PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ ESCUELA DE POSGRADO CERÁMICA, SOCIEDAD Y PODER EN EL VALLE DE MANTARO. PROPUESTAS DESDE LA PERSPECTIVA DE ARHUATURO. TESIS PARA OPTAR EL GRADO ACADÉMICO DE MAGÍSTER EN ARQUEOLOGÍA CON MENCIÓN EN ESTUDIOS ANDINOS AUTOR: IRVIN LUCIO NAVARRO AMARO ASESOR: KRZYSZTOF CEZARY MAKOWSKI HANULA LIMA - 2021 RESUMEN El valle del Mantaro, uno de los más extensos de los Andes centrales, ha sido investigado por la arqueología desde hace algunas décadas. El medular interés que motivó estos trabajos fue conocer el desarrollo cultural de esta cuenca durante los distintos periodos prehispánicos. En los años que se viene desarrollando la arqueología en este valle, se han expuesto diversos planteamientos que han aportado en la discusión sobre el tema en mención. Lo propuesto hasta la fecha se ha sustentado sobre los datos recolectados de diferentes partes del valle y en especial de la septentrional, siendo escasos en estos estudios el uso de evidencias materiales del área sur. Con esta tesis, a partir del estudio del sitio arqueológico Arhuaturo, uno de los asentamientos prehispánicos más representativos del área austral del Mantaro, se busca estimular el debate sobre cómo en esta cuenca fue el desarrollo cultural entre el siglo I y principios del siglo XVI. En este trabajo se analiza la organización política y social que tuvo la población del valle del Mantaro en sus momentos de autarquía durante el periodo pre Wari (0-800 d.C.) y en el periodo Intermedio Tardío (1000-1460 d.C.), así como cuando fueron sometidos por los Wari y el Tawantinsuyo. Del mismo modo, se examina el contexto político y social que hallaron estos dos Estados andinos a su llegada al Mantaro y cómo esto repercutió en su forma de ejercer poder y administrar este lugar. Por último, se analiza cómo las sociedades del valle se identificaron mediante su cultural material en un contexto local y macro-regional entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. Palabras claves: Valle del Mantaro, arqueología, poder, cerámica, identidad, sociedad. 2 ABSTRACT The Mantaro Valley, one of the largest in the central Andes, has been investigated by archeology for some decades. The core interest that motivated these works was to know the cultural development of this basin during the different pre-Hispanic periods. In the years that archeology has been developing in this valley, various approaches have been made that have contributed to the discussion on the subject in question. What has been proposed to date has been supported by data collected from different parts of the valley and especially from the northern part, the use of material evidence from the southern area of the Mantaro being scarce in these studies. With this thesis, based on the study of the Arhuaturo archaeological site, one of the most representative pre-Hispanic settlements in the southern area of Mantaro, it seeks to stimulate the debate on how cultural development in this basin was between the 1st century and the early 16th century. This work analyzes the political and social organization that the population of the Mantaro Valley had in their moments of autarky during the pre-Wari period (0-800 AD) and in the Late Intermediate period (1000-1460 AD), as well as when they were subdued by the Wari and the Tawantinsuyo. In the same way, the political and social context that these two Andean states encountered upon their arrival in the Mantaro and how this had an impact on their way of exercising power and administering this basin is examined. Finally, it is analyzed how the societies of the valley were identified through their material culture in a local and macro-regional context between the Early Intermediate period and the Late Horizon period. Keywords: Mantaro Valley, archeology, power, ceramics, identity, society. 3 Dedicado a mis padres y la comunidad campesina de Ahuac y Ñahuinpuquio 4 AGRADECIMIENTOS Durante todo el tiempo que se elaboró este trabajo tuve el apoyo y el aliento de muchas personas a las cuales quiero agradecer. Quiero empezar por mis padres, por su respaldo en esta y en todas las etapas de mi vida y por siempre tener las palabras exactas cuando tenía episodios de vacilación. Deseo extender mi agradecimiento al asesor de esta tesis, el Dr. Krzysztof Makowski, por su inagotable paciencia y por todo el tiempo que le dedicó a mi trabajo (a pesar de su recargada agenda), también por brindarme su apoyo para realizar el trabajo de gabinete. Así mismo, quiero hacer llegar mis agradecimientos a Cynthia Vargas, María Arisa López y a Christopher Stéfano Beltran por su infinita paciencia y esforzada colaboración durante los trabajos de gabinete. Del mismo modo, quiero gradecer a Ana Fernández por realizar el análisis óseo. En el desarrollo de este trabajo fortalecí lazos de amistad con algunos colegas, entre ellos con Breidy Quispe, a quien debo agradecer por realizar los estudios osteológicos y los análisis isotópicos de los contextos funerarios que se hallaron en Arhuaturo. Doy las gracias también a mi amigo y colega Jorge Alonso Rodríguez por ayudarme en diversos aspectos durante el tiempo que trabajé en esta tesis y por compartir conmigo amenas charlas. Hago llegar mis agradecimientos a Javier Rojas, Joel Mendoza, Gladys Palomino, Elizabeth Nonalaya y Lucio Hidalgo por apoyarme en la realización del Proyecto de Investigación Arqueológica Arhuaturo, el cual fue desarrollado desde la Dirección 5 Descentrada de Cultura de Junín y que a partir de los resultados de esta investigación pude concretar este trabajo. Agradezco a Nathaly Solis por acompañarme en toda esta travesía, por sus fotografías, dibujos, ayuda en el trabajo de campo y gabinete. Así mismo, por darme aliento en los momentos de flaqueza, por creer siempre en mí y por todo el amor que me brinda. Finalmente, quiero agradecer a la comunidad campesina de Ahuac y Ñahuinpuquio por todo su desmesurado apoyo durante los trabajos de campo en el sitio arqueológico Arhuaturo. Del mismo modo, a la Municipalidad Distrital de Ahuac y en especial a su alcalde, el señor Rodrigo Álvarez Chuquillanqui, quien siempre estuvo presto a brindarnos la mano en todo. 6 ÍNDICE INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 9 CAPÍTULO 1 .............................................................................................................................. 13 1.- ESTADO DE LA CUESTIÓN Y PROBLEMÁTICA ...................................................... 13 1.1.- ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL VALLE DEL MANTARO CONCERNIENTES A LOS PERIODOS POS-FORMATIVOS ........................................... 14 1.1.1.- PRIMERA ETAPA .................................................................................................. 14 1.1.2.- SEGUNDA ETAPA ................................................................................................. 15 1.1.3.- TERCERA ETAPA ................................................................................................. 42 1.2.- PROBLEMÁTICA ......................................................................................................... 44 1.2.1.- APROXIMACIÓN A LAS IDENTIDADES SOCIALES EN EL VALLE DEL MANTARO ......................................................................................................................... 45 1.2.2.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO .... 47 CAPÍTULO 2 .............................................................................................................................. 50 2.- INVESTIGACIÓN EN EL SITIO ARQUEOLÓGICO ARHUATURO .......................... 50 2.1.- ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN EN ARHUATURO ............................... 51 2.2.- RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN REALIZADA EN ARHUATURO ...... 53 2.2.1.- ANÁLISIS DE CERÁMICA ................................................................................... 54 2.2.1.1.- METODOLOGÍA ................................................................................................. 55 2.2.1.2.- RESULTADOS DEL ANÁLISIS DE LA CERÁMICA ...................................... 55 2.2.1.2.1.- CERÁMICA TIPO 1 .......................................................................................... 56 2.2.1.2.2.- CERÁMICA TIPO 2 .......................................................................................... 59 2.2.1.2.3.- CERÁMICA TIPO 3 .......................................................................................... 62 2.2.1.2.4.- CERÁMICA TIPO 4 .......................................................................................... 64 2.2.1.2.5.- CERÁMICA TIPO 5 .......................................................................................... 65 2.2.1.2.6.- CERÁMICA TIPO 6 .......................................................................................... 68 2.2.1.2.7.- CERÁMICA TIPO 7 .......................................................................................... 70 2.2.1.2.8.- CERÁMICA TIPO 8 .......................................................................................... 73 2.2.1.2.9.- CONCLUSIONES ............................................................................................. 75 2.2.2.- ARQUITECTURA DE ARHUATURO .................................................................. 80 2.2.3.- ANÁLISIS ÓSEO .................................................................................................... 86 2.2.3.1.- METODOLOGÍA ................................................................................................. 88 2.2.3.2.- RESULTADOS DE ANÁLISIS BIO-ARQUEOLÓGICO DE OBSERVACIÓN MACROSCÓPICA A NIVEL ESQUETAL ....................................................................... 90 2.2.3.3.- RESULTADOS DE LOS ANÁLISIS DE ISÓTOPOS ........................................ 96 2.2.3.4.- CONCLUSIONES ................................................................................................ 98 2.3.- CONCLUSIONES SOBRE ARHUATURO .............................................................. 99 CAPÍTULO 3 ............................................................................................................................ 105 7 3.- CERÁMICA E IDENTIDAD SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO .................. 105 3.1.- IDENTIDAD SOCIAL Y ARQUEOLOGÍA ........................................................... 105 3.1.1.- LA IDENTIDAD SOCIAL .................................................................................... 105 3.1.2.- LA ARQUEOLOGÍA Y EL ESTUDIO DE LA IDENTIDAD SOCIAL ............. 106 3.2.- TRADICIONES ALFARERAS E IDENTIDAD SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO ....................................................................................................................... 109 3.2.1.- TRADICIÓN ALFARERA TEMPRANA ............................................................. 109 3.2.2.- TRADICIÓN ALFARERA TARDÍA ................................................................... 111 3.2.3- TRADICIONES ALFARERAS E DIENTIDAD SOCIAL ................................... 113 CAPÍTULO 4 ............................................................................................................................ 117 4.- DISCUSIÓN SOBRE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO ENTRE EL PERIODO INTERMEDIO TEMPRANO Y HORIZONTE TARDÍO ................................................................................................................................ 117 4.1.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN LA ÉPOCA PRE WARI (0 – 800 D.C.) .................................................................................................................................. 118 4.2.- PRESENCIA WARI EN EL VALLE DEL MANTARO ......................................... 128 4.3.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO DURANTE EL PERIODO INTERMEDIO TARDÍO ...................................................... 139 4.4.- EL TAWANTINSUYO EN EL VALLE DEL MANTARO .................................... 159 CAPÍTULO 5 ............................................................................................................................ 183 5.- CONCLUSIONES GENERALES ................................................................................... 183 BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................... 189 ANEXO 1 .................................................................................................................................. 202 ANEXO 2 .................................................................................................................................. 226 ANEXO 3 .................................................................................................................................. 238 ANEXO 4 .................................................................................................................................. 245 ANEXO 5 .................................................................................................................................. 254 ANEXO 6 .................................................................................................................................. 257 ANEXO 7 .................................................................................................................................. 265 ANEXO 8 .................................................................................................................................. 271 8 9 INTRODUCCIÓN En el valle del Mantaro (en el actual departamento de Junín, en la sierra central del Perú,), la arqueología se ha venido practicando desde mediados del siglo XX, siendo el principal tema de discusión discernir cómo los habitantes de este lugar se desarrollaron en el trascurso de los diferentes periodos prehispánicos. Iniciales intentos de Gálvez Durand (cfr. Browman 2008), Lumbreras (1957) y Matos (1959) brindaron algunas hipótesis sobre el desarrollo cultural en algunos específicos periodos. Posteriormente, Browman (1970) plantea una amplia secuencia cronológica para todo el valle, señalando que en cada periodo toda la población del Mantaro tuvo homogéneas prácticas políticas, sociales y económicas, así como similares cambios en el transcurso del tiempo. Posteriormente, los integrantes del Proyecto Alto Mantaro centraron su interés en comprender cómo en este valle, en especial en la zona norte, fue la organización política y social, llegando a proponer una secuencia evolutiva de estos hechos (Earle et al. 1978; Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; Hastorf et al. 1989; D'Altroy y Hastorf 2001). Hacia finales de la década de los años 80, las investigaciones arqueológicas dejan de producirse en el valle del Mantaro, debido al conflicto social que existía en el país. Consecuentemente, durante toda la década de los años 90 no se emprendieron nuevos trabajos. Es a partir del siglo XXI que se reinician los estudios arqueológicos. Las investigaciones que se produjeron alrededor de la primera década de este siglo aportaron nuevas evidencias, pero replicaron en gran parte los medulares planteamientos de Browman y de los integrantes del Proyecto Alto Mantaro (Mallma 2004; Villenas et al. 2009, Perales 2004a, 2004b, 2005, 2011a; Perales et al. 2015). Posteriormente, hubo otros trabajos que, a partir de los modelos interpretativos ya formulados, contribuyeron 10 sustancialmente al conocimiento del desarrollo cultural del valle, empleando nuevos enfoques y datos (Hastorf 2001, Navarro 2012, 2013, 2014; Perales 2017). En suma, sobre el desarrollo cultural prehispánico en el valle del Mantaro, se han realizado importantes planteamientos, los cuales estuvieron sustentados por datos recolectados de todo el valle, en especial de la zona norte. Para continuar con la discusión sobre cómo se desenvolvieron culturalmente los naturales del Mantaro, el autor sugiere que es importante empezar estudiar áreas del valle no muy investigadas, como la zona sur. La apertura de más estudios en el área austral del Mantaro, puede brindar inédita información que permita continuar con el debate sobre cómo fue el proceso cultural en todo este valle. A partir de lo hecho arqueológicamente en el valle del Mantaro, esta tesis busca contribuir en la discusión sobre cómo fue el desarrollo cultural en esta parte de los Andes centrales, principalmente entre el siglo I y principios del siglo XVI. Para alcanzar este objetivo, el autor realiza dos pasos. En primer lugar, investiga la zona sur del valle, y en especial al sitio arqueológico Arhuaturo; el cual es uno de los más extensos y representativos de esta parte del Mantaro. La investigación hecha en Arhuaturo toma mucha relevancia, porque los estudios arqueológicos en la zona austral de este valle han sido muy escasos. Además, Arhuaturo demostró tener una extensa ocupación cultural que posiblemente abarcaría desde el periodo Intermedio Temprano hasta el Horizonte Tardío, lo que permite considerar a este caso como una muestra bisagra para conocer algunos aspectos generales sobre el desarrollo cultural en la zona sur del valle. En segundo lugar, el autor analiza y contrasta toda la información y los planteamientos realizados sobre el Mantaro, con los resultados de la investigación hecha en Arhuaturo. Este paso es muy importante, porque a medida que se han realizado estudios en específicas zonas del valle, 11 estas han aportado material empírico importante que ha permitido continuar con el debate sobre cómo fue del devenir cultural prehispánico en todo el Mantaro. En esta tesis, uno de los puntos a reflexionar fue cómo los estados Wari y Tawantinsuyo ejercieron poder e influenciaron sobre la población de este valle. Se analizó también el contexto político y social que encontraron estos dos Estados andinos al momento de llegar al Mantaro. De igual modo, se discute el sistema de organización política y social que tuvo la población del valle durante sus momentos de autarquía, como en el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.) y durante el periodo Intermedio Tardío (1000 – 1460 d.C.). Se aborda, además, cómo los habitantes de este valle expresaron su identidad social mediante su cultura material entre el siglo I y principios del siglo XVI, en un contexto local y macro-regional. Las principales variables que se utilizan en esta tesis son la cerámica y la arquitectura, debido a que estas evidencias son muy recurrentes en el valle del Mantaro y las más usadas para el estudio arqueológico. La cerámica de Arhuaturo fue clasificada por sus formas, pasta y composición mineralógica, mediante una lupa digital y estudios de difracción de rayos X. Los resultados de este estudio fueron contrastados con los antecedentes que se tienen sobre la cerámica de todo el valle. Por otro lado, la arquitectura de Arhuaturo fue analizada teniendo en cuenta su material constructivo, diseño y emplazamiento, lo cual sirvió para poder contrastarla con la arquitectura reportada en el valle. Toda esta fuente empírica brindo información relevante que ayudo a incrementar el conocimiento sobre el Mantaro. Esta tesis comprende cinco capítulos. En el primer acápite se expone el estado de la cuestión del estudio arqueológico del valle del Mantaro. Así mismo, se refieren las problemáticas que a juicio del autor son importantes abordar; como el estudio 12 arqueológico de la identidad de las sociedades que habitaron el valle y la forma cómo estas se estructuraron política y socialmente entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. El segundo capítulo pormenoriza la investigación realizada en el sitio arqueológico Arhuaturo. Se exponen las conclusiones que se llegaron sobre el desarrollo cultural de este asentamiento y se hace una comparativa analítica entre el contexto cultural de Arhuaturo con todo el valle. En el tercer capítulo se analiza como las sociedades pre y pos Wari del valle del Mantaro, materializaron su identidad social mediante sus tradiciones alfareras en un contexto intra y extra valle. El cuarto capítulo contiene una extensa discusión sobre la organización política y social en el Mantaro, entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. En este acápite se analiza la estructura política y social que tuvo la población del valle durante sus momentos de autarquía y también cuando estuvieron sujetos al estado Wari y Tawantinsuyo. Además, se aborda el tipo de contexto político y social que encontraron los Wari y el Tawantinsuyo cuando llegaron al Mantaro y cómo esto repercutió en su forma de ejercer poder y administrar esta cuenca. Por último, en el quinto capítulo se exponen las conclusiones generales de este trabajo. 13 CAPÍTULO 1 1.- ESTADO DE LA CUESTIÓN Y PROBLEMÁTICA El valle del Mantaro, ubicado en la sierra central del Perú (en el departamento de Junín), guarda un rico pasado cultural prehispánico, el cual ha venido siendo estudiado por la arqueología desde mediados del siglo XX, aproximadamente. Fig. 1.- Mapa del valle del Mantaro (Mapa redibujado de la página web https://issuu.com/mincu/docs/huaconada/4 ). En este capítulo, en primera instancia, se realiza una breve descripción del estado del conocimiento sobre el desarrollo cultural del valle del Mantaro, entre el siglo I y principios del siglo XVI. Posteriormente, se exponen algunas problemáticas que a criterio https://issuu.com/mincu/docs/huaconada/4 14 del autor son importantes atender para continuar con el debate sobre cómo los naturales de este valle se desarrollaron a lo largo del tiempo prehispánico referido. 1.1.- ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL VALLE DEL MANTARO CONCERNIENTES A LOS PERIODOS POS-FORMATIVOS La historia de las investigaciones arqueológicas en el valle del Mantaro, concernientes a las problemáticas que se sitúan cronológicamente entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío, a juicio del autor, puede ordenarse en tres etapas. En la primera, se ubican los esfuerzos iniciales por conocer algunos puntuales aspectos del pasado prehispánico de este valle. En la segunda, se encuentran las investigaciones norteamericanas de Browman y del Proyecto Alto Mantaro. Y, por último, en la tercera, están los aportes realizados en su mayoría por investigadores nacionales. Algunos de estos trabajos siguieron el tenor de las propuestas de los colegas norteamericanos y otros, a partir de los modelos interpretativos ya formulados, realizaron contribuciones sustanciales empleando nuevos hallazgos y enfoques. 1.1.1.- PRIMERA ETAPA El descubrimiento del sitio arqueológico de Wariwillka, por parte de José Gálvez Durand, suscitó un punto de partida importante para el desarrollo de la arqueología en el valle del Mantaro. José Gálvez Durand reunió material arqueológico de Wariwillka y de otras partes del valle del Mantaro, lo cual fue muy importante para posteriores investigaciones (cfr. Browman 2008). Lumbreras (1957) clasifica la cerámica recolectada por Gálvez Duran mediante criterios morfológicos y decorativos, y sobre esta base establece dos estilos de cerámicas propias del valle y otras dos foráneas. Los estilos de cerámica locales son denominados Mantaro Base Clara y Mantaro Base Roja. Siendo ambos producidos durante el periodo 15 Intermedio Tardío y Horizonte Tardío, mientras que los estilos de cerámica foráneos son reconocidos como Wari y Tawantinsuyo. Matos (1959) por su parte analizaría la colección de Julio Espejo Núñez, y manteniendo como base la clasificación hecha por Lumbreras (1957), añade nuevos sub-estilos a la misma. Por otro lado, todos los autores que investigaron este valle hasta los inicios de los años 60, consideraban que los Waris y el Tawantinsuyo si ocuparon todo el Mantaro. (cfr. Lumbreras 1957; Matos 1959; Flores 1959). Pero para el caso del hipotético Estado ayacuchano, hubo ciertas discrepancias acerca de los estilos de cerámica del universo Wari presentes en el valle. Menzel (1964) y Flores (1959) consideraban que la ocupación Wari se habría producido en la época 2B. Pero lo que no estaba claro, era cuál de los dos estilos de cerámica de la época tuvo mayor presencia en el valle: ¿Viñaque o Pachacamac? (cfr. Browman 2008). En resumen, los estudios realizados en esta primera etapa de las investigaciones hechas en el valle del Mantaro, se caracterizaron principalmente por abordar de manera aislada ciertos periodos prehispánicos. En estos trabajos no se profundizó cómo la población de este valle fue desarrollándose paulatinamente entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. 1.1.2.- SEGUNDA ETAPA A partir de mediados de los años 60, se emprendieron trabajos que proporcionaron nuevos enfoques y modelos interpretativos. Browman (1970) realiza una prospección arqueológica por todo el Mantaro y algunas restringidas excavaciones. El objetivo de esto fue conocer el proceso cultural del valle, como también identificar continuidades y rupturas culturales, y determinar posibles influencias foráneas. 16 Browman (1970) elabora una seriación a partir de la cerámica que registra en el valle del Mantaro, teniendo como criterio la ausencia/presencia de las características morfológicas y decorativas de la cerámica. Browman (1970) también analiza la disposición espacial de los sitios y sus características arquitectónicas, llegando a proponer un patrón de asentamiento del valle. El principal resultado de la investigación de Browman (1970) fue una secuencia cronológica para todo el valle del Mantaro, la cual sirvió como fundamento para su propuesta de reconstrucción del desarrollo cultural. Cada evidencia diagnóstica material de cada periodo corresponde, en esta propuesta, a un conjunto particular de estrategias de subsistencia, a un patrón de asentamiento y a determinadas prácticas funerarias. Fig. 2.- Cuadro cronológico de Browman (1970) para el valle del Mantaro. Browman (1970: p. 114) indica que entre finales del periodo Horizonte Temprano y los 50 primeros años del periodo Intermedio Temprano se produjo la fase Cochachongos (650 a. C. – 50 d. C.). En este tiempo la población del valle se agruparía en pequeños asentamientos, ubicados en las zonas bajas del valle, muy cerca de las fuentes de agua. 17 Esta gente se guarecería en habitáculos semi y subterráneos de planta rectangular y semi- rectangular, y practicaría la caza y la horticultura. El estilo de cerámica que caracteriza a este periodo se llama Cochachongos. Botellas y cuencos son las formas más recurrentes en este estilo de cerámica. Al interior de los cuencos se encuentran detalles decorativos incisos, punteados y pictóricos color rojo en forma de S y Z. La decoración incisa del estilo Cochachongos tendría antecedentes en la cerámica Pirhuaquio de origen local. Mientras que el estilo Cochachongos con decoración pintada acusaría una influencia foránea, ya que guarda similitudes con el estilo San Blas originario de la región del Chinchaycocha ubicada al norte del valle del Mantaro (cfr. Morales 1977). Debido a esto último, Browman (1970) infiere que el estilo San Blas del Chinchaycocha sería una imitación del estilo Cochachongos con decoración pintada. Fig. 3.- Cerámica Cochachongos pintado (Browman 1970: Fig. 52). Fig. 4.- Cerámica Cochachongos pintado (Browman 1970: Fig. 59). 18 Browman (1970) identifica similitudes en la decoración de la cerámica Cochachongos con los estilos de la cerámica Ocucaje 9 – 10 y Rancha de las zonas de Paracas y Ayacucho, respectivamente. Browman, a partir de lo último, llega a sugerir que para finales del periodo Horizonte Temprano hubo influencia de la cultura Paracas en el valle del Mantaro. En el periodo Intermedio Temprano, según Browman (1970: p. 222) se disiparía la influencia de la costa sur en el valle del Mantaro y las tradiciones culturales provenientes de Huancavelica y Ayacucho se harían presentes. Así mismo, Browman (1970) divide este periodo en tres: Uchupas (50-300 d. C.), Usupuquio (300-500 d. C.) y Huacrapuquio (500-650 d. C.). Iniciando el periodo Intermedio Temprano, la gente dejaría de ocupar viviendas subterráneas, pasando a construir casas sobre la superficie, conformando pequeñas aldeas. Estas aldeas, de cortas ocupaciones, estaban constituidas por edificios de base circular que tenían un diámetro entre 5 y 10 m. (Browman 1970). Aunque no existen suficientes datos, Browman (1970: p. 223) propone que entre el periodo Uchupas (50-300 d. C.) y Usupuquio (300-500 d. C.) la gente se desplazó desde el fondo del valle hacia las partes altas, siendo interpretada esta acción como una medida defensiva. Pero ya en el periodo Huacrapuquio (500-650 d. C.) la gente retornaría nuevamente al llano del valle. En todo el periodo Intermedio Temprano la principal actividad productiva se vincularía al pastoralismo, mientras que la agricultura sería una actividad secundaria y estacionaria. Cada una de las tres fases del periodo Intermedio Temprano se caracterizó respectivamente por el desarrollo de un estilo particular de cerámica. El primer estilo Uchupas (50-300 d. C.) corresponde a vasijas muy bien elaboradas, con pasta fina y pocas 19 inclusiones. Las formas recurrentes en este estilo son los cuencos con borde biselado. Este último presenta diseños pictóricos en el interior mostrando motivos curvilíneos, ondeantes, lineales, puntos y formas zigzagueantes (Browman 1970: p. 203). Browman (1970) indica que el estilo Uchupas es muy similar al estilo Cajas de Huancavelica y llega a inferir que en el periodo Uchupas (50-300 d. C.) el valle del Mantaro tuvo interacción con la sierra de Huancavelica (cfr. Ravines 2009). Fig. 5.- Cerámica Uchupas (Browman 1970: Fig. 75). Fig. 6.- Cerámica Uchupas (Browman 1970: Fig. 76). En el periodo Usupuquio (300-500 d. C.) se produjo una cerámica con pasta muy compacta y con escasos temperantes, similar al estilo Uchupas. Las formas en el estilo Usupuquio son las jarras y los cuencos, estos últimos a diferencia de los cuencos Uchupas, poseen paredes más gruesas. Las decoraciones en los cuencos Usupuquios muestran 20 figuras de camélidos, líneas dispuestas en formas paralelas, transversales, triangulares y curvas. Las jarras presentan aplicaciones decorativas incisas lineales pequeñas en el cuello y en el asa. En el estilo Usupuquio se elaboran figurinas antropomorfas y zoomorfas, que representan camélidos, mientras que en las antropomorfas se resalta la exposición de los genitales. Este estilo no presenta semejanzas con otros producidos cerca al valle del Mantaro, es así que se infiere que para mediados del periodo Intermedio Temprano la población del valle se encontró aislada (Browman 1970). Fig. 7.- Cerámica Usupuquio (Browman 1970: Fig. 82). Fig. 8.- Cerámica Usupuquio (Browman 1970: Fig. 83). 21 En el periodo Huacrapuquio (500-650 d. C.) la cerámica muestra formas de cuencos, jarras y figurillas, y se caracterizan por tener pasta fina y compacta, pero con un ligero aumento de temperantes a comparación con el estilo Usupuquio. Los diseños fueron hechos en color rojo o marrón guardando similitud con el estilo Usupuquio. La diferencia es que en el estilo Huacrapuquio los diseños pintados se realizan sobre engobe color blanco – crema, mientras que en el estilo Usupuquio no. En la cerámica Huacrapuquio aumentan los diseños de camélidos en el interior de los cuencos a comparación del estilo anterior. Mientras que las jarras se caracterizan por poseer motivos cara gollete, incisiones lineales y circulares de color rojo y marrón sobre engobe blanco (Browman 1970). Browman (1970) además aprecia similitudes entre el estilo Huacrapuquio y el Huarpa pre-Wari de Ayacucho, lo cual sería indicios de posibles contactos entre estas dos áreas. Fig. 9.- Cerámica Huacrapuquio (Browman 1970: Fig. 100). Fig. 10.- Cerámica Huacrapuquio (Browman 1970: Fig. 103). 22 En el periodo Huacrapuquio (500-650 d. C.) se produciría una depredación de los pastos a raíz del sobre pastoreo, lo cual habría generado escasez de alimentos en la población local que venía en aumento. Esto provocaría el abandono de algunos sitios y la movilización de la gente de las zonas altas hacia el llano del valle (Browman 1970: p. 224). El periodo Horizonte Medio concuerda en la terminología de Browman (1970: p. 225) con el periodo Calpish (650-800 d. C.), el cual coincide con el tiempo de la influencia Wari en el valle del Mantaro. En este periodo fueron construidos los centros Wari de Calpish y Wariwillka (Horizonte Medio 1B), así como el de Ñahuinpuquio. Siendo lamentable que estos sitios no cuenten con fechados C14 calibrados actuales. En el periodo Calpish (650-800 d.C.) la población se movilizaría de la zona central del valle hacia la meridional. Browman (1970: p. 226) infiere esto porque los sitios Wari se concentraron especialmente en la región suroeste del valle del Mantaro. En este momento los pobladores del valle continuarían asentándose en las zonas bajas y construyendo sus viviendas con piedras y en planta circular. En estos asentamientos, Browman (1970) halla grandes basurales, lo que lo lleva a proponer que algunos sitios Calpish fueron habitados desde el periodo Intermedio Temprano. La base de la economía sería la agricultura durante el periodo Calpish (650-800 d. C.), dejando en un segundo lugar la ganadería, siendo la presencia de la administración Wari la responsable de este hecho. También se plantea que en este periodo aparecen las primeras colcas en el valle del Mantaro (Browman 1970), aunque sin muchas pruebas que sustente esta hipótesis. Entre los años 650-800 d.C., se produce el estilo de cerámica Calpish. La pasta de esta cerámica contiene notorios temperantes blanquecinos, además de otras inclusiones 23 de tamaño mediano. Las vasijas poseen decoración exterior. El repertorio decorativo comprende bandas paralelas, triángulos concéntricos, líneas ondeantes, líneas paralelas color negro, líneas delgadas blancas y puntos blancos, todos sobre engobe blanco-crema o rojo (Browman 1970: p. 207). En los cántaros de la fase Calpish aparece la decoración cara gollete en modelado. Los rostros en algunos casos presentan orejeras. En esta época se popularizan también las vasijas con base trípode de pequeñas protuberancias y cuencos de base plana y amplia. Es probable además que ya no se elaborarían figurillas (Browman 1970). Fig. 11.- Cerámica Calpish (Browman 1970: Fig. 130). Fig. 12.- Cerámica Calpish (Browman 1970: Fig. 133). 24 Fig. 13.- Cerámica Calpish (Browman 1970: Fig. 134). Para Browman (1970) el periodo Quinsahuanca (800-1050 d.C.) coincide con la transición entre finales del periodo Horizonte Medio e inicios del Intermedio Tardío, momento en el cual el dominio Wari decae en el valle del Mantaro. En este momento se produce el abandono de los centros ceremoniales y administrativos Wari, siendo el de Wariwillka el único que continuó siendo ocupado hasta el periodo Horizonte Tardío. Durante el periodo Quinsahuanca la población se moviliza desde las zonas bajas hacia las cimas de las colinas. Además, las estructuras domésticas se construyen muy juntas unas de las otras, son mucho más pequeñas a comparación de los periodos anteriores y se encuentran dispuestas alrededor de un patio (Browman 1970: p. 230). La cerámica Quinsahuanca revela una tendencia arcaizante a comparación con el estilo de cerámica producida en gran parte del Horizonte Medio. Los estilos locales de hechura más burda predominan durante este tiempo. La cerámica Quinsahuanca presenta formas de cuencos y jarras. Los cuencos tienen bordes biselados, como la cerámica del periodo Intermedio Temprano y las jarras poseen diseños pictóricos lineales y geométricos (Browman 1970). 25 Fig. 14.- Cerámica Quinsahuanca (Browman 1970: Fig. 147). Fig. 15.- Cerámica Quinsahuanca (Browman 1970: Fig. 148). Entre el periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío corresponden las fases Matapuquio (1050-1250 d.C.), Arhuaturo (1250-1460 d.C.) y Arhuaturo Inca (1460-1532 d.C.) (Browman 1970: p. 232). En estas tres fases, Browman (1970) registra características similares en la cerámica y en la arquitectura, por lo que no cabe duda que la población del valle conservó sus tradiciones culturales. Entre el periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío se desarrollaron tres estilos de cerámica, en las cuales se evidencian continuidades culturales. 26 En el periodo Matapuquio (1050-1250 d.C.) se produce un estilo de cerámica que sería la evolución del estilo Quinsahuanca. Llama la atención la mayor recurrencia de la forma de jarras, mientras que los cuencos son producidos en menor cantidad, lo que podría significar un sesgo en las muestras. Las jarras poseen decoraciones en el cuello, con aplicaciones incisas circulares y algunas pequeñas líneas incisas verticales. En este estilo de cerámica no hay elaborados motivos pictóricos lineales como si sucede en los estilos de cerámica anteriores (Browman 1970). Fig. 16.- Cerámica Matapuquio (Browman 1970: Fig. 153). Fig. 17.- Cerámica Matapuquio (Browman 1970: Fig. 156). 27 Los estilos de cerámica Arhuaturo y Arhuaturo Inca son analizados por Browman (1970) de manera conjunta debido a que entre estos dos estilos aprecia similitudes en sus pastas y decoraciones, sin dejar de observar algunas sutiles diferencias. Los del estilo Arhuaturo tienen decoraciones lineales de color negro sobre rojo similares al del estilo Matapuquio, mientras que los del Arhuaturo Inca solo están pintados de rojo en el interior. Las jarras Arhuaturo poseen engobe rojo y decoraciones geométricas color negro, acompañadas de puntos blancos o líneas blancas y negras. Estas decoraciones también se encuentran en la cerámica Arhuaturo Inca, pero ya en esta los motivos rectilíneos geométricos color negro cambiarían a parches amorfos con puntos blancos en el interior o exterior de las vasijas (Browman 1970). Las jarras Arhuaturo y Arhuaturo Inca presentan en el cuello decoraciones de estampados circulares, lineales y pueden ser modelados en forma de cara gollete. En el estilo Arhuaturo la decoración cara gollete es pintada con líneas de color negro y blanco de forma vertical u horizontal, mientras que en el tipo Arhuaturo Inca no se presentan decoraciones pintadas. En el cuerpo de las vasijas Arhuaturo Inca aparecen cabezas modeladas zoomorfas (Browman 1970). Por último, Browman (1970: p. 237) indica que debido a que la cerámica Quinsahuanca, Matapuquio, Arhuaturo y Arhuaturo Inca no tienen similitudes con otros estilos alfareros próximos al Mantaro, la población de este valle después de la caída Wari tuvo un desarrollo alfarero local sin influencias foráneas. 28 Fig. 18.- Cerámica Arhuaturo (Browman 1970: Fig. 162). Fig. 19.- Cerámica Arhuaturo (Browman 1970: Fig. 164). Fig. 20.- Cerámica Arhuaturo Inca (Browman 1970: Fig. 181). 29 Fig. 21.- Cerámica Arhuaturo Inca (Browman 1970: Fig. 183). El patrón de asentamiento durante el periodo Intermedio Tardío continuó sin que se perciban cambios desde la época Quinsahuanca (800-1050 d.C.). En este periodo, para Browman (1970: p. 235) los recintos que tenían patios entre 8 y 10 metros de diámetro habrían correspondido a la población con mayor jerarquía, mientras que los recintos que tenían patios entre 4 y 5 metros de extensión corresponderían a la población más humilde. Fig. 22.- Edificio del Intermedio Tardío (Browman 1970: Fig. 9). Browman (1970) indica que muchos de los sitios que registró para este periodo se encontraban asociados a numerosos y amplios corrales, llevándolo a proponer que en esta época la ganadería tuvo un gran desarrollo. Del mismo modo, registra una notable 30 cantidad de azadas para este tiempo, esto lo lleva a interpretar que la agricultura tuvo mucha práctica también. Para Browman (1970) el periodo Horizonte Tardío coincide con la fase Arhuaturo Inca (1460-1532 d.C.), que es cuando el Tawantinsuyo tiene dominio sobre el valle. En este tiempo se erigen diversos sitios administrativos tipo tambo, siendo el más representativo el de Hatun Xauxa y la población sería movilizada a las zonas bajas del valle. Durante este periodo los sitios que fueron ocupados desde el periodo Arhuaturo (1250-1460 d.C.) continuarían siendo habitados, pero en este tiempo, estos sitios presentan un planeamiento de influencia Tawantinsuyo, con grandes patios centrales. La influencia cusqueña no se reflejaría mucho en el tratamiento de la piedra ni tampoco en la técnica constructiva. Además, en este periodo incrementa el número de los depósitos de forma circular y cuadrangular (Browman 1970). Para finalizar, Browman (1970) realiza una comparación entre su clasificación de la cerámica y los primeros estudios realizados por Lumbreras (1957) y Matos (1959). De esta manera, dentro de la categoría de la cerámica Mantaro Base Clara, agrupa la cerámica Cochachongos, Uchupas, Usupuquio, Huacrapuquio, Calpish, Quinsahuanca, Matapuquio y Arhuaturo. Del mismo modo, dentro de la categoría de la cerámica Mantaro Base Roja, agrupa al estilo Calpish, Quinsahuanca, Arhuaturo, Arhuaturo Inca y algunos estilos Tawantinsuyos (ver Fig. 23). Lumbreras (1957) Browman (1970) Mantaro Base Clara Cochachongos Uchupas Usupuquio Huacrapuquio Calpish Quinsahuanca Matapuquio Arhuaturo Mantaro Base Roja Calpish Quinsahuanca Arhuaturo Arhuaturo Inca Estilos Tawantinsuyos Fig. 23.- Cuadro comparativo entre la clasificación de la cerámica de Lumbreras (1957) y Browman (1970). 31 Entre la década de los años 70 y 80 se desarrolló el Proyecto de Investigación Arqueológica Alto Mantaro (en abreviación Proyecto Alto Mantaro). Los miembros de este proyecto se enfocaron principalmente en estudiar la zona norte del valle, en gran parte de lo que actualmente comprende la región de Jauja y Yanamarca (cfr. Earle et al. 1978; Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; Hastorf et al. 1989; D’Altroy y Hastorf 2001) (ver Fig. 1). Los objetivos de este proyecto fueron investigar cómo en esta área del Mantaro se produjo el surgimiento de las jerarquías políticas, cómo fue el desarrollo socioeconómico en relación con el uso de los recursos naturales y, por último, conocer el impacto político y económico del Tawantinsuyo sobre los Xauxas. Para realizar esto, el Proyecto Alto Mantaro llevó a cabo prospecciones con recolección de material y excavaciones en sitios tempranos (Pancan) y tardíos (Tunanmarca, Umpamalca, Marca, Hatunmarca y Hatun Xauxa) (cfr. Earle et al. 1978; Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; Hastorf et al. 1989; D’Altroy 1992; Earle 1997). Los miembros del Proyecto Alto Mantaro platearon una cronológica de ocho fases para la zona norte del valle. Según esta propuesta, gran parte del periodo Intermedio Temprano se subdivide en las fases Huacrapukio I (200-500 d.C.) y Huacrapukio II (500- 600 d.C.). La fase Huacrapukio II (600-800 d.C.) abarca también la primera mitad del Horizonte Medio seguida por la fase Wanka I (800-1000 d.C.). El periodo Intermedio Tardío sería dividido en dos fases, en el Wanka I (800-1250 d.C.) y en el Wanka II (1250- 1460 d.C.). Mientras que la fase Wanka III coincidiría con el periodo Horizonte Tardío (1460-1532 d.C.) (cfr. Earle et al. 1978; Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; Hastorf et al. 1989; D’Altroy 1992; D’Altroy y Hastorf 2001) (ver Fig. 24). 32 Fig. 24.- Cronología propuesta por los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et al. 1989). Hastorf y sus colegas (et al. 1989) propusieron que en el periodo Huacrapukio I (200-500 d.C.) los asentamientos no fueron muy grandes, algunos presentaron muros perimetrales y se encontraron ubicados en las zonas elevadas. Las hostilidades parecen disminuir entre las fases el Huacrapukio I (200-500 d.C.) y Huacrapukio II (500-800 d.C.), puesto que en el Huacrapukio II los sitios ya no presenten muros defensivos y se ubican en las zonas bajas del valle. Los autores citados señalan también que los edificios domésticos durante el Huacrapukio I (200-500 d.C.) y Huacrapukio II (500-800 d.C.) tenían bases circulares, de un diámetro aproximado entre 6 y 8 m. y adosados a un patio. Así mismo, los muros de estos edificios poseían bases de piedras y paramentos de adobe. 33 Fig. 25.- Edificios de base circular del sitio arqueológico Pancan correspondientes al periodo Intermedio Temprano (Hastorf et al. 1989: Fig. 7). En la cerámica del periodo Huacrapukio I (200-500 d.C.) predominan los cuencos, con acabado pulido y en su interior se encuentran las decoraciones lineales y zoomorfas en forma de camélidos de color púrpura. Durante el periodo el Huacrapukio II (500-800 d.C.) la cerámica tiene similares motivos decorativos que la cerámica producida en el periodo Huacrapukio I (Hastorf et al. 1989). Entre las formas de cerámica producidas en el periodo Huacrapukio I y Huacrapukio II, también se encuentran los cántaros, pero en menor medida. Estos tienen modelado tosco alrededor del cuello, labios gruesos y doblados, con decoraciones pintadas en color púrpura en forma de líneas rectas y ondeantes. En todo este tiempo (Huacrapukio I y Huacrapukio II) se elaboran figurillas de camélidos gestantes y otras con motivos antropomorfos. En síntesis, durante el Huacrapukio I (200-500 d.C.) y Huacrapukio II (500-800 d.C.), las comunidades del norte del valle de Mantaro fueron pequeñas, agrícolas y relativamente igualitarias (Hastorf et al. 1989). 34 Fig. 26.- Cerámica Huacrapukio, hallada en el sitio arqueológico Pancan (Hastorf et al. 1989: Fig. 8). Para Hastorf y sus colegas (et al. 1989), como también para Borges (1988), los Wari no habrían ocupado la zona norte del valle del Mantaro durante el periodo Horizonte Medio, porque en sus registros fue escaso el material cultural Wari. Advierten, además, que para el año 800 d.C. ocurrió un cambio en la alfarería local, ya que existen marcadas diferencias entre la cerámica producida entre el periodo Huacrapukio II y Wanka I. Así mismo, observan que el área de los recintos domésticos se reduce. Los miembros del Proyecto Alto Mantaro a pesar de plantear que los Wari no ejercieron poder en el norte del valle del Mantaro, indican que los cambios producidos en la tradición alfarera y en la arquitectura doméstica se debería porque la gente de este sector del valle habría adoptado nuevos patrones culturales a partir de su interacción política y comercial con los Wari. Para el periodo Wanka I (800-1000 d.C.) los miembros del Proyecto Alto Mantaro plantean que por alguna razón las condiciones políticas y sociales en la región norte del valle se volvieron inestables. Ellos llegan a esta conclusión porque advierten que la gente asentada en las zonas bajas pasó a poblar las zonas altas, estableciendo sitios fortificados (cfr. Hastorf et al. 1989; Borges 1988). Los integrantes del Proyecto Alto Mantaro dividen el periodo Intermedio Tardío en dos (Wanka I y Wanka II). Durante el Wanka I (1000-1250 d.C.) el número de 35 asentamientos y su conformación arquitectónica se mantendría sin cambios como venía dándose desde finales del periodo Horizonte Medio. En este tiempo no hubo un incremento en la población y no se evidencia que esta tuviera mayor complejidad político- social. La cerámica, por su parte, es producida toscamente, presentando un tipo de pasta porosa con inclusiones grandes y acabados no muy finos (D’Altroy y Hastorf 2001). La inestabilidad política que caracteriza los años finales del Wanka I (800-1250 d.C.), se intensifica en el periodo Wanka II (1250-1460 d.C.), estableciéndose condiciones de conflictos endémicos. En el Wanka II se construyen asentamientos muchos más grandes y fortificados. Los recintos domésticos son más pequeños que los registrados en los periodos tempranos y los edificios domésticos de base circular se encuentran asociados a un patio (Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; D’Altroy 1992; Earle 1989; 1997; DeMarrais 2001). Durante el Wanka II, a pesar de imperar la inestabilidad política, la población aumentaría llegando a un máximo de 61 000 habitantes, aproximadamente. El incremento poblacional sería contradictorio con las condiciones climáticas, ya que para este tiempo (1200-1500 d.C. aprox.) se registra una disminución en las temperaturas; situación perjudicial para la actividad agrícola, la que es por supuesto fundamental para el sostenimiento de una población en crecimiento. Estas condiciones climáticas hicieron que la mortalidad infantil fuera alta y la expectativa de vida baja (D’Altroy 1992; Earle 1997; D’Altroy y Hastorf 2001; Johnson y Earle 2011). La causa de este incremento, según el Earle (1997, 2001) se debería al contexto político, pues las constantes luchas propiciaron el aumento de la población, ya que, a mayor natalidad, los líderes belicosos cubrirían su necesidad de contar con más guerreros (cfr. Johnson y Earle 2011). 36 Fig. 27.- Edificios del periodo Intermedio Tardío de los Xauxas (D’Altroy 2015). En el Wanka II (1250-1460 d.C.) a partir del registro de sitios de diversos tamaños, para Earle (1987, 1989, 1997, 2001) y colegas (et al. 1987; Johnson y Earle 2011) como también para D’Altroy (1992, 2001), la población norteña del valle ya presentaría diferencias de estatus y se caracterizaría por tener una organización claramente jerarquizada. Esta conclusión se desprende de las características de la arquitectura residencial. Las unidades domésticas de la población común, se localizaron preferentemente en las periferias de los asentamientos, fueron pequeñas y con mampostería tosca, y sus grupos-patio se conformaban de entre uno a tres edificios de base circular asociados. En contraste, las unidades domésticas de las élites eran mucho más grandes que los de la población común, tenían una mampostería fina y se ubicaban en las áreas centrales de los asentamientos. 37 Fig. 28.- Mampostería de los edificios de la población común Xauxa (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 6.11b). Fig. 29.- Mampostería de los edificios de la población de élite Xauxa (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 6.11a). La alfarería en el norte del valle del Mantaro, durante el Wanka II, según Costin (2001) se caracterizó por la producción de tres tipos de cerámica, dos de elaboración local y una foránea. El tipo de cerámica Engobe Micáceo y el segundo tipo, que engloba los estilos Base Clara, Engobe Crema y Wanka Rojo, fueron producidos en la región norte del Mantaro, ya que en los sitios de esta área del valle se hallaron hornos y herramientas relacionadas con su confección. Así mismo, se plantea que estos tipos de cerámica fueron de uso común entre la población, principalmente la cerámica Engobe Micáceo porque se presenta recurrentemente en forma de olla, tienen mucho hollín y no poseen decoraciones. 38 Mientras que el tipo de cerámica Temperante con Andesita sería de manufactura foránea, ya que en la zona norte del Mantaro no se hallaron evidencias materiales de su elaboración; postulándose que esta cerámica provendría de la zona sur del valle. Este último tipo de cerámica es también catalogada como de uso restringido por sus características físicas y por hallarse preferentemente en los recintos domésticos de la élite (cfr. D’Altroy y Hastorf 2001). Fig. 30.- Cerámica del tipo Base Clara y Wanka Rojo descrita por el Proyecto Alto Mantaro (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 9.3). Fig. 31.- Cerámica del tipo Temperante con Andesita descrita por el Proyecto Alto Mantaro (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 9.4). 39 Con respecto a la organización política durante el periodo Wanka II (1300-1460 d.C.), Earle (1987, 1989,1997, 2001) y sus colegas (et al. 1978, 1987; Johnson y Earle 2011) indicaron que la población septentrional del valle estuvo organizada en Jefaturas, mediante una estructura de poder centralizada. Mientras que el sistema productivo se caracterizó por el autoabastecimiento de los ayllus y la inexistencia de talleres especializados. Por estas razones se plantea que esta población tuvo un sistema de producción especializada por comunidades, abarcando muchos rubros y realizándolas estacionalmente. El periodo Wanka III (1460-1532 d.C.) se destaca la presencia del Tawantinsuyo en la zona norte del valle del Mantaro. Según Earle (1997, 2001) y D’Altroy (1992, 2001), durante este tiempo, la población se reduce a 36 000 personas aproximadamente. A pesar de que la paz impuesta por el Tawantinsuyo, haría suponer en un aumento considerable en la población local, lo cierto es que esto no sucedió. Para Earle (1997, 2001) es posible que la paz impuesta por los cusqueños haya hecho innecesaria la gestación de más niños que fueran guerreros en el futuro. Esta sería una de las causas de la disminución de la población, muy a pesar de que en esta época la producción agrícola y ganadera fue más intensa a comparación de periodo Wanka II (cfr. Earle y D’Altroy 1989). Durante este mismo periodo, la población asentada en la parte norte del Mantaro se movilizó desde las zonas altas hacia el llano. La nueva situación política hizo que los asentamientos fundados en la fase Wanka II decayeran y perdieran su posición política y nuevos asentamientos surgieran, tales como Marca, Hatunmarca y Hatun Xauxa. Probablemente el traslado de la población y el surgimiento de nuevos asentamientos se debieron a la nueva infraestructura agrícola implementada por el Tawantinsuyo y por la preferencia al cultivo del maíz (Earle y D’Altroy 1989; Hastorf 1990; D’Altroy 1992; D’Altroy y Hastorf 2001). 40 Por otra parte, el Tawantinsuyo propiciaría la intensificación de la producción local, con el fin de que esta lograra cumplir con la cuota de bienes que requerían los cusqueños. A consecuencia de esto, los patios de las unidades domésticas, lugar asignado como el epicentro de las labores manuales, se ampliarían (Earle et al. 1987; D’Altroy 1992; Earle 1997; DeMarrais 2001; D’Altroy 2001). Earle (2001) propone que el Tawantinsuyo, en la zona norte del Mantaro, insertó dentro de su sistema administrativo a las élites locales y a la vez mermó el poder de estas. Los cusqueños celebraron grandes festines en donde no solo habrían hecho partícipe a las élites Xauxas, sino también a la población común. De esta forma, el Tawantinsuyo incentivó a que la población común Xauxa tengan relaciones con los representantes de la administración cusqueña, y que dejen de depender directamente de las élites Xauxas (cfr. Johnson y Earle 2011). Bajo la administración del Tawantinsuyo, las diferencias entre el tipo de alimentación y obtención de bienes de lujo entre la población común y la élite Xauxa disminuyen notablemente. De esta manera, la población común también habría accedido a una variedad de recursos y bienes de lujo de los cusqueños (D’Altroy 1992; Earle 2001). El Tawantinsuyo, según los miembros del Proyecto Alto Mantaro, no tuvo mucha injerencia en la vida doméstica de la población. Los cusqueños solo habrían intervenido en determinados aspectos económicos que estuvieron en sintonía con sus intereses primarios. Por esta razón, los cusqueños apoyaron el autoabastecimiento de los ayllus Xauxas, ya que esto ayudo a que el Tawantinsuyo obtuviera rápidamente los bienes que necesitaban de la población local (Costin 2001; Earle 1997; D’Altroy 1992; 2001). En conclusión, todos los trabajos desarrollados en esta segunda etapa de las investigaciones hechas en el valle del Mantaro, han proporcionado amplios y articulados planteamientos que han intentado explicar cómo se desarrolló la gente de este lugar entre 41 el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. Browman expuso una cronología que sustento una narrativa homogénea sobre el desarrollo cultural de todo el Mantaro, mientras que, por otro lado, el Proyecto Alto Mantaro elaboró un modelo interpretativo de la evolución social y política específicamente de la parte norte del valle. Entre estas dos investigaciones se advierten algunas similitudes y particularidades, tanto en el registro y clasificación de las evidencias, así como en las interpretaciones. Entre los aspectos particulares, Browman a pesar de estudiar todo el valle, no encuentra el tipo de cerámica Engobe Micáceo que los integrantes del Proyecto Alto Mantaro si lo hacen en la zona norte del Mantaro. Browman registra el tipo de cerámica Calpish, mientras que los del Proyecto Alto Mantaro no. En cuanto a la cerámica de la época pre Wari (0 – 800 d.C.), Browman la clasifica a partir de las características de su pasta, pero en especial por sus decoraciones. Mientras que los integrantes del Proyecto Alto Mantaro clasifican esta cerámica preferentemente por su pasta, dejando en un segundo lugar el aspecto decorativo, debido a la dificultad de encontrar en ellos algún patrón recurrente. Browman señala que durante el periodo Intermedio Temprano, en todo el valle la ganadería fue la principal actividad productiva, y los miembros del Proyecto Alto Mantaro señalan que en la zona norte lo sería la agricultura. Por último, Browman interpreta que los Wari ocuparon todo el valle, siendo más focalizada su presencia en la zona sur. Mientras que los miembros del Proyecto Alto Mantaro señalan que los Wari ocuparon la zona sur y que los norteños solo interactuaron política y económicamente con los ayacuchanos. Por otro lado, entre las similitudes, Browman y los miembros del Proyecto Alto Mantaro no encuentran evidencias numerosas de la cerámica Wari y Tawantinsuyo. Estos dos trabajos también advierten que, en todo el valle, aproximadamente en el transcurso del periodo Horizonte Medio, se produjo un cambio importante en el patrón alfarero y 42 arquitectónico. Browman y los integrantes del Proyecto Alto Mantaro indican que en el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.) no se percibe en la población del Mantaro una clara diferenciación jerárquica, siendo esta calificada como una sociedad de estructura política y social igualitaria. Mientras que para los años siguientes al 800 d.C., estos dos estudios, concluyen que si se aprecia una clara diferencia jerárquica entre los naturales de este valle. Por último, tanto Browman como los miembros del Proyecto Alto Mantaro, concuerdan en que el Tawantinsuyo ocupo todo el valle, promoviendo cambios en el patrón de asentamiento e incentivando la agricultura. A partir de la revisión del trabajo de Browman (1970) y la de los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Earle et al. 1978; Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; Hastorf et al. 1989; D’Altroy y Hastorf 2001), se advierte que el desarrollo cultural de los naturales de esta parte de los Andes centrales, no puede ser interpretado como un proceso homogéneo, como lo plateo Browman (1970) inicialmente. El estudio de específicas partes de este valle, como lo hizo el Proyecto Alto Mantaro en la zona norte, ha proporcionado valiosa información que permite entender que a lo largo de todo el Mantaro existen subregiones en donde hubo hechos particulares. Es importante identificar y analizar cada uno de estos contextos particulares, para comprender a manera general cómo fue el devenir cultural de todo este valle. 1.1.3.- TERCERA ETAPA Los trabajos que conforman la tercera etapa de las investigaciones hechas en el valle del Mantaro se pueden clasificar a criterio de autor en dos grupos. En el primer grupo están los estudios que, a pesar de registrar nuevos datos tanto para los periodos tempranos como tardíos, han replicado las propuestas que hicieran Browman y los 43 miembros del Proyecto Alto Mantaro (cfr. Mallma 2004; Villenas et al. 2009, Perales 2004 a, 2004b, 2005, 2011a; Perales et al. 2015). En estos trabajos, cuando se refieren al periodo pre Wari (0-800 d.C.) reiteran lo planteado por Browman (1970). Mientras que para los periodos tardíos (Intermedio Tardío y Horizonte Tardío), además de replicar lo propuesto por Browman (1970), generalizan para todo el valle lo que los miembros del Proyecto Alto Mantaro (cfr. D’Altroy y Hastorf 2001) plantearon para la zona norte. Además, en estos trabajos resalta el consenso en afirmar que los Wari ocuparon todo el valle (cfr. Mallma 2004; Villenas et al. 2009), sin tomar en cuenta dentro de su discusión lo postulado por Hastorf y sus colegas (et al. 1989), como también por Borges (1988). Recordemos que, para los autores mencionados, los Wari ejercieron el control sobre la zona sur pero no ocuparon la parte norte del valle. En los trabajos que comprenden el segundo grupo de la tercera etapa de las investigaciones hechas sobre el valle del Mantaro se exponen nuevos datos y se realizan reevaluaciones sobre algunos aspectos, principalmente para el periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Entre estos trabajos se encuentran los realizados por Hastorf (2001), Navarro (2012, 2013, 2014) y Perales (2017), quienes someten a crítica el modelo centralista de Jefatura planteado por Earle (1997, 2001) (Johnson y Earle 2011) para el caso de los Xauxas en el periodo Intermedio Tardío. Para los autores citados, los datos registrados en la zona norte del valle indicarían que los Xauxas estuvieron organizados en un sistema heterárquico, es decir se encontraron políticamente fragmentados. Además, Navarro (2012, 2013, 2014) a partir de sus estudios en los sitios Xauxas de Anjushmarca, Marcahasha y Huajlasmarca, advierte que posiblemente en esta sociedad no prevaleció un sistema productivo especializado del tipo comunal o por asentamientos como lo indicaron los miembros del Proyecto Alto Mantaro (cfr. Earle et al. 1978; Earle et al. 44 1980; Earle et al. 1987; Earle 1997, 2001; Johnson y Earle 2011), sino que cada sitio habría sido multi-productivo y autosuficiente. En cuanto al periodo Horizonte Tardío, para la zona norte del valle del Mantaro, Perales (2013) realiza investigaciones sobre Hatun Xauxa, un importante Tambo del Tawantinsuyo. Este trabajo ayudó a comprender mejor la real extensión de este sitio y a conocer las actividades productivas que se habrían desarrollado en este lugar; así como ahondar en su importancia dentro del sistema estatal del Tawantinsuyo (Perales y Rodríguez 2016). Perales (2004a, 2004b, 2011a, 2011b) en la zona sur del valle del Mantaro llega a identificar la presencia del Tawantinsuyo en los sitios Guancas de Arhuaturo y Huaturí. Además, propone sobre la base de los trabajos de Dumbar Temple (1942), que los ayllus de Arhuaturo lejos de ofrecer resistencia, habrían buscado anexarse al Tawantinsuyo con la finalidad de obtener beneficios políticos. Perales (2018) también contribuye con un análisis sobre el Qhapaq Ñan en el valle del Mantaro, remarcando que el Tawantinsuyo habría establecido esta red vial como un símbolo de poder sobre el valle. En suma, todos los trabajos que comprenden la tercera etapa de las investigaciones hechas en el valle del Mantaro, han contribuido con nuevos datos, enfoques y postulados. Estos aportes demuestran que a pesar de haberse emprendido extensos estudios que proporcionaron elaboradas interpretaciones y mucha evidencia empírica, aún existen áreas de este valle que necesitan ser analizadas –como la zona sur– y tópicos que son necesarios discutir. 1.2.- PROBLEMÁTICA Es importante recordar que en el desarrollo de la arqueología de esta parte de los Andes centrales, las principales propuestas se han sustentado de datos provenientes de 45 diversos puntos del valle y en especial de la zona norte, no siendo muy utilizadas las evidencias recolectadas del área austral del Mantaro. En cuanto a las problemáticas expuestas en este acápite, a criterio del autor, comprenden temas que en el desarrollo de la arqueología del valle del Mantaro no han sido tratadas a profundidad y otras que necesitan ser reevaluadas, a partir del re-estudio de los datos ya expuesto y del análisis de otros nuevos. Tomando en cuenta todo lo señalado, en esta tesis, en los capítulos venideros, se intenta contribuir en el desarrollo de la arqueología de este valle, abordando las problemáticas expuestas en este punto. Para ello, el autor, analiza los datos provenientes de áreas no muy investigadas, como lo es la zona sur del Mantaro y en especial del sitio arqueológico Arhuaturo, y también revisa la información ya expuesta sobre todo este valle. 1.2.1.- APROXIMACIÓN A LAS IDENTIDADES SOCIALES EN EL VALLE DEL MANTARO En la arqueología del valle del Mantaro, la discusión sobre el tema de identidades étnicas, sociales y políticas que fueron adoptadas o negociadas por las poblaciones de este valle es aún incipiente. Este es por supuesto un tema polémico, cuyo estudio está limitado tanto por la cantidad y calidad de los vestigios de la cultura material, como por el estado de la crítica de las fuentes históricas coloniales, las cuales por supuesto ofrecen un punto de partida. A pesar de contar con un considerable registro arqueológico, el estudio de las identidades sociales durante la época pre Wari (0-800d.C.) en el valle del Mantaro no ha sido muy abordado. Todavía está abierto a discusión si toda la población del Mantaro constituyó una sociedad cohesionada por lazos étnicos e interdependencias políticas. O si, por el contrario, esta fue una organización completamente fragmentada en pequeñas 46 comunidades territoriales y/o de parentesco, compuestos por asentamientos autónomos o tal vez por grupos confederados de tamaño reducido. Por su parte, las fuentes coloniales (Estete 1917 [1532-1533]; Vega 1965[1582]; Cieza de León 1967 [1533]; Guamán Poma de Ayala 1980 [1614]) coinciden en señalar que, en el valle del Mantaro, desde antes de la presencia del Tawantinsuyo, coexistieron los grupos étnicos Xauxas y Guancas; cuyos territorios se extendían respectivamente en el norte y sur del Mantaro. Browman (1970) a pesar de conocer por referencias etnohistóricas que en la zona norte del valle se desarrollaron los Xauxas y en el sur los Guancas, no identificó alguna diferencia entre la cultura material, la cual podría ser interpretada como la materialización de la identidad social de alguno de estos dos grupos. Los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; D’Altroy 1992; D’Altroy y Hastorf 2001) como también Navarro (2012, 2014), han proporcionado información sobre la cultura material que habría podido identificar a los Xauxas, la cual se manifestaría en la cerámica Engobe Micáceo. Esta cerámica hasta la fecha solo ha sido reportada en la zona norte del valle del Mantaro. La falta de estudios en la zona sur del valle ha sido el principal impedimento para aseverar o negar si la cerámica Engobe Micáceo representaría de manera exclusiva la materialización de la identidad de los Xauxas. El estudio de la zona sur del valle sería importante para conocer si el tipo de cerámica Engobe Micáceo también fue producida por los Guancas del sur del Mantaro, o si estos últimos tuvieron otro tipo de cerámica que los identificara en contraposición de sus vecinos los Xauxas. Por otra parte, es importante analizar cómo la identidad social de la población del valle del Mantaro se habría visto afectada por la influencia política Wari y Tawantinsuyo, o de qué forma estas dos organizaciones políticas foráneas contribuyeron en la 47 construcción de la identidad de los grupos sociales de este valle (cfr. Tajfel 1974, 1978; Rosenfeld 1994-1995; Gómez y Vázquez 2015). 1.2.2.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO La discusión sobre la organización política y social en el valle del Mantaro durante la época pre Wari (0-800 d.C.) tiene por común denominador el consenso por aseverar que la población de este valle tuvo carácter fragmentario, carente de amplias diferencias jerárquicas y sin una clara distinción de clases. Se llega a esta conclusión, principalmente, porque para este periodo no se registró arquitectura monumental, contextos funerarios importantes o artefactos de lujo pertenecientes a un grupo altamente jerarquizado (Browman 1970; Borges 1988; Hastorf et al. 1989). A criterio del autor, los factores que no han permitido refrescar la discusión sobre cómo la población del valle del Mantaro se habría estructurado política y socialmente durante la época pre Wari, han sido las siguientes: En primer lugar por el asiduo uso del criterio de la presencia/ausencia de la arquitectura monumental, en segundo lugar por la constante cita de los modelos evolutivos unilineales y por último, por la falta de estudio de otros tipos de vestigios arqueológicos, como por ejemplo la cerámica. Por otro lado, la discusión sobre cómo los Wari ejercieron poder en el valle del Mantaro, no ha sido avivada desde hace mucho tiempo. Hasta el momento, solo se cuenta con dos propuestas, una que afirma que los Wari tuvieron control de todo el valle (Browman 1970; Mallma 2004; Villenas et al. 2009) y otra que indica que los Wari sólo ejercieron poder en la zona sur, más no en la parte norte del Mantaro (Borges 1988; Hastorf et al. 1989). Es importante continuar estudiando este tema, porque no basta analizar si los Wari ocuparon o no este valle, también es necesario indagar el contexto 48 político-social que los Wari enfrentaron a su llegada al valle del Mantaro, y cómo acorde a ese contexto los ayacuchanos ejercieron poder. Con respecto a las sociedades tardías pos Wari como la Xauxa y la Guanca, inicialmente para el caso de los Xauxas se ha propuesto que estarían organizados mediante el modelo de Jefaturas, con una estructura de poder vertical y centralizada (Earle 1987, 1989, 1997, 2001, Johnson y Earle 2011). Posteriormente, se ha formulado una hipótesis diferente: los Xauxas no se rigieron por un sistema político centralizado, sino por uno fragmentado, en donde cada una de las diversas facciones, o ayllus Xauxas, compitieron por la hegemonía (Hastorf 2001; Navarro 2012, 2013, 2014; Perales 2017). Para el caso de los Guancas, debido a la escaza investigación en la zona sur del valle, en un principio se generalizó que esta sociedad, al igual que la Xauxa, se habría organizado en una estructura política centralizada tipo Jefatura (cfr. Mallma 2004; Villenas et al. 2009; Perales 2004a, 2004b, 2011a). No obstante, a partir de las últimas discusiones que se han generado sobre cómo los Xauxas se organizaron política y socialmente, es necesario continuar con el estudio y debate sobre la organización política y social que habrían tenido los Guancas, y establecer si esta sociedad tuvo un sistema de poder centralizado o fragmentado. A pesar de existir un consenso en señalar que el Tawantinsuyo ha ejercido el dominio político sobre toda la población del valle del Mantaro, aún queda abierto a la discusión el tema de qué forma o empleando qué estrategias los cusqueños anexaron a los ayllus Xauxas y Guancas dentro de su organización política (cfr. Browman 1970; Earle y D'Altroy 1989; D’Altroy 1992, 2001; D'Altroy y Hastorf 1984; D'Altroy y Earle 1992; Mallma 2004; Perales 2005, 2011b Villenas et al. 2009). 49 D’Altroy (1992, 2001) propone que el Tawantinsuyo subyugó a todos los Xauxas ejerciendo control directo, pero esta hipótesis fue elaborada a partir del primer supuesto de que los Xauxas tuvieron una organización política centralizada en la época previa a la conquista del Tawantinsuyo. No obstante, como se ha ido proponiendo últimamente, los Xauxas carecían de tal organización, ya que estos se habrían encontrado políticamente fragmentados (cfr. Hastorf 2001; Navarro 2012, 2014; Perales 2017). De ser cierto lo señalado, esto implicaría que los cusqueños pudieron no emplear una sola táctica para someter por una a todas las facciones y ayllus Xauxas, ya que cada una de estas pudo haber ofrecido distintos grados de resistencia o tal vez colaboración. Es importante también estudiar de qué forma el Tawantinsuyo ejerció poder sobre los Guancas, tomando en cuenta si estos últimos tuvieron una organización política centralizada o fragmentada. Así mismo, es importante conocer cómo el Tawantinsuyo habría modificado el sistema político original de los Xauxas y Guancas cuando estos fueron anexados al sistema estatal cusqueño. 50 CAPÍTULO 2 2.- INVESTIGACIÓN EN EL SITIO ARQUEOLÓGICO ARHUATURO El sitio arqueológico Arhuaturo está ubicado políticamente en el anexo de Ñahuinpuquio, distrito de Ahuac, provincia de Chupaca, departamento de Junín. Con 40 hectáreas de extensión, Arhuaturo está emplazado muy cerca del lago Ñahuinpuquio, en la cuenca baja del río Cunas, en la zona sur del valle del Mantaro (Coordenadas UTM WGS 84: N 463241.70; E 8665963.83) (ver Fig. 32). Fig. 32.- Ubicación del sitio arqueológico Arhuaturo en el área sur del valle del Mantaro (redibujado de Perales 2004b). Arhuaturo se encuentra sobre una colina de relieve ondoneante y ha sido sectorizado en tres áreas. El Sector I, llamado Lliullaca, está ubicado en la zona sur sobre una pequeña elevación. El Sector II, Huinso, se halla en el área central de Arhuaturo, en una depresión. Por último, el Sector III, denominado Shumarsha, se encuentra en la zona norte de Arhuaturo sobre un área elevada (Perales 2004b, 2011a) (ver Fig. 33). 51 Fig. 33.- Sitio Arqueológico Arhuaturo y su sectorización (dibujo Nathaly Solis). 2.1.- ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN EN ARHUATURO Inicialmente, Arhuaturo fue registrado por Browman (1970) como un conglomerado de varios sitios (PJuM 639, PJuM 640 y PJuM 641, PJuM642, PJuM 643, PJuM 644 y PJuM 645). Posteriormente, Perales (2004b, 2011a) sectoriza este sitio en tres (Sector 1-Lliullaca, Sector 2 - Huinso y Sector 3 - Shumarsha), para lo cual tomó como referencia la arquitectura y el relieve donde se asentó Arhuaturo. Por su parte, el autor, utiliza la sectorización planteada por Perales (2004b, 2011a) para analizar este sitio y definir la ubicación de las unidades de excavación (ver Fig. 33). 52 Browman (1970) no excavó en Arhuaturo, solo hizo un reconocimiento superficial, llegando a determinar que este sitio tuvo ocupación tardía (Intermedio Tardío y Horizonte Tardío). Entre los planteamientos generales que hace Browman (1970) sobre el desarrollo cultural en el valle del Mantaro durante el periodo Intermedio Tardío, menciona que, en los sitios de ese tiempo, entre ellos Arhuaturo, la población local de mayor jerarquía ocupo las unidades domésticas más grandes, mientras que la población de menor categoría vivió en pequeñas unidades domésticas. Browman (1970) indica que la economía durante este periodo se sustentó en la agricultura y en la ganadería. Este mismo también plantea que Arhuaturo continuó siendo ocupada durante el periodo Horizonte Tardío. En este asentamiento, como en muchos otros del valle, el Tawantinsuyo habría materializado su autoridad sobre la población local construyendo edificaciones cusqueñas tipo kallankas y colcas. Perales (2004b, 2011a), coincide con Browman (1970) al señalar que Arhuaturo fue habitado durante los periodos tardíos (Intermedio tardío y Horizonte Tardío). Propone, además, sin un sustento empírico claro, que la población de este sitio en el periodo Intermedio Tardío se habría organizado mediante el modelo de Jefaturas. Señalando que, en la zona sur del valle del Mantaro, en la cuenca baja del río Cunas, Arhuaturo habría sido importante y contando con sitios satélites que dependieron política y económicamente de este. Por otra parte, Perales (2004b, 2011a) a partir de la revisión de algunas fuentes etnohistóricas (cfr. Dumbar Temple 1942 y Pachatuti Yampi 1995 [1613]), plantea que durante el Horizonte Tardío los ayllus de Arhuaturo se habrían anexado rápidamente al Tawantinsuyo cuando estos llegaron al Mantaro. Durante este último periodo prehispánico, es posible que Arhuaturo fuera parte de una cadena productiva textil 53 regional instaurada por el Tawantinsuyo; siendo la función de los ocupantes de este asentamiento proveer de lana de camélido al sitio arqueológico Acllahuasi (ubicado al este de Arhuaturo), donde se desarrollarían labores textiles a gran escala (Castro 1992). En conclusión, sobre Arhuaturo, a partir de los datos recolectados de su superficie, se ha planteado que fue ocupado sin interrupción durante los periodos tardíos. En el periodo Intermedio Tardío habría sido un centro importante de poder local en la zona sur del valle del Mantaro. Posteriormente, en el transcurso del Horizonte Tardío, desempeñaría un rol administrativo dentro del sistema estatal Tawantinsuyo. 2.2.- RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN REALIZADA EN ARHUATURO La investigación emprendida en Arhuaturo proporcionó una importante cantidad de material cultural. Las evidencias empíricas estudiadas de este sitio, fueron registradas en superficie y también en el subsuelo. Todo el material óseo y cerámico analizado en este capítulo proviene de las excavaciones hechas en Arhuaturo. En todos los sectores de Arhuaturo (Sector 1-Lliullaca, Sector 2 - Huinso y Sector 3 - Shumarsha) se realizaron excavación, siendo estas un total de 19. En el Sector I (Lliullaca) se aperturaron las excavaciones N° 1, N° 2, N° 3, N° 4, N° 5 y N° 6. En el Sector II (Huinso) se ejecutaron las excavaciones N° 7, N° 8, N° 9, N° 10, N° 11, N° 12 y N° 13. Por último, en el Sector III (Shumarsha) se llevaron a cabo las excavaciones N° 14, N° 15, N° 16, N° 17, N° 18 y N° 19 (ver Fig. 34) (ver Anexo 1 para apreciar el registro de cada una de las excavaciones). 54 Fig. 34.- Ubicación de las excavaciones hechas en el sitio arqueológico Arhuaturo (dibujo de Nathaly Solis). 2.2.1.- ANÁLISIS DE CERÁMICA En Arhuaturo se hallaron 4045 fragmentos de cerámica, 1272 correspondieron al tipo diagnóstico (bordes, cuellos, bases, asas y cuerpos decorados) y 2773 al tipo no diagnóstico. En este trabajo se tomó en cuenta para el análisis solo la cerámica diagnóstica. 55 2.2.1.1.- METODOLOGÍA La cerámica diagnóstica fue analizada y clasificada por medio de su pasta, forma y decoración. Para el estudio de la pasta se utilizó una lupa digital y manuales de minerología, con los cuales se pudo analizar la textura y la proporción de las inclusiones minerales presentes en las pastas (cfr. Druc y Chavez 2014; García y Flos 2008). Sobre las pastas, también se hicieron análisis químicos mineralógicos por difracción de rayos X (DRX). En este proceso se determinó de manera semi-cuantitativa los diversos elementos presentes en estas, los cuales abarcaron desde el sodio (Z=11) hasta el uranio (Z=92). En este examen mineralógico, llevado a cabo en el laboratorio Bizlab, se determinó las fases cristalinas presentes en cada muestra, siendo el límite de detección el 1%. 2.2.1.2.- RESULTADOS DEL ANÁLISIS DE LA CERÁMICA La cerámica diagnóstica hallada en Arhuaturo fue catalogada en ocho (8) tipos, y el principal criterio para clasificarlas fue por medio de la pasta. Fig. 35.- Tipos de cerámica registradas en Arhuaturo. 485 200 354 75 56 62 20 20 0 100 200 300 400 500 600 Tipo 1 Tipo 2 Tipo 3 Tipo 4 Tipo 5 Tipo 6 Tipo 7 Tipo 8 Tipos de cerámica registradas en Arhuaturo 56 2.2.1.2.1.- CERÁMICA TIPO 1 La cerámica del Tipo 1, fue hallada en todas las excavaciones hechas en el sitio arqueológico Arhuaturo (ver Fig. 38). Este tipo de cerámica conforma el 38.12 % (485 fragmentos) del total de las muestras analizadas. La arcilla usada en esta cerámica tiene origen calcáreo con elementos cuprosos. La pasta de esta cerámica posee color naranja (10YR 8/8) y es porosa con grandes inclusiones (ver Fig. 36). En el tipo de cerámica 1, según el análisis de DRX, se identificó 36% de cuarzo (SiO2), 32% de plagioclasa-andesina ((Ca,Na)(Al,Si)4O8), 16% de calcita ((Ca,Mg)CO3), 6% de mica-muscovita (KAI2(Si3AI)O10(OH,F)2), 5% de gehlenita (Ca2AI(AISi)O7) y 2% de dolomita (CaMg(CO3)2) (ver Fig. 37). Fig. 36.- Pasta del Tipo de Cerámica 1. Fig. 37.- Componentes del Tipo de Cerámica 1. 57 Tipo de Cerámica N° 1 Número de fragmentos Excavación N° 1 27 Excavación N° 2 x Excavación N° 3 18 Excavación N° 4 13 Excavación N° 5 22 Excavación N° 6 15 Excavación N° 7 144 Excavación N° 8 76 Excavación N° 9 18 Excavación N° 10 9 Excavación N° 11 1 Excavación N° 12 3 Excavación N°13 6 Excavación N°14 5 Excavación N° 15 18 Excavación N° 16 26 Excavación N° 17 67 Excavación N° 18 14 Excavación N° 19 3 Total de fragmentos 485 % de la muestra 38.12% Fig. 38.- Cantidad del Tipo de Cerámica 1 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. La cerámica del tipo 1 comprende formas de cuencos abiertos, cerrados y rectos, los cuales poseen bordes convexos redondeados, ojivales, medio ojivales, rectos y biselados. Las otras formas presentes son los cántaros, que tienen cuellos cóncavos divergentes, cóncavos verticales, rectos y rectos divergentes. Las ollas por su parte tienen cuellos de forma cóncavo vertical, cóncavo divergente y recto divergente (ver Anexo 2). Fig. 39.- Cantidad de las formas de cerámica en el Tipo de Cerámica 1. El acabado decorativo en este tipo de cerámica consiste en engobe rojo, naranja y crema, sobre la cual se pintan líneas rectas y curvas, las cuales están dispuestas de manera vertical y horizontal, siendo todas estas de color blanco o negro. Del mismo modo, las 0 50 100 150 200 250 300 CUENCO ABIERTO CUENCO CERRADO CUENCO RECTO CANTARO OLLA OLLA SIN CUELLO CUERPOS Tipo de cerámica 1 58 líneas pueden formar figuras geométricas como cuadrados o rectángulos, que en ocasiones están acompañadas de puntos blancos. Los cuellos de las vasijas están decorados con diseños pintados lineales rectos y curvos de color negro, ocasionalmente presentan protuberancias o apéndices. En el caso de la decoración cara gollete, está fue elaborada con incisiones o con protuberancias que tienen forma de grano de café. Por último, en esta cerámica se evidencia diseños Tawantinsuyo, como los motivos romboides pintados en el cuello de los aríbalos. Fig. 40.- Cerámica del Tipo 1. Fig. 41.- Cerámica del Tipo 1. 59 Fig. 42.- Cerámica del Tipo 1 con motivos Tawantinsuyo. 2.2.1.2.2.- CERÁMICA TIPO 2 La cerámica del tipo 2 fue registrada en los tres sectores de Arhuaturo (ver Fig. 45). Esta cerámica tiene color rojo (10R 5/7), lo cual es característico de la arcilla ferruginosa sometida a la cocción oxidante bien controlada, además es porosa y tiene inclusiones grandes (ver Fig. 43). Según la evaluación por DRX, contiene elementos mineralógicos como 56% de cuarzo (SiO2), 20% de plagioclasa-oligoclasa ((Ca,Na)(Al,Si)4O8), 13% de feldespato (KAlSi3O8), 7% de mica-muscovita (KAl2(Si3Al)O10(OH,F)2) y 2% de mineral laminar (ver Fig. 44). Fig. 43.- Pasta del Tipo de Cerámica 2. 60 Fig. 44.- Componentes del Tipo de Cerámica 2. Tipo de Cerámica N° 2 Número de fragmentos Excavación N° 1 18 Excavación N° 2 9 Excavación N° 3 11 Excavación N° 4 7 Excavación N° 5 2 Excavación N° 6 13 Excavación N° 7 43 Excavación N° 8 43 Excavación N° 9 5 Excavación N° 10 4 Excavación N° 11 2 Excavación N° 12 7 Excavación N°13 1 Excavación N°14 5 Excavación N° 15 7 Excavación N° 16 6 Excavación N° 17 13 Excavación N° 18 4 Excavación N° 19 x Total de fragmentos 200 % de la muestra 15.72% Fig. 45.- Cantidad del Tipo de Cerámica 2 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. En este tipo de cerámica, que representa el 15.72 % (200 fragmentos) del total de las muestras analizadas, se encuentran formas de cántaros con cuellos cóncavos verticales, cóncavos divergentes y rectos divergentes. Otra forma recurrente corresponde a cuencos abiertos con bordes convexos redondeados, ojivales, medio ojivales y rectos. Hay también ollas sin cuello y con cuello cóncavo vertical, cóncavo divergente y recto divergente (ver Anexo 3). 61 Fig. 46.- Cantidad de las formas en el Tipo de Cerámica 2. Las vasijas del tipo 2 se caracterizan por el engobe color rojo. La decoración es lineal con trazos rectos y curvos de color negro y blanco. Sobre el cuello de los cántaros y en el cuerpo de los mismos, se aprecian a menudo formas cuadrangulares pintadas de color negro y entre los espacios vacíos, en ocasiones, se encuentran puntos blancos. Son recurrentes también las decoraciones cara gollete y en la base del cuello de los cántaros se aprecian protuberancias horizontales con incisiones. En este tipo de cerámica se encuentra la decoración del tipo Tawantinsuyo como el pintado romboide en el cuello de los aríbalos. Fig. 47.- Cerámica del Tipo 2. Fig. 48.- Cerámica del Tipo 2 con motivos Tawantinsuyos. 0 20 40 60 80 100 120 CUENCO ABIERTO CANTARO OLLA OLLA SIN CUELLO CUERPO Tipo de cerámica 2 62 2.2.1.2.3.- CERÁMICA TIPO 3 Este tipo de cerámica, que representa el 27.83 % (354 fragmentos) de las muestras estudiadas, fue hallada en toda la extensión de Arhuaturo (ver Fig. 51). Su pasta es porosa, con inclusiones grandes y la arcilla de esta cerámica es de origen calcáreo de color crema- gris (10YR 8/1), porque contiene zinc y aluminio (ver Fig. 49). La pasta de esta cerámica contiene según el análisis por DRX: 39% de plagioclasa-andesina (Ca,Na)(Al,Si)4O8), 30% de cuarzo (SiO2), 9% de gehlenita (Ca2Al(AlSi)O7), 9% de calcita (CaCO3), 8% de mica-muscovita (KAl2(Si3Al)O10(OH,F)2) y 2% de dolomita (CaMg(CO3)2) (ver Fig. 50). Fig. 49.- Pasta del Tipo de Cerámica 3. Fig. 50.- Componentes del Tipo de Cerámica 3. 63 Tipo de Cerámica N° 3 Número de fragmentos Excavación N° 1 10 Excavación N° 2 2 Excavación N° 3 10 Excavación N° 4 9 Excavación N° 5 15 Excavación N° 6 22 Excavación N° 7 84 Excavación N° 8 76 Excavación N° 9 31 Excavación N° 10 9 Excavación N° 11 5 Excavación N° 12 5 Excavación N°13 3 Excavación N°14 2 Excavación N° 15 14 Excavación N° 16 25 Excavación N° 17 19 Excavación N° 18 12 Excavación N° 19 1 Total de fragmentos 354 % de la muestra 27.83% Fig. 51.- Cantidad del Tipo de Cerámica 3 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. El repertorio de formas típicas en este tipo de cerámica comprende ollas con cuellos cóncavos verticales, rectos convergentes y rectos divergentes. También cántaros con cuello cóncavo vertical, cóncavo divergente y recto divergente. Así como cuencos abiertos, cerrados y de paredes rectas, con bordes convexos redondeados, medio ojivales, rectos y biselados (ver Anexo 4). Fig. 52.- Cantidad de las formas del Tipo de Cerámica 3. El tipo de cerámica 3 presenta en su mayoría engobe color crema. En este tipo también existe la decoración cara gollete, siendo los rostros antropomorfos hechos con incisiones rectas o con protuberancias en forma de granos de café, similares a los vistos 0 20 40 60 80 100 120 140 160 180 CUENCO ABIERTO CUENCO CERRADO CUEMCO RECTO CANTARO OLLA OLLLA SIN CUELLO CUERPO Tipo de cerámica 3 64 en los tipos de cerámica 1 y 2. La decoración pictórica se asemeja a los tipos anteriormente descritos y se compone de líneas rectas y curvas de color negro, así como también de formas cuadrangulares de color negro acompañadas de puntos de color blanco. En el tipo 3 se registran también diseños Tawantinsuyos. Fig. 53.- Cerámica del Tipo 3 Fig. 54.- Cerámica del Tipo 3. 2.2.1.2.4.- CERÁMICA TIPO 4 Este grupo clasificatorio fue creado para los casos difíciles de diagnosticar, ya que en estas muestras existe quema excesiva y algunas malformaciones propias de la mala práctica de la cochura (ver Fig. 56). Este grupo comprende un total de 75 fragmentos, lo que corresponde al 5.89% % del total de la muestra. Todas estas muestras fueron halladas en toda la extensión de Arhuaturo (ver Fig. 55). 65 Tipo de Cerámica N° 4 Número de fragmentos Excavación N° 1 5 Excavación N° 2 x Excavación N° 3 5 Excavación N° 4 3 Excavación N° 5 7 Excavación N° 6 7 Excavación N° 7 17 Excavación N° 8 12 Excavación N° 9 5 Excavación N° 10 1 Excavación N° 11 x Excavación N° 12 x Excavación N°13 x Excavación N°14 1 Excavación N° 15 5 Excavación N° 16 3 Excavación N° 17 4 Excavación N° 18 x Excavación N° 19 x Total de fragmentos 75 % de la muestra 5.89% Fig. 55.- Cantidad del Tipo de Cerámica 4 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. Fig. 56.- Muestra del Tipo de cerámica 4. 2.2.1.2.5.- CERÁMICA TIPO 5 El tipo de cerámica 5 fue hallada preferentemente en el Sector II de Arhuaturo (ver Fig. 57) y representa solo el 4.4 % del total de la muestra analizada (56 fragmentos). La pasta de este tipo de cerámica es muy compacta, con escasas inclusiones y está compuesta de arcilla color naranja/crema (2.5Y 8/6), la cual es de origen ferruginoso con elementos cuprosos (ver Fig. 58). 66 Tipo de Cerámica N° 5 Número de fragmentos Excavación N° 1 2 Excavación N° 2 x Excavación N° 3 x Excavación N° 4 x Excavación N° 5 x Excavación N° 6 x Excavación N° 7 54 Excavación N° 8 x Excavación N° 9 x Excavación N° 10 x Excavación N° 11 x Excavación N° 12 x Excavación N°13 x Excavación N°14 x Excavación N° 15 x Excavación N° 16 x Excavación N° 17 x Excavación N° 18 x Excavación N° 19 x Total de fragmentos 56 % de la muestra 4.4.% Fig. 57.- Cantidad del Tipo de Cerámica 5 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. Fig. 58.- Vista de la pasta del Tipo de Cerámica 5. Esta cerámica, según el examen de DRX, tiene 44% de plagioclasa-anortita ((Ca,Na)(Al,Si)4O8), 22% de cuarzo (SiO2), 12% de feldespato-ortoclasa (KAlSi3O8), 9% de mica-muscovita (KAl2(Si3Al)O10(OH,F)2), 4% de gehlenita (Ca2Al(AlSi)O7), 2% de calcita ((Ca,Mg) CO3), 2% de dolomita (CaMg(CO3)2) y 2% de hematita (Fe2O3) (ver Fig. 59). 67 Fig. 59.- Componentes del Tipo de Cerámica 5. El repertorio de formas correspondientes a este tipo de cerámica se limita a cuencos abiertos, de paredes rectas o cerradas, los cuales poseen bordes convexos redondeados, medio ojivales y biselados (ver Anexo 5). Además, los cuencos tienen un diámetro que oscilan entre 16 y 24 cm. Fig. 60.- Cantidad de las formas del Tipo de cerámica 5. Las vasijas correspondientes a este tipo poseen auto-engobe color naranja/crema y las decoraciones por lo general se halla en el interior de los cuencos muy cerca al borde. Entre los diseños hay líneas finas de color rojo, colocadas de forma diagonal, horizontal y vertical. Por último, en este tipo se encuentran figurinas antropomorfas que tienen decoraciones con líneas de color rojo. 0 5 10 15 20 25 30 35 40 CUENCO ABIERTO CUENCO CERRADO CUENCO RECTO CUERPO Tipo de cerámica 5 68 Fig. 61.- Cerámica del tipo 5. 2.2.1.2.6.- CERÁMICA TIPO 6 La cerámica del tipo 6, hallada especialmente en el Sector II de Arhuaturo (ver Fig. 64), tiene pasta muy compacta, con pocas inclusiones y su arcilla es de color rosado/púrpura (10R 8/4). Esta última característica se debería al contenido de óxido de hierro y zinc, producto de la mezcla de la arcilla ferruginosa y calcárea (ver Fig. 62). La pasta de esta cerámica contiene los siguientes tipos de minerales según los resultados del análisis por DRX: 70% de cuarzo (SiO2), 17% de mica-muscovita (KAl2 (Si3Al) O10 (OH,F)2), 5% de plagioclasa-andesina ((Ca,Na)(Al,Si)4O8), 3% de hematita (Fe2O3) y 2% de mineral laminar (ver Fig. 63). Fig. 62.- Vista de la pasta del Tipo de Cerámica 6. 69 Fig. 63.- Componentes del Tipo de Cerámica 6. Tipo de Cerámica N° 6 Número de fragmentos Excavación N° 1 4 Excavación N° 2 2 Excavación N° 3 x Excavación N° 4 2 Excavación N° 5 x Excavación N° 6 x Excavación N° 7 53 Excavación N° 8 1 Excavación N° 9 x Excavación N° 10 x Excavación N° 11 x Excavación N° 12 x Excavación N°13 x Excavación N°14 x Excavación N° 15 x Excavación N° 16 x Excavación N° 17 x Excavación N° 18 x Excavación N° 19 x Total de fragmentos 62 % de la muestra 4.87% Fig. 64.- Cantidad del Tipo de Cerámica 6 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. Las formas del tipo de cerámica 6, el cual corresponde al 4.87 % de las muestras estudiadas (62 fragmentos), son solo dos, cuencos abiertos y de paredes rectas. Estos a su vez, pueden tener borde convexo redondeado, medio ojival, recto, biselado y redondeado biselado (ver Anexo 6). El diámetro promedio de todos estos cuencos oscila entre 18 y 28 cm. Fig. 65.- Cantidad de las formas del Tipo de cerámica 6. 0 10 20 30 40 50 CUENCO ABIERTO CUENCO RECTO CUERPO Tipo de cerámica 6 70 En esta cerámica se observa auto-engobe color rosado/púrpura. La decoración consiste en líneas de color negro o rojo ocre y se encuentra en el interior de los cuencos por lo general. La configuración de las decoraciones varía sustancialmente en cada caso y no guardan un patrón repetitivo. Fig. 66.- Cerámica del Tipo 6. 2.2.1.2.7.- CERÁMICA TIPO 7 Este tipo de cerámica, que comprende el 1.57% de la cerámica diagnostica (20 fragmentos) hallada en Arhuaturo, presenta pasta muy compacta, con pocas inclusiones y su arcilla es de origen ferruginoso con elementos cuprosos, y por esta razón es de color naranja/crema (7.5YR 8/6) (ver Fig. 68). Este tipo de cerámica fue hallada casi en su totalidad en la Excavación N° 7 del Sector II de Arhuaturo (ver Fig. 67). 71 Tipo de Cerámica N° 7 Número de fragmentos Excavación N° 1 1 Excavación N° 2 x Excavación N° 3 x Excavación N° 4 1 Excavación N° 5 x Excavación N° 6 x Excavación N° 7 15 Excavación N° 8 1 Excavación N° 9 x Excavación N° 10 x Excavación N° 11 1 Excavación N° 12 1 Excavación N°13 x Excavación N°14 x Excavación N° 15 x Excavación N° 16 x Excavación N° 17 x Excavación N° 18 x Excavación N° 19 x Total de fragmentos 20 % de la muestra 1.57% Fig. 67.- Cantidad del Tipo de Cerámica 7 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. La pasta de este tipo de cerámica posee 30% de plagioclasa-anortita ((Ca,Na)(Al,Si)4O8), 23% de cuarzo (SiO2), 17% de feldespato-ortoclasa (KAlSi3O8), 15% de gehlenita (Ca2Al(AlSi)O7), 6% de calcita ((Ca,Mg)CO3), 4% de mica-muscovita (KAl2(Si3Al)O10(OH,F)2) y 2% de dolomita (CaMg(CO3)2), de acuerdo a los resultados del análisis de DRX (ver Fig. 69). Fig. 68.- Pasta del Tipo de Cerámica 7. 72 Fig. 69.- Componentes del Tipo de Cerámica 7. El universo de formas en este tipo de cerámica se restringe a cuencos abiertos con bordes convexos redondeados, medio ojivales y biselados (ver Anexo 7). El diámetro de estos cuencos oscila entre 16 y 20 cm. Fig. 70.- Cantidad de las formas del Tipo de Cerámica 7. El tipo de cerámica 7 presenta auto-engobe color naranja/crema y sobre esta se han elaborado variados motivos con líneas rectas y curvas de color negro. Estos diseños, a su vez, guardan diversas formas y por lo general se encuentran en el interior de los cuencos. Fig. 71.- Cerámica del Tipo 7. 0 2 4 6 8 10 12 14 16 CUENCO ABIERTO CUERPO Tipo de cerámica 7 73 2.2.1.2.8.- CERÁMICA TIPO 8 El tipo de cerámica 8 representa el 1.57 % (20 fragmentos) del total de muestras estudiadas y fue registrada en el Sector I y II de Arhuaturo (ver Fig. 74). Su pasta es compacta, con pocas inclusiones y de color crema/amarillo (10YR 8/3) debido a que posee aluminio y zinc, los cuales son elementos muy comunes en la arcilla de origen calcáreo (ver Fig. 72). La pasta de este tipo de cerámica, según el estudio por DRX, tiene 37% de plagioclasa-oligoclasa ((Ca,Na)(Al,Si)4O8), 34% de cuarzo (SiO2), 13% de feldespato- ortoclasa (KAlSi3O8), 8% de mica-muscovita (KAl2(Si3Al)O10(OH,F)2), 3% de gehlenita (Ca2Al(AlSi)O7) y 3% de dolomita (CaMg(CO3)2) (ver Fig. 73). Fig. 72.- Vista de la pasta del Tipo de cerámica 8. Fig. 73.- Componentes del tipo de cerámica 8. 74 Tipo de Cerámica N° 8 Número de fragmentos Excavación N° 1 1 Excavación N° 2 4 Excavación N° 3 x Excavación N° 4 x Excavación N° 5 x Excavación N° 6 x Excavación N° 7 14 Excavación N° 8 x Excavación N° 9 x Excavación N° 10 x Excavación N° 11 x Excavación N° 12 1 Excavación N°13 x Excavación N°14 x Excavación N° 15 x Excavación N° 16 x Excavación N° 17 x Excavación N° 18 x Excavación N° 19 x Total de fragmentos 20 % de la muestra 1.57% Fig. 74.- Cantidad del Tipo de Cerámica 8 hallada en cada excavación hecha en Arhuaturo. En este tipo de cerámica se registraron cuencos abiertos, cerrados y de paredes rectas, con bordes convexo redondeados, medio ojivales, rectos y biselados (ver Anexo 8). El diámetro de estos cuencos oscila entre 16 y 22 cm. Fig. 75.- Cantidad de las formas del Tipo de cerámica 8. Esta cerámica presenta auto-engobe color crema/amarillo. Las decoraciones se distribuyen en el exterior de los cuencos, cerca de los bordes y consiste en líneas de color rojo. 0 2 4 6 8 10 CUENCO ABIERTO CUENCO CERRADO CUENCO RECTO CUERPO Tipo de cerámica 8 75 Fig. 76.- Cerámica del Tipo 8. 2.2.1.2.9.- CONCLUSIONES Los tipos de cerámica 1, 2 y 3 presentan similitudes entre sus pastas, tomando en cuenta los rangos de porosidad y la proporción de las inclusiones minerales (ver Fig.36, 43 y 49). En cambios los tipos de cerámica 5, 6, 7 y 8 se caracterizan por tener pasta compacta y escasas inclusiones (ver Fig. 57, 62, 68 y 72). En el tipo de cerámica 1 y 2, destacan las formas de los cántaros, encontrándose en un segundo lugar las ollas y los cuencos. Mientras que en el tipo 3, aunque los cántaros tienen mayor presencia, las ollas son también muy recurrentes en comparación con los tipos de cerámica 1 y 2. En la cerámica tipo 3 también llama atención un mayor porcentaje de fragmentos con hollín, en especial en las ollas. Por otra parte, es resaltante que entre los tipos de cerámica 1, 2 y 3, los cántaros y las ollas sean recurrentes y los cuencos no. Mientras que en los tipos de cerámica 5, 6, 7 y 8, las formas que predominan son los cuencos, siendo mínima la presencia de los 76 cántaros y ollas (ver Fig. 39,46, 52, 60, 65, 70 y 75). En el tipo de cerámica 6 los cuencos presentan recurrentemente hollín y un mayor tamaño a comparación de los cuencos del tipo de cerámica 5, 7 y 8; esto podría indicar que los cuencos del tipo de cerámica 6 también pudieron haber sido utilizados como ollas. La cerámica hallada en Arhuaturo presenta muchas similitudes con la cerámica producida en todo el valle del Mantaro. El tipo de cerámica 8 tiene semejanza en la pasta y en la decoración con la cerámica Cochachongos que Browman (1970) y los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et al. 1989) fecharon para finales del periodo Horizonte Temprano e inicios del Intermedio Temprano (650 a.C. – 50 d.C. aproximadamente). El tipo de cerámica 6, que posee como principal característica pasta color rosado, tiene similitud con los estilos de cerámica que Browman (1970) denomina como Usupuquio y Uchupas de pasta rosada, las cuales se produjeron entre el año 50 y 500 d.C. Acorde a la propuesta de Hastorf y sus colegas (et al. 1989), el tipo de cerámica 6 se parece a la cerámica de pasta rosada/púrpura que fue elaborada durante el periodo Huacrapukio I (200-500 d.C.) y Huacrapukio II (500-800 d.C.) (ver Fig. 77). Cerámica hallada en Arhuaturo Cerámica hallada en el valle del Mantaro Cerámica Tipo 6 de pasta rosada Cerámica Uchupas de pasta rosada (Browman 1970) Cerámica Usupuquio de pasta rosada (Browman 1970) Cerámica Huacrapukio I de pasta rosada (Hastorf et al. 1989) Cerámica Huacrapukio II de pasta rosada (Hastorf et al. 1989) Fig. 77.- Esquema gráfico de la similitud del Tipo de Cerámica 6 de Arhuaturo con la hallada en el resto del valle. Los tipos de cerámica 5 y 7, que se destacan por tener pasta color naranja/crema, son similares a los estilos de cerámica que Browman (1970) denomina como Usupuquio, Uchupas y Huacrapuqio de pasta color naranja/crema, y que corresponden al periodo 77 Intermedio Temprano. Acorde a la propuesta de Hastorf y sus colegas (et al. 1989), los tipos de cerámica 5 y 7 de Arhuaturo son similares a la cerámica de pasta color naranja/crema elaboradas durante el periodo Huacrapukio I (200-500 d.C.) y Huacrapukio II (500-800 d.C.) (ver Fig. 78). Cerámica hallada en Arhuaturo Cerámica hallada en el valle del Mantaro Cerámica Tipo 5 y 7 de pasta naranja/crema Cerámica Uchupas de pasta naranja/crema (Browman 1970) Cerámica Usupuquio de pasta naranja/crema (Browman 1970) Cerámica Huacrapuquio de pasta naranja/crema (Browman 1970) Cerámica Huacrapukio I de pasta naranja/crema (Hastorf et al. 1989) Cerámica Huacrapukio II de pasta naranja/crema (Hastorf et al. 1989) Fig. 78.- Esquema gráfico de la similitud del Tipo de Cerámica 5 y 7 de Arhuaturo con la hallada en el resto del valle. El tipo de cerámica 1 es similar a la cerámica Calpish, Quinsahuanca, Matapuquio, Arhuaturo y Arhuaturo Inca, los cuales según Browman (1970) se produjeron entre el periodo Horizonte Medio y Horizonte Tardío. Así mismo, el tipo de cerámica 1, de acuerdo a la clasificación de los miembros del Proyecto Alto Mantaro (cfr. Earle et ál. 1980, 1987; Costin 1986-87, 2001), se asemeja a los estilos de cerámica elaborados durante los periodos Wanka I (800-1000 d.C.), Wanka II (1250-1460 d.C.) y Wanka III (1460-1532 d.C.) (Estilos Base Clara, Engobe Crema y Wanka Rojo) (ver Fig. 79). Cerámica hallada en Arhuaturo Cerámica hallada en el valle del Mantaro Cerámica Tipo 1 Cerámica Calpish (Browman 1970) Cerámica Quinsahuanca (Browman 1970) Cerámica Matapuquio (Browman 1970) Cerámica Arhuaturo (Browman 1970) Cerámica Arhuaturo Inca (Browman 1970) Cerámica Base Clara (Costin 2001) Cerámica Engobe Crema (Costin 2001) Cerámica Wanka Rojo (Costin 2001) Fig. 79.- Esquema gráfico de la similitud del Tipo de Cerámica 1 de Arhuaturo con la hallada en el resto del valle. 78 El tipo de cerámica 2 es similar al estilo Arhuaturo y Arhuaturo Inca, los cuales según Browman (1970) se desarrollaron durante el periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Según el planteamiento de los miembros del Proyecto Alto Mantaro (cfr. Earle et ál. 1980; 1987; Costin 1986-87, 2001), el tipo de cerámica 2 tendría similitud con la cerámica Temperante con Andesita, que se desarrolló en el periodo Wanka II (1250-1460 d.C.) y Wanka III (1460-1532 d.C.) (ver Fig. 80). El tipo de cerámica 3, por su parte, es similar al estilo Arhuaturo y Arhuaturo Inca de pasta gris, que se produjo de acuerdo con Browman (1970) entre el periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Cerámica hallada en Arhuaturo Cerámica hallada en el valle del Mantaro Cerámica Tipo 2 Cerámica Arhuaturo (Browman 1970) Cerámica Arhuaturo Inca (Browman 1970) Cerámica Temperante con Andesita (Costin 2001) Fig. 80.- Esquema gráfico de la similitud del Tipo de Cerámica 2 de Arhuaturo con la hallada en el resto del valle. Aunque cada investigador haya empleado distintos nombres para denominar a cada tipo de cerámica, es posible identificar características recurrentes entre la cerámica hallada en Arhuaturo y la que fue registrada por todo el valle del Mantaro (cfr. Lumbreras 1957; Matos 1959; Browman 1970; Earle et ál. 1980; 1987; Costin 1986-87; 2001; Mallma 2004; Villenas et al. 2009; Navarro 2012; Perales et al. 2015). A partir de las comparaciones realizadas, se puede señalar que en Arhuaturo los tipos de cerámica 5, 6, 7 y 8 se produjeron entre el año 0 y el 800 d.C., mientras que los tipos 1, 2 y 3 se habrían elaborado entre el año 800 y 1532 d.C. (ver Fig. 81). 79 Cerámica hallada en Arhuaturo Tiempo Prehispánico Tipo de Cerámica 5 (0 - 800 d.C.) Tipo de Cerámica 6 Tipo de Cerámica 7 Tipo de Cerámica 8 Tipo de Cerámica 1 (800 - 1532 d.C.) Tipo de Cerámica 2 Tipo de Cerámica 3 Fig. 81.- Temporalidad de los tipos de cerámica registradas en Arhuaturo. Es importante también resaltar algunas apreciaciones a partir de los componentes mineralógicos presentes en la cerámica hallada en Arhuaturo. Los tipos de cerámica 5, 6 y 7 tienen cierta similitud entre sus componentes (ver Fig. 59, 63 y 69), lo que podría indicar que estos tres tipos de cerámica fueron hechos con similares tipos de arcillas presentes en el valle del Mantaro, como la arcilla ferruginosa y calcárea. Entre los tipos 5, 6, 7 y 8 se encuentran elementos como el cuarzo, feldespato, mica-muscovita, dolomita, gehlenita y hematita, pero el elemento que diferencia a los tipos 5, 6 y 7 del 8, es la plagioclasa-oligloclasa que solo se encuentra en este último (ver Fig. 59, 63, 69 y 73). La diferencia entre los componentes minerales característicos para el tipo 8 y los tipos 5, 6 y 7, se debería a que posiblemente la cerámica tipo 8 no fue producida en el valle del Mantaro. El tipo de cerámica 8 también es denominado por Morales (1977) como “San Blas”, la cual fue producida en la región del Chinchaycocha durante el periodo Intermedio Temprano y diseminada por toda la sierra central durante ese tiempo. Browman (1970) deja entrever que el tipo de cerámica 8 o como él lo denomina “Cochachongos pintado”, podría provenir de la región del Chinchaycocha. Además, el poco porcentaje de esta cerámica hallada en Arhuaturo (1.57% %) podría indicar que esta pudo haber llegado a este sitio mediante algún tipo de interacción y no haber sido producida en este sitio. 80 El tipo de cerámica 6 tiene un elevado porcentaje de cuarzo a comparación de los tipos 5, 7 y 8 (ver Fig. 59, 63, 69 y 73). Es probable que el elevado nivel de cuarzo en el tipo de cerámica 6 se deba a que esta fue hecha con arcilla ferruginosa y calcárea. Entre el tipo de cerámica 1 y 3 los componentes mineralógicos son similares, solo diferenciándose entre sí por el porcentaje (ver Fig. 37 y 50). Mientras que el tipo 2 muestra elementos y porcentajes diferentes a los tipos 1 y 3. El tipo 2 tiene un alto grado de cuarzo y es el único en presentar feldespato (ver Fig. 37, 44 y 50), un elemento solo común en la arcilla ferruginosa. 2.2.2.- ARQUITECTURA DE ARHUATURO El estado actual de conservación de Arhuaturo es lamentable. Las continuas faenas agrícolas y la inacción de las autoridades locales y regionales del departamento de Junín han ocasionado que este importante sitio arqueológico de la zona sur del valle del Mantaro sufra mucho daño en su arquitectura. Fig. 82.- Afectación de Arhuaturo por culpa del agro. Los edificios que aún se conservan en Arhuaturo son escasos y pocos de ellos se encuentran lo suficientemente conservados como para reconocer con precisión sus 81 dimensiones y formas. Por este motivo, fue necesario contrastar el registro elaborado por el autor con la información precedente (cfr. Motta s/f; Browman 1970; Perales 2004b, 2011a). En el Sector I de Arhuaturo se aprecian 17 edificios de base rectangular dispuestos de forma lineal, orientados de norte a sur. Estos edificios de planta rectangular poseen un promedio de 5 m. de largo, 3 m. de ancho y casi 3.5 m. de alto. Los muros de estos edificios son de doble cara y su espesor es de 70 cm aproximadamente, y están hechos con roca calcárea semi-canteada. Por las características de estos edificios se puede señalar que estas corresponderían a las colcas Tawantinsuyo. Además, anteriormente, en este sector de Arhuaturo, se han registrado edificios de base circular, las cuales poseían un diámetro entre 3 ó 5 m., y estaban hechos con roca calcárea y sus muros de doble cara tenían un espesor aproximado entre 40 y 70 cm (Perales 2004b, 2011a). Fig. 83.- Arquitectura tipo colcas en el Sector I de Arhuaturo (Fotografía proporcionada por el Ministerio de Cultura del Perú). 82 El Sector II, ubicado en la zona central de Arhuaturo, se caracteriza por tener un relieve llano y porque en esta área se encuentran tres edificios de planta rectangular que miden 30 m. de largo, 5 m. de ancho, 2.5 m. de alto, y los muros poseen un espesor de 70 cm. aproximadamente. Entre estos edificios se aprecia un amplio patio que tiene forma rectangular. La arquitectura presente en este sector indicaría una influencia Tawantinsuyo, debido a la forma de las edificaciones similares a las kallankas, pero la manufactura parece loca. Por otra parte, a veinte metros al norte de este grupo de edificios, se halla una formación arquitectónica cuya disposición consiste en un paramento principal orientado de norte a sur, con muros de dimensiones restringidas que se adosan al muro principal en un ángulo de 90°, conformando pequeñas habitaciones. Debido al mal estado de conservación que presenta esta última edificación, no es posible definir su filiación y función. Fig. 84.- Vista de los edificios de planta rectangular en el Sector II de Arhuaturo (Fotografía proporcionada por el Ministerio de Cultura del Perú). 83 Fig. 85.- Vista de los restos del edificio de planta rectangular en el Sector II de Arhuaturo. Fig. 86.- Vista del edificio de planta rectangular en el Sector II de Arhuaturo. 84 En el Sector III, que comprende la zona norte de Arhuaturo, se encuentra un grupo de edificios de base rectangular y circular, dispuestos de forma lineal en dirección norte - sur. Los edificios de planta rectangular presentan similares dimensiones a los que se encuentran en el Sector I, mientras que los edificios circulares poseen un diámetro de 4 m. aproximadamente. Todas estas edificaciones se tratarían de colcas construidas por la administración Tawantinsuyo. Por último, al norte de las construcciones descritas, se ubica un conjunto de edificaciones de planta rectangular que poseen 4 m. de largo, 2.5 m. de ancho y una altura promedio de 2 m. Todas estas edificaciones están dispuestas alrededor de un patio. Además, en este mismo sector, anteriormente, se pudo identificar algunos edificios de planta circular de aproximadamente 3 o 5 m. de diámetro (Perales 2004b, 2011a). Fig. 87.- Vista panorámica del Sector III de Arhuaturo (Fotografía proporcionada por el Ministerio de Cultura del Perú). 85 Fig. 88.- Vista de las colcas del Sector III de Arhuaturo. En conclusión, la aún conservada arquitectura presente en Arhuaturo demuestra una evidente ocupación cultural durante el periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío, tal y como ya se había planteado antes (cfr. Browman 1970; Motta s/f; Perales 2004b, 2011a). Por las referencias que se tienen (Motta s/f; Perales 2004b, 2011a), es muy probable que hayan existido muchos edificios de base circular a lo largo de este sitio durante el Intermedio Tardío. Así mismo, la ausencia de este tipo de arquitectura en Arhuaturo se debería a la continua actividad agrícola que se produjo sobre este lugar, la cual arrasó con la mayoría de estos edificios a lo largo de los años. En cuanto a la arquitectura tipo colca y kallanka, aún presentes en Arhuaturo, son un indicador valioso para sustentar la presencia de la administración cusqueña. Por otro lado, a pesar de hallar en Arhuaturo cerámica correspondiente al periodo pre Wari (0 – 800 d.C.), no se ha registrado arquitectura típica de esta época. Es posible 86 que, si hayan existido los edificios de la época pre Wari en Arhuaturo, pero las continuas faenas agrícolas las habrían desaparecido por completo. Por su parte, la aglomeración de los tipos de cerámica 5, 6, 7 y 8 en el Sector II de Arhuaturo (ver Fig. 58, 64, 67 y 74) podría indicar que las edificaciones del periodo pre Wari se concentraron en la zona central de este sitio. 2.2.3.- ANÁLISIS ÓSEO Durante las excavaciones realizadas en Arhuaturo se hallaron cuatro (4) contextos funerarios. El Individuo N° 1 fue hallado en la excavación N° 7, en el Sector II de Arhuaturo, en posición fetal y recostado hacia su lado derecho. Junto a este cuerpo se encontró una orejera de piedra y algunos fragmentos de cerámica. La orientación de este cuerpo fue de este a oeste (ver Fig. 89). Los Individuos N° 2 – A y N° 2 – B, se registraron en la excavación N° 10, la cual fue realizada dentro de los restos de una Kallanka, en el Sector II de Arhuaturo. Estos individuos se encontraron en posición extendida. El Individuo N° 2-A se encontró boca arriba y el Individuo N° 2 – B recostado hacia su lado izquierdo (ver Fig. 90). Junto a estos dos cuerpos solo se halló una pequeña vasija con decoración antropomorfa en el cuerpo, algunas agujas hechas de material óseo y una pinza de metal. Por su parte, el Individuo N° 3 fue hallado en la excavación N° 17, en el Sector III de Arhuaturo, en una pequeña cámara funeraria, la cual tenía un radio de 60 cm. y una profundidad de 70 cm. aproximadamente. Este cuerpo se encontraba en mal estado de conservación y por el contexto que presentaba se presume que este fue trasladado de otro lugar (ver Fig. 91). 87 Fig. 89.- Individuo N° 1 hallado en la excavación N° 7 – Sector II de Arhuaturo. Fig. 90.- Individuo N° 2-A y N° 2-B hallado en la excavación N° 10 – Sector II de Arhuaturo. Fig. 91.- Individuo N° 3 hallado en la excavación N° 17 – Sector III de Arhuaturo. 88 En este trabajo, sólo los individuos hallados en las excavaciones N° 7 y N° 10 fueron analizados desde la perspectiva bio-arqueológica para determinar su perfil biológico, su sexo, su edad y sus lesiones patológicas o traumáticas. Quedando el cuerpo hallado en la excavación N° 17 exento de este análisis, por no hallarse bien conservado (Fernández 2019). Por otro lado, todos los cuerpos hallados en las excavaciones ya mencionadas (Individuo N° 1, N° 2-A, N° 2-B y N° 3), fueron sometidos a exámenes isotópicos estables de nitrógeno (δ15N), carbono (δ13Ccol, δ13Ccarb-hueso, δ13Ccarb-esmalte), estroncio (87Sr/86Sr), oxígeno (δ18Ocarb-hueso, δ18Ocarb-esmalte) y plomo (20nPb/204Pb), con el objetivo de conocer la paleodieta y la movilidad de estos individuos hallados en Arhuaturo (Quispe y Turner 2020). El estudio bio-arqueológico a partir de la observación macroscópica a nivel esquetal fue realizado por Ana Fernández Valdivia. Los exámenes isotópicos fueron hechos en el Laboratorio del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Georgia (USA) y estuvieron a cargo de Breidy Quispe, bajo la dirección de la Dr. Bethany Turner (cfr. Fernández 2019; Quispe y Turner 2020). 2.2.3.1.- METODOLOGÍA El análisis bio-arqueológico consistió en determinar el perfil biológico de los individuos mediante la observación macroscópica a nivel esquetal. Para definir el sexo de los individuos se utilizaron diversos indicadores de dimorfismo sexual, mediante la aplicación de métodos no-métricos (morfológicos) en la cintura pélvica, cráneo y mandíbula (Washburn 1948; Bass 1995; Ferllini 2007). En este análisis se utilizaron 9 categorías etarias para clasificar a los individuos, según los cambios morfológicos que sufren los tejidos óseos, basado en Baker (et. al. 2005), Buikstra y Ubelaker (1994). Además, se usó los métodos planteados por Lovejov (1985) para determinar mediante el 89 desgaste dental las edades, cuando no se tenían los otros rasgos óseos para poder decretar la edad de los cuerpos (Fernández 2019). Para el caso de las patologías, se usó algunas de las categorías establecidas por Buikstra y Ubelaker (1994), para detectar anormalidades en el tamaño de los huesos, formaciones anormales de estos, fracturas, dislocaciones, patología de vértebras y artritis. A ello se suman la identificación de entesopatías (o entesofitos), las cuales son irregularidades óseas a modo de osteofitos, causados por la excesiva, repetitiva y prolongada actividad muscular, que suelen localizarse en las inserciones de tendones y ligamentos según Merbs (1989) (Fernández 2019). Para el análisis isotópico se tuvo que preparar las muestras en el laboratorio de Bio-arqueología del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Georgia (USA). Luego estas muestras fueron divididas en dos grupos para que se realicen los análisis de espectrometría de masas (Quispe y Turner 2020). Las partículas de carbonato de los huesos fueron obtenidas luego de que estas fueran expuestas al hipoclorito de sodio (NaClO, o blanqueador), al agua doble-destilada (ddH2O) y a una solución de ácido acético (CH3COOH) liofilizados y ddH2O. Las partículas de carbonato fueron analizadas mediante un sistema auto-preparado a 50°C, interconectado con un espectrómetro de masas Prisma VG para identificar el grado de δ13C. Otra opción de análisis consistió en disolver la muestra de carbonato en 8N ácido nítrico (HNO3 óptima) y separarla secuencialmente para análisis de ion-cromatografía de alícuotas únicas en columnas Sr y Pb con resina Dowex 1X-8 en conjunto con 6N ácido hidroclórico (HCL óptima) y 1N hidrógeno-bromato (HBr Seastar). Las soluciones fueron secadas y dirigidas a un espectrómetro de masas Nu-Plasma con colector-múltiple de plasma-combinado-inductivo (MC-ICP-MS) en la Universidad de Georgia, para 90 caracterizar valores de 87Sr/86Sr, 206Pb/204Pb, 207Pb/204Pb, y 208Pb/204Pb. En cambio, para obtener las muestras de colágeno, los huesos tuvieron que ser tratados con 0,5M ácido hidroclórico (HCl)-ddH2O, hidróxido de potasio (KOH)-ddH2O y metanol cloroformo- ddH2O. Posteriormente se filtraron, gelatinizaron, liofilizaron y se sometieron a un espectrómetro de masas Micromass Prism Series II para caracterizar valores de δ15N y δ13C. Finalmente, todos los datos isotópicos fueron analizados estadísticamente en el laboratorio de bio-arqueología de la Universidad Estatal de Georgia (Quispe y Turner 2020). 2.2.3.2.- RESULTADOS DE ANÁLISIS BIO-ARQUEOLÓGICO DE OBSERVACIÓN MACROSCÓPICA A NIVEL ESQUETAL El Individuo N° 1 (registrado en la excavación N° 7 – Sector II de Arhuaturo) correspondía a un adulto de sexo masculino de aproximadamente 30 años de edad. Este presentaba diversas patologías como labiación de cuerpos vertebrales, perdida antemortem de piezas dentales y reabsorción alveolar en algunos casos, desgaste oclusal moderado, dejando expuesta la dentina y varias caries profundas que han atravesado el esmalte y llegando hasta la dentina, en especial las piezas superiores del maxilar derecho (Fernández 2019). Fig. 92.- Osamenta completa del Individuo N° 1 (Fernández 2019). 91 Fig. 93.- Muestra de la labiación de los cuerpos vertebrales (Fernández 2019). Fig. 94.- Vista del desgaste oclusal moderado, dejando expuesta la dentina (Fernández 2019). El Individuo N° 2-A (registrado en la excavación N° 10 – Sector II de Arhuaturo) es de sexo masculino, adulto medio, de aproximadamente 44.5 años de edad. Entre las patologías que presenta, se encuentra la fusión (anquilosis) de la segunda y tercera vértebra cervical. Este es un proceso reumático de origen desconocido, aunque algunos autores lo han asociado a herencia genética (cfr. Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). 92 Este cuerpo también poseía labiación en los bordes superiores e inferiores del corpus vertebral dorsal y lumbar. Este es un proceso normal de envejecimiento y desgaste natural del cuerpo, el cual se produce al ejercer una tensión de estrés biomecánica que se da mayormente en individuos adultos medios o mayores. Del mismo modo, tiene labiación en las falanges de ambas manos. Esto está asociado al proceso de envejecimiento, pero a la vez responde a la realización de una actividad repetitiva (entesopatías), como las realizadas en el trabajo agrícola. Así mismo, se encontró espícula en el tercer metacarpo de la mano. Al no haber evidencia de fracturas en los demás metacarpos, lo más probable es que se deba a un proceso asociado a entesopatías, es decir actividades repetitivas (Fernández 2019). Fig. 95.- Osamenta completa del Individuo N° 2-A (Fernández 2019). Fig. 96.- Vista de la fusión (anquilosis) de la segunda y tercera vértebra cervical (Fernández 2019). 93 Fig. 97.- Vista de la labiación en falanges de ambas manos (Fernández 2019). El Individuo N° 2-B (hallado en la excavación N° 10 – Sector II de Arhuaturo) es de sexo masculino y se trata de un adulto medio/mayor, de 47 años de edad aproximadamente. En este se halló diversas patologías, como artropatías o lesiones en algunas articulaciones como codos, vértebras lumbares y cadera. Los cambios artríticos en las principales zonas de articulaciones son relacionados con los procesos normales de envejecimiento y desgaste natural del cuerpo al ejercer una tensión de estrés biomecánica que se produce mayormente en individuos adultos medios o mayores. También se identificó labiación en falanges de ambas manos, que estaría asociado al proceso normal del envejecimiento y a la realización de una actividad repetitiva. Por otro lado, se advirtió diferencias de tamaño entre ambas clavículas, lo que podría indicar lateralidad, en este caso se evidencia que este individuo uso con más 94 frecuencia el lado izquierdo de su cuerpo. Además, en este individuo se encontró edentulosis en el maxilar y la mandíbula; esta pérdida de la dentición se dio tiempo antes de la muerte del individuo, ya que los alveolos dentales presentan reabsorción (cerrados) (Fernández 2019). Fig. 98.- Osamenta del Individuo N° 2-B (Fernández 2019). Fig. 99.- Vista de antropatías en las vértebras (Fernández 2019). 95 Fig.100.- Vista de labiaciones en las manos (Fernández 2019). Fig. 101.- Vista de las diferencias de tamaño entre ambas clavículas (Fernández 2019) Fig. 102.- Vista de la pérdida de la dentición, la cual se dio tiempo antes de la muerte del individuo, ya que los alveolos dentales presentan reabsorción (Fernández 2019). 96 En conclusión, en los individuos analizados, la mayoría de las patologías producto del desgaste osteológico, ubicados en las articulaciones, hombros, codos, cadera y columna, son producto del deterioro propio del envejecimiento. Sobre el desgaste osteológico en las vértebras, en estos casos, se evidenció que no solo se trataría por factores de envejecimiento, sino también estarían asociados a la actividad laboral que ejercieron estos individuos. El desgaste en los huesos de este tipo, no solo se evidencia en los hombres ancianos, sino también en los jóvenes, cuyo esfuerzo demanda presión y tención en las articulaciones. Así mismo, se pudo identificar actividad ocupacional repetitiva en estos individuos, ya que en la osamenta de estos se halló robustez e inserciones musculares en los huesos largos. Por último, de acuerdo con el análisis hecho, parecer que los habitantes de este sitio tenían un buen estado de salud, ya que no reflejan lesiones de estrés nutricional (Fernández 2019). 2.2.3.3.- RESULTADOS DE LOS ANÁLISIS DE ISÓTOPOS De acuerdo a las líneas de regresión propuesta por Kellner y Schoeninger (2007), los Individuos N ° 1 y N° 3 se alinean en los rangos de fuentes proteicas C3; mientras que las muestras de los Individuos N° 2-A y N° 2-B tienden a agruparse entre fuentes mixtas de proteína C3 y C4 (ver Fig. 54). Esto quiere decir que los Individuos N° 2-A y N° 2-B, tuvieron una dieta basada en fuentes mixtas de proteína C3 y C4 durante su vida adulta, lo que indicaría que estos consumieron plantas C3 (tubérculos, quínoa y legumbres), plantas C4 (maíz y kiwicha) y proteína animal de vicuña (Vicugna vicugna), venado (Odocoileus virginianus peruvianus), llama (Lama glama), cuy (cavia porcellus) y en ocasiones perros (Canis familiaris) (cfr. Sandefur 2001). Por otro lado, las muestra de los Individuos N° 1 y N° 3 confirman que estos tuvieron un mayor acceso y consumo de plantas C3 y de pequeños animales de la zona 97 como la vizcacha (Lagidium viscacia). Finalmente, este análisis isotópico indica que ninguno de los cuerpos tuvo una dieta marina (Quispe y Turner 2020). Fig. 103.- Trazas de δ13Ccol vs. δ13Ccarb con líneas de regresiones para la estimación de fuentes de Carbono, adaptada de Kellner y Schoeninger (2007) (Gráfico tomado de Quispe y Turner (2020)). Los datos isotópicos de estroncio (87Sr/86Sr) y plomo (20nPb/204Pb) de los cuatro individuos (N° 1, N° 2-A, N° 2-B y N° 3), se encuentran dentro de los rangos isotópicos de fauna y suelo propuesto para la sierra central (cfr. Andrushko et al. 2009; Turner et al. 2009; Tung y Knudson 2011). Esto indicaría que los cuatro individuos hallados en Arhuaturo vivieron sus últimos años de vida dentro del valle del Mantaro (Quispe y Turner 2020). Los niveles isotópicos de estroncio (87Sr/86Sr), oxígeno (δ18Oesmalte) y plomo (20nPb/204Pb), en el esmalte de los dientes de las muestras de los Individuos N° 1 y N° 3, tienden a asemejarse a las muestras isotópicas de fauna y suelo de la sierra sur (Cusco y la cuenca del Titicaca) (cfr. Turner et al. 2009; Knudson y Price 2007). Esto indicaría que 98 los Individuos N° 1 y N° 3, probablemente hayan migrado al valle del Mantaro durante su niñez (Slovak et al. 2018). Sin embargo, aún es prematuro afirmar el lugar de origen de estos posibles “inmigrantes”, debido a la poca información isotópica que se tiene del valle del Mantaro, y en general de la sierra y selva central del Perú (Quispe y Turner 2020). 2.2.3.4.- CONCLUSIONES Los Individuos N° 2-A y N° 2-B, que fueron hallados debajo de la kallanka del Sector II de Arhuaturo (excavación N° 10), fenecieron por causas naturales y durante su vida se habrían dedicado a labores sicomotrices repetitivas y de gran tensión muscular, como el agro, la textilería, la alfarería y la ganadería (Fernández 2019). Estos dos individuos nacieron y crecido dentro del valle del Mantaro y su dieta consistió en tubérculos, quinua, legumbres, maíz, kiwicha, camélidos, cuy, venados y hasta posiblemente perros. Debido al lugar en donde fueron hallados estos cuerpos es probable que estos correspondan al periodo Horizonte Tardío e inicios de la colonia (Quispe y Turner 2020). El Individuo N° 1, hallado en la excavación N° 7 en el Sector II de Arhuaturo, probablemente no habría nacido en el valle del Mantaro y su dieta consistió en tubérculos, quinua, legumbres y animales como la vizcacha. Este individuo tuvo poco consumo de maíz y nula ingesta de productos marinos (Quispe y Turner 2020). Así mismo, debido a la forma en que fue hallado, en posición fetal y en asociación a cerámica tardía del Mantaro, se podría indicar que este cuerpo pertenece a un contexto cultural tardío (Intermedio Tardío u Horizonte Tardío). El lugar de procedencia de este individuo es aún indeterminado y su escaso consumo de carne de camélido descartaría su procedencia de la región puna. Así mismo su nula ingesta de pescado también desecha la posibilidad de 99 que provenga de la costa, quedando abierta la posibilidad de que pueda ser originario de la Amazonía o de la otra parte de los Andes centrales (Quispe y Turner 2020). El Individuo N° 3, hallado en el Sector III de Arhuaturo en la excavación N° 17, tuvo una dieta basada en tubérculos, quinua, legumbres y algunas proteínas provenientes de roedores como la vizcacha. Lo particular de este individuo, es que tampoco habría nacido en el valle del Mantaro y aún no se ha podido identificar su región de origen. Lo que está claro es que no proviene de la zona de puna ni del litoral, quedando abierta la posibilidad de que este también pueda provenir de la Amazonía o de otra región de los Andes centrales (Quispe y Turner 2020). 2.3.- CONCLUSIONES SOBRE ARHUATURO La cerámica del tipo 5, 6, 7 y 8, hallada en Arhuaturo, presenta mucha similitud con la cerámica que registra Browman (1970) y los integrantes del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et al. 1989) para el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.) en el valle del Mantaro. Además, Hastorf y sus colegas (et al. 1989) registran en el sitio arqueológico Pancan, en la zona norte del valle del Mantaro, un contexto similar al hallado en Arhuaturo. En Pancan encuentra de forma similar que en Arhuaturo, poca cantidad de cerámica de la época pre Wari y sobre esta mayor cantidad de cerámica tardía. Browman (1970) junto con Hastorf y sus colaboradores (et al. 1989), proponen que, en todo el valle, aproximadamente entre el año 0 y 800 d.C., la mayoría de las aldeas habrían sido pequeñas y conformadas por algunas edificaciones de base circular de un diámetro promedio entre 5 y 10 m. Si bien en Arhuaturo no se hallaron edificaciones domesticas del periodo pre Wari, esto no sería necesariamente por la inexistencia de estos. Es probable que debido al continuo trabajo agrícola que se produjo durante muchos años 100 sobre este sitio, hayan desaparecido estas edificaciones, quedando solo como prueba de la existencia de una ocupación cultura pre Wari en Arhuaturo, la cerámica. Para el autor, a partir de todo lo expuesto, es probable que en Arhuaturo haya existido una pequeña ocupación cultural en el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.). La concentración de la cerámica del Tipo 5, 6, 7 y 8 en el Sector II de Arhuaturo (ver Fig. 104), sugiere que en todo este tiempo se habría ocupado principalmente la zona central de este sitio. x Tipo N° 5 Tipo N° 6 Tipo N° 7 Tipo N° 8 Sector I Excavación N° 1 2 4 1 1 Excavación N° 2 x 2 x 4 Excavación N° 3 x x x x Excavación N° 4 x 2 1 x Excavación N° 5 x x x x Excavación N° 6 x x x x Sector II Excavación N° 7 54 53 15 14 Excavación N° 8 x 1 1 x Excavación N° 9 x x x x Excavación N° 10 x x x x Excavación N° 11 x x 1 x Excavación N° 12 x x 1 1 Excavación N°13 x x x x Sector III Excavación N°14 x x x x Excavación N° 15 x x x x Excavación N° 16 x x x x Excavación N° 17 x x x x Excavación N° 18 x x x x Excavación N° 19 x x x x Total de fragmentos 56 62 20 20 % de la muestra 4.4.% 4.87% 1.57% 1.57% Fig. 104.- Cerámica del Tipo 5, 6, 7 y 8 hallada preferentemente en la zona central de Arhuaturo (UE N° 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13). En la cerámica pre Wari de Arhuaturo se advierte poca estandarización entre las formas, tamaño y decoración. Esto indicaría que la cerámica de este tiempo no fue producida y distribuida desde un específico taller, sino que fue hecha por diversos alfareros. Además, es importante señalar que tanto en Arhuaturo como en el resto del valle, para el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.) no se ha registrado arquitectura pública o monumental. Tampoco se advierte que algún tipo de cerámica haya sido usada por un grupo como marcador de estatus. 101 A partir de las evidencias que se pudo analizar en este trabajo, se puede suponer que entre la población de Arhuaturo, durante el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.), hubo poca diferenciación jerárquica, una producción descentralizada de la cerámica y una estructura política y social fragmentada. Browman (1970) y Borges (1988) plantean que, en todo el valle del Mantaro, alrededor del año 800 d.C., como consecuencia de la presencia Wari, se habrían producido cambios súbitos en el patrón alfarero y arquitectónico. En Arhuaturo se evidenció un cambio repentino en el patrón alfarero, tal y como Browman (1970) y Borges (1988) refirieron para el valle. En este sitio se observa que los tipos de cerámica 5, 6 y 7, en los cuales predominan las formas de los cuencos y la técnica del decantado, repentinamente dejan de ser producidos, dando paso a la elaboración de los tipos de cerámica 1, 2 y 3, en donde las formas de los cántaros y ollas son más recurrentes y la técnica del decantado deja de ser practicada. En Arhuaturo, el registro de materiales diagnósticos Wari fue escaso, como lo fue en todo el valle (cfr. Borges 1988; D’Altroy y Hastorf 2001), identificándose solo algunos contextos funerarios Wari en la zona periférica baja de este sitio (cfr. Motta s/f). Sin embargo, existen indicadores que animan a señalar que los Wari tuvieron algún tipo control o influencia sobre la población de Arhuaturo. En primer lugar, en Arhuaturo se evidencia un cambio repentino en el patrón alfarero, tal y como sucedió en todo el valle, siendo esto señalado como una consecuencia de la influencia Wari (Browman 1970; Borges 1988). En segundo lugar, existe mucha cercanía entre Arhuaturo y el sitio administrativo Wari de Calpish (ubicado a 30 km al este), esto también ayuda a sospechar que los Wari tuvieron algún tipo de control directo o indirecto sobre Arhuaturo. Por los antecedentes que se tienen sobre la presencia Wari en la sierra central y por la información expuesta sobre el inicio del periodo Intermedio Tardío en los Andes 102 centrales (cfr. Lavallée 1973; Lavallée y Julien 1983; Parsons, Hastings y Matos 2000a, 2000b, 2004; Sillar y Dean 2002; Abrahams 2010; Meddens y Vivanco Pomacanchari 2018; Bauer y Kellett 2010), se puede sugerir que la influencia Wari en Arhuaturo habría terminado aproximadamente en el año 1000 d.C. El periodo Intermedio Tardío en Arhuaturo se habría caracterizado por la producción de los tipos de cerámica 1, 2 y 3 y por la construcción de edificios domésticos de base circular de 3 ó 5 m. de diámetro, los cuales estuvieron adosados a un patio. En este periodo, Arhuaturo habría sido ocupado en la totalidad de su área. Browman (1970) y los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Earle 1989, 1997; 2001; Earle et al. 1987; D’Altroy y Hastorf 2001; Johnson y Earle 2011), han indicado que en el periodo Intermedio Tardío las diferencias de estatus entre la élite y el común en la población del Mantaro serían más notorias. Browman (1970) llega a esta conclusión porque identifica diferencias en los rangos de tamaño en los asentamientos, así como en las residencias domésticas. Los miembros del Proyecto Alto Mantaro coinciden con este mismo planteamiento porque observan las mismas diferencias que sugieren la existencia de jerarquías a niveles de asentamientos y también en el contexto intra-sitio. Así mismo, ellos consideran que el tipo de cerámica Temperante con Andesita se encontraba con más frecuencia en las residencias de la élite (cfr. Earle 1989, 1997, 2001; Earle et al. 1987; D’Altroy y Hastorf 2001; Johnson y Earle 2011). En Arhuaturo, el registro de edificios domésticos de diversos tamaños, así como el hallazgo del tipo de cerámica 2, que se asemeja mucho al tipo de cerámica Temperante con Andesita, podría demostrar que en este sitio hubo claras diferencias jerárquicas. Sin embargo, hay que recordar la inexistencia de espacios públicos, con o sin arquitectura pública, modesta o monumental en Arhuaturo durante el periodo Intermedio Tardío. Esto 103 podría indicar que en este sitio no hubo centralidad política, sino un escenario político fragmentado antes de la llegada del Tawantinsuyo. En la cerámica producida en Arhuaturo durante el periodo Intermedio Tardío no se aprecia mucha homogeneidad entre sus formas y decoraciones, lo que podría demostrar que esta no fue hecha y distribuida desde un específico taller alfarero. La poca uniformidad en la cerámica, así como el posible escenario político fragmentado dentro de Arhuaturo, conllevaría a creer que la producción de la cerámica fue realizada por varios alfareros o por diferentes grupos de artesanos. Así mismo, debido a que no se halló evidencias de talleres de otra índole, es posible suponer que los otros bienes muebles (textiles, herramientas líticas, objetos de metal) también fueron elaborados por diversos artesanos o ayllus acorde a la demanda de la población de Arhuaturo. Costin (2001) señala que durante el Intermedio Tardío la cerámica Temperante con Andesita fue producida preferentemente en la zona sur del valle del Mantaro y que desde este punto habría sido distribuida hacia el resto del Mantaro. En Arhuaturo, el tipo de cerámica 2 o Temperante con Andesita, no fue hallada en demasía como para confirmar la hipótesis de Costin. La presencia del Tawantinsuyo en Arhuaturo se ha visto materializada por la arquitectura, ya que en este sitio se edificaron colcas y kallankas con manufactura local. Durante la presencia de los cusqueños en Arhuaturo, la cerámica del tipo 1, 2 y 3 siguió siendo producida sin muchas modificaciones, siendo elaborados en estos tipos las formas de los aríbalos Tawantinsuyo. La cultura material demuestra que los cusqueños si ejercieron control de Arhuaturo, siendo posible, tal y como habría sucedido en la zona norte del valle, que los líderes locales de mayor jerarquía a la llegada de los cusqueños fueron anexados dentro 104 del sistema estatal Tawantinsuyo (cfr. D’Altroy 1992, 2001). Pero aún queda en discusión si la arquitectura tipo Tawantinsuyo en Arhuaturo significó que los cusqueños ejercieron control directo o indirecto. Por otro lado, durante la ocupación del Tawantinsuyo sobre Arhuaturo, la cerámica en este sitio siguió careciendo de uniformidad y estandarización, siendo probable que durante la ocupación cusqueña la cerámica continúo siendo producida por diversos alfareros. Esto también podría significar que las demás actividades manufactureras continuaron realizándose como se hacía desde el periodo Intermedio Tardío, por diversos artesanos. 105 CAPÍTULO 3 3.- CERÁMICA E IDENTIDAD SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO En este punto se tiene por objetivo analizar, cómo las distintas poblaciones que ocuparon el valle del Mantaro, en el transcurso del periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío, habría materializado por medio de la cerámica algunos aspectos de su identidad social. Para desarrollar este tema, el autor estudió y contrastó toda la información pertinente sobre la cerámica registrada en este valle (Browman 1970; Hastorf et al. 1989; Costin 1986-1987, 2001; Earle 1997; Earle et. al. 1980, 1987; D’Altroy y Hastorf 2001; Navarro 2012, 2013; Perales et. al. 2015) y en el sitio arqueológico Arhuaturo (ver Cap. 2). 3.1.- IDENTIDAD SOCIAL Y ARQUEOLOGÍA 3.1.1.- LA IDENTIDAD SOCIAL La identidad social, puede ser entendida como la relación entre individuos que presentan una filiación subjetiva entre ellos, debido a que comparten diversos aspectos culturales que son afines a la identidad individual de cada uno de ellos. El sentido de identidad social es definido, entonces, como una confirmación social, cultural y política de fidelidad del individuo con el grupo, y de solidaridad en contraposición con “otros” grupos (Bourdieu 1977; Bentley 1987; Jones 1997). La identidad de una sociedad se construye en la interacción con otros grupos, ya que, en el proceso de inclusión o exclusión se definen sus límites con los demás, dando pautas sobre quienes pertenecen a la comunidad o no, a partir de supuestas diferencias con los “otros”. De esta forma, cada grupo presenta su propio código, norma y espacio de socialización en donde se replantean los caracteres culturales que definen su propia identidad grupal. Así mismo, en el proceso de construcción de la identidad de una 106 sociedad, también contribuyen factores como los cismas políticos, los brotes bélicos y la superposición de poderes (Barth 1976; Smith 1993; Jenkins 2004). Sobre este tópico, es menester recordar que la identidad de una sociedad se construye a partir de las relaciones subjetivas entre los individuos. Por eso es importante no olvidar que la identidad de cada individuo se desarrolla de manera intersubjetiva, es en este proceso que el individuo forma un concepto de sí mismo y es mediante la socialización, que este aprende a verse diferente a los demás. La identidad de una persona, a la vez, se construye en diversos contextos socioculturales y bajo la influencia de determinados sistemas de poder o estructuras políticas (Tajfel 1974, 1978; Rosenfeld 1994-1995; Gómez y Vázquez 2015). Es en el proceso de socialización, donde el individuo comparte similares patrones culturales y reelabora estos con los demás individuos afines a él, es donde también este establece y afianza su identidad colectiva. Esto genera en el individuo el conocimiento de pertenecer a un específico grupo, con toda la carga emotiva que conlleva el sentido de pertenencia (Tajfel 1974, 1978; Scandroglio et al. 2008). 3.1.2.- LA ARQUEOLOGÍA Y EL ESTUDIO DE LA IDENTIDAD SOCIAL La construcción de la identidad social se produce subjetivamente y mediante las prácticas comunitarias, las cuales a su vez son materializadas guardando un significado simbólico. Es así que cada sociedad genera una cultura material acorde a la dinámica de interacción que presente de manera interna y externa con “otros” grupos, siendo esta materialización una evidencia palpable de la identidad de esta, en un determinado contexto (Hodder 1982; Jones 1997). La arqueología, por su parte, para abordar el estudio de la identidad social recurre a la materialización de las emociones producidas en la construcción de la identidad de un 107 grupo. Es así que teniendo en cuenta como se produce la identidad social, el material arqueológico debe analizarse de manera superpuesta o traslapada y no de forma homogénea, ya que la identidad social siempre se encuentra en continua construcción (Hodder 1982; Jones 1997). En la tarea por reconocer y analizar las identidades sociales en el pasado prehistórico del valle del Mantaro, el autor, toma en cuenta algunos posibles escenarios en donde una sociedad puede construir su identidad. Estos escenarios pueden ser dentro de una estructura política fragmentada, como también en el interior de una organización política centralizada tipo Estado. En el caso de las sociedades fragmentarias, es probable, que la cultura material que producen estas, como la cerámica, los textiles, las edificaciones domésticas y funerarias, pueden ser expresiones y/o vehículos directos que manifiesten la identidad social de cada grupo. Esto puede ser posible ya que no hay agentes externos que intervienen en la relación entre los productores y los usuarios. En el caso de las sociedades que están inmersas dentro de una institución política centralizada tipo Estado, es plausible que la complejidad de las relaciones políticas y sociales entre el Estado hegemónico y los subyugados, se vean reflejadas en la cultura material. Por ello, es probable que la ideología y en particular la doctrina religiosa del Estado centralista se exprese frecuentemente en las edificaciones públicas y en la parafernalia de culto (cerámica, textiles u objetos de metal). Así mismo, los subyugados y los productores especializados del Estado, a menudo manejan técnicas y códigos culturales diferentes (cfr. Makowski 2008; Makowski y Ore 2014). En este contexto, existe un alto potencial en que los rasgos que denoten la identidad de las sociedades subyugadas a un Estado, se encuentren recurrentemente materializadas en las edificaciones y artefactos de usos domésticos (como la cerámica, 108 textiles y algunos ornamentos de metal); dado que la interferencia del Estado es mínima en estas esferas de la vida de los sometidos. Cabe destacar que incluso en el caso de las construcciones o productos hechos por los subyugados, por encargo del Estado, la marca de la identidad de quién ha sido el artífice deja su impronta. En el supuesto de que se traten de productores o constructores sometidos al Estado, se podría observar en la cultura material que estos producen, una combinación de características locales y foráneas, tanto en las técnicas (estilo interno) como en las formas e iconografías (cfr. Makowski y Vega- Centeno 2004; Makowski 2008; Makowski y Ore 2014). Los estudios arqueológicos sobre la producción alfarera, hacen entrever que ciertos aspectos de la identidad compartida dentro de una sociedad se pueden manifestar en la manera de producir la cerámica. Ya que a pesar de que los alfareros pueden elaborar distintas formas de vasijas, aplicar variados acabados o seguirá las pautas de muchos estilos decorativos dependiendo de la demanda y del contexto político-social, es en la forma en que ellos preparan la arcilla y aplican sus técnicas alfareras, como estos ceramistas materializan de alguna forma la identidad de su grupo o sociedad. Esto se produce debido a que los ceramistas aprenden su tradición alfarera en la intimidad de su comunidad, un lugar que difícilmente puede ser intervenida por algún poder Estatal (cfr. Makowski 2008; Makowski y Ore 2014; Rice 2015; Makowski y Giersz 2016). Sin embargo, es verosímil que en el contexto de mayor complejidad socio- económica, en particular cuando una expansión Estatal condicione la formación de un mini-sistema mundo, la identidad de los productores difiere de la de los usuarios e incluso de los que se encargan de la distribución. Es así que para relacionar de manera firme la identidad de una sociedad con un estilo interno y externo de cerámica en particular, es menester estudiar su sistema de producción y distribución, así como su relación con el poder (cfr. Makowski 2008; Makowski y Ore 2014; Makowski y Giersz 2016). 109 3.2.- TRADICIONES ALFARERAS E IDENTIDAD SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO En este punto, a partir de la revisión de los estudios realizados sobre la cerámica del valle del Mantaro (Browman 1970; Hastorf et al. 1989; Costin 1986-1987, 2001; Earle 1997; Earle et. al. 1980, 1987; D’Altroy y Hastorf 2001; Navarro 2012, 2013; Perales et. al. 2015) y de los resultados de la investigación hecha en Arhuaturo (ver Cap. 2), se exponen las características que definen a las dos tradiciones alfareras que se produjeron en este valle entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. Además, el autor, analiza estas dos tradiciones alfareras para abordar cómo los distintos grupos sociales que habitaron todo el Mantaro, por medio de su cerámica, se habrían identificado de sus “otros”, tanto dentro y fuera de este valle, entre el transcurso de los periodos prehispánicos ya referidos. 3.2.1.- TRADICIÓN ALFARERA TEMPRANA La tradición alfarera temprana comprende la cerámica que fue producida en todo el valle del Mantaro durante la época pre Wari (0-800 d.C.). Esta cerámica posee pasta muy compacta con pocos desgrasantes (ver Fig. 57, 62, 68 y 72), pintura pre-cocción, auto-engobe y bruñido (ver Fig. 61, 66, 71 y 76) (cfr. Browman 1970; Hastorf et al. 1989; Perales et. al. 2015). En esta tradición, a pesar de que se observa en la cerámica una similar técnica en la aplicación en las decoraciones pictóricas, estas muestran diversos motivos (ver Fig. 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 26, 61, 66, 71 y 76), es así que en Arhuaturo, el autor, halló diseños que no fueron registrados antes en el valle (ver Fig. 66 y 71). Es evidente que en esta tradición alfarera los motivos decorativos no muestran muchas recurrencias en sus formas, lo cual también fue advertido por los integrantes del Proyecto Junín (cfr. Parsons et al. 2000a, 2000b, 2004) y del Proyecto Alto Mantaro (cfr. Hastorf et al. 1989). 110 En esta tradición alfarera se habría empleado principalmente la arcilla calcárea y ferruginosa. Dentro de este grupo alfarero se elaboraron ceramios con dos tipos de pasta. Entre la cerámica que posee la pasta color naranja/crema, se encuentran los Tipos de Cerámica 5 y 7 que fueron hallados en Arhuaturo. Así mismo, la cerámica Usupuquio, Uchupas y Huacrapuquio de pasta naranja/crema que fue descrita por Browman (1970) y la cerámica de pasta naranja/crema que fue producida durante el periodo Huacrapukio I y Huacrapukio II, según Hastorf y sus colegas (et al. 1989). En esta tradición también se produjo cerámica de pasta rosada/púrpura, la cual debería su color a la posible combinación de la arcilla ferruginosa y calcárea. Entre la cerámica que posee este tipo de pasta se encuentra la Cerámica Tipo 6 hallada en Arhuaturo, la cerámica Usupuquio y Uchupas de pasta rosada identificada por Browman (1970) y la cerámica de pasta rosada/púrpura producida en el periodo Huacrapukio I y Huacrapukio II, según Hastorf y sus colegas (et al. 1989). La producción y distribución de esta cerámica parece que se realizó desde diferentes puntos a lo largo de todo el valle, ya que esta no muestra un alto grado de estandarización entre sus formas (ver Anexo 5, 6, 7 y 8; ver Fig. 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 26), ni recurrencias en sus decorados (ver Fig. 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 26, 61, 66, 71 y 76) (cfr. Browman 1970; Hastorf et al. 1989; Parsons et al. 2000a, 2000b, 2004; Perales et. al. 2015). Todo el repertorio morfológico como decorativo de la cerámica de esta época pre Wari (0-800 d.C.), parece haberse organizado en clusters locales de sitio por sitio o de zona por zona a lo largo de todo el valle. Esta característica coincide con el supuesto que fue formulado para esta época pre Wari, en cuanto a la vigencia de una organización social no centralizada en este valle (cfr. Browman 1970; Borges 1988; Hastorf et al. 1989). Debido a este posible contexto político que habría prevalecido en el Mantaro durante la época pre Wari, la producción alfarera habría sido emprendida por demanda 111 comunal, desde diferentes partes del Mantaro y quizás en determinadas épocas del año (sistema de autoabastecimiento o por alfareros a tiempo parcial). Además, la recurrencia de canteras y de materias prima de buena calidad a lo largo del valle del Mantaro, facilitó el acceso a la arcilla e impidió que este bien sea monopolizado por unos pocos productores. 3.2.2.- TRADICIÓN ALFARERA TARDÍA La cerámica de esta tradición alfarera fue producida a partir de la presencia Wari en todo el valle del Mantaro (a partir del año 800 d.C. aproximadamente). En esta tradición se produjeron principalmente vasijas de gran tamaño y complexión, como cántaros y ollas, mientras que los cuencos fueron dejados en un segundo lugar (ver Fig. 39, 46 y 52) (cfr. Browman 1970; Earle et. al. 1980, 1987; Costin 1986-87, 2001; Navarro 2012). En esta tradición, la pasta se caracteriza por la presencia de inclusiones minerales medianas y grandes (ver Fig. 36, 43 y 49) (cfr. Browman 1970; Earle et. al. 1980, 1987; Costin 1986-87, 2001; Navarro 2012), esto favorecería a las vasijas en su resistencia al fuego y a los golpes. Dentro de esta tradición alfarera se encuentra la cerámica del Tipo 1, 2 y 3 hallada en Arhuaturo, el estilo Calpish, Quinsahuanca, Matapuquio, Arhuaturo y Arhuaturo Inca descritas por Browman (1970) y la cerámica que se produjo durante el periodo Wanka I, Wanka II y Wanka III (estilo Base Clara, Engobe Crema, Wanka Rojo, Temperante con Andesita y Engobe Micáceo), según los integrantes del Proyecto Alto Mantaro (cfr. Earle et. al. 1980, 1987; Hastorf et. al. 1989; Costin 1986-87, 2001) (ver Fig.11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 20, 21, 30, 31, 40, 41, 42, 47, 48, 53 y 54). Además de identificar alfares cuya producción se encontró distribuida por todo el valle, entre el año 800 y 1532 d.C., también se registraron otras de focalizada popularidad 112 local. En la zona norte del valle se registró el tipo de cerámica doméstica Engobe Micáceo (Earle et. al. 1980, 1987; Hastorf et. al. 1989; Costin 1986-87, 2001; D’Altroy y Hastorf 2001; Navarro 2012) (ver Fig. 105), mientras que en el área sur del valle se registró el tipo de cerámica 3 de uso doméstico según la clasificación de Arhuaturo (ver Fig. 106). Fig. 105.- Cerámica Engobe Micáceo hallada en el sitio arqueológico Anjushmarca, ubicado en el extremo norte del valle del Mantaro, región de Lomo Largo (Navarro 2012). Fig. 106.- Cerámica del Tipo 3 hallada en Arhuaturo. A pesar de que en esta época hay indicios de una mayor interacción entre diferentes partes del valle de Mantaro, no se observan altos niveles de estandarización entre las decoraciones y formas de la cerámica (ver Fig.11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 20, 21, 30, 31, 40, 41, 42, 47, 48, 53 y 54; ver Anexo 2, 3 y 4), como tampoco se ven surgir centros especializados de producción alfarera a tiempo completo (cfr. Browman 1970; Earle et al. 1980, 1987; D’Altroy 1992; Hastorf 2001; Navarro 2012). Esto indicaría que la tradición alfarera tardía posiblemente fue producida desde diversos sitios o zonas del valle, de manera comunal, en ciertas fechas del año y bajo la premisa del 113 autoabastecimiento. No obstante, si bien se especifica que durante el desarrollo de esta tradición alfarera hubo episodios de cierta complejidad en la organización política y social en el valle del Mantaro (cfr. Browman 1970; Earle et al. 1980, 1987; D’Altroy 1992; Earle 1997, 2001; Hastorf 2001; Johnson y Earle 2011; Navarro 2012; Perales 2017), esta no habría propiciado que se manifiesten mecanismos de producción especializada. 3.2.3- TRADICIONES ALFARERAS E DIENTIDAD SOCIAL El aspecto que salta a la vista a la hora de revisar la historia prehispánica de la producción alfarera en el valle de Mantaro, es la presencia de dos tradiciones alfareras que poseen particular nivel tecnológico y morfo-funcional. Estas dos tradiciones se desarrollaron sucesivamente en el trascurso del siglo I y principios del siglo XVI (la tradición alfarera temprana se elaboró entre el año 0 y el 800 d.C., mientras que la tradición alfarera tardía entre el año 800 y 1532 d.C.). En la tradición alfarera temprana, la cerámica destaca por la relevancia del decantado, haciendo que la pasta de esta sea muy compacta. Mientras que en la tradición alfarera tardía no se practicó el decantado, por esta razón la cerámica de esta tradición posee pasta porosa y grandes inclusiones. En la tradición alfarera tardía prevalecieron las formas de los cántaros y ollas, a diferencia de la tradición alfarera temprana en la cual se produjeron preferentemente los cuencos. En los acabados, en la tradición alfarera temprana se practicó la decoración pictórica pre-cocción, mientras que en la tradición alfarera tardía se hizo pos-cocción. Por último, en la tradición alfarera temprana fue recurrente el auto-engobe, mientras que en la tardía no. Estas dos tradiciones alfareras, como se mencionó, se sucedieron una tras otra entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. El episodio de sustitución de una tradición alfarera por la otra, se ubicó aproximadamente en el periodo Horizonte 114 Medio (Browman 1970; Borges 1988; Hastorf et. al. 1989). Es importante señalar que no se halló en todo el valle, ni en Arhuaturo, algún tipo de evidencia material que esté relacionada con el proceso de transición progresiva desde la tradición alfarera temprana hacia la tardía. Esto demostraría que el cambio de una tradición alfarera a la otra se produjo intempestivamente. Sobre este tema, Browman (1970) atribuye directamente el cambio en la cerámica a la directa influencia de los Wari sobre el valle del Mantaro. Mientras que los integrantes del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et. al. 1989; Borges 1988) determinan que, en la zona norte del valle, el cambio en la cerámica se produjo como efecto indirecto de la hegemonía Wari en los Andes centrales, más no por una directa imposición de los ayacuchanos. Los miembros de este proyecto indican esto porque para ellos los Wari no ejercieron poder en el área norte del Mantaro. En ambos supuestos, se atribuye directa o indirectamente a los Wari el papel causante de este repentino cambio tecnológico y estilístico en la cerámica del valle del Mantaro. La diseminación de la tradición alfarera temprana por todo el valle, con sus sub- estilos decorativos que se circunscriben sitio por sitio o por zonas, sugieren dos cosas. Primero, que esta tradición alfarera fue muy popular entre los alfareros, esto sería porque entre la población de este valle probablemente hubo mucho contacto. Segundo, que esta tradición alfarera pudo haber identificado a la población del valle del Mantaro en un ámbito macro-regional durante la época pre Wari (0 – 800 d.C.). Esto se debería porque para este tiempo, la cerámica perteneciente a la tradición alfarera temprana no es registrada al sur (Huancavelica) (cfr. Ravines 2009) ni al norte del valle del Mantaro (región del Chinchaycocha) (cfr. Morales 1977). Browman (1970) fue el único en identificar tres posibles tipos de decorados para la tradición alfarera temprana (estilo Uchupas, Usupuquio y Huacrapuquio). Su propuesta 115 recibió críticas por parte de los miembros del Proyecto Junín (Parsons et al. 2000a, 2000b, 2004) y del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et al. 1989), debido a que en la cerámica de la tradición alfarera temprana hay una notable variedad de diseños los cuales eran difíciles de clasificar por estilos como lo propuso Browman (1970) (ver Fig. 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 26, 61, 66, 71 y 76). Además, en Arhuaturo se identificó motivos decorativos que no habían sido registrados antes en el valle, lo cual incrementa la variedad de motivos decorativos para la cerámica de la tradición alfarera temprana (ver Fig. 66 y 71). La variedad de motivos decorativos existentes en esta tradición alfarera temprana, se contrapone con la homogeneidad presente en la forma de hacer esta cerámica, en particular en la manera de preparar la pasta, realizar la cocción y elaborar los acabados. Pero ¿cómo interpretar la existencia de variados motivos decorativos en la cerámica de la tradición alfarera temprana? Es posible que los alfareros habrían querido representar o expresar en la decoración de la cerámica la idiosincrasia de su grupo de origen. Por otra parte, tratándose esta cerámica como utilitaria y tomando en cuenta la poca complejidad de sus diseños, es difícil atribuir a estas decoraciones contenidos religiosos sofisticados o de mensajes de demarcador de estatus social. No obstante, la variedad de motivos decorativos en la cerámica de la tradición alfarera temprana, es un fuerte argumento a favor de la hipótesis del autor, la cual apuesta por una relativa independencia de cada asentamiento, con un sistema económico altamente autárquico durante la época pre Wari, tal y como habría pasado en Arhuaturo. Esto concordaría con la hipótesis de otros investigadores que señalan que, en el Mantaro, durante la época pre Wari, la población de este lugar, a pesar de compartir ciertos patrones culturales, no presentó centralidad política (Browman 1970; Borges 1988; Hastorf et. al. 1989). La tradición alfarera tardía, por su parte, se popularizó por todo el valle del Mantaro a partir de la presencia Wari. Así mismo, entre el repertorio de las formas de la 116 cerámica de esta tradición alfarera no existen amplias diferencias, para llegar a suponer que entre la población de este valle hubo distintos estilos de vida. Dentro de esta tradición alfarera, se registró particulares tipos de cerámica doméstica. En la zona norte del valle se halló la cerámica doméstica del tipo Engobe Micáceo (Costin 2001) y en la zona sur, en Arhuaturo, el Tipo de cerámica 3 (ver Cap. 2). El focalizado registro de estos ceramios de uso doméstico, tienta al autor a relacionar esta evidencia con la ubicación de los Xauxas en el norte y los Guancas al sur del valle. Este contexto, coincidiría con la afirmación etnohistórica de que en la zona norte se asentaron los Xauxas y en el sur los Guancas desde el periodo Intermedio Tardío (cfr. Estete 1917 [1532-1533]; Vega 1965[1582]; Cieza de León 1967 [1533]; Guamán Poma de Ayala 1980 [1614]). Es menester recordar que, según las fuentes etnohistóricas citadas, desde antes de la presencia del Tawantinsuyo en el valle, cada una de estas dos sociedades tardías ya se distinguía por su particular modo de vestir, peinar y hasta por su propio dialecto de Quechua. También es importante remarcar que los tipos de cerámica doméstica de la tradición alfarera tardía, como el tipo Engobe Micáceo y el tipo de cerámica 3 hallada en Arhuaturo, hasta la fecha sólo han sido registrados dentro del valle del Mantaro. Esto demostraría que esta cerámica pudo identificar a los propios del Mantaro en un contexto macro-regional en los Andes centrales. 117 CAPÍTULO 4 4.- DISCUSIÓN SOBRE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO ENTRE EL PERIODO INTERMEDIO TEMPRANO Y HORIZONTE TARDÍO En este capítulo se discute la organización política y social que tuvo toda la población del valle del Mantaro entre el siglo I y principios del siglo XVI. El desarrollo de este tema, a lo largo de la arqueología del valle del Mantaro, se ha sustentado principalmente del estudio de los datos provenientes de diversos puntos del valle y en especial de la zona norte, no siendo muy utilizadas las evidencias empíricas del área austral del Mantaro. En este capítulo, el autor busca contribuir en la discusión de este tema. Para lograr esto, el mencionado, analiza toda la información que ha sido registrada de este valle y también la proveniente de Arhuaturo. Los datos que proporciona Arhuaturo a la arqueología del valle del Mantaro, a pesar de no ser una muestra muy grande, son muy importantes. En primer lugar, porque estas evidencias provienen de la zona sur del Mantaro, la cual no ha sido muy estudiada. En segundo lugar, porque Arhuaturo, a pesar de ser un caso puntual, aporta valiosa información que ayuda a conocer cómo fue el desarrollo cultural prehispánico en toda la zona sur del Mantaro. Para desarrollo el tema central de este capítulo, a criterio del autor, es importante analizar de manera conjunta, la cultura material proveniente de la zona sur del Mantaro, con el resto de los contextos prehispánicos registrados de todo el valle. Todo esto con la finalidad de comprender mejor cómo las diversas poblaciones que habitaron este lugar se estructuraron política y socialmente entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. 118 4.1.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN LA ÉPOCA PRE WARI (0 – 800 D.C.) La presencia o ausencia de la arquitectura monumental ha sido el principal criterio para discutir si en el valle del Mantaro se llegaron a formar sociedades complejas entre el siglo I y siglo VII (cfr. Browman 1970; Earle et al. 1980; Earle et al. 1987; Hastorf et al. 1989; Johnson y Earle 2003; Mallma 2004; Villenas et. al. 2009). Muchos autores reconocen la relación causal directa entre la aparición de una tradición de arquitectura monumental con el poder centralizado, en el contexto de una estructura social jerarquizada, con estamentos o clases sociales (cfr. Carneiro 1970; Earle 1978, 1989; 1997; Haas 1982; Flanery 2003; Jhonson y Earle 2011). Pero no es menos cierto que la arquitectura monumental de gran envergadura y complejidad puede manifestarse también en el contexto de sociedades fragmentarias, incluso sin previa sedentarización (verbigracia Gobekli Tepe, arquitectura megalítica del neolítico europeo; en los Andes: cfr. Burger y Makowski 2009; Burger y Rosenzwig 2015). En todo caso, se puede señalar que la inexistencia de evidencias de arquitectura monumental en el registro, no implican necesariamente la falta de organización política y la ausencia de jerarquías (cfr. Clastres1978, 1981; Nielsen 2006; Yoffee y Sherratt 1993; Yoffee 2005). Por esta razón, la existencia o inexistencia de cierta complejidad política en el valle de Mantaro entre el año 0 y el 800 d.C., es una cuestión abierta y tiene que ser discutida con prudencia y sin apriorismos. Browman (1970), los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et al. 1989) y el autor, coinciden en señalar que los asentamientos durante la época pre Wari se ubicaron en las zonas bajas y medias altas del valle del Mantaro (ver Fig. 107, 108 y 109), como es el caso de Pancan (Hastorf et al. 1989) y Arhuaturo (ver Cap. 2), respectivamente. Así mismo, aunque se han propuesto desplazamientos entre las zonas 119 bajas y medias altas del valle durante este tiempo, al parecer ninguna de estas áreas quedó deshabitada por completo como consecuencia de los hipotéticos movimientos migratorios. Por otra parte, no se registraron características resaltantes que diferenciaran a los sitios de las zonas bajas y medias altas del Mantaro durante todo este tiempo. Fig. 107.- Mapa de ubicación de los sitios pre Wari (0-800 d.C.) en la zona norte del valle del Mantaro. Los puntos rojos indican los sitios de la época Huacrapukio I y los puntos verdes señalan los sitios del Huacrapukio II. Gráfico modificado de Borges (1988). 120 Fig. 108.- Mapa de ubicación de los sitios pre Wari (0-800 d.C.) en la zona sur del valle del Mantaro. Los puntos rojos indican los sitios de la época Huacrapukio I y los puntos verdes señalan los sitios del Huacrapukio II. Gráfico modificado de Borges (1988). Los asentamientos de esta época, en general, son descritos por Browman (1970) como pequeños. Así mismo, Browman no presenta datos explícitos que indiquen cuál es el rango de extensión de cada uno de estos (ver Fig. 109). Los integrantes del Proyecto Alto Mantaro, sobre este tema, señalan que la mayoría de los sitios registrados en el valle 121 tendrían un área relativamente pequeña de 5 hectáreas (Hastorf et al. 1989). Pero también existieron otros pocos sitios que tenían entre 5 y 10 hectáreas de extensión, siendo muchos más excepcionales los asentamientos con más de 15 hectáreas. Como por ejemplo el sitio N° 216 para la época Huacrapukio I (0-500 d.C.) y el sitio N° 132 para la época Huacrapukio II (500-800 d.C.) (Borges 1988: Apéndice F) (Ver Fig. 110). Fig. 109.- Ubicación de los sitios de la época pre Wari en el valle del Mantaro (Browman 1970) 122 Fig. 110.- Sitios de la época pre Wari (HP1 y HP2), con sus respectivas medidas en hectáreas (Borges 1988: Apéndice F). En los asentamientos pre Wari no se han registrado edificaciones monumentales, esta condición hace poco probable que en estos sitios se hubieran realizado algún tipo de permanente actividad administrativa centralizada. Lo más resaltante en estos asentamientos es la constante presencia de edificios domésticos de planta circular de un diámetro promedio entre 6 y 8 m. de extensión asociados a un patio amplio, según Browman (1970) y Hastorf (et al. 1989) (ver Fig. 111). 123 Fig. 111.- Recintos domésticos de la época pre-Wari hallada en Pancan (Hastorf et al. 1989: Fig. 6). Por otra parte, sobre la tradición alfarera que corresponde a este tiempo, Browman (1970) afirma que la cerámica de pasta rosada solo habría sido elaborada entre el año 0 y el 500 d.C., mientras que la cerámica de pasta naranja/crema entre el año 0 y el 600 d.C. Pero las excavaciones realizadas en Pancan (por el Proyecto Alto Mantaro) (Hastorf et al. 1989: 15) como las hechas en Arhuaturo (por el autor en la zona sur del valle) (ver Cap. 2), demuestran que la cerámica de pasta rosada fue producida de manera simultánea que la cerámica de pasta naranja/crema durante toda la época pre Wari (0-800 d.C.) (Ver Fig. 112). Fig. 112.- Cantidad de la cerámica pre Wari hallada en Arhuaturo. 0 10 20 30 40 50 60 70 80 PASTA NARANJA-CREMA PASTA ROSADA Cantidad de la cerámica pre Wari hallada en Arhuaturo 124 Sobre estos dos tipos de cerámica producidas dentro de la tradición alfarera temprana, por lo menos en la hallada en Arhuaturo, se evidencia que las vasijas de pasta rosada poseen mayor tamaño que las hechas con pasta naranja/crema (ver Fig. 113). La cerámica de pasta rosada, también tiene un borde particular (borde convexo redondeado) que no se registró en la cerámica de pasta naranja/crema. Y, por último, aunque Browman y los miembros del Proyecto Alto Mantaro no hayan registrado residuos de hollín entre la cerámica de pasta rosada y en la de color naranja/crema. En Arhuaturo se evidenció que la cerámica de pasta rosada tenía más casos de presencia de hollín que la cerámica de pasta naranja/crema. Pero esta última no está excepta de tener hollín, claro está en menor porcentaje (ver Fig. 114). Fig. 113.- Diámetro de los cuencos pre Wari hallados en Arhuaturo. Fig. 114.- Porcentaje de la cerámica pre Wari con/sin hollín hallada en Arhuaturo. 0 5 10 15 20 25 16 CM 18 CM 20 CM 22 CM 24 CM 26 CM 28 CM Diámetro de los cuencos pre Wari Cuencos de pasta Naranaja-crema Cuencos de pasta Rosada 0 20 40 60 80 TOTAL CON HOLLÍN SIN HOLLÍN Cerámica pre Wari con/cin hollín PASTA ROSADA PASTA NARANJA-CREMA 125 Las características de la cerámica de este tiempo demuestran, por lo menos con más seguridad para Arhuaturo, que los alfares de pasta rosada y naranja/crema, tendrían un uso doméstico-utilitario. En los alfares de pasta rosada se identificó mucho más cuarzo que en la cerámica de pasta color naranja/crema (ver Fig. 115 y 116), siendo el cuarzo muy importante en las vasijas para que estas resistan altas temperaturas; lo cual confirmaría su probable uso para la cocina con la exposición al fuego abierto. Además, como las dimensiones promedio de las vasijas de pasta rosada son de mayor tamaño que las de pasta naranja/crema (ver Fig. 113), es posible que las primeras hayan tenido un doble uso de cuenco y olla; ya que la producción de ollas recién se popularizaría a partir de la presencia Wari en este valle según Browman (1970), Hastorf (et al. 1989), Borges (1988) y el autor (ver Cap. 2 y 3). En suma, es posible que la cerámica de pasta rosada haya sido empleada preferentemente para la cocción de alimentos y que la cerámica de pasta naranja-crema como utensilio para servir bebidas y comida. Fig. 115.- Componentes mineralógicos de la cerámica de pasta color rosado (Cuarzo 70%). Fig. 116.- Componentes mineralógicos de la cerámica de pasta naranja/crema (Cuarzo 34 %). 126 Hasta la fecha no hay registro de que alguno de estos dos tipos de cerámica haya sido hallado exclusivamente en los recintos domésticos de mayor tamaño de los sitios de esta época, o en el interior de algún determinado contexto funerario de un personaje que indiquen un alto grado de jerarquía. Todavía no es posible determinar si alguno de estos dos tipos de cerámica fue empleado por la población de esta región para remarcar diferenciación de clase o status. Es probable que la gente de este valle haya utilizado otros elementos para demarcar su jerarquía, como por ejemplo mediante la vestimenta. Por otra parte, Browman (1970), Hastorf y sus colaboradores (et al. 1989), así como el autor a partir de sus estudios en Arhuaturo, (ver Cap. 2 y 3), coinciden en señalar que la cerámica del valle del Mantaro, durante este tiempo, no presenta estandarización entre sus formas y decoraciones. Así mismo, advierten que en el valle existen diversos puntos de extracción de arcilla con similares características (cfr. Browman 1970; Costin 1986-87, 2001). Por las razones expuestas resulta razonable para el autor inferir que la producción alfarera habría sido emprendida en diversos lugares del valle. El autor considera posible que diferentes grupos de la población de esta época, acorde a sus requerimientos, hayan gestado esta labor. Esta tarea sería emprendida probablemente desde cada asentamiento por alfareros que cumplirían esta función solo a tiempo parcial, pero sin llegar a un grado de especialización, ya que no se han hallado indicios de esto. En conclusión, el autor sugiere que las diferencias entre las dimensiones de los asentamientos de la época pre Wari, no se relacionarían necesariamente con algún tipo desigualdad jerárquica dentro de un sistema de poder propio de las jefaturas complejas. El autor plantea esto, a partir de que en este valle no existe dentro de los asentamientos algún tipo de arquitectura monumental o plazas, y porque en todo el Mantaro no hay registro de una alfarería tecnológicamente sofisticada con formas exclusivas que hayan sido usadas por alguna élite permanente. 127 El contexto arqueológico registrado en este valle, para el autor, demostraría que, si hubo diferencias jerárquicas, pero que estas se encontrarían dentro de un orden heterárquico. De hecho, la existencia de comunidades muy pobladas como los sitios N° 216, N° 221 y N° 218 entre el año 0 y 500 d.C., y los sitios N° 132, N°221 y N° 294 entre los años 500 y 800 d.C., puede implicar que existieron varios sitios que tuvieron eventualmente mayor prestigio y poder que los demás. Pero esta eventual hegemonía no habría sido permanente sino circunstancial y de corta duración. Esto habría hecho que ningún grupo del valle haya tenido prolongada supremacía sobre los demás, por lo menos no por mucho tiempo para que esta sea materializada (cfr. Yoffee y Sherratt 1993; Yoffee 2005). La inexistencia de sitios con arquitectura monumental, durante la época pre Wari (0 - 800 d.C.), así como la falta de estandarización en las formas y decoración de la cerámica, indicaría que no existió centralidad política en todo el Mantaro. Es posible que en este tiempo cada uno de estos sitios haya mantenido su propia autonomía o “unicidad” política en términos de Clastres (1978, 1981). Una mirada al interior de los asentamientos de esta época, los cuales están compuestos de edificios residenciales de planta redonda y sin arquitectura monumental pública, refuerza la hipótesis de que entre los ocupantes de estos sitios hubo relaciones políticas y sociales relativamente igualitarias. En este contexto, es posible que primara una economía autárquica, con intercambios de productos entre comunidades vecinas. Siendo particularmente el sistema de autoabastecimiento el más notorio en el caso de producción de la cerámica. Por otra parte, a pesar de que Borges (1988) plantea que en esta época pre Wari pudieron haber existido dos áreas de integración políticas-sociales, una al norte y la otra al sur de valle, aún no existen evidencias tangibles para afirmar ello. Por el contrario, los 128 datos registrados hasta el momento demuestran que en todo el valle del Mantaro existieron muchas comunidades autónomas. 4.2.- PRESENCIA WARI EN EL VALLE DEL MANTARO Alrededor del tema sobre la presencia de los Wari en el valle del Mantaro, Browman (1970) indica que estos habrían dominado todo este lugar, materializando su presencia con la construcción de tres sitios de control administrativo en la zona sur del valle: Calpish (Pjun 618), Ñahuinpuquio (PJun-648) y Wariwillka (Pjun 501) (ver Fig. 117). Browman (1970) también señala que bajo la influencia Wari se empezaría a practicar con mayor intensidad el agro y que la población se asentó preferentemente en las zonas bajas del valle (ver Fig. 117). Por otra parte, Hastorf y colaboradores (et al. 1989), como también Borges (1988), plantean que los Waris no ocuparon la región norte del valle del Mantaro, debido a que no lograron identificar suficientes evidencias materiales de su presencia. Pero al igual que Browman (1970), sostuvieron que para esta época la población se asentó preferentemente en las zonas bajas del valle (ver Fig. 117) y que practicaron la agricultura con mayor intensidad. Fig. 117.- Ubicación de los sitios durante el periodo Horizonte Medio y de los tres sitios administrativos Wari (Calpish, Wariwillka y Ñahuinpuquio) (Modificado de Browman (1970)). 129 El autor, a partir de su investigación hecha en Arhuaturo, comparte la opinión de los autores citados arriba, quienes indican que alrededor del año 800 d.C., se registraron bruscos cambios en el valle, los cuales se perciben con claridad en el patrón arquitectónico y en la producción alfarera (ver Cap. 2 y 3). Browman (1970) interpreta estos cambios como consecuencia de un repentino y directo control Wari. Los miembros del Proyecto Alto Mantaro (Hastorf et al. 1989; Borges 1988) plantean que estos cambios se dieron a raíz de las relaciones políticas y comerciales que entabló la población de la mitad norteña del valle con los Wari. Además, estos últimos remarcan que estos cambios se desencadenaron por la iniciativa propia de la población septentrional del Mantaro y no por la presión de la autoridad Wari. Los cambios registrados en la arquitectura son los siguientes: la superficie promedio de los edificios domésticos de planta circular se ven reducidas en este periodo respecto al anterior, puesto que pasan de tener de 6 u 8 metros de diámetro, a medir entre 3 o 5 metros. Asimismo, se conforman definidas unidades domésticas que presentan entre 3, 4 o 5 recintos circulares asociados a un patio (Browman 1970; Hastorf et al. 1989; Borges 1988; DeMarrais 2001) (ver Fig. 118). Fig. 118.- Edificaciones domésticas de 6 u 8 metros de extensión con patio (izquierda), edificaciones domésticas de 4 o 5 metros de extensión con patio. Comparativa del cambio del patrón arquitectónico doméstico en el sitio Pancan (Hastorf et al. 1989). 130 El cambio en la arquitectura doméstica podría implicaría una posible transformación en la organización social. Para el autor, la reducción sustancial del área promedio de las estructuras circulares, así como la aparición de grupos patios que comprenden un número variado de viviendas, puede significar que, en el valle del Mantaro, las comunidades aldeanas compuestas por familias extensas fueron reemplazadas por organizaciones de linajes variados y menos amplios. Es así que la estructura comunitaria de los grupos de parentesco de casi similar nivel jerárquico de la época pre Wari, quedarían remplazadas por la conformación de familias asociadas en grupos residenciales tipo ayllu; cuya ubicación dentro de la escala jerárquica pudo guardar relación con el número de miembros prestigiosos que compartieron un mismo techo. ¿Por qué se habría producido esta reestructuración social? Hay varias causas posibles. Al autor le atraen en particular dos escenarios. En el primero, las decisiones políticas de los Wari habrían repercutido en el estilo de vida de los pobladores del Mantaro, haciendo que estos últimos variaran su estructura social. En el segundo supuesto, el cual atrae más al autor, sería que esta reestructuración social se produjo a partir de la competencia que se produjo entre las familias o linajes dentro del nuevo escenario político y económico que configuraron los Wari. Esto último implicó el fin de las condiciones autárquicas de la población local. Por otra parte, de manera simultánea a los cambios que se registran en la arquitectura doméstica, también acontecen transformaciones en la tradición alfarera. Durante la presencia Wari en el valle del Mantaro, se deja de elaborar la cerámica con pasta muy compacta y con pocos desgrasantes (cfr. Browman 1970; Hastorf et. al. 1989; Borges 1988; Costin 1986-87, 2001). Este tipo de pasta compacta queda sustituida por otra porosa y con grandes inclusiones como se puede apreciar en Arhuaturo (ver Fig. 131 119). Paralelamente se enriquece de manera sustancial el repertorio de formas, puesto que aparte de las formas abiertas (cuencos) que ya no están siendo tan elaboradas como en el periodo previo, aparecen de forma recurrente y repentina las ollas y los cántaros. Siendo este hecho coincidentemente advertido por Browman (1970), Borges (1988), Costin (1986-87, 2001) y también por el autor en Arhuaturo (ver Fig. 120). Fig. 119.- Cerámica Tipo 6 de pasta rosada pre Wari (izquierda), cerámica Tipo 2 pos Wari hallada en Arhuaturo. Fig. 120.- En esta gráfica se aprecia que en la cerámica pre Wari (Tipo 6, 7 y 5) predominan las formas de los cuencos, mientras que en la cerámica producida a partir de la influencia Wari en Arhuaturo (Tipo 1, 2 y 3), es más común las formas de ollas y cántaros. 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 Tipo 1 Tipo 2 Tipo3 Tipo 5 Tipo 7 Tipo 6 Porcentaje de presencia de ollas, cántaros y cuencos por tipos de cerámica halladas en Arhuaturo Cántaro Olla Cuenco 132 En opinión del autor, este abrupto cambio que rompe dramáticamente la continuidad de la tradición alfarera temprana en el valle del Mantaro, habría sido motivado por causas políticas relacionadas con la expansión Wari (ver Cap. 3). La administración ayacuchana parece haber obligado a que la población del Mantaro tribute una significante cantidad de productos excedentes de sus actividades agrícolas y ganaderas. Parte de estos bienes habrían requerido de recipientes adecuados para su transporte y almacenaje. Como en el valle del Mantaro no hay evidencias de importaciones de grandes recipientes Wari para el traslado y almacenaje de productos, es probable que la administración Wari haya promovido que los alfareros locales del Mantaro practicaran nuevas técnicas y elaboraran otras formas de vasijas mucho más grandes. Los Wari, por su cuenta, habrían promovido adecuadas condiciones para la masiva producción de la nueva tradición alfarera dentro del valle. Los cambios registrados en la alfarería como en la arquitectura residencial, fueron repentinos, significativos e identificados simultáneamente en la zona norte y sur del valle del Mantaro. Por esta razón, el autor no cree que estos cambios se hayan producido solo por efecto de una interacción comercial como lo proponen los integrantes del Proyecto Alto Mantaro, por lo menos para la parte norte del valle (Borges, 1988). Para el autor el repentino abandono del estilo de vida y de las tradiciones tecnológicas seculares, las cuales parecen expresar la identidad de la población pre Wari del Mantaro, se habría producido expresamente por la influencia Wari. La presencia física de la administración Wari tiene adicionalmente expresiones contundentes en la arquitectura pública, ya que en el valle existe el registro de tres centros de control administrativo directo, localizados en la zona sur (Browman 1970). De estos tres sitios, Calpish, Ñahuinpuquio y Wariwillka, actualmente solo Wariwillka se encuentra conservado (ver Fig. 121). Según Browman (1970), tanto Calpish como 133 Ñahuinpuquio poseyeron al igual que Wariwillka, una traza ortogonal, con muros perimetrales y edificios de planta rectangular en su interior (Flores 1959; Matos 1968; Browman 1970) (ver Fig. 122). Se supone que estos sitios, durante la época en que los Wari ocuparon el valle, habrían servido para el acopio de los excedentes producidos por la población local, de similar forma como se dio en los sitios Wari de Azángaro (Anders 1991) y Jargampata (Isbell 1977; Schreiber y Edwards 2010). Sin embargo solo en el caso de Wariwillka se ha documentado una importante zona de depósitos (ver Fig. 123 y 124). Fig. 121.- Sitio arqueológico Wariwillka. Fig. 122.- Dibujos de planta de los sitios de Wari de Wariwillka, Calpish y Ñahuinpuquio, según Browman (1970), en donde se puede apreciar la disposición arquitectónica ortogonal. 134 Fig. 123.- Plano del sitio arqueológico Wariwillka (Matos 1968). Fig. 124.- Vista de los depósitos de Wariwillka. De los tres sitios Wari existentes en el valle del Mantaro, el más relevante habría sido Wariwillka, ya que fue construido por los ayacuchanos sobre un lugar sagrado para 135 la población local. Wariwillka fue emplazado sobre una ya existente naciente de agua (paccha) (ver Fig. 125), la cual fue visitada por la población local desde el periodo Intermedio Temprano, según Flores (1959) y Matos (1968). La importancia de Wariwillka se debería mucho a que, en este lugar, desde antes de la presencia Wari ya se producía un culto al agua, el cual también es un tema importante dentro de la religión Wari (cfr. Glowacki y Malpass 2003). La administración Wari habría establecido este centro administrativo sobre esta parte del valle como un signo de apropiación de una huaca local, y también para materializar su hegemonía en el Mantaro. Fig. 125.- A la izquierda se indica el manantial de Wariwillka y a la derecha se avizora el canal de agua que trascurre por debajo del muro oeste de Wariwillka, el cual fue descubierto cuando parte de este muro se derruyo por las lluvias. En Wariwillka, además de desarrollarse funciones administrativas, también se habrían producido otras de índole ceremonial y festiva. Este supuesto se desprenden entre otros, debido a la existencia de un gran patio en la zona central de este sitio (ver Fig. 126) y por su ubicación sobre un lugar sagrado. Wariwillka, por ende, pudo ser un lugar en donde la jerarquía local interactuaría con los Wari dentro de un contexto festivo. 136 Fig. 126.- Vista del patio central de Wariwillka. La concentración de sitios administrativos Wari en la zona sur del valle (ver Fig. 117), no implica necesariamente que los ayacuchanos hayan abdicado del control de la parte septentrional del valle. Como se ha visto en otras partes de los Andes centrales, los Wari tuvieron distintas formas de ejercer poder sobre la población, aplicando métodos diplomáticos o coercitivos, dependiendo el contexto (cfr. Schreiber y Edwards 2010; Earle y Jennings 2012; Schreiber 2014; Makowski y Giersz 2016). Debido a que no se han identificado restos de algún tipo de acción bélica por parte de los Wari para dominar a la población de este valle, es probable que la gente del Mantaro, al principio, haya aceptado diplomáticamente someterse o anexarse al estado Wari. Pero a raíz de los inmediatos y bruscos cambios que habrían hecho los Wari sobre los requerimientos de la producción local (exigencia de los excedentes del agro y ganadería como tributo), es posible que los grupos de parentesco de la zona sur del valle hayan tenido fricciones con los Wari. Esto habría generado que los Wari manifestaran 137 con mayor intensidad su control sobre la población sur del valle, consolidando sitios de control administrativo en esta área. Al parecer la sección norte del valle mantuvo buenas relaciones con los Wari y no habrían mostrado resistencia o mucha molestia con los cambios y exigencias que los ayacuchanos infringieron sobre ellos. Es posible que, por esta razón, los Wari no vieron necesario manifestar su hegemonía sobre esta parte del Mantaro erigiendo sitios de control administrativo. Por otra parte, la falta de evidencias de edificaciones Wari dentro de los asentamientos de la población local (cfr. Browman 1970; Hastorf et al. 1989; Borges 1988), podría indicar que la clase administrativa Wari no se relacionó mucho con la población autóctona. Los Wari al parecer mantuvieron su distancia, ejerciendo poder desde sus centros administrativos. Los cambios que trajo consigo la ocupación Wari, sobre la producción alfarera y en la arquitectura residencial doméstica, han perdurado en el valle del Mantaro y sobrevivido a su ocaso (cfr. Browman 1970; Hastorf et al. 1989; D’Altroy y Hastorf 2001). Pero en estos aspectos no habría sido en lo único en que los Wari dejaron su impronta. El autor, a raíz de su trabajo en la zona sur del valle, comparte la hipótesis de Browman (1970), Borges (1988) y Hastorf y compañía (et al. 1989), al plantear que a partir de la convivencia de la población del Mantaro con el estatal sistema administrativo Wari, en todo el valle se habrían hecho más notorias las diferencias jerárquicas entre los distintos linajes y por ende complejizado más las relaciones políticas y sociales. Este último planteamiento se sustenta a partir de las claras evidencias material que se hallan en este valle, las cuales serán expuestas en el siguiente punto en este mismo capítulo. 138 En todo el valle el hallazgo de la cerámica Wari, dentro de los sitios locales, es muy escaso, tal y como lo pudo comprobar el autor y sus predecesores (cfr. Browman 1970; Borges 1988; Hastorf et al. 1989). Por ende, es probable que los ayllus de mayor jerarquía fueron privilegiados con regalos de prestigio Wari de otro tipo, como los textiles (cfr. Makowski 2010); siendo lo lamentable que los tejidos no se conservan en la sierra central. De todos los investigadores que han abordado la presencia Wari en el valle del Mantaro, solo Browman (1970) identifica un tipo de cerámica local con motivos Wari, al cual denomina estilo Calpish (ver Fig. 127). Si bien se podría señalar que esta cerámica sería un estilo local con influencia Wari, al parecer esta no fue elaborada en todo el valle ni muy popularizado en su uso. Browman (1970) halla esta cerámica especialmente en los sitios Wari y en los alrededores de estos, siendo por esta razón que este tipo de cerámica no es registrada en Arhuaturo, ni en la zona norte del valle según Borges (1988). Fig. 127.- Cerámica Calpish, dibujo de Browman (1970) a la izquierda, fotografía de la cerámica Calpish del Museo de Sitio de Wariwillka (Navarro 2015). 139 Por último, con respecto a la discusión sobre la presencia Wari en el valle del Mantaro, Borges (1988), sin mucho sustento empírico, propuso que la población del valle se encontró dividida en dos organizaciones político-sociales cuando llegaron los Wari (con una parcialidad en el norte y la otra en el sur de Mantaro). A criterio del autor, los Wari al llegar a este valle se encontraron con una sociedad políticamente fragmentada, siendo probable que los invasores Wari hicieran uso político de esta fragmentación a su favor. Por otra parte, es posible que las divisiones políticas gestadas en el valle del Mantaro durante la ocupación Wari, se hayan mantenido hasta después del ocaso del Estado ayacuchano. Siendo esta una plataforma inicial para que se forjaran las identidades de los grupos sociales que habitaron posteriormente este valle, cuyo recuerdo se han conservado en las fuentes coloniales. 4.3.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL EN EL VALLE DEL MANTARO DURANTE EL PERIODO INTERMEDIO TARDÍO De igual forma como se ha propuesto para muchas partes de los Andes centrales, como en Huancavelica (Lavallée 1973; Lavallée y Julien 1983), Tarma (Parsons, Hastings y Matos 2000a, 2000b, 2004), Ayacucho (Abrahams 2010; Meddens y Vivanco Pomacanchari 2018), Apurímac (Bauer y Kellett 2010) y Cusco (Sillar y Dean 2002), para el caso del valle del Mantaro existe un consenso en señalar que el inicio del periodo Intermedio Tardío se produjo después de la caída de la hegemonía Wari. Esto habría ocurrido aproximadamente alrededor del año 1000 d.C. (Browman 1970; Earle et al. 1980, 1987; Hastorf et al. 1989; D’Altroy y Hastorf 2001; Mallma 2004; Villenas et al 2009). 140 Para inicios de este periodo, aproximadamente entre los años 1000 y 1300 d.C., Browman (1970), Earle (et al. 1980, 1987, 1997), Hastorf (et al. 1989) DeMarrais (2001), Costin (2001), Mallma (2004) y Villenas (et al. 2009), han concordado, sin mucha evidencia que los respalde, que a consecuencia de la caída de la hegemonía Wari, el escenario político en el valle del Mantaro pasó a ser inestable. Los citados autores plantean que durante este tiempo fue escasa la diferenciación jerárquica entre la población de este valle. También señalan que la población del Mantaro se trasladaría preferentemente a las zonas altas (ver Fig. 128), y que los asentamientos se encontraron amurallados. Así mismo, los sitios durante este tiempo tendrían un rango similar en cuanto a su extensión y no contarían con arquitectura o plazas públicas. Fig. 128.- Ubicación de los sitios arqueológicos del valle del Mantaro entre el periodo Matapuquio (1050 – 1250 d.C.) y Arhuaturo (1250-1460 d.C.) (Browman 1970). Sin embargo, al analizar los datos expuestos por Borges (1988), quien presenta las dimensiones de los sitios arqueológicos del valle del Mantaro durante el periodo Wanka I-B (1050 y 1300 d.C.), se advierte que estos asentamientos tuvieron diferentes dimensiones, las cuales oscilaron entre los rangos de 1-5 ha, 5-10 ha, 10-15 ha y >15 ha (ver Fig. 129). 141 Fig. 129.- Cuadro en donde se indican las dimensiones de los sitios arqueológicos del valle del Mantaro durante la época Wanka I-B (1000-1300 d.C.) (Borges 1988). La diversidad en el tamaño de los sitios arqueológico demuestra que después de la caída de la hegemonía Wari, si hubo claras diferencias jerárquicas entre la población del valle del Mantaro, contrario a lo que se había propuesto. Por otra parte, debido a que entre los sitios de este valle no se destaca alguno por su extensión o por poseer arquitectura monumental o plazas públicas, para el autor, los naturales del Mantaro se encontraron inmersos en un escenario políticamente fragmentado. En este contexto, algunos asentamientos tuvieron mayor extensión y posiblemente mayor población y poder que otros, como los sitios 289, 207 y 290, 234 y 252 durante los años 1000 y 1300 d.C. (ver Fig. 129). Para el autor, en el valle del Mantaro, el desvanecimiento del poder Wari no provocó inestabilidad política y social como se ha planteado. Desde antes de la presencia Wari en este valle, los sitios tuvieron diversos tamaños (ver Fig. 130) y en el interior de estos no se registró arquitectura pública o monumental. A partir de estos y otros datos, se 142 infirió que desde antes de la presencia Wari, la población del Mantaro se encontró políticamente fragmentada (ver punto 4.1 y 4.2 en este mismo capítulo). A criterio del autor, al momento del decaimiento de la influencia Wari, los pobladores de este valle no se sumergieron en un caos político y social, sino que se volvieron a organizarse en un contexto político y social fragmentado, tal y como lo habían estado antes de la presencia Wari. Fig. 130.- Gráfica en donde se indica las dimensiones de los sitios arqueológicos del valle del Mantaro entre la época Huacrapukio 1 (100-500 d.C.), Huacrapukio 2 (500-800 d.C.), Wanka I-A (800-1000 d.C.) y Wanka I-B (1000-1300 d.C.) (Borges 1988). Es importante remarcar que en todos estos asentamientos no se identificó arquitectura o plazas públicas. 143 Por otra parte, Browman, (1970), Earle (et al. 1980, 1987, 1997, 2001), D’Altroy (1992, 2001), DeMarrais (2001), Hastorf (2001) y colegas (et al. 1989), Mallma (2004), Villenas (et al. 2009) y Perales (2017) han indicado que en la segunda parte del periodo Intermedio Tardío (1300-1460 d.C.), recién la población del valle del Mantaro presentó diferenciación de clases y experimentó complejidad política y social. Los autores citados llegan a esta conclusión, debido a que para ellos recién en esta época son perceptibles las diferencias entre las dimensiones de los sitios, como también en el de las unidades domésticas. Además, se harían más evidentes las diferencias entre el estilo de vida de la población de este valle, ya que un sector de esta (la élite) tendría acceso a mayores y mejores recursos a comparación de las otras (los comunes). También se evidenciarían algunas pequeñas diferencias entre los contextos funerarios. Pero como se ha explicado líneas arriba, para el autor, desde antes del año 1300 d.C., entre la población de esta región ya existió cierto grado de diferenciación jerárquica, aunque sea leve. Para esta parte del periodo Intermedio Tardío (1300 -1460 d.C.), Earle inicialmente propuso que la población del norte del valle, conocida como los Xauxas, estuvo organizada mediante el modelo de Jefatura, en la cual la línea de poder sería centralizada y vertical. Earle indicó que, en la zona norte del valle, en Tunanmarca, se habría establecido una élite la cual ocuparía las unidades domésticas de mejor acabado y mayor tamaño que se hallaban preferentemente en la zona central del mencionado sitio (cfr. Earle et al.1987, 1997; Jhonson y Earle 2011) (ver Fig. 132). 144 Fig. 131.- Sitio arqueológico Tunanmarca, ubicado en la zona norte del valle del Mantaro (D’Altroy 2015: Fig. 3.6). Fig. 132.- Unidad domestica de la élite afincada en Tunanmarca (D’Altroy 2015). Esta élite poseía mayor jerarquía, poder, recursos económicos y acceso a una variada dieta, y también controlaría la actividad productiva de la población común. Por su parte, la población común se ubicaría en los recintos domésticos de menor tamaño que 145 estarían en las periferias de Tunanmarca (ver Fig. 133). Esta clase social común, tendría una dieta menos rica y variada que la élite, y limitado acceso a las tierras de cultivo y pastoreo, como también a las actividades productivas (cfr. Earle et al. 1980, 1987, 1997; Jhonson y Earle 2011). Earle, al no identificar talleres de producción a tiempo completo en la zona norte del valle, señaló que la producción, en especial de la cerámica, sería elaborada en un ambiente comunal. En este hipotético escenario, los habitantes de un sitio satélite a Tunanmarca (ver Fig. 131), como Umpamalca (ver Fig. 134) o Chawin (ver Fig. 135), se dedicarían a ciertas actividades productivas que estarían establecidas por la élite Xauxa (cfr. Earle et al. 1978, 1980, 1987, 1997, 2001; Jhonson y Earle 2011). Además, este mismo mencionó que esta élite Xauxa realizaría festines en los patios de sus complejos domésticos, en donde esta clase social redistribuirían las riquezas entre la población común, afirmando así su posición política y social (Earle 2001; Jhonson y Earle 2011). Fig. 133.- Unidad domestica de la población común de Tunanmarca (D’Altroy 2015). 146 Fig. 134.- Sitio arqueológico Umpamalca (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 6.9). Fig. 135.- Sitio arqueológico Chawin (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 6.8). Hastorf (2001), por su parte, luego de reevaluar los datos de este proyecto, indicaría que los Xauxas, si bien se organizaron en Jefaturas, su línea de poder no sería 147 vertical o centralizada, y que no existiría una sola élite en Tunanmarca que ejercería el poder, sino que habrían existido varias élites entre los Xauxas, las cuales competirían entre sí por el poder. Hastorf (2001) señala que la producción no sería especializada por asentamientos, sino mucho más particular dentro de cada unidad doméstica. En resumen, Hastorf (2001) manifiesta que los Xauxas, a partir del año 1300 d.C., estarían organizados mediante Jefaturas, pero en un sistema heterárquico, en donde los asentamientos Xauxas tuvieron distintos grados de poder y cierta autonomía política. Hastorf (2001), de este modo, siendo mucho más consecuente con los datos del Proyecto Alto Mantaro, afirmaría que esta sociedad se encontró fragmentada y organizada de forma horizontal (ver Fig. 136). Fig. 136.- Distribución y ubicación de los sitios arqueológicos de la zona norte del valle del Mantaro (Xauxas) durante los años 1300 y 1460 d.C. (Wanka II). (D’Altroy 2015: Fig. 3.3). Sobre este mismo punto, el autor (Navarro 2012, 2013, 2014), a partir de una investigación que realiza sobre los sitios Xauxas de Anjushmarca (ver Fig. 137 y 138), 148 Marcahasha, y Huajlasmarca (ver Fig. 139 y 140) (todos estos sitios ubicados al norte del valle del Mantaro), identifica que en diversos sectores de estos sitios se erigieron pequeñas, medianas y grandes unidades domésticas adosadas a un patio. Para el autor, esto indicaría que en estos asentamientos existieron ayllus con diversos grados de jerarquía. En estos sitios, además, no se evidenció algún tipo de monumentalidad arquitectónica o de espacios abiertos centrales que indique algún tipo de centralidad o unidad política. Así mismo, las excavaciones que el autor realiza en Anjushmarca, le confirmaron que la producción se realizaría bajo un sistema comunal dentro de cada unidad doméstica; siendo este contexto similar al que reporta Hastorf (2001) para los Xauxas de la región de Yanamarca. Fig. 137.- Sitio arqueológico Anjushmarca (Navarro 2012). 149 Fig. 138.- Vista panorámica de la Lomada B de Anjushmarca. Fig. 139.- Sitio arqueológico Huajlasmarca (Orellana 1973). 150 Fig. 140.- Vista del sitio arqueológico Huajlasmarca (Navarro 2012). Perales (2017) también aborda el tema del ejercicio del poder entre los Xauxas durante la segunda parte del periodo Intermedio Tardío. Para ello realiza una revisión sistemática de los datos publicados por los miembros del Proyecto Alto Mantaro, como también por los de Browman (1970) y analiza la región de Ricrán (ver Fig. 141). Es así que Perales (2017) llega a coincidir con Hastorf (2001) al señalar que los Xauxas probablemente se habrían organizado en jefaturas, pero que estas se encontrarían inmersas en un sistema heterárquico u horizontal y no de manera centralizada o vertical como lo había señalado Earle (1997, 2001) (Jhonson y Earle 2011). 151 Fig. 141.- Sitios arqueológicos de la región de Ricrán durante el periodo Intermedio Tardío (Perales 2017: Fig. 11.5). Para el caso de la zona sur del valle del Mantaro, en donde se asentaron los Guancas, Browman (1970) identifica asentamientos de diversos tamaños tanto en las zonas bajas y altas del valle (ver Fig. 142). Perales (2004a, 2011a, 2011b) también realiza un registro sobre la cuenca baja del río Cunas (Arhuaturo y Huaturí) y el autor (Navarro 2012) reconoce sitios de esta zona sur del Mantaro como Arhuaturo, Huaturí, Shicuy, Chuctuloma (ver Fig. 143 y 144), Coto-Coto, Hualhuascoto (ver Fig. 145 y 146), Patanconto y Ocupi. Lo característico de estos sitios, es que están compuestos por unidades domésticas adosadas a un patio, y además en el interior de estos no se registró algún tipo de arquitectura monumental o plazas centrales. 152 Fig. 142.- Vista de los sitios arqueológicos en la zona sur del valle del Mantaro (Browman 1970). Fig. 143.- Plano del sitio arqueológico Chuctuloma (Elaborado por Nathaly Solis). 153 Fig. 144.- Vista de un recinto de base circular en el sitio arqueológico Chuctuloma (Fotografía de Nathaly Solis). Fig. 145.- Croquis del sitio arqueológico Hualhuascoto (Elaborado por Nathaly Solis). 154 Fig. 146.- Vista de los edificios de base circular del sitio arqueológico Hualhuascoto (Fotografía de Nathaly Solis). Entre los sitios Guancas de la zona sur del valle del Mantaro no se destaca alguno por su extensión o por tener algún tipo de monumentalidad en su interior. Debido a esto, es posible que entre estos asentamientos no haya existido alguno que haya ejercido poder permanentemente sobre todos los sitios Guancas durante esta parte del periodo Intermedio Tardío (1300-1460 d.C.). Esto podría indicar que probable cada asentamiento Guanca gozó de autonomía política. En el interior de los asentamientos Guancas estudiados, se evidencia por diversos sectores, unidades domésticas de diferentes dimensiones, y en ninguno se registró edificaciones administrativas o espacios abiertos que puedan ser interpretados como plazas centrales. Este contexto permite suponer que, en el interior de estos sitios, existieron ayllus con diferentes números de integrantes y eventualmente distinto nivel de prestigio o poder. Adicionalmente, es probable que entre la población de estos sitios se hayan presentado conflictos dado que sus élites habrían competido por el poder. No obstante, ninguna alianza pasajera entre los ayllus habría permitido que alguno de estos 155 dominara sobre los demás de manera permanente, ya que no hay huellas de este hecho en el registro arqueológico. En los sitios registrados en la zona sur del valle del Mantaro (Browman 1970; Perales 2004a, 2011a, 2011b; Navarro 2012), como en Arhuaturo (ver Cap. 2), no se han encontrado tallares alfareros de producción a tiempo completo. La cerámica hallada en esta parte del Mantaro no presenta estandarización entre sus formas y decoraciones. Por estas razones, las vasijas utilitarias y de eventual uso festivo, parecen haber sido hechas por alfareros aldeanos, acorde a las necesidades de los integrantes de cada ayllu. En síntesis, toda la población del valle del Mantaro, en el trascurso del periodo Intermedio Tardío (1000-1460 d.C.), se habría mantenido en un sistema políticamente fragmentado, sin que en este tiempo se evidenciara algún vestigio que indique la existencia de centralidad política permanente. Pero esto no quiere decir que probablemente entre la población de los asentamientos de este valle, ya sean de la zona norte con los Xauxas o del sur con los Guancas, no se hayan formado algunas pequeñas alianzas de corta duración, siendo por esta razón que estos hechos no han sido perceptibles en la cultura material. El contexto político fragmentado dentro de toda la población del valle del Mantaro (Xauxas y Guancas), la falta de estandarización entre las formas y decoraciones de la cerámica, así como la abundancia de puntos de extracción de arcillas por todo el valle (cfr. Browman 1970; Costin 1986-87, 2001) (ver Cap. 2 y 3), indicaría que la producción de la cerámica se realizó simultáneamente desde varios asentamientos durante el periodo Intermedio Tardío. Esta labor habría sido desarrollada por alfareros a medio tiempo, que habrían producido este bien a medida de las necesidades de sus ayllus (cfr. Golte 1980; Mayer y De la Cadena 1989; Hastorf 2001). 156 Por otra parte, por primera vez en el valle del Mantaro, salvo aislados casos durante el periodo Horizonte Medio, se tienen evidencias contundentes de una cerámica decorada de probable uso ceremonial. Esta cerámica fue registrada en las viviendas de las familias de mayor jerarquía Xauxas y Guancas. A partir de esto se desprende su probable función como símbolo de privilegio y elevado estatus social. Siendo esta cerámica denominada como “Temperante con Andesita” (Costin 1986-87; D’Altroy y Hastorf 2001) (ver Cap. 2 y 3) (ver Fig. 147 y 148). Fig. 147.- Cerámica Temperante con Andesita hallada en la zona norte del valle del Mantaro por parte del Proyecto Alto Mantaro (D’Altroy y Hastorf 2001). Fig. 148.- Cuadro en donde se indica que la cerámica Temperante con Andesita fue hallada con mayor frecuencia en los recintos de la élite durante los años 1300 y 1460 d.C. (Wanka II), en la zona norte del valle del Mantaro (D’Altroy y Hastorf 2001). 157 Los investigadores del Proyecto Alto Mantaro, debido a que no hallaron evidencias de la producción de la cerámica Temperante con Andesita en la zona norte del Mantaro, sugirieron que esta fue confeccionaba y distribuida desde la zona sur (Costin 2001; D’Altroy y Hastorf 2001) (ver Fig. 149). Fig. 149.- Cuadro en donde se indica que no se halló residuos de la producción de la cerámica Temperante con Andesita en la zona norte del valle del Mantaro (D’Altroy y Hastorf 2001: Fig. 9.9). El autor, por su parte, halló en Arhuaturo la cerámica del estilo Temperante con Andesita que corresponde al Tipo 2, pero no en demasía (ver Fig. 150 y 151). Perales (2004a), por su parte, sugiere a partir de una comunicación personal con Charles Hasting, que la cerámica Temperante con Andesita o Tipo 2 caracterizaba a la cultura material de las élites Tarama-Chinchaycochas; quienes ocuparon la actual región de la provincia de Tarma y Junín, al norte del valle del Mantaro. En efecto, posteriormente, Calderón (2010) encontró importantes contextos funerarios que contenían esta clase de cerámica en sus ajuares en el sitio Tarama-Chinchaycocha de Cashamarca (ver Fig. 152). 158 Fig. 150.- Cerámica del Tipo 2 o también llamada Temperante con Andesita hallada en Arhuaturo. Fig. 151.- Porcentaje de la cerámica Tipo 2 o Temperante con Andesita hallada en Arhuaturo, en comparación de los otros tipos de cerámica que se desarrollaron en Arhuaturo durante el periodo Intermedio Tardío. Fig. 152.- Cerámica del tipo Temperante con Andesita o Tipo 2 según Arhuaturo hallado en el sitio arqueológico Tarama- Chinchaycocha Cashamarca (Calderón 2010). 0.00% 5.00% 10.00% 15.00% 20.00% 25.00% 30.00% 35.00% 40.00% 45.00% Tipo N° 1 Tipo N° 2 (Temperan te con Andesita) Tipo N° 3 Porcentaje de la cerámica Temperante con Andesita hallada en Arhuaturo 159 La hipótesis de los integrantes del Proyecto Alto Mantaro es que la cerámica Temperante con Andesita o del Tipo 2, fue producida en la zona sur del valle del Mantaro, pero esta idea nunca fue contrastada con estudios de campo (prospecciones o excavaciones). En Arhuaturo, uno de los sitios más grandes de la zona sur del valle del Mantaro, el autor no ha encontrado evidencias a favor de esta hipótesis. En Arhuaturo se halló limitada cantidad de la cerámica del Tipo 2 (Temperante con andesita) y no se registró evidencias de talleres de producción masiva y especializada de alfarería de este o de otros tipos de cerámica (ver Cap. 2). El autor no cree, por ende, que la cerámica de élite Temperante con Andesita se haya producido o distribuido desde Arhuaturo hacia la zona norte del Mantaro u otras regiones de la sierra central. A criterio del autor, la poca uniformidad entre las formas y decoraciones de la cerámica Temperante con Andesita o Tipo 2 según la clasificación de Arhuaturo, indicaría que esta fue producida en varios lugares por los propios ayllus Xauxas, Guancas y Taramas-Chinchaycochas. Esto último, no contradice su eventual condición de artefacto preciado y de uso preferencial entre los grupos de mayor jerarquía. 4.4.- EL TAWANTINSUYO EN EL VALLE DEL MANTARO Desde el campo de la arqueología, las discusiones sobre cómo el Tawantinsuyo habría ejercido control en el valle del Mantaro y las consecuencias que acarreo este hecho, han venido desarrollándose desde mediados del siglo XX. Los primeros trabajos que abordaron este tema, a partir del registro de la cerámica y de la arquitectura de filiación cultural Tawantinsuyo, sostuvieron que los cusqueños –por igual– sometieron a los Guancas y Xauxas empleando la fuerza. Además, en estos ensayos se priorizó las fuentes escritas en desmedro del dato arqueológico, para indicar los hechos que habrían realizado los cusqueños en el valle durante su ocupación (cfr. Lumbreras 1957; Matos 1959). 160 Posteriormente, Browman (1970), empleando mayormente datos arqueológicos, planteó que el Tawantinsuyo ejerció control directo sobre toda la población del valle. Este hecho habría traído consigo serios cambios en la ubicación de los asentamientos, ya que el Tawantinsuyo promovió que tanto los Guancas y los Xauxas se trasladaran desde las zonas altas hacia las más bajas del valle de Mantaro, para un mejor control de ellos. Para Browman (1970), el perfil económico de la población del Mantaro durante la ocupación del Tawantinsuyo, basado en el desarrollo del agro y la ganadería, se produjo de similar manera como se venía dando desde el periodo Intermedio Tardío. En cuanto a la producción alfarera, esta continuó desarrollándose como se hacía desde antes de la presencia de los cusqueños en el valle. Lo mismo sucedió con la arquitectura, ya que el patrón constructivo doméstico consistente en edificios de planta circular adosados a un patio, no sufrió radicales cambios. Browman (1970) advierte que en este valle los cusqueños no solo edificaron tambos, colcas, caminos y nuevos centros administrativos como Hatun Xauxa. También realizaron modificaciones en algunos asentamientos locales ya establecidos anteriormente, acondicionando espacios públicos y construyendo edificios tipo colcas y kallankas. Los integrantes del Proyecto Alto Mantaro contribuyen en la discusión sobre cómo el Tawantinsuyo ejerció control sobre la población del Mantaro y sobre qué cambios produjeron estos, en especial en la zona norte del valle (cfr. Costin 1986-87, 2001; Earle et. al. 1980, 1987; Earle y D’Altroy 1989; Earle 2001; DeMarrais 2001; D’Altroy 1992, 2001, 2015; D’Altroy y Hastorf 2001). Ellos advirtieron que la población norteña del Mantaro –conocida como los Xauxas– se trasladó desde las zonas altas hacia las más bajas, debido a que los cusqueños 161 motivaron a que esta se dedicara mucho más al agro, y en especial al cultivo del maíz (Hastorf 1990). Los miembros de este proyecto registraron que en la zona norte del Mantaro hubo el abandono de ciertos asentamientos como Tunanmarca y la construcción de un nuevo sitio administrativo como Hatun Xauxa. Indican además que se establecieron nuevos asentamientos como Marca y Chucchus, y que se instalaron colcas. Por último, manifiestan que se produjo la modificación de ciertos poblados que ya venían siendo ocupados desde el periodo Intermedio Tardío como Hatunmarca, en donde se habilitaron espacios abiertos y se construyeron kallankas y colcas (D’Altroy y Hastorf 1984; D’Altroy y Earle 1992; DeMarrais 2001; D’Altroy 1992, 2001, 2015). Para los miembros del Proyecto Alto Mantaro, el Tawantinsuyo mermó el poder de la élite Xauxa. Earle (1997, 2001) propone que antes de la ocupación cusqueña, la élite Xauxa controlaba de manera centralizada la repartición de tierras y las actividades productivas, así como la distribución de bienes. Así mismo, realizaban pequeños festines en sus unidades domésticas, siendo esta acción un instrumento de legitimación de su poder. Pero a la llegada del Tawantinsuyo, la población común ya no dependía solamente de la élite Xauxa. Es así que los administradores del Tawantinsuyo pasaron a estar a cargo de la repartición de las tierras y bienes, como también de la realización de los festines en Hatun Xauxa. En estos festines la población común como la élite Xauxa entablaron relaciones con los cusqueños, así mismo, estos últimos afianzaban su poder. De este modo, la población común empezó a tener acceso a una alimentación más variada y a diferentes objetos de lujo que antes solo correspondían a la élite Xauxa. Earle (2001) supone por ende que durante la ocupación del Tawantinsuyo, las diferencias jerárquicas se redujeron entre la población común y la élite Xauxa. Los miembros del Proyecto Alto Mantaro, por último, coinciden en postular que el Tawantinsuyo ejerció control directo sobre toda la zona norte del valle del Mantaro, ya 162 que los Xauxas habrían ofrecido mucha resistencia ante los cusqueños. Esto habría sido debido a que estos establecieron alianzas para hacer frente al impulso expansivo del Tawantinsuyo. Siendo Hatun Xauxa, el sitio administrativo más importante en la zona norte del Mantaro, una de las expresiones materiales más resaltantes del control directo de los cusqueños sobre los Xauxas. Mientras que, en la zona sur del valle, no se produjo ninguna construcción de un sitio administrativo de similar envergadura a Hatun Xauxa. Esto indicaría que el Tawantinsuyo tuvo a un control indirecto sobre los Guancas, posiblemente porque estos últimos no ofrecieron resistencia, quizás porque carecieron de una organización política confederativa como sus vecinos Xauxas. Por su parte, para el autor, para iniciar la discusión sobre cómo el Tawantinsuyo ejerció control sobre el valle del Mantaro, es importante tener en cuenta que en esta parte de los Andes centrales, no existieron organizaciones políticas centralizadas previas a la conquista del Tawantinsuyo (ver punto 4.3 en este mismo capítulo). Siendo, por el contrario, existente un escenario político fragmentado dentro de los Xauxas y Guancas; en donde cada asentamiento grande o grupo de medianos y chicos sitios nucleados gozaban de autonomía. Es probable que los cusqueños se habrían encontrado con un escenario político fragmentado a su llegada al valle del Mantaro. Pero esta situación no puede descartar que la población del Mantaro no haya ofreció cierta resistencia ante la intención de conquista del Tawantinsuyo. En todo caso, debido a la situación política fragmentada en el valle, es posible que cada grupo Xauxa y Guanca presentara diversas reacciones frente a los apetitos expansionistas del Tawantinsuyo. Esto habría generado que los cusqueños emplearan varias estrategias de control político sobre cada parcialidad Guanca y Xauxa (cfr. Malpass 1996; McEwan 2006; Arellano y Matos 2007; D’Altroy 1992, 2015). 163 El autor, a partir de la arquitectura, examinará –en las siguientes líneas– cómo o bajo qué intensidad el Tawantinsuyo ejerció poder sobre la fragmentada población Xauxa y Guanca. El señalado utiliza esta evidencia empírica para bordar este punto, porque la arquitectura del periodo Horizonte Tardío se encuentra mejor documentada en el valle a comparación de otras evidencias materiales, como la cerámica, por ejemplo. Así mismo, la arquitectura ha sido estudiada para comprender las modalidades de organización y control político que empleo el Tawantinsuyo en los Andes centrales (cfr. Gasparini y Margolies 1977; Malpass 1996; Acuto 1999; Acuto y Gifford, 2007; Arellano y Matos 2007; D’Altroy 1992, 2015; Ochoa 2016). Además, a partir de la arquitectura y de la disposición de los espacios se han formulado inferencias sobre cómo las organizaciones gubernamentales han representado y normalizado su poder ante sus sometidos. Incluso, a partir de esta misma evidencia, se ha podido discernir como una institución hegemónica pudo crear atmosferas o escenarios para representar su poder, con el objetivo de manipular y subordinar a la población subyugada (cfr. Driver 1985; Tirado y Mora 2002). En el caso de los Xauxas, la administración cusqueña realizó modificaciones en las áreas centrales de sitios como Huajlasmarca (ver Fig. 153 y 154) y Hatunmarca (ver Fig. 155), habilitando espacios abiertos y construyendo edificios rectangulares similares a las Kallankas (D’Altroy 1992, 2001, 2015; Orellana 1973). Estas modificaciones podrían corresponder a dos posibles escenarios. En el primero, la arquitectura simbolizaría el control directo por parte del Tawantinsuyo, el cual fue impuesto porque los ocupantes de estos sitios habrían ofrecido resistencia hacia los cusqueños. En un segundo supuesto, este contexto podría indicar que los ocupantes de estos sitios se anexaron diplomáticamente al Tawantinsuyo, siendo los líderes locales incorporados al aparato administrativo de los cusqueños. En este último supuesto, siguiendo lo propuesto por D’Altroy (1992, 2001, 2015), es posible que los ayllus locales 164 se encargaran de la construcción de las nuevas edificaciones como forma de apropiarse de un nuevo simbolismo que los identifique como ayllus de mayor jerarquía respaldada por el Tawantinsuyo, ya que estas construcciones evidencian manufactura local (ver Fig. 154). Fig. 153.- Edificación de plata rectangular tipo Kallanka en la zona central del sitio arqueológico Huajlasmarca (Orellana 1973). Fig. 154.- Edificios de base rectangular en la zona central de Huajlasmarca (Navarro 2020). 165 Fig. 155.- Edificaciones de planta rectangular tipo Kallanka en la zona central del sitio arqueológico Hatunmarca (D’Altroy 2015). A partir de la desocupación de un importante asentamiento Xauxa como Tunanmarca y de la posterior edificación de nuevos sitios Tawantinsuyo próximos a este último, como Hatun Xauxa, Marca (ver Fig. 156), Cuto Cuto (ver Fig. 157) y Chucchus (ver Fig. 158) (D’Altroy 2015), el autor infiere lo siguiente. En la región de Yanamarca, en la zona norte del valle del Mantaro (ver Fig. 159), los cusqueños buscaron demostrar su poder con mayor intensidad debido a la resistencia que ofrecieron los ayllus Xauxas de este lugar, tal y como también lo afirma D’Altroy (2015) (Earle y D’Altroy 1989). 166 Fig. 156.- Detalle de edificaciones de planta rectangular en el sitio arqueológico Marca, construidas durante el periodo Horizonte Tardío (o Wanka III según los miembros del Proyecto Alto Mantaro) (D’Altroy 2015). Fig. 157.- Sitio arqueológico Cuto Cuto en donde se detallan las edificaciones de planta rectangular que caracterizan a los sitios del periodo Horizonte Tardío en la zona norte del valle del Mantaro (D’Altroy 2015). 167 Fig. 158.- Plano del sitio arqueológico Chucchus, con dos estructuras rectangulares, posiblemente Kallankas Tawantinsuyo (D’Altroy y Hastorf 2001). Fig. 159.- Distribución y ubicación de los sitios arqueológicos de la zona central de la parte norte del valle del Mantaro, región de Yanamarca, durante el periodo Horizonte Tardío (Wanka III) (D’Altroy 2015). 168 Los sitios Xauxas de Anjushmarca y Marcahasha, ubicados en la zona de Lomo Largo, al norte de la región de Yanamarca, no muestran algún tipo de modificación o de reordenamiento arquitectónico importante, pero si proximidad al Qhapaq Ñan. Además, en el interior de estos asentamientos se registró cerámica local elaborada en la época del Horizonte Tardío (Navarro 2012, 2014) (ver Fig. 160, 161 y 162). Para el autor, esto podría indicar que los Xauxas de la región de Lomo Largo se anexaron al Tawantinsuyo de forma diplomática o que los propios ocupantes de estos sitios buscaron incorporarse al sistema estatal de los cusqueños. Por esta razón no fue necesario para el Tawantinsuyo manifestar su poder mediante algún tipo de edificación en el interior de estos asentamientos. Fig. 160.- Vista de los sitios arqueológicos Anjushmarca y Marcahasha y del Qhapaq Ñan en la región de Lomo Largo al norte del área de Yanamarca (línea amarilla). 169 Fig. 161.- Vista del Qhapaq Ñan próximo al sitio arqueológico Anjushmarca (Región de Incapatacuna – Lomo Largo). Fig. 162.- Cerámica del periodo Horizonte Tardío hallada en el sitio arqueológico Marcahasha (Izquierda) y Anjushmarca (Derecha). En el caso de los Guancas del sur del valle del Mantaro, se aprecia que en el área central de los sitios de Arhuaturo (ver Fig. 163 y 164), Huaturí (Browman 1970; Perales 2004b, 2011b) (ver Fig. 165), Patancoto y Chuctuloma (ver Fig. 166), se encuentran espacios abiertos y edificaciones tipo kallankas, como también colcas, siendo todas estas estructuras atribuibles a la iniciativa de la administración cusqueña. También en este caso el autor toma en consideración dos escenarios opuestos, por un lado, la resistencia y el sometimiento simbolizado por la arquitectura, y por el otro la aceptación de alianzas 170 debido a los múltiples beneficios. Perales (2002, 2011) sobre la base de fuentes etnohistóricas (cfr. Dumbar Temple 1942; Pachatuti Yampi 1995[1613]) postula que los ayllus asentados en Arhuaturo (quienes serían familia directa del ayllu de los Apo-Alaya), al enterarse de la llegada de los cusqueños, se apresuraron a buscar alianzas con ellos para obtener beneficios políticos. Por otra parte, en los sitios de Shicuy, Coto Coto y Hualhuascoto, que según Browman (1970) fueron ocupados durante el periodo Horizonte Tardío, no se observan modificaciones hechas por los cusqueños. Por esta razón es probable que sus ocupantes se anexaran al Tawantinsuyo sin mucha resistencia, no siendo necesario para los cusqueños consolidar arquitectónicamente su poder. Fig. 163.- Vista de las colcas en el sitio arqueológico Arhuaturo (Fotografía proporcionada por el Ministerio de Cultura del Perú). 171 Fig. 164.- Kallankas ubicadas en el sector central del sitio arqueológico Arhuaturo (Fotografía proporcionada por el Ministerio de Cultura del Perú). Fig. 165.- Colcas en el sitio arqueológico Huaturí (Perales 2011b). 172 Fig. 166.- Kallanka ubicada en la zona central del sitio arqueológico Chuctuloma (Elaborado por Nathaly Solis). En definitiva, la presencia y ausencia de la arquitectura Tawantinsuyo dentro de los sitios Xauxas y Guancas, como también por algunos sectores del Mantaro, a criterio del autor, serían la evidencia material de que la administración cusqueña emprendió diferentes estrategias para ejercer poder sobre los fragmentados grupos Xauxas y Guancas. Quizás el grado de resistencia que habrían ofrecido cada facción Guanca y Xauxa, fue determinante para que el Tawantinsuyo empleara un tipo de control directo o indirecto, aplicando métodos coercitivos o diplomáticos, dependiendo las circunstancias. Según D’Altroy (1992, 2000, 2015) y Browman (1970), los cusqueños promovieron que la población del valle abandonara las zonas altas para establecerse preferentemente en las zonas bajas. Pero esta medida parece no haber sido acatada por toda la gente de este valle. En la zona de Lomo Largo, en donde se ubican los sitios Xauxas de Anjushmarca y Marcahasha, se aprecia que estos asentamientos mantuvieron su ubicación en las zonas altas durante la ocupación del Tawantinsuyo; tal y como lo venía haciendo desde el periodo Intermedio Tardío (cfr. Navarro 2012, 2013, 2014). Del mismo modo, el sitio de Huajlasmarca, el cual se encuentra al sur de Hatun Xauxa, 173 también mantuvo su posición en las alturas del valle durante el Horizonte Tardío (Orellana 1973; Navarro 2012). Los sitios Guancas de Chuctumarca, Shicuy, Arhuaturo y Huaturí (Browman 1970; Perales 2004b, 2011b), también continuaron emplazados en las zonas elevadas. Además, desde antes de la llegada del Tawantinsuyo a esta región, entre los sitios Guancas, ya existían algunos ubicados en las zonas medias bajas del valle del Mantaro como Muqui, Coto Coto, Hualhuascoto, Patancoto, Chuctuloma y Ocopa (Browman 1970) (ver Fig. 167). Fig. 167.- Vista de la distribución y ubicación de los sitios del valle del Mantaro durante el periodo Horizonte Tardío, en donde se aprecia que los asentamientos se distribuyen equitativamente entre las zonas bajas, medias y altas del valle (Browman 1970). La advertencia que en el valle del Mantaro no se cumplió a cabalidad que toda la población se trasladara desde las partes altas hacia las más bajas, demostraría que el Tawantinsuyo no obligó a todos los habitantes de este valle a desplazarse hacia las zonas llanas. Es posible que esto lo hayan hecho los cusqueños para no afectar el desarrollo productivo y el sistema de autoabastecimiento de la gente de esta región. Una masiva migración habría significado un nuevo reacomodamiento poblacional, una nueva reorganización de áreas de cultivo y de pastizales para la ganadería. Esto habría generado posibles conflictos sociales y mermado la producción local, siendo esto último 174 desfavorable para la administración cusqueña, ya que el Tawantinsuyo requería los excedentes de la producción del Mantaro de una forma prolija para sus propios fines. Los miembros del Proyecto Alto Mantaro, indican que el Tawantinsuyo promovió que los Xauxas se dedicaran con mucha intensidad al agro y en especial al cultivo del maíz. Esto habría conllevado a que toda la población Xauxa –ya sea la élite y los comunes– incrementara su ingesta del maíz (Hastorf 1990; D’Altroy y Hastorf 2001). El autor ha tenido la oportunidad de verificar la dieta de los Guancas durante el Horizonte Tardío, a partir del análisis de los restos óseos de dos individuos hallados en Arhuaturo (Individuo N° 2-A y 2-B) (ver Cap. 2), que según sus niveles isotópicos de estroncio (87Sr/86Sr) y plomo (20nPb/204Pb), vivieron en la zona cercana a Arhuaturo durante toda su vida. Los dos individuos tuvieron una alimentación variada consistente en plantas C3 (tubérculos, quínoa y legumbres), plantas C4 (maíz y kiwicha) y de animales locales como la vicuña (Vicugna vicugna), el venado (Odocoileus virginianus peruvianus), la llama (Lama glama), el cuy (cavia porcellus) y los perros (Canis familiaris) (ver Fig. 168). Aunque esta muestra es muy pequeña en comparación a la que Hastorf (1990, 2001b) logró reunir para el caso de los Xauxas (29 individuos), resulta interesante apreciar que no en toda la población del valle de Mantaro hubo un aumento en la ingesta de maíz, a pesar que este fue muy producido. Puesto que en los individuos analizados de Arhuaturo, que corresponderían a los Guancas de la zona sur del Mantaro, no se evidencia una gran ingesta de maíz. 175 Fig. 168.- Cuadro en donde se indica que los individuos 2-A y 2-B tuvieron una alimentación consistente entre plantas C3, C4 y proteína animal. En cuanto al sistema productivo de los ayllus Guancas y Xauxas durante la ocupación del Tawantinsuyo, D’Altroy (2001, 2015) sugiere que los Xauxas mantuvieron el autoabastecimiento como una forma dominante de producción y redistribución, tal y como lo habían estado haciendo desde el periodo Intermedio Tardío. D’Altroy llega a esta conclusión porque las unidades domésticas y los patios, tradicionales en la arquitectura de Mantaro, en donde las familias extensas realizaron las actividades productivas, no sufrieron radicales modificaciones en su disposición luego de la conquista de los cusqueños. El autor, por su parte, aprecia lo mismo en los sitios Xauxas de Huajlasmarca, Anjushmarca y Marcahasha, en donde la disposición de las unidades domésticas con sus patios se mantuvo como se venía dando desde el periodo Intermedio Tardío (cfr. Browman, 1970; Orellana 1973; Navarro 2012, 2014). Para el caso de los Guancas, en los sitios de Hualhuascoto, Chuctuloma, Shicuy, Coto Coto, Huaturí, Ocupi, y en Arhuaturo, se ha registrado que las unidades domésticas 176 y sus patios tampoco sufrieron grandes cambios en su configuración durante el periodo Horizonte Tardío (cfr. Browman 1970; Perales 2011a, 2011b, Navarro 2012). Toda esta evidencia material –por el momento– conlleva a suponer que toda la población del Mantaro, y no solo la Xauxa como propone D’Altroy, mantuvo el autoabastecimiento como forma de producción a pesar del control que ejercieron los cusqueños sobre el valle. Fig. 169.- Vista del patio de una unidad doméstica de Tunanmarca durante el periodo Intermedio Tardío (Izquierda) y vista de un patio de una unidad domestica de Hatunmarca durante el periodo Horizonte Tardío (Imágenes redibujadas de D’Altroy y Hastorf 2001). En cuanto a la producción alfarera del valle del Mantaro bajo la influencia Tawantinsuyo, Browman (1970) llegó a indicar que la elaboración de la cerámica se produjo como se venía haciendo desde el periodo Intermedio Tardío. Costin (2001), también señala que los Xauxas durante el periodo Horizonte Tardío continuaron produciendo su cerámica como lo venían haciendo desde antes de la presencia de la administración cusqueña. En Arhuaturo, un asentamiento correspondiente a los Guancas, el autor evidencia que en el periodo Horizonte Tardío los Tipos de cerámica 1, 2 y 3 177 continuaron elaborándose de la misma forma como se producían desde el año 1000 d.C., ya que la composición de sus pastas no varía (ver Fig. 170). A pesar de que la incorporación del valle en el Tawantinsuyo no ha implicado notables cambios en la forma cómo los Xauxas y los Guancas elaboraron su cerámica, en este contexto, se habrían introducido algunas características cusqueñas al repertorio alfarero local. Al respecto, Costin (2001) y D’Altroy (2001, 2015) coinciden en señalar que entre los Xauxas se registró un nuevo alfar, el cual corresponde al aríbalo polícromo, siendo este producido empleando nuevas técnicas que los Xauxas no habían practicado antes. Para el caso de los Guancas, en Arhuaturo se registra que entre las formas de la cerámica que se producían localmente, se introduce la forma del aríbalo, tan típica del estilo Tawantinsuyo. Pero en el caso de los Guancas, a diferencia de los Xauxas, en Arhuaturo se observa que los aríbalos fueron hechos con la misma pasta y técnica con las que se produjeron los Tipos de cerámica 1, 2 y 3 desde el periodo Intermedio Tardío (ver Cap. 2) (ver Fig. 170). Fig. 170.- Fragmentos y cortes pulidos de los aríbalos hechos en Arhuaturo empleando la misma pasta de los Tipos de cerámica 1, 2 y 3. 178 Otro hecho importante que se produjo durante la ocupación del Tawantinsuyo en el valle del Mantaro, fue la construcción de un considerable número de depósitos de plantas de forma circular y cuadrangular (colcas). Estos depósitos se emplazaron en las zonas altas del valle y próximos o en el interior de algunos asentamientos (cfr. Browman 1970; Orellana 1973; D’Altroy y Hastorf 1984; D’Altroy y Earle 1992; D’Altroy 2015; Perales 2011a, 2011b). Browman (1970), sin mucha evidencia que lo respalde, sugirió que algunos de estos depósitos podrían haberse construido desde el periodo Intermedio Tardío. El autor coincide con D’Altroy (2015) en que todas estas colcas fueron construidas durante el Horizonte Tardío. D’Altroy (2015) observa además con asidero que, en la zona norte del Mantaro, muchos de estos depósitos se encontraron muy cerca de los centros administrativos de Hatun Xauxa y Hatunmarca (ver Fig. 171). D’Altroy (1992, 2015), plantea que la proximidad de estos depósitos a los sitios mencionados, se debería a que los cusqueños buscaron minimizar el esfuerzo del traslado de los productos. Hatun Xauxa, el más importante sitio administrativo Tawantinsuyo en el valle, sería el principal punto de acopio de los productos locales, por lo menos para la zona norte del valle. 179 Fig. 171.- Vista de las colcas cercanas a Hatun Xauxa, las líneas rectas representan a las colcas de base rectangular mientras que los puntos indican la ubicación de las colcas de base circular (D’Altroy 2015). Fig. 172.- Ubicación de las colcas existentes en todo el valle del Mantaro (Browman 1970). 180 Al observar el registro de las colcas que realiza Browman (1970) por todo el valle, se puede apreciar que estas se encuentran distribuidas por la margen derecha e izquierda del río Mantaro y preferentemente en las partes altas (ver Fig. 172). También se observa que, en la zona norte del valle, en el área donde se ubica Hatun Xauxa, se encuentra un considerable número de colcas, como lo señalo D’Altroy (2015). Mientras que en la zona sur-este del Mantaro es tangible otra aglomeración importante de colcas, las cuales están muy cerca a los sitios de Chuctuloma, Hualhuascoto, Ocupi y Patancoto. Es importante señalar que en este último sitio (Patancoto), es en donde a comparación de los demás asentamientos mencionados, se han registrado cimientos de edificios de planta rectangular, tipo kallankas (ver Fig. 173). Fig. 173.- Vista de las cocas del valle del Mantaro, en el círculo rojo se identifica a las colcas cercanas a Hatun Xauxa, mientras que en el ovoide azul se resaltan las colcas de la zona sur-este del valle (Imagen redibujada de Browman (1970)). Sobre la base de estos datos es posible inferir que, en el valle del Mantaro, el Tawantinsuyo logró establecer dos principales puntos de acopio de productos. El primero se estableció en la zona norte, como lo señaló D’Altroy (2015), siendo este administrado posiblemente por Hatun Xauxa. El otro resaltante punto de acopio de productos sería en la zona sur-este del valle, en donde posiblemente habría estado administrado por la población de Patancoto, con apoyo de Chuctuloma, Hualhuascoto y Ocupi. 181 En suma, si bien se han identificado dos puntos resaltantes en donde se han concentrado el mayor número de colcas, se debe señalar que ninguna zona del Mantaro quedó exenta de la presencia de estas (ver Fig. 172). Esto demostraría que el Tawantinsuyo, a pesar de haber ejercido un control diferenciado sobre las distintas parcialidades Guancas y Xauxas, los cusqueños tuvieron un similar nivel de exigencia para el acopio de los productos sobre toda la población del Mantaro. Por otra parte, las fuentes escritas indican que el Tawantinsuyo habría dividió políticamente el valle del Mantaro en tres provincias, la Xauxa en el norte, conservando su supuesta extensión y ubicación original, y dividiendo la parcialidad Guanca en dos, Hurin Guanca y Hanan Guanca (cfr. Estete 1917 [1532-1533]; Vega 1965[1582]; Cieza de León 1967 [1533]; Guamán Poma de Ayala 1980 [1614]). Lo lamentable es que la real vigencia de tal división política no es perceptible con criterios arqueológicos hasta la fecha como para ahondar en el tema (ver Fig. 174). Fig. 174.- Vista de la ubicación de las tres provincias Tawantinsuyo en el valle del Mantaro (D’Altroy 2015). 182 En síntesis, el Tawantinsuyo, debido a que encontró a la población del valle del Mantaro en una situación política y social fragmentada, empleó diversas tácticas para ejercer poder sobre cada parcialidad Xauxa y Guanca. Cada facción Guanca y Xauxa debió ofrecer distintos grados de resistencia ante la imposición de poder por parte de los invasores cusqueños. Es así que el Tawantinsuyo habría establecido un control diferenciado sobre cada grupo Xauxa y Guanca. Es probable, además, que los ayllus más afines al Tawantinsuyo fueran anexados al sistema administrativo cusqueño, para que estos ejercieran control sobre la población local (cfr. D’Altroy 2015). Debido a esto último, los cusqueños ayudaron a que algunos ayllus del Mantaro tuvieran mayor protagonismo que otros, y esto generado que entre los Guancas y Xauxas surgieran algunos ayllus con un sobresaliente grado de jerarquía. Los españoles a su llegada a este valle registraron la existencia de sobresalientes ayllus que tenían gran poder dentro de las provincias de Xauxa, Hanan Guanca y Hurin Guanca, destacándose en cada una de estas los ayllus de los Surichaque, Apoalaya y Guacrapaucar respectivamente (cfr. Vega 1965[1582]; Cieza de León 1967 [1533]; D’Altroy 1992, 2015). Otro aspecto importante es que el Tawantinsuyo a pesar de haber tenido control sobre la adquisición, almacenaje y redistribución de la producción local, no modificó el sistema productivo de los Xauxas y Guancas. Manteniéndola como se venía desarrollando desde el periodo Intermedio Tardío e incentivando aún más el autoabastecimiento. Así mismo, la producción alfarera no sufrió grandes cambios. Todo esto demostraría que el Tawantinsuyo controló este valle de una forma muy versátil, adaptándose al contexto local y sacando provecho de lo que le beneficiaba, sin modificar aspectos innecesarios. 183 CAPÍTULO 5 5.- CONCLUSIONES GENERALES En este trabajo, el autor, buscó contribuir con el desarrollo de la arqueología del valle del Mantaro, principalmente discutiendo la forma en que la población de este lugar se habría estructurado política y socialmente entre el periodo Intermedio Temprano y Horizonte Tardío. Así mismo, abordando cómo los distintos grupos sociales que ocuparon este valle, se identificaron mediante su cultural material, en especial por medio de su cerámica, durante el transcurso del tiempo prehispánico referido. Para analizar estos dos puntos, el autor, utilizó las evidencias materiales ya registradas de todo el valle y también los de la zona sur, en especial los procedentes del sitio arqueológico Arhuaturo. Para el mencionado, la información que se obtuvo de Arhuaturo es valiosa. Porque en la arqueología del Mantaro, los diversos planteamientos realizados sobre el desarrollo cultural prehispánico de este lugar, se han sustentado a partir de los datos provenientes de algunas partes del valle y en especial de la zona norte, no siendo muy utilizadas las evidencias del área austral. La investigación hecha en Arhuaturo, aunque represente una pequeña muestra, brinda detalles esenciales sobre el desarrollo cultural en la zona sur del Mantaro. Este último caso es muy importante a tener en cuenta para analizarla y contrastarla de manera conjunta con la demás información que se conoce del resto del valle. Todo esto con el objetivo de ampliar el conocimiento general de todo el Mantaro. En suma, en cuanto a los sucesos políticos y sociales acontecidos en el valle del Mantaro, se han encontrado señales de profundas transformaciones. En particular cuando los naturales de este lugar fueron incorporados a organismos políticos del tipo Estatal. 184 Por supuesto, estos episodios se refieren cuando los Wari (800-1000 d.C.) y el Tawantinsuyo (1460 -1532 d.C.) ejercieron poder sobre todo el valle. Igualmente se han observado características peculiares en el desarrollo de la población del Mantaro durante el periodo pre Wari (0-800 d.C.) como también en el periodo Intermedio Tardío (1000- 1460 d.C.), cuando en el valle se gozaba de autonomía. A partir de la investigación hecha en Arhuaturo y del análisis de los datos expuestos de todo el valle, se propone que los habitantes de todo el Mantaro, durante sus momentos de desarrollo autárquico (tanto en el periodo pre Wari como durante el periodo Intermedio Tardío), se encontraron política y socialmente fragmentados, y tuvieron una economía autosuficiente. Esto no descarta que en ciertos momentos no hayan florecido en el Mantaro pequeñas confederaciones o alianzas, las cuales, debido a su corta duración y poca trascendencia, no habrían dejado rastros convincentes en la cultura material. Ante este hipotético contexto, queda por indagar el porqué de esta situación. Los planteamientos de Sahlins (1983) y Clastres (1978, 1981) brindan un marco teórico que puede ayudar a contestar esta pregunta. Ambos autores, aunque formulan sus propuestas desde un marco teórico diferente, llegaron a una conclusión similar al afirmar que la autosuficiencia económica e independencia política, caracterizaron a la mayoría de las sociedades fragmentarias del pasado. Resulta obvio que ninguna sociedad permanece de buena voluntad bajo el yugo ajeno y aceptan trabajar más de lo que ellos necesitan para subsistir. La pérdida de independencia incita al descontento en la mayoría de los integrantes de una sociedad, ya sea en la élite como en la población común, y provoca resistencia en ellos, en particular si el poder invasor solo está respaldado por la fuerza y no está hábilmente negociada. 185 Sobre la presencia Wari y Tawantinsuyo, se puede mencionar que estas han dejado repercusiones tangibles en la cultura material del valle de Mantaro. Con respecto a los Wari, se aprecia que estos promovieron súbitos e importantes cambios en la tradición alfarera y en la arquitectura doméstica, los cuales perduraron en todo el Mantaro hasta después de su ocaso (cfr. Browman 1970; Borges 1988; Hastorf et al. 1989). Estos cambios sugieren que el estilo de vida de la población de este valle se modificó en algunos aspectos debido a su incorporación al sistema político Wari. Los Wari en un principio habrían controlado fácilmente todo el valle del Mantaro debido a que no existen pruebas de algún tipo de resistencia bélica importante. Pero a medida que los ayacuchanos hicieron mayores exigencias a los naturales del Mantaro, la población austral del valle parece que no fue muy receptiva con los nuevos requerimientos. Esto produjo que los Wari ejercieran control directo sobre esta parte del valle construyendo sitios administrativos. Mientras que, en la zona norte, los Wari habrían ejercido control indirecto debido a que la gente de esta parte del Mantaro no fue muy reaccionaria con ellos. Los Wari no emprendieron construcciones del tipo ortogonal en el interior de ninguno de los asentamientos registrados en el valle del Mantaro, como se pudo apreciar también en Arhuaturo. Pero si erigieron tres centros administrativos en la zona sur del valle. A partir de esto se presume que los ayacuchanos tuvieron poco contacto con la población del Mantaro y que posiblemente no encargaron esenciales funciones administrativas a los líderes locales como si lo hizo el Tawantinsuyo. La gestión administrativa y el control político, por parte de los Wari, la realizarían según toda probabilidad desde los tres importantes sitios administrativos mencionados; Calpish, Wariwillka y Ñahuinpuquio, cuya arquitectura planificada cuenta con patios centrales y depósitos. 186 Sobre el Tawantinsuyo, la evidencia empírica hallada en Arhuaturo, así como en el resto del valle, demuestra que los cusqueños promovieron la implementación de una gran infraestructura por todo el Mantaro (caminos, colcas, centros administrativos y nuevos asentamientos). Por otra parte, el Tawantinsuyo, en este valle, no promovió cambios en la tecnología alfarera, ya que no se produjeron grandes modificaciones en las formas de las vasijas. Del mismo modo, los cusqueños tampoco incentivaron la reconfiguración de la arquitectura doméstica de los del Mantaro. De esto se desprende que la incorporación de este valle al Tawantinsuyo no causo mucho impacto en la forma de vivir de la gente. El Tawantinsuyo, al ingresar a este valle interandino se encontró con los Guancas y los Xauxas, dos grupos que estaban políticamente fragmentados. La implementación de edificios Tawantinsuyo en el interior de ciertos asentamientos Xauxas y Guancas, así como la inexistencia de arquitectura cusqueña en otros sitios y la desocupación de ciertas aldeas, podría significar lo siguiente: que los cusqueños ejercieron control directo e indirecto sobre los distintos asentamientos Guancas y Xauxas o por algunas partes del valle. Todo esto dependiendo del tipo de resistencia que habría ofrecido la población del Mantaro. Además, la presencia de arquitectura cusqueña en los asentamientos Guancas y Xauxas, reforzaría la idea de que el Tawantinsuyo incorporo a ciertos líderes locales a su sistema administrativo (cfr. D'Altroy 2015) y que tuvo fluida relación con la población del Mantaro. En suma, los Wari y el Tawantinsuyo procedieron de distintas formas al conquistar y administrar el valle del Mantaro. La influencia Wari fue la causante de notables cambios culturales a pesar de que los ayacuchanos no se relacionaron mucho con la población de este valle. En cambio, los cusqueños no motivaron grandes cambios en la forma de vivir de los del Mantaro, pero sí parece que tuvieron fluido contacto con ellos, 187 hasta el punto de incorporarlos a su sistema administrativo. Los Wari y el Tawantinsuyo aplicaron diversas estrategias para ejercer y legitimar su poder, alternando entre la diplomacia y la fuerza, dependiendo el grado de resistencia que encontraron por parte de los habitantes del Mantaro. No se dispone de evidencias material de conquistas ni de resistencias bélicas importantes, ni en tiempos Wari ni tampoco en tiempos del Tawantinsuyo. Pero esto no descartaría que hubo algunas confrontaciones en el proceso de dominación. Por otro lado, en este trabajo se intentó hacer el seguimiento sobre cómo entre el periodo Intermedio Temprano y el Horizonte Tardío, los distintos grupos sociales que se asentaron en este valle, expresaron su identidad atreves de su cultura material, en especial por medio de su cerámica. Para lograr esto, se analizó de manera conjunta la cerámica registrada en todo el Mantaro y la hallada en Arhuaturo, todo esto con el objetivo de tener un panorama general de la alfarería desarrollada en el valle. Para el periodo pre Wari (0 – 800 d.C.) la población del Mantaro compartió una similar tradición alfarera, denominada como temprana. Entre las características principales de la cerámica producida dentro de esta tradición, se puede indicar que esta tuvo pasta compacta, con pocas inclusiones minerales y que fue de coloración rosada/ púrpura y naranja/crema. Esta tradición alfarera no ha sido encontrada al sur del valle del Mantaro en la actual región de Huancavelica (Ravines 2009), ni tampoco al extremo norte del valle en la zona del Chinchaycocha (Morales 1977). La distribución de esta cerámica sugiere que la tradición alfarera temprana identificó a la gente del valle del Mantaro durante el periodo pre Wari en un contexto macro-regional. La tradición alfarera pre Wari, a pesar de poseer similar forma de elaboración, no muestra un alto grado de estandarización entre sus formas y decoraciones. Al comparar estos alfares, se encuentra una gran variedad de motivos decorativos a pesar de que las 188 vasijas fueron hechas mediante similar técnica. Esto lleva a platear que posiblemente la cerámica se produjo localmente en cada asentamiento o que fue elaborada por alfareros asentados en diferentes partes del valle. Además, se colige que los alfareros realizaron particulares motivos decorativos en las vasijas para materializar de alguna forma la identidad de sus grupos y su posición política. Esto es concordante con el planteamiento sobre una imperante organización política y social fragmentada en el valle de Mantaro durante el periodo pre Wari. En cuanto a la forma cómo los Guancas y los Xauxas se habrían identificado entre el siglo XI y principios del siglo XVI mediante su alfarería, en este trabajo se plantea que cada uno de estos grupos sociales tuvo un particular tipo de cerámica doméstica. Los Xauxas fueron los usuarios de la cerámica Engobe Micáceo (ver Costin 2001), la cual ha sido producida en la zona norte del valle de acuerdo con las evidencias que el autor ha reunido. En cambio, a los Guancas les distingue el uso del tipo de cerámica 3 hallada en Arhuaturo. La distribución de estos dos tipos de cerámica, uno en el norte y el otro en el sur, coincide con las áreas ocupadas respectivamente por los Guancas que vivían en el sur y los Xauxas asentados en el norte, según se manifiesta también en las crónicas que se refieren al valle del Mantaro (cfr. Estete 1917 [1532-1533]; Vega 1965[1582]; Cieza de León 1967 [1533]; Guamán Poma de Ayala 1980 [1614]). 189 BIBLIOGRAFÍA Abraham, Sarah Jane 2010 Provincial Life in the Inca Empire: Continuity and Change at Pulapuco, Peru. Tesis de doctorado. University of California. Acuto, Félix A. 1999 Paisajes cambiantes: La dominación Inka en el valle Calchaquí Norte (Argentina). En Revista do Museo de Arqueología e Etnología 3: pp. 143-157. Acuto, Félix A. y Chad. Gifford. 2007 Lugar, arquitectura y narrativas de poder: Experiencia y percepción en los centros Inkas de los Andes del Sur. 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SECTOR I EXCAVACIÓN N° 1 La excavación N° 1 se ubica en el Sector I de Arhuaturo, específicamente en las coordenadas UTM: E 0463939; N 8665110, y tuvo una extensión 4 x 4 metros. La primera capa tuvo una densidad de 10 cm. poseía tierra con piedras de mediano tamaño y en esta se halló material óseo animal disturbado y cerámica (14 fragm.). Esta primera capa presenta distribución por la actual actividad agrícola producida en este sitio. En la segunda capa, de 50 cm de espesor, se encontró tierra de color marrón con cantos rodados, además material arqueológico como azadas (Lítico), cerámica (54 fragm.) y osamenta de camélidos con muestras de cocción. En esta capa se observó algunas evidencias de ocupación doméstica, porque el material presentaba hollín. Es posible que en este lugar antiguamente hubo alguna residencia del tipo doméstico. La capa tres se mostró sin evidencias de material arqueológica y presentaba tierra arcillosa de origen calcáreo. 203 Fig.- 1.- Excavación N° 1. Fig.- 2.- Perfil de la excavación N° 1. EXCAVACIÓN N° 2 Esta excavación tuvo 4 x 4 metros de extensión y se ubicó en el Sector I de Arhuaturo, en las Coordenadas UTM: E 0463917; N 8665118. La capa 1 presento tierra de tonalidad gris con pequeños cantos rodados, en esta se halló cerámica (5 fragm.) e instrumentos líticos; esta capa tenía 13 cm de espesor. La capa 1 se encuentra disturbada, debido a la actividad agrícola. La capa 2 poseía un ancho promedio de 55 cm. estaba compuesta de tierra color gris con cantos rodados y además esta tierra era suelta. En esta capa se registró pequeños fragmentos de óseo humano disturbados, concentrado en un hoyo funerario que se ubicó al centro de esta excavación; así mismo, estos restos humanos estaban asociados a cerámica de diversas características (12 fragm.) y a dos cuernos de taruca. Es posible que estos hoyos funerarios correspondieran a la actividad funeraria que se registró para el periodo Intermedio Temprano, pero debido a lo dañado de este contexto, no es posible 204 aseverar esto totalmente. En la tercera capa no se halló material arqueológico, y estaba compuesta de tierra arcillosa y roca calcárea. Fig.- 3.- Excavación N° 2. Fig.- 4.- Hoyos funerarios de la excavación N° 2. Fig.- 5.- Perfil de la excavación N° 2. 205 EXCAVACIÓN N° 3 Esta excavación se ubica en el Sector I de Arhuaturo, entre las coordenadas UTM: E 0463880; N 8665205. Así mismo, esta excavación presenta 4 x 4 metros de extensión. La primera capa era muy compacta y presentaba un espesor de 14 cm. En esta capa compuesta por tierra y cantos rodados, se registró material cerámico (13 fragm.), el cual se encontró disturbado. Es posible que esta capa haya sido afectada por la actividad agrícola. En la segunda capa, que tenía una densidad de 48 cm, se descubrió dos hoyos posiblemente funerarios que en su interior contenían poco material óseo fragmentado y disturbado. La tierra de esta capa no era muy compacta y poseía pequeños cantos rodados. En esta capa se halló cerámica (31 fragm.). En esta segunda capa, no se halló un contexto claro que nos indique el posible lugar de algún tipo de actividad específica. En la tercera capa no se halló material arqueológico, pero si material de relleno de aterrazamiento, como también roca calcárea de origen geológico. Fig.- 6.- Excavación N° 3. 206 Fig.- 7.- Perfil de la Excavación N° 3. EXCAVACIÓN N° 4 Esta unidad de excavación fue ubicada dentro de una colca, en el Sector I de Arhuaturo y tuvo una extensión de 4 x 4 metros. La ubicación UTM de esta excavación es la siguiente: E 0463879; N 8665298. La primera capa, que tenía 8 cm de espesor, se encontraba conformada de tierra marrón muy compacta, hallándose en ella cerámica (9 fragm.), restos óseos de camélidos y carbón. En la segunda capa se halló los paramentos de la colca que mostraban muros rectos, se registró además fragmentos de cerámica (26 fragm.) e instrumentos líticos como azadas. Esta segunda capa correspondería al piso de la colca, en donde no se pudo identificar algún apisonado, probablemente por el mal estado de conservación de esta edificación. En la tercera capa se encontró el basamento de la colca, pero no se halló ningún tipo de piso asociado a este. En esta capa no se encontró material arqueológico y estaba compuesta por roca calcárea y tierra arcillosa. 207 Fig.- 8.- Excavación N° 4. Fig.- 9.- Perfil de la Excavación N° 4. EXCAVACIÓN N° 5 La excavación N° 5 se asentó en el Sector I de Arhuaturo, en las coordenadas UTM: E 0463875; N 8665340 y tuvo una extensión de 4 x 4 metros. Esta excavación se produjo cerca al grupo de colcas del Sector I de este sitio. La primera capa de esta excavación tuvo 16 cm de espesor y presento tierra compacta con pequeños cantos rodados. Por toda esta capa se pudo encontrar cerámica disgregada (9 fragm.). La segunda capa tenía 56 cm de ancho, en esta se encontró dos hoyos funerarios intrusivos que contenían cámaras internas, estas así mismo penetraban hasta la capa n° 3. Dentro de estos hoyos funerarios se registró cerámica (37 fragm.), material lítico y osamenta humana fragmentada y disturbada. Es posible que estos hoyos, sean los 208 descritos por Browman (1970) como de tipo funerario del periodo Intermedio Temprano, pero como aún no tenemos fechados radiocarbónicos, no podemos afirmar algo concretamente. En la tercera capa no se identificó material arqueológico, esta unidad poseía roca calcárea y arcilla compacta. Fig.- 10.- Excavación N° 5. Fig.- 11.- Perfil de la Excavación N° 5. EXCAVACIÓN N° 6 La excavación N° 6 se realizó en el Sector I de Arhuaturo, tuvo una dimensión de 4 x 4 metros y se encontró en las coordenadas UTM: E 0463754, N 8665519. La primera capa presentó cantos rodados y tierra no muy compacta de color gris, así mismo esta tenía 10 cm de espesor. En esta capa se encontró cerámica (11 fragm.) e instrumentos líticos tipo raspadores. 209 En la segunda capa, que tenía 40 cm de grosor, se encontró tierra no muy compacta, pero con muchos cantos rodados. En esta se identificó osamenta de camélidos y cerámica fragmentada (46 fragm.). Toda esta evidencia ósea fue hallada en un pequeño hoyo de 40 cm de diámetro y 50 cm de profundidad. Es posible que este hallazgo corresponda a algún tipo de traslado hecho en las épocas prehispánicas tardías. El mal estado de este hallazgo no hace posible determinar otras situaciones. En la tercera capa no se encontró material arqueológico, identificándose solo tierra arcillosa y roca calcárea. Fig.- 12.- Excavación N° 6. Fig.- 13.- Perfil de la Excavación N° 6. 210 SECTOR II EXCAVACIÓN N° 7 En el Sector II de Arhuaturo se ubicó la excavación N° 7, la cual tuvo una extensión de 5 x 5 metros y se encontró entre las coordenadas UTM: E 0463161; N 8666125. La capa 1 tuvo 8 cm de ancho, mostró tierra de color marrón semi compacta con cantos rodados. En esta capa se halló cerámica (67 fragm.) y una muestra fósil. Esta capa se halló disturbada por la actividad agrícola que hasta la fecha es imperante sobre Arhuaturo. En la segunda capa, que tenía 45 cm de espesor, se encontró tierra marrón un poco compacta con pocos cantos rodados, en esta unidad estratigráfica se identificó fragmentos de cerámica (357 fragm.) y muestras líticas. Así mismo, en el extremo noroeste de esta unidad de excavación, dentro de esta misma capa, se identificó un contexto funerario (Individuo N° 1), que para ser registrado tuvo que ampliarse la unidad de excavación, con el fin de poder recuperar este contexto. Este contexto funerario fue hallado con cerámica tardía, lo cual lo puede asociar a los periodos del Intermedio Tardío u Horizonte Tardío. Por otra parte, en la capa tres no se encontraron restos arqueológicos, solo tierra muy compacta de color marrón y roca madre. Fig.- 14.-Excavación N° 7. 211 Fig.- 15.- Excavación N° 7, contexto funerario N° 1. Fig.- 16.- Perfil de la Excavación N° 7. EXCAVACIÓN N° 8 La excavación N° 8 se encuentra en las coordenadas UTM: E 0463070; N 8666209, en el Sector II de Arhuaturo y tuvo una extensión de 5 x 5 metros. En la capa 1, se encontró tierra de color marrón con pocos cantos rodados. En esta capa que tenía 7 cm de espesor, se identificó material arqueológico (47 fragm. de cerámica). Esta capa se encontró disturbada por la actividad agrícola reciente. En la segunda capa, que poseía 47 cm de ancho, se encontró tierra compacta con pocos cantos rodados y así mismo se halló cerámica (162 fragm.), una muestra fósil (Amotine), material malacológicas y muestras líticas. En esta capa el material cerámico presentó mucho hollín, lo cual podría indicar que en esta parte de Arhuaturo pudo haberse desarrollado actividades domésticas de cocina. En la tercera capa se identificó tierra compacta de color marrón y roca madre sin rastros de material arqueológico. 212 Fig.- 17.- Excavación N° 8. Fig.- 18.- Perfil de la Excavación N° 8. EXCAVACIÓN N° 9 Esta excavación se ubicó en el Sector II de Arhuaturo, tuvo una extensión de 5 x5 metros y se encontró en las coordenadas UTM: E 0463035; N 8666273. La capa 1, de 12 cm de ancho, presenta tierra marrón no muy compacta con mucho canto rodado, en esta se halló cerámica dispersa por toda la excavación (11 fragm.). Esta capa se encuentra disturbada por las labores agrícolas. La segunda capa de 38 cm de espesor, se componía de tierra semi compactada y cantos rodados, así mismo en esta se encontró solo cerámica (48 fragm.). En esta capa no se halló mucha evidencia material, posiblemente porque este lugar fue un patio; se llega a esta presunción porque esta excavación se encuentra muy cerca de las Kallankas del 213 Sector II de Arhuaturo. La tercera capa se componía de tierra compacta con pocos cantos rodados, rocas y no presentaba material arqueológico asociado. Fig.- 19.- Excavación N° 9. Fig.- 20.- Perfil de la Excavación N° 20. EXCAVACIÓN N° 10 La excavación N° 10 se ubicó en el Sector II de Arhuaturo y se dispuso en el área en donde se encontró una kallanka. Esta excavación tuvo una extensión de 5 x5 metros y se encontró en las coordenadas UTM: E 0463016; N 8666294. La primera capa se caracterizó por tener 13 cm de ancho y estar compuesta por tierra de color marrón poco compacta, con cantos rodados y material cerámico (9 fragm.). La segunda capa, que contaba con 45 cm de ancho, se conformaba de tierra no muy compacta y con pocos cantos rodados. Además, en esta misma, en el extremo 214 noroeste de la unidad de excavación, se hallaron 2 contextos funerarios (Individuo 2-A e Individuo 2-B) (14 fragm.). Estos dos entierros pudieron corresponder a la época del Horizonte Tardío y primeros años de la ocupación española. Es posible que posterior a la desocupación de Arhuaturo, este sitio haya sido utilizado como un cementerio, pero aún no se cuentan con más datos para asentar esta propuesta. En la tercera capa sólo se identificó tierra compactada y roca madre. Fig.- 21.- Excavación N° 10. Fig.- 22.- Excavación N° 10, contexto funerario Individuo 2-A y 2-B. 215 Fig.- 23.- Perfil de la Excavación N° 10. EXCAVACIÓN N° 11 La excavación N° 11 tuvo una extensión de 5 x 5 metros, se ubicó en el Sector II de Arhuaturo y entre las coordenadas UTM: E 0463004; N 8666301. La capa 1, contó con 14 cm de espesor, se componía de tierra poco compactada con pequeños cantos rodados y cerámica arqueológica (3 fragm.). En la segunda capa, que presento 42 cm de ancho, se identificó tierra un poco compactada de color marrón y muestras de cerámica (6 fragm.). Es posible que este lugar haya correspondido al sector del patio central del grupo de las Kallankas que se ubican en el Sector II de Arhuaturo, siendo por esta razón que no se halló mucho material en este punto. En la tercera capa se halló tierra compacta de color marrón y roca madre. Fig.- 24.- Excavación N° 11. 216 Fig.- 25.- Perfil de la Excavación N° 11. EXCAVACIÓN N° 12 Esta excavación fue ubicada dentro de una kallanka del Sector II de Arhuaturo, aunque en un inicio debió tener una dimensión de 5 x 5, esta se tuvo que adecuar al interior de la edificación, por este motivo se redujo sus dimensiones a 4 x 4 metros. Así mismo su ubicación UTM fue: E 0463003; N 8666326. La primera capa, de 13 cm de espesor, presentó tierra semi compacta. En esta capa se halló cerámica (6 fragm.), material óseo animal y lítico. En la segunda capa se encontró tierra compacta y no se evidenció el piso original de la kallanka, ni apisonado alguno. En esta capa, que presentaba 50 cm de ancho, se registró cerámica (11 fragm.) y material óseo de camélidos. Es posible que a lo largo de los años este punto haya sido alterado por excavaciones del tipo huaqueo. Se llega a esta conclusión porque en el momento en que se hizo la excavación se evidencio huellas de la mencionada actividad ilícita. El escaso hallazgo de material cultural en esta excavación se debería a que este punto correspondió el interior de una kallanka, la cual ya habría sido alterada desde hace muchos años antes. En la tercera capa solo se encontró tierra arcillosa y roca madre. 217 Fig.- 26.-Excavación N° 12. Fig.- 27.- Perfil de la Excavación N° 12. EXCAVACIÓN N° 13 Esta excavación fue ubicada dentro de un edificio que aún no está bien definido, el cual se encuentra dentro del Sector II de Arhuaturo. Esta excavación tuvo una dimensión de 5 x 5 metros y se halló en las coordenadas UTM: E 0462956; N 8666444. En la primera capa, que tiene 10 cm de espesor, se encontró tierra semi compacta con pequeñas rocas angulosas; en esta misma se halló cerámica (3 fragm.) y muestras líticas. En la segunda capa, que contaba con 38 cm de ancho, se halló tierra gris no muy compacta, además se registró cerámica (7 fragm.), muestras óseas pequeñas y disturbadas, e instrumentos líticos Debido a que en esta capa se halló cerámica e 218 instrumentos líticos tipo azadas, es posible que estas edificaciones hayan sido utilizadas como depósitos provisionales. El mal estado de conservación de estas edificaciones no hace posible definir su función. En la tercera capa se encuentro solo roca madre de origen calcáreo. Fig.- 28.- Excavación N° 13. Fig.- 29.- Perfil de la Excavación N° 13. SECTOR III EXCAVACIÓN N° 14 Esta excavación se halló en el Sector III de Arhuaturo, entre las coordenadas UTM: E 0462806; N 8666684, y tuvo una extensión de 4x4 metros. En la primera capa, de 8 cm de espesor, se halló tierra no muy compacta con pequeños cantos rodados, también cerámica (4 fragm.), fragmentos óseos de camélido y muestras líticas. 219 En la segunda capa se encontró tierra poco compacta con algunos cantos rodados, así mismo esta tenía 30 cm de ancho. En esta capa también se registró cerámica (9 fragm.), pequeñas muestras óseas de camélidos y malacológicas. Es posible que esta área, debido a que se ubica próxima a unas colcas, haya sido un tipo de explanada. En la tercera capa sólo se identificó roca madre de origen calcáreo. Fig.- 30.- Excavación N° 14. Fig.- 31.- Perfil de la Excavación N° 14. EXCAVACIÓN N° 15 Esta unidad de excavación fue ejecutada dentro de una colca del Sector III de Arhuaturo. Esta excavación tuvo 4 x 4 m. de extensión y se halló en las coordenadas UTM: N 0462781; N 8666714. En la primera capa, que contó con 7 cm de espesor, se 220 identificó tierra poco compacta de color marrón; así mismo, en esta se halló cerámica (13 fragm.) y osamenta de camélido. En la segunda capa, que tuvo 30 cm de densidad, se registró la proyección del muro de la colca, pero no se encontró el piso ni el apisonado de este edificio. En esta capa también se encontró cerámica (31 fragm.), pequeños fragmentos óseos de camélido y muestras malacológicas. De acuerdo a lo registrado dentro de esta colca, se puedo colegir que en estas se depositaron diversos artículos, entre ceramios y alimentos. En la tercera capa se registró los basamentos de la colca y roca madre de origen calcáreo. Fig.- 32.-. Excavación N° 15. Fig.- 33.- Perfil de la Excavación N° 15. 221 EXCAVACIÓN N° 16 La excavación N° 16 fue ubicada cerca al grupo de las colcas, en el Sector III de Arhuaturo. Esta excavación tuvo una extensión de 4 x4 m. y se encontró en las coordenadas UTM: E 0462774; N 8666772. La capa 1, tuvo un espesor de 5 cm, y estuvo compuesta de tierra semi compacta, además en esta capa se registró cerámica (12 fragm.). La segunda capa tenía tierra semi compacta con pocos cantos rodados y presentaba 25 cm de ancho; en esta capa se halló cerámica (48 fragm.), una muestra fósil (amonite) y alguna osamenta de humano, pero disturbada. Por la evidencia registrada no es posible determinar algún tipo de actividad en este punto, es posible que esta área haya sido usada como un patio o explanada de descanso. En la tercera capa no se encontró evidencia arqueológica, solo roca madre de origen calcáreo. Fig.- 34.- Excavación N° 16. Fig.- 35.- Perfil de la Excavación N° 16. 222 EXCAVACIÓN N° 17 Esta excavación tuvo una dimensión de 4 x 4 m., fue ejecutada en el Sector III de Arhuaturo y se encontró en las coordenadas UTM: E 0462722; N 8666830. En la primera capa de esta excavación, la cual poseía 10 cm de espesor y presentaba tierra compactada de color marrón, se halló cerámica (38 fragm.) y osamenta de camélido. La segunda capa, cuyo espesor era de 30 cm, se componía de tierra color marrón un poco compacta; en esta se identificó un hoyo funerario con un individuo en su interior (Individuo N° 3), que para ser registrado se tuvo que ampliar la excavación por el lado del perfil norte. En esta unidad estratigráfica se encontró cerámica (65 fragm.) y líticos. De acuerdo a todo lo registrado, es posible que en este punto de Arhuaturo se hayan producido traslados de entierros, posiblemente durante los periodos tardíos, ya que el contexto funerario hallado tiene signos de haber sido desplazado de otro lugar. En la tercera capa no se encontraron elementos arqueológicos, solo tierra semi compacta de origen arcilloso calcáreo. Fig.- 36.- Excavación N° 17. 223 Fig.- 37.- Excavación N° 17, contexto funerario del Individuo N° 3. Fig.- 38.- Perfil de la Excavación N° 17. EXCAVACIÓN N° 18 Esta excavación se produjo en el extremo norte del Sector III de Arhuaturo, tuvo una dimensión de 4 x4 m. y se encontró en las coordenadas UTM: E 0462616; N 8666961. La capa 1 poseía 8 cm de espesor, mostraba tierra de color marrón semi compacta y cerámica (9 fragm.). En la segunda capa, que tuvo 35 cm de densidad, se presentó tierra marrón semi compacta y en esta se registró cerámica (21 fragm.) y osamenta de camélidos. Por lo hallado en esta excavación, es posible que en este lugar no se hayan producido muchas actividades o tal vez haya sido un espacio de explanada sin mucho uso. En la tercera capa no se evidenció material arqueológico, solo roca calcárea y tierra arcillosa. 224 Fig.- 39.- Excavación N° 18. Fig.- 40.- Perfil de la Excavación N° 18. EXCAVACIÓN N° 19 La excavación N° 19 fue hecha en la periferia norte del Sector III de Arhuaturo, entre las coordenadas UTM: E 0462541; N 8667115, y poseía una extensión de 4 x4 metros. La primera capa presentaba tierra marrón, semi compacta y con pequeños cantos rodados; así mismo esta unidad estratigráfica tuvo 5 cm de densidad y en esta se halló cerámica (1 fragm.). La segunda capa tenía 20 cm de espesor y presentaba tierra no muy compacta con cantos rodados. De acuerdo a lo que se halló en esta excavación, se puede determinar que en esta parte del Sector III de Arhuaturo no se habrían realizado muchas actividades o tal vez algunas esporádicas, las cuales no dejaron rastro material. En esta capa se halló cerámica (3 fragm.) y osamenta de camélidos. Por otra parte, en la tercera capa no se identificaron elementos arqueológicos, solo roca calcárea. 225 Fig.- 41.- Excavación N° 19. Fig.- 42.- Perfil de la Excavación N° 19. 226 ANEXO 2 Cuencos PAA-I-1-2-2 PAA-I-1-1-32 PAA-III-16-2-7 PAA-III-16-10-3 PAA-III-16-7-3 227 PAA-II-7-27-6 PAA-III-15-17-6 PAA-III-15-9-6 PAA-I-1-1-2 PAA-II-7-22-31 228 Cántaros PAA-II-7-63-6 PAA-III-17-4-13 PAA-III-17-18-18 PAA-II-9-8-7 229 PAA-II-8-6-5 PAA-I-3-3-2 PAA-II-7-10-14 230 PAA-III-16-12-3 PAA-III-16-5-7 PAA-III-16-11-7 PAA-I-5-9-9 231 PAA-I-5-1-9 PAA-III-17-2-18 PAA-II-9-43-7 PAA-I-5-14-6 PAA-II-8-20-11 232 Ollas PAA-I-7-13-31 PAA-I-7-38-26 PAA-III-18-6-2 PAA-II-7-7-6 233 PAA-II-7-12-31 PAA-II-7-6-26 PAA-III-18-2-2 234 Cuerpos decorados PAA-I-6-9-6 PAA-II-9-8-7 PAA-II-7-9-26 PAA-II-7-43-6 235 PAA-II-7-47-11 PAA-II-7-9-9 PAA-III-17-1-1 PAA-I-3-2-2 236 PAA-III-15-39-6 PAA-I-1-1-2 PAA-III-17-2-15 PAA-III-17-3-18 PAA-III-17-29-18 237 PAA-III-17-61-15 238 ANEXO 3 Cántaros PAA-II-8-15-8 PAA-I-2-12-13 PAA-III-17-12-15 PAA-I-1-10-2 239 PAA-I-6-16-6 PAA-I-6-13-6 PAA-I-3-17-2 PAA-I-2-2-8 PAA-III-16-1-3 240 Cuencos PAA-I-2-2-3 PAA-II-12-2-5 PAA-I-1-16-2 PAA-III-17-5-15 PAA-II-8-12-5 241 Ollas PAA-I-4-5-5 PAA-I-5-21-6 PAA-II-17-39-15 PAA-II-8-21-3 PAA-III-8-3-3 242 Cuerpos decorados PAA-III-14-3-9 PAA-IV-14-1-9 PAA-II-7-28-31 243 PAA-III-14-2-5 PAA-I-3-40-2 PAA-III-16-19-7 PAA-I-3-25-2 244 PAA-I-3-17-2 PAA-I-4-13-8 PAA-II-7-26-11 245 ANEXO 4 Ollas PAA-III-16-3-7 PAA-II-7-28-6 PAA-II-7-100-26 PAA-II-8-6-8 246 PAA-I-3-4-7 PAA-I-5-26-6 PAA-I-5-12-6 247 Cántaros PAA-III-17-25-18 PAA-I-5-2-9 PAA-II-7-10-26 PAA-II-7-25-31 248 PAA-I-3-31-2 PAA-II-7-33-24 PAA-III-15-19-6 PAA-II-12-14-5 PAA-III-16-6-3 249 Cuencos PAA-I-2-7-3 PAA-II-14-31-31 PAA-II-8-22-5 PAA-II-8-19-11 PAA-II-8-20-3 250 PAA-II-7-28-24 PAA-II-7-20-31 PAA-II-7-9-13 PAA-II-7-109-26 PAA-II-7-109_28 PAA-II-7-5-31 251 PAA-II-12-1-3 PAA-II-3-52-6 PAA-II-7-64-11 PAA-III-16-9-1 252 Cuerpos decorados PAA-II-8-26-3 PAA-I-6-1-5 PAA-II-7-9-13 PAA-III-15-21-6 253 PAA-II-7-44-11 PAA-III-17-34-15 PAA-III-17-23-18 254 ANEXO 5 Cuencos PAA-II-7-24-9 PAA-II-7-45-26 PAA-II-7-7-24 PAA-II-7-56-26 PAA-II-7-52-26 PAA-I-2-4-3 255 Cuerpos decorados PAA-II-7-56-26 PAA-I-2-5-8 PAA-I-2-3-5 PAA-II-12-6-5 256 PAA-II-7-63-26 PAA-I-2-8-3 PAA-II-7-26-31 PAA-II-7-1-24 257 ANEXO 6 Cuencos PAA-II-7-22-11 PAA-II-7-25-13 PAA-II-7-5-26 PAA-II-7-80-11 PAA-II-7-25-11 258 PAA-II-7-20-24 PAA-II-7-65-11 PAA-II-7-11-55 PAA-II-7-34-11 PAA-II-7-5-24 259 PAA-II-7-3-6 PAA-II-7-35-21 PAA-II-7-2-1 PAA-II-7-21-26 260 PAA-II-7-6-9 PAA-II-7-21-11 PAA-II-7-7-7 PAA-II-7-21-26 PAA-II-7-81-11 261 Cuerpos decorados PAA-II-7-66-11 PAA-II-7-21-11 PAA-I-4-10-8 PAA-II-7-3-6 262 PAA-II-7-39-11 PAA-II-7-25-13 PAA-II-7-21-9 PAA-I-1-14-7 263 PAA-II-7-21-21 PAA-II-7-65-11 PAA-II-7-25-11 PAA-II-7-26-13 264 PAA-II-7-10-9 PAA-II-7-20-11 PAA-II-7-81-11 PAA-II-7-34-11 265 ANEXO 7 Cuencos PAA-II-7-9-2 PAA-II-7-4-21 PAA-II-7-29-13 PAA-II-7-28-13 266 PAA-II-7-10-6 PAA-I-1-57-2 PAA-II-7-90-11 PAA-II-7-84-26 PAA-II-7-1-24 267 PAA-II-7-12-21 PAA-II-7-7-8 PAA-II-7-25-26 PAA-II-7-30-24 PAA-II-7-53-26 268 Cuerpos decorados PAA-II-3-85-11 PAA-II-7-25-26 PAA-II-7-49-6 269 PAA-II-7-28-13 PAA-II-7-7-11 270 PAA-II-7-90-11 PAA-II-7-15-9 271 ANEXO 8 Cuencos PAA-II-7-16-21 PAA-II-7-21-31 PAA-II-7-87-26 PAA-II-7-41-26 PAA-II-7-50-28 PAA-II-7-50-26 272 PAA-II-7-24-28 PAA-II-7-6-6 PAA-II-7-78-26 PAA-I-2-56-3 PAA-II-7-15-26 PAA-II-7-19-31 273 Cuerpo decorado PAA-II-7-45-6 PAA-II-7-24-13 PAA-II-7-9-24