PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ ESCUELA DE GRADUADOS DOCTORADO EN ANTROPOLOGÍA LA INSOPORTABLE PROXIMIDAD DE LO MATERIAL: CUERPOS E IDENTIDADES. Tesis para optar el Grado de Doctor en Antropología que presenta: Liuba Kogan Cogan LIMA, 2007 2 Para Rubén Kogan Furman, mi padre; y para Alessandra, mi querida hija. 3 ÍNDICE PORTADA ………………………………………………………………………. DEDICATORIA…………………………………………………………………. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………….. CAPÍTULO 1 …………………………………………………………………… LA APROXIMACIÓN METODOLÓGICA 1.1 El diseño metodológico……………………….………..……….… 1.2 La entrevista como herramienta ………………………………… CAPÍTULO 2…………………………………………………………………….. LA INSOPORTABLE PROXIMIDAD DE LO MATERIAL: PERSPECTIVAS TEÓRICAS 2.1 El cuerpo como objeto de estudio en las Ciencias Sociales…... 2.1.1 Dificultades teórico-metodológicas para el estudio de los cuerpos…………………………………………….….. 2.2 Cuerpos e identidades: el espacio interpretativo de la disrupción…………………………………………………………. 2.2.1 Los cuerpos freak y el debate sobre su ontología……... 2.2.1.1 Hermanos gemelos unidos………………….…… 2.2.1.2 Cuerpos intersexuales………………………….… 2. 2.2 Drag Queens, travestis, transexuales, transformistas…………………………………….. 2.2.3 Rituales de posesión……………………………………….. 2.2.4 Cuerpo y memoria …………………………………………. 2.2.5 Artes y corporeidad…………………………………………. 2.3 Para entender la relación entre cuerpo e identidad del yo en sociedades contemporáneas: una revisión de tres contextos socio-culturales…………………………………………………….. 2.3.1 La persona como personaje en un orden temporal no lineal………………………………………………………….. 2.3.2 La persona definida por la profundidad del yo…………... 2.3.3 La persona como personaje en un orden temporal de simultaneidad y velocidad………………………….. 2.4 Ciclo de vida, duración de la vida, curso de la vida……………. 2.4.1 La idea de linealidad del ciclo de la vida……………………. 2.4.2 Ciclo de vida o coyunturas vitales; trayectorias o transiciones vitales………………………………….……. 2.4.3 Erik Erikson: identidad y ciclo de vida…………………. 1 2 3 26 26 34 41 41 44 57 58 58 60 62 64 65 68 69 74 77 81 81 85 93 4 CAPÍTULO 3…………………………………………………………………….. ESTUDIOS SOBRE CUERPO, SEXO Y EDAD EN EL PERÚ 3.1 Cuerpo, edad y sexo: dilemas de la identidad………………….. 3.1.1 Estudios sobre juventud y jóvenes en el Perú……….…... 3.1.2 Estudios sobre la vejez……….…………………………….. 3.1.3 Estudios sobre género y cuerpo en el Perú……………… 3.1.3.1 La psicología y el psicoanálisis……………..…… 3.1.3.2 Arte y literatura…………………………………….. 3.1.3.3 Ciencias Sociales e Historia…………….……. CAPÍTULO 4……………………………………………………………………. RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN 4.1 Los informantes y su contexto sociocultural…………………… 4.2 Resultados de la investigación………………………………….. 4.2.1 La percepción de las etapas de la vida y del paso del tiempo……………………………………………………. 4.2.2 cuerpos de mujeres/ cuerpos de hombres……………… 4.2.3 “Al amor y al dolor no los nombres”: coyunturas vitales.. CAPÍTULO 5…………………………………………………………………… TEMAS PARA EL DEBATE 5.1 El aporte del estudio de lo “no disruptivo” en torno a la identidad y la corporeidad……………………………………………… 5.2 El aporte del estudio sobre coyunturas vitales……………….... 5.3 La relevancia del cuerpo en la identidad del yo……………..…. 5.4 El aporte del anarquismo metodológico…………………………. CONCLUSIONES………………………………………………………………. BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………. ANEXOS………………………………………………………………………… Anexo 1 Guía de preguntas…………………………………………………… Anexo 2 Entrevistas……………………………………………………………. 100 100 104 118 132 137 142 144 156 156 165 165 187 215 232 232 236 240 241 244 249 267 268 270 5 INTRODUCCIÓN Si bien no resulta habitual que el investigador se ubique como un ser concreto -encarnado en un cuerpo-, para señalar desde qué lugar enunciará los motivos de la elección del tema de su investigación, el proceso de elaboración de esta tesis doctoral, llevó a que mirara con extrañeza y perplejidad la forma en la que los académicos usualmente hemos abordado un asunto medular en torno a nuestros objetos de estudio: el lugar de su enunciación. Ha sido más bien frecuente que los investigadores expliciten el lugar de enunciación desde universales abstractos. Se ha esperado que aquellos hagan una confesión de parte sobre sus inclinaciones ideológicas, sus preferencias teóricas o su adscripción de clase social. Sin embargo, estas confesiones de parte, no implican asumir que se escribe -no solo desde cuerpos inscritos por los imperativos culturales y con capacidad de agencia-; sino también con materialidad: cuerpos que sienten placer, dolor o vergüenza: cuerpos que gimen, respiran, gozan, envejecen y se representan esos procesos; en suma, cuerpos vividos. Esta omisión –creo yo- no es inocente, pues nos exime de la tarea de abordar nuestros objetos de estudio con un cierto candor y sonrisa, con placer sensorial, con menos dramatismo y mayor empatía, con gozo y con intuición; en suma, no solo pensar con la mente sino también con el cuerpo. Y escribir con el cuerpo – es decir, sentir nuestros objetos de investigación, a la vez que pensarlos- es una tarea mucho más exigente. 6 Debo confesar que el tema del cuerpo me ha perseguido, durante años, porque la relación entre cuerpo e identidad fue un asunto muy presente e inquietante en mi vida. La experiencia migratoria de mi familia implicó un permanente ejercicio de búsqueda de identidad: tengo un nombre, religión, rasgos étnicos y físicos poco comunes en nuestro medio. Pero por otro lado, el lugar de origen de mis cuatro abuelos, –pequeños pueblos de Europa Central-, dejó de existir en los mapas, producto de guerras y redefiniciones limítrofes; desaparecieron también muchos de mis familiares a raíz del genocidio que se produjo durante la Segunda Guerra Mundial. Es decir, tuve que construir mi identidad y mi corporeidad en un medio donde resultaba extraña, pero a la vez, con la memoria de una realidad familiar, cultural y geográfica que prácticamente dejó de existir en 1945. Esta particular posición en la que me colocó la historia, hizo que me urgiera definir quién era y cómo era, generando en mí una especial sensibilidad en torno a la vivencia del propio cuerpo. Por otra parte, este interés por los cuerpos y sus representaciones fue dando sus frutos académicos a partir de diferentes trabajos de investigación que realicé en torno a la temática del género. Relacionar el sexo, el género y el cuerpo fue un hallazgo académico muy estimulante, producto del trabajo de investigación con mujeres y varones del sector socio-económico alto de Lima, en la Tesis de Licenciatura1 que presenté 1 KOGAN, Liuba. Masculinidad/Femineidad: estereotipos de género en el sector socioeconómico alto de Lima. (Tesis de Licenciatura), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992. 7 a inicios de la década del noventa. El tema lo seguí desarrollando luego, especialmente con mujeres y varones jóvenes de sectores medios y altos de Lima, en la Tesis de Maestría en Estrategias de la Comunicación2, al abordar el estudio de la publicidad televisiva, donde uno de los temas centrales era evaluar las representaciones sobre los cuerpos en la pantalla y cómo ello influía en la propia percepción de la corporeidad desde la perspectiva de los jóvenes. Finalmente, escribí algunos ensayos sobre la corporeidad en torno a sus representaciones en jóvenes universitarios3; al género, los cuerpos y las tecnologías interactivas4; al cuerpo y los desórdenes alimenticios5; a los cuerpos y los mandatos culturales de la cultura del fitness6; y sobre cuerpos e identidades posthumanas7. Una revisión bibliográfica en torno al tema del cuerpo, nos permite constatar que resultan escasos los estudios empíricos en torno a ellos; más aún, sobre los cuerpos sanos y heterosexuales, ya que en términos 2 KOGAN, Liuba. “En torno al sexismo en la publicidad televisiva: ¿Discursos expertos versus discursos no expertos?” En: Maguiña et.al. (eds.) Estudios culturales: discursos, poderes, pulsiones. Lima, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales, 2001. 3 KOGAN y Alicia PINZÁS. “Representaciones corporales en jóvenes de clase media”. En: Plural, Revista de Estudios Generales, No.6-7, 1998. 4KOGAN, Liuba “Género, cuerpo y sexualidad. Jóvenes de clase media en la época de las tecnologías interactivas”. P.215-230. En: TEMPO. Las clases medias, Lima, OXFAM/ SUR, 1998. 5KOGAN, Liuba “La construcción social de los cuerpos o los cuerpos del capitalismo tardío” p.11-22. En: Persona, Revista de la Facultad de Psicología, Universidad de Lima, No. 6, 2003. 6 KOGAN, Liuba. “Performar para seguir performando : la cultura fitness” En: Anthropológica / Pontificia Universidad Católica del Perú -- No. 23 (2004) p. 151-164 7KOGAN, Liuba ¿Identidades Posthumanas? Contratexto. Revista Digital de la Facultad de Comunicación. Año 1, nº2, 8 epistemológicos, los espacios de disrupción parecen haber sido las grandes canteras de las interrogantes teóricas. Señalemos además, que se han desarrollado muy pocas investigaciones alrededor de la perspectiva del sujeto sobre su propio cuerpo; y que tanto, la aproximación generacional (cómo cambia la percepción corporal de una cohorte a otra) como la de la experiencia de los sujetos -más allá de los pasajes vitales institucionalizados- han sido perspectivas escasamente trabajadas. Así, en esta Tesis Doctoral, busco explorar qué tipo de conocimientos podemos lograr en torno a la perspectiva de los sujetos sobre sus cuerpos, desde una perspectiva epistemológica que no se ancle en el paradigma de la abyección o la disrupción. Como objetivos secundarios de la tesis se plantea: a. Explorar en qué medida en la sociedad urbana limeña contemporánea, sujetos de diferentes edades y clases sociales -sanos y heterosexuales- consideran relevante el cuerpo en la configuración de la identidad del yo. b. Entender –desde la perspectiva de varones y mujeres limeños- cómo se encarnan las identidades. c. Comparar las especificidades de la materialización de los cuerpos según grupos de edad. d. Debatir en torno a los métodos y herramientas que nos permiten abordar los estudios del espacio biográfico y de las coyunturas vitales. 9 En otras palabras, en términos metodológicos, desde una aproximación al Método biográfico, esta Tesis plantea abordar los discursos en torno a la corporeidad de mujeres y hombres limeños, de diferentes grupos de edad, y clases sociales, sanos y heterosexuales, para discutir en términos teóricos algunos supuestos subyacentes en la investigación sobre la relación de los sujetos con su cuerpo: la posibilidad de elaboración de discursos sobre los propios cuerpos y la propuesta del paradigma de la disrupción como espacio epistemológico privilegiado para la investigación en torno a la corporeidad. La relevancia de este estudio, entonces radica en la posibilidad de ampliar y redireccionar la perspectiva desde la cual se han ido desarrollando los escasos estudios sobre la relación de los sujetos con sus cuerpos. Creemos que el estudio sobre los cuerpos -desde la perspectiva de los sujetos-, puede ayudarnos a comprender en culturas urbanas y en particular limeña, de modo profundo y creativo, procesos culturales y sociales contemporáneos en el nuevo entorno que ha generado la globalización. Para lograr los objetivos propuestos, trabajamos con los discursos de hombres y mujeres limeños, sanos, heterosexuales, de diferentes clases sociales y grupos de edad-; explorados a partir de coyunturas vitales relevantes, lo que nos permite indagar más allá de discursos del deber ser anclados en las etapas institucionalizadas del ciclo vital. Debemos puntualizar sin embargo, que apostamos por el estudio de la 10 relación del sujeto con su cuerpo, a partir del lenguaje y no a partir de otras perspectivas metodológicas como las de la performance o la estructuralista, ya que nos interesa explorar la dimensión de reflexividad, de cara a supuestos enarbolados por los ensayos en ciencias sociales realizados a inicios de los noventa que planteaban la dificultad de la reflexividad sobre el propio cuerpo. Pensamos, por el contrario, que la relación del sujeto con su cuerpo en el contexto de la sociedad de la información puede haber cambiado significativamente debido a que las representaciones sobre los cuerpos saturan la cultura popular urbana. La perspectiva estructuralista ha sido la aproximación más desarrollada en nuestro país en las investigaciones sobre la corporeidad e inspiradas principalmente en los trabajos de Foucault; mientras merecería mayor atención a futuro, la investigación sobre cuerpos e identidades desde la perspectiva de la performance. Anotemos pues, que como nuestro interés es la discusión de supuestos subyacentes en la investigación sobre la corporeidad, trabajamos con una muestra teórica8 que nos permite el análisis discursivo de sujetos según sexo, diferentes edades y clases sociales. Para ello, se planteó en la investigación empírica cualitativa, un diseño trans- seccional, y se aplicaron entrevistas individuales semi-estructuradas, a tres varones y a tres mujeres cuyas edades 8 Glaser y Strauss plantean que el propósito principal del muestreo teórico es la emergencia de teoría y no la verificación de los hechos, por lo que se toma un conjunto de sujetos para la investigación siguiendo el criterio de que ellos nos permitirán discutir proposiciones teóricas. Entonces se buscan informantes ad hoc y se pretende saturar la muestra a medida que transcurre la investigación. Ello explica que trabajemos con sujetos de distintas edades y clases sociales, ya que no buscamos describir un grupo social en particular, sino explorar proposiciones teóricas como las que señalamos en los objetivos de la investigación. 11 se encontraban en las décadas de los 20, 30, 40, 50, 60 y más de 70 años de edad: en total, 36 entrevistas a personas de diversas clases sociales. Subrayemos que en este tipo de estudio no buscamos la generalización estadística sino más bien teórica; por lo que el número de entrevistados no ha sido elegido siguiendo criterios estadísticos. Para el análisis de los materiales discursivos se utilizaron matrices que permitieron organizar –en torno al sexo y edad- la información recolectada9. De otra parte, resulta necesario hacer explícitos los alcances y límites del presente trabajo de investigación, ya que toda investigación presupone “recortes” de la realidad, En primer lugar, al abordar este estudio desde la perspectiva de los sujetos; es decir, enfocándome en los discursos de los entrevistados en torno a sus propios cuerpos e identidades; el horizonte socio-cultural, resulta ubicado en un segundo plano (aunque aparezca en el proceso de análisis e interpretación del material producido en el trabajo de campo). Sin embargo, no considero pertinente forzar un trabajo de concordancias y disonancias entre los discursos de los sujetos informantes y eventos socio-históricos. Más bien, he considerado un horizonte general de procesos socio-culturales en las últimas décadas orientado por los 9 Somos concientes de la importancia de compartir los apoyos analíticos utilizados en la investigación. Sin embargo, no tenemos desarrollada una práctica e instrumentos que nos permitan dicho trabajo, de forma digitalizada, por lo que llenamos las matrices a mano. Ello genera información difícilmente legible, más que para la investigadora, por lo que optamos por no incluirlos en la Tesis. 12 comentarios de los propios “informantes”, a partir del cual, se puede ubicar a los sujetos de investigación y sus experiencias vitales. En segundo lugar, considero la dimensión del género como un componente fundamental en la reflexión sobre los cuerpos y las identidades. Sin embargo, ello no debería excluir otras variables como la condición de salud, rasgos étnicos y raciales o la edad. En otras palabras, quiero señalar que existen diversas fuentes para la constitución de la identidad; sin embargo, en este trabajo de tesis, nos enfocamos privilegiadamente en las variables del sexo y la edad10. En tercer lugar, debo acotar que el concepto de cuerpo resulta bastante denso en significados. Sin embargo, no he pretendido duplicar el esfuerzo de teóricos -que desde la filosofía o psicología-, han reflexionado profusamente sobre el significado del cuerpo y la identidad del yo11, elaborando un listado de definiciones o aproximaciones. Cabe señalar sin embargo, que en la corriente principal de la 10 Por ejemplo, FULLER, Norma. “Identidades en tránsito: femineidad y masculinidad en el Perú actual”. p. 107-129 En: Familia y vida privada: ¿transformaciones, tensiones, resistencias y nuevos sentidos? / Teresa Valdés E. (ed.) Santiago de Chile: CLACSO, 2005. FULLER, Norma. Masculinidades. Cambios y permanencies. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001. FULLER, Norma. Los estudios sobre masculinidad en el Perú. En: Ruiz Bravo, Patricia (ed.). Detrás de la puerta. Lima, 1996. P. 39-56. KOGAN, Liuba. "Bibliografía sobre género (1988-1993)". En: Debates en Sociología No.18 – Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. 1993. RUIZ-BRAVO, Patricia. Sub- versiones masculinas. Imágenes del varón en la narrativa joven. Lima, Centro de la Mujer Flora Tristán, 2001. 11 AISENSON KOGAN, Aída. Cuerpo y persona. Filosofía y psicología del cuerpo vivido. México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1981. y ARIAS MUÑOZ, josé Adolfo. La antropología fenomenológica de Merleau –Ponty, Madrid, FRAGUA, 1975. 13 filosofía occidental, el cuerpo como materia ocupó una posición poco privilegiada. Desde el pensamiento platónico, la materia representó una versión denigrada e imperfecta del mundo de las ideas, siendo considerado el cuerpo como la prisión del alma, la razón o la mente12. En la tradición cristiana se asoció el cuerpo con la mortalidad y el alma como lo inmortal, apareciendo a la vez como una dicotomía y jerarquía que privilegia lo inmaterial. Mientras que el pensamiento cartesiano, -que sigue teniendo en el mundo occidental una gran influencia- separó el alma/ mente (res cogitans) de la naturaleza /cuerpo (res extensa). Según Grosz13, esta herencia del cartesianismo habría privilegiado tres formas de investigación sobre el cuerpo: a. El cuerpo como un sistema orgánico. b. El cuerpo como un instrumento o recipiente ocupado por el alma y disociado de ella. c. El cuerpo como vehículo de expresión y de recepción de ideas, sentimientos y afectos; pero totalmente pasivo, es decir, sin agencia. Sin embargo, es menester señalar que en la presente investigación utilizo el concepto de cuerpo vivido, que se puede rastrear desde las reflexiones de fenomenólogos como Husserl, Bergson, 12 GROSZ, Elizabeth. Volatile Bodies. Toward a Corporeal Feminism. Indiana University Press, 1994. p.5-8. 13 Ibid p.8/9 14 Merleau-Ponty y Ricoeur14; que se nutren a su vez, de la tradición filosófica marginal de Spinoza, Nietzsche y Vico. De modo general, para Husserl, Bergson, Merleau-Ponty y Ricoeur15, el cuerpo vivido es la conciencia que tenemos sobre nuestra experiencia corporal. Es decir, en la experiencia cotidiana de las personas cuerpo vivido y yo, tenderían a (con) fundirse, por lo que no se presentaría una situación propicia de reflexividad. Sin embargo, existirían situaciones en las que cuerpo vivido y yo no coinciden: cuando la persona se asume como sujeto trascendental; o cuando “…sectores o funcionamientos fisiológicos y aun meramente físicos del organismo… no llegan a integrarse en la personalidad individual”16; por ejemplo, cuando no somos concientes de la textura de nuestros tejidos, del flujo sanguíneo, del latido del corazón, etc. Así, con excepción de situaciones extremas; como por ejemplo, la del sujeto en estado vegetal o bajo anestesia general, las personas seríamos y sentiríamos a partir de nuestros cuerpos, “…en la zona que corresponde a nuestro ser habitual, incluidos los contactos con otras personas y cosas, cuerpo vivido y yo se confunden; nos hallamos aquí en un plano en el que las actitudes asumidas o los afectos experimentados poseen un carácter ambiguo, pues ya originalmente constituyen un comportamiento psico-físico. El sentido antropológico del cuerpo reside pues en su 14 Ibid p.280 y ss 15 loc.cit 16 Ibid p.290 15 enraizamiento en la personalidad, que por una parte refleja y por otra contribuye a formar, en una ceñida dialéctica”17. Además, el cuerpo nos permitiría una presencia en el mundo, gracias a que es un organismo concreto que nos posibilita la experiencia perceptiva; es decir, nuestra subjetividad resultaría en gran medida una prolongación de nuestros cuerpos. En otras palabras, el cuerpo es una condición para nuestra existencia, una “base de operaciones”18 desde la que actuamos en el mundo, pero que a la vez, está colmado de significado. Como señala Grosz, el cuerpo humano, -en tanto cuerpo vivido-, trasciende lo meramente biológico, sin dejar de serlo, “By body I understand a concrete, material, animate organization of flesh, organs, nerves, muscles, and skeletal structure which are given a unity, cohesiveness, and organization only through their psychical and social inscription as the surface and raw materials of an integrated and cohesive totality… The body becomes a human body, a body which coincides with the ‘shape’ and space of a psyche, a body whose epidermic surface bounds a psychical unity, a body which thereby defines the limits of experience and subjectivity, in psychoanalytic terms through the intervention of the (m) other, and ultimately, the Other or Symbolic order (language and rule governed social order).19 Señalemos pues, que el cuerpo vivido es un cuerpo humano en tanto se le asigna sentido a partir de la experiencia intersubjetiva, en espacios físicos concretos. Sin embargo, resulta debatible el supuesto 17Ibid p.295 18 Ibid p.283 19 GROSZ, Elizabeth. “Bodies-Cities” 381-387. En: PRICE, Janet y Margrit SHILDRICK. Feminist Theory and the Body. A Reader. New York, Routledge, 1999. p.382. 16 básico que subyace a la teoría del cuerpo vivido, al plantear que los cuerpos tienden a dejarse entre paréntesis: a no tematizarse cuando no encuentran resistencias en el ejercicio de la voluntad: por ejemplo, en ausencia de dolor, enfermedad o fatiga. Algunos autores contemporáneos señalan la ampliación e importancia del espacio biográfico y la reflexividad como sino de nuestros tiempos; lo que haría que los sujetos sean cada vez más concientes de su propio cuerpo y que éste sea un componente básico de la identidad del yo. Por tanto, considero que los cuerpos y la construcción del yo, pueden ser entendidos y estudiados desde cuatro ejes interpretativos: a. Desde una perspectiva de corte estructuralista, los cuerpos aparecen moldeados por las instituciones sociales y las relaciones de poder que ellas encarnan. Las pedagogías del yo, permiten que los sujetos aprehendan en sus propios cuerpos los mandatos institucionales. b. Siguiendo la perspectiva de la acción, más bien los sujetos pueden ser entendidos en su capacidad de creatividad, negociación y resistencia frente a los mandatos culturales o institucionales: el yo se materializaría a partir de la capacidad de agencia de los individuos. c. Partiendo de las propuestas que buscan concebir al sujeto 17 como un ser performativo, sería la acción social y la iteración de ella20, la que generaría la posibilidad de actualizar y recrear los mandatos culturales y la identidad del yo, en la actuación misma. d. Finalmente, desde la perspectiva de la reflexividad, podemos concebir un sujeto que construye su identidad del yo y su corporeidad, considerándose a sí y su cuerpo, como objetos de auto-observación permanente. Estos cuatro ejes nos sirven como telón de fondo para interpretar cómo los entrevistados hombres y mujeres, de distintos grupos de edad, representan sus cuerpos y qué papeles le adjudican en la materialización de la identidad del yo. Pueden priorizar la vivencia de las normas institucionales, su capacidad de negociación, la performatividad o en su defecto, sentir sus cuerpos desde un ejercicio continuo de reflexividad. En resumen, el cuerpo como un ente biológico tiene una función primordial en tanto nos permite un lugar en el mundo y nos sirve como locus de percepción; aunque no siempre la totalidad de sus componentes son parte de la identidad del yo, en la medida en que podemos no ser concientes de ellos; y por lo tanto, no los dotamos de sentido. A nivel conceptual, para referirme al cuerpo biológico, haré alusión directa a su carácter material o natural (cuerpo biológico), pero para aludir al cuerpo 20 BUTLER, Judith. Bodies that Matter. On the discursive limits of “sex”. New York / London, Routledge, 1993. 18 vivido o interpretado, usaré los conceptos de cuerpo o corporeidad. He planteado líneas arriba, que me interesa en este trabajo de investigación, explorar las representaciones en torno al cuerpo y el papel que le asignan los sujetos, en su identidad del yo a partir del diálogo intersubjetivo en el contexto de entrevistas. Sin embargo, debo anotar que no apelaré al concepto de construcción de identidades, sino más bien al de materialización que propone Butler, al estudiar las relaciones entre la materialidad del cuerpo, el sexo y el género21. Asumiré en gran parte su línea argumentativa sobre las relaciones entre cuerpo, sexo y género, pero la extenderé para entender otros ámbitos de la identidad del yo, principalmente, la edad. Butler considera una trampa hablar de construcción de cuerpos y más bien apela al concepto de materialización -que nos remite directamente a Bourdieu y al concepto de habitus22-. Butler señala que la idea de que lo social unilateralmente actúa sobre lo natural (el cuerpo biológico) y lo inviste con sus parámetros y sus significados es errónea, pues el cuerpo no es una superficie pasiva fuera del orden social ni anterior a él. Esta errónea concepción de la construcción social de lo natural presupone el reemplazo o cancelación de lo natural por lo social, una “desubstanciación”. La autora se pregunta, “¿qué queda del sexo una vez que ha asumido su carácter social como género?”. 21 Loc. Cit. 22 BOURDIEU, Pierre. Razones prácticas; sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama, 1997. 19 El segundo argumento de Butler para preferir el concepto de materialización de los imperativos culturales en los cuerpos y no su construcción social, se basa en la crítica al constructivismo lingüístico radical, que plantea que sólo lo nombrable existe. Así, el sexo se convertiría en una ficción: un lugar pre – lingüístico al que no se puede tener acceso: “Si todo es discurso, ¿qué hay del cuerpo?”. En realidad, no existiría un yo o un nosotros anterior a la construcción del sexo/género (agreguemos, de la edad o de la etnia); sino que se materializa / subjetiviza como producto de las relaciones sociales que imponen las normas regulatorias del imperativo heterosexual (de juvenilización o de la norma occidental). Pero esa materialización no implica la colocación de una máscara -al estilo de Goffman23-, ni una agencia o performatividad voluntarista: “yo me construyo”. Butler no niega al agente, pero no lo empodera: no existiría, pues, un sujeto que dirija el proceso de materialización de los cuerpos. Pero el proceso de materialización se da en el tiempo; es decir, tiene una historia, y se produce por la iteración de las normas que generan categorías no estables. Este proceso se naturalizaría al punto que las personas lo consideran natural y no un proceso social. Siguiendo la propuesta de Butler, podemos esquematizar el proceso de materialización del modo siguiente, 23 GOFFMAN, Irving. Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: AMORRORTU, 1995. 20 Cuadro nº1 La materialización del sexo-género según Butler Fuente: elaboración propia. Las personas, iterativamente, actualizan los imperativos culturales, a partir de acciones sociales basadas en las normas que regulan su comportamiento; a la vez que realizan, prácticas rituales o rutinas de cara a dichos imperativos culturales. Como efecto de la acción iterativa del comportamiento humano, se iría sedimentando la materialización de los cuerpos. Sin embargo, pueden aparecer fisuras en el horizonte de los imperativos culturales, habida cuenta de acciones sociales consideradas abyectas. Éstas, permitirían que ciertos sujetos-desde una perspectiva crítica- dinamicen procesos de deconstrucción de la iteración, cuestionando o transformando los imperativos culturales de base. IMPERATIVO CULTURALES Normas regulatorias + Prácticas rituales /rutinas Materialización Sedimentación Imperativos l l Lo abyecto Fisuras / brechas Iteración Posibilidad de deconstrucción del proceso de iteración Crítica Efectos A G E N C I A Apropiación 21 Así, los imperativos culturales, como la heterosexualidad o la juvenilización, se perpetuarían produciendo la materialización del sexo o de la edad, pero su historicidad permanecería disimulada. Más bien, sus efectos se irían acumulando poco a poco hasta producir efectos materiales sobre los cuerpos. De otra parte, cabe señalar que el sujeto no actúa en complicidad con esta ley simbólica de los imperativos culturales, más bien se identifica con dichas leyes como algo natural y ahistórico, y se las apropia compulsivamente. La agencia del sujeto, pues, consistiría –según Butler- en apropiarse de fórmulas ya existentes que proponen los imperativos culturales. En otras palabras, la agencia aparece como una práctica iterativa, rearticulatoria, inmanente al poder, y no como una relación de oposición externa al poder. Sin embargo, creo que la propuesta de Butler, no admite una cierta dosis de reflexividad, que planteo puede estar generándose en el contexto socio- cultural de la sociedad de la globalización e información, de la que son parte en mayor o menor medida los diferentes grupos sociales en el Perú. Es decir, los sujetos –debido a la excesiva demanda en el cumplimiento de los imperativos culturales, vía la proliferación y saturación de información- estarían sospechando de esa naturalización y ahistoricidad con la que se ha vivido la materialización de las identidades y los cuerpos. Este resquicio que Butler no explora, hace posible una dosis de conciencia sobre los cuerpos de los sujetos no abyectos, y que son por el contrario, personas que se ajustan a los imperativos culturales: en nuestro caso de estudio, sujetos heterosexuales, 22 sanos y de diferentes grupos de edad. Adicionalmente, la profunda crisis del patriarcado –como indica Castells24- estaría generando como correlato identidades en tránsito, como propone Fuller25; es decir, que los principios de jerarquía entre varones y mujeres, habrían ido perdiendo legitimidad desde fines del siglo XVIII, lo que traería como consecuencia, cambios en los roles sociales, especialmente en los de género26 y por tanto, la posibilidad de auto-observación y reflexividad. Proponemos a su vez, que el impacto de la transición mundial (cambios tecnológicos, culturales, sociales y políticos) es asumido con diferentes intensidades y (re)apropiado por las culturas locales de modos diversos27, lo que nos impide afirmar que vivimos o somos sociedades homogéneamente tradicionales, modernas o posmodernas. Los sujetos con los que conversé –de diferentes edades y clases sociales- son en gran medida concientes de los cambios que se vienen produciendo en nuestra sociedad en las últimas décadas –dado que se comparan con las generaciones anteriores o posteriores a ellos- pero al parecer, el grado de participación simbólica o material del proceso de globalización es diverso y responde a múltiples factores. 24 CASTELLS, Manuel. La era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. II El poder de la Identidad. Madrid: Alianza Editorial. 2001. p. 159 y ss. 25 FULLER, Norma. “Identidades en tránsito: femineidad y masculinidad en el Perú actual”. p. 107-129 En: Familia y vida privada: ¿transformaciones, tensiones, resistencias y nuevos sentidos? / Teresa Valdés E. ( ed.) Santiago de Chile: CLACSO, 2005. 26 HUBER, Ludwig. Consumo, CULTURA E IDENTIDAD EN EL MUNDO GLOBALIZADO. Estudios de caso en los Andes. Lima, IEP, 2002. 27 GARCÍA CANCLINI, Néstor. Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Sudamericana. 1995. 23 En síntesis, exploramos en esta Tesis, discursos en torno a los cuerpos a partir de entrevistas, centradas en una coyuntura vital que los sujetos de estudio consideraron relevante en sus vidas, sin dejar de ponderar el horizonte socio-cultural que les permite la experiencia de tener y ser cuerpos. Finalmente, con relación a la estructura del presente texto, señalemos que en Capítulo 1, presentamos la perspectiva metodológica elegida para la realización de la investigación empírica y debatimos en torno a las posibilidades y limitaciones que ella conlleva. Mientras en el Capítulo 2: a. Revisamos las teorías –que en ciencias sociales- exploran la relación del cuerpo y la identidad del yo. b. Planteamos que el espacio epistemológico desde el cual se ha reflexionado sobre cuerpos e identidades, ha sido el de la disrupción y abyección. c. Discutimos –desde el modelo de tipos de sociedades- cómo se ha teorizado en torno a la relación entre cuerpos e identidades. d. Nos enfocamos en el concepto de ciclo de vida –surgido desde una perspectiva moderna- para proponer la posibilidad de estudiar la relación entre cuerpos e identidades, desde la perspectiva de coyunturas vitales. 24 En el Capítulo 3, realizamos un balance sobre los estudios sobre el cuerpo, sexo/género y edad, realizados en nuestro país. EL Capítulo 4, presenta a los sujetos de la investigación y el contexto socio-cultural que ellos consideran relevantes para comprender su experiencia vital; y se muestran los resultados y análisis de la investigación empírica, considerando las siguientes secciones: a. La percepción de las etapas de la vida y del paso del tiempo como elemento significativo en la materialización de las identidades. b. Las diferencias y similitudes que plantean varones y mujeres de diferentes edades en la relación con sus propios cuerpos. c. El significado de las coyunturas vitales sobre las que los sujetos de la investigación eligieron conversar. En el Capítulo 5 discutimos los principales hallazgos del trabajo empírico de cara a la teoría presentada en el segundo capítulo: a. El aporte de lo “no disruptivo” en torno a la identidad y corporeidad. b. La contribución del estudio sobre coyunturas vitales para comprender la relación del sujeto con su propio cuerpo según sexo y edad. c. La relevancia del cuerpo en la identidad de yo. d. La perspectiva metodológica empleada. 25 Finalmente, deseo expresar mi agradecimiento a las personas que gentilmente accedieron a conversar conmigo, por compartir sentimientos y experiencias significativas. Sus nombres y circunstancias particulares han sido alterados para preservar su anonimato. Quiero expresar asimismo mi profundo reconocimiento a Norma Fuller – asesora de la tesis- por sus valiosos comentarios y aportes; como a Jeanine Anderson y Gisela Cánepa, quienes -a partir del diálogo cálido e inteligente que sostuvimos en los cursos del Doctorado en Antropología- coadyuvaron a que las propuestas de esta tesis tomaran forma. Estas últimas palabras de agradecimiento a mi padre, Rubén Kogan Furman, tanto por su apoyo incondicional y cariño, como por enseñarme con su ejemplo, el valor de la risa, de la honestidad y del trabajo intelectual. A mi hija Alessandra, la promesa de seguir mirando juntas -y con mucha alegría- los intensos caminos de nuestras vidas. 26 CAPÍTULO 1 LA APROXIMACIÓN METODOLÓGICA 1.1 El diseño metodológico.- La experiencia en investigación empírica en Ciencias Sociales, nos muestra que muchas veces las investigaciones que se desarrollan, no calzan exactamente con un solo modelo de investigación (por ejemplo, los estudios comparativos, teoría fundamentada, de caso, etnografías, historias de vida, investigaciones experimentales, estudios histórico - retrospectivos, etc.). Es probable que esto ocurra debido a la complejidad misma de la realidad que se desea abordar, máxime cuando se diseñan investigaciones desde una perspectiva cualitativa28. También es posible, que al surgir los temas de investigación desde la revisión de la teoría y/o de la experiencia empírica del investigador; el diseño de la investigación resulta un segundo paso a considerar; lo que lleva a tratar de encontrar el mejor modelo o diseño de investigación que nos permita –de forma más o menos organizada- 28 KOGAN, Liuba. “El lugar de las cosas salvajes: paradigmas teóricos, diseños de investigación y herramientas” p.39-50 En: Espacio Abierto / Cuaderno Venezolano de Sociología. Vol. 13, no. 1, enero- marzo, 2004. 27 comprender la realidad que se elige estudiar. Así, el problema de investigación busca un modelo y no viceversa; lo que lleva a tratar de encajar el problema de investigación en uno o más modelos de investigación. Sin embargo, es cierto, que la aproximación filosófica que subyace a nuestra mirada de la realidad (su ontología) nos empuja a elegir entre un número más acotado de modelos de investigación. Por ejemplo, en nuestro caso nos interesa la subjetividad -entendida desde una perspectiva fenomenológica-, lo que nos aconseja optar por el método biográfico (ya que nos interesamos en los discursos de los sujetos sobre su propia experiencia vital en torno al cuerpo) y en alguna medida la teoría fundamentada –en particular, el concepto de muestra teórica- que implica elegir a los sujetos de investigación ad hoc para intentar rechazar o confirmar proposiciones teóricas. Así decidimos incluir en nuestra muestra a personas de diferentes edades, sexo y clases sociales; ya que nuestro interés principal no está centrado principalmente en la descripción de un grupo social determinado, sino en la posibilidad de discutir dos asuntos teóricos medulares: en qué medida el nuevo escenario de la globalización y de la proliferación de información ha trastocado la relación del sujeto con su propio cuerpo, de cara al escenario de fines de los ochenta e inicios de los noventa, donde los teóricos planteaban una gran opacidad y dificultad para lograr discursos de los sujetos sobre sus cuerpos; y en segundo lugar, explorar qué tipo de discursos pueden generarse en un contexto de entrevista cuando se utiliza el concepto de coyuntura vital –lo que en principio nos alejaría de discursos del deber ser, bastante frecuentes en 28 las investigaciones sobre el tema-. Debido a ello, optamos por trabajar privilegiadamente con discursos y por ende, con la entrevista como herramienta de investigación. Toda elección implica dejar fuera otras formas de abordar la investigación de lo real, como la que podrían inspirar las perspectivas de la performance, la estructuralista o el análisis de textos (como las novelas de no ficción, el periodismo literario, la literatura de viajes, la literatura testimonial o el film documental). Sin embargo, no consideramos como abordaje privilegiado la perspectiva estructuralista, debido a que no nos permite entender la representación del sujeto sobre su cuerpo; ni la perspectiva de la acción y en particular de la performance-, en la medida en que no nos ayuda a captar el grado de reflexividad o conciencia de los propios individuos sobre su corporeidad. Es cierto sin embargo, que la performance resulta un espacio de investigación relativamente poco explorado en nuestro medio o abordado para entender el cuerpo de sujetos en condiciones particulares (como los interesados en la cultura del fitness29), o en rituales en los que participan ciertas subculturas (como rituales de sanación, pogos en conciertos de música subterránea, rituales de iniciación en pandillas, rituales chamánicos, etc.), que debería abordarse en futuras investigaciones por su gran riqueza interpretativa 29 KOGAN, Liuba. “Performar para seguir performando: la cultura fitness” En: Anthropológica / Pontificia Universidad Católica del Perú -- No. 23 (2004) p. 151-164 29 para entender el lugar de los cuerpos en las culturas contemporáneas. Finalmente, no optamos por el estudio de los mensajes en torno al cuerpo -a partir de material literario o audiovisual-, ya que nos interesa sobremanera, indagar en torno a la experiencia vivida del cuerpo por sujetos que no necesariamente tienen la capacidad de (re) elaborar su experiencia vital en términos de un material discursivo estético. Acotemos, sin embargo, que estas tres perspectivas que dejamos de lado, pueden enriquecer significativamente el estudio de la relación entre cuerpos e identidades. Así, esperamos que futuras investigaciones permitan explorar las perspectivas comentadas y los nexos y diálogos entre ellas. Lo que inspiró el diseño metodológico de la investigación, el trabajo de campo y el análisis, fue un cierto anarquismo epistemológico, inspirado en los trabajos de Feyerabend30, quien plantea que el trabajo del “experto” pegado al “método”, no le permite la libertad de quien investiga como “diletante”. Este último, puede desplegar su creatividad en la medida en que avanza en el trabajo de campo y en la interpretación de sus resultados. Bynum31 llama a esta actitud “una forma cómica de investigar” frente a otra forma “dramática”, que no permite las sorpresas ni categorías emergentes en el decurso de la investigación. Barthes32 en Lo obvio y lo obtuso, lo señala claramente: 30FEYERABEND, Paul. Tratado contra el metodo; esquema de una teoria anarquista del conocimiento. Madrid: TECNOS, 1981. y FEYERABEND, Paul. ¿Por qué no Platón? Madrid: TECNOS, 2001. 31 BYNUM, Caroline W. Metamorphosis and Identity. New York, Zone Books, 2001. 32BARTHES en ARFUCH, Leonor. El Espacio Biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002. p.203. 30 “En cierto momento hay que volverse contra el método, o al menos, tratarle sin los privilegios del fundamento, como una de las voces de lo plural, como una vista, un espectáculo, en suma, engastado en el texto; en ese texto que es al fin de cuentas, el único verdadero “resultado” de cualquier investigación” Entonces un cierto anarquismo metodológico guió la presente investigación, en la medida en que considero un espacio epistemológico poco explorado: el estudio de la corporeidad desde la perspectiva del cuerpo vivido; y que además presenta dilemas metodológicos de base. El primer dilema consistió en entrevistar a personas -que supuestamente-, habían reflexionado poco sobre sus cuerpos, o no los habían tematizado. Como señalamos líneas arriba, los teóricos que abordaron el tema de los cuerpos y las identidades plantearon a fines de los ochenta e inicios de los noventa, que en la experiencia cotidiana nuestro cuerpo suele ponerse entre paréntesis. Estas ideas no fueron contrastadas empíricamente, a pesar de que el espacio biográfico, el espacio de reflexividad resulta aparentemente amplio en el mundo contemporáneo y particularmente en personas educadas. Hoy se sigue asumiendo ese principio teórico en las investigaciones empíricas sobre cuerpo e identidades, por lo que se tiende a explicar la escasez de dichos estudios empíricos con el argumento de la dificultad de su abordaje en el contexto de la entrevista. En nuestra investigación nos encontramos sin embargo, que hablar sobre el cuerpo resultó para un grupo de entrevistados, una sorpresa a la vez que una posibilidad valorada de reflexión; mientras para otro grupo, una 31 molestia, una incomodidad “¡¡¡Y dale, otra vez con el cuerpo!!!” se quejó una joven abogada de 35 años; mientras un varón de 43 ante la pregunta final de la entrevista, “¿deseas agregar algo?”; contesta: “¿Agregar? Qué te puedo decir, no…no… que me parece interesante y por momentos me da curiosidad la encuesta, me psicoanalizas (el entrevistado es un dentista que me pidió que lo entrevistara él echado en su silla dental y yo sentada en la silla de dentista). Pero me parece que se desvía mucho hacia lo físico, tu entrevista. No estuve a la defensiva, sino simplemente que no… lo físico no ha primado en mi vida, es un buen complemento (…) quien se fija mucho en lo físico es muy materialista, muy vano… La belleza es efímera… ahora una mujer puede estar muy bonita y después va cambiando y así la tienes que seguir queriendo ¿no? Tienes una flor hoy día y mañana la pisas y no queda nada. Eso no es lo que vale.” En suma pues, resulta interesante la indagación acerca de cuánto se puede tematizar el cuerpo, en el encuadre de una entrevista en ciencias sociales. Por ello opté por conversar sobre el cuerpo a partir de una coyuntura vital33 o momento de toma de decisión dramática en el marco de horizontes de posibilidades, que los entrevistados consideraban de gran importancia, conjuntamente con el recuerdo de fotografías de ese momento, -que en tanto, técnica proyectiva- permitía un diálogo fluido, que avivaba recuerdos y fantasmas. El carácter narrativo –contingente, múltiple y coral- de la identidad del yo, puede discutirse a partir de la propuesta de Levinas en torno a la soledad del existir: “soy sin puertas ni ventanas” 34. Es decir, la existencia sería algo que se puede narrar pero no comunicar: el otro nunca podrá estar en total 33JOHNSON-HANKS, Jennifer. “On the Limits of Life Stages in Ethnography: Toward a Theory of Vital Conjunctures” p.865-880. En: American Anthropologist, 104 (3): 865-880. 34 En ARFUCH op.cit.p.100 32 comunión con uno, ya que nuestro lugar de enunciación como de percepción de lo real, sería único e intransferible. Esto último nos permitiría establecer una diferencia entre el espacio de lo íntimo (lo incomunicable) y lo privado (lo que podemos narrar a otro). Lo que nos plantea la pregunta acerca de cuánto podemos acercarnos al otro y a su mundo íntimo: en otras palabras, desde qué lugar el investigador social puede acercarse a su objeto de estudio y en qué medida el informante puede narrar la auto-percepción sobre su cuerpo. Asumimos pues, que los sujetos que colaboraron con la investigación se permitieron en mayor o menor medida narrar aspectos de su corporeidad e identidad del yo, muchas veces rozando el espacio de lo íntimo expresado en el conato de llanto: “-¿Hay algo que quisiera agregar sobre lo que estamos conversando?” –“No nada, porque ya me pongo a llorar…”. El segundo dilema metodológico consistió en el estudio de procesos, de cambios y permanencias en el tiempo. Si bien existe una preocupación teórica interesantemente desarrollada en torno al tema del cambio y la permanencia desde la antropología y la historia; en términos metodológicos se ha avanzado relativamente poco35. Los diseños longitudinales o de panel son muy difíciles de llevar a cabo si consideramos analizar el transcurso de la vida de los individuos durante un período de tiempo significativo: es difícil conseguir financiamiento y apoyo institucional para estudios que impliquen muchos años de investigación, más aún si se trata de estudios cualitativos. En las pesquisas 35 COMAROFF, John y Jean COMAROFF. Ethnography and the Historical Imagination. Boulder, Colorado: Westiew Press, 1992. p.73. 33 cuantitativas que se han llevado a cabo –principalmente desde la psicología- se plantea el estudio de una sola variable (por ejemplo, la autoestima) y en períodos de tiempo relativamente cortos36. Mientras los estudios trans- seccionales (estudiar grupos de edad diferente en un momento dado de tiempo) no nos permiten controlar la influencia del entorno histórico sobre las diferentes cohortes: se conversa con personas que vivieron sus etapas de la vida en horizontes tecnológicos, culturales y sociales muy diversos. Por otra parte, los estudios cuantitativos de corte trans- seccional realizados también desde la psicología para explorar cambios y permanencias en la identidad, han evidenciado problemas de representatividad estadística, en la medida en que las cohortes de edades avanzadas están sobre –representadas por individuos que gozan de buena salud. Para este trabajo de tesis, pues, apelé al diseño trans- seccional y al trabajo con la memoria, al pedirles a las personas que recordaran cómo veían su cuerpo o cómo lo sentían en una determinada coyuntura vital. Asumí lo inevitable de la intervención correctora de la memoria37 , su selectividad, y la ilusión biográfica; es decir; imaginar una totalidad a partir de fragmentos38, con la finalidad de plantear hipótesis de trabajo preliminares sobre el cuerpo de hombres y mujeres en el transcurso del ciclo vital, pero conciente a la vez, de la “precariedad metodológica” empleada y los límites que ello conlleva en la 36 MAGNUSON, David, (ed.). Longitudinal Research On Individual Development; Present Status And Future perspectivas. Cambridge: Cambridge University Press, 1993 y FUNDER, David c., (ed.) Studying Lives Through Time. s/l Personality development american psychological assoc., 1996. 37 GIDDENS, op.cit. 38 BOURDIEU en: COMAROFF, op.cit. p. 73 34 interpretación de los resultados. La aplicación de entrevistas para la construcción de relatos de vida puede encuadrarse dentro de un “espacio biográfico”39 que incluye diversas formas narrativas, dialógicas, conversacionales o interactivas, en constante hibridación40 lo que permite creatividad en el abordaje de los discursos41 pero que planeta nuevos dilemas metodológicos en torno al uso de estos materiales discursivos en el marco de la investigación social42. Así, en este mapa de vecindades y diferencias, encontramos historias orales, novelas de no ficción, nuevo periodismo o periodismo literario, literatura de viajes o testimonial y el film documental. En esta Tesis, sin embargo, apelé al uso de la entrevista como herramienta para la construcción de relatos en torno a la corporeidad, a partir de la identificación de una coyuntura vital que los “informantes” consideraron de trascendental cambio en sus vidas. 1.2 La entrevista como herramienta.- La reflexión en torno a las metodologías cualitativas43 y al uso de instrumentos como la entrevista, nos plantea principalmente el reto del 39 ARFUCH, Leonor. El Espacio Biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002. p. 177. 40CLIFFORD, James. The predicament of cultura. Massachusts and London: Harvard University Press, 1988. 41 FERRAROTTI, Franco. “Acerca de la autonomía del método biográfico” p. 125-145. En: DUVIGNAUD (Comp.) Sociología del conocimiento. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1982. 42 RUIZ-BRAVO, Patricia. Sub-versiones masculinas. Imágenes del varón en la narrativa joven. Lima, Centro de la Mujer Flora Tristán, 2001. 43TARRÉS, M.L. (coord.) Observar, escuchar y comprender. Sobre la tradición cualitativa en la investigación social. México D.F: El Colegio de México, 2001. 35 abandono de la pretensión de transparencia y neutralidad de la herramienta y la presunta inocuidad del punto de vista del investigador. Es decir, trabajamos con las interpretaciones de los “informantes” sobre aquello que nos narran y a la vez, interpretamos sus interpretaciones. Lo que significa que no podemos aprehender “la verdad de los hechos”, sino diferentes niveles de profundidad con nuestro trabajo interpretativo44. Así, desde una perspectiva crítica, puedo identificar tres momentos claves en la gestión de la entrevista, a partir de nuestra necesidad como investigadores de “poner en forma a lo que es informe”45: a. El tiempo del mundo de la vida (lo informe) que hemos pretendido explorar a partir del trabajo interpretativo del “informante” y del investigador, considerando el diálogo en torno a una coyuntura vital, solo asible a través del trabajo interpretativo. b. El tiempo de la narración, donde se produciría una invención dialógica46 entre el investigador y el informante a partir de un “pacto de responsividad”47, “… el enunciado se adelanta a las expectativas y objeciones del 44 Geertz, Clifford.La Interpretacion de las culturas. Barcelona: Gedisa, 1997. 45 ARFUCH, Leonor. Op.cit. p.87. 46 ARFUCH, Leonor. La entrevista, una invención dialógica. Barcelona: Paidós, 1995. 47ARFUCH, Leonor. El Espacio Biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002. P.96. 36 otro, de modo que responde por anticipado a ese otro… Pero ese responder es también hacerse cargo, responder para el otro; así responsividad y responsabilidad tienen la misma raíz. (…) El dialogismo es entonces también una ética”. De modo tal que, el pacto de la entrevista fue posible porque conversé con personas con las que tenía una cierta cercanía y mutua empatía; sin considerarnos, sin embargo, personas muy cercanas o amigos personales que interactuaran frecuentemente. Empero, en tanto el tema de conversación aparecía como “muy comprometedor”, muchos informantes accedieron a conversar, por la confianza que les inspiraba como persona, y algunos confesaron que evadieron una que otra vez el encuentro para la conversación. Descarté entrevistar a una señora mayor que se puso muy tensa, y que pedía como condición para la entrevista, que la acompañara una hija. Mientras otro grupo, señaló que lo que motivó el encuentro dialógico fue la curiosidad o el deseo de colaborar. En ese contexto, muchos entrevistados sentían que estaban “desnudando” su vida y yo como entrevistadora sentí muchas veces pudor frente al llanto, tristeza o confesiones personales. Opté por una actitud de escucha respetuosa que no pretendió forzar a los entrevistados a llegar a la “verdad” de ese mundo informe de la vida con relación a la coyuntura vital sobre la que conversamos. Algunos entrevistados mencionaron haber sufrido enfermedades que los llevaron a condiciones graves de salud; pero no mencionaron la enfermedad en cuestión y yo no pregunté sobre ello. En algunos pocos casos, las entrevistas aportaron un material relativamente pobre, en tanto los entrevistados no se permitieron hablar con soltura sobre sus 37 sentimientos o vivencias. Sin embargo considero que ello no necesariamente responde a una “mala entrevista”, sino más bien es posible, que responda al escaso entrenamiento de algunos entrevistados para hablar sobre sí mismos y su cuerpo más allá del deber ser institucional. Esto parece haber marcado las entrevistas de algunas categorías profesionales más que otras (médicos y administradores versus comunicadores o científicos sociales) y en menor medida de personas de diversos sectores socio-económicos u origen regional (personas de estratos bajos y de origen rural versus personas de estratos medio - altos y de origen urbano). El anarquismo metodológico que asumí, hizo que no me sintiera incómoda con algunas pocas entrevistas que no aportaban aparentemente mucho discurso para el análisis. Consideré los silencios, omisiones y reticencias al diálogo como material igualmente significante. Creí oportuno, contar con la colaboración de un joven comunicador entrenado en técnicas cualitativas de investigación, para la aplicación de las entrevistas a hombres mayores de setenta años de edad, al considerar que éstos se sentirían más cómodos hablándole a un varón y no a una mujer48. La responsabilidad ética en torno a la confidencialidad de lo conversado fue puntualizada por algunos de los entrevistados: “Hay cosas de esta entrevista que no pueden entrar en mi currículum, porque sino me botan (de su trabajo). [No te preocupes, lo que hemos conversado, queda aquí]. No, además si no queda, si sale, si lo dices, será una prueba más si (el lugar donde trabaja) sigue siendo un grupo 48 FULLER, Norma. Masculinidades. Cambios y permanencies. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001. 38 de termocéfalos: un sitio donde uno no puede hablar con libertad”. (Alfonso, 64 años) “¿Hay algo que quisieras agregar? No… me parece simpática. Algunas preguntas son muy personales, pero… no, no sé… me parece interesante, porque son cosas en las que no había pensado. Quiero que compartas esta investigación y que no salga el nombre…. ¡Por favor!” (Bruno, 41 años) Y de otro lado, la responsividad se manifestaba en la preocupación de los entrevistados en “decir lo que creían esperaba la entrevistadora”. En algunos casos –debido a la temática de la entrevista poco usual, algunos “informantes” no lograban entender cuál era el objetivo de la entrevista, lo que los desconcertaba y generaba dificultades para “enganchar con el pacto de responsividad”: “-¿Hay algo que quisieras agregar? - Bueno, son… las preguntas bien cuestionantes. Porque en verdad yo me pregunto: si hubiera tenido las preguntas antes, si yo te hubiera contestado igual. Porque no son preguntas de sí o no o esta es la verdad. Hay muchas respuestas en que… tienes un abanico de cosas que sientes y tienes que tratar de buscar aquella que está marcando más… y te deja pensando realmente…. Y no son temas de los que reflexionas todos los días, ¿no?” “-¿Qué crees que ha cambiado de ti en el tiempo? - La pasión por el arte… o sea, en realidad apasionarme más por las cosas. Si…. No sé si eso es lo que quieres. ¿Por allí va tu pregunta?” “- ¿Hay algo que quisieras agregar sobre lo que hemos conversado? Me ha parecido interesante la entrevista. Me ha hecho reflexionar antes… rápidamente… antes de emitir mi respuesta, eh… fundamentalmente, he…. He tratado de ser lo más sincero posible para efectos del objetivo que buscas con esta entrevista… “ c. El tiempo de la lectura, análisis e interpretación, implicó un trabajo previo de “edición” del material de audio; donde se manifiesta 39 inevitablemente la “subjetividad correctora” del investigador; esto es, qué hacer con la palabra del otro, cómo transcribir lo registrado, qué signos respetar y reponer, etc. Pero además, qué preguntas le hacemos al texto o quiénes imaginamos como los destinatarios de nuestra investigación, marcará en gran medida nuestro “giro interpretativo”. La trascripción del material de audio y la forma de analizarlo, podría llevarnos a corroborar nuestras hipótesis preliminares, evitando más bien “hacer hablar al texto”. En otras palabras, un cierto candor para leer las transcripciones sin la premura que la técnica impone (identificación de temas y variables para el trabajo con algún software), lo que no implica el abandono del rigor del análisis e interpretación -que se anclaron en el uso de matrices que de manera sucesiva permitieron visualizar el universo discursivo- , “… no en vano han transcurrido en el siglo XX los estudios del lenguaje y el discurso, el psicoanálisis, la crítica literaria, la hermenéutica, la narratología, la comunicación. Asumir hoy el desafío de trabajar con relatos de vida presupone esa herencia: el lenguaje no ya como una materia inerte, donde el investigador buscaría aquellos “contenidos” afines a su hipótesis, a su propio interés, para subrayar, entrecomillar, citar, glosar, cuantificar, engrillar… sino, por el contrario, como un acontecimiento de palabra que convoca una complejidad dialógica y existencial”49 En síntesis pues, el trabajo de campo se realizó entre los meses de agosto de 2005 y diciembre de 2006; a partir de 36 entrevistas a varones y 49 ARFUCH, Leonor. Op.cit. p. 190. 40 mujeres de diferentes edades y clases sociales, con una actitud de “anarquismo metodológico” que el mismo tema reclamaba al ser complejo y poco abordado. 41 CAPÍTULO 2 LA INSOPORTABLE PROXIMIDAD DE LO MATERIAL: perspectivas teóricas 2.1 El cuerpo como objeto de estudio en las ciencias sociales.- La antropología desde sus orígenes prestó atención al cuerpo, en la medida en que en las sociedades rituales, la corporeidad representaba claramente un locus para la clasificación social: cuerpo y sociedad aparecían como isotopías, “(…) la antropología propició interés en el cuerpo, porque éste actúa como sistema clasificatorio. El cuerpo (con sus orificios, funciones regulares, capacidad reproductiva, adaptación al medio y su especificidad orgánica) demostró ser un recurso para la metáfora social (…)”50 Los trabajos antropológicos –a diferencia de los de la sociología clásica- estuvieron enfocados en los cuerpos y sus variantes socio-culturales, de lo que dan cuenta etnografías que describen con profusión rituales en los que el 50 TURNER, B. “Los avances recientes en la teoría del cuerpo” En: REIS, 68/94, p.17. 42 cuerpo resulta el protagonista principal51. Sin embargo, intuiciones teóricas relevantes de la antropología clásica no conformaron un corpus teórico estructurado y sistematizado en torno a la corporeidad, ni una aproximación de corte fenomenológico, que rescatara los significados que los actores sociales elaboraban sobre sus propios cuerpos: primó una perspectiva de corte estructuralista. En cambio, la sociología clásica no consideró a los cuerpos como punto focal de interés teórico. Sería exagerado, sin embargo, señalar que los sociólogos clásicos olvidaron al cuerpo como un objeto de reflexión ontológica o epistemológica. Más bien, se plantearon interrogaciones diferentes a la de los antropólogos; ya que los primeros buscaban entender cómo se relacionaban los grupos sociales y los individuos en sociedades complejas y secularizadas, en las que los cuerpos habían dejado de jugar un papel significativo, ya que los rituales habían ido pediendo su carácter holístico. Así, la sociología clásica no prestó especial atención a los cuerpos como fundamento epistemológico, porque al parecer para los sujetos occidentales a finales del siglo XIX e inicios del XX, los cuerpos no representaban un espacio desde el cual podían expresar, resistir o innovar los mandatos culturales, “(…) la distinción de Weber entre la acción y el comportamiento se convirtió, como consecuencia, en característica esencial del repertorio sociológico. (…) El cuerpo se hizo externo al actor, que 51 TURNER, Bryan. The Body and Society. London / Thousand Oaks / New Delhi, SAGE Publications, 1996. passim. 43 apareció, tal y como era, un agente con capacidad de decisión”52 Sin embargo, en la actualidad, el cuerpo ha cobrado importancia en la agenda teórica y de investigación empírica sociológica por dos motivos principales: debido a los diálogos interdisciplinarios con la antropología -lo que ha permitido reformular las preguntas clásicas de la sociología-; y como consecuencia de cambios socio-culturales favorecidos por el proceso de globalización. El fenómeno de la globalización ha propiciado el interés de los investigadores sociales en los cuerpos, ya que éstos se han convertido en un locus privilegiado de construcción de identidad para los sujetos. En la medida en que los rituales y las ideologías fueron perdiendo centralidad en la asignación de sentido a la acción humana, los estilos de vida y las prácticas de consumo se han vuelto relevantes. Hoy, nos vemos urgidos a gestionar los cuerpos de cara a las modas, a fin de elegir e interiorizar un estilo de vida que organice el sentido de nuestra existencia. Para las generaciones más jóvenes y urbanas, el cuerpo constituye una materialidad que gestionar con esmero: dime cómo es tu cuerpo, y te diré quién eres. Vivimos en un régimen somático53 en la medida en que los cuerpos se han convertido para muchos individuos en espacios para los procesos de individuación y búsqueda de autenticidad. En cambio, ni las tradiciones ni las ideologías parecen poder ofrecerle a muchos 52 TURNER, B. “Los avances recientes en la teoría del cuerpo” En: REIS, 68/94, p.18. 53 Ibid. P.34 44 citadinos un repertorio suficientemente convincente para el moldeamiento de las identidades. 2.1.1. Dificultades teórico-metodológicas para el estudio de los cuerpos.- 2.1.1.1. Procesos y vínculos entre diferentes órdenes de realidad: A pesar de que los cuerpos han cobrado centralidad en las agendas contemporáneas de las ciencias sociales, nos encontramos con dificultades para su conceptualización e investigación empírica. Por ejemplo, resaltemos el hecho de que encontramos dificultades teóricas y metodológicas para la investigación de procesos, vínculos y relaciones entre órdenes diferentes de realidad: biología y cultura, estructuras sociales, cultura y agencia individual, historia y etnografía, etc. ¿Cómo establecer diálogos teóricos y cómo estudiar las relaciones entre cuerpo, poder, identidad y agencia? Si bien en los últimos años se han propuesto diversas aproximaciones conceptuales para pensar las relaciones complejas entre diferentes órdenes de realidad54, las dificultades parecen primar –sobre todo en las investigaciones empíricas- debido a que encontramos un precario diálogo entre metodología y 54 Ver entre otros, BUTLER, Judith. Bodies that Matter. On the discursive limits of “sex”. New York / London, Routledge, 1993. BYNUM, Caroline W. Metamorphosis and Identity. New York, Zone Books, 2001.; COMAROFF, John and Jean. Ethnography and the Historical Imagination. Westview Press, s.d. ELIAS, Norbert. La soledad de los moribundos. México D. F., F.C.E., 1989. GIDDENS, Anthony. Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea. Barcelona, Ediciones Península, 1998. 45 teoría. Señalemos que en nuestro país -incluso en temas de investigación profusamente abordados, como la inclusión de la variable género en los estudios sociales-, se encuentra “un desaprovechamiento notable”55 en el tratamiento y análisis de la data, a la par que resultan casi ausentes las referencias en torno a la metodología utilizada en las investigaciones; lo que en última instancia impide la formulación de hipótesis de trabajo que produzcan diálogos intensos entre teoría y realidad empírica. Así, en la medida en que no es frecuente la retroalimentación entre los hallazgos generados por el acercamiento a la realidad empírica y los conceptos anclados en la teoría; se tiende a producir un estancamiento en la producción de conocimiento. Ello implica poco aporte de la realidad para afinar conceptos teóricos, a la par que dificultades para operacionalizar conceptos teóricos que puedan ser utilizados para guiar investigaciones empíricas. 2.1.1.2 Concepciones maniqueas y evolucionistas.- Otra dificultad para el estudio de los cuerpos proviene de las concepciones maniqueas y evolucionistas que nos han llevado a diseñar investigaciones teñidas de dichas perspectivas, a pesar de los enfoques teóricos que nos sugieren comprender lo disruptivo, lo fluido y la complejidad. A pesar de ello, muchas investigaciones empíricas diacrónicas tienden a 55 ANDERSON, Jeanine y Janina LEÓN. El enfoque de género en la investigación del CIES. Balance y propuestas. Lima: Consorcio de Investigación Económica y Social. 2006. p.49. 46 construirse bajo el esquema dual del tránsito de lo simple a lo complejo, de lo adscrito a lo adquirido, de lo colectivista a lo individualista, de lo ritualista a lo racionalista, etc.56, En síntesis, no manejamos modelos o diseños de investigación que nos permitan estudiar relaciones dinámicas, fenómenos progresivos o procesos lentos; porque los estudios diacrónicos duales han tendido a descuidar el registro de lo sutil57. Por ello encontramos, dificultades para estudiar objetos complejos como el cuerpo, en tanto condensa diferentes niveles de realidad, y que puede entenderse –parafraseando a Umberto Eco- como una obra abierta sujeta a una amplitud de interpretaciones. 2.1.1.3 Rastreando pistas para el estudio de la complejidad y los cuerpos.- Bourdieu aborda la relación entre estructura social y orden simbólico, a partir de su interés por comprender la dominación masculina en occidente58. La idea central que nos plantea Bourdieu, es que diversos regímenes simbólicos permitirían de maneras diversas, la construcción e interpretación de los cuerpos y las identidades. Es decir, que las diferencias visibles entre los órganos sexuales no cumplen un papel fundador de la división entre los sexos y de la consiguiente estructura de dominación59. Esto significa que las necesidades de reproducción biológica no determinan la organización simbólica 56 COMAROFF. Op.cit p.4 y ss 57 ANDERSON, op.cit. p.65. 58 DOUGLAS, Mary. Risk and blame: essays in cultural theory. Routledge: London, 1994. p.103-127. 59 BOURDIEU, La dominación masculina. Barcelona: Anagrama, 2000. passim. 47 de la división sexual del trabajo, y progresivamente de todo el orden natural y social. Más bien, sería una construcción social arbitraria de lo biológico (en especial del cuerpo y de la reproducción biológica), la que proporcionaría un fundamento aparentemente natural a la visión androcéntrica de la división de la actividad sexual y del trabajo, y de allí a todo al cosmos y la naturaleza. Se puede rastrear en los escritos de Foucault su interés por comprender las estrechas y complejas relaciones entre la estructura social (configurada por la distribución social del conocimiento y de la división social del trabajo) y la producción y reproducción de los cuerpos. Por ejemplo, la docilidad de los cuerpos en sus dimensiones técnicas y analíticas60. Los cuerpos estarían sujetos a programas institucionales; ellos instaurarían en los cuerpos los mandatos sociales a partir de pedagogías. Señalemos a su vez, que los trabajos de Goffman nos han permitido visualizar las, serias dificultades para anclar la relación del sujeto/cuerpo con los órdenes simbólicos y estructurales más amplios en los que se inserta. “Hay, sin embargo, un problema fundamental con la obra de Goffman, que se refiere a la ausencia de mecanismos que podrían ligar el manejo individual del cuerpo dentro de la esfera limitada del orden de la interacción, con normas sociales más amplias del lenguaje corporal. Por ejemplo, en sus análisis del estigma Goffman indica que las clasificaciones que caracterizan los desempeños corporales de la gente existen previamente a, y son independientes, de los encuentros sociales. Goffman (…) reconoce el problema que este enfoque provoca en su obra cuando toma conciencia de las dificultades de explicar cómo es que 60FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar; El nacimiento de la prision. México D.F.: Siglo XXI, 1999. 48 su análisis de la interacción se vincula con la visión más general del orden social en la cual se apoya.” 61 Los aportes de Judith Butler al respecto son notorios desde su famoso texto Bodies that Matter, donde argumenta la necesidad de rehuir a la tentación de las aproximaciones constructivistas -que en último término- plantean al género como una construcción social sobre un cuerpo /sexo sin materialidad e inerme en dicho proceso62. A pesar de ello, la dimensión biológica/material del cuerpo ha sido difícilmente incorporada en la reflexión teórica de la Sociología. Como señala B. Turner, “Las razones para que la sociología haya excluido al cuerpo de la reflexión teórica no son difíciles de trazar. Los fundamentos epistemológicos de la sociología moderna están enraizados en el rechazo del positivismo decimonónico, especialmente del biologismo, el cual sostenía que la conducta humana podía ser explicada causalmente en términos de la biología humana. (…) La sociología emergió como una disciplina que asumía como su principal objeto de reflexión, el significado social de la interacción humana, sosteniendo que el significado de las acciones sociales nunca podía reducirse a la biología o la fisiología. (…) los supuestos centrales de la sociología fueron hostiles a su absorción en la biología. (…) Sin embargo, el legítimo rechazo del determinismo tecnológico a favor del determinismo sociológico, trajo consigo la exclusión del cuerpo de la imaginación sociológica. La dicotomía básica de la teoría sociológica no fue naturaleza/sociedad, sino individuo/sociedad.” 63 Desde áreas novedosas para la reflexión sobre los cuerpos, como la 61 SHILLING, Chris. The Body and Social Theory. London: SAGE Publications, 1996. p. 87 62 BUTLER, Judith. Bodies that Matter. On the discursive limits of “sex”. New York / London, Routledge, 1993. 63 TURNER, Bryan. The Body and Society. London / Thousand Oaks / New Delhi, SAGE Publications, 1996.p.60/61. 49 geografía humana64 o la arquitectura65, algunas teóricas feministas han empezado a poner de relieve la importancia del espacio físico en el que los cuerpos interactúan entre sí y con relación al espacio; mostrando a la vez la importancia de la materialidad de los cuerpos. Longhurst plantea la necesidad de entender las formas, profundidades, biología, interiores, exteriores y fronteras de los cuerpos en contextos espaciales y temporales particulares66. Incluso señala que para responder a la pregunta “¿qué es un cuerpo?”, es indispensable localizarlo en espacios concretos, para entender de manera dinámica las relaciones entre poder, sociedad y conocimiento. De allí la autora plantea temas de investigación bastante novedosos, como los cuerpos de mujeres embarazadas desplazándose en lugares públicos, o los cuerpos de los hombres en el uso de los baños. De otra parte, Grosz comenta el caso de ciertos animales –sobre todo insectos- que se mimetizan con el entorno u otras especies, perdiendo su especificidad (“despersonalización por asimilación del espacio”) 67. La autora plantea que el psicótico y el insecto renuncian al derecho de poseer un punto de vista propio. Esto nos mostraría la importancia de la materialidad del cuerpo en el espacio físico y por ende de la necesidad de tener un lugar –físico- propio 64 LONGHURST, Robyn. Bodies. Exploring fluid boundaries. London and New York, Routledge, 2001. p. 1-18. 65 GROSZ, Elizabeth. Architecture from the Outside. Essays on Virtual Space. Athens, Georgia: Massachussets Institute of Technology, 2001. p. 35-39. 66 LONGHURST, op.cit, p.2-5. 67 GROSZ, op.cit. p.38. 50 de enunciación. Esta perspectiva nos permite cuestionar propuestas de teóricos posmodernos, como Baudrillard68, que conciben a las sociedades contemporáneas como entornos de total fluidez, donde las fronteras y los límites se borran, permitiendo la relación metonímica entre cuerpos o conceptos. Contrariamente a estas propuestas, la materialidad de los cuerpos nos permite rescatar la localización, los contextos, los bordes y las fronteras; y además la idea de que los cuerpos portan estigmas, como marcas físicas, y que la piel -como interfase entre el yo y el mundo- nos sitúa como uno o como el otro, y a la vez nos permite arraigo y pertenencia, “…es el cuerpo lo que nos convierte en una presencia en el mundo y en un prójimo para el otro, a su vez prójimo para nosotros gracias a su cuerpo, y es él el que al construir nuestro peculiar punto de vista nos permite organizar un mundo dotado de sentido a partir de la percepción.”69 En síntesis, el estudio de las relaciones entre los diferentes órdenes de realidad es de suyo complejo y problemático. Por ello, las dificultades teóricas y metodológicas en la investigación en torno de la corporeidad coadyuvaron a que se convirtiera en un tema elusivo. 68 BAUDRILLARD, JEAN. La transparencia del mal; ensayo sobre los fenómenos extremos. Barcelona, Anagrama, 1997. 69AISENSON KOGAN, Aída. Cuerpo y persona. Filosofía y psicología del cuerpo vivido. México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1981.. p 302. 51 2.1.1.4 Una clasificación sobre el estudio de los cuerpos en las ciencias sociales clásicas y contemporáneas.- Bryan S. Turner, en su ya citado libro The Body & Society, realiza una revisión en torno a la concepción del cuerpo en la escena académica clásica y contemporánea70, llegando a la conclusión de que las propuestas teóricas que permitirían anclar la reflexión contemporánea sobre el cuerpo, se habrían producido en un espacio de tensión entre una epistemología fundacional del cuerpo (considerar su existencia como un hecho dado, un dato; es decir, no problematizar su ontología), y una perspectiva eminentemente constructivista (el cuerpo como resultado de fuerzas sociales externas a él, o como producto de la agencia individual) 71. Es en este espacio de tensión donde Turner propone clasificar los principales aportes sociológicos y antropológicos en torno al cuerpo, considerando tres grupos. a. El primer grupo entendería al cuerpo como producto de un conjunto de prácticas sociales, constante y sistemáticamente actualizadas a partir de actividades reguladas socialmente72. Turner examina el interaccionismo simbólico de Goffman, para quien el cuerpo representaría un recurso que podría ser gestionado en formas 70 TURNER, op.cit. p.20-36. 71 Ibid, p.24. 72 ibid., 24-25. 52 diversas para construir una versión particular del yo73. Podríamos señalar que a pesar de que el cuerpo es un elemento central en los trabajos de Goffman -cuando analiza fenómenos como el estigma74 o el trabajo de la cara75-, no percibimos al sujeto encarnado en un cuerpo con materialidad, ni la relación del sujeto negociando su cuerpo de cara a los mandatos instaurados por las instituciones sociales. La máscara de modales, -un cierto cinismo o distancia del rol-, nos llevaría a pensar en un sujeto que se expresa a través de la superficie corporal pero sin una interioridad que remita a un proceso identitario. De hecho, podríamos afirmar que los sujetos o actores de Goffman llegan a la escena social sin historia. Para Mauss el concepto de disposiciones corporales nos permitiría entender la relación del sujeto con la sociedad, en la medida en que el cuerpo representa una potencialidad (una especie de tabula rasa corporal) que puede ser entrenada, moldeada y disciplinada a partir de técnicas para generar un cuerpo / instrumento eficaz en el contexto social donde el sujeto fue socializado76. Hertz propone que la preeminencia de la mano derecha, su carácter sagrado o virtuoso, debe entenderse -no por asuntos biológicos- sino culturales o religiosos que 73 SHILLING, op.cit., p. 74. 74 GOFFMAN, op.cit, passim. 75 GOFFMAN, Irving. La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu, 1994. 76 MAUSS, Marcel. Sociología y antropología. Madrid: Tecnos, 1971. 53 dan cuenta del dualismo del pensamiento primitivo77. Proponemos que en ambos casos el cuerpo aparece como materialidad sometida a los imperativos culturales; pero aparentemente desligado de un sujeto con capacidad de agencia. De otro lado, Turner considera de interés la etnometodología de Garfinkel, en la medida en que el cuerpo permite un conjunto de prácticas que interrumpen o perturban las interacciones sociales, al proponer acciones que se consideran fuera de la norma78. Opino que el cuerpo representa principalmente para Garfinkel un recurso para entender las normas o los consensos sociales sobre la realidad, pero no lo imagina con materialidad ni explora la perspectiva del sujeto sobre su propio cuerpo. Mientras, el cuerpo sería para Bourdieu, portador de prestigio, honor, belleza, gestos, o edad79: pero a la vez se produciría socialmente de acuerdo a la clase o fracción de clase social a la que el sujeto pertenece80. Esta socialización dejaría en los cuerpos la impronta de los habitus (“un sistema socialmente construido de estructuras cognitivas y motivacionales”) y el desarrollo del gusto, que llevaría a que los sujetos deseen determinados estilos de vida. En otras palabras, la clase social 77 HERTZ, Robert. "A Contribution to the Study of the Collective Representation of Death." In Rodney Needham and Claudia Needham eds., Death and the Right Hand. New York: Free Press, 1960. 78 TURNER, Bryan, op.cit., p. 25 79 SHILLING, op.cit., p.125. 80 BOURDIEU, Pierre. La distinción; criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus, 1991. 54 se encarna a partir de un principio de clasificación que afecta todas las formas de elección, incorporación y modificación de todo lo que el cuerpo asimila fisiológica y psicológicamente81. Por tanto, los cuerpos serían para Bourdieu producto de la interrelación entre la sociedad y la situación social del individuo, debido al tipo y cantidad de capital que éstos poseen (capital cultural, financiero, etc.) Así, esta interrelación producirá habitus y gustos que finalmente tenderán a perpetuar las diferentes formas en las que los sujetos se relacionan con sus cuerpos, en campos de poder en disputa. La propuesta de Bourdieu nos muestra la centralidad del cuerpo en las prácticas de la vida cotidiana (qué comer, qué productos adquirir, cómo vestir, etc.) de cara a la clase social del individuo. Sin embargo, planteo que Bourdieu no concilia su propuesta estructuralista con una aproximación fenomenológica del cuerpo; es decir, no indaga en torno a la vivencia del cuerpo desde la perspectiva de los sujetos. b. El segundo grupo de trabajos académicos que Turner propone para anclar las aproximaciones teóricas e investigativas contemporáneas sobre el cuerpo, lo abordan como un sistema de signos; es decir, los cuerpos como portadores de significados82. Por ejemplo, se prestó atención al significado 81 Ibid., p. 175/7. 82 TURNER, op.cit., p.26. 55 simbólico del cabello, la cara, los genitales, etc.; a procesos como la menstruación, la risa o el llanto y a productos corporales como la sangre, el semen, el sudor o las lágrimas. Así, son de notar en el ámbito antropológico, los estudios sobre la preparación ritual de los cuerpos, las escarificaciones y las transformaciones corporales en rituales de pasaje o en rituales de posesión83; lo que nos permite afirmar que la antropología mantuvo un interés importante en describir y teorizar los cuerpos como portadores de significados compartidos socialmente. En esta línea destacan los trabajos de Mary Douglas sobre contaminación, pureza y peligro; dando a entender que en los cuerpos se representan los dramas de la desorganización u organización social84. Sin embargo, señalemos que escasamente se desarrollaron estudios que relacionaran el cuerpo con la experiencia de vida de las personas, a la par que los cuerpos no parecen responder a un itinerario de preguntas epistemológicas u ontológicas de base. c. El tercer grupo que Turner propone centra su interés en entender al cuerpo, como en el anterior grupo, como un sistema de signos, pero que en este caso sustenta y expresa relaciones de poder85. Este tipo de aproximación sobre el cuerpo fue inspirada principalmente por los trabajos de Foucault, generando una interesante producción de ensayos e investigaciones desde el 83 LAMBEK, Michael. “Body and mind in mind, body and mind in body: some anthropological interventions in a long conversation”. P.103- 123. En: LAMBEK y STRATHERN (eds.), Bodies and persons. Comparative perspectives from Africa and Melanesia. Cambridge, Cambridge University Press, 1998. 84 DOUGLAS, Mary, op.cit., passim. 85 TURNER, Bryan, op.cit., p. 27. 56 feminismo, la medicina y la historia. Señalemos por ejemplo, los trabajos de Elizabeth Grosz86, Judith Butler87 Julia Kristeva88, Luce Irigaray89 y Thomas Laqueur90. Evaluando sin embargo estos tres grupos de estudios en torno al cuerpo realizados en los países centrales, Turner plantea un asunto medular: “una excesiva devoción por la especulación teórica, de cara a una agenda de investigación empírica muy pobre”91 que destaca por la escasez de estudios empíricos desde perspectivas fenomenológicas, a pesar de que estas últimas se desarrollaron profusamente en el ámbito de la filosofía y de la psicología92. 2.2 Cuerpos e identidades: el espacio interpretativo de la disrupción.- 86 GROSZ, Elizabeth. Volatile Bodies. Toward a Corporeal Feminism. Indiana University Press, 1994. GROSZ, Elizabeth “Intolerable Ambiguity: Freaks as/at the Limit”. P.55-66. En: GARLAND THOMSON (ed.), Freakery. Cultural Spectacles of the Extraordinary Body. New York University Press, 1996. GROSZ, Elizabeth. “Psychoanalysis and the Body” p.267-272. En: PRICE y SHILDRICK (eds.) Feminist Theory and The Body. New York, Routledge, 1999. GROSZ, Elizabeth “Bodies- Cities” p.381- 387. En: PRICE y SHILDRICK (eds.) Op. Cit. GROSZ, Elizabeth Architecture from the Outside. Essays on Virtual Space. Athens, Georgia: Massachussets Institute of Technology, 2001. 87 BUTLER, Judith. “Bodily Inscriptions, Performative Subversions” p.416-422. En: PRICE y SHILDRICK (eds.) Feminist Theory and The Body. New York, Routledge, 1999. BUTLER, Judith. Bodies that Matter. On the discursive limits of “sex”. New York / London, Routledge, 1993. BUTLER. Gender trouble. Feminism and the Subversion of Identity. New York: Routledge, 1990. BUTLER, Judith. “Gender a Performance: An Interview with Judith Butler” En: Radical Philosophy, nº 67. 88 KRISTEVA, Julia. Powers of Horror. An Essay on Abjection. New York, Columbia University Press, 1982. y “El cristo muerto de Holbein” p.247-277. En: Feher, Nadaff y Tazi (eds.) Fragmentos para una historia del cuerpo humano, Madrid: Taurus, 1990. 89 IRIGARAY 90 LAQUEUR, Thomas. “El mal social, el vicio solitario y servir el té. P. 335-336 En: FEHER, Michel (ed.). Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Madrid, Taurus, 1990. 91 TURNER, Bryan, op.cit., p.32-33. 92 AISENSON op.cit. p.9. 57 Nos interesa prestar atención a la relación que se puede establecer entre cuerpos e identidades, para anclar allí nuestra investigación en torno a los significados que le atribuyen los sujetos a sus cuerpos como parte de su propia experiencia del yo; por lo que queremos resaltar el hecho de que el espacio interpretativo desde el cual se problematizó dicha relación en las ciencias sociales, fue privilegiadamente el del dolor (el cuerpo de la tortura), la discapacidad física, el envejecimiento, enfermedad y muerte, rituales de posesión, la abyección (o aquello que está fuera de lugar o resulta inclasificable) como el cuerpo “colectivo” de los hermanos siameses o la ambigüedad clasificatoria –en términos binarios- de los cuerpos intersexuales; la privación o el exceso (locura y hambre, obesidad, anorexia, vigorexia.), etc. Como podemos apreciar, el espacio interpretativo privilegiado en las ciencias sociales fue el espacio de los extremos. Parafraseando a Julia Kristeva93, los “horrores corporales” constituyeron el locus epistemológico desde el cual se reflexionó sobre la compleja relación entre cuerpo e identidad. Sin embargo, la especulación fenomenológica y los estudios empíricos sobre cuerpos “normales” pasaron prácticamente desapercibidos. 2.2.1. Los cuerpos freak y el debate sobre su ontología.- 93 KRISTEVA, op.cit. passim. 58 La materialidad de los cuerpos y su relación con la identidad se ha discutido a partir de la reflexión sobre cuerpos “anómalos”, como los cuerpos de los sujetos intersexuales o de los gemelos siameses94. No se trata en estos casos de cuerpos que presentan discapacidades95 -como órganos que no funcionan adecuadamente o de daños producto de accidentes o torturas-, sino de la manifestación de la ambigüedad. 2.2.1.1 Hermanos gemelos unidos: Los cuerpos freak producen fascinación y horror porque cuestionan las categorías y oposiciones binarias; y por tanto, nos invitan a reflexionar en torno a la relación entre cuerpo e identidad. Fuente: www.lostmuseum.cuny.edu/images/ch&e-wives.jpg 94 GROSZ, E. “Intolerable Ambiguity: Freaks as /at the limit” En: GARLAND THOMSON (Ed.) Freakery. Cultural Spectacles of the Extraordinary Body. New York / London, New York University Press, 1996. 95 BRECKENRIDGE, Carol y Candace VOGLER. “The Critical Limits of Embodiment: Disability’s Criticism” En: Public Culture 13 (3), 2001. p.349-357. 59 Chang y Eng (en la foto) nacieron como gemelos unidos en 1811 en Siam. Fueron “descubiertos” por un comerciante norteamericano y llevados a los Estados Unidos y Europa para su exhibición. A los 42 años se casaron con dos hermanas inglesas de 26 y 28 años, teniendo en conjunto 22 hijos y más de 200 nietos. Fuente: http://www.e-z-smith.com/images/siam01.jpg Yvonne e Yvette Mc Carther (en la foto) nacieron en 1949 en los Estados Unidos pegadas por la parte superior de la cabeza. Nunca se referían a ellas mismas como “nosotras”, sino cada una manifestaba ser una personalidad diferente, gustaban ir de compras y se desempeñaron como cantantes hasta su fallecimiento en 199296. A estos dos casos paradigmáticos y ampliamente documentados por Elizabeth Grosz97, tenemos que agregar el de diferentes hermanos gemelos 96 http://www.masvida.cl/cuide_su_salud/articulo.php3?n=siameses2 (fecha de consulta: 4 de enero de 2007) 97 GROSZ, Elizabeth, op.cit., p. 61-62. 60 unidos con características particulares, como los que tienen los órganos vitales duplicados, por lo que uno de ellos resulta un “cuerpo parásito”. Estas situaciones anómalas pues, han permitido cuestionar la relación entre cuerpo e identidad: ¿Encontramos un cuerpo y dos sujetos? ¿Los gemelos unidos constituyen dos sujetos a pesar de tener idéntica experiencia vital? ¿Cuáles son las fronteras identitarias entre estos dos sujetos al tener cuerpos cuyas fronteras no son claras? ¿Podemos hablar de identidad colectiva o sujeto colectivo? 2.2.1.2 Cuerpos intersexuales.- Otra oportunidad interpretativa en torno a la identidad y el cuerpo, la ofrecen los casos de sujetos intersexuales o hermafroditas. Esta condición, en realidad trata un conjunto variado de anomalías corporales dadas por la incongruencia entre las variables que constituyen el sexo: gónadas, genitales externos, constitución hormonal, sexo de crianza, genitales internos y sexo genérico98. Los estudios sobre personas intersexuales y sus testimonios nos muestra que el sujeto no materializa una identidad independientemente de su cuerpo. En muchos casos, la ambigüedad de sus genitales les permite explorar la posibilidad de negociar y performar identidades alternativamente femeninas o masculinas, gestionando su apariencia corporal: corte de cabello, forma de caminar o vestimenta. Este experimento de la naturaleza nos muestra que 98 MONEY, J. y Claus WIEDEKING. "Gender Identity Role: Normal Differentiation and its Transpositions". En: Wolman y Money (eds.). Handbook of Human Sexuality. Prentice- Hall: New Jersey, 1980. 61 cuerpo e identidad son dos aspectos estrechamente relacionados. 2.2.2 Drag Queens, travestis, transexuales, transformistas. La presencia de sujetos transgenéricos y del movimiento queer, generó una serie de reflexiones teóricas que nos plantean cuestionamientos sobre la relación entre cuerpos e identidades99, puntualizando su carácter fluido y constantemente negociado; es decir, como cuerpos/ sujetos performativos. Si bien el asunto de los sujetos transgenéricos representa casos límite, las ideas sobre performance y negociación, resultan útiles para entender las identidades en sociedades complejas100. Los sujetos transgenéricos, como travestis, transexuales, transformistas y drag queens101, deben permanentemente negociar / performar sus identidades de cara a temporalidades diferentes, experimentando su identidad como posiciones diversas en un continuum entre varón/ masculino y mujer/femenina. Pero, a pesar de los cambios, temporalidades, negociaciones y ambigüedades, los sujetos transgenéricos reconocen en las políticas de identidad, como la estatal -que exige documentos de identidad como 99 GONZAGA JAYME, Juliana. “Corpo, pessoa, identidades e genero: o tornar-se transgeneros na sociedade comtemporanea. (ponencia en ALAS 4 al 7 nov. 2003). 100 CÁNEPA, Gisela. “Poéticas y políticas de identidad: el debate por la autenticidad y la creación de diferencias étnicas y locales”p. 273-300. EN: FULLER (ED.) Interculturalidad y política. Desafíos y posibilidades. Lima: PUCP/UP/IEP, 2002. 101 El travesti varón se viste de mujer de día y de noche: pretende parecer mujer las 24 horas del día. El transexual afirma haber nacido con el cuerpo equivocado, pues su identidad de género no concuerda con sus genitales externos: busca transformarlos quirúrgicamente. El transformista varón, es “hombre de día” y “mujer de noche”, para lo cual oculta los rasgos físicos masculinos que considera indeseables con la ayuda de maquillaje, depilación, etc. El drag queen busca encarnar un personaje caricaturesco sin la pretensión de parecer mujer como sucede con el transformista. 62 pasaportes, certificados de estudios, etc.-, un ancla identitaria: algo que permanece a pesar del cambio. Destaquemos pues, que las teorías sobre performance y negociación, resultan útiles para entender las identidades en sociedades complejas, en tanto iluminan los espacios de negociación, actuación o iteración; que no necesariamente implican una permanente reflexividad en términos exclusivamente cognitivos. 2.2.3 Rituales de posesión.- Desde la antropología, interesantes etnografías sobre rituales de posesión y por ende, sobre las relaciones entre cuerpo y persona102, nos proponen preguntas también fundamentales para entender la relación entre cuerpo e identidad103¿Cuáles son las fuentes de la agencia humana? ¿Qué relación existe entre acción y pasión, y autonomía y conexión, en la identidad del yo? ¿Cuáles son las relaciones entre cuerpo y mente? ¿Cuáles son los límites de la persona con los otros y su entorno? ¿Podemos considerar las identidades siempre individualizadas? ¿Qué sucede con la persona cuando manifiesta ser poseída por un espíritu y cómo entender los cambios que ello introduce? ¿Cómo entender que a no todo cuerpo se le atribuye un yo, ni todo yo tiene una presencia 102 CORIN, Ellen. “Refigurin the person; the dynamics of affects and symbols in an African spirit posesión cult” p. 80-102. En: Lambeck and Strathern (eds.) Bodies and persons. Comparative perspectivas from Africa and Melanesia. Cambridge University Press, 1998. Y LAMBECK, Michael. “Body and mind in mind, body and mind in body: some annthropological interventions in a long conversation” p.103-126. En: Lambeck and Strathern (eds.) Bodies and persons. Comparative perspectivas from Africa and Melanesia. Cambridge University Press, 1998 103 Lambeck and Strathern (eds.) op.cit., p.104. 63 corporizada?104 Por ejemplo, los antropólogos que estudiaron a los Kamea de nueva Guinea105 o los Mongo de Zaire occidental106 conceptúan a los cuerpos como locus de negociación entre los sujetos y los espíritus; plausibles, por tanto, de producir un proceso de redefinición de identidades, ya que tienden a ser percibidas como fluidas, no esenciales y compuestas por múltiples dimensiones, “I will show that the initiation ritual performs a structural rearticulation of personal space and its relationship with the cultural order, but from within the cultural scene. My argument is that spirit possession releases and articulates a potential for individuation and sustains a position of subject in African traditional societies at the same time, spirit possession redefines the foundations of the relationship with the cultural order and, more generally, creates a new dialectic at the individual as well as at the collective level”107 Así, los trabajos editados por Lambeck y Strathern sobre diversos grupos sociales de Melanesia y África nos muestran identidades fluidas, que se rearticulan en negociación con los otros, que intercambian fluidos corporales, que reciben espíritus en sus cuerpos y que no se perciben constituidas por partes coherentemente articuladas. 104 Consideremos los casos de personas en estado vegetal o el de embriones criogenizados. 105 BAMBFORD, Sandra. “TO EAT FOR ANOTHER: TABOO AND THE ELICITATION OF BODILY FORM AMONG THE Kamea of Papua new Guinea” P.158-171. En: Lambeck and Strathern (eds.) Bodies and persons. Comparative perspectivas from Africa and Melanesia. Cambridge University Press, 1998. 106 CORIN, op.cit. 87. 107 Ibid. 88-89. 64 De igual modo, Bynum108 propone que en el S.XII y XIII las ideas de resurrección afincadas en la imagen popular del fin de los tiempos conllevaba el temor de la metempsicosis; es decir, de la pérdida del yo a partir de la pérdida del cuerpo. Se creía que algunas personas podían intercambiar cuerpos o que podían ser subsumidos por otros cuerpos, sean humanos, animales e incluso plantas. La idea de un alma sin cuerpo resultaba aterradora, pues atentaba contra el orden y la estabilidad de las categorías identitarias: se temía no sólo la metempsicosis, sino también las posesiones y los espíritus; que atemorizaban en tanto permitían cruzar fronteras categoriales. Alrededor del año 900 los teólogos prohibieron –considerándola blasfemia- la creencia en la metepsicosis109, en un intento por poner orden en el mundo y de fijar a los individuos en categorías inmutables. Esto evitaba una ansiedad ontológica frente a la contaminación, la inestabilidad o alteración de los sujetos/cuerpos. 2.2.4 Cuerpo y memoria.- Otro espacio interpretativo interesante para reflexionar sobre las relaciones entre cuerpos e identidades, ha sido el del cuerpo sometido a la tortura, situaciones de violencia extrema, accidentes cerebrales o a enfermedades como el alzheimer, que afectan la memoria. Erik 108 The resurrection of the Body in Western Christianity. New York: Columbia University Press, 1995, p.79. 109 ibid. P.82 65 Erikson110 refiere el caso de veteranos de guerra que sufrían síntomas de pérdida parcial de la síntesis de yo (amnesia, confusión, desorientación espacial y temporal), o pérdida total de la síntesis del yo (pérdida de la sensación de mismidad, continuidad y confianza en el propio rol social). Esto ayudaría a discutir las interesantes relaciones entre memoria e identidad, en la medida en que sin recuerdo no es posible la reflexividad del yo111 . Estas propuestas nos plantean la estrecha relación entre identidad, cuerpo y memoria. Debemos relevar entonces la idea de la imposibilidad de identidad sin memoria, y para ello necesitamos un cuerpo material y fisiológicamente saludable. 2.2.5 Artes y corporeidad.- Finalmente, otro espacio interpretativo disruptivo que ha inspirado preguntas importantes sobre la relación entre cuerpos e identidades, ha sido el del arte y la literatura. Diversos autores se preguntaron cuáles eran los límites corporales y la cualidad de especie humana de los sujetos, a partir de discutir las relaciones e intercambio de material genético entre especies112, el papel de la piel como interfase entre el yo 110 Erikson, Eric. Identity and the Life Cycle. New York / London, W.W. Norton & Company, 1980, p.42. 111 GIDDENS, Anthony. Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea. Barcelona, Ediciones Península, 1998, p.93-139. 112 LYNCH, Lisa “Trans-Genesis: An Interview with Eduardo Kac”. En: New Formations, N. 49, Spring 66 y el mundo; y sobre todo, las relaciones entre seres humanos y nuevas tecnologías113 . Se podría argumentar que trabajos artísticos como los de Orlan114, Stelarc115 y E-Kac116, constituyen provocaciones epistemológicas que nos llevan a reflexionar sobre los sujetos contemporáneos en condiciones límite. Por ejemplo, Orlan117 se propuso transmutar su rostro para componer un rostro ideal que incluyera las orejas, labios, ojos, etc., de diferentes cuadros famosos, por medio de múltiples cirugías estéticas; mientras Stelarc118 –por medio de performances artísticas como la suspensión de su cuerpo a través de ganchos metálicos, o la ingestión de cámaras fotográficas de titanio- buscaba mostrar la obsolescencia del cuerpo humano y la necesidad de expandirlo mediante prótesis. Estas performances culturales plantean la existencia de cuerpos que van más allá de los límites de lo humano, en tanto se procede a la manipulación del “cuerpo natural” considerado antaño como un destino ineludible. 2003, London, pp. 75-90. 113 DERY, Mark. Escape Velocity.Cyberculture at the End of the Century. New York: Grove Press, 1996 y BALSAMO, Anne. Technologies of the Gendered Body: Reading Cyborg Women. Durkham: Duke University Press, 1996. 114 DERY, Mark. Op.cit., p. 239-240 115 ibid., p. 153-157. 116 http://www.ekac.org/articles.html (fecha de consulta: 09/02/07). 117 DERY, Mark. Op.cit., p.239-241. 118Ibid. p.160 yss. 67 También debemos considerar los trabajos de Eduardo Kac, en torno al arte transgénico, a través del cual se propone transferir material genético de una especie a otra, mediante técnicas de ingeniería genética, o crear organismos vivientes con genes sintéticos, como los cimientos de nuevas identidades post humanas, “En el futuro dispondremos de material genético foráneo dentro de nosotros, puesto que hoy día ya realizamos implantes mecánicos y electrónicos. En otras palabras, seremos transgénicos. A medida que se desmorona el concepto de especie, a través de la ingeniería genética, la misma noción de lo que significa ser humano está en juego”119. Estas propuestas originadas en el mundo del arte, y las reflexiones que sobre las llamadas identidades post-humanas se vienen produciendo, como el Manifesto Cyborg de Donna Haraway120, nos plantean preguntas en torno a los límites del cuerpo humano como especie, a los dilemas que en tal sentido plantea el intercambio de material genético entre especies y finalmente, el implante de maquinaria tecnológica en el cuerpo humano. Todo ello por tanto, dislocaría nuestra noción de una identidad humana naturalizada. En síntesis, planteamos que el espacio epistemológico privilegiado para 119 KAC, Eduardo. “El arte transgénico” En: Leonardo Electronic Almanac, Vol. 6, N. 11, 1998. (http://www.ekac.org/transgenico.html. Fecha de consulta: 09/02/07). 120 HARAWAY Donna Haraway, "A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century,". p.149-181.En: Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature, New York: Routledge, 1991, 68 entender la relación entre cuerpos e identidades ha sido el de la disrupción: cuerpos abyectos como los de los hermanos siameses o los de los individuos intersexuales; los cuerpos en rituales de posesión, cuerpos sometidos a violencia física o psicológica considerable o en su defecto cuerpos incapacitados para el recuerdo por daños cerebrales y finalmente, los cuerpos humanos que reciben material genético de otras especies animales o máquinas y aparatos electrónicos. Sin embargo, volvemos a insistir, se ha trabajado escasamente una ontología del cuerpo sano o normal. 2.3 Para entender la relación entre cuerpo e identidad del yo en sociedades contemporáneas: una revisión de tres modelos socio-culturales.- Las relaciones entre contextos socio – culturales, órdenes temporales e identidades personales, merece problematizarse y desarrollarse profusamente; ya que nos plantea un nudo temático rico en posibilidades para explorar los cuerpos vividos. Sin embargo, no debemos caer en la tentación de esbozar una lectura lineal que privilegie el paso de lo simple a lo complejo en torno a la naturaleza de las identidades, estructuras sociales y órdenes temporales. Más bien consideraré en términos canónicos, tres modelos – complejos simbólicamente- que nos permiten comprender las relaciones de los sujetos con sus cuerpos, en diferentes contextos socio-históricos y diferentes órdenes temporales, cuyo 69 hilo ordenador es el modelo del proyecto moderno: a. La idea de persona en tanto personaje, sin profundidades ocultas, asumiendo principalmente roles, títulos y/o categorías sociales en un orden temporal no lineal. b. El concepto de persona definido por la profundidad del yo (la persona que piensa su vida de cara a horizontes de significado o meta narrativas) en un orden temporal lineal - fluido. c. La propuesta de persona que asume un personaje (rehuyendo su profundidad) en horizontes de significados también sin profundidad, en un orden temporal desdibujado por la simultaneidad y la velocidad. 2.3.1 La idea de persona en tanto personaje, sin profundidades ocultas, asumiendo principalmente roles, títulos y/o categorías sociales en un orden temporal no lineal.- En Sociología y Antropología, Mauss121 indica que en sociedades primitivas la persona se encuentra confundida con el clan, desarrollándose en términos de un personaje que se juega en los dramas sagrados. Siguiendo esta línea argumentativa, Berger y Luckmann122 señalan que, como las personas en 121 MAUSS, Marcel. Sociología y Antropología. Madrid, Tecnos, 1971 122 BERGER, Peter Y Thomas LUCKMANN. La construcción social de la realidad. Madrid: 70 las sociedades sencillas, no se conciben como profundidades ocultas en un sentido psicológico, las personas son lo que se supone que sean, por lo tanto no existiría un problema de identidad. Sin embargo, en sociedades complejas, plantean que se presentarían problemas de identidad a causa de inadecuaciones en la socialización debido a la proliferación de roles que las personas pueden adoptar, gracias a la división social del trabajo; lo que llevaría a que una persona no sea lo que se espera que sea. Ello ocurriría123, a. cuando se presentan elencos socializadores heterogéneos y rivales entre sí y el niño opta equivocadamente. Por ejemplo, un varón que aprehende contenidos socialmente considerados femeninos como si fueran apropiados para sí. b. cuando los otros significantes proveen mundos radicalmente opuestos, y el individuo se debate en torno a cómo conjugar mundos tan diferentes (¿quién / cuál soy yo?). c. cuando se presentan discrepancias entre la socialización primaria y secundaria y los individuos pueden internalizar realidades diferentes sin identificarse con ellas (“alternación fría”); es decir, se juega a ser lo que no se es. Siguiendo esta pista en torno a la relación entre tipo de sociedad e Amorrortu, 1968. p.206. 123 ibid p. 209-213 71 identidad, Geertz124, trabaja sobre los conceptos precedentes, pero agrega el ingrediente del orden temporal, a raíz de la descomposición del concepto de “semejante”, tomado de las reflexiones fenomenológicas de Schütz125 . Las diferencias entre los conceptos de predecesores y sucesores (personas con las que no compartimos un tiempo común)126, contemporáneos (personas con las que compartimos un tiempo común, pero no el espacio común de las relaciones cara a cara) y los asociados (que comparten tiempo y espacio en términos de que intervienen recíprocamente en sus vidas), permiten complejizar el concepto de tiempo y sobre todo, imaginar que es posible un sistema de cambio generacional en un orden temporal “inmóvil” y de identidades personales donde el envejecimiento biológico no resulta significativo en la experiencia vital de la persona. De donde se podría desprender que la importancia del cuerpo en la identidad personal parecería ser fundamental recién en la modernidad, “A lo largo del siglo XIX se acentúa y se difunde lentamente el sentimiento de la identidad individual (…). Por primera vez, la fijación, la posesión y la comunicación en serie de la propia imagen se vuelven posibles para el hombre del pueblo…Los fotógrafos se establecen hasta en las ciudades más pequeñas; hay artistas de feria que instalan sus barracas en la calle y anuncian sus fotos por un franco. El acceso a la representación y posesión de la propia imagen aviva el sentimiento de la importancia de uno mismo, democratiza el deseo del reconocimiento social”127 124 GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas. México D.F., Gedisa, 1997. (cap.“Persona, tiempo y conducta en Bali”). 125 SCHÜTZ, Alfred. El problema de la realidad social. Buenos Aires, Amorrortu, 1974. 126 Quiero señalar, sin embargo, que diversos estudios sobre rituales de posesión, mas bien nos muestran la convivencia de antecesores en el cuerpo del sujeto o de lo contrario la aparición o presencia de los muertos (antecesores) en permanente diálogo con los seres del presente: lo que indicaría un tiempo común. 127 ARIES, Philippe (dir.) Historia de la vida privada. Sociedad Burguesa: aspectos concretos de la vida privada. Buenos Aires, Taurus, 1991. p.121 y ss. 72 Este sentimiento de poseer un cuerpo que expresa una interioridad, y que se muestra a los otros con el fin de negociar permanentemente la identidad personal, parecería no haber sido la norma en las sociedades premodernas. Geertz- plantea que en sociedades sencillas, el cuerpo como ancla de la identidad del yo no resultaba un asunto relevante para los sujetos. Por lo que la conciencia del propio cuerpo envejeciendo, a partir del proceso de auto- observación y reflexividad128-, que implica un orden temporal lineal, que va del nacimiento a la muerte, resultaba poco relevante. De acuerdo a Geertz, en la vida cotidiana de los balineses, las relaciones interpersonales (con los asociados) se encontraban fuertemente formalizadas, por lo que terminaban convirtiendo dichas relaciones en vínculos entre “contemporáneos”; en otras palabras, se desdibujaba la profundidad del yo personal, en aras de términos de parentesco, títulos de status religioso, títulos públicos, etc.; dejándose de lado una historia lineal y personal. Por ejemplo, los nombres personales eran un gran secreto, usándose en las interacciones sociales, el orden de nacimiento (primero, segundo, tercero y cuarto). Mientras el quinto hijo volvía a llamarse, primero, el sexto, segundo…, y así sucesivamente. Igualmente, los títulos de status religioso y los títulos públicos formaban un entramado complejo, conjuntamente con términos de parentesco, donde nombres de nietos y abuelos, eran semejantes, lo que lleva a imaginar un mundo donde reconocer un cambio lineal es prácticamente imposible, 128 GIDDENS, A. op.cit., p.100. 73 “La propensión a convertir los semejantes en seres contemporáneos hace que se esfume la sensación de envejecimiento biológico; una esfumada sensación de envejecimiento aparta una de las fuentes principales del sentido del fluir del tiempo; un reducido sentido de flujo temporal da a los sucesos interpersonales una cualidad episódica…”129 Así, lo que definía la identidad social de una persona era su “rango procreativo”, por lo que, “En Bali, las etapas de la vida humana no se conciben desde el punto de vista del envejecimiento biológico, al que se concede escasa atención cultural, sino que se los mira atendiendo a los procesos de permanente génesis social.”130 En síntesis, pues, Geertz nos plantea que en la actualidad consideramos los rasgos psicológicos como núcleo de la identidad, mientras los balineses tenían como núcleo de su identidad, el rol social: “ellos, al concentrase en la posición social, dicen que el papel que desempeñan es la esencia de su verdadero yo”131. Así, los balineses vivirían “un ahora sinóptico”132, en un horizonte de sentido de pura simultaneidad, creando una concepción despersonalizada de la personalidad y un tiempo destemporalizado. Esto nos permite resaltar nuevamente, la relación entre orden temporal, la identidad del yo y el cuerpo. Pues en un orden temporal no lineal, donde prima el personaje sobre la persona, el tema del envejecimiento y la preocupación por la apariencia en términos estéticos, no tendrían existencia o un sentido profundo. 129 Geertz op.cit. p.335 130 ibid p.312 131 ibid p.320. 132 Ibid 323 74 2.3.2 El concepto de persona definido por la profundidad del yo (la persona que piensa su vida de cara a horizontes de significado o meta narrativas) en un orden temporal lineal - fluido. - “Perhaps the most profound change in the long transition from Stone Age to Information Age revolves around our subjective experience of time”133 “…one of the hottest themes in theoretical physics is whether time itself is illusory”134 La ciencia moderna generó una metáfora de una fuerza impresionante: la idea del tiempo lineal (“el paso del tiempo”) y de allí, el concepto de progreso. El sujeto moderno desvinculado del orden natural (la res extensa) y desvinculado del orden simbólico de la tradición (la ciencia y la razón), (re) ordenó la generación de sentido de cara a un nuevo orden temporal en un mundo entendido como representación. Pero al parecer, el tiempo no fluye linealmente, ni lo que consideramos posterior a un evento previo guarda una relación necesariamente causal con él ni obligatoriamente, es superior. Los físicos hoy, adscriben una visión del tiempo más parecida a la que concebían los balineses -interpretados por Geertz- o a las ideas medievales “de la recurrente personificación de 133 STIX, Gary. “Real Time” En: Scientific American, September 2002 (special issue) p.37 134 ibid .p39 75 arquetipos no situados temporalmente”, en palabras de Taylor135, y no a las interpretaciones de cualesquiera de nuestros contemporáneos en torno al flujo temporal. Para los físicos actuales, el tiempo debe entenderse como bloque u horizonte, donde hablar de pasado o futuro tiene tan poco sentido como ubicar un arriba y un abajo absolutos, “Nothing in known physics corresponds to the passage of time. Indeed, physicists insist that time doesn’t flow al all; it merely is”136. Esta agenda oculta de la concepción del tiempo lineal de la modernidad, es pues el sustento de las imágenes de etapas lineales tanto en el ciclo de la vida de los individuos, como de las etapas sociales del evolucionismo y por supuesto, de la preocupación por el envejecimiento biológico, “… el nuevo sentido del tiempo también ha cambiado la noción del sujeto: el particular yo desvinculado, cuya identidad se constituye con la memoria. Al igual que cualquier otro ser humano en cualquier otra época, éste sólo puede encontrar una identidad en la autonarración. Hay que vivir la vida como un relato, (…) Pero ahora se hace más difícil asumir el relato prefabricado de los modelos y arquetipos canónicos. La historia ha de extraerse de los particulares acontecimientos y circunstancias de la vida…”137 Así, el sujeto moderno que se constituye a partir de un yo desvinculado, capaz de objetivar el mundo y a sí mismo, con imaginación creativa, y colmado de ideales de autorrealización; encuentra sentido en la metáfora del tiempo lineal en tanto se asocia ésta a la idea del progreso, como un horizonte moral. 135 TAYLOR, Charles. Fuentes del Yo. La construcción de la identidad moderna. Barcelona / Bs. As. / México D.F., PAIDOS, 1996. 136 DAVIS, PAUL. That Mysterious flow En: Scientific American, September 2002 (special issue) p. 40. 137 TAYLOR op.cit. p.307 76 Para Taylor138, sólo es posible pensar en una ontología de cara a una moralidad, en la medida en que ésta nos plantea las obligaciones que tenemos con los demás, la noción de lo que debe ser una vida plena, y la idea de quiénes son los seres dignos de respeto139. Para el sujeto moderno, tres serían las fuentes principales en la constitución del yo, según el autor: a. El derecho a la autonomía, libertad y autocontrol. b. Evitar el sufrimiento. c. El sentido de cotidianeidad de la vida humana; es decir, la actividad productiva y la vida familiar como hechos centrales de nuestro bienestar. Sin embargo, para el sujeto moderno, la identidad del yo se convierte en un problema, en la medida en que es necesario dotar de sentido a la experiencia personal por medio de la reflexividad de forma continua y generalizada, en un entorno plural de mundos de vida140. La memoria se convierte en un eje central del ejercicio de la reflexividad, y con ella, los soportes audiovisuales de representación del sujeto, especialmente la fotografía, popularizada a fines del siglo XIX141. Así, el cuerpo empieza a cobrar centralidad y densidad en la medida en que se lo asocia con la identidad, 138 ibid., passim 139 Resulta interesante pues, retomar estas propuestas porque nos permiten entender los profundos vínculos que entablamos entre el cuerpo / corporalidad con la moralidad. Por ejemplo, un cuerpo obeso tiende a condenarse moralmente por la falta de voluntad, esfuerzo o apatía del sujeto, que no hace lo que debería para tener un cuerpo esbelto. 140 Giddens op.cit. 105 y ss. 141 ARIES, Philippe (dir.) Historia de la vida privada. Sociedad Burguesa: aspectos concretos de la vida privada. Buenos Aires, Taurus, 1991. SILVA, Armando. Álbum de familia. La imagen de nosotros mismos. Santa Fé de Bogotá, NORMA, 1998. 77 porque la vida cotidiana se vuelve un referente en la construcción de sentido (y ya no los arquetipos que proponía la tradición). Resaltemos pues el hecho de que memoria y cuerpo, son la otra cara de la medalla de la identidad del yo. 2.3.3 La propuesta de persona que asume un personaje (rehuyendo su profundidad) en horizontes de significados también sin profundidad, en un orden temporal desdibujado por la simultaneidad y la velocidad.- La modernidad habría producido una orgía de modelos de representación142, al desligarse entre sí las esferas del arte, la ciencia y la moral143; es decir, habría desplegado una importante posibilidad de imaginar144 desde cada una de las esferas de la vida, más allá de las normas de la tradición. Ello habría ocasionado un nuevo orden temporal y un nuevo sujeto que viviría en un entorno “posterior al de la orgía”. Para Baudrillard, todo ya habría sido dicho y hecho, por lo que circularían sin cesar signos e ideas sin profundidad confundiéndose o contagiándose, porque resultarían meros simulacros de lo que fue en otro tiempo. 142 BAUDRILLARD, JEAN. La transparencia del mal; ensayo sobre los fenómenos extremos. Barcelona, Anagrama, 1997. 143 HABERMAS, J. "Modernidad vs. Posmodernidad". P. 17-31. En: Colombia: el despertar de la modernidad. Santa Fé de Bogotá, Carbajal S.A., 1991. 144 BRECKENRIDGE, Carol (ed.) Consuming Modernity. Public Culture in South World. University of Minnesota Press, 1998. 78 Jameson145, al comparar la serie de cuadros de Van Gogh (Los zapatos de labriego) con la de Andy Warhol (Zapatos de polvo de diamante), Fuente: www.posterspoint.com/laminas/mcg/w/W800ico.jpg y www.wmich.edu/~emrl/vt/pics/vangogh_shoes_mid.jpg propone que en el mundo posmoderno habría desparecido la profundidad y las intensidades personales del mundo de los afectos; pues habría desaparecido el lugar del espectador. Los objetos que se representan -como en el caso de los zapatos de polvo de diamante-, son “como la pila de zapatos que quedó tras Auschwitz o los restos y desperdicios de un incendio incomprensible y trágico…”146. Mientras en el mundo moderno existiría una metafísica interior y exterior al sujeto: los zapatos del labriego representados en la obra de Van Gogh, remiten a la miseria agrícola, a las faenas campesinas de alguien que 145JAMESON, Fredric.Teoría de la Postmodernidad. Madrid: Editorial Trotta, 2001. p.29-32 146 ibid., p.31. 79 dejó su huella vital en el artista. Mientras la superficialidad posmoderna, nos plantearía el concepto de simulacro y por tanto, la posibilidad de la mezcla y contaminación de conceptos y cuerpos, pues no remitirían a una realidad con profundidad. Lo que caracterizaría al sujeto contemporáneo, sería lo travestido. Ni orden, ni etapas ni autenticidad: pura simultaneidad. La banalidad, en tanto falta de profundidad de los horizontes de vida, la superficialidad de los simulacros y el ocaso de los afectos en términos de intensidades afectivas impersonales flotando libremente147. Desde este planteamiento, pues, desaparecería la posibilidad de una representación lineal de la vida social y de la autobiografía, e incluso, toda sensación, tanto de simulacro como de autenticidad. En todo orden vital “todos somos simbólicamente transexuales…”148, plantea Baudrillard: todo se mezcla y contamina. El cuerpo convertido en simulacro, no necesariamente se corresponde con la edad cronológica: el parecer se hace más importante que el ser: cirugías estéticas y diversos tipos de tratamientos asegurarían el camino para alcanzar el ideal de juvenilización. Reeditándose la idea de inmortalidad – en boga entre los siglos XVI y XVIII- a través del simulacro del cuerpo sin edad, logrado en un presente al que no se lo “deja fluir”, sino que se explota en sucesivos eventos efímeros, “Instead of trying (in vain) to colonize the future, it dissolves it in the present. It does not allow the finality of time to worry the 147 ibid., p.64. 148 BAUDRILLARD, Op.cit., p. 31. 80 living… by slicing time, all of it, exhaustively, without residue, into short-lived, evanescent episodes. It rehearses immortality, so to speak, by practicing it day by day”149. Finalmente, nos interesa destacar tres asuntos relevantes: a. La consideración del cuerpo como eje de identidad. b. La posibilidad de representar la corporeidad, la identidad del yo y las etapas del ciclo vital de manera dinámica, no lineal y con una relativa menor profundidad ontológica; es decir, la idea de un sujeto en constante performance en un contexto de banalización, donde el cuerpo juvenilizado busca su constante reproducción: el cuerpo del parecer. c. Insistir en que el modelo de ruptura de tres tipos de sociedades acotadas, nos permite ejercicios interpretativos sobre realidades concretas: no se trata entonces, de encontrar a esos sujetos en la realidad, sino de la posibilidad interpretativa de realidades complejas, que más bien pueden mostrarnos situaciones y sujetos en los que podemos encontrar rastros de los dos o tres modelos, dialogando armónica o conflictivamente. 149 Bauman (1992:29) en KATZ, Stephen. Imaging the life-span, From pre-modern miracles to posmodern fantasies. New York, Routledge, 1995. 81 2.4 Ciclo de vida, duración de la vida, curso de la vida.- 2.4.1 La idea de linealidad del ciclo de la vida.- La linealidad del tiempo –como metarrelato de la modernidad- organizó discursos en la biología en torno al desarrollo individual y a la progresión histórica de las especies; en la filosofía social, propuestas sobre el origen y evolución de las familias y de los sistemas de parentesco y en la psicología, la noción de desarrollo ontogénico (etapas de maduración determinadas exclusivamente por el propio organismo)150. Este entramado de conceptos (evolución y ontogénesis) se ligaron teóricamente al concepto de ciclo de vida, en tanto propuesta que intentaba entender el trayecto de la vida humana en un orden temporal lineal, “The principle model of life cycle that predominated at the end of the nineteenth century referred to the unilineal series of changes (transformations) in form undergone by organisms in their development over time from early stages to equivalent stages in a succeeding generation”151 Así, el concepto de ciclo de vida denota etapas sucesivas en el trayecto de vida de una persona, un desarrollo irreversible (la madurez en una etapa determina el paso a la siguiente) y la idea de generación, en tanto, se reproduce el esquema en cohortes similares. El concepto de duración de la vida o esperanza de vida al nacer (life 150 O’RAND Angela y Margaret KRECKER “Concepts of the Life cycle: Their History, Meanings, and Uses in the Social Sciences” En Annual Review of Sociology; 1990, 244-245. 151 Ibid p. 243 82 span) se centra específicamente en la dimensión de maduración (cuánto vivimos desde el nacimiento hasta la muerte) y la idea de curso de la vida (life course) resalta la secuencia de fases o etapas en el proceso de maduración del individuo, pero sin considerar la dimensión de reproducción generacional. Ha existido, sin embargo, la tendencia a usar indistintamente los tres conceptos reseñados. Aun más, se han usado de manera no problematizada. O’Rand y Krecker152 plantean un caso de “economía lingüística”; es decir, el préstamo del concepto de ciclo de vida para las Ciencias Sociales, como un concepto naturalizado y simple, que termina ocultando el complejo fenómeno del tiempo, la permanencia y el cambio. Sin embargo, en los últimos años, se ha cuestionado el concepto de ciclo de vida, principalmente debido a factores como: a. El aumento de la esperanza de vida al nacer, producto del nuevo entorno tecnológico, que ha determinado una redefinición del curso de la vida en términos de cuáles y cuántas son las etapas vitales y aún más, ha redefinido los vínculos intergeneracionales. Por ejemplo, consideremos el caso de nuestro país, como ejemplo de la tendencia mundial: en 1940 la esperanza de vida al nacer del peruano era de 36 años153, mientras en la actualidad es de 70 años (67 para los varones y 72 para las mujeres)154. Es decir, se ha expandido la 152 loc.cit. 153 ARAMBURÚ, Carlos Eduardo. “La población peruana: un siglo de cambios” p.20-25 En: Revista Copé, vol.1, No, 22, Lima, 2000. p.21 154 www. Population Reference Bureau (2005). http://www.prb.org/pdf05/05WorldDataSheet_SP.pdf (fecha de consulta: 10/02/07) 83 duración de la vida (se ha duplicado en 60 años), lo que implica una reelaboración del sentido de cada una de las etapas de la vida: ¿cuándo uno es viejo? ¿Cuántas sub-etapas se van incorporando al concepto de vejez? ¿Cuándo empieza y termina la adultez? ¿De qué naturaleza son los vínculos entre padres e hijos? b. El control de la reproducción, a partir del desarrollo de nuevas alternativas como la píldora anticonceptiva, a partir de la década del sesenta del S. XX; y por otra parte, las alternativas médico quirúrgicas que permiten diversos prodecimientos para lograr la fecundación, como la fecundación in vitro, han permitido que mujeres jóvenes no se conviertan en madres –a pesar del ejercicio de su sexualidad- y que mujeres en edad climatérica, puedan convertirse en madres. c. Los medios de comunicación masiva permitieron un desorden cultural155al generar flujos de información de acceso irrestricto en razón de la edad de los individuos. Esto es, la televisión y luego la INTERNET permitieron que las personas –independientemente de su edad cronológica- accedieran a información que antes estaba vetada. Ello generó pues, una desnaturalización de las etapas del ciclo de la vida: antes existía una edad para cada saber, 155 MARTIN BARBERO, Jesús “Jóvenes: desorden cultural y palimpsestos de identidad" En: Vivienda toda- Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Diuc / Siglo del Hombre Editores, Bogotá. 1998. 84 “Desde el XVII hasta mediados del siglo XX el mundo de los adultos había creado unos espacios propios de saber y de comunicación de los cuales mantenía apartados a los niños hasta el punto que todas las imágenes que los niños tenían de los adultos eran filtradas por las imágenes que la propia sociedad, especialmente a través de los libros escritos para niños, se hacía de los adultos. Desde mediados de nuestro siglo esa separación de mundos se ha disuelto, en gran medida por la acción de la televisión que, al transformar los modos de circulación de la información en el hogar rompe el cortocircuito de los filtros de autoridad parental. Afirma Meyrowitz: "Lo que hay de verdaderamente revolucionario en la televisión es que ella permite a los más jóvenes estar presentes en las interacciones de los adultos (…) "Es como si la sociedad entera hubiera tomado la decisión de autorizar a los niños a asistir a las guerras, a los entierros, a los juegos de seducción eróticos, a los interludios sexuales, a las intrigas criminales. La pequeña pantalla les expone a los temas y comportamientos que los adultos se esforzaron por ocultarles durante siglos"156. Es decir, a partir de los años sesenta del Siglo XX, se quiebra la coincidencia forzosa entre los aspectos normativos de la trayectoria de vida de la mayoría de las personas y aquellos aspectos no normativos: lo que las personas hacían, deseaban y conocían en cada segmento de su edad cronológica ya no correspondía necesariamente con lo que se esperaba de los trayectos institucionalmente establecidos. 2.4.2 Ciclo de vida o Coyunturas vitales; trayectorias o transiciones vitales.- 156 loc.cit. 85 Hemos afirmado que el concepto de ciclo de vida se utiliza rutinariamente, se encuentra normalizado e incluso invisible en términos de su problematización académica. La vigencia de dicho concepto estriba en que en ciertos contextos socio-históricos, las aspiraciones personales de ciertos grupos sociales tienden a coincidir con las trayectorias vitales que las instituciones indican; por tanto se genera una sensación naturalizada de etapas fijas, universales y coherentes157. E incluso, cuando las identidades se empiezan a representar como fluidas, fragmentarias y débilmente acotadas, la idea de una trayectoria institucionalizada con momentos autorizados de transición, se convierte en un referente de sentido orientador. En el orden académico –además- algunos textos marcaron la pauta en torno al concepto de ciclo de vida por muchos años. Particularmente quiero referirme a Van Gennep y el concepto de liminalidad y a Erikson y su propuesta epigenética. En 1909, van Gennep publicó Les Rites de Passage, donde no sólo proponía un estudio del ritual y su marco analítico, sino también formulaba la idea de la vida social organizada en secuencias o etapas158, “It is the very fact of living that necessitates the successive passage from one special society to another and from one social situation to another, 157 JONSON-HANKS, Jennifer. “On the Limits of Life Stages in Ethnography: Toward a Theory of Vital Conjunctures. En: American Anthropologist, 104 (3):865-880. 158 Ibid p.866 86 such that the individual life consists of a succession of stages, of which the ends and beginnings constitute ensembles of the same order: birth, social puberty, marriage, parenthood, class progression, occupational specialization, death.”159 Este modelo de etapas propuesto por Van Gennep y retomado posteriormente por Víctor Turner, fue profusamente considerado en etnografías y ensayos antropológicos desde la década del treinta del siglo XX160. Sin embargo, sólo recientemente se han hecho escuchar las críticas sobre los supuestos en torno a etapas fijas y coherentes como punto de partida y llegada en la trayectoria vital de las personas. Vale la pena mencionar los trabajos de la historiadora Caroline Bynum161, en los que cuestiona la posibilidad de aplicar el concepto de liminalidad para entender la trayectoria de vida de las mujeres occidentales de los siglos XIII y XIV. Ella señala que las mujeres de dichos siglos, en sus narraciones autobiográficas no planteaban un “punto de quiebre” que llevara al paso de una etapa a otra: sus relatos no tenían pronunciados clímax, conversiones, reintegraciones, liminalidad ni cambio de status; sino continuidad. Bynum indica que el concepto de liminalidad –como fue desarrollado por Víctor Turner- no resulta útil para entender la vida de las mujeres de los siglos XIII y XIV, ya que sólo sirve para entender los dramas sociales en los que se veían involucrados los hombres, en tanto actores sociales privilegiados que lograban escapar “de la carga pesada” de sus 159 VAN GENNEP, Les Rites de Passage p.4 En: JONSON-HANKS, Jennifer, op.cit .p.866 160 Por ejemplo, por Margaret Mead, Víctor Turner y Mary Douglas, por mencionar trabajos de gran influencia académica. 161 Fragmentation and Redemption. Essays on Gender and the Human Body in Medieval Religion. New York, Zone Books, 1992. p.49-51. 87 beneficios sociales, a través de dramas de inversión. Además, los hombres podían vivir experiencias de ruptura en la adultez generando cambios dramáticos en sus vidas; mientras las mujeres se “convertían” en la niñez o juventud temprana viviendo “dramas sociales incompletos”; es decir, sus vidas no estaban marcadas por fases acotadas con tránsitos dramáticos y con espacios liminales para la inversión, sino por la negociación y continuidad en el cambio162, “My work on late medieval religiosity thus indicates that Turner’s notion of liminality, in the expanded, “metaphorical” sense which he has used for nonprimitive societies, is applicable only to men. Only men’s stories are full social dramas; only men’s symbols are full reversals. Women are fully liminal only to men. I do not think the problem lies in the fact that later medieval Europe is a society that presented a far greater variety of roles and possibility of choice than the society of the Ndembu, for which Turner first began to formulate his processual anthropology”163. Otra aproximación crítica al concepto de etapas en el curso de la vida, es la que desarrolla Jhonson -Hanks164 tomando como ejemplo el caso de los Beti del sur de Camerún. La autora plantea que el paso de la infancia a la adultez –a partir de la maternidad- no se asienta en un momento aislado ni en una trayectoria determinada y discreta, sino en trayectorias simultáneas y no sincrónicas. La autora analiza la historia de vida de 184 mujeres, y en particular el caso de Marie, nacida en 1978. Esta última, perteneciente a una familia católica de Yaundé, quedó embarazada mientras estaba en la escuela. Fue a vivir con los padres del joven con el que concibió a su primer hijo, lejos de su familia: ello implicó la imposición de la religión de los abuelos del niño y 162loc. Cit,.p.175-176. 163 ibid p.49 164 JONHSON-HANKS op.cit., passim. 88 el abandono de la escuela y sus propios lazos familiares. Al cabo de siete meses, abdicó de sus derechos como madre, dejando al niño con los abuelos paternos. Retornó a Yaundé, a su religión y escuela. A pesar de haber sido madre, Marie no se convirtió en “adulta” y en “madre”, -sino temporalmente- en la medida en que pudo “borrar” el nacimiento de su hijo de su trayectoria vital, “In some sense, the resolution of the story of Marie’s trial marriage is an erasure; it is as if the birth and the trial marriage had not happened. Her childbearing career will begin when she bears another child, with a man she intends to marry, at some later point in her educational and professional trajectory. She has been effectively relieved of any stigma from or even connection to, her premarital birth, regularly referring to herself as an adolescent girl…”165 Este ejemplo le sirve a Jonhson-Hanks para introducir una “nueva antropología del curso de la vida” a partir del concepto de coyuntura vital, inspirada en la tensión entre estructura y agencia, que Bourdieu llama, coyuntura. En otras palabras, la idea es la de hacer a un lado la trayectoria institucional en términos de programa normalizado, para poner el énfasis en la negociación que hacen los sujetos (agencia) -frente a los programas institucionales- sobre las trayectorias vitales (estructuras). Por tanto, la propuesta es que en determinados momentos de la vida se nos presentan situaciones de una gran densidad que nos empujan a tomar ciertas decisiones de cara a los proyectos institucionales: esos momentos no nos llevan a transitar senderos previamente determinados, sino que nos presentan diferentes 165 ibid p.876 89 posibilidades (horizontes de coyuntura)166, “The analytic concept of the vital conjuncture refers to a socially structured zone of possibility that emerges around specific periods of potential transformation in a life o lives. It is a temporary configuration of change, a duration of uncertainty and potential. Although most social life may be thought of as conjunctural, in the sense that action is conjoined to a particular, temporary manifestation of social structure, vital conjunctures are particularly critical durations when more than usual is in play, when the futures at stake are significant”167. La propuesta de una “nueva antropología del curso de la vida”, que desarrolla Johnson-Hanks, resulta de suyo, muy interesante, en la medida en que traslada el foco de análisis de los programas institucionales sobre los trayectos de vida (“lo que toca hacer a determinada edad” según el consenso que generan los diversos grupos sociales), a las negociaciones y performances individuales de cara a dichos programas institucionales. Sin embargo, debemos tener cuidado de no dejar de lado el interés y relevancia de los programas institucionales y su funcionalidad social, en la medida en que son estructuras a veces normativas, a veces de referencia, para la construcción de los grandes planes de vida individuales, lo que implica la construcción del efecto de sentido de continuidad vital y adecuación cultural. Desde otra entrada teórica, se ha prestado atención a la diferencia entre trayectorias vitales y transiciones vitales, poniéndose énfasis en que el estudio 166 Vale la pena mencionar el interesante ensayo de Orlove, “El suicidio de Juanita” (En: América Indígena, no. 41 p.25-52, 1981) donde el autor intenta reconstruir cuáles pudieron ser los horizontes de coyuntura que llevaron a una joven de un pequeño poblado del sur del Perú en la década del setenta – Juanita- al suicidio, debido a un embarazo que la colocaba en la necesidad de optar por diversos caminos, en una coyuntura vital donde ninguno de los horizontes de coyuntura le permitía una salida digna. 167 ibid p.871 90 de las primeras es escaso ya que plantea diversos retos metodológicos al plantear la investigación de temporalidades muy amplias que pueden incluir varias transiciones vitales o cambios discretos y suaves de status. Las transiciones se refieren a cambios de status discretos y de duración acotada (aunque puedan tener consecuencias muy amplias); mientras las trayectorias vitales son patrones de larga duración –de estabilidad y cambio- que incluyen a veces múltiples transiciones. Este interés por el estudio de las transiciones vitales parece deberse a la dificultad que encuentran los investigadores para emprender estudios de trayectorias, que requieren una aproximación longitudinal y dinámica. Incluso, los estudios que se plantean desde una aproximación cuantitativa, muchas veces se enfrentan a la falta de data histórica, lo que imposibilita conclusiones de largo plazo. El estudio de las trayectorias vitales resulta bastante complejo, tanto por entrelazar aspectos sociales, históricos e individuales; como por la dificultad de trabajar la dimensión temporal – longitudinal desde una aproximación metodológica. En particular, encontramos problemas para estudiar –desde una perspectiva cualitativa- trayectorias vitales, en la medida en que resulta casi imposible seguir a los sujetos de estudio durante muchos años. Por ello, una alternativa que se ha esbozado, es la de realizar investigaciones trans- seccionales; es decir, estudiar en un momento dado, a diferentes grupos de edad o cohortes. Sin embargo, como señalamos con anterioridad, la dificultad que plantea esta alternativa, es que no podemos manejar la relación entre el 91 tiempo histórico y la vida de los sujetos, sobre todo en momentos históricos de gran y rápido cambio social. Esto equivale a decir, que los saberes que se pueden construir en torno a sujetos que tienen veinte años en la actualidad, no necesariamente será similar a la que tendrán –dentro de diez años- otros sujetos que en el momento del estudio tengan veinte años. Justamente, esta dificultad para estudiar la experiencia del yo a lo largo del curso de la vida, ha llevado a que se elaboren muy pocos estudios empíricos –incluso desde la psicología168- sobre estabilidad y cambio en la percepción de las trayectorias vitales de los individuos, “Researches from the life history and systemic camps have generally worked independent of each other, and research on long – term changes in the self rarely informs or is informed by experimental research on self processes. These perspectives mirror the two sides of the “can personality change?” Debate (…), in which one side emphasizes the stability of the structures of personality and the other emphasizes the personality processes that promote change. In the self literature, however, it is more difficult to reach conclusions about stability and change because there is relatively little empirical research on people self-views across the life course.”169 Sin embargo, en este contexto de dificultades metodológicas y epistemológicas del estudio del yo en las trayectorias vitales, se han examinado dos temas principales: a. La sincronización de las transiciones, es decir, la edad promedio en la 168 ROBINS, Richard, J. NOREM y J. CHEEK. “Naturalizing the Self” p.443/477. En: PERWIN, L. (ed). Handbook of Personality. Theory and research. New York, Guilford Press, 1999. 169 Ibid p.452 92 que ocurren transiciones en una cohorte determinada, como entre cohortes. b. Las secuencias y consecuencias de las transiciones, como por ejemplo, la entrada a la adultez o a la vejez. Sin embargo, en la actualidad, este tipo de estudios constatan el desorden de secuencias en las trayectorias vitales, incluso predominantes en mujeres más que en varones; tal vez debido a la mayor exigencia social en estos últimos, para ajustarse a las transiciones institucionalizadas. Por ejemplo, la maternidad adolescente puede marcar una transición vital en el caso de las mujeres, pero en el caso de los varones, no afectar significativamente su trayectoria vital en términos profesionales, académicos o sociales. Creemos por tanto, que debemos considerar una mirada compleja para un asunto complejo: tener en cuenta por un lado los programas institucionales en torno a la trayectoria vital del individuo -sin perder de vista su importancia- y la capacidad de agencia de los individuos de cara a esos programas institucionales, que nos permiten considerarlos en constante redefinición. Pero por otra parte, no olvidar que las identidades presentan a su vez una doble y compleja dimensión: permanencia y cambio en momentos acotados y de cambio paulatino o suave; o grandes cambios o programas de inversión auscultados desde trayectorias vitales. 93 2.4.3 Erik Erikson: Identidad y ciclo de vida.- Los estudios de Erikson en torno al ciclo de la vida, nos ilustran sobre la importancia de los programas institucionales, en la medida en que nos permiten construir una estructura mental estable, generando a su vez una sensación de continuidad en el tiempo. El libro, Identity and the Life Cycle170 de Erikson, propone ideas muy interesantes en torno a la identidad del yo, basadas en el diálogo entre sus estudios empíricos y teoría. El autor, presenta diversos casos clínicos que le permiten mostrar la pérdida parcial de la síntesis del yo, como amnesia, confusión o desorientación espacial y temporal; o pérdidas totales, como la sensación de perdida de mismidad y de continuidad en el tiempo, debido a situaciones de extrema violencia y dolor171. Erikson señala que la identidad del yo se construye a partir de una serie de etapas en la niñez, que cumplimentadas luego de crisis determinadas, llevan a la fijación de la identidad hacia el final de la adolescencia, conciliando todas las identificaciones tempranas (en la realidad o fantasía, con aspectos de los otros significantes en términos corporales, de capacidades y roles) de modo razonablemente coherente172. El primer proceso sería el de introyección – proyección en la relación madre-hijo, lo que permitiría la autopercepción, que 170 ERIKSON, Erik. Identity and the Life Cycle. New York / London, W.W. Norton & Company, 1980. 171ibid. p. 42-44 172 ibid. p.121 94 se construiría a partir de la posterior identificación del niño a través de la interacción con otros significantes en un entorno confiable y significativo, que le va marcando al niño qué debe lograr en su proceso madurativo lineal: el principio epigenético, “Identity appears as only one concept within a wider conception of the human life cycle with envisages childhood as a gradual unfolding of the personality through phase- specific psychosocial crisis”173 La identidad del yo, finalmente se consolidaría en la adolescencia, cuando ya no es útil la identificación con múltiples identidades, sino más bien, se seleccionarían algunas para reconfigurar un yo particular en una comunidad, “From a genetic point of view, then, the process of identity formation emerges as an evolving configuration –a configuration which is gradually established by successive ego syntheses and resyntheses through childhood; it is a configuration gradually integrating givens, idiosyncratic libidinal needs, favored capacities, significant identifications, effective defenses, successful sublimations, and consistent roles”174 Sin embargo, cuando nos referimos a sujetos adultos, que ya han logrado una identidad del yo consolidada, se nos plantea el reto de la continuidad en el tiempo, pero a la vez, la posibilidad de cambio de la identidad del yo. Es decir, ser la misma persona a través de los años, pero a la vez ir cambiando. Así, con el concepto de identidades narrativas, Paul Ricoeur175 nos propone entender la identidad en una doble dimensión: la mismidad (el idem) 173 ibid p.128 174 ibid p.125 175 En ARFUCH, Leonor. Op.cit. p. 95-97. 95 que implica la continuidad del yo en el tiempo, y la ipseidad (el ipse) que posibilita el cambio, desestabilización o transformación. La ipseidad, sería posible en la medida en que el sujeto desde su mismidad, elabora narraciones diversas sobre su propia vida, a partir de lo que Giddens176 llama “la intervención correctora de la memoria”. De este modo, el yo como una esencia, resultaría ser solo un mito, en la medida en que el yo es concebido como un “…devenir de la identidad, como un trayecto” 177, constantemente resignificado en un contexto de intersubjetividad. La necesidad de los otros, para la configuración de la identidad del yo, fue propuesta por G. H. Mead, en su libro Persona, yo y sociedad178, en 1934. Esta propuesta seminal, desarrollada posteriormente por Honneth179, nos plantea que el auto concepto se lograría a través de tres tipos de relación con el otro: la auto confianza, que implicaría la necesidad de relaciones afectivas primarias profundamente significativas, que nos permitirían la construcción de una seguridad ontológica; la autoestima, que involucraría la necesidad de aceptación de nuestros pares y el auto respeto que significaría constituirse en un sujeto reconocido, con derechos y deberes en el espacio público -político. Es decir, la relación con los otros, sería una necesidad, pero que ameritaría el 176 GIDDENS, Anthony, op.cit., p.95. 177 ARFUCH, Leonor., op.cit., p.97. 178 Mead, George Herbert. Espíritu, persona y sociedad; desde el punto de vista del conductismo social. México: Paidós, 1990. 179 HONNETH, Axel. La lucha por el reconocimiento: por una gramática moral de los conflictos sociales Barcelona: Crítica, 1997. 96 logro de una adecuada relación con los otros –en las tres dimensiones comentadas- para consolidar un auto concepto o identidad del yo saludable. En ese sentido, para Giddens, el relato autobiográfico nunca sería una mera crónica de sucesos, sino un diálogo con el tiempo y con los otros, a quienes les narramos nuestra experiencia vital, reelaborando sucesos sociales. De modo que la identidad narrativa como una elaboración o relectura recortada y reordenada de eventos, episodios o acciones sociales, nos permitiría reconocernos como el mismo sujeto a través de los años, pero a la vez en un proceso de cambio, en la medida en que nuestras narraciones van transformándose de cara a nuestros interlocutores y nuestra experiencia vital. A otro nivel, también es interesante anotar, que nuestra identidad se ancla en sucesos y situaciones diversas: unas incambiables y otras con distinta posibilidad de cambio. Por ejemplo, la circunstancia de nuestro nacimiento (como la fecha y lugar) y de la socialización primaria (quiénes son nuestros padres biológicos y la cultura desde la cual fuimos socializados), son referentes objetivos y fijos en nuestra identidad; sin embargo, podrían cambiar –aunque con cierta dificultad – nuestro sexo y/o nuestra orientación sexual, nuestra nacionalidad, etc; pero resulta fácilmente cambiante la adopción de roles diversos. Lo interesante, es el uso narrativo que hacemos de las circunstancias vitales y sucesos sociales en los que estamos inmersos. Señalemos, sin embargo, que la posibilidad de narrarnos de modo 97 desestabilizador, más allá de los imperativos culturales o programas institucionales, solo es posible en sociedades donde encontramos identidades colectivas laxas180; es decir, donde existen sistemas clasificatorios múltiples, blandos o plurales. Esto permitiría que el individuo cree y recree narraciones propias desde su experiencia vital / contextual. En cambio, en grupos comunitarios con identidades duras, donde las estructuras sociales implican una dimensión práctica de derechos y obligaciones, no existe la posibilidad de que el sujeto defina /negocie quién es y qué debe hacer: las identidades tribales, no dependen de la agencia individual, incluso pueden existir contraviniendo el deseo expreso del sujeto. Sin embargo, en sociedades complejas, diversos grupos sociales desarrollan políticas de identidad181. Teóricos poscoloniales como Said182 , se preguntan cómo nos hacemos una imagen de nosotros mismos; esto es, cómo luchamos por la memoria; o Spivak183 cuestiona la posibilidad de que el sujeto subalterno hable desde un lugar de enunciación propio. Esto es, la pregunta fundamental se refiere a la lucha por el poder en la construcción de las identidades narrativas colectivas: quién construye las identidades y para qué. En un intento de clasificar y entender las políticas de identidad en las 180 RACHIK, Hassan. “Identidad dura e identidad blanda” p.9-20 En: Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº73-74, 2006. 181HUNTINGTON, Samuel. ¿Quiénes somos? Los desafios a la identidad nacional estadounidense. Barcelona: Paidós, 2004, p.47. 182 SAID, E. Orientalismo. Madrid, Libertarias, 1990. 183 SPIVAK ¿Puede hablar el sujeto subalterno? En: Orbis Terius, año III, No.6, 1998. 98 sociedades occidentales contemporáneas, Castells184 propone que podemos reconocer tres tipos de identidades colectivas, con gran capacidad para dotar de sentido la existencia de los sujetos: las identidades legitimadoras, de resistencia y proyecto. Las identidades legitimadoras son introducidas por las instituciones dominantes (por ejemplo, pueden proponer políticas nacionalistas, racistas o genocidas); es decir, legitiman ideologías. Mientras las identidades de resistencia (“exclusión de los exclusores por los excluidos”185) son fundadas por actores sociales estigmatizados o que viven condiciones devaluadas (por ejemplo, discapacitados, lesbianas, negros, etc.) Mientras, las identidades proyecto buscan transformar las estructuras sociales produciendo nuevos sujetos (grupos feministas, queer, etc.)186. Para algunas personas, las identidades generadas a partir de estas políticas de identidad, pueden convertirse en identidades muy sólidas en la función de orientar el trayecto vital. Sin embargo, otros sujetos en sociedades complejas requieren de otras estructuras para orientar su vida, principalmente aquellas asentadas en las prácticas de consumo187. Así, mientras las políticas de identidad basadas en la ideología, tienden 184 CASTELLS, Manuel, op.cit, p. 30-34. 185 Ibid., p31. 186 ibid., p.32. 187 GLEISER SALZMAN, Marcela. Identidad, subjetividad y sentido en las sociedades complejas. México, D.F., Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1997. p.84-122. 99 a perder importancia en algunas sociedades, en algunos grupos sociales o en momentos determinados de la propia existencia del individuo; surge con fuerza la alternativa de construcción de estilos de vida e identidades basados en el consumo188. De modo tal que las personas, a partir del consumo de productos, negocian sus estilos de vida, logrando configurar de cara a ellos, identidades particulares, lo que implica una mirada performativa de la identidad del yo. 188 CORTINA, Adela. Por una ética del consumo. La ciudadanía del consumidor en un mundo global. Madrid: Taurus, 2002. 100 CAPÍTULO 3 ESTUDIOS SOBRE CUERPO, SEXO Y EDAD EN EL PERÚ 3.1 Cuerpo, edad y sexo: los dilemas de la identidad.- La variable edad llegó tardíamente al ámbito de la reflexión académica de las ciencias sociales, si consideramos la aparición de otras variables que le antecedieron como raza y etnicidad, género y sexo. Sin embargo, el advenimiento de la variable edad en el ámbito teórico responde a cambios estructurales –como los demográficos y tecnológicos- que tiñeron las relaciones sociales de cara a nuevas posibilidades vitales: los cambios demográficos posteriores a la Segunda Guerra Mundial y las transformaciones tecnológicas que la acompañaron, produjeron un “desorden” en las fases del ciclo de la vida, que llevó al cuestionamiento de las etapas institucionalizadas en la experiencia vital de los sujetos, e incluso propició la posibilidad de imaginar nuevas maneras de vivir y de relaciones entre generaciones, de cara al aumento significativo de la esperanza de vida y a las tecnologías en torno a la reproducción biológica. Es decir, los cambios sociales –el envejecimiento de la población y el 101 desorden de las etapas vitales, llevaron a los investigadores occidentales a considerar importante la inclusión de la edad en la reflexión académica. Así, un asunto que vale la pena mencionar, es que la potencia interpretativa de las variables como sexo, género o edad; estriba –no en su uso aislado o acotado- sino en la posibilidad de relación entre ellas. Es decir, los estudios que plantean entender cómo son los sujetos de diversas edades, sexo, género, raza o etnia, iluminan de modo más profundo las vidas concretas de los sujetos contemporáneos. El estudio de la edad per se, como el de las otras variables mencionadas, resulta -es cierto- interesante, pero no suficientemente esclarecedor de las condiciones concretas de vida de los sujetos. Desde esa perspectiva, la variable edad resulta interesante, en la medida en que nos permite plantear preguntas en torno a: a. Los cambios y permanencias en la gestión del poder, prestigio y bienestar económico de las personas a lo largo del curso de la vida. b. Las diferencias y semejanzas en la gestión del poder, prestigio y bienestar económico en varones y mujeres a lo largo del curso de la vida. c. La representación de la edad en la cultura popular y en los medios de comunicación, tomando en cuenta el género, sexo, raza y etnicidad. 102 d. La vivencia o auto percepción del cuerpo en contraste con la reificación de los cuerpos en diversas sociedades. e. Las formas en que las personas se adaptan al paso de tiempo negociando su identidad. Señalemos que en la actualidad encontramos una preocupación bastante pronunciada con relación a los límites de las etapas del curso de la vida, de cara al mandato contemporáneo de aparecer como seres sin edad en la búsqueda de la juventud perpetua189. Si bien este ideal de la inmortalidad no es nuevo en la historia humana, ya que desde el Renacimiento fue discutido con rigor científico y fascinación popular; lo que caracteriza la época actual es el ideal de la disolución del tiempo en episodios cada vez más estrechos que nos llevarían a la ilusión del estancamiento en un presente permanente. Curiosamente, el ideal del cuerpo juvenil –y la invisibilización del cuerpo viejo- convive con la realidad demográfica del envejecimiento de las sociedades contemporáneas. En un trabajo pionero en torno al tema del género y la edad, Ginn y Arber190 propusieron considerar tres niveles diferentes cuando abordamos la variable edad relacionada con el género: a. La edad cronológica, se refiere a los años que objetivamente vamos atesorando. Esta acumulación del tiempo, se encuentra 189 KATZ, Stephen. Op.cit.,p.61. 190 GINN y ARBER, op.cit., p.22-33. 103 pautada por un sistema burocratizado en el mundo occidental moderno, a partir de un tiempo social construido ritualmente191 (celebración de cumpleaños, de la mayoría de edad, etc.). Este tiempo ritualizado resulta de una enorme utilidad práctica en la medida en que el Estado plantea derechos y deberes en torno a la edad: existe una edad para la responsabilidad criminal, para tener sexo, para manejar auto, para votar o para dejar de votar, etc. b. La edad fisiológica, busca mostrar el estado de salud o las condiciones de funcionamiento del cuerpo humano. Por ejemplo, podemos considerar a un varón de sesenta años con un estado de salud mucho mejor, que el de un joven de veinte años. Los desarrollos tecnológicos, médicos y la fascinación contemporánea en torno a los ejercicios físicos y la cultura del fitness, han generado dislocaciones entre edad cronológica y estado salud o edad corporal. c. La edad social, se refiere a la edad que le atribuye el grupo social de pertenencia o de referencia, al individuo. Por ejemplo, el uso del apelativo de señora o señorita a una mujer. Sin embargo, consideramos que podría agregarse una cuarta acepción al concepto de edad, que justamente resulta ser una dimensión olvidada en la investigación empírica, que es la de la “vivencia de la edad”, es decir, cómo las 104 personas experimentan su edad o el paso del tiempo. Esta dimensión fundamental debería reelaborarse de cara a la experiencia cronológica, fisiológica y social. 3.1.1 Estudios sobre juventud y jóvenes en el Perú.- El ciclo de la vida se ha tendido a estudiar desde una perspectiva claramente dicotómica: encontramos aproximaciones al mundo juvenil y de otra parte, al de la vejez. Sin embargo, debido a la escasez de aproximaciones en torno a la vivencia de la edad, no se la ha trabajado como un continuo, con sus tensiones, conflictos, avances y retrocesos. Desde la Sociología, podemos afirmar que el sujeto subyacente en la reflexión académica fue el varón adulto, heterosexual y saludable. Si bien encontramos en la actualidad una gran cantidad de estudios empíricos sobre jóvenes en las sociedades contemporáneas192, los ancianos aún representan un grupo poco investigado, Ginn y Arber señalan aún más, “Sorprende la falta de investigaciones sociológicas sobre las mujeres ancianas, habida cuenta de la riqueza del trabajo de las sociólogas 192 CUBILES, Humberto J. Viviendo a toda: jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Bogotá: Fundación Universidad Central, 1998. CERBINO, Mauro. “Para una antropología del cuerpo juvenil” p.65-84. En: CERBINO, CHIRIBOGA y TUTIVÉN (eds.). Culturas juveniles. Cuerpo, música & género. Guayaquil: Ediciones Abya-Yala, 2000. --------------------“Género, cuerpo y sexualidad. Jóvenes de clase media en la época de las tecnologías interactivas”. P.215-230. En: TEMPO. Las clases medias, Lima, OXFAM/ SUR, 1998. -------------------- KOGAN y Alicia PINZÁS. “Representaciones corporales en jóvenes de clase media”. En: Plural, Revista de Estudios Generales, No.6-7, 1998. 105 feministas”193 De otra parte, desde la antropología se prestó atención al tema de la edad –por ejemplo los estudios de Margared Mead, en torno a la adolescencia, pero no se estudió el proceso de envejecimiento ni a los viejos. Son famosos los ensayos antropológicos precedidos del lamento por la casi inexistencia de estudios en torno a la vejez, “Los años entre la consolidación de la adultez y el rito funerario son de un vacío etnográfico o de una visión monótona, chata y sin matices”194. Anotemos que si bien, el sujeto subyacente de las teorías sociales fue el adulto, de ello no deriva que éste se convirtiera en objeto de estudio, como sucedió con la masculinidad, (habida cuenta de la relación naturalizada que se estableció entre hombre y representante de lo humano); sino curiosamente los que proponían algún tipo de disrupción del orden social, tanto a nivel teórico como en el de la vida cotidiana o práctica de las personas; es decir, los viejos y los jóvenes. Lo mismo sucedió con las mujeres en el marco de los primeros trabajos en el ámbito de los estudios de género195: las investigaciones sobre varones, escaseaban. Resaltemos por otra parte, que el especial interés por entender los 193 GINN y ARBER, op.cit, p.18. 194COHEN, Lawrence. “Old Age: Cultural and Critical Perspectives” En: Annual Review of Anthropology. 23:137-158, 1994. p. 148. 195 Señalemos sin embargo, que el Interaccionismo Simbólico, consideró el mundo de los niños como una estrategia para entender asuntos ligados con el juego y la interacción social. Pero no constituyeron un objeto de estudio en sí mismo. 106 vínculos entre cuerpos e identidades juveniles, puede concebirse a partir del nuevo contexto socio-cultural, que han generado, la llamada crisis del patriarcado y el nuevo entorno multimedia producido por las innovaciones tecnológicas originadas en el campo de las comunicaciones en los últimos años196. En otras palabras, las generaciones de jóvenes contemporáneos están experimentando sus vidas, en contextos sociales, culturales y tecnológicos, cualitativamente diferentes de los que vivieron los que en la actualidad son adultos. Para Castells197, la crisis de las instituciones del patriarcado, se manifiesta en la desvinculación del matrimonio, la familia, la heterosexualidad y la expresión sexual. Pero serían sobre todo los jóvenes, quienes vivirían una distancia significativa entre el deseo y sus vidas familiares198. Esto significa un escaso e ineficaz poder de control y vigilancia familiar para la expresión del deseo. Son significativos los nuevos espacios en la INTERNET que los jóvenes utilizan para dar rienda suelta a la expresión del deseo al margen de la burocratización institucional199. Por ejemplo, encontramos en los chats, foros, blogs, archivos de material audiovisual, etc.; la negociación, trasgresión y reinvención de identidades a la par que la escritura -con nuevos códigos 196 PNUD. Informe sobre Desarrollo Humano. Poner el adelanto tecnologico al servicio del desarrollo humano. México: PNUD, MUNDI-PRENSA, 2001. 197 CASTELLS, Manuel, op.cit., p. 262 y ss. 198 Ibid., p.263. 199 TURKLE, Sherry. La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era INTERNET. Barcelona: Paidós, 1997, passim. 107 lingüísticos- reta la norma y disciplina académicas. Este espacio creativo permite que los jóvenes exploren, experimenten y compartan con otros, al margen de la mirada familiar. El ineficaz control familiar de la sexualidad juvenil en las sociedades occidentales, permite que los jóvenes inicien su vida sexual a edades cada vez más tempranas, y que -a pesar de la epidemia del SIDA-, su experimentación sexual sea mayor que en generaciones anteriores (incluso que en la generación de los sesenta del siglo XX), “Así pues, si en lugar de interpretar la conducta sexual bajo la norma del emparejamiento heterosexual y repetitivo, adoptamos un planteamiento más , los datos revelan una historia diferente, una historia de consumismo, experimentación y erotismo en el proceso de abandono de los lechos conyugales y la búsqueda continuada de nuevos modos de expresión, mientras que se tiene cuidado con el SIDA. Puesto que estos nuevos patrones de conducta son más visibles entre los grupos más jóvenes (…), me parece razonable predecir que, siempre y cuando se llegue a controlar la epidemia del sida, habrá una, dos, tres, muchas Sodomas que surgirán de las fantasías liberadas por la crisis del patriarcado y excitadas por la cultura del narcisismo”200. Al parecer, la revolución sexual que se estaría produciendo y que vivirían los jóvenes con mucha mayor intensidad que las cohortes mayores, se anclaría en el trabajo sobre el cuerpo, “excitada por la cultura del narcisismo”201, “Donde Foucault veía la extensión de los aparatos del poder en el sujeto construido/interpretado sexualmente, Giddens ve, y coincido con él, la lucha entre el poder y la identidad en el campo del cuerpo (…) al asumir 200 CASTELLS, op.cit., p.265. 201 loc.cit. 108 el cuerpo como principio de identidad, lejos de las instituciones del patriarcado, la multiplicidad de expresiones sexuales faculta al individuo para la ardua (re)construcción de su personalidad”202 Los jóvenes entonces experimentarían su cuerpo como una matriz de poyesis203; es decir, como una forma de ser o estar en el mundo. Una manera performativa de ser y sentir a través del cuerpo, más que un modo crítico de construcción de identidad prescindiendo del hacer. Los jóvenes, se sentirían más a gusto perteneciendo a comunidades interpretativas de consumidores, explorando una “hiperinflación sentimental”, que a una comunidad política crítica. La investigación de Ruiz- Bravo, en torno a las imágenes del varón en la narrativa de Bayly y Malca204, muestra dicho estilo de vida en jóvenes de sectores medios en nuestro país. Así, el cuerpo se convierte en la vía privilegiada para las expresiones estéticas205 a partir de gestos, portes o poses (cuerpo inscrito); de tatuajes, piercing, maquillaje o tratamiento del cabello (cuerpo escrito); de las agrupaciones juveniles, pandillas o tribus urbanas (cuerpo adscrito) y de los cuerpos pantalla /paneles publicitarios que se cotejan permanentemente con el otro (cuerpo descrito). Por ello, la moda, permite al joven la construcción de una semántica y una sintaxis, a partir del uso de la ropa, lo que lo lleva a “sentir las prendas” y a identificarse con las marcas, creando estilos de vida 202 loc.cit. 203 CERBINO, op.cit., p. 65. 204 RUIZ BRAVO, Patricia. Sub-versiones masculinas. Imágenes del varón en la narrativa joven. Lima, Centro de la Mujer Flora Tristán, 2001. 205 CERBINO, op.cit., passim. 109 particulares, que permiten la construcción de pertenencia e identidad206. Además, deberíamos señalar el carácter grotesco, dionisiaco, ruidoso y festivo de la cultura juvenil, que impulsa a los jóvenes a divertirse como locos207 y a llevar muchas veces al cuerpo hasta sus límites: deportes extremos, drogas y alcohol, dietas, violencia callejera, etc. Este espíritu festivo y excesivo que protagonizan los jóvenes parece responder al carácter grotesco de las culturas modernas, que por un lado proponen la racionalización de las conductas mediante los criterios introspectivos de la cultura alfabética, pero que generan a la vez, el deseo de violentar la integridad de esos sistemas, “El siglo XVIII asiste ya a una movilización anti- institucional, atravesado por una alegre voluntad de contestación del orden establecido de la guerra y de la tradición política” 208. De modo tal, que la provocación y contestación juvenil, no se produciría hoy desde la vertiente crítica, sino festiva, que se asienta en la revolución de lo trivial, donde la banalidad ocupa un lugar destacado en la experiencia cotidiana; en la valoración del espíritu mundano y espectacular, lo que implica una preocupación medular por la apariencia; y finalmente, en la explosión 206 KOGAN y Alicia PINZÁS. “Representaciones corporales en jóvenes de clase media”. En: Plural, Revista de Estudios Generales, No.6-7, 1998. 207 ABRUZZESE, Alberto y A. MICONI. Zapping. Sociología de la experiencia televisiva .Madrid: CÁTEDRA, 2002. p.127. 208 ibid., p.135. 110 narcisista del comportamiento209. Esta experiencia extrema y cotidiana llevó a Baudrillard210 a señalar que “el cuerpo se ha convertido en un fetiche: en un objeto de culto autista y de cuasi incestuosa manipulación”. Esto significa, pues, la centralidad del cuerpo en la experiencia cotidiana y su importancia para la construcción de la identidad del yo. De modo tal que, siguiendo a Appadurai, 211 los jóvenes desplegarían su imaginación –inspirados por el continuo flujo de información- en torno a sus cuerpos, buscando negociar –muchas veces en el seno de comunidades de sentimientos- sus identidades. Los estudios sobre juventud en nuestro país han prestado atención a dos principales tipos de jóvenes: los que trabajan y/ estudian (“jóvenes chamba” de sectores emergentes212 o jóvenes de clase media213) y jóvenes disfuncionales (principalmente pandilleros y barras bravas)214. La inserción en el mercado laboral y/o educativo del primer grupo juvenil parecería establecer una diferencia significativa respecto de los jóvenes excluidos o “sin futuro”. Sin 209 ibid., p.141. 210 BAUDRILLARD en KOGAN. “Género, cuerpo y sexualidad en la época de las tecnologías interactivas”. Quito, Editorial AbyAyala, 1998. 211 APPADURAI. Arjun y Carol BRECKENRISGE. Consuming Modernity: Public Cultura in a South Asian World. Minneapolis: University of Minnesota. 1995 212 MUNAR, Lorenzo. Somos pandilla, somos chamba: escúchennos. La experiencia social de los jóvenes en Lima. Lima: PUCP, 2004. passim. 213DIAZ-ALBERTINI, Javier. Nueva cultura de trabajo en jóvenes de la clase media limeña. Lima: Universidad de Lima - Fondo de Desarrollo Editorial, 2000; QUIROZ VELASCO, María Teresa. Jóvenes e internet; entre el pensar y el sentir. Lima: Universidad de Lima - Fondo De Desarrollo Editorial, 2004; MACASSI LAVANDER, Sandro. Culturas juveniles, medios y ciudadania; el nuevo horizonte generacional y las disyuntivas de la insercion de los jovenes en la sociedad. Lima: Asociacion De Comunicadores Sociales Calandria, 2001; VENTURO SCHULTZ, Sandro. Contrajuventud; ensayo sobre juventud y participación política. Lima: IEP, 2001. 214 SANTOS ANAYA, Martín Christian. La vergüenza de los pandilleros; masculinidad, emociones y conflictos en esquineros del Cercado de Lima. Lima: CEAPAZ, 2002. 111 embargo, a pesar de la existencia marcada de esta línea divisoria de la inclusión /exclusión; parece también resaltarse la marca generacional que caracteriza a los jóvenes como pertenecientes a comunidades interpretativas de consumidores trans-clasistas y trans-nacionales215. Esto quiere decir, que para muchos jóvenes, el consumo de bienes simbólicos cosmopolitas, se ha convertido en un medio de construcción de identidades y de sentido de vida, en detrimento de un horizonte político local ordenador de sentido. Es interesante también mencionar, que algunos estudios comparan a los jóvenes del siglo XXI, con los de generaciones precedentes216, poniéndose de relieve los cambios sociales, culturales, tecnológicos y políticos que han influido en la conformación de culturas juveniles diferenciadas. Macassi217 plantea que las manifestaciones contraculturales, la psicodelia y el hipismo caracterizaron a los jóvenes de los años sesenta; mientras los movimientos estudiantiles de izquierda que buscaban el cambio social o la revolución, tiñeron la década del setenta. La década de los ochenta, parece constituirse en un punto de quiebre debido a los cambios socioeconómicos y políticos que afectaron a Latinoamérica y en particular, al Perú. Los ochenta se consideran una “década perdida” debido a la fuerte crisis económica y al inicio de la violencia armada interna en nuestro país. Esta 215 MACASSI, op.cit passim; VENTURO, op.cit. passim; DIAZ –ALBERTINI, op.cit. passim. 216Loc. Cit. 217 MACASSI, op.cit., passim. 112 situación habría desmovilizado a los jóvenes como actores políticos218 , pero a la vez se habría iniciado una nueva forma de manifestación de la cultura juvenil: displicencia y convencionalismo, producto de una inmediatez que no permitía pensamientos críticos y de largo plazo219. Más bien, habrían surgido movidas culturales (en reemplazo de los movimientos sociales)220 que se manifestaban a partir de la producción de audiovisuales alternativos, historietas, teatro, grupos de danza y música, animación cristiana, grupos subterráneos, bibliotecas culturales, etc., “…la juventud limeña no es humanista ni contestataria. Se trata de una juventud sintonizada con la industria cultural: sus preferencias las dicta el mercado del entretenimiento y las modas”221 Es decir, se habrían sustituido los liderazgos estudiantiles y populares contestatarios, por los liderazgos juveniles de manifestación estético-cultural, alejados de las organizaciones populares y estudiantiles, “… las movidas no fueron sino manifestaciones sociales y culturales que giraron en torno de sí mismas. Experiencias urbanas propias de los barrios populares con cierta tradición de organización social y de los círculos artísticos y culturales mesocráticos, donde los jóvenes se encontraron entre pares, viviendo su moratoria, lejos del sistema político”222 Los ochenta, parecen inaugurar una cultura juvenil muy diferenciada del 218 TANAKA, Martin. “Jóvenes: actores sociales y cambio generacional. De la accion colectiva al protagonismo individual”. En: COTLER, Julio. PERU 1964-1994. Lima, 1995. 219 VENTURO, op.cit., p.15. 220 ibid. p. 100. 221 Ibid., p. 107. 222 Ibid., p.106. 113 mundo adulto, que en los años noventa, se caracterizaba por la domicialización de la vida pública223 y el retraimiento de los espacios de encuentro, debido a los espacios virtuales de comunicación entre pares, “Las incorporación de las juventudes latinoamericanas al mercado se produce en el marco de la tercera revolución tecnológica, en un escenario productivo de diversificación, de desarrollo de tecnologías multisignificantes que despliegan la individualidad”224 Los jóvenes se habrían retirado de la vida pública construyendo referentes endogrupales en diálogo con las ofertas audiovisuales “ahondando las brechas generacionales y en muchos casos, estableciendo patrones de consumo más cercanos a otras latitudes que a su comunidad política”225. Esto es, los jóvenes peruanos –en contextos culturales muy diversos- parecen construir sus identidades en la tensión entre cultura oral, escritura y visualidad electrónica226. Sin embargo, la brecha entre incluidos y excluidos parece marcar significativamente el horizonte de sentido de los jóvenes. Los jóvenes que trabajan y/o estudian resultan funcionales al sistema en tanto cooperan con él, rehuyendo de acciones y vínculos violentos. Munar, Verhoeven y Bernales227, señalan que los jóvenes chamba son aquellos -que perteneciendo a familias de sectores emergentes- no tienen vergüenza de reconocerse como “chicos que trabajan”; a la par que sus actividades laborales, 223 MACASSI, op.cit., p.35. 224 Ibid., p.34. 225 Ibid., p.45. 226 QUIROZ, op. Cit.,p.88. 227 MUNAR, op.cit., p. 14. 114 se constituyen en fuente de autoestima, reconocimiento barrial y proyecto de vida. De otra parte, Diaz-Albertini explora la nueva cultura del trabajo en jóvenes de clase media, quienes también habrían perdido la vergüenza de ser reconocidos como jóvenes que trabajan, “… no les da vergüenza realizar trabajos manuales que antes caracterizaban “al otro”, en gran medida debido a las empresas transnacionales cuya imagen está fuertemente ligada a empleados jóvenes, educados y emprendedores”228. Los jóvenes de clase media valorarían el trabajo como una situación temporal que provee autonomía y status, en la medida en que permite el consumo de bienes simbólicos (equipos de sonido, ropa, celulares y bienes de consumo personal en general), a la vez que les permitiría completar su educación superior. A diferencia de los “jóvenes chamba” de sectores emergentes, los de clase media tendrían a los estudios superiores y a la carrera profesional como meta personal: “el estudio es la expectativa más importante como vehículo de movilidad social”, señala Diaz -Albertini229. Siendo el lugar de trabajo visto como “un ambiente maldito”, un espacio social agradable para hacer amigos y establecer contactos personales. En síntesis, para el autor, muchos jóvenes se habrían visto tentados a ingresar al mercado laboral para poder participar del la cultura del consumo y por tanto, para 228 DIAZ-ALBERTINI, op.cit., p. 71. 229 Ibid., p.87. 115 mantener o adquirir prestigio social y reconocimiento personal. En un estudio sobre la corporalidad en jóvenes universitarios de clase media y media-alta, que realizamos con Alicia Pinzás230, encontramos valores de armonía y recato: orden corporal, discreción, distinción e higiene, “…los estudiantes prefieren mostrar esta imagen corporal "cuidada", "discreta" y "armoniosa", evitando lo "cochino", "huachafo", "pacharaco" y "chabacano", buscando un ideal de "normalidad" construido sobre la base de la proporción entre las partes del cuerpo, para que éstas no sen "ni muy poco, ni muy grande…”231 Una cultura de la suavidad parecía orientar los comportamientos corporales alejándolos de toda confrontación. Para mantener u obtener la apariencia física deseada para integrarse adecuadamente al grupo pares, las prácticas más utilizadas resultaban aquéllas que servían para combatir las características físicas más desvalorizadas: la gordura, los rollos y lo amorfo. Los varones preferían el deporte; las mujeres, la dieta combinada con alguna actividad física como el deporte o la gimnasia. Es de notar, que los varones no hacían dieta, mientras ello representa un recurso típicamente femenino. El cuerpo parecía estar fuertemente asociado a la ropa. Es decir, cuando 230 KOGAN y Alicia PINZÁS. “Representaciones corporales en jóvenes de clase media”. En: Plural, Revista de Estudios Generales, No.6-7, 1998. 231 Loc.cit. 116 los jóvenes hablaban del cuerpo, hablaban de un cuerpo vestido, un cuerpo adornado: un cuerpo sobrecargado de significados sociales. Para los jóvenes, la apariencia física y la ropa eran aspectos indisolubles, que se influían mutuamente: “La ropa te saca cuerpo”, “todos tenemos la misma ropa, la diferencia la hace el cuerpo”. De otra parte, el cuerpo resultaba ser un pasaporte para las relaciones sociales en el ámbito afectivo y laboral. Y la ropa sería un elemento importante en la construcción de esta apariencia física adecuada para ser aceptado e integrarse socialmente. En conclusión, el estudio nos mostraba a fines de los años ochenta, lo que Diaz – Albertini, encontraba a mediados de los noventa: que el arreglo corporal y el consumo de bienes simbólicos de arreglo o presentación personal, constituían de manera privilegiada una fuente de identidad y un recurso para la aceptación y pertenencia social. De otra parte, los jóvenes excluidos –principalmente los pandilleros- se caracterizarían por la ausencia de visión de futuro en tanto la inserción en el mercado laboral o en un proyecto educativo de calidad, les resulta inalcanzable o inviable232. Los jóvenes pandilleros aparecen protegidos, en un microcosmos de relaciones sociales y afectividades que los condena a no salir de él. Santos Anaya233 señala que los jóvenes pandilleros habrían interiorizado a la violencia física como un contenido central de la identidad masculina, debido a varios 232 MUNAR, op.cit., passim. 233 SANTOS ANAYA, op.cit., passim. 117 factores: el entorno barrial hostil y amenazante; la necesidad de hacer justicia por las propias manos debido a la escasa presencia policial en los barrios, la rudeza del trato físico en la socialización de los hijos varones; la autosocialización de los jóvenes en las calles debido a que los padres no ejercen control sobre ellos, ya que ambos trabajan; y el aprendizaje del abuso como medio para protegerse de la violencia de los otros. Este entorno de violencia asociada a la identidad masculina también coadyuvaría a la proliferación de prácticas que llevan al maltrato del propio cuerpo. Aguantar el dolor parece ser un recurso fundamental en los enfrentamientos grupales de la pandilla, “… el cuerpo se convierte en una cosa, en un recipiente inerte que recibe golpe y castigo físico, por el otro, tiene valor de signo: es una señal del grado de valentía, bravura, reciedumbre, coraje de los pandilleros. Por eso es importante para ellos que tanto dentro como fuera del grupo (aliados y rivales) conozcan y valoren positivamente las “insignias de masculinidad” representadas por las cicatrices del cuerpo”234 Santos Anaya concluye que se produce una naturalización de la violencia –tanto del saber aguantar, como del practicarla al otro- al punto que los cuerpos cosificados, se convierten en algo susceptible de ser chancados o aplastados. En síntesis, podemos señalar que el cuerpo parece ser un recurso 234 SANTOS ANAYA, op.cit., p. 143. 118 fundamental para los jóvenes –tanto de los que trabajan y/o estudian, como de los pandilleros-, para estar en el mundo y entablar relaciones sociales armónicas o conflictivas y para construir horizontes de significación en torno a la propia identidad. 3.1.2 La vejez.- En la actualidad, las personas viven el proceso de envejecimiento en un entorno de ausencia de representación. Es decir, por un lado se van perdiendo las fórmulas lingüísticas para referirnos a los procesos que implican el envejecimiento (por ejemplo, cómo relacionarnos con el enfermo, el anciano o el moribundo); y de otro lado, son escasas las representaciones -en la cultura popular- de personas viejas (a no ser como sujetos de burla)235. Remarquemos por tanto, que la única posibilidad de construcción de la memoria se produce en el ámbito privado, ya que en la cultura pública dichas representaciones son muy escasas: solo jóvenes y ancianos institucionalizados o estereotipados son representados gráfica y audiovisualmente. Sería pues necesario investigar acerca de la experiencia de vida de la vejez en la ausencia de su representación. La importancia de la fotografía y del vídeo en la negociación y performance de las identidades a lo largo del tiempo vital, es fundamental desde que contamos 235 KOGAN, L. Monitoreo de la publicidad sexista (documento de trabajo no publicado. DEMUS). 119 con la posibilidad de representarnos por medios tecnológicos236. Nuestra continuidad material/ corporal en el tiempo tiene un correlato importante en las representaciones que atesoramos y que luego servirán para ir sedimentando nuestra memoria narrativa y afectiva en torno al paso de los años237. En este proceso de reconstrucción de la memoria, al mirar álbumes familiares, o fotografías “sueltas”, podemos llenar las brechas de nuestro recuerdo (lo que Bourdieu llama la elaboración de una “sinopsis histórica”), construir narrativas familiares y recrear la idea de un continuun personal y generacional238. Acotemos que hoy en día, el individuo envejece en una población cada vez más vieja, pero que anhela el ideal juvenil y por ello, tienden a ocultarse los procesos de envejecimiento y muerte en la cultura popular. Algunos artistas han puesto en agenda, -desde una perspectiva crítica-, el tema del envejecimiento, visivilizándolo. Son notables, las propuestas teatrales de Rachel Rosenthal239, quien a partir de una performance artística, hace explícito su propio envejecimiento. La artista hace explícito lo que la sociedad niega permanentemente, de allí lo rescatable de su propuesta. 236 ARIÉS, Philippe, dir. De la vida privada. Sociedad burguesa, aspectos concretos de la vida privada. Buenos Aires, Taurus, 1991. 237 CRISTOFOVICI, Anca Touching Surfaces, Photography, Aging and an Aesthetics of Change En: WOODWARD, Kathleen (ed.). Figurig Age. Women, Bodies, Generations. Indiana University Press. 1999. 238 Merece mencionarse el trabajo del colombiano Armando Silva en torno a los álbumes familares: SILVA, Armando. Álbum de familia. La imagen de nosotros mismos. Santa Fé de Bogotá, NORMA, 1998. 239 En WOODWARD (ed) Figuring Age. Women, Bodies, Generations. Indiana University Press, 1999. p.264-266 120 También destacan por su nivel de provocación, los trabajos de fotógrafas como Jacqueline Hayden240 o Heddy Honnigman241, quienes retratan respectivamente, a mujeres ancianas desnudas o relaciones sexuales entre personas ancianas. Pero evidentemente, se trata de excepciones en el ámbito de la representación de la vejez. Desde esta misma perspectiva, John Vincent242 se pregunta cómo las instituciones sociales, económicas y políticas crean y mantienen ideas sobre los cuerpos envejeciendo. ¿Cuándo, dónde y cómo la gente empieza a pensar que es vieja? ¿Cómo los otros son identificados como viejos? ¿Existen experiencias universales respecto al envejecimiento o se puede envejecer de diferentes maneras? Anotemos que hace falta investigación empírica para responder a estas preguntas significativas. Sin embargo, encontramos reflexiones académicas sobre el tema, - especialmente los trabajos pioneros de B. Turner-, quien señala que puede explicarse la ausencia de estudios sobre el envejecimiento en las ciencias sociales, debido a la dificultad para, “… entender comparativamente e históricamente, la interacción entre varias formas de corporización, el proceso fisiológico del envejecimiento y las definiciones socioculturales del envejecimiento”243 240 HAYDEN, Jacqueline. “Figure Model Series, 1991-1995” en: WOODWARD (ed). Op.cit. p. 227-231 241 HONNIGMAN, Heddy. http://www.filmfestival.gr/docfestival/2004/uk/honnigman.php (fecha de consulta: 13/02/07). 242 VINCENT, John. Old Age. London/ New York, Routledge, 2003. 243 TURNER, B. op.cit, p.246 121 De modo más específico, Clark244 afirma que la antropología borró el período entre el matrimonio y el rito funerario debido a la dificultad o imposibilidad de una representación mágico – simbólica de la debilidad asociada al envejecimiento. Sin embargo, desde el registro de la gerontología245 –que apareció en 1914 como una rama de la medicina- se ha desarrollado un discurso descontextualizado de los cuerpos viejos, reinterpretados en términos biológicos bajo la tensión entre la medicalización del cuerpo y la idea de la vejez como una etapa feliz. Resulta de suyo significativo el inmenso número de revistas especializadas que publican artículos desde una perspectiva medicalizada y descontextualizada de las grandes preguntas antropológicas en torno a la edad: ¿cuáles son los problemas del cuerpo en el proceso de envejecimiento y el proceso de auto reconocimiento? ¿Cómo se enfrenta el individuo al paso del tiempo y cómo dialoga con su identidad? El cuerpo viejo se ha relacionado desde el discurso médico246 con la enfermedad y la pérdida de fuerzas, con enfermedades degenerativas y con la muerte asociada al deterioro de facultades morales e intelectuales. Este discurso aparece naturalizado, como apareció el discurso médico en torno a la menopausia. En los Estados Unidos, el cuerpo de la mujer madura se convirtió en una categoría epidemiológica de riesgo sujeta a terapias de reemplazo hormonal, mientras en Japón las mujeres no reconocían los síntomas de la 244 CLARK en COHEN, op.cit, p. 148. 245 TULLE-WINTON, Emmanuelle. “Old Bodies” p.64-83. En: HANCOCK y otros. The Body, Culture and Society. An Introduction. Open University Press, 2000. p.71-72. 246 Ibid. 72 122 menopausia que percibían las norteamericanas, pues según Lock247, las mujeres japonesas no devaluaban su prestigio social con el aumento de edad, siendo inexistente una política de la identidad en torno a la mujer madura desde la práctica médica en Japón. Si bien el discurso de la gerontología en las sociedades occidentales no nos invita a entender el envejecimiento como una experiencia individual y muy diversa según la experiencia vital acumulada y procesada por los sujetos; desarrollar una empatía con el propio envejecimiento parece no ser tarea fácil, “It is not easy to imagine that one’s body, which is so fresh and often so full of pleasant feelings, could become sluggish, tired, and clumsy”248 Se ha convertido en una idea de sentido común académico el concepto de “máscara del envejecimiento”; es decir, la idea de una distancia entre nuestra edad interior (cómo nos percibimos) y las manifestaciones de nuestro envejecimiento corporal reflejado en la mirada de los otros, “In phenomenological terms, we might note that the inside of the body remains subjectively young or youthful while the outside body becomes both biologically and socially old. There is a necessary disjuncture between the inner self and the image of the body”249 B. Turner250 parafraseando respectivamente a Goethe y a Nietzsche 247 LOCK “Cultivating the body: anthropology and epistemologies of bodily practice and knowledge. En: Annual Review Anthropology, 22, 133-135 248 ELIAS, Norbert. La soledad del moribundo, México D. F., F.C.E., 1989. p.69. 249 TURNER, Bryan. Op.cit., p. 250. 250 Loc.cit. 123 plantea que “la edad nos toma por sorpresa”251 y que el “hombre es ontológicamente nostálgico”252. Es decir, al parecer el paso del tiempo en el cuerpo es difícil de asumir por el propio sujeto, ya que la impronta sobre nuestra imagen corporal conseguida en la juventud parece acompañarnos a pesar de la evidencia de nuestra imagen en el espejo (o en la mirada de los otros). Pero curiosamente, a la par, nuestro cuerpo encarna nuestra memoria vital: nuestros rasgos físicos van siendo moldeados por el estilo de vida que llevamos a lo largo de los años, convirtiendo al cuerpo en una “memoria andante”. Esta tensión entre el cuerpo vivenciado (la impronta juvenil) y el cuerpo social (la mirada especular de nuestro propio cuerpo), es revisada por Vincent253, quien a partir de estudios basados en entrevistas a mujeres y varones profesionales, intentó entender cómo las personas se van dando cuenta del proceso de envejecimiento. En términos generales, el autor encuentra que los signos del envejecimiento no son siempre bienvenidos ni interiorizados, pero éstos se imponen a partir de254: a. “Recordadores corporales” como la artritis, la pérdida de esbeltez, o la aparición de enfermedades antes inexistentes para el individuo. b. “Recordadores generacionales”, como la constatación de que 251 loc.cit. 252 ibid. p.249 253 VINCENT, op.cit. p. 12. 254 ibid. p.12-13. 124 nuestros padres van envejeciendo o falleciendo, y que los propios hijos, se casan, tienen hijos y nos convierten en abuelos. c. “Recordadores contextuales”, como cuando se hace evidente nuestros años de servicio y se va sintiendo, una distancia generacional cada vez más grande con los jóvenes, a partir de ser reconocidos por nuestros pares en ranking temporales, como “el trabajador más antiguo”, etc. d. La mortalidad, que es un hecho que las personas no pueden obviar, máxime cuando contemporáneos y allegados van falleciendo. En síntesis, los autores proponen que la experiencia del envejecimiento es compleja, y que implica tensiones entre la impronta juvenil que albergamos y las diversas formas que se nos imponen para recordar el proceso de envejecer, sobre todo en una sociedad de cambios sociales bastante rápidos. Sin embargo, vale la pena mencionar, que algunos autores en su reflexión sobre el envejecimiento y la corpororeidad255, encuentran una interesante ambigüedad entre “la máxima experiencia y la máxima debilidad”, que las personas experimentan en el proceso de envejecer. Los sujetos logran un conocimiento de su corporeidad, logrando una experiencia amigable en torno a él; sin embargo el cuerpo biológico, ya no tiene la salud, fuerza o 255COHEN, Lawrence. “Old Age: Cultural and Critical Perspectives” En: Annual Review of Anthropology. 23:137-158, 1994. 125 potencia que antaño podía desplegar. Podríamos señalar lo contrario en el caso de los jóvenes: tienen muy poca experiencia con su cuerpo, se sienten incómodos o extraños con él, pero éste se encuentra en un momento de gran plenitud física. En el Perú, son casi inexistentes los estudios antropológicos o sociológicos sobre el envejecimiento o en su defecto, sobre la tercera edad. Sin embargo, cabe destacar la monografía de Mendoza256 sobre las percepciones del amor, las relaciones de pareja y la sexualidad en cinco mujeres de dos albergues, cuyas edades oscilaban entre 67 y 82 años de edad. La autora encuentra interés y deseo sexual en las mujeres entrevistadas, aunque algunas señalan que la sexualidad es poco adecuada para personas mayores o puede tener efectos perniciosos en la salud. 3.1.3 Estudios sobre género y cuerpo en el Perú.- Si bien, en términos generales, los estudios reseñados nos muestran que hombres y mujeres construyen una máscara del envejecimiento, el proceso de envejecer no resulta similar si consideramos la variable del género. 256 MENDOZA, Giovanna. “Hacer el amor con amor” Una aproximación a las ideas y vivencias de las mujeres de la tercera edad, en torno al amor, las relaciones de pareja y la sexualidad. Lima: Diploma de género. PUCP. 2004. 126 En sociedades preindustriales, la acumulación de edad, constituyó una gran fuente de poder para los varones; y de hecho, en términos de acumulación de poder; masculinidad y envejecimiento se reforzaban mutuamente. Sin embargo, debemos considerar que la esperanza de vida al nacer era muchísimo menor que en las sociedades contemporáneas, por lo que el período de debilidad física y social, era sustantivamente corto257. Lo que llevaba a que el hombre no viera devaluada las bases sobre las que se había construido su masculinidad, ya que al morir todavía contaba con capacidades físicas considerables. En las sociedades contemporáneas, sin embargo, encontramos que el paso de los años, -en el caso de los varones-, cuestiona de manera frontal los supuestos sobre los cuales se asienta la masculinidad: autonomía y fuerza. Sin embargo, el que se vea cuestionada la masculinidad de los varones al declinar sus facultades físicas y acrecentar su nivel de dependencia, no significa esto que en las relaciones con las mujeres, necesariamente los varones se encuentren en una posición de inferioridad. Esto parece ser cierto especialmente con relación a la acumulación de bienes económicos. Diversos estudios muestran que los varones en sociedades contemporáneas complejas, al jubilarse varios años después que sus esposas -si es que no fueron amas de casa- y al haber tenido en general, trabajos de mayor remuneración económica que ellas, logran mantener una supremacía en términos de poder 257 Incluso los estudios sobre las mujeres y el envejecimiento muestran que las mujeres morían en gran porcentaje antes de haber alcanzado la menopausia. 127 económico258. Por ello, Hearn señala que la vejez en los varones es doblemente cuestionadora, “The lives of older men contradict both the usual characteristics of men in terms of men’s power; and the usual characteristics of older people in terms of lack of power”259 Así el autor plantea que las limitaciones físicas son experiencias aterradoras para muchos hombres, en la medida en que estas experiencias conectan el cuerpo masculino con las ideas de debilidad, dependencia y pasividad. Incluso señala que para algunos hombres, estas vivencias, pueden constituirse en una posibilidad para el proceso de “desenmascaramiento”, en la medida en que un grupo de varones encuentran la alternativa de reevaluar su anterior vida heterosexual para renegociar una posible identidad homosexual. Es de resaltar que la construcción de la masculinidad sigue elaborándose a partir de los conceptos de fuerza y autonomía; a pesar de que la fuerza física ya no es necesariamente la herramienta privilegiada para el desempeño laboral de los varones de la cultura occidental hegemónica, ya que un gran porcentaje se desempeña en el sector terciario o cuaternario de la economía. Sin embargo, la masculinidad aún parece construirse a partir de un modelo moderno industrial configurado entre los siglos XVIII y XIX. 258 ARBER y GINN, op.cit; VINCENT, op.cit. 259 HEARN, Jeff. “Imaging the Aging of Men” p.97-118. En: FEATHERSTONE y WERNICK (eds.). Images of Aging. Cultural Representations of Later Life. New York, Routledge, 1995. p.104 128 En este panorama complejo, los hombres mayores parecen devaluarse más frente a hombres jóvenes, que ante mujeres260, ya que la brecha generacional entre varones parece ensancharse más a medida en que pasan los años. Hearnplantea incluso, que los varones son definidos por la menor esperanza de vida la nacer; es decir, que son considerados como pre-muertos, redundantes, sobrantes e invisibles261. Incluso se convierten en invisibles como abuelos frente a la imagen de su contraparte femenina: la abuela. Finalmente, el autor propone que la relación entre poder y edad en los hombres se ha vuelto bastante compleja y diversificada, tomando en cuenta las distintas variables que en el curso de la vida, contribuyen en la práctica a la construcción del nivel de poder en los hombres. Es decir, las experiencias variadas de los hombres en razón de su nivel socio-económico, condición étnica, lugar de nacimiento, profesión, etc. determinarán niveles de poder, prestigio y riqueza diferenciados. Las mujeres -a diferencia de los varones- parecen empoderarse con el paso de los años. Héritier- Augé262 señala que en estudios antropológicos en diversos grupos sociales, el status de la mujer muestra una tendencia al cambio en dos situaciones: la vejez y la esterilidad. Héritier- Augé comenta etnografías sobre los indios Piegan 260 loc.cit. 261loc.cit. 262 HÉRITIER-AUGÉ, Francoise. “Mujeres ancianas, mujeres de corazón de hombre, mujeres de peso” p.280-299. En: Feher, Nadaff y Tazi (eds.) Fragmentos para una historia del cuerpo humano, Madrid: Taurus, 1990. 129 canadienses263, quienes consideran a las mujeres casadas y ricas, -que heredan del marido al enviudar, bienes y rango social-, mujeres con corazón de hombre, ya que estas mujeres suelen casarse posteriormente con hombres muy jóvenes que dominan. La antropóloga plantea que para que dicho proceso ocurra, la mujer debe encontrarse en una relativa edad avanzada (la mayoría menopáusica). De otra parte, en etnografías elaboradas en África, se muestra según Héritier-Augé, que aquellas mujeres menopáusicas que tienen vida sexual, son representadas como peligrosas. De hecho, la libido de la mujer anciana y de la viuda se representó como peligrosa desde la Alta Edad Media. La esterilidad también tiende a cambiar el status de la mujer. Por ejemplo, en el caso de los Nuer, si una mujer no ha tenido hijos luego de un número de años de matrimonio, retorna a su familia de origen donde es considerada un hombre. Así Héritier-Augé señala que, “… no es el sexo, sino la capacidad de fecundidad lo que constituye la diferencia real entre lo masculino y lo femenino…”264 En la misma línea, Beauvoir plantea que desde la perspectiva masculina, cuando la mujer deja de considerarse un objeto erótico con el envejecimiento, se convierte en un monstruo que genera repulsión y pavor, “As men see it, a woman’s purpose in life is to be an erotic object, when she grows old and ugly she loses the place allotted to her in society: she 263 Ibid. p. 292-293. 264 Ibid. p.295. 130 becomes a monstrum that excites revulsion and even dread”265 Los casos comentados –tanto en sociedades sencillas como complejas-, nos muestran la importancia de la capacidad reproductiva de la mujer, como de su carácter de objeto erótico, para la adjudicación de status, desde una perspectiva masculina. Sin embargo, desde una perspectiva femenina, diversos estudios nos muestran lo contrario de una devaluación de poder266: muchas mujeres desarrollan su sexualidad sin temor a embarazos no deseados, incluso con nuevas parejas sexuales; el desarrollo de pasatiempos que no pudieron realizar por falta de tiempo en el período de crianza; e incluso, mayor poder y movilidad geográfica al alcanzar la viudez. Resaltemos como ejemplo, el caso de las ancianas del Valle del Mezquital en México, estudiadas por Maya Nadig267; quien señala que las mujeres tras la menopausia o como viudas se ven libres de muchas coacciones, logrando desenvolverse con libertad e incluso, aumentar su prestigio social, “Mi participación en su fiesta secreta había disipado su desconfianza. Este encuentro me dejó claro que muchas de mis percepciones anteriores sobre la vida de las mujeres procedían del ámbito “público” – ahora yo había sido iniciada en los mundos no visibles de las mujeres viejas: solidaridad compartida, gozo, autoconciencia y un sentimiento de superioridad habían sido celebrados ahí en un secreto nicho de la vida cotidiana. Ninguna de las cuatro mujeres tenía ya marido, sus hijos 265BEAUVOIR, Simone. The Coming of Age. New York: Warner, 1978. P. 184. 266 ARBER y GINN, passim. 267 NADIG, Maya. Die verborgene Kultur der Frau. Frankfurt: fischer Verlag, 1987 131 habían crecido, vivían de sus parcelas o de servicios prestados a otros; nunca las vi aparecer en el espacio público de las reuniones. Parecen llevar una vida social aparentemente escasa, pero a nivel informal es rica, con diversas relaciones, alegrías, negocios y actividades.268” Entonces, encontramos una tensión entre la devaluación de la mujer mayor desde la mirada masculina, pero una vivencia de plenitud y realización desde la experiencia de vida de la mujer. Anotemos además, -que a diferencia de los varones-, las mujeres mayores encuentran en el hecho de ser abuelas un status elevado, respeto social y nuevos vínculos afectivos. A pesar de ello, la temática relacionada con las mujeres mayores y el despliegue de emociones positivas, sutiles o quietas ha sido poco elaborada. Incluso Woodward plantea en el psicoanálisis ausencias importantes: la mujer mayor y la continuidad generacional269. Es decir, la continuidad generacional –y no exclusivamente la economía de la diferencia sexual- constituiría una base sólida en el aprendizaje de la identidad de género, sin embargo el psicoanálisis –acota la autora- siempre basó sus teorías en dos generaciones. Empero, para las niñas pequeñas, el núcleo de la identidad de género no se basaría en la diferencia sexual, sino en la continuidad generacional. Es decir, la identidad generacional exigiría una diferencia basada en la continuidad: el papel de las abuelas o la invención de una nueva generación cuando las niñas juegan con muñecas, debería relevarse y valorarse para lograr una cabal comprensión de la experiencia de vida de las mujeres. Ello implicaría pues, entender a las 268ibid. p. 158-160. 269 WOODWARD, Kathleen. Op.cit. p.88. 132 mujeres más allá de la mirada masculina que ha tendido a proponer una equivalencia entre mujer y sexualidad /reproducción. 3.1.3 Estudios sobre sexo/género y cuerpo en el Perú.- Al revisar los estudios de género realizados en nuestro país, desde inicios de la década del noventa a la actualidad, encontramos, avances significativos en la esfera de la participación de las mujeres en política, el mercado laboral y el control de la reproducción, que se manifiestan en cambios normativos e institucionales significativos; a la vez que se presentan los géneros y estereotipos masculinos y femeninos como complejos y diversos, “Tal vez los cambios más complejos y, por consiguiente, más lentos, se han dado en la dimensión cultural. Aún cuando persiste una cultura machista, es un avance que existan nuevas percepciones sobre mujeres, sobre diversidad de formas de vida y de luchas emancipatorias270” Es decir, los estudios tienden a puntualizar la diversidad de modos de ser hombres y mujeres -aun dentro de una misma región, clase social o grupo de edad-. Los estudios elaborados en poblaciones amazónicas271, en zonas rurales de la sierra272 y en la costa273, tienden a señalar con profusión la 270 CENTRO DE LA MUJER FLORA TRISTÁN. “25 años de feminismo en el Perú: historia, confluencias y perspectivas”. Lima: Seminario Nacional (16-17 de septiembre de 2004). 271 MINGA PERÚ. Salud Reproductiva en la Amazonía: perspectivas desde la cultura, el género y la comunicación. Iquitos, Minga Perú, 2004. 272RUIZ BRAVO, Patricia. Identidades femeninas y propuestas de desarrollo en el medio rural peruano. Louvain La Neuve: Université Catholique de Louvain, 2003. 379 p. 133 diversidad de estilos de vida y de concepciones de la femineidad y masculinidad. Sin embargo, las relaciones de poder entre hombres y mujeres aparecen estudiadas y planteadas –a juzgar por los estudios y datos estadísticos- en términos amplios, como violentas o discriminatorias. Es posible, que las relaciones entre géneros de índole violenta sean causa y consecuencia a la vez, de los cambios simbólicos y sociales que se vienen produciendo desde las últimas décadas, debido a la desorientación o resistencias para asumir nuevas maneras de ser hombre o mujer, en un contexto aún vigente de patriarcado. En nuestro país existen altos indicadores de violencia sexual, “(…) el 40.9% de mujeres reconoce haber sido agredida, mientras que cada dos horas y media se registra una denuncia por violencia sexual en el país”274. Estos datos parecen explicar que -grosso modo275- una tercera parte de los estudios elaborados en nuestro país sobre género abordan el asunto de la discriminación o violencia contra la mujer. Los otros dos tercios están representados por estudios que describen roles sociales de mujeres y varones de diferentes edades y de diversas regiones del país (como la maternidad y paternidad, la participación social y/o política); y la sexualidad o la salud sexual y reproductiva (identidad sexual, anticoncepción, violencia sexual, prostitución, 273 FULLER, Norma. Dilemas de la femineidad; mujeres de clase media en el Perú. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993. 274 Ibid p.19. 275 Ver bibliografía. 134 abuso sexual infantil, etc.). Existe una importante producción de estudios y ensayos elaborados desde inicios de los años noventa en nuestro país sobre las relaciones de género. Sin embargo, queremos resaltar para efectos de nuestro estudio, algunos tópicos significativos desarrollados en sociedades urbanas y limeñas, que representa nuestra área de interés investigativo. Los estudios sobre masculinidad en el Perú (y de manera particular en Lima), abordan el proceso de hacerse hombre276 y los discursos sobre masculinidad de los propios varones en distintos momentos de su ciclo vital277. Resulta interesante señalar que se ha trabajado de manera explícita al cuerpo como un principio constitutivo de identidad de los/las jóvenes278, pero en menor medida en las poblaciones adultas. Así, Fuller plantea que, “…las identidades de género deben ser entendidas a partir de los cuerpos. [Para ello es necesario dar] cuenta de las representaciones sobre el cuerpo; es decir, de aquellos aspectos de la identidad masculina que usualmente se consideran como naturales, como los 276 DEL CASTILLO, Daniel. “Los fantasmas de la masculinidad” p.253- 264. En. LOPEZ MAGUIÑA, Santiago, (Ed.). Estudios Culturales: Discursos, Poderes, Pulsiones. Lima: PUCP, 2001. 277 FULLER, Norma. Masculinidades. Cambios y permanencies. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001. FULLER, Norma. “Identidades en tránsito: femineidad y masculinidad en el Perú actual”. p. 107-129 En: Familia y vida privada: ¿transformaciones, tensiones, resistencias y nuevos sentidos? / Teresa Valdés E.( ed.) Santiago de Chile: CLACSO, 2005. KOGAN, Liuba. Masculinidad/Femineidad: estereotipos de género en el sector socioeconómico alto de Lima. Tesis (Licenciatura), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992. RUIZ-BRAVO, Patricia. Sub-versiones masculinas. Imágenes del varón en la narrativa joven. Lima, Centro de la Mujer Flora Tristán, 2001. 278 CERBINO, Mauro. “Para una antropología del cuerpo juvenil” p.65-84. En: CERBINO, CHIRIBOGA y TUTIVÉN (eds.). Culturas juveniles. Cuerpo, música & género. Guayaquil: Ediciones Abya-Yala, 2000. 135 fundamentos a partir de los cuales se construye el sentimiento de ser varón” 279. Es decir, el cuerpo es conceptualizado como eje de la construcción de las identidades de género, y como espacio de indagación de las jerarquías entre los sexos280. Sin embargo, la propia experiencia de vida de los sujetos, no siempre coincide con los recorridos socialmente institucionalizados que se presentan a través de discursos del deber ser. Los discursos sobre identidades masculinas, en todo caso- y a pesar de los discursos del deber ser- nos muestran un significativo temor hacia la feminización. Lo que lleva a los hombres a elaboraciones y acciones sociales que buscan conjurar la feminización de sus cuerpos. Esto es, las identidades masculinas serían móviles y precarias temporalmente, ya que se encuentran en permanente reelaboración discursiva y ritualizada281, en un contexto social donde las relaciones entre varones y mujeres parecen adoptar la forma de complementariedad, oposición y dominio, mientras las de varones, la de complicidad, reconocimiento y competencia a partir de ritos de consagración donde el cuerpo juega un papel primordial282. Cabe preguntarse si las identidades femeninas tienen ese mismo 279 FULLER, Norma. Masculinidades. Cambios y permanencies. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, p.33. 280 FULLER, Norma. “Identidades en tránsito: femineidad y masculinidad en el Perú actual”. p. 107-129 En: Familia y vida privada: ¿transformaciones, tensiones, resistencias y nuevos sentidos? / Teresa Valdés E.( ed.) Santiago de Chile: CLACSO, 2005. 281 FULLER, Norma. Masculinidades. Cambios y permanencies. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001, p.26-27. 282 Loc.cit. 136 carácter transitorio y urgido de reelaboración o si los roles de madre y esposa anclan las identidades de modo más permanente. En todo caso, los estudios sobre femineidad parecen mostrar modos diversos de ser mujer a partir de la reelaboración de los modelos tradicionales, mariano y moderno283. Lo que encontramos –sin embargo-, en este entramado de masculinidades y feminidades, es un proceso continuo de modernización de los géneros, en la medida en que los ideales tienden a transformarse en las cohortes más jóvenes de todos los estudios realizados, aunque en la práctica no siempre encontremos relaciones de equidad284. A pesar de que algunos estudios sobre el género vislumbran la importancia del cuerpo para la comprensión de las relaciones de género, el cuerpo no ha sido un tema de investigación privilegiado en nuestro país. Lo que no excluye que se hayan realizado investigaciones sobre procesos o fenómenos sociales donde intervenga tanto el cuerpo del investigador como de los sujetos de investigación: la temática del racismo, la violencia sexual, el trabajo infantil, etc. Sin embargo, nos interesa comentar aquellas investigaciones que explícitamente proponen el cuerpo como objeto reflexivo. Así, podemos identificar tres áreas disciplinares desde las que encontramos un acercamiento teórico y a través de la investigación sobre los cuerpos: la psicología, las ciencias sociales e historia, y las artes (plásticas y literatura). 283 loc.cit. 284 RAMOS PADILLA, Miguel Ángel. Masculinidades y violencia conyugal: experiencias de vida de hombres de sectores populares de Lima y Cusco. Lima: FASPA/UPCH, 2006. 137 3.1.3.1 La psicología y el psicoanálisis: A fines de los años 80 encontramos en el campo de la psicología un interés marcado por la temática del esquema e imagen corporal, abordado en tesis de pregrado. En cambio a fines de la siguiente década, hallamos ensayos escritos de psicoanalistas, como los presentados en el VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima, cuya temática fue “Cuerpo, afecto y lenguaje”285, y donde destacan ensayos que buscan explorar las relaciones entre psique y soma, a partir de casos clínicos. Con relación a la temática de la imagen corporal investigada en los años 80, De las Casas286 evalúa el nivel de articulación de la imagen corporal en púberes de 11 a 14 años de edad en un colegio de Miraflores, a partir de la aplicación de la escala ABC Scale for evaluation of figure drawings, (que se basa en el análisis del dibujo de personas de ambos sexos). Ahí encuentra que la menarca (primera menstruación) favorecía la integración de la imagen corporal. Siguiendo una aproximación metodológica similar, Amsel287 se pregunta si existe una diferencia en el nivel de articulación de la imagen corporal en 285 CACHAY, J. (ed.). El triángulo de la comunicación: cuerpo, afecto y lenguaje. VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima”. Lima, Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, 2003. 286 DE LAS CASAS, P. Una aproximación a la imagen corporal en la pubertad femenina: el impacto de la primera menstruación. Tesis (Bach.). Pontificia Universidad Católica del Perú, 1984. 287 AMSEL, J. Imagen corporal en niños obesos. Tesis (Bach.). Pontificia Universidad Católica del Perú, 1985. 138 niños obesos y no obesos. Para ello aplica la escala ABC a 90 niños y niñas de 8 a 14 años de edad, en un centro educativo de nivel socioeconómico alto. Sus resultados muestran que los niños obesos presentan un menor nivel de articulación de la imagen corporal y una imagen más inmadura en la diferenciación sexual, que los niños no obesos. Arlotti288, en un estudio más complejo que los dos precedentes, investiga a 17 niñas de 7 y 8 años de edad, internadas en el Puericultorio Pérez Aranibar; quienes accedieron a ser evaluadas y a participar en un taller de danza y movimiento. La finalidad del estudio era evaluar los posibles cambios en la imagen corporal de las niñas después del taller, para lo cual se aplicó un pre-test y un post-test, luego de 14 sesiones. Los resultados de la investigación mostraron que las actividades en las que menos participaron las niñas, fueron las que exigían mayor exploración individual en situaciones poco estructuradas y aquellas que motivaban cercanía corporal, “Las actividades que menos exploraron fueron “sintiendo la piel” y “cómo está mi cuerpo hoy”, debido a la necesidad de un acercamiento directo al propio cuerpo y por aumentar el nivel de conciencia corporal, estimulando la conexión con las propias necesidades corporales y la conciencia de los límites del cuerpo, los cuales podrían no estar claramente definidos si consideramos la falta de cuidado a la que han estado expuestas estas niñas”289 A su vez, las niñas no lograron entender las preguntas referidas a su propia imagen corporal: “¿cómo ve su cuerpo XXX?”, o “qué dicen los demás de 288 ARLOTTI, María Pía. Taller de danza y movimiento e imagen del propio cuerpo en un grupo de niñas institucionalizadas. Tesis (Lic.) Pontificia Universidad Católica del Perú. 1999. 289 Ibid. p.105 139 XXX?”290 Si bien se menciona algunos logros en el reconocimiento de las partes del cuerpo y en su ubicación en el esquema corporal; lo que resulta de interés es que las niñas percibían su cuerpo como eje e intermediario de las relaciones afectivas con el entorno. Es decir, “Los deseos de recibir afecto y cuidado se expresan en respuestas como: (lo que menos me gusta) “las manos, está triste porque sus manos cuando quiere agarrar a su mamá se ponen frías, porque quiere acariciar a su mamá, porque se mete al agua fría”291 Además, el cuerpo era percibido como medio para expresar agresión y como receptor de agresión del entorno, debido –tal vez- a que estas niñas tuvieron experiencias de maltrato físico en su hogar. Finalmente, el color de la piel, fue un elemento importante como marcador estético que les permitía mostrar su disconformidad con la propia apariencia física. De otra parte, los ensayos en torno a la corporalidad escritos por psicoanalistas a partir de los años 90, tienden a mostrarnos reflexiones sobre la relación entre lo psíquico y lo somático, a raíz de la experiencia en el tratamiento de sujetos que habían buscado ayuda psicológica292. En general, podemos apreciar que el cuerpo aparece privilegiadamente en los ensayos a 290 ibid p.127 291 ibid p.112 292 CACHAY, J. (ed.). El triángulo de la comunicación: cuerpo, afecto y lenguaje. VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima”. Lima, Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, 2003. 140 partir de: a. El discurso del paciente (narrado por el psicoanalista), “Decía algunas veces que se sentía como un ‘gnomo’, “una muñeca de trapo vieja”, o como “una gelatina que a veces se veía repugnante pero otras veces estaba un poco más cuajada” 293 b. La percepción del psicoanalista sobre el cuerpo del paciente, “Citaré el caso de una señora, a quien llamaré Ana, que llegó a consulta porque ‘no sentía nada’. Era una persona tímida, opaca y responsable. Su cuerpo cargaba tensión y rigidez“294 “Su aspecto era como para asustarse. Lucía tan delgado y estrambótico que ni siquiera pude calcularle la edad”295 c. En las sensaciones somáticas del psicoanalista, “Los contenidos de su cuerpo ya encontraban un lugar: parte de sus vivencias habían ido entrando en mí, en mi cuerpo, algunas hasta me habían hecho sentir que desaparecía; pero también habían ido despertando en mi cuerpo sensaciones muy básicas de maternidad”296 Es de notar que varios ensayos exploran el cuerpo como epítome o 293 SILVA CHECA, María Luisa “El cuerpo e el análisis” p. 5. s.d. 294 KREIMER, Elizabeth. “Tierra adentro: descubriendo el erotismo” p. 156. En: CACHAY, J. (ed.). El triángulo de la comunicación: cuerpo, afecto y lenguaje. VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima”. Lima, Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, 2003. 295 MacDowell, María Anita. “Anorexia nervosa. Un cuerpo que agoniza” p. 86. En: CACHAY, J. (ed.). El triángulo de la comunicación: cuerpo, afecto y lenguaje. VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima”. Lima, Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, 2003. 296 KREIMER, op. cit. p.167. 141 síntoma de un desorden psíquico. MacDowell297 narra el caso de un joven de 17 años que sufre de anorexia “debido a las fantasías destructivas de su frágil yo”298, y Escardó narra el caso de Cecilia, una mujer de 26 años, que, “Se siente fea, no deseable y mal constituida, lo cual no tiene que ver con criterios objetivos sino con su relación con una madre que no estuvo allí para ella, que no pudo acogerla, ni ayudarla a tramitar sus impulsos.”299 Por último, Olivares comenta la situación de una mujer de 48 años que señala sentir gran inseguridad y falta de confianza en sí misma debido a que su cuerpo no se correspondía con una imagen estética esperada300. De manera general, podemos señalar pues, que los estudios comentados desde la práctica del psicoanálisis, vinculan al cuerpo con desórdenes psicológicos de tres modos principales. Los desórdenes psicológicos se expresarían a través del cuerpo en forma de síntomas (cefaleas, anorexia, astenia, etc.); se performarían con el cuerpo en el manejo del porte, la tensión muscular, cortes voluntarios, etc.; y, serían consecuencia de la falta de contacto entre los cuerpos, (por ejemplo, cuando una niña no logra autoconfianza por la falta de afecto a través del contacto físico con la madre). 297 MacDowell, op.cit. p87. 298 Ibid. p.86. 299 ESCARDÓ, Adela. “Raíces tempranas de un erotismo inhibido” p.106. En: CACHAY, J. (ed.). El triángulo de la comunicación: cuerpo, afecto y lenguaje. VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima”. Lima, Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, 2003. 300 OLIVARES, Rosario. “Beatriz, del cuerpo biológico al cuerpo erógeno” p.117. En: CACHAY, J. (ed.). El triángulo de la comunicación: cuerpo, afecto y lenguaje. VIII Congreso de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima”. Lima, Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, 2003. 142 3.3.1.2. Arte y literatura: Desde el arte, destaca la deliberación de la escultora Johanna Hamann301 sobre la función del cuerpo en la representación escultórica en occidente. Así, Hamann propone que en la historia el cuerpo esculpido: a. Jugó una función de erotización al representar cuerpos desnudos. b. Fue convertido en un doble, por ejemplo el caso de las momias como doble idealizado del sujeto muerto. c. Pudo armarse como un objeto simulado y animado –entre lo vivo y lo muerto- en la forma de un Frankestein. d. Se representó con poderes mágicos, fue foco de idolatría y fetichismo. e. Fue considerado un objeto lúdico. f. Se constituyó en objeto de culto o de propaganda política. Sin embargo, los artistas contemporáneos estarían trabajando desde su propio cuerpo o con su propio cuerpo, de lo que extraen su potencia perturbadora –radicalizándolo o llevándolo hacia espacios liminales y trasgresores, “Al utilizar su propio cuerpo el artista alude a su identidad singular, para comunicar directamente ese sentido de su cuerpo como “yo”, 301 HAMANN, Johanna. El cuerpo, un familiar desconocido. Tesis (Mag.) Pontificia Universidad católica del Perú, 2005. 143 como “uno mismo”, como el locus de su existencia en el mundo” “Ya no es acercar lo más posible el cuerpo escultórico a la vida, animarlo, tratar de atrapar la vida en él, sino hacer del cuerpo vivo, mortal, el territorio de los cuestionamientos y proyectos artísticos. Lo siniestro ha recorrido todo su ciclo en el proceso, y el camino ha sido nuestro cuerpo”302 Desde una línea interpretativa similar, Migliori303 analiza la función del cuerpo en el arte contemporáneo, en particular los cuerpos en acción –como el body art-, donde se trabaja con cuerpos de modelos vivos que performan en galerías de arte o en espacios públicos. Adicionalmente, Migliori realiza un proyecto de casting (“candidatos a participar en un vídeo de carácter experimental relativo a Sarita Colonia...”)304, solicitando la participación del público de nivel socio-económico medio bajo, para la participación en una producción audiovisual ficticia; para analizar, finalmente, cómo las personas se presentan a sí mismas. Morella Petrozzi, en un ensayo sobre la danza moderna, propone que “(t)odos nosotros habitamos un espacio, y dentro de ese espacio creamos nuestra existencia en este mundo”305. Así, indaga sobre el movimiento corporal en el contexto artístico, señalando que las estructuras del patriarcado se encarnan en los cuerpos de las bailarinas –sobre todo en la danza clásica- al prescribir indicaciones muy rígidas y estereotipadas sobre los roles de género de los bailarines clásicos con relación a su movimiento corporal. 302 Ibid p. 12 303 MIGLIORI, Norma. El cuerpo del delito: la hibridación de la metáfora corporal en el arte moderno. Tesis (Lic.) pUCE. Facultad de Arte, 2002. 304 Ibid. p.95 305 PETROZZI, Morella. “La danza moderna más allá de los géneros: hacia el descubrimiento de un lenguaje corporal en la mujer” p. 58. En: Márgenes : encuentro y debate -- No. 15 (Dic. 1996) 144 Mientras, desde la literatura, encontramos la interesante monografía de Rocío Silva-Santisteban, quien indaga sobre la representación discursiva del cuerpo de escritoras mujeres, basándose en la premisa de que el yo poético se basa en el cuerpo y su relación con el espacio306. Silva Santisteban encuentra tres tipos de discursos sobre el cuerpo de las mujeres literatas: el cuerpo autocelebratorio (un cuerpo gozoso y ensalzado), el cuerpo lacerado como metáfora o metonimia del cuerpo social, y el cuerpo expuesto en su deterioro307. 3.1.3.3. Ciencias Sociales e Historia: Una tercera cantera de trabajos sobre la corporeidad (las más numerosa en trabajos de investigación), la encontramos en los estudios en Ciencias Sociales e Historia, inspirados en los trabajos de Foucault, donde se privilegia la mirada en torno a la fuerza de las instituciones para afectar los cuerpos/sujetos. Señalemos que Fuller señala con claridad que lo que Foucault propone es el estudio del poder, como un sistema que genera definiciones sobre el organismo, generando verdades sobre él y estrategias de disciplina308, “El análisis de Foucault sobre el cuerpo se concentra en los discursos especializados en definirlo (biología, medicina, 306 SILVA SANTISTEBAN, Rocío. “Este es mi cuerpo: cuerpo y autorrepresentación en la literatura de mujeres, Monografía del Diploma de Género, PUCP, 1997. 307 Ibid. p.5 308 FULLER, Norma. En: VELARDE, Gisèle. Después de Michel Foucault: el poder, el saber, el cuerpo. Lima: SUR Casa de Estudios del Socialismo, 2006. 145 higiene, etc.) y en las instituciones encargadas de regularlo (prisión, hospital, escuela)”309 Así, Oliart, en “Candadito de oro fino, llavecita de filigrana…”310 hace explícitos los mecanismos de control de las mujeres de las clases populares a partir de la sanción social sobre su apariencia física. Así, “(…), reprimir la sexualidad y evitar o controlar la diferenciación a través del arreglo personal serían los niveles más elementales de esta estrategia de control sobre las mujeres311 (…) además de los sentimientos de culpa, es necesario convencerlas de que son portadoras físicas de aquello que las convierte en seres inferiores: su propio cuerpo, que no es disfrutable si no es por la violencia o el engaño, porque “son feas” y no se merecen nada”312 Siguiendo la entrada interpretativa precedente, Sagástegui y Velázquez313, señalan que la mujer rural vive en la actualidad controlada por el abuso físico, al punto que se “evita que la mujer tenga conciencia de la de su cuerpo”314. Aún más, “Debido a que el temor evita una relación de afecto con su cuerpo, la mujer no se ha apropiado de él, y así permite que la pareja y la sociedad reclamen para sí aquello que es parte fundamentalmente de ellas mismas. Ello supone, por lo tanto, una situación de control y anulación de su individualidad, que es manifestada en la violencia que muchas de estas mujeres padecen en sus relaciones de pareja”315 309 ibid. p.92 310 OLIART, Patricia. “Candadito de oro fino, llavecita de filigrana… Dominación social y autoestima femenina en las clases populares”. En: Márgenes, Encuentro y Debate, Año IV, nº7, 1991. SUR Casa de Estudios del Socialismo, p.201-220. 311 Ibid. p.227. 312 ibid p.230. 313 En: VELARDE, Gisèle. Después de Michel Foucault: el poder, el saber, el cuerpo. Lima: SUR Casa de Estudios del Socialismo, 2006 314 ibid. 117. 315 Loc.cit 146 Incluso, el cuerpo de la mujer aparecería como incontrolable en tanto la propia mujer no se concibe como sujeto con agencia. El cuerpo femenino sería un cuerpo poroso por el que las cosas pasan: unas quedan y dañan; mientras otras, solo circulan. Muchas mujeres no podrían controlar las hemorragias, enfermedades o embarazos316. Sagástegui y Velásquez, no sólo comentan la situación de la mujer rural y su cuerpo poroso, sino que afirman que existirían otros dos “diferentes sistemas de control (que) se encuentran distribuidos geográficamente…”317: la asimilación del discurso machista en el cuerpo de la mujer costeña (evidenciado en las intervenciones corporales para evitar el envejecimiento o para lograr estereotipos impuestos), y la maleabilidad y aceptación del biopoder en las principales ciudades (por ejemplo las prácticas de esterilización quirúrgica forzadas318). Desde la perspectiva histórica destacan los textos de Alicia del Águila sobre el trabajo corporal femenino en la Lima de 1822 a 1872319 y el de María Emma Mannarelli, quien analiza los discursos médicos y de las mujeres higienistas (educadoras y literatas) de fines del s. XIX y de las tres primeras 316 RUIZ-BRAVO, Patricia. En: Marita Hamann, Santiago López Maguiña, Gonzalo Portocarrero, Víctor Vich, (eds) Batallas por la memoria: antagonismos de la promesa peruana. Lima : Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2003. 317 ibid. p115. 318 Ibid. p.119. 319 DEL ÁGUILA, Alicia. Los velos y las pieles. Cuerpo, género y ordenamiento social en el Perú Republicano. Lima, 1822-1872. Lima: IEP, 2003. 147 décadas del s.XX320. Del Águila señala que el “… tema central que atraviesa (su trabajo) es el cambio en las disposiciones, normas y presentación del cuerpo social, desde la perspectiva del género”321. Para ello, estudia a la Lima oficial: los ciudadanos rentistas, los grandes comerciantes, terratenientes, oficiales del ejército y la pequeña “clase media” (blancos y mestizos); a partir de dos espacios físicos privilegiados: los paseos, alamedas y lugares de fiesta o tertulias; y los baños y alcobas322. Así, del Águila propone que estudiar a los cuerpos desde una perspectiva histórica permitiría conocer las prácticas de los sujetos y los mandatos del orden social. Por ejemplo; las políticas que atañen a la reproducción de la población en el tiempo, la regulación de los cuerpos en el espacio público, el control y disciplinas en el espacio privado y, la representación del cuerpo en los espacios sociales.323 Así, se describe en el texto profusamente acerca del uso de maquillaje, ropa y perfumes, en ambos géneros y la función social asignada al arreglo corporal en varones y mujeres en el espacio privado como en el público. La autora describe un proceso de disciplinamiento progresivo del cuerpo femenino 320 MANNARELLI, María Emma. Limpias y modernas; género, higiene y cultura en la Lima del novecientos. Lima: Flora Tristán, 1999. 321 Ibid. p.144 322 ibid. p. 22 323 ibid. p.20. 148 que en un momento inicial –con las tapadas- era poco estricto, ya que “podían moverse con una libertad inusual… Ello les permitía interferir en (los) ámbitos masculinos, sin poder ser sancionadas, pues su atuendo les garantizaba el anonimato”324. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, la limeña aparece representada como consumidora frívola y compulsiva. Se destaca en el texto, el papel de las mujeres como estandarte del honor familiar, en tanto podían reflejar la posición social de padres y maridos –sobre todo en la búsqueda de ascenso social- a través del uso de productos cosméticos blanqueadores325. En segundo lugar, el trabajo de Mannarelli, antes citado, propone un proceso de disciplinamiento del cuerpo femenino entre fines del S.XIX y las tres primeras décadas del S.XX, a partir de un discurso médico imbuido del ideario positivista en desmedro de la visión conservadora y clerical del conocimiento y la sociedad. Los médicos habrían propuesto civilizar a la sociedad mediante pautas higiénicas, clasificatorias y de atención de la salud sexual y reproductiva de las mujeres desde los Hospitales Públicos y no desde los Hospitales gestionados por diversas órdenes religiosas. La idea civilizatoria habría estado íntimamente ligada al control del cuerpo de la mujer como madre y a su educación para la crianza adecuada de los futuros hijos de la patria; lo que traería el progreso que el Perú necesitaba. 324 ibid. p.144. 325 ibid. p.145. 149 “Orden y progreso era la consigna vanguardista de la época. Las mujeres educadoras y progresistas, así como los médicos contemporáneos, hicieron suyas estas aspiraciones que, a su vez, se implicaban mutuamente. Según los médicos, el país era un espacio caótico, además de sucio e insalubre. Poblado por habitantes presos por absurdas creencias y costumbres; débil y despoblado. Ordenarlo, limpiarlo y educarlo era requisitos para abandonar el estado de barbarie. En esta prédica la función de las mujeres era primordial”.326 Según Mannarelli, los discursos de las mujeres higienistas coincidían con los discursos médicos. Nuevas revistas y artículos escritos por mujeres acompañaban a un gran grupo de organizaciones y asociaciones de mujeres y difundían sus ideas. Por ejemplo, se delinea la maternidad como la función primordial de la mujer a la par que se la prescribe médicamente: las mujeres no debían viajar, tener relaciones sexuales en ciertas etapas de la gravidez ni moverse demasiado: la sensualidad se disocia de la reproducción y se inculpa a la mujer como la transmisora de las enfermedades a los hijos en tanto portadora de una moral ligera o de prácticas poco educadas. Desde la antropología, cabe resaltar el estudio del cuerpo en rituales asociados al curanderismo327 a fines de la década del noventa e inicios del s. XXI. 326 MANNARELLI, María Emma. Limpias y modernas, Género, higiene y cultura en la Lima del novecientos. Lima, Ediciones Flora Tristán, 1999. p.47. 327 LYNNE RUTTENBERG, Loretta. Percepciones de la enfermedad y el cuerpo en el curanderismo: los caminos de la terapia, la identidad y la iniciación. Tesis (Mag.) PUCP, Escuela de Graduados. Mención: Antropología, 2001. CERVANTES RODRÍGUEZ, Miguel. “La sombra y el funcionamiento fisiológico corporal en el curanderismo norteño”. En: Anthopologica. Nº 17: Lima, 1999. p.245-274. POLIA, Mario. “Contagio y pérdida de la sombra en la teoría y práctica del curanderismo andino del Perú septentrional: provincias de Ayabaca y Huancabamba”. En: ANTHROPOLOGICA. Lima, abril 1990. NO. 7, P. 195-229. 150 Es de resaltar la Tesis de Magíster de Lynne328, quien planta la necesidad de conocer por medio de discursos y narraciones, las nociones de persona, las percepciones de cuerpo y de enfermedad, -presentes en el curanderismo- para esclarecer determinantes estructurales del síndrome cultural del daño329. Para ello, estudia a un curandero y su familia (asistentes e iniciados), a pacientes iniciados, a pacientes ocasionales y allegados. Lynne resalta el hecho de que solo desde los años ochenta, en la antropología psicológica como en la antropología médica, se empezó a abordar la experiencia personal (y la vida cotidiana), como aproximación legítima de investigación, asociada a un acercamiento metodológico nutrido por la fenomenología y la semiótica330. Así, ella dirige su atención a la experiencia del sufrimiento personal en la terapia curanderil, al proceso terapéutico de los pacientes, y a las experiencias del curandero durante el proceso de cura desde la propia perspectiva de los participantes331. La antropóloga encuentra que los pacientes e iniciados experimentan imágenes sensoriales (visuales, olfativas, auditivas, táctiles y cinestéticas) durante el proceso de cura que “actúan como catalizadores del proceso reflexivo” al traer a la memoria recuerdos de eventos y conflictos interpersonales del pasado que son relevantes a la experiencia del sufrimiento 328 LYNNE RUTTENBERG, Loretta. Percepciones de la enfermedad y el cuerpo en el curanderismo: los caminos de la terapia, la identidad y la iniciación. Tesis (Mag.) PUCP, Escuela de Graduados. Mención: Antropología, 2001. 329 Ibid. p.18. 330 ibid. p.6. 331 Ibid. p7. 151 del paciente332; a la par que el curandero cultiva técnicas corporales que le permiten –desde su experiencia sensorial- la práctica del diagnóstico y cura. Este proceso en el que intervienen los cuerpos, implicaría una escala de espiritualidad, donde le cuerpo somático resulta apenas el primer nivel: la curación se produciría en tanto se logra una reintegración de todos los niveles de experiencia de la persona333. Desde una línea interpretativa similar a la de Lynne, Cervantes Rodriguez334 desarrolla la noción de cuerpo entre los curanderos de la sierra piurana, a partir del trabajo de campo que llevó a cabo entre 1994 y 1996. Así, Cervantes concluye que “(e)l cuerpo no es concebido como una entidad abstracta y teóricamente limitada, si no que se extiende en el conjunto de la naturaleza”335 en la medida en que existirían dobles espirituales (las sombras de las cosas) que tendrían la capacidad de afectar positiva o negativamente a los hombres; siendo la función del chamán, canalizar esas energías. Finalmente desde la sociología, debo mencionar una serie de ensayos sobre la corporeidad que escribí desde inicios de los años noventa en torno a las representaciones de jóvenes limeños sobre sus propios cuerpos. Una investigación realizada con Alicia Pinzás sobre jóvenes universitarios de clase media, nos mostró la importancia que le asignaban varones y mujeres al 332 Ibid. p.205-206. 333 Ibid. p.207. 334 CERVANTES RODRÍGUEZ, Miguel. “La sombra y el funcionamiento fisiológico corporal en el curanderismo norteño” p. 245-274 En: Anthropolooica / Pontificia Universidad Católica del Perú -- No. 17 (1999). 335 Ibid. p.269. 152 adorno corporal y a su papel en la construcción de grupos sociales e identidades individuales336. En el ensayo “Género, cuerpo y sexualidad. Jóvenes de clase media en la época de las tecnologías interactivas” exploré el uso de INTERNET y el anonimato que facilita, para discutir cómo los jóvenes experimentan relaciones sociales en las que pueden construir y trucar tecnológicamente las representaciones sobre sus propios cuerpos337. También examiné la temática del cuerpo y los desórdenes alimenticios que sufren preferentemente jóvenes mujeres en el ensayo “La Construcción Social de los Cuerpos o los Cuerpos del Capitalismo Tardío”338. En “Performar para Seguir Performando: la Cultura Fitness” describo los mandatos culturales de la cultura del fitness y las prácticas que limeños y limeñas de diferentes clases sociales y edades ponen en práctica trabajando sobre sus propios cuerpos339. Finalmente, en “¿Identidades Posthumanas?” examiné los significados sobre cuerpos e identidades en el contexto de diálogo entre de máquinas, hombres, animales y plantas, que proponen los relatos de la ciencia ficción340. Estos ensayos e investigaciones empíricas tuvieron como antecedente la Tesis de Licenciatura que sustenté en 1992 sobre las relaciones de género en la clase alta de Lima, donde uno de los temas emergentes en la 336 KOGAN y Alicia PINZÁS. “Representaciones corporales en jóvenes de clase media”. En: Plural, Revista de Estudios Generales, No.6-7, 1998. 337KOGAN, Liuba “Género, cuerpo y sexualidad. Jóvenes de clase media en la época de las tecnologías interactivas”. P.215-230. En: TEMPO. Las clases medias, Lima, OXFAM/ SUR, 1998. 338KOGAN, Liuba “La construcción social de los cuerpos o los cuerpos del capitalismo tardío” p.11-22. En: Persona, Revista de la Facultad de Psicología, Universidad de Lima, No. 6, 2003. 339 KOGAN, Liuba. “Performar para seguir performando : la cultura fitness” En: Anthropológica / Pontificia Universidad Católica del Perú -- No. 23 (2004) p. 151-164 340KOGAN, Liuba ¿Identidades Posthumanas? Contratexto. Revista Digital de la Facultad de Comunicación. Año 1, nº2. 153 investigación, resultó ser el concepto de cuerpo341; y que dio lugar al ensayo “Sexo, Cuerpo, Género: Apuntes para una Sociología del Cuerpo"342. Haciendo un balance de los estudios empíricos que reseñamos para el caso peruano, podemos señalar que la temática de la corporalidad ha sido abordada de manera diversa desde los años ochenta hasta la actualidad, configurando un corpus interpretativo en el que encontramos relativo o escaso diálogo entre los investigadores. A pesar de ello, podemos resaltar dos ejes en tensión que podrían organizar dichas investigaciones: a. El abordaje del cuerpo como alteridad (el cuerpo del otro) versus la reflexión sobre el propio cuerpo, y b. Estudios de corte estructuralista –especialmente inspirados en el aporte de Foucault- frente al tratamiento del cuerpo desde una perspectiva fenomenológica. Contrastando las apreciaciones de B. Turner sobre el corpus de investigaciones y textos teóricos producidos en las ciencias sociales de los países centrales, que señalaban una escasa investigación empírica frente a una abundante reflexión teórica, podemos señalar lo contrario para el caso 341 KOGAN, Liuba. Masculinidad/Femineidad: estereotipos de género en el sector socioeconómico alto de Lima. Tesis (Licenciatura), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992. 342 KOGAN, Liuba. "Sexo, cuerpo, Género: apuntes para una sociología del cuerpo". En: Debates en Sociología No.18- Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. 1993. 154 peruano: no encontramos un desarrollo teórico importante en torno a la corporeidad, mientras constatamos preeminencia de estudios empíricos. Por ello cabe preguntarnos porqué en el Perú el cuerpo aún es una materia elusiva de reflexión teórica, en diálogo con categorías como sexo, raza y edad. Desataquemos que en nuestro país los estudios académicos que adoptan la perspectiva del género –siendo los que más atención han prestado a la categoría cuerpo- aún no anclan sus observaciones empíricas e interpretativas en los cuerpos como objetos de investigación plenos, en diálogo con diferentes órdenes de realidad. Creo que el diálogo teórico entre las perspectivas estructuralistas y las fenomenológicas podría ser muy productivo para promover temáticas, perspectivas y metodologías creativas que nos permitan entender cómo los propios sujetos –de diferentes grupos socio-culturales en nuestro país- se relacionan con sus cuerpos. Por todo ello, los estudios sobre los cuerpos se nos presentan como un reto y como una oportunidad. 155 CAPÍTULO 4 RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN 4.1 Los informantes y su contexto socio cultural.- Los hombres y mujeres que gentilmente colaboraron con esta investigación, pertenecen a diversas clases sociales, estados civiles, ocupaciones y grupos de edad. En el caso de los varones, tenemos siete solteros, nueve casados y dos divorciados. De ellos, 11 tienen hijos y siete, no los tienen. Todos en la actualidad trabajan: tres varones desempeñan oficios (pintor de brocha gorda, conserje y encargado de mantenimiento); y 15 ejercen profesiones (dentista, biólogo, abogado, ingeniero, veterinario, publicista, antropólogo, etc.). En términos generales, podemos señalar que tres pertenecen a la clase alta, 11 a la clase media y 4 a la clase baja. Las características de las mujeres entrevistadas resultan bastante similares, con excepción de la ocupación: encontramos 6 amas de casa (aunque algunas de ellas tienen profesión u oficios estudiados), 9 profesionales y tres que se desempeñan en oficios como empleadas domésticas o vendedora en bodega familiar. Son solteras 6 entrevistadas, 10 son casadas y 2 156 divorciadas. 13 tienen hijos y 5, no los tienen. De manera casi similar al grupo de varones entrevistados, 5 pertenecen a la clase alta, 11 a la clase media y 2 a la clase baja. Podemos señalar pues, que tenemos una distribución de 50% de hombres y 50% de mujeres y pertenecientes a grupos de edad que van de los 20 años a más de setenta, y con estado civil, ocupación y clase social, diversas: en total 36 entrevistados. Cabe recalcar, que no buscamos trabajar con una muestra representativa en términos estadísticos de la realidad demográfica limeña, pues nuestro trabajo de investigación ha sido elaborado desde una perspectiva cualitativa y con la intención de explorar, en qué medida personas de diferentes sexos y edades podían elaborar discursos en torno a su propia corporalidad y qué tipo de discursos producían en el marco de una entrevista social. Los siguientes cuadros, resumen las principales características de los entrevistados (edades, ocupaciones, estado civil, clase social y coyuntura vital sobre la que plantearon conversar). Señalemos que se han cambiado los nombres de los entrevistados para permitir el anonimato de su participación en esta investigación. LOS ENTREVISTADOS: DÉCADA DE LOS 20 AÑOS ♀ ANDREA ♂PABLO 157 Tiene 23 años. Es soltera y vive con sus padres. Su familia corresponde a la pequeña burguesía. Ha terminado periodismo en una universidad privada y es practicante en una empresa. COYUNTURA VITAL: asumir responsabilidades por enfermedad del papá. Tiene 22 años y es especialista en marketing y publicidad. Proviene de una familia de la pequeña burguesía limeña. Es fanático del atletismo y de los gimnasios. COYUNTURA VITAL: desaprobar matemáticas en la universidad en primer ciclo fue un golpe biográfico inesperado. Era soberbio y se creía “superior”. ♀MARÍA Tiene 22 años. Es soltera y vive con sus padres. Provine de una familia de trabajadores de élite. Sigue estudios de comunicación y es aeromoza. COYUNTURA VITAL: la posibilidad de ampliar redes sociales y libertad en el paso del colegio a la universidad. ♂MARIO Tiene 24 años. Estudió en un colegio militar y terminó estudios de comunicación. Trabaja como practicante en una empresa periodística. Su familia puede describirse como de pequeña burguesía. COYUNTURA VITAL: salir de un sistema escolar militar que detestaba y entrar a la universidad. ♀SILVANA Tiene 21 años y se acaba de convertir en madre soltera. Su familia de origen proviene de la clase alta. Es diseñadora gráfica. Realiza pequeños trabajos por encargo. COYUNTURA VITAL: su embarazo como madre soltera. ♂JORGE Es lingüista y profesor en institutos de publicidad. Es aficionado a la fotografía. Tiene 25 años y su familia proviene de la clase media alta. COYUNTURA VITAL: decidir si estudiar en una universidad privada o estatal y asumir el rol de hombre de la casa cuando sus padres se divorcian. LOS ENTREVISTADOS: DÉCADA DE LOS 30 AÑOS ♀ PATRICIA Socióloga de 37 años y madre de tres hijos. Casada. Su familia puede clasificarse como de clase media alta. COYUNTURA VITAL: la maternidad. ♂PEDRO Historiador de 36 años. Nació en la Sierra Central. Soltero y padre de un hijo. COYUNTURA VITAL: quedar huérfano a los 10 años de edad y convertirse en el hombrecito de la casa. ♀SORAYA Ha trabajado como empleada doméstica por varios años. Tiene 34 años. Está casada y tiene un hijo. En la actualidad no trabaja. COYUNTURA VITAL: la maternidad. ♂HUGO Divorciado tiene 37 años y es padre de un hijo. Estudió en varios colegios en el Perú por el trabajo de su padre. Realizó estudios de ingeniería. Sus padres son provincianos. COYUNTURA VITAL: casarse, tener un hijo y divorciarse muy joven. ♀DORA ♂ANDRÉS 158 Abogada de 35 años. Recientemente casada y embarazada de su primer hijo. Su madre proviene de la pequeña burguesía mientras su padre del Proletariado formal no manual. COYUNTURA VITAL: Convertirse en profesional. Abogado de 35 años. Estudió en una universidad nacional. Está divorciado y tiene un hijo. Su familia de origen proviene del proletariado formal no manual. COYUNTURA VITAL: su matrimonio (en particular su ex esposa) ya que lo ayudó a construir autoconfianza. LOS ENTREVISTADOS: DÉCADA DE LOS 40 AÑOS ♀ MARGARITA Contadora de 44 años. Soltera y sin hijos. Vive con sus padres, quines provienen del proletariado formal no manual. COYUNTURA VITAL: una operación de extrema gravedad con riesgo de muerte. ♂MARCO Dentista de 43 años. Soltero y sin hijos. Su familia proviene de la pequeña burguesía provinciana. COYUNTURA VITAL: “empezar de cero” cuando le robaron todos sus equipos de trabajo, su auto y su casa. ♀ANA Administradora con una maestría en el extranjero. Divorciada y madre de un hijo. Proviene de la pequeña burguesía. Tiene 41 años. COYUNTURA VITAL: tener un hijo y dejarlo en una guardería desde muy pequeño (en Estados Unidos, donde trabajaba). ♂BRUNO Biólogo de 41 años. Divorciado y casado por segunda vez. No tiene hijos. Su familia proviene de la pequeña burguesía limeña. COYUNTURA VITAL: el divorcio “porque te pone la vida en perspectiva”. ♀CLAUDIA Médica de 43 años. Soltera y sin hijos. Vive con sus padres. Su familia proviene de la pequeña burguesía provinciana. Estudió en Lima en una universidad particular. COYUNTURA VITAL: entrar a la universidad en Lima después de estudiar en un colegio de monjas en provincia. ♂JOSÉ Comerciante y abogado de 49 años. Viudo y sin hijos. Su familia proviene de trabajadores de élite. COYUNTURA VITAL: estudiar una carrera a los 33 años. Ello “significó un cambio de rutina en la vida cotidiana”. LOS ENTREVISTADOS: DÉCADA DE LOS 50 AÑOS ♀ ELIZABETH Asistenta social. Tiene 50 años. Está casada y es madre de tres hijos. Es ama de casa desde que se casó. Su familia proviene de la pequeña burguesía. COYUNTURA VITAL: cambiar de pareja y de carrera. “Planificar el proyecto personal entre los 24 y 33 años” ♂ANTONIO Proviene de una familia del proletariado formal no manual. Fue estudiante de medicina pero cambió de carrera (administración) por problemas económicos. Fue futbolista y músico. Está casado y tiene dos hijos. COYUNTURA VITAL: Dejar la medicina para estudiar una carrera más corta, por consideraciones económicas- ♀JUANA Tiene 56 años y es empleada doméstica. Nació en Ancash de padres campesinos. Es soltera y sin hijos. ♂LUIS Pintor de brocha gorda de 53 años. Es soltero y sin hijos. Vive con una de sus hermanas. Proviene de una familia numerosa del proletariado informal. 159 COYUNTURA VITAL: la muerte de su madre. “Dios es el único que no te abandona”. COYUNTURA VITAL: el fin de la infancia, que implicó soledad y dificultades para comunicarse con los adultos. ♀ROSA Tiene 53 años y es dueña de una pequeña bodega de barrio. Está casada y es madre de tres hijos. Proviene de una familia china de la pequeña burguesía limeña. COYUNTURA VITAL: el nacimiento de los hijos. ♂ALBERTO Estudió antropología en una universidad nacional. Tiene 51 años, es soltero y no tiene hijos. Proviene de la pequeña burguesía provinciana. COYUNTURA VITAL: “convivir a los 21 años con una chica”. LOS ENTREVISTADOS: DÉCADA DE LOS 60AÑOS ♀ ESTRELLA Ama de casa de 61 años. Casada, madre de dos hijos y abuela de 6 nietos. Proviene de una familia de clase media alta. COYUNTURA VITAL: “Tomar una decisión muy fuerte, que el marido no podía tomar” ♂BLAS Es hombre de teatro y tiene 69 años. Tuvo dos matrimonios pero está divorciado. Es padre de 11 hijos. Proviene de la pequeña burguesía provinciana. COYUNTURA VITAL: quedar huérfano de padre y madre muy joven, por lo que tuvo que mantener a sus hermano menores. ♀SANDRA Historiadora de 62 años. Separada y con dos hijos. Proviene de una familia de la pequeña burguesía limeña. COYUNTURA VITAL: ir a la psicóloga, lo que le permitió separarse del marido luego de conflictos significativos. ♂ALFONSO Ingeniero de 64 años. Es divorciado y tiene dos hijos. Proviene de una familia de la pequeña burguesía limeña. COYUNTURA VITAL: salir del Opus Dei a los 17 años. ♀AMALIA Estudió para ser contadora pero nunca ejerció su profesión. Fue ama de casa. Tiene 66 años y dos hijos. Ella tiene 66 años de edad y está divorciada. COYUNTURA VITAL: la decisión de casarse y tener a sus hijos. ♂MANUEL Veterinario de 66 años. Casado y con 5 hijos. Proviene de una familia de profesionales de élite limeños. COYUNTURA VITAL: la muerte de su hija mayor y la pérdida del trabajo luego de décadas de dedicación. LOS ENTREVISTADOS: DÉCADA DE LOS 70AÑOS ♀ POCHA Tiene 73 años y proviene de una familia terrateniente de la costa norte del país. Estudió secretariado en su casa (porque el papá no las dejaba salir de casa) pero nunca ejerció la ♂FELICIANO Tiene 73 años de edad y 46 de casado. Trabajó desde los 15 años de edad, cuando llegó a Lima desde la sierra. Sus padres eran campesinos. Tiene tres hijos y se desempeña en el área de 160 profesión. Está casada, tiene 5 hijos y se siente sola. COYUNTURA VITAL: la graduación y matrimonio de los hijos, lo que implicó que se fueran de casa. “Porque es lindo cuando te necesitan”. mantenimiento de una empresa editora. Sus pasatiempos son la pesca y la fotografía. COYUNTURA VITAL: migrar a Lima solo, para estudiar. ♀ADELA Tiene 74 años de edad y dos hijos. Su marido siempre la mantuvo a pesar del divorcio, por lo que fue ama de casa. Siempre soñó con ser actriz. COYUNTURA VITAL: “cuando mi esposo se fue de casa y me dejó con dos hijas chicas”. ♂EZEQUIEL Está casado hace 40 años. Tiene 11 hijos y 9 nietos. Tiene 73 años de edad. Trabajó desde los 7 años. Se desempeña como conserje de una empresa editora. COYUNTURA VITAL: ser padre. ♀CAROLINA Tiene 74 años. Estuvo casada 35 años, pero es viuda desde hace 7 años. Tiene 3 hijos y 6 nietos. COYUNTURA VITAL: quedarse sola cuando murió su marido y sufrir de depresión cuando su última hija se casó y se fue de casa. ♂NORBERTO Metereólogo de profesión. Tiene 85 años. Quedó viudo de su primera esposa con la que tuvo a su hijo mayor. Se casó por segunda vez y tuvo dos hijos. Nació en la sierra sur del país, pero migró a Lima estudiar. Fue alumno el Instituto Tecnológico de California donde asistió a seminarios de Albert Einstein. COYUNTURA VITAL: Dedicarse a la geofísica. En el transcurso de las entrevistas, los hombres y mujeres con los que conversamos, deslizaron ideas, percepciones, apreciaciones, esperanzas y temores sobre la realidad social en la que viven –e incluso- compararon su experiencia vital con la de sus padres o hijos. A partir de esas percepciones, presentamos las principales características del entorno socio-cultural que brinda sentido a las experiencias que los entrevistados narraron en el curso de la investigación. Los hombres y mujeres con los que conversamos perciben un mundo en cambio, una sociedad en movimiento, debido a los nuevos estilos de vida que aparecen como muy diferentes a los de abuelos, padres o hijos. 161 En primer lugar, parecen haber desaparecido las jerarquías rígidas entre padres e hijos en todas las clases sociales. Los padres hoy, estarían más dispuestos a conversar con los hijos, a entender sus prioridades y a ayudarlos en la adquisición de autonomía. Cabe resaltar que varias mujeres mayores de setenta años, relataron cómo la sumisión y la obediencia regían la vida de las mujeres, al punto que era el padre quien autorizaba a las hijas a estudiar -pero con la condición que sea en casa y con profesores particulares-. La moral era muy rígida y los padres inflexibles hasta los años sesenta, “no habían matices, lo malo era malo y punto”. La sociedad oligárquica marcaba roles rígidos y diferenciados, no solo para las diferentes clases sociales, sino también para los varones y mujeres de diversos grupos de edad. Parte de esta rigidez en los roles sociales y las distancias generacionales como entre sexos, podría explicarse –según los entrevistados- debido a la “ignorancia” que había en esa época; es decir, acceder a la información era difícil debido a que era posible su control por grupos sociales determinados: las monjas en los colegios religiosos pegaban cartulinas negras sobre las esculturas griegas de los libros de historia y cercenaban los capítulos sobre la reproducción de los textos de biología. Sin embargo hoy, los entrevistados de todas las edades, sexo y clase social, perciben una moral mucho más laxa, roles mucho menos rígidos, e incluso una significativa moratoria social para los jóvenes, en la medida en que no son empujados a casarse y tener hijos a muy temprana edad. Un varón de clase baja relata que se sintió muy mal, cuando una de sus hijas resultó 162 embarazada siendo muy joven, pues consideró que había fallado como padre, en la medida en que el ideal social transmitido, había sido el del embarazo luego de culminar estudios. Sin embargo, los embarazos en madres solteras, han dejado de estigmatizarse. Estos cambios en las relaciones entre padres e hijos, la disminución de jerarquías entre diversos roles sociales, parece haber traído como consecuencia, que muy pocos entrevistados identifiquen a individuos como modelos a quienes imitar. Parece que los padres, fueron bajados de los pedestales en los que los había situado la cultura patriarcal y oligárquica. Otro aspecto significativo, es el reconocimiento del proceso de secularización. Las cohortes de mayor edad, parecen haber vivido su religiosidad de modo mucho más importante que la generación de jóvenes. Si bien, la mayoría de éstos sigue siendo creyente, aparecen creencias secularizadas de lo religioso -como creencias en el destino-, lo que nos acerca a las llamadas religiosidades new age. Resulta significativo también, el reconocimiento de nuevos gustos culturales y nuevas estéticas. Los entrevistados de todas las edades manifiestan que el mundo ha cambiado mucho a raíz del desarrollo de las nuevas tecnologías: las formas de socializar, el acceso a Internet, los nuevos ritmos musicales, nuevas pautas de vestimenta, la feminización del arreglo corporal masculino, la comida rápida y nuevos códigos lingüísticos parecen 163 marcar quiebres significativos respecto de épocas anteriores donde las vidas metódicas y ordenadas eran el ideal social. Sin embargo, hombres y mujeres de todas las edades reconocen que estás sociedades en movimiento, marcan ritmos mucho más acelerados que los de otras épocas, “por lo que los jóvenes ahora queman etapas”, se vive de forma rápida y desordenada; y la presión social para lograr éxito es mayor que en otras épocas; por lo que en última instancia, la gente sufre de estrés, vive apurada y “no se tiene tiempo para nada”. Junto con estos cambios en la dimensión temporal, la ciudad como espacio físico y social, aparece como un lugar de catástrofes y peligros. Entrevistados mayores comentan que hoy en día vivir en la ciudad es muy diferente a épocas anteriores, debido a “peligros que se encuentran a la vuelta de la esquina”. Se reconoce la peligrosidad del crimen organizado, la venta de drogas, las barras bravas, pandilleros y pirañitas; como riesgos para los sujetos que se desplazan por la ciudad. Por ello, se menciona que la gente se ha vuelto muy desconfiada. En síntesis, los entrevistados y entrevistadas de todas las edades, reconocen que vivimos una sociedad en cambio, donde puede evidenciarse la crisis del patriarcado, la secularización de la vida social, la desaparición de la sociedad oligárquica y la configuración de un mundo globalizado, donde es posible el consumo simbólico que configura diversos estilos de vida. Sin 164 embargo, cabe anotar que no se mencionan consistentemente horizontes políticos locales o macro- sociales como significativos cuando se habla de la vida cotidiana. La caracterización de la sociedad limeña elaborada por nuestros informantes, coincide con la de Castells para América Latina: “ser ciudadano aún es una fuente de derechos, pero ya no de sentido”343. 4.2 Resultados de la investigación.- 4.2.1La percepción de las etapas de la vida y del paso del tiempo.- Hombres y mujeres tienden a tener una visión diferente sobre las etapas del curso de sus vidas. La percepción sobre la velocidad con la que sienten haber vivido, así como los hitos que marcan el paso de una etapa a otra, son cualitativamente distintos; más aún, el significado que le atribuyen a su experiencia vital en el tiempo y a las causas de su transformación. Cuando las mujeres refieren las etapas de su ciclo vital, tienden a apelar a un entramado de etapas socialmente institucionalizadas y a situaciones afectivas. Es decir, los cambios de una etapa a otra tienden a ser las etapas socialmente marcadas (primera y segunda infancia, pubertad, adolescencia, juventud, adultez, tercera edad, etc.) y/o combinadas con situaciones afectivas o emocionales como el inicio o fin de una relación de pareja, el nacimiento de 343 CASTELLS P.24 Es sostenible la globalización en A.L? 165 los hijos, enfermedades o la muerte de los padres. María de 22 años señala el entramado de etapas institucionalizadas con transiciones no muy marcadas, “Ahora que pienso en mi vida desde este punto hacia atrás sí veo que han habido etapas pero no han sido muy marcadas sino han habido siempre pequeños periodos de transición. Pero si la veo como etapas por ejemplo entre que era considerada un bebe la infancia adolescente, como que esta medio… medio… borroso si ya soy adulto o en proceso. Pero en mis ojos ya, ¿no?”. Mientras una joven periodista narra con detalle el entramado de etapas afectivas e institucionales, dialogando unas con otras, “¿Sientes que tu vida ha tenido etapas o ha sido siempre similar? La primera, hasta los 9 / 10 años, que hubo un cisma interno en casa. Y eso fue una etapa. De allí vino otra etapa… que… o sea tuvo como consecuencia… lo anterior trajo como consecuencia… o sea. Lo anterior trajo consecuencias… eh… mi mamá cayó en una depresión fea, la tuvieron que hospitalizar y me volví como enfermera de mi mamá. ¿Ya? Esa fue otra etapa. De allí vino la parte final de secundaria que es cuando tuve un enamorado, ¿ya? Después…. Años después… mi primer enamorado fue en el 97, en el 98, mitad del 98 entro a la universidad. El 2000, lo operan a mi papá del corazón. Y para esto yo apoyaba a mi papá en su trabajo. Tuve que asumir un poco su responsabilidad, tuve que vivir un proceso para mudarnos, porque vivíamos en un tercer piso y por mi papá –por el corazón- tenía que vivir en un primer piso, no podía subir las escaleras. Aparte de eso tenía la universidad y el inglés… así que fue una etapa bien…fuerte. Pasamos eso y yo empecé a asumir las cosas con mucho más responsabilidad, por lo que me había tenido que enfrentar a todas esas cosas. Éramos mi madre y yo, porque mi hermano nos dio la espalda y empezó a hacer su vida. Este…. Y de allí empezó la etapa de trabajo /universidad. Eso se volvió más continuo. O sea eso ya no es etapa, sino parte de… Lo que es etapa ahora es mis… relaciones sentimentales. Descubres una persona…. Descubres otra persona y cada persona va enriqueciendo un poco tu… Ya no son estas relaciones largas sino por breves lapsos de tiempo: 3 meses, 4 meses. “Ha sido un gusto conocerte, igual, yo espero que te vaya bien, chau”. Y conoces otra persona, ¿no? Eh… y va 166 enriqueciéndote como persona. Yo he terminado por asumirlo: no buscar una relación para toda la vida, sino conocer, conocer, conocer y esas son pequeñas etapas que se van fragmentando. Y lo continuo es la Universidad y el trabajo”. A la vez que Carolina de 74 años, releva la continuidad de su vida, marcada por el matrimonio, “¿Puedes reconocer etapas en tu vida o la sientes como una continuidad? Emm, bueno eh, continuo, he tenido unas etapas muy bonitas de mi vida. ¿Desde el momento que uno se casa, no? He tenido tres hijas, he tenido un matrimonio feliz de 35 años, en los cuales he tenido tres hijas, ya tres hijas que están casadas, las tres, tengo seis nietos, seis nietos, y sigue la felicidad. Bueno, ya mi esposo falleció hace como siete años, ¿no? Pero, la vida sigue adelante. Pero, bueno hasta ahora me parece que sigue la felicidad”. La densidad de los afectos, en conjunto con etapas más o menos institucionalizadas, que implican guiones conocidos para la acción, parece generar cambios vitales paulatinos, virajes o “quiebres” más o menos previsibles. Sin embargo, las mujeres perciben que las etapas de sus vidas avanzan con extrema rapidez (aunque por momentos esa velocidad disminuya). En términos generales, las mujeres sienten que el tiempo pasa muy rápido, debido a la diversidad de roles que deben asumir con relación a los otros: crianza de los niños, actividades laborales, conyugales, de pareja o de cuidado de padres mayores; lo que genera una espiral de labores que absorbe su atención y las descentra de sí mismas. Incluso, algunas entrevistadas señalan que la imposibilidad de diferenciar espacios para trabajar, divertirse y para la familia, genera una sensación de vorágine y desorden en sus vidas, lo 167 que no les permite pausas o descansos; aunque finalmente, se asuma que ello es normal. Patricia de 37 años, socióloga y madre de tres hijos, comenta, “Ahora lo estoy sintiendo mucho más rápido (risas) antes sí…. Como que el tiempo era mucho más aprovechado por mí. En el sentido de que no había tanta presión. Eh… podía tomarme mi tiempo para diferenciar bien mis espacios….el espacio del trabajo, el espacio de la familia, el espacio de socializar… ahora es todo tan vertiginoso que ya se pierde eso, ¿no?” De manera sarcástica, por otra parte, Rosa de 55 años, dueña de una bodega y madre de tres hijos, señala que cada etapa es vivida como normal, aunque la percepción del tiempo –en términos de velocidad- varía de acuerdo al momento de su evaluación, “Lento no… yo creo que… normal, cada etapa es vivida en su debido momento. ¿No? No he ansiado que pasen los años muy rápido, pero ahora sí quiero que se detengan (risas)” Resulta sumamente interesante señalar que las mujeres al enumerar las etapas de sus vidas, mencionen la niñez como punto de referencia, mientras los varones tienden a enumerar las etapas desde un punto de quiebre que parece coincidir con el momento en que comienzan a ganar autonomía respecto de sus familias de origen. De modo contrario, el paso de tiempo en las mujeres parece implicar más bien “una apertura al mundo” -como conocer gente diversa, adquirir nuevas habilidades-, pero no necesariamente ganancia de autonomía. Por ejemplo, Silvana de 21 años –madre soltera de clase alta- comenta que está embarazada pero no sabe si podrá valerse por sí misma, ya que depende de sus padres, 168 “Ahorita yo vivo con mis papás, ¿entiendes? Y no tengo una pareja al costado, entonces yo no quier… me preocupa que me vaya a acomodar a tener a mis padres siempre y que yo no pueda salir de mi casa y criar a mi hijo yo sola. Eso es lo que tengo metido en la cabeza. “ Mientras Dora, abogada de 35 años y embarazada de su primer hijo, narra cómo vivió sus etapas de vida, “tutelada”, “Eh… de hecho súper… yo era muy tutelada, muy… por mi familia y después pasé… como que a mí me gustaba mucho la idea de… de ser independiente. Entonces no quería el apoyo de mi papá para conseguir los trabajos ni nada. Pero siempre sin querer y sin decirme andaba detrás mío, pero… algo así, no sé…” Aún añade que al entrar a la universidad, le sorprendió no vivir protegida, “… entonces como que ya no estabas dentro de algo protegido. Sino sales y te encuentras con gente de diferentes ámbitos, de diferentes costumbres. Y eso sí es un poco, ¿no? Pero te adaptas.” Señalemos en todo caso, que el logro de autonomía no parece ser el leit motiv, del curso de las etapas de vida desde la perspectiva de las mujeres -con excepción de las más jóvenes-. Pero curiosamente, lo que las entrevistadas perciben como motor de cambio en sus vidas, es la capacidad de controlar sus 169 emociones, “hacerse más duras”, desarrollar aspectos prácticos y racionales para enfrentar la vida. Estrella, de 61 años y Andrea de 23, indican cómo se han endurecido, “Me he vuelto más dura…” ¿En qué sentido? Muy pocas cosas me dan pena, por ejemplo.” “Que he generado una pared para que no me hagan daño.” De otra parte, Margarita de 44 años, resalta la capacidad de controlar su impulsividad e irritabilidad, “… ahora considero que tengo mayor madurez en muchos aspectos, ¿no? antes de repente era mucho más irritable, estallaba con mayor facilidad, no reflexionaba tanto en las cosas. Eso ha sido bueno, por ejemplo, las experiencias ingratas me han ayudado a sopesar mejor la situación. Ya no desesperarme, ya no ponerme en el plano de no… esto tiene que ser así o todo es blanco o todo es negro. ¿No? hay matices dentro de la realidad.” Finalmente, también se pierde ingenuidad, que es la cara opuesta de la racionalidad, ¿Qué ha cambiado? Bueno, soy menos naif, ¿no? eh… yo era súper ingenua, eh, no sé si súper, pero al menos a pesar de que, que era… siempre he ido mucho desde pequeña por el ámbito familiar. Yo era demasiado conciente de la pobreza en comparación a la gente de mi edad, por el tipo de gente que visitaba la casa. Amigos de mi papá, siempre eran discusiones políticas. No había otro tema… y este… en esa parte yo era bastante conciente de lo que pasaba. Pero por el lado de lo más emocional y de trato personal, yo creo que sí era bien ingenua. ¿No? Vivía en una familia con problemas como todo el mundo, pero yo creía en la bondad de la gente. En el sentido bueno… Mis 170 amigos me fastidiaban y me decían: “para ti todo el mundo es buena gente, ¿no?” en son de burla, ¿no? y creo que eso sí cambió, no sé si es para bien o para mal. Pero ahora soy mucho más desconfiada quizás, o precavida, y no en esa apertura de que la gente es buena, o si pasó esto, “no, se equivocó, no tuvo mala intención…” ahora soy más, eh… tengo más olfato –bueno puedo equivocarme- pero ya no soy tan ingenua en esas cosas. (Patricia, 37 años) En síntesis, las mujeres parecen sentir que sus vidas transcurren con bastante rapidez –en términos generales, y con variaciones de velocidad en algunos momentos- pero los cambios tienden a ser paulatinos, normales, dentro de marcos institucionales más o menos consensuados socialmente. Estos procesos de cambio, si bien les permite abrirse al mundo más allá de sus familias de origen –con excepción de las mujeres mayores de 70 años que no pudieron estudiar o trabajar fuera del hogar- ello no les reporta necesariamente autonomía. Las mujeres que bordean los treinta años señalan centrarse en la crianza de los hijos, las que tienen entre cincuenta y sesenta años, indican que en gran medida sus proyectos vitales giraron en torno a la conyugalidad, mientras las mujeres mayores de setenta años, pasaron de ser hijas a ser esposas hacendosas centradas en el proyecto familiar; al punto que de un modo u otro, las mujeres manifiestan que “se abandonaron” ellas mismas. Las que se encuentran en la década de los veinte plantean que quieren encausar sus vidas con mayor autonomía que sus pares de las generaciones anteriores. Proceso que sería interesante seguir en futuras investigaciones. 171 Los varones parecen percibir sus vidas de un modo diferente, respecto de las mujeres; ya que la adquisición de emancipación y autonomía o su pérdida (volverse dependientes a edad madura), parece teñir los pasos de una etapa a otra. De hecho, los hombres en este proceso de individuación, hasta la etapa de adultos mayores, parecen introducir el elemento lúdico o de gozo, como parte de la experiencia vital –a diferencia de las mujeres que parecen reforzar su practicidad y racionalidad en el desempeño de sus roles sociales-. Así, “hacerse hombres” implica autonomía, exploración, dinamismo, gozo, emoción, renacer permanentemente, ser independientes. Señalemos que Hugo, de 37 años comete un lapsus al indicar que se emancipó desde primaria, lo que resalta la importancia de la autonomía en la vida de los varones, “Cuando decidí ser comunicador, este… hubo un cambio en mi vida. Yo dije: quiero hacer esto… Hubo ya una emancipación desde cuarto, quinto de primaria… de media… sobre todo en gustos ¿no? en consumo cultural y en vestido básicamente. Este… y cuando dije: ya no quiero hacer lo que mi familia me inducía a hacer, por ejemplo ser ingeniero civil, cambió en mí varias cosas. Yo dije quiero ser comunicador, me vinculé a la radio antes y conocí las comunicaciones, ¿no? Y cambiaron varias cosas en mí, ¿no? Hacer varias cosas que quería hacer. No hacer cosas por obligación.” Así, la emancipación es importante al punto que Marco de 43 años indica como elemento central para diferenciar etapas de su vida, el haber sido mantenido en la infancia y adolescencia, “Creo que la primera fue, hasta que ingresé a la universidad: las 172 experiencias colegiales… eres un mantenido, hasta allí. De allí ya vino la universitaria…y es distinto porque me daban plata pero comienzas… yo hacía taxi... me recurseaba y también mi papá me daba, y también…. porque este…ya tenía cierta independencia económica… haces tus cosillas no siempre buenas. Y de allí la última ya ha sido –te voy a decir la verdad, ¿no?- … la última creo que es más reciente… hace unos 8 años. ¿No? ¿Qué te puedo decir? que estoy en paz conmigo mismo. (Ininteligible) El colegio, la universidad y una que es ya más espiritual.” De otra parte, la autonomía también está marcada por el logro de una relación de pareja que permite sentirse adulto y seguro. Andrés, abogado de 35 años indica, “Yo diría que etapas puedo reconocer. Una etapa… yo divido… No importa… ¿lo personal? Yo divido antes de Mónica y después de Mónica (su esposa). Sabes por qué, amiga. Porque… como que antes de Mónica era un poco mi mundo, un poco cerradito en el aspecto de visión, después de Mónica como que más seguridad… más visión de cosas, para varios aspectos. La motivación sigue habiendo, la ambición también: tal vez un poquito más se incrementó ¿no? Más decidido.” Mientras Alberto de 50 años, dice, “¿Etapas en mi vida? Eh… una pregunta para pensar (risas). ¿Quieres que te las diga? A ver…Sin ir muy lejos, sino ya de adulto. A los 21 años comenzó una etapa de mi vida…. Más bien antes… tuve una experiencia de convivencia con una chica…. La única experiencia de convivencia que he tenido…. Hasta los 24… de allí comenzó una etapa hasta los 30, una etapa muy mala en mi vida…. De los 30 en adelante…. De los 30 a los 35 más o menos eh… en términos profesionales, en términos afectivos fue otra etapa. Y… y desde allí, de los 35 hasta ahora que tengo 50 años, en estos 15 años… otra etapa. Pero sí…” Sin embargo, es necesario señalar que los hombres mayores de setenta años consideran sus vidas como una continuidad basada tanto en el ámbito laboral (la continuidad del trabajo manual o el apasionamiento por el quehacer 173 intelectual) como en la estabilidad emocional que brinda la familia. Mientras las mujeres mayores de setenta años, consideran sus vidas marcadas por el matrimonio, el nacimiento de los hijos o la viudez; es decir, por el cuidado “de los otros” en un proceso evolutivo que consideran normal y previsible. Todo lo contrario se puede observar en el caso de Norberto de 85 años, Metereólogo muy lúcido y que aún trabaja, quien manifiesta que a pesar de haber quedado viudo con un hijo pequeño, ello no le significó un gran cambio en la vida, ya que seguía sus proyectos intelectuales / científicos, mientras su familia -en Abancay- se encargaba de la crianza de su hijo, “¿Puede reconocer etapas de su vida o siente que su vida es una continuidad? Eso es una pregunta un poquito difícil de responder, porque yo... podría ser una continuidad, porque... por que... el ciclo de los estudios hasta la... la...los estudios superiores, tanto aquí como en el extranjero y luego regresar ya con un título profesional y empezar a trabajar acá, yo creo que es una continuidad natural en el contexto de la especialidad que tengo, ¿no? Yo profesionalmente soy un meteorólogo y a la vez también soy graduado en matemática de la Universidad del Cuzco y... he trabajado una temporada corta en el Departamento de Meteorología del Ministerio de Aeronáutica cuando yo regresé después de estudiar en el extranjero. Estuve como le digo, una corta temporada, menos de un año y de ahí pasé al la al Observatorio de Huancayo, un observatorio grande que había; Ahora ya... está bastante disminuido, y de ahí participé en la creación del Instituto Geofísico del Perú, en base de ese gran observatorio geofísico que había en Huancayo. Algo de usted que haya cambiado en el tiempo. ¿Qué cree que ha cambiado de usted a lo largo de su vida? A lo largo de mi vida, yo diría que no, no ha cambiado mucho, si no todo lo contrario, me he sentido muy satisfecho, con una satisfacción muy especial, porque... porque la profesión que he tenido… mi actividad, mi trabajo científico ha sido muy apreciado, empezando por el Instituto Geofísico del Perú, por universidades como San Marcos, la Universidad Agraria y por último aquí en el Instituto Nacional de Defensa Civil ¿no? Que como le comenté antes prácticamente estoy ligado con Defensa Civil desde su fundación por que su... en 1974 que es cuando se funda 174 Defensa Civil, yo había... ya trabajaba en el Instituto Geofísico del Perú, como investigador científico, y eso es precisamente un factor que hizo que las autoridades del Ministerio del Interior de entonces me llamaron para contribuir a la fundación de Defensa Civil... del Sistema, eh... de Defensa Civil, que luego fue el Sistema Nacional de Defensa Civil. Pero… ¿en su vida personal? En mi vida personal... mire igualmente eh... yo a pesar de que soy casado dos veces, la primera vez enviudé, precisamente en el Observatorio de Huancayo, de esto tengo mi primer hijo de ese matrimonio, me casé después. De mi segundo matrimonio tengo 4 hijos, más, tres mujeres y un varón. Así es que no podría decir que ha habido alteraciones notorias que hayan cambiado profundamente mi vida, sino más bien, ha sido siempre una continuidad. Y el hecho de enviudar, ¿implica un gran cambio no? ¿Cuál? Enviudar. Ah bueno, bueno sí es un cambio pero... aceptando la realidad, no, no realmente. Puede ser un cambio pero... con las actividades donde yo estaba comprometido, facilitaba mucho…”. En otros casos, varones mayores han sentido su vida como una continuidad debido a que trabajaron desde muy jóvenes encadenando una labor con otra y por los afectos que encontraron en su unión conyugal y familiar, “¿Y UD considera que algo ha cambiado en su vida o todo permanece? Bueno, eh... mi vida no decir que ha cambiado mucho… sigo yo como era, hasta ahora persistente, en digamos, con la familia, muy unido con la familia, eh digamos con el trabajo, esto es para mí, mi vida, yo, yo puedo decir que si yo no tengo trabajo, si no tuviera trabajo me deshago, podría decir pero la rutina es lo que me conserva.” (Feliciano, 73 años es encargado de mantenimiento en una empresa editora) En términos generales pues, excluyendo a los mayores de 70 años, los entrevistados varones consideran que pasaron de un tiempo lento, pasivo y de 175 poca emoción, a etapas donde la emancipación y autonomía les permitía vivir con intensidad, apasionándose más por las cosas, haciéndose más sociables, más fuertes y sólidos como personas, más reflexivos, menos radicales y por lo tanto, más tolerantes. Todo ello, los inclinaría hacia una mayor sociabilidad, y por ende, hacia un proceso de individuación. En otras palabras: “un proceso de hacerse hombres”. Mario, comunicador de 24 años señala que ahora no es dependiente, por lo que puede socializar con mayor soltura a pesar de su timidez, “¿Que ha cambiado en mi? Pucha, a ver, wow, aparte de los obvios cambios físicos, creo que soy más fuerte ante ciertas cosas o problemas que se me presenten, no quiero depender de los demás para resolver mis asuntos, no quiero ser dependiente de los demás, cosa que antes sí lo era, ahora salgo más, me he vuelto más sociable, antes cuando ingresé a la U, incluso durante muchos ciclos y también en el colegio era un antisocial, era un cero a la izquierda, los fines de semana me quedaba en casa, escuchando música en mi cama mientras me imaginaba que hacían mis compañeros en las fiestas, era un total nerd, ja!!! pero luego empecé a conocer gente, y empecé a salir más, y más, no es que sea un juerguero, o el más popular de la Universidad, pero me he vuelto más extrovertido, creo que eso es lo que ha cambiado más de mi, soy menos tímido, aunque eso también dependa con quien esté, no se si le pasa esto a todos, pero yo soy mas extrovertido dependiendo con la persona con la que esté, si conozco a alguien y no me da confianza en la primera impresión me cierro y soy un autista, o de lo contrario me vuelvo patasa al momento.” Pedro, de 36 años y profesor universitario, quien también se califica como reservado, narra un proceso paulatino en su vida, que lo ha llevado a ser más sensible y tolerante hacia los otros, lo que lo ayuda en sus interacciones, “Poco. Creo que me he abierto, por otro lado. Por otro lado me he abierto, no…este… me he abierto recién. Creo que el trabajo… el 176 trabajo de docente ha sido importante para mí. Curiosamente… cuando era niñito era reservado, pero a la vez podía socializar mucho, porque era muy engreído… era como el líder en mi colegio, en el instituto de inglés, era terrible. Pero después ya me retaje mucho. Eh, entonces ya curiosamente cuando he empezado a trabajar he recuperado parte de esa… de ser el centro de atención: curiosamente en la clase. Entonces he recuperado esa cosa de exhibicionismo y todo el rollo, de manera limitada. Sí… eso… y… y sí… yo creo que esa apertura aunque parcial, ha sido importante en mi vida, ¿no? Y después he mejorado en muchas cosas… muchas cosas…. Como persona, las experiencias que he tenido de trabajo, emocionales, de amores, de pérdidas, ha hecho que creo que me vuelva más sensible a las cosas, que sea más delicado con algunos asuntos. Que piense más en el otro –si tengo una relación- eh… ya no soy tan omnipotente, con convicciones cerradas ahora soy mucho más abierto, sé que el mundo está lleno de matices. En realidad, me he vuelto mucho mas tolerante en muchas cosas… sí… sí… sí. “ Es de resaltar que bruno de 41 años logra identificar gustos y placeres que lo satisfacen, generando en él una sensación de individuación, “Creo que me he vuelto más tolerante con algunas cosas… te vuelves más tolerante… y trato de disfrutar la vida ahora. Entonces… busco ahora –aunque te pueda sonar a cliché- un poco más calidad de vida que nivel de vida. Evidentemente que te gusta darte gustos. He llegado a la conclusión de que los gustos que a mí me gusta tener… no se relacionan con gustos que implican que el resto vea lo que tú haces…. ¿quiero un carro último modelo? – no, no, lo quiero, ¿quiero una casa enorme para invitar a mis amigos? –no, no lo quiero. He encontrado placeres, que son placeres personales… eh… esos placeres a veces cuestan, pero no son cosas que los otros vayan a ver. Pero esas cosas personales que te dan satisfacción, en realidad es lo que te alegra un poco más la vida.” Señalemos además, que los varones respondieron en su mayoría a las preguntas en torno a las etapas de la vida y al paso del tiempo con mucho mayor detalle que las mujeres, explayándose significativamente. Reconocían 177 con mayor facilidad que ellas, aquello que había implicado cambios en sus vidas. Esto pues, parece responder a que los hombres vivirían estas etapas con mayor intensidad como un proceso de individuación y emancipación. Esto puede llamarnos la atención, ya que sucede lo inverso –con relación a la extensión de los discursos en el contexto de la entrevista en ciencias sociales- cuando el tópico de interrogación se ancla en la vivencia del género. Esto nos muestra, que los hombres también pueden expresar con detalle y profusión sus vivencias en la medida en que ellas resultan significativas. Al cambiar la perspectiva de la pregunta –del paso del tiempo en la propia vida- a la comparación más abstracta en torno al paso del tiempo en varones y mujeres, encontramos significativas coincidencias en la apreciación de todos los entrevistados al margen del sexo y edad y consistencia con las respuestas que obtuvimos sobre sus propias vidas. LAS MUJERES señalan que: LOS VARONES afirman que: Las mujeres son más concientes del paso del tiempo. Viven etapas más marcadas por plazos perentorios de la biología. Están pendientes de los hijos, no tienen autonomía. Son lógicas y aplican sus experiencias para situaciones futuras. Envejecer afecta menos a las mujeres que a los hombres. La mujer goza a sus hijos, el hombre se centra en el trabajo. Las mujeres maduran más rápido. Los hombres no sienten urgencia en ser papás: no tienen plazos perentorios en términos biológicos. La mujer es más calculadora, desarrolla su inteligencia antes que los hombres. Las mujeres son más responsables. Las mujeres se preocupan por el futuro. A los 50 los hombres se preocupan por envejecer, mientras a los 40 la mujer se preocupa por la reproducción. La mujer busca seguridad toda la vida, los hombres recién cuando son mayores. En términos generales, pues, varones y mujeres tienden a coincidir en 178 sus apreciaciones sobre cómo se vive el paso del tiempo de acuerdo a las diferencias sexuales; sin embargo debemos indicar que algunos entrevistados manifestaban que más bien las diferencias se podían deber a características de la personalidad y/o producto de la socialización, más que del sexo. Sandra, profesora universitaria de 62 años señala, “No sabría cómo responderte a esta pregunta. Yo me imagino que debe ser bastante similar: la teoría me dice que somos bastante iguales, el problema es que la socialización es diferente. Pero yo creo que debe ser parecida, porque a veces con colegas coincidimos en que el tiempo se pasó muy rápido, coincidimos en que ellos sienten que el calendario dice que ya están viejos, o en tercera… o cómo le dicen adultez tardía o adultez media y sin embargo ellos se sienten los mismos. Entonces yo creo que debe ser parecido. Ya…” Mientras Estrella, de 61 años –y abuela de 6 nietos- plantea las similitudes del proceso de envejecimiento en hombres y mujeres, a partir de la comparación con sus pares, “¿Crees que el paso del tiempo es igual en mujeres y en hombres? Creo que es igual. ¿Por que lo ves igual? Porque si hablas con la gente de mi promoción, también los ves así. También te das cuenta que se sienten viejos, también te das cuenta… las bromas de nosotras es el viagra. Te das cuenta que no son los jovencitos que quieren aparentar ante sus esposas que son mucho menores. Y te das cuenta cuando conversas con la gente de la edad de Víctor (su esposo). Están cansados…. No, no, ya no tienen… “. O de lo contrario no existirían diferencias significativas en la vivencia del paso del tiempo en los jóvenes (especialmente los estudiantes universitarios), 179 pues las instituciones académicas tenderían a homogeneizar deseos y expectativas. Lo que no necesariamente significaría que luego de ese tiempo de moratoria social, hombres y mujeres encarnen el paso del tiempo en sus cuerpos de modo diferente. Mario, comunicador de 24 años y recién egresado de una universidad privada, compara a sus compañeros de estudio, “Bueno en el caso de los hombres y mujeres de mi generación el paso del tiempo es igual, porque ambos tienen los mismos deseos y expectativas en la vida, en resumen, estudiar trabajar, tener una familia. Ninguna de mis amigas quiere ser ama de casa, todas buscan terminar la carrera, aunque pensándolo bien eso cambia cuando al tener un hijo, porque genera que el tiempo cambie en cierta forma, por ejemplo mis amigas que tiene hijos o están casadas ya tiene otro tipo de vida, menos social, o por lo menos ya no paran con gente de su generación que es soltera, paran con sus similares, ya no salen más, tiene otras preocupaciones, maduran más! Creo que la universidad como estructura uniformiza los deseos y expectativas de los jóvenes, todos buscan lo mismo al fin y al cabo, tanto en hombre como en mujeres, y eso se traduce en que el tiempo transcurre igual para ambos, a comparación de los jóvenes que no estudian o trabajan de frente o mujeres que tienen hijos, cuyas vidas cambian y tienen distintas expectativas, por lo que genera que el tiempo sea más sea más rápido o lento respectivamente.” No encontramos sin embargo, homogeneidad en las perspectivas de los jóvenes (sean varones o mujeres) con relación al tema, pues Silvana, madre soltera de 21 años y de la clase alta limeña, manifiesta, “¿Crees que el paso del tiempo es igual en mujeres y en hombres? No, la viven diferente. ¿En qué aspectos? Porque por ejemplo, yo creo que nosotras somos mucho más concientes de… del paso del tiempo y de la evolución y el desarrollo. Y en cambio, yo no lo aseguro, pero por ejemplo la gente que conozco, mis amigos, de repente o todos mis amigos son unos niños pero no quieren crecer. O sea… pasa el tiempo y van a seguir siendo los mismos y siguen metidos en 180 las mismas cosas y como si el paso del tiempo no los presionara para una evolución, ¿entiendes?” Sin embargo, los y las mayores de setenta años, tienden a percibir por el contrario, grandes diferencias en la vivencia del paso del tiempo en razón del sexo, debido a que esta generación parece anclar la construcción de la identidad en los roles sociales que tradicionalmente marcaban la vida de los sujetos: madre/ padre, esposo/ esposa, proveedor económico/ ama de casa, etc.; más que en guiones sociales organizados con una cierta dosis de espontaneidad e improvisación. Pocha, una ama de casa de 74 años, compara los roles desempeñados por mujeres de su edad con los de varones, -con cierta amargura- revalorizando su maternidad de cara a los éxitos profesionales de su marido, “… debería ser, pero la diferencia es que ellos tienen otra vida, es muy diferente a nosotras. Nosotras tenemos la casa, los hijos, ellos no, solo ven calle, la profesión, ¿no? Entonces me imagino que debe ser totalmente diferente. Yo creo que, yo me comparo con mi marido y yo me veo que tengo muchas cosas más. El tendrá muchos aplausos de carrera, de discursos de carrera, de la cátedras que da, ahora con su logia, pero… no tiene nada de lo… a sus hijos no los ha gozado. Entonces yo creo que en eso yo soy millonaria a lo de él, así que yo no extraño, todos dicen no extrañas el haber trabajado, no. Nunca lo hice de soltera, menos iba a dejarlos de casada. Me hubiera gustado quizás, pero como era tan perica, no le cuadraba a ninguno”. Estas variaciones en torno a cómo las personas perciben el paso del tiempo, parecen estar bastante ligadas a los cambios tecnológicos, culturales y sociales que marcan la vida de las sucesivas generaciones. Así, entrevistados y entrevistadas son concientes de los cambios de contextos y consecuencias que trae “la aceleración del tiempo” y sobre todo “el desorden” que implica que 181 las generaciones jóvenes ya no tengan que asumir roles sociales de manera imperativa a determinada edad. Sino más bien que roles como la maternidad / paternidad y conyugalidad se retrasen significativamente en el curso de la vida de los sujetos y no sean, el ancla exclusiva de la identidad en las generaciones de jóvenes. Bruno –biólogo de 41 años- resalta cómo ha cambiado la velocidad en la cual transcurre la información, comentando la velocidad de los diálogos en los audiovisuales, “Creo que la percepción ha sido diferente. Creo que en la medida que las cosas tenían otro ritmo antiguamente, hacían que las cosas pasaran de forma más lenta, como cuando te vas a provincias. Si tú ves películas de James Stuart –por ejemplo- películas de los años 40, los diálogos son extremadamente lentos. No avanzan. Es terrible…. Porque los tipos se miran…. Cambian miradas y dicen “eso es grave” o “hay que llamar a mamá”… y la gente se perdía en esa época en el diálogo, entonces… caramba… si has visto Matrix, al principio como que no podía enganchar, como con los dibujos animados –me gustan los dibujos animados- el dibujo animado antiguo lo sigo perfectamente, pero los dibujos animados nuevos, los llego a entender y me engancho, pero me lleva tiempo hacerme a eso. O sea me doy cuenta que la velocidad en la cual transcurre la información – que se relaciona con nuestra percepción del tiempo- es diferente”. Mientras, Hugo –comunicador de 37 años e hijo de padres provincianos- marca el paso del tiempo a partir de cambios en los consumos culturales en generaciones sucesivas, y de la libertad para romper tradiciones como la carrera académica que debían seguir hombres y mujeres de la familia, “Ah no, diferente… Creo que la… la…a ver. La familia de antes era muy tradicional. Mis abuelos son muy tradicionales. La semana pasada acaba de morir una tía abuela. La madrina de mi bautizo, y la han llevado a la provincia y la han paseado por el pueblo. O sea, eso para mí me parece, 182 medieval (risas). Este… pero es la costumbre, tiene que ser así porque ella era una notable del pueblo. Creo que esas cosas, creo que la apertura a consumos culturales más amplios. Este… yo fui poco comprendido por mi familia cuando dejé una carrera que…profesional, que era la carrera DE LA FAMILIA: las mujeres profesoras, los varones ingenieros. Y todos eran así… Y yo me sentí feliz, porque lo más bacán era emanciparse de la familia…. No solamente en pensar una carrera, sino porque en esa carrera no habían familiares de los cuales apilarse. Pero en ingeniería había un montón: yo podía trabajar con mi tío, con mi primo, con mi papá, con mi esto, con el otro. Aquí no hay amigos del cual asirse y escalar, no hay. O sea, te haces. Eso es lo bacán.” Por otra parte, María de 22 años rescata la libertad para hablar y elegir roles ha desempeñar, como una marca de su generación, “Ha sido distinto. Yo puedo hablar abiertamente de los cambios que yo he sentido, probablemente mi abuela no tuvo esa libertad. Tenía uno roles que cumplir unos roles mucho más rígidos que yo, y probablemente mi mama haya sido una transición. ... probablemente mi abuela haya tenido... no me acuerdo de ella, pero... probablemente ella haya tenido roles que cumplir pensando hacia el futuro en cambio yo he valorado el presente mucho más que ella. Probablemente… y he pensado en mí primero antes que los demás y probablemente ella pensaba en función de qué voy a hacer yo por los demás y tengo que ser una buena mamá, una buena esposa. Siendo niña. Y yo cuando era niña… ¿no?” Mientras Silvana –madre soltera de 21 años y de clase alta- indica cómo ahora la gente puede postergar el desempeño de roles como la maternidad, el matrimonio o el trabajo por un tiempo considerable, “Uh…. No. No porque en verdad o sea el desarrollo personal de cada uno era quizá más rápido, ahora la gente planifica sus vidas con mucho más tiempo o posterga las cosas – por ejemplo la maternidad- o el casarse o el tener una familia, o el trabajo. En cambio antes crecías al 183 toque, ¿no? no sé “. Resulta de interés, pues, señalar que los argumentos utilizados para explicar cómo las generaciones han ido cambiando su vivencia del tiempo, está también marcada generacionalmente, ya que los términos de referencia de las personas de diferentes edades no son los mismos. Por ejemplo, entrevistados y entrevistadas que bordean los veinte años apelan a las diferencias tecnológicas y a relevar el hecho de que los roles sociales, ya no son rígidos ni imperativos para las mujeres, y que más bien pueden construir sus proyectos vitales, centradas en sí mismas, y ya no en función de los otros. En el otro extremo del continuo de edades, las mujeres y los varones mayores de setenta años ponen énfasis en el hecho de que la gente era más sumisa, obediente e inocente, a la par que la sociedad no presentaba contextos de violencia o peligros para los jóvenes; mientras en la actualidad la situación sería inversa: jóvenes independientes, no obedientes ni inocentes, en un contexto de violencia donde “el peligro está a la vuelta de la esquina”. Carolina, viuda de 74 años, madre de tres hijos y abuela de 6 nietos, comenta cómo la inocencia se ha ido perdiendo de una generación a otra, señalando que “los niños nacen ya con los ojos abiertos”, “¿Crees que el paso del tiempo en la vida de tu abuela, madre o hija ha sido igual o diferente? No, no ha sido igual. Porque, porque eran otros tiempos que la gente obedecía, que la gente era más sumisa, ahora los hijos son diferentes. Ahora con cada día que vivimos y el tiempo que pasa, los niños nacen ya con los ojos abiertos, nosotros nacíamos con los ojos cerrados, ahora nacen ya con los ojos bien abiertos, ya creo que van a nacer hablando. Sí. Porque ahora los niños le enseñan a uno, uno era inocente hasta los 184 no sé, yo ya ni me acuerdo, tenía once años y creía en el Papá… en el Papá Noel, el niño Dios. No, ya no”. Mientras Feliciano, de 73 años y 46 de casado, oriundo de la sierra sur y de padres campesinos, señala que la gente era más sencilla, sincera o campechana debido a la falta de información, pero hoy el peligro y la malicia resultan frecuentes, “¿Y usted considera que el paso del tiempo es igual o distinto en sus padres y en sus hijos? Pienso que hay cosas que sí… un ejemplo damos la alimentación, honestamente… antiguamente se comía pues, se comía cuatro, cinco veces al día, y se comía comida pues, no ahora como se dice, perdone la palabra, comida chatarra ¿no? Porque antiguamente UD comía carne, no faltaba carne, pescado y menestra en casa ¿no? Era una cosa de… normal, ahora honestamente la huella familiar ha cambiado bastante ¿no? En ese sentido pienso que sí, el pasado ha sido mejor. Ahora claro que… ha avanzado bastante la ciencia, más, este… más tecnológicamente, ¿no? pero ahora me re… me remito a lo pasado. Ah sido, siempre a habido más campechana, ha habido mas sinceridad en las cosas, quien sabe por la misma… este por la ignorancia de la gente, ¿no? Las personas, pienso que no ha habido tanta, tanta malicia como hay ahora, ahora hay demasiado, demasiado, ahora ya se vive a cien por hora, así que a la vuelta de la esquina nomás esta el peligro, antes no”. Los varones y las mujeres cuyas edades oscilan entre los treinta y sesenta años, más bien ponen énfasis en el hecho de que sus vidas se han acelerado comparativamente respecto de la generación de sus padres, por lo que resultarían evidentes los cambios en los consumos culturales, a la par que la vivencia de un desorden en las etapas de la vida y de una cantidad de 185 intereses y expectativas que las generaciones mayores no conocían. Sandra, de 62 años quien proviene de la pequeña burguesía limeña, comenta cómo se ha roto el guión que obligaba a las mujeres de determinadas edades a vestirse de un modo fijo. Por ejemplo, antes una mujer en los cincuenta o sesenta, no podía vestir con pantalones o colores claros, “¿Crees que el paso del tiempo en la vida de tu abuela, tu madre o la tuya misma ha sido igual o diferente? Yo creo que la deben de haber vivido diferente, porque me parece que el mundo anterior, o sea en las generaciones anteriores la mujer, por ejemplo, a partir de los 30 años ya se vestía de otra forma, de otros colores. Hoy día las chicas de 30 están vistiéndose como chibolas y… y… yo que tengo 62 me puedo poner pantalones y ropa de color claro. Sí, yo creo que lo han vivido diferente las abuelas, ¿ah?” Patricia de 37 años y madre de tres hijos, compara la vida de su abuela y madre con la suya, remarcando la apertura que existe en su generación hacia intereses extra-familiares y las mayores expectativas en el compartir las responsabilidades domésticas con la pareja, “No, yo pienso que lo han vivido de una manera diferente. Básicamente porque el contexto influye, ¿no? Este, definitivamente vivimos en un contexto muy distinto, ¿no? Mi abuela nació en la primera guerra mundial, este…. Tuvo que pasar por las dos guerras. La segunda guerra le tocó…este… con hijitos recién nacidos, ¿no? entonces el manejo que ella tenía de su cuerpo, de su persona, era muy distinto y en una sociedad europea todavía bastante… a la antigua, ¿no? Y mi familia en Europa es una familia muy a… eh… clásica, con bastantes comodidades, que donde había que cuidar las formas porque… y de pueblo, además… con la mentalidad de pueblo. Mi mamá fue moderna quizás, en el sentido de haber dejado Europa, para mi familia fue un golpe terrible. Es la única de treintaitantos primos que dejó Europa. Y solo dos o tres han salido de su país, para que tengas una idea. Y esto, 186 esto en los años 60/70. Y creo que mi mamá lo vivió más moderno. Mi mamá ha trabajado toda la vida, este… lo cual hace que ella tenga otros vínculos más allá de los domésticos, ¿no? o familiares. Sin embargo, su familia es lo principal y a su familia siempre le dio mucho peso-que es muy bueno- pero a veces demasiado peso, porque los otros vínculos eran para el trabajo. Una vez que salía de la hora de trabajo como que no existían. ¿No? Y yo siento que tengo mayores intereses en involucrarme en asuntos culturales, en actividades sociales más allá de lo estrictamente laboral, ¿no? Entonces creo que sí hay una vivencia muy distinta. En parejas, no sé… tal vez también distinta, porque ahora se espera…. Mi mamá esperaba mucho más de mi papá, pero si no hacía él cosas en la casa, era una resignación porque “así son los hombres, ¿no?”. Pero yo espero mucho más. Para mí no es una resignación sino una frustración, porque yo sí espero que haya un compartido de tareas sino de responsabilidades, que es lo principal, ¿no? “. 4.2.2 cuerpos de mujeres/ cuerpos de hombres.- Identificar el papel que los cuerpos podían jugar en los cambios del curso de la vida, fue –en un primer momento- difícil para los entrevistados y entrevistadas de todas las edades. Sin embargo, los sujetos de las entrevistas lograron articular -luego de pensarlo o pedir más explicaciones sobre lo que se les preguntaba- discursos sentidos e interesantes en torno a sus propios cuerpos. Alberto de 50 años, exige una explicación ante la pregunta “¿cómo te sentías en tu cuerpo?”, respondiendo luego con mucha honestidad y emoción, “¿Cómo te sentías en tu cuerpo? ¡Me tienes que explicar eso! ¿A qué te refieres? Te sentías cómodo, incómodo, te sentías feliz, te preocupaba… No me gustaba… hasta ahora no me gusta, pero no me gustaba, me sentía… una insatisfacción... de todo… (Baja la voz). ¿Cómo lo veías? Es una cosa muy primaria… ¿cómo veía yo mi cuerpo? (Silencio…), ¿En 187 qué sentido? Como algo cercano, agradable, como un instrumento, no lo veías… Lo sentía… cercano, pero gran parte del tiempo no lo veía, casi no lo veía. No era una materia de mi preocupación, salvo de vez en cuando…Cuando creía detectar que dejaba el patrón que me habían impuesto… así…. O de no engordarme…. Ese tipo de cosas, ¿no? Pero…” Es de notar, que los entrevistados y entrevistadas manejan una visión cartesiana sobre ellos mismos como sujetos. Así, se representan a partir de la división mente - cuerpo; y además, plantean la supremacía moral de la mente o espíritu sobre el propio cuerpo. Esto resulta bastante evidente en lo que plantea Marco –dentista soltero de 43 años, al ver al cuerpo como “una cajita que te entierra”, “Sé que mi cuerpo era mi prisión. Sí… de chico supe eso, que mi cuerpo era mi prisión: somos un ser pensante… con muchas posibilidades – pero hasta cuando estás viejo- tú puedes estar lúcido, y tu cuerpo es una cajita que te entierra... si, si, sí, eso es así. Claro que aprecias tu cuerpo, lo estimas, fisiológicamente lo tratas de cuidar para que ande mejor, lo alimentas mejor, mejor combustible, y todo, pero al final es tu prisión, ¿no?” Escasamente se reconoce la influencia del propio cuerpo en la experiencia vital, sino cuando las personas van siendo mayores y empiezan a sentir los “achaques de la edad”. Sin embargo, algunos entrevistados mencionaron el color de piel u ojos como una forma de conseguir ventajas, tanto para socializar como para conseguir trabajo. En todo caso, cabe resaltar que los aspectos raciales ligados al cuerpo no surgieron espontáneamente en la mayoría de entrevistas. Dora –abogada de 35 años cuya madre proviene de la pequeña burguesía limeña y su padre del proletariado formal no manual, 188 señala cómo “ser blanca” la ayudó a conseguir trabajo, “… físicamente me permitió… tal vez por la forma de ser… un poco el conseguir mis trabajos… ¿ya? Tal vez… ¿En qué sentido? En el sentido de que a veces preferían chicas blancas y… cosa que me parecía muy mal… a… en este país hay racismo, no entiendo por qué… pero eso es básicamente lo que yo notaba, ¿no? sí…” Mientras, Antonio de 54 años y proveniente de una familia del proletariado formal no manual, indica cómo el “tener ojos claros” lo ayudó a socializar con “amistades femeninas” y tener una vida social intensa, “Bueno, el hecho… yo soy una persona de ojos claros y cuando uno es jovencito, eh... y es deportista y es sociable, eh… no es mal parecido, digamos que este tipo de características físicas despertaba mucho interés, en... en las amistades femeninas, y eso te permitía participar también en una vida social intensa ¿no? Lo que parece caracterizar la vivencia del cuerpo de las mujeres de diferentes edades es la percepción de sus cuerpos como “cuerpos pantalla”; es decir, como cuerpos imagen, como superficies más que como organismos con materialidad o con densidad. O como señala Sennett344 se trata de la “insensibilización del cuerpo, pero su erotización visual”. María –comunicadora y aeromoza- narra cómo abandonó la práctica del kit boxing, porque la 344 SENNETT, Richard. Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid, Alianza Editorial, 1997. 189 masculinizaba al anchar su cuerpo, “Estoy agradecida de tener un cuerpo valorado por los demás. Se me ocurrió meterme a hacer kit boxing a los 18 años. Se me anchó el cuerpo, entonces todo era distinto, lo sentía distinto. ¿Este debe ser el cambio de de mi vida? … ¿eso debe ser mujer? De allí lo revertí, dejando de hacer todo eso y dedicándome más a… volver a proporciones que eran antes (…) un cuerpo flaco que le entraba todo” Mientras Carolina, de 74 años señala de forma contundente, cómo su cuerpo no tenía materialidad al percibirse como un esqueleto, “Yo veía mi cuerpo como un esqueleto con ropa, gorda o flaca” Por último, Andrea de 23 años, ve su cuerpo “chuparse”, hacerse más pequeño; es decir, quedando sin volumen, “Yo veía que mi cuerpo se iba chupando… que se iba… este… haciendo más pequeño. Lo que pasa… por lo mismo que cuando estoy bajo presión me chupo, ya no había volumen en mí”. Así, conjuntamente con esta falta de percepción de la materialidad del propio cuerpo, muchas mujeres señalaban que no se sentían preparadas para los cambios del cuerpo en el transcurso de la vida, percibiendo sus cuerpos, como “cuerpos problema”, “Me chocó llegar a los 20 (…) yo siento que no estoy cuidando mi cuerpo, que no lo respeto y no sé si lo quiero. O sea… sí lo debo querer (risa) pero el punto es que si no cuidas algo es porque no le tienes mucho cariño. (…) Yo siento que no conozco mi cuerpo y ese desconocimiento hace que haya un quiebre entre lo quiero / no lo quiero; lo cuido / no lo cuido. No lo conozco a pesar de estar encerrada en él 190 (…) o sea vives con él, caminas con él, te miras al espejo y digo “ya este es mi cuerpo”. Pero cómo funciona adentro, qué sensaciones tienes cuando haces esto o aquello… este… en el mismo plano íntimo, creo que uno no llega a conocer 100% su cuerpo…” (Andrea, 23 años) “Mi cara no existía para mí (…) Es que yo tengo una máscara, yo así nomás no me quejo, no me gusta que me tengan pena.” (Pocha, 73 años). Mientras en el caso de los hombres, el cuerpo es percibido en todas las edades como un cuerpo con materialidad, un cuerpo –organismo, con sentidos que permiten la sexualidad, la sensualidad, la sensorialidad; en suma, cuerpos que permiten el goce. Pedro –historiador de 36 años-, se percibía con un cuerpo fuerte, sin límites y gran capacidad de goce, “Era un muchacho de 15 / 16 años, me sentía fuerte, o sea corría todas las mañanas 3 a 4 kilómetros con una energía impresionante, este… podía hacer muchas cosas. No tenía límites. En los 20 igual fue eso: el gozo hedonista del cuerpo en todas sus variantes.” De igual modo, Blas, hombre de teatro de 69 años, plantea la necesidad de tener un cuerpo hábil para la sensualidad a toda edad. Señalando que de joven el cuerpo produce “goces inenarrables”; pero luego con la edad, el individuo se encuentra con achaques que pueden anular esa capacidad de goce, “Mira el valor que te he estado conversando, ¿verdad? En el sentido de estar atento a, no darle tonterías ¿no? Eh, tenerlo listo para... al contrario para el placer, ¿no? Porque de repente uno es sensual, ¿me entiendes? Y...Yo siempre he creído que el mayor placer es la sensualidad de...vivir a plenitud el organismo... ¿no? En su realización 191 total, esto... aquello que se vuelve después anecdótico con los años, cuando la gente dice que entre comillas, puede, no puede, qué sé yo, esas tonterías que, que parecen de los más graciosas ¿no?... Porque... no, no, no forman parte, en realidad, de la unidad del uso de cuerpo. Pero hay una época en que el cuerpo te da... a plenitud goces inenarrables y... y… ya mantenerse sin muchísimos achaques con el tiempo también es ya otro goce, ¿ah? Cuando tú te encuentras con eso. Y ya te digo, sí... atento a eso, muy atento ¿ah? Porque... cualquier disminución pues corporal ya te digo, te anula para todo lo demás”. Sin embargo, a pesar de que el cuerpo es percibido como un locus de goce y satisfacción, los varones en general señalan que sobre el cuerpo, la sexualidad y las relaciones sexuales, prácticamente no se habla; incluso –en algunos casos- el cuerpo puede ser un espacio para la vivencia de traumas. Hugo, de 37 años –divorciado y padre de un hijo- señala, “Nosotros los hombres tenemos el trauma del tamaño del pene… se habla poco de eso con sinceridad. Y se habla muy poco de cómo hacer el amor” Mientras Alberto de 50 años, soltero y sin hijos, confiesa tener el trauma de la gordura, apuntando que lo acusan de anoréxico, “Lo primero que me acuerdo…. Yo tengo un trauma de niño… ser muy gordo… ¿ya? Entonces… este... yo a los 20 años, por allí, recién adquirí un peso normal. Y a los 24, 25 me volví flaco. Y he tenido una obsesión que me dura hasta hoy… a veces me acusan de ser… ¿cómo se llama eso?... …Anoréxico…” Si bien los hombres cercanos a los setenta años y mayores, perciben 192 sus cuerpos con materialidad –incluso como máquinas para el trabajo físico o intelectual-; consideran los aspectos del adorno corporal como perturbadores o cuestionadores de su masculinidad, ya que tienden a asociar la belleza con femineidad. Blas –hombre dedicado al teatro, de 69 años de edad- señala enfáticamente que nunca cultivó un cuerpo “lindo”, sino ágil y “respondón”. Siendo la negación de la belleza física bastante enfática… “no, no, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca”, “Nunca he sido una persona que te pueda decirte que, que he cultivado mi cuerpo para mostrarlo ¿ya? Por decirte como quien digamos, el físico culturismo… todas esas cosas no, no, no, lo que he tratado de mantenerlo sano, ágil y respondón. Ya, pero (risas), pero no, no, como un cultivo de ¡OH! qué bello soy, ni qué lindo mi cuerpo, me vendría mejor esto, o esto otro no. No, no, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca”. Ezequiel de 73 años –quien trabajó desde los siete años en labores manuales, resalta al cuerpo como máquina para el trabajo, negándose a pronunciar la palabra belleza, asociada a su propio cuerpo, “Yo pienso que… si uno no se cuida… el cuerpo es muy, muy, muy importante es cierto ¿no? No, no, no creo que alguien vaya a decir que no, mi cuerpo no… el cuerpo es una máquina, es una máquina es una máquina que si no le da cuidado, si no les das el cuidado necesario bueno…y si todo, si el… si el cuerpo físico. El cuerpo interviene, en a parte aparte de visión, bueno en fin. El cuerpo para el trabajo, si no estas en tus cinco sentidos y tus órganos, este... Qué le digo aptos no puedes desempeñar una labor ¿no? 193 Mientras Norberto, científico de 85 años de edad niega el culto al cuerpo… “no, no, no, absolutamente no”. E incluso enfatiza que nada de su cuerpo podría ser considerado agradable… “absolutamente nada”, “Eh… entonces parece que UD. no veía a su cuerpo tan importante... En lo absoluto, en cuanto al cuerpo no, no, no absolutamente no. Lo más valioso para mí era mi trabajo mental, intelectual. Pero ¿valoraba su cuerpo? No, absolutamente no. No tenía especial interés... ehhh en mejorar mi físico o algo de eso… no, como le decía, practicaba normalmente el deporte como lo había practicado eh... cuando era estudiante ¿no? ¿Qué creía acerca del cuerpo durante esa época? Nada, algo normal, natural. ¿Y algo le agradaba de su cuerpo o que consideraba agradable del cuerpo en general? Nada, absolutamente nada”. (Hombre, 85 años) Los cuerpos de los varones son valorados en tanto portadores de agilidad, energía y vitalidad. Los cuerpos masculinos no tienden a presentarse en el marco de la entrevista como cuerpos problema, sino como cuerpos “normales”, que pueden adaptarse a los cambios del tiempo. Incluso la gordura, la falta de vitalidad, los síntomas de envejecimiento, la mala performance sexual o el maltrato corporal (comer mal, beber en demasía, etc.) no son presentados en el contexto de la entrevista como “verdaderos problemas”, sino como asuntos pasajeros, como contratiempos momentáneos o de poca valía, en tanto el cuerpo del hombre se concibe principalmente como cuerpo sujeto y no como cuerpo imagen para el otro. Al parecer, estas condiciones de cambio corporal, -desde la perspectiva de los varones- no parecen incidir 194 profundamente el yo de los entrevistados. Hugo de 37 años, se veía gordo pero “no le jodía” porque se veía “normal”, mientras Marco de 43 años plantea las “bacanales universitarias de alcohol y juerga” como un asunto pasajero sin mayores consecuencias, “¿Cómo veías tu cuerpo? Gordo… pero no me jodía, normal. Normal”. (Hugo, 37 años) “¿Cómo me sentía en mi cuerpo? … …. No, no, no… eso es un proceso… espiritual…psíquico. Eso no tiene nada que ver con el cuerpo puedo haber estado en el gimnasio, delgado, gordo…. Eso no iba a solucionar mi problema. ¿Cómo lo veías? Allí lo apreciaba más, dejé de beber: nunca fui alcohólico… o sea eran etapas, en la universidad fiesta que había, bacanal que había, a chupar, y juerga y lo que sea, pues. Terminé la universidad, comencé a trabajar y dije hasta acá nomás: se acabó. No puedo llegar mareado a mi trabajo, con olor a licor, por respeto a mí y a los demás, ¿no? Sí, sí fue eso”. (Marco, 43 años) Los cuerpos abandonados, son una especialidad femenina. a. Algunas mujeres abandonan su cuerpo por el cansancio de luchar por un cuerpo- imagen para otros, que nunca se consigue: “Creo que todo el mundo se fija en tu cuerpo. Creo que abandoné el cuerpo. Me cansé de darle importancia al cuerpo… toda la vida me la pasé en dietas. Y nunca pude ponerme bikini ni hacerle un streap tease al marido”. (Estrella, 61 años) b. El cuerpo se abandona porque no se aprendió que podía ser un locus de placer: “Cómo vas a querer un cuerpo que te han inculcado a no querer desde 195 chiquita. Y viene la noche de bodas para la que no te sentías preparada… yo dije “ya pues…. que haga lo que quiera con mi cuerpo” Estrella, 61 años) “Mi cuerpo me permitía no ser mirada, y eso me daba mucha tranquilidad (…) Ni me miraba. Estaba gorda y nada más. Tu ropa son como carpas que te pones encima y desaparece la mujer que eres y te separas más del mundo” (Sandra, 62 años) c. El cuerpo se abandona “por los hijos” (si bien algunas mujeres señalaron la felicidad por albergar y dar a luz otro cuerpo). Ana de 41 años y madre de un hijo, contesta a la pregunta ¿cómo te veías?: “creo que no tenía ni tiempo de verme”. Y, ¿cómo crees que te veían los demás?: “siempre me han visto como una buena madre: cansada, agotada, no feliz. O sea, me abandoné yo”. Silvana, madre soltera de 21 años con 8 meses de embarazo responde: ¿cómo sientes tu cuerpo? – “gigante y pesado”. ¿Cómo ves a tu cuerpo? – “como si no fuera mío”. Por último, Amalia de 66 años y madre de dos hijos, señala: “no tuve tiempo de pensar en mi cuerpo porque estuve dedicada a mis hijos. Ni vi pasar el cuerpo” (se refería evidentemente al hecho de que no tuvo tiempo de ver pasar el tiempo en su cuerpo). Si consideramos la variable edad, encontramos patrones interesantes con relación a la vivencia del cuerpo de hombres y mujeres. Es decir, 196 encontramos cambios significativos en torno a cómo las diferentes generaciones viven, construyen y materializan sus cuerpos. Los jóvenes de hoy performan en un entorno social, cultural, económico, político y tecnológico muy diferente a los jóvenes de generaciones anteriores. La igualdad jurídica de las mujeres respecto de los varones, el control de la fertilidad, el ingreso de las mujeres a la educación y a la actuación política ha dado lugar a la conformación de identidades complejas en permanente negociación, lo que Fuller345 denomina identidades en tránsito. Si pensamos en las dos generaciones de los extremos (los jóvenes en los 20 años y las personas de la tercera edad) podemos identificar un cambio significativo que actúa como eje de transformación generacional: el cuerpo como matriz de poyesis. Para los jóvenes los cuerpos representan un espacio de creación y de expresión muy significativo. Son cuerpos - proyecto, cuerpos que se imaginan transformándose, creciendo, performando, “apilándose”, tocándose. “… Ahora puedes ver a los chicos abrazados, conversar, estar juntos: uno sentado encima del otro, y no se ve malo. Creo que el acercamiento, las fronteras tanto entre hombres como en mujeres ya no son tan notorias…” (Pablo, publicista soltero de 22 años) “Yo creo que la estética es importante para relacionarte con las personas… buscas alguien que tenga los mismos gustos o que refleje una forma de ser que te agrade, porque creo que no te acercas mucho a la gente que no te llama la atención…” (Jorge, lingüista de 25 años) 197 De hecho la sociabilidad y la performance intensa son muy valoradas por los jóvenes varones y mujeres. Si bien los cuerpos de las mujeres jóvenes sigue siendo preferentemente un cuerpo pantalla, la densidad de la piel parece haberse engrosado albergando aretes, tatuajes y escarificaciones. Los cuerpos de los varones parecen permitirse cierta “feminización” al incorporar una preocupación estética, que apela a la simetría muscular, al uso de productos cosméticos y que coquetea con el concepto de belleza. Pablo de 22 años, aficionado a los gimnasios comenta en torno a la “feminización” de los varones “metrosexuales”, “Yo me he quedado impresionado de que mi padrino –que es totalmente metrosexual- me regaló una crema para la cara, yo dije ah… (aceptación) pero me da roche usarla. Me estaba cambiando y estaba rodeado de 30 patas a mi costado también cambiándose, y sacar mi crema y echarme, como que no iba. Y de pronto un día veo un chico a mis costado, abre un bolso y abre y tira un montón de cosas sobre la mesa, y era para las manos, crema para el cuerpo, crema para esto…. Gel para el pelo… y parecía un porta cosméticos de una mujer. Pero, varia gente como que se sonrió, pero yo dije… caramba! Si se quiere cuidar, bien por él, ¿no? Pero eso me hizo dar cuanta del gran salto que hemos dado porque yo voy al gimnasio desde que tenía 17 años, nada… tu crees que antes un hombre iba a estar hablando de “oe, cómo hago para bajar de peso o estos rollitos de acá? Jamás!” En cambio ahora sí, ¿no?” Sin embargo, vale la pena insistir que para los varones jóvenes el cuerpo resulta un medio o instrumento para “hacerse hombre”: al crecer y “formar el cuerpo” generan miedo y respeto, conjuntamente con la posibilidad del goce sexual o hedonista. Jorge de 25 años –proveniente de una familia de clase media alta- 198 comenta cómo se manifiesta el crecimiento en el cuerpo y la posibilidad –por tanto- de performar como hombre, tanto con las chicas, como en la calle al poder defenderse físicamente, “¿Era importante o no tu cuerpo como parte de esos cambios? ¿Qué pasó con tu cuerpo? Sí… ah… porque… una por… es que son bastantes…. Solo lo veo de la niñez a la adolescencia… bueno definitivamente… te salen pelos por todos lados… (Risas) y bueno, creces ¿no? y comienzas a hacer otras cosas que te permite tu cuerpo…De niño a adolescente salir con tus amigos en la noche solo, de niño no te dejan salir de noche, con tus amigos… siendo más grande por lo menos -tengo la misma estatura hace 10 años…- (Risas) siendo más grande ya puedes defenderte solo, eso es lo que creen tus padres, por eso confían en ti. O… las chicas también y en una etapa…. Bueno yo creo que la estética también es importante para relacionarte con las personas”. A la vez Mario, comunicador de 24 años, plantea que se hizo hombre al dejar de ser “un típico gordito cachetón”, es decir, a partir de cambios en su fisonomía corporal, “Pues sí, mi cuerpo siempre fue parte de esos cambios, sobre todo por el hecho de ser joven, y el culto al cuerpo es inherente a la gente de mi generación, el que diga que no que tire la primera pesa. Mi cuerpo ha ido cambiando, o sea el típico desarrollo que uno vive en la adolescencia, tanto sexual, hormonal, sobre todo he bajado de peso bastante, cuando estaba en el colegio y hasta en la universidad, por muchos años, era el típico gordito cachetón, de un momento a otro baje de peso, y yo feliz, pero nunca me ha gustado hacer ejercicios, no tengo fuerza de voluntad, lo máximo han sido quince días y de ahí ni más y eso que tengo mancuerna, bicicleta estacionaria, tengo el pentagonito a tres cuadras de mi casa para correr todas las mañana, pero prefiero dormir, pero eso no quiere decir que no me cuido, por lo menos trato de comer bien, no como basura por lo menos. 199 Incluso los hombres jóvenes también manifiestan que el cuerpo es un instrumento para la sociabilidad y para sentir (se) y sentir a los otros, pero todavía el cuerpo no sería un reflejo de las experiencias vitales, ya que aún no se marcarían las huellas de la vida (lo que sucede a lo largo de los años); pero sí permitiría vivir y sentir: se lo reconoce como el centro de operaciones vitales, “Sí porque, por ejemplo, eh… desde… hasta los 16 años, sí me importó ser flaco, mantenerme bien, pero a los 17 dejé el deporte a un lado, y dije “para qué voy a seguir manteniéndome bien, si ya no hago deporte, ¿no? Y allí vino esta onda de ir a los gimnasios, que la mantengo hasta ahora. Y si bien mi cuerpo no ha mostrado una mejoría por el gimnasio mismo, pero creo de que también ha sufrido un cambio, ¿no? Un cuerpo tal vez no muestra de manera tangible las huellas de su vida, pero que sí lo siente, ¿no? Con él he pasado las cosas buenas y las cosas malas”. (Pablo, 22 años). Los hombres parecen no abandonar sus cuerpos, a pesar de que cuando son jóvenes no tienden a sentirse satisfechos con ellos. La comparación con modelos corporales en los medios de comunicación tiende a resultarles intimidante. Así, Jorge de 23 años narra su inseguridad y las reacciones que tenía al recibir “críticas” o al ser comparado corporalmente, por no tener tanta musculatura o no estar bronceado, “Eh… en esa época sí estaba bien inconforme con mi cuerpo. Porque sentía, que no… iba… mucho con… o sea sí iba. Es que no sé cómo decirte… sentía que… que sí iba… con esa parte mental de pensamientos y de arte, porque igual me ayudaba a hacer las cosas que me gustaban hacer. Pero en esa época era alguien bien complaciente con la gente que era buena conmigo. Entonces…no sé cómo explicarte….a ver, si… por ejemplo, si decidía no ir a la playa porque estaba blanco…., pero si no iba a la playa cómo iba a estar no blanco…bronceado a algo así. Si estaba 200 viendo una película con una chica y me decía ¡uy! qué tales brazotes del pata, yo… al día siguiente me veías entrenando. Me dejaba guiar bastante… estaba contento pero inseguro, cuando recibía una crítica o comentario, me chocaba bastante, porque lo comparaba conmigo”. A la vez, Mario de 24 años, muestra su inseguridad debido a que no era fuerte o ágil para el deporte, “Claro que sí me importaba y me importa mi cuerpo y sí me cuidaba pero a mi manera, o sea no fumaba. No me drogaba, ni tomaba mucho alcohol, hasta ahora, pero tampoco hacía ejercicios, era -y soy- malazo jugando fútbol, siempre fui flojo en deportes, pero también no me sentía bien en él porque no era fuerte o ágil como mis compañeros de clase, aparte era medio gordito y con granos, no me sentía muy bien que digamos me hubiera gustado se más musculoso, bueno creo que la mayoría de adolescentes sienten lo mismo, quieren ser como los modelos que salen en la tele, o que se yo, muchos no están de acuerdo con su apariencia física, pero eso, en mi caso ha ido cambiando, ahora si estoy bien como soy”. Más bien, los varones de todas las edades dicen tener la capacidad de adaptarse a los cambios corporales a partir de la moderación y “si bien ya no estás como cuando tenías 18 años, estás sano, ya dejaste de fumar, de beber, cuidas tu comida y duermes tus horas.” Un asunto igualmente relevante, en el caso de los varones de todas las edades es el deporte. Tanto los que lo valoran y lo practican, como los que no lo practican o no la valoran, lo tienen como un punto de referencia. Al parecer, la práctica del deporte se encuentra posicionada como un medio privilegiadamente masculino para “formar el cuerpo”, lo que no necesariamente se asocia con cuerpos atléticos. Ser varonil / ser hombre, no es sinónimo de 201 un cuerpo excesivamente musculoso. Al parecer la agilidad, energía o potencia es lo que marcaría sustantivamente la masculinidad (y no necesariamente la gran musculatura o la “fuerza bruta”). Por ello, a medida que avanzan los años, los entrevistados manifiestan una cierta añoranza respecto a la pérdida de energía y agilidad, y el menoscabo de la autonomía o seguridad física que ello conlleva. Alfonso –ingeniero de 64 años, proveniente de una familia de la pequeña burguesía limeña, afirma su gusto por el deporte, ya que le permitía agilidad o habilidad, “¿Mi cuerpo? En esa época yo era una persona que me preocupaba por mi cuerpo, por el lado del deporte. ¿No? Yo era boga, yo remaba. Y pertenecía a un club de remo, que se competía para… para…. Eh… campeonatos nacionales. ¿No? es un deporte que siempre me gustó. Yo soy muy acuático. Yo he hecho natación, he sido timonel en mi club de remo cuando era niño, después ya he pasado a ser boga, y he corrido en todas las categorías. Campeonatos nacionales, y… ya. Entonces yo me cuidaba mucho mi cuerpo. Eh… cuidaba no tanto la parte de… de… imagen típica de querer ser muy musculoso, sino más bien la parte de querer ser hábil con el cuerpo. Es decir, se suficientemente ágil, rápido, no necesariamente forzudo, ¿no?” Mientras el paso del tiempo disminuiría en los varones esa agilidad. Así, Manuel, veterinario de 66 años, tilda a la pérdida de habilidad corporal o seguridad física, como un “declive” vital, “Sí, sí era importante. Bueno, eh… hasta la edad de los 45 a 50 años, la seguridad física, el valerme por mí mismo. A partir de esa edad ya ha empezado a declinar, ya no tengo la misma, la misma energía física.” 202 En síntesis, el deporte representa un medio para ayudar a transformar el cuerpo púber o adolescente del varón en un cuerpo adulto que permite autonomía, goce sensorial y sexual. Aunque encontramos algunos discursos críticos frente al deporte, éste parece haber sido un eje en la materialización de la masculinidad, “Uno creía, asumía como algo natural, innato que los hombres teníamos que ser fuertes, que teníamos que hacer deporte. Era parte… se aceptaba como algo normal… y ahora digo, porqué miércoles tenía que ser normal, esos son rollos también, se callaba. Hay que hacer un punto… a ver un momentito… ¿por qué se tiene que ser deportista? Detesto los deportes… Porqué tenía que seguir los patrones… era normal… había que hacerlo…. ¿No?” (Alberto, soltero de 50 años) En las mujeres jóvenes –por el contrario- se evita el deporte –o ciertos deportes- para no masculinizar el cuerpo. Y a diferencia de los varones que consideran los cuerpos como un medio de crecimiento y autonomía, - señalábamos líneas arriba-, los cuerpos de las mujeres son percibidos como problemáticos. Pero en conjunto encontramos a jóvenes mujeres y varones que se valen de los cuerpos para performar intensamente, socializar y sentir. Es decir, consideramos que los cuerpos juveniles son una matriz importante de creación de identidad. Las mujeres y varones que tienen alrededor de treinta años perciben que la energía, los rasgos y habilidades corporales se van transformando y que ya no son los “jóvenes de 20 años” pero que a pesar de ello, todavía es factible 203 parecerlo con un poco de esmero en el trabajo corporal. Si bien las mujeres temen que el cuerpo “se afloje” y empiece a perder forma y los varones señalan que ya no pueden vivir con los excesos de los veinte años; ambos encuentran mayor capacidad para el goce. Los hombres descubren formas de gozar alternativas a las del gran despliegue de energía física como la intimidad sexual, la comida, etc., mientras las mujeres se van sintiendo más seguras con sus cuerpos. Patricia de 37 años, narra cómo fue ganando confianza y comodidad respecto de su propio cuerpo, perdiendo pudor, “Uh… sí, yo pienso que sí. En general yo era bastante púdica. Y creo que lo sigo siendo. Bueno en general (risas) mi madre es germánica, mi papá no es nada católico, pero sí es discreto, recatado, y eso era una cosa que nos subrayaba mucho, vengo de un colegio religioso, entonces todo eso hace que tú creas toda una forma de concebir tu cuerpo muy particular, ¿no? Tampoco era una monja pero… usaba minis, pero digamos todo tratando de ser más o menos discreta, ¿no? eh… creo que a nivel de presentarme a otros – o sea de ropa- sigo siendo relativamente clásica, discreta. Y a nivel de manejo de cuerpo sí me siento más eh… más cómoda que a los 15 años –que hay cosas que te molestan- te crecen los senos y es incómodo ubicarte…. Siento que allí ha habido una evolución. Y a nivel –si quieres de vida íntima- me siento bastante cómoda, no tengo problema con… no tengo algo fijado como un problema con mi cuerpo. Me gustaría tener más aquí y menos allá, pero creo que eso le pasa a todo el mundo. Ese no es un tema que me quita el sueño. (Risa)” Mientras Pedro, historiador de 36 años –soltero y padre de un hijo- propone que si bien se va perdiendo energía, se gana capacidad de goce y placer “que también están vinculados al cuerpo”, 204 “Ah… en la vitalidad, ¿no? este…Sobre todo cuando vine acá, a Lima, eh… ya era un muchacho de 15/ 16 años y obviamente me sentía fuerte o sea corría todas las mañanas 3, 4 kilómetros… una energía impresionante, este… podía hacer muchas cosas. Y en los 20 igual fue eso: el gozo hedonista del cuerpo en todas sus variantes. Con excesos inclusive, con excesos. Pero en los 30s, ya no podía tener esos excesos físicos, ya no me llenaban tanto el espíritu o el alma. Como que había una cosa más moderada, como que descubría otros placeres. Sí, eso también tenía que ver con el cuerpo, eso de los sabores, de disfrutar cada momento de manera más linda, más entregada. Y después ya acercándome a los 40, evidentemente ya el cuerpo no es igual en el sentido de la energía. ¿No? Una borrachera, pues al día siguiente te mata, ¿no? te mata, antes no: podía embriagarme y al día siguiente montar bicicleta kilómetros y trabajar. Hoy día ya no. También hay un cambio físico allí, que implica que tengas otro tipo de placeres y goces, que también están vinculados al cuerpo, ¿no?” Los cuarenta años parecen marcar una etapa de aceptación de los cambios corporales, a la par que se adquiere seguridad ontológica a partir del desempeño laboral, o las relaciones afectivas. Tal vez por ello, la gran mayoría de entrevistados y entrevistadas que tienen alrededor de cuarenta años señalaba que el cuerpo no cumplía un papel muy importante en sus cambios vitales: más bien tendían a percibir el proceso del paso del tiempo como “normal”. Así, los cuerpos -según los entrevistados-parecerían acompañar los cambios vitales pero no determinarlos ni marcarlos. Curiosamente una entrevistada señalaba que su cuerpo no le impedía desempeñarse laboralmente aunque fuera de corta estatura, por lo que el cuerpo no la limitaba ni había influido en su vida –aunque no consideró una cirugía mayor que redujo su peso drásticamente y la obligó a abandonar momentáneamente el trabajo, 205 “De repente sí, pero yo no lo considero de esa forma, ah…creo que eso más depende de las personas con las que te relacionas… y dependiendo de la situación… pero, yo no lo considero importante, por ejemplo, no me traumo ni por mi estatura, ni por (mi cara…ininteligible) porque no puedo hacer nada al respecto. Aunque ahora sí podría hacer muchas cosas (risas). Si tuviera la plata para… (Risas) pero… no ha sido definitivo para mí. El hecho de ser bajita por ejemplo, a mí no me complica para dictar una clase y ese tipo de cosas…. Entonces el problema es del resto…. O sea, yo trato de tomarlo así, que yo me sienta mal por eso, no: no me preocupa. ¿Tú crees que el cuerpo acompaña a los cambios que me comentas, lo influyen etc.? Yo creo que el cuerpo acompaña a los cambios, pero que para mí sea importante, no. Porque en la actividad que realizo no lo considero importante, si fuera una vedette, sí. Si fuera artista…. Quizá sí, pero en la actividad que realizo…no, no es algo que me preocupe excesivamente, en todo caso.” (Margarita, contadora de 44 años, soltera y sin hijos.) Marco –dentista de 43 años- resalta los cuarenta como un período de meseta (estabilidad y goce), antes del declive vital, “Claro, pienso que estamos en una meseta, creo que es el momento en que necesitas reconciliarte, tienes que tratar de apaciguar penas… de estar bien contigo mismo. Ya estamos… no estoy en los descuentos pero ya estoy en la meseta de la vida. Ya no eres un mocoso… el problema –es como le digo a unos amigos- te tienes que poner delante del espejo y ya te notas … (ininteligible) si no te aceptas así, y no te das cuenta que ya pasó el tiempo y si no conseguiste, no conseguiste y no te lamentaste, sino no maduras, ¿no?” Mientras que Bruno, biólogo de 41 años resalta que se siente “normal arrugado”, lo que indica aceptación, ya que el cuerpo no le ha representado mayor preocupación, “¿Era importante o no tu cuerpo como parte de esos cambios? ¿Qué 206 pasó con tu cuerpo? No... En realidad creo que no…. o sea, si me miro al espejo… antes me veía normal, ahora me veo normal arrugado, pero…. No es algo que me haya preocupado mucho. Me ha gustado hacer ejercicio, siempre –no demasiado- me ha gustado hacer ejercicio… más que nada para sentirme bien, pero… “. Mujeres y varones de alrededor de 50 años plantean la importancia de los cambios corporales producto del paso del tiempo, por lo que resaltan el valor de la salud por encima de la apariencia corporal. La añoranza parece ser un sentimiento que acompaña el proceso de envejecimiento en los varones, ya que la energía física, vitalidad y autonomía van perdiéndose; habiendo sido esos elementos centrales en el afianzamiento de la masculinidad, “Por las características del sexo, mientras que la seguridad para la mujer esta en primer lugar durante casi toda su vida, para el hombre recién esto empieza a parecer como adulto mayor”. (Manuel, veterinario de 66 años) “Los achaques… (risas) si pues en lo físico sientes los cambios … la vista… un poco ya … el mismo organismo hace que te sientas medio ya…que no es lo mismo de lo que eras antes…eso es obvio, ¿no? … sí… los cambios…” (Luis, pintor de brocha gorda de 53 años) Mientras las mujeres en la década de los cincuenta, más bien indican que no estaban preparadas para los cambios corporales, a la par que dicen sentir los propios cuerpos como “cuerpos problema” en la medida en que la gordura o la “mala apariencia” delatan el paso del tiempo y la desvalorización social de los cuerpos. Esta sensación de desvalorización del cuerpo, 207 adicionalmente a la retroalimentación entre depresiones y gordura en un grupo de mujeres indica una sensación de añoranza frente a la imagen del cuerpo juvenil socialmente valorado. Sandra de 62 años, separada y con dos hijos, proveniente de una familia de la pequeña burguesía limeña, señala a la gordura como una manifestación de la dificultad para ser mujer, “… sí… porque a través del cuerpo se expresan muchas cosas, creo ¿ah? Casualmente, mira… sí, sí, sí, sí. Siempre mi cuerpo ha sido un problema para mí. Este… porque tenía el problema de la tiroides eh… siempre me ha preocupado lucir bien y no siempre lo he logrado. … Y ya hubo una etapa cuando me deprimí donde sí me engordé un montón. Y es una manera de… desaparecer la mujer… te vuelves casi una carpa, tu ropa es casi como carpas que te pones encima y desaparece la mujer que eres y te separas más del mundo. El mundo que te mire menos, y ya pues. Sí, sí, sí… yo siento que sí” Mientras Elizabeth de 50 años, ama de casa y madre de tres hijos, originaria de la pequeña burguesía provinciana, señala que su depresión estuvo asociada a tres embarazos seguidos y por consiguiente, a su dificultad para ocuparse de su propio cuerpo, “(Silencio)… sí… sí porque a pesar de que yo he engordado… la verdad que desde chiquita he llegado a engordar 35 kilos. Ahora tengo 15 menos, pero igual tengo 20 más. Este… nunca… solamente cuando engordé tanto y tuve a mis 3 hijos chiquititos fue una etapa de depresión para mí, y una etapa de no cuidar mi cuerpo y no quererlo porque… la responsabilidad de los 3 hijos tan chiquititos… impensado… nunca pensé que iba a tener tres hijos tan seguidos… la verdad que a pesar de mis años no estaba preparada para tener 3 hijos tan rápidamente, por… no podía esperar tanto también. Pero después de esa etapa que la superé, como a los 4 años que ocurrió, yo a pesar de estar gordita, yo 208 quiero a mi cuerpo. Yo no me siento mal, sé que tengo que bajar de peso, procuro tener una condición sana. No tengo mayores riesgos digamos de salud, porque esos sí los cuido, pero yo quiero a mi cuerpo, quiero a mis gorditos, quiero... mi imagen, me… siento bien con ella. Y tal vez eso no me ayude a bajar lo suficiente porque… me siento… -no digo feliz de la vida- de verme como me veo, pero, sí creo que he ganado un poco de estrías, creo que he ganado un poquito de arrugas, creo que he ganado un poco de en fin… ¿no? de caída de algunas cosas pero, no tanto como para no seguir queriendo mi cuerpo. (Risas). Las mujeres y los varones en la década de los sesenta comparten como cohorte, la experiencia de no haber tomado en cuenta el cuerpo como un locus para construir o materializar el cuerpo. Además debemos anotar que el cuerpo es percibido con un mayor énfasis biológico o fisiológico que simbólico, en tanto preocupa “el declive corporal” y la pérdida de una condición saludable. Amalia, ama de casa de 66 años y divorciada, habla de su cuerpo señalando un conjunto de transformaciones. Ganancia de peso, arrugas y falta de energía, “¿Era importante o no tu cuerpo como parte de esos cambios, de esas épocas de continuidad que viviste? ¿Qué pasó con tu cuerpo? ¿Como tu cuerpo? En cuanto a estos cambios y a la evolución del tiempo. ¿Tú crees que has sentido también los cambios en tu cuerpo? O cómo crees que eso ha influido en tu visión de cómo ha pasado el tiempo. … ¿Mi cuerpo, cómo? Que estoy engordando, que estoy envejeciendo, ¿esas cosas? Bueno, sí he notado que tengo mis arrugas tengo mis canas. Sí se nota el paso del tiempo, mi energía ya no es la misma. Ahora me canso más rápido”. 209 Mientras Alfonso –ingeniero de 64 años, divorciado y padre de dos hijos- indica que ya no está como cuando tenía 18 años porque, “La parte física evidentemente ha cambiado: uno se envejece, ya no… eh… ya no tengo la conformación física de antes, ya no tengo las capacidades físicas de antes. ¿No? Trato de cuidarme para mantenerme sano, pero eso es diferente a decir “estas como cuando tenías 18 años”. Finalmente, los entrevistados en la década de los setenta, parecen haberle prestado mucho menos atención a sus cuerpos en la etapa juvenil de lo que experimentan los jóvenes hoy en día y sobre todo hablado mucho menos de ellos, lo que da lugar a que Adela de 74 años comente: "Yo no me callo nada sobre el cuerpo, no. Lo que pasa es que no tengo motivos para hablar, otra cosa es que no pueda decir de mi cuerpo y no lo diga”. Es de notar también, que las personas de esta cohorte sienten “que ya no hay reloj”; es decir, que ya no tienen apuro por desarrollar nuevos proyectos de vida, lo que genera una actitud de sosiego respecto de la vivencia del tiempo. De otra parte, resulta interesante anotar cómo hombres y mujeres tejen simbólicamente el hilo de la continuidad generacional, proyectándose en sus hijos y nietos, de los que están pendientes o a los que consideran encarnando valores familiares o incluso rasgos físicos que reconocen como propios de la familia, “Ya con ella terminé de cumplir mi misión como madre, que nunca se termina, pero siempre, pero siempre este... Queda esa felicidad de uno, que ya se graban los hijos”. (Adela de 74 años, divorciada con dos hijos) 210 De manera elocuente, Norberto –científico de 85 años y aficionado a la fotografía, comenta cómo las generaciones que le siguen son una extensión suya, “Tengo bastantes fotos, la colección que siempre saco… mis cajas de fotografías, y lo que más prefiero ver de mi familia y de mis hijos. ¿Y alguna en especial? No, no... De mis hijos, son cinco hijos y ahora, ahora que tengo nietos y un bisnieto más todavía, ¡Ja! ¿Qué representan esas fotos para UD? ¿Cómo? ¿Qué representan esas fotos? Representan para mí... parte de mí, de mi familia, veo que estas generaciones que vienen después de mí son en cierta forma una extensión mía”. Señalemos pues, que la inclusión de la edad como variable, nos muestra la posibilidad de estudiar la materialización de las identidades a partir de la continuidad generacional; es decir, de vernos y reconocernos en el espejo de nuestras madres y abuelas o de nuestros padres y abuelos. Mientras la tendencia en las investigaciones académicas ha sido la de la indagación de la construcción de la identidad de género a partir de la diferencia sexual y no desde la continuidad generacional. La identidad generacional exige una diferencia basada en la similitud. Tal vez por ello, los entrevistados señalaron 211 que sobre temas importantes como sexo y amor “no se ha hablado realmente”: la transmisión de saberes y emociones parece no ser fluida inter - generacionalmente. Sin embargo, tanto mujeres como varones mayores, rescataron el vínculo generacional como una forma de seguir encontrándole sentido a sus vidas: “siento que mi cadena no se ha roto… viajo a cuidar a mis nietos” enfatizó Carolina, de 74 años y abuela de 6 nietos. 212 El siguiente cuadro, resume los temas centrales en torno a la corporeidad e identidad considerando las variables “sexo y edad”: HOMBRES MUJERES 20 • El cuerpo de la adolescencia se recuerda como un cuerpo sin límites, que permite el inicio del descubrimiento del yo. • El cuerpo proyecto: necesita un tiempo para asentarse y desarrollarse. • El cuerpo permite ejercer temor (ya no se es un niño). • Se trata de un cuerpo del exceso y la exploración sexual. • Se valoran las experiencias de autonomía que permite el cuerpo: “salir a la calle”. • Se valora la agilidad, la energía y la vitalidad corporal. • Goce hedonista en la simetría corporal. • El cuerpo es construido como “pantalla” o imagen: es un cuerpo para los otros. • Sensación de no conocer el propio cuerpo. • Temor de “anchar el cuerpo”: debe sentirse como un cuerpo sin materialidad muscular. • El cuerpo sin volumen. • El cuerpo es controlado por los padres: hay que dar explicaciones, porque se perciben como cuerpo sujeto a riesgos. • No se habla sobre la anorexia: tema tabú, difícil de manejar. En común: el cuerpo permite la socializad, la performance intensa. Es un cuerpo proyecto y matriz de poyesis. Inseguridad. 30 • Cuerpo organismo que se ve como normal, a pesar de que se engorda. • Se percibe que ya no se puede vivir en el exceso de los 20 años, pero se redescubren otros placeres corporales: sensualidad y sexualidad. • Cuerpo gozoso y lúdico. • No se habla de sexualidad “seriamente” • El cuerpo “se afloja”: “voy al gimnasio para no tener una vejez deforme”. • Se busca tener un aspecto agradable. • Cuidar el cuerpo porque “te pueden faltar el respeto” • No se habla seriamente “de lo que se cae”. En común: Etapa de transición, de pequeños cambios entre ya no ser joven de 20, pero todavía poder parecerlo. 40 • Sensación de que se ha llegado a una meseta: “hay cosas que van a cambiar y no puedes hacer nada para • Etapa de aceptación: “no me traumo ni por mi talla ni por mi cara, porque no puedo hacer nada al respecto”. 213 cambiarlas” • Etapa de aceptación del propio cuerpo. • Se considera valiosa la posibilidad de mutar, de transformarse, de sobreponerse a los problemas. • Etapa de moderación y de apreciación de matices. • Se siente el cuerpo como “normal” • Cuerpo pantalla: vestirse “para el trabajo”. • Algunas mujeres reconocen que la maternidad implicó el abandono del propio cuerpo. • No se hablan de intervenciones corporales drásticas: liposucción, delineado permanente, aumento de busto. En común: etapa de aceptación de los cambios corporales. 50 • Se hacen relevantes los “achaques” corporales. • Conciencia del “envejecimiento” en tanto ya no se tiene las mismas capacidades de los “18 años”. • Se valora la salud más que la apariencia corporal. • Preocupación por lucir bien. • Preocupación por la gordura. • No existe la sensación de estar preparadas para los cambios corporales. • Se percibe le cuerpo como Cuerpo – problema. En común: Valoración de la salud. 60 • Preocupación por el “posible declive” corporal y la posible pérdida de autonomía. • Conciencia de un “cuerpo- organismo” o “cuerpo – fisiología”: cuidar la dieta, dejar de fumar y de beber, dormir bien. • El cuerpo parece no haber sido un locus de preocupación a lo largo del curso de sus vidas. • Las mujeres recuerdan un “cuerpo / herramienta” para la crianza de los hijos. • Se trata de un cuerpo en el que no se había pensado durante el curso de la vida. • Vivencia del propio cuerpo como “descarnado” y “des- sexualizado”. En común: cuerpo “in visibilizado”. 70 • Valoración del trabajo y de la familia. • Distancia marcada entre los espacios de las mujeres y los varones. • Sensación de un cuerpo “descarnado” y “no sexualizado”. O un cuerpo herramienta para el trabajo: ser metódico y moderado. • Valoración de la vida familiar o el ser madre por encima de la conyugalidad. • Abandono del cuerpo “por los hijos”. • “Cuerpo esqueleto” o “sin cara”: sensación de no haber tenido identidad propia. En común: “ya no hay reloj”: actitud diferente hacia la vida. Valoración de la continuidad generacional. Sentir que las siguientes generaciones son una continuidad de la propia vida. 214 4.2. 3 “Al amor y al dolor no los nombres”: coyunturas vitales.- Las coyunturas vitales elegidas por entrevistados y entrevistadas para conversar en el contexto de las entrevistas, resultan bastante significativas, ya que indican momentos de gran densidad simbólica; en la medida en que en esos momentos dramáticos se tuvo que enfrentar o elegir itinerarios de acción que se sabían marcarían el curso de las propias vidas de modo profundo. Un grupo de mujeres como de varones identificó coyunturas vitales en el curso de sus vidas, en torno a la urgencia de asumir responsabilidades para las que no estaban preparados, ya que éstas aparecían antes de lo previsto: a. La muerte de ambos padres y la necesidad de trabajar a edad muy temprana para mantener a los hermanos, “No, no, no, esto, es decir... depende ¿no? Como, como, lo, lo... por decirte, yo... tuve una niñez muy, muy feliz, así, ya excesivamente feliz de repente (risas)... sin necesidades, ¿no?... pero cuando se… se... cuando cumplí mi edad adolescente y terminé mi secundaria, falleció mi papá y mi mamá, por decirte un caso ya. Y entonces yo tuve que... trabajar a fondo ya... Nunca había trabajado, pues... esto así tenía ganas, no encontraba trabajo, me daba igual ¿no? Pero en ese momento tenía que trabajar para eh, mis otros... diez hermanos.” (Blas, hombre de teatro de 69 años) b. Un embarazo no deseado siendo muy joven, “A ver. Sí. Creo que fue cuando cumplí 20/21 años…. Porque hasta ese entonces me dejaba llevar. “Vamos a ver qué pasa….”. En general. Ah… En la universidad, en mi vida personal. Pero… me chocó llegar a 20 años (risas) Extraño: yo dije “estás en base 2, qué vas a hacer con tu 215 vida, qué es lo que quieres hacer de ti. (…) Claro, tiene que ver con la operación a mi papá, con asumir las responsabilidades de él, por tener una agenda más marcada, por tratar de que las cosas vayan bien de tal forma que cuando mi papá regrese a la oficina encuentre todo este…. Sin problemas. (…) Duro. Doloroso. Realmente todos los cambios/ todas las tomas de conciencia a mí me duelen.” (Andrea, periodista de 23 años) c. La enfermedad del padre, la muerte de hijos o la pérdida de un trabajo después de varias décadas, “Bueno, varios, varios acontecimientos que han sido de cambio radical (…) Por ejemplo, la muerte de mi hija mayor, por ejemplo, el… el contratiempo laboral que tuve, que durante 22 años había trabajado en una compañía y de un momento a otro me vi, me encontré sin nada.” (Manuel, veterinario de 66 años y cinco hijos) Un segundo grupo de entrevistados y entrevistadas consideró la maternidad o paternidad como una coyuntura significativa; sin embargo debemos acotar, que no todas las mujeres con hijos reconocían a la maternidad y la nurtura, como coyunturas vitales privilegiadas de sus vidas – sobre todo aquellas que ya habían pasado los cuarenta años-. Esto nos muestra la necesidad de pensar la vida de las mujeres más allá de la norma masculina, ya que un grupo significativo de mujeres (incluidas las que tenían hijos) consideraba otras circunstancias como coyunturas vitales (cambio de pareja, cambio de carrera, muerte de la madre, perder la casa por deudas, etc.). Así, hablar de una norma de “masculinización de las mujeres luego de la etapa reproductiva”; resulta de gran violencia simbólica, porque oculta el hecho de que para un grupo de mujeres –incluso casadas y con hijos- puede resultar 216 atractiva la idea de un proyecto vital conformado a partir del crecimiento personal. Para Estrella, 61 años, ama de casa proveniente de una familia judía de la clase media alta, la maternidad no resulta ser la coyuntura vital más significativa de su vida, evaluada desde el presente, “¿Qué me chocó?…cuando perdimos la casa. (..) Tuve que afrontarlo yo, Liuba. Fue una deuda adquirida cuando recién nos casamos, y Víctor nunca…en esa época no se hablaba, no se decía….no se consultaba… no se iba a los registros, no se pedía la firma a los dos. Creo algo así hubo. Víctor no lo hizo por mala fe ni por otra… Y obviamente…cuando uno asume una deuda, piensa que la va a pagar. Y nos comieron los intereses. Se ilusionó y no salio el negocio y fue pagando y pagando y pagando, y a mí no me decía. Y después fue pagando. Víctor ¿y la casa? No hay problema ya. Y yo empecé a sospechar y en uno de los viajes, con mi hijo “bueno Víctor… qué hay de la casa”. “Bueno que sí, que se debe…” entonces mi hijo saltó, pero yo te he mandado para ayudar. Saltó que los intereses… entonces cuando llegamos a Lima, le dije: “nos mudamos hoy, no mañana. No puedo vivir pensando en qué momento...” Si no es hoy, es mañana…” O Elizabeth de 50 años, considera como coyuntura vital relevante la muerte del padre y la necesidad de decidir terminar una relación de pareja larga. Es decir, el “rompimiento” de lazos afectivos muy profundos, “¿Qué decisiones importantes? Aprender a manejar carro (Risas) ¿no? decidir por estudiar otra profesión. Eh… planificar eh, todo un año haciendo horas extras, para… yo quería obtener permiso para una beca …y no obtuve la beca directamente pero sí gané, días adicionales para cuando viajé a México, poder buscar allá la posibilidad de una beca, ¿no? todo eso lo… todo eso me enseñó a planificar, me enseño a ser un poco más organizada. Siempre fui muy trabajadora y… pero no era tan 217 organizada, ¿no? No es que ahora tampoco lo sea, pero al menos en esa etapa aprendí a organizar. Aprendí muchas cosas en esa etapa: aprendí danzas, necesitaba llenar mis espacios, aprendí danzas…, hice cursos de psicología. ¿Y eso por la muerte de tu padre? Bueno, fueron dos cosas: la muerte de mi padre y también por la relación de pareja tan larga que tuve, que no era una cosa que se definía… y no era porque yo estuviera interesada en casarme, sino simplemente quería tener una definición de sentimientos y no estar en esa situación de ambivalencias ¿no? entonces fueron… tuve decisiones muy fuertes… yo rompí una relación larga. Yo busqué mi salida, mis… ubicaciones para fortalecerme más, llenar mis espacios. Fue una decisión muy fuerte para mí…” De otra parte, también es de notar que para algunos hombres, la paternidad sí resulta una coyuntura vital de gran significación. Por ejemplo, Ezequiel de 73 años, afirma que tener un hijo lo cambió enormemente en la medida en que su paternidad marcó hasta el presente su vida como padre y abuelo de 19 nietos, “Cuando fui padre. (…). (Tenía) casi ya 24 años, me cambió bastante. Es una, es una etapa muy diferente a cuando uno es hijo, ¿no? Porque uno es hijo, hay una mamá, pero ya… ya ser padre es una cosa tan maravillosa que me pasó y me sigue pasando. Yo ahorita, sigo, sigo eh… querendón con mis hijos y ya y aunque ellos me va… como dicen criollamente me vacilan que ya, ya estoy obsoleto, pero son momentos de, de así que le digo, de… yo le acepo a mis hijos, soy sincero en decirlo, ¿no? que… hay democracia en mi casa, si hay algo que yo le quiero decirles en su cara se los digo, si mis hijos, tienen un momento equivocado en su vida… a Dios gracia todos son… dentro de mis limitaciones les he dado lo que he podido, el ejemplo, y entonces eh… pero en el momento cuando estamos ahí, haciendo reunión familiar, son, once, tengo 19 nietos, así que se me hace un familión, viene la nuera la…. los yernos y a todos les trato de abrirles de demostrarles mi cariño, abiertamente, no soy de las persones que me reprimo que yo le digo esto… no soy así... ellos me conocen así como soy y creo que así valoro bastante”. 218 Hugo de 37 años y distante de la generación de Ezequiel, también resalta el nacimiento de su hijo como un cambio radical en su vida: de ser hijo a ser padre, “El matrimonio…. Más que el matrimonio, el nacimiento de mi hijo. Cambio radical en el sentido en que pasé de ser hijo a ser papá. Y ese cambio es… es bien fuerte”. El hallazgo de mujeres con hijos que no consideran la maternidad como una coyuntura vital determinante, y de hombres que sí piensan que la paternidad fue una coyuntura de gran cambio y significación en sus vidas; no soslaya la tendencia que encontramos en mujeres con hijos y en edad reproductiva, de considerar la maternidad como un momento decisivo en sus vidas. También es de resaltar que las mujeres jóvenes en edad reproductiva, - que no tienen hijos tienden a identificar coyunturas vitales relacionadas con el ámbito de los estudios o desempeño laboral, “Uh… de repente cuando me convertí en profesional… de repente eso puede ser. Porque un poco en la universidad yo… terminé en diciembre, estaba en marzo, como que continuaba un poco… cuando sales al mundo a trabajar… cuando tienes esa necesidad como todo el mundo de ir y tocar puertas y emplearte y todo eso, ¿no? ¿Cómo fue ese momento de tu vida? Eh… de hecho súper… yo era muy tutelada, muy… por mi familia y después pasé… como que a mí me gustaba mucho la idea de… de ser independiente. Entonces no quería el apoyo de mi papá para conseguir los trabajos ni nada. Pero siempre sin querer y sin decirme andaba detrás mío, pero… algo así, no sé…” (Dora, 36 años, recientemente casada y embarazada de su primer hijo) 219 De otra parte, encontramos en las mujeres mayores de 70 años, la tendencia a identificar los abandonos, sean de maridos que dejan el matrimonio o de hijos que se independizan y se van de casa, como elementos que configuran una coyuntura vital significativa. Pocha de 73 años comenta: “nos criaron para cuidar”; por tanto, cuando ya no se tiene a quién cuidar en casa, las mujeres sienten que sus vidas pierden sentido. El encierro de la casa, la falta de costumbre de salir con amigas a ventilarse, (ya que se consideraba inmoral) hacía que las mujeres vivieran dentro de casa cuidando a los suyos. Así cuando éstos se iban, les quedaba un gran vacío, “Mira yo me he sentido… no sé si realizada, pero sentí una satisfacción, cuando Sandra, y eso que era duro ah…, se graduó en julio y se fue en setiembre y no vino más. Y ya no vino más; es decir, vino de visita después de años. Porque ya la habían pedido, se casó y se fue allá, y entró como americana, me sentí como diciendo ya… pero Dios viene, ves cómo te digo, que ya no tenía nada qué hacer. Vino Úrsula y empecé otra vez, ¿no? Me sentí nuevamente, necesitada, importante, ¿no? Porque es lindo cuando necesitan, cuando te hablan y te consultan, si no trabajas en una oficina, si no tienes otra cosa más que la casa, es totalmente diferente a la vida de ahora. Ahora tienen ustedes ¡uf madre mía!, hasta para salir a almorzar a la calle, ¿no? En un ratito, si quiera se ventilan, en un ratito de la oficina, nosotros no. Casa, casa, casa… ¿Que te preocupaba? Cómo… ¿del cambio? Que ya no iba a tener, que ya no era útil, ya cumplí mi meta, Dios mío gracias, pero ahora ¿qué? Ya todos se enrumbaban a trabajar, para mí fue Úrsula, fue como Dios me la mandara para que no este sola. Y te sientas sin nada qué hacer, porque todas las chicas estudiaban en la universidad, entraban y salían, entraban y salían, pero ya no era la cosa que yo… “levántate que toma el desayunito”. (Pocha de 74 años estudió secretariado en su casa porque el padre no dejaba salir a sus hijas. Nunca ejerció su profesión) 220 Mientras Carolina, también de 74 años y viuda hace siete, señala que sufrió depresión cuando su última hija se casó y dejó su hogar, “A bueno, tuve depresión. De momento que mi esposo falleció también tuve depresiones terribles. Estaba con sicóloga, y cuando Anita se ha ido también. Pero bueno, mis otras hijas trataban, ¿no? Venían, me llevaban, mamá, mis nietos, bueno me distarían me hacían olvidar un rato. Pero ya en la noche cuando estaba sola deca… mi hija, ¡Dios mío cómo extraño a mi hija! Tantos años que me ha acompañado, y verdad que ella se iba ocho de la mañana y regresaba diez y media, pero de todas manera cuando regresaba, ¿mamacita cómo estás? ¿Qué dices? Comíamos algo juntas, era diferente, estábamos... El cambio a estar sola, me he acostumbrado, pero es difícil al comienzo. Es difícil quedarse sola”. Entonces, así como el “abandono” resulta un desencadenante de coyunturas vitales en mujeres mayores, los “fracasos” resultan una especialidad masculina. Un grupo de entrevistados señaló eventos que fueron tildados de fracasos: divorciarse, “Cuando el matrimonio fracasa la libido desciende a cero. O sea…. yo pasé un año sin tener relaciones sexuales. Y pasé un año anterior teniendo tres relaciones, y… y una no concluida. O sea, mi libido y mi deseo sexual, nulo. Dos años sabáticos. O sea una cosa así. Y cuando terminó el matrimonio yo pensé que no servía como hombre en la cama. Dije “estoy negado para eso”. Pero tampoco me traumaba. No decía “tengo que….” (Hugo, comunicador de 37 años y un hijo) O la pérdida de herramientas de trabajo muy caras por robo que implicaba “empezar de cero otra vez”, 221 “Tenía un… departamento alquilado, y tenía enamorada, una de tantas enamoradas que habían habido, y… este… esa vez me robaron el carro…. Cosas tontas pero se juntaron…. La…la… la… la misma banalidad me robaron el carro… (Inteligible) salud, dinero y amor (risas). Con esta chica, este… más que una… no era el hecho de que hay… Tú querías estar con esta persona… no fue eso, sino de falta de credibilidad… de una puñalada y lo otro este: me robaron mi carro. En ese momento no era un capital, pero dentro de ese carro había plata y había dejado mis equipos dentales: era como 12 mil dólares. Entonces se llevaron parte de mi vida… yo estaba con esas dos cosas y dije “¿qué más me puede pasar?” subía con una amiga a mi departamento, entonces supuestamente íbamos a hacer un trabajo. Llego y me acuerdo que entré y dije… cerré la puerta porque estaba junta, ¿no? Entonces le dije para comprar cerveza. Agarré –me acuerdo- me fui a Wong y me compré una botella de licor... “y qué pasa-me dijo”: vamos a emborracharnos… Volví a entrar… al departamento y estaba vacío… Cuando yo llegué me habían robado el departamento… ¡uy! Lo único que me habían dejado era la caja de cerveza, unos libros tirados (…)”. (Marco, dentista de 43 años, soltero y sin hijos). Un tercer grupo de entrevistados –especialmente varones- experimentó la coyuntura vital de la cual se conversó como una experiencia de inversión o cambio dramático que implicaba abandonar una cosmovisión por otra. Coincidiendo con las apreciaciones de B. Turner y C. Bynum, parece ser que los varones pueden permitirse experiencias dramáticas en sus perspectivas vitales, mientras las mujeres tenderían a experimentar cambios o transformaciones paulatinas o ajustadas a los roles socialmente esperados. Alfonso de 64 años, divorciado y padre de dos hijos, proveniente de una familia de la pequeña burguesía limeña, comenta con emoción cómo cambió su vida drásticamente, “El gran choque vino cuando yo estaba por postular a la universidad de Ingeniería. En esa época por ser buen chico, creía mucho en mi 222 religión….era un chico obediente, creía en el valor de la obediencia, hasta que llegó un día en que estando en el Opus Dei, eh… yo obediente seguía todos los principios…. Llegué a incorporarme al Opus Dei, y llegó un día en que me enamoré de una chica, lo que a mí me parecía normal, natural, -tendría yo pues, 17 años- y… el director de la casa del Opus Dei, me dijo cosas tan tremendas, que yo no pude entender, yo entré en trompo, eh… dije: o… yo estoy mal o qué pasa… entonces el trompo fue tan grande que terminé con el Opus Dei, ni más volví a ir. También por si acaso para ver qué pasa en mí, terminé con la chica. ¿No? y a la pobre chica la dejé colgada, la pobre chica durante muchos años no supo qué diablos pasó. Ella creyó que había hecho ella algo malo, sin que yo le explicara las cosas, pero ese sí fue un gran cambio en mí. Me puso un gran signo de interrogación sobre todo. Entonces a partir de allí decidí no obedecer a secas. ¿No? Y creo que esa es una segunda etapa: un cambio sustancial”. Al indagar sobre aquello que era un secreto o no se hablaba en el momento de la coyuntura vital que comentamos en el contexto de la entrevista, encontramos un dato realmente interesante: que de la sexualidad y las relaciones afectivas no se hablaba. Y no se dialoga en todos los grupos de edad, se trate de mujeres o varones. Andrea, de 23 años señala que sobre su vida personal “simplemente no se habla”, “Sí, porque… incluso ahora…. Mi vida personal es mía. En mi casa no saben absolutamente nada. Se han enterado que he tenido dos enamorados, pero nada de mis salientes ni mucho menos de los clandestinos (risas) hay cosas que no se hablan, que simplemente no se hablan”. (Mujer, 23 años) 223 Mientras Estrella de 61 años pidió que apagara la grabadora y dijo: “sexo”. Explicó que no la habían preparado para ello… no había consejero sexual… se refirió a la noche de bodas y la necesidad de tener que tener sexo, como algo desagradable… “ya pues, que haga lo que quiera”; luego agregó, “Con los maridos ¿en esa época? qué cosas…que no se podía hablar en un matrimonio… habían varias cosas, Liuba, que no se hablaban… “ De otra parte, Hugo de 37 años, señala que nunca habló de sexo con su padre, ni se compartieron muestras de afecto, “Curiosamente con mi padre nunca hablamos de sexo. ¿No? Nunca hablamos de amor. ¿No? Nunca él me dio mucho cariño. O sea esas manifestaciones típicas de cariño, ese afecto positivo, ah… no podía hablar mucho de lo que me gustaba”. Alberto de 50 años, soltero y sin hijos es enfático al señalar que ni cuando era joven ni ahora, habla de sexo con sus amigos, “… yo…. pensándolo desde ahora, yo creo que sí… nuestra sensación era que hablábamos todo, pero desde el ahora, yo pienso que habían muchas cosas de las que no se hablaban. Por ejemplo entre mis amigos nunca hablábamos de sexo. Más allá de bromitas, pero nunca hablábamos…. No… no éramos capaces de hablar de nuestras relaciones de pareja. Nosotros… en general… no se hablaba de ese tema… Para ser honesto ahora tampoco (risas) pero… pero soy conciente de eso, ¿no? En esa época era un tema del que no se debía hablar…. Al amor y al dolor no los nombres… hay una canción…. Este… eso ¿no?” Entonces, lo que parece ser vivido en todos los grupos de edad, es la 224 dificultad para el diálogo sobre sexualidad con los padres y la dificultad del diálogo sobre sexualidad y relaciones afectivas entre varones. Mientras las posibilidades de diálogo entre mujeres y varones jóvenes, empieza a abrirse como una posibilidad comunicativa, “Ahora se habla con más naturalidad de sexo. Pero en ese momento era un tema tabú, pero no como antes. Éramos chicos como de 17 años, -tu me conociste cuando tenía 17 años- en ese momento éramos chicos que estábamos a un año de tener 18 años que es la edad de la adultez. Había temas de los que no se hablaban. Ahora puedo hablar con una amiga y ella me cuenta cómo es la intimidad con su amigo de la manera más natural del mundo, y me dice pero esto y el otro, “tú que me recomiendas” ¿no? “tú eres hombre, ¿no?”. Pero en ese momento, no pues… si yo tocaba el tema, me tiraban una cachetada. Incluso la manera de dialogar entre hombres y mujeres, el acercamiento que hay es bastante distinto. Antes con darle la mano a una chica, y con las justas abrazarla y eso…. Ahora puedes ver a los chicos abrazados, conversar, estar juntos: uno sentado encima del otro, y no se ve malo. Por el contrario, creo que el acercamiento, las fronteras tantos entre hombres como mujeres ya no son tan notorias como antes, y eso me alegra mucho”. (Pablo, publicista de 22 años proveniente de una familia de la pequeña burguesía limeña). Es de resaltar entonces, que sobre aspectos significativamente profundos de la vida humana, como los cuerpos, la sexualidad y las relaciones afectivas, escasamente se dialoga. Algunos pocos entrevistados agregaron a esta ausencia de diálogo sobre sexualidad y afectos de pareja algunos temas de difícil diálogo por ser socialmente vergonzantes como, a. La gordura, “Todo, porque no… como te dije… ni me miraba. Estaba gorda y nada más. Prácticamente no hablaba de mi cuerpo”. (Sandra, 62 años, 225 separada con dos hijos). b. La anorexia, “Uhm… … no sé por ejemplo, yo tengo una amiga que…. Todas mis amigas y yo sabemos que tiene anorexia, ¿ya? Hace como 5 años así. Pero como que sí existe cierto… de .de… de… estar jodiendo y jodiendo para que se cure… o se sane o sea que dejamos pasar… ya sabemos que es así o sea lo dejamos pasar… sí siento que hay algunas cosas que no se pueden hablar… no sé si no se puedan hablar o no, sino es que como… sabes que están allí, pero te haces el loco… no sé…” (Silvana de 21 años, de la clase ejecutiva) c. La movilidad social descendente (pérdida de status), “Ah… del cambio de status, ah… era un tema que se… que yo lo vivía pero no era un tema que se debatía. Ni en mi casa ni fuera, ni nadie… pero todo el mundo sabe, todo el mundo te observa pero nadie toca el tema. Ese tipo de socialización de las cosas ¿no? es un silencio que suena, truena. ¿No? pero nadie toca, pero es evidente, ¿no? evidente… yo no sé de dónde vendrá esa cosa de no encarar las cosas de frente, ¿no? hablemos, estamos así, por lo tanto…. No. El tema esta allí, inmanente, omnipresente. Pero a la vez callado”. (Pedro de 36 años, oriundo de la Sierra Central) Al indagar sobre las preocupaciones y alegrías que rodearon a la coyuntura vital que los sujetos de la entrevista consideraban especialmente relevante y de la cual dialogamos; encontramos diferencias significativas según sexo, pero no por grupos de edad. Ello, nos podría indicar, que los cambios en la vivencia del género tienden a tener velocidades diferenciadas cuando consideramos saberes, actitudes, acciones o sentimientos. Y por lo tanto, preocupaciones o alegrías significativas en torno a momentos dramáticos 226 en la vida, parecen anclarse en núcleos bastante densos de la experiencia vital del género. De modo tal que las mujeres en conjunto planteaban sus preocupaciones de “modo negativo” al señalar el temor de no ser capaces de logros, principalmente orientados a la capacidad de cuidar a otros o de ser cuidada, como de no poder conseguir independencia. Ana de 43 años, manifestaba su temor de no poder darle una vida buena a su hijo, “Uy! Poder mantenerlo, poder… que tenga una vida bonita, tranquila… poder darle yo todo lo que querría darle, ¿no? No tener los medios para dar…” Elizabeth de 50 años temía no poder realizar su proyecto o “quebrarse”, “Que no vaya a tener yo la fortaleza suficiente eh… para poder realizar todo lo que me había proyectado, ¿no? Sabía que tenía empuje, que tenía decisión, pero tenía miedo que me fuera a quebrar, porque la parte emocional era fuerte, ¿no? Mientras Andrea de 23 años temía no poder “volar por su cuenta”, “No tener…. Cercana mi independencia. Y… suficiente madurez para enfrentar las cosas que tenía que vivir. Más que todo era el rollo de la independencia. No me veía, como una persona que estuviera siempre al lado de casa. Volar por mi cuenta…” 227 Sin embargo los varones señalaban sus preocupaciones de modo asertivo y proactivo, primordialmente centrados en la necesidad de querer, complacer, dar o ayudar. Pedro de 36 años, al narrar su experiencia de perder a su padre a los 10 años de edad comenta que tenía el deber de estar a la altura de las circunstancias, “…. (Silencio) eh… (Silencio) es difícil, ah… básicamente me preocupaba ayudar a mi madre. Ser un niño bueno. Eh… esa idea de que ya eres el hombrecito de la casa e inclusive en una crisis y en un cambio de status total. Como que tenías que portarte a la altura, que tenías que ser responsable. Eh… sí, tenía como ese deber, como esa… como estar a la altura de las circunstancias. Sí, me preocupaba porque mi madre no sintiera tanto el peso, ¿no? una cosa así”. Manuel de 66 años indica cómo logró enfrentar las duras circunstancias que le tocó vivir a raíz de la muerte de su hija mayor y de la pérdida de su empleo luego de haberse desempeñado décadas en él, “No, simplemente que pienso que descubrí esa fuerza que uno puede tener dentro… este… como todo ser humano, este en momento de sentir desesperación… no sabes qué hacer, ¿no? entonces allí en momentos de desesperación tienes que tomar reacciones bien pensadas… y tener paciencia…. Parece que nunca aparece la luz, pero aparece”. Finalmente, Blas de 69 años comenta su preocupación por mantener y dar seguridad a sus hermanos pequeños, cuando él tenía 18, debido a que habían quedado huérfanos de padre y madre, 228 “Yo ya estaba a los 18 años, preocupado por cuánto iba a ganar para ver cuánto comían mis hermanos, el colegio que tenían que ir y todo. Muy responsable frente a eso, por lo menos lo que ha regido mi vida ha sido siempre eso, ¿no? Cuánta seguridad puede darle, puedo darle a los quede mí dependen, eso, eso, eso ha sido siempre una ley muy permanente”. Es posible que las preocupaciones definidas por el temor a la incapacidad de logros de las mujeres, se correlacionen con los sentimientos de vulnerabilidad, autocompasión y soledad que manifestaron haber sentido. Mientras los hombres por el contrario, al definir sus preocupaciones en términos proactivos y no negativamente, parecen haberse sentido, en el momento mismo de la coyuntura, en una transición o proceso de cambio que debía resolverse positivamente. Incluso a nivel de discurso, debemos resaltar que varios hombres utilizaron gerundios (adaptándome, consolidándome) mientras las mujeres tendieron a utilizar la negación (no poder, no lograr). Pedro de 36 años, al perder a su padre siendo niño dice, “…. (Silencio) esto…. Estaba rebobinando todo, pues, (risas) por un lado me sentía todavía el niñito gamonal, pero por ratos me miraba como el pobrecito pues, desposeído. Con esa cosa ambivalente”. Y Manuel de 66 años indica, “Cada… a cada contratiempo que iba superando, cada problema que iba resolviendo, me sentía mejor y me iba consolidando como persona, iba desapareciendo en mí la ansiedad que era reemplazada por un mayor equilibrio emocional” 229 De otra parte, con relación a las alegrías que rodeaban la coyuntura vital, tanto hombres como mujeres, las relacionaron con mantener vínculos afectivos (ejercer vínculos con los hijos o con los padres, disfrutar las relaciones de pareja, sentir el afecto familiar, ver nacer a los nietos o tener buena compañía amical) o disfrutar placenteramente del baile, de marihuana o de los logros profesionales. Margarita de 44 años, contadora, resalta sus vínculos afectivos como sostén en un momento de grave enfermedad, “¿Qué me alegraba en esa época? …. El hecho de tener una relación de pareja equilibrada, estable. Eso me daba alegría, el tener tranquilidad en el hogar, también ¿no? Mis papás, mi hermana. Todos estábamos juntos,… amigos… buenos amigos…que te apoyan… Eso básicamente. También tener un equilibrio en el trabajo. Las cosas…. Un conjunto de cosas”. Sandra de 62 años indica cómo la música y la relación con sus colegas la sostenían en momentos de depresión y dificultad, “Sí, la música. Siempre me ha alegrado la música. Me ha alegrado mucho bailar. Y los chistes de algunas profesoras colegas…” Mientras Alberto de 50 años, señala que lo hacía sentir vivo –entre otros- hacer el amor y joder a la gente, 230 “¿Qué me hacía sentir bien? Bueno, de lo que yo me acuerdo… Este… fumar marihuana me hacía sentir bien. Me gustaba hacer el amor, me gustaba leer, ¿no? Este… joder a la gente… pero en el buen sentido (risas). Eso… Finalmente, hombres y mujeres entrevistados tienden a valorar o admirar cualidades personales diferenciadas respondiendo tal vez al hecho de que sus temores o preocupaciones también lo son. De otra parte, encontramos que las cohortes mayores de ambos sexos, tienden a valorar o admirar a quienes cumplen cabalmente sus roles (a los padres por educar buenos cristianos, a las hijas o nietos, a quienes forman un buen matrimonio o en su defecto a políticos o científicos socialmente reconocidos). Los jóvenes varones tienden a valorar aquello que consideran importante en su proceso de ganar autonomía: honradez, responsabilidad y sinceridad; mientras las jóvenes valoran la ambición, las certezas sobre lo que se quiere en la vida, la libertad y la capacidad para conseguir logros personales. Así, en esta vivencia diferenciada por sexo sobre lo socialmente admirable, los varones que están en las décadas de los treinta a los sesenta, valoran la capacidad de cambio y adaptación conjuntamente con la capacidad de sentir afectos y placer. Mientras las mujeres tienden a admirar la inteligencia de padres o profesores, la bondad del abuelo o la capacidad de criar bien a un hijo. 231 CAPÍTULO 5 TEMAS PARA EL DEBATE Y CONCLUSIONES En este capítulo pretendemos problematizar y discutir los principales hallazgos del trabajo de investigación empírica, de cara al marco teórico planteado en la primera parte de la Tesis. 5.1 El aporte del estudio de lo “no disruptivo” en torno a la identidad y la corporeidad.- El espacio epistemológico de lo disruptivo e incluso de lo abyecto – desde la mirada de Butler346- fue la cantera académica de la producción de preguntas en torno al género, la corporeidad y la identidad. Hemos comentado las interrogantes que se plantearon en torno a los cuerpos hermafroditas, los 346 Butler op.cit. 232 gemelos unidos, los cuerpos violentados por la tortura, los rituales de posesión, etc. Sin embargo, en este trabajo de Tesis nos propusimos ampliar la mirada hacia sujetos que podíamos tildar de normales debido a que sus cuerpos no estaban sujetos a situaciones marginales, de ambigüedad clasificatoria o sujetos a violencia extrema. Así, debemos señalar que el estudio de estos individuos nos permite relevar otro tipo de hallazgos; especialmente lo concerniente a lo no disruptivo, es decir a las permanencias y contigüidades. Curiosamente parece ser que en el sentido común académico, tendemos a evaluar como hallazgo de relevancia al cambio o a la disrupción; mientras consideramos relativamente deleznable aquel dato o hallazgo que marca la continuidad en el tiempo de determinado fenómeno social o en su defecto, que nos sugiere sutilezas. Sin embargo, las similitudes o continuidades merecen nuestra atención, pues también pueden mostrar fenómenos densos en significación. Woodward347, comenta cómo el psicoanálisis se interesó en el estudio de la economía de la diferencia sexual, desdeñando la continuidad generacional en el estudio del género; por lo que las emociones positivas, sutiles o quietas tendieron a permanecer ausentes. Cabe preguntarse en última instancia, ¿qué tipo de epistemología sería necesaria para considerar los detalles sutiles de la vida humana en el marco de la investigación científica como relevantes? ¿Qué tipo de aporte brindan estos datos de cambios paulatinos o de continuidades? ¿Sería posible algún tipo de falsación por acumulación de datos en el tiempo? Es de rescatar que un entrevistado de 69 años hacia el final de la conversación manifiesta que es extraño no haber 347 WOODWARD, op.cit. p.88. 233 hablado de asuntos dramáticos o de tragedias, e incluso se excusa por no haber aportado asuntos radicales o dramáticos que resulten útiles en lo que supone el objetivo de la entrevista en el marco de una investigación académica; por lo que narra la tragedia de un terremoto que presenció de pequeño, “¿Y algo más que agregar para terminar esta entrevista? No sé, me parece simpático que hagan estos ensayos que puedan servir de documentos referenciales ¿no? he tratado de ser así limpio contigo para que no, para no ser… puede resultar ser desagradable cuando no hay grandes tragedias ¿no? No… al contrario... Pero fíjate esto, cuando... así una cosa... qué tragedia recuerdo ninguna, ¿no? a los cuatro años justo a esa edad de la foto, presencié el terremoto del cuarenta, se cayó la casa junto a mi casa.” En nuestra investigación, algunos hallazgos sutiles que vale la pena mencionar, captados más allá de los discursos del deber ser, tienden a mostrarnos que no siempre son radicales las diferencias de género en cuanto a la experiencia de la corporeidad; por ejemplo, encontramos tanto mujeres como hombres preocupados por su peso, a tal punto de tildarse ellos mismos de anoréxicos. Hombres para los que la paternidad marcó un giro tremendamente significativo en sus vidas, como suele considerarse en el caso de muchas mujeres. Mujeres para las que la maternidad no resulta la coyuntura vital de mayor importancia. O varones jóvenes preocupados por su estética corporal como manifiestan preocuparse un buen grupo de mujeres. Es decir, podemos encontrar similitudes en los cuerpos vividos de hombres y mujeres y no sólo diferencias radicales. Estos hallazgos discretos, ¿serán indicios de futuros cambios en la vivencia del género? Podemos conjeturar que las diferencias de 234 género entre varones y mujeres se irán estrechando significativamente –lo que nos sugiere la cohorte más joven estudiada- mientras las distancias psicológicas y físicas, parecen mantenerse aún entre hombres. De aquí se deriva una inquietud de base: ¿se sostendrá en el tiempo como de extrema relevancia la identidad de género en la constitución identitaria? Creemos que no necesariamente. El abordaje exploratorio que llevamos a cabo, nos permitió constatar que en el discurso sobre la corporeidad, el género no siempre se manifiesta como un elemento de relevancia o en todo caso, no siempre aparece “puro” sino en diálogo con otras variables, por ejemplo la edad. E incluso, la importancia del género encarnada en la corporeidad, va transformándose en el curso de la vida. Para las cohortes más jóvenes el cuerpo es una matriz de poyesis, un espacio para encarnar la identidad; pero mientras pasan los años la presencia de la corporeidad en tanto superficie simbólica para comunicar o expresar una interioridad, va perdiendo importancia: el cuerpo más bien parece acompañar proyectos vitales ontológicamente relevantes anclados en el desempeño de roles sociales. De otra parte, debemos relevar la importancia de la lectura generacional –a partir de la inclusión de la variable edad- por lo que planteamos que en algunas áreas muy significativas la continuidad es el no cambio. Por ejemplo, a pesar de las transformaciones sociales, políticas, tecnológicas o culturales de las últimas décadas; sobre sexualidad, relaciones de pareja o corporeidad, escasamente se dialoga con los padres o entre varones. Existen temas que tampoco se hablan entre mujeres –incluso jóvenes- como la anorexia. Así 235 pues, la perspectiva del cuerpo vivido nos permite entender que sobre aspectos profundamente significativos los sujetos parecen encontrar grandes dificultades para hablar con los padres de todas las generaciones y entre varones o entre mujeres; y por ende, no se generaría un trasvase de saberes intergeneracional, lo que empobrece nuestra capacidad de relacionarnos emocionalmente con nuestros propios cuerpos. En síntesis, al estudiar sujetos cuyos cuerpos hemos considerado normales, nos encontramos con un espacio interpretativo donde las similitudes pueden aflorar y no las diferencias radicales. Los discursos de hombres y mujeres parecían cargados de humanidad y sensatez; lo que finalmente nos ha permitido atisbar la complejidad en torno a la propia percepción del cuerpo. Cabe preguntarnos por tanto, si es justificable anclar la teoría sobre género sobre la base de la diferencia radical entre varones y mujeres o si debemos considerar adicionalmente una mirada basada en la diferencia o continuidad generacional. 5.2 El aporte del estudio sobre coyunturas vitales.- El abordaje de los cuerpos vividos por mujeres y varones de distintos grupos de edad, nos permitió trabajar sobre discursos que iban más allá del deber ser. Si bien en una primera instancia se puede considerar problemático conversar sobre asuntos poco tematizados como la corporeidad, en una determinada coyuntura vital, debido a que los entrevistados no manejan un 236 discurso coherente, procesado y listo para la interpelación; la ventaja estriba en que logramos discursos frescos, que se fueron hilvanando en el mismo proceso de la entrevista. Por tanto, encontramos muchos silencios, repreguntas que buscan aclaraciones y un ejercicio de pensar o de poner en forma lo que es informe. Si bien muchos entrevistados se sintieron sorprendidos con la entrevista, manifestando que nunca les habían preguntado algo así, valoraron el hecho de poder hablar. Para otros, que no pudieron o no quisieron desplegar este ejercicio de la imaginación, la entrevista resultó algo incómoda, al punto de que algunos se mostraron muy inquietos, exhibiendo un gran alivio al término de la conversación. Esto significa en última instancia, que los entrevistados -a pesar de la dificultad para hablar sobre el propio cuerpo- lograron en gran medida compartir sensaciones, preocupaciones o creencias a pesar de que no estuvieran en algún sentido “empaquetadas”. Así, cuando los fenomenólogos plantean que nuestro cuerpo se coloca entre paréntesis en la vida cotidiana, cabe preguntarse si ello no resulta una apreciación muy drástica, ya que debemos considerar que las respuestas de los informantes fueron interesantes, en muchos casos, profusas, sentidas o emotivas. Considero que debemos considerar la maleabilidad de los sujetos contemporáneos para enfrentarse a la tentativa de elaborar discursos sobre la propia corporeidad. El amplio espacio biográfico que describe Arfuch348, conjuntamente con la proliferación de imágenes e ideas que circulan en el mundo globalizado, facilitan la desnaturalización de la relación del sujeto con su propia corporeidad, 348 ARFUCH, Leonor. El Espacio Biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002. 237 facilitando su verbalización. Hablar sobre coyunturas vitales nos permitió des- reificar conceptos como género, etnia o raza, en la medida en que las identidades son fluidas, múltiples y contextuales. Así, no siempre la identidad se encuentra actualizada narrativamente en torno al género, sexo, etnia o raza, etc. La sensación que dejan los estudios sobre género basados en transiciones institucionalizadas o discursos del deber ser, es la de sujetos unidimensionales, atrapados en la dimensión de género o sexo, perdiendo su expresión humana más amplia. En otras palabras, la identidad es algo más que la identidad de género y ésta tenderá a cobrar relevancia o a perderla en contextos de interacción diversos. También debemos señalar que resulta aún un reto complejo el estudio de grandes trayectorias vitales, en detrimento de la investigación en torno de transiciones vitales o coyunturas. Es de esperarse que futuros proyectos puedan proponerse dichas pesquisas. Es de resaltar finalmente que como producto del abordaje de la relación entre cuerpo, género e identidad, a partir de coyunturas vitales; encontramos que la masculinidad se tiende a performar en todos los grupos de edad a partir de la conquista de la autonomía como un proyecto individual, anclado en la exploración, la búsqueda personal, el goce y aspectos lúdicos. Mientras las mujeres tienden a consolidar su femineidad a partir de la ampliación de las redes sociales y vínculos afectivos; en un aprendizaje práctico cuyo horizonte es el control o gestión personal de las emociones. 238 Anotemos pues, que se trataría de recorridos performativos bastante diferenciados, pero que parecen ir estrechándose en las cohortes más jóvenes. Finalmente, cabe resaltar que las relaciones de poder son percibidas por varones y mujeres, con relación al acceso a bienes o a situaciones socialmente valoradas: independencia familiar cuando se es joven, acceso a empleo cuando se encuentran en edad productiva, etc. Sin embargo, a medida en que avanzan los años en el curso de vida de los sujetos, la mirada masculina que instaura a la mujer como objeto erótico, va perdiendo significación para las propias mujeres; valorándose como sujetos a partir de las redes sociales y vínculos afectivos en los cuales encuentran importantes vías de construcción de sentido vital. Mientras los varones, -si bien pueden consolidar prestigio social a partir de sus ganancias económicas o logros profesionales- tienden a devaluarse frente a sus pares jóvenes y a ver cuestionada su autonomía física. A este proceso se le ha llamado la feminización de los varones y la masculinización de las mujeres, mayores. Sería interesante seguir explorando en sucesivas generaciones –desde la perspectiva de ambos, mujeres y hombres- si efectivamente la experiencia de envejecer corresponde a ese modelo. 239 5.3 La relevancia del cuerpo en la identidad del yo.- Si bien planteamos que nuestros cuerpos son la base de nuestras operaciones en el mundo, y que resultan una condición necesaria para tener un punto de vista o lugar de enunciación (no podemos ser sin nuestros cuerpos); no se desprende de ello, que los sujetos de las entrevistas le hayan asignado un papel relevante en la materialización / construcción de sus identidades. De un lado parecen prevalecer discursos cartesianos que separan radicalmente cuerpo y alma; y de otro lado, discursos judeo-cristianos que desdeñan la materialidad o la carne, considerándolas banales. A pesar de este entorno de creencias con relación a los cuerpos, el lugar que éstos ocupan en la relación a la identidad del yo, tienden a variar generacionalmente, a. Para los jóvenes el cuerpo resulta un medio privilegiado para la performance y para la reflexividad. Es decir, los y las jóvenes sienten que es a través de los cuerpos que logran sociabilizar, expresar su interioridad o sentir. Por tanto, cuerpo e identidad del yo estarían en una estrecha relación: uno no existiría sin el otro. b. Contrariamente a los jóvenes; los entrevistados mayores en las décadas de los sesenta y principalmente, setenta años o más, parecen haber materializado sus identidades a partir de la microfísica del poder que imponen las estructuras sociales. Por tanto, más que un locus para la negociación o expresión de 240 identidad, el cuerpo fue vivido como una herramienta para el desempeño de roles sociales. Así, el cuerpo no fue sentido por estas generaciones como un espacio para la reflexividad en tanto disputa de significados ni para la performance que facilitaría la solidificación de identidades. c. En el caso de las generaciones intermedias (entre los jóvenes y los adultos mayores) los cuerpos parecen haberse convertido en espacios de disputa y negociación, pues aparecen como en un limbo, como resultado del desorden generado al desaparecer la obligación de cumplir roles a edades fijas. Los guiones sobre cómo se debe actuar y cómo se debe ser, perdieron importancia, por lo que estas generaciones tuvieron que negociar sus identidades de cara a nuevas posibilidades de vivir los cuerpos. 5.4 El aporte del anarquismo metodológico.- El estudio de las experiencias vitales de hombres y mujeres en torno a la corporeidad, fue explorado desde la aplicación de entrevistas organizadas a partir de una guía de preguntas349. Esto, evidentemente no muestra -en apariencia- gran creatividad en la aplicación de métodos o herramientas de investigación. Sin embargo, la creatividad estriba en la formulación de la guía de preguntas en torno a la corporeidad y el diálogo anclado en una coyuntura 349 ver anexo 241 vital. Aún más, a la aplicación de las entrevistas sin forzar los diálogos, sin empujar al informante a elaborar discursos prefabricados, a contener la curiosidad en torno a detalles no relacionados directamente con el tema de indagación o a la escucha de respuestas poco profundas. El anarquismo metodológico nos permitió tomar los métodos y herramientas con una actitud gozosa, sin la exigencia de cumplir requisitos estrictos de llenar páginas de diálogos o de hacer hablar al entrevistado para responder a expectativas prefabricadas también en la mente de la investigadora. Somos concientes que, en la medida en que buscamos trabajar con material discursivo sobre la experiencia vivida en torno a los cuerpos, otras herramientas de investigación –como la observación o el análisis de contenido- no tenían mayor cabida en el diseño metodológico. En síntesis, ir más allá de las exigencias formales del método científico, actuando en el contexto de la entrevista como diletante, fue la principal marca de esta investigación, conjuntamente con las consideraciones en torno al “reclutamiento” de los informantes: conocidos –aunque no tan cercanos- para que cierta empatía, pudiera permitir el diálogo sobre asuntos muy poco tematizados; es decir, ni investigadora ni informantes, debíamos sentirnos defraudados por no tener respuestas prefabricadas en el inicio de la entrevista. Finalmente, señalemos que el rigor del estudio, debe poder auditarse, por ello mostramos las transcripciones que permitieron el análisis e 242 interpretación del material discursivo construido entre investigadora e informantes. Es decir, este material permitió en el curso del trabajo de investigación una vigilancia epistemológica que debe a su vez, poder ser auditada por quiénes se interesen por la validez y confiabilidad de los hallazgos de la investigación desarrollada en esta Tesis. 243 CONCLUSIONES 1. La percepción del paso del tiempo en el curso de la vida difiere entre varones y mujeres. Los hitos que reconocen las mujeres como marcadores de etapas en el curso vital, están relacionados con recorridos institucionales en conjunción con situaciones afectivas; mientras los varones marcan las etapas en el curso de la vida a partir de experiencias –institucionales o afectivas- que inequívocamente los lleven a situaciones de autonomía e individuación. 2. Las mujeres tienden a vivir el curso de la vida como una continuidad con pequeños quiebres o virajes debido a que anclan su experiencia vital en la construcción de redes sociales y en los vínculos afectivos; mientras resulta mucho más probable que los varones experimenten situaciones de quiebres radicales, situaciones de inversión o cambios dramáticos en la concepción del mundo, habida cuenta que el leit motiv de la experiencia vital masculina parece anclarse en la exploración, búsqueda y sostenibilidad de autonomía a partir de la experimentación lúdica, 244 sensorial y/o intelectual. Así, con el paso del tiempo las mujeres amplían sus redes sociales y afectivas, mientras los varones ensanchan su proceso de individuación en un proceso que claramente identifican como hacerse hombres. 3. La sensación del paso del tiempo según sexo–excluyendo a los y las más jóvenes- es diferente. Los varones consideran que pasan de un tiempo lento o pasivo y sin emociones, luego de haber obtenido autonomía; a un tiempo de gran dinamismo e intensidad. Mientras las mujeres perciben el paso del tiempo como muy rápido, en gran medida debido a la gran cantidad de roles que deben desempeñar simultáneamente. 4. Las generaciones mayores de sesenta años, pero principalmente aquellos varones y mujeres mayores de setenta años, tienden a percibir el tiempo como una continuidad y sin “mayor aceleración temporal” o desorden, debido a que sus vidas parecen haber estado guiadas por el cumplimiento de roles sociales fijados imperativamente a edades determinadas. Mientras las generaciones más jóvenes tienden a percibir que los roles sociales ya no son rígidos ni imperativos para las mujeres, lo que las alienta a construir sus proyectos vitales en función de sí mismas y no en función de terceros. Las personas cuyas edades se encuentran más bien entre las décadas de los treinta y sesenta años, perciben la aceleración temporal y el desorden de roles sociales, al 245 compararse con sus propios padres, manifestando que ello los llevó a procesos de negociación y a cambios en sus consumos culturales. 5. Los entrevistados exhibieron en sus discursos una visión cartesiana del cuerpo, bajo la premisa de la división entre cuerpo y alma; adicionalmente –desde una perspectiva judeo-cristiana- el desdén por la carne o materialidad del cuerpo. En este contexto, hombres y mujeres – en términos generales- tuvieron bastantes dificultades para reconocer mutuas influencias o relaciones entre cuerpo e identidad. Sin embargo, a lo largo de las entrevistas, se señaló que aspectos raciales podían influir en la autoestima en la medida en que se podía conseguir trabajo al ser considerados “blancos” o que el cuerpo femenino podía ser útil para la seducción y el logro de prebendas; mientras el cuerpo masculino –al desarrollar fortaleza- podía permitir más rápidamente que las mujeres, el logro de autonomía respecto de las familias de origen. 6. La vivencia del cuerpo varía según sexo y edad. Para las mujeres el cuerpo es básicamente una superficie (un cuerpo pantalla) para los otros, que se vivencia sin materialidad sino más bien como volumen (se achica y agranda). Así mismo, los cuerpos son experimentados como problemáticos en la medida en que no son atractivos, no se los cuida por el exceso de trabajo o se gana peso. A diferencia de las mujeres, los hombres consideran sus cuerpos como organismos con materialidad, que les permite la sensorialidad, la sexualidad y el goce. Valoran la 246 agilidad, la energía y la vitalidad como características eminentemente varoniles. Sin embargo, los hombres mayores desdeñan el adorno corporal por considerarlo feminizador, a diferencia de los más jóvenes. La generación más joven entiende su cuerpo como una matriz de poyesis; es decir, de creación de identidad. Sin embargo, los jóvenes son quienes más insatisfechos se sienten con sus cuerpos. A medida en que pasan los años hombres y mujeres, aprecian la salud corporal y anclan menos expectativas en los cuerpos como portadores de la propia interioridad. Los varones y mujeres mayores de setenta años, parecen haberle dado muy poca importancia al cuerpo como locus para materializar/ construir sus identidades. 7. Las coyunturas vitales que se identificaron en el contexto de las entrevistas estuvieron centradas en la urgencia de asumir roles o responsabilidades antes de tiempo (por ejemplo, debido a la muerte de los padres); en la vivencia de la maternidad o paternidad (aunque no siempre las mujeres madres identificaron la maternidad como coyuntura vital);en los abandonos afectivos o fracasos en la consecución de logros; y en particular en el caso de varones; en experiencias de inversión o cambio dramático de una cosmovisión o ideología a otra. 8. Los temores que rondan las coyunturas vitales tienden a vivirse de modo diferenciado según sexo. Las mujeres temen no ser capaces de logros, sintiéndose vulnerables, autocompasivas y solas; mientras lo varones, 247 expresan sus temores de modo asertivo bajo la premisa de que deben ser capaces de performar o lograr dar, cuidar o hacer correctamente; percibiendo el momento de la coyuntura como un proceso que debería resolverse positivamente. Sin embargo, mujeres y varones consideran los más valioso en sus vidas e incluso en coyunturas vitales significativas, el mantenimiento de los vínculos afectivos. 9. Es de notar, que varones y mujeres de todos los grupos de edad, manifiestan una gran dificultad para conversar con los padres, o entre hombres o entre mujeres, sobre aspectos profundos y significativos en torno a la sexualidad, la corporeidad y las relaciones afectivas. Lo que impide principalmente un trasvase de saberes de una generación a otra y un enriquecimiento personal al no poder siempre dialogar con los pares del mismo sexo. Sin embargo, encontramos que el diálogo entre varones y mujeres jóvenes se ha extendido significativamente. 248 BIBLIOGRAFÍA ABRUZZESE, Alberto y A. MICONI. Zapping. Sociología de la experiencia televisiva. Madrid: CÁTEDRA, 2002. AISENSON KOGAN, Aída. Cuerpo y persona. Filosofía y psicología del cuerpo vivido. México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1981. AMSEL, J. 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C • ¿Qué valores y creencias eran importantes para usted en ese momento? ¿De dónde provenían? • ¿Qué actividades eran importantes en ese momento? D • ¿Podría escoger uno o algunas fotos que le parezcan representativas de ese momento? ¿cuánto tiempo considera que duró este hito de su vida?¿Por qué eligió esa (s) foto(s)? 268 E SI NO APARECE ESPONTÁNEAMENTE: • ¿Cómo se relacionaba con su cuerpo? ¿Cómo lo veía? ¿Cómo se sentía en él? ¿Qué le permitía y qué no le permitía hacer? ¿Cómo lo valoraba? ¿Qué creía sobre él? ¿Qué se callaba? (¿Qué no se podía decir sobre el cuerpo?) ¿Qué consideraba agradable y desagradable sobre el cuerpo?