FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS Una re-evaluación de las redes hidráulicas de Chavín de Huántar: Hipótesis sobre la multifuncionalidad del Canal de Rocas Tesis para optar el título de Licenciado en Arqueología que presenta el Bachiller: RICARDO GERARDO GUERRERO DE LUNA RUEDA ASESOR: RAFAEL VEGA-CENTENO SARA-LAFOSSE Lima, 2017 Resume: Chavín de Huántar es uno de los centros ceremoniales más importantes de la era Formativa de los Andes Centrales (1800 a.C. - 200 d.C.). Desde su revelación al mundo occidental (siglo XVI,) este monumento arqueológico ha sido distinguido por guardar en su interior estrechos y oscuros pasajes que corren por debajo de la tierra. Entre ellos destacan las redes de canales subterráneos, y entre estas, el Canal de Rocas: un largo y complejo sistema que atraviesa longitudinalmente el sitio arqueológico; interconectándose con las diferentes plazas, plataformas y edificios de la superficie externa. La presente investigación explica la secuencia de eventos ocurridos en uno de esos canales subterráneos, el ramal RL.02: conducto que atraviesa de lado a lado la Plaza Circular, el espacio abierto más importante del santuario. Para el establecimiento de esta secuencia se actualizó la sistematización de la red, se realizó un análisis cualitativo de la arquitectura, un análisis estratigráfico y un análisis tipo-serie de la evidencia alfarera. La interrelación de los resultados sirvió para comprender la historia de este ramal RL.02, desde el momento de su construcción, hacia el 800 a.C., hasta su inhabilitación en tiempos Recuay, alrededor del 200 d.C. Estas inferencias fueron conjugadas con los antecedentes del Canal de Rocas con el objetivo final de identificar, de manera preliminar, las principales funciones que tuvo este complejo y sofisticado sistema hidráulico durante la época Chavín, y los usos que se le dio en la época Recuay. Resume: Chavín de Huántar is one of the most important ceremonial centers of the Formative Era of the Central Andes (1800 BC – 200 AD). Since your revelation to the western world (century XVI) this archaeological monument has been distinguished by contain in its interior narrow and obscure passages underground. Among them stand out the network of subterranean canals, and among them, the Rocas Canal: a long and complex system than runs through the whole archaeological site; interconnecting the different plazas, platforms and buildings of the exterior. The present research explain the sequence of events occurred in one of these subterranean canals, the branch RL.02: a duct that runs side by side the Circular Plaza, the open space more important of the sanctuary. To the establishment of the sequence we actualize the systematization of the network, we did a qualitative analysis of the walls, a stratigraphic analysis and a type-serie analysis of the ceramic evidence. The interrelation of the results serve to comprehend the history of the branch RL.02, since the moment of its construction, around 800 BC, until the time Recuay made unable to use, around 200 AD. These inferences were put it together with the antecedents of the Rocas Canal with the final objective to identify, preliminarily, the main functions that had this complex and sophisticated hydraulic system during Chavín epoch, and the uses that had during the Recuay epoch. i Agradecimientos Gracias infinitas a mi madre, a mi padre, a mi hermano, a mi familia, a Chavín de Huántar, a La Oroya, y a todos los hermosos seres que me apoyaron en las miles espirales de la vida Noq’a allapan kuyaycoq’ Este proyecto de tesis comenzó en el año 2010, hace ya 8 años. En el transcurso del tiempo han pasado muchas personas que han influenciado mi vida de distintas maneras, alguna de ellas como una ligera brisa, otras como una huella en la playa, y otras pocas como un tatuaje indisoluble. Con todo respeto y humildad, quiero agradecer al Gran Espíritu, a Dios, a Allah, a Wiracocha; a ese ser creador que mantiene el orden y el desorden del cosmos, y que gracias a su vibración, llena de paz, luz y compasión, me permite escribir estas páginas. Con todo el honor y sacralidad que se merecen quiero agradecer a los Apus de Chavín, a los espíritus de las Montañas, del Aire, del Agua y del Fuego; a la sabiduría que guardan en cada una sus piedras y que le revela al mundo entero lo mágico y majestuosa que es la vida. Con mucho orgullo y amor quiero agradecer a mis padres, a mamá y papá. Desde lo más profundo del corazón quiero agradecerles su existencia, tal y como son. Quiero agradecer todo su apoyo, comprensión, tolerancia, respeto, bondad y amor que me enseñan a cada momento. Agradezco a mis abuelos y abuelas por sus sabias palabras, por su enseñanza de vida y por su eterno apoyo. Agradezco al Proyecto Arqueológico Chavín de Huántar (PIACH) por toda su colaboración en esta tesis, en especial a John Rick y Rosa Rick. Agradezco la oportunidad que me brindaron, su confianza, cariño y respeto. Agradezco al Dr. Rafael Vega-Centeno por su acertada y precisa forma de enseñar, de conducirme. Sin su visión no se habría podido escribir esta tesis. Agradezco a un buen maestro y amigo César Trigoso quien me enseñó a excavar por los angostos canales subterráneos. Agradezco al equipo de trabajo que participó durante los tres años de excavación: Ronald Sulca, Renato Rosemberg, Freddy Melgarejo, Aldo Osorio, Annika Mata, Marcus Albónico, Erika Brant, Pedro Díaz, Stephanie Bautista, Sadie Weber, Patricia Cuadra, Julio Mujica, Austen Wianecki, Floriano Melgarejo, Don Eugenio y Omar Peña. Muchísimas gracias a María Mendoza y José Luis Cruzado por sus consejos y colaboración en el trabajo de laboratorio, así como en la vida misma. Agradezco al equipo del proyecto, a John Wolf, Daniel Contreras, Christian Mesía, Augusto Bazán, Alex González, Jessica Barnett, Nick Brown, ii Alex Castel, a Miguel, a Gonzalo, a Martín, a Fátima, a Lisset. Un especial saludo a Madeleine Zhu, quien muy amablemente realizó el análisis osteológico de los restos óseos. Agradezco a todo el personal del Monumento, muchas gracias por su amistad y entrega. Gracias a todos ellos, que con su energía y dedicación están haciendo de Chavín el Patrimonio de la Humanidad que se merece. A mis profesores, Peter Kaulicke, Hugo Ikehara, Krystof Makowski, Idilio Santillana, Elsa Tomasto e Iván Ghezzi. Gracias por su enseñanza, convicción y sabiduría. Agradezco a mis grandes amigos y colegas, Augusto Vásquez, Roy Gutiérrez, quienes nos miran desde el cielo y nos aconsejan. A Marcela Poirier, Martín Polo y la Borda, Jessica Ortiz, Diego Bedoya, Fernando Carranza, María Luisa Vásquez, Andrés Cuentas, Claudia Nuñez, Claudia Uribe, Lucía González, Mariel Gallardo y Kathy Román. Gracias por las entrañables alegrías, las chelas que nos tomamos y por las discusiones que nos dimos. Muchísimas gracias a Gabriela Atallah, gracias por toda su paciencia, por sus risas, y por ser tan buena compañera, por motivarme con tu pasión en la Arqueología. Agradezco a mi familia medicina, a Yanapuma y su bellísima familia, al Tayta Sergio, al Tayta Álvaro, al Tayta Fidel, al Tayta Joel, a Jack, a Ingrid, a la Mamacha Cecilia, a Raúl, Carlita, Nuna, Yaku, Sebastián, Eliana, Mikael, Yazmín, Carlitos, Juan Roca, Murielita, Piroska, Taki, Mikicha, Anti, Agni, Leonardo, Chivi, Rupa y Nicola. Jallalla Pachamama!!!! iii ÍNDICE Resumen i Agradecimientos ii Índice iv Lista de figuras ix Lista de tablas xx Capítulo 1. Introducción 1 1.1 Reseña 5 1.2 Problemática 9 1.3 Objetivos 11 1.4 Justificación 13 1.5 Limitaciones 14 1.6 Sinopsis 15 Capítulo 2. Marco teórico 17 2.1 Algunos conceptos de la Arquitectura 17 2.2 La estratigrafía arqueológica 24 2.3 La alfarería y la tipología morfo-funcional 29 Capítulo 3. Metodologías 47 3.1 Excavación y registro 47 3.2 Análisis arquitectónico 51 3.3 Análisis estratigráfico 59 3.4 Análisis ceramográfico 65 Capítulo 4. Chavín de Huántar 81 4.1 Contexto geográfico 88 4.2 Descripción general 96 4.2.1 Zonificación 96 4.2.2 Zona Monumental 102 4.2.2.1. Secuencia cronológica 111 4.2.3 El Templo del Lanzón 118 iv 4.3 Funciones del santuario 144 4.3.1 La ritualidad Chavín 145 4.3.2 El mensaje de Huari Wanka 160 4.3.3 El oráculo mayor 172 4.3.4 El centro proto-urbano 179 4.4 La época Recuay 181 Capítulo 5. El Canal de Rocas 192 5.1 Antecedentes 192 5.2 Sistematización 228 5.2.1 Componentes 228 5.2.1.1 Estructuras hidráulicas 228 5.2.1.2 Estructuras complementarias 235 5.2.2 Organización 235 5.2.2.1 Fuentes de abastecimiento 237 5.2.2.2 Redes Hidráulicas 238 5.2.2.2.1 Troncal 240 5.2.2.2.2 Alimentadores 242 5.2.2.3 Sumidero 243 5.2.2.4 Nomenclatura 244 5.3 Rocas Lanzón 245 5.3.1 Troncal 245 5.3.1.1 Ramal RL.01 247 5.3.1.2 Ramal RL.02 249 5.3.1.3 Ramal RL.03 255 5.3.1.4 Ramal RL.04 257 5.3.1.5 Ramal RL.05 257 5.3.2 Alimentadores 258 5.3.2.1 Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP) 258 5.3.2.2 Alimentador interno Edificio C (Ai-EC) 259 5.3.2.3 Alimentador externo Canal Central (Ae-CC) 259 5.3.2.4 Alimentador externo Circular Plaza (Ae-CP) 261 v Capítulo 6. Análisis arquitectónico 263 6.1 Segmentación 263 6.1.1 Segmento A 263 6.1.2 Segmento B 267 6.1.3 Segmento C 271 6.1.4 Segmento D 275 6.1.5 Segmento E 277 6.1.6 Segmento F 280 6.1.7 Segmento G 281 6.1.8 Segmento H 286 6.2 Resultados 290 6.2.1 Fases constructivas 290 6.2.2 Interpretaciones 294 6.2.3 Síntesis 301 Capítulo 7. Análisis estratigráfico 304 7.1 Sección I 304 7.1.1 Capa A 306 7.1.2 Capa B 306 7.1.3 Capa C/Nivel 1 307 7.1.4 Capa C/Nivel 2 307 7.1.5 Capa C/Nivel 3 308 7.1.6 Capa D 308 7.2 Sección II 311 7.2.1 Capa A 312 7.2.2 Capa B/Nivel 1 313 7.2.3 Capa B/Nivel 2 314 7.2.4 Capa B/Nivel 3 315 7.2.5 Capa C 318 7.2.6 Capa D 319 7.3 Sección III 321 7.3.1 Capa A 323 7.3.2 Capa B 324 7.3.3 Capa C 327 vi 7.4 Resultados 331 7.4.1 Secuencia estratigráfica 333 7.4.2 Interpretaciones 343 7.4.3 Síntesis 348 Capítulo 8. Análisis ceramográfico 350 8.1 Tipos morfo-funcionales 350 8.1.1 Platos 350 8.1.2 Cuencos 355 8.1.3 Cuencos grandes 387 8.1.4 Ollas con cuello 392 8.1.5 Ollas sin cuello 398 8.1.6 Vasos 403 8.1.7 Cántaros 415 8.1.8 Botellas 429 8.1.9 Cuantificación de los datos 434 8.2 Seriación 439 8.2.1 Grupo alfarero Chavín 440 8.2.2 Grupo alfarero Recuay 444 8.2.3 Grupo alfarero Indeterminado 451 8.3 Resultados 453 Capítulo 9. Discusión 461 9.1 Fase Chavín 461 9.2 Fase Hiato 495 9.3 Fase Recuay 499 9.4 Fase Post-clausura 502 9.5 Síntesis 503 Capítulo 10. Conclusiones 506 Bibliografía 512 Anexo 1 536 vii Anexo 2 541 Anexo 3 550 Anexo 4 558 Anexo 5 564 viii Lista de figuras Figura 1.1. Chavín de Huántar visto desde la Cruz de Shallapa. 3 Figura 3.1. Grados de selección y niveles de esfericidad (Vera 1990: 94, Figura 5.2). 60 Figura 3.2. Esfericidad de las rocas (modificado de Waters 1996: 28, Figure 2.9). 61 Figura 3.3. Triángulo edafológico de la textura (a), y su correspondencia respecto a la 62 plasticidad (b). Figura 3.4. Geometría de los estratos (modificado de Vera 1994: 29, Figura 2.3). 63 Figura 3.5. Clases de contacto (modificado de Waters 1996: 69, Figure 2.26). 63 Figura 3.6. Parte de una vasija (Muro 2009: 127, Figura 91). 67 Figura 3.7. Mapa conceptual de la tipología morfo-funcional (modificado de Muro 2009: 128, 70 Figura 90). Figura 3.8. Orientación y curvatura de las paredes de una vasija (Muro 2005: 129, Figura 93). 73 Figura 3.9. Formas geométricas sólidas que sirven de referente para la forma de una vasija: 74 esférica (a), elipsoide (b-c), ovoide (d-e), cilíndrica (f), hiperboloide (g) y cónica (h) (modificado de Shepard 1985: 234, Fig. 25; 235, Fig. 26). Figura 3.10. Clasificación de labios (Muro 2009: 129, Figura 92). 75 Figura 4.1. Localización de Chavín de Huántar (imágenes modificadas de Google Maps e 81 Ibarra 2004: 252, Figura 1). Figura 4.2. Fotografía aérea de Chavín de Huántar (modificado de Mesía 2007: Figure 01). El 82 triángulo amarillo es el Tinkuy de los ríos Mosna y Wacheqsa. Figura 4.3. Evolución del río Wacheqsa (modificado de Contreras 2007: 129, Fig. 4.16). 92 Figura 4.4. Nevado Huantsán. 92 Figura 4.5. Ríos de Chavín. A. Río Mosna. B. Río Wacheqsa. 93 Figura 4.6. Alineación astronómica de los Templos en U con el cerro Piruro durante los 95 solsticios de verano. En rojo la U norte, en azul la U sur (Rick 2013: 155; Fig. 1.02). Figura 4.7. Zonificación de Chavín de Huántar (modificado de Contreras 2007: 9, Figure 1.3). 97 Figura 4.8. Zona Monumental de Chavín de Huántar (Rick 2013: 154, Fig. 100b). 103 Figura 4.9. Algunas representaciones del arte litoescultórico Chavín. 105 Figura 4.10. Representaciones del arte religioso Formativo. A. Botella del valle de 107 Jequetepeque, costa norte (Fux 2015: 239, Figura 20). B. Manto del valle de Karwa, costa sur. C. Espátula de Kuntur Wasi, sierra norte (ibíd., 309, Figura 98). D. Pectoral de oro que posiblemente proceda de Chongoyape, costa norte (ibíd., 238, Figura 18). ix Figura 4.11. Arquitectura interna de Chavín de Huántar. A. Galería (Kembel 2008: 38, Figure 109 2.3). B. Canal subterráneo. Figura 4.12. Secuencia arquitectónica de la zona Monumental de Chavín de Huántar (Kembel 112 2008: 44, Figure 2.10). En azul, los episodios constructivos de las áreas más importantes para la presente investigación. Figura 4.13. Reconstrucción de la zona Monumental. A. Fase Montículo Separados (Kembel 112 2008: 45, Figure 2.11); B. Fase Expansión (ibíd., Figure 2.12); C. Fase Consolidación (ibíd., Figure 2.13); D. Fase Blanco & Negro (ibíd., 46, Figure 2.14). Figura 4.14. En azul los fechados radiocarbónicos relacionados con la construcción de la Plaza 115 Circular (modificado de Rick et al. 2009: 115, Fig. 16). Figura 4.15. Superficie de la plaza subyacente a la actual Plaza Circular. Nótese los canales 115 superficiales (Unidad F14, temporada de campo 2002, cortesía PIACH). Figura 4.16. Fragmentos del estilo Janabarriu: A. Janabarroides (Rick et al. 2009: Fig. 15); B. 117 Zona Monumental (Tello 1960: 322, Fig. 153); C. Zona Wacheqsa (modificado de Mesía 2007: Figure 07); D. Zona La Banda (modificado de Sayre 2010: Figure 6.33). Figura 4.17. Plano de la zona Monumental de Chavín de Huántar (Rick et al. 1998: Fig. 5). En 120 gris claro, el Templo de las Falcónidas; en gris oscuro, el Templo del Lanzón; y en celeste, el área de la Explanada. Figura 4.18. Obelisco Tello. 121 Figura 4.19. Corte de sección de la Escalinata Central (Lumbreras 2007: 150, Fig. 110). 123 Figura 4.20. A la izquierda, detalle de los dos pequeños orificios cónicos en el peldaño más 124 largo de la Escalinata Central (Rick et al. 1998: 203, Fig. 16). A la derecha, la Estela Raimondi (Cané 1983: 12, Figura 7). Figura 4.21. Huari Wanka. A. Iluminación de su rostro por un rayo de luz eléctrica procedente 125 del ducto de iluminación/ventilación (Rick 2013: 172, Fig. 114). B. Primera foto de Huari Wanka tomada desde el pasadizo central (Roosevelt 1935: 41, Fig. 27). Figura 4.22. Croquis de la Galería del Lanzón (línea continua) y de la Galería VIII (línea 126 punteada) (Tello 1960: 104, Fig. 17). Figura 4.23. Piso enlosado al oriente del Atrio Este (Sayre 2010: 89, Figure 6.21). 129 Figura 4.24. Reconstrucción hipotética de la entrada oriental al Templo del Lanzón (Sayre 129 2010: 89, Figure 6.22). Figura 4.25. Croquis del corte de sección del Atrio, unidad S2 (Lumbreras 1977: Lámina I, 130 Fig. 3). Figura 4.26. Fragmentos Chavinoides [8-13] y Chavín anaranjado [14] (Lumbreras 1977: 132 Lámina V). Figura 4.27. Cabezas clavas encontradas al interior de la Plaza Circular (A. Lumbreras 1977: 134 Lámina XVI, Fig. 57; B. ibíd., Lámina XVIII, Fig. 63; C. ibíd., Fig. 66; D. ibíd., Lámina XIX, Fig. 67). x Figura 4.28. Plano de la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina II). 136 Figura 4.29. Canal superficial ubicado en la unidad D9 de la Plaza Circular (cortesía PIACH). 137 Figura 4.30. Colector vertical localizado en el extremo oriental de la Plaza Circular. Foto: 137 Justin Barton, 2005. Fuente: Global Heritage Foundation. Figura 4.31. A. Personaje en posición frontal que llevaría una corona (Lumbreras 1977: 139 Lámina VII, Fig. 21). B. Personaje de perfil tocando el pututo corona (ibíd., Fig. 24). Figura 4.32. A la izquierda, fragmento de lápida del Hemiciclo Sur (Rick 2008: 22, Figure 139 1.16). A la derecha lápida del portador en el Hemiciclo Norte. Figura 4.33. A la izquierda, sillar del Hemiciclo Sur (Rick 2008: 22, Figure 1.17). A la 139 derecha, sillar del Hemiciclo Norte (Lumbreras 2007: 187, Fig. 152). Figura 4.34. Evidencia de pintura roja en uno de los sillares del hemiciclo sur (Rick y 140 Lumbreras 2001: Figura CP-12). Figura 4.35. Cerámica de la Galería de las Ofrendas. A. Cuenco Dragoniano [Chavín] 142 (Lumbreras 2007: fig. 287). B. Botella Qotopukyo [Chavín] (ibíd., fig. 245). C. Botella Mosna [foránea] (ibíd., fig. 362). D. Botella Waceqsa [foránea] (ibíd., fig. 355). Figura 4.36. Pututus hallados en la Galería Caracolas (modificado de Rick 2008: Fig. 1.20). 143 Figura 4.37. Instrumentos shamánicos. 153 Figura 4.38. Personajes híbridos en procesión (Rick 2008: 21, Figure 1.15). 155 Figura 4.39. Posible ruta procesional para llegar al Templo del Lanzón (Rick 2008: 24, Figure 156 1.18). Figura 4.40. Huari Wanka. 160 Figura 4.41. Jaguar en su hábitat natural 162 Figura 4.42. Altar de Choq’e Chinchay, Templo de las Falcónidas 166 Figura 4.43. Fragmentos del estilo Blanco sobre Rojo recuperado en Chavín de Huántar por el 185 PIACH (Atallah 2013: 39, Imagen 8). Figura 4.44. Fechados del periodo Huarás publicados por Lau 2002-2004 (modificado de Rick 188 et al. 2009: 110, Fig. 13). Figura 4.45. En rojo los fechados radiocarbónicos del periodo Huarás en contextos de la Plaza 189 Circular (modificado de Rick et al. 2009: 115, Fig. 16). Figura 4.46. “Barrio” de la Plaza Circular durante del periodo Huarás (Atallah 2013: 128, 190 Lámina 4). Figura 5.1. Obras hidráulicas publicadas por Tello. A. Canal ubicado en el extremo oriental de 195 la Plaza Mayor (Tello 1960: Lámina XXI, B). B. Corte de sección de la Galería XIII (Tello 1960: 114, Fig. 22). Figura 5.2. Muro ciclópeo en la margen izquierda del río Mosna. 196 xi Figura 5.3. Primer plano donde aparece el Canal de Rocas (modificado de Lumbreras y Amat 201 1969: Plano II). Figura 5.4. Plano del Canal de Rocas a finales de 1970 (modificado de Lumbreras y Amat 202 1969: Plano IV). Figura 5.5. Fragmentos de cerámica recuperados en el tramo g de la “Galería de las Rocas”. A. 203 (Lumbreras y Amat 1969: Lámina I). B. (ibíd., Lámina V). C. (Lumbreras 1971: 10, Fig.7). D. (ibíd., 11, Fig. 8). Figura 5.6. Fechados de los trabajos de Lumbreras y Amat. En azul los fechados procedentes 205 de la “Galería de la Rocas” (modificado de Rick et al. 2009: 97, Fig. 5). Figura 5.7. Planos de las redes hidráulicas de la zona Monumental (modificado de Bustamante 213 1990: 26). Figura 5.8. Áreas del contexto funerario Recuay, posiblemente del periodo Huarás, que se 218 encontró en la “Galería de los Rodados” (Velasco 2008: 15, Figure 3.2). Figura 5.9. Plano del informe de la temporada de campo del 2011(Rick y Lumbreras 2011: 221 487, Figura 1). Figura 5.10. Ramal ubicado por debajo del Edificio B (RL.01). 231 Figura 5.11. Canaleta registrada en la Plaza Circular (cortesía PIACH). 232 Figura 5.12. Variedades de entrega que presenta un tributario lateral (Bustamante y Crousillat 234 1974: 30, Figura 3.10-3). Figura 5.13. Organigrama de un sistema hidráulico en Chavín de Huántar. 236 Figura 5.14. A. Bocatoma en mejor estado de conservación. B. Posible bocatoma, 237 parcialmente destruida. Figura 5.15. Organización del Canal Rocas. 239 Figura 5.16. Sectorización del Canal Rocas. 241 Figura 5.17. Canal que desembocan en el río Mosna que posiblemente corresponda al Canal 243 de Rocas. Figura 5.18. Sector Rocas Lanzón. 246 Figura 5.19. Vista frontal de la cara-vista oriental del filtro FI.01-RL.01, Sección II. 248 Figura 5.20. Vista nadir de TV.04-RL.01, Sección III. 248 Figura 5.21. Vista interna de TL.03.RL.01, Sección III. 248 Figura 5.22. Corte de sección de RL.02 (modificado de Kembel 2008: 49, Figure 2.19 A). 252 Figura 5.23. Seccionamiento del ramal RL02. 253 Figura 5.24. Vista nadir de TV.01-RL.02. 254 Figura 5.25. Vista nadir de TV.02-RL.02. 254 xii Figura 5.26. Vista interna de la escalera ES.AS. 254 Figura 5.27. A. Vista de la Plaza Circular desde el Noreste. B. Vista cenit de la escalera ES.CP 255 (Fotografía: César Trigoso). Figura 5.28. Vista cenit de TV.02-RL.03 (véase también Figura 2.16). 256 Figura 5.29. Vista cenit de la canaleta CP.01, ubicada en el lado oriente de la Plaza Circular 261 (cortesía PIACH). Figura 6.1. Vista frontal de JU-02, pared RL.02-S. 264 Figura 6.2. Dibujo de la pared sur del extremo occidental de RL.02. Detalle de TL.03-RL.01, 266 TV.04-RL.01, las juntas JU-01, JU-02 y el sello SE-01. Figura 6.3. Corte de sección del Segmento B. 267 Figura 6.4. Dibujo de la pared RL.02-S. Detalle del cambio arquitectónico por medio de la 268 junta de pared JU-03. Figura 6.5. Base enlosada del Segmento B, Sección I (unidad SW-29). 269 Figura 6.6. Corte de sección del tributario TV.01-RL.02. 270 Figura 6.7. Vista frontal de JU-04, pared RL.02-S. 271 Figura 6.8. Corte de sección del Segmento C. 272 Figura 6.9. Dibujo frontal del extremo oriental de la pared RL.02-N. Detalle de la junta JU-04. 272 Figura 6.10. Posibles marcadores arquitectónicos del final del Segmento C, Sección I. 273 Figura 6.11. Corte de sección del tributario TV.02-RL.02. 274 Figura 6.12. Corte de sección del Segmento D. 276 Figura 6.13. Dibujo de frontis de la pared RL.02-E. Nótese la alineación de rocas calizas. 276 Figura 6.14. Vista frontal de la pared RL.02-E. Detalle de la alineación de rocas calizas. 277 Figura 6.15. Dibujo de planta de la Sección II. 278 Figura 6.16. Corte longitudinal de la Sección II. Vista frontal de las paredes RL.02-W, ES.AS- 281 W y ES.AS-W. Figura 6.17. Cortes de sección de la Sección III. Nótese su regularidad. 283 Figura 6.18. Base enlosada del Segmento G, Sección III. 284 Figura 6.19. Dibujo de la pared RL.02-S’. Detalle de los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02. 285 Figura 6.20. Corte de sección del nicho NI.01-RL.02. 285 Figura 6.21. Corte de sección del nicho NI.02-RL.02. 286 Figura 6.22. Dibujo de planta de la escalera ES.CP. 287 xiii Figura 6.23. Dibujo de frontis de la pared ES.CP-N. 288 Figura 6.24. Laja de caliza ubicada justo por debajo de la escalera ES.CP. 289 Figura 6.25. Tinkuy del sector Rocas Lanzón. 297 Figura 6.26. Escalinata-balcón del Edificio A (Tello 1960: Lámina V, A). 300 Figura 7.1. Comparación entre los perfiles oeste de las unidades CdH-CP-RO-SW25, al este 304 de ME-1 (izquierda) y CdH-CP-RO-SW29, al oeste de ME-1 (derecha). Figura 7.2. Estratigrafía general de la Sección I. 305 Figura 7.3. Cuerpo decorado con incisiones de época Chavín, Capa D, Sección III. 309 Figura 7.4. Artefacto lítico, cuenta de piedra, Capa D, Sección III. 309 Figura 7.5. Cuerpo decorado con incisiones de época Chavín, Capa D, Seccion III. 310 Figura 7.6. Bloque de pizarra tallada con iconografía Chavín, Capa D, Sección III. 310 Figura 7.7. Artefacto óseo, posible tableta de rapé, Capa D, Sección III. 310 Figura 7.8. Restos óseos humanos documentados en el perfil de la unidad SW23, Capa C, 310 Sección III. Figura 7.9. Perfil sur de la unidad SW21-I1, inicio de las excavaciones de la escalera ES.AS. 311 Figura 7.10. Estratigrafía general de la Sección II. 312 Figura 7.11. Fragmentos de cerámica de época Recuay recuperados en la Capa B/Nivel 1, 314 Sección II. Figura 7.12. Fragmentos de cerámica de época Recuay hallados en la Capa B/Nivel 2, Sección 315 II. Figura 7.13. Perfil este de la unidad SW20. Nótense las rocas grandes provenientes de ES.AS. 316 Figura 7.14. Fragmentos de cerámica de época Recuay recuperados en la Capa B/Nivel 3, 317 Sección II. Figura 7.15. Artefacto óseo, peine de época Recuay, Capa B/Nivel 3, Sección II. 317 Figura 7.16. Fragmentos de cerámica de las épocas Chavín (izquierda) y Recuay (derecha), 318 Capa C, Sección II. Figura 7.17. Fragmentos de cerámica de época Chavín recuperados de la Capa D, Sección II. 319 Figura 7.18. Restos óseos humanos recuperados de la Capa D, Sección II. 320 Figura 7.19. Comparación de los perfiles este de las unidades SW15, 3 m al este de ME-2 321 (izquierda) y SW18a, inmediatamente al oeste de ME-2 (derecha). Figura 7.20. Estratigrafía general de la Sección III. 322 Figura 7.21. Fragmentos de cerámica de época Recuay provenientes de la Capa A, Sección III. 323 xiv Figura 7.22. Artefacto de cerámica, posible cuchara, Capa A, Sección III. 324 Figura 7.23. Área de mezcla por debajo de ES.CP. Nótese las vigas de los peldaños 325 descendiendo. Figura 7.24. Fragmento de cerámica de las épocas Chavín (izquierda) y Recuay (derecha) 326 halladas en el área de mezcla por debajo de ES.CP, Sección III. Figura 7.25. Artefacto óseo recuperado en el área de mezcla por debajo de ES.CP, Sección III. 326 Figura 7.26. Fragmentos de cerámica de época Chavín hallados al oeste de ME-2, Capa C, 328 Sección III. Figura 7.27. Restos malacológico recolectados en la unidad SW18a, ME-2, Capa C, Sección 328 III. Figura 7.28. Hallazgo de cráneos humanos en la unidad SW18b, al oeste de ME-2, Capa C, 328 Sección III. Figura 7.29. Inicio de las excavaciones de RL.02, unidad SW01. Nótese las rocas de gran 329 tamaño. Figura 7.30. Fragmentos de cerámica Chavín recuperados al este de ME-3, Capa C, Sección 330 III. Figura 7.31. Artefactos óseos encontrados al este de ME-3, Capa C, Sección III. 330 Figura 7.32. Cuchara de cerámica hallada al este de ME-3, Capa C, Sección III. 330 Figura 7.33. Preforma de obsidiana recuperada al este de ME-3, Capa C, Sección III. 330 Figura 7.34. Laja perforada hallada en SW-02, al este de ME-3 (posiblemente caliza). 331 Figura 7.35. A. Perfil de la unidad N01 en Rocas Alto (cortesía PIACH, temporada de campo 345 2012). B. Perfil del Intervalo A en Rocas Mosna (cortesía PIACH, temporada de campo 2013). Figura 8.1. Plato 1: variante 1A (a, b y c) y variante 1B (d). 351 Figura 8.2. Plato 2. 352 Figura 8.3. Plato 3. 353 Figura 8.4. Plato 4. 354 Figura 8.5. Plato 5. 354 Figura 8.6. Cuenco 1. 355 Figura 8.7. Cuenco 2: variante 2A (a), variante 2B (b) y variante 2C (c). 356 Figura 8.8. Cuenco 3. 358 Figura 8.96. Cuenco 4. 360 Figura 8.107. Cuenco 5. 361 xv Figura 8.11. Cuenco 6. 362 Figura 8.128. Cuenco 7: variante 7A (a, b, c, d, e), variante 7B (g) y variante 7C (f). 364 Figura 8.139. Cuenco 8: variante 8A (a, b, c, d, f y g), variante 8B (h), variante 8C (e). 368 Figura 8.14. Cuenco 9: variante 9A (a, b, c, e, f, g y h), variante 9B (d). 369 Figura 8.105. Cuenco 10. 370 Figura 8.16. Cuenco 11: variante 11A (a), variante 11B (b) y variante 11C (c). 371 Figura 8.17. Cuenco 12. 372 Figura 8.18. Cuenco 13. 373 Figura 8.19. Cuenco 14. 376 Figura 8.20. Cuenco 15. 376 Figura 8.111. Cuenco 16. 377 Figura 8.122. Cuenco 17. 381 Figura 8.23. Cuenco 18: variante 18A (a, b y c) y variante 18B (d, e y f). 382 Figura 8.24. Cuenco 19. 384 Figura 8.135. Cuenco 20. 384 Figura 8.146. Cuenco 21. 386 Figura 8.157. Cuenco 22. 387 Figura 8.28. Cuenco Grande 1. 388 Figura 8.2916. Cuenco Grande 2. 389 Figura 8.170. Cuenco Grande 3. 389 Figura 8.31. Cuenco Grande 4. 390 Figura 8.32. Cuenco Grande 5. 391 Figura 8.33. Cuenco Grande 6. 391 Figura 8.34. Olla con cuello 1: variante 1A (c, d, e y f) y variante 1B (b) y variante 1C (a). 394 Figura 8.35. Olla con cuello 2. 395 Figura 8.36. Olla con cuello 3. 395 Figura 8.37. Olla con cuello 4: variante 4A (a) y variante 4B (b). 396 Figura 8.38. Olla con cuello 5. 397 xvi Figura 8.39. Olla sin cuello 1. 399 Figura 8.40. Olla sin cuello 2. 400 Figura 8.41. Olla sin cuello 3. 400 Figura 8.4182. Olla sin cuello 4. 401 Figura 8.43. Olla sin cuello 5. 402 Figura 8.44. Olla sin cuello 6. 402 Figura 8.45. Olla sin cuello 7. 403 Figura 8.46. Vaso 1. 404 Figura 8.47. Vaso 2: variante 2A (a, b, e, f y g), variante 2B (d), variante 2C (g) y variante 2D 407 (c). Figura 8.48. Vaso 3: variante 3A (b) y variante 3B (a). 408 Figura 8.49. Vaso 4. 408 Figura 8.50. Vaso 5. 409 Figura 8.19. Vaso 6: variante 6A (a, b, c y e) y variante 6B (d). 411 Figura 8.20. Vaso 7. 412 Figura 8.21. Vaso 8. 414 Figura 8.22. Vaso 9. 414 Figura 8.23. Cántaro 1: variante 1A (a), variante 1B (b, c y d) y variante 1C (e y f). 416 Figura 8.24. Cántaro 2. 417 Figura 8.25. Cántaro 3. 418 Figura 8.26. Cántaro 4. 419 Figura 8.27. Cántaro 5: variante 5A (a, b y c) y variante 5B (d y e). 420 Figura 8.28. Cántaro 6. 421 Figura 8.29. Cántaro 7. 422 Figura 8.30. Cántaro 8. 422 Figura 8.31. Cántaro 9. 423 Figura 8.32. Cántaro 10: variante 10A (a, b, d y f) y variante 10B (c y e). 426 Figura 8.33. Cántaro 11: variante 11A (a y c), variante 11B (e), variante 11C (b) y variante 427 11D (d). xvii Figura 8.34. Cántaro 12: variante 12A (a y b) y variante 12B (c y d). 428 Figura 8.35. Botella 1: variante 1A (a) y variante 1B (b). 429 Figura 8.36. Botella 2. 430 Figura 8.37. Botella 3. 430 Figura 8.38. Botella 4. 431 Figura 8.39. Botella 5. 432 Figura 8.40. Botella 6. 432 Figura 8.41. Botella 7. 433 Figura 8.42. Botella 8. 434 Figura 8.75. Cuantificación de las categorías morfo-funcionales del grupo alfarero Chavín. 438 Figura 8.76. Cuantificación de las categorías morfo-funcionales del grupo alfarero Recuay. 439 Figura 8.77. Distribución de las vasijas Chavín por Flujos. 440 Figura 8.78. Distribución de las vasijas Recuay por Flujos. 445 Figura 8.79. Seriación de los grupos alfareros del ramal RL.02 por el método Ford. 452 Figura 8.80. Vasijas del grupo alfarero Chavín cuya función es servir alimentos sólidos y 455 líquidos. 1. Plato 2A. 2. Plato 1B. 3. Plato 2. 4. Cuenco 1. 5. Cuenco 2A. 6. Cuenco 2B. 7. Cuenco 2C. 8. Cuenco 4. 9. Cuenco 3. 10. Cuenco 9A. 11. Cuenco 9B. 12. Cuenco 12. 13. Cuenco 10. 14. Cuenco 11A. 15. Cuenco 11B. 16. Cuenco 11C. 17. Cuenco 5. 18. Cuenco 6. 19. Cuenco 7B. 20. Cuenco 7A. 21. Cuenco 7C. 22. Cuenco 8A. 23. Cuenco 8B. 24. Cuenco 8C. 25. Cuenco Grande 5. 26. Cuenco Grande 6. 27. Cuenco Grande 4. 28. Cuenco Grande 3. 29. Cuenco Grande 2. 30. Cuenco Grande 1. Figura 8.81. Vasijas del grupo alfarero Chavín cuya función es servir alimentos líquidos. 1. 456 Cántaro 1A. 2. Cántaro 1B. 3. Cántaro 1C. 4. Cántaro 2. 5. Cántaro 3. 6. Cántaro 4. 7. Cántaro 5A. 8. Cántaro 5B. 9. Cántaro 6. 10. Cántaro 7. 11. Cántaro 8. 12. Botella 1A. 13. Botella 1B. 14. Botella 2. 15. Botella 3. 16. Botella 4. 17. Vaso 1. 18. Vaso 2D. 19. Vaso 2A. 20. Vaso 2B. 21. Vaso 2C. 22. Vaso 3A. 23. Vaso 3B. 24. Vaso 4. Figura 8.82. Vasijas del grupo alfarero Chavín cuya función es preparar alimentos. 1. Olla sin 457 cuello 2 (boca pequeña). 2. Olla sin cuello 1 (boca pequeña). 3. Olla sin cuello 1 (boca grande). 4. Olla sin cuello 2 (boca grande). 5. Olla sin cuello 4. 6. Olla sin cuello 3. Figura 8.83. Vasijas del grupo alfarero Recuay cuya función es servir alimentos líquidos y 458 sólidos. 1. Plato 4. 2. Plato 5 3. Plato 6. 4. Cuenco 13. 5. Cuenco 20. 6. Cuenco 14. 7. Cuenco 16. 8. Cuenco 17. 9. Cuenco 18. 10. Cuenco 19. 11. Cuenco 15. 12. Cuenco 21. 13. Cuenco 22. Figura 8.84. Vasijas del grupo alfarero Recuay cuya función es servir alimentos líquidos. 1. 459 Cántaro 10A (boca pequeña). 2. Cántaro 10B. 3. Cántaro 9. 4. Cántaro 10A (boca grande). 5. Cántaro 11A. 6. Cántaro 11C. 7. Cántaro 11D. 8. Cántaro 11B. 9. Cántaro 12A. 10. Cántaro 12B. 11. Botella 7. 12. Botella 8. 13. Vaso 5. 14. Vaso 6. 15. Vaso 7. 16. Vaso 8. xviii Figura 8.85. Vasijas del grupo alfarero Recuay cuya función es preparar alimentos. 1. Olla con 460 cuello 1C. 2. Olla con cuello 1B. 3. Olla con cuello 1A. 4. Olla con cuello 3 5. Olla sin cuello 4. 6. Olla sin cuello 7. Olla con cuello 4. 8. Olla con cuello 5. Figura 9.1. Comparación de dos botellas asa-estribo del periodo Formativo Tardío con Rocas 467 Lanzón Figura 9.2. Plano de las tumbas en Kuntur Wasi (Onuki 1997: 106, Fig. 40). 471 Figura 9.3. Desplazamiento de la Ruta 1. 474 Figura 9.4. Percepciones de distancia (Panero y Zelnik 1996: 39, Rg. 2-2). 475 Figura 9.5. Diferentes perspectivas de la salida de un participante por el Ambiente 4. Modelo: 479 Aldo Osorio. Figura 9.6. Apu Ojchatuna, la montaña-felino al oriente de Chavín. 482 Figura 9.7. Los nichos de RL.02, la Medusa, el Spondylus y el Strombus. 485 Figura 9.8. A la izquierda, figurina de un personaje sentado en posición meditativa (tiesto 488 SW3-221, Sub-flujo 4). A la derecha arriba, yogi hindú meditando; derecha abajo, monje budista meditando. Figura 9.9. Categorías morfo-funcionales de grupo alfarero Chavín en el Flujo 1. 490 Figura 9.10. Distribución de la cerámica en correlación con el grosor del Flujo 1. Nótese los 492 Sub-flujos. Figura 9.11. Gráfico de barras de las lluvias mensuales en los años 1982, 1983, 1984. La parte 495 rayada de las columnas marca el exceso del valor normal. Abajo, las desviaciones de la temperatura media de la costa norte del mar peruano (Diessl 2004: 43, Fig. INT 43). Figura 9.12. Fases constructivas del sector Rocas Lanzón. 502 xix Lista de tablas Tabla 3.1. Rango de medidas de los elementos constituyentes. 56 Tabla 3.2. Rangos del grosor de las paredes de una vasija. 73 Tabla 3.3. Rangos del diámetro de la boca de una vasija. 75 Tabla 5.1. Descripción de los estilos del grupo alfarero Rocas. 204 Tabla 5.2. Sectores del Canal de Rocas. 242 Tabla 5.3. Nomenclatura de las estructuras del Canal de Rocas. 245 Tabla 6.1. Secuencia constructiva del ramal RL.02 y sus funciones. *No es una función en sí. 302 Tabla 7.1. Estratos registrados en cada sección. 331 Tabla 7.2. Flujos del ramal RL.02. 334 Tabla 7.3. Síntesis de la secuencia estratigráfica del ramal RL.02. 349 Tabla 8.1. Síntesis de la tipología morfo-funcional. 434 Tabla 8.2. Filiación cultural de los tipos y el NMV por tipo. En paréntesis, la cantidad de vasijas 436 decoradas. Tabla 8.3. Tipos morfo-funcionales del Flujo 1, Fase Chavín. *Considérese la categoría. 441 Tabla 8.4. Tipos morfo-funcionales de los Flujo 5, 6, 7 y 10, Fase Recuay. 448 Tabla 8.5. Cifras definitivas para el análisis de seriación. 451 Tabla 9.1. Datos generales del ramal RL.02. 461 Tabla 9.2. Síntesis de la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02. En azul, el marco 503 temporal de la presente investigación. xx Capítulo 1. Introducción En el siglo VIII antes de Cristo los Andes Centrales fueron el escenario del movimiento religioso más importante de esta parte del mundo, lo que se conoce como el culto Felínico (Burger 1988: 111; Larco 1941; Morales 2007; Musilli 1987 para su discusión véase Kaulicke 1994, 1998). Para los antiguos americanos, todo su sistema mundo, absolutamente todo, era sagrado y estaba “animado”. Era un mundo lleno de huacas, nunas (espíritus) y mallquis (ancestros) (Burger 1985; Elera 1993: 238; Hastorf 2007; Kaulicke 1994; Lumbreras 1989; Mesía 2007; Silverman 2004: 5; Tello 1923). Era también, un tiempo profundamente religioso y místico, en el que los humanos podían comunicarse “más fácilmente” con las entidades supernaturales e intangibles que moldean nuestra existencia (Hastorf 2007: 78; von Hagen y Morris 1998: 34). Este culto habría comenzado muy probablemente en el siglo XVIII a.C. (Formativo Temprano1, 1800- 1200 a.C.), por lo que su existencia es parte de una tradición milenaria, compleja y dinámica. Una de las esferas más resaltantes de este movimiento religioso es su arquitectura, protagonizada por centros ceremoniales en forma de U que representan la dualidad del universo (Burger y Salazar-Burger 1993). Estos se localizan cerca de terrenos cultivables y fuentes de agua, por lo que se asume una estrecha relación con la fertilidad agrícola (Burger 1985; Elera 1993). Desde una perspectiva arqueológica es importante mencionar que, todos los templos y huacas de este tiempo deben ser comprendidos en sus propias dinámicas intra-valle, en lugar de ser entendidos como seguidores “inconscientes” de un culto (Burger 1985: 272; Kaulicke 1998). En tiempos de su mayor esplendor, durante el Formativo Tardío2 (800-500/400 a.C.), el culto Felínico habría desarrollado una extensa red económica-ideológica que abarcaba diversas zonas ecológicas de lo que actualmente es Perú: desde los manglares de Tumbes hasta las playas de Acarí por la franja costera; desde las montañas sub-tropicales de Bagua hasta las serranías agrestes de Ayacucho por la cadena de montañas (Burger 1992, 1993); y algunas áreas de la región amazónica, particularmente en la ceja de selva (Lathrap 1971; Morales 2007). Según las investigaciones arqueológicas, la interconexión regional habría motivado el desarrollo tecnológico de las artes, la agricultura y la ganadería a una escala nunca antes vista hasta ese entonces (Burger 1988: 99, 1992, 2008; Kaulicke 2010: 402; von Hagen y Morris 1998: 75). 1 Seguimos la cronología propuesta por Kaulicke 2010. 2 A este periodo de tiempo también se lo conoce como Horizonte Chavín (Burger 1993). 1 Esta red tiene claros precedentes en el Formativo Medio (1200 -800 a.C.) (Burger 1992; Kaulicke 1994, 2010), por lo cual hemos de suponer que estuvo en un constante desarrollo a lo largo de 800 años. La “red Felínica”, como podría llamarse, habría propiciado el intercambio de varios recursos económicos, tales como las piedras preciosas (v.g. crisocola), la obsidiana, el cinabrio, las conchas marinas (v.g. Strombus sp., Spondylus sp.), el coral (posiblemente de las costas colombianas), los instrumentos musicales (v.g. pututus), las vasijas de cerámica, los textiles, las plantas alimenticias y medicinales, entre otros (Bishop 2008; Burger 1992, 1993, 2008; Burger y Matos 2002; Canziani 2009; Contreras 2010, 2011; Kembel y Rick 2004; Rick 2008; Sayre 2010). Si bien es posible que el intercambio de estos productos haya sido una de las principales causas de su expansión (Kaulicke 2010: 401); debe tenerse en cuenta que, la red del culto Felínico también activó el intercambio de conocimientos teosóficos3, entre los que destacamos la dualidad complementaria, la capacidad oracular, las prácticas shamánicas y la astronomía. El arte4 de este culto fue plasmado refinada y elegantemente en todas las materialidades posibles de la era: alfarería, textilería, metalurgia, escultura, joyería, y tallado (en madera, hueso y concha). Así como sucede con otros movimientos religiosos alrededor del mundo, el culto motivó que cada material llegue hasta su máxima expresión (de Solà-Morales 2000; Burger 1993: 60; Tello 1960: 23); adaptándose al sistema de creencias local, pero manteniendo una configuración estilística similar (Larco 1941; Willey 1951). Otra de las esferas que más destacan del culto Felínico es su iconografía, caracterizada por seres híbridos que surgen al combinarse atributos humanos, con partes de animales y plantas, dando como resultado un producto liminal, que viene a ser el reflejo de una transformación shamánica (Salazar- Burger y Burger 2000). La frecuente representación artística del jaguar, uno de los animales más resaltantes de la Amazonía, no solo confirma la conexión con esta región geográfica; sino también, la vinculación de este culto con las prácticas shamánicas amazónicas (Morales 2001, 2007; Musilli 1987; Reichel-Dolmatoff 1975). En efecto, la asociación con el jaguar es una de las principales razones para la denominación de este movimiento religioso (Reichel-Dolmatoff 1975; Rowe 1962, 1973; Tello 1960; para su discusión véase Iwasaki 1987; Kaulicke 1998, 2010). En ese contexto, Chavín de Huántar (Figura 1.1) sería uno de los principales santuarios del culto Felínico (Burger 1992, 1993; Kaulicke 2010; Rick y Kembel 2004). La relación entre ambos es muy 3 Una teosofía es cualquier sabiduría que nos conduce a entender la relación entre lo humano y lo divino. 4 Entiéndase arte como la expresión de una “experiencia religiosa” (Iwasaki 1987: 2). 2 íntima, coincidiendo sus momentos de apogeo. En efecto, el Periodo Formativo Tardío está en sincronía con la fase Blanco & Negro del santuario (900 y 750 a. C., Kembel 2001, 2008), el proyecto arquitectónico más sofisticado de su tiempo en todo el continente americano. Todo parece indicar que Chavín de Huántar habría sido el centro ceremonial más influyente de su era; tal como lo fuera Roma, Jerusalén, la Meca o Teotihuacán. El paisaje mágico que lo circunscribe, custodiado por cuatro Apus; su cercanía al Huantsán, el nevado protector de la zona; la belleza de los ríos Mosna y Wacheqsa; la presencia del Lanzón, el único objeto de culto in situ en el área andina, su excelsa arquitectura y la misteriosa litoescultura de este monumento arqueológico hacen de Chavín de Huántar un caso sui generis para la humanidad (Unesco 1996). Es por eso que la investigación de este monumento arqueológico constituye una pieza clave para el esclarecimiento de la era Formativa (Canziani 2009; Kaulicke 2010) y los subsiguientes periodos de la prehistoria peruana (Tello 1960). Figura 1.1. Chavín de Huántar visto desde la Cruz de Shallapa. 3 Desde su revelación al mundo occidental se ha debatido extensamente de lo que es y fue Chavín. Algunos especialistas precisaron que este monumento arqueológico representa la “cultura matriz” de la civilización andina, el tronco del cual se ramificaron las demás sociedades que se desarrollaron en los Andes Centrales (Tello 1960; Willey 1951). Otros indican que fue la síntesis de los avances que se dieron en el Formativo Medio, particularmente de aquellos que proceden de la costa y sierra (Burger 1988, 1992; Canziani 2009; Makowski 1997, 2000). Otros mencionan que Chavín fue construido para comunicarse directamente con las entidades supernaturales (Contreras 2007; Moore 1996); lo cual muy posiblemente haya estado vinculado a Wiracocha (Tello 1929, 1960), la entidad supernatural creadora que trasciende al tiempo y el espacio. Otros postulan que su existencia es un ejemplo innegable de la institucionalización de la desigualdad social (Burger 1988; Kembel y Rick 2004): un lugar donde la autoridad fue construida, negociada, reforzada y transmitida en función de una élite religiosa (Rick 2005, 2006, 2008). En esa misma línea, algunos postulan que pudo haber sido un estado teocrático (Tantaleán 2009), e incluso, un imperio teocrático (Middendorf 1893-95 citado en Willey 1951: 103; Carrión Cachot 1948). Una de las características más fascinantes y excepcionales de Chavín es la compleja e intrincada red de sistemas hidráulicos (Rick 2011). Todos los cronistas, viajeros, arqueólogos y visitantes sienten curiosidad de ver que hay al interior de estos “agujeros negros”. Algunos pueden ser vistos desde la superficie, pero muchos otros se encuentran por debajo de los edificios, plataformas y plazas que configuran el santuario. Por lo que se sabe hasta el momento, el circuito más importante sería el Canal de Rocas: un extenso sistema de estructuras hidráulicas que atraviesa las zonas neurálgicas de Chavín y que, aparentemente, tenía la capacidad de transferir agua de un río a otro. En un inicio se creía que fue usado solo para drenar las aguas lluvias, como parte de un complejo sistema de auto-protección (Bustamante y Crousillat 1974); luego, se postuló que algunos de sus tramos pudieron haber tenido alguna injerencia en la ritualidad del santuario al ser parte de su acústica (Lumbreras et al. 1976); y en esta oportunidad es el protagonista de nuestra investigación. Desde 1995, el Proyecto de Conservación e Investigación Arqueológica en Chavín de Huántar (PIACH), a cargo del Dr. John Rick de la universidad de Stanford, ha contribuido enormemente al conocimiento actual del centro ceremonial. El PIACH ha tratado diferentes áreas y temas de estudio, tales como la planimetría (Rick et al. 1998); la secuencia constructiva (Kembel 2001, 2008); la cronología, tanto absoluta, como relativa, (Mesía 2007; Kane 2008; Rick et al. 2009; Wolf en proceso); la geoarquelogía (Contreras 2007; Contreras y Keefer 2009); el ritual (Rick 2008) y la organización socia-política (Kembel y Rick 2004). En el caso de los canales subterráneos, el PIACH 4 ha intervenido el Canal de Rocas desde el 2004 con la intención de re-activarlo para conservar “naturalmente” el monumento arqueológico, y también, para entender los contextos de su interior. La presente investigación se ciñe, justa y agradecidamente, a este segundo lineamiento; el mismo que también ha sido recomendado por otros investigadores (Makowski 1998: 515; Rick et al. 1998: 204). 1.1 Reseña Todo comienza en la temporada de campo del 2005 (Rick y Mesía 2005), al excavarse una cista de la época Recuay que se encontraba al pie de la escalinata oriental de la Plaza Circular, el espacio abierto más importante del santuario. Este contexto funerario había aprovechado la arquitectura de un tributario vertical que servía al circuito de canales instalados por debajo de la mencionada plaza. Esta abertura le permitió al PIACH ingresar al canal subterráneo e investigar su interior. Es así que en la temporada de campo del 2008 se descubre el ramal RL.02, nominado inicialmente SW por la dirección de las excavaciones (véase CdH-CP-RO-SW en Rick y Mesía 2008). Al inicio no se distinguía muy bien qué tipo de estructura era, pues se encontraba obstruido por una acumulación de piedras grandes y medianas que se ubicaban cerca de la base. A simple vista parecía ser un pequeño tributario, pero al final del primer día de excavación fue claro que habíamos descubierto otro canal subterráneo. Las primeras unidades se caracterizaban por un sedimento marrón oscuro y viscoso que contenía una variada y alta densidad de evidencias culturales de la época Chavín; entre las que resaltamos la cerámica Janabarriu, lajas de pizarra decoradas con iconografía Formativa y restos malacológicos. Conforme avanzábamos hacia el occidente, este sedimento disminuía en espesor y densidad de evidencias, dando lugar a otro estrato compuesto, prácticamente, de arcilla pura, de color marrón rojizo, y carente de evidencias culturales. Sobre este último se depositó otro sedimento, de color negro y sin evidencias culturales. Estas tres capas mantenían un mismo patrón de deposición hasta que llegamos a la unidad SW-17, donde se documentó una mezcla de los mismos y un “obstáculo” estructural, una viga descendente que imposibilitaba la excavación desde el interior. Cuando llegamos a este punto se hizo necesaria la excavación desde la superficie, descubriéndose una escalera formal, capaz de intercomunicar el sistema hidráulico subterráneo con la Plaza Circular. Esta excavación reveló la conexión con el canal que venía de la Escalinata Central del Edificio B, al 5 cual se le ha atribuido una función acústica; y también una gran cantidad de cráneos humanos que estaban asociados a tiestos de cerámica que parecían haber sido partidos in situ, lo cual sugiere un posible descarte ritual (Rick 2011). Otras dos particularidades arquitectónicas fueron halladas en la mitad de la sección de este tramo. A 8 m del inicio, en la pared sur se descubre un primer nicho, y tres metros más adelante, el segundo. Esto es importante señalar ya que hasta el momento no se han reportado estructuras semejantes en ningún otro canal subterráneo. El siguiente año (Rick y Falconi 2009) se avanzaron tres metros en la misma dirección, hacia el suroeste, hasta llegar a una bifurcación. Un brazo iba hacia el sur y estaba bloqueado por un aparente colapso; y el otro iba hacia el norte, terminando en una pared formal a 2 m de distancia. En los primeros tres metros, los sedimentos seguían el mismo ordenamiento del año pasado, pero con ciertas diferencias sustanciales. El estrato oscuro y viscoso que se depositaba inmediatamente sobre la base del canal y que contenía evidencias culturales de la época Chavín aumentó considerablemente su grosor, reduciéndose la diversidad y apareciendo una gran cantidad de restos óseos humanos. Por encima, se mantenía el sedimento arcilloso, pero con un volumen mucho menor, y con algunas evidencias culturales que no parecían de la época Chavín. Por encima de este, se mantenía el sedimento oscuro, pero mezclado con otros sedimentos en forma de lentes. Al llegar a la bifurcación se decidió excavar el tramo que se dirigía hacia el norte. En esta parte el orden de los estratos se mantuvo relativamente igual. La principal diferencia fue la aparición de cuatro “nuevos” sedimentos que se depositaron sobre la capa arcillosa y que parecían provenir de este aparente colapso. A rasgos generales, estos depósitos culturales contenían una gran cantidad de rocas, partículas de carbón vegetal y evidencias culturales de la época Recuay. Entre ellas cabe destacar la presencia del estilo alfarero Blanco sobre Rojo, que corresponde al periodo Huarás (400 a.C. - 200 d.C.) de la época Recuay. Dos años después, en la temporada de campo del 2011 (Rick y Lumbreras 2011), se retoman las excavaciones de este canal subterráneo siguiendo dos objetivos principales: excavar el supuesto colapso del lado sur y adentrarnos hacia el occidente, al nuevo tramo. Por el lado sur, se comprobó que no era una falla estructural, sino más bien otra escalera, un segundo vano de acceso que estaría enlazando el lado occidental del Atrio Sur, justo por debajo de lo que hoy es la rampa de turistas que conduce a las Galerías del Lanzón y Laberintos. Casi todas las evidencias culturales de esta parte correspondían a la época Recuay, lo cual concordaba con los hallazgos del año 2009. Al final de la 6 escalera nos encontramos con un sello y una pared claramente adosada a las paredes originales de esta estructura. Por su parte, la excavación hacia el oeste reveló que el canal subterráneo se adentraba más de 15 metros hasta la conexión con otro canal, que penetra en los cimientos del Edificio B. Se hallaron otros dos tributarios, uno vertical, y otro lateral. Este último fue hallado justo en la conexión y se encontraba herméticamente sellado. En este tramo fue posible apreciar algunas juntas que implicaban un cambio en el patrón arquitectónico. El patrón de ordenamiento que tenían los sedimentos era similar al de los años anteriores, pero, nuevamente, con ciertas diferencias. El sedimento oscuro y viscoso, que contenía restos óseos humanos y material Chavín, continuaba en su misma posición estratigráfica y con un grosor similar registrado en el 2009. Sin embargo, estas características comenzaron a cambiar 4 m al oeste, donde se documentó la conexión con el circuito de canales que le corresponden a la Galería de Laberintos, conocido como la “Galería de los Pasos Perdidos”. Desde ese punto hacia el oeste, su espesor comenzó a reducirse hasta llegar al mínimo y con ello, la densidad de evidencias culturales. Al igual que en la temporada 2008, la disminución de este sedimento implicó el aumento de la arcilla, que en esta parte careció completamente de evidencias culturales. Sobre ella se depositaron otros sedimentos, cuya forma y deposición nos advierten de flujos hidráulicos de corta duración, carentes de evidencias culturales. Esta breve reseña nos lleva a la siguiente lista de observaciones y supuestos: 1. Dada su ubicación e interconexión suponemos que la instalación del ramal RL.02 fue proyectada y ejecutada en sincronía con la Plaza Circular, a inicios del periodo Blanco & Negro, entre el 900 y 750 a.C. 2. En su interior se observan diferentes patrones arquitectónicos, los cual puede ser beneficioso para explicar la secuencia constructiva del canal subterráneo. 3. Los estratos solo contuvieron evidencias alfareras de las épocas Chavín y Recuay. 4. En su interior existe un claro ordenamiento estratigráfico: primero, el sedimento de color marrón oscuro con evidencias culturales de la época Chavín; seguido de un sedimento arcilloso de color marrón rojizo, que no contuvo evidencias culturales significativas; y sobre ellos, sedimentos de diferente origen. 5. El sedimento depositado en contacto directo con la base, viscoso y de color marrón oscuro contenía evidencia alfarera de la época Chavín en asociación con restos óseos humanos. 7 Suponemos entonces que esta evidencia cultural corresponde a la actividad hidráulica del sistema, que posiblemente aconteció a finales del periodo Blanco & Negro o en el periodo Soporte (500 – 400 a.C.). Su presencia nos permite asumir que una de las funciones de este canal subterráneo fue alcantarillar los residuos de las actividades realizadas en la superficie externa. Su asociación con los restos óseos humanos nos permite adjudicarlos a la misma época, por lo cual se infiere que este ramal funcionó también como un área funeraria. De ser así, hemos de suponer que algunas de las vasijas fueron parte de un ritual funerario. 6. Los sedimentos que contenía evidencias culturales de la época Recuay estaban concentrados en la escalera que enlaza el Atrio Sur con el canal subterráneo. Luego de su deposición este espacio habría sido clausurado con un sello. 7. Dada el enlace que simboliza las escaleras y la posición de los nichos, suponemos que la estructura del ramal RL.02 sirvió como parte del escenario para las performances rituales que se desarrollaban en la Plaza Circular. Dada su ubicación subyacente, creemos que durante la performance de estos rituales, el mundo de las aguas subterráneas –el Uku Pacha– jugó un papel muy importante. Cabe mencionar que, en comparación con otros ramales del sistema, este canal subterráneo es, por el momento, el único en presentar dos escaleras y dos nichos; siendo estos últimos, los únicos de su clase. 8. Dada su conexión con el ramal que penetra en el Edificio B podemos asumir que una de sus funciones fue suministrar agua a la Plaza Circular. De ser así, lo más probable es que su fuente de abastecimiento haya sido el río Wacheqsa. 9. Por sus conexiones con los otros canales y por la presencia de los tributarios se infiere que una de las funciones de este ramal fue proteger esta parte del santuario. Si bien estos supuestos son solo eso, supuestos, este primer diagnóstico del ramal RL.02 nos permite considerarlo como un canal subterráneo multifuncional, lo cual refuerza la idea sobre la multifuncionalidad del Canal de Rocas (Rick 2011). Sin embargo, quedan algunos cabos sueltos que todavía faltan resolver; como por ejemplo, la secuencia constructiva, el comportamiento de los sedimentos y la mezcla de evidencias culturales, temas que atañen exclusivamente al contexto arqueológico de este canal subterráneo. Una lectura rápida de las evidencias del ramal RL.02 nos permite asumir que en su interior se desarrolló una larga secuencia de eventos, desde su construcción en la época Chavín hasta su inhabilitación en la época Recuay; periodo de tiempo que abarca alrededor de 800 años. Estudiar ocho siglos de historia puede ser una tarea muy ambiciosa y contraproducente para una tesis, razón por la cual hemos decidido concentrarnos exclusivamente en el periodo Blanco & Negro, que representa el auge del centro ceremonial, y que además, está 8 vinculado con la instalación del ramal. Las consideraciones hasta aquí planteadas nos enfrentaban, por otro lado, a un conjunto de problemas que explicaremos a continuación. 1.2 Problemática El primer problema es la desactualización del Canal de Rocas. Desde el inicio de la intervención arqueológica, su capacidad hidráulica y de drenaje es considerado como un axioma, comprobándoselo ingenierilmente (Bustamante y Crousillat 1974). Sin embargo, son pocos los estudios que hayan pretendido correlacionar su transcurrir con las funciones del santuario. Entre ellas está la posibilidad de que tuviera la capacidad de desalojar los residuos de otras áreas (Lumbreras y Amat 1969), de producir sonidos (Lumbreras et al. 1976) y que fuera un repositorio de ofrendas (Rick 2011). Estas dos últimas nos indican que el sistema hidráulico fue parte del escenario que tuvieron las performances rituales de este centro ceremonial. No obstante, estos escenarios no explican el sobredimensionamiento de esta red, la cual parece sostener varias responsabilidades (Contreras y Keefer 2009). A pesar de la relevancia que pueden tener los canales subterráneos para el entendimiento de Chavín son pocas las investigaciones que han puesto en evidencia sus funciones y restos culturales (Brown 2013; Bustamante y Crousillat 1974; Bustamante 1990; Lumbreras y Amat 1969; Lumbreras et al. 1976); lo cual ha repercutido en su comprensión, observándose una clara tendencia a comprenderlo como un sistema mono-funcional de drenaje, que gracias a la intervención del PIACH ha comenzado a cambiar poco a poco (Brown 2013; Rick 2011). En ese esfuerzo nos encontramos nosotros, quienes queremos coligar de una manera integrada e inteligible todas las evidencias publicadas hasta el momento con la principal motivación de explicar el funcionamiento del Canal de Rocas en sincronía y diacronía. El segundo problema es la sistematización del Canal de Rocas. Esto surge del nombre que le dimos inicialmente al ramal RL.02: ramal SW. Siguiendo los informes esta fue la denominación dada por el PIACH para este canal subterráneo (Rick y Mesía 2008, Rick y Falconi 2009, Rick y Lumbreras 2011). Sin embargo, esta denominación está basada en la orientación de las excavaciones, por lo cual existe una alta posibilidad de que haya otros ramales con la misma dirección. Esto puede volverse un problema si se quiere hacer comparaciones más precisas con los diferentes ramales del Canal de Rocas (p.ej. con las excavaciones de Lumbreras y Amat 1969). El estudio que tuvo más presente la 9 sistematización de los canales fue la tesis de los ingenieros de la UNI (Bustamante y Crousillat 1976) quienes aplicaron un método práctico, nombrando a los conductos subterráneos con dos números separados por un punto (p.ej. canal 5.01). El primero representaba la sección principal, y el segundo un tributario del primero, o una sección secundaria. Si bien esta metodología es bastante práctica, todavía no ha sido conjugada con la nueva secuencia arquitectónica del santuario (Kembel 2001, 2008). El tercer problema es la secuencia constructiva del ramal RL.02. Como se menciona en el supuesto 2, durante la excavación arqueológica se documentaron algunos sellos y cambios arquitectónicos del paramento que implican diferentes episodios constructivos. Entonces, si queremos entender el funcionamiento del Canal de Rocas en una perspectiva temporal, surgen las siguientes preguntas ¿cuál es la secuencia constructiva del ramal RL.02, y como esta se engrana con la secuencia constructiva del Canal de Rocas y de la Plaza Circular? ¿Cómo se vincula el ramal RL.02 con la ritualidad de la Plaza Circular? ¿Cuál es el papel de las escaleras y nichos en esa interrelación? El cuarto problema es la estratigrafía. La literatura especializada considera al material procedente de los canales subterráneos como una evidencia anacrónica y turbulenta, parte de los residuos que se depositaron en estos conductos luego de que el santuario dejara de funcionar (Burger 1984: 183-184). Sin embargo, hasta la fecha no se ha publicado ningún estudio que compruebe fehacientemente esta hipótesis, revelándose un vacío académico. Este enunciado contrasta directamente con la evidencia estratigráfica del ramal RL.02 que nos sugieren un claro patrón de deposición, primero Chavín y luego Recuay; lo cual es coherente en comparación con otras secuencias de Chavín (Bennett 1944; Burger 1982, 1988, 1998; Tello 1960; Rick et al. 2009). Es muy posible que existan contextos turbulentos, difíciles de explicar, pero ellos tendrán que ser comprobados circunstancialmente. En el caso del ramal RL.02, por ejemplo, se observaron algunas áreas de mezcla, lo cual nos indican cierto grado de turbulencia, pero no en todo el ramal. Todo lo anterior nos hace preguntamos ¿cómo se formó la secuencia estratigráfica del ramal RL.02? ¿Cuál es su correlación con las otras secuencias documentadas en los canales subterráneos? ¿Cómo se correlaciona esta secuencia con las funciones del Canal de Rocas y con la historia de Chavín? El quinto problema atañe a las evidencias culturales. Desde las primeras publicaciones no ha habido una correlación precisa entre las evidencias culturales y la estratigrafía, lo cual ha generado incertidumbres interpretativas que provocaron una desestimación académica de los datos que proceden del Canal de Rocas (Rick et al. 1998: 208); favoreciéndose de este modo, las hipótesis de 10 su anacronía. En vista de que nuestro contexto arqueológico puede ofrecernos una secuencia estratigráfica relativamente ordenada, creemos que se puede indagar a profundidad la correlación con los restos culturales, particularmente con la cerámica. De esto se desprende las siguientes preguntas: ¿Cómo se distribuyeron las evidencias alfareras? ¿Qué actividades estarían involucradas en su proceso de deposición? ¿Es realmente verdad que todo el sedimento oscuro y viscoso contenía cerámica Chavín o existe algún grado de mezcla? De existir esta mezcla, ¿cuál sería su comportamiento? ¿Cuál es el comportamiento de los grupos alfareros en las posibles áreas de mezcla? ¿Cuál sería su relación con los restos óseos humanos y la ritualidad de la plaza? ¿Cómo se vincula su distribución con las otras secuencias arqueoestratigráficas de Chavín? Todas las preguntas aquí planteadas apuntan a una sola dirección, el entendimiento a profundidad del Canal de Rocas a partir de la observación del ramal RL.02. Por ende, nuestra pregunta de investigación es: ¿Cuáles son las funciones del ramal RL.02 durante el contexto socio-histórico del periodo Blanco & Negro si nos basamos en las evidencias arquitectónicas, estratigráficas y alfareras encontradas en este canal subterráneo? La hipótesis a esta pregunta es que el ramal RL.02 tiene 5 funciones: proteger, suministrar, alcantarillar, ritualizar, y funeraria. Estas cinco serían las funciones generales de todo el Canal de Rocas, re-evaluándose de este modo su concepción como un sistema mono-funcional de drenaje. 1.3 Objetivos Si se desea hacer una re-evaluación del Canal de Rocas desde una perspectiva temporal es necesario poner “las cartas sobre la mesa” y discutir su funcionamiento en correlación con la historia de Chavín de Huántar. Para intentar comprender la concepción funcional de este sistema hidráulico se analizará el contexto arqueológico del ramal RL.02, prestando mucha atención a la interrelación de los contextos socio-históricos que generaron su funcionamiento y utilidad. Siguiendo los conceptos teóricos de la arqueología contextual (Schiffer 1972, 1987) debemos elaborar una línea de tiempo con la que se pueda comparar, de manera fáctica, las relaciones sincrónicas y diacrónicas de sus tareas; es decir, las funciones idealizadas por sus creadores, los Chavín, y los usos que le dieron sus 11 re-ocupantes, los Recuay. Por ende, el objetivo general de nuestra investigación es la periodización del ramal RL.02. Para resolverlo se presentan los siguientes cinco objetivos específicos, los cuales serán el hilo conductor de nuestra investigación: 1er objetivo específico.- Sistematizar el Canal de Rocas. En aras de hacer un buen estudio, preferimos desatender conceptos a priori y comenzar a revalorar este sistema hidráulico como una zona por sí misma. Este objetivo busca comprender cada parte del Canal de Rocas, tanto a escala sectorial, como estructural. Su resultado fue de gran utilidad para referenciar y nominar las componentes del sistema, con lo cual pudimos realizar los análisis y comparaciones respectivas. 2do objetivo específico.- Elaborar la secuencia constructiva del ramal RL.02. El primer paso de la periodización consiste en establecer la secuencia de las estructuras y de los depósitos estratigráficos (Harris 1991: 150). Según Moore (1996: 93) para entender por qué se construyó un edificio es importante enfocarse en el contexto arquitectónico. Por ende, la primera evidencia del ramal RL.02 fue la arquitectura, el contenedor de nuestra área de estudio. Siguiendo las recomendaciones que hicieran Rick y su equipo (1998: 211-212; también Makowski 1997: 515), una de las claves para entender la compleja arquitectura de este importante centro ceremonial formativo es correlacionar de manera precisa la secuencia de la arquitectura externa con la interna. Fijar los términos espaciales de su construcción nos sirvió de sustento para correlacionar su instalación con la historia arquitectónica del santuario, y también, para discutir la posición cronológica del otro corpus de evidencias. 3er objetivo específico.- Establecer la secuencia estratigráfica del ramal RL.02. Para este fin seguimos las recomendaciones de Harris (1991), quien menciona que el estudio de la secuencia estratigráfica no debe incluir las evidencias culturales presentes en ella. Dada la excavación sistemática del PIACH, queda claro que luego de su clausura definitiva, que muy probablemente ocurrió durante la época Recuay, el ramal RL.02 estuvo cerrado hasta la llegada de los arqueólogos, como si se hubiese quedado encapsulado en el tiempo. Esta condición es favorable para este objetivo, ya que simplifica el proceso de formación estratigráfica. El establecimiento de la secuencia sienta las bases necesarias para coligar las evidencias culturales; y además, nos permite correlacionar la secuencia del ramal RL.02 con la de los otros ramales. 12 4to objetivo específico.- Explicar la distribución de los grupos alfareros. En vista de la problemática que se tiene sobre la anacronía y turbulencia de los canales subterráneos, este objetivo busca entender la distribución de los tipos y estilos alfareros recuperados en el ramal RL.02. Para ello decidimos realizar un análisis tipológico morfo-funcional cuya seriación esté ligada a la secuencia estratigráfica obtenida en el análisis estratigráfico. El entendimiento de la evidencia alfarera nos permitió fijar los grados de mezcla que tuvo este conducto subterráneo y explorar un poco más sobre sus funciones y usos. 5to objetivo específico.- Elaborar la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02. Este objetivo implicó la correlación de todos los datos obtenidos en los tres análisis, haciendo un énfasis especial en el contexto socio-histórico del periodo Blanco & Negro. En ese sentido, la relación con su contexto externo inmediato, la Plaza Circular, es de suma importancia. La secuencia nos permitió esclarecer las funciones y usos del ramal RL.02, comprendiendo sus tareas desde una perspectiva sincrónica y diacrónica. Según Harris (1991: 164), la realización de estas secuencias arqueoestratigráficas es la empresa más importante que un arqueólogo lleva a cabo en un estudio estratigráfico. 1.4 Justificación La presente investigación se justifica por las siguientes razones. A diferencia de otros estudios del Canal de Rocas, nuestro objetivo general, la periodización del ramal RL.02, puede ser considerado como una investigación más focalizada. Por ende, creemos que los resultados aquí obtenidos pueden llenar, en cierto modo, algunos de los vacíos académicos que atañen a este sistema hidráulico. Esto nos permitirá entender la correlación funcional entre el Canal de Rocas y Chavín de Huántar, desde su conceptualización en la época Chavín hasta los usos que tendría en la época Recuay. El ordenamiento de sus funciones no solo hace obvia su multifuncionalidad, sino que también ofrece una plataforma de análisis para que estas puedan ser examinadas con mayor detenimiento. De este modo, queremos re-evaluar el concepto a priori que se tenía de este sistema hidráulico, como un mono-funcional sistema de drenaje, y más bien, proponer una visión holística que se engrane con nuestra visión del santuario. Esto nos permite reivindicar los circuitos hidráulicos subterráneos como zonas arqueológicas factibles de ser analizadas. Asimismo, pretendemos que algunos de los métodos 13 y definiciones aquí aplicadas puedan ser replicados en otros sistemas hidráulicos, ya sea en el mismo Chavín, como en cualquier otro sitio arqueológico. Nos gustaría también, que al evidenciar la compleja y sofisticada ingeniería hidráulica de este monumento arqueológico, el lector sienta que son logros tecnológicos ancestrales que forman parte de nuestra identidad como nación y humanidad; que son la memoria tangible de un pueblo milenario, sabio y elegante. 1.5. Limitaciones La primera limitación corresponde al Canal de Rocas. Desde su descubrimiento, en 1966, hasta la intervención arqueológica del PIACH se han realizado varias excavaciones de las cuales no se sabe absolutamente nada, lo cual es un punto en contra para la comprensión de este sistema hidráulico. Dicha actitud se debe a la subestimación inicial que tuvieron los contextos subterráneos de Chavín. La segunda está vinculada al análisis arquitectónico. En este caso, nuestra capacidad de identificar las características geológicas de las piezas de construcción es limitada. Esperamos reforzar este punto en futuras investigaciones. La tercera está relacionada con el análisis ceramográfico. Por razones de practicidad no contemplamos realizar un análisis de pastas, lo cual puede generar ciertas dudas sobre los resultados obtenidos. Sin embargo, en el caso de Chavín creemos que la descripción morfo-funcional y la comparación visual con otros especímenes ya publicados son suficientes para determinar la filiación cultural de los tipos. En la misma línea, la presente investigación tampoco cuenta con fechados radiocarbónicos que puedan asegurar a ciencia cierta la secuencia arqueoestratigráfica que se plantea. Esperamos que estos vacíos puedan ser resueltos en futuras publicaciones. La cuarta limitación está asociada a la extrapolación de los resultados. Existe la posibilidad de que, al basarnos en un solo ramal para identificar las funciones de todo un sistema se pueda caer en serias contradicciones. Por eso queremos dejar en claro que, la principal intención de esta tesis es re-evaluar la conceptualización del Canal de Rocas. Esperamos que esta re-evaluación sea continua, afinando y/o modificando los resultados obtenidos para una mejor comprensión de la historia de Chavín de Huántar. 14 1.6. Sinopsis La presente investigación está organizada en 10 capítulos. El Capítulo 2 corresponde al marco teórico. Aquí se explican los conceptos teóricos que servirán de base para los tres análisis. En lo que respecta a la Arquitectura, se explica las definiciones de lo que entendemos por arquitectura pública, arquitectura monumental, poder y fuerza laboral (Moore 1996), y como estos se integran a los preceptos morales andinos como el ayni y la mink’a (Altamirano y Bueno 2011). Respecto a la estratigrafía, se detallan los postulados teóricos más importantes de la estratigrafía arqueológica (Harris 1991), explicándose la definición de lo que es un estrato y las leyes básicas para la construcción de una secuencia estratigráfica. Sobre la cerámica, decidimos explorar varios asuntos, como por ejemplo, la evidencia arqueológica, los procesos de formación, el depósito cultural, la alfarería, el estilo, las potencialidades de analizar esta clase de evidencias, su funcionalidad, los análisis que se hacen actualmente, la definición de tipología, la cuantificación de la muestra, los beneficios de la seriación, la conceptualización de una secuencia estratigráfica, y nuestra conceptualización del tiempo. El Capítulo 3 trata sobre las metodologías aplicadas. En primer lugar se expone el proceso de excavación, basado en la propuesta metodológica del PIACH. En segundo lugar, la metodología del análisis arquitectónico, que consta de seis pasos. En tercer lugar, la metodología del análisis estratigráfico, que tiene cuatro. En cuarto lugar, la metodología del análisis ceramográfico, de siete pasos; y por último, la definición de la secuencia arqueoestratigráfica y su división en episodios. El cuarto y quinto corresponden a los antecedentes generales. El Capítulo 4 trata sobre Chavín de Huántar. Aquí hemos expuesto los aspectos descriptivos más importantes del centro ceremonial. Se plantea una versión alternativa del diseño del santuario; se hace una descripción a fondo del Templo del Lanzón y su Plaza Circular; y se expone la visión que tenemos de las funciones de Chavín de Huántar. El Capítulo 5 aborda exclusivamente el Canal de Rocas. En estas páginas se detallan los antecedentes de este sistema hidráulico, desde su hallazgo en 1966 hasta las últimas hipótesis que devienen de la intervención arqueológica realizada por el PIACH. Aquí se presenta la sistematización del circuito hidráulico, exponiéndose la estructura organizacional, sus componentes y nomenclatura. Asimismo, se detalla nuestra área de estudio: el ramal RL.02, su seccionamiento y el sector donde esta se encuentra, nominado por nosotros como Rocas Lanzón. 15 Los siguientes tres capítulos corresponden a los análisis realizados. El Capítulo 6 aborda el análisis arquitectónico. Se presenta una descripción detallada de la arquitectura de cada sección, la secuencia constructiva del ramal RL.02, y su interrelación con la secuencia constructiva del Canal de Rocas y de todo el complejo monumental. El Capítulo 7 comprende el análisis estratigráfico. Se expone una descripción detallada de cada estrato, sección por sección, se presenta una secuencia de fases y se las coliga con las otras secuencias del Canal de Rocas. El Capítulo 8 trata el análisis ceramográfico. Aquí se detalla literal y gráficamente cada uno de los tipos reconocidos en la cerámica recuperada del ramal RL.02, se explica su distribución por medio de un somero análisis cuantitativo, y se explica la seriación de la muestra en correlación con la secuencia estratigráfica del capítulo anterior. El Capítulo 9 es la discusión. Aquí conjugamos los tres análisis para explicar la secuencia de fases y episodios. La línea de tiempo elaborada nos permitió explorar algunos escenarios posibles de la interrelación que existía entre el Canal de Rocas y la superficie de Chavín de Huántar durante el periodo B&N; la transición del periodo Soporte al Huarás; y los usos que habría tenido el sistema hidráulico durante la época Recuay. La investigación concluye en el Capítulo 10 donde presentamos una lista breve y concisa de todas las inferencias y deducciones a las que hemos llegado a lo largo del estudio. 16 Capítulo 2. Marco Teórico En este capítulo expondremos los postulados teóricos más relevantes para nuestro estudio. Como se mencionó en el capítulo anterior, para entender las multifuncionalidad del Canal de Rocas hemos decidido analizar tres aspectos del ramal RL.02: la arquitectura, la estratigrafía y la cerámica, por lo cual necesitamos tres marcos teóricos distintos que nos sirvan de guía a la hora interpretar los resultados de cada análisis. 2.1 Algunos conceptos de la Arquitectura Cuando el humano se asienta en algún lugar comienza a “domesticar” el paisaje circundante levantando diversas clases de edificaciones: casas, corrales, escaleras, terrazas, edificios públicos, canales, áreas funerarias, etc. (Criado 1993); comienza a crear y diseñar arquitectura. Etimológicamente, esta palabra procede de la conjunción de dos vocablos griegos: arjé, el principal, el que manda, el principio, el primero; y tekton, que significa construir, edificar. En ese sentido, el arquitecto es el primero de entre aquellos que realiza la tarea de construir: por un lado, define las bases, los principios; y por el otro, dirige, manda en la actividad constructiva (ibíd., 12-13). Si bien actualmente existen varios arquetipos para entender la Arquitectura como disciplina humana (de Solà-Morales et al. 2000), son dos las definiciones que mejor se acomodan para nuestra investigación. La primera es la perspectiva del arquitecto británico William Morris (1834-1896), quien define a la Arquitectura como el conjunto de modificaciones y alteraciones producidas en la superficie de la tierra para satisfacer cualquier necesidad humana (de Solà-Morales et al. 2000: 18); y la segunda es la percepción del arquitecto vienés Adolf Loos (1870-1933), quien expuso que la Arquitectura solo se produce cuando es capaz de despertar estados anímicos: experiencias internas del espíritu que surgen cuando la forma y la memoria se dan la mano para apelar a valores trascendentales que, por lo general, se materializan en la construcción de un monumento o templo (ibíd., 20), que en nuestro caso es el santuario de Chavín de Huántar. Cómo antropólogos del pasado, el estudio de la arquitectura es un buen argumento para comprender la complejidad social de los pueblos (Castro et al. 1991: 80). En ese sentido, los arqueólogos pretenden explicar la construcción cultural del espacio construido; esto es, la manera en cómo los 17 humanos crean y conciben la arquitectura, y al mismo tiempo, como ellos se ven influenciados por las modificaciones culturales –físicas y simbólicas– de este medio ambiente (Moore 1996: 10). En teoría, la explicación de las diferentes facetas de la arquitectura aporta nuevas evidencias respecto a la dinámica social que se desarrolla a lo largo del tiempo y de los esquemas cosmológicos de una sociedad determinada (Parker y Richards 1994). Para que esta explicación sea verídica, la aproximación arqueológica a la arquitectura debe ser holística (Moore 1996: 10), tratando diversos puntos de vista como el poder social, la territorialidad, la identidad cognitiva, la expresión artística y política, el gasto energético, entre otros temas (Abrams y Bolland 1999: 264). En el caso de Chavín de Huántar, es innegable que este sitio arqueológico se trata de un complejo monumental de arquitectura pública, por lo cual sentimos necesario explicar algunos conceptos de su esencia para no caer en contradicciones. Dependiendo de la perspectiva, el adjetivo público puede abarcar desde algunas familias a una nación de millones (Moore 1996: 92); diferenciándose claramente de la arquitectura doméstica que resuelve las funciones habitacionales y las actividades propias de núcleos familiares. Lejos del equívoco de considerar la arquitectura pública con relación a su capacidad de albergar una determinada cantidad de personas –audiencia–, el carácter de esta clase de arquitectura está definida sustancialmente por la calidad de funciones especializadas que contiene, independientemente de las dimensiones físicas que estas requieran para su realización. Por ende, su función se expresa tanto en el diseño arquitectónico como en la propia producción constructiva, y se define científicamente mediante el análisis arqueológico de sus contextos y asociaciones (Canziani 2009: 64, pie de página 3). De este modo, la arquitectura pública es un buen cuerpo de evidencia arqueológica porque es multi- dimensional (Moore 1996: 4). Los edificios públicos reflejan y moldean las diferentes dimensiones y configuraciones de la vida social (ídem), lo cual es de gran ayuda para entrever la naturaleza de la interacción de una sociedad en un determinado contexto socio-histórico (Moore 1996: 3). Dada su virtual capacidad para absorber relativamente grandes cantidades de energía durante su proceso constructivo, los edificios públicos pueden reflejar un rango significativo de conductas organizacionales. La afinación de estas conductas es un requisito indispensable para el éxito1 del cualquier proyecto constructivo (Abrams 1989 citado en Moore 1996: 94), por lo cual se asume frecuentemente que el grado de organización es un índice de la complejidad cultural (Moore 1996: 2-3). Puede entenderse entonces, que la arquitectura pública es el producto de un esfuerzo social que depende de la manera en cómo se distribuyen las responsabilidades sociales (Ching 1995). 1 Entiéndase éxito como el ejercicio del poder canalizado de una forma concreta, precisa y beneficiosa. 18 Como producto, la arquitectura pública tiene la facultad de comunicar la naturaleza y la escala del orden social imperante (Moore 1996: 15), siendo uno de los medios más usuales en contener esta clase de información. Desde este punto de vista, el poder2 implica una asimetría de las relaciones sociales –sin importar la escala temporal- que descansa sobre fundamentos generales de legitimidad, consenso y coerción (ibíd., 3), y que son circunstanciales a los valores de una entidad social. Así, la construcción de edificios públicos sería la manifestación de procesos políticos de carácter público que tienen una meta definida y que involucran, implícitamente, una diferencia de poder. Dado el potencial comunicativo de esta clase de arquitectura, los cambios en el tamaño, la función, y la organización de las construcciones tiene la capacidad de reflejar los cambios en la naturaleza del poder social (Moore 1996: 139). Uno de los tipos de arquitectura pública son los monumentos, como Chavín de Huántar. Según Abrams y Bolland (1999: 263-264), en sociedades pre-industriales no hay otra categoría más institucional y que tenga tanta carga simbólica como la arquitectura monumental. Su naturaleza conspicua y la plasticidad visual de los grandes edificios los vuelve transmisores grandilocuentes de información codificada, la cual puede estar imbuida de una carga simbólica, política e ideológica (Moore 1996; Niles 1999). Aunque, esto no quiere decir que todos sus significados hayan sido entendidos o dirigidos para todos los miembros de una sociedad (Moore 1996: 92). Su relativa gran escala y complejidad revelan las demandas ingenieriles, los requerimientos laborales y las capacidades tecnológicas de sus albañiles, arquitectos e ingenieros. A ello se le suma la naturaleza del lugar elegido para su construcción; el cual es dinámico por naturaleza, pudiendo ser reforzado y reproducido a lo largo del tiempo –generación tras generación– o cambiar aceleradamente por fluctuaciones socio-políticas de diversa índole, como una re-ocupación (Bazán 2012). Uno de los principales motivos para edificar un monumento sería mejorar la integración social, particularmente en aquellas sociedades que se desarrollan en un contexto socio-histórico de naturaleza heterogénea, pero que presenta un nivel de estrés tal que se ven en la necesidad de cohesionar la sociedad, y con ello el poder político de la autoridad (Moore 1996: 95). El incremento en esta clase de arquitectura sería “financiado”, en esencia, por un surplus creciente de energía que es producido, justamente, por el sistema en el que se desarrolla la sociedad que idealiza el proyecto constructivo (Abrams 1989 citado en Moore 1996: 95). 2 Cabe mencionar que, esta correlación de arquitectura-poder es la noción que la mayoría de arqueólogos aceptan con mayor naturalidad (Moore 1996: 3). 19 Respecto a la mano de obra que se emplea en la construcción de edificios públicos, particularmente en el caso de monumentos, es innegable que se requiere de una coordinación que supera las capacidades familiares (Dillehay 1990, Burger y Burger-Salazar 1986). En teoría, esta clase de arquitectura habría sido construida por individuos que tuvieron diferentes roles y capacidades, y que se ciñeron a un proyecto constructivo que, como cualquier otro, se encuentra condicionado por el tiempo, la labor, la ideología y la tecnología de su contexto socio-histórico (Abrams y Bolland 1999: 273-274). En sociedades pre-industriales una de las maneras más eficientes de obtener mano de obra sería el reclutamiento de miembros que pertenecen a un mismo linaje, individuos que trabajan en tareas cooperativas como las actividades agrícolas. Esta manera de reclutamiento podría, a su vez, reforzar el liderazgo de ciertos individuos en la organización socio-política de los grupos de parentesco relacionados con la construcción (Abrams y Bolland 1999: 286-287). Reducir la arquitectura a un solo flujo de energía es inadecuado e insatisfactorio para explicar el rol de la arquitectura pública en la formación de las sociedades complejas (Abrams y Bolland 1999; Castro et al. 1991; Vega-Centeno 2007: 151). Por lo general, esta perspectiva asume que la arquitectura pública está guiada por un grupo de élite que intenta mantener su dominio a través de la manipulación de los participantes en las actividades ceremoniales (Burger 1985: 280; Kembel y Rick 2004; Rick 2008). A ello se le suma la sobreestimación de métodos cuantitativos generales y centralizados, cuyas técnicas de medición no representan o no abordan las diferencias cualitativas que se dan durante el proceso de convocatoria y organización (Vega-Centeno 2007: 151). Al respecto, nos gustaría precisar lo siguiente: It should be noted that the emic conceptualization of “authority” or “power” is not directly revealed through architectural energetics3, nor is that a realistic expectation of the method. […] In this context, even distinguishing willing compliance from forced obligation by labor in the construction process is similarly only indirectly revealed through architectural energetics, with the ethnographic literature suggesting a correlation between the cost of the project and the legitimized use of power, or coercion, by the political office commissioning it. (Abrams y Bolland 1999: 270). 3 Una buena guía para estudiar la arquitectura pública es el método architectural energetics acuñado por Abrams y Bolland (1999). En esta técnica los edificios o episodios constructivos se traducen en costos estimados (unidades de tiempo-trabajo, personas-días o personas-horas), los cuales se basan en la evidencia etnográfica y en experimentos constructivos hechos en campo. 20 En Perú, un buen ejemplo de este enfoque holístico es el estudio de los adobes marcados de la arquitectura pública de la costa norte (Cavallaro y Shimada 1998; Shimada 1997). Los arqueólogos explican que durante el Intermedio Temprano, el estado expansivo Moche habría impuesto un sistema de construcción corporativo bajo un modelo de trabajo por impuesto (Labor-Tax model). De esta manera, el segmento de un edificio público habría sido erigido por un grupo de trabajadores que representa a una unidad social, o en cualquier caso, a una comunidad. Para identificar el segmento construido, los adoberos (productores) habrían marcado los adobes, siendo ellos mismos o un grupo selecto de la misma comunidad productora (posiblemente asignado por una autoridad local) los que levantaron la estructura comandada. En teoría, la construcción de este segmento habría sido exigida por la política Moche como parte de las retribuciones que debieron haber hecho las comunidades al poder central (Shimada 1997: 66). En ese sentido, los adobes podrían ser algo muy similar a la mit’a Inca; aunque para algunos esta correlación no es del todo justificada, ya que es un modelo muy simple basado en una analogía etnohistórica (ibíd., 84). A pesar de esta simpleza, creemos que para entender la arquitectura pública andina debemos explicar sus principios de convivencia y solidaridad, particularmente al tratarse de una etapa tan religiosa. Dicho esto, nos gustaría enlazar el proyecto de Chavín con las nociones de ayni y mink’a, dos de los preceptos morales más importantes de los andes centrales. El ayni consiste en la ayuda que ofrece un grupo de personas, o miembros de una familia numerosa, a grupos vecinos en la preparación de tierras, extracción y transporte de piedras, fabricación de canastos, edificación de templos, canales, caminos, puentes, limpieza y remodelación equivalente, en contenido e intensidad. Los “unos” ayudaban a los “otros”, y posteriormente los “otros” reciprocaban el favor prestado a los “unos” (Altamirano y Bueno 2011: 54). Es importante mencionar también que, en las obras públicas la reciprocidad se materializa en forma de festines (Vega-Centeno 2006). La minga, mink’a o trabajo colectivo es un sistema por el cual la fuerza de trabajo colectivo era canalizada para beneficiar a una persona o familia, por ejemplo en tiempos de cosecha; o también para favorecer al ayllu como un todo, por ejemplo en la construcción de canales de irrigación local, andenes, puentes, templos, ciudades, locales de preparación de charqui y/o almacenamiento de productos, corrales, cerca, manutención de huacas locales con enterramientos humanos, etc. Eventualmente, la mink’a también era realizada cuando ocurría el casamiento de miembros del ayllu (en la construcción de su casa) o en el cuidado de las tierras de huérfanos, inválidos, viudas, enfermos y ancianos del ayllu. Este sistema envolvía y obligaba a todos los miembros de la comunidad a trabajar en pro del ayllu, lo cual era fundamental para mantener vínculos de 21 solidaridad y con ello la sobrevivencia de la comunidad. Diferente del ayni, la minka no implicaba una deuda ética ni obligaba a “pagar” alguna especie (Altamirano y Bueno 2011: 54-55). Se desprende entonces, que la mink’a habría facilitado la construcción de la arquitectura pública, incluidos los monumentos. Al ser un trabajo colectivo, el levantamiento de esta clase de edificios habría sido una decisión política entre los líderes de los ayllus y por ende habría sido controlada por la estructuras de poder imperantes. Si bien es posible que esto haya provocado tensiones y competencias entre los ayllus – generando la formación de clases sociales, el dominio de los territorios, las guerras y el incremento demográfico (Altamirano y Bueno 2011: 55) – no hay que perder de vista que la mink’a era una contribución comunitaria de fuerza laboral (ídem) que se ofrecía por y para el beneficio de la misma comunidad, en reciprocidad. Si esta fuerza fuera generada por algún tipo de coerción habría que corroborarlo fehacientemente. Puede decirse entonces, que el ayni es un concepto ético y la mink’a una obligación comunal que se basa en el ayni. Bajo estos principios, la retribución de labores no es unidireccional: el poder central comanda la construcción de un segmento a las aldeas subyugadas; sino más bien es bidireccional: por un lado se construye un segmento en favor del poder, manifiesto del esfuerzo comunal; pero para que eso sea posible, dicho poder debe retribuir eficientemente su parte a la comunidad. En ese sentido, el respeto a los principios éticos andinos, muy enraizados hasta el día de hoy, permiten, justamente, que la construcción de la arquitectura pública sea posible. Incluso, puede asumirse que la falta a estos principios no solo habría desestabilizado el propio proceso constructivo, sino también, detenerlo por completo. En este escenario el poder de las élites habría estado controlado mediante principios éticos de solidaridad y cooperación, los cuales eran compartidos por todos los estratos sociales. Siguiendo esta perspectiva es muy probable que la construcción de un proyecto de arquitectura pública monumental de naturaleza religiosa como Chavín de Huántar haya seguido un principio básico de reciprocidad: en paz yo doy, en paz recibo. Si queremos inferir sobre la correlación que existe entre el diseño arquitectónico, los constructores y la función de un edificio, debemos tener en cuenta que la obra final, en nuestro caso el ramal RL.02, personifica una amplia variedad de decisiones culturales intrínsecas a su contexto socio- histórico (Moore 1996: 10-11). Por consiguiente, el conocimiento de las conductas y necesidades de sus constructores contribuyen a develar la historia del canal subterráneo, sobre todo cuando buscamos la comprensión de sus intenciones iniciales; es decir, la idealización de su funcionamiento. 22 Considerando todo lo anterior, la elaboración de la secuencia constructiva del ramal RL.02 tuvo en cuenta dos aspectos arquitectónicos complementarios. El primero influye en la parte analítica, y hace referencia a los gestos y expresiones de la técnica constructiva del edificio; ya que estas dan cuenta, sintéticamente, de la esencia de la obra (modo de ser en de Solà-Morales et al. 2000: 12-13). Es por eso que el análisis que se presenta en el Capítulo 6 tuvo en cuenta la variabilidad y distribución de los materiales constructivos, las técnicas de construcción, las relaciones estructurales dentro de la unidad arquitectónica (analizar el uso específico de cada espacio observando la coordinación entre los mismos para entender la operatividad del edificio), el diseño arquitectónico (Vega-Centeno 2007); y otros criterios que proceden de la arquitectura moderna como la antropometría (Panero y Zelnik 1996), la ergonomía (Bustamante 2004; Panero y Zelnik 1996), la iluminación, la ventilación, la circulación (Recurso virtual 4) y la acústica (Abel et al. 2008; Recurso virtual 4). El segundo influye en la interpretación, pues se entiende a la arquitectura como un simbolismo social, entreviendo que los edificios y planos son como devices comunicativos y mnemónicos que expresan y/o reafirman las relaciones entre los grupos o la posición de algunos individuos en el marco cultural correspondiente (Lawrence y Low 1990: 467 citado en Moore 1996: 12). Así por ejemplo, si los mensajes mnemónicos son insertados en una población por medio de la enculturación; es decir, por medio de respuestas conductuales, significa que el medio arquitectónico es responsable de “moldear” (dar forma) el comportamiento humano (Moore 1996: 16). Esto nos permite entender que la arquitectura puede volverse una herramienta ordenadora y reproductora del sistema ideológico-disciplinario (Zarankin 2002). Al respecto nos gustaría citar lo siguiente: […] todo templo Kogi es una réplica del cosmos y los mamas (sus especialistas religiosos) enseñan a los hombres los fundamentos de la cosmología mostrándoles los detalles arquitectónicos del templo. (Reichel-Dolmatoff 1975: 206). La arquitectura como simbolismo social puede llegar a ser muy productiva interpretativamente hablando, explicando desde simples instrucciones de cómo usar el espacio hasta la significación de una fachada profusamente decorada (Moore 1996: 15). No obstante, tiene al mismo tiempo varios e indiscutibles inconvenientes propios de un análisis interpretativo que se basa solo en evidencias físicas. Por eso, a la hora de interpretar nuestra área de estudio se tomó en cuenta dos aspectos muy importantes: 1) el reconocimiento de patrones tangibles, y 2) la determinación de su significado en correlación con su medio circundante (ibíd., 12-13); que en nuestro caso es la Plaza Circular. 23 2.2 La estratigrafía arqueológica En favor de nuestro objetivo general, la periodización del ramal RL.02, creemos necesario exponer los principales conceptos teóricos de la estratigrafía arqueológica (Harris 1991: 65). La explicación de sus leyes y contribuciones sientan una base sólida para interpretar la secuencia estratigráfica documentada en el ramal. Recuérdese, que el atributo “anacrónico” de los canales subterráneos de Chavín de Huántar es una huella marcada a priori desde que se dio a conocer de su existencia. Si se intenta desestimar tal hipótesis, la elaboración de cualquier secuencia habrá que ser lo más fehaciente y clara posible. Durante décadas, el análisis estratigráfico en Arqueología ha constituido un ejercicio imprescindible y de vital importancia para la interpretación de las evidencias en los sitios arqueológicos. Su desarrollo ha mostrado lo relevante que pueden ser los estratos como evidencias complementarias (Posada 2007: 276). Por eso, el contexto estratigráfico en arqueología ha sido un asunto crítico y fundamental en la interpretación de los vestigios físicos de los procesos históricos, donde se involucran tantos las acciones humanas como los fenómenos naturales que, tras prolongados eventos de interacción, producen el yacimiento arqueológico (Posada 2007: 278). Cualquier error en su registro hace que los depósitos y evidencias muebles en ellos contenidos pierdan la pista de su posición estratigráfica originaria (Harris 1991: 51), lo cual tiene severas implicancias en la interpretación del contexto. El objetivo principal de un análisis estratigráfico en Arqueología es la construcción de una secuencia estratigráfica en la que se plasme un orden secuencial relativo de las unidades estratigráficas (Harris 1991: 63), para que estas puedan correlacionarse con la ocurrencia vertical y horizontal de las evidencias arqueológicas. De esta manera, se obtiene un marco general de eventos cronológicamente ordenados que permite contextualizar las evidencias y darle coherencia a las interpretaciones del contexto arqueológico (p.ej. reconstrucciones paleoecológicas) (Posada 2007: 288-289). La preparación de esta secuencia involucra la identificación, descripción y ordenamiento (tanto vertical como horizontal) de los estratos arqueológicos (Harris 1991), y puede verse complementada por análisis pedogenéticos del suelo (Posada 2007) y/o estudios de las evidencias muebles halladas en su interior (Rowe 1961). Pero, ¿qué es un estrato? Para resolver esta pregunta y clarificar la base de nuestros conceptos teóricos es necesario aclarar ciertos puntos. Un sitio arqueológico está compuesto por uno o varios 24 depósitos de sedimentos –estratos–, por contenidos materiales específicos (clastos, artefactos, ecofactos, ecodatos, estructuras, etc.) y por caracteres pedogenéticos expresados morfológicamente a través de un patrón de horizonación 4 (Posada 2007: 279). Bajo esta premisa, los estratos arqueológicos son entendidos como cuerpos o unidades tridimensionales de material clástico o sedimentario, consolidado o no, sincrónicos y con propiedades intrínsecas propias (Posada 2007: 278; Harris 1991). Estos cuerpos se originan por el movimiento de clastos y partículas erosionadas –tales como arcillas, limos, arenas– que se depositan continuamente en un área determinada (Pyddoke 1961), o como la nombra Harris (1991), una cuenca de deposición. Dicho movimiento supone procesos de remoción, abandono, transporte y deposición de materiales sedimentarios y artefactuales (Posada 2007: 283). Las propiedades intrínsecas que se mencionan al inicio de este párrafo hacen referencia, justamente, a la naturaleza de su composición; esto es, las características litológicas de sus componentes: su mineralogía y granulometría (Posada 2007: 278). La descripción de estas propiedades es de vital importancia pues le otorga un sello de identidad a cada estrato. Un contexto arqueológico puede contener dos clases de estratos: naturales y antrópicos. La principal diferencia entre ambos recae en su fuente de origen y en las condiciones de deposición. Los estratos que se originan bajo circunstancias naturales tienden a una deposición horizontal, como reflejo del proceso natural de estratificación. Ejemplo de ellos son aquellos depósitos que se forman gracias a los procesos edafológicos de un sitio (p.ej. el ciclo del manto vegetal), y los estratos geológicos (roca madre, ceniza volcánica, aluvión) (Harris 1991: 75-76). Los estratos de origen natural tienden a buscar el camino más económico, el que oponga menos resistencia. Así por ejemplo, la roca más blanda será la primera en erosionarse, y cuanto más inclinada sea una superficie, más rápido será el proceso de erosión (Harris 1991: 73-74). Los estratos arqueológicos de origen antrópico son el resultado de alguna actividad humana, ya sea por transporte y/o deposición intencional de sedimentos. A diferencia de los estratos naturales, los procesos de deposición de los estratos antrópicos no siempre siguen un modelo que tiende hacia la horizontalidad. Por el contrario, su formación deriva de una selección cultural: los humanos pueden crear estratos a voluntad, los cuales pueden o no responder a un plan abstracto (Harris 1991: 73-74). La intensidad y duración de las ocupaciones humanas prehistóricas es diferencial, y por tanto, aquellas que tipifiquen la menor duración e intensidad en las actividades no formarán estratos antrópicos claramente discernibles (Schiffer 1987: 72 citado en Posada 2007: 279). 4 La horizonación es el proceso responsable de la formación de horizontes diferenciables en el suelo (Posada 2007: 279, pie de página 4). 25 En teoría, los componentes de un yacimiento arqueológico se hallan en un estado estratificado (Harris 1991: 11). En ese sentido, la estratificación arqueológica es el proceso cíclico de erosión (pérdida) y deposición (ganancia) de los estratos arqueológicos5. Este proceso no es un fenómeno estático, sino más bien dinámico y constante a través del tiempo. De acuerdo a Harris (1991), existen tres factores que condicionan el proceso de estratificación: a) la superficie de la cuenca de deposición (su relieve superficial, la presencia de estructuras arquitectónicas y/o concavidades); b) las fuerzas de la naturaleza (p.ej. la gravedad); y c) la actividad humana. A ello debe sumársele los procesos post-deposición que afectan a los estratos, los cuales irreversiblemente se encuentran sujetos a cualquier tipo de alteración, sea de pérdida o ganancia (Harris 1991: 72). En este sentido, los componentes de cualquier estrato, llámense artefactos, sedimentos naturales o antrópicos, padecerán, por varios factores –naturales, antrópicos y pedogenéticos–, cambios en su apariencia y en sus propiedades físicas y químicas (Posada 2007: 283). Incluso, la destrucción sistemática de los estratos como parte de una excavación arqueológica es parte de este proceso (Harris 1991: 73). La estratigrafía arqueológica fue, en un principio, vista desde una perspectiva geológica (Harris 1991: 24), por eso sus principales leyes provienen de la estratigrafía (Steno 1669), rama de la geología que estudia la disposición y caracteres de las rocas sedimentarias estratificadas (Lyell 1874). Uno de los principios más importantes de la estratigrafía geológica es el “Uniformitarismo”, que hace referencia a la similitud que tienen los procesos de sedimentación de hoy en día con los que actuaron al comienzo de la historia (Lyell 1874); lo cual significa que: “los procesos del pasado son similares a los actuales” (Hutton 1795). Gracias a esta regla se puede estudiar el comportamiento de los depósitos y sedimentos del pasado al comparárselos con los contextos actuales (Harris 1991). La estratificación arqueológica al involucrar estratos naturales y antrópicos no está sujeta del todo a las leyes de la estratigrafía geológica (Harris 1991: 26), razón por la cual fue necesaria la adaptación de estas leyes (Woodford 1965) a los contextos arqueológicos (Harris 1991). Esta discusión teórica ha dado como resultado los siguientes cuatro axiomas: 5 En la definición exacta de Harris (1991: 85), el autor menciona que la estratificación es una combinación de estratos e interfacies. Nosotros hemos decidido no utilizar el concepto de interfacie puesto que no lo consideramos adecuado para nuestro análisis. Aun así creemos conveniente explicarlo. Una interfacie es: 1) la superficie de un estrato o 2) una superficie formada a causa de la desaparición de una estratificación preexistente, como por ejemplo una fosa (ídem). Harris reconoce que los niveles y sus superficies son único fenómeno, pero que estos deben considerarse por separado. Desde nuestra perspectiva, esta división puede ser reemplazada con la advertencia de los tipos de contacto entre los estratos como veremos en el capítulo de metodología. 26 1. Ley de superposición.- En una secuencia estratigráfica los estratos se disponen uno sobre otro según el orden temporal o cronológico en que se producen (Posada 2007: 284); por lo cual se asume que los estratos superiores son más recientes y los inferiores, más antiguos (Harris 1991: 52). Esta ley es de importancia capital en la construcción de la secuencia estratigráfica puesto que permite constatar el orden de deposición que tuvieron los estratos (Ibíd.: 53). 2. Ley de Horizontalidad original.- Debido a las fuerzas naturales de la Tierra, como la gravedad, lo estratos tienden a depositarse de manera horizontal. Si se consideran ambas leyes, se obtiene que un estrato sucede a otro en un orden de superposición horizontal (Harris 1991: 54). La aplicación de esta ley debe considerar las condiciones de la cuenca de deposición puesto que durante el proceso de deposición los estratos se adaptan a su relieve superficial. Así por ejemplo, las cuencas que tengan una superficie relativamente plana contendrán estratos con superficies horizontales, y aquellas que presenten superficies inclinadas albergaran estratos con la predisposición de su superficie. Aclárese que, en caso de que se documente un estrato antrópico con una superficie inclinada, este pudo haber sido depositado así originalmente (Harris 1991: 55). 3. Ley de Continuidad original.- Considera la extensión topográfica de un estrato arqueológico en una cuenca de deposición determinada. Según esta ley, la parte distal6 de un estrato se hará progresivamente menor hasta terminar en una cuña (Harris 1991: 55); hecho que se basa en la ley de continuidad lateral de la estratigrafía geológica (Steno 1669). En arqueología, esta ley nos permite correlacionar secuencias estratigráficas separadas. En tales casos, habrá que tomarse en cuenta la composición de los estratos, sus posiciones relativas en las secuencias y dejar a un lado la evidencia artefactual (Harris 1991: 56). 4. Ley de Sucesión estratigráfica.- Esta ley determinan las relaciones significativas a través del tiempo (Harris 1991: 63). Cada estrato tiene una posición única y específica en la secuencia estratigráfica de un yacimiento arqueológico, entre la más baja (o más antigua) de las unidades que la cubren y la más alta (o más reciente) de todas las unidades a las que cubre, teniendo contacto físico con ambas, y siendo redundante cualquier otra relación de superposición (Harris 1991: 58). 6 En referencia a su punto de origen. 27 Las primeras tres leyes –superposición, horizontalidad original y continuidad original–, se basan en principios geológicos y tratan de los aspectos físicos de los estratos en su estado acumulado (Harris 1991: 57, énfasis en el original); mientras que la cuarta procede de una fuente arqueológica (Ibíd.: 52). La consideración de estas leyes permite determinar las relaciones estratigráficas existentes en cualquier contexto arqueológico, lo cual facilita la interpretación del proceso de estratificación de dicho contexto. De este modo, se define el orden de deposición de los estratos a través del tiempo, dando como resultado el establecimiento de una secuencia estratigráfica (Harris 1991). El carácter de esta secuencia dependerá de las circunstancias históricas y culturales en las que fue creada (Harris 1991: 11), más los procesos post-deposicionales que la afectaron (Posada 2007). Su elaboración debe tomar en cuenta los aspectos no históricos de la estratificación, es decir, los de aplicación universal (Harris 1991: 66). Por tal razón y para mayor objetividad, las secuencias estratigráficas pueden y deben construirse sin tener en cuenta la evidencia artefactual hallada en su interior (Ibíd.: 63-64), como dice Harris (Ibíd.: 53): la estratificación puede darse perfectamente sin artefactos. Otro tema a considerar es el tipo de secuencia estratigráfica, las cuales pueden ser de dos tipos: unilineal o multilineal. La secuencia unilineal ocurre cuando el orden de sus unidades de estratificación configura una cadena simple de eventos cronológicos, superpuestos uno sobre otro como una baraja de cartas. Esto quiere decir que, para su determinación solo es necesario estar atentos al orden de superposición (Harris 1991: 177-178). La secuencia multilineal tiene lugar cuando la posición de algunas unidades estratigráficas no puede ser determinada a partir de la superposición, observándose líneas de desarrollo separadas. En otras palabras, una secuencia multilineal se compone de varias secuencias unilineales que no están unidas por vínculos de superposición. En estos casos, las relaciones cronológicas deberán determinarse a través del análisis de la información no estratigráfica (ídem). Es importante aclarar que, arqueológicamente las secuencias unilineales son la excepción y no la regla (ídem). Según Harris (1991), los estratos de una secuencia estratigráfica poseen dos atributos a considerar. Por un lado, su posición estratigráfica, y por el otro, su cronología. El primero representa la datación relativa de un estrato en relación con los demás, y se establece mediante la interpretación de la estratificación (Harris 1991: 81). El segundo hace alusión al tiempo de creación, el cual puede ser medido en años. En muchos casos, esta fecha no puede determinarse ya que depende de la calidad y cantidad de evidencias que permitan su datación absoluta o relativa. Por ende, la 28 averiguación de la fecha cronológica de un estrato es una tarea secundaria al estudio de la estratificación arqueológica. Si esta se llegara a establecer, no debería ni influir o variar la posición del estrato en la secuencia, aunque sí podría ser contrastante (Ídem). El atributo cronológico de los estratos arqueológicos proporciona la plataforma adecuada para el establecimiento de una secuencia cultural, la cual surge como el producto de la correlación estratigráfica con los restos culturales; análisis que se conoce actualmente como etnoestratigrafía o arqueoestratigrafía (Posada 2007: 282-283). Dado que se define por la presencia de evidencia artefactual, la secuencia arqueoestratigráfica se restringe solo a aquellos contextos arqueológicos que tengan presente dicha clase de evidencia. Las observaciones que se hagan respecto a la distribución vertical y horizontal de las mismas es de suma importancia para determinar la sincronía (relación horizontal) o diacronía (relación vertical) de los restos culturales. En algunos casos se exige, además, alguna seriación o tipología que resuelva las incoherencias generadas por los procesos post-deposicionales (Rowe 1962). Complementando esta idea, en el caso específico del ramal RL.02, la secuencia estratigráfica no se entendería sin antes comprender la secuencia arquitectónica del ramal, y su diferentes componentes arquitectónicos. Estos no solamente son las fuentes de alimentación más probables, sino también los mayores condicionantes de los procesos deposicionales y post-deposicionales. Todo lo anterior contribuye al esclarecimiento de periodos cronológica y culturalmente discernibles al interior del contexto arqueológico, lo cual es crucial para entender la conducta humana a lo largo del tiempo (Reid, Schiffer & Rathje 1975). 2.3. La alfarería y la tipología morfo-funcional Con la finalidad de periodizar la cadena de eventos ocurridos al interior del ramal RL.02, el tercer objetivo específico fue elaborar la secuencia arqueoestratigráfica del canal subterráneo. Para lograrlo decidimos recurrir al estudio de clasificación más tradicional y ampliamente aceptado por la academia arqueológica: el tipo-serie (Orton et al. 1993: 12). En primera instancia, se hizo una tipología morfo-funcional de las vasijas de cerámica, lo que nos permitió reconocer su filiación cultural; y luego, una seriación correlacionada con la secuencia estratigráfica. De esta manera se pretende determinar el proceso de formación del contexto arqueológico, y con ello, el contexto sociocultural de la evidencia material (Harris 1991; Schiffer 1987). Los resultados adquiridos nos brindan la base necesaria para dar hipótesis más precisas sobre el Canal de Rocas. 29 Para que nuestros fundamente teóricos sean solidos creemos necesario explicar varios asuntos. El primer punto está relacionado con la evidencia arqueológica, más específicamente, con los elementos arqueológicos 7 . En ese sentido, cualquier matriz estratigráfica puede contener las siguientes clases de evidencias (Renfrew y Bahn 1993; Schiffer 1991a):  Artefactos: entidad discreta que es el resultado parcial o total de una actividad humana (p.ej. cerámica, vidrio, madera, textiles);  Ecofactos: evidencias de origen natural pero con huellas de modificación antrópica (p.ej. restos malacológicos, rocas con huellas de quema);  Ecodatos: evidencias de origen natural sin modificación antrópica (p.ej. rocas campestres, inclusiones de un suelo) que permiten hacer inferencias respecto a las condiciones ambientales del contexto; y  Rasgos: unidades limitadas y aisladas que se manifiestan en una discontinuidad en la matriz de suelo (Schiffer 1991a). El análisis de estas evidencias proporciona el valor cultural, ambiental y cronológico de la secuencia estratigráfica de cualquier contexto arqueológico, lo que nos lleva al segundo punto: los procesos de formación (Schiffer 1987). Para un buen entendimiento del contexto se siguen los fundamentos teóricos de la Arqueología Contextual (Schiffer 1972). Esta rama ha conceptualizado dos clases de contextos: el contexto sistémico y el contexto arqueológico. El primero hace referencia a la naturaleza de la sociedad o sociedades que hicieron, usaron y depositaron los artefactos recuperados en el contexto arqueológico. Tales contextos sistémicos son conocidos solo a través de la inferencia; entendida esta como una declaración sobre el pasado que se respalda en principios relevantes y evidencias relevantes (Schiffer 1987: 4). La Arqueología Contextual postula que, dentro de un contexto sistémico la “vida” de cualquier elemento podría tener, por lo menos, cinco (5) procesos básicos8: Aprovisionamiento  Manufactura  Uso  Mantenimiento  Descarte Por su parte, el contexto arqueológico se refiere a todos aquellos elementos que pasaron por un sistema cultural y que ahora son objeto de estudio de los arqueólogos. Por ejemplo, si un artefacto no puede seguir cumpliendo ninguna de sus funciones (utilitarias o simbólicas), y no hay reuso, se transforma, usualmente, en un contexto arqueológico. Para que la interpretación de este contexto 7 Elemento que entrega información acerca del pasado (Schiffer 1991a). 8 Para un esquema gráfico véase Schiffer 1972: 158, Fig. 1. 30 sea la más precisa posible hay que tener en cuenta que no todos los elementos de un contexto sistémico participan de los cinco procesos básicos, ni que tampoco siguen una trayectoria unilineal (Schiffer 1972). Al respecto, Schiffer (1987) menciona que existen cuatro procesos culturales que afectan la formación del registro arqueológico:  El re-uso: se produce en el contexto sistémico y está relacionado con actividades de reciclaje y ciclaje lateral.  El depósito cultural: se produce en el contexto sistémico, y está relacionado con el descarte, la deposición de muertos, el abandono de artefactos, la pérdida accidental, los cachés, entre otros más.  La reclamación: se produce en el contexto arqueológico, y trata de la recolección de artefactos, saqueo o recuperación por los arqueólogos.  La perturbación: se produce en el contexto arqueológico, trata de intervenciones antrópicas de carácter accidental, como la labor agrícola. Para los arqueólogos, el depósito cultural es uno de los procesos más importantes. Para efectos de nuestra investigación nos gustaría ahondar un poco más en el proceso de descarte, el cual puede involucrar varios pasos de almacenamiento y transporte (Schiffer 1987: 47). La locación y la naturaleza del descarte al interior de un sitio son relevantes para interpretar el contexto arqueológico. Schiffer (1987: 58) distingue tres clases: 1. Residuos primarios: artefactos descartados al interior de una matriz no disturbada. 2. Residuos secundarios: artefactos descartados en una matriz no disturbada, pero cuya existencia implica una re-deposición. 3. Residuos terciarios: artefactos descartados en una matriz no disturbada, pero cuya re- deposición fue hecha por individuos externos a la sociedad creadora, como por ejemplo: sociedades posteriores, huaqueros o arqueólogos. Cabe señalar, que la presencia de grandes cantidades de residuos primaros en los contextos arqueológicos son infrecuentes. Esto se debe al proceso de mantenimiento, una de las actividades que genera a los residuos secundarios (Schiffer 1987: 58). Lógicamente, si un artefacto no puede seguir sus funciones tecno-funcionales por un cambio irreparable de su esencia tenderá a ser descartado (Skibo 1992). Si el área donde funcionaba este artefacto se empleaba repetida y continuamente, entonces no se podrá permitir la acumulación de ítems descartados ya que estos 31 interferirían con el desarrollo continuo de la actividad, lo cual motivaría a una remoción periódica. Sin embargo, a veces es útil ampliar el concepto de residuos primarios a aquellas instancias donde los artefactos son descartados en locaciones relacionadas con dicha actividad, pero que no son locaciones de uso (Schiffer 1987: 58). En comunidades sedentarias que carecen de terrenos sanitarios, la disposición de los residuos secundarios típicamente toman lugar en diferentes locaciones (Schiffer 1987: 60). En ese sentido, las depresiones naturales, las estructuras abandonadas, pozos y áreas prestadas son locaciones irresistibles para el descarte de residuos secundarios. De hecho, lo que se conoce como “pozos de basura”, ubicuos en el registro arqueológico, probablemente hayan tenido una función previa (ibíd., 61). Una característica inequívoca de la distribución de los desechos secundarios en la mayoría de los asentamientos es el abarrotamiento (ibíd., 62): la gente tiende a tirar la basura donde otros ya la tiraron previamente, por lo cual la concentración aumenta. Esta tendencia, de que la basura atrae más basura, es conocida como el efecto Arlo Guthrie trash-magnet. Cabe precisar que ni el registro histórico, ni el arqueológico codifican los comportamientos del pasado de una manera sencilla (Schiffer 1987: 5). Cada uno debe ser tomado cuidadosamente por el investigador que busca inferir sobre la conducta del pasado, puesto que la evidencia sobreviviente ha sido modificada en muchas maneras por varios procesos (ibíd., 7). En ese sentido nos gustaría recalcar lo siguiente: “No hay equivalencia entre el registro arqueológico y el contexto sistémico. El primero no es un inventario completo del segundo. Lo que encontramos corresponde a distintos procesos de formación del contexto” (Schiffer 1987: 5). Estos procesos han de ser de dos clases: cultural, donde el agente de transformación es la conducta humana; y el no-cultural, en el cual los agentes degenerativos provienen del medio ambiente natural (ídem). Los procesos de formación cultural son responsables de: 1) retener ítems en el contexto sistémico (por reuso), que luego forman el registro histórico; 2) la deposición de los artefactos, que luego generan el registro arqueológico; y 3) por las modificaciones del material, que afecta ambos registros. Estos procesos también incluyen las actividades propiamente arqueológicas. Los procesos de formación no-culturales hacen alusión a todos los eventos y procesos del ambiente que afecta a los artefactos y depósitos culturales. Estos procesos afectan los contextos sistémicos y 32 arqueológicos a lo largo del tiempo, siendo responsables por lo que se degenera y preserva (Schiffer 1987: 5). El tercer punto es la alfarería, la cual es entendida como una expresión cultural resultado de la adaptación de una población particular al medio ambiente en el que se desenvuelve, y también, como un canal para el flujo de información ideológica y/o de la estructura social de los miembros de una sociedad (Arnold 1985: 127). La morfología y composición de las vasijas de cerámica, como también su decoración, son condicionadas por los contextos socio-históricos en los que fueron fabricadas y por sus condiciones de uso (Braun 1983: 108). Bajo esa premisa, la cerámica es el producto de un sistema manufacturero, por lo cual contienen, en sí misma, evidencias de cómo fue fabricada. Al mismo tiempo son herramientas funcionales, por lo que pueden ser económicamente intercambiables; y además, forman parte del espectro visual de las redes sociales, por lo que frecuentemente adquieren alguna clase de decoración, manifestación de la estética y/o de la organización social del grupo social que las fabricó (Braun 1983; Dietler y Herbich 1989; Orton et al. 1993; Rice 1987; Shepard 1985). El cuarto punto está vinculado al concepto de estilo. Desde nuestra perspectiva, este se entiende a partir del modelo isocrático propuesto por Sackett (1990). Para el autor, los ceramistas se desenvuelven, normalmente, en contextos socio-históricos donde existen varias alternativas equivalentes –opciones isocráticas– que posibilitan la manufactura y/o el uso de cualquier artículo. Al ser miembros de una sociedad, los ceramistas se encuentran condicionados por sus propias normas de producción, tradiciones tecnológicas que pueden ser aprendidas y pasadas de generación en generación (Stark 1999; Gosselain 1998); como también, aculturadas (Dietler y Herbich 1989; Sackett 1990). En ese sentido, el estilo viene a ser un hábito específico de un grupo social (Sanhueza 2008) resultado de una serie de decisiones conscientes e “inconscientes”: una suerte de “malla” que interrelaciona las habilidades de los alfareros, sus conocimientos, destrezas, metas, valores, relaciones sociales, necesidades funcionales, actitudes, relaciones de poder, tradiciones y productos (Dobres 1999 citado en Sanhueza 2008; Lemonnier 1992). Con estas consideraciones puede decirse entonces, que cada grupo social y/o unidad étnica tiene una tendencia “natural” a manifestar su propio estilo (Sackett 1990: 33). La diversidad de opciones isocráticas genera una variación isocrática, la cual se considera diagnósticamente consecuente con la etnicidad de un grupo social, y es gracias a ella que se pueden reconocer diferentes estilos alfareros (Sackett 1990: 33). Los atributos físicamente tangibles de esta 33 variación isocrática (p.ej. la forma de vasija o cierta clase de decoración) se vinculan a un estilo activo: un “mensaje étnico” generado consciente y deliberadamente por parte de los ceramistas con la intención principal de identificar y mantener la identidad y etnicidad de los grupos humanos a niveles tanto internos [intra] como externos [inter] (Marchegiani et al. 2009). Otros temas inherentes a la fabricación (lo que Sackett denomina themes, 1990: 35) como el grado de estandarización del diseño a realizarse, las técnicas de manufactura, la escala de producción, entre otros, hacen alusión a un estilo pasivo de los alfareros (ibíd., 36). Esto deja en claro que la variación isocrática se extiende a cualquier etapa en la que el producto pueda ser condicionado culturalmente; y que además, el estilo puede ser entendido como algo latente –pasivo–, o como una función manifiesta –activo. Si se quiere entender las razones de su diversificación se requiere examinar los procesos de aprendizaje, interacción e innovación del contexto, ya sea sistémico o arqueológico. Desde la perspectiva de estilo que estamos manejando, los cambios estilísticos son el resultado de un cambio en el patrón de opciones isocráticas que maneja una red interactiva de alfareros: la aceptación- incorporación y/o negación-rechazo de ciertas variables al interior de su cadena operativa. Es preciso mencionar que, estudios etnográficos (Dietler y Herbich 1989) han demostrado que la existencia de varios estilos en una región determinada no es directamente proporcional a la cantidad o sofisticación de las técnicas de fabricación o herramientas decorativas que se empleen. Esto quiere decir que se puede generar un amplio espectro de estilos con un rango limitado de capacidades productivas. Dicha variabilidad estaría supeditada, en parte, por la demanda de vasijas que tiene, o tuvo, una población determinada (Arnold 1985). Uno de los aspectos más sensibles para entender estos cambios estilísticos se da en la decoración, puesto que ella ofrece una de las más ricas fuentes para la manifestación del estilo activo (Castro- Martínez et al. 2009; Orton et al. 1993: 81; Sackett 1990). En esta amplia gama de posibilidades resaltan dos métodos: la decoración aplicada a la superficie de la vasija y la decoración que modifica la forma de la vasija (Orton et al. 1993). Otro gran reservorio del estilo activo es la forma (Dietler y Herbich 1989; Sackett 1990), ya que ella también es el producto de una serie de decisiones isocráticas condicionadas por varios factores como: la funcionalidad del objeto (Sackett 1990: 34), el tiempo de uso, la naturaleza de los contenidos, el motor habit patterns9, la disposición espacial de los muebles domésticos, la moda y el micro-medio ambiente donde se desarrolla el 9 Son patrones musculares habituales resultado del uso frecuente de ciertos músculos, los cuales se ven fortalecidos en comparación con otros (Arnold 1985: 147). 34 grupo social (Arnold 1985: 149; Sorroche 2005; Rice 1987). Cabe mencionar que el uso mecánico de una vasija puede limitar directamente la decoración, y con ello, el tipo de información social que ellas cargan. Así por ejemplo, diferentes categorías de vasija pueden recibir diferentes atributos decorativos; diferentes partes una vasija, pueden ostentar diferentes campos decorativos; e incluso, diferentes tamaños de vasija de una misma categoría podrían presentar diferentes tratamientos decorativos, en acorde con sus posibilidades de uso y simbolismo (Braun 1983: 113). Para propósitos de análisis, el estilo puede ser dividido entre tres aspectos composicionales: la tecnología, la representación y la configuración. La teconología se refiere a los materiales (cerámica y desgrasantes) y a las técnicas (procesos, herramientas de producción, la forma de la vasija). La representación es el tema o contenido del estilo. Este depende del contexto socio-histórico en el que se desenvuelve el alfarero y puede tratar varios temas. Algunos de ellos surgirán al observar su propio medio ambiente (plantas, animales, humanos, costumbres, etc.), y otros de de su propia imaginación (abstracciones geométricas, seres mitológicos, etc.). La configuración es la manera en cómo las representaciones son expresadas. La teconología y la representación pueden ser duplicados en muchos estilos, pero la configuración es el único patrón que no se repite fuera de los límites de un estilo específico (Willey 1951: 109). El quinto punto aborda las potencialidades de la cerámica como evidencia arqueológica. Como evidencia arqueológica, la cerámica es más robusta que otros materiales y tiene la ventaja de ser poco usada luego de romperse, lo que provoca su aparente ubiquidad e indestructibilidad en los yacimientos arqueológicos (Orton et al. 1993). El estudio de la cerámica en Arqueología aborda tres grandes temas, lo que Orton y sus colegas llamaron el “big three” (Orton et al. 1993: 23): 1) Como evidencia cronológica; 2) como evidencia distributiva; y 3) como evidencia ideológica. Estas características permiten a la cerámica evidenciar hipótesis relacionadas a la cronología de un lugar, al intercambio cultural entre regiones, al proceso de formación de un sitio, a la materialización de cierta ideología, etc. Por consiguiente, su estudio juega un rol importantísimo en la reconstrucción de las historias culturales que estudia la Arqueología (Braun 1983: 107). Como nuestro objetivo general es la periodización del ramal RL.02, los postulados teóricos que continúan harán hincapié en la primera potencialidad. Comenzaremos diciendo que, en Arqueología, alfarería y datación están intrínsecamente relacionadas desde los inicios de esta ciencia. Este vínculo parte 35 del principio en el que los fragmentos de cerámica son tratados como tipos-fósiles que corresponden a un periodo histórico en particular (Orton et al. 1993); lo que a su vez deriva en uno de los primeros supuestos, casi axiomáticos, del estudio de la cerámica: la alfarería cambia. En cualquier lugar del mundo la cerámica ha sido empleada de una manera variada a lo largo del tiempo, observándose un fluir dinámico en términos de cómo fue hecha, de qué fue elaborada, para qué fue usada, dónde fue fabricada, y quién la hizo (ídem). A pesar de los intrincados procesos de formación que puede presentar un yacimiento arqueológico, los arqueólogos están en la capacidad de reconocer estilos alfareros específicos que, en teoría, varíen de un modo consistente y predecible (Orton et al. 1993: 182). Estos cambios no siempre deben verse como mejoras “progresivas”, puesto que dependen de las circunstancias socio- históricas en las que se produjo la cerámica. Incluso, si se estableciera el desarrollo de una secuencia en particular, no hay garantía de que esta haya progresado de forma “evolutiva” (Orton et al. 1993). Otra consideración a tomar en cuenta es que no debe subvalorarse el rol de la innovación individual, puesto que los alfareros son también agentes del tejido social al cual pertenecen (Orton et al. 1993; Sackett 1990; Sanhueza 2008). Si conjugamos todo lo anterior, la abundancia e indestructibilidad de la cerámica, su multiplicidad de estilos y su fluir dinámico a lo largo de la historia, así como la vasta literatura que aborda este material, podríamos decir que la alfarería es, en varios sentidos, el medio ideal para contener información cronológica (Orton et al. 1993). Como evidencia distributiva se analiza la cerámica en términos de movimiento. Por ejemplo, se estudia la dispersión de los fragmentos de una misma vasija en un área determinada, lo cual puede englobar una distancia muy larga y diferentes contextos arqueológicos. Ello nos puede informar la manera en cómo los depósitos se movieron luego de que la vasija se rompió y descartó. De esta manera, los tiestos actúan como una especie de “rastreador” de los movimientos del suelo, relatándonos no solo del contexto en el que fueron hallados, sino también explicando las razones de su dispersión. Con ello en mente, puede testearse el grado de rompimiento 10 de una vasija (brokeness en Orton et al. 1993), el cual puede, bajo circunstancias favorables, producir parámetros muy valiosos para interpretar un sitio. Apoyando este análisis también se puede estudiar el grado de abrasión de los fragmentos (Orton et al. 1993: 32-33). 10 El rompimiento es una falla abrupta mecánica de un artefacto o una de sus partes, y es la mayor causa del descarte de contenedores de cerámica o vidrio (Schiffer 1987: 48). 36 Por otro lado, el devenir de la historia de un estilo permite reconocer lugares ajenos a su producción (Orton et al. 1993: 26-28; Shepard 1985); lo que genera un “espacio fronterizo11” de su influencia (Marchegiani et al. 2009). En ese sentido, la cerámica puede ser un buen indicador del tipo y grado de intensidad de las relaciones sociales, y también de las políticas mantenidas en los sitios a través del tiempo (Lynch y Paez 2011). Como vehículo de expresión ideológica, la cerámica, como cualquier otro ítem de la cultura material, es un transmisor de la identidad personal y colectiva (Burger 1988: 133). En ese sentido, la decoración, que excede el carácter utilitario de una vasija, suele representar aspectos simbólicos vinculados a temas míticos y/o ideológicos (Arnold 1985: 158; Sorroche 2005). Esta facultad comunicativa de la cerámica resulta relevante al momento de definir lo que es un estilo, el cual puede ser activamente manipulado para expresar la posición social o reforzar lazos de cooperación entre los grupos (Burger 1988: 133) En algunos casos, la cerámica se usa en relación a prácticas de naturaleza ideológica, como las ceremonias y rituales. En tales contextos, las vasijas de cerámica pueden ser empleadas como ofrendas rituales, instrumentos musicales, contenedores exclusivos para ciertas actividades de consumo –festines–, o como piezas creadas para un fin no utilitario (Arnold 1985: 163-164). En este último caso, nos referimos a las vasijas destinadas a contextos funerarios, a aquellas que son rotas intencionalmente y aquellas que tienen una función decorativa o metafísica (ej. una figurina que se considere mágica). Esta práctica amplifica la demanda de cerámica y puede culminar en la evolución de alfareros especialistas a tiempo completo (ibíd.: 165). El sexto punto está relacionado con la funcionalidad de la cerámica, la cual se encuentra estrechamente relacionado con su morfología. El uso de la cerámica es definido como la interacción intencional del humano con la cerámica, sea esta una vasija o fragmentos de ella (Skibo 1992: 46). En su rol general como contenedor, las vasijas de cerámica están mejor adecuadas que las canastas, mates, u otros contenedores hechos de piel animal o madera (Rice 1987: 208-209). Desde un punto de vista práctico son herramientas utilitarias multifuncionales (Skibo 1992) fabricadas, principalmente, con fines de almacenamiento, transporte y procesamiento (Rice 1987: 208-209). Por eso, la forma constituye el primer atributo que se fija para crear una vasija como herramienta (Braun 1983; Cabanillas 2011; Skibo 1992). 11 Hace referencia al alcance de la influencia de dicho estilo cerámico. 37 Cada vasija combina diferentes atributos de la forma, decoración y fabricación: elecciones conscientes e inconscientes de los alfareros quienes crean un producto que pretende cumplir las necesidades requeridas por un grupo social (Rice 1987: 208-209, Figure 7.1). Así por ejemplo, si un ceramista desea crear un cántaro para almacenar agua deberá pensar en la capacidad de la vasija, su estabilidad, las formas de sellarla o moverla cuando esté llena, etc. El desenvolvimiento mecánico de una vasija en su dimensión tecno-funcional (Skibo 1992); es decir, como una herramienta utilitaria, depende de tres aspectos (Braun 1983: 108): 1) El primero hace referencia a la adecuación de la forma como contenedor, pensándose en lo que entra y sale, así como la calidad del material. En este aspecto, el desenvolvimiento está condicionado por el tamaño y la forma de la vasija con su/s orificio/s. 2) El segundo hace referencia a la adecuación de la forma para manipular sus contenidos de alguna manera en particular, ya sea para almacenar, transportar, procesar o para controlar la estabilidad física y química de los contenidos. En este aspecto, el desenvolvimiento no solo depende de la forma y su/s orificio/s, sino también de los diferentes tipos de apéndices, así como de su fabricación. 3) El tercero hace referencia a la habilidad de la vasija para soportar el estrés físico y alargar su tiempo de “vida”: un uso razonable sin que se quiebre. La resistencia a quebrarse está condicionada principalmente por su fabricación, y en parte, por la forma de la vasija. Según estos razonamientos, la forma y función de cualquier vasija se encuentra íntimamente ligada, por lo cual pueden ser categorizadas (ej. ollas, cuencos) según el uso controlado de los contenedores y las características de su diseño (Rice 1987: 208-209). No obstante, en el caso de la cerámica arqueológica, este axioma plantea ciertos problemas. En primer lugar, tenemos la definición del objeto: lógicamente todo recipiente sirve para contener, por lo que puede decirse que todas las piezas cerámicas poseen una misma funcionalidad primaria como recipientes. Sin embargo, el uso original no es equivalente a al uso cotidiano (Cabanillas 2011; intended use vs actual use en Skibo 1992); por lo cual el carácter sistemático y universal de esta especialización por categorías está aún por demostrar. De este modo, la variedad de modelos cerámicos dependen no solamente de la variedad de las actividades realizadas en el espacio sino también del grado de especialización del utillaje, dos factores que no siempre evolucionan a la par (Cabanillas 2011: 277). Se deduce entonces que una forma en particular puede ser reutilizada de diversas maneras por una misma sociedad, ya sea como un utensilio de cocina, como también para otras tareas domésticas o 38 artesanales. De esta manera el uso previsto para la pieza no corresponde, o lo hace tan solo parcialmente, a su utilización real, dos conceptos que se confunden, desgraciadamente, en el registro del material, pero que debe hacerse su distinción a la hora de interpretar un conjunto en relación con su contexto. A pesar de estos obstáculos interpretativos, el criterio morfológico es el principal rasgo material de una pieza, y por lo tanto, debe constituir el punto de partida para la comprensión de la cerámica prehispánica (Cabanillas 2011: 277). Además, el registro de las formas es también valioso porque ellas pueden ser sensibles a la moda, lo cual refleja cambios socio-culturales de una población. En algunas instancias, esto puede deberse al crecimiento demográfico, a una mayor activación de las redes de intercambio, a la expansión de poderes políticos (p.ej. el Incanato), a cambios en la dieta y prácticas culinarias, a migraciones, etc. Cualquiera sea la razón para explicar el dinamismo de una moda, el cambio formal es una evidencia suficiente para datar la cerámica, y en consecuencia, entender el proceso histórico de un lugar (Orton et al. 1993: 77). Esta vinculación solo puede inferirse mediante el estudio de la funcionalidad de los conjuntos cerámicos y el diseño de nuevas estrategias metodológicas adaptadas a esta problemática (Cabanillas 2011: 277). Entonces, si queremos dar luz sobre las actividades y costumbres de un lugar a lo largo del tiempo, es razonable dividir la cerámica recuperada de un contexto arqueológico en clases funcionalmente básicas; es decir, en categorías morfo-funcionales. El séptimo punto son los análisis que se hacen a la cerámica desde el punto de vista arqueológico. De acuerdo a Shepard (1985: 95), estos pueden ser agrupados en cuatro temas principales: propiedades físicas, composición de materiales, técnica y estilo. A estos podríamos agregarle el desenvolvimiento – performance – mecánico de las vasijas (Braun 1983: 114-115). Todos ellos se encuentran íntimamente relacionados unos con otros, por lo que no deben ser considerados aspectos independientes, sino más bien, complementarios. El resultado que se obtenga de cruzar reflexivamente todos estos datos hará que nuestra comprensión de la alfarería de una sociedad del pasado sea más significativa y confiable. En ese sentido, cada potencialidad de la cerámica merece un análisis distinto. Por ejemplo, si nuestro objetivo es emplear la cerámica para fines cronométricos, como un secuencia arqueoestratigráfica, el análisis se centrará en la tipología y seriación de la muestra; si estamos interesados en la cerámica como evidencia de intercambio y contactos culturales, nos concentraremos en la composición y fuentes de materia prima; si estamos interesados en el desarrollo tecnológico, daremos una mayor atención a las propiedades físicas; si nuestro objetivo es entender su performance, se harán análisis descriptivos, arqueométricos y físicos 39 (Braun 1983; Shepard 1985). Sea cual sea el caso es necesario que los análisis y comparaciones que se realicen procuren ser lo más sistemáticos posibles y que sus métodos sean replicables para otros investigadores (Shepard 1985: 102). El octavo punto a tratar es la tipología. Esta se define como como un sistema de ordenamiento en tipos o grupos creados en función de características comunes que permiten establecer la semejanza entre los diferentes individuos estudiados (Cabanillas 2011: 275; Orton et al. 1993). Es imprescindible aclarar, que la tipología en sí misma constituye solo un punto de partida, una primera etapa del estudio de la cerámica (Cabanillas 2011: 276) que provee un marco general sobre la función intencionada de la vasija (Skibo 1992: 38). En la historia de la Arqueología, las tipologías de cerámica estuvieron durante mucho tiempo a la vanguardia de la disciplina. De hecho, el estudio arqueológico de la alfarería se restringía al análisis tipológico de su forma y decoración. A pesar de que en la actualidad existe una mayor gama de estudios sobre la cerámica: físicos, químicos, arqueométricos, etc. –la fase contextual de los estudios alfareros según Orton, Tyers y Vince (1993)–, las tipologías –que representan una fase previa– siguen estando en vigencia puesto que van más allá de una manera conveniente de sub- dividir el material. Siguiendo el planteamiento de los mismos autores (ídem), la clasificación tipológica de la cerámica tiene tres fortalezas: 1) su practicidad para dividir la evidencia, 2) el reconocimiento de patrones, y 3) la posibilidad de usar el tipo como una “etiqueta” que pueda ser ligada a otra información adicional. Existen dos clases de tipologías: estructurada y no estructurada (Orton et al. 1993: 78). La primera divide el corpus a analizarse en grupos más pequeños coligados por características generales más amplias, sean referentes a la forma, decoración o lo que se considere apropiado. En esta clase de tipología, el primer paso sería dividir la muestra en clases funcionales más amplias como jarras, cuencos, ollas, etc.; seguido de un proceso más refinado de clasificación que consta de tipos y variantes. La segunda clase solo contabiliza los tipos existentes en un corpus cerámico. Si bien ambas opciones mantienen el sistema abierto a más posibilidades, la tipología estructurada es, obviamente, más metódica, haciendo que el proceso de clasificación sea más eficaz. No obstante, una de sus desventajas es el tamaño de la muestra, la cual debe ser lo suficientemente grande como para formar clases que sean razonablemente estables. 40 Puede decirse entonces, que la elección final del investigador dependerá parcialmente de las convenciones en la región/sitio donde se trabaje; de la colección, tanto del tamaño, como de su naturaleza (vasijas completas vs fragmentos); y de los objetivos del estudio (Orton et al. 1993). En nuestro caso, hemos creído conveniente elegir la forma de las vasijas puesto que son, teóricamente, el reflejo de la intención original para la que fueron creadas. La descripción de una colección se trata del procedimiento más seguro, preciso y fiel a la realidad. Aunque poco elocuente a la lectura, puede ganar credibilidad a medida que se cargue de un aparato gráfico adecuado (Cabanillas 2011: 279). En vista de que nuestro objetivo es la periodización del ramal RL.02, podríamos decir que nuestro análisis se trata de una cronotipología morfodescriptiva (Cabanillas 2011: 275). Cabe mencionar que la elaboración de una tipología morfo-funcional lleva consigo ciertas complicaciones. La primera dificultad que implica el estudio de la funcionalidad es la incapacidad del arqueólogo de analizar el objeto desde la perspectiva de la sociedad que lo produjo, y por lo tanto, de entrever su funcionalidad inicial. La valoración de un criterio como válido para la interpretación funcional depende por lo tanto de la relevancia objetiva de la característica física para realizar determinada tarea, así como del contexto cultural en el que esta se desarrolla (Cabanillas 2011: 278). Por eso, se recomienda hacer un estudio profundo de la función por medio de varias metodologías (tipologías, análisis físicos, petro-químicos, arqueométricos, etc.) y emplear casos etnográficos para sustentar la categorización (Cabanillas 2011; Skibo 1992). En el caso de las épocas Chavín y Recuay, su lejanía en el tiempo complica las comparaciones etnográficas respectivas. Un segundo problema es la clasificación en sí misma. En vista de que los alfareros hacen vasijas para diferentes propósitos, determinar la función específica a partir de la forma obtenida por los fragmentos es muy limitado por las múltiples opciones isocráticas que ellos manejan, tanto para su fabricación, como para su uso cotidiano. Hay que tener bien en claro que no todas las vasijas fueron usadas exclusivamente para su propósito original, y que la presencia de una clase de vasija en particular no necesariamente implica una actividad específica (Orton et al. 1993: 76). Además, una misma forma puede tener varios usos, y una misma función puede tener varias formas. La incertidumbre que se tiene al atribuir ciertas funciones a formas de vasijas prehistóricas ha hecho que algunos arqueólogos consideren que el criterio de función no sea lo suficientemente satisfactorio para elaborar una clasificación general (Schiffer 1999; Shepard 1985; Skibo 1992). 41 La tercera dificultad es la arbitrariedad de la tipología. A menos que la vasija haya sido producida en un molde, cada vasija debe considerarse como única, por lo cual la agrupación en tipos morfo- funcionales puede ser, en cierto modo, una creación arbitraria del arqueólogo. Por eso, el uso de categorías que se basan en analogías con grupos contemporáneos puede ser muy general, y carecer del rigor teórico y metodológico necesarios (Skibo 1992: 36). Diversos indicios sugieren que las variaciones formales secundarias, como las formas de carenas, cuellos, y labios, no constituyen, de forma aislada, diferencias significativas constitutivas de piezas de vajilla concretas, a ojos de los observadores de la antigüedad, ni de los miembros de sociedades tradicionales actuales cuyos mecanismos de producción y consumo de la cerámica se asemejan a los de las sociedades protohistóricas (Cabanillas 2011: 276). De este modo, si la clasifiación parte de criterios que no corresponden a los empleados por las sociedades cabe la posibilidad de que las hipótesis resultantes sean ajenas a sus dinámicas de funcionamiento (ídem). La cuarta complicación son los datos perdidos. En ese sentido, hay algunos inconvenientes a la hora de extraer información de tiestos muy pequeños, cuando se tiene un único fragmento de una vasija en particular (Orton et al. 1993: 76), o cuando el mismo borde es compartido por varias formas (íbid., 152). Cabe mencionar, que en cualquier tipología siempre hay posibilidad de error; recuérdese que en Arqueología, la última palabra nunca está dicha (ibid., 77). A ello debe sumársele el hecho de que las vasijas son fácilmente facturables, y que cada rompimiento sucesivo es una potencial perdida de información sobre su forma y función (Orton et al. 1993: 32). El quinto problema es la aplicación que se le da a una tipología. Desde una perspectiva metodológica, el problema surge cuando el trabajo tipológico no desemboca en un esquema intepretativo de dichos mecanismos, o se traduce únicamente en conclusiones exteriores a ellos (Cabanillas 2011: 276). Así por ejemplo, en el inicio de la disciplina las tipologías eran ordenadas cronológicamente según las ideas de “progreso” del siglo XIX (Orton et al. 1993: 11). Estos conceptos a priori pueden llevar a argumentos circulares, haciendo inválida la tipología inicialmente concebida. Otras de las complicaciones comienzan cuando las tipologías son usadas indiscriminadamente en un área diferente a aquella en donde fueron creadas. Así por ejemplo, la excesiva promoción de un estilo de vasija en particular puede distorsionar las hipótesis respecto a su distribución en toda una región (Orton et al. 1993). En otros casos, esta sobrevaloración ha servido para llenar el vacío de tipologías prexistentes, lo cual tampoco es recomendable puesto que cada yacimiento arqueológico es único en esencia. 42 Pese a estas serias reflexiones sobre sus debilidades aplicativas, nosotros hemos decidido considerar la función como un criterio para el análisis tipológico por tres razones. Primero, los tipos pueden representar dos tendencias de la naturaleza humana: 1) la estabilidad, expresada en la persistencia y continuidad de un tipo a lo largo del tiempo, condición íntimamente ligada con el concepto de tradición; y 2) el cambio, que se manifiesta en la aparición de atributos y artefactos nuevos (Gifford 1960: 345). Segundo, si bien es cierto que la atribución de una función a una vasija es incierta, y hasta cierto punto arbitrario, las tipologías y descripciones que se han hecho sobre la alfarería de Chavín de Huántar han seguido ese lineamiento, dando resultados bastante prácticos para la comprensión de la vajilla que se empleó en tiempos prehispánicos. Tercero, la mayoría de las investigaciones que se realizan en Perú, particularmente aquellas que abordan el Formativo (Burger 1998; Ikehara 2010; Inokuchi 1998; Kaulicke 1976, 2005; Tellembach 1998), siguen, por lo general, el criterio morfo-funcional para sub-dividir su material cerámico, lo que nos podría permitir, eventualmente, hacer comparaciones a diferentes escalas regionales. El noveno punto aborda la cuantificación de la muestra. Según Orton y sus colaboradores existen cuatro medidas que se emplean comúnmente para tal propósito: el conteo de fragmentos, el peso, el número de vasijas representadas y el número de vasijas equivalentes (Orton et al. 1993: 168-169). Para entender estas medidas es preciso explicar dos conceptos: completitud (completeness), que se refiere a qué tan completas se encuentran las vasijas de la muestra; y el rompimiento (brokenness), que viene a ser el grado de quiebre que presentan las vasijas, el cual puede variar de un tipo a otro. Así por ejemplo, si un tipo de vasija se rompe más fácil que otra entonces habrá más fragmentos de la vasija que se rompe más rápido. La advertencia de estas dos características puede ser relevante para entender algunos de los procesos de formación de un yacimiento arqueológico, como el descarte primario y el trampling (Schiffer 1987). Estadísticamente, la proporción del número de tiestos de un tipo refleja dos cosas: 1) la proporción del tipo en la población, y 2) el número promedio de tiestos en el cual las vasijas de un tipo se ha roto en comparación con el rompimiento de otros tipos. Por eso, el conteo de fragmentos no es una medida confiable para determinar las proporciones de los tipos, ya que si comparamos dos muestras y encontramos una alta proporción de fragmentos de un cierto tipo, no significa que hubo más vasijas de ese tipo en la población correspondiente, pudiendo ser el reflejo del nivel de rompimiento entre los tipos (Orton et al. 1993: 168-169). La siguiente medida es el peso, el cual no será tratado puesto que no utilizaremos esta medida. Respecto a la tercera, el número de vasijas representadas, su aplicación para determinar las proporciones de los tipos es complicada puesto que depende del 43 grado de completitud y rompimiento de las vasijas. Así por ejemplo, las vasijas con un alto nivel de rompimiento tienen mayor posibilidad de que sean representadas en lugar que las vasijas con un grado de completitud alto (ídem). La última medida es el número de vasijas equivalente, medida que no es afectada por la completitud o el rompimiento. Esta medida es la única que no tiene sesgo para medir las proporciones de tipos al interior de una muestra y para comparar muestras de cerámica. Sin embargo, en vista de que nuestro objetivo específico es la construcción de la secuencia arqueoestratigráfica por medio del reconocimiento de la filiación cultural de las vasijas hemos decido trabajar con el número de vasijas representadas, que viene a ser el número mínimo de vasijas (NMV). A pesar de las advertencias, creemos que esta medida se acomoda muy bien a la muestra con la que hemos trabajado y al objetivo que nos hemos propuesto resolver. El décimo punto trata sobre la seriación, definida como un método de ordenamiento que sirve para establecer la proporción de los grupos alfareros y/o tipos de vasija (Orton et al. 1993: 189-190), de manera tal que se pueda duplicar las relaciones entre las unidades ordenadas (Braun 1983: 110- 111). Existen dos clases de seriación: una que se basa en la características de los tipos y otra, más formal, que se basa en las recurrencia de los tipos en los grupos alfareros. Esta última es la más común, y establece que la ocurrencia de los tipos en un grupo alfarero puede ser entendida en términos de presencia/ausencia, lo cual puede ser medido cuantitativamente. De este modo, los grupos alfareros que son similares entre sí, es decir, que tienen tipos iguales o similares, son temporalmente más cercanos (Orton et al. 1993). Uno de sus principales potencialidades es su cronometría, la cual puede verse reforzada por la secuencia estratigráfica del contexto arqueológico (Harris 1991; Orton et al. 1993). Las seriaciones cronométricas de la cerámica comienzan con un intento de identificar tipos, o atributos, que pueden ser temporalmente sensibles (p.ej. pintura blanca sobre una superficie roja). Idealmente, los modelos de seriación temporal deben descansar en una selección previa de los atributos en acorde con las explicaciones de su significado cultural, o mejor dicho, su filiación cultural. Es por eso que se recomienda trabajar con criterios que partan de una perspectiva general, en lugar de características particulares que resulten excéntricas a la totalidad del conjunto (Orton et al. 1993). Estos criterios temporalmente sensibles satisfacen entonces varios pre-requisitos estadísticos que son combinados para producir una medida de similitud o disimilitud entre los grupos alfareros (Braun 1983: 110-111). De este modo, una seriación tiene la facultad de manifestar el cambio de variables culturales específicas en una continuidad temporal (Braun 1983; Harris 1991). 44 Asimismo, debe procurarse que la seriación esté coligada a estructuras arquitectónicas fechadas (Orton et al. 1993: 189), y a fechados absolutos productos de diferentes tipos de análisis como el carbono catorce (en el caso de Chavín de Huántar véase Burger 1984; Lumbreras 1993; Mesía 2007; Rick et al. 2009), la termoluminiscencia (Espoueys et al. 1995; Feathers y Kembel 2008) o la dendrocronología. Citando a Harris (1991: 68): “La interpretación del contenido estructural y artefactual de un yacimiento proporciona la flecha del tiempo, la dirección histórica para evidenciar la estratificación”. Otra de sus potencialidades puede encontrarse en los análisis regionales, donde se pueden examinar las proporciones de las vasijas entre centros productores que se encuentran en un “espacio fronterizo” (Marchegiani et al. 2009; Orton et al. 1993: 186); y en análisis intra-sitio, donde la variación de las proporciones de diferentes tipos podrían indicar áreas de diferente función o estatus (Orton et al. 1993: 168). Así por ejemplo, la variación en tiempo y espacio del patrón de uso de ciertas categorías o tamaños de vasija puede ser el reflejo de la variación en las frecuencias de estas categorías o de los contextos arqueológicos de donde fueron recuperadas (Braun 1983: 113). El décimo primer punto a tratar corresponde a la secuencia arqueoestratigráfica. Metodológicamente hablando, su elaboración corresponde a la tercera parte de los análisis relacionados a la estratigrafía arqueológica; es decir, a aquellos que se realizan posterior a la excavación (Harris 1991: 146). La construcción de una secuencia arqueoestratigráfica permite correlacionar los procesos de formación con los procesos históricos que plasmaron su huella en el contexto arqueológico ya que proporciona la posición relativa de las evidencias arqueológicas. Como se mencionó líneas arriba, las secuencias estratigráficas se forman sin referencia alguna al material que contuvieron. Esto quiere decir que los análisis artefactuales no pueden cambiar las relaciones estratigráficas halladas en tales secuencias, sino más bien, tienen que integrarse a ellas. Por ende, la correlación entre los grupos alfareros y la secuencia estratigráfica debe considerar los siguientes cuatro principios básicos (Schiffer 1987):  Formal.- Existencia de artefactos en los estratos y sus características físicas como forma, tamaño, textura y peso.  Asociación.- Correlación entre los artefactos de igual o diferente estrato, con sus respectivos valores estadísticos y asociaciones funcionales.  Recurrencia.- Frecuencia en la que aparecen un artefacto en particular. 45  Superposición.- Hace referencia a la posición en la que se halló, relacionándoselo con las características del sedimento que lo contiene. Siguiendo estas pautas es posible establecer secuencias estratigráficamente ordenadas correlacionadas coherentemente con los restos culturales documentados en su interior (Harris 1991: 164-165). Este ordenamiento nos permitiría entender las fases de la secuencia estratigráfica, representantes de un evento particular correspondiente a una época o periodo histórico. Al respecto, nos gustaría aclarar que cualquier artefacto, particularmente la cerámica, puede ser datado de dos maneras: 1) la fecha de fabricación, o 2) el rango de fechas en la que funcionó (Orton et al. 1993: 183). De acuerdo a nuestras observaciones de campo y al objetivo específico de nuestra investigación especificamos que se trata del segundo caso. El décimo segundo punto está vinculado al entendimiento del tiempo, el cual puede ser sub- dividido en varios niveles. Creemos que antes de proponer una secuencia arqueoestratigráfica, los arqueólogos debemos aclarar este tema para que no haya inconvenientes en el futuro. Como vimos en el Capítulo 1, la prehistoria de Chavín de Huántar puede ser dividida en épocas, marcos cronológicos de larga duración (~1000 años) que representan un proceso histórico con características compartidas. En función de nuestra investigación destacan las épocas Chavín y Recuay, las cuales pueden ser subdivida en periodos, marcos cronológicos temporalmente más cortos. Recientes investigaciones han subdividido la época Chavín según las fases arquitectónicas del santuario (Kembel 2001, 2008; Kembel y Rick 2004; Rick et al. 2009); y en el caso de la época Recuay, esta ha sido periodizada en función de las diferencias estilísticas de su alfarería a nivel regional (Lau 2002-2004, 2011). Más allá de que estos resultados provengan de análisis y enfoques marcadamente disímiles (sitio vs. región), creemos firmemente que la estandarización de los conceptos temporales contribuye a la sincronización de la línea del tiempo, lo que da como resultado una mejor comprensión de los procesos históricos, y en consecuencia, podemos brindar inferencias arqueológicas más consistentes. Dicho esto, puede afirmarse que las cinco fases arquitectónicas del santuario equivaldrían a cinco periodos, y que las cinco fases del desarrollo de la sociedad Recuay son, también, equivalentes a cinco periodos. De esta manera, el periodo Soporte de la época Chavín fue seguido del periodo Huarás de la época Recuay. A seguir, las metodologías aplicadas para cada materialidad. 46 47 Capítulo 3. Metodologías En este capítulo se detallarán las metodologías que fueron utilizadas en la presente investigación, comenzando con la excavación y registro de ramal RL.02, seguido de la metodología aplicada para el análisis arquitectónico, para el análisis estratigráfico y para el análisis ceramográfico. 3.1 Excavación y registro A diferencia de una excavación en la superficie, donde el perfil de las unidades se registra conforme se profundiza la excavación, los trabajos arqueológicos en canales subterráneos suelen comenzar con la documentación del perfil, para luego extraer los sedimentos internos. De acuerdo al protocolo de excavación del PIACH, la metodología para intervenir un espacio restringido, en este caso un canal subterráneo, consta de siete pasos: 1º Adecuar la iluminación.- Antes de comenzar las labores, se procuró que el área de trabajo presente las condiciones de seguridad y limpieza necesarias para prevenir cualquier tipo de accidente-incidente. Respecto a la iluminación lo más apropiado fue implantar un sistema eléctrico al interior del área de trabajo. En caso contrario podría utilizarse una fuente de energía alterna (v.g. una batería de carro) y una lámpara previamente adaptada a dicha fuente. El uso de linternas convencionales no es recomendable por la poca luz que ofrecen y el rápido desgaste de sus baterías. 2º Instalación de un Datum1 interno.- El primer punto que se coloque al interior del canal deberá partir de una Cota externa para que así puedan correlacionarse las alturas externas con las internas. A diferencia de un Datum en la superficie, el Datum al interior de los canales se mueve conforme avanzan las excavaciones, generando algunas veces errores de medición. Para evitarlo, y por ende, mejorar el registro de la secuencia estratigráfica, su posición deberá mantener una movilidad mínima, considerándose para ello la cantidad de unidades en las que pueda emplearse, las curvas en la trayectoria del ramal, los desniveles de las vigas, la altura de los sedimentos y la extracción 1 En el caso de Chavín de Huántar se utiliza como Cota inicial el punto arbitrario 500, 500, 100 (x, y, z) establecido por el PIACH (Rick et al 1998). 47 de estos últimos a la superficie. Recuérdese que los canales son espacios muy restringidos por lo que una mala ubicación del elemento indicador de un Datum (p.e. un clavo) podría afectar la integridad física de las personas. En tal sentido, sugerimos una locación elevada, poco transitable y lo suficientemente visible para prevenir incidentes. 3º Establecimiento de una unidad de excavación.- Las unidades de excavación fueron establecidas siguiendo la trayectoria de la estructura pertinente -un ramal, un tributario lateral o una escalera- sin considerar la pendiente donde han de realizarse los trabajos. Idealmente, deberían mantener un metro de largo por el ancho del contexto arquitectónico donde se encuentren; pero existen casos en los que la acumulación de sedimentos, la limitación arquitectónica y/o los cambios direccionales no permiten cumplir dicha norma. En tales circunstancias, lo preferible es dividir la unidad en partes más pequeñas o, caso contrario, aumentar su longitud para evitar la creación de unidades menores a 0.50 m de largo. La nomenclatura de las unidades al interior del Canal de Rocas mantuvo las pautas generales establecidas por el PIACH (Rick y Mesía 2008, Rick y Falconi 2009, Rick y Lumbreras 2011), aunque con ciertas modificaciones por tratarse de un espacio subterráneo; lo cual, dependiendo del caso, implicaba la creación de nuevos indicativos. Considerando lo anterior, la nominación final incluyó: 1) Las iniciales “CdH” en alusión al sitio arqueológico Chavín de Huántar; 2) Las siglas del Sector donde se ubica el ramal o la unidad de excavación por la cual se penetró al espacio subterráneo. Por ejemplo CP -Plaza Circular- o PM-50; 3) Las letras “RO” en relación al Canal de Rocas; y 4) Por último, la abreviación de la dirección2 inicial de las excavaciones, seguida de un número arábigo correlativo. Por ejemplo, CdH-CP-RO-SW01 seguido de CdH-CP-RO- SW02, y así sucesivamente. Cuando el ramal se ramificó configurando la forma de una “T” las unidades a los lados del punto de intersección recibieron una denominación diferente, agregándoseles las letras “D” 2 Para definir la dirección de las excavaciones se toma en cuenta el Norte magnético, obteniéndose ocho resultados: N, NE, E, SE, S, SW, W y NW. Al igual que los ramales, las abreviaturas son escritas en inglés para evitar confusiones. 48 o “I” (derecha o izquierda según convenga) más un número correlativo. Por ejemplo, CdH- CP-RO-SWD1ó CdH-CP-RO-SW21-I3. Si la unidad era dividida en partes más pequeñas, sean cual sean las razones, debería escribirse una letra minúscula correlativa inmediatamente después del número de la unidad. Por ejemplo, SW17a seguido de SW17b. Para nombrar las unidades ubicadas al interior de los tributarios laterales se escribió primero el nombre de la unidad más cercana y se le agregaba la letra “T” más una cifra correlativa que representaba el número de unidades al interior de dicho componente arquitectónico. Por ejemplo, CdH-CP-RO-SW37-T1, seguido de CdH-CP-RO-SW37-T2. En el caso de los nichos, la nominación presentaba el mismo esquema descrito para los tributarios, pero se le adhería la letra “N” más un número correlativo que indicaba la cantidad de nichos en el ramal. Por ejemplo, CdH-CP-RO-SW11-N2. 4º Registro fotográfico.- Antes de la fotografía debe prepararse una pizarra con las siguientes especificaciones: el nombre de la unidad, la orientación del perfil o la capa/nivel en cuestión, la fecha y las siglas de los encargados. Dado que se trataba de un espacio reducido se aconseja fotografiar primero la pizarra y luego obtener las tomas requeridas, colocándose siempre una escala y un Norte orientado con una brújula. En caso no pueda tomarse la fotografía deseada se explican las razones pertinentes. Si la iluminación lo permite es preferible usar un pequeño trípode y tomar la foto sin flash, puesto que distorsiona los colores originales de los sedimentos. Solo se recomienda su aplicación cuando la luz es muy baja o si se advierten fragmentos de carbón, dado que estos se hacen más distinguibles en la imagen. 5º Representación gráfica.- Toda representación gráfica debería contener: el nombre de la unidad, el símbolo del Norte magnético (debidamente orientado), el Datum a utilizarse, la orientación del perfil o la capa/nivel en cuestión, la fecha, las siglas de los encargados, la simbolización de los estratos y el nombre de los elementos arquitectónicos presentes (paredes, pisos, tributarios, vigas, etc.); indicándose el largo, el ancho, la altura o las medidas que se consideren necesarias. Para evitar 49 confusiones y mejorar el registro, lo más apropiado fue la creación de una leyenda única que integre cada uno de los puntos mencionados. La representación gráfica de una unidad superficial se realiza por medio del uso de un plano cartesiano (ejes x, y, z) orientado hacia el Norte magnético, en el cual la esquina inferior izquierda (Suroeste) funcionaba como el punto de intersección entre los ejes. A diferencia de ello, el dibujo de planta en un espacio restringido, como un canal subterráneo, presenta dos claros inconvenientes: la orientación de la unidad en relación al Norte magnético, dado que esta depende del diseño arquitectónico; y la dirección de las excavaciones. Según el protocolo del PIACH debe emplearse la esquina inferior izquierda como punto de intersección entre los ejes X e Y, sin importar la orientación de la unidad en la que se esté trabajando. Se desprende entonces, que el Eje X siempre será el ancho de la unidad en cuestión y el Eje Y es la pared o “espacio” a la mano izquierda. Al momento de dibujar el perfil se consideró la convergencia o divergencia de las paredes. Para ello se utilizó un “eje” vertical (v.g. un jalón o cinta métrica) que nos sirvió de referencia para obtener las medidas correspondientes. Para que el dibujo fuese lo más realista posible procuramos que el “eje” mantenga una posición firme. De un modo similar, el dibujo de planta de las unidades tuvo en cuenta la rectitud o sinuosidad de las paredes. Para ello se empleó el mismo método, pero con la diferencia de que el “eje” fue longitudinal a la unidad. Procuramos que los dibujos de planta de una misma capa fuesen lo suficientemente compatibles como para formar una cadena de unidades, obteniéndose una mejor comprensión de la arquitectura, el diseño y la estratigrafía. Si se requería un corte de sección o dibujar las paredes del canal, se utilizaba una cuerda en posición horizontal previamente nivelada en relación a un Datum interno. En el primer caso, se trató que la cuerda atraviese el centro de la estructura deseada; y en el segundo, que se hiciera conforme avanzaban las excavaciones. 6° Registro de los sedimentos.- Siguiendo el protocolo de excavación del PIACH, los estratos arqueológicos fueron denominados niveles. La descripción de sus propiedades será mejor tratada en el subcapítulo 5.3. En el caso de los canales subterráneos, se procura realizar la descripción de todos los niveles antes de iniciar la excavación. Cada nivel debe presentar un mínimo de cinco alturas (en función del Datum interno), que corresponden a la superficie inicial del estrato. Si las circunstancias no lo permitieron deben explicarse las razones pertinentes. 50 7° Excavación.- Durante la excavación fue muy importante considerar el proceso de formación de la secuencia estratigráfica. Por ello se recomienda estar alerta a cambios sutiles de comportamiento, como por ejemplo, el aumento de un estrato al lado de una pared en específico. Estos cambios pueden darse por una multiplicidad de razones: la presencia de elementos arquitectónicos (escaleras, cambios direccionales, gradas, filtros, diferencias en el tipo de base), la intrusión de sedimentos, la exposición al aire, al agua o a la humedad, entre otras. Si bien el protocolo del PIACH realiza sus excavaciones siguiendo la estratificación “natural” del yacimiento, en algunos casos la excavación de espacios restringido se ve en la obligación de aplicar el método de niveles arbitrarios. Por lo general, esto ha servido para obtener una mayor resolución de la distribución de la evidencia artefactual o cuando la extracción de los sedimentos resulta muy complicada. Al finalizar una unidad de excavación, se sugiere colocar un indicador, como un pequeño clavo con el nombre de la unidad, y que el perfil de la siguiente unidad sea recto vertical, con las esquinas cuadradas, tal como se haría en una unidad superficial. Todo ello con el propósito de mantener un registro claro y ordenado de las unidades. Además, hay que tener en cuenta la velocidad de extracción, para lo cual se recomienda innovar mecanismos que aceleren y faciliten este proceso, como pequeñas poleas o transportadores de sedimentos (v.g. llantas). 3.2 Análisis arquitectónico Para resolver el objetivo general de nuestra investigación, la periodización del ramal RL.02, el primer objetivo específico fue la elaboración de una secuencia constructiva. Para que sea lo más fehaciente y clara fue clave determinar cómo los elementos de la arquitectura interna se relacionan espacialmente con las características y fases de la arquitectura externa (Rick et al. 1998: 206), que en nuestro caso es la Plaza Circular y sus atrios. Con ello, pretendemos que el análisis arquitectónico esclarezca las relaciones diacrónicas y sincrónicas de la secuencia constructiva del ramal RL.02, entreviendo a su paso la necesaria planificación de su instalación, su diseño arquitectónico interno, el diseño arquitectónico del sector Rocas Lanzón, y su correlación con las fases del centro ceremonial. Para facilitar el entendimiento de las relaciones espaciales que se dan en la arquitectura interna de Chavín, una de las sugerencias que hacen Rick y sus colaboradores (ibíd., 186) es observar el espacio interno 51 empleando un modelo tridimensional. En aras de llegar a una mayor exactitud, este modelo debería contar con una visualización digital generada por aparatos modernos como teodolitos electrónicos o escáneres láser (últimamente también de software sofisticados como la fotogrametría). No obstante, en el caso de los sistemas hidráulicos esta clase de registro todavía no ha logrado superar la estrechez del espacio, la cual dificulta seriamente el desenvolvimiento de dichos aparatos. A ello hay que agregarle la preservación de las estructuras, la cual juega un papel importante puesto que condiciona el nivel de precisión al que podríamos llegar. En vista de estos inconvenientes, el registro digital promovido por el PIACH se ha enfocado principalmente en documentar la trayectoria precisa de las estructuras hidráulicas, mas no en su visualización. Este hecho deja un campo abierto que pretendemos subsanar en la presente investigación mediante la publicación de imágenes y fotografía; que si bien son bidimensionales, son lo suficientemente informativas para entender la tridimensionalidad de las estructuras subterráneas. Para entender el crecimiento estructural del ramal RL.02 hemos tenido muy presente la técnica constructiva. Por ello, el primer paso de este análisis fue distinguir visualmente los patrones arquitectónicos3 de las secciones establecidas. Para ello se estuvo muy alerta a las adiciones horizontales y verticales presentes en cada una de ellas; particularmente, a los adosamientos y juntas de los paramentos. Su reconocimiento ha sido esencial para determinar la secuencia constructiva del santuario (Rick et al. 1998: 206), y lo es también para nuestro estudio. I. El primer paso resolvió que en el interior de RL.02 solo existen juntas horizontales, definidas como las zonas de unión entre dos cuerpos arquitectónicos (ibíd., 188) o muros4. Estas pueden ser de tres tipos: A) Juntas de esquina, que se da cuando un cuerpo arquitectónico se apoya en otro de manera perpendicular. En este caso, los mampuestos de este último se extienden por detrás del primero (ibíd., 205); B) Juntas de pared, que se da cuando dos cuerpos arquitectónicos se encuentran en discontinuidad, pero siguiendo la linealidad de una misma pared. Esta discontinuidad está marcada normalmente por una línea abrupta que separa las hileras de construcción y la mampostería (ídem). 3 Entiéndase como patrón cualquier visualización que nos da una sensación de homogeneidad composicional y estructural. 4 El muro es la estructura elemental en la construcción de un edificio, el cual puede ser una obra de albañilería o cantería (Ravines 1989: 43). En Chavín de Huántar tratamos exclusivamente de la cantería, que hace alusión a aquellas obras hechos con piedras naturales, labradas o sin labrar, trabadas directamente o con algún conglomerante (Ravines 1989: 44; Recurso virtual5). 52 C) Juntas de adosamiento, que se da cuando un cuerpo arquitectónico se apoya en otro de manera tal que siguen la misma orientación pero en desfase. Para nominar las juntas se escribe las letras JU (en mayúsculas), seguidas de un guión y un número arábigo correlativo que representa la cantidad de juntas identificadas en todo el ramal. Por ejemplo: JU-01, JU-02. II. El segundo paso fue la delimitación de segmentos, fracciones longitudinales de la estructura hidráulica cuya configuración arquitectónica es particularmente diferente a la de sus lados adyacentes. Un segmento puede estar delimitado por una junta, de cualquier tipo, o por la interconexión con otra estructura, sea esta hidráulica o complementaria. Para nuestro análisis, los segmentos son las unidades mínimas, permitiéndonos referenciar con mayor precisión la adición de estructuras, como juntas y adosamientos, y obras de clausura, como los sellos. Para evitar confusiones, las escaleras fueron consideradas como segmentos aparte, a pesar de que puedan presentar el mismo patrón arquitectónico que la estructura hidráulica con la que se asocian. Cabe señalar también, que dos o más estructuras pueden formar grupos cohesionados con el mismo patrón arquitectónico. En dichos casos, la demarcación de los segmentos puede ser arbitraria y seguiría la forma de la estructura. Para designar un segmento se emplearon letras mayúsculas correlativas que van siguiendo el orden de las secciones. Por ejemplo: Segmento A en la Sección I, seguido del Segmento B en la Sección II. Otro punto a especificar son los sellos, que vienen a ser obstrucciones intencionadas de un vano o algún punto en específico. El entendimiento de los sellos es clave para entender los límites temporales del funcionamiento que tuvo un espacio en particular. Para nominarlos se escribe las letras SE (en mayúsculas), seguidas de un guión y un número arábigo correlativo que representa la cantidad de sellos identificado en el ramal. Por ejemplo: SE-01, SE-02. III. El tercer paso fue la descripción de los segmentos. Para obtener la mayor exactitud técnica posible, y con ello facilitar el entendimiento de las relaciones espaciales al interior de RL.02, hemos seguido un instructivo (basado en Castro et al. 1991) que se fundamenta en una serie de conceptos estandarizados que han sido adecuados a nuestro contexto arqueológico. A.- Lo primero en anotarse fue la ubicación del segmento. En primer lugar, la sección; y en segundo lugar, la estructura de la superficie externa. 53 B.- Lo segundo fue escribir sus elementos constituyentes: paredes, cubiertas y bases. Cabe mencionar, que no todas las estructuras presentan una cubierta o una base (p.ej. tributarios verticales). Para efectos de análisis, las únicas partes que se codificaron fueron las paredes. Para nominarlas se escribió el código de la estructura seguido de un guión más la orientación de la pared respecto al Norte Magnético. Para ello se consideraron solo cuatro direcciones: Norte (N), Sur (S), Este (E) y Oeste (W). Así por ejemplo, la pared norte del ramal RL.01 fue codificada como RA.01-N; y la pared occidental de la escalera ES.02, como ES.02-W. En aquellos casos donde la estructura tuvo más de una pared en la misma orientación se colocó un apóstrofe por cada paramento adicional. Por ejemplo: RA.01-N’ o RA.01-E’’. En el caso de los tributarios, los paramentos se codificaron en función de la estructura, haciendo caso omiso al ramal con el que se asocia, seguido de un guión y la orientación de la pared. Así por ejemplo, el tributario vertical 1 del ramal RA.01, conformado por cuatro paredes, sería codificado de la siguiente manera: TV.01-RA.01 => TV.01-N, TV.01-W, TV.01-S y TV.01- En el caso de bases escalonadas, sea con lajas o peldaños, se enumeró cada escalón con un número arábigo correlativo; siempre de abajo hacia arriba, conforme a la orientación de las excavaciones. Por ejemplo: Laja 1 seguida de Laja 2, o Peldaño 1 seguido del Peldaño 2. C.- Lo tercero en registrarse fueron los puntos de conexión; es decir, el modo en cómo la estructura se empalma con los segmentos y/o estructuras adyacentes. Aquí se especificaron los tipos de juntas que delimitan el segmento; y en el caso de los tributarios laterales se apuntó el tipo de entrega (véase Figura 3.9 o Bustamante y Crousillat 1974: Fig. 3.10). D.- El cuarto punto estuvo relacionado con los rangos de medidas: largo, ancho y alto. En el caso de las estructuras hidráulicas se anotó el grado y la orientación de su pendiente; especificando, si se puede, la clase de flujos que pudo haber transcurrido en su interior. También se anotó la presencia de curvas, o cualquier otra observación que se considere pertinente respecto a la parte física del segmento o estructura. E.- El quinto punto fue la descripción de las paredes. Para ello se procuró seguir las siguientes pautas: 1. Corte de sección.- Las estructuras hidráulicas pueden presentar cortes de sección irregulares, trapezoidales o rectangulares. En el caso de los tributarios verticales estos pueden presentar cortes 54 combinados; presentando, por ejemplo, un corte rectangular en dirección este-oeste, y un corte irregular, en la dirección norte-sur. 2. Piezas de construcción.- Una de las características básicas de las obras de cantería es la labrabilidad, definida como la aptitud o facilidad que tienen las piezas para dejarse trabajar (Recurso virtual 5). Para obtener el tamaño, forma y acabado que se desea existen varios tipos de trabajos, los cuales implican una serie de operaciones de rebaje y pulimento que dependen del esmero y precisión intencionada por los constructores. El análisis visual nos permitió determinar cuatro piezas básicas: a) Mampuestos.- piezas que pueden ser manejadas por un solo hombre y cuyo peso oscila entre los 15 y 25 Kg (Recurso virtual 5). Su forma suele ser irregular, hallándose mampuestos sub- angulares, de 4 a más aristas, o sub-redondeados, como cantos rodados. La cara-vista de estas piezas puede presentar un corte partido5 o no presentar trabajo alguno; y su forma suele ser de polígonos irregulares que por lo general tienen de 4 a 7 aristas. b) Sillarejos.- piezas que pueden ser manejadas por un solo hombre y cuyo peso oscila entre los 15 y 25 Kg. A diferencia de los mampuestos presentan un trabajo más esmerado en el acabado de la pieza, lo cual se plasma en la creación de piezas prismáticas (Recurso virtual 5). Pueden ser de dos tipos:  Sillarejos toscos.- La cara-vista de estas piezas presenta un trabajo de desbaste6 y pueden adquirir la forma de polígonos regulares, como cuadrados o rectángulos, o irregulares.  Sillarejos aplantillados.- La cara vista de estas piezas presenta un trabajo de canteado7, y al igual que los sillarejos toscos, pueden adquirir la forma de polígonos regulares o irregulares, siendo más común los primeros. 5 Corte natural o partido: las piezas resultantes tienen una apariencia natural y rústica que se distingue por un relieve con rugosidades, surcos y protuberancias. En este tipo de corte podemos considerar también el lajado, que es el acabado que admiten las pizarras, y otras rocas estratificadas, como algunas cuarcitas y areniscas. Las piezas resultantes quedan bastante planas sin la necesidad de un trabajo adicional, aunque no tanto si se las compara como otros tipos de trabajo. 6 Desbastado: las piezas resultantes presentan un relieve relativamente uniforme en el que se han eliminado las aristas y salientes. 7 Canteado: las piezas resultantes tienen una superficie externa totalmente acabada, por lo general plana y con un relieve uniforme. 55 c) Sillares.- piezas que por su envergadura y tamaño exigen el empleo de útiles y mecanismos para su traslado y colocación (Recurso virtual 5). Adquieren formas prismáticas al igual que los sillarejos, pero son de mayor tamaño. La cara-vista de estas piezas presenta trabajos de desbaste o canteado y, por lo general, tienen la forma de polígonos regulares. d) Bloques.- piezas que por su envergadura y tamaño exigen el empleo de útiles y mecanismos para su traslado y colocación. Adquieren formas irregulares al igual que los mampuestos, pero son de mayor tamaño. La cara-vista de estas piezas puede presentar un corte partido, desbaste o no presentar trabajo alguno. Su forma suele ser irregular, con salientes y protuberancias. Para efectos prácticos, se escribió entre corchetes qué tipo de pieza fue la mayoría. También se detalló la forma de las cara-vistas, si son polígonos regulares o irregulares. En el primer caso se escribe entre corchetes la forma más cercana (p.ej. [rectángulos]); y en el segundo caso, el número de aristas, también entre corchetes (p.ej. [de 5 a 6 aristas]). Por último, se anotó la cantidad y localización de las piezas que tienen más de una cara trabajada, lo cual es de gran ayuda para entender la conexión con las estructuras adyacentes. 3. Identificación geológica.- Se escribió qué clase de roca es la pieza empleada para la construcción del segmento o la estructura. 4. Tamaño.- Para efectos prácticos se ha hecho una clasificación de las dimensiones que se basa en nuestras observaciones de campo: Elementos Rango de medidas (cm) Grava fina 0.25 - 0.50 Grava gruesa 0.50 - 1.00 Rocas muy pequeñas 3 x 1 - 9 x 9 Rocas pequeñas 10 x 10 - 20 x 20 Rocas medianas 21 x 21 - 45 x 45 Rocas grandes 46 x 46 - 75 x 75 Rocas muy grandes 75 x 75 a más Tabla 3.1. Rango de medidas de los elementos constituyentes. 56 5. Tipos de mampostería.- El tipo de fábrica está determinado por el tipo de pieza que se emplea en el paramento (Recurso virtual 3). El análisis visual determinó que lo más conveniente era trabajar con la mampostería, que hace referencia a las obras de cantería que emplean mampuestos. Para nuestro estudio han de considerarse tres tipos (Ravines 1989): a) Mampostería ordinaria: obra de cantería fabricada con mampuestos irregulares que no han sido objeto de ninguna labor, incluyendo cantos rodados. La solidez del muro depende del grado de adherencia del mortero con las piezas, de allí que el tamaño de los intersticios deba ser el mínimo posible y bien rellenado con mortero (ibíd., 46). b) Mampostería careada: obra de cantería fabricada con mampuestos o sillarejos toscos que han sido trabajados en las cara-vistas destinadas a formar parte del paramento. La disposición de las piezas no parece tener un ordenamiento aparente, acomodándoselas según el espacio. c) Mampostería concertada (también conocido como Opus incertum, ibíd., 49): obra de cantería fabricada principalmente con sillarejos toscos o aplantillados. Debido a la forma de sus piezas, estas tienden a asentarse sobre sus caras planas, asegurando así una mejor trabazón, y por ende una mayor solidez de la estructura. Por lo general, las piezas son ordenadas en hileras, dándole un aspecto uniforme al paramento. En el caso de Chavín de Huántar, algunos paramentos concertados presentan lajas talladas a modo de losetas alargadas que se colocan entre los intersticios horizontales y verticales de las piezas, lo que le da un aspecto armónico y refinado (Tello 1960: 68). Esta técnica de mampostería será nominada como concertada con pachilla. 6. Grosor de las uniones.- Se apunta el rango de separación entre las piezas, tanto de manera vertical, como horizontal. 7. Mortero.- Se detallan los componentes del mortero en porcentajes, su color (en Munsell), y un nivel relativo de consistencia. F.- El sexto punto fue la descripción de la cubierta. Por lo general, las cubiertas fueron construidas empleado bloques a manera de vigas. De acuerdo a su disposición, la cubierta puede ser de 4 tipos: a) Lineal: cuando las vigas se colocan una al lado de la otra. b) Escalonada: cuando las vigas se disponen de manera diagonal, siguiendo la pendiente de la base. 57 c) Doble: cuando se emplean dos juegos de vigas, uno transversal a las paredes, y otro longitudinal (véase la Galería Occidental en Lumbreras et al.1976: 26-27, Gráfico 6). d) Abovedada: en este caso no se emplean bloques, sino más bien mampuestos unidos con mortero que crean una bóveda en la parte superior de alguna estructura (p.ej. en un tributario vertical). G.- El séptimo punto fue la descripción de la base. Como se mencionó en el capítulo 3, la base puede ser enlosada o fabricada. En el primero caso se especificó la clase de roca, el tamaño de las lajas, su forma, la cantidad de lajas por un metro de largo, el rango de separación, y el mortero. IV. El cuarto paso fue graficar los segmentos y estructuras que se consideraron relevantes para el estudio, como por ejemplo aquellos donde se observa mejor las juntas o donde se encuentran los nichos. Asimismo, se dibujó el corte de sección de todas las secciones y estructuras documentadas. Lo primero fue el dibujo técnico en campo. Todos los dibujos fueron hechos a escala de 1:20 empleando papel milimetrado, lápiz portaminas y borrador. La gran mayoría de los dibujos fueron hechos por el autor de esta tesis; y en caso contrario se especificó adecuadamente. Lo segundo fue escanear los dibujos y digitalizados por medio del programa Corel Draw X7. Para tener mayor referencia, cada dibujo cuenta con un pequeño plano donde se especifica su localización. Este contiene la circunferencia de la Plaza Circular, el plano de Rocas Lanzón (en gris), el ramal RL.02 (en azul), la sección pertinente (en amarillo) y la estructura específica (en rojo). V. El quinto paso fue el establecimiento de las fases constructivas, cumpliendo de este modo el segundo objetivo específico de la tesis. Las fases fueron nominadas con la palabra Fase en mayúscula y números arábigos correlativos (p.ej. Fase 1 y luego de Fase 2). Siguiendo las recomendaciones de Rick y su equipo (1998), esta secuencia se integró con la secuencia constructiva del centro ceremonial (Kembel 2001, 2008), obteniéndose un “anclaje cronológico” que sirvió de base para generar una serie de conclusiones lógicas concatenadas vinculadas, particularmente, a la estratigrafía y la cerámica. VI. El sexto paso fue la interpretación de las fases establecidas. Para ello se tuvo en cuenta el simbolismo social de la arquitectura del ramal RL.02 y el crecimiento del Sector que hemos denominado como Rocas Lanzón. Esto nos permitió correlacionar su “evolución” con la secuencia del Canal de Rocas, la cual aún está en proceso de definición. La fase correspondiente al periodo Blanco & Negro será profundizada con más detalle, eligiéndose algunos temas en particular que fueron tratados en la discusión. 58 3.3 Análisis estratigráfico Como parte de nuestro objetivo general –la periodización del ramal RL.02– uno de los objetivos específicos fue elaborar la secuencia estratigráfica del ramal RL.02. Basándonos en la teoría de la estratigrafía arqueológica presentada en el capítulo anterior, la metodología que se presenta a continuación propone un procedimiento ordenado, acompañado de una terminología precisa. I. El primer paso de esta metodología fue elaborar una estratigrafía general para cada sección del ramal RL.02. Para construirla de manera objetiva fueron necesarios tres pasos. El primero fue revisar concienzudamente los informes técnicos (Rick y Mesía 2008; Rick y Falconi 2009; Rick y Lumbreras 2011), fichas de campo, cuadernos de campo y material gráfico (dibujos y fotografías) documentado en las temporadas de campo 2008, 2009 y 2011. De este modo, se pudo comparar cualitativamente los niveles de cada unidad de excavación, lo cual nos permitió reconocer los principales estratos de cada sección. La razón por la cual hemos decidido hacerlo por secciones se debe a las diferencias estratigráficas que se vieron en campo y porque, además, resulta sistemáticamente práctico, lo cual hace que sea replicable en investigaciones de otros ramales del Canal de Rocas u otro sistema hidráulico. Si bien es cierto que la excavación del ramal siguió una misma metodología (por niveles estratigráficos), este fue intervenido en diferentes años y por varios colegas, por lo cual algunas denominaciones variaron de sección en sección. Estas inconsistencias nos llevan al segundo paso: estandarizar la terminología de los estratos registrados en el ramal RL.02. Para ello se decidió emplear un sistema jerárquico de Capas, Niveles y Lentes. Siguiendo esa línea, la Capa es un estrato que presenta una constante homogeneidad de sus componentes (arena, arcilla, limo), inclusiones (carbón particulado, rocas de diversas clases y tamaños, minerales, etc.) y propiedades cualitativas (textura, plasticidad, compactación, humedad). El Nivel es parte de una Capa: comparte la mayoría de características con la capa a la cual pertenece, pero presenta ciertas particularidades que lo distinguen de la misma. Esto quiere decir que la capa puede existir por sí sola, como un único estrato, o verse conformada por un conjunto de niveles. Para distinguir un nivel se han considerado, por ejemplo, fluctuaciones en la proporción de sus componentes (v.g. incremento de arena) o inclusiones (v.g. disminución de la cantidad de rocas) y cambios sutiles de sus propiedades (v.g. cambios de color, textura, etc.). Por su parte, los Lentes son estratos con características propias que aparecen indistintamente en capas o niveles pero con características singulares y, por lo general, en dimensiones muy reducidas. Debe aclararse, que en el presente estudio solo se describirán los más importantes. 59 En función de proveer un procedencia sistemática de las evidencias arqueológicas (Harris 1991: 31), la nomenclatura de los estratos está basada en el orden consecutivo de aparición, que por lo general es de arriba hacia abajo. Las capas fueron representadas con una letra mayúscula (ej. la Capa A seguida por la Capa B); los niveles se simbolizaron con un número arábigo, que se escribe al lado de la palabra Nivel, la misma que es separada de la capa a la cual pertenecen por una barra inclinada (ej. la Capa B/Nivel 1 seguido por Capa B/Nivel 2); y los lentes también fueron enumerados con número arábigos correlativos. Por su parte, el escrutinio de los registros reveló algunas diferencias en la descripción de los niveles, hecho similar a lo ocurrido con la terminología estratigráfica. En vista de estas irregularidades, el tercer paso consistió en estandarizar la descripción de los estratos al interior del ramal RL.02. Para ello se ha tenido en cuenta su génesis sedimentaria (estrato natural o antrópico, Posada 2007: 280); determinadas propiedades del suelo, tanto físicas (distribución, deposición, espesor) como morfológicas (componentes, inclusiones, color, textura, plasticidad, compactación y humedad); y las relaciones estratigráficas que guardan entre sí (clases de contacto). La combinación de estos atributos es, justamente, lo que le da a cada estrato una identidad única en la secuencia estratigráfica general. En aras de una mayor sistematización de los contenidos, la descripción de la estratigrafía ha seguido ciertas pautas de ordenamiento. Lo primero a especificar fue el origen, es decir, discernir si se trata de un estrato natural, antrópico, o indeterminado. En el caso de los estratos naturales, se decidió presentar las hipótesis sobre su formación puesto que su interpretación no se apoya en la evidencia arqueológica, como sí sucede con los estratos antrópicos. Por esa razón, y para no caer en contradicción con la teoría, las hipótesis sobre estos últimos se formularán luego de establecer la secuencia estratigráfica del ramal. II. El segundo paso fue la descripción de los estratos. Para ello se señaló de qué estaban compuestos: limo, arcilla y/o arena, similar a una descripción edafológica. Respecto a las arenas hemos decidido resaltar dos atributos: el grado de selección (Figura 3.1) y la esfericidad (véase Figura 3.1). Grados de selección Figura 3.1. Grados de selección y niveles de esfericidad (Vera 1990: 94, Figura 5.2). 60 Esfericidad Figura 3.2. Esfericidad de las rocas (modificado de Waters 1996: 28, Figure 2.9). Otro de los componentes fueron las inclusiones, las cuales pueden ser clásticas (grava, rocas de diversas clases y tamaños, minerales, etc.) o antrópicas (carbón particulado, ceniza, ecofactos, etc.). Se señaló el modo en cómo estas se distribuían, si fue focalizada o aleatoria, y en qué porcentaje. Para efectos prácticos, la determinación del porcentaje está basado en el manual Munsell, clasificándose cinco rangos: muy bajo, bajo, moderado, alto y muy alto. Asimismo, fue importante anotar su esfericidad, la cual se base en la siguiente imagen El siguiente punto a tratar en la descripción de los estratos fue sus propiedades morfológicas. Una de las primeras fue el color, el cual fue designado según el manual Munsell. En algunos casos no se pudo contar con dicho código, indicándose el color que aparecía en el informe. Otras propiedades morfológicas son: la textura, la plasticidad, la compactación y la humedad. La textura y la plasticidad han sido determinadas empleando diagramas edafológicos. En el caso de la textura se tienen doce opciones, las cuales dependen de los porcentajes de los componentes edafológicos básicos (Figura 3.3.a). Respecto a la plasticidad se tienen tres categorías: muy plástico, moderadamente plástico y poco plástico (Figura 3.3.b). Ambas se encuentran emparentadas, entendiéndose que a mayor porcentaje de arcilla, mayor plasticidad. Respecto a la compactación, se trabajó con una escala de cinco valores: muy baja, baja, moderada, alta y muy alta. En lo que concierne a la humedad, también se empleó una escala de cinco valores: seco, ligeramente húmedo, húmedo, muy húmedo y mojado. Opcionalmente, en algunos casos se ha indicado el grado de dificultad de extracción, fluctuando de muy sencillo a muy difícil. 61 b a Figura 3.3. Triángulo edafológico de la textura (a), y su correspondencia respecto a la plasticidad (b). Lo siguiente a describir fueron los aspectos físicos del estrato: su distribución a lo largo de la sección8, el espesor, su forma o geometría y, si se puede, la orientación de su deposición (horizontal o vertical). En ese sentido, la arquitectura del ramal es el principal condicionante de la estratigrafía, distinguiéndose durante el trabajo de campo una clara asociación entre algunos elementos arquitectónicos (p. ej. curvas o tributarios) y las oscilaciones físicas del estrato, principalmente su espesor. En vista de ello, se decidió implementar un Marcador Estratigráfico: una línea imaginaria que permite diferenciar cambios volumétricos de los sedimentos al interior de una sección. Los marcadores estratigráficos son contabilizados por ramal, representándoselos con las letras ME seguidas de un guión y un número correlativo que representa la cantidad de marcadores en el ramal. Por ejemplo: ME-1. Respecto a la forma del estrato, esta se distingue al correlacionar su relieve superficial y la base del mismo (que viene a ser la superficie del otro estrato o, según Harris (1991): la interfacie. Por razones prácticas, la forma ha sido definida siguiendo la clasificación hecha por Vera (1994) para estratos de origen geológico, tal como se aprecia en la siguiente imagen (Figura 3.4). 8 Siguiendo la terminología de Harris (1991: 77), la distribución y el espesor pueden ser entendidos como contorno: líneas que definen la extensión de una unidad de estratificación en las dos dimensiones horizontal y vertical. Como muchos estratos presentan tamaños y superficies de superposición diferentes, solamente una parte de sus contornos aparecerá en la superficie de un periodo particular del desarrollo topográfico de un yacimiento. 62 Figura 3.4. Geometría de los estratos (modificado de Vera 1994: 29, Figura 2.3). Lo siguiente que se identificó fue la clase de contacto. En primer lugar, se señaló si el contacto fue vertical u horizontal, lo cual aclara si existió superposición entre los estratos o si se encontraban uno al lado del otro. Para fines prácticos nos hemos basado en los principios geoarqueológicos de Waters (1996), quien propone tres clases de contacto: Abrupto, Gradual e Intercalado. A estas le hemos sumado el contacto Difuso, que ocurre cuando no es posible discernir ninguno de los anteriores (Figura 3.5). Para especificar el contacto se escribe primero la orientación (horizontal o vertical), seguido de una barra inclinada y la clase de contacto correspondiente. En el caso de que el contacto sea horizontal y vertical al mismo tiempo, se escriben ambas palabras separadas por un guión. Abrupto (a) Gradual (b) Intercalado (c) Difuso (d) Figura 3.5. Clases de contacto (modificado de Waters 1996: 69, Figure 2.26). 63 Por su parte, la mayoría de los estratos arqueológicos registrados en el ramal contenían en su interior cierto número de evidencias artefactuales de valor cronológico. Para fines prácticos, la cantidad de evidencias culturales por estrato ha sido cuantificada de acuerdo a densidades relativas, las cuales están basadas en observaciones de campo, informes técnicos e inventarios. De este modo, se han definido cinco rangos: muy baja, baja, moderada, alta y muy alta. La descripción de estas evidencias culturales estuvo acompañada con material fotográfico, particularmente la cerámica. III. El tercer paso de esta metodología fue construir la secuencia estratigráfica general del ramal RL.02. El primer paso fue correlacionar9 los estratos ya descritos con el fin de integrar las secuencias estratigráficas de cada sección. Los estratos coherentemente integrados han sido denominados Flujos por el hecho de encontrarse al interior de una estructura hidráulica. Para definir un Flujo se tomó en cuenta las propiedades genéticas, físicas y morfológicas del o de los estratos que lo conforma/n, su comportamiento, pero sobretodo la posición estratigráfica que tenía o tuvieron en la secuencia de la sección. Su conformación ha seguido estrictamente las leyes de la estratigrafía arqueológica, explicándose cual ley cumple en sus respectivas descripciones. Siguiendo esta teoría, no se tomó en cuenta las evidencias culturales halladas por considerárselas un argumento secundario para la formación de la secuencia estratigráfica. Para una mejor visualización, se ha hecho un anexo donde se expone las características generales del o de los estratos que conforma/n cada Flujo, exponiéndose de manera sintetizada los atributos arriba mencionados. Para evitar confusiones, cada vez que nos refiramos a un flujo en particular se escribirá la palabra Flujo, con la primera letra en mayúscula seguida de un número arábigo correlativo (ej. Flujo 1 seguido del Flujo 2). A diferencia de los estratos, la codificación de los flujos se hizo de manera inversa, siguiendo el orden de deposición de los sedimentos; es decir, de abajo hacia arriba, lo cual facilita la construcción y comprensión de la secuencia estratigráfica general. Las descripciones exponen la posible historia de su trayectoria, desde su posible fuente de abastecimiento hasta los límites de su distribución en el ramal. Asimismo, se discute los procesos de su sedimentación y el rol que tuvo la arquitectura como condicionante de su recorrido. Los Flujos han sido clasificados en tres categorías: a) Flujos hidráulicos, b) Flujos manuales y c) Flujos edáficos. Los primeros hacen referencia a aquellos depósitos cuya trayectoria nos sugiere que su estado 9 Correlacionar, en el sentido estratigráfico, significa mostrar las correspondencias entre la naturaleza y la posición estratigráfica (Harris 1991: 146). 64 inicial de deposición fue sustancialmente líquido, por lo cual habrían estado sujetos a las leyes de las fuerzas hidráulicas (Villón 2007). Estos flujos pueden ser de origen natural o antrópico. Si seguimos las fuentes de abastecimiento propuestas para el Canal de Rocas (véase Capítulo 5) podríamos identificar la naturaleza de los flujos hidráulicos de origen natural, existiendo dos posibilidades: pluvial o fluvial. Por su parte, los Flujos manuales hacen referencia a aquellos depósitos antrópico que se vertieron intencionalmente al interior del canal. La principal diferencia entre los flujos hidráulicos de origen antrópico y los flujos manuales recae en la conciencia del sistema. En el primer caso se habría empleado el sistema para trasladar un depósito de un punto A hacia un punto B, y en el segundo, se habría hecho el depositó en un punto fijo. Por último, los Flujos edáficos hacen referencia a aquellos depósitos que se forman naturalmente como parte de los procesos edafológico de un sitio arqueológico. Por eso, esta clase de flujos siempre serán de origen natural. IV. El cuarto paso fue establecer una secuencia de fases, cumpliendo de este modo el tercer objetivo específico de nuestro estudio. Para las interpretaciones de esta secuencia se tomó en cuenta las características físicas de los flujos, sus evidencias culturales y el entendimiento de las posibles funciones del ramal RL.02 desde una perspectiva estratigráfica. Para efectos prácticos, cada uno de estas fases fue denominada como Fase, siempre en mayúscula, seguida de un nombre que englobe su interpretación, por ejemplo: Fase Chavín o Fase Recuay. Para que la confección de esta secuencia sea lo suficientemente fehaciente y clara hemos procurado que esté correctamente ceñida a las leyes estratigráficas. Esto nos permitió elaborar el esbozo de la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02, y de este modo, la periodización de las evidencias culturales depositadas en su interior. 3.4 Análisis ceramográfico Siguiendo los fundamentos teóricos expuestos en el capítulo anterior, la principal tarea de un estudio cerámico es la comparación, sea esta de vasija con vasija y/o de grupos alfareros (assemblage en Orton et al. 1993). En Arqueología, esta tarea frecuentemente se ha resuelto mediante un análisis tipológico de la cerámica, ya sea de su forma, decoración y/o fabricación. En lo que respecta a nuestra tipología hemos considerado exclusivamente la forma de la vasija. La decoración ha sido entendida como un aspecto importante, pero secundario; y la fabricación no ha sido tomada en cuenta. Esta decisión se basó en dos razones: 1) el empleo de la forma como unidad comparativa hace que la tipología propuesta sea fácilmente 65 comparable con otros muestras de cerámica, tal como sugiere la bibliografía especializada (Orton et al. 1993: 34); y 2) si bien es cierto que un análisis de la fabricación le habría dado un mejor soporte a nuestro estudio (Orton et al. 1993), una revisión crítica de la literatura pertinente (Amat 2004; Bennett 1944; Burger 1998; Kane 2008; Lau 2002-2004, 2011; Lumbreras 1977, 1989, 2007, 2014; Tello 1960) nos permite asumir que las formas y atributos decorativos de ambas épocas, Chavín y Recuay, son realmente muy contrastantes, lo cual es de gran ayuda para resolver el problema de periodización de los canales subterráneos, objetivo general de la investigación. Lo primero en explicar son los términos formales para la descripción de una vasija, con lo cual se puede configurar una metodología más estandarizada. A seguir, presentamos una lista de las partes de una vasija y su gráfico correspondiente (Figura 3.6): A) Boca: Agujero de entrada de la vasija ubicado en la parte superior B) Labio: Extremo superior del borde de la vasija C) Borde: Extremo superior del gollete o cuello. D) Cuello/gollete: Parte superior de una vasija sobre el cuerpo, generalmente estrecho. E) Asa: Parte accesoria de ciertas vasijas, que sirven para asirla o sostenerla. F) Cuerpo: Parte principal de la vasija. Se sitúa entre la base y el cuello, y es donde reposan se usan y manipulan los contenidos. G) Base: parte inferior de una vasija sobre la cual se asienta. La tipología que hemos aplicado a los bordes de cerámica recuperados del ramal RL.02 consta de tres niveles: 1) categoría morfo-funcional, 2) tipo y 3) variante. Si bien es cierto que esta naturaleza jerárquica puede tener ciertas complicaciones (Orton et al. 1993), su configuración ha tratado de seguir las recomendaciones que se han hecho para la elaboración de cualquier tipología exitosa (ibíd., 1993: 152): i) Las vasijas que pertenecen al mismo tipo deben de ser similares. ii) Las vasijas que pertenecen a diferentes tipos deben ser disímiles. iii) Los tipos deben ser definidos con la precisión suficiente que permita a otros investigadores duplicar su clasificación y que no oculte información alguna. iv) La tipología debe ser capaz de expandirse, siendo posible que pueda ingresar un tipo nuevo. 66 Figura 3.6. Parte de una vasija (Muro 2009: 127, Figura 91). El primer nivel se configuró al dividir la muestra total en ocho (8) categorías morfo-funcionales (Rice 1987: 215-217): platos, cuencos, cuencos grandes, ollas con cuello, ollas sin cuello, vasos, cántaros y botellas. Según el tamaño de su boca, estas categorías se clasifican en dos grandes grupos (Lumbreras 2005: 125): a. Vasijas abiertas: aquellas formas cuyo diámetro de abertura es igual o mayor que su diámetro mayor. Entre ellos tenemos a los platos, cuencos, cuencos grandes, ollas con cuello y ollas sin cuello. b. Vasijas cerradas: aquellas formas cuyo diámetro de abertura es menor que su diámetro mayor. Entre ellas tenemos a algunas ollas sin cuello, vasos, cántaros y botellas. A seguir, una breve descripción de estas categorías y sus posibles funciones (Rice 1987): 67 Platos.- Vasijas abiertas de paredes marcadamente divergentes. Su diámetro máximo es el diámetro de su boca, y su altura puede llegar como máximo a ser un 1/5 del diámetro (Rice 1987: 216). Esta categoría pudo haber servido para procesar alimentos sin calor y/o transportar alimentos a cortas distancias. Cuencos.- Vasijas abiertas caracterizadas por tener un rango de altura entre 1/5 y 1/3 del diámetro de su boca, siendo lo suficientemente profundas como para contener líquidos (Rice 1987: 216). Los cuencos no presentan cuellos, pero sí pueden llegar a presentar lo que se conoce como collar (ibíd., 213, Figure 7.2g). Esta categoría pudo haber servido para almacenar productos, procesar alimentos sin calor y/o transportar alimentos a cortas distancias. Cuencos grandes.- Vasijas abiertas morfológicamente similares a la de un cuenco, pero de proporciones exponencialmente más grandes. Su diámetro varía de 25 a más de 50 cm y sus paredes pueden llegar a tener más de 20 mm de espesor. Esta forma es advertida por Burger (1984, 1998) y se encuentra estrechamente relacionada con la época Chavín. Esta categoría pudo haber servido para almacenar productos, procesar alimentos con o sin calor y/o transportar alimentos a cortas distancias. Ollas con cuello.- Vasijas abiertas de cuerpo globular con un cuello en su parte superior. Por lo general este último es divergente al eje vertical de la vasija. No hemos podido determinar una correspondencia exacta entre el diámetro de su boca y la altura, dado que esta última depende de la variación en la forma del cuerpo. ´No obstante, la dimensión de su boca habría permitido manipular manualmente los contenidos que hayan estado en su interior. Esta categoría pudo haber servido para almacenar productos a corto o largo plazo, y procesar alimentos con o sin calor. Ollas sin cuello.- Vasijas abiertas o cerradas de cuerpo globular. Al igual que en el caso anterior, no se pudo determinar una correspondencia entre el diámetro y la altura; y la dimensión de su boca sugiere la manipulación manual de los contenidos que hayan estado en su interior. Esta categoría pudo haber servido para almacenar productos a corto o largo plazo, y procesar alimentos con o sin calor. 68 Vasos.- Vasijas cerradas10 cuya altura es mucho mayor al diámetro de la boca (Rice 1987: 217). Esta categoría pudo haber servido para transportar alimentos, particularmente líquidos, a corta distancia. Cántaros.- Vasijas cerradas de cuerpo globular con un cuello en su parte superior. Las paredes del cuello son, por lo general, divergentes al eje vertical de la vasija; y el cuerpo puede presentar varias formas. Esta categoría pudo haber servido para almacenar líquidos a corto o largo plazo, y transportar líquidos a cortas o largas distancias. Botellas.- Vasijas cerradas de cuerpo globular con un cuello en su parte superior. La principal diferencia con los cántaros es su tamaño y diámetro, los cuales suelen ser mucho menores. En teoría, su altura es al menos cuatro veces el diámetro de su boca, y que presenta un cuello y borde al menos dos tercios menor que el resto del cuerpo. Esta categoría pudo haber servido para almacenar líquidos a corto o largo plazo, pero principalmente habría funcionado para servir líquidos fríos o calientes a cortas distancias. El segundo nivel se establece al identificar en cada categoría morfo-funcional la presencia de “tipos”, formas de vasija que comparten ciertos atributos morfológicos, como por ejemplo: la orientación (divergente-convergente) y forma (cóncavo-convexo) de sus paredes o la forma del cuerpo (ej. elipsoide, ovoide). La adscripción de un fragmento a cualquiera tipo en específico fue hecha por medio de un examen visual del dibujo técnico. Los tipos fueron nominados según la categoría morfo-funcional a la que pertenecen seguida de un número arábigo correlativo. Por ejemplo, Cuenco 1 seguido de Cuenco 2. El ordenamiento de los tipos siguió la clasificación de las categorías morfo-funcionales, comenzando con vasijas abiertas y concluyendo con vasijas cerradas. El tercer nivel fue más específico, tratándose de reconocer en el tipo la presencia de “variantes”. La determinación de una variante fue posible gracias a ciertas modificaciones morfológicas o peculiaridades específicas de uno o más fragmentos al interior de un tipo, como por ejemplo: diferencias marcadas del labio o el borde, la orientación del cuello, o la presencia/ausencia de algún elemento (ej. vertedera). Es importante aclarar que, no todos los tipos presentan variantes, por lo que su existencia es circunstancial. La nominación de las variantes fue simbolizada con una letra mayúscula correlativa que se escribe al lado del número designado al tipo. Por ejemplo: Plato 2A seguido de Plato 2B. 10 Los vasos también pueden ser considerados como vasijas abiertas (Rice 1987: 217). 69 De lo dicho hasta aquí se desprende que los niveles de la tipología morfo-funcional dependen del enfoque: de lo general a lo particular, tal como se expone en el siguiente mapa conceptual: CATEGORIA MORFO‐FUNCIONAL Implica el reconocimiento de un grupo de vasijas que cumplieron una misma función, y por tanto presentan una forma parecida. TIPO Implica el reconocimiento de un sub‐grupo de vasijas al interior de una categoría que presentan características relativamente semejantes que permiten agruparlas. VARIANTE Implica el reconocimiento de grupos menores dentro de un tipo que se pueden caracterizar por particularidades muy específicas. Figura 3.7. Mapa conceptual de la tipología morfo-funcional (modificado de Muro 2009: 128, Figura 90). Según el protocolo del laboratorio del Proyecto de Investigación y Conservación en Chavín de Huántar de la Universidad de Stanford (PIACH), los fragmentos recuperados de las excavaciones arqueológicas son limpiados, pesados y colocados en bolsas plástica de cierre hermético en donde se indica el peso, la cantidad y el nivel al cual pertenecen. Para el registro del inventario, los fragmentos se clasifican en tres categorías: cerámica llana (cuerpos sin decoración), cerámica diagnóstica (bordes, bases, asas, uniones cuello-cuerpo) y cerámica decorada (cualquier fragmento que presente alguna decoración). Esta división inicial del material cerámico fue de gran ayuda al momento elegir y contabilizar la muestra para el estudio. Sin embargo, cabe aclarar que en pos de cumplir con nuestros objetivos, las categorías de cerámica diagnóstica y cerámica decorada fueron agrupadas en una sola: fragmentos diagnósticos, los cuales comprendieron bordes, bordes decorados, cuellos, bases, bases decoradas, uniones cuello-cuerpo, uniones cuello-cuerpo decorados, cuerpos decorados y asas. El total de fragmentos –llanos y diagnósticos– recuperados al interior del ramal RL.02 fue de 2290 tiestos. El total de fragmentos diagnósticos ascendía a 656, lo que equivale al 28.65% del total. Dado que nuestro objetivo específico fue identificar la filiación cultural según la morfología de la vasija, el presente estudio 70 solo ha tomado en consideración los bordes y bordes decorados, los cuales suman un total de 377 fragmentos. A la hora de realizar el análisis nos percatamos que varios de ellos presentaban cierta particularidad, como el tamaño muy pequeño o un labio fracturado, que hacía complicado trabajar con ellos. Esto redujo la cantidad de la muestra a 325 fragmentos, lo que equivale a 14.19% del universo total de fragmentos recuperados al interior de RL.02 o al 49.54% del total de fragmentos diagnósticos. Conociendo la muestra del estudio, decidimos hacer un análisis tipológico en 7 pasos11: I. El primer paso fue la rotulación de cada fragmento, para lo cual se empleó esmalte y tinta. El rótulo especifica una contracción de la unidad de excavación y una secuencia numérica que representa la cantidad de especímenes en cada una de las unidades. Por ejemplo, SW21-I1-1 seguido de SW21-I1-2. II. El segundo paso fue la fotografía individual de cada fragmento. III. El tercero fue el dibujo técnico de cada borde para así obtener la forma de la vasija. Los dibujos se hicieron escala 1:1 lo cual permite captar con más detalles las sutilezas de las formas, ya sean tipos o variantes, y además, contribuye a familiarizarnos con el material analizado; haciendo del dibujo técnico la opción más viable de representación gráfica (Muro 2009: 127). Para mayor exactitud se prestó mucha atención a las proporciones y a la orientación del labio (Ikehara 2007: 60). Por lo general, los tipos y variantes son representados con un único ejemplo ilustrado (Orton et al. 1993: 153), pero en nuestro análisis hemos decidido plasmar más imágenes, particularmente cuando se trata de bordes decorados. Con ello buscamos representar lo mejor posible la variabilidad interna de la vajilla (Muro 2009: 127). La digitalización de los tipos se hizo con el programa Corel Draw X7. Cabe mencionar que, los fragmentos decorados que aparezcan a la izquierda del eje siempre representaran la superficie externa, y los que aparezcan a la derecha, la superficie interna. IV. El cuarto paso fue la comparación visual de los dibujos en pos de clasificarlos en tipos y variantes. Para mayor precisión, uno de nuestros principales referentes de esta comparación fue la orientación de las paredes, las cuales pueden cotejarse fácilmente con el dibujo técnico. Cada tipo definido era separado en un sobre aparte, y luego, este era revisado en busca de variantes. 11 Los tres primeros pasos se llevaron a cabo en el laboratorio del PIACH, en el pueblo de Chavín de Huántar. 71 V. El quinto paso fue la descripción de los tipos. En vista de las incertidumbres que se tienen sobre las evidencias culturales presente en los canales subterráneos hemos decidido hacer un retrato detallado en el que se exponga la cantidad de fragmentos relativos a cada tipo y variante, el número mínimo de vasijas (NMV), su ubicación en la secuencia estratigráfica, y la caracterización del tipo con su respectiva filiación cultural. Para una mayor legibilidad y comprensión de los tipos morfo-funcionales, unos datos fueron narrados y otros, esquematizados en una tabla. Los primeros hacen referencia a la cantidad de fragmentos correspondientes al tipo, a la cantidad de vasijas y a su locación en la secuencia de flujos. La cantidad fue representada por la letra n seguida de un igual más el número total de tiestos de fragmentos, y al lado, entre corchetes, el NMV; por ejemplo (ej. n= #, [#]). Cabe recordar que utilizar el NMV para comparar muestras de cerámica puede ser complicado (Orton et al. 1993: 168-169), por ende estuvimos muy alertas a los diferentes grados de completitud (completeness) y rompimiento (brokenness), lo que disminuye la posibilidad de error en la representación de las vasijas12. En aquellos casos donde se hallaron fragmentos compatibles, se explicará cuántos y dónde fueron hallados. En caso de que los fragmentos sean compatibles y estén en flujos distintos, la pertenencia a un flujo específico se decidió circunstancialmente. Lo que siguió fue la localización de los fragmentos en la secuencia estratigráfica. Para ello se tuvo en consideración algunas particularidades de la secuencia, como las posibles áreas de mezcla y/o los estratos de origen. Antes de seguir con los datos que fueron esquematizados en un cuadro, creemos conveniente explicar los conceptos que hemos empleado para estandarizar las descripciones. El primer punto está relacionado con la orientación y curvatura de las paredes, lo cual atañe tanto al cuerpo de la vasija, como a los bordes y cuellos. Gracias a la combinación de estos aspectos es posible recrear la forma de una vasija, por lo que su descripción es sumamente importante (véase Rice 1987: 219, Figure 7.6). Para efectos prácticos se han considerado nueve opciones, tal y como se muestra en la siguiente imagen (Figura 3.8): En varios casos fue necesario añadir una característica más a las paredes, para lo cual empleamos el uso de adverbios, como: marcadamente divergentes o sutilmente/ligeramente convexas13. Sea cual sea el caso, esta gradación fue siempre circunstancial a la categoría morfo-funcional a la que perteneció el tipo. 12 Esto puede verse rectificado en el uso que le hemos dado a los corchetes en las descripciones de los tipos. 13 Similar a las descripciones de Burger (1998: 408). 72 Figura 3.8. Orientación y curvatura de las paredes de una vasija (Muro 2005: 129, Figura 93). El segundo punto hace referencia al grosor de las paredes. Si bien esta medida puede referirse a la totalidad de la vasija, en nuestro análisis solo hará referencia al cuerpo, al borde y/o al cuello. Cabe precisar que, generalmente, existe una relación directamente proporcional entre el grosor de las paredes y el diámetro de la vasija, lo cual puede estar asociado a la función primaria de la vasija (Rice 1987: 227). En vista de esta facultad, el grosor fue clasificado en tres rangos (Tabla 3.2): Grosor Rango (mm) Delgado ≤ 3 Mediano 3.1 – 7.9 Grueso 8 a más Tabla 3.2. Rangos del grosor de las paredes de una vasija. El tercer punto está vinculado a la geometría de las formas. Muchos tipos de vasija pueden ser clasificados teniendo como referencia formas geométricas sólidas, tales como esferas, elipsoides, ovoides, cilíndricas, hiperboloides y cónicas (Orton et al. 1993: 158; Rice 1987: 211-222; Shepard 1985, 233-235, Figs. 23-24). De este modo, una vasija de forma simple puede ser representada por un sólido con segmentos removidos, mientras que una vasija de forma compleja puede ser simbolizada por varios diferentes segmentos. Para 73 efectos prácticos seguiremos las formas geométricas propuestas por Ann Shepard (1985), las cuales están plasmadas en la Figura 3.9. Figura 3.9. Formas geométricas sólidas que sirven de referente para la forma de una vasija: esférica (a), elipsoide (b- c), ovoide (d-e), cilíndrica (f), hiperboloide (g) y cónica (h) (modificado de Shepard 1985: 234, Fig. 25; 235, Fig. 26). 74 El cuarto punto hacer referencia al labio. Esta parte de la vasija es importante puesto que nos permite orientar los bordes y porque nos puede brindar indicios sobre cierta funcionalidad primaria. Siguiendo la tipología de Muro (2009), se tienen las siguientes nueves opciones: convexo redondeado, ojival, medio ojival, recto aplanado, cóncavo, biselado, doble biselado y recto acanalado (Figura 3.10). En función a nuestro material de estudio hemos añadido otras dos alternativas: biselado externo, cuando el bisel se encuentra hacia la superficie externa, y biselado interno, cuando se da lo opuesto. Figura 3.10. Clasificación de labios (Muro 2009: 129, Figura 92). El quinto punto corresponde al diámetro de la boca. Por practicidad se determinaron cinco (5) rangos, los cuales surgen de una comparación visual de la muestra con la que hemos trabajado (Tabla 3.3). Diámetro Rango (cm) Muy pequeño 1 – 5 Pequeño 6 – 12 Mediano 13 – 18 Grande 19 – 35 Muy Grande 36 – a más Tabla 3.3. Rangos del diámetro de la boca de una vasija. El sexto punto se refiere a la filiación cultural de los tipos. Su identificación fue de suma importancia para nuestro análisis puesto que nos brinda el referente cronológico necesario para la determinación de los grupos alfareros, lo cual nos permite elaborar la secuencia arqueoestratigráfica, y con ello la periodización de las evidencias culturales del ramal RL.02. Como se mencionó al inicio de este apartado, nuestra tipología se basa en la comparación con otros grupos alfareros. Por consiguiente, la filiación cultural de un tipo 75 morfo-funcional se obtuvo luego de compararlo visualmente con otros conjuntos publicados en la literatura pertinente (Amat 2004; Bennett 1944; Burger 1984, 1988; Contreras 2007; Grieder 1978; Ibarra 2004; Inokuchi 1998; Lumbreras 1977, 1993, 2007, 2014; Lau 2002-2004, 2011; Lumbreras & Amat 1969; Mesía 2007; Morales 1998b; Rick 2014; Rick et al. 2009; Orsini 2005; Sayre 2010; Tello 1960). En varios casos, su determinación se vio reforzada con la presencia de bordes decorados (Orton et al. 1993: 80-81), lo cual permitió fijar un estilo particular a un periodo específico. De acuerdo al marco cronológico que estamos manejando, se tuvieron tres opciones para la filiación cultural del material cerámico: época Chavín, época Recuay o Indeterminada. Dada la incertidumbre que se tiene sobre los estilos alfareros para ambas épocas (Kane 2008; Lau 2011; Rick 2014), la identificación de los mismos fue de importancia secundaria para la presente investigación. No obstante, en aquellos casos donde sí se llegó a reconocer un estilo en particular, como por ejemplo el estilo Janabarriu o el Blanco sobre Rojo, se especificó el periodo al que correspondería, Blanco & Negro para el primero, Huarás para el segundo. Considerándose la información hasta aquí presentada, lo que sigue a continuación es la explicación de la tabla preparada para describir los tipos morfo-funcionales: Cuerpo Se especificó la orientación y curvatura de las paredes, seguido del grosor y la forma geométrica. En aquellos casos donde no se pudo determinar el cuerpo o algunos de estos atributos se escribió indeterminado/a. Por ejemplo: Paredes: convexas – convergentes. Grosor: mediano/grueso. Forma: ovoide. Como se ve en el modelo, en caso de que existan varias opciones del grosor estas serán separadas por una barra inclinada (slash). Cuello / Esta opción fue exclusiva de cuatro categorías: cuencos (con collar), ollas con cuello, Collar cántaros y botellas. La mayoría de los tipos que corresponden a estas categorías se definieron gracias a las características del cuello, por lo que su descripción es relevante para la configuración del tipo. Aquí se especificó la orientación y curvatura de sus paredes, seguido del grosor y la clase de unión que tendrían con el cuerpo: continua o angular. Por ejemplo: Recto/Cóncavo – marcadamente divergente. Grosor: mediano/grueso. Unión: continua. Borde En esta casilla se notificó alguna observación particular del borde. Por ejemplo, si fue ligeramente engrosado o adelgazado antes de llegar al labio, si fue irregular, o lo que se considere pertinente. 76 Labio Se especificó la/s clase/s de labio que presentó el tipo morfo-funcional. En algunos casos fue oportuno hacer alguna observación. Boca Se anotó los rangos de diámetro correspondientes. Por ejemplo: Mediana y pequeña. Variantes Aquí se explican las razones por las que se crearon las variantes, como por ejemplo: la presencia/ausencia de una vertedera, las diferencias en la orientación del cuello, cambios sutiles en la orientación de las paredes, el grosor de las paredes, distinciones del labio o del borde, la clase de unión con el cuerpo u otra característica que se considere conveniente. Por ejemplo: 12A: Cuello recto – marcadamente divergente. 12B: Cuello cóncavo – marcadamente divergente. Como se ve en el modelo, la principal diferencia de las variantes es la curvatura de las paredes del cuello. Recuérdese que la determinación de una variante es circunstancial al tipo morfo-funcional. Decorados En esta casilla se anotó la ausencia/presencia de bordes decorados. En caso de que se presenten se escribió directamente el rótulo del fragmento subrayado seguido de un punto y guión, más la respectiva explicación de su decoración. Por ejemplo: SW20-251.- Relativo a la variante 12A. La decoración consiste en la aplicación de pintura roja sobre una superficie externa alisada de color naranja claro. La pintura fue “mal” aplicada alrededor del labio, como si hubiese sido “chorreada”. Como se ve en el ejemplo, cuando existan variantes, esto fue lo primero en anotarse. En caso de los fragmentos compatibles, se escriben los números de los tiestos separados por un slash. Por ejemplo: SW3-197/198. En aquellos casos donde se reconoció que los fragmentos de una misma vasija se encontraban en diferentes unidades de excavación y/o en distintos flujos se empleó el símbolo (+). Por ejemplo: SWD1-42/42 + SWD2-21/24. Filiación La identificación de la filiación cultural de la forma puede ser consultada en el Anexo 2 y el cotejo de la decoración en el Anexo 3. En algunas ocasiones fue pertinente evidenciar algunos fragmentos con fotografías, las cuales pueden ser revisadas en el Anexo 4. La filiación cultural fue siempre descrita como probabilidad y en subjuntivo. En ese sentido, se tuvo una mayor certeza de la filiación cultural cuando la cantidad de especímenes similares en otras muestras publicadas fue alta; y menos certeza, cuando sucedió lo contrario. Así por ejemplo, cuando la filiación cultural fue obvia se escribió la palabra sería; cuando hubo una mayor probabilidad se escribió muy 77 probable que sea; y cuando la probabilidad fue menor, es probable que sea. En caso de que se pueda discernir un periodo en específico, este se escribirá al final, después de la época. Por ejemplo: Por la forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) es muy probable que sea un cántaro de la época Recuay, periodo Huarás. Es preciso mencionar ciertos puntos respecto a la bibliografía consultada. En aquellas publicaciones donde no se especifique la imagen se hizo una lectura por columnas y posición, leyéndose de arriba hacia abajo. Así por ejemplo tenemos, columna central, 4to y 5to. En caso de que no haya columnas, la referencia fue más específica, por ejemplo: esquina inferior izquierda. En el caso particular del libro “Excavaciones en la Plaza Circular y el Atrio del Lanzón en Chavín de Huántar” (Lumbreras 2014) se hizo la comparación visual con todo el corpus de cerámica, que incluye fragmentos de toda la época Recuay (Huarás, Mariash, Callejón). Esta decisión se debe a dos razones: 1) el corpus procede de un área adyacente a la nuestra, por lo que podrían estar emparentadas contextualmente; y 2) porque todavía existen inseguridades respecto a la secuencia alfarera de la época Recuay en el Callejón de Conchucos. Es importante mencionar que, la utilización de este corpus fue hecha con sumo cuidado puesto que no se publicaron los diámetros correspondientes, lo que debilita en cierto modo este cotejo. IV. El sexto paso fue la cuantificación de los datos. Al respecto, cabe precisar que, aunque deseemos la cuantificación de los datos no es, ni será absoluta pues siempre habrá un sesgo, una probabilidad de error (Orton et al. 1993: 76). Por eso lo que importa no es la totalidad en sí, sino la proporción de los tipos presentes en la muestra; es decir, la composición de los grupos alfareros identificados (ibíd., 166-167). Con esta consideración, lo primero en contabilizarse fue lo siguiente: los tipos identificados, la cantidad de formas que se obtuvieron por cada categoría, el número de fragmentos por cada tipo, el porcentaje en la muestra y el número mínimo de vasijas (NMV). Todo esto fue presentado en una tabla. Con el NMV establecido, lo segundo en contabilizarse fue la correlación entre los tipos definidos y su filiación cultural. Esto paso es muy importante porque nos permite saber el NMV por grupo alfarero, lo cual nos conduce a una comparación más precisa de los mismos. Esto fue plasmado en una tabla donde se expone la categoría, el grupo alfarero, y el total del NMV por grupo alfarero: Chavín, Recuay o Indeterminado. 78 Lo tercero que se contabilizó fue la correlación entre los tipos de cada grupo alfarero y la función de su categoría (intended use en Skibo 1992). Para ello se agruparon las vasijas según las tareas para lo que estuvieron destinadas, obteniéndose tres grupos: 1) Aquellas que fabricadas para servir alimentos sólidos y/o líquidos a cortas distancias, como platos, cuencos y cuencos grandes; 2) Aquellas fabricadas para servir alimentos exclusivamente líquidos a cortas distancias, como los vasos, cántaros y botellas; y 3) Aquellas fabricadas para la preparación y almacenamiento de alimentos, como las ollas con y sin cuello. En este grupo podría considerarse también algunos tipos de cántaros. Esta cuantificación fue plasmada con un gráfico de barras, donde se hizo la distinción de los grupos por medio de una diferencia de colores. VII. El séptimo paso fue la seriación de los grupos alfareros en función de la secuencia estratigráfica, cumpliendo de esta manera el cuarto objetivo específico de la tesis. Lo primero que hicimos fue explicar la distribución de los tipos en acorde con la secuencia estratigráfica del capítulo anterior. Esto fue plasmado en gráficos anulares, en donde se detalló porcentualmente la distribución de las vasijas por grupo alfarero. Para reforzar dicha correlación y designar una filiación cultural más específica, lo segundo en hacerse fue designar un periodo específico para cada flujo según el estilo de las vasijas decoradas. Para ello se empleó una tabla donde se detalla el tipo de variante, la cantidad de vasijas – incluidas las decoradas –, los estilos y la cantidad de vasijas que correspondieron a dicho estilo. Entender la distribución de los tipos y estilos alfareros fue de suma importancia para entender el comportamiento de las evidencias al interior del ramal RL.02, lo cual nos condujo a explicar el proceso de formación que tuvieron los depósitos culturales y con ello develar el verdadero grado de mezcla entre ellos. Cabe señalar que no todos los flujos tuvieron la evidencia necesaria para designarle un periodo en particular, lo cual es completamente válido en un contexto donde se depositan flujos de distinta naturaleza. Con la periodización de los flujos, lo tercero en hacerse fue resolver los tipos del Grupo Alfarero Indeterminado; cambiando así, la cuantificación inicial del NMV. Con estas nuevas cifras se graficó la seriación de los tipos morfo-funcionales mediante el método Ford, un diagrama en el que una barra horizontal representa la frecuencia de un grupo alfarero en un flujo determinado. Para efectos didácticos, cada grupo alfarero tiene un color particular: azul para Chavín, rojo para Recuay, y Amarillo para 79 Indeterminado. Este gráfico fue determinante para entender el comportamiento de la secuencia arqueoestratigráfica; y en particular, las áreas de mezcla, locaciones donde se observó una clara combinación de la evidencia alfarera. Para efectos prácticos y explicativos, estas fueron enumeradas con número arábigos correlativos: área de mezcla 1 seguido de área de mezcla 2. Asimismo, los detalles de los tipos y estilos presentes en dichas locaciones fueron expuestos en una tabla por cada área de mezcla. VIII. El octavo paso fue conjugar los resultados de los tres análisis y fijar la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02, completándose de este modo, el quinto y último objetivo específico. Esta parte le corresponde a la Discusión, enfatizándose el periodo B&N. Para una adecuada interpretación se destaca: la secuencia constructiva, la secuencia estratigráfica y su comportamiento, la temporalidad de los flujos, la distribución y comportamiento de los grupos alfareros, su grado de mezcla, y su comparación con otras secuencias arqueoestratigráficas del Canal de Rocas y Chavín de Huántar. Para una mayor resolución, la secuencia arqueoestratigráfica fue subdividida en fases, y estas a su vez episodios. Las primeras reciben una denominación literal, como fase Chavín, y los segundos fueron enumerados con números arábigos correlativos, comenzando con el número uno (1). Las deducciones planteadas sirvieron de base para interpretar el desempeño del ramal RL.02 en las diferentes épocas de su historia, lo cual nos condujo a entender el funcionamiento del Sector Rocas Lanzón, y por consiguiente, del Canal de Rocas durante el periodo B&N. De este modo, se pudo hacer una correlación entre las funciones del sistema hidráulico con la historia de Chavín de Huántar. Todo lo expuesto fue sintetizado en una tabla donde se expuso las partes que atañen a la arquitectura, a los flujos estratigráficos, y a los estilos alfareros – decorativos o morfo-funcionales– más diagnósticos para la periodización del contexto. Se espera que el resultado obtenido sea lo más fehaciente y convincente posible. A continuación, se describe el monumento arqueológico Chavín de Huántar. 80 Capítulo 4. Chavín de Huántar El sitio arqueológico Chavín de Huántar se localiza en el pueblo homónimo, distrito del mismo nombre, provincia de Huari, departamento de Ancash, Perú (Figura 4.1; coordenadas UTM E261250 E, N8939050; Longitud 77,17° y Latitud 9,59°). Se encuentra a 3180 m.s.n.m., al sur de un estrecho valle conocido actualmente como el Callejón de Conchucos. Figura 4.1. Localización de Chavín de Huántar (imágenes modificadas de Google Maps e Ibarra 2004: 252, Figura 1). 81 Este monumento arqueológico fue construido en un cono de deyección formado por la rivera oeste del río Mosna, que corre en dirección sur-norte, y la ribera sur del río Wacheqsa, tributario del primero que desciende caudalosamente por el oeste. La unión de estos ríos divide el sitio arqueológico en tres grandes áreas (Figura 4.2); siendo necesaria la construcción de, por lo menos, dos puentes para su respectiva intercomunicación (Lumbreras 2007): 1. Al sur se construyó el centro ceremonial formativo y es el área que concentra la mayor cantidad de edificios monumentales. Este lado está seccionado por una carretera antigua que divide las edificaciones en dos zonas: la monumental, donde se encuentra el afamado “Castillo”; y la occidental, donde se hayan restos de menor envergadura. Su extensión mide aproximadamente 1 por 3 km, abarcando alrededor de 13 ha (Tello 1960: 49). Esta área se encuentra delimitada por los márgenes de ambos ríos y por la ladera oriental del Cerro Cochas (también conocido como Puca Orqo en Lumbreras 1989). 2. Al norte se desarrolla el actual pueblo de Chavín de Huántar, ocupado principalmente por agricultores y comerciantes (Lumbreras 1989: 14). 3. Al este se desarrollan las comunidades de Gaucho (también Qaucho o Jaucho en Espejo 1956) y Mariash, pertenecientes políticamente al distrito de San Marcos, provincia de Huari. Arqueológicamente, esta área es conocida como La Banda. Algunos indicios sugieren que hubo un puente a la altura de un gran peñón (Tello 1960: 118). Mariash Gaucho Carretera La Banda Chavín-San Marcos Pueblo Actual Río Mosna Carretera antigua Río Wacheqsa La Florida Shallapa Figura 4.2. Fotografía aérea de Chavín de Huántar (modificado de Mesía 2007: Figure 01). El triángulo amarillo es el Tinkuy de los ríos Mosna y Wacheqsa. 82 Como ‹‹lugar››, Chavín de Huántar estuvo ocupado desde una era muy temprana. El Proyecto de Investigación y Conservación en Chavín de Huántar (PIACH) ha revelado recientemente una ocupación humana enmarcada cronológicamente entre el 3350 y 2150 a.C. (Rick et al. 2009: 111-112), que corresponde al Periodo Arcaico Tardío (3500-1700 a.C.). Este asentamiento ha sido reconocido gracias al hallazgo de contextos pre-cerámicos en el pueblo actual de Chavín (Rick et al. 2009) y en La Banda (Rick 2008). Aunque por el momento no se han realizado investigaciones más profundas sobre el tema, es muy probable que la industria lítica documentada en dichos contextos se encuentre emparentada con el Complejo Lauricochense, identificado en varios sitios arqueológicos del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 98). En lo que concierne a los edificios monumentales, donde se enfoca nuestro estudio, estos siempre han sido un referente importante para las distintas sociedades que vivieron en esta parte del mundo (Lumbreras 1989: 9). Aquí se distinguen claramente dos épocas: Chavín y Recuay; lo que sugiere profundos cambios respecto al uso del mismo espacio, correlatos de un comportamiento social intencionado (Silverman 2002: 3). La primera se correlaciona con la era Formativa de los Andes Centrales (1800 – 200 d.C.); y la segunda, con el periodo Intermedio Temprano, conocido también como Desarrollos Regionales (200 d.C. – 600 d.C.). Este largo transcurrir que comprende más de 2000 años de historia es susceptible de ser dividido en periodos más cortos, los cuales están aún en proceso de definición. La época Chavín se habría desarrollado entre el 1200 hasta el 500/400 a.C., lapso de tiempo que concierne a la mayor parte del Periodo Formativo1. Esta época marca el inicio y el final de uno de los proyectos arquitectónicos más espectaculares de su tiempo: el centro ceremonial Chavín de Huántar. Este santuario se compone de plazas abiertas, plataformas, edificios monumentales, escalinatas, muros, caminos, galerías subterráneas, canales superficiales y subterráneos, entre otros elementos arquitectónicos. La mayoría de las plataformas y estructuras monumentales fueron levantadas en función de las plazas, configurándose dos edificios en U entrelazados y a diferentes alturas. Cada “U” tiene por lo menos una plaza axial: circular en la U norte, y cuadrangulares en la U sur. La intercomunicación entre las distintas áreas del complejo se habría dado por medio de escalinatas y caminos muy bien arreglados, dejando muy en claro su planificación arquitectónica (Burger 1992; Rick 2008; Rick et al. 299; Sayre 2010; Tello 1960). 1 Para entender este tiempo nos basamos en la propuesta cronológica del Dr. Peter Kaulicke (2010). En otra categorización del tiempo este rango temporal corresponde a una parte del Periodo Inicial y al Horizonte Temprano (Bischof 1998). 83 Desde una perspectiva regional, Chavín de Huántar sería uno de los centros ceremoniales más importantes –sino el más– de un movimiento religioso que marcó la era Formativa y que es una parte esencial de la prehistoria peruana: el culto Felínico (Larco 1946; Tello 1942: 88; para su discusión véase Kaulicke 2008a). La expresión de este culto ha sido plasmada en finísimas obras de arte que involucran varias materialidades: alfarería, metalurgia, trabajo en hueso, concha y piedra. Desde su exposición al mundo occidental, la litoescultura ha sido la más llamativa, sobreviviendo más de un centenar de piezas, entre las que se encuentra el Lanzón y las famosas “cabezas clavas”. En ellas se esculpieron seres fantásticos que surgen de la combinación entre lo humano y lo animal: serpientes, aves (águila y halcones) y felinos (jaguares) (Burger 1992; Campana 1995; Roe 1974; Rowe 1962; Olsen 1994). La configuración del arte Formativo entre otras evidencias culturales sugieren que el culto Felínico estaba fuertemente vinculado a la ingesta de enteógenos en contextos shamánicos (Iwasaki 1987; Rick 2006b). Por otro lado, en el pueblo actual de Chavín y en la comunidad de La Banda (Rick 2008; Sayre 2010) –las mismas locaciones de la era anterior– se han encontrado evidencias de lo que sería un centro proto-urbano muy sofisticado que habría albergado de 2000 a 3000 individuos (Burger 1984, 1992, 1998). En esta zona se han identificado áreas domésticas de diferente estatus, canales superficiales, muros megalíticos y talleres especializados (Burger 1984, 1992, 1998; Espejo 1956; Sayre 2010). Asimismo, en los alrededores de Chavín habrían existido varias pequeñas aldeas, como Pojoc y Waman Wain (Burger 1982), que servirían de satélites económicos, proporcionando recursos procedentes de altitudes más elevadas (p.ej. el charqui). Tras el final de la época Chavín, comienza la época Recuay, que abarca desde el 500/400 a.C. hasta el siglo VII (Ibarra 2004, 2009; Herrera et al. 2006; Lau 2002-2004, 2011). Los Recuay serían una sociedad originaria del Callejón de Huaylas, por lo que su presencia en Chavín ha sido considerada como un hecho intrusivo (Ibarra 2004; Lumbreras 1974: 46-47, 2007; Tello 1960). Según recientes investigaciones (Lau 2002-2004, 2011; Rick et al. 2009) los 10 u 11 siglos de esta época pueden ser divididos en 5 periodos: Huarás, Recuay, Recuay Tardío, Influencia Temprana Wari e Influencia Tardía Wari. El primero se desarrolla hacia finales del Periodo Formativo (Formativo Final y Epiformativo); el segundo y el tercero, durante la Era de los Desarrollos Regionales; y los dos últimos, durante el Horizonte Medio (Lau 2002-2004). En Chavín de Huántar, el inicio de la época Recuay comienza con el periodo Huarás, tiempo en el que se construyen áreas residenciales y ceremoniales sobre los antiguos edificios de la época 84 Chavín; observándose un claro contraste tecnológico que se sustenta muy bien en la superposición de las evidencias arqueológicas (Amat 1974; Atallah 2013; Bennett 1944; Lumbreras 1974, 1977, 1989; Tello 1960). Todo parece indicar que los Recuay transfiguraron el lugar de tal manera que convirtieron el santuario formativo en una activa y dinámica aldea. Los pobladores de esta época aprovecharon convenientemente la arquitectura previa; re-utilizando tanto los espacios “ocultos” (p.ej. las galerías), como los mampuestos y litoesculturas (lápidas y cabezas clavas) (Atallah 2013; Lumbreras 1974: 39-40, 2007: 117). Cabe mencionar, que esta reconfiguración del espacio no implicó una destrucción total del complejo, manteniéndose una gran parte de los estructuras, junto con algunas litoesculturas (Tello 1960: 4). La época Recuay finiquita con la llegada de los Wari al Callejón de Conchucos, entre los siglos VI y VII d.C. Al parecer, esta nueva fuerza política hizo desocupar el antiguo centro ceremonial, pero manteniendo a la población aledaña en su mismo lugar (Amat 1974: 33). Hacia el siglo XVI los cronistas coinciden en señalar que el río Mosna fue habitado por una etnia llamada Pincos; que probablemente haya sido políticamente dependiente de un grupo más amplio y dominante que era el de los Conchucos, con quienes habrían formado una especie de confederación (ibíd., 74, pie de página 31). Durante tiempos Incas, en el siglo XV, esta “confederación Conchucana” habría sido anexada al imperio cuzqueño, incluyendo el santuario de Chavín (Diessl 2004a: 8). Como prueba de ello los arqueólogos han encontrado vasijas Incas en calidad de ofrendas (Lumbreras 1977: 42-43); lo cual nos nos advierten de la importancia ideológico que tuvo este centro ceremonial 2000 años después de su caída. Durante la época Colonial, la escasez de documentos sugiere que Chavín de Huántar, o San Pedro de Chavín como se le conocía en aquel entonces, fue un pueblo marginal y poco importante, salvo por su misteriosa huaca (Diessl 2004a: 61; von Hagen y Morris 1998: 62). La primera mención que se hace sobre este complejo monumental fue 15 años después de la conquista del Perú (1532), a cargo del cronista español Pedro Cieza de León, quien comenta lo siguiente: “Entre los aposentos antiguos se ve una fortaleza grande o antigualla, que es una manera de cuadra, que tenía de largo ciento y cuarenta pasos y de ancho mayor, y por muchas partes della están figurados rostros y talles humanos, todos primísimamente obrado”. (Cieza de León 1922: 271). 85 Luego, en 1620, setenta años después del primero reporte, el cronista Antonio Vásquez de Espinoza relata que: “…junto a este pueblo de Chabin hay un gran edificio de piedras muy labradas de notable grandeza; era Guaca y Santuario de los más famosos de los gentiles, como entre nosotros Roma o Jerusalén, adonde venían los indios a ofrecer y hacer sus sacrificios; porque el demonio en este lugar les declaraba muchos oráculos...” (Vásquez de Espinoza 1948). (Vásquez de Espinoza 1613). En el transcurrir de esta época hubo otros personajes, principalmente extirpadores de idolatrías y sacerdotes cristianos, como Cristóbal de Albornoz (Diessl 2004a), Estanislao de Vega Bazán (Duviols 1971) y el obispo Mogrovejo (Diessl 2004a), quienes comentaron sus impresiones del Monumento arqueológico y de algunas prácticas “idólatras” que seguían vigentes durante esos tiempos (Duviols 1971; Polia 1999). En la época republicana, antes de comenzar las investigaciones arqueológicas propiamente dichas, Chavín de Huántar fue visitado por varios exploradores, naturalistas y viajeros como Mariano de Rivero y Ustariz, Charles Wiener, Ernest Middendorf y Antonio Raimondi; ilustres personajes quienes dieron luz sobre lo maravilloso de este lugar (para mayor detalles véase Amat 1974: 32-68; Diessl 2004a: 61-64; Mesía 2007: 2-6; Lumbreras 2014). Durante esta época, el santuario fue usado por las comunidades aledañas con fines esencialmente agro-ganaderos y como un área de descarte para sus desechos domésticos; actividades que continuaron hasta bien entrado el siglo XX (Lumbreras 1977; Tello 1960; Diessl 2004a). Por otro lado y complementando esta información, las recientes excavaciones del PIACH (comunicación personal con John Rick) han develado un posible cementerio de soldados chilenos, quienes habrían muerto en esta serranía durante la Guerra del Pacífico (1879-1884). La primera investigación formal de Chavín se inicia en 1919 con la llegada de Julio C. Tello, Padre de la Arqueología peruana, quien dirigió la primera expedición arqueológica de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Esta expedición le permitió verificar los recuentos publicados por los expedicionarios del siglo anterior, confirmando y expandiendo sus contribuciones. En esta primera visita, la intervención se restringió a la limpieza de una de las escalinatas más visibles; al examen de varias galerías subterráneas; a la recolección de esculturas líticas, dispersas tanto en el sitio arqueológico como en el pueblo; y a excavar en la base del Lanzón. Como parte de este trabajo descubre el afamado Obelisco Tello. 86 A partir de esta visita, Tello plantea que Chavín de Huántar es el principal antecedente de la civilización andina y que el desarrollo de las sociedades en esta parte del mundo fue un proceso autóctono que no implicó la influencia de agentes externos. Todo esto en respuesta a las teorías difusionistas que planteaba el arqueólogo alemán Max Uhle a inicios del siglo XX (Lumbreras 2014). Tello entendía a las sociedades humanas desde una perspectiva orgánica, como si fuesen árboles en crecimiento lento y constante (Willey 1951). En esta conceptualización, Chavín sería el tronco, la raíz de este árbol, y las sociedades que surgieron después, como Moche o Chimú, serían las ramas. En esta teoría, el desarrollo de una sociedad estaría condicionado por el entendimiento de su mundo, por su cosmología; que en el caso de Chavín estaría vinculada al culto de Wiracocha (Tello 1923, 1960). Un aspecto recurrente de esta entidad supernatural sería el jaguar, uno de los animales más importantes en la cadena trópica de la Amazonía. Su imagen aparece en los relatos cosmogónicos de las diferentes naciones amazónicas y es, además, uno de los animales de poder más resaltantes del shamanismo americano (Musilli 1987; Tello 1923). A lo largo del siglo XX y lo que va de este siglo, los estudios arqueológicos de Chavín de Huántar han sido profundizados por una considerable cantidad de arqueólogos nacionales y extranjeros, como Wendell Bennett, John Rowe, Luis Lumbreras, Hernán Amat, Richard Burger, Federico Kauffman, John Rick, Silvia Kembel, Christian Mesía, Matthew Sayre, Cristóbal Campana, entre otros (para una mejor descripción de sus aportes véase Mesía 2007). Aunque las perspectivas teóricas y metodológicas de algunos investigadores se contrapongan, lo más importante es su contribución al entendimiento de Chavín. Todo su esfuerzo y dedicación pueden verse traducidos en la resolución de la UNESCO que declaró a este sitio arqueológico como Patrimonio de la Humanidad, y también, en la reciente construcción del Museo Nacional Chavín de Huántar, auspiciada por el gobierno del Japón. La importancia de este monumento prehispánico para la comprensión de la historia humana hace que su investigación y conservación sean completamente relevantes para las generaciones venideras. Luego de esta breve descripción de su historicidad proseguimos a profundizar las descripciones del sitio arqueológico en tiempo, espacio y significado. A seguir, 1) un resumen de las características geográficas de Chavín de Huántar; 2) una descripción general del sitio arqueológico: la zonificación establecida por el PIACH, las estructuras que conforman el monumento arqueológico y la secuencia arquitectónica del mismo; 3) las hipótesis que se tienen sobre su funcionamiento, donde explicaremos el contexto socio-histórico de su auge; y 4) por último, las hipótesis que se tienen sobre la transición hacia la época Recuay. 87 4.1 Contexto geográfico El sitio arqueológico Chavín de Huántar se encuentra en el valle del río Mosna, localizado en la vertiente occidental de los Andes Centrales, en la sección sur del Callejón de Conchucos. Esta área geográfica se caracteriza por presentar numerosos valles inter-andinos, generalmente de amplia sección transversal, por donde se desplazan ríos y tributarios de régimen torrentoso (ONERN 1975), y donde se aprecia un horizonte dramático formado por afloramientos rocosos empinados de origen tectónico (Diessl 2004a: 10; Rick 2008: 6). A inicios del Holoceno (~10000 años a.p.), es muy posible que el lugar donde se encuentra el complejo haya estado cubierto por los antiguos glaciares de la Cordillera Blanca (Tello 1960: 49). Con el paso de los milenios, la capa de nieve fue retrocediendo hasta formar una paleo- laguna que habría cubierto toda esta área, desde el monumento arqueológico hasta las pampas de Chavín (Rick 2008, Diessl 2004a: 21, Fig. INT 20). Un efecto similar habría ocurrido en otras locaciones de Conchucos, como Machac y Conin (Diessl 2004a). Finalmente, durante la era Arcaica, hace aproximadamente 4800 años, la temperatura de los Andes aumentó y transformó la paleo-laguna en un terreno pantanoso (Rick 2008: 6), lo que permitió el paulatino desarrollo de un asentamiento humano. Investigaciones de carácter geológico han logrado definir nueve unidades geomorfológicas en los alrededores de Chavín (para una imagen más detallada de las unidades geomorfológicas véase Contreras 2007: 7, Figure 1.2.). La historia de estas unidades nos revela un constante dinamismo geológico (p.ej. deslizamientos de tierra, aluviones –huaycos-, movimientos tectónicos, modificación de ríos, etc.), que va desde el Formativo hasta nuestros días, y que ha recubierto total o parcialmente las estructuras de la era prehispánica (Burger 1979: 144; Bustamante y Crousillat 1974; Contreras 2007: 29; Contreras y Keefer 2009). Al respecto, nos gustaría hacer mención de dos eventos naturales que ocurrieron el siglo XX: el desbordamiento del río Mosna en 1931 y el aluvión del río Wacheqsa en 1945. El primero ocasionó la destrucción del ala sur (Edificio E, véase abajo) de la U norte. Aunque lamentable, esto le permitió a Tello entender la secuencia relativa de Chavín, comparándose las evidencias expuestas con otros sitios arqueológicos contemporáneos (Tello 1960). El segundo evento ocurrió un trágico 17 de enero. Aquel día, un fango negro proveniente del Wacheqsa sepultó la totalidad del sitio arqueológico y una parte del pueblo moderno, muriendo a su paso algunos 88 pobladores locales2. Desde una perspectiva manipulativa, un medio ambiente así, poderoso y persuasivo, habría servido también para naturalizar la desigualdad política de los especialistas del culto Felínico que vivían en Chavín (Contreras 2007: 230; Kembel y Rick 2004; Rick 2008). En el aspecto climatológico, Chavín se encuentra en lo que Humboldt llamó la región equinoccial, que hace referencia a un clima tropical de alta cordillera (Diessl 2004a: 29). Esto lo convierte en una sierra templada y no tan fría, a pesar de que se localice por encima de los 3000 m.s.n.m. Aquí, las diferencias estacionales sólo cobran sentido si se tiene en cuenta la presencia/ausencia de las precipitaciones, pues los cambios de temperatura, que usualmente caracterizan la estacionalidad en otras partes del mundo, son poco perceptibles. Su localización hace que la oscilación anual de la temperatura sea mínima en comparación con la oscilación diaria, que es más intensa. Así por ejemplo, la alternancia térmica en Chavín varía de 3 a 5 °C en la madrugada hasta 30 °C al mediodía (ídem). Las lluvias se inician normalmente en noviembre y duran hasta abril, pero los meses intermedios son indeterminados, como también los son las sequías y los “años húmedos”. Usualmente, en mayo no debe llover, junio y julio son meses “secos”, y agosto es indeterminado, a veces seco con muchos vientos –que duran hasta setiembre– y a veces húmedo. En junio y julio hay heladas por las noches, lo que no significa que haya precipitación de nieve. Entre enero y marzo las lluvias suelen ser torrenciales, pudiendo incluso generar el desbordamiento de los ríos, tal como sucedió en 1931 (Lumbreras 1989: 17). El promedio anual de precipitaciones en Chavín es de 856 mm³ (Burger 1992), mientras que para el Callejón de Conchucos fluctúa entre 690 y 1154 mm³ (Diessl 2004a: 38). Al inicio de la era Formativa la temperatura habría sido más alta; pero luego, durante el Formativo Tardío, alrededor del 700 a.C., comenzó a disminuir hasta llegar a un nivel moderado (Diessl 2004a: 29). Esto significaría que las condiciones de vida en las alturas no fueron mejores que las de hoy en día; por lo cual se supone que no existieron aldeas formativas en alturas 2 Luego de este trágico evento, Marino Gonzales, poblador oriundo de Chavín de Huántar que había trabajado con Tello fue recomendado por este para ser el “Comisario Arqueológico” del Monumento. Su actividad más importante fue entre los años 1947 y 1968, siendo sus principales tareas la recuperación de las piezas líticas, con las cuales Tello había fundado un pequeño museo en la Capilla del lugar, y desenterrar los sectores conocidos que habían sido sepultados por el aluvión. Aunque los trabajos de Gonzales permanecieron “ocultos” por más de medio siglo, recientes esfuerzos están cambiando dicha situación mediante la publicación de algunos de sus cuadernos de campo (Lumbreras y Gonzales 2012; Gonzales 2012). 89 mayores a las de Pojoc (3800 m.s.n.m.). Al inicio de la época Recuay (~400 a.C.), la temperatura del Callejón de Conchucos habría disminuido un poco más, manteniéndose a ese nivel con pocas oscilaciones térmicas (ibíd., 48). En lo que respecta a los ríos Mosna y Wacheqsa, ambos son los ríos permanentes más largos en confluir a lo largo de todo el Callejón de Conchucos (Rick 2008: 6). La conjunción de sus aguas forma el río Puchka, que es un afluente del Marañón, el cual pertenece a la cuenca hidrográfica del Atlántico. El río Mosna (también conocido como Miraflores en Amat 1974: 47) nace de varias lagunas que se ubican al pie del nevado Allpa-kocha, en la falda oriental de la Cordillera Blanca. En su trayectoria la mayoría de sus tributarios vienen del sur y del oeste. Su lecho está formando por grava y bloques de cantos rodados, siendo la arena un componente muy raro (Diessl 2004a: 12). Durante la época seca su profundidad varía de 13 a 15 cm; mientras que en la época de lluvias, la oscilación de su caudal es mucho mayor. Esto último se debe, principalmente, a la falta de una capa vegetal (matorrales y bosques) capaz de absorber el agua de lluvias (ídem). Por ende, puede suponerse que en tiempos prehispánicos el paisaje del valle fue mucho más boscoso de lo que se aprecia en estos días. Las tierras de este valle son altamente fértiles, capaces de ser cultivadas por completo. Sin embargo, la estrechez de este callejón no permite un alto índice demográfico, ni una capacidad agrícola elevada. Asimismo, las crónicas relatan que en esta región siempre hubo ricos mineros de oro y plata (Cieza de León 1942: 270), pero que no contaba con recursos exóticos (p.ej. el cinabrio). A pesar de los beneficios geográficos, estos no parecen haber generado una concentración socio-económica capaz de sostener la ejecución de un proyecto arquitectónico como Chavín de Huántar (Burger 2008: 685). Es por eso que, la mayoría de los investigadores coinciden en resolver que su construcción y esplendor no se debió a un superávit económico local, sino más bien a un esfuerzo compartido, que posiblemente haya involucrado a muchas de las naciones que existían durante la era Formativa (Burger 1992; Canziani 2009; Lumbreras 1989, 1993, 2014; Kaulicke 2010; Rick 2008; Tello 1960). Por su parte, el río Wacheqsa (también conocido como Mariash en Tello 1929: 48) se origina en la laguna Aywinllav, al pie del nevado Huantsán (6369 m.s.n.m.), que es el Apu tutelar de Chavín (véase abajo). Su gradiente es alta (Rick 2008: 7) por lo que su corriente es fuerte e impetuosa, aunque de menor volumen que la del río Mosna (Tello 1960: 56). Su quebrada es estrecha y abrupta, ensanchándose a poco menos de medio kilómetro de llegar al Tinkuy (Tello 90 1929: 48). Pese a la corta distancia entre ellos, la diferencia de altura bordea los 20 metros (Lumbreras et al. 1976), lo cual implica una fuerza de arrastre bastante elevada. En el siglo XX esta energía era utilizada para generar electricidad, así como para activar un pequeño aserradero y un molino de granos3 (Tello 1960: 56). Recientes investigaciones geoarqueológicas han corroborado que durante la época Chavín el caudal del río Wacheqsa era de 6 a 8 metros más profundo de lo que es actualmente (Contreras 2007: 206, fase LP-2b). En esta parte del santuario, la ribera sur del río Wacheqsa exhibe un par de bocatomas, múltiples paredes de mampostería Chavín y varios rellenos producidos por la actividad geomorfológica del área (Contreras 2007: 181). Luego, durante la época Recuay, los datos estratigráficos apuntan a una reducción considerablemente de su caudal; al parecer, producto de un deslizamiento de tierra al oeste del sitio arqueológico (Contreras y Keefer 2009: 591). La secuencia estratigráfica de este río (Figura 4.3) es una clara prueba del dinamismo geomorfológico del Callejón de Conchucos (Contreras 2007, 2009). El hecho de que el río Wacheqsa se origine en el Huantsán (Figura 4.44) apunta a una conexión simbólica muy fuerte entre este nevado y Chavín de Huántar (Reinhard 1987). Incluso, se ha sugerido que la locación del santuario fue determinada justamente por este enlace, que sería la materialización natural de la conexión entre los cielos y la tierra (ídem). Como se dijo en la introducción, para la gente de los andes todo es sagrado. Por ende, las montañas sagradas desempeñan un papel muy importante en su cosmovisión, considerándoselas como ancestros míticos capaces de asegurar la existencia armónica, particularmente en lo que respecta a la fertilidad agrícola (Salazar-Burger y Burger 2000: 34). Al respecto nos gustaría hacer la siguiente correspondencia teórica: This “collective investment of meaning” (v.g. considerar a una montaña como ancestro mítico) has two effects. Humans, in the inevitable amalgam of socially structured individual agency, ascribe meaning to their surroundings, culturally order and define them, and even physically alter them. At the same time, and in interplay with that process, those environments affect their inhabitants, in the obvious physical ways as well as in more subtle cognitive ones—for inasmuch as the meaning and significance ascribed to landscapes is socially, collectively created and maintained, no individual has control over it. (Moore 2005: 216, énfasis nuestro subrayado). 3 Todavía sigue en funcionamiento. 4 Imagen extraída de http://www.summitpost.org/nevado-huants-n/795508 91 Figura 4.3. Evolución del río Wacheqsa (Contreras 2007: 129, Fig. 4.16). En el recuadro azul, la etapa que corresponde a la época Chavín Figura 4.4. Nevado Huantsán. 92 Como muchos otros centros ceremoniales del Formativo, la ubicación de Chavín de Huántar expresa conceptos de geografía sagrada, tal como lo demuestra el hecho de que se encuentre en la confluencia de dos ríos (Kaulicke 2008, von Hagen y Morris 1998: 62). En quechua, esta convergencia es nominada Tinkuy (Figura 4.2, triángulo amarillo), concepto que guarda una connotación simbólica y espiritual muy importante para el mundo andino puesto que se trata de la materialización natural de la dualidad complementaria. En tiempos Incas, estos encuentros, naturales o culturales, eran lugares propicios para la performance de rituales religiosos (Burger y Salazar-Burger 1993: 101). En algunas partes de los Andes Centrales este término hace referencia a las batallas rituales que se suscitan entre grupos opuestos de diferentes comunidades, o a mitades de una misma comunidad que se enfrentan violentamente en un contexto ceremonial (v.g. el Chiriaje puneño), creyéndose que la sangre derramada asegura la fertilidad de la tierra para el año siguiente (Lumbreras 1989; Salazar-Burger y Burger 2000: 58- 59). En Chavín, es curioso notar que esta dualidad también se vea expresada en los colores de sus ríos, siendo el Mosna de un color azul y el Wacheqsa de un color rojizo (Figura 4.5). A. Río Mosna. B. Río Wacheqsa. Figura 4.5. Ríos de Chavín. Aparte del Huantsán, Chavín se encuentra rodeado por otros cuatro Apus, ubicados en cada punto cardinal: Waqaq al este, Witpunk Punta al norte, Pogoc al oeste y Wantar Patak al sur. Cada uno de ellos cuenta con edificaciones en su cima y altares a mitad de ladera (Diessl 2004a). Se desprende entonces, que el paisaje de Chavín fue antrópicamente modificado en función de 93 sus conceptos religiosos (Contreras 2007: 54). En esta configuración del paisaje, la posición central de Chavín puede ser interpretada como el núcleo de un espacio percibido como cosmos, y la de los Apus como los hitos que demarcan las fronteras de dicho cosmos (Kaulicke 2008a, 2008b). Esta interrelación paisajística son características recurrentes de la arquitectura ritual andina (Moore 1996). Tal como sucede con otros centros ceremoniales del Formativo, aquí se observa una clara “conversación visual” entre las montañas creadas por Wiracocha y las “montaña” creada por el ser humano, la Huaca (interpretación sobre la Huacas Los Chinos en el valle de Moche, Periodo Formativo, Conklin 1990: 48 citado en Moore 1996: 9). A pesar del riesgo geológico, el potencial simbólico del paisaje de Chavín nos sugiere que la posibilidad de relocalizar este santuario nunca fue una opción viable (Contreras 2007: 226-227). Asimismo, la locación de Chavín, encajonada entre dos cadenas de montañas, es perfecta para observar el movimiento de los astros, por lo cual es muy posible que haya tenido un servicio astronómico (Diessl 2004a: 31; Milla 2011; Scholten 1982). En ese sentido, los ejes centrales de los dos templos en “U” están alineados con el cerro Piruro que se ubica al frente del santuario; por lo cual también podría ser considerado como un Apu. Desde las plazas de Chavín, la cima de este cerro es el punto de referencia por donde nace el sol durante el solsticio de invierno (Figura 4.6, Milla 2011: 278; Rick 2008, 2013). Cabe añadir también que, cada día, al caer la noche, el santuario es el último lugar en recibir los rayos del sol (Diessl 2004a: 32). Por otro lado, otro aspecto geográficamente simbólico serían las aguas termales de Quercos, al sur de monumento. Su cercanía al santuario nos indica la importancia que tuvo este flujo líquido vital a la hora de su ubicación (Burger 2008: 684, Rick 2008: 6). Económicamente, pocas locaciones están mejor situadas que Chavín de Huántar en relación a rutas naturales de transporte. La literatura especializada postula que este sitio se localiza en un punto estratégico: un “nudo de caminos” que conduce y articula con relativa facilidad la costa, sierra y selva (Lumbreras 1989: 13; 2007; véase también la Hoya del Marañón en Tello 1960: 23). La ubicación de Chavín le permite interrelacionarse con las regiones orientales de Huánuco, el Alto Huallaga y la cuenca del Marañón y, a través de esta vía, con la Amazonía, los valles altoandinos de la regiones nor-central y norte que conducen a la cuenca de Cajamarca, y desde allí, a la costa norte y a los valles de La Libertad y Lambayeque. Hacia el oeste, cruzando la Cordillera Blanca se accede a los valles de Casma, y un poco más al sur, a los ríos Fortaleza, Pativilca y Huaura, que dan acceso hacia los valles de Lima (Canziani 2009: 140). En la ruta hacia el oeste, el cañón del río Wacheqsa sigue siendo el sendero más transitable para comunicar 94 el Callejón de Conchucos con el Callejón de Huaylas (Tello 1960: 56; Rick 2008: 6). Este camino, conocido actualmente como Olleros-Chavín (Roosevelt 1935), atraviesa la Cordillera Blanca teniendo como referencia geográfica la punta Yanashallash ubicada a 4700 m.s.n.m. Contraviniendo lo anterior, recientes investigaciones proponen que el enlace con el Callejón de Huaylas se habría dado varios kilómetros más al sur, cerca del túnel de Kahuish, a 4300 m.s.n.m. (Contreras 2010; Diessl 2004a: 9; Rick 2008: 8). Figura 4.6. Alineación astronómica de los Templos en U con el cerro Piruro durante los solsticios de verano. En rojo la U norte, en azul la U sur (Rick 2013: 155; Fig. 1.02). A manera de resumen, la conjunción de los factores geográficos y astronómicos sugiere que el lugar escogido para levantar Chavín de Huántar no fue un hecho fortuito, sino más bien, planificado hasta en el más mínimo detalle. Su locación –rodeada de Apus, ríos y manantiales– debe ser considerada como un paisaje sagrado5, lo cual repotencia su naturaleza mágica y ritual (Rick 2008: 6). Económicamente hablando, la ubicación de Chavín sugiere que fue un punto central de la “red Felínica”, que en ese entonces abarcaba desde la selva hasta la costa. 5 Entiéndase a los paisajes sagrados, o geografía sagrada, como reflexiones unánimes y a la vez variables del orden social (Moore 2004: 87). Al igual que otros símbolos religiosos, los paisajes sagrados son expresiones de verdades; y así como el mito (mythos), su conceptualización está fuera de disputa o debate (logos) (ibíd., 83-84). Son también, ejemplos de hierofanía: manifestaciones “irreduciblemente” sagradas (Eliade 1959 citado en Moore 2004: 84), que a su vez forman parte del doxa: un enorme campo social en el cual el mundo físico y la realidad social parecen corresponderse mutuamente (Bourdieu 1977: 164 citado en Moore 2004: 87). 95 4.2 Descripción general Para estudiar y explicar el Canal de Rocas creemos conveniente presentar una buena georeferencia del espacio en donde se encuentra. Dada la amplia extensión del sitio arqueológico es imperativo seguir un ordenamiento espacial, lo cual puede verse traducido en la zonificación de Chavín de Huántar. Para los fines del presente estudio ahondaremos en la descripción de la zona Monumental, que es el área donde se concentran los montículos-plataforma más imponentes, y en donde se instaló la mayor parte del Canal de Rocas. En este sub-capítulo se detallaran los datos empíricos que se tienen hasta el momento: se explicará la secuencia constructiva que se maneja actualmente, profundizando en la descripción de la fase Blanco & Negro (B&N); se expondrá una división alterna del santuario, enfatizando el aspecto físico del Templo del Lanzón (antes Templo Viejo), con un particular interés en la Plaza Circular, que es la instalación externa que se encuentra en vinculación directa con nuestra área de estudio. 4.2.1 Zonificación Considerando la distribución de las evidencias del sitio arqueológico, el PIACH ha repartido el sitio arqueológico en seis diferentes zonas: Monumental, Wacheqsa, Campo Oeste, Mosna, Sur y La Banda (Figura 4.7), enfocándose principalmente en el complejo monumental. No obstante, creemos que para una mejor compresión del sitio arqueológico debería considerarse también el actual pueblo de Chavín, por lo cual añadimos una zona más a esta lista: El Pueblo6. Siguiendo esta lógica el sitio arqueológico Chavín de Huántar quedaría subdividido en 7 zonas, las cuales integran coherentemente el complejo monumental con su entorno inmediato. Como puede verse en la Figura 4.7 estas siete zonas podrían agruparse en dos grandes áreas: una que atañe al centro ceremonial propiamente dicho y otra que corresponde al asentamiento proto- urbano. La primera se encuentra conformada por las zonas Monumental, Campo Oeste, Wacheqsa, Mosna y Sur; y la segunda, por las zonas La Banda y El Pueblo. Según Moore (1996: 143-144), esta distribución del espacio hace de Chavín un centro ceremonial periférico. A seguir, una breve descripción de las zonas que corresponden al centro ceremonial, con un particular énfasis en las obras hidráulicas que se han descubierto hasta el momento: 6 La zona El Pueblo ha sido delimitada siguiendo las curvas de nivel presentadas por el Dr. Daniel Contreras. Por ende, en la Figura 4.7 los límites de esta zona son una proyección no exacta. 96 Figura 4.7. Zonificación de Chavín de Huántar (modificado de Contreras 2007: 9, Figure 1.3). 97 Zona Monumental.- Área central del complejo monumental en la que se concentran las edificaciones de mayor envergadura: plazas, montículos-plataforma y plataformas. Desde la época colonial esta zona fue conocida como el “Castillo” (Lumbreras 1989: 17), nominación que sigue vigente entre los pobladores de Chavín y que hace referencia al montículo-plataforma de mayor envergadura (Edificio A). Esta zona constituye el núcleo ceremonial del santuario, por lo cual habría tenido un mayor cuidado e inversión que las zonas adyacentes (Contreras 2007: 185). Su orientación arquitectónica es 103,65° este del norte absoluto (Rick et al. 1998: 194) y su masa constructiva estaría bordeando los 450’000 m³ (Contreras 2007: 223). Los detalles de esta zona son de vital importancia para la presente investigación por lo que serán desarrollados en el siguiente apartado. Zona Campo Oeste7.- Polígono similar a un triángulo ubicado al oeste de la Zona Monumental. Sus límites son la carretera alterna Catac-Chavín al este, el río Wacheqsa al norte, la comunidad de La Florida al oeste, y la ladera oriental del cerro Cochas, al sur. Desde la primera visita de Julio C. Tello, en 1919, se han reconocido vestigios arqueológicos de la época Chavín (p. ej. una botella de época Chavín, posiblemente estilo Raku publicada en Tello 1943: Plate XVIII). Por lo que se sabe hasta el momento, esta zona se compone de dos plataformas megalíticas, el puente de Rumi Chaka (Tello 1960: Lámina XLVII), varias secciones de canales subterráneos, una galería subterránea y un Edificio de la Tradición Religiosa Mito (Contreras 2010). Las plataformas se encuentran orientadas de este a oeste, en concordancia con la orientación general de la Zona Monumental. Sus muros fueron construidos con la misma técnica megalítica observada en los montículos-plataforma8. Recientes excavaciones revelaron que sus bases se encuentran a más de 4 m de profundidad (Contreras 2007: 144). Uno de ellos tiene un largo de 37 m, y probablemente se extienda hasta una esquina aislada, dando un total de 53 m. Su orientación es 103,75° esencialmente idéntica a la del muro norte del Edificio C (ala norte de la U norte), ubicado en la zona Monumental (Rick et al 1998: 197). Por ende, se asume que ambas zonas fueron construidas al unísono. El puente de Rumi Chaka fue construido con cuatro largas lajas prismáticas de granito y cuarcita, que se apoyaban sobre muros de construcción moderna. A principios del siglo 7 También conocido como Templo Occidental en Diessl 2004a. 8 Parte de estas estructuras fueron dañadas por la construcción de la carretera. 98 XX el puente tenía doble baranda y estaba adornado con cuatro torrecillas que tenían cabezas clavas de piedra (Tello 1960: 56, Lámina XLVII, A). Lastimosamente, el aluvión de 1945 arrasó esta estructura y su paradero actual es desconocido. Su principal tarea habría sido comunicar la zona el Pueblo, específicamente el barrio Janabarriu, con la zona Campo Oeste, donde actualmente se asientan las comunidades de Qotopuquio, La Florida y Raku. Según algunos investigadores es muy probable que dicha estructura corresponda al periodo Formativo; lo cual estaría demostrando que en aquellos tiempos el río Wacheqsa no fue una “barrera” natural insuperable (Diessl 2004a: 13). En lo que respecta a los canales subterráneos cabe mencionar los siguientes hallazgos (para mayor detalles véase 3.2.3): 1) la Galería Occidental, un conducto subterráneo descubierto casualmente en 1955. Por su posición parece haber trasladado agua desde el río Wacheqsa hasta la zona Monumental (Lumbreras et al. 1976; Lumbreras 2007: 86); aunque todavía sigue siendo una hipótesis ya que aún no se ha enlazado todos los canales. 2) Una bocatoma en la margen derecha del río Wacheqsa (Contreras 2007: 118). Esta también fue descubierta en 1955, justo por detrás del puente Rumi Chaka, por lo que fue nombrada como Galería del Puente9. Su presencia es de suma importancia pues ayuda a entender el funcionamiento de los sistemas hidráulicos; particularmente, en cuanto al manejo de aguas y a las élites que la construyeron (Contreras 2007: 141-142; Contreras y Keefer 2009). 3) Un canal subterráneo que corre de manera perpendicular a la fachada norte de la plataforma descrita en el párrafo anterior (Contreras 2007: 189). Zona Wacheqsa.- Campo de forma trapezoidal que abarca un área total de 1.4 ha (Mesía 2007: 35). Está localizado inmediatamente al norte de la zona Monumental, siendo circunscrito por el río Wacheqsa al norte y por el río Mosna al este. Las excavaciones arqueológicas revelaron un canal a cielo abierto que contenía cerámica del estilo Urabarriu y que posiblemente canalizó las aguas del río Wacheqsa durante los siglos X y VIII a.C. (Mesía 2007: 159). Luego, entre los siglos VIII y V a.C., este espacio habría cambiado de función, convirtiéndose en un área de descarte (midden) donde se vertieron los restos de ceremonias, posiblemente festines, y/o rituales en las que se empleó sustancias psicoactivas (ibíd., 134). 9 Diessl (2004a) la nombra como Galería Amat, pero no especifica las razones. 99 Zona Mosna.- Polígono parecido a un rectángulo que se ubica al noreste del sitio, cerca de la conjunción entre los ríos Mosna y Wacheqsa. En este espacio se ha acumulado gran cantidad de aluvión, creando una especie de plataforma con una ligera inclinación sur- norte. La zona ha sido delimitada por un muro megalítico de 45 m al oeste y el río Mosna al este. En ciertos sectores se reconocen muros superpuestos asociados con ocupaciones Recuay (Rick y Mesía 2006). En la temporada de campo del 2006, el PIACH reportó el hallazgo de una canal orientado de NW-SE, que parece estar bajando de la fachada oriental del Edificio F (ala norte de la U sur; ibíd., 95). Zona Sur.- Área similar a un triángulo localizado inmediatamente al sur de la zona Monumental. Ha sido delimitada por la fachada sur de los edificios A (cuerpo central de la U sur) y E (ala sur de la U sur) al norte, el río Mosna al oriente y la extensión propuesta por el Instituto Nacional de Cultura (INC) -ahora Ministerio de Cultura- para proteger este lado del sitio arqueológico. En esta zona se incluirían los sitios Ultapuqio, cerca del vértice sur del polígono, Alajpuqio y Chakinani (Burger 1984; Contreras 2007). Las excavaciones del PIACH han reportado la existencia de una serie de plataformas, cuya función aparente sería estabilizar el terreno, aunque podría tener otras más (Contreras 2007: 191). Se sabe de la presencia de canales en esta zona (Contreras 2007; Contreras y Keefer 2009: 593; Diessl 2004a: 513-516), pero no se ha publicado una información extensa al respecto. Uno de los pocos casos es un canal abierto asociado a una plataforma seriamente destruida (Contreras 2007: 171). A continuación, una breve descripción de las zonas que comprenden el asentamiento proto- urbano: La Banda.- Se encuentra frente a las zonas Monumental, Mosna y Sur, en la margen derecha del río Mosna. Sus límites son la parte baja del cerro Piruro al norte, donde se establece la comunidad de Gaucho; una ladera empinada al este; un derrumbamiento al Sur; y el río anteriormente mencionado al oeste. En los últimos años, el sitio fue severamente dañado por la construcción de la carretera Chavín-San Marcos, la venta ilícita de terrenos, la agricultura, la construcción de inmuebles, entre otras razones. Como ya se mencionó, gracias a la datación absoluta de algunos contextos arqueológicos se ha concluido que esta zona fue ocupada desde el Arcaico Tardío (Rick 2008, Rick et al. 2009). 100 Para la época Chavín se han identificado terrazas, muros megalíticos, huancas (rocas megalíticas dispuestas verticalmente), defensas ribereñas (Diessl 2004a, 2004b; Espejo 1956), áreas residenciales y talleres (Sayre 2010)10. Según Contreras (2007: 198-200), gran parte de esta zona fue construida por medio de firmes terrazas que sirvieron para controlar los sedimentos que descendían de la ladera occidental del cerro Piruro. No obstante, hay algunas viviendas que se levantaron inmediatamente sobre arena de río (ibíd., 174). Por su parte, las excavaciones del PIACH han revelado la presencia de canales superficiales en asociación con una de estas terrazas (ibíd., 200), y también, con las áreas residenciales y talleres (Sayre 2010: 93). La evidencia botánica recuperada sugiere que los habitantes de La Banda consumían productos agrícolas de los ecotonos adyacentes, tierras fértiles de fácil acceso, y que además, empleaban una gran cantidad de leña (Sayre 2010: 172-174). La evidencia alfarera incita a pensar que en esta zona no hubo una alta importación de bienes cotidianos (ibíd., 174). Por otro lado, es posible que algunos especialistas religiosos hayan vivido al frente del santuario, encargándose de la producción de bienes suntuarios (ibíd., 175). El Pueblo.- Polígono que abarca el actual pueblo de Chavín de Huántar, desde las Pampas de Chavín (donde se encuentra el Museo Nacional Chavín de Huántar) hasta la margen izquierda del río Wacheqsa. Las excavaciones arqueológicas y de otra índole (p.ej. cimentación de viviendas modernas, instalación de alcantarillado) han revelado múltiples evidencias de edificaciones (residenciales y de almacenamiento), restos de murallas, galerías subterráneas, sistemas hidráulicos (principalmente de canales superficiales; para mayor detalles véase Amat 1974: 101; Lumbreras 2007: 91); así como fragmentos de cerámica y basurales. Todos estos hallazgos nos indican que el santuario de Chavín de Huántar estuvo acompañado por una población aledaña; y que esta se encuentra cubierta por el poblado moderno (Canziani 2009: 147; Lumbreras 1989: 18-19; Burger 1992: 159-164). En teoría, el crecimiento de este asentamiento sería directamente proporcional con el crecimiento del santuario. Se supone entonces, que habría comenzado con una población pequeña alrededor del Templo; y que luego, en el momento de su auge, esta se habría extendido 10 Para la época Recuay también se documentaron áreas residenciales y funerarias (Sayre 2010). 101 hasta convertirse en un gran centro urbano de 40 ha (Burger 1988, 1998). No obstante es preciso mencionar que el asentamiento de la época Chavín no se distribuía por toda la zona El Pueblo. Las excavaciones del Dr. Burger (1979, 1984, 1998) concluyen que hubo algunas áreas estériles, como alrededor de la Plaza de Armas y al noreste del pueblo (Julio C. Tello, cuadra 4). La parte sur del pueblo moderno está cubriendo un basural Chavín y restos densos de construcciones rústicas (Burger 1979: 143-144). En lo que concierne a los canales descubiertos, su función ha estado vinculado a la agricultura, particularmente del maíz (Burger and Van Der Merwe 1990: 86), pero creemos que pudo haber tenido múltiples tareas. Nos gustaría cerrar este punto con una cifra de Rivero y Ustariz quien visitó el pueblo de Chavín en la segunda mitad del siglo XIX. El explorador peruano nos indica lo abundante que eran estas obras hidráulicas: “ […] el mismo pueblo está construido encima de canales”. (Rivero y Ustariz 1851 citado en Amat 1974: 48). 4.2.2 Zona Monumental Para explicar la zona Monumental de Chavín de Huántar debemos entender que se trata de un espacio sagrado: un lugar donde la sacralidad determina las locaciones de las actividades ceremoniales y/o eventos significativamente simbólicos (Regalado 1996). Por esta razón, todos los investigadores consensan en afirmar que su arquitectura es, en definitiva, de carácter ritual y/o ceremonial. Como puede verse en la Figura 4.8, los edificios monumentales configuran claramente dos templos en “U” entrelazados, pero a diferentes niveles. En ambos casos, la orientación principal es 13° este al norte (Rick et al. 1998: 197); el cuerpo central se ubica de cara hacia al oriente, mirando la salida de los astros; y sus brazos laterales circunscriben una plaza hundida, circular en la U norte y cuadrada en la U sur. Este diseño tiene un alto nivel de precisión (Rick et al. 1998; Scholten 1980), y manifiesta la aplicación de principios estandarizados (Kembel 2001, 2008) que se basan, principalmente, en reglas de bipartición (Burger y Salazar Burger 1993) y cuatripartición (McEwan 1992). 102 Figura 4.8. Zona Monumental de Chavín de Huántar (Rick 2013: 154, Fig. 100b). El diseño arquitectónico de la zona Monumental es el resultado de una recombinación activa y creativa de tradiciones religiosas previas, las cuales parecen haber sido entretejidas deliberadamente para crear un espacio multi-geográfico y temporalmente diacrónico (Burger 1992, 1993: 54; Canziani 2009: 141). Así por ejemplo, la plaza circular hundida, que viene a ser una instalación ritual del periodo Arcaico Final [2000-1700 a.C.] de la costa norte (v.g. Alto Salaverry; Canziani 2009: 68-69; Elera 1993: 238-237; Salazar-Burger y Burger 2000: 43), se conjuga con el patrón de plazas cuadrangulares y columnas que aparece en el Formativo Temprano [1700-1200 a.C.] de la selva norte (v.g. Pacopampa; Morales 2001); y con la configuración arquitectónica en “U” de los centros ceremoniales del periodo Formativo Medio [1200-800 a.C.] de la costa central (v.g. Garagay; Kaulicke 1994). A ello se le añade dos aspectos del Formativo Temprano de la costa nor-central: la Wanka, un bloque de roca que representa la conexión con los ancestros y que es un elemento clave para la organización del espacio; y el patrón de decoración mural, que consiste en la colocación de placas talladas una al lado de la otra cuyo conjunto expone un discurso narrativo (v.g. Cerro Sechín; Burger 1992; Morales 2001). Esta re-adaptación del “pasado” traería para Chavín de Huántar un efecto positivo, dándole una apariencia supra-étnica atemporal (Makowski 1997: 516) que le habría ayudado a establecer y legitimar su poder a una escala interregional (Burger 1992, 1993, 2008; Kembel y Rick 2004; Rick 2008). 103 A diferencia de cualquier otro centro ceremonial formativo, Chavín de Huántar cuenta con una considerable cantidad de galerías internas y una intrincada red de canales subterráneos, elementos arquitectónicos que lo hacen un caso sui generis para los Andes Centrales (Bennett 1943; Lumbreras 1989: 91-114; Moore 1996: 144-146; Rick et al. 1998: 202). Por ello, para explicar la arquitectura de Chavín resulta práctico dividirla en arquitectura externa e interna. La arquitectura externa del santuario está compuesta por un conjunto de montículos-plataforma construidos mediante el levantamiento de altos muros de contención que contienen grandes rellenos ordenados de rocas medianas fijados con un mortero arcilloso (Lumbreras 2007). Estos edificios tienen un aspecto vertical significativo con una altura que fluctúa entre los 10 y 15 metros, y además, presentan un marcado talud que le permite resistir los empujes laterales de los voluminosos rellenos constructivos (Canziani 2009: 144; Rick et al 1998). Desde el inicio de las investigaciones arqueológicas (Tello 1960) cada uno de estos montículos-plataforma recibió la denominación de “Edificio” más una letra mayúscula que identifica su posición (v.g. Edificio B). La presente tesis continúa con dicha norma, pero con algunos cambios realizados por el PIACH. Los muros exhiben una mampostería concertada compuesta por bloques de roca labrados, con las caras planas y pulidas, y los ángulos cortados a escuadra. Estas piezas se dispusieron en un aparejo de hiladas horizontales que presentan una alternancia regular en su grosor, con una hilada delgada seguida de otra de mayor altura o, frecuentemente, alternando dos hiladas delgadas con una alta (Canziani 2009: 145-146). En los intersticios de estas hileras colocaron piezas más delgadas que delimitan el contorno del bloque más grande, técnica conocida como pachilla. La alternancia modular de las piezas y las pachillas generan una textura y ritmo que contribuye a enaltecer la calidad constructiva de estos paramentos finamente labrados (Lumbreras 1989: 25). Es muy posible que la técnica constructiva de estos edificios –tan singular en su concepción– sea la resolución de los constructores Chavín a los problemas estructurales con los que se enfrentaron, como también, a las condiciones ambientales de humedad que presenta el lugar (Canziani 2009: 144). Desde un punto de vista funcional, las cimas de los edificios y las plataformas habrían servido como estrados para las diferentes actividades rituales que se llevaron a cabo en la superficie externa del santuario (Tello 1960). Estas edificaciones se encuentran rodeadas por plazas hundidas y plataformas que se encuentran a diferentes alturas, aprovechando la topografía natural del lugar. Estas se conectarían entre sí por medio de senderos arreglados y escalinatas preestablecidas (Kembel 2001, 2008; Rick 2008; Rick et al. 1998). Uno de los aspectos más destacables de la arquitectura externa es el énfasis en 104 la simetría bilateral; es decir, en la distribución de elementos equidistantes a un eje central (Bennett 1943; Kembel 2008: 79; Rick et al. 1998: 198, 211). Para que sus construcciones alcancen niveles de exactitud muy precisos, los arquitectos e ingenieros emplearon las escalinatas (Rick et al. 1998: 211) y la posición de los astros (Rick 2008; Milla 2011; Scholten 1982) como marcadores arquitectónicos; lo que demuestra el elevado conocimiento matemático, ingenieril y astronómico que alcanzaron. Durante la época Chavín, el exterior del santuario se encontraba finamente ornamentado con una gran cantidad de litoesculturas, como las afamadas cabezas clavas, los obeliscos, las cornisas talladas (Figura 4.9.A), las placas o lápidas (Figura 4.9.C) y las columnas (Figura 4.9.D). Según Tello (1929: 71), algunas de estas esculturas, particularmente las cabezas clavas, habrían tenido la intención de proteger el santuario de poblaciones humanas enemigas y/o de genios maléficos. Es muy probable también, que en los exteriores se hayan expuesto alfombras, tapetes y mantas colgantes con una configuración estilística similar (Burger 1993: 58; Cordy- Collins 1971). A. Cornisa B. Peldaño C. Lápida D. Columna Figura 4.9. Algunas representaciones del arte litoescultórico Chavín. 105 Como puede verse en la Figura 4.9, la litoescultura Chavín es un arte religioso muy complejo que pone énfasis en lo sobrenatural. Al igual que su arquitectura, el estilo escultórico Chavín es un arte híbrido cosmopolita donde domina el simbolismo teriomorfo o simbolismo animal (Iwasaki 1987: 12). Los seres creados conjugan lo humano con lo animal: aves (águilas, halcones), reptiles (serpientes, caimanes), peces, felinos (jaguares), monos, moluscos, murciélagos, y otros animales de diferentes “mundos” fueron “fusionados” para crear uno de los estilos más misteriosos y representativos de la historia andina (Burger 1992, 1993; Campana 1995; Lumbreras 1977; Makowski 1997, 2000; Olsen 1994; Rowe 1962, 1972; von Hagen y Morris 1998). A falta de escritura, los íconos de este arte Formativo cumplen la función de comunicar o transmitir a la sociedad el conocimiento esotérico adquirido por los especialistas religiosos (patrones mágico-religiosos en Morales 2007: 141). En efecto, los observadores modernos sostienen que el arte Chavín evoca la sensación de estar en presencia de algo extraordinario (Burger 1988: 130). La Historia del Arte sugiere que la litoescultura Chavín se basa, principalmente, en el concepto del felino (Bennett 1943; Bischof 1994, 1998; Campana 1995; Rowe 1962, 1972; Roe 1974, 2008; Tello 1960) y que alcanza su máxima expresión durante el periodo Blanco & Negro (Kembel 2001). Por el momento, se han documentado más de 200 esculturas en diferentes calidades de roca, pudiéndose distinguir algunos sub-estilos (p.ej. el estilo R, véase abajo). Es importante mencionar que la configuración estilística del arte litoescultórico Chavín fue una noción compartida por las otras regiones del sistema mundo Formativo, observándose una clara adaptación artística a los materiales y contextos locales (Bennett 1943; Burger 1992, 1993; Willey 1951). Las evidencias arqueológicas nos sugieren que hubo un magnífico trabajo alfarero en la costa norte (Figura 4.10.A), una increíble textilería en la costa sur (Figura 4.10.B), y finos ejemplares de artefactos óseos (Figura 4.10.C), malacológicos y metálicos (Figura 4.10.D). Tanto la semejanza estilística, como la exaltación artística sugieren que durante el Formativo Tardío se dio un proceso de difusión del culto Felínico. Es importante aclarar que esta difusión habría sido motivada por varios centros ceremoniales, y no exclusivamente por Chavín (Burger 1992, 1993, 1998; Kaulicke 1994, 2010). Para algunos arqueólogos, los diferentes centros de esta “red Felínica” habrían competido entre sí para obtener más adeptos, y con ello, aumentar su prestigio (Kembel y Rick 2004; Lumbreras 1989, 1993; Rick 2008). 106 B. Textil A. Cerámica C. Artefacto óseo D. Artefacto metálico Figura 4.10. Representaciones del arte religioso Formativo. A. Botella del valle de Jequetepeque, costa norte (Fux 2015: 239, Figura 20). B. Manto del valle de Karwa, costa sur. C. Espátula de Kuntur Wasi, sierra norte (ibíd., 309, Figura 98). D. Pectoral de oro que posiblemente proceda de Chongoyape, costa norte (ibíd., 238, Figura 18). Si bien es cierto que todo arte religioso emplea la analogía y la metáfora (p.ej. la cruz cristiana, la Estrella de David judía o la Luna creciente musulmana), en el caso de la iconografía Chavín dichos recursos fueron el principio de su estilo (Burger 1985: 130). Sus representaciones carecen notablemente de un contenido político11 (Burger 1988: 123); siendo más bien, la expresión de conceptos teosóficos que buscan trascender las apariencias físicas de esta realidad, pero de una manera compleja y misteriosa (Salazar-Burger y Burger 2000: 43, 47, 59). Para entender esta “falta de transparencia” (Salazar-Burger y Burger 2000: 43), la mayoría de investigadores consensan que el arte Chavín estuvo vinculado a shamanes especializados en el uso de enteógenos: sustancias psicoactivas ritualizadas que sirven de llave para el conocimiento de lo intangible, de lo sagrado (p.ej. la wachuma, Feldman 2006; Iwasaki 1987; Salazar-Burger y 11 La iconografía Chavín no representa personajes históricos, escenas de conquista, sumisión o confirmación explícita de una autoridad real por seres sobrenaturales (Burger 1988: 123). 107 Burger 2000: 62). Por consiguiente, si queremos tratar de entender los conceptos cosmológicos que se profesaban en el santuario no podemos dejar de lado el análisis e interpretación iconográfica (Makowski 1997: 501, 2000; Roe 1972; Rowe 1962, 1967), ni la perspectiva shamánica (Burger 1992; Cordy-Collins 1971; Iwasaki 1987). En ese sentido es preciso resaltar a los íconos que simbolizan al jaguar (Figura 4.9.A), al caimán y al mono (Figura 4.9.C), animales cuyo nicho ecológico es la Amazonía. La mayoría de estudiosos se adhiere a la idea de que en un pasado distante –y también en el presente– la selva amazónica pudo, y puede, ser vista por los pueblos andinos y costeños como una región recóndita, donde sus especialistas religiosos pueden alcanzar diferentes conocimientos terapéuticos y grandes poderes mágicos. La presencia de estos animales implicaría la incorporación del shamanismo amazónico a los conceptos teosóficos que propiciaba el centro ceremonial (Burger 1992: 282-283; Lathrap 1971; Morales 2001; Rick 2006; Salazar-Burger y Burger 2000; Tello 1942, 1960). Esta conjunción de elementos no solo habría sido materializada en el arte escultórico, sino también en los mitos, símbolos, objetos (p.ej. plumas) y rituales. Asimismo, esta conexión con la selva se vería reforzada por el fácil acceso que tiene el Callejón de Conchucos al Marañón, afluente del Amazonas (Salazar-Burger y Burger 2000: 62). Esto abre la posibilidad de que se haya incorporado la Ayahuasca (conocida como yagé en los Andes Septentrionales), planta maestra que hasta el día de hoy sigue siendo empleada para fines curativos. Sin embargo, todavía no hay evidencias claras que respalden esta hipótesis. En lo que respecta a la arquitectura interna, esta hace alusión a las galerías (Figura 4.11.A) y a las redes de canales subterráneos que corren al interior y por debajo de las estructuras (Figura 4.11.B, Bustamante y Crousillat 1974; Rick 2008, Rick 2011). Las galerías son una red laberíntica de pasajes, celdas, escaleras y ductos de ventilación/iluminación que penetran en los edificios y plataformas de todo el complejo monumental (Rick et al. 1998: 202). Para construirlas se dispusieron muros de contención paralelos que forman pasajes de longitud variada, cubiertos con grandes vigas o losas de piedra y que luego, con la posterior disposición de los rellenos constructivos, quedaron incorporados dentro de la edificación correspondiente asumiendo su condición de ‹‹subterráneas›› (Canziani 2009: 144). 108 B. Canal subterráneo A. Galería (Kembel 2008: 38, Figure 2.3). Figura 4.11. Arquitectura interna de Chavín de Huántar. Las evidencias arqueológicas sugieren que sus paredes estaban enchapadas con piedras seleccionadas o revestidas con una gruesa capa de revoque endurecido con fuego12 (Tello 1942: 89; 1960: 53). Las vigas de su cubierta también habrían estado cubiertas de barro en su cara interna, de modo que se veía un techo plano y liso (Lumbreras 2007: 55). Casi todas las galerías presentan ductos de ventilación/iluminación13 en sus paredes laterales, a manera de pequeñas ventanas, detalle que fue advertido desde las primeras exploraciones de Chavín (de Rivero y Ustariz 1851: 284-286 citado en Amat 1974: 48). Desde una perspectiva ingenieril, la construcción de las galerías permitió aligerar la masa estructural de los rellenos, y por lo tanto, la presión lateral ejercida por estos sobre los muros de contención (Canziani 2009: 144). Asimismo, cabe la posibilidad de que algunas galerías hayan empezado como recintos “al aire libre”, y que con el tiempo se transformaran en salas subterráneas (Rick et al. 1998: 206), lo cual implicaría una transmutación conceptual del espacio, y por ende, de sus funciones. 12 Este procedimiento de calcinación del revoque también habría sido aplicado a los estucados y relieves modelados que decoraron los paramentos de otras cámaras y altares (Tello 1942: 89). 13 En una reciente publicación, el Dr. Rick (2008) resuelve en considerar a los ductos de iluminación/ventilación como parte de la arquitectura interna. En cierto modo esto es cierto, ya que, efectivamente, forman parte de ella; pero creemos que la función de los ductos fue complementaria, por lo cual no serán considerados como parte de la arquitectura interna, sino más bien como una estructura anexa. En todo caso, los ductos permitieron conectar algunas galerías entre sí y con el exterior. Además, habrían permitido airear los espacios internos y reducir significativamente la incidencia de humedad en el cuerpo de las plataformas (Bustamante 1990: 26; Canziani 2009: 145). 109 Por el momento, se han contabilizado veintisiete (27) galerías en todo el complejo monumental. La funcionalidad específica de la mayoría de ellas todavía permanece incierta, aunque es factible imaginar que sus tareas estaban condicionadas por el diseño arquitectónico de la galería, su ubicación en los edificios, sus orientaciones y las fechas de su construcción (Rick et al. 1998: 202). Una de las galerías más representativas es la Galería del Lanzón, cuya función más evidente fue guarecer la famosa escultura conocida como el Lanzón monolítico, que sería el principal objeto de culto en Chavín. De aquí en adelante la presente investigación lo nominará como Huari Wanka (véase 4.3.2). Otras galerías pudieron haber servido para rituales “privados” destinados a un número limitado de personas (Canziani 2009: 145; Rick 2008); otras habrían servido como un repositorio de ofrendas rituales de diverso tipo y naturaleza, como las galerías de las Ofrendas y Caracolas (Lumbreras 1993, 2007; Rick 2008); otras, como depósitos de distintos tipos de bienes (Canziani 2009: 145); otras, como áreas funerarias (ídem); y otras, como celdas residenciales para los encargados del culto14 (Salazar-Burger y Burger 2000). Esta increíble versatilidad de las galerías permite suponer que eran un elemento clave del sistema político-religioso que se manejaba en Chavín, particularmente en su momento de mayor esplendor (Kembel y Rick 2004; Rick et al. 1998: 202). En lo que respecta a los canales subterráneos, el centro ceremonial cuenta con varias redes hidráulicas distribuidas a lo largo y ancho todo el complejo monumental (Bustamante y Crousillat 1974). Uno de los más importantes es el Canal de Rocas, protagonista de nuestra investigación. Según el estudio de los ingenieros de la UNI, Julio Bustamante y Enrique Crousillat (1974) una de las principales funciones de estos sistemas hidráulicos sería proteger el santuario, drenando con un alto nivel de eficiencia el exceso de aguas lluvia, lo que evitaría su infiltración al interior de las galerías y en los rellenos constructivos. La estrategia combinada de ventilación, manifestada con los ductos de ventilación/iluminación, y drenaje parece haber estado diseñada para controlar el nivel de humedad en el volumen de las plataformas, ya que al saturarse de agua habrían generado empujes laterales de una magnitud tal, que los muros de contención no habrían estado en condiciones de resistir, generando un latente riesgo de colapso (Canziani 2009: 145). Si bien es cierto que la función de protección sería una de las más importantes y evidentes, es importante mencionar que los sistemas hidráulicos, y en particular el 14 Esta opción se basa en una analogía etnográfica con los sacerdotes Kogi de Colombia, quienes como parte de su proceso para llegar a ser especialistas ceremoniales viven en absoluta oscuridad durante el tiempo que dura su entrenamiento, que puede durar varios años (Salazar Burger y Burger 2000: 45-46). 110 Canal de Rocas, son circuitos multifuncionales (Rick 2011), tal como explicaremos a lo largo del presente estudio. 2.2.2.1 Secuencia cronológica Como otros centros ceremoniales de la antigüedad, Chavín de Huántar tuvo una larga vida. Este largo proceso comenzaría con un “primitivo” núcleo y culminaría en el gigantesco monumento que vemos hoy en día (Kembel 2001; Tello 1942: 113). Basta con prestar un poco de atención a las fachadas de los montículos-plataforma para observar sus superposiciones verticales y adiciones horizontales, evidencias tangibles de su carácter multi-generacional (Canziani 2009: 143; Moore 1996; Rick et al. 1998; Tello 1942: 113). Esta larga sucesión de ampliaciones y remodelaciones sugieren que Chavín tuvo un diseño a largo plazo (Contreras 2007: 226) que se renovaba periódicamente (Burger 1985). Para algunos especialistas, la renovación de un centro ceremonial es la expresión material del entendimiento de un tiempo cíclico, lo cual puede ser vinculado a una renovación de carácter espiritual (ídem). Recientes investigaciones han concluido que la etapa constructiva de la zona Monumental duró alrededor de 800 años, entre el 1200 y el 500/400 a.C.; y que fue mucho más compleja de que lo inicialmente se había planteado (Feathers et al. 2008; Kembel 2001, 2008; Rick et al. 1998; Rick et al. 2009). Esta nueva secuencia de la arquitectura externa sostiene que los edificios monumentales, las plataformas y las plazas fueron erigidos en, por lo menos, 15 episodios constructivos (Figura 4.12; Kembel 2008: 44); los cuales han sido agrupados en cinco grandes fases: 1) Montículos Separados, 2) Expansión, 3) Consolidación, 4) Blanco & Negro y 5) Soporte (Figura 4.13). En ellas se puede observar un cierto dinamismo de sus principios arquitectónicos, pero al mismo tiempo, un núcleo de conceptos que trascendieron a las diferentes fases (Rick 2006). 111 Figura 4.12. Secuencia arquitectónica de la zona Monumental de Chavín de Huántar (Kembel 2008: 44, Figure 2.10). En azul, los episodios constructivos más relevantes para la presente investigación. A B D C Figura 4.13. Reconstrucción de la zona Monumental. A. Fase Montículo Separados (Kembel 2008: 45, Figure 2.11). B. Fase Expansión (ibíd., Figure 2.12). C. Fase Consolidación (ibíd., Figure 2.13); D. Fase Blanco & Negro (ibíd., 46, Figure 2.14). 112 A continuación, una breve descripción de las fases constructivas del centro ceremonial: 1. Fase Montículos Separados (Separate Mound Stage).- Etapa en la que se construyeron dos montículos-plataforma que serían las bases para los edificios A y B. En la cima de este último se habría construido una estructura rectangular que albergó a Huari Wanka (Inner Lanzón Rectangle) (Figura 4.13.A). 2. Fase Expansión (Expansion Stage).- Consiste en una serie de plataformas aterrazadas que cubren muchos más volumen y área que la fase anterior. Durante el transcurso de esta etapa se expande el Edificio A hacia el sur, se construyen galerías en su interior, y se conectan las fases más tempranas de los edificios A, B y C formando una “U” (Figura 4.13.B). En el Edificio B se observan varias transformaciones: 1) cambia su diseño a una plataforma escalonada; 2) la Galería Inner Lanzón Rectangle se convierte en Inner Lanzón Chamber –Cámara Interna del Lanzón-; y 3) se construyen las galerías Middle Lanzón y Lanzón Patio. Esta última permitiría el acceso a la cámara del Lanzón y a la Galería Upper Laberintos, ubicada al sur del Edificio. Es importante mencionar también, la construcción de la Galería Upper Pasos Perdidos, canal subterráneo que pasa por debajo de la Galería Upper Laberintos. 3. Fase Consolidación (Consolidation Stage).- Incluye la adición de bloques que llenan la plataforma que se había extendido al sur del edificio A, transformándolo en una gran plataforma (Figura 4.13.C). Además, se elaboran galerías de formas más estandarizadas. El Edificio B no presenta modificaciones. 4. Fase Blanco & Negro (Black & White Stage). – Es considerada como la última gran etapa constructiva del centro ceremonial y es el marco temporal de nuestra investigación. Según los fechados radiocarbónicos obtenidos por el PIACH esta fase se habría desarrollado entre los 900/780 a.C. y los 500/400 a.C. (Kembel 2008: 70). Estas fechas coinciden con el Formativo Tardío (Kaulicke 2010), periodo vinculado a la máxima expansión de la red económica-ideológica del culto Felínico. Esta fase enfatiza la construcción de amplias áreas en lugar de obras voluminosas como lo fueron las anteriores fases (Figura 4.13.D). Esto involucró un cambio sustancial del paisaje, por lo cual se puede considerar que fue un proyecto de arquitectura e ingeniería 113 paisajística que tuvo una relación recíproca y armónica con el entorno inmediato (Contreras 2007: 223). Se construyen todas las plazas que se conocen actualmente – Mayor, Menor y Circular–, con un alto nivel de simetría; se extiende el área de construcción modificando la trayectoria del río Mosna; se construyen defensas ribereñas alrededor de los dos ríos (Contreras 2007: 53; Espejo 1956; Tello 1960); se estandarizan las galerías y otros elementos constructivos, como los nichos o ductos de ventilación (Kembel 2001, 2008); y se ornamenta la mayoría de plazas y edificios con finas obras escultóricas, como lápidas, dinteles y cabezas clavas. Por otro lado, debe tomarse en cuenta también que la expansión del santuario pudo haber exacerbado algunos problemas de deslizamiento (Contreras 2007: 231), tanto del cerro Cochas al oeste, como del cerro Piruro en La Banda. En lo que concierne al presente estudio es importante resaltar tres sub-proyectos: 1) La canalización del río Mosna y la modificación de su trayectoria. Este episodio no solo constituye un cambio radical del paisaje, sino también, una mayor fuente de erosión (Contreras 2007: 137; como ejemplo histórico tenemos la destrucción del extremo oriental del Edificio E en 1931). 2) La construcción de la tercera y última fase del Edificio B. En ella se incluye las ampliaciones Lower Laberintos, Laberintos Alcove y la extensión de su canal subterráneo con el episodio Lower Pasos Perdidos. En esta fase las galerías Laberintos y Lanzón habrían estado fusionadas, transformándose en una gran y compleja galería (Kembel 2008: 61). 3) El episodio constructivo Circular Plaza Atrium que incluye el levantamiento de la Plaza Circular, la Escalinata Central del Edificio B, las terrazas alrededor de ella y las Galerías Ofrendas, Caracolas y Campamento (Kembel 2001, 2008). De acuerdo a los fechados absolutos del Dr. Rick y su equipo, la plaza hundida fue erigida entre el 900 y 800 a.C. (Figura 4.14; Rick et al. 2009: 114-115). Asimismo, las recientes excavaciones del PIACH han revelado que esta plaza fue construida por encima de una plaza anterior, ubicada aproximadamente a 2 metros por debajo de la superficie visible (Kembel 2001; Rick et al. 2009: 114-115). Por lo que se sabe hasta el momento, esta primera plaza se encontraría sobre roca madre 114 (Lumbreras 1974: 139) y habría estado en funcionamiento hasta la fase Consolidación, siendo muy posible que corresponda a una fase previa. La excavación arqueológica develó un circuito de canales superficiales diseñados en forma de Y, como si estuvieran formando un Tinkuy (Figura 4.15). Figura 4.14. En azul los fechados radiocarbónicos relacionados con la construcción de la Plaza Circular (modificado de Rick et al. 2009: 115, Fig. 16). Figura 4.15. Superficie de la plaza subyacente a la actual Plaza Circular. Nótese los canales superficiales (Unidad F14, temporada de campo 2002, cortesía PIACH). 115 En lo que respecta a la fabricación de cerámica, los análisis petro-químicos sugieren que durante esta fase hubo tres grandes áreas de producción: una al oeste de Chavín, por el río Wacheqsa; una al sur, por el río Mosna; y otra cerca de San Marcos, por la quebrada de Carash. Es muy probable que la primera área haya surgido durante este tiempo. Su presencia involucra una clara tendencia a emplear material intrusivo de la Cordillera Blanca, lo cual concuerda con la ubicación actual de algunos talleres alfareros (Druc 2004: 359). Dado el contexto socio-histórico de la fase B&N, lo más probable es que su aparición se haya dado por la importancia socio-económica del centro ceremonial, el crecimiento demográfico del valle, el aumento de la demanda, y el establecimiento de nuevos ceramistas, quienes probablemente hayan venido del Callejón de Huaylas y que estaban más emparentados con el empleo de materiales intrusivos (ibíd., 361). Otra área destacable es la de Carash. Aquí se habrían establecido algunos talleres alfareros en el fondo del valle, así como en sus cercanías. La producción de esta área se caracteriza por el uso de material sedimentario, el uso de pastas finas, y la fabricación a pequeña escala de botellas y cuencos decorados (ibíd., 361). Complementando esta información, los análisis petro-químicos sugieren que más de la mitad de las vasijas destinadas al servicio de alimentos (p.ej. botellas, cántaros y cuencos finos) fueron importadas (ibíd., 359); y que las vasijas destinadas a la preparación y almacenamiento (p.ej. ollas) fue de fabricación local (ibíd., 362). Las características de la alfarería local y foránea que se fabricaban durante esta fase estarían indicando que ni la producción, ni la distribución de las vasijas estuvo controlada u organizada por la alguna entidad política (ibíd., 369). Dado que Chavín de Huántar era un lugar religiosa y económicamente importante, los productos alfareros locales y foráneos habrían sido entregados como regalos u ofrendas y/o adquiridos en “mercados” ocasionales. Es posible también, que algunas de las vasijas encontradas hayan sido llevadas como contenedores, y no necesariamente para ser intercambiadas (ídem). Es importante mencionar que la fase Blanco & Negro está vinculada a la fabricación del estilo Janabarriu, el cual tuvo una amplia difusión durante el Formativo Tardío; siendo incorporado y adaptado en la alfarería local de los centros ceremoniales que formaban parte de la red del culto Felínico (Burger 1979, 1984, 1988: 133-139, 1992, 1993: 60-61, 116 1998, 2008; Druc 2004; Kembel 2001, 2008; Mesía 2007; véase Janabarroide en Rick et al. 2009; Cerámica Chavín de arcilla negra en Tello 1960: 29; Chavín Tardío en Tellenbach 1998). Dada la naturaleza de su difusión puede inferirse que las vasijas del estilo Janabarriu fueron empleadas en rituales de consumo y ofrenda (Burger 1988: 125). Los más resaltante de estas vasijas es su color negro o gris oscuro; su acabado superficial, que varía entre pulido y bruñido; y sus diseños decorativos, símbolos estampados o incisos en forma de círculos, círculos con punto concéntrico, “S” y medias lunas (Figura 4.16; para mayor detalle véase Anexos 3 y 4; véase también Burger 1984, 1998; Inokuchi 1998; Tellenbach 1998; Tello 1960). Análisis especializados han concluido que las pastas de este estilo tienen distintas composiciones químicas y minerales, lo cual apunta a que su fabricación fue hecha tanto en talleres locales, como foráneos (Druc 2004). A B D C Figura 4.16. Fragmentos del estilo Janabarriu: A. Janabarroides (Rick et al. 2009: Fig. 15); B. Zona Monumental (Tello 1960: 322, Fig. 153); C. Zona Wacheqsa (modificado de Mesía 2007: Figure 07); D. Zona La Banda (modificado de Sayre 2010: Figure 6.33). 117 5. Fase Soporte (Support Stage).- Los fechados correspondientes a este periodo coinciden con un deterioro del clima, un fuerte terremoto y un Mega-ENSO, fenómenos naturales que ocurrieron alrededor del 500 a.C. y que dejaron su impronta en varios contextos arqueológicos de sitios costeños (Burger 1993: 69; MckBird 1987; Moseley et al. 1981: 248). Estos eventos naturales marcarían el fin de la red económico-ideológica que estaba encabezada por Chavín (Dissel 2004: 56; Lumbreras 1989: 21), y con ello, el fin del Formativo Tardío (Kaulicke 2010). Al interior del santuario, esta fase se evidencia con grandes bloques caídos (Tello 1960), con el levantamiento de construcciones de apoyo (Kembel 2001, 2008; Lumbreras 1977, 1989), y con el desprendimiento del Cerro Cochas; cuya tierra rojiza cubre gran parte de la zona Campo Oeste, donde puede llegar a tener más de un metro de espesor (Contreras 2007; Lumbreras 1989: 21). 4.2.3 El Templo del Lanzón En 1962, el Dr. Rowe publica un artículo donde plantea que la secuencia arquitectónica del centro ceremonial está en correlación directa con la secuencia estilística de su arte escultórico. En este modelo, basado en principios de la Historia del Arte, posiciona al Lanzón – Huari Wanka– en una etapa más temprana de desarrollo por la “simpleza” de su trazo; y a los personajes de la Portada de las Falcónidas –al Halcón y al Águila– junto a la Estela Raimondi, puesto que los tres comparten un aspecto “barroco” (Rowe 1962). Esta diferencia estilística y cronológica le permitió al investigador estadounidense dividir cronológicamente el centro ceremonial en: Templo Viejo y Templo Nuevo (Rowe 1962: 9, 1967; Burger 1992; véase también Templo Temprano y Templo Tardío en Kauffmann 1983). Publicaciones subsiguientes designaron a los templos en “U” de otra manera, como por ejemplo Templo Mayor para referirse al Templo Nuevo (Lumbreras 2007: 101), concepto que implica una jerarquía a priori respecto a las otras estructuras; o Templo del Lanzón (término usado originalmente por José Toribio Polo, Lumbreras y Amat 1969: 148; Lumbreras 1970: 129-136), debido al objeto de culto que guarece en su interior. Para evitar esta confusión conceptual y poder sistematizar la entramada red de canales subterráneos optamos por crear una versión alternativa del programa arquitectónico: al Templo Nuevo lo designamos como “Templo de las Falcónidas”, por su asociación con la portada megalítica que lleva ese nombre; y el Templo Viejo mantuvo su asignación como “Templo del Lanzón”, en concordancia con las 118 observaciones iniciales. De esta manera, la litoescultura se vuelve el denominador común para la designación de los templos, lo cual es de gran utilidad por su neutralidad conceptual. Considerando lo anterior, la organización de la zona monumental de Chavín de Huántar quedaría como sigue (Figura 4.17): los Edificios A (cuerpo central), E (ala sur), F (ala norte) y G, la Primera y Segunda Plataforma, más las plazas hundidas Menor y Mayor conformarían el Templo de las Falcónidas; mientras que, el Edificio B (cuerpo central), la fachada norte del Edificio A (ala sur), la fachada sur del Edificio C (ala norte) y el Atrio de la Plaza Circular (Rick et al. 1998: 192) configurarían el Templo del Lanzón. Por otro lado, las recientes excavaciones del PIACH en la explanada norte del Edificio C han revelado otra área de actividad importante para el santuario (Rick y Lumbreras 2012, 2013). En ella se destaca el hallazgo de una galería subterránea intacta, pozos de ofrendas, canales superficiales, pisos bien arreglados y de, por lo menos, dos sistemas hidráulicos subterráneos (Brown 2014). La reciente actualización de los datos arqueológicos nos indica también que, durante el periodo Blanco & Negro, ambos templos en “U” funcionaban sincrónicamente: el Templo del Lanzón al norte y el Templo de las Falcónidas al sur (Burger y Salazar-Burger 1993: 102; Kembel 2001, 2008). Cada uno de ellos estaría dividido en mitades complementarias, lo que concuerda, teóricamente, con los programas iconográficos descubiertos hasta el momento (Burger y Salazar- Burger 1993: 103; Makowski 2000: 84). Tal y como ocurre con otros centros ceremoniales de la era Formativa, el diseño en “U” sería la expresión arquitectónica de la dualidad complementaria y la tripartición; concepciones indisolubles que serían materializadas por los brazos laterales, como expresiones de oposición, y el cuerpo central, como elemento mediador (Isbell 1976 citado en Burger y Salazar-Burger 1993: 101-102; Morales 2001: 51). Sobre la base de referencias etnohistóricas, etnográficas y arqueológicas puede afirmarse que estos principios, junto al de la cuatripartición, ordenaron el sistema de parentesco, las alianzas matrimoniales, la división de los ayllus, los espacios territoriales y la jerarquía del mundo religioso (Morales 2001: 52). En ese sentido, el principio de dualidad complementaria nos sugiere que el Templo del Lanzón y el Templo de las Falcónidas eran, justamente, complementarios entre sí (Burger y Salazar-Burger 1993: 103). 119 Figura 4.17. Plano de la zona Monumental de Chavín de Huántar (Rick et al. 1998: Fig. 5). En gris claro, el Templo de las Falcónidas; en gris oscuro, el Templo del Lanzón; y en celeste, el área de la Explanada. Desde una perspectiva antropológica, la forma en “U” habría servido para focalizar y canalizar el flujo de energía cósmica con la intención de manejarla, y poder así, garantizar las lluvias y otras condiciones necesarias para las actividades productivas (Burger 1985: 280). Con estas consideraciones, se infiere que las plazas de los templos en “U” serían, conceptualmente hablando, el eje del poder que conecta el mundo de arriba con el mundo de abajo (Salazar- Burger y Burger 2000: 57). Por otro lado, la forma en “U” de los templos de Chavín ha sido interpretada como la representación arquitectónica de las fauces de un caimán (Burger 1985: 280). Desde una mirada ecológica, este saurio tendría el rol de producir y distribuir los nutrientes dentro de los sistemas ribereños secundarios del Amazonas, manteniendo así, una fauna abundante (Burger 1985: 280; Musilli 1987). Esto explicaría, en parte, porque las fuentes etnográficas amazónicas entienden al 120 caimán como un símbolo de la regulación benevolente de las fuerzas productivas de la naturaleza (Musilli 1987). En Chavín, este animal aparece en varias litoesculturas (Roe 1974), pero en donde más resalta es en el Obelisco Tello (Figura 4.18). Esta hermosa pieza de arte religioso tiene como protagonistas a dos caimanes, uno femenino y otro masculino (Cané 1983); y como caracteres secundarios a varias plantas y animales, procedentes tanto de la Amazonía, como de las profundas aguas tropicales del Ecuador (Makowski 1997, 2000). Figura 4.18. Obelisco Tello. De acuerdo a la interpretación de algunos investigadores, esta escultura relataría el mito cosmogónico de la ideología religiosa que se manejaba en Chavín de Huántar (Kaulicke 1994, para otra versión véase Makowski 1997, 2000); y al mismo tiempo, estaría detallando su interrelación con las fuerzas cósmicas naturales a una escala de tiempo biológico (Ardito 2007). De estar en lo correcto, el diseño arquitectónico no solo estaría reiterando la importancia simbólica de este animal en el cosmograma del culto Felínico (Makowski 1997, 2000), sino también, sería otro ejemplo de la dualidad complementaria; y un elemento iconográfico que refuerza la conexión existente entre el centro ceremonial y la selva amazónica (Burger 1988, 121 1992: 282-283, 1993; Lathrap 1971; Morales 2001; Salazar-Burger y Burger 2000; Tello 1942, 1960). En lo que respecta al Templo del Lanzón, este fue levantado directamente sobre un lecho de roca madre que se encuentra aproximadamente a 2 m de profundidad (Lumbreras 1974: 139). La altura de los edificios monumentales mide cerca de 12 m de altura, constriñendo la visibilidad hacia al oriente, por donde salen los astros; y al mismo tiempo, mejorando la acústica del lugar, lo cual es ideal para las performances rituales (comunicación personal con Miriam Kohler; Moore 1996: 161). Su eje central tiene una orientación de 103,85° este del norte absoluto (Rick et al. 1998: 194, también 283°28’W en Burger 1992: 132). En él se alinean Huari Wanka, la Escalinata Central del Edificio B, la mitad exacta de la Plaza Circular, y el altar de Piruro, la montaña por donde nace el sol durante el solsticio de invierno (Diessl 2004a; Makowski 1997; Rick 2008). Lo mismo estaría ocurriendo con el punto medio del Edificio A, que se alinea con el punto medio de la Portada de las Falcónidas, y estas, a su vez, con la Escalinata Blanco & Negro y la mitad de las plazas Mayor y Menor (Rick et al. 1998; Rick 2008: 12, 2013). Esta correspondencia astronómica se ve reforzada por su interrelación con el paisaje, observándose por el naciente al Apu Waqa’q y a Ojchatuna –una montaña que desde la perspectiva visual del santuario tiene la silueta de un felino–, y por el poniente, al altar de Shallapa (conocido localmente como las Cruces) y al Apu Pojoc, que también cuenta con restos arqueológicos del periodo Formativo (Burger 1982; Diessl 2004a, 2004b). A continuación, se describen las principales estructuras que conforman el Templo de Lanzón: Edificio B (EB).- Cuerpo central del Templo del Lanzón. Se localiza entre los edificios A y C, sirviendo de puente entre ambos. Mide 45 m de longitud (N-S) por 35 m de ancho (E-W) (Tello 1960: 76). En sus adentros se edificaron las galerías de Laberintos y del Lanzón. La primera está ubicada hacia el lado sur; y la segunda, en el centro. En su cima fue erigida la Galería VIII (Tello 1960), y en su frontis oriental, la Escalinata Central (Kembel 2001, 2008; Lumbreras 1977, 2007, 2014). Es una de las construcciones monumentales más importantes del santuario ya que en un su interior se encuentra Huari Wanka, el principal objeto de culto (Tello 1960: 77). 122 Escalinata Central.- Estructura edificada en la fachada oriental del Edificio B, articulando la cima de este edificio, donde se encontraba la Galería VIII con el Atrio Oeste de la Plaza Circular (Figura 4.19; Lumbreras 2007, véase también Circular Plaza Staircase [CPS] en Kembel 2001). Su parte más alta habría estado techada y recubierta internamente por un enlucido de color crema (Lumbreras 2007: 125), funcionando como una especie de galería (Lumbreras 1974: 4). Por debajo de ella, atravesándola longitudinalmente en su punto medio, se instaló una canaleta de pequeñas dimensiones, que muy probablemente tuvo una función acústica (Bustamante y Crousillat 1974; Lumbreras et al. 1976). El punto medio de esta escalinata, y por ende la canaleta, están alineados con la cima del cerro Piruro. Figura 4.18. Corte de sección de la Escalinata Central (Lumbreras 2007: 150, Fig. 110). Paralelas a esta escalinata se habrían instalado otras dos más, por lo cual podemos suponer que existían otros dos destinos. Según Lumbreras, (1977: 14) una de ellas se ubicaría al sur, conduciendo hacia la Galería de Laberintos, que durante la fase Blanco & Negro estuvo integrada a la Galería del Lanzón (Kembel 2001); y la otra se encontraría al norte, comunicándose con otro recinto que aún falta descubrir. De ser así, 123 es muy probable que las tres escaleras hayan comenzado desde el rellano que enlaza la Escalinata Central con la Escalinata Occidental de la Plaza Circular. Es preciso anotar que, en el peldaño más grande de esta escalinata, inmediatamente arriba del rellano, se perforaron dos pequeños huecos cónicos (Figura 4.20, izquierda). Estas marcas no están centradas ni en el largo del peldaño, ni en la piedra. Si consideramos que las escalinatas fueron sede de ritos y otros actos importantes (Rick et al. 1998: 201), nos atrevemos a decir que este peldaño estaba predestinado para algún especialista religioso cuya posición corporal fue similar al personaje de la famosa Estela Raimondi (Figura 4.20, derecha), y que para estabilizar la ubicación de sus báculos se atinó a la creación de esos pequeños orificios. Figura 4.20. A la izquierda, detalle de los dos pequeños orificios cónicos en el peldaño más largo de la Escalinata Central (Rick et al. 1998: 203, Fig. 16). A la derecha, la Estela Raimondi (Cané 1983: 12, Figura 7). Como ya mencionamos, los estudios iconográficos sugieren que la Estela Raimondi corresponde a las últimas fases de Chavín (Burger 1992: 173-174; Rowe 1962, 1967), muy probablemente a la fase Blanco & Negro (Kembel 2001). Para ciertos investigadores sería una de las representaciones de la divinidad principal (Burger 1992; 124 Rowe 1962), aunque ningún hecho empírico lo sustenta más allá de su complejidad iconográfica y dimensiones monumentales (Makowski 2000). Para otros, el personaje de los báculos sintetizaría dos entidades sobrenaturales presentes en el imaginario Chavín: el caimán y el jaguar (Makowski 1997: 510); mientras que para otros sería más bien la representación del shaman jaguar (Morales 2007). Cabe precisar que, en los dos últimos casos no se trataría de una divinidad, sino más bien, un personaje imbuido de divinidad. Galería del Lanzón.- Esta galería tiene un pasaje central que enlaza a tres pasajes que se proyectan hacia el oeste. El primero está orientado de norte a sur y mide 5.2 m de largo por 90 cm de ancho y 1.80 m de altura. En el extremo sur se conservó un nicho de 70 por 65 cm, y en el extremo opuesto se supone que hubo otro similar, pero que fue destruido (ídem). La porción media de este pasadizo se conecta con el pasaje central que lleva hacia la cruz donde se localiza Huari Wanka (Figura 4.21.B). Este mide 11.90 m de largo por 88 cm de ancho en el extremo oriental y 93 cm en el occidental (Tello 1960: 105), medidas que permite el ingreso de solo una persona a la vez (Salazar-Burger y Burger 2000: 45). Este pasaje se alinea con un ducto de ventilación/iluminación de 70 cm de ancho, que se dirige hacia la fachada oriental del Edificio B (Tello 1960: 77). Según los experimentos del PIACH, este ducto habría iluminado la cara de Huari Wanka, desde su frente hasta su mandíbula (Figura 4.21.A), enfatizando los rasgos de la escultura (Rick 2008: 29). A B Figura 4.21. Huari Wanka. A. Iluminación de su rostro por un rayo de luz eléctrica procedente del ducto de iluminación/ventilación (Rick 2013: 172, Fig. 114). B. Primera foto de Huari Wanka tomada desde el pasadizo central (Roosevelt 1935: 41, Fig. 27). 125 Este alineamiento demuestra que los Chavín canalizaban y administraban la luz con una alta precisión (Burger y Salazar-Burger 1993: 98; Rick 2008). Es preciso mencionar que el manejo de la luz es una técnica escenográfica que sigue siendo empleando por los arquitectos modernos para producir la singularidad y la magia de un espacio sagrado (de Solà-Morales et al. 2000: 24). Además, recientes investigaciones arqueo-acústicas del PIACH han demostrado que este ducto fue también una estructura acústica que potenció la vibración del pututo (véase abajo, Rick comunicación personal). Galería VIII.- El planeamiento de esta galería sigue el patrón en cruz que presenta la Galería del Lanzón, lo cual es un indicio de su contemporaneidad e interrelación (Figura 4.22; Kembel 2001; Tello 1960: 43). Estaba conformada por un pasaje central que corre de este a oeste, en concordancia con el corredor central de Huari Wanka, y tres pasajes perpendiculares que corren de norte a sur. El pasaje perpendicular que se alinea con la cruz de Huari Wanka contaba con 4 nichos, dos en cada extremo. En cuanto a su función, el recinto sería una especie de vestíbulo del adoratorio de Huari Wanka (Tello 1960: 143). Lastimosamente, esta galería fue destruida por el aluvión de 1945. Figura 4.22. Croquis de la Galería del Lanzón (línea continua) y de la Galería VIII (línea punteada) (Tello 1960: 104, Fig. 17). 126 En el relleno de este recinto se encontraron fragmentos de cerámica de las épocas Chavín y Recuay, entre otras evidencias. Uno de los hallazgos más interesantes fue recuperado en la base de los nichos. Allí, se identificó un conjunto de artefactos óseos – tubos, espátulas y pendientes– con incisiones del estilo Chavín (ibíd., 354, Fig. 177, a-e). Según Tello, estos artefactos habrían sido hechos con maxilares, fémures y falanges de restos óseos humanos (ibíd., 143). Galería de Laberintos.- galería construida inmediatamente al sur de la Galería del Lanzón. Aunque actualmente se encuentren separadas, recientes estudios han confirmado que durante el periodo Blanco & Negro formaban parte de una gran galería (Kembel 2001, 2008). Su diseño arquitectónico suscita la impresión de un laberinto –de ahí su nombre– en el cual el agente humano pierde rápidamente el sentido de la orientación; particularmente por los numerosos pasajes, las frecuentes vueltas en ángulo recto, y los cambios de nivel. Su diseño no solo habría tenido la intención de desorientar al participante, sino también, producir un completo aislamiento del mundo exterior (Salazar-Burger y Burger 2000: 46). Recientes investigaciones arqueo-acústicas han resuelto que la Galería de Laberintos tiene propiedades sonoras sobresalientes (Abel et al. 2008). A ello se le añade su propio sistema hidráulico, nominado inicialmente como la “Galería de los Pasos Perdidos”; el cual habría funcionado para protegerla, drenando las aguas lluvia de la superficie (Bustamante y Crousillat 1974), y también, como un sistema acústico capaz de modular el sonido producido por el correr de las aguas (Lumbreras et al. 1976). Si nos contextualizamos en la época de lluvias (octubre-abril), la posibilidad de escuchar este sistema en funcionamiento daría a cualquier participante una experiencia única. Al respecto, nos gustaría citar la siguiente observación hecha a finales del siglo XIX: […] La disposición del templo, en especial sus galerías, “servían para reproducir y prolongar los sonidos…” y agrega: “los pasadizos, las entradas y los tragaluces favorecen esa resonancia”. (Polo 1899 citado en Amat 1974: 54). Atrio del Lanzón.- plataforma que se encuentra en el espacio abierto de la U, al oriente del Edificio B. Su designación como atrio se debe a la interrelación con Huari Wanka, entendiéndoselo como un espacio de mediación entre lo externo y lo interno (Makowski 127 1997: 512; 2000: 85). Mide aproximadamente 2 m de altura. En su interior se construyeron la plaza circular hundida, varias galerías; y por debajo, se instaló una parte del Canal de Rocas, que es el foco de nuestra investigación (véase Rocas Lanzón en el Capítulo 3). Para efectos de análisis, el Atrio del Templo del Lanzón ha sido repartido en cuatro partes, las cuales han sido referenciadas según el norte arquitectónico. En el Atrio Este se identificaron dos escalinatas: una de cara al interior de la plaza y la otra de cara al exterior, en asociación directa con un camino enlosado (Figura 4.23). En el primer peldaño (dirección EW) de esta última, el PIACH registró dos huellas de poste ubicadas en cada extremo de la huella. Estas habrían funcionado como las jambas de una puerta (Sayre 2010: 87-89), restringiendo aún más el acceso a este recinto (Figura 4.24). Al interior del atrio, al norte del vano, se edificó la Galería del Campamento, y al sur, un recinto cuadrangular cuyas paredes estaban enlucidas de color rojo, y que parece haber funcionado como una especie de “garita de control” (Rick y Lumbreras 2002). El Atrio Oeste también presenta un acceso directo hacia la plaza, aunque con una configuración diferente. Al igual que en el caso anterior, posee un escalera interna; pero luego, subiendo (dirección EW), se llega a un amplio rellano, el cual empalma con la Escalinata Central. Esta conjunción habría permitido la comunicación entre la Plaza Circular y la cima del Edificio B donde se encontraba la desaparecida Galería VIII. El Atrio Norte tenía un piso fabricado de arcilla compacta que tenía algo más de 10 cm de espesor. Su superficie tenía una capa de engobe que había sido pulida y endurecida con fuego. Medía algunos mm de espesor y estaba ligeramente jaspeada con minerales amarillos y rojos (Lumbreras 2007: 109-110). Las excavaciones revelaron la superposición de, por lo menos, dos niveles de pisos, lo que sugiere un continuo proceso de remodelación (ídem). En otro segmento del Atrio, cerca del vano de acceso de la Galería de las Ofrendas, se identificó un piso enlosado a la misma altura que el piso anterior (ídem). Puede suponerse entonces que esta combinación de pisos –fabricados y enlosados– fue parte del arreglo externo de los cuatro atrios, aunque todavía no hay publicaciones al respecto. 128 Figura 4.22. Piso enlosado al oriente del Atrio Este (Sayre 2010: 89, Figure 6.21). Figura 4.23. Reconstrucción hipotética de la entrada oriental al Templo del Lanzón (Sayre 2010: 89, Figure 6.22). La intervención arqueológica del Atrio del Lanzón fue inicialmente dirigida por el Dr. Lumbreras (1974, 1977) entre los años 1967 y 1972, como parte del Programa B del Proyecto Chavín. A groso modo, las excavaciones revelaron una secuencia arqueoestratigráfica compuestas por 8 capas: A, B, C, D, E, F, G y H; y por lo menos tres épocas: Chavín, Recuay y Moderna (Figura 4.25). Como parte de estos trabajos, se incluye también el descubrimiento de la famosa Galería de las Ofrendas, mencionada líneas arriba, y la revelación de la Plaza Circular. Para la presente investigación nos enfocaremos únicamente en las capas G y H, que representan los últimos momentos de la época Chavín (Lumbreras 1974, 1977). 129 La capa H15 era de color amarillento, estaba compuesta principalmente por arcilla y su compactación era moderada (Lumbreras 1974: 47). Se encontraba en contacto directo con las estructuras de la época Chavín, y por debajo de la Capa G (véase abajo). Su espesor era delgado, apareciendo en muchas partes como una capa uniforme que oscilaba entre 10 y 15 cm; haciéndole parecer un estrato de configuración horizontal hídrica (Lumbreras 1977, 2007: 102). Por la homogeneidad de su distribución y posición estratigráfica se infiere que este sedimento era el enlucido del templo que se diluyó por los efectos del agua, y que seguramente se formó en un tiempo de relativo abandono de esta parte del santuario (Lumbreras 1974: 47); lo cual estaría en concordancia con los acontecimientos que ocurrieron durante la fase Soporte. Figura 4.25. Croquis del corte de sección del Atrio, unidad S2 (Lumbreras 1977: Lámina I, Fig. 3). La cerámica de la capa H corresponde claramente a la época Chavín (Lumbreras 1974: 53). Uno de los estilos alfareros más resaltantes de este assemblage sería el estilo Janabarriu, que según la nueva secuencia relativa de Chavín habría sido fabricado durante el periodo Blanco & Negro (Mesía 2008; Janabarroide en Rick et al. 2009). No 15 La capa H fue excavada inicialmente por el Dr. Lumbreras (Lumbreras 1974, 1977), interviniéndose alrededor del 15% (Mesía 2008). El resto de la capa fue excavada por el PIACH entre los años 1998 y 2005. Aunque todavía no se ha publicado extensamente al respecto, vale mencionar la tesis de maestría de Megan Kane (2008), quien se focaliza en esta misma área. 130 obstante, cabe precisar que el assemblage de esta capa no tuvo todas las características que definen al estilo Janabarriu, y que más bien, hubo otros nuevos atributos que lo hacen relativamente diferente (Lumbreras 1974: 53). Esto puede ser de vital importancia para entender la producción alfarera durante la fase Soporte, la cual todavía no ha sido del todo estudiada. Comparado con otros assemblages, la cerámica de la capa H se parece mucho a la Fase 6 de Ancón (ídem) y a la Fase Sajarapatac de Kotosh (ibíd., 47), ambas pertenecientes al Formativo Final (Kaulicke 1994, 2010). Es preciso mencionar también, que los restos de alfarería estuvieron asociados a desechos de evidente uso doméstico, como abundantes restos de carbón vegetal y huesos de animales (Lumbreras 1974: 47). Según la evidencia arqueológica puede suponerse que durante la fase Soporte el Templo del Lanzón no estaba abandonado por completo, sino que funcionaba como escenario para actividades de carácter más doméstico. La Capa G es el derrumbe que tuvo la fachada oriental del Edificio B junto con los primeros depósitos culturales del periodo Huarás (Lumbreras 1974: 46-47, 1977, 2007: 102). Tenía una composición relativamente homogénea, constituida por grandes bloques de piedra y rocas medianas que, sin duda alguna, eran los mampuestos caídos de la cima del templo (Lumbreras 1977: 7-8). Estos generaron una superficie irregular que se distribuía de manera discontinua sobre la Escalinata Central, la Plaza Circular y el Atrio (ídem). En algunas partes tenía un contacto directo, y a veces difuso, con la capa H, llegando incluso a formarse un interfasie llamada GH; en otras llegó a alcanzar 40 cm de espesor; en otras pudo ser dividida en dos y tres niveles (G1, G2 y G3) (Lumbreras 1974: 46-47); en otras se encontraba inmediatamente sobre las estructuras Chavín; y en otras, como en la sección oriental del Atrio, era prácticamente inexistente (Lumbreras 1977: 7-8). En la Plaza Circular, la capa G llegó a cubrir una parte del lado occidental, pero con elementos de menos volumen (Lumbreras 1977: 8). Cuando llegaron los Recuay en el siglo IV a.C., estos aprovecharon los grandes bloques del derrumbe y rellenaron las grietas con piedras sueltas para crear superficies capaces de ser usadas. Así por ejemplo, la parte occidental del Atrio, que tiene un fuerte desnivel, fue aterrazada llegando a tener hasta dos niveles. En otras partes dejaron la estructura previa tal y como estaba, modificándola sutilmente. En ese caso, tenemos a la Escalinata Central y a la Plaza Circular, cuyos muros internos fueron cubiertos con barro 131 (Lumbreras 1977: 8). Cualquiera haya sido la modificación, el reordenamiento del Atrio les permitió a los re-ocupantes Recuay construir sus residencias (Lumbreras 1974: 46- 47), plazas16 (Atallah 2013; Lumbreras 1977: 8; Kane 2008), disponer sus contextos funerarios (Lumbreras 2007: 146), entre otras estructuras (Atallah 2013; Lumbreras 1977: 8; 2007: 132). La cerámica de la capa G corresponde al estilo Blanco sobre Rojo del periodo Huarás, en concordancia con la evidencia alfarera de las capas D, E y F (Lumbreras 1974: 53, 1977: 7-8); lo cual confirma que la ocupación Recuay del santuario ocurrió en ese periodo. Sin embargo, en los niveles más bajos de esta capa, en contacto directo con la capa H, fue posible aislar un nuevo estilo de cerámica Chavín pero en muy bajas proporciones (Lumbreras 1974: 47). Este fue llamado transitoriamente “Chavín Anaranjado” y estaba asociado con restos perfectamente discernibles como Chavinoides, pero que no correspondían al estilo Chavín clásico (Figura 4.26; ibíd., 44). Figura 4.26. Fragmentos Chavinoides [8-13] y Chavín anaranjado [14] (Lumbreras 1977: Lámina V). Un reciente análisis de la cerámica recuperada por el PIACH sostiene que de 4390 fragmentos analizados, solo el 3.3% correspondían a la época Chavín, particularmente al estilo Janabarriu (Kane 2008: 68). La distribución de esta cerámica fue poco aleatoria, 16 El noreste de la Plaza Circular fue un sector libre a manera de plaza que se mantuvo de ese modo hasta por lo menos la capa C (periodo Recuay Clásico) y con algunas modificaciones hasta la capa B (periodo Callejón) (Atallah 2013; Kane 2008; Lumbreras 1997: 8). 132 concentrándose en la esquina noreste de la Plaza Circular –justo donde se encontraba la plaza del periodo Huarás–, y algunos cuantos otros fragmentos en el cuadrante sureste (Kane 2008: 75). A nuestro entender, es muy probable que el estilo Janabarriu reconocido por Kane sea, en realidad, el estilo Chavín Anaranjado o uno de los estilos Chavinoides que menciona Lumbreras. Cierto o no, ambos análisis coinciden en que la frecuencia de los estilos Chavín en la superficie externa de la plaza fue muy baja. Esto nos permite suponer que la cerámica hallada en la superficie de la Plaza Circular corresponde a la última etapa del santuario, lo que concuerda con la asociación de la capa H con el inicio de la fase Soporte. Asimismo, estos hallazgos nos permiten afirmar que la capa G fue el primer depósito cultural Recuay del Atrio y que es el último estrato en contener evidencia alfarera Chavín. Por consiguiente, puede asumirse que los estilos alfareros de esta capa corresponden a un periodo de transición entre las épocas Chavín y Recuay (Lumbreras 1974: 46-47). De ser así, es posible que la mezcla de ambos estilos se haya dado de manera casual (ibíd., 47) como parte del proceso de formación arqueoestratigráfica del Templo del Lanzón, que tendría como protagonista al derrumbe de los edificios. Por otro lado, en las excavaciones efectuadas por el proyecto del Dr. Lumbreras se desenterraron diez cabezas clavas en el área de la Plaza Circular, por lo cual es factible suponer que eran parte de la decoración de este templo (Lumbreras 1977). Varias de ellas correspondían al estilo R, nominado así por el nombre del sector (Lumbreras 1977: 29). En términos generales, el estilo “R” guarda semejanzas con la fase D de Rowe y se caracteriza por el uso de volúmenes y planos para el tratamiento de los detalles morfológicos, de modo tal, que la incisión juega un rol totalmente subordinado, casi inexistente. La cara se resuelve mediante labios y dientes formados por bandas en relieve que de dan un aspecto de gran ferocidad (ídem). Según las descripciones del arqueólogo, seis de las diez cabezas se encontraban al interior de la Plaza Circular; y de estas, solo cuatro (Figura 4.27) se hallaban en un contexto arqueológico capaz de ser asociado a un proceso de formación estratigráfica. Una de estas cabezas parece estar gesticulando un silbido (Figura 4.27.C). Esto es muy curioso ya que actualmente las leyendas urbanas cuentan que en situaciones de peligro el “espíritu” del San Pedro alerta a las personas por medio de silbidos. Esta no sería la 133 única de su tipo, puesto que el PIACH ha descubierto recientemente otras dos cabezas clavas con el mismo gesto. Ellas fueron encontradas en el corredor que existe entre los edificios C y D, por lo cual es muy posible que hayan estado empotradas en la fachada oriental del Edificio C y que sean contemporáneas con la escultura CR-5. B. CR-4 A. CR-1 C. CR-5 D. CR-6 Figura 4.27. Cabezas clavas encontradas al interior de la Plaza Circular (A. Lumbreras 1977: Lámina XVI, Fig. 57; B. ibíd., Lámina XVIII, Fig. 63; C. ibíd., Fig. 66; D. ibíd., Lámina XIX, Fig. 67). Plaza Circular (CP).- instalación de forma circular construida al interior del Atrio del Lanzón (Figura 4.28). Mide 20.4 m de diámetro (con una circunferencia altamente precisa); su profundidad, respecto a la superficie de la plataforma, es de 2.5 m (Rick et al. 1998: 195); y su área total alcanza los 343 m³ (Moore 1996: 148). Se encuentra casi al centro del Templo del Lanzón, distanciándose 11.4 m de la fachada sur del Edificio C y 10.7 m de la esquina noreste del Edificio A (Rick et al. 1998: 195). Según las 134 estimaciones de algunos investigadores la plaza podría albergar alrededor de 500 personas (von Hagen y Morris 1998: 66), como también a 746 personas (si consideramos una variable de 0.46 m² por individuo), a 95 (3.6 m² por individuo) o 16 (21.6 m² por individuo)17. Desde un punto de vista económico, la forma de la plaza y el alineamiento astronómico que tiene con el paisaje pueden ser entendidos como un instrumento de producción agrícola, una herramienta precisa en el desarrollo de una función especializada (Canziani 2009: 69). Esta interpretación es coherente con la propuesta del Dr. Lumbreras (1989, 1993: 60), quien sostiene que el Obelisco Tello estuvo originalmente colocado en el centro de la plaza, siendo capaz de determinar el tiempo tal como lo hace un Intiwatana inca. Aunque hay pocas evidencias que comprueben dicha hipótesis, la interrelación de esta plaza con el tiempo cósmico nos permite inferir que, efectivamente, hubo algún obelisco u otra clase de escultura con la capacidad de cumplir una función cronológica. En comparación con las otras dos plazas, la Plaza Circular no solo se diferencia en la forma, sino también en la altitud, siendo el espacio abierto y hundido más elevado del santuario. Esta posición la aísla visualmente del resto de estructura, sea de afuera hacia adentro o viceversa; lo cual es coherente con la puerta y la posible “garita de control” ubicadas en el Atrio Este. La aislación también sería auditiva, experimentándose una considerable reducción del sonido que hace el río Mosna. Además, los altos edificios que la rodean hacen de este espacio una sala de resonancia, lo cual repotenciaría el sonido que sale de este lugar (v.g. el sonido del posible canal acústico de la Escalinata Central o el tocar de los pututus). Estos atributos demostrarían que la intención de los arquitectos y constructores no solo fue ocultar las actividades –ceremonias y/o rituales- que se llevaron a cabo en esta arena (Rick 2008); sino también, repotenciar sus capacidades acústicas (comunicación personal con Miriam Kohler). Su diseño arquitectónico cuenta con dos escalinatas internas, una al este y otra al oeste, lo que configura dos hemiciclos: uno al sur y otro al norte18 (Lumbreras 1977). Las 17 Para mayor detalle sobre las tres últimas cifras véase Moore 1996: 148-149. 18 Cuando se descubre la Plaza Circular se pensó inicialmente que tendría cuatro accesos, al igual que la Plaza Mayor. Siguiendo esta consideración, Lumbreras y su equipo presuponen la existencia de un eje N- S, por lo que denominan a los hemiciclos Oriental y Occidental. Para fines prácticos, utilizaremos el eje E- O ya que parece ser el eje original de la plaza. 135 escalinatas son simétricas en forma (trapecio), dimensión y ángulo. Esto último es significativo, dado que los ángulos del límite norte de la escalinata oeste y del límite sur de la escalinata este son idénticos (119, 2 y 119,5° respectivamente). Esto debió de haber sido una tarea muy difícil de determinar al momento de su construcción, lo que demuestra la notable habilidad para mantener la orientación en ángulos fuera del eje arquitectónico principal (Rick et al. 1998: 195). Figura 4.28. Plano de la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina II). El piso de la plaza sería totalmente plano, siendo cubierto con losas de piedra caliza de color crema-amarillento, planas pero de forma irregular. Estas parecen haber sido organizadas de modo radial en función al centro del espacio. En adición, hay una suerte de vereda central construida con pizarra de color gris oscuro, que parece estar formando una cruz, S-N y E-O (Lumbreras 1977: 13). Además, se han documentado canales superficiales (Figura 4.29, véase Rick y Lumbreras 2002; Rick y Mesía 2004) y un tributario vertical de agua (Figura 4.30) que se ubica en el extremo oriental de la plaza, 136 próxima a la escalinata interna del Atrio Este (Rick y Mesía 2004, 2005). Coincidentemente, el canal superficial descubierto se orienta al tributario, lo cual nos permite asumir que existió un sistema de drenaje en la superficie de la Plaza Circular. Figura 4.29. Canal superficial ubicado en la unidad D9 de la Plaza Circular (cortesía PIACH). Figura 4.30. Colector vertical localizado en el extremo oriental de la Plaza Circular. Foto: Justin Barton, 2005. Fuente: Global Heritage Foundation. El aparejo de las paredes estuvo compuesto por nueve hileras de piedras rectangulares y entre medio, pachillas. Su mampostería fue concertada, exhibiendo sillares y lápidas finamente esculpidas. En la pared del hemiciclo norte, cuadrante noroccidental, se documentaron cinco lápidas de aproximadamente 60 x 80 cm² y 14 sillares (Lumbreras 137 1977). En las lápidas pueden apreciarse personajes antropomorfizados con diferentes atuendos y posiciones, dispuestos a manera de procesión en dirección hacia la Escalinata Central (ídem). La mayoría de los personajes de la hilera superior se encuentran de perfil mirando al oeste, como si estuviesen marchando o bailando, excepto por uno de ellos que se encuentra en posición frontal (Figura 4.31. A), lo que le añade una calidad dinámica a la escena (Salazar-Burger 1993: 105). Este último posee un adorno en la cabeza que ha sido interpretado como una corona (Lumbreras 1977, 2007). Otros dos caracteres se encuentran soplando una trompeta de Strombus, instrumento musical conocido como pututo (Figura 4.31.B). Otros investigadores han interpretado que estos personajes están armados o sosteniendo cabezas decapitadas (Salazar-Burger y Burger 2000: 59), hipótesis que todavía no ha sido comprobada. A B Figura 4.31. A. Personaje en posición frontal que llevaría una corona (Lumbreras 1977: Lámina VII, Fig. 21). B. Personaje de perfil tocando el pututo corona (ibíd., Fig. 24). Uno de los lápidas mejor conservadas exhibe un ser híbrido (humano-animal) que porta un cactus San Pedro (Trichoceurus peruvianus) o Lapitoj, como se conoce en la región de los Conchucos. Con esta planta se prepara la wachuma, un brebaje psico-activo que se usa ampliamente en ceremonias shamánicas de los Andes Centrales (Carod-Artal et al. 2006; Feldman 2006; Iwasaki 1987; Olsen 1994; Rick 2006). Coincidentemente, las excavaciones del PIACH en el hemiciclo sur desenterraron el fragmento de una lápida con características muy parecidas al personaje que sostiene el cactus, pero en espejo (Figura 4.32). 138 Figura 4.32. A la izquierda, fragmento de lápida del Hemiciclo Sur (Rick 2008: 22, Figure 1.16). A la derecha lápida del portador en el Hemiciclo Norte. En cuanto a los sillares, ambos hemiciclos exhiben jaguares dispuestos en perfil mirando al occidente (para mayor detalle de los sillares del hemiciclo norte véase Lumbreras 1989, 2007, y para los del hemiciclo sur Lumbreras y Rick 2001). Estos se encontraban distribuidos en posición espejo (Figura 4.33), al igual que la lápida del portador, y además habrían sido pintados de color rojo entre sus intersticios (Figura 4.34). En el hemiciclo norte, los sillares se encontraron en relación uno a uno con los personajes de las lápidas, por lo cual han sido interpretados como sus alter–ego (Burger 1992, 2008; Burger y Salazar-Burger 1993: 105); y en el hemiciclo sur no se hallaron sus contrapartes antropomorfas. Figura 4.33. A la izquierda, sillar del Hemiciclo Sur (Rick 2008: 22, Figure 1.17). A la derecha, sillar del Hemiciclo Norte (Lumbreras 2007: 187, Fig. 152). 139 Figura 4.34. Evidencia de pintura roja en uno de los sillares del hemiciclo sur (Rick y Lumbreras 2001: Figura CP-12). A juzgar por las evidencias, todo parece indicar que las figuras antropomorfas y sus contrapartes jaguares están divididas por los hemiciclos, los del norte van en sentido anti-horario, y los del sur en sentido horario (Burger y Salazar-Burger 1993: 105); convergiendo a los pies de la escalinata que lleva hacia Huari Wanka. Una interpretación sugiere que las lápidas y sillares de la Plaza Circular representarían la naturaleza dual de los ancestros míticos de Chavín: mitad humanos-mitad jaguares guardianes de la Tierra (Makowski 2000: 82). Estos “abuelos” y “abuelas” serían los que otorgaban el “título divino” a los especialistas religiosos del culto Felínico (Burger y Salazar-Burger 1993: 104-105); pudiendo de esta manera, participar en las ceremonias de la Plaza Circular. Desde un punto de vista antropológico, ambos grupos representarían la dualidad y complementariedad en movimiento; lo cual puede correlacionarse con festividades andinas, como la del Qoyllur Rit’i, donde la coreografía de los danzantes19 y las frases musicales se sostienen mutuamente en dual armonía (Salazar-Burger y Burger 2000: 59). Por esta razón, algunos investigadores creen que las esculturas de la Plaza Circular estarían representando alguna coreografía ritual vinculada a la fecundidad (ídem). 19 La danza en el universo andino tiene raíces muy profundas en el pasado. La expresión física no solo fue hecha en manifestaciones rituales, ceremonias de las elites poderosas o representaciones propiciatorias, sino más bien expresiones comunales en las que todos los habitantes del pueblo participaron sin distinciones de sexo o edad (Moore 1996: 135). 140 Esta “Danza de los Jaguares” podría estar marcando un evento mítico, posible de ser interpretado “textualmente” (Hastorf 2007: 80). Al ser plasmado en un arte gráfico promueve su repetición, reforzando de este modo la conexión entre pasado y presente (Burger y Salazar-Buger 1993: 105), y al mismo tiempo, sirve de base para los rituales venideros (Hastorf 2007 79-80). Esto concuerda con la teoría de que los rituales religiosos se conciben para representar eventos míticos primordiales que proveen la base de los valores morales y la organización social (Burger y Salazar-Burger 1993: 101). Galería de las Ofrendas.- recinto subterráneo instalado en el Atrio Norte. De acuerdo a Makowski (2000) esta galería le correspondería al caimán hembra del Obelisco Tello. Fue descubierta por el Dr. Lumbreras en la ejecución del Proyecto Chavín (1974, 1977, 1993, 2007). En su interior se descubrió un sorprendente contexto cerrado conformado por 681 vasijas de cerámica; una gran cantidad de restos óseos animales (camélidos, cérvidos, roedores, cánidos, aves y peces); restos malacológicos; 171 artefactos de piedra y hueso; y 233 restos óseos humanos. Todos estos restos habrían sido depositados en un único evento ceremonial, posiblemente en calidad de ofrendas, de ahí el nombre (Lumbreras y Amat 1969; Lumbreras 1974, 1977, 1989, 1993, 2007). Sus paredes posiblemente hayan estado enlucidas de crema, y quizás negro y rojo (Lumbreras 1993). A juzgar por las evidencias, el contexto arqueológico de esta galería ha sido interpretado como una ceremonia de inauguración del Templo del Lanzón, ocurrida a inicios del siglo VIII a.C.; es decir, a comienzos del periodo B&N (Lumbreras 2007: 633). Otro arqueólogos consideran que esta galería funcionó para almacenar parafernalia ritual asociada a actividades de consumo como los festines (von Hagen y Morris 1998: 67) Respecto al material cerámico, el investigador sostiene que alguna de ellas corresponden a un estilo local (Figura 4.35.A); mientras que otras proceden de la costa norte, la costa central y la sierra norte (Figura 4.35.B; Lumbreras 1993; Lumbreras et al. 2003; Salazar- Burger y Burger 2000: 43). Asimismo, se afirma que la documentación de vasijas quebradas responde a factores tafonómicos post-deposicionales (Lumbreras 2007: 95), y no a un rompimiento intencional como sucede en otros casos. En cuanto al material osteológico humano, los arqueólogos hallaron huesos muy frágiles de por lo menos ocho (8) individuos: tres (3) adultos y cinco (5) sub-adultos (Baraybar 1993). Estos representan una elección selectiva de partes anatómicas, principalmente de 141 huesos largos, y muestran evidencias de haber estado en contacto con el fuego. De ello se infiere, que algunos restos humanos de esta galería son los residuos de actividades en las que se practicó la antropofagia, muy posiblemente en un contexto ritual (Lumbreras 2007). Asimismo, en el corredor principal de la galería se recuperó el cráneo de una mujer adulta rodeada de seis (6) dientes de sub-adultos (Lumbreras 1993). Lo particular de este cráneo es el ensanchamiento intencionado del foramen magnum (Reichlen 1973), siendo uno de los primeros ejemplares formativos de modificación craneana. A B C D Figura 4.35. Cerámica de la Galería de las Ofrendas. A. Cuenco Dragoniano [Chavín] (Lumbreras 2007: fig. 287). B. Botella Qotopukyo [Chavín] (ibíd., fig. 245). C. Botella Mosna [foránea] (ibíd., fig. 362). D. Botella Waceqsa [foránea] (ibíd., fig. 355). Galería de las Caracolas.- recinto subterráneo instalado en el Atrio Sur. De acuerdo a Makowski (2000), esta galería le correspondería al caimán macho del Obelisco Tello. Fue parcialmente excavada por el Dr. Lumbreras a inicios de la década de 1970, encontrando restos malacológicos de las especies Strombus sp., Spondylus sp., y Choromytilus sp. (Lumbreras 1977, 2007). Treinta años después, el Dr. Rick y su equipo completan las excavaciones previas, descubriendo un invaluable hallazgo: veinte (20) pututus o trompetas de Strombus galeatus finamente tallados (Figura 4.36). Estos se encontraban dispuestos ordenadamente en el piso de la galería (Rick 2008: 24-25), y la 142 mayoría de ellos mostraba signos de un fuerte desgaste, por lo cual se supone que fueron tocadas durante décadas o siglos (Rick 2011: 104). La superficie de dos pututus tenía huellas de tejido, lo cual insinúa que estaban recubiertos de alguna envoltura textil al momento de ser colocados en la galería (ídem). Se presume que estas trompetas fueron tocadas en las ceremonias y/o rituales que se llevaron a cabo en el santuario, particularmente en el Templo del Lanzón. El hecho de que todas ellas fueran encontradas en una misma galería apuntan a que esta funcionó para almacenar elementos de la parafernalia ceremonial, lo cual es coherente con la accesibilidad que se tiene a este recinto (Rick 2008, 2011). Sin embargo, no se descarta que también haya sido una ofrenda inaugural (Lumbreras 2007: 633). Cabe mencionar que, el sonido producido por estas trompetas naturales es tan fuerte, que si todas fueran tocadas al unísono dentro de las paredes reflectoras del Templo, su sonido aumentaría hasta la posibilidad de tener un impacto físico sobre los participantes (Rick 2008: 26). El hallazgo de estos instrumentos y su representación iconográfica ponen de manifiesto lo importante que fue la música y el sonido para la recreación de ambientes rituales (ídem). Figura 4.36. Pututus hallados en la Galería Caracolas (modificado de Rick 2008: Fig. 1.20). Por otro lado, las excavaciones del PIACH revelaron que algunas de las conchas estaban cubiertas por sedimentos que ingresaron a través de la entrada de la galería, la cual no parece haber sido sellada herméticamente. Este reingreso implicó que algunas de estas trompetas fueron partidas intencionalmente para fabricar pequeños adornos y estatuillas. Dado el aparente uso irrespetuoso de estos actos, se ha interpretado que la modificación de las trompetas marinas fue realizada durante la época Recuay (Rick 2011: 104). A juzgar por las evidencias encontradas, es muy posible que la galería haya guardado en su interior alrededor de treinta pututus, los cuales serían de vital importancia para la ritualidad del Templo del Lanzón (ídem). 143 4.3 Funciones del santuario Al igual que otros centros religiosos influyentes alrededor del planeta, Chavín de Huántar tiene la capacidad de trasladar al visitante, iniciado o no en sus conceptos teosóficos, a otro mundo. En vista de que el presente estudio está correlacionado con una de las arenas rituales más importante del santuario, sentimos que para entender este “viaje” desde una perspectiva más antropológica, y poder así ofrecer un correlato arqueológico más preciso, debe explorarse los conceptos teosóficos que pregonaba Chavín durante el periodo B&N, y dejar a un lado su capacidad de naturalizar la desigualdad social. Para ello es necesario explicar lo que es un ritual, y como su definición se ve materializada con la evidencia arqueológica del santuario, particularmente aquella que procede del Templo del Lanzón. Para la mayoría de los investigadores resulta complicado desligar el ritual de la connotación religiosa (Fogelein 2007: 56), más aún en un sitio como Chavín de Huántar donde todo para indicar la presencia de una autoridad religiosa muy poderosa. Al respecto, cabe precisar la siguiente cita: […] where ceremonial architecture is generational or multi-generational in permanence, is found at the regional or interregional level, is large-scale, and incorporates public-far and public-distant spaces, religious authority will not be based on ecstatic shamanism [it] will be characterized by canonism or another class of authority will be involved, such as kin-based political leaders. (Moore 2005: 121). Este argumento nos permite inferir que Chavín de Huántar tenía una autoridad religiosa de grado canónico y que posiblemente haya estado jerarquizada. Por el momento, no podemos explicar a cabalidad la estructura de este sistema, pero lo que sí podemos deducir, es que a diferencia de otras teosofías institucionalizadas como el cristianismo, el islam o el budismo, sus especialistas religiosos empleaban prácticas shámanicas para sus despliegues rituales. Estos enunciados nos servirán de base para explicar de manera convincente los siguientes puntos: 1) el ritual y su materialización arqueológica en Chavín de Huántar; 2) las hipótesis que se tienen sobre el Lanzón –denominado por nosotros como Huari Wanka– y su relación con los conceptos teosóficos impartidos por la autoridad canónica; y 3) el sistema oracular del culto Felínico, del cual Chavín habría sido uno de sus principales oráculos. 144 4.3.1 La ritualidad Chavín Es evidente que el diseño y la construcción de Chavín de Huántar responden a necesidades primordialmente rituales (Burger 1992; Lumbreras 1989; Rick 2008; Tello 1960). Sin embargo, antes de continuar con la descripción creemos necesario clarificar nuestro marco teórico respecto a lo que es un ritual (Kyriakidis 2007b). De acuerdo a la teoría que manejamos, el ritual es un sistema culturalmente construido de comunicación simbólica (Moore 1996: 136); y la religión es definida como un fenómeno cultural relativamente estable y de larga duración que se basa en un sistema simbólico más abstracto, compuesto de creencias, mitos y dogmas20 (Fogelein 2007: 56-57). Algunos arqueólogos ven la religión como un fenómeno previo al ritual, ya que este último se encarga de ratificar el sistema de creencias subyacentes por medio de complejas acciones simbólicas (ibíd., 63). Otros consideran que el ritual es una acción previa a la religión. En esta segunda visión, los significados simbólicos del ritual son expuestos, mientras que las especificaciones que conforman las creencias religiosas yacen en la naturaleza de las cosas. Más allá de la perspectiva que los arqueólogos empleen, lo importante es reconocer que existe una íntima dialéctica entre religión y ritual, es decir, entre creencia y acción (ídem). A pesar de que esta correlación sea bidireccional, cabe precisar que el ritual –la acción– tiene la capacidad de construir, crear y modificar las creencias religiosas (Bell 1997). Así por ejemplo, aunque la formalidad de un ritual (acto) pueda mantenerse durante largos periodos de tiempo, su significado (creencia) puede pasar por un constante y dinámico proceso de re-contextualización. En ese sentido, debe tenerse siempre presente que es la gente quien elige recordar, olvidar o recrear algún elemento de sus creencias religiosas subyacentes (Fogelin 2007: 58), hecho que está fuera del alcance arqueológico. Desde una perspectiva manipulativa, los rituales son prácticas sociales que servirían para legitimar la imposición ideológica de una elite sobre una población determinada. Si bien este punto de vista puede tener algunos ejemplos históricos irrefutables, lo cierto es que para entender cómo las relaciones sociales fueron negociadas y sancionadas, cómo los logros políticos y económicos fueron obtenidos, cómo el poder fue obtenido, y cómo el orden social fue reproducido y/o contestado se requiere de un conteo más detallado de las historias y procesos que tuvieron lugar durante el periodo que se pretende estudiar (Vega-Centeno 2006: 151-152). 20 Según el diccionario de la RAE dogma es fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión. 145 Como práctica social, los rituales reproducen ciertas disposiciones corpóreas, mentales y emocionales (Valeri 1985: 344) que reconstruyen algún comportamiento simbólico en traslape con una experiencia multisensorial (Fogelein 2007). Esta reproducción está constituida por un conjunto de actos secuenciados (movimientos, gestos y posturas) que se ordenan en patrones formalizados, estandarizados y repetitivos, los cuales pueden ser plasmados en múltiples medios, cuyo contenido y arreglo están caracterizados por varios grados de formalidad (convencionalidad), estereotipo (rigidez), condensación (fusión), y redundancia (repetición) (Tambiah 1985: 128 citado en Moore 1996: 136; Vega-Centeno 2006: 172). Es preciso mencionar que, al igual que cualquier otra práctica social, los patrones de conducta ritual dejan evidencias materiales en el contexto arqueológico, del mismo modo que los patrones económicos o políticos. En consecuencia, la aproximación arqueológica al ritual es tan elusiva como cualquiera de las otras dos (Moore 1996: 122). Para un mejor enfoque, Catherine Bell (1997) ha propuesto que los rituales, o actividades similares, poseen seis características generales: 1. Formalidad.- Típicamente, los rituales emplean códigos comunicativos verbales (expresiones) y no verbales (actos) más restringidos, muy diferentes a la comunicación “ordinaria”. Por ejemplo: recitales estilizados, tonos verbales específicos, gestos, etiquetas, y atuendos. 2. Tradicionalismo.- Los rituales se basan en prácticas del pasado para lograr que los actos del “presente” sean consistentes con la precedencia cultural. Tales esfuerzos van desde seguir cuidadosamente rutas históricamente prescritas, la incorporación de parafernalia antigua, el uso de lenguajes arcaicos, o acciones similares a las prácticas pasadas que invocan la autoridad de una era temprana para explicar la coherencia y continuidad. El conservadurismo del ritual le da fuerza a lo tradicional. 3. Invariabilidad.- Generalmente, las performances rituales deberán ser repetidas y controladas de forma disciplinada con el fin de asegurar su eficacia (Hastorf 2007: 79), forjar la experiencia compartida o aislar lo contemplativo de las distracciones. La repetición es un importante ingrediente porque ayuda a unir lo material con el significado (ídem). Cuando la repetición ocurre, un conjunto de imágenes e ideas es construido en asociación con actos rituales previos, reforzando las relaciones con el pasado (tradicionalismo) y los valores que ellos traen para el futuro, por lo cual se 146 convierte en un acto social reverberante (ídem). Esto hace que el ritual sea entendido más como un proceso, que un evento en sí (Fogelin 2007: 58). 4. Normatividad.- Los rituales están gobernados por un estricto código de reglas que determinan un apropiado comportamiento. Estas reglas del ritual son generalmente percibidas “como normas formuladas impuestas en el caos de la acción humana y la interacción” (Bell 1997: 155). 5. Simbolismo sagrado.- Este es el aspecto más esencial, y al mismo tiempo, más complejo de los rituales (Bell 1997: 155-159). Durante su despliegue, frecuentemente se hace referencia o emplean un simbolismo sagrado que conecta a los participantes con las entidades supernaturales y/o ancestros, aspectos culturales considerados fuera o más grande que la corporalidad del individuo. 6. Performatividad (performative).- El performance es un comportamiento cultural comunicativo en el cual una persona asume cierta responsabilidad frente a una audiencia (Hymes 1975 citado en Inomata y Coben 2006: 14). Para entender la performatividad es necesario explicar la teatralidad21, un concepto inclusivo que sugiere que en la práctica social, diaria o extraordinaria, se pueden diagnosticar ciertos grados de características teatrales (Inomata y Coben 2006: 15-16). Esto es relevante para el ritual, ya que una performance teatralizada puede ser más persuasiva que la comunicación verbal (ibíd., 19). Incluso, se dice que el performance corpóreo y la música pueden ser considerados como una manera más efectiva de comunicarse con las entidades supernaturales (ídem). Cabe mencionar también, que las expresiones simbólicas desplegadas durante la performance ritual crean un sentido de realidad diferente al que están acostumbrados los participantes, pero que tiene un efecto en su mundo real (Tambiah 1979 citado en Inomata y Coben 2006: 19). Desde un punto de vista arqueológico, la dramaturgia ritual (Elera 1993: 252 citando a Bischof 1984) debe contar con tres componentes teatrales: el espacio teatral, las imágenes y los objetos (Inomata y Coben 2006: 29). Las performances rituales son multivocales puesto que representan diferentes significados para diferentes personas y en diferentes situaciones (Turner 1967: 50). Cada despliegue produce signos indexicalizados, concretos y tangibles (como actos y expresiones físicas), que 21 Este concepto es útil para examinar el potencial comunicativo del performance, la construcción de su significado y los impactos emocionales en los participantes; asuntos que están correlacionados con las implicancias políticas del performance en términos de reproducción y relaciones de poder, negociación de ideologías y la constitución de una comunidad (Inomata y Coben 2006: 15-16). 147 materializan conceptos abstractos o intangibles como el prestigio social, el honor, la madurez y la autoridad (Tambiah 1979; Vega-Centeno 2006). Por lo general, los conceptos comunicados no son explicados de una manera directa o convencional (Tambiah 1979: 124), pero pueden ser organizados de una manera jerárquica. En el caso de Chavín de Huántar estos signos indexicalizados seguirían el principio de oposición dual complementaria, del mismo modo que lo hace su expresión artística y arquitectónica (Burger y Salazar-Burger 1993: 98). La relevancia social del ritual reside en su capacidad de substanciación –de materializar lo intangible–, lo cual le permite transmitir los mensajes simbólicos que refuerzan las relaciones sociales y políticas de los participantes (Vega-Centeno 2006) que en el caso de Chavín son de naturaleza religiosa (Contreras 2007: 244). Esta capacidad descansa, justamente, en su naturaleza participativa, permitiéndole unir convenciones con comportamiento y substancia (Vega-Centeno 2006). En ese sentido, el ritual puede ser entendido como el escenario propicio para que un poder persuasivo se destaque y comunique su autoridad social, legitimando sus relaciones de poder frente a los demás; y al mismo tiempo, tiene la capacidad de procurar un ambiente adecuado para que las posiciones de poder sean reclamadas o negociadas y para que los grados de concentración del poder sean calibrados (ídem). De este modo, el ritual puede convertirse en un escenario para canalizar la competencia por el poder o en un escenario de cambios sociales y revoluciones (ídem). En cualquier caso, lo más importante es reconocer que el ritual desarrolla y comunica ideas de cualidades institucionales y liderazgos en un medio púnico y poderoso que propicia la recreación social (ídem). Desde un punto de vista analítico, los rituales decodifican dos clases de mensajes: auto- referenciales y canónicos (Rappaport 1999). Ambos son interdependientes, entretejiéndose armónicamente durante la performance. A. Mensajes auto-referenciales.- Mensajes que se encuentran relacionados con las condiciones físicas, psíquicas o sociales de los participantes, ya sea a nivel individual o grupal. Dada la multivocalidad de los rituales estos pueden tener diferentes niveles de significación. En cada nivel, los participantes se enraízan en el descubrimiento de su propia identidad, transmitiendo mensajes sobres sus propios estados. En muchos de los casos, los receptores de estos mensajes son justamente ellos mismos, de ahí el término auto-referencial. De este modo, los participantes del ritual, convertidos en transmisores y receptores, se fusionan con los mensajes desplegados durante la performance. Como 148 consecuencia, hay una aceptación intrínseca de tales mensajes, lo cual desarrolla sentimientos de solidaridad y convicción, así como también, de membrecía y dependencia del grupo social (Vega-Centeno 2006). Los mensajes aceptados durante el ritual tienen la posibilidad de volverse la base de un orden público, lo cual es coherente con la conceptualización del ritual como un poderoso escenario para la recreación social. Para Rappaport (1999), ello se manifiesta en la construcción de órdenes convencionales imbuidos de moralidad que fuerzan a los participantes a aceptar un contrato social, usualmente establecido dentro de un marco temporal singular imbuido de eternidad (Vega-Centeno 2006: 172). B. Mensajes canónicos.- Mensajes codificados de carácter litúrgico que se relaciona con las convenciones y preceptos morales que rigen una sociedad. Este tipo de mensajes empapan al fenómeno social de un sentido de moralidad: de lo que es bueno o malo, lo correcto e incorrecto (Vega-Centeno 2006). También son los mensajes que dictan la regulación del tiempo y el espacio, estableciendo una secuencia de periodos mundanos entrecruzados con intervalos extraordinarios en los que se realizan los rituales (ídem). En el caso de Chavín, estos tiempos serían los solsticios, equinoccios, eclipses u otro evento astronómico en particular (v.g. constelaciones o alineaciones planetarias). Al ser desplegados y recibidos a través de esquemas de percepción, los rituales se enraízan profundamente en las condiciones materiales de existencia de un grupo humano. A través de la participación ritual, los individuos o grupos salen de sus espacios privados y entran al orden canónico y público, donde adquieren una categoría social que va a enmarcar su propio proceso privado. Ello implica una “destructuración” de la estructura social, así como la disolución de las identidades sociales. Esto constituye la experiencia de comunitas (Turner 1969), que implica el desapego de la existencia diaria y la creación de lazos comunes entre los participantes. Rappaport (1999) agrega que esta experiencia no solo altera al grupo social, sino que también altera la conciencia, con la inhibición de la racionalidad y el incremento de los aspectos emocionales. Lo relevante del concepto de comunitas es que se convierte en un estado de la mente propicio para la transmisión de los mensajes canónicos (Vega-Centeno 2006). De este modo, el ritual presenta lo convencional y su moralidad como fenómenos factuales, y en consecuencia, naturales. 149 Las características básicas del ritual junto con su potencial comunicativo motivarían a objetivar la experiencia social por medio de la arquitectura ritual (Moore 1996: 136), también conceptualizada como instalación ritual (Vega-Centeno 2006: 179-180): unidades espaciales en la que los rituales son llevadas a cabo y que son separadas social e ideológicamente de otras unidades arquitectónicas22. En comparación con otras edificaciones públicas, las instalaciones rituales son formalizadas, especiales y únicas; distinguiéndoselas por sus planos, elementos y contenidos (Moore 1996: 137-139), los cuales pueden destacarse por manifestar una alta inversión de trabajo, tiempo, dedicación, experiencia y calidad (Vega-Centeno 2006). Esto quiere decir que las relaciones entre los participantes de un ritual no solo se manifiestan en varias modalidades comunicativas, sino también que pueden encontrarse codificadas y preservadas en la arquitectura ritual (Moore 1996: 138). Por ende, la lectura de las características arquitectónicas nos permite obtener información básica sobre su funcionamiento y significado. Estudios de arquitectura ceremonial alrededor del mundo han revelado que el diseño23 arquitectónico suele representar la imagen del cosmos (Burger y Salazar-Burger 1993: 101; véase Reichel-Dolmatoff 1975b: 206 sobre los templos Kogi), lo cual es fundamental para entender los mensajes canónicos que se pregonan en el ritual. El diseño de una instalación destinada para tal propósito debe asegurar el correcto desempeño de los rituales, porque de esto depende la adecuada materialización del orden litúrgico (Vega-Centeno 2006). Por otro lado, el diseño arquitectónico nos brinda cierta información básica sobre las relaciones entre los miembros de una sociedad, y entre la sociedad y el cosmos (Moore 1996: 137), lo cual es elemental para entender los mensajes auto-referenciales que surgen durante la performance ritual. En ese sentido, los elementos arquitectónicos pueden indicarnos, por ejemplo, el rol y/o posición de los participantes en el espacio (Vega-Centeno 2006). El diseño arquitectónico de una instalación ritual se ciñe a las características y potencialidades comunicativas de la performance ritual (Inomata y Coben 2006; Moore 1996: 151; Vega- Centeno 2006). De este modo, la arquitectura es el marco espacial correspondiente para que actúe de guía, estimulando o restringiendo la acción humana. Para que el diseño sea coherente con las características del ritual, este debe ser definido formalmente, siguiendo los principios 22 Es sabido que las instalaciones rituales pueden acomodarse en un área residencial (Hodder 2006), pero en vista de que estamos tratando de arquitectura pública no haremos referencia a tales contextos. 23 Diseñar es toda actividad de creación y racionalización de las formas útiles para el desarrollo de la visa humana (de Solà-Morales et al. 2000: 18). 150 ordenadores del grupo social responsable (Inomata y Coben 2006; Vega-Centeno 2006; Zarankin 2002). Dicha formalidad se manifiesta en la organización del espacio, que en el caso de Chavín de Huántar estaría regida, principalmente, por el principio de oposición dual complementaria (Burger y Salazar-Burger 1993: 98) y la simetría bilateral (Rick et al. 1998). Asimismo, los arqueólogos que estudian Chavín coinciden en definir que existe una correspondencia entre la restricción del espacio y lo sagrado. Esta exclusividad tendría un carácter doble, entendiéndose que solo ciertos individuos habrían podido ingresar a ciertos ambientes, y que a su vez, estos individuos habrían tenido un contacto cada vez más restringido con el mundo exterior (Contreras 2007: 226). Con esa consideración, la Plaza Circular, la galería de Huari Wanka, la Plaza Menor y los recintos que se encuentran en la cima de los templos (p.ej. la Galería VIII) serían los espacios más restringidos y sagrados del santuario. Por un lado, esta configuración del espacio puede ser interpretada como un intento de generar divisiones espaciales y limitar la comunicación entre los participantes (Vega-Centeno 2006), lo cual podría ser un indicador de estatus, poder y prestigio (González y Tarragó 2005). Por el otro, esta separación del mundo llevaría al participante del ritual a un estado de comunitas (Contreras 2007: 226; von Hagen y Morris 1998: 74), aislándolo paulatinamente del mundo exterior. Esto último concuerda con la comparación etnográfica que hiciera Burger (1992) entre los especialistas religiosos de Chavín con los mamas Kogi de Colombia. Otro de las características del ritual que se plasman en la arquitectura es su performatividad. Por ende, la arquitectura ritual debe ser entendida como un espacio teatral (Inmota y Coben 2006), que se construye siguiendo, parcialmente, los límites de la percepción humana (Moore 1996: 153-154). En el caso de Chavín, su arquitectura externa e interna combinan armónicamente efectos “multimedia” de visualización (v.g. las lápidas de las plazas; Lumbreras 1977), luz (v.g. la iluminación de las galerías; Rick 2008) y sonido (v.g. la acústica interna, Abel et al. 2008; y externa, Lumbreras et al. 1976) haciendo de este centro un gran teatro ritual (Mesía 2007: 14). Este “teatro” obtiene su significado solo a través de la performance (Inomata y Coben 2006: 29- 30); por lo cual debe tenerse en cuenta la forma y la locación de la instalación, que son igual de importantes como el significado de la performance (ibíd., 17). De ellas depende el grado de interacción entre la audiencia, incluyendo el número de participantes y la escala dimensional de la performance (ibíd., 16). En el caso de los rituales andinos, la audiencia puede involucrar también a entidades supernaturales, como Wiracocha o los Apus que residen en el paisaje 151 (Hastorf 2007; Inomata y Coben 2006: 31; Moore 1996), y a objetos de culto, como Huari Wanka (Burger 1992; Lumbreras 1989; Rick 2008). En lo que concierne a Chavín, puede decirse que parte de la audiencia era su paisaje circundante (Contreras 2007), en especial los Apus y ríos que lo rodean. Sobre la audiencia humana, el Dr. Moore (1996: 166) sugiere que en los rituales de este santuario habían dos clases: un público cercano/participante y un público distante/observador. Con ello en mente, se infiere que los rituales desplegados en la arquitectura externa, como las plazas, contaban con ambas clases de audiencia; mientras que los de la arquitectura interna presentaban exclusivamente un público participante (von Hagen y Morris 1998: 74). La actuación y posición de los participantes naturalizaría la autoridad religiosa de los especialistas, justificando de este modo, la existencia de una jerarquía para tener acceso a los poderes supernaturales (Rick 2011: 106). Por su parte, las performances rituales también incluyen una interacción con los objetos materiales, los cuales son relevantes para la performatividad del evento (Inomata y Coben 2006: 31). El significado de estos objetos puede variar según al contexto, y al mismo tiempo, mantenerse a lo largo del tiempo (Hastorf 2007: 81). Estos artefactos suelen contener mensajes canónicos, como narrativas o conocimientos prácticos vinculados al ritual (Inomata y Coben 2006: 31); y también pueden proveer de mensajes auto-referenciales cuando son adscritos a ciertos individuos (p.ej. coronas) (Vega-Centeno 2006: 180-182). Por lo general, los objetos rituales son depositados en unidades deposicionales estructuradas que tienen diferentes grados de preparación o aislamiento (p.ej. las Galerías de las Ofrendas y Caracolas) (ídem). Según Vega-Centeno (2006: 180-182) existen cuatro categorías de objetos rituales: 1. Aquellos creados para un solo evento. 2. Aquellos que proveen de medios para la conducción correcta de las performances rituales.- Pueden ser usados más de una vez. Incluye libros, instrumentos musicales (Figura 4.37), cuchillos, pipas, vasijas de cocina y consumo, armas o fuentes de luz. 3. Aquellos que interactúan con el cuerpo humano.- Por ejemplo, ropas, tocados, coronas u otro tipo de ornamentos corporales. 4. Aquellos que están imbuidos de significados simbólicos.- Su naturaleza simbólica se debe a ciertas propiedades visuales, acústicas o aromáticas. Este simbolismo les permite materializar de una mejor manera los mensajes canónicos que se manifiestan en el ritual. Pueden ser fabricados para ser inmediatamente descartados o convertirse en objetos 152 permanentes de las prácticas rituales. Entre los ejemplos más clásicos están los ídolos, figurinas, o imágenes plasmadas en distintos tipos de soporte. Figura 4.37. Instrumentos shamánicos. Cabe mencionar que, las imágenes preservadas en las esculturas proveen de información específica sobre ciertos aspectos de la performance, como por ejemplo la locación del despliegue, la identidad de los participantes, su apariencia, postura y percepciones sensoriales. No obstante, debe tenerse en cuenta que cualquier representación involucra elementos de nociones idealizadas que pueden esconder la “verdadera” realidad histórica (Inomata y Coben 2006: 30-31). En todo caso, las representaciones pueden ofrecer pistas para una re-experimentación teatral de dichos actos o, simplemente, para perpetuarlos en la memoria social o individual (ídem). Este breve marco teórico concuerda con la hipótesis brindada sobre la “Danza de los Jaguares” de la Plaza Circular. Si bien los contenidos rituales son básicamente idiosincráticos y específicos a determinadas realidades culturales, es posible identificar regularidades transculturales de comportamiento y actividades básicas (Vega-Centeno 2006: 176). De este modo, el Dr. Rafael Vega-Centeno (ibíd., 176-178) propone 8 categorías:  La congregación.- relacionada con el desplazamiento y reunión de participantes en un espacio destinado a usos rituales. Los actos de congregación son particularmente 153 informativos de la naturaleza de la estructura social del grupo participante. Esta información se logra al observar el ritmo de sus desplazamientos, su direccionalidad, los pasajes y umbrales que deben pasar y, finalmente, las posiciones o ubicaciones que los participantes adquieren durante la performance ritual (Vega-Centeno 2006: 187). Los mensajes relacionados con los actos de congregación depende fuertemente del diseño arquitectónico, dado que este orienta el desplazamiento y la distribución de los participantes en el espacio ritual (ídem).  La recitación de códigos.- Relacionada con la transmisión de mensajes canónicos, a través de distintas expresiones. Estas no sólo están relacionadas con discursos verbales, sino que también incluyen exclamaciones, gritos, cantos e, inclusive, silencios.  Los despliegues musicales.- Actividades que involucran diferentes tipos de actos como cantos, danzas, y diferentes tipos de instrumentos musicales que acompañan y crean el escenario adecuado tanto para las expresiones y movimientos corporales. Los despliegues facilitan la transmisión de los mensajes entre los participantes.  La simulación.- Categoría que involucra desempeños físicos vinculados íntimamente con expresiones evocativas (v.g. yoga).  Ejercicios fisiológicos.- Actividades que demandan diferentes grados de tensión física de parte de los participantes. Los actos físicos incluyen gestos, posturas y movimientos corporales como levantarse, arrodillarse, inclinarse (v.g. el salat musulmán), hasta el desplazamiento, caminata (v.g. procesiones), carreras (v.g. como el de las botellas Moche), e inclusive, movimientos rítmicos.  Consumo.- Se refiere a la ingestión de sustancias sólidas y líquidas. En esta categoría se considera a los festines: contextos sociales ritualizados donde se comparte comida especial entre varias personas (Ikehara 2010: 46).  Ofrenda.- Vinculado a la privación del consumo. Son actos en los que los bienes valiosos que mantienen sus propiedades intactas son “descartados” en diferentes formas.  Competencia.- Involucrada el desplieguen y la confrontación de las capacidades individuales y colectivas durante diferentes tipos de desempeños rituales. Si bien es difícil desmarañar la ritualidad de un lugar a partir del registro arqueológico, los elementos tangibles de las performances (v.g. la arquitectura y los objetos) pueden ser usados para inferir sobre los sistemas de creencias, del mismo modo en que se emplea una mitología en particular para explicar el desempeño de un ritual (v.g. la repartición de la hostia y la última cena en las misas cristianas católico-romanas; Fogelein 2006: 56). 154 Para la presente investigación nos gustaría profundizar en dos actividades: las congregaciones y el consumo. En el primer caso, la recreación del paisaje artificial de Chavín, con sus plazas hundidas, escalinatas y caminos predeterminados, más el programa iconográfico de sus esculturas, en las que se representan personajes antropomorfizados uno detrás de otro (Figura 4.38), son claras evidencias de actividades de congregación, específicamente de procesiones (Burger y Salazar-Burger 1993: 103; Makowski 1997, 2000; Rick 2008; Sayre 2010: 82; Tello 1960: 223, Fig. 58); lo cual concuerda con la caracterización de las ceremonias andinas (Moore 1996: 160; v.g. el Qoyllur Rit’i). Figura 4.38. Personajes híbridos en procesión (Rick 2008: 21, Figure 1.15). Estas actividades rituales suelen estar reguladas por un tiempo litúrgico (v.g. solsticios) que le permite transmitir los mensajes canónicos (Vega-Centeno 2006: 187). Por otro lado, las congregaciones son un excelente escenario para la transmisión de mensajes auto-referenciales, dado que los participantes pueden relacionarse o diferenciarse de acuerdo con sus rutas de desplazamiento o su capacidad de pasar a través de ciertos espacios. Estas diferenciaciones suelen revelar diversos estados o condiciones sociales (tanto funcionales como estructurales). En consecuencia, el establecimiento de barreras o sistemas de accesos regulados dentro de un espacio ritual (v.g. la “garita de control del Atrio Este) suelen reflejar, e incluso reforzar, los mensajes auto-referenciales para el participante y sus relaciones, demarcando cuán diferenciada es su participación en la performance ritual (Vega-Centeno 2006: 187). En ese sentido, las escaleras y escalinatas de Chavín pueden ser entendidas como el enlace simbólico que 155 materializa esta diferenciación, el umbral que une lo “sagrado con lo profano” (Burger y Salazar-Burger 1993: 113). Es muy posible que la división dual del santuario haya jugado un papel importante en la performance ritual (Burger y Salazar-Burger 1993: 103). Un caso llamativo es la escalinata Middendorf y el sendero que se encuentra al oriente de la Plaza Circular (véase Figuras 4.18 y 4.19). Estas evidencias sugieren que una de las posibles rutas procesionales24 sería de sur a norte: comenzando desde la apertura ubicada al oeste del Edificio E hasta la escalinata Middendorf; lugar en que se voltearía hacia el oeste hasta llegar al sendero. Antes de llegar a la plaza, el participante tendría dos opciones: seguir hacia el norte, al corredor formado por los Edificios C y D, o continuar hacia al oeste, a la Plaza Circular hundida del Templo del Lanzón (Figura 4.39; Rick 2008; Rick et al. 1998: 200). Así como en otros centros ceremoniales formativos (p.ej. Las Aldas), dicha instalación ritual sería invisible hasta el último momento (Moore 1996: 161), lo cual apunta a un componente sorpresivo durante la performance. Figura 4.39. Posible ruta procesional para llegar al Templo del Lanzón (Rick 2008: 24, Figure 1.18). A juzgar por las evidencias iconográficas es muy probable que los rituales de Chavín hayan tenido movimientos coreográficos (Salazar-Burger y Burger 2000: 58). Al respecto, cabe señalar que la cualidad central de un ritual es la primacía del cuerpo, y que es a través de los movimientos y sensaciones que se definen e imponen los valores que se desean comunicar en el 24 Otra posible ruta procesional comenzaría en la zona La Banda (Sayre 2010). 156 ritual (Bell 1997: 92). Esta atención a lo físico y sensual de la performance permite agregar el concepto de kinestesia, la sensación del cuerpo en movimiento; y sinestesia, un estímulo sensorial que induce sensaciones a los otros sentidos (Inomata y Coben 2006: 20). En lo que respecta a las actividades de consumo, creemos necesario explicar el uso ritual de plantas psicoactivas, o mejor dicho, el uso tradicional de enteógenos vegetales. En casi toda América han sobrevivido prácticas de curanderismo y shamanismo que recurren al uso de enteógenos; incluso, hay información etnográfica procedente del área andina que es ideológicamente coherente con las prácticas y creencias actuales, por lo cual puede afirmarse que los rituales y ceremonias de la era Formativa tuvieron un componente shamánico muy importante, en cierto modo, similar al que se realiza actualmente (Burger 1992; Rick 2005, 2006b, 2008; Salazar-Burger y Burger 2000: 60). Al igual que en otros centros ceremoniales andinos, los rituales de Chavín habrían empleado la wachuma, brebaje psicoactivo que contiene la mezcalina del cactus San Pedro (Trichocereus pachanoi). Actualmente, sigue siendo utilizado en prácticas de curanderismo de la costa y sierra norte del Perú, donde la tradición shamánica todavía tiene un peso importante (Castro et al. 2006; Feldman 2006; Iwasaki 1987; Rick 2005, 2006b, 2008; Salazar-Burger y Burger 2000: 35; Torres 2008). En el santuario, la evidencia más tangible de su uso es la representación naturalista de esta planta en dos placas de la Plaza Circular (Figura 4.31, Lumbreras 1977: Lámina VIII, figs. 26-27; Rick 2008: 22, Figure 1.16) y en otra escultura recuperada por Tello (1960: 217). Por otro lado, el hallazgo de vilcanas25, tabletas de rapé, tubos, cucharas y espátulas (en algunos casos hechas de oro y plata) decoradas con animales asociados a la transformación shamánica (Burger 1988: 124-125) apuntan al empleo de enteógenos esnifables. Entre ellos tenemos a la willka, al rapé (tabaco pulverizado) y al mismo San Pedro (Burger 1998: 124-125; Iwasaki 1987; Salazar-Burger y Burger 2000; Torres 2008). A todo esto, podríamos añadirle el cactus Gigantón (Esculatus sp.), que vive entre las escarpaduras rocosas del flanco occidental norandino (Piura- Chicama), y que sirve de residencia a unos caracoles terrestres que, por su alimentación a base de la mezcalina, también producen estados alterados de conciencia (Elera 1993; Salazar-Burger y Burger 2000: 36). 25 Pequeños morteros del siglo XVI hechos de madera dura o piedra, tallados en forma de animales y usados por hechiceros para moler wilka, un psicoactivo de la familia de las leguminosas que crece en ambientes sub-tropicales (Burger 1985: 124-125). 157 Una de las creencias más difundidas es que al ingerir un enteógeno, los especialistas religiosos o shamanes pueden transformarse en falcónidas o jaguares para viajar al mundo de los espíritus, luchar contra las fuerzas negativas, o ascender a la esfera celestial (Hastorf 2007; Iwasaki 1987; Salazar-Burger y Burger 2000: 60). Esta capacidad de viajar al mundo espiritual (Cordy-Collins 1971) sería, en cierto modo, análoga a las procesiones que ocurrían al interior del santuario. En ambos casos, los participantes del ritual serían trasladados de una dimensión a otra, una transición de los estados del ser (Rick 2005: 84). Si la hipótesis de transformación es válida, puede inferirse que los jaguares, falcónidas y serpientes, tan preponderantes en el arte escultórico Chavín, no representan deidades en sí mismas, sino más bien chamanes transformados, ancestros poderosos que proporcionaron el fundamento de las creencias que dieron legitimidad a los actos y funciones del santuario (Salazar-Burger y Burger 2000). La transformación de los especialistas religiosos Chavín sería elegantemente plasmada en las cabezas clavas, cuyos rostros, humanos o híbridos, con arrugas y mucosidades, son la manifestación tangible de este cambio (Saffer 1998; Salazar-Burger y Burger 2000: 60; von Hagen y Morris 1998: 66). Esto concuerda con la interpretación de las lápidas de la Plaza Circular y con el arte religioso de la era Formativa (Elera 199326; Salazar- Burger 2000; Olsen 1994; Tello 1960; Willey 1951). En el caso específico de la Plaza Circular, su forma, locación y efectos multi-sensoriales (imagen, sonido y posiblemente olores) la clasifican como un excelente espacio teatral (Inomata y Coben 2006: 30). Su dramaturgia ritual habría consistido de senderos predeterminados, un set de vasijas finamente decoradas procedentes de varias regiones de su “mundo”, una orquesta de pututus, danzantes, más los sonidos hídricos producidos el canal de la Escalinata Central (Lumbreras et al. 1976) y el circuito de canales superficiales, más la posibilidad de un fuego sagrado al centro. A ello podríamos sumarle olores, como la esencia de palo santo, cantantes, y un variado repertorio de instrumentos musicales como sonajas, quenas, quenachos, zampoñas, antaras y tambores (todos ellos perecibles arqueológicamente). La vibración producida se repotenciaría por su aislamiento acústico, y la resonancia que tiene el Templo del Lanzón y las montañas circundantes (comunicación personal con Miriam Koller 2012; Moore 1996: 161). 26 Una botella Cupisnique tiene la forma un contorsionista cuya piel se encuentra pintada de negro y amarillo, los mismos colores que la piel del jaguar (Elera 1993: 245). 158 La teatralidad se ve consolidada por su acceso restringido, el cual no solo confirma su sacralidad; sino también, su exclusividad, estimándose una audiencia no mayor de 30 participantes (cifra propuesta por el autor). Asimismo, su configuración la clasifica como una instalación ritual destinada para un público cercano, con un nivel de proxémica social. Esto nos permite inferir que la transmisión de los mensajes rituales fue comunicada verbalmente, y que los gestos faciales y corporales de los participantes podían ser claramente observados (Moore 1996: 156). Esto es de suma importancia para entender la teatralización de las performances rituales que se dieron lugar en el Templo del Lanzón y su implicancia política. Uno de los cometidos de esta sofisticada teatralidad sería llevar a los participantes del ritual a un estado de comunitas (Turner 1969) y de esta manera enraizar los mensajes canónicos que pregonaba el culto. Considerando el componente shamánico de los rituales de Chavín, la Plaza Circular puede ser entendida como “otro mundo” (Rick 2006a, 2008: 32): un espacio fuera de la “realidad” (Contreras 2007: 226) en el que era posible la comunicación entre los humanos y lo divino. La audiencia supernatural de estos performances estaría conformada por Huari Wanka y los Apus Pojoc, Waqaq, Piruro y Ojchatuna; mientas que, los representantes de la audiencia serían los especialistas religiosos del culto Felínico. Las evidencias materiales e iconográficas nos indican que estos hombres y mujeres eran expertos en prácticas shamánicas y que posiblemente formaban parte de un mismo linaje vinculado al jaguar (véase abajo) y a otros animales de poder como águilas, halcones, monos, murciélagos y caimanes. Desde una perspectiva maquiavélica, toda esta “maquinaria” ritual habría sido planificada por una élite que buscaba impresionar, desconcertar y hacer susceptible de sugestión a los nuevos adeptos del culto Felínico, para que de esta forma puedan extender su poder y autoridad interregional. De ser ese el caso, los rituales serían una sofisticada fachada para ordenar el sentido de continuidad procedente de tradiciones más antiguas que posiblemente también hayan tenido un componente shamánico, pero que durante el periodo de auge fue pervertido para naturalizar la desigualdad social en función de los beneficios de la élite religiosa y política (Kembel y Rick 2004; Mesía 2007: 14; Rick 2011: 106; Triadan 2006). Desde nuestra perspectiva, no se puede negar que esta perversión del culto haya ocurrido a lo largo de los 10 siglos en los que estuvo funcionado el santuario, o que este haya sido el principal motivador para la ejecución del proyecto B&N, pero de lo que sí estamos seguros es que dada la capacidad de negociación que ofrecen las performances rituales, dicha perversión siempre estuvo en reconsideración, teniendo tantos detractores como seguidores. 159 4.3.2 El mensaje de Huari Wanka La presencia del objeto de culto27 conocido como Lanzón (o Gran Imagen en Rowe 1962) nos permite inferir que los rituales que se llevaron a cabo en Chavín de Huántar tuvieron un fin apotropaico, es decir, para comunicarse con las deidades o seres supernaturales (Contreras 2007: 244). La exploración de esta finalidad nos conduce a entender Chavín desde una perspectiva cosmológica, una dimensión que podría explicar su funcionamiento a una escala atemporal capaz de darnos luz sobre la razón de su existir. Por eso, creemos conveniente explicar algunas de las interpretaciones que se tienen sobre el objeto de culto más importante del santuario, y el por qué hemos decidido nominarlo como Huari Wanka (Figura 4.40). Figura 4.40. Huari Wanka. 27 Cabe mencionar que, los objetos de culto pueden ser entendidos como la personificación del poder imperante, que en este caso son de naturaleza religiosa y cosmológica (Salazar-Burger y Burger 2000: 49; von Hagen y Morris 1998: 62), por lo cual su forma e iconografía tendrían la capacidad de proveer algunos de los conceptos de su ideología religiosa. 160 Esta litoescultura mide 4.53 m y está hecha a partir de un solo bloque de granito muy bien pulido. En ella se esculpió un personaje híbrido que sintetiza dos personalidades diferentes en una sola imagen: mitad felino, mitad humano, un felino antropormofizado (Burger 1992, 1993; Makowski 1997, 2000; Rowe 1962; Tello 1960). Según la secuencia estilística de Rowe (1962, 1967), esta hermosa pieza de arte religioso correspondería a la primera fase del estilo Chavín, y de acuerdo a Kembel (2001, 2008) estaría asociada a la fase Montículos Separados (~1200 a.C.). El hecho de que su templo haya sido remodelado durante el periodo Blanco & Negro nos permite asumir que su renovación fue ejecutada para continuar con su veneración; confirmando de este modo, que el mensaje teosófico que se brindaba en Chavín, particularmente en el Templo del Lanzón, fue una tradición de largo aliento. La sexualidad de Huari Wanka no es explícita, pudiendo ser un personaje andrógino. A juzgar por la forma de su cuerpo, brazos, piernas, orejas y manos –con cinco dedos y el pulgar opuesto– puede afirmarse que lo predominante de este ser es la naturaleza humana (Bischof 2008; Makowski 2000: 72; Salazar-Burger y Burger 2000: 50). Destaca su frondosa cabellera, compuesta por dos bandas de serpientes dispuestas de manera vertical como si fuera un tocado con dos penachos. Tiene dos resaltantes cejas serpentiformes; y en la parte superior de su nariz, o entrecejo, está la cara de un animal con colmillos, orejas prominentes y una lengua extendida que tiene la apariencia de un murciélago28 (Salazar-Burger y Burger 2000: 50). Respecto a su atuendo, cuenta con un faldellín, un cinturón de serpientes, un par de pendientes, dos brazaletes, dos tobilleras y un collar trenzando, lo que refuerza el efecto de antropomorfización, o mejor dicho, de felinización de lo humano (Makowski 1997: 507-508). Según algunos arqueólogos, las bandas serpentiformes verticales –el cabello– y horizontales –el cinturón– estarían vinculadas con la "habilidad" del especialista religioso o shamán para viajar por el mundo espiritual o hacer contacto con la esfera celestial (Burger y Salazar-Burger 1993: 53 pie de página 90). Sus ojos –redondos, sin párpados y con la pupila excéntrica hacia arriba– coinciden con la forma de los ojos que tienen los felinos y aves felinizadas del arte Formativo. Su boca tiene las comisuras de sus labios levantadas, dando una expresión sonriente, y muestra dos prominentes colmillos superiores. Por lo general, estos han sido vinculados al jaguar (Tello 1960), aunque también pudieron haber sido inspirados en otros carnívoros como el caimán o el murciélago 28 El murciélago está vinculado con la noche, la oscuridad, y quizás incluso con la muerte, asociación que se presta muy bien a un objeto de culto como Huari Wanka (Salazar-Burger y Burger 2000: 52). 161 (Burger 1992: 150; Makowski 2000: 72; Salazar-Burger y Burger 2000: 50). Las largas uñas de sus manos y pies se asemejan a garras, lo cual reafirma su carácter felino (Salazar-Burger y Burger 2000: 50). Para Tello (1923, 1960), los rasgos felinos del arte Chavín, particularmente los de Huari Wanka, hacen alusión al Jaguar29 (Figura 4.41; Panthera Onca), quien representa al signo sagrado, el emblema racial, el prototipo que mantiene y fija la forma originaria de la divinidad a través de sus transformaciones o encarnaciones (Tello 1960: 160-161). Es el soberano de las selvas, considerado como el verdadero dueño del mundo forestal, y es quien ocupa el lugar prominente en los sucesos y acontecimientos relacionados con la vida material y mental del ser humano (ídem). Según algunos mitos sudamericanos, el Jaguar es también uno de los animales que tiene la capacidad de otorgar a la humanidad los alimentos (v.g. la miel y el ají) y plantas medicinales (v.g. el tabaco) necesarias para una vida armónica (Morales 2001; Musilli 1987). De ahí, que en algunos mitos amazónicos se le considere como hermanos o parientes cercanos de los seres humanos (Musilli 1987; Tello 1923; 1960: 161-162). Figura 4.41. Jaguar en su hábitat natural30. 29 Para otros investigadores, no existiría una especie preferencial, por lo cual el felino mítico de Huari Wanka podía ser tanto el jaguar, como el puma (Makowski 2000: 76). 30Imagen extraíde de http://www.taringa.net/posts/imagenes/17626969/Fieras-tigres-linces-pumas- jaguar.html 162 Esta idea se ve respaldada con la habilidad que tienen los shamanes americanos de poder transformarse en jaguares, u otros animales de poder, con el apoyo de enteógenos como la ayahuasca, la wachuma, la willka o el tabaco (Iwasaki 1987; Morales 2007: 144; Reichel- Dolmatoff 1975a). En lo que concierne a Chavín de Huántar, todo parece indicar que el entendimiento de esta metamorfosis y la conexión con el jaguar fue un concepto primordial de su teosofía y ritualidad (Burger y Salazar-Burger 1993: 105; Morales 2001, 2007); por lo cual creemos correcta la concepción del jaguar como la base fundamental, la cédula primordial, la unidad estructural del arte Chavín (Tello 1960: 160-161). Los reportes etnográficos del shamanismo amazónico y caribeño sostienen que existe una identificación directa entre el shaman y el jaguar, siendo posible que el agente humano se vuelva un jaguar a voluntad, tanto para ayudar y proteger, como para agredir (Morales 2007: 143-144; Musilli 1987). En ese sentido, la crónicas del Altiplano Cundiboyacense (Colombia) mencionan que los shamanes Muiscas se cubrían con piel de jaguar, se dibujaban las manchas de un jaguar, tenía tocados con garras de jaguar, llevaban collares con dientes de jaguar, bolsas de piel de jaguar donde guardaban enteógenos, llevaban máscaras de jaguar para algunas ceremonias, danzaban imitando los saltos y gruñidos del jaguar, y cantaban al espíritu del jaguar (Reichel- Dolmatoff 1975a; Morales 2001: 56, 2007: 143). Por otro lado, es importante mencionar también que los sacerdotes indígenas andinos de los tiempos inmediatamente posteriores a la conquista española son comparables con los shamanes actuales, tanto por el modo de iniciación, como por sus prácticas rituales y determinadas técnicas para alcanzar el éxtasis, incluido el uso de enteógenos (Burger y Salazar-Burger 1993: 53, pie de página 90). Por ende, puede suponerse que los especialistas religiosos andinos siguen una larga tradición que trasciende al tiempo y al espacio (Fujii 1993); lo cual es congruente con la idea de considerarse descendientes del jaguar, es decir, de un mismo progenitor, de un tronco común en el que se originan tanto humanos como animales (Tello 1960: 161-162). Retomando su descripción, las extremidades superiores de este ser mitad humano-mitad jaguar están orientadas en función al eje vertical del monolito, y a su vez, con el eje principal del Edificio B (Makowski 2000: 80). Su posición expresa gráficamente el principio de dualidad complementaria: su garra derecha está alzada hacia arriba con la palma de cara hacia adelante y su garra izquierda está hacia abajo con la palma hacia atrás. De esta manera, se contrapone arriba con abajo, derecha con izquierda, y frente con espalda (Burger y Salazar-Burger 1993: 163 98). En el pensamiento Quechua moderno, la mano derecha y el concepto de arriba se asocian geográficamente con la puna y las fuerzas masculinas; mientras que, la izquierda y el concepto de abajo se asocian con los valles fértiles y las fuerzas femeninas (ídem). Esta oposición diádica y complementaria de Huari Wanka es una característica esencial de todas las esferas de creación Chavín (ibíd., 96-98), por lo cual puede asumirse que el santuario es la manifestación grandilocuente de este concepto; de ahí, los dos templos, los dos ríos, los seres híbridos, los jaguares de la Plaza Circular y su alter-ego humano, la escalinata Blanco & Negro, la Portada de las Falcónidas, etc. Vivir en dualidad es entender que la realidad está compuesta por fuerzas opuestas, pero complementarias. Es un concepto teosófico según el cual hay que juntar los opuestos para producir estabilidad y armonía (Salazar-Burger y Burger 2000: 58). Dichas fuerzas no son equivalentes entre sí, ya sea porque son diferentes o asimétricas, lo cierto es que son necesarias para alcanzar el balance deseado (Burger y Salazar-Burger 1993: 97). En comunidades Quechuas contemporáneas, esta visión del mundo imbuye su cosmología, sus rituales religiosos y su organización social (ídem), evidencia suficiente para argumentar que el principio de la dualidad en el pensamiento andino tiene más de 3000 años (ibíd., 96), y que trasciende al tiempo y al espacio (ibíd., 109). Por ende, hemos de inferir que uno de los mensajes canónicos que pregonaba el culto Felínico era la dualidad complementaria. Esto implica que los preceptos religiosos apelaban al equilibrio (Makowski 1997: 516) y a la paz, principios muy similares al de cualquier otra religión o concepto teosófico alrededor del mundo. Por otro lado, la base de Huari Wanka, incrustada en el piso, y su sección superior, que penetra en el techo, sugiere que es un axis mundi que conecta las tres esferas de la existencia: la celestial –Hanan Pacha–, la de este mundo –Kay Pacha– y el inframundo –Uku Pacha (Salazar-Burger y Burger 2000: 52). Esta interconexión coincide con la concepción de algunos mitos indígenas respecto a los jaguares, quienes son concebidos como mediadores entre el mundo humano y el mundo espiritual de los ancestros (Musilli 1987). Desde una perspectiva sociológica, estos tres conceptos andinos –Hanan Pacha, Kay Pacha y Uku Pacha– en asociación con los principios de dualidad, tripartición y cuatripartición constituyen la base de una estructura ideológica capaz de generar una sociedad ordenada y jerarquizada, cuyo sistema de interacción funciona como un ente orgánico que procura mantener el orden y la estabilidad social (Morales 2001: 53). La ubicación de Huari Wanka determina también el eje del Templo del Lanzón, encontrándose alineado con el ducto de ventilación/iluminación arriba mencionado, el canal de la Escalinata 164 Central, el centro de la Plaza Circular, el tributario vertical, el centro de las escaleras del Atrio Este, el camino que viene del oriente, y el cerro Piruro, que es un referente visual durante el solsticio de invierno (Rick 2008: 29). Según Makowski (1997: 512, 2000: 84) su ubicación, en el centro del Edificio B, sería además el área del universo en la cual los dos lagartos cósmicos del Obelisco Tello se reproducen cíclicamente. Este argumento se ve complementado con la dirección de la soga trenzada que sostiene en su mano derecha, la misma que se encuentra levantada, y que pasa por el eje central de su espalda hasta llegar a sus pies en donde se cuadruplica; demarcado así, las cuatros direcciones del eje horizontal, en concordancia con la cruceta que alberga a este objeto de culto (Makowski 2000: 80). De este modo, Huari Wanka se inscribe espacialmente en un cosmograma que incluye ambas direcciones: la vertical, enlazando los tres mundos, y la horizontal, en el centro de las cuatro esquinas del universo (Salazar-Burger y Burger 2000: 52). La representación de este cosmograma se vería sintetizada en la Chakana31, que se ubica en la frente de Huari Wanka (vide supra en Makowski 1997: 510). En tal sentido, la cruz escalonada andina simbolizaría las cuatro direcciones del universo, y su pequeño círculo hundido representaría el eje vertical del poder sobrenatural que enlaza este mundo –Kay Pacha– con el mundo de arriba –Hanan Pacha–y el mundo de abajo –Uku Pacha– en un continuo circuito de fertilidad y energía (Salazar-Burger y Burger 2000: 52-53). A ello se le sumaría el delgado canal que desciende desde la parte más alta de la escultura hasta la Chakana. Según Tello (1960) esta canaleta habría sido diseñada para verter líquidos desde la Galería VIII; sean estos sangre, chicha (Carrión 2005: 59), o algún enteógeno líquido como la wachuma o la ayahuasca. El altar de Huari Wanka habría sido invisible para la mayoría de los participantes de las performances rituales; siendo muy probable que solo un grupo selecto de especialistas hayan tenido acceso a su recámara (Galería del Lanzón) y/o vestíbulo (Galerías VIII). Es posible también que estas dos galerías hayan contado con un orificio en el techo, en alineación con Huari Wanka. Aparte de iluminar ambos recintos subterráneos, estos “ojos” habrían servido para rastrear el movimiento del sol en el firmamento, sobre todo cuando se encuentra en posición cenital (Diessl 2004a: 32). De ser cierta esta hipótesis, la relación astronómica entre el Sol y Huari Wanka habría sido de vital importancia tanto para Chavín, como para el calendario 31 Según Nicolas Pauccar, sacerdote andino Q’ero, la Chakana representa el símbolo de la geometría sagrada andina. Es el puente entre lo que existe y lo que no existe, entre lo tangible y lo intangible, entre la mente y el corazón (Pauccar 2014: 131). 165 agrícola andino, permitiéndoles diagnosticar con exactitud los equinoccios (ídem), tiempos destinados a la siembra y cosecha de las plantas cultivables. Esta relación con el mundo de los cielos –el Hanan Pacha– es coherente con algunos mitos amazónicos que vinculan al jaguar con ciertos fenómenos estelares; particularmente, aquellos en los que se menciona a la lluvia, al rayo y a la constelación de las Pléyades (Morales 2007: 142- 144; Tello 1923). Este conjunto de estrellas también es conocido como las Siete Cabrillas, coto u oncoy-mita en quechua y parece haber sido determinante para el calendario de los pueblos americanos (Carrión 2005: 21; Lindsay 2000; Scholten 1982: 27). Por ejemplo, entre los Paez del Huila colombiano, su aparición marca los ritos de iniciación shamánica (Morales 2007: 144). Estos relatos antropológicos abren la posibilidad de que Huari Wanka sea la personificación del relámpago y el trueno (Rowe 1962); y que el altar del Choq’e Chinchay (Figura 4.42) –un bloque de roca con siete “pocitos” ubicado al sur del Atrio Oeste de la Primera Plataforma del Templo de las Falcónidas– sea una herramienta astronómica destinada a observar la trayectoria de las Pléyades (Lumbreras 1970: 81-83; Scholten 1982). Si a todo ello le sumamos la planimetría y el paisaje del santuario hemos de suponer que la cosmología Chavín era capaz de interrelacionar la astronomía, la geografía y el shamanismo amazónico para generar calendarios altamente precisos que permitan mejorar la producción agrícola y el bienestar de sus seguidores. Figura 4.42. Altar del Choq’e Chinchay, Templo de las Falcónidas32. 32 Imagen tomada de https://peregrinadanza.wordpress.com/2016/09/02/el-altar-de-piedra-de-choque- chinchay/ 166 Iconográficamente, este concepto de prosperidad agrícola se fortalece con las serpientes que presenta Huari Wanka en su cabellera, cejas y cinturón. En los Andes Centrales, estos animales han sido asociados frecuentemente con el agua, elemento indispensable para la fertilidad de la Tierra (Carrión 2005). Otro argumento sería la forma de la escultura, que se parece a una chaquitaklla o arado de pie, que penetra en el suelo, tal y como lo hace su base (Salazar-Burger y Burger 2000: 52). Antropológicamente, la forma y ubicación de Huari Wanka lo hacen un ser dual ctónico, una entidad que reside en las entrañas de la tierra y que es responsable tanto de su fecundidad, como de su ritmo estacional (Makowski 2000: 81; Moore 1996: 143-144); volviéndose la entidad garante de la prosperidad agrícola de la comunidad (Salazar-Burger y Burger 2000: 52). Complementando esta información, según la cosmovisión de los campesinos quechua hablantes del siglo XVI, Huari Wanka podría ser comparable con Hurin o Lurin33 Huanca: la estela de piedra que desfloraba la tierra progenitora y que constituye el centro del mundo habitado (Makowski 2000: 82). Puede decirse entonces, que Huari Wanka sería la personificación del balance de las fuerzas del cosmos, la deidad mediadora de las fuerzas opuestas y complementarias, garante de la armonía universal (Burger y Salazar-Burger 1993: 98). Esto es coherente con su posición en el cuerpo central del Templo del Lanzón (Isbell 1976 citado en Burger y Salazar-Burger 1993: 101-102), que hace aún más explícita su condición como centro del universo, el Ser-Fundamento del axis mundi (Makowski 2000: 81). Esto implicaría que el Templo del Lanzón, o mejor dicho el Templo de Huari Wanka, fue el más sagrado de ambos ejes (Burger y Salazar-Burger 1993: 102; Tello 1960: 76); lo cual concuerda con el principio de dualidad, puesto que para generar el balance correcto del poder, este debe ser dinámicamente asimétrico (ídem). Entonces, si Huari Wanka es un ser dual, mitad humano-mitad jaguar, y es al mismo tiempo la representación de Wiracocha, puede decirse que una de las manifestaciones de Wiracocha es el jaguar antropomorfizado (Fujii 1993; Tello 1923, 1960: 167), y que la iconografía de Huari Wanka, tal y como es leída actualmente por los científicos sociales es solo una parte de la guía que recibían los especialistas religiosos de la época Chavín, quienes se habrían transformado en jaguares u otros animales de poder. Puede suponerse entonces, que Huari Wanka fue uno de las “medios” necesarios que empleaban los especialistas religiosos del culto Felínico para 33 Nótese la similitud de los vocablos Hurin y Huari. 167 concentrar y canalizar el flujo energético de este lugar sagrado en beneficio de los seguidores del culto (Salazar-Burger y Burger 2000: 52-53); y también, puede suponerse que Huari Wanka fue tan sagrado que estaba “prohibido” mirarlo de frente (von Hagen y Morris 1998: 67). Por ende, para muchos arqueólogos, místicos y estudiosos de Chavín, Huari Wanka es y fue el principal objeto de culto (Burger 1992; Burger y Salazar-Burger 1993; Lumbreras 1989; Rowe 1962; Salazar-Burger y Burger 2000; Tello 1929: 53, 1960), la representación de la suprema divinidad del culto Felínico: Wiracocha (Tello 1923; Willey 1951), la entidad supernatural a quien se le dedicaría todo el santuario, y que hasta el día de hoy sigue siendo venerada. En ese sentido, Chavín de Huántar sería una pieza importante para la milenaria tradición religiosa andina (tradición Chavín en Willey 1951: 134-139). De estar en lo correcto, una de las representaciones más sagradas de este fenómeno religioso habría permanecido in situ por más de tres mil años, sobreviviendo a los extirpadores de idolatrías y a los huaqueros modernos (Salazar-Burger y Burger 2000: 45). Para algunos investigadores, Huari Wanka no sería la única representación de la deidad principal ni tampoco sería la única deidad, existiendo imágenes representativas para ambos casos (Campana 1995; Rowe 1962, 1967; Makowski 1997, 2000; Salazar-Burger y Burger 2000: 53; Tello 1923). Desde nuestra perspectiva, ninguna de las esculturas que se han descubierto hasta el momento comparte las características de trazo o localización de Huari Wanka, por lo cual creemos que estos otros personajes son los ancestros míticos de Chavín que fueron imbuidos por los poderes sobrenaturales de la deidad principal; y en caso de ser deidades, no habrían tenido el papel protagónico que tuvo Huari Wanka como ser-fundamento, eje del mundo (Makowski 2000: 85; Tello 1923), por lo menos, no en Chavín. El nombre Huari Wanka surge al revisar algunos relatos coloniales (Duviols 1971; Polia 1999). Si bien es cierto que el empleo de las fuentes históricas y etnográficas en las interpretaciones arqueológicas debe ser tomado con mucha cautela (Salazar-Burger y Burger 2000: 31), las narraciones españolas son tan específicas respecto al lugar –Conchucos y Chavín– y al nombre de la divinidad –Huari– que creímos conveniente asociarlos con Chavín y su teosofía. La palabra Wanka34 es entendida como monolito o estatua de piedra erigida que tiene una carga simbólica, lo cual corresponde con el objeto de culto que se encuentra en el Edificio B. Desde 34 Según el diccionario Kechwa-Español de Guardia (1997: 165) Wanka también significa representación teatral, y canto melancólico entonado por mujeres hacia el atardecer, después del trabajo. 168 nuestro punto de vista, el nombre Lanzón debe ser entendido como un invento del siglo XX, y el de Huari Wanka como una reminiscencia histórica basada en vocablos quechuas. Uno de los primeros textos que menciona el nombre de Huari cuenta que: […] en tiempos mas antiguos, aun antes del Gobierno delos Ingas todas las Huacas eran hombres y mujeres como las de agora. Pero que salio del Collao que es enel obispado del cuszco (otros dizen dela laguna de chucuito en el obispado dela paz que llaman de Titicaca) vn gran gigante Dios de aquella tierra llamado Huari viraocha. Por parezerse enellos a su Dios, el qual por doquiera que pasaba convertia las Huacas en piedras. Supieronle los indios de esta prov.a y juntaronse conlos Conchucos y trataron de hazer entre si vna casa con cierta trampam y combidar a holgarse enella al Huari que era muy sabio, entendio luego la maraña y disimulando hizo que se juntasen las Huacas en el lugar señalado, y alli las conuirtio a todas en piedras de varios figuras de leones ozos etc.a y desde entonces todas quedaron hechas piedras y esta casa es muy temida, y tenida en gran veneración y llámenle casa delas Huacas y esta en los Conchucos […] (Polia 1999: 419-420, Documento 33, énfasis nuestro). A ello se le añade los testimonios recogidos por el Bachiller Estanislao Vega Bazán (Duviols 1971: 386-389), visitador de idolatrías que trabajaba en esta región de Ancash en el año de 1657, 125 años después de la conquista española. El ministro cristiano testifica que: […] descubrio […] un templo muy grande de el dicho Huari, que era comun adoratorio de los Indios, todo debajo de tierra con unos callejones, y laberintos muy dilatados, hechos de piedras muy grandes, y muy labradas; donde hallo tres idolos, que los quemo, y hizo pedaços, y enterro, lo qual le descubrio un Indio viejo, que era sacerdote de el dicho Huari […] (Duviols 1971: 389, énfasis nuestro). […] descubrió vna idolatria muy sutil, que el demonio auia introducido entre los Indios del partido de las Gumalies, donde es Cura el susodicho, de que no suia tenido noticia, para poderla extirpar y desarraigar : y assi mismo vn altar hecho de piedras con cimientos grandes, donde parece que ofrecian al Dios fingido, que llaman Huari, y el genero de la idolotria es en la forma siguiente que entrando un ministro de esta idolatria en las casas a curar a los enferemos, aparecia luego vna araña muy horrible, trepando por encima de la cama de los enfermos, y otras vezes vnos gusanos por la pared de la casa : y espantandose el enfermo, le dezia el ministro de esta idolatría : No os espanteis, porque nuestro Dios Huari, y criador te 169 ha embiado esta araña, para que te coma, porque no le has adorado, ni seruido, y te ha criado muchas culebras dentro de tu cuerpo, que son causas de tu dolencia; pero como tengas proposito de adorarle, y seruirle de aqui adelante, obseruando lo que yo te enseñare, te sacare en virtud de Huari todas las culebras, arañas, y gusanos, que ha criado en tu cuerpo […] (Duvilos 1971: 387, énfasis nuestro). La primera narración nos permite fijar que esta divinidad –Huari Wiracocha35– se encuentra en el Callejón de Conchucos, específicamente en la Casa de las Huacas. Por lo que sabemos hasta el momento, no existe en ninguno de los valles de esta región alguna edificación que tenga las características físicas y paisajísticas de Chavín de Huántar, por lo cual se puede asumir que la Casa de las Huacas es justamente este monumento arqueológico. En el segundo relato es indudable que el templo muy grande de callejones y laberintos muy dilatados se refiere específicamente a Chavín de Huántar, que parece haber seguido manteniendo especialistas religiosos hasta mediados del siglo XVII. En la tercera cita es evidente que el Dios Huari tiene la capacidad de curar a los enfermos a través de sus ministros, lo cual nos lleva a la siguiente inferencia. Si entendemos la curación como el método de volver a un equilibrio, de volver a una armonía, puede asumirse que Huari, la entidad supernatural que “reside” en esta zona de Conchucos, tuvo la misma función que el objeto de culto Chavín: garantizar el balance armónico, sea a un nivel comunal o individual. Esta paridad de funciones nos permite asumir que Huari esta coligado con el objeto de culto Chavín, que sería una de las representaciones de Wiracocha. Esto a su vez nos permite suponer que Huari es otra denominación de Wiracocha, y que ambas entidades supernaturales son en realidad una misma entidad pero con diferentes nombres. En lo que respecta a la Plaza Circular, la interpretación que hemos hecho de Huari Wanka la ratifica como el espacio abierto más importante del santuario. Desde un punto de vista simbólico sería el puente (la Chakana) entre Huari Wanka, representante de la divinidad Wiracocha, y los shamanes, representantes de lo humano; manifestándose nuevamente la dualidad. Esto implicaría que las performances rituales desplegadas en esta arena tendrían, siempre, un fin apotropaico. Con esto no queremos negar otros propósitos rituales, pero dada la presencia de Huari Wanka, 35 Coincidentemente este es el nombre de la provincia política donde se encuentra Chavín de Huántar. En el manuscrito de Huarochirí Wiracocha también es llamado Cuniraya. Puede suponerse que el nombre de la divinidad adquiría una denominación distinta según la región, tal como sucede con el nombre de Jehová, Yahveh y Alá en el mediterráneo oriental. 170 suponemos que esta entidad supernatural junto con los Apus que se logran observar desde la plaza fueron siempre parte de la audiencia (Inomata y Coben 2006: 32). Como se mencionó líneas arriba, la exquisita teatralidad de la plaza llevaría a los participantes a otro mundo, a un estado de comunitas. Ellos y ellas, en un estado alterado de conciencia por efectos de la wachuma, recibirían con mayor naturalidad los mensajes canónicos promovidos por el culto Felínico: la dualidad complementaria y el equilibrio armónico. La configuración de la plaza les ayudaría a entender cuál sería su posición y jerarquía en la escena (p.ej. el peldaño de la Estela Raimondi); lo cual es relevante para entender la naturalización de la autoridad religiosa (Rick 2011: 106), y de este modo poder deducir la implicancia social que tuvieron los mensajes auto-referenciales de las performances rituales. Ambos mensajes se verían reforzados por los efectos multi-sensoriales de la Plaza Circular: sus esculturas en movimiento, sus sonidos hídricos, las vestimentas de los especialistas, los olores, la música y la danza. Si tomamos en cuenta el eje astronómico del santuario, la interpretación de Huari Wanka y las características de los mensajes canónicos, puede inferirse que los rituales de Chavín se guiaban siguiendo un orden litúrgico basado en el movimiento del sol, solsticios y equinoccios. Desde un punto de vista productivo esto es relevante ya que permite fijar los tiempos de cosecha y siembra36 (Canziani 2009), más aún si se piensa en la posibilidad de que exista un Intiwatana en medio de la plaza (Lumbreras 1989, 1993). De ser así, el eje del Templo del Lanzón habría enlazado a Huari Wanka, como Hurin huaca (Duviols 1979 citado en Makowski 1997: 512), con el Intiwatana de la Plaza Circular, como Hanan Huaca, comunicando simbólicamente las entrañas de la tierra con los cielos (Makowski 1997: 512). Este enlace estaría coligado con la interpretación de Huari Wanka como el ser ctónico garante de la prosperidad agrícola, y también con la “Danza de los Jaguares” plasmada en las placas de la Plaza Circular. Si consideramos las propiedades energéticas de los templos en U y la interpretación iconográfica de Huari Wanka puede inferirse que estas performances eran desplegadas para pedir y/o agradecer por la armonía entre las fuerzas complementarias que rigen el universo, por la prosperidad agrícola de las comunidades y por la sanación de los enfermos. La vibración que 36 En el caso de los Kogi, por ejemplo, esta división del año, marcada tan claramente por factores astrales, es de importancia fundamental para su calendario agrícola, y en consecuencia, para su calendario ritual. Los movimientos del sol forman pues, uno de los más importantes principios de organización de su existencia (Reichel-Dolmatoff 1975b: 207). 171 emanaba de este lugar era repotenciada por las características del Templo37: un espacio privado, con una excelente calidad acústica, capaz de focalizar el poder cósmico para el beneficio de los seguidores del culto. Todo lo dicho hasta aquí nos permite inferir que el culto Felínico pregonaba un mensaje pacífico, lo cual concuerda con las hipótesis de su difusión como se verá en el siguiente apartado. 4.3.3 El oráculo mayor Una de las funciones de Chavín de Huántar sería la de Oráculo. Aunque es difícil de comprobarlo arqueológicamente (Patterson 1971), esta afirmación se desprende de las observaciones que hiciera el cronista español Vásquez de Espinoza en 1613: […] junto a dicho pueblo existe un gran edificio de piedras muy labradas de notable grandeza; era Guaca, y Santuario de la más famosos de los gentiles, como nosotros Roma o Jerusalen adonde venían los indios a offrecer, y hazer sus sacrificios, porque el demonio de este lugar les declaraba muchos oráculos, assi acudían de todo el Reyno […] (Vásquez de Espinoza 1948: 536, énfasis muestro). Esta crónica se ve complementada por los testimonios del Bachiller Vega Bazán, quien comenta sobre Felipe Ramos, un sacerdote del dios Huari quien: […] ofreciéndole unos granos de maiz negro, y coca mascada [a la divinidad], y luego se le aparecia una araña al canto del fogon, donde quemava los dichos granos de maiz, y coca mascada, para aquel humo fuesse ofrecido al dicho Huari, y por la dicha araña adivinava las cosas (Duviols 1971: 389, énfasis nuestro). Estos mismos testimonios dan fe de diferentes modalidades de oráculos. Nuevamente con arañas38: 37 McEwan (1992: 80-97 citado en Makowski 1997: 512) ha demostrado, de manera convincente, que los significados de la Galería del Lanzón y de la Plaza Circular son comparables al Ushnu incaico. 38 En la tradición de Andahuaylas, las arañas están asociadas con la aparición de lluvias. En las crónicas de Polo de Ondegardo (siglo XVI) se menciona la existencia de especialistas en arañas llamados paccharicuc, pachacatic, o pachacue o por el nombre de arañas, paccha. Coincidentemente, este mismo término es usado para denominar un recipiente de carácter ritual que se llena con chicha o agua, y que se ofrenda a la tierra para aumentar su poder productor (Salazar-Burger y Burger 2000: 42). 172 […]Y assi mesmo parece descubrió otras supersticiones que este genero; y algunas dellas adivinaban llamando al demonio, el qual se les aparecia en forma de araña, y por los dedos, que le faltavan (a la araña) adivinaban […]. (Duviols 1971: 388, énfasis nuestro). Y con serpientes: […] Assi mismo para adivinar algunas cosas, le invocaba (al dios Huari) en los manantiales, de donde salia una culebra grande, y le lamia : y si la culebra de bolvia a entrar en el dicho manantial, era señal de que avia de acontecer lo que le consultava; y que si se iba por otra parte, no avia de acontecer lo que avia consultado […]. (Duviols 1971: 389, énfasis nuestro). En pos de contextualizar es importante mencionar que los oráculos tuvieron un papel protagónico para las diferentes naciones que habitaron los Andes Centrales. Esta importancia se ve reflejada en la abundancia de sitios arqueológicos que tienen una arquitectura ritual destinada para tal función (Moore 1996: 125-127). Según MacCormack (1991: 59 citado en Moore 1996: 126) el rol principal de un oráculo habría sido legitimar el poder y articular el consenso por medio de las predicciones. Esto es políticamente relevante para el discurso público (Moore 1996: 127), particularmente en tiempos de incertidumbre, donde una predicción correcta podía generar el soporte necesario para el bienestar común. Siguiendo esta línea, los oráculos deben ser entendidos como fuerzas activas susceptibles de ser premiadas o castigadas, condicionadas por la precisión de sus predicciones (ibíd., 126). Por ende, no todos los oráculos habrían sido del mismo tamaño, ni tampoco habrían tenido el mismo prestigio. En vista de que Chavín de Huántar ha sido reconocido como un oráculo, las inferencias y certezas que se tengan sobre los oráculos andinos al inicio de la era colonial tienen serias repercusiones en su comprensión (Burger 1988, 1992, 1993: 65; Moore 1996; para otra perspectiva véase Rick 2008). Su funcionamiento ha sido explicado al comparárselo con el culto regional vinculado a Pachacamac, el oráculo andino más importante del siglo XVI, y del cual se tienen reportes escritos (Burger 1988: 115, 1992, 1993: 63-64; Lumbreras 1989, 1993; von Hagen y Morris 1998: 79). Aparte de dar predicciones, este centro ceremonial era el intermediario con las fuerzas naturales, protegía de las enfermedades a sus feligreses y, presumiblemente, proveía de conocimientos especializados para un mejor desempeño de las labores agrícolas (Burger 1998: 115). Por otra parte, se creía que las sanciones divinas –como 173 terremotos, sequías o la destrucción de los campos– eran consecuencia del antagonismo a su mandato (ídem). Como otros centro oraculares alrededor del mundo, Pachacamac habrían generado su propia red de oráculos, creando lo que se conoce como culto regional (término acuñado por Werbner 1987 citado en Moore 1996: 123-124; Burger 1993: 113-116; Lumbreras 1993). Para que se entienda mejor es conveniente comparar las características de un culto local vs culto regional. En teoría, estos conceptos proveen un modelo muy útil para explicar la organización e ideología de los fenómenos religiosos prehispánicos (Burger 1993: 63-64), como el culto Felínico al que pertenecía Chavín de Huántar. Los cultos locales enfatizan un dominio exclusivo, la territorialidad y la estabilidad; están continuamente ligados a la tierra y al sistema de producción local; y sus rituales frecuentemente tienen un enfoque político-judicial (Burger 1988: 114). Por su parte, los cultos regionales no son congruentes con límites políticos o étnicos; sus conceptos teosóficos profesan universalismo, receptividad; tienen una estructura organizacional formal y jerárquica que mantiene a los funcionarios con la suficiente autoridad para legitimar las ramas del culto y reducir desviaciones conceptuales locales (ídem). Para sobrevivir y difundirse estos cultos regionales deben, justamente, pregonar principios universalistas y de responsabilidad moral; difundiéndose de esta manera, valores pacíficos basados en el reconocimiento del interés macro-cósmico, sin tener en cuenta diferencias tradicionales, hostilidades y competencia entre comunidades (ídem). Esto hace que ambas clases de culto puedan coexistir y reformarse mutuamente. Incluso, el culto regional puede servir como una corte de apelación adicional al culto local. Esto fue cierto para Grecia, en donde cada pequeña ciudad tuvo su propio culto local, y al mismo tiempo, enviaba delegaciones al oráculo de Delfos, o tal vez Dodona (ídem). Bajo estos parámetros, los cultos regionales serían más una fuerza de cohesión social (Burger 1988, 1993), que de desintegración por competencia. En el caso de Pachacamac, su culto regional se estableció por medio de brazos oraculares (Burger 1993: 63-64). La locación de estos nuevos oráculos traspasaba las fronteras políticas y étnicas de aquel entonces, formando una enorme topografía ritual de centros peregrinos (término acuñado por Turner 1974: 184 citado en Moore 1996: 126). Cada brazo tenía su propia afiliación étnica, su propio lenguaje, sus propios mitos y su propia base económica (Burger 1993: 63); o mejor dicho, cada oráculo secundario conservaba su propia esencia mítica y socio-económica 174 (Burger 1993: 65). La relación entre los brazos y el centro oracular se expresaba en términos de parentesco: cada altar se consideraba hermano, hermana, hija, hijo, o esposa de la entidad supernatural responsable del oráculo principal (Burger 1993: 64). Este linaje sugiere una coexistencia pacífica entre el oráculo principal y las tradiciones religiosas más tempranas (Burger 1993: 64-65), las cuales habrían continuado practicando su cosmovisión (ibíd., 66). Además, revela el carácter no-impositivo de los cultos regionales andinos, diferenciándose claramente del patrón expansivo judeo-cristiano (ibíd., 64). Asimismo, se desprende que las naciones andinas tenían –y tienen– una noción jerarquizada de los seres supernaturales que influyen en esta realidad (ídem); es decir, una jerarquía de huacas. Con eso en mente, cada comunidad que quería ser un brazo oracular tenía que hacer una petición a Pachacamac, y además tenía que demostrar su habilidad y deseos para mantener las actividades del culto. Este tipo de relación habría generado un patrón no contiguo de actividad religiosa, formando un sistema paralelo y parcialmente independiente a las organizaciones políticas que regían los Andes Centrales del siglo XVI, como el Incanato o la Confederación Ischma. De este modo, la topografía ritual del culto regional de Pachacamac sería como la de un archipiélago, con centros oraculares extendidos verticalmente, cruzando las diversas zonas ecológicas de la costa centro y sur de lo que ahora es Perú (Burger 1988: 115; 1993: 65; Rostorowski 1972). La interrelación de Pachacamac con sus “parientes” estaría regida bajo el principio de reciprocidad (Burger 1993: 65), el Ayni (Altamirano y Bueno 2011): dando y recibiendo en paz. Por eso, el parentesco establecido tenía que ser consecuente con las obligaciones recíprocas de ambos oráculos, lo cual refuerza la intención inicial de constituir una ideología de comunidad (Burger 1988: 115-116). El cumplimiento de estas obligaciones sería el motor que iniciaría y mantendría el balance con las fuerzas supernaturales (Burger 1993: 65), necesario para la prosperidad de los pueblos. Este vínculo, que trasciende el sentido de identidad local, se habría visto expresado y reforzado por medio de peregrinajes39 anuales al oráculo mayor, a donde las delegaciones llevaban regalos de agradecimiento y pedían la guía necesaria para su porvenir (Burger 1988: 115, 1993; Von Hagen y Morris 1998: 70). Si el nuevo brazo era aceptado, se llevaban representantes a Pachacamac y este brindaba un especialista religioso residente para que supervise las actividades del culto (Burger 1993: 63). En 39 Para profundizar en el concepto de centro de peregrinaje véase Moore 1996: 124. 175 retorno, la comunidad apoyaba con chacras y/o pastos para el culto, además de proveer una fuerza laboral para fines agrícolas, ganaderos o constructivos (Rostorowski 1981: 167-168 citado en Burger 1988: 115). Las tierras asignadas al culto se trabajaban antes que las tierras distribuidas a la elite local o a los miembros de la comunidad; y en teoría, todos los segmentos de la sociedad esperaban donar su trabajo (Cobo 1892: bk XII, ch. XVIII citado en Burger 1993: 63). Estas observaciones estarían demostrando lo importante que era la retribución, el ayni entre el oráculo mayor y sus parientes. Respecto a los bienes producidos, una parte apoyaba al brazo local del culto y el resto era enviado como tributo al oráculo mayorl. Esta administración hizo que la actividad religiosa se incrustara completamente en los sistemas locales de organización y producción comunal (Burger 1993: 63-64); lo cual es coherente con la naturaleza del culto, ya que se trata de una decisión comunal, y no una conversión individual (ídem). La manera en cómo se “multiplican” estos brazos oraculares, individuales pero relacionados por el “linaje” (Kaulicke 1976: 55), es el aspecto más distintivo de los cultos regionales andinos. Tal como sostienen varios investigadores, el modelo Pachacamac es un esquema ideal capaz de explicar la expansión del culto Felínico durante el Formativo Tardío (Burger 1988: 114; Kaulicke 1976: 17-22, Patterson 1971: 46, 1973: 97-98; Salazar-Burger y Burger 2000: 45). Siguiendo este modelo puede asumirse que, durante este tiempo el oráculo de Chavín y sus brazos oraculares formaron una gran red económico-ideológica multiétnica en la que Chavín era uno de los centros de peregrinaje más importante, siendo el foco de irradiación y confluencia de ideas, técnicas e ideologías (Canziani 2009: 140; Contreras 2011; Burger 1992, 1988: 114; Lumbreras 1989, 1993; Patterson 1971; Rick y Kembel 2004; Sayre 2010; Willey 1951), algo así como la Meca musulmana (Larco 1946). Esta red habría estado organizada de manera formal y jerárquica (Burger 1988), generando relaciones interdependientes entre centro-centro y centro-periferia (Contreras 2011: 383). La relación entre los centros ceremoniales de influencia relativamente equivalente habría generado un panorama político conocido como Peer Polity Interaction (Burger 1993: 74, 2008), el cual habría jugado un rol importante en el surgimiento de la civilización en los Andes Centrales, tal como ocurrió en Mesoamérica (Burger 1993: 74). La inserción a la red se expresa en consistentes modificaciones del diseño arquitectónico (Kaulicke 1997, 1998, 2010), tal como sucede en Kuntur Wasi (Inokuchi 2008; Onuki 1995), Kotosh (Izumi y Sono 1963) y Pacopampa 176 (Kaulicke 1976; Morales 1998a); así como en la creación de nuevos brazos oraculares, particularmente en la sierra centro-sur, entre los que destacan Atalla en Huancavelica (Burger y Matos 2002) y Campanayuq Rumi en Ayacucho (Matsumoto y Cavero 2009). Es muy probable que el desarrollo de la “red Felínica” haya promovido la creación, el mantenimiento y la legitimización del estatus y la autoridad sociopolítica de los centros ceremoniales precedentes y emergentes (Contreras 2011: 383). De este modo, la inserción a la red produciría profundos cambios ideológicos y económicos en la organización de las sociedades formativas, especialmente en aquellas naciones periféricas y “menos” desarrolladas (Burger 1993: 74). Es posible que la formación de estas nuevas relaciones haya comenzado con la adquisición de materias primas (p.ej. cinabrio, obsidiana) que estaban destinadas a los rituales del culto (Sayre 2010: 163); y que luego se haya expandido a recursos de subsistencia (p.ej. el pescado). La interacción centro-periferia habría generado que las poblaciones antes dispersas interactúen económicamente de una manera más activa, influyendo todas las esferas de la vida humana (Kaulicke 1997, 1998, 2010; von Hagen y Morris 1998: 58). Esto puede verse sustentado en el intercambio de obsidiana –particularmente útil para la fabricación de artefactos– y en la adopción del estilo Janabarriu en la alfarería local. Sobre esto último, cabe mencionar que la decisión de producir y emplear una cerámica similar al de otras comunidades, particularmente semejante a la del oráculo mayor, puede ser interpretada como una poderosa declaración simbólica de identidad social compartida (Burger 1988, 1993: 67; Lumbreras 1993: 364). En teoría, la representación de estos símbolos en latitudes cada vez más “apartadas” de su sistema mundo sería la materialización de un cambio ideológico, el movimiento hacia una identidad social más universal (Burger 1988: 139), lo cual es coherente con la naturaleza universalista de un culto regional. Si nos basamos en la interpretación de Huari Wanka y en los valores sociales andinos que vemos hoy en día, podemos suponer que la base teosófica del culto Felínico habría pregonado una serie de principios como la dualidad complementaria, la comunicación sensorial con la Pachamama, la celebración de los ancestros, la noción de ayllu –comunidad y linaje–, el ayni –reciprocidad– (Burger 1988: 114), y el poder oracular. Es importante destacar los principios de dualidad 177 complementaria40 y ayni, los cuales son coherentes con la interpretación que tiene la mayoría de arqueólogos respecto a que la difusión de este culto regional se dio de una manera pacífica, sin interrumpir de manera abrupta los cultos locales (Bennett 1944; Burger 1988: 111-112, 117, 1992, 1993; Larco 1941; Lumbreras 1972: 90; 1974: 46, 67; Patterson 1971: 41; Rowe 1966; Tello 1960; Willey 1951: 140; para otras versiones véase Lathrap 1974). Las características de los cultos regionales, la evidencia arqueológica del periodo Formativo y las inferencias que se tienen sobre el culto Felínico nos permiten deducir que la expansión pacífica de este fenómeno religioso se debe a un mensaje canónico “universalista”, el cual implica una aceptación y respeto por los cultos locales con los que interactuaba. Es muy probable que en el desarrollo de su historia institucional hayan aparecido figuras carismáticas con un peso importante en el escenario político de aquel entonces (Burger 1985: 140), algo así como los papas, imanes o rabinos influyentes de estos tiempos. Desde un punto de vista histórico, resulta complicado determinar la naturaleza de estos grupos de poder; pero lo que sí es cierto es que en el modelo andino se recalca la decisión comunal y el linaje, lo cual sería un contrapeso determinante para el balance de las fuerzas políticas. Precisamente, el ayni y el parentesco simbólico entre el oráculo mayor y sus brazos son dos de los puntos claves para entender este culto regional ya que son los principales conceptos que condicionan la retribución entre los centros. Tal y como sucedía con Pachacamac, una de estas retribuciones sería el peregrinaje, que posiblemente haya estado determinado por el movimiento solar (solsticios y equinoccios). Esto concuerda con su posición neurálgica, capaz de enlazar costa, sierra y selva (Salazar-Burger y Burger 2000: 43); pero a la vez periférica (Moore 1996: 123), aislada por dos cadenas de montañas. Esta hipótesis cobra más sentido al incorporar el paisaje mágico de Chavín, rodeado de Apus y espíritus (nunas en quechua), virtudes paisajísticas que llevarían a los peregrinos y peregrinas hacia otro mundo. Hay que tener presente que el viaje de materiales e ideas a lo largo de las rutas de peregrinaje implica la confluencia de los distintos grupos étnicos, lingüísticos y políticos (Contreras 2011: 390) que vivían en el sistema mundo de aquel entonces. Estas rutas no deben ser vistas como espacios vacíos, sino más bien, como áreas donde la interacción socio- económica se desarrollaba constantemente (ídem). 40 Información etnohistórica y etnográfica sugiere que el concepto de oposición dual y complementaria sobrevive porque es una herramienta analítica poderosa, capaz de forjar un entendimiento significativo de la realidad mundana y de la influencia del trabajo cósmico por medio del ritual (Burger y Salazar-Burger 1993: 112). 178 Al igual que en Pachacamac, lo peregrinos habrían visto restringido su acceso al objeto de culto, la entidad mediadora quien proporcionaría la predicción. En ambos centros ceremoniales el diseño arquitectónico manifiesta la necesidad de mantenerlo oculto, un claro manifiesto de cómo la arquitectura moldea el comportamiento del ser humano (Moore 1996: 130). Esto significa que aparte de representar la dualidad y unidad del cosmos, Huari Wanka y su Templo también estarían cumpliendo una función oracular41 (Diessl 2004a: 61; Burger 1992: 149-150; Kembel 2008; von Hagen y Morris 1998: 67). De ser así, puede suponerse que la audiencia de la Plaza Circular involucraba también a las delegaciones de peregrinos. Ellas y ellos viajarían de las distintas regiones del “mundo formativo”, para participar en las performances rituales del Templo de Lanzón, y de este modo, escuchar las predicciones necesarias para su prosperidad. Aparte de las predicciones oraculares y la sanación de los enfermos, el peregrinaje a Chavín de Huántar también estaría promovido por la iniciación en un gran conocimiento espiritual (Burger 1992; Kembel y Rick 2004; Rick 2008) y esotérico (Lumbreras 1993); saberes que serían negociados, mantenidos y obtenidos por medio del ritual (Rappaport 1999). Podría inferirse entonces que, luego de pasar algún tiempo en el santuario, los iniciados e iniciadas provenientes de las diferentes regiones del sistema mundo formativo regresaban a sus centros ceremoniales de origen para transmitir el dogma obtenido en Chavín. Este flujo de conocimientos no sería unidireccional, ni exclusivo de Chavín; sino más bien recíproco y vinculante. Desde un punto de vista estratégico, la iniciación a este “shamanismo universalista” fortalecería la autoridad política a una escala local, y a su vez, reforzaría el poder y el prestigio del oráculo mayor (Kembel y Rick 2004; Rick 2008). 4.3.4 El centro proto-urbano El prestigio adquirido por el centro ceremonial y la red económica-ideológica del culto Felínico que giraba en torno a él habrían sentado las bases para el desarrollo de un asentamiento proto-urbano42 en los alrededores del santuario (Burger 1979, 1984, 1992, 1998, 2008). Esta ocupación abarcaría aproximadamente 42 ha. Por la ribera oeste del río Mosna comprendería 41 Es posible que el Templo de las Falcónidas también haya tenido una función similar (Kauffman Doig 1983: 212-213). 42 Según von Hagen y Morris (1998: 72), Chavín de Huántar sería la primera evidencia de urbanismo en los Andes Centrales, por eso la nominación proto-urbano (véase también Burger 2008). Esto es importante si queremos entender el rojo que jugaron las ciudades como centros de innovación y poder, tal como sucede en otras latitudes. 179 desde el caserío de Ultupuquio en el sur hasta las pampas de Chavín en el norte (Burger 1979: 144); y por la ribera opuesta, cubriría toda La Banda (Burger 1988, 1992; Espejo 1956; Sayre 2010; Tello 1960). Aunque es difícil precisar la densidad demográfica que habitó el centro proto-urbano, se estima que durante el periodo Blanco & Negro (Janabarriu para Burger 1984) llegaron a coexistir entre 2000 y 3000 habitantes (Burger 1984, 1992, 1998). Los restos culturales sugieren que durante el auge de Chavín, el centro sostenía una activa vida económica que estaba íntimamente ligada a la red económica-ideológica del culto Felínico. La evidencia arqueológica sugiere que el asentamiento contaba con áreas residenciales y productivas que tenían una clara diferencia de estatus43 (Burger 1993: 70-71; 1998: 213). Dentro de las diversas actividades económicas destacan el intercambio a larga distancia y la producción especializada de bienes suntuarios. Esto último habría promovido el establecimiento de artesanos a tiempo completo, quienes muy posiblemente hayan generado las innovaciones artísticas y tecnológicas necesarias para transmitir, de manera renovada, los conceptos teosóficos propagados por el culto regional (von Hagen y Morris 1998: 82). La diferencia de estatus sugiere que el centro fue un escenario propicio para el desarrollo de la estratificación social y la centralización del poder (Rick y Kembel 2004). Así por ejemplo, las áreas de un alto estatus cuentan con estructuras ortogonales bien elaboradas, pisos pintados y canaletas. En ellas se han documentado depósitos culturales con joyería fina (de oro), artefactos de hueso, espejos de antracita, restos malacológicos (doce especies), restos ictiológicos (tres especies), cinabrio (posiblemente de Huancavelica), cantidades considerables de obsidiana (la mayoría de Ayacucho), prismas de cristal, fósiles, crisocolas, fragmentos de coral (posiblemente de las costas colombianas), Spondylus (costa de Ecuador), objetos exóticos (utilitarios y suntuarios), restos de llamas jóvenes y tiernas, entre otros bienes de prestigio (Burger 1979, 1984, 1998; Burger et al. 2006; Miller y Burger 1995, 2000; Rick 2008; Sayre 2010). Incluso, los análisis de la cerámica de estos contextos domésticos sugieren que una tercera parte de la alfarería era de procedencia foránea (Druc 2004; Salazar-Burger y Burger 2000: 43). En contraposición, las zonas de bajo estatus develaron cimientos pequeños y rústicos, probablemente para residencias de adobe (Burger 1979: 145). En esa misma línea, las investigaciones arqueobotánicas realizadas en La Banda concluyen que la gran mayoría de los recursos alimenticios vegetales que consumían sus habitantes provenían del ecotono Quechua, es decir, de las inmediaciones del complejo monumental (Sayre 2010). 43 Término vinculado a la autoridad, y por ende, al poder (Lau 2005: 121). 180 Por otro lado, es muy posible que la organización social haya sido influenciada por los conceptos teosóficos propiciados por el culto, particularmente por la dualidad complementaria (Burger y Salazar-Burger 1993). En ese sentido, las fuentes etnohistóricas y etnográficas confirman que cuando este concepto es aplicado a la organización social provee la base para la competición dinámica entre los sub-grupos, lo cual es motivante para la sobrevivencia y prosperidad de las comunidades (ibíd., 112). Estos grupos “urbanos” serían contemporáneos a otro grupo compuesto de campesinos y pastores, que vivían en las pequeñas comunidades que se encuentran en las laderas y crestas de los cerros –ecotono Quechua-Suni– (Burger 1979, 1982). Estos tres grupos tendrían una fluida y constante interacción económica, entretejiendo un complejo sistema social que sería el soporte demográfico que necesitaba el centro ceremonial para su existencia armónica (Burger 1982, 1984: 248; 1992; Kembel y Rick 2004: 86; Sayre 2010). 4.4 La época Recuay Entre los 800 y 500 a.C. el culto Felínico pasaba por un tiempo de apogeo. En aquellos tiempos el centro ceremonial Chavín era símbolo de una de las fuerzas políticas más poderosas, capaz de regular y mantener la estabilidad de una gran red económica-ideológica (Kembel y Rick 2004, 2008). Sin embargo, toda esta situación cambia en el siglo V a.C. con la llegada de cuatro fenómenos naturales que tuvieron un fortísimo nivel de impacto en la sociedad: una fuerte disminución de las temperaturas (Diessl 2004a: 56; Burger 1993: 69-70), 3), un Mega- ENSO (Burger 1985: 283; MckBird 1987; Nials et al. 1979: 10), un tsunami (Burger 1988: 141; Moseley et al. 1981: 248), y un terremoto (Lumbreras 2007: 633; Tello 1960: 124). Antes de seguir, nos gustaría hacer una breve descripción de lo que es un ENSO (El Niño Southern Oscillation) más conocido como “El Niño”. Este fenómeno climatológico recibe este nombre porque suele comenzar en diciembre, próximo a la llegada del “niño” Jesús. En un inicio se pensaba que era exclusivo de la costa norperuana, pero ahora se sabe que es una oscilación de temperaturas cíclica que altera las condiciones oceanográficas y climáticas de todo el globo terráqueo (Diessl 2004a: 43, von Hagen y Morris 1998: 18). Durante el Niño de 1983, uno de los más fuertes de la era republicana, las temperaturas del mar aumentaron entre 8° y 9° grados, muriendo miles de aves marinas, y trayendo consigo fuertes sequías a la zona altiplánica 181 y lluvias torrenciales a la costa norte, generando inundaciones y destruyendo un sinfín de canales de irrigación y campos de cultivo (von Hagen y Morris 1998: 22). Arqueológicamente, las huellas de los Niños han sido reportadas para varias épocas y sitios, siendo en su mayoría ejemplos costeños. Para la era de los Desarrollos Regionales un buen ejemplo es la Huaca del Sol de los Moches (Nials et al. 1979: 6). Para la era Formativa tenemos el templo de Puémape (Elera 1993: 250) y el Morro de Etén (ibíd., 253) de los Cupisnique. El estudio realizado en Puémape nos advierte que uno de los medios ambientes más afectados por el Niño del siglo V a.C. fue el oceáno, registrándose profundos cambios de sus especies marinas (ibíd., 251). El ENSO de aquel siglo habría hecho que el sitio se abandonara, para luego ser reocupado por otro grupo humano proveniente del norte, que tenía diferentes tradiciones y costumbres, y que se basaba en una economía pesquera adaptada a estas nuevas especies (ídem). En aras de contextualizar los últimos momentos de la época Chavín, cabe precisar el siguiente marco teórico. En una sociedad relativamente estable, la ideología religiosa es congruente con una parte de la estructura social, existiendo inevitablemente algún nivel de imperfección, y con ello cierto grado de tensión entre un grupo de conceptos simbólicos y la realidad social (Burger 1988: 139). El dinamismo de los cambios, aún más en tiempos de crisis, y el entendimiento erróneo que tenemos los humanos respecto al mundo en el que vivimos son, en parte, responsable de dicha tensión. Esto genera la posibilidad de que existan segmentos particulares de la sociedad que, a partir de una mala interpretación consciente de la realidad social, pretendan perpetuar su status quo como una expresión natural o ley universal constante (O’Laughlin 1975: 384-351 citado en Burger 1988: 139-140); lo cual concuerda con las hipótesis de Rick y Kembel (2004) respecto a una élite religiosa Chavín capaz de dominar maquiavélicamente a la sociedad. Si bien es cierto que la interacción entre el sistema de creencias y la realidad social es bidireccional (Eickelman 1977: 4 citado en Burger 1988: 140), en periodos de cambio acelerado, como la crisis medioambiental del siglo V a.C., es muy posible que la ideología establecida no sea lo suficientemente flexible para frenar la brecha cada vez más abierta entre el mundo metafísico y el mundo experimental. Cuando la conciencia de las poblaciones se percata de tal inconsistencia genera un estrés psicológico que se expande de nivel individual a una crisis de nivel sociológico (La Barre 1971: 23 citado en Burger 1988: 140). Dicho estrés se lo asocia frecuentemente con un sentido de “privación negativa” (“negative deprivation”), en el que la percepción de las condiciones espirituales y materiales de un presente determinado declinan 182 respecto a su pasado (Nicholas 1973: 72; La Barre 1971: 24 citado en Burger 1988: 140). Este cambio de paradigmas sería otra de las causantes de la desestabilización del culto Felínico. Desde una perspectiva histórica, uno podría imaginarse un escenario en el cual los líderes político-religiosos tradicionales no pudieron superar este deterioro medioambiental; minándose de esta forma, los principios de su autoridad moral (Burger 1988: 139) y cuestionando el sistema de creencias que le proveían esa validez espiritual (Burger 1988: 142). Esto llegaría a tal punto que habría desestabilizado todo el poder interregional que tenía el culto Felínico. Con esto no queremos decir que las fuerzas ecológicas hayan sido las únicas causantes de este debilitamiento – pudiéndose incluir otras fuerzas como la economía, la política o el poder militar (La Barre 1971: 27 citado en Burger 1988: 142-143) –, pero sí nos gustaría recalcar el peso que tuvo el factor medioambiental en la ecuación (Burger 1985: 277; Carrión Cachot 1948; von Hagen y Morris 1998: 22), que para nosotros es el principal detonante del colapso. Puede decirse entonces que el periodo Formativo Final (500-50 a.C.), que corresponde al periodo Huarás de la época Recuay, se inicia con fuertes cambios sociales, ideológicos, políticos, económicos y medioambientales que calarían muy profundamente en la psiquis de la población. Esta clase de contextos socio-históricos son propicios para una revitalización ideológica, un mensaje de esperanza que proponga una explicación más acertada de la realidad (Burger 1988: 140; 1993: 70). En el caso de los Andes Centrales, todo parece indicar que este mensaje involucró una fuerte transformación de su religiosidad, pasando de un nivel supra- regional a un nivel exclusivamente local (Amat 2004). A escala interregional, la red económica- ideológica del culto Felínico se redujo a una escala local. En la sierra, el patrón de grandes centros ceremoniales del Formativo Tardío fue reemplazado por un paisaje fragmentado de pequeñas comunidades (Amat 1974: 26). Y en la costa, la construcción de edificios públicos disminuyó su intensidad (Burger 1993: 68-69). Como respuesta natural al estrés psicológico, las poblaciones habrían buscado mantenerse fuera de los puntos de crisis y revueltas violentas (Burger 1988: 140). En esa línea, una de las decisiones sociológicamente más importantes de ese periodo fue la migración en masa (ídem). De acuerdo a la evidencia arqueológica que se maneja actualmente, Chavín de Huántar y otros centros ceremoniales de la sierra de Ancash fueron “invadidos” 44 por los Recuay, una sociedad 44 Es preciso señalar que, cada sitio tendría su propia su lógica de re-ocupación, por lo cual su discusión debe ser circunstancial. Para una explicación teórica del concepto véase Bazán 2012. 183 originaria del Callejón de Huaylas (Amat 1974: 26, 2004; Burger 1984, 1985, 1992, 1998; Bennett 1944; Helmer 2011; Herrera 2006; Ibarra 2006; Lau 2002-2004, 2011; Orsini 2005; Rick et al. 2009; Tello 1942: 89; Willey 1951: 121). Para algunos investigadores, este comportamiento insinúa cierto grado de “subversión” en contra de la autoridad precedente, lo que concuerda con la hipótesis de una migración invasiva (Ibarra 2004; Lau 2004), para otros se trata de un comportamiento nostálgico del pasado (Atallah 2013; Kane 2008). La crisis del siglo V a.C. y las dificultades ambientales subsecuentes habrían provisto de un conveniente deus ex machina (Burger 1985: 277), provocando la aparición de figuras carismáticas capaces de liderar a la población en esta clase de escenarios tan dramáticos (Burger 1988: 140). Estos nuevos “ancestros” estarían representando un nuevo tipo de propaganda política, llevando como mensaje la celebración del linaje local (Lau 2011, Orsini 2005), hipótesis que coincide con esta revitalización cultural y la reducción de las esferas de interacción económica. Es posible también, que estos nuevos “héroes” hayan sido esculpidos en las esculturas de Aija (Schaedel 1948), o moldeados en las botellas de posible función ceremonial del periodo Huarás (Lau 2011). En el Callejón de Conchucos esta revitalización trajo consigo la desaparición total del estilo Chavín, siendo una prueba fehaciente de cómo el núcleo de la red económica-ideológica, y por consiguiente una de las áreas nucleares del culto Felínico, sufrió la disolución o transformación radical de su sistema. Por otro lado, este cambio ideológico se materializa en un nuevo tipo de instalaciones rituales: las Estructuras Circulares Ceremoniales45, edificios construidos sobre montículos artificiales que a menudo aprovechan las cimas de los cerros (Orsini 2005); y también, con el incremento de los asentamientos aldeanos en el eco-tono Quechua-Suni (Amat 1974: 27, 2004: 98-99; Ibarra 2004). Una de las evidencias arqueológicas más diagnósticas de este cambio de época es el estilo alfarero Blanco sobre Rojo (Figura 4.43), también conocido como Huarás Blanco sobre Rojo (Amat 1974: 26; Willey 1951: 121). El primero en identificarlo fue Julio C. Tello (1960), quien lo denomino Kenash, un sub-grupo alfarero de la cultura Huaylas-Marañón, actualmente identificada como Recuay (Lau 2011). En la década de los 40’s, el investigador estadounidense 45 Las Estructuras Circulares Ceremoniales han sido identificadas a lo largo del Callejón de Conchucos, siendo el sitio arqueológico Romerojirca, localizado en el valle del Puchka, distrito de Huari, uno de los ejemplos más claros de esta tradición (Ibarra 2004; Orsini 2005). 184 Wendell Bennett (1944) reconoce el mismo estilo en Wilkawaín, un área funeraria de élite cerca de la ciudad de Huaraz, razón por lo cual lo denomina con el nombre de la ciudad (Amat 2003; Ibarra 2006: 92; Lau 2002-2004; 2004, 2011: 138; Lumbreras 1974, 1977, 2007; Orsini 2005). Luego, los investigadores Lumbreras y Amat (1969) acuñan el término Huarás con “s” para diferenciar el estilo de la capital departamental (Lumbreras 1970; Lumbreras y Amat 1969). Para evitar confusiones y estandarizar los conceptos, la presenten investigación empleará el término Huarás para identificar la primera etapa socio-cultural de la nación Recuay (Lau 2002-2004, 2011), y el término Blanco sobre Rojo para referirse al estilo alfarero. Figura 4.43. Fragmentos del estilo Blanco sobre Rojo recuperado en Chavín de Huántar por el PIACH (Atallah 2013: 39, Imagen 8). El estilo Blanco sobre Rojo es considerado como una etapa temprana de la alfarería Recuay debido a la existencia de claras similitudes entre los patrones morfológicos y decorativos de la cerámica, lo que incluye el énfasis en cuencos abiertos y cántaros pequeños, el engobe rojo, y las bandas verticales u horizontales en el exterior de los labios. Asimismo, las prácticas funerarias, la litoescultura, y las técnicas arquitectónicas del periodo Huarás serían un anticipo de lo que después se observa en el periodo Recuay Clásico (Lau 2011: 138). La cerámica del estilo Blanco sobre Rojo fue fabricada con una pasta roja de textura media o fina en un ambiente oxidante (Kane 2008: 29; Lau 2011: 135; Orsini 2005); lo cual coincide con la invención de hornos abiertos, una mejora de la tecnología alfarera (Amat 2004). La superficie 185 externa exhibe un engobe de color rojo, el cual fue aplicado cubriendo la vasija entera o amplias porciones externas (Kane 2008; Lau 2011). Este color no sería el único pues se ha registrado engobes de color marrón y naranja (Kane 2008). Por lo general, el acabado superficial del estilo fluctúa de bruñido a pulido –distinguiéndose desde una superficie mate de color rojo oscuro a una superficie roja brillante46 (Lau 2011: 135). Las formas predominantes son cuencos y tazones cuyo diámetro borde entre los 15 y 20 cm, con una profundidad de 5 a 8 cm (Amat 2004; Lau 2011). La principal técnica decorativa es la pintura post-cocción. La más popular es una pintura blanca lechosa que fue aplicada en la superficie externa por medio de pinceladas delgadas con diferentes niveles de opacidad. En los cuencos se solían pintar una o dos bandas que circunscriben a la vasija y delinearse campos de aparición de forma geométrica – en su mayoría triangular – que eran rellenados con puntos (Amat 2004: 103; Bennett 1944; Kane 2008; Lau 2002-2004, 2011; Lumbreras 1074, 1977, 1989, 2007, 2014). Excepcionalmente se sabe de cántaros y ollas con este tipo de decoración, pero son pocas y de diseños más simples. Por el momento, se asume que el estilo Blanco sobre Rojo fue un estilo de alto estatus, relacionado posiblemente con ritos funerarios (Lau 2011: 136; Orsini: 195). A una escala interregional, el estilo Blanco sobre Rojo ha sido documentado en Kotosh [Fase Sajara-patac], Alto Huallaga; San Blas en la puna de Junín [estilo Decoración de líneas debajo del borde] (Izumi y Sono 1963; Morales 1998: 280, Fig. 12); Puerto Moorín y Salinar en la costa norte (Elera 1993: 250; Strong y Evans 1952: 295-300); Baños de Boza [Fase 2], Miramar [Fases 2 y 3], Cerro Trinidad, Chancay y Pachacamac [estilo Chancay White-on-Red] en la costa central (Córdova 2003; Strong et al. 1943; Patterson 1966; Willey 1943: 187); Caylán en el valle de Nepeña [estilo White-on-Red] (Helmer 2011: 72, Figure 27); Kuntur Wasi [Fase Copa, estilo Blanco sobre Rojo] y Huacaloma en Cajamarca [Fase EL, estilo Huacaloma White and Red] (Inokuchi1998: 171, Fig. 15; Terada y Onuki 1985, Plate 31); y Huamachuco [Fase Purpucalá, estilo Fine Ware] y Santiago de Chuco en la sierra de La Libertad (Thatcher 1975: 111-113, Plate XXXIV-11; Pérez 1998: Fig. 6). En Ancash, el estilo Blanco sobre Rojo ha sido registrada en La Pampa, valle del Santa [Fase Tornopampa, estilo Tornopampa Thin Brown] (Terada 1979); Huaricoto [Fase Huaraz], Carhuaz, Pashash [Fase Quinú], mina Pierina [Fase Cotojirca II], Chinchawasi [Fase White-on- Red], Chonta Ranra Punta, Wilkawaín, Ichic Wilkawaín y Kekamarca en el Callejón de Huaylas (Burger and Salazar-Burger 1982; Burger 1985; Wegner 2004: 126; Grieder 1978: 63-65; Ponte 46 Se conocen muy pocas casos de vasijas Blanco sobre Rojo pulidas (Lau 2011: 135) 186 2001; Lau 2001, 2002-2004; Bennett 1944; Orsini 2005: 42); y finalmente, para el Callejón de Conchucos se ha contabilizado por lo menos treintaisiete sitios en el valle del Puchka, en los que se incluye Chavín de Huántar [Fase Huarás], Wari Jircan, Warampu Patak, entre otros (Amat 1976, 2003; Atallah 2013; Burger 1982: 32, Figs. 30-32; Diessl 2004a: 125, Fig. Hua 47; 248, Fig. Sma 75; 249, Fig. Sma 76; Ibarra 2006; González 2012; Lumbreras 1974: 46-67, 2007, 2014; Kane 2008; Mesía 2007; Rick et al. 2009; Tello 1960). A ello se le suman otros sitios en el valle de Chacas [Fase LLogihuasca] (Orsini 2005). La dispersión de este estilo en las diferentes regiones de los Andes Centrales incita a pensar en la existencia de un segundo horizonte estilístico para la era Formativa: el horizonte Blanco sobre Rojo (Willey 1945) En lo que respecta a otros estilos alfareros del periodo Huarás las investigaciones aún son incipientes (Kane 2008). Por las descripciones que se tienen hasta el momento, las vasijas utilitarias de este periodo son, por lo general, de tamaño reducido, de formas sencillas y fabricación rústica (Tello 1929: 86). Menciónese por ejemplo, las ollas globulares con cuello y sin cuello, estas últimas de una larga tradición (Lau 2011: 136). Por lo general, las vasijas utilitarias tienen el color natural de la arcilla, que varía de rojo a negro; sus paredes son gruesas, toscas y con un alisado imperfecto; la principal técnica de manufactura es el modelado; y existen poco ejemplares de formas complejas (Tello 1929: 86). Para la zona de Chavín de Huántar se han propuestos dos tipologías alfareras para el periodo Huarás. La primera fue postulada por Hernán Amat (2004: 98-99) y posee dos fases: Huarás 1, la cual sería más antigua y estaría influencia por la cerámica Salinar (costa norte); y Huarás 2, emparentada con la cerámica Recuay. La segunda postura es del Dr. Lumbreras (1974: 50-51), quien distingue tres fases. La Fase I, se trata de una cerámica de color anaranjado con dibujos lineales en blanco que se encuentra estratigráficamente asociada con la cerámica Janabarriu. La Fase II correspondería a la Fase I de Amat y estaría vinculada al estilo regional Blanco sobre Rojo. Finalmente, la Fase III representaría una pérdida de la calidad de la fase anterior, tanto en la fabricación, como en la decoración (Lumbreras 1974). Es muy probable que ambas no sean excluyentes, pero faltan trabajos para corroborar este supuesto. Actualmente, en la literatura especializada se tiene una serie de problemas y propuestas sobre la cronología absoluta del periodo Huarás (Lau 2002-2004: 139). No obstante, todas tienen como denominador común su ubicación cronológica después de la época Chavín, es decir, a finales del Formativo Tardío (ídem). De acuerdo a Lau (2002-2004, 2004) los fechados radiocarbónicos en 187 asociación con el estilo Blanco sobre Rojo en Ancash caen sobre el espacio temporal entre 200 a.C y 250 d.C (Figura 4.44). Confirmando esta hipótesis, Burger (2003: 19) publica una tabla donde se aprecia que la fase Huarás en Huaricoto inicia alrededor del 200 a.C. Contraviniendo sutilmente la propuesta anterior, Amat (2004) afirma que Huarás comienza cerca del 300 a.C y culmina alrededor del 130 d.C. 400 Figura 4.44. Fechados del periodo Huarás publicados por Lau 2002-2004 (modificado de Rick et al. 2009: 110, Fig. 13). En Chavín, Lumbreras (2007: 149) sostiene que el periodo Huarás abarca desde el 400 a.C. hasta el 200 d.C.; mientras que los últimos fechados de Rick y su equipo (2009: 109-110, ver Fig. 21) obtenidos en el mismo Chavín sustentan que la fase Huarás empieza alrededor del 450 a.C. y que continua luego de aparecer el estilo Mariash del periodo Recuay Clásico, a inicios de la era cristiana (Figura 4.45). Siguiendo el esquema cronológico de Kaulicke (2010) los nuevos fechados de Huarás en Chavín corresponderían al Formativo Final (500/400-200 a.C.) y al Epiformativo (200 a.C. -200 d.C.). Todas las excavaciones y observaciones arqueológicas realizadas hasta el momento en Chavín de Huántar coinciden en posicionar al estilo Blanco sobre Rojo por encima del estilo Janabarriu, con el que guarda poca o nula relación estilística; y por debajo del estilo Mariash del periodo Recuay Clásico (0-700 d.C.), con el cual comparte las formas pero que se distingue por su fabricación con caolinita (tipo de arcilla muy fina) y la decoración pintada en negativo (Bennett 1944: 109; Burger 1982, 1984, 1998; Kane 2008; Lau 2002-2004, 2011: 137; Lumbreras y Amat 1969; Lumbreras 1974: 39-40, 1977: 7-9; Mesía 2007: 33; Rick et al. 2009; Tello 1942: 113, 1960: 122; Willey 1951). Dicha secuencia también se materializa en la arquitectura, 188 registrándose construcciones Huarás inmediatamente por encima de los edificios monumentales del Formativo Tardío; y a su vez, por debajo de las edificaciones Recuay (Atallah 2013; Burger 1982, 1985: 125; Burger y Salazar-Burger 1982; Gero 1992; Kane 2008; Orsini 2005; Lau 2002, 2002-2004, 2011; Lumbreras 1974, 1977, 2007; Ibarra 2004; Orsini 2005; Rick et al. 2009). 400 Figura 4.45. En rojo los fechados radiocarbónicos del periodo Huarás en contextos de la Plaza Circular (modificado de Rick et al. 2009: 115, Fig. 16). Los nuevos ocupantes del santuario destruyeron parcialmente algunas estructuras y cubrieron las instalaciones rituales con desechos de naturaleza doméstica, aprovechando los montículos- plataforma y las plazas para ubicar sus residencias y áreas funerarias (Bennett 1944; Lumbreras 1971: 6; Tello 1960; Willey 1951). En esta transfiguración del espacio se nota: una labor sistemática en el aprovechamiento de los daños producidos por el movimiento telúrico, aterrazando el derrumbe por medio de rellenos constructivos (Lumbreras 1974, 1977, 1989: 21, 2007, 2014); un deliberado propósito de modificar la función de las estructuras previas, en las que resalta un canal subterráneo usado como área funeraria (Velasco 2008); y un menosprecio por las obras artísticas (Tello 1960: 51), empleando fragmentos de cabezas clavas y lápidas47 como parte de los muros, jambas, dinteles, banquetas y contextos funerarios (Atallah 2013: 134; Lumbreras 1977: 8; 2007: 117). Esta evidente re-significación de su esencia arquitectónica implica, necesariamente, un empleo del espacio que no corresponde a su función original (Letelier 2010), lo cual es concordante con el cambio de paradigma que se vivía al inicio del Formativo Final. 47 Un detalle interesante a mencionar es que en las excavaciones del Dr. Lumbreras se documentaron tres contextos en los que la imagen esculpida estaba de cabeza, con la figura invertida (Lumbreras 1977: 8). 189 En lo que respecta al Templo del Lanzón, no cabe duda que durante el periodo Huarás, los Recuay establecieron una pequeña comunidad que se acomodó al derrumbe de los edificios monumentales (Atallah 2013; Kane 2008: 15; Lumbreras 1974, 1977, 2007, 2014). En el área de la Plaza Circular hundida se identificaron once viviendas del periodo Huarás (Atallah 2013: 127). A grandes rasgos, los recintos de este periodo no son uniformes, observándose varias intervenciones, superposiciones y restauraciones (ibíd., 123). El análisis de su proceso constructivo sugiere que el área residencial del periodo Huarás se desarrolló en tres fases (ibíd., 120), las cuales se caracterizan por una clara falta de planificación y un aglutinamiento estructural (ibíd., 120). Dada la composición de las viviendas y su interrelación vale la pena considerar al área de la plaza circular como un barrio o sub-barrio de la aldea Recuay que re- ocupó el santuario (Figura 4.46; ibíd., 127). La mayoría de investigadores coinciden en apuntar a la re-ocupación Recuay como un “acto subversivo” (Ibarra 2004). No obstante, el hecho de que un grupo de personas se asentara en el Templo del Lanzón puede indicar más bien un acto de reverencia o nostalgia del pasado (Kane 2008: 10). En ese sentido, la plaza circular seguiría manteniendo su condición “especial”, un lugar bendecido por Wiracocha (Atallah 2013: 133) Figura 4.46. “Barrio” de la Plaza Circular durante el periodo Huarás (Atallah 2013: 128, Lámina 4). 190 Las recientes investigaciones sostienen que los procesos de formación que se registran en las unidades de la Plaza Circular son muy heterogéneos, lo que hace difícil su interpretación (Atallah 2013: 119; Kane 2008: 37). Sin embargo, el estudio alfarero realizado a 4390 tiestos diagnósticos (fragmentos decorados y diagnósticos) procedentes de las excavaciones del PIACH pudo determinar que el 3.3% correspondía al estilo Janabarriu de la época Chavín; el 67.4%, al estilo Blanco sobre Rojo del periodo Huarás; el 7.7% al periodo al periodo Recuay Clásico y el 20.6% restante a estilos indeterminados (Kane 2008: 68). Respecto a este último rubro, la investigadora describe un alfar Blanco sobre Negro que estaría fabricado con arcilla blanca y que combinaría técnicas de manufactura Chavín con técnicas decorativas del estilo Blanco sobre Rojo (Kane 2008: 30-31). Esta especie de híbrido puede ser interpretado como una etapa transitoria entre ambas épocas, existiendo la posibilidad de que los estilos alfareros de ambas épocas hayan convivido por algún tiempo, intercambiándose alguna información tecnológica (Kane 2008; Tello 1942: 92). El alto porcentaje de indeterminados debe considerarse también como el desconocimiento de varios otros estilos, tal y como lo mencionara Lumbreras en sus primeros informes (Lumbreras 1974, 1977). A lo largo de este capítulo hemos expuesto detalladamente todo lo que concierne a Chavín de Huántar, en especial al Templo del Lanzón y a su Plaza Circular, desde su construcción hasta su re-ocupación en la época Recuay. Toda esta información nos servirá de base para los siguientes capítulos, puesto que nos permite entender con mayor claridad la arquitectura de nuestra área de estudio y el contexto socio-histórico de nuestra investigación. En el siguiente capítulo abordaremos exclusivamente al Canal de Rocas, y cómo su diseño se integra al santuario. 191 Capítulo 5. El Canal de Rocas El Canal de Rocas (Rocas Drain en inglés) es una red sistematizada de estructuras hidráulicas construida en las zonas Monumental y Campo Oeste del centro ceremonial Chavín de Huántar. Su relevancia radica en la interrelación que tiene con los edificios, plazas, terrazas y galerías más importantes del santuario. La extensión total de esta compleja obra hidráulica está aún por definir, pero se estima que existen alrededor de 1 km de canales instalados (Bustamante y Crousillat 1974). Su configuración es dendrítica, como si fuese el tronco y las ramas de un árbol (Rick 2011: 96). Tanto su diseño -diferente al patrón esquematizado de los edificios monumentales y galerías-, como su construcción y mantenimiento presuponen un empírico y sofisticado conocimiento de ingeniería hidráulica, así como también de una gran cantidad de mano de obra y habilidades constructivas extraordinarias (Burger 1992; Bustamante y Crousillat 1974; Lumbreras et al. 1976; Contreras y Keefer 2009; Rick 2011). A pesar de ser una fuente de evidencias muy rica para el entendimiento del centro ceremonial, particularmente en lo que concierne al manejo del agua ritualizada (Contreras y Keefer 2009; Lumbreras et al. 1976; Rick 2011), se han hecho pocos estudios sobre esta red; lo cual es motivante ya que deja abierto un amplio campo de investigación. En las siguientes páginas presentaremos los antecedentes del Canal de Rocas, nuestra propuesta de sistematización y una explicación detallada del área de estudio, el ramal RL.02. 5.1 Antecedentes Para entender el Canal de Rocas es necesario detallar los antecedentes de las obras hidráulicas en Chavín de Huántar. Por eso nos gustaría empezar con las siguientes citas. Por debajo del río […] Tienen noticia que en ella ay gran riqueza, y tesoro de oro, y plata, y otras piedras preciosas y aunque muchos han intentado buscar este tesoro por justos juicios de Dios, no han dado con el, por ser grandísima la maquinaria del edificio, y sus ruinas y las muchas puertas que tiene, y grande laberinto debajo de tierra, si bien dicen que la puerta verdadera, y cierta hacia donde dicen está el tesoro, cae sobre el Río al creciente, disimulada la puerta con una loza, o peña, y hasta hoy no lo han podido descubrir […] (Vásquez de Espinosa 1948: 457-458, énfasis nuestro en negrita). 192 […] ay deuajo de tierra grandes salas, y aposentos, tanto que hay cierta noticia que pasan deuajo del Río, que pasa junto a la Guaca, o Santuario Antiguo […] (Vázquez de Espinosa 1948: 458, énfasis nuestro en negrita). Como se dijo en el capítulo anterior Vásquez de Espinoza fue el primer español en escribir sobre Chavín de Huántar por lo que sus observaciones son relevantes para entender la transfiguración que ha tenido el centro ceremonial desde la época colonial hasta nuestros días. En estas citas nos gustaría resaltar la mención que hace sobre un laberinto subterráneo que cae sobre el río al creciente, actualmente identificado como el río Mosna. Esto quiere decir que el reconocimiento de los canales subterráneos de Chavín de Huántar se dio en el siglo XVII junto con la primera crónica que se hiciera del santuario. A inicios del siglo XX se escriben otros dos reportes que concuerdan con las observaciones que hiciera Vásquez de Espinosa. El primero de la mano del naturalista alemán Thadaus P. Haenke, quien dice que: […] las galerías interiores como construcciones que tienen la “particularidad de que su fábrica se extiende por debajo del río hasta la banda opuesta […] (Haenke 1901: 203 citado en Amat 1974: 47). Y el segundo hecho por Cornelius Roosevelt, quien sostiene lo siguiente: It was from the children that we learned of the existence of the tunnels at the riverside. Upon investigation these turned out to be similar to the main galleries. (Roosevelt 1935: 42, énfasis nuestro en negrita) Sobre este mismo tema, Marino González, de quien hablaremos más adelante, brinda un dato muy interesante en su diario de campo respecto a una galería que pasa por “debajo del río”. Cuenta que al sur de la plataforma meridional se identificó un ducto de 60 cm de ancho por aproximadamente 1 m de altura con una pendiente hacia el este. El canal se encontraría a poco más de 1 metro de profundidad, penetrando en el río Mosna de tal modo que es imposible que el agua se introduzca en él. Esta “boca” estaría asociada a los sistemas de defensa que tenía el río en sus orillas y que fueron barridos por efectos del aluvión de 1945 (González 2012: 135-136, énfasis original). Complementando esta información, en unos de sus primeros artículos Tello (1929) menciona que cuando ingresó a la Galería del Lanzón se acercó a la entrada de un ducto de iluminación/ventilación – el cual se alcanzaba después de atravesar varios compartimientos y descender algunos pisos– y oyó claramente el ruido de una corriente de agua. En ese contexto agrega lo siguiente: 193 Los nativos de Chavín creen que hay varias de estas corrientes que pasan por canales construidos sobre pisos diferentes, y que, en los pisos más bajos, las paredes se encuentran adornadas con piedras grabadas; y muchos, quizás exageradamente, afirman que las galerías se continúan por debajo del río, comunicándose con otras galerías que suponen existan debajo de las ruinas de la banda opuesta. (Tello 1929: 53). Esta información se ha visto reforzada recientemente con las excavaciones de Hernán Amat (1974: 43) y del PIACH (Rick y Lumbreras 2009) quienes han desenterrado algunos conductos subterráneos en la banda izquierda del río Mosna, que serían estas “grandes salas” de la crónica. Tello En la segunda década del siglo XX Julio César Tello llega a Chavín y revoluciona los conocimientos que se tenían hasta ese entonces. En lo que respecta a las obras hidráulicas menciona que: Estos edificios y los terrenos contiguos tuvieron canales o acueductos para irrigar las tierras o para los ritos religiosos y que al ser sepultados por las masas aluviales hacen imaginar que fueron construidos en el subsuelo de la antigua ciudad. (Tello 1960: 60). En la publicación de 1960, el investigador peruano reporta la presencia de canales pequeños en varias zonas del sitio arqueológico (Figura 5.1.A), como por ejemplo: al sur del Edificio F (Tello 1960: 54), en los muros de contención al sureste del Edificio E (ibíd., 55), en la zona Campo Oeste (ibíd., 56), alrededor de la Portada de las Falcónidas (ibíd., 125, Fig. 23) y al oeste del Edificio A. También menciona un circuito de canales subterráneos al interior del Edificio B, al cual denomina como la “Galería de los Pasos Perdidos”. Respecto al primer caso, narra una tradición popular que cuenta cómo en esta área del santuario, el agua utilizada para los cultivos se sumergía en diferentes partes, lo que podría indicar una red de galerías subterráneas (ibíd., 54-55). En lo que concierne al Edificio A, caben destacar las “Galerías” XII y XIII (ibíd., 112-114), cuyas descripciones y dibujos técnicos nos sugieren que se trata de dos posibles canales subterráneos. Así por ejemplo, la configuración arquitectónica de la Galería XIII parece un sistema de ventilación vinculado a los compartimientos subterráneos del Edificio A (Figura 5.1; ibíd., 113). En la misma publicación se menciona sobre la canalización de los ríos Wacheqsa y Mosna (ibíd., 56-67). Tello advierte que en ambas márgenes del río Wacheqsa, entre el molino y el río Mosna, así como en este último, particularmente en la zona de la Banda (Contreras 2007: 171; Lumbreras et al. 1976; Tello 1960: 117-188; véase Jaucho en Espejo 1956: 45), se ven hileras de grandes piedras que parecen haber sido 194 colocadas deliberadamente para canalizar la fuerte corriente de los ríos, desviando sutilmente su curso para defender el santuario (Tello 1960: 56-57). A. Canal ubicado en el extremo oriental de la Plaza Mayor (Tello 1960: Lámina XXI, B). B. Corte de sección de la Galería XIII (Tello 1960: 114, Fig. 22). Figura 5.1. Obras hidráulicas publicadas por Tello. Complementado esta idea, sugiere que en la margen derecha del río Wacheqsa habrían existido canales superficiales de filtración o derivación que regarían los terrenos o espacios libres entre los edificios monumentales, y también, canales subterráneos a manera de desagüe que eliminarían las aguas sobrantes que se dirigían hacia el Mosna (ibíd., 57). En el caso del río Mosna, el afamado investigador es el primero en describir la existencia de una muralla ciclópea en la margen izquierda del río, defendiendo el santuario de la acción erosiva del agua, como si fuese una fortaleza (Figura 5.2; ibíd., 60). Respecto a las funciones, Tello señala que estos acueductos primorosamente construidos estarían llevando flujos de agua a los edificios para fines estéticos, regando los jardines contiguos a ellos; para fines ceremoniales, brindando agua para ciertos ritos religiosos, o domésticos, abasteciendo a depósitos como “cisternas” (ibíd., 57). Respecto a los fines estéticos, Tello hace la mención que en otros sitios arqueológicos de la prehistoria peruana, como Cajamarca, Cochabamba, Huánuco Viejo, Pachacamac, Huaitará, Tambo Colorado y Cuzco, habrían existido sistemas hidráulicos similares que regaban los jardines de estos asentamientos (ibíd., 57-58). 195 Figura 5.2. Muro ciclópeo en la margen izquierda del río Mosna. Con todo lo dicho se desprende que desde la perspectiva de Tello las obras hidráulicas habrían tenido dos funciones: proteger, materializada con la canalización de los ríos Wacheqsa y Mosna; y suministrar, abasteciendo de agua para fines estéticos, domésticos, y ceremoniales. Las exploraciones del Comisario El descubrimiento del Canal de Rocas fue un hallazgo fortuito de Marino González, Comisario del monumento arqueológico. El 2 de septiembre de 1958, mientras se realizaban trabajos de limpieza en la Segunda Terraza se descubrieron varios ductos o respiraderos al frente de la esquina noreste del Edificio A (González 2012: 169). Sumaban un total de diez, la mayoría de ellos verticales y seriamente afectados como consecuencia de antiguas remociones (ibíd.: 172), muy probablemente de época Recuay. Recientemente se ha publicado la excavación del primero de estos “respiraderos”, encontrándose las siguientes evidencias culturales: “He aquí algunas muestras de incisos y simples, el primero parece ser parte de una taza con incisiones a manera de sello, el segundo parece ser una vasija rectangular con adornos en bajo relieve, el tercero parece ser parte del globo de un cántaro con incisiones circulares y concéntricas. Dentro de este mismo canal, más o menos a 2.50 m de profundidad se han encontrado junto con los desmontes el (un) fragmento lítico ornamental” […] (González 2012: 172, 6 de setiembre de 1958). 196 La excavación de este ducto estuvo a cargo de jóvenes del pueblo que podían caber por este pequeño espacio (30 x 40 cm), lo que les permitió llegar hasta el techo de esta nueva “galería”, aproximadamente 3 m por debajo de la superficie de la Segunda Terraza. La tierra extraída de este respiradero era fina y decantada, distribuyéndose no solo a través de él; sino también, a lo largo de la “galería” recientemente descubierta, cubriéndola en su totalidad (ibíd.: 173). Podríamos imaginar el ambiente al interior: estrecho, completamente oscuro, húmedo, con un pequeño haz de luz y una lámpara de carburo. Contrario a lo que González esperaba, las primeras excavaciones al interior de esta nueva “galería” dieron como resultado una gran cantidad de fragmentos Chavín, como dan cuenta las siguientes citas: “[…] se ha encontrado (la) mayor cantidad de fragmentos de cerámica Chavín tales como partes de boca, paredes, restos de bases de tazas, ollas, vasos y cantaritos entre ellos de forma paralelepípeda, de colores negro, plomo y color rojo ladrillo, también hay alguna muestras de golletes tubulares. La mayoría de los fragmentos que corresponden posiblemente a ollas grandes a juzgar por su forma y espesor son simples, en cambio otros que corresponden a cantaritos, vasos, tazas, etc., son incisos pero en poca escala (18 fragmentos incisos). Las ornamentaciones generalmente son circulares y concéntricas, otras a manera de estampado mediante un sello a manera de letras, eses, otros son líneas quebradas y en uno de los fragmentos las incisiones parecen representar (el) ala de (un) cóndor, al parecer es una vasija de forma rectangular a manera de cajita de color negro pulido exteriormente y tosco interiormente. Los fragmentos son de colores rojo ladrillo, rojo vivo, negro y plomizo” […] (González 2012: 175, 10 de setiembre de 1958). “[…] Entre los fragmentos simples sin ornamentación se encuentran labios gruesos de grandes vasijas, de labios biselados y curvos de paredes toscas y otras pulidas de colores rojo ladrillo y negro; otros fragmentos de ollas perfectamente pulidas de formas globosas. Entre algunos fragmentos que corresponde a la base se destaca uno con una prominencia semejando la base de una lagenaria” […] (González 2012: 175, 10 de setiembre de 1958). Días después de su hallazgo, el 12 de setiembre, los jóvenes excavadores retornaron asombrados: además de hallar una cantidad considerable de respiraderos (González 2012: 176; Lumbreras y González 2012: 132); habían descubierto una serie de ramales, unos en buenas condiciones, otros derrumbados por trechos, y otros rellenados con tierra ligosa y/o lodo producto de antiguas filtraciones de aguas de regadío (ídem). Aquel día también se informó que una fracción de la pared lateral de uno de los ramales era roca madre cortada, lo que posteriormente daría sustento a su nombre: Canal de Rocas. 197 Las primeras excavaciones al interior de este recinto parecen develar una suerte de secuencia estratigráfica asociada a material Chavín: […] (Los jóvenes) “están eliminando gran cantidad de tierra ligosa decantada y debajo de esta capa varios fragmentos de cerámica clásica Chavín simples e incisos correspondientes a partes de ollas, cantaritos, vasos, etc.” […] (González 2012: 176, 13 de setiembre de 1958). De acuerdo a Lumbreras, esta nueva colección de cerámica fue preservada “in situ” hasta 1966 cuando fue extraída por Hernán Amat y el propio Marino González (Lumbreras y González 2012: 134). En efecto, una de las vasijas que reporta González en su diario de campo (2012: 177) es la misma que sería publicada posteriormente por Lumbreras y Amat (1969: Lam. I, A y B; véase también Lumbreras 1971: 12, Fig. 9, A y A’; Lumbreras y González 2012: 133). El descubrimiento de esta galería indujo a pensar que toda la Segunda Terraza estaba ocupada por recintos subterráneos de diferentes dimensiones. Para concretar su descubrimiento, González realiza un “pique” en las inmediaciones de esta área, encontrando la parte externa de las vigas a pocos centímetros de la superficie. En esta parte, la “galería” baja en plano inclinado, con un piso enlosado, paredes abultadas y algunos tramos derrumbados (González 2012: 132). A pesar de esto último, esta abertura fue limpiada por completo en 1960 (Lumbreras y Amat 1969: 168), convirtiéndose en el primer vano de acceso formal al interior de la “galería”. Años después, se detallaría lo siguiente sobre la galería de las Rocas: Está ubicada entre los sectores central y septentrional de la plataforma [Segunda Terraza] que sirve de base a la pirámide central [Edificio A], y a 6 metros debajo de la fachada oriental de la pirámide. Se ingresa por el este, a través de un conducto de 12.30 mts. y un ancho de 0.88 mts. […] Los paramentos están hechos con piedras canteadas y unidas con argamasa de barro, formando hileras más o menos regulares. (Lumbreras y Amat 1969: 168). El 22 de setiembre de 1962 Marino González descubre otra obra hidráulica, esta vez por debajo de la Plaza Mayor. Cuenta que con el propósito de extraer el aluvión allí acumulado decidió abrir una larga trinchera que atravesara la escalinata occidental de la plaza. Precisamente, justo por debajo del primer escalón se pudo ingresar a un conducto de ventilación, el cual ya había sido advertido el mes anterior durante el proceso de nivelación del piso de la plaza. Según las primeras observaciones, esta nueva “galería” había sido anulada dado que una de sus vigas se encontraba formando parte del relleno. Los paramentos están construidos principalmente por cantos rodados y su piso estaba enlosado, características que la hicieron 198 merecedora del nombre “Galería de los Rodados”. Esta presenta dos ramales, uno que corre en sentido noreste a suroeste y otro, paralelo a la escalinata en cuestión (Lumbreras y González 2012: 134-135). Aunque la información publicada no es muy precisa, puede asumirse que el interior de ambos estuvo rellenado con tierra arcillosa (ídem). Años más tarde, Lumbreras y Amat describen esta galería de la siguiente manera: La galería de los Rodados se orienta irregularmente de este a oeste; consiste en un largo pasadizo que tiene 120 cm de ancho hacia el oriente y se va angostando hacia el occidente hasta alcanzar 78 cm de ancho; su largo real es desconocido por ahora; pues está cortado por derrumbes en uno de sus extremos; uno de los cuales está debajo de una de las escalinatas de la gran plaza, casi cerca de la misma. Es evidente que continúa en dirección al este, quizás hacia el río Mosna, debajo del cual al parecer, existen evidencias de una galería, según nos ha informado Marino González, quien asegura haber penetrado en esta sección alguna vez. (Lumbreras y Amat 1969: 155, énfasis nuestro en cursiva). Amat y Lumbreras El descubrimiento de esta compleja arquitectura interna motiva a realizar la primera excavación arqueológica de la “Galería de las Rocas”, ejecutada entre los años 1966 y 1967. Ella estuvo a cargo del arqueólogo Hernán Amat, quien dirigía el Programa A del Proyecto Chavín (Lumbreras 1974: 42). El investigador publica un primer informe donde expone varias de las hipótesis que se tenían sobre estas “galerías” subterráneas; así como, descripciones arquitectónicas de sus tramos y de la cerámica recuperada en su interior (Lumbreras y Amat 1969). Sugiere que las “galerías” de las Rocas y de los Rodados fueron parte del mismo proyecto constructivo, puesto que ambas son arquitectónicamente similares entre sí y porque se encontraban a un mismo nivel topográfico (ibíd., 169). En aquellos años, estas “galerías” eran una rareza de la arquitectura interna, no se había hallado nada semejante en ninguna otra parte del santuario: La cara de los paramentos está hecha simplemente de cantos rodados unidos con tierra, formando largos callejones angostos de trazo curvilíneo, sin celdas, y con respiraderos verticales que salen a la superficie. (Lumbreras y Amat 1969: 155). El hecho de que las características arquitectónicas de su diseño y mampostería contrasten nítidamente con la ortogonal y fina arquitectura de otras galerías y edificios monumentales, junto con la obtención de un fechado radiocarbónico que dató el contexto arqueológico en 1200 a.C. (véase más adelante) llevaron a 199 postular, en primera instancia, que ambas “galerías” correspondían cronológicamente a la primera etapa constructiva del santuario, en ese entonces asociada al Templo Viejo [Templo del Lanzón] (Lumbreras y Amat 1969: 155; Lumbreras 1971: 6). Por otro lado, el informe contiene varios planos de Chavín. En función de nuestra investigación destacan el plano general (Figura 5.3; Lumbreras y Amat 1969: Plano II) y otro que corresponde a la “Galería de las Rocas” (Figura 5.4; ibíd., Plano VI). Si bien en este último los autores reconocen por lo menos 8 secciones, arqueológicamente hablando solo especifican las siguientes cuatro: 1. Sección g (también llamada segunda sección).- Sería el “eje” central de la galería con una orientación N-S. De acuerdo a su descripción (ibíd., 169) se infiere que es el mismo tramo descubierto por Marino González nueve años antes. Al parecer esta sería la única sección en ser excavada puesto que todo el material publicado provino de ella. Para la excavación se dividió el tramo en unidades de un metro de largo por el ancho de la “galería”. Según el informe, esta sección tendría tres capas: A) que mediría de 30 a 50 cm, compuesta de una regular cantidad de piedras de campo más arena y arcilla; B) que sería más fina (suponemos en comparación con la primera), pero no hay referencias de su grosor, ni de sus componentes; y C) que tendría de 20 a 30 cm de espesor y que presenta un contacto directo con la base enlosada del canal. En ella se habría encontrado cerámica fragmentada de época Chavín en asociación con una considerable cantidad de huesos de camélido y tarugo (Hippocamelus sp.), esquirlas de obsidiana y pulidores (ibíd., 173). 2. Sección g1 (también llamada tercera sección).- Tramo cuya apariencia es semejante a la de una cueva en forma de S abierta y cuya orientación es NO-SE. Una de sus principales características es la presencia de roca madre cortada en una de sus paredes laterales, detalle que ya había sido advertido por González cuando ingresó por primera vez a este espacio. Dicho atributo sería la razón principal por la cual se lo denominó “Galería de las Rocas”. El piso se encontraba cubierto de charcos de agua como consecuencia de filtraciones permanentes (ídem). Al parecer, este sería el único sedimento al interior de esta sección puesto que no hace alusión a otras deposiciones. 3. Sección g5.- Hace referencia a una escalera formal que conecta el espacio subterráneo de esta “galería” con la superficie de la Segunda Terraza (para su descripción véase ibíd., 168). Este es uno de los pocos vanos de accesos formales al interior del sistema. 4. Sección g4 (también llamada primera sección).- Hace alusión al tramo que parte en la mitad de la sección g y que se proyecta hacia el oriente, casi en paralelo a la sección g5. Presenta dos curvas pronunciadas: una, a pocos metros de su inicio, cerca de su conexión con la sección g; y la otra al final, donde se conecta nuevamente con la sección g. Alrededor de esta última curva presenta 200 ventiladores dispuestos tanto en el techo, como en el inglete formado por la pared y la cubierta. Su base se encontraba en contacto directo con una gruesa capa de tierra salitrosa (ibíd., 173) La cerámica analizada por Amat provino exclusivamente de la sección g, lugar donde se realizaron excavaciones bastante restringidas (ibíd., 144). La muestra obtenida fue estudiada en su integridad, incluyendo no solo los especímenes recuperados en el Programa A (ibíd., 173), sino también, aquellos fragmentos recuperados de las primeras exploraciones de Gonzáles (Lumbreras y González 2012: 134); es decir, de dos excavaciones temporal y metodológicamente distintas. La combinación de ambos conjuntos resultó en un grupo alfarero de aspecto unitario conocido como la cerámica Rocas (Figura 5.5). Su apariencia “pétrea” (Lumbreras 1971: 13; 1972: 77) permitió separarlo, taxonómicamente hablando, del grupo alfarero procedente de la Galería de las Ofrendas (Lumbreras y Amat 1969; Lumbreras 1971, 1972, 1974, 1993). Figura 5.3. Primer plano donde aparece el Canal de Rocas (modificado de Lumbreras y Amat 1969: Plano II). 201 Figura 5.4. Plano del Canal de Rocas a finales de 1970 (modificado de Lumbreras y Amat 1969: Plano IV). El análisis de la cerámica determinó cinco estilos de la cerámica Rocas, dos de los cuales presentan dos variantes, y un grupo de misceláneos (Lumbreras y Amat 1969: 173-175). Los estilos reconocidos fueron: Rocas Ante, que presenta las variantes Rocas Ante Sencillo y Rocas Ante Engobado (ibíd., Lámina I, D); Rocas Rojo Grafitado (ibíd., Lámina I, A-C; llamado también Rocas Rojo Inciso en Lumbreras 1971: 12); Rocas Gris Pulido, que presenta dos variantes de acuerdo a su fabricación, Temperante A (Lumbreras y Amat 1969: Lámina II) y Temperante B (ibíd., Lámina III), Rocas Negro Fino (ibíd., Lámina IV) y Misceláneos (ibíd., Lámina V). La descripción detallada de estos estilos se resume en la Tabla 3.1. En un inicio, la cerámica Rocas fue emparejada con el estilo “Chavín clásico” de Tello (Lumbreras 1972: 77), en particular por la correspondencia estilística de los estilos Rocas Rojo Grafitado, Rocas Gris Pulido y Rocas Negro Fino. Coincidentemente, los dos últimos tendrían la mayor frecuencia en la muestra estudiada (Lumbreras y Amat 1969: 174-175; Lumbreras 1971: 13); y además, son los que le brindan un aspecto sólido y “pétreo” a este grupo alfarero (Figura 5.3). Podría decirse incluso que, la presencia y frecuencia de ambos estilos confirma la correlación entre la cerámica Rocas y el estilo “Chavín clásico”. 202 A B C D Figura 5.5. Fragmentos de cerámica recuperados en el tramo g de la “Galería de las Rocas”. A. (Lumbreras y Amat 1969: Lámina I). B. (ibíd., Lámina V). C. (Lumbreras 1971: 10, Fig.7). D. (ibíd., 11, Fig. 8). 203 Acabado Fabricación Formas Decoración Superficies: alisadas, Desgrasante: - Platos de base No precisa en algunos casos Abundante cantidad de convexa con bordes bruñidas internamente partículas cuarcíticas, mica expandidos y labios Rocas Ante Dureza: ¿? dorada y mica negra, achatados y gruesos Sencillo Espesor: 7-13 mm menos proporción de Textura: áspera, tosca, pequeñas partículas grises irregular, arenosa y marrones Pasta: color marrón, en algunos casos el núcleo es gris Superficies: engobadas Desgrasante: - Platos ¿similar a “Patrón bruñido” (en el de color rosado a rojo Diminutas partículas de Rocas Ante Sencillo? interior de los platos), Rocas Ante oscuro y pulidas cuarzo y mica dorada y líneas incisas profundas Engobado Dureza: 3.5 negra. y oblicuas en el borde Espesor: 6 mm Pasta: ¿similar al anterior? Textura: suave Superficies: pulidas en Desgrasante: - Vasijas grandes de Incisiones finas o anchas ambas caras, engobado Cantidades variables de paredes gruesas y con grafito. Rocas Rojo externo con una densa cuarzo y en menos labio biselado Representación Grafitado capa de color rojo. cantidad de mica dorada ¿cuencos, vasos? figurativa o geométrica Dureza: ¿? Pasta: color marrón oscura Espesor: 10 mm Textura: ¿fina? Superficies: pulida en Desgrasante: - Platos con bordes Círculos impresos con el exterior; bruñida o Pequeñas partículas de achatados o en forma un punto céntrico, alisada en el interior. cuarzo de dispersión de coma círculos incisos con un Dureza: 4 regular. - Cuencos de base punto céntrico, círculos Espesor: ¿? Pasta: color gris, en plana y escudilla con o semi-círculos Rocas Gris Textura: ¿media? algunos casos el núcleo es labios puntiagudos estampados, bandas Pulido A marrón grisáceo - Cántaros globulares incisas que circundan el de borde biselado con borde y la base, gollete tubular y asa- prominencias aplicadas, estribo mecido e incisiones con grafito. Representación figurativa en alto relieve. Superficies: pulidas en Desgrasante: - Cuencos de base Incisiones e impresiones ambas caras. Minúsculas partículas de plana (en cuencos), Rocas Gris Dureza: 2.5 cuarzo de dispersión - Cántaros globulares Peinado Pulido B Espesor: ¿? regular. con gollete tubular y (en cántaros), incisiones Textura: fina y suave Pasta: ¿similar Roca Gris asa-estribo con pintura roja post- Pulido A? cocción, punteado e incisiones con grafito Superficies: pulido Desgrasante: - Cuencos de labios Maciza, delimitando brillante en el exterior Roca molida, pequeñas planos círculos concéntricos Rocas Dureza: alta cantidades de cuarzo y - Cántaros globulares Negro Fino Espesor: 6 mm mica negra Textura: fina Pasta: ¿? Superficies: pulidas Desgrasantes: Finas No precisa Decoración impresa y Misceláneo 1 Dureza: ¿? partículas blanquecinas de revestida con pintura de Espesor: ¿? dispersión uniforme color rosada post- Textura: ¿? Pasta: color gris cocción Superficies: Desgrasantes: Partículas - Cuencos de paredes Líneas incisas paralelas, erosionadas diminutas de color altas oblicuas y algo Misceláneo 2 Dureza: ¿? negruzco reticuladas, e incisiones Espesor: ¿? Pasta: deleznable por de líneas y círculos Textura: ¿? erosión Tabla 3.1. Descripción de los estilos del grupo alfarero Rocas. 204 Complementando esta información, se menciona que junto a los restos óseos de auquénidos y cérvidos se hallaron restos óseos humanos y roedores (Amat 1974: 101). Parte de este material habría estado calcinado, lo que motivo a datar esta evidencia por medio de métodos radiocarbónicos, dando como resultado un rango de 1200-1140 a.C. (Figura 5.6, véase Amat 1974; Lumbreras 1989: 111-114). Sin embargo, esta datación trajo consigo dos grandes inconvenientes: 1) fechar el material osteológico sin tratamientos recientemente instituidos es cuestionable (Burger 1981: 596; Rick et al. 1998: 207-208), y 2) uno de los fechados carece de una asociación arquitectónica clara (Rick et al. 1998: 208; Rick et al. 2009: 97). Esto ha generado una seria controversia de su validez, por lo cual la mayoría de investigadores se mantienen escépticos sobre la antigüedad de estos resultados y lo que ello concierne para el entendimiento de Chavín (para mayor detalles véase Burger 1981; 1984, 1998; Kaulicke 2010; Rick et al. 2009). De acuerdo a los datos que sabían hasta ese entonces, Amat resuelve que en ese lapso de tiempo (~1200 a.C.) las “galerías” de las Rocas y de los Cantos Rodados sirvieron como canales de drenaje, y que también tenían la capacidad de evacuar, eventualmente, los desechos de sacrificios humanos y de animales procedentes de ritos en los que se empleaba ceramios decorados con los símbolos de sus deidades (Amat 1974: 101). En otras palabras, nos sugiere que el sistema funcionó para desalojar los desechos de ceremonias y/o rituales; como si fuese un sistema de alcantarillado moderno. Figura 5.6. Fechados de los trabajos de Lumbreras y Amat. En azul los fechados procedentes de la “Galería de la Rocas” (modificado de Rick et al. 2009: 97, Fig. 5). 205 Por su parte, Lumbreras apoya la hipótesis de que la “Galería de las Rocas” funcionó como un canal de desagüe, pero contraviene la inferencia de su colaborador al postular que la evidencia cultural allí documentada fue parte de los desechos arrastrados por el agua, y que por lo tanto, era un material “acrónico” (Lumbreras 1972: 76-77). Esta consideración ya había sido advertida en el primer informe, donde se menciona que las evidencias al interior de estas “galerías” eran hallazgos casuales, ligados a “basurales” circunstanciales (Lumbreras y Amat 1969: 164). Desde nuestra perspectiva, esto significa que desde la primera intervención arqueológica del sistema, sus evidencias culturales fueron “sentenciadas” a ser restos sin tiempo, incapaces de proporcionar una historia secuenciada. En la campaña de 1967, Lumbreras y su equipo develaron otra obra hidráulica importante: un pequeño canal de fuerte pendiente que cruza longitudinalmente la Escalinata Central del Edificio B (Lumbreras 1974: 42; 1977: 4; 2007: 142). Inicialmente, se pensó que este conducto comenzaba en la cima del Edificio B, para luego atravesar la totalidad de la Plaza Circular, y desaguar finalmente en la “Galería de las Rocas” (Lumbreras 1977: 13); trayectoria que, como veremos más adelante, no fue tan desacertada. En su interior se documentó tierra suelta mezclada con cerámica Chavín y restos óseos (Lumbreras 1974: 42), lo cual indujo a pensar que se trataba más bien de una tumba (Lumbreras 2007: 142). De acuerdo a las características de su ubicación, estructura y pendiente, el autor sugiere que este canal habría tenido una función acústica (Lumbreras 1974: 42). Nueve años después de este hallazgo, Lumbreras, asistido por los ingenieros Chacho González y Bernard Lietaer, publican un artículo exponiendo nuevas evidencias sobre esta hipótesis. Explican que la facultad acústica habría sido posible gracias a la existencia de dos sistemas complementarios: uno hidráulico y otro acústico (Lumbreras et al. 1976). Respecto al sistema hidráulico, este se encontraría compuesto por una red de vasos comunicantes (canales) que captan agua del río Wacheqsa, para luego dirigirse a la zona Monumental, donde subirían al canal de la Escalinata Central del Edificio B donde alimentarían al sistema acústico; para luego, desaguar sus flujos en el río Mosna (ibíd., 15). Todo este sistema habría sido diseñado con la intención de que el agua transportada y descargada no fuese visible desde el exterior (ídem). Sobre el área de captación, mencionan que en el margen derecho del río Wacheqsa, 490 m al oeste de la zona Monumental, existirían dos posibles bocatomas. No obstante, indican también que les resultaba difícil determinar con certeza si estas estructuras fueron hechas por agentes antrópicos o naturales (ibíd., 24-25, Gráfico 3 marcado con una X). Reportan también, la posibilidad de que existiera una tercera bocatoma 10 m al sur de su punto X, la cual ya había sido advertida por Tello, pero que lastimosamente fue arrasada por el aluvión de 1945 (ibíd., 11). Según los autores, la necesidad de un suministro de agua constante explicaría 206 la posición estratégica de Chavín de Huántar, puesto que el santuario se ubica entre dos ríos cercanos y permanentes entre sí, pero con distinto nivel de alturas (ibíd.: 37). Esto cobra aún más sentido al recordar que, recientes investigaciones geoarqueológicas han corroborado que durante la época Chavín el río Wacheqsa se encontraba por lo menos 6 metros encima de su caudal actual (Contreras 2007, fase LP-2b). En ese sentido, el espacio elegido no solo estructura la actividad humana; sino también materializa el reflejo de los constructores (Contreras 2007: 53), su concepción dual del mundo: arriba-Wacheqsa / abajo-Mosna. Un descubrimiento que confirmaría esta interconectividad de la red hidráulica sería otra “galería” subterránea localizada 100 m al oeste de la zona Monumental. Esta fue advertida accidentalmente en 1971, cuando ocurrió un derrumbe en la zona Campo Oeste, hecho por el cual fue nominada “Galería Occidental” (Lumbreras et al. 1876: 25, Gráfico 6). Debido a que se encuentra limitada por colapsos estructurales, solo se documentaron 4 m de largo con una orientación NO-SE. Mide 65 cm de ancho, 1.55 m de altura, 1.55 m, y se encuentra a 1.8 m por debajo de la superficie actual de uso. Por otro lado, el artículo hace mención de canales ascendentes (ibíd.: 26). Sin embargo, no se presentan evidencias convincentes de que realmente existan este tipo de canales en Chavín (en comunicación personal con el Dr. John Rick esta clase de canales han sido descubiertos en la fachada occidental del Edificio B). Finalmente, hacen referencia a un canal de desagüe que se encuentra por debajo del nivel del río Mosna, lo que concuerda con su hipótesis de que la eliminación de flujos fue imperceptible a la vista, y al mismo tiempo es una referencia más de la “galería” que pasa por debajo del río, citada al inicio de este relato. En lo que concierne al sistema acústico, este funcionaría cuando un flujo de agua pasa a gran velocidad por un canal escalonado, con ángulos rectos y salientes, produciendo un ruido constante y estrepitoso pero con un tono relativamente bajo (ibíd.: 13). Adicionalmente, el sonido producido podría ser ampliado por resonancia o modulado (cambiado de tono) por algún tipo de mecanismo (ibíd.: 13-15). Este sistema estaría compuesto por cuatro tipos de estructuras: galerías productoras de sonido, galerías de recolección de sonido, salas de resonancia y tubos de salida de sonido. Los canales con una fuerte pendiente, como la “Galería de los Pasos Perdidos” o el canal de la Escalinata Central, habrían sido los productores y recolectores de sonido; mientras que sus ductos cumplirían el rol de tubos de salida. La Galería de Laberintos y muy posiblemente el Atrio del Templo del Lanzón (Moore 1996: 161) habrían servido como salas de resonancia. De ser cierta esta hipótesis, podríamos decir que una de las funciones del Canal de Rocas sería recrear ambientes rituales, particularmente, la Plaza Circular. Al respecto, Lumbreras precisa lo siguiente: 207 […] Un edificio tronante, sonoro, es mucho más impresionante para los peregrinos que un “oráculo” silencioso; además, la causa del sonido bajo el edificio, solo conocida por los sacerdotes o los iniciados, es parte del “misterio” necesario para la liturgia con dioses feroces y gruñentes. El dios hablador” o “rugiente” es un excelente complemento para el éxito religioso (y económico) de ídolos como el “Lanzón” […] (Lumbreras et al. 1976: 9). Para comprobar su hipótesis, Lumbreras y su equipo realizan una prueba experimental en el canal de la Escalinata Central, vertiendo dos cilindros de 200 litros. Al respecto, cabe señalar lo siguiente: Al circular el agua por este canal se produjo un sonido de regular intensidad, y que oscilaba en frecuencia, se asemejaba a una multitud aplaudiendo y de ninguna manera se asocia al de un torrente. (Lumbreras et al. 1976: 35). En subsiguientes publicaciones, Lumbreras presenta indicios de por los menos otros tres canales subterráneos. Sin embargo, en cada uno de los casos la información ofrecida no es lo suficientemente precisa. En el artículo de 1977 menciona que existe un canal de fuerte pendiente en algunas de las escalinatas laterales del Edificio B (Lumbreras 1977: 14), pero no hace referencias más específicas. En la misma publicación, en la Fig. 5 (ibíd.: Lámina III), identifica un “Canal de los Muertos”, del cual no hace ninguna explicación en el texto, más allá del gráfico indicado. Por último, en la publicación de 1989 en la Fig. 13 (Lumbreras 1989: 131), el investigador presenta un corte estratigráfico del Atrio Norte de la Plaza Circular en el cual presenta el “Ducto del Noroeste”: un aparente “respiradero” cuya boca se ubica en la superficie del atrio en cuestión, pocos metros al sur de la Galería de las Ofrendas. Al igual que en el caso anterior, solo se publicó la información gráfica. Burger En 1978, como parte de su tesis de doctorado, Richard Burger compara el material cerámico de sus excavaciones con el de las otras investigaciones, incluyendo el material proveniente de la “Galería de las Rocas”. En vista de los problemas arriba mencionados, el investigador estadounidense decide acuñar un nuevo nombre y redefinir el concepto de la cerámica con base en sus propias excavaciones (Burger 1979: 141, 1984). De este modo, conjuga los estilos del Canal de Rocas –el Chavín Clásico de Tello–, en un solo periodo y estilo: Janabarriu, fechado en aquel entonces entre el 390 a.C. y el 200 a.C. (Burger 1998: 176). Prueba de esta comunión es la similitud estilística que existe entre los fragmentos que: a) presentan una superficie engobada de rojo con incisiones pintadas de grafito con el estilo Rocas Rojo Grafitado (véase 208 Burger 1998: 407, Fig. 228; 424, Figs. 329-220; 426, Fig. 347; Lumbreras y Amat 1969: 174, Lámina I, A, B y C; Lumbreras 1971; Lumbreras y González 2012: 133; Tello 1960: 340, Fig.161, 336); b) las coincidencias descriptivas del sub-estilo Rocas Ante Engobado con la de los Cuencos Grandes (Lumbreras y Amat 1969: 173-14, Lámina I, D; Burger 1998: 114, Figs. 261, 262, 263, 264 y 265); y c) la clara correspondencia estilística que existe entre los estilos Rocas Gris Pulido y Rocas Negro Fino con los cuencos negros Janabarriu y Chavín Clásico . Si bien esto fue de gran ayuda para correlacionar la cerámica de las diferentes zonas del sitio arqueológico y poder así establecer una secuencia relativa general, el hecho de que los estilos se hayan fusionado en uno solo desmedra la variabilidad estilística que existió durante la época Chavín (Rick 2014). Para ese entonces, las “galerías” subterráneas de Chavín ya habían sido estudiadas ingenierilmente; demostrando su capacidad de transportar flujos líquidos; confirmando así, su definición como canal (Bustamante y Crousillat 1976, véase más adelante). Es así, que Burger acuña el nombre de Rocas Canal (Burger 1978: 284), re-conceptualizando este espacio subterráneo como una obra de ingeniería hidráulica, y no más como una “galería”. El término continúa hasta ahora, pero con sutiles diferencias: Canal de Rocas, Canal Rocas (Rick 2011) o Rocas Drain en inglés (Contreras y Keffer 1009). Con ello en mente, la correlación Chavín Clásico-Rocas-Janabarriu le permitió a Burger plantear dos orígenes para el material en cuestión: como una deposición primaria en la que los desperdicios son arrojados al canal para ser eliminados; o como una deposición secundaria en la cual los restos fueron arrastrados desde algún lugar, ya sea por efecto de las lluvias o derrumbes (Burger 1998: 176). Al no existir indicios de la segunda opción, Burger ahonda un poco más en la primera, proponiendo que las circunstancias de deposición de los restos al interior del canal son cronológicamente comparables con los que proceden de la Capa H, o quizás también con los de la interfase GH, ambos sedimentos de la Plaza Circular (ídem). El investigador explica que: “si el canal era una parte integral del centro ceremonial, sería difícil imaginar un deterioro de su mantenimiento antes de que el templo entrara en decadencia” (ídem). Bajo esta premisa, la cerámica recuperada en los canales correspondería a una parte tardía de la secuencia relativa de la cerámica, probablemente cuando el sistema y el centro ceremonial estuvieron a punto de dejar de funcionar; es decir, en el periodo Soporte. Si bien estas hipótesis pueden desmentir la condición “acrónica” de los materiales, no resuelven por completo la naturaleza del contexto; el cual carece de datos claros, sobre todo en lo que se refiere a la estratigrafía y a la cerámica. Asimismo, en vista de que es un canal debe tomarse en cuenta otros factores, como la circulación de los flujos, los eventos de acumulación, la erosión de los sedimentos y otros procesos no muy uniformes, ni 209 predecibles (Rick et al. 2009: 97); factores que eran desconocidos al momento de su excavación. Nuevamente, la problemática expuesta líneas arriba afecta la interpretación arqueológica hasta el punto de desestimar cualquier información procedente de los canales. Al respecto, Rick y sus colaboradores sostienen que la cerámica proveniente de este tramo del canal procedería de un contexto complicado, que no tenía una asociación clara ni segura con la época Chavín, y que por lo tanto no se puede confiar en ellos como indicadores temporales del uso de cualquier conjunto, sea un estilo o fase de cerámica (ibíd.: 99). Ingenieros Entre 1974 y 1975 los ingenieros Julio Bustamante y Enrique Crousillat, en ese entonces estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), optaron por hacer su tesis de grado sobre los canales descubiertos hasta ese entonces. Su primera tarea fue la búsqueda y reconocimiento de las obras hidráulicas del sitio arqueológico. Abarcaron tres diferentes zonas: la quebrada del río Wacheqsa, la zona Monumental y la margen izquierda del río Mosna (ibíd., 1). En este proceso se identificaron dos bocatomas en la margen derecha del río Wacheqsa (ibíd., 2) y dos canales de desagüe en el río Mosna. Asimismo, reportaron el hallazgo de varios canales conectados a lo que en ese entonces era “Galería de los Rodados” (ibíd., 37). Luego, midieron y clasificaron detalladamente cada uno de estas obras. Para ello fue necesaria la creación de una nomenclatura sistematizada que fue simbolizada por una pareja de números separados por un punto (p.ej. canal 5.00). El primer número indicaba el canal mayor (según sus dimensiones) y el segundo era un número correlativo que representaba una sección del primero, sea esta una curva o un canal menor (véase Bustamante y Crousillat 1974: Fig. 3.10). Esta sistematización no solo les facilitó el análisis hidráulico de los canales, pudiendo “completar” los tramos restantes, sino también les permitió referenciar de manera eficiente aquellas estructuras que revestían de un mayor interés para su perspectiva investigativa (p.ej. vertederos circulares o curvas peraltadas). A pesar de ciertas limitaciones (Bustamante y Crousillat 1974: 148), la definición de las redes y sus componentes les permitió a los ingenieros realizar un estudio teórico del funcionamiento de las obras hidráulicas. Su investigación comprueba metódicamente que el diseño y las características estructurales de estas obras presentan una notable capacidad para controlar los flujos hidráulicos, lo que demuestra un profundo entendimiento en los efectos de la velocidad energética de un flujo y su interés para manejarlo (ibíd., 150). Dicho conocimiento comprende varios temas ingenieriles como la mecánica de filtración, la fuerza inercial de un flujo, el control de un flujo vertiente, la estimación del gasto por efecto de la precipitación, y las causas de la erosión y su influencia en la capacidad hidráulica de un canal (ibíd., 151a). Toda esta sabiduría fue materializada en 1) canales capaces de disipar y orientar el flujo hidráulico, en 210 conductos verticales con un aparente sistema de filtros en la corona, 2) en el uso de lajas al pie de conductos filtrantes, y 3) en vertederos circulares o planos (Bustamante 1990: 11). Estas manifestaciones demostrarían que las estructuras hidráulicas fueron efectivos conductores de flujos hidráulicos, por lo cual no hay que dudar sobre su denominación como canal o de su función hidráulica (Contreras y Keefer 2009). Al respecto, cabe precisar la siguiente cita: Se considera que desde las primeras experiencias científicas en materia de corrientes de agua, se fueron diferenciando dos escuelas distintas. Los físicos y matemáticos, que desarrollaron la hidrodinámica clásica, y los ingenieros, que desarrollaron la ciencia aplicada conocida por hidráulica, basada en sus descubrimientos experimentales. Considerando las limitaciones que tuvo el hombre de Chavín, en los que se refiere principalmente a la creencia de una escritura, se deduce que desarrolló sus conocimientos siempre ligado a una aplicación directa. El hombre de Chavín, sin deducir los principios fundamentales del movimiento los descubre empíricamente y perfeccionan sus obras civiles. (Bustamante y Crousillat 1974: 151). Los trabajos de campo y gabinete permitieron identificar una serie de canales subterráneos y superficiales, así como otras estructuras de naturaleza hidráulica (Bustamante y Crousillat 1974: 11; Bustamante 1990: 26-27) y complementaria (p. ej. la sección g5, codificada como el tramo 5.03 y definida como una escalera formal de acceso, Bustamante y Crousillat 1974: 34). En números, su estudio obtuvo los siguientes resultados:  Se midió una longitud total de 924 m de canales, siendo la mayoría subterráneos.  Se midieron 218 m de canales superficiales con pendiente moderada cercana al 2%.  Se midieron 588 m de canales subterráneos sin gradas, con pendiente media del 3%.  Se midieron 115 m de canales desarrollados mediante gradas sucesivas con pendiente alta de 50%, contabilizándose 175 gradas.  El área de drenaje que abarcan las obras hidráulicas asciende a 35’000 m² aproximadamente. Mediante la aplicación de principios hidráulicos y pruebas de velocidad1, los ingenieros concluyen que si bien la mayoría de los canales tienen una clara tendencia a funcionar bajo regímenes rápidos (ibíd., 149), su pendiente está condicionada por su ubicación respecto al río y/o a la superficie externa. De este modo, los canales localizados en zonas bajas, como los de la Plaza Mayor, presentan pendientes menores en 1 La ejecución del primer experimento que empleo flujos hidráulicos fue hecho por los ingenieros de la UNI. Este fue ejecutado en el canal de la Escalinata Central, ducto por donde se vertió una cantidad indeterminada de agua con el interés de ver su comportamiento y obtener datos sobre la velocidad del flujo. Aquella vez se realizaron dos pruebas (Bustamante y Crousillat 1974: 66). 211 comparación con los de las zonas altas, como la “Galería de los Pasos Perdidos” o el canal de la Escalinata Central (ibíd., 148). A pesar de su profundo estudio no encuentran ningún indicio de conductos que pudieron haber trabajado a presión (Bustamante 1990: 27); desestimando, en parte, la hipótesis de Lumbreras y sus colaboradores (1976). Su trabajo les permitió diseñar los primeros planos detallados de las redes hidráulicas, una herramienta invaluable para la comprensión de Chavín de Huántar. El análisis les permitió determinar, por lo menos, tres redes de canales independientes (Figura 5.7). En lo que concierne al Canal de Rocas, este fue identificado como la Red N° 1 (ibíd., 30) que incluye: la “Galería de las Rocas”, la “Galería de los Rodados”, el canal de la Escalinata Central, la “Galería Pasos Perdidos” y el “Ducto del Noroeste”2. La Red N° 2 hace alusión a un sistema de canales superficiales y subterráneos dispuestos simétricamente en función de la Plaza Mayor; y la Red N° 3, a los canales que se encuentran al sur de la zona Monumental y que drenan una parte del Edificio A y al Edificio E. En un artículo complementario, Bustamante (1990: 27) menciona la existencia de una cuarta red al sur del santuario, pero no presenta las evidencias respectivas. Según su estudio, cada red correspondería a diferentes etapas constructivas del centro ceremonial (ídem). Así por ejemplo, la Red N° 1 –el Canal de Rocas– habría tenido dos etapas: la primera, que estaría involucrando a la zona alta (p.ej. la “Galería Pasos Perdidos”) y una parte de la “Galería de las Rocas” (tramo g y sus anexos); y la segunda, que estaría asociada a los canales instalados por debajo de la Primera y Segunda Terraza (p. ej. la “Galería de las Rocas” (tramo g1) y la “Galería de los Rodados”). La primera etapa estaría en correspondencia con lo que era el Templo Viejo [Templo del Lanzón], y la segunda con el Templo Nuevo [Templo de las Falcónidas], ambos incluidos ahora en el periodo Blanco & Negro (950 a.C. – 500/400 a.C.). La Red N° 2 también habría sido levantada junto con el Templo Nuevo, y aunque sobre la Red N° 3 no se hace mención sobre su posición en la secuencia, muy posiblemente haya sido contemporánea con la Red N° 2, y por ende, con la segunda etapa de la Red N°1 (ibíd., 151). Este resultado complementa el postulado de Amat y Lumbreras al dividir temporalmente la arquitectura interna de la “Galería de las Rocas” y correlacionar cada sección con la secuencia arquitectónica de ese entonces, Templo Viejo: 1ra Fase, Templo Nuevo: 2da Fase. Si actualizamos esta analogía con los estudios de Kembel (2001, 2008) podríamos decir que la primera fase concuerda con el episodio constructivo Upper Pasos Perdidos, el cual se habría realizado durante la fase Expansión; y que la segunda fase es coherente 2 Este último no es analizado debido a las complicaciones que se tenía en ese entonces para su acceso. 212 con el episodio Lower Pasos Perdidos, ejecutado durante el periodo Blanco & Negro. Esto significaría, que las redes hidráulicas habrían sido instaladas en dichos periodos, existiendo la obvia posibilidad de que se descubran otros varios episodios constructivos. Si seguimos esta lógica podríamos decir que, gran parte del Canal de Rocas, más la totalidad de las redes Red N° 2 y N° 3 fueron instaladas durante el periodo Blanco & Negro (950 – 500/400 a.C.), y que otras secciones fueron edificadas durante los periodos previos. Figura 5.7. Planos de las redes hidráulicas de la zona Monumental (modificado de Bustamante 1990: 26). Como se sugirió líneas arriba, estas redes estarían compuestas por dos tipos de canales: subterráneos y superficiales. Una diferencia fundamental entre ellos son sus dimensiones, ya que los subterráneos permiten el traslado de seres humanos y en los superficiales, no de manera cómoda. En primera instancia se infiere que la facultad de albergar personas al interior se debe a razona principalmente de mantenimiento 213 (Bustamante 1990). Ambas estructuras hidráulicas tienen características similares, siendo construidas con mampuestos de roca unidos con mortero formando cortes de sección rectangular. Los mampuestos suelen ser cortados con aristas definidas y lados planos, pero también se emplearon cantos rodados o, simplemente, rocas sin trabajo alguno. La cubierta de los canales subterráneos está conformada por rocas de grandes dimensiones colocadas a manera de vigas y que descansan sobre la parte superior de las paredes. Los canales superficiales tienen trazos, generalmente, rectilíneos y de dimensiones uniformes. Su base está fabricada con lajas de diversos tamaños unidas con mortero y dispuestas de manera tal que generan una superficie plana (Bustamante 1990). Desde su perspectiva ingenieril, la función más importante de estas obras hidráulicas es drenar el agua de lluvias para proteger los edificios y plazas del sitio arqueológico, especialmente, en la época de lluvias entre Noviembre y Marzo (Bustamante y Crousillat 1974). Cabe recordar que los edificios monumentales de Chavín están conformados por densos rellenos de piedra y mortero, algunos tan sobreexpuestos a la intemperie que los hacen muy sensibles a los efectos pluviales. En ese sentido, la acumulación de agua en el pasado y el presente representa uno de los principales problemas de conservación de todo el santuario (Rick et al. 2012). Dado estos efectos es innegable que los canales habrían funcionado para drenar flujos líquidos de manera eficiente. Dicha facultad se comprueba al verificar que los puntos más altos de las redes se encuentran a un nivel tal que es imposible que cumplieran una función de abastecimiento (ibíd., 13). Así, el sistema captaría aguas lluvias provenientes de la superficie por medio de los tributarios; estas serían transportadas al canal subterráneo pertinente, y luego, estos las descargarían discretamente drenando por debajo de los cimientos de las edificaciones, en dirección hacia el río Mosna. Aparentemente, el agua que caía en los edificios o terrazas no se drenaba por los lados de las edificaciones, sino más bien, trataban de alejar la caída de las fachadas para mantener en buenas condiciones el mortero utilizado (Rick 2011). De esta forma, se lograría un rápido y eficiente drenaje de los espacios exteriores antes de que ocurra una filtración significante (Burger 1992: 141, Bustamante y Crousillat 1974). Podría decirse entonces, que desde un punto de vista funcional, la razón de instalar estas obras hidráulicas sería proteger el sitio arqueológico de las inclemencias meteorológicas que pudieran afectar la estabilidad de las paredes u originar inundaciones en la arquitectura interna, incluso después de que Chavín como centro ceremonial se eclipsara (Bustamante 1990: 27). Esto implicaría que las redes hidráulicas se construyeron junto a las plataformas y edificios monumentales, lo que estaría demostrando dos cosas: 1) que se sabía de su necesidad y 2) que su construcción fue ejecutada siguiendo un plan armoniosamente planificado (ídem). Su papel de protección se deduce también al presenciar el estado de conservación que tiene actualmente el 214 monumento arqueológico, el cual presenta serios problemas (Rick et al 2012). Según Rick (2011), uno de las principales culpables de este hecho serían los Recuay, durante el periodo Huarás, quienes intencionalmente, bloquearon o desmantelaron algunas de estas obras, ya sea para fines residenciales o funerarios (Atallah 2013; González 2012; Rick 2011; Velasco 2008). En consecuencia, el agua de lluvias se empozó en la cima de los edificios o al interior de las plazas hundidas, lo que derivó en una filtración de este elemento líquido al interior de dichos espacios. Esto hizo que el peso de los edificios monumentales experimentara un incremento progresivo, ocasionando un desbalance estructural (Bustamante y Crousillat 1976), y que el nivel de humedad de los espacios subterráneos aumente, meteorizando las rocas que conforman estas estructuras. Dicha función formaría parte de una estrategia multifacética que integra armoniosamente tres sistemas: impermeabilización, filtración y drenaje. El primero protege las superficies externas de los edificios recubriéndolas con una capa impermeable, como un piso enlosado o tierra cocida (ibíd., 22). El segundo se encarga en captar las aguas de la superficie para luego transportarlas al sistema de drenaje, bien sea de manera directa, con el empleo de canales superficiales (Rick 2011) y ductos verticales o inclinados que salen a la superficie; o indirecta, filtrando el agua con cubiertas en forma de bóveda (Bustamante y Crousillat 1974: 28). El tercero desagua los flujos captados por el sistema de filtración por medio de los canales subterráneos. El punto final de su trayectoria sería el río Mosna, el cual estaría acondicionado con barreras de contención a lo largo de su cauce más un relleno constructivo emplazado en su margen derecha (Bustamante 1990). Se desprende entonces, que la presencia de las redes hidráulicas protegía al santuario, manteniendo su estabilidad estructural, lo conservaba de una manera precisa y eficaz. Si bien esta sería la función principal de las obras hidráulicas, se brinda también otras explicaciones de su existencia y diseño. Los ingenieros concuerdan con las observaciones de Lumbreras y sus allegados (1976), al sugerir que otra de las funciones sería suministrar constantemente agua al centro ceremonial transfiriendo agua de un río a otro. Esta función se ve evidenciada por las dos bocatomas identificadas en la margen derecha del río Wacheqsa y por la Red N° 3 (véase canal 13.00, Bustamante y Crousillat 1974: 40-41) y la sabia estrategia de los Chavín para colocar su centro ceremonial en ríos con diferencias de alturas tan marcadas (Lumbreras et al. 1976). A ello hay que agregarle el hecho de que el caudal del río Wacheqsa se encontraba entre 6 y 8 metros por encima de su caudal actual (Contreras 2007, Contreras y Keefer 2009). El control de agua al interior del santuario pudo haber tenido una función imperativamente práctica y, al mismo tiempo, un significado ritual (Contreras 2007: 226). 215 Por otro lado, estas funciones no explican el sobredimensionamiento de su capacidad hidráulica (Bustamante y Crousillat 1974; Contreras 2007: 226; Lumbreras et al. 1976: 9), la cual pudo haber hecho para fines de mantenimiento y limpieza (Bustamante y Crousillat 1974: 149), ceremoniales o estéticos (Bustamante 1990: 26), tal como sugiere Tello (1960) en sus publicaciones. Respecto a las funciones ceremoniales del Canal de Rocas puede decirse que, por razones propiamente antropológicas, una de ellas estaría relacionada con la presencia de restos óseos humanos. Al respecto, los ingenieros señalan que si los canales hubiesen servido efectivamente para trasladarlos, su funcionamiento hidráulico no hubiese sido eficiente; quedándose en las zonas bajas como la Plaza Mayor, sin la energía suficiente para fluir hasta la desembocadura (Bustamante y Crousillat 1974: 151). Respecto a este enunciado, podría inferirse que si las redes hidráulicas suministraban agua constante al centro ceremonial, es lógico pensar que la eventual deposición de los restos óseos humanos hubiese sido afectada de algún modo por la fuerza de arrastre que tuvieron los flujos entrantes. Si seguimos la hipótesis de Burger (1998) respecto a la cerámica del Canal de Rocas, el hallazgo de restos óseos humanos asociadas a la época Chavín corresponderían a un periodo tardío de la secuencia relativa, quizás a los últimos momentos de actividad que habría tenido el santuario. El PIACH El Proyecto de Investigación y Conservación en Chavín de Huántar (PIACH) dirigido por el Dr. John Rick de la Universidad de Stanford ha venido realizando trabajos de excavación y conservación en el monumento arqueológico desde 1995. En una de sus primeras publicaciones mencionan lo que sería una nueva obra hidráulica: la “Galería del Caño”. Esta se encuentra en la esquina sureste del Edificio A y sería uno de los tres espacios interiores que parecen ser parte de un gran sistema de drenaje al interior de la estructura monumental (Rick et al. 1998: 204). Las otras dos “galerías” fueron medidas parcialmente debido a la dificultad de meter el equipo por sus angostos pasajes. En la misma publicación Rick y sus colegas sugieren que el levantamiento de los sistemas hidráulicos es valioso porque ayuda a aumentar el conocimiento sobre la complejidad de la arquitectura interna, brindando otro conjunto de claves para estudiar la secuencia constructiva del santuario (ídem). Desde el 2004 hasta la fecha se han excavado varios tramos del Canal de Rocas (Rick y Mesía 2005, 2006, 2008; Rick y Falconi 2009; Rick y Lumbreras 2011, 2012, 2013) y de otros sistemas hidráulicos (p.ej. Canal de la Explanada). Los principales objetivos de dichas campañas fue mejorar la estabilidad estructural del sistema con la finalidad última de restaurar su capacidad de drenaje, y al mismo tiempo, entender las estrategias de adaptación que tuvieron los constructores Chavín. 216 En la campaña del 2004 se excavó a los lados de tres derrumbes estructurales localizados entre las “galerías” de las Rocas y Cantos Rodados y al oriente de esta última, tramo que había estado expuesto desde su descubrimiento en 1962. La metodología usada fue la misma empleada por Amat en las primeras excavaciones: unidades de un metro de largo por el ancho del canal. Es importante señalar, que el interés por la última sección había despertado siete años antes de la intervención del PIACH, en 1998, cuando personal del, entonces, Instituto Nacional de Cultura (INC) notificó la presencia de algunos contextos funerarios. Aquel año se decidió dejar los restos in situ y solo contabilizarlos, tarea que fue realizada por los estudiantes de la Universidad de Stanford (Velasco 2008). La excavación de la “Galería de los Rodados” abarcó desde el vano artificial de acceso, ubicado al pie del primer escalón de la Escalinata Occidental de la Plaza Mayor hasta el Atrio Norte de la plaza, descubriendo una gran cantidad de restos óseos (Rick y Mesía 2004). Matthew Velasco (2008), como parte del equipo de Stanford, realiza un segundo análisis de los especímenes recuperados, esta vez mucho más riguroso. El 99% de estos restos óseos proviene de los tres primeros niveles (Velasco 2008: 12), asociado tentativamente a la época Recuay, periodo Huarás. No obstante, esta correlación es relativamente incierta porque no hay datos respecto a la cerámica más allá de la mención textual. La identificación y distribución del material óseo reveló que existen por lo menos dos camélidos y dieciséis individuos humanos definidos en tres áreas (Figura 5.8; ibíd., 25). En el Área 1, cerca de la entrada artificial, fueron hallados por lo menos 6 adultos, 2 sub-adultos y un infante [< 6 años] (ibíd., 26), todos ellos desarticulados y con gran cantidad de fracturas. El Área 2 presenta 2 individuos adultos casi completos y articulados, un hombre y una mujer, más los restos de otro infante [̴ 5 años] (ibíd., 27). En ambos casos adultos, en lugar de cráneos se colocó deliberadamente restos de cinco cráneos (como maxilares), tres de los cuales corresponderían a cuerpos más tempranos (ibíd., 42). La mayoría de las fracturas observadas en esta área son perimortem y atañen a un solo individuo (ibíd., 37). El Área 3 tendría 3 individuos adultos incompletos y desarticulados, siendo difícil confirmar la presencia de ambos sexos más un infante [ ̴ 1 año] (ibíd., 27). Las tres áreas sufren daños similares por la excavación y la intemperie, hay poca evidencia de actividad animal, y los estudios realizados revelan que el agua no jugó un papel tafonómico. Tampoco existes rastros que supongan alguna modificación antropogénica tardía, ni tampoco parecen ser víctimas de sacrificio o masacre (ibíd.: 37-39). No obstante, la comparación de las fracturas sugiere que el Área 1 fue posiblemente disturbada por el pisoteo, o quizás por el ingreso de sedimentos desde la abertura. De acuerdo a estas 217 características, Velasco plantea que el Área 1 sería un depósito distinto, cronológicamente anterior a la formación de los otros, más no un cambio cultural (ibíd.: 43). Figura 5.8. Áreas del contexto funerario Recuay, posiblemente del periodo Huarás, que se encontró en la “Galería de los Rodados” (Velasco 2008: 15, Figure 3.2). La información presentada sugiere que esta sección del Canal de Rocas habría sido usada como área funeraria de contextos funerarios primarios y secundarios del periodo Huarás. En el Área 2, el hallazgo de restos craneales alrededor de donde supone estaría el cráneo, sugieren que en este tipo de contextos subyacen conceptos escatológicos vinculados a la ancestralidad; mientras que la dispersión observada en las áreas 1 y 3 representarían un re-enterramiento deliberado de los individuos, o por lo menos un desplazamiento antropogénico de contextos primarios más tempranos (Velasco 2008). En efecto, parece que durante este periodo, una de las prácticas funerarias de los Recuay era ingresar al Canal de Rocas para depositar a sus ancestros y ofrendas dentro (Rick 2011: 99). En consecuencia, el espacio de los canales y las galerías (González 2012; Lumbreras 2007: 206) es transformado ideológicamente, convirtiéndose en un submundo para los Recuay: en la tierra de sus muertos (Rick 2011: 99). Se deduce entonces, que durante la época Recuay el Canal de Rocas habría sido usado como un área funeraria constantemente visitada. En la misma temporada (Rick y Mesía 2004) se realizaron otros dos importantes hallazgos: una escalera que intercomunica el Canal de Rocas con el Atrio Norte de la Plaza Mayor, y en asociación con ella material osteológico humano, de camélido y de cuy junto a cerámica del estilo Janabarriu (Velasco 2008: 49, Apendix A). Los especímenes óseos fueron encontrados desperdigados a los largo del canal; concretamente, en la capa de sedimentos que se deposita sobre la base del canal. Durante la excavación fue común encontrar ejemplares completos, sin evidencia de fraccionamiento antiguo, ni fracturas perimortem; lo que demuestra daños tafonómicos mínimos (ídem). Incluso, algunos de ellos muestran rastros de fosilización y tienen una 218 apariencia pulida, sugiriendo que han sido estado expuestos a fuerzas abrasivas. Si asumimos que la cerámica hallada pertenece a una parte tardía en la secuencia Chavín, existe la posibilidad de que la deposición a la cual pertenece esta cerámica represente el último evento de acarreo de época Chavín. En lo concerniente al material osteológico humano, se estima un número mínimo de diez individuos, ocho adultos y dos sub-adultos (Velasco 2008: 49-50). Uno de los sub-adultos habría sido bien alto con una estructura ósea robusta (Rick 2011: 100). Su asociación con la cerámica Janabarriu, convierten este caso en uno de los pocos contextos funerarios de la época Chavín. A pesar de que esta práctica funeraria pudiera implicar algún movimiento por efectos del agua, las lujosas evidencias documentadas a su alrededor sugieren que su intención principal fue honrarlos, más que “castigarlos” (Rick 2011: 100). Se desprende entonces, que durante la época Chavín, el Canal de Rocas habría funcionado como un área funeraria, de manera similar a lo que ocurre en la época Recuay. Recientemente, Rick (2011) ha publicado un artículo en el Anuario de Ancash donde condensa la información que se tiene del sistema subterráneo. Desde su canal tributario más largo hasta el punto donde desemboca en el río Mosna el sistema tiene una longitud aproximadamente 300 m; sin embargo, existen por lo menos una docena de subdivisiones que aún no se han medido, por lo que es posible que llegue a medir un total de 5 km de canales dentro de un área de aproximadamente ¼ de kilómetro cuadrado (Rick 2011: 96, 98). Mantiene una pendiente constante de oeste a este, drenando elegantemente las tres plazas hundidas: comienza por la Plaza Circular, sigue por la Plaza Menor, y termina su recorrido en la Plaza Mayor (ibíd., 98). El gran esfuerzo que involucró su construcción es opacado por la planificación y el diseño de este sistema; por lo cual, podemos asumir que hubo un proyecto inicial con trayectos demarcados que sirvieron de guía para el levantamiento de las edificaciones superiores (ídem). De acuerdo a las descripciones anteriores, queda claro que el Canal de Rocas ostenta dos tipos de entrada: una que fue diseñada y construida para el ingreso de agua, y posiblemente para la circulación del aire y la transmisión del sonido; y otra que permite el ingreso de personas. Estas últimas pueden ser escaleras y/o rampas formales que descienden hasta el nivel subterráneo. Independiente de la forma en cómo fueron utilizadas, los accesos sugieren que algunas personas ingresaban con cierta frecuencia y para diferentes funciones. Hasta el momento, se han contabilizado cuatro entradas formales al Canal Rocas, todas ellas localizadas cerca de las plazas (ídem). Su presencia nos indica un vínculo más cercano entre ambas espacios –interno y externo -, por lo cual podría decir que uno se sus facultades fue intercomunicar ambos espacios. Esto podría estar asociado a actividades tanto domésticas, como la limpieza de los canales, y ceremoniales, como ritos de iniciación (p.ej. bautizos) o sanación (p. ej. baños florales). 219 Justamente, uno de los hallazgos más interesantes del PIACH ocurrió al final de la campaña del 2008 (Rick y Mesía 2008): mientras se excavaba el canal que pasa por debajo del hemiciclo suroeste de la Plaza Circular – protagonista de nuestra investigación – fue descubierta una escalera que permitía intercomunicar al Canal de Rocas con la plaza en cuestión. La estructura está compuesta por una serie de peldaños, algunos de ellos desmantelados, en cuya base, al lado sur, se aprecia una pequeña cornisa (Rick 2011). Por su parte, las descripciones estratigráficas del investigador estadounidense advierten de una secuencia similar a la del tramo g, registrándose en primer lugar un sedimento arcilloso, y por debajo de este, un sedimento que contiene cerámica de la época Chavín y que se encuentra en contacto directo con la base del canal. Durante su excavación, la cual tuvo que hacerse desde la superficie, se registró un conjunto de vasos y cántaros de cerámica finamente decorados en la parte superior de la cornisa. Luego, se extrajo una capa de arcilla; y debajo de esta, en asociación con la base del canal, fueron documentados varios fragmentos de cerámica que aún conservaban su filo, como si hubiesen sido arrojados intencionalmente desde la superficie de la plaza, desperdigándose alrededor del vano de acceso (Rick 2011: 100). Curiosamente, este hecho coincide con la desembocadura del canal que corre por debajo de la Escalinata Central del Edificio B; localizada en la pared norte del canal subterráneo, justo a la altura de la cornisa, aproximadamente a un metro de la base. Para Rick (2011: 100), estas vasijas habrían sido usadas en las rituales de la Plaza Circular. Ellas habrían contenido bebidas alcohólicas, como chica de jora, o brebajes enteógenos como la huachuma o San Pedro (véase Figura 2.31). Si bien esta información es muy novedosa, el autor no presenta imágenes, cantidades u otro tipo de análisis que evidencien tal enunciado. Lo que sí nos ofrece es una posible escena de lo que aconteció en este vano de acceso: […] Podríamos visualizar a los miembros del culto, dirigidos por un sacerdote, ingiriendo sustancias alucinógenas, para luego dirigirse hacia el borde de las entradas del canal y arrojar a manera de sacrifico sus vasijas, que tal vez aún contenían parte de la misma bebida que estaban ingiriendo, y finalmente retroceder para alejarse de la entrada que los intimidaba por el inexplicable chorro de agua de alta energía que discurría frente a ellos, mientras que la fuerte y rugiente corriente de agua “se tragaba sus ofrendas”, apartándolos de su vista. Todo lo que sabemos acerca de los rituales Chavín sugiere que este tipo de dramatización y ritual intimidante era esencial para convencer a los iniciados acerca de la autoridad transmitida por los dioses a los sacerdotes, y que probablemente podría ser transmitida a los conversos que realizaban las ofrendas apropiadas, tal vez durante periodos prolongados […] (Rick 2011: 100-101). 220 Esta práctica de sacrificar objetos, conocida también como ritual de violencia cratofóna (kratophanous violence en Fogelein 2007: 61), ha sido registrada alrededor del mundo, trascendiendo espacio y tiempo. En el área andina, esta clase de ritos ha sido registrada en la Huaca Pucllana3, Lima (Desarrollos Regionales) y en Conchopata-Chakipampa, Ayacucho (Horizonte Medio) (Menzel 1964). En el área mesoamericana, se ha documentado la “destrucción” ritual de ofrendas de jade, cerámica y oro en el cenote localizado al centro de Chichén Itzá en Yucatán, México (Arnold 1985: 164). Entre los ejemplos etnográficos, se ha reportado un ritual similar entre los Shipibo-Conibo de la selva peruana (DeBoer and Lathrap 1979: 35) y entre los Chacobo de la selva nororiental boliviana (Gil Prost citado en Arnlod 1986: 164). De ser acertada su hipótesis podríamos decir que el Canal de Rocas sirvió de escenario para un ritual de violencia cratofóna. Respecto a la sistematización del Canal de Rocas, el PIACH ha propuesto dividirlo en tres sectores, tal como si fuese un valle: Rocas Alto, Rocas Medio y Rocas Bajo (Figura 5.9). Figura 5.9. Plano del informe de la temporada de campo del 2011 (Rick y Lumbreras 2011: 487, Figura 1). 3 http://huacapucllanamiraflores.pe/la-ocupacion-lima/ 221 En esta división, Rocas Alto hace referencia al sector del sistema que se encuentra por debajo de la Plaza Circular y sus edificios adyacentes (Rick y Mesía 2008: 48); Rocas Medio, al sector que pasa por debajo de la Portada de las Falcónidas y la Plaza Menor (Rick y Mesía 2011: 387), lo que viene a ser la “Galería de las Rocas”; y Rocas Bajo, al sector que corre por debajo de la Plaza Mayor y el Edificio F –llámese “Galería de los Rodados” – hasta su desembocadura en el río Mosna4 (Rick y Lumbreras 2011: 411). Si bien esta sectorización ha sido de vital importancia a la hora de realizar las excavaciones, todavía falta analizar a cabalidad la configuración de la red para que se compagine con el análisis hidráulico que hicieran los ingenieros de la UNI. Estado del arte Mírese como se mire es innegable, y en cierto modo abrumador, la cuantiosa cantidad de obras hidráulicas que posee el centro ceremonial Chavín de Huántar. Haciendo un recuento de todo lo dicho hasta aquí tenemos que, en la zona Monumental se han reportado cinco sistemas hidráulicos: el Canal de Rocas, la Galería del Caño (Rick et al. 1998: 204), la red N°2 (Bustamante y Crousillat 1974: 30), la red N° 3 (ídem), el Canal de la Explanada (Rick y Lumbreras 2012); y muchas fracciones de canales subterráneos, como la Galería XIII (Tello 1960: 113-114), y canales superficiales. En la zona Campo Oeste se ha reportado, por lo menos, dos bocatomas (una de las cuales sería la Galería del Puente), la Galería Occidental (Lumbreras et al. 1976; Lumbreras 2007: 86) y tramos de canales subterráneos asociado a una de las plataformas (Contreras 2007). En las zonas Sur, Wacheqsa, Mosna, La Banda y El Pueblo también se han documentado obras hidráulicas, la mayoría de ellas canales superficiales (Contreras 2007: 171; Contreras y Keefer 2009: 593; Diessl 2005: 513-516; Mesía 2007; Rick y Mesía 2006; Sayre 2010: 93). A ello habría que añadírsele las defensas ribereñas ubicadas en ambos márgenes de los ríos Mosna y Wacheqsa, las cuales sería parte de la canalización de los ríos en cuestión (Contreras 2007; Diessl 2004a, Espejo 1956; Tello 1960). En el caso específico del Canal de Rocas, lo expuesto líneas arriba nos indica que la historia de sus investigaciones ha sido muy fluctuante desde su descubrimiento. Académicamente, tuvo una etapa inicial muy productiva, luego pasó por un vacío académico, y últimamente ha ido adquiriendo un renovado interés. Con los datos que se tienen actualmente podemos definir al Canal de Rocas como un sistema hidráulico de configuración dendrítica que tiene más de 600 m de largo, pero que podría alcanzar fácilmente 1 km de extensión. Lo más probable es que el sistema haya sido alimentado por el río Wacheqsa (por 2 bocatomas), para luego dimanar estas aguas hacia las zonas Campo Oeste y Monumental; y finalmente, desaguarlas en el río Mosna. Su proyecto de construcción implicó un altísimo nivel en ingeniería civil e hidráulica, lo cual 4 En el informe de la temporada de campo 2009 esta misma área fue identificada con el nombre de Rocas Mosna (Rick y Falconi 2009: 64) 222 involucra además una diligente planificación por parte de la élite Chavín. Podría decirse incluso, que el gran esfuerzo de su construcción fue opacado por la planificación y el diseño de este sistema; el cual habría servido de guía para el levantamiento de la edificaciones externas (Rick 2011). Una de las primeras observaciones críticas recae sobre su sistematización. Si bien la literatura especializada reconoce al Canal de Rocas como un sistema (Burger 1992; Lumbreras et al. 1976; Contreras y Keefer 2009; Rick 2011; Velasco 2008), solo el estudio de los ingenieros –hecho hace más de 40 años– trató de identificar y estructurar cada una sus partes (Bustamante y Crousillat 1974). Desde aquella época, no se ha prestado mucha atención en entender cómo el sistema se encuentra estructurado, ni la taxonomía que debería llevar cada una de sus partes, por lo cual, cualquier análisis que se pretenda hacer termina localizándose en un espacio no referenciado, como es el caso de Velasco (2008). Por su parte, la sistematización que está siendo configurada y empleada por el PIACH propone una sectorización de la red en correlación con las estructuras de la superficie externa, lo cual es de suma importancia para referenciar el espacio a una gran escala; pero no toma en cuenta el enfoque más minucioso de los ingenieros. Desde nuestra perspectiva creemos que existen datos suficientes como para generar una nueva sistematización que se actualice en función de los últimos hallazgos, y que a su vez, comprometa ambas perspectivas. La segunda crítica aborda la arquitectura. De acuerdo a nuestras observaciones, todas las descripciones son coherentes entre sí. A pesar de que existan algunas sutiles diferencias entre las secciones, la mayoría de canales se componen de una base, dos paredes y una cubierta. La base puede o no estar enlosada; las paredes se construyeron con mampuestos que presentan diversos tipos de trabajo unidos con mortero, formando hileras más o menos regulares; y la cubierta fue hecha con grandes vigas, en el caso de los canales subterráneos, o lajas de pizarra, en el caso de los canales superficiales. Las descripciones más detalladas hasta el momento corresponden a las “galerías” de las Rocas y de los Rodados (Lumbreras y Amat 1969). Las demás publicaciones tienen una perspectiva más amplia y sirven como guía general. En lo que concierne a las fases arquitectónicas del Canal de Rocas aún falta mucho por develar. No obstante, la información obtenida hasta el momento nos permite inferir que en una primera fase, durante el periodo Expansión, se instaló Upper Pasos Perdidos; y que en una segunda fase, durante el periodo Blanco & Negro, se construyó la mayoría de canales subterráneos. Esta última incluye los canales de la Plaza Circular, los cuales son el enfoque de nuestra investigación, las “galerías” de las Rocas y de los Rodados, las Redes N° 2 y N°3, entre otras. Finalmente, durante la época Recuay, y al igual que muchas otras estructuras, el Canal de Rocas habría sido usado como cantera para la construcción de viviendas, y también como un contenedor funerario, por lo menos en el caso de la “Galería de los Rodados”. 223 Respecto a la estratigrafía, ninguna de las publicaciones presenta una secuencia estratigráfica clara, por lo cual se desconoce el “verdadero” comportamiento de los estratos al interior de los canales. Sin embargo, existen cinco casos puntuales que nos pueden dar luz sobre este tema: 1. El primero de ellos sería el tramo g de la “Galería de las Rocas”. En él se han determinado tres capas. 2. El segundo sería tramo g1 de la misma galería, donde solo se halló filtraciones de agua. 3. El tercero sería el tramo g4, donde también solo parece haber filtraciones. 4. El cuarto caso sería la “Galería de los Cantos Rodados”. Aquí, la estratigrafía ha sido explicada muy someramente, distinguiéndose dos niveles: el superior que estaría asociado a un área funeraria del periodo Huarás, y uno inferior, asociado restos óseos humanos y cerámica de la época Chavín. 5. El último caso es la escalera subterránea de la Plaza Circular. Aquí, Rick menciona nuevamente dos estratos: una tierra arcillosa en primer lugar, y por debajo de ella, un segundo estrato que contenía fragmentos de vasijas Chavín producto de un ritual cratofóno. A partir de estos datos podemos concluir lo siguiente: que la mayoría de los ramales tienen más de un estrato, y que, en realidad, sí parece existir una superposición estratigráfica coherente. Las secuencias estratigráficas de la “Galería de las Rocas”, la “Galería de los Cantos Rodados” y de la escalera subterránea parecen coincidir en el orden de deposición que presentan sus primeros dos estratos: A. Un sedimento asociado a la base del canal que contiene evidencias culturales de la época Chavín, y sobre él; B. Arcilla (Rick 2011), un sedimento más fino (Lumbreras y Amat 1969) o tierra ligosa (González 2012). Esto nos sugiere que en el Canal de Rocas se habría configurado un patrón estratigráfico. A ello podemos sumarle el hecho que, según los estudios de la “Galería de los Rodados” (Velasco 2008), los estratos y restos culturales no parecen haber sido afectados por procesos tafonómicos vinculados con el agua. Esto quiere decir, que los contextos de los canales subterráneos estarían, en cierto modo, “sellados” al paso del tiempo. Si bien esta afirmación debe ser cotejada en cada sección, la posibilidad de que así sea podría generar otro patrón estratigráfico, y con ello se podría definir la estratigrafía general de todo el sistema. En lo que respecta a la alfarería, la cerámica hallada en el interior del Canal de Rocas que corresponde a la época Chavín guarda estrechas similitudes estilísticas con la cerámica que inicialmente fue llamada Chavín 224 clásico, y que posteriormente fue redefinida como Janabarriu. Uno de los tipos morfo-funcionales más resaltantes son cuencos de superficie gris o negra decorados con incisiones y sellos dispuestos en fila cerca del borde (“x”, “s”, círculos con puntos concéntricos), características que justamente permiten su correlación con el estilo Janabarriu, y en consecuencia, con el periodo Blanco & Negro. En lo que corresponde a la cerámica de la época Recuay, cualquiera sea el periodo, solo se ha indicado su presencia, más no se ha publicado datos cuantitativos, ni estilísticos. Si bien esto es un punto a favor para engranar las evidencias culturales con la secuencia relativa de la superficie, todavía falta indagar de una manera más acertada sobre el tiempo absoluto de estos hallazgos, corroborando así, su “real” antigüedad. Respecto al material óseo, queda claro que en todas las secciones donde se ha excavado –las “galerías” de las Rocas, de los Rodados y el canal de la Escalinata Central del Edificio B– se ha documentado cerámica Chavín en asociación directa con restos óseos humanos y animales (camélidos, cérvidos, roedores). Aunque todavía no se han publicado datos cuantitativos sobre ellos, creemos que su presencia es relevante para entender el funcionamiento del sistema. A ello debemos sumarle artefactos líticos, como pulidores, y el hallazgo de esquirlas de obsidiana. La conjunción de todas estas evidencias –alfareras, osteológicas y líticas– nos motiva a pensar los estratos de la época Chavín documentados en los diferentes tramos del Canal de Rocas contuvieron en su interior un descarte intencional de desechos secundarios (Schiffer 1987). Esto coincide con las hipótesis de Burger (1998: 176), quien deduce que los materiales culturales hallados en su interior pueden provenir de dos clases de contextos: 1) primarios, aquellos desechos arrojados al canal para ser eliminados intencionalmente, o 2) secundarios, desechos que fueron arrastrados por las lluvias o derrumbes desde algún otro lugar (Burger 1998: 176). Cronológicamente, los primeros habrían ocurrido en los últimos momentos del centro ceremonial (Burger 1998: 176), quizás a finales del periodo Blanco & Negro o durante el periodo Soporte. En el caso de los segundos, su temporalidad dependerá de la evidencia cultural que se encuentre. En lo que respecta a sus funciones, queda claro que el Canal de Rocas habría servido como un sistema hidráulico multifuncional (Contreras y Keefer 2009). Antes de su explicar sus funciones creemos necesario aclarar los conceptos de función y uso, los cuales suelen confundirse. La función es la o las tareas para lo que un elemento (máquina, estructura u objeto) fue idealmente creado; mientras que, el uso es la tarea o las tareas que puede cumplir un elemento por sus características específicas, o sea, por su facultad de servir para algo. Aunque la tarea que se ejerce por función no es necesariamente excluyente a la del uso, el cambio definitivo entre ellos puede darse por muchos factores como: la modificación tecno-funcional de un objeto (Skibo 1992), la dinámica ideológica (costumbres, moda, sistema de creencias), la política, etc. En algunos 225 casos, el uso es una forma de adaptar las funciones a estos cambios, ya sea por la misma sociedad que creo el elemento o por un grupo social diferente que re-ocupa el mismo lugar (Thomas 2000). Por lo general, este último fenómeno trae consigo un rediseño y una redistribución de los elementos que se encuentran en el área, tal como se ha documentado en varias zonas de Chavín de Huántar (Atallah 2013; Lumbreras 1989, 1993, 2007, 2014) Toda la información recopilada hasta el momento nos conduce a presentar las siguientes funciones del Canal de Rocas para la época Chavín: a) Proteger.- Relacionada con la capacidad hidráulica que tuvo el sistema para desaguar las aguas lluvia (Bustamante y Crousillat 1974). Este drenaje se habría dado de la manera más eficiente posible, y habría formado parte de una estrategia defensiva multifacética que los constructores Chavín idearon para establecerse en un espacio geográficamente tan dinámico (Contreras 2007). b) Suministrar.- Relacionada con el abastecimiento constante de agua. El empleo de este vital elemento pudo haber servido tanto para ceremonias y/o rituales; como para fines estéticos (p.ej. regar los jardines) y domésticos (p.ej. para asearse o preparar alimentos). c) Ritualizar.- Vinculada, principalmente, a la interrelación arquitectónica del Canal de Rocas con los rituales que se llevaron a cabo en la superficie externa. En ese sentido, los canales habrían servido para ambientar el ritual por medio de sonidos hídricos, o como un repositorio de ofrendas. Es preciso mencionar que lo subterráneo y oculto del “Mundo Agua” (Yaku-Patsa), tan importante dentro de la cosmovisión andina, habría sido uno de los principales soportes ideológicos de los rituales que emplearon los canales para su performance d) Alcantarillar.-. Vinculada al desalojo de residuos procedentes de las actividades que se habrían desarrollado en la superficie externa e) Funeraria.- Concerniente a su facultad de servir como el contenedor de un área funeraria. Esta función se habría mantenido hasta la época Recuay, sugiriéndonos que el concepto del uku pacha no fue del todo divergente para ambas épocas. En cierto modo, la tercera y cuarta función darían una explicación lógica al sobredimensionamiento volumétrico del sistema, dado que este habría sido diseñado para que algunos individuos se desplacen al interior de él, tanto para fines rituales (escaleras subterráneas vinculadas a plazas), como de mantenimiento (limpieza cíclica de los canales). 226 Como comentario final, queda claro que las dificultades metodológicas iniciales, propias de cualquier comienzo, generaron incertidumbres interpretativas que provocaron una desestimación académica de los datos que proceden del Canal de Rocas (Rick et al. 1998: 208). Por eso, y en aras de hacer un buen estudio, preferimos desatender conceptos a priori y comenzar a revalorar este sistema hidráulico como una zona aparte, tal y como lo son las zonas Wacheqsa o La Banda. Para ello, la primera tarea fue sistematizar sus componentes para que se tenga un lenguaje común, y con ello, una mejor comprensión del espacio. Lo siguiente, y como se verá en los próximos capítulos, fue analizar la arquitectura, la estratigrafía y la cerámica del canal asociado a la escalera subterránea de la Plaza Circular, conducto que ha sido codificado con el nombre de ramal RL.02. La interrelación de los resultados nos permitirá cronologizar nuestro contexto en función de las secuencias de la superficie externa, y a la vez, nos ayudará a explicar su proceso de formación arqueológica. Con ello será posible fijar las fases cronológicas de este contexto, indispensables para engranar las funciones y usos del ramal RL.02 con la multifuncionalidad y multiutilidad del Canal de Rocas. Aunque falta mucho por investigar, el conocimiento del extenso mundo subterráneo de Chavín recién ha comenzado a vislumbrarse, siendo una ventana a futuras investigaciones, en la que estudios más sofisticados y profundos habrán de conducirnos a develar mucho más sobre las entrañas de este monumento arqueológico tan importante. 227 5.2 Sistematización Un sistema es el conjunto de componentes que al relacionarse entre sí ordenadamente contribuyen a un determinado objetivo. Si consideramos al Canal de Rocas bajo esta definición, lo primero en definir sería el conjunto de cosas que lo constituyen; y luego, su organización. Como se dijo líneas arriba, la primera sistematización trató justamente la definición de sus componentes, pero ahora existen nuevos datos que nos pueden ayudar no sólo a actualizarla, sino también a darle un sentido más arqueológico que ingenieril. En vista de ello, la presente investigación propone, modestamente, una re-sistematización del Canal Rocas por medio de una metodología estandarizada que se basa en una serie de criterios jerárquicos, referenciales y flexibles5. Para su idealización se tuvo en cuenta la operatividad del sistema, los diferentes componentes estructurales (ramales, tributarios, gradas y escaleras), la clase de circuitos que habría en su recorrido, y la interrelación de estos con el diseño arquitectónico de los edificios monumentales. Para ello, se procuró que la nominación de sus elementos constituyentes sea estandarizada, lo que evita una nomenclatura dispersa. El resultado obtenido es la base de nuestro trabajo, ya que nos brinda la referencia espacial para los capítulos siguientes. Se espera de esta manera una mejor documentación de la red, y que además, pueda ser aplicado en otros sistemas hidráulicos. 5.2.1 Componentes La sistematización del Canal Rocas parte con la identificación de sus componentes. Un análisis visual nos ha permitido determinar que el sistema habría estado compuesto por dos clases de estructuras: las hidráulicas, y las no-hidráulicas, o mejor dicho complementarias. A continuación, su descripción. 5.2.1.1 Estructuras hidráulicas Las estructuras hidráulicas son obras de ingeniería que tienen por finalidad almacenar o conducir agua, tales como presas, canales, defensas ribereñas, entre otras (Silva 2003). En el Canal de Rocas se ha logrado 5 Deben ser flexibles puesto que existen partes aún inexploradas que podrían o no generar ciertos cambios en el sistema. 228 identificar canales, gradas (desniveles), filtros horizontales y conductos verticales, algunos de ellos con vertederos circulares (Bustamante y Crousillat 1974). Nuestra investigación se centra principalmente en los canales, definidos como cauces artificiales en los que el agua u otro fluido circulan gracias a la acción de la gravedad y sin ninguna presión; ello, debido a que la superficie libre del líquido está en contacto directo con la atmósfera (Villón 2007: 15). La facultad más importante de un canal es su capacidad de trasladar un flujo líquido de un punto a otro. La funcionalidad que se le dé a esta transfusión es lo que se encuentra condicionado por la sociedad que los construye, pudiendo ser para fines puramente domésticos, agrícolas, energéticos, rituales, estéticos, etc., o la conjunción de ellos. Por lo general, los canales de Chavín de Huántar se encuentran conformados por dos paredes laterales, una cubierta y una base. Estas pueden configurar secciones trapezoidales, rectangulares, cuadrangulares o irregulares. Para su construcción se utilizaron rocas de distintas calidades, tamaños y formas, las cuales fueron unidas con un mortero similar al de los edificios, por lo menos en composición. La mayoría de estas piezas son de cuarcita y muy posiblemente fueron extraídas de una cantera cercana (Lumbreras y González 2012: 132). Los trabajos que se plasmaron en ellas fueron de diferente prolijidad, observándose desde cantos rodados hasta piezas muy bien canteadas de forma prismática. La cubierta fue construida de acuerdo al tamaño del canal, pudiendo ser hecha con bloques irregulares de gran tamaño o con lajas de pizarra. En ambos casos, su longitud siempre fue mayor que el ancho de las paredes, trabajando como vigas. El espacio entre ellas oscila de 1 a 20 cm, fijándolas con mortero más rocas pequeñas y/o medianas. Estos espacios facilitan el ingreso de agua filtrada hacia el interior del canal (Bustamante y Crousillat 1974: 28), lo cual es relevante para entender el drenaje de la superficie externa. La base de los canales puede llegar a ser de tres tipos: 1) enlosada, aquella que utiliza lajas delgadas (alrededor de 5 cm de espesor) de pizarra u ocasionalmente de caliza (Bustamante y Crousillat 1974: 28), de formas y dimensiones variables que se ordenan sobre un relleno constructivo; 2) fabricada, aquella que emplea un sedimento compacto producto de la combinación de grava gruesa, arcilla y arena; y por último, 3) roca madre cortada. La pendiente de la base dependerá de los requerimientos constructivos del sector. Cabe señalar, que la base enlosada y las paredes de roca manifiestan una gran destreza constructiva pues impermeabilizan los canales internamente, lo cual evita filtraciones de agua y hace posible un flujo rápido. Su elección demuestra un sentido práctico pues son los materiales más adecuados para la construcción de esta clase de estructuras dadas sus características de rugosidad y fácil obtención (ibíd., 149-150). En el caso del Canal de Rocas, esta facultad de impermeabilización interna se engrana elegantemente con la función de impermeabilización que posee el sistema como un todo. 229 La extensión de un canal depende principalmente de su interconectividad con otros canales. En ese sentido, el principio de un canal está demarcado por la conexión con otro canal; lo que significa que el término de uno es, simultáneamente, el inicio del siguiente, como si fueran eslabones de una cadena. En el caso de Chavín, este enlace puede involucrar cambios direccionales pronunciados y en ciertos tramos, diferencias arquitectónicas. En ocasiones, lo que se conoce como “principio” no es exactamente un punto de partida, sino más bien, alguna obstrucción por el acopio de sedimentos, algún colapso estructural o un espacio tan estrecho que dificulta la exploración del conducto. Desde un punto de vista funcional, se ha logrado identificar de clases de canales: a) Ramales o canales subterráneos.- Su función habría sido trasladar los flujos líquidos por debajo de la superficie externa (Figura 5.10). Su longitud es variable, su rango de anchura fluctúa entre 50 y 70 cm (Burger 1992: 142) y su altura varía entre los 50 cm y 2 m., por lo que son considerados como los canales con mayor capacidad de flujo. Aunque existen varias interrogantes sobre su sobredimensionamiento (Contreras y Keefer 2009; Lumbreras et al. 1976; Rick 2011), desde un punto de vista ingenieril es posible que se deba a razones de mantenimiento y limpieza; evitando así, problemas de reducción de sección por sedimentación (Bustamante y Crousillat 1974: 149), y desde un punto de vista antropológico es posible que se deba por razones ceremoniales. Una revisión somera de la mampostería de sus paramentos revela una amplia variabilidad de patrones arquitectónicos, lo cual podría estar vinculado a diferentes requerimientos constructivos, como el peso de los edificios o la circulación de personas en su interior. El método constructivo empleado para la cubierta y las características del material situado encima demuestran que los ramales no fueron construidos como túneles, sino que fueron instalados antes del establecimiento de los edificios y plataformas superficiales (ibíd., 27). Al igual que las paredes, la cubierta presenta diferentes técnicas constructivas, observándose en algunos tramos una correlación directa con el tipo de mampostería (ibíd.: 27). Cabe mencionar también, que no todos los ramales posee una cubierta, documentándose algunos a cielo abierto. Es muy probable que esta ausencia se deba a requerimientos constructivos particulares de aquel sector. 230 Figura 5.10. Ramal ubicado por debajo del Edificio B (RL.01). Para un análisis más detallado, como en nuestro caso, los ramales pueden sub-dividirse en secciones, tramos más cortos que permiten definir mejor sus características. Los límites de una sección pueden estar demarcados por: 1. cambios en la dirección general; 2. cambios bruscos en la pendiente; 3. la interceptación con otro ramal en su parte media; y 4. el reconocimiento de una secuencia constructiva6. b) Canaletas o canales superficiales.- Conductos estrechos y poco profundos, cerrados o a cielo abierto, cuya función habría sido conducir los flujos de la superficie externa hacia los canales subterráneos (Figura 5.11). La mayoría de los canales reportados en las zonas El Pueblo, La Banda, Sur, Wacheqsa y Mosna pertenecen a esta categoría. 6 Aclárese que la secuencia constructiva del Canal de Rocas por el momento se encuentra en un estado incipiente, por lo que futuras investigaciones ayudarán a esclarecer este panorama. 231 Figura 5.11. Canaleta registrada en la Plaza Circular (cortesía PIACH). Según sus particularidades hidráulicas, en Chavín de Huántar se distinguen dos clases de canales:  Canales con gradas.- Conductos cuya base está formada por lajas sucesivas a modo de escalones. Aunque la mayoría de estas lajas son de forma rectangular, no parecen tener una relación geométricamente definida, sino que están condicionadas al material de construcción con que se contaba. Su ancho corresponde al espacio entre las paredes, mientras que su longitud y pendiente son variables. La altura de las contrahuellas depende de la intención de la bajada: cuando se desea una caída pequeña las lajas se sobreponen entre sí, siendo la altura el mismo espesor que la laja; y cuando se pretende bajadas de mayor dimensión se emplea una roca pequeña para incrementar el desnivel (Bustamante y Crousillat 1974: 49). Esta clase de canales se encuentran en lugares donde se requiere vencer fuertes desniveles topográficos y parten de puntos cercanos a la superficie, generalmente con caídas verticales de sección rectangular que llegan a otro canal (ídem). Su construcción demuestra un profundo conocimiento de los efectos de la energía de velocidad; comprobándose, por medio de experimentos empíricos y cálculos matemáticos, la intención de controlar el agua (ibíd., 149). 232  Canales sin gradas.- Son los conductos superficiales y subterráneos más comunes en Chavín de Huántar (Bustamante y Crousillat 1974: 69). Las técnicas constructivas en esta clase de conductos son variables a lo largo de toda la red, documentándose distintas configuraciones de sus elementos constituyentes. Por ejemplo, cuando exhiben una base enlosada, las lajas no poseen una forma definida y son dispuestas en un mismo nivel tratando de formar una superficie plana que facilite el correr de las aguas (ibíd., 26-27). Todos estos canales trabajan con flujo de torrente, distinguiéndose canales con pendiente baja (≤ 3.9%), en los que transcurrirían flujos más tranquilos, y canales con pendiente alta (≥ 4%), con flujos veloces. Los canales con pendiente alta tienden a disminuir su gradiente conforme van llegando a la conexión con otro ramal, lo cual es común en un sistema de drenaje pues se cuenta con un mayor gasto y por ende no requeriría mucha pendiente para un flujo continuo; además, si no se construyera así, la velocidad alcanzada podría resultar peligrosa para la estabilidad de la estructura (ibíd., 72-74). De acuerdo a una examinación visual, las estructuras hidráulicas pueden jerarquizarse en tres niveles: I. Primarias: que vienen a ser los conductores principales del circuito. Pueden ser ramales o canaletas. II. Secundarias: que vienen a ser los tributarios, canales que captan agua de otro punto y que la conducen hacia la estructura hidráulica primaria. Este enlace puede ser directo o a través estructuras hidráulicas terciarias (véase abajo). En el caso de los ramales, la longitud de un ramal tributario es variable, pero generalmente más corta que la de un ramal primario, su rango de anchura varía entre 30 y 40 cm (Burger 1992: 142) y su altura, entre 40 y 60 cm; por lo que su capacidad de flujo siempre ha sido considerada como menor. De acuerdo a la manera en cómo se conectan se distinguen dos clases:  Laterales.- Aquellos tributarios que se insertan en los paramentos de los ramales. El estudio hecho por los ingenieros de la UNI revela siete (7) variedades de entrega (Figura 5.12), demostrándose que los tributarios7 pueden entregar al mismo nivel del ramal o a un nivel 7 En su definición los tributarios son canales menores y los ramales, canales mayores. 233 superior (Bustamante y Crousillat 1974: 30). Sus datos demostraron que el 81% de los tributarios analizados tienen un ángulo de conexión que fluctúa entre los 75° y 100° (ídem). Figura 5.12. Variedades de entrega que presenta un tributario lateral (Bustamante y Crousillat 1974: 30, Figura 5.10-3).  Verticales.- Aquellos tributarios que se conectan la superficie externa con los ramales. Estos son instalados en la cubierta, usualmente en el espacio de separación entre las vigas. La longitud de los conductos es variable, dependiendo de la distancia a la que se encuentra la superficie; es decir, que son de mayor longitud cuando el ranal se encuentra a mayor profundidad. En algunos tramos es posible observar la instalación de vertederos circulares que sirven como embudos para las aguas superficiales (para mayores detalles véase Bustamante y Crousillat 1974: 74-90). III. Terciarias.- que vienen a ser los sub-tributarios, canales que captan agua de la superficie u otro espacio para luego conducirla a los tributarios. Su longitud es variable, mientras que su altura y ancho usualmente son más pequeños que las dimensiones del tributario al cual contribuyen; por lo cual son los canales con menor capacidad de flujo. Al igual que en el caso de los tributarios es posible identificar dos tipos de enlace, lateral o vertical. 234 5.2.1.2 Estructuras complementarias Son todas aquellas construcciones anexadas a las estructuras hidráulicas pero que aparentemente no poseen una función hídrica. Las materias primas y técnicas constructivas de estas estructuras son las mismas que se emplearon en la construcción de los canales, por lo que no se ahondará en su descripción. Por el momento se han logrado identificar las siguientes, aunque no se descarta la posibilidad de adherir más a la lista: Escaleras.- Estructuras conformadas por dos paredes laterales, una cubierta –en la mayoría de los casos–, y una serie de peldaños. Sus dimensiones permitirían el desplazamiento de personas al interior de los ramales, comunicando la arquitectura externa con la interna. Esta interconexión de ambos ambientes podría ser por razones rituales y/o de mantenimiento. Con los datos que se manejan actualmente, el Canal de Rocas cuento con cuatro escaleras: la primera fue descubierta por Marino González y está asociada a la “Galería de las Rocas”; la segunda fue descubierta por el PIACH, y está asociada a la “Galería de los Cantos Rodados” (Rick y Mesía 2004); la tercera y cuarta también fueron registradas por el PIACH y se encuentran asociadas a la Plaza Circular (Rick y Mesía 2008; Rick y Lumbreras 2011). Ambas son relevantes para nuestra investigación. Nichos.- Concavidades cerradas de sección cuadrangular edificadas en el paramento de un ramal. Pueden tener dos funciones no excluyentes: funeraria y de almacenamiento (Atallah 2013: 131). En los Andes Centrales este tipo de estructuras han estado vinculadas a actividades ceremoniales. Ejemplos de ellos son los nichos encontrados en Kotosh, Huaricoto y Chavín de Huántar, todos ellos correspondientes a la Tradición Mito (Izumi y Sono 1963; Burger y Salazar-Burger 1985; Contreras 2010). Ductos.- Aberturas de dimensiones variables instaladas en los paramentos (horizontales) o en la cubierta de un ramal (verticales). Estas estructuras serían multipropósito pues podrían iluminar y/o ventilar el interior de los canales, así como también colectar agua de la superficie (aunque no son tan efectivos), servir como moduladores de sonido (Lumbreras et al. 1976), o como un repositorio de contextos domésticos o rituales (p.ej. ofrendas de cerámica o flujos líquidos como la huachuma). 5.2.2 Organización Para entender la organización y operatividad de los sistemas hidráulicos de Chavín de Huántar nos hemos basado en la propuesta de la Organización Mundial de la Salud para desagües de superficie en comunidades 235 de bajos ingresos (OMS 1991). Este modelo incluye dos redes hidráulicas jerarquizadas (red primaria y sistema secundario de desagüe en OMS 1991: 14) y la masa de agua receptora, que es lugar donde las redes descargan. Adaptando este modelo al sistema hidráulico Canal de Rocas definimos un sistema de tres partes: 1) Fuentes de abastecimiento, 2) Redes Hidráulicas, y 3) Sumidero. La organización del sistema Canal de Rocas puede verse esquematizada en el siguiente mapa conceptual (Figura 5.13), el cual nos servirá de guía para la descripción de cada una de sus partes. Fuentes de Fluvial: abastecimiento Río Wacheqsa Pluvial Antrópica Troncal Ramales Redes hidráulicas Internos: ramales Alimentado res Externos: canaletas o mixtos Sumidero Río Mos na Figura 5.13. Organigrama de un sistema hidráulico en Chavín de Huántar. 236 5.2.2.1 Fuentes de abastecimiento Las fuentes de abastecimiento son todos aquellos flujos que habrían alimentado las redes hidráulicas. Un examen visual y de la bibliografía correspondiente nos permite establecer tres tipos: Fluvial.- Los ríos son las masas de agua que lo mantienen activo el funcionamiento de los sistemas hidráulicos. En el caso específico del Canal de Rocas, su fuente de abastecimiento sería el río Wacheqsa, procedente del Apu Huantsán. Recuérdese que, cuando el santuario se encontraba en funcionamiento el río en cuestión se encontraba entre 6 y 8 m por encima del caudal actual (Contreras 2007, Contreras y Keefer 2009); lo cual se ve evidenciado con el avistamiento de, por lo menos, dos bocatomas en la margen derecha del río, aunque pueden existir otras más (Lumbreras et al. 1976: 25). Una de las bocatomas ha resistido mejor el embate del tiempo, siendo reconocida por la mayoría de investigadores (Figura 5.14.A, véase también Bustamante y Crousillat 1974: 2; Contreras 2007: 131, Figure 4.18); la otra se encuentra gravemente dañada y es difícil determinar sus límites (Figura 5.14.B). A B Figura 5.14. A. Bocatoma en mejor estado de conservación. B. Posible bocatoma, parcialmente destruida. Pluvial.- Relacionada con las aguas producto de las precipitaciones. Cabe mencionar, que durante la época de lluvias, entre los meses de Diciembre y Marzo, el nivel pluviométrico en Chavín es 237 elevado y constante (Bustamante et al. 1974; Diessl 2005: 37-41; ONERN 1975); lo cual afectó y sigue afectando seriamente la estabilidad estructural de todo el santuario (Rick et al. 2012). Antrópica.- En alusión a las aguas que después de tener un uso determinado eran vertidas a los canales mediante baldes o algún sistema manual (Bustamante y Crousillat 1974: 13). Desde una perspectiva hidráulica es muy difícil determinar cuantitativamente las aguas provenientes de alguna actividad humana pues el gasto alcanzado tendría una duración muy corta (ídem). 5.2.2.2 Redes Hidráulicas Las redes hidráulicas son los circuitos de estructuras hidráulicas, sean estas subterráneas –ramales– o superficiales –canaletas. Siguiendo el modelo de la OMS se decidió aplicar jerarquías espaciales que vinculen su trayectoria, su distribución respecto a la arquitectura externa y su capacidad de flujo. Con estas consideraciones, las redes hidráulicas pueden tener dos niveles de circuitos: I. Red primaria.- que hace referencia al circuito que abarca una o varias zonas del complejo monumental, y tiene la mayor capacidad de flujo al interior del sistema al cual pertenece; II. Red secundaria.- que hace referencia al circuito constreñido a un edificio específico, llámese plaza, plataforma, galería o pirámide, y tiene una capacidad de flujo menor que el primero. Con la motivación de ordenar y catalogar mejor la extensión del Canal Rocas, la consideración de estos niveles nos permitió reconocer dos circuitos: la Troncal, que sería la red primaria, y los Alimentadores, que serían las redes secundarias (Figura 5.15). En cierto modo, podríamos decir que la configuración dendrítica del Canal de Rocas sería la reproducción cultural de un río mayor y sus afluentes. Estos últimos serían de dos tipos: externos, los que se encuentran en la superficie; e internos, al interior de un edificio en particular. Ambos niveles de circuitos replican de forma análoga el esquema estructura hidráulica primaria – colecta / estructura hidráulica secundaria – proporciona, pero a una escala más grande. En vista de que la extensión total del sistema todavía no ha sido liberada, cabe señalar que ambos circuitos aún están en proceso de definición, por lo que se espera adherir más zonas y sectores conforme avance las exploraciones. 238 239 Figura 5.15. Organización del Canal Rocas. 5.2.2.2.1 Troncal La Troncal es el circuito zonal de ramales que atraviesa longitudinalmente el centro ceremonial de Chavín de Huántar, desde su posible origen en el río Wacheqsa hasta su desembocadura en el río Mosna, y cuyo recorrido atraviesa las zonas Campo Oeste y Monumental. Sus ramales poseen una pendiente general W- E, y en su trayectoria confluyen los alimentadores y se acoplan las estructuras complementarias, como las escaleras. Si bien es cierto que la extensión total de la Troncal aún se desconoce, la suma de los ramales que se encuentran en la zona Monumental asciende a 564 m (Rick 2011). Cabe señalar, que esta cuantificación no considera los ramales tributarios8, los cuales podrían añadir varios centenares de metros más. A ello habría que agregársele los ramales de la zona Campo Oeste, los cuales sumarían 200 metros más si la hipótesis de Contreras y Keefer (2009) es acertada. De ser así, la longitud total del circuito zonal podría llegar a tener más de un kilómetro de extensión. Con el propósito de entender su operatividad lógica de funcionamiento, la red primaria del Canal de Rocas fue dividida en Sectores, áreas específicas donde se ha visualizado la integración coherente del sistema hidráulico con el layout de los edificios externos y el paisaje. En teoría, esta correlación nos permite visualizar mejor “el juego” dinámico de las actividades que se dieron lugar en la superficie y subsuelo de cada sector. Basándonos en la propuesta inicial del PIACH (Rocas Alto, Rocas Medio y Rocas Bajo), el presente estudio ha establecido cinco sectores (Figura 5.16). Estos fueron nominados en función del paisaje circundante. Así por ejemplo, un sector fue denominado Rocas Mosna por su asociación con el río del mismo nombre, y otro sector fue llamado Rocas Lanzón, por su interrelación espacial con el Templo del Lanzón (Tabla 3.3). La sectorización del Canal de Rocas nos da la ventaja de poder definir con exactitud en qué lugar ocurrió cada evento; y esto nos permite asumir que cada sector tiene sus propias particularidades, las cuales se ven expresadas en las evidencias materiales que allí se encuentren. Bajo este sistema, el descubrimiento del Canal de Rocas ocurrió en el ramal RF.03; las evidencias culturales empleadas por Matt Velazco para su tesis de Maestría provinieron del ramal RF.01-Sección V; y la presente investigación se centra en la interrelación del ramal RL.02 con su entorno, la Plaza Circular. En lo que respecta al presente estudio haremos hincapié en el Sector Rocas Lanzón (véase apartado 3.3), que será descrito con bastante detenimiento. Los demás sectores serán tratados en una futura publicación. 8 La mayoría de ellos se encuentran colmatados por sedimentos de naturaleza incierta. 240 241 Figura 5.16. Sectorización del Canal Rocas. Sector Referente a: Rocas Wacheqsa Los ramales instalados en la zona Campo Oeste, y que habrían servido para (RW) colectar agua del río Wacheqsa. Rocas Alto Los ramales que corren entre las plataformas de la zona Campo Oeste y la (RA) zona Monumental Los ranales instalados por debajo y al interior del Edificio B, a los que se encuentran al interior del Edificio C y que se dirigen a la Plaza Circular, a Rocas Lanzón los que corren por debajo de la Plaza Circular y sus alrededores, incluidos (RL) los que localizan en el frontis oriental del Edificio C, y los que se localizan en la Segunda Plataforma, a la altura de la esquina NE del Edificio A. Los ramales que posiblemente atraviesan el Edificio A y que corren por Rocas Falcónidas debajo de las plazas Menor y Mayor, así como también, a los que corren por (RF) la Primera y Segunda terraza. Rocas Mosna Los canales construidos en las inmediaciones del Edificio F, ya sea en sus (RM) cimientos o alrededores, y cuyo sumidero final es el río Mosna. Tabla 5.2. Sectores del Canal de Rocas 5.2.2.2.2 Alimentadores Los Alimentadores son redes hidráulicas secundarias que encauzarían las aguas de un punto específico hacia la red primera, es decir, a la Troncal. Se encuentran distribuidos en la cima de los edificios, al interior de los mismos, en la superficie de las plazas o al interior de las plataformas. De acuerdo al tipo de estructura hidráulica se han identificado dos clases de alimentadores. I. Alimentadores internos (Ai).- Circuito de ramales instalados al interior de un edificio o plataforma. Los alimentadores internos tienen como sumidero final a la Troncal, por lo que su longitud y orientación general dependerán de su ubicación respecto a ella. Para referenciar un alimentador interno se tuvo en cuenta la construcción con la que se vincula. Algunos de ellos han recibido las mismas asignaciones que los edificios donde fueron colocados, como por ejemplo el Alimentador interno del Edificio C viene a ser Ai-EC. Pero existen otros casos en los que se empleó otra nomenclatura, como es el caso del alimentador interno de la Galería de Laberintos. En un primer momento este sub-sistema fue conocido como la Galería de 242 los Pasos Perdidos, por lo cual creímos conveniente mantener esta designación y nombrarlo Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP). II. Alimentadores externos (Ae).- Circuito de canaletas instaladas en algún sector de la superficie externa. Los alimentadores externos pueden tener como sumidero un alimentador interno o la misma troncal, o podrían evacuar sus aguas directamente a una masa de agua receptora; aunque no se ha documentado este último caso. La trayectoria de asta clase de alimentadores puede contener también ramales; y aunque, podrían ser considerados como circuitos mixtos, prima el hecho de que tengan como conductor principal las canaletas. Del mismo modo que en el caso anterior, la denominación de un alimentador externo dependerá del edificio o estructura donde se encuentre. Por ejemplo, el Alimentador externo de la Plaza Circular fue nombrado como Ae-CP. Otro caso sería la Red N°2, que según esta organización vendría a ser el Alimentador externo Plaza Mayor, Ae-PM. 5.2.2.3 Sumidero El sumidero es el lugar donde el sistema desaloja las aguas acarreadas. En el caso del Canal de Rocas vendría a ser el río Mosna en su papel de masa de agua receptora (Figura 5.17). Figura 5.17. Canal que desembocan en el río Mosna que posiblemente corresponda al Canal de Rocas. 243 5.2.2.4 Nomenclatura Luego del reconocimiento de sus componentes y de la organización espacial de la red se pudo nominar de una manera más estandarizada las estructuras hidráulicas y complementarias. El nombre de estas estructuras dependerá de la designación de los ramales, la cual está basada en la nomenclatura utilizada por los ingenieros de la UNI (Bustamante y Crousillat 1974), quienes vieron conveniente utilizar un número para indicar el tramo principal seguido de un punto y un par de números que hicieron referencia a las secciones y tributarios (por ejemplo: 25.00, 25.01, 25.02, etc.). En el caso del Canal de Rocas, se decidió aplicar dichos criterios, pero reemplazando los números que se refieren al tramo principal por las siglas (en mayúscula) del sector de la Troncal, seguidas de un punto y un número correlativo que representa la cantidad de ramales allí presentes. Por ejemplo: En el sector Rocas Lanzón (RL), los ramales fueron nombrados RL.01, RL.02, RL.03, etc. En el caso de los alimentadores o sistemas de canales superficiales se utiliza el mismo esquema, pero en lugar de la zona se escriben las siglas del sistema al que pertenecen. Por ejemplo: en el Alimentador interno Pasos Perdido, los ramales fueron nombrados como PP.01; y en el Alimentador externo Canal Central, su canal principal fue nombrado como CC.01. Si el ramal presenta secciones en su recorrido estas son designadas por un número romano. Por ejemplo: Sección de RF.03. Para designar una estructura hidráulica o complementaria se escriben dos letras mayúsculas que simbolizan el tipo de estructura, seguidas de un punto y un número correlativo que indica la cantidad de estructuras de esa clase presentes en el ramal, más un guión y el nombre del ramal (Tabla 3.3). Las estructuras hidráulicas secundarias y terciarias, así como las estructuras complementarias fueron enumeradas según la pendiente de la estructura hidráulica o complementaria con la cual se asocian. En el caso de los sub-tributarios se adhiere un binomio más, detallándose el tributario y el ramal al que aportan. En el caso de las escaleras, creemos que para una mejor comprensión es conveniente referirlas según su entorno, ya sea el sector donde se encuentran, el edificio con el que se vinculan o algún punto particular en el paisaje. 244 Estructuras Estructuras Simbología Ejemplos Simbología Ejemplos Hidráulicas complementarias R RA.01, RF.02, Ramal Desniveles DN DN.01-RL.04 RM.01 TL TL.01-RA.01 Tributario >> TL.03- Filtros FI FI.01-RL.01 Lateral RA.01 Tributario TV TV.01-RL.02, Escaleras ES ES.CP, ES.AS Vertical TV.01-RL.03 Sub-tributario SL SL.01-TL.02- Nichos NI NI.01-RL.02 Lateral RA.01 Sub-tributario SV SV.01-TL.02- Ducto Lateral DL DL.01-CC.01 Vertical RL.01 Ducto Vertical DV DU.01-RF.03 Tabla 5.3. Nomenclatura de las estructuras del Canal de Rocas. 5.3 Rocas Lanzón (RL) Sector del Canal de Rocas instalado por debajo del Templo de Lanzón (Figura 5.18). Dada su locación, entender su configuración es relevante para develar el manejo hidráulico que hacían los Chavín. A seguir, la descripción de sus componentes, puntualizando primero la Troncal, y luego los Alimentadores. 5.3.1 Troncal La Troncal del Sector Rocas Lanzón estaría conformada por cinco (5) ramales: RL.01, RL.02, RL.03, RL.04 y RL.05. Estos se distribuyen por debajo del Edificio B y del Atrio. A seguir, la descripción detallada de cada uno, haciendo un énfasis especial en nuestra área de estudio: el ramal RL.02, que transcurre por el subsuelo de la Plaza Circular 245 Figura 5.18. Sector Rocas Lanzón. 246 5.3.1.1 Ramal RL.01 Canal sin gradas construido por debajo del Edificio B. Siguiendo la lógica constructiva propuesta por los ingenieros (Bustamante y Crousillat 1974: 27), este ramal habría sido instalado antes de que se levantara el edificio en cuestión, pero siguiendo sus fases constructivas (Kembel 2001, 2008). Su curso comienza al interceptar la pared oriental del ramal RA.01, configurando una “T”, y termina al empalmar con RL.02, formando una especie de “L”. Mide 45.2 m, su dirección general NO-SE, y sería el primer canal subterráneo en atravesar por completo un edificio monumental. Un análisis somero de su diseño arquitectónico nos permite suponer que fue construido en por lo menos tres fases, lo que conlleva a dividirlo en tres secciones. La Sección I representaría la conexión con RA.01 y cuenta con un tributario lateral [TL.01-RL.01] y otro vertical [TV.01-RL.01]. La sección II involucraría un ensanchamiento del ramal, consta de un tributario vertical [TV.02-RL.01], un tributario lateral [TL.02-RL.01], y este a su vez, posee un sub-tributario lateral [SL.01-TL.02-RL.01]. Cerca del inicio de esta sección, la cual coincide con la fachada occidental del Edificio B, se adosaron paredes y vigas de contención que posiblemente hayan servido para reforzar el interior del canal (véase unidades CdH-EB-RO-NW35, CdH-EB-RO-NW36, CdH-EB-RO-NW37 y CdH- EB-RO-NW38 en Rick y Lumbreras 2012). Justo con estos adosamientos se colocó un filtro [FI.01-RL.01], como para evitar el ingreso de rocas medianas (Figura 5.19). Casi toda su trayectoria es sutilmente sinuosa y presenta una base de roca madre cortada. La sección III está caracterizada por una reducción de su ancho, un curso más recto y la conexión con el ramal RL.02. Alrededor de este punto de enlace se documentaron dos tributarios verticales [TV.03-RL.01 y TV.04-RL.01] y uno lateral [TL.03-RL.01]. Los dos últimos, TV.04-RL.01 (Figura 5.20) y TL.03-RL.01 (Figura 5.21), son importantes para la presente investigación, ya que se encuentran, justamente, en el punto de conexión entre los dos ramales. Al igual que la Sección II, gran parte de su trayectoria consta de una base de roca madre cortada; pero antes del empalme con RL.02, esta se vuelve una base enlosada. Su descubrimiento e intervención arqueológica estuvo bajo responsabilidad del PIACH en las temporadas de campo 2011 (Rick y Lumbreras 2011: 380-386) y 2012 (Rick y Lumbreras 2012: 289-385). 247 Figura 5.19. Vista frontal de la cara-vista oriental del filtro FI.01-RL.01, Sección II. Figura 5.20. Vista nadir de TV.04-RL.01, Sección III. Figura 5.21. Vista interna de TL.03.RL.01, Sección III. Dadas su localización, longitud y algunas características estructurales podemos asumir que una de las funciones más importantes de este ramal fue introducir flujos constantes de agua al Templo del Lanzón, y que además, estos flujos habrían estado relativamente “limpios” de rocas. La construcción de este ramal materializa, con un alto nivel de eficiencia y sofisticación, la función suministro del Canal de Rocas, lo cual es relevante para comprender el desarrollo de este sector, y con ello, nuestra área de estudio. 248 5.3.1.2 Ramal RL.02 Canal sin gradas instalado en la parte sur del Atrio del Templo de Lanzón, cruzando el hemiciclo meridional de la Plaza Circular. Este canal es nuestra área de estudio, por lo que su descripción será más detallada. Su trayectoria comienza al conectarse con RL.01 y culmina al interceptarse con los ramales RL.03 y RL.04. Mide 41.60 m de largo y su dirección general es O-E, recorriendo una gran parte del Edificio B y la totalidad de la Plaza Circular (Figura 5.22). Su diseño arquitectónico presenta cambios abruptos de trayectoria, por lo cual fue subdividido en secciones más cortas. La intervención arqueológica comenzó en la temporada de campo 2008 (Rick y Mesía 2008), continuó en el 2009 (Rick y Falconi 2009), y se dio por concluida en el 2011 (Rick y Lumbreras 2011). En total se dispusieron 43 unidades de excavación, nominadas CdH-CP-RO-SW por la dirección original de las excavaciones. El área total excavada fue 25.24 m². Las dos primeras temporadas estuvieron bajo la dirección del Licenciado César Trigoso Lozano (PUCP), mientras que la última fue ejecutada por el autor de esta tesis como estudiante de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cabe mencionar que, antes de que fuera intervenido, los ingenieros de la UNI ya habían hecho una primera mención de este canal, aunque en esos momentos todavía no se había logrado a conectar los eslabones de la red hidráulica: […] Un ramal pasa debajo de la plaza circular (RL.02) y luego de confluir con otro proveniente de la galería de los laberintos (Ai-PP) se conecta con los canales de la galería de las rocas […] (Bustamante y Crousillat 1974: 30). Dada la ubicación de este conducto es válido suponer que su construcción estuvo correlacionada con el levantamiento de la posible segunda Plaza Circular, y por consiguiente, habría ocurrido durante el periodo Blanco & Negro. De ser así, el método constructivo más económico y eficaz habría sido dejar un vacío en el relleno que permita la colocación de los paramentos y la base; luego, se habrían dispuesto las vigas, las cuales siempre sobrepasan el ancho del conducto; y por último, se echaría una capa de relleno para separar las vigas de la superficie de la plaza. Este método es muy similar al de las galerías (Lumbreras 1977: 3), y es muy probable que también haya sido aplicado a los otros ramales de Rocas Lanzón. Durante los trabajos de campo notamos que el ramal RL.02 presenta diferentes patrones arquitectónicos, los cuales podrían estar relacionados a la secuencia arquitectónica del Templo de Lanzón, especialmente con la Plaza Circular. Según los cambios direccionales de su trayectoria es posible subdividir el ramal RL.02 en tres secciones: I, II y III (Figura 5.23). La Sección I es el tramo que corre por debajo del Atrio Oeste, traspasando algunos metros el frontis norte del Edificio B. Mide 16.15 m de largo, siendo su límite occidental la pared sur de 249 RL.01 y el oriental, la conexión con el extremo norte de la Sección II. Aunque la orientación inicial es al noreste, la mayor parte del trayecto tiene una dirección general hacia el este. En su recorrido se reconocieron los tributarios verticales TV.01-RL.02 (Figura 5.24) y TV.02-RL.02 (Figura 5.25). Justamente, este último materializa la conexión con el Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP). Los trabajos en esta sección fueron realizados en la temporada de campo 2011 (Rick y Lumbreras 2011: 335-379), estableciéndose 16 unidades: desde CdH-CP-RO-SW22 hasta CdH-CP-RO-SW37. Esta última posee una longitud irregular: 1.15 m en relación a la pared norte, y 90 cm en relación a la pared sur. La Sección II se localiza por debajo del lado oriental del Atrio Oeste. Mide 5.55 m, los cuales pueden ser divididos entre la continuación del canal (2.38 m) y la escalera subterránea ES.AS, única estructura complementaria de esta sección (Figura 5.26). Se encuentra delimitada por el extremo oriental de RL.02 al norte y por un sello en el extremo austral de la escalera. Su orientación es N-S, haciendo de enlace con las otras dos secciones. La conexión con la Sección I es perpendicular, formando un codo con la apariencia de una “L”. La altura del vano mide 1.27 m y su ancho promedio es 65 cm. Las labores arqueológicas de esta sección fueron llevadas a cabo durante las campañas del 2009 y el 2011 (Rick y Falconi 2009: 61-75; Rick y Lumbreras 2011: 323-335). En el primer año se excavó la unidad Cdh- CP-RO-SW20, ubicada en el punto de conexión con la Sección III, y las unidades CdH-CP-RO-SWD1 y CdH-CP-RO-SWD2, ubicadas en la continuación del canal. Cabe precisar que, para medir esta parte de la sección se utilizó el ancho de la primera, 66 cm, y el largo de las dos últimas, 86 cm en cada caso, lo que hace un total de 2.38 m. En el segundo año se demarcaron las unidades correspondientes a la escalera: CdH- CP-RO-SW21-I1, CdH-CP-RO-SW21-I2 y CdH-CP-RO-SW21-I3. Esta última midió 1.17 m de largo debido a la presencia de un sello. La Sección III se encuentra principalmente por debajo de la Plaza Circular. Mide 19.90 m de largo, siendo su límite occidental el punto de conexión con la Sección II, y el oriental, el punto de conexión con los ramales RL.03 y RL.04. El enlace con la sección anterior se da de manera perpendicular, creando una “T” cuyo umbral mide 1 m de altura y 58 cm de ancho. Su trayecto denota una dirección general W-E, aunque a pocos metros antes de terminar su recorrido hace una curva cerrada hacia el noreste. A 3.80 m de su inicio se encuentra la escalera semi-subterránea ES.CP, emplazada en el cuadrante suroeste de la Plaza Circular (Figura 5.27). A la altura del primer escalón, en la pared izquierda, se observa el canal del Ae-CC (véase más adelante). Siguiendo hacia el este por el canal subterráneo, a cinco metros de la escalera, se colocaron los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02, los únicos de su clase en todo el Canal de Rocas. 250 Los trabajos en esta sección comenzaron en la temporada de campo 2008 y se dieron por concluidos en el año 2009 (Rick y Mesía 2008: 48-71, Rick y Falconi 2009: 68-71). Se establecieron veintiuna unidades, desde Cdh-CP-RO-SW1 hasta Cdh-CP-RO-SW20. Las unidades que no presentan un metro de largo fueron: Cdh-CP-RO-SW2, la cual mide 1.10 m debido al cambio de trayectoria del ramal; Cdh-CP-RO- SW17, cuya longitud alcanza los 70 cm pues no se podía seguir excavando desde el interior del ramal; Cdh- CP-RO-SW18, la cual es dividida en dos unidades de un metro de largo cada una, SW18a y SW18b; y CdH-CP-RO-SW20, de la cual solo se utilizan 10 cm de su longitud. La excavación de ES.CP fue llevada a cabo desde la superficie por medio de la unidad CdH-CP-584/390 y sus respectivas ampliaciones (Rick y Mesía 2008). Inicialmente fue identificada como el Hallazgo 5 del nivel 4 de la unidad CdH-CP-584N, 389-390 (ibíd., 71). Los materiales recuperados en esta unidad no se tuvieron en cuenta para el presente estudio, y esperamos tratarlos en una futura publicación. En su pared norte se reconoció la conexión con el Alimentador externo Canal Central; específicamente, con el extremo sur del ramal CC.02. Por motivos de conservación, los peldaños de la escalera fueron cubiertos con una pared de rocas medianas unidas con mortero. Esta escalera fue mencionada en los antecedentes por su vinculación espacial con evidencia cerámica producto de un posible ritual de violencia cratofóna (Rick 2011). Esto nos permite asumir, de antemano, que una de las funciones del ramal RL.02 era ritualizar el espacio. Sin embargo, como se mencionó líneas arriba, dicha hipótesis solo se basa en observaciones de campo mas no en pruebas que la sustente. Tal como se mencionó en la Introducción, las estructuras de este ramal nos indican que tuvo varias tareas. La conexión con los alimentadores Ai-PP y Ae-CC más la presencia del tributario vertical TV.01-RL.02 sugieren que estaría funcionando para proteger esta área del Sector Rocas Lanzón desaguando las aguas lluvia de la Galería de Laberintos, la Galería VIII y la plataforma del Atrio Oeste, respectivamente. Al mismo tiempo, su conexión con el ramal RL.01 nos indica que estaría suministrando agua proveniente del río Wacheqsa a la Plaza Circular; es decir, que mantendría la función suministro del ramal RL.01. Por su parte, las escaleras y, particularmente, los nichos son una clara materialización del tránsito de agentes humanos al interior de los ramales. Su presencia en la arquitectura interna del Templo del Lanzón nos indica que su diseño estaba preconcebido para actividades de naturaleza ritual. Por otro lado, las evidencias culturales aquí recuperadas nos motivan a pensar que son desechos secundarios producto de alguna actividad ceremonial como un festín, lo cual estaría demostrando la función alcantarillar. El hecho de que estos restos se hallen en asociación con restos óseos humanos nos sugiere que este acarreo tuvo un carácter funerario, lo cual pudo estar correlacionado con el ritual cratófono vinculado a la Plaza Circular y obviamente, con la función funeraria que habría tenido este espacio. 251 252 Figura 5.22. Corte de sección de RL.02 (modificado de Kembel 2008: 49, Figure 2.19 A). 253 Figura 5.23. Seccionamiento del ramal RL02. Figura 5.24. Vista nadir de TV.01-RL.02. Figura 5.25. Vista nadir de TV.02-RL.02. Figura 5.26. Vista interna de la escalera ES.AS. 254 A B Figura 5.27. A. Vista de la Plaza Circular desde el Noreste. B. Vista cenit de la escalera ES.CP (Fotografía: César Trigoso). 5.3.1.3 Ramal RL.03 Canal sin gradas emplazado en la parte norte del Atrio del Lanzón, cruzando este lado de la Plaza Circular. Su punto de partida se desconoce debido a la estrechez de su extremo occidental, pero todo hace suponer que proviene del interior del Edificio B. El final está demarcado por la intersección con los ramales RL.02 y RL.04. Mide 47 m y su dirección general es NO-SE. En su recorrido se incluyen dos tributarios verticales [TV.01-RL.03 y TV.02-RL.03] y la conexión con el Alimentador EC (Ai-EC). Debido a cambios direccionales fue subdividido en dos secciones. En el extremo oriental de cada una de ellas se distingue un enlace diferente: Ai-EC en la sección I; y los ramales RL.02 y RL.04 en la sección II. Este último concuerda con la instalación del segundo tributario vertical, el cual se observa a nivel superficial (Figura 5.28). Al interior de “caja colectora de agua” el PIACH reportó otro vertedero circular pero fracturado; y también, que fue usado como una cista de la época Recuay, posiblemente del periodo Huarás (véase unidad CdH- CP-D14 en Rick y Mesía 2005: 44). Es interesante notar que su locación coincide con la proyección lineal del Alimentador externo Canal Central (Ae-CC) hacia el oriente. 255 Figura 5.28. Vista cenit de TV.02-RL.03 (véase también Figura 2.16). Este tramo fue descubierto por el equipo de Lumbreras al advertir el tributario TV.01-RL.03 en la superficie del Atrio Norte de la Plaza Circular, muy cerca de la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 1977: 4-13; Lumbreras 1989: 155), por lo que inicialmente se pensó que estaba asociado con esta (Lumbreras 2007: 111). Cuando fue descubierto se encontraba asociado a una sedimento amarillento muy compacto, similar a la Capa H de la Plaza, y no presentaba indicios de que haya sido cubierto (ídem). En un primero momento se lo nominó como “Canal de los Muertos” (Lumbreras 1977: Lámina III. Fig. 5; Lumbreras 1989: 142, Fig. 16, arriba), y posteriormente se lo sustituyó por “Ducto del Noroeste” (Lumbreras 1989: 131, Fig. 13). Los ingenieros de la UNI lo codificaron como canal 4.00 (Bustamante et al. 1974: 33). Años después de su descubrimiento fue “limpiado” de manera parcial, pero lastimosamente no se tiene un informe donde se especifique el ejecutor, la metodología empleada, o los materiales encontrados. En la temporada de campo del 2008 fue re-excavado por el PIACH, recuperando cerámica del estilo Janabarriu, una lámina de oro en el sedimento ubicado inmediatamente sobre el piso de lajas del canal, y cerámica post-chavín en las proximidades de TV.01-RL.03 (Rick y Mesía 2005, 2008). 256 5.3.1.4 Ramal RL.04 Canal sin gradas instalado por debajo del Atrio Este de la Plaza Circular. Inicia su trayectoria en la conjunción de RL.02 y RL.03, y culmina al interceptar con RL.05 por medio de un desnivel [DN.01/RL.04]. La interceptación ocurre en la parte media de RL.05, formando una “T”. Mide 11.6 m de largo, siendo su dirección general NO-SE. Presenta dos tributarios laterales uno próximo a su inicio [TL.01/RL.04] y otro más en la conexión con RL-5 [TL.02/RL.04]. Actualmente, su estado de conservación no es muy bueno, observándose un deslizamiento lateral de sus paredes y un serio problema de salinización. Se desconocen los detalles de su excavación. 5.3.1.5 Ramal RL.05 Canal sin gradas emplazado por debajo del Atrio Este de la Plaza Circular. El comienzo de este ramal se desconoce, pero termina su trayecto al enlazarse con RL.06 por medio de un desnivel [DN.01-RL.05]. La dirección general de su pendiente es NE-SO. La interceptación con el ramal RL.04 nos permite dividirlo en dos secciones: I al sur y II al norte. La sección I m mide 16 metros de longitud. En su pared oriental, próxima a la mitad de su trayectoria se identificó un tributario lateral [TL.01-RL.05] con serios problemas de conservación. De acuerdo a los planos presentados por Lumbreras y Amat (1969: Plano II, VI; código 5.01 en Bustamante y Crousillat 1974) se deduce que esta sección ya era conocida en la década de los sesenta, por lo que su limpieza debió haber estado bajo la conducción de Marino González. La longitud total de la sección II es, por ahora, desconocida aunque se han podido proyectar más de 44 m hacia el norte. Esta sección aún conserva sus sedimentos originales, por lo que es una potencial área de excavación. En su recorrido pudimos documentar un desnivel [DN.01-RL.05] y un tributario vertical [TV.01-RL.05] justo en el punto donde no se puede avanzar más. Dadas su longitud y trayectoria es posible que guarde una estrecha relación con la Galería del Campamento. 257 5.3.2 Alimentadores En el Sector Rocas Lanzón se han reconocido dos (2) alimentadores internos y dos (2) alimentadores externos. En cuanto a los primeros, uno se encuentra asociados a la Galería de Laberintos y anteriormente fue conocido como la “Galería de los Pasos Perdidos”, y el otro se localiza al interior del Edificio C, en la parte occidental de la construcción. Respecto a los segundos, uno viene de la Escalinata Central del Edificio B y tendría una facultad acústica (Lumbreras et al. 1976), y el otro fue advertido en la superficie de la Plaza Circular. A seguir, los detalles de su descripción: 5.3.2.1 Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP) Circuito de ramales proveniente de la Galería de Laberintos. Anteriormente fue llamado como la “Galería de los Pasos Perdidos”, a lo cual le debe su nombre (Tello 1960: Fig. 9; Lumbreras et al. 1976: 26, 29), y codificado como canal 1.00 por los ingenieros de la UNI (Bustamante et al. 1974). Se encuentra conformado por cinco ramales: PP.01, PP.02, PP.03, PP.04 y PP.05. La sumatoria de sus longitudes es la extensión total del alimentador, llegando a medir 115 m de largo. Casi toda su trayectoria ostenta una base enlosada, la calidad constructiva de sus paredes es muy buena y su cubierta está formada por grandes bloques canteados y desbastados de apariencia plana al interior (Bustamante et al. 1974). Los ramales PP.01, PP.02 y PP.03 son, en casi toda su extensión, canales con gradas de pendientes muy altas que fluctúan entre los 29% y 87%. Los otros dos son canales sin gradas pero con pendientes altas, cuyo grado de inclinación no supera el 12% (ídem). Dadas sus características hidráulicas, la función principal de este alimentador sería evacuar las aguas que se precipitaban sobre el techo de la Galería de Laberintos por medio de flujos controlados hasta el ramal RL.02 (Bustamante y Crousillat. 1974: 68-69), con el que se conecta por medio del tributario TV.02-RL.02. Desde otro punto de vista, las características de su diseño están vinculadas a una facultad acústica, transmitiendo y modulando el sonido producido por las aguas que descendían por el conducto con el propósito de generar efectos de resonancia en la Galería de Laberintos (Lumbreras et al. 1976). En otras palabras, las funciones de este alimentador proteger y ritualizar el ambiente. Basándonos en los estudios de Kembel (2001, 2008), los ramales PP.01, PP.02 y PP.03 constituyen el episodio constructivo Upper Pasos Perdidos, el cual habría ocurrido durante la fase Expansión; mientras que los dos restantes, PP.04 y PP.05, habrían sido parte del episodio Lower Pasos Perdidos, durante la fase 258 Blanco & Negro. Esta secuencia ya había sido advertida por los ingenieros de la UNI en el estudio hidráulico de este alimentador (Bustamante y Crousillat 1974: 32, Fig. 3.10-6). 5.3.2.2 Alimentador interno Edificio C (Ai-EC) Circuito de ramales ubicado al interior del Edificio C, en su parte occidental. Su origen aún permanece desconocido debido a la estrechez de su parte distal, por eso su nombre está asociado al edificio y no a una galería o ambiente en particular. Es posible que se asocie a una galería aún no descubierta. Su largo aproximado es de 32 metros con una dirección general N-S. 5.3.2.3 Alimentador externo Canal Central (Ae-CC) Circuito mixto proveniente de la Escalinata Central del Edificio B, razón por la cual se lo denominó Canal Central. Fue descubierto en 1967, durante las excavaciones arqueológicas que hiciera el Dr. Lumbreras (1974). Mide alrededor de 25 m de largo y está conformado por la canaleta CC.01 y el ramal CC.02. La canaleta CC.01 mide 19.40 m en dirección NO-SE. Exhibe una base enlosada escalonada, paredes con mampostería concertada, y una cubierta de vigas escalonadas, que vienen a ser los peldaños de la escalinata. Su pendiente cambia de 65% a 33%. Su punto de partida lastimosamente se encuentra destruido, pero lo más probable es que haya estado asociado a la Galería VIII, recinto localizado justo por encima de la Galería del Lanzón (Lumbreras et al. 1976; Lumbreras 2007; Tello 1960). Al respecto, Tello advierte un “tubo” (canal) de 70 por 70 cm en el extremo oriental de este recinto, el mismo que se dirige a la fachada oriental del Edificio B (Tello 1960: 109). Complementando esta información, las excavaciones de Lumbreras en la cima del Edificio B (Sector R6B) revelaron un canal que inicialmente presenta un dirección SO-NE (Lumbreras 2007: 124, Fig. 92), y que luego se empalma con CC.01 (Lumbreras 2007: 144, Fig. 113; 150, Fig. 110). Ambos descubrimientos sería el punto de partida de este alimentador. A la altura del escalón G de la Escalinata Central hay una piedra saliente (Bustamante y Crousillat 1974: Fig. 3.10-7) y por debajo de esta se ubica la salida de otro canal, que sería un tributario lateral de menores dimensiones [TL.01-CC.01] (Lumbreras et al.1976: 35). En el interior de TL.01-CC.01 se hallaron restos óseos humanos, por lo que inicialmente se pensó que era un contexto funerario (Lumbreras 2007: 142). Sin embargo, debido al contexto no quedó del todo claro si es que los restos correspondían a la época Chavín 259 o a la Recuay (ídem). Si nos basamos en los primeros reportes (Lumbreras 1974: 42), es muy probable que sean restos de la primera época. Por su parte, en el escalón N se documentó la salida de un ducto lateral [DL.01-CC.01] que coincide con el límite del frontis oriental del Edificio B, con el cambio de pendiente arriba mencionado (Bustamante y Crousillat 1974; Lumbreras 2007: 126); y que además, se encuentra precisamente alineado con la boca de la Wanka Sagrada, lo que sugiere una fuerte connotación simbólica. El ramal CC.02 mide aproximadamente 6.14 m. Inicia cuando CC.01 llega al nivel de la Plaza Circular y dobla 52° hacia el sur (Bustamante y Crousillat 1974: 33). El extremo norte de este intervalo está completamente liberado, pero se desconocen los hallazgos de su interior. La sección finaliza al empalmar con el ramal RL.02, en la base de la escalera ES.CP. Por el momento, esta conexión se encuentra bloqueada con rocas pequeñas y sedimentos arcillosos de origen incierto. La entrega sería del Tipo 7, mide 32 cm de altura y 38 cm de ancho, ostentando una laja de pizarra negra como base. Su excavación resultaría muy complicada debido a la estrechez del espacio y a la posibilidad de que los muros se desestabilicen. Los ingenieros de la UNI codificaron CC.01 como canal 2.00. En él se realizaron dos pruebas experimentales en las que se vertió agua en su interior. Ello les permitió concluir que el acueducto en cuestión funcionaba como dren de la cima del Edificio B y que ello se realizaba controlando la velocidad del flujo de agua (Bustamante y Crousillat 1974). Recuérdese que, Luis Lumbreras, Chacho González y Bernard Lietaer (1976: 35) realizan un experimento similar, vertiendo dos cilindros de 200 litros de agua. Al circular agua por este canal se produjo un sonido de regular intensidad que oscilaba en su frecuencia; semejándose más al de una multitud aplaudiendo que al de un torrente (ídem). Esto llevó a los investigadores a plantear un sistema acústico de origen hidráulico (ibíd.: 4), el cual tendría diversos efectos en los participantes, quienes no podrían ver el transcurrir de los flujos, solo oírlos. Si bien no se niega la facultad acústica de Ae-CC, el desconocimiento de técnicas o canales que permitan subir agua a la cima del edificio9 hace que nos inclinemos a pensar que su fuente de alimentación fue antrópica, posiblemente desde el interior de la Galería VIII. Siguiendo los estudios de Kembel (2001, 2008), la instalación de este alimentador habría ocurrido durante el episodio constructivo Plaza Circular Atrium, en la fase Blanco & Negro, lo que concuerda con la ampliación de Ai-PP. Al igual que este último, las funciones de este alimentador serían proteger y ritualizar la teatralidad del Templo del Lanzón. 9 De acuerdo al Dr. Rick (comunicación personal), en la fachada occidental del Edificio B se han hallado canales que posiblemente hayan servido para subir el agua hasta la cima de la construcción. 260 5.3.2.4. Alimentador externo Circular Plaza (Ae-CP) Circuito de canaletas instaladas en la superficie de la Plaza Circular (Figura 5.29), razón por la cual se le llamo CP (Circular Plaza en inglés, denominación dada por el PIACH). Por el momento, el circuito se encuentra compuesto por una sola canaleta, CP.01; pero es muy probable que en las excavaciones del Dr. Lumbreras (1974, 1977, 2014) y del Dr. Rick se hayan descubierto otras fracciones, que habrían estado alteradas por la re-ocupación Recuay que se asentó en esta parte del Templo del Lanzón (Atallah 2013). La canaleta CP.01 fue descubierta en la Temporada 2002 (Rick y Lumbreras 2002). Su largo total se desconoce, documentándose solo una fracción que mide alrededor de 2 m, su ancho promedio bordea los 15 cm, y su altura no supera los 10 cm. El tramo hallado posee una dirección SW-NE, dirigiéndose hacia el tributario TV.02-RL.03, del cual ya hemos hecho mención. Esto nos permite asumir que Ae-CP jugó un papel importante en el desagüe de la Plaza Circular, lo que está vinculado con la función de proteger; y al mismo tiempo, que fue relevante para los rituales que se llevaron a cabo en este espacio, materializando la función ritualizar. Figura 5.29. Vista cenit de la canaleta CP.01, ubicada en el lado oriente de la Plaza Circular (cortesía PIACH). 261 Como párrafo final, la sistematización del Canal de Rocas resuelve, en cierto modo, parte de la problemática de los sistemas hidráulicos subterráneos de Chavín de Huántar porque nos permite hacer una referenciación más exacta de sus componentes, y con ello, de sus posibles funciones. Bajo estas consideraciones, la troncal del Sector Rocas Lanzón estaría conformada por cinco ramales: RL.02, RL.03, RL.04, RL.05; y a ellos se le acoplan tres alimentadores: Ai-PP, Ae-CC y Ae-CP. Una mirada superficial a este sector nos permite afirmar que la mayoría de sus estructuras estuvieron engranadas para su protección; pero, al mismo tiempo, notamos que existen otras estructuras que sugieren otra clase de tarea como el ramal RL.01 que serviría para suministrar agua, o como los nichos NI.01-RL.01 y NI.02-RL.02 que tendrían una función ritual. La instalación de casi todas estas estructuras fue planificada y ejecutada en el episodio constructivo Plaza Circular Atrium, llevada a cabo durante el periodo Blanco & Negro, que representa al auge del centro ceremonial y que es el contexto socio-histórico del estudio. De esta manera, creemos haber cumplido con el primer objetivo específico de nuestra investigación, y por ende, con una de las problemáticas que atañen a este sistema. Lo que sigue es el análisis arquitectónico del ramal RL.02. En él se describiran detalladamente las características de los segmentos y los resultados obtenidos. 262 Capítulo 6. Análisis arquitectónico En este capítulo se describe detalladamente la arquitectura del ramal RL.02 con la finalidad de establecer la secuencia arquitectónica de esta obra hidráulica, lo cual nos servirá de base para construir la secuencia arqueoestratigráfica. 6.1 Segmentación Siguiendo la metodología propuesta en el capítulo anterior, la segmentación del ramal RL.02 se basa, principalmente, en el reconocimiento visual de juntas horizontales. De este modo, nuestro análisis arquitectónico ha delimitado ocho (8) segmentos a lo largo de las tres secciones, los cuales se distribuyeron como sigue: en la Sección I se demarcaron los segmentos A, B y C; en la Sección II, los segmentos D, E y F; y en la Sección III, los segmentos G y H. Lo que sigue a continuación es la descripción detallada de cada uno. 6.1.1 Segmento A Segmento localizado en el punto de conexión que se da entre el extremo oriental del ramal RL.01, Sección III [paredes RL.01-N y RL.01-S] y el extremo occidental del ramal RL.02, Sección I [paredes RL.02-N y RL.02-S], por debajo del Atrio Oeste. En este punto se identificaron dos tributarios:  Tributario Vertical 04 de RL.01 (TV.04-RL.01).- Se encuentra compuesto por cuatro paredes [TV.04-N, TV.04-E, TV.04-S y TV.04-W] y una cubierta. Su ángulo de entrega sería vertical, convirtiéndose en un “eje” integrador donde se inserta el Tributario Lateral 03 de RL.01 (véase abajo) y se interconectan los ramales RL.01 y RL.02. Su ancho oscila entre los 35 y 68 cm, siendo mayor en su parte más baja, y la altura desde la cubierta hasta la base alcanza los 2.27 m. El corte de sección es irregular en dirección este-oeste y rectangular, en dirección norte-sur. TV.04- N está situada sobre la última viga de RL.01. TV.04-E, sobre la primera de RL.02, mostrando una ligera inclinación hacia el oeste. TV.04-W, forma un ángulo obtuso con RL.02-S, determinando el 263 final de RL.01. TV.04-S se encuentra delimitada por dos juntas de pared: una al oeste, con la pared TL.03-S [JU-01] (véase Figura 6.2), y otra al este, con la pared RL.02-S [JU-02] (Figura 6.1). Para la construcción de sus paredes se emplearon mampuestos, sillarejos toscos y sillarejos aplantillados [mayoría] de cuarcita. Los mampuestos son de tamaño pequeño y los dos tipos de sillarejos son de tamaño mediano. Las cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos] e irregulares [de 5 a 6 aristas]. Todas las piezas presentan una sola cara trabajada. Su mampostería es concertada, colocándose hileras de sillarejos y mampuestos pequeños. El grosor de las uniones verticales y horizontales varía de 3 a 7 cm, siendo rellenados con rocas muy pequeñas, sobre todo en las paredes TV.04-N y TV.04-S. El mortero está compuesto por cascajo fino (10%), arena de grano medio (50%) y arcilla (40%); es de color marrón (Munsell 7.5 YR 4/4); y se mantiene consistente, aunque pudo haber sido mucho mayor en el pasado. La cubierta consta de una roca bien labrada de forma cuadrada que presenta una fractura a la mitad. Al parecer fue colocada a modo de tapa, obstruyendo por completo la parte superior del tributario. En la base de este tributario, al pie de la pared RL.01-S se colocó una laja de granito, la cual pudo haber servido como un marcador estratigráfico. Figura 6.1. Vista frontal de JU-02, pared RL.02-S. 264  Tributario Lateral 03 de RL.01 (TL.03-RL.01).- Localizado en el extremo occidental de esta sección (para mayor información véase Rick y Lumbreras 2011, unidades Cdh-CP-RO-SW37-T1, T2 y T3). Se encuentra formado por dos paredes [TL.03-N y TL.03-S], una base enlosada [enumerada del 1 al 6], una cubierta de vigas y un sello [SE-01]. La integración de ambos tributarios se da por medio de la junta de pared JU-01, la cual solo puede distinguirse en las paredes TL.03-S y TV.04-S (Figura 6.2). Su entrega está a 1.04 m por encima de la base del ramal, justo por encima de RL.01- S, por lo cual sería un tributario lateral Tipo 7. La longitud visible es 3.25 m; su ancho oscila entre los 43 y 53 cm, siendo mayor en su extremo occidental; y su altura se reduce de 80 cm en su extremo oriental a 40 cm en el polo opuesto, justamente donde está el sello. La base presenta una marcada gradiente de 22% en dirección oeste-este. La mampostería de sus paredes ostentan las mismas características que la del tributario anterior, por lo cual no serán especificadas. La cubierta es escalonada, disponiéndose una serie de vigas en la misma dirección que la pendiente. Fue construida con bloques de granito, desbastados y naturales, que se disponen transversalmente a las paredes. Su ancho varía de 40 a 60 cm, mientras que su largo y altura total se desconocen. El espacio de separación entre las vigas no supera los 10 cm. El mortero aplicado fue el mismo que el de las paredes del tributario anteriormente descrito. La base está construida con lajas de pizarra alisadas en forma de polígonos regulares [rectángulos] que se sobreponen una sobre otra configurando una disposición descendente. Estas características revelan la intención de los constructores en dirigir controladamente los flujos hacia TV.04-RL.01, y por consiguiente, al ramal RL.01 El largo de las lajas fluctúa de 70 a 50 cm; su ancho depende del espacio entre las paredes, tratando de abarcar todo el espacio; y su grosor promedio es 7 cm. El Sello (SE-1) se localiza sobre la Laja 6, en el extremo occidental del tributario. Está conformado por rocas angulares de tamaño mediano unidas con el mismo mortero anteriormente descrito. El sello obstruye completamente el ancho del tributario, por lo que es posible que el largo de este canal supere lo observado, o que esté conectado a un tributario vertical. 265 266 Figura 6.2. Dibujo de la pared sur del extremo occidental de RL.02. Detalle de TL.03-RL.01, TV.04-RL.01, las juntas JU-01, JU-02 y el sello SE-01. 6.1.2 Segmento B Segmento localizado en la Sección I, por debajo del Atrio Oeste. Se encuentra formado por dos paredes [RL.02-N y RL.02-S], una cubierta doble y una base enlosada. Comprende desde el inicio de RL.02-N, que coincide con el punto de conexión con el ramal RL.01, y desde JU-02, ubicado en la pared RL.02-S, hasta una junta de pared [JU-03] que se distingue por un cambio arquitectónico de ambos paramentos. Dada su ubicación y puntos de conexión, este sería el primer segmento del ramal RL.02. Mide 10.9 m de largo, su ancho fluctúa entre los 50 y 70 cm; y su rango de altura oscila entre 90 y 125 cm. Presenta una pendiente de 5% en dirección al oriente, por lo que se le considera un tramo de alta pendiente, y por ende, de flujos rápidos (Bustamante y Crousillat 1974). Justo después de la conexión con el Segmento A comienza una marcada curva en dirección al noreste. Es posible que este cambio de dirección sea una acomodación de su trayectoria a la roca madre que se ubica por detrás del relleno constructivo de la pared RL.02-N. Las paredes RL.02-N y RL.02-S presentan un leve ángulo de convergencia que configura un corte de sección irregular (Figura 6.3). Para su construcción se emplearon mampuestos y sillarejos toscos de cuarcita. Los mampuestos son de tamaño pequeño, y los sillarejos pueden ser medianos o grandes. La mayoría de las cara-vistas tienen forma de polígonos irregulares [de 5 a 6 aristas]. Asimismo, la mayoría de las piezas presentan una sola cara trabajada, siendo el punto de conexión entre las paredes RL.02-N y RL.01-N el único lugar donde se observan dos caras trabajadas. La mampostería es careada, disponiéndose dos hileras de sillarejos en la parte inferior y mampuestos, sin un alineamiento aparente, en la parte superior (Figura 6.4). El grosor de las uniones verticales y horizontales oscila entre los 10 y 20 cm, rellenándose los intersticios con rocas muy pequeñas. El mortero se encuentra compuesto por cascajo fino (10%), arena fina (25%), arena gruesa (15%) y arcilla (50%); su color es marrón fuerte (Munsell 7.5 YR 4/6); y por su estado de conservación, no parece haber sido muy consistente. Figura 6.3. Corte de sección del Segmento B. 267 268 Figura 6.4. Dibujo de la pared RL.02-S. Detalle del cambio arquitectónico por medio de la junta de pared JU-03. La cubierta está compuesta por dos juegos de vigas. El primero está dispuesto transversalmente a las paredes del ramal, y el segundo, fue instalado por encima de este, pero de manera longitudinal al canal. Las vigas del primer juego son bloques de cuarcita, desbastados o naturales, dispuestos uno al lado del otro y fijados con un mortero similar al de las paredes. Su ancho fluctúa entre 45 y 88 cm, y la distancia de separación entre ellos varía de 18 a 32 cm, aumentando en dirección hacia el este. Dichos espacios son rellenados con rocas angulares medianas y unidas con mortero. El segundo juego es visible, pero difícil de caracterizar. Esta técnica podría estar correlacionada con una mayor resistencia al peso externo, por lo que es una evidencia importante para entender la correlación entre las arquitecturas externa e interna. La base enlosada se encuentra compuesta por lajas de pizarra alisadas de varios tamaños [medianas y grandes] en forma de polígonos regulares [rectángulos] e irregulares [de 4 a 5 aristas]. Por cada metro de largo se disponen de 2 a 3 lajas (Figura 6.5). El espacio de separación entre ellas varía de 3 a 5 cm, y es rellenado con rocas muy pequeñas y pequeñas ligadas con un mortero muy similar al de las paredes. Figura 6.5. Base enlosada del Segmento B, Sección I (unidad SW-29). Este segmento incluye el siguiente tributario: Tributario Vertical 01 de RL.02 (TV.01-RL.02).- Edificado a 5.35 m del inicio de este segmento, sobre la parte superior de las vigas. Está compuesto por cuatro paredes [TV.01-N, TV.01-E, TV.01- S y TV.01-W] más una cubierta que presenta un vertedero circular y que ha sido bloqueado por una tapa (véase Figura 5.5). Su entrega es de manera vertical. La altura desde el piso de lajas hasta la 269 cubierta es de 1.75 m. Actualmente, se observan filtraciones de agua provenientes de la superficie y durante la excavación se registraron raíces herbáceas colgantes. Sus cuatro paredes son ligeramente convergentes, midiendo 48 cm próximo a las vigas del ramal y 37 cm cerca de la cubierta, lo que configura un corte de sección trapezoidal (Figura 6.6). Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría] de cuarcita. Las cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos] de tamaño mediano. Todas las piezas tienen una sola cara trabajada. Su mampostería es concertada, disponiéndose hileras de sillarejos y rocas muy pequeñas entre los intersticios. El grosor de las uniones verticales y horizontales mide en promedio 3 cm. El mortero utilizado fue hecho en base a arcilla (40%) y arena de grano grueso (60%). Figura 6.6. Corte de sección del tributario TV.01-RL.02. La cubierta está construida con una roca de forma circular que posee un orificio al centro, lo que se conoce como un vertedero circular (Bustamante y Crousillat 1974). Este sería el segundo de su tipo en ser descubierto in situ (el primero se ubica en la Plaza Mayor) y presenta el mejor estado de conservación. De acuerdo a los ingenieros, la forma del vertedero circular se debe a conocimientos empíricos que habrían permitido un mejor recorrido del flujo hidráulico, ya sea por razones estéticas o para obtener un mayor gasto (ibíd., 90). Según el Dr. Rick (comunicación personal), la forma del vertedero también pudo haber servido para proteger el mortero de las paredes. 270 6.1.3 Segmento C Segmento localizado en la Sección I, por debajo del Atrio Oeste. Se encuentra formado por las mismas paredes del segmento anterior [RL.02-N y RL.02-S], una cubierta lineal y una base enlosada. Comprende desde JU-03 de la pared RL.02-S hasta una junta de esquina [JU-04] ubicada a 20 cm antes de la conexión con la Sección II (Figura 6.7); y desde JU-03 de la pared RL.02-N hasta la conexión con la pared RL.02-E. El segmento mide 4.30 m de largo, su ancho fluctúa entre 65 y 78 m, y su altura, entre 90 y 125 cm. Presenta una pendiente de 4% en dirección al este, lo que implica un flujo rápido al igual que el segmento anterior. Figura 6.7. Vista frontal de JU-04, pared RL.02-S. Las paredes se encuentran en paralelo configurando un corte de sección rectangular (Figura 6.8). Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría]. El tamaño de las piezas varía de mediano a muy grande. La mayoría de las cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos], y en menor medida, de polígonos irregulares [de 4 a 5 aristas]. La mampostería es concertada con pachilla, disponiéndose una hilera de sillarejos grandes como fundación, seguida de tres hileras de sillarejos medianos, y rellenando el espacio de separación con rocas alargadas muy pequeñas y pequeñas (Figura 6.9). El grosor de las uniones verticales y horizontales varía entre 5 y 10 cm. El mortero se encuentra compuesto por cascajo fino (15%), arena fina (35%), arcilla (35%) y limo (15%), es de color marrón amarillento (Munsell 10YR 5/4) y se mantiene consistente. 271 Figura 6.8. Corte de sección del Segmento C. Figura 6.9. Dibujo frontal del extremo oriental de la pared RL.02-N. Detalle de la junta JU-04. 272 La cubierta está conformada por bloques de cuarcita emparejados y desbastados, alineados uno al lado del otro y fijados con un mortero similar al de las paredes. Su ancho oscila de 37 a 75 cm; y el rango de separación entre ellos varía de 8 a 12 cm, colocándose rocas angulares pequeñas ente los intersticios. Ostenta una base enlosada compuesta por lajas de pizarra alisadas de varios tamaños [medianas y grandes] en forma de polígonos regulares [rectángulos o triángulos] e irregulares [de 4 a 5 aristas]. Por cada metro de largo se disponen de 2 a 3 lajas, cuyo rango de separación varía de 3 a 5 cm. Éste se rellena con rocas muy pequeñas y pequeñas ligadas con un mortero similar al de las paredes. Cabe señalar, que en los primeros 2.5 m se observa un arreglo sofisticado de lajas en forma de polígonos regulares y pachillas; mientras que en los 2 metros restantes se emplearon lajas de formas más irregulares sin pachillas. Al final de la Sección I se colocó una laja de pizarra negra muy pulida, y a su lado oriental una laja sutilmente más profunda (Figura 6.10). Ambas parecen estar comportándose como marcadores arquitectónicos, lo que podría ser de gran utilidad para entender la instalación de este canal subterráneo. Figura 6.10. Posibles marcadores arquitectónicos del final del Segmento C, Sección I. En este segmento se distingue el siguiente tributario: 273 Tributario Vertical 02 (TV.02-RL.02).- Construido a 11.45 m del comienzo de la Sección I, sobre la parte superior de las vigas. Está compuesto por cuatro paredes [TV.02-N, TV.02-S, TV.02-E y TV.02-W] y una cubierta abovedada (Figura 6.11, véase también Figura 3.25). Su entrega es de manera vertical. Las paredes TV.02-N, TV.02-E. TV.02-W y la cubierta empalma con las paredes y la cubierta del ramal PP.04 (Bustamante y Crousillat 1974: Fig. 3.10-4), mientras que la parte superior de la pared TV.02-S se articula con la base de ese ramal. La altura desde la bóveda hasta el piso de lajas del canal es 2.54 m. Este acoplamiento materializa la interconexión entre el Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP) y el sector Rocas Lanzón (RL). Sus paredes configuran una sección trapezoidal que varía de 37 a 48 cm, siendo mayor en la parte más baja, similar a lo observado en TV.01-Rl.02. Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría]. Las piezas son de tamaño mediano, y sus cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos]. Todas ellas presentan una sola cara trabajada. La mampostería es concertada, disponiéndose hileras de sillarejos, uno sobre otro, y rocas pequeñas entre los intersticios. Las piezas se encuentran unidas con un mortero compuesto por arcilla (40%) y arena de grano grueso (60%). Sus dimensiones reducidas no permitirían el flujo de cuerpos muy grandes (~ 1 m), sino más bien, medianos (~ 50 cm) y pequeños (< 20 cm). Figura 6.11. Corte de sección del tributario TV.02-RL.02. 274 6.1.4 Segmento D Segmento localizado en la Sección II, por debajo del Atrio Oeste. Se encuentra formado por dos paredes [RL.02-W y RL.02-E], una cubierta lineal y una base enlosada. Comprende desde el extremo oriental de RL.02-N hasta el extremo norte de la escalera ES.AS, donde se ha identificado una junta de adosamiento [JU-05] entre las pared RL.02-W y ES.AS-W. Mide 2.38 m de largo, 93 cm de ancho, y su rango de altura varía entre 1.40 y 2.20 m. Presenta una pendiente de 2% en dirección sur, lo que implica una reducción intencional de la velocidad del flujo en comparación con los segmentos anteriores. Las paredes se encuentran en paralelo, configurando un corte de sección rectangular (Figura 6.12). Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría] de cuarcita. El tamaño de las piezas varía de mediano a grande. La mayoría de las cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos], y en menor medida de polígonos irregulares [de 4 a 5 aristas]. Existen dos casos puntuales donde se observa más de una cara trabajada: en la conexión con la Sección I, donde RL.02-W y RL.02-S forman una esquina recta [JU-03]; y en la conexión con la Sección III, donde los sillarejos de RL.02-E son también parte de RL.02-N’ y RL.02-S’, lo que nos sugiere que la instalación y diseño de ambas secciones se dio de manera integral. La mampostería es concertada con pachilla, disponiéndose una hilera de sillarejos grandes como fundación, y sobre ellas hileras de sillarejos medianos, cuyo espacio de separación es rellenado con rocas alargadas muy pequeñas y pequeñas (Figura 6.13). El grosor de las uniones verticales y horizontales tiene un promedio de 7 cm. El mortero se encuentra compuesto por cascajo fino (10%), arena fina (30%), arcilla (35%) y limo (25%), es de color marrón (Munsell 10YR 5/3) y se ha mantenido consistentemente compacto. Por su parte, en la pared RL.02-E, a 40 cm del piso, se observa un alineamiento horizontal constituido por tres mampuestos pequeñas de calizas cuya distancia de separación entre sí bordea los 20 cm (Figura 6.14). Es posible suponer que hayan funcionado como marcadores arquitectónicos para el nivel del agua. Durante las excavaciones se encontró una gran cantidad de esta clase de rocas, por lo cual es posible que hayan formado parte de las otras paredes del ramal, tal como se ve en este caso. La cubierta está conformada por bloques de cuarcita desbastados, alineadas uno al lado del otro y fijadas con un mortero similar al de las paredes. Su ancho oscila de 50 a 115 cm, mientras que el rango de separación entre ellas fluctúa de 8 a 10 cm. Exhibe una base enlosada compuesta por lajas de pizarra alisadas de varios tamaños [medianas y grandes] en forma de polígonos regulares [rectángulos o triángulos] e irregulares [de 4 a 5 aristas]. Por cada metro 275 de largo se disponen de 2 a 3 lajas, cuyo espacio de separación entre sí varía de 3 a 5 cm. Para su consolidación se utilizó un mortero similar al de las paredes. Figura 6.12. Corte de sección del Segmento D. Figura 6.13. Dibujo de frontis de la pared RL.02-E. Nótese la alineación de rocas calizas. 276 Figura 6.14. Vista frontal de la pared RL.02-E. Detalle de la alineación de rocas calizas. 6.1.5 Segmento E Segmento localizado en la Sección II, por debajo del Atrio Oeste. Corresponde exclusivamente a la escalera ES.AS, que se encuentra formada por dos paredes [ES.AS-E y ES.AS-W], una cubierta escalonada y trece escalones [enumerados del 1 al 13] (Figura 6.15). Mide 3.17 m de largo, 70 cm de ancho, su rango de altura oscila entre 1.80 y 1 m, y su inclinación asciende a 47°. Su vano de acceso estaría ubicado en el extremo meridional de la escalera, enlazando el Atrio Sur de la Plaza Circular con el interior de Rocas Lanzón. La pared ES.AS-W se adosa a la pared RL.02-W por medio de la junta JU-05 y una roca rectangular de 70 cm de largo por 15 cm de ancho que sirve de anclaje para la parte superior de ambos paramentos. La pared ES.AS-E comenzaría desde el punto de conexión con la Sección III hasta el peldaño 13. A diferencia de su complemento, esta pared sería la continuación de RL.02-E, por lo que su separación es una medida arbitraria (véase Figura 6.13). 277 Figura 6.15. Dibujo de planta de la Sección II. Las paredes se encuentran en paralelo, configurando un corte de sección rectangular. Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría] de cuarcita. Las piezas son de tamaño mediano, y sus cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos] e irregulares [de 4 a 6 aristas]. El único lugar donde se observan dos caras trabajadas es en el punto de conexión entre el extremo norte de ES.AS- W y RL.02-W. La mampostería es concertada, disponiéndose hileras continuas de sillarejos. El grosor de las uniones verticales y horizontales varía entre 3 y 7 cm, rellenándoselo con rocas muy pequeñas y 278 pequeñas. El mortero se encuentra compuesto por cascajo fino (20%), arena fina (25%), arena gruesa (25%) y arcilla (30%), es de color marrón rojizo (Munsell 5YR 5/4) y se mantiene consistente y compacto. Si bien es posible apreciar semejanzas arquitectónicas entre los segmentos D y E, una sutil diferencia se observa en la cara norte de ES.AS-W, al lado de JU-05, donde se usaron rocas medianas alargadas (25 por 5 cm) dispuestas en posición vertical. La distancia de separación entre ellas alcanza los 10 cm., rellenándoselo con rocas muy pequeñas y pequeñas. Parece que esta ligera modificación fue una adaptación de la construcción a la hora de emplazar la escalera. La cubierta está conformada por bloques de cuarcita desbastados y naturales, dispuestas escalonadamente y fijados con un mortero similar al de las paredes. Su ancho oscila de 20 a 35 cm; y la distancia de separación entre ellos bordea de 20 a 30 cm, colocándose rocas angulares pequeñas entre los intersticios. En el extremo sur de la escalera, alrededor de los peldaños 11, 12 y 13, la altura entre la cubierta y las huellas comienza a disminuir hasta llegar a 1 metro. La longitud de sus huellas oscila entre los 30 y 17 cm. Fueron edificadas con sillarejos aplantillados de caras relativamente planas, con un acabado lineal recto o redondeado. Algunas de ellas presentan mampuestos pequeñas que sirven para rellenar los espacios faltantes. En el Peldaño 9 se registró un vacío debido al desprendimiento de uno de sus sillarejos. Respecto a las contrahuellas, su altura fluctúa entre 20 y 30 cm. Están compuestas por una o dos hileras, unidas con el mismo mortero que el de las paredes. Exhiben caras enrasadas y entre sus intersticios se observan mampuestos pequeños. Al respecto, cabe precisar que en el Peldaño 3, en el centro de la contrahuella, se colocó una piedra caliza blanca; y en el Peldaño 5, cerca del inglete con ES.AS-W, se puso un mampuesto pequeño de color ocre. Ambas rocas, pudieron haber servido de marcadores arquitectónicos para los individuos que empleaban la escalera, o para los constructores de este espacio. 279 6.1.6 Segmento F Segmento localizado en la Sección II, en el extremo sur de la escalera ES.AS, por debajo del Atrio Oeste. Se encuentra compuesto por una pared [ES.AS-W’], una cubierta de lajas y un sello de piedras [SE-02]. La pared ES.AS-W’ fue yuxtapuesta al extremo meridional de ES.AS-W aprovechando la huella de los Peldaños 11, 12 y 13 (Figura 6.16). En la actualidad es posible observar claramente la junta de adosamiento [JU-06] entre ambos cuerpos arquitectónicos. Mide 65 cm de largo, 38 cm de ancho y su altura varía de 98 cm (sobre el Peldaño 11) a 36 cm (sobre el Peldaño 13). Su presencia constriñe el largo visible de ES.AS- W a 2.52 m, y afecta las dimensiones de la escalera, comprimiendo su ancho a 45 cm. Para su construcción se emplearon mampuestos de cuarcita y arenisca de tamaño mediano. Ninguno de ellos presenta algún tipo de trabajo, identificándose rocas angulares [de 4 a 7 aristas] y sub-redondeadas [cantos rodados]. Cabe anotar que el empleo de estas últimas no ofrece una buena trabazón para la construcción de una pared (Ravines 1989: 46), por lo que su presencia sugiere la poca o nula intención de mantener firme la estructura. La mampostería es ordinaria, colocándose hileras consecutivas de mampuestos que se van adaptando al espacio ya reducido de esta parte de la escalera. El grosor de las uniones verticales y horizontales tiene un promedio de 13 cm. El mortero empleado está compuesto de arcilla (25%) y arena de grano grueso (75%). Al parecer, su aplicación no fue generalizada, documentándoselo únicamente cerca del sello. Este segmento modifica claramente esta parte de la escalera, siendo posible que su construcción estuviera relacionada con una pérdida de la estabilidad estructural de ES.AS-W y de la cubierta de la escalera. El Sello 2 [SE-02] está constituido por mampuestos de cuarcita, pizarra y arenisca de varios tamaños [muy pequeñas, pequeñas y medianas] adheridas con mortero. Los mampuestos no presentan algún tipo de trabajo y se encuentran formando una especie de semicírculo en la huella del Peldaño 13. Esta obstrucción afecta el extremo meridional de ES.AS-E, modificando su mampostería mediante la colocación de rocas pequeñas cerca de la cubierta. En la parte más baja de la cubierta, en el extremo meridional de ES.AS, se colocó una laja de pizarra mediana y otras rocas angulares del mismo tamaño que cubrieron lo que posiblemente sea el vano de acceso original. 280 Figura 6.16. Corte longitudinal de la Sección II. Vista frontal de las paredes RL.02-W, ES.AS-W y ES.AS-W. 6.1.7 Segmento G Segmento localizado en la Sección III, por debajo de la Plaza Circular. Se encuentra formado por dos paredes [RL.02-N’ y RL.02-S’], una cubierta lineal y una base enlosada. Comprende desde la conexión con la Sección II hasta la conexión con el ramal RL.03; es decir, toda la Sección III. No se observan juntas entre este segmento, por lo que podemos asumir que fue parte de un solo evento constructivo. Mide 19.90 m de largo; 60 cm de ancho, salvo en una curva próxima al otro ramal donde aumenta 10 cm; y su rango de altura oscila entre 96 y 110 cm, siendo esta última medida la más frecuente. Los primeros 8.8 m tienen una pendiente de 4% en dirección al este, lo que implicaría un flujo de corriente rápido. A esa distancia se 281 registró un desnivel [DN.01-RL.02] de 15 cm de alto que se encuentra formada por dos lajas irregulares que convergen en ángulo agudo. Continuando hacia el este, el canal disminuye su pendiente a 3%, cifra que se mantiene constante hasta su enlace con RL.03. Las paredes se encuentran en paralelo, configurando un corte de sección rectangular a lo largo de toda la sección (Figura 6.17). Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría] de cuarcita. Las piezas son de tamaño mediano y sus cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos] e irregulares [de 4 a 6 aristas]. Existen varios casos en los que se observa dos caras trabajadas, por ejemplo en la esquinas formadas por: RL.02-N’ y RL.02-S’ con RL.02-E; RL.02-N’ con NI.01-W y NI.01-E; RL.02-N’ con NI.02-W y NI.02-E; y finalmente, RL.02-N’ con RL.03-S. La mampostería es concertada, disponiéndose de 4 a 5 hileras de sillarejos. El grosor de las uniones verticales y horizontales varía entre 5 y 7 cm, siendo rellenadas con rocas pequeñas (véase Figura 6.18). El mortero se encuentra compuesto por cascajo grueso (5%), cascajo fino (10%), arena fina (25%), arena gruesa (20%), arcilla (20%) y limo (20%), es de color marrón amarillento (Munsell 10YR 5/4) y se mantiene consistentemente compacto. La cubierta está conformada por bloques de cuarcita desbastados y canteados, alineados una al lado del otro y fijados con un mortero similar al de las paredes. Su ancho oscila de 40 a 60 cm y la distancia de separación entre ellos varía de 8 a 10 cm. Presenta una base enlosada construida con lajas de pizarra alisadas de varios tamaños [medianas y grandes] en forma de polígonos regulares [rectángulos o triángulos] e irregulares [de 4 a 5 vértices] y rocas angulares muy pequeñas y pequeñas. El espacio entre las lajas tiene un promedio de 5 cm, rellenándolo con rocas muy pequeñas y pequeñas. En los primeros dos metros las lajas son triangulares y convergentes, creando una pequeña elevación al centro del ramal. En los siguientes once metros, el tamaño y forma son más irregulares, pero se procura mantener una superficie plana (Figura 6.18). Luego, en los siguientes cuatro, se utilizan lajas rectangulares dispuestas una al lado de la otra. Finalmente, en los 2.8 m restantes, las lajas no están presentes, observándose el relleno constructivo donde fueron colocadas. En vista de que el ramal RL.03 sí mantiene una base enlosada, es probable que la ausencia de lajas cerca del punto de conexión entre ambos ramales se deba a procesos estratigráficos o por razones antrópicas difíciles de definir. 282 Figura 6.17. Cortes de sección de la Sección III. Nótese su regularidad. 283 Figura 6.18. Base enlosada del Segmento G, Sección III. Entre las estructuras complementarias de este segmento tenemos dos nichos (Figura 6.19):  Nicho 01 de RL.02 (NI.01-RL.02).- Se encuentra insertado en RL.02-N’ a 8.80 m del punto de intersección, a 50 cm del piso, pasando el desnivel DN.01-RL.02. Se encuentra conformado por tres paredes [NI.01-W, NI.01-E y NI.01-N], una cubierta y una base. Similar a la forma de un cubo, mide 43 cm de altura, 43 cm de ancho y 40 cm de profundidad (Figura 6.20). Las características de sus paredes y vigas son las mismas que las del canal; salvo la pared NI.01-N, que es la parte más profunda y que fue construida con lajas alisadas de pizarra negra.  Nicho 02 de RL.02 (NI.02-RL.02).- Se encuentra insertado en RL.02-N’, a 11.80 m del comienzo de este intervalo, a 3 m de NI.01-RL.02 y a 40 cm del piso. Se encuentra conformado por tres paredes [NI.02-W, NI.02-E y NI.02-N], una cubierta y una base. Al igual que NI.01-RL.02, su forma es semejante a la de un cubo, midiendo 36 cm de altura, 44 cm de ancho y 50 cm de profundidad (Figura 6.21). Las características de sus paredes y vigas son las mismas que las del canal; salvo por la pared NI.02-N, que es la parte más profunda y que fue construida con lajas alisadas de pizarra negra. 284 Figura 6.19. Dibujo de la pared RL.02-S’. Detalle de los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02. Figura 6.20. Corte de sección del nicho NI.01-RL.02. 285 Figura 6.21. Corte de sección del nicho NI.02-RL.02. 6.1.8 Segmento H Segmento localizado en la Sección III, a 3.80 m del punto de intersección con la Sección II, en el cuadrante suroeste de la Plaza Circular. Corresponde exclusivamente a la escalera ES.CP, la cual se encuentra formada por tres peldaños [enumerados del 1 al 3] que son circunscritos por tres paredes [ES.02-N, ES.02-W, ES.02- S] (Figura 6.22). Las paredes ES.02-N y ES.02 fueron construidas sobre las paredes RL.02-N’ y RL.02-S’, por lo que se encuentran en paralelo; y la pared ES.02-W fue levantada por encima de las vigas, cruzándolas longitudinalmente, lo que hace factible su estabilidad. Para su construcción se emplearon sillarejos toscos y aplantillados [mayoría] de cuarcita. Las piezas son de tamaño mediano, y la mayoría de sus cara-vistas tienen forma de polígonos regulares [rectángulos]. La mampostería es concertada, con una tendencia a formar 4 o 5 hileras. El grosor de las uniones verticales y horizontales varía entre 5 y 7 cm, siendo rellenadas con rocas muy pequeñas. La parte superior de las tres paredes fue desmantelada por agentes antrópicos, muy posiblemente durante la época Recuay (Rick y Mesía 2008). El mortero se encuentra compuesto por cascajo grueso (5%), cascajo fino (10%), arena fina (25%), arena gruesa (25%) y arcilla (35%), es de color marrón pálido (Munsell 10YR 6/3) y se mantiene relativamente consistente. 286 Figura 6.22. Dibujo de planta de la escalera ES.CP. ES.CP-N mide 90 cm de longitud, pero debió alcanzar un mínimo de 1.10 m. La altura conservada asciende a 74 cm. Posee la misma dirección que el canal, aprovechando RL.02-N’ como cimiento. Lastimosamente es el muro menos conservado, siendo prácticamente inexistente en su extremo oriental. En su esquina inferior oeste, cerca de la continuación del canal, se acopla el ramal CC.02 proveniente del Alimentador externo Canal Central (Ae-CC). Por su posición elevada sería un tributario lateral Tipo 7. De ser cierta la hipótesis de Lumbreras (et al. 1976), esta conexión sería la materialización del canal acústico de la Escalinata Central con el Canal de Rocas (Figura 6.23). ES.CP-S fue erigida sobre RL.02-S’ pero 20 cm un poco más al sur, formando un descanso (cornisa en Rick 2011) a la misma altura que el Peldaño 1. Su longitud alcanza 1.20 m y su altura, 72 cm en promedio. Conserva tres hileras de rocas medianas y una cuarta en mal estado de conservación, la cual coincide con el Peldaño 3. La distancia entre la última roca y la superficie de la Plaza Circular es de 38 cm. ES.CP-W fue construida sobre la viga del canal, el cual continúa en dirección al oeste. Su longitud es 73 cm y su altura máxima, 60 cm. Solo se conservaron dos hileras de piedras. La esquina con ES.CP-N se encuentra desmantelada en un 80%. 287 Figura 6.23. Dibujo de frontis de la pared ES.CP-N. El lado este se eligió para fijar la escalera. Su ángulo de inclinación es 48° en dirección E-O. Su longitud alcanza los 58 cm y su altura 87 cm. A la altura del tercer peldaño existe una roca de tamaño muy grande (78 por 46 cm) que no permitió excavar más profundo. Existe la posibilidad de que esta roca sea un cuarto peldaño o parte del relleno constructivo. El espacio entre ES.CP-W y el Peldaño 1 mide 58 cm de largo por 52 cm de ancho. La huella del Peldaño 1 tiene un ancho de 26 cm y su largo visible mide 77 cm, mientras que la contrahuella denota una altura de 19 cm. Está conformado por una sola roca de corte partido, la cual ha sido alisada en sus bordes visibles. Esta se coloca sobre la viga más baja de este segmento, la cual se ubica a 4 m del inicio de esta sección. El Peldaño 2 tiene una huella de 78 cm de largo por 26 cm de ancho, y su contrahuella mide 36 cm de altura. Se encuentra compuesto por bloques de piedras de tamaño mediano dispuestos en dos hileras, y rocas pequeñas entre las uniones a manera de pachillas. Para construirlo se preparó una base de mortero y luego se dispusieron las pachillas. En su lado norte falta uno de los 288 mampuestos, y en su lado sur presenta rocas alargadas dispuestas una sobre otra. El Peldaño 3 tendría una huella de 84 cm de largo por 12 cm –aunque podría ser mayor–, y su contrahuella mediría 31 cm. El escalón estaría conformado por rocas de tamaño mediano y pachillas, similar al Peldaño 2, pero solo sobrevivió un único sillarejo en el lado sur. Es posible que exista otro peldaño ya que desde la huella del Peldaño 3 hasta el piso de la Plaza Circular hay una diferencia de 46 cm aproximadamente, lo que no concuerda con las alturas de las contrahuellas de los demás peldaños. En vista de ello, cabe la posibilidad de que la roca de gran tamaño haya servido como este cuarto escalón. De acuerdo al Informe de la Temporada 2008 (Rick y Mesía 2008), el exterior de esta estructura no parece contar con algún tipo de cubierta, lo que nos permite inferir que ES.CP estuvo abierta o que se empleó algún tipo de mecanismo fabricado con algún tipo de material perecible. Es importante mencionar, que a 3.5 m de la intersección, al pie de RL.02-N’, se colocó una laja de caliza blanca en forma de triángulo. Mide 44 cm de largo por 35 cm de ancho por 4 cm de grosor. Sobre esta laja deben resaltarse dos atributos: su singularidad, pues es la única laja de caliza en el sector Rocas Lanzón; y su ubicación, puesto que se encuentra en el espacio que sirve como vano de acceso para ES.CP, haciéndola observable tanto desde la superficie de la plaza, como desde el interior del canal, incluso en condiciones de poca iluminación (Figura 6.24). Figura 6.23. Laja de caliza ubicada justo por debajo de la escalera ES.CP. 289 6.2 Resultados El reconocimiento visual de las juntas horizontales al interior del ramal RL.02 nos permitió reconocer la existencia de ocho (8) segmentos, seis (6) juntas y dos (2) sellos a lo largo de 41.60 m de su trayectoria. A resumidas cuentas, el Segmento A es el eje de un tributario vertical (TV.04-RL.01); los Segmentos B, C, D, y H son fracciones del canal subterráneo RL.02; los Segmentos E y G conciernen a las escaleras ES.AS y ES.CP, respectivamente; y el Segmento F está relacionado con una clausura intencional de la escalera ES.AS. A continuación, la descripción de las fases constructivas y sus respectivas interpretaciones. 6.2.1 Fases constructivas Teniendo en consideración la interconexión de los segmentos y sus características constructivas el análisis arquitectónico nos ha permitido establecer tres (3) fases constructivas: Fase 1 Ramal RL.01, Sección III: Segmento A (TV.04-RL.01 + JU.01 + TL.03-RL.01) Esta fase está representada exclusivamente por el Segmento A, tramo asociado al extremo oriental de la Sección III del ramal RL.01. Dadas las semejanzas arquitectónicas entre los tributarios TV.04-RL.01 y TL.03-RL.01, su integración por medio de la junta JU-01 y la edificación de TL.03-RL.01 sobre la proyección de la pared sur de RL.01 podemos inferir que las tres estructuras –los dos tributarios y el ramal– fueron parte del mismo proyecto constructivo, y por ende, del mismo proyecto arquitectónico. Fase 2 Ramal RL.02, Secciones I, II y III: JU-02 + Segmento B (TV.01-RL.02) + JU-03 + Segmento C (TV.02-RL.02) + JU-04 + Segmento D + JU-05 + Segmento E (ES.AS) + Segmento G (NI.01-RL.02 + NI.02-RL.02) + Segmento H (ES.CP) 290 Esta fase comenzaría con la clausura intencionada de los tributarios TV.04-RL.01 y TL.03-RL.01, materializada con la colocación de una tapa y el sello SE-01, respectivamente, más la construcción de cinco segmentos: B, C, D, E, G y H, los cuales corresponden íntegramente al ramal RL.02. En lo que concierne al Segmento B, su mampostería careada contrasta claramente con la mampostería concertada de los otros segmentos. Este hecho no significa necesariamente un desconocimiento de la técnica arquitectónica, ya que esta es documentada en TV.01-RL.02, sino más bien, una diferencia intencional tal como se observa en el ramal RF.02 (sección g en Lumbreras y Amat 1969: 169). En vista de la integración armónica con los segmentos adyacentes, lo más congruente sería pensar que esta diferencia en el diseño interno se deba a una necesidad consciente de los constructores Chavín. El Segmento C está íntimamente relacionado con el Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP) con el que se conecta mediante el tributario TV.02-RL.02. Como se mencionó en el Capítulo 3, esta sección de Ai-PP es identificada por Kembel (2001, 2008) como Lower Pasos Perdidos, un episodio constructivo datado para el periodo Blanco & Negro (900 – 750 a.C.). Una conclusión similar fue postulada por los ingenieros Bustamante y Crousillat (1974) quienes mencionan que esta sección corresponde a una segunda etapa constructiva del Alimentador; lo cual refuerza la hipótesis de Kembel, y en consecuencia, la posición cronológica tanto de las secciones de Ai-PP, como de los Segmentos B y C de este ramal. Por su parte, los segmentos D, E, G y H se encuentran por debajo del Atrio Oeste y la Plaza Circular. Sus semejanzas arquitectónicas, las juntas entre los segmentos, la localización de las escaleras ES.AS y ES.CP y de los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02 nos incitan a pensar que su instalación respondió a las exigencias y requerimientos del episodio constructivo Plaza Circular Atrium, relativo también al periodo Blanco & Negro (Rick et al. 2009). Esto concuerda con la instalación de Lower Pasos Perdidos del Alimentador externo Canal Central (Ae-CC), el cual se conecta al ramal RL.02 a la altura de ES.CP por medio del ramal CC.02. Este enlace estaría confirmando la hipótesis de Lumbreras (1977: 13) respecto a que el sumidero de Ae-CC era la “Galería de las Rocas” (Sector Rocas Falcónidas); aunque, como vemos, fue de manera indirecta. Todas estas correspondencias constructivas nos permiten fijar que la instalación del ramal RL.02 fue entre el 900 y 750 a.C., durante el periodo Blanco & Negro de la época Chavín. Dada la presencia de las escaleras (Segmentos D, E y H) y los nichos (Segmento G) podemos afirmar que, aparte de trasladar flujos de naturaleza hidráulica, las Secciones II y III fueron diseñadas para realizar actividades que necesariamente involucran la participación de agentes humanos. Es muy probable que la ubicación de estas cuatro estructuras complementarias haya sido un importante referente constructivo a la 291 hora de orientar y alinear el ramal RL.02 (Rick et al. 1998: 201). Coincidentemente, todos los segmentos implicados cuentan con una fina mampostería, lo cual podría estar vinculada a la ergonomía del diseño interno y a la estética arquitectónica de la fase Blanco & Negro (Kembel 2001, 2008). En el caso del Segmento E –la escalera ES.AS– la reducción de su ancho por el adosamiento de ES.AS-W no significa un momento constructivo temporalmente tardío, sino más bien se trata de un planeamiento estratégico con énfasis en la restricción de los espacios para que pueda caber una sola persona adulta. En ese sentido es razonable pensar que los sillarejos de las secciones II y III tengan un mejor acabado para evitar así cualquier tipo de lesión, y al mismo tiempo, brindar un espacio armónicamente construido que refleje el patrón de belleza de los constructores Chavín, tal como se puede ver en las galerías. Esta asociación de escaleras formales y un buen acabado también ha sido documentado en el Sector Rocas Falcónidas (véase sección g5 en Lumbreras y Amat 1969: 168). Estos detalles nos motivan a pensar que el Canal de Rocas, o cualquier otro sistema hidráulico, tuvo su propio patrón arquitectónico. En esa misma línea de pensamiento es muy probable que la mampostería concertada del Segmento C se deba a razones rituales y estéticas. Lo primero parte del supuesto que la arquitectura ceremonial implica un mejor acabado, lo cual es coherente con la interrelación simbólica que tiene nuestra área de estudio con la Plaza Circular. Este argumento se ve reforzado con la importancia, también simbólica, que habría tenido dl Alimentador interno Pasos Perdidos en la construcción del ramal RL.02. Cabe recordar que, este alimentador procede de la Galería de Laberintos, la cual además formaba parte de la Galería de Lanzón, el lugar más importante del santuario (Kembel 2001, 2008). Lo segundo es que este segmento es visible con la luz que ingresa al ramal, por lo cual es lógico pensar que los constructores quisieron mantener la armonía arquitectónica de las Secciones II y III. En contraste, el Segmento B no habría sido diseñado para un tránsito formal de personas, ni tampoco para que sea visible con luz natural, por lo que su acabado fue menos exigente. Esto nos permite asumir que existe un vínculo muy fuerte entre la visibilidad, el área de circulación y el acabado superficial de las paredes; y que además, la diferencia constructiva de los segmentos responde a una planificación constructiva, y no a diferentes fases. De ser así puede aseverarse que todo el ramal RL.02 fue instalado en un solo evento, a pesar de las diferencias constructivas. Otra observación es la correlación que existe entre la disposición de la cubierta, el tamaño de las vigas y el peso que soportan. Una de las características singulares del Segmento B es el empleo de dos juegos visibles de vigas, técnica que posiblemente esté asociada al peso que ejerce la arquitectura externa sobre la arquitectura interna; lo cual tiene sentido ya que este segmento coincide con la fachada oriental del Edificio B. Esta relación entre peso y fachada también fue reconocida en el extremo occidental de la Sección II del ramal RL.01 y en la “galería” Occidental (Lumbreras et al. 1976). Asimismo, el tamaño de las vigas y el 292 espacio de separación entre los Segmentos B, C, D y E, ubicados por debajo del Atrio Oeste –más pesado– es mayor en comparación con el Segmento G, localizado por debajo de la Plaza Circular –más ligero. Esto nos sugiere una relación directamente proporcional entre la técnica de la cubierta y el peso de carga que soporta. Si consideramos lo anterior, es posible que exista una correlación entre la mampostería, la cubierta y el peso de la superficie externa. De ser así, se deduce que los constructores Chavín tuvieron un amplio conocimiento respecto a qué procedimientos y elementos constructivos debían utilizarse para ciertos casos y que otros no. Aunque esto tendrá que ser fehacientemente corroborado con estudios más profundos, es una nueva ventana de investigación respecto a la arquitectura e ingeniería Chavín. Otro aspecto a resaltar son los posibles marcadores arquitectónicos que se encuentran a lo largo del ramal. En el Segmento A tenemos a la laja de granito posicionada al pie de la pared RL.01-S, y en la Sección D, a la pizarra negra muy pulida que fue ubicada junto a la laja hundida. En el primer caso, podría suponerse que sirvió para indicar el final del ramal RL.01, o el inicio del ramal RL.01; y en el segundo, que fueron indicadores del final de la Sección I. En ambos casos, su presencia podría ayudarnos a entender el proceso constructivo del canal subterráneo. Otra caso se da justo por debajo de la escalera ES.CP donde se colocó una laja triangular de caliza. En este caso, su posición pudo haber servido como un indicador a las personas que transitaron al interior del canal, como también a los constructores. En la Sección III, el desnivel DN.01- RL.02 muy cerca del nicho NI.01-RL.02 pudo también haber funcionado como un marcador arquitectónico, especialmente si se considera que esta parte del ramal es prácticamente oscura. Otro marcador arquitectónico sería el alineamiento de rocas calizas registradas en la pared RL.02-E, las cuales pudieron haber sido indicadores del nivel de agua. Cabe mencionar que en la superficie externa también se observa este tipo de marcadores (Rick et al. 1998; Tello 1960: 53); por lo cual parece ser un patrón constructivo de los Chavín. Si nuestras hipótesis son correctas, estos marcadores serían relevantes para entender tanto el proceso constructivo de este ramal, como su funcionamiento. Fase 3 Ramal RL.02, extremo meridional de ES.AS: Segmento F (JU-06-ES.01-W’ y SE-02) Esta fase concierne exclusivamente al Segmento F, que comprende el adosamiento ES.01-W’ y el sello SE- 02. El acabado de esta pared contrasta claramente con los demás segmentos por su mampostería ordinaria y la práctica ausencia de mortero, un patrón completamente diferente al de la arquitectura interna y externa 293 de Chavín. Del mismo modo, la posición de SE-O2 y las modificaciones que hace este en el paramento y la cubierta de ES.AS nos advierte de un cambio arquitectónico consistente. 6.2.2 Interpretaciones La interrelación de las tres fases del ramal RL.02 con la secuencia constructiva de Chavín nos permite inferir que el Canal de Rocas tuvo, por lo menos, las siguientes cuatro fases: Fase 1 La Fase 1 corresponde al ramal RL.01. Tal como se planteó en el Capítulo 3, este canal cuenta con tres secciones, que no parecen haber sido levantadas en un solo episodio constructivo. La Sección I fue erigida al oeste del Edificio B1, mientras que las Secciones II y III se instalaron por debajo del mismo. Si seguimos la lógica de que la instalación de los canales es anterior a la construcción de la arquitectura externa (Bustamante y Crousillat 1974; Lumbreras et al. 1976); se infiere entonces, que el levantamiento de las Secciones II y III del ramal RL.01 fue previa a la edificación externa del Edificio B. Coincidentemente, la base de estas dos secciones es roca madre cortada, lo cual podría tener ciertas implicancias simbólicas en relación a los flujos de agua que habrían transcurrido por debajo de este importante edificio. Es importante recordar, que el Edificio B se convierte en una plataforma escalonada durante el periodo Expansión, aumentando su volumen tanto al oriente, como hacia el cielo (véase Figura 2.12; Kembel 2001, 2008). Si nos basamos en la proyección de su crecimiento, puede suponerse que la Sección II fue la primera en instalarse, y que luego, en el periodo Expansión, se le añadió la Sección III (véase abajo). Si nuestras conjeturas son acertadas podríamos decir que la Sección II fue el primer canal subterráneo del Templo del Lanzón, y que representa la 1ra fase constructiva del sector Rocas Alto, en correspondencia con el periodo Montículos Separados. Con esto no queremos negar la posibilidad de encontrar secciones más antiguas, pero al tratarse del Edificio B es muy probable que esta fase comprometa a todo el sistema hidráulico; considerándola de este modo, la 1ra fase del Canal de Rocas. De ser así, es posible que su construcción haya estado en sincronía con algunas de las secciones que pasan por debajo del Edificio A y que corresponden al ramal RF.01. 1 Respecto a la Sección I, no sugerimos hipótesis de su temporalidad puesto que la relación con el ramal RA.01 aún falta analizar. 294 Fase 2 Siguiendo la lógica de la Fase 1, la ampliación del Edificio B hacia el oriente durante el periodo Expansión sería el principal motivo para instalar la Sección III del ramal RL.01. Si nuestras deducciones están en lo cierto, este tramo del canal, con un diseño más recto y estrecho que la Sección II, habría sido construido en sincronía con la primera fase del Alimentador interno Pasos Perdidos, episodio conocido como Upper Pasos Perdidos (Kembel 2001, 2008). Es muy probable que la extensión de RL.01 también haya estado en concordancia con el refuerzo constructivo localizado en el extremo oeste de la Sección II, el cual coincide con la fachada occidental del Edificio B (véase Figura 3.15). Es muy posible que su colocación haya sido una respuesta ingenieril al crecimiento vertical del edificio, cuya expansión habría generado una mayor presión externa sobre en esta parte del sistema subterráneo. De estar en lo correcto, los tributarios TV.04- RL.01 y TL.03-RL.01 –nuestro Segmento A– habría sido instalado en esta fase. El hecho de que esta sección cuente con varios tributarios nos indica también, que los conocimientos hidráulicos e ingenieriles fueron aplicados desde las primeras fases constructivas del santuario. De este modo, la 2da fase constructiva del ramal RL.01 corresponde a la 2da fase constructiva del sector Rocas Lanzón, la cual involucraría el refuerzo constructivo de la Sección II del ramal RL.01, el episodio Upper Pasos Perdidos y nuestro Segmento A. Por el principio de asociación, la Fase 2 del sector Rocas Lanzón correspondería a la 2da fase del Canal de Rocas, ambas ejecutadas durante el periodo Expansión. Complementando esta información, es muy probable que el ramal RL.01 haya sido contemporáneo con el canal Urabarriu descubierto en la zona Wacheqsa (Mesía 2007), por lo cual es lógico pensar que un inicio transportara cerámica del estilo Urabarriu (1000-800 a.C.). Todas estas evidencias e hipótesis nos motivan a pensar que la construcción de las obras hidráulicas en Chavín de Huántar, especialmente de canales subterráneos, tuvo un papel protagónico desde las primeras fases constructivas del santuario. En ese sentido, la construcción del ramal RL.01 habría estado vinculada con la función suministro, transfiriendo el agua de un río hacia otro, tal como sugiere la bibliografía especializada (Bustamante y Crousillat 1974; Contreras 2007; Contreras y Keefer 2009; Lumbreras et al. 1976). Esto hace del ramal RL.01, sin lugar a dudas, uno de los brazos más importantes de todo el Canal de Rocas. El hecho de que las Secciones II y III sean tan antiguas nos advierte que esta función estaba presente en la mente de los constructores desde la concepción misma del santuario; a lo cual se le añade la instalación de los tributarios, que representan la función protección. 295 Fase 3 Respecto a la Fase 3, todos los datos expuestos nos permiten concluir que: el ramal RL.02 fue construido durante en el periodo Blanco & Negro (900 - 750 a.C.); que está conformado por 6 segmentos, incluidas las escaleras; y que las diferencias arquitectónicas observadas en su interior son la materialización de un proyecto exquisitamente planificado. Su complejo diseño y formalidad es análogo a la estandarización de las galerías que fueron edificadas durante dicho periodo (Kembel 2008: 53), lo que confirma nuevamente su posición cronológica. Como proyecto representa la extensión del ramal RL.01 hacia el oriente, que vendría a ser la tercera ampliación de la red hidráulica subterránea asociada al Templo del Lanzón. Esto quiere decir, que la función de suministro se mantuvo desde el periodo Montículos Separados hasta el periodo B&N, demostrando una larga tradición de concepciones arquitectónicas (Rick et al. 1998). Sabiendo eso, puede asumirse que el ramal RL.03 fue instalado al mismo tiempo, lo cual nos motivó a observar el diseño del sector Rocas Lanzón en conjunto y desde una perspectiva más simbólica. Tenemos entonces, dos brazos que bajan en paralelo desde el oeste (RL.02 y RL.03) y que se juntan para formar al ramal RL.04, dando la apariencia de una “Y”. Este tinkuy (Figura 6.25) coincide con: 1) la colocación del tributario vertical TV.02-RL.03 al pie de la escalinata oriental del Atrio Este (véase Figura 2.29, recuérdese que Ae-CP también descargaría sus flujos en él); 2) con la proyección de la canaleta CC.01 hacia el oriente, que parte la Plaza Circular en dos hemisferios equidistantes; 3) con el camino enlosado al oriente del Atrio este (véase Figuras 2.18 y 2.19); 4) con el pasaje central de la Galería del Lanzón; 5) con la trayectoria del ducto DL.01-CC.01 de Ae-CC; 6) con la sección central de la desaparecida Galería VIII; y por último 7) con la cima del cerro Piruro, que es un referente astronómico para la salida del sol durante el solsticio de verano (Rick 2008). Esto significa que la organización del espacio del sector Rocas Alto estuvo condicionada tanto por la arquitectura externa del Templo de Lanzón, como por el paisaje circundante. La compleja interrelación de estas estructuras nos permite concluir que la Fase 3 del sector Rocas Lanzón fue un solo proyecto arquitectónico que implicó la instalación de los ramales RL.02, RL.03, RL.04, RL.05, y de los alimentadores Ai-PP, Ae-CC, y Ae-CP. La secuencia constructiva de Rocas Lanzón tiene fuertes implicancias sobre otros sectores del Canal de Rocas. Si seguimos la secuencia arquitectónica actualizada, la ejecución de esta tercera fase coincidiría con la construcción de la Plaza Mayor y el desplazamiento del río Mosna hacia el oriente. Por consiguiente, casi toda la extensión de los sectores Rocas Falcónidas y Rocas Mosna también habrían sido instalados durante el periodo Blanco & Negro; aunque falten análisis que corroboren como fue su crecimiento. Esto coincide, en parte, con las deducciones que hicieran los ingenieros de la UNI sobre este sector de la red subterránea (Bustamante y Crousillat 1974: 151). A ello habría que sumársele la instalación del 296 Alimentador externo Plaza Mayor (Ae-PM o Red N° 2) y la red N° 3, sistemas erigidos en función de la Plaza Mayor y el Templo de las Falcónidas, respectivamente. Figura 6.25. Tinkuy del sector Rocas Lanzón. En el caso de Rocas Falcónidas, podría decirse que su situación es similar a la de Rocas Lanzón, ya que la Sección I del ramal RF.01 se ubica justo por debajo del Edificio A; interpretándoselo, al igual que RL.01, como uno de los primeros canales subterráneos en ser instalados. Lo continuación de este ramal hacia el este, su interconexión con otros canales y alimentadores, más su enlace final con el sector Rocas Mosna sugieren que su planificación e instalación estuvieron en correspondencia con el funcionamiento de las plazas Menor y Mayor. Asimismo, el modelo de tinkuy observado en el sector Rocas Lanzón se replica en el sector Rocas Falcónidas con el Alimentador externo Plaza Mayor (Ae-PM), cuyo punto de encuentro se alinea con un tributario vertical que se localiza en la mitad de la Plaza Mayor, y que se alinea con el centro de la Escalinata Blanco & Negro, con el centro de la Portada de las Falcónidas y con el cerro Piruro. Esta división imaginaria estaría vinculada a la dualidad de las plazas y es una manifestación propia de la 297 arquitectura (Rick et al. 1998) y religiosidad Chavín (Burger 1992, 1993). Respecto a Rocas Mosna, la relación con la Plaza Mayor y los edificios que la rodean, específicamente con el Edificio F, asegura su posición cronológica. Si lo observamos como un proyecto constructivo, todas estas inferencias nos sugieren que el Canal de Rocas fue ejecutado en tres fases y que la última, la más extensa de todas, estuvo coligada a la cuarta fase constructiva de Chavín de Huántar, al periodo Blanco & Negro. De ser así, desmentiríamos, en parte, los postulados que presentamos en los antecedentes que sugieren que el Canal de Rocas solo tuvo dos fases. Al cotejar ambas informaciones tenemos que la primera supuesta fase viene a ser nuestra segunda fase, y la segunda, nuestra tercera. Respecto al periodo Blanco & Negro, se menciona que durante este tiempo se le dio un mayor énfasis a los espacios abiertos, como las plazas (Kembel 2008: 51). Sin embargo, las deducciones que se desprende de nuestro estudio sugieren que el énfasis no solo estuvo allí, sino también en la instalación de los circuitos hidráulicos, lo cual nos motiva a pensar en la ejecución sincrónica de varios proyectos ingenieriles. En vista del crecimiento exponencial de las redes subterráneas y superficiales podríamos decir incluso, que la consigna del proyecto constructivo Blanco & Negro fue el manejo sabio y controlado de los flujos hídricos, demostrando la amplia capacidad y sofisticación que tuvieron los constructores Chavín. Por ende, no es de sorprender que los rumores sobre un canal que pase por debajo del río sea más una realidad tangible que una posibilidad remota. Uno de los aspectos que más resaltantes que se desprende de lo anterior es que, en las dos plazas circulares la trayectoria de los circuitos hidráulicos, sea de canaletas o ramales, configuran un tinkuy en forma de “Y”. Al observar la Figura 2.14, que corresponde a la supuesta primera Plaza Circular, notamos que las canaletas documentadas en esa unidad (F14) también se disponen en forma de “Y”. Esto nos motiva a pensar que el diseño de los ramales del Sector Rocas Lanzón ya existía en periodos anteriores, pero a menor escala. Esto nos permite suponer, que las canaletas de la primera Plaza Circular, cuyo periodo aún no está muy claro, fueron maximizadas durante el periodo Blanco & Negro como parte de la ampliación del sector Rocas Lanzón y la ejecución del episodio Plaza Circular Atrium (Kembel 2001, 2008). La supervivencia del diseño arquitectónico nos incita a pensar que hubo un patrón arquitectónico que trascendió en el tiempo (de Solà-Morales et al. 2000: 18), de manera análoga a la tradición alfarera (Rick 2014) y religiosa (Burger 1992, 1993; Fogelin 2007; Tello 1960; Willey 1951). Es posible que esta maximización haya estado correlacionada con un mayor énfasis en culto al agua, el cual se habría sido más tangible durante el periodo Blanco & Negro (Rick 2011). 298 Por otro lado, queda claro que la construcción del ramal RL.02 fue realizada en función de la Plaza Circular, particularmente por la intercomunicación de las escaleras ES.AS y ES.CP y por la presencia de los nichos. El hecho de que sean dos pares de estructuras complementarias sería, nuevamente, la manifestación arquitectónica de la dualidad complementaria Chavín (Burger y Salazar-Burger 1993: 98): en el primer caso, una escalera que te hace ingresar a la oscuridad del mundo subterráneo, cerca de otra escalera que te asciende a la luz de la Plaza Circular; y en el segundo caso, un nicho a la derecha y otro a la izquierda. Asimismo, por encontrarse en un canal subterráneo, que obviamente habría transportado agua, nos conduce a pensar que esta dualidad se extiende también al mundo subterráneo, al Uku Pacha. Si nos ubicamos en la Escalinata Oriental de la plaza, por donde habrían llegado los participantes del ritual, y hacemos un barrido horizontal de la arena es imposible ver la escalera ES.AS. En el caso de la escalera ES.CP, esta se hace más evidente conforme nos vamos acercando. Ambas estructuras serían más visibles desde un punto más alto, como por ejemplo la cima del Templo del Lanzón (Edificios A, B y C), el Atrio Sur (para ver la escalera ES.CP) o la Escalinata Central. Esto nos motiva a pensar que el diseño del ramal RL.02 fue planificado para que los participantes ingresaran al canal subterráneo desde un punto ciego, que sería el lado occidental del Atrio Sur, para luego salir a la Plaza Circular, específicamente al cuadrante suroeste. En ese sentido, la laja de piedra caliza ubicada al pie de la escalera ES.CP nos advierte de marcadores arquitectónicos para los participantes, lo cual es coherente con la naturaleza normativa, tradicionalista e invariable de los rituales (Bell 1997; Fogelin 2007). Esto implicaría que las performances rituales se hicieron de la “misma”2 manera durante los 300/400 años que duró el periodo B&N. La súbita aparición de personas le habría dado a estas performances un efecto “sorpresa”, ya sea para los participantes como para la audiencia3. De ello se desprende que el diseño arquitectónico del ramal RL.02, particularmente su área de circulación, haya sido planificado en función de la performatividad de la Plaza Circular, de su teatralidad. Este efecto de “apariciones misteriosas” también es registrado en el Templo de las Falcónidas, específicamente en el frontis oriental del Edificio A, donde puede apreciarse dos escaleras- balcones (Figura 6.26; Burger y Salazar-Burger 1993: 103; Kauffman 1983; von Hagen y Morris 1998: 73). Estas evidencias refuerzan la hipótesis de Rick y su equipo (1998: 211), quienes sostienen que las escalinatas y escaleras fueron sedes de varias actividades rituales. En el caso del ramal RL.02, este 2 Va entre comillas porque los rituales son dinámicos en el tiempo, pero pueden tener un mismo patrón conductual. Por ejemplo, la forma de las iglesias católicas romanas hace que los feligreses caminen por una misma línea para recibir la hostia. La única forma de cambiar es reformular todo el diseño arquitectónico de la iglesia. 3 Esta configuración espacial es similar a algunas Kivas de gran tamaño como Casa Rinconada, en el Cañón del Chaco (Triadán 2006: 173). 299 enunciado se ve doblemente reforzado por los rastros de un posible ritual cratófono en las inmediaciones de la escalera ES.CP (Rick 2011). Figura 6.26. Escalinata-balcón del Edificio A (Tello 1960: Lámina V, A). Con todo lo dicho hasta el momento podemos asumir que, el ramal RL.02 mantuvo la principal función del ramal RL.01, que consistía en suministrar constantes flujos de agua al Templo del Lanzón. La presencia de los tributarios verticales TV.01-RL.02 y TV.02-RL.02 y el enlace con CC.02 confirmarían que una de las funciones de este canal subterráneo fue también proteger esta parte del Templo del Lanzón, desaguando las aguas lluvia que fluían por los alimentadores y en la superficie externa. Por su parte, la implícita ritualidad de la Plaza Circular y los vanos de acceso formales documentados en este canal subterráneo –las escaleras ES.AS y ES.CP– nos motiva a pensar que algunos de los segmentos de este ramal habrían servido para ritualizar el espacio, sirviendo como un área de circulación para los agentes humanos que participaban en las performances rituales de la Plaza Circular. Asimismo, estas escaleras nos incitan a pensar que el sector Rocas Lanzón tuvo que tener un mantenimiento constante; lo cual tiene sentido si consideramos que el vano de ES.CP fue un repositorio de ofrendas producto de un ritual cratófono (Rick 2011). De ser cierta esta hipótesis, es posible que este sector, y quizás todo el Canal de Rocas, haya necesitado una limpieza cíclica, que se vería facilitada por la construcción de estas estructuras complementarias. Otra área de circulación sería la parte central del Segmento G, desde ES.CP hasta el nicho NI.02-RL.02. La ubicación 300 de los nichos, al centro de la plaza, insinúa la presencia de agentes humanos en la mitad de la Sección III, quienes, muy probablemente, habrían ofrecido sus ofrendas al mundo de las aguas subterráneas. Concluyendo este punto, puede decirse que el sector Rocas Lanzón es una red que integra armoniosamente la arquitectura externa, interna y el paisaje. Considerando el marco temporal de nuestra investigación, el periodo Blanco & Negro, nos gustaría tratar ciertos puntos en la discusión. El primero de ellos está relacionado al diseño externo del sector Rocas Lanzón. El segundo está vinculado al modelo de organización laboral necesario para la instalación del ramal RL.02. El tercero está asociado a la interrelación con otros sistemas hidráulicos de la era Formativa. El cuarto, y último, aborda el diseño interno del ramal RL.02 en relación con las performances rituales que se desplegaron en la Plaza Circular. Estos cuatro puntos nos permitirán dilucidar un poco más sobre la ideología religiosa que sirvió de base para planificar y ejecutar un proyecto constructivo tan complejo y sofisticado como es el Templo del Lanzón. Fase 4 Dadas sus cualidades constructivas lo más probable es que la 4ta fase del ramal RL.02 haya ocurrido durante la época Recuay, lo cual es respaldado por la evidencia alfarera recuperada en su interior (véase Capítulos 7 y 8). Si bien es cierto que el patrón constructivo no es tan refinado como el de la época anterior, se aprecia la intención de mantener esta pared es una posición relativamente estable. Es posible entonces, que los pobladores Recuay hayan necesitado recubrir este espacio para nivelar la superficie externa y poder así construir sus residencias u otros recintos de naturaleza doméstica, tal como sucede en otras zonas de la Plaza Circular (Lumbreras 2007: 132). En ese sentido, podríamos añadir la transformación del tributario TV.02-RL.03 en una cista Recuay (Rick y Mesía 2005: 44); y también el hallazgo de contextos funerarios de la misma época en el sector Rocas Falcónidas (RF.01-Sección V, Velasco 2008). Si nuestras hipótesis son correctas, esta fase representaría la cuarta fase del sector Rocas Lanzón, y estaría en correspondencia con la cuarta fase del Canal de Rocas. En el caso del ramal RL.02 esta fase implicó la construcción del Segmento F, el cual implica un cierre definitivo del espacio interno, encapsulando tiempo y materia hasta la llegada de los arqueólogos. 6.2.3 Síntesis Nuestro objetivo general es la periodización del ramal RL.02. A lo largo de este capítulo hemos descrito detalladamente la técnica constructiva del ramal RL.02, lo cual nos ha permitido reconocer ocho (8) segmentos que configuran una secuencia constructiva de cuatro (4) fases (Tabla 6.1). Las tres primeras 301 corresponderían a la época Chavín y la cuarta, a la época Recuay. Esto nos permitió hacer elucubraciones sobre la temporalidad del sector Rocas Lanzón y su relación con la secuencia constructiva de Chavín de Huántar. Es muy posible que las fases de este sector se vinculen directamente al Canal de Rocas, pero todavía faltan más estudios que confirmen este argumento. Si nuestras hipótesis son correctas el sector Rocas Lanzón, y por ende, el Canal de Rocas, tendrían las siguientes fases: 1. La primera correspondería a la Sección II del ramal RL.01 y al ramal RF.01-Sección I. Estaría vinculada a la fase Montículos Separado. Desde una perspectiva puramente arquitectónica, la función del ramal RL.01 fue suministrar agua al Templo del Lanzón. 2. La segunda correspondería a la Sección III del ramal RL.01 (Segmento A) y al episodio constructivo Upper Pasos Perdidos de Ai-PP. Estaría vinculada a la fase Expansión. Las funciones de RL.01 serían suministrar y proteger. 3. La tercera correspondería al ramal RL.02 (Segmentos B, C, D, E, G y H), a todos los otros ramales (RL.03, RL.04 y RL.05) y alimentadores (Ai-PP [Lower Pasos Perdidos], Ae-CC, Ai-EC y Ae- CP) que conforman el Sector Rocas Lanzón, más una gran parte del Sector Rocas Falcónidas, y a la totalidad del Sector Rocas Mosna. Esta etapa estaría vinculada a la fase Blanco & Negro. Las funciones del ramal RL.02 serían suministrar, proteger y ritualizar. 4. La cuarta correspondería al uso que le dieron los Recuay al Canal de Rocas. En el caso específico del ramal RL.02 esto se ha materializado con el Segmento F y algunos depósitos culturales que parecen ser desechos domésticos (véase Capítulos 7 y 8). En otros casos el Canal de Rocas se habría usado como una cista (TV.02-RL.03) o área funeraria (RF.01-Sección V). Fase Segmentos Funciones Estructuras relacionadas 1ra RL.01-Sección I Suministro RL.01 RL.01-Seccion Protección TV.04-RL.01, TL.03-RL.01 y SE-01 II 2da A Suministro RL.01 Protección TV.01-RL.02; TV.02-RL.02 y CC.02 3ra B, C, D, E, y G Suministro RL.01 y RL.02 Ritual ES.AS, ES.CP, NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02 4ta F Clausura* ES.AS-W’ y SE-2 Tabla 6.1. Secuencia constructiva del ramal RL.02 y sus funciones. *No es una función en sí. Como comentario final, las tres fases del Canal de Rocas que corresponden a la época Chavín nos advierten del altísimo nivel que tenía esta sociedad respecto a la arquitectura, la astronomía y la ingeniería. La manera 302 armónica en cómo se conjuga la arquitectura externa con la red de circuitos hidráulicos es prueba de su refinada sofisticación para manejar el agua; y al mismo tiempo, es la manifestación de la formidable diligencia y planeamiento que tuvieron sus constructores, particularmente durante el periodo B&N, tiempo en el que el agua parece haber tenido un papel más que protagónico. A seguir, el análisis estratigráfico del ramal RL.02. La identificación de las fases arquitectónicas será de gran utilidad para entender el proceso de formación que tuvieron los sedimentos al interior de esta estructura hidráulica. 303 Capítulo 7. Análisis estratigráfico En el presente capítulo se hará una descripción exhaustiva de las capas y niveles identificados en cada una de las secciones del ramal RL.02. La finalidad de ello es entender su comportamiento para así correlacionarlos y establecer una secuencia estratigráfica general que se vincule a las fases arquitectónicas del capítulo anterior y que permita el análisis de las evidencias culturales. 7.1 Sección I En esta sección fueron reconocidas las capas A, B, C –conformada por los niveles 1, 2 y 3-, y D; lo que hace un total de seis estratos. Al observar la deposición de los sedimentos sobresale un fuerte cambio del volumen aproximadamente 2 m al oeste del TV.02-RL.02 (Figura 7.1), el cual conecta con Ai-PP (Figura 7.2). Esta diferencia sustancial del volumen nos dio pie a establecer el Marcador Estratigráfico 1. Cabe precisar que durante la excavación del ramal, justamente a la altura del tributario TV.02-RL.02, se halló un botella de Inka Cola y rocas medianas (Figura 7.1.a), lo que sugiere el ingreso de elementos intrusivos a la red primaria se ha dado hasta la actualidad. A seguir, la descripción detallada de cada sedimento. Figura 7.1. Comparación entre los perfiles oeste de las unidades CdH-CP-RO-SW25, al este de ME-1 (izquierda) y CdH-CP-RO-SW29, al oeste de ME-1 (derecha). 304 305 Figura 7.2. Estratigrafía general de la Sección I. 7.1.1 Capa A Estrato de origen natural producto del asentamiento de sedimentos finos. Posee dos componentes principales: arcilla de color marrón grisáceo muy oscuro (Munsell 10YR 3/2) y arcilla de color gris muy oscuro (Munsell 5YR 3/1). De textura arcillosa; muy plástico; compactación entre baja y muy baja; húmedo y de extracción muy sencilla. La superficie estaba salpicada de un moho blanquecino. La capa se distribuía a lo largo de la Sección I. Su deposición habría sido horizontal con una ligera inclinación hacia el este, formando láminas delgadas de 2 mm. Su espesor varió entre 2 (al oeste de ME- 1) y 8 cm (al este de ME-1), aunque llega a tener menos de un 1 cm en algunas unidades. Presentaba tres relaciones estratigráficas: un contacto vertical-horizontal/gradual con la Capa B, un contacto vertical/abrupto con la Capa C/Nivel 1 y otro de la misma clase con la Capa C/Nivel 2. Se observan algunas diferencias respecto a ME-1. Al oeste, se registra una mayor presencia del segundo componente – arcilla de color gris muy oscuro– y la forma del estrato fue ondulada, puesto que habría sido modificada superficialmente por la Capa B. Al este, se documentó una mayor presencia del primer componente – arcilla marrón grisácea oscura– y la forma del estrato fue tabular. No contuvo evidencias culturales. Se registraron también, lentes de arena fina, arena gruesa y la combinación de arena y arcilla. Este último es el más notable, localizándoselo en el extremo oeste de la Sección I, cerca de RL.01-S, por debajo de la Laja 6 de TL.03-RL.01. Este lente era de color marrón oscuro (Munsell 10YR 3/3) y estaba compuesto por arcilla y arenas de grano fino y grueso. Los granos eran de selección moderada y baja esfericidad (similar a la Capa B de esta sección, véase abajo). De textura franco arcillo-arenosa; plasticidad, moderada; compactación, baja; húmedo; y extracción sencilla. Estratigráficamente, se ubicaba sobre la arcilla de color gris muy oscuro y su forma era irregular, formando una pequeña elevación de 4 cm. Por estas razones es posible que la orientación de la deposición haya sido vertical, teniendo como fuente de origen al tributario TL.03-RL.01. No se recuperaron evidencias culturales de este lente. 7.1.2 Capa B Estrato de origen natural producto del transcurso de una corriente de agua al interior del ramal. Era de color marrón olivo (Munsell 2.5Y 4/3) y estuvo compuesto por arena de grano grueso, selección moderada y baja esfericidad. De textura arenosa; poco plástico; compactación, baja; húmedo y extracción sencilla. 306 La capa se distribuía por toda la Sección I. Su deposición habría sido horizontal con una ligera inclinación hacia el este. Se documentaron ciertas diferencias respecto a ME-1. Al oeste, tenía una forma acanalada, dando la apariencia de un surco sinuoso, su espesor promedio fue 10 cm y su ancho no superaba los 15 cm. Al este, tenía forma lenticular, no mayor a 2 cm de espesor. Presentaba dos relaciones estratigráficas: un contacto horizontal/gradual con la Capa A y un contacto vertical/gradual con la Capa C/Nivel 1 a manera de ramificaciones. No contuvo evidencias culturales. 7.1.3 Capa C/Nivel 1 Estrato de origen natural producto de la sedimentación y asentamiento de corrientes de agua. Era de color marrón (Munsell 7.5YR 5/4) y se encontraba compuesto básicamente por arcilla. De textura arcillosa; muy plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo (próximo a su superficie) o húmedo (cerca de la base del nivel); y extracción sencilla. Algunos perfiles revelan filtraciones de arena de color negruzco provenientes de la Capa B. Estas filtraciones tienen un ancho irregular y su espesor puede llegar a alcanzar los 20 cm en algunas unidades. El nivel se distribuía por toda la Sección I. Su deposición habría sido horizontal, formando láminas delgadas de 2 mm. Presentaba una superficie relativamente plana, con una ligera inclinación hacia el este. La forma del estrato fue tabular, aunque con ciertas diferencias respecto a ME-1. Al oeste, mantuvo una medida constante de 40 cm y tuvo dos contactos: vertical/abrupto con la Capa C/Nivel 3 y horizontal/gradual con la Capa C/Nivel 2, justo por debajo de TV.02-RL.02. Al este, su espesor fluctuaba entre los 16 y 40 cm, condicionado por las piedras de la Capa D, y tuvo también dos contactos: vertical/abrupto con la Capa D y vertical-horizontal/abrupto con la Capa B/Nivel 3 de la Sección II (véase 7.2.4). El segundo contacto estaba focalizado en los últimos 40 centímetros de esta sección (unidad SW22). No contuvo evidencias culturales. 7.1.4 Capa C/Nivel 2 Estrato de origen natural producto de la sedimentación y asentamiento de corrientes de agua. Era de color marrón rojizo oscuro y estaba compuesto por arcilla. De textura arcillosa; muy plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo (un poco más seca que la Capa C/Nivel 1); y extracción sencilla. A rasgos generales, presenta características muy similares con la Capa C/Nivel 1, a excepción de su color. 307 Su distribución fue restringida, localizándoselo justo por debajo de TV.02-RL.02. Su forma era acanalada, con la apariencia de un bolsón; por lo que su deposición habría sido vertical, probablemente del tributario TV.02-RL.02. Medía 92 cm de largo (O-E), 52 cm de ancho (N-S) y 23 cm de espesor. Su superficie era relativamente plana, con una ligera inclinación hacia el este. Presentaba un contacto vertical- horizontal/gradual con la Capa C/Nivel 1. No contuvo evidencias culturales. 7.1.5 Capa C/Nivel 3 Estrato de origen natural producto de la sedimentación y asentamiento de corrientes de agua. Estuvo compuesto por arcillas de diferente tonalidades de marrón, una rojiza (Munsell 7.5YR 5/4, similar a la Capa C/Nivel 1) y otra más oscura (Munsell 10YR 4/3). De textura arcillosa; muy plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo (próximo a su superficie) o húmedo (cerca de la base del nivel); y extracción sencilla. A rasgos generales, este nivel exhibe características muy similares a los dos niveles anteriores. Se distribuye únicamente al oeste de ME-1. Su deposición habría sido horizontal, formando láminas delgadas de 3 mm. Estas se combinaron intercaladamente, sugiriendo un flujo constante de “micro” deposiciones ordenadas que comenzarían con el asentamiento de la arcilla marrón oscura seguido de la arcilla marrón rojiza. La forma del estrato era tabular con un espesor promedio de 12 cm. Su superficie fue plana, con una ligera inclinación hacia el este. Tuvo un contacto vertical/abrupto con la Capa D y en algunas unidades con la base del ramal. No contuvo evidencias culturales. 7.1.6 Capa D Estrato de origen antrópico. Era de color marrón olivo (Munsell 2.5Y 4/3) y estaba compuesto por arcilla; arena de grano grueso, selección moderada y baja esfericidad; y grava fina. Tuvo inclusiones de rocas sub-angulares pequeñas, medianas y grandes en densidad moderada y distribución aleatoria. Su presencia afectó sutilmente la coloración del sedimento, su estado de humedad y compactación. De textura franco-arcillosa; moderadamente plástico; compactación, moderada; muy húmedo, percibiéndose un aumento progresivo hacia la base; y extracción difícil. 308 Se distribuía por toda la Sección I en contacto directo con la base del ramal. Su deposición habría sido horizontal, con una ligera inclinación hacia el este debido a la pendiente arquitectónica del canal. Se observaron diferencias muy marcadas respecto a ME-1. Al oeste, la forma era lenticular y su superficie relativamente plana, salvo en el extremo oriental de la sección donde fue irregular. En su recorrido, se observaron tenues -pero significativas- fluctuaciones de su espesor. Inicialmente, se registra un promedio de 5 cm. Luego, en la curva que se dirige hacia el este aumenta 2 cm, alcanzando un máximo de 15 cm al lado de la pared RL.02-N. Inmediatamente después de esta desviación, el espesor disminuye paulatinamente hasta los 3 cm cerca de las paredes y menos de 1 cm hacia el centro del ramal, siendo en algunas unidades prácticamente inexistente. Este comportamiento fue constante los siguientes siete metros hasta aproximarse a ME-1, donde incrementa su promedio a 10 cm debido a la acumulación de rocas pequeñas. En esta parte, la distribución de las evidencias culturales fue aleatoria y su densidad, muy baja; reflejando una relación directamente proporcional con el grosor de la capa. Se recuperaron fragmentos de cerámica –de época Chavín (Figura 7.3) –, deshechos líticos, artefactos de cerámica en proceso, artefactos líticos (Figura 7.4), restos malacológicos y restos óseos animales. Figura 7.3. Cuerpo decorado con incisiones de Figura 7.4. Artefacto lítico, cuenta de piedra, Capa época Chavín, Capa D, Sección III. D, Sección III. Al este, la forma era tabular, pero con una superficie irregular debido a la presencia de piedras grandes y medianas. Además, se documentaron filtraciones de arcilla marrón procedentes del nivel superior (Capa C/Nivel 1), e inclusiones de cúmulos arcillosos compactados de coloración verdosa, grisácea o anaranjada y partículas de carbón vegetal en alta densidad. Todas estas inclusiones se distribuyeron aleatoriamente. En vista de ellos, resulta muy probable que el sedimento original haya contenido un alto porcentaje de material orgánico. Su espesor exhibe diferencias importantes: cerca de ME-1 alcanza un máximo de 34 309 cm; luego, por debajo de TV.02-RL.02, aumenta a 63 cm, casi el doble en comparación con la medida anterior; y en el resto de la sección, el grosor disminuye sutilmente a un valor promedio de 57 cm. La densidad de material cultural es moderada y su distribución, aleatoria. Encontramos fragmentos de cerámica –de época Chavín (Figura 7.5)–, deshechos líticos, artefactos de cerámica, artefactos de piedra – lajas de pizarra decoradas (Figura 7.6)–, artefactos óseos (Figura 7.7), restos malacológicos, restos óseos animales y restos óseos humanos (Figura 7.8). Es preciso señalar, que la densidad del material óseo – tanto humano como animal– es particularmente mayor en los dos últimos metros de esta sección (unidades SW22 y SW23). Figura 7.5. Cuerpo decorado con incisiones de Figura 7.6. Bloque de pizarra tallada con iconografía época Chavín, Capa D, Seccion III. Chavín, Capa D, Sección III. Figura 7.7. Artefacto óseo, posible tableta de rapé, Figura 7.8. Restos óseos humanos documentados en el Capa D, Sección III. perfil de la unidad SW23, Capa C, Sección III. 310 7.2 Sección II En esta sección se registraron las capas A, B –conformada por los niveles 1, 2, 3, C y D; lo que hace un total de seis estratos (Figura 7.9). Como puede verse en la Figura 7.10, la mayoría de ellos estuvo condicionada por la arquitectura de esta sección; pudiéndose distinguir dos áreas: la escalera ES.AS y el ramal. A seguir, la descripción detallada de los sedimentos. Figura 7.9. Perfil sur de la unidad SW21-I1, inicio de las excavaciones de la escalera ES.AS. 311 Figura 7.10. Estratigrafía general de la Sección II. 7.2.1 Capa A Estrato de origen natural producto de la humedad y filtraciones de agua al interior de esta sección. Era de color marrón rojizo y estuvo compuesto principalmente por arcilla. Contenía inclusiones en baja densidad y distribución aleatoria de rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas y medianas; y partículas de carbón vegetal. Lo más probable es que la fuente original de estas inclusiones haya sido la Capa B (véase abajo). De textura arcillosa; muy plástico; compactación baja; húmedo y extracción sencilla. 312 Su distribución abarca toda la escalera ES.AS y el 70% del ramal, ausentándose en el extremo norte del mismo. La deposición habría sido horizontal, con una marcada pendiente hacia el norte por la presencia de ES.AS. Su espesor fluctuaba según su posición en la sección: comenzó con 3 cm en el extremo sur; luego, en el límite norte de ES.AS, aumentó a 12 cm, y finalmente, en el ramal, se redujo paulatinamente hasta desaparecer. La forma del estrato fue tabular, aunque con ciertas diferencias respecto a su superficie: relativamente plana con rocas muy pequeñas y pequeñas en el área de ES.AS; e irregular con rocas medianas en el área del ramal. Tuvo un contacto vertical/gradual con la Capa B/Nivel 1. La densidad de evidencias culturales fue baja y su distribución aleatoria, con una mayor concentración de evidencias en el área del ramal. Se hallaron fragmentos de cerámica –posiblemente de época Recuay–, restos malacológicos, artefactos de hueso y esquirlas de obsidiana. Al igual que las inclusiones, es muy probable que las evidencias culturales aquí halladas correspondan, en realidad, a la Capa B. 7.2.2 Capa B/Nivel 1 Estrato de origen antrópico de color marrón rojizo oscuro. Estuvo compuesto por arcilla y arena de grano grueso, selección mala y baja esfericidad. Contenía inclusiones de rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas (ej. roca caliza blanca) y medianas, partículas de carbón vegetal, y pequeños cúmulos arcillosos de tonalidades verdosas y amarillentas que muy posiblemente sean de origen orgánico. En todos los casos la distribución fue aleatoria y su densidad, moderada. De textura franco-arcillosa; moderadamente plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo y extracción sencilla. Su distribución abarca toda la escalera ES.AS y el 70% del ramal, ausentándose en el extremo norte del mismo. La deposición fue horizontal, con una marcada pendiente hacia el norte por la presencia de ES.AS. Su espesor promedio mide 8 cm, pero es menor en el extremo sur y mayor en el norte. La forma del estrato fue tabular con una superficie irregular a la altura del ramal debido a la concentración de rocas medianas. Tuvo un contacto vertical/gradual con la Capa B/Nivel 2. La densidad de evidencias culturales fue moderada y su distribución, aleatoria; observándose una mayor concentración de evidencias culturales a la altura del ramal. Se recolectaron fragmentos de cerámica –de época Recuay (Figura 7.11) –, artefactos óseos, artefactos líticos y restos óseos animales. 313 Figura 7.11. Fragmentos de cerámica de época Recuay recuperados en la Capa B/Nivel 1, Sección II. 7.2.3 Capa B/Nivel 2 Estrato de origen antrópico de color negro. Estuvo compuesto por arcilla; arena de grano grueso, selección mala y baja esfericidad. Contuvo inclusiones de rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas y medianas distribuidas aleatoriamente en densidad moderada; y una concentración muy alta de carbón vegetal repartido en toda la extensión del nivel, razón por la cual adquiere ese color oscuro. De textura franco arcillo-arenosa; moderadamente plástico, compactación moderada; ligeramente húmedo y extracción sencilla. Se distribución comprende desde el Peldaño 9 hasta las tres cuartas partes del ramal. Su deposición fue horizontal, con una marcada pendiente hacia el norte por la presencia de ES.AS. Su espesor oscilaba entre los 5 y 20 cm, mostrando un incremento progresivo en dirección al norte, particularmente a la altura de los Peldaños 1 y 4. La forma del estrato era tabular, con una superficie irregular en toda la sección, sobre todo a la altura del ramal donde se documentó una mayor concentración de rocas de diferente tamaño. Tuvo un contacto vertical/abrupto con la Capa B/Nivel 3. La densidad de evidencias culturales fue moderada y su distribución, aleatoria; observándose una mayor concentración de evidencias arqueológicas en el área del ramal. Se recuperaron fragmentos de cerámica – de época Recuay (Figura 7.12) –, artefactos óseos, artefactos líticos y restos óseos animales. 314 Figura 7.12. Fragmentos de cerámica de época Recuay hallados en la Capa B/Nivel 2, Sección II. 7.2.4 Capa B/Nivel 3 Estrato de origen antrópico de color marrón oscuro. Estuvo compuesto por arcilla; arena de grano grueso, selección mala y baja esfericidad1. De textura franco arcillo-arenosa; moderadamente plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo y extracción algo complicada. Contenía inclusiones de rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas, medianas y grandes; partículas de carbón vegetal; y minerales amarillos, blancos y rojizos. En todos los casos la densidad fue moderada y su distribución, aleatoria. 1 Se registró un incremento de este componente en los últimos peldaños de ES.AS (unidad SW21-I3). 315 Su distribución abarca toda la Sección II, los últimos cuarenta centímetros de la Sección I (unidad SW22), y los primeros cuatro metros de la Sección III (unidades SW18a, SW18b, SW19 y SW20). En esta última se advierte la conversión de capa a lente, la cual ocurre a aproximadamente a un metro del punto de intersección entre las secciones correspondientes. Su deposición fue horizontal, con una marcada pendiente hacia el norte por la presencia de ES.AS. El espesor estuvo condicionado por la arquitectura, observándose un incremento progresivo. Desde el Peldaño 13 al 8 tuvo un espesor máximo de 23 cm; del Peldaño 7 al 1 la acumulación fue mayor, alcanzando un pico de 77 cm sobre el Peldaño 4; y finalmente, en el ramal, la dispersión fue más pareja, obteniéndose un espesor promedio de 34 cm. Tanto la forma, como la superficie fueron irregulares a lo largo de su distribución; sobre todo a la altura del ramal, donde se registró una alta densidad de rocas medianas y grandes (Figura 7.13). Su presencia aumentó el nivel de humedad y afectó considerablemente la topografía de los niveles superiores e inferiores. En el límite norte de ES.AS la mayoría de rocas medianas se ubican cerca de la superficie del nivel; mientras que en el ramal, estas se distribuyen de forma aleatoria. Presentó tres relaciones estratigráficas: un contacto vertical/gradual con la Capa C de esta sección; un contacto vertical- horizontal/gradual con la Capa C/Nivel 1 de la Sección I; y un contacto horizontal/gradual con la Capa A de la Sección III. Figura 7.13. Perfil este de la unidad SW20. Nótense las rocas grandes provenientes de ES.AS. 316 La densidad de evidencias culturales fue alta y su distribución, aleatoria; observándose una mayor concentración en el área del ramal. Se recuperó una gran cantidad de fragmentos – muy posiblemente de época Recuay (Figura 7.14) –, artefactos óseos (Figura 7.15), desechos líticos y restos óseos animales. Figura 7.14. Fragmentos de cerámica de época Recuay recuperados en la Capa B/Nivel 3, Sección II. Figura 7.15. Artefacto óseo, peine de época Recuay, Capa B/Nivel 3, Sección II. 317 7.2.5 Capa C Estrato de origen natural producto de la sedimentación y asentamiento de corrientes de agua. Era de color marrón rojizo (Munsell 5YR 4/3) y estaba compuesto básicamente por arcilla. De textura arcillosa; muy plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo; y extracción medio difícil. Presentó filtraciones de la Capa B/Nivel 3 que se distribuyeron aleatoriamente. Sus características son, en esencia, las mismas que la Capa C/Nivel 1 de la Sección I, pero con ciertas particularidades. Su distribución abarcó únicamente el área del ramal. Su deposición habría sido horizontal, formando láminas delgadas de 2 mm. Su espesor fluctuaba entre 12 y 18 cm, siendo condicionado por la presencia de rocas grandes y medianas de la Capa B/Nivel 2 y por las oscilaciones de la Capa D. Esto hizo que la forma del estrato y su superficie sean irregulares. Tuvo un contacto vertical/abrupto con la Capa D. La densidad de evidencias culturales fue muy baja y su distribución, aleatoria. Se recuperó una cantidad muy baja de fragmentos de cerámica –de épocas Chavín y Recuay (Figura 7.16). La conjunción de evidencia de épocas distintas sugiere la posibilidad de que esta capa fue un área de mezcla estratigráfica. Figura 7.16. Fragmentos de cerámica de las épocas Chavín (izquierda) y Recuay (derecha), Capa C, Sección II. 318 7.2.6 Capa D Estrato de origen antrópico de color marrón olivo (Munsell 2.5Y 4/3). Estuvo compuesto por arcilla; arena de grano grueso, selección moderada y baja esfericidad; y grava fina. De textura franco-arcillosa; moderadamente plástico; compactación moderada; muy húmedo (en la superficie) o mojado (en la base de la capa); y extracción complicada. Contenía inclusiones de rocas sub-angulares pequeñas, medianas y grandes; partículas de carbón vegetal y filtraciones superficiales de arcilla marrón rojiza procedentes de la Capa C. Todas ellas en alta densidad y distribución aleatoria. Es muy posible que haya contenido una gran cantidad de material orgánico. La presencia de rocas afectó sutilmente la coloración del sedimento, el estado de humedad y su compactación. Sus características generales coinciden con la descripción de las capas D de la Sección I. Su distribución ha sido documentada en los tres primeros peldaños de ES.AS y en toda el área del ramal. La deposición fue horizontal; su forma, irregular y su superficie, también irregular. El espesor estuvo condicionado por la arquitectura del ramal; observándose que en el Peldaño 3 no supera los 5 cm, en el Peldaño 1 bordea los 40 cm y en el ramal su promedio fue 64 cm. Tuvo un contacto directo con el piso de lajas del canal y los peldaños de la escalera. La densidad de evidencias culturales fue muy alta y su distribución, aleatoria; distinguiéndose una mayor concentración a la altura del ramal. Se recolectaron fragmentos de cerámica –de época Chavín (Figura 7.17) –, desechos líticos –en los que destacan lascas de obsidiana–, restos de arcilla quemada, restos malacológicos, fragmentos de antracita, restos óseos humanos (figuras 7.18) y restos óseos animales. Es importante señalar que hubo una densidad muy alta de restos óseos humanos, hecho similar a lo observado en los últimos metros de la Sección III. Figura 7.17. Fragmentos de cerámica de época Chavín recuperados de la Capa D, Sección II. 319 Figura 7.18. Restos óseos humanos recuperados de la Capa D, Sección II. 320 7.3 Sección III En esta sección se documentaron tres estratos: las capas A, B y C. Al observar la deposición de los sedimentos resalta una acumulación de forma cónica en el vano de acceso de la escalera ES.CP, la cual habría generado notables diferencias estratigráficas. Esto dio a lugar el establecimiento del segundo marcador estratigráfico (ME-2), distinguiéndose un lado oeste y un lado este (Figura 7.19). Asimismo, en el extremo oriental de esta sección, 3.5 m antes de la conexión con el ramal RL.03, se identificó un incremento progresivo del volumen, lo cual nos permitió determinar un tercer marcador estratigráfico (ME-3). Debido a que se encuentra en esta parte distal, no se harán las subdivisiones espaciales como en los casos anteriores (véase Figura 7.20). En las siguientes páginas, la descripción de las capas mencionadas, enfatizándose las diferencias respecto a ME-2. F Figura 7.19. Comparación de los perfiles este de las unidades SW15, 3 m al este de ME-2 (izquierda) y SW18a, inmediatamente al oeste de ME-2 (derecha). 321 322 Figura 7.20. Estratigrafía general de la Sección III. 7.3.1 Capa A Estrato de origen natural producto de la sedimentación y asentamiento de sedimentos finos. Era de color marrón grisáceo muy oscuro (Munsell 10YR 3/2) y estuvo compuesto básicamente por arcilla. De textura arcillosa; muy plástico; compactación baja; húmedo y extracción sencilla. Contenía inclusiones de rocas sub-angulares pequeñas y medianas en baja densidad y distribución focalizada, concentrándose la mayoría de estas a la altura de ME-2, en el vano de acceso de ES.CP. Su distribución comprendió toda la Sección III. Su deposición fue horizontal, con una ligera inclinación hacia el este. Se observan varias diferencias en función a ME-2. Al oeste, su espesor osciló entre 5 y 10 cm; la forma del estrato fue ondulada; y su superficie, irregular. En esta parte tuvo dos relaciones estratigráficas: un contacto vertical/gradual con la Capa B y un contacto horizontal/difuso con la Capa B/Nivel 3 de la Sección II (véase 7.2.4). Al oriente su espesor promedio fue 12 cm; la forma del estrato era tabular; y su superficie fue relativamente plana, advirtiéndose un moho blanquecino similar al de la Capa A de la Sección I. En este lado se registró un contacto vertical/gradual con la Capa B. Si se consideran ambas partes, la densidad de evidencias culturales fue muy baja y su distribución, focalizada, concentrándose la mayoría de evidencias desde la escalera ES.CP hasta la intersección con la Sección II. Se recuperaron tiestos de cerámica –de época Recuay (Figura 7.21) y artefactos de cerámica (Figura 7.22). Figura 7.21. Fragmentos de cerámica de época Recuay provenientes de la Capa A, Sección III. 323 Figura 7.22. Artefacto de cerámica, posible cuchara, Capa A, Sección III. 7.3.2 Capa B Estrato de origen natural producto de la sedimentación y asentamiento de corrientes de agua. Era de color marrón (Munsell 7.5YR 5/4) y estuvo compuesto básicamente por arcilla. De textura arcillosa; muy plástico; compactación moderada; ligeramente húmedo (próximo a la superficie) o húmedo (próximo a la base de la capa); y extracción sencilla. Contuvo inclusiones de rocas sub-angulares pequeñas en baja densidad y distribución aleatoria. Estas se concentraban en el vano de acceso de la escalera ES.CP. Asimismo, algunas unidades registraron lentes muy delgados de arena fina. Además, algunos perfiles documentaron filtraciones de arcilla provenientes de la Capa A. La distribución de estas habría sido aleatoria, su ancho era irregular y su espesor llegó a alcanzar los 20 cm en algunos casos. Por sus características físicas este sedimento es análogo a la Capa C/Nivel 1 de la Sección I y a la Capa C de la Sección II. Su distribución comprende toda la Sección III. Su deposición fue horizontal con una ligera inclinación hacia el este, formando láminas delgadas de 2 mm. Su forma fue tabular, aunque con ciertas diferencias respecto a ME-2. Al oeste, la superficie fue irregular y su espesor fluctúa entre 5 y 27 cm, condicionado por las rocas de la Capa C (véase abajo). En esta parte se observan dos relaciones estratigráficas: un contacto vertical-horizontal/abrupto con la Capa C y un contacto horizontal/gradual con la Capa B/Nivel 3 de la Sección II (véase 7.2.4). Este último ocurrió en el extremo oeste de esta sección (unidad SW20). Cabe mencionar que, a la altura de ME-2 este contacto se dio de manera turbulenta, lo cual coincide con la distribución de las rocas pequeñas. Justamente aquí, por debajo de la escalera ES.CP, se distingue otra área de mezcla estratigráfica (Figura 7.23). Esto pudo haberse generado por la conjunción de varios 324 factores, entre ellos la fuerza de arrastre que tuvo este sedimento al momento de su deposición, el volumen de la Capa C a la altura de ME-2 y las restricciones arquitectónicas de la escalera. Figura 7.23. Área de mezcla por debajo de ES.CP. Nótese las vigas de los peldaños descendiendo. Al este de ME-2, la superficie fue prácticamente plana y su espesor osciló entre los 15 y 60 cm, siendo esta última cifra la más constante. En casi toda esta parte se registra un contacto vertical/abrupto con la Capa C, excepto en los últimos metros de esta sección: desde ME-3 hasta la conexión con el ramal RL.03. Allí, el contacto con la Capa C fue horizontal-vertical/gradual, reconociéndose una combinación de ambas capas. La densidad de evidencias culturales fue muy baja y su distribución, focalizada: únicamente en el área de mezcla por debajo de ES.CP. Entre las evidencias culturales tenemos fragmentos de cerámica – posiblemente de épocas Chavín y Recuay (Figura 7.24) –, artefactos óseos (Figura 7.25) y deshechos líticos. 325 Figura 7.24. Fragmento de cerámica de las épocas Chavín (izquierda) y Recuay (derecha) halladas en el área de mezcla por debajo de ES.CP, Sección III. Figura 7.25. Artefacto óseo recuperado en el área de mezcla por debajo de ES.CP, Sección III. 326 7.3.3 Capa C Estrato de origen antrópico de color marrón grisáceo oscuro (Munsell 10YR 4/2). Estuvo compuesto por arcilla; arena de grano grueso, selección moderada y baja esfericidad; y grava fina. De textura franco arcillo-arenosa; moderadamente plástico; compactación baja; húmedo (en la superficie) o muy húmedo (en la base de la capa); y extracción relativamente difícil. Presentaba inclusiones de rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas (ej. piedra caliza blanca), medianas y grandes, las cuales se concentraron particularmente en ME-2 y ME-3. Su presencia afectó ligeramente la coloración del sedimento, su estado de humedad y compactación. Contuvo también partículas de carbón vegetal en alta densidad y distribución aleatoria; más filtraciones superficiales de arcilla marrón rojiza procedentes de la Capa B. Es muy posible que haya contenido gran cantidad de material orgánico. Dadas sus características generales, este sedimento es semejante a las capas D referidas en las secciones I y II. Su distribución comprende toda la Sección III, en contacto directo con la base del ramal. La deposición fue horizontal, con una ligera inclinación hacia el este. La forma del estrato fue tabular, pero con marcadas diferencias respecto a ME-2. Al oeste, la superficie fue irregular, advirtiéndose gran cantidad de rocas medianas y grandes. Su espesor oscilaba entre 60 y 90 cm. Esta última cifra representa una concentración de forma cónica localiza justamente en el vano de acceso de la escalera ES.CP y que dio pie al establecimiento de ME-2. Esta acumulación habría bloqueado, en parte, el flujo de sedimentos hacia el resto de la Sección III. En este lado, la distribución de las evidencias culturales fue aleatoria y su densidad, muy alta; reflejando una relación directamente proporcional con el grosor de la capa. Se recuperó una gran cantidad de fragmentos de cerámica –de época Chavín (Figura 7.26) –, artefactos óseos, deshechos líticos –lascas de obsidiana–, restos malacológicos (Figura 7.27), restos óseos humanos (Figura 7.28) y restos óseos animales. Cabe señalar, que los restos óseos humanos fueron hallados próximos a la base del ramal, de manera desarticulada y en mayor densidad que el resto de evidencias. 327 Figura 7.26. Fragmentos de cerámica de época Chavín hallados al oeste de ME-2, Capa C, Sección III. Figura 7.27. Restos malacológico recolectados en la unidad SW18a, ME-2, Capa C, Sección III. Figura 7.28. Hallazgo de cráneos humanos en la unidad SW18b, al oeste de ME-2, Capa C, Sección III. 328 Al este de ME-2, casi toda la superficie fue regular, con una presencia mínima de rocas y un espesor promedio de 12 cm. En varias unidades se documentó un lente compuesto de arena fina, grava fina y rocas pequeñas que se posicionaba entre esta capa y la base del ramal. En los últimos tres metros de esta sección esta regularidad cambia drásticamente, documentándose un incremento progresivo del espesor que llegó a alcanzar 70 cm; lo que equivale a un aumento de más del 500%. Esto nos permitió establecer un tercer marcador estratigráfico, ME-3. Este se habría formado gracias a la acumulación de sedimentos y rocas de tamaño mediano y grande que se acopiaron justo antes de la conexión con RL.03, bloqueando el paso de sedimentos hacia el oriente (Figura 7.29). Figura 7.29. Inicio de las excavaciones de RL.02, unidad SW01. Nótese las rocas de gran tamaño. En casi toda esta parte, la distribución de evidencias culturales fue aleatoria y su densidad, muy baja. Esta regularidad cambia desde ME-3 hasta la conexión con RL.03. La densidad de evidencias culturales en estos 3,5 m fue muy alta, concentrando en el 90% de los hallazgos de esta sección; lo cual refleja una relación directamente proporcional entre el material cultural y el grosor de la capa. En este lado, desde ME-2 hasta la conexión con RL.03, se recolectó la más alta cantidad de fragmentos de cerámica de época Chavín (Figura 7.30), artefactos óseos (figuras 7.31), artefactos de cerámica (figura 7.32), y artefactos líticos –una punta fracturada de obsidiana (Figura 7.33) y una laja perforada (Figura 7.34), deshechos líticos –lascas de obsidiana–, restos malacológicos, restos óseos humanos y restos óseos animales. A diferencia del lado oeste, la densidad de los restos óseos humanos en esta parte fue muy baja, encontrándose únicamente un cráneo humano sobre DN.01-RL.02, al lado de RL.02-N’. 329 Foto: José Luis Cruzado Figura 7.30. Fragmentos de cerámica Chavín recuperados al este de ME-3, Capa C, Sección III. Figura 7.31. Artefactos óseos encontrados al este de ME-3, Capa C, Sección III. Figura 7.32. Cuchara de cerámica hallada al este Figura 7.33. Preforma de obsidiana recuperada al de ME-3, Capa C, Sección III. este de ME-3, Capa C, Sección III. 330 Figura 7.34. Laja perforada hallada en SW-02, al este de ME-3 (posiblemente caliza). 7.4 Resultados En este capítulo se ha descrito detalladamente cada uno de los estratos que conforman la secuencia estratigráfica de las tres secciones que conforman el ramal RL.02, registrándose los siguientes quince (15) sedimentos. Sección I Sección II Sección III Capa A Capa A Capa A Capa B Capa B/Nivel 1 Capa C/Nivel 1 Capa B/Nivel 2 Capa B Capa C/Nivel 2 Capa B/Nivel 3 Capa C/Nivel 3 Capa C Capa C Capa D Capa D Tabla 7.1. Estratos registrados en cada sección. 331 El paso a seguir fue la correlación de estos estratos con la finalidad de establecer la secuencia estratigráfica general del ramal RL.02. Pero, antes de integrarlos en una única secuencia, nos gustaría exponer algunas observaciones que faciliten la construcción de la misma y sus respectivas interpretaciones. La primera observación trata sobre el ordenamiento que tuvieron los estratos al interior de cada sección. Esta secuencialidad de los sedimentos nos brinda la base para realizar un análisis sistemático de las evidencias culturales, lo cual será de suma importancia para descartar la hipótesis de que los canales subterráneos de Chavín de Huántar poseen una estratigrafía revoltosa, difícil de procesar. La segunda observación aborda la relación entre los estratos y la arquitectura del ramal. Es obvio que los estratos depositados en el ramal RL.02 estuvieron condicionados por la arquitectura de esta estructura hidráulica, así como también por la gravedad, la cual motivó hacia la horizontalidad de los estratos, cumpliendo a cabalidad la ley de horizontalidad original. Sin embargo, el comportamiento de los estratos en cada sección fue diferente, particularmente si se compara la Sección II con las otras dos secciones, lo que supone dinámicas de deposición distintas. Con ello en mente, y siguiendo los conceptos teóricos propuestos por Harris (1991), se propone que el ramal RL.02 consta, en realidad, de dos cuencas de deposición. La primera sería el propio ramal RL.02, con todas sus estructuras hidráulicas adyacentes (p.ej. tributarios verticales), y la segunda sería exclusivamente la Sección II. Como resultado de esta observación se desprende que, la secuencia estratigráfica del ramal RL.02 es una secuencia multilineal compuesta por dos secuencias lineales representadas por cada cuenca de deposición. Cada una de estas cuencas posee sus propias particularidades. La primera posee una pendiente general de oeste a este, siguiendo la inclinación de la base. Al respecto, cabe recordar que según la clasificación de los ingenieros (Bustamante y Crousillat 1976), el ramal RL.02 sería un canal de alta pendiente, lo cual implica velocidades relativamente altas. Esto se hace evidente en la pendiente de cada una de las superficies de los estratos y en el comportamiento de los sedimentos; observándose el condicionamiento que genera las curvas del ramal, donde se documenta un incremente del grosor, y los espacios constreñidos, como lo ocurrido por debajo de la escalera ES.CP. La segunda cuenca posee una pendiente general de sur a norte debido a la inclinación de la escalera ES.AS. Esta estructura ejerció una fuerte influencia en la deposición de los sedimentos de esta cuenca, observándose un aumento progresivo del espesor de cada estrato en acorde con su orientación. En la parte del ramal, los estratos tendieron a depositarse de manera horizontal, cumpliendo de este modo la ley de horizontalidad original propuesta por Harris (1991). Por otro lado, las condiciones micro-ambientales que 332 tuvo el segmento de la escalera habría provocado la formación de estratos naturales, como la Capa A de la Sección II, lo cual también hace parte de las características de esta cuenca. La tercera observación aborda el origen de los estratos. Con base en las características descritas, queda claro que cada secuencia contenía estratos de origen antrópico y natural. Este hecho implica que hubo sedimentos genética, cualitativa y temporalmente distintos que provinieron, en algunos casos, de las mismas fuentes de abastecimiento. Esto hace que la secuencia estratigráfica sea aún más compleja, de lo que inicialmente se cree. La cuarta observación está relacionada con la secuencia arquitectónica de la estructura hidráulica. De acuerdo a nuestro análisis, podemos asumir que la mayoría de los estratos aquí registrados se habrían depositado entre las Fases 3 y 4 del ramal RL.02, sin negar la posibilidad de que algún estrato haya sido posterior a dichas etapas. Este supuesto sienta las bases necesarias para las respectivas interpretaciones, puesto que nos da un marco temporal relativo con el que se puede esclarecer la periodización de la secuencia estratigráfica general. La quinta observación está relacionada con las interpretaciones que han de presentarse en este capítulo. Debe aclararse que el objetivo general de esta tesis es la periodización del ramal RL.02, y que la construcción de la secuencia estratigráfica no contempla las evidencias artefactuales. Por ende, las interpretaciones que se presentan aquí respecto a las fases arqueoestratigráficas de RL.02 no serán las definitivas, ya que estaría faltando el análisis de la evidencia artefactual, que será visto en el siguiente capítulo. 7.4.1 Secuencia estratigráfica Luego de haber expuesto al detalle cada uno de los estratos, el siguiente paso fue correlacionarlos siguiendo la ley de superposición (la comparación cualitativa de los estratos por medio de cuadros comparativos se expone en el Anexo 1). Para ello se implementó el concepto de Flujo, que fue la unidad mínima de nuestra secuencia estratigráfica general. Para definir un Flujo se ha tenido en consideración las propiedades genéticas, físicas y morfológicas del/los estrato/s que lo conforma/n, su comportamiento, pero sobretodo, la posición estratigráfica que tuvo o tuvieron los sedimentos en la sección correspondiente. Basándonos en esta metodología, la secuencia estratigráfica general del ramal RL.02 estaría compuesta por los siguientes diez (10) flujos: 333 Flujos Sección I Sección II Sección III Capa/Nivel Evidencias Capa/Nivel Evidencias Capa/Nivel Evidencias Flujo 1 Capa D √ Capa C √ Capa C √ Flujo 2 Capa C/Nivel 3 X - - - - Flujo 3 Capa C/Nivel 1 X Capa C √ Capa B √ Flujo 4 Capa C/Nivel 2 X - - - - Flujo 5 - - Capa B/Nivel 3 √ - - Flujo 6 - - Capa B/Nivel 2 √ - - Flujo 7 - - Capa B/Nivel 1 √ - - Flujo 8 Capa A X - - Capa A √ Flujo 9 Capa B X - - - - Flujo 10 Capa A √ - - Tabla 7.2. Flujos del ramal RL.02. A seguir, se describe cada uno de ellos siguiendo su posición estratigráfica en la secuencia general. Flujo 1 Deposición horizontal de origen antrópico que se distribuyó a lo largo de la 1ra cuenca, es decir, en todo el ramal RL.02. Comprende la Capa D de la Sección I, la Capa D de la Sección II y la Capa C de la Sección III. Para entender el proceso de formación que tuvo este Flujo es necesario explicar dos particularidades que se observan en el proceso de formación del Marcador Estratigráfico 1 (ME-1). La primera de ellas está relacionada con la presencia del Flujo 1 al oeste de ME-1. Luego de culminar las labores en el ramal RL.01 (Rick y Lumbreras 2011, 2012) se constató la presencia de este Flujo en los últimos dos metros dicho ramal –justo antes de la conexión con RL.02–, con un espesor máximo de 2 cm (véase unidades CdH-CP-RO-NW1 y CdH-CP-RO-NW2 en Rick y Lumbreras 2011). Esta medida coincide con el espesor del Flujo 1 al oeste de ME-1, cuyo promedio bordea los 4 cm. El comportamiento de este Flujo en esta parte de la Sección I nos induce a pensar que se trata de un flujo hidráulico (p.ej. aumento del espesor en las curvas); razón por la cual podemos asumir que la deposición del sedimento estuvo relacionada con alguna fuerza de arrastre hídrica proveniente del oeste, siendo la única opción de entrada el ramal RL.01. 334 La segunda está asociada al Flujo 1 que fue documentado entre ME-1 y ME-2. En este intervalo el grosor de la capa oscila entre los 50 y 60 cm, salvo en ME-2 donde alcanza los 90 cm de altura. Si observamos el perfil estratigráfico de la Sección I (véase Figura 7.2) se nota un considerable incremento de su espesor: de 10 a 63 cm en aproximadamente 2.50 m, lo que significa un aumento de más del 500% en un corto espacio. Este hecho tendría cierta lógica si tuviéramos una pared al este (por la pendiente del ramal) que sirva de contención a los sedimentos y que permita una acumulación progresiva de estos (tal y como sucede con ME-3, véase abajo). Además, los registros nos indican que el incremento se mantuvo constante en toda esta área, sin importar los ángulos bien marcados de la Sección II –incluidos los primeros peldaños de la escalera ES.AS–, ni las conexiones con las otras dos secciones, las mismas que se dan en ángulos prácticamente rectos. Todo esto nos permite inferir que, si bien existió una deposición proveniente del ramal RL.01, esta no pudo haber tenido ni el volumen ni la fuerza suficientemente como para generar este cambio volumétrico tan abrupto, ni tampoco podría explicar el grosor constante de este Flujo en un área con varios ángulos rectos. Coincidentemente, este acrecentamiento del volumen ocurrió justo por debajo de TV.02-RL.02, lo cual nos permite asumir que parte del Flujo 1 provino del Alimentador interno Pasos Perdidos. No obstante, debe descartarse la posibilidad de que la totalidad de este sub-flujo provenga de Ai-PP puesto que las rocas de gran tamaño difícilmente habrían podido caber por la “boca” del tributario, cuyas dimensiones solo permiten el flujo de cuerpos medianos y pequeños. Estas observaciones nos conducen a pensar que el Flujo 1 estuvo conformado por más de una deposición, o lo que podríamos llamar sub-flujos: sedimentos composicionalmente muy semejantes entre sí, pero cuya modalidad de deposición y/o fuentes de abastecimiento son distintos. La lectura de la evidencia estratigráfica nos ha permitido determinar que el Flujo 1 estaba compuesto por los siguientes cuatro (4) sub-flujos: Sub-Flujo 1.- Depósito cultural de naturaleza hidráulica que provino del ramal RL.01. Para que haya podido ser documentado en el ramal RL.02 tuvo que atravesar más de 50 m del circuito subterráneo. La excavación arqueológica del ramal RL.01 (Rick y Lumbreras 2011, 2012) es clara en determinar que su paso no dejó huellas, salvo por el registro que se tiene en los últimos 2 m del ramal RL.01 y al oeste de ME-1 en RL.02. Es muy probable que su distribución haya continuado hacia el este, abarcando el resto de la Sección I, más las secciones II y III, en acorde con la pendiente del ramal. Sin embargo, dada la posibilidad de mezcla y la homogeneidad del Flujo 1 no fue posible rastrearlo bajo las condiciones de una excavación arqueológica convencional. Si quisiéramos analizar este sub- flujo, solo el material cultural encontrado al oeste de ME-1 serviría para tal propósito. No obstante, cabe mencionar que las evidencias artefactuales allí encontradas no fueron muy numerosas. 335 Sub-Flujo 2.- Depósito cultural cuya modalidad de deposición fue mixta, conjugando, por lo menos, tres fuentes de abastecimiento. Una parte provendría del ramal RL.01 (posiblemente un pequeña fracción), otra parte sería un flujo hidráulico que descendería por el alimentador Ai-PP, y otra parte habría sido depositada manualmente cubriendo los Peldaños 1, 2 y 3 de la escalera ES.AS, los últimos 4 m de la Sección I, el rellano de la Sección II más los primeros 4 m de la Sección III, hasta la escalera ES.CP; es decir, desde ME-1 hasta ME-2. Si esto es correcto, este sería el primer ejemplo estratigráfico en vincular al Canal de Rocas, no solo con la Galería de Laberintos a través de Ai-PP, sino también con la Galería del Lanzón, puesto que ambas habrían sido parte de una sola y compleja galería (Kembel 2001, 2008). El tramo que abarca este sub-flujo es el área del ramal RL.02 donde se registró el espesor más grueso del Flujo 1 (entre 50 y 90 cm) y donde se concentró la mayor cantidad de restos óseos humanos, lo que marca un claro contraste con cualquier otra parte del canal subterráneo. Al haber sido hallados de manera desarticulada, se asume que los restos óseos fueron transportados bajo la condición de huesos, es decir, carentes de tejido blando. Con ello en mente, es interesante notar que el material osteológico fuese hallado prácticamente ileso –extrayéndose huesos largos y cráneos completos y en buen estado de conservación– por debajo o a la misma altura que las rocas grandes y medianas concentradas en esta área. En vista de estas evidencias se postula que los sedimentos originales habrían sido lo bastante densos y viscosos como para amortiguar la caída y fractura de los huesos; y que además, algunas de las rocas –particularmente las de mayor tamaño– fueron depositadas a la par con los restos óseos humanos, salvaguardando de este modo su integridad, característica propia de un contexto funerario. Esto abre la posibilidad de que una gran parte de los huesos haya sido depositada manualmente, desde Ai-PP hasta la escalera ES.CP. Este comportamiento de ir cerrando el espacio es análogo a lo que especula Lumbreras (1993: 353) sobre el cierre de la Galería de las Ofrendas. Sub-Flujo 3.- Depósito cultural depositado manualmente. Se encuentra relacionado con la formación de ME-2, acumulación que representa el máximo grosor del Flujo 1 a lo largo de todo el ramal (90 cm). Su locación y forma cónica nos permite asumir que su deposición provino de la escalera ES.CP; descartándose la posibilidad de que su formación haya sido generada por flujos hidráulicos. Es importante mencionar que, al igual que el Sub-flujo 2, este sub-flujo también contuvo restos óseos humanos, particularmente cráneos. Esto concuerda con la hipótesis del Dr. Rick (2011) quien sugiere que alrededor de ES.CP se realizó un ritual cratófono. Como información adicional, es probable que el cráneo hallado en el desnivel DN.01-RL.02, 4 metros al oeste de ES.CP (unidad SW12), haya 336 pertenecido a este conjunto, pero que por alguna fuerza (gravitacional o hidráulica) se haya trasladado naturalmente hasta el punto donde fue registrado. Sub-flujo 4.- Depósito cultural de naturaleza hidráulica. Se encuentra relacionado con la formación de ME-3, cuya forma triangular (véase el corte longitudinal de la Sección III, Figura 7.20), con una altura máxima de 70 cm, nos indica que es producto de una acumulación progresiva de los sedimentos. Su fuente de abastecimiento no es del todo clara, pudiendo existir tres posibilidades: 1) La totalidad del sub-flujo 4 habría provenido de RL.01, junto con el Sub-flujo 1; 2) La totalidad del sub-flujo 4 habría provenido de RL.01, como un sub-flujo aparte del primero; 3) La totalidad del sub-flujo 4 provendría de varias fuentes: RL.01 y Ai-PP. Por el momento, no podemos asegurar cuál fue su posición exacta en la secuencia de sub-flujos puesto que pudo haber ocurrido en simultaneidad con los Sub-flujos 1 y 2. Dada la presencia de rocas de tamaño considerable en el extremo oriental de la Sección III, justo en la conexión con los ramales RL.03 y RL.04, cabe la posibilidad de que este incremento haya sido intencionado, empleándose dichas rocas para bloquear la entrada o salida de cualquier flujo. Es importante anotar también, que a diferencia de los Sub-flujos 2 y 3, este último no contuvo casi ningún resto óseo –sea humano o animal–, sino más bien la más alta y diversa concentración de evidencias culturales artefactuales que se recuperaron del ramal RL.02. En suma, el Flujo 1 estaría compuesto de, por lo menos, cuatro (4) sub-flujos. Algunos serían depósitos culturales hidráulicos, siendo sus fuentes de abastecimiento RL.01 y Ai-PP, y otros serían depósitos culturales que se depositaron manualmente. Respecto a los primeros, existirían por lo menos dos sub- flujos temporalmente distintos; deduciéndose, que la diferencia de fuentes no implica necesariamente una variabilidad en la calidad de los sedimentos, sino más bien un incremento del volumen. Respecto a los segundos, su deposición estuvo espacialmente ligada a los vanos de acceso, a las escaleras ES.AS y ES.CP. Considerando la información brindada hasta aquí, podría decirse que la mayor concentración y diversidad de las evidencias culturales coincide con el acopio de rocas medianas y grandes; existiendo generalmente, una relación directamente proporcional entre el máximo grosor de la capa y la densidad de evidencias culturales. Esto a su vez, concuerda con los detalles arquitectónicos propios de un canal subterráneo como son las esquinas y curvas. Es importante resaltar la densidad del material osteológico humano documentado en los Sub-flujos 2 y 3. Estas evidencias vuelven al Flujo 1 un marcador estratigráfico importantísimo puesto que no solo contribuyen a entender los eventos de deposición al 337 interior del ramal RL.02, sino también su significancia antropológica. Curiosamente, esta misma área ha sido clasificada como el “área de circulación” en nuestro análisis arquitectónico, por lo cual podría existir una correlación simbólica entre el Flujo 1 y el diseño arquitectónico del ramal RL.02. Pese a la inseguridad que se tiene sobre ciertos puntos, particularmente en lo que respecta al orden de los sub-flujos, lo más importante es el reconocimiento del Flujo 1 como el primer sedimento en depositarse a lo largo de RL.02, por lo que puede ser considerado una solera. Su homogeneidad, en lugar de ser un punto negativo, lo integra coherentemente en la secuencia estratigráfica general, haciendo posible el análisis de material cultural como parte de una sola deposición. Flujo 2 Deposición horizontal de origen natural representada por la Capa B/Nivel 3 de la Sección I. Este Flujo se distribuyó exclusivamente al oeste de ME-1, por lo cual pertenece a la 1ra cuenca. En vista de que no existen tributarios abiertos en este tramo, la única opción viable como fuente de abastecimiento sería el ramal RL.01. Dada la deposición horizontalmente laminada de sus arcillas y la ausencia de evidencias culturales o ecodatos en su interior, se propone que es un flujo hidráulico de naturaleza fluvial. Estas características – particularmente su deposición laminar– nos sugieren que su formación es el resultado del asentamiento de aguas relativamente “limpias” y calmadas. En ese sentido, resulta interesante notar el hecho de que las láminas sean de colores distintos, lo cual podría estar vinculado a una secuencia de micro-flujos. Justamente, el color de una sus arcillas fue idéntico al del Flujo 3 (véase abajo), por lo que podría suponerse que hubo una transición gradual de un flujo al otro: primero, arcilla de color marrón oscuro, en la base; luego, esta se intercala con otra de color marrón rojizo; y finalmente, solo continua esta última. Flujo 3 Deposición horizontal de origen natural que se distribuyó en lo largo de la 1ra cuenca. Comprende la Capa C/Nivel 1 de la Sección I, la Capa C de la Sección II y la Capa B de la Sección III. El registro de este sedimento en las tres secciones del ramal RL.02 nos permite suponer que su fuente de abastecimiento fue el ramal RL.01; lo cual ha sido corroborado por el registro de excavaciones ulteriores en dicho ramal (Rick y Lumbreras 2011, 2012) y en Rocas Alto (Rick y Lumbreras 2014). Dada la manera en cómo se ha depositado la arcilla a lo largo de estos dos ramales –en micro-flujos horizontalmente laminados– se infiere que esta deposición fue un flujo hidráulico de naturaleza fluvial producto de un proceso de asentamiento de aguas relativamente “limpias” y calmadas”, carentes de evidencias culturales o ecodatos. Podría suponerse también, que en su proceso de formación recibió flujos de naturaleza pluvial desde los 338 tributarios verticales u horizontales. Aunque dicho suceso no se pudo rastrear arqueológicamente, la existencia de la Capa C/Nivel 3 de la Sección I nos incita a pensar que es una posibilidad factible. Casi toda su distribución estuvo condicionada por el Flujo 1, observándose una relación inversamente proporcional entre ellos: si uno aumentaba de espesor, el otro disminuía, y viceversa. La única excepción ocurre al oeste de ME-1, donde se registró un contacto directo con el Flujo 2. Este hecho sería una prueba de que la deposición laminada de este Flujo respetó las restricciones arquitectónicas y estratigráficas con las que se encontró, “acomodándose” al relieve donde se depositaba y manteniendo una altura relativamente homogénea. Ambas características dan soporte a la hipótesis de que este Flujo se trató de un asentamiento de aguas “limpias y calmadas”. Es importante anotar que el hallazgo de restos culturales se dio justamente en aquellas partes donde el grosor del Flujo presentó oscilaciones significativas de su espesor, lo cual coincide con los espacios que posiblemente hayan estado expuestos a la superficie externa. En cualquier caso, las evidencias aquí halladas se dieron siempre en muy baja densidad. Uno de estos puntos fue en la Sección II. Al parecer, la introducción de la Capa B/Nivel 3 al interior de esta sección habría modificado notoriamente los flujos previos. Si bien el contacto con dicho nivel fue gradual, lo que más afectó a este Flujo fue el ingreso de rocas medianas y grandes; las cuales habrían trastocado considerablemente el relieve superficial de este Flujo, que por analogía con las otras dos secciones habría sido plano y no irregular. Otro punto se dio a la altura del vano de acceso de ES.CP. Luego de haberse depositado ME-2, esta acumulación habría retenido cualquier sedimento que se propusiera ir hacia el este. Sin embargo, el Flujo 3, por ser agua limpia y calma no tuvo ningún inconveniente en encausarse hacia el oriente, sin moldear significativamente dicha acumulación. Esta acción no niega que en su recorrido haya llevado consigo algunos restos culturales al este de ME-2. Flujo 4 Deposición vertical de origen natural representada por la Capa C/Nivel 2 de la Sección I. Su distribución restringida y focalizada, justo por debajo de TV.02-RL.02, con una ligera inclinación hacia el oriente, nos permite inferir que este flujo provino, precisamente, de este tributario vertical. Por ende, se le considera parte de la 1ra cuenca. Su extensión limitada (92 x 52 x 23 cm) nos sugiere que se trata de un flujo de corta duración, posiblemente relacionado con el drenaje de aguas lluvias. Con base en estas evidencias se asume que sería un flujo pluvial, cuya fuente de abastecimiento sería el Alimentador interno Pasos Perdidos (Ai-PP). Si estamos en lo cierto, este flujo representa el segundo ejemplo estratigráfico en correlacionar dicho alimentador con el Canal de Rocas. Curiosamente, el hallazgo de una botella de Inka 339 Cola y rocas medianas en la temporada de campo 2011 (véase Figura 7.1. izquierda) nos da pie a pensar que el ingreso de sedimentos y evidencias materiales por este ducto continuaron hasta la actualidad. Recordemos, que tanto el tributario como el ramal fueron advertidos a mediados de los 70’s (Bustamante y Crousillat 1976), evidenciando que la conexión entre ambos sistemas estuvo siempre latente. Flujo 5 Deposición horizontal de origen antrópico distribuida a lo largo de la 2da cuenca, es decir, en toda la Sección II. Está representado por la Capa B/Nivel 3 de la Sección II. La forma y pendiente de este estrato, visualizada en el corte longitudinal de la Sección II (Figura 7.10), nos permite deducir que se trata de un flujo manual que se introdujo al ramal desde el punto más alto de la escalera ES.AS. El hecho de que aumente notoriamente su espesor en dirección hacia el norte y que en el área del ramal se mantenga relativamente constante, con una tendencia a adquirir un relieve horizontal es una prueba fehaciente del cumplimiento de la ley de horizontalidad original. Cabe mencionar también, que su distribución comprendió los últimos 20 cm del extremo oriental de la Sección I y los primeros 4 m del extremo occidental de la Sección III. En ambos casos la forma del estrato fue lenticular y el contacto con los estratos adyacentes se dio de manera gradual o difusa. El hecho de que haya una mayor concentración de este Flujo en la Sección III que en la Sección I se debería a la fuerza con la que fue depositado y a la pendiente del ramal. Se postula entonces que la aparición de este depósito en las secciones aledañas fue –en realidad– un efecto colateral de la deposición original, enmarcada principalmente en la Sección II. Un punto importante a destacar es la gran cantidad de rocas medianas aquí presentes. Estas no solo alteraron los flujos adyacentes, particularmente al Flujo 3, sino que también generaron que los restos culturales de este segmento del ramal se entremezclen, generando que la 2da cuenca de deposición, particularmente el rellano de ES.AS sea una área de mezcla. Esto es relevante a la hora de establecer la secuencia arqueoestratigráfica ya que nos indicar del continuo ingreso al ramal RL.02. Flujo 6 Deposición horizontal de origen antrópico distribuida en gran parte de la 2da cuenca. Está representado por la Capa B/Nivel 2 de la Sección II. Se caracterizaba por una gran concentración de carbón vegetal, lo que reafirma su naturaleza antrópica. Al igual que el caso anterior, su forma y pendiente (véase Figura 7.10) nos motiva a pensar que se trata de un flujo manual que se introdujo al ramal RL.02 desde el punto más alto de la escalera ES.AS. Su espesor se acrecienta progresivamente hacia el norte, manteniendo el 340 mismo comportamiento que el Flujo 5; y su distribución abarca el 70% de la Sección II, rematando en una cuña. Estos comportamientos materializan las leyes de horizontalidad original y continuidad original. Flujo 7 Deposición horizontal de origen antrópico distribuida en gran parte de la 2da cuenca de deposición. Está representada por la Capa B/Nivel 1 de la Sección II. Al igual que los Flujos 5 y 6, su forma y pendiente (véase Figura 7.10) nos indican que es un flujo manual que se introdujo al ramal desde el punto más alto de la escalera ES.AS. Similar a lo que sucede con el Flujo 6, su distribución comprende únicamente el 70% de la Sección II, observándose un incremento de su espesor en dirección hacia el norte, cumpliéndose así la ley de horizontalidad original; y un remate final en forma de cuña, prueba de la ley de continuidad original. Flujo 8 Deposición horizontal de origen natural que posiblemente se haya distribuido a lo largo de la 1ra cuenca, aunque no fue posible distinguirlo arqueológicamente en la Sección II. Está representado por la Capa A de la Sección I y la Capa A de la Sección III. Dada la ley de continuidad original y la similitud de sus propiedades se ha podido correlacionar ambas capas. Debido a que inicia su recorrido en el extremo occidental de la Sección I, se postula que su fuente de abastecimiento sería el ramal RL.01; hecho que ha sido corroborado con excavaciones ulteriores en dicho ramal (Rick y Lumbreras 2012). Su trayectoria estuvo siempre condicionada por la resistencia de los estratos subyacentes y la arquitectura del ramal (ej. las curvas), lo que nos induce a pensar que se trata de un flujo hidráulico, posiblemente de naturaleza fluvial. En un inicio habría estado compuesto por dos sub-flujos de arcillas: una de color marrón grisáceo oscuro y la otra de color gris muy oscuro. Si se lo compara con los otros flujos hidráulico-fluviales que se depositaron laminarmente, sus características apuntan a un proceso de formación distinto. Quizás, la velocidad de este Flujo fue más rápida que las aguas calmadas de los otras deposiciones, por lo que cabe la posibilidad de se haya depositado en un único evento. Para explicar su fluir se plantea el siguiente escenario: luego de ingresar al ramal RL.02, la corriente habría seguido la pendiente de los estratos subyacentes, los mismos que habrían mantenido la inclinación del ramal hacia el este. Luego, justo después de traspasar ME-1, habría tenido una fluctuación importante, observándose un cambio en la posición de los sub-flujos, un incremento del espesor y una modificación de la forma del estrato, de lenticular a tabular. Estos dos últimos cambios se deberían al hecho de que fueron obstaculizados por los sedimentos de la sección II (Flujos 5, 6 y 7). Al toparse con ellos, en el extremo distal de la Sección I, el 341 sub-flujo de color marrón grisáceo oscuro, de menor espesor, se habría mezclado con ellos, volviéndose prácticamente imperceptible. Por su parte, el sub-flujo de color gris muy oscuro, de mayor espesor, habría traspasado dicho obstáculo con mayor facilidad, siguiendo así su trayectoria hacia la Sección III. A su paso, habría trasladado algunos restos culturales de la Sección II a la Sección III, hecho que se hace evidente en las unidades SW19 y SW20. Luego, a la altura de ME-2, se habría visto nuevamente obstaculizado por sedimentos previamente depositados, pero al ser un flujo hidráulico halló la manera más sencilla de sobrepasarlo, llegando así hasta el extremo oriental de la sección III con un espesor relativamente constante. Al parecer, este sería el punto final de su recorrido. Si traspasó al ramal RL.04 sería arqueológicamente imposible rastrearlo puesto que no se conocen los trabajos que se llevaron a cabo en su interior. Flujo 9 Deposición horizontal de origen natural representado por la Capa B de la Sección I. Se distribuyó únicamente a lo largo de esta sección mencionada, por lo que corresponde a la 1ra cuenca; siendo su fuente de abastecimiento el ramal RL.01. Su forma acanalada y recorrido sinuoso –condicionado por los estratos subyacentes y la arquitectura del ramal– nos sugiere que se trata de un flujo hidráulico. Por ahora, no se ha podido determinar si fue de naturaleza pluvial o fluvial. En cualquier caso, sería el último sedimento en depositarse en esta cuenca. A diferencia de los otros flujos, este se compone esencialmente de arena, marcando un claro contraste a su paso. Es importante anotar la diferencia de su forma en relación a ME-1: lenticular al este, y acanalada al oeste. En vista de estos cambios, se propone que su recorrido comenzaría en algún punto del ramal RL.01; luego, pasaría al ramal RL.02 con una velocidad relativamente baja, lo que explica su forma lenticular; y finalmente, pasando ME-1, su espesor aumentaría generando un forma tabular. Esto último se debería, principalmente, al hecho de que su fuerza de arrastre no fue lo suficientemente efectiva para traspasar los estratos de la sección II (Flujos 5, 6 y 7), provocando la acumulación al este de ME-1, y por ende, los cambios en sus características morfológicas. Flujo 10 Deposición horizontal de origen natural representada por la Capa A de la Sección II. Este Flujo se distribuyó exclusivamente en la 2da cuenca. Aplicando las leyes de horizontalidad y continuidad original, evidentes en el corte longitudinal de esta sección (Figura 7.10), se postula que la creación del estrato habría ocurrido de forma natural en el segmento de la escalera ES.AS. Tal como se informó en el capítulo 6, cuando se excavó esta estructura se percibió mucha humedad en las paredes, filtraciones de agua e incluso raíces que colgaban de las vigas. Esta condición habría provocado el debilitamiento de los morteros, diluyéndolos con el paso del tiempo. La conjunción de estos procesos habría generado la 342 formación del Flujo 10, por lo que podríamos considerarlo como el primer y único flujo edáfico al interior del ramal. Considerando la presencia del sello SE-02, así como la forma y espesor (máximo 12 cm) de este Flujo es muy probable que las evidencias culturales halladas en él correspondan –realmente– a estratos subyacentes, y que por procesos de translocación hayan terminado siendo parte de este. A ello debe sumársele las eventualidades que se suscitan en cualquier excavación arqueológica, particularmente aquella que se da en espacios constreñidos. 7.4.2 Interpretaciones Siguiendo la metodología propuesta, lo siguiente es la interpretación de las fases estratigráficas, las cuales nos servirán de base para la construcción de la secuencia arqueoestratigráfica. Para ese propósito se ha tomado en cuenta las características físicas de los flujos y sus evidencias culturales. Cabe recordar que el objetivo general de esta tesis es la periodización del ramal RL.02, por lo cual estas fases han der ser corroboradas con el análisis tipológico de las vasijas de cerámica que será desarrollado en el siguiente capítulo. Dado que nuestro contexto socio-histórico es la época Chavín profundizaremos en las funciones que tuvo el ramal RL.02 desde una perspectiva estratigráfica. Luego de esclarecer la deposición de los flujos se postula que la secuencia estratigráfica del ramal RL.02 cuenta con las siguientes cuatro (4) fases estratigráficas Fase Chavín La primera fase estaría vinculada al Flujo 1, y en consecuencia, a la 1ra cuenca de deposición. En todas las secciones donde se registró este Flujo, siempre estuvo vinculado a restos culturales de la época Chavín. Cualquiera que haya sido el artefacto: vasijas de cerámica, cerámica escultórica, lajas de pizarra talladas, lascas de obsidiana, o herramientas de hueso, su filiación cultural se remonta a dicha época. Si la correlación es pura –sin mezcla– tendríamos que suponer que se trata de los últimos acarreos que tuvo el canal subterráneo para esa época. Si nuestro análisis es correcto, el Flujo 1 sería la suma de varios sub-flujos de naturaleza (manual, hidráulica) y procedencia distinta (p.ej. RL.01, Ai-PP, ES.AS y ES.CP); por lo cual podemos asumir que cada uno de ellos representa una intención singular. En ese sentido, las evidencias culturales que llegaron desde el ramal RL.01 serían diferentes a las de Ai-PP o a los que se acumularon en el extremo oriental de la Sección III. Con ello en mente queremos hacer hincapié sobre los restos óseos humanos hallados entre ME-1 y ME-2. Aunque sigan siendo parte del mismo Flujo, su hallazgo corresponde, obviamente, a otro 343 propósito. La colocación –posiblemente manual– de rocas medianas y grandes entre estos dos marcadores estratigráficos pudo haber servido para cubrir y salvaguardar los huesos humanos allí depositados. La correlación entre el material osteológico, sea humano o animal, con restos de cerámica de época Chavín parece ser una constante en los canales subterráneos, observándose el mismo patrón en Rocas Falcónidas (RF.03-Sección II y RF.01-Sección V) y en el Alimentador externo Canal Central (Ae-CC). Sumando las evidencias hasta aquí expuestas, podría interpretarse que el Flujo 1 correspondió temporalmente a la época Chavín. La asociación entre los restos artefactuales y los restos humanos encontrados en su interior nos permiten suponer que la deposición de este Flujo fue parte de algún evento especial, alguna ceremonia en particular, como un ritual funerario o un festín. De estar en lo correcto, las evidencias artefactuales aquí halladas serían, en cierto modo, parte de los votivos para tal evento. La asociación entre restos óseos humanos y evidencias artefactuales de época Chavín al interior del ramal RL.02 da más validez a las hipótesis de una función funeraria del Canal de Rocas durante la época Chavín (Velasco 2009, Anexo 1), y también, confirma la función alcantarillar, sirviendo para desalojar los residuos procedentes de los actividades ceremoniales. Fase Hiato La siguiente fase estaría relacionada con los Flujos 2, 3 y 4, asociados también a la 1ra cuenca de deposición. Estos flujos comparten, en esencia, su principal componente: la arcilla. En los dos primeros la deposición de micro-flujos es otra característica a tener en cuenta, puesto que refuerza la idea de un continuo discurrir de aguas provenientes del ramal RL.01, y por ende, de naturaleza hidráulica-fluvial. Como se menciona en la descripción del Flujo 3, la posibilidad de que este haya recibido flujos de naturaleza pluvial desde los tributarios verticales u horizontales es muy factible. El hecho del que el Flujo 4 se posicione por encima de los otros dos confirmaría esta hipótesis. Esto implica que hubo un tiempo en que los flujos de naturaleza fluvial dejaron de transcurrir por el sistema, y que luego de ello, solo se depositaron los de naturaleza pluvial, que en nuestro caso es evidenciado por el Flujo 4. Es interesante notar que a la altura del TV.01-RL.02 no haya aparecido un sedimento con características similares al del Flujo 4, por lo que es razonable pensar que este conducto haya sido clausurado antes de que comience esta fase. En vista de que todos estos Flujos –2, 3 y 4– se posicionen inmediatamente después de un flujo que posiblemente sea de época Chavín nos hace pensar que su deposición corresponde a un tiempo en el que tanto el Canal de Rocas, como los otros sistemas hidráulicos, se encontraban deshabilitados, lo cual 344 podría estar relacionado a un cese temporal de las actividades de Chavín de Huántar. A ello debe sumársele el hecho de que las evidencias culturales de esta fase solo las contiene el Flujo 3, y que estas solo se presentan en áreas que se comunican con el exterior, como es el caso de las escaleras. Por ende, es muy probable que las evidencias culturales registradas en el Flujo 3 fueran, en realidad, productos de la mezcla de estratos y no necesariamente contenidos propios del Flujo. Todas estas evidencias nos permiten sostener que estos sedimentos “sin artefactos” son análogos al rastro que deja un aluvión o una tormenta de arena; es decir, un hiato estratigráfico. Complementando esta información, el PIACH ha documentado estratos con características similares a los flujos arcillosos del ramal RL.02 en las otras zonas del Canal de Rocas, como por ejemplo en: Rocas Alto (Figura 7.35.A, Rick y Lumbreras 2014), Rocas Falcónidas (véase abajo, Lumbreras y Amat 1969; Rick y Lumbreras 2006), y Rocas Mosna (Figura 7.35.B; Rick y Lumbreras 2013). En vista de sus atributos y por la ley de continuidad original podemos deducir que el hiato estratigráfico se hizo presente en todo el Canal de Rocas. Esto nos lleva nos lleva a pensar que los dos primeros flujos habrían provenido del río Wacheqsa (Contreras y Keefer 2009; Lumbreras et al. 1974), lo que evidenciaría estratigráficamente la función de suministro. Considerando estas evidencias no es de sorprender que sedimentos de naturaleza similar se hallen también en otros sistemas hidráulicos de Chavín de Huántar. A B Figura 7.35. A. Perfil de la unidad N01 en Rocas Alto (cortesía PIACH, temporada de campo 2012). B. Perfil del Intervalo A en Rocas Mosna (cortesía PIACH, temporada de campo 2013). En el caso de Rocas Falcónidas, los datos publicados hasta el momento sugieren que esta clase de sedimentos también se habría depositado en su interior, aunque su descripción no sea del todo exacta. En 345 ese sentido, resaltan las descripciones que hace González (2012: 176) sobre la presencia de una tierra ligosa y/o lodo producto de antiguas filtraciones de aguas de regadío. Aunque es difícil de precisar, la llamada tierra ligosa podría, justamente, corresponder a estos flujos arcillosos representantes del hiato estratigráfico. Por su parte, en las excavaciones del ramal RF.03-Sección II (tramo g en Lumbreras y Amat 1969), Amat propone una secuencia estratigráfica de tres capas. La primera mide de 30 a 50 cm de espesor, y se encuentra por arena, arcilla y piedras de campo; la segunda es más fina, pero no presenta medidas de su espesor; y la tercera mide entre 20 y 30 cm, tiene un contacto directo con la base del canal, y presenta una variada evidencia artefactual que muy probablemente sea de la época Chavín. Esta secuencia puede ser comparada con la nuestra, infiriéndose que la segunda capa, la más fina, podría estar correlacionada con los flujos arcillosos; y que la tercera, la que contuvo evidencias culturales Chavín corresponde, efectivamente, a nuestro Flujo 1 de la Fase Chavín. Si a ello le añadimos la ley de continuidad general, más las evidencias de Rocas Lanzón y Rocas Mosna, podemos decir que en Rocas Falcónidas se depositaron sedimentos arcillosos de origen fluvial que corresponden a un hiato estratigráfico. De ser así, es posible que el sedimento documentado en contacto directo con la base del ramal RF.04 (tramo g4 en Lumbreras y Amat 1969), salitroso y sin restos culturales, también esté vinculado a este depósito. La hipótesis del por qué el Flujo 3 dejó de transcurrir por el sistema será tratada en la discusión. Fase Recuay La siguiente fase está relacionada a los Flujos 5, 6 y 7, correspondientes a la 2da cuenca de deposición. Estos guardan varias características en común. El hecho de que hayan sido documentados como niveles de una misma capa y que correspondan a la 2da cuenca nos sugiere de antemano una estrecha interrelación. Los tres flujos fueron de origen antrópico y se depositaron manualmente desde la parte más alta de ES.AS. Estos contenían un considerable porcentaje de carbón particulado, lo que refuerza su origen antrópico. Asimismo, la filiación cultural de la mayoría de los materiales diagnósticos hallados en su interior corresponde a la época Recuay, particularmente al periodo Huarás. Esto le da un valor cronológico relativo a esta fase y; a su vez, es coherente con otras secuencias arqueoestratigráficas documentadas en Chavín. Dada la posición estratigráfica de estos flujos queda claro que esta se habría depositado luego de la fase hiato; es decir, luego de que el santuario fuese supuestamente abandonado o cesado sus funciones. La conjunción de estos pone en tela de juicio las hipótesis de Rick, quien atribuye la formación de estos flujos arcillosos a la afectación de los pobladores Recuay sobre el otrora santuario. Al respecto, se presenta la siguiente cita: 346 La obstrucción [de los canales subterráneos] por parte de los Recuay habría hecho que el agua se empozara y perdiese poco a poco su contenido de limo. Eventualmente, el sistema se habría obstruido con unas gruesas capas de arcilla fina transportadas desde las plataformas superiores, desde donde se drenaba el agua. Muchos de los problemas de estabilidad estructural que se tiene ahora se deben a los efectos de esta práctica cultural (Rick 2011: 99). El hecho de que la Fase Recuay se ubique inmediatamente sobre la Fase Hiato, nos permite asumir que la Fase Chavín estuvo sellada, encapsulada por la Fase Hiato, y que luego se depositaron sedimentos de diferente índole. Asimismo, la Fase Recuay nos da pie a indagar sobre las actividades que se dieron en esta parte del Templo de Lanzón durante la época Recuay: ¿cómo se usó el Canal de Rocas por la población que habitó el otrora centro ceremonial más importante del Formativo Tardío? Recapitulando, las evidencias hasta aquí presentadas nos indican que: los flujos son de origen antrópico, que contenían un alto porcentaje de carbón particulado y rocas de diversos tamaños, y que contenían una cantidad considerable de vasijas de cerámica fracturadas y artefactos de uso doméstico, como peines. Es importante aclarar que en estos flujos no se documentó restos óseos humanos, a diferencia del primer depósito cultural. Si a ello le sumamos que la época Recuay se trata de una ocupación doméstica del centro ceremonial de Chavín de Huántar, se conjetura que los flujos de esta fase se habrían formado al usar el ramal RL.02 como un área de descarte focalizada: el basurero de los pobladores que habitaron la Plaza Circular y sus alrededores. Dicho basurero habría sido clausurado de manera intencionada con la construcción del Segmento F, que representa la Fase 3 de la secuencia arquitectónica del ramal RL.02. Fase post-clausura Esta fase está vinculada con los Flujos 8, 9 y 10. Estas deposiciones tienen la particularidad de ser de origen natural y de ubicarse en las últimas posiciones de las secuencias estratigráficas de cada sección. En el caso de los dos primeros, estos se encuentran estrechamente emparentados puesto que se tratan de flujos hidráulicos provenientes del ramal RL.01, distribuyéndose a lo largo de la 1ra cuenca de deposición. Aunque no se sabe a ciencia cierta la naturaleza del Flujo 9, queda claro que fue una corriente que modificó el relieve superficial del Flujo 8. Este último atraviesa todo el ramal, por lo que su posición en la secuencia, sobre los flujos de la fase Recuay y el hallazgo de evidencias culturales cerca del área de mezcla cobra sentido. Esto quiere decir que su paso se dio luego de que se clausurara la Sección II con la construcción del Segmento F. En el caso del Flujo 9, el hecho de que solo cubriera la Sección I, y que se mezclara con los sedimentos que se depositaron en la Sección II nos incita a pensar que su arrastre no fue lo suficientemente fuerte como para modificar y traspasar de manera tangible a las siguientes secciones. 347 Estos flujos son prueba de que la estructura hidráulica RL.02, y posiblemente todo el sistema, seguía recibiendo flujos líquidos en su interior luego de que fuera clausurada o modificada en época Recuay. Este hecho corrobora la propiedad de canalización de las estructuras hidráulicas, dando soporte a la función protectora del Canal de Rocas. Existe la posibilidad de que estos flujos estén vinculados a la Fase LP-IV del río Wacheqsa que ocurrió durante la época Recuay y que representa un considerable reducción de su caudal debido al deslizamiento del cerros Cochas (Contreras 2007, 2010). En el caso del Flujo 10, la situación es distinta puesto que se trata de un flujo natural de naturaleza edáfica que se distribuyó en la 2da cuenca de deposición. Si bien es cierto que no tiene una correlación directa con los otros dos flujos, queda claro que al englobarlos en una sola fase no estamos refiriendo exclusivamente a un tiempo post-clausura. Dado que no se tienen evidencias culturales para ligar los estratos a un tiempo en particular, uno podría suponer que los Flujo 8 y 9 se dieron en algún momento de la época Recuay, y que el Flujo 10 estaba en pleno proceso de formación cuando fue cortado por las excavaciones arqueológicas del PIACH. 7.4.3 Síntesis A lo largo de este capítulo ha quedado demostrado que el análisis estratigráfico de un ramal es más fácil si se utiliza la estructura hidráulica como unidad mínima de análisis. Esta metodología permite establecer de manera más ordenada la secuencia estratigráfica, lo que conlleva a un planteamiento más refinado de las fases arqueoestratigráficas que se dieron en su interior. Recapitulando, la secuencia estratigráfica general del ramal RL.02 se encuentra conformada por diez flujos. Si se considera de manera somera las evidencias artefactuales estos podrían agruparse en las siguientes cuatro fases: Chavín  Hiato  Recuay  Post-clausura Como vimos en el capítulo anterior, el ramal RL.02 sería un contexto cerrado, encapsulado en el tiempo tal como lo fue la Galería de las Ofrendas. Por su parte, la secuencia estratigráfica general del ramal nos sugiere que la Fase Chavín también estuvo encapsulada, sellada por el hiato estratigráfico. Estos hechos son de suma importancia para la tesis ya que nos dan a entender que los sedimentos del canal subterráneo, y por ende, la evidencia artefactual Chavín, tuvieron una perturbación mínima hasta la llegada de los arqueólogos. Ambos hechos nos permite desmentir, en cierto modo, el anacronismo que supuestamente 348 tienen las obras hidráulicas de Chavín, y en consecuencia, nos permite estar más seguros respecto a las posibles funciones que tuvo el ramal RL.02 de acuerdo a sus evidencias artefactuales. Para efectos prácticos, todo lo expuesto hasta aquí se ha sintetizado en la siguiente tabla: Deposición Origen Naturaleza Cuenca Evidencias Fase Manual e Flujo 1 Horizontal Antrópico 1ra √ Chavín Hidráulica Hidráulica Flujo 2 Horizontal Natural 1ra X fluvial Hidráulica Flujo 3 Horizontal Natural 1ra √ Hiato fluvial y pluvial Hidráulica Flujo 4 Vertical Natural 1ra X pluvial Flujo 5 Horizontal Antrópico Manual 2da √ Flujo 6 Horizontal Antrópico Manual 2da √ Recuay Flujo 7 Horizontal Antrópico Manual 2da √ Hidráulica Flujo 8 Horizontal Natural 1ra √ fluvial Post- Flujo 9 Horizontal Natural Hidráulica 1ra X clausura Flujo 10 Horizontal Natural Edáfica 2da √ Tabla 7.3. Síntesis de la secuencia estratigráfica del ramal RL.02. Para efectos de precisión y entendimiento, en el siguiente capítulo se cotejarán las fases estratigráficas aquí planteadas con la evidencia alfarera, entreviendo sus estilos y distribución a lo largo del ramal RL.02. 349 Capítulo 8. Análisis ceramográfico En este capítulo se describirá detalladamente las formas y atributos decorativos de los fragmentos recuperados en el ramal RL.02 con la finalidad de identificar su filiación cultural y poder así correlacionarlos con la secuencia estratigráfica del capítulo anterior, construyéndose de este modo la secuencia arqueoestratigráfica del canal subterráneo. 8.1 Tipología morfo-funcional Como se explicó en el Capítulo 5, la muestra total de fragmentos utilizados para elaborar esta tipología morfo-funcional asciende a 325 (100%). Estos han sido clasificados en ocho categorías morfo-funcionalmente (platos, cuencos, cuencos grandes, ollas con cuello, ollas sin cuello, vasos, cántaros y botellas), las cuales han sido sub-divididas en tipos, y estos a su vez, en variantes. A continuación, la descripción de cada tipo morfo-funcional. 8.1.1 Platos De la muestra total, solo once (11) fragmentos han sido identificados como platos, lo que equivale al 3.38%. El análisis ha dado como resultado seis tipos. El Plato 1 presenta 2 variantes; por lo cual existen 6 formas de esta categoría. Plato 1 Se identificaron cuatro fragmentos de este tipo (n= 4 [4]). El análisis determinó dos variantes: 2A (n= 3) y 2B (n= 1). Todos los tiestos se encontraban en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: ligeramente convexas – marcadamente divergentes. Grosor: mediano/grueso. Forma: cónica. Borde Engrosado o con reborde externo. Labio Biselado externo. Boca Mediana o grande. Variantes 2A: Borde engrosado y paredes medianas. 350 2B: Reborde externo y paredes gruesas. Decorados SW3-246.- Presenta incisiones acanaladas en su superficie externa. Se observan 4 líneas en paralelo con un espacio de separación reducido. Estas se originan cerca del labio, y desde allí parten hacia el centro del plato, marcando una trayectoria curva (Figura 8.1). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) es muy probable que sea un plato de la época Chavín. Figura 8.1. Plato 1: variante 1A (a, b y c) y variante 1B (d). 351 Plato 2 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Fue recuperado en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: convexas - marcadamente divergentes. Grosor: mediano. Forma: elipsoide. Borde Presenta un contorno sinuoso en su superficie interna. Labio Redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea de la época Chavín. Figura 8.2. Plato 2. Plato 3 Se identificaron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Uno fue hallado en el Flujo 5, y el otro en el Flujo 6. Cuerpo Paredes: convexas - marcadamente divergentes. Grosor: delgado. Forma: ovoide. Borde Sin observaciones. Labio Convexo redondeado. Irregular en algunos casos. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un plato de la época Recuay. 352 Figura 8.3. Plato 3. Plato 4 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Ambos se hallaban en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: rectas - marcadamente divergentes. Grosor: delgado. Forma: cónica. Borde En algunos casos ligeramente engrosado antes de llegar al labio. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SWD1-30.- La decoración consiste en la aplicación de pintura blanca sobre una superficie externa roja pulida. Se trazó una banda sobre el labio y por debajo de ella, en paralelo, se delineó otra más a la cual convergen 3 líneas oblicuas (Figura 8.5.a). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) es muy probable que sea un plato del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Plato 5 Se identificaron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Uno se encontraba en el Flujo 6 y el otro, en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: sutilmente cóncavas - marcadamente divergentes. Grosor: mediano. Forma: posiblemente hiperboloide. Borde Sin observaciones. Labio Convexo redondeado. 353 Boca Mediana. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un plato de la época Recuay. Figura 8.4. Plato 4. Figura 8.5. Plato 5. 354 8.1.2 Cuencos De la muestra total, ciento cincuenta (146) fragmentos han sido identificados como cuencos, lo que equivale al 44.92%. Estos han sido clasificados en veintidós tipos. Los Cuencos 9 y 18 tienen 2 variantes, y los Cuencos 2, 7, 8 y 11 tienen 3 variantes, lo que hace un total de 32 formas de cuencos. Cuenco 1 Se reconocieron diez fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que tres pares de tiestos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de 7 vasijas (n= 10 [7]). Todos ellos fueron registrados en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: delgado. Forma: esférica. Borde Convergente con un engrosamiento interno a la mitad del borde, lo que crea una protuberancia interna en forma de “coma”. Labio Ojival. Boca Mediana o grande. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cuenco de la época Chavín. Figura 8.6. Cuenco 1. 355 Cuenco 2 Se identificaron siete fragmentos de este tipo (n= 7 [7]). El análisis determinó tres variantes: 2A (n= 3), 2B (n= 3) y 2C (n= 1). Casi todos ellos fueron documentados en el Flujo 1, a excepción de uno que corresponde a la variante 2A, hallado en el Flujo 3, al pie de ES.AS (Figura 8.7.a). Cuerpo Paredes: convexas – divergentes. Grosor: delgado. Forma: elipsoide. Borde Engrosamiento interno a la mitad del borde, lo que crea una protuberancia interna en forma de “coma”. Labio Convexo redondeado. Boca Mediana o grande. Variantes 2A: Borde vertical. 2B: Borde divergente. 2C: Borde convergente. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cuenco de la época Chavín. Figura 8.7. Cuenco 2: variante 2A (a), variante 2B (b) y variante 2C (c). 356 Cuenco 3 Se reconocieron diez fragmentos de este tipo. A la hora del análisis se determinó que dos de ellos eran compatibles, lo que hace un total de 9 vasijas (n= 10 [9]). Casi todos ellos se encontraban en el Flujo 1, salvo por un fragmento que fue recuperados en el Flujo 3, al pie de ES.AS (Figura 8.8.a). Cuerpo Paredes: sutilmente convexas – divergentes. Grosor: delgado. Forma: ovoide. Borde Engrosado antes de llegar al labio, creando un hombro externo. Labio Ojival o biselado externo. Boca Mediana o pequeña. Variantes No presenta. Decorados SW21-I1-43.- Presenta incisiones en su superficie externa. Estas configurarían, aparentemente, un diseño complejo del cual se ha conservado muy poco (Figura 8.8.a). Este fragmento fue recolectado en el Flujo 3, al interior de la Sección II. SW22-18.- Decorado con sellos en su superficie externa. Estos tienen forma de una “U” con apéndices sinuosos a cada lado. Fueron dispuestos en fila justo por encima del hombro (Figura 8.8.b). SW3-235.- Decorado con incisiones y sellos en su superficie externa. Justo por debajo del hombro se trazó una línea incisa, la cual daría vuelta a toda la vasija. Por debajo de ella se colocaron sellos en forma de círculos con puntos concéntricos. Es posible que estos hayan sido dispuestos en varias filas, de las cuales solo han sobrevivido dos (Figura 8.8.c). SW24-2.- Decorado con incisiones y sellos en su superficie externa. Justo por debajo del hombro se trazó una línea incisa, la cual daría vuelta a toda la vasija. Por debajo de ella se colocaron sellos en forma de círculos con puntos concéntricos. Es posible que estos hayan sido dispuestos en varias filas, de las cuales solo han sobrevivido dos. Los sellos de este fragmento son más grandes que el descrito anteriormente (Figura 8.8.d). SW24-10.- Decorado con incisiones y sellos en su superficie externa. La configuración es igual que en los casos anteriores: una línea incisa por debajo del hombro y debajo de ella, una fila de sellos en forma de círculos con puntos concéntricos (Figura 8.8.e). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. 357 Figura 8.8. Cuenco 3. 358 Cuenco 4 Se identificaron siete fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que un par de tiestos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de 6 vasijas (n= 7 [6]). La mayoría de ellos fueron recolectados del Flujo 1, salvo por 2 fragmentos: uno encontrado en el Flujo 3 (Figura 8.9.b) y otro, en el Flujo 6 (Figura 8.9.a); ambos al interior de la Sección II. Cuerpo Paredes: sutilmente convexas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: ovoide. Borde Ligeramente engrosado. Labio Biselado externo. Boca Pequeña o mediana. Variantes No presenta. Decorados SW4-66/67.- Presenta incisiones y punteado en su superficie externa. La decoración se configura mediante el trazo de líneas incisas horizontales que crean un campo de aparición, en el cual se han dispuesto líneas en zigzag, creando una especie de triángulos. Alrededor de ellos se han dispuesto puntos intercalados. Ambos especímenes se encuentran bastante erosionados, posiblemente por corrientes de agua (Figura 8.9.c). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Chavín. Cuenco 5 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Ambos se hallaban en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: sutilmente cóncavas (en la superficie externa) – marcadamente divergentes. Grosor: mediano. Forma: cónica. Borde Engrosado antes de llegar al labio. Labio Biselado externo. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un cuenco de la época Chavín. 359 Figura 8.9. Cuenco 4. 360 Figura 8.10. Cuenco 5. Cuenco 6 Se identificaron cuatro fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que dos de ellos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de 3 vasijas (n= 4 [3]). Todos los fragmentos fueron recuperados en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: ligeramente cóncavas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: hiperboloide. Borde Ligeramente engrosado hacia el labio. Labio Biselado externo. Boca Pequeña o mediana. Variantes No presenta. Decorados SW23-224/226.- Presenta incisiones y puntos en su superficie externa. La conjunción de ambas técnicas crea un complejo diseño en el centro del cuerpo. La decoración se configura por medio de dos líneas incisas, una cerca del borde y la otra 361 aproximadamente a 4 cm en dirección hacia la base. Estas crean el campo de aparición principal, el cual puede subdividirse en otros dos campos más. El primero campo está configurado por líneas incisas verticales que se unen a las horizontales, creando así un rectángulo vertical. Al interior de este se trazaron dos columnas de puntos dispuestos en seis pares. El otro campo de aparición parece estar demarcado por los campos de aparición en forma de rectángulo, pero no ha sobrevivido la totalidad del tiesto para comprobarlo. Este campo también tendría forma rectangular, pero sería horizontal. En él se trazaron dos círculos, uno por encima del otro, yuxtaponiéndose sutilmente. El de arriba es más grande que el de abajo. Al interior de ellos se colocaron círculos con punto concéntrico. En el círculo más grande, este punto se ubica corrido hacia la derecha, y en el otro se sitúa cerca del centro. Hacia ellos convergen dos pares de triángulos que parten desde el primer campo de aparición, dándole la apariencia de “dientes”. Próximo a los círculos, entre los “dientes”, se disponen triadas de puntos. Es muy probable que la misma configuración se repita hacia el otro lado de los círculos (Figura 8.11.a). SW26-10.- Decorado con incisiones acanaladas en su superficie externa. El trazo estaría creando un diseño figurativo complejo; por ahora, difícil de precisar (Figura 8.11.b). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Chavín. Figura 8.11. Cuenco 6. 362 Cuenco 7 Se reconocieron quince fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que tres tiestos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de trece vasijas (n= 15 [13]). Dicho análisis determinó tres variantes: 7A (n= 11), 7B (n= 1) y 7C (n= 3[1]). Los fragmentos de la variante 7A se distribuyeron de la siguiente manera: 9 fragmentos en el Flujo 1 y los dos que restan en el Flujo 5, al interior de la Sección II. Respecto a la variante 7B, el único fragmento fue recuperado en el Flujo 1. Por último, los 3 fragmentos de la variante 7D se encontraban en unidades distintas pero cercanas entre sí: dos en el Flujo 1, cerca del área de mezcla ubicada por debajo de ES.CP, y el que resta en el área mencionada. Cuerpo Paredes: rectas – divergentes. Grosor: mediano, reduciéndose hacia la base. Forma: cónica. Borde Engrosado hacia el labio. En algunos casos el borde puede divergir un poco más que las paredes y/o presentar una superficie interna ligeramente cóncava. Labio Biselado externo. Boca Pequeña, mediana o grande. Variantes 7A: Borde engrosado. 7B: Presencia de vertedera. 7C: Reborde externo. Decorados SW2-47.- Correspondiente a la variante 7A (Figura 8.12.b). Decorado con incisiones y sellos en su superficie externa. Se trazó una línea cerca del labio, que supuestamente recorrería toda la vasija, y por debajo de ella se estamparon filas de círculos estampados. En el fragmento se observan solo dos de ellas. SW3-236.- Concerniente a la variante 7C. Decorado con incisiones acanaladas en su superficie externa. Ostenta una línea incisa justo por debajo del borde, la cual parece concluir con el inicio del pico de la vertedera (Figura 8.12.g). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Chavín. 363 Figura 8.12. Cuenco 7: variante 7A (a, b, c, d, e), variante 7B (g) y variante 7C (f). 364 Cuenco 8 Se identificaron once fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que tres tiestos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de nueve vasijas (n= 11 [9]). Dicho análisis determinó tres variantes: 8A (n= 6), 8B (n= 2), 8C (n= 3 [1]). Casi todos los fragmentos provinieron del Flujo 1; excepto por los 3 fragmentos pertenecientes a la variante 8C, los cuales fueron encontrados en el área de mezcla localizada por debajo de ES.CP. Cuerpo Paredes: rectas – ligeramente divergentes. Grosor: delgado/mediano/grueso. Forma: cilíndrica. Borde Engrosado hacia el labio. Labio Biselado externo, recto aplanado u ojival. Boca Pequeña, mediana o grande. Variantes 8A: Labio biselado externo o recto aplanado y paredes medianas o delgadas. En algunos casos la superficie interna es recta y en otros presenta una sutil concavidad. 8B: Presencia de vertedera. 8C: Reborde externo y paredes gruesas. Decorados SW1-55.- Correspondiente a la variante 8B. Exhibe incisiones y escisiones en la superficie externa. Una línea incisa acanalada fue marcada por debajo del labio, circunscribiendo toda la vasija. Debajo de ella se observan 4 escisiones, cada una de ellas en forma de dedos que terminan en bisel. Hacia el centro se observa, lo que sería el “dedo” central, pero en lugar de ser exciso fue demarcado una incisión post-cocción, por lo que su acabado no es tan fino como el de los primeros (Anexo 4: Fig. 1). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Chavín. Cuenco 9 Se reconocieron once fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que dos pares de tiestos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de nueve vasijas (n= 11 [9]). Dicho análisis determinó dos variantes: 9A (n= 9 [8]), y 9B (n= 2 [1]). Casi todos los fragmentos provinieron del Flujo 1, a excepción de uno correspondiente a la variante 9A que fue recuperado del Flujo 3, al pie de ES.AS (Figura 8.14.h). 365 Cuerpo Paredes: rectas/sutilmente convexas – divergentes, con una sutil concavidad en la superficie interna. Grosor: delgado. Forma: cónica. Borde Convergente o recto, lo que crea un hombro antes de llegar al labio. Labio Ojival. Boca Pequeña, mediana o grande Variantes 9A: Borde convergente. 9B: Borde vertical y paredes rectas con presencia de vertedera. Decorados SW2-52.- Correspondiente a la variante 9A. Decorado exteriormente con una línea incisa que pasa justo por debajo del hombro (Figura 8.14.a). SW3-231.- Perteneciente a la variante 9A. Decorado en su superficie externa con incisiones, exisiones y sellos en forma de “S” horizontales. Los sellos fueron colocados en una fila por encima del hombro. Debajo de éste se trazó una línea incisa, que circunscribiría a toda la vasija, y debajo de ella se aplicó un diseño exciso del cual se ha conservado muy poco (Figura 8.14.b). SW3-234.- Relativo a la variante 9A. Decorado en su superficie externa con incisiones y sellos en forma de círculos con punto concéntrico. Los sellos fueron colocados en una fila por encima del hombro. Debajo de éste se trazó una línea incisa, que circunscribiría a toda la vasija. Parte del diseño se encuentra bastante erosionado (Figura 8.14.c). SW2-50 + SW3-229.- Referente a la variante 9B. Decorado en su superficie externa con incisiones y sellos en forma de círculo con punto concéntrico. Los sellos fueron colocados tanto por encima, como por debajo del hombro. En la parte de arriba se dispuso una fila de círculos, y en la parte de abajo su distribución está condicionada por un campo de aparición demarcado con una línea horizontal a la altura del hombro y otras dos líneas incisas que convergen hacia la primera, dando la apariencia de un triángulo. Los sellos colocados en la parte inferior no parecen tender un orden fijo (Figura 8.14.d). SW2-46 + SW3-223.- Correspondiente a la variante 9A. Decorado en su superficie externa con incisiones y dos sellos diferentes: el primero en forma de una “U” esférica, y el segundo, compuesto por un círculo con punto concéntrico y una flecha estilizada. El círculo se ubica siempre arriba de la parte ancha de la flecha. Los sellos en forma de “U” esférica fueron colocados en fila por encima del hombro. Debajo de este se delineó una línea incisa, que circunscribiría toda la vasija, y bajo ella se 366 estampó una fila del sello compuesto, abarcando así toda la vasija (Figura 8.14.e). Dada la decoración, resulta posible que estos fragmentos sean compatibles con un cuerpo decorado hallado en la unidad SW4, lo que implicaría un recorrido de esta vasija en dirección al este, siguiendo la pendiente del ramal (Anexo 4: Fig. 2) SW2-48.- Perteneciente a la variante 9A. Decorado en su superficie externa con incisiones y dos sellos diferentes: uno en forma de “S” horizontal y el otro en forma de círculo con punto concéntrico. El sello en forma de “S” horizontal fue dispuesto en una fila por encima del hombro. Debajo de este se trazó una línea incisa, que circunscribiría toda la vasija, bajo ella se estampó el sello del círculo con punto concéntrico. No sabemos cómo habría sido dispuesto ya que solo sobrevivió uno de ellos (Figura 8.14.f). SW2-49.- Relativo a la variante 9A. Decorado con incisiones y sellos en forma de círculo con punto concéntrico. Por encima del hombro se estampó una fila de círculos concéntricos. Por debajo del hombro se demarcó una línea incisa, que circunscribiría toda vasija, y debajo de esta se aprecia lo que sería un círculo; posiblemente, otro sello (Figura 8.14.g). SW21-I1-42.- Referente a la variante 9A. Decorado con incisiones y dos sellos diferentes: uno en forma de “U” esférica y otro en forma de círculo (relativamente grandes en comparación con los otros fragmentos). El sello en forma de “U” esférica fue estampado en una fila por encima del hombro. Debajo de este se delineó una línea incisas, que circunscribiría toda la vasija, y debajo de esta se estampó la fila de sellos en forma de círculo (Figura 8.14.h). Es posible que estos sellos, círculos relativamente grandes, hayan sido estampados en el fragmento SW2-49. Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. 367 Figura 8.13. Cuenco 8: variante 8A (a, b, c, d, f y g), variante 8B (h), variante 8C (e). 368 Figura 8.14. Cuenco 9: variante 9A (a, b, c, e, f, g y h), variante 9B (d). 369 Cuenco 10 Se identificaron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Ambos fueron hallados en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: sutilmente convexas – verticales. Grosor: mediano. Forma: esférica. Borde Engrosado antes de llegar al labio. Labio Recto aplanado. Boca Pequeña o mediana. Variantes No presenta. Decoración Ausentes. Filiación Por su forma (véase Anexo 2) sería un cuenco de la época Chavín. Figura 8.15. Cuenco 10. Cuenco 11 Se reconocieron tres fragmentos de este tipo (n= 3 [3]). El análisis determinó dos variantes: 11A (n= 1), 11B (n= 1) y 11C (n= 1). Los tiestos de las variantes 11B y 11C se encontraban en el Flujo 1, y el de la variante 11A que se recuperó cerca del área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP. Cuerpo Paredes: rectas – verticales, con una sutil concavidad interna. Grosor: delgado. Forma: cilíndrica. Borde Engrosado hacia el labio. Labio Biselado externo. Boca Mediana. Variantes 11A: Labio biselado externo. 11B: Reborde externo. 11C: Presencia de vertedera (véase Anexo 4: Fig. 4). 370 Decorados SW16-20.- Relativo a la variante 11A. Decorado con incisiones. Justo por debajo del engrosamiento del borde se ha marcado una línea incisa acanalada que rodea toda la vasija (Figura 8.16.a). Hay rastros en el labio que sugieren que esta vasija posiblemente haya estado engobada de color rojo claro (Anexo 4: Fig. 3). SW2-51.- Correspondiente a la variante 11B. Decorado con incisiones y sellos en forma de círculos con punto concéntrico. Inmediatamente debajo del reborde se trazó una línea incisa, que circunscribiría toda la vasija. En la parte del cuerpo se estampó los sellos de círculos con punto concéntrico, aparentemente, en varias filas, de las cuales solo han sobrevivido dos (Figura 8.16.b). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (véase Anexo 3) es probable que sea un cuenco del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.16. Cuenco 11: variante 11A (a), variante 11B (b) y variante 11C (c). Cuenco 12 Solo se identificó un fragmentos de este tipo (n= 1 [1]). Fue recuperado en el Flujo 1. 371 Cuerpo Paredes: ligeramente cóncavas – rectas. Grosor: mediano. Forma: hiperboloide. Borde Ligeramente divergente con un reborde externo pronunciado. Labio Recto aplanado. Boca Mediana. Variantes No presenta. Decorados SW4-50.- Presenta una incisión acanalada justo por debajo del reborde, la cual circunscribiría toda la vasija (Figura 8.17). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (véase Anexo 3) es probable que sea un cuenco del estilo Urabarriu, periodo ¿Expansión-Consolidación?, época Chavín. Figura 8.17. Cuenco 12. Cuenco 13 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Fue hallado en el Flujo 3, al interior de la Sección II. Cuerpo Paredes: convexas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: esférica. Borde Convergente. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un cuenco de la época Recuay, posiblemente del periodo Huarás. 372 Figura 8.18. Cuenco 13. Cuenco 14 Se identificaron siete fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que cuatro tiestos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de cuatro vasijas (n= 7 [4]). Uno de ellos fue encontrado en el Flujo 5, los cuatro fragmentos compatibles y otro más se encontraban en el Flujo 6, y el que resta, en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: convexas – divergentes. Grosor: delgado o mediano. Forma: ovoide. Borde Engrosamiento del borde antes de llegar al labio creando un hombro. Labio Convexo redondeado o recto. Boca Pequeña o mediana. Cabe señalar, que el diámetro no es exactamente circular, observándose dimensiones irregulares del diámetro. Variantes No presenta. Decorados SW20-246.- Presenta pintura roja sobre una superficie externa de engobe naranja. El campo de aparición consiste en dos bandas rojas; la primera línea está muy cerca por debajo del labio, y la segunda cerca de tres centímetros en dirección a la base. El diseño consiste en tres (aunque podrían ser más) cuadriláteros circunscritos, uno dentro del otro, lo cuales utilizan las líneas antes mencionadas como base. Los espacios existentes entre los cuadriláteros son rellenados con bandas verticales del mismo color. Este diseño es colocado intercaladamente utilizando la línea superior y luego la línea inferior, dejando un espacio de separación (Figura 8.19.a). SWD1-42/43 + SWD2-21/24.- Ostentan pintura roja sobre una superficie externa engobada de color naranja y alisada. El componente del diseño consiste en dos bandas verticales paralelas que se unen en la parte superior por medio de una banda 373 horizontal. El mismo se repite tres veces, con un espacio de separación mínimo, creando de este modo el diseño principal. Este se repite en fila pero con cierto espacio de separación a lo largo del cuenco (Figura 8.19.b). SW21-I1-32.- Exhibe cinco bandas horizontales de color rojo que rodean la circunferencia del cuenco sobre una superficie naranja bruñida, posiblemente con un textil. Contando desde el labio hacia la base, las dos primeras bandas crean un campo de aparición donde se ha dispuesto una banda roja en zigzag, interrumpida por bandas verticales ligeramente inclinadas. Las siguientes tres bandas se encuentran separadas (Figura 8.19.c). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Recuay, posiblemente del periodo Huarás. Cuenco 15 Se reconocieron cinco fragmentos (n= 5 [5]). Dos de ellos fueron recuperados en el Flujo 3, uno al interior de la Sección II y el otro, alrededor de la parte media de la Sección III (unidad SW10), otro fue registrado en el Flujo 5, y los dos que restan, en el Flujo 6. Cuerpo Paredes: convexas – ligeramente divergentes. Grosor: delgado. Forma: ovoide. Borde Sin observaciones. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SW21-I1-34.- Se aplicó pintura en la superficie externa del cuenco. El diseño consiste en líneas y puntos grises sobre una superficie externa de color rojo oscuro tenuemente pulida. La dimensión del fragmento no ayuda a conocer el diseño, pero se distinguen dos bandas horizontales con un pequeño espacio de separación, colocándose la primera muy cerca por debajo del labio. Debajo de la segunda banda se disponen los puntos grises, posiblemente en un patrón de zigzag (Figura 8.20). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. 374 Cuenco 16 Se identificaron tres fragmentos de este tipo (n= 3 [3]). Uno de ellos fue recuperado en el Flujo 5, y los otros dos en el Flujo 6. Cuerpo Paredes: sutilmente cóncavas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: cónica. Borde En algunos casos, ligeramente engrosado antes de llegar al labio. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SWD1-33.- En este fragmento se aprecia la aplicación de pintura marrón rojiza sobre una superficie gris. Solo es posible distinguir una banda por debajo del labio, otra debajo de esta, y una vertical que contacta con la segunda (Figura 8.21.a). SW21-I1-13.- Presenta pintura blanca sobre una superficie roja pulida. Por lo que ha sobrevivido, se distingue una línea horizontal bordeada por puntos de color blanco (Figura 8.21.b). SW22-5.- Ostenta pintura blanca sobre una superficie roja bruñida. Cerca de la mitad del cuerpo, dirigiéndose hacia la base, se trazaron tres bandas horizontales en paralelo. Arriba y debajo de ellas se dispuso una fila de puntos blancos con un espacio de separación reducido (Figura 8.21.c). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. 375 Figura 8.19. Cuenco 14. Figura 8.20. Cuenco 15. 376 Figura 8.21. Cuenco 16. Cuenco 17 Se reconocieron dieciséis fragmentos de este tipo (n= 16 [16]). Estos se distribuyeron de la siguiente manera: 3 en el Flujo 3, al interior de la Sección II; 4 en el Flujo 5; 2 en el Flujo 6; 5 en el Flujo 7; y los dos que restan en el Flujo 8. Respecto a estos últimos, uno se hallaba cerca del área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP (unidad SW16), y el otro en la intersección de las secciones II y III (unidad SW20). Cuerpo Paredes: rectas/sutilmente cóncavas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: cónica. Borde Ligeramente engrosado antes de llegar al labio. Labio Convexo redondeado u ojival. Boca Pequeña o mediana. 377 Variantes No presenta. Decorados SWD1-29.- La decoración consiste en la aplicación de pintura blanca sobre una superficie rojo pulida. De lo que ha sobrevivido del fragmento solo se distinguen dos líneas paralelas (Figura 8.22.a). SW20-238.- Muestra una banda de pintura marrón oscura en el labio que contrasta con una superficie gris alisada (Figura 8.22.b). SWD2-18.- Presenta un punto blanco cerca de labio que contrasta con una superficie roja alisada. (Figura 8.22.c). SWD1-39.- Decorado con tres bandas blancas inclinadas pintadas en zigzag, cuyo cambio de dirección es marcado por el labio de la vasija. La superficie se encuentra bruñida y presenta un engobe de color rojo (Figura 8.22.d). SW20-250.- Exhibe una banda de pintura blanca por debajo del labio, y debajo de esta se habría trazado una figura geométrica, posiblemente en forma de rectángulo. Solo se observa la parte superior del mismo (Figura 8.22.e). SW20-252.- Se observan rastros de pintura blanca sobre una superficie roja. Lastimosamente, no ha sobrevivido mucho del diseño (Figura 8.22.f). SW21-I2-19.- La decoración consiste en una banda aplicada por debajo del labio, y debajo de esta se creó un campo de aparición en forma de triángulo cuyo vértice se dirige hacia la base. Este campo fue rellenado con puntos irregulares hechos con la misma pintura (Figura 8.22.g). SW16-25.- Ostenta una superficie gris oscura en la cual se han colocado puntos blancos espaciados sobre el labio. Posee también dos bandas blancas: una cerca del labio y la otra, en la base, originando un campo de aparición. En él se han pintado un par de bandas paralelas dispuestas en zigzag, las mismas que no han sobrevivido del todo debido al grado de erosión. Las paredes de esta vasija son justamente, sutilmente cóncavas (Figura 8.22.h). SWD2-19.- Exhibe una banda blanca pintada muy cerca del labio sobre una superficie rojo oscuro alisada (Anexo 4: Fig. 5). No fue digitalizado. SW21-I1-15.- Fragmento decorado con bandas verticales de color marrón sobre una superficie roja alisada. La decoración se confunde con rastros de erosión (Anexo 4: Fig. 6). No fue digitalizado. SWD1-38.- El fragmento ha sido engobado de rojo, quedando como prueba de ello una delgada franja en la parte interna que contrasta con una superficie naranja 378 alisada. En la superficie externa exhibe dos bandas blancas: una en el labio y la otra a o medio centímetro debajo de ella (Anexo 4: Fig. 7). No fue digitalizado. Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Cuenco 18 Se identificaron veinte fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis se reconoció que habían tres grupos de tiestos compatibles entre sí, uno de nueve y dos de dos, lo que hace un total de ocho vasijas (n= 20 [10]). Dicho análisis determinó dos variantes: 18A (n= 13 [5]) y 18B (n= 7 [5]). Los nueve fragmentos compatibles corresponden a la variante 18A y el par de dos a la variante 18B. Respecto a los primeros, cabe mencionar que estos fueron recuperados de unidades diferentes: 6 en la unidad SW-D2 y los otros 3 en SW-22. Los fragmentos de la variante 18A se distribuyeron como sigue: los nueve fragmentos compatibles se encontraban en el Flujo 5, uno se hallaba en el Flujo 6 y los 3 restantes en el Flujo 7. Respecto a la variante 18B, el primer par de fragmentos compatibles provino del Flujo 3, al interior de la Sección II; otros 3 fueron recuperados del Flujo 5; y el segundo par compatible, del Flujo 6. Cuerpo Paredes: sutilmente convexas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: ovoide. Borde Ligeramente divergente. Labio Convexo redondeado o recto aplanado. Boca Pequeña o mediana. Variantes 18A: Borde divergente, lo que crea un contorno sinuoso. 18B: Borde continuo, lo que crea un contorno recto. Decorados SW20-249.- Correspondiente a la variante 18A. Se aplicó pintura blanca sobre una superficie roja bruñida. Presenta tres bandas horizontales paralelas de pintura en el centro del cuerpo. Encima y debajo de ellas se colocó una fila de puntos espaciados (Figura 8.23.a). SWD2-27/28/29/30/31/32 + SW22-3/4/6.- Relativo a la variante 18A. La decoración de esta vasija fue hecha en base a la aplicación de pintura marrón sobre una superficie crema alisada. El diseño consta de una banda por debajo del labio de la cual surge un par de tres bandas oblicuas convergentes que se van colocando en fila, una al lado de la otra (Figura 8.23.c). 379 SWD1-40/41.- Concerniente a la variante 18B. El diseño consta de dos bandas aplicadas, una debajo del labio, y otra por encima de la unión entre la base y el cuerpo, creando de esta manera un campo de aparición limitado. En él se han dispuesto tres rectángulos: uno grande, que abarca casi todo el campo, uno mediano, al interior de este, y otro más pequeño al interior de este último. Todos ellos comparten como base la banda aplicada por encima de la unión (Figura 8.23.d). SWD1-47.- Referente a la variante 18B. En él se ha aplicado pintura roja sobre una superficie naranja alisada. El diseño consta de una banda por debajo del labio, a la cual converge una banda vertical-oblicua, lo que crea un campo de aparición. En él se ha dispuesto un diseño geométrico del cual ha sobrevivido muy poco debido a la fractura de la vasija (Figura 8.23.e). SW22-1.- Relativo a la variante 18B. La decoración consta de la aplicación de pintura blanca y roja sobre una superficie naranja alisada. El diseño consiste de un par de líneas convergentes, configurando un triángulo. Estos parecen estar rodeados por puntos de color blanco. Dada la erosión del fragmento, el diseño no se puede apreciar completamente (Figura 8.23.f). SWD2-14/15.- Perteneciente a la variante 18B. Estos fragmentos exhiben rastros muy difusos de pintura marrón sobre una superficie crema alisada. Lastimosamente, la pintura ha sobrevivido tan poco, que es prácticamente imperceptible (Anexo 4: Fig. 8). No fue digitalizado. Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Recuay, posiblemente del periodo Huarás o de una transición Huarás-Recuay. 380 Figura 8.22. Cuenco 17. 381 Figura 8.23. Cuenco 18: variante 18A (a, b y c) y variante 18B (d, e y f). 382 Cuenco 19 Se reconocieron siete fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis se reconoció que dos de ellos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de siete vasijas (n= 7 [6]). Los fragmentos se distribuyeron como sigue: 4 en el Flujo 5, 1 en el Flujo 6, y los dos fragmentos compatibles en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: delgado. Forma: ovoide. Borde Recto – convergente. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña o mediana. Variantes No presenta. Decorados SW21-I1-2/5.- Presentan pintura blanca sobre una superficie externa roja pulida. El diseño consiste en tres bandas blancas horizontales y espaciadas, colocadas por debajo del labio. De la banda inferior derivan tres líneas diagonales, que posiblemente formen una figura un más compleja, pero se desconoce debido al tamaño del fragmento (Figura 8.24.d). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Cuenco 20 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue encontrado en el Flujo 3, al interior de la Sección II. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: mediano o grueso. Forma: esférica. Borde Sin observaciones. Labio Convexo redondeado, pero irregular. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea de la época Recuay, posiblemente del periodo Huarás. 383 Figura 8.24. Cuenco 19. Figura 8.25. Cuenco 20. 384 Cuenco 21 Se reconocieron seis fragmentos de este tipo. Sin embargo a la hora de hacer el análisis nos percatamos que dos de ellos era compatibles entre sí, lo que hace un total de cuatro vasijas (n= 6 [5]). Los fragmentos se distribuyeron como sigue: 1 fue recogido del Flujo 5, 3 del Flujo 6, incluyendo los dos fragmentos compatibles, 1 del Flujo 7, y el que resta del Flujo 8. Este último fue hallado en la intersección de las secciones II y III. Cuerpo Paredes: ligeramente cóncavas – verticales. Grosor: mediano. Forma: cilíndrica. Borde Ligeramente divergente, lo que genera una sutil concavidad externa. Labio Convexo redondeado. Boca Mediana. Variantes No presenta. Decorados SW20-267.- Presenta una banda horizontal blanca por debajo del labio sobre una superficie naranja bruñida. Debajo de esta banda se dispusieron otras dos bandas horizontales que originan un campo de aparición donde han sido colocados círculos espaciados hechos con la misma pintura (Figura 8.26.a). SW20-254.- Exhibe una banda horizontal de color rojo pintada por debajo del labio sobre una superficie naranja alisada. Luego, se dispuso una banda vertical del mismo color, lo que posiblemente habría creado un campo de aparición. Este ha sido rellanado con una suave pintura blanca. Al lado de la banda se ha dispuesto otra banda vertical con el mismo color, formando posiblemente un diseño más complejo (Figura 8.26.b). SW21-I1-7 + SWD1-35.- Ostenta líneas de color rojo oscuro sobre una superficie crema alisada. Se ha pintado una banda alrededor de todo el labio. Justo por debajo de él se ha dispuesto otra banda horizontal que sirve como base compartida para tres triángulos, cada uno al interior del otro (Figura 8.26.c). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco de la época Recuay, posiblemente de un periodo de transición Huarás-Recuay Clásico. 385 Figura 8.26. Cuenco 21. Cuenco 22 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Ambos se encontraban en el Flujo 5. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: mediano. Forma: posiblemente esférica. Collar Recto – divergente y corto (< 2cm). Unión: continua. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeño. Variantes No presenta. 386 Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es muy probable que sea un cuenco de la época Recuay. Figura 8.27. Cuenco 22. 8.1.3 Cuencos Grandes De la muestra total, veintitrés fragmentos (23) han sido identificados como cuencos grandes, lo que equivale al 7.08%. Nuestro análisis ha dado como resultado seis tipos, sin variantes, por lo cual se han reconocido 6 formas de cuencos grandes. Cuenco Grande 1 Se identificaron cinco fragmentos de este tipo (n= 5 [5]). Los fragmentos se distribuyeron como sigue: 3 en el Flujo 1, uno de ellos cerca del área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP (unidad SW16), y los otros 2 en el Flujo 3, uno al interior de la Sección II (unidad SWD1) y el otro cerca de la intersección entre las secciones II y III (unidad SW19). Cuerpo Paredes: convexas – divergentes. Grosor: delgado o mediano. Forma: elipsoide. Borde Reborde externo pronunciado. Labio Biselado externo con una superficie convexa. 387 Boca Muy grande. Variantes No presenta Decorados SW25-28.- Exhibe incisiones acanaladas dispuestas de forma oblicua en la superficie externa del labio más una línea incisa por debajo del reborde que estaría circunscribiendo toda la vasija (Anexo 4: Fig. 9). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco grande de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.28. Cuenco Grande 1. Cuenco Grande 2 Se reconocieron cinco fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que dos de ellos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de cuatro vasijas (n= 5 [4]). Todos los fragmentos se encontraban en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: sutilmente convexas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: elipsoide. Borde Reborde externo pronunciado. Labio Biselado externo o recto aplanado. En este último caso se han registrado fragmentos con una tenue concavidad externa. Boca Muy grande. Variantes No presenta. 388 Decorados SW25-4/21: Exhibe incisiones acanaladas dispuestas de forma oblicua en la superficie externa del labio más una línea incisa por debajo del reborde que estaría circunscribiendo toda la vasija (Anexo 4: Fig. 10). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cuenco grande de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.29. Cuenco Grande 2. Cuenco Grande 3 Se identificaron tres fragmentos de este tipo (n= 3 [3]). Todos fueron hallados en el Flujo 1, dos de ellos justo por debajo de ES.CP. Cuerpo Paredes: rectas – ligeramente divergentes. Grosor: grueso. Forma: cilíndrica. Borde Engrosado con un reborde externo. Labio Biselado externo con una superficie convexa. Boca Muy grande. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cuenco grande de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.30. Cuenco Grande 3. 389 Cuenco Grande 4 Se reconocieron ocho fragmentos de este tipo (n= 8 [8]). Todos ellos se encontraban en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: rectas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: cónica. Borde Engrosado antes de llegar al labio, creando una sutil concavidad interna. Labio Recto aplanado, biselado externo o ligeramente convexo. Boca Muy grande. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cuenco grande de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.31. Cuenco Grande 4. Cuenco Grande 5 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue encontrado en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: convexas – divergentes. Grosor: mediano. Forma: elipsoide. Borde Engrosado antes de llegar al labio. Labio Convexo redondeado. Boca Grande. 390 Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cuenco grande de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.32. Cuenco Grande 5. Cuenco Grande 6 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue encontrado en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: rectas – verticales, con un sutil concavidad interna. Grosor: mediano. Forma: posiblemente cilíndrica. Borde Engrosado antes de llegar al labio y con reborde externo. Labio Biselado externo, que junto al engrosamiento del borde crea un contorno sinuoso. Boca Grande. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un cuenco grande de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.33. Cuenco Grande 6. 391 8.1.4 Ollas con cuello De la muestra total, veinticinco fragmentos (25) han sido identificados como ollas con cuello, lo que equivale al 7.69%. Nuestro análisis ha dado como resultado cinco tipos. La Olla con cuello 4 presenta 3 variantes y la Olla con cuello 4, dos, reconociéndose 8 formas de esta categoría. Olla con cuello 1 Se identificaron diez fragmentos de este tipo (n= 10 [10]). El análisis determinó tres variantes: 1A (n= 8 [8]), 1B (n= 1 [1]) y 1C (n= 1 [1]). Los fragmentos de la variante 1A se distribuyen como sigue: 1 en el Flujo 1, cerca del área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP (unidad SW18, Figura 8.34.e), 2 en el área mencionada (unidad SW17, Figura 8.34.d), 2 en el Flujo 6 y 3 en el Flujo 7. Los fragmentos de la variantes 1B y 1C se hallaron en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: marcadamente convexas - verticales. Grosor: mediano. Forma: esférica. Cuello Recto y corto [< 2cm]. Grosor: mediano. Labio Convexo redondeado o biselado externo. Boca Pequeño. Variantes 1A: Cuello recto – divergente. Labio: biselado externo. Unión: angular. 1B: Cuello recto – vertical. Unión: angular. 1C: Cuello recto – convergente. Unión: continua. Decorados SW18-47.- Correspondiente a la variante 1A. La decoración consiste de un apliqué en forma de botón enroscado, ubicado en el medio del cuerpo (Figura 8.34.e). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería una olla con cuello de la época Recuay. Olla con cuello 2 Se reconocieron cuatro fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que 3 de ellos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de dos vasijas (n= 4 [2]). Dos fragmentos se hallaban en el Flujo 6 y los otros dos, en el Flujo 7. Los tres fragmentos compatibles se encontraban en la misma unidad (SW21-I1), pero en diferentes flujos: dos en el Flujo 6 y uno en el Flujo 7. 392 Cuerpo Paredes: marcadamente convexas – verticales. Grosor: mediano o grueso. Forma: posiblemente esférica. Cuello Marcadamente cóncavo - vertical. Unión: continua, formando un contorno en forma de “C”. Labio Convexo redondeado o biselado externo. Boca Mediana o grande. Variantes No presenta Decorados SW21-I1-8/12 + SW21-I1-46.- La decoración consiste en la aplicación de pintura roja sobre una superficie naranja alisada. La pintura fue aplicada en el labio, creando una banda ancha (1 cm) poco uniforme. Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería una olla con cuello de la época Recuay. Olla con cuello 3 Se identificaron tres fragmentos de este tipo. Sin embargo, a la hora del análisis nos percatamos que 2 de ellos eran compatibles entre sí, lo que hace un total de dos vasijas (n= 3 [2]). Uno de ellos se encontraba en el Flujo 3, al interior de la Sección II, y los otros 2 en el Flujo 7. Los fragmentos compatibles entre sí se encontraban en la misma unidad (SW21-I1), pero en flujos distintos: uno el Flujo 3 y el otro en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: marcadamente convexas – verticales. Grosor: mediano. Forma: elipsoide. Cuello Recto - divergente. Unión: angular, lo que crea un contorno en forma de “L”. Labio Convexo redondeado. En algunos casos, irregular. Boca Mediana o grande. Variantes No presenta Decorados SW21-I1-3 + SW21-I1-39.- La decoración consiste en la aplicación de pintura roja sobre una superficie externa naranja alisada; concretamente, justo por encima de la unión con el cuerpo (Figura 8.36.b). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería una olla con cuello de la época Recuay. 393 Figura 8.34. Olla con cuello 1: variante 1A (c, d, e y f), variante 1B (b) y variante 1C (a). 394 Figura 8.35. Olla con cuello 2. Figura 8.36. Olla con cuello 3. 395 Olla con cuello 4 Se reconocieron cinco fragmentos de este tipo (n= 5 [5]). Nuestro análisis determinó dos variantes 4A (n= 4) y 4B (n= 1). Casi todos se encontraban en el Flujo 6, salvo por uno correspondiente a la variante 4A que se hallaba en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: delgado/mediano. Forma: esférica. Cuello Recto - divergente (< 1cm). Unión: continua. Labio Convexo redondeado. Irregular en algunos casos. Boca Mediana. Variantes 4A: Paredes medianas. 4B: Paredes delgadas. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería una olla con cuello de la época Recuay. Figura 8.37. Olla con cuello 4: variante 4A (a) y variante 4B (b). 396 Olla con cuello 5 Se identificaron tres fragmentos de este tipo (n= 3 [3]). Uno de ellos se encontraba en el Flujo 5 y los otros dos, en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: mediano. Forma: elipsoide. Collar Recto divergente (< 2cm). Unión: angular. Labio Convexo redondeado o biselado externo. Boca Mediana o grande. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es muy probable que sea una olla con cuello de la época Recuay. Figura 8.38. Olla con cuello 5. 397 8.1.5 Ollas sin cuello De la muestra total, quince fragmentos (15) han sido identificados como ollas sin cuello, lo que equivale al 4.62%. Esta categoría ha sido clasificada en siete tipos, sin variantes, reconociéndose 7 formas de ollas sin cuello. Olla sin cuello 1 Se identificaron ocho fragmentos de este tipo (n=8 [8]). Casi todos los fragmentos se distribuyeron en el Flujo 1, a excepción de uno que fue encontrado en el nicho NI.02-RL.02 (Sección III) en asociación al Flujo 3. Es muy probable que este haya sido dejado allí y que luego haya sido cubierto por la deposición en cuestión. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: delgado y mediano. Forma: esférica. Borde Engrosado hacia la parte interna, dando la apariencia de una “coma” o con un reborde interno (Figura 8.39.e). Labio Convexo redondeado, ojival o biselado interno. Boca Pequeña o grande. Variantes No presenta Decorados SW26-12.- Decorado con incisiones. Debajo del labio se trazaron dos líneas incisas paralelas que crea un campo de aparición en el que se dispusieron líneas incisas verticales (Figura 8.39.a). SW25-20.- Decorado con una línea incisa acanalada justo por debajo del labio (Figura 8.41.c). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería una olla sin cuello de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Olla sin cuello 2 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n=2 [2]). Uno de ellos se encontró en el Flujo 1 y el otro en el área de mezcla que se encontraba por debajo de ES.CP (unidad SW17). Cuerpo Paredes: marcadamente convexas – verticales. Grosor: delgado y mediano. Forma: elipsoide. 398 Borde Engrosado hacia la parte interna, simple (Figura 8.42.b) o dando la apariencia de una “coma” (Figura 8.42.a). Labio Convexo redondeado o biselado interno. Boca Pequeña o grande. Variantes No presenta Decorados SW17-105.- Decorado en la superficie externa con estampas en forma círculos con puntos concéntricos. Estos fueron colocados uno al lado del otro muy cerca del labio. La superficie de la vasija se encontraba engobada de color rojo (Figura 8.40.a). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería una olla sin cuello de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.39. Olla sin cuello 1. 399 Figura 8.40. Olla sin cuello 2. Olla sin cuello 3 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue hallado en el Flujo 1, al interior de la Sección II. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – convergentes. Grosor: delgado. Forma: ovoide. Borde Engrosado hacia el exterior, creando un silueta sutilmente cóncava. Labio Biselado externo. Boca Mediana. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es muy probable que sea una olla sin cuello de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.41. Olla sin cuello 3. 400 Olla sin cuello 4 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Fue documentado en el área de mezcla que se encuentra debajo de ES.CP (unidad SW17). Cuerpo Paredes: posiblemente rectas – convergentes. Grosor: mediano. Forma: posiblemente cónica. Borde Recto – convergente y sutilmente engrosado, lo que crea un hombro en el exterior. Labio Ojival. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea una olla sin cuello de la época Chavín. Figura 8.42. Olla sin cuello 4. Olla sin cuello 5 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1[1]). Este fue encontrado en el área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP (unidad SW17). Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – convergentes. Forma: ovoide. Borde Con reborde interno. Labio Biselado interno con una superficie convexa. Boca Grande. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. 401 Figura 8.43. Olla sin cuello 5. Olla sin cuello 6 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Fue hallado en el Flujo 3, al interior de la Sección II. Cuerpo Paredes: convexas – verticales. Grosor: grueso. Forma: posiblemente esférica. Borde Irregular. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. Figura 8.44. Olla sin cuello 6. Olla sin cuello 7 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Fue hallado en el Flujo 7. Este único espécimen presentó huellas de quema en su superficie externa. 402 Cuerpo Paredes: rectas – sutilmente convergentes. Grosor: mediano/grueso, irregulares. Forma: posiblemente ovoide. Borde Convergente, creando una especie de hombro en la parte externa de la vasija. Labio Convexo redondeado, pero irregular. Boca Grande. Variantes No presenta. Decorados SW21-I1-1.- Se aplicó pintura roja alrededor del labio sobre una superficie externa alisada (Figura 8.45). Filiación Por la decoración (Anexo 3) es probable que sea una olla de la época Recuay. Figura 8.45. Olla sin cuello 7. 8.1.6 Vasos De la muestra total, cuarenta y un fragmentos (41) han sido identificados como vasos, lo que equivale al 12.62%. Estos han sido clasificados en diez tipos. Los Vasos 3 y 6 presentan 2 variantes, y el Vaso 2 tiene 4 variantes, reconociéndose 16 formas de esta categoría. Vaso 1 Se identificaron tres fragmentos de este tipo (n= 3 [3]). Dos fragmentos fueron hallados en el Flujo 1, y el que resta fue recolectado del Flujo 5, al interior de la Sección II (Figura 8.46.a). 403 Cuerpo Paredes: rectas – verticales/sutilmente divergentes. Grosor: delgado. Forma: cilíndrica. Borde En algunos casos se encuentra engrosado hacia el labio y/o presenta una sutil concavidad interna Labio Biselado externo o convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta Decorados No presenta. Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un vaso de la época Chavín. Figura 8.46. Vaso 1. 404 Vaso 2 Se reconocieron quince fragmentos de este tipo (n= 15 [15]). El análisis determinó tres variantes: 2A (n= 12), 2B (n= 1), 2C (n= 1) y 2D (n= 1). Casi todos los fragmentos de las tres variantes se encontraban en el Flujo 1, excepto por uno de la variante 2A que fue hallado en el Flujo 5, al interior de la Sección II (Figura 8.47.h). Cuerpo Paredes: rectas – divergentes. Grosor: delgado. Forma: cónica. Borde Engrosado. Labio Biselado externo, recto aplanado, convexo redondeado u ojival. Boca Pequeña. Variantes 2A: Labio biselado externo o recto aplanado. 2B: Labio ojival con una sutil inflexión externa. 2C: Labio biselado externo y reborde en forma de “martillo”. 2D: Reborde externo redondeado. Decorados SW24-11.- Correspondiente a la variante 2A. Presenta una banda ancha incisa en la superficie externa de la vasija. Esta se localiza justo por debajo del bisel, circunscribiendo toda la vasija (Figura 8.47.b). SW25-18.- Correspondiente a la variante 2D. Decorado con incisiones y puntos. El diseño consiste en la creación de un campo de aparición, posiblemente de forma triangular. Su lado horizontal se encuentra justamente por debajo del reborde, y sus lados convergentes habrían sido trazados con líneas incisas. En su interior se colocaron flas de punto, rellenando el campo de un extremo al otro (Figura 8.47.c). SW26-1.- Correspondiente a la variante 2B. Presenta una línea incisa por debajo del borde, la cual crea una sutil concavidad externa (Figura 8.47.d). SW25-15.- Relativo a la variante 2A. La decoración consiste en líneas acanaladas que forman un diseño al centro del cuerpo. Se aprecian dos líneas incisas: una en el borde y otra aproximadamente a 4 cm en dirección hacia la base. Ambas crean un campo de aparición donde se ha dispuesto dos puntos con círculo en el centro a manera de columna, dejando un espacio de separación entre ellos. Alrededor se han diseñado otros dos círculos más grandes que se yuxtaponen. Hacia ellos convergen líneas diagonales a manera de triángulos que dan la apariencia de dientes. Cada círculo posee un par de triángulos a cada lado. En los espacios creados por los 405 triángulos, y cerca de los círculos se disponen pares de puntos incisos. En total existen seis a cada lado de los círculos (Figura 8.47.e). SW4-49.- Perteneciente a la variante 2A. Presenta pintura blanca aplicada post- cocción justo por debajo del hombro (Figura 8.47.f, Anexo 4: Fig. 11). SW25-17.- Concerniente a la variante 2C. Posee una decoración de círculos concéntricos estampados por debajo del engrosamiento (Figura 8.47.g). Filiación Por la forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un vaso de la época Chavín. Vaso 3 Se identificaron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). El análisis determinó dos variantes: 3A (n= 1) y 3B (n= 1). Ambos fueron registrados en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: cóncavas – verticales. Grosor: delgado o mediano. Forma: cónica. Borde Engrosado con reborde externo. Labio Biselado externo o recto aplanado. Boca Pequeña. Variantes 3A: Paredes delgadas y labio biselado externo. 3B: Paredes medianas y labio recto aplanado. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es muy probable que sea un vaso de la época Chavín. Vaso 4 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue hallado en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: rectas – convergentes. Grosor: mediano. Forma: cónica. Borde Sin observaciones. Labio Biselado externo. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea de la época Chavín. 406 Figura 8.47. Vaso 2: variante 2A (a, b, e, f y h), variante 2B (d), variante 2C (g) y variante 2D (c). 407 Figura 8.48. Vaso 3: variante 3A (b) y variante 3B (a). Figura 8.49. Vaso 4. Vaso 5 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Uno fue hallado en el Flujo 3, al interior de la Sección II, y el otro en el Flujo 6. 408 Cuerpo Paredes: rectas – verticales. En algunos casos son irregulares (Figura 8.50.b). Grosor: delgado y mediano. Forma: cilíndrica. Borde Adelgazado hacia el labio. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un vaso de la época Recuay, periodo Huarás. Figura 8.50. Vaso 5. Vaso 6 Se reconocieron nueve fragmentos de este tipo (n= 9 [9]). El análisis determinó dos variante: 6A (n= 8) y 6B (n= 1). Los fragmentos de la variante 6A se distribuyeron de la siguiente manera: 1 en el Flujo 1, 3 en el Flujo 5, 1 en el Flujo 6, y los 3 que restan en el Flujo 7. El fragmento de la variante 6B fue hallado en el Flujo 7. 409 Cuerpo Paredes: rectas/sutilmente convexas – divergentes. Grosor: delgado. Forma: cónica. Borde En algunos casos se observó una sutil concavidad en la superficie externa. Labio Convexo redondeado o biselado externo. Boca Pequeña. Variantes 7A: Paredes rectas y labio biselado externo. 7B: Paredes sutilmente convexas y labio convexo redondeado Decorados SW20-260.- Correspondiente a la variante 6A. Presenta una banda hecha con pintura blanca lechosa sobre una superficie naranja oscura. Debido al tamaño del fragmento no se distingue algún diseño en particular (Figura 8.51.a). SWD1-34.- Concerniente a la variante 6A. Su decoración consiste en bandas de color blanco sobre una superficie naranja alisada (Figura 8.51.b). SW21-I2-4.- Relativo a la variante 6A. Exhibe tres bandas de color blanco dispuestas de manera vertical, aunque no muy uniformes, sobre una superficie rojo oscuro (Figura 8.51.c) SW20-253.- Perteneciente a la variante 6B. Presenta una banda de color rojo oscuro en el labio, abarcando porciones de la parte interna y externa (Figura 8.51.d). SW20-266.- Correspondiente a la variante 6A. La decoración consiste en dos bandas horizontales que comienza justo por debajo del labio y otra que la atraviesa diagonalmente. La primera banda horizontal es de color blanco, y la segunda, inmediatamente abajo, de color rojo. Desde esta última se desprende la banda diagonal. Es posible que esta configure un campo de aparición triangular donde se hayan colocado puntos de color blanco (Figura 8.51.e). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un vaso del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. 410 Figura 8.51. Vaso 6: variante 6A (a, b, c y e) y variante 6B (d). 411 Vaso 7 Se identificaron tres fragmentos de este tipo (n= 3 [3]). Uno se hallaba en el Flujo 3, al interior de la Sección II, otro en el Flujo 5, y el que resta en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: cóncavas – verticales. Grosor: delgado y mediano. Forma: hiperboloide. Borde Engrosado hacia el labio. En algunos casos es irregular (Figura 8.52.a). Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SWD2-13: Para su ornamentación se aplicó pintura blanca sobre una superficie gris oscura. El diseño consta de un campo de aparición rectangular configurado por una banda blanca horizontal muy cerca del labio y otras dos en paralelo, aproximadamente a 3 cm en dirección hacia la base. En este campo se delinearon un par de bandas paralelas en zigzag (Figura 8.52.c). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) es muy probable que sea un vaso del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Figura 8.52. Vaso 7. 412 Vaso 8 Se reconocieron cuatro fragmentos de este tipo (n= 4 [4]). Uno se hallaba en el Flujo 3, al interior de la Sección II, otro en el Flujo 5, otro en Flujo 7 y el que resta en el Flujo 8, en la intersección. Cuerpo Paredes: rectas – convergentes. Grosor: mediano. Forma: cónica. Borde En algunos casos se observa un sutil adelgazamiento (Figura 8.53.b). Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SW20-257.- La decoración consiste en una fila de puntos blancos aplicados en la parte superior del labio. Estos son mejor observados en la superficie interna de la vasija, ya que contrastan con una superficie marrón alisada (Figura 8.53.a). SWD1-28.- La decoración consiste en la aplicación de pintura roja sobre una superficie naranja alisada. El diseño consistiría de tres cuadriláteros de diferentes dimensiones que se circunscriben uno al interior del otro (Figura 8.53.b). SWD2-20.- La decoración consiste en la aplicación de una banda gruesa de pintura marrón a la altura del labio, lo cual contrasta con una superficie crema alisada (Anexo 4: Fig. 12). No fue digitalizado debido a que no se pudo determinar el diámetro. Filiación Por su decoración (Anexo 3) es probable que sea un vaso de la época Recuay. Vaso 9 Se identificaron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Uno se hallaba en el Flujo 3, al interior de la Sección II, y el otro en el Flujo 8, en la intersección. Cuerpo Paredes: rectas – convergentes. Grosor: mediano. Forma: ovoide. Borde Sin observaciones. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SW19-85.- Presenta dos bandas horizontales y paralelas de color blanco delineadas muy cerca del labio. Estas contrastan con una superficie engobada de color rojo claro (Figura 8.54.a). 413 SW20-255.- Muestra dos bandas oblicuas de color blanco que parten desde el labio de la vasija. Estas contrastan con una superficie roja (Figura 8.54.b). Filiación Por su decoración (Anexo 3) sería un vaso del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Figura 8.53. Vaso 8. Figura 8.54. Vaso 9. 414 8.1.7 Cántaros De la muestra total, cincuenta y cinco fragmentos (55) han sido identificados como cántaros, lo que equivale al 16.92%. Estos han sido clasificados en 12 tipos. Los Cántaros 5, 10 y 12 presentan 2 variantes, el Cántaro 1 tiene 3 variantes, y el Cántaro 11 cuenta con 4; lo que hace un total de 20 formas para esta categoría. Cántaro 1 Se reconocieron nueve fragmentos de este tipo (n= 9 [9]). El análisis determino tres variantes: 1A (n= 1), 1B (n= 7) y 1C (n= 1). Todos los fragmentos fueron hallados en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – verticales. Grosor: indeterminado. Forma: posiblemente esférica. Cuello Recto – vertical/sutilmente convergente. Grosor: mediano. Unión: posiblemente angular. Borde Puede ser sencillo; presentar un reborde externo, como si fuese una prolongación del labio; y/o presentar un engrosamiento interno antes de llegar al labio, creando una sutil concavidad interna. Labio Recto aplanado o biselado externo. Boca Pequeña. Variantes 1A: Cuello recto – vertical con un borde sencillo. 1B: Cuello recto – vertical con un reborde externo y borde engrosado. 1C: Cuello recto – sutilmente convergente con un reborde externo. SW3-190.- Presenta rastros de pintura blanca en el labio y una banda muy delgada Decorados de la misma pintura que circunscribe la vasija justo por debajo del reborde externo (Figura 8.55.b, Anexo 4: Fig. 13). Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cántaro de la época Chavín. 415 Figura 8.55. Cántaro 1: variante 1A (a), variante 1B (b, c y d) y variante 1C (e y f). Cántaro 2 Se identificaron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Ambos se hallaban en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – verticales. Grosor: posiblemente mediano. Forma: posiblemente esférica. Cuello Cóncavo – vertical. Grosor: mediano. Unión: angular. Borde Reborde externo. Labio Biselado externo. 416 Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cántaro de la época Chavín. Figura 8.56. Cántaro 2. Cántaro 3 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n= 2 [2]). Ambos se encontraban en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – verticales. Grosor: posiblemente delgado. Forma: posiblemente esférica. Cuello Convexo - vertical. Grosor: delgado o mediano. Unión: angular. Borde Reborde externo. Labio Ojival o biselado externo. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados SW1-53.- Presenta pintura post-cocción. Una banda de color rojo parte justo por debajo del reborde de manera vertical y luego, antes de llegar a la unión con el cuerpo, da un giro de 90°. Esta banda está acompañada por otras dos bandas de color blanco. Lastimosamente, es lo único del diseño que ha sobrevivido. La superficie del tiesto se encuentra pulida y fue engobada de color naranja (Figura 8.57.a). 417 Filiación Por su forman (Anexo 2) sería un cántaro de la época Chavín. Por su decoración (Anexo 3), el fragmento SW1-53 (Anexo 4: 14) sería del estilo Mosna, época Chavín, periodo Blanco & Negro. Figura 8.57. Cántaro 3. Cántaro 4 Se identificaron cinco fragmentos de este tipo (n= 5 [5]). Todos ellos se encontraban en el Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Recto – divergente. Grosor: mediano. Unión: angular. Uno de los fragmentos, SW12-43, presenta un agujero cerca de la unión (véase Anexo 2, Anexo 4: Fig. 15) Borde Sencillo o engrosado. En algunos casos presenta una sutil concavidad interna. Labio Biselado externo. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausente Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cántaro de la época Chavín. 418 Figura 8.58. Cántaro 4. 419 Cántaro 5 Se reconocieron cinco fragmentos de este tipo (n= 5 [5]). El análisis determinó dos variantes: 5A (n= 3) y 5B (n= 2). Los fragmentos de la variante 5A se distribuyen como sigue: 1 en el Flujo 1 y los otros 2 en el área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP. Los dos fragmentos de la variante 5B fueron hallados en el Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Cóncavo – divergente. Grosor: mediano. Unión: continua. Borde En algunos casos se observa una sutil divergencia antes de llegar al labio. Labio Biselado externo. Boca Pequeña. Variantes 5A: Cuello menos divergente. 5B: Cuello más divergente. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería un cántaro de la época Chavín. Figura 8.59. Cántaro 5: variante 5A (a, b y c) y variante 5B (d y e). 420 Cántaro 6 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1[1]). Este fue registrado en el Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Sutilmente convexo - ligeramente divergente. Grosor: delgado. Borde Reborde externo, como una prolongación del labio. Labio Biselado externo. Boca Pequeña. Variantes No presenta Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es muy posible que sea de la época Chavín. Figura 8.60. Cántaro 6. Cántaro 7 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1[1]). Este fue documentado en el Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Posiblemente recto o sutilmente cóncavo – convergente. Grosor: mediano. Borde Reborde externo. Labio Ojival. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un cántaro de la época Chavín. 421 Figura 8.61. Cántaro 7. Cántaro 8 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1[1]). Este fue hallado en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – verticales. Forma: posiblemente ovoide. Cuello Cóncavo – convergente. Grosor: grueso. Unión: continua. Borde Reborde externo. Labio Recto aplanado con un remate externo convexo – redondeado. Boca Mediano. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. Figura 8.62. Cántaro 8. 422 Cántaro 9 Se reconocieron seis fragmentos de este tipo (n= 6 [6]). Estos se distribuyeron de la siguiente manera: 2 en el Flujo 5, 1 en el Flujo 6, 2 en el Flujo 7 y el que resta en el Flujo 8. Este último se ubicó cerca de la intersección entre las secciones II y III (unidades SW19). Cuerpo Paredes: convexas – convergentes. Grosor: mediano/grueso. Forma: ovoide. Cuello Cóncavas – verticales. Grosor: mediano/grueso. Unión: continua. Borde En algunos casos engrosado y/o irregular. Labio Convexo redondeado. Variantes No presenta. Boca Mediana. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea un cántaro de la época Recuay. Figura 8.63. Cántaro 9. 423 Cántaro 10 Se identificaron once fragmentos de este tipo (n= 12 [12). El análisis determinó dos variantes: 10A (n= 7) y 10B (n= 5). Los fragmentos de la variante 10A se repartieron como sigue: 1 en el Flujo 1, cerca del área de mezcla por debajo de ES.CP (Figura 8.64.f), 4 en el Flujo 5, 1 en el Flujo 6 y el que resta en el Flujo 7. Los de la variante 10B se distribuyeron así: 2 en el Flujo 5, 2 en el Flujo 7 y el restante en el Flujo 8. Este último se ubicó cerca de la intersección entre las secciones II y III. Cuerpo Paredes: indeterminadas. Grosor: delgado o mediano. Forma: indeterminada. Cuello Cóncavo – divergente. Grosor: delgado o mediano. Unión: continua. Borde En algunos casos, engrosado antes de llegar al labio. Labio Convexo redondeado o biselado externo. Boca Pequeña o grande. Variantes 10A: Cuello menos divergente. 10B: Cuello más divergente. Decorados SWD1-27.- La ornamentación consiste en la aplicación de pintura roja sobre una superficie crema alisada, exclusivamente alrededor del labio (Figura 8.64.a). SWD1-45.- Se aplicó pintura blanca sobre una superficie naranja alisada. Sobre ella se pintó una delgada línea roja cerca del labio. En el interior, se pintó una banda roja en el tope del labio, que parece ser parte del engobe inicial (Figura 8.64.d). SW20-237.- La decoración consiste en la aplicación de pintura roja sobre la parte interna del labio, alisada y de color marrón (Figura 8.64.e). Filiación Por su forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) sería un cántaro de la época Recuay. Cántaro 11 Se reconocieron siete fragmentos de este tipo (n= 7 [7]). El análisis determinó cuatro variantes: 11A (n= 2), 11B (n= 2), 11C (n= 1) y 11D (n= 2). Los fragmentos de la variante 11A se distribuyeron así: 1 en el Flujo 6 y el otro en el Flujo 7. Respecto a los de la variante 11B, 1 fue hallado en el Flujo 5 y el otro en el área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP. Los tiestos de las variantes 11C y 11D fueron recuperados en el Flujo 5. Cuerpo Paredes: convexas - convergentes. Forma: ovoide. Cuello Recto/cóncavo – divergente. Grosor: mediano/grueso. Unión: angular/continua. Borde Irregular en algunos casos. Engrosado en la unión. 424 Labio Convexo redondeado. Boca Mediana o pequeña. Variantes 11A: Cuello largo (> 2 cm), recto – divergente. Unión: angular o continua. 11B: Cuello corto (< 2 cm), recto – divergente. Unión: angular. 11C: Cuello largo (> 2 cm), cóncavo – divergente. Unión: continua. 11D: Cuello largo y grueso (> 2 cm), cóncavo – divergente. Unión: angular. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es muy probable que sea un cántaro de la época Recuay. Cántaro 12 Se identificaron cuatro fragmentos de este tipo (n= 4 [4]). El análisis determinó dos variantes: 12A (n= 2) y 12B (n= 2). Los fragmentos de la variante 12A se repartieron en estratos diferentes: 1 en el Flujo 6 y el otro en el Flujo 7. Los dos fragmentos de la variante 12B se encontraban en el Flujo 7. Cuerpo Paredes: convexas – convergentes. Grosor: mediano. Forma: ovoide. Cuello Recto/Cóncavo – marcadamente divergente. Grosor: mediano. Unión: continua. Borde Adelgazado antes de llegar al labio. Labio Convexo redondeado. Irregular en algunos casos. Boca Pequeña o mediana. Variantes 12A: Cuello recto – marcadamente divergente. 12B: Cuello cóncavo – marcadamente divergente. Decorados SW20-251.- Relativo a la variante 12A. La decoración consiste en la aplicación de pintura roja sobre una superficie externa alisada de color naranja claro. La pintura fue “mal” aplicada alrededor del labio, como si hubiese sido “chorreada” (Figura 8.66.a). Filiación Por la forma (Anexo 2) y decoración (Anexo 3) es muy probable que sea un cántaro de la época Recuay. 425 Figura 8.64. Cántaro 10: variante 10A (a, b, d y f) y variante 10B (c y e). 426 Figura 8.65. Cántaro 11: variante 11A (a y c), variante 11B (e), variante 11C (b) y variante 11D (d). 427 Figura 8.66. Cántaro 12: variante 12A (a y b) y variante 12B (c y d). 428 8.1.8 Botellas De la muestra total, solo nueve fragmentos (9) han sido identificados como botellas, lo que equivale al 2.77%. Estos han sido clasificados en ocho tipos; uno de los cuales presenta dos variantes, lo que hace un total de 9 formas para esta categoría. Botella 1 Se reconocieron dos fragmentos de este tipo (n= 2[2]). El análisis determinó dos variantes: 1A (n= 1) y 1B (n= 1). Ambos fragmentos fueron documentados en el Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Sutilmente convexo - vertical. Grosor: delgado o mediano. Borde Reborde externo. Labio Ojival. Boca Muy pequeña. Variantes 1A: Paredes muy delgadas, menores a 2.5 mm. Es la forma con las paredes más delgadas de toda la muestra. 1B: Paredes medianas. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) sería una botella de la época Chavín. Figura 8.67. Botella 1: variante 1A (a) y variante 1B (b). 429 Botella 2 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue documentado en el Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Sutilmente convexo – ligeramente divergente. Grosor: delgado. Borde Reborde externo. Labio Biselado externo. Boca Muy pequeña. Tiene 1 cm de diámetro, la menor medida registrada en toda la muestra analizada. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea una botella de la época Chavín. Botella 3 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue recuperado del Flujo 1. Cuerpo Indeterminado. Cuello Convexo – divergente. Grosor: delgado. Borde Sutil reborde externo. Labio Convexo redondeado. Boca Muy pequeña. Variantes No presenta. Decorados SW36-1.- Presenta un línea incisa acanalada debajo del reborde. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea una botella de la época Chavín. Figura 8.68. Botella 2. Figura 8.69. Botella 3. 430 Botella 4 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este se encontraba en el Flujo 1. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – verticales. Forma: posiblemente esférica. Cuello Recto – convergente. Grosor: delgado. Unión: angular. Borde Divergente con un reborde externo. Labio Convexo redondeado. Boca Muy pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por su forma (Anexo 2) es probable que sea una botella de la época Chavín. Figura 8.70. Botella 4. Botella 5 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este se encontraba en el Flujo 1, cerca del área de mezcla ubicada por debajo de ES.CP (unidad SW16). Cuerpo Indeterminado. Cuello Recto – vertical. Grosor: mediano. Borde Reborde interno. Labio Biselado interno. Justamente, en la parte interna del labio ha sobrevivido engobe de color rojo (Anexo 4: Fig. 16). Boca Muy pequeña. 431 Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. Figura 8.71. Botella 5. Botella 6 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este se encontraba en el Flujo 1, cerca del área de mezcla ubicada por debajo de ES.CP (unidad SW16). Cuerpo Indeterminado. Cuello Sutilmente cóncavo – divergente. Grosor: mediano. Borde Reborde externo redondeado. Labio Convexo redondeado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. Figura 8.72. Botella 6. 432 Botella 7 Solo se reconoció un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue recuperado del Flujo 6. Cuerpo Paredes: posiblemente convexas – convergentes. Forma: posiblemente ovoide. Cuello Cóncavas – divergentes. Grosor: grueso. Unión: continua. Borde Marcadamente engrosado hacia el labio, rematando en una punta. Labio Recto aplanado. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. Figura 8.73. Botella 7. Botella 8 Solo se identificó un fragmento de este tipo (n= 1 [1]). Este fue encontrado en el Flujo 7. Cuerpo Indeterminado. Cuello Recto – divergente. Grosor: grueso. Borde Engrosado. Labio Ojival, lo que origina una inflexión interna. Boca Pequeña. Variantes No presenta. Decorados Ausentes. Filiación Por ahora, indeterminada. 433 Figura 8.74. Botella 8. 8.1.9. Cuantificación de los datos Considerando todos los datos brindados, nuestro análisis tipológico ha dado los siguientes resultados cuantitativos: Tipos Formas # Fragmentos % Muestra NMV Platos 5 6 11 3.38 11 Cuencos 22 32 149 44.92 120 Cuencos 6 6 23 7.08 22 grandes Ollas con 5 8 23 7.69 22 cuello Ollas sin 7 7 14 4.62 15 cuello Vasos 9 14 42 12.62 41 Cántaros 12 20 55 16.92 55 Botellas 8 9 9 2.77 9 TOTALES 74 102 325 100 295 Tabla 8.1. Síntesis de la tipología morfo-funcional. 434 Lo primero a resaltar de esta tabla es la suma total del NMV, que asciende a 295 vasijas. De ahora en adelante, esta cifra será nuestro nuevo 100%. Una segunda observación es la proporción entre el número mínimo de vasijas que asciende a 295, y el número de formas reconocidas, que suman 102; lo cual nos sugiere que la relación entre la cantidad de formas y vasijas es de 1 a 3. Una tercera observación es respecto a la popularidad de las categorías. En ese sentido, los Cuencos son los más populares con 22 tipos, 32 formas y 120 vasijas. Es, también, la categoría con la mayor cantidad de fragmentos compatibles, reduciéndose 149 fragmentos a 123 vasijas. La siguiente categoría en popularidad son los cántaros, con 12 tipos, 20 formas y 55 vasijas. Siguen los vasos, con 9 tipos, 14 formas y 41 vasijas. Si sumamos el NMV de estas tres categorías obtenemos un total de 216 vasijas, lo que equivale al 73.22%. Es cifra nos indica que en el ramal RL.02, las categorías más populares de vasijas tuvieron una función intencionada (intended use en Skibo 1992) que corresponde al servicio de alimentos y bebidas a corta distancia (Rice 1987). Este argumento se refuerza al añadir las demás categorías que también habrían tenido tal función, como los platos, los cuencos grandes y las botellas, que suman un total de 42 vasijas. Al sumar ambas cifras se tiene un total de 258 vasijas para servir, lo que equivale al 87.46% del NMV. Con toda esta evidencia puede interpretarse que, sin importar la época, el contexto sistémico que produjo los depósitos culturales consideró al canal subterráneo como un espacio capaz de albergar los residuos de actividades que estaban destinadas al servicio de alimentos y bebidas, sean estas de naturaleza ceremonial o doméstica. De ser así, puede inferirse que durante la época Chavín el ramal RL.02 fue concebido para recibir y transportar hidráulicamente los residuos del Templo del Lanzón, cumpliendo la función de alcantarillar; y que durante la época Recuay fue usado como un pozo de basura del área residencial que se concentraba en la Plaza Circular. Para la elaboración de la secuencia arqueoestratigráfica, y con ello la periodización del ramal RL.02, el siguiente paso fue la presentación de los datos según la filiación cultural identificada. En la siguiente tabla presentamos los tipos por cada categoría, sus variantes, la contabilización inicial del NMV (antes de resolver los indeterminados), y la cantidad de vasijas decoradas (entre paréntesis). Estos datos nos permitieron diagnosticar con mayor precisión la distribución de los tipos de cada grupo alfarero, lo cual es beneficioso para entender el grado de mezcla que presenta el ramal: 435 Chavín NMV Recuay NMV Indeterminado NMV Platos 1 y 2 5 (1) 3, 4 y 5 6 (1) - - 1, 2[A, B, C], 3, 4, 5, 6, 13, 14, 15, 16, 7[A, B, C], 67 56 Cuencos 17, 18[A, B], 19, - - 8[A, B, C], (22) (28) 20, 21 y 22 9[A, B], 10, 11[A, B, C] y 12 Cuencos 1, 2, 3, 22 (2) - - - - grandes 4, 5 y 6 Ollas con 1[A, B, C], 20 - - - - cuello 2, 3, 4[A, B] y 5 (3) Ollas sin 1, 2, 3 y 4 12 (3) 7 1 (1) 5 y 6 2 cuello 1[A, B], 5, 6[A, B], 20 Vasos 2[A, B, C, D], 22 (6) - - 7, 8 y 9 (11) 3 y 4 1[A, B, C], 9, 10[A, B], Cántaros 2, 3, 4, 26 (2) 11[A, B, C, D], 28 (4) 8 1 5[A, B], 6, 7 12[A, B] Botellas 1[A, B], 2, 3, 4 5 (1) - - 5, 6, 7, 8 4 39 tipos 157 28 tipos 131 7 tipos TOTALES (0) [56 formas] (37) [37 formas] (48) [7 formas] Tabla 8.2. Filiación cultural de los tipos y el NMV por tipo. En paréntesis, la cantidad de vasijas decoradas. La tabla esclarece que la frecuencia de vasijas del grupo alfarero Chavín fue sutilmente mayor, con un total de 157 vasijas repartidas en 39 tipos que representan a 56 formas, equivalente al 53.22% del NMV. Las vasijas del grupo alfarero Recuay fueron las segundas en frecuencia, llegando a un total de 131 vasijas repartidas en 28 tipos que representan a 37 formas, lo que equivale al 44.41% del NMV. Las vasijas de filiación indeterminada suman un total de 7 repartidas en 7 tipos, sin variantes, lo que equivale al 2.37%. 436 Si comparamos los grupos alfareros notamos que:  La diferencia cuantitativa entre ambos es de 26 vasijas, 11 tipos y 19 formas; lo cual sugiere que ambos grupos alfareros fueron muy similares en cantidad y calidad.  En ambos, las categorías platos, cuencos, vasos y cántaros tienen una proporción muy parecida. Esto nos motiva a pensar que los contextos sistémicos que generaron ambos grupos alfareros tuvieron una apreciación muy similar respecto a la clase de residuos que se iban a depositar en el espacio subterráneo.  A pesar de tener menos vasijas, el grupo alfarero Recuay tiene la mayor cantidad de vasijas decoradas  En ambos grupos, la categoría de Cuencos es la que presenta la mayor cantidad de vasijas decoradas. En el grupo alfarero Chavín es un tercio de las vasijas decoradas, y en el grupo alfarero Recuay es la mitad.  En el caso particular de las Ollas sin cuello, la proporción entre ambos grupos alfareros es la más marcada 11:1. Esto podría indicar una drástica disminución de su popularidad. Si consideramos que las Ollas con cuello son una categoría exclusiva de la época Recuay podríamos suponer que de una época a otra hubo una sustitución de los tipos morfo- funcionales destinados a la preparación y almacenamiento de alimentos.  La categoría de Cuencos grandes es exclusiva de la época Chavín. Esto refuerza el análisis de Burger (1998) quien propuso que esta categoría era un marcador de su periodo Janabarriu, o Blanco & Negro como lo sostienen Rick y sus colabores (Kembel 2001, 2008; Mesía 2007; Rick et al. 2009).  En el grupo alfarero Indeterminado cada tipo de vasija tiene un único ejemplar.  En este grupo, la categoría de Botellas es la más popular con cuatro tipos. Lo siguiente a contabilizar fue la correlación entre los tipos de cada grupo alfarero y su posible función (intended use). Respecto al grupo alfarero Chavín (Figura 8.75) las categorías destinadas a: 1. Servir alimentos sólidos y/o líquidos a cortas distancias, como platos (n= 5), cuencos (n= 67) y cuencos grandes (n= 22) suman un total de 94 vasijas (en azul). 2. Servir alimentos exclusivamente líquidos a cortas distancias, como vasos (n= 21), cántaros (n= 25) y botellas (n= 5) suman un total de 51 vasijas (en azul claro). 3. La preparación y almacenamiento de alimentos, como las ollas con cuello (n= 12) suman un total de 12 vasijas (en aguamarina oscuro). 437 Categorías morfo-funcionales de grupo alfarero Chavín 80 70 67 60 50 40 30 25 22 21 20 12 10 5 5 0 Platos Cuencos Cuencos Vasos Cántaros Botellas Ollas sin grandes cuello Figura 8.75. Cuantificación de las categorías morfo-funcionales del grupo alfarero Chavín. Si tomamos en cuenta solo las categorías destinadas a servir obtenemos un total de 145 vasijas, equivalente al 92.36% del NMV Chavín (n= 157). Esta cifra quiere decir que la función idónea de casi todo el grupo alfarero Chavín estuvo relacionada con actividades de servicio; lo cual es directamente proporcional al porcentaje obtenido para la muestra total, que asciende al 87.46%. Esta correlación nos permite sostener la hipótesis de que el grupo alfarero Chavín corresponde a vasijas de servicio que fueron descartadas en el ramal RL.02. Esto pone en evidencia que una de las funciones del circuito hidráulico era, justamente, alcantarillar los residuos que se produjeron en las áreas superficiales. Dado el contexto socio-histórico de la época Chavín y la locación de nuestra área de estudio es muy probable que este descarte haya estado vinculado a las actividades rituales del Templo del Lanzón. Respecto al grupo alfarero Recuay (Figura 8.76) las categorías destinadas a: 1. Servir alimentos sólidos y líquidos a cortas distancias, como platos (n= 6) y cuencos (n= 53), suman un total de 59 vasijas (en naranja). 2. Servir alimentos exclusivamente líquidos a cortas distancias, como vasos (n= 20) y cántaros (n= 29), suman un total de 49 vasijas (en rosado). 3. La preparación y almacenamiento de alimentos, como ollas con y sin cuello, suman un total de 23 vasijas (en rojo oscuro). 438 Categorías morfo-funcionales del grupo alfarero Recuay 60 53 50 40 29 30 20 22 20 10 6 1 0 Platos Cuencos Vasos Cántaros Ollas con Ollas sin cuello cuello Figura 8.76. Cuantificación de las categorías morfo-funcionales del grupo alfarero Recuay. Las categorías destinadas a servir suman un total de 108 vasijas, equivalente al 82.44% del NMV Recuay (n= 131). Esta cifra es directamente proporcional con las cifras del grupo alfarero Chavín y con las de la muestra total, lo cual nos indica que la función idónea del grupo alfarero Recuay estuvo relacionada con el servicio de alimentos y bebidas a corta distancia. Esta correlación reafirma la hipótesis de que el grupo alfarero Recuay representa a un conjunto de vasijas que fueron descartadas en el ramal RL.02 cuando este fue usado como un pozo de basura por los Recuay que estaban asentados en la Plaza Circular. El hecho de que haya más ollas que en el grupo alfarero Chavín refuerza, teóricamente, su naturaleza doméstica. 8.2 Seriación En vista de que nuestro objetivo general es la periodización del ramal RL.02 decidimos realizar una seriación, que viene a ser un método de ordenamiento para establecer la proporción de los grupos alfareros en la secuencia estratigráfica previamente establecida (Harris 1991; Orton et al. 1993: 189-190). Dado que una de las potencialidades de la alfarería es la cronometría de un contexto, el primer paso de la seriación fue explicar la distribución de los grupos alfareros para entender su grado de mezcla, y el segundo fue ordenar dicha distribución en torno a la secuencia estratigráfica. Hecho el ordenamiento queda establecida la secuencia arqueoestratigráfica final del ramal RL.02. 439 8.2.1 Grupo alfarero Chavín Las vasijas del grupo alfarero Chavín se distribuyeron como sigue (Figura 8.77): de las 157 vasijas identificadas, 138 se encontraban en el Flujo 1 (88%), 7 en el Flujo 3 (4%), 4 en el Flujo 5 (3%), 1 en el Flujo 6 (1%) y 7 en el área de mezcla que se encuentra por debajo de la escalera ES.CP (4%). Estos datos nos indican que, las vasijas Chavín se distribuyeron en 4 de los 10 Flujos de la secuencia estratigráfica, concentrándose la gran mayoría en el Flujo 1, representante estratigráfico de la Fase Chavín. Esto nos permite dividir el grupo alfarero en: vasijas Chavín que corresponden al flujo de la Fase Chavín, y en vasijas Chavín que están fuera de él. Distribución de las vasijas Chavín 1% 4% 3% 4% 88% Flujo 1 Flujo 3 Flujo 5 Flujo 6 ES.CP Figura 8.77. Distribución de las vasijas Chavín por Flujos. Lo siguiente fue vincular la Fase Chavín – el Flujo 1– a un periodo específico, para lo cual hemos considerado las vasijas decoradas, las cuales asciende a un total de 33, equivalente al 21.02% del NMV Chavín (n= 157). Según las descripciones presentadas, la decoración de casi todas ellas fue hecha por medio de incisiones, exisiones o sellos: atributos tecnológicos que reafirman la filiación cultural del grupo alfarero a la época Chavín. No obstante, para la periodización del Flujo 1 hemos elegido aquellas vasijas que tienen un referente estilístico más específico. En primer lugar, se eligieron las vasijas del estilo Janabarriu que corresponden al periodo B&N (Mesía 2007). Entre estas tenemos al Cuenco 3 (n= 5), al Cuenco 7A (n= 1), al Cuenco 9 (n= 7), al Cuenco 11B (n= 1), a la Olla sin cuello 2 (n= 1) y al Vaso 2C (n= 1). Todos ellas suman un total de 16 vasijas. En segundo lugar, se han escogido la categoría de Cuencos Grandes (n= 22). Según los análisis realizados, esta 440 clase de vasijas posiblemente haya sido fabricada en el Callejón de Huaylas durante el periodo B&N (Burger 1984, 1998; Druc 2004). Finalmente, hemos seleccionado la vasija del estilo Mosna, representada por un Cántaro 3 (n= 1). Es muy posible que dicho estilo haya sido fabricado en la región de Pacopampa durante el Formativo Tardío (Lumbreras 1993), por lo que sería contemporáneo con el periodo B&N. La suma de todas estas vasijas asciende a 39, lo que representa el 24.84% del NMV del grupo alfarero Chavín. Aunque esta cifra no es concluyente puede presuponerse que el Flujo 1 tuvo un porcentaje importante de vasijas que fueron hechas durante el periodo B&N. Obviamente, esta hipótesis deberá ser reforzada con análisis petro-químicos y fechados radiocarbónicos. Categorías Tipos [variantes] Cantidad (dec.) Estilos Chavín # Platos 1[A, B] y 2 5 (1) - 0 Janabarriu: 1, 2[A, B, C], Cuenco 3 5 3, 4, 5, 6, Cuenco 7A 1 7[A, B], Cuencos 57 (19) Cuenco 9 7 8[A, B], Cuenco 11B 1 9[A, B], 10, Urabarriu: 11[A, C], 12 Cuenco 12 1 Cuencos Grandes 1, 2, 3, 4, 5, 6 22 (2) Cuencos grandes* 22 Janabarriu: Ollas sin cuello 1, 2, 3 9 (2) Olla sin cuello 2 1 Janabarriu: 1[A, B], Vaso 2C 1 Vasos 2[A, B, C, D], 19 (6) Urabarriu: 3[A, B], 4 Cuenco 2D 1 1[A, B, C], 2, 3, 4, Mosna: Cántaros 23 (2) 5[A, B], 6, 7, Cántaro 3 1 Botellas 1 [A, B], 2, 3, 4 5 (1) - 0 Janabarriu 16 TOTALES 39 tipos Urabarriu 2 139 (30) [20 variantes] Cuencos grandes 22 Mosna 1 Tabla 8.3. Tipos del grupo alfarero Chavín en el Flujo 1. *Considérese la categoría. A ello se le suma el hallazgo de cuerpos decorados del estilo Rojo Grafitado (Anexo 4: Figs. 17 y 18), que si bien no fueron considerados como parte del análisis tipológico, reafirman con su presencia la pertenencia a este periodo; y con ello, nuestra hipótesis. Esto nos conduce a pensar que la configuración decorativa de algunas vasijas Chavín que presentan pintura blanca sobre una superficie gris oscura, como es el caso de un Vaso 2A (Figura 8.48.f) y un Cántaro 1B (Figura 8.57.b), podría ser también un atributo temporalmente sensible para la identificación de este periodo. Es preciso 441 mencionar que, esta clase de decoración no ha sido descrita para otros tipos morfo-funcionales, por lo que podría tomarse en cuenta para futuros análisis tipo-serie. El único tipo que posiblemente sea una reminiscencia del pasado es el Cuenco 12, representado por un único recipiente cuya forma es del periodo Urabarriu. Un somero análisis visual nos sugiere que puede corresponder al estilo Rocas Ante Sencillo (Anexo 4: Fig. 19). La conjunción de todas estas evidencias nos indican que el Flujo1, representante estratigráfico de la Fase Chavín, se habría depositado durante el periodo B&N. Si nuestras hipótesis son correctas, y lo consideramos como el último acarreo del ramal RL.02 puede asumirse que, todas las evidencias materiales halladas en esta matriz corresponden a la última etapa del periodo B&N. El reconocimiento de este grupo alfarero estaría confirmando que una de las funciones del ramal RL.02 fue alcantarillar los residuos producidos en la superficie externa del Templo del Lanzón. Respecto a las vasijas documentadas fuera del Flujo 1, tenemos, en primer lugar, siete recipientes hallados en el Flujo 3, deposición de origen natural. Uno de los ellos corresponde a una Olla sin Cuello 1 y fue encontrado en el nicho NI.02-RL.02, Sección III. Tal como se mencionó en la descripción pertinente, es muy probable que este tiesto haya sido dejado al interior del nicho para luego ser cubierto por el estrato natural. Las otras seis vasijas fueron registradas en la Sección II: al pie de la escalera ES.AS (unidad SW21- I1); en el rellano (unidad SWD1) y cerca de la intersección con la Sección III (unidad SW19). Las vasijas corresponden a los tipos Cuenco 2A (n= 1), Cuenco 3 (n= 1), Cuenco 4 (n= 1), Cuenco 9A (n= 1) y Cuenco Grande 1 (n= 2). Recordemos que en toda esta parte del ramal, el Flujo 3 se redujo considerablemente debido al grosor del Flujo 1, y que además, fue afectado por el ingreso de los flujos Recuay, depósitos culturales procedentes de la parte superior de la escalera ES.AS. La presencia de estas vasijas en la matriz del Flujo 3, de origen natural, estaría confirmando el hecho de que esta sección fue un área de mezcla. Esta locación concuerda con las otras cinco vasijas Chavín reportadas fuera del Flujo 1: 4 en el Flujo 5 y 1 en el Flujo 6. Las vasijas del Flujo 5 corresponden a los tipos Cuenco 7A (n= 2), Vaso 1 (n= 1) y Vaso 2A (n= 1). La vasija del Flujo 6 es relativa a un Cuenco 4 (n= 1). El aspecto de este fragmento (Anexo 4: Fig. 20) nos motiva a pensar que se trata del estilo Chavín Anaranjado, que en teoría corresponde al periodo Soporte. El hecho de que haya tan solo 5 vasijas del grupo alfarero Chavín en los Flujos 5 y 6 de la Fase Recuay nos permite suponer 442 que su posición estratigráfica fue el producto de un proceso natural de translocación, muy parecido a los que se encuentran en los contextos arqueológicos de la superficie externa. Las vasijas que fueron halladas alrededor del área de mezcla que se encuentra por debajo de la escalera ES.CP corresponden al Cuenco 7C (n= 1), al Cuenco 8C (n= 1), al Cuenco 11B (n= 1), a la Olla sin cuello 2 (n= 1), al Vaso 5 (n= 1) y al Cántaros 5A (n= 2). Cabe precisar que, las tres formas de cuenco y el vaso tienen representación única en el grupo alfarero Chavín. Por su parte, el Cuenco 7C y el Cuenco 8C se componen de tres fragmentos compatibles; lo cual sugiere una fractura in situ. En el caso del Cuenco 7C, los fragmentos fueron recuperados en dos unidades contiguas, SW16 y SW17, lo que confirma la mezcla de materiales en esta área. La forma (Figuras 8.13.f y 8.14.e) y aspecto (Anexo 4: Figs. 24) de estos cuencos nos incita a pensar que corresponden a los estilos Rojo Llano y Rocas Ante Sencillo, respectivamente. En ese mismo sentido, la apariencia externa que tiene la Olla sin cuello 2 (Anexo 4: Fig. 21) y uno de los Cántaros 5A (Anexo 4: Fig. 22) apuntan al estilo Chavín Anaranjado. Coincidentemente, la decoración que presenta la Olla sin cuello 2 también está presente en ollas sin cuello de la fase Janabarriu, particularmente una que tiene engobe rojo (Burger 1998: 420, Fig. 309). Por último, el aspecto del otro Cántaro 5A coincide con la configuración estilística del estilo Rojo Llano (Anexo 4: Fig. 23). El hecho de que en esta área de mezcla se hallan documentado vasijas de forma única y estilos “no tan comunes” para el periodo B&N nos invita a pensar que el proceso de formación del contexto arqueológico pudo haber sido más complejo de lo que parece. Podríamos suponer entonces que, luego de la deposición del Flujo 1 – a finales del periodo Blanco & Negro–, la escalera ES.CP posibilitó el ingreso de sedimentos procedentes de la Plaza Circular La evidencia estratigráfica sugiere que el volumen de estos habría sido tan poco significativo, que se entremezcló con los sedimentos previamente depositados sin dejar huellas claras de su paso. Esto podría significar que su deposición cultural no fue intencionada, como en el caso de los flujos Recuay de la Sección II, sino más bien, el residuo primario de una actividad casual. El reconocimiento del estilo Chavín Anaranjado abre la posibilidad de que dicha actividad se haya realizado durante el periodo Soporte, la última etapa de la época Chavín. Con base en estas evidencias y deducciones lógicas podemos concluir este apartado diciendo que el Flujo 1 es el representante estratigráfico de la Fase Chavín y que en su interior se halló el 88% de vasijas Chavín. La presencia de los estilos Janabarriu, Mosna y Rojo Grafitado, y de los Cuencos 443 Grandes, más el supuesto de que estamos trabajando con los últimos acarreos del sistema, nos motiva a pensar que el tiempo específico de este flujo fue el final del periodo B&N. De estar en lo correcto y, por los principios de asociación y superposición, la filiación cultural de los restos óseos humanos documentados en su interior sería de ese periodo. Este hecho comprobaría la función funeraria del ramal RL.02, y por ende, del Canal de Rocas. Si esta asociación la vinculamos con el grupo alfarero Chavín – destinado para servir–, podemos inferir que la cerámica recuperada del ramal RL.02 fue, en realidad, parte de las ofrendas funerarias y/o como parte de un descarte ritual vinculado a festines y/o rituales funerarios. Esta hipótesis se ve respaldada con la presencia del estilo Janabarriu, cuyas formas de vasija están relacionadas con la función de servicio, posiblemente de contextos ceremoniales (Burger 1984, 1992, 1998). Respecto a las vasijas Chavín fuera del Flujo 1 puede decirse que, en la Sección II la mayoría de los fragmentos identificados como Chavín son producto de un proceso de translocación de evidencias. La cantidad de vasijas que representan este proceso suman un total de 11 (3.73% del NMV), lo cual sugiere que el grado de translocación fue muy bajo, reflejo de un proceso de formación natural, tal como ocurre en los contextos arqueológicos de la superficie externa. Las vasijas Chavín que se encuentran por debajo de la escalera ES.CP y en el rellano corresponden a tipos únicos, lo cual nos permite sospechar que las áreas de mezcla presentan un depósito cultural adicional que fue estratigráficamente imperceptible y que posiblemente haya estado asociado al periodo Soporte. 8.2.2 Grupo alfarero Recuay Las vasijas del grupo alfarero Recuay se distribuyeron como sigue (Figura 8.78): de las 131 vasijas identificadas, 3 se encontraban en el Flujo 1 (2%), 12 en el Flujo 3 (10%), 37 en el Flujo 5 (28%), 28 en el Flujo 6 (21%), 41 en el Flujo 7 (31%), 1 en el Flujo 8 (1%), 6 en el Flujo 10 (5%) y 3 en el área de mezcla que se encuentra por debajo de la escalera ES.CP (2%). Esto quiere decir que las vasijas Recuay se distribuyeron en 7 de los 10 Flujos y que su gran mayoría se concentró en los Flujo 5, 6 y 7, representantes de la Fase Recuay en la secuencia estratigráfica. La suma total de las vasijas que pertenecen a esta fase suman un total de 105, equivalente al 81% del NMV Recuay. A esta cifra podríamos sumarle las 6 vasijas identificadas en el Flujo 10, reconocido como un estrato natural de origen edáfico que estuvo en contacto directo con el Flujo 7; lo cual nos permite asumir que las evidencias culturales allí presentes se deben a un proceso de translocación natural y no a un 444 depósito cultural. Esto implica que la Fase Recuay cuenta con un total de 112 vasijas, equivalente al 85.5% del NMV Recuay. Similar a lo que ocurre con el grupo alfarero Chavín, la distribución de vasijas Recuay nos permite dividirlas en aquellas que pertenece a los flujos Recuay, y aquellas que están fuera de ellos. Es preciso señalar que, la ausencia de caolinita o engobe blanco en la muestra analizada –atributos temporalmente sensibles del periodo Recuay Clásico–, nos permite delimitar cronológicamente el grupo alfarero Recuay al periodo Huarás: el inicio de la ocupación Recuay de Chavín de Huántar. Distribución de las vasijas Recuay 1% 5% 2% 2% 10% 31% 28% 21% Flujo 1 Flujo 3 Flujo 5 Flujo 6 Flujo 7 Flujo 8 Flujo 10 ES.CP Figura 8.78. Distribución de las vasijas Recuay por Flujos. Lo siguiente fue vincular la Fase Recuay – los Flujos 5, 6 y 7– a un periodo específico. Para ello hemos considerado las vasijas decoradas recuperadas de estos flujos, que suman un total de 43 vasijas, equivalente al 38.39% del NMV Recuay que se encuentra en los flujos Recuay (n= 112). Todas ellas estuvieron decoradas con pintura, particularmente en su superficie externa: un atributo tecnológico de la época Recuay. En primer lugar hemos de considerar al Plato 5, a los Cuencos 15, 16, 17, 18, 19 y 21, al Cántaro 10, y a los Vasos 7, 8 y 9, cuya sumatoria asciende a un total de 24 vasijas. La configuración decorativa de estos tipos corresponde al estilo Blanco sobre Rojo, representante del periodo Huarás. Si bien esta cifra no es estadísticamente recomendable para asegurar un periodo específico, el hecho de que supere la mitad de las vasijas decoradas de los flujos Recuay le da un peso sustancial; lo cual sostiene nuestra hipótesis de que la Fase Recuay ocurrió durante el periodo Huarás. Cabe señalar, que el estilo Blanco sobre Rojo está relacionado con vasijas de servicio, como platos, cuencos y vasos; categorías vinculadas a prácticas de carácter doméstico (Kane 2008; Lumbreras 445 1974, 1977, 2014; Lau 2011) y/o ceremonial (Bennett 1944). Dado el uso que habría tenido la Plaza Circular (Atallah 2013; Kane 2008; Lumbreras 1974, 1977, 2014), lo más probable que el grupo alfarero de la Fase Recuay sea de naturaleza doméstica. En segundo lugar tenemos a los Cuencos 14, 18 y 21, y al Vaso 9, los cuales suman un total de 8 vasijas. Se caracterizan por una configuración decorativa basada en patrones geométricos que se plasman sobre una superficie clara (naranja o crema) con un variado repertorio de tonalidades rojizas, razón por la cual llamaremos a este estilo como Rojo Geométrico. Su presencia es la segunda en popularidad, luego del Blanco sobre Rojo. Su configuración decorativa es similar a la de varios fragmentos que proceden de la Plaza Circular y que han sido catalogados como Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014), por lo cual podemos asumir que su fabricación también se dio durante el periodo Huarás. No obstante, su configuración decorativa también guarda semejanzas con vasijas provenientes del valle del Puchka (Orsini e Ibarra 2005) y de San Blas, en Junín (Morales 1998b), que corresponderían al Intermedio Temprano; es decir, al periodo Recuay Clásico. Curiosamente, 4 de estas 8 vasijas están conformadas por 17 fragmentos de tamaños mediano (~5 cm) y grande (>10 cm), lo que involucra no solo una alta compatibilidad de los fragmentos, sino también, la posibilidad de que se hayan quebrado in situ o que hayan sido descartadas como un grupo luego de que acabara su “vida” útil. Uno de los casos más aclaratorios es un Cuenco 18A formado por nueve fragmentos que se distribuyeron en dos unidades (SWD2-27/28/29/30/31/32 + SW22- 3/4/6). Estas particularidades nos sugieren que las vasijas de este estilo no sufrieron procesos post- deposicionales intensos como el trampling o pisoteo, que habría reducido considerablemente el tamaño de los tiestos. Dada su probable posición cronológica, su baja frecuencia en la muestra, así como, el tamaño de sus fragmentos y la alta compatibilidad de los mismos, podríamos suponer que la producción de este estilo habría comenzado durante el periodo Huarás y que luego continuó en el periodo Recuay Clásico, por lo que sería contemporáneo con los estilos Blanco sobre Rojo y Mariash; lo cual coincidiría con la Fase 4 del ramal RL.02, que representa la clausura definitiva del espacio subterráneo. Dada su distribución regional, puede inferirse también que no es de fabricación local y que llegó a Chavín como parte de un intercambio regional, pero esto tendrá que ser debidamente comprobado. 446 En tercer lugar tenemos a la Olla sin cuello 6, las Ollas con cuello 2 y 3, y el Cántaro 10, tipos que presentan vasijas con una banda de color rojo sobre una superficie naranja, ya sea interna o externamente. Cada uno de estos tipos tiene una representación única, salvo por el Cántaro 10 que tiene dos especímenes. Esto hace un total de 5 vasijas, una frecuencia realmente baja. La configuración decorativa de estos tipos parece estar emparentada con aquellas vasijas destinadas al procesamiento y almacenamiento de alimentos, lo que concuerda con las descripciones del tipo Naranja Llano del valle del Puchka (Ibarra 2004); estilo que corresponde cronológicamente al Periodo Intermedio Temprano. Al igual que en el caso anterior podríamos suponer que el estilo Naranja Llano es propio de una etapa transitoria, lo cual tendría sentido por su baja frecuencia. Sin embargo, en vista de que la secuencia relativa de la época Recuay está aún en proceso de definición, es posible que sea un estilo que comience a fabricarse durante el periodo Huarás, y que luego se volvió más popular. Su baja frecuencia puede deberse a la conjunción de varias razones: al tratarse de formas grandes para procesar y almacenar su rango de durabilidad puede que sea mayor, por lo cual su frecuencia en la muestra sería menor; asimismo, puede tratarse de un estilo importando, como el estilo Rojo Geométrico; puede también que su fabricación haya comenzado en el periodo transitorio, por lo cual no dejo un rastro significativo; o puede ser la conjunción de todas las anteriores. En cuarto lugar tenemos a las vasijas con una configuración decorativa única. Entre ellas tenemos un Cuenco 16 (Figura 8.22.a) y a un Cuenco 17 (Figura 8.23.b), cuya superficie es de color gris con rastros de pintura rojiza en el exterior, un Cuenco 21 (Figura 8.27.b) que presenta, al parecer, una hilera de campos de aparición pintados, y un Cántaro 12 (Figura 8.68.a), que exhibe pintura de color rojo aplicada de manera “chorreada”. A pesar de su reducida frecuencia, estas cuatros vasijas podrían ser representantes de nuevos estilos alfareros fabricados durante el periodo Huarás. 447 Categorías Tipos [variantes] NMV (dec.) Estilos Recuay # Blanco sobre Rojo: Platos 4, 5, 6 6 (1) Plato 5 1 Blanco sobre Rojo: Cuenco 15 1 Cuenco 16 2 Cuenco 17 7 Cuenco 18A 1 Cuenco 18B 1 Cuenco 19 1 Cuenco 21 1 14, 15, 16, 17, 47 (23) Cuencos 18 [A, B], 19, Rojo Geométrico: Cuenco 14 3 21, 22, 23 Cuenco 18A 1 Cuenco 18B 2 Cuenco 21 1 Otros estilos: Cuenco 16 1 Cuenco 17 1 Cuenco 19 1 Cuenco 21 1 1 [A, B, C], Naranja Llano: Ollas con cuello 16 (2) Olla con cuello 2 1 2, 3, 4 [A] Olla con cuello 3 1 Ollas sin cuello 6 1 (1) Naranja Llano: Olla sin cuello 6 1 Blanco sobre Rojo: Vaso 7A 4 Vaso 7B 2 6, Vaso 8 1 Vasos 7 [A, B], 15 (9) Vaso 9 1 8, 9, 10 Vaso 10 1 Rojo Geométrico: Vaso 9 1 Blanco sobre rojo: Cántaro 10B 1 9, 10 [A, B], Naranja Llano: Cántaros 11 [A, B, C, D], 27 (4) Cántaro 10A 1 12 [A, B] Cántaro 10B 1 Chorreada: Cántaro 12A 1 Blanco sobre Rojo 25 Rojo Geométrico 8 TOTALES 39 tipos 112 (43) Naranja Llano 5 [20 variantes] Chorreada 1 Otros estilos 4 Tabla 8.4. Tipos morfo-funcionales de los Flujo 5, 6, 7 y 10, Fase Recuay. 448 En lo que respecta a las vasijas documentados fuera de los flujos Recuay tenemos que en el Flujo 1 – de filiación Chavín– se encontraron tres fragmentos: dos muy cerca del área de mezcla por debajo de la escalera ES.CP, (unidades SW16 y SW18b), y otro más en la primera unidad de ES.AS (unidad SW21-I1). El único fragmento decorado hallado en este flujo corresponde a una Olla con Cuello 1A (Figura 8.36.e), que presenta un aplíqué en la superficie externa. Su decoración coincide con las observaciones de Tello (1960) para los cántaros de su grupo Huaylas-Marañón. La distribución de estos tipos nos sugiere que los fragmentos cerca de ES.CP fueron parte del área de mezcla que se desarrolló en esta parte, y que el fragmento localizado en ES.AS llegó allí gracias a la translocación de evidencias culturales que se habría dado en los primeros peldaños de la escalera, justamente donde los Flujos 1 y 5 estuvieron más cerca uno del otro. En lo que concierne a los 13 fragmentos recuperados en el Flujo 3, casi todos ellos se hallaban en la Sección II (unidades SW21-I1, SWD1, SWD2) o cerca de la intersección con la Sección III (unidad SW19). Este hecho es similar a lo que ocurre con las vasijas Chavín, lo cual reafirma la afectación que tuvo la secuencia estratigráfica en esta parte del canal. Una evidencia que sustenta esta mezcla es la compatibilidad del fragmento SW21-I1-39, hallado en este flujo, con el fragmento SW21-I1-3, recuperado en el Flujo 5. Por otro lado, solo una vasija fue documentada en una ubicación diferente. Se trata del fragmento de un Cuenco 15 hallado en la mitad de la Sección III (unidad SW10). Este fragmento fue reportado en la parte superior de la Capa B, cerca del contacto con la Capa A (Flujo 8). Es probable que al formarse este flujo, el fragmento haya sido arrastrado desde ES.CP; y que luego, por gravedad este haya descendido hasta el contacto con el Flujo 3 (Capa B de la Sección III). En lo que respecta a las vasijas decoradas, se tienen 5 especímenes. Dos cuencos 17 y un Vaso 10 que corresponden al estilo Blanco sobre Rojo; los otros 2, un Cuenco 18B (Anexo 4: Fig. 8) y un Vaso 9 (Figura 8.55.a, Anexo 4: Fig. 12) son relativos a un estilo decorativo en el que se aplica pintura marrón sobre una superficie crema. Ambos fragmentos están muy erosionado por lo que no fueron digitalizados, sino solo fotografiados (véase Anexo 4: Figs. 8 y 12). Por su apariencia podríamos inferir que se trata de otro estilo. El hecho de que la pintura no se fijara tan prolijamente, como sucede en otros casos del mismo periodo, podría ser un atributo tecnológico para su futura identificación. En lo que respecta al único fragmento recuperado en el Flujo 8, este en un Cuenco 17 del estilo Blanco sobre Rojo que fue recuperado por debajo del área de mezcla que se encuentra por debajo de ES.CP. 449 Es posible asumir entonces, que su locación final se deba a la translocación de evidencias producto del transcurrir de los flujos hidráulicos, luego de que el ramal RL.02 se clausurara. Considerando todo lo expuesto hasta aquí puede decirse que el grupo alfarero Recuay se concentra en la Sección II del ramal RL.02, en los Flujos 5, 6 y 7 que representara a la Fase Recuay. La revisión de los estilos al interior de estos flujos nos indica que un poco más de la mitad de las vasijas corresponden al estilo Blanco sobre Rojo, representante del periodo Huarás, y que el resto corresponde a otros estilos contemporáneos, de los cuales cabe destacar el Rojo Geométrico y el Naranja Llano. Estos resultados coinciden con las apreciaciones que presentó el Dr. Lumbreras (1974: 50-51) para el mismo periodo. La baja frecuencia de los otros estilos puede deberse a una serie de razones: que hayan sido importados de zonas aledañas; que su fabricación se haya dado durante la transición entre los periodos Huarás y Recuay Clásico, por lo que no habría dejado evidencias sustanciales; que correspondan a vasijas con un mayor rango de durabilidad, por lo que su representación en la muestra sería muy baja; o la conjunción de todas las anteriores. Si enlazamos todas estas evidencias: a) la distribución focalizada de los Flujos 5, 6, 7 y 10; b) sus semejanzas estratigráficas; c) la mayor frecuencia del estilo Blanco sobre Rojo; d) la baja frecuencia de los otros estilos; y d) la ausencia de cerámica fabricada con caolinita o decorada con engobe blanco – atributos temporalmente sensibles del periodo Recuay Clásico –, podemos afirmar que la filiación cultural de la Fase Recuay es el periodo Huarás. Respecto a las vasijas Recuay fuera de los flujos Recuay, observamos que en todos los casos la frecuencia fue mínima y que la mayoría de las locaciones donde se identificaron coincide con las áreas de mezcla que estaban expuestas a la superficie externa. El único caso en el que esto no se dio ocurrió en el Flujo 3, a la mitad de la Sección III. En ese caso, el fragmento de un Cuenco 15 parece haber sido trasladado por otro sedimento, muy probablemente el Flujo 8, para luego descender al Flujo 3. Estas evidencias nos permiten asumir que la mayoría de las vasijas encontradas fuera de los flujos en cuestión pasaron por un proceso de translocación que las llevó a su destino final, donde fueron recuperadas en última instancia por los arqueólogos del PIACH. 450 8.2.3 Grupo alfarero Indeterminado Las vasijas del grupo alfarero Indeterminado se distribuyeron como sigue: 1 en el Flujo 1, 1 en el Flujo 3, 1 en el Flujo 6, 1 en el Flujo 7, y 3 en el área de mezcla que se encuentra por debajo de la escalera ES.CP. Cada uno de estos tipos está representado por una única vasija, lo que suma un total de 7 vasijas. En vista de que su frecuencia es muy baja no se trabajó con porcentajes, ni con gráficos. La vasija registrada en el Flujo 1 corresponde a un Cántaro 8; la del Flujo 3, a una Olla sin cuello 5; la del Flujo 6, a una Botella 7; la del Flujo 7, a una Botella 8; y las que se encuentran alrededor de ES.CP, a una Olla sin cuello 4, a una Botella 5 y a una Botella 6. Al haber identificado la filiación cultural de los otros flujos podemos decir que el Cántaro 8 sería una nuevo tipo morfo-funcional del grupo alfarero Chavín del periodo B&N, y que las Botellas 6 y 7 serían nuevos tipos morfo-funcionales del grupo alfarero Recuay del periodo Huarás. De estar en lo correcto serían las primeras botellas de este periodo en ser reportadas. Los otros 4 tipos seguirán como indeterminados por encontrarse en el área de mezcla por debajo de ES.CP. Con la resolución de los indeterminados, el grupo alfarero Chavín aumenta en 1 su cantidad inicial, lo que hace un total de 158 vasijas, equivalente al 53.56% del total; el grupo alfarero Recuay aumenta en 2, lo que hace un total de 133 vasijas, equivalente al 45.08%; y el grupo alfarero Indeterminado quedaría con 4 vasijas, que representan el 1.36% (Tabla 8.5). Tipos NMV (dec) % muestra Chavín 41 [27 variantes] 158 (37) 53.56 Recuay 31 [17 variantes] 133 (48) 45.08 Indeterminado 4 [0 variantes] 4 (0) 1.36 TOTALES 76 [34 variantes] 295 (85) 100 Tabla 8.5. Cifras definitivas para el análisis de seriación. Con estas cifras se restablecieron las cifras iniciales. En el caso del grupo alfarero Chavín, de las 158 vasijas identificadas, 139 estaban en el Flujo 1 (47.12 % del NMV), 7 en el Flujo 3 (2.37%), 4 en el Flujo 5 (1.36%), 1 en el Flujo 6 (0.34%) y 7 en el área de mezcla que se encuentra por debajo de la escalera ES.CP (2.37%). En el caso del grupo alfarero Recuay, las 133 vasijas se distribuyeron como sigue: 3 en el Flujo 1 (1.02%), 12 en el Flujo 3 (4.07%), 37 en el Flujo 5 (12.54%), 29 en el Flujo 6 451 (9.83%), 48 en el Flujo 7 (16.27%), 1 en el Flujo 8 (0.34%) y 3 en el área de mezcla que se encuentra por debajo de la escalera ES.CP (1.02%). En el caso del grupo alfarero Indeterminado, de las 4 vasijas que aún les falta su filiación cultural tenemos que 1 (0.34%) estaba en el Flujo 3, y que las otras 3 (1.02%) se encontraban en el área de mezcla por debajo de ES.CP. Estas cifras definitorias han sido empleadas para representar el análisis de seriación por medio del método Ford (Figura 8.79). Para efectos didácticos, cada grupo alfarero tiene un color específico: azul para Chavín, rojo para Recuay y amarillo para Indeterminado. Figura 8.79. Seriación de los grupos alfareros del ramal RL.02 por el método Ford. 452 8.3 Resultados El análisis tipológico concluye que los 325 fragmentos corresponden a 295 vasijas, las cuales se agrupan en el grupo alfarero Chavín (n= 158 vasijas), el grupo alfarero Recuay (n= 133) y el grupo alfarero Indeterminado (n= 4). Según su posible función, el grupo alfarero Chavín cuenta con vasijas destinadas a: 1. Servir alimentos sólidos y/o líquidos a cortas distancias, como platos (n= 5), cuencos (n= 67) y cuencos grandes (n= 22), las cuales suman un total de 94 vasijas (Figura 8.80). 2. Servir alimentos exclusivamente líquidos a cortas distancias, como vasos (n= 21), cántaros (n= 26) y botellas (n= 5), las cuales suman un total de 52 vasijas (Figura 8.81). 3. La preparación y almacenamiento de alimentos, como las ollas con cuello (n= 12), que suman un total de 12 vasijas (Figura 8.82). Según su posible función, el grupo alfarero Recuay cuenta con vasijas destinadas a: 1. Servir alimentos sólidos y líquidos a cortas distancias, como platos (n= 6) y cuencos (n= 53), suman un total de 59 vasijas (Figura 8.83). 2. Servir alimentos exclusivamente líquidos a cortas distancias, como vasos (n= 20), cántaros (n= 29) y botellas (n= 2), las cuales suman un total de 51 vasijas (Figura 8.84). 3. La preparación y almacenamiento de alimentos, como ollas con y sin cuello, suman un total de 23 vasijas (Figura 8.85). Tal como puede verse con el método Ford, la seriación de los tipos morfo-funcionales del ramal RL.02 ha confirmado las cuatro fases de la secuencia estratigráfica que propusimos en el capítulo anterior: Chavín Hiato  Recuay  Post-Clausura. Sin embargo, el contacto de estas fases, como cualquier contacto estratigráfico, no es completamente “puro”, observándose diferentes grados de mezcla. Según nuestro análisis existen dos áreas de mezcla: 1) el rellano de la Sección II y 2) por debajo de la escalera ES.CP1. Ambas locaciones parecen haber estado destinadas a encontrarse expuestas. En la primera área existe una mayor frecuencia del grupo alfarero Recuay (15 vasijas Recuay, 11 Chavín y 1 Indeterminada), lo cual es coherente con la intrusión de Flujos Recuay en esta 1 Es importante anotar que la aparición de la casilla ES.CP en la Figura 8.79 fue para explicar de un modo más explícito la distribución de los grupos alfareros. Es importante recalcar que, el grado de mezcla allí presente es de vital importancia para entender el desarrollo de la secuencia arqueoestratigráfica. 453 parte del ramal. Coincidentemente, las proporciones de esta área son relativamente similares a las que presenta Kane (2008) en su estudio de la Plaza Circular, lo cual es una prueba más que nos permite asociar los eventos ocurridos al interior del ramal RL.02 con los de la plaza. En la segunda área existe una mayor frecuencia del grupo alfarero Chavín (7 Chavín, 1 Recuay y 1 Indeterminado), aunque eso no quiere decir que corresponda a esa época. Debido a su exposición, el área por debajo de ES.CP, donde se suscita el Marcador Estratigráfico 2 (ME-2), parece haber sido el punto donde los grupos alfareros se mezclaron con un poco más de intensidad. Cabe anotar también, que los tipos Chavín allí identificados son en su mayoría únicos, pudiendo corresponder a un depósito cultural del periodo Soporte, lo cual todavía falta comprobar. Considerando todas las evidencias expuestas puede afirmarse entonces, que el famoso “anacronismo y turbulencia” que caracterizaría al Canal de Rocas realmente no se dio de la forma tan brusca como usualmente se cree. Los datos aquí presentados sugieren que el grado de mezcla en su interior puede ser tan “natural” como el de cualquier otro contexto de la superficie externa. Con esto no queremos negar que existan contextos anacrónicos y turbulentos al interior de este sistema hidráulico. Dada la larga historia de Chavín, puede que algunos ramales subterráneos presenten un nivel muy alto de mezcla o que su estratigrafía sea muy turbulenta; pero, como hemos tratado de advertir en esta tesis, todo eso tendrá que ser explicado sin conceptos a priori. Incluso, la distribución de las vasijas y las áreas de mezcla nos permiten afirmar que la evidencia artefactual recuperada en la totalidad de la Sección I y en el resto de la Sección III es una parte del contexto que no fue disturbada por agentes externos, permitiéndonos fijar con mayor seguridad la secuencia arqueoestratigráfica. Concluyendo este apartado podemos decir que, nuestro análisis tipo-serie ha rasguñado someramente la inmensa nube de datos que nos brinda la evidencia artefactual que se encuentra en la arquitectura interna de Chavín de Huántar. A pesar de su simpleza, nos ha permitido observar cambios estilísticos entre periodos de una misma época, lo cual es motivante para futuras investigaciones. En el siguiente capítulo se presenta la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02, que se basa en la conjunción de los tres análisis, y ahondaremos en la fase correspondiente a la época Chavín. 454 455 Figura 8.80. Vasijas del grupo alfarero Chavín cuya función es servir alimentos sólidos y líquidos. 1. Plato 2A. 2. Plato 1B. 3. Plato 2. 4. Cuenco 1. 5. Cuenco 2A. 6. Cuenco 2B. 7. Cuenco 2C. 8. Cuenco 4. 9. Cuenco 3. 10. Cuenco 9A. 11. Cuenco 9B. 12. Cuenco 12. 13. Cuenco 10. 14. Cuenco 11A. 15. Cuenco 11B. 16. Cuenco 11C. 17. Cuenco 5. 18. Cuenco 6. 19. Cuenco 7B. 20. Cuenco 7A. 21. Cuenco 7C. 22. Cuenco 8A. 23. Cuenco 8B. 24. Cuenco 8C. 25. Cuenco Grande 5. 26. Cuenco Grande 6. 27. Cuenco Grande 4. 28. Cuenco Grande 3. 29. Cuenco Grande 2. 30. Cuenco Grande 1. 456 Figura 8.81. Vasijas del grupo alfarero Chavín cuya función es servir alimentos líquidos. 1. Cántaro 1A. 2. Cántaro 1B. 3. Cántaro 1C. 4. Cántaro 2. 5. Cántaro 3. 6. Cántaro 4. 7. Cántaro 5A. 8. Cántaro 5B. 9. Cántaro 6. 10. Cántaro 7. 11. Cántaro 8. 12. Botella 1A. 13. Botella 1B. 14. Botella 2. 15. Botella 3. 16. Botella 4. 17. Vaso 1. 18. Vaso 2D. 19. Vaso 2A. 20. Vaso 2B. 21. Vaso 2C. 22. Vaso 3A. 23. Vaso 3B. 24. Vaso 4. 457 Figura 8.82. Vasijas del grupo alfarero Chavín cuya función es preparar alimentos. 1. Olla sin cuello 2 (boca pequeña). 2. Olla sin cuello 1 (boca pequeña). 3. Olla sin cuello 1 (boca grande). 4. Olla sin cuello 2 (boca grande). 5. Olla sin cuello 4. 6. Olla sin cuello 3. 458 Figura 8.83. Vasijas del grupo alfarero Recuay cuya función es servir alimentos líquidos y sólidos. 1. Plato 4. 2. Plato 5 3. Plato 6. 4. Cuenco 13. 5. Cuenco 20. 6. Cuenco 14. 7. Cuenco 16. 8. Cuenco 17. 9. Cuenco 18. 10. Cuenco 19. 11. Cuenco 15. 12. Cuenco 21. 13. Cuenco 22. 459 Figura 8.84. Vasijas del grupo alfarero Recuay cuya función es servir alimentos líquidos. 1. Cántaro 10A (boca pequeña). 2. Cántaro 10B. 3. Cántaro 9. 4. Cántaro 10A (boca grande). 5. Cántaro 11A. 6. Cántaro 11C. 7. Cántaro 11D. 8. Cántaro 11B. 9. Cántaro 12A. 10. Cántaro 12B. 11. Botella 7. 12. Botella 8. 13. Vaso 5. 14. Vaso 6. 15. Vaso 7. 16. Vaso 8. 460 Figura 8.85. Vasijas del grupo alfarero Recuay cuya función es preparar alimentos. 1. Olla con cuello 1C. 2. Olla con cuello 1B. 3. Olla con cuello 1A. 4. Olla con cuello 3 5. Olla sin cuello 4. 6. Olla sin cuello 7. Olla con cuello 4. 8. Olla con cuello 5. Capítulo 9. Discusión La discusión del presente estudio se centra en nuestro objetivo general: la periodización del ramal RL.02. Para ello hemos de recapitular los resultados de los tres análisis (Tabla 9.1) con el fin de conjugarlos y establecer así la secuencia arqueoestratigráfica: una línea de tiempo sintetizada y ordenada que nos permita entrever como las funciones y usos del ramal RL.02 se engranan con la historia del Canal de Rocas, y por consiguiente, con la historia de Chavín de Huántar. Como se mencionó en la metodología, esta secuencia será dividida en fases, y estas a su vez, en episodios, los mismos que serán numerados ordinalmente. En vista de que nuestro marco temporal es el periodo B&N, se explorará el contexto sistémico de los episodios que se desenvolvieron durante este lapso, planteándose diversos escenarios interpretativos en congruencia con la visión que tenemos de Chavín. # Estructuras Estructuras # Evidencias Sección Largo (m) Unidades hidráulicas complementarias Estratos culturales I TV.01-RL.02 En su mayoría 16.15 16 - 6 TV.02-RL.02 Chavín. II Chavín y 5.55 6 - ES.AS 6 Recuay ES.CP III En su mayoría 19.90 21 CC.02 NI.01-RL.02 3 Chavín. NI.02-RL.02 41.60 Chavín y Totales 43 3 4 15 25.24 m² Recuay Tabla 9.1. Datos generales del ramal RL.02. A seguir, la descripción de las cuatros fases arqueoestratigráficas: 9.1 Fase Chavín Considerando todas las evidencias e hipótesis que hemos tratado en el presente estudio, la Fase Chavín de nuestro contexto arqueológico consta de los siguientes cuatro episodios: 461 Primer episodio Vinculado a la Sección II del ramal RL.01. Siguiendo el crecimiento del Edificio B y la lógica de que la instalación de los canales es anterior a la edificación de la arquitectura externa (Bustamante y Crousillat 1974; Lumbreras et al. 1976), se infiere que este tramo fue instalado durante el periodo Montículos Separados; por lo cual es muy probable que sea uno de los primeros canales subterráneos en ser edificados. De ser así, su construcción representaría la 1ra fase constructiva del sector Rocas Lanzón. Es muy probable que esta fase haya sido ejecutada en sincronía con algunas de las secciones del ramal RF.01 del sector Rocas Falcónidas, particularmente con aquellos canales que se encuentran por debajo del Edificio A. Si nuestras conjeturas son correctas, este primer episodio estaría correlacionado con la 1ra Fase constructiva del Canal de Rocas. La instalación de ambos ramales, RL.01 y RF.01, evidencia claramente que la función de suministro fue una parte sustancial de ambos Templos; lo cual nos motiva a pensar que estuvo previamente planificada. Ambos ramales tienen como parte de su estructura roca madre cortada (en RL.01 es la base y en RF.01, su pared sur), lo cual es sugerente si consideramos la relación simbólica entre la Tierra y el Agua. En vista de estas evidencias y conjeturas, creemos que es muy posible que el sistema hidráulico construido en Chavín de Huántar haya sido concebido y planificado como un sistema multifuncional desde la fase Montículos Separados Segundo episodio Asociado la Sección III del ramal RL.01, la cual incluye la instalación de los tributarios TV.04-RL.01 y TL.03-RL.01 (Segmento A), que es el punto de conexión con el ramal RL.02. En concordancia con las etapas constructivas del Edificio B, postulamos que este episodio ocurrió durante el periodo Expansión, tiempo en el que esta edificación fue ampliada hacia el oriente, a manera de una plataforma escalonada (Kembel 2001, 2008). Esto habría motivado la extensión de la red hidráulica en esa dirección; y también, la colocación de un refuerzo constructivo en el extremo oeste de la Sección II, justo por debajo de la fachada occidental del Edificio B (véase Figura 3.15). Si nuestras deducciones son correctas, esta sección representa la 2da Fase del sector Rocas Lanzón, en sincronía con la fase Upper Pasos Perdidos de Ai-PP (Bustamante y Crousillat 1974; Kembel 2001). De ser así, la instalación de ambos tramos subterráneos correspondería a la 2da Fase constructiva del Canal de Rocas. Respecto a sus funciones es muy posible que esta ampliación haya estado vinculada al suministro y protección del Templo, aunque no se descartan otras más. 462 Tercer episodio Comprende la totalidad del ramal RL.02 (Segmentos B, C, D, E, G y H), que es nuestra contexto arqueológico. El análisis arquitectónico de este canal subterráneo determinó que su instalación fue hecha durante el periodo Blanco & Negro (850 – 500/400 a.C.), en sincronía con la construcción de los ramales RL.03, RL.04, RL.05, la fase Lower Pasos Perdidos de Ai-PP, Ai-EC, Ae-CC y Ae-CP. Este conjunto de construcciones comprendería la 3ra Fase del sector Rocas Lanzón, en congruencia con el episodio constructivo Plaza Circular Atrium, y sería un sub-proyecto importante de la 3ra Fase constructiva del Canal de Rocas. En congruencia con el crecimiento del centro ceremonial, esta fase también estaría involucrando a una gran parte del sector Rocas Falcónidas, la totalidad del sector Rocas Mosna, el Alimentador externo Plaza Mayor, la Red N° 2, y el Canal de la Explanada. En cuanto a sus funciones, se infiere que esta ampliación cumplió las mismas tareas del periodo anterior, suministrar y proteger, más la función ritual que se desprende por la presencia de las escaleras ES.AS y ES.CP (Secciones II y III), que intercomunican el Atrio Sur con la Plaza Circular; y de los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02, ubicados en medio de la Sección III del tramo en cuestión. Tal como se mencionó en el Capítulo 6, tenemos cuatro asuntos que nos gustaría profundizar en lo que respecta a este periodo: 1) el diseño externo del sector Rocas Lanzón; 2) el modelo de organización laboral necesario para la instalación del ramal RL.02; 3) la interrelación con otros sistemas hidráulicos de la era Formativa; y 4) el diseño interno del ramal RL.02 en relación con las performances rituales que se habrían desplegado en la Plaza Circular. Antes de comenzar a discutir esos temas, debe mencionarse un aspecto importante que atañe al Templo del Lanzón: la ritualidad de su Plaza Circular. Por sus dimensiones, este escenario albergaría un grupo exclusivo de participantes que muy posiblemente estuvieron en un viaje shamánico inducido por el consumo de enteógenos (Burger 1992; Cordy-Collins 1971; Rick 2005, 2008; Torres 2008). El diseño arquitectónico del santuario sugiere que esta congregación se trasladaba de un templo a otro por medio de senderos predestinados (Moore 1996; Rick 2008; Sayre 2010). En un sentido fractal, estas procesiones serían una transición de los estados del ser (Rick 2005: 84), siendo la Plaza Circular hundida uno de los puntos finales del recorrido. Aquí, el participante habría tenido la posibilidad de comunicarse con Huari Wanka, el objeto de culto más importante del santuario, la representación de Wiracocha (Tello 1923, 1942, 1960). 463 Tal y como explicamos en el Capítulo 4, la Plaza Circular posee atributos suficientes como para ser considerada un “espacio teatral” (Inomata y Coben 2006). Según las evidencias arqueológicas y antropológicas expuestas en el presente estudio, su escenografía presenta las siguientes características: 1. Por su ubicación, resguardada por los Edificios A, B y C, e inmediatamente al frente de Huari Wanka, sería el área abierta energéticamente más poderosa del santuario (Burger 1985: 280). 2. Tiene una comunicación visual directa con cuatro montañas sagradas: el cerro Piruro, por donde nace el sol durante el solsticio de verano, el Apu del oeste, Pojoc, el Apu del oriente, Waqaq, y la montaña “felina”, Ojchatuna, también al oriente. Cabe mencionar que, en cada una de estas montañas se han documentado pequeñas plataformas que muy posiblemente hayan funcionado a manera de altares (Burger 1982; Diessl 2004). 3. Por su locación y forma hundida es invisible a la mayor parte del centro ceremonial, teniendo un efecto sorpresivo para los participantes que se acercaban desde el oriente (Rick 2008). Este aislamiento, le proporciona una alta resonancia acústica, la cual se ve repotenciada por el diseño arquitectónico del Templo del Lanzón y el eco natural de esta serranía. 4. Tiene un alineamiento astronómico con el paisaje, particularmente durante el solsticio de verano (Rick 2008, 2013). 5. Cuenta con un camino finamente enlosado al oriente del Atrio Este (Sayre 2010). 6. Tiene una posible “garita de control” enlucida y pintada de rojo en el lado sur del Atrio Este (Rick y Lumbreras 2002). 7. Cuenta con el efecto visual de “La Danza de los Jaguares”, guardianes de la Tierra (Burger y Salazar-Burger 1993: 104; Makowski 2000: 82). 8. Habría tenido el efecto acústico del Alimentador externo Canal Central (Ae-CC) (Bustamante y Crousillat 1974; Lumbreras et al. 1976) y del Alimentador externo Circular Plaza (Ae-CP). 9. Posee las escaleras ES.AS y ES.CP del ramal RL.02, las cuales intercomunican el lado occidental del Atrio Sur con el cuadrante suroeste de la Plaza Circular, haciendo posible que los participantes aparezcan inadvertidamente en la arena ritual. 10. Cuenta con los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02, localizados en el brazo sur del sector Rocas Lanzón, justo por debajo del área central de la plaza. 11. El peldaño más largo de la Escalinata Central tiene dos hoyos que según nuestra hipótesis pudo haber servido para posicionar los báculos de algún especialista religioso de alta jerarquía (véase Figura 2.19). 12. Habría tenido una orquesta de pututus, que serían almacenados en la Galería de las Caracolas (Rick 2008, 2011). 464 13. A juzgar por el descubrimiento de la Galería de las Ofrendas y los estudios arqueométricos de la cerámica cabe suponer que los rituales en Chavín de Huántar haya empleado varias vasijas “exóticas”, procedentes de las distintas regiones de su sistema mundo (von Hagen y Morris 1998: 67; la otra posibilidad es que sean los restos de una ceremonia de inauguración fechada para inicios del periodo B&N, Lumbreras 2007: 633). 14. A todo esto podríamos agregarle otros efectos multi-sensoriales cuyos objetos no dejaron huella en el contexto arqueológico, pero que el registro etnográfico sí da cuento de ello, como por ejemplo (Hastorf 2007), los efectos acústicos de las sonajas, quenas, quenachos, zampoñas, antaras, tambores, silbatos y otros instrumentos musicales; los efectos visuales de los atuendos elaborados (p.ej. vestidos y tocados con plumas de cóndores, águilas y guacamayos); y los efectos olfativos de algunas plantas, como la esencia del palo santo. Este gran teatro ritual contaría con dos clases de audiencia: humana y supernatural. En la primera categoría puede incluirse a: 1) los especialistas religiosos, shamanes que muy posiblemente hayan tenido varios grados jerárquicos –tal como sugiere Nicolas Pauccar (2014) sobre los pacos (sacerdotes andinos)– , 2) los peregrinos que acudían para ver al oráculo, 3) los iniciados, y 4) posiblemente enfermos. Los participantes habría sido aislados de la seguridad y familiaridad del mundo conocido hasta llevarlos a un estado de liminaridad (Rick 2006b; Turner 1969), para luego introducirlos a un estado de comunitas, donde los mensajes canónicos del ritual –la dualidad complementaria, el universalismo y el equilibrio armónico– serían aceptados con mayor naturalidad. En la segunda categoría podemos incluir a 1) Huari Wanka, 2) a las montañas sagradas mencionadas en el punto 2, y 3) a ciertas constelaciones de estrellas como las Pléyades, Orión, Escorpio o la Cruz del Sur. Esta última tiene una gran importancia simbólica tanto para la cosmología andina, representada por la Chakana (Pauccar 2014: 131), como para todas las sociedades que viven en el hemisferio sur (p.ej. las banderas de los países polinésicos). El diseño de Rocas Lanzón Entendiéndose estos puntos, lo primero a discutir es el diseño del sector Rocas Lanzón. Para ello debemos ver a la arquitectura desde la perspectiva del simbolismo social, donde los edificios y planos actúan como mecanismos comunicativos y mnemónicos (Lawrence y Low citado en Moore 1996: 15-16). En el caso de Rocas Lanzón tenemos un tinkuy en forma de “Y” donde el brazo sur, la conjunción de los ramales RL.01 y RL.02, se enlaza con el brazo norte, el ramal RL.03, para formar un tercer brazo, el ramal RL.04. 465 Desde una perspectiva funcional, las aguas externas del río Wacheqsa, acarreadas por el brazo sur, se juntarían con las aguas internas de Chavín, transportadas por el brazo norte1, formando un nuevo flujo que sería llevado por el ramal RL.04 al sector Rocas Falcónidas, y de allí, al río Mosna. El diseño de este tinkuy, en forma de “Y”, manifiesta claramente uno de los principios arquitectónicos más característico de Chavín: la simetría bilateral; la cual deviene de uno de los mensajes canónicos pregonados por el culto: la dualidad complementaria. Esta expresión metafórica, la percepción dual del universo, también habría sido plasmada en las botellas de asa-estribo (Figura 9.1), uno de los tipos de vasija más populares de la costa norte peruana durante el Formativo Tardío (Burger y Salazar-Burger 1993: 106), y que podría ser un objeto emblemático del culto Felínico (Burger 1988: 130). Lo peculiar de estos recipientes es que para verter el líquido que se alberga en su cámara este tiene que pasar necesariamente por dos tubos cilíndricos, haciendo que el flujo de salida sea funcionalmente más efectivo. Como puede verse en la Figura 9.1, la forma de la vasija es, coincidentemente, similar al diseño del Sector Rocas Lanzón Figura 9.1. Comparación de dos botellas asa-estribo del periodo Formativo Tardío con Rocas Lanzón. A esta ecuación tendríamos que añadirle los flujos procedentes del Alimentador externo Circular Plaza que ingresaban por medio del tributario TV.02-RL.03. Con esta consideración se plantea que, las aguas del río Wacheqsa – las fuerzas productivas de la madre tierra (Carrión 2005: 37) –, los flujos internos del Edificio C – que posiblemente hayan sido aguas lluvia canalizadas– y los flujos 1 Por el momento se sabe que el origen de este brazo queda en el Edificio C, pero su posición exacta es desconocido. 466 producidos durante las performances rituales de la Plaza Circular – chicha, enteógenos líquidos, e incluso vómitos – se llegaban a “entretejer” en un mismo nudo: en el tinkuy del Templo del Lanzón. Desde una perspectiva simbólica, la integración de estos tres componentes también puede ser entendida como otro de los ejemplos tangibles del concepto de tripartición que manejaban los Chavín (Burger 1993). Es importante hacer hincapié en la alineación que tiene el tinkuy del Templo del Lanzón con la ubicación de Huari Wanka, el axis mundi garante de la armonía universal, y el alba del solsticio invernal, la fecha astronómica que representa el inicio del año nuevo andino. Este comportamiento de la arquitectura ritual se observa también en el Templo de las Falcónidas, donde el Alimentador externo Plaza Mayor (Ae-PM) se alinea con el eje central de la U y con la cima del cerro Piruro (Rick 2008, 2015). Asimismo, es preciso recordar que la primera Plaza Circular cuenta con un circuito de canaletas que también formaban un tinkuy en forma de “Y”: un brazo que viene en dirección NW-SE converge con otro que corre de SW-NE para formar un tercero que va hacia el este (véase Figura 4.15). Aunque por el momento no conozcamos el momento exacto de su funcionamiento, pudiendo ser cualquiera de las tres periodos previos a la fase B&N, el hecho de que ambas plazas circulares tengan circuitos hidráulicos en forma de “Y” nos permite inferir que la construcción de la tercera fase del sector Rocas Lanzón fue la maximización espacial de un programa constructivo previo. Teóricamente, esta transformación de los sistemas hidráulicos es coherente con la re- conceptualización que tienen los rituales a lo largo de su historia (Fogelin 2007; Moore 1996). Los cambios en el tamaño, función, y distribución espacial de estas obras hidráulicas nos motiva a pensar que la modificación de la arquitectura ritual Chavín, particularmente de sus canales, es el reflejo de un cambio en la naturaleza del poder social (Moore 1996: 139); lo cual coincide con el contexto socio- histórico del periodo B&N (Lumbreras 2014; Mesía 2007; Rick 2008). Por su parte, el hecho de que el diseño en “Y” haya trascendido en el tiempo nos permite asumir que la dualidad complementaria fue uno de los mensajes canónicos más antiguos del culto Felínico. La tradición arquitectónica aquí identificada es congruente con el tradicionalismo y normatividad de los rituales (Bell 1997); por lo cual, se infiere que las performances rituales que se suscitaron en ambas plazas circulares tuvieron muy presente el concepto del tinkuy: la conjunción de los flujos, la materialización hidráulica de la dualidad complementaria. Para nosotros, esto quiere decir que la 467 planificación de las redes hidráulicas y el mensaje canónico de Chavín estuvieron interrelacionados desde los comienzos de su construcción. Por su parte, el hecho de que el brazo sur, RL.01 y RL.02, sea más largo que el brazo norte, RL.03, puede ser interpretado como la manifestación de otro principio arquitectónico Chavín: la asimetría (Rick et al. 1998). Este concepto se vería consolidado por las escaleras (ES.AS y ES.CP) y nichos (NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02) presentes en su trayectoria. Cabe mencionar que, la asimetría es un aspecto necesario para que la dualidad complementaria sea dinámica (Burger 1993; Burger y Salazar- Burger 1993). Desde una perspectiva simbólica, la asimetría del brazo sur puede ser entendida si se tiene en cuenta que: 1) es el conducto que transporta las aguas sacras del Apu Huantsán; y que 2) por localizarse en el sur guarda una relación simbólica con la constelación de la Cruz del Sur, es decir, con la Chakana (puente). Es preciso anotar que, para los antiguos andinos las cumbres nevadas de las cordilleras, las lagunas y manantiales eran consideradas “pacarinas”: lugares sagrados en los que se demarcaba el origen de ciertos linajes, donde residían los dioses o seres míticos protectores de la vida. Dada la interrelación geográfica y simbólica entre el Apu Huatsan, el río Wacheqsa y el suministro del santuario, hemos de inferir que este Apu fue una de las pacarinas del linaje Chavín Todas estas inferencias nos permiten concluir que, durante el periodo B&N, algunos de los circuitos hidráulicos de Chavín de Huántar, particularmente los sectores Rocas Lanzón y Rocas Falcónidas, fueron diseñados siguiendo los principios arquitectónicos de la simetría bilateral, la asimetría, la tripartición, la interrelación con el paisaje, el concepto de tinkuy y la interrelación astronómica. Organización laboral de su instalación La construcción de Rocas Lanzón debería de estar vinculada a un modelo de organización laboral propiamente andino. Como se explicó en el marco teórico, la arquitectura pública puede reflejar un rango significativo de conductas organizacionales, cuya afinación sería un requisito indispensable para el éxito del proyecto constructivo (Abrams 1989 citado en Moore 1996: 94). De este modo, la instalación del ramal RL.02 debe ser considerada como parte de un proyecto de arquitectura pública, el producto de un esfuerzo social condicionado por las responsabilidades sociales (Ching 1995). En el caso de Chavín de Huántar, se asume que esta conducta organizacional habría estado basada en el ayni y la minka, principios básicos de cooperación entre las naciones andinas. Como un oráculo mayor del culto Felínico, Chavín de Huántar recibiría –en reciprocidad– la fuerza laboral necesaria para la ejecución de sus diferentes proyectos. En analogía con el oráculo de Pachacamac, la retribución hacia el centro oracular era una tarea que tenía que cumplirse por todos los estratos 468 sociales, quienes esperaban, por lo menos simbólicamente, donar su trabajo en beneficio de todos (Burger 1993: 63-64); en ayni: dando y recibiendo en paz. Teóricamente, en las sociedades pre-industriales una de las maneras más eficientes de obtener mano de obra fue el reclutamiento de miembros que pertenecen a un mismo linaje, a una misma comunidad (Abrams y Bolland 1999: 286-287). Esto concuerda con la teoría de que los constructores de los espacios teatrales, como la Plaza Circular, fueron participantes de las performances, en lugar de trabajadores desinteresados (Inomata y Coben 2006: 30). Cabe precisar también, que esta clase de reclutamiento habría reforzado indirectamente el liderazgo de ciertos individuos en la organización socio-política de los grupos de parentesco vinculados a la construcción (Abrams y Bolland 1999: 286- 287). Al mismo tiempo es consistente con la naturaleza del culto Felínico que, siguiendo el modelo de Pachacamac, abogaría por decisiones comunales, en lugar de individuales (Burger 1993: 64-65). En comparación con otras instalaciones rituales andinas es muy probable que su proceso constructivo haya tenido una connotación ritual (para un ejemplo arqueológico véase Vega-Centeno 2007; para uno etnográfico, Reichel-Dolmatoff 1975b: 207). Esto es relevante ya que nos permite suponer que la identidad de la fuerza de trabajo estuvo en constante negociación, lo cual es coherente con el concepto de la mit’a andina (Altamirano y Bueno 2011, von Hagen y Morris 1998: 46). De este modo, la arquitectura de una instalación como el ramal RL.02 deja de ser un producto pasivo de la fuerza laboral, volviéndose una herramienta ordenadora y reproductora del sistema ideológico-disciplinario (Zarankin 2002) que se tenía durante el periodo B&N. El análisis arquitectónico determinó que la instalación del ramal RL.02 fue hecha en seis (6) Segmentos: B, C, D, E, G y H; que representan la tercera fase del sector Rocas Lanzón, planificada y construida durante el periodo B&N. Sin embargo, las calidades de mampostería están condicionadas por su relación con la superficie externa y con la capacidad de poder transitar en ellos. De este modo, el Segmento B que está más alejado de las escaleras presenta una mampostería ordinaria, mientras que los otros cinco exhiben una mampostería careada, distinguiéndose claramente un mejor acabado. Puede inferirse entonces que, la diferencia entre los segmentos es el reflejo de dos equipos de trabajo distintos que trabajaban al unísono. Esto es congruente con una planificación económica que toma en cuenta lo realmente indispensable para reducir el costo energético y plasmar una ejecución exitosa. De ser así, estos grupos pudieron incluso haber pertenecido a la misma comunidad, pero serían divididos por su nivel de experticia. 469 A esta ecuación vale la pena añadir la comunicación. Para que un proyecto sea exitosamente ejecutado es necesario que el equipo de trabajo tenga un flujo comunicativo dinámico y respetuoso. Por eso creemos que el equipo que construyó este ramal, y probablemente todo el sector Rocas Lanzón, fue un grupo de especialistas que se comunicaban en una misma lengua y que tenían amplios conocimientos de arquitectura, ingeniería y administración. Este equipo habría sabido perfectamente encajar las piezas del rompecabezas, dándole a cada grupo de trabajo las tareas más acordes con su nivel de experiencia (Abrams y Bolland 1999: 287); lo cual podría explicar la diferencia entre los segmentos. Con esto no se pretende negar la experticia que tuvieron los constructores del Segmento B; pero dadas sus características generales, puede asumirse que se trató de un grupo que tenía una conceptualización de la mampostería bastante disímil en contraste con los otros segmentos (C, D, E, G y H). Estos últimos habrían tenido un valor simbólico distinto debido a su interrelación espacial con la Plaza Circular (por medio de las escaleras), con la Galería Lanzón-Laberintos (por medio de Ai-PP), y con la Galería VIII (por medio de Ae-CC). Canales en el Periodo Formativo El tercer punto a discutir es la interrelación del Canal de Rocas con otros sistemas hidráulicos del Formativo Tardío. Antes de tocar este tema es imperativo mencionar que, muchos de los centros ceremoniales andinos tienen una estrecha vinculación con el agua, lo que deja en claro el relevante papel que juega este elemento en la planificación y construcción de las instalaciones rituales. Las obras hidráulicas más complejas y extensas pueden ser rastreadas desde el Periodo Formativo, con la instalación del Canal de Cumbemayo en Cajamarca (Petersen 1985, véase abajo), hasta tiempos Incas, con los circuitos hidráulicos de Pisaq (Kaulicke et al. 2003), Machu Picchu, Ollantaytambo, Tambomachay, Wiñaywayna y Quenco (Carrión 2005). La antigüedad de estas construcciones nos permite asumir que en los Andes Centrales el culto, u honra, al agua (yakumama en quechua) ha trascendido el tiempo y al espacio (Carrión 2005: 19; Contreras 2007: 227; Kaulicke et al. 2003; Silverman 2004: 5). Desde una perspectiva antropológica, el agua tiene un papel protagónico en la filosofía andina, siendo un elemento inmanente en las ceremonias de fertilidad agrícola y en los ritos matrimoniales (Carrión 2005; Elera 1993: 236). En efecto, muchos de los conceptos y prácticas asociadas con el agua sobreviven hasta la actualidad entre las comunidades indígenas del Perú, especialmente aquellas que aún mantienen la limpia de acequias (v.g. las Champerías de Huarochirí), la preparación de los suelos, y los rituales destinados para la obtención de lluvias (Carrión 2005: 23). Es preciso mencionar también que en los Andes, el agua está asociada directamente con la Luna pues esta simboliza las 470 aguas que fertilizan la Tierra (Carrión 2005: 20). En la cosmovisión andina la Luna se presenta en dos modalidades: como una deidad celeste, un cántaro de agua ubicado en el cielo, una paccha2 perforada por la que se vierten las lluvias; o como una deidad terrestre, personificada por una linda doncella que representa a la Tierra, que se dedica al cultivo de chicha, y que se convierte en un manantial del que mana abundante agua para la irrigación de las chacras (ídem). En lo que respecta al Periodo Formativo, la literatura especializada nos brinda evidencias de otros sitios arqueológicos contemporáneos a Chavín de Huántar donde también se han documentado obras hidráulicas; siendo la mayoría de estas, canales superficiales. Uno de los sistemas hidráulicos más complejos y llamativos es el canal de Cumbemayo en Cajamarca. Este acueducto tiene su origen en las faldas del Cerro Cumbe, a una altitud de 3555 m.s.n.m. Desde aquí capta las aguas que fluirían naturalmente hacia el río Jequetepeque; es decir, hacia la cuenca hidrográfica del Pacífico, y las re- direcciona hacia el río Cajamarca, a la vertiente oriental del Amazonas, y de este modo, a la cuenca hidrográfica del Atlántico. El sistema tiene un recorrido de 9.1 km y concluye en unos reservorios al pie del Cerro Santa Apolonia a 2800 m.s.n.m. (Petersen 1985). En su recorrido, sus piezas de construcción exhiben diseños iconográficos característicos del Formativo, lo que indica su posible sincronía con Chavín de Huántar. Según Williams y Pineda (1983) su trayectoria parece ser un eje ritual donde se articulaban varios centros ceremoniales como Layzón, Hualanga Orco, Agua Tapada y Santa Apolonia. Uno de ellos, Layzón, presentan canales subterráneos asociados a sus plazas y edificios (Terada y Onuki 1985, von Hagen y Morris 1998: 58). Para otros investigadores, el Canal de Cumbemayo estaría relacionado con una creciente importancia económica de la región que se habría suscitado durante el Formativo Tardío (Canziani 2009: 121; Kaulicke 1998). Otros sitios arqueológicos de la era Formativa con presencia de canales son Pacopampa (Fung 1976; Morales 2001; Seki et al. 2008) y Huacaloma (Terada y Onuki 1985) y Kuntur Wasi (Onuki 1995; Inokuchi 2008) en Cajamarca; Poro-Poro en el valle de Zaña (Alva 1987); Campanayuq Rumi en Ayacucho (Matsumoto y Cavero 2009); Huaricoto en el Callejón de Huaylas (Burger y Salazar- Burger 1985) y Yangón en la cuenca sur del Yanamayo (Herrera 2004: 228). Este último se encuentra asociado a una fuente de agua salada, lo cual es un punto destacable considerando la importancia de 2 Dentro de las concepciones indígenas, las pacchas son vasijas ceremoniales que cumplen la función específica de asegurar la fertilización del suelo. En la cultura Recuay, las pacchas reprodujeron dichas ceremonias en miniatura, dotándoselas de una potencia mágica de igual fuerza productora que en la realidad. De este modo, las pacchas pueden ser consideradas como depósitos de la esencia divina del agua (Carrión 2005: 70-71): agua bendita. 471 este vital elemento y su locación geográfica, en la sierra nor-central del Perú. En el caso de Huaricoto, los canales corresponderían a la Fase Capilla, asociada al estilo Janabarriu fabricado durante la fase B&N de la época Chavín. En el contexto socio-histórico del Formativo Tardío, tiempo en el que hubo una diversidad de cultos locales, con sus propios panteones y cosmogonías (Kaulicke 2010; Salazar-Burger y Burger 2000: 33), la alta densidad de obras hidráulicas descubiertas en muchos de los centros ceremoniales contemporáneos a Chavín de Huántar puede ser interpretada como la materialización de un concepto religioso universalista vinculado a la fertilidad, pudiendo ser uno de los aspectos integradores del culto Felínico (Carrión Cachot 1948: 169-172). Puede decirse entonces que, este elemento vital tuvo una relevancia religiosa y ritual para todos los centros que formaban parte de la red ideológica- económica del culto Felínico, siendo su manejo y control un acto religioso significativo: una expresión poderosa del poder ritual (Conteras y Keefer 2009: 614). Esta “fijación con el agua” habría sido compartida por la élite religiosa de los diferentes centros ceremoniales que formaban parte de este culto regional. En ese sentido, vale la pena mencionar tres contextos funerarios de élite descubiertos al lado de una canaleta en Kuntur Wasi (Figura 9.2; Onuki 1997). Según los investigadores, estos individuos han sido interpretados como los ancestros creadores del agua (Kaulicke 2010: 402). Figura 9.2. Plano de las tumbas en Kuntur Wasi (Onuki 1997: 106, Fig. 40). 472 Por analogía con los otros centros ceremoniales hemos de asumir que la instalación de los sistemas hidráulicos en Chavín de Huántar, particularmente la del Canal de Rocas, estuvo asociada a los conceptos de fertilidad que manejaba la élite religiosa que pertenecía al culto Felínico (Burger 1992). Desde nuestro punto de vista, el hecho de que esta “fijación” sea compartida por todos los centros ceremoniales formativos es una prueba de la naturaleza universalista que tuvo el culto Felínico. De ser así, las hipótesis que se tengan sobre el rol del agua al interior de la teosofía del culto Felínico podrían ayudarnos a explicar el sobredimensionamiento del Canal de Rocas, así como el de otros sistemas hidráulicos formativos. En ese sentido, la transfusión de agua de un río a otro tendría, en esencia, un principio cosmológico de fertilidad; el cual sería una de las la razones ideológicas para suministrar este vital elemento al interior del santuario (Contreras y Keefer 2009). RL.02 por dentro El cuarto punto a discutir es el diseño interno del ramal RL.02. Teóricamente, la arquitectura de una instalación ritual es capaz de transmitir diferentes grados de mensajes mnemónicos que nos permiten inferir sobre sus posibles funciones (Moore 1996: 16). Estos mensajes son responsables de “moldear” el comportamiento humano cuando se insertan por medio de la enculturación; es decir, por medio de respuestas conductuales (ídem). Asimismo, es importante recordar que estudios de arquitectura ceremonial alrededor del mundo han revelado que el diseño arquitectónico suele representar la imagen del cosmos (Burger y Salazar-Burger 1993: 101; véase Reichel-Dolmatoff 1975b: 206 sobre los templos Kogi), lo cual es fundamental para entender los mensajes canónicos que se pregonan durante las performances rituales. Por otro lado, el diseño arquitectónico nos brinda cierta información básica sobre las relaciones entre los miembros de una sociedad, y entre la sociedad y el cosmos (Moore 1996: 137), lo cual es elemental para entender los mensajes auto-referenciales que surgen durante el ritual. En ese sentido, los elementos arquitectónicos pueden indicarnos, por ejemplo, el rol y/o posición de los participantes (Reichel-Dolmatoff 1975; Vega-Centeno 2006). Con estas consideraciones, creemos que el análisis del diseño interno del ramal RL.02 nos permite realizar inferencias sobre la coreografía de los participantes durante las performances rituales (Burger y Salazar-Burger 1993: 103). Para explicar la lógica de desplazamiento lo primero que hicimos fue idealizar la circulación que habrían tenido los agentes humanos al interior de este canal subterráneo. Desde un punto de vista arquitectónico, el tránsito de personas está condicionado por la interrelación 473 que existe entre los ambientes3 (Recurso virtual 2). En el caso del ramal RL.02 este tránsito está claramente condicionado por las escaleras ES.AS y ES.CP, las cuales moldean el accionar humano direccionando el desplazamiento: de adentro hacia afuera, de arriba hacia abajo, en un camino unidireccional, unilineal y, prácticamente, unipersonal. Lo segundo en hacerse fue dividir el área de circulación en tramos más cortos, teniendo en cuenta ciertas características arquitectónicas compartidas, como el tipo de mampostería, y la interrelación estructural (p.ej. escalera y rellano o escalera y vano de acceso). De este modo, el análisis arquitectónico del ramal RL.02 nos permitió delimitar los siguientes cinco (5) ambientes: Ambiente 1: El área externa del Atrio Sur. Ambiente 2: El rellano de la Sección II (Segmento D) más la escalera ES.AS (Segmento E). Ambiente 3: El “túnel” de la Sección III (los primeros 4 m del Segmento G). Ambiente 4: La escalera ES.CP (Segmento H) más la superficie externa del cuadrante suroeste de la Plaza Circular. Ambiente 5: La parte central de la Sección III, desde la escalera ES.CP hasta el nicho NI.02- RL.02 (aproximadamente 8 m del conducto subterráneo). Lo tercero fue idealizar algunas posibles rutas de desplazamiento. Dada la importancia que tuvo la Plaza Circular y la formalidad que caracterizan los rituales, se presentan las siguientes alternativas: Ruta 1: Ambiente 1  Ambiente 2  Ambiente 3  Ambiente 4 (Figura 9.3) Ruta 2: Ambiente 1  Ambiente 2  Ambiente 3  Ambiente 5  Ambiente 4 Ruta 3: Ambiente 4  Ambiente 5  Ambiente 4 Ruta 4: Ambiente 1  Ambiente 2  Ambiente 3  Ambiente 5  Ambiente 1 Antes de continuar nos gustaría hacer dos aclaraciones. Primero, a pesar de que se presenten cuatro posibilidades, solo nos inclinamos por las dos primeras ya que nos parece más lógico que la salida fuera por la Plaza Circular. Además, las rutas 1 y 2 tienen una secuencia concatenada de ambientes, lo que concuerda con la formalidad y normatividad de los rituales (Bell 1997). Segundo, dada la elevada ingeniería hidráulica que tenían los Chavín es muy probable que los rituales en los que estuvo involucrado el ramal RL.02 hayan tenido algún flujo de agua constante, como también es muy 3 También podría considerarse la distribución de los muebles (p.ej. sillas; Recurso virtual 2). Sin embargo, las dimensiones del ramal RL.02 nos motivan a pensar que no hubo muebles, aunque no podemos negar esa posibilidad. 474 probable que no. La posible exclusa documentada en el extremo del ramal RL.01 y el filtro del extremo occidental de su Sección II (véase 5.3.1.1, Figura 5.19) nos indica que los Chavín tuvieron toda la capacidad ingenieril para canalizar las aguas según su conveniencia. Figura 9.3. Desplazamiento de la Ruta 1. Para entender el diseño interno de estos ambientes nos basamos en uno de los principios básicos de la arquitectura moderna: la ergonomía –del griego ergon, trabajo, y gnomos, ley. Esta disciplina científica estudia las relaciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas del humano con la máquina, el ambiente y los sistemas de trabajo con la finalidad de adaptar óptimamente el medio habitable al bienestar humano (Bustamante 2004; Panero y Zelnik 1996). En efecto, lo que propugna la ergonomía es que el objeto debe estar hecho para el usuario y que éste no debe deformarse ni autoagredirse para adaptarse al objeto (Panero y Zelnik 1996: 442). Desde una perspectiva arquitectónica, la ergonomía tiene dos áreas de estudio: 1) Ambiental.- relacionada con los fenómenos térmicos, acústicos y lumínicos. Su comprensión está asociada con la Proxémica, que es el estudio del empleo y percepción que tenemos los humanos de 475 nuestro entorno (Hall 1969 citado en Vega-Centeno 2006: 187-189). La Proxémica toma en cuenta dos aspectos: la distancia que existe entre las personas cuando interactúan entre sí (p.ej. el grado de intimidad personal), la cual depende del contexto socio-histórico, la naturaleza del espacio construido, los conceptos de género y la preferencia individual; y el sentido humano del espacio, que viene a ser la síntesis de una serie de estímulos sensoriales: visual, auditivo, kinestésico, olfativo y termal. En lo que respecta al primer tema, declarar que los límites de las personas empiezan y acaban en la piel es no “captar la importancia de muchos elementos que conforman el sentido espacial del ser humano” (ibíd., 38). A manera de ejemplo, Hall (1966 citado en Panero y Zelnik 1996: 38) sostiene que las personas actúan en cuatro zonas de ‹‹distancia››, cada una de las cuales posee una fase ‹‹próxima›› y una fase ‹‹lejana›› (Figura 9.4). La zona elegida estará predeterminada por la naturaleza de la actividad o trato social a desarrollar. En lo que respecta a los sentidos, la percepción visual está vinculada a la idea de que los espacios visuales del observador pueden ser decodificados como una concatenación de superficies capaces de ser percibidas a diferentes ángulos. Así por ejemplo, las percepciones de ancho o de altura producen la necesidad de detenerse y recorrer el espacio visual rotando la visión con ejes horizontales o verticales; mientras que, la percepción de profundidad estimula el desplazamiento frontal (Vega- Centeno 2006: 187-189). En lo que respecta al sentido auditivo en instalaciones rituales, se menciona que los modos de comunicación cambian según la distancia (Moore 1996: 154-155). De este modo, cuando la separación entre hablante (emitente) y oidor (receptor) aumenta, la comunicación se vuelve más estilizada y menos sutil (ídem). Un grito, por ejemplo, se podría escuchar a una distancia lejana, pero las palabras multi-sílabas (p.ej. un mantra) o frases complejas (p.ej. una plegaria) serían indistintas o inaudibles para el oidor. Instrumentos musicales como tambores y silbatos podrían llegar a escucharse más lejos, pero conllevan menos información que las palabras propiamente dichas (ídem). Por su parte, la kinestesia es un concepto que se asocia al sentido de orientación, a la percepción del equilibrio, y a la posición de las partes del cuerpo. La percepción kinestésica se determina por la posibilidad de que un cuerpo humano se desplace coordinadamente a través de un espacio. Por lo tanto, la identificación de impedimentos o limitaciones físicas del diseño arquitectónico de la instalación ritual pueden ser evaluados para así reconstruir la actividad (Vega-Centeno 2006: 189). 476 En el caso de Chavín de Huántar, los atributos de la Plaza Circular la hacen un excelente lugar para repotenciar la capacidad kinestésica de los participantes. Figura 9.4. Percepciones de distancia (Panero y Zelnik 1996: 39, Rg. 2-2). 477 2) Física.- relacionada con las medidas del espacio construido y las actividades allí efectuadas. Esta área de estudio se preocupa por las características anatómicas, antropométricas, fisiológicas y biomecánicas que se relacionan con la actividad física; y de la capacidad que tienen los individuos de resistir cargas sin perjudicarse (Panero y Zelnik 1996: 440). Desde el punto de vista arquitectónico, esta área de la ergonomía es relevante puesto que son las dimensiones humanas los factores más importantes que determinan la adaptación ergonómica (ergofitling) del usuario al entorno construido (ibíd., 19). De esto se desprende que, las construcciones más ergonómicas son aquellas que garantizan un aprovechamiento o disfrute positivo, cómodo y seguro del espacio (ibíd., 20). Esta área de la ergonomía está directamente vinculada a la Antropometría, ciencia que estudia las medidas del cuerpo humano (del griego anthropos, hombre, y metrikos, medida; Recurso virtual 4; Valero s/f: 2) con el propósito de establecer diferencias entre los individuos, grupos, etc. (Panero y Zelnik 1996: 23). Debe entenderse que el cuerpo humano, por su misma naturaleza, es un organismo dinámico (ibíd., 42), por lo cual tiene una alta variabilidad según edad, género y factores socio- económicos. Esto hace de que la estandarización de medidas antropométricas sea, en realidad, uno de los factores más complicados en determinar (ídem). Los datos antropométricos pueden referirse a las dimensiones del cuerpo humano en reposo, en una postura determinada (antropometría estática), o las dimensiones de los alcances y giros de los distintos segmentos corporales (antropometría funcional) (Panero y Zelnik 1996: 449-450). En el primer caso existen varias críticas (ibíd., 450), pero los especialistas en el tema suelen tomar ciertas consideraciones y adaptaciones que se adecuen a estándares generales con los que se pueda trabajar de la manera más eficiente posible (ibíd., 441). En nuestro caso, por ejemplo, hemos optado por considerar una altura estándar de 1.60 m. En el segundo caso es incuestionable que el grado de movimiento o rotación de las articulaciones del cuerpo influyen de sobremanera en la interfase de la persona y su entorno físico (ibíd., 43). Por ende, un diseño ergonómico deberá considerar el movimiento corporal y todo lo que ello compete, en lugar de las medidas y distancias en el sentido estricto de los términos (ibíd., 42). Los tipos de movimiento que pueden ser de especial interés para el diseñador son la flexión, la extensión, la abducción, la aducción, la rotación media, la rotación lateral, la pronación y la supinación (ibíd., 43). Al aplicar estos conceptos ergonómicos a nuestro contexto arqueológico podemos ver que, a groso modo, el diseño interno del ramal RL.02 tiene un grado de ergonomía bajo o muy bajo. Si bien la 478 mampostería concertada de las paredes hace que el desplazamiento de personas sea relativamente seguro, las dimensiones del área de circulación hacen de este conducto subterráneo un espacio restringido. A ello debemos agregarle la iluminación del canal. En condiciones óptimas de brillo solar, la luz que ingresa por la escalera ES.CP puede iluminar la pared RL.02-W de la Sección II. A ello podemos sumarle la luz que ingresaba por la escalera ES.AS, la cual por el momento se mantiene cerrada por motivos de conservación. Esto nos permite suponer que, si las performances rituales se hacían durante el día, los Ambientes 2 y 3 habrían estado lo suficientemente iluminados para que las personas transiten sin ningún inconveniente. En el caso del Ambiente 2, la escalera ES.AS y el rellano, el ancho de la estructura complementaria posibilita la circulación de una sola persona, haciéndose muy complicado que dos personas adultas puedan estar en un mismo peldaño. Su grado de ergonomía es moderado, pudiéndose estar de pie y bajar sin dificultad, aunque con poca capacidad de movimiento y con mucha atención en el techo para no golpearse con las vigas. Sus dimensiones harían muy complicado el uso de atuendos y/o tocados de gran tamaño, a menos que estos últimos sean llevados en las manos. Justo antes de bajar al rellano, en el Peldaño 1, la altura de la escalera aumenta considerablemente, dándole al participante un poco más de “aire”. Luego, en el rellano, la altura se reduce de modo tal, que una persona de 1.60 m de estatura tiene que encorvarse un poco para caber parado. Al ser más ancho que la escalera ES.AS, el rellano le brinda al participante una mayor holgura y movilidad corporal. Sin embargo, no es lo suficientemente amplio como para realizar movimientos de extensión, razón por la cual su nivel de ergonomía sigue siendo moderado. Este espacio podría albergar entre 3 y 4 personas sin contacto directo, pero manteniendo una distancia íntima. Desde nuestro punto de vista, el rellano puede ser considerado un punto de espera (un checkpoint), un lugar donde los participantes aguardaban por alguna señal en particular, el despeje del cielo o el sonido de los pututus, tambores y/o silbatos. El Ambiente 3 abarca aproximadamente 4 m de largo, su ancho mide 60 cm y tiene una altura constante de 1 m. Al igual que la escalera ES.AS, este corto “túnel” permite la circulación de una sola persona. Por sus dimensiones podrían caber entre dos y tres personas con una distancia de separación íntima en fase lejana. Su nivel de ergonomía es bajo, haciendo que una persona de 1.60 m de estatura tenga que pasar agachada o “raneando” (movimiento frontal en cuclillas). Esto refuerza la idea de que los participantes del ritual difícilmente hayan usado atuendos muy recargados, inclinando la balanza al empleo de vestuarios ligeros que les permitan movimientos corporales en espacios restringidos. Asimismo, esta falta de ergonomía también nos permite suponer que los participantes fueron individuos jóvenes, capaces de moverse raudamente por el espacio. Con base en observaciones 479 personales creemos que este ambiente sería un poco incómodo para personas de cierta edad, o que tenga algún problema físico en las rodillas o caderas. Cabe mencionar que, si bien es cierto que toda el área de circulación tiene un carácter restringido, no significa necesariamente que solo un individuo haya estado al interior del ramal. Si tomamos en cuenta los Ambientes 2 y 3, el ramal RL.02 tendría la capacidad de guarecer, por lo menos, a unas 10 personas con una distancia de separación íntima, fase cercana. En lo que respecta al Ambiente 4, la salida hacia la Plaza Circular también es de carácter restringido, consintiendo el paso de una sola persona a la vez. El ascenso resulta relativamente sencillo, aunque involucra que la persona levante su pie aproximadamente 70 cm, en un espacio de 52 cm de largo por 58 cm de ancho. Para mayor comodidad puede utilizar el alfeizar generado por la pared RL.02-S’ como punto de apoyo y las paredes del Segmento H como respaldo. En todo caso, la circulación por este ambiente implica cierta flexibilidad por parte del participante, lo que refuerza nuestra hipótesis de que se trata de gente joven. Cabe recordar, que al pie de la escalera ES.CP se colocó una laja triangular de piedra caliza blanca, la cual estaría funcionando como un marcador arquitectónico, tanto para la construcción del ramal, como para indicar la salida del Ambiente 4 (véase Figura 6.23). En el caso del Ambiente 5, el ingreso a este espacio tiene el nivel de ergonomía más bajo de toda el área de circulación. Para ingresar, el participante debe reptar por un vano de 58 cm de alto por 60 cm de ancho hasta sobrepasar la escalera ES.CP. De ahí, el ramal tiene una altura constante de 1.1 m. Esto quiere decir que para que llegar a depositar las ofrendas en los nichos, los participantes del ritual debieron de moverse en una posición muy similar al de las serpientes. En ese sentido, cabe precisar que en la cosmovisión andina existe una correlación simbólica entre estos animales y el agua, lo cual tiene aún más sentido si nos encontramos en un canal subterráneo que transporta las aguas benditas del Wacheqsa. Por otro lado, cabe precisar que la iluminación de este ambiente es prácticamente nula. De hecho, si no se tiene alguna luz los nichos solo se sienten a través del tacto. Las condiciones dimensionales y sensoriales de este ambiente refuerzan, nuevamente, la hipótesis de que los participantes fueron gente joven, capaz de realizar dichos movimientos. Nuestra visión Al considerar todas las evidencias expuestas, nos atrevemos a postular que uno de los rituales en los que la Plaza Circular funcionó en sincronía con el ramal RL.02 fue para la iniciación de mujeres y hombres en el culto Felínico. Si bien es cierto que los rituales tienen implícito una dicotomía entre lo 480 sagrado y lo profano, entre la puro y lo impuro, el componente shamánico de Chavín y su diseño arquitectónico nos motiva a pensar que el ritual de iniciación fue también una transformación de los estados del ser (Rick 2005, 2011). Como se mencionó en el Capítulo 4, estos participantes habrían venido de las diferentes regiones del sistema mundo formativo (Burger 1992, 20008; Rick 2008), y posiblemente hayan tenido largos procesos de preparación (Burger 1992) para poder llegar a ser parte de los rituales apotropaicos que se dieron lugar en la arena más importante del santuario. Asimismo, el hecho de que la plaza sea una instalación ritual de la era Arcaica (Burger 1992; Canziani 2009: 68- 69; Elera 1993: 238-237; Salazar-Burger y Burger 2000: 43) nos motiva a pensar que la iniciación en esta clase de ambientes fue una tradición milenaria. Para explicar nuestra visión nos gustaría retomar el simbolismo de Huari Wanka. Como entidad supernatural sería el garante de la prosperidad agrícola y, además, el médico de sus seguidores, teniendo la capacidad de curar enfermedades por medio de sus ministros o, mejor dicho, sus shamanes. Tal y como plantean varios investigadores, esta hermosa litoescultura sería la representación de Wiracocha en su manifestación híbrida, mitad jaguar-mitad humano, y su esencia representaría la dualidad complementaria del universo, principio básico de la cosmología, la arquitectura, el arte y la organización social de la época Chavín (Burger 1993; Burger y Salazar- Burger 1993). Para nosotros, la dualidad complementaria – el blanco y el negro – busca la integración armónica y equilibrada de todos los seres vivientes, siendo el primer mensaje canónico pregonado por el santuario. Como uno de los principales oráculos del culto Felínico, Chavín debió de haber profesado principios morales universalistas que promuevan y mantenga la aceptación de los nuevos brazos oraculares. Por ende, el segundo mensaje canónico del centro ceremonial sería la universalidad. Asimismo, como representante de Wiracocha, Huari Wanka sería el axis mundi: la entidad mediadora de las fuerzas complementarias que enlaza los tres mundos cósmicos y las cuatro direcciones de esta realidad. Esto va de la mano con la capacidad que tienen los shamanes – que serían sus ministros– de poder transformarse en animales, y de este modo, viajar a otras esferas dimensionales. En los Andes Centrales y en la Amazonía esta habilidad sigue estando ligada al empleo de enteógenos, como la wachuma, la ayahuasca o la willka. Esto nos permite asumir que, el tercer mensaje canónico de Chavín fue el shamanismo (Morales 2007: 144). 481 Al considerar todos estos mensajes, se deduce que el culto Felínico transmitía conceptos de paz, armonía y equilibrio, como cualquier otra religión o concepto teosófico alrededor del mundo, pero con la diferencia de que sus prácticas religiosas implicaban un componente shamánico. Chavín de Huántar sería una las casas más importantes de este culto regional, uno de los principales centros donde se dieron y recibieron estos mensajes en reciprocidad, en ayni. En lo que respecta al ritual de iniciación, sostenemos que el iniciado o iniciada, consciente de los mensajes canónicos de Chavín, comenzaría su transmutación en el Templo del Lanzón, exactamente en el lado occidental del Atrio Sur; luego ingresaría al canal subterráneo RL.02, atravesando los Ambientes 2, 3 y 4; para luego salir por el cuadrante suroeste de la Plaza Circular. Desde un punto de vista antroplógico, el ingreso al ramal RL.02 sería la entrada a la penumbra, al mundo de las aguas subterráneas, al Uku Pacha. El hecho de que los participantes hayan tenido que descender a un mundo subterráneo –ctónico– concuerda con la visión que hemos expuesto de Huari Wanka y su relación con el mundo de abajo (Fujii 1993; Makowski 1997, 2000). Desde la arquitectura simbólica puede interpretarse que el área de circulación de la Ruta 1 sería un espacio liminal (Moore 1996: 137), el umbral arquitectónico que separa un mundo del otro (Burger y Salazar-Burger 1993: 113), o mejor dicho, un puente, una Chakana. Bajo esa misma lógica, el Ambiente 3 –el pequeño túnel de 4 m– sería la fractalidad de este umbral. Por otro lado, resulta interesante notar las orientaciones de las escaleras: ES.AS, que va de sur a norte, sería la responsable de conducir a los participantes al Uku Pacha; mientras que la escalera de ES.CP, que corre de oeste a este, los trasladaría al Kay Pacha de la Plaza Circular, al gran teatro de esta realidad, donde serían capaces de conectarse con el Hanan Pacha, el mundo de los cielos. Esta diferencia de orientaciones sería otra manifestación de la organización dual y tripartita de la teosofía Chavín. Al salir por el Ambiente 4, el diseño de la plaza y la posición de la escalera ES.CP nos sugieren que los participantes habrían tenido una percepción visual de profundidad, lo que habría estimulado un desplazamiento frontal (Figura 9.5). En ese sentido, lo primero que verían sus ojos sería Ojchatuna, la montaña-felina ubicada al nororiente del eje del Templo (Figura 9.6). Desde un punto simbólico, podríamos ligar la interpretación que hemos expuesto de Huari Wanka – como un ser híbrido mitad humano-mitad jaguar – con la forma de esta montaña. Es muy posible entonces que esta correlación entre participantes/objeto de culto/paisaje haya tenido una connotación bastante poderosa durante la performance ritual. Esto a su vez, se vería reforzado con la hipótesis de que los especialistas religiosos 482 Chavín formaban parte de un mismo linaje de shamanes capaces de transformarse en jaguares (Tello 1929). Esta alineación escalera-montaña no solo debe ser considerada como otro de los componentes teatrales del Templo del Lanzón; sino también, como la confirmación de un mensaje auto-referencial: “emerjo al Kay Pacha y el Apu Ojchatuna, la montaña-felino, es quien me recibe”. A. Desde el Atrio Este. B. Desde el Atrio Oeste. D. Desde el centro de la plaza. C. Desde la cima de EB. Figura 9.5. Diferentes perspectivas de la salida de un participante por el Ambiente 4. Modelo: Aldo Osorio. A ello puede sumársele la posibilidad de que los participantes hayan aparecido súbitamente, lo cual sería parte de la misma teatralidad del ritual. Un relato etnográfico coherente con esta modalidad de aparición es un mito de la nación Paez del Huila colombiano, quienes cuentan sobre los jaguares hijos del Jaguar Trueno, criaturas que vivirían al fondo del lago, y que se aparecen súbitamente frente a la gente; exhibiendo, en algunos casos, sus órganos viriles y en otros, con la intención de robar mujeres (Morales 2007: 144). 483 Figura 9.6. Apu Ojchatuna, la montaña-felino al oriente de Chavín. En lo que respecta a la audiencia humana, creemos que es muy posible que la ascensión de las iniciadas e iniciados haya sido recibida por un grupo de especialistas religiosos. Recordemos que, la Plaza Circular es una arena destinada para un público cercano, donde pueden entenderse los mensajes hablados, la percepción facial y los gestos corporales (Moore 1996: 156). Aunque no podemos asegurar a ciencia cierta la posición de cada participante, se sabe que esta clase de instalaciones rituales suele contener patrones “básicos” de diseño capaces de reflejar las relaciones interactivas que existían entre los participantes; en otras palabras, de quienes fueron los mensajeros, los receptores y los observadores durante el ritual (McFeat 1974: 85 citado en Moore 1996: 137). Al respecto, nos gustaría traer a colación un aspecto de los templos Kogi, con los cuales se percibe una esencia similar (Burger 1992): El templo expresa un principio de orden, de disciplina. Por un lado, cada hombre tiene allí su puesto fijo desde el cual adquiere una perspectiva de los demás, de sus orígenes, y de sus relaciones mutuas. Por otro lado, al incorporarse a este cosmos [durante el ritual], el individuo queda convencido de las regularidades que rigen el universo. (Reichel-Dolmatoff 1975: 232). Cuando las iniciadas y/o iniciados comenzaron a salir por el Ambiente 4 es muy probable que también hayan sido recibidos por otros especialistas religiosos, quienes muy posiblemente hayan usado atuendos bastante elaborados, a juzgar por las grabaciones en piedra. Al igual que otras tradiciones shamánicas (Triadan 2006: 166-168), suponemos que la música y la danza fueron dos componentes importantísimos durante las performances rituales de la Plaza Circular, las mismas que serían 484 repotenciadas por los efectos acústicos del Templo del Lanzón. Podríamos imaginar entonces, a varios especialistas tocando pututus, tambores, sonajas, quenas, zampoñas, antaras, silbatos, etc., a otros “limpiando” el ambiente con sahumerios y palo santo; y a otros haciendo la “Danza de los jaguares”, empleándose al máximo la propiedad kinestésica de la Plaza Circular. Por otro lado, si consideramos las propiedades del escenario y la normatividad del ritual, es posible de que los participantes se hayan colocado en una posición fija, donde escucharían la recitación de plegarias y cantos (¿ícaros?). Al considerar el mensaje teosófico de Huari Wanka, la alineación astronómica del santuario y el shamanismo de Chavín, se infiere entonces que estas performances fueron llevadas a cabo en un estado alterado de consciencia en fechas astronómicamente importantes, como los solsticios, y que tuvieron la finalidad de garantizar la prosperidad agrícola y el ciclo del agua. Si consideramos las diferentes interpretaciones iconográficas y la lectura simbólica de la arquitectura ritual del Templo del Lanzón se deduce que uno de los mensajes auto-referenciales transmitidos por el Ramal RL.02 sería: “Estoy en el sur, en la Chakana, en el canal que recibe las aguas benditas del Huantsán, mi pacarina, y por el cual me traslado hacia la luz de la Plaza Circular, la arena más poderosa del santuario donde podré comunicarme con Huari Wanka, representante de Wiracocha, y con la Luna, diosa del agua, para cantarles y danzarles en pos de garantizar la prosperidad de mi pueblo y la curación de los enfermos. Para convertirme en un jaguar, guardián de la Tierra”. Otro mensaje auto-referencial del Templo del Lanzón se desprende de los hoyos perforados en el peldaño más largo de la Escalinata Central y que hemos asociado a la Estela Raimondi (véase Figura 4.20). En vista de su cercanía a Huari Wanka y la utilización de dos báculos hemos supuesto que este personaje fue uno de los especialistas de mayor rango, algo así como el representante humano de Wiracocha. Las características de este personaje y su posible ubicación nos sugieren que la organización del sistema religioso en Chavín estaba jerarquizado según el grado de conocimiento; tal y como sucede en cualquier otro sistema de creencias (p.ej. el shamanismo Hopi, Triadan 2006). En ese sentido, los especialistas rituales frecuentemente tienen un conocimiento especializado y esotérico, el cual les otorga la autoridad de poder conducir ceremonias rituales. Dicho conocimiento dependerá de la edad, el rol y la responsabilidad del participante durante la performance (ibíd., 160- 161). En este nivel, el ritual se hace algo exclusivo, sostenido por un grupo selecto de personas. Este argumento se ve reforzado con la ubicación más restringida, y por ende más sacra, de los diferentes ambientes que forman al Templo de Lanzón (Rick 2008). Por eso es posible argumentar que la autoridad dada por el ritual te puede llevar a asumir posiciones de poder y control en la estratificación 485 social; lo que conlleva a una dicotomía o ambivalencia inherente en los actos rituales: como una participación cohesionada de la comunidad por medio de la identificación con un grupo, o como un conocimiento ritual especializado de ciertos individuos que obtienen poder para que este sea explotado para fines políticos (ídem). Como mencionamos en el Capítulo 4, no se puede negar que el empleo para fines políticos del ritual haya sido constante a lo largo de los ocho siglos en los que estuvo funcionado el santuario, o que este haya sido el principal detonante para la ejecución del proyecto B&N; pero de lo que sí estamos seguros es que dada la capacidad de negociación que ofrecen las performances rituales, dicha perversión siempre estuvo en reconsideración, teniendo tantos detractores como seguidores; y más aún, si se considera la esencia comunitaria de la filosofía andina. Volviendo a tocar el ritual de iniciación, en el caso de la Ruta 2, resulta interesante el hecho de que para entrar y salir del Ambiente 5 se tenga que necesariamente reptar, lo cual nos sugiere que los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02 estuvieron íntimamente vinculados a ritos relacionados con las serpientes, con el Uku Pacha y la oscuridad. Desde nuestra perspectiva, esta inferencia y todo lo que ello compete, es otro de los ejemplos que expone lo relevante que era el agua para los centros ceremoniales del culto Felínico durante el Formativo Tardío (Contreras y Keefer 2009; Elera 1993; Kaulicke 1994, 2010). Por la ubicación de los nichos se deduce que en su interior se colocaron ofrendas4 vinculadas a la dualidad de las aguas subterráneas. En ese sentido, nos gustaría describir la placa conocida como Medusa5, personaje híbrido que porta dos moluscos: un Spondylus en su mano izquierda y un Strombus en su mano derecha (Figura 9.3). Ambas conchas son originarias de las aguas calientes del Ecuador, por lo que deben ser consideradas como objetos exóticos. Sus características físicas los hacen “símbolos naturales” de la dualidad sexual6 (Burger y Salazar-Burger 1993: 98, Carrión 2005). 4 Durante la era Formativa los nichos de los centros ceremoniales habrían almacenado objetos rituales. Por ejemplo, en Moxeque, un sitio arqueológico del Formativo Temprano, uno de sus nichos contenía esculturas de adobe parcialmente destruidas de un felino, una serpiente y un torso humano (Willey 1951: 118-119). 5 Al igual que otros investigadores (Makowoski 1997, 2000), consideramos que este personaje no se trata de una divinidad (Rowe 1962, 1967); sino más bien de un mallki, un ancestro. El hecho de que se encuentre en posición frontal no marca necesariamente un diferencia jerárquica respecto a los que están de perfil, sino más bien es una posición del estar, tal como se observa en la las lápidas de la Plaza Circular. Es más, su posición frontal nos motiva a pensar en una acción de entrega, tal como se haría en los nichos. 6 Hasta hace poco los sacerdotes Kogis de Colombia, los mama, conservaban este simbolismo, el cual subsiste en las ceremonias de fertilidad que se realizan en los Andes Centrales (Salazar-Burger y Burger 2000: 54). 486 El Spondylus, de color rojo, se asocia a las fuerzas femeninas; mientras que el Strombus, de color blanco, a las fuerzas masculinas (Burger y Salazar-Burger 1993: 98-99; Salazar-Burger y Burger 2000: 53-54). Esta analogía es sostenida también en el Obelisco Tello, en donde el primero recoge los flujos del caimán hembra (moco y saliva); y el segundo, los flujos del caimán macho (semen) (Makowski 1997: 512). Esta diada simbólica representaría el balance de las fuerzas complementarias en el mundo de las aguas subterráneas, por lo cual podríamos suponer que los nichos del ramal RL.02 tuvieron la misma lógica: NI.01-RL.02 contendría ofrendas de Spondylus, y NI.02-RL.02 ofrendas de Strombus (Figura 9.7). Figura 9.7. Los nichos de RL.02, la Medusa, el Spondylus y el Strombus. En caso de que los rituales hayan empleado las aguas del río Wacheqsa, nos gustaría presentar los siguientes supuestos. En primer lugar, el hecho de que estas aguas provengan del Apu Huantsán y que para llegar al ramal RL.02 tuvieran que pasar por una larga extensión de roca madre (la base de RL.01) nos motivan a pensar que estos flujos tuvieron una fuerte carga simbólica. En segundo lugar, tal como se advirtió en el Capítulo 6, las tres rocas calizas de la pared RL.02-E (véase Figura 6.14) pudieron haber servido como indicadores hidráulicos. De ser así, la altura de la corriente bordearía los 30 cm, haciendo posible que los participantes se desplacen sin inconvenientes. En tercer lugar, el reconocimiento del Flujo 3 a lo largo de los diferentes sectores del Canal de Rocas nos permite inferir 487 que las aguas de origen fluvial que transcurrían por este complejo sistema hidráulico habrían estado limpias de “impurezas”. La presencia del filtro FI.01-RL.01, ubicado en la Sección II del ramal RL.01 (véase 3.3.1.1), es un claro ejemplo de esa intención. Si a ello le añadimos la capacidad refractaria del agua es muy probable que su transcurrir haya tenido un efecto visual bastante peculiar en el ramal RL.02, iluminándolo de un modo teatralmente elegante. En cuarto lugar, nos gustaría precisar que la religión es un fenómeno cultural relativamente estable y de larga duración. Por ende el uso de fuentes etnográficas, etnohistóricas, e históricas –incluso aquellas que son posterior al periodo arqueológico por muchos siglos- son una legítima fuente para el estudio de antiguas prácticas religiosas (Fogelin 2007: 57). Habiendo mencionado estos supuestos, nos gustaría brindar las siguientes hipótesis respecto a la función de los flujos hidráulicos al interior del santuario. En primer lugar, creemos que las aguas del río Wacheqsa fueron empleadas para rituales de adivinación. Para ello nos basamos en el reporte del bachiller Estanislao de Vega Bazán, quien sostiene lo siguiente: […] Assi mismo para adivinar algunas cosas, le invocaba [al dios Huari] en los manantiales, de donde salia una culebra grande, y le lamia: y si la culebra de bolvia a entrar en el dicho manantial, era señal de que avia de acontecer lo que le consultava; y que si se iba por otra parte, no avia de acontecer lo que avia consultado […]. (Duviols 1971: 389). Este elemento vital también habría estado presente en los rituales de iniciación, lo cual es coherente con la hipótesis que hemos hecho respecto a la interrelación del ramal RL.02 con la Plaza Circular, y con otros rituales religiosos alrededor del mundo (p.ej. el bautismo cristiano o el gushl musulmán). El bachiller Vega Bazán relata una breve historia sobre dos especialistas religiosos del dios Huari, quienes parecen haber pasado, justamente, por esta clase de ritos con agua: […] descubrió un Indio llamado Felipe Ramos, a quien el demonio crio algunos dias una cueva, sustentandole con mais negro, y dándole de beber agua azul, y aviendole documentado lo echo al mundo, para que predicasse esta infernal secta […]. (Duviols 1971: 388) […] Assi mismo parece descubrio el dicho Visitador con la continuacion de su predicacion, otro Indio llamado Juan Perez, el qual para ser tenido por sacerdote de el dicho Huari le llevo una tia suya, a un manantial, dándole baños supersticiosos, y llamando al Huari, salio del dicho manantial en figura de un Padre, con ropones largos, de tres varas de alto, y después salieron culebras, y lagartijas, y lamieron a la dicha su tia, y al dicho Juan Perez, y después de platicas, que tuvo con la dicha su tia, dixo al 488 dicho Juan Perez, que en todo hiziesse lo que la dicha su tia le enseñasse, y el dicho Huari se volvió a entrar en el manantial, y la dicha su tia le enseño a sacar culebras de los enfermos […]. (Duviols 1971: 389) De lo anterior se desprende que el suministro de agua también pudo haber servido para “baños mágicos terapéuticos”, lo cual concuerda con las características arquitectónicas de los centros ceremoniales andinos que suelen presentar fuentes o cisternas para la realización de sus ritos y ceremonias (Carrión 2005: 35). La posibilidad de que los participantes del ritual se hayan bañado se ve reforzada por las siguientes citas: […] descubrió [que Felipe Ramos] daua baños supersticiosos a las mujeres, para que fuesen queridas de los hombres: y por malas artes hazia baylar en el aire las camisas, que se avian de poner sus galanes; y dando los dichos baños llamava a las culebras, y arañas, las quales venían, y dando vuelta por los cuerpos de las dichas mujeres, le lamian para que fuesen queridas […]. (Duviols 1971: 388). […] Y luego dava baños supersticiosos, sacando de los enfermos piedras y otras cosas. (Duviols 1971: 389). La última cita nos advierte de las propiedades medicinales del agua. Al respecto, cabe mencionar que según los reportes etnográficos del siglo XX, los pobladores que residen cerca del monumento arqueológico solían acudir a un manantial sulfuroso, posiblemente Quercos, cuando estaban enfermos, puesto que tenían la creencia de que eran curados por un ser que “vive” debajo del agua (Amat 1974: 46-47). Asimismo, se podría hacer una analogía con los “baños de florecimiento” que realizan los shamanes de hoy en día. Si extrapolamos estos “baños” a nuestra área de estudio y consideramos que las aguas empleadas para tal propósito fueron sacras, se deduce que las Rutas l o 2 serían desplazamientos anfibios. Esto concuerda con las características biológicas del caimán, uno de los animales de poder más importantes del shamanismo Chavín, y posiblemente también con las ranas o sapos, representantes de la fertilidad en muchas tradiciones andinas. De ser así, estos conceptos tendrían una fuerte influencia en el mensaje auto-referencial de los participantes. Por otro lado, creemos que el suministro de agua en los canales pudo haber servido para inducir a la meditación. Esta hipótesis se desprende de la interpretación que hiciera el Dr. Reinhard (1987) respecto a las cabezas que se encuentran en las inflexiones de los seres híbridos Chavín. De ser así, la acústica del santuario (Abel et al. 2008; Moore 1996) y de la geografía repotenciarían la vibración 489 de los circuitos hidráulicos, ayudando a los especialistas durante su meditación. Curiosamente, en el Sub-flujo 4, en el extremo oeste se halló el fragmento de una figurina que estaría representando a un individuo en una posición meditativa (Figura 9.5). Podría suponerse entonces, que los participantes en un estado alterado de conciencia (Rick 2005, 2008) se colocaban a la lado de las canaletas para estos fines. Si a ello le sumamos la posibilidad de que hayan funcionado para fines estéticos (Tello 1960), surge la hipótesis de que Chavín haya sido un santuario con jardines donde se practicaba alguna clase de meditación en asociación con los enteógenos que empleaban para sus rituales. Esto hipótesis podría ser otra de las explicaciones para la abrumadora cantidad de canaletas presentes en el monumento arqueológico, lo cual abre una nueva ventana interpretativa. Figura 9.8. A la izquierda, figurina de un personaje sentado en posición meditativa (tiesto SW3-221, Sub- flujo 4). A la derecha arriba, yogi hindú meditando; derecha abajo, monje budista meditando. Cuarto episodio Representado por el Flujo 1, que según nuestro análisis tipo-serie vendría a ser el último acarreo que tuvo el ramal RL.02 durante del periodo B&N. Dicho estudio nos permite afirmar que su matriz contenía algunos de los estilos alfareros (Janabarriu, Mosna y Rojo Grafitado) y categorías de vasijas 490 (Cuencos grandes) más representativas de ese periodo. Al revisar los antecedentes notamos que la evidencia alfarera del Flujo 1 coincide estilísticamente con la cerámica que describe Gonzáles (2012) cuando ingresa por primera vez al sistema, y también con la cerámica de los estilos Rocas (Lumbreras y Amat 1969, Burger 1998) procedente de las excavaciones del ramal RF.03, Sección II (tramo “g” en Lumbreras y Amat 1969). En cualquiera de estos casos, incluyendo el nuestro, la evidencia alfarera Chavín parece corresponder a un residuo primario (Schiffer 1987), lo cual es coherente con la hipótesis de Burger (1998: 176) quien advierte que los restos culturales al interior de los canales subterráneos pueden proceder de contextos primarios de deposición, pero que serían muy tardíos en la secuencia relativa de la época Chavín. Esto nos conduce a pensar que el Canal de Rocas alberga en su matriz estratigráfica un grupo alfarero Chavín de características similares que se encuentra distribuido en los diferentes ramales del sistema y que muy probablemente sean contemporáneos al periodo B&N; por lo cual estaría en sincronía con las evidencias culturales que se descubrieron en otros contextos Chavín, y con las otras zonas del sitio arqueológico. Todas estas evidencias y concatenaciones estarían confirmando que una de las funciones del Canal de Rocas fue, precisamente, alcantarillar los residuos que se generaron en otras áreas de actividad, como el interior de la Galería Lanzón-Laberintos o la Plaza Circular. De ser así, lo más probable es que haya habido un mantenimiento constante, una limpieza cíclica de sus estructuras (Schiffer 1987: 65). Este supuesto concuerda con la limpieza de los canales en la cosmología andina, los cuales son una parte importante de su calendario ritual (Milla 2011). El análisis tipo-serie nos ha permitido determinar también cuáles fueron las categorías de vasijas más frecuentes del grupo alfarero Chavín. Para ello, lo primero que hicimos fue contabilizar la cantidad de vasijas del Flujo 1 por categorías, tal como se expresa en la Figura 9.9. Si consideramos las posibles funciones originales que tuvieron las vasijas (no confundir con el uso cotidiano Cabanillas 2011; intended use vs actual use en Skibo 1992) tenemos que casi todas las categorías (platos, cuencos, cuencos grandes, vasos, cántaros y botellas) fueron fabricadas con la capacidad de transportar alimentos y/o bebidas a corta distancia; siendo la única excepción las ollas sin cuello, destinadas a la preparación y/o almacenamiento de alimentos. Esto quiere decir que el grupo alfarero Chavín del Flujo 1, conformado por 138 recipientes (100%), cuenta con: 131 vasijas para servir, lo que se conoce también como vajilla (Ikehara 2010: 46), equivalente al 93.57%, y con 9 vasijas para preparar- almacenar alimentos, conocidas como utilitarias (ídem), equivalente al 6.43%. Estas cifras son congruentes con la tendencia del grupo alfarero Chavín, y con la evidencia alfarera recuperada en un basural (midden) de la zona Wacheqsa (Mesía 2007: 160). Por analogía con otros contextos 491 arqueológicos (Hastorf 2007; Ikehara 2007; Lumbreras 1993; Mesía 2007), los resultados del ramal RL.02 nos motivan a pensar que el grupo alfarero Chavín del Flujo 1 fue el producto de un festín. Categorías morfo-funcionales Chavín del Flujo 1 60 57 50 40 30 23 20 19 20 9 10 5 5 0 Platos Cuencos Cuencos Vasos Cántaros Botellas Olla sin grandes cuello Figura 9.9. Categorías morfo-funcionales del grupo alfarero Chavín en el Flujo 1. Esta hipótesis se ve respaldada con la presencia del estilo Janabarriu, cuyas formas de vasija están relacionadas con la función de servicio, posiblemente de contextos ceremoniales (Burger 1984, 1992, 1998). Asimismo, las características del Flujo 1, altamente viscoso y con una alta densidad de partículas de carbón son un buen soporte para este enunciado. En el contexto socio-histórico del Formativo Tardío, los festines habrían jugado un rol importante en el proceso de integración que tenían las diferentes comunidades alrededor de un centro ceremonial, por lo cual son considerados como un mecanismo de redistribución, consolidación de la autoridad y reforzamiento de los lazos políticos (Ikehara 2010: 60 sobre Cerro Blanco de Nepeña). De ser así, resulta posible que la cerámica empleada para este propósito haya sido parte de la obligación recíproca del templo hacia los participantes o viceversa, algo similar a lo que ocurre con la fuerza laboral. Por el principio de asociación todas las evidencias culturales de este flujo corresponderían al periodo B&N. Esto incluye, aparte de las vasijas de cerámica, a las vasijas escultóricas, las lajas de pizarra talladas, lascas de obsidiana, herramientas de hueso, artefactos de piedra, restos malacológicos, restos óseos animales y restos óseos humanos. Respecto a estos últimos, es necesario recordar las características de los Sub-Flujos 2 y 3. La distribución de ambos comprende desde la conexión con Ai-PP hasta la escalera ES.CP. Toda esta área no solo es la parte más gruesa del Flujo 1 en el ramal 492 RL.02, sino que también es el área de circulación para las performances rituales, por lo cual creemos que existe una razón simbólica para su deposición. El Sub-flujo 2 tendría, por lo menos, tres fuentes de abastecimiento: un depósito hidráulico procedente de RL.01, otro depósito hidráulico proveniente de Ai-PP –que sería uno de los más importantes–, y un depósito manual. Por su parte, el Sub-Flujo 3 sería un depósito manual vertido desde la escalera ES.CP. Vale recordar, que en toda esta área se observó un cuidado especial de los restos óseos humanos, colocándose rocas de tamaño de manera aleatoria pero que parecen estar salvaguardando su integridad; lo cual es coherente con el comportamiento de un contexto funerario. Una revisión del material osteológico realizado por Madelein Zhu, antropóloga de la Universidad de Harvard, llegó a la conclusión de que el total del número mínimo de individuos (NMI) asciende a 45, 17 sub-adultos y 28 adultos (Anexo 5). Una cifra elevada si consideramos que el área total donde fueron hallados bordea los 30 m², con una capacidad volumétrica de 150 m³. La relación entre el NMI y el volumen, así como la deposición aleatoria de los restos nos sugiere que se trata de un contexto funerario secundario. De estar en lo correcto, sería uno de las pocas áreas funerarias Chavín con una temporalidad definida. Se infiere entonces, que el contexto sistémico que produjo los restos culturales documentados en el Flujo 1 del ramal RL.02 fue el festín de un ritual funerario, en cierto modo similar al de la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 1993). Su posición estratigráfica y modalidad de deposición concuerda con los restos óseos humanos documentados en el ramal RF.02, Sección V, tramo anteriormente conocido como la “Galería de los Cantos Rodados” (Velasco 2008). En ambos casos, los huesos humanos fueron hallados cerca de las escaleras que justamente interconectan el mundo de las aguas subterráneas con el exterior. Esta coincidencia nos permite suponer que los contextos funerarios de ambos ramales tuvieron un simbolismo y una temporalidad similar. Esto fortifica la hipótesis de que los canales subterráneos funcionaron como un área funeraria, o por lo menos, al final del periodo B&N. Puede suponerse entonces que, cuando Marino González ordenó limpiar la escalera que se encuentra en la Segunda Plataforma, codificada como ES.PF, los excavadores hayan encontrado una gran cantidad de huesos humanos de la época Chavín. Cabe recordar que, en el Alimentador externo Canal Central (Ae-CC), en el canal CC.01, también se hallaron fragmentos de huesos humanos (Lumbreras 2007: 142). La presencia de los restos humanos al lado de los puentes arquitectónicos –las Chakanas– no es un hecho fortuito, sino que tendría un significado simbólico más profundo. Sin embargo, desde un punto de vista hidráulico no parece ser tan factible que las redes hidráulicas hayan servido para evacuar los restos humanos, puesto que se habrían quedado en las zonas bajas como la Plaza Mayor (Bustamante 493 y Crousillat 1974: 151). Si bien esta información fue prescrita antes de los últimos hallazgos, por lo cual podría verse desestimada, no se niega su validez puesto que se basa en razones empíricas y comprobables. Con ello en mente, nuestra hipótesis es que la deposición de restos humanos fue un hecho único, vinculado a un cierre ritual del santuario, justo antes de que este fuese afectado por las intensas lluvias del mega-ENSO desatado en el siglo V a.C. y que se materializaría en el hiato estratigráfico (véase 9.2). Con esto no queremos afirmar que cada grupo alfarero del Canal de Rocas haya sido el residuo de algún festín o ritual, puesto que eso tendrá que ser explicado y corroborado circunstancialmente; pero sí nos gustaría aclarar que es una tendencia lógica de pensamiento por la esencia ritual que tiene este sistema hidráulico. De ser cierta esta hipótesis, es muy posible que las evidencias artefactuales que ingresaban a los canales subterráneos sean, en realidad, parte de las ofrendas que le correspondían a cada parte del santuario. Esto nos puede ayudar a explicar no solo la particularidad de cada sub-flujo, sino también su secuencia de deposición. Se deduce entonces que, los Sub-flujos 1 (al inicio del al Sección I) y 4 (al final de la Sección III) –depósitos culturales que no contenían restos óseos humanos– fueron los residuos de un festín que se vertieron al canal subterráneo en calidad de ofrendas. En esa línea de pensamiento, lo más probable es que el Sub-flujo 1 sea parte de los desechos que se produjeron alrededor de los sectores Rocas Alto y Rocas Wacheqsa; y que el Sub-Flujo 4, tenga una parte de lo que se produjo en el Templo de Lanzón, incluyendo el ritual cratófono que se realizó en las inmediaciones de la escalera ES.CP y las actividades de consumo realizadas tanto en la Plaza Circular, como en la Galería de Lanzón-Laberintos (Figura 9.7). Figura 9.10. Distribución de la cerámica en correlación con el grosor del Flujo 1. Nótese los Sub-flujos. 494 En el caso de los Sub-flujos 2 y 3 puede suponerse que estos depósitos culturales serían parte de los votivos que le correspondía entregar al Templo del Lanzón, particularmente a la Galería de Laberintos y a la Plaza Circular. De este modo, el área funeraria del ramal RL.02 sería, en realidad parte de las ofrendas que los Chavín entregaron al Uku Pacha, al mundo de las aguas subterráneas. Por ende, su condición de ofrendas sería equivalente a los restos óseos humanos encontrados en la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 1993, 2007). Considerando la importancia de los restos óseos humanos, creemos que esta ofrenda7, una de las últimas del periodo B&N, estaba referida al deterioro climático y al Mega-ENSO que se acercaba a finales del Formativo Tardío. Como párrafo final de este episodio, y en concordancia con nuestras interpretaciones, se resume que el Flujo 1, depositado a finales del periodo B&N, fue la materialización de dos ofrendas al Uku Pacha, realizadas cuando Chavín de Huántar todavía estaba en funcionamiento. Una ofrenda correspondería a los residuos de un festín, y la otra sería los restos humanos de 47 individuos. La primera hace evidente la función alcantarillar, y la segunda, la función funeraria; confirmando de este modo, la multifuncionalidad del Canal de Rocas durante este periodo. Ambas formarían parte de un mismo proceso de cierre ritual, que se habría dado justo antes de la crisis medioambiental del siglo V a.C., y que muy posiblemente haya involucrado a todo el santuario. 9.2 Fase Hiato Considerando todas las evidencias e hipótesis que hemos tratado, la Fase Hiato consta de los siguientes cuatro episodios: Primer episodio Representado por el Flujo 2, identificado como un estrato de origen natural compuesto por acilla generada por el asentamiento de agua pura, limpia y calmada. Se distribuyó exclusivamente al oeste de ME-1, por lo que su única fuente de abastecimiento sería el ramal RL.01. Aunque breve, su presencia materializa la función suministro del Canal de Rocas. 7 Ofrendar a las Huacas es una antigua tradición andina. Darle alimento a los templos y oráculos era parte de las obligaciones comunales, reforzando los lazos recíprocos entre las comunidades y el mundo supernatural. En teoría, darle de comer a las Huacas asegura la lluvia, las cosechas, el ganado fértil, previene de desastres naturales, como terremotos, sequías, tempestades y heladas (von Hagen y Morris 1998: 75). 495 Segundo episodio Representado por el Flujo 3, identificado como un estrato de origen natural compuesto principalmente por arcilla y casi carente de evidencias culturales. Se distribuyó a lo largo de todo el ramal RL.02, lo cual nos indica que su fuente de abastecimiento fue el ramal RL.01, donde también fue identificado. Estratos de características similares han sido reconocidos en los sectores Rocas Alto, Rocas Falcónidas y Rocas Mosna (véase Figura 7.33). El hecho de que se distribuya a lo largo de todo el sistema nos permite asumir que su fuente de abastecimiento fue de origen pluvial. Esto concuerda con la fase LP-II del río Wacheqsa, vinculada geológicamente al periodo B&N (Contreras 2007, Contreras y Keefer 2009). En aquellos tiempos, el caudal del río fue de 6 a 8 metros más alto de lo que vemos actualmente, lo cual es coherente con la ubicación de las bocatomas del sector Rocas Wacheqsa. Otro aspecto que confirma esta correlación es el color de la arcilla: marrón rojizo, muy similar a la del río en cuestión (véase Figura 2.3.B). El hecho de que este flujo haya estado compuesto por láminas de arcilla que medían entre 2 y 3 mm de espesor nos permite inferir que su proceso de formación estuvo correlacionado con el transcurrir de flujos calmados que se depositaron lentamente a lo largo del sistema. De ser así, puede afirmarse que su formación fue causada por un empozamiento de agua. Al considerar la ausencia de evidencias culturales se estaría confirmando la inyección de flujos de un río a otro, una clara evidencia de la función suministro. Su posición estratigráfica, entre dos fases culturales, hacen del Flujo 3 un preciso hiato estratigráfico con fuertes implicancias para la historia del sistema hidráulico. A manera de hipótesis creemos que este hiato fue provocado por el fuerte cambio climático que se dio lugar en el siglo V a.C., el mismo que involucró una fuerte disminución de las temperaturas (Diessl 2004: 56; Burger 1993: 69-70), 3), un Mega-ENSO (Burger 1985: 283; MckBird 1987; Nials et al. 1979: 10), un tsunami (Burger 1988: 141; Moseley et al. 1981: 248), y un terremoto (Tello 1960: 124). Desde nuestra perspectiva, el factor ambiental sería uno de los principales detonantes para el colapso del sistema ideológico-económico del culto Felínico. En ese contexto, es muy posible que el exceso de lluvias ocasionadas por el Mega-ENSO hiciera que los ríos crezcan de manera insostenible, provocando que el sistema de protección se sumergiera y colapsara. Esta hipótesis se ve reforzada con los datos que se tienen del ENSO ocurrido en 1983, uno de los más fuertes de esta era republicana (Diessl 2004: 43). Aquel año, las temperaturas del mar subieron entre 8° y 9° de temperatura (von Hagen y Morris 1998: 18). En Chavín, las lluvias superaron considerablemente la medida anual estimada, tal como puede verse en la Figura 9.11, lo que nos 496 advierte de un acelerado y estrepitoso aumento. Cabe señalar que, el accionar corrosivo de estas fuertes lluvias se manifestado también en la destrucción del extremo oriental del Edificio E y en el aluvión de 1945. Asimismo, el Niño de 1997 afectó los trabajos arqueológicos del PIACH en el sector Rocas Falcónidas, imposibilitando su medición por un par de años (Rick et al.1998: 205). Figura 9.11. Gráfico de barras de las lluvias mensuales en los años 1982, 1983, 1984. La parte rayada de las columnas marca el exceso del valor normal. Abajo, las desviaciones de la temperatura media de la costa norte del mar peruano (Diessl 2004: 43, Fig. INT 43). Al cotejar los informes de Lumbreras (1974, 1977, 2007, 2014), es posible que este episodio tenga una correspondencia estratigráfica con la secuencia de la superficie externa del Templo del Lanzón. Nos referimos a la capa H: un delgado estrato de color amarillento que sería parte del enlucido, pero que luego fue “licuado” por efecto de las lluvias, haciendo que se distribuya en forma de abanico alrededor de los edificios monumentales. Esta capa estaba en contacto directo con el piso del atrio y sellada por el derrumbe del templo (Lumbreras 1977: 10). Su espesor era más grueso cerca de los muros y prácticamente inexistente hacia el centro y oriente del atrio; locaciones donde se mezclaba con la capa G para formar un sedimento más oscuro nominado como GH. Su forma y distribución indican que su deposición se dio a manera de abanico. Una situación similar estaría ocurriendo en el frontis oriental del Edificio A, donde se encuentra la Portada de las Falcónidas (Lumbreras 1977: 9- 10; Tello 1960: 119-125). 497 Tercer episodio Representado por el Flujo 4, identificado como un estrato de origen natural compuesto por arcilla. Su distribución estuvo constreñida al tributario TV.02-RL.02, que sirve de enlace entre Ai-PP y RL.02. Debido a ello hemos asumido que la naturaleza de este flujo fue fluvial, materializando la función de protección que tuvo el sistema. Cuarto episodio Correlacionado con el grupo alfarero Chavín recuperado en el Flujo 3. Este se concentró exclusivamente en las áreas de mezcla 1 y 2: por debajo de la escalera ES.CP y en el rellano de la escalera ES.AS. La seriación nos sugiere que los tiestos allí documentados son parte de un proceso natural de mezcla y translocación; confirmándose de este modo, el origen natural del Flujo 3 y reafirmado su valoración como hiato estratigráfico. Una aproximación visual a la evidencia alfarera (Anexo 4) nos indica que los tipos allí reportados son estilos “no tan comunes”, como el Chavín Anaranjado y los tiestos Chavinoide, disímiles al estilo Janabarriu de la Fase Chavín. Por ende, puede asumirse que la lógica de su proceso de formación también fue diferente. Para entender dicho proceso es necesario explicar una de las hipótesis que se tienen sobre las evidencias culturales de su contraparte externa, la capa H: Esta tierra [la del piso] se encuentra mezclada, en la capa H, con cerámica, huesos rotos de animales, instrumentos y deshechos de piedra, además de algunas piedras pequeñas (guijarros); esto indica que se trata de una capa de basura, lo que naturalmente no congenia con el carácter del templo, el cuidado de sus pisos, etc. Por eso, suponemos que la capa H es de un periodo de abandono […], periodo durante el cual el enlucido de los muros se fue cayendo y la gente arrojó desechos de comida y vajilla rota. (Lumbreras 1977: 10, énfasis nuestro). Todo esto nos permite deducir que el grupo alfarero Chavín registrado en el Flujo 3 cayó “accidentalmente” al interior del ramal RL.02 desde la Plaza Circular y el Atrio Sur, en una matriz prácticamente imperceptible que se mezcló con el Flujo 3 previamente depositado. Esta situación es muy similar a la manera en cómo la capa H se mezclaba con el piso del atrio. De estar en lo correcto, la temporalidad de dichas evidencias culturales sería entre el 500-400 a.C., entre los periodos Soporte y Huarás. Por consiguiente, el grupo alfarero Chavín del Flujo 3 correspondería a la fase Soporte, el último periodo de la época Chavín. De estar en lo correcto, los estilos Chavín del Flujo 3 podrían ser considerados como atributos temporalmente sensibles para determinar el periodo Soporte; lo cual 498 sería de gran utilidad para elaborar la secuencia relativa de Chavín de Huántar; y de esta manera, entender la transición entre los periodos Soporte y Huarás, que muy posiblemente haya sido breve. Al establecer la Fase Hiato podríamos decir que la diferencia entre las culturas que emplearon el mismo lugar no ocurrió de una manera progresiva, tal como argumentan otros investigadores (Kane 2008), sino más bien, ocurrió de manera algo abrupta. Esto se clarifica con la presencia de dos claros marcadores: uno arquitectónico, evidenciado con la fase Soporte; y otro estratigráfico, con ejemplos de la superficie externa de ambos templos (capas G y H en el Templo del Lanzón) y de la arquitectura interna (Ramal RL.02, Fase Hiato, 2do y 4to episodio). Estas inferencias ponen en tela de juicio una de la hipótesis del Dr. Burger (1998: 176) quien sostiene que los depósitos culturales hallados al interior de los canales subterráneos se estratificaron luego de que el centro ceremonial dejara de funcionar. Tal como hemos querido demostrar, la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02, contiene, claramente, los restos culturales de dos periodos de la época Chavín: B&N y Soporte. 9.3 Fase Recuay Considerando todas las evidencias e hipótesis expuestas, esta fase se encuentra correlacionada con los Flujos 5, 6 y 7 de la Sección II, y con la construcción de la 3ra Fase del Ramal RL.02, lo que involucra cuatro episodios distintos. Para efectos prácticos, agruparemos los tres primeros en uno solo y el cuarto quedaría aparte, lo que hace un total de dos episodios. Primer episodio Correlacionado con los flujos Recuay. Según nuestro análisis alfarero, el estilo Blanco sobre Rojo, representante del periodo Huarás, es el estilo más popular del grupo alfarero que se depositó en estos flujos, por lo cual hemos determinado que la filiación cultural de esta fase sería el periodo Huarás (400 a.C. – 200 d.C.). Esto se ve reforzado con la ausencia de cerámica fabricada con caolinita o cubierta con engobe blanco, atributos tecnológicos del periodo Recuay Clásico. El análisis advierte también de otros estilos alfareros contemporáneos al Blanco sobre Rojo, como el Rojo Geométrico, el Naranja Llano o el Chorreado. Estos se encuentran aún en proceso de definición, y podrían indicar, en algunos casos, una etapa de transición al periodo Recuay Clásico. Asimismo, el estudio del grupo alfarero Recuay nos sugiere que varios tipos morfo-funcionales que se registran en el periodo Huarás 499 parecen continuar en los subsiguientes periodos, lo que confirmaría la identidad cultural de los Recuay (Lau 2002-2004, 2004, 2011). El hecho de que los estilos sean cronológicamente cercanos entre sí, que su distribución sea focalizada y que el grado de translocación sea muy bajo no solo confirma la naturaleza antrópica de estos flujos, sino también, la poca o nula intención que tuvieron los pobladores Recuay de mezclar sus depósitos culturales con los sedimentos previamente estratificados; lo cual es importante a la hora de entender el proceso de formación del contexto arqueológico. La destrucción y uso doméstico de las estructuras Chavín por parte de los pobladores Recuay es un tema recurrente cuando se estudia la historia de Chavín de Huántar. De manera lógica y práctica, esta sociedad usó la arquitectura interna de la manera más conveniente para ellos, por lo cual no es de sorprender que las evidencias culturales de esa época se concentraran en aquellos lugares que estuvieran más expuestos a la intemperie o que sean de fácil acceso (p.ej. la remoción de una viga); tal como sucede con la Galería de las Escalinatas (Lumbreras 1977: 5), ubicada a escasos metros del vano de acceso a la escalera ES.AS, con la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 1993), y también con la Galería de las Caracolas (Lumbreras 1977; Rick 2011). Dada la evidencia cerámica, la secuencia estratigráfica y el contexto socio-histórico al cual corresponden se deduce entonces que, durante la época Recuay, particularmente el periodo Huarás, la Sección II del ramal RL.02 fue usada como una “fosa” (Harris 1991: 76) para descartar desechos de naturaleza doméstica. Siguiendo la teoría de Schiffer (1987), la ubicación de esta “fosa” –marginal respecto a las áreas de actividad del periodo Huarás (Atallah 2013; Kane 2008) –, así como el comportamiento de los estratos y sus evidencias artefactuales, nos sugieren que la evidencia alfarera fue un residuo secundario producto del mantenimiento, quizás periódico, de sus áreas de actividad (DeBoer y Lathrap 1979; Schiffer 1987: 60). Estas podrían ser residenciales o públicas, como la plaza que se encontraba el lado oriental de la otrora Plaza Circular Chavín (véase Figura 2.44), y que en este contexto socio-histórico es uno de los elementos arquitectónicos que formaban parte del “barrio” Huarás de la Plaza Circular (Atallah 2013; Kane 2008; Lumbreras 1974, 1977, 2014). Recuérdese que, dicha plaza habría funcionado desde el inicio de la reocupación Recuay, desde la primera fase constructiva del periodo Huarás (Atallah 2013), lo que concuerda con nuestra evidencia alfarera. 500 Reforzando esta hipótesis, el reuso de los canales subterráneos Chavín como fosas domésticas se ha mantenido hasta bien entrado el siglo XX. Desde una perspectiva etnográfica, nos gustaría citar lo siguiente: [Respecto a los canales de la zona Campo Oeste] Marino González mandó a cubrir con tierra un sistema de varios canales ubicados en la Zona Campo Oeste ya que la gente de la Florida, una comunidad asentada al Suroeste del sitio arqueológico, los utilizaba como basurales y letrinas (Diessl 2005: 516). Segundo episodio Relacionado con la Fase 4 del ramal RL.02 que representa la clausura definitiva del espacio interno. Puede suponer entonces, que el uso de este espacio habría finalizado al “abarrotarse” (Schiffer 1987: 48) lo suficiente como para no seguir usándolo, lo que coincide teóricamente con el efecto Arlo Guthrie trash-magnet (ibíd., 62). En ese sentido, cabe la posibilidad de que el vano de la escalera ES.AS haya tenido algún mecanismo que permita abrir y cerrarlo, evitando así, algún accidente o hedores desagradables. Es posible también que este episodio se encuentre relacionada con un aprovechamiento de la superficie externa (p.ej. para construir más casas), lo cual pudo haber ocurrido a finales del periodo Huarás (Atallah 2013). En correspondencia con otras publicaciones, esta fase estaría relacionada con las capas E, F y G de la Plaza Circular (Lumbreras 1974, 1977, 2914), los cuales a su vez estarían correlacionados con los niveles 1, 2 y 3 de Kane (2008); y con las 3 etapas constructivas del área residencial Huarás (Atallah 2013); todos ellos vinculados al inicio de la reocupación Recuay. Esta fase también sería sincrónica con los contextos funerarios identificados en el ramal RF.01, Sección V (Velasco 2008). Estas evidencias nos motivan a pensar que el Canal de Rocas no solamente fue usado como una fosa de desechos domésticos, sino también, como un área funeraria, lo cual puede ser de vital importancia para explorar la relación simbólica que tuvieron los espacios subterráneos durante la época Recuay, y la percepción que ellos habrían tenido respecto al espacio “invadido”; la cual parece ser algo similar a la que se tenía durante de la época Chavín. Como observación final, el establecimiento de la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02 está demostrando que las evidencias Recuay se superponen sobre las Chavín, un claro patrón de deposición que también ha sido diagnosticado en la superficie externa de Chavín de Huántar (Kane 2008; Lumbreras 1974, 1977, 2007, 2014; Mesía 2007; Rick 2008, 2014; Rick et al. 2009; Tello 1960), y en sus alrededores (Burger 1979, 1983). Esto pone de manifiesto que los procesos que se 501 desarrollaron en la arquitectura externa son análogos a los de la arquitectura interna. Esto a su vez, coincide con la hipótesis de que, si bien existió un traslape histórico entre las sociedades Chavín y Recuay, esta transición se dio de una manera abrupta, marcada por un desenlace “apocalíptico”. Bajo esa perspectiva, las crónicas españolas que se escribieron dos milenios después cuentan que: “muchos tiempos antes de los ingas reinasen, hubo en aquellas partes hombres a manera de gigantes, tan crecidos que lo mostraban las figuras esculpidas en las piedras y que con el tiempo y con la guerra grande que tuvieron con los que agora son señores de aquellos campos se disminuyeron y perdieron” (Cieza de León 1922: 271). 9.4 Fase Post-clausura Asociada a los Flujos 8, 9 y 10, de origen natural. Cada uno de ellos sería un episodio distinto: episodio 1 vinculado al Flujo 8, episodio 2 al Flujo 9 y episodio 3 al Flujo 10. En vista de que no contuvieron evidencias culturales (salvo el Flujo 10, las cuales fueron añadidas al Flujo 7), no se profundizará en su descripción (para más detalles véase el Capítulo 7). La temporalidad de los flujos es incierta. Debido a la naturaleza hidráulica de los dos primeros estimamos que su deposición ocurrió en algún momento del periodo Recuay Clásico, antes de que el río disminuyera su caudal (Contreras y Keefer 2009). Estos flujos son prueba de que la estructura hidráulica RL.02, y posiblemente todo el sistema, seguía recibiendo flujos líquidos en su interior luego de que esta fuera clausurada o modificada en la época Recuay. Su presencia corrobora la facultad canalizadora del sistema, dando un soporte estratigráfico a las funciones de protección y suministro. Respecto al Flujo 10, por su naturaleza edáfica podemos afirmar que estaba en proceso de formación cuando fue interrumpido por la intervención del PIACH. 502 9.5 Síntesis Según lo expuesto, la historia del ramal RL.02 tiene 4 fases arqueoestratigráficas: desde su construcción en el periodo B&N, alrededor del 800 a.C., hasta la llegada de los arqueólogos del PIACH, en el 2008. Los análisis de las tres evidencias nos permite subdividir esta historia en trece (13) episodios (Tabla 8.8), concatenados por una serie de supuestos lógicos que se han ido explicando conforme hemos ido presentando las evidencias. En lo que respecta al sector Rocas Lanzón, hemos deliberado que existen, por lo menos, 4 fases constructivas, las cuales están en sincronía con el desarrollo del sistema Canal de Rocas, que por correspondencia directa contaría también con 4 fases constructivas (Figura 9.9). Aunque, esto aún está en proceso de definición. La secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02 demuestra, claramente, la alta probabilidad que tienen los canales subterráneos de contener secuencias completas y relativamente ordenadas. Contrario a lo que se creía hasta el momento, la secuencia de este conducto pone en manifiesto que los depósitos culturales de los circuitos hidráulicos no son necesariamente post-Chavín, ni que estuvieron turbulentamente mezclados; observándose más bien, una correspondencia precisa con las otras secuencias del sitio arqueológico. Al tener una secuencia segura se puede entender con mayor precisión las funciones del Canal de Rocas en correlación con el santuario, los usos que le dieron los Recuay; y la transición de una época a la otra. Esto nos permite afirmar que la secuencia arqueoestratigráfica elaborada pudo resolver nuestro objetivo general: la periodización del ramal RL.02. Se concluye entonces que el ramal RL.02 fue construido durante el periodo B&N para suministrar, proteger, ritualizar, alcantarillar y como área funeraria. Estas, a su vez, serían las cinco funciones del Canal de Rocas, comprobándose fehacientemente su multifuncionalidad. Con este enunciado queremos re-evaluar la percepción que se tiene del sistema, supuestamente exclusivo para drenaje; y explicar así, su sobredimensionamiento. Asimismo, nuestro estudio ha determinado que el ramal RL.02 fue un usado como un “pozo” de basura para el barrio Recuay de la Plaza Circular durante el periodo Huarás; y que en la transición de una época a la otra estuvo involucrado un Mega-ENSO, cuyo devenir dejó un hiato de arcilla a lo largo de todo el sistema hidráulico. 503 Figura 9.12. Fases constructivas del sector Rocas Lanzón. 504 Episodio Arquitectura Estratigrafía Alfarería Periodo Montículos 1 RL.01, Sección II - - separados RL.01, Sección III, 2 TV.04-Rl.01 y - - Expansión TL.03-RL.01 (Segmento A) RL.02, Secciones I, II y III 3 (Segmentos B, C, D, E, G y - - H). Blanco Janabarriu, Mosna, & Rojo Grafitado, Negro 4 RL.02, Secciones I, II y III Flujo 1 Cuencos grandes, Ollas sin cuello. 1 RL.02, Sección I. Flujo 2 - RL.02, Secciones I, II y III. 2 También Rocas Alto, Rocas Flujo 3 - Falcónidas y Rocas Mosna. Soporte 3 RL.02, Sección I. Flujo 4 - RL.02, área de mezcla 1 Chavín Anaranjado 4 (rellano de la Sección II) y - Chavinoide. 2 (por debajo de ES.CP). Blanco sobre Rojo, RL.02, Sección II. Flujos 5, Rojo Geométrico, 1 También RF.01-Sección V. 6 y 7 Naranja Llano, Huarás Chorreada y Otros. RL.02, Sección II 2 - - (Segmento F) 1 RL.02, Secciones I, II y III. Flujos 8 - Recuay 2 RL.02, Secciones I, II y III. Flujo 9 - 3 RL.02, Sección II. Flujo 10 - Moderno Tabla 9.2. Síntesis de la secuencia arqueoestratigráfica del ramal RL.02. En azul, el marco temporal de la presente investigación. 505 Fase post-clausura Fase Recuay Fase Hiato Fase Chavín Capítulo 10. Conclusiones La sistematización del Canal de Rocas y los análisis arquitectónico, estratigráfico y ceramográfico del ramal RL.02 –nuestros cuatros objetivos específicos– han cumplido en determinar el objetivo general de nuestra investigación: la periodización del ramal RL.02. Los estudios resuelven que la historia de este canal subterráneo está conformada por 4 fases arqueoestratigráficas, constituidas por trece (13) episodios: Chavín (4 ep.), Hiato (4 ep.), Recuay (2 ep.) y Post-Clausura (3 ep.). El establecimiento de esta línea del tiempo nos permitió coligar las diferentes tareas que tuvo este canal subterráneo con las principales funciones del Canal de Rocas durante la época Chavín, y con los usos que se le dio en la época Recuay. Todo esto nos lleva a las siguientes conclusiones: El Canal de Rocas es el principal sistema hidráulico de Chavín de Huántar. Está compuesto por estructuras hidráulicas (p.ej. canales, ramales y tributarios) y complementarias (p.ej. ductos, escaleras, nichos). Cuenta con una troncal, que es la red que intercomunicaría los ríos Wacheqsa y Mosna; y alimentadores externos e internos, circuitos instalados en los diferentes edificios, plazas y plataformas del santuario. La troncal está dividida en 5 sectores: Rocas Wacheqsa, Rocas Alto, Rocas Lanzón, Rocas Falcónidas y Rocas Mosna. Nuestra investigación compete exclusivamente al sector Rocas Lanzón, instalado en el Templo del Lanzón, donde se encuentra Huari Wanka, el principal objeto de culto. Los análisis realizados en el ramal RL.02 nos ha permitido re-evaluar las funciones que tuvo el Canal de Rocas, particularmente durante el periodo B&N. Se sostiene entonces, que durante la época Chavín esta compleja red hidráulica fue un sistema multifuncional capacitado para: 1) Proteger eficientemente el santuario mediante el drenaje de aguas lluvia (Bustamante y Crousillat 1974). 2) Suministrar un flujo constante de agua, transfiriendo las aguas del río Wacheqsa –procedente del Huantsán, el Apu tutelar de Chavín– al centro ceremonial para fines estéticos (Tello 1960), domésticos (Bustamante y Crousillat 1974) y rituales (Lumbreras et al. 1976; RL.01 y RL.02). 3) Servir de escenario para ciertas performances rituales (Rick 2011; escaleras ES.AS y ES.CP; nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02). 4) Alcantarillar los deshechos de las actividades externas (Lumbreras y Amat 1969; Flujo 1). 5) Contener contextos funerarios (Velasco 2008; Flujo 1). 506 En lo que respecta al sector Rocas Lanzón, nuestro estudio concluye que su edificación tuvo 4 fases. La primera correspondería al periodo Montículos Separados; la segunda, al periodo Expansión; la tercera, al periodo B&N; y la cuarta, a la época Recuay, muy posiblemente a finales del periodo Huarás. Por el principio de asociación, estas cuatro fases serían también las 4 fases constructivas del Canal de Rocas, aunque faltan estudios más profundos que corroboren este enunciado. La presente tesis se ha centrado en el periodo B&N, que corresponde al tercer y cuarto episodio de la Fase Chavín. El tercer episodio corresponde a la tercera fase del sector Rocas Lanzón. Su diseño posee una forma en “Y”, producto de la conjunción de un brazo sur (RL.01 + RL.02), que trae las aguas del Wacheqsa; con un brazo norte (RL.03), que transportaría los flujos internos de alguna galería aún por descubrir, y que confluyen para formar un tercer brazo (RL.04), que conduciría estas aguas al sector Rocas Falcónidas, y de ahí, al sumidero del sistema, el río Mosna. A su vez, este punto de encuentro coincide con el tributario TV.02-RL.03, el cual sirve de sumidero al Alimentador externo Circular Plaza (Ae-CP), y que se localiza a los pies de la Escalinata Oriental interna de la Plaza Circular. Desde un punto de vista simbólico, este tinkuy sería la manifestación de la dualidad complementaria; y a su vez, la conjunción de los tres flujos – brazo sur, brazo norte y Ae-CP – evidenciaría el concepto tripartito de la teosofía Chavín (Burger 1993). La lectura realizada nos permite entender que su planificación fue parte de un diseño muy complejo y sofisticado que involucró no solo a todo el Templo del Lanzón, sino también al paisaje circundante; particularmente al cerro Piruro, en donde se alinea el eje del Templo con la salida del sol durante el solsticio de verano (Rick 2008, 2013). Asimismo, es muy posible que la edificación de este sector haya sido la maximización de un proyecto arquitectónico previo, puesto que en la primera Plaza Circular se documentó el mismo diseño en Y pero hecho con canaletas. Esta transformación concuerda con la teoría de que los rituales cambian a lo largo del tiempo, pero manteniendo parte de su esencia inicial (Bell 1997; Fogelein 2007). Desde nuestra perspectiva, al ser una arquitectura pública de naturaleza religiosa –uno de los principales oráculos del culto Felínico durante el Formativo Tardío–; y a su vez, un gran teatro ritual, la construcción de Chavín de Huántar y sus circuitos hidráulicos sería posible gracias a las obligaciones comunales recíprocas de los otros brazos oraculares, tal como ocurría con Pachacamac, el oráculo mayor del siglo XVI (Burger 1988). Dichas obligaciones estarían basadas en los principios andinos del ayni y la mit’a (Altamirano y Bueno 2011); los cuales son preceptos sociales de carácter moral que motivan a la cooperación armónica entre las partes, y que hoy en día siguen vigentes en la vida de los pueblos andinos. En analogía con otros centros ceremoniales andinos (Moore 1996; Vega-Centeno 2007; von Hagen y Morris 1998), hemos de suponer que la edificación de Chavín, y por ende, del ramal RL.02, tuvo un 507 componente ritual desde el inicio de su construcción (Lumbreras 1993). De acuerdo al análisis arquitectónico realizado y al marco teórico que estamos manejando, es muy probable que el sector Rocas Lanzón, y posiblemente todo el centro ceremonial, haya sido instalado por un equipo de expertos que tuvieron amplios conocimientos de arquitectura, ingeniería y administración. Es muy probable también, que para la ejecución exitosa de los diferentes sub-proyectos, cada equipo se haya comunicado en un mismo lenguaje. En el caso del ramal RL.02, creemos que hubo, por lo menos, dos grupos laborando al unísono, lo cual que puede verse reflejado en el tipo de mampostería (p.ej. el Segmento B vs Segmentos C, D, E, G y H). En lo que respecta al diseño interno del ramal RL.02, las escaleras ES.AS y ES.CP nos indica que este conducto funcionó para performances rituales en las que se enlazaba el mundo de las aguas subterráneas – el Uku Pacha–, con el mundo de esta realidad –el Kay Pacha, representado por la Plaza Circular, el gran teatro ritual–, para luego conectarse con la esfera celestial –el Hanan Pacha, representado por la audiencia supernatural encabezada por Wiracocha, los Apus y las constelaciones estelares. La construcción nos sugiere que el espacio interno permitía el ingreso y salida de una sola persona, y que además, pudo haber guarecido a, por lo menos, diez participantes. La alineación entre la escalera ES.CP y el Apu Ojchatuna, así como el tinkuy del sector Rocas Lanzón son prueba fehaciente y clara de la sofisticación ingenieril, arquitectónica y astronómica que manejaban los especialistas de este centro ceremonial. Por otro lado, la ubicación de los nichos NI.01-RL.02 y NI.02-RL.02 nos sugieren que en este canal subterráneo también hubo ofrendas ritualizadas que estaban vinculadas a las serpientes, por la manera de ingresar al ambiente donde se encuentran los nichos; y al mundo de las aguas subterráneas, al Uku Pacha, donde la díada Spondylus-Strombus juega una rol fundamental para su equilibrio. Aunque exista un sinnúmero de ritos posibles, creemos que el área de circulación entre ambas escaleras servía para las iniciadas e iniciados que llegaban de todo el sistema mundo formativo y que anhelaban convertirse en especialistas religiosos del culto Felínico. Esto podría explicar porque el espacio interno procura el ingreso y salida de un solo participante. En un estado alterado de conciencia, inducido por el consumo de enteógenos –particularmente la wachuma-, los participantes saldrían a la Plaza Circular, el área abierta más energéticamente poderosa del santuario (Burger 1985), para ser recibidos por Ojchatuna, la montaña-felino, Huari Wanka y los demás especialistas religiosos. Al salir, podrían recibir los mensajes canónicos pregonados por el culto, entre los que destacamos la dualidad complementaria, el universalismo y el shamanismo. Las características teatrales de la Plaza Circular hacen de ella un excelente escenario para la manifestación de estos mensajes (Moore 1996). Aquí, un grupo selecto de 508 participantes (calculamos alrededor de 30) podrían escuchar muy fácilmente la recitación de códigos, y también, fluir al compás de los cantos, pututus, tambores, quenas, quenachos, zampoñas, antaras, olores, y bailes, como la “Danza de los Jaguares” inmortalizada en las paredes de esta arena. Desde nuestra visión, en la que buscamos explorar las razones cosmológicas de la existencia de Chavín, es muy posible que todo este despliegue haya involucrado un fuego sagrado y festines. Siguiendo la interpretación iconográfica de Huari Wanka y la construcción de obras hidráulicas en el contexto socio- histórico del Formativo Tardío, estos rituales habrían sido realizados en fechas astronómicamente especiales, como los solsticios, eventos en los que se ofrendaría por la armonía universal, la prosperidad agrícola y la curación de los enfermos; todo ello con un fuerte enfoque en la fertilidad que da el agua a la Tierra. La función ritual de los canales es complementada con la posibilidad de que hayan involucrado, justamente, este vital elemento durante las performances. Esto es prácticamente un hecho si tenemos en cuenta la existencia de los sectores Rocas Wacheqsa, Rocas Alto, las características del ramal RL.01, y el Flujo 3, representante del segundo episodio de la fase Hiato. Al respecto, las crónicas que hablan del Dios Huari (Duviols 1971) nos invitan a pensar que las aguas benditas del Wacheqsa pudieron haber sido empleadas para rituales de adivinación, de iniciación y “baños mágicos terapéuticos”. Por otro lado, la canalización del agua también pudo haber servido para inducir a la meditación de los especialistas religiosos, quienes habrían estado alrededor de jardines (Tello 1960). Esta interpretación podría, en cierto modo, explicar la maximización de los circuitos hidráulicos durante el periodo B&N, pero es una hipótesis que aún falta mucho por explorar. Por su parte, la secuencia arqueoestratigráfica nos ha permitido fijar que el cuarto episodio de la fase Chavín está vinculado a las evidencias culturales documentadas en el Flujo 1: un sedimento viscoso de color marrón oscuro que se depositó sobre la base del ramal. Según nuestro análisis estratigráfico, este flujo está compuesto por cuatro sub-flujos. Basándonos en su posición, en las características del assemblage Chavín del ramal RL.02 y en las evidencias culturales documentadas en los otros tramos del sistema (Lumbreras y Amat 1969; Lumbreras 1970; Velasco 2008) postulamos que, justo antes de que se suscitara el mega-ENSO del siglo V a.C., se celebró un último festín, posiblemente un cierre ritual, cuyos deshechos fueron descartados en la troncal del Canal de Rocas. En ese sentido, los restos culturales de cada sub-flujo son interpretados como partes de una gran ofrenda que le correspondía entregar a esta parte del Templo del Lanzón. En el caso del ramal RL.02, creemos 509 que los restos óseos humanos depositados entre Ai-PP y la escalera ES.CP fueron, justamente, parte de este mismo evento. La distribución de los huesos humanos coincide con el área de circulación del ramal, lo cual nos indica que hubo una interrelación simbólica entre las performances rituales y el área funeraria de estos contextos funerarios secundarios. En comparación con el contexto arqueológico del ramal RF.01- Sección V (conocido inicialmente como la “Galería de los Cantos Rodados”), los restos óseos humanos allí reportados (Velasco 2008) son muy similares al contexto del ramal RL.02. De ser así, se abre una nueva perspectiva de investigación en lo que concierne a las prácticas funerarias de la época Chavín. El establecimiento de la fase Hiato, con el Flujo 3 como su principal representante, hace evidente las implicancias que tuvo el cambio climático del siglo V a.C. en la historia de Chavín. En esa línea de pensamiento, las lluvias producidas por el mega-ENSO no solo habrían desestabilizado los montículos- plataforma, que luego caerían por un movimiento telúrico; sino que también, fueron capaces de inhabilitar el sistema de protección hidráulico, colmatándolo con un sedimento arcilloso. Sobre este último, se recomienda un análisis de micromorfología con el cual se pueda explicar su deposición de una manera más detallada. El establecimiento de esta fase refuerza, en cierto modo, las hipótesis que plantean un escenario “apocalíptico” para el colapso de Chavín (Lumbreras 1993, 2007; Kaulicke 2010; Tello 1960). De ser ese el caso, puede inferirse que el cambio de la época Chavín a Recuay fue algo más abrupto; en lugar, de una transición gradual, con un breve lapso de coetaneidad (Kane 2008). La re-evaluación del Canal de Rocas nos permite asegurar también que, durante la época Recuay, particularmente el periodo Huarás, algunas fracciones del Canal de Rocas, tal como la Sección II del ramal RL.02, fueron usadas como pozos de basura; mientras que otras se usaron como un área funeraria de contextos primarios y secundarios (Velasco 2008). Considerando todas las evidencias expuestas puede afirmarse entonces, que el famoso “anacronismo y turbulencia” que caracterizarían al Canal de Rocas realmente no se dio de la forma tan “caótica” como usualmente se cree, lo cual nos da más confianza para analizar los restos culturales procedentes de esta gran red hidráulica. Los datos aquí presentados sugieren que el grado de mezcla en su interior puede ser tan “natural” como el de cualquier otro contexto de la superficie externa. Como párrafo final, en búsqueda de un entendimiento coherente del pasado, los análisis aquí realizados nos permiten afirmar que todos los sistemas hidráulicos de Chavín de Huántar son susceptibles de ser analizados con un alto grado de confiabilidad, tal como hemos querido demostrar con el Canal de Rocas, del cual sabemos aún muy poco. Esto implicaría que los circuitos hidráulicos de Chavín tienen el mismo nivel de importancia que cualquiera de las siete zonas que dividen el sitio arqueológico, abriéndose de 510 este modo, nuevas y varias líneas de investigación. Además, esto podría tener fuertes implicancias en otros sitios arqueológicos del Formativo que también resaltan por la presencia de estas redes hidráulicas. En ese sentido, podríamos concluir que la historia de los canales, particularmente aquellos del mundo subterráneo, nos ayuda a develar también la historia del misterioso santuario de Chavín de Huántar. Apreciaría concluir la presente tesis con una reflexión que hiciera el gran Julio C. Tello sobre los canales: […] Los comienzos de la irrigación – es decir, la ingeniería hidráulica–, el arreglo de las tierras y los trabajos de aclimatación de plantas tropicales en regiones interandinas habrían abierto un nuevo horizonte en el campo de la civilización peruana, haciendo de la vida humana más arraigada y feliz. (Tello 1960: 12-13). 511 Bibliografía Abel, J., Rick, J., Huang, P., Kolar, M., Smith, J. y J., Chowning 2008 On the Acoustics of the Underground Galleries of Ancient Chavin de Huantar, Peru. Stanford University, Center for Computer Research in Music and Acoustic and Archaeology Center, Stanford University, Palo Alto. Abrams, Elliot y Thomas Bolland 1999 Architectural Energetics, Ancient Monuments, and Operations Management. En: Journal of Archaeological Method and Theory, Vol. 6, N° 4, pp. 263-291. 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- Origen Natural - - Componentes Arcillas - - Inclusiones - - - Marrón rojizo (Munsell 7.5YR 5/4) Color - - y marrón oscuro (Munsell 10 YR 4/3) Textura arcillosa, muy plástico, compactación Propiedades - - moderada, ligeramente húmedo o húmedo Vertical/abrupto con la Contactos - - Capa D y la Base Evidencias culturales Ausentes - - 536 Flujo 3 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel Capa C/Nivel 1 Capa C Capa B Origen Natural Natural Natural Componentes Arcilla Arcilla Arcilla Rocas sub-angulares Inclusiones - - pequeñas (alrededor de ES.CP) Marrón Marrón Marrón Color (Munsell 7.5YR 5/4) (Munsell 5YR 4/3) (Munsell 7.5YR 5/4) Textura arcillosa, muy Textura arcillosa, muy Textura arcillosa, muy plástico, compactación plástico, compactación plástico, compactación Propiedades moderada, ligeramente moderada, ligeramente moderada, ligeramente húmedo o muy húmedo húmedo húmedo o húmedo Vertical/abrupto Vertical- con la Capa D y horizontal/abrupto vertical- Vertical/abrupto con la Capa C y Contactos horizontal/abrupto con la Capa D horizontal/gradual con la Capa B/Nivel 3 con la Capa B/Nivel 3 (Sección II) (Sección II) Evidencias culturales Ausentes Presentes Presentes Flujo 4 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel Capa C/Nivel 2 - - Origen Natural - - Componentes Arcilla - - Inclusiones - - - Color Marrón rojizo oscuro - - Textura arcillosa, muy plástico, compactación Propiedades - - moderada, ligeramente húmedo Vertical-horizontal/ Contactos gradual - - con la Capa C/Nivel 1 Evidencias culturales Ausentes - - 537 Flujo 5 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel - Capa B/Nivel 3 - Origen - Antrópico - Componentes - Arcilla y arena gruesa - Rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas, Inclusiones - medianas y grandes, - carbón particulado y minerales Color - Marrón oscuro - Textura franco arcillo-arenosa, Propiedades - moderadamente plástico, - compactación moderada, ligeramente húmedo Vertical/gradual con la Capa C, vertical- horizontal/gradual con la Contactos - Capa C/Nivel 1 (Sección - I) y horizontal/gradual con la Capa A (Sección III) Evidencias culturales - Presentes - Flujo 6 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel - Capa B/Nivel 2 - Origen - Antrópico - Componentes - Arcilla y arena gruesa - Rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas Inclusiones - y medianas, más - carbón particulado altamente concentrado Color - Negro - Textura franco arcillo-arenosa, Propiedades - moderadamente plástico, - compactación moderada, ligeramente húmedo Vertical/abrupto con la Contactos - - Capa B/Nivel 3 Evidencias culturales - Presentes - 538 Flujo 7 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel - Capa B/Nivel 1 - Origen - Antrópico - Componentes - Arcilla y arena gruesa - Rocas sub-angulares muy pequeñas, pequeñas Inclusiones - y medianas, carbón - particulado y cúmulos arcillosos Color - Marrón rojizo oscuro - Textura franco-arcillosa, moderadamente plástico, Propiedades - - compactación moderada, ligeramente húmedo Vertical/gradual con la Contactos - - Capa B/Nivel 2 Evidencias culturales - Presentes - Flujo 8 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel - - Capa A Origen - - Natural Componentes - - Arcilla Rocas sub-angulares Inclusiones - - pequeñas y medianas (alrededor de ES.CP) Marrón grisáceo Color - - muy oscuro (Munsell 10YR 3/2) Textura arcillosa, muy Propiedades - - plástico, compactación baja, húmedo Vertical/gradual con la Capa B y Contactos - - horizontal/difuso con la Capa B/Nivel 3 (Sección II) Evidencias culturales - - Presentes 539 Flujo 9 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel Capa A - Capa A Origen Natural - Natural Componentes Arcillas - Arcilla Rocas sub-angulares muy pequeñas, Inclusiones - - pequeñas y medianas, más carbón particulado Marrón grisáceo muy oscuro Marrón grisáceo Color (Munsell 10YR 3/2) y - muy oscuro Gris muy oscuro (Munsell 10YR 3/2) (Munsell 5YR 3/1) Textura arcillosa, muy Textura arcillosa, muy Propiedades plástico, compactación - plástico, compactación baja y muy baja, húmedo baja, húmedo Vertical/gradual con la Vertical/abrupto con la Capa B, vertical/abrupto Capa B y Contactos con la Capa C/Nivel 1 y - Vertical/gradual con la vertical/abrupto con la Capa B/Nivel 3 Capa C/Nivel 2 (Sección II) Evidencias culturales Ausentes - Presentes Flujo 10 Sección I Sección II Sección III Capa / Nivel Capa B - - Origen Natural - - Componentes Arena - - Inclusiones - - - Marrón olivo Color - - (Munsell 2.5Y 4/3) Textura arenosa, poco Propiedades plástico, compactación - - baja, húmedo Horizontal/gradual con la Capa A, y Contactos - - vertical/gradual con la Capa C/Nivel 1 Evidencias culturales Ausentes - - 540 ANEXO 2 Referencias morfológicas de la cerámica Tipo Referencia Filiación La forma del Plato 2A es semejante a los especímenes 267, 268 y 271[estilo Rojo llano] de la Galería de la Ofrendas (Lumbreras 2007: Plato 1 376, Fig. 263); al Plato 1B de la fase Janabarriu (Burger 1998: 416, Fig. Chavín 285); y a una vasija recuperada en la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina V, Fig. 14, cerámica Chavinoide). No encontramos referencias exactas de la variante 1B. La forma es similar al Plato A clasificado por Tello para la cerámica Plato 2 Chavín (Tello 1960: 321, Fig. 144) y al Cuenco 8 de la fase Chakinani Chavín (Burger 1998: 376, Fig. 154). Similar al Plato de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Plato 3 Lam. 65, 67) y a un fragmento del estilo Callejón Rojo sobre Naranja de Recuay la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 225, Lámina 36, I). Semejante al Cuenco Tipo E de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 63, 54 y 55). Su orientación es parecida a la de un Plato 4 fragmento del estilo Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 199, Lámina Recuay 10, J) y a otros dos del estilo Mariash (Lumbreras 2014: 205, Lámina 16, G y H), todos ellos provenientes de la Plaza Circular. Plato 5 Similar a un fragmento del estilo Callejón Rojo sobre Naranja de la Recuay Plaza Circular (Lumbreras 2014: 226, Lámina 37, A). Parecido al Cuenco 8C y 8D de la fase Janabarriu (Burger 1998: 412, Cuenco 1 Figs. 259, 260), y a la Taza B clasificada por Tello para la cerámica Chavín Chavín (1960: 321, Fig. 144). La forma es similar al Plato A clasificado por Tello para la cerámica Chavín (Tello 1960: 321, Fig. 144) y a los cuencos 8A (Burger 1998: Cuenco 2 411, Fig. 256), 8B (ibíd., 412, Fig. 257) y 8C (ibíd., 412, Fig. 260) de la fase Janabarriu. Nuestra variante 2A se asemeja al Cuenco 8B, la Chavín variante 2B al Cuenco 8A y la variante 2C al Cuenco 8C. Su forma es, en cierto modo, similar al Plato 3 de nuestra tipología. La forma es similar al plato A clasificado por Tello para la cerámica Chavín (Tello 1960: 321, Fig. 144), al Cuenco 10C de la Fase Janabarriu (Burger 1998: 410, Fig. 249) y a varios fragmentos Chavín Cuenco 3 recuperados de la Zona Wacheqsa (Mesía 2007: 215, Figure 79; 216, Figure 216). Cabe mencionar que uno de estos referentes es de tamaño muy grande, dimensión que no fue reconocida en nuestra muestra. La forma y decoración (Anexo 3) nos sugiere que se trata de un cuenco del estilo Janabarriu, periodo Blanco & Negro. La forma al es similar a la taza Tipo J de la clasificación hecha por Tello para la cerámica Chavín (1960: 321, Fig. 144), a uno de los especímenes Cuenco 4 del Cuenco 5 de la fase Chakinani (Burger 1988: 396, Fig. 146), y a un Chavín fragmento recuperado en la zona Wacheqsa (Mesía 2007: 219, Figure 85, 2do). La forma es similar al Cuenco 5 de la fase Janabarriu (ibíd., 411, fig. Cuenco 5 250) y a un borde de la zona Wacheqsa (Mesía 2007: 179, Figure 25, Chavín 4to). La forma es semejante a la taza K de la clasificación hecha por Tello Cuenco 6 para la cerámica Chavín (1960: 321, fig. 144); al Cuenco 3 de la fase Urabarriu (Burger 1998: 377, Fig. 18); a especímenes de la Galería de Chavín las Ofrendas (Lumbreras 2007: 365, figs. 190-194); y a vasijas 541 procedentes de las zonas Monumental (Lumbreras 1977: Lámina V, Fig. 16), Wacheqsa (Mesía 2007: 210, Figure 72, 3ro), y la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 361, Fig. 252, sp. 134, sp. 137, sp. 144; 362, Fig. 253, sp. 145, sp. 147, sp. 153; 365, Fig. 256, sp. 185, sp. 187, sp. 190, sp. 192). La forma es similar al plato J de la clasificación propuesta por Tello para la cerámica Chavín (1960: 321, Fig. 144); al Cuenco 5 de la fase Chakinani (Burger 1998: 396, Fig. 147); al Cuenco 10A de la fase Janabarriu (Burger 1998: 409, fig. 242); a vasijas provenientes de las zonas Wacheqsa (Mesía 2007: 179, Figure 25, 2do; 219, Figure 85, 2do), La Banda (Sayre 2010: 102, Figure 6.25, columna derecha, 3ro Cuenco 7 desde arriba), la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 361, Fig. 252, sp. 133, sp. 135; 362, Fig. 253, sp. 148, sp. 149, sp. 150, sp. 151, Chavín sp. 154, sp. 155, sp. 156; 363, Fig. 254, sp. 157, sp. 158, sp. 159, sp. 160, sp. 162, sp. 167, sp. 168; 364, Fig. 255, sp. 172, sp. 174, sp. 176, sp. 178, sp. 180, sp. 181, sp. 182; 365, Fig. 256, sp. 184, sp. 186, sp. 188, sp. 191, sp. 193, sp. 194, sp. 195), y la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina 5, Fig. 11; Lumbreras 2014: 190, Lámina 1, F; en ambos casos cerámica Chavinoide). La forma es análoga al Cuenco 12C y 12E de la fase Janabarriu (Burger 1998: 408, Figs. 235, 237), y a vasijas provenientes de la zonas Wacheqsa (Mesía 2007: 219, Figure 85, 1ro), La Banda (Sayre 2010: 102, Figure 6.25, columna izquierda, 4to), Campo Oeste (Contreras Cuenco 8 2007: 210, Figure 6.22, columna izquierda, 3ro, columna derecha, 2do) Chavín y la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 361, Fig. 252, sp. 139, sp. 140). El perfil del tipo se parece a varios bordes Chavín documentados por Tello en la zona Monumental (1960: 331, Fig. 151, f; 332, Fig. 152, d, f y h; 345, Fig. 167, abajo-izquierda, Fig. 168, d, f y g). La forma es parecida al Cuenco 10C de la fase Janabarriu (Burger 1998: 410, Figs. 246, 247) y a vasijas provenientes de la zonas Wacheqsa Cuenco 9 (Mesía 2007: 215, Figure 70, columna izquierda, 1ro y 3ro, columna derecha, 2do, 3ro y 4to; 216, Figure 80, 1ro), Campo Oeste (Contreras Chavín 2007: 210, Figure 6.22, columna centro, 2do) y Sur (Contreras 2007: 196, Figure 6.16, 2do). La forma guarda semejanza con la taza K de la clasificación hecha por Tello para la cerámica Chavín (1960: 321, fig. 144). Es análoga al Cuenco 2 de la fase Urabarriu (Burger 1998: 376, Fig. 16); al Cuenco Cuenco 10 8A de la fase Janabarriu (ibíd., 411, Fig. 256); al Cuenco Tipo B de la Fase Pirushtu del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 54, 5); y a una Chavín vasija proveniente de la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 361, Fig. 252, sp. 143). El perfil del tipo se parece a un borde Chavín documentado por Tello en la zona Monumental (1960: 333, Fig. 154, c). La forma es similar al Cuenco 12A y Cuenco12B de la fase Janabarriu, época Chavín (Burger 1998: 408, Figs. 233 y 234, respectivamente); y a vasijas procedentes de las zonas Wacheqsa (Mesía 2007: 179, Figure 25, 1ro; 215, Figure 79, columna izquierda, 2do; 216, Figure 80, 2do; 219, Figure 85, 1ro), Campo Oeste (Contreras 2007: 210, Figure 6.22, Cuenco 11 columna izquierda, 3ro, columna derecha, 2do y 3ro), La Banda (Sayre Chavín 2010 102, Figure 6.25, columna izquierda, 2do), y la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 190, Lámina 1, C). La variante 11A es muy parecida al Cuenco 12E de la fase Janabarriu y la variante 11C (con vertedera), al Cuenco 10B de la misma fase (Burger 1998: 408, Fig. 237 y 410, Fig. 244, respectivamente). La forma y decoración (Anexo 3) nos sugiere que se trata de un cuenco del estilo Janabarriu, periodo Blanco & Negro. Cuenco 12 La forma es semejante al Vaso 1 de la fase Urabarriu, época Chavín (Burger 1988: 378, Fig. 25) y a cuencos del periodo Kotosh-Kotosh Chavín 542 (Izumi y Sono 1963: Plate 121, Fig. 6 y 8). La forma es parecida a una vasija relativamente completa del estilo Cuenco 13 Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12E) y a un tipo de cuenco Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 111, Fig. 4, columna Recuay izquierda, 1ro). La forma es similar a cuencos provenientes de la Plaza Circular de los estilos Huaraz Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, J; 197, Lámina 8, B y F; 199; Lámina 10, B; 201, Lámina 12, F), Mariash (ibíd., 203, Lámina 14, G; 206, Lámina 17, D), Tricolor (ibíd., 209, Cuenco 14 Lámina 20, E; 210, Lámina 21, D); y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 216, Lámina 216, D; 217, Lámina 28, C y F; 223, Lámina 34, E; Recuay 225, Lámina 36, G); a una vasija relativamente completa del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12E); y a un tipo de cuenco Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 111, Fig. 4 columna centro, 2do y 3ro, columna derecha, 1ro y 2do). La forma es semejante a un tipo de cuenco Huarás del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna izquierda, 3ro), a un tipo de cuenco Recuay del mismo valle (ibíd., 111, Fig. 4, columna izquierda, 2do), al Cuenco Tipo D de la fase Llogihuasca de Chacas Cuenco 15 (Orsini 2005: Lam. 62, 48 y 50); a una pieza completa proveniente de Recuay Chavín de Huántar (Lumbreras y González 2012: 173, MACH-0476); a vasijas provenientes de la Plaza Circular del estilo Callejón Rojo sobre Naranja (Lumbreras 2014: 226, Lámina 37, B y C); y a un puto (Tello 1929: 90, Fig. 51). La forma es semejante a cuencos provenientes de la Plaza Circular de los estilos Huaraz Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 199, Lámina 10, K, M y N; 201, Lámina 12, I), Mariash (ibíd., 203, Lámina 14, F; 205. Cuenco 16 Lámina 16, H), Tricolor (ibíd., 207, Lámina 18, A y K; 208, Lámina 19, H y L; 210, Lámina 21, H) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 222, Recuay Lámina 33, D; 225, Lámina 36, J; 227, Lámina 38, H); y a los cuencos Tipo A y Tipo E de la fase Llogihuasca del valle Chacas (Orsini 2005: Lam. 59, 41; Lam. 63, 54 y 55, respectivamente). La forma es semejante a cuencos provenientes de la Plaza Circular de los estilos Huaraz Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 191, Lámina 2, D y H; 194, Lámina 5, E; 200, Lámina 11, H y J), Mariash (ibíd., 201, Lámina 12, A, C, D y L; 205, Lámina 16, B; 206, Lámina 17, L), Tricolor (ibíd., 208, Lámina 19, K, M y N; 210, Lámina 21, N) y Cuenco 17 Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 217, Lámina 28, G y M; 223, Lámina 34, D, F, K y L; 225, Lámina 36, E); a un tipo de cuenco Huarás Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna izquierda, 2do) y dos tipos de cuenco Recuay (ibíd., 111, Fig. 4, columna central, 2do y 3ro); al Cuenco tipo B de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 60) y a vasijas completas del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, A y F). La forma es similar a tres cuencos completos publicados por Bennett para su estilo Huaraz (1944: 37, Fig. 12, G y H; 91, Fig. 31, R); a un tipo de cuenco Huarás del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna izquierda, 4to); a una vasija completa del estilo Blanco sobre Cuenco 18 Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, B); a un fragmento Huaylas-Marañón Recuay de la zona Monumental (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna derecha, 1ro); relativamente parecido al Cuenco Tipo C de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 61, 47); y a un puto (Tello 1929: 90, Fig. 51). Cuenco 19 La forma es similar a un cuenco Huarás del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna derecha, 2do); al Cuenco Tipo F de la Recuay 543 fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 61, 56); y a un puto (Tello 1929: 90, Fig. 51). Cuenco 20 La forma es similar a un cuenco del estilo Blanco sobre Rojo recuperado en la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, F). Recuay La forma es semejante a un tipo de cuenco Huarás del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna derecha, 3ro), a fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 191, Lámina 2, A; 193, Lámina 4, K y L; 194, Cuenco 21 Lámina 5, C y F; 195, Lámina 6, C; 197, Lámina 8, H; 198, Lámina 9, D y E; 200, Lámina 11, E; 201, Lámina 12, M), Mariash (ibíd., 203, Recuay Lámina 14, H; 205, Lámina 16, E), Tricolor (ibíd., 207, Lámina 18, I), y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 223, Lámina 34, O); y relativamente similar a una vasija completa del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, A). La forma es similar a cuencos provenientes de la Plaza Circular de los Cuenco 22 estilos Huaraz Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 196, Lámina 7, A; 202, Lámina 13, D) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 221, Lámina Recuay 32, F). Cuenco La forma es similar al Cuenco Grande 2A de la fase Janabarriu (Burger Grande 1 1998: 413, Fig. 263). Chavín Cuenco La forma es similar al Cuenco Grande 2B de la fase Janabarriu (Burger Grande 2 1988: 413, Fig. 264) y a una vasija recuperada de la zona La Banda Chavín (Sayre 2010: 102, Figure 6.25, columna izquierda, 6to). Cuenco La forma es parecida al Cuenco Grande 2B de la fase Janabarriu (Burger Grande 3 1998: 413, Fig. 264) y a una vasija de la zona La Banda (Sayre 2010: Chavín 102, Figure 6.25, columna izquierda, 7mo). La forma se asemeja al Cuenco Grande 1A y 1B de la fase Janabarriu Cuenco (Burger 1998: 413, Fig. 261 y 262, respectivamente) y a una vasija Grande 4 procedente de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 190, Lámina 1, G, Chavín cerámica Chavinoide). Cuenco La forma guarda similitudes con el Cuenco 8B de la fase Janabarriu Grande 5 (Burger 1998: 412, Fig. 258). Chavín La forma es relativamente similar al Cuenco Grande 3A de la fase Cuenco Janabarriu (Burger 1988: 414, Fig. 265) y a un fragmento publicado por Grande 6 Tello correspondiente a la cerámica Chavín fabricada con arcilla roja Chavín (1960: 334, Fig. 155) La forma es semejante a un fragmento Huaylas-Marañón (Tello 1960: 351, Fig. 176, columna derecha, 2do); a un tipo de vasija Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna central, 6to); a fragmentos del estilo Callejón Rojo sobre Naranja procedentes de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 220, Lámina 31, E; 224, Lámina 35, Olla con H; 227, Lámina 38, C, D, y G); y a la olla de cuello corto con bordes cuello 1 evertidos y labios adelgazados del tipo Llano Naranja procedente del Recuay valle del Puchca, Periodo Intermedio Temprano (Ibarra 2004: 310, Fig. 32, g). La variante 1A es parecida al Cántaro 9A de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1988: 417, Fig. 291). Este tipo ha sido diagnosticado como Recuay porque hay más ejemplos de esa época. Su forma es similar a dos tipos de vasija Huarás del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna izquierda, 3ro y 4to); a un Olla con tipo de vasija Recuay (ibíd., 112, Fig. 5, columna central, 6to); a cuello 2 fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Tricolor Recuay (Lumbreras 2014: 209, Lámina 20, I y J) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 224, Lámina 35, G); y a la olla de cuello corto con bordes 544 evertidos y labios adelgazados del tipo Llano Naranja procedente del valle del Puchca, Periodo Intermedio Temprano (Ibarra 2004: 310, Fig. 32, e y f). Su forma es similar a tipo de vasija Huarás del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 102, Fig. 2, columna izquierda, 5to); a dos fragmentos Olla con procedentes de la Plaza Circular del estilo Tricolor (Lumbreras 2014: cuello 3 210, Lámina 21, A) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 215, Lámina Recuay 26, G); y a una vasija clasificada como Cántaro Tipo C de la fase Jatungaga I del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 73, 128). Su forma es parecida a fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 192, Lámina 3, D y E; Olla con 196, Lámina 7, K), Mariash (ibíd., 204, Lámina 15, L), Tricolor (ibíd., cuello 4 209, Lámina 20, D), y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 219, Lámina Recuay 30, E; 223, Lámina 34, J; 224, Lámina 35, D); y a un puru (Tello 1929: 88-89, Fig. 49). La forma es similar a fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Huaraz Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 192, Lámina 3, D y Olla con E; 198, Lámina 9, A), Tricolor (ibíd., 109, Lámina 19, C) y Callejón cuello 5 Rojo sobre Naranja (ibíd., 219, Lámina 30, H; 220, Lámina 31, C; 224, Recuay Lámina 35, M); y a un fragmento Huaylas-Marañón (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna izquierda, 3ro). La forma correspondería a la olla tipo C de la clasificación hecha por Tella sobre la cerámica Chavín (Tello 1960: 326, Fig. 146); a las Ollas sin Cuello 1, 7, 8, 16, 17 y 18 de la fase Janabarriu (Burger 1998: 419- 421, Figs. 302, 305, 308, 310, 311, 312, 313); a vasijas recuperadas en Olla sin las zonas Campo Oeste (Contreras 2007: 210, Figure 6.22, columna cuello 1 derecha, 1ro), Wacheqsa (Mesía 2007: 219, Figure 85, 4to), La Banda Chavín (Sayre 2010: 102, Figure 6.25, columna izquierda, 8vo y 9no), la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina V, Fig. 12, cerámica Chavinoide); y en sitios cercanos al santuario como Pójoc (Burger 1982: 29, Fig. 17; 32, Figs. 34 y 36; 33, Figs. 38 y 39). Su forma es similar a la Ollas sin Cuello 8 y 15 de la fase Janabarriu (Burger 1998: 419, Figs. 302, 304, 309). Fragmentos de vasijas Olla sin similares han sido recuperados en las zonas Campo Oeste (Contreras cuello 2 2007: 210, Figure 6.22, columna izquierda, 1ro); Wacheqsa (Mesía Chavín 2007: 215, Figure 79, columna izquierda, 4to); y La Banda (Sayre 2010: 102, Figure 6.25, columna izquierda, 1ro y 5to). Olla sin La forma es semejante al Cántaro 10 de la fase Janabarriu, época cuello 3 Chavín, periodo Blanco & Negro. Su perfil es similar también al Vaso 7 Chavín de la misma fase (ibíd., 416, Fig. 283). La forma es similar a vasijas de la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Olla sin Lámina V, Fig. 8; Lumbreras 2014: 190, Lámina 1, D, en ambos casos cuello 4 cerámica Chavinoide). La orientación de sus paredes es relativamente Chavín semejante al Cuenco 13C de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 409, Fig. 241). La forma es parecida a vasijas procedentes de la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina V, 8 y 9, cerámica Chavinoide). Ambos formas poseen un ángulo de convergencia similar, pero difieren en el Olla sin diámetro. Por su parte, la característica particular de este tipo, el reborde cuello 5 interno redondeado, no ha sido notificada en alguna otra publicación. Indeterminada Una vasija similar ha sido documentada para la fase Pirushtu del valle de Chacas, Formativo Final (Orsini 2005: Lam. 57, 22). Por ahora, su filiación cultural ha sido diagnosticada como indeterminada. Olla sin No se encontró algún referente de su forma, ni tampoco fragmentos cuello 6 decorados. Indeterminada 545 Olla sin La forma es similar a un fragmento del estilo Tricolor procedente de la cuello 7 Plaza Circular (Lumbreras 2014: 208, Lámina 19, D). Recuay La forma correspondería a la vasija Tipo L de la clasificación hecha por Vaso 1 Tello para la cerámica Chavín (Tello 1960: 326, Fig. 145) y al Vaso 5 Chavín de la fase Janabarriu (Burger 1998: 416, fig. 281). La forma guarda semejanzas con la vasija tipo L de la clasificación hecha por Tello para la cerámica Chavín (Tello 1960: 326, Fig. 145); con el Vaso 4 de la fase Chakinani (Burger 1998: 398, fig. 159); con vasijas documentadas en las zonas Wacheqsa (Mesía 2007: 219, Figure 85, 4to), Campo Oeste (Contreras 2007: 210, Figure 6.22, columna Vaso 2 central, 1ro y 3ro), la Plaza Circular (Lumbreras 1977: Lámina V, Fig. 13, cerámica Chavinoide) y la Galería de las Ofrendas (Lumbreras Chavín 2007: 366, Fig. 257, sp. 210). La inflexión de la variante 2B es parecida a la inflexión del Vaso 3 de la fase Chakinani (Burger 1998: 398, Fig. 158). El borde engrosado de la variante 2C es análogo a un tipo de cuenco registrado en Kuntur Wasi, Formativo Final (Inokuchi 1998: 169, Fig. 12-4). Vaso 3 La forma es similar al Cántaro 10 de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 418, Figs. 296-297). Chavín La forma es similar a vasijas de la Galería de la Ofrendas (Lumbreras 2007: 366, Fig. 257, sp. 211 y 213). La orientación de sus paredes es Vaso 4 relativamente parecida al Cuenco 13A de la fase Janabarriu, aunque este es de tamaño mediano (Burger 1998: 409, Fig. 239, identificado al norte Chavín del santuario), y a dos bordes decorados de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 190, Lámina 1, C y D, cerámica Chavinoide). La forma probablemente sea similar a fragmentos del estilo Blanco sobre Rojo recuperados de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 191, Vaso 5 Lámina 2, I y J; 193, Lámina 4, E; 194, Lámina 5, A; 195, Lámina 6, J; 196, Lámina 7, F). La inflexión del borde que aparece en la Figura Recuay 8.52.b es muy parecida a un borde decorado del estilo Blanco sobre Rojo, también de la Plaza Circular (ibíd., 199: Lámina 10, G). La forma probablemente sea similar a fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 191, Vaso 6 Lámina 2, E; 194, Lámina 5, D; 195, Lámina 6, B, G, I; 198, Lámina 9, K), Mariash (ibíd., 204: Lámina 15, H), Tricolor (ibíd., 208: Lámina 19, Recuay F; 210, Lámina 21, P) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 217, Lámina 28, B). La forma probablemente sea similar a fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 191, Vaso 7 Lámina 2, B), Mariash (ibíd., 205, Lámina 16, I) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 221, Lámina 32, D); y a una vasija completa recuperada Recuay en Wilkawain, Periodo Intermedio Temprano (Bennett 1944: 24, Fig. 6, A). La forma es similar a un fragmento procedente de la Plaza Circular del Vaso 8 estilo Callejón Rojo sobre Naranja (Lumbreras 2014: 215, Lámina 26, B) y a una olla de la fase Jatuganga I del valle de Chacas (Orsini 2005: Recuay Lam. 74, 136). La forma es similar a una vasija completa recuperada en Wilkawain, Vaso 9 Periodo Intermedio Temprano (Bennett 1944: 24, Fig. 6, B). Por su configuración decorativa (Anexo 3) es muy probable que corresponda a Recuay una vasija del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. La forma de la variante 1A se parece mucho a vasijas procedentes de la Cántaro 1 Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 371, Fig. 259 sp. 216, sp. Chavín 218, sp. 223; 372, Fig. 260, sp. 224, sp. 233; 373, Fig. 261, sp. 239; 374, 546 Fig. 262, sp. 233). La variantes 1B guarda semejanzas con la Botella 7 de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 415, Fig. 269) y con una vasija procedente de la zona Wacheqsa (Mesía 2007: 216, Figure 80, 3ro). La variante 1C es similar a otra vasija representante de la Botella 7 de la fase Janabarriu (ibíd., 415, Fig. 270), y la orientación de sus paredes es similar a la de vasijas documentadas en la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 371, Fig. 259, 217). La forma es relativamente similar a la Botella 5 de la fase Urabarriu (Burger 1998: 380, Fig. 40); y a vasijas procedentes de la Galería de las Cántaro 2 Ofrendas (Lumbreras 2007: 371, Fig. 259, sp. 220; 372, Fig. 260, sp. Chavín 232, sp. 234; 373, Fig. 261, sp. 241, sp. 242, sp. 243, sp. 244, sp. 245; 374, Fig. 262, sp. 260). La forma guarda ciertas semejanzas con la Botella 10 de la fase Cántaro 3 Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 415, Chavín Figs. 274, 275) La forma es semejante al Cántaro 11 de la fase Janabarriu (Burger 1998: 418, figs. 298 y 299). El fragmento SW12-43 resalta por un agujero hecho en el cuello, cerca de la unión con la base. Posiblemente, el orificio haya servido para introducir alguna cuerda y tener un asa, o Cántaro 4 quizás para sostener una tapa. Curiosamente, existe un espécimen Chavín parecido en la zona La Banda (Sayre 2010: 100, Figure 6.31). Un examen visual de la imagen nos permite decir que el fragmento ahí mostrado es un cántaro. Sin embargo, no podemos especificar si el tipo de cántaro es similar al nuestro. La forma de la variante 5A es muy parecida al Cántaro 6B de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 417, Fig. 289); al Cántaro 8 de la misma fase (ibíd., 417, Fig. 290); al Cántaro 6 de la fase Chakinani, época Chavín (ibíd., 400, Figs. 169, 170); y a vasijas procedentes de la Galería de las Ofrendas (Lumbreras Cántaro 5 2007: 358, Fig. 251; 372, Fig. 260, sp. 228; 261, Fig. 373, sp. 240, sp. Chavín 243, sp. 245; 374, Fig. 262, sp. 246, sp. 247, sp. 256). La variante 5B se asemeja al Cántaro 6A de la fase Janabarriu (Burger 1998: 417, Fig. 288), y a vasijas procedentes de la Galería de las Ofrendas (Lumbreras 2007: 358, Fig. 251; 372, Fig. 260, sp. 226, sp. 227, sp. 231; 373, Fig. 373, sp. 235; 374, Fig. 262, sp. 251, sp. 252, sp. 259). La forma es parecida a la Botella 10 de la fase Janabarriu, época Cántaro 6 Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 415, Fig. 274). La presencia del reborde nos sugiere también que se trata de la misma Chavín época. Cántaro 7 La forma de la boca es relativamente parecida al Cántaro 4 de la fase Urabarriu, época Chavín (Burger 1998: 382, Fig. 49). Chavín Cántaro 8 No se encontró algún referente de su forma, ni tampoco fragmentos decorados. Indeterminada La forma es similar a cántaros Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna izquierda, 1ro; 114, Fig. 7, columna Cántaro 9 derecha, 1ro, 3ro y 4to); a una vasija clasificada como Cántaro tipo B de Recuay la fase Jatungaga I del valle de Chacas (Orsni 2005: Lam. 72, 123); y a un puru (Tello 1929: 88-89, Fig. 49). La forma de la variante 10A es similar a vasijas procedentes de la Plaza Circular de los estilos Mariash (Lumbreras 2014: 205, Lámina 16, A) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 227, Lámina 38, F); a un cántaro Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna central, 4to); a algunos Cántaros tipo A y tipo C de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 64, 59 y 64; ibíd.: Lam 65, 66); 547 y a algunas vasijas clasificadas como Cántaro tipo B de la fase Jatungaga I del mismo valle (Orsni 2005: Lam. 72, 115 y 116); a una Cántaro 10 jarra de borde evertido con labios redondeados del tipo Llano Naranja, Recuay valle del Puchca, Periodo Intermedio Temprano (Ibarra 2004: 310, Fig. 32, a); a una jarra de borde evertido del tipo Llano Crema, valle del Puchca, Periodo Intermedio Temprano (ibíd., 311, Fig. 33, d); y al Cántaro 3B de la fase Chakinani, época Chavín (Burger 1998: 400, Fig. 172). A pesar de esta similitud este tipo ha sido diagnosticado como Recuay. Es posible que la fabricación de esta forma haya tenido una continuidad para ambas épocas. La forma de la variante 10B es semejante a vasijas procedente de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 202, Lámina 13, A) y Callejón Rojo sobre Naranja (ibíd., 218, Lámina 29, A; 219, Lámina 30, B; 220, Lámina 31, D; 224, Lámina 35, J y L; 225, Lámina 36, F; 227, Lámina 38, A); a cántaros Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna izquierda, 2do y 6to, columna central, 3ro; 114, Fig. 7, columna central, 4to); a una vasija clasificada como Cántaro Tipo B de la fase Jatungaga I del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 72, 122); y a una jarra de bordes evertidos del tipo Llano Crema del valle del Puchca, Periodo Intermedio Temprano (Ibarra 2004: 311, Fig. 33, e). La variante 11A es similar cántaros Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna izquierda, 4to, columna derecha, 2do); al Cántaro Tipo B de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 65, 65); a una vasija clasificada como Cántaro Tipo C de la fase Jatungaga I del mismo Valle (ibíd., Lam. 73, 5to) y a Ollas de la misma fase (ibíd., Lam. 74, 133 y 134). La variante 11B es Cántaro 11 semejante a un cántaro Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna central, 7mo); y a dos Ollas de la fase Jatungaga I Recuay del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 74, 131 y 124). La variante 11C es parecida a dos cántaros Recuay del Callejón de Conchucos (Amat 2004: 112, Fig. 5, columna central, 6to; 114, Fig. 7, columna central, 2do). La variante 11D puede ser análoga a un fragmento del estilo Callejón Rojo sobre Naranja procedente de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 218, Lámina 29, H). La forma de la variante 12A es similar a una vasija procedente de la Plaza Circular del estilo Callejón Rojo sobre Naranja (Lumbreras 2014: 215, Lámina 26, J). La forma de la variante 12B es semejante a una Cántaro 12 vasija procedente de la Plaza Circular del estilo Callejón Rojo sobre Naranja (Lumbreras 2014: 221, Lámina 32, I); a dos vasijas clasificadas Recuay como Cántaro Tipo A de la fase Llogihuasca del valle de Chacas (Orsini 2005: Lam. 64, 60 y 61); y a otras dos clasificadas como Cántaro Tipo C de la fase Jatungaga del mismo valle (ibíd., Lam. 73, 126 y 127). La forma es similar a la Botella 9 de la fase Janabarriu, época Chavín, Botella 1 periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 415, Fig. 273) y a un borde decorado recuperado de la zona Wacheqsa (Mesía 2007: 216, Figure 80, Chavín columna derecha, 6to). La forma es relativamente similar a la Botella 9 de la fase Janabarriu, Botella 2 época Chavín, periodo Blanco & Negro (Burger 1998: 415, Fig. 273). Chavín Comparte con esta botella, la dimensión de su diámetro: 1 cm. Botella 3 No se encontró algún referente de su forma. Por su decoración (Anexo 3) es probable que sea de la época Chavín. Chavín Botella 4 La forma es relativamente similar a la Botella 4 de la fase Urabarriu, época Chavín (Burger 1998: 380, Fig. 39). Chavín Botella 5 No se encontró algún referente de su forma, ni tampoco fragmentos decorados. Indeterminada 548 Botella 6 No se encontró algún referente de su forma, ni tampoco fragmentos decorados. Presenta huella de quema en la superficie interna. Indeterminada Botella 7 No se encontró algún referente de su forma, ni tampoco fragmentos decorados. Indeterminada Botella 8 No se encontró algún referente de su forma, ni tampoco fragmentos decorados. Indeterminada 549 ANEXO 3 Referencias decorativas de la cerámica Tipo Referencia Filiación Plato 1 SW3-246.- Su configuración decorativa nos sugiere que corresponde a Chavín la época Chavín. Plato 2 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma Chavín (Anexo 2) es probable que sea de la época Chavín. Plato 3 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma Recuay (Anexo 2) es probable que sea de la época Recuay. Plato 4 SWD1-30.- Su configuración decorativa sugiere que corresponde a una Recuay vasija del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Plato 5 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma Recuay (Anexo 2) es probable que sea de la época Recuay. Cuenco 1 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma Chavín (Anexo 2) sería de la época Chavín. Cuenco 2 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) sería de la época Chavín. Chavín SW21-I1-43.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, se parece mucho a fragmentos de la fase Janabarriu (Burger 1998), época Chavín, periodo B&N. SW22-18.- La configuración decorativa y el sello en forma de “U” con apéndices nos sugiere una correspondencia con el estilo Janabarriu, Cuenco 3 época Chavín, periodo Blanco & Negro. Chavín SW3-235.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW24-2.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW24-10.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW4-66/67.- El diseño decorativo es parecido a un fragmento documentado por Rosa Fung en la zona Wacheqsa, aunque el tipo de vasija es diferente (Mesía 2007: 179, Figure 25, 1ro). De igual modo, Cuenco 4 el diseño de estos fragmentos guarda semejanza con la configuración Chavín decorativa de un borde decorado hallado en Kuntur Wasi para la fase EL [Formativo Final], aunque en ese caso las incisiones fueron cortantes (Inokuchi 1998: 172, Fig. 16). Cuenco 5 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es probable que sea de la época Chavín. Chavín SW23-224/226.- El diseño de su decoración es similar al diseño figurativo de los fragmentos SW4-66/67 [Cuenco 4]. En este fragmento el diseño se aprecia de manera más explícita ya que no se encuentra tan erosionado como los de arriba mencionados. Cuenco 6 SW26-10.- Dada su decoración por incisiones acanaladas y su aparente complejidad, lo más probable es que sea de la época Chavín. Esta clase Chavín de incisiones son comunes para la fase Chakinani (Burger 1998: 402- 403) y también se ha encontrado un decoración similar en las zonas Monumental (Tello 1960: 335, Fig. 156) y Wacheqsa (Mesía 2007: 210, Figure 72; 216, 80, 3ro) SW2-47.- Variante Cuenco 7A. La configuración de su decoración Cuenco 7 coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Chavín Blanco & Negro. 550 SW3-236.- Variante Cuenco 7B. Dada su configuración decorativa, una banda incisa por debajo del hombro, lo más probable es que sea de la época Chavín. Cuenco 8 SW1-55.- Variante Cuenco 8B. Dada su decoración con escisiones e incisiones se sugiere que corresponde a la época Chavín (Anexo 4: 1). Chavín SW2-52.- Variante Cuenco 9A. Su configuración decorativa nos sugiere una correspondencia a la época Chavín. SW3-231.- Variante Cuenco 9A. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín., periodo Blanco & Negro. SW3-234.- Variante Cuenco 9A. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW-50 + SW3-229.- Variante Cuenco 9B. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW2-46 + SW3-223.- Variante Cuenco 9A. Su configuración Cuenco 9 decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín Chavín, periodo Blanco & Negro. El diseño es muy similar a un fragmento procedente de Rocas Falcónidas (Lumbreras 1971: 10, Fig. 7C) SW2-48.- Variante Cuenco 9A. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW2-49.- Variante Cuenco 9A. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW21-I1-42.- Variante Cuenco 9A. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. Cuenco 10 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma Chavín (Anexo 1) sería de la época Chavín. SW16-20.- Variante Cuenco 11A. No se encontraron referencias decorativas. Cuenco 11 SW2-51.- Variante Cuenco 11B. Su configuración decorativa coincide Chavín con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. SW4-50.- Dada su configuración decorativa, una línea incisa que Cuenco 12 circunscribe la vasija, es probable que sea de la época Chavín. Por su Chavín forma es muy probable que sea del estilo Urabarriu. Cuenco 13 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es probable que sea de la época Recuay, periodo Huarás. Recuay SW20-246.- No se encontraron referencias decorativas. SWD1-42/43 + SWD2-21/24.- Su configuración decorativa es parecida a la de un fragmento del estilo Blanco sobre Rojo procedente Cuenco 14 de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 195, Lámina 6, C). Recuay SW21-I1-32.- Su configuración decorativa es parecida a la de un fragmento del estilo Blanco sobre Rojo procedente de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 202, Lámina 13, I). SW21-I1-34.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es parecida a fragmentos Huaylas-Marañón (Tello 1960: Cuenco 15 349, Fig. 173, columna central, 3ro, columna izquierda, 2do, este Recuay último también en forma), a dos vasijas del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, F; 91, Fig. 31, R) y a otros fragmentos decorados del estilo mismo estilo (Atallah 2013: 39, Imagen 8; 551 Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, K; 198, Lámina 9, F; 200, Lámina 11, E; 201, Lámina 12, C y J; 202, Lámina 13, J). SWD1-33.- No se encontraron referencias decorativas. SW21-I1-13.- Su configuración decorativa coincide con el concepto Cuenco 16 del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Recuay SW22-5.- Su decoración coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SWD1-39.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, su configuración decorativa nos sugiere que se trata del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW20-238.- No se encontraron referencias decorativas. SWD2-18.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, su configuración decorativa nos sugiere que se trata del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a la de un fragmento del estilo Huaraz Blanco sobre Rojo recuperado en la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 201, Lámina 12, B). SWD1-39.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a cuerpos decorados del estilo Huaraz Blanco sobre Rojo recuperados en la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, O; 200, Lámina 11, A, B y C) y en la zona Monumental (Atallah 2013: 39, Imagen 8). SW20-250.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a fragmentos de la cerámica Huaylas-Marañón (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna izquierda, 1ro, columna derecha, 1ro) y a un fragmento decorado del estilo Blanco sobre Rojo recuperado en la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, I). SW20-252.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, su configuración decorativa nos sugiere que se trata del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a Cuenco 17 la de un fragmento del estilo Huaraz Blanco sobre Rojo recuperado en la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 201, Lámina 12, B). SW21-I2-19.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a fragmentos de la cerámica Huaylas-Marañón (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna central, 3ro, columna derecha, 2do, el primero también en forma); a vasijas del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, F; 91, Fig. 31, R); a dos fragmentos de las fotografías de Atallah que representan al periodo Huarás (2013: 39, Imagen 8) y a fragmentos procedentes de la Plaza Circular Recuay (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, K; 198, Lámina 9, F; 200, Lámina 11, E; 201, Lámina 12, C y J; 202, Lámina 13, J). SW16-25.- Su configuración decorativa coincide, en parte, con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a la de un borde decorado del estilo Huaraz Blanco sobre Rojo, que también coincide en la forma, proveniente de la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 200, Lámina 11, J). La decoración en el labio coincide con otro borde del mismo estilo y lugar (ibíd., 199, Lámina 10, E). SWD2-19.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, podría corresponder al estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SWD1-38.- Aunque ha sobrevivido muy poco del fragmento, su decoración nos sugiere que podría corresponder al estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. 552 SW21-I1-15.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, podría corresponder al estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW20-249.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SWD2-27/28/29/30/31/32 + SW22-3/4/6.- Su configuración decorativa es semejante a la de una vasija del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, G); a un borde decorado proveniente de la zona Monumental representante del periodo Recuay (Atallah 2013: 42, Imagen 9, grupo de la esquina inferior derecha); a un fragmento del sitio Tayapucu del valle de Chacas (Orisini e Ibarra 2005, fragmento de abajo); y a fragmentos procedentes de San Blas que corresponden al Periodo Intermedio Temprano (Morales 1998b: 280, Fig.11, columna izquierda, 2do [Decoración con líneas marrones sobre fondo crema], Fig. 12, 3ro [Decoración de líneas debajo de borde]). Según Morales, esta configuración decorativa es muy similar al estilo Cochapongo del valle del Mantaro (ídem). SWD1-40/41.- Su configuración decorativa es semejante a la de fragmentos procedentes de la Plaza Circular del estilo Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 191, Lámina 2, D; 195, Lámina 6, C; 197, Cuenco 18 Lámina 8, A; 200, Lámina 11, H); a un fragmento Huaylas-Marañón (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna derecha, 1ro, similar también en forma); y a un borde decorado encontrado en el distrito de Huari (Diessl 2005: 125, Fig. Hua 47, C). SWD1-47.- Su configuración decorativa guarda similitudes con el diseño de una vasija del estilo Blanco sobre rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, A); a fragmentos procedentes de la Plaza Circular del estilo Mariash (ibíd., 204, Lámina 15, M); y a fragmentos del periodo Recuay Recuay procedentes del Balcón de Judas, Callejón de Huaylas (Wegner 2004: 130, Foto 4). SW22-1.- Su configuración decorativa es parecida a la de fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, L) y Tricolor (ibíd., 208, Lámina 19, H); y a un fragmento de San Blas correspondiente al Periodo Intermedio Temprano (Morales 1998b: 280, Fig. 11, columna central, 1ro). SWD2-14/15.- Aunque ha sobrevivido muy poco del diseño, el rastro de pintura nos sugiere que corresponde a la época Recuay. SW21-I1-2/5.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su decoración es similar a la de un fragmento Huaylas-Marañón (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna central, 2do); a la de un fragmento del Cuenco 19 estilo Blanco sobre Rojo procedente de la Plaza Circular (Lumbreras Recuay 2014: 193, Lámina 4, K); a la de una vasija decorada del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, G); y a uno de los fragmentos del estilo Blanco sobre Rojo procedente de Kuntur Wasi [fase Copa] (Inokuchi 1998: 171, Fig. 15, izquierda). Cuenco 20 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es probable que sea de la época Recuay, periodo Huarás. Recuay SW20-267.- Su decoración coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW20-254.- No se encontraron referencias decorativas. Cuenco 21 SW21-I1-7 + SWD1-35.- Su configuración decorativa es semejante a Recuay la de una vasija del estilo Blanco sobre Rojo (Bennett 1944: 37, Fig. 12, G); a un borde decorado proveniente de la zona Monumental representante del periodo Recuay (Atallah 2013: 42, Imagen 9, grupo 553 de la esquina inferior derecha); a un fragmento del sitio Tayapucu del valle de Chacas (Orisini e Ibarra 2005, fragmento de abajo); y a fragmentos procedentes de San Blas que corresponden al Periodo Intermedio Temprano (Morales 1998b: 280, Fig.11, columna izquierda, 2do [Decoración con líneas marrones sobre fondo crema], Fig. 12, 3ro [Decoración de líneas debajo de borde]). La decoración es análoga a una de las vasijas del Cuenco 18 de nuestra tipología. Cuenco 22 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es muy probable que sea de la época Recuay. Recuay SW25-28.- Su configuración decorativa es similar a la decoración del Cuenco Cuenco Grande 3A de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo grande 1 Blanco & Negro (Burger 1998: 414, Fig. 265) y al de un fragmento del Chavín estilo Rocas Ante Engobado procedente de Rocas Falcónidas (Lumbreras y Amat 1969: Lámina I, D). SW25-4/21.- Su configuración decorativa es similar a la decoración Cuenco del Cuenco Grande 3A de la fase Janabarriu, época Chavín, periodo grande 2 Blanco & Negro (Burger 1998: 414, Fig. 265) y al de un fragmento del Chavín estilo Rocas Ante Engobado procedente de Rocas Falcónidas (Lumbreras y Amat 1969: Lámina I, D). Cuenco No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma grande 3 (Anexo 1) sería de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Chavín Cuenco No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma grande 4 (Anexo 1) sería de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Chavín Cuenco No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma grande 5 (Anexo 1) sería de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Chavín Cuenco No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma grande 6 (Anexo 1) sería de la época Chavín, periodo Blanco & Negro. Chavín Olla con SW18-47.- Su configuración decorativa coincide con las descripciones cuello 1 que hace Tello para cántaros globulares Huaylas-Marañón (Tello Recuay 1960: 351-352, Fig. 176). SW21-I1-8/12/46.- Su configuración decorativa es semejante a la de fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Tricolor Olla con (Lumbreras 2014: 209, Lámina 20, I y J) y Callejón Rojo sobre cuello 2 Naranja (ibíd., 224, Lámina 35, G); y a las ollas de cuello corto con Recuay bordes evertidos y labios adelgazadas del tipo Llano Naranja del valle del Puchca, Periodo Intermedio Temprano (Ibarra 2004: 309-310, Fig. 32, e) SW21-I1-3/39.- No se encontraron referencias decorativas, puesto que Olla con su decoración se da en la parte interna de la vasija. Sin embargo, su cuello 3 configuración decorativa es similar a la vasija decorada Recuay correspondiente a la Olla con cuello 2, por lo que podrían usarse los mismos referentes. Olla con No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, pero según su forma cuello 4 (Anexo 1) sería de la época Recuay. Recuay Olla con No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma cuello 5 (Anexo 1) es muy probable que sea de la época Recuay. Recuay SW26-12.- No se encontraron referencias decorativas. Sin embargo, su configuración decorativa, líneas incisas que circunscribe el borde de la Olla sin vasija, podría corresponder a la época Chavín. cuello 1 SW25-20.- No se encontraron referencias decorativas. Sin embargo, su Chavín configuración decorativa, una línea incisa que circunscribe el borde de la vasija, podría corresponder a la época Chavín. 554 Olla sin SW17-105.- Su configuración decorativa es similar a fragmentos de la cuello 2 fase Janabarriu para Ollas sin Cuello (Burger 1998: 419, Fig. 305; 420, Chavín Fig, 309), época Chavín, periodo Blanco & Negro. Olla sin No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma cuello 3 (Anexo 1) es probable que sea de la época Chavín. Chavín Olla sin No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma cuello 4 (Anexo 1) es probable que sea de la época Chavín. Chavín Olla sin No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, y su referente cuello 5 morfológico no es del todo claro. Indeterminada Olla sin No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, ni tampoco de su cuello 6 forma. Indeterminada SW21-I1-1.- Su configuración decorativa coincide con la decoración Olla sin de ollas de época Recuay del valle del Puchca (véase Tipo Llano, cuello 7 Ibarra 2004: 309), por lo que podríamos suponer que se trata de la Recuay misma época. Vaso 1 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es muy probable que sea de la época Chavín. Chavín SW24-11.- Variante Vaso 2A. Su configuración decorativa, una banda acanalada que circunscribe la vasija, nos sugiere que corresponde a la época Chavín. SW25-18.- Variante Vaso 2D. Su configuración decorativa, de líneas y puntos, nos sugiere que corresponde a la época Chavín. La decoración de puntos concentrados en un campo de aparición es más común en la fase Urabarriu (Burger 1998: 386, Fig. 69; 388). Vasijas con una decoración similar han sido halladas en la zona Monumental (Bennett 1944: 85, Fig. 29, I; Lumbreras 1977: Lámina V, 17), y en el Campo Oeste (Contreras 2007: 210, Figura 6.22, columna central, 1ro). Este último presenta una forma y decoración muy semejantes, aunque en ese caso se estamparon sellos de círculos con puntos concéntricos. Vaso 2 SW26-1.- Variante Vaso 2B. Su configuración decorativa, una banda incisa que circunscribe la vasija, nos sugiere que corresponde a la Chavín época Chavín. SW25-15.- Variante Vaso 2A. Su configuración decorativa es muy similar a la de vasijas correspondientes al Cuenco 4 [SW4-66/67] y Cuenco 6 [SW23-224-226] de nuestra tipología; a un fragmento documentado por Rosa Fung en la zona Wacheqsa (Mesía 2007: 179, Figure 25, 1ro); y a un borde decorado hallado en Kuntur Wasi para la fase EL [Formativo Final] (Inokuchi 1998: 172, Fig. 16). SW4-49.- Variante Vaso 2A. No se encontraron referencias decorativas. SW25-17.- Variante Vaso 2C. Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Janabarriu, época Chavín, periodo Blanco & Negro. Vaso 3 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es muy probable que sea de la época Chavín. Chavín Vaso 4 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es probable que sea de la época Chavín. Chavín Vaso 5 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 1) es probable que sea de la época Recuay. Recuay SW20-260.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Vaso 6 SWD1-34.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del Recuay estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW21-I2-4.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del 555 estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW20-253.- No se encontraron referencias decorativas. SW20-266.- No se encontraron referencias decorativas. SWD2-13.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del Vaso 7 estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su diseño comparte atributos con el fragmento SW16-25 correspondiente al Recuay Cuenco 17 de nuestra tipología. SW20-257.- Su configuración decorativa, puntos blancos en el labio, es similar a fragmentos procedentes de la Plaza Circular de los estilos Blanco sobre Rojo (Lumbreras 2014: 199, Lámina 10, E; 200, Lámina 11, J; 201, Lámina 12, A y C) y Tricolor (ibíd., 207, Lámina 18, I y K; SWD1-28.- Su configuración decorativa es semejante a una vasija correspondiente al Cuenco 18 [SWD1-40/41] de nuestra tipología; a Vaso 8 fragmentos procedentes de la Plaza Circular del estilo Blanco sobre Recuay Rojo (Lumbreras 2014: 191, Lámina 2, D; 195, Lámina 6, C; 197, Lámina 8, A; 200, Lámina 11, H); a un fragmento Huaylas-Marañón (Tello 1960: 349, Fig. 173, columna derecha, 1ro, similar también en forma); y a un borde decorado encontrado en el distrito de Huari (Diessl 2005: 125, Fig. Hua 47, C). SWD2-20.- No se tienen referencias decorativas. SW19-85.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW20-255.- Su configuración decorativa coincide con el concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. Su diseño es Vaso 9 similar a una vasija correspondiente al Cuenco 17 de nuestra tipología Recuay [SWD1-39]; y a cuerpos decorados del estilo Huaraz Blanco sobre Rojo recuperados en la Plaza Circular (Lumbreras 2014: 193, Lámina 4, O; 200, Lámina 11, A, B y C) y en la zona Monumental (Atallah 2013: 39, Imagen 8). Cántaro 1 SW3-190.- Variante Cántaro 1B. No se encontraron referencias decorativas. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Chavín. Chavín Cántaro 2 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Chavín. Chavín SW1-53.- Variante Cántaro 1B. Su decoración coincide con el Cántaro 3 concepto del estilo Mosna, época Chavín, periodo Blanco & Negro Chavín (Lumbreras y Amat 1969; Lumbreras 1989, 1993). Cántaro 4 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, pero según su forma (Anexo 1) sería de la época Chavín. Chavín Cántaro 5 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, pero según su forma (Anexo 1) sería de la época Chavín. Chavín Cántaro 6 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, pero según su forma (Anexo 1) sería de la época Chavín. Chavín Cántaro 7 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, pero según su forma (Anexo 1) sería de la época Chavín. Chavín Cántaro 8 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, ni tampoco algún referente de su forma. Indeterminada Cántaro 9 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Recuay. Recuay SWD1-27.- Su configuración decorativa coincide con la decoración de cántaros para la época Recuay en el Callejón de Conchucos (Ibarra 2004: 309-310; Lumbreras 2014: 192-227). Cántaro 10 SWD1-45.- Su configuración decorativa coincide, en parte, con el Recuay concepto del estilo Blanco sobre Rojo, época Recuay, periodo Huarás. SW20-237.- Su configuración decorativa coincide con la decoración de cántaros para la época Recuay en el Callejón de Conchucos (Ibarra 556 2004: 309-310; Lumbreras 2014: 192-227). Cántaro 11 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Recuay. Recuay Cántaro 12 SW20-251.- No se encontraron referencias decorativas. Por su forma (Anexo 2) es muy probable que sea de la época Recuay. Recuay Botella 1 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Chavín. Chavín Botella 2 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Chavín. Chavín SW36-1.- Su configuración decorativa, una línea incisa debajo del Botella 3 reborde que circunscribe la vasija, nos sugiere que corresponde a la Chavín época Chavín. Botella 4 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo. Por su forma (Anexo 2) sería de la época Chavín. Chavín Botella 5 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, ni tampoco algún referente de su forma. Indeterminada Botella 6 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, ni tampoco algún referente de su forma. Indeterminada Botella 7 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, ni tampoco algún referente de su forma. Indeterminada Botella 8 No se hallaron fragmentos decorados de este tipo, ni tampoco algún referente de su forma. Indeterminada 557 Anexo 4 Fotografía de materiales cerámicos especiales Fig. 1. SW1-55. Cuenco 8B, estilo Janabarriu. Fig. 2. SW4-42. Cuerpo decorado, estilo Janabarriu. Decoración con exisiones e incisiones cortantes. Posiblemente compatible con los fragmentos SW2- 46 + SW3-223, Cuenco 9. Fig. 3. SW16-20. Cuenco 11A. Vista nadir del Fig. 4. SW12-18. Cuenco 11C, época Chavín. labio. Nótese los rastros de engobe rojo hacia la Detalle de la vertedera parte interna. 558 Fig. 5. SWD2-19. Cuenco 17. Borde decorado, pero Fig. 6. SW21-I1-15. Cuenco 17. Borde decorado, muy erosionado. pero erosionado. Fig. 7. SWD1-38. Cuenco 17. Izquierda, superficie externa. Derecha, superficie interna. Fig. 8. SWD2-15. Cuenco 18B. Borde decorado, Fig. 9. SW25-28. Cuenco Grande 1, borde decorado pero muy erosionado. en el labio. 559 Fig. 10. SW25-4 + SW25-21. Cuenco Grande 2, bordes decorados compatibles. Fig. 11. SW4-49. Vaso 2A, época Chavín. Fig. 12. SWD2-20. Vaso 9, época Recuay. Decorado con pintura blanca. Decorado con pintura marrón sobre crema. Fig. 13. SW3-190. Cántaro 1, época Chavín. Decorado con pintura blanca. Fig. 14. SW1-53. Cántaro 3, estilo Mosna, época Chavín, periodo Blanco & Negro. 560 Fig. 15. SW12-43. Cántaro 4, época Chavín. Nótese Fig. 16. SW16-23. Botella 5, superficie interna, el orifico cerca de la unión cuello-cuerpo. época Indeterminada. Nótese el engobe rojo alrededor del labio. Fig. 17. SW3-220. Cuerpo decorado del estilo Rojo Fig. 18. SW4-63. Cuello de una botella del estilo Grafitado, época Chavín, periodo Blanco & Negro. Rojo Grafitado, época Chavín, periodo Blanco & Negro. Fig. 19. SW4-50. Cuenco 12, forma Urabarriu, Fig. 20. SW21-I1-29. Cuenco 4, posiblmente del estilo Ante Sencillo, época Chavín. estilo Chavín Anaranjado, época de trancisión Chavín-Recuay. 561 Fig. 21. SW17-105. Olla sin cuello 2, posiblmente Fig. 22. SW17-100. Cántaro 5A, posiblmente estilo estilo Chavín Anaranjado, época de trasición Chavín Anaranjado, época de trasición Chavín- Chavín-Recuay. Recuay. Fig. 23. SW17-93. Cántaro 5A, estilo Rojo Llano, Fig. 24. SW16-19/24+SW17-92. Cuenco 7D, estilo época Chavín. Rojo Llano, época Chavín. Fragmentos encontrados en el área de mezcla por debajo de ES.CP. 0 562 ANEXO 5 Análisis preliminar de los restos óseos humanos documentados en el Flujo 1 Elaborado por: Madeleine Zhu (Harvard University) Adultos Izquierda Derecha Completos Calcáneos 13 13 - Clavículas 12 9 - Cuboides 2 11 - Fémures 17 28 - Fíbulas 13 17 - Húmeros 17 17 - Mandíbulas 8 4 6 Rótulas 13 6 - Radios 17 22 - Escápulas 12 16 - Talus 16 17 - Temporales 10 5 - Tibias 14 16 - Ulnas 14 18 - Cráneos 0 0 6 MNI 28 adultos Sub-adultos Izquierda Derecha Completos Calcáneos 3 4 - Clavículas 3 3 - Cuboides 0 0 - Fémures 11 17 - Fíbulas 0 0 - Húmeros 10 8 - Mandíbulas 4 6 - Rótulas 0 0 - Pubis 3 1 - Radios 4 8 - Escápulas 7 4 - Talus 1 2 - Temporales 0 0 - Tibias 8 12 - Ulnas 5 7 - Cráneos 0 0 - MNI 17 sub-adultos 564