 individuales con procesos macro, sino también con la estructuración del poder que permite la enunciación del recuerdo en uno u otro sentido. Stern (2000) es claro en referenciar esta heterogeneidad basada en el momento histórico de la memoria, aunque no subraya del todo la importancia del poder de enunciación o recordación. No es lo mismo el golpe militar chileno de 1973 (para nuestros efectos, el CAI o el golpe cívico-militar de 1992), en la memoria de los que vieron reconquistados puestos de poder y ascendencia, que en aquellos que vieron afectadas sus vidas, desde la pérdida de la institucionalidad republicana, un proyecto de vida o la desaparición física de familiares; no solo porque se constituyen formas diversas de abordar un mismo turning point en sus trayectorias dependiendo de su presente, sino porque este está trascendentalmente influenciado también por una organización de posiciones de poder basadas en el hecho social mismo que funge de momento crucial específico en sus trayectorias. De este modo, las etapas que atraviesan las múltiples formas de recordación se enmarcan en las posibilidades de recordar de uno u otro modo y en uno u otro sentido, según el tiempo histórico, la legitimidad y hegemonía de las comunidades que elaboran las memorias emblemáticas a través de las cuales fluye también el ejercicio (espacial e institucional) del poder (Blair 2011; Kuri 2017). En consecuencia, el fenómeno enunciado por Stern, “que cada quien recuerde lo suyo”, solo es posible de ser referenciado en marcos teóricamente neutros; sin embargo, las construcciones discursivas del pasado se hayan en permanente pugna por la hegemonía, aun cuando esta no se exprese en forma abierta, y la institucionalidad misma -dado que es una forma crucial de identidad- es reconfigurada permanentemente dependiendo de las posiciones de poder conquistadas por una u otra forma de recuerdo. Cabe ejemplificar, para retratar de mejor modo la forma como opera este fenómeno. Portelli (1989) describió como un mismo suceso de represión a unos obreros en la ciudad de Terni que protestaban contra la inclusión de Italia en la OTAN se convirtió primero en un recuerdo silenciado por la estrategia judicial (visto solo como una salida masiva de la fábrica malentendida por la policía), pasando por la “masacre” general que acabó con la vida de un “dirigente” 51 (distorsión de número y cualidad del represaliado) a una protesta contra los despidos (ocurrida en otro período histórico, lejano del incidente represivo real); todas, formas mnémicas que atendían a las objetivas necesidades del presente de los testimoniantes, pero, sobre todo, a los contextos de ejercicio de dominio público para la memorialización de un mismo hecho. Del mismo modo, Del Pino (2017), en su trabajo sobre las formas de recordación en la comunidad campesina de Uchuraccay, precisa que todo recuerdo narrado esconde tras de sí un silencio, un ocultamiento de lo sucedido no narrado23. Para este autor, el silencio, además de verse como una performance estratégica dentro de la narración, puede considerarse como un “secreto compartido” sostenido en los códigos culturales de aquellos que intervienen en la experiencia recordada, pero también como una represión debido al ejercicio del poder en el que se enmarca las posibilidades de la narrativa. Un poder que, paradójicamente, vive también en el sujeto que es silenciado, manteniendo la memoria en condición latente hasta la reversión de la legitimidad para enunciarla. Finalmente, un caso que consideramos paradigmático para evaluar la interdependencia de la memoria colectiva y la memoria individual y el lugar del poder de enunciación (y silencio) es el analizado por Robin (2013) en la comunidad ayacuchana de Huancapi, para quien las dos formas de recordación se evocan paralela pero no contradictoriamente: por un lado, la memoria individual retrotrae una experiencia subjetiva pero verificable, por el otro, la “protección” mística (de un santo patrono del pueblo) reconstruye el pasado en términos colectivos pero idealizados. Ello tiene la ventaja de convertir la memoria de dolor individual en una memoria de resistencia colectiva (“heroica”) proporcionándole un ámbito de mayor agencia al sujeto que recuerda (bien a nivel de la colectividad, bien como individuo), desprendiéndose de la identificación de su trayectoria como mera víctima. Por lo antes señalado, queda asentada la idea de que la manera en la cual la memoria gana institucionalidad es legitimándose entre la comunidad de los que 23 La conceptualización misma de la memoria responde a la selección de ciertos hechos dentro de un conjunto de vivencias, por parte del sujeto que recuerda, silenciando u olvidando otros (Pollak 2006; Todorov 2013). 52 accionan el recuerdo -para el caso particular, los exdirigentes universitarios-, lo que deriva en las variantes identidades que se configuran y reconfiguran al interior de las trayectorias de vida de los individuos en función de sus narrativas del pasado -y por lo tanto, de estructuración de su acción y representación presente- según estas se hallen compartidas o no por la hegemonía de un determinado recuerdo colectivo. 2.2.1 Socialización y la “estructura de sentimiento” En este apartado queremos describir el papel de la socialización en las trayectorias de vida (familiar, social y política) que van configurando el curso de la vida de los individuos. Para el caso particular investigado, queremos subrayar la importancia del concepto de “estructura de sentimiento” para interpretar el marco socializador en el cual los sujetos se constituyen como tales. Socialización Con Martuccelli (2007) podemos afirmar que existe una visión “encantada” y una “desencantada” de la formación conceptual de la socialización. La primera, funcionalista, la cual supone que, en el curso de su vida, el individuo asume el conjunto de normas y roles que la sociedad le provee (pensemos en las propuestas desde Durkheim hasta Parsons), mientras que la segunda, de corte crítico, precisa que la sociedad vincula a sus componentes individuales a través de mecanismos de dominación ideológica (desde Marx hasta el estructuralismo francés). En ambos casos -en concordancia con el citado autor- el conocimiento de los valores o ideologías dominantes conllevaría el conocimiento del comportamiento social. Una mirada distintiva y contemporánea se halla en la propuesta de Berger y Luckmann (1986), para quienes la “internalización” de la sociedad en el individuo que se desarrolla biográficamente en esta se realiza mediante la presentación en la forma de un mundo objetivo en el que este se ve inmerso, compuesto de procesos subjetivos de otros que se convierten en significativos para aquel. La comprensión de dichos sentidos, su aprehensión subjetiva en su estadio más 53 básico es la llamada socialización primaria, la cual no solamente se elabora como un proceso cognoscitivo sino fundamentalmente emotivo. Por su parte, la socialización secundaria atañe a la internalización de lenguajes específicos que describen roles particulares que conforman las instituciones en las que los sujetos desarrollan sus trayectorias. Existe a raíz de la complejización de las sociedades, la diversificación del mundo del trabajo y la especialización del conocimiento en comunidades expertas. Así también, otra característica que distingue a este tipo de socialización es que se atenúa la necesariedad de los afectos que conviven con el aprendizaje (Berger & Luckmann 1986). Como hemos visto, las trayectorias que construyen el curso general de la vida del individuo van conduciendo las diversas identificaciones que este realiza con los significantes que le son compartidos. En tal sentido, desde la formación del otro generalizado24 en la primera infancia (Berger & Luckmann 1986) hasta la convivencia de múltiples identidades culturales, sociales y políticas, la vinculación con otros de los que se siente parte, comunidad o sociedad, delinean las formas de (re)producirse y (re)presentarse en el individuo. Consideramos que una perspectiva similar es posible de ser hallada como antecedente en Simmel. Aunque para este autor la socialización remite a la comprensión de la existencia de lo social como “acción recíproca” o “influjo mutuo” (diríamos interacción), es claro en precisar que esta se define en las maneras en las que el individuo se realiza constituyendo una unidad (Simmel 2014). Esta realización es posible porque, para Simmel, el contenido de la socialización es aquello que permite en un individuo la posibilidad de suscitar en otro una respuesta activa, y esto no es otra cosa que la “realidad histórica” portada por el actor. La denominada “realidad histórica” que está expresándose a través de la interacción nos remite a su vez a la lógica de historicidad propuesta por Touraine: las orientaciones a la práctica de los actores en la forma de un “principio organizador”. De este modo, la sociedad actúa “sobre sí misma” pero a través de los actores que movilizan valores y normas, no necesariamente comunes e 24 La capacidad de asumirse como parte de una otredad que “observa” y por ende interpela la propia conducta, moldeándola en un sentido particular. 54 integradores como para el funcionalismo, sino que, por el contrario, construyen sus relaciones en la forma de “tensiones culturales y de conflictos sociales” (1995: 54-55). Además, la propuesta esbozada por Simmel puede ser útil para graficar la forma en la que operan los procesos de socialización en múltiples trayectorias, dado que describe lo que denomina el conflicto de “servir a dos señores” en su forma de profunda internalización de distintos impulsos para la acción (“conflicto entre deberes”, en sus términos), al punto que “nos avenimos instintivamente a ellos de tal manera, en componendas y divisiones de nuestra actividad, que en la mayoría de los casos ni tenemos conciencia siquiera de ellos como tales conflictos” (1995: 242). La situación se resuelve poniendo énfasis en la libertad del actor, aunque se hace referencia a que este atraviesa una crisis que decanta en “acomodo o avenencia”. Crisis ruptural que, sin lugar a duda, nos traslada al concepto ya revisado de turning point, el cual deriva luego en una transición en la trayectoria. Aquí también vuelve a existir coincidencia con Berger y Luckmann, para quienes existen dos formas de mantenimiento de la realidad, esto es, la introyección de lo social en el individuo: el mantenimiento de rutina y el de crisis. El primero, compuesto por las practicas consuetudinarias e implícitamente reiteradas que se encarnan y sumergen al individuo en el conjunto de otros con los que se identifica y que ayudan a sostener la identidad. Por su parte, para el mantenimiento de crisis, dicha rutinización, que además suele tomar la forma de rituales colectivos conscientes, tiene que hacerse sumamente explícita y estar motivada emocionalmente por los otros significantes (Berger y Luckmann 1986: 185-193). Por lo antes mencionado, Martuccelli (2007) enfatiza que, toda vez que ha existido una configuración distinta de las estructuras societales desde mediados del siglo pasado y el llamado “desajuste” entre las expectativas y las capacidades objetivas de los individuos se ha convertido en un fenómeno masivo (en tanto hoy es un imperativo el obtener más allá de lo que objetivamente se podrá jamás obtener), las lógicas que predominaron para describir el proceso de socialización también se han modificado. Lejos de aparecer como el instrumento que regulaba las expectativas, hoy debe comprenderse como un movimiento o proceso que 55 opera en los individuos a modo de múltiples disposiciones contradictorias, siendo aquellos el resultado a modo de compromiso actuado de estas, o, para utilizar la alegoría del autor, “un palimpsesto original y diferenciado” que entrecruza diversos tipos de internalización de lo social. Socialización política Debido a que es nuestro interés vincular parte de las trayectorias acaecidas en el marco de las primeras etapas de la socialización (familia, escuela, barrio) con la trayectoria política juvenil de los actores a investigar, es pertinente subrayar conceptualmente la forma particular de la socialización política. El término aparece por vez primera en el trabajo Poltical socialization de Herbert Hyman, publicado en 1959. Ese mismo año Robert Lane describió la transmisión de preferencias políticas de una generación a otra en el seno familiar en lo que llamó “la ley de Mendel de la política” (Jaime 2000). Esta premisa ha sido objeto de desarrollo evaluativo desde la década del sesenta y en múltiples estudios empíricos ha demostrado la preeminencia de una “afinidad ideológica” intrafamiliar e intergeneracional (Hess & Torney 1967; Greenstein & Tarrow 1970) que, en algunos casos, colabora con el sostenimiento del sistema de partidos de sus sociedades (Percheron & Jennings 1981). Sin embargo, consideramos que hay una evolución en el campo a partir de los trabajos de Annick Percheron para quien la socialización política en la infancia pasa por la asunción de la variable contextual, superando los esquemas del positivismo americano en los que ha surgido la idea de las preferencias grupales (préférences partisanes), añadiendo la lógica de los estadios de desarrollo - factura del piagetismo-, además de la interacción con el medio y la construcción del sujeto como un “yo social” -aporte freudiano de Erikson- en la que la socialización actuaría más de las veces en forma latente antes que consciente (Caron 2002). Esta característica, que la acerca a la definición de habitus de Bourdieu, es matizada por la propia Percheron en el sentido que critica en el famoso autor su subestimación por los otros estadios de la socialización, más allá de la primera 56 infancia. La socióloga francesa destaca que, por el contrario, es en la etapa de la preadolescencia donde se marcan importantes circunstancias socializadoras en términos políticos porque es el momento en el que los individuos concurren o disienten con la familia y la escuela a través de comunidades contra-culturales. En los mismos términos, subraya el papel de la afectividad25 en el proceso socializador al cual tampoco Bourdieu habría prestado mayor atención (Caron 2002). Acaso la diferenciación entre una propuesta y otra, entre el planteamiento de disposiciones encarnadas en los individuos que -en el caso de la socialización política primaria- se desarrollan en la escuela como espacio reproductor de la dominación social (Bourdieu & Passeron 1996), y las concepciones ya descritas de Percheron, cuyo trabajo mayúsculo está reunido en su obra de 1993 La Socialisation Politique, se halla en la centralidad que se le otorga a la agencia al interior del modo en el que opera la estructuración de lo social. En ese sentido, concordamos con Giddens en que “es un error suponer que la tradición, aun en la más fría de las culturas frías, sea por completo refractaria al cambio o a una diversificación de conductas” (1995: 228), esto debido precisamente a la capacidad de los sujetos para modificar a través de la interacción el conjunto de los constructos que constriñen su propia conducta en una mezcla no controlable de acción reflexiva y consecuencias no deseadas de la acción. Consecuentemente, incluso las transiciones y más aún, los turning points que se inscriben en las trayectorias del individuo, operan bajo la doble forma de condicionamiento estructural y decisión modificatoria de los mismos. De tal modo, la socialización política no opera como una única forma que garantiza la permanente reproducción, ni su respuesta contrahegemónica en cualquiera de sus etapas (familiar, escolar o cívica) tendría porque expresarse 25 Al respecto, Nugent refiere que, aunque “por lo general se considera que los intereses son el único impulso de la acción. De hecho, esta manera de entender las acciones empieza en la era moderna. Las ‘pasiones’ no abandonaron el escenario. Los afectos, como prefiero llamarlos, reclaman su satisfacción en un plazo más o menos corto. Los intereses, conocidos a través del cálculo, pueden postergar su culminación” (2016a: 174). En tal sentido, la utilización conceptual de la afectividad comulga con lo destacado por Percheron, toda vez que “forma parte del terreno que bien podría llamarse las ‘políticas del yo’. La manera de vincularme con los demás en los discursos públicos es también una manera de describir cómo me entiendo a mí mismo” (Nugent 2016a: 175). 57 de una única manera. Ambas se redimensionan de forma interdependiente en la actividad práctica misma de los actores intervinientes. Para nuestro caso particular, queremos proponer la interpretación a modo de una “hipótesis cultural” -para usar la definición de Raymond Williams, autor a quien se debe- de la forja de un proceso de socialización política mediante el concepto de estructura de sentimiento, la cual, bajo nuestros considerandos, permitió la modelación actitudinal de los individuos a investigar en el despliegue de su trayectoria política juvenil. Estructura de sentimiento Para Williams el lenguaje es un proceso de significación, esto es, del otorgamiento social de significados a ciertos signos. Se constituye, por tanto, en un elemento de conciencia práctica, es decir, que es producto y productor a través de una interacción reflexiva, antes que en un suceso que opera a nivel de la pura conciencia como desdoblamiento o “traducción” de la vida material (Laverdi 2010), tal como había sido referenciado en el análisis de un materialismo simplificador. En ese sentido, la configuración de un individuo como sujeto histórico a través del lenguaje en el plano de la cultura, debe entenderse siempre como una práctica social cambiante asociada a estructuras de sentir, cuyo verbo es electo porque engloba las formas ideológicas en la noción experiencial del sujeto que las realiza en la interacción práctica. O como anotó Miklisch, porque alude “al carácter procesual de la experiencia social y de la conciencia práctica de un modo presente, en una continuidad liberadora y actuante” [traducción propia] (citado en Filmer 2003: 202), en la cual se asume la “contaminación” de la ideología, pero se le entiende como parte de un fenómeno experiencial que la supera en tanto “proceso de vida” (Kirk 1999:45-46). Las estructuras de sentimiento se definen entonces como aquella “cualidad particular de la relación y la experiencia social, históricamente distinta de cualquiera otras realidades particulares, que determina el sentido de una generación o de un período” en el que la experiencia estaría estructurada por “elementos específicamente afectivos de la conciencia y las relaciones”, de 58 “pensamientos tal y como son sentidos y sentimientos tal y como son pensados” (Williams 2000: 154-155) de modo tal que actúan en el momento de su realización en forma de “solución” y no como “precipitado”. Esta última metáfora extraída de la Química ayuda a comprender por qué es asimilable sólo como tendencia en el momento de su actividad procesual ya que, cuando ha sido plenamente fijada y es dable su comprensión estructural, ocurre que nuevas formas prácticas están dando origen a otras estructuras de sentir. Además, sirve para constatar por qué la teoría de Williams es útil para advertir la forma de tensión dialéctica en la que se producen los cambios societales y culturales, posibles de asumirse como inteligibles solamente allí cuando dejan de ser emergentes (Matthews 2001) dado que en ella se reflejan la agencia humana en tanto experiencia social reflexiva capaz de producir transformaciones en la legitimidad de cualquier orden establecido (Filmer 2003). Aquí precisamente se halla el distanciamiento con el concepto de habitus, el cual reproduce condiciones sociales preexistentes. La estructura de sentir, por el contrario, deja de ser tal cuando es alcanzada su hegemonía y logra institucionalizarse bajo una “forma fija” -a decir de Williams- que es evaluada casi siempre en términos de experiencia pasada; sin embargo, en su contenido actuante, son “explícitamente formuladas como emergentes, incluso pre- emergentes manifestaciones de resistencia y oposición a las prácticas hegemónicas dominantes del existente orden social” [traducción propia] (Filmer 2003: 206) Es pertinente vincular al concepto de estructura de sentimiento las categorías de dominante, residual y emergente que Williams acuñó en su trabajo The country and the city, porque estas refieren a momentos en las que unas determinadas prácticas culturales se imponen como hegemónicas, en tanto otras subsisten como vestigios de estructuraciones pasadas (en favor o en contra de la cultura dominante), mientras que las últimas suponen las tendencias formativas de estructuras por venir (Cáceres & Herrera 2014: 182). Todas estas formas conviven en su realización práctica. 59 Estas categorías ya han probado utilidad en el trabajo de Kirk (1999) sobre la subsistencia de un espacio de resistencia cultural obrerista en la producción literaria de tres escritores en la Inglaterra thatcheriana. Así también, han sido utilizadas consecuentemente en el trabajo de Jung (2011) para evaluar las dinámicas de transición entre unas formas de sindicalismo y otras desde la década de los ochenta en el Tokio postindustrial. Para la investigación presente, destacamos la pertinencia conceptual de las “estructuras de sentir” en tanto elaboración consonante con tradiciones teóricas como la de Wilhelm Dilthey, para quien los “movimientos espirituales” estaban sujetos a la coincidencia de influencias similares en la biografía de sujetos que comparten una misma contemporaneidad, en la forma de una Zeitgeist26. Planteamiento al que Mannheim subrayaba que debía sumarse el hecho que la “conexión generacional” se basaba no ya en la posibilidad de compartir posiciones sociales determinadas, ni necesariamente en términos de una misma condición etárea, sino en tanto “participación en el destino común de esa unidad histórico-social” (1993: 221) generando “unidades generacionales” específicas con aquellos que se ven implicados en dichas subjetividades y prácticas comunes. Sobre el particular, estas unidades se definen por la agrupación de jóvenes “en torno a una serie de ideas y de perspectivas nuevas, [que] comienzan a establecer pautas culturales distintivas y visibles que se oponen a las establecidas y captan el interés de círculos progresivamente amplios de individuos pertenecientes a sus grupos de edad” (Flacks 1971, citado en Gómez 2014: 23). Las pautas que compartían se nucleaban en torno de un “acontecimiento generacional” que los vinculaba en la conformación de una “acción histórica relevante” para el conjunto de sujetos que participaba del impacto de dichas prácticas en forma consciente, en tanto -siguiendo a Mannheim- localización común en una estructura (Gómez 2014). Como se desprende, las trayectorias de vida comunes o cuando menos similares de una unidad generacional, se hallan bajo la égida no solo de sucesos históricos englobantes sino, fundamentalmente, por la fuerte influencia que ejercen las 26 “Espíritu de tiempo” o “espíritu de la época”. 60 percepciones de aquellos “acontecimientos generacionales” que permitieron la conformación de momentos rupturales (turning points) no solo a nivel biográfico. Es posible hallar una de las formas de asunción del radicalismo bajo esta estructuración. Así, la coincidencia del “horizonte común” que constituyó una forma peculiar de socialización entre una unidad generacional específica -la “estructura de sentimiento”- fue posible gracias a la conformación de una particular cultura política -radical-, la misma que a su vez, intentaría ser reproducida en la trayectoria práctica de sus herederos. En el siguiente apartado nos avenimos a definir aquella herramienta y las particularidades concomitantes al caso de análisis. 2.2 CULTURA POLÍTICA RADICAL DE IZQUIERDAS 2.2.1 Cultura política Desde el trabajo pionero de Almond & Verba (1963), se han ideado muchos intentos por comprender y situar las preferencias políticas a partir de las estimaciones que los actores involucrados tienen con un determinado tipo de socialización cultural. Si bien los citados autores y su concepto de “cultura cívica” iniciaron esta área de estudios, múltiples trabajos han abordado desde entonces -con enfoques menos cercanos a la estadística politológica-, la investigación sobre la relación entre cultura y poder. Una de las críticas más potentes al trabajo de Almond y Verba es -además de haber elegido al poco democrático México priísta entre sus países de muestra-, que se priorizó el conocimiento de la subjetividad de los votantes ciudadanos en cuanto a su participación en organizaciones sociales por sobre sus prácticas políticas específicas (ni siquiera respecto a su nivel de participación electoral), aun cuando esta condición no era una práctica usual en todos los países de la muestra, y se le otorgó a ésta, una característica de perdurabilidad en el tiempo que no tenía necesariamente (García Jurado 2006). Sin embargo, en una magistral síntesis de las fórmulas clásicas sobre del concepto de cultura política, Meyenberg (2006) rescata como positiva la 61 intencionalidad originaria de aquella visión: la evaluación de los comportamientos políticos hacia un determinado régimen y sistema, la construcción de tipos ideales de cultura ciudadana en función de su forma de vínculo con la política, y finalmente, el establecimiento de los estándares normativos para la conformación de la denominada “cultura cívica” que se erigiría como el nivel idílico al que debieran apuntar las democracias bien constituidas. Acaso la mejor fórmula para aprehender el peliagudo concepto de cultura política en avenencia con la teoría clásica del mismo sea el brindado por Benedicto : “un fenómeno de carácter colectivo, resultado de la interacción constante que se produce en la estructura social entre individuos, grupos e instituciones, la cual tiene su plasmación en sistemas estructurados de valores y creencias básicas, referidos fundamentalmente a las relaciones entre el poder y los ciudadanos, y que éstos hacen suyos en diferentes grados, dotando así de sentido a su acción política y a la del propio sistema” (1995: 250). En tal sentido, aquello que se halla en la base del concepto radicaría en “la relación intersubjetiva que permite fijar puntos de contacto entre las esferas pública y privada, lo cual se expresa en la distinción entre el carácter latente o manifiesto de la socialización” (Meyenberg 2006: 103). Siguiendo esta lógica, el carácter latente está referido al proporcionado por instituciones mediadoras en la trayectoria del sujeto que brindan esquemas en forma de normas y valores para la inserción a la vida pública; en tanto el carácter manifiesto está relacionado al vínculo propiamente dicho que se establece con el sistema político. En ambos casos, la búsqueda cardinal está en lograr la integración entre la institucionalidad y las conductas políticas, para dotar de estabilidad cualquier proceso de tránsito o transformación social. Por su parte, las concepciones modernas de cultura política subrayan la necesidad de comprender “la complejización de las sociedades, la pluralidad de posturas respecto al ejercicio de la política y la aparición en la escena política de nuevos perfiles identitarios y de otros antes ausentes” (Meyenberg 2006: 110) 27. 27 Uno de los autores quienes advirtieron de forma primera esas variaciones habría sido Ronald Inglehart, quien en 1977 con su trabajo La revolución silenciosa determinó que alcanzados ciertos niveles de vida, los individuos movilizaban sus intereses hacia otras actitudes y valores como los que conformaron la escalada de los nuevos movimientos sociales hacia la década del sesenta del siglo pasado. 62 De este modo, desde otras coordenadas y en tiempos más próximos, la cultura política ha sido definida como la combinación de signos y símbolos que afectan las estructuras de poder, las mismas que estarían configuradas por actores que las han construido en función de dicha influencia simbólica pero a su vez, son afectos a ellas (Varela 2005). Esta conceptualización se engarza muy bien con la brindada por Krotz (1997), quien, ante la crítica del uso del concepto de cultura política como una “categoría residual” en la que se depositarían los intentos explicativos no alcanzados por otros medios (Pye 1993), propone la definición de esta como “el universo simbólico asociado al ejercicio y las estructuras de poder en una sociedad dada” (Krotz 1997: 39). Aunque también crítico con la metodología de Almond, el citado autor rescata tres dimensiones que revelan la importancia de centrar la perspectiva en los sujetos de la acción política: la cognitiva, es decir, aquello que se pretende saber de lo político; la afectiva, referida a los sentimientos involucrados en el fenómeno28; y, la evaluativa, vinculada a los juicios de valor realizados sobre el quehacer político. Por su parte, Tejera coincide con Varela destacando el funcionamiento interdependiente en el concepto propuesto, refiriendo que “las fuerzas culturales que imprimen su lógica a la cultura política, a la vez que son construidas y reformuladas en la interacción social en un contexto heterogéneo y diverso, generan campos de inteligibilidad con base en valores difuminados pero compartidos por el conjunto de la sociedad” (1998: 154)29. Ello, con el propósito de resolver el conflicto interpretativo entre partidarios de las determinaciones de la cultura en la política (de corte más antropológico y sociológico) y aquellos que 28 En tanto la cultura política se relaciona con los procesos de socialización y la forma en la que son aceptadas o rechazadas ciertas normas y valores para la reproducción del sistema político, es importante destacar la variable de emotividad que se vincula al área subjetiva del posicionamiento político ya que a partir de esta existe la tendencia a restar legitimidad a las comunidades que no comparten las mismas afectividades (Sandoval 2007). 29 Sobre el particular, Lechner resume así, llamando “estilo” a la doble forma de accionar de la cultura política en tanto manifestación práctica y como estructura de reproducción social que la moviliza: “(…) Por la estrecha relación que se establece entre una concepción política y la acción organizada, el estilo opera como un factor decisivo en el funcionamiento concreto de las instituciones políticas y, además, como uno de los mecanismos más eficaces de socialización e innovación cultural” (1987: 11). 63 promueven explicaciones cercanas al modelo de la “elección racional” (con acento más psicológico y politológico). Sin embargo, la aproximación de Krotz (1997) resalta una característica, a nuestro entender, aún más crucial para el estudio de la cultura política. Esta no solo se presentaría en múltiples expresiones al interior de un conjunto social, - esto es, como “culturas políticas”-, sino que esa diversidad debe ser comprendida como pugna, como contraposición en la búsqueda de la legitimidad y el consenso de aquel conjunto. Por ello, dentro de las distintas culturas políticas existentes, subraya a la “tradición utópica” como aquella que se hace visible deslegitimando el orden existente y afirmando, en palabras de Ernst Bloch, el “principio esperanza”30. Una prescripción a tener en cuenta en esta disputa por la legitimidad entre las múltiples culturas políticas, se halla en la prevención metodológica advertida por García Canclini (1984) respecto del abordaje que debe realizarse en los estudios sobre la cultura de resistencia en grupos subalternos. Al respecto, existe la necesidad de no sustancializar la participación de estos, ya que los agentes que producen una determinada cultura (política, para nuestro caso particular) no desarrollan su existencia encasillados todo el tiempo en una sola lógica o dedicados a la reproducción unísona de la misma, sino que se movilizan entre esta acción y otras que no necesariamente responden a este fin, pudiendo formar parte en determinados momentos de su práctica en la cultura hegemónica, dependiendo de la “reubicación” y “resignificación” de sus “objetos y mensajes”. Habiendo incorporado lo antes mencionado, podemos introducirnos al análisis de una cultura política subalterna en particular: la cultura del radicalismo, y más aún, al subgrupo de nuestro interés: el radicalismo de izquierdas. Aquel que, en virtud de lo ya mencionado por Krotz, movilizaba su percepción y actuación en función de la esperanza de la traslación de la institucionalidad y el orden que consideraban ilegítimo, pretendiendo trastocarlo desde sus fundamentos más básicos bajo una interpretación y organización con características específicas que pasamos a detallar. 30 Para una significativa revisión del concepto, véase Aguirre Oraa (2007). 64 2.2.2 Radicalismo militante de izquierda El radicalismo Amparándose en la distinción weberiana de racionalidad formal y racionalidad sustantiva, Bittner (1963) incidió en el hecho que el radicalismo no puede ser simplemente desdeñado como un proceder irracional. Propuso que, por el contrario, este tenía una “unidad de significado” que compele a sus participantes a la acción aun cuando las premisas de esta sean discordantes con un pensamiento lógico-formal. Como consecuencia -afirma el citado autor- “en la práctica esto significa que [para el radicalismo] la pertinencia de un único principio nunca puede ser justificadamente negada y que la justificación principista de la acción siempre puede ser demandada y obtenida bajo la amenaza de sanción” [traducción propia] (1963: 933-934). La idea de patologización del radicalismo (cuya conducta es vista como anómica) se halla cuestionada porque los nuevos estudios -que empiezan a proliferar precisamente en la década de 1980- apuntan consensualmente a que el radicalismo se halla afincado en normas y valores emergentes que producen interacciones entre movimientos sociales, contramovimientos y el Estado (Della Porta & Haupt 2012). En esa tónica debe advertirse que quienes se han socializado en el radicalismo comparten visiones culturales comunes y construyen percepciones del mundo en cuya carrera interactiva (entre sus contendores y ellos mismos) la violencia aparece como una opción normalizada. En ese sentido, “el compromiso es el resultado de un proceso de identidad colectiva construida en la cual los mecanismos afectivos, normativos y cognitivos están trabajando (…) De hecho, al exponer a los activistas a experiencias altamente emocionales, las actividades políticas y sociales en las que participan ayudan a crear contraculturas” (Della Porta & Haupt 2012: 314-315). La socialización política bajo este canon de sujeción principista facilitaba la asunción de prácticas de todo tipo vinculadas siempre exclusivamente al telos que condensa la existencia misma de la organización y le proporciona a su actuación la justificación debida de forma permanente. 65 Más aun, para el funcionamiento al interior de comunidades donde el radicalismo se convierte en la forma de actuación, Bittner (1963) refiere que no solo se edifica una lógica redentorista alrededor de sí misma, sino que, para evitar lo que en un sentido weberiano se denomina la “rutinización del carisma”, se construye una tendencia hacia posiciones que alejen a los miembros de la evidencia en contrario de los principios que rigen la doctrina. En consecuencia, el aislamiento progresivo de la comunidad facilita el ahondamiento de la radicalidad31. Para sintetizar, el mencionado autor propone siete principios que dirigirían la organización del radicalismo: i) un sentido de carisma que vincula el movimiento y el credo, ii) la doctrina del movimiento debe contener información proveniente de fuera del mundo rutinario (la “profecía”), iii) debe existir una preocupación cotidiana por la pureza del credo en todos los miembros, iv) ninguna parte de la vida de los miembros puede hallarse fuera de la mira de la doctrina o la organización, v) el sufrimiento es una parte integrante del desarrollo del movimiento, vi) las relaciones con grupos fuera de la organización deben suspenderse, vii) la organización debe tomar ventaja de las antipatías que genera. Como se observa de los postulados indicados, la defensa del grupo expuesto a situaciones límite supone que se extrema una “sensación de excepción”, desdeñando cualquier posibilidad para no defender la identidad y subsistencia del mismo (Rosas 2009). De este modo, en un sentido schmittiano de la identidad política, “se produce una verdadera hermenéutica de la práctica rebelde, acosada y enclaustrada, que activa una facticidad prácticamente blindada a todo juicio que no la reafirme” (Rosas 2009: 16). De ello se desprende que el principismo, el aislamiento, y un extremo sentido de identidad desata lógicas tribales. Al respecto, Maffesoli (1998) ha referido que esa lógica de identificación, colectiva por demás, se desata en base a “vectores de ética” que a su vez están inmanentemente vinculados a un sentido estético: 31 Esta afirmación ha sido recientemente sujeta a demostración mediante el estudio social que realizaron Pretus & Hamid (2019) con un enfoque en la neurociencia sobre individuos que tendían hacia la radicalización religiosa en Barcelona entre los años 2014 y 2017. Allí se verificó que la predisposición a la violencia en función de los llamados “valores sagrados” es inversamente proporcional al nivel de vinculación social e involucramiento con otros círculos de actividad. 66 allí donde se socializa un estilo peculiar de vida surge un “narcisismo colectivo” que involucra a sus agentes en buscar la trascendencia a partir de su reproducción y defensa. Para esto último, se utilizan determinados mecanismos justificatorios de la acción radical. Entre los más destacados se hallan la negación del carácter de víctima de aquellos sobre el cual recae la actuación rebelde; la “condenación de los condenados”, esto es, asumir los perjuicios de la acción propia, pero justificarlos en la idea que otros en posiciones sociales o políticas más ventajosas no son objeto de sanciones32; o los “cuentos tristes”, que hace referencia a excusar el comportamiento presente en realidades pasadas insertas en su curso biográfico (Scott y Lyman 1970). Las lógicas tribales, durante los momentos de escalada de los conflictos sociales, permitían el escalamiento de los conflictos no solo con los oponentes típicos (el Estado y sectores contenciosos proestablishment), sino entre los propios grupos radicalizados, y en los movimientos sociales en los que estos se insertaban, a los que, siguiendo a Della Porta (2013) podemos denominar “familias de movimientos”33. La autora citada precisa que la radicalización se nutre de esta lógica a la que denomina de “escalamiento competitivo” en la cual la violencia se muestra como incentivo para los nuevos contingentes ante el copamiento hegemónico de las estructuras más institucionales del liderazgo de la acción colectiva34. 32 Este marco exculpatorio vinculaba el radicalismo no solo con acciones ilegales dado el empleo de la violencia, sino, como ha resaltado Lynch (2019) para el caso que nos convoca, para la construcción de redes clientelares que otorgaban ciertos beneficios y prebendas en torno a lealtades partidarias y hasta caudillistas. 33 Se le define como “un grupo de movimientos coexistentes, los cuales, independientemente de sus objetivos específicos tienen valores básicos similares y superposiciones organizacionales y que algunas veces pueden incluso unirse en base a campañas comunes” [traducción propia] (Della Porta y Rucht 1995, citado en Della Porta 2013: 74). 34 En su estudio sobre el movimiento estudiantil norteamericano en la década del sesenta, Scott & Lyman ya señalaban una idea similar: “A menudo, la gente se verá envuelta en actos que no quieren realizar porque, como miembros de grupo, cada uno de ellos se comporta en los términos que piensan que otros esperan que ellos realicen. Antes que ser miembros duros de una dedicada comunión concentrada, las personas se hallan sujetos en situaciones radicalizadas. Una vez envueltos en esas situaciones, ellos infieren el compromiso con el propósito común por su lectura de pistas y señales, chistes y gestos, y anzuelos y bromas que ocurren en la interacción con otros similarmente situados” [traducción propia] (1970: 75) 67 Para el caso a investigar, consideramos que muchos de los rasgos antes destacados convergieron en la actuación de un particular radicalismo político, el de las juventudes de izquierda de fines del siglo pasado. Por tanto, lo señalado en párrafos anteriores empataba con una realidad cambiante como la que viven los jóvenes izquierdistas latinoamericanos a fines de la década del setenta y durante los ochenta: las luchas guerrilleras centroamericanas, el fin de las dictaduras militares, y el hecho que a ellas le sobrevienen transiciones democráticas liberales que -conjuntamente con las crisis de los llamados “socialismos reales”- interpelan sus convicciones y sus formas de actuación política en un nuevo escenario con espacios y códigos políticos distintos, más abiertos y de menor represión política. Enfrentados a esta situación inédita, muchos de ellos optaron por replantear sus nociones preconcebidas estableciendo nuevos objetivos y estrategias, pero otros no lo hicieron, aferrándose al deseo de revolución, cuando no, al credo doctrinario. En medio de ambos, las juveniles actitudes radicales hacían difusa la distinción del tránsito que se vivía al interior. ¿De dónde provenía la fuerza ideológica que impulsaba a algunos jóvenes izquierdistas a ser renuentes a abandonar las prácticas de radicalismo y los esquemas maximalistas? Radicalismo de izquierda La investigación respecto de la militancia de izquierdas nos lleva a distinguir etapas en la formulación de la misma. Hasta mediados de la segunda mitad del siglo XX se pensaba en la “clase” en forma reificada, como un sujeto social esencializado35; sin embargo, desde trabajos como el de E.P. Thompson (La formación de la clase obrera en Inglaterra) y Annie Kriegel (Los comunistas 35 La idealización que estas organizaciones hacían respecto del proletariado como clase es un dato no menor y tuvo repercusiones políticas. La esencialización de sus características llevó a muchos jóvenes que se adherían a estas propuestas orgánicas a dejar los espacios educativos y “proletarizarse” adentrándose en el mundo del trabajo con el fin de organizar elementos obreros para el fin revolucionario que pretendían inminente (Cucó i Giner 2007). Además, este hecho reporta una similitud no casual con prácticas como las realizadas por los llamados “narodnikis”, estudiantes campesinistas rusos del siglo XIX que por millares pretendieron “acercarse al pueblo” para guiar sus expectativas levantiscas contra la autocracia. Tras la brutal represión del movimiento, darán origen a la primera organización terrorista en usar dinamita, “La Voluntad del Pueblo”, y otras organizaciones de tinte anarquista (Priestland 2010: 86). 68 franceses), la academia en general (y la “comprometida” en particular) fueron variando las entradas prefiguradas que tenían sobre la temática. Se pasó de este modo, progresivamente, de un momento de configuración “heroica” de la militancia, a la visión de una “retribuida” (Pudal 2011). En el primer caso, el obrar modélico recogido por la investigación es el del militante estalinista, disciplinado y entregado hasta el (auto)sacrificio; en el segundo, la reflexión se torna crítica con este punto de vista y trata de indagar en razones de índole individual y en otras motivaciones que llevan siempre a pensar en retribuciones, en ganancias de cualquier tipo no esbozadas en las investigaciones anteriores. Como el propio Pudal hace explícito, la entrada interpretativa no podía ser ajena al signo de los tiempos en los que se desarrollaba cada una. Mientras que en la primera la intelectualidad tiene un compromiso con el sujeto de análisis y sus preocupaciones transformativas a nivel de lo social son coincidentes, en un segundo momento, existe una suerte de “aversión” hacia el objeto de estudio y se busca la desmitificación de su identidad y sus acciones, en tanto el movimiento social se repliega. Precisamente, partiendo de la debacle del radicalismo socialista, Pavón analiza la crisis de este sistema configurador de un ethos que se opuso al del capitalismo, haciendo un símil con la teoría kuhniana de las revoluciones científicas toda vez que “paradigma y cultura política cumplen una función explicativa similar: permiten un enfoque holístico al permitir relacionar el comportamiento individual con el agregado social mediante el carácter colectivo de un sistema de creencias, al tiempo que ponen énfasis en los aspectos de socialización e institucionalización de tales creencias” (1993: 133). En consecuencia, explica que la crisis de la cultura política que se había basado en el deseo de la superación del capitalismo y el advenimiento de un sistema de supuesta emancipación de las potencias humanas era consecuencia de su empantanamiento con su concreción práctica ya que al vivificarse este, supuso la supresión de la búsqueda de tal realidad “alcanzada”. En ese sentido, la crisis del socialismo era una crisis ya experimentada por los sujetos que se le 69 identificaban desde décadas antes, aun cuando su expresión formal tuviese que esperar hasta fines del siglo XX. Por dicha razón, el ethos comunista debía funcionar como ideología (en el típico sentido marxista del término, es decir, en la forma de enmascaramiento de lo real)36 y esta, a su vez, tener un cariz estético: la capacidad de suscitar un mito movilizador de una promesa en la que “lo bello” era posible de ser asido, trastocarse en utopía haciendo plausible suscitar, nuevamente, el deseo (Pavón 1993). Radicalismo marxista “realmente existente”: el leninismo Al respecto, este carácter épico de la militancia de izquierdas se puede hallar condensado en la mejor sistematización de su ethos: el leninismo. Sobre el particular, es posible sintetizar algunos rasgos de esta tendencia recogida a nivel global por las juventudes radicales en el último tercio del pasado siglo: i) el carácter revolucionario de la propuesta política, ii) la organización elitista de la vanguardia partidaria, iii) el rechazo a la democracia burguesa, iv) el carácter antiimperialista de la acción (Cucó i Giner 2007)37. Todas estas características - como reconoce el autor citado- devienen en realidad de la estructura del pensamiento leninista, a la vez que se ven renovados por visiones como el trotskismo, el maoísmo y el guevarismo. A nuestro entender, el leninismo era la mejor expresión histórica del manejo de las tensiones teóricas que el marxismo condensaba. Al respecto, cabe precisar 36 Cucó i Giner (2007) aporta como detalle el “mito de las realidades lejanas” el cual describe la forma como los militantes de estas agrupaciones políticas radicalizadas, debido a la clandestinidad y la prisión, y los efectos aislacionistas que estas tenían, se hacían de los sucesos sociopolíticos en los países comunistas, deformando la realidad de lo que allí ocurría en la mayor parte de los casos. A este habría que añadir uno más, la socialización política realizada a través de una cultura impresa de los “clásicos” del marxismo, los manuales de teoría marxista de la época y la literatura militante soviética y china. 37 A estas características, Aguirre (2007) añade la importancia de la profusión de prensa escrita que guardaba mayor relevancia en escenarios en los que otros canales de participación ciudadana estaban cerrados y que, cabe añadir, en los que se hallaban generaciones que por vez primera tenían acceso a la educación y privilegiaban culturalmente la palabra escrita. “Ser militante o activista y no saber usar un mimeógrafo era prácticamente impensable”, sentencia el mencionado autor. 70 que adherimos a la idea de Priestland, quien sostiene que el marxismo poseía tres elementos constituyentes: “(…) el romanticismo utópico de gente como Rousseau o Fourier, la revolución igualitaria de Babeuf y la tecnocracia de Saint-Simon. (…) tres visiones, bastante diferentes: una “romántica” en la que la gente trabaja por gusto y se gobierna a sí misma, sin necesidad de una autoridad impuesta desde arriba; una “radical”, revolucionaria e igualitaria, en la que la clase obrera se une heroicamente a combatir en las barricadas para combatir a la burguesía y establecer un nuevo estado revolucionario; y una “modernista”, en la que la economía se gestiona mediante un plan central, administrado, al menos en un primer momento, por cierto tipo de burocracia” (2010: 50) Las capacidades políticas del leninismo podían sostener en tensión los bloques romántico-radicales en pugna contra el bloque modernista38, presentes en todas las articulaciones orgánicas y las concreciones institucionales que originó el socialismo en el siglo pasado. Esa capacidad devenía de la necesidad adquirida por su propia y particular historia. A decir de Hill (2017), la disgregación de las voluntades antimonárquicas en Rusia era inútil frente a la poderosa burocracia zarista. La concentración de la actividad subversiva en un solo grupo organizado que funcionase en una lógica fabril, planificada y consistentemente por sus objetivos fue fundida además con la valoración que Lenin tenía de la audacia y el voluntarismo de los terroristas que le habían antecedido en la acción antisistémica, aun cuando no compartiera su estrategia. Al respecto, el hilo histórico que une unos y otros espacios de organización es en realidad crucial para entender su desarrollo posterior como influencia política global y sus propias tensiones anidadas como corriente al interior del marxismo: “Lenin contrapuso esta tradición heroica al parlamentarismo trivial de la socialdemocracia alemana (…) los bolcheviques recogieron buena parte de la tradición específicamente rusa, de la organización revolucionaria. Los grupos 38 El mismo Lenin que pronunciaba sentencias innegablemente modernizantes como “el comunismo es el poder de los soviets más la electrificación”, también era aquel que buscaba “vías para acelerar el proceso revolucionario, con mucha más impaciencia que la mayoría de sus camaradas modernistas, felices de contemplar como avanzaba la hegemonía burguesa; pero su juicio sobre las fuerzas capaces de imprimir a la historia esa ‘aceleración’ hacia el socialismo dependía de las circunstancias (…) Su marxismo era flexible y adaptable a las condiciones de Rusia, con sus obreros y campesinos ocasionalmente radicales” (Priestland 2010: 91). 71 secretos, esenciales para el trabajo clandestino contra la autocracia, se convirtieron en un partido unido por una teoría común (…) El partido bolchevique superó con creces a la burocracia zarista en unidad de propósito, convicción, entrega, espíritu de servicio y disciplina” (Hill 2017: 67-68). Sin embargo, la utilidad y el contenido épico de la política del leninismo tuvo una contracara. En las organizaciones marxistas de todo el orbe, y particularmente en las latinoamericanas, actitudes como el conspirativismo podían derivar en la percepción de que cualquier disidencia procesada en términos teóricos podía devenir en traición y oposición a la estrategia revolucionaria previamente adoptada. Además, la lectura política de tal suceso se realizaba mediada por las pugnas acontecidas en los procesos ruso y chino donde, en muchos casos, los espacios académicos habían condensado aquellas tensiones en las que la intención política de alcanzar “técnicos rojos” había chocado con la necesidad de que estos respondieran a la ortodoxia y en última instancia, tras su negativa, pasaran a constituirse como “oposición de derecha” al interior de sus representaciones políticas y por ende, en determinados contextos, se constituían socialmente como “enemigos” (David-Fox 1997). Precisamente, de las evaluaciones (ético-políticas) que nacían al interior de la formación universitaria comunista en la experiencia soviética surgieron métodos que luego se propagandizarían a todo el espectro social y cultural ruso y de otras latitudes. Fenómenos como las purgas39, las denuncias, o el método de crítica y autocrítica40, se consolidan primero en estos espacios formativos. 39 Priestland precisa que la chitska (“pureza” en ruso) no tuvo en un primer momento la connotación de encarcelamiento, destierro o ejecución, sino que estaba más enfocada en la separación del grupo o en el rebajamiento del estatus ganado al interior de la comunidad académico-política (2010: 155). 40 En 1920 un grupo de jóvenes que recibía formación en la Universidad Comunista para los Pueblos de Oriente (KUTV) y en la “Universidad Sun Yat Sen” (cooperación formativa del gobierno bolchevique con la izquierda del Kuomingtan chino), refinaron los métodos aprendidos en las “sesiones de estudio y crítica” que luego utilizarían tras la conformación del Partido Comunista Chino (David-Fox 1997: 177). Este método se vería trasladado socialmente primero en la Rusia soviética durante las purgas estalinistas en los treintas y luego en la “revolución cultural” maoísta china en los sesentas. De este último episodio, los jóvenes radicalizados de todo el mundo lo inscribieron en sus matrices organizativas. 72 Al respecto, a su vez, es importante precisar que los universos culturales del radicalismo marxista conjugaban en los dos casos paradigmáticos, Rusia y China, orígenes similares. Si bien ya hemos reportado intencionalidades como las de los jóvenes dieciochescos para transformar las estructuras sociales en el campo ruso, cabe subrayar que para la concepción de la moderna juventud china de principios de siglo se trataba, además de ese propósito general, reestructurar los códigos culturales que les ataban a potentes tradiciones familiares, religiosas y de sujeción autoritaria. Por paradójico que parezca, las generaciones que pretendían cambios modernizadores para sus respectivas realidades -ambas agrarias y de tipo feudal-, lo hacían desde una perspectiva radical de las transformaciones. Quizá precisamente debido a la sensación de que estaban constreñidos por estructuras sociales, culturales y políticas de difícil reforma, pretendían modificaciones profundas y rápidas que impactasen en el paisaje de su tiempo. Hay una interesante continuidad también en las visiones culturales que animaron estos procesos sociopolíticos que consideramos importante destacar. En 1863 Nikolai Chernischevski escribió una novela que tendría un gran impacto sobre la juventud radical rusa de su época y cuyas implicancias políticas llegarían a diferentes costas mediante el leninismo. Se llamaba ¿Qué hacer?, y era en buena cuenta una adaptación de La nueva Eloísa de Rousseau. En ella se retrataba a personajes que rompían las barreras del tradicionalismo y mediante posiciones radicales, subvertían los mandatos socioculturales de su época con afán de modernizar una sociedad avejentada (véase Priestland 2010: 83-85). Del mismo modo, en 1918 el escritor chino Lu Xung publicó Diario de un loco, una crítica sin miramientos a los valores tradicionales chinos provenientes del confucianismo y una apología a la modernización (véase Priestland 2010: 244- 246). En ambos casos, dichas obras literarias eran la expresión consumada de un Zeitgeist -podríamos decir de una “estructura de sentir”- y al mismo tiempo acicateaban la vocación antitradicionalista de una juventud que se radicalizaba en nombre de la “nueva sociedad” que aguardaba tras los muros de la cultura 73 premoderna que doblegaba sus naciones41. Lo antes mencionado serviría para argumentar la importancia que tuvieron procesos socializadores de este tipo y redes culturales que proveyeron a estas generaciones de jóvenes de una mirada peculiar de sus realidades y las propuestas políticas para modificarlas. La infraestructura de disenso En cualquier caso, se evidencia que la pauta que marcó el desarrollo de estas generaciones de jóvenes se basaba en un “horizonte de expectativas” que movilizaba el ya citado concepto blochiano de “principio esperanza” que convertiría al marxismo en “un proyecto social arraigado en un optimismo antropológico heredado de la Ilustración: el largo proceso en virtud del cual la humanidad aprende a alzarse y caminar erguida” (Traverso 2018: 134). Así, en la praxis revolucionaria se sostenían al mismo tiempo la conciencia racionalizada de obrar conforme a los mandatos de preceptos “científicos” que ubicaban la acción conforme los esquemas evolutivos de la gran Historia, y al mismo tiempo el afán voluntarista y “antiesclerótico” de proveer de agencia y subjetividad a las transformaciones que no iban a producirse en el curso histórico “por sí solas”42. De este modo, las derrotas que le eran inflingidas a cualquier movimiento con inquietudes emancipatorias que adherían a esta interpretación marxista de la historia y leninista de la política, abonaban las posibilidades no actuadas de quienes sucedieran a los derrotados. En ese sentido, incluso la memoria, advierte Traverso, se constituía como “memoria prognóstica” -siguiendo el concepto de Reinhart Koselleck-, la cual “era una memoria para el futuro, en cuanto anunciaba las batallas por venir. La rememoración de las revoluciones 41 No son los primeros casos. Como ha advertido Hunt (2009), precisamente ejemplificando su perspectiva con novelas como La nueva Eloísa de Rousseau, la Revolución francesa y la gestación de una orientación empática respecto de los otros que a la larga produjo la ideología de los derechos humanos, nació en la Francia prerrevolucionaria de la mano de la multiplicación de literatura social que buscaba evidenciar los avatares y tragedias de la población e imaginar nuevos futuros posibles. 42 Bittner lo resume del modo siguiente: “El marxista radical, aun cuando es expuesto a la persecución y humillación, goza de la dignidad y la autovaloración por la que presumiblemente combate. Él personalmente toma parte en las leyes de la historia” [traducción propia] (1963: 936). 74 pasadas no se circunscribía al emocionante momento de la emancipación experimentada como acción colectiva; también podía cargar con las tragedias de sus derrotas” (2018: 119). La derrota era un legado a los relevos en tanto la “victoria final” era el común destino. En medio de este “horizonte de expectativas” los actores movilizaban a través de la militancia las estructuras que proveían el “armamento” que entregaban a los que les tomaban la posta en el desenvolvimiento generacional de la actividad radical, insurgente o subversiva. Sears ha dado en llamar a esta articulación una “infraestructura de disenso”, una “amplia gama de organizaciones y redes que sirven de base al desarrollo de las capacidades de los activistas”, la cual “provee los medios para (…) hacer conexiones y desplegar conocimiento de experiencia colectiva, destacando la habilidad de trabajar estratégicamente para el desarrollo de movilizaciones (…)” [traducción propia] (2014: 5-6). Así, formarían parte de las infraestructuras de disenso, desde las organizaciones políticas formadas por los activistas militantes “a tiempo completo” hasta los “barrios informales, las redes de trabajo, las actividades compartidas de ocio y cultura, desde la organización de clasificación y archivo de un sindicato hasta los medios alternativos” [traducción propia] (Sears 2014: 5). Esta aproximación al movimiento social activo engendrado por la izquierda es de factura gramsciana, la cual se hace visible en su referencia nominal: es disenso porque se reconoce subalterna respecto de una cultura política hegemónica, pero, además, porque “nos conecta inmediatamente con la idea de un radicalismo pluralista, desafiando la idea de consenso incluso entre los insurgentes” [traducción propia] (Sears 2014: 7)43. Por lo mismo, comprende que su construcción es recreada y renovada en múltiples ocasiones. 43 Aunque Sears diferencia la existencia de una izquierda leninista plural (en donde cada secta pretendía tener “toda la verdad” y gozar de la representación “auténtica”) de una propuesta pluralista, reconoce que el leninismo fue la infraestructura de disenso modélica de los activismos de izquierda del pasado siglo. En ese sentido, podemos afirmar que la falta de consenso entre la pluralidad de las organizaciones revolucionarias condujo antes que al “pluralismo” al “hegemonismo” en las “áreas de trabajo” que compartían las mismas. 75 Sobre el particular, Staniland (2014), en su evaluación de posibles redes sociales capaces de involucrarse en procesos insurgentes, desarrolla una categorización donde destacan los “revolucionarios complotadores” y la “oposición politizada no violenta”. Esta última, la llamada “base social”, sugiere, ha sido infravalorada por todos los estudios sobre el tema, pero a su parecer tiene el mayor potencial dada su flexibilidad en su origen y desarrollo, así como su escape originario de la represión estatal y una imagen con facilidad de alcanzar legitimidad dados los propósitos honestos de su construcción. Desde nuestra perspectiva, existe una comunión entre la infraestructura de disenso y la conformación de estas redes, las cuales, aunque pueden ser de enorme utilidad a los propósitos insurgentes, son el resultado de años de construcción en unas formas determinadas de actuación y no es fácil su adecuación a cualquier intencionalidad. De estas limitaciones estructurales se destaca la importancia de la agencia de los organizadores para unir mediante coaliciones aquellos sectores que pueden en efecto ser útiles para sus objetivos, siempre con la incertidumbre de las consecuencias de cada decisión política tomada (Staniland 2014: 24). En la vinculación de ambos esquemas, podemos tomar de Staniland (2014) la propuesta de una dinámica de funcionamiento reticular para la infraestructura de disenso: esta poseería (i) lazos horizontales, aquellos que permiten el cruce de información y preferencias entre distintas comunidades locales a través de sus organizadores y permiten acciones combinadas globales; y (ii) lazos verticales, aquellos que vinculan a los organizadores con las comunidades y que se construyen sobre la base de información y creencias que movilizan acciones a nivel local44. Finalmente, para sintetizar, debemos referir que la infraestructura de disenso estaría compuesta para Sears (2014) de cuatro dimensiones que articulan la capacidad para hacer frente al sistema por parte de quienes la componen: (i) la 44 Según Staniland (2014), las organizaciones “vanguardistas” suelen tener fuertes lazos horizontales (élites bien organizadas con capacidad de centralización) pero lazos verticales débiles (poca inserción real en comunidades locales), mientras que las organizaciones “parroquiales”, operan en términos opuestos: tienen lazos verticales fuertes (la comunidad responde ante y por los líderes) pero débiles lazos horizontales (fuerte localismo). 76 memoria colectiva, la cual refiere a una temática ya revisada, una recomposición del pasado comprendida como “memoria de las luchas”, como construcción de una tradición identitaria a través de la cultura, siempre vinculada a (ii) los sueños colectivos, la expectativa transformadora, “el principio esperanza” movilizador de las acciones, la “dimensión utópica”45 a la cual los actores dedicaban su tiempo y gran parte de su vida; (iii) el aprendizaje colectivo, fruto de un proceso de aprehensión de los que Raymond Williams llamaba los “aparatos de disidencia cultural”, esto es, de las múltiples expresiones e instituciones en las que el sistema era criticado y que a su vez aportaban a crear (iv) capacidades o una cultura de solidaridad entre los oprimidos46. La infraestructura de disenso en el estilo leninista de trabajo se desarrolló con amplitud tras el acontecimiento generacional47 de la revolución bolchevique; posteriormente, después de la Segunda Guerra Mundial esta decayó para tener un nuevo repunte a partir de fines de la década del sesenta, mudándose de las fábricas a las universidades como espacios desde donde se vivía la militancia de forma efervescente y la revolución social se ponía en el centro de la discusión pública. 45 En una construcción similar al “principio esperanza” blochiano, Alberto Flores Galindo reclamaba para la izquierda peruana la necesidad de hacer compatible las ideas o proyectos de un futuro por construirse en términos altamente creativos, amalgamado de las pasiones afincadas en las expectativas populares. A esta necesidad ideológica y política denominó “dimensión utópica”. En suma, una actualización del mito mariateguiano como vértice para la revolución posible y deseada. Para una revisión de su pensamiento político-académico en torno a la luz de estas ideas véase Ruiz Zevallos (2011). 46 En el desarrollo del que llamaron “modelo de éxtasis” para explicar la participación de los universitarios americanos en grupos radicalizados, Scott & Lyman definen la solidaridad generada como “la sólida unión de entidades no solitarias de individuos agregados y grupos específicos. Para algunos, esta solidaridad es una meta en sí misma, una que no es realizada en la acción directa externamente sino más bien en el cambio ejercido en los estados internos individuales de conciencia y sentimientos” [traducción propia] (1970: 133). 47 Al respecto, los sociólogos June Edmunds y Brian Turner desarrollan la propuesta de Mannheim sobre las generaciones y apuntan que la “conciencia colectiva” de una generación surge de la vivencia asociada de un evento traumático propiciando que se genere el ímpetu para el cambio social que puede sobrevenir a partir de la acción de “generaciones estratégicas” que son las que guían la conducta de otras mediante su contribución efectiva (Martín Álvarez & Rey Tristán 2012: 23). Aquí se unen circunstancias liminares de una época generacional con los momentos cruciales (turning points) de una biografía determinada. 77 “Clasismo”: Leninismo a la peruana Para el caso particular, el radicalismo peruano que constituyó una poderosa “infraestructura de disenso” se halla en lo que se ha dado en llamar la “segunda oleada” revolucionaria en América Latina (Wickham-Crowley 1992), entendiéndose que la primera habría tenido como acontecimiento generacional la revolución cubana en 195948. Este tipo de radicalismo adoptó en nuestro país el apelativo de “clasismo”49. El clasismo es resultado del proceso de construcción ciudadana como consecuencia de movimientos migratorios que consolidan la “plebe urbana”50, que otorga centralidad a las clases populares y su ligazón con la clase obrera en la transformación de las estructuras sociales (Gonzáles 2010). Como ya hemos visto en el apartado anterior, había una gran potencialidad sociopolítica en la suma de proyectos contenciosos de corte vanguardista con organizaciones sociales de base de tipo parroquial (Staniland 2014), y esa fue precisamente la comunión que dio fortaleza orgánica y duración en el tiempo a la infraestructura de disenso “clasista” en el Perú. Los partidos leninistas podían lograr confluencias en medio de su interacción hegemonista al tiempo que 48 Para una evaluación sobre el enorme impacto de la revolución cubana en las culturas políticas radicales e insurgentes en América Latina véase Marchesi (2019) y Martín Álvarez & Rey Tristán (2017). Estos últimos han contribuido a la comprensión del concepto de oleada en función de los “hitos desencadenantes” y el “propósito dominante común” en una variable generacional para referirse a la evolución de los procesos de izquierda insurgente en América Latina. A diferencia de Wickham-Crowley, refieren que este pasa por tres etapas que se vinculan a tres oleadas: (i) imitación racional, cuando se busca realizar las mismas acciones que el proceso castrista, (ii) adaptación racional, cuando el fracaso de la estrategia referente empuja a la modificación de la actuación de las que le secundan, y (iii) aprendizaje racional, cuando son tomadas nuevas referencias de acción (p.e. China o Vietnam) y se ha condensado una trayectoria de experiencia que permite un camino específico (Martín Álvarez & Rey Tristán 2012). 49 No es un caso particular. En la segunda mitad del siglo pasado, en América Latina el leninismo como estilo político se afincó en distintas realidades bajo el nombre de “clasismo”. Para el caso argentino, por ejemplo, el clasismo surge de una avanzada de los sindicatos en pos de la autonomía, la cual es suscitada desde un levantamiento popular que pugna por desprenderse de los mandatos gubernamentales mediante el control que ejercen las llamadas “burocracias sindicales”, aun cuando esos mandatos se hallen acicateados por organizaciones con una visión marxista de la sociedad y la política. Por ello, desde ciertas miradas, el clasismo podría hacer referencia a la búsqueda de una identidad que cobije al grueso de distintas formaciones políticas coexistentes que tenían en común una vocación revolucionaria (Ortiz 2010). 50 Para un desarrollo del concepto véase Franco (1991). 78 afincaban su convocatoria a través de su participación y captación en las redes de espacios sociales de organización sindical, cívico, culturales y sectoriales que componían una especie de sociedad civil “clasista”. Esta construcción ciudadana que intentó articular un proceso democratizador “bifronte y ambiguo” a decir de López (1991), se hizo desde el mundo popular entre movimientos sociales y partidos políticos con una mirada populista que generó una “racionalidad popular”, la lógica de funcionamiento de una naciente sociedad civil que no tuvo oportunidad de consolidarse. Aunque con menor alcance en nuestras costas, tampoco fue una realidad ajena a la suscitada en otros países del continente51. Es una articulación no solo entre juventud obrera y “nueva izquierda”- fundamentalmente universitaria- (López 1991) sino también con una intelectualidad vinculada a esta última que les proporciona a los sectores populares “una conciencia de su particularidad e importancia”, donde la idea de la autonomía implicaba “una concepción ‘purista’ de clase” que les otorgaba una “cierta lógica de creencia” en la forma de un “horizonte de sentido” (Gonzáles 2010: 142). Toda vez que la conciencia de derechos implicaba una construcción identitaria en sentido cívico, Gonzáles (2010) destaca que la trascendencia del proceso velasquista no paso únicamente por las reformas -algunas de las cuales tuvieron limitado alcance- sino fundamentalmente por aquellas que transformaron en su época las valoraciones discursivas y generaron una revolución político-cultural entre sectores social y étnicamente excluidos y ultrajados. Por ello, será reconocido como el “réves del racismo” en tanto el trabajador-ciudadano hace frente al abuso al tomar conciencia de ser sujeto de derecho bajo la égida de la centralidad del conflicto con otro sujeto al que califica como opresor (Portocarrero y Tapia 1992). En consonancia, es posible deducir que el proyecto del reformismo militar desactiva el radicalismo armado de los sesenta validando sus categorías de análisis y parte de sus proyecciones políticas, permitiendo la institucionalización 51 Para un análisis comparativo de la llamada “explosión de la idea de sociedad civil” y la efectiva puesta en marcha de procesos organizativos desde las bases populares latinoamericanas véase Castañeda (1993). 79 de la izquierda, por lo que esa particular iniciativa radical se va a ir replegando progresivamente a núcleos sobreideologizados, muchos de ellos normalmente enclaustrados en las universidades. En ese sentido consideramos plausible afirmar que el clasismo es en nuestra latitud no otra cosa que la hegemonía de la cultura política del leninismo en una realidad latinoamericana de migraciones en pos de ciudadanía y en el contexto de aplicación de un modelo industrialista. La primera promueve la radicalidad para el alcance de expectativas de mejora en la calidad de vida y reconocimiento, en confluencia no siempre armónica con proyectos políticos maximalistas vinculados a juventudes universitarias; la segunda, además de promesa modernizadora, sirve de sostén para proveer el “sujeto histórico” de las transformaciones que acometían: una clase trabajadora con características étnicamente subalternas. Por ello, la pérdida de relevancia del proyecto industrialista y la crisis subsecuente generó una fragmentación de las identidades que no habían logrado cuajar en tanto instituciones, por lo que una actitud como la “clasista” que empujaba hacia acciones radicales y reivindicaciones maximalistas cedió paso a la lógica por la sobrevivencia52, en la que solamente un sector de jóvenes sin alternativas tenía en la “alternativa heroica” la salida a modo de paliativo (Gonzáles 2010)53. La desarticulación de la “infraestructura de disenso” construida por los partidos leninistas peruanos representó la crisis general de estos, enmarcada en la crisis política de fines de la década de los ochenta. El fin del paradigma “clasista”, la 52 La ruptura de los vínculos tradicionales y el arraigo tras los procesos migratorios conducen a las juventudes a vincularse con estructuras que permitan el desarrollo de nuevas identidades -fracturadas por el tiempo convulso en el que se insertan-, en donde “el pasado no cuenta y el futuro aparece opaco, sin relevancia” (Grompone 1991: 45) pasando así, en un tiempo muy acelerado, de la organización barrial, a la contracultura subterránea para terminar en el apoliticismo nihilista y el descrédito de toda posibilidad de cambio. 53 En una mirada crítica de esta cultura política, Paramio (1987) advierte que, lo que él denomina el “radicalismo reivindicativo” se basaba en la creencia que un movimiento social tenía respecto de las amplias posibilidades del Estado y el capital privado de disponer de recursos que eran arrancados por la vía de la presión pública. La debacle de un régimen dictatorial y la consecuente transición demoliberal habría reportado un nuevo escenario en el que esta tradición se quedó sin capacidad de maniobra, debido a una renovada legitimidad estatal y un manejo menos arbitrario de la economía. 80 erupción de nuevas identidades y la desmovilización general del universo sociocultural acuñado por las izquierdas condujo a nuestro peculiar fin de un “horizonte de expectativas” abierto con la “larga marcha radical” (Rénique 2015) iniciada a principios de siglo. 81 Figura 1: Influencia interactiva entre la Estructura de Sentimiento y la Infraestructura de Disenso ESTRUCTURA DE SENTIMIENTO INFRAESTRUCTURA DE DISENSO LEYENDA Participación directa Influencia Interacción hegemonista Dimensiones generatrices de una cultura de solidaridad Visión del pasado de los subalternos (“idea crítica”) Expectativa de la transformación social (“dimensión utópica”) Praxis disidente intra e intergeneracional Organizaciones Cívicas Eclesiales de base; de Mujeres; de DDHH Organizaciones Sindicales Obreras; Campesinas; de Empleados; de Universitarios Organizaciones Culturales Asociaciones teatrales; Grupos de música; Revistas culturales; Radios locales; Diarios alternativos Organizaciones Sectoriales Asociaciones Barriales; Clubs, Federaciones o Frentes de Defensa Comunales, Provinciales o Regionales Sociedad civil “clasista” Partido leninista X Memoria colectiva Partido leninista Y Partido leninista Z Sueños colectivos Aprendizaje colectivo Unidad generacional 82 III. TIEMPOS CONVULSOS: DE LA RESISTENCIA ANTIDICTATORIAL A LA PARTICIPACIÓN INSTITUCIONAL DE LA IZQUIERDA Hacia fines de los setentas y principios de los ochentas se revelaba el comienzo de una etapa histórica de difícil olvido. No se trataba solamente de la culminación y un “escape negociado” del llamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (GRFA) en un periodo signado por importantes e impactantes reformas económico-sociales, sino que se pretendía iniciar una vía institucional para la política peruana que, sin la capacidad de poder obviar aquellas trasformaciones modernizantes, las condensase en un tejido legal que culminaría la misión de enterradores de las viejas formas oligárquicas de control y dominación de la sociedad. Un ejemplo claro de ello es la intención de no excluir del ejercicio de la representación política a inmensos sectores hasta ese momento ajenos a los actos electorales. La reducción de la mayoría de edad, así como la inclusión de los analfabetos para las futuras elecciones en el texto de la Constitución de 1979 tenía como contenido esa intencionalidad54. Sin embargo, en paralelo, un lejano fermento de radicalidad había estallado casi sin sentirse en las alturas de Ayacucho55 y su potencia organizativa, así como la incapacidad para su contención desde el flamante gobierno civil, expandirían el fenómeno a buena parte del territorio nacional. Los orígenes de la guerra senderista tienen como escenario las formas de vida y relacionamiento social educativas y, en particular, universitarias, y ello no es un dato menor de la historia. Se trataba más bien de un síntoma, mucho más fácilmente legible hoy 54 Sobre el particular véase Nugent (2016b), ensayo en el que se clasifica las posiciones parlamentarias en el debate sobre la inclusión de los analfabetos en la elecciones de 1980 que da cuenta de la supervivencia de lógicas racializantes mediante la interposición de mecanismos formales de representación. 55 El 18 de mayo de 1980, día de las primeras elecciones generales post dictatoriales, el PCP-SL inicia su guerra subversiva en la localidad de Chuschi mediante la quema de ánforas electorales por parte de un pequeño comando liderado por algunos elementos ligados a la educación superior graduados de las primeras escuelas militares realizadas por aquella organización subversiva a fines de la década del setenta. Uno de ellos era ancashino y estudiante de SENATI. En visitas previas a familiares y conocidos de izquierda este comentaba incluso la fecha en la que iniciarían las acciones armadas. Con posterioridad al hecho y durante las visitas carcelarias comentó que el PCP-SL le proporcionó una medalla por ser uno de los denominados “iniciadores” (Entrevista con Tania Rioja, exdirigente del FER-FEDEP, 12/05/2018). 83 que entonces, de que tensiones anidadas de índole generacional, étnica y clasista hacían implosión desde los campus de las universidades de provincias y de la capital del país (De la Cadena 1999; Degregori 2010; Montoya 1995; Sandoval López 2002b). La década de los setentas había sido testigo del ascenso del “clasismo” y, a través de este, del posicionamiento de la izquierda en un lugar privilegiado del espectro político. El “clasismo”, era aquella interpretación que realizó del papel de las clases trabajadoras una juventud radicalizada de izquierda a fines de los sesentas y que cobra especial vitalidad en la década de los setentas. Este “hijo iracundo de un matrimonio difícil” (el viejo “marxismo-leninismo” y la joven clase obrera) como lo describe López (1991: 128) tendría como origen histórico, a decir de Gonzáles (2010), las migraciones y el recambio en el modelo productivo que impulsó el velasquismo, pero sobre todo, tendría como consecuencia referir no sólo la identificación de pertenencia a una clase social en particular y sus intereses, sino la posibilidad de construir a partir de dicha identidad un nivel de cohesión del mundo popular, no solamente de los trabajadores, con gran expectativa de su propia realización política como no había ocurrido antes56. Múltiples sectores sociales entre los menos favorecidos en la estructura productiva se volcaban al apoyo de una izquierda que hacia fines de los setentas capitalizaba el paulatino trabajo de organización que venía realizando desde hacía dos décadas atrás y el progresivo empeoramiento de las condiciones de vida debido a la crisis del modelo velasquista. Distribuidos en una miríada de partidos, los contingentes de la izquierda nacional ahora entraban a pugnar por convertirse en una expresión de las reivindicaciones de aquellos sectores en las esferas de la representación política institucional. Pese a su disgregación, pasarán una prueba de fuego de forma sorprendentemente positiva en la Asamblea Constituyente de 1979 - convirtiéndose en la segunda fuerza electoral con un 30% de la votación-, por lo 56 El mismo autor apunta que, por tal motivo, a partir de los ochenta y el llamado proceso de “informalización de la sociedad” se habrá de ceder el paso a nuevas identidades que cuestionen y pongan en crisis el paradigma clasista. 84 que la década de los ochenta les halla con una intencionalidad frentista que los lleva a puestos de alcaldías, regidurías, diputación y senado, convirtiendo a la izquierda nacional en la segunda fuerza política hacia mediados de los ochenta. Sin embargo, las tensiones entre las estrategias planteadas al interior de los distintos partidos que conformaban el espacio unitario de izquierdas se debatían entre posiciones que, en términos resumidos, se dividían entre adoptar un camino de reformas o mantenerse en el discurso (y actividad) de la revolución. Hasta fines de los ochenta, en su final debacle orgánico, este debate no fue superado. El presente capítulo busca describir históricamente el panorama en el que estas organizaciones inscribieron su acción política, a la vez que pormenorizar las formas orgánicas que desarrollaron, así como los diferentes posicionamientos que van adoptando estas frente a una realidad que cambia vertiginosamente y que demanda de ellas soluciones a una crisis generalizada de la sociedad que supera largamente los esquematismos a los que el discurso acostumbraba, y que, finalmente, las sobrepasa. 3.1 Gatillando el descontento: El ocaso de la Segunda Fase del GRFA El gobierno militar de fines del sesenta marcó un hito en el proceso modernizador de las estructuras socio económicas en el Perú. Surgido en 1968 con el propósito de representar un afán reformador de la sociedad que no era posible de ser realizado por cuenta de la institucionalidad civil, el gobierno liderado por el General Juan Velasco Alvarado propugnó una transformación de la política agraria, industrial y societal en su conjunto, que, a la vez que representase el fin de la dominación oligárquica, supusiese un freno para cualquier aventura subversiva que ponga en riesgo el desarrollo nacional57. El 29 de agosto de 1975 desde la ciudad de Tacna el General Morales Bermúdez, segundo en la línea de mando, se pone al frente de un golpe al interior del propio gobierno militar que depone a Velasco en nombre de una Segunda 57 Existe profusa bibliografía sobre el proceso. Se destacan para un análisis global del mismo Franco (1983); Kruijt (2008); McClintock & Lowenthal (1985). 85 Fase que -según manifestó- profundizaría los cambios alcanzados, superando las deficiencias que se habían mostrado notorias el 5 de febrero de aquel año58. En realidad, se trataba de un “control de daños” realizado por el ala institucionalista y el ala izquierdista del gobierno, contra la llamada “Misión”59 a la que el presidente Velasco se habría sumado hacia finales de su mandato (Angell 1984; Zapata 2018). Sin embargo, para 1976 era bastante claro que el gobierno militar de la Segunda Fase del GRFA liderado por Morales Bermúdez no había representado una “profundización de la revolución” y era bastante cuestionable si su pretensión era la de continuar las reformas emprendidas. Por el contrario, desde la lectura de Pease (1979), se trataba más bien de la expresión del fracaso de las políticas desarrollistas que habían sido la fórmula del velasquismo como de otros gobiernos latinoamericanos antes que éste. Advierte, en términos gramscianos, que debido a la crisis del modelo se producía una crisis en las clases dominantes para el ejercicio de su control hegemónico sobre el conjunto de la sociedad. Así, el gobierno militar se hallaba en la imposibilidad no sólo de representar fuerzas populares que contaban con canales de expresión política propios y autónomos, sino también de las mismas clases dominantes que se distanciaban cada vez más ante el hecho de que había sido un proyecto político que no les reportó beneficios y, por el contrario, contribuyó en un primer momento a fomentar el avance organizativo de los trabajadores y otros sectores populares. En consecuencia, aquel año ha de iniciarse una arremetida de desmontaje de las reformas y de shocks económicos que se mostraban como el intento de resolver la crisis, resultado de presiones económicas internacionales debido a la caída de los precios de las exportaciones y la poca o nula vocación que había 58 El 5 de febrero de 1975, en medio de una huelga policial y tras el levantamiento de un motín de la Guardia Civil por fuerzas del ejército, se producen una oleada de saqueos en Lima que son controlados por la fuerza represiva militar, dejando un saldo de alrededor de un centenar de muertos. En el proceso han participado fuerzas juveniles apristas de la Alianza Revolucionaria Estudiantil (ARE), luego condenadas por la propia dirección partidaria. Para un análisis del caso véase Panfichi (1983). 59 “La Misión”, como la denominó la prensa, era un ala de carácter corporativista al interior del GRFA liderada por el General Tantaleán Vanini. Para una evaluación de las posiciones de los mandos militares al interior de aquel gobierno véase North (1985). 86 encontrado la primera fase del gobierno militar en atraer a los inversionistas de la industria60. Para finales de junio de 1976, haciendo eco de los sectores empresariales que afirman avalarán al gobierno con inversiones al tiempo que lo someten a más presiones para el desmontaje de reformas en el ámbito laboral, se presenta el llamado “paquetazo Barúa” que devalúa la moneda, flexibiliza el control de precios y aumenta impuestos a las exportaciones, lo que en conjunto redunda en un aumento del costo de vida y reducción de los salarios reales. Desde luego, estas impopulares medidas no son dadas sin un correlato represivo: 48 horas después de proclamado el decreto, y debido a las protestas que acarrea de forma casi inmediata, serán decretadas también la suspensión de garantías y el estado de emergencia en todos los departamentos del país. El toque de queda se impondrá hasta abril de 1977. El gobierno de Morales depura también casi al unísono al ala izquierdista que aún quedaba. El General Fernández Maldonado, por entonces Primer Ministro, y anunciante del paquetazo, es depuesto al mes siguiente. Militares en retiro como los generales Leónidas Rodríguez61 y Jorge Dellepiane, así como los mayores José Fernández Salvatecci y Eloy Villacrez62 se debaten entre el exilio y la deportación, situación en la que se hallarán también hombres de prensa y líderes sindicales y de izquierda. 60 Un apretado resumen del tema puede verse en Zapata (2018) quien, siguiendo a E.V.K. Fitzgerald, sostiene que precisamente hacia fines de la primera fase velasquista, entre 1973 y 1975, se sumó a una escasa demanda de nuestros productos de exportación, una serie de estatizaciones que no tuvieron la capacidad de solventar los gastos de una industria descapitalizada (174-175). 61 Leónidas Rodríguez Figueroa, uno de los más importantes lugartenientes de Velasco durante la primera fase del GRFA, y promotor de iniciativas como SINAMOS, se convierte en el líder de un intento de articular orgánicamente el legado velasquista fundando en 1976 el Partido Socialista Revolucionario (PSR). 62 Fernández Salvatecci y Villacrez adoptaron una posición antibermudista que los llevó a una intentona de defenestración el 20 de julio de 1976 por la cual fueron dados de baja y tras las acusaciones de complot, exiliados en Venezuela. Su carrera política, lejos de acabar, los vinculó hacia fines de los setenta con la Revolución Nicaragüense, en la que ambos tomaron parte, y, a través de esta, como personajes vinculados con la subversión (formaron un comando denominado “Ejercito Popular del Perú”, que realizó algunas acciones armadas). En el caso de Fernández Salvatecci esas acusaciones lo condujeron a ser torturado en la DIRCOTE en 1990, como narra en sus memorias tituladas Yo acuso (1990), donde de forma también célebre reitera la denuncia que realizó en 1978 contra Vladimiro Montesinos por filtrar información para la CIA norteamericana. 87 Si bien en términos sociales los resultados de esta primera etapa de shock económico no han generado un aumento de la acción colectiva y de la respuesta movilizada de los sectores golpeados por la crisis, la profundización de estas contrarreformas económicas para mayo de 1977, fecha en la que el Ministro de Economía Barúa es reemplazado por el empresario ultraliberal Walter Piazza, sí habrán de generar un escenario de galopante conflictividad. Para aquella fecha, a decir de Pease (1979), los magros resultados de la gestión de Barúa para controlar el déficit fiscal y reducir el gasto público le hará presa de las presiones de los organismos financieros internacionales, ávidos en la aplicación de las recetas de shock para el pago de la deuda externa y la colocación de nuevas inversiones. La complacencia del gobierno por la aceptación y puesta en marcha de estas dinámicas se ve reflejada en la adopción del mencionado ministro Piazza, cuadro de las clases dominantes para controlar el ejercicio del desmantelamiento de las reformas velasquistas. Piazza propuso una política de austeridad y recorte del gasto público muy acorde a la implementación del modelo que ya venía gestándose en Chile desde 1973. Desde luego, dichas medidas no podían actuarse sin un marco represivo capaz de contener y, por el contrario, que excusasen de mejor modo, los afanes de reducción de gasto en las distintas empresas. Así, la dación del D.S. 011–76-TR no solo ilegaliza la huelga y sanciona con el despido a sus realizadores, sino que conviene que es posible realizar despidos por la “baja de productividad”, que es atribuida a los trabajadores, a quienes se culpa de realizar “huelgas blancas”. De este modo, la estabilidad laboral ya había sido puesta en cuestión sin la necesidad de un cambio de la Ley que la amparaba. Como veremos más adelante, la respuesta de los sectores afectados por la política gubernamental servirá para contener esta asonada a nivel institucional, pero la misma reportará una victoria en el largo plazo, al descabezar la estructura del sindicalismo y las conquistas de las que este había gozado en la primera fase. 88 3.2 Una transición ordenada: 1978-1979 El gobierno militar de la Segunda Fase se sabía administrador de una crisis. La respuesta a ella era, por un lado, el desmontaje de reformas y por otro la represión controlada hacia los sectores que expresaban los canales de descontento. Aunque más adelante revisaremos las hipótesis sobre su transferencia al gobierno civil, el argumento que esboza la dirección del proceso es que incluso antes de la promulgación del “Plan Tupac Amaru” (octubre de 1977) ya se habían revelado las intenciones de organizar la transición pero que no podía haberse realizado una convocatoria inmediata debido a que “se hubiera producido un caos político social, porque la revolución estaba viva y su inercia no podía permitir una vuelta brusca a la democracia” (Morales Bermúdez, 2018: 250). En teoría, pretendían dejar un estado de cosas lo más favorable posible a los intereses de las reformas emprendidas. En la práctica, fueron organizadores, pese a la reacción caótica suscitada a nivel social, de una estructura institucional que les permitiese una retirada ordenada e impune a los cuarteles. La presión social que se ejerció en respuesta al “paquetazo Piazza” generó que este tuviese un paso fugaz por el Ministerio de Economía, aun cuando las medidas económicas que había esgrimido se sostendrían, atemperadas, durante los años siguientes. De cualquier forma, su sucesor, el General Alcibíades Sáenz, no lograba llegar a un acuerdo con el FMI y a inicios de 1978 se hace visible la negativa de la banca internacional de entregar nuevos préstamos. Sin embargo, a su modo, y en base a la presión interna por parte de los capitalistas nativos, el gobierno militar continúa inclinando la balanza a favor de las ganancias de estos: en marzo de 1978 se promulga la nueva “Ley de Estabilidad Laboral” que, entre otras medidas, prorroga de tres meses a tres años los períodos de prueba del trabajador. Aún más allá se llegará en términos de política económica cuando durante la segunda semana de mayo se promulguen una veintena de Decretos Leyes como resultado de los acuerdos del gobierno con el FMI. Desde luego, lo convenido se encuentra en la línea de mayor reducción del gasto público, reducción del déficit 89 en la balanza de pagos, aumento de los precios de los combustibles y los alimentos de consumo básico, así como la depreciación real de los salarios. La reacción popular fue inmediata. Al igual que tras el “paquetazo Piazza”, los gremios y federaciones responderán con un paro nacional, pese a la honda represión que se ha cernido desde el 19 de julio del 77. Desde aquella fecha, el gobierno ha protegido los intereses empresariales con la dación del D.S. 010-77- TR que permitía el despido en términos retroactivos y a discreción del empleador respecto a la participación sindical de los trabajadores; del mismo modo, se ha conformado la Unión de Empresarios Privados del Perú (UEPP) -antecedente de la actual CONFIEP-, que ataca sistemáticamente a la actividad sindical, así también, se han allanado casas y locales partidarios, cerrado diarios y revistas, detenido y deportado dirigentes gremiales y de izquierda. Pese a ello, ninguna de estas medidas impidió el éxito del Paro Nacional convocado para el 22 y 23 de mayo de 1978. Para entonces, la popularidad y legitimidad del gobierno han tocado fondo. Al mes siguiente, en junio de 1978, se producen las elecciones para la Asamblea Constituyente. Las fuerzas políticas tradicionales a las que el gobierno se había acercado para tratar de ganar estabilidad ante la crisis son las más favorecidas: el APRA cosecha alrededor del 35% de los votos válidos mientras que el PPC obtiene un importante 24%. Las izquierdas que se avienen a participar -divididas- en el proceso tienen a bien granjear en conjunto un aproximado del 30% de la votación válida. Como veremos en el apartado siguiente, ello reportará un impacto crucial en la trayectoria de muchas de sus organizaciones. Por su parte, el único partido dentro de las organizaciones del establishment que no había participado de la convocatoria era Acción Popular, el mismo que sería electo un año después para gobierno central. La Carta Magna había sido el resultado de un tránsito negociado en el que se trataban de acompasar los variopintos intereses de los sectores representados, y que, en última instancia, no dejó satisfechos a ninguno de sus promotores: el APRA, lacerado orgánicamente por la convalecencia de Haya de la Torre y la negativa a su propuesta de un “Congreso Económico Nacional”; el PPC, que se mostraba inconforme con los derechos conquistados tras las reformas del gobierno militar (aun cuando muchos de ellos fueron limitados precisamente por 90 su intervención en la Constituyente); y las izquierdas, que negaban la legitimidad del gobierno militar para erigirse en garante y pretendían instrumentalizar el espacio únicamente para la denuncia y la agitación propagandística. Este proceso, que Lynch (1992) ha denominado con precisión “transición conservadora”, representó la salida de los militares del aparato gubernamental de modo ordenado y aunque lo pretendió, no se fundó en un pacto social nuevo con miras a futuro sino que fue un fenómeno de componenda pragmática presentista, en el que, a decir de Cotler, ciertos actores obtuvieron el respaldo militar “a cambio del compromiso de mantener ampliadas las funciones militares y mantener sus reformas” y que ello resultaría en que las relaciones fundadas a partir de este nuevo orden civil serían anunciantes de “futuros bloqueos, que pueden derivar en la parálisis del régimen político y en una nueva emergencia de los militares como factores políticos decisivos” (1994: 139). Premonitoria lectura a la luz del convulso y trágico período que se abría para 1980. 3.3 El ascenso de la izquierda: Los paros nacionales y la articulación de las luchas La política de ajuste realizada por el gobierno de la Segunda Fase desembocará en una respuesta popular cada vez más masiva y coordinada. Como recuerda Valladares (2013), solo tres días después de los anuncios del Ministro Piazza, se produjeron movilizaciones de jóvenes de las universidades San Marcos, Villarreal, UNI, Cayetano Heredia y Garcilaso de la Vega que bloquearon las principales avenidas del centro de la capital en contra del alza de los pasajes. Aún más importante parece haber sido el “paro preventivo” que realizaron los trabajadores de la Federación de Empleados Bancarios (FEB) por 90 minutos ese mismo día, toda vez que era un indicativo de que el apoyo que el partido que dirigía aquella Federación – el Partido Comunista Peruano – Unidad (PCP-U)- había mostrado para con la dirección del gobierno militar empezaba a ser cuestionado entre sus propias filas63. 63 El Partido Comunista Peruano – Unidad, era el más antiguo de los PC peruanos. Su hegemonía se centraba en la dirección de la CGTP y había sido el único partido dentro del espectro izquierdista que avaló por completo las medidas de la primera fase del gobierno militar. La segunda fase de este contaba hasta 91 Como apunta el referido autor, es a mediados de junio de 1977 que diversas zonas del país empiezan a mostrarse opuestas mediante la movilización colectiva y paros regionales contra las medidas económicas adoptadas. De tal modo que primero Cusco, Puno y Arequipa, y luego Huánuco, Junín, Pasco, Ayacucho, Huancavelica y Tacna, se sumarán a la oposición activa al “paquetazo”. Por su parte, parte de la nueva izquierda había construido desde 1974 un organismo de centralización sindical denominado Comité de Coordinación de Unificación Sindical Clasista (CCUSC) que intentaba disputar la dirección del movimiento obrero a la poderosa CGTP, pero que poco a poco había ido convirtiéndose a su vez en un aparato bajo el control del otro PC cuya influencia era avasalladora entre la juventud: el Partido Comunista del Perú - Patria Roja (PC del P – PR)64. La distinción que se abría entre ambos organismos se situaba en el tenor que les confería cada una de las organizaciones políticas que los controlaban, y era en la misma medida una evaluación diferente del gobierno militar -en ambas fases- como de las acciones a ser asumidas por la izquierda frente a este. Este partido controlaba también el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP)65 que, en la tónica de sus perspectivas confrontativas, realizó el 5 de julio de 1977 un contundente paro magisterial. Al día siguiente renunciaría el ministro Piazza no vivenciando ya desde esa investidura la realización del paro general y popular más exitoso de aquella época. mediados de 1977 con ese aval. Para una revisión de sus posiciones frente al gobierno de Bermúdez en el contexto de la presentación del “Plan Tupac Amaru” véase Partido Comunista Peruano - Unidad (1977). 64 Ubicado como el más importante partido maoísta del momento por su gran ascendencia entre las juventudes radicalizadas del sector educación (universitarios y maestros), Patria Roja había surgido en 1969 tras la VI Conferencia Nacional que escinde el PCP – Bandera Roja (PCP-BR), primer partido maoísta desprendido a su vez en 1964 del PCP-U y encabezado por el líder campesino Saturnino Paredes (Para una revisión del origen de esta organización-tronco véase Ranque (1998)). Hasta la fecha su líder máximo es Alberto Moreno; sin embargo, un cuadro público más destacado era el por entonces estudiante Rolando Breña. Para una revisión de los orígenes y desarrollo del árbol genealógico del maoísmo peruano ver Mendoza (2007) y Navarro (2010). 65 Una evaluación de la relación entre el sindicato magisterial, el contexto de deseo de ampliación de la educación regular y la política radical de la nueva izquierda maoísta se halla en Angell (1982). 92 La realización de tal medida había sido el resultado de una presión por parte de los sectores más antigobiernistas en la izquierda para con sus pares del PCP-U en la dirección de la CGTP, y fruto de una coordinación social y política que no se había presenciado con anterioridad a ese nivel, cuya resultante fue la creación de un Comando Unitario de Lucha (CUL) que el 14 de julio convocó a la paralización para el día 19. Aquella fecha el país amaneció detenido. En Lima las vías principales se cerraron por grupos humanos movilizados que no dejaron circular a los transportistas, quienes prontamente entendieron la magnitud del evento. Las entradas a la capital estaban cercadas por todos los puntos cardinales y se desarrollaron peleas callejeras con la policía en todas ellas, destacando las avenidas centrales donde había múltiples fábricas (Colonial y Venezuela). Lo mismo ocurrió en todas las ciudades y centros mineros del país. Pese a todo, el saldo represivo fue menor aunque letal, siendo en la capital el de mayor recordación el ocurrido en el distrito de Comas donde siete habitantes fueron ametrallados en un encuentro con miembros de la Marina (Valladares 2013). Como es sabido, el éxito del paro de julio constituyó una victoria pírrica para el movimiento en su conjunto, toda vez que las represalias se interesaron en descabezar un proceso en ascenso -mediante el despido arbitrario de alrededor de cinco mil trabajadores- gestado por lo menos una década atrás en base a la tradición del sindicalismo militante y acerado bajo la consigna del “clasismo”. El mismo talante tendrán las paralizaciones del 22 y 23 de mayo de 1978 tras el agravamiento de la crisis y el sucesivo ajuste económico del gobierno. Acicateados por el SUTEP, durante el curso de aquel año diversos gremios, organizaciones sociales, religiosas y desde luego políticas de izquierda convergen en diferentes muestras de apoyo y solidaridad a los gremios en conflicto. Así, por ejemplo, era común que los sanmarquinos prestasen apoyo a los maestros sutepistas o los mineros en huelga de la Cerro de Pasco cuya huelga había iniciado en agosto de aquel año por motivos salariales y reposición de despedidos. Estos últimos llegados a Lima desde el asiento de CENTROMIN fueron deportados a la ciudad pasqueña manu militare. Estas escenas de represión laboral serán parte del manejo estratégico de la conflictividad en las postrimerías de la Segunda Fase del GRFA. 93 La situación política y social general que se vivía como de permanente contradicción entre la población y el gobierno la sintetiza una crónica periodística apuntando que: “La Lima de 1978 es una ciudad sitiada por el hambre, por el hartazgo con un gobierno militar que dura una década, por el desempleo, por los niños mendigos y también por los chocantes contrastes. Es el marco estructural de la violencia, el fermento de lo que Basadre sigue llamando, como hace cuarenta años, el abismo social del Perú”66. Esta sensación de “olla a presión” en la que se halla la sociedad peruana será vivida durante todo el proceso constituyente. Dos episodios son útiles para ejemplificar lo señalado. El primero acaecido el 4 de febrero de 1979, cuando es levantada violentamente una toma de local de la fábrica textil Cromotex, reyerta en la que fallecen 6 obreros y son heridos otros tantos67. El secretario general del sindicato es un joven trabajador que habrá de radicalizarse luego del suceso: Néstor Cerpa Cartolini, a la postre, último comandante activo del MRTA. El segundo suceso es todavía más relevante: desde junio hasta setiembre de 1979 (118 días) se produce la huelga más prolongada de la historia del magisterio. La solidaridad que se despliega es enorme entre los partidos izquierdistas y los distintos movimientos sociales (SUTEP 2018). El resultado del proceso es negativo ante un gobierno militar que se bate en retirada pero no se doblega: 8 mil despedidos y la dirigencia gremial perseguida. En paralelo al ascenso y organización del descontento ciudadano, múltiples destacamentos izquierdistas deciden participar de la convocatoria electoral a la Asamblea Constituyente con el fin de “disputar a la reacción y al reformismo la dirección del ascenso popular también en el terreno electoral, desechando las ilusiones liberal constitucionalistas, combatiendo las posiciones revisionistas que pregonan el tránsito pacífico al socialismo y superando el sectarismo dogmático abstencionista” (MIR-IV Etapa y otros, 1977, citado en Comisión de la Verdad y Reconciliación 2003, III, 2.4: 167). Se evidencia que el uso instrumental del 66 “Círculo de la violencia”, Caretas, N° 546, 18/09/1978, p. 24 67 Sobre el particular véase el peculiar trabajo de memorialización que realizaron los trabajadores y familiares de las víctimas en Sindicato Textil Industrial Cromotex (1983). 94 espacio está justificado en objetivos estratégicos ajenos al marco político liberal, surgido de una transición que consideran ilegítima68, pero a la que finalmente acceden -a diferencia de los otros países latinoamericanos- sin un proceso de conquista denodada de la democracia sino capturados bajo su égida (Rochabrún 2007). Por tanto, la democracia como referente político se convierte en un problema en sí mismo, que, aunque es desdeñado por su identificación con el proyecto liberal, es incorporado para lograr posiciones expectantes entre una población que participa del modelo político sin cuestionárselo mucho debido a su novedad para amplios sectores (Nieto 1983). A decir de Gonzáles, después de la participación en la Constituyente, “la democracia había ejercido su seducción” y la participación electoral, que fuese considerada un paso táctico hacia la revolución, fue luego concebida como un fin en sí misma (1999: 145). Finalmente, dicha participación se realiza en 1978 a través de múltiples candidaturas. La más exitosa de ellas es la del antiguo líder campesino Hugo Blanco, quien desde el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP)69 obtiene el 12,4% de los votos, colocándose como la tercera votación más importante a nivel global. Menos suerte tienen el Partido Socialista 68 Por esta razón Blanco y los miembros del FOCEP presentan la llamada “moción roja”, que implicaba la declaratoria del fin del gobierno militar y que la Asamblea asumiese el poder. No sin acudir a un dilema sobre su rol, los otros miembros de la izquierda no apoyan dicha moción. Era evidente que se trataba de una táctica obstruccionista realizada para “desenmascarar” la naturaleza de la Asamblea como una “herramienta de la dictadura” (Sanborn 1991: 167). 69 El FOCEP es un frente fundado en 1978 que, además de la figura de Genero Ledesma (líder y asesor de comunidades campesinas) reúne a los más importantes partidos trotskistas, el Partido Revolucionario Obrero Marxista (POMR), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Frente Izquierda Revolucionaria (FIR). Así también, sumaba paradójicamente al otrora maoísta PCP – Bandera Roja (a través de su frente fundado ese mismo año, el Frente Democrático Popular – FEDEP), ya por entonces cercano a las ideas del estalinista líder albano Enver Hoxha. Precisamente, la paradoja se resuelve en agosto de 1979 cuando Ledesma expulsa al trotskista PST y prontamente los otros trotskistas del FOCEP, en pugna contra Ledesma, resuelven su disolución final. 95 Revolucionario (PSR)70 con 6,6%, el PCP-U con 5,9% y la Unidad Democrático Popular (UDP)71 con 4,6%. Sobre el particular, es pertinente destacar el balance realizado por Grossi (1988) respecto de las interpretaciones alrededor de la movilización popular y su vínculo con el ejercicio electoral izquierdista en aquella fecha. Por un lado, la tesis de que fue esta organización y acción colectiva la que forzó la salida de la dictadura (Pease), por otro, la certeza de que de cualquier modo ella se hubiese producido sin contratiempos por la necesidad y voluntad del propio gobierno militar (Cotler). Al respecto, la autora señala que “un movimiento popular fuerte y radicalizado, y partidos de izquierda en condiciones de ocupar de manera hegemónica la escena política, más que facilitar, dificultan el proceso de transición” (1988: 13), advirtiendo que, en su defecto, este tipo de fuerzas debieran ofrecer “garantías mínimas” para su incursión en la vida institucional nacida de la transición. En contraste, Pease (1979) subraya la dificultad que representaba para la izquierda presentar candidaturas con un militarismo que centraba sus esfuerzos represivos en ese campo y que, en buena cuenta, cedía el poder a los partidos “tradicionales” con apoyo propagandístico de todos los sectores de las clases dominantes. Sin desmerecer lo referido, es importante resaltar el hecho que el radicalismo del conjunto de las izquierdas jugaba como un factor aglutinante de un voto contestatario frente a la crisis, pero al mismo tiempo conminaba a las dirigencias a extremar posiciones – que ya de por sí contenían una pesada carga ideológica – y hacer difícil su primera oportunidad de vivir las formas institucionales de la vida política, no existiendo de antemano una tradición de convivencia democrática ni de procesos similares que pudieran servir de experiencia. Quizá por ello, la lógica de instrumentalización del espacio para situar el discurso revolucionario, una alta dosis de sectarismo ideológico y la incredulidad en las 70 El PSR había sido fundado el 23 de noviembre de 1976 y estaba liderado por el General Leonidas Rodriguez, militar progresista del gobierno de Velasco. El partido reivindicaba las reformas sociales emprendidas y planteaba un modelo socialista heterodoxo (Filomeno 2014). 71 Frente fundado en enero de 1978 que agrupaba en un inicio hasta 14 organizaciones y que tenía como principales componentes a Vanguardia Revolucionaria (VR), el Partido Comunista Revolucionario (PCR), el MIR – IV Etapa, el MIR – Voz Rebelde y el Movimiento de Acción Proletaria (MAP). Se hallaba presidido por el abogado independiente Alfonso Barrantes. 96 promesas del gobierno les impidieron consolidar una apuesta conjunta a nivel electoral como había sido posible realizarla a nivel del movimiento social. En realidad, el nacimiento de las experiencias electorales unitarias que detallaremos a continuación será precedido, además de la aproximación en las luchas populares del conjunto de las estructuras partidarias izquierdistas, de entusiastas muestras de convergencia práctica entre los dirigentes de dichas organizaciones. La más recordada fue el denominado “milagro de San Marcos”, que se produciría en los ambientes de la vieja Casona del Parque Universitario, escenario donde, frazada en mano, 32 representantes de las distintas vertientes partidarias acamparían realizando una huelga de hambre en apoyo del SUTEP en setiembre de 197972. La confluencia izquierdista abría un panorama promisorio para los sueños progresistas y de transformación social en la década de los 80, pero las tensiones anidadas habrían de dormir bajo el frágil manto de estabilidad en que se basaba la unidad. 3.4 A babor todo suma: El proceso unitario en las izquierdas En enero de 1980 la izquierda que había promovido con más ahínco la resistencia antidictatorial en la década anterior funda la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI). En su seno se hallaban la UDP; Patria Roja y Vanguardia Revolucionaria – Proletario Comunista (VR-PC)73 juntos en el frente Unidad de Izquierda Revolucionaria - UNIR74; el Partido Revolucionario de los Trabajadores 72 “El furtivo milagro de San Marcos”, Caretas, N° 569, 10/09/1979, p. 26-31. El autor de la crónica, César Hildebrandt, resume de forma mordaz la nutrida presencia de los dirigentes izquierdistas: “…la lista se elaboró y ahí estaba, para sorpresa de los incrédulos y escarmiento de los ateos, toda la izquierda: trotskistas en tres versiones; maoístas de distintas levaduras; comunistas ortodoxos; miristas de cuatro generaciones ideológicas; frenatracos esta vez bienvenidos; tres personas distintas del verrismo; una sola voz del PSR” (p. 28). 73 Desprendimiento maoísta de octubre de 1977 de la organización Vanguardia Revolucionaria (VR), fundada en 1965. Estaba liderado por Eduardo Figari y, como apunta Caro (2014), tenía importante presencia de base campesina en Cajamarca, Andahuaylas, Puno y Cusco. 74 Además de Patria Roja y VR-PC, se hallaban allí el MIR – Perú (facción maoísta del MIR liderado por Gonzálo Fernandez Gasco) y el Frente de Liberación Nacional (FLN), liderado por el abogado Ángel Castro Lavarello (Letts 1981). 97 (PRT)75, que incluía en su fórmula al Partido Obrero Marxista Revolucionario (POMR)76 y al Partido Socialista de los Trabajadores (PST)77; el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FRAS)78 y otros pequeños grupos. Quedaban como grandes excluídos el PC – U y el PSR que, a su vez, se agrupaban en el frente Unidad de Izquierda (UI). Pese a lo afirmativa de la propuesta (“ari” significa “sí” en quechua), el optimismo será pasajero: tres meses después de su fundación, ARI se rompe. Cabe resaltar que no solamente los contingentes de izquierda se hallaban realizando un aprendizaje del manejo de la institucionalidad, sino el conjunto de las fuerzas políticas. Antes del proceso de mayo de 1980 no habían existido en estricto instituciones fuertes capaces de dotar de representación al conjunto mayoritario de la población y mucho menos, de generar identidades políticas estables que compitieran entre sí en un marco moderno de legalidad, sino que la política había sido resultado de negociaciones entre poderes locales y un Estado oligárquico incapaz de integrar y dotar de ciudadanía a aquellas mayorías (Grompone 2005: 198-199). Esa experiencia negada del marco político en el que habrían de desenvolverse en esta nueva etapa había conducido a algunos de los sectores más ortodoxos (Patria Roja, VR-PC y el PCP-SL) a abstenerse de participar en las elecciones convocadas para la Asamblea Constituyente, sosteniendo, contrario sensu, la tradicional estratagema de la “acumulación” que desembocara en una salida militar revolucionaria. Sin embargo, la sorprendente votación alcanzada por 75 Partido nacido de la unidad de grupos trotskistas salidos del fraccionamiento del FOCEP. Estaba liderado por Hugo Blanco. 76 Desprendimiento trotskista, liderado por Ricardo Napurí, surgido en 1971 como escisión de Vanguardia Revolucionaria (VR). 77 Desprendimiento del originario Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR) en 1971 realizado por Blanco y Enrique Fernández Chacón. Este último quedó como su líder. 78 Frente que agrupaba al MIR – El Militante, el PSR – Marxista Leninista (escisión marxista del PSR liderada por Antonio Aragón en 1978) y al PC – Mayoría (escisión de las juventudes del PC – U en 1978 liderada por Ventura Zegarra). Los dos primeros atravesarían un proceso unitario desde junio de 1980 que desembocaría en la conformación del MRTA. Para referencias sobre la historia de este último proyecto inicial ver MRTA (1990) y Meza (2012). Por su parte, Letts (1981) precisa que tras la disolución del ARI, el PC - Mayoría y el PSR-ML se suman a la UDP. 98 quienes sí se lanzaron al ruedo, permitió a dos de los tres partidos mencionados virar la estrategia antielectoral79 y sumarse a las otras organizaciones izquierdistas en la pugna por conquistar espacios de poder en la legalidad80. La imposibilidad para lidiar con las diferencias indisponía a los sectores a la actuación unitaria como había sido visto desde las elecciones para la Constituyente, y el engrosamiento de las filas del sector de los “participacionistas” no mejorará esa situación. Sin embargo, como precisa Diez Canseco (2011) existen detrás de los argumentos ideológicos (dogmáticos a fin de cuentas) afanes hegemonistas y de control de los procesos y estructuras. Esta es la razón fundamental del temprano fracaso del ARI, las mutuas exclusiones empujaron a la cristalización del frente81. Consecuentemente, en la diáspora se producen múltiples reacomodos orgánicos fruto de las alineaciones que se habían expuesto al interior de ARI frente a la estrategia y los objetivos centrales. De este modo, el PCR - Clase Obrera82 que había acompañado en la carrera de la Constituyente a la UDP se desprende de esta alianza y se suma a UNIR, que 79 En setiembre de 1980 el VII Pleno de Patria Roja llama a luchar por la “democratización del país”, lo que implica una revalorización de espacios y derechos que la izquierda y los sectores populares van conquistando dentro de los márgenes de la institucionalidad democrática (Pease, 1988: 28-29). 80 Si bien VR-PC deja su aislamiento bajo la batuta de Eduardo Figari, una parte de ese proyecto, dirigida por Julio Cesar Mezzich y Lino Quintanilla se aboca en el intento de “reconstruir el partido de Mariátegui”, vinculándose al PCP-SL en ese periodo, poco antes del inicio de la guerra subversiva, siendo ambos dirigentes responsables de la ascendencia que logra la guerrilla en la zona de Andahuaylas, donde ambos líderes habían realizado trabajo campesino desde la época de las tomas de tierras en los setenta. Para más referencias sobre el caso véase Mallon (1999). 81 La mayoría de los miembros participantes del proyecto, así como la opinión pública condenaron a Hugo Blanco como principal responsable del fracaso unitario. El éxito electoral había empoderado a los sectores trotskistas y a Blanco en particular para tener amplitud de manejo en las negociaciones. Como se observa de la entrevista realizada por al dirigente trotskista, habían acuerdos a los que desde su posición eran simplemente imposibles de arribar: “Y entonces [de alcanzar escaños congresales] empezarán los pactos. Pactos que el PRT no mantendrá nunca con una lista donde estén mezclados trabajadores con patrones, casos como los del PSR de Leónidas Rodríguez” (“Ningún pacto con la derecha”, 18/05/1980, El País, Recuperado de https://elpais.com/diario/1980/05/18/internacional/327448809_850215.html [Consultado el 10/07/2019]). Muchos años después, en otra entrevista, Blanco asumirá con pesar que “ahí fue la metida de pata mía, en la política, el haberme salido de ARI” (2011: 253). 82 El Partido Comunista Revolucionario – Clase Obrera (PCR-CO) es una organización surgida de un fraccionamiento de Vanguardia Revolucionaria (VR) en 1974 a partir del núcleo del proyecto teórico Crítica Marxista Leninista. Estaba liderada por Manuel Dammert Ego Aguirre. Se hace la distinción necesaria, puesto que en 1977 sufrirán una escisión liderada por Agustín Haya de la Torre que dará origen al PCR – Trinchera Roja (PCR-TR), la misma que permanece adherida a la UDP. https://elpais.com/diario/1980/05/18/internacional/327448809_850215.html 99 lleva como candidato presidencial al dirigente sutepista Horacio Zeballos. La UDP, resquebrajada, presenta como candidato al mirista Carlos Malpica83, mientras que el PRT queda con Blanco como candidato. Por su parte, la Unidad de Izquierda (UI), en la que participaban fundamentalmente el PC – U y el PSR, lleva como candidato a Leonidas Rodríguez. Asimismo, Ledesma es el candidato del FOCEP, del que se ha desprendido Blanco con el PRT y los otros trotskistas84. El resultado es magro: en conjunto los frentes izquierdistas no lograron sino alrededor del 16% de la votación. La derrota y retroceso en términos porcentuales con la elección de 1979 representó un golpe con la realidad. Para setiembre de 1980 a las fuerzas que habían compuesto el fallido ARI se sumaron las que provenían de la ruptura de la UI y se funda Izquierda Unida85. Por aquel entonces, la izquierda debe perfilar su actuación en un escenario que promueve las modificaciones de sus viejas tradiciones, pero se halla en la encrucijada de la incomprensión del tiempo histórico que vive, entre el viraje pragmático hacia la institucionalidad y el anclaje discursivo y práctico de la revolución, que se complejizaba aún más frente a un actor subversivo (el PCP- SL) que la jaqueaba más que con la mera construcción discursiva. Por tanto, acontecía un giro interpretativo tanto en los objetivos como en las tácticas y estrategias, y en consecuencia, se revelaban un conjunto de prácticas nuevas, no solamente adaptadas a nuevos contextos sino también a nuevas 83 Otro reagrupamiento crucial para el futuro será el realizado para octubre de 1979, cuando cinco organizaciones al interior de la UDP (MIR-IV, MIR-VR, MAP, IS, IP) acuerdan unificar esfuerzos orgánicos y fundan el llamado MIR – Confluencia. Su primer Secretario General sería un estudiante universitario de 26 años que provenía de las canteras del MIR – Voz Rebelde: Alberto Gálvez Olaechea, a la postre, dirigente nacional del MRTA. Para una breve semblanza del proceso véase el Gálvez (2018). Además del MIR-C, se mantienen en la alianza udepista el PCR-TR, VR y los nuevos actores del FRAS. 84 Con los restos del frente (en un llamado FOCEP-Independiente), Ledesma se suma a la coalición liderada por el PCP-U, la Unidad de Izquierda (UI) hasta febrero de 1980, cuando, según Filomeno (2015) solicitó “una presencia electoral que no resultaba real” por lo que su estancia en el frente es efímera. 85 Un recuento bien documentado basado en las publicaciones de izquierda, que detalla los distintos recambios, luchas internas y evaluaciones de cada agrupación izquierdista que llevaron al fracaso del ARI y la consecuente formación de Izquierda Unida se halla en Skinner (1989). Una evaluación más contemporánea del proceso unitario en clave crítica puede verse en Navarro Gonzáles (2016). 100 intencionalidades políticas: “ya no bastaba la clandestinidad, los apodos, ni el lenguaje críptico, ahora debía ser capaz de comunicarse y representar a una sociedad más amplia, tratar de hablar como la mayoría lo hacía y aparecer incluso ante los medios de comunicación como son, con sus nombres y rostros reales”(Gonzáles 2011: 35). Como recuerda Adrianzén García-Bedoya, el tránsito del “partido de cuadros” al “partido de masas” suponía la reelaboración del estilo de militancia que habían construido las organizaciones de izquierda, convirtiéndose en un hecho sintomático que adquiriese mayor centralidad la figura del congresista que el militante a tiempo completo. Además, este hecho, que representaba la transformación de su quehacer cotidiano y de su propia construcción orgánica ocurría “casi sin que ésta se diera cuenta”, siendo este un problema central debido a que no existió una explicación global y pormenorizada de aquel tránsito (2009: 54-55). En consecuencia, el radicalismo militante se hallaba en la encrucijada de sostener una cultura política que reportaba eficacia para el trabajo orgánico aun cuando esta remitiese a un alejamiento cada vez mayor de una base social que pretendía obtener beneficios a corto plazo y que ahora veía en la institucionalidad un camino legítimo para ello. A decir de Grompone, “ya no puede, como en la década del setenta, hacerse ilusiones que le está permitido arrojar todas las cartas al mismo tiempo” (1991: 180). 3.5 De cara al temporal: La izquierda frente a la crisis de los 80 El gobierno de Belaunde, con todo el auspicio que tuvo en un principio -sobre todo a partir del manejo de las diferencias políticas en la negociación intentando contentar a todos los sectores y del continuismo en materia económica para tranquilizar a las élites-, prontamente se verá golpeado por la crisis. La adopción del programa económico del PPC, con el que hace alianza gobiernista, así como los crecientes estragos de la guerra iniciada por Sendero86 dificultan las 86 Ambas son situaciones que se retroalimentan: la política económica del régimen lanzaba a la pobreza a un número mayor de gente con la depreciación de sueldos, la inflación, el desempleo y la carestía. Ello no hacía sino dar elementos que propiciaban la captación y ampliación de la militancia subversiva. Para una evaluación sintética de la inestabilidad económica en la década véase Portocarrero (1989). Así también, 101 promesas de campaña acciopopulistas y la fe que habían depositado aquellos sectores en una consolidación consensuada del sistema democrático (Grossi, 1988: 35-36). El “gallardo” Belaunde terminaría su mandato retratado como un presidente sin capacidad para poder ordenar la vida política ni siquiera en sus propias filas partidarias87. Este panorama, junto con el hecho de que a partir de 1979 se remitiese un mayor poder de acción a los gobiernos locales, contribuyó a la potenciación de una estrategia izquierdista que habría de pelear y ganar el manejo de importantes sectores de la política subnacional generando ventajas en más de un sentido: por un lado, tendiendo vínculos con una población que debido a la crisis buscaba resolver demandas inmediatas88, y por otro, usando esos espacios para que aquellas demandas pudiesen tener repercusión nacional, colocando también a ese nivel sus propuestas y su programa (Schönwälder 2002). El segundo lugar ocupado en las municipales de 1981 (con un 28.26% de los votos) insufló a la izquierda del optimismo que requería para su empresa de convertirse en referente nacional89. Sin embargo, como ya ha sido señalado, la participación abría caminos insospechados para quienes provenían de tradiciones insurreccionalistas. Este contexto es el que permite ubicar como referentes distinguibles a quienes por un lado, optaban -modificando su un análisis más a largo plazo de la ambivalencia en materia de política económica peruana en la segunda mitad del pasado siglo se observa en Gonzáles de Olarte & Samamé (1991). 87 La imagen presidencial fue identificada con aquella que las caricaturas de Monos y Monadas -revista crítica de humor de la época- hacía de su investidura: un hombre enceguecido por el tamaño de unas frondosas cejas, que evidenciaban el paso (y el peso) de los años, y que se dirigía siempre a sus interlocutores parado sobre una nube. Sobre el impacto social del menoscabo de la imagen del exmandatario véase Roca-Rey (2019) 88 Como ha referido Parodi (1985), la crisis del gobierno belaundista no implicó una mayor radicalización de los trabajadores sino que generó un progresivo repliegue, más aún si se tiene en cuenta que las concepciones maximalistas de ciertos sectores en lucha impedían posicionar mejor a los dispersos sindicatos, inclinando a los obreros hacia la salida individual para la sobrevivencia. Para mediados de la década del 80, el mismo autor demostrará el grado de descomposición organizativa y, sobre todo, identitaria (Parodi 1986), al que había llegado el otrora poderoso sindicalismo. 89 En su primera experiencia electoral, IU logró colocar alcaldes en 5 distritos populares de Lima, y quedó segunda en otros 4, alcanzado múltiples regidurías. Fuera de la capital del país, conquistó las municipalidades de 6 capitales departamentales: Arequipa, Moquegua, Pasco, Ayacucho, Piura y Tumbes. En total, logra la victoria en 33 consejos provinciales y en 238 distritos a nivel nacional (Reátegui 2009: 268). 102 estrategia y comprensión de la política- por afirmar su accionar en la participación en los canales institucionales, la representación y la alternancia en ella como el único modo adecuado de alcanzar el poder político; y por otro, a quienes buscaban la instrumentalización de los mismos para que de forma táctica estos sean espacios de acumulación de fuerzas para el cambio revolucionario que se mantenía como horizonte programático. Frente a la división antes descrita, Lynch (1999) describe la subsistencia de dos formas de representación que conviven en el frente izquierdista: la primera, liderada por Barrantes y que adopta un cariz populista tradicional90 y la segunda, conformada por los partidos mayoritarios, que desarrollan una “representación corporativa” que convierte discursivamente el hegemonismo partidario al interior de la organización social en una tentativa de poder alternativo al dominio Estatal. Como apunta Adrianzén García-Bedoya (2009), la distinción entre estas posturas repercutía en las prácticas de representación y liderazgo al interior del frente, entre los que apostaban por la llamada “carnetización” (ampliación de IU hacia simpatizantes e independientes) y los que mantenían la lógica del “cuoteo” (asignación de cuotas de representación a los partidos); así como la aparición de un compromiso con el pluralismo político tanto hacia adentro como hacia afuera del espectro izquierdista91. Esta situación tensional, operaba como un condicionante de la falta de dominio interno por parte del líder, en relación con su capacidad de convocatoria externa, conjunción que a la larga favoreció el cisma (Van Dyck 2018). La mencionada tensión, contenida desde su nacimiento, impedía en buena cuenta una mejor adaptación al sistema de partidos, aun cuando se producía un 90 Para López (1991), el posicionamiento de Barrantes representa una evolución del clasismo hacia lo que denomina el “neopopulismo”: una ampliación de las lógicas movilizadoras del clasismo hacia mayorías que seguían la presencia de un caudillo y un programa democratizador del Estado y de participación popular en los asuntos públicos. 91 En 1984 estas tendencias condensadas en el MIR(C), el PCR-TR y VR darán origen al Partido Unificado Mariateguista (PUM). Sin embargo, al interior de este espacio se volverá a producir el mismo debate conforme fue profundizándose la crisis y la violencia política, volviéndose a generar en su seno dos tendencias: una claramente a favor de prácticas insurreccionales (los “libios”, una mayoría radicalizada que tenía como apoyo teórico el proyecto de Márgenes) y otra que abandonó públicamente dicho horizonte (los “zorros”, nucleados alrededor de la revista El zorro de abajo). Esta última etapa de los debates políticos tuvo correlato en una polémica académica que llegó a implicar a intelectuales de renombre. Al respecto, véase Gonzáles (1999) y Garay (2008). 103 importante avance en materia electoral. Ello conllevó a la falta de construcción de un ejemplo de gobernanza que la hiciera distinguible de los otros partidos - una “marca organizacional”- que finalmente impidió esa adaptación (Gil 2014), la misma que se desprendía del aislamiento de las elites partidarias de su base sindical, que, como ya se ha referido, estaba siendo permanentemente golpeada por la crisis económica, a la que habrán de sumarse los efectos de la de la violencia política sobre la cultura política izquierdista y las organizaciones sociales de base. La victoria de Barrantes en 1983 a la alcaldía de Lima colocó en su momento más alto la popularidad de las izquierdas. Pero la elección de IU para la principal ciudad también representaba el hartazgo y la búsqueda de salidas que resuelvan la crisis, una situación que tras los tres años de mandato no se vieron reflejadas en mejoras concretas en la situación socioeconómica, sino que, en medio de la espiral de la violencia, se mostraban como inasibles también para la izquierda institucional. Las apuestas por la gestión izquierdista eran el resultado de enormes expectativas en los discursos transformativos de cara a los intereses populares; sin embargo, era poco lo que la izquierda podía hacer frente a una realidad que la sobrepasaba por su complejidad, la nula experiencia institucional para hacerle frente y su lento aprendizaje. La victoria del APRA en 1985 para el gobierno central y en 1986 para la alcaldía de la capital, así como el incremento de los contingentes subversivos en las universidades para fines de la década serán la muestra visible de esa incapacidad resolutoria. Los buenos resultados electorales habían relajado las perspectivas de construcción orgánica en el frente y la débil relación con la ciudadanía -una característica que no era exclusiva de la izquierda-, se hacía eco en las insistencias de los electos representantes en alcaldías y concejos para la supervivencia de los comités de Izquierda Unida, subrayando que estos no tenían prioridad para las dirigencias pese a la gran expectativa que tenía la gente de su performance92. Los partidos integrantes de IU seguían pensando en sus 92 “Alcaldes y concejales: Se necesita línea política”, Quehacer, N° 10, abril 1981, pp.94-97 104 propias estructuras antes que en la nueva gran coalición y sus responsabilidades al frente de sus votantes. Además, otra determinante que restringía un mayor acercamiento hacia los movimientos populares, en lo que Schönwälder (2002) denomina la implementación de la agenda democrático-radical (bajo la égida ideológica de la “participación popular”), fue la implementación de un marco legal adverso a sus propósitos. La Ley Orgánica de Municipalidades, promulgada en 1981, restringía el rango de acción que podía tomar IU desde sus espacios conquistados para poner en marcha aquella agenda, pese a lo cual muchos dirigentes vinculados a programas como el “Vaso de Leche” o los “Comedores Populares”, veían en IU su espacio de representación política natural. La cesión de Barrantes ante una segunda vuelta en la que competía con Alan García en 198593 llevó a las contradicciones al interior de IU a expresarse a partir de aquella fecha con cada vez más claridad. La cercanía del presidente de la alianza izquierdista con el nuevo jefe de gobierno, así como la profundización de las discrepancias entre las alas reformista y revolucionaria del frente, condujo las tensiones a un punto de no retorno en los años venideros. La gravedad de esta se puede evidenciar en un momento histórico relevante: el 19 de junio de 1986 cuando ocurrió la llamada “matanza de los penales”94. Entonces, Barrantes tuvo una posición distante de la que se esbozó en la bancada parlamentaria de IU que lideró la comisión de investigación95 y rechazó enérgicamente la política represiva adoptada por García (Segura 2015). 93 En primera vuelta el APRA había obtenido el 45.7%, mientras que la IU obtuvo el 21.3%. Barrantes, que había incursionado en política desde el aprismo en sus años mozos, se vio presionado no solamente por la cercanía con García sino también por la prensa de la época que reiteraba que el solo hecho de invertir en una segunda vuelta era inútil. El “gesto” de la renuncia fue aplaudido por todos los sectores menos por su propia tienda política, cuyos dirigentes aprovecharon la trayectoria de Barrantes y sus actitudes concesivas con el aprismo para minar su liderazgo al interior. 94 El 18 de junio de 1986 los presos senderistas de tres penales de Lima se amotinaron aprovechando el XVII Congreso de la Internacional Socialista que se venía llevando a cabo en la capital. Al día siguiente de iniciado el motín, la Marina encabezó un operativo militar que acabó con la vida de centenares de prisioneros, muchos de ellos rendidos. Véase CVR (2003, V, 2.67) 95 Se formó una comisión liderada por el senador Rolando Ames en el parlamento, la misma que presentó finalmente dos informes, en mayoría y minoría, que diferían sobre el nivel de las responsabilidades del Estado en la represión sobre los presos. 105 Al respecto, siguiendo al citado autor, es importante precisar que, aunque desde 1981 existen registros de una posición de IU condenando la actuación senderista, por cuanto sus métodos, -en sus términos-, herederos de un “fanatismo dogmático” solo conllevaban al fortalecimiento de “la derecha reaccionaria”. Sin perjuicio de lo anterior, la izquierda parlamentaria había condenado con mayor empeño las masacres perpetradas por el gobierno aprista en las zonas altoandinas y el sostenimiento de una política represiva que encarcelaba impunemente a militantes de IU con el pretexto de la lucha contrasubversiva. En tal sentido, cuando ocurre el develamiento del motín carcelario en El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara, IU condena el operativo mediante sendos comunicados públicos acusando de “terrorismo de Estado” al gobierno y ubicándose como una oposición que lo deslegitimaba como portavoz de salidas democráticas al conflicto, toda vez que se aproximaba a la solución militarista (Segura 2015: 87). En ese posicionamiento, debido a sus ambigüedades, la figura de Barrantes perdía peso y otras, como la de Pease, empezarían a representar las voces más confrontacionales y radicalizadas al interior del frente. Dichas posiciones conformaban parte de una estrategia que, aunque velada en ocasiones, se mostraba inmanente en el accionar de IU: la no renuncia a métodos violentos para el alcance del poder político. Estas posturas compartidas en origen por todas las fuerzas del frente, fue cuestionada por los sectores que se acoplaban mejor a las formas institucionales y de quienes Barrantes se convirtió en figura central, pero no perdió peso entre espacios como Patria Roja, una mayoría en el PUM, o las juventudes del PC, quienes dieron forma a las posiciones públicas sobre el tema entre 1984 y 1987 condenando - principalmente- los métodos del PCP-SL, sin condenar por entero el uso de la “violencia revolucionaria”, ya sea de forma abierta, o mediante mecanismos conceptuales como el de la “autodefensa de masas” (Pásara 1990). Sin embargo, al interior del frente, el sector de los intelectuales ligados al PUM, no sin contradicciones internas, hacían votos por una salida de orden negociada a la crisis que pasaba por esta nueva comprensión de la política, menos entonces como confrontación y más como cooperación, que auguraba convertir a IU en un actor relevante en el medio de la construcción de consensos -que 106 podían pasar por mecanismos como un Acuerdo Nacional- y que sustituyeran la preeminencia de la dicotomía Sendero – FFAA por la de APRA – IU (Flores Galindo, Franco & López 1987). Para tales efectos, subrayaban que la crisis del frente izquierdista contribuía a la crisis nacional, por lo que redoblaban su apuesta por la construcción de una “nueva radicalidad” que superase a las élites de sus partidos -fundamentalmente en el PUM- y despojase al frente de su visión todavía impregnada de ideología marxista-leninista, la cual consideraban parte del problema y no de la solución96 (Nieto 1987). En contraste, el propio PUM, uno de los partidos más gravitantes al interior de IU, evaluaba que, ante la debacle económica del gobierno aprista hacia 1987- 1988 (crisis hiperinflacionaria y fuga de capitales), la salida política pasaba por afianzar a la Asamblea Nacional Popular – ANP97 como “referente político-social” apoyándose en IU como “frente revolucionario de masas” en la lógica de que se ingresaba, hacia fines de 1988, en una “situación revolucionaria” que debía desarrollar la “lucha de masas en un sentido insurreccional, preparando las condiciones para el desarrollo de la guerra de todo el pueblo” (Cáceres 1988). Bajo el mismo perfil se inscribían las líneas del X Pleno del Comité Central de Patria Roja, que en noviembre de 1988 afirmaba que su partido debía prepararse “para la situación revolucionaria y la perspectiva de guerra civil como desemboque de la crisis”, debiendo responder con la “violencia popular 96 En buena cuenta se trataba de la expresión orgánica nacional de una crisis epocal del marxismo y con esta, del advenimiento de novísimas interpretaciones de la sociedad y la política en un mundo cambiante. Así también lo advertían las propias inquietudes académicas que tenían lugar en la universidad con mayor presencia marxista: “Desde hace unos diez años, (…) ha surgido principalmente en San Marcos una curiosidad por entender y evaluar las bases conceptuales de la ciencia y de la tecnología. Esa inquietud ha conducido a muchos a intentar una crítica de la noción moderna de progreso (…) En la medida en que el marxismo, (…) se sustenta en el mito del progreso, la crítica del paraíso se irá convirtiendo necesaria e inevitablemente en una crítica del marxismo” (Abugattás 1987). Lo que Hobsbawm (2011) llamó el período de “recesión del marxismo” no era un síntoma ajeno al país y se trataba en verdad de una regresión en toda línea no sólo de esta corriente ideológica sino de toda una forma de pensamiento en occidente que había sido hegemónica desde el siglo XIX. 97 La ANP era el intento de unificar todo el trabajo social que las izquierdas habían logrado acumular hasta entonces, incluyendo a las centrales sindicales, campesinas, estudiantiles y barriales. Su preparación había empezado dos años atrás motivado por una convocatoria del Frente de Defensa del Cusco (Diez Canseco 2011: 135), y estaba acicateada por las estrategias de acumulación tanto del PUM como de Patria Roja que la vieron como el organismo capaz de convertirse en germen de un poder paralelo, el llamado “poder popular”. Debido a que su historia estaba muy ligada a la de IU, naufragó a la par de sus contradicciones. Para una evaluación general véase Joseph (1988). 107 revolucionaria al proceso de reaccionarización y al fascismo” (citado en Diez Canseco 2011: 163). La evaluación de los más importantes partidos de izquierda al interior de IU, que se mostró exagerada a la luz de la historia, se hace un tanto más comprensible si es evaluada en contexto. Para 1987 el Perú hervía por dentro y todos sus elementos políticos, cual moléculas en ebullición, se encontraban muy cerca del verbo y la acción confrontativa98. Así, en octubre de aquel año, cuando el gobierno promulga la estatización de la banca, propuesta en julio por el Ejecutivo con el propósito de poner coto a la irremisible fuga de capitales, la situación empodera a la derecha política que, en la voz de Luis Bedoya Reyes, en agosto de aquel año había invocado el derecho a la insurgencia de sostenerse la propuesta gubernamental99 (LUM s. f.). Este tipo de actitudes confrontacionales de derecha -herederas generacionales de la era de Reagan y Thatcher, “campeones de la libertad” en la lucha contra el “comunismo internacional”- 100 ante un gobierno en crisis con un manejo heterodoxo de la economía les proporcionará el capital social que hasta entonces habían disputado solamente IU y el APRA. Por su parte, desde diciembre de 1986, cuando 11 dirigentes nacionales del PC del P – Patria Roja firman una circular que convoca a un sector de su militancia a reorientarse hacia el camino insurreccional, el llamado UNIR – Combatiente (conocidos internamente como “los bolches”) fragmentará el desarrollo alcanzado por Patria en sus diversos frentes durante todo el año de 1987. 98 Insertos en un discurso tradicionalmente insurreccionalista y de corte radical, los partidos que conformaban IU tuvieron mucha dificultad para realizar una evaluación distinta de la realidad en un contexto de grave crisis social sobre la cual consideraban habría de desembocar como única salida hacia la profundización de la violencia. Para un análisis de las consecuencias del contexto de la violencia política sobre la estrategia y la praxis de la izquierda institucional puede verse Feinstein (2013) y Guerrero (2000). 99 No sería la única referencia belicista al interior de la derecha. Tras la judicialización de dos exministros acciopopulistas por casos de corrupción en el gobierno anterior, el propio Belaúnde Terry había tenido la altisonante y exagerada respuesta de “si quieren guerra, guerra tendrán” (Reyna 2000: 110). 100 Mario Vargas Llosa es otro de los elementos que bajo esta misma performance se convertirá en referente político de la derecha hacia fines de los ochenta. Poco antes de la intervención policial a las universidades públicas limeñas en febrero de 1987, el escritor afirmaba, aparentemente con más rencor que conocimiento sobre el tema, que las universidades públicas “no merecen llamarse universidades y son nidos de fanáticos extremistas que promueven el odio y la violencia” (Reyna 2000: 92) 108 Finalmente, incapaces de construir una alternativa propia, muchos de ellos irán decantándose individualmente por ingresar a las organizaciones subversivas. En paralelo, también en 1987, el MRTA intensifica sus acciones armadas habiendo ganado presencia en la selva nororiental tras la incorporación a sus filas del MIR-VR. El prestigio político y militar ganado en la zona -al punto de conquistar la dirección de espacios de representación gremial departamental como el FASMA, el SUTE o el FEDIP- (Durand 2005) le permite que, en noviembre de aquel año, su militancia se haga presente en el evento realizado en Villa El Salvador que estableció la ANP. Esta evidente demostración de fuerza estaba acompasada por los innegables vínculos que la organización guerrillera se granjeaba entre las otras fuerzas izquierdistas al interior de IU. Una situación que representará entre 1987 y 1988 una quiebra entre los sectores más y menos radicalizados al interior del PUM. En junio de 1987 Edmundo Murrugarra lidera un contingente que abandona el partido en nombre de los “no partidarizados” en IU. Lo propio hará otro grupo liderado por Carlos Tapia en setiembre de 1988, tras la victoria del sector “libio” en la conducción del partido (en la persona de Eduardo Cáceres, sucesor de Diez Canseco). Finalmente, entre noviembre y diciembre de 1988, Agustín Haya, Santiago Pedraglio y Julio Castro entre otros connotados dirigentes del sector “zorro”, terminan por fracturar el PUM, al abandonarlo y constituir la Coordinadora Nacional Mariateguista (Diez Canseco 2011: 149). Este último fraccionamiento, después denominado Partido Mariateguista Revolucionario (PMR) era acaso el más claro preludio de lo que ocurriría en el Congreso de IU en Huampaní en enero de 1989. La escalada de las tensiones belicistas no se reducía a este sector político. En abril de 1988, en las inmediaciones de la Universidad San Marcos, 14 militantes apristas son capturados con armamento (revólveres y explosivos)101 siendo liberados por órdenes superiores de forma inmediata (DESCO, 1989: 251). Ese 101 No es casual que, en julio de 1988, tras adjudicarse el asesinato de Manuel Febres, abogado del detenido dirigente subversivo Osmán Morote Barrionuevo, haga su aparición pública el grupo paramilitar denominado “Comando Rodrigo Franco”, el mismo que sería afín al partido aprista (en particular a Agustín Mantilla) y que ejecutaría acciones de terrorismo selectivo contra sujetos e instituciones vinculadas a la subversión. Al respecto véase CVR (2003, VII, 2.19). 109 mismo año, desde julio hasta agosto de 1988, se produce la primera sesión del I Congreso del PCP-SL (el cual tendría tres, desarrolladas hasta 1989), y en julio sale a la luz en “El Nuevo Diario”, la llamada “entrevista del siglo”, donde Guzmán hace explícita su evaluación y estrategia optimista de la guerra subversiva que sostiene contra el Estado peruano. Si de todo lo anterior no se desprendía una lectura catastrofista, en setiembre de 1988 la crisis se hace total cuando el flamante Ministro de Economía, Abel Salinas, anuncia un “paquetazo” económico, el último de varios que con afanes antiinflacionarios se habían producido desde fines de 1987. Pese a la enorme devaluación, el ajuste y la contracción monetaria, la inflación lejos de reducirse empieza a alcanzar niveles récord a partir de la fecha, lo que empuja a muchos sectores sociales a las calles aunque contenidos por el aumento del grado de la represión gubernamental y el miedo a mayores niveles de depreciación de la calidad de vida (Crabtree 2005). A partir de entonces, el ruido político alrededor de una probable renuncia presidencial, un golpe de Estado militar o hasta la conquista del poder por parte de la subversión se hará mucho más intenso. El temor de las élites a la victoria izquierdista (expresado en las preferencias en las encuestas de todo 1988 que la daban como virtual ganadora) quedó controlado cuando entre el 19 y 21 de enero de 1989, Izquierda Unida queda fracturada en lo que debía ser la demostración de su institucionalidad en su Primer Congreso, desarrollado en el entonces Club de Profesores ubicado en Huampaní. Allí, sin la presencia de Barrantes, la división se hizo explícita en función de la disonancia entre las fuerzas “revolucionarias” y “reformistas” sobre el uso legítimo de la violencia por parte del frente. Sobre el punto, los sectores más moderados -nucleados un año antes en la “Convergencia Socialista” (PCR, PSR y no partidarizados)- iniciarán las confluencias (en lo fundamental, con el sector de Carlos Tapia) que dan origen al Acuerdo Socialista de Izquierda (ASI)102. Para 1989 ambas agrupaciones muestran músculo en las elecciones municipales de noviembre en donde Henry Pease (IU) obtuvo el 20.2% de votos 102 Para una revisión a detalle del colapso de Izquierda Unida véase Navarro Gonzáles (2019). 110 mientras que Enrique Bernales (ASI) solo un 2.2%103. Aunque Barrantes no apoyaba abiertamente el nuevo espacio de izquierda electoral puesto en evidencia desde las inscripciones en agosto de 1989, Diez Canseco (2011) afirma que si lo hacía en forma soterrada. Finalmente, en octubre de aquel año, con Barrantes abjurando públicamente de Izquierda Unida y adhiriendo a una nueva confluencia que pasaría a llamarse “Izquierda Socialista” -con la que postularía a las presidenciales de abril de 1990-, se hizo evidente una ruptura cuya agonía había sido larga. A la postre, hechos como la matanza de los penales, la intervención de las universidades, la impunidad de la fuerza pública en matanzas altoandinas y la progresiva acentuación de la represión y la “guerra sucia” en las ciudades como mecanismo de control gubernamental de la crisis, representaría para buena parte de la militancia de izquierda - a nivel de las bases radicalizadas, y fundamentalmente, de las universidades- nuevos episodios que habrían reforzado su escepticismo en la institucionalidad y, por tanto, un auspicioso tiempo para el repunte de posiciones militaristas o, cuando menos, altamente confrontacionales con la institucionalidad. Del mismo modo, conllevaría a la virtual desaparición de IU, cuya tensión contenida entre sus vertientes “reformista” y “revolucionaria” estallaría en enero de 1989, diluyendo, en el curso de aquel año, una fuerza acumulada a lo largo de más de una década. El mismo año que, en noviembre, en apenas un par de días se cerraba el denominado por Eric Hobsbawm “corto siglo XX” con la caída del Muro de Berlín. La izquierda peruana había demolido su propio muro en varios meses aquel año, pero el Perú y el mundo que conocieron ambos no volvería a ser el mismo. Aquello que había iniciado en 1977 como un aluvión social y político terminaba naufragado en la tormenta generada por sus propias corrientes, ninguna de las cuales volvería a alcanzar el nivel de incidencia en la política nacional que habían acumulado durante todo el tiempo reseñado. 103 Un antecedente de una situación que se repetiría en los comicios presidenciales de 1990, que ponía en evidencia que la fortaleza organizativa de los partidos y la “marca” del frente izquierdista eran más importantes que la popularidad y el carisma de Barrantes. 111 IV. SIN FAROS, NI MAPAS, NI GANAS: LA CRISIS EN SAN MARCOS 4.1 El “estilo sanmarquino”: La universidad como botín de guerra y caballo de batalla Para comprender la crisis que reseñamos cuyos efectos se hacen visibles alrededor de fines de la década de los setenta en la Universidad San Marcos, debemos remontarnos a 1969, cuando el entonces rector de San Marcos y destacado líder del Partido Aprista Peruano (APRA), Luis Alberto Sánchez es obligado a renunciar al gobierno de la universidad y su organización empieza a retroceder en todos los espacios de representación, que son ganados progresivamente primero por actores provenientes de la Democracia Cristiana y el socialprogresismo, y luego por la llamada nueva izquierda. Esta recomposición es posible debido a un nuevo marco normativo. El 18 de febrero de 1969 se promulga el DL 17437, Ley Universitaria a la que el movimiento estudiantil bautizó como la “Ley gorila”, la cual, aunque derogada por la Ley 19326, Ley General de Educación a partir de 1972104, se convierte en un dispositivo legal que demuestra una vocación por reorganizar la administración de la universidad con el ánimo de que un flamante “Sistema de la Universidad Peruana” sea parte esencial de la reforma educativa. Para tales efectos, se puso a la cabeza de dicho sistema una entidad regulatoria que se granjeó múltiples conflictos con las viejas administraciones, pero también con una juventud universitaria radicalizada: el Consejo Nacional de la Universidad Peruana (CONUP). El CONUP, adscrito al Ministerio de Educación, sería el encargado de velar por el cumplimiento de las disposiciones de la nueva Ley que, al estilo del sistema norteamericano, mermaba la “autonomía” de las Facultades y lo centralizaba desde los “departamentos académicos”. En la óptica de Sánchez, la inestabilidad y precariedad institucional en materia de la legislación de la vida universitaria del GRFA había permitido el nivel de la 104 El 21 de marzo de 1972 el GRFA promulga la Ley General de Educación e inaugura una reforma en la educación básica de gran impacto en la historia de la política educativa nacional. Para una revisión a detalle véase Bizot (1976); Churchill (1980); Ruiz (2016) y Oliart (2018). Para una revisión sobre la resistencia desde la organización sindical del magisterio véase Angell (1982) y Aguilar (2017). 112 crisis en la que se hallaba la educación superior, aquello que, en sus palabras, “explica el alegre carnaval que para un amplio sector de estudiantes ha sido la vida universitaria en los últimos años y la ausencia total para encauzar severamente la Universidad por parte de las autoridades “prorrogadas”, “inventadas” o simplemente “digitadas”. (…)”105. Para Sánchez, la crisis sanmarquina es una crisis de dirección por cuanto la suya se ve puesta en entredicho. Dicha queja se sostenía en el hecho que se desplazaba el organigrama de poder hacia un nueva red de profesionales en el mando administrativo en San Marcos, ya que esta nueva configuración resuelve colocar al químico Juan de Dios Guevara, el miembro más antiguo del Consejo Universitario, como rector por dos periodos hasta 1977, tras los cuales sede la posta a quien era su lugarteniente en la Sociedad Química del Perú, Gastón Pons Muzzo, quien es electo a fines de octubre de aquel año. De este modo, en el mismo período que las organizaciones populares y la izquierda alcanzan su máximo de movilización, San Marcos cambia de autoridad máxima que gobernará en medio de un tiempo convulso también para la Universidad. La llegada del velasquismo al poder sirvió como momento de oportunidad para desplazar al APRA del control de las instituciones del Estado, del mismo modo que sucedió a nivel sindical, y profesionales progresistas cercanos a la estrategia gubernamental (como aquellos pertenecientes al Movimiento Social Progresista) se vieron beneficiados para tomar la posta. En contraste, el declive del velasquismo traería consigo un mayor distanciamiento del conjunto de la universidad con el gobierno central, más aún cuando este enfrentaba una crisis económica y la necesidad de realizar una transición política sin altibajos, situación para la que no encontraba aliados precisamente entre los miembros del movimiento universitario. Así, para 1978, la crisis económica que atraviesa el país y que condiciona la capacidad de gasto público mediante las reformas liberalizantes de la Segunda Fase del GRFA, a las que se ha hecho referencia en el capítulo anterior, amenaza con imposibilitar el normal desarrollo de las actividades académicas. 105 “La universidad en el banquillo”, Caretas, N° 529, 03/07/1977, p. 24D. 113 En aquella fecha la lectura catastrofista llega hasta provocar la reacción del propio rector Pons Muzzo, quien señalaba que: “(…) de S/. 1674 millones pedidos para este año, el CONUP aceptó S/. 1509 millones. Luego sin motivo les recortarían S/. 225 millones más. Este recorte hace que en teoría, solo podamos funcionar diez meses (…) y decimos en teoría porque no se ha considerado la devaluación de la moneda y el efecto de los paquetes económicos, que ha triplicado los costos de operación. Un ejemplo es la partida de bienes (gasolina, lubricantes, material de imprenta, alimentos del comedor de estudiantes). En ella la variación de precios ha hecho que en los cuatro primeros meses casi se agote lo presupuestado para todo el año”106. Según la prensa de la época, el presupuesto que había fijado el CONUP a la Universidad para 1978 ascendía a 1283 millones de soles. Y aunque ello representase un aumento con respecto a la asignación del año anterior, este era ficticio, en vista de la depreciación de la moneda. En consecuencia, se desvalorizaba la totalidad del presupuesto. Así, “el recorte real que se hacía a San Marcos asciende a 390 millones de soles, por lo cual actualmente la Universidad solo puede realizar la mitad de los gastos que programó en enero del presente año [1978]”107, lo cual implicaba manejar proyectos con presupuestos volátiles que hacían imposible una correcta distribución de organización y funciones. La reducción presupuestaria estaba vinculada a decisiones no solo de índole económico. El mismo día del cambio de autoridades, 31 de octubre de 1977, el gobierno había promulgado el Decreto N° 21982 que colocaba a la cabeza del CONUP una Comisión Administradora con la capacidad de ejercer funciones ejecutivas sin necesidad de consulta con los rectores de las universidades. Ello llevó a la demostración de fuerza por parte de los segundos, quienes se reunieron a partir del 16 de mayo de 1978 y emitieron un pronunciamiento rechazando el comunicado hecho días antes por el CONUP que se plegaba acríticamente a las disposiciones del Ministerio de Educación, suspendiendo las labores del sistema universitario hasta nuevo aviso (UNMSM, 1980: 9-11). 106 “San Marcos: Hora cero”, Caretas, N° 549, 02/11/1978, p. 34 107 “San Marcos o los estudiantes ¿Quién revienta?”, Marka, N° 92, 12/10/1978, p. 19 114 Debido a tal infravaloración de la universidad (o presión económica, según se lea) y el despropósito realmente existente en las altas esferas de gobierno, se naturalizaba la creencia de los estudiantes en complots para “liquidar” a la universidad, temores que se acrecentaban por una reciente experiencia de confrontación con el GRFA que a su vez provocaban en el Estado la reacción de considerar a la universidad como un enemigo, o cuando menos, un estorbo en sus propósitos económico-políticos, cerrando el círculo vicioso en el que la Universidad era siempre al mismo tiempo botín de guerra por todos deseado y el caballo de batalla por todos maltratado. El impasse de la crisis de presupuesto se va a resolver perentoriamente el día de la instalación de la Asamblea Constituyente cuando el gobierno accede a conceder 780 millones, los cuales, aunque no correspondían a una nueva asignación, al menos paleaban el aumento del costo de vida que afectaba el presupuesto proyectado. Sin embargo, el daño estaba hecho. La distención por motivos económicos había creado una ruptura en términos políticos en el vaso comunicante entre el gobierno central y la administración universitaria, el CONUP, el cual a ojos de los rectores no tenía “ni la fuerza ni la decisión” para defender los fueros de la universidad, por lo que en una reunión que sucedió a la del 16 de mayo, 29 representantes de las 33 casas de estudios a nivel nacional, dirigidos por el rector de San Marcos, crearon el “Consejo de Rectores” (UNMSM 1980: 11-15), antecedente directo de la hoy ya fenecida Asamblea Nacional de Rectores - ANR. Lógicamente, debido a la constricción económica, para 1979 San Marcos tenía graves déficits de infraestructura, investigación y docencia: de las 106 carreras que ofrecía, el alumnado se orientaba en un 35% en solo cinco de ellas: Administración, Contabilidad, Economía, Educación y Derecho; tenía un promedio de área construida por alumno (4.66m2) muy por debajo de la media internacional (15m2); y además, debido a un crecimiento del 116% de la población universitaria, la proporción alumno-docente había descendido de 1/9 en 1968 a 1/17 en 1977108. 108 “Reportaje a San Marcos”, Quehacer, N° 1, set-oct 1979, p. 87 115 Bernales sintetiza muy bien el problema estructural y multivariable de la crisis al anotar que “San Marcos está entrampada en una red de tradiciones, de costumbres intocables, de ‘Derechos adquiridos por la vía del hecho’, de estereotipos creados externamente pero que gravitan igualmente, de interferencias estatales, unas burdas y otras sutiles, de los mitos y los fantasmas del estilo sanmarquino [el destacado es original]”109. Dicho estilo es reproducido incesantemente por acción o inacción de sus agentes y es compartido en la evaluación del propio Pons Muzzo: Yo asumí el dos de Noviembre de 1977, y a los dos meses comenzó el famoso año de la austeridad en el cual ya en Enero de 1978 teníamos dificultades financieras y discrepancias con el Ministro de Educación de aquella época, Gral. Eléspuru. Nos empezaron a estrechar el presupuesto; imposible entonces reparar la casona. (…) El edificio Kennedy, por el momento no es lógico que lo dejemos y vayamos a ocupar la Casona que está funcionando muy bien como museo, como centro cultural (…) creo que todavía no podemos pasar a la ciudad universitaria. En realidad, no tenemos las masas juveniles educadas. Acá mismo en el Edicificio Kennedy vienen frecuentemente grupos estudiantiles que quieren que les resolvamos acá lo que fue denegado en las instancias correspondientes110 Es pertinente destacar la aguda lectura de Pons Muzzo sobre el nivel de desarrollo ciudadano del movimiento estudiantil de la época, que desea que la investidura rectoral sea quien resuelva incluso el más elemental problema administrativo, situación que se corresponde con una población estudiantil que no ha crecido en un país con una cultura institucional desarrollada dada la precariedad de su estructura. Al respecto, a nivel del cuerpo estudiantil, el “estilo sanmarquino”, como veremos en el capítulo siguiente, desarrolla una cultura política confrontativa durante toda la década de los ochenta que genera rituales del tipo de las “marchas al Keneddy” descrito por Pons Muzzo y reiterados por Campos Rey de Castro, donde los estudiantes presionaban por alguna reivindicación al Consejo Universitario que allí sesionaba, y pasaban del grito al amedrentamiento y de este al ataque físico a la sesión hasta que se les diera atención al reclamo, algo 109 “Reportaje a San Marcos”, Quehacer, N° 1, set-oct 1979, p. 89 110 Quehacer, N° 1, “Reportaje a San Marcos”, set-oct 1979, p. 92 116 que hacía que las sesiones -muchas de ellas con denuncia fiscal incluida por la toma de las instalaciones- se vieran cortadas o tergiversadas, lo que finalmente hacía que el Consejo Universitario sea “un órgano de poca eficacia en la medida que no tiene capacidad para resolver con prontitud y acierto los problemas de trascendencia que inevitablemente surgen a diario en una universidad tan grande y compleja como San Marcos”, en donde finalmente “ lo coyuntural ahoga y posterga indefinidamente las decisiones sobre los asuntos fundamentales y es así como San Marcos va perdiendo el paso (…)” (1993: 45) Sin perjuicio de lo antes referido, debe agregarse la dimensión realmente profunda de la situación de crisis en varios niveles en la que estos jóvenes desarrollan sus actividades. Una crónica lacerante sobre una San Marcos maltrecha, presa del caos y la decadencia es la realizada por el reportero Xavier Ugarriza en 1980 que describe como la crisis se ve reflejada en servicios higiénicos colapsados, el 60% del mobiliario inutilizable, lunas rotas en cada facultad, un comedor universitario acabado hace 11 años y completamente amoblado, pero sin funcionamiento111, y hasta una “barriada” clandestina donde se podía hallar una familia criando ganado ovejero. Un testimonio estudiantil de fines de los setenta ilustra de modo certero los niveles de la crisis en la memoria de su primera clase en la universidad: No había llegado nadie todavía. Yo había llegado antes de las 8 de la mañana, temprano, muy emocionada. Salí en busca de un conserje. La casa para los conserjes, o sea, la armería, está en la entrada de San Marcos. Tuve que regresar por donde había venido y entrar al departamento de los conserjes (…) que eran los más radicales ¿no? Le digo “oiga, soy de Literatura, del aula 10-A y el aula está absolutamente vacía”, y me dice “bueno, es que ustedes cada uno tiene que conseguir su carpeta”, “¿Cómo?” le digo, “si, entre a cualquier aula que vea abierta -que la cerraban, o sea no estaban abiertas-, (…) y saque su carpeta” [risas] Eso hice pues, regresé y me puse a ver dónde había bancas, carpetas, ¡chale!, le pegué un patadón a una puerta y me saqué una carpeta y me llevé mi carpeta, y al alumno que iba llegando le iba diciendo lo mismo (…) “oye, pero y el profesor donde va a dictar?”. Entonces ya dejamos a unos cuantos para que no nos 111 “San Marcos. Ciudad arrasada”, Caretas, N° 593, 24/03/1980, p. 42-47. Al respecto, el rector Pons Muzzo indicaba que solamente faltaba en su momento la ampliación de la central eléctrica de Ciencias que abasteciera de energía al recientemente construido local del comedor de Ciudad Universitaria para su normal desarrollo (Quehacer, N° 1, p. 96). Para tales efectos, se necesitaba una inversión en su momento cotizada en 300 millones de soles anuales (Caretas, N° 593, p. 46). 117 roben las carpetas y mandamos a otros para que se roben un pupitre con una silla para el profesor (…) Aparecieron con un pupitre todo pintado, descascarado, una mesa y una silla. ¡Y entró Washington Delgado pues! (…) Yo no lo podía creer112. San Marcos se ahogaba en un déficit presupuestario que no le permitía realizar las mínimas labores académicas. Como se observa del cuadro siguiente, el nivel de gasto por estudiante que se realizaba en San Marcos galopaba sobre un sostenido descenso hacia 1980 que apenas habrá de tener dos repuntes, el primero durante el año de la dación de la nueva Ley Universitaria (1983) y otro hacia finales de la década, probablemente más por motivo de políticas de gasto populista que por efectos de una superación estratégica de la crisis. Cuadro 2 Gasto por alumno en la UNMSM (1975-1986) (En intis reales 1979) 113 Universidad/Año 1975 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 UNMSM 195.4 103.4 101.9 51.2 74.0 68.9 56.6 87.5 Fuente: GRADE 1990 La Universidad San Marcos no tenía control ni sobre la numerosa cantidad de propiedades que manejaba. En 1966 se había hecho un margesí y desde entonces, los 949 espacios de los cuales era dueña se hallaban bajo una deficiente fiscalización al punto que le era imposible precisar qué propiedades conservaba, cuáles estaban vendidas, alquiladas o simplemente habían sido arrebatadas. Se reportó que San Marcos alquilaba a particulares 855 fincas como casa-habitación y 94 para locales comerciales cobrando mensualidades irrisorias (hasta de 3.5 intis), mientras que, por otro lado, pagaba altísimas sumas por el alquiler de edificios como el Keneddy y el Colegio de Aplicación114. 112 Entrevista con Rebeca Donato, exmilitante del PCR-CO, 27/04/2019. 113 El tipo de cambio para 1979 era de 1 inti real por cada 0.225 dólares. 114 “San Marcos, dueña ¡del Congreso!”, Cambio, N° 17, 08/08/1986, p. 20-22 118 El nivel de descontrol era tal, que los particulares a los cuales alquilaba los locales subarrendaban los mismos y muchas veces enjuiciaban a la universidad que, sospechosamente, nunca ganaba en tribunales. Así relata la periodista Maricarmen Gayoso el nivel de redes de corrupción que -según remarcaba- provenían desde la administración de Sánchez: “En la esquina de Huántar, Pomabamba y Varela, en Breña hay un terreno de 812 m2 que se utiliza como playa de estacionamiento, la inquilina es una profesora de la universidad, que en la actualidad se encuentra en juicio. Si éste es un buen negocio, en todo caso debería revertir para San Marcos. En el año 82 pagaba 20 mil soles mensuales”115. La crisis de manejo era tal en los recintos de la Ciudad Universitaria que aun para 1982, cuando el periodista Escorza Hoyle realiza otra crónica sobre las carencias de la Universidad, persistía la presencia de una barriada en su interior116. Allí, como ya se ha referido, 500 hombres, mujeres y algunos niños incluso sembraban, tenían negocios -incluido un pequeño bar llamado “El Chaparral” a donde acudían los universitarios- y hasta había una familia con 25 cabezas de ganado ovejuno que pastaba por los interiores de la Ciudad Universitaria. Al respecto, Jesús Castro Guillén, Secretario General de la Asociación de Trabajadores de San Marcos (ATUSM), daba pistas para comprender como dicha situación había sido posible: “Se formó paulatinamente, los trabajadores obreros se iban instalando allí, claro, con la tolerancia de las autoridades, pero no era una cosa gratuita, porque el barrio servía de guardianía. Los trabajadores cuidaban de la ciudad, hay que tener en cuenta eso también”117. En buena cuenta, era demostración palmaria de un paisaje de precariedad institucional: debido a que no existían mecanismos para separar San Marcos de la ciudad de Lima -que recibía enormes olas de migración para residir en la capital-, y dado que no existía presupuesto para instalar guardianías en el 115 “San Marcos, dueña ¡del Congreso!”, Cambio, N° 17, 08/08/1986, p. 21 116 “Vivir en San Marcos”, Caretas, N° 722, 08/11/1982, p. 72-74 117 “Reportaje a San Marcos”, Quehacer, N° 1, set-oct 1979, p. 105 119 campus, las autoridades permitieron la instalación de viviendas de los propios trabajadores de San Marcos, cuya presencia y la de sus familias, servía para resguardar el perímetro de la Universidad. Esa instrumentalización era correspondida: los trabajadores y sus familias se irán convirtiendo en una fuerza importante que ganará control, también a través de redes clientelares, en la Ciudad Universitaria. La permanencia del “barrio obrero” se sostendrá hasta la segunda mitad de los ochentas, cuando el rector Antonio Cornejo Polar, vía conversaciones con la dirección de la Federación Universitaria, propició -no sin resistencia- que sus habitantes se trasladasen al AAHH Micaela Bastidas (hoy Urbanización) en el distrito de Los Olivos, donde se sabía que muchos de ellos tenían también terrenos baldíos118. Un ex rector de San Marcos resume el tejido de aquellas redes clientelares “desde abajo”, cuya madeja se iniciaba en el Sindicato Único de Trabajadores de San Marcos (SUTUSM) -sucesor del ATUSM- que realizaba una política de favorecimiento a sus familiares y allegados sin reparar en las necesidades de la institución: El SUTUSM, cuya dirigencia está fuertemente influida por grupos de familias entronizadas en la Universidad, en alianza con sectores políticos sindicales, presiona constantemente para que se permita la incorporación, en condición de meritorios, de sus parientes desocupados que generalmente no están capacitados técnicamente; a veces son analfabetos. Logrado ese objetivo inicial permanecen dos o tres meses trabajando sin recibir salario para luego organizadamente comenzar a presionar a las autoridades para que les expidan sus correspondientes contratos. Por este mecanismo se van acumulando docenas de meritorios que se organizan en un “frente de lucha”, con el apoyo del SUTUSM, haciendo caso omiso a las reiteradas advertencias que periódicamente formula la Dirección de Personal, en el sentido que no está legalmente permitido incorporar personal en condición de meritorio (…) La consecuencia es que en la Universidad se han introducido familias enteras constituidas por el padre o la madre, o ambos, varios hijos, primos, cuñados, hijos políticos, etc. no calificados, protegidos por el organismo sindical (Campos Rey de Castro 1993: 89) Estas estructuras complejizaban el gasto proyectado dado que tendían a realizar largas y efectivas paralizaciones de la administración con el propósito del 118 Entrevista con Carlos Murillo, expresidente de la FUSM, 23/05/2019. 120 aumento de salarios, con el agregado de que la falta de capacitación de sus componentes ralentizaba la capacidad operativa de los servicios en la Universidad. Este fenómeno representó un desafío para los estudiantes “clasistas”, quienes, pese a la retórica obrerista, debían más de las veces enfrentarse a los propios trabajadores sanmarquinos, cuya actuación sociopolítica corroía las bases del desarrollo normal de las actividades de la universidad, impidiendo en última instancia la propia formación de los jóvenes universitarios: Nosotros siempre habíamos pregonado que los trabajadores, la clase obrera, pero la gente le lleva una bronca a los trabajadores de San Marcos porque decían que eran flojos, vagos, haraganes. Incluso los llamaban “los trabajadores del futuro” porque dicen que en el futuro no se va a trabajar [risas] (...) También era una cuestión de vagancia de mucha gente, no digo de todos, [durante las huelgas] aprovechaban para buscarse otros trabajos e irse a trabajar. En el año 79 una huelga duro nueve meses, por eso en San Marcos se hacía prácticamente la carrera en ocho años119. No es una apreciación particular, como advierte otro exmilitante: En San Marcos desaparecían las escobas, desaparecía la cera, desaparecían los implementos de limpieza, había un mercado negro en el cual desaparecía de todo y se robaba de todo (...) ¿Y cuándo vimos una botella de ácido muriático en el baño de Letras? Los baños rebasaban de heces hasta el borde. Los desagües estaban rotos, si tenías hueco en el zapato no debías entrar al baño porque ibas a salir con una infección en el pie. Nosotros no sabemos cómo no hemos muerto de una meningitis con la insalubridad de los baños que nunca se limpiaban, porque los trabajadores ‘clasistas y combativos’ estaban preparando las condiciones para una guerra popular en el Perú o no sé qué cosa, pero la cuestión es que no trabajaban. Entonces, cuando los trabajadores pasaban, nosotros les gritábamos ‘¡ociosos, ociosos, anda trabaja oye!’ (…) de tal manera que a veces ha habido roces y hasta choques con ellos”120. 119 Entrevista con Carlos Murillo, exdirigente de la FUSM, 23/05/2019. 120 Entrevista con Camilo Díaz, ex militante de Patria Roja, 26/03/2019. En efecto, hacia fines de los ochenta, Miguel Cruzado, entonces presidente de la FUSM, liderará una enorme gresca contra los trabajadores que, bajo conducción de los sectores más radicalizados (cercanos al PCP-SL), habían tomado el campus y empezaron a agredir a los estudiantes. Desde aquella ocasión, que se saldó con una victoria estudiantil, no volvieron a producirse eventos similares (Entrevista con Carlos Murillo, exdirigente de la FUSM, 23/05/2019). 121 Tal era el panorama de San Marcos durante el período de análisis. No sorprende entonces que a inicios de la década se haya producido una alianza tácita entre las autoridades y la dirigencia estudiantil en San Marcos, al punto de que las primeras convergían en las masivas movilizaciones que convocaban las segundas dado que la reivindicación central era el aumento de rentas para la universidad. Del mismo modo, se mostraban optimistas respecto de las nuevas tendencias que los gremios estudiantiles empezaban a levantar a partir de 1979, por lo que incluso defendían al movimiento estudiantil de los ataques y estereotipos de los que era presa en las publicaciones de la época: “(…) los Centros Federados de Letras, de Ciencias Administrativas y Contabilidad y otros, dirigidos por la FUSM, realizaron campañas de limpieza de sus pabellones, contrarrestando la campaña interesada y negativa de ciertas revistas (…) Con donaciones de las fábricas “Tecnoquímica” y “Fast”, y compras realizadas por la Universidad con sus exiguas rentas, se pintaron, así, el Pabellón de Derecho y otros” (UNMSM, 1981: 12) Dicha alianza habría de durar menos de lo previsible debido a la revitalización de la tradición radical en el movimiento estudiantil por un lado y por el otro, el distanciamiento de los intereses y posiciones respecto a la nueva Ley Universitaria entre los docentes y los estudiantes universitarios. 4.2 Parches de modernidad: La Ley Universitaria de 1983 y el Estatuto de San Marcos de 1984 El fin de la dictadura militar y la convocatoria a elecciones convertía en expectativa política aquello que desde la década del 50 se había cristalizado como una modernización de las estructuras en la sociedad peruana, en el movimiento popular y en una generación joven en particular, “al tiempo que le daba un horizonte real para hacer efectiva su representación y participación políticas, y por esa vía lograr la consecución de sus intereses colectivos” (Cotler 1988: 26). En tales circunstancias, como vimos en el capítulo anterior, los partidos de izquierda habían apelado al uso instrumental de la democracia liberal y a su vez, pretendían dotar de un contenido alternativo a la misma, fomentando el 122 espontaneísmo y la organización desde las fuerzas sociales de base para tal propósito (Nieto 1983). Desde luego, la juventud universitaria no será ajena a los mecanismos que convocan a la “democratización” de las instituciones. Desde fines de la década anterior se venía produciendo a nivel nacional en la universidad lo que Lynch (2019) denominó la “masificación sin proyecto”, esto es, la incorporación a la vida universitaria de contingentes cada vez más amplios de jóvenes, sin las capacidades suficientes por parte de la institucionalidad para proveerles las condiciones mínimas necesarias para hacer de ellos profesionales competentes. En una década, entre 1978 y 1987, la población estudiantil en San Marcos se duplicó: Cuadro 3 Alumnos matriculados en la UNMSM (1977-1989) Año Matriculados 1977 33513 1978 21707 1979 22830 1980 25130 1981 34800 1982 41384 1983 43935 1984 43866 1985 41424 1986 41342 1987 45354 123 1988 26028121 1989 27661 Fuente: UNMSM (2007), citado en Garfias (2015). Este proceso de ingreso y egreso masivo a las universidades genera una demanda juvenil que presiona por expectativas que no son ni pueden ser realizadas debido a la incapacidad de la oferta productiva para incorporarlos, y que descoloca a una juventud que, debido a dicho dislocamiento en la estructura social, tiende a la radicalidad (Portocarrero 1970; Cotler 1986; Tueros 1986). En un intento de control de esta deficiencia mediante la reestructuración institucional, en diciembre de 1983 se promulga la Ley Universitaria 23733. Esta norma resumía los principios de la égida reformista cordobesa en la intención de su promotor, Luis Alberto Sánchez, otrora rector de San Marcos y por aquel entonces Senador de la República122. Al respecto, el corte antioligárquico y democratizante que pretendía imprimirle Sánchez es evaluado como un intento de este de plasmar sus ideales de juventud en un período en el que los mismos no se adecuaban ya a una realidad distinta, con estructuras oligárquicas venidas a menos y en donde la democratización había concurrido por canales propios aunque no necesariamente institucionales (MINEDU 2006). Enrique Bernales, por aquel entonces senador de la República por IU, señalaba que “(…) salvo por la modificación en el tercio, la nueva ley que está a punto de 121 La tendencia se ve reducida debido a que, como advierte la CVR (2003), la crisis económica se profundiza, y a partir de esta fecha el número de alumnos mantendrá este promedio hasta el final de la década de los 90, marcando el fin de la etapa de “masificación” y el inicio de lo que Garfias (2015) ha denominado un proceso de “reelitización” del estudiantado sanmarquino. 122 Bernales matiza la centralidad del senador aprista en la elaboración de la ley: “(…) Sánchez pensó que, por sus antecedentes de vida universitaria, su peso y su prestigio personal, las observaciones que él iba a presentar en el debate iban a servir para que se produjesen mejoras significativas en el proyecto. Se equivocó (…) Ernesto Alayza, por la forma del debate y aprobación por capítulos, tenía prácticamente la sartén por el mango. Él tenía la potestad de aprobar o aceptar las iniciativas presentadas en el debate, y en la medida en que no se aceptaban, ya no se podían votar (…) Las iniciativas que yo presenté, sistemáticamente no fueron aceptadas (…) pero a Sánchez se lo hicieron tantas veces que se cansó y, primero retiró su firma del dictamen y, a continuación, procedió a retirarse de los debates. Sánchez no volvió a aparecer más por el Senado” (“Una ley para desarmar la universidad: entrevista con Enrique Bernales”, Quehacer, N° 20, enero 1983, p. 43). 124 aprobarse es, en la práctica, un plagio, en disposiciones fundamentales, de la 17437”123, subrayando también que no resolvía la anarquía de la administración generada por la creación del sistema departamentalista, sino que mantenía la dualidad organizacional entre departamento-facultad, un problema que Pons Muzzo declaraba como uno de los centrales dado que la ley (el DL 17437) convertía a los directores de departamento en “príncipes” mermando capacidad a Facultades que como la de Medicina o Letras -según el rector- habían tenido en el pasado proyectos de 10 a 15 años y generosas ayudas desde el exterior124. Por su parte, como se observa en los registros de las memorias de la Universidad San Marcos de aquellos años, el profesorado apoyaba la iniciativa legislativa en base a la promesa de la homologación de salarios con los puestos de la judicatura. En base a este condicionamiento, el estrechamiento de vínculos con el componente estudiantil se perdió, dada la disparidad de posiciones frente a la norma. El marco normativo que se promulgó el 9 de diciembre de 1983 tras múltiples modificaciones125 institucionalizaba en buena cuenta muchas de las medidas que ya estaban contenidas en el proyecto de reforma de la educación superior de la primera fase del GRFA, eso sí, otorgando una autonomía mucho más amplia a la gestión de los funcionarios de las universidades. En síntesis, la ley promulgada representaba: “la consolidación de todas las medidas gestadas en las dos décadas anteriores para administrar la selección y el acceso a la universidad de miles de jóvenes, provenientes en su mayor parte de sectores populares. La gratuidad de la enseñanza, la eliminación de los jurados, la imposición de las pruebas objetivas, la medición de aptitudes verbales, matemáticas y de conocimientos de los contenidos de la secundaria, el ingreso por 123 “Una ley para desarmar la universidad: entrevista con Enrique Bernales”, Quehacer, N° 20, enero 1983, p. 43 124 “Reportaje a San Marcos”, Quehacer, N° 1, set-oct 1979, p. 91 125 El texto de la ley sufre varias modificatorias en tanto que, como ya hemos señalado, ni su propio autor está plenamente satisfecho con su hechura original, al punto de que, de los 103 artículos de la norma, 23 eran objetados por todas las partes, coincidiendo en ello el gobierno acciopopulista, los estudiantes movilizados y la misma Comisión encargada del Senado (“Peripecias de una ley”, Caretas, N° 782, 16/01/1984, p. 11/62). 125 cuadro de méritos y la incorporación de cursos básicos como parte de los planes de formación profesional, se constituyeron en los elementos centrales de este esquema y daban cuenta del profundo cambio en el perfil del estudiante sanmarquino” (Garfias, 2015: 138) Todos estos principios y procedimientos institucionalizados, en teoría inspirados en la estela de la reforma cordobesa que pretendía la entronización de la democracia en la universidad, se enfrentaban a una nueva realidad de segmentarización, en la que el mercado y la desigual distribución de ingresos ejercía un mecanismo que servía de tamiz para la incorporación a la educación superior y al ascenso social a través de esta. De este modo, la década de la “masificación” educativa, que era considerada por el movimiento estudiantil como parte de la “democratización de la sociedad”, es también la década del mayor abandono de la universidad debido a su carácter cada vez más evidentemente popular126. En aquel momento, la nueva estructuración normativa no puede prever situaciones tales como el incremento de las academias preuniversitarias que se diseminan para contrarrestar la brecha existente entre los resultados de una baja calidad en la educación básica regular y los requisitos necesarios para el ingreso a la educación universitaria (Garfias 2015), ni la construcción de redes clientelares alrededor de la administración de las universidades que se erigen en provecho de esas deficiencias. A su vez, la deuda no saldada con la educación básica profundiza las diferencias entre la educación pública y privada también a nivel de la universidad, a lo que se suma la descapitalización de la educación superior pública, pese a lo cual, esto aún no se refleja en una migración masiva hacia la privada durante los ochenta (Vargas 2015). Aunque a todas luces necesaria para proveer de modernidad al sistema universitario, la norma no podía suplir soluciones políticas que correspondían a problemas integrales en materia educativa con lastres en todos los niveles del sector educación. Los estudiantes, que, como veremos en el siguiente capítulo, se opusieron en forma vehemente a la dación de la Ley, consideraban que esta además de haber 126 Siguiendo al politólogo Daniel C. Levy, Grompone señala que fue una estrategia de las élites latinoamericanas el abandonar la universidad pública debido al ingreso masivo de los sectores populares a dichas instituciones y para alejar a sus hijos de la creciente politización en los campus (1991: 36-39) 126 sido manejada de forma inconsulta con sus representantes gremiales, ponía trabas a su participación política y, en consecuencia, era opuesta a sus ansias “democratizadoras”. Sin embargo, pese a una enconada resistencia por parte del movimiento, la dirigencia estudiantil sanmarquina supo maniobrar la imposición de la norma mediante su aplicación más concreta: el Estatuto de la Universidad. En San Marcos, la Asamblea Estatutaria, electa a fines de marzo de 1984 e instalada el 2 de abril de aquel año (UNMSM 1984: 8), había conseguido una mayoría aprista en docentes, pero una abrumadora mayoría de las fuerzas de Izquierda Unida, principalmente de Patria Roja, a nivel estudiantil. Por tal motivo, la construcción del Estatuto de San Marcos -promulgado el 22 de setiembre de 1984- supuso una adecuación heterodoxa de la Ley Universitaria, desencuentro normativo que perduraría por décadas y que, de algún modo, representaba el interés del pujante movimiento de la época por controlar -en todo nivel- los ámbitos de la vida universitaria sin la intervención administrativa del Estado127. Posteriormente ello habrá de significar una profundización de la crisis en lo que algunos autores denominan el “autismo” de la universidad en nombre de la “autonomía” (MINEDU 2006; Vargas 2015). En tal sentido, el Estatuto de 1984 consagra a San Marcos como una universidad con una “vocación democrática, popular y anti-imperialista” poniéndose en evidencia la hegemonía de discurso que las fuerzas izquierdistas alrededor de IU (con el predominio de Patria Roja) han alcanzado a partir del dominio de espacios claves en la representación, lo cual se verá reflejado al año siguiente con la victoria de este sector estudiantil en la Asamblea Universitaria y la Federación de Estudiantes128, además de la elección del Antonio Cornejo Polar como rector en febrero de 1985 como colofón de esta recomposición de fuerzas en la dirección de la universidad. 127 Por ejemplo, su artículo noveno admitía que el rector solo tenía la capacidad de autorizar el ingreso de la fuerza pública al campus universitario con el visto bueno del Consejo Universitario, disposición que no era acorde con lo dispuesto por la Ley Universitaria que indicaba que el Rector podía pedir auxilio policial y dar cuenta al Consejo Universitario a posteriori de dicha solicitud. 128 Miguel Cruzado, estudiante de Economía y militante de Patria Roja, es electo presidente de la FUSM, venciendo a los sectores más radicalizados. 127 4.3 Una promesa frustrada: la izquierda en el control administrativo de San Marcos A fines de enero de 1985, las elecciones a la Asamblea Universitaria habían replicado la proporción obtenida por las fuerzas participantes a nivel docente. El Movimiento Académico -espacio docente del APRA- con 741 votos coloca a 33 asambleístas, mientras que Renovación -la lista mayoritaria de la izquierda- con 530 votos conquista 9 espacios para la Asamblea. El PCP-U participa por cuenta propia sin éxito con una tercera lista que restó 310 votos a Renovación. Por su parte, en una participación unitaria Izquierda Unida vence largamente a nivel estudiantil, lo que preveía la colocación de autoridades proclives a Renovación en distintas facultades129. Antonio Cornejo Polar, destacado crítico literario, es electo nuevo rector de San Marcos en un momento que, al igual que a nivel nacional, la elección de autoridades de izquierda representaba una promesa de transformación de cara a la crisis. Cornejo Polar representaba el cenit de una generación de intelectuales sanmarquinos que, desde una posición progresista, intentaban ahora poner en marcha un proyecto de reformas que condujesen a San Marcos a asumir su papel de “universidad popular”, que propicie “la producción de una cultura, una ciencia, una tecnología enraizadas en la experiencia y en la conciencia populares y al servicio de los intereses de las mayorías nacionales” sin que ello representase “un obstáculo para alcanzar un alto nivel académico, sino, por el contrario, una condición necesaria para el mejor cumplimiento de sus fines específicamente universitarios” (“Lineamientos para la reestructuración de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos”, citado en Bueno (1999)). Al respecto, era evidente que el afán de Cornejo Polar y Renovación no era solo discursivo: en 1985 se creó una comisión liderada por Luis Lumbreras y Rodrigo Montoya para investigar las relaciones entre las funciones académicas de la universidad y la cultura popular con el objetivo de proponer el desarrollo de políticas orientadas a la democratización de la sociedad130. A todas luces había 129 “Incógnita sanmarquina”, Caretas, N° 835, 28/01/1985, p. 14-15 130 “San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986, p. 65 128 una intencionalidad reformista que era reconocida por todos los sectores sociales y políticos. Sin embargo, el primer rector de las izquierdas sanmarquinas hereda un déficit presupuestal 5’725,994 de soles, por lo que no duda en advertir siempre en sus entrevistas con la prensa que “el problema sanmarquino, aunque académico, tiene raíces históricas en el aspecto económico”. Pese a todo, con el magro presupuesto asignado que apenas alcanza para el pago de salarios a trabajadores y docentes, pretende encabezar una serie de reformas que mejoren el desenvolvimiento de la vida universitaria en su conjunto: “Todos estábamos hartos de San Marcos, queríamos que terminase de una vez, todo este desorden’ (…) La universidad San Marcos no puede (…) seguir soportando el gravísimo deterioro al que ha sido sometida en el último decenio”, afirmaba en un comunicado convocando a una cruzada por San Marcos131. Esa “cruzada” tendrá algunos resultados concretos: a mediados de setiembre de 1985 instala guardianía en las puertas de entrada, control del ingreso y salida de peatones y vehículos al Campus y, quizá lo más representativo, encabeza una jornada de limpieza de espacios y paredes a la que accede la propia Federación de Estudiantes. En el recuerdo de uno de los dirigentes estudiantiles de la época, resalta un ejemplo de los logros de su gestión que permanecen hasta hoy como parte del paisaje de la Ciudad Universitaria: Antes el Patio de Letras era una “Parada” donde se vendía libros, lapiceros, de todo. “La paradita” era. Entonces Antonio Cornejo Polar dijo “hay que botarlos porque San Marcos no puede ser un mercado”. Pero ahí, me acuerdo, un señor (…) Cóndor, me dice “¿por qué mejor no le pides al doctor que se hagan módulos para nosotros? Nosotros tenemos años, somos personas que ustedes nos necesitan” (…) Le dijimos al rector y el rector lo considero bien y por eso esos módulos que están en la entrada de Letras y que están para Derecho se hizo para ellos (…) Eso se hizo en el 86, se “licitó”, porque era para los mismos y ahí quedó. Otra cosa que se hizo en esa época fue la erradicación de los quioscos. Antes en San Marcos encontrabas cantidad de quioscos de comida por diferentes partes con material de madera, de lata (…) se hizo un reglamento de concurso para cafeterías, pero ya dentro las facultades132. 131 “Escapar del caos. Todos quieren el cambio en San Marcos”, Caretas, N° 870, 30/09/1985, p. 56-58 132 Entrevista con Carlos Murillo, exdirigente de la FUSM, 23/05/2019 129 Pese a la animosidad reformista, la realidad golpeaba duro: San Marcos acumularía para 1985 un déficit de 25 mil millones de soles, agravado por la inflación de 183% en la que se hallaba el país. Al respecto, Cornejo Polar indicaría que “(…) Hubo una decisión gubernamental francamente agresiva contra la Universidad lo que se demuestra comparando objetivamente algunos índices (en soles corrientes) con el presupuesto asignado a San Marcos (…)” (UNMSM 1987: 15), pues el presupuesto nacional en el sector educación se había incrementado en 95% pero el de San Marcos solo lo había hecho en un 24.7%, incluyendo un crédito suplementario arrancado mediante una movilización institucional, además de los ingresos propios. Finalmente, los ímpetus duran muy poco. Un año después de ser electo, el rector habría afirmado que se sentía “jaqueado por un movimiento de pinzas absolutamente impredecible: por dentro, sometido a las presiones violentas de los recalcitrantes ultraizquierdistas, y por fuera, ahogado por el gobierno aprista que no le concede ni pan ni agua”133. Esta situación lo lleva a presentar su renuncia el 19 de febrero de 1986, crisis que es superada temporalmente con la negativa a aceptarla por parte de la Asamblea Universitaria que resuelve renovarle la confianza solicitándole, en un gesto sin precedentes, su reincorporación al mando de la Universidad. El amago de renuncia le facilitó el diálogo con el Ministro de Economía, Luis Alva Castro, y con el propio presidente de la República, Alan García, a quienes solicitó la tan ansiada ampliación presupuestal para la universidad134. Posteriormente, en entrevista con un medio local, precisó que su renuncia “tenía tres motivos fundamentales: el acoso económico al que nos había sometido el gobierno, con un presupuesto absolutamente insuficiente; la reaparición de actos de violencia 133 “Sin rector”, Caretas, N° 893, 24/02/1986, p. 33 134 Meses después de la conversación con el gobierno, Cornejo Polar se quejaba de la falta de compromiso de aquel: “(…) hace muy pocos días se nos anunció, contra lo que se nos había dicho antes, que los créditos suplementarios de todo el sector público -no solo de San Marcos- no se darían a comienzos de abril sino a fines del mismo mes, lo que aún nos crea problemas más agudos. Ha surgido entonces una solución transitoria que se ha llamado adelanto a cuenta de crédito, pero que es una cifra realmente muy pequeña (…)” (“Antonio Cornejo Polar: No voy a ser rector de una universidad mediocre”, Quehacer, N° 40, abr- may 1986, p. 88) 130 estudiantil, con una toma de rectorado, (…); y la apatía con que la comunidad sanmarquina enfrentaba estos problemas, dejándome prácticamente solo, como si los problemas fueran únicamente del Rector”135. Aquellas tensiones, cuya ruptura propiciarían la caída de Cornejo Polar del rectorado, habían estado presentes desde un principio incluso en los niveles más altos. Alfredo Torero, Vicerrector Académico designado por el Frente Democrático Revolucionario (FDR) - alianza formada entre la UDP136, el FER-A, el PCP-BR y Pukallacta137-, que participa en la alianza que llevó a Cornejo al rectorado, queda aislado a nivel de Consejo Universitario en su afán de que las funciones del rector sean limitadas, extendiéndose más bien a los responsables por área mayores responsabilidades de dirección138. Al respecto, Torero afirmaba que el rector “dirige la actividad académica y administrativa, pero de manera genérica. Tiene la representación legal de la institución y es su vocero principal al exterior. Su labor prioritaria es ante el Estado, la comunidad nacional e internacional”, y que el problema de Cornejo Polar había sido su entorno (Izquierda Unida) que “buscaron concentrar el poder en torno a él”139. En buena cuenta, la posición de Torero se desprendía de la 135 “San Marcos ¿Crisis superada?”, Caretas, N° 894, 03/03/1986, p. 17 136 En la UDP quedaba casi en solitario el MIR – Voz Rebelde, que se desprendió del MIR (Confluencia) toda vez que, para la fecha, buena parte de sus viejos miembros habían conformado el Partido Unificado Mariateguista (PUM) con el que participaban dentro de IU, mientras que aquella organización decantaba más bien hacia la conformación de destacamentos guerrilleros llamados “Comandos Revolucionarios del Pueblo” que operaron fundamentalmente en la zona nororiental del país. Posteriormente, en 1986 se unirían al MRTA. Así, la llamada “Tendencia Revolucionaria” al interior de la UDP se quedaba con el nombre del viejo frente setentero. 137 En 1978 en Patria Roja se produce una ruptura a nivel nacional: un sector que presionaba por el inicio de la lucha guerrillera como estrategia principal conforma el PC del P Puka Llaqta (“Pueblo Rojo” en quechua), el mismo que empieza su preparación para lanzarse a la guerra. En la Universidad San Marcos, como en otras más, su trabajo político empieza a ser reconocido a través del Frente Estudiantil de Unidad y Lucha (FEUL o FER-FEUL). Para inicios de la década de los 80 una parte de su militancia ingresa a Sendero Luminoso, mientras que otra es diezmada por este al no renunciar a su identidad política anterior. 138 No era el primero en reparar en los límites de su investidura y en expresar su deseo de que estos sean ampliados. Desde 1977, el entonces vicerrector Gustavo Saco Miro Quesada refería que “había encontrado evidentes limitaciones a sus funciones, que no le permiten, a pesar de ser Vice-Rector Académico y Administrativo, tener autorización para ejecutar innumerables labores tanto en lo académico como en lo administrativo” precisando a modo de queja que si “(…) el Vice-Rector no tiene funciones ejecutivas (…) no tiene tampoco responsabilidades ejecutivas” (UNMSM, 1980: 25-26). 139 “San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986, p. 67 131 forma contradictoria como el nuevo Estatuto reglamentaba el ejercicio administrativo140, contraviniendo lo dispuesto por la Ley Universitaria, convirtiéndose en la excusa útil para expresar la pugna de poderes por el control de dependencias como Economía, Personal, Mantenimiento y Bienestar Universitario. Evidentemente, esta disputa no era personal sino política. En tal sentido, el FDR tenía, a decir de Uceda, “un discurso general más cercano a la revolución”, esto es, pretendía que la solución a la crisis pasaba antes por aquella transformación sociopolítica antes que los proyectos de reformas estructurales de la institución, como planeaba el Movimiento Renovación e IU141. Se trataba en última instancia de dos paradigmas que se encontraban cercanos, pero en discrepancia, y cuyas contradicciones estallaban en la práctica cotidiana de la actividad política142. De modo tal que, a las larguísimas huelgas de hasta tres meses que realizaban los trabajadores de San Marcos, la incapacidad para el control logístico de materiales que se “perdían” y no eran repuestos, la falta de cumplimiento adecuado de las funciones en todos los niveles y la cada vez menor cantidad de presupuesto asignado, se sumaba la belicosidad de las masas del FDR contra una administración en la que no terminaban de considerarse parte. Así, el 3 de febrero de 1986 el FDR tomó el rectorado en protesta por una redistribución del presupuesto asignado para la construcción de la Facultad de Ciencias Sociales143. La toma impidió el acceso a despacho a Cornejo Polar por más de dos semanas y fue el disparador de su primera renuncia. 140 Mientras que la Ley Universitaria dotaba al Rector de la potestad de nombrar a los jefes de oficina, el Estatuto de San Marcos le confería esas facultades al Vicerrector de cada área. 141 “San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986 142 Ambas formas de comprender la crisis y sus salidas se pueden observar en la entrevista que Uceda realiza a tres dirigentes universitarios. Mientras que el primero, militante del FDR, enfatiza el papel económico del problema, los otros dos, dirigentes del PUM y el PC – Unidad, respectivamente, subrayan la falta de un proyecto nacional con el que la universidad pueda vincularse efectivamente al pueblo para la solución de sus demandas. Para el militante del FDR la solución pasa indefectiblemente por la revolución, para los militantes de IU, por dotar de hegemonía a dicho proyecto desde la universidad (“San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986, p. 69-71). 143 “San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986, p. 66 132 Tras esta, Cornejo había afirmado premonitoriamente que “(…) Si volvieran a suceder acontecimientos similares a los que motivaron mi renuncia yo estoy absolutamente dispuesto a renunciar de nuevo, sólo que esta vez irrevocablemente. Yo no voy a ser rector de una universidad mediocre o de una universidad que no cumple sus funciones con la sociedad. No voy a ser cómplice de eso, de ninguna manera”144, por lo que su segunda y definitiva renuncia se produciría a mediados de julio de 1986 tras la toma de alrededor de 10 locales universitarios por parte del FDR y la huelga iniciada el 18 de mayo por sectores de trabajadores que coordinaban con aquel frente145. De este modo, la crisis superaba y engullía las proyecciones que un sector de la izquierda sanmarquina tenía para convertir a San Marcos en un espacio vinculado a las expectativas de un proyecto nacional-popular. El 4 de setiembre de 1986 en el Museo de Historia Natural, era elegido como sucesor de Cornejo Polar por 41 votos el médico patólogo Jorge Campos Rey de Castro, dejando atrás a Simon Pérez y Pablo Macera. Campos Rey de Castro, quien por segunda vez postulaba a la rectoría, había sido decano de la Facultad de Medicina y había acompañado la plancha de Renovación146; sin embargo, su lectura de la solución a la crisis de la universidad era distante a la del proyecto de Cornejo Polar como atestigua su declaración ante Uceda: “La Universidad de San Marcos debería, en cierto modo, manejarse con el criterio de una empresa, en el sentido de aprovechar al máximo sus recursos y procurar que el producto que pone en el mercado -sus profesionales- sea de la mayor calidad posible”147. La ilusión de una mirada de izquierdas al mando de San Marcos había sido fugaz. Por su parte, durante el mandato de Campos Rey de Castro, entre 1986 y 1989, la Universidad se aboca a grandes proyectos de infraestructura culminándose y 144 “Antonio Cornejo Polar: No voy a ser rector de una universidad mediocre”, Quehacer, N° 40, abr-may 1986, p. 90 145 “San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986, p. 66 146 “San Marcos: Rector Habemus”, Caretas, N° 920, 08/09/1986, p. 20 147 “San Marcos ¿Qué pasó?”, Quehacer, N° 45, ago-set 1986, p. 74 133 poniéndose en servicio la primera etapa de la Facultad de Ciencias Sociales, la Facultad de Matemática y la Facultad de Educación, así también, se inició la construcción de los locales de la Facultad de Economía, y las escuelas de Geografía, Ingeniería de Minas e Ingeniería Geográfica, así como la segunda etapa de la Facultad de Odontología. Incluso se tenía ya el proyecto para la construcción de la Biblioteca Central y el Rectorado, el mismo que no recibió la aprobación por parte del Ministerio de Economía por considerarlas obras de carácter burocrático148. Finalmente, muchas de estas obras quedaron inconclusas debido a la crisis hiperinflacionaria desatada en setiembre de 1988 (Campos Rey de Castro 1993: 27-28). A fines de marzo de 1988, al producirse la elección para la Asamblea Universitaria, la lista docente del Movimiento Renovación nuevamente se adjudicaba una victoria pírrica al quedar primera con el 23.36% de los votos conquistaba 20 asientos, superando al Movimiento Académico (liderado por el APRA) que obtuvo 22.78% y la misma cantidad de miembros en la Asamblea. Sin embargo, con su 7.79% de la votación, el Frente Democrático de Docentes (el FDR en ese espacio), liderado por Pablo Macera se adjudicó dos representantes, los mismos que sumados a la mayoría estudiantil lograban en conjunto un voto más que Renovación149, controlando el más importante espacio administrativo en la Universidad y, de este modo, manteniendo la tensión entre este órgano y el Rectorado. Además de la complejidad en su manejo administrativo interno, en este periodo, San Marcos y el Estado vivirán sus puntos de desencuentro más álgidos con el inicio de múltiples intervenciones policiales al campus universitario a partir de 1987 (ver siguiente capítulo), así como una reducción tendencial del presupuesto, al punto que, como el propio Campos Rey de Castro advertía en sus memorias sobre su paso por San Marcos, la capacidad adquisitiva del 148 La relación entre el Estado y la provisión de partidas para la mejora infraestructural de San Marcos había sido siempre tensa. La construcción de la propia Ciudad Universitaria había sido fruto de concesiones que el Estado realizaba para deshacerse de un terreno inmueble que era el centro de disputas legales y su dación fue utilizada antes para fines clientelares que para un auténtico proyecto de desarrollo educativo nacional (Meza 2009). 149 “El 8 en San Marcos todos perdieron”, Revista Sí, N° 62, may 1988, p. 26-27. 134 presupuesto hacia 1988 era la mitad de la que la casa de estudios había tenido en 1979 (1993: 156). De tal modo, el recorte presupuestal profundizaba la incapacidad para reponer los equipos y materiales, el mayor deterioro de los locales e instalaciones, la pérdida de poder adquisitivo de remuneraciones docentes que emigraban a otras universidades, la imposibilidad de renovación del stock bibliográfico, entre otros efectos. Todo ello, sumado a los cambios efectuados en la estrategia de la guerra subversiva que afianzó la actuación de la militancia juvenil de las organizaciones insurgentes en las ciudades hacia fines de los ochentas sin duda habría de tener un impacto real sobre el funcionamiento de la Universidad, su infraestructura y su calidad académica a largo plazo. 135 V. AGITANDO LAS AGUAS: LA IZQUIERDA SANMARQUINA (1977-1989) El presente capítulo describe el contexto histórico que enmarcó la interacción de las militancias izquierdistas estudiantiles en la Universidad San Marcos entre los años de 1977 y 1989. En este período asistimos a una transición nacional en cuanto a la forma de gobierno y las instituciones depositarias del poder político, en un proceso de recomposición y a su vez crisis democrática que coincidió con el inicio y desarrollo del Conflicto Armado Interno. La fortaleza alcanzada por las organizaciones de izquierda que detallamos en el capítulo III, se expresaba en sus bastiones dorados: las universidades. De estos espacios habían desbancado al aprismo entre los 50 y los 60, y desde entonces luchaban entre sí por el control del movimiento estudiantil. En la Universidad San Marcos en particular, para fines de los setentas, las múltiples manifestaciones izquierdistas pugnaban por hacer a un lado a los llamados “antifascistas”, el sector más recalcitrante del maoísmo, que no tenía importante ascendencia partidaria. Hacia fines de la década del setenta, formas de mayor institucionalización y despliegue orgánico van a cumplir su cometido y desplazar al otrora poderoso FER Antifascista150 de la dirección de la Federación Universitaria de San Marcos (FUSM) y los nuevos bloques formados quedarán unidos en una dialéctica de enfrentamiento y coincidencia a lo largo de la década del ochenta en la Universidad. En este pequeño universo, la izquierda estudiantil vinculada a IU no solo atravesaba este periodo de transición conviviendo con sus propias contradicciones, que, como hemos visto en el capítulo III estaban vinculadas a 150 El Frente Estudiantil Revolucionario (FER) era el destacamento frentista universitario, fundado hacia 1958 como tal en San Marcos por militantes del viejo Partido Comunista, probablemente teniendo como núcleo principal cuadros influidos por la rebelión popular en Arequipa (ese mismo año el PC arequipeño constituyó el FER como Frente Estudiantil Reformista), y facilitado por el contexto del fin de la dictadura odriísta, en un intento por disputar al APRA la conducción del movimiento estudiantil (Del Carpio s. f.). Cuando el PC se divide en múltiples vertientes a partir 1964, este espacio se fracciona en todas las universidades a nivel nacional, pasando a manos de los sectores llamados “prochinos” o “pekineses”. En la Universidad San Marcos se alza como el referente más importante el llamado FER – Antifascista, de orientación maoísta, y así llamado por su lectura del gobierno militar como “fascista”. A la fecha, el estudio más importante de la cultura política del FER-A es el de Lynch (2019). 136 un mayor menor acercamiento a las formas institucionales de la política, sino que poco a poco -con mayor nitidez hacia finales de los 80-, tuvo que lidiar con aquellas desavenencias que desarrolló con la militancia subversiva. En tal sentido, pretendemos que el presente capítulo sirva para contextualizar las interacciones que se produjeron entre las distintas militancias de izquierda a nivel estudiantil y cómo ciertos sectores fueron desplazando, contrapesando o dirigiendo el sentido por donde transitó la historia del movimiento estudiantil sanmarquino. 5.1 Un nuevo timonel: El fin de la hegemonía del FER – Antifascista Si en 1969 la Universidad San Marcos se hallaba cambiando de autoridades administrativas y el APRA iniciaba una debacle progresiva en su control de las estructuras de esta casa de estudios, este año también será recordado porque se ha producido otro acontecimiento político con repercusiones memorables: el apartamiento de las juventudes del PC-Bandera Roja formando el PC del P – Patria Roja, que tendrá en San Marcos, y en todas las universidades públicas, un importante nivel de representatividad -en buena medida gracias a Rolando Breña, originariamente líder de la Facultad de Derecho de San Marcos-, al punto de ganar los espacios de la Asamblea Nacional Estatutaria convocada tras el proyecto de reforma de la educación superior del GRFA. Patria Roja contaba con una ventaja en la composición partidaria que le otorgaba el haber abandonado el liderazgo de Saturnino Paredes, sustituyéndolo por cabezas mucho más jóvenes y radicalizadas, que acompasaban su ruptura generacional con una lectura maoísta de la política151. La VI Conferencia del Partido en la que se han constituido como un grupo independiente, les deja, sin embargo, sin la Juventud Comunista como órgano en el que se preparaban los nuevos cuadros antes de ingresar al Partido. En tales circunstancias, intentan 151 Al respecto, recuérdese que en paralelo está en plena efervescencia la llamada Revolución Cultural china (1966-1976), convocada por el propio Mao Tse Tung y liderada por millares de jóvenes universitarios que, bajo mandatos contradictorios en distintas localidades, combaten contra cuadros de dirección del partido y el Estado chino. La juventud latinoamericana en su conjunto y la peruana en particular bebe de las encendidas crónicas y polémicas desarrolladas en el semanario Pekín Informa, el cual, desde 1963 llegaba en español junto con las traducciones de las obras de los clásicos del marxismo. 137 convertir al viejo FER que realiza trabajo en las universidades en “correa de transmisión” de la nueva organización partidaria, sin mucho éxito (Brito 2019). La estrategia de Patria Roja consistía en presionar a las autoridades para que estas acepten múltiples modificaciones de sentido radical en la administración sobre los estudiantes. Lo inaceptable de las condiciones propuestas para el gobierno universitario -como la lógica de los gobiernos “tripartitos” que pretendían sumar a los trabajadores no docentes- conducía a un mayor enfrentamiento con la administración universitaria y con el gobierno militar, aun cuando su condición partidaria le otorgaba una “apreciación de la situación política y una flexibilidad desconocidas hasta entonces” (Lynch 2019: 86). Debido a sus orígenes, la experiencia del joven partido era todavía poca sobre el control administrativo universitario; experiencia que, a su modo, revertiría durante la siguiente década. Entre tanto, desde 1971, en la Facultad de Letras estaba surgiendo otro grupo político, que es el mejor representante de aquello que Lynch (2019) denomina “partido universitario”: el Frente Estudiantil Revolucionario – Antifascista, el cual, aprovechando los magros réditos que proporcionó la participación de Patria Roja en la elaboración de un Estatuto que el velasquismo jamás aprobó en 1972, afirmó una tradición radical antiparticipacionista. Carlos Llontop152, uno de sus fundadores, es dirigente del Centro Federado de Letras, Facultad donde su presencia es resaltante durante toda la década. Es aquí donde se forja el núcleo que se hace distintivo frente a otros grupos ya existentes. Según Eudocio Sifuentes, “inspirados en las tesis de las V y VI conferencias del PCP ‘BR’ -aunque nunca militaron en él- aparecieron, en 1971, los ‘Círculos Marxistas-Leninistas-Maoístas’, llamados ‘antifascistas”. El nombre de “Estrella Roja”, atribuido a ellos, correspondió, más bien, a un comité regional, homónimo, del PCP ‘BR’ disuelto en 1972”153. Esta precisión contradice lo señalado por él 152 Si bien la información sobre su vida es muy limitada, se destaca el hecho que, según sus correligionarios, tras ser un connotado orador y organizador estudiantil desde su natal Piura, pierde sus facultades mentales debido a la tortura la que habría sido sometido. Un repaso breve de su trayectoria en clave hagiográfica puede verse en FER-SM (2009). 153 “El fin del ‘antifascismo’”, Marka, N° 177, 30/10/1980, p. 28 138 mismo en el testimonio que ofrece a Lynch, donde refiere que la formación de tal núcleo se produce recién en 1974, cuando el FER convierte a sus células más “avanzadas” en los “círculos” (2019: 85). El FER-A albergaba hacia fines de los setentas al menos cuatro grandes tendencias en su interior, todas bajo el amparo ideológico del pensamiento de Mao Tse Tung: “la primera era la Unión de Células Marxistas-Leninistas-Maoístas (UCMLM), que era el grupo mayoritario (en ella estaban Mario Rodríguez, Choque, Sifuentes, Guadalupe, etc.); la segunda tendencia mayoritaria era el JUMIR, la Juventud del MIR154, que estaba en el seno del FER (…); la tercera tendencia eran los llamados del Comité Regional Tupac Amaru, que era una tendencia más regional[ista] que aglutinaba a gente de Puno- Cuzco, el más destacado acá fue … nosotros le decíamos el “Shen Oré”, (…) el Shen era un poco un sobrenombre porque él era un tipo muy conocedor de la realidad China, del PC Chino. Él murió en los penales, murió en El Frontón el 19 de junio del 86155 (…) Y el último grupo, y debe haber sido quizás el de menos arraigo porque… bueno, eran los más antiguos, por decirlo así, que era el grupo Amauta. El grupo Amauta en el seno del FER era un grupo formado por el “cocho” Vértiz, José Carlos Vértiz, que fue presidente de la FUSM dos veces por el FER, el FER histórico (…)”156 Como refiere Lynch (2019), su fecha de aparición pública es en noviembre de 1972 cuando, tras una Asamblea General del FER (aún unificado), desalojan a los miembros de Patria Roja de la sesión, creando un “Manifiesto” en donde caracterizan la sociedad y el régimen -como “feudal” y “fascista” respectivamente-, proclamando la autonomía orgánica del grupo. En esa misma reunión, convertida en gresca, el flamante FER-A acusa a Patria Roja de “capitulacionista”, esto es, de haber arriado sus banderas frente al gobierno militar mediante la participación en el cogobierno. Es pertinente indicar que ese mismo año, en julio de 1972, se ha producido la VII Conferencia Nacional (la segunda convocada autónomamente como PC del P - Patria Roja y que define su estrategia política), por lo que la virulencia de los 154 Se trata de una de las múltiples fracciones del MIR. En este caso, el “MIR Perú” que había sido liderado por Gonzalo Fernández Gasco, uno de los históricos comandantes de la primera gesta guerrillera mirista. La organización decantó hacia el maoísmo. 155 Apelativo de Carlos Leónidas Ruiz Oré, estudiante de Ciencias Sociales de San Marcos quien en efecto falleció en el develamiento del motín del penal de Lurigancho en junio de 1986. 156 Entrevista con Mario Ortega, exdirigente del FER-A, 09/10/2018 139 “antifascistas” para con los “perros”157 se debía, además del discurso ideológico, a la ya irremisible ruptura con las viejas estructuras de Bandera Roja158 y Sendero Luminoso159, las cuales todavía realizaban su trabajo universitario en San Marcos como tendencias menores al interior del FER – A. Por su parte, Lynch (2019) da cuenta que en aquel entonces se vive un proceso de transición en doble sentido, por un lado, una representación con participación cerrada para el conjunto estudiantil debido a las reticencias del gobierno militar de Velasco Alvarado para con un estudiantado radicalizado, y un movimiento universitario incapaz de dar una propuesta renovadora para la crisis de la universidad, pero con la urgencia de ascenso social y modernización. El resultado es, según este autor, un proceso de radicalismo discursivo contra el gobierno militar, acompasado de un reformismo economicista que privilegia el hecho de proveer con facilidad un título profesional a sus bases políticas a costo de socavar la exigencia académica y las formas institucionales que demanda la educación superior. La importancia que se hace del grado universitario se pone de manifiesta en las cifras de graduados en la universidad San Marcos, que en tan solo una década (de 1970 a 1980) se incrementan en un 300% aproximadamente, como se aprecia en el cuadro siguiente: 157 El uso de este críptico y poco sutil apelativo proviene de la pronunciación conjugada de las dos primeras letras de “PR”. Se sumará a otros múltiples apelativos que armaron la jerga política universitaria por décadas como “fachos” (FER-A), “burros” (BR), “verracos” (VR), “pecerracos” (PCR), “sacolargos” (SL), etc. 158 En 1978 el PCP-Bandera Roja abandona su trabajo en el FER-A para constituirse como un FER independiente que pasaría a ser conocido como FER-FEDEP, por el nombre del frente con el que el partido de Saturnino Paredes postula a las elecciones de la Asamblea Constituyente. Dicha participación fue precisamente la razón de su ruptura con los “Antifascistas” para quienes toda participación constituía un atentado principista. 159 Recién en 1976 aparece en San Marcos de forma autónoma, por fuera del FER-A, el FER “Por el luminoso sendero de Mariátegui” a raíz de las elecciones para la Junta Directiva de la FUSM, en las que compiten sin mucha suerte contra un vencedor Alejandro Choque. Su candidato había sido el recientemente fallecido dirigente del Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF) Manuel Fajardo, estudiante de Derecho por aquel entonces (Entrevista con Mario Ortega, dirigente del FER-A, 16/10/2018). Como se advierte en el trabajo de Granados (2019), en la Universidad de Huamanga el PCP-SL había construido un FER de forma independiente a otras fuerzas maoístas desde mucho antes. 140 Cuadro 4 Alumnos graduados de la UNMSM (1970-1988) Univ/Año 1970 1975 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 UNMSM 630 1394 2002 1884 1586 1651 1817 1399 1843 1890 1939 Fuente: GRADE 1990 Toda la década del setenta es signada por este estilo de hacer política universitaria, por lo que la referencia dirigencial por antonomasia es el FER-A que lidera tres juntas directivas de la Federación Universitaria en forma consecutiva desde 1970. Sin embargo, el periodo que nos compete analizar, aquel que se desarrolla a partir de 1977, es el que dará cuenta del principio del fin de la hegemonía del FER-A en la dirección del movimiento. Por aquel entonces las fuerzas dirigentes del movimiento estudiantil de la UNMSM que no respondían al FER-A se hallaban inmersas en las confluencias y rupturas al interior de sus organizaciones, en consonancia con las recomposiciones de la izquierda a nivel nacional. Para este sector, la convergencia crucial se vuelve evidente a nivel de la acción colectiva práctica mediante la convocatoria al paro nacional acaecido el 19 de julio de aquel año. Como hemos visto en un capítulo anterior, las más importantes centrales sindicales acuerdan la realización de un paro nacional y todas las variantes de la izquierda se suman activamente a través de su presencia en los gremios y organizaciones populares en los que cada sector gozaba de hegemonía. Todas -incluso el FER-A a través de la FUSM-, menos el PCP-SL y su aliado el PC del P Pukallacta, que tildaron el paro de “revisionista”, pero en aquel entonces la futura organización subversiva maoísta apenas si era reconocida entre múltiples tendencias con una incidencia política muchísimo mayor160. 160 En el caso de San Marcos, las fuerzas izquierdistas debaten sobre la participación en el paro en la Asamblea del Salón de Grados de Economía donde finalmente vencen los que abogan por la participación sobre los que tildan la dirección de “revisionista” (Magán 2018). Debe precisarse que, en paralelo, algunas memorias universitarias destacan que Patria Roja también se opuso al paro. Aunque esto es poco probable debido a su participación hegemónica en el CCUSC, parece lógico afirmar que, a mitad de 1977, importantes contingentes universitarios de Patria Roja -en medio de disputas fraccionales que un año 141 Las organizaciones izquierdistas de San Marcos movilizan sus contingentes que ya realizaban trabajo político en los cinturones industriales que por aquel entonces circundaban la Ciudad Universitaria. Las Avenidas Argentina y Venezuela son tomadas por estudiantes y trabajadores desde las primeras horas de la mañana del día 19 de julio. Como hemos apuntado anteriormente, aunque la represión física es real esta no genera saldos cuantiosos en un movimiento popular movilizado a nivel nacional y más bien tiende a ser sistemáticamente moderada, y finalmente la represión no física se cierne sobre los puestos de trabajo de los sindicalistas, lo que deja a los líderes del movimiento estudiantil en una situación de ventaja respecto de aquellos en la que salen indemnes de la pugna con el gobierno militar y además, sintiéndose los autores de su repliegue. Así también, como revela la pluma de Thorndike (1997), durante aquel período convulso (1978-1979) los estudiantes de San Marcos cobijan a la dirigencia del proscrito sindicato de profesores, el SUTEP, entre los muros de la Ciudad Universitaria, donde se realizan asambleas en los sótanos de las Facultades y en los bosques durante las noches y las madrugadas en los días de persecución militar de su dirigencia161. En paralelo, y tras las poderosas paralizaciones nacionales del 22 y 23 de mayo de 1978, Patria Roja va afianzando su hegemonía y ascendencia en el movimiento estudiantil y popular a partir de aquella mística de clandestinaje y escape de la represión militar. Al respecto, cabe precisar que estas jornadas permitieron a Patria Roja constituir un nuevo espacio de formación orgánica de las juventudes, toda vez que entre 1977 y 1978 se produce una pugna interna que se expresa a nivel de dos escisiones en su trabajo estudiantil. La primera, muy vinculada a San Marcos, dado que el líder era conocido como “Pasache” y sus seguidores, los “pasachistas” componían el grueso de la militancia sanmarquina de Patria Roja. Esta fracción radicalizada y sin opción orgánica propia tras la escisión, será después se vertebrarían dando paso a una nueva organización-, hubiesen sostenido posiciones antiparticipacionistas en el paro nacional. 161 Máximo Julca, exdirigente estudiantil de Patria Roja, recuerda que Horacio Zeballos era resguardado por miembros del FER del Perú cuando organizaba eventos concomitantes a la lucha docente en la canchita de San Fernando (Entrevista, 13/04/2019). 142 expectorada de la organización en la primera mitad de 1977 lo que obliga a recomponer el aparato partidario en la UNMSM162. Empero, la pelea interna más importante era otra. En setiembre de 1976, en el XV Congreso de la FEP, Patria Roja había logrado colocar a José Montes como su Presidente; sin embargo, pocos meses después y durante los dos años referidos, la organización se enfrasca en una lucha contra la corriente que lidera Montes y José Lazarte (Vicepresidente FEP)163, quienes referían que Patria Roja había perdido el horizonte revolucionario, pretendiendo realizar una VIII Conferencia partidaria para reencaminarlo. Patria Roja aprovecharía la ocasión del XVI Congreso de la FEP en el Cusco para librarse de este grupo fraccional. Allí, entre los días 31 de octubre y 4 de noviembre de 1978, la dupla Montes-Lazarte y el nuevo grupo denominado “Puka Llaqta” (Pueblo Rojo o Patria Roja en quechua) fueron acusados por un mayoritario contingente opositor de haber boicoteado el paro nacional del 19 de julio y de haber divorciado al movimiento estudiantil de las luchas populares. Ante la acusación, Montes profirió una reveladora defensa: “¿Cómo es que plantean una Huelga General del Pueblo si antes no han hecho trabajo político en el campo? Eso no quieren los oportunistas. El oportunismo de derecha quiere reorientar la FEP. ¿Reorientar para qué? Para imponer su concepción anticampesina, traidora con respecto a la Guerra Popular del campo a la Ciudad”164. Era evidente que su concepción campesinista de las luchas empalmaría muy bien con la de sus aliados, el PCP-SL y el FER-A (160 delegados entre los tres grupos), con quienes se terminó retirando, dejando a Patria Roja, el PCR y VR-PC (223 delegados en total) derivar el encuentro con mayor facilidad165. 162 Entrevista con Belisario Juárez, exdirigente estudiantil de Patria Roja, 24/05/2019. 163 “La FEP por dentro. En vísperas del XVI Congreso”, Marka, N° 94, 26/10/1978, p. 18-20 164 “La FEP cambió de manos... y nada más. En el XVI Congreso”, Marka, N° 97, 16/11/1978, p. 28 165 Posteriormente, Patria Roja excusará en el accionar del grupo expulsado la “pérdida de la iniciativa táctica como consecuencia de la dirección infantilista”, a quien acusaba de traicionar las expectativas de las bases que los habían elegido (FER del Perú - UNFV 1978). En todo caso, la fracción había sorprendido 143 Desde entonces, Patria Roja establece al FER del Perú -en su primer congreso celebrado en 1978 precisamente-, como la organización de tipo frente que reclutaría sus cuadros para el trabajo estudiantil (Brito 2019). Este FER, también conocido como “el FER del librito”, por su simbología, sería la organización más destacada, en toda la extensión de sus éxitos y fracasos, en el curso de la historia del movimiento estudiantil sanmarquino en la década de los ochentas. Figura 2: Célula universitaria de Patria Roja en los ochentas Por otro lado, hacia fines de la década, la dirigencia estudiantil sanmarquina todavía continuaba vinculada a los sectores que comenzaban a ser desplazados del escenario político. Así, para 1978 los sanmarquinos se hallaban apoyo al interior de la Facultad de San Fernando166, entre otros actores, a los 10 mil mineros en huelga de la Cerro de Pasco167 que fueron reprimidos el 6 de al propio partido, quienes habían permitido que sus dirigentes llegaran a encumbrarse, brevemente, como líderes nacionales del movimiento estudiantil. 166 Por aquel entonces el Centro de Estudiantes de Medicina (CEM) estaba bajo el control de los grupos de la nueva izquierda -fundamentalmente el PCR-CO-, y el apoyo a los mineros en ese espacio tenía mucho que ver con las redes partidarias que se establecían entre las dirigencias sindicales y las estudiantiles quienes proveían de ciertos recursos bajo el control de espacios de bienestar, como el Comedor de Cangallo. La solidaridad del movimiento estudiantil, sin embargo, se extendía más allá de las tiendas partidarias. 167 En aquella época Pukallacta controlaba la dirección del sindicato minero de CENTROMIN, que en 1977 fue la única central que no se adhirió al paro nacional tildándolo de “revisionista” (Sulmont, 1980). Con esta acción aislada del conjunto de luchas sindicales (pero vinculada a la solidaridad estudiantil), revelaban la forma en la que comprendían su labor política. Un estilo que comulgará a la perfección con la estrategia aislacionista del PCP-SL. PC del P - PR FER del Perú UNIR Izquierda Unida 144 setiembre de 1978 y deportados en camiones a la ciudad minera. Una crónica grafica el suceso con detalle: (…) Rompiendo las puertas y las rejas con tanquetas seguidas por “rochabuses”, las fuerzas represivas atacaron a mansalva a los mineros y sus familiares. La consigna: reducirlos y llevarlos a la fuerza, a las minas. Después de concentrar a los obreros según su centro de trabajo, se trasladó a todos, en camiones, a la estación del ferrocarril de Monserrat y a las carreteras de salida de Lima, según los casos. A la mañana siguiente, San Fernando era tierra desolada. Regado de casquillos de bala, bombas lacrimógenas, pertenencias de los obreros y de manchones de sangre, banderas negras -colocadas más tarde por los estudiantes- ondeaban sobre los edificios universitarios, como homenaje a las víctimas de ayer168. En una relación inversamente proporcional a lo que ocurría entre los trabajadores, la crisis y este tipo de manejo gubernamental sí acicateaba la radicalidad entre los estudiantes universitarios en general y entre los sanmarquinos en particular, aun cuando hacia fines de la década, aquella estará representada por nuevos rostros dirigenciales en las estructuras de representación de su movimiento estudiantil. Es quizá por esta tendencia hacia la radicalización en ciertos sectores juveniles que, a nivel nacional, el flujo de la acción colectiva y los debates al interior de las agrupaciones políticas izquierdistas -sobre todo en relación con la estrategia armada para la toma del poder-, generan sucesivas escisiones169. Sin embargo, como habíamos visto, era también un período de confluencias. En tal sentido, para 1979 la izquierda universitaria sanmarquina que tiene correlato en partidos nacionales se agrupa alrededor de un frente unitario: el Frente Democrático Popular (FDP), compuesto por el Partido Comunista Revolucionario – Clase Obrera (PCR-CO), Patria Roja y Unión Estudiantil170. El FDP, 168 “¡Son momentos decisivos! Masacre…Movilizaciones…Terrorismo”, Marka, N° 87, 07/09/1978, p. 8. 169 Además de la ya referida en Patria Roja, de donde surge Pukallacta, en 1977 se producen escisiones en las filas del PCR, naciendo el PCR-Trinchera Roja; y en Vanguardia Revolucionaria, generándose VR- Proletario Comunista. En 1978 le seguiría la ocurrida en las filas del PCP-U, del que se desprende el PC- Mayoria. 170 Unión Estudiantil (UE) era una organización compuesta tanto por sectores velasquistas como miembros de un desprendimiento del PCP–BR. Había nacido en 1970 en una pugna específica de aquel año contra el “Ciclo Básico” (el equivalente a los Estudios Generales) que se dictaba en los extramuros de 145 antecedente de lo que será Izquierda Unida en San Marcos, al ubicarse como la expresión confluente de los partidos de izquierda nacional con más arraigo, logra vencer en un plebiscito convocado para octubre de 1979, a razón del debate producido por la participación del movimiento estudiantil en la Asamblea Universitaria. Irónicamente se confirmaba la validez de lo enunciado por Alejandro Choque -el último de los militantes del FER-A en llegar a ser presidente de la FUSM- unos meses antes: “El contenido de las elecciones en San Marcos es fundamentalmente político en dos aspectos: como reproducción del proceso político nacional y de las fuerzas políticas nacionales y como oportunidad de asumir posiciones políticas propias (…)”171. La hegemonía representativa y discursiva -“no participación en estructuras del viejo Estado”- del FER-A es superada por una fuerza unitaria de tácticas reformistas y de discursos revolucionarios en una votación en la que los participacionistas obtienen 9619 votos a favor contra los 5511 de los abstencionistas172. Aquí es meritorio resaltar la enorme participación que convocaba el movimiento estudiantil sanmarquino, toda vez que de 22830 estudiantes matriculados -según hemos referido en el capítulo anterior-, eran más de 15 mil de ellos los que se contaban entre quienes habían participado de forma voluntaria en las votaciones estudiantiles, esto es, aproximadamente el 66% del total de la población de estudiantes matriculados. La dirigencia del sector vencedor comprende que es un momento decisivo para la recomposición de fuerzas al interior del movimiento, y sugiere que “la entrada en fase terminal de la enfermedad infantil del izquierdismo” es resultado de “la presencia significativa de la izquierda revolucionaria en el escenario nacional y su tendencia a la unidad, [las cuales] tocan insistentemente la puerta de San Marcos, reclamando su alineamiento y puesta al día”173. Además, aboga por que la Ciudad Universitaria y que permitió la gesta de un colectivo no influenciado por las grandes organizaciones que se desarrollaban en su interior. Para otros detalles ver Lynch (2019: 92-94) 171 “Reportaje a San Marcos”, Quehacer, N° 1, set-oct 1979, p. 79 172 “San Marcos por el Tercio”, Marka, N° 126, 18/10/1979, p. 8 173 “Vincular la universidad con el movimiento popular”, Marka, N° 164, 17/07/1980, p. 18 146 “la piedra de toque de la alternativa estudiantil está en salir del enclaustramiento de los últimos años, que es el resultado de una política economicista y reformista, e ingresar a la lucha política revolucionaria, ganando a la mayoría del estudiantado a la causa de la Democracia Popular en camino al Socialismo”174. Como se observa, dejando de lado la envoltura identitaria, todos los sectores comprendían que San Marcos replicaba en el movimiento estudiantil la fuerza orgánica de las izquierdas a nivel nacional. La victoria en el plebiscito representaba una vuelta de tuerca al aislacionismo que San Marcos había tenido respecto a las fuerzas que destacaban en el nuevo escenario político de las izquierdas, pero mantenía la figura de ser un “ajuste de cuentas intermaoísta”175. Ocurría que si bien con antelación la UDP se había mostrado en solitario con una posición a favor de la participación (en su momento en la Asamblea Constituyente), ahora se sumaban a esta los enormes contingentes de Patria Roja, que rompía con su anterior consigna de boicot y abstención. El FER-A por su parte, tiene su último gran acto de masas en la inauguración del busto a José Carlos Mariátegui en su histórico bastión de la Facultad de Letras. Alejandro Choque se encargó de dirigir el acto, que contó con la presencia del poeta Alejandro Romualdo y la viuda de Mariátegui, Anna Chiappe. Será el canto del cisne: ese mismo año, las fuerzas que en octubre lo habían derrotado en el plebiscito, un mes después obtienen la dirección de la FUSM, colocando al estudiante de medicina, Enrique Jacoby176, a la sazón militante del PCR-CO, como presidente del gremio más importante de la Universidad. La alianza entre el Frente Estudiantil Revolucionario del Perú de Patria Roja (FER del Perú), la Juventud Comunista Revolucionaria “Clase Obrera” (JCR- 174 “Reportaje a San Marcos”, Quehacer, N° 1, set-oct 1979, p. 110 175 “La vuelta del Tercio Estudiantil. Elecciones en San Marcos”, Marka, N° 130, 15/11/1979, p. 14-16 176 Jacoby había sido hasta entonces Sub Secretario General del Centro de Estudiantes de Medicina (CEM) y uno de los cinco jóvenes que saltaron a los titulares de la prensa cuando el 3 de setiembre de 1979 (el mismo día de inicio de la huelga de los dirigentes de izquierda en La Casona de San Marcos), tomaron la Embajada de Suecia e iniciaron una huelga de hambre en apoyo a los maestros del SUTEP. Los otros huelguistas eran Carlos García Bedoya (dirigente de la U. Católica), Fernando Sánchez Cuadros, Alberto Cook y Omar Sánchez (“Huelgas de hambre convulsionan el país”, Marka, N° 121, 13/09/1979, p. 12-13). 147 CO), y otros aliados menores que el día del triunfo “marchaban triunfantes enarbolando banderas rojas”, se había impuesto con 6970 votos con una diferencia sobre el FER-A de 1067177. El cuadro, sin embargo, era mucho más variado y complejo, pero la coalición se había impuesto en gremios clave para dirección del movimiento178: “(…) a nivel de los 23 Centro Federados y Centros de Estudiantes de la Universidad, el FER (A) mantiene el control en 13: Medicina Veterinaria, Tecnología Médica, Obstetricia, Farmacia, Nutrición, Ingeniería Mecánica, Electrónica, Educación, Contabilidad, Geología, Química, Metalurgia y Ciencias Físico-Matemáticas. La lista N° 2 [PCP Bandera Roja, JCR – Trinchera Roja, Focep Independiente y Unidad Estudiantil], a su vez, controla los Centros Federados de Derecho, Odontología, Administración, Ciencias e Ingeniería Industrial. En cambio, la lista N° 1 a cargo de la FUSM, solo logró el control del Centro de Estudiantes de Medicina y Centros Federados de Letras y Economía”179 Un hecho que cabe resaltar en aquella elección es la participación del APRA por primera vez en muchos años bajo el nombre del Frente Democrático Estudiantil (FDE) que quedó última en la elección. Su presencia causó estragos algunos días antes de la justa electoral debido a que se presentó un enfrentamiento con los residentes. La madrugada del domingo 11 de setiembre ingresan cuatro vehículos a Ciudad Universitaria, con aproximadamente 40 militantes apristas fuertemente armados, según las versiones de los estudiantes, y liderados por un “búfalo” de sobrenombre “Henry”. Prontamente, miembros residentes del FER – A descubren a los intrusos y los encaran, recibiendo en respuesta una lluvia de balas. En esas circunstancias es herido en la espalda, mientras huía, el estudiante de Sociología Ciro Palomino, quien se percata del impacto cuando ha cortado su carrera que lo llevó del pabellón de la facultad de Derecho hasta la 177 “San Marcos: Volviendo a la realidad”, Marka, N° 131, 22/11/1979, p. 16-17 178 Entrevistado por la CVR, un ex dirigente estudiantil de Historia destacó que “la gran derrota (del FER Antifascista) no fue tanto haber perdido la Federación Universitaria de San Marcos sino haber perdido el centro federado de Letras (…)” (CVR, 2003, III, 3.6: 638). De este modo, parecía cumplirse el duro y sintético vaticinio que un dirigente del FER-A había espetado tras la derrota del plebiscito: “ya nos jodimos, hermano” (Lynch, 2019: 63). 179 “San Marcos: Volviendo a la realidad”, Marka, N° 131, 22/11/1979, p. 16 148 de Letras180. Tuvo suerte de que la bala no perforase el pulmón pese a que le atravesó el tórax. Un testigo de la asonada narra así el hecho: Cuando hemos llegado a la altura del Che Guevara más o menos (…) parece que nos estaban esperando, nos han tendido una emboscada, salieron de atrás del muro de Derecho una fila de cuatro, cinco apristas y empezaron a disparar balas (…) Entonces yo estoy corriendo, yo corría y corría como un descocido, Ciro corría a mi lado (…) yo me tiro al piso y Ciro también cae en el piso y Ciro de repente se queja. Entonces los que estábamos ahí, yo incluyéndome, lo llevamos a Ciro, lo hemos cargado. Algunos compañeros lograron prender su avellana181, (…) pero como disuasivo más que como un arma ofensiva, los apristas tenían pistola. Entonces lo hemos llevado a Ciro acá al costado de la FUSM (ahora está tapado) pero al costado de la FUSM había un quiosquito de la “tía Maury”, (…) una señora huancavelicana pues amiga (…) nosotros no sabíamos que la bala había entrado por la espalda y había salido por el pecho, (…) la tía se asustó porque estaba sangrando por atrás, lo llevaron me parece al hospital, al Centro Médico Naval (…)182 Se observa por aquel entonces la normalización de una práctica política contenciosa toda vez que dichas experiencias (el APRA y la izquierda) desenvuelven su participación en medio de un sistema político cerrado y apelan a los argumentos de la “cachiporra” para vencer sobre sus oponentes. Paradójicamente, las motivaciones por mayor democratización en un contexto de sociedad movilizada contra el militarismo, se ven acompañadas por un entendimiento militar y autoritario de la política. De algún modo, el aprismo había inaugurado esta tradición en el movimiento universitario hacia las décadas del cincuenta y sesenta: “Se paseaba el búfalo Pacheco183 con dos perros, un matón, un palurdo. En la época de la casona, los apristas al primer estudiante disidente 180 “La barbarie ‘democrática’ del APRA”, Marka, N° 131, 22/11/1979, p. 20-21 181 Bombarda pirotécnica usada como proyectil. 182 Entrevista con Mario Ortega, dirigente del FER-A, 16/10/2018. 183 Arturo Pacheco Girón fue un militante aprista conocido por su especialización en el ataque patotero para la disuasión de rivales políticos. Reclutado por Jorge Idiáquez, primero, y Luis Alberto Sánchez, después, dejó un triste recordatorio de violencia entre los universitarios izquierdistas en general y en la Universidad San Marcos en particular. En la década del ochenta habría liderado el denominado “Comando Indoamerica” que al parecer tuvo vínculos con el paramilitarismo antisubversivo (Proceso, 5/2/1983, https://www.proceso.com.mx/135358/los-periodistas-asesinados-en-peru-aparentes-victimas-de- paramilitares). Fue asesinado por un comando del PCP-SL el 16 de agosto de 1990. https://www.proceso.com.mx/135358/los-periodistas-asesinados-en-peru-aparentes-victimas-de-paramilitares https://www.proceso.com.mx/135358/los-periodistas-asesinados-en-peru-aparentes-victimas-de-paramilitares 149 iban y le daban duro, lo dejaban privado. Esa era la actitud, ellos eran disciplinarios, no pensaban, ellos actuaban. Y acá para combatir esa actitud la gente tuvo que organizarse, los estudiantes tuvieron que organizarse y tuvieron que tomar la justicia por sus manos”184. En consecuencia, episodios de confrontación de ese tipo eran frecuentes no solo con el APRA, sino entre los grupos izquierdistas y entre estos y la policía, por lo que las instalaciones de la Ciudad Universitaria solían ser víctimas también en las refriegas, además de la falta de presupuesto para su mantenimiento e implementación. Por ejemplo, para mediados de marzo de 1980 una confrontación con cachiporras, manoplas y “pirulos”185 entre el FER – A y el PCR aliado a Patria Roja había producido un escenario de campo de batalla en el pabellón de Letras186. El flamante presidente, Enrique Jacoby, apenas durará año y medio en plenitud de sus capacidades al frente de la Federación, presionado por los avatares y la dureza a la que se sometía al máximo líder desde las tendencias opositoras y a sus propios aliados187. Aunque formalmente se convocan elecciones recién para 1981, desde hacía un tiempo antes era Alberto Mendieta188, vicepresidente del 184 Entrevista con Mario Ortega, dirigente del FER-A, 16/10/2018. La referencia a “tomar la justicia por sus manos” es casi literal: En 1967, a raíz que el XII Congreso de la FEP realizado en la Universidad La Cantuta llevó por nombre “Ernesto Che Guevara”, los estudiantes de izquierda prevenidos del ataque de los apristas, arman una estrategia contraofensiva que resulta exitosa y terminan haciendo huir a los atacantes, liderados por Pacheco Girón, a quien queman su vehículo con sus dos mastines dentro (Yarasca 2019: 120-121). 185 Arma contundente que une dos varas con una cadena. Su origen es chino y también es conocida como chacos (derivación del original “nunchaku”). 186 “San Marcos. Ciudad arrasada”, Caretas, N° 593, 24/03/1980, p. 42-47. Jacoby intentó persuadir al autor de la nota de que era fruto de las 12 “razzias” policiales que habían sufrido el año anterior, pero terminó aceptando que eran también resultado de las batallas campales entre grupos sanmarquinos y entre estos y otros provenientes de otras universidades. 187 “San Marcos en los años setenta”, Quehacer, II Época, N° 3, jun-ago 2019 (http://revistaquehacer.pe/n3#san-marcos-en-los-anos-setenta). Jacoby afirma haber dejado el cargo en ese lapso, aunque otros participantes directos en el proceso aducen que fue menor. Por el lado de los exmilitantes de Patria Roja entrevistados, coinciden en que fue víctima de un surmenage, dolencia relativamente común entre los estudiantes de la época debido al extremo estrés y privaciones a las que estaban sometidos. 188 Mendieta se convertiría en el primer presidente FUSM electo por Izquierda Unida, cargo que sostiene hasta 1985, cuando entrega la posta a su correligionario Miguel Cruzado. http://revistaquehacer.pe/n3#san-marcos-en-los-anos-setenta 150 organismo gremial y estudiante de Economía que militaba en el FER del Perú, quien ya se avizoraba como el genuino líder de la nueva etapa gremial. En palabras de un testigo del proceso: Jacoby venía de una clase social muy alta que contrastaba con San Marcos. Yo recuerdo con la rabia del FER-A de gente muy pobre, muy pobre, que decían “¡ese señorito Virrey tiene que salir de la FUSM!”. La rabia con la cual se expresaban sobre el blancón Jacoby, era un problema de pigmentos, de color, (…) en ese tiempo todavía se cargaba con la división social-racial del Perú, casi de castas. Entonces Jacoby era alto, era blanco, era evidentemente de familia acomodada, estudiante de Medicina, casi, casi como que en determinados espacios de San Marcos no se le permitía hablar (…) Mendieta se asemeja más al sanmarquino-masa. Y además es un tipo que tiene oratoria, tiene agallas para enfrentarse a asambleas mayoritariamente opuestas a él y Jacoby no (…) Entonces el vicepresidente sucede al presidente como es natural, y como lo arreglan los estatutos, y Mendieta comienza a efectuar cual es la política que tiene el FER del Perú y Patria Roja para el movimiento estudiantil189. De este modo, a fines de 1979, mientras que Deng Xiaoping consolidaba su primer año de cambios en la estrategia socioeconómica que había resuelto para su país, en las antípodas geográficas, sobre el pórtico del local de la Federación de Estudiantes de la Universidad más antigua del continente americano se hallaba todavía colocado un cartel para recordar a propios y extraños la naturaleza ideológica de quienes dirigían el movimiento estudiantil sanmarquino. El afiche rezaba: “El barco no podrá navegar nunca sin un buen timonel; así, la Revolución Social, no podrá marchar jamás sin la dirección del pensamiento Mao Tse Tung”. [la cursiva es original]190. San Marcos seguiría siendo por algún tiempo más “un templo de Mao Tse Tung” (Lynch 2019: 70-74), pero ahora, tras la victoria sobre el FER-A, al igual que en la lejana China, otro timonel conduciría aquella embarcación en un período no menos convulso. 189 Entrevista con Camilo Díaz, exmilitante del FER del Perú, 26/03/2019. 190 “La vuelta del Tercio Estudiantil”, Marka, N° 130, 15/11/1979, p. 14-16 151 Figura 3: Genealogía del FER en la UNMSM Año Frente Estudiantil Partido 1958 1964 1969 1972 1976 1978 1980 1987 1989 PCP-SL Movimiento Juvenil PCP PCP-BR Frente Estudiantil Revolucionario (FER) PC del P - PR PCP-SL FER - Antifascista (FER-A) FER del Perú Unión de Círculos Marxistas-Leninistas- Maoístas y otros PCP-SL PCP-BR FER – Frente de Unificación y Lucha (FER- FEUL) FER – Frente Democrático y Popular (FER- FEDEP) FER – Por el luminoso sendero de Mariátegui (FER - Luminoso) Frente Estudiantil Revolucionario (FER) Frente Estudiantil Revolucionario (FER) PCP-BR PC del P - PR Puka Llaqta PCP-BR PCP-SL FER Bolchevique UNIR Combatiente MRTA 152 5.2 De cara a un mar movido: los sanmarquinos frente a una crisis permanente Tras la victoria sobre el FER-A, los requisitos para desarrollar actividad política estudiantil en San Marcos empezaran a ser ligeramente modificados. Si -como afirmaba Lynch (2019)-, durante la década del setenta era “necesario estar contra el gobierno”, ahora buena parte de la juventud se interesaba en que su proyecto conquiste expectantes posiciones de poder; si antes “había que estar contra las autoridades universitarias”, ahora tenían parte en los órganos de gobierno y, con la militancia de sus partidos a nivel de docentes y trabajadores, podían pelear el control global de la administración de la universidad. El fin del gobierno militar posibilitó la eliminación de las disquisiciones sobre el carácter de este y finalmente, amplió las posibilidades de la discusión sobre el papel de la izquierda tanto a nivel de la participación política nacional como de la universitaria, ya que la apertura democrática también abría los canales cerrados por el corporativismo a nivel de la educación superior. Este contexto, además, era coincidente con la ya mencionada recomposición ideológica de la izquierda y su tránsito hacia formas menos cerradas de trabajo político. Sin perjuicio de lo mencionado, en San Marcos costaba mucho más esfuerzo superar las formas de acción directa que eran privilegiadas por sobre cualquier otras y que se remitían a explicaciones basadas en la ortodoxia que tampoco era abandonada de la noche a la mañana, sino que también era utilizada para la justificación de los nuevos procederes. De cualquier forma, la ampliación de las preocupaciones locales y nacionales permitió ahondar la mirada y perfilar los discursos sobre el terreno de las urgentes reformas para salir de la crisis. O al menos argüir un intento para ello. Para los efectos, la principal reivindicación que asume la junta de la Federación durante el inicio de la década es por el aumento de rentas para la universidad. Recordemos que San Marcos se ahogaba en un déficit presupuestario que no le permitía realizar las mínimas labores académicas, por lo que de forma constante se encontraba envuelta en paralizaciones con el fin de llamar la atención del fisco estatal para que le proveyese de ingresos para sostener sus actividades. Como 153 puede verse, a la actitud poco dialogante y tendiente a la apuesta maximalista desde los estamentos estudiantil y trabajador, se sumaba una postura indolente de los guardianes del erario nacional. Así, para setiembre de 1980 la universidad estaba paralizada. La convocatoria a huelga había sido realizada por los tres estamentos y la exigencia era sobre el aumento del presupuesto en 18 mil millones de soles para el siguiente periodo, debido a que le era imposible sostenerse sobre los recursos directamente recaudados (le suponían un ingreso de 3 millones, pero pagaba impuestos por 10 millones) y con la constante baja del presupuesto destinado, que había pasado de ser 6% en 1968 a 1,9% en 1980 la situación era más que crítica191. En particular, la crisis, en su basamento económica, que habrá de profundizarse a lo largo de la década, puede referenciarse en los estragos que causan en el modus vivendi de los sanmarquinos de la época. Pocas fuentes existen durante aquel período que resalten el nivel de la dificultad en el estilo de vida de los estudiantes en San Marcos como la ya referida crónica de Escorza Hoyle. El autor da cuenta de las carencias infraestructurales que posee la Ciudad Universitaria, centrando su análisis en el local de la Residencia Universitaria192, la cual, con sus 144 cuartos repartidos en tres pisos y dos pabellones, por entonces es habitada por alrededor de 400 estudiantes, en su mayoría provincianos193. En contraste, en el mismo período en el que desciende el porcentaje de presupuesto asignado, se incrementa el número de residentes, aumentando uno o dos estudiantes por habitación dentro de los 24 cuartos en teoría unipersonales y bipersonales existentes por pabellón194. Según un empadronamiento de 1982, se sabe que, al menos en términos formales existía un total de 334 residentes en Ciudad Universitaria en un espacio que debía 191 “Caos en San Marcos”, Caretas, N° 619, 14/10/1980, p. 29 192 La Residencia Universitaria había sido uno de los dos primeros edificios, junto con la Facultad de Letras cuya construcción en Ciudad Universitaria había sido finiquitada en la gestión del rector Aurelio Miro Quesada en 1955, mientras que la vivienda de Julio C. Tello (Av. Grau) fue gestión de Sánchez para 1968 (“El sherratón sanmarquino”, Cambio, N° 23, 18/09/1986, p. 20). En 1955 San Marcos cobijaba a 12 mil estudiantes, en agudo contraste, para mediados de los ochenta la población estudiantil ascendía a 50 mil estudiantes. 193 “Vivir en San Marcos”, Caretas, N° 722, 08/11/1982, p. 72-74 194 “El sherratón sanmarquino”, Cambio, N° 23, 18/09/1986, p. 20 154 corresponder a 216 estudiantes, por lo que el servicio sobrepasaba su capacidad en un 55% (Reymundo, Valdivia, & Calampa, 2017). El hacinamiento se convierte en el paisaje diario para sus habitantes. Para estos, la vida era un trajinar ininterrumpido en medio de la crisis de la institución que los cobija: salir a las 6 de la mañana hacia el viejo comedor ubicado en Cangallo usando los destartalados buses de la Universidad, debido a que el nuevo comedor -construido hacía ya varios años- aún no había sido inaugurado. Al respecto, cabe precisar que el Comedor que se hallaba construido en Ciudad Universitaria se inaugura el 19 de junio de 1980, cuando la Universidad recibió una donación de alrededor de 1 millón de dólares por parte del gobierno holandés. Como recuerda un diario de la época, el embajador Piet Hein Houben acude a la apertura invitado por el rector Pons Muzzo195. Sin embargo, se trataba en realidad de una preinauguración, ya que debido a las continuas paralizaciones y déficit presupuestario, el flamante comedor recién es puesto en funciones de forma sostenida el 22 de diciembre de 1983, atendiendo un promedio de 300 raciones diarias en forma experimental sin haber logrado cumplir con el 100% de su capacidad (UNMSM 1983: 174). En tal sentido, tras el viaje de retorno desde el Comedor de Cangallo -cuyo uso tendrá preeminencia hasta bien entrada la década del 80- hasta Ciudad Universitaria, asearse es una proeza pues todos los residentes deben usar los baños de un solo pabellón ya que en el otro están en su totalidad inutilizables. Luego de las clases, muchas de ellas iniciadas para cuando estos residentes asisten, nuevamente deben emprender la jornada hacia el comedor de la Av. Grau donde, San Marcos subsidiaba con ciento cincuenta millones de soles los cerca de 1300 almuerzos que se repartían entre los estudiantes y que costaban cinco soles a cada uno196. 195 “A 35 años del Comedor Universitario de San Marcos las mochilas ya no hacen cola”, El Comercio, 06/06/2015, https://elcomercio.pe/blog/huellasdigitales/2015/06/a-35-anos-del-comedor-universitario- de-san-marcos-las-mochilas-ya-no-hacen-cola [Accedido 10/04/2019] 196 “Vivir en San Marcos”, Caretas, N° 722, 08/11/1982, p. 72-74 https://elcomercio.pe/blog/huellasdigitales/2015/06/a-35-anos-del-comedor-universitario-de-san-marcos-las-mochilas-ya-no-hacen-cola https://elcomercio.pe/blog/huellasdigitales/2015/06/a-35-anos-del-comedor-universitario-de-san-marcos-las-mochilas-ya-no-hacen-cola 155 Estos servicios subsidiados les facilitaban la vida a muchos sanmarquinos ya que, en forma auténtica, la mayoría de ellos carecía de recursos para proveérselos por cuenta propia y muchos vivían con el mínimo indispensable de recursos para solventar sus gastos diarios, a veces, sin incluir un presupuesto que debería destinarse a los implementos requeridos para el estudio: “20 soles diarios: tres para el desayuno, cinco para el almuerzo, cinco para la comida, y el resto para ocasionales detergentes o cigarrillos. La entrada a un cinema sirve para vivir un mes. Es todo de lo que disponen algunos sanmarquinos. Otros en cambio, cocinan en sus habitaciones, y algunos, con más recursos económicos, piden un plato en los diversos cafés de la Universidad. Pero vivir así tiene sus riesgos. “En una oportunidad -cuenta un estudiante- un compañero en crisis se quiso tirar por la ventana. Los alumnos de medicina le inyectaron un tranquilizante. Luego fue internado en el manicomio “Larco Herrera”. ¿Quién era? Su ficha está en la Universidad ¿Otro loco? ¿cuántos de ellos están al borde de la locura?”197. No es un hecho aislado, un estudiante da cuenta que muchos sobreviven a una realidad que “produce un loco por año, pues cualquiera puede desquiciarse” en donde “no es fácil vivir así, incómodos, sin saber si se comerá al día siguiente (sufren en un 30% de TBC). La gente se vuelve agresiva o simplemente frustrada”198. Como es de esperarse, los grupos políticos intervienen en estos espacios en crisis presionando a las autoridades para la ampliación de los subsidios y granjeándose réditos entre su masa electoral, lo que irá poco a poco construyendo una clientela alrededor de los mismos. El caso más evidente es el que ocurría en la Vivienda Universitaria, donde más de las veces la selección de los residentes pasaba por la inspección del partido (fundamentalmente Bandera Roja, y en menor medida el FER-A y Patria Roja) que controlaba el gremio local (Asociación de Residentes de la Vivienda Universitaria – ARVU), lo que a su vez redundaba en una mayor desatención de las propias autoridades (la Oficina de Bienestar Universitario) que empezaron a 197 “Vivir en San Marcos”, Caretas, N° 722, 08/11/1982, p. 74 198 “El sherratón sanmarquino”, Cambio, N° 23, 18/09/1986, p. 21 156 considerar el espacio como “tierra de nadie” y que, en consecuencia, se le dejó de asignar partida y mantenimiento desde 1984199. Entre el desdén desde arriba y el desaire desde abajo la vida estudiantil para muchos se volvía un constante “tira y afloje” en el que tanto los estudiantes como la propia institución terminaban siendo los más afectados. 5.3 Se avecinan tempestades: Luchas, mártires y subversivos Sin perjuicio de lo anteriormente señalado, es importante recordar que, como hemos visto en un apartado anterior, la sociedad peruana transitaba un proceso de democratización, que, aunque dirigida por las élites, planteaba importantes expectativas desde sectores históricamente excluidos, toda vez que estos habían tomado parte en un movimiento social en ascenso que, entre otras reivindicaciones, sentía que había hecho volver a los militares a los cuarteles. La experiencia organizativa a nivel sindical, campesino, barrial, etc., proporcionaba a una generación con una alta tasa de educación el deseo de constituirse en ciudadana, por lo que volcaba su propia experiencia de movilidad social en forma de modelo de modernización para otros individuos con similares características. Esta construcción aplica para comprender la lógica detrás del hecho que, en 1980, apenas iniciada la gestión de Patria Roja, se produjese una de las principales batallas en San Marcos dirigida por la flamante nueva junta de la Federación: la lucha por las 10000 vacantes. Bajo la consigna de la “democratización de la universidad”200, los cuadros dirigenciales de Patria Roja en la Universidad esgrimen como objetivo de aquel inicio de año lectivo la ampliación extraordinaria de las plazas de ingreso hasta cerca de esa cifra. Sumados al “Frente Único de Postulantes”, donde también poseen cuadros agitadores y organizadores, movilizan a universitarios y preuniversitarios que ven en el ingreso a la universidad la “llave dorada” de la 199 “El sherratón sanmarquino”, Cambio, N° 23, 18/09/1986, p. 20-21 200 Bajo esta lógica, la universidad se convertía en un espacio de donde las élites debían ser desalojadas y por el contrario, las clases populares encontrasen un espacio con doble propósito: cumplir el sueño de la profesionalización o sumar cuadros a la causa de la revolución. 157 ansiada movilidad social. Finalmente, tras la consecución del objetivo, 8480 estudiantes alcanzan un cupo de ingreso de un total de 52203 postulantes (cuadro 5). Ello representó el porcentaje más alto alcanzado en la historia de San Marcos en cuanto a la proporción de ingresantes por postulantes: 16.2%. Para mediados de la década por el contrario, la proporción desciende porque en 1985 San Marcos convoca solamente al 85% de sus vacantes habituales (cuadro 6). Cuadro 5 Postulantes e ingresantes a la UNMSM (1976-1989) Año Postulantes Ingresantes 1976 33513 3090 1980 52203 8480 1982 55847 7327 1986 45002 1777 1987 43555 3907 1988 51297 4655 1989 41326 4865 Fuente: UNMSM (2007), citado en Garfias (2015) Cuadro 6 Porcentaje de postulantes que ingresa a la UNMSM (1975-1988) Univ/Año 1975 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 UNMSM 12.1% 16.2% 15.1% 13.9% 12.2% 10.6% 6.2% 3.9% 9.0% 8.9% Fuente: GRADE 1990 158 El movimiento estudiantil advertiría prontamente que la performance de la represión en el gobierno civil empezaba a ser mucho más dura que en la década anterior y esa rigurosidad para con los estudiantes universitarios sería aún mayor conforme avanzara la década y el CAI dejase sentir sus estragos con cada vez más intensidad. Sin embargo, ello no aplacaba su vehemencia. De este modo, en enero de 1981, las manifestaciones realizadas por los estudiantes sanmarquinos en torno a la problemática presupuestaria derivarán en un incidente que culminaría con un hecho luctuoso. Antes de las 10 de la mañana del 15 de enero se producen refriegas entre estudiantes y la policía en la Plaza Dos de Mayo. Según indica la prensa de la época, múltiples buses son apedreados y cuando aparece un ENATRU201 en la intersección de la citada Plaza con la Av. Colonial, una ráfaga de metralla es lanzada desde el bus en movimiento. Un guardia republicano abrió fuego y dio muerte a Raúl Delgado Narro (18), estudiante sanmarquino de Ciencias Biológicas, cuyo cuerpo es trasladado al Hospital de la Policía y luego sacado de la morgue por los guardias armados, ante la protesta de sus compañeros202. Un testigo de los hechos detalla al respecto: Como ENATRU era una empresa estatal (…) había pedido en todos los buses que estaban circulando presencia policial. Como no había presencia policial en cantidad necesaria, habían comprometido a los cadetes de la policía. Entonces cada ENATRU en la parte de atrás tenía un cadete con un rifle (…) Cuando el carro está entrando a la plaza, la gente que estaba al borde empieza a gritar, y empiezan a caerle piedras por todos lados (…) pasa por Alfonso Ugarte, pasa por La Colmena, chirriando pasa al costado de la CGTP, llega hasta el otro lado y va a doblar… yo estaba por ese lado y va a parar a La Colonial, chirria y le caían piedras como no te imaginas. El carro, como había girado así, estaba en una velocidad permanente, constante, solo para entrar acá a Colonial el chofer tiene que hacer un cambio y en el cambio para girar (porque si no se voltea el carro) queda abierta la puerta de atrás (…) La gente empieza a tirar piedras ahí pues. El soldado agarró y ¡pum!203 201 Bus de la Empresa Nacional de Transporte Urbano, creada durante el gobierno militar. 202 “Muerte en la Plaza”, Caretas, N° 632, 19/01/1981, p. 20 203 Entrevista con Mario Ortega, exdirigente del FER-A, 16/10/2018 159 Las solicitudes de “ampliación de vacantes”, así como la de “rentas y autonomía”, que se popularizaron en los primeros años de la década entre los estudiantes sanmarquinos, tenían su primer mártir. Pese al empeño en hacer memoria sobre este, el espiral de la violencia haría perder su nombre en el remolino de los miles de víctimas jóvenes y universitarias que iban a sucederse a lo largo del territorio en aquella década204. En efecto, en enero de 1982, en el lugar donde fuera abatido, será develada una placa conmemorativa, declarando a Delgado Narro como mártir del estudiantado peruano. En el acto se hacen presentes además del padre del fallecido, Julio Lazo (presidente de la FEP) y Alberto Mendieta, ya por entonces presidente de la FUSM. Sobre esto último, cabe resaltar que en esa fecha Mendieta ya había vencido en las elecciones de junio de 1981 por una amplia diferencia (obtiene, con 9829 votos, el 42.23% del total de una votación de 23273 estudiantes)205. Lideraba la lista de Izquierda Unida, que se presenta por primera vez como tal a una elección gremial. La elección para el candidato del frente izquierdista había sido puesta a prueba mediante una convocatoria a elecciones abiertas al estudiantado en general como táctica del FER del Perú para legitimar su renovada presencia política. Un testigo relata así la elección interna previa: Nunca antes se había llenado un gimnasio con tanta gente, (…) ellos habían traído supuestamente al PCR, habían traído a Unión Estudiantil, a otras fuerzas, supuestamente todos contra el FER del Perú, (…) 1300, algo así llegaron ellos, que empezaron a cantar victoria, pero ellos no se daban cuenta que habían contado 1.300 y que había que empezar a contar del FER del Perú (…) Ya nosotros habíamos puesto toditita la “guardia pretoriana” para que ni se puedan mover. Pero limpia fue [la elección], (…) creo que llegamos o superamos los 2000. Así que ese día se eligió al presidente de 204 Uno de los nombres menos recordados entre ellos será el de Jesús Dionisio Pariona, estudiante de Ciencias Sociales de San Marcos, quien al ser hijo de Dionisio Pariona -dirigente comunal huantino de IU, sobreviviente de una detención y tortura psicológica por parte de efectivos de la Marina de Guerra - fue detenido y desaparecido en la ciudad de Huanta. El testimonio de la situación que vivió su familia entera es descrita por su padre, en la audiencia grabada para la CVR (2003), custodiada en el repositorio de la Defensoría del Pueblo y hecha pública por el archivo del Lugar de la Memoria (LUM) puede verse en https://lum.cultura.pe/cdi/video/pariona-ventura-dionisio [Accedido el 02/04/2020]. 205 “La universidad roja”, Caretas, N° 651, 08/06/1981, p. 27 https://lum.cultura.pe/cdi/video/pariona-ventura-dionisio 160 la FUSM, no al candidato de Izquierda Unida (…) Después ya vino el proceso que fue simplemente una formalidad206. La victoria de Izquierda Unida sobre el FER-A fue aplastante. De más de 4000 votos de diferencia. Es digno resaltar que por vez primera en su historia una mujer se presentaba como candidata a la FUSM: Betty Millán, quien representando al FER-FEDEP obtuvo el tercer lugar. El APRA, en cuarto lugar, apenas superó los mil votos (Huamaní 2018: 129). Por su parte, la prensa destacó el hecho que, aunque el PCP-SL no se presentó, una pancarta del Movimiento Juvenil en la Facultad de Letras convocaba a ““movilizar a las masas estudiantiles en apoyo a la lucha armada iniciada por nuestro heroico pueblo hace un año”207. Como se desprende, la construcción de redes alrededor del PCP-SL empezaba a hacerse notar en aquellos días, pero la participación de sus miembros no giraba en torno a la representación en la conducción de los gremios estudiantiles. Los cuadros o simpatizantes eran captados para tareas externas al campus y vinculadas con las acciones militares. En aquel período se produce captación de elementos estudiantiles a partir del denominado “efecto demostración”, concepto formulado por Degregori y sintetizado por Ascencios (2016), para describir el proceso de incorporación juvenil por la ascendencia y el prestigio de una organización que realiza lo que en otras solamente va quedando como prédica. Así, en mayo de 1981 es detenido en Sicuani, Cusco, quien había sido un destacado dirigente sanmarquino de la Facultad de Economía: Edmundo Cox Beuzeville. Proveniente de una familia acomodada y con contactos en la alta jerarquía eclesiástica208, Cox abandonó el trabajo político universitario que había realizado desde mediados de la década del setenta para embarcarse en las 206 Entrevista con Manuel Arias, exdirigente del FER del Perú, 28/05/2019. 207 “La universidad roja”, Caretas, N° 651, 08/06/1981, p. 27 208 En una apretada síntesis autobiográfica, el propio Cox destaca que su padre, ingeniero civil, era funcionario estatal y su primera socialización está muy ligada a la formación educativa eclesial (llegando a ser acólito), así como a la directa afectación familiar por parte de las reformas velasquistas (https://abajolafarsadejuicio.blogspot.com/p/edmundo-cox-beuzeville.html). Cox Beuzeville fue el primer caso de tortura (tras la detención le fracturaron el brazo) denunciado por la jerarquía eclesiástica debido al privilegio de ser sobrino del Obispo Auxiliar de Lima, Augusto Beuzeville (Youngers 2003: 87-88). https://abajolafarsadejuicio.blogspot.com/p/edmundo-cox-beuzeville.html 161 tareas militares del PCP-SL en la región de Puno. Con él fue detenido, entre otros, un estudiante sanmarquino, hasta entonces conocido por ser dirigente de Vanguardia Revolucionaria – Proletario Comunista: Sixto Pastor Chávez Tejada. Trasladados al penal de El Frontón, este último se contaría entre los fallecidos por envenenamiento el 27 de agosto de 1983209. Del mismo modo, en setiembre de ese mismo año, una intervención policial en Caja de Agua, San Juan de Lurigancho, descubrió la impresión de 84 mil volantes propagandísticos reivindicando las “dos mil acciones armadas que han remecido todos los rincones de nuestra geografía”210. En la acción fueron detenidos dos estudiantes sanmarquinos y un tercero -en realidad egresado de la Facultad de Economía-211 fue intervenido manejando el Volkswagen en el que la propaganda era movilizada212. La década no podía iniciar con un más claro contraste en las decisiones que se iban produciendo entre los jóvenes estudiantes: Por un lado, el movimiento estudiantil en San Marcos elegía mayoritariamente en posiciones de representación a los partidos de izquierda que empezaban un camino 209 Chávez había sido dirigente estudiantil de la carrera de Sociología hacia fines del setenta. Al parecer, desde VR-PC se enlaza con la facción de Mezzich y con esta se suma al PCP-SL. Dentro de la cárcel, se narraba la versión que una de las formas de tortura psicológica al conjunto de la población penitenciaria asegurando además un asesinato impune era dar comida envenenada en las pailas y que así habría sido asesinado Pastor Chávez (Entrevista con Tania Rioja, 12/05/2018). Los supervivientes del develamiento del motín en el penal El Frontón sostienen esta misma versión sobre esta y otras muertes súbitas con similares características (AFADEVIG 2016). 210 El volante estaba destinado a realizar propaganda que contrarreste la divulgación periodística que se había hecho sobre el atentado que sufriera la Embajada de los EEUU la noche del 31 de agosto de 1981, cuando dos petardos de dinamita atacaron su frontis y su patio central. Ese mismo día otros cuatro ataques más se realizaron sobre la sede del Bank of America, la fábrica Coca Cola, la casa Berckemeyer y la planta de ensamblaje de la Ford Company (DESCO, 1989: 71). Sobre el caso, la prensa había indicado que la acción fue obra de narcotraficantes. 211 El conductor del vehículo era hermano de Jimmy Roussell Wensjoe Mantilla, cuyo caso se haría tristemente célebre el 3 de marzo del año siguiente, debido a que este último fue parte de los represaliados en el hospital de Huamanga tras la fuga de 254 militantes senderistas del CRAS de Ayacucho. Según Barrantes (2017), habría sido detenido por una confusión en la que su trabajo como artista y su fenotipo de ascendencia extranjera lo pusieron bajo la lupa de la policía. Lo cierto es que Wensjoe Mantilla fue sometido a tortura y luego ejecutado extrajudicialmente por efectivos policiales como represalia de la fuga senderista. 212 “Creciente violencia”, Caretas, N° 665, 21/09/1981, p. 10-14/66 162 institucional, por otro, unos pocos cuadros cada vez más radicalizados se sumaban a cuentagotas a las acciones subversivas. Cuadro 7 Presidentes de la FUSM (1976-1990) Período Nombre Origen político 1976-1979 Alejandro Choque FER-A 1979-1981 Enrique Jacoby JCR (PCR-CO) 1981-1985 Alberto Mendieta FER del Perú 1985-1989 Miguel Cruzado FER del Perú (Patria Roja) 1989-1990 Luis Hoces FER del Perú (Patria Roja) 5.4 Tormenta de verano: La lucha contra el alza de pasajes y la Ley Universitaria En el año de 1983 el gobierno belaundista accede a las presiones de los empresarios y trabajadores del transporte público y decreta horarios de validez del medio pasaje universitario213. Ese mismo año ya se habían incrementado los costos del pasaje urbano debido al aumento del precio de la gasolina. Como es de esperarse, la medida desata la furia del movimiento estudiantil en la capital. A ello habrá que sumar el hecho que posteriormente, el 25 de diciembre de 1983, la Ley Universitaria es promulgada y la respuesta de los estudiantes ante ambas decisiones políticas va a escalar desde enero de 1984. De este modo, se aunaba a la protesta contra la Ley Universitaria, la oposición estudiantil al alza de los pasajes, por lo que demandaban además de la derogatoria de la Ley, la congelación del precio del medio pasaje universitario y el respeto a los horarios ya establecidos para su validez. 213 En marzo de 1960 se creó el medio pasaje universitario, mediante Ley N° 13046, a propuesta del jurista sanmarquino Mario Alzamora Valdés y por exigencia de la FEP. Ninguno de los siete artículos de la norma establecía horarios específicos de validez por lo que se generó derechos por hechos cumplidos (Ver https://peru.justia.com/federales/leyes/13406-mar-4-1960/gdoc/). En 1983, con afán de oponerse a las restricciones en la validez del medio pasaje, Alberto Mendieta, entonces presidente de la FUSM, incluso llegó a participar en una asamblea de la Federación de Choferes brevete en mano (en representación de su padre que era chofer), para oponerse a la propuesta de Hernán Chang, líder del gremio de transportistas (Entrevista con Manuel Arias, exdirigente de la FUSM, 24/09/2019). https://peru.justia.com/federales/leyes/13406-mar-4-1960/gdoc/ 163 En aquel mes se producen grescas con la policía en el centro de la capital, y se generan también enfrentamientos entre estudiantes de San Marcos y estudiantes (presumiblemente apristas) de la Universidad Villarreal. Ante la arremetida de más de una fuerza opositora a sus propósitos, el movimiento responde con discursos inflamados: “responderemos a la policía con sus mismas armas”, refiere por radio un dirigente de la FEP -controlada por Patria Roja desde 1981214, al tanto que convoca una movilización para el día 25 de enero215. Para algunos, se trataba más bien de un “caballito de batalla” de las dirigencias estudiantiles contra un ordenamiento que demandaba de los estudiantes requisitos que generaban problemas entre las dirigencias típicas: “ser estudiante regular, tener aprobados 2 semestres lectivos o 36 créditos, no haber incurrido en responsabilidad legal por acto contra la universidad, y, sobre todo, que, en ningún caso hay reelección para el período siguiente al del mandato para el que fue elegido”216. Las críticas a este tipo de limitantes estaban excusadas, por un lado, en el uso del tiempo de estudiante para jornadas de trabajo necesarias para la manutención, como ya habíamos advertido en el capítulo anterior, y, por otro lado, a un carácter supuestamente “antidemocrático” de la norma, ya sea porque fue dada sin la intervención de los gremios estudiantiles nacionales o locales, o porque ponía condiciones a la participación electoral de los estudiantes en el cogobierno. Como fuere, la respuesta fue organizada de tal modo que desde los primeros días de enero la FEP convoca a movilizaciones en todo el país. La más numerosa se produce el día 11 de enero de 1984. Aquel día en Lima, además de San Marcos, participan estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniería, la entonces Técnica del Callao, la Villarreal, la Cantuta y universidades privadas 214 El XVII Congreso Nacional de la FEP había colocado a Julio Lazo Tovar como su presidente en 1981. La Junta Directiva Nacional fue electa hasta 1983; sin embargo, su mandato fue renovado indefinidamente hasta que en mayo de 1987 se produce una crisis que deja en estado crítico la legitimidad de la representación (Huamaní 2018). 215 “Golpeando sobre caliente. Entre balas y frejoles”, Caretas, N° 782, 16/01/1984, p. 9 216 “Peripecias de una ley”, Caretas, N° 782, 16/01/1984, p. 62 164 como la Católica, la San Martín de Porres, la Cayetano Heredia y la Garcilaso de la Vega. Según estimaciones de la policía, en aquella fecha 18 marchas salieron de distintos puntos de la capital movilizando a alrededor de 50 mil estudiantes con quienes se produjeron enfrentamientos en distintas zonas de la ciudad, dejando un saldo de 25 heridos y más de 500 detenidos217. Las protestas a partir de entonces se vuelven cotidianas. El día 25 de enero se convierte en otro hito por la masiva convocatoria y la violencia que desata. Dos días antes de aquella fecha, el lunes 23, los sanmarquinos han empezado con un estilo de protesta que se hará luego cotidiano: secuestran los buses de transporte público y los estacionan al interior del Campus Universitario. Al parecer, esta modalidad de protesta provendría de una experiencia ya realizada en el Cusco, e importada por medio de los dirigentes sanmarquinos de la FEP218. Si bien en un primer instante la toma de vehículos por parte de los estudiantes es controlada por efectivos de la Guardia Civil, pronto estos se vieron rebasados por la ira de la muchedumbre cuando quisieron rescatar los buses en poder del estudiantado. Para el miércoles 25 la batalla campal se había expandido a otros centros como la Facultad de Medicina de San Fernando y la Universidad Nacional de Ingeniería. Al ser el día central de las movilizaciones, la ciudad en diversas zonas, sobre todo céntricas, se hallaba en permanente hoguera desatada por las confrontaciones de estudiantes sanmarquinos con la policía y con los estudiantes apristas de la Villarreal219. Los choferes, por su parte, daban el 217 “Marchas, golpizas y caos en Lima”, La República, 12/01/1984, p. 15 218 Entrevista con Máximo Julca, exdirigente de la FUSM, 13/04/2019. Por su parte, otros dirigentes de dicho organismo gremial aceptan que la propuesta provino de sectores del FDR de la Facultad de Derecho y que luego fue mejor organizada por la dirigencia de Patria Roja (Entrevista con Manuel Arias, ex presidente de la FUSM, 24/09/2019). El debate sobre la iniciativa sigue abierto. 219 Dado que el cuerpo central de la Ley Universitaria había sido propuesto por Luis Alberto Sánchez, y que este había sufrido modificaciones en la comisión que lideraba el Senador del PPC Ernesto Alayza, el movimiento estudiantil sanmarquino la denominó la “ley Alayza-Sánchez”, de modo que, a través de la consigna, se estableciesen sendas responsabilidades políticas. Por ello, los estudiantes vinculados al APRA -quienes también en oposición la denominaban simplemente “ley universitaria”- terminaban siendo un contingente opuesto a las movilizaciones de sanmarquinos que atacaban la figura del Senador aprista. 165 ultimátum al gobierno que, sin garantías para su desplazamiento normal, para el viernes no habría transporte urbano en la capital220. Mientras tanto -según la misma crónica periodística-, el rector de San Marcos, Gastón Pons Muzzo, no podía sino seguir intentando llamar a algún juez que quisiese intervenir en la situación, que, habiendo sida ya denunciada por la fiscalía de turno, la noche del mismo lunes de los primeros secuestros había sido descartada en despacho judicial. Sin embargo, no era a través de la legalidad como se solucionaría el conflicto: durante la madrugada del sábado 28, los choferes con un grueso contingente policial rescataban los vehículos en un hecho que fue condenado por Alberto Mendieta, presidente de la FUSM, como una “violación del campus”, resaltando que ellos no eran “destructores” (respecto de la intención de quemar buses que habían demostrado algunos sectores estudiantiles) y que habían sido “infiltrados” por “elementos disociadores”221. Las movilizaciones no arreciarían durante el curso de esa semana y la siguiente, más aun cuando el movimiento ahora reivindicaba la libertad de los casi 200 detenidos en la jornada del miércoles 1 de febrero, entre los que se encontraba el propio presidente de la FUSM, Mendieta, junto con los dirigentes Julio Magán y Neptalí Carpio, y, de los cuales, 67 no eran estudiantes. Al respecto, se llegó a conocer que en el local de San Fernando había incluso niños de entre 11 y 16 años participando en la violenta protesta222, un indicativo de la existencia de contingentes estudiantiles organizados más allá del movimiento universitario, probablemente, militantes de los partidos de izquierda, como Patria Roja, que tenían cuadros en instancias escolares y preuniversitarias. Hacia mediados de febrero la pradera sigue en llamas. En San Fernando estuvieron a punto de linchar a un policía de la división de inteligencia que fue descubierto por los estudiantes como infiltrado. La acción fue detenida por la dirigencia de la FUSM. Lo que no podía ser controlado era el nivel de virulencia 220 “El sendero del secuestro”, Caretas, N° 784, 30/01/1984, p. 11 221 “El sendero del secuestro”, Caretas, N° 784, 30/01/1984, p. 56. Sobre el punto, contingentes de Patria Roja contienen por la fuerza a los sectores más exaltados que, en efecto, pretendían quemar buses de transporte público (Entrevista con Manuel Arias, 24/09/2019). 222 “La barricada en San Fernando”, Caretas, N° 785, 06/02/1984, p. 10 166 con la que se realizaban los enfrentamientos. Mientras que los estudiantes utilizaban piedras, “avellanas” -bombardas pirotécnicas usadas como proyectiles- y huaracas -hondas andinas, usadas para la caza en la sierra-, las fuerzas policiales arremetían contra ellos con escopetas y fusiles FAL cargados de bombas lacrimógenas y perdigones que más de las veces eran disparados alevosamente al rostro. En múltiples ocasiones, la fuerza pública usaba también munición regular, como ocurrió en Huancayo con el estudiante Isaías Bravo Flores, asesinado el día 25 de febrero, situación que desató una protesta sanmarquina al día siguiente del hecho, y que decantó en un ataque similar por parte de la policía al estudiante de leyes Óscar Cárdenas Santiago durante aquella manifestación. Por suerte, la bala le perforo el esternón sin causarle una herida mortal223. Menos suerte tuvo Juan Teque Fiestas, estudiante de abogacía de 19 años, militante del FER del Perú, quien, al ser impactado durante las movilizaciones del día 9 de febrero, perdió el ojo izquierdo en el acto debido a una lacrimógena disparada a quemarropa. Semanas después, el 22 de marzo, falleció. El traslado de su ataúd desde la Facultad de Derecho de San Marcos hacia el aeropuerto Jorge Chávez para trasladar sus restos a su natal Chiclayo se convirtió en otro acto de masas. La dirigencia de la FUSM lo llevó en hombros entre vivas de sus compañeros, una multitud de sanmarquinos de distintas tendencias que abarrotó el aeropuerto Jorge Chávez coreando “La Internacional”224. Según testimonios de la época, la Junta Directiva del comedor de Cangallo en San Fernando colocó una placa recordatoria en su homenaje225. La situación se ve contenida hacia fines de febrero, para cuando se plantea la coordinación de distintos presidentes de federaciones de estudiantes en el Salón de Grados de San Marcos para confluir en una propuesta de modificación de la 223 “GC hiere de gravedad a estudiante sanmarquino”, El Diario, 27/01/1984 224 Entrevista con Melquíades Damián, exmilitante de la UDP, 19/01/2019. 225 Comentario del 26 de enero de 2015 a "XXXI ANIVERSARIO DEL ASESINATO DEL JOVEN SANMARQUINO JUAN FRANCISCO TEQUE FIESTAS". Demóstenes Mamani [Página de Facebook] https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10206074955653376&set=a.1195677372541&type=3&the ater (Consultado el 13 de diciembre de2018). https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10206074955653376&set=a.1195677372541&type=3&theater https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10206074955653376&set=a.1195677372541&type=3&theater 167 Ley Universitaria226. A partir de la fecha, la participación del estudiantado se ve canalizada, ya no solamente en las masivas movilizaciones y trifulcas callejeras, sino, representación mediante, a través de la adecuación del Estatuto a la flamante Ley Universitaria. Sin embargo, las protestas callejeras continuaran su curso durante el año, acicateadas por la conformación del Frente Democrático Revolucionario (FDR) que tiende a situarse en el espectro más radical del discurso y la acción. Desde entonces en San Marcos, son sus fuerzas las que de forma principal van a promover las manifestaciones con más altos índices de violencia, pese a que también participan en la disputa por cargos de representación institucional en la Universidad. Un incidente en una manifestación callejera ilustra el punto. En agosto de 1984 en la Av. Grau, mientras contingentes estudiantiles protestan contra la ley universitaria y el alza de pasajes, un bus con pasajeros es apedreado y se estrella. Ante los hechos un militante del FDR declara: “Estas movilizaciones son para educar al pueblo… para enseñarles a reclamar sus derechos, para que no supliquen sino exijan, se acabaron los conformismos”, luego de indicar que sus vías de acción son tanto legales como ilegales, precisa que su participación en la Asamblea Estatutaria no es “para seguir el juego del gobierno, sino para impedir que se aprueben normas reaccionarias y contra los derechos de los universitarios”227. En 1986 una situación muy similar será el disparador de protestas con idéntico performance: en Huancayo es asesinado el estudiante de antropología Santos Huamaní Caballa, lo que desató una virulenta manifestación en San Marcos. En aquella ocasión, aunque siete buses fueron capturados por los estudiantes, el entonces rector Campos Rey de Castro denegó el permiso para la intervención policial al interior del campus. Por tanto, la policía aprovechaba para atacar de larga distancia a los estudiantes aun dentro del propio campus de la universidad, 226 “Cuando Sendero sopla”, Caretas, N° 786, 13/02/1984, p. 6-9 227 “Violentos enfrentamientos entre la GC y estudiantes en la Av. Grau”, La República, 08/08/1984, https://lum.cultura.pe/cdi/foto/violentos-enfrentamientos-entre-la-gc-y-estudiantes-en-la-av-grau [Accedido el 15/12/2018]. https://lum.cultura.pe/cdi/foto/violentos-enfrentamientos-entre-la-gc-y-estudiantes-en-la-av-grau 168 más de las veces, como se verá en los siguientes años, haciendo uso incontrolado de sus armas de fuego. Aquella no será una ocasión distinta: Marco Antonio Espinoza, estudiante de Geología, fue impactado por una bala calibre 38 que le perforó el pulmón y se alojó en su columna vertebral228. Aquella protesta finalizó cuando “los dirigentes Carlos Arrascue, Walter Flores (FDR) y Luis Ose [probablemente Luis Hoces] (IU), (…) llegaron a un acuerdo con los choferes de los microbuses capturados y las unidades fueron entregadas, previa constancia en la que se confirma el buen estado de las mismas”229. Como se observa, por aquel entonces, el secuestro de buses ya había perdido novedad como formato de protesta entre los sanmarquinos y, por el contrario, empezaba a normalizarse una profundización en la radicalidad del movimiento, lo que progresivamente conllevaría a un aislamiento de la dirigencia de sus bases230. 5.5 Desembarcando rockeros al son del sikuri: La cultura ochentera en San Marcos 5.5.1 Tesis: Los “andinistas” En 1977 se ha producido, además de un auge del movimiento social en todo el país, la formación del primer grupo de cultores del arte del sikuri no puneño en Lima Metropolitana, el Conjunto de Zampoñas de San Marcos (CZSM). Originalmente denominado Grupo de Zampoñas de San Marcos, había surgido de las entrañas del Centro Universitario de Folcklore de San Marcos (CUF), cuyo director (Edgar Meza Aréstegui) y segundo profesor de zampoñas (Vicente Mamani Hilasaca) habían sido ambos dirigentes estudiantiles en Arequipa y 228 “Protestan universitarios”, Cambio, N° 26, 09/10/1986, p. 3 229 “Protestan universitarios”, Cambio, N° 26, 09/10/1986, p. 3 230 Algo que no sería en absoluto una particularidad del movimiento universitario de la época, toda vez que Della Porta (2013) refiere que la especialización de pequeños grupos y su participación cada vez mayor al interior del movimiento social, tiende al progresivo alejamiento de los sectores moderados y a la larga a la desmovilización. Afirma, siguiendo a Sidney Tarrow, que los momentos en los que la violencia se vuelve cada vez más cotidiana y alcanza picos más altos deben considerarse la anunciación del fin del “ciclo de la protesta”. 169 militantes del PCP Bandera Roja en su espacio universitario, el FER (Sánchez Huaringa 2014: 116-117). Este trabajo político-cultural, expresado en el CUF, había surgido desde 1970 y estuvo ligado desde entonces a la propia FUSM ya que originalmente se vinculó a la iniciativa del gremio estudiantil a nivel de proyección cultural extrauniversitaria en un evento en solidaridad con los damnificados por el terremoto de 1970 que afecto principalmente la zona de la región Ancash. Debe destacarse que en aquellos años buena parte de la dirección de la FUSM estaba compuesta por migrantes ancashinos y la ascendencia de un “movimiento ancashino” dentro de San Marcos era valioso como recurso político (Acevedo 2003), de ahí que en aquella década no fuese extraño tener a “un huaracino en la FUSM” (Lynch 2019: 111-118). En 1983 el CZSM se separa del CUF toda vez que este sufría una crisis que lo lleva a ser progresivamente controlado por elementos cercanos o simpatizantes del PCP-SL (Sánchez Huaringa 2014: 135), lo que lo conduce a realizar su trabajo en la Ciudad Universitaria, al lado de múltiples conjuntos que van apareciendo por entonces, siendo los más recordados “Markasa”, “Sikuris Javier Heraud”, “Resonares” y la “Asociación Cultural Illariq”. Desde su origen, estos conjuntos van a tener una visión particular de su quehacer cultural, muy vinculada a una lectura ideológica sobre la realidad y su actividad política, como lo atestigua la entrevista realizada al director de danzas del CUF en 1982: Concebimos el arte como un proceso de estudio, investigación y práctica que tienda al desarrollo activo y responsable de una conciencia popular orientada a contrarrestar la influencia de un arte alienante a través de una constante práctica (…) Buscar la permanente vinculación activa de los artistas populares con las luchas que libra nuestro pueblo contra sus enemigos de clase. El fin supremo se sintetiza en contribuir desde nuestro peldaño a la lucha por conseguir una auténtica transformación estructural de nuestra sociedad (Suárez 1982 s/n, citado por Sánchez Huaringa 2014: 138) La “conciencia popular” opuesta al “arte alienante” va a marcar el paso del desenvolvimiento de los conjuntos de música sikuri o “andinistas” como los ha denominado Sánchez Huaringa, para quien estos grupos desarrollaron “una 170 sobrevaloración del pasado andino y la tajante idea de que una sociedad justa y óptima sólo era posible recuperando el modelo andino (donde se practicaba todo lo bueno como la solidaridad, el comunitarismo, el ayni, la reciprocidad, etc., contrapuesto a “lo urbano” sinónimo de alienación, decadencia, individualismo y demás males sociales)” (2014: 116). De este modo, en una construcción identitaria por oposición a la creciente asunción de la cultura urbana (sea en su versión mainstream o underground) entre los jóvenes, los “andinistas” batallaban contra la corriente “alienante” de la modernización capitalista a nivel de la cultura con la expectativa de “quebrantar el viejo orden social y el poder de construir otro nuevo, donde la igualdad clasista borraría por añadidura la discriminación sociocultural de la que eran víctimas” (Sánchez Huaringa, 2016: 25). En base a dicha construcción ideológica, no fue difícil que, aparecido el PCP-SL, la fuerza identitaria asumiese ribetes de construcción orgánica al servicio del proyecto militar senderista, por lo que prontamente, en la década del ochenta, buena parte de estos grupos se vieron afectados por la aparición en sus filas de la militancia subversiva que, en el caso particular del PCP-SL, profundizó el argumento de la batalla contra el arte “alienante” con la idea de la construcción de un “arte de nuevo tipo”. Este era definido como “un arte al servicio del pueblo y que refleje la realidad nacional, tomando como premisa usar la forma del arte burgués con contenidos que ayuden al espectador a reflexionar sobre la realidad nacional e intentando lograr la movilización popular” (Valenzuela 2009, citado por Sánchez Huaringa 2016: 14). Como se observa, en realidad, poco más que un aprovechamiento utilitario de piezas culturales ya existentes con la modificación de contenidos más de las veces simples y panfletarios, como probó el PCP-SL en más de una ocasión231. 231 Para ejemplificar basta recordar la variación de la letra realizada sobre huaynos populares anónimos como el famoso “Adiós pueblo de Ayacucho” o incluso dentro de sus más importantes himnos partidarios como “Salvo el poder todo es ilusión”, cuya música se debe originalmente al himno anarquista de la CNT española “A las barricadas”, y esta a su vez, de una canción popular polaca anticolonialista del siglo XIX. Valga precisar que esta es una práctica realizada comúnmente por otros proyectos guerrilleros en la historia latinoamericana, precisamente por su raigambre popular, lo que no implica que en ningún caso esto haya significado, ni haya sido visto por sus cultores como una producción cultural de “nuevo tipo”. 171 Como fuere, el trabajo del PCP-SL al interior de los conjuntos de sikuris y otros grupos culturales se va haciendo cada vez más notorio conforme avanza la década de los 80, como lo refleja el comentario de un exestudiante universitario y participante de la práctica del sikuri entrevistado por Sánchez Huaringa: En los 80 SL empieza a meterse en todos los grupos: Kunanmanta, San Marcos, Kallpa Kallpa (no se dividió pero los integrantes más radicales iban a las actividades de SL y los que no lo eran iban a otras actividades, en realidad había dos Kallpa Kallpa), y así, se metían en todas las organizaciones. Este asunto nos obligó a educarnos en las teorías de marxismo, leíamos obligatoriamente a Vallejo, Arguedas, Mariátegui para poder defendernos teóricamente (…) hubo sí algunos compañeros que entraban al grupo que tenían el discurso de ser grupos de “nuevo tipo” que decían que ya había llegado el momento histórico de hacer la guerra popular (…) En la Universidad de San Marcos, por esos años, por las noches se concentraban en el estadio más de cien (alumnos) haciendo su hoz y martillo, tocaban sikuri y arengaban... (2016: 29-30) El PCP-SL comprendió mejor que muchos de los otros grupos políticos que dominaban la escena universitaria en San Marcos que este espacio era crucial para la captación de elementos jóvenes migrantes andinos por i) la asociación lógica que se hacía entre la defensa de una cultura nacional-popular frente a elementos “alienantes” que sobrevenían con la modernización urbana y ii) el halo de identidad, ruptura de jerarquías y sensación de grupo que permitía la práctica de los conjuntos de zampoña. El propio Sánchez Huaringa, relata así un pasaje de su memoria sobre San Marcos a mediados de los 80: (…) recuerdo nítidamente cuando acompañé a mi padre en una gran “marcha de sacrificio” que se hizo como parte de la huelga de los mineros el año de 1985 hacia la ciudad de Lima, yo cursaba el 2do año de secundaria. Fuimos recepcionados y alojados en la ciudad universitaria de San Marcos (en el bosquecito de la facultad de Letras) por “los estudiantes”, con el tiempo y ya con mi ingreso a la Universidad, sabría que se trataba de simpatizantes de SL. Ellos por las noches nos “distraían adiestrándonos” con música, danzas y teatro, en estas directamente se lanzaban mensajes y arengas de lucha por la revolución, por la justicia, por la clase proletaria, etc. (2016: 9) La penetración de los militantes subversivos en los grupos de sikuris va teniendo un cariz cada vez más importante232, y como hemos visto, los va fracturando. 232 No solamente a nivel del PCP-SL, como se evidencia de la entrevista realizada por Sánchez Huaringa a un participante en los ochentas, también el MRTA cultiva este trabajo: “Cuando sucedió lo de los Molinos, si tu revisas, vas a encontrar a unos dos integrantes, creo que es de un grupo de sikuris de la universidad 172 Para 1988 esto ocurre en el más importante conjunto de zampoñas, el propio CZSM. En tales circunstancias, el más antiguo conjunto sanmarquino se fracciona, tras expulsar a cinco integrantes, dos de los cuales habían sido detenidos por la policía en una actividad de la Asociación de Abogados Democráticos y además habían suscrito un panfleto con consignas senderistas a nombre del CZSM233. Los expulsados se refugian en el conjunto del que anteriormente se había desprendido el CZSM (ubicado en La Casona del Parque Universitario) y continúan su actividad paralelizando al grupo original y usando su mismo nombre, con inevitables grescas de por medio (Acevedo 2003: 71). 5.5.2 Antítesis: Los “subterráneos” Sin embargo, el universo de la cultura sanmarquina en los ochentas no se limitaba a los tradicionales conjuntos de zampoñas. Otra performance cultural había hecho su aparición pública desde 1983234 y muchos jóvenes migrantes veían en esta otra forma de canalización de sus pulsiones antisistémicas en aquellos tiempos de crisis total. Hablamos del rock subterráneo. Pese a ello, como parte de la desestructuración de las fórmulas identitarias hacia fines de siglo, la “movida subterránea” no era un movimiento social con un claro perfil militante, ni se pretendía ubicar en la tipología clásica del espectro político, (…) luego cuando sucedía alguna detención y los presentaban como terroristas reconocías a otros (…) cuántos sikuris no habrán caído (…) muchos venían a los grupos mandados por Sendero a infiltrarse y aprendían a tocar ahí y otros sikuris eran convencidos y se pasaban a las filas de los sacos…” (2016: 23) 233 Estos integrantes expulsados habrían empezado a vincular al CZSM al trabajo del Movimiento de Artistas Populares (MAP), un espacio de artistas nacido en 1988, que incipientemente tenía simpatías por la insurgencia del PCP-SL y que a la larga será parte de su frente cultural no solo en las universidades sino en barrios, sindicatos y hasta municipios (Garvich 2004, citado en Valenzuela 2013). El MAP tenía en sus filas a “pintores, escultores, bailarines, literatos, poetas, pero principalmente actores (teatristas), músicos andinos (sobre todo ligados a la música ayacuchana), conjuntos de danzas folklóricas, y conjuntos de sikuris” (Sánchez Huaringa 2016: 8), quienes no necesitaban sostener una militancia “dura”. Era parte del relajamiento en el crecimiento de las estructuras orgánicas del PCP-SL sobre todo en las ciudades. 234 Aunque desde 1978 con grupos como “Anarquía” y “Up Lapsus” ya habían hecho su aparición las bandas de punkrock, hardrock y fusión (Bazo 2017a), es con la aparición en 1983 de la mítica banda “Leuzemia”, la que, junto a “Narcosis” y “Delpueblo” en noviembre de 1984 en Miraflores oficializan el inicio de la generación de la llamada “movida subterránea” cuando Alfredo Rossell utiliza propagandísticamente el apelativo “subterráneo” a iniciativa del bajista de “Leuzemia”, Leo Escoria (Esteban 2015: 120). Para una revisión al detalle, además Bazo (2017a), puede verse Greene (2017) y Torres (2012). 173 ni ostentaban una definida ideología (Joseli Condori 2018: 105), por el contrario, su imaginario y actividad los colocaba en una actitud más bien “antipolítica” (aun cuando consideramos esto, en términos estrictos, una determinada actitud política fruto de la crisis) que teóricamente los ubicaba al margen (y en contra) de la sociedad y el Estado. En San Marcos, los rockeros subterráneos aparecen por primera vez en mayo de 1985 -año en el que la “movida” empieza a crecer rápidamente-, en el patio de la Facultad de Química, donde, según el fanzine “Alternativa N° 3” se realizó el primer concierto autogestionado por los propios grupos, quienes no recibieron “ni aplausos ni silbidos ni gente retirándose. Solo sorpresa, perplejidad y quizá también una terca incredulidad” (Bazo, 2017b: 217). Sin embargo, el principal “suceso” de la escena subterránea estaba destinado a producirse ese mismo año en el emblemático “bosque de Letras” (parque ubicado entre la Facultad de Economía y la Facultad de Letras) de San Marcos. Allí se organizaría el concierto “Denuncia x la vida”235, cuyos promotores, Alfredo Márquez e Ivan Salas “Zurriburri”, habían tratado sin éxito de obtener los permisos correspondientes del rector Cornejo Polar. Sin embargo, dado que uno de ellos -Salas, además estudiante sanmarquino- tenía nexos con la dirigencia de la FUSM y había logrado obtener un documento del gremio236, se sentía confiado de poder sacar adelante el evento rockero aquel sábado 21 de setiembre de 1985. Los “subterráneos” no contaban con la respuesta de los “andinistas”. Según Márquez, elementos del FER-A gritaron por un altoparlante: “La universidad ha sido invadida por fuerzas oscuras, reaccionarias. Como sanmarquinos no permitiremos que estos rockeros alienantes desarrollen un evento en el Bosque 235 Según Lavilla (2018), el concierto tenía ese nombre debido a que pretendía llamar la atención sobre las masacres cometidas por el ejército peruano en las comunidades de Pucayacu en agosto de 1984 y Accomarca en agosto de 1985. El diseño del afiche del evento parece corroborar lo señalado ya que se trataba de la imagen de una mujer campesina con la mirada baja en posición contrita. 236 El documento en cuestión, firmado por el Vicepresidente, Victor Andrés Ponce (militante del PUM), y el Secretario de Defensa, Luis Hoces (militante de Patria Roja), era solamente un requerimiento a la oficina de Maestranza de la Universidad con la intención que esta proporcione la movilidad requerida para el tabladillo que se armaría al interior del campus para el evento que según escribieron “está siendo impulsado por diversos grupos de la Universidad y está respaldado por la FUSM” (FUSM 1985) 174 de Letras” (Torres 2012: 191), y, tras una movilización por el interior de la Facultad de Letras, unos 40 miembros del FER-A y de Patria Roja empezaron a acercarse amenazantes a increpar la presencia de los rockeros y a desarmar el estrado237. Estudiantes y “subtes” se enfrascaron en una discusión que se prolongó y fue trasladada a un aula de la Facultad de Letras cuando sonó un petardo que disuadió a las bandas las que poco a poco fueron trasladando sus instrumentos a la Unidad Vecinal N° 3, donde residían los hermanos Valdivia, músicos de la banda “Leusemia” (Bazo 2017b: 222). El primer gran festival subterráneo que duraría aproximadamente siete horas según el plan original no pudo alcanzar ni siquiera a armar el tabladillo del concierto. Quedaba así fundida con la historia del movimiento estudiantil sanmarquino, a través de esa marca histórica de la frustración, uno de los momentos más relevantes para la “movida subterránea”. En la pugna argumental entre “andinistas” y “subtes”, los primeros tuvieron como interlocutor al artista Julio Carmona, antiguo militante del FER-A que había sido artífice de las más emblemáticas obras escultóricas al interior del campus. En efecto, de su mano habían sido puestas a disposición del movimiento estudiantil sanmarquino la famosa estatua de Ernesto “Che” Guevara, que se alzaba en postura caminante y altiva frente a la Facultad de Derecho y Ciencia Política; el busto del líder guerrillero mirista Luis de la Puente Uceda, ubicado en el patio interior de la misma facultad; y el busto de José Carlos Mariátegui, en el patio interior de la Facultad de Letras, figura alrededor de la cual, como ya advertimos, se centró el último acto de masas dirigido por el FER-A en la dirección de la FUSM en 1979. Carmona además era declamador, lo que terminaba por hacerlo un referente del trabajo cultural del FER-A. Ante la presencia de estos músicos urbanos su respuesta fue que “San Marcos nunca ha estado al margen de la cultura de nuestro pueblo, al contrario, está en defensa de ella, por eso estamos en contra de esa música” que “no es del pueblo norteamericano que nos viene, nos viene de ese nefasto engendro del capitalismo universal y tenemos que rechazarlo 237 “¡Matar el rock!”, Chasqui, N° 1, oct 1985, p. 8 175 desde nuestro más profundo sentimiento”238. Aunque años después el artista morigeró su actitud hacia el fenómeno musical y excusó su vehemencia en una supuesta oposición al uso de los logos con el símbolo de la esvástica (tachada) y la letra A dentro de un círculo (símbolo de la anarquía) que exhibían los rockeros en su iconografía (Bazo 2017b: 221). Los rockeros, además de intentar explicar la evidente simbología contestataria, adujeron que “venían a expresar la cultura de gente que está marginada” y criticaron que sus interlocutores demostraban “alienación, cuando creen que es andina la solución de un país pluricultural”239. Sobre el mismo acápite, el artista plástico Carlos Troncoso afirma que dejó mudo a un par de sus adversarios cuando les hizo caer en cuenta que la ropa que portaban no era “auténticamente andina” (Bazo 2017b: 223-224). El debate acaecido en el aula 2A de la Facultad de Letras terminó cerca de las 7:30 de la noche y el concierto prosiguió en la casa de los Valdivia hasta que los “subtes” fueron también ahí desalojados, pero por la policía240. Un par de semanas después, el Centro de Estudiantes de Comunicación Social (CECOS)241 intentó la organización de un festival musical en el Auditorio de Comunicación Social en el tercer piso de la Facultad de Letras de San Marcos que incluía a los rockeros subterráneos, pero -se entiende, las mismas animadversiones- lograron impedir su realización esta vez mediante el boicot eléctrico de las instalaciones. El día 12 de octubre apenas habían logrado ser escuchados además del intelectual y músico Julio Mendivil, las bandas Seres Van, Leuzemia y Guerrilla Urbana cuando el fluido eléctrico dejó a los músicos sin la posibilidad de continuar242. 238 “¡Matar el rock!”, Chasqui, N° 1, oct 1985, p. 8 239 “¡Matar el rock!”, Chasqui, N° 1, oct 1985, p. 9 240 “¡Matar el rock!”, Chasqui, N° 1, oct 1985, p. 9 241 El documento de solicitud a la EAP de Comunicación Social firmado por el Sub Secretario del CECOS, José A. Álvarez Pachas -a la postre periodista y poeta encarcelado injustamente en 1992 por supuestos vínculos con el MRTA-, planteaba el evento como un “ciclo cultural” con “diversos grupos del circuito limeño” que se llevaría a cabo los sábados 12, 19 y 26 de octubre de 1985 (CECOS 1985). 242 "Si no se discute... estamos fritos", La Crónica, 14/10/1985, p. 18 176 Como se observa, se encontraban cara a cara dos expresiones identitarias que se pretendían anti sistémicas pero cuya lectura de su propia marginalidad los hacía arribar a conclusiones ambas, además de tribales243, distantes, sobre los orígenes y la función del arte, así como las posibilidades de hallar en la política una salida a la crisis que les había tocado vivir. Ello dio pie a un debate que se extendió más allá de las aulas sanmarquinas sobre estos mismos tópicos. En sendos artículos publicados en “El caballo rojo” (suplemento cultural del Diario de Marka), “El zorro de abajo” y en “Hipocampo” (suplemento cultural del diario La Crónica), los ensayistas Augusto Ruiz Zevallos, Oscar Malca, Enrique Larrea y Pedro Cornejo se enfrascaron en un duelo argumental sobre la cultura de masas, la cultura nacional, la cultura popular y lo que significaba socialmente la aparición de la “movida subterránea” y cómo este fenómeno debía ser abordado por las fuerzas progresistas de la época, o en su defecto, por qué esto tendría que importarle a sus protagonistas244. Con todo, pese a las barreras alzadas de uno y otro lado, algunos elementos de la “movida subterránea” tuvieron bastante proximidad con la militancia subversiva. Dos de los casos más representativos, precisamente, involucran a estudiantes sanmarquinos. El rockero Julio Alfredo Távara Reátegui, estudiante de Sociología, miembro de la banda Seres Van y del colectivo “Las Bestias”, se vio comprometido con la célula senderista en la que participaba Abel Malpartida Páez245 y el destino de ambos se selló el 26 de julio de 1989 con la muerte del primero y la detención (y posterior ejecución extrajudicial) del segundo, al parecer, luego de un enfrentamiento con la policía en el distrito de San Martin de Porres (CVR 2003, 243 Como refiere Bazo, la memoria de los “andinistas” describe “la presencia subte en términos militares como ‘una incursión estética distinta’ (vestidos de negro, con sus casacas de cuero y chancabuques), y la música altiplánica que interpretaban los sikuris metropolitanos como ‘música de guerra’” (2017b: 226- 227). En ambos lados de la interacción la lectura del otro es como de una rara avis para el submundo de donde provienen. 244 Un recuento del mismo puede verse en Mondragón y otros (2016). 245 Abel Malpartida Páez era estudiante de Ingeniería Industrial de la PUCP y de Geología en la UNMSM. Tras ser torturado, fue asesinado con explosivos de uso militar (C4) en la playa de San Bartolo junto con el también estudiante de la PUCP Luis Alberto Álvarez. 177 VII, 2.32). De igual modo, el “subte” Martin Serna Ponce, estudiante de Historia en San Marcos y conocido por el sobrenombre de “Munrra”, sería detenido en Bolivia, ya para el año 1995, dado que había participado en un comando del MRTA que secuestró al empresario boliviano Samuel Doria Medina246. Sucedía que, para fines de los ochentas, y ante la pérdida de sus cuadros combatientes en distintas circunstancias del desarrollo del conflicto, las organizaciones subversivas se abocan a penetrar incluso la propia movida subterránea, antes denostada -al menos por un sector- y la instrumentalizan para la captación de nueva militancia, más inexperta pero con una vocación contestataria nacida de este tipo de radicalización nihilista, expresiones contraculturales a las que, en términos de una de sus voceras247, “(…) habría que reconocer que (…) alimentan un estado de ánimo de insatisfacción y de búsqueda que generan fuerzas que deben ser canalizadas hacia formas de lucha más eficaces” (Feria 1988: 162). Evidentemente, la “eficacia” en términos prácticos estaba permeada por la posibilidad de transformar el radicalismo “subte” en militancia subversiva. 5.5.3 Síntesis: “Andesground” Por su parte, otra corriente de artistas surgidos acompañando (y en buena cuenta, precediendo) la movida subterránea, que compartían su misma sensación de hastío, inconformidad y vena contestaria dará origen a un movimiento “contracultural” que, por el contrario, se opondrá a la violencia y cuyo 246 El 1 de noviembre de 1995 seis milicianos del MRTA secuestraron en Bolivia al empresario del cemento Samuel Doria. Tras una reclusión de un mes y medio y el pago de casi un millón y medio de dólares, fue puesto en libertad. Al parecer, el dinero se utilizó para el operativo de secuestro de la guerrilla en la embajada japonesa al año siguiente (Hidalgo 2017: 81-82). Un recuento de su caso desde el punto de vista del protagonista puede verse en Revista Mariátegui (2012). 247 Mónica Feria era dirigente estudiantil de la Universidad Católica, estudiante de Derecho (PUCP) y Literatura (UNMSM), activista de la movida subterránea y colaboradora del Instituto SUR – Casa de Estudios del Socialismo. Hacia 1987 se vinculó a la UDP y posteriormente, sin que sus allegados tuvieran noticia del hecho, al PCP-SL. Detenida por ser parte del trabajo propagandístico de la organización subversiva, y luego de sobrevivir a un operativo represivo en el penal de Castro Castro en 1992, fue liberada. Posteriormente, desde su exilio en Europa ganó una demanda en la CIDH al Estado peruano por la violación a sus derechos cometida durante la carcelería (“La chica que solo quería llamar la atención”, La República, 12/02/2012. Recuperado de https://larepublica.pe/archivo/610176-la-chica-que-solo- queria-llamar-la-atencion/3?ref=notagaleria). https://larepublica.pe/archivo/610176-la-chica-que-solo-queria-llamar-la-atencion/3?ref=notagaleria https://larepublica.pe/archivo/610176-la-chica-que-solo-queria-llamar-la-atencion/3?ref=notagaleria 178 trabajo se condensa visiblemente en la obra de intervención del grupo “Arte- Vida”, que, como parte de lo que sería la Coordinadora de Defensa de San Marcos, hacia 1989 realiza una campaña de difusión del arte mural y de collage que interpela la infraestructura desvencijada de la Universidad y las conciencias adocenadas por el propio “folcklore radical” que se expresaba en pintas entrecruzadas de consignas y siglas casi indescifrables. Con potentes mensajes murales como “La muerte está en el Perú → y tú en que estás?”248 o vistosos collages que destacaban la centralidad del humor, la creatividad y la imaginación por sobre la apatía entre los estudiantes (“No hacemos nada para detener la violencia”, rezaba un llamativo trabajo), un movimiento artístico liderado por Herbert Rodríguez, estudiante sanmarquino de Arte, empezará a trastocar el paisaje cotidiano de la Ciudad Universitaria, llenándolo de titulares de diarios amarillistas, fotos de vedettes, serigrafía antiguerrerista, etc., convirtiendo su trabajo, poco a poco, en la conciencia reprimida de una juventud hastiada de caos y ruina. En efecto, se trataba de un proceso de lo que Stano (2010) denomina “resemantización” para el análisis de signos culturales como las paredes o los muros. Así, del mismo modo que a lo largo del cuerpo del Muro de Berlín se habían alzado decenas de propuestas murales desde 1984, en la Universidad San Marcos sucedía lo propio desde 1988-1989, cuando este estilo de participación artística con contenido sociopolítico hace su aparición, descolocando la anterior simbología partidaria de las izquierdas estudiantiles. Este estilo artístico que, antes de saltar a los muros y las galerías, acompañó los fanzines contraculturales de la movida subterránea, también estaba hermanado con otro desarrollo artístico que, en la misma intención rupturista y contestataria que el punk “subte”, había nacido de las aulas de San Marcos. En agosto de 1982, Roger Santiváñez, miembro del grupo Hora Zero, reunido con Mariela Dreyfus, ambos estudiantes sanmarquinos, fundan en un bar de Cercado de Lima el Movimiento Kloaka (Santiváñez 2016). A este binomio se 248 Actualmente una foto de este emblemático mural que se ubicaba en la Facultad de Letras de San Marcos forma parte de la muestra permanente del Museo de la Memoria la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM) en Miraflores, Lima. 179 sumarían para conformar el núcleo fundador el poeta Guillermo Gutiérrez y el narrador Edián Novoa, también sanmarquinos. Entre 1982 y 1984 el grupo de poetas tendrá una destacada producción en base a originales voces líricas cuya obra, por su honestidad y expresividad, permanece hasta nuestros días. El movimiento poético declaraba con brío juvenil que “el Perú era una cloaca” y que dirigían su arte hacia “un resquicio de inocencia en el pueblo peruano”, asumiendo una actitud vanguardista y cosmopolita que a su vez, reconocía el componente étnico de sus orígenes, por lo que se declaraban andes-ground (neologismo que ironizaba con el sonido del vocablo inglés “underground”) y recogían para su propuesta el fonema /kj/ del idioma quechua (Santiváñez 2016). Por tanto, en la sumatoria de goce marginal, actitud contestataria e incorporación de lo andino postulaban expresar en su arte la “cloaca” que era la realidad del país en la forma de kloaka. Sus presentaciones se imbricaron con el nacimiento de la cultura “subte”, al punto que el 11 de febrero de 1983, en el mítico y ya desaparecido bar “La Catedral” en la Plaza Unión los artistas confluyeron su poesía cargada de jergas y habla cotidiana con las estridentes letras de algunos de los músicos que conformarían la movida subterránea unos años después (Esteban 2015: 119). El vínculo fue de tal importancia que el más destacado líder del movimiento poético, Santiváñez, incluso fungió de manáger de la banda Leuzemia para sacar su primer disco (Esteban 2015: 121). Los vínculos entre una y otra subcultura parecen ser bastante claros: Dentro de cloaca yo me hago muy amiga de Edgar Barraza “Kilowatt”, que si era recontra rocanrolero. Tenía su grupo Cola Rock (Kilowatt ya murió). En el grupo tocaban Raúl Montañez, (…) era un grupo muy bueno Cola Rock con canciones propias y esa es ahí una de las células del rock subterráneo porque el rock subterráneo ya existía como pequeñas células que no estaban conectadas entre sí, en diferentes barrios, o sea, que no sabían que existían, no sabía uno de la existencia del otro. Más bien, [en] los últimos conciertos de Kloaka como tocaba Cola Rock, -Montañez, Kilowatt, esencialmente rockeros-, empieza a ir un público rockero a nuestros recitales. Pero Kloaka también se 180 disuelve en el 82 y justamente en el 82 arranca el rock subterráneo ¿no?, arranca Leuzemia a escribir… que era lo que había hecho Kloaka antes249. Por sobre todo, Kloaka representaba una identidad, que, como la “subte” -o precisamente porque era una manifestación particular de esta-, se nutría de las críticas sistémicas pero no poseía para entonces un horizonte de realización política: “(…) nosotros sentimos la urgencia que fundar y organizar un polo de acción y de activismo poético liberador. Creíamos en la liberación de la persona humana, en el Hombre Nuevo del que habló el Che Guevara. Pero ya estábamos decepcionados del comunismo realmente existente, de ahí que planteáramos una posición anarquista hacia la liberación total del individuo, contra toda la opresión de la sociedad, del Estado, de la religión, de la educación, de los convencionalismos y –por supuesto- de las formas estancadas y anquilosadas del arte y la poesía” (Corrales 2012). Lo peculiar de esta visión antisistémica que rompe con la cultura política acendrada en el ideal comunista, pese a permanecer crítica al ordenamiento político, social y cultural del capitalismo, es que valora en la misma universidad San Marcos el origen de sus posiciones alternativas: “San Marcos fue fundamental, (…) No sólo allí fue donde nos conocimos –en el Patio de Letras- quienes formaríamos Kloaka, sino que San Marcos nos dio la formación básica -ideológica- de donde partimos para formular nuestra posición anarquista radical. El núcleo central fundador del movimiento (…) fuimos, somos y seremos sanmarquinos de pura cepa” (Corrales 2012). Así, mediante la disrupción y las tensiones generadas por novísimas formas de expresión cultural, propias de un mundo cada vez más interconectado, más cosmopolita, pero a su vez, productor de desigualdad y marginalidad en sociedades y economías fallidas como la peruana en los ochentas, se avizoraba un cambio en las inquietudes de las juventudes del país, cambio que nacía de las propias aulas sanmarquinas y que, primero como “kloaka” y después como 249 Entrevista con Rebeca Donato, 27/04/2019. Donato fue miembro de la última etapa del grupo de poesía Hora Zero y recuerda que, junto con José Antonio Mazzotti defendía el vanguardismo de Kloaka de los ataques de sus contemporáneos: “¿Cómo se van a llamar Kloaka? -decía Luis Freire-, ¿cómo se va llamar un grupo Kloaka, si en Lima no hay cloacas? Es una estupidez, en Lima si hay cloacas pero que pasa que son coloniales, uno; y dos, tú te puedes llamar como te de la gana (…) era la dictadura del proletariado sin haber hecho la revolución y sin Stalin ¿no?, ¿qué normas hay para ponerte nombre? Tú te puedes poner wáter si quieres en lugar de Walter y tienes todo el derecho de hacerlo, o sea ¡qué tontería de que en Lima no hay cloacas! Lima es una cloaca, no necesita que haya más”. 181 “arte-vida”, representaría el principio del fin de la hegemonía discursiva de la izquierda “clasista” en San Marcos. En palabras de un estudiante sanmarquino de la época: Cuando las juventudes de los partidos tradicionales de izquierda entran en crisis se originan múltiples fisuras y deserciones, que se desplazan, tránsfugas, por organizaciones de similar orientación o buscan autenticidad a través de otros canales. Después de todo la lucidez, antes que las vanguardias políticas, se encontraba en grupos como Narcosis, Zcuela Cerrada, Guerrilla Urbana, etc. Se habló hasta del hartazgo de un supuesto apetito generacional por consumir violencia, cuando no de copia tardía de Punk o de rasgos de posmodernidad. Lo que ocurrió simplemente fue la convergencia inevitable de gente que no podía esperar más para lanzar una propuesta de creatividad, de ruptura frente a lo establecido. La rebeldía fue intuitiva antes que de inspiración teórica (Marín 1991, citado en Grompone 1991: 51) Un sector de estudiantes condensó este nuevo espíritu crítico en la forma de una revista cultural que, aliada a algunos docentes de la izquierda moderada, procuraron darle forma a un espíritu más escéptico que se posicionó con solidez en el lapso de la crisis del radicalismo. El proyecto se llamó La Casona y su director, José López Ricci, por entonces estudiante de Sociología, lideró un equipo de periodistas con los cuales compartió, en sus palabras, “algunas intuiciones”, a saber, la independencia, pluralidad, interdisciplinariedad y la intención de expresar una vena identitaria de lo que representaba San Marcos en aquella época para el país250. En consecuencia, no es extraño que muchos de sus artículos, crónicas y viñetas humorísticas hayan estado signados por el cuestionamiento hacia lo que San Marcos exteriorizaba como imagen institucional. Son reveladoras, para la época, las encuestas que señalaban un alto porcentaje de creyentes entre los jóvenes universitarios o que el orgullo de la pertenencia a la universidad pasaba más por la tradición que por los valores democráticos y el compromiso social que proyectaba esta, pese a la retórica de la época. La cultura que nace de San Marcos demuestra el cambio de ciertos paradigmas idiosincráticos entre la masa estudiantil. Distintas culturas políticas se hallaban 250 “De La Casona a El Panfleto: Tres décadas en busca de identidad sanmarquina”, Quehacer, II Época, N° 3, jun-ago 2019, (http://revistaquehacer.pe/n3#de-la-casona-a-el-panfleto-tres-decadas-en-busca-de- identidad-sanmarquina). http://revistaquehacer.pe/n3#de-la-casona-a-el-panfleto-tres-decadas-en-busca-de-identidad-sanmarquina http://revistaquehacer.pe/n3#de-la-casona-a-el-panfleto-tres-decadas-en-busca-de-identidad-sanmarquina 182 disputando la legitimidad (Krotz 1997) y un reacomodo hegemónico se vislumbraba en el horizonte. De este modo, la victoria de las izquierdas institucionales sobre el FER-A y la posterior expectativa en la victoria de la izquierda en el rectorado, evidenciaba a nivel político la modificación producida. Los andinistas, los subtes y los andesground en todas sus versiones compartían un universo en el que la contradicción y la confluencia de sus visiones del mundo acompañaban la gesta del movimiento estudiantil sanmarquino en un período histórico de transición hacia una nueva etapa, la cual, sin saberlo, estaba siendo por ellos prefigurada y sería la última con las características que todos habían conocido como cultura política hegemónica hasta entonces. 5.6 Relámpagos en el ojo del tifón: Los sanmarquinos y la profundización de la violencia política en Lima Durante el mismo período que duró el brevísimo gobierno de Cornejo Polar en la administración de la universidad, se habían producido en el país sucesos de terrible recordación. El 4 de octubre de 1985 había sido develado un motín en el pabellón Británico del penal de Lurigancho, siendo asesinados 34 militantes senderistas251. Por su parte, el PCP-SL asesinó al Coordinador del Estado Mayor de la Marina de Guerra, Contralmirante Carlos Ponce Canessa el 5 de mayo de 1986252, e intentó asesinar al Secretario de Organización del APRA, Alberto Kitazono el 26 de mayo de ese mismo año253. Finalmente, el 19 de junio de 1986 251 La represión del motín dejó entre los fallecidos a cinco estudiantes sanmarquinos: Fortunato Mendoza Rayme (Sociología), Jorge Luis Hidalgo Marchand (Derecho), Eugenio Champe Solano (Economía), Luis Eduardo Zavala Nieto (Ingeniería) e Iván Casaretto Ramírez (Física) (“Perú: La matanza en el penal de Lurigancho”, El Diario Internacional, 26/09/2007). En el recuerdo de múltiples testimonios queda la imagen del vicerrector Alfredo Torero, quien, acompañando una multitudinaria manifestación de estudiantes, reclamaba la entrega de los cadáveres de los fallecidos. 252 En el acto había participado Aida Lucía Mendoza Mateo, quien tenía un carnet falso de la UNMSM en el domicilio donde fue hallada días después. La intervenida, que presentaba una herida de reciente curación en el tórax, durante la ampliación -y corrección- de sus primeras declaraciones, señaló que militantes del PCP-SL le habían causado esa lesión en un forcejeo y que ellos mismos la llevaron a la Facultad de Medicina de San Marcos, donde fue atendida por uno de ellos (CVR, 2003, VII: 219). 253 En el atentado había participado una estudiante de derecho de San Marcos, Judith Galván Montero, quien haciéndose pasar por encuestadora con afanes de entregarle un premio, atacó a Kitazono junto a otros militantes senderistas disfrazados de escolares en su propia vivienda (“Hombres que cuidaron sus sombras”, El Comercio, 15/02/2009, p. a11). Fue el mismo Kitazono quien gracias a su pericia en karate 183 se produce el brutal develamiento de un motín carcelario realizado por presos senderistas en los penales de El Frontón y Lurigancho. El saldo es de cerca de 300 muertos, siendo al menos seis de ellos estudiantes de San Marcos. Debido a esta estela de sucesos luctuosos que vinculaban cada vez más la universidad con la subversión, la prensa de la época empieza a hacer campañas para que se pusiera atención sobre las formas que adquiría la insurgencia en los recintos universitarios a través del reclutamiento y el uso como espacios de aprovisionamiento y logística. Pese a ello, Cornejo Polar, ya desde fuera del rectorado, insiste en afirmar que San Marcos “no es de ninguna manera un santuario de Sendero” aclarando que ello “no quiere decir que seamos ingenuos y supongamos que no hay absolutamente ninguna infiltración, la tiene que haber, como la hay en todas las universidades y en muchísimas instituciones de otro tipo. Resultaría pues ingenuo suponer que San Marcos es una excepción”, que en su opinión se producía debido a que “sobre todo Ciudad Universitaria, era tierra de nadie y cualquiera podía ingresar prácticamente a cualquier hora”, resaltando que recién su gestión logró establecer los controles en el ingreso254. El exrector era muy claro en destacar que la mayor parte de acciones violentas -que la prensa asociaba (y aún hoy lo hace) con Sendero- eran obra de “otros grupos que no tienen esa filiación”, toda vez que “la protesta, dentro de la historia de San Marcos, es muy anterior a Sendero” y que era preciso “distinguir muy claramente -es peligroso no hacerlo- entre los grupos subversivos como Sendero y aquellos otros que siendo de una izquierda muy radical no estén en la lucha armada aunque son los que normalmente realizan acciones en la vía pública. Esos no son grupos subversivos porque están también en oposición a Sendero, aunque dentro de la universidad creen problemas”255. Dejaba así en claro, que la habría reducido a Galván Montero (Patiño 2017). En sus declaraciones, la implicada precisó que Segundo Cavero Castillo y Máximo Velásquez Sotelo, también estudiantes sanmarquinos, pertenecían a la célula subversiva encargada del hecho (“Sanmarquino dirige célula senderista”, El Comercio, 07/06/1986, http://lum.cultura.pe/cdi/foto/sanmarquino-dirige-c%C3%A9lula-senderista [Accedido el 15/12/2018]). 254 “San Marcos: Fin de línea”, Caretas, N° 914, 21/07/1986, p. 36 255 “San Marcos: Fin de línea”, Caretas, N° 914, 21/07/1986, p. 36-37 http://lum.cultura.pe/cdi/foto/sanmarquino-dirige-c%C3%A9lula-senderista 184 tradición virulenta en el activismo estudiantil no podía ser equiparada o vinculada de facto con la subversión. Su mensaje será desatendido en favor del pragmatismo militarista. A la 1:25 de la madrugada del viernes 13 de febrero de 1987, Victor Gastelú, director de Seguridad del Estado de la PIP, comandaba a 4400 efectivos de la Guardia Civil y de la PIP, quienes realizaban la primera gran intervención policial de la década a los campus universitarios de la Cantuta, la UNI y los dos locales de San Marcos256. La intervención dejó como saldo en San Marcos un trabajador de guardianía del servicio médico, Enrique Pacheco Tenorio, asesinado a balazos pese a encontrarse desarmado257. Sobre el particular, el rector Campos Rey de Castro recuerda con detalle que la injusticia sobre el caso Pacheco Tenorio envolvió mucho más que el solo hecho de su injusto crimen: En determinado momento percibió ruidos extraños y, a través de los vidrios de la puerta de ingreso, pudo ver la silueta de personas extrañas, armadas, agazapadas en el perímetro del pabellón y escuchó los gritos de algunos de ellos que le ordenaban abrir la puerta de acceso; al percatarse que algo muy irregular estaba sucediendo se dirigió al teléfono para avisar a su jefe, la Dra. Fanny Suárez, quien se encontraba en su domicilio, para informarle lo que ocurría y pedirle instrucciones; alcanzó a hablar con ella algunas palabras pero cayó abatido a balazos por la policía que luego procedió a asaltar el local (…) después de una intensa búsqueda, el cadáver de Tenorio Pacheco fue hallado en la Morgue adonde fue llevado por la policía, sin orden judicial. Los autores de este crimen nunca fueron identificados ni sancionados; la Fiscalía se desentendió del asunto por completo sin tramitar nuestra denuncia (1993: 117-118). La denominada “Operación Relámpago” esquivó la necesidad de fiscales para la intervención amparándose en su realización durante el lapso del toque de queda que se había impuesto en la capital. Según fuentes periodísticas: La idea de ingresar y salir rápidamente de las instalaciones en el curso de una noche de toque de queda, evitando así interrumpir físicamente la vida académica, fue sugerida entre otras en el curso de un Consejo de Ministros extraordinario realizado una semana 256 “Operación relámpago en las universidades”, Caretas, N° 942, 16/02/1987, p. 10-17 257 “Atropello a tres universidades de Lima”, Página, XII, N° 82, mar 1987, p. 34 185 antes, el viernes 6 (…) y nadie sospechaba que la decisión fuera tomada tan rápido. García, sin embargo, la tomó a principios de la semana. Se la comunicó primero solo a su amigo Agustín Mantilla, el viceministro del Interior, quien luego la trasladó al titular de la cartera, Abel Salinas258. En los recintos estudiantiles se hallaron entre otras cosas granadas caseras, “quesos rusos”259, “cazabobos”260, perdigones, cartuchos de dinamita, tres revólveres y una metralleta policial. Armas caseras en su mayoría, y más de las veces utilizadas por los estudiantes en sus propias peleas internas, muy lejanas al arsenal subversivo que la policía pretendía hallar. La medida y los descubrimientos fueron funcionales, eso sí, para potenciar las declaraciones del ministro del Interior y la prensa sobre las universidades como “nidos de terroristas”. Mas aún, cuando se dio a conocer que las organizaciones armadas tenían publicaciones recurrentes en los periódicos murales de las facultades y sus consignas se leían sobre los muros de los distintos pabellones. Sobre el particular, mientras que en el local de la Residencia de la Ciudad Universitaria se hallaron afiches del PCP-SL con la consigna “¡Rematar el Gran Salto con Sello de Oro!”, en el pabellón de Letras se hallaron publicaciones alusivas al MRTA que consignaban: “Alan genocida, Barrantes compinche de los fascistas”, junto a un homenaje al “compañero Mario”, quien según la prensa, “había caído poco después de poner un coche-bomba frente al Jurado Nacional de Elecciones” y “había sido secretario general del Centro Federado de Ingeniería Mecánica”261. 258 “Operación relámpago en las universidades”, Caretas, N° 942, 16/02/1987, p. 14 259 Explosivo de fabricación casera que se activa con detonador o mecha. 260 Explosivo de fabricación casera que se adhiere a cualquier objeto para camuflar su naturaleza. 261 “Operación relámpago en las universidades”, Caretas, N° 942, 16/02/1987, p. 15. Se trataba en realidad de Marco Javier Rendón Escobar, ultimado por la policía el 31 de diciembre de 1986 durante un repliegue miliciano del MRTA tras un atentado a una sede del JNE. Sobre el particular, Abel Jiménez rememora con pesar: “Yo recuerdo estar en casa -hicieron el operativo muy temprano-, prender el televisor, ver las noticias, y darte cuenta de que tú has matado a ese muchacho porque cuando ingresó como un muchacho más, yo fui uno de los que me pegué a él para reclutarlo para la militancia, no? Y ya, después tomó su camino, se fue al MRTA y ya hizo su camino, después tomó sus decisiones. Pero si no se hubiese cruzado conmigo esa tarde, probablemente seguiría vivo, ¿no?” (Entrevista, 26/10/2018). 186 Esta presencia de la prensa subversiva no era una novedad, y desde hacía algún tiempo los medios difundían la actividad propagandística que, desde el interior del campus, realizaban las organizaciones armadas. Así, por ejemplo, en 1985, una crónica periodística detallaba la existencia pública de periódicos murales en la Facultad de Letras tanto del MRTA, que se ubicaba al lado de “la figura silueteada del Che Guevara y sobre fondo negro, consignas a mano en papel de computadora que van contra las elecciones y a favor de la lucha armada”, más abajo se apreciaba “el despliegue de un boletín impreso del MRTA en el que se enseña la forma de preparar cocteles molotov de “encendido manual y automático” (…) tácticas de ataque y defensa en manifestaciones, marchas y similares” mientras que, a su derecha se hallaba el del PCP-SL “bajo la impasible mirada de Mao y la consigna “PCP EN ARMAS”, pensamientos del “Presidente Gonzalo” y Lenin avalando la violencia como ingrediente indispensable para toda revolución, el rechazo al voto, al régimen democrático y la defensa cerrada de la guerra de guerrillas”262. En San Marcos cerca de 430 estudiantes fueron detenidos y derivados al fundo Barbadillo, habiendo sido obligados a salir semidesnudos, luego de que la policía destruyese puertas y ventanas, y, según el rector Campos Rey de Castro, saquease “las oficinas de los decanatos, secretarías y centros federados de los 14 pabellones”263. Dos semanas después, un juez inspeccionaría el campus a solicitud del rector para que verificara los perjuicios acaecidos sobre las instalaciones de la universidad, con el propósito de demandar al Estado para la reparación de los daños264. 262 “Paredes que hablan ¿Autonomía es violencia?”, Caretas, N° 850, 13/05/1985, p. 19 263 “Los apresaron cuando dormían, dijo rector USM”, El Comercio, 14/02/1987, http://lum.cultura.pe/cdi/foto/rector-de-san-marcos-rechaza-la-incursi%C3%B3n [Accedido el 16/12/2018] 264 “Juez inspecciona campus en la Universidad San Marcos”, La Crónica, 27/02/1987, http://lum.cultura.pe/cdi/foto/juez-inspecciona-campus-de-la-u-san-marcos [Accedido el 16/02/2018]. Entre las piezas de infraestructura destruida se hallaba la emblemática estatua de Ernesto “Che” Guevara ubicada delante de la columna principal en la fachada de la Facultad de Derecho y Ciencia Política, la cual había sido erigida por una promoción de fines del sesenta, y cuyo trabajo escultórico había sido obra, como ya se ha señalado, del artista y militante del FER-A, Julio Carmona. La misma fue reconstruida con menor talento estilístico en 1990 y destruida de nuevo prontamente. http://lum.cultura.pe/cdi/foto/rector-de-san-marcos-rechaza-la-incursi%C3%B3n http://lum.cultura.pe/cdi/foto/juez-inspecciona-campus-de-la-u-san-marcos 187 La razzia policial del 13 de febrero lejos de aquietar las aguas, las soliviantó. Desde aquel día se produjeron múltiples manifestaciones casi a diario, con desmanes callejeros producidos por los universitarios, que reclamaban por la libertad de los que habían quedado detenidos y contra los representantes del Estado -fundamentalmente el ministro Abel Salinas- que habían sido responsables políticos de la intervención. Hubo alrededor de 800 detenidos en total en los tres centros de estudios. Hacia el 17 de febrero ya habían sido liberados un 75% de ellos. Los 177 que restaban estaban siendo procesados por motivos diversos y aguardaban en las dependencias de Seguridad del Estado265. A ellos se sumaban los centenares que eran detenidos cada vez que se producían choques con la policía en las calles. Por su parte, el viceministro del Interior, Agustín Mantilla, justificaba la detención debido a que, según sus reportes, entre los investigados se encontraban exestudiantes, exreclusos, requisitoriados y desertores de la policía que se unían a las filas subversivas266. El 03 de marzo eran pasados a fiscalía solo 75 estudiantes y se tenía la expectativa de procesar realmente a menos de cincuenta267. Finalmente, tres estudiantes sanmarquinos pasarían detenidos cerca de un año en el penal Castro Castro, al cabo del cual fueron absueltos268. 265 Uno de los casos más saltantes es el de José Clemente Cigüeñas Linares, estudiante cuya familia era concesionaria de la cafetería de la Facultad de Química. Fue uno de los pocos sanmarquinos que tenía un arma en su propiedad, toda vez que se había quedado como guardián de su local (CVR 2003, XVII, Caso 1007214). El 17 de enero de 1995 el joven se contaría en las filas de los desaparecidos. Estudiante de Economía de la Universidad del Callao por aquel entonces, era, junto con Kenneth Anzualdo, uno de los testigos en la desaparición de Martin Roca Casas, compañero de estudios, secuestrado y asesinado por miembros del Ejército en los tristemente célebres “sótanos del SIE” (CIDH 1998). Agradezco a Fernando Ríos haberme proporcionado vía comunicación virtual las pistas sobre este caso. 266 “Desertores engrosaban las filas senderistas”, El Nacional, 18/02/1987, http://lum.cultura.pe/cdi/foto/comprobada-presencia-de-extra%C3%B1os-en-universidades [Accedido el 16/12/2018]. 267 “De 835 estudiantes capturados la policía libera a más de 750”, La República, 03/03/1987, http://lum.cultura.pe/cdi/foto/de-835-estudiantes-capturados-la-polic%C3%ADa-libera-m%C3%A1s-de- 750 [Accedido el 16/12/2018] 268 “En libertad estudiantes acusados de subversivos”, El Nuevo Diario, 08/01/1988, https://lum.cultura.pe/cdi/foto/en-libertad-estudiantes-acusados-de-subversivos [Accedido el 24/06/2019] http://lum.cultura.pe/cdi/foto/comprobada-presencia-de-extra%C3%B1os-en-universidades http://lum.cultura.pe/cdi/foto/de-835-estudiantes-capturados-la-polic%C3%ADa-libera-m%C3%A1s-de-750 http://lum.cultura.pe/cdi/foto/de-835-estudiantes-capturados-la-polic%C3%ADa-libera-m%C3%A1s-de-750 https://lum.cultura.pe/cdi/foto/en-libertad-estudiantes-acusados-de-subversivos 188 Al menos uno de ellos pertenecía al frente de Patria Roja, UNIR, como lo hizo saber el entonces senador Rolando Breña269. La marcha más importante se produjo el 24 de febrero puesto que en ella participaron los rectores de los tres centros universitarios intervenidos, además de contingentes de trabajadores e incluso senadores de la República de las filas de Izquierda Unida270. La concentración fue atacada en el mitin que se llevaba a cabo en la Plaza Dos de Mayo, luego de que el rector de San Marcos había finalizado su intervención pública y los manifestantes se disponían a avanzar por la Av. Colmena hacia la Plaza de Armas. En aquella ocasión fueron detenidos 50 estudiantes271. El balance de la represión en las universidades no produjo el resultado esperado en sus ejecutores quienes tenían expectativas más altas sobre la presencia subversiva en los campus. Pero como en una profecía autocumplida, su actuación va a disparar la actividad pública de la subversión en las universidades a partir de la fecha, aunada a la crisis de representación del movimiento que se vuelve sumamente notoria hacia 1987. En este año Patria Roja sufre una gran escisión debido a que múltiples miembros de su dirección -muchos de los cuales provenían del activismo estudiantil en San Marcos- radicalizan sus posturas al interior del partido y proclaman que este había abandonado la estrategia revolucionaria hacia la toma del poder. Con el nombre de FER – Bolchevique (o como UNIR-Combatiente), y asentados principalmente en las facultades de Derecho y Educación en San Marcos, este sector disidente genera una crisis orgánica que repercute en el trabajo de Patria Roja en la dirección del movimiento. 269 “12 años de cárcel para terrorista”, Expreso, 01/01/1988, https://lum.cultura.pe/cdi/foto/12- a%C3%B1os-de-c%C3%A1rcel-para-terrorista [Accedido el 24/06/2019] 270 Marcharon con los estudiantes todos los miembros del Comité Directivo Nacional de Izquierda Unida. Barrantes no se presentó. Renunciaría a la presidencia de IU en mayo de ese mismo año. 271 “Vandálico ataque contra mitin pacífico con bombas vomitivas”, La Voz, 25/02/1987, http://lum.cultura.pe/cdi/foto/m%C3%A1s-disturbios-callejeros-y-50-estudiantes-detenidos [Accedido el 16/02/2018] https://lum.cultura.pe/cdi/foto/12-a%C3%B1os-de-c%C3%A1rcel-para-terrorista https://lum.cultura.pe/cdi/foto/12-a%C3%B1os-de-c%C3%A1rcel-para-terrorista http://lum.cultura.pe/cdi/foto/m%C3%A1s-disturbios-callejeros-y-50-estudiantes-detenidos 189 De modo tal que este nuevo grupo colabora con el intento de remoción de Miguel Cruzado en la dirección de la FUSM en agosto de 1987 cuando los vicepresidentes de este lo acusan de complotar contra acuerdos sobre el problema de la crisis de la FEP272 y poco después, en abril 1988, en la victoria del FDR (que postuló como Frente Democrático de Bases – FDB) en las elecciones al Tercio Estudiantil (CVR 2003, III, 3.6). Según el periodista César Lévano, el FDB unificaba las dos tendencias prosubversivas en la UDP (la que se vinculaba con el MRTA y la que tendía a conciliar con el PCP-SL)273. Sobre esto último, la prensa destacó que el sector radicalizado obtuvo la victoria con 5139 votos, sobre los 3018 del Frente Amplio Sanmarquino (FAS), coalición de Izquierda Unida sin Patria Roja, que, junto al casi extinto Bandera Roja y bajo el nombre de IU – San Marcos quedó en tercer lugar con 2456 votos. No fueron los últimos, la lista del APRA (como ARE) se hallaba allí con poco más de mil votos274. Pese a ello, también destacó que la participación estudiantil había sido innegablemente baja: de 39173 votantes, solo acudieron 15421 (cerca del 40%), de los cuales en un 9% votaron blanco y viciado275. Sobre el particular, la lista ganadora, el FDB, lo había hecho con un 13.11% del total de votantes aptos, que representaban el 33.32% de los votos emitidos; por su parte, el FAS (PUM y aliados), había logrado el 7.7% del total de estudiantes que eran el 19.57% de los votos válidos, mientras que IU-SM (Patria Roja y 272 El 25 de mayo de 1987 veintisiete federaciones se oponen a la continuidad de Patria Roja en la dirección que solamente cuenta con el respaldo de otras seis. Mientras que Patria Roja, en minoría, convoca un nuevo Congreso, sus opositores convocan una convención (Huamaní 2018: 90). Con la elección de Noe Jave como presidente en el denominado XVIII Congreso de la FEP (agosto de 1987) inicia una imparable crisis de representatividad del organismo gremial. La FUSM se opuso a pronunciarse a favor de unos u otros, pero Patria Roja sacó un comunicado utilizando el nombre de Cruzado, situación que fue entendida por sus adversarios como una traición a los acuerdos y generó el intento de vacancia (Entrevista con Carlos Murillo, ex dirigente de la FUSM, 23/05/2019). 273 “El 8 en San Marcos todos perdieron”, Revista Sí, N° 62, may 1988, p. 26-27. 274 “Sendero en el aula”, Caretas, N° 1006, 16/05/1988, p. 26-27 275 El contraste es grande cuando se evalúan las cifras de la votación para Asamblea Universitaria en 1984, entonces 25 532 acudieron a las urnas (aproximadamente el 60% de la población estudiantil). En cuatro años los números de la participación habían caído en un 20% (“Sendero en el aula”, Caretas, N° 1006, 16/05/1988, p. 27). 190 aliados) obtenía respectivamente el 6.27% y el 15.93% de la votación276. Como se observa, la división de las izquierdas institucionalistas o electorales garantizó la victoria de las izquierdas insurreccionalistas o prosubversivas. Además, era el escenario que antecedía, a nivel estudiantil, la irremisible fractura de Izquierda Unida en enero de 1989. Con la dirección del movimiento en crisis, demostraciones como la que haría el PCP-SL en junio de 1987 empiezan a hacerse más regulares y se hallan plenamente explicadas. En aquella fecha, 20 de junio, militantes senderistas organizaron un mitin en la Facultad de Letras (con estrado incluido) para homenajear a sus combatientes ejecutados en el motín carcelario del año anterior. La convocatoria la habían hecho publica el día anterior durante un mitin de Izquierda Unida en la Plaza Dos de Mayo en memoria de las víctimas de la masacre. Por tal motivo, la policía había preparado todo un operativo para contener cualquier situación que conllevara a una escalada de violencia, incluyendo una declaración alarmista en la televisión por parte del ministro Salinas277. El evento se desarrolló desde las 5 hasta las 8:30 de la noche278, cuando tras perderse en la oscuridad del campus, los participantes en el mismo dieron paso a una centena de estudiantes (o militantes externos del PCP-SL) que marchó por la Av. Venezuela siendo reprimidos inmediatamente por la policía, que detuvo a 32 personas279. Luego del suceso, quedó como estela un par de enormes pintas en el pabellón de la Facultad de Letras. 276 “El 8 en San Marcos todos perdieron”, Revista Sí, N° 62, may 1988, p. 26-27. 277 “Show terruco. Desafiante mitin en San Marcos”, Caretas, N° 960, 22/06/1987, p. 20-24/64-65 278 La crónica de Caretas revela que “el espectáculo se inició dirigido por una mujer (…). Se entonó primero La Internacional. Después un personaje que cubría el rostro con un pañuelo leyó una carta de Abimael Guzmán. Siguió la lectura de varios manifiestos, el perifoneo de un relato grabado de un presunto sobreviviente de El Frontón, premios a los familiares de los muertos que subieron al estrado, y muchas vivas a la lucha armada y la violencia” (p. 64). La oradora principal del evento era Rosa Mercedes Maldonado, viuda de Pedro Gallegos, represaliado en El Frontón. Volvería a ser noticia en noviembre de ese mismo año, cuando fue abatida en un incidente en el que cubría el repliegue de un destacamento que hacía propaganda subversiva en Canto Grande. 279 “Show terruco. Desafiante mitin en San Marcos”, Caretas, N° 960, 22/06/1987, p. 64 191 A partir de entonces, la prensa graficará con mayor intensidad la presencia subversiva que se hace mucho más visible que en años anteriores en la capital y en la universidad, bajo la lógica senderista de estar logrando el “equilibrio estratégico” y la necesidad de “cercar las ciudades”. Pero es más que plausible que el fenómeno obedezca a razones de otra índole. Según Raúl Gonzáles, a partir de 1987 el PCP-SL comprende que, a raíz de la aparición y desarrollo del MRTA, la base popular radicalizada que pretende captar en las ciudades (principalmente Lima) le está siendo disputada, por lo que emprende denodados esfuerzos en la tarea de explicar sus acciones280 y mostrarse como efectivamente más capaz para vencer al Estado281. Cobra pleno sentido en ese contexto la gestación por estrategia (o delirio ideológico) del PCP-SL y el sensacionalismo de la prensa, el llamado “mito de Sendero ganador” 282, concepto recogido por Gonzáles y reforzado por Ascencios (2016), que hacía ver como muy plausible la victoria de los maoístas peruanos, reforzando mito e identidad al interior de su organización -desgastada por las capturas, bajas y deserciones-, y granjeándose el temor colectivo ante la admisibilidad de una derrota del Estado. En San Marcos el cambio no pasó desapercibido por los miembros de la comunidad y menos aún por quienes desarrollaban activismo político: “ya había aparecido Sendero Luminoso, siempre estuvo, pero su trabajo era más ‘caleta’, más clandestino pues, pero [en] el 87 parece que recibieron la consigna de 280 “Sendero vs MRTA”, Quehacer, N° 46, abr-may 1987, p. 46-53. Para tal efecto, “no vacila en tomar las agencias Reuters y Prensa Latina, al más puro estilo tupacamarista”, hace de El Diario su vocero oficial y saca al público un folleto titulado “Desarrollar la guerra popular sirviendo a la revolución mundial” que es un texto “definitivamente no escrito para su militancia, que cree en ellos ciegamente, sino para aquel sector social radicalizado que pretenden ganar para su causa y que deben disputárselo primero a la IU y luego al MRTA (aunque en realidad, dada la inercia de la IU, solo al MRTA)” (p. 52) 281 Las circunstancias dan la razón a dicho análisis. En febrero de 1988, en medio de su primer congreso, Sendero llega a afirmar que “el MRTA es el principal enemigo de la revolución (…) debe ser enfrentado porque no puede haber el triunfo de dos revoluciones” (Quehacer, N° 53, jul-ago 1988, pp. 18-19). 282 “El mito del Sendero ganador”, Revista Ideele, N° 55-56, 1993. Posteriormente, engullido por sus propios “tigres de papel” el PCP-SL desarrollará esta lógica para luego convertirla -hacia su derrota final en el conflicto- en la idea de que se hallaba en un “equilibrio estratégico” con las fuerzas contrainsurgentes. Respecto de este sobredimensionamiento de su propia capacidad que la CVR evaluó como una “fuga hacia adelante”, véase Degregori et. al (1996) y Tapia (2018). Para un contraste desde la visión senderista puede verse Zapata (2017: 194-203). 192 trabajo más abierto, aparecieron con el MOTC, todo terminaba en ‘C’, clasista, Movimiento Estudiantil Clasista, Movimientos de Artistas Populares Clasista, Movimiento de Mujeres Clasista. Cuando aparecía la ‘C’ al final ya sabías”283. Un episodio relatado por el propio Gonzáles, hacia 1988, da cuenta del alcance de tal estrategia y las condiciones socioeconómicas existentes que le suministraban arraigo: (…) A los tres días de publicados los resultados de los exámenes de admisión de la Universidad San Marcos, El Diario [destacado en el original] -vocero ya oficial del senderismo- publicó un aviso que contenía una convocatoria a todos los que no habían ingresado y los invitaba a formar comités de lucha para solicitar una “ampliación de vacantes”. ¿Cuántos frustrados asistieron a esa reunión? No pocos, muchos más de los que seguramente esperaban los convocantes; se calcula que unos mil quinientos. ¿Lograrán que las autoridades de la destendida universidad amplíen el número de ingresantes? No. Sin embargo, ¿cuántos jóvenes habrá logrado ganar Sendero Luminoso?284 Como se observa, la creciente radicalidad de un sector del movimiento estudiantil manifiesta en las votaciones de abril de 1988, evidenciaban que al menos un no despreciable sector del estudiantado tendía a la aceptación de la salida a la crisis en el involucramiento total con medidas altamente confrontacionales o violentas. Esta porción de la juventud universitaria, por sus propias particularidades, se convertía en la punta de lanza de las posiciones más izquierdistas en cada una de las organizaciones en las que militaban, que irán configurando el escenario rupturista hacia el “ala revolucionaria” de la mayor parte de los partidos integrantes de IU y finalmente en el quiebre del propio frente electoral hacia 1989. Por su parte, los sectores más moderados empiezan a organizarse y sumarse a iniciativas contra la actuación de las organizaciones subversivas en la universidad (principalmente la del PCP-SL), e irán perfilando la identidad del “ala reformista” que, primero con Barrantes a la cabeza al interior de la IU, y luego, 283 Entrevista con Gastón Jurado, exdirigente del PUM, 29/05/2019. 284 “Ser joven en el Perú”, Quehacer, N° 55, oct-nov 1988, p. 62 193 prontamente, sin este, pretende zanjar definitivamente con la estrategia violentista para el acceso al poder. Ambas tendencias, que irán haciéndose más y más visibles hasta la final ruptura de Izquierda Unida, se expresaban en la universidad en la forma de un distanciamiento -léase progresivo aislamiento- en la que los “revolucionarios” desarrollan una propia lógica de radicalización que normalizan como performance (captura de buses, barricadas, enfrentamientos y paralizaciones) en un contexto en que el Estado identifica al sujeto universitario con un potencial subversivo, por lo que la represión, y por ende la violencia, se ahonda. No en vano, durante 1988 se han de producir el mayor número de estudiantes de San Marcos asesinados en la década, todos con proyectiles disparados a la cabeza. Así, el 31 de mayo de aquel año, el Comité de Comensales de Cangallo285 se hallaba protestando contra la llamada “matanza de Cayara”286, bloqueando la Av. Grau con piedras, palos y llantas quemadas. En circunstancias en las que Javier Eduardo Arrasco Catpo (22), líder de la protesta, retornaba hacia el recinto universitario luego de una ofensiva callejera por parte de los rompe manifestaciones, es alcanzado en la cabeza por una bala calibre 38, trasladado primero al interior de la Facultad de Medicina de San Fernando y luego al Hospital Dos de Mayo. Murió en medio del último trayecto287. Luego de la muerte de Arrasco Catpo, la Junta Directiva del Comité de Comensales de Cangallo publicó una nota, en la que, además de las críticas al gobierno aprista y su condena como autor del hecho se leía un intento de distanciarse de la fórmula senderista: “(…) De igual manera rechazamos el aprovechamiento político de una instancia gremial por parte de una organización 285 El Comité de Comensales era el gremio del espacio del Comedor Universitario. Durante la mayor parte de la década estará controlado por sectores si bien radicalizados (fundamentalmente el PC – Bandera Roja), no necesariamente tributarios del PCP-SL. Recién con la progresiva desaparición de las otras fuerzas políticas, Sendero podrá tener más influencia (CVR, 2003, III, 3.6). 286 La comunidad de Cayara (hoy distrito) se halla en la provincia de Victor Fajardo del departamento de Ayacucho. Allí, desde el 14 de mayo el Comando Político-Militar de Ayacucho cometió una serie de ejecuciones y desapariciones forzadas contra los residentes, bajo la sospecha de su participación en una emboscada realizada por una columna guerrillera del PCP-SL el 13 de mayo de 1988. Para detalles del caso y las investigaciones que suscitó véase CVR (2003, VII, 2.27). 287 “Campus de batalla”, Caretas, N° 1009, 06/06/1988, p. 11-15/79 194 que llamándose revolucionaria pone a las masas entre dos fuegos y que con sus acciones no hace sino juego a la derecha dando pie para que justifique este alevoso asesinato” (Cambio, 01 de junio 1988, citado en CVR, 2003, III, 3.6: 643) Del mismo modo, alumnos de la Facultad de Derecho, militantes del FER- Bolchevique, Victor Gutierrez y Elizabeth Ochoa288, se pronunciaron contra el gobierno, pero, hicieron hincapié en diferenciarse de los objetivos del PCP-SL al señalar: “El compañero Arrasco, como todo sanmarquino, tenía sentimientos revolucionarios289. Cuando protestábamos por los campesinos masacrados de Cayara, los de Sendero se han metido en nuestra manifestación de bases. Nosotros no le podíamos decir que no hagan nada, porque de repente nos atacaban. No hubo la previsión del caso”290. Lo que si era previsible es que en los días posteriores las confrontaciones entre estudiantes y la policía continuaron siguiendo la misma tónica de secuestro de buses y barricadas estudiantiles291. Cuando para julio de 1988 la CGTP convoca a la manifestación anual que se realizaba entre el 18 y 19 de aquel mes, contingentes de sanmarquinos en Ciudad Universitaria y San Fernando se aprestan a participar. Precisamente, en las barricadas de la Av. Grau es donde caería fulminado por un impacto de bala a la cabeza el líder estudiantil Carlos Barnett Azpur292, quien, según los reportes 288 Posteriormente, en noviembre de 1995, Elizabeth Ochoa Mamani junto con otros cinco jóvenes militantes, incluido el ex rockero subterráneo Martin Serna Ponce se harán conocidos por ser parte de un comando del MRTA que secuestró al empresario boliviano Samuel Doria Medina. Por tal suceso, ambos purgaron condena en el país altiplánico. 289 Javier Arrasco militaba en las Juventudes Guevaristas, el espacio estudiantil de las Fuerzas Populares 19 de Julio, una escisión del MIR (Confluencia) a inicios de los ochenta que habría llegado a poner en marcha su propio destacamento político-militar (Comunicación personal con Abel Jiménez, 17/03/2020). 290 “Campus de batalla”, Caretas, N° 1009, 06/06/1988, p. 14-15 291 Una lectura preocupada por el momento que se vivía la tenía la Embajada de los EEUU: “Los meses siguientes deben estar políticamente agitados. La presión económica continuará incrementándose; está lejos de ser claro cómo el gobierno hará los ajustes necesarios (…) y probablemente habrá un incremento huelguístico en tanto la inflación continúe. Sendero y el MRTA están creciendo audazmente y han tenido un virtual santuario en el campus de la Universidad San Marcos” [traducción propia] (National Security Archive 1988). Esta última inferencia sobre la universidad era un sentido común reproducido en medios. 292 Barnett era estudiante de la facultad de Derecho de San Marcos y había estudiado Ingeniería Industrial en la UNI. A su vez, era dirigente barrial del Asentamiento Humano “10 de Octubre” en el distrito de San Juan de Lurigancho donde participó en las luchas por conquistar servicios básicos. Entre sus compañeros de la UDP de donde era dirigente era conocido con el sobrenombre de “el gringo” y por manejar con experticia la huaraca. 195 propagandísticos, se hallaba al frente de uno de los grupos que bloqueaban la calle aledaña al recinto universitario. En circunstancias similares, el estudiante de Antropología, Hernán Pozo Barrientos, recibió un mortal proyectil de bala que, tras ser trasladado a la Facultad de Medicina de San Marcos donde agonizó brevemente, lo mató un 12 de octubre de 1988. Según informaron luego las voces de la época, se sabe que Pozo -quien no tenía militancia o participación conocida- salía de clases cuando la policía disparó hacia el Patio de Letras, haciendo un uso indiscriminado de la fuerza aprovechando una gresca que se estaba produciendo entre estudiantes pertenecientes al MRTA y una facción disidente de estos293. En el recuerdo de un estudiante de la época se narra así el suceso: Recuerdo que un grupo de estudiantes –entre los que estaba el antropólogo Rodrigo Montoya– estábamos apostados en una columna de la Facultad [de Letras] viendo como la policía –provocada, es verdad, por unos cuantos exaltados– hacía el amago de ingresar. En eso comenzaron a sonar las balas y nos metimos todos adentro para protegernos. No habían pasado sino unos minutos, cuando vi que entre varios –uno de ellos era un amigo mío, militante del PUM– cargaban una pizarra con una persona encima. Era el chico Pozo malherido. “Ayuda, compañeros, ayuda”, decían. Los vi cruzar raudos por el patio de Letras para cortar camino y llegar más rápido al Centro Médico. En esos momentos, todo era confusión en la Facultad. A los pocos minutos nos llegó la noticia de su muerte. Eso nos impactó. Cuando volvimos a la entrada alguien señaló que allí, al pie de la columna donde habíamos estado un rato antes, le había caído la bala a Pozo. Me quedé impresionado (Molina 2014). Tan solo un mes antes, el 22 de setiembre, había sido detenido y desaparecido Hugo Máximo Aliaga Ordaya, estudiante de Administración, quien, al parecer, se hallaba con estudiantes de la Universidad la Cantuta en Chosica al ser detenido. Según relata un familiar suyo, Aliaga Ordaya había sido detenido con 293 Entrevista con Carlos Murillo, exdirigente de la FUSM, 23/05/2019. Particularmente, sobre el tema de la pugna, el 30 de octubre de 1988, el MRTA fusilaría al líder de los disidentes (Pedro Ojeda Zavaleta, alias “Darío”) en la selva nororiental, bajo acusaciones de “infiltración, provocación y apropiación de bonos revolucionarios”, según un comunicado publicado en el semanario Cambio. Melquíades Damián, exmilitante de la UDP, refiere que Ojeda había sido dirigente del Centro de Estudiantes de Arqueología de San Marcos entre 1981 y 1982 (Entrevista, 19/01/2019). Consecuentemente, el 9 de noviembre de aquel año, cinco militantes de la facción irrumpen en una sesión plenaria de 150 delegados de IU reunidos en el aula 1A de la Facultad de Letras en San Marcos para anunciar ante todas las fuerzas el inicio de una campaña de desprestigio contra el MRTA (“Liderazgo en pugna”, Caretas, N° 1033, 21/11/1988, p. 20). 196 anterioridad en el paro nacional de julio de aquel año junto con otras personas (María Villegas Regalado y Donato Barbaran, ambos senderistas, la primera fallecida y el segundo sobreviviente del develamiento del motín del Penal de Canto Grande) lo que lo habría puesto en el radar de la policía o escuadrones paramilitares antisubversivos294. Por otro lado, en torno a la representación en el movimiento estudiantil, aquel 1988 había sido uno de los años más complejos a nivel nacional y sanmarquino. Se hacía cada vez más notoria la problemática que enfrentaba Patria Roja para superar su propia lógica controlista de los espacios de dirección, sin tomar en cuenta que los niveles de representatividad iban retrocediendo en toda línea. El desconocimiento de la presidencia de la FUSM por parte de sus vicepresidentes ocurrido desde 1987 se prolonga todo el año siguiente al punto de impedirle a Cruzado participar en el Consejo Universitario. Finalmente, con el apoyo de Luis Hoces, reinicia un trabajo de revalorización de la figura del presidente de la Federación hasta que los propios aliados en pugna del PUM tuvieron que aceptarlo295. Al año siguiente, específicamente el 20 abril de 1989, el gobierno vuelve a intervenir las universidades de San Marcos y La Cantuta. La excusa se hallaba en las demostraciones de poder subversivo que se producían en los campus. A las 3 de la madrugada del día señalado tanquetas blindadas copadas por militares con pasamontañas irrumpieron nuevamente en ambas universidades por órdenes de Armando Villanueva, entonces Ministro del Interior, en coordinaciones con el Ministro de Defensa, General Enrique López Albújar. Se realizaron cerca de 500 detenciones, se trasladó a los sanmarquinos al Potao y se dio por real la existencia de un generoso lote de armas incautado en ambas casas de estudio. Esa misma noche el 90% de los detenidos fueron puestos en 294 “Testimonio de Cesar Aliaga Ordaya”, desaparecidos.org, 16/11/06. Recuperado de http://www.desaparecidos.org/peru/des/o/ordaya/ [Consultado el 02/04/2020]. Como refiere este documento, el caso llegó hasta la CIDH en febrero de 1991 con el N° 10.260. 295 Entrevista con Carlos Murillo, exdirigente de la FUSM, 23/05/2019. http://www.desaparecidos.org/peru/des/o/ordaya/ 197 libertad. Los universitarios sanmarquinos cuestionaron la incautación aduciendo que solamente se había hallado un revólver y una escopeta296. En el testimonio de un testigo vivencial del hecho, hallamos que, en el periodo comprendido entre el operativo anterior y este último, los vínculos entre los activistas estudiantiles y la militancia subversiva se habían hecho más estrechos y en situaciones liminares, sus trayectorias alcanzan a tocarse en puntos insospechados: Entraron a mi cuarto rompieron a la puerta, (…) me patearon, me golpearon y me preguntaban quien vivía en el cuarto del costado, (…) resulta que ellos tenían información que esa habitación (…) era utilizada por la gente de Sendero como un cubículo, en donde guardaban materiales, llegaban y salían (…) Yo les dije que no sabía quienes vivían ahí, (…) y me amenazaron pues con llevarme a la huaca y desaparecerme ahí. (…) Después apareció el fiscal ¿no?, yo firme el acta, entre mis cosas encontraron un instrumento de autodefensa (…) agarran todo el material del cuarto 30 y desgraciadamente hacen que yo lo cargue y donde yo iba pues aparentemente eso era mío (…) Nos clasificaron ya en la carceleta de Palacio de Justicia, (…) en ese momento creo que éramos 50, quedamos unos 10 involucrados (…) nos dicen “a ustedes a donde los vamos a mandar es a Castro Castro” (…) A la carceleta fueron a visitarnos los compañeros que eran dirigentes de acá en San Marcos, eran del tercio en esa época, estaba el rector Jorge Campos Rey de Castro que tuvo una actitud decente porque nos brindó las facilidades, nos dio las constancias; en el caso mío -me acuerdo-, envió la constancia de que yo había sido dirigente del Consejo Universitario y había sido miembro del Comité Electoral (…) Había un muchacho que estaba jodido porque le habían encontrado una pistola y cuando estuvimos nosotros en la DIRCOTE (…) llegó un dirigente a decirle “(…) sindíquelo a Martín Meza, esa es la pistola de él, ha muerto en Los Molinos”297. Es en este tiempo cuando empiezan a hacerse cada vez más cotidianas las imágenes del Estadio y las facultades de San Marcos cuyas gradas y fachadas amanecían pintadas con la hoz y el martillo, símbolo arrebatado a todas las 296 “Disparo al aire”, Caretas, N° 1054, 24/04/1989, pp. 16-17/82. 297 Entrevista con Mario Ortega, exdirigente del FER-A, 16/10/2019. En efecto, Fernando Martín Meza Gonzáles, estudiante sanmarquino de Derecho y dirigente del Comité de Comensales, cayó en combate en las pampas de Molinos, junto a otros 58 guerrilleros del MRTA cuando se disponían a tomar la ciudad de Tarma el 28 de abril de 1989. Sobre el caso de la emboscada y las ejecuciones extrajudiciales que habría conllevado, véase CVR (2003, V, 2.7) 198 demás fuerzas comunistas por el PCP-SL, o la “V” que cruzaba el fusil y la macana del MRTA, sus consignas y sus banderas298. Aunque no eran especialmente notorias en la conducción de los gremios estudiantiles, ambas organizaciones subversivas hacían gala de sus capacidades al interior del campus para asimilar la mayor cantidad de militantes posibles y sumarlos a sus milicias urbanas o a las guerrillas rurales. Mientras que los senderistas mantuvieron el uso relativamente típico de las acciones colectivas sanmarquinas en los setentas de lentes oscuros y pañuelos, pasamontañas o chalinas, los emerretistas tendían a hacer demostraciones públicas usando capuchas bordadas con su logo en la frente, a la usanza de las guerrillas urbanas tupamaras uruguayas o etarras vascas299. Cuadro 8 Relación parcial de estudiantes sanmarquinos asesinados en la década del ochenta300 NOMBRE CARRERA AÑO MILITANCIA CIRCUNSTANCIA DE MUERTE Raúl Wilfredo Delgado Narro Ciencias Biológicas 1981 No reconocida Protesta presupuestal en Plaza Dos de Mayo Juan Francisco Teque Fiestas Derecho 1984 FER del Perú Protesta en San Marcos contra la ley universitaria y el alza de pasajes 298 Entre el 12 y el 14 de enero de 1989 la policía había intervenido el campus en dos oportunidades para arriar las banderas senderistas izadas en el Estadio. En la última ocasión los subversivos involucrados salieron heridos tras estallarles un artefacto explosivo (“Bomba detona en manos de senderistas”, El Nacional, 14/01/1989, https://lum.cultura.pe/cdi/foto/bomba-detona-en-manos-de-senderistas [Accedido el 24/06/2019]. 299 Así se presentaron, por ejemplo, en el homenaje que realizaron en el aula 1-A de la Facultad de Letras en marzo de 1988 al exestudiante de Comunicación Social y militante emerretista, Alberto León Joya, muerto en 1986 en las montañas colombianas combatiendo al lado del M-19 como parte del “Batallón América”, una suerte de frente de guerrillas de todo el continente (“San Marcos en los ochenta”, La República, 25/09/2011, p. 23). La misma indumentaria sería utilizada en la reinauguración de la estatua del “Che” Guevara en 1990 en el frontis de la Facultad de Derecho. 300 Se hace la precisión que su construcción es parcial, por cuanto no hemos podido desarrollar un trabajo de archivo y entrevistas más a profundidad sobre esta temática particular que permita tener una data mejor consolidada. Es una deuda pendiente de la investigación. Es menester agradecer para la realización del presente listado el apoyo de las siguientes personas: Javier Alarcón, Dante Castro, Miguel Cruzado, Demóstenes Mamani (+), Omar Meneses, Tulio Pacheco y Silvio Rendón. https://lum.cultura.pe/cdi/foto/bomba-detona-en-manos-de-senderistas 199 Sixto Pastor Chávez Tejada Sociología 1983 VR-PC / PCP- SL Envenenamiento al interior del penal El Frontón Jesús Dionisio Pariona Ciencias Sociales 1984 No reconocida Detención y desaparición en la UNSCH, Huamanga Fortunato Mendoza Rayme Sociología 1985 PCP-SL Develamiento del motín del pabellón Británico del Penal de Lurigancho Jorge Luis Hidalgo Marchand Derecho 1985 PCP-SL Develamiento del motín del pabellón Británico del Penal de Lurigancho Eugenio Champe Solano Economía 1985 PCP-SL Develamiento del motín del pabellón Británico del Penal de Lurigancho Luis Eduardo Zavala Nieto Ingeniería 1985 PCP-SL Develamiento del motín del pabellón Británico del Penal de Lurigancho Ivan Casaretto Ramírez Ciencias Físicas 1985 PCP-SL Develamiento del motín del pabellón Británico del Penal de Lurigancho Alberto León Joya Comunicación Social 1986 MRTA Combate contra el ejército colombiano con el “Batallón América” (M-19) Enrique Félix Vargas Ruiz Tecnología Médica 1986 PCP-SL Develamiento del motín del pabellón Azul del Penal de El Frontón Mabel Chavarri Alva Enfermería 1986 PCP-SL Develamiento del motín del Penal de Santa Bárbara Carlos Leonidas Ruiz Oré Ciencias Sociales (probablemente Sociología) 1986 FER-A / PCP- SL Develamiento del motín del Penal de Lurigancho Marco Javier Rendón Escobar Ingeniería Mecánica de Fuidos 1986 MRTA Emboscada policial tras ataque subversivo a local del JNE 200 Javier Eduardo Arrasco Catpo 1988 Juventud Guevarista (Fuerzas Populares 19 de Julio) Protesta en San Fernando contra la matanza de Cayara Carlos Amílcar Barnett Azpur Derecho 1988 UDP Protesta nacional de la CGTP por crisis económica Hugo Máximo Aliaga Ordaya Administración 1988 No reconocida (Probable periferia del PCP-SL) Detenido- desaparecido en Chosica Hernán Edgard Pozo Barrientos Antropología 1988 No reconocida Represión policial contra grescas intraestudiantiles en la Facultad de Letras Fernando Martín Meza Gonzáles Derecho 1989 MRTA Emboscada del ejército en la localidad de Molinos, Junín Julio Alfredo Távara Reategui Sociología 1989 PCP-SL Emboscada policial en San Martin de Porres, Lima Abel Malpartida Páez Geología 1989 PCP-SL Ejecución extrajudicial tras desaparición y tortura La presencia del PCP-SL y su extremo autoritarismo se hace patente en marchas internas, externas y actuaciones políticas que conducen a hacer cada vez más explícito el rechazo del estudiantado a su accionar entre las otras organizaciones de izquierda301. Un caso emblemático es el ocurrido el 9 de enero de 1989 cuando un grupo de encapuchados del PCP-SL baño en pintura negra a un estudiante de Psicología que días antes había roto propaganda senderista. La respuesta no se hizo esperar: miembros del Tercio Estudiantil de la Facultad de Letras (a la 301 Un incidente peculiar es digno de mencionarse. En una reunión pactada por el jefe político de la embajada americana y un profesor de Derecho en marzo de 1989 se produce un debate sobre la forma en la que el PCP-SL llevaba a cabo su proceso insurreccional. En la conversación participan varios estudiantes sanmarquinos de izquierda, entre los cuales, dos de ellos se revelan como prosenderistas, confrontando a sus colegas izquierdistas y justificando los ataques a la población civil campesina como una estrategia para “superar” los errores del propio Mao Tse Tung frente a la “pequeña burguesía rural” a cuyos miembros condenaban enemigos por ser “capitalistas de corazón” (National Security Archive 1989). 201 que adscribía por entonces la carrera de Psicología) se pronunció rechazando la actuación: “Así como repudiamos y rechazamos la brutal agresión policial que ha cobrado el doloroso saldo de compañeros asesinados impunemente, rechazamos también la creciente práctica de amedrentamiento, amenazas y atropellos del senderismo dentro del campus universitario, con métodos ajenos a la tradición del movimiento estudiantil y que nada tienen que envidiar a los enemigos de clase”302. Debido a este tipo de circunstancias, y como hemos visto en un capítulo anterior, iniciativas como las del grupo “Arte-Vida” en la universidad cobran especial protagonismo en el paisaje cultural de San Marcos de fines de los ochenta. Estas se vinculan con los sectores izquierdistas liderados por los “cristianos de base”, dando origen a la Coordinadora de Defensa de San Marcos (CDSM)303 que posee vasos comunicantes con el Movimiento “Perú, Vida y Paz”, el mismo que, el 3 de noviembre de 1989, organizará una multitudinaria manifestación convocada por el propio Henry Pease, líder de una ya fracturada Izquierda Unida, desafiando un “paro armado” en Lima convocado por el PCP-SL. Por su parte, habían expresiones políticas de cierto alcance como la UDP, “Pueblo en Marcha”, o el “Bloque Popular Revolucionario” que comulgaban con el MRTA y que a través del FDR (o FDB), como ya hemos visto, mantenían un trabajo político abierto en la Universidad que servía de aparato público al tiempo que la guerrilla reclutaba para sus milicias a las individualidades más radicalizadas de cada Facultad304 o sector político en descomposición (como ocurrirá con un desprendimiento del PCP-Unidad en 1990). 302 “Rechazo a Sendero en San Marcos”, Revista Sí, N° 100, 23 al 30 de enero de 1989, p. 25 303 Según Molina (2014) la CDSM tenía como antecedente directo la “Coordinadora de Letras” con las que derrotó a nivel de Facultad a las listas del FDB en 1988. El testimonio subraya como crucial una movilización en la que la CDSM se cruza con una marcha interna del PCP-SL frente a la Facultad de Sociales que finalmente no terminó en la típica gresca de la época. 304 Por aquellos meses en una de esas refriegas entre policías y estudiantes es capturado Andrés Huamán Ore, sanmarquino de la Facultad de Economía, quien ya había sido detenido y torturado en 1986 (CVR 2003, XVII, Caso 1010203). En esta última ocasión, fue trasladado al penal de Cantogrande, de donde finalmente fugaría junto con otros 46 militantes del MRTA en julio de 1990 (CVR 2003, XVII, Caso 1010204). Otro de aquellos evadidos sería también Eduardo Cruz Sánchez, exestudiante sanmarquino de la Facultad de Ingeniería Química, captado por el MRTA entre 1988 y 1989, y muerto en combate en la 202 Por su parte, tras la crisis vivida durante todo 1988 en el seno del movimiento, a fines de 1989 se produce otro episodio que ilustra muy bien la forma como se pretendía resolver las diferencias entre unos y otros espacios estudiantiles. Para la elección de presidente de la FUSM -la primera, luego de cuatro años de control de Patria Roja-, se produce una insólita convergencia entre los sectores que ya divergían a nivel nacional en IU. En aquel episodio, Patria Roja afirma que esperaba la presencia de contingentes del PCP-SL, pero finalmente sus organismos de seguridad tuvieron que repeler los ataques de sectores armados de la UDP, vinculados probablemente al MRTA,305 para lograr la victoria de Luis Hoces, último presidente de la FUSM en esa década. Así ilustra un testimonio de la época, el final del proceso electoral de la última elección a la dirigencia de la FUSM en aquel período: (…) ese día vinieron compañeros del aparato de autodefensa del partido [PUM] y nos dieron cierta cobertura, pero si fue muy tenso, muy tenso, de hecho esa noche hubo un enfrentamiento no solamente con… no solo con gente vinculada a las “cuatro letras” - como le decíamos [al MRTA]-, sino es que el bloque Bolvechique, UDP y FER[-A], los tres; y hubo un enfrentamiento, sí, esa noche hubo un enfrentamiento yo recuerdo. Pero básicamente se enfrentaron Patria Roja con el bloque [Bolchevique], (…) hubo un enfrentamiento a balazos306. En efecto, el proceso eleccionario terminó en una balacera al interior del campus. En la Facultad de Derecho, por ejemplo, ante una contabilidad negativa que daba la victoria al FDR, los contingentes armados de IU empezaron a realizar disparos al aire307. Hacia su final, la elección devino en batalla campal que culminó cuando un estudiante de Geografía fue herido de bala en la espalda. La intervención retoma de la embajada japonesa el 22 de abril de 1997 (Caretas, N° 1723, 30/5/2002, citado en Meza 2012: 388). 305 Entrevista con Belisario Juárez, exdirigente estudiantil de Patria Roja, 24/05/2019. 306 Entrevista con Gastón Jurado, exdirigente de la FUSM, 29/05/2019. 307 Un testimonio confirma dicha situación: “La última presidencia de la FUSM, Lucho Hoces, se ganó por una bronca. Es la bronca la que impone a Lucho Hoces y se termina la contabilidad de votos ahí: ‘Punto, se acabó la contabilidad. Hasta acá llegó’ ‘¿Por qué?’ ‘Porque es así y punto, se acabó. O se acaba o se mueren’… Lucho Hoces elegido presidente de la FUSM” (Entrevista con Camilo Díaz, exmilitante de Patria Roja, 26/03/2019). 203 policial posterior a ese suceso detuvo a 42 estudiantes, algunos de ellos, miembros de los cuerpos de seguridad de senadores y diputados de IU308. Finalmente, IU obtuvo 3585 votos, el FDR, 2479, el APRA (con el nombre “Renovación”) alcanzó 1799 y Acuerdo Socialista, 675, destacándose que el voto viciado marcó la importante cifra de 2250 votos. La tendencia radical quedaba rezagada frente a la última intención de los estudiantes de frenar el caos con la opción nacional de izquierda que ya se distinguía con claridad de la apuesta subversiva, aunque mantuviese el mismo estilo contencioso de hacer política. Lo que esta volición ignoraba era que aquella izquierda frentista se hallaba ya herida de muerte. De este modo, Luis Hoces se convierte en el último presidente de la FUSM en el período referenciado. Sin embargo, poco tiempo después, procesando un nuevo enfrentamiento entre el presidente (Patria Roja) y sus vicepresidentes (PUM y otros), la FUSM quedaría virtualmente inactiva, manteniéndose así durante más de dos décadas. En los años siguientes, con una legitimidad menoscabada de la dirección estudiantil, acusaciones cotidianas de corrupción en las instancias de representación universitarias, un movimiento en repliegue y múltiples ataques a la organización de los gremios populares en su conjunto, la Universidad quedará cada vez más a la deriva y la subversión la coloca efectivamente como espacio privilegiado de sus actividades de propaganda, cuando no, como un espacio de retaguardia para la actividad de sus cuadros urbanos hasta su final derrota política y militar. 308 “San Marcos derrotó tesis militarista”, El Nacional, 08/09/1989, p. 8 204 Figura 4: Frentes políticos estudiantiles de izquierda en la UNMSM Año Principales organizaciones estudiantiles 1979 1980 1985 1988 1989 FER- FEUL Frente Democrático Revolucionario (FDR) FER-A FER- FEDEP Juventud Mariateguista (JM) FER del Perú JCR Izquierda Unida (IU) Frente Democrático de Bases (FDB) FER-A UDP FER-Bolchevique Izquierda Unida San Marcos (IU-SM) FER del Perú FER-FEDEP JM JCR Frente Amplio Sanmarquino (FAS) Izquierda Unida (IU) FER del Perú JM Acuerdo Socialista (AS) Desprendimientos moderados de la JM Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) – FER Venceremos Frente Democrático Popular (FDP) FER del Perú Vanguardia Revolucionaria (VR) – FER Avancemos JCR - Trinchera Roja MIR -Confluencia UDP (MIR Voz Rebelde) Izquierda Unida (IU) FER del Perú Unidad Democrático Popular: JCR JCR-TR VR MIR-C 205 VI. INQUIETUDES EN LA PLAZA: TRAYECTORIAS MILITANTES Y CULTURA POLÍTICA EN LA IZQUIERDA SANMARQUINA DE LOS OCHENTA La militancia es una forja cotidiana. Lo atestigua el viejo compromiso comunista que delimitó la forma de hacer política de izquierda en todo el pasado siglo. No en vano la propaganda revolucionaria rusa alimentó el mito de la centralidad del cuadro político en obras como la mundialmente famosa Así se templó el acero (1934) de Nikolai Ostrovski, donde la heroicidad de Pável Korchaguin, el joven protagonista de la novela, radicaba precisamente en que su breve curso vital era el resultado de múltiples avatares y sacrificios en nombre de la “lucha por la liberación de la humanidad”. Bajo la emulación de esta forma arquetípica de héroes-cuadros, millares de adolescentes y jóvenes alrededor del globo construyeron a su modo sus propias expresiones de la Komsommol (“Juventud Comunista”) en cada una de sus particulares realidades. En América Latina dicho fenómeno político cultural coincidió con una ampliación de los servicios educativos, una mayor tasa de acceso a la educación superior y sucesivas oleadas de migración interna del campo hacia las ciudades en función de una progresiva modernización de estas últimas. En el caso peruano, desde la década de 1950 las masivas migraciones campesinas cambiaron el rostro de un país anclado en relaciones precapitalistas en vastas zonas del campo hasta mediados del siglo XX. El proceso modernizador llegaría al clímax haciéndose con el control del Estado bajo la institucionalidad reformista de las Fuerzas Armadas en un manejo progresista de gobierno al que la región no estaba acostumbrada. Para fines de la década del setenta y durante toda la década del ochenta las transformaciones rematadas mediante el proyecto velasquista modifican para siempre las formas de relacionamiento social en el país. Pese al estancamiento de las reformas, la crisis económica subsecuente o la violencia política, la ciudadanía dejará de ser en adelante -al menos en términos institucionales-, un 206 espacio reservado para convertirse, progresivamente, mediante la política, la cultura o la economía en un elemento asequible al conjunto de la sociedad. En medio de ese proceso interno, y teniendo como telón de fondo las luchas guerrilleras antidictatoriales en el Cono Sur, la juventud universitaria peruana y la sanmarquina en particular recorrerá un camino de radicalización bajo el amparo doctrinario del marxismo ortodoxo, con una clara hegemonía del maoísmo en pleno desarrollo de la Revolución Cultural China, cuyos ecos llegaban a nuestras costas en un raudal de redes de propaganda a través de las rejuvenecidas organizaciones comunistas (escindidas unas tras otras). La estructura de sentimiento de la juvenil izquierda peruana de los sesentas y setentas construye un sólido tejido sobre el cual una generación posterior va aprendiendo a vincularse con la política y el Estado. El “clasismo” opera como una infraestructura de disenso en la que la academia, la militancia y la vida cotidiana se vinculan, teniendo como sujeto arquetípico por antonomasia no ya el combatiente obrero de principios del siglo XX, sino fundamentalmente, el agitador radical universitario309. En el presente trabajo hemos recopilado el testimonio de 14 exmilitantes y exdirigentes universitarios de San Marcos que formaron parte de diversas organizaciones izquierdistas en las décadas del setenta y ochenta del siglo pasado (ver Cuadro 1). Queremos, a través de sus memorias -siempre limitadas, siempre parciales- identificar la vinculación de sus trayectorias preuniversitarias con su carrera militante juvenil y, aún más, de esa previa socialización política con la incorporación y construcción de una cultura política radical universitaria. 309 Al respecto algunos autores han sugerido que del mismo modo que ocurría con la fábrica del siglo XIX, la Universidad representaba el escenario ideal para la consolidación de una “conciencia común de participación” debido al facilitamiento de un espacio físico de confinamiento de sus actividades que permiten una fluida comunicación, una solidaridad específica y un relativo aislamiento de influencias del establishment (Scott & Lyman 1970). 207 6.1 Inquietudes que nacen. Trayectorias preuniversitarias El presente apartado está dividido en cinco secciones las mismas que remiten a una primera presentación de las imágenes sociales del tiempo en el que crecen; las tradiciones políticas que se transmiten al interior de la familia; la trascendencia de las primeras impresiones sobre la lectura y los mundos que pueblan la literatura de su infancia y adolescencia; la socialización escolar y las primeras redes de participación sociopolítica; y, finalmente, el juego de las variables identitarias que se gestan en el tránsito entre la adolescencia y la primera juventud. Detallaremos las formas primarias y secundarias de socialización en un período anterior a los estudios universitarios cursados por los entrevistados. El más longevo de ellos nació en 1953 mientras que el más joven en 1967, hallándose el promedio de fechas de nacimiento hacia fines de los cincuenta. Por esta razón es que en buena parte son ya herederos de por lo menos una gran ola migratoria. Además, las ocupaciones de sus padres son diversas, y van desde el trabajo obrero y doméstico, pasando por profesiones liberales hasta el desarrollo artístico como modo de vida. En el rango de años en el que los entrevistados han nacido y desarrollado su primera infancia acaso los eventos más importantes para la izquierda política han sido la Revolución Cubana y sus epígonos (1959 en adelante), la división del otrora llamado “campo socialista”, cuando el proceso revolucionario chino condena como desviado al proceso soviético (1963-1964) y las revueltas estudiantiles de Francia, China, México y EEUU (1966-1969). Para el caso peruano, además de la inmensa movilización campesina por la recuperación de tierras (1950-1960), un acontecimiento relevante para las siguientes generaciones de izquierdistas serán las guerrillas castristas (1963-1966). Asimismo, para cuando buena parte de los entrevistados alcanza la adolescencia, el proceso velasquista (1968-1975) tendrá un impacto irremisible sobre sus vidas y el conjunto de la sociedad en la que habrán de madurar políticamente. 208 6.1.1 “Mensajes tensionales”: El mundo que conocimos Como ha retratado Lynch (2019), una característica de la dirigencia estudiantil sanmarquina en los setentas era precisamente el hecho de ser parte de una primera generación migrante rural que con mucho esfuerzo personal y familiar - como una “epopeya”- lograba hacerse un lugar en el mundo de la educación superior con afán de realizar la ansiada movilidad social310. Para la década siguiente, aunque dicho panorama no se descarta, la presencia de una segunda generación aparece en el panorama. Muchos de ellos son efectivamente descendientes de migrantes, limeños o pertenecientes a las élites y clases medias regionales. En ellos aparecen visiones contrastadas del mundo social que comparten: Para mí una de las cosas (…) que me marcan, es una foto (…) en la que se ve mi promoción del colegio el día de la primera comunión (…) Estamos todos los niños, cincuenta niños, hombres -colegio solo exclusivo de hombres- y todos los niños tienen uniforme único, y al centro hay tres niños con terno. Uno de ellos soy yo. Todos los demás están con su uniforme único (…) Y antes una bronca en mi casa, porque yo quería hacer la comunión con uniforme único y mi vieja me puso el terno. Entonces la vivencia de la diferencia de clases [es] muy temprana, y no a nivel racional sino vivido, (…) esa vaina de ¿por qué estás tú de manera tan marcadamente diferente, no? (…) Y la miseria, ¿no?, la miseria que la vivías allá. Yo no he pasado hambre, tenía una vida cómoda finalmente, pero sí, mis padres han vivido restricciones (…) Entonces, digamos que esos siempre han sido como mensajes tensionales311. Así, por ejemplo, Tania Rioja, a la sazón dirigente estudiantil de Bandera Roja, destaca que era hija del alcalde de Cajacay (Ancash) y que sus familiares y conocidos pertenecían a ese tipo de élite intelectual y política. Señala que se formó en una moral de trabajo por la que iba feliz a las tareas pastoriles: Yo lo que recuerdo es esa infancia como algo grandioso, el olor de la tierra, de las plantitas, del rocío, esa inocencia, y yo cantando música… el twist, Chubby Checker. Mis hermanas llevaban canciones de Lima, ¿te imaginas esa combinación? Estaba en plena sierra, pastando en el cerro -escuchábamos Radio Nacional, Radio Agricultura en la casa- pero mi cancionero eran los valses (…) Maritza Rodríguez, (…) Los Trovadores 310 Para una revisión detallada de la historia de los proyectos de desarrollo educativo y su recepción en el campo durante período republicano prevelasquista véase Contreras (2014). 311 Entrevista con Abel Jiménez, exdirigente de la UDP (MIR-VR) y del PUM 209 Criollos, Jorge Huirse. En los cancioneros entonces tenía una cosa integral, y eso me ha servido (…) porque tengo una pasión tanto por la música criolla [como] por la música andina, y eso creo que me ha formado bastante. En ambos casos, la pertenencia a una élite provinciana desemboca en un conocimiento del contraste desde muy temprana edad, expresándose este a nivel social como cultural. En otras circunstancias, la ascendencia no pertenecía a una élite social provinciana pero sí a una cultural, cuyo estatus había sido menoscabado en función de su condición étnica tras la migración, por lo que las tensiones identitarias anidadas se expresaban en el control sobre las elecciones en la formación de los hijos: Mis padres son músicos profesionales. Él tocaba violín y ella tocaba piano (...) ¿Por qué él no nos enseñó? Creo que tenía un conflicto con su niñez (…) Una vez llegó Aldo con su guitarra, y lo vio a mi papá y le dijo, “papá enséñame a tocar guitarra” (…), mi papá le dijo “no, porque si yo te enseño tú vas a ser un borracho alcohólico que vas a estar jaraneándote aquí y allá” (...) Sigo creyendo que eso era un pretexto, (…) me parece que mi papá veía su formación como músico como una expresión de un ambiente rural provinciano (...) Cuando llega mi papá (…) en el año 38, 39, el racismo limeño contra los provincianos era terrible, (…) él me contaba que cuando llegaba le decían “¡serrano de mierda!, ¡fuera cholo!, ¡llama!”, y le tiraban cosas. Entonces él ha tenido que resolver ese conflicto. Resolver el conflicto de no ser aceptado en la sociedad, resolver el conflicto de tener que trabajar, tener que estudiar (...) Me parece que eso ha condicionado en él un aprendizaje duro, tormentoso posiblemente312. Una situación distinta es la de Camilo Díaz, exmilitante de Patria Roja, para quien el conocimiento de la realidad andina ha debido pasar por un aprendizaje motivado por el trabajo y la afición deportiva del padre, toda vez que sus orígenes están lejanos de la ruralidad: He conocido realidades campesinas y realidades campesinas desde chico (…) [por] salir a provincias a buscar este tipo de aventuras que le gustaban a mi padre. Pero, era muy distinta la relación del campesinado que había comenzado a sentir la tierra como suya y veía cazadores y nos podía hospedar. O sea, no eran siervos de las haciendas. Y nos podían contar como había sido, por ejemplo, su etapa de servidumbre y como había terminado eso para entrar en las cooperativas y también la corrupción de algunos dirigentes de cooperativas que vendían por lo bajo en la noche las cosechas. Todo eso 312 Mario Ortega, exdirigente del FER-A 210 lo he venido escuchando desde los ocho, nueve años, diez años (…) Etnografía andina hacía creo de la mano de mi padre, empíricamente. En su discurso se evidencia la visión de un mundo campesino sujeto al cambio, en donde la política reformista está jugando un rol fundamental en la ampliación de derechos, aun cuando al mismo tiempo, se descubre la contracara y los límites de estos fenómenos transformadores. Enlazado a ello, se visualiza cómo el recuerdo es construido otorgándosele cierta centralidad al papel de la (falta de) moral en la actividad del quehacer público. Del mismo modo, Melquíades Damián, exmilitante de la UDP (MIR-VR), narra que sus padres, profesores ambos, debían tener una conducta nómade por razones de trabajo y que, debido a estos ajetreos, nace en Huánuco y pasa sus primeros años de infancia transitando desde allí hasta Chota (Cajamarca) y Casma (Ancash) antes de afincarse en el Rímac (Lima). De esta experiencia, rescata que veía en la figura del padre un hombre sumamente dedicado a su vocación docente, subrayando “la estrecha relación entre el maestro y la población (…), tan es así que mi padre impulsa voluntariado para construir una piscina en el colegio de Amazonas, en La Unión, construcción de aulas. Estrecha participación entre profesores, padres de familia, y los alumnos. También recuerdo, (…) que mi padre no terminaba su labor docente en las aulas pues, sino que era un poco obsesivo [risas] seguía a los alumnos, los sacaba de los bares, de los billares”. La impronta sumamente ética del padre se observa también en las declaraciones de Manuel Arias, ex dirigente del FER del Perú y ex presidente de la FUSM, alrededor de la idea de que aquel era “un hombre muy justiciero, muy humano, muy sensible (…) al punto de afectar su propia economía sin pensar en él o en su familia por favorecer a terceros o ayudar a salir de problemas diversos tanto de vecinos, familia y amigos sobre todo”; y fundamentalmente en la memoria de Abel Jiménez: La otra cosa dura de mi viejo era el tema de la honestidad. Era muy duro con eso. Siempre me acuerdo, un jodido. A mí me robaban todo el tiempo, me robaban los lápices de colores, todas las huevadas que uno lleva al colegio me robaban, todos los días desaparecía algo, y un día llego a mi casa con unos colores -que evidentemente mi viejo me compraba cosas de marca y esa vaina no era-, y me miraba hacer las tareas supongo. 211 Se dio cuenta. Como siempre me roban, he robado. Debían ser las siete de la noche: “¿de quién es?”, “¡ah! de mi compañero”, “¿él vive por allá?”, “si”, “vaya”, “es de noche”, “vaya, lo devuelves, y mañana voy a ir hablar con tu profesora para verificar” [risas]. Huancavelica es muy tranquilo, pero igual a un niño le da miedo en la oscuridad atravesar toda la ciudad caminando, tocar la puerta de tu amigo, “¿qué dejaste?”, “tus colores” [risas] “Puta, este tío está loco”. Y regresarme otra vez a mi casa. Creo que esas son algunas de las coordenadas con las que me forma mi viejo. Como veremos más adelante, esta formación de rectitud moral más de las veces para la justificación de su férreo compromiso político y la entrega personal hacia un espacio de nueva socialización con un contenido afectivo muy similar al desarrollado por la familia, en donde esta es reproducida para la conservación disciplinaria: el partido. El testimonio que resume la continuidad del vínculo lo proporciona Camilo Díaz: Lo que más va a conquistar a los padres es que sus hijos en esos momentos [de militancia] no son drogadictos, no son borrachos, no son liberales en sus relaciones, sino que les van a manifestar una conducta ejemplar y que eso lo va a dar la propia organización. La organización va a dotarte de una moral revolucionaria y esa moral revolucionaria va a ser reconocida por tus padres que a pesar que tú te puedes estar inclinando hacia un camino muy radical en política y muy peligroso que adquiere sus riesgos, te estás convirtiendo en una persona ejemplar, que lee mucho, estudia, resume, tiene una vida prácticamente estoica, franciscana y que no es una persona pues viciosa, tirada a las discotecas, ni a las fiestas, ni nada de esas cosas. La generación a la que pertenecen los entrevistados se halla en medio de un mundo social con variaciones profundas. Las tradiciones y el estatus se matizan en esa transformación, por lo que, en medio de la inestabilidad de las modificaciones y de los difusos mensajes tensionales que reciben, permanece la figura de la moral como valor elemental al que asirse para no “perder el rumbo”. Esta, además, insuflada a través de una primera socialización en la familia, la cual potencia, a través de la afectividad, la trascendencia fundamental de aquel valor para el resto de sus trayectorias. 212 6.1.2 “Me iban dejando una cátedra de las primeras ideas marxistas que escuché”: Tradiciones en salsa roja En el año 2009 el laureado cineasta italiano Giuseppe Tornatore dirigió Baaria, un filme que narra la historia de una familia siciliana en un lapso de 50 años, desde la década del treinta del siglo pasado, cuando el patriarca enseña el gusto por la lectura a su progenie, hasta fines de la década del ochenta, cuando luego de importantes picos de radicalismo político de izquierdas, su descendencia vive de la nostalgia. Por su parte, ese mismo año, nuestro reconocido narrador Miguel Gutiérrez publicaría la tragedia personal de la idílica musa comunista Tamara Fiol en una novela que retrataba la historia de las posiciones revolucionarias peruanas desde principios de siglo XX hasta el remolino de la guerra senderista. Como se destaca en ambas expresiones artísticas, en el pasado siglo, sucesivas generaciones anclaron sus expectativas de cambio y emancipación social en adaptaciones más o menos difusas del anarquismo y el comunismo. En nuestro medio, desde el aprismo auroral hasta el maoísmo gonzaliano han sido múltiples las historias y los tiempos que se tejen en torno a ese desarrollo a través de la praxis cotidiana de sus adalides, y como en la ficción, no han sido pocos los casos en los que la socialización política familiar ha incidido en la reproducción, o más propiamente, adecuación, de las inquietudes políticas rebeldes de una generación a otra en un mismo tronco genealógico313. Demostrando lo antes expuesto, Carlos Murillo, exmilitante de Patria Roja y expresidente de la FUSM, enfatiza así las raíces políticas de su familia: Mi padre es una persona que como trujillano también tuvo participación en la revolución que fue en Trujillo en el año 32. Mi abuela también desde muy pequeña abrazó los orígenes del APRA, incluso me contaban que, anteriormente, en esa casa de mis abuelos atrás había un pozo de agua y ahí, después del fracaso de la revolución, ahí enterraron los fusiles. Pero también tengo un tío que (…) es mártir en el APRA, él murió de tuberculosis acá en El Frontón. Bueno, o sea, la familia, particularmente mi padre por muchos años allá en Trujillo ha estado ligado al APRA en este caso. 313 Al respecto, Heilman (2010) ha destacado con anterioridad esa conexión entre ciclos generacionales de revolucionarios pertenecientes a una misma línea familiar en el mismo núcleo de los fundadores del PCP-SL en Ayacucho. El proceso descrito ha sido referido también en los niveles orgánicos más bajos de aquella organización por Ascencios (2016: 96-97). 213 Una figura muy similar maneja Melquíades Damián sobre la raigambre aprista de su tronco paterno: “Mi padre netamente se dedicó a la educación, pero tenía una influencia aprista. Mis abuelos habían sido apristas, la familia de él había sido aprista. Pero de esos apristas rebeldes. Mi abuelo estuvo asilado en Chile, se escapó en una carretilla de vinos para escapar en tiempos de la dictadura de Odría. Esos son los recuerdos que se conversaban en la familia”. Por su parte, Miguel Morales, exmilitante del PUM, detalla que su padre, tras ser levado al cuartel Santa Catalina, estudia por las noches en el colegio Guadalupe en servicios educativos proporcionados por el APRA en la década del 40, tras lo cual empieza a simpatizar políticamente y es colocado en el aparato burocrático durante el gobierno de Bustamante y Rivero, siempre resaltando que se trata de “un APRA que todavía tenía un sesgo todavía radical, antiimperialista. Eso es lo que le gustaba siempre a él, (…) no es militante, pero si era muy próximo, tenía una sensibilidad al principio, conoce a muchos apristas. Y se interesa mucho por la política”. Como se observa, al igual que en la evaluación de Lynch, “rezar un padrenuestro frente a las ruinas de Chanchan” (2019: 48-49) seguía siendo parte crucial de la historia que cargaban muchos dirigentes políticos de izquierdas en formación hacia la década del ochenta, para quienes la influencia rebelde y proinsurreccional del aprismo auroral se mantenía viva en las tradiciones orales del núcleo familiar. En un par de casos evaluados, la historia política familiar ha trascendido la simpatía o militancia con el aprismo primigenio. El primero es el de César Jáuregui, exmilitante del PCR-CO, quien descubre, tras el fallecimiento de su abuelo y en medio de su propia incursión militante, que este había sido un sastre anarcosindicalista en Surquillo y que “nadie sabía de sus actividades casi clandestinas. Asesoraba varios sindicatos. Y ya recogiendo sus libros, sus escritos, dije ‘¡pucha, mi abuelo!’”. De este modo, la figura del militante familiar contribuye a través de la memoria a la propia adscripción en su carrera de cuadro político y organizador. El segundo caso, representado por Rebeca Donato, exdirigente estudiantil del PCR-CO, es mucho más traslúcido en cuanto a la llamada “ley de Mendel de la 214 política”, revelando a su vez, la dinámica de rebeldía y ruptura que había operado en una generación anterior respecto al tradicionalismo de su origen social acomodado; disrupción que se activaría luego como reiteración histórica sobre su propia trayectoria: Mi padre fue miembro del Comité Central del Partido Comunista antes de Jorge del Prado. Él sale cuando entra la línea de Jorge del Prado teniendo una posición distinta. Pero ahí también deja la militancia porque a los pocos años se va Europa (…) Cuando yo me quedaba sola con mi abuelita (…) si hubiera podido ahorcar a mi papá (…): “¡Ay! tu madre que era una señorita, una dama de sociedad, que se iba a casar con Freddy P. que viene de una familia de banqueros y lo dejó por ¡ese pintor! (…) Tu mamá era una santa y por tu padre se volvió con esas ideas (…) ¡se van a ir al infierno!”. Y ahí ¡zuácate! me clavaba mi manto, me daba mi rosario, mi libro, mi sal y me llevaba a misa a rezar y a confesarme por el alma de mi madre para que no se vaya al infierno [risas] (…) Como se observa de la última declaración, el conservadurismo en cierto sector de la familia tendía a ser matizado por el radicalismo que se tejía en otro. Así, por ejemplo, en tanto que sus padres no abrazaban causas izquierdistas, Camilo Díaz recuerda haber visto en sus primos a sus primeros referentes políticos: Mis primos hermanos, que no habían tenido la suerte que su padre tuviera una profesión como la que tuvo mi papá, eran de origen muy proletario. Y mis tres primos universitarios, (…) eran militantes (…) Uno de ellos militaba en Vanguardia Revolucionaria cuando recién se estaba formando; y otro militaba en la naciente Patria Roja que se proponía que “el poder nace del fusil” y que la guerra popular lo era todo (…) Ninguno fue del PC, pero eran de la izquierda más ultra y sobre todo tenían una gran admiración por Mao Tse Tung mis primos (…) Ellos como que me iban dejando una cátedra acá de las primeras ideas marxistas que escuché. Del mismo modo, Abel Jiménez vincula sus procesos de reconocimiento sensitivo de las expresiones izquierdistas a la presencia de un tío con el que compartió vivencias al interior de su núcleo familiar: El tío, hermano menor de mi padre, maestro, él fue dirigente del SUTEP y militante de Patria. Una de las cosas que emocionalmente creo que me engancha [es que] había en esa época unas maletitas que eran tocadiscos (…) y allí yo he escuchado toda la música de protesta sobre todo chilena, porque mi tío vivía un tiempo en mi casa, tenía un cuartito, en mi casa de Huancavelica. Entonces yo subía. Mi tío (…) estaba leyendo, pero él leía 215 con música. Mi viejo escuchaba música clásica y huaynos, pero mi tío escuchaba esta música, canción de protesta, los Inti Illimani314 y todo eso. Los recuerdos que asocian la familia con la política de izquierda van cargando de afectividad a esta última, la cual, además, ocupará posteriormente un espacio privilegiado en el espectro de la socialización fuera del núcleo familiar. El izquierdismo en materia política pero también cultural, al ser una moneda corriente entre la ascendencia, fundamentalmente joven y profesional, deja una huella que sirve de pivote y al mismo tiempo encadena las siguientes imágenes sociales. Otra cara de la moneda la expresa Gastón Jurado, ex militante del FER del Perú y del PUM, quien, además de tener un tío abuelo que había sido dirigente comunista del sindicato de Ferrocarriles del Sur del Perú y represaliado en El Frontón en el gobierno odriísta, recuerda que su padre “hablaba mucho de sus compañeros que eran apristas (…) porque el APRA era la izquierda en la universidad en los años 48” y que aquel había sido tocado por el develamiento del motín naval en el Callao pero conforme a una perspectiva que lo aleja del aprismo y lo acerca a la Democracia Cristiana: Él vio una hilera de decenas de soldados muertos, que eran soldados muy jóvenes peruanos de origen andino con el uniforme muy sucio, colgando sus frazadas, y alrededor del cuerpo tazas con las que tomaban su desayuno, pequeños platos. Esa imagen de soldados migrantes jóvenes, pobres, quechuas, oprimidos, utilizados como carne de cañón para combatir a marineros quienes probablemente eran criollos, pero también insurrectos ¿no? Detrás de ellos, jefes, oficiales, que no morían, pero que eran los ganadores. Esa imagen a mí me impactó mucho. Esta impronta sobre el sufrimiento, la entrega y los múltiples calvarios humanos no es menor, debido a que la interpretación del cristianismo militante, cuyos orígenes más institucionales se remontan a la visión más progresista de la vieja Democracia Cristiana, es una de las fuentes más importantes de las que bebe la conformación de las bases sociales de las izquierdas en los ochentas315. 314 Famoso conjunto folclórico chileno de la década del setenta, junto con Quillapayún, representantes indiscutibles del movimiento cultural de corte político denominado “Nueva Canción Latinoamericana”. 315 Como ha referenciado Castañeda (1993), las llamadas “comunidades eclesiales de base” son uno de los pilares sobre los que se consolida un potente movimiento social izquierdista que colabora como parte del tejido de las organizaciones insurgentes en Centroamérica, así como de la militancia revolucionaria de 216 Así, por ejemplo, el PCR en sus orígenes se nutre de formaciones que comulgaban con la Teología de la Liberación, por lo que no es extraño que casos como el de Cesar Jauregui, futuro militante de aquel partido, cuya familia era parte del Movimiento Familiar Cristiano y él mismo del Movimiento Juvenil Cristiano, fuesen también recurrentes entre los futuros líderes escolares y universitarios. Jáuregui precisa que tuvo como referente social a la figura de un sacerdote español, joven y de ideas de avanzada: “Si tuve alguna orientación hacia los más necesitados fue desde la iglesia, porque tuve la suerte de tener un líder, un cura que [posteriormente] regresó a España, se salió de cura, se casó e hizo su vida como cualquier otro, pero en esa época era un hombre muy humilde que daba el ejemplo en el día a día, estaba pendiente de la gente que necesitaba, estaba con nosotros, y salía a una fiesta, o a la playa, o que se yo, era un ser muy normal”. Así también, otras fuerzas políticas izquierdistas también se nutrirían de experiencias individuales cercanas a la organización religiosa, como la de Manuel Arias, futuro dirigente del FER del Perú, quien subraya que inicia su vocación de participación en temas de asuntos públicos a partir de iniciativas con este corte: Cuando llego a la universidad, yo llego con una vocación social, con una experiencia de liderazgo desarrollado en la época de secundaria. Estos hermanos que eran religiosos empezaron a promover una especie de la unidad de los jóvenes (…) Nos llevaban a reuniones. Pero si hay algo positivo que ellos hicieron fue decirnos “¿cómo ustedes ven a Chimbote?”, “¿qué cosas le gusta y qué cosas no les gusta en Chimbote?” (…) Estoy hablando en segundo de secundaria, 1971 (…), al final lo desactivaron los curas porque se dieron cuenta que (…) habían dado paso a una organización de jóvenes que sí encaraban los problemas sociales con libertad. La verdad es que querían que seamos nosotros católicos, religiosos. Tampoco éramos anti, pero no nos nacía. Yo fui acólito hasta los doce años, me retiré porque no me llenaba. Entre la rectitud moral de los referentes familiares, la tradición cultural izquierdista de la ascendencia y la ética progresista cristiana se van condensando las fórmulas valorativas que sirven de cimiente para la las izquierdas semilegales del Cono Sur y la base popular de su futuro electorado en casos como el de Brasil o México. 217 estructuración de discursos morales que insuflan la política radical de la cual serán parte al culminar la adolescencia e iniciar su juventud. 6.1.3 “Mas por la literatura que por la teoría”: El papel del papel escrito En un reciente trabajo sobre los protagonistas del CAI, se ha sugerido que en las primeras generaciones de población alfabeta existe una tendencia a tomar en términos literales lo que se comienza a leer, experimentando una deificación del libro y la escritura (Zapata 2018: 64). Un fenómeno de este tipo habría sido facilitado además en el caso peruano por la expansión de la educación superior desde 1960 y en particular el crecimiento y relevancia de las ciencias sociales al interior del mundo universitario (Degregori 2011: 165-173)316. Esta se expresaba a través de redes de prensa en revistas y periódicos, no necesariamente vinculados a la organicidad partidaria, sino que compartían categorías interpretativas sobre la realidad, muchas veces debido a que en sus páginas escribían intelectuales de izquierda o progresistas. La literatura, a su vez, vinculando una comprensión específica del campesinado con la sensibilidad política izquierdista, creo autores comprometidos socialmente como Arguedas, Alegría o Scorza, muchos de los cuales contribuyeron a delinear el universo rural, de transición urbana y de historia de explotación social en el que esta generación aprehendía su propia realidad cambiante y perfilaba su vocación política. En palabras de Camilo Díaz: Yo creo que la literatura hizo más gente de izquierda. Yo creo que la lectura de El mundo es ancho y ajeno ha vuelto más militantes que Martha Harnecker. Mucha gente de mi generación (…) comenzaba con Los perros hambrientos, que ya te nutría de una conciencia de clase campesina sufriente, doliente. (…), [luego] tienes El mundo es ancho y ajeno, que ya realmente te ofrece dos caminos: o estás a favor o estás en contra de la rebelión campesina. Punto. No hay término medio. O te vas a hacer la revolución, o el mundo queda así como lo has conocido por esta novela. Y Ciro Alegría sin ser militante de un Partido Comunista, ha hecho más comunistas que cualquier otro comunista. De Arguedas ni se diga (…) Y para mí fue una maravilla leer a Scorza porque era el remate de lo que ya había hecho Arguedas y lo que había hecho Ciro Alegría, ¿no? Entonces 316 Sobre este último tópico ver Montoya (2016) y particularmente Sandoval López (2019), respecto de la relación entre difusión de las ciencias sociales y expansión de sentidos comunes marxistas sobre el campo peruano. 218 Scorza me pareció una maravilla y ya pues, si con Ciro Alegría yo definí mi vida a los 15 años, cuando leí El mundo es ancho y ajeno dije “mi vida tiene que enrumbarse hacia la izquierda y punto”. A los 15 años dije bien claro “mi vida ya está definida” (…) Pero con lo de Scorza ya fue pues realmente una redefinición en lo mismo, una reafirmación de vocación política revolucionaria. La generación sanmarquina de dirigentes de los ochentas es tributaria de este periodo. Sus trayectorias difícilmente transitan sobre la preocupación del éxito profesional, siendo ya en muchos casos, herederos de familias intelectuales, profesionales, cultas o cuando menos alfabetas. Mientras que Manuel Arias o Tania Rioja desarrollan desde muy niños una predilección por la oratoria, la figura de la iniciación natural en el hábito lector se dibuja en el testimonio de Abel Jiménez: Arguedas desde muy pequeño, muy, muy pequeño, Agua la debo haber leído yo a los seis años; Vargas Llosa, a los ocho años casi todo; Ciro Alegría, todo el boom (…) Más por la literatura que por la teoría, muy metidos en la lectura (...) Mi viejo lo que hacía era leer (…) En Huancavelica, en ese tiempo y hasta ahora nunca llegaban los periódicos en la mañana sino en la noche (…) nuestra ceremonia del día juntos era salir caminando (…) a la Plaza de Armas, estaba muy cerca, y comprar los periódicos que llegaban a esa hora (…) compraba La Prensa, compraba El Comercio, compraba Expreso (…) Entonces yo regresaba a mi casa jugando que era canillita, agitando los periódicos, yo los entregaba. Tenía 4 o 5 años. Y lo que mi padre hacía -en Huancavelica no había televisión- entre las siete y las nueve de la noche que me mandaban a dormir, era leer todos los periódicos, leía todos los periódicos, y eran periódicos densos. Entonces ¿yo que hacía? Lo miraba, jalaba mi periódico, jalaba cualquier vaina y me sentaba a su lado [risas] (…) Y no es virtud, o sea, me aburría, no había nada que hacer, entonces leía, tienes que leer. Un testimonio muy similar es aportado por Miguel Morales, cuyo padre abandona los estudios contables y se dedica a la sastrería en el corazón de la capital peruana: Él leía periódicos de una manera... o sea, todos los días compraba tres periódicos. Yo leía periódicos con él desde los 5 años (…), aprendí a leer, mejor dicho, con mi padre (…) y competíamos con mis hermanos mayores [para ver] quién le quitaba el periódico. En ocasiones yo también agarraba y empujaba el periódico [risas] porque quería su atención ¿no? y él me decía “ven acá, siéntate, siéntate, carajo, siéntate, mira esto es así…” Y aprendí a leer con él y me quedé con esa constante ¿no? Mientras mis hermanos mayores estaban jugando pelota sábado, domingo, yo estaba con mi padre leyendo periódicos, leyendo revistas: Caretas, Marka, Equis, Variedad; (…) [a] mi padre 219 además le gustaba un poco la literatura, la historia. En su biblioteca tenía libros de Carlos Marx. Los domingos se pasaba toda la tarde leyendo, era un sastre -como se decía antiguamente- con su culturita. Aunque en la mayor parte de los casos las trayectorias de los entrevistados partían de familias con un capital cultural al menos básico, en otros, como el de Rebeca Donato, se trata de una disposición que se ve facilitada por el privilegio de su núcleo familiar, el cual la lleva a elegir desde muy joven el camino de las letras -con el agregado de las coordenadas de apoyo de las redes escolares-, cuyo contenido (y forma) se ve permeado por la visión social de la época: Gano unos Juegos Florales nacionales (…) en el 73, y ese mismo año gano los primeros Juegos Florales de mi colegio, con seis primeros lugares (…), “Hans Cristian Andersen”, que en ese momento era uno de los colegios más importantes y el primer colegio diferente, cuyo lema era “Hans Cristian Andersen, una educación por el arte” (…) Como era la época de Velasco, me entrevista Cesar Lévano en Caretas como un ejemplo, ¿no?, un valor (…) Yo era una muchacha de menos de quince años que había derrotado a un montón de alumnos de quinto de media de otros colegios y que era absolutamente zanahoria (…) y así me entrevistaron en varios periódicos y allí tome la decisión que cambio mi vida, dije “sí, voy a ser escritora pero no voy a volver a publicar, voy a ser una escritora marginal”, porque realmente (…) lo que tengo que hacer son poemas que yo pueda leer, (…) que le interesen a más personas que solamente a mí, que pueda leer y sea entendido por todos. Eso fue lo que me propuse, poemas que le digan a la gente que es lo que está sucediendo, porqué estamos como estamos, no hablar de mi vida. Por su parte, al igual que en el caso de Rebeca Donato, buena parte de la familia de Camilo Díaz es más bien conservadora a nivel político, pero, debido a su nivel sociocultural, facilitan en ambos una predilección por las artes, y fundamentalmente, la literatura: Mi madre secretamente había hecho un literato. Sin contárselo a mi papá, ella siempre me obligó a leer a los clásicos de la literatura desde pequeño. Teníamos una biblioteca bastante regular en la casa (…) Entonces, leer con deleite, leer con pasión, leer por recreación, no por obligación, fue una cosa que aprendí de ella, porque a mi madre siempre la vi con un libro en la mano (…) Mi madre no era profesional, era ama de casa solamente, porque ella viene de una época en la cual a la mujer le costaba mucho llegar a la universidad (…); sin embargo, ella tenía una pasión literaria. Me la supo contagiar, y gracias a esa pasión literaria también elegí a mis mejores autores (…) [en] las grandes ediciones que tiró Manuel Scorza publicando a precio de ganga para que todos los peruanos leyéramos autores peruanos. Eso fue toda una escuela de la década del sesenta. A tres soles cada libro, se compraba en cualquier quiosco el nuevo libro que 220 aparecía por “Populibros Peruanos” 317 (…) realmente el pulmón cultural de mi época fue literario, en un contexto en que había grandes cambios estructurales en el Perú. En otros casos -como el de Melquíades Damián- la preocupación por la lectura es recordada por la presión ejercida en el hogar por parte del padre quien tenía una “buena biblioteca” y para quien “era su ritual que estemos leyendo permanentemente”. Él recuerda, particularmente, al igual que Tania Rioja, haber revisado las hojas de la famosa enciclopedia Tesoro de la Juventud318 que sus familias guardaban en sus estantes como joyas. Esta última entrevistada ofrece un dato que, a la par de destacar más orígenes políticos, nos acerca a una visión ya esbozada en el trabajo de Lynch por parte del futuro cuadro revolucionario: el deseo de la santidad (2019: 45-46). Así, ella rememora que tuvo “un abuelo cura que estuvo presente en la revolución de Trujillo, era el capellán de la cárcel de Trujillo, (…) entonces todos sus libros -ya había fallecido- los tenía de mi abuelo. Historia Sagrada319 me lo sabía al revés y al derecho, de memoria. Todas las virtudes teologales al revés y al derecho, y tenía la aspiración de ser santa. Yo recuerdo que iba a pastear mis ovejas y yo decía ‘cuando haga mi primera comunión no voy a tener ningún pecado. Eso es ser santa’ [risas]… para terminar en estas posiciones [risas]”. El ejemplo sirve para poner en evidencia que, de forma sumamente intuitiva, como en las comunidades cristianas campesinistas del siglo XVII en Europa, la palabra funcionaba como un medio para que el lector en formación adoptara una visión identitaria y buscara a través del papel escrito la revelación que habría de conducir por entero el curso de su trayectoria posterior. Compartiendo la idea central de Camilo Díaz, Gastón Jurado, tiene la percepción de que, en efecto, cierto tipo de literatura, e incluso de obra cinematográfica, proyectó en su vida una sensibilidad que, se desprende, fue acunada por redes tanto familiares como escolares: 317 Un análisis del impacto de esta empresa editorial puede verse en Aguirre (2017). 318 Enciclopedia de origen británico editada en español desde la década del cincuenta. Al respecto, sobre la difusión del enciclopedismo europeo en la sociedad rural peruana, Contreras señala que aquello representó “traer el ´siglo de las luces’ a los Andes” (2015: 58). 319 Libro de divulgación para el aprendizaje en educación básica de la Biblia. 221 En cuarto de media el profesor de literatura (…) nos dijo que teníamos que leer un texto y que podíamos elegirlo. Yo no recuerdo bien si fue propuesta de mi profesor o fue propuesta de mi padres –(…) porque mi papá tenía cierta cultura política general que ahora yo no veo en gente que estudia Ingeniería-, pero terminé leyendo Sin novedad en el frente de Erich María Remarque (luego ya después en la universidad supe que Erich María Remarque había sido incluido entre los autores [sobre los] que Mariátegui hace un artículo en El Alma Matinal) (…) Recuerdo que me enganché y recuerdo que mi padre me llevó a ver la película. No solamente era el libro sino también la película ¿no? Mi padre me llevó a ver Morir en Madrid que es un documental sobre la Guerra Civil Española. Creo que esas dos cosas fueron alucinantes en mi vida. Yo creo que se estaba gestando una sensibilidad política muy fuerte (…), tenía muy fuerte el tema de la historia320. Finalmente, un caso peculiar y no menos importante es el de Tomas Calvo, exmilitante del PCR-TR y del PUM, a quien su familia tuvo que dejar en la capital casi como un emancipado en la adolescencia temprana por lo que debió ingresar pronto al mundo del trabajo. Empezó a laborar en una fábrica de metalmecánica, comulgando este episodio con la profundización de su formación cultural. Era la época del auge de la metalurgia, la metalmecánica y la siderurgia incentivada por el industrialismo velasquista: El dueño era un búlgaro que se había refugiado en Lima, en el Perú, por el tema de la Segunda Guerra Mundial, y aquí puso una fábrica metalmecánica (…) Yo era un chico, así pues, mataperrero, que andaba dando vueltas por varias partes (...) Entrando a esa fábrica, una de las cosas que el señor este tenía como premisa era el tema de la cultura, y fue uno de los que me inculco a seguir estudiando, a terminar la secundaria (…) Me hizo dirigente de la Comunidad Industrial321, que era una política del entonces gobierno militar. Era un socialista humanista según yo, porque tenía una cultura europea (…) Paraba el carro en una esquina donde habían 4 o 5 personas con una caja de cerveza, y me decía “ellos nunca saldrán de esta esquina, no conocerán el mundo, tú sí” (...) Siendo obrero me llevaba al teatro. Yo con él aprendí a mirar por ejemplo Collacocha, 320 No es una información aislada. Al preguntársele por el maestro más recordado en la secundaria, casi la totalidad de los entrevistados subrayan en sus remembranzas la imagen dejada por un profesor de Historia del Perú o Historia Universal. Ello habla de la importancia de aquella materia y sus “traductores” para la comprensión del mundo social en el conjunto de los dirigentes universitarios de la época. 321 El 27 de julio de 1970, mediante el Decreto N° 18350, el GRFA creo la Comunidad Industrial, una apuesta por hacer partícipes a los trabajadores de las decisiones ejecutivas que se tomaban en las empresas. Aunque la propuesta fue evaluada por cierto sector de la izquierda como un afán corporativista del gobierno militar, fue una demostración que se trataba de uno de los pocos momentos en la historia nacional en los que la relación capital-trabajo tenía más visos de construcción ciudadana moderna. Para una evaluación del fenómeno puede verse Alberti, Santistevan & Pásara (1977) 222 (…) una cosa que te aseguro impresionante para mí, un niño que venía de pueblo, de una zona marginal en La Victoria, bastante popular, entro a una visión cultural distinta. Las reformas sociales y el intento de consolidación de un proyecto industrialista generaron espíritus pioneers de este tipo, en el que se pone en práctica la conjunción ciudadana propugnada por un tipo de Estado social desconocido hasta entonces en estas latitudes: la cercana confluencia de intereses entre los dueños de fábrica y los trabajadores industriales. Por su parte, el tipo de cultura que se recibía no es un dato menor. Obras como Collacocha (1954) de Enrique Solari retrataban la lucha de la voluntad humana para doblegar la naturaleza sin importar los costos. Era el mito de la modernidad puesto en escena y calzando perfectamente con las ansias transformativas de una generación que se asentaba en la urbe para echar raíces y que, bajo formas específicas de la acción política, pretendía revertir las injusticias que se advertían en las noticias de actualidad con las que aprendieron a leer, las cuales se reproducían de forma constante en aquel país descrito en las novelas que fueron sus más entrañables lecturas. 6.1.4 “Por tu culpa me volví ferista”: Inquietudes que se anidan más allá de la escuela Para la década del ochenta, fórmulas intelectuales de raigambre izquierdista habían consolidado ciertos sentidos comunes que se afianzaron en la década previa gracias a los afanes reformistas del velasquismo. Un fenómeno que desde las ciencias sociales se habría de denominar posteriormente la construcción de la “idea crítica del Perú” (Portocarrero & Oliart 1989). Los niños y adolescentes que crecen en este período pueden observar con claridad, años después, a) el impacto que la reforma educativa de 1972 y los cambios con signos progresistas tuvieron en su formación, pero también b) cómo su propia trayectoria se iba topando con formatos tradicionalistas y represivos, o por otro lado, c) la forma en la que las infraestructuras de disenso construidas en esa etapa los vinculan por vez primera al mundo de la organización y la militancia. 223 Así, hallándose dentro del primer caso, Abel Jiménez declara que “la reforma educativa creo que es un tema clave. O sea, yo escucho hablar de Mao en mi clase, mi profesora nos contaba de la Revolución China, no porque fuera militante (…) era una profesora común y corriente. Era el clima de la época. Debía ponernos un ejemplo de algo, de trabajo colectivo, supongo, y dijo ‘en China, Mao’ ¿no es cierto? Y ahí se me quedó grabado ese tema de la gente haciendo cosas juntos, trabajo colectivo”. El “clima de la época” como bien denomina Jiménez, propiciaba la convivencia tensional entre un estilo educativo mas bien tradicional y nuevas formas de aprendizaje que se vinculan a las visiones críticas de los docentes que iban abriendo trocha en la trayectoria educativa de los futuros dirigentes: Mi maestro de primaria fue el profesor Felipe C. (…) que era aprista. Era una cosa rara porque mi colegio era El Claretiano y era un colegio de (…) gente que había estado en la Guerra Civil Española y había combatido del lado fascista y tenían unas lógicas medias fachas en el colegio, pero tenían una extraña convivencia con profesores apristas porque me di cuenta que mi profesor no era el único aprista, que habían varios (…) El profesor Felipe C. tenía una retórica no exactamente de izquierda, pero social ¿no?, y una vez hizo algo que no entendí: Seleccionó a cinco estudiantes del salón y nos sacó del colegio sin decirnos a dónde ni por qué, y luego aparecimos en un colegio público de primaria equivalente al nuestro, pero un colegio en condiciones deplorables, piso de tierra, niños estudiando en ladrillitos, no había baño, (…) Era una precariedad total el colegio y simplemente nos dejó estar ahí. No dijo nada. Era como que “conozcan otra realidad” y nunca lo procesamos, pero ese tipo de experiencias tan raras a uno le continúan revoloteando ¿no? Yo creo que su intención fue esa: “dense cuenta de que hay otras realidades, dense cuenta de que hay otra realidad”322. Instituciones educativas mesocráticas y represivas fueron también parte de la experiencia de Camilo Diaz, para quien el colegio La Inmaculada representaba una formación clerical oscurantista dirigida también por sacerdotes vinculados al bando fascista español que le prohibían el acceso al arte y el deporte por considerarlo potencialmente subversivo y en donde pudo contrastar los discursos progresistas institucionales de la época frente a la crítica que reciben estos por parte de aquellos con quienes comparte vida social: 322 Gastón Jurado, ex militante del FER del Perú y del PUM 224 Si tú a los 9 años has escuchado a un general que dice “campesino, el patrón no comerá más de tu pobreza”, y tienes un universo de comparaciones que dice “el campesinado está mal”, y vienes a un colegio donde estudian los hacendados y los hijos de los hacendados y dices “campesino, el patrón no comerá más de tu pobreza” como dice Velasco, te cae todo el mundo encima: “desgraciado, maldito comunista, porque mi papá me ha dicho que los que opinan así son comunistas, son resentidos sociales como ese que nos gobierna”. Entonces lógicamente la relación fue conflictiva, y a veces pasó a puñetazos, ¿no? Además, escuché la palabra comunista y me interesó muchísimo. “Oye, que interesante, o sea, ¿los que defienden el derecho de los campesinos se les llama comunistas?” Opinión que contrasta abiertamente con la que tiene respecto del Colegio Maristas del Callao, donde realiza su secundaria: La diferencia de clases era menos rigurosa, no había la polarización de clases que había en la Inmaculada. Casi todos provenimos de lo mismo, somos de hogares clasemedieros chalacos, tenemos los mismos problemas, las mismas expectativas y todo lo demás (…) El gobierno militar en su Segunda Fase dijo: “Todos tienen que cortarse el pelo porque van a desfilar de 28 de julio”, y lo que dijo el padre director fue: “Acá no aceptamos obligaciones de ningún gobierno militar, este colegio ha decidido no desfilar. No desfilamos. A nuestros alumnos no se les puede obligar a cortar el pelo cuando a ellos se les dé la gana”. Prefirió protegernos, y nosotros usábamos el pelo hasta los hombros, éramos pelucones (…) En la Inmaculada me prohibían hacer deporte, llego al Maristas y me dicen “¿qué deporte quieres practicar?”, “¿qué?, ¿puedo escoger?”, (…) Entonces encontré un colegio que me daba las facilidades que yo hubiera querido tener. A mí me gusta la lectura, “muy bien, Díaz se encarga de la biblioteca”. Ahí comencé a leer a Marx, pucha, ¡en esa biblioteca comencé a adoctrinarme! Se desprende de este último relato que el momento político nacional marca la pauta de los recuerdos más trascendentes de la infancia en torno a la escuela. El reformismo velasquista rompe la cotidianeidad y establece hitos que, revestidos de simbología, impactan en la formación de una conciencia generacional: El nueve de octubre cuando Velasco Alvarado confisca y entra a la Brea y Pariñas y obliga a todos los colegios a levantar la bandera fue la primera vez en mi vida que tuve el recuerdo bien de quién era el presidente del país, 1968. Yo estaba en el patio, había ido al servicio, salgo y lo veo a Daniel -que era el empleado que limpiaba todo, el que nos abría las puertas-. No había ninguna efeméride que yo supiera. Le digo “¿por qué?, ¿sigue el ocho de octubre?” “¿Cómo?, ¿tú no te has enterado que el presidente, el general Juan Velasco -con toditito así, Juan Velasco Alvarado- acaba de recuperar la 225 Brea y Pariñas para nosotros los peruanos?”. La Brea y Pariñas. ¡Qué sería!, pero nunca se me olvidó, y nunca se me olvidó el nombre de Velasco Alvarado. Ese hecho me hizo saber que teníamos un presidente, que era militar y que había recuperado La Brea y Pariñas323. En connivencia, el discurso crítico se ve potenciado por redes de profesores que se vinculan al naciente SUTEP, el cual, aunque opuesto al velasquismo, hace uso de los sentidos comunes institucionalizados y desarrolla su propio interés ideológico y partidista. Miguel Morales recuerda que en el colegio Guadalupe donde estudió la secundaria del 76 al 80 [La educación] estaba muy ideologizada, o sea, leíamos mucha historia, era muy nacionalista (…) Hay unos libros azulitos324 (…), yo en secundaria leía esos libros (…) A nosotros nos enseñaban libros de historia, de filosofía en el colegio (…) Y los profesores si eran militantes, eran afiliados al SUTEP, (…) tenía cantidad de profesores en el colegio que eran militantes de Patria Roja (…) profesores de Historia, de Literatura, (…) había un sacerdote que era así de izquierda también, el profesor de religión ¿no?, el profesor de Química era del SUTEP, era dirigente, (…) De todos esos profesores había un claro aliento, o sea, todos los profesores tenían una idea política en la cabeza y de algún modo te la transmitían. Cierta sensibilidad ¿no?, cierta sensibilidad. En múltiples testimonios, los primeros recuerdos de un conflicto social retenido en la memoria pasan por la imagen de los profesores huelguistas siendo reprimidos u organizándose contra el gobierno militar. Esta sensibilidad empática para con quienes representan el rol de guías en la segunda etapa de la socialización es reflejada en la adopción de una toma de posición que define la memoria de dicha etapa: En el paro del 77 la policía gaseó a mis ocho profesores que estaban en la puerta y nosotros estábamos adentro. Así que mi primera gaseada inocente fue a esa edad, y la noción fue de autodefensa, el colegio tenía patio de tierra con piedras, ¿no? [risas] O sea, los veinte policías recibieron piedras infantiles en cantidad. [Durante] la huelga magisterial del 79 (…) recuerdo los chicos de la calle, mayores que yo, haciendo fogatas en las noches, chismeando, y de pronto salir horrorizado porque salía una tanqueta 323 Manuel Arias, exdirigente del FER del Perú. Momentos como el descrito son analizados por Hurtado (2018) como parte de una retórica nacionalista que define la cultura de la época. 324 Referencia a los libros de la colección “Biblioteca Peruana” de la Editorial Peisa que entre 1973 y 1982 puso a disposición del gran público obras ensayísticas y literarias de distintos autores peruanos, muchos de ellos críticos, progresistas y de izquierdas. 226 disparando esas ametralladoras grandotas (…) Yo estudiaba en un colegio privado, con mi profesor -el que creo que era uno de mis mejores profesores- un profesor de Historia, y él era dirigente sindical. Fueron los que tomaron la catedral de Huancayo para declararse en huelga de hambre. Y si recuerdo de la huelga hablar entre nosotros medio conmocionados de que el pata no estaba comiendo. “Hay que llevarle cosas, hacer una chanchita y comprarle frutas y llevarle” Y el pata [risas] recuerdo mirarnos con mucho cariño y decirnos “chicos estoy en huelga de hambre, o sea, ¿cómo pueden traer comida a una huelga de hambre?”325 En casos más particulares, como los de Carlos Murillo o Máximo Julca, a la postre, militantes de Patria Roja ambos y exdirigentes de la FUSM, el turning point de su trayectoria militante ocurre precisamente en las huelgas del SUTEP326, toda vez que sus trayectorias educativas y sociales se conectan en ese momento histórico. Así lo describe Murillo, quien se vincula a Patria Roja a través de sus profesores de colegio en la ciudad de Trujillo, los cuales construyeron una red con la dirigencia estudiantil universitaria de la ciudad a la cual se unían los adolescentes secundarios por razones barriales y generacionales: Tuve la suerte yo de poder conocer a una generación de estudiantes secundarios, allá en Trujillo (…) que tenían un fuerte compromiso social y también creían en un cambio de la sociedad, o sea, luchaban también por una sociedad mejor. Yo tuve la suerte de conocer a un vecino que se llamó Chimel D. (…), también ingresó a San Marcos, él estudió Matemática pura. Era en secundaria un “comelón” de los clásicos del marxismo, por él aprendí a leer un poco el marxismo. Era un recitador de Mariátegui, me enseñó a escuchar música clásica, por él y por otros muchachos en verdad abandoné a los amigos de mi barrio que, bueno, tenían una mentalidad de hablar de chicas, de cosas vanas. Me alejé completamente de ellos. Esa infraestructura social lo mantiene vinculado cuando migra hacia Lima: Yo en verdad vine de Trujillo a estudiar directamente a una academia del SUTEP que se llamaba academia de la SECOSTEP (...) Ya había un montón de jóvenes que eran de Patria Roja, que venían de diferentes colegios. Bueno yo llegué a esa academia y se pusieron celosos porque como tenía ya formación política (…) en lo que se llamaba allá en el norte el Comité Regional “Tupamuru”, que era “Semilla Roja”. Antes de venirme 325 Abel Jiménez, exdirigente de la UDP (MIR-VR) y del PUM. 326 No es un dato menor. Como hemos visto en el capítulo III, a inicios de la década del setenta Patria Roja expande su trabajo político fundamentalmente a partir de las redes de docentes. Una estrategia similar a la que utilizará con posterioridad el PCP-SL. Para una referencia comparativa ver Mendoza (2007). 227 acá a Lima también participé en la fundación del Comité Regional “José Stalin” del norte (…) En esas épocas eran digamos una cosa secreta (…) pero fueron profesores del SUTEP que jugaron un papel importante (...) trujillanos que fueron los que en verdad dirigieron el Comité Regional “Tupamuru” tanto como el “José Stalin” del Norte. Para esa época también ya en el movimiento de secundaria a nivel nacional hubo mucha gente que posteriormente ingresó a San Marcos Por su parte, para Julca, la iniciación militante es similar en términos organizativos, toda vez que a muy temprana edad se ve influenciado por la ebullición política del espacio en el que habita, el Barrio Sur de Piura, donde convergían las discusiones de empleados bancarios, el sindicato de los trabajadores del camal, los universitarios que transitaban hacia el comedor de estudiantes y, desde luego, las reuniones del naciente SUTEP: En la avenida Tacna vivían dos hermanos que estudiaban en San Marcos en Lima, los hermanos Lucho y Ricardo B., ellos venían con todas las ideas de San Marcos. En el barrio éramos chiquillos de 14, 15 años, ellos venían y nos contaban, y para nosotros era como algo espectacular las cosas que nos contaban. Ellos empezaban a hablarnos, organizaron un circulo de estudios de los jóvenes del barrio, así un poco que como jugando empezamos a organizarnos y a recibir la preparación que ellos tenían de cosas de materialismo dialectico, leer a Politzer327, a Mariátegui en esa época. Entonces, de alguna manera el grupo se reflejaba tanto en mi colegio Cortés como la Gran Unidad Escolar San Miguel. En el grupo de chicos cada uno iban haciendo su trabajo: los que estaban en el Cortés, en el López Albújar, los que estaban en San Miguel, así íbamos tejiendo redes (…) los amigos mayores estaban ya en la universidad y en la universidad formaron el FER (...) nosotros los chiquillos mirábamos. Como éramos amigos y estábamos en toda esa onda, apoyábamos a la gente y así empezó un poco el compromiso. Hemos sido parte de las movilizaciones de los campesinos, allá se formó la Confederación Campesina del Perú, las bases más grandes del norte eran en Piura, la comunidad campesina San Juan Bautista, Catacaos en Querecotillo, ahí estaba Luna Vargas, (…) la Federación Departamental de Campesinos de Piura era liderada por los hermanos Morí y el asesor legal de la Federación era Rufo Cárcamo Ladines que fue presidente de la Federación de Estudiantes de Trujillo, abogado, amigo de todo el grupo. Todos esos condicionamientos llevaron a que la generación de nosotros estuviéramos con un fuerte compromiso social. 327 El libro Principios Elementales de Filosofía del filósofo húngaro Georges Politzer fue uno de los documentos más usados para la divulgación de las categorías básicas o introductorias del marxismo durante la década del sesenta, setenta y ochenta. El texto era el resultado de la recopilación de sus clases entre 1935 y 1936 en la famosa Universidad Obrera de París, donde dictó poco antes de la ocupación nazi de la que luego sería víctima. 228 Con posterioridad, los caminos de Murillo y Julca convergen en la ciudad de Huancayo, en el intento de establecer una Federación de Estudiantes Secundarios del Perú que no llegó a concretarse. Luego, Julca es expulsado del colegio y tras tener poco éxito en Lima viaja a Lamas (San Martín), donde también se vincula al SUTEP de la región y apoya en la formación del Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo (FEDIP) de la localidad: No había agua potable, se sacaba agua de los pozos, la energía eléctrica te la daban desde las seis y media de la tarde hasta las diez de la noche. No había carretera, había una trocha que se demoraba de Tarapoto para subir a Lamas una hora y media y cuando llovía era el doble. La situación era bien caótica, no había hospital, había una posta médica, era un desastre. Entonces la gente del magisterio que estaban formando el SUTEP empezó a cuestionar eso. Yo empecé a organizar a los estudiantes de mi salón, ya con la experiencia que había tenido en Piura organizamos a los chicos igual. Formamos nuestro Comité Central de Unificación Estudiantil de Lamas, hicimos teatro, publicamos una revista Juventud Rebelde. El pueblo de Lamas empezó a formar su Comité de Lucha pro carretera, pro hospital, pro agua, pro desagüe, energía, etc. Los estudiantes terminamos en ese proceso imbuidos y formamos el FEDIP cuando en esa época se lanzó la consigna “crear y forjar los frentes de defensa de los intereses del pueblo”328. Empezamos ahí, el año 74, 75 han sido los puntos más altos de la expresión de lucha del movimiento popular de Lamas y yo fui parte de ese proceso, yo era el Secretario de Organización del FEDIP, a la vez era me toco ser casi el protagonista de la organización y la dirección del movimiento estudiantil. Circunstancias similares vive Mario Ortega, quien además de trabajar desde muy joven para apoyar el ingreso del hogar, estudió una carrera técnica en el Instituto Melitón Carbajal, una de las instituciones de la época que cobraban especial relevancia por el giro industrialista del gobierno. Además de ser un visitante recurrente de locales del SUTEP para prestar apoyo a los huelguistas, participó activamente en la lucha contra las autoridades de su instituto debido a que las pugnas por el control de la institución entre velasquistas y bermudistas lleva al cierre del mismo. La toma que realizaron los estudiantes del local del instituto 328 Se refiere a la estrategia de Patria Roja establecida en el año 1972 en su VII Conferencia Nacional sobre apuntalar la organización popular -a través de la creación de “Frentes de Defensa de los Intereses del Pueblo” (FEDIP)- en cada zona con influencia de cuadros del partido, con la idea de acumular fuerzas para el desencadenamiento de un levantamiento insurgente. Contrario sensu, a la larga, el arraigo popular que suscitó el desarrollo partidario a partir de dicho trabajo político, modificó la estrategia general, privilegiando en última instancia el fortalecimiento de organizaciones sindicales y barriales antes que el trabajo armado. Para mayores referencias ver Mendoza (2007). 229 clausurado es, en sus palabras, su “prueba de fuego”, destacando que era el más joven de todos los participantes. A decir suyo, era un aprendizaje que se acelera porque coincide no solo el cierre del instituto sino su despido del trabajo en el contexto de las medidas liberalizantes de la segunda etapa del GRFA. En esas circunstancias se produce su vínculo con la infraestructura reticular que lo llevará a militar en el FER-Antifascista: En Seguridad del Estado yo encontré ahí a sanmarquinos, a estudiantes universitarios presos. Había otro ambiente (…) donde estaban los presos del paro de julio del 77, ahí están los de la Federación Minera, los de los pesqueros, hasta Barrantes creo que estaba preso (…) Ahí yo me vinculo con dirigentes de la Federación. Entonces mi amigo Lucho329, que ha sido mi guía durante todo ese período, él me presenta (…) Yo recuerdo de ahí a un dirigente que andaba con sus botas, que era el dirigente de mayor rango. Era el Secretario de Prensa y Propaganda de la FUSM, sociólogo (…) Recuerdo que mientras conversábamos viene el Director de Seguridad del Estado que era un profesor de San Marcos, de Derecho, que era policía pero que era abogado. Yo recuerdo más o menos esa conversación porque cuando llegó allá llegaron los policías y… “¡Eudocio Sifuentes!” (…) “Señor Sifuentes -le dice más o menos el Director- afuera sus correligionarios están diciendo que lo estamos torturando, yo lo veo a usted muy bien!”, “¡Muchas gracias, Doctor!”, le dice [risas], (…) Él era el dirigente. Tenía una aureola, todos lo respetábamos, tenía un aura, insuflaba un respeto, era el máximo de los dirigentes de todos los ahí presentes. Yo siempre le digo “yo te conocí en prisión, por tu culpa me volví ferista”. De este modo, muchos jóvenes sanmarquinos se van perfilando como cuadros militantes incluso antes de su ingreso a la Universidad. Sea a través de las redes de docentes, sea mediante las conexiones con destacados dirigentes estudiantiles, la proyección militante se cuaja incluso en forma previa a la obtención de la vacante de ingreso. En otros casos, paradigmáticamente el de Manuel Arias, quien llegaría a ser presidente de la FUSM por el FER del Perú, el “espíritu de época” a través de las dinámicas sociales de las que es testigo (en la forma de trabajo sindical) 329 Luis Alberto Medina Alva, estudiante sanmarquino dirigente del FER-A, asimilado al PCP-SL es capturado en la sierra apurimeña en 1982. Al ser sometido a tortura delata a los participantes de la columna guerrillera de la que era miembro, los cuales caen en una redada. Prisionero en el Penal de Lurigancho es amenazado de muerte y desterrado por los presos senderistas. Enfermo de tuberculosis y con sus facultades mentales deterioradas muere en 1984 (Entrevista con Mario Ortega, 16/10/2018). 230 actúa sobre su trayectoria vinculándolo definitivamente al activismo gremial sin que medie la vocación de militancia partidaria: En secundaria no me inscribí a ninguna fuerza política, conocí a uno que otros líderes políticos que representaban al MIR, a Bandera Roja, a Patria Roja, no me inscribí ni me sentí impactado, fui tentado por algunos (…) [quería] apoyar y entender a los sindicatos de pescadores, sin entender mucho su problema, pero quererlos apoyar por el hecho de ser pescadores, de querer apoyar a los siderúrgicos, sin entender mucho sus reclamos. Quedamos impactados muy fuertes en el año 72 cuando hubo un paro general, estado de sitio, (…) eso fue producto de las luchas siderúrgicas, después vienen las luchas de los pescadores, entonces nosotros nos sentimos impactados de apoyarlos, pero no teníamos mayor intención de querer comprometernos en lo político, ni nada (...) Movilicé a todo el colegio, hasta los niños. Yo no me explico cómo, pero de la zona “pituca” de Chimbote que era Buenos Aires -porque ahí quedaba el colegio [República Argentina]- era el lugar donde mayor movilización social había (…) Imagínate, una chicas con sus palazos, sus tacos, (…) sus carteras, yendo al sindicato de pescadores a recibir volantes para ir a repartir volantes (…) Pero había una consideración por los alumnos del pescador, (…) nunca jamás escuche a alguien que haya querido pasarse de listo con ninguna de las mujeres, ningún pescador. Después nos íbamos a la asamblea de los siderúrgicos a apoyar a los siderúrgicos (…) nos íbamos a repartir volantes por el mercado de Chimbote por las casas (…) nos sentíamos muy bien, llevábamos masas. Como se desprende, la carrera del militante se va fraguando con dosis equivalentes de intensidad y celeridad, toda vez que adquieren niveles de representatividad y experiencia sociopolítica elevados, considerando su juventud. De este modo, para cuando llegan a Lima y están próximos a su ingreso universitario, muchos de estos cuadros ya han cursado vastas experiencias de acciones colectivas, organización social o militancia política. La adscripción militante, por fuera de su vinculación a una organización partidaria o no, se halla en su colocación nodal en la red de activismo del movimiento estudiantil secundario, de docentes o de trabajadores que, de forma previa a su ingreso se ha ido constituyendo y que ellos contribuyen a proyectar en el tiempo y el espacio. Al vincularse y ser transmisores de estas infraestructuras de disenso, van obteniendo una experiencia en su curso vital que los envuelve en una lógica particular de la acción política: el clasismo. Así, cada actuación en sus diversas trayectorias se va eslabonando a las anteriores decisiones adoptadas en torno a la organización social y política, 231 mientras que su instinto organizativo se agudiza, convirtiéndose en los llamados “hombres orquesta” allí donde el curso de su vida finalmente los lleva, sea el colegio, el barrio, el trabajo o la universidad. 6.1.5 “Ser como el Che te resuelve problemas existenciales”: Identidades en pugna En la década en la que ingresan a su juventud, los futuros dirigentes universitarios tienen como telón de fondo de sus trayectorias el llamado “clasismo” como estilo de trabajo político, pero también social y cultural. Existe un lenguaje obrerista que tiende a la identificación de la militancia y el activismo con vastos sectores de clase trabajadora expandida por las reformas industrialistas. En tal sentido, no es de extrañar que en el recuerdo de cuadros como Tomas Calvo, quien es obrero desde muy joven330, esta vinculación represente un símbolo de prestigio y distinción frente a la militancia puramente universitaria: Cuando ingreso a la universidad, a diferencia de los cachimbos, yo ya era un obrero cuajado, forjado, militaba en una célula, tenía seudónimo, pero nadie en la universidad se imaginaba que un mocoso como yo tenía ese tipo ya de experiencia previa, nadie me conocía (…) Vivía clandestinamente mi vida política como miembro del PCR, que luego se rompe en el PCR Clase Obrera y en el PCR Trinchera Roja y yo paso por una especie de “antagonismo de clase” a ser Trinchera Roja, con casi mayoría de los cuadros obreros del PCR en ese entonces. Entonces, cuando yo entro a San Marcos, yo era PCR-TR (…) En el año 1975 o 1976 se produce en la Universidad La Cantuta la “Asamblea Nacional del Sindicalismo Clasista”, por lo que el partido decide llevar a sus cuadros obreros (“la guardia obrera del partido”), todos vestidos de casaca negra (que proporcionaba la empresa de metalmecánica en la que trabajaba) y con una gruesa vara de madera en las manos. El ingreso de este destacamento fue anunciado con grandilocuencia por los altoparlantes y los universitarios vibraban de éxtasis al vernos ingresar. De repente, los estudiantes que pertenecían a la juventud del partido identifican entre el grupo de trabajadores al cachimbo que trataban de convocar. Desde entonces me tuvieron mucho 330 Aunque la trayectoria obrera de Tomas Calvo (de profesión dentista) es resaltante en tanto inicia su militancia partidaria desde aquella posición, no es el único caso entre los entrevistados. Como ya hemos visto Mario Ortega, a la postre geógrafo, ha pasado por una experiencia de estudio técnico y trabajo adolescente como linotipista. Por su parte, Cesar Jauregui estudia para mecánico tornero poco antes de ingresar a Psicología en San Marcos y, luego, en paralelo al estudio era obrero sindicalista textil. 232 respeto y admiración, pero nunca llegue a pertenecer a la JCR, yo ya militaba directamente en el partido. Identificar la vivencia cotidiana con la imagen que se tenía del “sujeto de la revolución” le otorga a trayectorias como la de Calvo la idea de que pertenece a un estatus más importante incluso dentro de sus propios correligionarios que guarda en la memoria como el sello que lo distingue del resto y que lo empuja a ubicarse en las posiciones más radicalizadas en su espacio partidario. La estructura de sentimiento clasista cobijaba los intereses de comunidad que se habían perdido tras la fractura de los lazos familiares y de origen, y proporcionaba la idea de trascendencia de la actividad, al tiempo que insertaban al joven al mundo ciudadano a través de las redes infraestructurales de partidos y sindicatos “semilegales” antes que el propio Estado. Sin embargo, el “clasismo” no era la única identidad que aparece en esa época como variable destacada en el curso de la vida de los futuros cuadros juveniles, aun cuando en aquel momento (antes y durante su militancia) no exista mayor intención por parte de las estructuras sociopolíticas a las que se vinculan en concentrarse en otras que no remitan a la de clase331. Tania Rioja, habiendo nacido en un pueblo quechuahablante, recuerda que “no se hablaba quechua en la casa”, lo que implicaría una pretendida negación de las raíces culturales para con su generación, probablemente en nombre de la idea de la modernización332; asimismo, su recuerdo revela los prejuicios étnicos existentes para con los migrantes andinos, aun cuando estos proviniesen de estratos socioeconómicos solventes en sus espacios de procedencia: Gané la beca también en primaria a los once años (…) que era para estudiar becada toda la secundaria en Huaraz, entonces mi padre -como nos mudamos justo ese año a Barranca- dijo “no, esas monjas la van a maltratar a mi hija, no, no, mejor me la llevo a Barranca”. Y en Barranca [es] donde sufrí bullying, ahora analizo. Llegamos varios serranos de los pueblos vecinos, pero éramos el punto de las burlas. Yo recitaba -una 331 Al respecto, De la Cadena (2014) advierte que esta tendencia tiene un largo recorrido entre la intelectualidad nacional y surge primero con la propia invención de la categoría “raza”, pasando luego por la intención de subsumir el problema étnico en función de la cultura (indigenismo) y posteriormente a través de la narrativa de clase (izquierdismo) asolapando el racismo supérstite. 332 Sobre las múltiples estrategias modernizantes en la subjetividad de los actores de la migración interna véase Franco (1991). 233 niña andina, seguramente mi acento, ¿no?, mi inocencia, en medio de las chicas de Lima- en primer año, y recuerdo que las chicas me ponían apodos: “¡serrana!, ¡serrana!”. Esa era la clásica a nosotros. Pero cuando uno era buen alumno ya aprendieron a respetarte. Terminamos muy bien la secundaria en Barranca. La historia de Abel Jiménez es similar. La migración le otorga una conciencia del reordenamiento de su estatus cuando cae en cuenta de la importancia de la procedencia y la pigmentación de la piel para las relaciones sociales en las ciudades costeras: Cuando descubro que soy cholo tengo así una imagen clarita: en una de mis vacaciones en Chiclayo -iba todos los años de vacaciones al club donde hacía natación-, una amiga de juegos (una niña con la que jugábamos y era carnaval) está en el juego y a la salida, con un chisguete le echo un poco de agua, todo inocente, niño, ¿no?, pero iba con su hermanita más pequeña (…) y le cae un poco de agua a la niña, a su hermana. Y la niña corre donde su mamá que estaba unos metros más allá y comienza a decir “¡mamá, ese cholo nos está echando agua!”. Entonces yo me quedé… ¡Ah puta!, a ver, aguanta, ¿no que yo era blanco? [risas] ¿en qué parte me volví cholo? Además, me destruyó uno de mis primeros flirteos. El racismo se hila a la movilidad, y el fenómeno de tránsito de un espacio a otro equivale a la pérdida relativa del estatus en función de la procedencia nativa, un acento específico o el color de piel. Empero, las situaciones de violencia entre pares en las primeras etapas de la socialización no están determinadas por la variable étnica, sino más bien por la de género, como precisa el propio Jiménez: “Yo creo que más que la discriminación étnica -la experimento cuando ya doy mi salto acá y vengo-, es el tema de la identidad masculina, porque como era pequeño, físicamente -el estirón vino después-, más débil que los otros -porque la diferencia de años era clave-, sí creo que hay un cuestionamiento de masculinidad, eso que ahora le llamamos bullying, entonces si hay una permanente… y creo que eso va ser vital después”. Así también, Miguel Morales recuerda haber pasado por un tiempo de escuela en el que el control de grupo era disputado en términos físicos, sobre todo en espacios donde existía una apabullante forma de expresión de una masculinidad de dominio y jerarquizante: Yo soy guadalupano, mi experiencia escolar fue muy violenta (...) Hombres todos, de sectores populares, había gente muy violenta, muy racista, clasista en el Guadalupe, 234 homofóbica. En mi salón había dos muchachos que eran gays y los humillaban, les pegaban (...) Por su puesto, mi padre me enseña a defenderme, todas las semanas yo llegaba con el pantalón roto, la camisa rota, y me dice “¿con quién te has peleado?” [risas] (...) Porque no había otra, porque era la época en la que te decían “tienes que aprender a ser hombre, tienes que aprender a defenderte” (…) Conservo amistades con el grupo que formamos para defendernos, ¿no? Formamos un grupo con 5 o 6 chicos entre grandes, o sea chatitos como yo (…) Una experiencia que fue muy traumática. La demostración masculina de capacidad de dominar -tan extendida en un ordenamiento patriarcal- incide en la provisión por la preparación física para la autodefensa desde la más temprana edad, o en su defecto, en la posterior asunción de los registros más radicales en la decisión de la militancia política, como analiza de forma autoperceptiva Abel Jiménez: Creo que en mí había una búsqueda de afirmación de masculinidad muy fuerte en ese momento. Ponte a pensar que estoy en tránsito entre los quince, los dieciséis y los diecisiete años, vengo de una historia de primaria y secundaria donde de alguna manera, por ser pequeño, por ser más débil, por ser un inútil en Educación Física te feminizan, ¿no? Y estás con el despliegue de las hormonas, entonces tienes una justificación ideológica para construirte una cosa y de pronto te presentan un pata como el Che. ¡Putamare!, ¡p’allá es! [risas], ¡no hay dudas ni murmuraciones camarada!, o sea, no tienes que pensarlo mucho, es p’allá. Y claro, siempre el Che va a ser más interesante que Mao, -para mí por lo menos-, como imagen (…) ser como el Che te resuelve problemas existenciales también bien concretos, ¿no es cierto? Esta búsqueda de afirmación masculina se traducirá en un compromiso no menor con importantes grados de violencia política en el desarrollo de su militancia juvenil. En consonancia, en el caso de Jiménez, como en el de Camilo Díaz, resalta una coincidencia que pareciera indicar la normalización de su vínculo con las armas: la afición a la caza del padre y el involucramiento de ambos en esta actividad desde muy temprana edad. Así lo describe Jiménez: Las armas no eran un problema para mí, yo aprendí a disparar a los siete u ocho años, mi padre era cazador. En mi casa había un fusil, uno de mis libros favoritos se llamaba Las armas de la Segunda Guerra Mundial, que te explicaba en detalle cómo se armaban y se desarmaban todas las cosas. En la oficina de mi padre había un par de revólveres, (…) y los revólveres eran mi juguete favorito, y si, mi viejo me enseñó a disparar su carabina, entonces traía animales muertos. Digamos que el tema nunca ha sido irregular, las armas son una cosa más que está ahí. Después yo he visto gente que se metía en esta vaina y la primera vez que veían una pistola comenzaban así [gesticulación de 235 temblar]. No, yo veía una pistola y sabía cómo era, cómo pesaba, sabía cómo funcionaba el mecanismo, no era una cosa extraña. Por su parte, Díaz, a la postre tres veces campeón nacional de tiro entre los 14 y 16 años, referencia que Yo era el único que le gustaba la cacería y las armas, a mi hermano no le gustaba en absoluto. Eso de amanecerse en el frío y todo lo demás, y esperar al animal ahí, rastrearlo, no ni hablar, (…) él se iba a mirar chicas a la playa, mientras yo estaba buscando (…) desde los cinco años, porque antes mi padre me prohibía acompañarlo porque era muy peligroso. Cuando tenía 3 años me quedaba en el carro a mirar como mi padre traía una perdiz, por ejemplo. Montón de rato aburriéndome ahí, hasta que mi padre venía con una perdiz bien matada para la cena. Además de eso, valga la aclaración, el Perú campo era mucho mayor que el Perú ciudad. Lima estaba rodeada de pantanos, en esos pantanos venían patos periódicamente desde Canadá (…) había humedales que las urbanizadoras ya los han aplanado todos (…) pero en ese entonces todavía había. Por otro lado, la participación femenina en las organizaciones radicalizadas se nutría de estos esquemas al tiempo que, como ha destacado Viterna (2014), legitimaba el accionar del grupo como “justiciero” antes que radical y al mismo tiempo servía para la captación de varones dada la utilización del rol protector masculino que se ve interpelado con la incursión de la mujer como activista o combatiente. Así ocurre en el caso de Tomás Calvo, quien recuerda la “simpatía” de las compañeras estudiantes de la Universidad Católica y San Marcos quienes aprovechaban la hora de almuerzo de los trabajadores de la fábrica metalmecánica y conversaban con ellos invitándolos a hacer tareas de propaganda sindical, logrando captarlo a su primera militancia siendo aún adolescente. En contraste, una vez que la carrera militante había sido desplegada, la mujer militante hallaba en los roles tradicionales de género escollos muchas veces insalvables. Al respecto, siguiendo la distinción de Raewyn Connell de las categorías de “orden de género” (reproductor de roles tradicionales) de la de “régimen de género” (aquel que desarrolla cierta igualdad entre los militantes), Dietrich (2018) muestra como la agencia militante sirve a las mujeres para escapar del primero, pero de forma limitada, toda vez que a nivel doméstico, la 236 “compañera política” tiende a ser relegada como la “pareja afectiva”, reproduciendo nuevamente esquemas tradicionales. Así habría ocurrido con Tania Rioja, quien, pese a afirmar que nunca se sintió relegada por su condición de mujer para las tareas al interior de su organización, demuestra lo antes referenciado mediante un testimonio revelador: Yo era presidenta del Frente Popular de Mujeres, me tocaba ya ir a Albania -siempre las presidentes iban a Albania-, abandoné todo eso al casarme. Mi esposo me dijo “oye ese viejo [Saturnino Paredes] está enamorado de ti, mira esta poesía”, “oye, no, pobrecito, es viejito, qué cosa va a hacer” (…) Julio Nelson nos visitaba (habíamos hecho trabajo de partido varios en la vivienda [universitaria] con él, habíamos hecho “Aurora Roja” de Ancash), (…) y se ponía hablar con mi esposo y le dijo “Paredes es así, una vez una compañera de Cañete también se quejó”. Ya se había retirado pues él, y había ido solamente para terminar de alejarme de Paredes. Entonces ya no fui, abandoné el cargo porque ya, mi esposo también era machista, no me permitía ni ir con la gente de antes. Prácticamente abandoné el cargo, le dije nomas a las compañeras: “Ya no voy a poder seguir, búsquenme un reemplazo, etc”. En consecuencia, aunque el discurso de interpretación de la realidad sobre el que construirán su carrera política juvenil estaba atravesado por la centralidad de la identidad de clase y su adscripción total a los intereses de los trabajadores, como observamos, en su trayectoria previa son también otros signos distintivos como la etnicidad y los prejuicios decantados de la migración, así como la performance de afirmación de un esquema de género, el que los va perfilando hacia la constitución del arquetipo de militante con el que se identifican en adelante y que, en algunos casos, se muestra como insuficiente para superar los roles tradicionales que se imponen -fundamentalmente a la mujer- incluso al interior de sus propias organizaciones333. De este modo, la conexión de masculinidad (activa y proveedora) con armas (instrumento de afirmación) se convierte en un referente práctico que en última instancia puede rastrearse como el antecedente más remoto de su crucial 333 El “orden de género” que se reproduce intraorganizativamente alcanza incluso a los relacionamientos al interior de una organización como el PCP-SL, la cual en teoría le otorgaba centralidad a la agencia femenina a partir de su ruptura con un rol tradicional. Así lo demuestra Kirk (1993) en particular en la historia de “Betty”, la combatiente con cierta proyección quien, al casarse y embarazarse con uno de sus correligionarios, se ve obligada a abandonar su militancia, con el agregado de sufrir otras múltiples formas de violencia patriarcal también por parte del Estado. 237 familiaridad con el tipo de actividades que desarrollarán en su militancia juvenil, conexión que es reorientada a través del lenguaje clasista334. Finalmente, el “Che” con fusil al hombro en el frontis de la Facultad de Derecho de San Marcos no era para nada una imagen ajena al paisaje cultural que habían tejido en el breve curso de sus vidas aquellos que se aprestaban a emular su figura desde el campus universitario que aquel vigilaba. 6.2 Conquistando la plaza: Cultura política radical en San Marcos En esta segunda parte haremos referencia a la construcción de una cultura política radical entre los testimoniantes, la misma que habría tenido lugar como estructuración de las múltiples trayectorias orquestadas por un “sentimiento de época” que delineó la actuación militante. En tal sentido, dividiremos el apartado en cuatro acápites relacionados a las razones que motivaron la militancia; la comprensión de la política en términos contenciosos o confrontativos; la disposición hacia normalizar actividades como el clandestinaje, la compartimentación de tareas o el uso de armas de fuego; y finalmente, la particularidad contextual de la radicalización política universitaria en los ochentas. El período de nuestro interés inicia hacia 1977, año a partir del cual se producen picos altísimos de organización popular (con dos paros nacionales antidictatoriales de ese año y el siguiente), en los que la mayor parte de los entrevistados ha ingresado a la universidad, y los menos, desarrollando su etapa más relevante de participación gremial. El lapso de análisis finaliza en 1989, año en el que los entrevistados en su mayor parte ya han abandonado la universidad para realizar otros trabajos militantes aun cuando continúan vinculados a aquella en mayor o menor medida por razones políticas. 334 En la década del sesenta y setenta, al modificarse la centralidad del cuadro político revolucionario del obrero al joven universitario, las fórmulas del imaginario sobre lo masculino también sufrieron una importante variación pasando del ideal de masculinidad del obrero proveedor y sostenedor de una familia, al del transgresor cultural, heroico y romántico. El primero constituía el perfil del militante de los clásicos partidos comunistas, el segundo, de los variopintos grupos de la nueva izquierda (Mallon 2003). 238 En esta etapa, la imagen represiva y reaccionaria de la segunda fase del GRFA ha dejado su impronta, así como la apertura del sistema político a distintas tendencias izquierdistas las cuales se nuclean en términos de frente político institucional. Por su parte, la sombra de las organizaciones subversivas se vuelve una cotidiana presencia en esta época y condiciona actividades y posiciones políticas. Puesto en evidencia el contraste entre uno y otro escenario, los jóvenes universitarios radicalizados van obteniendo y reproducen los recursos político- culturales de la época, en un aprendizaje que dejará una huella indeleble en sus trayectorias vitales, así como en la historia de la universidad y del país. 6.2.1 “No por teoría aprendida, sino por experiencia vivida”: La captación Las formas de vincular al futuro cuadro a la organización política podían ser de lo más diversas. En el apartado anterior hemos visto como la militancia política aparece entre algunos elementos emparentada a las estructuras de docentes y universitarios de sus escuelas y barrios, mientras que, en otros, esta nace en escenarios fabriles. En este último caso, en realidad se hallan en la conjunción de ambos mundos: premunidos de la cultura “clasista”, los agitadores universitarios visitan las fábricas como parte del entendimiento de su trabajo político cotidiano. Ese fue el caso de Tomás Calvo, quien, como ya hemos referido líneas arriba, fue captado por estudiantes de la Universidad Católica en la fábrica donde trabajaba antes de su ingreso a San Marcos. Allí descubren sus capacidades intelectuales y lo invitan a las escuelas obreras desde donde con 16 años se convertirá en responsable del Comité Metalúrgico y, debido a la ruptura de su organización (el PCR), prontamente responsable del Comité Regional de Lima (del PCR-TR). El meteórico ascenso en términos de representatividad y dirigencia no es un fenómeno extraño en organizaciones que son pequeñas y buscan cuadros que, por su juventud y vehemencia, se comprometen y se dedican a tiempo completo. Así, Tania Rioja se vincula con los “círculos de estudio” de la Vivienda 239 Universitaria de San Marcos y es captada bajo la idea (auténtica) de que Bandera Roja “más que nada tenía trabajo en el campo, bastante”. Sobre el particular, para una individualidad que ha vivido su infancia en un medio rural soñando con la santidad, la promesa de la redención social a través del campesinado se vuelve una piedra de toque: Tenía guardado ese [diario] “Bandera Roja”. Recuerdo que me vendió o me regaló un trabajador que discutía con los dueños de la empresa -Benjamín creo que se llamaba-. Me acuerdo que yo siempre me alegraba cuando yo les contaba a todos, él me dio la primera “Bandera Roja” que yo leí (…) ¡Y el Comedor!, yo iba mucho al Comedor (…) entonces en el Comedor empezaba a escuchar a los compañeros, a conocerme con la gente del Comedor, por eso es que asumí a Bandera Roja. Conocí a Antonio L., que era dirigente en el Comedor, él era el más conocido en el Comedor, él era de Bandera. Entonces empezaron a conversarme una que otra vez, así conversaba, ya conocía, iba a todas las polémicas, a todas las conferencias, esa era mi vida. De repente estaba en el salón y “compañera, una bajada a bases, ¿nos puede ayudar?” -seguramente tenía cierta llegada-, entonces yo iba al Comedor… “compañera, por favor…” [gesticulando pedir colaboración], yo iba y echaban en la bolsita (…) tenía un buen corazón pues. El maoísmo instala su ventaja en esos términos entre importantes sectores del estudiantado. Dado que sus redes de acción parten de un trabajo acumulado de más de una década, los cuadros que se insertaban se hallaban prontamente cumpliendo pequeñas o grandes tareas con múltiples individualidades desarraigadas, pero, a su vez, con capacidad para vincularse con al menos un sector del mundo campesino o rural. Para fines de la década del setenta, Tania Rioja no solo participaba activamente en el gremio del Comedor Universitario, había sido ya dirigente de la Vivienda de San Marcos, y realizado trabajo político en barrios urbano-marginales al convertirse en Presidenta de la Secretaría de Mujeres del FEDEP. Para todos aquellos quienes descubren la militancia en la Universidad, se trataba fundamentalmente de la normalización de la búsqueda de la organización ante un paisaje educativo caótico que interpelaba a la acción (básicamente reformista) a caracteres bien cuajados como el de Rebeca Donato, quien recuerda que: Se me ocurrió que había que pintar el salón y limpiar el piso, porque así no podíamos estudiar, realmente no nos concentrábamos, estábamos todo el tiempo leyendo ¿no?, o 240 tratando de descifrar que significarían las siglas. Había unas siglas POMR, ¿que será POMR?, y un puño, FIR, FIR-POC (…) Era alucinante. Entonces dijimos ¡esto hay que pintarlo! (…) Inmediatamente vinieron los fachos [FER-A] que eran los dirigentes estudiantiles (…) a decirnos que no podíamos tocar las pintas, que estaba prohibido. Y ahí comienza pues mi carrera política porque le dije “mira, no te preocupes, nosotros vamos a limpiar las paredes porque así no podemos estudiar, pero en cuanto nosotros nos embarquemos en política vamos a pintar los salones (…) nosotros vamos a hacer nuestras propias pintas porque no entendemos nada de lo que dice acá”, y todo el mundo “¡yee!, ¡si!, ¡si!”. Y los fachos se quedaban mudos, no sabían que decir [risas] “no te preocupes -decía- el salón va a volver a estar pintado, pero cuando nosotros entremos en política”. Y así fue pues. Sobre el particular, las “pintas” (consignas y frases escritas en las paredes de los edificios de las distintas facultades) a las que Donato hace referencia, tenían un claro propósito335. Además de representar hasta mediados de los ochentas las genuinas emociones de los activistas políticos que se buscaba incitar también entre los nuevos miembros de la comunidad letrada, eran la prensa más visible en una época en la que además de la reproducción manual y hasta artesanal de aquella, no existían muchos mecanismos para generar fórmulas visuales de duradero impacto. En consecuencia, aparecían entre los visitantes de aquel mundo de estudiantes- cuadros como huellas mnemotécnicas de síntesis de las elaboraciones teóricas de la época, todas vinculadas, desde luego, al quehacer fundamental, la acción política revolucionaria: Acá en Derecho en este segundo piso había un tremendo cartel, siempre me acuerdo, inmenso porque esta pared es grande. Al fondo, tu subes la rampa, ahí no más encuentras tremenda pared. Y ahí estaba un lema que yo nunca lo he olvidado, decía así, en letras grandes, así, y yo me he sentido reflejado: “Me he vuelto revolucionario, no 335 Aunque las múltiples intervenciones militares a la Universidad se desvivían por blanquear las paredes y los propios estudiantes cada cierto tiempo barnizaban sus fachadas pintarrajeadas, no sería sino hasta la virtual desaparición de opciones políticas contestatarias en la universidad que fue diluyéndose la tradición de llenar de pintas sus muros. Tras la intervención de la dictadura cívico-militar en los noventas, las paredes pintadas de las Facultades se asociaron también a la presencia subversiva (que pintaba muros en todos los rincones del país para hacer propaganda). Sin embargo, la dinámica de escritura mural es comprendida hoy como parte de la adopción de una fórmula cultural de resistencia de comunidades marginadas en la urbe que se popularizó mundialmente desde los levantamientos de París en 1968 pero que ha existido desde los albores de la vida en las ciudades. En todos los picos de protesta social, revuelta, insurgencia o revolución política, los muros pintados han sido también la expresión de una época (Castillo 1997; Kozak 2004). 241 por ideas aprendidas, sino por experiencia vivida” Cesar Abraham Vallejo Mendoza. Ese fue uno de los símbolos de San Marcos de esa época que más me cautivo. Era una expresión concreta. Cumplía la misión, conmigo ha cumplido la misión336. La “experiencia vivida” a la que hace referencia la cita vallejiana, en casos de liderazgo natural como en los de Belisario Juárez337, Carlos Murillo o Máximo Julca, los vincula rápidamente con el trabajo práctico de la organización de la que precisamente todos ellos son tributarios: el FER del Perú. Aquí la militancia no hace sino engarzar un trabajo reticular que ya se había construido desde sus espacios formativos de origen. La infraestructura de disenso (partidaria y gremial) se fortalece con cada nuevo peldaño subido en sus trayectorias. El frente estudiantil de Patria Roja poseía en la Facultad de Economía un baluarte que ni el FER-A había logrado desbarrancar y por el contrario, en la mirada de Manuel Arias, se convirtió en el espacio organizativo suficiente desde donde sus cualidades dirigentes le hicieron desencadenar un prestigio que lo llevó primero a la conducción del gremio de su Facultad338 y luego a la máxima representación gremial de San Marcos. Por ello, en su memoria, el inicio de su militancia es estelar: José Antonio Ñique de la Puente venía a promocionar al candidato del antifascismo (…) no nos agradó a nadie porque en vez de presentar su programa atacó la dirigencia del Centro Federado (…) Como atacó lo que más o menos nosotros estábamos desarrollando, salgo a la palestra y más allá de las distancias, las proporciones, los tiempos, la formación, lo reté a polémica a José Antonio Ñique de la Puente, que para error suyo y de una manera irónica y hasta como queriendo minimizar, aceptó (…) Eso corrió como reguero de pólvora (…) Un aula del segundo piso de [Ciencias] Económicas que hasta ahora existe, repleta hasta por las ventanas (…) sentado un cachimbo ahí, delegado, frente a alguien que… ¡imagínate! Y la verdad es que no lo hice tan mal. No 336 Mario Ortega, exdirigente del FER-A 337 Juárez es uno de los pocos que resalta en su proceso de compromiso el recuerdo de su “encuentro con el marxismo” en San Marcos, a partir de las cátedras instituidas de Materialismo Dialéctico e Histórico. Al igual que Tomás Calvo, debido al fraccionamiento de su organización (en el caso del primero, tras la derrota de la fracción “pasachista”, mayoritaria en San Marcos), rápidamente es encumbrado a puestos dirigentes de Patria Roja en la universidad. 338 Cabe destacar que, según lo reseñado por Arias, la persona a quien derrota en la justa electoral de la Facultad de Economía cuando apenas era un cachimbo es nada menos que Edmundo Cox Beuzeville, a la postre dirigente nacional del PCP-SL, y por aquel entonces, destacado líder de la facción del FER-A que se escindirá en 1976. 242 logró su cometido, y en vez de haber ganado adeptos, lo que ganó más bien fue pifias, tirrias y burla, y eso me proyectó como figura en toda la facultad y fuera de la facultad. En contraste, una modalidad de incorporación diferente es la que vive Gastón Jurado, quien señala que no fue captado “por nadie”. Él se vincula al FER del Perú en la Facultad de Derecho en una etapa distinta (una década después del debate entre Arias y Ñique), cuando aquel frente político ya tiene el control de la dirección de múltiples gremios en San Marcos y más bien, como en una ironía de la historia, apoya a Ñique de la Puente en su pretensión de insertarse como docente: Yo quería militar, quería militar en una organización de izquierda. Lo que en ese momento se produjo fue la típica Reforma Curricular. Había que cambiar el Plan de Estudios y (…) en esa discusión el Centro Federado levantó una lucha contra el decanato (…) Ñique ya había acabado la carrera y quería ser profesor de Derecho y (…) nosotros lo apoyamos, (…) Ñique tenía una labia que para un estudiante de primer año te impacta. Nosotros queríamos que él fuera nuestro profesor de Introducción al Derecho, (…) se generó un conflicto y era la Reforma Curricular, era un docente de izquierda versus un decano conservador, autoritario. Ya se configuró la figura como para hacer un enfrentamiento. Esa fue la primera etapa de militancia. Para algunos, como Jurado, la militancia parte del deseo anidado desde mucho antes, aun cuando no habían pasado por experiencias de conducción social o política, a diferencia de los líderes forjados en la década previa. Es la sola inquietud en un ambiente que reconoce como politizado lo que moviliza su intención a ser parte de aquella tradición instalada. Este contraste entre formas de incorporación comparte pleno sentido con el planteamiento ya esbozado de Della Porta (2013) sobre un modelo de captación típica de militancia a partir de un escenario ya politizado pletórico de simbologías, a diferencia de un primer modelo de atracción de militancia más vinculado a la memoria familiar. Comparte en este caso la tónica que moldea el inicio de la militancia de Camilo Díaz, quien se vio como una voz solitaria en la Universidad Católica, pegando afiches por el MIR-VR, pero que, a la pérdida de contacto, es atraído por otros jóvenes en los que halla el reflejo de los personajes postergados que pueblan la literatura comprometida que acompañó su lectura adolescente: En el patio de Letras de Católica veía un grupo de provincianos que se reunía al margen de toda la pituquería de izquierda (…) “oye, vente a conversar -me decían- y que te 243 parece la alternativa de una guerra popular del campo a la ciudad?”, “bueno, me parece tal…”, “pero tú que te dices del MIR, ¿cuáles han sido las limitaciones del MIR?”, “bueno, las limitaciones han sido esta, esta, la otra”, “¿te interesaría a ti participar en una organización política que se decida a hacer en serio la guerra?”, yo le digo “sí”, “pero tendrías que cambiar del MIR”. Pucha que para sacarme al MIR de la cabeza para mí era muy duro ¿no?; sin embargo, ellos me convencen de que definitivamente hay la necesidad de crear un partido comunista para que dirija la guerra popular. Entonces, me van pasando algunos panfletos hechos a mimeógrafo sobre situación política del país, alternativas, lucha estudiantil, etc. De repente estalla la primera huelga nacional del SUTEP. Ellos me jalan (…) y me dicen “oye, ¿puedes acompañarnos a un mitin el primero de mayo?”, “ya pues”, (…) Y de repente el mitin termina en una bronca terrible entre Patria Roja y la CGTP (el PC Unidad), a balazos. “¡Ah!, ¡ya se para que me has traído!, ¡ahora entiendo para que me has traído!” [risas] Y ahí comienzo a agarrar experiencia de choque (…), me comienzan a llamar para una escuela de especialización en este tipo de cosas. Para el 78 ya tengo una pertenencia a un círculo de premilitancia muy secreto, muy clandestino (...) de ahí me comienzan a llevar a San Marcos también a apoyar al grupo. Su marginalidad política se ve reflejada en la marginalidad étnica de aquellos con quienes luego entabla vínculos para la militancia. Como miembros de un organismo con extenso trabajo e intensa actividad en la época, la red gremial de docentes que se halla en el vórtice de la pugna política nacional se convierte en el escenario que sirve de medio para la captación. Por otro lado, existen casos en los que el recuerdo incide más en la presencia de una amistad que sirve de nodo para el establecimiento del puente con la red preestablecida. La afectividad se traslapa en intencionalidad activista y esta a su vez en militancia política339. A decir de Miguel Morales: Siempre hay un pata. Nelson, me acuerdo, que jala y me convoca a un circulo de estudios y una vez a la semana empezamos a reunirnos, los viernes o los sábados. Éramos también bohemios, (…) este amigo nos vinculó y él estaba vinculado al PCR (…) y hacíamos reuniones -me acuerdo- en unas casetas en Psicología, (…) en el tercer piso [de Letras] era Comunicación para el fondo y para la parte delantera era Psicología. Entonces había unas pequeñas aulas de cartón, de madera, de triplay, que era tierra de 339 Della Porta ha precisado dicha circunstancia: “La amistad refuerza la relevancia del compromiso político mientras que el compromiso político refuerza algunos lazos amicales, y los grupos de amigos políticos se convierten en unidades cerradas”, los cuales, al mismo tiempo de solidificar la proximidad entre iguales, hacen que estos construyan una comunidad imaginada que a su vez “construye una realidad externa” [traducción propia] (2013: 144). 244 nadie (…) ahí entrábamos (…) iba Manuel Dammert, iba Santiago Pedraglio, (…) y a veces invitaban, ya estaba el proceso de confluencia340, invitaban a gente que estaba vinculada a Vanguardia Revolucionaria, al MIR [Confluencia] Como hemos visto en el caso de Mario Ortega, la visibilización de referentes sociales y políticos entre sus coetáneos lo impulsa a la participación con afán de emularlos. Ese parece ser también el caso de Melquíades Damián, quien conoce a los mismos dirigentes “antifascistas” y halla en ellos y en su trabajo social y gremial una imagen que lo impacta: Me impresiona llegar a la FUSM, y ver a una FUSM rodeada de pescadores, la huelga de los pescadores. O sea, podía parecer algo raro, pero ahí la FUSM los acogía, estaban los trabajadores pesqueros en ollas comunes, y eran los compañeros del FER [A] los que estaban ahí, ¿no? Después, la huelga minera del 78 (…), también la FUSM apoyando tanto en la Ciudad Universitaria como en San Fernando. Y es ahí que comienzo a sumarme, participar de las movilizaciones. Conocí, me acuerdo mucho, una chica Cecilia del FER San Marcos [A], Jaime Guadalupe también, en ese tiempo era del FER San Marcos [A], y me gustó mucho, me impresionó mucho Alejandro Choque, que debatía muy bien por las posiciones del FER [A]. Debe subrayarse, que, a diferencia de las vocaciones de quienes serían futuros militantes del FER-A y del FER del Perú, quienes destacan la vocación social y política de sus organizaciones, aquellos que se vinculan al PCR sostienen la imagen de una organización mejor cualificada en términos académicos. Así lo reporta César Jáuregui, quien advierte que era esta organización la que promueve alternativas y propuestas escritas para el quehacer universitario no solo en términos políticos sino también en torno a los contenidos de su carrera, por lo que se hacía relativamente lógico para quienes que se acercaban a la organización estudiantil desde las inquietudes académicas incorporarse a un grupo con ese perfil. Por su parte, los exmiembros del FER del Perú subrayan casi al unísono la preponderancia que aquella organización le daba a la propuesta universitaria en términos de conducción político-institucional. Con la fama a cuestas de la participación en la Comisión Estatutaria de 1972, hacia 1983 se hace referencia a la existencia de una propuesta de Ley Universitaria impulsada por esta 340 Entre 1983 y 1984 el PCR, Vanguardia Revolucionaria y el MIR(C), se hallaban en coordinaciones que culminarán en 1984 en la conformación del PUM. Ver Capítulo III. 245 organización y expresada a través de la Federación de Estudiantes del Perú que era dirigida por sus elementos partidarios. Del mismo modo, muchos exmilitantes del frente de Patria Roja se jactan de haber sostenido la propuesta de un Estatuto para San Marcos en 1984, la misma que habría sido útil en las negociaciones que inspiraron el documento que finalmente se plasmaría como la normativa que frenó a nivel de la universidad las “disposiciones antiestudiantiles” de la llamada Ley Alayza-Sánchez. Como puede observarse, el conjunto de jóvenes se engancha con la militancia básicamente por tres razones que se imbrican: la estructura reticular de participación social con cuyos elementos comparte características generacionales, el ambiente universitario en donde las imágenes de efervescencia política convocaban al activismo y, finalmente, las inquietudes culturales que cargaban desde antes de su ingreso y que dialogaban con la interpretación que hacían de ella los cursos académicos y los discursos teóricos y políticos. Una clara síntesis de estos puntos puede verse en el testimonio de Abel Jiménez: Esa ensalada tensional es con la que entro yo a San Marcos. Y en San Marcos de pronto en dos meses todo tiene sentido (…) El primer semestre me pareció fascinante porque estudiábamos historia, o sea, básicamente era histórico lo que estudiábamos (…), no es tanto por actividad política, es en las clases, el marxismo entra, sin tenerlo claro, la historia, la historia de la lucha de clases y la historia de las diferencias está muy explicada y si te pones a pensar tú dices “¡Ah chucha!, ¡eso me está pasando a mí!, ¡eso era!, yo no tengo la culpa”. Que te digan a los quince años que no tienes la culpa de ser un huevón. Bacán [risas]. Yo creo que ahí fue brutal, emocional, porque en esa época en San Marcos habían festivales (…) en el Patio de Letras, y todo el tiempo estaban tocando música de protesta, (…) “Venceremos”341, era casi el himno cotidiano. Yo creo que ahí debo tener un enganche emocional. Yo me di cuenta de eso ya más racionalmente varios años después recién hablando con mi tío justamente sobre la música. Es algo así como “¿te acuerdas que escuchabas esta música de chico, no?”. La adscripción hacia alguna de las tendencias políticas que constituían el universo político sanmarquino (y nacional) de las izquierdas, se producía 341 Himno-canción compuesta por Claudio Iturra y Sergio Ortega e interpretada primigeniamente por el grupo Inti Illimani en 1970 en el disco Canto al Programa, para el frente izquierdista Unidad Popular que llevaría a Salvador Allende a la presidencia de Chile. 246 comúnmente por la confluencia de más de una de estas redes socializantes en las trayectorias de los involucrados y la puesta en práctica de las situaciones interactivas para su reproducción. En palabras de Della Porta: “la suerte de uno de ser reclutado en un movimiento se incrementa con la participación en especificas redes personales realmente conectadas con más áreas militantes. Los grupos de pares a los cuales los individuos pertenecen juegan un rol muy importante para determinar las elecciones políticas sucesivas (…)” [traducción propia] (2013: 143). Por esta razón, no necesariamente todos los estudiantes de la época se involucraban con la política radical de izquierdas, y otros, además, podían simplemente decantar hacia otras tribunas políticas aun cuando compartiesen un espacio de socialización común tan arraigado como era el espectro izquierdista sanmarquino. Cuando este, en tanto infraestructura de disenso empieza a fracturarse hacia fines de los ochentas, la captación como la hemos descrito se convierte en un tópico más complejo, inasible para extensas mayorías y solamente cercano a elementos que hiperbolan la performance radical. La “experiencia vivida” no podía ser la misma en un tiempo de reproducción hegemónica de la estructura de sentimiento “clasista” que cuando esta se volvía residual, como veremos más adelante. 6.2.2 “La épica de un partido la ha escrito su elemento armado”: La política como actividad contenciosa Una característica distintiva de la cultura política radical en San Marcos era la constante confrontación que se producía entre las propias organizaciones de izquierda para la resolución de sus diferencias. Si bien es posible circunscribir esta actividad en la prédica ideológica que, desde el maoísmo o el guevarismo, rendía un peculiar culto por la “violencia revolucionaria”, existen otras explicaciones más cercanas a la práctica política cotidiana que merecen ser subrayadas. Recordemos que la hegemonía izquierdista en San Marcos ha surgido del desplazamiento del aprismo en la década del sesenta. En consecuencia, esta heredó los métodos con los que el APRA había sostenido su posición de 247 dominio342 y los alimentó con los cánones morales que les proveía su mayor cercanía al catecismo en el que habían convertido al pensamiento marxista, aun cuando el origen de su “especialización” fuese eminentemente práctico: Hay una tradición de matonaje en defensa del rector aprista que tiene que ser respondida por una capacidad de fuego similar, ¿no? Entonces hay elementos de choque que van proliferando dentro de la izquierda, que se van especializando en el asunto (…) lógicamente, para enfrentar al búfalo Pacheco y sus matones tuvo la izquierda, y las izquierdas, que construir sus cuerpos de autodefensa y sus cuerpos de choque. Y dentro de sus cuerpos de choque entraban a tallar gente que estaba vinculada no solamente con el acontencer sanmarquino sino también con el hampa343. Los anatemas que unos a otros se lanzaban tras cada nueva escisión o conformación de organizaciones con propósitos afines y minúsculas distancias por desacuerdos ideológicos y programáticos, garantizaba enormes disputas que no se limitaban a los calificativos, sino que podían convertirse en verdaderas batallas campales a nivel de la base estudiantil universitaria. Para la década del ochenta, con la legitimidad que la insurgencia había generado entre estos sectores respecto al uso de recursos bélicos, las pugnas interorganizacionales conducen a la extralimitación de la violencia. Como examina Abel Jiménez: Yo creo que si se analiza la dinámica de una barra brava es exactamente la misma lógica, despliegue de testosterona, masculinidad, afirmación de grupo, tribu urbana, ese tipo de cosas que tienen muy poco que ver con la ideología. Se disfrazaba de radicalidad, de códigos de respeto, ese tipo de tonterías. Eran manifestaciones de fuerza. Y lo que hacía que el FDR -que era más pequeño- fuera respetable, era que tenía detrás a Sendero y al MRTA, o sea, por el lado de la UDP, el MIR en proceso de afiliación con el MRTA; por el lado del FER [A], por ahí con unos contactos no muy claros hacia Sendero (...) Una noche [hubo una] gran bronca en lo que ahora es Sociales (que en ese tiempo era una pampa), llena de piedras, creo que ganó IU (...) y una hora después, la puerta del local 342 Fenómeno que ya había sido subrayado por Lynch, y al que denominó “gran herencia” que generó una suerte de “totalitarismo de izquierda” (2019: 77). Sobre esto último, puede concederse la grandilocuencia del término en aquellos casos donde el afán hegemonista afectó al conjunto de la comunidad estudiantil. 343 Camilo Díaz, exmilitante de Patria Roja. Al respecto, la afirmación debe tomarse en sentido literal. En la década del setenta, con el propósito de enfrentar a los “búfalos” apristas, el FER-A tuvo como aliados a dos reconocidos hampones que han quedado en el recuerdo de su generación con los sobrenombres de “Dino” (por su fisonomía) y “La Viuda” (porque vestía de negro). Ambos atacaban también a los militantes de otras tiendas políticas, fundamentalmente a los de Patria Roja. Por su parte, este partido hacía cumplir las mismas funciones en la época al recordado “negro Lalo” (Eduardo Espinoza), extrotskista de la década del sesenta, vinculado al asalto bancario para la financiación de un frustrado levantamiento guerrillero, quien devino en militante de Patria Roja y, por aquel entonces, estudiante de Historia en San Marcos. 248 de la Federación de San Marcos fue volada. ¡Boom!, se acabó mierda, sin respetar que había gente adentro. Los “perros” que estuvieron supongo que pasaron el susto de su vida. Debe haber sido por ahí, 84, 85. Entonces, tenías eso detrás. Digamos, “me haces algo, viene mi papá y te pega”, era más o menos eso. Las maneras aprendidas de aparatismo y control físico del rival político se trasladaron de una corriente hegemónica a otra. Así, el amedrentamiento pasó de ubicarse entre las huestes apristas contra los antifascistas, a estos últimos contra Patria Roja, luego, tras el cambio de correlación en los ochentas, de los “perros” sobre sus antiguos rivales “antifachos”, y finalmente, en una búsqueda hegemonista entre todas las tendencias con importantes “cuadros de choque”: En el XV Congreso [de la FEP] estuve en Arequipa, (…) con Choque he viajado, con “La Viuda”. También ellos tenían dos lúmpenes, (…) ellos lo botaron a Lalo de la vivienda. Una mañana llegaron con armas, con todo lo corretearon a Lalo. Lalo nunca más volvió a la vivienda (...) Me acuerdo de que en Arequipa también nos alojamos en la Universidad, dormimos en el piso, en colchones, y de noche pasaron unas hordas gritando “¡mueeeerte a los faaachos, mueeeerte!”, y nosotros durmiendo. Nos juntaron a los antifascistas que éramos Huánuco, Tacna, también San Martin -aunque eran ya senderistas, ahí estaba Mujica-, y nosotros, no éramos nadie más, todo el resto dominaba Patria, en todo el Perú. Entonces dormimos en un cuarto y pasaron de noche, hasta creo que llevaban teas: “¡muerte a los fachos, muerte, muerte a los fachos, muerte!” [cantando y risas], me acuerdo mucho, ¿dónde habrían aprendido eso? [risas], así nos tenían amenazados. Por su parte, en la evaluación de Camilo Díaz, el antagonismo que desarrolla el FER-A sobre el resto de las izquierdas tratándolos como el “enemigo principal” fue un fenómeno de comportamiento político práctico que puede haber aportado en la política de “arrasamiento” que comete Sendero contra militantes de Izquierda Unida cuando muchos de aquellos cuadros pasan a formar parte de esta organización. De alguna manera, el elemento armado busca cobrar revancha sobre quienes los han desplazado del único espacio de acción pública relevante que habían logrado en sus trayectorias. De este modo, la pugna con los elementos senderistas que aparecen en medio de la actividad política universitaria reclamó de los militantes el uso de recursos similares que en algunos casos implicaban mucha audacia personal: Cuando ya era dirigente de Psicología en un momento determinado interviene Sendero un salón donde estaba yo, y me levanto como dirigente, los increpo y los invito a salir (...) 249 Me ponen un arma en el pecho. En ese momento estaba loco yo, hoy no lo hago [risas] Le dije “¿me vas a disparar?, ¡dispara pues, dispárame, dispárame!”. Como el chico dudó y yo lo veía con mucho miedo, aproveché y con la culata misma le di en la cara y tiré del tercer piso el fusil (...) por el vidrio hasta abajo. Y quien fue mi pareja en ese momento se paró con su banquita unipersonal y se la aplastó en la cabeza a otro. Y todo el mundo se les fue encima y los patas tuvieron que salir corriendo (...) Eso fue más o menos en esa época, 80, 81. Yo no sé porque empezó en Psicología, (...) parece que había un grupo básico ahí de profesores, algunos trabajadores y también alumnos, ¿no?, y de repente por eso pensaron hacer su semillero (...) Antes de que pase en Letras en general, no pasó en Sociales, pasó en Psicología primero. Después de Psicología, Química creo. (...) Eso se repitió por todos lados y entonces cada vez que había una asamblea era una guerra pues, era una guerra, y en la práctica se juntaron todos (...) para rechazarlos344. En otras circunstancias, existía la conciencia de que había un aparato, redes y una infraestructura capaz de contener y controlar las intentonas autoritarias de una agrupación que se desdeñaba como muy pequeña, aun cuando se asumiera que se había alzado en armas345. Al respecto, Manuel Arias recuerda que, tras una escalada de violencia contra el FER del Perú, un contingente de Patria Roja siguió y “escarmentó” personalmente a cada uno de los senderistas implicados en actos violentos al interior de la Ciudad Universitaria: Nosotros siempre hemos tratado de evitar, pero ante situaciones de esta naturaleza tampoco voy a negar que no hemos instrumentado, como dicen, darles de su propia medicina (…) y alejarlos de la Ciudad Universitaria. Por eso es que Sendero a través de ellos [el FER-A], o de manera directa, mientras yo estuve de presidente nunca pudo entrar y eso si te digo yo lo lideré personalmente (…) por ejemplo ellos (…) agarraron las pizarras de la FUSM, las pintaron con sus consignas y abajo pusieron “el partido tiene mil ojos y mil oídos” (…) Entonces con un grupo de gente personalmente yo lo agarre todo y volvimos a pintar y ahí [pusimos]: “Ni lo vuelvan a tocar”. Fue la respuesta (…) Producto de eso nosotros hemos sido atacados, tiraron bala en la Federación, bomba 344 César Jáuregui, exmilitante del PCR-CO y del PUM 345 La mayor parte de testimonios no duda en desestimar la importancia que el PCP-SL tuvo en San Marcos a nivel de participación política estudiantil. En la década del setenta estaban representados por profesores como Luis Kawata o estudiantes como Edmundo Cox Bezeuville y Manuel Fajardo, pero debido a su extrema rigidez ideológica y pequeñez orgánica, sus pretensiones insurgentes nunca fueron tomadas en serio por otros militantes izquierdistas. A principios de los ochenta sus apariciones son vistas más bien con afanes propagandísticos fundamentalmente a través de militantes externos a la Universidad provenientes de las barriadas. Recién hacia finales de los ochenta empiezan a verse comprometidos números más importantes de militantes estudiantiles, los cuales, desde luego, no tenían la pretensión de ser dirigentes del movimiento sino cuadros combatientes que se preparaban a través de la conversión extremista de toda acción colectiva. 250 molotov en la Federación, rompieron la puerta de fierro (…) Nosotros estábamos adentro, incluso trataron de negociar la cabeza del principal dirigente que era mi persona, nos agarraron por sorpresa. Ese fue el acto más grave que hizo Sendero y bueno pues como Sendero para su mala suerte no salió airoso, bueno, tuvimos que hacer lo que hicimos pues, no quedó otra cosa (…) La relevancia que tiene para el militante la participación del dirigente político en este tipo de acciones beligerantes evidencia el tipo de códigos que se compartían en la época para lograr prestigio y ascendencia entre la radicalizada audiencia, así como la reducción de la comprensión de la “consecuencia política”, vista desde una óptica de virilidad impositiva, de masculinidad en su expresión más dominante. Sobre el primer punto mencionado, Carlos Murillo referencia así las consecuencias prácticas de la crisis producida en la dirección del FUSM entre los años 1987 y 1988: (...) A las finales lo nombraron a Víctor A. P. de Presidente de la FUSM, pero olvídate pues, el “Manotas” no, de bronca no era el “Manotas”. En esa época había que ser bronquero, estar adelante tirando piedras porque ahí se cumplía lo que decía Marx, “si los dirigentes no van a la cabeza con las masas, las masas van con la cabeza de los dirigentes”346 (...) Me acuerdo que hubo una bronca por la FUSM, por el local, ahí fue la fuerza de choque de Patria y los sacó a golpes y balazos a los que estaban ahí (…) Cuando uno es dirigente no es que no tenga temor y más que todo en esas épocas. Yo, no creas que no tenía temor, miedo, pero había que ir adelante pues, había que ir porque la gente te miraba, y porque había de que dar el ejemplo. Asimismo, la remembranza de Camilo Díaz encarando a los cuadros de dirección de su antigua organización sirve para ejemplificar la segunda característica mencionada: La historia de San Marcos ha sido la historia de las broncas de San Marcos, y la historia de las broncas de San Marcos es la parte épica del movimiento estudiantil sanmarquino (…) Los cuadros burócratas, los burócratas por excelencia, no escriben la épica de un partido, la épica de un partido la ha escrito su elemento armado, los que hicieron posible que ustedes hicieran política, porque sin nosotros ustedes no hacen política. En el tiempo de San Marcos que yo he vivido, si tú perdías una bronca, mano a mano, tus camaradas no te hablaban; si tú te chupabas en una bronca de San Marcos, las mujeres te escupían 346 Frase atribuida originalmente a Juan Domingo Perón. 251 en el rostro al paso. Eso pasaba en Letras: ¡puaj!, un escupitajo, “¿por qué?”, “¡por maricón, porque tu debiste defendernos y no sacaste la cara por nosotros!”. Las formas de “escalamiento competitivo” (Della Porta 2013) en las que se veían situados los miembros de los grupos radicalizados se producían en las situaciones interactivas mismas, en donde “las actividades de algunos sirven como modelos y desafíos morales a otros. Aún más, hay un proceso recíproco de acción, observación, y reacción cooperativa en la cual cada participante sirve como un espejo y monitor del otro”, de este modo, “se hallan a sí mismos diseñando el escalamiento de su actividad a la luz de eventos inmediatos y desafíos repentinos a su moralidad” [traducción propia] (Scott & Lyman 1970: 76): El gobierno había decretado el recorte de horarios para el pasaje universitario, entonces en esa semana nosotros comenzamos a generar movilizaciones (…) Por un lado estaba Izquierda Unida y por otro lado estábamos nosotros, o sea, por un lado estaban los reformistas y por el otro lado estábamos nosotros, que nos proclamábamos defensores de la violencia revolucionaria del pueblo, de la vía revolucionaria. Entonces, cada quien pugnaba por quien estaba más adelante, un poco eso, fue así en esas circunstancias que me cayó el balazo, porque formamos barricadas. Había un compañero que era muy combativo -coordinábamos con él-, pero él se ponía más adelante, yo me ponía más adelante, y así, un poco la competencia, y en un momento determinado la policía comienza a disparar al aire, y yo a la gente le dije “¡no!, ¡son balas de fogueo!”. Y me fui adelante para dar el ejemplo, porque eso sí, nosotros en esa época lo que pensábamos era que el dirigente tenía que estar al frente, a la cabeza, dar la cara, dar el ejemplo… la elocuencia de la acción, como yo siempre he dicho. Y en un momento determinado que yo salto la barricada, eran piedras -nosotros no estábamos armados- ¡eran piedras contra balas! Al parecer una piedra le cae a un policía y el policía al ver eso me quema, me disparó. Yo en ese momento no sabía que cosa era pensé que eran perdigones, pero era un ardor que sentí por la zona de los testículos, dolor horrible, horrible, horrible (…) En esas circunstancias estuve un mes, felizmente fue la vejiga porque si hubiese sido otro órgano, quizá no hubiera aguantado, ¿no?, porque ahí por problemas de dinero estuve ocho horas desangrándome hasta que no vino un tío que tenía dinero ya me pudieron operar, recién me operaron de la vejiga y estuve un mes [internado]. Y bueno, a partir de la fecha comencé a tomar un poco más de cuidado, ¿no?, pero seguimos pa’delante… al mes ya estábamos tomando los microbuses creo [risas]347. 347 Melquíades Damián, exmilitante del FER-A y de la UDP (MIR-VR) 252 Bajo esta lógica, la actividad política se identificaba plenamente con formas contenciosas de resolución de conflictos. No bastaba tener la razón de lado, ni la argumentación más potente o convocante, había que representar dicho contenido con la fuerza de los puños o cualquier otro elemento de confrontación que estuviese legitimado para ser usado entre las partes contendientes, y como hemos visto, la aparición de las organizaciones armadas normaliza el uso de armas de fuego en las tradicionales reyertas: Esa idea de la violencia como opción, como última circunstancia si la creía de verdad, o sea, si hay que hacerlo hay que hacerlo, pero también, si hay que hacerlo, hay que hacerlo, o sea, hay que hacerlo y meter bala y metes bala, o sea, la metes de verdad, no te saco la pistola para disparar al aire, ¿no? Me acuerdo mucho (…) una bronca afuera, en IU, no sé porque se peleaba la Juventud Mariateguista con Patria. Me mandaron pedir apoyo, y… “¿dónde están los perros?”, estaban en Economía, “¿qué tienen?”, “están disparando”. Ya. Tres, cuatro pistolas. Y comienzas a disparar, con gente que sabía pelear en esos términos, ¿no? No te peleas de bronca sino pelear con armas, y la gente de Patria grita desde adentro “¡oe, no disparen al cuerpo pues!”. Puta, huevón, ¿qué chucha es? ¿Un juego? “¡Métanse y reviéntenlos a todos!”, o sea, si vas a disparar las armas sirven para matar, no sirven para fogueo348. Valga subrayar que, en contraste, uno de los recuerdos más importantes del quehacer político de Rebeca Donato (exmilitante del PCR-CO), hacia fines de la década del setenta, es cuando Vilma Aguilar, su amiga personal y a la postre cuadro senderista349, le propone a ella y a Diana M., trotskista de origen, lanzarse a la candidatura del Centro de Estudiantes de Literatura. Le causaba sorpresa que pese al dogmatismo de su compañera -que iba a clases vestida a la usanza de las juventudes chinas de la Revolución Cultural- esta le propusiese un arreglo político más allá de las diferencias sectarias. Una imagen que, en medio de las enormes y a la larga infructuosas disputas de sus compañeros varones, aparece 348 Abel Jiménez, exmilitante de la UDP (MIR-VR) y del PUM 349 Vilma Aguilar Fajardo fue una artista y promotora cultural, fundadora del Grupo Narración, casada con el escritor Miguel Gutiérrez. Detenida por su actividad subversiva es trasladada al penal de Canto Grande, falleciendo desangrada luego de ser alcanzada por una bala de francotirador durante el develamiento del motín producido en los primeros días de mayo de 1992. Una breve semblanza de su vida y de sus últimos momentos con vida puede verse en Carpio (2016). Para una revisión a detalle de las ejecuciones extrajudiciales producidas en aquel develamiento véase CVR (2003, VII, 2.68). 253 como un botón que muestra la distancia con una mirada (feminizada) de la política (en su variante consensual) por entonces completamente subalternizada. Por entonces, las armas se convierten no solo en un instrumento real para la confrontación directa, sino fundamentalmente en un elemento simbólico que eleva el estatus del cuadro militante y refuerza una idea de prestigio de su accionar en medio de una cultura de radicalización a la que este tipo de prácticas precisamente van dando forma: La verdad que yo no, nunca he cogido una pistola, sino que era la imagen que proyectaba mi proyecto (…) porque yo he sido un dirigente de masas, yo no he cogido arma, salvo que alguna vez le presté la pistola de mi viejo a un chico del FER (…) Es por el proyecto, (…) ¡la imagen del proyecto! Porque yo me acuerdo una vez llegar a la Garcilaso de la Vega, a la gente de izquierda les estaban sacando la mierda, y llego yo y los apristas empiezan a correr. Yo lo único que hice fue meter mi mano en el bolsillo, y se imaginaron, no sé, que venía armado [risas], y los de izquierda ya se levantaron pensando que veníamos armados y no era así. Lo único eran las ideas, eso sí, la imagen de las ideas. Eso influye porque esta gente se levantó y comenzó a golpear a los apristas. Y lo mismo alguna vez en Huancayo con Sendero Luminoso, cuando bajan a la inauguración de la presidencia de la Federación de Estudiantes de Huancayo, igual, bajan armados, yo lo único que hago es meter la mano al bolsillo, del lado del corazón, para estar de igual a igual aparentemente. Hasta te pueden matar, porque eran días en los cuales la gente de Sendero Luminoso había sido ejecutada por columnas del MRTA en Pariahuanca350. La cotidianidad del uso de las armas adquiere un sitial al interior de la vida política universitaria que recrudece la comprensión de la política como ejercicio contencioso y justifica circularmente su necesidad en cada uno de los actores individuales y colectivos involucrados. Así lo ha referenciado Della Porta (2013), quien indica que la violencia incrementa el uso de armas cada vez más dañosas bajo un marco de “adaptación recíproca” que se justifica en la lógica “defensa necesaria” frente a un contexto de conflagraciones cotidianas. Abel Jiménez recuerda autocríticamente aquello como un mero “despliegue de machitos”, y destaca, mediante una anécdota que bien podría haber formado parte de un film de western urbano, una imagen que refuerza lo señalado anteriormente: 350 Melquíades Damián, exmilitante del FER-A y de la UDP (MIR-VR) 254 Yo terminé yendo a la universidad porque quería sacar a mi enamorada (…) al final por acompañarla en la movilización del PUM hacia Letras, terminé casi adelante, porque ella iba bien adelante -era dirigente de la Juventud Mariateguista-, y en el busto de Mariátegui, [recuerdo] estar llegando ahí delante de la marcha y ver que por la escalera baja la marcha de Patria (...) Adelante venía Hoces. Venía con un fierro en la cintura, además. Entonces, ya pe, dije, ¿acá qué podemos hacer? Para eso uno mira cine, ¿no es cierto? Me pongo la mano debajo de la casaca. No había ni mierda, me agarro el cinturón así fuerte para que no se me caiga el pantalón, y me paro delante de Hoces (...) Éramos él parado frente a mí, porque además él me conocía de alguna manera, no nos odiábamos, pero él además sabía mi anterior experiencia. Yo no era solo para él un militante del PUM sino era “el otro pata”. Parado uno frente al otro y nuestras dos manchas pasaban detrás nuestro cada una, mandándose a la mierda, pero no se tocaban. En la segunda mitad de los ochenta, es este tipo de actos de violencia aquel que se intensifica al interior del campus. Se producen numerosas demostraciones de fuerza entre las organizaciones universitarias de los partidos de izquierda que utilizan las armas como recurso legítimo para controlar o hegemonizar el movimiento, disuadiendo a los rivales. Lejos está la insurgencia armada de ser el principal causante, sino que esta le brinda el marco referencial a los actores principales que se convierten en víctimas de sus propias formas de comprensión de la acción política. De este modo, cuando entre 1987 y 1988 Patria Roja sufre su última gran escisión, las pugnas intergrupales por el control de los espacios de representación se reproducen en todos los niveles, desde la Junta Directiva de la FEP, hasta el último Centro de Estudiantes en San Marcos. Los otros partidos aprovechan el momento e intentan aplicar las mismas fórmulas hegemonistas, aliándose a los opositores de Patria Roja, con afán de desbancarlos de la conducción del movimiento. Gastón Jurado recuerda que por entonces ocurre la realización de un evento de la FEP, y la FEP ya estaba dividida en el 87 (...) La noche previa al evento hay un enfrentamiento en las escalinatas de Economía donde se agarran a balazos entre Patria Roja, Bolches, PC Unidad, todo el bloque contra Patria Roja. Y al día siguiente comienza el evento y (…) comienza una de disparos y de dina... ya, todo lo que había en la época. Resulta que, en el Salón de Grados de Economía, a 30 metros, diez militantes de Patria Roja medios suicidas se habían metido al decanato y se habían 255 atrincherado ahí y había comenzado un enfrentamiento a balazos, ¡a balazos! y con un instrumental que se usaba en esa época que eran los tubos351. Estaban que se agarraban a balazos ahí, a 30 metros o a 50 metros de un salón donde había 300 delegados que discutían sobre la unidad del movimiento estudiantil (…) Unas cosas así muy locas ¿no? Consecuentemente, la crítica a este estilo de comprensión y desarrollo de la actividad política no tardaría en llegar. Mas aun cuando hacia finales de la década existe cada vez más una intencionalidad por disputar cada vez más cargos sin la mayor preocupación de la consolidación real del movimiento que aquellos representaban, en medio de una estructura administrativa presa del abandono y con grandes pasivos institucionales. En palabras de Jurado, en realidad los militantes peleaban por convertirse en “los abuelos de la nada”. Esa sensación de vacío de los propósitos en la reiteración normalizada de los enfrentamientos con sus coetáneos se revela de modo prístino en el recuerdo de Miguel Morales: Yo tenía un amigo ahí [en el FER-A], Manuel B. (…) éramos salseros, uno de los pocos salseros, porque todos eran unos rockeros subterráneos, (...) nos poníamos en un rincón, hasta llevábamos un tocadiscos, y le agarre un cariño a Manuel. Y en San Marcos un día yo voy y me dicen “oye, hoy día hay que fajarse”. Entonces llegamos, me acuerdo en un local que teníamos ahí abajo en Letras al fondo, era el Centro de Estudiantes de Filosofía creo, pero era un local partidario [risas]. Nos dieron unos palos, fierros y salimos ahí, puta, y de frente al enfrentamiento (…) a romper las banderolas, (…) ibas a destruir el Centro Federado de ellos, los locales que controlaban y a tomar el local, posicionarse en el local, una cosa así. Y un día me encuentro con B. así, cada uno con su palo [risas]. Nos quedamos mirando así con palos. ¡Asumare! [risas] Me sentí de lo más ridículo, era una vergüenza y dije (…) ¿que estoy haciendo aquí?, ¿me estoy enfrentando con la policía acaso?, (…) ¿qué tiene que ver esta tontera de agarrarse así? Me pareció bien ridículo (…) El sectarismo era transversal a todos los grupos políticos. Finalmente, el extremo sectarismo de aliados y rivales desaparecerá del escenario cuando se extingue también la llama que había construido los dispositivos culturales que aupaban militancia en el conjunto del movimiento estudiantil. Tras las batallas intra e interorganizacionales quedaron “heridos, contusos y lisiados”, a decir de Camilo Díaz, quien además incide en que las peleas surgidas del cisma de su antigua organización (Patria Roja) fueron 351 Arma de fuego de fabricación casera conformada por un tubo de fierro y un percutor que al presionarlo insertándolo, rápidamente activaba una carga de perdigones que se proyecta unos cuantos metros. 256 resultado del “fraccionamiento de un sector de burócratas contra otro sector de burócratas, irresponsables” que no actuaron con rigor en la cúpula pero que dejaron que sus bases militantes universitarias intentasen eliminarse entre sí. “Ahora hacen parrilladas juntos, los fraccionales con los oficiales, ahora están en Facebook haciendo parrilladas juntos”, sentencia. A una reflexión similar arriba Miguel Morales, quien afirma que “nunca va a perdonar” lo que hicieron los cuadros dirigenciales de la organización en la cual militó (PUM) al fraccionarse, dejándose de hablar con un amigo durante diez años, luego de los cuales este le refiere que: “Todo este tiempo que no nos hemos visto, que no nos hemos hablado, que nos hemos odiado, ¿tú sabes qué?, yo trabajo en tal sitio, y al año que fue la ruptura era el cumpleaños de la hijita de fulanito de tal, entonces me dicen ‘oye compañero, estoy yendo a tal sitio ¿quieres ir?’ No, ¡yo que voy a ir! (…) Estaban Tapia, Adrianzén, Carlos Iván, Diez Canseco, todos. O sea, todos los que se habían estado sacando la mierda estaban ahí chupando, conversando, por acá por allá; -me dice- nosotros nos dejamos de hablar, nos odiamos, hablamos mal de nosotros, nos ha costado reconciliarnos y esos tipos…’ Ahora, la lectura que hacía mi amigo era muy clasista, no sé si de repente es muy prejuiciosa, me decía: ‘claro, porque ellos estudian juntos, comen juntos, se casan entre ellos, es una cosa endogámica; en cambio, nosotros pues… somos de otros mundos ¿no?’ La crítica a esta forma de comprensión de la política, termina ubicándola por fuera de los márgenes de los fundamentos ideológicos y la sitúa en el pragmatismo identitario y en la construcción de una “épica”, los cuales, en última instancia, servían como instrumento para la consolidación de divisiones jerárquicas con poca movilidad orgánica, a través de la especialización de los cuadros de sus organizaciones políticas, muchos de los cuales, debido a su juventud y entrega no problematizaban en su momento quedar al margen de las decisiones fundamentales que solo veían como “línea” que “bajaba” y que, en la visión de Tomás Calvo, en última instancia legitimaba a un número reducido de cuadros “que al final terminaron siendo parlamentarios, y [que] cuando ibas y le tocabas la puerta para el partido, te la negaban, porque así de miserables eran”. Este recuerdo negativo sobre las dirigencias partidarias, las mismas que, además de suscitar en términos supuestamente ideológicos las riñas fraccionales, no permitieron en muchos casos promover a los cuadros 257 universitarios de aquella época para que alcancen posiciones más expectantes, se trataría en verdad de una crítica tácita y hasta diríase inconsciente a la lógica o el estilo de trabajo que se constituyó al interior de sus organizaciones políticas. 6.2.3 “El partido era de carácter clandestino”: Los métodos leninistas Si de algún modo la comprensión de la política como actividad puramente confrontacional había sido sostenida por un puntal ideológico de moda por al menos dos décadas, (a saber, el maoísmo352); otras dimensiones del quehacer político en organizaciones con claro signo insurreccional, como eran la mayor parte de partidos y grupos políticos existentes en San Marcos, tenían en la metodología leninista el basamento de su praxis organizativa. La identificación de una vanguardia conformada por cuadros especializados y con dedicación exclusiva para la realización del proyecto revolucionario, así como la aceptación de parámetros de decisión interna de tipo piramidal como el “centralismo democrático”353 o la importancia crucial de la clandestinidad y la “compartimentación”354 de acciones políticas (y “militares”), eran las características más saltantes de esta propuesta metodológica, aceptada por su 352 El maoísmo como variante ideológica del marxismo se propagó por el globo desde la década del sesenta del siglo pasado, cuando las juventudes europeas y los intelectuales de izquierda (principalmente franceses) lanzaron odas al voluntarismo y la vehemencia juvenil de la Revolución Cultural China. Una de las tesis más valoradas y trasladadas a la actividad política desde entonces era aquella propuesta por Mao Tse Tung sobre la centralidad de la contradicción como ley de la dinámica actuante en cualquier fenómeno. Se trataba de una interpretación con un arraigo culturalmente específico de las propuestas marxistas sobre la lógica dialéctica. 353 Fórmula de adopción de decisiones surgida de la lógica sectorial de los grandes sindicatos obreros de fines del siglo XIX y principios del siglo XX donde, en teoría, las decisiones mayoritarias que tomaban las asambleas iban escalando posiciones a través de estamentos mayoritarios que elegían cuerpos representativos hasta llegar a un vértice que lideraba la organización y que hacía cumplir con firmeza los acuerdos. En la práctica el fenómeno devino en el control por parte de un líder carismático o una pequeña élite sobre el conjunto del aparato, instrumentalizándolo. 354 Mecanismo por el cual un sector de la organización no tiene la posibilidad de conocer lo que otro sector realiza. De este modo, al mantener las tareas como acciones básicas, el conjunto del aparato se mantiene en funcionamiento aun cuando deja de funcionar algún componente. En última instancia, solo los cuadros que habían diseñado la estrategia global podían conocer el conjunto de las acciones y sus implicancias. Aunque de enorme eficacia bajo regímenes policíacos, su puesta en práctica entrañaba una lógica antidemocrática, propia de formaciones militares. Para una revisión exhaustiva de estas lógicas operativas ver Della Porta (2013 : 146-173) 258 probado nivel de eficacia en realidades políticas con destacables niveles de represión. Los jóvenes universitarios que empezaban a insertarse a la vida pública tras la experiencia de un gobierno militar, que habían sido socializados en la idea de que los periodos democráticos eran breves en la historia nacional, además de realmente inexistentes para amplias capas de la población355, hallaron en la lógica leninista de militancia una fórmula modernizadora, por eficaz y primigeniamente democrática, frente a experiencias nada alentadoras por parte de la sociedad a la que se inscribían. De forma sintética, Belisario Juárez apunta que “el partido era de carácter clandestino, el FER [del Perú] si era un frente político abierto, digamos, semi abierto. Los que militábamos en el partido usábamos seudónimos y digamos que la amplia mayoría de feristas no tenía conocimiento exacto de cómo era el manejo particular al interior del partido. Eso se buscaba preservar. Teníamos una militancia amplia en el FER [del Perú]. El partido no era muy grande por sus propias características”. El recurso de la clandestinidad además iba de la mano con el de la compartimentación, a tal punto que, para militantes que tenían una participación en más de un espacio universitario, como Miguel Morales, muchas veces ni sus propios correligionarios conocían a que nivel orgánico este pertenecía. En sus propios términos: “Yo era militante de Izquierda Unida, además de mi militancia [en el PUM], porque la otra militancia tú sabes que era caleta (…) en tu salón nadie sabía, era esa cosa compartimentalizada (creo que es la palabra que utilizábamos), que el otro no sabía que estabas vinculado ¿no? Teníamos chapa, cada uno tenía su chapa”. En las organizaciones más cercanas a la insurgencia (o allí donde se compartían tradiciones insurreccionalistas), dicha práctica además comulgaba con cierta mística ritual que predisponía al sujeto como parte de un proyecto más 355 Vale la pena destacar una vez más que, tras la dación de la Constitución de 1979, en 1980 era la primera oportunidad en la que la población analfabeta del país (en su mayor parte quechuahablante) tendría la posibilidad de votar. La democracia había sido hasta antes de aquella fecha, un coto cerrado para élites y algunos sectores mesocráticos instruidos. 259 trascendente que el curso de su vida individual y lo situaba como un cuadro- apóstol: En los círculos políticos la gente tenía seudónimos. Tratábamos de ser los más disciplinados en los horarios, y se guardaban reglas de compartimentación también, tratar de cambiar de sitios de reunión, y todo eso, reuniones también en la universidad y fuera de la universidad para tratar esto de extender… Y tenía su ritual también, al iniciar la reunión y al terminar la reunión, siempre con mística, levantando a los héroes del socialismo mundial, a los héroes del Perú, Luis de la Puente, Mariátegui. Todo tenía su ritual (…) Aunque al comienzo (…) me tomo con la sorpresa que éramos cuatro [risas], (…) Cecilia Oviedo, que era nuestra futura Secretaria General, y los cuatro de San Marcos. Yo dentro de mí decía “pucha que nos han engañado”, pero no era así. Lo que pasa es que la gente se estaba preparando para otras cosas, ¿no?, estaba trabajando en autodefensa de masas, estaba trabajando en los Frentes de Defensa de los Intereses del Pueblo, o sea, que estaban trabajando en cosas serias. Eso también genera mi admiración y mis ganas de militar, inmiscuirme mucho más, de asumir, tomar riesgo356. La imposibilidad de conocer funcionaba también como un recurso para infundir en los jóvenes militantes la creencia de que la organización era un aparato tan poderoso como desconocido, desconocido por poderoso, aun cuando la red de cuadros fuese mínima. Ello, como se desprende del testimonio anterior, incidía en la decisión del militante por ahondar en su entrega y participación. A la larga, el poder del aparato en realidad no era sino la consolidación práctica de aquellas motivaciones volcadas en acciones cotidianas en nombre del “partido”: La UDP era el espacio de militancia abierta, teníamos cuidado, pero no mucho digamos. Pero sí, por debajo, las sombras del MIR que venían que si se encargaron de formarme (…) el método de clandestinidad, de la conspiratividad, es la regla de sobrevivencia: como romper un chequeo, buscar lugares. Tus primeras tareas casi siempre eran conseguir casas, conseguir locales, te ponían una chambasa: “anda consigue una casa”, “¿de dónde voy a conseguir una casa?”, “consigue”. Y no sé cómo hacíamos, pero conseguíamos. O sea, convencíamos a alguien y de pronto estábamos con una llave de una casa desconocida, abriéndole la puerta a cinco patas que no sabías quienes eran, sudando porque no sabías [si] de repente son cinco choros y le van a vaciar la casa a mi pata (…) y supongo que arriesgando a muchísima gente, ¿no? (…) la gente intuía que no estaba muy claro en lo que andábamos, pero no tenían corazón para decirte más. Ahora no me atrevería a hacer una huevada así, te juro, pero en ese tiempo lo hacía, búsqueda y reconocimiento, (…) cuidar gente, mover gente, hacer cosas. Vivías una 356 Melquíades Damián, exmilitante del FER-A y de la UDP (MIR-VR) 260 doble vida, porque además tenías que hacer cosas acá que justificaran lo otro (…) cuando alguna de esta gente pasaba a la clandestinidad, había casi un procedimiento: generalmente la gente se peleaba con el partido públicamente, mandabas a la mierda todos, volvías a tus clases a estudiar, te volvías alumno brillante un semestre y ya pues, habías renunciado a esa huevada, pecado de juventud, ¿no? Y la gente cuando miraba a alguien así decía “uhm” [gesticulación pensativa], “no me la creo” [risas]357 La realización de un tipo de tareas en forma reiterada y cotidiana decantaba en la especialización de cierta militancia para este tipo de prácticas, no solo al interior de los partidos sino incluso en el mismo movimiento estudiantil en su conjunto. Así, a decir de Carlos Murillo, “estaba el pata de la seguridad, la fuerza de choque, el orador, el “ladrillo”358, estaba el propagandista”. La diferencia estribaba en el nivel de proximidad a las grandes audiencias que tenían según la labor que realizaban. En tal sentido, los cuadros que se destacaban por su dominio de la palabra y su carisma eran destacados como líderes visibles de la organización, primero como cuadros dirigenciales para espacios gremiales, y luego como parte de la administración misma de la institución universitaria: (…) Habían compañeros dedicados a la actividad gremial o a la participación en los órganos de gobierno, digamos que de una u otra manera los capacitábamos para eso, dicho sea de paso, nuestra presencia en los órganos de gobierno era (…) una nueva experiencia, no la habíamos tenido antes, había que cualificar a esos compañeros que estaban o en gremio o en tercio estudiantil (…) En la medida que los habíamos apoyado teníamos que respaldarlos también, más de una vez hubo reuniones en su casa [del rector] de los responsables políticos. Me tocó asistir para ver este evaluar pues los temas de gobierno. La estructura administrativa de la universidad requería también de cuadros ahí para las oficinas; entonces, igual ahí hubo lo que siempre después se ha producido en otros niveles, las cuotas partidarias, “a ver, ¿ustedes qué direcciones?, ¿PCR cuáles? En fin, cada quien proponía sus candidatos docentes para asumir esas responsabilidades359. Cuando los partidos acceden a espacios de poder administrativo cada vez más importantes en la universidad, se tornan traslúcidas formas de control que se 357 Abel Jiménez, exmilitante de la UDP (MIR-VR) y del PUM 358 Referencia al organizador, aquel cuadro que trabajaba construyendo organización social y política todo el tiempo. 359 Belisario Juárez, exdirigente de Patria Roja 261 habían ejercido sobre el movimiento, las cuales distaban de ser enteramente democráticas. El reparto general de “cuotas” en las esferas del control institucional solo era el colofón de un manejo hegemonista en todos los espacios de participación. Quizá el antecedente más relevante para visualizar ese afán controlista se hallaba en las propias asambleas, base de los acuerdos del movimiento. La retórica democratizante escondía el autoritarismo con el que un sector intentaba conseguir que el conjunto del estudiantado se alineara a tesis preestablecidas en las células partidarias (Lynch 2019: 62). Incluso el formato de discusión y los mecanismos de decisión debían replicar aquellos a los que acostumbraban en la estructura leninista del partido. La definición de prolongadas agendas descriptivas de la situación internacional, nacional y universitaria (con enormes deficiencias informativas, ya que a decir de Abel Jiménez, “las noticias llegaban con tres meses de atraso”), la adopción del centralismo democrático para acogerse a la decisión tomada en asamblea como si fuese una ley universal de la materia, y fórmulas como la “autocrítica” que se exigía con la misma pasión con la que a través de puyas demoledoras del oponente se expresaba la “crítica”. El recuerdo de Manuel Arias grafica como operaba y se resolvía una asamblea abierta de estudiantes para una toma efectiva de decisiones en el movimiento: [El FER-A] jugaba a quedarse hasta las 11 de la noche en las asambleas ¿Por qué? Porque la mayoría de los infantiles360 vivían en la vivienda (…) no les era difícil trasladarse a su casa (…) Yo ya sabía cómo romper esa estrategia y había que romperla en los hechos con manejos (…) de contar rápido, que la suma a veces era multiplicación o a veces era resta y división para ellos ¿ya? Cosas que ellos alguna vez lo hicieron (…) yo he aprendido de ellos eso (…) En una asamblea donde la cosa peligraba yo le pido a Magán “anda cuenta en este lado”. Estaban los infantiles, no le dejaban contar y jugaban a eso (…) Al que era el cabeza de todo ya estaba identificado por mí, porque yo lo miraba desde arriba, (…) no sé cómo me resbalo (…) lo agarré (aparenté caer, pero él se cayó) 360 Los miembros de IU empezaron a referirse a los militantes del FER-A, del FDR y del PCP-SL como “infantiles” en referencia al texto de Lenin La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1920), escrito en polémica contra un ala más a la izquierda de sus propuestas en la III Internacional, que, según él, contribuía a la derrota del movimiento insurgente en Europa. El líder revolucionario atribuía ello a criterios poco maduros que derrapaban en posicionamientos que extralimitaban el radicalismo en forma negativa y sin capacidad de comprender el juego político en su contexto. 262 y todo el mundo se fue encima (…) [para] que nunca más nos vuelvan a desordenar una asamblea. Y así fue. Como se observa, al igual que en el dominio a través de las “broncas”, el hegemonismo o aparatismo es un mecanismo aprendido que pasa de una organización a otra mejorando en su implementación conforme se consolidan las posiciones de poder de cada partido que lo hace suyo. Incluso en las propias asambleas internas de las fuerzas políticas, la discrepancia era silenciada manu militare, como refiere Mario Ortega: De repente aparecía un candidato [del FER-A] que la escuela lo había elegido, pero resultaba que este candidato era más proclive a aceptar la influencia de los pro [senderistas] -porque ha habido un grupo, eso tampoco se puede negar-, (…) Ahí fuimos a aplicar: “oe ¿sabes qué? esta es la posición del FER [A]”, “no, yo estoy en contra”, ¡pum!, “ya no estás en contra”. No hay nada de qué hablar, porque no había otra forma, no le podíamos dar nosotros ningún resquicio a gente que planteaba la disolución del FER [A]. Era nuestra vida. Sin embargo, la instrumentalización partidaria del cuadro estudiantil se desarrolla sobre el militante generando dos formas de resistencia frente al aparato: una pasiva, en la que el militante asume la lógica orgánica con entera coherencia y la utiliza también para afectar a quienes se colocan en instancias superiores de la organización en nombre de los propios principios que esta defiende: Recuerdo que en esa época un compañero “X” (…) tenía una relación con una compañera que era cercana al partido o a la Juventud dentro del movimiento estudiantil, y tuvo una relación en paralelo. Y yo llevé el caso al interior del partido, yo dije “imposible, ¿no? ¿De qué moralidad hablamos?” Y se armó un debate, y este pata era el responsable regional en esa época. Claro, me quería comer vivo, pero igualito yo lo llevé hasta el Comité Central, hasta que lo sancionaron, (…) separado temporalmente. Era una forma diferente de militar creo yo. Una escala de valores muy marcada, o sea, la gente entregó, como yo, parte de su vida361. 361 César Jáuregui, ex militante del PCR-CO. Aunque la mayor parte de la militancia evalúa el desarrollo de su compromiso como inscrito en los cánones tradicionales del leninismo ascético, es bastante obvio que para la época en la que estos jóvenes se vinculan al trabajo político, la apertura de los espacios antes reducidos a la pura célula conspirativa abre nuevos marcos de relacionamiento y praxis de la militancia partidaria. El testimonio de Tomás Calvo es elocuente: “Yo ya tenía una actividad así de ir a fiestas, a bailar, a divertirme. ¡Nunca dejé de hacer eso ah! Nunca. No era cierto pues que éramos así unos monjes budistas pues. No, ni hablar, no era así. Además ¿por qué? Porque si tu trabajo es en el movimiento obrero, y seas o no militante, tu responsabilidad política es conducir los sindicatos, ¿qué hacemos pues en el movimiento? Tomar ¿Dónde te citaban? A un bar ¿A dónde iban? A jugar pelota ¿Qué hacían? Fiestas. ¿A fiestas en misa? ¡A fiestas de un baile! Fiestas. Entonces, el hecho de que alguien te dijera - 263 La forma descrita es sumamente extraña y, puede decirse, hasta excepcional. La otra, más común, era la resistencia activa al poder partidario, la cual, bajo una u otra excusa, fomentaba la demostración de autonomía frente al aparato a partir de la disidencia en términos ideológicos o programáticos, siendo vista -no podía ser de otro modo-, como peligrosa y finalmente, ajena a la organización: En San Marcos empieza un grupo de gente de cuestionar la necesidad de formar la Juventud Comunista. Se enteró el partido, no lo ven con buenos ojos, entonces a Mendieta lo veían como líder fraccional (...) Ese grupo empezamos a cuestionar algunas cosas del partido (…) por ejemplo, los estudiantes que en esa época cotizaban a la Federación y a los gremios, tenían una cantidad de dinero; aparte, la Federación de Estudiantes del Perú tenía su academia universitaria, ganabas un dinero que permite hacer cosas, y esos cojudos venían a llevarse el billete. La gente empezó a cuestionar eso y nosotros empezamos a decir que no era correcto ese tipo de trato. Eso no le gustó a la dirección del partido y nos vio como si nosotros fuéramos independientes, (…) pero siempre teníamos respecto por la dirección del partido. Había algunos camaradas del partido que si conversaban con nosotros, pero ellos también los fueron como dividiendo, aislando, hasta que llegó un momento que se expresa después eso en lo que se viene a ser el grupo “Bolchevique”362. En un caso la agencia del militante de base actúa contra las jerarquías del aparato partidario desde la reproducción misma de sus reglas, sujeto a los cánones de una disciplina ascética, en el otro, es la asunción disciplinada a los dictámenes la que es puesta en cuestión mediante una actuación y posicionamiento abiertamente discrepante con el ideario o la estrategia. Más de las veces el distanciamiento con las élites de la organización se producía por la incapacidad de estas para procesar una mayor movilidad al interior de las estructuras partidarias. De este modo, los cuadros organizadores “de base” y los líderes intermedios de la organización hallaban bloqueado el acceso a instancias superiores por el anquilosamiento con el que sus líderes detentaban los espacios de control jerárquico para sí y para aquellos quienes no contraviniesen su posicionamiento. como en las clásicas novelas rusas-, que la célula era hermética, en el caso nuestro no era así. No sé, de repente en otros espacios de la práctica política pudieran serlo, pero estando en el movimiento obrero tú no podías hacer de sacerdote, no podías”. 362 Máximo Julca, exdirigente de Patria Roja 264 En tal sentido, la “especialización” al interior del partido se convertía en funcional a los cuadros dirigentes. Así, el último en aparecer en la palestra era el llamado cuadro “político-militar”, el cual, como advierte Camilo Díaz, “no podía participar como cuadro público, tenía que pasar a segundo nivel, estar tras bambalinas”. Como hemos subrayado en el acápite anterior, el cuadro “político-militar” era aquel que había desarrollado una trayectoria de aprendizaje y especialización no solamente como “fuerza de choque” de la organización, sino que tenía la posibilidad de hacer uso de recursos como conocimiento en el manejo de armas de fuego o de fogueo y emplearlos a disposición del aparato partidario, incluso por fuera de la lógica del movimiento estudiantil: Prepararte para la guerra ¿qué significaba? Ejercicios, manejo de armas, defensa personal. No era sistemático, pero, por ejemplo, reglaje, clandestinidad, empiezan de manera muy dispersa y desordenada que lo empiezan a dar, pero como yo soy un tipo ordenado, la fui cuadrando, y entonces termino siendo miembro de un equipo de seguridad nacional (…) Es más, nos ponen a prueba, nos ponen en un punto, llega un carro, nos subimos y empiezan a disfrazarse: íbamos a asaltar un grifo (...) No se produce, solo fue que nos ponen a prueba. Entonces nos dicen “bueno compañero, vamos a entrar en acción, y si caes, caes tú, el partido no va a ver por ti, ¿tú qué opinas?” Me parece cojudo les dije, ¿no? [Risas] Pero que vamos a hacer (...) Primero, que no me has capacitado; segundo, ¿un arma? No jodas pe; tercero, el carro era de un pata. Había cosas que no tenían mucho sentido. Yo como había estado con choros sabía pe, o sea, sentía como que me estaban probando, pero al mismo tiempo eran unos irresponsables de mierda, que estaban jugando (...) Te citaban en la zona más pendeja de Lima que era Cárcamo, 11 de la noche, y Cárcamo 11 de la noche es tierra de ladrones, ¿no? Y tú tenías que estar allí a las 11 de la noche, si no llegabas eras un cobarde de mierda. Por supuesto que el 95% nunca llegó, y ese poquito que llegó, yo, nos metieron a hacer cosas (...)363 Como hemos apreciado en un acápite anterior, para aquellos, como Camilo Díaz o Abel Jiménez, cuya cercanía con las armas se remonta a la primera infancia, el conocimiento y manejo de estas no era un inconveniente mayúsculo. En otros casos, como el de Tomás Calvo o el de Manuel Arias, quienes crecen cerca de zonas populares en sus respectivas ciudades de origen, la vivencia cotidiana cercana al hampa los faculta sin la mayor sorpresa para cuando deben hacer 363 Tomás Calvo, exmilitante del PCR-TR y del PUM. 265 uso de este tipo de recursos. Este último, desde su ingreso a la universidad entrena artes marciales con un grupo de amigos por propia iniciativa. Este capital cultural, igualmente, luego sería muy bien aprovechado por su organización política e incluso transformado en capital simbólico364. Así ocurre también en el caso de Cesar Jáuregui, quien, tras ser amenazado en su Facultad por miembros del PCP-SL, compró un arma y se incorporó a la Selección de Tiro Olímpico: “Primero me compré una [pistola calibre] 22, después una 38, después un 9 [mm]. En un momento determinado, yo andaba con dos armas por lo menos conmigo encima”. Cuando el partido se entera de sus capacidades, al igual que Tomás Calvo, se convierte en un elemento para la seguridad en eventos políticos y de las organizaciones sociales en las barriadas donde su organización disputaba el control frente al PCP-SL. Este caso es más que destacable si se considera que el mencionado militante abjuraba de la posibilidad de tomar el camino de las armas como opción política. Finalmente, no menos importante es la reflexión que realiza Mario Ortega sobre la preparación en el campo de la “autodefensa de masas” por parte de la base radicalizada del movimiento estudiantil. En su experiencia organizativa, no necesariamente había un “grupo exprofeso sindicado”, por ejemplo, para la elaboración de materiales de fogueo, o para el uso de dispositivos a base de gasolina o pólvora. Según este “bastaba que uno lo aprenda y después se organizaba la adquisición de los insumos (...) especialmente los compañeros de Química, de Biología, ellos sabían cómo funciona. Sabían preparar dinamita (…) [En] San Marcos (…) en los años 80 (…) la población mayoritaria era gente provinciana, muchos de esos eran hijos de mineros y en la mina se usa la dinamita. Eso era como tomarte un ron pues ¿no? y ¿cómo no vas a saber si tu papá te enseñaba?”. Premunidos de fórmulas que habían sido desarrolladas durante varias décadas antes a su llegada a la universidad, los jóvenes que se vinculan a la actividad 364 En tanto capital cultural porque proporciona un recurso útil para el desarrollo de las actividades partidarias, luego capital simbólico porque dicha práctica lo encumbra a puestos dirigenciales y se hace respetado (y temido) por sus adversarios políticos. Al respecto, Arias refiere que sus rivales “antifascistas” le pusieron el sobrenombre de “pistolero” o “Django” por una única ocasión que lo vieron empuñar un arma de fuego. Es posible profundizar en la imbricación de ambas nociones de capital para el modo particular en que es desplegado bajo la noción de “capital militante” propuesta por Poupeau (2007). 266 política universitaria las reproducen, institucionalizándolas, vindicándolas a través de su vivificación cotidiana y extendiéndolas como una tradición al interior del movimiento. De esta forma, la comprensión de la política en su versión de la pura confrontación abierta, así como la metodología leninista para el desarrollo de la organización política con características insurreccionalistas, serán la base de la cultura política radical en San Marcos en los ochentas, a la cual se incorpora el apego a las promesas belicistas que, por entonces, habrían de trocarse del verbo al acto para muchos militantes. 6.2.4 “Si el partido hubiese dicho vamos a la guerra, todos hubiésemos ido”: El sostenimiento contextual de la radicalización Hacia fines de la década del setenta e inicios del ochenta, la vocación política se hallaba inserta en un paisaje cultural en el que ser de izquierdas y militar en un partido de izquierdas no solo se normalizaba, sino que constituía buena parte del deseo de estos jóvenes. Además, ello ocurría en un período a caballo entre la retirada de una dictadura militar devenida en reaccionaria, y la apertura democrática marcada por la institucionalización de las fuerzas políticas legitimadas en redes de asociaciones gremiales de todo tipo, laborales, barriales, profesionales, estudiantiles, etc., las cuales se comprometen en la dinámica de ejercicio ciudadano mediante la exigencia al aparato estatal de la mejora en sus condiciones materiales de existencia. Como hemos visto anteriormente, la unión entre estos reclamos gremiales con la retórica radical de las juventudes universitarias proporcionaba réditos en ambos lados del binomio de fuerzas. Trabajadores y pobladores hallaban en la acción directa radical el camino más rápido hacia la atención de sus reclamos y la modernización de su entorno, mientras que los cuadros universitarios desarrollaban una carrera política entre ellos, proveían de militancia a sus organizaciones y pretendían cumplir cabalmente con sus proyecciones ideológicas. Este estilo “clasista” alcanzó su máximo cenit en la década del setenta. Aquí es bueno detenerse en comprender el giro que se produce entre el radicalismo universitario sanmarquino de los setentas y el que le sucede en la 267 década posterior. El primero está marcado por la mayoritaria oposición, liderada por el FER-A, a la dictadura militar. El peso gravitante de la discusión política se hallaba en la caracterización del GRFA y, en consecuencia, el posicionamiento de la izquierda ante aquel. Ello, además, se vinculaba al carácter utilitario del discurso radical para la profesionalización “a toda costa”, cual era el elemento central de la mayor parte de las reivindicaciones de la generación setentera (Lynch 2019: 58-60). Sin embargo, para fines de la década, con la apertura de canales demoliberales vía una nueva Carta Magna, el aparato discursivo del antiparticipacionismo del FER-A y sus aliados pierde peso en una etapa en la que los partidos izquierdistas consolidan la infraestructura de disenso construida desde dos décadas atrás, y desde donde poseen una plataforma de ancha base para su ingreso al campo de la institucionalidad política (sin importar el sentido táctico o estratégico de esta participación). En San Marcos la citada consolidación hace posible la victoria a partir de 1979 de las fuerzas de una izquierda mejor apuntalada partidariamente, pero también, con aspiraciones políticas mucho menos difusas que las esgrimidas por el radicalismo verbal del FER-A. Sin embargo, la insurgencia del PCP-SL modifica el viraje que se producía hacia la construcción de una sólida izquierda política institucional, empujando en su base el cuestionamiento sobre aquel giro. La transformación interna del discurso y la actuación que se producía en los más importantes partidos izquierdistas de la época no se va a procesar sin cismas y sin enormes contradicciones. En ellas, una tradición instalada en la forma de una cultura política de radicalización de la opción estratégica (“el camino de la revolución”), de entendimiento de la política únicamente en términos contenciosos y de una praxis orgánica específica para aquellos fines, representarán las más importantes características del radicalismo sanmarquino de la década de los ochentas. En términos de radicalización política, se pasaba de la retórica a la actividad de la revolución. Ello tiene como telón de fondo, sin lugar a duda, el inicio de la actividad subversiva. Si la generación del setenta había leído noticias e historias 268 sobre la insurgencia armada en otros tiempos y latitudes, dicho fenómeno ahora tocaba las puertas de la propia realidad para la generación ochentera. Así, los círculos de estudios (en realidad, células de capacitación ideológica) de la mayor parte de partidos que llevaban dos décadas acariciando la idea de la insurrección armada, ahora tendrían que tratar el tema con más “seriedad”: (…) empezábamos con una lectura de Lenin, una lectura de Marx (…) mira lo que recuerdo ahorita [es] La montaña es algo más que una inmensa estepa verde es un libro de un nicaragüense365, es un libro que nos hacía llorar por ejemplo (...) leíamos a Roque Dalton366, cosas de chilenos, Camilo [Torres]367, (…) libros sobre el Che Guevara en los círculos de estudio, y leíamos cosas así más pesadas, cosas de rusos ¿no?, bien pesaditas (…) Sendero estaba marcando el compás, el ritmo ¿no? Entonces de la política cada vez pasábamos más a la guerra y el partido se divide por el tema del brazo armado: Un grupo sostiene que el país se va hacia la guerra ¿no es cierto? y que ya no hay otra opción y que frente a eso el partido tiene que crear un brazo armado368. Sobre el cultivo de esta forma peculiar de lecturas, a la que Abel Jiménez denomina la “literatura de autoayuda” de su generación, infundía en los jóvenes militantes revolucionarios lo que él denomina una “vocación suicida”: O sea, “¿qué vas a ser de adulto?” “van a vivar mi nombre en los mítines” [risas], me van a decir “¡presente!” [sonrisa]. Eso era, ese proyecto de vida era un proyecto bien mortícola, ¿no? Yo si entiendo de alguna manera la lógica de los comandos suicidas, porque tú te preparabas para morir (…) Nuestra literatura de autoayuda, ¿cuál era? Leer los reportes sobre la muerte de Miguel Enríquez369, leer los reportes de cómo murieron en combate heroico. O sea, estás leyendo todo el día eso y a la hora que te toca te dices “¡putamadre, te tienes que quedar!”, “¿quién se queda?”, “¡yo me quedo!”, “¡váyase a 365 Texto del guerrillero nicaragüense Omar Cabezas, comandante del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) que narra, en términos autobiográficos y en un lenguaje popular los aprendizajes de un militante revolucionario desde sus primeras actividades hasta su forja como cuadro destacado. 366 Destacado poeta y guerrillero salvadoreño, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), asesinado por sus propios correligionarios acusado falsamente de ser un agente infiltrado. 367 Sacerdote, sociólogo y guerrillero colombiano, de la generación fundadora del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Caído en combate en 1966 se convirtió en símbolo de la unión ideológica entre marxismo revolucionario y cristianismo militante. 368 Miguel Morales, exmilitante del PCR-CO y del PUM 369 Líder máximo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, murió combatiendo al ejército de la dictadura de Pinochet en 1974. 269 morir carajo!” [risas]. La literatura de autoayuda es un desastre, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, o sea, te vas construyendo un clima mortícola. Este recuerdo hace un interesante paralelismo con la interrogante que se planteaba hacia los jóvenes universitarios del sesenta en los EEUU: “¿Cómo quieres que sea tu vida dentro de cinco años?”, que obtenía por respuesta irónica “con tal de que yo todavía siga vivo”, la cual, bajo el escrutinio de Arendt (2005), respondía al cuestionamiento de aquella generación a la posibilidad de un no- futuro debido al desarrollo en proporciones catastróficas de la técnica bélica. Al respecto, la citada intelectual hallaba en esta circunstancia la razón base del radicalismo militante de la juventud universitaria de aquella época. En contraste, la respuesta de la generación que analizamos es fruto de una decisión no fatalista. O si se quiere, que se ubica en el fatalismo optimista por el cual incluso la muerte se convierte en un hecho trascendente en función de la conquista del futuro por el conjunto del movimiento en el que se inserta el sujeto inmolado. El voluntarismo de la juventud de los sesentas, nacido de un mundo con un futuro incierto, llegaba a las costas de la juventud radical de los ochentas como el ejemplo de actuación coherente dada la eficacia (limitada) de su empresa pero, sobre todo, dada la impronta heroica de su causa reproducida en el imaginario juvenil. De este modo, la gesta épica de la generación que los precedía, o de su propia generación que en otras latitudes combatía y moría con armas en la mano por las mismas ideas que estos jóvenes universitarios acunaban, había construido en ellos una poderosa estructura de sentimiento que los impulsaba a decidirse a seguir los pasos de aquellos mártires que sentían como suyos: (…) Esa mística de aquella época, ese compromiso de dar todo… Yo me acuerdo de que si en esa época, si el partido hubiera dicho “vamos a la guerra”, todos hubiéramos ido (…) Tienes que tener en cuenta que [en] nosotros en ese momento había mucha influencia de la revolución cubana, los movimientos de Praga de los 60, la guerra del Vietnam, el hippismo, todas esas cosas, había en los jóvenes una efervescencia, la lucha antiimperialista (…) Era tu sueño de romanticismo ver una sociedad más justa, más igualitaria con derechos, con oportunidades (…) ese era un sueño que de alguna manera 270 todos mis amigos de esa época independientemente de cuál hubiera sido su orientación política370. La participación anterior sintetiza bien el conjunto de fenómenos político- culturales por los cuales se veían influenciados los cuadros revolucionarios hasta antes del inicio de la guerra subversiva en el país. Melquíades Damián, por su parte, ofrece luces de un detalle similar no menos importante, estableciendo como centro de su recuerdo en la época otro hito histórico internacional que testimonia la percepción de eficacia del voluntarismo que hemos mencionado líneas arriba: la revolución nicaragüense. Como hemos visto en declaraciones anteriores, más de un joven militante se vinculaba a aquel suceso político a través de las publicaciones que realizaban sus propios gestores. Para una generación que había nacido bajo la influencia de la revolución cubana, la victoria sandinista de 1979 debe haber proveído de renovadas expectativas sobre las posibilidades del camino insurreccional: Era el momento lo que te influía, estaba Nicaragua, estaba la lucha de nuestro pueblo, los frentes de defensa, estaban las organizaciones insurgentes, era el ambiente y la coyuntura política que se vivía, entonces todo eso te impulsaba a hacer lo que hacías (...) Lo de Nicaragua a mí me impactó bastante, estamos hablando de julio del 79, pero meses antes bueno, yo estaba un poco conversando con algunos cachimbos -no teníamos mucha información, ni contactos, ni relaciones- pero soñábamos la verdad con ir [risas] “oe, ¿dónde podemos anotarnos para ir a pelear a Nicaragua?” decíamos entre nosotros371 (…) Esa revolución definitivamente nos marca a nosotros, la vivíamos, luego la ofensiva del Farabundo Martí también la vivimos372, generamos mucha solidaridad, la 370 Máximo Julca, exmilitante de Patria Roja 371 No es una referencia aislada. Abel Jiménez recuerda haber visto durante toda su secundaria en Chiclayo una enorme pinta que nadie borraba que decía “¡Viva el Frente Sandinista!”. Por su parte, César Jáuregui indica haber sido seleccionado por su organización (PCR) para ir a Nicaragua, pero que, debido a su negativa sobre la opción armada, desestimó la propuesta. Mario Ortega, en cambio, aprovechó la oportunidad que brindaba la FUSM y viajó en 1987 como parte de una brigada internacional para apoyo en tareas agrícolas. Recuerda con orgullo haber regresado trayendo un uniforme del Ejército Popular Sandinista. Por su parte, Camilo Díaz afirma haber participado en la lucha contra las llamadas “contras” (la contrarrevolución nicaragüense, paramilitares apoyados por la CIA para derrocar al sandinismo) hacia fines del 80 junto con otros jóvenes militantes peruanos de diversas organizaciones de izquierda. 372 Referencia a la llamada “ofensiva final” ocurrida en 1981, cuando el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) pretendió tomar la capital de El Salvador antes de la asunción de Ronald Reagan como presidente de EEUU, sin éxito. Desde entonces, la guerrilla se enfrascaría en una larga guerra civil (con injerencia norteamericana) que acabaría en 1992 con el llamado Acuerdo de Paz de Chapultepec, donde además del cese al fuego bilateral, la organización guerrillera se convirtió en un partido político institucional. El mismo entrevistado señala que la influencia de la política revolucionaria centroamericana 271 resistencia chilena373, cada 11 de setiembre era parte del ritual universitario revolucionario de ésa época (...) Creo que todo eso va marcando, impulsando, porque todo eso nos impulsa a la lucha, hay referentes para luchar, hay referentes. Como ya hemos señalado, la retórica insurreccional y la épica combatiente son utilizadas por los aparatos partidarios para destinar a algunos de estos jóvenes cuadros en tareas especializadas de “seguridad” debido a las numerosas confrontaciones que se producen a cada tanto con diversas fuerzas políticas (tanto del APRA como de la misma izquierda), por lo que en cada partido termina inscribiéndose una peculiar división social del trabajo, en donde unos “dirigen”, otros “piensan”, otros “organizan” y otros son “fuerza de choque”: Antes de entrar a San Marcos yo ya tenía clarito el tema de la ideología y el programa como un elemento central. O sea, entro a San Marcos como un cachimbo altamente ideologizado por mi preparación en las escuelas obreras. Siendo obrero, el partido me convocaba a las escuelas clandestinas donde los profesores que enseñaban, Sinesio, Sulmont, Ames, Piqueras, (…) te citaban un sábado a las 2 de la tarde, 3 de la tarde, a un punto, te recogían y te llevaban a otro punto, por decirte, de Jesús María te llevaban al centro de Lima, y del centro de Lima te recogían en otro punto y te llevaban a Collique, a Comas, y ahí se desarrollaba en forma clandestina la escuela obrera (…) la dialéctica te decía en esa época en ese contexto que “salvo el poder, lo demás es ilusión”, que la historia está plagada de violencia, y que a través del fusil tenías que tener el poder. Era el credo. Y tú te preparabas para eso, y entonces, yo en San Marcos, por no sé qué circunstancias (…) me encargan temas de seguridad, ¿me verían condiciones?, ¿capacidades? No lo sé, pero me empiezan a encargar temas de seguridad374 En consecuencia, en la militancia universitaria (cuadros fundamentales para el dinamismo partidario) se iba aceitando un mecanismo para la movilización de sus fuerzas hacia opciones insurreccionales, aun cuando sus organizaciones inician una senda institucional. Esta dualidad recorre no solo la vida de sus partidos, sino fundamentalmente sus propias trayectorias individuales. Así era tal que la UDP convino en denominar FDR (Frente Democrático Revolucionario) a su alianza con el FER-A, la misma denominación que el FMLN usaba para aparecer como aparato legal en El Salvador. 373 Referencia a las redes internacionalistas construidas por las organizaciones insurgentes contrarias a la dictadura pinochetista, fundamentalmente el MIR de Chile y, posteriormente, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), destacamento armado del Partido Comunista chileno, cuyos cuadros recibieron entrenamiento en Cuba, Nicaragua y El Salvador. 374 Tomás Calvo, exmilitante del PCR-TR y del PUM 272 también lo deja en claro la remembranza de Camilo Díaz sobre sus prioridades en aquella época: Si tú decías “quiero ser estudiante para acabar mi carrera” te van a mirar raro, “¡este quiere acabar su carrera! [risas], ¿no has pensado nunca en la revolución? ¿Qué te ha pasado? ¿No crees que es mejor hacer una revolución que acabar tu tonta carrera? Entonces, dedícate a hacer la revolución, organízate para hacer la revolución, aprende a hacer la revolución”. Si a mí me decías en el año 83 “¿qué es más importante para ti? ¿El código penal o este esquema de lanza cohetes portátil?” Tú me veías leyendo el esquema de lanzacohetes portátil y no el código penal, ¿te das cuenta? “Oe, pero esta semana es tu examen” “Ya después lo veo, ¡pero mira lo que acaba de salir ah! Este es un esquema lanzacohetes belga tierra aire, portátil, ¡para una columna guerrillera esto es de la putamadre!” ¿Cuánto cuesta? Tanto. ¿Entonces teníamos que hacer qué cosa? Una expropiación, cosas así. O sea, esa era la mentalidad que tenía uno, la mentalidad militar era esa cuestión375. Para los militantes de base, muchos de ellos con una formación insurrrecionalista de este tipo, la universidad se convierte en un espacio privilegiado para la formación de un cuadro especializado antes que para el cumplimiento de sus funciones de origen. El tiempo en el que están insertos les demanda pensar y actuar de tal modo: la revolución no espera. Entonces, aparece en el horizonte la acción subversiva del PCP-SL y espolea a la militancia de todos estos grupos de izquierda que se manejan en una retórica de corte insurreccional. Desde luego, como recuerda Díaz, el PCP-SL realiza el trabajo más específico de captación en San Marcos sobre sus excorreligionarios, con quienes existe una familiaridad ideológica: Sendero Luminoso ya está haciendo su trabajo al interior del FER-A, ya le está robando cuadros. En realidad, Sendero Luminoso no estaba dentro del FER-A, Sendero Luminoso se acerca porque el lenguaje del FER-A era la guerra, la guerra, la guerra, su himno es “hacia la guerra, hacia la guerra”376. Bueno, viene Sendero y le dice “ya está la 375 Camilo Díaz, exmilitante de Patria Roja 376 En efecto, el himno del FER-A rezaba: “Avanza el frente de estudiantes / contra los yanquis, contra los yanquis / Contra los yanquis y la reacción / contra el fascismo y la represión, / contra los yanquis y la reacción / que vivan los feristas y la rebelión (…) Avanza el frente con campesinos / hacia la guerra, / hacia la guerra / Hacia la guerra de liberación / contra el fascismo y la represión, / hacia la guerra de liberación / que vivan los feristas y la rebelión”. La música era tomada del célebre himno comunista italiano Bandiera Rossa (Bandera Roja), creado a principios del siglo XX. 273 guerra, ya está formado el frente, el partido y el ejército, faltan ustedes” “no, pero compañero…” “no, no, no, no, faltan ustedes, es su decisión compañeros, de una vez, o están con la guerra o están contra la guerra, punto”. Estamos hablando del año 80, de fines del 79 a inicios del año 80 ya hay una carrera de definiciones y de cuadrar uno por uno a mucha gente y decirle “¿dónde estás tú?, la guerra se va a iniciar, o la guerra ya se ha iniciado, o sigues perdiendo el tiempo en la universidad, delirando contra Patria, contra estos, o te sumas a la guerra”. Entonces ese grado de descomposición que tiene el FER-A en base a la tentación radical de Sendero es algo que los deteriora, que les quita cuadros y que finalmente los pulveriza. El testimonio de Mario Ortega, confirma lo antes dicho, y da luces sobre las fórmulas empleadas por el PCP-SL poco antes del inicio formal de su actividad subversiva en Ayacucho. Al menos un sector citadino de la organización destina militancia en la actividad de “propaganda por el hecho”, saboteando instalaciones financieras, y sobre todas las cosas, acerando a sus futuros cuadros combatientes: Participé tres domingos en el verano (…) el primero fue en Villa El Salvador, fuimos hasta la chanchería un domingo, (…) ahí yo participe de las marchas preparatorias que hacía Sendero. Sendero ya tenía su decisión de iniciar la lucha armada. Nadie sabía cuándo, pero lo iban a hacer, entonces estaban preparando el terreno en Lima y era gente de población, gente de barrio, de los barrios más pobres de Lima. La chanchería de Villa El Salvador nos ha movilizado por todo el arenal y hemos salido a la avenida Pachacútec y terminamos incendiando (…) el Banco de Crédito. La segunda concentración fue en El Agustino. Por todos los cerros y se bajó a la avenida Riva Agüero y casi para llegar a Circunvalación se incendia también el Banco de Crédito; y la tercera fue en Collique, la quinta, cuarta zona, arriba, toda la población, y se bajó por la avenida Revolución. Se ha caminado por todo Túpac Amaru hasta España, porque ahí estaba el Banco de Crédito y se incendió. Esa acción que era solamente propaganda me imagino que en él, en mi amigo Lucho377, le fue condicionando una disposición a aceptar que Sendero era la organización que buscaba. Entonces viene el examen del año 80, él ingresa a Historia (…) ya como ingresante consigue una habitación en la Vivienda en el segundo piso. Yo estaba ya involucrado en la lucha política acá [San Marcos], si bien es cierto había aceptado de buena gana y con buen sentido esa participación, no me llamó la atención a mí, pero él ya tenía su decisión. 377 Luis Alberto Medina Alva, estudiante sanmarquino dirigente del FER-A, asimilado al PCP-SL y fallecido de tuberculosis y deterioro mental en 1984, tras hallarse repudiado por los presos senderistas debido a su incapacidad para soportar la tortura, delatando a la columna guerrillera en la que participaba en 1982. Había obtenido titulares en el año 1979 cuando junto con Demóstenes Mamani y otros dos estudiantes asaltaron la embajada de EEUU en solidaridad con la huelga de los maestros del SUTEP. 274 En su momento, muchos cuadros se debaten entre la aceptación coherente de asumir el rol que durante años han sostenido en el discurso, o asumir paulatinamente posiciones que los ubican por fuera del espectro de la insurgencia. En algunos casos, esas determinaciones apenas si están circunscritas por sucesos en otras trayectorias (como la familiar) que empiezan a cobrar más peso que la política: Cuando se desató eso, al principio, a mí me gustaba. Yo misma hubiera ido. Yo me pongo en la mente en que yo tenía esos tiempos (...) cuando ellos empezaron, yo lo vi con simpatía al principio, pero sí no me atrevía, tenía ya a mi hijito. Yo era supermadre, moría por mi hijo, ¡qué me iba a atrever a ir! (…) Yo estaba bien mentalizada de ir a la lucha armada, pero pensando en Bandera [Roja], ¿no?, “¡yo tengo que ir!”, “¿y si encontraras a tu hermano [policía] ahí al frente?”, “¡qué voy a hacer pues!”, yo me acuerdo de que tenía esa mente, “si mi hermano representa el otro lado que voy a hacer pues” decía (…) pero yo también marcaba mis diferencias con Sendero. Nunca hubiera ido con ellos. Por eso cuando iba al Frontón -que con sus himnos nos recibían, bonitos sus himnos-, toditos ahí con las mamás y conversábamos allí con ellos, “¿compañera cuándo?” -me decían (me encontraba con varios de San Marcos ahí)-, (…) “no compañero”, “¡compañera usted es una burguesa!”, (…) “no, no, no están haciendo bien, así no tenía que ser” decía no más yo. El testimonio anterior, de Tania Rioja, pareciera dar luces sobre la carga con la que se asume la nueva orientación política de sus organizaciones, que pone en evidencia el nivel de contradicción con el que muchos militantes observaban su quehacer en comparación con el de los militantes subversivos, sintiendo, a decir de Tomás Calvo, una primera etapa como “de vergüenza. O sea, ellos están en la guerra, nosotros no. Nos habíamos preparado para la guerra, no estábamos en la guerra, estábamos en las elecciones (...) Fue una [cosa] vergonzante… la izquierda legal”378. Es esta misma evaluación (desde una perspectiva externa) la que genera el ingreso a las canteras de la subversión, como es el caso de “Sonia” -a la postre militante del PCP-SL-, quien estudió Derecho en San Marcos y afirma que “el 378 Una situación que, además, no es ajena a otros procesos de radicalización de izquierdas como el italiano, el irlandés o el alemán. Es en la evaluación de estos casos precisamente, donde Della Porta afirma que “el contexto en el cual los grupos armados emergieron estuvo caracterizado por la institucionalización de movimientos organizacionales previamente existentes, lo que desencadenó sensaciones de traición” [traducción propia] (2013: 120). 275 joven que realmente quería ser verdaderamente revolucionario tenía que estar con los más consecuentes; por eso el foco de atracción era el Partido o el MRTA, no era la Izquierda Unida u otras organizaciones que siempre hablaban y, en realidad, ni siquiera hacían algo por prepararse para iniciar lo que tanto decían (…)” (Ascencios 2016: 92). En una parte de los entrevistados, las decisiones que marcan la diferencia entre una y otra opción, poco tienen que ver con la negativa al camino emprendido por los actores armados, y más bien, se trata de una aceptación disciplinada de la postura política de sus organizaciones, en las que se hallan plenamente identificados. Serán aquellos que no alcanzan este grado de identidad (por distintos motivos, que pueden ser cismas orgánicos o militancias sin larga trayectoria), los que abonen el engrosamiento de las filas subversivas379. Como refiere Melquíades Damián: Hay una época de mucho respeto, al menos de mi parte, de mucho respeto. Yo creo que si no hubiera habido otro proyecto diferente, guevarista, delapuentista, respetuosa de la autoridad popular, de otras fuerzas de izquierda, que tenía referentes en el campo internacional, de repente yo -si no hubiere habido eso- yo hubiera terminado tal vez en Sendero, ¿no? (…) Porque, bueno, la influencia de Edith Lagos, el asalto al CRAS de Ayacucho, que habían sido acciones guerrilleras, guerrilleras, ¿no? Pero luego esta gente se comienza a deformar pues, entonces de una primera etapa de respeto en la cual nosotros hacemos colecta por sus presos, los apoyamos aun teniendo diferencias, en el genocidio de los penales del 86, de arriesgarnos, quemar en una ocasión un camión de la FAP en repudio al genocidio de los penales, de hacer colectas, de visitarlos en las cárceles… a que ellos pues ya comiencen a sectarizarse mucho más. Creo que vieron que ya era imposible captarnos [risas] y por eso comienzan a atacarnos, pero nosotros respetábamos, pero al final ya cada quien va definiéndose y al final nosotros optamos por proyectos más integrales, de acumulación en todos los terrenos. El testimonio de Tomás Calvo complejiza aún más la mirada sobre la participación y la militancia en esta situación de ambivalencia. Algunos militantes, al parecer, se embarcan en vidas dobles que los acercan a la 379 Es el caso, por ejemplo, de los sectores disidentes de VR-PC liderados por Mezzich (con algunas individualidades en San Marcos, según testimonio de Tania Rioja), los círculos “14 de junio” y “Espartaco” del FER-A (según testimonio de Mario Ortega), o individualidades del grupo “Bolchevique” que se escinde de Patria Roja (según testimonio de Camilo Díaz), los cuales, sin referentes orgánicos claros, decantan militancia hacia el PCP-SL. En el último caso, un sector de los “bolches”, como luego uno del PC- Mayoría, también se integra al MRTA. 276 subversión sin comprometer por entero su situación orgánica en otros espacios. De este modo, aplacan su conciencia respecto de la “vergüenza” con la que asumían el camino de la política institucional: Entonces muchos de nosotros andábamos con la ambivalencia de Sendero, teníamos simpatías por Sendero. Pero luego aparece el MRTA, que era más cercano a nosotros todavía, porque habíamos militado con mucha gente del MRTA, en la UDP, (…) por ejemplo el chato Miguel Rincón, que era del PC Unidad, y yo con el chato teníamos una alianza, una estrecha amistad, (…) nos habíamos encontrado varias veces en varios debates, él como representante “de un movimiento” (pero que en realidad representaba al MRTA), y yo venía ya en esa época, venia por el PUM (...) Y ahí empiezan mis simpatías por el MRTA. Ya Sendero había matado a alguna gente de nosotros, entonces ya había un rechazo ya a Sendero, pero había entre nosotros mucha simpatía por el MRTA, de manera que había una línea divisoria pero casi tú no sabias si estabas acá o estabas allá, pero la gente del MRTA lo sabía. Había gente que hacía doble militancia. Estaban con ellos, pero aparecían en… un tema de legalidad, ¿no? O sea, era tema de cuidarse. Cabe incidir en el hecho que, incluso en la mirada de César Jáuregui, quien discrepó siempre de la estrategia del “camino armado” como el “único camino”, la guerrilla guevarista marcaba una diferenciación para los militantes universitarios meridianamente clara: “Otra era la percepción del MRTA, nunca los juntamos en el mismo saco, a diferencia de la estrategia del gobierno que para vencerlos los juntó como los mismos, nunca los juntamos en el mismo saco. Es más, lo sufrimos en carne propia, compañeros que nunca nos imaginamos que eran parte del MRTA. Nos enterábamos porque aparecían muertos, porque en un enfrentamiento lo mataron. Y decíamos ¿Cómo? ¿Qué?”. La vocación radical que se había alimentado de la hiperideologización, el extremo voluntarismo y el autoritarismo aislacionista entre universitarios (Lynch 2019: 67-74) se hallaba inscrita en un sentimiento de época que predisponía a los jóvenes militantes universitarios hacia la actuación insurgente tradicional (léase guerrillera rural o urbana) en un período en el que dicho esquema se cerraba como posibilidad real transformativa a nivel global. Si coincidimos con Hobsbawm en que aquello que empujaba hacia la vocación revolucionaria a los jóvenes universitarios de la última mitad del siglo pasado eran no tanto lo “ambicioso de sus objetivos, sino el aparente fracaso de todas 277 las vías alternativas para alcanzarlos” (2017: 350)380, debemos suponer que en la visión de la generación de dirigentes de izquierda radical sanmarquina la apertura democrática en el ámbito del sistema político, los cambios socioculturales producidos por el reformismo militar, el colapso de la economía desarrollista y el ascenso neoliberal no eran fenómenos lo suficientemente profundos como para despreciar por completo la estrategia insurgente en aquel período. Desde luego, lo erróneo de aquella evaluación es fácilmente identificable desde el presente, pero, situados en el vórtice de las últimas dictaduras militares que caían en el continente americano, y la aparente renovación de la estrategia guerrillera en Centroamérica, la generación militante universitaria de la época contribuyó al sostenimiento del último periodo de movilización de esa infraestructura reticular que vinculaba militancia leninista con movimiento social de base, período al que podríamos llamar de un “clasismo tardío”. 6.2.5 “Ya estábamos camino a la derrota”: La crítica al radicalismo Esta suerte de “clasismo tardío” se desarrolla desde fines de la década del setenta, desde donde empieza a desdibujarse con la defenestración del modelo económico-social que proveía del sujeto clase obrera en su identificación más típica: numerosos contingentes de masas trabajadoras ubicadas en grandes fábricas dedicadas a la producción industrial. La brevedad con la que este modelo había provisto a la izquierda en términos fácticos de su siempre proyectado “sujeto histórico” marcaría el sello identitario de este periodo. Como ya hemos mencionado en el Capítulo III, para la década del ochenta, las identidades al interior de las clases populares peruanas se vuelven más difusas precisamente en base a dicho cambio. Ello no era un fenómeno aislado, se trataba en buena cuenta de una vuelta de tuerca en toda ley a nivel planetario: 380 El famoso historiador inglés destaca como ejemplo de radicalismo político a la juventud universitaria peruana, la cual, para 1971, constituida como una primera generación masivamente educada, tendía a fomentar posiciones ultraizquierdistas que, para aquel autor, habrían de difuminarse prontamente si sus cultores pudiesen rápidamente insertarse en un mercado laboral dentro de una sociedad estable. Evidentemente, la crisis subsecuente en la década del ochenta generó las condiciones suficientes para que tal proyección no se cumpliera, sino que, por el contrario, una nueva generación fuese empujada al radicalismo. 278 la era de la revolución neoliberal que anunciaba su aurora en la victoria de Thatcher sobre un histórico monitor del movimiento obrero, el otrora poderoso sindicalismo minero inglés. El Perú no sería la excepción. Desde el paquetazo Piazza en 1977 hasta el golpe cívico-militar de 1992 se vivió un tiempo de resistencia a la contrarreforma que liquidaba los cambios socioeconómicos propuestos por el velasquismo. Es este mismo lapso en el que los militantes universitarios de izquierda se insertan en la infraestructura de disenso apuntalada por al menos una generación anterior y reproducen la estructura de sentir con la que pretenden seguir dándole forma. Desgraciadamente para ellos, vivían tiempos liminares. La modificación de los viejos esquemas ideológico-afectivos no se producía en la misma velocidad con la que aceleraban los cambios en la estructura social y cultural de la época, dejándolos muchas veces actuando a traspiés: Una ausencia que yo noté muy tempranamente en Patria y en los grupos como Patria, incluyendo al FER [A], era no tener una perspectiva ni un rol político para la universidad. La universidad era una caja de resonancia, la universidad no era vista como un espacio universitario propiamente dicho, sino era visto como cantera de cuadros, caja de resonancia, desde ahí podían mover cosas y uso de recursos. No había un discurso ni una propuesta de politización de la universidad porque [en] la universidad como tal, la tarea del pensamiento crítico no existía. Entonces no había una propuesta de que es producir lo que Gramsci llamaría una propuesta del intelectual orgánico, de institución orgánica al proyecto político de izquierda ¿no? (...) Esas paredes que rodeaban la universidad eran mucho más que paredes, era como ingresar a otro mundo, tú salías de la universidad y la vida discurría (...) lo que pasaba ahí adentro era otra cosa. Entonces, esta brecha era enorme, pero además de la brecha era la pregunta el ser estudiante, el ser docente de la universidad ¿es simplemente para que yo gane adeptos y luego los mande al frente campesino, al frente barrial o a la lucha armada? o ¿el hecho de ser estudiante y el hecho de ser docente y nuestra tarea de producir conocimiento tenía un papel en la disputa política, o sea producir saberes, alimentar de argumentaciones? (…) Una de las cosas que a mí me llamó la atención fue la absoluta carencia en el maoísmo que era mayoritario como grupo, el maoísmo [del] FER [A], Patria Roja, Bandera, en todos estos grupos, de una reflexión sobre qué papel jugaba la universidad381. Una apreciación similar tiene Melquíades Damián para quien la universidad debía haberse convertido en una “escuela de cuadros”, resaltando en tono 381 Gastón Jurado, exmilitante del FER del Perú y del PUM 279 autocrítico que “inclusive en algún momento en una entrevista (…) dije que ‘el Perú no necesitaba abogados, no necesitaba ingenieros, que el Perú lo que necesitaba era revolucionarios’. Eso es lo que dijimos alguna vez (…) en un momento determinado, equivocadamente, quizá por una influencia aparatista, de partido, creer que únicamente servía para ser semillero de cuadros políticos, ¿no? [para] incorporarse a la lucha directa, otros a la insurgencia”. Aunque ya en su época existían críticas a la forma de la comprensión y praxis que se tenía de la política de izquierda, los cuadros militantes seguían sujetos a una cultura política que reproducía esquemas como el dogmatismo de la palabra escrita y la lectura canónica que había sido un elemento cultural central no solo en la década anterior a su ingreso a la universidad, sino como parte de una tendencia reproducida en la mayor parte de organizaciones comunistas hasta entonces en todo el orbe. Manuel Arias ilustra muy bien su distanciamiento de este estilo político y su acercamiento a formas más pragmáticas: Yo la política la he aprendido más en el reflejo de mi vocación que en las lecturas, te soy sincero, yo me he visto obligado a leer libros de Lenin, libros de Engels, libros de Marx en la parte política, porque en la parte de la formación del economista El Capital era un tema obligado (...) Yo recuerdo a un Cox con su libro bajo el brazo y recitar citas completas directamente del libro con páginas incluso memorizadas (que eso no implica haber insumido los mensajes, pero algo le ha quedado). Recuerdo a Jaime Guadalupe que también te recitaba igual, al mismo Alejandro Choque. Yo nunca he sido -ni lo soy- muy venido a recitar con citas, no soy recitador de citas (...) Yo más bien criticaba eso, que se reducían a citar dogmáticamente y a tratar el dogma calzarlo ante la realidad, cuando la realidad te dice que no y que a mí me permitía más bien desarrollar con grafos, con estadísticas, a sustentar mis tesis, con investigaciones de revistas que investigaban la realidad nacional, o sea [es] la formación que nosotros hemos tenido de repente por ser economistas. Sendero, como en una continuidad lógica, lleva este estilo a un nivel de paroxismo. Al igual que en la Revolución Cultural China, el apego a la doctrina se vuelve central para el abordaje de cualquier materia académica y la universidad es comprendida en forma cabal como un espacio de adoctrinamiento en donde la performance ideológica debía anteponerse a la investigación o los resultados de esta: 280 En el año 78, los compañeros del FER Antifascista si botaban a los profesores, los pintaban y los botaban de la Universidad. Se fueron cuadros muy buenos. En Ciencias Sociales la mayoría de los intelectuales que había en esa época, de renombre, todos son arrojados de la Universidad, igual pasa en diferentes sitios. En Psicología no permitimos eso (…) Ellos decían “no, un profesor marxista-leninista-maoísta”, por decirte algo. No - yo les decía-, si el profesor es bueno, no me interesa realmente su propuesta política, porque en el plano político podemos debatir las ideas sobre qué cosa queremos de sociedad, pero en el plano científico, académico, queríamos otra cosa, una persona que sea solvente en lo que va a enseñar. Esa discusión no la podían ganar ahí (…) La cosa que yo más siento en esa época dentro de la universidad es que tenía un compañerito jovencito, creo que era de la promoción 80, recién ingresado, que lo incorporo a la lista, y por esas cosas del destino sale de viaje a su tierra o a la tierra de sus padres, Ayacucho, y regresa ya militando en Sendero, y el chiquillo muere después en El Frontón. Pero me llamó la atención el cambio de mentalidad así, totalmente, totalmente en meses, un lavado cerebral super efectivo. Y él vino a hacerme un llamado para que me integre al lado… al lado "de la verdad" [risas]. “Estás en el extremo equivocado”, me decía. Muy difícil de romper sus esquemas, muy rígidos, o sea, el accionar de Sendero siempre tuvo un libreto y no podía salirse del libreto (...) Cada vez que polemicé con ellos acá los sacaba del libreto (…) “vamos a la realidad concreta compare, ¿quieres hablar del campo?, ¿quieres hablar de la ciudad?, ¿quieres hablar de estadísticas?, vamos a hablar en concreto”. Entonces no cuadraban las cosas, ¿no? Entonces es ahí donde ellos perdían los papeles, y perdieron en realidad la pelea dentro de San Marcos382. En tal sentido, la formación hiperideologizada generaba, más de las veces, no solo ya, como en la década anterior, un correlato sobre el quehacer propiamente universitario, tornando mediocres las cátedras o los programas curriculares, sino fundamentalmente tenía un impacto real en la acción práctica de la juventud militante que caminaba hacia una radicalización que se alejaba del verbo y se acercaba a la acción: Viene una segunda decisión, que simbólicamente es cuando ya no sólo es estar en el “movimiento” sino pasar al “partido”. Es la misma lógica de las iglesias, presumo (…) yo entro a la UDP, la UDP tenía la estructura detrás que era el MIR, el Voz Rebelde (…) y muy rápidamente aparecen desde las sombras unas cosas que eran “el partido” [susurra], “el partido viene, ah” [susurra]. Unos fantasmas que venían por abajo, que comienzan a hablar conmigo y comienzan a darme tareas también (…) Entonces ¿cuál es la misión? (…) hacer una pinta, (…) “los mineros nos van a proteger, ¡vamos!”, llegamos al sitio no hay ni un minero [risas], “¿y los mineros, huevón?” “han suspendido 382 César Jáuregui, militante del PCR-CO y del PUM 281 la marcha” (…) Dos horas después me estaban sacando la mierda entre cuarenta policías, y de ahí a Seguridad del Estado (…) Ya ahí sí, DIRCOTE, esa ya fue seria, ya. (…) Yo ingresé a los 15 a San Marcos, tenía 16 entonces. No pasaba nada. Y cuando salgo, una semana después (…) salí en la mañana y en la tarde tenía una reunión. Entro y los encuentro, yo creo que éramos unos cuarenta, el plenario de San Marcos de la UDP, y el Demóstenes [Mamani] que para manejo teatral es único: “¡compañero que sale de la celda…!”. Ahí me jodieron. “¡Bravo!”. Te sientes así como el héroe (…) Te juro que dos meses después yo ya sabía que era responsable de San Marcos, seis meses después era parte de la dirección de Lima, o sea, ya ahí ya es una carrera al infinito, meteórica383. A esta conjunción entre lectura sobreideologizada y acción radical fuera de los márgenes de la realidad, Tomás Calvo le asigna la caracterización de “irresponsabilidad política de todos” como “tema central” en aquel tiempo. Para él, era la evaluación que tenían del momento sobre el hecho que estaban dadas las condiciones “subjetivas y objetivas” para “hacer la revolución” lo que conduce a sus coetáneos a tomar acciones insurreccionales: “Mucha gente va a la guerra creyendo que había situación revolucionaria, que había todas las condiciones para hacer la guerra. Y había gente que se preparaba como nosotros para eso, y estábamos tarde en el 87, y ya estábamos camino a la derrota. Cuando nosotros decidimos recién entrar, ya estábamos camino a la derrota”. Ocurría que la estructura de sentimiento que había constituido el marco referencial para la actuación militante en un sentido tradicional (“clasista”) estaba abandonando la estancia de una generación universitaria que prefería vincular su apatía, su nihilismo y su aversión a las normas establecidas en la propuesta político-cultural de la contracultura subterránea, la cultura suburbana y, prontamente, en el apoliticismo que le sucedería con éxito en la década de los noventa. Estas nuevas estructuras de sentir no llamaban recién a la puerta, sino que, habiéndose instalado, su presencia no fue tomada en cuenta por las radicalizadas vanguardias sino hasta que estas últimas abandonaron el escenario por completo. La aparición de pugnas culturales entre “subtes” y “andinistas” que hemos referenciado en un capítulo anterior, de propuestas críticas al radicalismo ortodoxo de izquierdas y otras abiertamente derechistas, iban señalando la 383 Abel Jiménez, exmilitante de la UDP (MIR-VR) y del PUM 282 aparición de nuevas culturas políticas, que, tras el colapso gremial y partidario de 1989, terminarían convirtiéndose en las lógicas que se sostenían entre la base social que participó de la descomposición del movimiento estudiantil en San Marcos. Otra muestra de aquella descomposición era la pérdida de respeto hacia liderazgos que además de sostener un fuerte radicalismo, se acusaban entre sí por el mal uso de los recursos acumulados ya sea al interior de sus organizaciones o favoreciendo estas en detrimento de los espacios gremiales o institucionales que controlaban en la Universidad. La prédica moral relajaba entonces su praxis y un pragmatismo utilitarista se instalaba en la participación política, en similar condición que había sido condenada una década antes, con el agravante que la incursión de grandes partidos nacionales generaba una corrupción de iguales proporciones al interior de la universidad384. Una anécdota de Gastón Jurado, de fines de los ochenta, referencia de forma cabal la disonancia de una estructura de sentir (“clasista” y radical) para con el resto de un estudiantado que observa como una rareza ese estilo de actuación: Era el año 87, 88, el pabellón [de Ciencias Sociales] estaba recién construido y nuestras bromas eran [sobre] quién lo pinta primero porque ninguna pared en San Marcos estaba sin pintar, ningún vidrio sin romper, ningún baño funcionando bien, ese era el estándar. (...) Y claro quien lo pinto primero fueron los “sacos”, era la chapa que tenían [los senderistas] (...) Era una consigna larga (…) "consolidar y principalmente desarrollar la brillante culminación", ¡qué carajos es eso! (...) Ya la frase era una frase criptica, ¿quién carajo va a entender eso?, pero lo más loco es esto (...) como se les acabo el espacio, a la vuelta. Entonces, si ya tenían la complejidad de entender esta huevada, todavía para seguir la frase tenías que caminar 30 metros en dirección acá y luego dar la vuelta, para mí eso fue... ¡qué clase de distancia tan brutal entre sentido común y la vanguardia autorreferencial ideologizada!, (...) Ya para algunos de nosotros esa distancia era cada vez más y más y más y más. Cada vez, lo que el sentido común era (…) [sobre] militar en la izquierda (…) fue, como ahora, visto como (...) una marcianada. 384 No hemos querido reproducir las acusaciones cruzadas entre los principales partidos de la izquierda radical de la época (PUM y Patria Roja), ni las diatribas contra rivales al interior de las mismas organizaciones. Basta con señalar que ellas van desde el mal manejo de los ingresos de la Academia de la FUSM hasta el descarado robo de utensilios de la universidad hacia los partidos políticos. 283 Entre tanto, los militantes menos doblegados por la ortodoxia ideológica empiezan a sentir las tensiones propias de nuevas formas culturales que se van inscribiendo en sus trayectorias y que, procesualmente, modifican los códigos que han normalizado en su actividad política cotidiana: Teníamos una combinación media rara porque, por un lado, en mi cabeza yo veía, leía sobre la cultura hippie, toda la vaina, pero en el discurso del partido era casi monástico, ¿no? O sea, del peor conservadurismo sobre el sexo, sobre todo eso: tú tienes tu pareja, eres fiel, y eres… Siempre me afectó eso, y en algún momento algún pendejo me pasó Eric Fromm, La lucha sexual de los jóvenes; dije “esto [lo del partido] está hasta las huevas, esto es más bacán”. De verdad, porque es un tema de la libertad, entonces, creo que lo viví con mucha tensión durante algún tiempo385 Finalmente, el cambio producido en la estructura global de la sociedad empieza a vivirse como parte de la descomposición de la estructura de sentimiento “clasista” y deviene en un claro cuestionamiento ideológico de sus alcances, el cual, a la larga ha de engarzarse con la desestructuración de la infraestructura de disenso que posibilitó la articulación de la militancia cotidiana, pero que entonces se vincula a una “huida hacia adelante” en términos políticos: la posibilidad de una mayor radicalización. Tomás Calvo recuerda ese momento tensional del modo siguiente: Curiosamente el tema de la Revolución Sandinista en el 79 era toda una especie de… ¡cambalache!, en donde tú recibías al comandante [Omar] Cabezas en la Cooperativa Santa Elisa, y ¡carajo!, puta que ¡la revolución triunfante del sandinismo!, pero al mismo tiempo, a la semana venía un pata de la Internacional386 y te decía “compañero, vamos a hablar de la Perestroika y la Glasnot” ¿La cagada no? Entonces en el debate interno decíamos “hay que leer a Gramsci pe carajo, tanta vaina”. Y leíamos a Gramsci y, puta, leer a Gramsci era para que [te dijeran] “¡estos herejes de mierda!” (…) Pero ¡qué carajo!, nos amarraba el tema ético de “puta, viene la situación revolucionaria, ¿qué mierda haces? ¿Por qué no te vas a la guerra?”. Una vaina así. El descubrimiento de la necesaria herejía representa el más importante avance al interior de una lógica anteriormente afincada en la ortodoxia. En términos 385 Abel Jiménez, exmilitante de la UDP (MIR-VR) y del PUM 386 Probablemente de espacios de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de la Unión Soviética, por aquel entonces en pleno inicio de su reforma de liberalización política (glásnot) y económica (perestroika). La Internacional Comunista (Komintern o III Internacional), nacida en 1919, fue disuelta en 1943. 284 ideológicos es la aceptación de la limitación de los textos canónicos y en términos prácticos, el cuestionamiento a los mandatos imperativos que aquellos demandaban para la estrategia y la táctica política. Desde luego, la visualización del fin del camino de la estructura de sentimiento “clasista”, nucleada en torno a las fórmulas leninistas de organización, no pudo ser advertida por aquellos que se veían inmersos en esta forma de socialización y la habían reproducido con tesón, sino hasta el momento en el que la red organizativa misma, la infraestructura de disenso izquierdista en general y la radical universitaria en particular, deshace sus hilos y los va dejando a ellos, a los militantes “clasistas”, como nudos sueltos en un telar que no volvería tener la consistencia que la compenetración de ambos fenómenos había proporcionado para su existencia en el pasado. 285 VII. CONCLUSIONES I) La triada formada por la tradición familiar de izquierdas, la centralidad de la moral en la política y la literatura de denuncia social, colocada en el contexto de severas trasformaciones socioeconómicas y culturales hacia fines de la segunda mitad del siglo XX en el país, proporciona un cóctel de insospechadas consecuencias en la formación de la generación de los futuros dirigentes estudiantiles. Esta es parte fundante y trascendental de una estructura de sentimiento en la que aquellos jóvenes se van a ver insertos y van a reproducir en el curso de su trayectoria militante: el clasismo. En la primera etapa de su socialización se forman las imágenes y figuras que a la larga proporcionaron el marco afectivo que carga el quehacer político con la memoria del papel de la rectitud ética en el obrar público inculcada por la familia y las historias literarias ligadas a la injusticia de la vida rural peruana. Estas representaciones se tradujeron en una acerada voluntad para comprometerse radicalmente con las transformaciones que consideraban que eran necesarias para su sociedad y que fueron cubiertas en forma de respuestas prácticas por la ideología de izquierdas con claros matices maximalistas, en boga entre su generación. Cabe destacar que las trayectorias de vida de quienes fueron dirigentes estudiantiles a fines de la década del setenta hasta fines de los ochenta se hallan enmarcadas en un proceso de masiva migración en donde aquellos vienen a ser, en buena parte, hijos de una primera generación migrante que han alcanzado el privilegio de tener un núcleo familiar que los acerca prontamente a la cultura letrada. La socialización familiar liga a un sector no despreciable de ellos a una tradición de militancia entre la ascendencia, la cual se ha vinculado al mundo ciudadano a través de las redes construidas por el aprismo 286 auroral, el anarquismo o el comunismo de la primera mitad del siglo XX. Por su parte, otro grupo de los dirigentes cuenta en su primera etapa socializadora con un capital cultural en la familia que les provee la posibilidad de formarse en una idiosincrasia progresista que, en la mayor parte de los casos, se une a una comprensión de lo público que pone en el centro los valores morales del sujeto político en su lucha contra la injusticia que le circunda. Esta moralidad en forma de entrega y sacrificio por los otros (y su contraparte en tanto demanda exigible para con el colectivo) se convierte en factor que sirve de ancla con los orígenes en el proceso de acelerada transformación que vive la realidad social que los circunda. Sea por la necesidad de la migración de una región a otra, de una ciudad a otra, de un barrio a otro o de un colegio a otro, la generación a la que pertenecen crece y está inserta en un tiempo político de grandes modificaciones en la estructura societal bajo el amparo del reformismo velasquista. Por ello, con posterioridad, la estricta moralidad ascética del leninismo empatará muy bien como forma de cohesión social ante la convulsión de los cambios que se viven. Además, esta lectura moralista es reforzada en la forma de crítica de la realidad nacional a través de la denuncia de las injusticias y atropellos contra los sectores campesinos y populares que retratan una sociedad rural profundamente premoderna que es percibida en primera instancia mediante textos literarios que promueven la indignación y convocan a la acción cuando estos jóvenes alcanzan la adolescencia. Esta visión es compartida a caballo entre la primera y la segunda etapa de su socialización. II) La segunda etapa de la socialización que se produce centralmente en la escuela coopera con la consolidación de las imágenes ya descritas. 287 La figura del maestro, y de forma destacada, del maestro de Historia, resulta un elemento central en un contexto en el que no solamente se produce una expansión del acceso a la educación en todos sus niveles, sino que el trabajador docente es un sujeto relevante en la construcción de redes de resistencia a las políticas controlistas del quehacer público-gremial por parte de un régimen militar y autoritario, convirtiéndose en el cuadro por excelencia de los partidos de izquierda radical que renuevan fuerza en aquel periodo. Las fuerzas izquierdistas, insufladas de ánimo por desarrollar una expansión de su trabajo político entre enormes sectores de masa laboral producto del modelo desarrollista e industrialista del gobierno militar, llevan al máximo de su funcionabilidad la formación de una poderosa “infraestructura de disenso” (Sears 2014) que funde a los partidos con los sindicatos laborales, los gremios campesinos, las federaciones estudiantiles, las organizaciones barriales y otras “familias de movimientos” (Della Porta 2013) que componen extensas redes de lo que podría denominarse un intento por conformar una sociedad civil con acento “clasista”. Así, el mundo plebeyo en su conjunto desarrolla buena parte de su actividad práctica hallándose ligado objetiva y subjetivamente a las propuestas izquierdistas y pretendiendo construir desde abajo un modelo de ciudadanía popular vinculado -al menos en términos de propósito- al proyecto de la revolución social. La juventud militante que desarrollará carrera dirigencial en la universidad se vincula rápidamente a estas redes, las apoya en su consolidación y las ramifica con su trabajo político cotidiano. La construcción de esta ciudadanía; sin embargo, como será luego observable por todos los involucrados, no se conducía en una única forma de realización, ya que, tanto a nivel de los militantes radicalizados como entre los sectores que no tenían ese nivel de compromiso, en muchos casos - como sucedió entre los trabajadores de San Marcos en los ochenta- 288 llegaron a vincularse al radicalismo acaso bajo lógicas más bien clientelares. Sin embargo, la escuela también es un espacio donde se reproduce y se aprende el autoritarismo, la jerarquización y el señalamiento por motivos étnicos y de género. Estos elementos van a contribuir grandemente en las decisiones que adoptan los miembros de la generación analizada, fundamentalmente en lo referente a la construcción de arquetipos emancipadores de tales relaciones opresivas. Las contradicciones producidas en la escuela con sus coetáneos remiten a brechas no salvadas en la historia de la sociedad en la que crecen, por lo que la figura del cuadro armado, del “guerrillero heroico”, les proporciona, en determinado momento de su vida, un instrumento modélico para la aceleración de las transformaciones que estiman necesarias, a la vez que los provee de la idea de un estatus que no va a ser perdido en tanto se sostenga la coherencia radical que justifica la construcción de tal imagen. Parte de estas brechas remiten a la reproducción de esquemas de género que comulgan con dichos arquetipos. La reducida participación femenina entre los espacios de liderazgo, así como la proyección de esta participación como parte de los mismos códigos de interacción contenciosa legitima el rol de dominio del sujeto radical y confrontativo, subalternizando otras miradas y prácticas posibles de la política en términos de honesta cooperación y consenso. La hegemonía simbólica de las imágenes rebeldes de jóvenes insurrectos consolidada en las décadas del sesenta y setenta, y persistente en la forma de la propaganda utilizada para el apoyo a los núcleos antidictatoriales en el Cono Sur y a las revoluciones centroamericanas en los ochentas completa el cuadro global de esta “estructura de sentir” (Williams 2000) en la que se ven insertos. 289 Por otro lado, fenómenos como el autoritarismo y la jerarquización se ven reproducidos en la construcción de las organizaciones partidarias y gremiales, excusados bajo las fórmulas ideológicas del leninismo o el “clasismo”, por lo que devienen también en pugnas intestinas que tienden a la fragmentación y a comprender la política únicamente en términos morales (en donde cada objeción ideológica implica una traición principista) y, por ende, cuya resolución de conflictos solo puede manejarse por la vía de la confrontación entre discrepantes y de la exclusión de los disensos. En su momento, la violencia política legitima con mayor énfasis el uso de recursos bélicos para la actividad contenciosa entre las juventudes universitarias. Dialécticamente, esta cultura política surgida en la universidad habría alimentado en las organizaciones subversivas, en parte, la postura política de resolver por la vía de las armas las discrepancias con otras fuerzas del espectro izquierdista. Sin embargo, en contraste con su hegemonía de la década anterior entre los sectores populares, el clasismo se va convirtiendo en los ochentas en una estructura de sentimiento residual debido al debilitamiento de la infraestructura de disenso a la que proporcionaba fuerza pero de la que dependía en forma interactiva. Precisamente, la ilegitimidad a la que la violencia subversiva sometió a las fórmulas clasistas contribuyó a dicho debilitamiento y que movimientos sociales de otrora gran ascendencia popular como el movimiento estudiantil fuesen luego reducidos en la mirada pública a símiles del extremismo de los agentes subversivos. III) El uso de armas de fuego, la clandestinidad, la compartimentación, la resolución contenciosa de las diferencias y el radicalismo verbal acompañan a las estructuras partidarias de las izquierdas universitarias durante toda la década. 290 Algunos cuadros se han visto familiarizados con las armas desde muy jóvenes por aficiones deportivas, otros van aprendiendo el manejo en la universidad a partir de amistades y, por último, otros se ven impelidos a su uso por las condiciones mismas de la violencia política. En cualquier caso, no es un elemento ajeno al quehacer político y su empleo es normalizado por el conjunto de los militantes radicalizados. Por su parte, las fórmulas leninistas de trabajo han sido adaptadas del esquema funcional de sus organizaciones partidarias y las asumen como el único modelo posible para el desarrollo de la acción política en cualquier espacio por razones ya esbozadas. Esta se ve validada en la formación de los cuadros que evidencian su utilidad práctica en otras latitudes donde la revolución social que anhelan ha logrado éxito y bajo el amparo de dichas experiencias (fundamentalmente la nicaragüense), se consideran parte de una generación capaz de alcanzarla. Empero, el leninismo, que los ha introducido a la vida pública antes que ninguna otra fórmula de cultura política institucional -a través de la escuela, las redes barriales, el trabajo fabril en la etapa preuniversitaria o las amistades forjadas en el período universitario-, sirve para la profesionalización de los cuadros sin que exista al interior de sus organizaciones la suficiente capacidad de movilidad y recambio generacional que los promueva a posiciones más expectantes, lo que redunda, además de la fosilización de las dirigencias, en fragmentación y, desde luego, en peleas fratricidas. La participación en este tipo de espacios se reforzaba en esta interacción contenciosa. Esto es, el radicalismo es un fenómeno que se (re)produce, legitima y agranda en la puesta en práctica misma de las conductas que le dan sustancia mediante mecanismos de “escalamiento competitivo” (Della Porta 2013) de la acción radical. Por tanto, los agentes que se hallaban por fuera de los círculos de socialización o, mejor aún, compartían menos redes de 291 involucramiento en sus trayectorias -familiar, barrial, escolar y universitario-, podían escapar de las lógicas tribales hegemónicas, construyendo espacios en primera instancia marginales que irán ganando visibilidad -académica y cultural, y luego política- en paralelo. A su vez, la incesante preocupación por la conquista de nuevos espacios de poder por parte del aparato partidario, así como la efervescencia de su radicalismo militante los ha alejado de los sentidos comunes de la mayor parte del estudiantado -el cual se ve reducido por los efectos de la crisis y la violencia política-, que se va alejando de la vida política universitaria y construye nuevas estructuras de sentir, lejanas del radicalismo clasista, las cuales van desde el fatalismo nihilista hasta el apoliticismo que se habrá de consolidar en la década del noventa. Los militantes universitarios, la fuerza viva de la izquierda radical de los años analizados, eran, por razones históricas, incapaces de saber que la década que vivían se trataba de aquella que cerraba lo que Eric Hobsbawm llamó “el corto siglo XX”, que las revoluciones centroamericanas que animaban sus expectativas rebeldes eran el cierre de un ciclo abierto por las guerrillas castristas, y que, más importante aún, la estructura de sentimiento clasista que habían anidado y reproducido se hallaba en un momento de tránsito para convertirse en residual, en tanto emergían nuevas idiosincrasias epocales. La forma residual de esta estructura de sentir es aquella que hemos dado en denominar “clasismo tardío” y que conllevo el hecho de que, en forma retroalimentada, la infraestructura de disenso levantada por la izquierda varias décadas atrás se viera desestabilizada, dadas las reconfiguraciones que operaban a nivel de la sociedad y la economía a fines de los ochenta y principios de los noventa. 292 El fin del modelo industrialista liquidó progresivamente aquella estructura reticular y, a su vez, el clasismo, ese leninismo a la peruana, se volvía un objeto innecesario para agentes que se veían envueltos en tal desestructuración. Así, la crisis socioeconómica debilitaba la consistencia de esta última, en tanto que la crisis sociocultural permitía la gesta de nuevas mentalidades y el origen de identidades múltiples alejadas del clasismo entre los sectores populares. Frente a ello, los militantes izquierdistas universitarios quedaron a la saga y sus inquietudes radicales anidadas a lo largo de su trayectoria vital fueron dejadas a la vera del camino, cuando no olvidadas en una plaza sin victorias para aquellos que escapando hacia adelante se sumergieron sin retorno en la vorágine de la violencia política. 293 BIBLIOGRAFÍA ABUGATTÁS, Juan 1987 "¿La filosofía sale de las aulas?". El zorro de abajo, número 6, pp. 68-70. ACEVEDO, Saúl 2003 Los sikuris de San Marcos: Historia del Conjunto de Zampoñas de San Marcos. Lima: Alter-nativa. ADRIANZÉN GARCÍA-BEDOYA, Carlos 2009 La izquierda peruana y los impasses de su redefinición política (1978- 2006). Tesis de Licenciatura en Sociología. Lima: PUCP. AFADEVIG - Asociación de Familiares de Presos Políticos Desaparecidos y Víctimas de Genocidio 2016 Testimonios de Heroicidad. Lima: AFADEVIG AGÜERO, José Carlos 2015 Los rendidos. Sobre el don de perdonar. Lima: IEP. 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