La paternidad: Una creación compartida Descubrimiento y construcción de la paternidad en ocho padres primerizos de Lima Tesis para optar el título de Licenciada en Psicología con mención en Psicología Clínica, que presenta: Carolina Janto Mogrovejo 19902607 Asesora: Valeria Villarán L. Lima, Enero 2015 A mi papá. Al papá de mis hijos. Porque “la paternidad es también un acto de generosidad”. Todo mi amor y gratitud Abstract This study intends to approach fatherhood from the father´s perspective, through his own experience as such, in a context of “new paternity”. A cualitative method was used to gather information about the experience of fatherhood of eight first-time fathers of Lima, in their second year as fathers, with whom there was a conversation about paternity and the significant elements of this experience. The fathers revealed an experience of transition starting from an initial reject of the idea of being fathers to a presence in the care of their children and a relationship of intense emotional closeness with them in the present time. The results of this research display this transition, showing the importance of the couple´s relationship and the acknowledgement the baby gives to the father for his own recognition as such. Paternity is considered a process and a construction made through the constant interactions with others, partner and child, which involve tensions and difficulties that the parents solve along the way in relation to the validation from others and their recognition as parents, and through internal adaptations. Great enjoyment and pleasure is found in fatherhood and in the new relationship with their children, presenting fatherhood as an emotionally significant experience for the participants, where they find an unprecedented feeling towards their children, establishing fatherhood as a process of emotional growth for each one of the participants. This “new paternity” presents itself in this group of fathers as a complex phenomenon, with contradictory aspects, in construction, and experienced differently by each father. Key words: fatherhood, fathers, construction, process, “new paternity” Resumen Este estudio buscaba acercarse a la paternidad desde la propia vivencia de los hombres padres, en un contexto actual de la denominada “nueva paternidad”. Para ello, se realizó un acercamiento cualitativo a la experiencia de paternidad de ocho padres primerizos de Lima, en su segundo año como padres, con los que se conversó sobre su paternidad y lo significativo para ellos de esta experiencia. Los padres dieron cuenta de un tránsito vivido por ellos desde un inicial rechazo ante la idea de ser padres, a una presencia en el cuidado de sus hijos y una relación de intensa cercanía emocional con ellos en el presente. Los resultados buscan dar cuenta de este tránsito, mostrando la importancia de la relación de pareja y del reconocimiento que hace el bebé del padre para su propio reconocimiento como tales. Se plantea la paternidad como un proceso y una construcción a través de las interacciones con los otros, pareja e hijo, que implica tensiones y dificultades que los padres van resolviendo en relación a la validación de otros y su confirmación como padres, y a través de acomodaciones internas. Se encuentra un gran disfrute de su paternidad y del nuevo vínculo creado con sus hijos, presentándose la paternidad como una experiencia emocionalmente significativa para los participantes, donde descubren por sus hijos un sentimiento inédito, constituyendo así la paternidad un proceso de crecimiento emocional para cada uno de los padres participantes. La “nueva paternidad” se presenta en este grupo de padres como un fenómeno complejo, con aspectos contradictorios, en construcción, y vivenciada de distinta manera por cada padre, siendo relevada la cercanía emocional con su hijo(a). Palabras clave: Paternidad, padres, construcción, proceso, “nueva paternidad” Tabla de contenido Introducción 1 Método 11 Participantes Técnicas de recolección de información Procedimiento Análisis de datos Resultados 17 Discusión 31 Referencias 43 La paternidad ha sido desde siempre un tema misterioso y pleno de preguntas, con formulaciones y conceptualizaciones cambiantes en el tiempo y las culturas. Situados en el momento actual y en el contexto de sociedades occidentales, se habla de una transición en las concepciones generales de la paternidad, que señalan nuevas formas de relación con los hijos, con mayor expresión de afecto y cercanía, en padres que abiertamente reconocen disfrutar de su paternidad, presentes en el cuidado de sus hijos, el que comparten con sus parejas (Fuller, 2000; Teixeira y Nascimento, 2014). Serían los llamados “nuevos padres” (Singleton, 2004), donde esta “nueva paternidad” sería “el movimiento en el cual la figura del “padre cuidador” se muestra como una de las principales y más perceptibles dimensiones” (Brasileiro, Pontes, Bichara, y Bastos, 2010, p. 147). Simultáneamente, el tema de la paternidad continúa remitiendo a ausencias y faltas, que van desde el abandono a las parejas frente a un embarazo, la ausencia concreta de muchos padres en la vida de sus hijos, o su ausencia emocional y falta de participación en el cuidado de los mismos (Fuller, 2000; Varela, 2000), las que llevan a seguir configurando a la paternidad como un tema de preocupación social. Para el Perú, en 2013, el Instituto Nacional de Estadística e Informática reporta un 26% de madres solas a cargo de sus hijos, incrementándose en población urbana a un 28% (INEI, 2014). Estas ausencias nos llevan a pensar en lo difícil que parece hacerse para muchos hombres la vivencia de la paternidad. Estas diferentes y casi opuestas expresiones de la paternidad, tanto las de la “nueva paternidad” presente, como las paternidades ausentes (así como el abanico intermedio), nos conducen igualmente a la pregunta por lo que implica la paternidad para los hombres, y especialmente por lo que acontece psicológicamente con un hombre al convertirse en padre. Desde este interés se origina la presente investigación. Para empezar a acercarnos a ello, en esta sección se presentan algunas concepciones y constructos sobre la paternidad para ubicar el contexto en el que se despliega la paternidad actualmente, y el marco desde el cual estamos situando el estudio, así como se realiza una revisión de las investigaciones sobre el tema, para plantear finalmente los objetivos que nuestra investigación se propone. Respecto a las concepciones sobre la paternidad, estas han sido y continúan siendo cambiantes: inscritas dentro del ámbito social y cultural, responden a los cambios que en estos ámbitos se producen (Fuller, 2000; Lupton y Barclay, 1997; Singleton, 2004; Salguero, 2006; Carvalho y Pereira, 2009; Teixeira y Nascimento, 2014). Así inserta en lo social y cultural, la paternidad “no es un hecho de la naturaleza, sino una construcción cultural” (Fuller, 2000). Es así se ha ido pasando de definiciones de la paternidad basadas en lo biológico (donde “padre es el que engendra”), a la incorporación progresiva de aspectos psíquicos y de instauración de una relación de cuidado con el hijo en su definición (Carvalho y Pereira, 2009). Sobre los cambios en las concepciones de la paternidad en nuestra sociedad occidental, Oiberman (1998) plantea el siguiente recorrido: del “Padre como modelo de moral cristiana”, hasta fines del siglo XIX; al “Padre como modelo de soporte económico”, de comienzos del siglo XX, con la industrialización; al “Padre como modelo de identificación sexual”, a partir de la década del 30; para llegar al “Padre nutricio” o “etapa del amor parental”, a partir de los años 70 hacia la actualidad, donde el padre empieza a ocupar un rol mayor en la crianza de los hijos, y se permite participar de los cuidados infantiles. Corroborando el recorrido anterior, Pleck (Lupton & Barclay, 1997) plantea que se ha pasado por las siguientes representaciones: del “Padre como autoritario pedagogo moral y religioso”, imperante del siglo XVIII a inicios del XIX; al “Padre como distante “ganador del pan” (“breadwinner”); de inicios del siglo diecinueve a mediados del XX; al “Padre como modelo de rol sexual”; de 1940 a 1965; a “El nuevo padre”, padre cuidador, interesado en sus hijos al mismo tiempo que trabajador, que marca el tránsito del siglo 20 hacia el 21 y sería el correspondiente al momento actual. Es así que “el amor parental está haciendo su aparición en la historia de los sentimientos, luego de haberse despojado de su imagen autoritaria”, nos dice Badinter (Oiberman, 1998). Entendida desde lo sociocultural, la paternidad no puede dejar de estar entrelazada con la masculinidad: así, la forma de ser padre está culturalmente interrelacionada con lo que se establece y espera culturalmente como parte de “ser hombre” (Lupton y Barclay, 1997; Fuller, 2000; Salguero, 2006). En ese sentido, se considera que se ha ido pasando de una concepción de “hombre fuerte”, a la de “hombre cuestionador”, y de ahí a la de “hombre sensitivo”, que sería la actual (Oiberman, 1998). Es así que cambios sociales importantes y significativos que se fueron dando, especialmente la incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo y con ello su salida del ámbito del hogar hacia el espacio público, han implicado cambios en la identidad masculina y por ende en la paternidad; al tener el hombre que empezar a asumir un rol dentro del ámbito doméstico y ya no tener como espacio exclusivo y diferencial el espacio de fuera del hogar. Esto ha implicado cambios en el cuidado de los hijos y la parentalidad, tanto para mujeres como para hombres (Lupton y Barclay, 1997; Fuller, 2000; Carvalho y Pereira , 2009; Teixeira y Nascimento, 2014). Sin embargo, respecto a estas concepciones, los acercamientos a la paternidad desde sus prácticas plantean que estas categorizaciones ofrecen una mirada muy generalizadora que no toma en cuenta la diversidad, relacionada a diferentes clases sociales, grupos culturales, y a diferencias individuales, engarzadas en la subjetividad de cada hombre padre (Fuller, 2000; Lupton y Barclay, 1997; Carvalho y Pereira, 2009), diversidades y complejidades que se pierden y quedan fuera al hablar de una concepción modélica, generalizadora. Se plantea entonces que, por el contrario, existen diversas paternidades, siendo la paternidad actual un fenómeno complejo, pleno de confusiones y demandas que tironean al hombre en diversos sentidos (Carvalho y Pereira, 2009; Fuller, 2000). Así, la vivencia de esta “nueva paternidad” ni sería homogénea ni se daría sin conflicto para cada hombre particular. Este “nuevo padre” sería más una representación ideal, susceptible de ser encontrada en las imágenes de los medios de comunicación social, pero difícil de encontrar en la experiencia concreta y real de cada hombre en particular, la que se encuentra llena de contradicciones (Lupton y Barclay, 1997; Fuller, 2000; Singleton, 2004; Carvalho y Pereira, 2009); por lo que se fundamenta la necesidad de cuestionarse y acercarse a las prácticas, de continuar investigando y profundizando sobre las complejidades del tema. Desde la psicología, las definiciones de la paternidad también van incorporando los aspectos psíquicos, afectivos y de cuidado con el hijo, trascendiendo el hecho biológico (ser padre igual a ser progenitor). Así, se plantea considerar a la paternidad - como se ha hecho con la maternidad- como un proceso psíquico y no como un hecho biológico (Pérez,1998; Raphael Leff, 1995; Brazelton y Cramer, 1993). Desde este énfasis, Oiberman da la siguiente definición de paternidad: “El proceso psicoafectivo por el cual un hombre realiza una serie de actividades en lo concerniente a concebir, proteger, aprovisionar y criar a cada uno de los hijos, jugando un importante y único rol en el desarrollo del mismo, distinto al de la madre” (Oiberman, 1998, p. 35). Varela (2000) se refiere al “padre psicológico” como “el que ha investido al niño como hijo, el que lo ama, lo educa, lo cuida y lo protege; y que a su vez es investido por el niño, quien lo considera su papá y que desea o no parecérsele”, más allá de si es el padre biológico, adoptivo o sustituto. Asimismo, en relación a la ausencia paterna nos habla de “padre faltante”, relevando la ausencia emocional como lo significativo de la ausencia, es decir, podría referir también a un padre presente físicamente pero que su hijo no cuenta con su presencia emocional. Recoge entonces como central para definir la paternidad la dimensión de la disponibilidad emocional (Varela, 2000). Desde el psicoanálisis se ha hablado también de “función paterna”, sin embargo Varela (2000) señala que no queda claro qué vendría a componer esta función, la que permanece en un nivel de constructo abstracto que, disociado de la figura real del padre deja fuera la dimensión real de cómo es vivida la paternidad y lo que esta implica para los hombres. En este sentido, plantea que es mejor hablar de “ejercicio” de la paternidad para acercarse a las modalidades en las que los padres ejercen y desempeñan su paternidad Volnovich (2000), enfatiza la ausencia de conceptos y herramientas teóricas en la aproximación al tema de la paternidad, y propone: “Si pretendemos ampliar nuestra comprensión crítica acerca de la construcción del padre –lo que quiere decir cómo se establece, cómo se reproduce y cómo se innova en las relaciones de los varones con sus hijos e hijas- me parece imprescindible elaborar teóricamente la idea de “experiencia” ” (p. 215). Esta experiencia de la paternidad implicaría un proceso y una construcción subjetiva que se despliega en la interacción con el hijo y con el mundo. Dice: “Así considerada, la paternidad ejercida por un hombre está asociada a la cotidiana construcción de su subjetividad en un proceso que no tiene punto de partida, al tiempo que carece de punto de llegada: no se sabe cuándo uno empieza a construirse como padre y nunca se tiene la certeza de haber completado tal construcción” (Volnovich, 2000, p. 217). En este sentido, se trataría entonces, a nivel psíquico, de un proceso continuo (Raphael Leff, 1995), donde por un lado estarían los deseos y expectativas así como las nuevas posibilidades psíquicas que implica el convertirse en padres. Al mismo tiempo, para ambos miembros de la pareja, el embarazo implicará la aparición de nuevos elementos psíquicos a organizar y la posible resolución de conflictivas antiguas que también re-emergerán (Raphael Leff, 1995; Brazelton y Cramer, 1993). Así, el proceso de la paternidad convocaría un reordenamiento psíquico para el hombre. El primer embarazo constituye en muchos casos la ruptura del equilibrio obtenido por la pareja estable previo al embarazo, equilibrio que comprendía la satisfacción de las necesidades emocionales de sus miembros. Las dificultades y conflictos que se presentan para el padre con el primer embarazo y la aparición concreta de un tercero en la relación dual de pareja, suelen ser múltiples y generar sentimientos contradictorios (Pérez, 1998). La posibilidad de ir elaborando estos sentimientos y comprendiéndolos como naturales, permitirán su transformación y progresiva posibilidad de ser utilizados para poder implementarlos creativamente en su paternidad y en su vida personal, en su propio enriquecimiento personal. Sin embargo dificultades en este proceso complicarán el procesamiento de la paternidad para el mismo padre, así como la relación con los hijos (Raphael Leff, 1995). Es así que desde la psicología, especialmente desde la concepción psicoanalítica, se hace énfasis en considerar a la paternidad como un proceso que implica transformaciones para el hombre. Sin embargo los acercamientos que hemos mencionado se han dado básicamente desde la teoría, centrados en el embarazo y lo que la llegada del hijo moviliza en el hombre. Son acercamientos iniciales, que se espera se continúen desarrollando y permitan acercarse también a las vivencias y transformaciones psicológicas de un hombre al convertirse en padre, considerando este como un proceso más amplio y complejo que el del momento de la llegada del hijo, así como se señala la importancia de seguir investigando de manera más próxima y sistemática en el tema para ir ampliando estas formulaciones. Con respecto a las investigaciones sobre paternidad, como se mencionaba, los cambios sociales y económicos que aproximaron a los hombres a roles domésticos, especialmente la entrada masiva de la mujer al mercado laboral, trajeron una serie de preguntas sobre el impacto de todo ello para las familias, sobre las nuevas distribuciones de funciones y roles entre hombres y mujeres, y sobre el impacto en los niños; y así se inicia hace algunas décadas una serie de investigaciones sobre lo que sería el rol del padre en este nuevo contexto (National Center on Fathers and Families, s/f; Carvalho y Pereira, 2009), centradas, desde la psicología en conocer la influencia que estos cambios en la paternidad tendrían en el desarrollo de los niños (Cabrera, 1999; Culp, 2000; Roggman, 2002), y centradas desde las ciencias sociales en conocer el impacto de estos cambios en las relaciones y concepciones de género (Carvalho y Pereira, 2009). Es así que desde la psicología, se inicia la investigación de la paternidad con fuerza en Estados Unidos, con el constructo de “involucramiento paterno”, definido a través de indicadores cuantitativos tales como cuántas horas pasa el padre con su hijo, qué actividades realiza con él, cuánto tiempo destina a estas actividades (Marsiglio, 1991). Sin embargo, estas investigaciones mostraron resultados poco consistentes al relacionar las variables del padre con el desarrollo psicológico de los hijos, que era su objetivo (Cabrera, 1999). Un dato importante es que varias de estas investigaciones, ante la dificultad de contar con la presencia de los padres, se basan en el reporte de las madres, y estos reportes se muestran altamente mediados por el nivel de satisfacción marital. (Cabrera, 1999; Lee, 2010) Algunos investigadores plantean que tanto los constructos como las mediciones del “involucramiento” estarían fallando al no recoger la dimensión cualitativa de la paternidad, la que debiera empezar a ser incluida (Cabrera, 1999). Otros investigadores plantean la necesidad de investigar la subjetividad de los padres en sí misma, lo que requeriría un acercamiento desde un paradigma cualitativo de investigación (The Yeshyva University Fatherhood Project, s/f; Lupton y Barclay, 1997; Carvalho y Pereira, 2009). Así, luego de un gran periodo de estar centrada en los hijos, es decir, en los efectos de la paternidad y no en la primera persona del hombre padre, basada en un paradigma cuantitativo, mostrando no sólo inconsistencia en los resultados hacia los niños sino vacíos en la comprensión del propio padre, se va iniciando, hacia el nuevo siglo el giro hacia el estudio de la paternidad en términos de los propios padres (Salguero 2006; Carvalho y Pereira, 2009). En Latinoamérica también se da un aumento del interés en el tema en las últimas décadas y se empiezan a realizar una serie de investigaciones, en su mayoría desde las ciencias sociales, con la intención de ver cómo los cambios socioculturales estaban implicando cambios en la organización familiar y las relaciones de género. Así, la entrada a la investigación de la paternidad se inició partiendo de la investigación de la masculinidad. En esa línea, se realizaron en diferentes países latinoamericanos investigaciones, con hombres padres de diferentes edades, de sectores populares en su mayoría y medios en algunos casos, recogiendo los discursos, significados, representaciones e ideas acerca de la paternidad, así como sobre sus nociones de distribución de roles y tareas según géneros (Fuller, 2000; Salguero, 2006). Los hallazgos de estos estudios mostraron: que la paternidad es parte importante de la masculinidad; que la paternidad es muy variada y compleja, siendo una experiencia muy diversa para los hombres; que las exigencias del “síndrome del machismo” imperante en nuestros contextos alejan a los hombres de posibilidades nuevas de expresión de afecto y comunicación con sus hijos; que el aspecto “público” de desenvolvimiento continúa siendo más valorado que el aspecto doméstico, siendo un espacio que presenta más posibilidades de afirmar las características masculinas socialmente valoradas. Mostraron también que, junto a todo esto, se estaría dando un nuevo “giro” en el discurso, hacia la posibilidad de construir relaciones más igualitarias, menos autoritarias y con mayor posibilidad de expresión de afectos para los hombres con sus hijos. Se encuentra así que estas nuevas nociones empiezan a ser valoradas. En Argentina, desde la psicología, Oiberman (1998) investigó las actitudes ante su reciente paternidad en 60 padres de recién nacidos. Encontró que estos padres manifestaban en general alegría y aceptación ante el nacimiento de sus hijos, sin embargo, presentaban poco contacto físico con sus bebés, predominando el contacto visual. Encuentra que existe un temor en varios de estos padres en relación a las tareas de cuidado del niño y contacto físico, como temor de lastimarlo, o no saber cómo hacer con el bebé, y desconfianza frente a sí mismos en estas tareas en relación a las mujeres. Menciona también que los padres más impactados por el nacimiento son los padres primerizos. Esta autora termina señalando la necesidad de que los profesionales de la salud presten mayor atención a los sentimientos y necesidades psicológicas de los padres en los primeros tiempos de vida de sus hijos. En los últimos años se continúa con las investigaciones psicológicas y sociales sobre la paternidad, intentando acercamientos a la llamada “nueva paternidad” (Teixeira y Nascimento, 2014; Carvalho y Pereira, 2009). Se da así en este siglo un aumento considerable en las investigaciones ya desde los sentimientos y experiencia de los propios padres, encontrándose un deseo de estar implicados en el desarrollo de sus hijos, y un deseo de mayor proximidad y afecto con ellos, que sin embargo no se muestra tan efectiva en las relaciones reales padre-niño (Krob, Piccinini, y Silva, 2009), siendo aún las madres las principales responsables del cuidado de los niños, de manera que “la participación masculina en relación a los cuidados permanece restringida a sus intenciones/expectativas” (Teixeira y Nascimento, 2014, p. 58). Es decir, estarían presentando deseos y expectativas de participación que llegado el momento no se dan de tal manera con los hijos. “La pregunta que permanece sin responder es entonces por qué eso ocurre”, nos dicen estos autores (Teixeira y Nascimento, 2014, p. 58-59). En cuanto a nuestro contexto, en el Perú, Fuller (2000), realizó un acercamiento desde las ciencias sociales, a través del análisis de entrevistas originalmente sobre la constitución del género en hombres de sectores populares y medios de Lima, Cusco e Iquitos, (algunos de ellos padres y otros no), buscando visibilizar el ideal de paternidad de estos hombres. Como resultado menciona el desfase que encuentra entre los significados ideales de paternidad para ellos y su propia práctica de la misma. Encuentra también que la paternidad no es definida para estos hombres por lo biológico, ésta no se da automáticamente por “engendrar”, sino que logra convertirse en “paternidad” por efecto de la responsabilidad del padre, asumida o no muchas veces según la relación con la mujer madre. Encuentra también que la paternidad implica una transformación para estos hombres, al marcar un nuevo periodo del ciclo vital. Sin embargo, plantea que la paternidad es una experiencia plena de contradicciones: por un lado es componente central de su identidad masculina y permite concretar su “hombría”, y por el otro compite con la dimensión pública y el estatus que en esta dimensión se juega. Se muestra también lo central de la convivencia con los hijos en la práctica de la paternidad, pues esta facilita el asumir las responsabilidades y permite una mayor cercanía con ellos, encontrando que frente a las separaciones o divorcios, la cercanía con los hijos y el cumplimiento de las responsabilidades paternas disminuyen significativamente. Marcos (2011) realizó en Lima una investigación psicológica sobre las representaciones de la paternidad en adolescentes de sectores económicos bajos de Lima, involucrados con sus hijos y sus parejas en la crianza de los mismos. Marcos encontró en estos padres adolescentes una relación cercana y afectiva con su hijo, en simultáneo con representaciones tradicionales de ser padre, asociados a la provisión y al “hacerse” responsable. Nos dice Marcos (2011): “ser padre implica ser el jefe de la familia y hacerse cargo incluso de las necesidades de la “esposa” lo cual está relacionado con la constitución de la identidad masculina que estaría también en relación con el ejercicio de autoridad y la responsabilidad de brindar orientación” (p. 50). Respecto a las nuevas prácticas de paternidad, Marcos encuentra que los padres consideran las muestras de cariño a sus hijos como propias de su rol paterno, es decir, que valoran el expresar afecto y lo consideran importante en tanto les permite un intercambio. Asimismo, encuentra en estos padres adolescentes el deseo de cumplir con sus deberes como padre, sin embargo encuentra también cansancio y agotamiento en ellos, lo que unido al poco apoyo y las condiciones adversas que atraviesan podrían hacer peligrar el compromiso y participación de estos padres en la vida futura de sus hijos. Plantea la necesidad de continuar investigando la paternidad en nuestro medio, así como estudiar el compromiso paterno en el tiempo frente a las dificultades que la paternidad presenta. Llegados a este punto de nuestra revisión, tomando en cuenta lo recogido sobre el tema y ubicando a la paternidad en su contexto sociocultural en un momento de transición hacia nuevas concepciones y prácticas que constituyen la “nueva paternidad”, se plantea la importancia de ahondar y extender la investigación sobre la paternidad y las nuevas formas de ésta en nuestro medio, buscando una aproximación psicológica a los procesos y vivencias de la paternidad para los propios hombres padres de nuestro contexto. Hemos venido viendo cómo los nuevos discursos generales que refieren esta nueva paternidad han sido encontrados en algunos aspectos aún alejados de las experiencias personales de cada hombre padre, encontrándose a través de las investigaciones contradicciones, diversidad y complejidad en las vivencias de los padres; siendo relevada como conclusión desde la investigación la importancia de acercarse a la subjetividad de los hombres y no quedarse sólo con la visión más generalizadora que se plantea desde el recojo sólo de los discursos y formulaciones modélicas, para ir alcanzando una mayor comprensión sobre el tema y sus complejidades. Por su parte desde la psicología se hace énfasis en considerar a la paternidad como un proceso continuo que implica transformaciones psíquicas para el hombre, planteándose como enriquecedora una interrelación de estos planteamientos con la investigación sistemática para poder dar cuenta de esta dimensión interna, de las movilizaciones psicológicas que la paternidad implicaría. Es así que, tomando en cuenta las consideraciones anteriores, este estudio pretende constituir un acercamiento cualitativo a la dimensión subjetiva de la paternidad, buscando recoger la vivencia de la paternidad para hombres de nuestro contexto y lo que desde su propia experiencia implica para cada uno de ellos el ser padre. Este estudio busca así acercarse a explorar cómo se aterrizan en la experiencia concreta de algunos hombres padres de nuestro medio los cambios en la paternidad que se mencionan como contexto general (contexto de tránsito hacia la llamada “nueva paternidad”), y la manera particular en que un padre vivencia, desde su propia subjetividad, en nuestro contexto y en estos tiempos, el ser padre; en la idea de acercarnos a la dimensión psicológica de los procesos movilizados en estos hombres padres con su paternidad. De esta manera, esta investigación se plantea con el objetivo de explorar, describir y comprender la vivencia de su paternidad en un grupo de hombres padres de Lima con su primer hijo o hija en su segundo año de vida. Para ello, se formuló un estudio cualitativo que permita acercarse a las vivencias de estos hombres, basado en conversaciones individuales con ocho padres primerizos, adultos profesionales de sector socioeconómico medio de Lima, que participan en el cuidado de su hijo o hija desde su nacimiento, sobre su particular vivencia de la paternidad. El material recogido en las conversaciones fue trabajado mediante un análisis temático, en nuestro caso emergente, desde lo recogido como significativo a partir del material de las conversaciones con los participantes y no desde categorías teóricas previamente establecidas. De este modo se organizaron los resultados principales en temas que son presentados en la tercera sección de este documento y discutidos en la cuarta sección, donde los resultados son puestos en relación con lo investigado y la literatura sobre el tema, así como con las teorías de la investigadora, y a partir de estas interrelaciones se tejen y ensayan formulaciones que nos permitan generar comprensiones y sentidos posibles a lo encontrado, y desde este esfuerzo poder aportar algunas líneas para pensar el tema. Método Este estudio se enmarca dentro de la epistemología cualitativa, que sostiene el carácter constructivo – interpretativo del conocimiento, es decir que éste no existe como una realidad en sí, sino implica al proceso que lo produce, generando “zonas de sentido”, campos de inteligibilidad que a su vez permiten seguir profundizando la comprensión teórica, y seguir generando así nuevas “zonas de sentido” relacionadas (González Rey, 2007). Al inscribirse en esta línea, nuestro estudio se adscribe a la naturaleza “interactiva, exploratoria e interpretativa” propia de la investigación cualitativa (Spencer y Ritchie, 2012). Por tanto, esta investigación es entendida como un proceso de producción de conocimiento a partir de un escenario dialógico y relacional con los participantes, donde el investigador es considerado dador de sentido, a partir de su interpretación, la que forma parte del proceso (González Rey, 2003; Banister, 1994; Spencer y Ritchie, 2012). Participantes Los participantes de nuestro estudio fueron ocho hombres, padres primerizos de un niño o niña en su segundo año de vida, desplegando su paternidad con este hijo durante su tiempo de vida. Fueron así ocho padres de entre 30 y 38 años, del sector socioeconómico medio de Lima, profesionales, padres de su primer hijo o hija desde hacía 1 año 4 meses (la niña menor), a 2 años (los demás), que compartían el cuidado de su hijo(a) con su pareja, con la que vivían desde antes del nacimiento del bebé. Sólo uno de los participantes estaba casado. Se eligió trabajar con esta población dado que se plantea que los nuevos discursos y prácticas sobre la paternidad suelen presentarse en estos sectores medios con niveles superiores de educación, sectores “progresistas” en donde se espera se presenten primero las transformaciones socio culturales (Fuller, 2000; Salguero, 2006). Se eligió padres cuyos hijos se encuentren en su segundo año, de manera que puedan dar cuenta de su primer tiempo de su experiencia como padres (primeros dos años) sin estar inmersos en el momento de intensa movilización emocional como lo es el primer año (Raphael Leff, 1995), y facilitar así la formulación reflexiva de su experiencia, la que se buscaba favorecer a través de la conversación. Se buscó participantes accesibles, con los que se pueda establecer una buena relación, y que aseguren la calidad y credibilidad de la investigación; criterios señalados por Stake (Rodríguez, Gil, & García, 1999), que se cumplieron con cada participante. Es importante señalar que se estableció el contacto con ellos a través de la mediación de una persona de su confianza, también de confianza de la investigadora, que hizo de puente entre ambos (en la mayoría de los casos algún colega que conociera directamente al padre). Mediación que de nuestro lado aseguraba el cumplimiento de los criterios requeridos, y por el lado del participante actuó como un aval de confianza en la investigadora para poder abrir con ésta temas relacionados a su ámbito privado y afectivo, como lo es su paternidad. Con los padres con quienes no se contó con esta intermediación y se intentó un contacto directo, estos dilataron su aceptación y finalmente la entrevista no se pudo realizar (lo que sucedió con un 20% de los padres contactados). De esta manera, se contactó a los 8 hombres padres que cumplían con los criterios planteados y que se mostraron dispuestos a compartir su experiencia. Se les comentó acerca del tema y objetivos del estudio, y en qué constaría su participación, el uso que se haría de la información brindada por ellos, explicitando la confidencialidad y el anonimato en el manejo de la misma, y se firmó con cada uno de ellos un consentimiento informado que recogía las condiciones de su participación y registraba el acuerdo y compromiso de ambos, investigadora y participante, con ellas. Las conversaciones con los ocho participantes se fueron dando en el lapso de 10 meses, conforme se iba logrando la mediación y el contacto con cada uno de ellos. Cuando al octavo participante se consideró que se tenía información suficiente, nutrida para poder realizar ya un análisis transversal del material recogido (criterio de saturación de la información), se detuvo la búsqueda de participantes. Recolección de información Se realizaron conversaciones con los participantes centradas en su experiencia de paternidad, buscando facilitar la emergencia de su propia perspectiva sobre el tema (González Rey, 2007), creándose así un escenario relacional donde tanto los participantes como la investigadora puedan “integrar sus dudas, sus experiencias, sus tensiones, en un proceso que facilita la emergencia de sentidos subjetivos” sobre el tema (González Rey, 2007, p. 33). Estas conversaciones tuvieron una duración aproximada de 70 a 90 minutos con cada uno de los participantes. Esta se iniciaba planteando el tema al participante, con una pregunta abierta sobre su experiencia de paternidad y a partir de los temas que este iba trayendo para dar cuenta de ésta, la investigadora continuaba explorando, repreguntando, en la búsqueda de profundizar sobre lo planteado; siendo la idea que a través de esta conversación libre de conceptualizaciones previas pueda darse en los participantes la emergencia de su propia experiencia y, asimismo, que se pueda co- construir una mirada de sentido de ésta, a través del ejercicio reflexivo sobre su propia experiencia de paternidad durante la conversación con la investigadora. Procedimiento El total de las conversaciones con los ocho participantes se llevó a cabo durante un lapso de 10 meses, tiempo que tardó contactar, lograr la intermediación y concretar la reunión con los ocho padres. Previo a la conversación con cada participante se informó a éste el objetivo de la investigación y las condiciones de su participación, firmando cada uno un consentimiento informado como señal de la aceptación de su participación y su conocimiento de las consideraciones éticas y condiciones del estudio. La conversación con cada uno de ellos duró entre 70 y 90 minutos aproximadamente. Luego del recojo de la información a través de las conversaciones, se procedió al análisis de los datos, a través del análisis temático. Aquí es importante señalar que se fue realizando el análisis intra-sujeto antes de terminadas todas las conversaciones, es así que se fueron encontrando sentidos y re-confirmaciones que permitieron detener la búsqueda de participantes (saturación de la información). Una vez recogido el total de la data se procedió al análisis transversal (como se detallará en la siguiente parte), de modo que la fase de recojo y de análisis tuvieron un momento de traslape. A partir de los temas emergentes en el análisis temático, se procedió a la formulación, organización y presentación de los resultados principales; se continuó con la discusión de éstos y finalmente se cerró el proceso con su redacción y publicación a través del presente documento. Durante el tratamiento de los datos, desde su recojo hasta su publicación se tuvo en cuenta los criterios de calidad de la investigación cualitativa, los que serán detallados más adelante. Análisis de los datos Se realizó primero un análisis intra-sujeto, o análisis “vertical” (Schorn, 2000) de lo recogido en las conversaciones con cada uno de los participantes. Luego, con el material de todas las conversaciones se hizo un análisis trans-sujeto, o análisis “horizontal” (Schorn, 2000), en el que se fue estableciendo, a manera de códigos que iban ordenando la información, los “temas” significativos del conjunto. Es así que se llevó a cabo un “análisis temático”, método para identificar y analizar patrones de sentido en un conjunto de datos (Braun y Clarke, 2006; Joffe, 2012), con el objetivo de poder resaltar, a través de estos temas, la constelación de significados con mayor relevancia en el conjunto de los datos (Joffe, 2012). Los patrones de sentido se establecieron encontrando primero los temas manifiestos o explícitos, conduciendo estos hacia los niveles del significado implícito. Este paso constituye ya un ejercicio de interpretación (Joffe, 2012), acorde con el carácter interpretativo ya señalado de la investigación cualitativa (Gonzáles Rey, 2007; Spencer y Ritchie, 2012; Joffe, 2012). Este ejercicio de interpretación se dio desde la comprensión psicológica de la investigadora, inscrita básicamente en el marco interpretativo psicoanalítico, y desde la revisión de la bibliografía sobre el tema. El planteamiento de los temas fue básicamente emergente o “inductivo”, a partir de los patrones que iban emergiendo de la data; es decir los temas no fueron planteados desde una demarcación teórica previa o “deductiva” de los mismos (Joffe, 2012). No obstante es importante señalar que el proceso de análisis implicó una relación entre las dos formas, ya que luego de planteados los patrones emergentes, su organización entraba en relación con el conocimiento previo de la investigadora y sus teorías, buscando dar sentido a lo emergente desde un acercamiento deductivo; en una interrelación constante entre ambos niveles. Luego del análisis, los “temas” fueron organizados para ser presentados y discutidos como resultado de nuestro estudio. A través de este análisis temático se fue dando sentido al proceso de paternidad y los tránsitos significativos en éste para nuestros participantes, eligiendo presentar los resultados en una organización central a manera de proceso desplegado en el tiempo, lo que se consideró la forma más adecuada para poder presentar el hallazgo de un tránsito significativo encontrado en los padres (que será presentado más adelante). Junto a ello, otros temas emergieron como significativos que no necesariamente presentaban un desenvolvimiento diacrónico sino más bien transversal a su experiencia de paternidad, los que se incluyen también para ser presentados. Respecto a los criterios de calidad del estudio, estos fueron considerados en los diferentes momentos de las decisiones de la investigación, a través de la elección de los participantes, durante el recojo de la información con ellos, buscando contar con un criterio de profundidad de los datos, y sobre todo luego de su recojo a través del rigor en el análisis de los datos, por el cotejamiento continuo de los sentidos otorgados y de la forma de llegar a estos partiendo en todo momento del dato recogido y realizando de esta manera las inferencias en cada momento basadas en evidencias. Rigor relacionado entonces con el cumplimiento de: buscar apropiadas decisiones de investigación, la dependencia de la evidencia, y el comportamiento “seguro” de la investigación, según Spencer y Ritchie (2012). Asimismo, se cumple con criterios de transparencia, consistencia e integridad que apuntan a la credibilidad de la investigación, desde el recojo de los datos, su tratamiento y análisis, hasta su presentación final como resultado. En este recorrido de los datos se ha actuado consistentemente, no pudiendo mostrar todo el camino inferencial en este documento por límites de espacio, problema ya planteado por Spencer y Ritchie (2012), sin embargo, se pretende mostrar con transparencia tal recorrido en la forma de la comunicación de nuestros resultados: se busca de manera constante estar sostenido en la evidencia, explicitando cuándo la comunicación del resultado es directa y recoge lo manifestado por los participantes, y cuándo es inferencial o una atribución de sentido dada por la investigadora, así como se intenta formular interpretaciones alternativas de ser el caso, y en caso de ser extrapolaciones a otra población o sector del tema, se ha hecho con el cuidado de ser sugerido como una posibilidad y no afirmado como evidenciado en nuestra data. Es importante señalar que todo el recorrido del tratamiento de los datos fue en cada fase presentado y discutido con la asesora del presente estudio, garantizando la transparencia e integridad del proceso. El estudio cumple también con el criterio de utilidad en tanto permite extender la comprensión sobre el tema investigado, y de utilidad para los participantes en tanto la experiencia contribuyó a generar zonas de sentido para ellos en tanto constituyó un ejercicio reflexivo sobre su propia experiencia como padres, según fue señalado por los mismos participantes, lo que a su vez añade profundidad a lo recogido. Se ha cumplido también durante el proceso con la condición de la investigación cualitativa de ser auto-reflexiva sobre sus procedimientos y hallazgos, cuestionándose a sí misma continuamente, volviendo sobre sus datos y resultados iterativamente. Esto implicó para la investigadora continuas interpelaciones entre los datos emergentes, su conocimiento del tema y su acercamiento teórico, buscando posibles diferentes maneras de ser entendido un tema u otorgado un sentido, buscando la plausibilidad mayor de los sentidos ofrecidos en cada momento, contrarrestándolos con el conocimiento existente sobre el tema y la posibilidad de correlacionarse con este, proceso que se resume en la discusión (sección final) de este documento. Se considera entonces que la investigación cumple con los criterios principales requeridos para una investigación cualitativa mencionados por Spencer y Ritchie (2012), como son los de contribución a la investigación sobre el tema; de credibilidad de sus hallazgos a través de los procedimientos por los que ha llegado a estos, y con el rigor del comportamiento general de la investigación, ya sustentado. Resultados Un resultado central que fue emergiendo durante las conversaciones con los padres, además de ir constatando la implicación de cada uno de ellos en la vida de sus hijos, y de sus hijos en las suyas, fue la sorpresa frente al tránsito que han ido viviendo estos hombres en su paternidad; tránsito que partía para la mayoría de ellos de un momento previo en que estuvieron ubicados en el no querer ser padres, no imaginarse o pensarse a sí mismos como padres, imaginando más bien en algunos casos que ellos no iban a ser padres o sintiendo rechazo por la idea de serlo. Desde un rechazo implícito, viviendo la idea como amenazante, a un rechazo explícito, con la decisión de no ser padre, implicando en algunos casos acciones para no serlo (como la pérdida intencional de algún embarazo anterior); para llegar a este momento y estado de implicación emocional en que se encuentran como padres, de descubrimiento de un nuevo e intenso vínculo emocional con su hijo. Este resultado, al repetirse como una constante (en 7 de 8), fue centrando la atención de la investigadora, emergiendo la pregunta sobre cómo así estos padres que estuvieron ubicados en un momento en ese “yo no quiero ser padre”, son ahora estos mismos padres implicados en la crianza de sus hijos, física y emocionalmente presentes y dispuestos con sus pequeños, participativos en sus vidas. ¿Qué tránsitos o movimientos internos y externos han tenido que darse en estos hombres para que esto suceda? ¿Cómo se ha ido dando este tránsito en su experiencia de la paternidad? El centro de esta sección será entonces dar cuenta de este tránsito, alrededor del cual se articulan los otros hallazgos y sentidos encontrados, nucleados en relación a este eje. Es necesario señalar aquí que si bien tomar este tránsito como eje implica una organización cronológica al ser un proceso que se desenvuelve en el tiempo, no se pretende dar cuenta de “etapas” cerradas, sino más bien centrarnos en las operaciones y procesos que los padres van pasando del rechazo hacia el momento actual, lo que implicará dar cuenta de algunas continuidades que se presentan, de reiteraciones o reapariciones que se van dando, junto a la emergencia de elementos nuevos o aspectos que se van dejando atrás. También es importante señalar que a diferencia de un estudio longitudinal que va mostrando el momento a momento, los participantes han narrado su experiencia y proceso retrospectivamente, dando una mirada desde el “aquí y ahora” hacia el “allá y entonces”, lo que les permite dar cuenta de elementos del “entonces” que se van comprendiendo en el ahora, configurando un relato que tiene saltos en el tiempo y no es necesariamente diacrónico o secuencial. De esta manera, los resultados que presentamos y su organización en los temas que siguen responden al intento de dar cuenta tanto del tránsito (básicamente diacrónico) central encontrado en la vivencia de los padres, como de los otros elementos significativos encontrados en el material de los participantes, y su interrelación. El rechazo inicial a ser padre Para la mayoría de los hombres participantes (7/8), el relato de la historia de su paternidad empezaba con una negativa. En sus palabras: “No tenía mayor expectativa o entusiasmo por tener hijos; o sea antes. Nunca me detuve a pensar, no estaba en mí, no era algo que lo pensara, que lo soñara” (Pablo, 38 años, padre de Lucía, de 1 año 4meses) “Desde fuera percibía que era… que iba a ser pues una cosa… que te va a cambiar la vida. Y que va a volverla un poco más reposada…. Y eso te llevaba a percibirla un poco como una amenaza” (Armando, 35 años, padre de Arantxa, de 2 años) “A mí lo de la paternidad nunca me lo planteé como proyecto de vida, es más, era algo hasta asumido, pensado y argumentado no tener hijos. Tanto es así que me quería hacer una vasectomía, ya había averiguado y todo” (Daniel, 30 años, padre de Tadeo de 2 años). “No me provocaba, no me nacía y no me imaginaba yo como papá; por más que mi pareja me decía todo lo contrario, no me imaginaba como papá… No estaba dentro del plan de vida para mí, no lo veía como que me hacía falta para el plan de hombre en que me quería convertir o llegar a ser, había otras posibilidades” (Manuel, 31 años, padre de Santiago de 2 años) En el caso de nuestros participantes encontramos la idea previa de paternidad en pugna manifiesta con los espacios y logros personales y profesionales; la representación de una futura paternidad como una disminución del tiempo para sí, como una amenaza para el ritmo de sus actividades y para los logros esperados para sí mismos, incluso en tensión con la idea de hombre que tenían para sí. ¿Cómo pasan entonces, de ese momento de estar tan situados en el “no quiero”, al ahora, en que son todos ellos padres presentes y comprometidos? Fue una pregunta que fue surgiendo durante la investigación y que fue haciéndose central en la misma. La aceptación de ser padres y el papel de la relación de pareja El momento en el que se da la decisión de tener el hijo, esta se da a manera de un “acepto” frente a la propuesta, presión o exigencia explícita de su pareja, y con ello frente a la puesta en juego de la continuidad de la relación. En esta situación, aceptan y luego deciden (7/8) con sus parejas empezar a buscar el embarazo o dejar las puertas abiertas para este. Fernando (34 años, padre de Matías de 2 años), resume este proceso: “Entonces, al principio yo era como que… “Noo”, hasta que un día ella me dijo “ya pues, ¿no?, tú dime: ¿sí o no?, para pensármelo yo también”. Fue súper directa: “El tiempo va pasando y creo que es el momento: Tú dime”. Y a veces los hombres necesitamos que nos la pongan así, dicotómico: “sí o no”. Entonces yo dije “ya”. Lo planificamos, nos fuimos de viaje a hacerlo y ya. Fue súper rápido. Entonces, 5 años de estar juntos más o menos… y así fue” Fernando (34 años, padre de Matías de 2 años) ¿Qué encontramos, en nuestros participantes, a la base de esta aceptación y de su participación en la decisión de tenerlo? El vínculo con la pareja; la valoración del mismo, y querer cuidar la permanencia de esta relación. Como vemos entonces, no es su deseo explícito del hijo el motor de esta decisión (salvo en un caso), ni tampoco el deseo explícito de ser padres, sino su motivación explícita estaría puesta en responder al deseo de la pareja (7/8). Durante el embarazo: soporte emocional a la pareja y provisión económica La aceptación de tener un hijo trae entonces como resultado para nuestros participantes el embarazo de sus parejas, y este la futura llegada del bebé. Su presencia y participación durante este tiempo preparatorio se da básicamente a través de dos vías: la principal (6/8) será a través del soporte a la pareja ahora embarazada, como nos cuenta Pablo: “Apoyo, básicamente apoyo porque a veces emocionalmente es medio inestable por el embarazo, entonces es estar ahí, no ocasionar ningún problema, solucionar todas las dudas y problemas que tuviera; que no fueron muchas en verdad., pero igual a veces se alteraba un poco y… nada, siempre aguantar”. La participación predominante es así a través de la pareja (6/8): cuidarla a ella, atenderla a ella; en lo que parece ser la continuidad de su aceptación del embarazo por ella. Se la estaría cuidando ahora también por ser ella la relación afectiva que importa en este momento y de la que ellos efectivamente se sienten parte, más que por ser una manera de entrar en relación con el bebé. La relación directa con el bebé en este momento aún no parece presentarse. La otra vía de participar que aparece en los padres es la provisión económica (4/8). Desde este rol tradicional se ubican para formar parte y preparar la llegada del bebé, como también parece ser una manera de lidiar con la ansiedad que el cambio comporta, cuando afectivamente aún no se sienten del todo implicados, como nos cuenta Fernando: “Plata. Mi presencia en el embarazo era hacer plata. Que me siga yendo bien, que la empresa siga creciendo. Así que yo sentía que todo estaba bien… Sobre todo porque no me involucraba. O sea, en lo sentimental no estaba de mi parte” Otra vía de participar durante este tiempo (1), es a través del propio cuerpo: “Yo viví un embarazo muy fuerte. A mí me pasó de todo y a ella nada. Me dio varicela dos semanas teniendo 30 años, entonces estuve casi al borde la clínica; se me movió una vértebra… yo tuve un accidente en la vértebra, se me movió y hacía ocho años que no se me movía. Estuve en cama como una semana sin poder moverme. Me dio influenza dos veces, o sea me pasó de todo” (Daniel) Estas intensas vivencias físicas son leídas por Daniel, en el ahora, como parte del procesamiento emocional que implicaba el convertirse en padre,: “Fue una limpia, fue también el proceso de equilibrio. Hubo dos luchas: la lucha de la mamá queriendo convertir al papá cuanto antes, y la lucha interna de aceptar que iba a renunciar a un montón de cosas por el momento en que yo vivía”. Vemos esta expresión física de Daniel como tramitación psíquica, “una lucha interna” entonces, frente a la ansiedad que el cambio comporta, tanto a nivel individual como de pareja. Con el nacimiento del bebé: El proceso de ir haciéndose lugar frente a la nueva diada. Los participantes se sienten emocionados al momento de tener ya a su bebé, sin embargo relatan varios de ellos (5/8) no terminar de sentirse padres aún en ese entonces. Así nos cuenta Fernando: “Los primeros 5 meses no sentía el amor de papá. Era un bultito de la mamá. Era como que lindo, pero no entendía bien cómo era” Parte de “no entender cómo era” refiere a lo difícil de ubicar su relación con el pequeño: “Cuando nació era un pequeño ser que solamente dormía, comía, hacía caca y nada más”, nos dice Pablo, mostrándonos entre líneas lo difícil que se hacía para los padres en este primer tiempo entablar una relación directa con este “bultito”, o “pequeño ser”, a quien se percibe, como vemos, afectivamente lejano. Ubican al bebé formando una unidad con la madre, y perciben su propia participación como periférica a esta unidad, donde es la mamá y no ellos quien tiene el papel protagónico, rompiéndose la simetría de la pareja. Como nos cuenta Alonso: “Es muy loco porque a veces se confundía un poquito con celos, pero siempre ha sido acompañar, ayudar, como te decía, yo me levantaba con ella para sacar al bebe y dárselo para que ella le dé de lactar y me quedaba sentado a su lado, si me hablaba o si cantaba o lo que sea, y de ahí lo echaba y nos echábamos los dos, y si es que ella quería algo, o si en algún momento ella quería que yo lo cargara, o sea era como que de hecho ella tenía el timón y conducía, por donde ella decía se iba, ¿no?”. (Alonso, 30 años, padre de Tiago, de 2 ) Su participación, periférica, continúa dándose a través de las dos vías anteriores instaladas en el embarazo, el soporte y la provisión. Continúan, como en el embarazo, acompañando a la mamá, sosteniéndola, pero esto ha tenido un giro pues la mamá es ahora la unidad mamá–bebé. Así, el levantarse y cargar al bebé cuando llora, pasárselo para que le dé de lactar o acompañarla mientras lo hace, como cuenta Alonso, son acciones que parecen tener el énfasis puesto en el acompañamiento a la mamá más que en ser una provisión de cuidado directa hacia el bebé o entablar la relación con él. Como se ve también en las palabras de Alonso, esta nueva configuración no deja de ser conflictiva para los padres, generando sentimientos de exclusión, donde encontrar el propio lugar para participar durante este tiempo no se hace sencillo. Su iniciativa en las formas de hacer con el bebé tiene difícilmente lugar, pues el cuidado del bebé es territorio de la madre, quien cuenta con la legitimación del entorno, mientras ellos no: “Todos piensan que ellas saben y que uno no, entonces uno lo va a hacer mal y ella bien, de entrada”, nos dice Armando. Esto es percibido para ellos como un doble discurso de lo que se espera respecto a su participación: “El doble discurso viene en que [la pareja] quiere que yo me involucre un montón, que sea casi un par, pero en la toma de decisiones no quiere tratarme como un par sino como un padre que no entiende a su hijo, que no está conectado de manera corpórea a su hijo”, nos cuenta Daniel. Constantino lo grafica en situaciones de cuidado cotidianas: “Por ejemplo el tema del baño a mí me causa hasta gracia: - “¿Vamos a bañar a Vicente?” Yo decía: -Mejor dime “llena la tina”, porque al final tú eres la que lo bañas” (Constantino, 32 años, padre de Vicente de 2) Esta percepción de descalificación hacia ellos genera desconfianza en sí mismos como padres (5/8), lo que interviene complicando su participación (tomando cierta distancia de las acciones de cuidado) y generando algunas tensiones en la relación de pareja (4/8), como da cuenta Alonso: “Al inicio me quitó la confianza el hecho de que Patricia tenía su manera de hacer las cosas pues, por lo mismo que ella pasaba mucho tiempo con él. Entonces llegaba ella, y había una cosa hecha al revés y era como que “inconcebible”, ¿no? Entonces siempre hemos tenido problemas con eso” El apelar a roles tradicionales como el de proveedor económico se vuelve en este contexto un lugar para participar que es más seguro, menos conflictivo. Es así que este rol de proveedor económico que viene desde el embarazo no sólo se mantiene vigente, sino se acentúa en esta etapa. Constantino ilustra esto: “Yo veía qué difícil es ubicarse en un rol de papá en estos espacios [del cuidado]. Yo me sentía cómodo como papá en el rol de proveedor. Salía de trabajar y sabía que tenía que ir a comprar pañales, qué cosas se necesitan más… Ahí me sentía como pez en el agua. El trato directo fue más complicado” El rol de proveedor y trabajador en el momento inicial es exclusividad de los padres; sin embargo esto deja de ser así en algunos casos cuando la madre se reincorpora el trabajo y la distribución de los tiempos de participación en el cuidado y de trabajo de cada uno se convierten en un tema a ser reacomodado y negociado por algunas parejas (4/8). Segunda etapa del bebé, momento clave del tránsito en su paternidad: El reconocimiento del hijo y el surgimiento del “papá” Luego de este primer momento de participación satelital alrededor de la unidad mamá-bebé, todos los padres (los 8) señalan un cambio, que ubican en un segundo momento, aunque con diferencias en el cuándo (inicio entre 4 a 6 meses, y durante segunda mitad del primer año), relacionado también a un cambio madurativo en el bebé, donde el bebé empieza a ser responsivo con el papá y se inicia la comunicación e interacción más directa entre ellos. Pablo relata este momento: “Cuando ya te reconoce: a los cuatro meses veía claramente como que ya me identificaba, pero no sé, serán olores o sonidos pero ya te buscaba, balbuceaba o señalaba, te seguía con la vista (...) Luego empieza la interacción, la comunicación con ella, cuando empezó a comunicarse… hasta hoy eso es algo nuevo todos los días” Este factor será crítico para el cambio en la relación de los padres con sus bebés: “Cuando me empezó a responder y a sonreír, ahí cambió: Ahí me di cuenta que era papá”, nos dice Marco. Relatan empezar a sentirse “papás” tras alguna escena o situaciones en las que identifican que han sido “reconocidos” por su bebé como alguien significativo, diferenciado, reconocidos como sus “papás”. Este momento de sentirse reconocidos, así como el cambio en la interacción que trae apareado, inician ya la relación directa entre el bebé y los padres más propiamente dicha. Este momento es además narrado por todos los padres participantes como un momento muy grato, muy valorado, remarcado afectivamente por ellos como un momento crítico en el vínculo, generador de apego mutuo, donde la relación se disfruta más. Pablo nos cuenta: “Todavía dormía en nuestro cuarto. Cuando ella se despertaba, a mí me despertaba, cuando me llamaba… “papá, papá”, y no paraba, hasta que yo me despierte. Y cuando yo me despierto me saluda, se ríe”. Las palabras de Pablo dan cuenta de la alegría de su hija en el encuentro con él, como también de lo gratificante que es para él el reconocimiento que ella hace de él como su “papá”, como alguien significativo para ella. A través del tono en el que los padres relatan estos momentos nos comunican la emoción con la que viven estas interacciones con su bebé. La relación con el hijo al segundo año: la entrada de los padres a la escena principal “Entonces si el primer año fue un año más de la mamá, al segundo año he entrado yo con todo”, nos dice Marco, expresando una percepción del conjunto de los padres, quienes ya en su segundo año de padres vivencian una relación directa con sus hijos ya establecida (los 8). Así, Alonso, nos dice: “…Yo siento que hace medio año he entrado bien a la vida de mi hijo, porque al comienzo solo quiere a su mamá, ¡es todo lo que necesita!: Es amor, comida, calor… también sonido, expresión, ternura, ¡es todo en una persona! Yo no tenía comida, no tengo la voz fina, en fin, cosas que a él tal vez lo hagan sentir mejor… Y sin duda eso cambia un poco al segundo año que él ya va creciendo un poco más” (Alonso, padre de Tiago, de 2 años) Estas palabras de Alonso, dan cuenta también de un cambio que se va dando en los padres mismos, de un inicio en el que no se sentían con el “equipamiento” necesario para la relación con el bebé (como sí la madre), y cómo empiezan a percibirse a sí mismos de diferente manera. Es decir, donde no sólo los niños “van creciendo”, sino ellos como padres también. Así, el cambio crítico que se inició durante la segunda mitad del primer año, parece consolidarse para todos ellos luego del año de su hijo(a). La relación ya directa ahora entre ellos y su pequeño(a) es lo que resaltan para ese momento como lo más importante, y esta reafirma su confianza como padres, como nos dice Manuel: “Estoy orgulloso de cómo me desenvuelvo como papá. Ya el simple hecho de poder pasar todo un día con él es bastante, cosa que mi papá nunca pudo hacer o que mi hermano no hace”. Y como nos confirma Marco, mostrándonos el significado emocional que va cobrando este proceso, “asentando” no sólo el vínculo sino a ellos como padres: “Y es genial ¿no? o cuando entro en la mañana y me dice: “Hola papito”, ¿no?, y pucha, me derrito. Eh… y siento también como te digo que es esta última etapa en la cual de hecho las cosas se han asentado mucho más y… tanto él como yo creo que nos sentimos lo suficientemente capaces de estar solos los dos ¿no?, que es algo que obviamente nos puso a prueba a ambos, pero que creo que hemos logrado”. Este “logro” de la relación con su hijo ha implicado acomodaciones en la relación con la pareja (los 8), pues han pasado de los celos y del estar fuera a sentirse incluidos ya en el grupo familiar, a tolerar mejor la relación del hijo con la madre y la posición periférica que aún a veces ellos siguen percibiendo pueden tener. A través de Fernando podemos ver este proceso de aceptación del nuevo lugar: “Me acuerdo un día exacto en el que me di cuenta que había dejado de reinar. Fue cuando yo había terminado un evento. Llegué a la casa para contarle a Laura todo lo chévere del evento, y no tenía capacidad para concentrarse en mí. ¡Le contaba y no pasaba nada! Ahí me di cuenta que ¡chucha!, claramente había llegado otro rey [su hijo nacido hacía días]. En ese momento se sintió raro, ¿no? Pero después de más de un año, yo soy parte de su séquito! (ríe)”. Así como se da una aceptación de una posición diferente a cuando se era pareja, la nueva relación directa ya lograda entre papá e hijo implica un despliegue de las propias maneras del padre de relacionarse y de encargarse de su hijo, y va apareciendo con ello un posicionamiento y auto-legitimación del padre, como respuesta a la exigencia de las madres de hacerlo a la manera de ellas, que era aceptada en el primer tiempo del bebé, pero ya no en este nuevo momento. Es decir, si al inicio de la vida del bebé ellas marcaban un poco la pauta de cómo se hacían las cosas con el bebé, “ellas estaban al timón”; ahora ellos empiezan también a “hacer valer sus propias formas”. Esto implica negociaciones, acuerdos, pedidos, hasta posiciones más frontales con la pareja. El relato de Alonso da cuenta de estos acomodamientos con la pareja: “Hasta ahora, “que oye que no sé qué”… Le digo: “bueno, cuando yo estoy con el bebe, yo hago las cosas que yo creo que están bien, si no puedes entender eso, estamos mal pues”. Lo estamos resolviendo así. Es que yo me puse a pensar y dije: “oye sabes qué, no estoy haciendo las cosas mal. O sea, que no las esté haciendo como tú no quiere decir que esté mal”. Y es un poco duro, pero es así. No te estoy hablando que uno es mejor y otro es peor, sino que nunca lo van a hacer igual, somos dos personas diferentes. (…) Entonces sí pues, se llega a ciertos acuerdos, ¿no? No es fácil, pero ahí vamos…” Como vemos, este posicionamiento va de la mano con la confianza en ellos mismos para la relación con su hijo, y esta confianza va unida a su percepción de que ellos como padres también le van dando al niño algo particular, diferente, y que a su vez es valorado por el niño, como veremos. Los disfrutes compartidos, las confirmaciones recibidas Los padres señalan disfrutar mucho de todas las acciones de sus hijos que implican interacción y comunicación directa con ellos. Esto lo vemos por ejemplo en el campo del juego compartido entre papá e hijo, que se configura de esta manera como un campo especialmente significativo para ellos, tanto por el placer mutuo encontrado ahí, como por ser un espacio que ellos perciben sus hijos disfrutan especialmente de realizar con ellos, sus padres, más que con sus madres. Lo cual nuevamente es confirmatorio para ellos. Como nos cuenta Constantino: “ Yo disfruto mucho con él jugando, mucho. De hecho jugar a lo que él quiera, porque me encanta tirarme al piso con él a jugar o pintar. Creo que el juego que el papá tiene con el hijo es totalmente distinto al de la mamá. Cuando los tres jugamos también la pasamos muy bien, pero en mi caso yo creo que yo sí soy más niño que Florencia. Florencia es más mamá. Entonces ahí es como que distinto, conmigo hay como una complicidad distinta con Vicente” Para Fernando también el espacio del juego es confirmatorio de la relación entre ambos: “Adoro jugar con Matías. Hay días que dejo de chambear por jugar con Matías. A mí siempre me ha gustado jugar… y siento que nos recontra conectamos. Eso para mí es, ahhhh, ¡fluidez creativa!…y que su mamá no puede, por ejemplo. O sea, intenta, pero es increíble porque Matías le dice “no mamá, estoy jugando con papá”. Entonces ahí nos conectamos mucho y es súper placentero”. Otras actividades o situaciones que los padres disfrutan con sus hijos son sacarlo a pasear al parque, crear cuentos juntos. También acciones que tienen que ver con el contacto: dormir con él, “abrazarlo, mmm, olerle su cuellito”. Así como Manuel nos cuenta el disfrute y placer con sólo presenciar su existencia y crecimiento: “Mirarlo, eso que estás así y te quedas mirándolo, y te vas alimentando del placer de que él esté ahí. Eso creo que es lo mejor: verlo… solo verlo desarrollarse”. En este sentido, los padres disfrutan de presenciar sus logros en términos de movimiento y desplazamiento, palabras nuevas, y sobre todo, las acciones referidas a la comunicación e interacción con ellos. Por otro lado, los padres mencionan otras acciones de sus hijos donde se perciben a sí mismos como referentes de seguridad para el niño, como situaciones en que son buscados por sus hijos para evitar situaciones de separación o en situaciones nuevas (“se abraza de mi pierna y me dice papá”), para ser calmados frente a un malestar, o como reencuentro alegre y confortante luego de una separación (“cuando la voy a recoger viene corriendo y salta donde mí”). Estas situaciones son narradas por los padres como confirmatorias del vínculo entre ellos y de lo significativo de su presencia como reaseguradora para el niño. Lo que a su vez se aprecia como reasegurador del vínculo con su hijo para ellos también. Acomodos internos: La revaloración de sus propios padres Los participantes, al dar cuenta de su paternidad, evocan a sus propios padres, aparecen recuerdos de sus padres, recuerdos de su infancia con ellos (6/8). Recuperan a sus padres a través de un proceso o secuencia que se inicial al recordar, un recordar muy cargado de afecto, la experiencia de haber sido cuidado por sus padres, valorar lo hecho por sus padres por ellos como niños, identificarse ahora con ellos y confirmarse a sí mismos como padres. En palabras de Marco: “Me acuerdo la mano de mi papá… ahora me acuerdo, o sea, veo la mano de mi papá ahorita y me acuerdo de cuando nos íbamos de paseo con mi hermano, los tres hombres, esa parte es increíble. O sea, te vuelves mejor hijo ¿no? Más agradecido” Estos recuerdos inician un proceso de comprensión, emocional y cognitivo, un proceso de empatía e identificación que genera nuevas miradas sobre sus padres: “Entiendes un montón de cosas mucho más, juzgas mucho menos. De hecho te cambia la manera de verlos [a los propios padres], ¿no”, nos dice Armando. Esta comprensión lleva a “reconciliarse” internamente con ellos: “A mí me ha conectado mucho con mi papá, tengo todo un rollo con mi papá. Me ha ayudado a comprender, a tolerar, a perdonar”, nos cuenta Daniel. Por su parte Pablo reflexiona sobre cómo la relación con un padre ausente (1), marca lo que no quiere sea su experiencia con su hija: “En verdad sí ha marcado: Fue un ejemplo de lo que no quiero que suceda con ella. Siempre tengo que estar a su lado”. En el caso de los otros padres (6/8) el evocar recuerdos de su padre cuidador les permite ir elaborando identificaciones con éste durante su paternidad, dando cuenta de que aquello que su padre hizo por él (“parar su propia vida para empezar la de otro”, en palabras de Fernando, ahora ellos lo están haciendo por su hijo, en un círculo benigno que trae gratitud, donde lo recibido en otro tiempo ahora se puede dar; mostrando el valor transgeneracional de los vínculos de afecto y cuidado. Las renuncias y lo ganado, un balance “en positivo” Al dar una mirada retrospectiva y reflexiva a su proceso de paternidad, cada uno formula de distinta manera y en sus términos, un balance de su experiencia. Cobra peso en este balance el reconocimiento del cambio experimentado y del impacto que esta experiencia ha traído en sus vidas. Esto conlleva el, reconocimiento de las “pérdidas” que la paternidad ha implicado: dejar actividades (deporte, actividades sociales y de placer), cambiar prioridades, manejarse de otras maneras, tomar decisiones económicas y laborales diferentes (horarios, elección de trabajos). Como nos cuenta Manuel: “No he hecho nada en mi vida que me haya cambiado tanto como ser papá. Ni siquiera estar con Laura me ha cambiado tanto: Dejé de salir. Dejé de viajar. Dejé de hacer un montón de cosas. Dejé de jugar tenis, yo jugaba todos los domingos, todo el día. Cosas que me apasionaban y he dejado de hacerlas completamente” Sin embargo lo que se veía como amenazante anticipatoriamente, al momento de vivirlo no es ya vivido de la misma manera. Implica pérdidas, sí, pena por lo perdido también, como reconocen los participantes; encontramos sentimientos ambivalentes frente a las pérdidas, con expresiones de deseo de ir recuperando algunos espacios propios, así como nostalgia por las identidades que se han dejado (y ya no se van a recuperar), y por los espacios que se han cedido, o que se extrañan. Sin embargo, frente a todo ello, las “ganancias” que la experiencia ha traído consigo hace que se considere, en el balance, a la experiencia con un resultado en positivo. De esta manera, lo brindado por la experiencia es reconocido en términos de mucho valor para ellos, y está en relación a: “sanar”, “ser mejor persona”, “crecer” , “ser mejor hijo”. Lo que los lleva a describir la paternidad, desde su vivencia, como una experiencia “dura” pero “genial”; “difícil” pero “increíble”. Vemos en todos nuestros participantes la predominancia de valoraciones positivas, sin dejar de reconocer lo que se ha perdido, siendo lo principal ganado para ellos la relación con sus hijos, la dimensión afectiva que este nuevo vínculo ha traído para ellos, que veremos como nuestro último resultado, que es también resultante de su experiencia de paternidad. El principal “resultado” de su paternidad a los dos años como padres: el descubrimiento del amor por su hijo y de un nuevo vínculo Los participantes mencionan todos, a su manera, el descubrimiento del amor por el hijo, como un sentimiento único no experimentado hasta el momento, inédito para ellos, sorprendente en tanto resaltan aquí lo mencionado al inicio, que ellos no se imaginaban que se encontrarían con esto en la paternidad; en este sentido se convierte en una sorpresa y lo vivencian como un descubrimiento. Encuentran entonces su capacidad de amar desplegándose con el otro, vivencialmente, y descubrir esta capacidad de amor implica una experiencia de crecimiento emocional incontrastable, que dejaremos en sus palabras por su elocuencia para describir lo experimentado: “Lo que más me sorprendió … era sentir el amor que puedes sentir por una persona de esa manera. O sea, no creo que exista un amor más grande que ese (…) Y es increíble, porque, te juro, tú te levantas y lo miras y a veces te dan ganas de llorar, o porque viene y te da un abrazo, ¿no? …Eso me parece lo más fuerte que he sentido” (Alonso) “Creo que lo más gratificante es el amor. Algo que a mí me impresiona es cómo se puede amar y de una manera tan distinta a un ser” (Manuel) “O sea, más allá de que si se parece a quién, o si hace el gestito que tú haces, o si tiene tu nariz o no sé qué, es la parte emocional, ¿no?, es ese sentimiento que es tan profundo. O sea, nunca sentí algo igual”. (Armando) “¿Si ha sido un cambio para mí?¡Ha sido un cambio absoluto! Me empecé a dar cuenta que uno puede dedicar su vida a las personas sin pedir nada a cambio. Porque cuando tú quieres a tu hijo, no quieres nada más que él esté bien. Nunca he sentido nada así… O sea, he sido voluntario varias veces, he hecho cosas altruistas, pero nunca con la dedicación, el amor, y la pasión, y el tiempo, porque puedes estar horas con él… Es un sentimiento que no sabía que existía”. (Fernando) “Es como un glutamato monosódico, es como un saborizante a la vida para mí mi hijo”. (Daniel) Estas palabras condensan un sentimiento experimentado por todos los padres participantes, reflejando el disfrute de su paternidad a pesar de las dificultades y la intensa experiencia de crecimiento emocional que la paternidad, como descubrimiento de este nuevo vínculo, está constituyendo para cada uno de ellos. Discusión En esta sección se comentan los resultados obtenidos, resaltando sus aspectos más significativos, planteando interrelaciones entre ellos y relacionándolos con la investigación y la literatura revisada sobre el tema, así como con las concepciones de la investigadora, en un intento por comprender y generar nuevas zonas de sentido a partir de lo encontrado. Respecto al rechazo inicial de ser padre Un resultado sorprendente en el acercamiento a las vivencias de los padres participantes fue su general negativa y rechazo inicial ante la idea de ser padre, y en algunos casos la decisión previa de no serlo. La paternidad no entraba en la idea de ser hombre que estaban construyendo para sí. Este resultado contrasta con lo encontrado por Fuller (2000) en hombres peruanos, en quienes la idea de ser padre se presentaba como importante para consolidar su “hombría”. Socioculturalmente esto parecería estar confirmando la idea de un tránsito en las representaciones de lo que “ser hombre” implica en algunos sectores, respecto a las representaciones tradicionales de hombre adulto/jefe de familia (Carvalho y Pereira, 2009; Teixeira y Nascimento, 2014). Sin embargo, no parecerían ir muy de la mano con las nuevas representaciones que plantean al hombre actual como un hombre “sensitivo” (Oiberman, 1998) que se representa la relación con los hijos y las relaciones de cuidado como un deseo, o correspondientes a un ideal de sí. Las representaciones previas en nuestros participantes parecen corresponder más bien a una imagen de hombre más independiente, autónomo, que maneja sus propios horarios, sus decisiones económicas y controla sus propios movimientos y acciones. La paternidad para los participantes en ese momento, aparece en oposición con esta representación de hombre autónomo y “exitoso”, y en oposición también con la de “hombre sensitivo”, confirmando más bien la persistencia del aspecto público sobre el doméstico primando en las valoraciones de los hombres (Fuller, 2000; Carvalho y Pereira, 2009; Teixeira y Nascimento, 2014). Este resultado confirmaría lo complejo de la experiencia de la masculinidad y sus múltiples tensiones, así como las diferentes, contradictorias, y cambiantes versiones respecto a la paternidad y a la masculinidad que se dan en los hombres (Lupton y Barclay, 1997; Fuller, 2000). En este grupo particular de hombres, en ese momento inicial la tensión parece resolverse para ellos dejando fuera la paternidad; no hay urgencia por vivir esa experiencia ni motivación para priorizarla sobre las otras expectativas en su construcción de hombre adulto. Un siguiente punto, mirando este rechazo luego de lo social hacia lo vincular, nos lleva a la importancia otorgada por los participantes al vínculo de pareja, al ser por el mantenimiento de éste que se decide la llegada del hijo, apareciendo de esta manera la relación de pareja como un elemento intermediario necesario en la relación de estos hombres con el hijo venidero y con ello, para su transformación en padres. Este resultado corroboraría lo encontrado por Marcos (2011) en padres adolescentes limeños, en quienes el compromiso con sus hijos abarca también el compromiso con sus parejas; y lo encontrado por Fuller (2000) respecto a la importancia de la pareja para la decisión de tener o no un hijo y para la continuidad de la relación del padre con sus hijos, en tanto frente a separaciones y divorcios, la relación del padre con los hijos se debilita. Este resultado visibiliza y releva el lugar de la relación de pareja para la paternidad y la relación con los hijos. Se considera importante investigar cómo están siendo estas relaciones de pareja para los hombres, y cómo así la pareja puede llegar a ser (o no) un referente emocional tan significativo. Entrando a la dimensión más subjetiva, más allá de lo manifestado en términos de tiempos, actividades y logros, nos preguntamos dónde se funda internamente este rechazo a la idea de convertirse en padres. ¿Qué aspectos del vínculo fantaseado con el hijo, con la pareja o consigo mismo estarían a la base de esta puesta a distancia de la paternidad? Planteamos que a la base podrían encontrarse diversos temores, emergidos entre líneas en el discurso de los ladres: Un temor a un vínculo de dependencia se podría pensar respecto a la pérdida del manejo de los tiempos y del control de las propias actividades señalado por los participantes. Relación de la que el hombre se ha tenido que desmarcar y diferenciar para construir su subjetividad y masculinidad, con los logros a nivel de autonomía e independencia conquistadas y tan valoradas en éstas, según las teorías de género. O quizás un temor a ser “responsable” de otro, y de lo que esto exige en términos de crecimiento personal, profesional y económico, que mencionaban los padres. Este temor a crecer podría estar en relación a ponerse en una posición de competencia con los propios padres, y cambiar la posición de hijo por la de padre, en ese sentido ¿se estaría buscando posponer la renuncia a una posición más infantil por una más adulta? Esto lo planteamos a partir de las respuestas manifestadas por algunos participantes respecto a la exigencia autoimpuesta de igualar la posición de sus padres. El posible temor a “crecer”, reconocido así en algunos de nuestros participantes, ¿podría estar relacionado también con un temor a envejecer y entrar en una vida “reposada”, como un equivalente a cerrar la juventud y los placeres asociados a esta, como parece ser de alguna manera reconocido por ellos al nombrar las “pérdidas” que traería la paternidad? Más que respuestas, queremos dejar planteadas estas preguntas, así como la idea de un siguiente acercamiento que pueda recoger los aspectos más inconscientes de esta negativa para una comprensión más profunda de la misma. Sobre la importancia del reconocimiento del otro para construirse como padre Queremos comentar el difícil proceso vivido por los padres para ubicarse como par con la madre en el cuidado y la relación con el hijo, con un status equivalente al de ella, cuando tanto desde el entorno social extendido como desde la misma pareja se ha naturalizado el cuidado del bebé como un espacio de la mujer madre, y desde esa naturalización se descalifica la participación del padre; recibiendo éste un discurso general de la madre sabe y el padre no, que genera desconfianza en sus propias formas de hacer como padre y en sí mismo como tal; discurso que no sólo contribuye a mantener las desigualdades de género (Teixeira y Nascimento, 2014; Lupton y Barclay, 1997), sino que excluye y aleja a los hombres padres, sobre todo al inicio, de su paternidad. Esto va en la línea de los hallazgos de Krob, Piccinini y Silva (2009), quienes encuentran que la inseguridad de los padres en sí mismos se convierte en un factor que bloquea su implicación, y cuando a esto se suma desaprobación o poco incentivo para su participación se genera un retiro hacia roles más tradicionales, o hacia posiciones más distantes en la relación. Este resultado lleva a pensar así en los padres “renunciadores” (Raphael Leff, 1995), que desde el embarazo o durante el cuidado del niño se repliegan; los “padres faltantes” que retiran su presencia emocional (Varela, 2000); o los padres ausentes, modelo muy “presente” en las familias de nuestro país (Fuller, 2000; INEI, 2014). Lo que lleva a reflexionar cómo este “doble discurso” que los padres encuentran, que desde lo manifiesto busca su inclusión pero en la práctica la descalifica, toma lugar en estas renuncias, distancias y ausencias. Y lleva también a la pregunta de cómo en algunos otros casos, a pesar de la presencia de este discurso general de descalificación, los hombres logran estar presentes y convertirse en padres “participadores” (Raphael Leff, 1995), como se ha dado con los padres de este estudio. Como se ha señalado, este proceso les tomó tiempo y diversos acomodos, ameritando su deconstrucción aquí para comprender qué elementos fueron importantes para sostener su empoderamiento y participación. Marks (2002) menciona la importancia que tiene para el padre recibir la legitimación de la madre, que esta le pueda dar su “permiso” para entrar en la relación directa con el bebé. En el caso de los participantes, a pesar de las dificultades que esto implicó en cada caso, se pudieron dar los acomodos en las parejas que permitieran compartir el cuidado del bebé y la relación con éste. Esto correspondería con lo planteado por Lee (2010) quien encuentra que los hombres que se sentían apoyados no sólo se ocupaban más de sus hijos, sino que se sentían más satisfechos con ser padres, y los padres cuya pareja continuamente desaprobaba su manera de ocuparse de los hijos tenían la tendencia a retirarse de las actividades relacionadas a su cuidado. Lee (2010) sostiene que si se busca que los padres participen más con sus hijos, estos deben contar con mayores ocasiones de ser los encargados de los niños, así como las mujeres madres deben resistirse de decirles cómo ser y qué hacer como padres (Lee, 2010, p.11). Esto coincide con lo encontrado por Madsen, Lind y Munck (2007), quienes sugieren que los hombres desarrollan sus capacidades paternas a través de la relación con sus esposas y del contacto con sus hijos. Lo mismo es corroborado por Krob et al. (2009), quienes encuentran como padres primerizos más participadores a aquellos que sentían la aprobación y apoyo de sus parejas y se sentían también respondidos por el bebé, mientras que los padres que se relegaban y expresaban desconfianza en sus propias maneras eran los que no contaban con este apoyo, los que eran objetados por sus parejas, o sus parejas eran las encargadas de las tareas de cuidado sin dar mayor lugar a su participación en éstas. En este sentido, un hallazgo central en nuestros participantes es el valor crítico que tiene en su proceso de afirmación como padres el ser reconocidos por su hijo, la “adopción” hecha por el bebé de su padre, siendo a partir de ese momento que manifiestan sentirse “papás”. Reconfirmados como tales, pueden ya reclamar la legitimación de sus formas de hacer y sus iniciativas con su hijo a la madre y al entorno. Los padres logran posicionarse como padres entonces, cuando se sienten ya reconocidos como tales por su hijo y legitimados frente a sí mismos y a los otros a través de este reconocimiento. Esto correspondería con la definición de padre de Varela (2000) que incluye el “ser investido por el niño como tal”, así como el planteamiento de Volnovich (2000) de la paternidad como resultado de una interacción. Se plantea entonces, en la línea de estos autores, la importancia de incorporar esta dimensión del reconocimiento del propio hijo a las definiciones de paternidad, y con ello incorporar la dimensión relacional e intersubjetiva que la paternidad conlleva. Con relación a la dificultad que trae posicionarse como padre presente y cuidador, se encontró asimismo el retorno hacia roles masculinos tradicionales, como el rol de proveedor, como un lugar seguro de afirmación dentro de la escena familiar, una participación exenta de cuestionamientos, como sí la tiene la relación directa con el bebé. Esto coincide con lo encontrado por Pohlman en 2005, quien muestra que en el trabajo fuera del hogar los hombres se sienten más “expertos” que en las actividades de paternaje, razón por la que sigue siendo un espacio valorado y priorizado (En Carvalho y Pereira, 2009). Coincide también por lo encontrado por Krob et al. (2009), en cuanto los roles tradicionales serían en ocasiones una salida, un alejamiento de los padres de su participación en el cuidado del niño frente a sus dificultades, principalmente frente a la ausencia de aprobación o de respuesta positiva en los otros. En nuestros participantes se encontró entonces apertura en la pareja para su participación, reconocimiento de su bebé como papá, y una poco a poco ganada confianza en sí mismos por la repetición de las tareas directas de cuidado, así como un sólido vínculo previo de pareja que les permite reclamar y se muestra capaz de sostener las tensiones que esto puede producir. Consideramos que estos elementos relacionales han sido centrales para ir permitiendo en ellos su progresivo posicionamiento, y construcción como padres, lo que coincide con lo planteado por Krob et al. (2009) como “factores facilitadores de la interacción” que serían: la aprobación de la pareja, la identificación con el propio padre (que veremos más adelante), y la reciprocidad y responsividad del propio bebé; lo que se confirma en lo encontrado en los padres de nuestro estudio. Queremos relevar entonces el lugar que en este proceso de hacerse padre ocupa el otro: la importancia de la mirada del otro, su legitimación y reconocimiento, es decir lo crítico que muestra ser esta mediación del otro para afirmar sus propios procesos como padre, como lo fue ya desde un inicio para la decisión de ser padre. Es así que lo encontrado en nuestro acercamiento va configurando a la paternidad como un proceso que implica la participación de varios. Lo que deja abierta la interrogante también sobre los padres que se alejan o no llegan a hacerse padres, y lo que sucede cuando estos elementos que hemos ido mencionando no se presentan acompañando al padre. Los acomodos internos para su participación En cuanto a los sentimientos de exclusión del padre al momento de pasar de ser miembros protagónicos de una pareja, a una configuración nueva, con un nuevo “par” (madre-bebé) del que ellos quedan fuera o con una presencia satelital; se muestra una progresiva transformación de estos afectos, para ir abriendo paso poco a poco a sentirse incluido, tolerar mejor la existencia de la relación madre-bebé y el quedar parcialmente fuera de ella; aceptando las diferencias del vínculo que tiene el niño con su madre y el que se va construyendo poco a poco con ellos. Este proceso tomó a los participantes más de un año cronológico, desde el embarazo y durante el primer año de vida del niño, sintiendo que es recién al segundo año que ellos “ingresan” a ser parte de la vida de su hijo ya con derecho propio, según encontramos. La esforzada acomodación de las relaciones externas para ir sintiéndose parte de la escena que hemos venido viendo (a través de las confirmaciones de su pareja, de su propio hijo y de su experiencia ganada); va unida a acomodaciones internas que los padres también han realizado para lograr su inclusión en lugar de efectuar una posible retirada que deje a madre e hijo en un vínculo de dos. Así, se encuentra una reacomodación interna de sus propias relaciones tempranas, lo que se ve a través de los recuerdos que emergen en los participantes de su propia infancia bajo el cuidado de sus padres; y por el reacomodo en las relaciones actuales con sus propios padres, lo cual corrobora lo señalado en la introducción sobre la reactivación de los sentimientos y experiencias infantiles que torna a esta etapa del inicio de la paternidad como un momento sensible, a la vez que le otorga al padre cierta plasticidad y posibilidad de reelaboración y novedad (Raphael Leff, 1995). Hemos encontrado cómo esta “vuelta atrás” fortalece, desde una dimensión más interna para nuestros participantes no sólo su relación con sus propios padres, sino con sus hijos y con ellos mismos como padres a través de la confianza en sus propias capacidades por identificación con el aspecto cuidador y amoroso de sus progenitores; corroborando lo señalado por Krob et. al (2009) respecto a la experiencia y posibilidad de los padres de recurrir a las identificaciones con sus propios “buenos” padres como relacionado a mayor participación e interacción con sus hijos. Corrobora también la dimensión transgeneracional de los vínculos de cuidado. Otro elemento importante para los padres en el proceso por el que van logrando sentirse parte y tolerando ser parte de diferente manera que la madre, es ir encontrando y confirmando progresivamente espacios en los que ellos pueden ir formando “par” con su hijo, fortaleciendo la relación directa con éste. Un espacio privilegiado para ello lo encuentran en el juego compartido, con el goce y disfrute que este espacio brinda. De ahí el especial valor otorgado a esta actividad compartida con su hijo, en la que además –como veíamos en la sección anterior- se sienten más afirmados que la madre. Esta percepción de los padres iría en la línea de los hallazgos de Biehle y Mickelson (2012), quienes encuentran el juego como un espacio compartido más por los niños con los padres que con las madres; así como de los hallazgos de Krob et al. (2009), quienes encuentran que los padres disfrutan mucho más de las relaciones de juego y de movimiento con sus hijos casi desde el inicio (desde recién nacidos), con juegos en un principio físicos y de movimiento diferentes a los de la madre, registrando los padres atentamente las respuestas de gusto de sus hijos ante estos juegos. Este resultado tendría correspondencia también con lo mencionado por Teixeira y Nascimento (2014) respecto a la importancia del placer para el padre en las actividades compartidas con su hijo, y de Krob et al. (2009), quienes señalan el aspecto interactivo de la relación con el hijo como más gratificante que las tareas de cuidado del niño para los padres, lo que se confirmaría en nuestros participantes quienes resaltan el juego y la interacción como los espacios más valorados y afectivamente más significativos. En ese sentido, para los padres participantes no sólo es importante el placer con el que experimentan estas actividades, sino, según encontramos, les es confirmatorio el placer que encuentran en sus hijos al compartir estas actividades con ellos. Se continúa así en este nuevo escenario del juego la línea del hallazgo central respecto a la importancia de las confirmaciones del otro para el reaseguramiento del padre. El amor y el vínculo con el hijo: descubrimiento y construcción El “producto” encontrado por los padres en su proceso de paternidad, a sus dos años como padres es la vivencia de una relación nueva, de un vínculo hasta entonces desconocido para ellos, y con este vínculo su “descubrimiento” del amor de padre, que no solo implica descubrir un inimaginado amor por su hijo, sino su propia -e inimaginada también- capacidad de amar. Es importante resaltar aquí el fuerte componente emocional que tiene entonces para los padres participantes este “descubrimiento”. Para los padres es percibido como un “descubrimiento”, con sorpresa, lo que consideramos sería también una construcción. Es decir, los padres crean y producen esta relación con su hijo, fruto de su sostenida presencia y de la interrelación con los otros, como hemos venido viendo, en este proceso. Es decir, se plantea aquí desde los resultados encontrados, a la paternidad como una construcción compartida, relacional e intersubjetiva. Una creación compartida. En el caso de nuestros participantes la construcción de la paternidad se da, como hemos visto, con sus parejas en primera instancia, cuyo reconocimiento y confirmación es de mucha significación para ellos desde el inicio de su paternidad; y con su hijo, quien al reconocerlo como padre en la interacción directa con él (interacción que es a su vez un proceso que van co-construyendo, y que se va logrando y consolidando en conjunto) toma un lugar central en la inscripción de los padres como tales. En su construcción como padres, los participantes recurren también, como veíamos, a sus propios padres, tempranos y actuales, con los cuales identificarse. Así, en un intenso trabajo y proceso emocional tanto interno como acompañado por estos otros significativos y en interacción con ellos, los padres se van, progresivamente, construyendo como padres y van construyendo de esta manera el nuevo vínculo que “descubren” con sus hijos. Este descubrimiento del sentimiento de amor como resultante de su primer tiempo de paternidad da cuenta de su vivencia de la paternidad como un proceso de alto impacto emocional para los padres, en un momento en el que ambos se encuentran muy permeables al ingreso del otro (segundo año), lo que se une a una fuerte motivación de “hacer las cosas bien” como padres con sus hijos; donde esta resultante, el “amor” por su hijo se torna un “insumo” importante para la construcción de su paternidad y, planteamos, para la continuidad de la relación. Esta experiencia de crecimiento emocional para los padres participantes, donde se descubren disfrutando de la paternidad y del vínculo (intenso emocionalmente) que han construido con sus hijos, no niega las pérdidas que la paternidad también puede representar y los cambios que les ha generado, en una visión más realista y no sin ambivalencias de la experiencia, a diferencia de los adolescentes de Marcos (2011), quienes presentan una visión más idealizada de la paternidad que les dificulta considerar las dificultades por venir. Sin embargo, a pesar de las ambivalencias que los participantes no dejan de expresar, en su balance se reafirma el disfrute de la paternidad como una experiencia de intenso crecimiento emocional y personal para ellos, que muestra como producto el nuevo vínculo de amor con sus hijos. Los padres y “la nueva paternidad” Si bien la paternidad para nuestros participantes ha sido un proceso de construcción con otros, e inserto en una trama social; las continuas negociaciones y acomodos también se presentan consigo mismo, internamente; negociaciones entre sus propias búsquedas y priorizaciones, en el intento de satisfacer diferentes aspectos del desarrollo personal, y diferentes demandas simultáneas importantes para sí, mostrando que no estamos aún en una etapa de definiciones y representaciones “puras” de lo que es el “nuevo hombre/ nuevo padre”, sino que estos están en tránsito, en acomodos, en negociaciones particulares y aterrizadas en el caso a caso, vividas y “resueltas” no sin conflicto, con el otro y dentro de uno mismo, entrelazados en la relación de pareja y en la relación también con los roles esperados, las expectativas sociales y la manera de cumplirlos, generando exigencias en tensión y por momentos contradictorias para los hombres (y sus parejas), lo que consideramos continúa fundamentando la necesidad de ahondar la investigación en este campo, y en la interrelación entre la dimensión sociocultural y la dimensión más personal de estas vivencias. Encontramos así aspectos contradictorios y tensiones que los padres continuamente están buscando resolver, donde aparecen en coexistencia aspectos de “nueva paternidad” con aspectos tradicionales, coincidiendo este resultado con lo ya planteado por algunos autores (Singleton, 2004; Teixeira y Nascimento, 2014). Sin embargo, Teixeira y Nascimento (2014) formulan esta vivencia como sin conflicto para los padres, quienes insertarían las contradicciones de la paternidad dentro de las contradicciones relacionadas al ser hombre, las que no generarían conflicto de pareja. Nuestros resultados contrastan con estos planteamientos, presentando los participantes vivenciar conflicto y tensión, que logran ir resolviendo como tarea continua. Los resultados confirmarían entonces la línea planteada de la paternidad (y la nueva paternidad) como un fenómeno en tránsito, en construcción, no siendo posible hablar de la paternidad como identidades fijas, sino móviles y cambiantes (Lupton y Barclay, 1997), tal es así que en el caso de nuestros participantes sus representaciones y vivencias de “hombre” y de “padre” dos años atrás no son iguales a las actuales, variando en el mismo sujeto. Nuestros resultados confirmarían el planteamiento de Carvalho y Pereira (2009) que mencionan que la “nueva paternidad” que se encuentra en las formulaciones, en las prácticas no se encuentra igual. En ese sentido, en esta investigación hemos encontrado hombres que están construyendo su paternidad en el día a día, junto a sus parejas y sus hijos, ubicados en un entorno más amplio que también presenta contradicciones. Todo ello en movimiento y desarrollo, con tensiones propias de ese crecimiento, que se van resolviendo con acomodos (tanto internos como externos) diferentes entre cada padre y su entorno social. De esta manera, se ha intentado dar cuenta en esta sección de los procesos llevados a cabo por el padre para resolver las dificultades y exigencias que se iban presentando durante su paternidad, así como los recursos y gratificaciones que iban encontrando y desplegando en este proceso. Es así que en cada momento hemos podido ir viendo la posibilidad de tomar distancia o renunciar frente a las dificultades, o por el contrario, emprender “el trabajo” de acomodación relacional, emocional, e interno para estar presentes y formar parte de las vidas de sus hijos e incluir a sus hijos en las suyas, con las exigencias y acomodos que esto ha ido representando, como han ido haciendo los padres participantes. Este proceso de construcción como padres ha sido entonces un trabajo conjunto, no sin tensiones, llevando a cabo acuerdos, negociaciones, acomodos, cambios; cediendo, exigiendo, aprendiendo, y en cada momento construyéndose en la relación con el otro. Alcances y límites de nuestro estudio: Necesidad de ampliar las investigaciones y acciones sobre la paternidad en nuestro país El acercamiento realizado a los padres participantes a través de esta investigación ha sido fructífero, permitiéndonos conocer de cerca, como era su objetivo, sus vivencias, sus dificultades, sus descubrimientos en el proceso de su construcción como padres y el intenso crecimiento personal y emocional producido en ellos como parte del proceso. Sin embargo, nuestro estudio ha constituido un acercamiento a un grupo pequeño de padres con condiciones favorables para su despliegue, que deja sin embargo varios aspectos por seguir indagando, y sostenemos así que sería no sólo importante sino necesario extender los alcances de la investigación en paternidad en nuestro medio, tanto a las diferentes etapas de la paternidad, como, sobre todo, a las diferentes experiencias y necesidades de la paternidad en nuestro país, considerando la complejidad y diversidad de la experiencia, y por tanto lo delicado de la transposición de las vivencias de unos a otros, no sólo por la variabilidad grupo a grupo sino por lo complejo de la experiencia para cada uno, que si bien intersectada en lo social, su resolución es en varios sentidos única e intersubjetiva, por tanto también difícil de acceder sino desde un acercamiento a las vivencias de los hombres padres, que creemos esta investigación ha tenido como alcance: el haber podido acceder a esta dimensión más subjetiva de la construcción de su paternidad para este grupo pequeño de participantes. Generar zonas de sentido a partir de los sentidos encontrados: Otro alcance es que a partir de las compresiones de este pequeño grupo, se ha podido pensar las dificultades que podrían vivir otros padres frente a semejantes o diferentes condiciones de nuestros padres participantes, así pensar la relación entre reconocimiento/valoración y participación, por ejemplo; como intentar comprender no sólo los recursos para la paternidad con los que cuentan estos padres, sino las dificultades que se presentan y poder reflexionar a partir de ello en las situaciones en las que no se cuenta con tales recursos para hacerles frente. Sin embargo para conocer de cerca esas vivencias y dificultades, cómo lidian los padres con ellas en un contexto diferente, se hace necesario continuar y extender la investigación en el tema en nuestro país, y conocer la diversidad de dificultades y recursos para la paternidad que los padres de diferentes contextos experimentan. Otro alcance de nuestra investigación lo constituyó el mismo ejercicio reflexivo que la conversación constituyó para los participantes. Hablar sobre su paternidad constituyó ocasión de reflexionar retrospectivamente sobre las vivencias y sentimientos que habían ido viviendo en su proceso de paternidad, los que en su momento había sido complicado reconocer e ir comprendiendo. Al respecto, y como derivado de la investigación, se plantea como un desafío poder implementar formas de acompañamiento a los padres en estos primeros momentos, y así poder escuchar las dificultades y atender las necesidades que se puedan presentar, coincidiendo con otros investigadores que han señalado la importancia de esta tarea (Oiberman, 1998; Krob et al., 2009). Asimismo, dado el potencial crecimiento personal que la paternidad implica no sólo para los padres, sino también por su posibilidad de ir generando nuevas relaciones de los hombres con los niños y con las mujeres; a la par de considerar las dificultades y fragilidades que el proceso de construcción de la paternidad implica, se plantea para los profesionales de la Psicología el reto de desplegar tanto mayor investigación como mayores acciones para acompañar los diferentes procesos de crecimiento y construcción de los hombres como padres. Se considera relevante así continuar el acercamiento al variado y complejo universo de los padres hombres y sus vivencias, no sólo por sus alcances para el conocimiento y la comprensión del tema, sino también para la subsiguiente implementación de acciones y estrategias de promoción, prevención y atención por un lado, y por otro para trabajar en la búsqueda de incorporar el tema en la agenda social, y trabajar en la línea de incidir en políticas públicas que favorezcan la construcción de la paternidad en nuestro país. . Referencias Banister, P., Burman, E., Parker, I., Taylor, M. & Tindall, C. (1994). Qualitative methods in psychology: A research guide. Buckingham: Open University Press. Biehle, S., Mickelson, C. (2012). First-Time Parents’ Expectations About the Division of Childcare and Play. En: Journal of Family Psychology , Vol. 26, No 1, 36–45. Braun, V., Clarke, V. (2006). Using thematic analysis in psychology. En: Qualitative Research in Psychology, 3, p. 77-101. 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