PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES La Declaración Conjunta de Asociación Estratégica Peruano-Rusa como parte del retorno de Rusia a América Latina TESIS PARA OPTAR EL TÍTULO PROFESIONAL DE LICENCIADA EN CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO AUTORA Soledad Rosario Castillo Jara ASESOR Javier Alcalde Cardoza 2019 2 RESUMEN El grado de prioridad que alcanza el Perú, a nivel individual, para una gran potencia lejana como Rusia es bajo en términos generales, sobre todo si se realiza la comparación con otros países latinoamericanos cuyo peso a nivel económico y de poder global es mayor, como Brasil, o cuya agenda desarrollada con Rusia es más activa, como Argentina. Pero pese a esto, Rusia suscribió con el Perú un acuerdo de Asociación Estratégica en el año 2015, el cual planteaba como aspecto fundamental el desarrollo de las relaciones comerciales y de inversión. Frente a ello nos preguntamos qué motivos llevaron a la firma de dicho acuerdo dada la baja prioridad que hemos mencionado y, sobre todo, dadas las cifras que demuestran que las relaciones entre ambos países en el ámbito económico son relativamente poco relevantes. Aplicamos un marco teórico vinculado a las corrientes Realista y Constructivista, así como una metodología basada en fuentes secundarias (documentos de política exterior, fuentes periodísticas y bases de datos) y primarias (entrevistas con académicos y funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú). Encontramos que el motivo principal no fue un interés de Rusia por el Perú de manera específica, sino un interés más amplio por estar presente en América Latina. Ello, a su vez, obedece a un contexto en el que la presencia en América Latina contribuye al cumplimiento de objetivos de Rusia en el plano material (exportación de productos con valor agregado hacia países con menor desarrollo tecnológico, importación de materias primas en un contexto posterior a las 3 sanciones provocadas por el conflicto en Ucrania) y no material (proyección de una identidad de gran potencia activa en los asuntos mundiales). 4 ÍNDICE Introducción 5 Capítulo I: Aspectos teóricos y metodológicos 8 1.1. Estado de la cuestión 8 1.2. Marco teórico 12 1.3. Metodología 16 Capítulo II: ¿Qué significa el Perú para Rusia? 19 2.1. Antecedentes históricos 19 2.2. El Perú y la Rusia post-soviética 28 Capítulo III: El retorno de Rusia a América Latina 33 3.1. Contexto y lineamientos de la política exterior rusa contemporánea 33 3.2. Importancia de América Latina para la política exterior rusa 44 Conclusiones 54 Bibliografía 57 5 INTRODUCCIÓN El 30 de noviembre del año 2015, los presidentes Ollanta Humala y Vladimir Putin firmaron la Declaración Conjunta de Asociación Estratégica Peruano-Rusa. Este hecho ocurrió en París en el marco de la vigésimo primera Conferencia de las Partes del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21). Con este documento, se elevó el nivel de las relaciones bilaterales entre Rusia y el Perú, las cuales anteriormente estaban basadas en el Tratado de Relaciones de Socios del año 2006. Según las declaraciones de ambos jefes de Estado, el componente principal del nuevo acuerdo fue «el incremento del intercambio económico-comercial y las inversiones recíprocas», destacando como instrumento para ello el Memorándum de Entendimiento entre el Perú y la Comisión de la Unión Económica Euroasiática (2014) (Agencia Andina, 2015). Adicionalmente a estos temas centrales, aparecieron también el problema de las drogas, los temas de la Agenda de Desarrollo Post 2015, la cooperación técnico-militar y científica, la cultura y la educación (Agencia Andina, 2015). Dicho acuerdo suscrito con el Perú es el más reciente de una lista de acuerdos de Asociación Estratégica establecidos por Rusia con otros países latinoamericanos como Brasil (2008), Argentina (2008), Chile (2010), Venezuela (2010), Ecuador (2009) y Cuba (2009). Según las características de cada país y la profundidad de sus vínculos con Rusia, el énfasis de los acuerdos es distinto. Así, vemos que en el caso del Perú se busca principalmente incrementar el comercio; 6 para Venezuela, en cambio, este tema aparece en tercer lugar luego de la defensa y la energía (Boersner y Haluani, 2013, p. 77). Y para Brasil, figuran los temas de comercio, defensa y energía acompañados de otros que los demás países no contemplan o no consideran prioritarios como la cooperación en ciencia y tecnología, la exploración del espacio y la cooperación cultural (Costa, 2014, p.18). La importancia de este último aspecto es comprensible en este caso, ya que Brasil alberga en la ciudad de Joinville a la única filial del famoso teatro ruso Bolshoi. El grado de prioridad que alcanza el Perú, a nivel individual, para una gran potencia lejana como Rusia es bajo en términos generales, sobre todo si se realiza la comparación con otros países latinoamericanos cuyo peso a nivel económico o de poder global es mayor, como Brasil, o cuya agenda desarrollada con Rusia es más activa, como Argentina. Sin embargo, tal como hemos señalado anteriormente, Rusia suscribió con el Perú un acuerdo de Asociación Estratégica en el año 2015, el cual planteaba como aspecto fundamental el desarrollo de las relaciones comerciales y de inversión. Frente a ello nos preguntamos qué motivos llevaron a la firma de dicho acuerdo dada la baja prioridad que hemos mencionado y, sobre todo, dadas las cifras que demuestran que las relaciones entre ambos países en el ámbito económico no son significativas. Partimos de la premisa de que se debe encontrar la respuesta en la política exterior rusa, dado que este es el país con mayor poder de entre las dos partes firmantes. En este sentido, planteamos como hipótesis que el motivo principal no 7 fue un interés por el Perú de manera específica, sino un interés más amplio de Rusia por estar presente en América Latina. Este, a su vez, obedecería a un contexto en el que América Latina es importante para cumplir objetivos materiales (exportación de productos con valor agregado hacia países con menor desarrollo tecnológico, importación de materias primas en un contexto posterior a las sanciones provocadas por el conflicto en Ucrania) y no materiales (proyección de una identidad de gran potencia presente en los asuntos mundiales) de Rusia. Para desarrollar esta investigación, recurriremos a un marco teórico vinculado a las corrientes Realista y Constructivista, así como una metodología basada en fuentes secundarias (documentos de política exterior, fuentes periodísticas y bases de datos) y primarias (entrevistas con académicos y funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú). Estos detalles y precisiones serán presentados en el primer capítulo. En el segundo capítulo mostraremos la paradoja que da inicio a esta investigación: el Perú ya no es tan relevante para Rusia como lo fue para a Unión Soviética; pero, pese a ello, ambos países suscribieron una Asociación Estratégica. En el tercer capítulo identificaremos una serie de objetivos materiales y no materiales de Rusia que se estarían buscando satisfacer a través de la política exterior de dicho país para,finalmente, concluir que la evidencia encontrada no permite afirmar que sea el Perú en sí mismo el objeto de interés de Rusia, sino la región latinoamericana en su conjunto. 8 CAPÍTULO I ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS 1.1. Estado de la cuestión La literatura que aborda el porqué de la presencia rusa en América Latina se encuentra incluida dentro de los estudios sobre la influencia de las potencias extra-hemisféricas (es decir, externas al Hemisferio Occidental) y de aquellas potencias emergentes que desafían la hegemonía de Estados Unidos en nuestra región. Para los propósitos de esta tesis, hemos identificado tres tendencias teóricas que se refieren al involucramiento actual de Rusia en América Latina. En primer lugar, tenemos una visión de corte realista desarrollada principalmente por autores vinculados al sector de la defensa estadounidense. Esta postura explica el acercamiento ruso a América Latina como un desafío contra la hegemonía estadounidense. Así, por ejemplo, Stephen Blank, profesor en el US Army War College, señala que Rusia sigue en América Latina un enfoque predominantemente geopolítico con un componente económico y no a la inversa (Blank, 2009, p. 4). El mismo autor, en una ponencia presentada en el Latin American and Caribbean Center de la Universidad Internacional de Florida luego de la anexión de Crimea, afirma que Rusia no tiene otra visión para sus relaciones con América Latina más allá de dar la contra a Estados Unidos: «Although Russia aspires to improve relations with every Latin American state, it has no consuming interest in or vision for Latin America other than it be anti-American» (Blank, 2014, 9 p. 2). Sin embargo, dadas las insuficientes capacidades materiales de Rusia, este desafío no parece muy importante para los autores. Si bien recomiendan al gobierno estadounidense contraatacar incrementando su influencia política, militar y económica en América Latina, se suele prestar mayor atención al acercamiento de China a la región que al de Rusia (González, 2016, p. 34). En segundo lugar, existe una visión liberal, más inclinada a centrarse en la complementariedad entre Rusia y los países latinoamericanos para formar un orden internacional «policéntrico» en el que los mercados sean altamente interdependientes para el beneficio de las partes involucradas (González, 2016, p. 34). Esta perspectiva corresponde, sobre todo, a autores latinoamericanistas rusos y explica el acercamiento de Rusia a nuestra región más por criterios económicos (de diversificación de mercados) que geopolíticos. Asimismo, se concentra en un espectro más amplio de temas que caracterizan las relaciones entre los países, por ejemplo las inversiones, el comercio, el turismo, la cooperación energética, las relaciones diplomáticas, entre otros. Así, el economista ruso Yuri Paniev señala que su país es uno entre varios jugadores que compiten por los mercados latinoamericanos y, por lo tanto, debe hacer lo posible por no quedar rezagado (Paniev, 2013, p. 1). A continuación, hace una revisión de las relaciones ruso-latinoamericanas destacando aspectos tan diversos como la participación de la compañía rusa Yota en la creación de una red de telefonía móvil en Nicaragua, la cooperación con Brasil en el ámbito 10 aeroespacial, la visita del ex presidente Dimitri Medvédev al Perú y la cooperación con Argentina para el estudio de la Antártida (Paniev, 2013). En una línea similar, el economista Piotr Yakóvlev, jefe de la cátedra de Actividad Económica Exterior de la Universidad de Economía Plejánov de Moscú, afirma que la importancia de América Latina para Rusia radica en el comercio y la inversión (El País Uruguay, 2015). Por un lado, esta región se ha convertido en un destino para exportaciones rusas y ha sido origen de importaciones rusas de alimentos tras las sanciones producidas por la crisis en Ucrania. Argentina, Brasil, Paraguay y Chile han contribuido a sustituir en el mercado ruso productos de países occidentales a los que se les había vetado la entrada, particularmente en el rubro de las carnes (El País Uruguay, 2015). Y por otro lado, la inversión rusa en América Latina se concentra en el rubro de la energía. Así, por ejemplo, el consorcio petrolero Rosneft participa por un monto de 65.000 millones de dólares en el Plan de la Patria de Venezuela, cuyo objetivo es duplicar la extracción de petróleo de 3 a 6 millones de barriles diarios para el año 2019 (El País Uruguay, 2015). En tercer lugar, existe también una corriente de pensamiento escéptica que cuestiona la magnitud de la influencia rusa en América Latina (González, 2016, p. 34). Estos autores, tanto latinoamericanos como rusos, reconocen que ha habido un incremento en el comercio y la inversión rusos en América Latina. Por ejemplo, entre los años 2003 y 2013, el comercio entre ambos actores pasó de estar 11 valorizado en 3 500 millones de dólares a 14 000 millones de dólares (González, 2016, p. 34); asimismo, empresas del sector energético como Zarubezhneft, Lukoil, Gazprom, RAO EES y Rusal se instalaron en la región (González, 2016, p. 34). Sin embargo, no ven estos avances como un indicador de que la presencia rusa continuará o se incrementará necesariamente. Ello se debe, según estos autores, a las limitadas capacidades materiales de Rusia y al hecho de que América Latina no parece ser una prioridad para este país en comparación con otras regiones del mundo en lo económico ni en lo político (González, 2016, p. 34- 35). Para los propósitos de esta investigación, descartamos en primer lugar la visión escéptica, ya que nuestra pregunta solo tiene sentido si consideramos que el acercamiento de Rusia a un país latinoamericano como el Perú tiene un trasfondo más profundo y un porvenir más duradero. Es más, a través de la información proporcionada en las entrevistas, mostraremos más adelante que existen aspectos en los cuales el futuro de la relación se ve incluso promisorio. Por otro lado, consideramos que la visión liberal implicaría una cesión mutua de soberanía en aras de lograr un fin común, lo cual en este caso no se aplica exactamente, ya que la Asociación Estratégica que estudiamos es un acuerdo bastante general y versátil donde las partes mantienen un margen considerable de independencia. Por lo tanto, y evidentemente reconociendo las menores capacidades materiales de Rusia en comparación con su antecesora 12 Unión Soviética, encontramos que aquella explicación teórica que más se ajusta a nuestro caso sería la realista. En la siguiente sección exploramos esta opción desde un marco teórico de política exterior. 1.2. Marco teórico Dado que nuestro objeto de estudio nos remite a la política exterior de Rusia y al acuerdo de Asociación Estratégica establecido con el Perú, presentamos aquí un marco teórico en dos partes. En primer lugar, nos referimos a la política exterior en general y a las visiones que han sido empleadas para analizar la política exterior rusa en particular. En segundo lugar, presentamos una breve definición del término Asociación Estratégica, mostrando la adaptación de este concepto del ámbito de las empresas privadas al de las Relaciones Internacionales. Según Beasley et al. (2013), la política exterior es un concepto de difícil definición en nuestros tiempos, ya que las fronteras entre lo doméstico y lo externo son cada vez más porosas debido a la globalización. Sin embargo, aun teniendo en cuenta esta dificultad, los autores afirman que una acción es de política exterior cuando el principal destinatario de ella se encuentra fuera de las fronteras nacionales. Siguiendo esta definición, proponen una serie de factores que son determinantes para analizar la política exterior de manera general. En primer lugar, están los factores externos, es decir, aquellos que se encuentran en el 13 sistema internacional. Estos son la anarquía y el poder (que corresponden a la teoría realista), la interdependencia (que corresponde a la teoría liberal), y las normas internacionales y la legitimidad (que corresponden a la teoría constructivista). En segundo lugar, tenemos a los factores internos, es decir, aquellos que provienen de dentro del mismo Estado que formula la política exterior. Estos factores son la opinión pública, la identidad y la cultura; los grupos de interés; el régimen político; y la personalidad y creencias de los líderes (Beasley et al., 2013, p. 7-19). Para el caso particular de Rusia, señala Mariya Omelicheva (2013) que este país no es un caso especial o único, tal como se podría pensar en Occidente al asociarlo con el excesivo secreto o la obsesión con la seguridad. Por el contrario, su política exterior sí se ajusta a los enfoques teóricos que hemos mencionado anteriormente (Omelicheva, 2013, p. 114). En este sentido, existen dos metáforas que ayudan a estudiar su política exterior: una realista («anarchy-as-a-state-of- nature») y otra constructivista («hall of mirrors») (Omelicheva, 2013, p. 100-102). La visión realista, tal como hemos adelantado en la sección anterior, enfatiza el carácter competitivo de los Estados, al encontrarse estos dentro de un sistema internacional anárquico en el que deben hacer prevalecer sus intereses sobre los de otros. En este sentido, la política exterior de Rusia se explicaría enfatizando que este país mantiene intereses mutuamente incompatibles con Estados Unidos en temas que le son fundamentales, como la expansión de la 14 OTAN o la influencia occidental en el territorio de los países ex soviéticos, y, por lo tanto, se muestra desafiante o competitiva frente a este Estado y su aliados. Ahora bien, la autora complementa esta interpretación con la visión constructivista que, haciendo uso de la metáfora de un salón de espejos, sostiene que son importantes para un Estado su imagen externa y el reconocimiento de su identidad, la cual es el reflejo de cómo es visto por otros actores internacionales (Omelicheva, 2013, p. 102). En este sentido, en el caso de Rusia, este argumento coincide con el anterior al señalar que existe una definición del país en contraste con Occidente, pero, esta vez no en cuanto a intereses materiales mutuamente incompatibles, sino atendiendo a la identidad histórica de gran potencia que el Estado ruso reivindica y que busca hacer reconocer internacionalmente, así como también al asunto de la definición nacional de Rusia, en algunos momentos como parte de Occidente y en otros como una civilización distinta. Para efectos de esta investigación, entonces, consideramos ambos enfoques teóricos como complementarios, reconociendo en el segundo, además, la fortaleza de brindarnos la oportunidad de incorporar al análisis factores internos como la identidad del país, la manera en la que esta es promovida dentro de un sistema político con el poder altamente centralizado en el presidente y la gran importancia de la imagen externa para mantener la estabilidad interna del régimen. Finalmente, para culminar esta sección, presentamos una breve definición de Asociación Estratégica. Este término es relativamente reciente en el campo de 15 las Relaciones Internacionales. Proviene, más bien, del ámbito de los negocios y originalmente se refiere a una asociación entre empresas privadas para alcanzar metas comunes que van más allá de una simple suma de las partes que aporta cada una y que, además, deben lograrse conservando «la identidad e independencia de cada entidad participante» (Vallejo, 2017, p. 86). Es por ello que señalábamos anteriormente que este tipo de asociaciones no requiere un alto grado de cesión de soberanía de las partes. En el ámbito de las Relaciones Internacionales, este término se popularizó luego del final de la Guerra Fría y ha sido empleado con tanta frecuencia en el discurso político que su significado no queda completamente claro (Wilkins, 2008, p. 359). Por ello, se genera la necesidad de proponer una definición operativa de este concepto que permita estudiarlo mejor. En el siguiente trabajo, nos basaremos en la definición que ofrece Thomas S. Wilkins, experto en Estudios Estratégicos y de Seguridad con énfasis en la región Asia-Pacífico. La propuesta de dicho autor brinda cuatro elementos definitorios de la Asociación Estratégica: - Se organiza alrededor de un propósito general (normalmente vinculado a la arquitectura del orden internacional, como por ejemplo la construcción de un orden multipolar). En este sentido, se diferencia de acuerdos bilaterales más puntuales que persiguen un fin específico. - Suele ser motivado por metas (goal-driven) y no por amenazas (threat- driven). En este punto, el autor se refiere a las amenazas estatales (por 16 ejemplo, una alianza para enfrentar un enemigo externo no sería una Asociación Estratégica) pero posteriormente en el texto reconoce que sí se pueden formar Asociaciones Estratégicas para luchar en contra de amenazas comunes no estatales, como por ejemplo el terrorismo o el separatismo. - Al ser un acuerdo general, suele ser de naturaleza flexible. - No es exclusivo del ámbito de la defensa y la seguridad. Uno de los aspectos salientes del acuerdo suele situarse en el ámbito económico. 1.3. Metodología Esta investigación tiene como objetivo central explicar los motivos de la suscripción de la Asociación Estratégica Peruano-Rusa. Dado que, entre ambos firmantes, el país con mayor poder es Rusia, se tiene en cuenta principalmente la política exterior de dicho país, a pesar de las limitaciones que ello implica en términos de idioma y acceso a la información. En cuanto a las fuentes, nos basamos en fuentes secundarias (documentos de política exterior, fuentes periodísticas y bases de datos) y primarias (entrevistas con académicos y funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú). En algunos casos, para ilustrar mejor los aspectos relacionados con el discurso oficial del gobierno ruso, nos remitimos también a intervenciones públicas del presidente Vladimir Putin. 17 En la medida de lo posible, hemos intentado superar las limitaciones mencionadas anteriormente. Así, por ejemplo, recurrimos siempre al sitio web oficial del Kremlin para la transcripción de los discursos (en lugar de información de medios de comunicación) y, de ser el caso, cuando hay dudas acerca de la interpretación de alguna frase, comparamos dos o más traducciones. Las citas textuales de discursos han sido traducidas por la autora a partir de transcripciones en inglés. Por otro lado, en cuanto a la selección de los entrevistados, se ha tomado en cuenta a personas que hayan tenido contacto directo con la realidad social y/o política rusa a través de viajes por motivos académicos o diplomáticos. En el caso de los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores, se ha seleccionado al encargado de la carpeta de Rusia y a una funcionaria que ha investigado las relaciones peruano-rusas desde finales de la década de los noventa. En cuanto a la estructura de esta investigación, esta se divide en tres capítulos. En el primero se presentan las precisiones teóricas y metodológicas necesarias para comprender los dos capítulos siguientes. En este punto, es de particular importancia destacar la división que hemos hecho entre aspectos materiales (vinculados al enfoque Realista) e inmateriales (vinculados al enfoque Constructivista) de la relación. En el segundo capítulo se presenta el desarrollo histórico de las relaciones peruano-soviéticas/rusas con el fin de entender la gran diferencia entre el lugar que ocupaba nuestro país para la 18 Unión Soviética y el lugar que ocupa hoy para Rusia. En el tercer capítulo se explica el retorno de Rusia a América Latina y el interés que este país tiene en nuestra región (y en nuestro país en tanto parte de dicha región). Finalmente, se presentan las conclusiones de la investigación. 19 CAPÍTULO II ¿QUÉ SIGNIFICA EL PERÚ PARA RUSIA? 2.1. Antecedentes históricos El Perú fue el segundo país latinoamericano, después de Brasil, con el que la Rusia imperial estableció relaciones diplomáticas en la segunda mitad del siglo XIX (Petrova, 2012, p. 57). El interés de Rusia se concentró en las riquezas naturales del Perú, principalmente en el guano y el salitre (Petrova, 2012, p. 57). El 18 de marzo de 1874, José Antonio de Lavalle presentó sus credenciales al zar Alejandro II (Petrova, 2012, p. 58). El primer instrumento que se firmó entre las partes fue el Tratado de Comercio y Navegación (1875), el cual permitía la libre navegación de embarcaciones de ambos Estados en todos los puntos de sus territorios, así como el libre comercio regido bajo los principios de igualdad y beneficio recíproco (Petrova, 2012, p. 59). De este modo, las relaciones comerciales entre ambos países comenzaron de una manera auspiciosa. Sin embargo, tras la derrota del Perú en la Guerra del Pacífico, resultó mucho más complicado para nuestro país seguir cumpliendo con las condiciones del tratado (Petrova, 2012, p. 59). En el siglo XX, el Perú estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética el primero de febrero de 1969, después de un intento en 1958 que no resultó exitoso. Durante la Guerra Fría, fue uno de los países latinoamericanos con los cuales la Unión Soviética desarrolló relaciones más cercanas, después de Cuba y Nicaragua, a pesar de no ser la administración de Velasco Alvarado (1968- 20 1975) un gobierno comunista, sino nacionalista y no alineado (Berrios y Blasier, 1991). De manera similar al siglo XIX, esta vez también el desarrollo de las relaciones comenzó por el aspecto comercial. El 17 de febrero de 1969 se suscribió el Convenio Comercial Bilateral. En base a él surgieron otros convenios posteriores relacionados a la pesca, el suministro de maquinarias, la cooperación científica y técnica, entre otros (Lukashevich, 2012, p. 72). A continuación presentamos algunos gráficos que ilustran la situación de las relaciones comerciales entre la Unión Soviética y América Latina con énfasis en el Perú. Vemos que, en el caso de las exportaciones, nuestro país se ubica por encima del promedio regional durante la década de 1970, aunque este no es el caso en las importaciones, donde siempre se ubica al mismo nivel o en un nivel inferior al promedio. Sin embargo, en la balanza comercial, la situación del Perú es favorable. A pesar de que siempre existió asimetría en el comercio con la Unión Soviética debido a su mayor grado de desarrollo tecnológico, la balanza peruana es considerablemente menos negativa que la media de la región. 21 Gráfico 1. Exportaciones soviéticas hacia América Latina, 1960-1985 (valor expresado en millones de rublos). Elaboración propia en base a Berrios (1988) Gráfico 2. Importaciones soviéticas hacia América Latina, 1960-1985 (valor expresado en millones de rublos). Elaboración propia en base a Berrios (1988) 22 Gráfico 3. Balanza comercial entre la Unión Soviética y América Latina, 1960-1985. Elaboración propia en base a Berrios (1988) En base a convenios suscritos con el Perú, la Unión Soviética consiguió que sus barcos mercantiles, de pesca y de exploración puedan acceder al sureste del Pacífico. También logró que el aeropuerto de Lima fuera el principal punto de acceso a Sudamérica para Aeroflot, de modo que los funcionarios soviéticos pudieran trasladarse desde allí a otros países vecinos (Berrios y Blasier, 1991). El Perú, por su parte, obtuvo créditos con bajos intereses y asesoramiento para su personal profesional y técnico (Berrios y Blasier, 1991). Asimismo, en 1972, luego de una misión diplomática liderada por el embajador José de la Puente Radbill, la 23 Unión Soviética aceptó cooperar con el Perú en el proyecto de energía hidráulica e irrigación de Olmos (Vallejo, 2015, p. 72-73). Los beneficios contemplados en los convenios de pesca, sin embargo, no se estructuraron de manera equitativa para ambos países. En el año 1971, se firmó el Convenio para la Colaboración en un Proyecto de Desarrollo Pesquero entre el Gobierno del Perú y el Gobierno de la URSS (válido por diez años). El 6 de diciembre de 1988 se firmaron el Protocolo de dicho convenio y un contrato de cooperación pesquera entre las empresas estatales SEVRIBA (URSS) y EPSEP (Perú), ambos válidos por tres años. Estos instrumentos causaron controversia en el Perú por ser demasiado favorables a la Unión Soviética; incluso se cuestionó su conformidad con las normas del Estado peruano. En un artículo publicado en 1989, Raúl Ferrero Costa, ex Decano del Colegio de Abogados de Lima, argumenta sobre la inconstitucionalidad del artículo 9 del Protocolo, el cual señala que «los barcos bajo bandera de la URSS no pueden ser objeto de arresto, embargo o garantía alguna para el Perú en caso de divergencias de las partes en valoración de los resultados económicos del cumplimiento de los contratos» (Ferrero, 1989, p. 52). Ferrero Costa encuentra que este artículo del Protocolo incumple los artículos 98 (referente al dominio marítimo del Estado peruano, el cual permite ejercer la coacción), 2 (referente a la igualdad ante la ley de todas las personas) y 17 (referente al sometimiento de las empresas extranjeras a las leyes nacionales) de la Constitución vigente en el 24 momento de la firma de los acuerdos con la Unión Soviética (Constitución de 1933). Asimismo, las condiciones tributarias para las empresas soviéticas (con solo entregar el 17.5% de su producción se dan por satisfechas todas las obligaciones) son vistas por el autor como demasiado favorables para la URSS y, por lo tanto, discriminatorias contra las empresas peruanas que se dedican a la misma actividad. En base a argumentos similares a los de Ferrero Costa, se escribió un pronunciamiento oficial del Colegio de Abogados de Lima (14 de febrero de 1989) en el cual se pidió una revisión del contenido del Protocolo y del Contrato por parte del Congreso en una Legislatura Extraordinaria. Además, se pidió que se le permita al Colegio examinar otros documentos similares, pero menos conocidos, de acuerdos pesqueros celebrados con Cuba y con Polonia, ya que se sospechaba que también eran desventajosos para el Perú. Encontramos también que Ludwig Meier, Gerente General de la Sociedad Nacional de Pesquería en el año 1989, estuvo en contra del convenio pesquero con la Unión Soviética, no solamente en virtud de argumentos legales, sino también porque veía en él pérdida de soberanía nacional, depredación de los recursos naturales y falta de compromiso del Estado con la población. Según Meier, se debió considerar el mercado interno antes que la exportación, ya que la prioridad del Estado debió ser brindar pescado «barato y en abundancia» para la mesa familiar de los peruanos (Ferrero, 1989, p. 38). El mismo autor, en un texto 25 publicado en 1989, cuando la democracia ya había sido restaurada en el Perú, señala que el gobierno, a través del Ministerio de Pesquería y de la empresa estatal EPSEP, desvió la atención de la población mediante «cortinas de humo» y buscó silenciar a quienes se oponían al acuerdo señalándolos como «antipatriotas» que solo intentaban hacer «cargamontón» (Ferrero, 1989, p. 31). Da a entender, por lo tanto, que la firma del Convenio prosperó haciendo uso de la fuerte voluntad del Ejecutivo y aprovechando un momento carente de control parlamentario o social. En la práctica, los acuerdos pesqueros firmados con el Perú resultaron muy beneficiosos para la Unión Soviética. Desde 1971, los barcos soviéticos recibieron permiso para atracar y obtener combustible y alimentos para la tripulación en los puertos peruanos. Para 1979, la Unión Soviética reportó haber pescado 547 000 toneladas; esta cifra se incrementó a 847 000 toneladas en 1987 (Berrios y Blasier, 1991, p. 374). En 1984, el 26% de las exportaciones peruanas hacia la Unión Soviética fueron productos no tradicionales (textiles, productos metalúrgicos y productos de la pesca); en 1985 esta cifra se incrementó a 80% (Berrios y Blasier, 1991, p. 371). En 1983, el Perú permitió a la Unión Soviética utilizar cinco barcos arrastreros para pescar dentro del límite peruano de doscientas millas como parte de una labor conjunta entre SOVRYBFLOT y EPSEP, la empresa pesquera estatal peruana. Pero luego también empezó a permitir la pesca fuera de dicho límite (Berrios y Blasier, 1991, p. 374). Al mismo tiempo, hubo quejas, aunque no debidamente probadas, en el Congreso peruano acerca de barcos 26 soviéticos que ingresaban al mar peruano sin autorización o no entregaban el porcentaje correspondiente de su producción (Berrios y Blasier, 1991, p. 374). En suma, el negocio pesquero fue un punto fundamental del vínculo entre el Perú y la Unión Soviética, incluso hasta el punto de levantar sospechas por un supuesto beneficio desproporcionado para la parte soviética. En el aspecto militar, el artífice de la política de acercamiento a la Unión Soviética fue el General Edgardo Mercado Jarrín, Ministro de Defensa y Canciller del gobierno militar (Berrios y Blasier, 1991). En un contexto en el que las relaciones con Estados Unidos se tornaron difíciles debido a la nacionalización de empresas estadounidenses en el Perú durante el gobierno de Velasco Alvarado, fue necesario diversificar la lista de proveedores de armas. Ni Estados Unidos ni otros proveedores occidentales como Francia estuvieron dispuestos a ofrecer precios atractivos. Fue así como el Perú empezó a contratar con la Unión Soviética, ya que este país ofreció bajos precios, plazos generosos de crédito y asistencia técnica (Berrios y Blasier, 1991). Con ello, se abrieron las puertas de un aspecto de la relación ruso-peruana que en la actualidad está siendo aprovechado. Gran parte del equipo militar del Perú data de este período. Según un estudio publicado por el Instituto de Estudios Estratégicos del US Army War College en el año 2015, el arsenal del Perú contaba para ese entonces con el siguiente legado de la época soviética: 280 tanques T-55 (de los cuales 50 permanecen en 27 servicio), un helicóptero Mi-8, 30 vehículos blindados BRDM-2, 12 transportes blindados de personal BTR-60, 24 GRAD BM-21 y dos vehículos de lanzamiento múltiple BM-13 (Ellis, 2015, p. 56). Asimismo, más allá del aspecto meramente material, la cooperación militar soviético-peruana ha resultado en un buen nivel de confianza en Rusia por parte de quienes ahora son oficiales superiores del ejército peruano y se formaron como oficiales durante la época soviética. Varios de ellos, incluso, estudiaron directamente en la Unión Soviética gracias a los programas de intercambio militar existentes en ese entonces (Ellis, 2015, p. 56). Aprovechando la abundancia de equipos militares soviéticos en el inventario peruano, así como la confianza de los altos mandos del ejército y su buena disposición, Rusia ha logrado en años más recientes generar nuevos contratos con el Perú. Uno de ellos, firmado en agosto de 2008 por 106 millones de dólares, incluyó el mantenimiento de la antigua flota de Mig-29, así como compromisos posteriores de hasta 400 millones de dólares para la mejora de aeronaves (Ellis, 2015, p. 57). En el año 2010, el ejército peruano decidió adquirir seis helicópteros Mi-171 y dos helicópteros Mi-35 P rusos para ser utilizados en las operaciones contra el narcotráfico que se llevan a cabo en el Valle de los Ríos Apurímac y Ene (VRAE) (Ellis, 2015, p. 57). Asimismo, en octubre de 2012, el personal de mantenimiento ruso restauró cuatro helicópteros de ataque Mi-25 envejecidos (Ellis, 2015, p. 57). 28 Sin embargo, más allá del aspecto militar, es poca la importancia que el Perú conserva dentro de las prioridades estratégicas de Rusia. El Perú fue importante para la Unión Soviética, particularmente durante el período correspondiente al Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Y la Unión Soviética lo fue aún más para el Perú, incluso al punto de incurrir en hechos de cuestionable legalidad como los que hemos expuesto anteriormente en relación a la pesca. Pero, tal como veremos en la siguiente sección, los hechos contemporáneos se distancian de aquella realidad. 2.2. El Perú y la Rusia post-soviética Durante la década de 1990, mientras ambos países atravesaban profundas reformas políticas y económicas internas, hubo un receso en las relaciones peruano-rusas. Este receso corresponde a la pérdida relativa de importancia internacional de Rusia (en comparación con la ex Unión Soviética), el surgimiento de otras prioridades para este país (Europa, Estados Unidos) debido al momento pro occidental que atravesaba y, por la parte peruana, el momento de liberalización posterior al primer gobierno de Alan García orientó al país hacia las potencias occidentales (Vidarte y Ladines, 2018). No fue sino hasta el final de la década, y sobre todo una vez entrado el siglo XXI, que surgieron nuevos intentos para estrechar vínculos entre Rusia y el Perú. 29 En 1999 se creó la Liga Parlamentaria Ruso-Peruana1 (Lukashevich, 2012, p. 74) y se suscribió el convenio para la supresión de visas para los portadores de pasaportes diplomáticos (Lukashevich, 2012, p. 75). Más adelante, entre los años 2010 (firma) y 2011 (entrada en vigor), se amplió dicha exención de visados para todo tipo de visitantes hasta un límite de noventa días de estadía. Ocurrieron también a principios de siglo numerosas visitas de alto nivel entre representantes de ambos países. En el año 2007, la visita de Serguéi Lavrov fue la primera de un Ministro de Relaciones Exteriores ruso al Perú (Lukashevich, 2012, p. 76). El mismo año, el Primer Vice Presidente peruano, Luis Giampietri, se reunió en Moscú con el Vice Primer Ministro ruso, Alexander Zhukov (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2011, p. 66). En el año 2008, Dimitri Medvédev visitó Lima para la cumbre de líderes de APEC y esta fue la primera visita oficial de un presidente ruso a nuestro país. En el año 2009, en una reunión entre los viceministros de Relaciones Exteriores de ambos países, se acordó reactivar la Comisión Mixta Intergubernamental Peruano-Rusa para la Cooperación Económica, Comercial, Científico-Técnica y en la Pesca, una organización que se había creado originalmente durante el gobierno de Velasco Alvarado (Lukashevich, 2012, p. 77). Asimismo, la visita del presidente Humala a Rusia, realizada en noviembre de 2014 mientras el mandatario peruano se encontraba en 1 Esta Liga Parlamentaria continúa existiendo hasta la actualidad. Sin embargo, según pudimos averiguar en entrevista con un experto internacionalista, no es un actor relevante para las relaciones bilaterales; su existencia es principalmente formal y declarativa (Comunicación personal con S. Adins, 17 de abril de 2018). 30 ruta hacia China para participar en la cumbre de APEC (Ellis, 2015, p. 56), fue la primera visita de un presidente peruano a Rusia en la época post soviética. Además de estas visitas, en el año 2006, durante la cumbre de líderes de APEC celebrada en Hanói, se firmó el Tratado de Relaciones de Socios entre Rusia y el Perú, antecedente de la actual Asociación Estratégica. Y en el año 2010, se llevó a cabo la exposición ExPO PERÚ Rusia 2010 en Moscú, la cual incluyó «una rueda de negocios entre empresarios rusos y peruanos de los sectores pesquero, textil, agrícola, confecciones y vitivinícola» (Ministerio de Relaciones Exteriores, 2011, p. 249). Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido durante la época soviética, estos gestos de acercamiento no encontraron un correlato material claro. En el plano comercial, la ex Canciller peruana Eda Rivas presentó a Rusia una propuesta de Tratado de Libre Comercio, pero este finalmente no se negoció. En cuanto a las inversiones, se dio una reunión entre el presidente Ollanta Humala y Vladimir Yakunin, director de la compañía estatal rusa Russian Railways, para discutir una eventual participación rusa en el proyecto de ferrocarril transcontinental que involucraría a Perú y Brasil (Ellis 2015, p. 59); pero dicho proyecto contó, finalmente, con la participación de China (Ellis 2015, p. 59). El aspecto militar siguió siendo fuerte, pero, tal como se ha señalado en el apartado anterior, esto se debió a vínculos materiales (contratos) e inmateriales (relación de confianza) establecidos previamente durante la época soviética. 31 Tal como se puede apreciar en los gráficos siguientes, en la década que va desde 2005 hasta 2015, el porcentaje de participación del Perú como origen de importaciones y como destino de exportaciones rusas fue muy bajo. 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 Participación de Perú en las exportaciones de Rusia 0.0639 0.0609 0.0681 0.0822 0.1081 0.0812 0.1676 0.1056 0.1078 0.111 0.1802 Participación de Perú en las importaciones de Rusia 0.0131 0.0085 0.0038 0.0046 0.0087 0.0148 0.0152 0.0169 0.0287 0.0278 0.0248 Tabla 1. Porcentaje de participación de Perú en las exportaciones e importaciones de Rusia. Elaboración propia en base a Vidarte y Azalia, 2017: 1830. Participación de Perú en las exportaciones e importaciones de Rusia (2005-2015) 0.2 0.1802 0.1676 0.15 0.1081 0.1056 0.1078 0.111 0.1 0.0822 0.0812 0.0639 0.0609 0.0681 0.05 0.0287 0.0278 0.0248 0.0131 0.0085 0.0087 0.0148 0.0152 0.0169 0.0038 0.0046 0 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 Año Participación de Perú en las exportaciones de Rusia Participación de Perú en las importaciones de Rusia Gráfico 4. Evolución de los Porcentajes de participación de Perú en las exportaciones e importaciones de Rusia (2005-2015). Elaboración propia en base a Vidarte y Azalia, 2017: 1830. % 32 Pese a todo ello, la Declaración Conjunta de Asociación Estratégica Peruano- Rusa fue firmada en París el 30 de noviembre del año 2015 y tuvo como temas principales al comercio y la inversión bilaterales. Ello se evidencia en el hecho de que el Ministro de Economía ruso, Alexéi Uliukáev, estuvo presente en la ceremonia acompañando al presidente Putin y al canciller Lavrov (El Comercio, 2015). La nota informativa oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú recoge también información sobre este énfasis y resalta el hecho de que este acuerdo acerca a nuestro país a un «mercado de 150 millones de personas» (MRE, 2015). ¿Qué ocurrió, entonces? ¿Se desencadenó genuinamente un interés por impulsar las relaciones comerciales y de inversión, que hasta entonces eran muy poco significativas? ¿O tuvo el acuerdo alguna motivación política diferente a todo lo que se declaró? ¿Y por qué Rusia, siendo actualmente el Perú un país de importancia menor para ella, consideraría relevante suscribir un acuerdo así? En el capítulo siguiente exploramos estas cuestiones a partir del contexto en el que se desenvuelve la política exterior rusa en la actualidad y del marco teórico que nos hemos planteado en el primer capítulo de esta investigación. 33 CAPÍTULO III EL RETORNO DE RUSIA A AMÉRICA LATINA 3.1. Contexto y lineamientos de la política exterior rusa contemporánea Inmediatamente después de la caída de la Unión Soviética, el primer periodo presidencial de Boris Yeltsin (1991-1996) coincidió con una etapa que diversos autores han calificado como el «momento pro-occidental» de la política exterior rusa (Lukyanov, 2008; Lukashevich, 2012; Alcalde, 2017). En ese periodo, Rusia vio en la cooperación con Estados Unidos y Europa occidental una oportunidad para estimular su transición a la democracia liberal y la economía de mercado. Siguiendo las ideas que habían inspirado las reformas de Gorbachov, se instaló entre los nuevos líderes la voluntad de romper con el pasado comunista. El canciller Andrei Kozyrev, entonces, orientó la política exterior rusa de manera acorde con los lineamientos generales estadounidenses y europeos (Lukashevich, 2012, p. 6). Este acercamiento a Occidente, sin embargo, resultó decepcionante para Rusia. En el aspecto social, las reformas liberalizadoras del mercado fracasaron. Y como producto de la carencia de inversiones extranjeras, surgió una crisis económica a finales de los años noventa (Lukashevich, 2012, p. 7). En el aspecto político, Rusia se replegó del espacio post-soviético, región en la que tradicionalmente había estado presente. Con ello, disminuyó su prestigio y su 34 capacidad de influir en el comportamiento de varios Estados vecinos, los cuales a partir de entonces quedaron abiertos a la influencia de otras potencias. En medio de este contexto de repliegue, como es usual en tiempos de crisis, empezó a gestarse un nuevo nacionalismo ruso. A partir de la llamada «doctrina Primakov» (llamada así en honor al canciller Yevgueni Primakov), se fue desarrollando un giro en la política exterior rusa que comenzó con la diversificación de contactos y socios para luego devenir en una política más independiente, revisionista del orden internacional y retadora frente a Occidente. El acercamiento a los países latinoamericanos, asiáticos y del Medio Oriente se enmarca dentro de la etapa de diversificación de contactos y socios. Se fortalecieron relaciones con Irak, Siria, Libia, China, India, Irán, México, Cuba y Venezuela (Lukashevich, 2012, p.19). En el año 1998, también bajo la dirección del canciller Primakov, Rusia ingresó al Foro de Cooperación Económica Asia- Pacífico (APEC). La llegada de Vladimir Putin a la presidencia en el año 2000 y una relativa prosperidad económica debido al alza del precio internacional del petróleo le dieron un nuevo impulso al sentimiento nacionalista. El vínculo entre precios altos del petróleo y política exterior ambiciosa ha existido desde tiempos soviéticos. En un artículo para el Centre For European Policy Studies (CEPS), Daniel Gros estudia la política exterior de la Unión Soviética y de Rusia desde los años 60 hasta la crisis ucraniana (2013 en adelante). Concluye que un elevado precio del 35 petróleo (y, por ende, una cuantiosa producción) le brinda a Rusia la confianza necesaria para perseguir sus intereses estratégicos de una manera arriesgada. Así, el autor identifica como puntos altos en ambas variables la invasión de Afganistán (1979), la guerra en Georgia (2008) y las acciones desencadenantes de la crisis de Ucrania (2012-2013). Como puntos bajos, señala la disolución de la Unión Soviética (1991) y la tolerancia a la expansión de la OTAN hacia el este a finales de los años 90 (se refiere a la inclusión de República Checa, Polonia y Hungría en 1999) (Gros, 2015, p. 3). Siguiendo esta lógica, tenemos que los años de mayor incremento del precio del petróleo en la primera década del siglo XXI (2003-2008) favorecieron en Rusia el retorno de una actitud de gran potencia. En estos años, llevó a cabo ejercicios militares con China y posteriormente con la India, pidió la retirada de tropas estadounidenses de Asia Central, estableció vínculos con la administración palestina de Hamas, continuó siendo aliado de Irán y rechazó las sanciones occidentales contra este país por su programa nuclear (Alcalde, 2017, p. 66). Asimismo, se embarcó en la guerra de Georgia (2008) y reconoció a las repúblicas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur. Todas estas acciones fueron contrarias a los intereses de Estados Unidos y sus aliados. Este tipo de política reivindicativa de los intereses nacionales y confrontacional frente a Occidente encontró su expresión más evidente durante el conflicto en Ucrania. El 21 de noviembre de 2013, el gobierno de Viktor Yanukovych rechazó 36 firmar el Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea para favorecer, en su lugar, el acercamiento a Rusia. Este hecho generó en los próximos días «las mayores protestas ciudadanas desde la Revolución Naranja» (El País, 2014), las cuales convocaron en la Plaza de la Independencia a diversos sectores de la población descontentos con el gobierno. El 17 de diciembre, la crisis social se agravó luego de que Viktor Yanukovych firmara en Moscú un acuerdo con el presidente Putin que permitía a Ucrania recibir quince mil millones de dólares provenientes de una compra de bonos, así como acceder a una reducción en el precio del gas natural (Walker, 2013). En medio de las protestas, Yanukovych fue destituido por el parlamento y abandonó Kiev en febrero. El gobierno ruso calificó su salida del poder como un golpe de estado ilegítimo orquestado por potencias occidentales y más recientemente, en octubre de 2014, el presidente Putin admitió que ayudó a Yanukovych a escapar (BBC News Europe, 2014). El 16 de marzo de 2014 se llevó a cabo un referéndum sobre el estatus político de Crimea. El gobierno ruso aprobó los resultados de esta consulta a pesar de la enorme desconfianza internacional sobre su legalidad. La anexión oficial de Crimea a Rusia causó varias rondas de sanciones estadounidenses y europeas contra personajes del círculo cercano del presidente Putin, líderes separatistas, empresas y bancos rusos. Asimismo, se suspendió la participación de Rusia en el G8. Rusia respondió con la prohibición de importar una amplia variedad de alimentos provenientes de Estados Unidos, la Unión Europea, Noruega, Canadá y Australia (Washington Post, 2014). Las sanciones occidentales, unidas 37 coyunturalmente a una disminución del precio del petróleo, afectaron seriamente la economía rusa. Para diciembre de 2014, el valor del rublo tenía diez meses de declinación y el costo general del involucramiento ruso en la crisis de Ucrania se estimaba en 140 mil millones de dólares (BBC News Business, 2014). En cuanto a la respuesta del Perú, nuestro país votó a favor de la Resolución 68/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual reafirmaba la integridad territorial de Ucrania y no respaldaba la validez del referéndum (Vidarte y Ladines, 2018, p. 120). En este contexto desfavorable, Rusia debe tomar acciones para reducir su vulnerabilidad económica. La economía rusa actual es altamente dependiente de los bienes energéticos y otras materias primas, lo cual no corresponde al poder económico que se espera de una gran potencia. A nivel interno, también, la estabilidad del gobierno de Putin estaría en mayor riesgo ante una crisis económica, debido a que disminuiría el apoyo popular en el que se fundamenta la legitimidad de este líder. Por lo tanto, para responder a la situación económica adversa, Rusia tiene dos necesidades materiales principales: por un lado, colocar en el mercado internacional bienes y servicios nacionales con alto valor agregado (lo cual se puede lograr a través de acuerdos comerciales y de cooperación) y, por otro lado, atraer inversiones y tecnologías que le permitan desarrollar una oferta de bienes y servicios propios de una sociedad industrial (Alcalde, 2017, p. 74). 38 Para cumplir con estos fines, una opción sería fortalecer los vínculos con China. Sin embargo, esta alternativa trae consigo el riesgo de que, dadas las capacidades económicas superiores de China, Rusia se convierta en un socio menor de dicha potencia asiática sin necesariamente superar su vulnerabilidad frente al precio de las materias primas (Alcalde, 2017, p. 74). Otra opción, que es la que Rusia estaría poniendo en práctica, es concertar acuerdos de comercio y cooperación con países en cuyos mercados puede colocar bienes y servicios con alto valor agregado. Ejemplos de este tipo de mercados son Sudáfrica y varios países de América Latina como Argentina, Perú, Ecuador y Nicaragua (Alcalde, 2017, p. 74). Por otro lado, desde un punto de vista no material (identitario), los objetivos contemporáneos de Rusia son presentarse como un país que forma parte de una civilización eslava (distinta a la occidental), tiene un Estado fuerte y se proyecta como un actor global de peso en los asuntos mundiales. En cuanto a la identidad nacional en términos civilizatorios, esta ha sido objeto de intensa discusión a lo largo de la historia rusa. Desde la época imperial se ha planteado la pregunta acerca de si Rusia pertenece, o debe aspirar a pertenecer, a la cultura occidental o si, más bien, su lugar está en la cultura eslavo-ortodoxa. En el siglo XIX esta cuestión fue debatida en los círculos intelectuales y contribuyeron a ello notables escritores como Alexander Pushkin. Durante la época soviética, este tema se suspendió temporalmente porque la identidad del 39 país se centró en la ideología comunista (Huntington, 1993, p. 11-12). Pero con la caída de la URSS, cada nueva república independiente se enfrentó al reto de buscar una identidad nacional propia para establecer en función de ella el proyecto de país y la política exterior. En el caso de la Rusia actual, luego de haber dejado atrás el periodo «pro-occidental», los valores americanos y europeos ya no son más un referente cultural para Rusia, o al menos esta es la imagen que el gobierno intenta proyectar al mundo. En su lugar, se muestra una identidad más autóctona, vinculada de manera fuerte al idioma ruso, la historia nacional y la religión ortodoxa. La opinión pública parece respaldar esta definición de la identidad rusa. Un informe reciente del Club Valdai presenta conclusiones interesantes al respecto. Entre una lista de proposiciones que describen la identidad nacional, aquella que recibió mayor aceptación fue la que incluía haber sido criado según las tradiciones del país. Asimismo, en una de las respuestas, se indicó que ser ruso es «una mentalidad» y no solo una nacionalidad (Club Valdai, 2014, p.30). Siguiendo esta línea, ciudadanos de otras nacionalidades fueron reconocidos socialmente como rusos en base a similitudes culturales. Cuando se preguntó acerca de a quiénes se podría considerar rusos en caso de que vivieran en Rusia por varios años, los ucranianos y los bielorrusos fueron señalados con aceptación, en conjunto, por el 44% de los encuestados, mientras que tres grupos musulmanes y con idiomas locales (los habitantes de Chechenia, Daguestán e Ingusetia) aparecieron, en 40 conjunto, solo en el 6% de respuestas pese a que ellos legalmente sí pertenecen a la Federación Rusa (2014, p.31). Esta definición de «lo ruso» mediante variables culturales como el idioma, la religión y las tradiciones ha sido tomado en cuenta también para la política exterior. Durante el gobierno de Yeltsin, se creó la Comunidad de Estados Independientes (CEI) con el fin de que los Estados del espacio geográfico ex soviético cooperaran en temas económicos, políticos, legales y de seguridad (Saunders y Strukov, 2010, p.126). Originalmente estuvieron incluidos en esta organización los Estados pertenecientes a la ex URSS con excepción de los países bálticos (Letonia, Estonia y Lituania). Sin embargo, Ucrania y Turkmenistán no ratificaron la Carta fundacional y Georgia se retiró debido al conflicto con Rusia en Osetia del Sur y, por ende, la CEI no pudo establecerse entonces como un actor internacional poderoso. Con la llegada al poder de Putin, se fortaleció la CEI y se llevó a cabo una política muy activa de promoción del idioma ruso en los Estados miembros (Saunders y Strukov, 2010, p.126). Por otro lado, la identidad de Rusia bajo el gobierno de Putin incluye también un concepto denominado democracia soberana, el cual es «promovido por algunas élites como una suerte de nueva ideología nacional» (Averre, 2007, p.1) y pone énfasis en los resultados del gobierno antes que en los procedimientos empleados para alcanzarlos. En este sentido, define al Estado democrático soberano como aquel que es efectivo para resolver los problemas internos, y a la vez es fuerte para ser tomado en serio por los demás actores de la escena internacional. Como 41 complemento de este concepto, existe el de normalización de la política exterior, el cual implica que Rusia participe de las instituciones internacionales bajo dos condiciones: la primera es que sea aceptada con sus propios principios y que no se le imponga modelos foráneos; la segunda es la igualdad de condiciones en la toma de decisiones. Respecto a estos puntos, el discurso oficial del gobierno ruso retrata a las potencias occidentales como poderes impositivos. Compara a Occidente con un soberano que busca imponer su punto de vista a modo de enseñanzas y que sanciona a quienes no «aprenden la lección». Este tipo de descripción recuerda, por ejemplo, la actitud de las potencias imperiales frente a sus colonias. Representa a Occidente como un único centro de autoridad que excluye a los demás de la participación en la toma de decisiones mundiales. Rusia se presenta como blanco de exclusión y engaño por parte de Occidente, tal como se puede apreciar en los extractos de discursos que se presentan a continuación. Pero esto no quiere decir que se defina como una víctima. Por el contrario, el mensaje del gobierno es que Rusia es un Estado fuerte que va a trabajar para minar el unilateralismo occidental y va a exigir el lugar que le corresponde en la mesa de negociaciones. Sin embargo, ¿qué es un mundo unipolar? No importa cómo se trate de embellecer ese término, al final termina refiriéndose a una situación con un centro de autoridad, un centro de fuerza, un centro de toma de decisiones. Es un mundo en el que hay un maestro, un soberano (…) Y eso 42 definitivamente no tiene nada en común con la democracia. Porque, como saben, la democracia es el poder de la mayoría a la luz de los intereses y opiniones de la minoría. Incidentalmente, a Rusia –a nosotros- se nos enseña constantemente sobre democracia. Pero por alguna razón, aquellos que nos la enseñan no quieren aprenderla ellos mismos. (Putin, 2007, p. 1) Ellos [los poderes occidentales] han llegado a creer en su exclusividad y excepcionalismo, creen que pueden decidir los destinos del mundo, que solo ellos tienen razón (…) nos han mentido muchas veces, han tomado decisiones a nuestras espaldas y se han presentado ante nosotros con las cosas ya hechas. Esto pasó tanto con la expansión de la OTAN hacia el este como con la colocación de infraestructura militar en nuestras fronteras. Nos decían siempre lo mismo: „Bueno, eso no les concierne‟ (Putin, 2014, p. 8) Es lógico, entonces, que los discursos cuestionadores de Rusia se traduzcan en acciones encaminadas a favorecer la multipolaridad. Evitar la continuidad de un orden unipolar bajo hegemonía estadounidense se ha vuelto un objetivo de Rusia. Desde Moscú se intenta lograr que el punto de vista occidental no sea el único que genere efectos reales en la escena mundial. Esto puede hacerse empleando diversos medios, como los contactos diplomáticos o la presión económica. Una oportunidad que ha usado Rusia, por ejemplo, es su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En alianza con China, este método funcionó favorablemente para Rusia durante la crisis en Siria cuando ambos 43 países impidieron que se apruebe una resolución que contaba con el apoyo de países occidentales y habría llevado el caso a la Corte Penal Internacional (REUTERS, 2014). Por otro lado, ha aprovechado la dependencia de países occidentales, particularmente europeos, frente a los bienes energéticos rusos (petróleo y gas natural) para aminorar las críticas acerca de su sistema político interno. Otro importante objetivo no material para Rusia es mantener la estabilidad del gobierno actual, personificado en la figura del presidente Putin, ya que este factor interno, a su vez, es fundamental para la continuidad de la política exterior nacionalista y osada que está llevando a cabo Rusia para afirmar su estatus de gran potencia. Para lograr esto, uno de los recursos empleados por el gobierno es avivar el nacionalismo, ya sea a través de la construcción de un adversario o mediante la demostración de poder en el exterior. Respecto a lo primero, señala Bobo Lo (2015) que el nexo entre política doméstica y política exterior nunca fue más evidente en Rusia que después de la crisis generada por las protestas contra el gobierno de Putin entre los años 2011 y 2012 (esto es, previamente a la elección presidencial de 2012) (Lo, 2015, p. 24). En dicho contexto, el discurso anti-Occidental, particularmente anti-estadounidense, fue uno de los recursos elegidos por el gobierno para recuperar legitimidad. «Atacar a Washington» se convirtió en una política dirigida no solo hacia el exterior, sino también hacia el electorado interno (Lo, 2015, p. 25). Por otro lado, el segundo punto consiste en demostrar que Rusia, a través de su líder, está presente y participa de los 44 acontecimientos mundiales. Aquí es fundamental el apoyo de los medios de comunicación rusos, que suelen presentar al presidente en sus viajes y actos oficiales, siempre proyectando una imagen de poder y prestigio. 3.2. Importancia de América Latina para la política exterior rusa En la sección anterior hemos visto cuáles son los principales objetivos materiales e inmateriales que motivan actualmente el accionar de Rusia en política exterior. A continuación los recapitulamos: en el plano material, dada la situación económica desfavorable por la que atraviesa el país, este busca colocar en el mercado internacional bienes y servicios nacionales con alto valor agregado, así como atraer inversiones y tecnologías que le permitan desarrollar una oferta de bienes y servicios propios de una sociedad industrial. Lo primero lo puede lograr en países en desarrollo, mientras que para lo segundo requiere el apoyo de países con mayor desarrollo científico e industrial. Por otro lado, en el plano inmaterial (identitario y de imagen), busca presentarse como un país eslavo-ortodoxo que tiene un Estado y un líder fuertes, y se proyecta como un actor global de peso en los asuntos mundiales. Esta sección está dedicada a responder a la pregunta principal de esta tesis entendiendo cómo los objetivos generales de Rusia que acabamos de presentar han logrado complementarse con el Perú para resultar en la Asociación Estratégica recientemente firmada entre ambos. Para comenzar, señalamos que la evidencia encontrada no permite afirmar que sea el Perú en sí mismo el objeto de interés de Rusia, al menos en lo concerniente 45 al plano material, sino que lo es América Latina en su conjunto. En el plano inmaterial sí existe dicha posibilidad, dado el reciente liderazgo regional que el Perú está ejerciendo ante un vacío dejado por potencias regionales mayores; pero, aun así, lo que queda en proyecto para el futuro es más que lo que ya se ha alcanzado. En primer lugar, tenemos que los documentos oficiales de política exterior rusa, como el Concepto de Política Exterior, no apuntan a países individuales dentro de nuestra región, sino a toda ella en su conjunto como «América Latina y el Caribe» o a organismos regionales tales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Sistema de la Integración Centroamericana, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Alianza del Pacífico y la Comunidad del Caribe (Concepto de Política Exterior Rusa, 2016). Además, históricamente, América Latina es un espacio donde la Unión Soviética estuvo presente. Durante la Guerra Fría, de manera paralela a las relaciones políticas y diplomáticas que fueron distantes debido al alineamiento mayoritario de los países de nuestra región con Estados Unidos, el contacto cultural con la Unión Soviética fue significativo. Los estudios históricos que se distancian de la perspectiva tradicional centrada en el Estado dan cuenta de estos vínculos. Así, Rafael Pedemonte, en su texto acerca de la historiografía de las 46 relaciones entre América Latina y la Unión Soviética, explica que la visión dominante sobre este tema en los años 60 asignaba un papel marginal a América Latina porque se centraba demasiado en el cálculo estratégico de los dirigentes del Kremlin (Pedemonte, 2015, p. 236). Pero, a partir de los años 70, surgieron nuevos estudios que llamaron la atención sobre la importancia del contacto cultural entre ambas partes, por ejemplo a través del interés académico mutuo (las becas otorgadas a latinoamericanos para estudiar en la Unión Soviética y la creación de organizaciones y publicaciones soviéticas dedicadas al estudio de la realidad latinoamericana, como el Instituto Latinoamericano de Moscú y la revista Latinskaia Amerika) (Pedemonte, 2015, p. 239-240). Además del contacto cultural, encontramos vínculos comerciales importantes entre América Latina y la Unión Soviética. Ruben Berrios, profesor de Economía de la Universidad de Pittsburgh, estudió las relaciones comerciales soviético- latinoamericanas y señaló que, durante el periodo de la distensión, la Unión Soviética buscó desarrollar un rol más activo y pragmático en América Latina (Berrios, 1988, p. 2). Esta región, paralelamente, durante los años, 70 se encontraba en un intento por redefinir su rol en el comercio internacional. A través del Grupo de los 77 (G77), formado al interior de las Naciones Unidas, se buscaba construir una posición común para negociar condiciones más justas de comercio que favorezcan el desarrollo de los países miembros, entre ellos varios latinoamericanos, asiáticos y africanos. El objetivo era lograr un Nuevo Orden 47 Económico Internacional que otorgara más peso a los países en desarrollo (López, 2014, p. 13). Este fue un momento de expansión de los contactos soviéticos al margen de la ideología de los gobiernos latinoamericanos y más allá de la tradicional cooperación con Cuba. Para 1975, la Unión Soviética logró relacionarse comercial y diplomáticamente con veinte Estados latinoamericanos (Berrios, 1988, p. 2). Tal como se puede observar en los gráficos del capítulo dos, Brasil y Argentina fueron los países con mayor valor de intercambio comercial con la Unión Soviética durante el periodo 1960-1985. El Perú estuvo particularmente activo en ambos rubros entre 1975 y 1977 (mantuvo el segundo lugar en exportaciones y el tercer lugar en importaciones), años correspondientes a la segunda fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (presidente Morales Bermúdez, sucesor de Velasco Alvarado). Con el final de la Guerra Fría, este panorama cambió debido al periodo pro- occidental de Rusia al que nos hemos referido anteriormente y a los retos internos que este país debió afrontar para reformar su sistema político y económico. Pero, luego, hacia el final de los años noventa, Rusia empezó a aprovechar el antagonismo de ciertos países como Venezuela y Bolivia en contra de la hegemonía de Estados Unidos (Delannoy, 2012, p. 85) para acercarse a ellos. Aun así, la política de acercamiento ruso a América Latina no se redujo a ellos, ya que Rusia mantuvo una actitud pragmática (Delannoy, 2012, p. 85). Incursionó 48 también en el Perú, aprovechando los vínculos construidos en tiempos soviéticos, y en Colombia, de manera breve, durante el gobierno de Ernesto Samper (1994- 1998). En el caso de Colombia, el país se encontraba temporalmente distanciado de Estados Unidos debido a una supuesta vinculación del presidente Samper con el cartel de Cali. Entonces, encontró en Rusia un socio para la compra de armas y para establecer cooperación contra el narcotráfico sin la participación del gobierno estadounidense. De hecho, hubo una compra de helicópteros rusos en 1996 y se firmó un acuerdo contra el narcotráfico durante la visita del canciller Primakov a Colombia el año siguiente (1997) (Rouvinski, 2014, p. 98). Este acercamiento, sin embargo, no llegó a prolongarse. Moscú todavía no estaba en una etapa de abierta confrontación con Washington; aún había sectores dentro de la política doméstica que preferían continuar con la tendencia pro-occidental (Rouvinski, 2014, p. 102). Y en Colombia, el distanciamiento con Estados Unidos fue pasajero. Las relaciones entre ambos países volvieron pronto a la normalidad. Luego, coincidiendo con el periodo de bonanza económica de Rusia, las relaciones con América Latina se intensificaron considerablemente. Entre los años 2004 y 2014, el intercambio comercial entre Rusia y América Latina se triplicó desde los 5.800 hasta los 17.200 millones de dólares anuales (El País Uruguay, 2015). Y mientras que anteriormente la prioridad había sido acercarse a los países desarrollados occidentales, en la última década se establecieron asociaciones 49 estratégicas con países de nuestra región como Brasil (2008), Argentina (2008), Chile (2010), Venezuela (2010), Ecuador (2009), Cuba (2009) y Perú (2015). Hechos como estos y las visitas del ex presidente Medvedev a Perú, Brasil, Venezuela y Cuba en el año 2008 han llevado a hablar de un retorno de Rusia a América Latina. Acerca de este nuevo impulso de las relaciones con nuestra región, el director del Instituto de Latinoamérica, Vladímir Davydov, ha señalado que los intereses rusos que guiaron el establecimiento de este tipo de acuerdos fueron dos: la búsqueda de acuerdos de cooperación en «grandes proyectos energéticos, industriales y de infraestructuras», y la «sustitución de las importaciones rusas» (particularmente de alimentos) en el contexto de las sanciones comerciales establecidas debido a la crisis en Ucrania (Paníev, 2015). Asimismo, este retorno de Rusia hacia América Latina puede ser entendido como parte de una dinámica global en la que existen dos momentos clave marcados por la tensión entre Rusia y Estados Unidos: el año 2008 (conflicto en Georgia) y el año 2014 (conflicto en Ucrania). Según Ellis, cada vez que ha habido una confrontación entre Rusia y Estados Unidos debido a temas globales de seguridad (no necesariamente vinculados a América Latina), se ha producido un retorno (re-engagement) de Rusia hacia América Latina con el siguiente orden de prioridades: 1) antiguos aliados de la Unión Soviética como Cuba y Nicaragua 2) países dispuestos a asumir el riesgo político de contestar la influencia estadounidense en América Latina (esto es, principalmente países del ALBA) 3) 50 países que no se oponen al liderazgo ni de Rusia ni de Estados Unidos y además son importantes para los intereses estratégicos y comerciales de Rusia, como por ejemplo Brasil, Perú y Argentina (Ellis, 2015, p. 10). Por otro lado, en cuanto a los aspectos inmateriales, mientras que la influencia en el espacio ex soviético es necesaria para cumplir los objetivos de Rusia sobre su identidad nacional en términos civilizacionales, América Latina y otros espacios del mundo en desarrollo son útiles para cumplir con los objetivos vinculados a proyectar una imagen de país poderoso y presente en el mundo. En este punto, América Latina es también un escenario ideal para mostrar la faceta competitiva y retadora de Rusia, ya que es una región que históricamente ha estado alineada con Estados Unidos y que culturalmente guarda afinidades con Occidente. Entrar en este espacio a través de asociaciones estratégicas es una manera de demostrar a la audiencia internacional que Rusia está presente en todo el mundo, incluso en una región lejana, culturalmente distinta y políticamente cercana a sus competidores. Según la información que recogimos mediante entrevista a una funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, demostrar la «presencia» internacional de Rusia sirve para contrarrestar la presión, crítica y mala fama que está sufriendo actualmente este país debido a las consecuencias del conflicto en Ucrania (Comunicación personal con R. Gallardo, 26 de noviembre de 2018). El mensaje que se busca transmitir es que, pese a todas las críticas y cuestionamientos, el país es fuerte y no está aislado, ya que puede interactuar con 51 otros socios más allá de los países occidentales y desarrollados que están en su contra. Esta idea se complementa con la observación que recogimos de parte de un experto internacionalista, quien nos comentó que demostrar presencia en regiones lejanas (teniendo en cuenta la «lejanía» desde el punto de vista de la opinión pública rusa) ayuda a incrementar la popularidad no solo del país para una audiencia exterior sino también del mismo líder para una audiencia doméstica (Comunicación personal con S. Adins, 17 de abril de 2018). Es muy importante para la imagen y la popularidad del presidente Putin mostrarse en reuniones y eventos en varios lugares del mundo, incluyendo, por supuesto, a América Latina, el espacio visto históricamente como área de influencia de Estados Unidos. Por otro lado, en cuanto a los aspectos inmateriales, mientras que la influencia en el espacio ex soviético es necesaria para cumplir los objetivos de Rusia sobre su identidad nacional en términos civilizacionales, América Latina y otros espacios del mundo en desarrollo son útiles para cumplir con los objetivos vinculados a proyectar una imagen de país poderoso y presente en el mundo. En este punto, América Latina es también un escenario ideal para mostrar la faceta competitiva y retadora de Rusia, ya que es una región que históricamente ha estado alineada con Estados Unidos y que culturalmente guarda afinidades con Occidente. Entrar en este espacio a través de asociaciones estratégicas es una manera de demostrar a la audiencia internacional que Rusia está presente en todo el mundo, incluso en una región lejana, culturalmente distinta y políticamente cercana a sus 52 competidores. Según la información que recogimos mediante entrevista a una funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, demostrar la «presencia» internacional de Rusia sirve para contrarrestar la presión, crítica y mala fama que está sufriendo actualmente este país debido a las consecuencias del conflicto en Ucrania (Comunicación personal con R. Gallardo, 26 de noviembre de 2018). El mensaje que se busca transmitir es que, pese a todas las críticas y cuestionamientos, el país es fuerte y no está aislado, ya que puede interactuar con otros socios más allá de los países occidentales y desarrollados que están en su contra. Esta idea se complementa con la observación que recogimos de parte de un experto internacionalista, quien nos comentó que demostrar presencia en regiones lejanas (teniendo en cuenta la «lejanía» desde el punto de vista de la opinión pública rusa) ayuda a incrementar la popularidad no solo del país para una audiencia exterior sino también del mismo líder para una audiencia doméstica (Comunicación personal con S. Adins, 17 de abril de 2018). Es muy importante para la imagen y la popularidad del presidente Putin mostrarse en reuniones y eventos en varios lugares del mundo, incluyendo, por supuesto, a América Latina, el espacio visto históricamente como área de influencia de Estados Unidos. En cuanto al Perú en particular, el momento actual podría ser bastante promisorio, ya que hay un vacío de poder regional dejado por países que anteriormente ejercían mayor liderazgo pero que actualmente ya no lo hacen debido a problemas económicos, políticos u otras prioridades. Tal es el caso de Brasil, Venezuela, México y Argentina (Vidarte y Ladines, 2018, p. 122). En este 53 escenario, el Perú podría tener un rol regional mayor y, de hecho,ha empezado a hacerlo en algunos temas, como el referente a la crisis migratoria y de la democracia en Venezuela. Sobre este punto, por ejemplo, se firmó en nuestro país la célebre Declaración de Lima en la que representantes de doce países condenaron la ruptura del orden democrático en Venezuela y este año (2019) la ciudad de Lima será anfitriona de la XIX Conferencia Sudamericana sobre Migraciones. Si esto continúa así, no sería desatinado pensar que el Perú puede empezar a destacar más por sí mismo, más allá de su pertenencia a una región. En cuanto a la relación con Rusia, dos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores coincidieron en indicarnos que existía potencial para mayores vínculos culturales y sociales. Una de ellas señaló que ve incluso posible la suscripción de acuerdos bilaterales con el Conservatorio de Moscú, la Filarmónica de Moscú y el Teatro Bolshoi porque existe buena disposición de la parte rusa, pero la parte peruana aún no se ha dedicado a trabajar en la misma dirección (Comunicación personal con R. Gallardo, 26 de noviembre de 2018). Otro funcionario se refirió al potencial existente para el turismo luego de que muchos compatriotas nuestros ya han visitado y conocido Rusia debido al Mundial de Fútbol del año 2018 (Comunicación personal con R. Vallejo, 4 de diciembre de 2018). Todo ello, sin embargo, queda aún en el ámbito de los proyectos sin concretar. 54 CONCLUSIONES En esta tesis nos preguntamos qué motivos llevaron al establecimiento de la Asociación Estratégica Peruano-Rusa pese a la baja prioridad que alcanza el Perú para una gran potencia como Rusia y, sobre todo, dadas las cifras que demuestran que las relaciones entre ambos países en el ámbito económico (aquel que el acuerdo se propone potenciar) son relativamente poco relevantes. Aplicamos un marco teórico vinculado a las corrientes Realista y Constructivista, así como una metodología basada en fuentes secundarias (documentos de política exterior, fuentes periodísticas y bases de datos) y primarias (entrevistas con académicos y funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú). Luego de presentar en un primer capítulo los apectos teóricos y metodológicos preliminares, dedicamos el segundo capítulo a una revisión histórica que nos muestra que, si bien el Perú fue relevante para la Unión Soviética (de manera especial durante el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas), ya no lo es en la misma medida para la Rusia actual. De allí parte la paradoja que dio inicio a esta investigación. A continuación, buscando entender qué motivaciones podría tener Rusia para convertirse en socio estratégico de un país poco relevante para ella como el Perú, identificamos en el tercer capítulo una serie de necesidades y objetivos que guían la política exterior rusa contemporánea. Siguiendo el marco teórico que nos hemos propuesto, separamos estos objetivos en materiales e inmateriales. Establecemos 55 que en el plano material, dada su actual situación de vulnerabilidad económica, Rusia busca colocar en el mercado internacional bienes y servicios nacionales con alto valor agregado, así como atraer inversiones y tecnologías que le permitan desarrollar una oferta de bienes y servicios propios de una sociedad industrial. Lo primero lo puede lograr en países en desarrollo, mientras que para lo segundo requiere el apoyo de países con mayor desarrollo científico e industrial. Por otro lado, en el plano inmaterial, busca presentarse como un país de identidad eslavo- ortodoxa que tiene un Estado y un líder fuertes, y se proyecta como un actor global de peso en los asuntos mundiales. Lo primero (su identidad civilizacional) se puede satisfacer mediante el ejercicio de influencia en el espacio ex soviético, mientras que para lo segundo son útiles América Latina y otros espacios del mundo en desarrollo. Finalmente, concluimos que el motivo principal para el establecimiento de la asociación estratégica no es un interés de Rusia por el Perú de manera particular, sino un interés más amplio por estar presente en América Latina. Ello, a su vez, obedece a un contexto en el que la presencia en América Latina contribuye al cumplimiento de objetivos de Rusia en el plano material (exportación de productos con valor agregado hacia países con menor desarrollo tecnológico, importación de materias primas en un contexto posterior a las sanciones provocadas por el conflicto en Ucrania) e inmaterial (proyección de una identidad de gran potencia activa en los asuntos mundiales, sobre todo teniendo en cuenta el tradicional alineamiento de la región con Estados Unidos, potencia con la cual Rusia se ha 56 propuesto rivalizar). Aun siendo así, los vínculos materiales y de confianza desarrollados durante la época soviética favorecen que la relación con el Perú se desarrolle de manera positiva. 57 BIBLIOGRAFÍA Agencia Andina (30 de noviembre de 2015). Perú y Rusia suscribieron Declaración Conjunta de Asociación Estratégica. Recuperado de http://andina.pe/agencia/noticia.aspx?id=587193. Alcalde, J. (2017). Las potencias del cambio. Rusia, India y China en la transformación del orden internacional. Lima: Instituto de Estudios Internacionales. Banco Mundial (2018). GDP per capita (current US$). Recuperado de https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.PCAP.CD?end=2016&locations=ZJ- PE&start=2000. BBC News Business (24 de noviembre de 2014). Oil price slide and sanctions 'cost Russia $140bn'. Recuperado de http://www.bbc.com/news/business-30174650. BBC News Europe (24 de octubre de 2014). Putin: Russia helped Yanukovych to flee Ukraine. Recuperado de http://www.bbc.com/news/world-europe-29761799. 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