ESCUELA DE POSGRADO APROXIMACIONES A LA BISEXUALIDAD DESDE FREUD A LOS DEBATES ACTUALES TESIS Tesis para optar por el título de Magíster en Estudios Teóricos en Psicoanálisis que presenta OLGA MONTERO ROSE ASESORA Dra. Pepi Patrón Costa JURADO Dr. Moisés Lemlij Malamud Mg. Carla Mantilla Lagos LIMA-PERÚ 2009 A mi mamá…Por la Vida A Gabriel, Mayra y Andrea… Por ser lo mejor que me pasó en ella AGRADECIMIENTOS A Pepi Patrón, asesora de esta tesis, por su disposición y generosidad, por su sabiduría y calidez, sin cuya ayuda y orientación este trabajo no hubiera conseguido su estructura y su fin. A Doris Argumedo, por su lectura atenta y por ser la interlocutora indispensable para el logro de este trabajo. A Carla Mantilla, por sus comentarios y sugerencias pertinentes y valiosas. A Max Hernández y Moisés Lemlij por su compromiso con la enseñanza y transmisión del Psicoanálisis. A Elizabeth Kreimer y Viviana Valz Gen por acompañarme en mis intentos de crecer y conocerme. A Liliana Canessa, Graciela Cardó, Lichi Garland, Patricia Martínez y Matilde Ureta de Caplansky, afectos que acompañaron este proyecto y bastante más… Y, a mis hijos, Gabriel, Mayra y Andrea Sin ustedes, esta tesis no hubiera sido posible RESUMEN El presente trabajo tiene como objetivo aproximarnos al concepto de bisexualidad trabajado por Freud a través de toda su obra. La bisexualidad es un concepto que nos acerca a la reflexión sobre los componentes femeninos y masculinos que conviven en la psique de todas las personas, los significados que cada cultura adjudica a dichos roles, los procesos de identificación con los padres y los caminos de la elección de objeto. Son temas actuales que han sido retomados y trabajados por autores post freudianos. Queremos acercarnos a través del estudio de la bisexualidad a sostener la vigencia del pensamiento psicoanalítico en tanto dicho concepto sigue siendo útil como una herramienta de comprensión del hombre y la sociedad a pesar de los importantes cambios que se han dado en la concepción de la sexualidad, el género y sus implicancias, desde la época en que Freud vivió hasta nuestros días. Palabras clave: Sigmund Freud, bisexualidad, psicoanálisis ABSTRACT The present study intends to approach the concept of bisexuality worked by Freud throughout his work. Bisexuality is a concept that makes us reflect about the feminine and masculine components that coexist in everyone’s psyche, the significance that each culture designates to such roles, the processes of identification with parents and the pathways of object election. The subject is current, since it has been retaken and worked by post-freudian authors. We seek to uphold the validity of psychoanalytic thinking through the study of bisexuality since it is a useful tool for the understanding of mankind and society, even if conceptions of gender and sexuality have changed from Freud’s time until now. Key words: Sigmund Freud, bisexuality, psychoanalysis TABLA DE CONTENIDO INTRODUCCIÓN i CAPÍTULO I: La bisexualidad en la Obra de Sigmund Freud 1 CAPÍTULO II: Aproximaciones a la bisexualidad en Autores Post Freudianos. Los Debates Actuales 9 La bisexualidad Psíquica: Los componentes Masculino y Femenino conviviendo en la psique 10 La bisexualidad en la Cultura: Los roles y estereotipos en el proceso de las Identificaciones 24 La bisexualidad y la Elección de Objeto 30 CAPÍTULO III: Reflexiones acerca de tres temas polémicos de actualidad y su relación con el concepto de bisexualidad 40 Masculino y femenino ¿son esencias o parecidos de familia? 40 ¿Cómo se dan las identificaciones en niños de parejas homosexuales? 45 ¿Cómo intervenir en la Clínica a partir de la diversidad teórica existente en el psicoanálisis acerca de la bisexualidad? 53 CAPITULO IV: Conclusiones 57 Referencias 63 INTRODUCCIÓN Sigmund Freud nació hace más de 150 años. Vivió y construyó su pensamiento en una época donde convivía el interés científico por los temas sexuales con un puritanismo represivo propio de la era victoriana. La sexualidad se abordaba con hipocresía, las técnicas anticonceptivas no eran difundidas sino que se conversaban a escondidas, había una gran ignorancia y reprobación respecto de la homosexualidad y la idea de una inferioridad natural de la mujer era generalmente admitida (Anzieu, 1980). En la actualidad, el conocimiento anticonceptivo está difundido, las técnicas reproductivas han liberado a la sexualidad de dicha finalidad específica, la homosexualidad no es más considerada una patología, el matrimonio homosexual es ya una realidad en varios países y el surgimiento de nuevos estilos de familia caracterizan nuestro tiempo. Las mujeres y su rol en la sociedad difieren de manera evidente con la época en la que Freud vivió. La pregunta que motiva este trabajo, es responder si el Psicoanálisis puede, a pesar de tantos cambios en el tema de la sexualidad y sus implicancias, seguir teniendo vigencia como herramienta de comprensión del hombre y la sociedad. Para dar respuesta a esta pregunta, vamos a acercarnos en este trabajo al estudio de la bisexualidad. ¿Puede el concepto de bisexualidad ser una herramienta conceptual que nos permita explicar y dar respuesta a temas actuales que necesitan ser pensados? Es interés nuestro y más aún a través de una Maestría Teórica de Psicoanálisis constatar la vigencia del pensamiento psicoanalítico. La bisexualidad es un concepto que nos acerca a la reflexión sobre la elección de objeto, los procesos de identificación con los padres, los roles masculinos y femeninos y la manera en que va cambiando la concepción de ellos a través del i tiempo y de las diferentes culturas. Son temas actuales sobre los cuales el pensamiento freudiano mantiene vigencia en tanto es a partir de sus propuestas que diferentes autores psicoanalíticos han retomado su estudio abriendo diversos caminos de reflexión, debate y postulación teórica. Es acerca de ese diálogo entre Freud y sus seguidores de lo que pretendemos dar cuenta en este trabajo. El concepto de bisexualidad es central en la doctrina Psicoanalítica, atraviesa toda la obra freudiana, desde su correspondencia con Fliess hasta su texto de 1937, “Análisis terminable e interminable”. En el primer capítulo de este trabajo, se hará una revisión cronológica de los textos freudianos, para acercarnos al concepto de bisexualidad, observar su evolución y las diferentes áreas sobre las que pretende reflexionar. En el segundo capítulo podremos entonces acercarnos a los diferentes autores post freudianos que retoman dicho concepto, enfatizando en tres áreas que la reflexión freudiana dejó abiertas. La primera tiene que ver con los componentes masculino y femenino conviviendo en la psique de todas las personas. Se revisarán las propuestas de Jung, Bettelheim, Winnicott, Green y Mc Dougall, quienes retoman el concepto de bisexualidad Psíquica y aportan a la construcción de la teoría psicoanalítica, ampliando algunos conceptos propuestos por Freud. Las teorías de género ingresan también al Psicoanálisis, agregando el ingrediente de la cultura y como ésta participa en la conformación de la psique. Los roles masculino y femenino, son entonces también estudiados; las expectativas de la sociedad, de los padres, las atribuciones que se tienen sobre lo que se considera masculino y femenino y cómo deben ser los comportamientos de éstos, son incorporados al pensamiento psicoanalítico. Revisaremos las propuestas de Alizade, Person, Minsky, Benjamin, Chodorow, y Mac Dougall en relación a este tema. ii Finalmente, será revisado el tema de la elección de objeto. Intentaremos acercarnos a cómo la bisexualidad, desde sus componentes intrapsíquicos y culturales, participa de este complejo proceso que inviste a un objeto de atractivo. Freud ya nos habló de la contingencia del objeto; sigue hasta la actualidad el debate y la necesidad de conocer aquellos procesos que nos llevan a elegir un objeto del mismo sexo, o del otro, o de ambos sin distinción, para vincularnos sexualmente. Revisaremos las propuestas de Green, Mc Dougall, Kernberg, Chodorow, Person, Bleichmar, Halberstadt-Freud, Lester, Notman, y Berlín, quienes retoman el concepto de Bisexualidad para darnos sus aportes. La cultura contemporánea nos enfrenta a cambios sociales en las relaciones entre hombres y mujeres, rupturas familiares, aumento de familias con un solo padre y con el establecimiento de familias y adopción de niños por parejas del mismo sexo. Todas estas situaciones necesitan un espacio de reflexión y debate. Queremos acercarnos en este trabajo a escuchar lo que el Psicoanálisis y su concepto de la Bisexualidad, aportan de manera vigente y creativa, a la comprensión de nuestras sociedades, en general, y de cada individuo, en su particularidad, es por eso que hemos elegido para el tercer capítulo reflexionar acerca de tres temas que siguen en vigente polémica El porqué de la problemática del contenido de lo que es masculino y femenino, el proceso de las identificaciones, relacionadas específicamente al tema de la paternidad en parejas homosexuales y la intervención en la clínica psicoanalítica, luego de notar las diferentes maneras en que la bisexualidad es entendida. Luego de este acercamiento y reflexión intentaremos sostener la vigencia del pensamiento psicoanalítico y de su concepto de bisexualidad, el cual presentaremos en este trabajo. iii El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 1 CAPÍTULO I El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud El concepto de bisexualidad es central en la doctrina Psicoanalítica. Recorre la evolución del pensamiento Freudiano, desde su correspondencia con Fliess hasta 1937 en su texto “Análisis terminable e interminable” El interés de Freud por este tema tiene su origen en la influencia de su amigo Wilhelm Fliess, quien proponía la existencia de una bisexualidad natural, basada en los datos de la anatomía y de la embriología que dan cuenta que en todas las personas se encuentran vestigios del aparato genital del otro sexo. Fliess daba mucha importancia a estos indicadores de una bisexualidad biológica e intentó establecer una conexión de esta bisexualidad con una periodicidad que establecía ciclos y ritmos femeninos (28 días) como masculinos (23 días), llegando a la conclusión que estos dos ciclos se hallaban presentes en ambos sexos. En relación a este tema, Ernst Kris en Los orígenes del Psicoanálisis cita una carta de Fliess de 1897: “…las circunstancias de que ambos aparezcan, aunque distintamente acentuados, tanto en el hombre como en la mujer, no hace sino confirmar la bisexualidad de nuestra disposición.” (Freud, 1904, p.3438). Freud, influenciado por Fliess, adopta la tesis de la bisexualidad. Sabemos que Freud estuvo siempre interesado en demarcar las cuestiones psicológicas y fisiológicas de los temas que estudiaba y en este tema Fliess priorizaba las explicaciones biológicas y matemáticas; es así que Freud, incorporando la importancia del pasado en la historia individual, se va alejando de los postulados de su amigo acerca de la bisexualidad natural, interesándole mucho más la idea de la bisexualidad psíquica. Vemos en su correspondencia de abril de 1898: “Yo me precipité literalmente sobre tu acentuación de la bisexualidad, idea tuya que cuento entre mis temas más El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 2 importantes (…) sólo pongo objeciones a tu identificación de la bisexualidad con la bilateralidad que planteas como un postulado esencial.” (Freud, 1904 p.3596). Y en 1901: “Y ahora pasemos a lo más importante. En la medida en que puedo preverlo, mi próximo trabajo se llamará La bisexualidad humana, abordará el problema en su raíz y dirá la última palabra que me sea dado decir sobre el tema: la última y la más profunda. (…) Compruebo ahora que tenías razón. Así, quizá deba tomar prestadas aún otras cosas de ti; quizá mi escrupulosidad hasta me obligue a rogarte que suscribas conmigo el trabajo, con lo que la parte anatómico-biológica, bastante magra en mis manos, alcanzaría, sin duda, una conveniente expansión. Yo me pondría por objetivo el aspecto psíquico de la bisexualidad y la explicación de la faz neurótica.” (Freud, 1904 p.3651) Es en 1905, ya alejado de Fliess, que Freud en sus “Tres ensayos para una teoría sexual” empieza a exponer su teoría de la bisexualidad y abre el camino de la reflexión acerca de los procesos que se relacionan con ella. Estos procesos, los cuales piensa a lo largo de su obra, se refieren a la relación de la bisexualidad y la represión, las identificaciones, las relaciones de objeto, la elección de objeto y acerca de lo que entendemos por masculino y femenino. Todos estos procesos mencionados, se relacionan entre sí y van armando, de manera particular en cada individuo, su manera de ser y de sentir, tanto su identidad como sus vínculos. Vemos que el interés de Freud (1905) por el tema de la bisexualidad surge a partir de su intento por explicar la elección de objeto en los invertidos masculinos. Descarta la relación entre inversión y hermafroditismo físico pues encuentra que los sujetos invertidos conservan los caracteres psíquicos de su sexo. Así mismo propone, que el objeto elegido no es del sexo igual, sino que reúne en un mismo objeto las características de los dos caracteres sexuales. Este hecho lo lleva a concluir que la elección de objeto en los invertidos se da por una transacción de los dos deseos, orientado a cada uno de los sexos; esto daría cuenta de la propia naturaleza bisexual de los seres humanos. El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 3 En su texto “Acerca de la génesis de un caso de homosexualidad femenina” de 1920, retoma las ideas planteadas en los “tres ensayos” en el sentido de confirmar que no existe relación entre los caracteres sexuales y la relación de objeto; así como el considerar que en el objeto elegido se reúne la satisfacción de los deseos tanto heterosexuales como homosexuales. Menciona que los caracteres somáticos (presencia de espermatozoides y óvulos), los caracteres psíquicos (masculinos - femeninos) y el tipo de elección de objeto, son tres series de características que varían con cierta independencia unos de otros y que aparecen en todos los individuos combinados de maneras diversas. Plantea así que nuestra libido oscila normalmente durante toda la vida entre el objeto femenino y el masculino y considera tarea del psicoanálisis investigar cuál es el factor especial que favorece decisivamente el privilegio de uno de ellos. Le tocará entonces, descubrir los mecanismos psíquicos que determinan la decisión de la elección de objeto y enlazar tales mecanismos con las disposiciones instintivas. Esta propuesta remite a Freud, a nuestro entender, a investigar la manera en que se dan las Identificaciones con nuestros primeros objetos y a discutir, por otro lado, la esencia de lo que es masculino y femenino. Vemos entonces, cómo su original interés por entender los caminos de la elección de objeto conducen a Freud a nuevos intereses e interrogantes, que siguen discutiéndose en la actualidad y que son los que se revisarán en este trabajo. Ya en los” tres ensayos”, en una nota de 1915, nos dice Freud que los términos masculino y femenino, pueden usarse en tres sentidos diferentes: 1) En un sentido biológico, masculino se refiere a la presencia de glándulas espermáticas, y femenino a la presencia de los óvulos. 2) En un sentido psicológico, se refiere a la connotación de activo y pasivo y aclara que es en este sentido que el psicoanálisis considera “masculina” a la libido, en tanto ésta es siempre activa aún en aquellos casos que persiga fines El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 4 pasivos y se presenta indistintamente en el hombre y la mujer, sea cual sea, el objeto de su elección. 3) En un sentido sociológico, donde encontramos que ni desde el punto de vista biológico ni tampoco el psicológico, podemos hallar la pura masculinidad o la pura feminidad. Freud nos dice que todo ser humano presenta una mezcla de características sexuales biológicas tanto del propio sexo como del contrario, así como una combinación de actividad y pasividad en sus conductas. Es así que propone que es el factor de la bisexualidad el que nos dará las pautas para entender dichos conceptos. Esta idea la ratifica Freud a lo largo de su obra. En “El múltiple interés del Psicoanálisis” de 1913, refiere que las diferencias de sexo no pueden aspirar a establecer una característica psíquica especial. Aquello a lo que llamamos masculino o femenino se reduce para la consideración psicológica a los caracteres de actividad y pasividad respectivamente. Estas cualidades, según Freud, no pueden atribuirse a los instintos sino a sus fines y es esta presencia constante de comunidad entre actividad y pasividad que encontramos en la vida anímica, lo que refleja la bisexualidad de los individuos. En “El malestar en la cultura” de 1929 Freud insiste en el tema de la bisexualidad diciéndonos que todo hombre presenta tendencias instintivas, necesidades y atributos, tanto masculinos como femeninos, pero sólo la anatomía – más no la psicología- puede revelar la índole de lo masculino y lo femenino. Esta antítesis sexual suele identificar con “excesiva ligereza”, dice Freud, la actividad con lo masculino y la pasividad con lo femenino, parangón que de ningún modo se confirma invariablemente en el reino animal. En su artículo acerca de “La feminidad” de 1932, sigue Freud discutiendo este tema, en el sentido de lo insuficiente que es relacionar actividad con masculinidad y feminidad con pasividad. Nos invita Freud a familiarizarnos con la idea de que las porciones de la mezcla de lo masculino y femenino en el individuo están sujetas a grandes oscilaciones. Y concluye que lo que hace la masculinidad o la feminidad es un El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 5 carácter desconocido que la anatomía no puede aprehender, y se pregunta, si acaso la psicología podrá. Dice Freud que estamos acostumbrados a emplear los conceptos masculino y femenino también como cualidades anímicas, transfiriendo así la tesis de la bisexualidad a la vida anímica, ya que decimos que un ser humano, sea hombre o mujer, se conduce masculinamente en tal punto y femeninamente en tal otro. Esto parte de una convención y de una referencia a la anatomía, pues la diferenciación no es de orden psicológico. Cuando decimos masculino, queremos decir activo y cuando decimos femenino, pasivo. Esta relación existe en la anatomía en tanto la célula masculina es activamente móvil y la femenina es pasiva y expectante. Esta conducta de los organismos sexuales elementales es también el prototipo de la conducta de los individuos en la cópula sexual, es el macho el que penetra en la hembra. Con esto, hace notar Freud, reducimos para la psicología el factor de la agresión al carácter de lo masculino, y señala lo inapropiado de esto, mencionando que en algunas especies animales son las hembras más fuertes y agresivas que los machos y estos, sólo activos, en el acto único de la cópula sexual (las arañas, por ejemplo). Tampoco las funciones de cuidar la prole y adiestrarla, que tan exclusivamente femeninas nos parecen, están vinculadas entre los animales al sexo femenino. En especies nada inferiores se observa que los dos sexos comparten tales funciones, e incluso es el macho el que las realiza. Inclusive en los dominios de la vida sexual humana observa Freud cuán insuficiente es hacer coincidir la conducta masculina con la actividad, y la femenina, con la pasividad. Asimismo, la madre es activa en todos los sentidos en cuanto al niño, argumentando nuevamente el error de tal coincidencia. “Las mujeres pueden desplegar grandes actividades en muy varias direcciones, y los hombres no pueden convivir con sus semejantes si no es desplegando una cantidad considerable de adaptabilidad pasiva.” (Freud 1932, p.3166) El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 6 Por tanto, mantener la coincidencia de lo activo con lo masculino y lo pasivo con lo femenino es inadecuado y no procura, según Freud, ningún conocimiento nuevo. Freud (1932) nos dice que lo que acaso sucede es que la mujer influida por su papel en la función sexual, mantiene una preferencia por la actitud pasiva y la extiende al resto de su vida, según que tal prototipo de la vida sexual se restrinja o se amplifique. Agrega que no podemos dejar de tener en cuenta la influencia de las costumbres sociales que fuerzan a las mujeres a situaciones pasivas. Tenemos pues, que masculino y femenino son concepciones cargadas también de contenidos culturales. Hace bien nuestro autor en determinar las causas que nos inducen a asociar activo con masculino y pasivo con femenino y lo insuficiente de esa convención, más bien relacionada con atributos de las células reproductoras. Vemos ya en esta evolución de su pensamiento, como Freud incorpora los factores culturales para la comprensión de este tema; pues es la cultura la que dará los significados, aún si éstos son inspirados en factores biológicos. Lo imbricado de los factores biológicos, psicológicos y culturales, crean una amalgama particular en cada individuo y su cultura. El énfasis que los diferentes autores post freudianos dan a estos elementos, se revisarán posteriormente. Hemos comentado hasta aquí la evolución del pensamiento freudiano acerca de la bisexualidad y su relación con la elección de objeto y las connotaciones de los términos masculino y femenino. Queremos ingresar ahora al tema de las identificaciones. En “El Yo y el Ello” de 1923, expone Freud su comprensión acerca del Complejo de Edipo y recurre nuevamente al concepto de bisexualidad para explicar la manera como este complejo se resuelve. El desenlace en una Identificación con la madre o el padre dependerá en ambos sexos, de la energía relativa de las dos disposiciones sexuales, dando así cuenta, de la forma en que la bisexualidad interviene en el destino de dicho complejo. Quiere esto decir que el niño no presenta El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 7 tan sólo una actitud ambivalente con respecto al padre y una elección de objeto con respecto a la madre, sino que se conduce al mismo tiempo como una niña, presentando la actitud cariñosa femenina para con su padre y la actitud correlativa hostil para con su madre. Es esta intervención de la bisexualidad la que hace tan difícil, según Freud, acceder a un conocimiento de las elecciones de objeto y de las identificaciones. Sigue Freud diciendo que la investigación psicoanalítica nos muestra que en un gran número de casos desaparece uno de los componentes de dicho complejo, quedando de él sólo huellas apenas visibles. Queda así establecida una serie, en uno de cuyos extremos se halla el complejo de Edipo normal, positivo, y en el otro, el invertido negativo. Habrá también miembros intermedios que nos revelan la forma completa de dicho complejo, con distinta participación de sus dos componentes. En la resolución del complejo de Edipo se combinarán de tal modo sus cuatro tendencias integrantes, que dan origen a una identificación con el padre y una con la madre. En la diferente manera en que se den tales identificaciones, se reflejará la desigualdad de las dos disposiciones sexuales. Estas dos disposiciones sexuales llevan al individuo a reprimir parte de su feminidad o masculinidad, según sea el caso. Aquí nos enfrentamos, finalmente, al tema de la bisexualidad y el conflicto entre ambas tendencias. La manera cómo este conflicto se resuelva, puede llevar al individuo a la neurosis y la creación de síntomas (Freud, 1908, 1914, 1919, 1927). Esta postura freudiana ha sido también revisada por autores que posteriormente estudiaremos, en el sentido de que esta convivencia de las dos disposiciones si bien, coincidiendo con Freud puede devenir en patología, puede también enriquecer creativamente a la persona, poniendo énfasis también en lo positivo y saludable de la convivencia de estas dos disposiciones. Finalmente, en Análisis Terminable e Interminable de 1937, Freud deja abierta la interrogante acerca de las causas que definen que un individuo pueda tomar como objeto sexual a miembros de su propio sexo lo mismo que del opuesto, sin que un El concepto de bisexualidad en la obra de Sigmund Freud 8 impulso interfiera con el otro, mientras que en un número mayor de personas este conflicto se halla en un estado irreconciliable. Si una de las tenencias es más fuerte logra conservar latente a la segunda, impidiéndole su satisfacción en la realidad. Freud intenta explicarlo proponiendo que cada individuo solamente dispone de una cantidad de libido por la que ambos impulsos rivales han de luchar. Pero nos advierte que no está claro el porqué los rivales no siempre dividen entre ellos la cantidad de libido disponible de acuerdo con su fuerza relativa y tenemos así que existen personas homosexuales, heterosexuales y bisexuales. El tema del complejo de Edipo y su resolución en una particular forma de elección de objeto no es agotado por Freud. Es así que este tema central del psicoanálisis también ha sido repensado por diferentes autores dándose nuevas miradas al tema edípico y a los caminos de la elección de objeto. Hemos intentado hasta aquí exponer la tesis de Freud acerca de la bisexualidad. Este autor expone y reflexiona acerca de los diferentes procesos que la involucran, dejando a los posteriores seguir en el intento de investigar todas aquellas preguntas que su brillante reflexión deja aún abiertas. Será tema del segundo capítulo dar cuenta de esos avances. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 9 CAPÍTULO II Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos Los Debates Actuales Hecha la revisión de la propuesta freudiana acerca de la bisexualidad, vemos como dicho postulado enfrentó a Freud con la necesidad de reflexionar acerca de lo que entendemos por “masculino” y “femenino”. En un intento por conocer y unificar el significado de dichas palabras decidimos consultar el Diccionario de la Lengua Española en su vigésima segunda edición (2005) y encontramos lo siguiente: “Masculino: Dícese del ser que está dotado de órganos para fecundar 2. Perteneciente o relativo a este ser. 3. Varonil, enérgico.” (p.991) “Femenino: Propio de mujeres. 2. Dícese del ser dotado de órganos para ser fecundados. 3. Perteneciente o relativo a este ser. 4. Débil, endeble.” (p.709) Queda confirmado lo planteado por Freud. La primera referencia hace alusión a las células sexuales (biológicos): órganos para fecundar o ser fecundados; la segunda acepción es la que mayor ambigüedad carga: perteneciente o relativo a este ser (poco o nada se agrega a su comprensión) y la tercera, vinculada a los estereotipos de la cultura, nos deja sin comentarios: a masculino le corresponde varonil, enérgico y a femenino débil y endeble. Esto es lo que el lenguaje, según la Real Academia, nos dice. Entendemos entonces los malentendidos que se generan y las ambigüedades que existen en los conceptos que nos ocupan. Volvamos entonces al Psicoanálisis. Hemos visto que al inicio, bajo la influencia de Fliess, el concepto de bisexualidad se hallaba ligado mucho más a los datos de la anatomía, referidos a los vestigios de órganos reproductivos del otro sexo, en todas las personas. Al observar la evolución del pensamiento de Freud, éste va alejándose de lo biológico, priorizando lo psicológico y haciendo referencia a la influencia de la cultura para la comprensión de Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 10 estos conceptos. Este tema aparece también en su obra estrechamente ligado al Complejo de Edipo, a las identificaciones del niño con ambos padres y al factor de la bisexualidad en los procesos de elección de objeto. Es así que, inspirados en Freud, diferentes autores retoman el concepto de bisexualidad. Para este trabajo hemos elegido tres líneas de pensamiento que se desligan de lo planteado en la reflexión freudiana y que siguen en la actualidad siendo tema de debate y reflexión. El primero se refiere a lo masculino y femenino conviviendo en la psique de todas las personas; el segundo se relaciona a cómo lo cultural interviene en lo que es considerado como masculino o femenino, participando en las identificaciones del niño con ambos padres; y el tercero, piensa la manera en que la bisexualidad participa en los procesos de la elección de objeto. La bisexualidad Psíquica: Los componentes masculino y femenino conviviendo en la Psique. En su intento por definir la esencia de la feminidad y la masculinidad, Freud busca en los componentes biológicos, psicológicos y sociales que participan en su construcción, aquello que pudiera determinarla, dándose cuenta que ninguno de estos tres factores es suficiente para definirla y explicarla. Freud presupone, en un momento, que es posible atribuir una connotación sexual a funciones no sexuales y califica a lo femenino como pasivo y receptivo y a lo masculino como activo. Como ya mencionáramos en su texto, “la femineidad” de 1930, Freud cuestiona esta atribución, considerándola un error e incluye en su pensamiento el factor cultural y los preconceptos sociales que existen acerca de los roles masculinos y femeninos. Veremos ahora como algunos autores post freudianos recogen de Freud el tema de la bisexualidad asumiendo la convivencia de lo masculino y lo femenino en la psique de todas las personas. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 11 Para la reflexión de este tema hemos elegido los aportes de Jung, Bettelheim, Winnicott, Green y Mac Dougall quienes nos ofrecen diferentes maneras de concebir el tema. En estas posiciones encontraremos acuerdos y coincidencias así como conceptualizaciones irreconciliables. Nos interesa en esta revisión observar si se logra en realidad una clarificación del tema y si los aportes post Freud permiten una mejor comprensión de las interrogantes que se quedaron abiertas. Karl Jung, coincidiendo con la propuesta de Freud de 1937, de que existen dos impulsos que luchan entre sí, propone en su tipología de inspiración psicoanalítica que un individuo es poseedor de todas las funciones psíquicas, estando unas instaladas en la consciencia, y otras reprimidas; es decir, cada tipo tiene su opuesto en el inconsciente (Jung, 1964). Jung (1964) observó, analizando los sueños, las fantasías y las producciones psicóticas, la presencia de temas que no podían tener una explicación invocando los recuerdos conscientes y subconscientes de la biografía individual. Personas con trayectorias biográficas heterogéneas ingresaban en la psicosis por una misma puerta, la de experiencias y visiones supra individuales; y es así que agrego al inconsciente de Freud un plano más profundo, al que propuso denominar Inconsciente Colectivo. Refiriéndose a su concepto de Inconsciente Colectivo nos dice que su uniformidad es tan considerable que resulta posible descubrir los mismos motivos en mitos, fábulas y cuentos en todos los rincones de la tierra. Es así que nos propone sus conceptos de anima y animus, como los componentes femenino y masculino que habitan en el inconsciente colectivo de todos los humanos. El anima, calidad femenina del alma, está constituida por tres fuentes principales: 1. Por la influencia de las mujeres 2. Por la propia femineidad del hombre y 3. Por una imagen heredada, presente en el inconsciente colectivo. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 12 La mujer, nos dice Jung “con su psicología tan distinta de la del hombre” (p.154) es una fuente de información de aspectos que escapan a la vista de éste. La facultad de la intuición, así como un “instinto, orientado hacia lo personal” (p154), le muestran caminos al hombre que le hubieran sido imposible, por esas rutas, hallar por sí mismo. Esta sería la primera fuente de la calidad femenina del alma, pero no sería la única fuente. Agrega Jung (1964): “ningún hombre es tan total y exclusivamente masculino que no posea en si nada de femenino. Más bien es un hecho que precisamente los hombres muy masculinos poseen (aunque muy guardada y muy escondida) una vida afectiva muy delicada (que a menudo y sin razón se califica de “femenina”)”. (p.154) En esta idea vemos como Jung hace referencia a cualidades psicológicas que considera femeninas, la intuición, por ejemplo, y que el hombre no poseería; precisando que este exclusión no se da en la realidad, existiendo también en los hombre cualidades femeninas (tesis de la bisexualidad), aclarando además lo inadecuado que es atribuir lo afectivo como propio de lo femenino. Lo que sucede, según Jung (1964), es que para el hombre se considera una virtud reprimir en todo lo posible los rasgos femeninos, acumulándose éstos en el inconsciente. Entonces tenemos que además de la influencia de la mujer, es también la propia femineidad del hombre la que explica el hecho de la femineidad del complejo anímico. Complementando esta formación del anima nos dice: “Existe en el inconsciente del hombre una heredada imagen colectiva de la mujer, con cuyo auxilio logra comprender el modo de ser de ésta” (p.156). Tal imagen heredada sería entonces la tercera fuente de la femineidad del alma. (Jung, 1964). Hasta aquí, Jung ha tenido en cuenta para su explicación, exclusivamente la psicología masculina. El anima, como femenino, es una figura que compensa exclusivamente la consciencia masculina y nos dice que por el contrario, en la mujer, la figura compensadora es de carácter masculino, y la designa como animus. En el Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 13 inconsciente de la mujer existirían entonces aspectos esencialmente diferentes de los que hallamos en el hombre: “Si he de expresar en pocas palabras lo que constituye la diferencia entre hombre y mujer en este concepto, o sea lo que caracteriza el animus frente al anima, solo he de decir lo siguiente: así como el anima produce estados de animo, el animus produce opiniones.” (Jung, 1964, p.180) El porqué el anima se relaciona a los estados de ánimo y el animus a las opiniones es algo que no queda clara en la propuesta jungiana; lo declara y lo da por sentado sin mayor argumentación. Este tipo de aseveraciones participarían en la manera cómo se carga de prejuicio y de mandatos culturales a los conceptos de femenino y masculino. Estas opiniones del animus, nos dice Jung, serían sólidas convicciones nada fáciles de conmover y principios de una validez aparentemente intangible. Agrega Jung que son colectivas y pasan por encima del juicio individual de la persona. Se podría suponer que el animus, de un modo parecido al anima, se personifica en la figura del hombre, pero dice Jung que la experiencia nos enseña que esta suposición solo en parte es exacta. El animus no se presenta como una sola persona, sino como una pluralidad. El animus sería algo así “como un consejo de familia que formula ex cathedra, sentencias “razonables” inimpugnables.” (p181). Vemos entonces que en cada persona, hombre y mujer, existe la presencia del anima y del animus como su correlato femenino y masculino. Cada sexo tiene reprimido en su inconsciente la versión antípoda de su sexo; nos dice Jung que una mujer poseída por el animus, siempre corre el peligro de perder su femineidad, su persona femenina adaptada; igual que el hombre, en igualdad de circunstancias, corre el riesgo de afeminarse. Tales transformaciones psíquicas del sexo son debidas únicamente al hecho de que se proyecta hacia fuera una función que ha estar dirigida hacia dentro. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 14 Como vimos en el primer capítulo esta idea de que uno reprime la parte inaceptable, ya sea masculina en las mujeres y femenina en los hombres, fue planteada por Freud en 1923 y retomada por diferentes autores post freudianos interesados en las teorías de género y en cómo se dan las identificaciones de los niños con sus padres, según las expectativas de estos y las exigencias de la cultura. Estos temas serán retomados en el siguiente subtítulo de este capítulo. Bruno Bettelheim, en su texto Heridas Simbólicas de 1974, dice, en un planteamiento cercano a Jung, estar convencido de que la humanidad entera comparte ciertos sentimientos, deseos y ansiedades, y que ellos son comunes no sólo a diversas tribus primitivas – así como a los niños, los psicóticos - sino a todas las personas e intenta demostrar cuán paralelos son los deseos primitivos de todos los hombres. “Los pueblos primitivos (…) comparten con nosotros ciertas necesidades y deseos básicos de la humanidad. (…) Estos deseos, son primitivos no en el sentido de pertenecer a personas o sociedades primitivas, sino en el sentido literal de ser primarios, originales y no derivados.” (Bettelheim, 1974, p12). Bettelheim (1974), interesado en las formas de los primeros pensamientos y rituales religiosos del hombre, intenta conocer las necesidades emocionales que buscan satisfacer dichas costumbres rituales. Nos dice que la teoría psicoanalítica actual acerca de los ritos de iniciación toma, como punto de partida, la angustia de castración y el conflicto edípico. Discrepando de ese punto de vista, concluye de que así como en la práctica y la teoría psicoanalítica se ha aprendido a retroceder hasta la infancia, más allá de la edad de la situación edípica, así también para cualquier explicación adecuada de los ritos de pubertad se tienen que tomar en cuenta experiencias emocionales más tempranas, “incluyendo la cercana adhesión del infante, niño o niña a su madre; (…) la ambivalencia de chicos y chicas, originada en fijaciones pregenitales, acerca de la aceptación de los roles sexuales adultos prescritos para ellos.” (pp.22-23). Y considera que estos temas ofrecen una base más Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 15 adecuada para la comprensión de los ritos de iniciación que la actual teoría psicoanalítica. (Bettelheim, 1974). Bettelheim, (1974) a través de sus estudios, parte de una premisa psicoanalítica muy diferente para la comprensión de los significados y funciones de los ritos de iniciación, y ésta es la que un sexo siente envidia en relación con los órganos y funciones sexuales del otro. Toma pues el concepto de Freud de la bisexualidad trabajado en “Consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica” y el “Esquema del psicoanálisis” donde plantea que el análisis revela, en las vidas mentales de los seres humanos, muchas reacciones a lo que él llamó “esta gran antítesis” de los sexos. Nos dice Bettelheim: “Una vez que hube empezado a contemplar estos rituales menos en relación a la ansiedad de castración y más en relación a la dualidad de los sexos, se me hizo cada vez más claro que los ritos podrían haberse originado en esta antítesis, e incluso podrían haber sido intentos de solucionar la ansiedad y envidia sexuales que emanan de ella.” (p. 23) Tomando en cuenta el hecho de que la iniciación ocurre en la pubertad, se debería tomar más en cuenta, dice Bettelheim, la apreciación de Freud hecha en sus “tres ensayos” de que la distinción entre el carácter masculino y el femenino no es establecida hasta la pubertad. Es así que los ritos parecen marcar una etapa de la vida en la cual esta distinción no está completamente establecida, y anunciar un nuevo periodo que debería estar libre de ambivalencia hacia el rol sexual adulto. Bettelheim postula que ciertos ritos de iniciación son intentos del adolescente de dominar su envidia del otro sexo, o de adaptarse al rol social prescrito para su sexo y abandonar placeres pregenitales infantiles. Si este esfuerzo tiene éxito, permitirá a los sexos convivir más satisfactoriamente. Existe, dice Bettelheim, el deseo por parte de la mujer de poseer genitales masculinos. Sin embargo, no por ello renuncia a su vagina ni a su futura capacidad de parir hijos. Asimismo en paralelo a la envidia de las mujeres existe el deseo de los Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 16 hombres de poseer genitales femeninos además de los propios. Los niños desean ser de los dos sexos, “tener vaginas como – y por consiguiente ser como – las poderosas, temidas, amadas y odiadas mujeres.” (p.68) Existe en ellos el deseo de parir hijos y participar en otras funciones femeninas. En la sociedad occidental este deseo ha sido reprimido tan profundamente por el hombre, y el temor que le inspira es tan grande, que muchos hombres se refugian en la homosexualidad abierta o inconsciente. No hace falta, dice Bettelheim, demostrar que los hombres se sienten sobrecogidos con temor ante los poderes procreadores de la mujer y que desean participar en ellos. Menciona que esta envidia masculina, si bien ha sido reconocida por el psicoanálisis, ha sido poco tratada y atendida. Considera que la envidia se da en ambos sexos pero que en cualquier sociedad la envidia hacia el sexo dominante es la más fácil de observar. Consideramos que Bettelheim hace una propuesta interesante al reconocer el deseo de los hombres por poseer ciertas características de las mujeres. Ya no son sólo las mujeres quienes envidiarían las cualidades del varón sino que también éstos añoran tener las cualidades de la mujer. Vemos que Bettelheim se refiere a cualidades femeninas vinculadas a lo biológico y a su capacidad procreadora. Parte del supuesto deseo de que ambos sexos desean poseer ambos genitales con sus dones particulares, que se vincularán luego a estereotipos sociales o expectativas de la cultura. Pero consideramos que su explicación de que estos deseos reprimidos podrían llevar a una elección de objeto homosexual, necesitaría ser revisada. Por su parte, Donald Winnicott (1971) parte de la propuesta freudiana de que los hombres y las mujeres tienen predisposiciones a la bisexualidad, pero advierte, a partir de su experiencia clínica, que estos aspectos masculinos y femeninos no son reprimidos, como Freud planteaba, sino que lo que se da es una disociación de dichos aspectos. Estudia, por tanto, el papel de la disociación (más bien que el de la represión) respecto de los aspectos masculinos y femeninos presentes en hombres y mujeres. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 17 Propone Winnicott (1971) que en nuestra teoría debemos dar por supuesto un elemento masculino y uno femenino, tanto en los jóvenes y en los hombres como en las muchachas y en las mujeres y que estos pueden encontrarse separados uno del otro en muy alto grado. Winnicott estudia los elementos masculinos puros y femeninos puros en el contexto de la relación de objeto. Nos dice que el elemento “masculino” establece el contacto con el otro, en términos de relacionarse en forma activa o de estar relacionado de manera pasiva. Aquí estaría Winnicott atribuyendo una función psicológica a lo específicamente masculino. Nos preguntamos entonces: establecer contacto y relacionarse ¿por qué sería masculino? Sugiere, en cambio, que el elemento femenino puro, se relaciona con el pecho (o con la madre) “en el sentido de que el bebe se convierte en el pecho (o la madre), dado que el objeto es el sujeto”. (p.110) Es en esta relación del elemento femenino puro con el “pecho” que se allana el camino para llegar al sujeto objetivo, es decir, a la idea de una persona y un sentimiento de realidad que nace de la sensación de poseer una identidad. El establecimiento de una identidad surge, entonces, sobre la base de esa relación en el sentido de SER. El bebe y el objeto son uno, y Winnicott pretende demostrar cuanta importancia vital tiene esa primera experiencia, para la iniciación de todas las posteriores experiencias de identificación. Esto que Winnicott (1974) llama relación de objeto del elemento femenino puro establece la más simple de las experiencias: la de ser y se trata de elementos femeninos, tanto en las mujeres como en los hombres. Por el contrario, la relación objetal del elemento masculino con el objeto presupone separación. La satisfacción de los impulsos, acentúa la separación del objeto respecto del bebé, y lleva a la objetivación del objeto. Nos dice el autor que los psicoanalistas han prestado atención a este elemento masculino (o aspecto impulsivo) de la relación de objeto, pero que han pasado por alto Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 18 la identidad sujeto – objeto, que se encuentra en base de la capacidad de ser. Tendríamos, en términos de Winnicott que el elemento masculino hace, en tanto que el femenino (en los hombres y mujeres) es. Winnicott (1974) articula esto que llama elemento femenino con el pecho, con su concepto de la madre suficientemente buena. La madre ofrece al niño la oportunidad de sentir que el pecho es él. Si la madre es incapaz de efectuar esa contribución, el bebé tiene que desarrollarse sin la capacidad de ser, o con una capacidad mutilada. Según cómo se den estas relaciones tempranas con la madre, es que se desarrollará la base para el auto descubrimiento y para el sentimiento de existir. En estado de salud existiría, entonces, una proporción variable de elemento femenino en una niña y en un varón. Esta vinculación de lo femenino con el pecho materno, es eminentemente cargada de biología. Habría que preguntarse, sin embargo, si esta relación con el elemento femenino puro no podría lograrse en un niño criado por su padre, cumpliendo éste una función, digamos, materna. Y si no sería también posible, poner el énfasis en un tercero que separe al niño de la diada con el vínculo primario, más allá del sexo que esta persona posea. André Green (1986) retoma también los postulados acerca de la bisexualidad y hace un análisis detallado de los diferentes aspectos que Freud postuló, observando sus aciertos y limitaciones. La teoría freudiana de la bisexualidad tuvo el mérito, según Green, de distinguir la bisexualidad psíquica de la física, pero considera que su teoría del desarrollo de la libido parece fundada, con demasiada exclusividad, en una evolución individual, lo que subestima la relación progenitor – hijo o no se articula con ésta. Considera relevantes las contribuciones de Winnicott, ya revisadas, en el sentido que este autor incorpora la importancia del vínculo madre – niño, aún si considera que subestima la figura del padre y la sexualidad parental. En este sentido, Green, siguiendo a Money, rescata la importancia de la atribución de un sexo al hijo y Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 19 cómo ésta depende estrechamente del deseo parental. El modo de acción de este deseo se expresa en la relación madre hijo a partir del nacimiento, hasta los dos años y medio de vida, momento en el cual, el individuo se vivencia y se percibe netamente monosexuado. Nos dice Green (1986) que es preciso considerar que la atribución de un sexo al hijo por el progenitor, obra a modo de una impronta psíquica. Esa impronta se constituye a raíz de la percepción del cuerpo del hijo como forma sexuada, que en esa forma será confirmado o refutado por el progenitor. “Es preciso entonces atribuir al fantasma parental, en particular materno, un papel de potente inductor en el establecimiento de la monosexualidad individual.” (p. 198) En este proceso, se encuentran abiertas diversas posibilidades: el rechazo hacia el sexo biológico, la valoración inconsciente del sexo que el hijo no tiene, la intolerancia hacia la bisexualidad psíquica del individuo en el sentido de reprobar las actitudes y las tendencias que no corresponden al sexo biológico del hijo, etc. Considera importante destacar que esa impregnación está sometida a la influencia del progenitor, cogido él mismo en un conflicto con la relación a la bisexualidad. Podemos entonces suponer que la psicosexualidad de un individuo está dominada por el fantasma de la madre: “En cambio, la bisexualidad psíquica del individuo se constituirá por la mediación del fantasma personal (más o menos en relación con el fantasma parental). Es por la constitución del fantasma del otro sexo (el que uno no tiene, pero que imaginariamente, en el triángulo edípico, podría tener) como la bisexualidad psíquica se organiza, según lo había advertido ya Freud.” (p.199) Este conflicto, si de ordinario contribuye a organizar la bisexualidad psíquica, puede encontrar también una salida en una posición de anulación del deseo sexual y de la identificación sexuada. Es así que Green (1986) propone que el correspondiente de la bisexualidad psíquica parece entonces ser el fantasma del género neutro: ni masculino ni femenino, Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 20 dominado por el narcisismo primario absoluto, donde el aplastamiento de las pulsiones aspira a ser nada. La sexualidad misma se rechaza en bloque, sin matices y sin distingos, el sujeto construye y alimenta sin cesar el fantasma de una a-sexualidad. El sujeto no se quiere ni masculino ni femenino, sino neutro. Borra de su comportamiento, así como de su deseo, toda aspiración heterosexual u homosexual. “Puesto que no puedo tenerlo todo o serlo todo, no tendré, no seré nada”. (p.207). Esta descripción nos remite según Green al narcisismo negativo, que anhela ardientemente el retorno al estado quiescente, donde el objetivo final es la extinción de toda excitación, de todo deseo. (Green, 1986) Por otro lado, Green (1986) también se ocupa del desarrollo adecuado de la bisexualidad psíquica, retomando las ideas de Freud acerca del Edipo doble –siempre positivo y negativo – del que devienen identificaciones tanto femeninas como masculinas. Nos dice que dichas identificaciones no son iguales en su forma, sino complementarias y contradictorias, en la cual una de ellas domina la otra y la camufla en mayor o menor medida. Su planteamiento propone que en el complejo de Edipo, el conflicto cobra la forma de la oposición entre la realidad sexual del individuo y la realidad psíquica. La realidad sexual sería la del sexo determinado y fijado antes del tercer año, mientras que la realidad psíquica es la de los fantasmas convergentes o divergentes respecto de la realidad sexual. Este conflicto puede tomar diferentes caminos, estableciendo estructuras diferentes: 1) Puede desmentir completamente la realidad: psicosis transexual 2) Puede admitir la realidad sexual escindiéndola de la realidad psíquica, empeñándose en satisfacer los fantasmas de ésta, adhiriéndose a estos y actuándolos: perversión Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 21 3) Puede rehusar la parte de la realidad psíquica que contradice la realidad sexual: neurosis. Estas opciones del yo serían tributarias del período pre edípico y de las marcas que ha experimentado la persona. Las peripecias del desarrollo biológico y psíquico nos ponen frente a una gama de estructuras (hermafroditismo, travestismo, homosexualidad, fetichismo), cada una de las cuales obedece a una patogenia distinta y reclaman respuestas diferentes en el plano terapéutico, en función de la demanda del individuo. (Green 1986) Otro factor que debemos tener en cuenta, según Green (1986), en la intervención terapéutica, se refiere a los códigos culturales y a la ideología que inevitablemente influyen el destino sexual, por la valorización o la desvalorización de los padres, de la bisexualidad del hijo. Aquí desempeñan su papel, las concepciones colectivas atribuidas a lo masculino y a lo femenino. El analista casi siempre se enfrenta con la bisexualidad psíquica en la forma de un conflicto latente revelado por el análisis. La situación analítica crea por medio de la transferencia un modelo análogo de esta situación. En otros casos, el analista puede tener la ocasión de observar estructuras en que la bisexualidad es evidente, y está realizada (en estos casos se observa una doble actividad, heterosexual y homosexual. No obstante, es excepcional que los dos tipos de relación estén investidos por igual). El carácter profundamente inscrito en ciertas marcas, limita el alcance de los cambios que pueden sobrevenir por obra del psicoanálisis. Tenemos aquí, sin duda, una dificultad del psicoanálisis que en el analista se manifiesta por su limitada capacidad de tolerar, de dejar que se desarrolle y de interpretar con exactitud la transferencia de la imago del sexo que no es el suyo. Consideramos importante la revisión que hace Green del concepto de bisexualidad propuesto por Freud. Recoge e incluye la propuesta de Winnicott en relación a la importancia de los vínculos tempranos, así como la de Money que Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 22 enfatiza la importancia de las atribuciones que se le hacen al niño desde antes de su nacimiento. Todos estos factores, psicológicos en diálogo con la cultura, conformarán la bisexualidad de la persona. Green revisa bajo su concepto del narcicismo negativo, la patología vinculada a los procesos de la bisexualidad (el género neutro). Aporta asimismo en la clínica haciendo referencia a los avatares que se atraviesan en los procesos terapéuticos, enfatizando la importancia de notar como las concepciones culturales del analista y el manejo de su propia bisexualidad deben ser manejados y tenidos en cuenta por éste para llevar a cabo un Psicoanálisis adecuado. Terminando esta revisión, tenemos que señalar que Joyce Mc Dougall (1996) parte del concepto freudiano de la bisexualidad como estructura psicológica universalmente presente en los seres humanos. Nos dice que puesto que la mayoría de los niños tienen dos progenitores, cabe esperar que, sea cual fuere su sexo, la criatura se sienta atraída libidinalmente por la madre y el padre, y desee obtener el amor exclusivo de una y otro. A esta idea freudiana, Mc Dougall le añade que todo niño querrá poseer los órganos sexuales del hombre y de la mujer, dotados de su poder fantasmatizado y afirma que “una de las heridas más escandalosas para la megalomanía infantil es la infligida por la obligación de aceptar nuestra monosexualidad biológica.” (p.14). Afirma la autora estar convencida que la confusión que engendran estos anhelos bisexuales en la organización precoz de la estructura psicosexual gravita sobre numerosos aspectos de nuestra vida adulta. Es por ello que las diferentes maneras en que tratamos de resolver nuestro deseo imposible de ser y tener los dos sexos, exigen una exploración realizada desde el punto de vista teórico y clínico. (Mc Dougall, 1996) Desde luego, nos dice Mc Dougall, estos deseos bisexuales infantiles nunca se realizarán. Es por lo tanto inevitable que a estas expectativas se incorpore una constelación de emociones complejas. Todos los niños deben aceptar la idea de que no pertenecerán jamás a los dos sexos, y de que solo serán la mitad de una Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 23 constelación sexual. Esto se complica con la necesidad de resolver la crisis edípica, tanto en su dimensión homosexual como heterosexual, y de aceptar que no se poseerá al padre ni a la madre. Si estudiamos las numerosas fases por las que pasan los niños para realizar estas dolorosas tareas psicológicas, podemos comprender mejor las homosexualidades manifiestas y también las tendencias homosexuales inconscientes de los heterosexuales. Subraya, entonces, que las orientaciones homosexuales no son conceptualizables como una simple fijación en los anhelos bisexuales infantiles. Los elementos complejos que contribuyen a crear la convicción de nuestra identidad (homosexual o heterosexual), así como nuestra elección de objeto son innumerables. Sobre este tema de la reflexión acerca de la elección de objeto, profundizaremos en el último punto de este capítulo. A diferencia de André Green que investiga la manera en que la bisexualidad puede devenir en patología, la propuesta de Mc Dougall piensa cómo esta corriente bisexual – los deseos conjuntos de tener a la madre y de ser el padre- puede en la mujer ser transformada e integrada en su vida adulta. Mc Dougall (1996) ha llegado a discernir cinco vías potenciales de integración de la constelación homosexual edípica: 1) La libido homosexual sirve para enriquecer y establecer nuestra imagen narcisista. “La niña se regala una parte del amor y la estima que tiene por la madre y su cuerpo, a fin de tener la misma estima y el mismo reconocimiento respecto de su feminidad y sus propios órganos sexuales” (p.41) Entonces ya no se siente obligada a ofrecer al otro sexo lo que no posee, pues allí está el elemento fundamental que lleva a cada sexo a convertirse en objeto de deseo para el otro. En otras palabras, la niña renuncia a poseer a la mujer, para convertirse en mujer. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 24 2) Si renuncia a su anhelo de ser del sexo opuesto, la niña vivirá plenamente su vida amorosa. En las relaciones sexuales gracias a la identificación con el deseo y el placer de su pareja, ésta le aportará un goce erótico complementario. “Pues es haciendo el amor como podemos recrear la ilusión de ser a la vez de los dos sexos y perder, momentáneamente, los límites narcisistas que la monosexualidad nos impone.” (p.41) 3) La relación que tenemos con nuestros hijos y las preocupaciones maternas están plagadas de nuestra dimensión homosexual. 4) El placer que procuran las actividades artísticas y profesionales están impregnadas de fantasmas narcisistas y homosexuales, en la medida en que en el proceso creativo, se es al mismo tiempo hombre y mujer. 5) La investidura homosexual, desinvestida de su meta sexual, aporta calor y riqueza a las relaciones afectivas indispensables que mantenemos con nuestras amigas. Esta es, según la autora, una descripción ideal de la manera en que los deseos narcisistas y homosexuales pueden ser armoniosamente investidos en la vida sexual, la vida familiar y las actividades profesionales de las mujeres. (Mc Dougall 1996) Debemos acotar que la reflexión de Mc Dougall se refiere exclusivamente a las mujeres, no incluyendo en su reflexión al género masculino. No por ello, deja de ser valioso lo expuesto por la autora, quien de manera creativa enfatiza sobre las posibilidades de creación y salud que la Bisexualidad nos permite. La bisexualidad en la cultura. Los roles y estereotipos en los procesos de las Identificaciones. Con la revisión hecha, desde Freud y los post freudianos, hemos visto que el psicoanálisis se interesa en cómo las primeras experiencias y vivencias con nuestros progenitores constituyen la manera en que hombres y mujeres viven y construyen su ser masculino y femenino en la cultura Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 25 Como vimos en lo propuesto por Freud (1923), los niños pequeños se identifican con ambos progenitores y sienten deseos por los dos. Esto es lo que posibilita la variedad de identidades masculinas y femeninas que existen. Alizade (2000), siguiendo a Freud nos recuerda que la identificación primaria se lleva a cabo indistintamente con el padre o la madre de la prehistoria personal, con aquella imagen que por su presencia, posibilita la humanización del infante. Freud aclara en “El Yo y el Ello” (1923) en una nota al pie del texto, que es más adecuado decir con los padres, pues padre y madre no se distinguen entre sí antes del establecimiento de la diferencia sexual: “Antes que hombre, antes que mujer, el ser no tiene ni sexo ni género. La identidad primaria se construye con el otro semejante que lo refleja, en un espacio psíquico primario arcaico, ni masculino ni femenino, simplemente humano.” (Alizade, 2000) La identidad humana nos instaura en un orden primero, asexuado, que prioriza nuestra existencia, nuestro ser. Son organizadores mentales previos a la instalación de la identidad nuclear de género. Implica al ser humano en tanto persona más allá del género al que pertenezca. (Alizade, 2000) La identidad nuclear de género surgirá entonces posteriormente. Esta se refiere al sentimiento que uno tiene de ser hombre o mujer. Esa identidad está determinada psicológicamente por la asignación que los padres hacen del bebé en los primeros años de vida (Stoller, 1968; Money, 1972) Este proceso se consolida antes de la etapa fálica y del conocimiento del niño de las diferencias anatómicas. (Person, 1999) Ethel Person (1999) nos dice que la masculinidad y le feminidad, en tanto conceptos distintos de los biológicos hombre y mujer, son constructos que no son ordenados por la naturaleza sino modelados en los primeros años de vida, influidos por los roles y las normas de la cultura. Ella considera que la afirmación de Freud de que el proceso edípico es crucial para el desarrollo del género es todavía considerada Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 26 válida. Dice también: “los psicoanalistas no hemos rechazado aquellos factores que anteriormente se consideraban determinantes para la identidad de género; simplemente los hemos revaluado. (…) el descubrimiento de la diferencia sexual, la angustia de castración, la envidia del pene y el complejo de Edipo todavía son considerados como factores importantes, pero ahora se reconoce que cronológicamente no se producen primero ni explican totalmente el hecho de la divergencia de género ni el contenido de la femineidad o la masculinidad” (p.p. 67- 68). Como ya revisamos con Green (1986) las relaciones tempranas con los padres influyen en ciertos atributos que el niño recibe acerca de la femineidad y la masculinidad. Los contenidos de lo que se considera femenino o masculino son multideterminados por la contribución de lo transmitido por los padres y las prescripciones culturales (Person, 1999a). El sexo biológico, el ser hombre o mujer no se traduce en características invariables para cada género, como ya decía Freud en su artículo “La femineidad”. Como aporta Person (1999a) “A pesar de que en cada cultura existe siempre una dicotomía entre lo que es considerado masculino y femenino, el contenido de lo que es masculino o femenino es culturalmente variable.” (p81) Y como ya decía Freud en 1930, dentro de cada cultura específica, cada individuo mostrará una combinación de rasgos masculinos y femeninos. Según este planteamiento nos preguntamos entonces ¿cómo se dan las identificaciones de los niños con sus padres? Minsky (2000), considera que el impacto primordial de la teoría freudiana es que las identidades binarias, puras, de la “masculinidad” y la “feminidad” son inexistentes porque los niños de ambos sexos son bisexuales. “Se enamoran de ambos progenitores y se identifican con los dos, en diferentes grados según la particular dinámica familiar, al igual que la cultura, posteriormente expresa o reprime esos deseos e identificaciones como adultos en la cultura.” (p. 109) Como ya vimos desde Freud y coinciden Jung, Bettelheim y Mc Dougall, cada sexo reprime la dimensión culturalmente inaceptable de su identidad, quedándose en su inconsciente. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 27 Opina Minsky (2000) que el concepto de bisexualidad de Freud nos permite explicar las diferencias entre hombres y mujeres, entre ellos y entre ellas. Las personas no consiguen reprimir toda su sexualidad culturalmente inaceptable, de manera que acaban siendo complejas y variadas amalgamas de lo que las sociedades patriarcales designan como “masculinidad” y “feminidad”. Existen mujeres activas y hombres pasivos, y muchas posiciones intermedias. Esto significa que los niños se pueden identificar, inconscientemente con una madre más “masculina” con un padre más “femenino”, lo cual podría explicar la variedad de identidades existentes. (Minsky, 2000). En la misma línea de lo sostenido por Minsky, nos dice Chodorow (2003): “Los sentidos de la femineidad o la masculinidad no procede directamente del padre o de la madre que son un hombre y una mujer respectivamente. Las hijas y los hijos pueden también experimentar la “femineidad” del padre o la “masculinidad” de la madre y la experiencia misma puede adoptar muchas formas diferentes.” (p 136). Benjamin (1996) sugiere, basándose en las identificaciones bisexuales y en sus propias observaciones, que ni los niños ni las niñas se desidentifican de su primera figura parental; lo que ocurre es que para lograr separarse usan una segunda figura que les permita la individuación. En una familia tradicional, los niños de ambos sexos, se diferencian y se reconcilian con su madre y con su padre y los perciben como fuente de bienestar y sujeto de deseo respectivamente. Sostiene Benjamin (1996) que la oposición edípica entre identificación y objeto de amor no es la única relación posible entre “ser como” y “amar a”. Las identificaciones y las elecciones objetales no tienen que ser ni distintas ni opuestas como se viene asumiendo y de esto deviene que la distinción entre heterosexualidad y homosexualidad, entendida como aspectos psíquicos, dista de estar clara. Ser un sujeto igual (identificado) o un objeto de amor (elección objetal) son generalmente posiciones entrelazadas, confusas y complementarias. Si reconocemos que todas las fantasías sexuales y todas las identificaciones, conscientes e inconscientes, cargan un nivel de simbolización distinto Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 28 de la concretud anatómica, tendremos que una identificación correcta con la propia anatomía no necesariamente es un signo de diferenciación psíquica. No debemos perder de vista que las identificaciones, las elecciones de amor, lo edípico y pre edípico, lo masculino y lo femenino son temas que convergen en lo simbólico y en la narrativa personal. Benjamin (1996) concuerda con Mac Dougall (1989) en la importancia para ambos sexos de las identificaciones con la madre y el padre. Considera que estas identificaciones cruzadas persisten y pueden ser la base de una posterior flexibilidad, de tal manera que en la mente de las personas coexiste la propia representación de género con una propia representación del género que uno no tiene. Podemos, entonces, tolerar enormes diferencias en la propia representación, con contenidos del sexo propio y del opuesto, manteniendo a la vez la identificación del género al que se pertenece. Propone Benjamin (1996) la existencia de enormes grados de ambigüedad sin implicar ésta una falta de diferenciación o una psicosis, en ese sentido, la identidad nuclear de género nos provee un marco para el conflicto y la discordancia. Benjamin (1996) considera más útil postular la existencia de esta contradicción, en la cual se mantiene y se renuncia a las identificaciones, pues ésta refleja un importante aspecto de la realidad psíquica. La capacidad inconsciente de tolerar el conflicto y mantener posiciones antitéticas puede, en ciertas condiciones, otorgar un potencial creativo así como una peculiaridad al gozo sexual. Chodorow (2003) sostiene que el sentido que cada persona le da al género es una creación individual, de modo tal que hay muchas masculinidades y muchas femineidades. La identidad de género de cada persona proviene entonces de una fusión de la significación personal y cultural: “La gente se sirve de las significaciones e imágenes culturales, pero las experimenta emocionalmente y a través de la fantasía, así como en contextos interpersonales particulares.” (Chodorow, 2003 pp. 90 - 91). Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 29 Las personas crean nuevas significaciones de acuerdo a sus propias vivencias. El niño interpreta las fantasías y expectativas de sus cuidadores, dándole un único y particular sentido. Todos los elementos de la existencia –el cuerpo, los contenidos culturales, la familia, la situación económica, la raza, la personalidad de los padres y sus propias concepciones y fantasías acerca del género –interactúan construyéndose una particular significación psicológica. Este proceso además, se formula y reformula a lo largo de todo el ciclo vital. (Chodorow, 2003). Tenemos entonces que los cambios culturales, serán re creados por las personas que los viven y significados en su manera y contexto particulares. El psicoanálisis se encarga de “escuchar” tal única manera y de ahí su vigencia. Chodorow (2003) nos advierte que los supuestos culturales que toda persona que ejerce el psicoanálisis posee no deberán llevarlo a generalizar, esencializar y menos patologizar experiencias diversas. En este sentido, Alizade (2000) sugiere que las teorías de género desafían, con justa razón, a los universales. Se instalan en las particularidades de cada cultura y destacan las sucesivas diferencias en formas de actuar, de pensar, prejuicios y valores cambiantes. Al enfatizar las heterogeneidades y subjetividades se alejan de las categorías universales. Debemos tener cuidado de no suponer enfermedad en modelos de rol parental no tradicionales (madres emprendedoras y activas y padres pasivos o más interesados en la intimidad, parejas del mismo sexo etc.). Como hemos visto, cada construcción psíquica es única y se va modificando según las vivencias de las personas. Donde haya diferencia no deberemos prejuzgar la aparición de dificultades. Y es en ese sentido que Mc Dougall (1998) se pregunta acerca de cuáles son los límites más allá de los cuales un comportamiento socialmente desviado ya no puede ser considerado aceptable sino patológico. “Censurar todo comportamiento desviado equivaldría a anular todo progreso social posible, pues la desviación encierra las raíces de la novedad”. (p.294) Unido a esto considera que tampoco Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 30 podemos eludir el problema de los valores sociales, en cuanto ellos tienen que ver con nuestra exploración de la desviación en la psique humana. Los límites entre uno son difíciles de demarcar; ser conscientes de esa dificultad, nos permite una escucha abierta a la novedad. Coincidiendo con Green (1997) lo que le toca al psicoanálisis es comprender la experiencia psíquica única de cada persona sin imponer nuestro sistema de valores, preferencias sexuales o convicciones teóricas. La bisexualidad y la Elección de Objeto Como revisamos en el primer capítulo, Freud en 1923 presenta el complejo de Edipo y nos dice que es la “bisexualidad originaria” la que nos impide ver con claridad el proceso de las elecciones de objeto. Como acota Green (1997): “Freud confía a la bisexualidad el papel de estructuración fundamental del complejo” (p. 189). Pero cuando menciona las dos caras del Edipo completo, positivo y negativo, relacionándolas con la salida definitiva que inclina las identificaciones de uno u otro lado, no explica tal proceso adjudicando tal suerte a la desigualdad de las dos disposiciones sexuales. El Edipo está, por tanto, marcado conflictivamente, psíquicamente determinado y modelado por las singularidades de cada historia. (Green, 1997). Desde los” tres ensayos” Freud nos hablaba de la contingencia del objeto y de la participación de la bisexualidad en el proceso de dicha elección. Las elecciones de objeto de la infancia ocurren independientemente del sexo del objeto y se van restringiendo por los tabúes que impone la cultura. (Freud, 1905). ¿Qué determina la elección de objeto homosexual o heterosexual? Esta es una pregunta que sigue vigente en la actualidad. Si recordamos la nota de Freud en 1915 de los “tres ensayos”, vemos como él consideraba un enigma tanto la homosexualidad como la heterosexualidad. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 31 Lo que es cierto, desde Freud, es que la exclusividad de ambas elecciones necesita ser clarificada. Tal explicación sigue siendo necesaria también ante la “no exclusividad” (la convivencia de ambas disposiciones) en la elección de objeto bisexual. Es de estos intentos de clarificación de lo que intentaremos dar cuenta en esta parte del capítulo. Para dedicarse al tema de la elección de objeto Mc Dougall (1998) retoma la hipótesis freudiana de que la energía libidinal puede orientarse hacia personas de sexo diferente, así como invertirse en el propio. En consecuencia, afirma, que la expresión “libido homosexual” designaría en primer lugar la parte de la libido orientada en la infancia hacia el progenitor del mismo sexo. Los deseos homosexuales de los niños de ambos sexos siempre tienen dos objetivos: el deseo de poseer sexualmente al progenitor del mismo sexo y el deseo de ser el progenitor del sexo opuesto (Mc Dougall, 1998). Estos dos aspectos tienen como fin obtener todos los privilegios y prerrogativas de los que se supone dotado cada progenitor. Es importante, según Mc Dougall, (1988) diferenciar estos dos objetivos complementarios, pues ellos coexisten en cada niño y perduran en el inconsciente de cada adulto. El hecho de tomar en cuenta estos deseos primarios puede cambiar nuestra comprensión de las diferentes maneras en que estas dos corrientes se expresan. Nos alerta sobre el cuidado que se debe tener frente a lo que ella menciona como el prejuicio que idealiza la heterosexualidad y nos recuerda que el hecho de ser heterosexual no excluye la existencia de problemas psicológicos. Nancy Chodorow (1994 citada en Person, 2000) cuestiona la teoría psicoanalítica tradicional que asume que automáticamente nos identificamos con el padre del mismo sexo – fenómeno considerado tan inevitable que no requeriría una explicación – y que una vez hecha la identificación, se da “normalmente” una erotización con el padre del sexo opuesto. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 32 Siguiendo a Freud en el sentido de que hay una tendencia bisexual en todos nosotros, esta autora argumenta que no importa en qué lugar del continuo entre la heterosexualidad, la bisexualidad y la homosexualidad se encuentre uno, debemos asumir que siempre habrá una historia del desarrollo que dé cuenta de ello. Como revisamos anteriormente, el género se va construyendo de manera individual, inspirándose en la cultura, en la anatomía, en las relaciones objetales significativas. Las personas van creando significaciones de acuerdo con sus propias biografías. La identidad de género, la fantasía de género, el sentido de género y las identificaciones y fantasías sexuales que forman parte de esta identidad se formulan y reformulan a lo largo de todo el ciclo vital (Chodorow, 2003). Chodorow (1994) en su texto acerca de la heterosexualidad, considera que cuando se indagan las fantasías inconscientes y las múltiples identificaciones sexuales se observa que nadie tiene una única orientación sexual. Y, como afirma Minsky (2000) hasta el día de hoy, no parece que haya ninguna manera de predecir si los individuos serán bisexuales, heterosexuales u homosexuales. Ethel Person (1999b) sostiene, al igual que Freud (1923), que la idea de que la identidad de género y la elección de objeto automáticamente van juntas está equivocado. Existe, en cada persona un complicado interjuego de fantasías e identificaciones, algunas “masculinas”, otras “femeninas” y esto en personas tanto heterosexuales como homosexuales. Este mosaico de identificaciones da la unicidad a la específica identidad del rol sexual. Sostiene Person (1999b) que la etiología última de la preferencia sexual es desconocida. No se conocen las causas que determinan la elección de objeto ni los atributos de género, pero afirma tener la certeza de que los homosexuales no sufren ningún desorden sexual, o por lo menos no más que los heterosexuales. Afirma que los homosexuales pueden o no, ser perversos, igual que los heterosexuales. Existe para ella el consenso de que no hay heterosexuales y homosexuales, sino una variedad de homosexualidades y heterosexualidades. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 33 Silvia Bleichmar (en Rottenberg, 2007a) se rehúsa a considerar la homosexualidad como un destino patológico. Ella nos dice que el complejo de Edipo, positivo o negativo, marca el momento en el que la sexualidad parcial se reunifica en el amor al otro; es un momento de ligazón en el que el amor homo o heterosexual se encamina hacia la posibilidad de una relación con otro, engarzando el erotismo con la ternura. Considera que la verdadera perversión radica en considerar el cuerpo de otro como objeto de goce despojado de subjetividad y esto puede acompañar la elección de objeto homosexual tanto como heterosexual. Otto Kernberg (2001) afirma que la homosexualidad – o las homosexualidades - no serían una perversión en tanto son capaces de incluir dentro de sus conductas sexuales impulsos genitales y ternura, de la misma manera que en las relaciones heterosexuales. Nos recuerda que un argumento de los que consideran la homosexualidad como normal, es que las parejas homosexuales muchas veces quieren tomar funciones parentales, adoptan niños o tienen por inseminación hijos que ellos desarrollan normalmente. Coincidiendo con las autoras mencionadas opina que no hay homosexuales y heterosexuales, sino una variedad de homosexualidades y heterosexualidades también, así como también personas que se identifican como bisexuales. Kernberg, (2001) considera que el tema de la elección de objeto es el más misterioso de todos: “¿Quién nos excita, alguien del mismo sexo o del otro sexo? Nuestro conocimiento acerca de la causa de eso: cero.” (p. 104). Pero hablando específicamente de la elección de objeto bisexual nos propone Kernberg (2001) un debate actual e interesante que merece seguir pensándose. Freud señaló que en tanto existe una identificación profunda con ambos padres, existe una bisexualidad psicológica original. Este concepto de la bisexualidad psicológica original tiene apoyo, según Kernberg en la experiencia clínica. El descubre en la inmensa mayoría de los casos en análisis tendencias de identificaciones masculinas y femeninas y también tendencias de interés sexual tanto heterosexual como Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 34 homosexual. Esto le hace pensar que en todas las personas debe existir una zona bisexual, en el sentido de la elección de objeto. Es decir, existiría como una transición bisexual entre heterosexualidad, bisexualidad y homosexualidad y lo que él propone es que esta zona bisexual existe en la mujer pero no en el hombre. Considera que en la mujer puede darse una forma de homosexualidad tardía (después de los 40 o 50 años), pudiendo establecer una relación sexual muy satisfactoria y tierna en una relación lesbiana sin que eso indique un rechazo de sus impulsos heterosexuales ni odio a los hombres, ni conflictos profundos en su vida heterosexual. “Es como si en realidad tuvieran la libertad de elección” (p.108). Este tipo de elección de una relación homosexual armoniosa y no conflictual no se encuentra en los hombres. Para él, exceptuando estos casos femeninos, la bisexualidad significa patología de carácter o trastornos de personalidad significativos. Esto se explicaría desde un punto de vista psicodinámico según el cual la primera identificación del bebé es con la madre, por lo tanto es una identificación femenina, y que los hombres tienen que desidentificarse de la mamá para adquirir su identificación masculina. Por eso los hombres tienen una identificación sexual más insegura, y tienen, por tanto, menos tolerancia a sus impulsos homosexuales a diferencia de las mujeres, con más seguridad en su identidad nuclear, y que por lo tanto estarán menos preocupadas o con menos temor de sus impulsos homosexuales. Otro factor importante a considerar es el cultural en tanto hay mucha mayor tolerancia general de la cultura hacia la homosexualidad femenina que hacia la homosexualidad masculina, específicamente en una cultura patriarcal. Kernberg (2001) propone la posibilidad de una bisexualidad “normal” en tanto posibilidad de elección de objeto libre de conflicto, sólo en las mujeres. El debate sigue abierto. Diferentes autoras comparten esta idea de Kernberg de que existe una plasticidad en la elección de objeto de las mujeres. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 35 Haberstadt-Freud (1998) nos recuerda que Freud en 1931 admitía su limitada comprensión de la mujer, y discrepando con él, considera que las niñas no tienen que cambiar su primer objeto de amor para llegar a ser mujeres. Propone que la niña cambia al objeto masculino no “en lugar” sino “además” de su primer objeto. El lugar de la madre es central en la vida de una mujer, nace de ella, siendo su primer objeto de amor (homoerótico) y se identifica con ella, creándose una doble fidelidad en la niña. Propone dicha autora que la heterosexualidad de la mujer siempre estará acompañada de una homosexualidad subterránea. “La heterosexualidad femenina siempre estará acompañada de fuertes tendencias homosexuales latentes”(1998. p 53). Halberstadt-Freud (1998) coincide con Kernberg en considerar que la separación no juega en la niña el mismo rol que en el varón; ya que esta separación no es precondición en la niña para una identificación sexual saludable. La separación en la niña se da parcialmente, pudiéndose preservar de manera saludable (en los casos que así ocurre) un apego de intimidad con la madre que puede durar toda la vida. De lo que se tiene que separar la niña es de la fantasía de la madre fálica y no de la madre de la intimidad. La dinámica de la plasticidad de ciertas mujeres en su posibilidad de elegir objetos de distinto sexo es entendida por Lester y Notman (2000), en el temprano apego que tiene la niña con su madre. Existe con ella una importante conexión que dirige y define su temprana identificación femenina y es a través de esa identificación que desea tener a un hombre como su madre tuvo; pero coincidiendo con Haberstadt Freud, la niña no renuncia a su apego por la madre, con lo cual una relación homosexual podría representar una manera de recuperar la intimidad física y emocional con la madre, pudiendo coexistir con sus deseos heterosexuales. Notman (2002) retomando la idea de Kernberg de un cambio en la elección de objeto en mujeres de mediana edad propone que este cambio en la orientación sexual puede darse por diferentes dinámicas. Sugiere que en esta época de su vida, las Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 36 mujeres pueden abandonar elecciones más convencionales, luego del nacimiento de sus niños; cambian sus expectativas y objetivos, sobretodo el de crear una familia. Surgen otras necesidades de cercanía e intimidad, resurge el sentimiento de mayor cercanía con la madre, el cual puede convertirse en dominante y ser expresado sexualmente. Notman (2002) recurre a lo planteado por Person (1980) de que le mujer posee una necesidad mayor de intimidad para conectarse sexualmente en un contexto de relación con su objeto. Cita también a Kirkpatrick (1989, citada por Notman, 2002) quien sostiene que la búsqueda de intimidad es un tema prioritario en la vida de la mayoría de las mujeres y que en la relación con otra mujer ambas comparten las mismas necesidades y deseos. Notman (2002) se pregunta qué representa este cambio de objeto sexual en la mitad de la vida. Considera que existen múltiples dinámicas. Habiendo tenido relaciones heterosexuales, nacimiento de hijos, satisfecho expectativas culturales, una mujer puede encontrar que la riqueza emocional y de intimidad que anhela no se satisfacen en su matrimonio. Su identidad nuclear de género así como la del rol sexual están consolidadas por sus experiencias heterosexuales previas y por la crianza de sus hijos. Para muchas mujeres el embarazo representa la culminación de su identidad de género y de identificación con la propia madre. Queda la pregunta de si es que esta capacidad de hacer el cambio de objeto sexual requeriría la pre existencia de fantasías homosexuales conscientes. Dice Notman (2002) que esto no queda claro, que posiblemente han existido inconscientemente o tal vez conscientemente pero no han sido actuadas. Quedan abiertas aún muchas preguntas acerca de los determinantes de la elección de objeto homosexual (así como heterosexual), incluidas los temas del rol de la madre en la temprana infancia y la necesidad o el deseo de retener estos vínculos tempranos con la madre. (Notman 2002). Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 37 En la actualidad se reconoce que muchos individuos tienen experiencias sexuales con personas de ambos sexos. Lo que no queda claro es si esto es ahora más difundido que en el pasado o si es que esta práctica es ahora más abierta. Considera, sin embargo, que es la mujer quien tiene un rango más vasto de respuestas sexuales posibles y una mayor capacidad de variar de un objeto homosexual a uno heterosexual y viceversa. Esta plasticidad y fluidez podría relacionarse a una mayor tolerancia en la sociedad de la variedad de respuestas sexuales en la mujer, así como a las características del cuerpo femenino. Durante el embarazo, la mujer tolera en su cuerpo al bebe y los cambios físicos y psíquicos que ocurren, así como el cambio de su auto imagen. Luego tendrá que tolerar la pérdida del bebé en el nacimiento y reconstruir otro tipo de vínculo con él. Hay una variedad y una fluidez que se refleja en la manera en que las mujeres toleran la intimidad. Pero considera que estas hipótesis hacen posible a ciertas mujeres cambiar de objeto sexual, mientras en otras esto no ocurre (Notman 2002). En su experiencia clínica, Notman (2002) ha encontrado mujeres con dificultades por conseguir sensaciones de intimidad en sus relaciones con hombres, pero esto no es suficiente para explicar la sexualización de la relación de algunas mujeres con otras mujeres. Supone, entonces, que es la configuración individual de cada experiencia lo que determina esta posibilidad. Tiene que haber un potencial que puede ser actualizado sólo en ciertas circunstancias tanto internas como externas. La posibilidad del cambio en la elección de objeto puede representar variaciones internas, cambios en el desarrollo en la mitad de la vida o la disponibilidad de relaciones que permitan una mayor posibilidad de satisfacción afectiva y sexual. Priorizando el proceso individual de cada persona, hace bien Berlín (2006) en aclararnos la necesidad, al pensar la bisexualidad como conducta sexual, de distinguir si esta se da en una relación ocasional, si es una práctica sostenida a lo largo de los años, si se da una bisexualidad simultánea en el tiempo o corresponde a diversas etapas de la vida de la persona. Todas estas posibilidades exigen al pensamiento Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 38 psicoanalítico una comprensión diferente. Asimismo, se pregunta, si la bisexualidad entendida como elección de objeto, ha florecido en esta nueva época o si lo que se ha transformado “son las opciones que el sujeto se permite en cuanto al placer sexual, la pareja y la familia” (2006 p. 6). En esta línea de pensamiento, Lester y Nottman (2000) sugieren que para algunas mujeres el encuentro sexual toma sentido como una forma de conseguir cercanía sea en un contexto heterosexual u homosexual. Sigue siendo interesante tratar de entender los factores que hacen posible para algunas mujeres poder actuar y expresar su deseo de relacionarse con hombres y mujeres mientras que esto no ocurre con otras. (Lester y Nottman 2000). Existen tantas maneras y rutas en los procesos de la elección de objeto; tal solución de compromiso entre tendencias homosexuales y heterosexuales, las identificaciones con ambos padres, la propia biología con sus sentidos personales, las vicisitudes de cada historia dentro de la propia sociedad y cultura que debemos esperar que futuros estudios y experiencias nos sigan dando mayor información acerca de los complejos significados individuales de este desarrollo. Freud escribió los “tres ensayos” hace ya más de un siglo. Las interrogantes ahí planteadas siguen hasta hoy intentando ser comprendidas. Lo personal, lo intrapsiquíco en su juego con la cultura y los vínculos, será siempre una historia única con necesidad de ser escuchada. La cultura cambia, los roles en ciertos ámbitos pueden ser más flexibles, la homosexualidad es entendida de otra manera y es claro que el psicoanálisis ha aportado a su entendimiento. El dolor psíquico, pensamos, no está en la mayoría de los casos, vinculada al tema de la opción sexual. Heterosexuales, homosexuales y bisexuales no sufren por la manera de amar que le es afín. Las personas, en su mayoría, sufren por falta de vínculos, por vacío, por ausencia de sentido. Todo ello nos remite a poner énfasis en los vínculos, aquellos que al inicio configuran la psique y que luego siguen siendo indispensables en el día a día. Aproximaciones a la bisexualidad en autores Post Freudianos 39 La posibilidad de ser feliz, con creatividad y autonomía, con capacidad para la intimidad con otros es a lo que aspira cualquier persona, tenga la opción sexual que tenga. Cada vida, cada experiencia psíquica es única y el psicoanálisis está para escucharla. Y en esa escucha y en ese vínculo, devolverle a la persona la comprensión y conocimiento de sí mismo, que lo haga dueño y responsable de sus decisiones y de sus afectos. Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 40 CAPÍTULO III Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad y su relación con el concepto de bisexualidad Luego de hecha la revisión de los temas que el concepto de bisexualidad ha suscitado, ratificamos la vigencia y utilidad del concepto. En este capítulo final queremos reflexionar, luego de todas las propuestas expuestas, acerca de tres temas que siguen siendo temas de discusión y polémica. 1. El porqué de la problemática del contenido de lo que es masculino y femenino 2. El proceso de las identificaciones, relacionadas específicamente al tema de la paternidad en parejas homosexuales. 3. La intervención en la clínica psicoanalítica, luego de notar las diferentes maneras en que la bisexualidad es entendida. Masculino y Femenino, ¿son esencias o parecidos de familia? Observamos en sus escritos, la dificultad de Freud de delimitar lo que se considera masculino y femenino y pensamos que tal dificultad reside en el hecho de que Freud se ubica en un modelo “esencialista” de pensamiento. En su intento por definir la esencia de la feminidad y la masculinidad, Freud busca en los componentes biológicos, psicológicos y sociales que participan en su construcción, aquello que pudiera determinarla, dándose cuenta que ninguno de estos tres factores es suficiente para definirla y explicarla. Se usan metáforas relacionadas a la biología y a la conducta sexual (masculino / activo – femenino/ pasivo o a las funciones maternas o paternas. De ahí surge el cuestionamiento desde el mismo Freud y las teorías de género de si acaso no hay mujeres activas y hombre tiernos que valorizan la intimidad. Buscar la esencia de lo masculino y femenino, he ahí la dificultad y tal vez también el error. Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 41 Marcos Herrera (2002) nos dice, que desde hace siglos los seres humanos hemos querido entender qué es lo que hace que un individuo pertenezca a una clase y no a otra, o lo que es lo mismo, qué es lo que hace que todos los elementos de una clase pertenezcan a ella. Planteado en relación a nuestro tema la pregunta sería ¿qué es lo que hace a alguien o a una conducta o a un sentimiento masculino o femenino? Una antigua respuesta a esa pregunta, según Herrera (2002), fue dada por una postura clásica que afirmaba, que existe algo que todos los elementos de una clase tienen en común, que está presente en todos y cada uno de ellos en la misma medida, y determina que sean lo que son y no otra cosa: es decir, su esencia. Para esta concepción, el plano del pensamiento, constituido por conceptos, funcionaría como una suerte de reflejo de la realidad. Es decir, a cada clase de cosas en el plano de la realidad tendría que corresponderle un concepto en el plano del pensamiento. La función del pensamiento sería por tanto la de representar adecuadamente la realidad. El concepto estaría, además, estrechamente vinculado a la esencia: el concepto mismo se constituiría mediante una aprehensión de la esencia común a una clase de cosas. Sería una suerte de definición de una clase, un listado de los atributos esenciales que determinarían la pertenencia a una clase dada. A las palabras les correspondería la mera función de etiquetas para los conceptos, y a través de ellos, para las clases de cosas que existirían objetivamente en la realidad. La función del lenguaje sería la de ofrecer palabras para designar a las clases de cosas que existirían objetivamente en el mundo. El esencialismo asume entonces que la palabras y sus extensiones (entendemos por extensiones el conjunto de los referentes posibles para una palabra) tendrían una existencia objetiva en la realidad. Asimismo, asume que estas extensiones o clases de cosas estarían claramente delimitadas entre sí. Esta concepción esencialista se encuentra profundamente enraizada en la forma que tenemos de hablar en la vida cotidiana acerca del mundo y acerca de Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 42 nosotros mismos, pero también en la forma que tenemos de hablar en ámbitos científicos y académicos (Herrrera, 2002). Recordemos en nuestra exposición del pensamiento freudiano, cómo éste intenta, partiendo de este modelo esencialista, de ubicar los elementos que definirían lo masculino y lo femenino. Y vimos como ni lo biológico, ni lo psicológico, ni la elección de objeto, ni los componentes culturales de dicha comprensión, son elementos suficientes para él, de dar cuenta de dicha esencia. Concluiremos entonces, que algo falla en dicha concepción. Esto mismo es ratificado por Herrera (2002), quien nos dice que esta postura esencialista ha sido objeto, durante la segunda mitad del siglo XX, de cuestionamientos radicales desde Wittgenstein. La crítica más importante a la idea de la “lista de condiciones necesarias y suficientes” (equivalente a la noción de esencias) ha sido realizada por Wittgenstein en sus “Investigaciones Filosóficas”. Como hemos visto, las categorías clásicas tienen límites claros definidos por las propiedades que tienen en común, frente a esto Wittgenstein observó que existen categorías como la de juego que no calza en el clásico modelo, en tanto no existen propiedades comunes compartidas por todos los juegos. En tanto no existe una colección única de propiedades que todos los juegos comparten, la categoría de los juegos se unen por lo que Wittgenstein llama parecidos de familia. (Wittgenstein, 2008) Los miembros de una familia se asemejan unos a otros en diferentes maneras. Pero no necesitan de una única propiedad compartida por todos los de la familia. Los juegos, son en ese sentido, como las familias. En resumen, los juegos como los miembros de una familia, se semejan unos a otros en una gama muy amplia de características. Todas ellas y no una sola, definen una colección de propiedades en común y esto es lo hace del juego, una categoría. Lo central en esta analogía, nos dice Herrera (2002) es que así como no podemos señalar las “características necesarias y suficientes” que definen la Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 43 membresía a una familia, que sean compartidas por todos sus integrantes, tampoco es posible señalar las que definen la membresía a la categoría “juego” y que sean compartidas por todos sus integrantes. Estas observaciones de Wittgenstein representan sin duda una crítica radical del esencialismo. Consideramos que esa misma dificultad para encontrar la esencia de los juegos ocurre con los conceptos masculino y femenino. El esencialismo asume que todas las cosas a las que denominamos con una misma palabra (y que por tanto clasificamos en la misma categoría) tienen que tener algo en común: su esencia. Lo que hace Wittgenstein es, precisamente, mostrar que esto no es cierto, que las diferentes cosas que denominamos con la misma palabra (masculino/ femenino) no tienen algo en común a todas ellas. No hay tal cosa como la esencia. Wittgenstein (1953) nos propone un argumento muy fuerte para dejar de creer en las esencias. La imposibilidad de determinar una lista de condiciones necesarias y suficientes constituye así una muy seria objeción contra la teoría tradicional de la categorización. Podemos entonces entender, hasta lo aquí expuesto, que en su intento por descubrir la esencia de lo femenino y lo masculino, Freud se ubicaba en un modelo esencialista de pensamiento. Vemos que en su intento por descubrir dicha esencia Freud investiga si la biología puede dar cuenta de dicho factor esencial. Al descubrir que todas las personas presentan atributos físicos (aunque atrofiados, dice él) tanto del propio sexo como del contrario, Freud descarta que lo biológico sea lo que determina la esencia de lo masculino y de lo femenino. Investiga luego en los caracteres psicológicos, descubriendo que la actividad y la pasividad que definirían psicológicamente la masculinidad y le feminidad respectivamente, tampoco dan cuenta de dicha esencia, en tanto en ambos sexos y en más de una especie animal, dichas características se encuentran en ambos sexos. Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 44 Asimismo, el tema de la elección de objeto tampoco define lo masculino o lo femenino; mujeres psíquicamente femeninas pueden tener una elección de objeto homosexual e igual circunstancia se encuentra en los varones. Las conductas que la cultura considera como femeninas o masculinas (cuidar a los hijos, o ser activos en diferentes circunstancias) se presentan también en las personas de ambos sexos. Todo esto, confirmaría que no habría tal cosa como la llamada esencia de lo femenino o lo masculino. No existe una lista de condiciones necesarias y suficientes que defina los atributos que una persona deba poseer para ser considerada femenina o masculina. Las categorías de femenino y masculino no poseen límites claros. No existe un atributo específico que ubique a una persona dentro o fuera de esa categoría. En tanto esto sucede, existirían personas que serían un mejor ejemplo de lo femenino y otras de lo masculino y esto se daría dentro de cada cultura. Es decir cada cultura determina lo que para ella sería considerado como masculino o femenino. Desde esta nueva perspectiva los conceptos de masculino y femenino ya no corresponden a supuestas esencias, es decir, a listas de condiciones necesarias y suficientes, sino a colecciones de estereotipos compartidos por una comunidad. Sabemos también que estos estereotipos varían en las culturas y evolucionan, transformando el significado de los conceptos. Muy pocas mujeres en la actualidad se definirían ellas mismas como “pasivas”, pero si como “femeninas”. Para finalizar, mencionaremos siguiendo a Herrera (2002) que los conceptos o colecciones de estereotipos compartidos constituyen los significados de las palabras. Estos estereotipos compartidos no tienen por qué corresponder a propiedades objetivas presentes en todos los elementos de una clase supuestamente existente en el mundo (es decir, a una supuesta esencia). Lo importante es que estos estereotipos sean compartidos por una comunidad y ya observamos cómo estos van modificándose. Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 45 La categorización de lo femenino y lo masculino no es objetiva. Dichas categorías (como todas) están en la mente de los seres humanos y se encuentran influidas por el contexto y las prácticas sociales de las comunidades a las que pertenecen. La categorización de lo femenino y lo masculino no tiene límites claros, estando constituidas por diferentes elementos, biológicos, psicológicos y culturales que se superponen, creando una mixtura de matices en todas las personas, como ya revisamos en el capítulo anterior Concluimos entonces que la masculinidad y la feminidad no poseen una esencia que las defina sino que hay que acercarse a su entendimiento a través del modelo de Wittgenstein (1953) de los “parecidos de familia” (p.87) que son compartidos por una comunidad determinada. Teniendo esto en cuenta debemos ser conscientes de las diferentes maneras en que estos conceptos masculino y femenino son usados desde el psicoanálisis. Algunos autores, como ya hemos visto, priorizan las funciones maternas o las metáforas de la biología, y eso como ya vimos, desde Freud, es insuficiente. Lo masculino y lo femenino se construye en cada persona, desde lo individual, a través de sus propias significaciones en relación a sus vínculos y a su cultura y puede además ir modificándose a lo largo de la vida. Cuidémonos, entonces, de dar por sentado el significado de tales términos y seamos conscientes de todas las maneras en que éstos son utilizados ¿Cómo se dan las identificaciones en los niños de parejas homosexuales? El presente trabajo tuvo como objetivo importante demostrar cómo el psicoanálisis sigue siendo útil para comprender al individuo y su cultura a pesar de los cambios que se vienen dando y a las enormes diferencias culturales de hoy en día en relación a la época en la que Sigmund Freud vivió. Es por eso que queremos acercarnos a un tema vigente y polémico como es la paternidad por parejas Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 46 homosexuales. El psicoanálisis debe ayudar a dar respuestas a las preguntas que esta situación nueva está suscitando. El pensamiento psicoanalítico debe mantener su vigencia aportando a la comprensión de los cambios que acontecen en el mundo. En la actualidad, surgen nuevos estilos de familia y entre ellas, las constituidas por parejas homosexuales, reclaman su derecho a la adopción de niños. La adopción por parte de parejas homosexuales es un derecho reconocido en Bélgica, los Países Bajos, Suecia, Sudáfrica, España, Islandia, el Reino Unido y en ciertos territorios de Canadá. Elizabeth Roudinesco (2003) señala que se calcula que en el continente norteamericano hay entre seis a catorce millones de niños criados en familias homoparentales, mientras que en Europa esto es también un hecho social (citado en Faiman, 2007). Surge la homoparentalidad y no sólo a través de la adopción de niños. Parejas de lesbianas que conciben niños a través de relaciones sexuales o inseminación, hombres que se hacen cargo de sus hijos biológicos y luego se casan homosexualmente, otras formas derivadas de reproducción asistida, como vientres de alquiler, etc., hacen posible un nuevo estilo de familia: niños criados por padres del mismo sexo. ¿Qué necesita un niño para crecer de manera saludable? Esta debe ser la pregunta que marque la pauta para nuestra reflexión. ¿Puede una pareja del mismo sexo brindar al niño aquello que requiere? El infante humano necesita al nacer de otro semejante que cuide de él. No solamente para cubrir su necesidad de alimentación y cuidados físicos, sino para instaurar su psiquismo. El niño necesita vivenciar vínculos afectivos cercanos y confiables que traigan como consecuencia sentimientos de seguridad y valía. Partiendo de la teoría del apego propuesta por Bowlby (1969, 1973, 1980, citado por Fonagy, 1999) Peter Fonagy (1999) nos propone un modelo psicológico del nacimiento Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 47 del si mismo (self). El niño no nace con la capacidad de regular sus reacciones emocionales, necesita de un otro que se brinde a él para leer sus necesidades y deseos. Leyendo y entendiendo sus señales, responderá el cuidador/a regulando sus estados, restableciendo el equilibrio. El infante buscará la proximidad física de su cuidador/a con la esperanza de ser calmado. Es ese vínculo el que permitirá al niño “encontrarse a sí mismo en el otro” (Fonagy, 1999). Como hemos visto en capítulos anteriores esta capacidad de cuidado no es facultad privativa de ninguno de los dos sexos. Como dice Alizade (2007) las paternidades, las maternidades y las parentalidades dependen en mayor medida de inscripciones psíquicas que de realidades corporales; las funciones paternas y maternas pueden ser ejercidas por seres nacidos como mujeres o varones indistintamente. “El trabajo psíquico adulto necesario para conducir a un sujeto a la vida psíquica no dependería tanto del sexo de la dupla conyugal sino de la salud psíquica y la intención de amor de la pareja.” (Alizade, 2007, p 82). El Psicoanálisis se ha ocupado de los niños criados en Instituciones. Desde las investigaciones de John Bowlby en 1951 y 1964 acerca de los niños privados de un hogar la literatura psicoanalítica coincide en recomendar la presencia de cuidadores estables y permanentes para los niños (Roudinesco, 1997). Pensamos entonces en el concepto de “Función Familia” propuesto por Mariam Alizade, como la alternativa para pensar la Homoparentalidad. “El concepto de función familia (...) más allá de la forma que adquiera, cumple la función de ofrecer a la cría humana un medio ambiente confiable donde completar su desarrollo y convertirse en un ser autónomo” (Alizade, 2006 p.85) Esta función está dada por un adulto que media entre las necesidades del niño y la realidad externa; le presenta el mundo al niño teniendo en cuenta las capacidades de éste. Acompaña al niño en su crecimiento de manera atenta y cuidadosa; se posterga él mismo con la finalidad de incorporar al niño a su cultura (Alizade, 2006). Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 48 Las preguntas que surgen entonces son: ¿Será Importante el género de quien cuida a un niño? ¿La opción sexual de quien cuida limitará su capacidad para el cuidado? El acercamiento que tengamos para responder estas preguntas está ligado necesariamente a cómo entendemos la homosexualidad y si la consideramos o no una perversión. Como ya vimos en el capítulo anterior, desde Freud (1905, 1915), autores como Person (1999), Kernberg (2001), Chodorow, Bleichmar (en Rottenberg, 2007a) coinciden en no considerar la homosexualidad como una patología y encuentran enigmática tanto la elección de objeto homosexual como la heterosexual. Según Pablo Roberto Ceccarelli (2007), lo que llamamos “función paterna” y “función materna” no necesita de la presencia de un hombre o de una mujer, pues la realidad anatómica de quien cría a un niño no es un elemento fundamental para la construcción de la subjetividad. Esta construcción está mucho más vinculada a la organización psíquica de quienes cuidan al niño y al lugar en que el niño ocupa en el universo interno de los padres. Coincidiendo con esta concepción, Andrade y Pereira (2007) consideran que para el desarrollo y la socialización de un niño, más importante que el género u orientación sexual de quien lo cuida es la calidad de la interacción entre ambos. Por lo expuesto anteriormente podríamos concluir que una pareja del mismo sexo, pudiera cumplir las funciones de una familia en el sentido de brindar al niño la estabilidad y afecto que necesita para desarrollarse. Surgen entonces nuevas preguntas: ¿Cómo se darán las identificaciones en estos niños con padres del mismo sexo? ¿Cómo incorporarán los roles que exige toda cultura? ¿Cúales serán los procesos mediante los cuáles adquieran la elección de objeto? Como vimos en el capítulo anterior, con Minsky (2000), Chodorow (2003) y Person (2001), partiendo del concepto de Edipo completo de Freud (1923), los niños se identifican con ambos padres y pueden darse identificaciones cruzadas, en el Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 49 sentido de identificarse con partes femeninas del padre y con partes masculinas de la madre. Alizade (2000), siguiendo a Freud nos recuerda que la identificación primaria se lleva a cabo indistintamente con el padre o la madre de la prehistoria personal, con aquella imagen que por su presencia, posibilita la humanización del infante. Como ya revisamos en el capítulo anterior, la identidad nuclear de género, surgirá entonces posteriormente. Esta se refiere al sentimiento que uno tiene de ser hombre o mujer. Esa identidad está determinada psicológicamente por la asignación que los padres hacen del bebé en los primeros años de vida. Pensemos ahora en las dificultades que podrían surgir en la construcción de la identidad de rol sexual en estos niños. Los estudios de género enfatizan las condiciones culturales y las ideologías sociales que fijan patrones de conducta y estereotipos variables para lo que se considera “masculino” y “femenino”. Estos patrones cambian y van modificándose según las circunstancias del tiempo y de la historia. Cada uno de nosotros es un producto de una variedad de deseos e identificaciones que hacen de nosotros individuos diferentes a través de las divisiones dualistas de la “masculinidad” y la “feminidad”. Como dice Bleichmar (en Rottenberg, 2007a) el niño no se identifica al objeto real sino a los modos representacionales con los cuales lo captura, por ello no considera central si ello ocurre en el orden de lo heterosexual o de lo homosexual. Toni Vaughn (2006) se pregunta si Importa (y si es así, en qué maneras) si el progenitor que regresa a casa al final de un día de trabajo es una mujer que saluda a otra mujer. Esta autora considera que las familias encabezadas por parejas homosexuales demandan una reconsideración de la teoría del desarrollo edípico, basado en la heterosexualidad de los padres. Nos propone un modelo que reconoce los elementos centrales del desarrollo sin hacer referencia a la orientación sexual de los padres o a su elección de objeto. Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 50 En “Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre” de 1910, Freud introduce por primera vez el termino Complejo de Edipo, que, en ese tiempo, y en ese mismo texto usa como sinónimo a Complejo Parental. Vaughn (2006) adopta, el termino Complejo Parental, para señalar los deseos sexuales conflictivos y complicados de los niños y sus sentimientos de rivalidad relacionados a su pareja parental y considera que es la triangulación, la fase central del desarrollo en la teoría psicoanalítica. La terceridad es un elemento crucial cuando se piensa en el desarrollo de un niño desde la perspectiva de la homoparentalidad. La triangulación dependerá entonces de dos procesos fundamentales: - La aceptación por el niño de una inmutabilidad de las generaciones y - El reconocimiento por el niño de estar excluido del mundo de la sexualidad adulta. El género de los padres o su orientación sexual, asume menor importancia desde esta óptica. Lo importante del Edipo, como principio estructurante, es que ordena los intercambios y pone límite al goce entre el adulto y el niño. Enfatiza la fundamental asimetría en la cual se constituye la sexualidad del niño, sin importar si la pareja es homo o heterosexual (Bleichmar en Rottenberg, 2007a). En esta misma línea de reflexión, Rottenberg (2007b) considera que más allá de ser hetero u homo, lo relevante de criar en pareja es la inclusión del tercero. Faiman (2007) coincide, considerando que la estructura del Edipo se cumple en tanto el niño cuente con una pareja de padres, aunque ambos pertenezcan al mismo sexo, pues lo fundamental es que se le dé la garantía de no quedar entrampado fatalmente en una díada. Lo central en el Edipo, nos dice Cecarelli (2007), es que en este periodo el niño se da cuenta de que está excluido de una relación. “Nada indica que el carácter triangular deba ocurrir con dos personas de diferente sexo.” (p. 146). Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 51 Según el autor, cada modo de paternidad tendrá su propia configuración de angustia. Los cambios que vienen ocurriendo, con sus consecuencias particulares, lo que nos sugieren es que la especie humana atraviesa, por aquello que él denomina “crisis de referencias simbólicas”, refiriéndose a que no existe un modo o camino que defina de forma única o definitiva el acceso a un orden simbólico en las relaciones entre sujetos, no existiendo un modo único de subjetivación (Cecarelli, 2007). Tenemos entonces que las teorías mas recientes nos permiten entender que los procesos identificatorios que llevan al niño a enterrar sus deseos incestuosos en el mundo de la represión infantil son muy complejos e involucran deseos incestuosos hacia ambos padres así como identificaciones con aspectos de cada uno de los padres (Vaughn, 2006). Nos dice la autora: “En familias de lesbianas, donde la madre esta claramente designada (primary parent), el escenario psicológico establecido para el niño es usar al otro progenitor como el otro necesario que ocupa el tercer punto de la triangulación y de esa manera resolverá el complejo parental”. (p 92. La traducción es mía). El tema de la elección de objeto es, como ya vimos en el capítulo anterior, el gran misterio. La etiología última de las preferencias sexuales es desconocida. (Kernberg 2001; Person, 1999). El conocimiento de la causa de nuestro deseo sigue siendo una incógnita. Otto Kernberg (2001) cita una investigación hecha por Martha Kirkpatrick, la cual reporta que los hijos de parejas lesbianas no son a su vez homosexuales, sino heterosexuales en su gran mayoría. Alberto Eiguer (2007) basándose en investigaciones hechas por Nadaud en el 2002 nos dice que los niños educados por padres homosexuales no hacen necesariamente elecciones de objeto de la misma naturaleza que sus padres. Bailey, en 1995 en sus estudios con hijos de padres homosexuales, observó que más del 90% de ellos se definen como heterosexuales (Andrade y Pereira, 2007). Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 52 Pensamos que investigaciones como esta serán las que nos sigan dando respuestas. Sabemos que la diferencia anatómica de los padres no garantizan la salud mental de los niños y como nos dice Bleichmar (en Rottenberg, 2007a) no existen razones teóricas ni prácticas que nos hagan suponer que la homoparentalidad pueda generar patologías graves. Los niños de parejas homosexuales deberán afrontar sus propias luchas y conflictos en un mundo pensado a partir de la heterosexualidad. Estos procesos deberán ser escuchados para poder ser comprendidos. Las diferencias que ellos transitan ampliarán nuestro conocimiento. Toni Vaughn (2006), nos recuerda que Freud baso sus teorías del desarrollo edípico asumiendo padres suficientemente buenos. Ella sugiere que también nosotros debemos empezar desde la misma posición cuando pongamos atención y consideremos el desarrollo de los niños de padres homosexuales. Nos dice también: “Cuando no necesitemos mas demostrar la salud mental de los niños de padres homosexuales, entonces recién les ofreceremos iguales derechos a sus conflictos y a las inevitables desilusiones, dolores, triunfos y luchas que conlleva el desarrollo humano”. (p.96. La traducción es mía). Pensamos necesario atender la sugerencia. Acercarnos a lo nuevo, sin prejuicios o siendo conscientes de ellos, sin idealizar, tolerando la incertidumbre de lo diferente, de aquello que cuestiona lo que damos por sentado. Atrevernos a confiar en nuestra herramienta psicoanalítica, a seguir aprendiendo de nuestros pacientes y acompañándolos, como diría Mariam Alizade (2000) a Hacer la vida, esa aventura única, construida por la historia, los vínculos y la cultura, que el Psicoanálisis siempre podrá escuchar. Y llegamos al último punto de nuestra reflexión y acercamiento a la bisexualidad. Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 53 ¿Cómo intervenir en la clínica a partir de la diversidad teórica existente en el Psicoanálisis acerca de la Bisexualidad? Luego de la revisión hecha, las preguntas que surgen, luego de tantos aportes interesantes y novedosos, serían: ¿Cómo estas distintas posturas pueden alumbrar nuestra práctica clínica? ¿Se puede hacer una integración de estos conocimientos? ¿Cómo debemos intervenir terapéuticamente teniendo en cuenta tan diversos puntos de vista? Tenemos que algunas compresiones de la bisexualidad priorizan las relaciones objetales, otras los procesos intrapsíquicos, mientras que otras, teniendo en cuenta los procesos anteriores, ponen un énfasis en lo cultural, como aspecto importante del proceso. Lo que observamos es que se pretende una integración de estas posturas rescatando la manera individual en que cada uno significa lo anatómico y lo cultural, a través de los vínculos que establecemos con los otros. Entonces, ¿Dónde debemos ubicarnos para nuestro entendimiento? Y ¿Cómo deberíamos intervenir? En Psicoanálisis, la investigación clínica y la técnica terapéutica siempre han ido unidas y queremos preguntarnos en este último punto, acerca de las consecuencias de esa íntima relación. Juan Pablo Jiménez (2001), en su artículo “Validez y validación del método psicoanalítico” menciona el hecho de que el método clínico tradicional como única fuente de conocimiento está siendo objeto de muchas críticas. Se postula, en la actualidad, que la teoría debería surgir también de otras fuentes y que no basta afirmar que una teoría psicoanalítica surge de la experiencia clínica para considerarla como válida. La razón de esto, nos dice Jiménez (2001), está en el hecho de que aparte de lo que el paciente dice y hace en sesión y que puede ser directamente observable, todo lo demás es inferido. La teoría psicoanalítica estaría entonces basada en Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 54 inferencias, es decir, en interpretaciones. Sería, por tanto, imposible una escucha homogénea que logre un consenso. La multiplicidad de escuelas y posturas psicoanalíticas complican el asunto de la validez del psicoanálisis y exige al clínico tomar posición frente a una corriente de pensamiento. Frente a esta diversidad, propone Jiménez (2001), la alternativa del pluralismo. Esta pluralidad pretende integrar en el trabajo clínico aspectos plausibles de diversos orígenes, intentando mantener la coherencia. Apela a la capacidad de sostener en la mente, distintas perspectivas teóricas sin cancelar una en beneficio de otra, creando así las condiciones para que surjan interpretaciones novedosas frente a nuestros pacientes. Se buscaría, por tanto, un diálogo y una articulación entre las diferentes posturas para constituir el psicoanálisis en una disciplina unificada y no fragmentada. Nancy Chodorow (2003), tiene así mismo, una postura interesante en relación a este tema. Ella sugiere que el pensamiento psicoanalítico tiende a englobar la individualidad en la universalidad, con lo cual convierte las observaciones clínicas de las significaciones del género en pasos fijos del desarrollo. Postula que nuestro pensamiento debiera ser menos teórico para ser capaz de describir de manera precisa la realidad psíquica de cada persona. Se opone a que se presenten conclusiones, no meramente como hallazgos de la práctica clínica, sino como afirmaciones universales sobre cómo son las personas o cómo deberían ser. El método de casos clínicos debe concentrarse en la persona única que emerge del encuentro terapéutico intersubjetivo. Lo que se presenta como una comprensión, se basa en hallazgos clínicos y no debería darse por supuesta la posibilidad de universalizar y generalizar (Chodorow, 2003). Estas generalizaciones no tienen en cuenta las variaciones individuales y esto, trae consecuencias clínicas en el sentido de sospechar la existencia de patología donde solo hay diferencia. Esto ocurre, nos dice Chodorow (2003), cuando el Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 55 terapeuta incorpora en su teoría, supuestos culturales de género, que nos pasan inadvertidos y que influyen en lo que vemos y escuchamos clínicamente. El sentido del género y de sexualidad de toda persona tiene una significación tanto cultural como personal. Sobre la base de la investigación clínica podemos observar que todos construimos una subjetividad sexual y de género. Esto podría universalizarse, siempre y cuando no perdamos de vista que cada persona construye subjetivamente ese género y esa sexualidad de manera única. Ni la anatomía ni la cultura tienen efectos automáticos. No hay ninguna masculinidad ni feminidad únicas ni una sola manera de constituir el sí mismo masculino o femenino. Chodorow (1996), postula al igual que Jiménez una postura abarcadora, que nos permita escuchar lo que realmente se nos dice. Debemos ser cautelosos, pero también ser capaces de inspirarnos en teorías aparentemente contradictorias o excluyentes. Las fantasías corporales reciben la influencia del trato con los padres y de los mensajes inconscientes de estos, así también como la cultura influye en la construcción de estos procesos corporales. La terapia debería descubrir esta animación personal del género, los ejes personales y culturales sobre los que se ha construido y organizado el género subjetivo. En algunos momentos nos será útil en nuestro trabajo clínico la teoría de las relaciones objetales; en otro momento tendremos en cuenta las identificaciones y como éstas se han construido en base a las figuras parentales; tal vez en otras circunstancias será importante conocer las concepciones inconscientes de nuestros pacientes acerca de la anatomía genital y reproductiva; y por último, deberíamos ser capaces de notar también, la manera en que se han transmitido y creado las significaciones culturales de la diferencia de género (Chodorow, 2003). Reflexionando acerca de tres temas polémicos de actualidad 56 Consideramos que los autores revisados han contribuido de manera importante a darnos luz sobre estos temas, enriqueciendo nuestras posibilidades de entendimiento y acercándonos a la riqueza y multiplicidad de posibilidades con las que podemos enfrentarnos. La investigación clínica es una herramienta muy importante en la construcción de la teoría psicoanalítica, pero debemos ser cautelosos de no generalizar sus propuestas. Debemos ser conscientes de las limitaciones que dicho método trae, no porque no sean válidos sus aportes, sino porque siempre hay variantes que se presentan y que no deben ser interpretadas, necesariamente, como patología. Tanto Jiménez (2001) como Chodorow (1996), postulan la necesidad de integrar los diferentes postulados teóricos producto de la investigación clínica, apelando al amplio criterio del terapeuta de saber aplicar cuál es el que nos será útil para la comprensión de nuestros pacientes en determinados momentos de su vida. a investigación es necesaria e indispensable. Pero debemos ser cuidadosos y no generalizarla, para aplicarla así, de manera pertinente. Se trata de que la investigación amplíe nuestros conocimientos y capacidad de entendimiento y no, por el contrario, que sesgue o limite nuestra comprensión. Cómo nos dice Horacio Etchegoyen (1993): “La complejidad de la situación analítica es tal que pocas veces pueden darse reglas fijas. En la praxis analítica la única receta valida frente a una situación dada es compulsar y contrastar todos los elementos de juicio disponibles y elegir luego el camino que nos parezca más conveniente, sabiendo que cada momento es irrepetible e incomparable.” (p.p. 753,754) Sigamos pues, en la escucha y en la investigación y seamos flexibles al aplicarla, siendo conscientes de sus alcances y limitaciones. Conclusiones 57 CAPÍTULO IV Conclusiones El concepto de bisexualidad planteado por Sigmund Freud a lo largo de su obra nos permite acercarnos a la comprensión de lo que entendemos por masculino y femenino, a las identificaciones de los niños con sus padres y a los procesos de la elección de objeto. A medida que Freud trabaja el concepto de bisexualidad indica que los caracteres somáticos (presencia de espermatozoides y óvulos) los caracteres psíquicos (masculinos y femeninos) y el tipo de elección de objeto son tres aspectos que varían con cierta independencia unos de otros y aparecen en las personas combinadas de diversas maneras. Los procesos que favorecen estas características deben, nos dice Freud, seguir siendo investigadas por el psicoanálisis. Freud propone que las diferencias de sexo no puedes aspirar a establecer una característica psíquica especial; lo que llamamos masculino y femenino hacen referencia a caracteres de actividad y pasividad, en analogía a la anatomía y a las células sexuales y añade que reducir a la psicología estas particularidades es incierto e insuficiente. Deben incluirse también la influencia de las costumbres sociales y de la cultura al entendimiento de estos conceptos. Observamos en sus escritos, la dificultad de Freud de delimitar lo que se considera masculino y femenino y pensamos que tal dificultad reside en el hecho de que Freud se ubica en un modelo “esencialista” de pensamiento. En su intento por definir la esencia de la feminidad y la masculinidad, Freud busca en los componentes biológicos, psicológicos y sociales que participan en su construcción, aquello que pudiera determinarla, dándose cuenta que ninguno de estos tres factores es suficiente para definirla y explicarla. Se usan metáforas relacionadas a la biología y a la conducta sexual (masculino / activo – femenino / pasivo) o a las funciones maternas o paternas. Conclusiones 58 De ahí surge el cuestionamiento desde el mismo Freud y las teorías de género de si acaso no hay mujeres activas y hombre tiernos que valorizan la intimidad. Concluiremos entonces, que algo falla en dicha concepción. Esto mismo es ratificado por Herrera (2002), quien nos dice que esta postura esencialista ha sido objeto, durante la segunda mitad del siglo XX, de cuestionamientos radicales desde Wittgenstein (1953) y desde otras perspectivas. La masculinidad y la feminidad no poseen una esencia que las defina y sería más eficiente acercarse a su entendimiento a través del modelo de Wittgenstein (1953) de los “parecidos de familia” (p.87) que son compartidos por una comunidad determinada. La categorización de lo femenino y lo masculino no tiene límites claros, estando constituidas por diferentes elementos, biológicos, psicológicos y culturales que se superponen, creando una mixtura de matices en todas las personas. Debemos tener cuidado, entonces, de dar por sentado el significado de tales términos y es importante ser conscientes de todas las maneras en que éstos son utilizados En la propuesta freudiana del Complejo de Edipo, es el factor de la bisexualidad el que participa en la forma cómo se den las identificaciones con ambos padres y la posterior elección de objeto. Estos temas han sido retomados por autores post freudianos. En relación a la bisexualidad psíquica y a la convivencia en la psique de componentes masculinos y femeninos en todas las personas, Jung, Bettelheim, Winnicott, Green y Mac Dougall tienen diferentes aportes. Jung nos propone sus conceptos de anima y animus, los que considera los componentes femenino y masculino que habitan en el inconsciente colectivo de todas las personas. Cada sexo tendría reprimido en su inconsciente la versión antípoda de su sexo. Bettelheim (1974) prioriza en su aporte, la envidia que tiene cada sexo de los órganos y las funciones sexuales que no posee. Nos habla del deseo por parte de la mujer de tener genitales masculinos, aclarando que no por ello renuncia a su vagina ni Conclusiones 59 a su futura capacidad de parir hijos. En paralelo se da el deseo de los hombres de tener los órganos sexuales de las mujeres con sus capacidades reproductivas. Considera, por tanto, que la envidia se da en ambos sexos, pero que en cualquier sociedad, la que se hace más evidente, es la relativa al sexo dominante. Winnicott (1974) retoma el concepto de bisexualidad incorporándola a su propia teoría del desarrollo. Nos dice que el elemento femenino se relaciona con el pecho (la madre), cuando el bebe y el objeto son uno y es sobre la base de esta relación que surge el sentido de ser. El elemento masculino establece el contacto con el otro, presupone la separación y lleva a la objetivación del otro. El elemento masculino, hace; en tanto que el femenino, es. Estos elementos masculinos y femeninos están presentes en todas las personas. Green (1986) analiza los diferentes aspectos de Freud acerca de la bisexualidad. Coincide con Winnicott en la importancia del vínculo madre niño y agrega, siguiendo a Money, la atribución de un sexo al hijo que funciona, según Green, como una impronta psíquica. Incluye en su comprensión de la bisexualidad el deseo y las fantasías de los padres y sus propios conflictos en relación a su propia bisexualidad. Green (1986) revisa también bajo su concepto del narcisismo negativo la patología vinculada a la bisexualidad psíquica: el género neutro. Aporta también reflexiones acerca del proceso terapéutico y cómo la propia bisexualidad del psicoanalista debe ser conocida y tenida en cuenta para llevar a cabo un buen proceso analítico. Mac Dougall (1996) agrega a la idea freudiana de la bisexualidad, coincidiendo con Bettelheim (1974), que todo niño desea poseer los órganos sexuales del hombre y de la mujer, dotados de los poderes fantaseados de cada uno. Propone que esta corriente bisexual puede ser integrada y transformada creativamente en la vida adulta. En relación a los procesos de las identificaciones y de la influencia de la bisexualidad en la cultura, diversas autoras ratifican lo propuesto por Freud en 1932 en Conclusiones 60 el sentido de que el sexo biológico, el ser hombre o mujer, no se traduce en características invariables para cada género. Alizade (2000) aporta el concepto de identidad humana, que nos instaura en un orden asexuado que prioriza nuestro ser, previo a la instalación de la identidad de género. Implica a la persona, como humana, más allá del género al que pertenezca. Person (1999) y Chodorow (2003) coinciden en que los contenidos de lo masculino y femenino son culturalmente variables. En esa línea Minsky (2000) propone que las personas no logran reprimir toda su sexualidad culturalmente inaceptable construyéndose complejas y variadas gamas de lo que las sociedades designan como masculinidad y feminidad. Existen mujeres activas y hombres pasivos y muchos matices más. Las identificaciones de los niños pueden darse con aspectos “masculinos” de la madre y con aspectos “femeninos” del padre. Esta propuesta coincide plenamente con Chodorow (2003) quien nos dice que los hijos experimentan la femineidad del padre y la masculinidad de la madre y esta experiencia puede adoptar muchas formas diferentes. Benjamin (1996) nos dice que los niños se identifican con ambos padres y que estas identificaciones cruzadas persisten y pueden ser la base de una flexibilidad en la mente de las personas donde coexisten ambas representaciones de género. De manera pertinente Chodorow (2003) nos advierte que no debemos generalizar y menos patologizar las diferencias. Como hemos visto, cada construcción psíquica es única y se va modificando según las diferentes vivencias que se van dando. Lo que le toca al psicoanálisis es comprender la experiencia psíquica de cada persona sin imponer los propios y particulares sistemas de valores, preferencias sexuales o convicciones teóricas. Enfatizando en la vigencia del psicoanálisis para pensar circunstancias actuales es que hemos querido aplicar estas reflexiones teóricas al entendimiento de cómo pueden darse las identificaciones en niños de parejas homosexuales. Con lo revisado en este trabajo podemos concluir, que los niños no se identifican con el Conclusiones 61 objeto real sino con las múltiples representaciones que de estos objetos se tienen. Deberemos acercarnos a lo nuevo, tolerando la incertidumbre de lo diferente, manteniendo la mente abierta para seguir aprendiendo de la diversidad. Los procesos de la elección de objeto siguen siendo objeto de estudio y debate. Vimos, desde Freud, que la identidad de género y la elección de objeto no van juntas automáticamente. Como ya concluyeron los autores revisados existe en cada persona una compleja mixtura de fantasías, identificaciones masculinas y femeninas, tanto en personas homosexuales como heterosexuales. Sostiene Person (1999) coincidiendo con Kernberg (2001) que la etiología última de la preferencia sexual es desconocida. Afirman, al igual que Bleichmar (en Rottenberg, 2007a) que la homosexualidad no es un destino patológico. La salud mental no es potestad de la heterosexualidad ni de la homosexualidad. Se prefiere, además, hablar de heterosexualidades y de homosexualidades, para dar cuenta de las enormes diferencias que existen. Volviendo al tema de la elección de objeto en niños de familias homoparentales la literatura reporta que dichos niños, en su mayoría, hacen elecciones de objeto heterosexual. Recordemos también, que los homosexuales, son también en su mayoría, hijos de padres heterosexuales. Sigue siendo, así, necesario el estudio de los procesos de la elección de objeto. Hablando de la elección de objeto bisexual, Kernberg (2001) plantea que la mujer posee una zona bisexual libre de conflictos. Observa formas de homosexualidad tardía, las cuales no indican un rechazo a los impulsos heterosexuales. El lo explica por que en la niña la primera identificación es femenina dándose una identidad nuclear más segura. Habertstadt-Freud (1998) propone que la heterosexualidad de la mujer siempre está acompañada de una homosexualidad subterránea producto de que es la madre su primer objeto de amor. Conclusiones 62 Esta plasticidad de ciertas mujeres en su posibilidad de elegir objetos de distinto sexo es entendida por Lester y Notman (2000) por el temprano apego de la niña con su madre y coincide con los autores anteriores en que la niña no renuncia a su primer objeto de amor, el cual coexiste con el deseo heterosexual. Sigue vigente la necesidad de entender los factores que hacen posible que esta elección se presente en algunas mujeres y no en otras. Existen, por tanto muchas maneras y rutas en los procesos de la elección de objeto; tal solución de compromiso entre tendencias homosexuales y heterosexuales, las identificaciones con ambos padres, la propia biología con sus sentidos personales, las vicisitudes de cada historia dentro de la propia sociedad y cultura, que debemos esperar que futuros estudios y experiencias nos sigan dando mayor información acerca de los complejos significados individuales de este desarrollo. Consideramos que todos los autores revisados han contribuido de manera importante a darnos luz sobre estos temas, enriqueciendo nuestras posibilidades de entendimiento y acercándonos a la riqueza y multiplicidad de posibilidades con las que podemos enfrentarnos. Debemos ser cautelosos en no generalizar sus propuestas porque siempre hay variantes que se presentan y que no deben ser interpretadas, necesariamente, como patología. En la práctica clínica se postula la necesidad de integrar las diferentes propuestas teóricas, apelando al amplio criterio del terapeuta de saber aplicar cuál es el que nos será útil para la comprensión de nuestros pacientes en determinados momentos de su vida. Luego de hecha la revisión de los temas que el concepto de Bisexualidad ha suscitado, ratificamos la vigencia, riqueza y utilidad del concepto. Referencias Alizade, M. (2000). Algunas consideraciones para enmarcar el estudio de los sexos y los géneros. 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