ESCUELA DE POSGRADO UN EXPLORADOR DISTINTO: LOS SENTIDOS DE LA METÁFORA DEL ARQUEÓLOGO A LO LARGO DE LA OBRA DE FREUD Tesis para optar por el título de Magíster en Estudios Teóricos en Psicoanálisis que presenta: Adela Escardó de la Fuente Asesora: Carla Mantilla Miembros del Jurado: Max Hernández Marcos Herrera LIMA - 2010 a Pancho. a Paula y a Aranza. a las palabras, compañeras de todo tipo de juegos y entreveros AGRADECIMIENTOS A Carla Mantilla por su entusiasmo y compromiso para asesorarme en este trabajo; A Francisco Otero por nuestras conversaciones sin fin. RESUMEN A propósito del valor de las metáforas, se analiza la metáfora del arqueólogo en la obra de Freud. Dicha metáfora condensa elementos psicoanalíticos esenciales: la concepción de la temporalidad y la perspectiva del explorador psicoanalítico, a partir de la evolución de las dos tópicas. Distinguiéndose del objeto arqueológico, el psicoanálisis trabaja con un objeto vivo, lo que propicia una labor analítica de construcción, punto que ha sido profundizado por la clínica posfreudiana. Se revisan las dos tópicas y sus implicancias para el cambio de perspectiva desde el punto de vista del investigador psicoanalítico. Palabras clave: metáforas, psicoanálisis, metáfora del arqueólogo de Freud, psicoanálisis, temporalidad, investigador psicoanalítico, aprés coup, Nachträchlichkeit, represión. ABSTRACT This paper considers the value of metaphors, and analyzes Freud´s archaeology metaphor in depth. The archaeological metaphor condenses psychoanalytical fundamentals: i.e., the idea of temporality and the psychoanalytical explorer´s perspective from the viewpoint of both topographical and structural theories. In contrast with the object in archaeology, psychoanalysis works with a live object. In itself this promotes the analytic task of construction and has been taken up by postfreudians. Both Freudian mental apparatus theories are discussed as well as their implicancies for the change of perspective from the psychoanalytic researcher point of view. Key words: metaphor, psychoanalysis, Freud´s archaeology metaphor, psychic temporality, psychoanalytical investigator, après coup, Nachträchlichkeit, repression. TABLA DE CONTENIDO INTRODUCCIÓN i CAPÍTULO I: Las metáforas 5 1.1 Valor de las metáforas 5 1.2 Freud y las metáforas. El uso de las metáforas en psicoanálisis. 6 1.3 Menciones de la metáfora del arqueólogo en la obra de Freud 10 1.3.1 Críticas a la metáfora del arqueólogo 19 CAPÍTUL0 II: Análisis de la metáfora del arqueólogo en la obra de Freud 23 2.1 La temporalidad 24 2.2 El investigador psicoanalítico explora y se explora 28 2.3 El segundo modelo de Freud y los cambios para el analista 34 Conclusiones 38 Referencias 41 i INTRODUCCIÓN Sigmund Freud se valió de muchas metáforas como una forma de hacer su obra accesible, de dar a conocer conceptos complejos y avanzar su teoría. Una de tales metáforas es la del arqueólogo, que aparece mencionada especialmente en el "Análisis Fragmentario de una Histeria", en su famoso caso Dora (Freud, 1905) y de manera somera en otros textos anteriores, para luego desaparecer o permanecer oculta pero siempre presente en su pensamiento hasta el final de su obra. En 1937 vuelve a mencionarla en detalle en "Construcciones en Psicoanálisis". En este trabajo pretendemos analizar algunos aspectos que dicha metáfora condensa, esenciales al psicoanálisis: de un lado la concepción de una temporalidad discontínua y del otro, la perspectiva del explorador psicoanalítico, focalizado tanto en sí mismo como parte de su objeto de estudio como en su paciente. En contraste con el objeto arqueológico, el psicoanálisis trabaja con un objeto vivo, lo que propicia una labor analítica de construcción, punto que ha sido recogido y profundizado por la clínica posfreudiana. Realizaremos este estudio a través de la revisión de las dos tópicas y sus implicancias para el cambio de perspectiva desde el punto de vista del investigador psicoanalítico. El tema resulta de interés pues muestra un detalle que articula elementos biográficos de su autor con otros de importancia clínica y teórica en el psicoanálisis. La teoría de la represión que sirve de eje articulador de la primera tópica calza con una mente comprendida como un estratificado de capas, donde lo reprimido, separado de la conciencia, expulsado y olvidado, se presta a la imagen que Freud tenía a la época de la labor del arqueólogo, un científico que trabaja con restos donde los tiempos se encuentran superpuestos. Esta imagen de los tiempos no dados en forma lineal, sino engranados también se advierte en la teoría de la sexualidad freudiana con sus fases de desarrollo libidinal coexistentes, tal como consta en el texto principal, "Tres Ensayos de Teoría Sexual" de 1905. La teoría del trauma infantil y el concepto del llamado aprés coup participan de esta concepción tan particular de temporalidad en el psicoanálisis. En esta primera época, correspondiente a las elaboraciones teóricas previas a 1920, vemos a un Freud influido por la corriente fisicalista, donde la figura del arqueólogo se visualiza como la de un científico que estudia rigurosamente un objeto antiguo que ha sufrido los avatares del tiempo, que ha sido olvidado y destruido. Freud coloca dichas cualidades lado a lado del objeto de estudio del psicoanálisis: la mente humana en condiciones de neurosis donde subsisten restos del pasado que deben ser descubiertos. ii La segunda tópica, claramente diferenciada en la teoría freudiana, cuya frontera la marca el trabajo "Más allá del Principio del Placer" de 1920 muestra una mente bastante más compleja que aquella de sus primeras elaboraciones. Conocedor de los límites de su primera tópica, Freud anunciaba que aquellos desarrollos solo servían para tratar las neurosis, y que apremiaba continuar desarrollando la teoría. Los hechos clínicos le fueron marcando el paso, entre ellos, la presencia de pacientes que no desarrollaban lo que se entiende por transferencia neurótica (Freud, 1914), por lo que el método psicoanalítico parecía no alcanzarlos. Ahondando en sus estudios sobre la transferencia (Freud, 1912, 1914, 1915-1916) y sobre la compulsión a la repetición, entre otros, propuso una segunda teoría pulsional en la que las pulsiones de vida y ligadura se oponían a las de muerte y desligadura. Así también el cambio de modelo de mente del modelo topológico (de la primera tópica) al estructural, le permitió pensar en un Yo reprimido lado a lado de un Yo sin reprimir, así como postular la existencia de un aspecto heredero de la reglamentación paterna llamado Superyó. Tal conformación de la psiquis que constituye el eje central de su segunda tópica no contempló ya la represión como protagónica. Con el segundo modelo mental era posible pensar en cuadros de psicopatología más severos, en los cuales el mecanismo de defensa principal sería la escisión (Freud, 1938). Dicha teorización permitió tender líneas de desarrollo en el futuro psicoanalítico, en el cual se profundizó en el estudio de psicopatologías no tanto de conflicto, como de déficit, de vacíos mentales (Lutenberg, 2007) que haría necesario no solo reconstruir sino construir. Para hablar en términos familiares a la metáfora del arqueólogo, es lo que permite al psicoanalista trabajar con un objeto vivo y por ende pensar en construir, tal como Freud lo señala en su texto de Construcciones de 1937. La primera noción mecanicista del aparato psíquico--típicamente reflejada en la metáfora hidráulica de la mente--ilustra la avidez de Freud por lograr aceptación dentro de la comunidad científica. Nuestra mirada en este trabajo se centrará en la psicopatología, que aunque el interés de Freud no se limitó a ella, diríamos que goza de un lugar preferente. Posiblemente el lector al que Freud dirige muchos de sus escritos es un público culto, escéptico, tal vez conformado por la comunidad médica, resistente a recibir las ideas incómodas y revolucionarias que Freud buscaba transmitir. Es de suponer que ello correspondía con la lucha interior del propio Freud, torturado por sus propios aspectos conservadores y de los que aspiraba librarse. Su obra da testimonio de una decidida, emprendedora y por momentos lenta independización de criterio, probablemente las metáforas de conquista, de lucha, desalojo, entre otras, testimonian tales dificultades pioneras. Conquistar y edificar una iii nueva ciudad encima de los escombros de la antigua, para emplear su misma metáfora, fue un asunto de toda su vida para Freud. No parece posible escribir y pensar fuera del ámbito metafórico, Freud lo atestigua. La discusión acerca de la función de las metáforas es de larguísima data, el psicoanálisis se halla sembrado de éstas por lo que parecen lograr un mayor entendimiento, tener una llegada que el público lector capta y le resulta familiar, lo que nos parece se logra ampliamente. La metáfora del arqueólogo hace hincapié en el tema de la temporalidad en psicoanálisis, así como en la penetración del psicoanalista para realizar una labor que cace tiempos distintos y distantes. Hay, como señala Green (2008), repetidas menciones de Freud en relación con el tiempo: desde su teoría del trauma, del principio de placer con el principio de realidad, del desarrollo psicosexual, del Complejo de Edipo, de la formación de síntomas, de la repetición en la transferencia, de la compulsión a la repetición, del Nachträchlichkeit, para nombrar algunos conceptos que contienen en sí mismos nociones particulares de la temporalidad. Dicha noción de temporalidad que corresponde a un todo que se comprende atando cabos desde el presente hacia el pasado, remite al trabajo arqueológico. Interviene también el sujeto investigador, excavador como sujeto que se da cuenta, que mira, hace, y logra una labor de análisis en sí mismo al mismo tiempo que en la clínica, con sus pacientes. Podemos colegir que Freud elaboró una teoría de la mente también por capas. Mientras que Freud se fue acomodando a su objeto de estudio, inaugurando una nueva forma de investigar, la metáfora del arqueólogo estuvo engranada con estos primeros objetivos. La abandonó durante un largo intervalo para retomarla hacia el final de su obra en 1937 donde la volvemos a encontrar en "Construcciones en Psicoanálisis". Nos damos cuenta que la metáfora del arqueólogo es un recurso, una figura que acompaña y contribuye a resaltar el tema de la temporalidad en el modelo de mente freudiano así como la labor investigadora psicoanalítica, no siendo una pieza fundamental de teorización. He ahí lo sutil de su valor. Advertimos una línea que avanza desde la neurosis y represión como ejes de una primera teorización, prima "el hacer consciente lo inconsciente". Esta va cediendo ante la presión de las exigencias de la propia mente del investigador. Con el paso a la segunda tópica la actitud del investigador analítico da un vuelco total, pasando a registrar con su propio inconsciente el devenir de su paciente, e interesándole no solo hacer consciente lo inconsciente sino la fuerza de la lucha pulsional entre lo erótico y lo tanático. No es raro el número de veces que habremos leído que los primeros casos iv de histeria de Freud podrían haber sido diagnosticados como casos fronterizos y como de psicopatología mucho más severa que como Freud los diagnosticó. Esto debió ser lógicamente así ya que solo se puede ver algo cuando se tiene el lente para verlo; Freud aún debía desarrollarlo para poderlo ver. La obra de Freud muestra que la metáfora del arqueólogo trabaja la yuxtaposición de tiempos como fenómeno mental. No lo trata bajo un título explícito, sin embargo se puede colegir a través de los conceptos del aprés coup, Nachträchlichkeit o bien siguiendo la idea total del desarrollo libidinal (1905); dependiendo de un factor de maduración, una base de la teoría del trauma, y el manejo de la angustia. Por ejemplo, un desarrollo tan central como el del Complejo de Edipo, contempla la interiorización de la pareja de padres para el niño. El mismo encabezado del artículo que Freud dedica exclusivamente a su tratamiento connota potentemente esta idea, la cual ha sido traducida al español de dos maneras, una El Sepultamiento del Complejo de Edipo y en otras El Hundimiento del Complejo de Edipo (Freud, 1924), señalando que el complejo en cuestión no se resuelve y desaparece sino que registra un hundimiento o sepultamiento "a pique o al fundamento" (Freud, 1924, p.181) diría Freud, a raíz de su fracaso, pero que su presencia sigue ahí. En este proceso se halla involucrado un desarrollo psicosexual del niño y de la niña a raíz de la amenaza de castración. El psicoanálisis se relaciona con esta búsqueda fundamental. CAPÍTULO I Las Metáforas 1.1 El Valor de las metáforas Desde la antigüedad hablar sobre las metáforas ha suscitado discusión. Platón en La República, se sirvió de la metáfora ampliamente sin embargo se pronunció también de manera crítica acerca de ella así como otros instrumentos poéticos de la práctica filosófica, tildándola de engañosa, ilusoria, advirtiendo así de ser un tanto peligrosa. Aristóteles, en su Arte Poética, la rescató justificando su uso cuando se trata de una metáfora acertada (Aristóteles, 335 a.c., 1974). La definió como la transferencia del nombre de una cosa a otra, y le otorgó un carácter didáctico e iluminador del conocimiento humano. Afirmó que lo característico de la metáfora es que nos hace ver (Aristóteles, 1974, 1990) y que representa las cosas en acción. En los siglos XVII y XVIII, en el pensamiento de Locke (Locke, 1690) o de Hobbes (Hobbes, 1651) la metáfora aparece como un recurso que puede entorpecer la claridad de la razón. No obstante, otros autores han destacado los aspectos imaginativos y creativos presentes en la metáfora, reivindicando los aspectos irracionales como contrapunto de un ideal de claridad y distinción en el lenguaje. La corriente historicista del lenguaje en el siglo XVIII considera que el origen del lenguaje se encuentra en la metáfora, que es el instrumento primero mediante el cual las personas asimilan la experiencia de la realidad. En los siglos XVIII y XIX Vico (1725) y Nietzsche (1873, 1980) dieron a la metáfora una centralidad cognitiva, igual que Ivor Richards (Richards, 1936) y Max Black (Black, 1979, 1966) en el siglo XX, cuando ya se hablaba del poder intuitivo de la metáfora. Como dice Vega Rodriguez (1999) Shelley, Wordsworth y Coleridge, sostenían que en la metáfora se condensa la actividad de la imaginación que toma contacto con la realidad mediante la creación y la fantasía frente a la fría razón analítica. La función de la metáfora tiene en estos planteamientos una valencia cognitiva y responde a la escisión entre razón e intuición característica de la modernidad. Max Black (Black, 1966), Nelson Goodman (Goodman, 1976), y más recientemente Donald Davidson (Davidson, 1978), entre otros, han estudiado el uso de las metáforas en las ciencias. Black propuso que cuando empleamos una metáfora tenemos en una única expresión dos pensamientos de cosas distintas en actividad en un solo tiempo. La metáfora sería el resultante de la interacción de los dos elementos. Las metáforas 6 Nubiola en el 2000, subraya la cualidad de las metáforas como procesos de construcción de significados. O al decir de Wittgenstein en el Tractatus (Wittgenstein, 1921) solo haríamos bien en analizar la metáfora en su uso. Ha ido creciendo la conciencia de que las metáforas son potentes herramientas cognitivas que nos ayudan a aprehender o a construir nuevos conceptos, y que conllevan al desarrollo del pensamiento y teoría (Acevedo, 2005; Araya, 2000; Detienne, 2005; Dubinsky, 1999; Duval, 1995; Edward, 2005; English, 1997; Ferrara, 2003; Gardner, 2005; Johnson & Lakoff, 2003). Estas contribuyen a un teorizar creativo y a la construcción de hipótesis. No se trata únicamente de una figura del discurso, sino que es parte de la estructura elemental de pensamiento. En la metáfora se vinculan dos dominios que normalmente no estarían relacionados, produciéndose una tensión interactiva, subrayándose por el acto metafórico similitudes como diferencias entre los dos dominios con una necesidad de aclarar las fronteras entre ambos (Ortony, 1979). Con ello se iluminan zonas previamente oscuras o ignoradas. La metáfora y su concretud nos envuelve y captura como difícilmente lo puede lograr una abstracción. Estas suelen estar dotadas de vivacidad lo cual mejora la transmisión de una idea. Parecería que al pensar con metáforas, en especial si construimos una nueva, nuestra experiencia estaría un paso delante de nuestro pensamiento, que habría captado intuitivamente algo y por ende realizado un descubrimiento, es parte del motivo por el que son recursos didácticos favoritos. Es el pensar de Lakoff, proveniente de la lingüística cognitiva o semántica cognitiva, y del filósofo Johnson en su trabajo "The metaphors we live by" (1980) que las metáforas son la expresión de una actividad cognitiva conceptualizadora, categorizadora, mediante la cual comprendemos un ámbito de nuestra experiencia en términos de la estructura de otro ámbito de experiencia. El resultado de su investigación es que metáfora es el nombre que damos a nuestra capacidad de usar los mecanismos motores y perceptivos corporales como base para construcciones inferenciales abstractas, de manera que la metáfora resulta siendo la estructura cognitiva esencial para nuestra comprensión de la realidad (Nubiola, 2000). Paralelamente debemos decir, a pesar de no constituir ahora nuestro objetivo, que hay quienes se preguntan por qué usar otro dominio para hablar de un dominio. Vamos ahora a dejar aquí esta mirada de valoración de las metáforas para presentar el tema que nos interesa. 1.2 Freud y las metáforas. El uso de las metáforas en el psicoanálisis. Sigmund Freud, quien vivió entre 1856 y 1939, empleó a lo largo de su obra una profusión de metáforas provenientes de varios campos. Para él éstas constituían Las metáforas 7 Hilfsvorstellungen o ideas de ayuda que usaba con propósitos didácticos para ilustrar un tema abstracto. En 1900 afirmó que constituían "ideas provisionales " o "hipótesis", de las que se valía para arrojar luz desde diferentes direcciones en un tópico muy complicado que no se había representado hasta el momento (Freud & Breuer, 1895). Sabemos que las ciencias y los constructos mentales guardan relación con sus creadores, ambos se influyen mutuamente. Es así que el estado del desarrollo científico de la época de Freud debió cumplir un papel de contexto nutricio para su pensamiento, en tal sentido probablemente ejerció su influencia el vuelco que implicó para la física y ciencia en general que significó la contribución de Werner Heisenberg (Heisenberg, 1927) con sus principios de complementariedad y de incertidumbre que irradiarían hacia el pensamiento científico. Como se sabe, el principio de Heisenberg sustituiría al viejo determinismo newtoniano para el que cualquier cosa que se refiriera a la realidad física estaba prefijado, determinado y era mensurable. Heisenberg mostró que era inevitable que el investigador incurriera en errores, debido a su propia intervención, no importando el grado de precisión de sus instrumentos. Los cambios de los que Heisenberg forma pieza clave proponen que nada está prefijado ni es mesurable en nuestro universo, que cada cosa permanece indeterminada. Sus implicancias trajeron un cambio de perspectiva para la investigación en general. En lo sucesivo el investigador se consideraría un observador participante del propio campo observado y que la llamada objetividad visiblemente cambió de estatus. Otra presencia perturbadora para el ámbito científico debió haber sido la de Wittgenstein (1921, 1987) para quien la única forma correcta de hacer filosofía era la de mostrar los límites del discurso con sentido, mostrar los límites de lo que puede ser conocido y expresado mediante el lenguaje. Ambos pensadores y sus producciones coexistieron con Freud durante su segunda época, así también la Segunda Guerra y sus consecuencias, todo ello debió marcar su obra tardía, donde parece haber colegido que lo pulsional cobraba importancia sobre lo inconsciente, donde la mente como objeto de estudio se tornaba crecientemente más compleja y llena de diferenciaciones, tal vez en consonancia con este ambiente científico pleno de innovación, de construcción siguiente a la destrucción y por supuesto de avances en las fronteras del conocimiento. Vista en perspectiva la obra de Freud, podemos considerar que hubo dos Freuds: el que salió del laboratorio de neurología para hacerse psicólogo y propuso sus primeras teorías y el segundo Freud a partir de 1920 hasta la conclusión de su obra. Al inicio Freud realizaba una labor pionera, necesitaba partir de puntos conocidos y referencias comprensibles. Ello lo debía llevar a utilizar metáforas que Las metáforas 8 su público hallara familiares, como formas facilitadoras de ingresar a nuevas zonas de comprensión. Era probable que su auditorio médico estuviera bien informado, mas no por eso debía Freud dejar de intentar un camino familiar. Las metáforas se prestaban a este fin de lanzar una perspectiva nueva empleando campos de experiencia conocidos. Entre las más conocidas resaltan aquellas tomadas de la hidráulica, de la geología, la química, la óptica, y la estrategia militar. En el caso de "El Yo y el Ello" (Freud, 1923) Freud nos invita a leer acerca del Yo montado por tres maestros logrando transmitir una tensión y conflicto entre las partes. En "Iniciación al tratamiento" de 1913, comparó la asociación libre con un proceso de atención de un viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla describiendo para su vecino los cambios del paisaje ante su vista. En "La Interpretación de los Sueños" (Freud, 1900) Freud inclusive empleó una metáfora para comentar acerca de las limitaciones de las metáforas, al señalar que "no había que tomar el andamiaje por el edificio" al referirse a sus propuestas de lo que llamó el aparato psíquico, con lo que advirtió sobre los peligros de confundir metáforas con la realidad, lo que tendría una base kantiana, en relación a que la cosa en sí no se puede conocer. Spence en 1987 trató el tema del peligro de reificación de las metáforas. Parece imposible que nos abstengamos de metaforizar, como si correspondieran con una manera natural de nuestro entendimiento. En 1919 Freud halló semejanzas de la labor del psicoanalista con la de un químico, un cirujano, un ortopedista y un profesor. Mucho más adelante, en 1933, a propósito de "Nuevas Conferencias de Psicoanálisis", en la Conferencia 31, se sirvió de una imagen de dragado a propósito de lo que se puede obtener del trabajo analítico. Luego de decir que el propósito de su propósito es fortalecer al Yo, hacerlo más independiente del Superyó, ensanchar su campo de percepción y ampliar su organización de manera que pueda apropiarse de nuevos fragmentos del ello, agregará: "Donde Ello era, Yo debe advenir. Es un trabajo de cultura como el desecamiento del Zuiderzee”. (Freud, 1933, p. 74). Mahony en 1982 abundó acerca del estilo directo y sencillo de Freud, el cual sigue el curso de un pensamiento reflexivo en proceso, que no se lee como una típica exposición científica con sus procesos deductivos e inductivos, sino que evidencia un carácter personal de su autor, que va elaborando de manera nada lineal una teorización propia. En 1996 Bruchez-Hall estudió las metáforas de la obra temprana de Freud, notando que éstas discurren en íntima fusión con su creador. Por ejemplo, la metáfora del ojo observador podría corresponder con una alusión a la actividad de Freud como observador que se inicia profesionalmente como neurólogo, histólogo, para continuar como en su aprendizaje con Charcot y observar un funcionamiento de algo llamado Las metáforas 9 inconsciente que no podía ser observado y que se ocultaba a la vista. Las metáforas, que suelen organizarse en conjuntos articulados (Lakoff & Johnson, 1986) girarían en la primera época de Freud alrededor del concepto de represión (Bruchez-Hall, 1996). Otras imágenes frecuentes son las relacionadas con expresiones de inclusión y exclusión. Las metáforas de control, lucha y traducción, presentes en la obra freudiana, se asocian al proceso de represión. Las de control y lucha serían, según esta autora, precursoras del preconsciente, en cambio las metáforas de transformación y estratificación ilustrarían aspectos del inconsciente tales como el rol del inconsciente en la formación de síntomas y en los sueños. Esta autora nota que las metáforas de Freud guardan un correlato tradicionalmente asociado con el género masculino, esto es, con actitudes de conquista, lucha y control. Dichas producciones constituyeron su inspiración en una época en la que Freud elaboraba su primera teoría de la mente y donde parece ser que intentaba delimitar los campos lo más claramente posible. Siguen metáforas relacionadas: como la de la domesticación que aparece en relación con el rol del preconsciente, como el poder controlador que aparece en el libro de los Sueños, donde también aparece la censura del preconsciente constituyéndose como el guardián de nuestra salud mental (Freud, 1900). Otro conjunto de metáforas se refiere a una figura de traducción, (Freud, 1986), como leemos en la Carta de Freud a Fliess del 6 de Diciembre de 1896, donde se vale de una figura de transcripciones de trazos de memoria (Umschriften): Quiero destacar que las escrituras consecutivas figuran la operación psíquica de épocas sucesivas de la vida. En la frontera de estas épocas es preciso que se produzca la traducción del material psíquico. Me explico las peculiaridades de las psiconeurosis por cuanto esa traducción no se ha producido para ciertas materias, lo que trae ciertas consecuencias. …La denegación de la traducción es lo que clínicamente se llama represión. (Freud, 1986, p. 219-220). Bruchez-Hall señala que lo inconsciente correspondería a un registro temprano y solo el último encabezado (Überschrift), lo Preconsciente, se adjunta a recuerdos de palabras y es accesible a la Conciencia. Freud notó en esta ocasión que un material que puede generar displacer no es traducido, por lo que la represión vendría a comprenderse como un rechazo a la traducción (en esta misma carta). En 1915 en "Lo Inconsciente " vuelve sobre esta misma idea de traducción a las palabras a propósito de lo específico de lo Inconsciente. Como anotación anecdótica acotaremos que en alemán las palabras "censura" y "represión" significan "sacar de su lugar" y "empujar hacia un lado", lo cual podría tener ramificaciones asociativas personales en Las metáforas 10 relación con una actitud antisemita presente en la Viena de fines de siglo XIX, así como haber contribuido a marcar conflictos a este nivel en el lenguaje. La obra de Sigmund Freud se halla repleta de metáforas tomadas de múltiples campos y que facilitan la transmisión de la disciplina, lo que merece un estudio esmerado. Es lo que buscamos hacer con una de ellas en particular: la metáfora del arqueólogo. 1.3 La metáfora del arqueólogo en la obra de Freud Hacia la última parte del siglo XIX, al mismo tiempo que Freud cumplía con su formación académica la ciudad de Viena era objeto de una reconstrucción o construcción arquitectónica importante. A decir verdad se construía una nueva ciudad sobre la base de la antigua. O´Donoghue (2004) ha detallado que fueron miles de familias judías como la de Freud las que migraron a Viena desde casi todo el imperio, y que a ellos se sumaron polacos, checos y otros. Viena vivía una expansión de sus límites. Adicionalmente se publicitaban los proyectos de arqueología en Viena y fuera de ella, por lo que la imaginería arqueológica y de construcción debió haber sido accesible al público general. Freud sentía una predilección por la arqueología, lo que conocemos por sus cartas y por las veces que la menciona y el lugar preferente que ocupa. Debió haberle sido fácil a Freud llegar a la conocida metáfora del arqueólogo, que sitúa lado a lado al psicoanalista y al arqueólogo en varios momentos de su obra. Tal actitud ha sido tildada de exagerada, idealista e insuficientemente informada, lo que ha suscitado reacciones encendidas de parte de una comunidad más cercana a la arqueología (Corcoran, 1991). A Freud no pareció molestar esta aparente superficialidad de su conocimiento, ya que se sirvió de las connotaciones del arqueólogo y del apasionamiento asociado con esta profesión para adelantar una idea para su teoría. Sabemos que su estilo para exponer no correspondía con el estilo típico de deducción e inducción, sino que correspondía con una manera donde lo que se aprecia es el curso de un pensamiento reflexivo en proceso, y para ello se sirvió de una serie de recursos entre los cuales tenemos a metáforas como la del arqueólogo. Vayamos paso a paso por las varias ocasiones en las que Freud emplea la metáfora del arqueólogo: en primer lugar, figura en "Estudios sobre la Histeria” en 1895. Al tratar el caso de Elizabeth von R., según el propio Freud el primer análisis completo de una histeria que emprendiera, arribó a (…) un procedimiento que luego elevé a la condición de método e introduje con conciencia de mi meta: la remoción del material patógeno estrato por estrato, que de buen grado solíamos comparar con la técnica de exhumación de una Las metáforas 11 ciudad enterrada…iba penetrando en estratos cada vez más profundos del recuerdo a medida que en esos lugares aplicaba la exploración hipnótica o una técnica parecida a ella (…) (Freud, 1895, p. 155). Se ha escrito extensamente acerca de las cualidades de Freud como escritor, lo cierto es que la comparación de su objeto de estudio: la mente de su paciente, con una excavación, un lugar arqueológico, debió de causar un efecto intrigante en el público, además de ser un tema actual para la época. Un año más tarde, en 1896, en "Etiología de la Histeria", volvemos a encontrar la arqueología presente en su alocución. Desde la perspectiva de Freud, debió haber tenido en cuenta a su auditorio al pronunciar esta conferencia, pues se trataba nada menos que de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología presidida por Richard von Krafft-Ebing, reconocido psiquiatra tenido como el padre de la psicología sexual. Integraban el público los cuadros más respetados de la Universidad de Viena. No obstante, Freud echó mano de un lenguaje familiar y accesible. Luego de unos párrafos introductorios al tema de la etiología de la histeria y presentando su joven ciencia Freud añadió que se serviría de una comparación basada en un progreso alcanzado en un distinto sector científico. Y así empezó a describir el escenario del arqueólogo, una analogía donde buscaba los síntomas psíquicos y los comparaba con la labor de excavación, de desenterramiento de los arqueólogos. No solo el ambiente de la época las excavaciones de Troya de Heinrich Schliemann era propicio para tales comparaciones sino la reconstrucción que entonces vivía Viena (O´Onoghue, 2004 ). Escribe Freud: Supongamos que un explorador llega a una comarca poco conocida, en la que despiertan su interés un yacimiento arqueológico en el que hay unas paredes derruidas, unos restos de columnas y tablillas con unos signos de escritura borrados e ilegibles. Puede limitarse a contemplar lo exhumado e inquirir luego a los moradores de las cercanías, gentes acaso semibárbaras, sobre lo que su tradición les dice acerca de la historia y el significado de esos restos de monumentos; anotaría entonces los informes y seguiría viaje. Pero puede seguir otro procedimiento; acaso llevó consigo palas, picos y azadas, y entonces contratará a los lugareños para que trabajen con esos instrumentos, abordará con ellos el yacimiento, removerá el cascajo y por los restos visibles descubrirá lo enterrado. Si el éxito premia su trabajo, los hallazgos se ilustran por sí solos: los restos de muros pertenecen a los que rodeaban el recinto de un palacio o una casa del tesoro; un templo se completa desde las ruinas de Las metáforas 12 columnatas; las numerosas inscripciones halladas, bilingües en el mejor de los casos, revelan un alfabeto y una lengua cuyo desciframiento y traducción brindan insospechadas noticias sobre los sucesos de la prehistoria, para guardar memoria de la cual se habían edificado aquellos monumentos. " Saxa loquuntur!1 Conjuntamente con la construcción de la Municipalidad otros edificios de relevancia renovarían el paisaje urbanístico de Viena: el Parlamento, la Opera, y el Teatro del Estado, lo que conforma un Ringstrasse o calle anillo, distintivo de la ciudad de Viena. Dicho espíritu de construcción y expansión del espacio urbano pudo haber nutrido a Freud de estímulos acerca de como podía extenderse una superficie, y ello haberlo prestado imágenes con referencia a sus teorías acerca del espacio psíquico. En un texto pre-psicoanalítico como "Contribución a la concepción de las afasias" de 1891, Freud comparó el proceso de mudarse a un territorio cerebral desocupado con la manera en que una ciudad se expande por establecimientos en áreas fuera de sus muros. Greenberg en 1997, citado por O´Donoghue en 2004, observa que aunque esta mención podría considerarse fuera de lugar, conjura la idea de un salir hacia adelante, rompiendo, fuera de un espacio confinado, luego de haber vivido la reconstrucción de Viena. Comprobamos a lo largo de estas citas la potencia que debieron tener excavaciones como la de Schliemann y las más cercanas de la reconstrucción de Viena. En paralelo la exploración de la mente se presentaba como un terreno inexplorado, idóneo para el espíritu pionero de un investigador como (Freud, 1896, p. 192). Freud estaba a un año de cambiar su teoría de la etiología de la histeria, de momento basada en un abuso sexual durante la niñez, hacia una etiología basada en una fantasía sexual infantil. Los eventos históricos se transformaron en dramas intrapsíquicos. La referida frase en Latín: "Saxa Loquuntur" podía resultar familiar para un público informado como el de la conferencia. Eran las palabras con las que el arquitecto Friedrich von Schmidt había titulado su propuesta para concursar para la construcción del nuevo Ayuntamiento en Viena, proyecto en concurso inspirado en las municipalidades de las ciudades libres de la Edad Media, seculares y no eclesiásticas, evocando una comuna libre medieval, ahora renacida después de una larga noche de gobierno absolutista (Schorske, 1980). Esta frase se ha interpretado como: Las piedras hablan, como si éstas estuvieran en capacidad de dar cuenta de los cambios de la ciudad en el tiempo. 1 Saxa loquuntur, en latín: las piedras hablan Las metáforas 13 Freud que a su vez necesitaba una actitud de conquista. Debía forzar, persistir, avanzar, excavar, sobre lo aún no investigado. Posteriormente, en la Carta 229 de Freud a Fliess, del 21 de Diciembre de 1899, Freud comparó el descubrimiento de Troya con un éxito analítico. Dice Freud: Enterrada en lo profundo bajo todas las fantasías descubrimos una escena de su prehistoria (antes de los 22 meses) que llena todos los requisitos y en la que desembocan todos los restantes enigmas; ella lo es todo a un tiempo, sexual, inocente, natural etc. Apenas me atrevo a creer plenamente en ella. Es como si Schliemann hubiera vuelto a "desenterrar " la Troya que se creía fabulosa." (Freud, 1986, p. 429). Peter Gay en 1989, resaltó cuanto envidiaba Freud a Heinrich Schliemann, descubridor de Troya. Dicha analogía de la labor analítica comparada con una excavación arqueológica donde se desentierran tesoros no abandonaría a Freud. Postular que las fantasías constituían una colección de actos psíquicos enterrados, excluidos, puestos fuera del acceso del paciente lo situó desde un inicio en una actitud de conquista delante de un campo invisible a la vista, enterrado, sustraído de la conciencia. Desde sus primeras épocas Freud tenía la ambición de ir en pos de un descubrimiento de envergadura, que le diera fama. Aunque la ética de Schliemann ha sido puesta en duda (O´Donoghue, 2004), su nombre se asoció a la estratificación de niveles, idea que parece haber sido recogida y empleada por Freud. La frase "ciudad sepultada estratificada" devino sinónima de su nombre. En 1905, en el prefacio al historial del caso Dora, el Análisis Fragmentario de una Histeria, Freud manifestó, conforme a su estilo de ir haciendo un barrido de tanto en tanto del estado de la cuestión de la joven disciplina, que venía de realizar cambios en su técnica. Dejaba atrás la época en que partía de los síntomas para irlos solucionando uno tras otro. La nueva técnica Freud consistiría en dejar que el paciente mismo determinase el tema de su labor analítica en cada sesión. Es así que expone su método exploratorio: Parto así, cada vez, de la superficie que lo inconsciente ofrece de momento a su atención, y voy obteniendo fragmentado, entretejido en diversos contextos y distribuido entre épocas muy distantes, todo el material correspondiente a la solución de un síntoma. Mas, a pesar de esta desventaja aparente, la nueva técnica es muy superior a la primitiva, y sin disputa, la única posible. Ante lo incompleto de mis resultados analíticos, me ví obligado a imitar el ejemplo de aquellos afortunados investigadores que logran extraer a la luz los restos, no por mutilados menos preciosos, de épocas pretéritas, completándolos luego Las metáforas 14 por deducción y conforme a modelos ya conocidos. Me decidí, pues, a proceder análogamente, aunque haciendo constar siempre, como un honrado arqueólogo, dónde termina lo auténtico y comienza lo reconstruido. (Freud, 1905, p. 11). Queda señalado el tema de una psique por capas, que constituye el material de cada época que permanece registrado, lo que alude a la temporalidad a modo de archivo, guardado más no destruido, además de preguntarse acerca del estado de conservación de lo que en arqueología se llama "restos". Interviene la cuestión de cómo se realiza la tarea de completamiento o reconstrucción, en base a qué modelos. Los diversos tiempos, actual y pasado, estarían representados en el material hallado. Freud, a modo de un arqueólogo, procedería a explorar los restos del pasado existentes en el presente, además de hacer una mención de una palabra que sería la esencia de la cura, esta es: la reconstrucción, cuyo peso recae en el psicoanalista / arqueólogo y en su labor analítica. En el caso de su paciente Dora los restos de su pasado que podrían haber sido enterrados y que Freud se abocaba en recuperar, desenterrar, girarían en torno a su sexualidad infantil, a la relación de la paciente con su padre. ¿Qué habría pasado allá y entonces que la llevaba a sostener una relación semejante con Freud aquí y ahora? Aquel era el Freud médico, de tradición positivista, avocado en comprobar que en Dora existían reprimidos contenidos con respecto a la relación con sus padres. Le resultaba difícil, aún inaccesible, incluirse en el campo. Freud no registró lo que Dora estaba sintiendo, y le está comunicando. No pudo entonces interpretar lo que Dora necesitaba. En lugar de ello Freud procedió a buscar lo que postulaba en su teoría, en su paciente Dora. Fue debido a ello que Freud le interpretó, es decir, descubrió que Dora estaba enamorada del Sr. K pues la situación lo remitía a una relación idealizada con su propio padre. Pero a Dora no le interesaba semejante punto. Ella estaba enamorada de la Sra. K, de la pareja Sr. y Sra. K desde la perspectiva de una niña pequeña que necesita a sus padres como contenedores de sus conflictos emocionales como un niña (Complejo de Edipo, de castración, proceso de identificación), no como una joven. Esta pieza era central para comprender que Freud se equivocaba en su exploración con Dora. En el epílogo del caso, Freud admite que se equivocó con esta paciente, que falló en no advertir el fenómeno conocido como "transferencia" en Dora hacia él, que era una transferencia idealizada, de no haberse dado cuenta que Dora estaba enamorada como una niña de la Sra. K, y miraba desde el lugar excluido a la pareja de los K. y que Freud mismo registraba Las metáforas 15 en sí mismo sentimientos inconscientes hacia su paciente que luego vendrían a ser considerados como parte del tratamiento al llamarse "contratransferencia" (Freud,1910) e incorporarse a la terapéutica psicoanalítica. Esta pormenorización del proceso en el caso Dora no solo habla de la yuxtaposición de capas en la comprensión sino en el desarrollo de la teoría. Había mucho por reconstruir, por comprender en Dora, que vendría tiempo después de haberlo vivido con su paciente. Freud arqueólogo tenía en sí mismo mucho que desentrañar; habría puesto a rodar una teoría que una vez echada a andar se le había rebelado y en lo sucesivo él tendría que seguirle sus propios hilos y no al revés. De otro lado, los descubrimientos que Freud realizaba, dependían de su propio estado emocional. En su correspondencia con Wilhelm Fliess (1887- 1904) apreciamos como en ocasiones Freud sentía que no tenía mayor comprensión de nada, que, analógicamente solo veía niebla, no solo como una descripción de un clima exterior sino como un estado anímico en relación con un tema a investigar. Este fenómeno se registra en varias ciencias en lo que hace a la relación sujeto objeto de investigación. Dentro del paradigma positivista de investigación se considera al investigador como externo a su objeto de investigación, digamos que el primer Freud tendía a dicha actitud y tradición. De ella se iría emancipando, el caso Dora marca un tal hito, ya que cuando Freud reconoce que cometió un error con la paciente, no advirtió elementos personales que habría marcado otros derroteros en su proceso, que se encontraba inaugurando un camino donde se reconocería cada vez más ampliamente al observador participante en su investigación. Poco después, en 1907, volvemos a encontrar la idea del arqueólogo en Delirio y sueños en la Gradiva de W.Jensen. Se trata del análisis de una obra literaria, de W. Jensen, donde Freud confirma sus teorías del inconsciente: su interconexión entre fantasías, sueños, y búsqueda de raíces inconscientes. La historia relata la saga de un joven arqueólogo que realiza una "excavación" psicoanalítica, lo que muestra el funcionamiento de las capas de la mente, como se mueve entre fantasía, sueño y delirio, todas actividades de un mismo edificio mental. La Gradiva ayuda a Freud a emparentar la realidad cotidiana con la realidad psíquica, a demostrar la cotidianidad de la realidad psíquica. Jensen se propone hacer consciente lo inconsciente en su narración literaria. El arqueólogo Hanold emprende un viaje en busca de su destino, en busca de sus fundamentos. Hace la arqueología de su vida, es decir, averigua de donde provienen sus deseos recónditos. Diríamos que no tiene mayor trascendencia fuera de apoyar las teorías nacientes de Freud y de "darse un gusto" explorando un mundo, Troya, que le era muy querido. Las metáforas 16 En 1918 Freud publica la historia del apodado Hombre de los Lobos. El propio paciente registra sus recuerdos (Gardiner, 1976) y entre ellos consta que Freud le dijo que "el psicoanalista, lo mismo que el arqueólogo, en sus excavaciones, debe descubrir cada una de las capas de la psique del paciente para llegar a los tesoros más profundos y valiosos". (Gardiner, 1976, p. 139 ). En este rastreo exhaustivo que Freud realizaba de reconstruir el pasado, la niñez, y encontrar claves en esas capas que en apariencia eran restos pero que en la narración se redescubren como material vivo y de valor actual. La reiteración de la palabra " capas" incide sobre la idea de la apreciación conjunta de varios tiempos vistos de una sola vez, del pasado y el presente y la posibilidad de tener una perspectiva comprensiva de ello. Ya en una etapa mucho más adelantada de su teorización, en 1939, con El Malestar de la Cultura, Freud afirmó, probablemente en un momento de visible entusiasmo, que había leído más de arqueología que de psicología. Lo que de hecho pretendía era hacer una arqueología de la mente. En este texto consideró el problema general de la preservación en la mente, y empleó una amplia analogía con la ciudad de Roma, de la que estaba enamorado. Dice que ante el hombre moderno, ésta se despliega como una sucesión de ciudades cuyos fragmentos sobreviven en yuxtaposición o han sido recuperados por las excavaciones arqueológicas. En una ciudad un turista informado, escribe, sería capaz de ver la yuxtaposición de restos de distintas épocas en distintos estados de conservación. Pero, agrega Freud, tanto en lo que se refiere a la arquitectura como a las cadenas zoológicas " por regla general los eslabones intermedios se han extinguido, y sólo por reconstrucción los conocemos. En cambio, en el ámbito del alma es frecuente la conservación de lo primitivo junto a lo que ha nacido de él por trasformación." (Freud, 1930, p. 69). Más adelante en este texto afirma: Desde que hemos superado el error de creer que el olvido, habitual en nosotros, implica una destrucción de la huella mnémica, vale decir su aniquilamiento, nos inclinamos a suponer lo opuesto, a saber, que en la vida anímica no puede sepultarse nada de lo que una vez se formó, que todo se conserva de algún modo y puede ser traído a la luz de nuevo en circunstancias apropiadas (…) (Freud, 1930, p. 70). Freud también puede reconocer que la comparación entre evolución, cambio en una ciudad y el desarrollo mental son ámbitos por completo distintos: "El desarrollo de una ciudad, incluso el más pacífico, incluye demoliciones y sustituciones de edificios; en fin, la ciudad sería por principio inapta para compararla con un organismo Las metáforas 17 anímico." (Freud, 1930, p. 72). Es así que agrega: " Semejante conservación de todos los estadios anteriores sólo es posible en lo anímico, (…) Lo que sí tenemos derecho a sostener es que la conservación del pasado en la vida anímica es más bien la regla que una rara excepción." (Freud, 1930, p. 72). El tiempo ha transcurrido y Freud se encuentra casi al final de su obra, persiste en utilizar estas metáforas de exploración, excavación que empleara tempranamente, pero su tono se nota más atemperado. Esta coexistencia en el tiempo de fantasías, funcionamientos psicológicos, defensas, desarrollos psicosexuales, se sostienen y atraviesan la vida del ser humano, así lo subraya el psicoanálisis. Casi al cierre de su vida Freud regresa a la metáfora del arqueólogo, en 1937 en Construcciones en Psicoanálisis. Citamos: Su trabajo de construcción o, si se prefiere, de reconstrucción muestra vastas coincidencias con el del arqueólogo que exhuma unos hogares o unos monumentos destruidos y sepultados. En verdad es idéntico a él, solo que el analista trabaja en mejores condiciones, dispone de más material auxiliar, porque su empeño se dirige a algo todavía vivo, no a un objeto destruido; y quizás por otra razón además. Pero así como el arqueólogo a partir de unos restos de muros que han quedado de pie levanta las paredes (…), del mismo modo procede el analista cuando extrae sus conclusiones a partir de unos jirones de recuerdo, unas asociaciones y unas exteriorizaciones activas del analizado. Y es incuestionable el derecho de ambos a reconstruir mediante el completamiento y ensambladura de los restos conservados. (…) Una de las tareas más peliagudas de la arqueología es, notoriamente, determinar la edad relativa de un hallazgo; si un objeto sale a la luz en cierto estrato, ello a menudo no decide si pertenece a este o ha sido trasladado a esa profundidad por una posterior perturbación. Bien se colige el correspondiente de esa duda en las construcciones analíticas. "Hemos dicho que el analista trabaja en condiciones más favorables que el arqueólogo porque dispone además de un material del cual las exhumaciones no pueden proporcionar correspondiente alguno; por ejemplo, las repeticiones de reacciones que provienen de la edad temprana y todo cuanto es mostrado a través de la trasferencia a raíz de tales repeticiones. (….) el exhumador trata con objetos destruidos, de los que grandes e importantes fragmentos se han perdido… (…)...Diversamente ocurre con el objeto psíquico, cuya prehistoria el analista quiere establecer. Aquí se logra de una manera regular lo que en el objeto arqueológico sólo sucede en Las metáforas 18 felices casos excepcionales, como los de Pompeya y la tumba de Tutankamón. Todo lo esencial se ha conservado, aun lo que parece olvidado por completo; está todavía presente de algún modo y en alguna parte, sólo que soterrado, inasequible al individuo. Como es sabido, es lícito poner en duda que una formación psíquica pueda sufrir realmente una destrucción total. Es solo una cuestión de técnica analítica que se consiga o no traer a la luz de manera completa lo escondido. Unicamente dos hechos obstan a este extraordinario privilegio del trabajo analítico, a saber: que el objeto psíquico es incomparablemente más complicado que el objeto material del exhumador, y que nuestro conocimiento no está preparado en medida suficiente para lo que ha de hallarse, pues su estructura íntima esconde todavía muchos secretos. Y en este punto termina nuestra comparación entre ambos trabajos, pues la principal diferencia entre los dos reside en que para la arqueología la reconstrucción es la meta y el término del empeño, mientras que para el análisis la construcción es sólo una labor preliminar. (Freud, 1937, p.261-262). Como la metáfora así obliga, vemos que Freud coloca ambos dominios puestos en línea de identidad paralelamente para someterlos a comparación en sus semejanzas y diferencias, arqueólogo y psicoanalista. Freud empieza puntuando que el arqueólogo trabaja con cadáveres, con ruinas y con lo muerto, a diferencia del analista cuyo trabajo encuentra el material aún vivo. Dicha distinción será clave para establecer la diferencia. Asimismo, procede a rescatar un elemento de unión entre ambos especialistas, remarcando el derecho de ambos a la reconstrucción luego de constatar el estado ruinoso de su objeto investigativo. Existe una deducción mediante "el completamiento y la ensambladura de los restos conservados", sin embargo, Freud subraya el estado ventajoso en el que labora el analista. Nuevamente nota que las repeticiones implicadas en la trasferencia, provenientes de la edad temprana, involucran un objeto vivo, lo que es propiedad de lo psíquico. De manera amplia y general Freud agrega que el objeto vivo, está conservado, solo que es inaccesible, lo que sugiere una alusión al mecanismo de la escisión. De ser así, no estaría refiriéndose únicamente a lo reprimido, propio de las neurosis, sino a patologías donde predomina la escisión, donde lo temprano es la característica y la inaccesibilidad indica las dificultades que encierra esta labor. Podría constituir una afirmación irónica: al Freud decir que no es tan difícil como las excavaciones de los arqueólogos pero sí es bastante complicado. La clínica posfreudiana que pone el acento en la clínica de los pacientes borderline y de la psicosis lo confirma. Aquellas palabras de Freud en "Construcciones" habrían sido toda una advertencia de lo que Las metáforas 19 vendría, así como el énfasis que puso en la labor de reconstrucción de las ruinas y las construcciones en las que deberá laborar el analista. Son de destacar las palabras que utiliza Freud al referirse al material con el cual trabaja el analista: "su empeño se dirige a algo todavía vivo…" (Freud, 1937, p. 261) en lo que se distinguiría del arqueólogo. Se refiere a los trazos de memoria que no son estáticos sino que están siempre en movimiento, como diría André Green (2008) siempre, en una manera de transformarse. Freud empieza su obra centrando el proceso defensivo en la represión, y en la línea del desarrollo del psicoanálisis va a trasladar algo de su importancia al proceso de escisión especialmente en su segunda teorización. Pero recordemos que en uno de sus ejemplos famosos, formulados a un auditorio, que lo reprimido intenta por todos los medios ingresar a la conciencia, se porta como una persona a quien se le expulsa de una sala y que enfadada trata de retornar, golpea la puerta y se impacienta, perturbando a quienes permanecen dentro. Esta actividad sin descanso opera de otro modo en la neurosis obsesiva. 1.3.1 Críticas. Spence en 1976 advierte de los peligros de creer ingenuamente que detrás de la piedra hay una escultura esperando ser descubierta, esto es, que en un material de sesión por ejemplo, haya inconfundiblemente un elemento clave oculto, reprimido aguardando su recuperación. En su óptica, la metáfora arqueológica era una analogía razonable mientras que Freud creía que los eventos reales de la infancia eran factores causales en el desarrollo de las neurosis; sin embargo, este autor afirma que una vez que adoptó el punto de vista que una fantasía era el estímulo crucial, la analogía de la arqueología perdió mucha de su utilidad y hasta condujo a caminos equívocos. Podemos acotar que la formulación de metáfora contiene más de un elemento y por tanto, puede sostenerse con otros que continúan siendo piedras angulares durante toda la elaboración teórica freudiana. Nos parece que estos otros elementos se relacionan en primer lugar, con la concepción de la mente como algo de distintos y complejos niveles que operan en simultaneidad, donde el factor temporal (fases de desarrollo libidinal por ejemplo); en relación con lo atemporal (procesos primarios, aprés coup, amnesia infantil, lo atemporal de los sueños, la compulsión a la repetición) cumplen un papel decisivo; en otro lugar con la distinción y relación entre investigador y objeto de estudio, que parecería que en la primera mitad de su obra se trataba de una separación clara, lo que le confería cierta actitud pasiva a su objeto y activa a él como investigador. Como dice Mijolla en el 2008, tanto en la arqueología como en la investigación psicoanalítica se dio una evolución que consiste en despegarse del Las metáforas 20 interés focalizado en un objeto privilegiado por exhumar para ir hacia un recorte progresivo del terreno (método estratigráfico), gracias al cual es posible retomar, poco a poco, el hilo de la historia. Lo propio ocurrió en Freud, actitud que se profundizó con el psicoanálisis que continuó después de su muerte. En un reconocimiento parcial de este cambio, Freud en 1937, revisó su metáfora y habló de construcción en lugar de reconstrucción. Sabemos que para el propio Freud el desciframiento de un sueño, como lo plantea en 1900, así como de un material de sesión dependían del momento y de las asociaciones y confluencia de ambos participantes de la observación. Heisenberg en la década de 1920 ya había abundado desde la física en esta tesis del observador participante y de la imposibilidad de la objetividad. Spence (1976) advierte que el pasado psíquico, a propósito del tema de las construcciones, puede ser construido en una amplia variedad de formas, muchas de ellas igualmente plausibles, pero la mayoría imposibles de verificar empíricamente. Al parecer habría en este punto una discusión acerca del material con el que trabaja el psicoanalista, y que construye o reconstruye. Si pensamos que el psicoanálisis está comprometido con la reconstrucción de sentidos originales, en una búsqueda de un evento específico que fuera la fuente de un síntoma dado, para el residuo de un día señalado que a su vez da origen a un sueño en particular, entonces deberemos aplicar la prueba de reversibilidad porque estamos asumiendo una secuencia causal. Estos restos, diría el arqueólogo, pueden ser reordenados, para rehacer esta pieza. No obstante, en psicoanálisis nuestro material no equivale a una pieza de cerámica que quedó intacta (a pesar que intuimos que ésta tampoco queda intacta) solo que rota y perdida. Los trazos de memoria no permanecen estáticos sino que sufren transformaciones constantes y pasan a incorporarse al presente como material vivo conservado y transformado o actuado (Freud, 1912a; 1912b; 1914) y por evacuar (Green, 2008). Sería una gruesa diferencia entre el material del arqueólogo y lo que ocupa el quehacer del psicoanalista. Recordemos que con los pacientes se trata de fantasías y de verdades vinculares en el momento de la sesión (Lutenberg, 2007). La metáfora del arqueólogo trascendió las fronteras del psicoanálisis y suscitó diversas reacciones, entre las que destaca la irritación compartida por un grupo que se reunió en un simposio titulado "Sigmund Freud y el Arte" en la Universidad de Chicago el 5 de Mayo de 1990. El encuentro fue auspiciado por el Museo de Arte de David y Alfred Smart, la Universidad de Chicago y el Instituto de Psicoanálisis de Chicago, conjuntamente con la exhibición: "Las Antigüedades de Sigmund Freud: Las metáforas 21 Fragmentos de un Pasado Enterrado". En aquella oportunidad Corcoran (1991) criticó que Freud hubiera reunido una colección de estatuillas de arte egipcio, pero que su conocimiento sobre el tema distaba de ser el de un experto y de acuerdo a la literatura disponible en su biblioteca su colección no respondía a una opinión informada del tema, sino a folletos de cultura amateur. La crítica se extiende a la forma como Freud habría ido adquiriendo las estatuillas y objetos, ya que aparentemente quien se los habría vendido era uno de tantos saqueadores de tesoros que no contribuían a la naciente ciencia sino a la depredación del patrimonio. Otro dato que aunó en la molestia de los mencionados fue que los libros que podrían haber informado a Freud databan de su período de estudiante, permitiendo así conjeturar que la literatura especializada reciente no era de su interés. Kuspit, D. (1989) y otros participantes del simposio mencionado pusieron en duda el conocimiento de Freud acerca de la cultura egipcia basándose en las pruebas dejadas por Freud en su consultorio, a partir de su colección que según refieren no valía gran cosa. Tampoco mereció entre los expertos una buena opinión su colección de libros sobre el tema. Dichos especialistas, irritados por el empleo tan ligero que diera Freud a los temas de arqueología, así como por sus conductas que estiman se basaba en una apreciación sobre simplificadora y desinformada de Freud acerca de la arqueología. Afirman que Freud no pasó de tener una visión romántica de la arqueología, que lo llevó a inflar e idealizar los descubrimientos de la joven ciencia, y que muy probablemente de haber conocido mejor lo que estaba afirmando, no lo habría hecho. Este autor resalta que los arqueólogos Schliemann y Evans, los más prominentes de la época, fueron pioneros en el campo de la arqueología y como tales estuvieron sujetos a errores. Pero añade que existen evidencias que ambos concientemente manipularon información conforme a sus ideas preconcebidas. Corcoran (1991) se pregunta como es que Freud, habiendo reconocido los problemas y fuentes de error a que el naciente campo de la arqueología estaba sujeto, pudo haberlo empleado como una metáfora para sus propias ideas acerca de la reconstrucción de la mente. Aún más difícil de comprender, señala este autor, es la defensa leal de la metáfora por académicos modernos. Nota con sorpresa que solo los psicoanalistas adhieren a la metáfora en cuestión, y que la misma no goza de aceptación en otras disciplinas. Estas voces se indignan de que Freud no haya tratado este tema con suficiente seriedad. Kuspit (1989) llegó a decir que Freud jamás abandonó cualquier idea una vez que la había aceptado, y que su apego a la metáfora arqueológica fue especialmente intenso. Corcoran (1991) afirma con ironía, que en ello Freud resultaba muy egipcio, y que así como los egipcios eran los Las metáforas 22 grandes acumuladores / coleccionistas del Viejo Mundo, mitológicamente hablando: y que con James (1979) destaca que poseían un genio para adaptarse y armonizar diferentes tradiciones y sistemas sin realmente descartar nada, que Freud también tenía aquella capacidad para innovar sin abandonar lo viejo (Morenz, 1973). CAPÍTULO II Análisis de la metáfora del Arqueólogo en la obra de Freud Remitirnos a una imagen digamos típica de un arqueólogo excavando, explorando, descubriendo y desentrañando los misterios en la profundidad es exactamente lo que Freud se encuentra realizando. Su actividad es pionera, lo que quiere que sea un sistema pero no tiene forma lineal sino laberíntica de ser desentrañado, ese objeto de estudio tan peculiar que se ha propuesto estudiar, la psiquis, mediante un método en el que explora hacia adentro y hacia fuera, y va hacia atrás para ir hacia delante. La metáfora del arqueólogo nos lleva a una experiencia visual; sin embargo, el psicoanálisis va a sustituir lo tradicional de la actitud médica que privilegia lo visual por la escucha, por la narración en sus variadas formas que permite la clínica psicoanalítica. Freud compara la labor del psicoanalista con la de un excavador. La psique con las ruinas arqueológicas que contendrían tesoros perdidos, además de las implicancias acerca de la naturaleza de la mente, estratificada por capas, separadas entre lo reciente y lo antiguo, con elementos superficiales y profundos, entre lo infantil y lo adulto, lo primero y lo segundo (considerando el aprés coup), el proceso primario y secundario, la vigilia y el sueño, etc. En la medida que Freud avanza su teoría ciertas variables van cambiando de lugar, el llamado aparato psíquico va volviéndose más complejo, los límites entre investigador y objeto de estudio van siendo menos claros y van interviniendo más en sus formulaciones, lo cual da una cualidad distintiva al psicoanálisis con el trabajo de la transferencia (Freud, 1905; 1912a). Los avances de Freud no solo pertenecen a los aspectos teóricos sino como se sabe, abarcan sus propias investigaciones interiores, sobre su vida emocional íntima, lo que él mismo registró en su Diario personal, en su autoanálisis, y en su correspondencia con Fliess. Tenemos ante nosotros una doble investigación: su propia experiencia personal al mismo tiempo que el estudio sobre el psiquismo humano. La metáfora arqueológica acompaña al desarrollo de la teoría cobrando sentido a medida que va pasando el tiempo. Dentro del estilo expositivo y discursivo de Freud la repetición de sus metáforas conllevaba usualmente a un esclarecimiento de una idea, así como de una creciente diferenciación. Nos preguntamos qué va sucediendo en este lapso tan extenso de tiempo. Podríamos pensar que la metáfora del arqueólogo se "hunde" por un largo lapso, Freud no la elimina, sino que, similarmente a lo que ocurre con la pulsión Análisis de la metáfora del arqueólogo 24 reprimida, que se transforma, ésta pasa a otro estado donde sus referencias cambian. En el artículo "La Represión" de 1915 no hay mención de la metáfora del arqueólogo, sino que figura una explicación detallada de cómo se transforma la represión: Por ejemplo: la agencia representante de pulsión se desarrolla con mayor riqueza y menores interferencias cuando la represión la sustrajo del influjo conciente. Prolifera, por así decir, en las sombras y encuentra formas extremas de expresión que, si le son traducidas y presentadas al neurótico, no sólo tienen que parecerle ajenas, sino que lo atemorizan provocándole el espejismo de que poseerían una intensidad pulsional extraordinaria y peligrosa. Esta ilusoria intensidad pulsional es el resultado de un despliegue desinhibido en la fantasía y de la sobreestasis (Aufstauung) productor de una satisfacción denegada. (Freud, 1915, p.144). Es posible que a estas alturas de su obra ya no escribiera como candidato buscando aprobación entre su auditorio sino que estuviera más concentrado en la profundización y clarificación de su objeto de estudio, como si se hubiera sacado de encima ese peso y se sintiera ya entre especialistas interesados e informados. Freud mismo había pasado de ser neurólogo a ser psicólogo; era esperable que su lenguaje registrara este vuelco. Lo interesante para este propósito es examinar las posibilidades de transformación por las que puede pasar la represión: sea de acuerdo a cuadros psicopatológicos, donde puede tomar características específicas como en la fobia (desplazamiento) o como en la neurosis obsesiva (formación reactiva), en casos va a asociarse a los llamados retoños de lo reprimido que son derivaciones con las que guarda relación con lo inadmisible así como distancia, lo que le permite sortear la censura. Destaca el gasto de fuerza constante que exige la represión: " Lo reprimido ejerce una presión (Druck) continua en dirección a lo conciente, a raíz de lo cual el equilibrio tiene que mantenerse por medio de una contrapresión (Gegendruck) incesante." (La Represión, 1915, p.146). Se trata de un proceso de mucha presión que se cumple en una zona de frontera, pensemos en lo conflictivas y movidas que suelen ser éstas, entre Inconsciente y Preconsciente. 2.1 La temporalidad Uno de los temas que la metáfora del arqueólogo permite ver es la concepción tan particular que tiene la temporalidad en el psicoanálisis. El estratificado de capas que hemos mencionado, la comprensión de un momento primero, significado solo Análisis de la metáfora del arqueólogo 25 posteriormente, conocido como el aprés coup, se evidencia en la metáfora arqueológica. Nos remite a la naturaleza de lo inconsciente y su característica de pensamiento en proceso primario donde la temporalidad no existe y el presente conserva su actualidad. En "Lo Inconsciente" (Freud, 1915) Freud detalla su pensamiento acerca de la característica atemporal de los procesos del sistema Inconsciente: Los procesos del sistema Inconsciente son atemporales, es decir, no están ordenados con arreglo al tiempo, no se modifican por el trascurso de este ni, en general, tienen relación alguna con él. También la relación con el tiempo se sigue del trabajo del sistema consciente. (Freud, 1915, p. 184). Freud maneja una noción de temporalidad en absoluto lineal, lo que nos podría interesar ya que la metáfora del arqueólogo condensa esta cualidad de varios tiempos vistos en simultáneo. Se trata de una temporalidad discontinua, que retrocede, actúa en segundos momentos, de atrás hacia delante, como los de la amnesia infantil, el aprés coup, los recuerdos encubridores, y en el sueño donde el tiempo no forma parte integrante ya que en ellos los deseos aparecen como ya realizados. Resaltamos el sueño pues en él también los deseos se producen según Freud, no como expresiones potenciales de deseos sino como realizaciones de éstos (Freud, 1900). Todo ello parece corresponder a lo atemporal del Inconsciente que Freud expone en La Interpretación de los Sueños, cap. VII. Todo material comporta, como lo mostrara Freud por los recuerdos encubridores (Freud, 1899), elementos pertenecientes a distintas capas del pasado con intervención de las fantasías, con la amnesia que recubre los primeros años de vida, y detrás de ello la sexualidad infantil, todo se mezcla y es remodelado por una elaboración secundaria al momento de acceder a la superficie. Podríamos exigirnos un mayor orden que serviría aquí para efectos didácticos, pero la verdad es que los distintos niveles se hallan entremezclados. Las ideas de Nastrachlich o aprés coup que elaboran sobre el tiempo de elaboración implicado en la repetición en el tratamiento psicoanalítico; el proceso de recuerdo, repetición y elaboración, la compulsión a la repetición, constituyen procesos que condensan al menos dos momentos en uno, donde el pasado necesita del presente para resolverse, para permitir una comprensión gradual y eventualmente la cura en la medida que quedan reparadas las conexiones destruidas, restablecidas Análisis de la metáfora del arqueólogo 26 así como las relaciones entre recuerdos y afectos enlazados. En la mente el pasado no permanece quieto sino que se elabora, Freud diría que se transforma. Es parte de su discusión en 1915 en su artículo "La Represión". Dichas transformaciones darían cuenta de lo vivo que está el recuerdo, las huellas del pasado en el paciente. Como dice Freud en 1915: El factor cuantitativo de la agencia representante de la pulsión tiene tres destinos posibles, como nos lo enseña una ojeada panorámica a las experiencias que nos ha brindado el psicoanálisis: La pulsión es sofocada por completo, de suerte que nada se descubre de ella, o sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente de algún modo, o se muda en angustia. (Freud, 1915, p. 148). También con atención a lo temporal, resaltan los conceptos de fijación y regresión, ambos como formas en que la persona buscaría retroceder el tiempo en recuerdo de una época anterior satisfactoria. Típicamente Freud nos recuerda, a propósito de las fases de desarrollo de la libido, que toda nueva fase del desarrollo libidinal coexiste con aquella que la precede, comparándolas empleando una visualización, con ríos de lava que se superponen. Como explica Green en el 2002, dichas fijaciones van a provocar retrocesos formando una memoria discontinua de eventos psíquicos que conforman la amnesia infantil. Conocemos hoy como es posible realizar un diagnóstico psicopatológico (Kernberg, 1987) basándonos en la forma como los pacientes se refieren a sus historias personales, según las recuerden o no, el tipo de lagunas que tengan, así como de llamados "huecos" en sus recuentos, todo ello va a ser testimonio de su memoria discontinua, de la importancia dejada por el elemento ausente que la clínica actual ha profundizado. Freud plantea grandes organizadores mentales, aquellos que tienen lugar en el tiempo, como pueden ser la seducción, la castración, la escena primitiva. Otros en cambio, servirán como desorganizadores. Entre ellos citaremos a la compulsión a la repetición (Freud, 1920; 1926) a la que Freud confiere importancia, de hecho va a ser uno de los puentes clave entre la primera y segunda tópica. La extensa explicación de cómo el paciente no puede recordar sino que repite en acción aquello a lo cual no puede acceder en su memoria marca un hito en sus artículos acerca del fenómeno transferencial (Freud, 1905, 1912). La transferencia constituye esencialmente una manera de repetir. Si bien podríamos argumentar que nos hemos desviado de nuestro tema central de la metáfora del arqueólogo, nos parece pertinente preguntarnos por qué desaparece dicha metáfora durante tanto tiempo. Análisis de la metáfora del arqueólogo 27 Nos aventuramos a dar una respuesta. Freud debió haberse incomodado, enredado con los fenómenos de la transferencia, con una observación participante que lo inmiscuía bastante más en el proceso psicoanalítico de sus pacientes, en el suyo propio, mucho más allá de lo que habría supuesto inicialmente. La escena de sus comienzos hace pensar en un explorador del tipo tradicional que no se ve tocado por su objeto de estudio. En viejo lenguaje psicoanalítico sería: hace consciente lo inconsciente, trabaja ordenadamente, esclareciendo síntoma por síntoma y la labor va quedando realizada. Cada elemento, sujeto y objeto, quedan en su lugar. Sin embargo, a medida que Freud transita desde su aspecto más positivo de la primera tópica hasta la segunda, vemos lo que ocurre como si empleando la metáfora del arqueólogo visualizáramos al excavador embarrado hasta las orejas, metido y compartiendo el espacio y las incomodidades de la excavación, casi borrándose las fronteras entre ambos. Es decir, la transferencia, el presente actuante en la situación de la sesión, desdibujarían los límites claros y diferenciados entre paciente y analista. Tal suceso debió haber sido más problemático de lo que Freud mismo confesara. Otra posibilidad de respuesta a la interrogante de la larga desaparición de la metáfora arqueológica podría ser que en ella se condensa la problemática de la temporalidad analítica, se alude a su tremenda complejidad visualizando pasado y presente en un momento. Sin embargo, a lo largo de su obra, Freud va a desagregar esta idea algo general, mostrando las diferentes formas como se presenta la temporalidad discontinua desde la mira psicoanalítica. Como hemos dicho, estas formas específicas donde la temporalidad evidencia su discontinuidad, su proceder desde un momento posterior hacia atrás serían: la teoría del trauma, el aprés coup, la sexualidad infantil, la comprensión de los síntomas psicopatológicos, los sueños, los recuerdos encubridores, la fijación, la transferencia, las identificaciones, entre otros que transmiten esta misma idea. Dando un salto de algunas décadas e considerando innovaciones teóricas posteriores nos encontramos con las elaboraciones de Melanie Klein en 1934, acerca de las llamadas posiciones, que son constelaciones formadas a partir del tipo de ansiedad que se organizan tempranamente y que están en constante movimiento, pasando el individuo de la posición esquizo paranoide a la posición depresiva, varias veces sucesivamente en cada sesión, en cada interacción. A partir de éstas el individuo se organiza defensivamente contra la ansiedad. Intervienen elementos adicionales de formulación bastante original donde no vamos a extendernos al momento, solo quisiéramos rescatar la base común de la angustia tanto en Freud Análisis de la metáfora del arqueólogo 28 como en Melanie Klein. Claro está que la angustia (automática) en Freud se dispara por encontrarse el individuo con una situación traumática que lo remite en primera instancia a una situación de desamparo psíquico que corresponde también a un desamparo biológico (Freud, 1926). Es decir, la concepción de la angustia es distinta en Freud que en Melanie Klein, sin embargo apreciamos que el presente en ambos está impregnado del elemento pasado traumático. El psicoanálisis ha avanzado por muy diversas líneas hoy en día sin embargo un tema que se reconoce en común es el elemento histórico actuante en el presente, así el tratamiento difiera, la temporalidad estaría cargada de sentido. 2.2. El investigador psicoanalítico explora y se explora Al parecer, como lo investigó Paniagua en el 2001, en la primera tópica el analista guardaría una postura de especialista que explora de manera activa la profundidad de la mente del analizando con el objetivo de "hacer conciente lo inconsciente", lo que colocaría al analizando en una actitud de pasividad. A partir de 1920 habría una postura más comprometida del analista, más cercana de su paciente, con una comprensión mayor de la mente. En lo sucesivo los límites entre analista y paciente aparecen menos claros. La actitud del analista aparece menos paternalista, dados los cambios propuestos en El Yo y el Ello el analista tiene que estar permanentemente más descolocado de su acomodada situación del inicio. Atrás quedó el acento de la primera tópica puesto en una actitud de descubrimiento, de sentirse pionero, acompañado de metáforas de conquista, de abrirse camino frente a las resistencias que iba encontrando. En adelante, se tratará de prestar oído a esa mente compuesta de complejidades: que consta de un Yo reprimido, de unas defensas que pueden satisfacer a partes del Yo y no a otras, donde el SuperYo impone demandas al Yo y al Ello, en medio de conflictos entre las pulsiones de vida y de destrucción, donde una línea de narcisismo transcurre paralelamente. Tanto analista como analizando se encuentran con sendos aparatos psíquicos en el consultorio, con el compromiso del analista de escuchar las derivaciones de lo inconsciente, como diría Freud en 1900. El analista no explora ya desde fuera, sino que está comprometido con su psique y que su observación e intervención modifican su proyecto. En "Recuerdo, repetición y elaboración" de 1914, Freud da cuenta de este tedioso proceso, que consiste en volver sobre un mismo tema las veces que sea necesario para que el paciente haga su camino que no consiste en darse cuenta una única vez sino que ello conlleva un proceso de repeticiones que Freud aconseja no apresurar. El trabajo sobre su caso Dora tiende esta línea que Freud continuará Análisis de la metáfora del arqueólogo 29 trabajando, acerca de la importancia del trabajo interno del analista, que con Dora no advirtió por donde iba la transferencia de su paciente, por sus propios puntos oscuros e inexplorados. La clínica contemporánea avanza sobre la importancia que se confiere a que el mismo psicoanalista explore y conozca su propia psique como herramienta de trabajo en la clínica. La metáfora del arqueólogo condensa en sí misma la idea que Freud tenía de sí mismo como explorador de la mente humana, y la trascendencia que se podía esperar de ésta. Los elementos centrales del psicoanálisis: sujeto que investiga, investigación y objeto a investigar se concentran alrededor de dicha metáfora cuya primera inscripción tiene lugar en las primeras elaboraciones freudianas. En la carta de Freud a Fliess del 6 de Diciembre de 1896 Freud escribe: Tú sabes que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por superposición de capas porque de tiempo en tiempo el material existente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevas concernencias, una inscripción (…) (Freud, 1986, p. 218). Freud venía investigando una variedad de elementos interconectados y la temporalidad era ciertamente un elemento decisivo. En el proceso psicoanalítico los conflictos pueden resignificarse, los recuerdos encubridores pueden liarse a diferentes contextos de sentido, y hasta pueden crearse recuerdos en el proceso psicoanalítico mismo (Faimberg, 2005). Lo que acontece en el presente está conectado a lo que ha ocurrido por una relación de significado. Faimberg en el 2005, considera que la operación del aprés coup tiene lugar en el presente de la sesión analítica y le da significado retroactivo a una experiencia previa, resultando en que los dos puntos en el tiempo guardan una relación de significado. La linealidad, como hemos podido apreciar, no tendría mucha cabida en la teoría freudiana, como si la coexistencia de distintas capas fuera parte de un proceso donde el tiempo estuviera fragmentado (Green, 2002). La metáfora del arqueólogo hace alusión e ilumina especialmente la vigencia y potencia del pasado en el presente del paciente. La actividad del analista con su paciente está atravesada por el pasado actuando en el momento actual. Los pacientes neuróticos accederían al tratamiento psicoanalítico llevando síntomas de diversa índole, asociaciones, sueños, y su particular forma de presentarse y vincularse con sus analistas. Quedaba pendiente, en los primeros años de teoría psicoanalítica, la Análisis de la metáfora del arqueólogo 30 necesidad de evolución del psicoanalista como explorador para saber qué parte de lo que estaba buscando, explorando residía en sí mismo, en un "lugar" entre sí mismo y su paciente, donde resonarían memorias guardadas y a la vez activas, elemento que queda esbozado en el epílogo del caso Dora al abordar el tema y la importancia de la trasferencia. Queda listo el material para excavar estos recuerdos de traumas y redescubrir algo de la historia olvidada del paciente en tanto el psicoanalista esté en capacidad de haber rastreado en su propio mundo interior a la vez que sintonizar a este canal relacional. En lo que concierne a su primera tópica, cabe volver sobre lo que Freud entiende por olvido, a propósito de sus pacientes neuróticos. Enterrado no implica desaparecido. Un contenido olvidado no equivale a que se haya perdido sino que su nexo afectivo ha quedado separado de la conciencia y reprimido, por ser censurado por la conciencia, por razones de estar liado con un trauma infantil de naturaleza sexual, lo cual se entendía por entonces que conectaba con lo edípico. El tratamiento psicoanalítico se encaminaba a recuperar, mediante la escucha e interpretación, lo que había motivado dicho "desalojo" o represión. Facilitar los nexos conformaba parte de la tarea de construcción o de reconstrucción del analista, una labor como dice Freud, tediosa, llena de paciencia para permitir que el paciente neurótico haga su camino. Hemos visto como no solo se superpone lo antiguo con lo actual, sino la fase libidinal anterior a la subsiguiente (Freud, 1905), atendiendo a la sexualidad infantil que subsiste en la adulta cuyo funcionamiento puede analizarse a modo de capas geológicas. Esta convivencia entre presente y pasado puede ser armoniosa como patológica. A medida que Freud iba desplegando su teoría iba realizando crecientes diferenciaciones, de modo que la segunda tópica contiene más sutilezas y diferenciaciones que la primera. Entre los continuos que integran la mente humana figuran: aquel entre niñez y adultez, de normalidad y psicopatología, de ligadura y de destrucción, de fases de desarrollo psicosexual, de fronteras entre las instancias del aparato psíquico. La ambición de Freud lo llevó a avanzar postulados crecientemente osados. Pensar en el psicoanalista como un arqueólogo debía contener una dotación de idealización acerca de su tarea. Asociar lo más profundo de la represión con valiosos tesoros escondidos da cuenta de lo mucho que valoraba sus investigaciones, así como de un material de acceso difícil que exigía una dedicación plena. Los estudiosos del psicoanálisis nos hemos encontrado más de una vez especulando sobre los contenidos de la represión primaria, verdadero lecho de roca de nuestra Análisis de la metáfora del arqueólogo 31 constitución mental. Laplanche y Pontalis en 1993, dicen al respecto que su origen debería buscarse probablemente, en experiencias arcaicas muy intensas. Mijolla y otros en el 2007, enfatizan el elemento originario de la psique aludido con la represión primaria. Correspondería a un proceso hipotético que Freud postula como momento original de la represión. Estos autores afirman que la represión originaria "es un abuso de autoridad epistemológico que fija el punto de inflexión entre lo incognoscible y ese comienzo del funcionamiento psíquico". Le Guen en 1992, citado por Mijolla en 2007, destaca que para tal hipótesis de Freud se necesita una doble acción de empuje y atracción: de un lado está enraizada a aquel fondo patrimonial de lo primero constituyente del funcionamiento psíquico que atrae hacia sí representaciones que hay que reprimir y, del otro, está unido a las percepciones que pueden ser desagradables. Une lo actual con lo arcaico. Una semejanza entre labor analítica y arqueológica es la entrada en el detalle a profundidad. Connota un ingreso hacia la experiencia del encuentro del inconsciente del analista con el del paciente. La tarea de retirar el polvo lentamente, con cuidado, respetar el terreno, parece ser la imagen típica en la que asociamos con la de un arqueólogo explorando, evoca la cuidadosa escucha al material de asociaciones del paciente, trabajo que podría a su vez ser propio del psicoanalista, donde todo lo que el paciente diga y haga en sesión, incluyendo hechos no verbales, será relevante y merecedor de consideración. A partir de 1920 la actitud clínica cambia, como se registra en el artículo de Freud de 1923, elaborado para la Enciclopedia Británnica: La experiencia pronto mostró que la actitud que el analítico podía adoptar más ventajosamente era rendirse a su propia actividad mental inconsciente, en un estado de atención parejamente suspendida, para evitar en la medida en que fuera posible la reflexión y construcción de expectativas conscientes, no tratar de arreglar alguna cosa que escuchara particularmente en su memoria, y por estos medios captar el devenir del inconsciente del paciente con su propio inconsciente. (Freud, 1923, p.235). La diferencia que enfatizamos se encuentra en la última parte de la oración: que el analista capta el devenir de su inconsciente con su propio inconsciente. Resulta notable advertir el vuelco actitudinal de Freud visto en perspectiva desde sus primeros tiempos. No va en busca de algo en especial, no le pide al paciente decirle pensamientos profundos o relacionados con algo en particular. Simplemente le pide que diga simplemente lo que le pase por su cabeza. No se trata de profundidades sino Análisis de la metáfora del arqueólogo 32 de lo que esté presente en la superficie, ya que aquello mantiene conexiones inconscientes. El tiempo y las investigaciones de Freud no transcurrían en vano. Su aproximación positivista cedió, y al son del avance de los tiempos y de las ciencias, la arqueología también estrenó cambios de perspectiva: el investigador pasó a incluirse dentro del propio campo de estudio y a saberse sujeto interviniente. En este marco el psicoanálisis vio desplegar la teoría de la transferencia y contratransferencia (Freud, 1910). Freud dejó delineado un primer esbozo de aquella para ser continuada. Es conocido que a partir de poner en marcha dicha herramienta queda abierta una nueva entrada a pacientes que ofrecen mayores dificultades de tratamiento, para cuyo acceso es indispensable que el analista realice el trabajo de "hacerles de mente" como una vía de acceso y resolución privilegiada y en casos la única (Bion, 1962; Green, 1995; 2002; Lutenberg, 2007). En "Recordar, repetir y reelaborar" de 1914, Freud señala: " (…) podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace." (Freud, 1914, p. 152) y ejemplifica como el analizado olvida cosas que por ser dolorosas y censuradas por una parte de su psique pasarán a ser olvidadas como tales pero que hallarán otra forma de conservarse, a través de actos, lo que constituye una forma de recordar. Esta comunicación serviría de piedra de toque para la clínica actual posfreudiana, que abunda en cuadros en los que la capacidad de recordar no es lo que se halla en juego, ya que un número creciente de pacientes no puede recordar, no solo por haber sido demasiado pequeños al momento de vivir, sufrir experiencias traumáticas, sino que en con frecuencia estos pacientes no vivieron experiencias que tendrían que haber vivido, lo que les deja un vacío a nivel mental (Lutenberg, 2007) , lo que lleva la tarea del analista no a realizar una reconstrucción sino una construcción propiamente de esta experiencia de ausencia, de falta. El paciente no puede ni hablar ni referir experiencias que no vivó sino que el analista deberá poder registrar lo no habido en su contratransferencia y proceder a pensarlo, para gradualmente poder ir formando una mente para su paciente. Es el caso de pacientes severamente enfermos, donde la patología no será de conflicto sino de déficit. No parece que podría extenderse la metáfora del arqueólogo a un momento tal del desarrollo del psicoanálisis; la estratificación por capas ha alcanzado al psicoanalista que parece estar a nivel con su propio aparato psíquico lado a lado del paciente. Análisis de la metáfora del arqueólogo 33 En 1912 Freud utiliza algunas imágenes para comunicar la estrechísima vinculación requerida del analista hacia su paciente: Debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono. De la misma manera en que el receptor vuelve a mudar en ondas sonoras las oscilaciones eléctricas de la línea incitadas por ondas sonoras, lo inconsciente del médico se habilita para restablecer, desde los retoños a él comunicados de lo inconsciente, esto inconsciente mismo que ha determinado las ocurrencias del enfermo. (Freud, 1912b, p.115). La perspectiva ha cambiado. Ahora destaca la necesidad de calzar la escucha con el propio inconsciente del analista. Se ha mudado el interés hacia otra profundidad, que es el inconsciente del analista. Vemos a un "arqueólogo" internado en su intimidad y en la intimidad con el paciente, y el interés colocado en el calzado perfecto entre ambos. Retengamos este cambio. Han pasado siete años desde 1905 hasta 1912. Faltan algunos más para 1920 en que los cambios serán más radicales. Nos preguntamos por qué un símbolo tan frecuente como la madre tierra no ha servido de asociaciones para la metáfora del arqueólogo. Una posible respuesta, a pesar de que sabemos que una metáfora puede iluminar exclusivamente un aspecto de la cosa y no abarcar la cosa en su totalidad, es que la biografía de Freud nos ilustra acerca de lo problemática de la relación con su madre, lo cual conllevó a un alejamiento de ella así como de cuanto se relacionara con ella para su creación científica. Por lo que el símbolo de la madre Tierra queda fuera, inclusive, de nuestras asociaciones como lectores. En 1931 Freud escribe un artículo sobre sexualidad femenina que nos parece calza con nuestras opiniones sobre Freud: "En este ámbito de la primera ligazón-madre todo me parece tan difícil de asir analíticamente, tan antiguo, vagaroso, apenas reanimable, como si hubiera sucumbido a una represión particularmente despiadada." (Freud, 1931, p. 228). Freud fue el hijo mayor de su madre, y vinieron después de él varios hermanos, por lo que él pudo haber sentido resentimiento hacia ella. Asimismo, se ha registrado que Amalia Nathanson, madre de Freud, tenía un carácter difícil, que era sobreprotectora y dominante (Gay, 1989). Dichos elementos pudieron influir para que Freud mantuviera a su madre a distancia. En todo caso, parece significativo que el psicoanálisis tomara el giro que tomó después de la muerte de su creador, en el sentido de haber recibido contribuciones que lo llevaron por "el camino de la madre". Tales son los casos de D.W. Winnicott con su teoría sobre el juego, del espacio transicional, el tiempo que el niño es capaz Análisis de la metáfora del arqueólogo 34 de esperar a su madre; (Winnicott, 1971, 1965); W. R. Bion (1962) con sus conceptos de reverie materno y pensamiento alfa; Green con sus formulaciones acerca de la madre muerta y estudios sobre pacientes no neuróticos (Green, 1982, 1995, 2002 ). Freud en sus comunicaciones biográficas, en sus cartas a Fliess y a través de su obra llena de referencias biográficas, registra que su vínculo con su madre era problemático, y que tenía con su padre una relación que le representaba ciertos conflictos por resolver. En tanto no superara los problemas con su padre sentía que no podía ir a Roma, lo que le dejó sin cumplir este caro objetivo hasta que su padre falleció y recién entonces pudo acceder a esta ciudad. Posiblemente entonces, Freud sentía que no podía ingresar, figurativamente hablando, en el cuerpo de la madre, de su madre por obstáculos psicológicos que le impedían franquear la distancia. 2.3 El segundo modelo de Freud y los cambios para el analista El segundo modelo de aparato psíquico de Freud vino a reparar insuficiencias del primero, el cual no servía para casos de neurosis obsesiva, o al ver que la llamada reacción terapéutica negativa contradecía los postulados vigentes sobre las pulsiones. El segundo modelo proponía un Yo, un Ello y un Super Yo (Freud, 1923). A partir de ella el lado pulsional estaría incorporado en el Ello. El Yo tendría un lado de superficie psíquica en contacto con lo corporal, con lo perceptivo, a su vez tendría una parte inconsciente, cosa inédita hasta ese momento. En adelante, la oposición vendría a ser ya no entre lo consciente y lo inconsciente, sino entre el Yo coherente y el reprimido (Freud, 1920). Adicionalmente, la función del Superyo sería comparable con la de un juez o censor con respecto al Yo. La conciencia moral, la autoobservación, la formación de ideales serían parte de las funciones del Superyo (Laplanche & Pontalis, 1993). Este sería para Freud, el heredero del Complejo de Edipo, y se formaría por la interiorización de las exigencias y prohibiciones de los padres. En este estado del avance de la teoría psicoanalítica la metáfora del arqueólogo no se mencionaba ya. Como apreciamos en un inicio, este recurso pareció una primera iluminación tanto sobre las superposiciones temporales en el psicoanálisis, como sobre la particular posición del investigador y de su objeto de estudio, en líneas gruesas. A medida que la teoría fue avanzando, Freud fue diferenciando categorías y cada cosa recibió su nombre, siempre teniendo en cuenta el marco dado por estas líneas pioneras. Análisis de la metáfora del arqueólogo 35 La teoría de las pulsiones, reformulada, había cobrado más importancia en la segunda tópica que en la primera. Las pulsiones de vida o de ligadura y de desligadura o de destrucción, parecían más cruciales que detectar si se llegaba a descubrir lo inconsciente. La escisión, el mecanismo defensivo actuante en estas psicopatologías severas ponía en evidencia las acciones del Yo de desligadura, de destrucción. Además, a partir de la segunda teoría freudiana, los dos tipos de pulsiones se conciben, más que como motivaciones concretas del funcionamiento del organismo, como principios fundamentales que presiden, en último análisis, la actividad de éste (Laplanche & Pontalis, 1993). En la segunda tópica las pulsiones quedaron incluidas dentro del aparato psíquico. En cambio, en la primera tópica solo sus representaciones formaban parte de éste por lo que se entiende que cobran mucho más importancia en la segunda. El rol que cumplía en la primera tópica la representación es reemplazada, en la segunda, por las mociones pulsionales, que pasan a tener preponderancia. A partir de la segunda tópica Freud parece pensar que la actividad psíquica depende más del funcionamiento pulsional que del inconsciente. La labor analítica por los tiempos de la segunda tópica, pasa a consistir fundamentalmente en unir escisiones, o interpretar las ligaduras y desligaduras, lo destructivo etc. Es decir, lograr una visión de conjunto de lo que pasa al interior del intricado edificio de compartimentos que parece ser la mente. Donde el Yo tiene relaciones con aspectos coherentes, reprimidos, guarda relación con el interior y el exterior, y va despachando según los requerimientos de sus diferentes instancias. Libido del yo, libido de objeto, ideal del yo, proyección, identificaciones, escisiones, son algunos de los funcionamientos del aparato psíquico. La comprensión de casos a través de unir escisiones e interpretar las ligaduras y desligaduras en que se hallaban inmersos los pacientes, o el proceso entre paciente y analista, procurarían una visión de conjunto frente a experiencias fragmentadas, escindidas. Para emplear una expresión metafórica (una más) diríamos que con la segunda tópica se tenía una perspectiva del bosque en contraposición con una visión más limitada anterior. Con el avance de la obra freudiana el paisaje mental se había complicado mucho más, en consecuencia también la labor de arqueólogo psicoanalista. Ya no es el edificio básico de tres compartimentos (Inconsciente, Preconsciente, Conciente) que propuso de inicio donde el objetivo principal era acceder a lo Inconsciente. Se han añadido: una línea de narcisismo (Freud, 1914), libido objetal, libido del yo, ideal del yo, Complejo de Edipo, otras identificaciones, el Yo, Superyo y Ello, las pulsiones de Vida y de Muerte, mecanismos de defensa más diferenciados, como la escisión, la proyección, la negación, la vuelta sobre sí mismo, Análisis de la metáfora del arqueólogo 36 la compulsión a la repetición, entre otras. El analista debe estar permeable para escuchar el conjunto con su propio inconsciente. El acceso que permiten las asociaciones del paciente, del relato de sus sueños, de la comprensión de la transferencia y contratransferencia enriquecerían la teoría y clínica. Como parte de su obra tardía Freud escribe un artículo titulado “Construcciones" (1937), que hemos citado anteriormente. En él vuelve a comparar el trabajo psicoanalítico con la labor del arqueólogo: Su trabajo de construcción o, si se prefiere, de reconstrucción, se parece mucho a una excavación arqueológica de una casa o de un antiguo edificio que han sido destruidos y enterrados. Los dos procesos son en realidad idénticos, excepto que el psicoanalista trabaja en mejores condiciones y dispone de más material en cuanto que no trata con algo destruido, sino con algo que todavía se halla vivo(…) (Freud, 1937, p. 261). Esta reflexión contiene un retorno a sus primeras hipótesis aún habiendo registrado cambios fundamentales en su teoría, los que venimos de revisar. Parece ser que algo del Freud positivista persiste, identificado como estaba con la figura del arqueólogo que excavaba ruinas y ávido por hacer un descubrimiento de envergadura comparable al de Schliemann, el descubridor de Troya. Notemos que el artículo Construcciones, con su nombre coloca el acento de la labor analítica en lo nuevo, a lo que el analista podrá realizar en conjunción con su paciente. La tarea del arqueólogo ahora, después de treinta años subraya el trabajo por realizar del analista a partir de su estudio del paciente, de lo que allí acontece, y de lo que puede proponerle. No obstante, retornamos a lo primero: el psicoanálisis trata con reconstrucciones y / o construcciones de la experiencia vivida de los pacientes, a partir de estudiar lo olvidado, escindido, reprimido, vistas las lagunas que perviven a través de sustituciones, cuyo olvido y pérdidas ocasionan sufrimiento al paciente, para lo cual contribuirá con una terapéutica que pueda reconstruir y en algunos casos construir. Esencialmente se trata de intervenir en un ser vivo, que como hemos podido analizar, a medida que ha ido lidiando con sus restos del pasado, éstos no han permanecido incólumes sino que se han transformado. De lo que se trata cuando el paciente recuerda, es de ramificaciones de lo reprimido que han podido sortear lo censurado, reprimido, según sea el caso y hayan accedido a la superficie psíquica. O posiblemente se trate de luchas entre sus pulsiones eróticas y tanáticas que salen a la superficie en formas actuadas al no poder recordarse y que el analista deberá detectar. Asimismo podrá tratarse de la escucha paciente del analista de las Análisis de la metáfora del arqueólogo 37 asociaciones que el paciente produzca en sesión, con una atención parejamente flotante, para de esa manera sin un punto fijo de interés, captar el devenir del inconsciente del paciente con su propio inconsciente. En otros casos, los de psicopatología más severa le exigirán al analista un trabajo atento sobre sí mismo, ya que no será el paciente que recuerde ni que hable sino que el analista deberá buscar en su contratransferencia a qué en particular el paciente le está transmitiendo, y realizar un trabajo donde el analista le presta al paciente su propia mente, a la manera que describiría Bion, con su concepto de reverie materno (Bion, 1962), y con su imagen de digerir los elementos beta para convertirlos en elementos alfa, en la terminología bioniana. Si Freud retorna a su idea de la metáfora, menciona la excavación sin duda para enfatizar que lo antiguo sigue vivo y actuando. Resulta difícil pensar en la labor de un psicoanalista que no incluya la comprensión del pasado. El retorno a la imagen de lo enterrado inevitablemente nos conduce a pensar en el tema de la muerte, si bien podría considerarse que Freud explícitamente no lo hace y esto podría aparecer como un jalón forzoso. El tema de la destrucción y construcción o de pulsiones ligadas y no ligadas, coloca en primer plano, la importancia que Freud confiere a su segunda dualidad pulsional, así como a otras dualidades que intervienen en su teorización. Para este segundo momento Freud se ha independizado ya de su compromiso con la tradición positivista, ha reconocido y admitido su vertiente filosófica y especulativa. No leeremos más al Freud empirista de los laboratorios de sus primeros tiempos, sino a un Freud que investiga acompañándose de una larga afición filosófica que marca y lleva la teoría por otros caminos y problemas que muy probablemente lo enfrenta con conflictos adicionales pero que van más allá de nuestros propósitos. Conclusiones Sintetizando lo que hemos planteado en este trabajo a propósito de la metáfora del arqueólogo en Freud diremos lo siguiente: que las metáforas sirven para iluminar zonas de conocimiento que no serían visibles de otro modo. Las metáforas, como lo hemos expuesto, constituyen herramientas potentes de conocimiento. Favorecen la aproximación de dos dominios, colocándolos en tensión, para resaltar características particulares. Que Freud empleó muchas metáforas a lo largo de su obra y que tuvieron un propósito de facilitar la comprensión de sus ideas entre el público de entonces, frente al cual Freud era pionero y enfrentaba resistencias. Una de las metáforas favoritas de Freud fue la del arqueólogo, la cual expone la labor del arqueólogo, excavador en paralelo con la del psicoanalista. Las metáforas que usa, y la del arqueólogo no es una excepción, van acompañando la elaboración de la teoría psicoanalítica, dentro de la cual Freud las utiliza como parte de un proceso de construcción de significados. La comparación entre arqueólogo y psicoanalista le ha merecido a Freud no pocas críticas amparadas algunas en sus escasas nociones sobre la arqueología, y otra en el peligro de la reificación de las metáforas, Freud mismo advirtió de este riesgo. No obstante la metáfora en cuestión resulta útil para pensar en ejes centrales de la teoría psicoanalítica. Dentro de la teorización psicoanalítica freudiana la metáfora del arqueólogo aparece dentro de la primera época conjuntamente con el eje de la represión, teoría del trauma, la sexualidad, y primer modelo de mente o primera tópica. Mientras dichos desarrollos estaban en curso Freud ejercía una labor pionera, inventaba una nueva disciplina. En este estadio aparecen analogías de su proceder con imágenes de conquista, lucha, ingreso forzado etc. La metáfora pone lado a lado psicoanalista y arqueólogo relevando dos aspectos en primer lugar: la figura del investigador que activamente explora un objeto a profundidad, un objeto que tiene características similares al arqueológico por cuanto trabaja con el pasado del paciente, con sus recuerdos, memorias olvidadas y reprimidas; que este pasado está oculto, enterrado y el psicoanalista pondrá sus esfuerzos para buscarlo y desenterrarlo, es decir estamos delante de las variables investigador, objeto investigado y tiempo; que se ha dicho que en esta búsqueda el investigador despliega una actitud activa, emprendedora frente a la pasividad del material, que en el caso clínico corresponde al Conclusiones 39 paciente. Inicialmente la imagen concuerda con una actitud fisicalista de Freud, donde media una distancia y separación clara entre paciente y analista. En la metáfora queda plasmada una connotación de una mente estratificada por capas: de acuerdo al modelo de la primera tópica estarán dadas por el conciente, preconsciente e inconsciente. Más importante es el elemento de temporalidad fragmentada contenido en la metáfora, tan particular en la teoría psicoanalítica, que no es de la primera tópica solamente sino que se extiende y trasciende al mismo Freud. Este carácter estratificado de la mente subraya características como el aprés coup, donde el tiempo funciona en reversa, donde el primer momento o hecho psíquico necesita de un segundo momento posterior para resignificarse. Asimismo, la trasferencia supone una yuxtaposición del pasado en el presente concentrado en el sentido que cobra el psicoanalista para el paciente en sesión, lo que consiste en una forma actuada de repetir una situación traumática del pasado en el presente, lo que será el objetivo mismo del tratamiento psicoanalítico. Otro elemento a notar es que el cambio radical y paso a la segunda tópica marca una actitud distinta del investigador, excavador, donde sus límites ya no estarán tan claramente diferenciados como los de la primera época, y su herramienta principal de investigación ya no será la pala, sino su propio inconsciente. Podría ser este cambio de actitud uno de los motivos por los que la metáfora no aparece durante muchos años, no habiendo ya el primer contexto explorador. La metáfora del arqueólogo es un recurso, una figura que acompaña y contribuye a explicar el modelo de mente freudiano así como la labor investigadora psicoanalítica, no siendo una pieza fundamental de teorización. El eje de estratificación de capas aludido en la metáfora del arqueólogo subraya en particular todo lo que se yuxtapone en psicoanálisis, empezando por el factor temporal, como el presente y el pasado coinciden en un momento, en la clínica psicoanalítica, con un reconocimiento mayor del pasado como fuerza activa en el presente. Son las capas reformuladas, y es el énfasis puesto en la interacción actual. El arqueólogo analista de hoy es distinto al de la primera época de Freud pues está inmerso en su campo de observación. Es la gran diferencia. Además, los postfreudianos han sorteado los prejuicios, problemas iniciales que Freud tenía. Se ha avanzado mucho, si bien no totalmente, del falocentrismo inicial. La importancia ha pasado hacia la madre, asimismo, Freud no estudió a niños tan pequeños, tarea que le dejaría a su hija Anna. Melanie Klein dio un vuelco en este sentido, con la importancia dada a la madre y a la infancia mucho más temprana. El examen de las Conclusiones 40 ansiedades tempranas, como parte de su teoría de las posiciones también abre un campo de investigación sumamente fértil. Las líneas de partida son líneas que el propio Freud tiende (1905) y luego Abraham avanza y ella radicaliza. Y las capas continúan superponiéndose. Cabe resaltar que Freud parece retornar a la metáfora del arqueólogo hacia el final de su obra debido a su necesidad de recalcar que el trabajo psicoanalítico trata de un trabajo con un objeto vivo, y que dada esta circunstancia tan favorable, existe la posibilidad de construir. Este hilo lo retoma y continúa, como hemos mencionado, la clínica postfreudiana. Referencias Acevedo, I. (2005). 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